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MARIO CASTRO ARENAS
PANAMA y PERU
en el Siglo XVI
Panamá, 2008
PANAMÁ y PERÚ
en el Siglo XVI
ISBN 978-9962-669-06-7
Impreso por:
Universal Books
Panamá, Rep. de Panamá
PRESENTACIÓN
Declaración indispensable a los 75
exploró sin éxito durante ocho meses las costas del Golfo
de México entreTampico y la Florida. Tras fracasar en el
intento, pretendió convertirse en colonizador de tierra fir-
me, pero se le había adelantado Hernán Cortés. No tuvo
más remedio que aceptar la primacía del capitán al que en-
tregó los soldados y las cuatro naves. Por otro lado, entre
1579 y 1580, el notable navegante y cosmógrafo Pedro Sar-
miento de Gamboa salió del puerto peruano de El Callao
hacia el estrecho de Magallanes, con la misión de construir
una cadena de fuertes artillados a lo largo de la entrada y
bloquear las incursiones de Francis Drake y otros piratas
europeos; de paso, podían cerrarle el paso a navegantes
de otros países, sobre todo enemigos de España, En este
primer viaje al estrecho por la ruta del Pacífico, Sarmiento
dio la vuelta por el Atlántico, hasta salir a Cádiz, después
de navegar de isla en isla, de la isla de Ascensión a las islas
del Cabo Verde, de las Canarias a las Azores,
Se verificó, con la sucesión de viajes entre las Anti-
llas, el Pacífico y el Atlántico, que el estrecho de Magalla-
nes era el único estrecho natural, pero un estrecho con un
mal tiempo desaconsejable, situado a innúmeras leguas
de distancia de los puertos de desembarco de mercade-
rías, por lo cual resultaba completamente antieconómico
y peligroso.
La única opción viable, desde todo punto de vista,
fue la de Panamá. El Chagres y el Camino de Cruces, y
provisionalmente la vía terrestre del Camino Real de die-
ciocho leguas de longitud utilizable únicamente durante
la estación seca, viajando de Nombre de Dios a Panamá,
se consolidaron como una fusión de ingeniería humana
y dones de la naturaleza al servicio de la comunicación
entre América y Europa, Cesaron las exploraciones a lo
largo y ancho del continente en busca del paso que no en-
contraron Colón, Cortés y sus émulos.
En la "Carrera de Indias", Camino de Cruces fue
una pieza insustituible en el engranaje de comunicación
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usar de ello... " Dios hizo sin diferencia a todas las criaturas que
son inferiores al hombre para utilidad de las dotadas de razón y
al servicio de todas las gentes, como se ve por lo dicho, sin que
hiciera distinción entre fieles e infieles, por lo que tampoco noso-
tros debemos hacerla" (ob.cit. 1237)
"Pruébase, porque desde su origen todas las criaturas ra-
cionales nacen libres (Digesto, De justitia et iure, ley Manumi-
siones) y porque en una naturaleza igual Dios no hizo esclavo de
otro, sino que a todos concedió idéntico arbitrio; y la razón es que
a una criatura racional no se la subordina a otra" (ob.cit. 1249).
En suma, Las Gasas rebatió con argumentos teológi-
cos, históricos y políticos, las concesiones otorgadas por la
Santa Sede a la monarquía española en el siglo XVL Con
citas de la Biblia y de los más influyentes doctores de la
Iglesia, actualizó sin saberlo las críticas de Guillermo de
Ockham expuestas en el siglo XIV a la extensión de la po-
testad espiritual papal al terreno temporal. No las plagió
ni copió, porque desconocía la obra del teólogo francis-
cano, editada después de los Tratados; las actualizó en
otro contexto, porque pertenecen a la literatura bíblica y
exegétíca del corpus doctrinario cristiano. De su propia
cosecha intelectual incorporó otros cuestionamientos más
consistentes que la dialéctica escolástica medieval porque
en su tiempo estuvieron en juego otros factores divinos y
seculares en boga en el Renacimiento.
Las Casas, Vitoria y otros laicos y clérigos españo-
les hicieron crujir la justificación evangélica de las Bulas y
la revelaron como producto de una alianza de naturaleza
política. De una desmesura a otra, la iglesia donó bienes
que no eran de su propiedad, ajenos a su conocimiento,
e incumbencia, transfiriendo poderes y licencias que no
tuvo ni tiene. Las Casas rescató la filosofía profundamente
espiritualista del cristianismo primitivo, como miembro
distinguido de un grupo de sacerdotes y teólogos que, an-
tes y después de él, defendió los fueros de un cristianismo
humanístico leal a sus fuentes bíblicas de origen. Por una
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FRANCISCO DE VITORIA
Llegada de Almagro
Con la expedición de Pedrarias arribó al Darién el
soldado Diego de Almagro, y también Pascual de Anda-
goya, Hernando de Soto, Gonzalo Fernández de Oviedo,
testigo y cronista de sus andanzas, Gaspar de Espinosa,
Sebastián de Belalcázar, y otros personajes que participa-
ron en la conquista de los incas. Admiró al cronista Fer-
nández de Oviedo la yunta formada por Pizarro y Alma-
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gro: "En el qual tiempo hizo compañía (Pizarro) con otro com-
pañero llamado Diego de Almagro, é fueron ambos un espejo y
exemplo de buenos en conformes amigos, sobre todos quantos
hay en estas partes hoy se sabe que hayan tenido compañía".
"Estos capitanes Francisco Pizarro é Diego de Almagro, como
se ha dicho en los precedentes libros destas historias, vivieron
en tanta conformidad é amistad que eran exemplo de grandes
personas; éfue esso principio de su auctoridad é crédito, aunque
no todo era fundado sobre verdadero amor (según el tiempo lo
mostró adelante) como por arte é necesidad. Almagro era há-
bil, diligente, liberal, expedito en lo que avía de hacer, é hombre
del campo; Pizarro era lento ö espacioso, é al parecer de buena
intención, pero de corta conversación é valiente hombre por su
persona; ê ambos muy conformes e unánimes, sin saber el uno
y esotro leer ni escribir, ni tener entre sí conocida ni más apro-
piada al uno que al otro sus haziendas". Historia General de las
Indias, tomo IV, libro XLVL
Como veterano de Tierra Firme, Pizarro mostró al bi-
soño Almagro, soldado de fortuna, oriundo de la ciudad
de Almagro, de donde tomó el nombre (ciudad pertene-
ciente a Castilla la Nueva), como credenciales de guerra, la
experiencia que acumuló desde que arribó al Darién como
capitán de Alonso de Ojeda. Luego fueron camaradas de
campañas militares al mando de Pedrarias o de Gaspar de
Espinosa, combatiendo a los valerosos hombres de Vera-
guas. Después fueron socios en asuntos comerciales, ya
asentados como vecinos de la ciudad de Panamá. En el
reparto de encomiendas hecho por el gobernador Pedra-
rias Dávila, el capitán Francisco Pizarro recibió ciento cin-
cuenta indios con la persona del cacique de la isla Taboga,
mientras Diego de Almagro obtuvo alrededor de setenta
indígenas: "Al capitán Francisco Pizarro, natural de Trujillo,
el cual vino con el gobernador Alonso de Ojeda, efue su tenien-
te de gobernador e capitán, e ha sido regidor e alcalde en esta
ciudad y es visitador asimismo en ella, e ha servido muy bien a
sus Altezas todo el dicho tiempo en estos dichos reinos, ciento
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suelo mojado entre los montes, llevando con todo esto sus espa-
das y rodelas en sus hombros con las mochilas; y tan fatigados
llegaron, que de puro cansancio y quebrantamiento murió un
cristiano llamado Morales" ob, cit, 9. No hubo indígenas que
les atacaran, ni cristianos que los auxiliara, aunque los na-
turales estaban al tanto de la agresividad de los españoles.
Vacías encontraron las casas y algo peor, sin alimentos.
Exhaustos, consumidos por tan forzado ayuno, los espa-
ñoles llamaron Puerto de Hambre a la zona de ciénegas
y mosquitos por donde deambularon hasta que Pizarro
dio la orden de regresar a los barcos. ¿Dónde estaba el oro
prometido? ¿Dónde la bonanza instantánea y la gloria per
sécula seculorum?
Ignorante de las variaciones climáticas regionales,
Pizarro incurrió en error al emprender viaje cuando empe-
zaban las grandes lluvias tropicales. Volver a Panamá hu-
biera significado la cancelación de la empresa, dado que
los expedicionarios habían partido animosos y de buen
semblante y tornaban flacos y amarillos, decepcionados y
anémicos. Para salvar la cara, dispuso el capitán que fue-
sen a la isla de las Perlas a buscar comida y calafatear los
navios estrujados por malos vientos. Entregó la capitanía
de un navio a Gil Montenegro rumbo a las Perlas, mien-
tras Pizarro quedaba en los manglares alimentándose de
peces y mariscos para subsistir, entretanto regresasen con
víveres. Anduvieron por los manglares con la ropa empa-
pada y roída por la hojarasca en medio de insoportables
temperaturas, durmiendo entre el crepitar de millones de
insectos y despertándose, tensamente, empuñando la es-
pada si acechaban indios de horrible estampa, pintarra-
jeados con figuras de simbologia demoníaca. Lo peor de
todo fue que las penurias habían dislocado la expedición
el mando de un capitán como Pizarro que ya había ex-
perimentado situaciones semejantes en el golfo de Ura-
bá, pero que lucía desorientado y sin don de mando y de
persuación a su gente debilitada por la presión del medio
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biada por la mano de Dios y que era justo se les hiziese buen hos-
pedaje; y luego se aderezaron diez o doce balsas llenas de comida
y de fruta, con muchos cántaros de agua y de chicha y-pescadoy
un cordero que las vírjines del templo dieron para llevalles. Con
todo esto fueron yndios al navio, sin ningúnd engaño ni malicia,
antes con alegría y plazer de ver taljente", oh, cit, 53,
La relación humana de indios y españoles fue de
amor a primera vista. Fue un bálsamo para Pizarro este
hallazgo de tumbesinos. civilizados, de refinado atavío,
y costumbres cultivadas, distintos a los indios flecheros
que los hostilizaron en la primera etapa del periplo. El ne-
gociador político que Francisco Pizarro llevó dentro salió
a relucir. Mantendrían el mismo nivel de cordialidad y
simpatía, ocultando intenciones de vasallaje y conquista.
Exhortó a sus hombres a mantenerse compuestos, sobre
todo con mujeres, conociendo, como conocía, las tensio-
nes sexuales del dilatado viaje. Entre los peruanos nobles
se acostumbraba a ofrendar doncellas para servicios do-
mésticos y otras necesidades obvias de los forasteros es-
pañoles, pues sus concepciones morales eran distintas a
las de los europeos. Hubo una bella cacica que le ofreció
mujeres al lugarteniente Alfonso de Molina como algo na-
tural, ausente de malicia: "Y entre aquellas yndias que le ha-
blaron estava una señora muy hermosa, y díxole que se quedase
con ellos y que le darían por mujer una délias, la qual quisiese...
el capitán dio muchas gracias a Dios nuestro Señor por ello.
Quexávase mucho de los españoles que se bolvieron y de Pedro
de los Ríos porque lo procuró. Y ala verdad engañávase porque
si él entrara con ellos y procurara dar guerra no fuera parte
para que los mataran, pues Guaynacapa hera bibo é no avía las
diferencias que después, quando volvió, halló. Si con buenas pa-
labras quisieran convertir las jentes que hallavan tan mansas y
pacíficas no hera menester los que se volvieron, pues bastavan
los que con él estavan; mas las cosas de las Yndias son juicios
àe Dios, salidos de su profunda sabiduría, y El sabe porqué a
permitido lo que a pasado" Cieza, 55.
io6 — M A R I O CASTRO ARENAS
El final de Salinas
rigor. Almagro debió ser tan rico como Pizarro porque así
lo estipuló el contrato de Panamá y porque ambos cele-
braron misas y compartieron una hostia con y juraron re-
cibir equitativamente las riquezas mal habidas con sangre
y felonía. Cieza de León se espanta de cómo Pizarro faltó
a su palabra con Atahualpa, Manco Inca y Almagro. Glo-
sando el juramento de Pizarro y Almagro, Cieza denota
su angustia de cristiano viejo y español honrado con estas
palabras: "Esto que avéys visto fue el juramento que se hizo en
el Cusco: consideraldo bien y notad lo que pidieron porque lo
hallaréys en el discurso desta obra cumplido tan a la letra ques
cosa de espanto y para temer de hazer tales juramentos, pues
con ello tientan a Dios todopoderoso, el qual no permita de les
condenar las ánimas como tanbién pidieron", ob, cit, 277.
Si lo dijo Cieza...
PANAMA EN LA REBELIÓN
DE GONZALO PIZARRO
La rebelión de Gonzalo Pizarro en el Perú contra las
Nuevas Leyes de Indias provocó una sucesión de olas
concéntricas que se abatió sobre Panamá, a mediados del
siglo XVI, magnificando, tanto en lo positivo cuanto en
lo negativo, su rol estratégico como eslabón en la cadena
de flujo de mercancías y personas entre el Perú y España.
Para profundizar el análisis del involucramiento de Pa-
namá en las guerras civiles desatadas en el Perú, hay que
examinar el movimiento pizarrista desde tres puntos de
vista: el jurídico, el económico y el político.
Desde el punto de vista jurídico, la aprobación de las
Nuevas Leyes de Indias afectó profundamente a Panamá.
Más de veinte años después que Pedrarias Dávila distri-
buyera repartimientos y encomiendas entre los vecinos de
la ciudad de Panamá, el Emperador dejó en suspenso el
régimen de virtual propiedad de seres humanos que usó
a su discreción el gobernador para aplacar a los capitanes,
luego de la decapitación de Vasco Núñez de Balboa. A Pe-
drarias y a doña Isabel de Bobadilla se le adjudicaron las
encomiendas de Otoque, Uribe, Pocorosa, Cuquera, con
sus respectivas cuotas de servidores indígenas. A Gaspar
de Espinosa se le dio la encomienda de Pacora. Taboga le
correspondió a Francisco Pizarro, Diego de Almagro, Ro-
gel de Loria y Cristóbal de Eslava. Chagre a Gonzalo de
Badajoz. El Emperador obtuvo una atractiva encomienda,
el archipiélago de Las Perlas. Mena García María del Car-
men, Una fuente para la historia de la encomienda en Panamá.
La Copia e Relación del Repartimiento Viejo. Temas de Historia
Panameña.
En el año de 1522, Pedrarias introdujo reformas en
la distribución de las encomiendas, en parte para corre-
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España y Turquía
El Taqui Oncoy
JUAN DE MATIENZO
TÚPAC AMARU I
como Sayre Túpac para vivir con los españoles, perdían los In-
cas la esperanza de recobrar algún día el predominio de la dinas-
tía vencida. Vilcabamba tenía fama de inaccesible, y mientras
allí lograra mantenerse el Inca, serviría de baluarte y de centro
de reconcentración a cualquier movimiento contra los blancos.
Conservarla en su integridad indígena y que no se hiciese ciu-
dad española, tal era el propósito. El Virrey sentía peligrosa esa
vecindad y se proponía remover a los Incas a otras regiones de
Indias donde no amenazaran el equilibrio del Estado". Don
Francisco de Toledo. Supremo Organizador del Perú. Espasa
Calpe. Buenos Aires. XXIX.
Pero esta espontánea actitud de adhesión a sus pro-
pios líderes incas no representaba una conspiración con-
tra la corona; en el proceso por completo amañado por el
virrey no se aportaron pruebas objetivas del complot. Tal
fue el criterio de los magistrados de la Audiencia de Lima,
que se opusieron a que Toledo ordenara el destierro de los
nobles cusqueños. A unos caciques, entre ellos don Carlos,
se les privó de sus bienes y se ordenó que cumplieran su
pena más allá de los linderos de Huamanga, por sentencia
del doctor Loarte, asesor de Toledo. Luego el virrey dictó
provisión para que fueran embarcados a México Don Car-
los, Felipe Sayre, Alfonso Tito Atauche, y Felipe Quispe
Tito, hijo de Titu Cusi, de dieciocho años, apresado en Vil-
cabamba. Don Cayo y Don Agustín purgarían ostracismo
en las provincias de Cajamarca y Huamachuco. Los pro-
curadores Francisco López y Miguel Ruiz interpusieron
recursos de apelación a la Audiencia de Lima, antes que
los Incas arribaran a la capital. Los oidores Alvaro Ponce
de León, Monzón y Altamirano no aceptaron teóricamente
la apelación de los abogados de los Incas, pero ordenaron,
al mismo tiempo, que dejara la causa en el estado en que
se encontraba. En otras palabras, congelaron la ejecución
del destierro, sin pronunciarse sobre la apelación, dispo-
niendo que, si los Incas habían salido del Cusco, siguie-
ran viaje a Lima para que se les proveyera justicia. Toledo
PANAMÁ v PERÚ EN EL SIGLO XVI — ^57
JUAN DE VALDÉS
ANTONIO DE GUEVARA:
E L I N C A G A R C I L A S O DE LA V E G A :