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La Inflación Como Delito - Ricardo Manuel Rojas
La Inflación Como Delito - Ricardo Manuel Rojas
Ricardo M. Rojas
LA INFLACIÓN
COMO DELITO
Unión Editorial
2023
1 Mises, Ludwig, La teoría del dinero y del crédito, Unión Ed., Madrid,
1997, pp. 41-42.
2 Hayek, Friedrich A., “La Desnacionalización del Dinero” [1978], en
Ensayos de Teoría Monetaria II (Obras Completas, volumen VI), Unión
Ed., Madrid, 2001, p. 206.
3 Mises, Ludwig, La teoría del dinero y del crédito, op. cit., p. 128.
4 Sennholz, Hans, Tiempos de Inflación, Unión Editorial, Bs. Aires,
2021, pp. 18-19.
5 Mises, Ludwig, “La inflación y el control de precios”, en The
Commercial and Financial Chronicle del 20 de diciembre de 1945,
publicado en: Planificación para la Libertad y otros Ensayos, Centro
de Estudios sobre la Libertad, Bs. As., 1986, p. 112.
6 Selgin, George A., La libertad de emisión del dinero
bancario.Crítica del monopolio del Banco Central, Ediciones Aosta,
Unión Editorial, Madrid, 2011, p. 3.
7 Hayek, Friedrich A., “La Desnacionalización del Dinero”, publicado
en Ensayos de Teoría Monetaria II (Obras Completas, vol. VI), Unión
Ed., Madrid, 2001, p. 202.
8 Se refiere a lo expresado en The Constitution of Liberty, Chicago
University Press, 1960, pp. 324 y ss.
9 Hayek, Friedrich A., “La Desnacionalización del Dinero”, op. cit, pp.
202-203
10 Ferguson, Adam, An Essay on the History of Civil Society, Cadell,
Kincaid, Creech & Bell, London, 1767, pp. 187-188.
11 Menger, Carl, El dinero, Unión Editorial, Madrid, 2013, pp. 81 y ss.
Sobre el surgimiento del mercado y del trueque ver: Spencer,
Herbert, Principles of Sociology, en los lugares citados por Menger,
op. cit., p. 98, nota 4.
12 Hayek, Friedrich A., Nuevos Estudios de Filosofía, Política
Economía e Historia de las Ideas, Unión Editorial, Madrid, 2007, p.18.
Rojas, Ricardo Manuel, Individuo y Sociedad. Seis ensayos desde el
individualismo metodológico, Unión Editorial, Madrid, 2021, pp. 26-
30.
13 Menger trae algunos ejemplos al respecto (op. cit., pp. 83-84):
“Una ilustración expresiva de esta dificultad nos la ofrecen los
célebres relatos de viaje de V.I. Cameron y H. Barth: ‘Mi primera
preocupación –escribe Cameron- fue hacerme con embarcaciones’
(para atravesar el lago Tanganica). ‘Puesto que los propietarios de
las dos embarcaciones que me habían sido prometidas estaban
ausentes, traté de alquilar una de Syde ibn Habib, dirigiéndome a su
agente, el cual quería ser pagado en marfil, que yo no tenía. Pero
vine a saber que lo tenía Mohamed ben Salib, el cual a su vez tenía
necesidad de tela de algodón. Y como yo no la tenía, la información
me sirvió poco hasta que me enteré de que Mahamed ibn Gharib
tenía la tela, pero necesitaba hilo de algodón. Por suerte yo lo tenía,
y así cedí a Mohamed ibn Gharib la cantidad de hilo que necesitaba,
después de lo cual él cedió la tela a Mohamed ben Salib, el cual por
su parte cedió al agente de Syde el marfil que deseaba. Y así
finalmente pude tener la barca’ (Cameron, V.I., Across Afrika, 1877,
I., pp. 246 y ss).
“Barth a su vez cuenta: ‘Un pequeño agricultor que lleva su trigo al
mercado del lunes de Kakaua (en Sudán) no quiere en absoluto que
le paguen con conchas, y solo raramente se contenta con la moneda
en táleros. Por tanto, quien quiera comprar su trigo se verá obligado,
si solo dispone de táleros, a cambiarlos previamente por conchas, o
más bien a comprar conchas con las que adquirir una camisa (Kúlgu)
para poder luego, tras múltiples permutas, hacerse finalmente con el
trigo. La molestia que debe soportar quien va al mercado es tal que,
con frecuencia, he visto a mis siervos volver totalmente exhaustos’
(Bart, Heinr, Reisen u. Entdeckungen in Nord-und Zentralafrika
(1849-1855, II, 1857, p. 396).
14 Esta idea probablemente le llegó a Darwin del geólogo escocés
James Hutton, a través de otro geólogo inglés, Charles Lyell, cuyo
libro: Principles of Geology leyó mientras se hallaba embarcado en
su segundo viaje en el HMS Beagle (ver Rojas, Ricardo Manuel,
Fundamentos praxeológicos del derecho, Unión Editorial, Madrid,
2018, pp. 39-42).
15 Menger, a la vez heredero de la Escuela Escocesa y creador de la
Escuela Austríaca, explicaba este fenómeno del descubrimiento de la
aceptabilidad de los bienes de la siguiente manera: “Esta idea no
surgió simultáneamente en todos los miembros de una población.
Como sucede con todos los progresos de la civilización, sólo un
cierto número de agentes económicos habrá intuido la ventaja del
procedimiento descrito para su propia actividad económica, ventaja
que en sí y por sí es independiente de que la colectividad haya
llegado a aceptar como medio general de cambio una mercancía
determinada, porque siempre y en todas las circunstancias,
semejante intercambio acerca notablemente al individuo a su
objetivo económico final de la compra de los bienes que necesita e
incrementa su aprovisionamiento o, lo que es lo mismo, es su interés
hacerlo de esa forma.
Ahora bien, puesto que como es sabido, para explicar a alguien
cuáles son sus intereses económicos no existe medio mejor que la
percepción de los avatares económicos de quienes tienen la
perspicacia y la capacidad operativa de emplear los medios
adecuados para realizarlo, entonces también es claro que nada
puede haber favorecido en mayor medida la difusión y la
generalización de esta intuición que la adquisición sistemática, por
parte de los agentes económicos más sagaces y hábiles para
perseguir su propia utilidad económica, de mercancías mucho más
negociables respecto a todos los demás. Este progreso de los
conocimientos económicos, como resultado del progreso general de
la civilización, se manifestó efectivamente por doquier donde las
circunstancias externas no lo impidieron” (Menger, op. cit., pp. 86-
87).
16 Menger enumeró los tipos de bienes que integraban esta lista de
mayor negociabilidad: 1) bienes disponibles solo en cantidad
limitada, de modo que quien los posee en cantidad demuestra con
su posesión todo su prestigio y poder; 2) Los productos locales
destinados al consumo doméstico; 3) bienes de amplia y constante
necesidad y consumo que no se producen, o no en cantidad
suficiente, en un territorio; 4) Bienes en los que, por efecto de
costumbres o de las relaciones de poder, existe la obligación de
ofrecer periódicamente en forma de prestaciones unilaterales; 5)
artículos destinados a la exportación (El dinero, op. cit., pp. 87-89).
17 Menger, Carl, op. cit., p. 87.
18 Menger, Carl, “On the Origins of Money”, Economic Journal 2
(1892), p. 250; citado por Selgin, George A., La libertad de emisión
del dinero bancario, op. cit., p. 26. Esta visión evolutiva del dinero
fue seguida por Carlisle, William W., The Evolution of Modern Money,
Macmillan, London, 1901, p. 5; en el mismo sentido, Ridgeway
sostuvo que “la idea de una convención que origina la utilización de
una mercancía específica como medio de cambio es tan falsa como
la vieja creencia en que una convención es el origen de la ley o del
lenguaje” (Ridgeway, William, The Origin of Metallic Currency and
Weight Standards, Cambridge University Press, 1892, p. 47).
19 Menger, Carl, El dinero, op. cit., p. 135.
20 Ricardo, David, Principios de Economía Política y Tributaria, Fondo
de Cultura Económica, México, 1987. En el siglo XX, el tema fue
desarrollado por Ludwig von Mises especialmente en La Acción
Humana y Socialismo.
21 Los escolásticos medievales llamaron al dinero una res fungibilis
et primo uso consuptibilis, esto es, algo que es fungible y que
principalmente se consume con su primer uso; ver Hülsmann, Jörg
Guido, La ética de la producción del dinero, Unión Editorial, Madrid,
2021, p. 37 y sus citas.
22 Es un hecho notorio que durante la vigencia del patrón oro, en el
mundo se continuaba extrayendo oro de las minas y por lo tanto se
incrementaba permanentemente su cantidad disponible como
dinero. Sin embargo, ello ocurrió de un modo lento, que además
acompañó al incremento general de la riqueza para cuya
intermediación se utilizaba el oro, de modo que no perdió por ello su
condición de estabilidad.
23 “El hecho de que hayan sido precisamente los metales, sobre
todo los metales nobles, los que prevalecieron como intermediarios
de los cambios, ya en época prehistórica en determinadas
poblaciones y en época histórica en todos los pueblos civilizados
económicamente avanzados, tiene su primera e inmediata
explicación en su gran capacidad para ser vendidos en el mercado,
superior a la de todos los demás bienes, sobre todo en la economía
de las sociedades desarrolladas” (Menger, Carl, El Dinero, op. cit., p.
115).
24 Menger, Carl, El dinero, op. cit., p. 117.
25 Carrara, Francesco, Programa de Derecho Criminal. Parte
Especial, Ed. Temis, Bogotá, 1977, Volumen VII, p. 154.
26 Menger, Carl, El dinero, op. cit., p. 126.
27 Hülsmann, Jörg Guido, La ética de la producción del dinero, op.
cit., p. 47.
28 Es muy interesante en este sentido el trabajo de Juan Carlos
Cachanosky (“La crisis del 30”, en Libertas n° 10, mayo de 1989), en
el que explica que la génesis de la crisis que comenzó en 1929 y
produjo un quiebre en Estados Unidos y buena parte del mundo, se
encuentra diez años antes, en un abuso en el manejo del dinero a
partir de la suspensión de la convertibilidad monetaria por parte de
los Estados, para cubrir fundamentalmente los gastos de la guerra.
29 En agosto de 1971 –debido a que algunos bancos centrales
europeos amenazaron con convertir sus dólares reclamando el oro
de Fort Knox (cosa que ya había hecho Francia a fines de la década
del 60)- el presidente Nixon decidió abandonar completamente la
relación del oro con el dólar y estableció lo que él denominó “el
acuerdo más importante de la historia”, que consistió en establecer
tipos de cambio fijos. Estos acuerdos se llevaron a cabo en el
Smithsonian Institute de Washington, y la parte del acuerdo
considerada la más trascendental en la historia monetaria concluyó
con el pánico de marzo de 1973, fecha en que se estableció la
llamada flotación sucia, haciendo que las monedas fluctuaran dentro
de una franja establecida por los respectivos bancos centrales
(Benegas Lynch (h), Alberto, Fundamentos de Análisis Económico,
Grupo Unión, Buenos Aires, 2011, p. 249).
30 En general, los billetes sólo adquieren valor como mercancía
luego de que dejan de circular legalmente, y se convierten en
objetos de interés para coleccionistas y curiosos. Pero a veces
existen excepciones que hacen que se valoren también los billetes
en circulación. Mientras escribo estas palabras, veo en las noticias
que una tienda de Barcelona vende como artículo de curiosidad y
para coleccionistas, billetes de pesos argentinos actualmente en
circulación. Tal es su desvalorización y su fama como ejemplo actual
de alta inflación, que la gente está dispuesta a pagar un poco más
de lo que supuestamente vale en el mercado cambiario (que tiene
tantas trabas y prohibiciones que en la práctica hace imposible su
compra), por su valor algo superior como objeto de colección o
curiosidad.
31 Dice Hülsmann al respecto: “Si los precios que se pagan por el
papel moneda caen a cero, entonces esta moneda jamás podrá ser
re-monetizada, porque fuera de un sistema de precios ya existente
los participantes en el mercado no podrían evaluar la unidad
monetaria. Por tanto, el uso del papel moneda conlleva el riesgo de
aniquilación total o permanente de su valor. Riesgo que no existe en
el caso del dinero mercancía, el cual siempre tiene un precio
positivo, con lo cual siempre puede re-monetizarse” (Hülsmann, Jörg
Guido, La ética de la producción del dinero, op. cit., p. 44).
32 Endemann, Wilhelm, Studien in der Romanisch-kanomistischen
Wirthschafts-und Rechtslehre, Berlín, 1874-1883, vol. 2, p. 171;
citado por Hayek, Friedric A., “La Desnacionalización del Dinero”, en
Ensayos de Teoría Monetaria II (Obras Completas, Vol. VI), Unión
Editorial, Madrid, 2001, p. 198.
33 Rothbard, Murray N., ¿Qué le hizo el gobierno a nuestro dinero?
Ensayos sobre el origen y función de la moneda, Unión Editorial,
Madrid, 2019, p. 44.
34 Hayek, Friedrich A., “La Desnacionalización del Dinero”, ibid.
35 Op. cit., p. 203.
36 A. Nussbaum, Money in the Law, National and International,
Foundation Press, Brooklyn, 1950, p. 53, cit. por Hayek, Fredrich A.,
“La Desnacionalización del Dinero”, op. cit., p. 204.
37 Sobre los acontecimientos en China ver: W. Vissering, On Chinese
Currency, Coin and Paper Money, Brill, 1877; Tullock, Gordon, “Paper
Money – A cycle in Cathay”, Economic History Review, 1957, pp. 393-
407; citados por Hayek, op. cit., p. 205.
38 Hayek, Friedrich A., op. cit., p. 205.
39 Hayek, Friedrich A., “La Desnacionalización del Dinero”, op. cit., p.
205.
40 Smith, Vera C., Fundamentos de la banca central y de la libertad
bancaria, Unión Editorial, Madrid, 1993, p. 185. Curiosamente, de
manera casi contemporánea con las conclusiones de Smith –la
primera edición de su libro se publicó en 1936- se creaba el Banco
Central de la República Argentina, que sustituyó a la anterior Caja de
Conversión que existía desde fines del siglo XIX, y que si bien en un
comienzo tuvo menos funciones y un régimen mixto, fue el punto de
partida para futuras modificaciones que terminaron convirtiéndolo
en el órgano que ejerce el poder monopólico estatal sobre el dinero
en Argentina.
41 Rojas, Ricardo Manuel, Fundamentos praxeológicos del derecho,
Unión Editorial, Madrid, 2018, pp. 89 y ss.
42 Mises, Ludwig, La Teoría del Dinero y del Crédito, op. cit., p. 32-
33.
43 Op. cit., p. 42.
44 Mises, Ludwig, La teoría del dinero y del crédito, op. cit., p. 42-43.
45 Op. cit., p. 44.
46 Un ejemplo notorio de esto ocurrió tras la crisis de los años 2001-
2002 en Argentina. Derogada la convertibilidad, el Estado pesificó
las deudas con los bancos, y al mismo tiempo reguló la forma en que
se incrementaba oficialmente el precio del dólar, dando lugar a la
aparición de un mercado paralelo. De este modo, las personas
cancelaban deudas por créditos en dólares, pagando en pesos la
tercera parte de la deuda total. Al darle un precio arbitrario a la
moneda, y reconocerle poder para cancelar deudas, la legislación
lisa y llanamente condonó dos tercios de las obligaciones privadas
en dólares.
47 Op. cit., p. 45.
48 Hayek, Friedrich A., “La Desnacionalización del Dinero”, op. cit., p.
227-228
49 Hayek, Friedrich A., “La Desnacionalización del Dinero”, op. cit., p.
207.
50 El derecho contractual garantiza el cumplimiento de las normas
creadas por los propios individuos, que son vinculantes por su propia
voluntad. Ello había quedado consagrado en la máxima romana del
“pacta sunt servanda”, que es el centro del derecho contractual.
Siguiendo esas ideas, el artículo 1134 del Código Napoleón dispuso:
“las convenciones legalmente formadas sirven de ley para las
partes”. De allí fue tomado el artículo 1197 del Código Civil
argentino de 1870 que dispone: “Las convenciones hechas en los
contratos forman para las partes una regla a la cual deben
someterse como a la ley misma” (Rojas, Ricardo Manuel, La
propiedad. Una visión interdisciplinaria e integradora, Unión
Editorial, Madrid, 2021, p. 152).
51 Por el contrario, los jueces y legisladores han inventado teorías
jurídicas para tratar de arreglar con más intervención estatal un
problema que el propio Estado generó. Así surgió, primero como
doctrina jurisprudencial, y luego incorporada en las legislaciones, la
“teoría de la imprevisión”, que autoriza a los jueces a alterar las
condiciones de los contratos cuando se ven afectados por un hecho
“imprevisible”, como es la inflación. Así, en 1968, la ley 17.711
introdujo en el Código Civil argentino una serie de modificaciones
que permiten la intervención de los jueces para alterar contratos. Un
agregado al artículo 1198 estableció: “En los contratos bilaterales
conmutativos y en los unilaterales onerosos y conmutativos de
ejecución diferida o continuada, si la prestación a cargo de una de
las partes se tornara excesivamente onerosa, por acontecimientos
extraordinarios o imprevisibles, la parte perjudicada podrá demandar
la resolución del contrato. El mismo principio se aplicará a los
contratos aleatorios cuando la excesiva onerosidad se produzca por
causas extrañas al riesgo propio del contrato”.
Tal acontecimiento extraordinario o imprevisible, que justificó la
reforma, fue la inflación creciente que distorsionaba los contratos. Lo
único “imprevisible” es en qué momento el gobierno va a
incrementar fuertemente la cantidad de dinero y disminuir así su
valor adquisitivo. Eso no se resuelve alterando contratos, sino
eliminando esa facultad del gobierno, que como veremos en los
siguientes capítulos, es una actividad criminal.
52 Thomas Henry, Lord Ferrer, Studies in Currency, or Inquiries into
certain monetary problems connected with the standard of value and
the media of Exchange, London, Macmillan, 1898, citado por Hayek,
Fridrich A., “La Desnacionalización del Dinero”, op. cit., p. 210.
53 Selgin, George A., La libertad de emisión del dinero bancario, op.
cit., pp. 271-272.
54 Selgin, George A., op. cit., pp. 25-56.
55 Este punto fue explicado por Mises en su Teoría del Dinero y el
Crédito. Como señala Rothbard: “Mises hizo notar que la unidad
monetaria sirve como unidad contable y como común denominador
de todos los otros precios, pero señalaba que la mercancía-dinero se
encuentra aún en un estado de trueque con los demás bienes y
servicios. Así, en la etapa premonetaria de trueque -antes de la
introducción del dinero-, no existía ningún ‘precio de los huevos’
unitario; una unidad de huevos (por ejemplo, una docena), tenía
muchos ‘precios’ diferentes: el precio en ‘manteca’, en términos de
kilogramos de manteca; el precio en ‘sombreros’, el precio en
‘caballos’, etc. Cada uno de los bienes y servicios tenía una gama
casi infinita de precios en función de cada uno de los otros bienes y
servicios. Una vez que se elige una mercancía, v.gr., el oro, como
medio a utilizar para todos los intercambios, cada uno de los otros
bienes, excepto el oro, gozará de un precio unitario; de este modo
sabemos que el precio de los huevos es de un dólar la docena; el
precio de un sombrero es de diez dólares y así sucesivamente. Pero
mientras que cada uno de los bienes y servicios, excepto el oro,
tiene ahora un precio único en términos monetarios, el dinero mismo
tiene una gama virtualmente infinita de precios individuales en
función de cada uno de los otros bienes y servicios. En otras
palabras, el precio de cualquier bien o mercancía equivale a su
poder adquisitivo en términos de otros bienes y servicios” (Rothbard,
Murray N. “The Austrian Theory of Money”, en Edwin Dolan (ed.), The
Foundations of Modern Austrian Economics, Sheed Andrews and
McMeel, Kansas, 1976, p. 160).
56 Rothbard, Murray N., El hombre, la economía y el Estado. Tratado
sobre principios de economía, Unión Editorial, Madrid, 2011, vol. 1, p.
101.
57 Mises, Ludwig, La Acción Humana, op. cit., pp. 37 y ss.
58 Rojas, Ricardo Manuel, La propiedad. Una visión multidisciplinaria
e integradora, Unión Editorial, Madrid, 2021, pp. 168.169.
59 Como señala Mises, al actuar, el hombre opta, determina y
procura alcanzar un fin (op. cit., p. 17).
60 Ver Friedman, David, Teoría de los precios, Centro de Estudios
Superiores Sociales y Jurídicos Ramón Carande, Madrid, 1995, p. 24.
En el mundo angloparlante, esta idea se expresa popularmente con
el dicho: “Put your money where your mouth is”.
61 Mises, Ludwig, Planificación para la libertad y otros ensayos,
Centro de Estudios sobre la Libertad, Buenos Aires, 1986, p. 102.
62 Rothbard, Murray N., El Hombre, la Economía y el Estado. Tratado
sobre principios de Economía, op. cit., p. 87.
63 Benegas Lynch (h), Alberto, Fundamentos de Análisis Económico,
Grupo Unión, Buenos Aires, 2011, p. 99.
64 Rothbard, Murray N., El Hombre, la Economía y el Estado. Tratado
sobre principios de Economía, op. cit., pp. 83-84.
65 Como simpatizante de Boca Juniors, puedo valorar mucho la
posibilidad de asistir a un partido de fútbol. Si encima fuera la final
del campeonato en el que Boca se puede consagrar campeón, lo
valoraría más aun. Por lo tanto, podría estar dispuesto a invertir
mucho dinero en conseguir un boleto para asistir a ese partido, e
incluso quizá un poco menos por unidad, para adquirir dos boletos e
invitar a mi novia o a un amigo para que venga conmigo. Pero si
tuviera diez boletos en mi poder, y me ofrecieran el décimo primero,
ese boleto ya no tendría el mismo valor, pues ya habría cubierto los
usos principales que quisiera darles. Yo seguiría valorando de igual
manera a Boca Juniors, y también seguiría valorando de igual
manera la posibilidad de asistir al partido final, pero la unidad
undécima de boletos que me ofrecen, una vez que ya cubrí los
boletos para invitar a parientes y amigos, no tendría el mismo valor
para mí. En definitiva, en términos económicos, lo que valoro no es
el bien en abstracto, sino la utilidad de la unidad involucrada en la
negociación, o lo que es igual, el valor inferior que para mí tiene una
unidad disponible, si soy vendedor, o el valor superior de dicha
unidad si soy comprador.
66 Esta observación, que parece llevar la explicación hacia lo obvio,
ha sido sin embargo desconocida por dirigentes políticos en
Argentina, donde la realidad es alterada e ignorada
permanentemente de manera impune. Se ha escuchado decir a
algunos políticos que en tanto el Estado tenga la facultad de emitir
el dinero, no podría quebrar porque siempre estaría en condiciones
de pagar sus deudas produciendo el dinero necesario. Y lo dicen de
corrido y sin reírse.
Mientras escribo esto, Argentina va desbarrancándose hacia otra
profunda crisis debido al mal manejo de la moneda. El Ministro de
Economía renunció y en su lugar fue designada una economista que
ya había tenido otras funciones en el gobierno, lo que de inmediato
originó una búsqueda en las redes sociales. Entre lo más publicitado
figura un twitt que publicó algún tiempo antes y dice: “Para
solucionar parte de los problemas: imprimiendo 1000 millones
descomprimiría un poco la situación. Imprimir billetes no genera
inflación, y es una herramienta básica del Estado”. Su argumento
parte de la base de que los recursos del Estado son ilimitados en
tanto tenga el poder monopólico de crear dinero de papel. Buscaron
una pirómana para ponerla a cargo del control del incendio. Pero
como en Argentina la política es más veloz que los teclados,
mientras continúo escribiendo esta Ministro ya se fue y se la
reemplazó por otro político que seguramente nos sorprenderá con
sus propuestas económicas.
67 Hayek, Friedrich A., “La teoría de los fenómenos complejos”, en
Estudios de Filosofía, Política y Economía, Unión Editorial, Madrid,
2007, pp. 59 y ss.
68 Hayek, Friedrich A., Camino de Servidumbre (Obras Completas,
Vol. II), Unión Editorial, Madrid, 2008, p. 142.
69 Op. cit., p. 143-144.
70 Sobre este punto se puede ver: Rojas Ricardo Manuel, Individuo y
Sociedad, op. cit., pp. 253 y ss.
71 Sowell Thomas, Knowledge and Decisions, Basic Books, New York,
1980, p. 217/8.
72 El famoso cuento de Leonard Read sobre el lápiz ilustra como
pocos este fenómeno que sólo puede producirse gracias a los
precios. Sin precios –y por ende sin dinero aceptado
generalizadamente-, seguiríamos viviendo en chozas y
sobreviviendo gracias al trueque (Read, Leonard, I, pencil, The
Freeman, F.E.E, New York, 1958).
73 Sowell Thomas, Knowledge and Decisions, op. cit., p. 167.
74 Sin embargo, es muy extendida la idea de que los precios son
números establecidos por autoridades especializadas, que saben
cómo fijar el precio “correcto” para cada cosa. Durante la guerra fría
fue conocida la actividad de agentes soviéticos que llegaban a
Estados Unidos con la misión encubierta de relevar los precios de los
productos en las grandes tiendas, con el propósito de replicarlos en
Rusia, presuponiendo que, dado el éxito del sistema económico
capitalista, esos eran los precios “correctos”.
En un sentido similar cuenta David Friedman la anécdota de un alto
funcionario del Ministerio de Suministros de China, que planeaba
organizar una visita a Estados Unidos para reunirse con su par en
ese país, que tuviera la función de garantizar la recepción correcta
de suministros en las fábricas norteamericanas. Planeaba aprender
los procedimientos seguidos allí para producir esa distribución de
manera tan exacta (Friedman, Milton, Teoría de los precios, op. cit.,
p. 27).
Resultaba difícil explicar a los funcionarios comunistas que los
precios se fijan y los suministros se distribuyen, no por disposición
de alguna ilustrada autoridad, sino por algo mucho más eficiente,
que es dejar que actúen la oferta y la demanda libremente en el
proceso de mercado.
75 Benegas Lynch (h), Alberto, Fundamentos de Análisis Económico,
Grupo Unión, Buenos Aires, 2011, p. 136.
76 Rothbard, Murray N., El Hombre, la Economía y el Estado, op. cit.,
pp. 283-284.
77 Rothbard, Murray N., El Hombre, la Economía y el Estado. Tratado
sobre principios de Economía, Unión Editorial, Madrid, 2013, Vol. 2,
p. 330.
78 Rothbard, Murray N., El Hombre, la Economía y el Estado. Tratado
sobre principios de Economía, op. cit., Vol. 1., p. 87.
79 Op. cit., p. 88-89.
80 En este punto es importante aclarar cuál es la relación entre
costos y precios. Una larga y errónea doctrina en materia económica
ha sostenido durante mucho tiempo que los precios son, en
definitiva, una sumatoria de costos. Este error incluyó entre otros al
propio Adam Smith en algunas de sus explicaciones del proceso
económico. Pero la relación es inversa: los precios finales de
determinados bienes imputan valoración a aquellos que son
necesarios para su producción, modificando a su vez el precio de
esos bienes (por ejemplo, si sube el precio del pan, tenderá a
aumentar el de la levadura utilizada para elaborarlo, porque los
fabricantes de levadura intentarán obtener un mayor precio por su
producto, y la fábrica de pan estará más dispuesta a pagar ese
precio por los mayores ingresos que obtendrá debido al aumento del
precio del pan. Pero si por otro motivo sube el precio de la levadura,
ello no se transmitirá automáticamente al precio del pan. Sólo
ocurrirá si la gente está dispuesta a pagar más por el pan).
81 Frecuentemente explico este punto a mis alumnos con un ejemplo
sencillo: supongamos que decido construir un automóvil. Compro las
partes, los manuales, las herramientas, me gasto una fortuna en
ello; le agrego los salarios caídos por los meses que estaré encerrado
en un taller aprendiendo a hacer algo que no sé. Al final de todo ese
trabajo, el resultado será un automóvil mediocre, mal terminado,
inseguro. Puedo juntar todas las facturas de todos mis gastos y
ofrecerlo a la venta “al costo”, esto es, sin ninguna ganancia para
mí. Difícilmente alguien me lo compre, pagando un precio cinco
veces superior al de un buen automóvil de línea que puede comprar
en una agencia. Mis costos no determinan el precio final del
producto, ni serán una variable de mucho peso cuando alguien
evalúe si está dispuesto o no a comprar mi automóvil.
82 Rothbard, Murray N., El Hombre, la Economía y el Estado, op. cit.,
p. 283.
83 Coase, Ronald, “The Problem of Social Cost”, Journal of Law and
Economics 3, 1960, pp. 1-44.
84 Rojas, Ricardo Manuel, Individuo y Sociedad. Seis ensayos desde
el individualismo metodológico, op. cit., p. 44.
85 Mises, Ludwig, Problemas epistemológicos de la Economía, Unión
Editorial, Madrid, 2013, p. 174; con cita de J. B. Clark, Essentials of
Economic Theory, New York, 1907, pp. 130 y ss.
86 Mises, Ludwig, La Acción Humana, op. cit., pp. 299-301. Pero
aclara Mises más adelante: “El mercado se encuentra en constante
agitación. El modelo de una economía de giro uniforme jamás se da
en el mundo de la realidad” (p. 397). Sobre la noción de equilibrio de
precios y las distintas posiciones al respecto dentro de la Escuela
Austríaca de Economía, se puede consultar: Rojas, Ricardo Manuel,
La propiedad. Una visión multidisciplinaria e integradora, op. cit., pp.
170-175.
87 Rothbard, Murray N., El Hombre, la Economía y el Estado, op. cit.,
vol. 1, p. 265.
88 Rothbard, Murray N., El Hombre, la Economía y el Estado, op. cit.,
vol. 1, p. 269.
89 Sir Thomas Gresham (1519-1579) fue uno de los fundadores de la
Bolsa de Valores de Londres. Se le atribuye haber hecho la
observación de que cuando existe un tipo de cambio artificialmente
impuesto por la ley entre varias monedas, y la gente percibe
entonces que unas están subvaluadas y otras sobrevaluadas, harán
circular la moneda sobrevaluada para desprenderse de ella,
conservando en su poder la subvaluada por considerarla más
valiosa; o dicho en términos sencillos: “La moneda mala desplaza a
la buena”. Recién en el siglo XIX se comenzó a mencionar este
principio con el nombre de Ley de Gresham.
90 Sennholz, Hans, Tiempos de Inflación, op. cit., p. 36
91 Rojas, Ricardo Manuel; Rondón García, Andrea, La supresión de la
propiedad como crimen de lesa humanidad. El caso Venezuela,
Unión Ed., Madrid, 2019, p. 65.
92 Mises, Ludwig, Crítica del intervencionismo (El mito de la tercera
vía), Unión Editorial, Madrid, 2001, p. 38.
93 Rojas, Ricardo Manuel; Rondón García, Andrea, La supresión de la
propiedad como crimen de lesa humanidad. El caso Venezuela, op.
cit., p. 70.
94 Mises, Ludwig, La Acción Humana, op. cit., p. 898.
95 Benegas Lynch (h), Alberto, Fundamentos de Análisis Económico,
op. cit., p. 100/1.
96 Mises, Ludwig, “Salarios, desocupación e inflación”, en
Planificación para la libertad y otros ensayos, Centro de Estudios
sobre la Libertad, Bs. As., 1986, pp. 197 y ss.
97 Hayek se lamentó más tarde de no haber seguido su debate con
Keynes, pero explicó que la aceptación general de las teorías del
pensador inglés era de tal intensidad –en especial por la
conveniencia de sus consecuencias para los políticos-, que
enfrentarlo en soledad le quitaba público para discutir otros temas
que consideraba más acuciantes en aquel momento. Además,
recordó que el propio Keynes, luego de la segunda tanda de críticas
que le realizó, le confesó que había cambiado su manera de pensar
respecto de lo sostenido en su Treatise on Money, London,
Macmillan, 1930, 2 vol.). Sin embargo, esas ideas y las contenidas
en su The General Theory of Empoyment, Interest and Money de
1936, continuaron teniendo fuerte influencia hasta nuestro días, a
pesar de ser ampliamente rebatidas en la teoría, debido a la
conveniencia para intereses de políticos, sindicalistas y algunos otros
buscadores de rentas.
98 Hayek, Friedrich A., discurso de aceptación del Premio Nobel de
Economía en 1974, publicado como “La pretensión del
conocimiento”, en Nuevos Estudios en Filosofía, Política, Economía e
Historia de las Ideas, Unión Ed., Madrid, 2007, pp. 41-54.
99 Hayek, Friedrich A., Profits, Interest and Investments, Routledge,
London, 1939, p. 63.
100 Ebeling, Richard M., Keynesian Economic Policy and its
consequences, 1998; citado por Sola, Juan Vicente, “Las
consecuencias institucionales del modelo keynesiano”, en Revista de
Análisis Institucional N° 1, Fundación Friedrich A. von Hayek, Buenos
Aires, 2007, p. 108.
101 Es bueno recordar, aunque no parezca necesario, que compras y
ventas se necesitan recíprocamente. En general la gente no disfruta
atesorando dinero. Disfruta más pensando en los bienes que podría
adquirir con ese dinero. Si existiese una situación en la que pudiera
comprar bienes permanentemente sin necesidad de entregar nada a
cambio (sea su trabajo o el fruto de su producción), sería su mundo
ideal. Pero ello es imposible porque nadie nos dará cosas a cambio
de nada. Del mismo modo, vender permanentemente productos para
contemplar el dinero que se acumula sobre una mesa mientras se
empieza a padecer hambre y frío, tampoco es la situación más
agradable. La gente vende para comprar y compra para vender.
La idea mercantilista del atesoramiento de riqueza sólo ha sido
atractiva como doctrina política para sostener las acciones de
soberanos que en realidad pretendían apoderarse de la riqueza de
sus súbditos para luego gastarla en sus propios propósitos.
102 Rojas, Ricardo Manuel, Análisis económico e institucional del
orden jurídico, Abaco, Buenos Aires, 2004, p. 180.
103 Boulding, Kenneth E., Economic Analysis, Harper & Brothers,
New York, 1941, p. 347. Citado por Curtiss, W. N., La protección
arancelaria, Fundación Bolsa de Comercio, Buenos Aires, 1979, p. 48.
104 Es bueno recordar en este punto la distinción metodológica que
hacía Oppenheimer a principios del siglo XX entre medios
económicos (basados en acuerdos voluntarios) y medios políticos
(basados en el uso de la fuerza). El Estado es la organización de los
medios políticos, y ningún Estado puede llegar a serlo hasta que los
medios económicos hayan desarrollado un número suficiente de
recursos para satisfacer sus necesidades (Oppenheimer, Franz, El
Estado. Su historia y evolución desde un punto de vista sociológico,
Unión Editorial, Madrid, 2014, p. 42). El Estado, por definición, no es
productor, es depredador, sólo puede prosperar si existen
condiciones de depredación suficientes (Rojas, Ricardo Manuel,
Individuo y Sociedad, op. cit., pp. 234-235).
105 Rojas, Ricardo Manuel – Rondón García, Andrea, La supresión de
la propiedad como crimen de lesa humanidad. El caso Venezuela,
Unión Editorial, Madrid, 2019, pp. 142 y ss.
106 “Una explicación integrada o cataláctica del valor de la moneda,
comienza con las evaluaciones y actos subjetivos de los individuos.
Jamás pierde de vista el hecho de que una teoría completa de la
moneda debe descansar en la teoría subjetiva del valor. Para poder
explicar los determinantes del valor adquisitivo de la moneda y no
solamente las causas de sus cambios, procura analizar el significado
subjetivo o utilidad que la moneda tiene para los individuos. Ya que,
así como en última instancia el precio de un bien económico es
determinado por la valoración subjetiva que de él hacen los
compradores y vendedores, el valor adquisitivo de la moneda es
determinado de la misma manera” (Sennholz, Hans, Tiempos de
Inflación, op. cit., pp. 33-34).
107 Rothbard, op. cit., pp. 263-264.
108 Rothbard, Murray N., El Hombre, la Economía y el Estado, op.
cit., p. 262.
109 Rojas, Ricardo Manuel, Individuo y Sociedad, op. cit., pp. 116 y
ss.
110 Hazlitt, Henry, Lo que debemos saber sobre la inflación, Unión
Ed., Bs. As., 2021, pp. 7-8.
111 Rojas, Ricardo Manuel, Individuo y Sociedad op cit., pp. 132-134.
112 Mises, Ludwig, Economic Freedom and Interventionism. An
Anthology of Articles and Essays, Liberty Fund, New York, 1990, pp.
109-110
113 En tiempos más recientes, el argumento de que la culpa es del
comerciante ha ido perdiendo fuerza, sobre todo cuando se ve que
los comerciantes pierden mucho dinero y sus negocios quiebran
como consecuencia de la inflación. Pero entonces aparecen otros
culpables. Mientras escribo este trabajo, el Presidente argentino
Alberto Fernández le echa la culpa de la inflación a la invasión rusa a
Ucrania, y dice que no se le ocurre otra forma de combatir la
inflación, más que incrementar el impuesto a la exportación de
granos. Mientras tanto, la vicepresidente Cristina Fernández,
sostiene en twitter que la culpa de la inflación la tienen los evasores
impositivos.
La afirmación del Presidente es bastante curiosa, si se advierte que
la invasión a Ucrania, según él, produce inflación en Argentina pero
no en Ucrania. Que admita que no se le ocurre ninguna otra forma
de disminuir la inflación que no sea subiendo impuestos de
exportación es una admisión de su propia incompetencia, y muestra
su alineamiento en el tema con su vicepresidente, pues para
ninguno de los dos la disminución del gasto público parece ser una
opción, y sólo consideran dejar de emitir en caso en que pueda subir
la recaudación de impuestos para cubrir el déficit.
114 Mises, Ludwig, La Teoría del Dinero y del Crédito, op. cit., p. 227.
115 Hazlitt, Henry, Lo que debemos saber sobre la inflación, op. cit.,
p. 15. Recuerda Hazlitt allí que: “Sin embargo, es tan persistente el
error de que la inflación es producida por una ‘escasez de
mercaderías’, que aun en la Alemania de 1923, después que los
precios se habían elevado cientos de billones de veces, los altos
funcionarios y millones de alemanes le echaban la culpa de todo a
una ‘escasez general de mercaderías’ cuando en esa misma época,
los extranjeros iban a comprar productos alemanes con oro y con sus
propias monedas a precios más bajos que los que tenían las mismas
mercaderías en sus respectivos países”.
116 Sennholz, Hans, Tiempos de Inflación, op. cit., pp. 37-38.
117 Mises, Ludwig, La Teoría del Dinero y del Crédito, op. cit., pp.
220-221.
118 Mises, Ludwig, Planificación para la Libertad y otros ensayos, op.
cit., pp. 106-107.
119 Mises, Ludwig, La Teoría del Dinero y del Crédito, op. cit., p. 223.
120 Hazlitt, Henry, op. cit., p. 20.
121 “Los productores con más altos costos se irán de ese mercado y
utilizarán sus medios de producción para la fabricación de otros
bienes no afectados por los precios máximos. La interferencia
gubernamental sobre el precio de un bien restringe la oferta
disponible para el consumo. Este resultado es contrario a las
intenciones que originaron los precios máximos. El gobierno quería
que la gente tuviera más fácil acceso a los artículos controlados,
pero su intervención trajo aparejada la disminución de la producción
y oferta de bienes” (Mises, Ludwig, Planificación para la Libertad y
otros ensayos, op. cit., p. 103)
122 Benegas Lynch (h), Alberto, Fundamentos de Análisis Económico,
op. cit., p. 136.
123 Respecto de sus discusiones con Keynes, señalaba Hayek en
1975: “Me he reprochado muchas veces por no haber seguido
combatiendo esa doctrina después de que gasté mucho tiempo y
energías criticando la primera versión del aparato teórico de
Keynes… Cuando se vio que la nueva versión de sus ideas –la Teoría
General de 1936- conquistaba a la mayoría de la opinión profesional
y cuando comprobé que algunos de sus colegas a los que más
respetaba apoyaban el acuerdo, completamente keynesiano, de
Bretton Woods, abandoné el debate, porque proclamar mi
disconformidad con lo que se había convertido en una falange
ortodoxa, casi unánime, me hubiera privado de audiencia en otros
temas que, por aquel entonces, me interesaban más” (Hayek,
Friedrich A., Ensayos de Teoría Monetaria II -Obras Completas, Vol.
VI-, op. cit., pp. 172-173).
124 Una exposición de las críticas de Hayek a la posición de Keynes
justificando la emisión monetaria como forma de generar pleno
empleo y bienestar económico, pueden verse en: Hayek, Friedrich A.,
“La campaña contra la inflación Keynesiana”, en Nuevos Estudios en
Filosofía, Política, Economía, e Historia de las Ideas, op. cit., pp. 241-
286.
125 https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/la-descomunal-
falsificacion-libras-nazis-buscaron-quebrar-nid2514896/
126 Jevons, W.S., Money and the Mechanism of Exchange, F.S. King,
London, 1875, International Scientific Series, vol. 17, p. 65; citado
por Hayek, Friedrich A., “La Desnacionalización del Dinero”, op. cit.,
p. 212.
127 Friedman, Milton y Rose, Libertad de elegir, op. cit., pp. 424-425
128 Friedman, Milton and Rose, Libertad de elegir. Hacia un nuevo
liberalismo económico, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1980, pp. 348-351.
129 White, Andrew, Money and Banking, Ginn & Co., Boston, 1896,
pp. 4 y 6.
130 White, Andrew, op. cit., pp. 8-10.
131 Nettels, C.P., The Money Supply of the American Colonies before
1720, University of Wisconsin, Madison, 1934, p. 213.
132 Friedman, Milton and Rose, Libertad de elegir. Hacia un nuevo
liberalismo económico, op. cit., p. 351.
133 Kent, Roland, “The Edict of Diocletian Fixing Maximum Prices”,
The University of Pennsylvania Law Review, 1920; citado por
Schuttinger, Robert L. y Butler, Eamonn F., 4000 años de controles
de precios y salarios, Unión Editorial, Buenos Aires, 2016, p. 38-39.
134 Bodin, Jean, Los seis libros de la República, Tecnos, Madrid,
1985, pp. 266 y ss.
135 La moneda de vellón era comúnmente conocida como la
“blanca”, y estaba compuesta, para fines del siglo XV, por 1.17
gramos de cobre y 0.03 de plata. Distintas manipulaciones de su
contenido por ambos monarcas llevaron a que, para 1603, la
moneda contuviera sólo 0.41 grs. de cobre. Es decir que en un siglo,
los monarcas terminaron robándole a la población 0.76 gramos de
cobre y 0,03 gramos de plata por cada moneda que circulaba en el
reino.
136 Juan de Mariana, Tratado y Discurso sobre la Moneda de Vellón
[1609], Ed. Deusto, Value School, Instituto Juan de Mariana, Madrid,
2017.
137 Smith, Adam, Investigación sobre la naturaleza y causa de la
riqueza de las Naciones, Fondo de Cultura Económica, México, 1958,
p. 29.
138 Mises, Ludwig, La Acción Humana, op. cit., p. 922.
139 Hazlitt, Henry, Lo que debemos saber sobre la inflación, Unión
Editorial, Madrid, 2021, p. 11.
140 Mises, Ludwig, “La inflación y el control de precios”, en
Planificación para la Libertad y otros ensayos, op. cit., p. 111.
141 Es un peligro similar al ocurrido con otros desarrollos
tecnológicos que luego fueron regulados por el Estado. Por ejemplo,
la irrupción de UBER en muchas ciudades ocurrió de un modo casi
clandestino, no regulado e incluso prohibido por la ley, desafiando al
control de los políticos y la ira de los taxistas que estaban sometidos
a miles de regulaciones que los conductores de UBER no padecían
(en lugar de apuntar los cañones contra sus verdaderos enemigos –
los funcionarios del gobierno-, la emprendieron contra los
conductores de UBER). Mientras UBER era ilegal, y no estaba
sometido a ninguna regulación, sus precios eran bajos y su servicio
eficiente. La paulatina “legalización” de este tipo de plataformas va
trayendo aparejada la regulación estatal, los impuestos, los
controles, y en definitiva los mismos padecimientos que sufren los
taxistas, lo que podrá redundar en precios más altos y peores
servicios, dejando sólo como ventaja el avance tecnológico en
cuanto a la contratación (algo que en realidad ya usan los propios
taxis).
142 Mises, Ludwig, La Teoría del Dinero y del Crédito, op. cit., p. 235.
143 Mises, Ludwig, op. cit., p. 237.
144 Rothbard, Murray N., The mistery of banking, Richardson &
Sinder, New York, 1983, p. 109.
145 Respecto de Mises, es necesario aclarar que en La Acción
Humana, publicado en 1949, expresamente se volcó a favor de los
sistemas bancarios y monetarios libres, y explicó extensamente sus
ventajas, para concluir que “sólo la banca libre puede evitar, en la
economía de mercado, las crisis y las depresiones” (op. cit., p. 531).
146 Rothbard, Murray N., The mistery of banking, op. cit., p. 109 en
nota al pie.
147 Ibid.
148 Op. cit., p. 114.
149 Op. cit., p. 114-115.
150 Benegas Lynch (h), Alberto, Fundamentos de Análisis Económico,
op. cit., pp. 273-274.
151 Este es un buen ejemplo de la diferente visión del derecho de
propiedad según lo analicen los economistas o los juristas. Respecto
de esta diferencia ver: Rojas, Ricardo Manuel, La propiedad. Una
visión multidisciplinaria e integradora, Unión Editorial, Madrid, 2021,
pp. 177 y ss.
152 Broseta, Manuel y Martínez Sanz, Fernando, Manual de Derecho
Mercantil, Ed. Tecnos, Madrid, ed. 18ª, Volumen II, p. 268.
153 Huerta de Soto, Jesús, Dinero, crédito bancario y ciclos
económicos, Unión Editorial, Madrid, 2009, pp. 12-13. Las negritas
fueron agregadas. En el párrafo transcripto, Huerta de Soto admite
que el banco recibe el dinero en propiedad, pero hace salvedades
respecto del riesgo de que el dinero sea pedido por el cliente una
vez que el banco se lo prestó a un tercero. Creo que el derecho
jurídico del banco sobre el dinero y el riesgo económico que puede
generar su préstamo, son asuntos distintos, con soluciones distintas.
154 Si hay un caso puntual interesante para el análisis, que fue la
consecuencia -especialmente para España- de la llegada de grandes
cantidades de oro provenientes de América, que tuvieron su impacto
en el valor de la moneda.
155 Keynes, John M., Teoría General de la Ocupación, el Interés y el
Dinero, Fondo de Cultura Económica, México, 1965.
156 Schumpeter consideró a esta obra de Keynes como “el mayor
éxito literario económico de nuestra época” (Schumpeter, Joseph A.,
Historia del Análisis Económico, Ariel Economía, Barcelona, 1995, p.
1266). Paul Samuelson, uno de sus mayores difusores, dijo de la obra
de Keynes: “Es prácticamente imposible para los estudiantes
contemporáneos darse plena cuenta que de lo que correctamente ha
sido llamado la ‘Revolución Keynesiana’ para aquellos de nosotros
que hemos sido educados en la tradición ortodoxa. Haber nacido
como un economista después de 1936 fue una bendición…
Finalmente, y probablemente lo más importante desde el punto de
vista del largo plazo, el análisis keynesiano comenzó a filtrarse a los
libros de texto y, como todo el mundo sabe, una vez que una idea se
introduce en ellos, por muy mala que sea, se transforma
prácticamente en inmortal” (Samuelson, Paul, The New Economics,
Seymour Harris Ed., 1948; citada por Sola, Juan Vicente, “Las
consecuencias institucionales del modelo keynesiano”, en Revista de
Análisis Institucional N° 1, Fundación Friedrich A. von Hayek, Buenos
Aires, 2007, p. 92.
157 Friedman, Milton and Rose, Libertad de elegir. Hacia un nuevo
liberalismo económico, op. cit., p. 369.
158 El actual gobierno argentino -uno de los países con mayor
tradición inflacionaria en los últimos 60 años- ha invocado como
lema de campaña política que hay que “poner dinero en el bolsillo de
la gente”, pretendiendo que ello reactivará la economía. Con ese
argumento ganó las elecciones. Un año más tarde explotó la
inflación.
159 Sennholz, Hans, Tiempos de Inflación, op. cit., p. 26-27.
160 Este argumento según el cual el incremento en la presión
tributaria lleva a una disminución en la recaudación como
consecuencia de la elasticidad de la demanda, fue popularizado por
el economista Arthur Laffer, y conocido como “curva de Laffer”.
La explicación de Laffer ha encontrado algunas resistencias entre los
economistas. Sin embargo, el principio vinculado con la respuesta
del mercado al incremento de los impuestos parece incontrastable.
Juan Ramón Rallo sostiene que quizá sería más claro su punto si en
lugar de “curva de Laffer” se hablara de “punto de saturación de
Laffer”, aquel tipo impositivo cuyo incremento es incapaz de
incrementar la recaudación
(https://web.archive.org/web/20180621093445/http://juanramonrallo
.com/2013/05/olvidense-de-laffer/index.html).
El propio Laffer señala que el concepto es bien conocido desde hace
mucho tiempo, y en tal sentido menciona al filósofo musulmán Ibn
Khaldun, quien escribió en el siglo XIV, en su obra The Muqaddimah:
“Debe saberse que al comienzo de la dinastía, los impuestos
generan grandes ingresos a partir de pequeñas contribuciones. Al
final de la dinastía, los impuestos producen un pequeño ingreso de
grandes cuotas”. ( https://www.heritage.org/taxes/report/the-laffer-
curve-past-present-and-future)
161 Friedman, Milton and Rose, Libertad de elegir. Hacia un nuevo
liberalismo económico, op. cit., p. 365.
162 Mises, Ludwig, La Teoría del Dinero y del Crédito, op. cit., p. 198.
163 Un ejemplo de esto es el que se produjo en Argentina durante
los años ‘90, y que dieran lugar a la crisis producida en 2001.
Cuando el Presidente Menem asumió la presidencia Argentina en
1989 en medio de una hiperinflación y caos económico, inició –tras
algunas vacilaciones-, un claro proceso de saneamiento. En materia
monetaria, la Convertibilidad con el dólar implantada desde 1991,
ató la posibilidad de emitir pesos a que existieran previamente
dólares de respaldo. Ello tranquilizó al mercado y mantuvo
inicialmente limitada la emisión de pesos. Sin embargo, los
presupuestos continuaron siendo deficitarios, cada presupuesto
preveía un déficit que debía ser cubierto con endeudamiento. Se
tomaron créditos para cubrir el déficit y los intereses de créditos
previos, lo que produjo dos efectos: se creó una bola de
endeudamiento externo, y se justificó la emisión monetaria para
cubrir el déficit, toda vez que se emitieron pesos contra aquellos
dólares que ingresaban como préstamos del exterior o de algunas
privatizaciones de empresas estatales. Mientras tanto, se pretendía
que el respeto a la convertibilidad impediría un rebrote de inflación o
un quiebre económico como consecuencia de las distorsiones en los
precios que todo esto provocaba.
El diputado liberal Alvaro Alsogaray, que era asesor honorario del
Presidente Menem y a la vez defensor del sistema en general,
aunque no de la implementación de varios de sus aspectos, alertó
sobre las consecuencias que produciría esa situación de incrementar
el déficit del presupuesto y cubrirlo con endeudamiento. Votó en
contra de todos los presupuestos entre 1992 y 1999, debido a su
oposición a que se legalizara el déficit que tales presupuestos
contenían. Al discutirse el último presupuesto en que intervino como
diputado, el de 1999, vaticinó que si no se revertía esa situación en
dos años podría explotar la economía. Eso ocurrió en 2001 (ver
Rojas, Ricardo Manuel; Guido, Pablo, Alvaro Alsogaray. Sus ideas y
acción legislativa, Unión Editorial, 2021, pp. 169 y ss.).
164 En estos momentos se desarrollan los tramos finales de una de
las causas seguidas a la ex presidente Kirchner por actos de
corrupción. En su alegato, el Fiscal señaló como cierre del círculo de
corrupción la desprolijidad al momento de discutirse las cuentas de
inversión de cada presupuesto. Nunca se llevaron a cabo en término,
y consistieron en meros actos de aprobación formal en conjunto, que
se hacían de a tres períodos juntos, sin ningún rigor contable. De
este modo se convalidaron muchos pagos efectuados con dinero
estatal, sin verificar que tuvieran su correlato en las previsiones del
presupuesto.
165 Por ejemplo, que haya gente que deje de recibir subsidios, o que
deje de venderle productos al Estado, o a quienes no se renovarán
sus contratos con el gobierno, que no recibirán créditos baratos, que
no podrán licuar sus deudas por la inflación, recesión en general,
etc. Todo lo cual genera malestar en la gente, lo que no suele ser del
agrado de los políticos.
166 Friedman, Milton and Rose, Libertad de elegir. Hacia un nuevo
liberalismo económico, op. cit., p. 372. Este punto permite recordar
al gobierno de Mauricio Macri en Argentina, que heredó una alta
inflación del gobierno anterior, y tanto en su campaña como en los
primeros tiempos de su gobierno señaló que la inflación no era un
problema, que era muy sencilla de eliminar. Muchos pensaron que al
tener un diagnóstico correcto, aplicaría las medidas necesarias para
eliminar un problema que, en efecto, no era difícil de eliminar. Sin
embargo, lejos de dejar de emitir, bajar el gasto público, fomentar la
inversión y otorgar seguridad a la propiedad, mantuvo todo tal cual
estaba, con controles de precios y alquileres, y anunciando un plan
“gradual”, y terminó con una inflación superior a la heredada, y
endeudándose ante el Fondo Monetario Internacional para poder
cubrir sus gastos hasta cumplir el mandato.
167 Mises, Ludwig, La Teoría del Dinero y el Crédito, op. cit., p. 201.
Un ejemplo interesante sobre los efectos nocivos del gradualismo
para combatir la inflación, es el del gobierno de Macri en Argentina a
partir del 2015. Tras adoptar algunas medidas correctas como la
liberación del precio de las divisas, no fue igualmente enérgico con
la reducción del gasto, y anunció un plan “gradual” de reducción de
la inflación, que generó desconfianza. Finalmente ese gradualismo
jamás existió, y tan solo se sustituyó el financiamiento del déficit
que hasta entonces se hacía fundamentalmente con emisión, por el
endeudamiento externo. Macri, tras ganar holgadamente las
elecciones de medio término, inició casi de inmediato una caída en
su popularidad y en su gobierno, que lo llevó a perder las elecciones
presidenciales dos años después.
168 Friedman, Milton and Rose, Libertad de elegir. Hacia un nuevo
liberalismo económico, op. cit., p. 381.
169 Friedman, Milton, Paro e inflación, Unión Editorial Argentina,
2012, p. 178.
170 Friedman trató extensamente estos dos puntos en dos trabajos
especialmente: Un programa de estabilidad monetaria y reforma
bancaria, Deusto, Bilbao, 1962, cap. 4; y Libertad de Elegir (junto a
Rose Friedman), op. cit., capítulos 9 y 10.
171 Hazlitt, Henry, Lo que debemos saber sobre la inflación, op. cit.,
p. 23.
172 Friedman, Milton and Rose, Libertad de elegir. Hacia un nuevo
liberalismo económico, op. cit., p. 372.
173 Sennholz, Hans, Tiempos de Inflación, op. cit., pp. 21-22.
174 Señalaba Alberdi respecto del papel moneda emitido y puesto a
circular por el gobierno: “Mientras el gobierno tenga el poder de
fabricar moneda con simples tiras de papel que nada prometen, ni
obligan a reembolso alguno, el poder omnímodo vivirá inalterable
como un gusano roedor en el corazón de la Constitución misma”
(Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina
según su Constitución de 1853, EUDEBA, Buenos Aires, 1979).
175 Sennholz, Hans, Tiempos de Inflación, op. cit., p. 26.
176 Decía Juan Bautista Alberdi, al explicar los principios económicos
de la Constitución argentina de 1853: “En el interés de la libertad,
conviene no olvidar que son unos mismos los principios que
gobiernan el gasto público y el gasto privado, pues no son gastos de
dos naturalezas, sino dos modos de un mismo gasto, que tiene por
único sufragante al hombre en sociedad…” (Alberdi, Juan Bautista,
Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina según
su Constitución de 1853, EUDEBA, Buenos Aires, 1979, p. 178).
Más adelante agrega: “Todo dinero público gastado en otros objetos
que no sean los que la Constitución señala como objetos de la
asociación política argentina, es dinero malgastado y malversado.
Para ellos se destina el Tesoro público, que los habitantes del país
contribuyen a formar con el servicio de sus rentas privadas y sudor.
Ellos son el límite de las cargas que la Constitución impone a los
habitantes de la Nación en el interés de su provecho común y
general” (op. cit., pp. 333-334).
177 En la misma obra señalaba Alberdi respecto del papel moneda
emitido y puesto a circular por el gobierno: “Mientras el gobierno
tenga el poder de fabricar moneda con simples tiras de papel que
nada prometen, ni obligan a reembolso alguno, el poder omnímodo
vivirá inalterable como un gusano roedor en el corazón de la
Constitución misma” (ibid).
178 Sennholz, Hans, Tiempos de Inflación, op. cit., p. 25.
179 Sennholz, Hans, Tiempos de Inflación, op. cit., p. 23.
180 Como popularizó Lord Acton, en una carta al Arzobispo Mandell
Creighton el 5 de abril de 1887: “El poder tiende a corromper, y el
poder absoluto corrompe absolutamente” (Dalberg-Acton, John
Emerich Edward, Historical Essays and Studies, Mac Millan, London,
1919, p. 504.
181 Rothbard, Murray N., ¿Qué le hizo el gobierno a nuestro dinero?,
op. cit., pp. 50-51. En su nota Rothbard cita a Read: “El gobierno no
debería tener que hacer con la moneda más de lo que tiene que ver
con las etiquetas de remedios patentados. La tarea del gobierno
consiste en reprimir el fraude y el engaño tanto en un caso como en
el otro” (Read, Leonard E., Government, An Ideal Concept, F.E.E.,
New York, 1954, p. 83).
182 Hayek, Friedrich A., “La desnacionalización del dinero”, op cit, p.
187.
183 Este trabajo se basó, a su vez, en una conferencia dada en la
Geneva Global and Monetary Conference el 25 de septiembre de
1975 en Lausana, Suiza, bajo el título de “International Money”,
publicada inicialmente como folleto por el Institute of Economics
Affairs en 1976 y luego incluida con el título de: “Un medio para
acabar con la inflación: La libre elección de moneda” en los Nuevos
Estudios de Filosofía Política, Economía e Historia de las Ideas (Unión
Editorial, Madrid, 2007, pp. 271 y ss.).
184 Hayek, Friedrich A., “La Desnacionalización del Dinero”, op. cit.,
p. 192.
185 Hayek, Friedrich A., “La Desnacionalización del Dinero”, op. cit.,
p. 194.
186 Hayek, Friedrich A., op. cit., p. 197.
187 Op. cit., p. 223.
188 Mencionaba Hayek en este sentido a los trabajos de: Benjamin
Klein, “The Competitive Supply of Money”, Journal of Money, Credit
and Banking, noviembre de 1974; Gordon Tullock, “Paper Money –A
Cycle in Cathay”, Economic History Review, abril de 1957, pp. 393-
407; Gordon Tullock, “Competing Monies”, Money Credit and
Banking, noviembre de 1967, pp. 521-525. Con posterioridad al
trabajo de Hayek pueden mencionarse: George A. Selgin y Lawrence
N. White, “How Would the Invisible Hand Handle Money’”, Journal of
Economic Literature, vol. 32, diciembre de 1994, pp. 1718-1749;
Milton Friedman y Anna J. Swartz, “Has Government Any Role in
Money?”, Journal of Monetary Economics, vol. 17, 1986, pp. 37-62
(ver Hayek, Friedrich A., “La desnacionalización del dinero”, op. cit.,
p. 188).
189 Op. cit., pp. 196-197.
190 Mientras escribo este trabajo, veo que en varios países europeos
se quejan de que en el último año los precios de los productos
básicos han sufrido un incremento de aproximadamente un 8%.
Curiosamente en varios países de estructuras económicas distintas,
diferentes niveles de productividad y PBI, la queja sobre el
incremento de los precios promedio es similar, y los porcentajes
coinciden. Todos le echan la culpa a distintos factores exógenos: la
invasión rusa a Ucrania, la consecuente suba del precio de los
combustibles, la pandemia de Covid19 y sus consecuencias en
disminución de la actividad económica, etc. Sin embargo, lo que
vincula a todos esos países en lo que hace al incremento de los
precios es un elemento muy claro y que afecta a todos por igual con
independencia de sus particularidades: usan la misma moneda,
emitida e impuesta por una única autoridad supranacional. No es
sorprendente entonces que todos se quejen de un similar
“incremento en los precios”.
191 Machlup, Fritz, “El concepto de inferioridad de las ciencias
sociales”, en Libertas n° 7, octubre de 1987.
192 Mises, Ludwig, La Acción Humana , Unión Editorial, Madrid,
2008, p, 1,
193 Hayek, Friedrich A., Estudios de Filosofía, Política y Economía,
Unión Editorial, Madrid, 2007, p. 74. Mises explicó que dicho
desarrollo se debió a la aplicación de la ciencia de la acción humana,
praxeología, en la tarea de buscar conocimiento universalmente
válido en el campo económico, lo que no sucedió con otras áreas de
las ciencias sociales (Mises, Ludwig, Problemas epistemológicos de la
economía, Unión Editorial, Madrid, 2013. p. 48).
194 Señalaba Mises que “en el campo del conocimiento
praxeológico, ni el éxito ni el fracaso hablan un lenguaje claro, que
todos puedan entender. La experiencia derivada exclusivamente de
los fenómenos complejos no evita las interpretaciones basadas en
los simples buenos deseos. La ingenua propensión del hombre a
atribuir omnipotencia a sus pensamientos, aunque sean confusos y
contradictorios, nunca recibe la refutación clara y precisa de la
experiencia. El economista no puede refutar las fantasías y
falsedades económicas en la forma en que el doctor refuta a los
curanderos y charlatantes. La historia habla sólo a aquellos que
saben cómo interpretarla a base de teorías correctas” (Mises,
Ludwig, La Acción Humana, op. cit., p. 1020).
195 “South vs. Maryland” (1856), citado por Morgan O. Reynolds,
Using the prívate sector to deter crime, National Center for Policy
Analysis, Texas, march 1994, p. 6. En un sentido similar, un siglo más
tarde señaló la Corte Superior de New York en 1968 que una víctima
que había sido atacada luego de buscar la protección policial que no
estaba disponible en ese momento, no tenía un derecho a tal
protección. La Corte se negó a reconocer tal derecho afirmando que
sería imponer una insostenible carga económica al gobierno. La
mayoría de las cortes federales y estaduales han coincidido con esta
idea (ver Rojas, Ricardo Manuel, Las Contradicciones del Derecho
Penal, Ed. Ad Hoc, Buenos Aires, 2000, p. 55).
196 “Browers vs. De Vito” U.S. Court of Appeals, Seventh Circuit, 686
F. 2d 616 (1982); citado por Morgan O. Reynolds, op. cit., p. 7.
197 444 A 2d 1 (D.C. Ct of Ap. 1981; citado por Bruce Benson, To
serve and protect, New York University Press, 1998, p. 180.
198 Rojas, Ricardo Manuel, Las contradicciones del derecho penal,
op. cit., p. 56.
199 La Constitución Argentina de 1853-60, al regular el mandato
presidencial, se refería a él como un “empleo”, dándole al Presidente
calidad de “empleado”. Curiosamente la reforma de 1994 sustituyó
“empleo” por “función”, probablemente para jerarquizarlo.
200 Sobre el desarrollo histórico de las distintas variantes de
juzgamiento de los actos de la administración pública, puede
consultarse: Bosch, Jorge Tristán, ¿Tribunales Judiciales o
Administrativos para juzgar a la Administración?, Zabalía Editor,
Buenos Aires, 1951.
201 “Todo se habría perdido si el mismo hombre, la misma
corporación de próceres, la misma asamblea del pueblo ejerciera los
tres poderes: el de dictar las leyes, el de ejecutar las resoluciones
públicas y el de juzgar los delitos o los pleitos entre particulares”
(Charles de Secondant, Barón de la Bréde y de Montesquieu, De
l’esprit des lois, Garnier, París, 1926, Tomo 1, pp. 224 y ss.).
202 Hamilton, Alexander; Madison, James; Jay, John, The Federalist
papers, Bantam Books, New York, 1988, n° XLVII
203 James Madison en El Federalista N° XLVII.
204 Rojas, Ricardo Manuel, Elementos de Teoría Constitucional. Una
propuesta para Cuba, op. cit., p. 94.
205 Bosch, Jorge Tristán, Ensayo de interpretación de la doctrina de
separación de poderes, Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales,
Universidad Nacional de Buenos Aires, 1944. Citado por Rojas,
Ricardo Manuel, Análisis Económico e Institucional del Orden Jurídico,
op. cit., p. 246.
206 Un ejemplo en ese sentido, es la invocación de la voluntad
popular para superar limitaciones constitucionales. Así, se ha
invocado la soberanía popular y la legitimación por la mayoría, para
proponer que un presidente que constitucionalmente no puede ser
reelecto, pueda superar esa prohibición y presentarse nuevamente a
elecciones cuando el “pueblo” así lo pida. El argumento es que la
voluntad popular expresada en urnas no puede ser limitada por
constituciones o leyes.
207 Rojas, Ricardo Manuel, Análisis Económico e Institucional del
Orden Jurídico, op. cit., p. 246-247.
208 Loewenstein, Karl, Teoría de la Constitución, Ariel, Barcelona,
1979, pp. 55 y ss..
209 Sánchez González, Santiago y Mellado Prado, Pilar, Fundamentos
de derecho político, Universidad Nacional de Educación a Distancia,
Madrid, 1993, p. 153; citado por Midón, Mario A. R., Decretos de
necesidad y urgencia en la Constitución nacional y los
ordenamientos provinciales, La Ley, Buenos Aires, 2001, p. 11.
210 5 U.S. 137 (1803).
211 “Cullen vs. Llerena”, Fallos 53:420 (1893). En el caso se trataba
de la revisión del procedimiento de sanción de una ley de
intervención federal. La mayoría de la Corte estimó que no
correspondía al Tribunal examinar la interpretación y aplicación que
las Cámaras del Congreso dieron al artículo 71 (hoy 81) de la
Constitución Nacional. Por el contrario, la disidencia del Juez Varela
circunscribió las cuestiones políticas, en principio, sólo a las
cuestiones de soberanía (Gelli, María Angélica, Constitución de la
Nación Argentina. Comentada y Concordada, La Ley, 2006, p. 964).
212 Gelli, María Angélica, op. cit., p. 965.
213 Rojas, Ricardo Manuel, La decisión judicial y la certidumbre
jurídica, Unión Editorial, Madrid, 2018, pp. 123-124.
214 Ver, entre la profusa bibliografía de este constitucionalista:
Bidart Campos, Germán José, Manual de Derecho Constitucional
Argentino, Ediar, Buenos Aires, 1974, pp. 780 y ss.
215 Disidencia del juez Harland en “Baker vs. Carr” 369 U.S. S. Ct.
691, 7 L.Ed. 663 (1962). Traducción y notas críticas de la sentencia
en: Miller, Jonathan, Gelli, María Angélica, Cayuso, Susana,
Constitución y Poder Político, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1987, T. 1, pp.
173 y ss. Gelli, María Angélica, op. cit., p. 966.
216 Alberdi, Juan Bautista, Sistema Económico y Rentístico de la
Confederación Argentina según su Constitución de 1853, op. cit., pp.
54-55.
217 Se pueden mencionar dos casos muy conocidos, como ejemplo
de esta doctrina de la Corte Suprema en los primeros tiempos. En
ellos quedó claro que los intereses o conveniencias económicas del
Estado no podían prevalecer por sobre los derechos de los
individuos.
1. Uno de ellos es el caso de “Municipalidad de Buenos Aires vs.
Elortondo, Isabel s/ expropiación”, fallado el 14 de abril de 1888
(Fallos: 33:162). Por ley de expropiación de 1884, se dispuso que
para la construcción de la Avenida de Mayo, que tendría 30 metros
de ancho y estaba destinada a unir la Casa de Gobierno con el
Congreso Nacional, se autorizaba no sólo a la expropiación del
terreno destinado a construir la avenida, sino los terrenos lindantes,
que hasta entonces separaban las calles Rivadavia y Victoria. El
propósito era que con la futura venta de esos terrenos, al mayor
valor adquirido luego de la construcción de la avenida, el gobierno
podría financiar la obra.
Lo que se discutió no fue la utilidad pública de la obra en sí, sino su
extensión a la expropiación de los terrenos, cuya finalidad ya no
tenía que ver con la obra, sino con un negocio del propio Estado que
le permitiera financiarla. La Corte comenzó diciendo: “Que la teoría
fundamental de la expropiación por utilidad pública… no se extiende
a nada más que a autorizar la ocupación de aquella parte de la
propiedad privada que sea indispensable a la ejecución de la obra o
propósito público de que se trate, no pudiendo ir nunca más allá, ni
cumplirse en consecuencia respecto de bienes que no sean
necesarios a aquellos fines… Que es de la misma noción, que
tampoco puede verificarse con propósitos meramente de
especulación o a objeto de incrementar las rentas públicas, o sea, no
en razón de una utilidad pública general o comunal en sentido legal
y propio de la palabra, sino de una utilidad pecuniaria y meramente
privada del Estado y sus corporaciones, ni llevarse a cabo aun
cuando la obra sea útil y conveniente a los intereses sociales, si
puede ejecutarse aquella, o dado atender a éstos, sin recurrir a la
expropiación o por otros medios que ésta”. Consecuentemente, y
tras una extensa explicación sobre los límites a la expropiación,
declaró inconstitucional la ley en tanto declaraba de utilidad pública
y sujetas a expropiación las parcelas adyacentes a la avenida en sí.
2. El otro fallo que quisiera recordar es: “Hileret c/ Provincia de
Tucumán”, del 5 de septiembre de 1903 (Fallos: 98:20). En el caso se
cuestionaba la constitucionalidad de un impuesto a la producción de
azúcar en la Provincia de Tucumán, que imponía una fuerte suba a
partir de determinada cantidad de azúcar producida. La finalidad de
la ley era regular la producción, evitando que los precios bajaran, en
perjuicio de los pequeños productores, para lo cual desalentaban la
producción de los grandes ingenios, al gravarlos con fuertes
impuestos cuando superaban determinada cantidad de toneladas. La
Corte comenzó sosteniendo que la cuestión debía ser examinada
desde el punto de vista jurídico y constitucional y no de la
conveniencia económica, recordando que las leyes que reglamentan
el ejercicio de los derechos, según el artículo 14, tienen por límite lo
consignado en el artículo 28, es decir, que no se puede a través de
la reglamentación, alterar esos derechos. Se basó en citas de Alberdi
al respecto. Entendió en tal sentido que un impuesto que equivalía a
una cantidad superior que el propio precio del producto en el
mercado, alteraba el derecho de propiedad y el ejercicio de la
industria con franca lesión a las libertades individuales protegidas
por la Constitución. Del mismo modo, ese tributo tan elevado para
los más productivos, establecía una desigualdad que también
lesionaba el principio rector del artículo 16 de la Constitución.
La Corte concluyó que si se admitieran estos argumentos de
conveniencia política para alterar derechos individuales “no habría
industria alguna […] que no pudiera ser coartada o impedida
transitoria o indefinidamente”. Si se aceptase la reglamentación
impuesta a la producción del azúcar, esta podría extenderse a todas
las actividades industriales hasta que la vida económica del país
“quedaría confiscada en manos de legislaturas o congresos que
usurparían, por ingeniosos reglamentos, todos los derechos
individuales […] hasta caer en un comunismo de Estado en que los
gobiernos serían los regentes de la industria y del comercio, y los
árbitros de capital y de la propiedad privada” (cons. 23).
218 Rojas, Ricardo Manuel, La decisión judicial y la certidumbre
jurídica, Unión Editorial, Madrid, 2018, pp. 114 y ss. Ver también:;
Ymaz, Esteban y Rey, Ricardo, El recurso extraordinario,
Jurisprudencia Argentina, Buenos Aires, 1943, pp. 40 y ss.
219 Rojas Ricardo Manuel, La decisión judicial y la certidumbre
jurídica, op. cit., p. 115.
220 Según resolvió la Corte Suprema en Fallos: 322:528. Apoyó esta
afirmación en el precedente de la Corte Suprema de Estados Unidos
“Flast vs. Cohen” (392 U.S. 83) y la autoridad del Juez Antonin Scalia
(“The doctrine of standing as an essential element of the separation
of powers” 17 Suffolk University Law Review, 1983, p. 881).
221 Rojas, Ricardo Manuel, op. cit., pp. 117-118.
222 Núñez, Ricardo C., Tratado de Derecho Penal, Ed. Lerner,
Córdoba, 1992, T. V, Vol. II, p. 18.
223 Creus, Carlos, Derecho Penal. Parte Especial, Astrea, Bs. As.,
1993, T. 2, p. 217.
224 De este modo, a los efectos de la ley penal, se equiparan los
funcionarios y los empleados públicos, no se hacen distinciones
como ocurre en la esfera administrativa. Núñez aclara el concepto
diciendo: “Una persona participa del ejercicio de funciones públicas
si el Estado ha delegado en ella, de jure o de facto, de modo
exclusivo o en participación con otras, la facultad de expresar o
ejercer la voluntad estatal en el ámbito de cualquiera de los tres
poder de gobierno nacional, provincial o municipal (conf. Carrera,
Peculado, Depalma, Buenos Aires, 1968, pp. 59 y ss). Puede tratarse
de funciones que implican poder de decisión o ejecución (actos de
autoridad) o que no lo implican y cuya finalidad es la de realizar
otros poderes o facultades estatales, como la fe pública, la
enseñanza pública o la salud pública” (Núñez, Ricardo C., op. cit., pp.
18-19).
225 En el contexto de la Constitución Argentina, por ejemplo, tal
facultad debería ser ejercida respetando la limitación contenida en el
artículo 28, en cuanto a que la reglamentación legal de esta facultad
no puede alterar los derechos y garantías que protegen a los
habitantes del país, en este caso, especialmente, el derecho de
propiedad.
226 Por ejemplo, la Constitución argentina de 1853-60 contiene dos
facultades otorgadas al Congreso en el artículo 67, incs. 5 y 10
(actuales incisos 6 y 11 del artículo 75). El primero de ellos faculta al
Congreso a “establecer y reglamentar un banco federal con facultad
de emitir moneda, así como otros bancos nacionales”; el segundo, a
“hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las extranjeras, y adoptar
un sistema uniforme de pesos y medidas para toda la Nación”. Se ha
intentado fundar en estas cláusulas constitucionales el monopolio
estatal de la moneda de curso forzoso establecida por un banco
central. Pero como recordó González Calderón, respecto de la
primera cláusula, durante la discusión en la Convención
Constituyente de 1853, el miembro informante Benjamín Gorostiaga,
ante el pedido de explicaciones del convencional Zenteno, explicó
que “el banco emitiría billetes, mas no de circulación forzosa”.
Agregó el constitucionalista: “Estaban muy lejos del espíritu del
miembro informante, como se ve, las crisis políticas y financieras del
país que poco después impondría esa ‘circulación forzosa’ no
prevista en la tan lacónica respuesta pre-transcripta… El texto no lo
dice y no hay motivo alguno que induzca a creerlo” (González
Calderón, Juan A., Curso de Derecho Constitucional, Ed. Kraft, Buenos
Aires, 1963, pp. 430-433).
Respecto de la otra cláusula, opinaba González Calderón: “El inciso
10 del artículo 67 no puede interpretarse como que el valor de la
moneda sea arbitrariamente fijado por el Congreso. La moneda, se
ha dicho acertadamente, es una mercancía…Su valor, pues, no
depende del mero capricho del legislador al poner sobre ella el sello
de la soberanía, sino del poder adquisitivo y cancelatorio que tenga
por su propia virtud. Lo que hace la ley al sellar la moneda es
garantizar bajo la fe del Estado que ella lo representa efectivamente
en el mercado de los cambios y las transacciones comerciales. Su
valor es, propiamente, fijado por el mismo fenómeno económico que
regulariza todos los demás valores y el precio de las demás
mercancías” (Op. cit., pp. 433-434). Citado por Benegas Lynch (h),
Alberto, Fundamentos de Análisis Económico, op. cit., pp. 306-309).
227 Un ejemplo claro de esto es la distribución de correspondencia.
La Constitución Argentina la estableció como función del gobierno,
porque se consideró, a mediados del siglo XIX, que esta actividad
esencial para las personas no podría ser satisfecha adecuadamente
por particulares. A tal punto se convirtió en actividad exclusiva del
Estado que en Argentina rigió hasta los años 90 la llamada “ley
monopólica postal”, que prohibía la distribución privada de
correspondencia más allá de las empresas autorizadas
expresamente como concesionarios que el Estado podía autorizar
cuando se viera superado y no pudiera prestar adecuadamente el
servicio. Hoy sería ridículo pensar que no se podría distribuir
correspondencia si el Estado no lo hace. Lo mismo ha sucedido con
las “empresas estatales” que monopolizaron la comunicación y la
producción y distribución de energía.
En el ámbito del dinero, las cryptomonedas están ocupando los
espacios que en los 90 ocuparon los e-mails para mostrar lo
innecesario de la intervención estatal, y probablemente en el futuro
se hable del monopolio monetario como un fósil, objeto de estudios
históricos.
228 Esta primera noción se atribuye a Filangeri, Gaetano, Scienza
della legislazione, Firenze, 1872, vol. II, p. 398.
229 Carrara, Francesco, Programa de Derecho Penal. Parte Especial,
Ed. Temis, Bogotá, 1996, T. IX, parag. 3356/3358.
230 Pessina, Enrico, Elementi dei Diritto Penale, Marghieri, Napoli,
1885, vol. III, n°294.
231 Manzini, Vicenzo, Trattato di Diritto Penale, Torino, 1947, vol. VI,
pp. 431 y ss.
232 Fontán Balestra, Carlos, Tratado de Derecho Penal. Parte
Especial, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1993, Tomo VII, pp. 493-494.
233 Von Liszt, Franz, Die fasche Aussage von Gericht oder öffentliher
Behorde, Graz, 1877, p. 10.
234 Lombardi, Giovanni, Dei delitti contro la fede pubblica, Milan,
1935, cap. II, n°9.
235 Binding, Karl, Lerbuch des gemeinen deutschen Strafrechts.
Besonderer Teil, Lepzig, 1902, T. II, par. 148, p. 119.
236 Fontán Balestra, Carlos, Tratado de Derecho Penal, op. cit., Tomo
VII, p. 150 y los autores allí citados.
237 Fontán Balestra, op. cit., p. 151.
238 En el derecho penal argentino esta figura genérica está incluida
en el art. 248 del Código Penal.
239 Creus, Carlos, Delitos contra la administración pública, Astrea,
Bs. As., 1981, p. 188.
240 Creus, Carlos, Delitos contra la administración pública, op. cit.,
p. 200; Soler, Sebastián, Derecho Penal Argentino, Ed. TEA, Buenos
Aires, 1992, Tomo V, p. 180. “El prevaricato, la corrupción, la
malversación, el allanamiento de morada y muchos otros, son
hechos todos ellos que presuponen la extralimitación de un
funcionario público; en una palabra: abuso de autoridad” (Soler,
ibid.).
241 Carrara, Francesco, Programa de Derecho Criminal. Parte
Especial, Ed. Temis, Bogotá, 1996, T. IX, pp. 156-157.
242 Creus, Carlos, Derecho Penal. Parte General, Ed. Astrea, Bs. As.,
1993, T. 2, p. 386.
243 Creus, Carlos, Derecho Penal. Parte General, op. cit., Tomo 2, p.
371.
244 Soler, Sebastián, Derecho Penal Argentino, op. cit., Tomo V, p.
391. En sentido similar: Creus, Carlos, Derecho Penal. Parte Especial,
op. cit., Tomo 2, p. 170; Fontán Balestra, Carlos, Tratado de Derecho
Penal, op. cit., Tomo VII, p. 523; Moreno, Rodolfo, El Código penal y
sus antecedentes, Buenos Aires, 1923, Tomo VI, p. 378.
245 Creus, Carlos, Derecho Penal. Parte General, op, cit., Tomo 2, p.
379
246 Mises, Ludwig, “La inflación y el control de precios”, The
Commercial and Financial Chronicle, 20 de diciembre de 1945, en
Planificación para la libertad y otros ensayos, op. cit., pp. 139-140.
CONTENIDO
I. Introducción 11
II. El dinero. Origen y evolución 23
1. La primitiva economía del trueque y el surgimiento del dinero 24
2. La evolución del dinero 29
3. La intervención estatal sobre el dinero. 38
4. La visión jurídica: el dinero como medio legal de pago 44
III. Dinero y precio 55
1. ¿Qué es un precio? 58
2. La vinculación de todos los precios. El factor competitivo
permanente 62
3. ¿Por qué varían los precios cuando la cantidad de dinero
permanece inalterada? 71
4. Precios y equilibrio 75
5. El precio del dinero. 79
6. La interferencia estatal en los precios 83
IV. La inflación 97
1. La distorsión deliberada del concepto de inflación 100
2. La inflación como “escasez de mercaderías” y los controles de
precios. 105
3. ¿Por qué la inflación es mala? 111
4. El daño que la inflación produce a la sociedad.
Un ejemplo históricode la inflación utilizada como arma de guerra.
114
5. ¿Es posible determinar la cantidad “razonable” de dinero que
se debería emitir? 118
V. La inflación en los distintos
1. La inflación en los sistemas de dinero natural no metálico. 125
2. La inflación en sistemas de dinero metálico. 129
3. La inflación en sistemas de dinero metálico convertible.
Las razones políticas de la inconvertibilidad 132
4. La inflación en sistemas de patrón oro cambio 133
5. La inflación en los sistemas de papel moneda estatal. 134
6. La inflación en el dinero virtual 137
VI. La inflación y el crédito. 141
1. Las distintas alternativas de préstamo de dinero de cuentas a la
vista. 143
2. La naturaleza de los “depósitos” a la vista bajo el sistema de
dinero fiat 150
3. Los límites a la “inflación” provocada por el crédito 158
VII. La responsabilidad estatal 163
por la inflación y cómo eliminarla 163
1. Motivos por los cuáles el gobierno produce inflación 166
2. ¿Cómo evitar o eliminar la inflación? 177
3. ¿Por qué no funcionan las limitaciones a la facultad estatal de
emitir dinero? 196
VIII. La responsabilidad de los
por sus actos 201
1. Funciones y límites a la labor de los agentes estatales 202
3. ¿Cómo se controlan los actos del gobierno? 207
4. Las cuestiones no justiciables. 211
5. La responsabilidad penal de los agentes del gobierno. 229
IX. La inflación como delito 233
1. ¿Por qué sancionar penalmente a los funcionarios que producen
inflación? 233
2. ¿Cuáles bienes jurídicos tutelados por la legislación penal
se ven afectados por la inflación? 238
3. La adecuada ubicación metodológica de la inflación en el Código
Penal 243
4. La inflación y su similitud con el cercenamiento de moneda 246
5. Las modificaciones extrapenales necesarias para que
la figura respete el principio de legalidad 250
6. Características del delito. 250
X. Conclusión
1. ¿Por qué corresponde castigar penalmente la inflación? 261
2. La creación de un nuevo tipo penal en el capítulo
de falsificación y adulteración de moneda y la reforma
a la ley que regula a la autoridad monetaria. 263
3. Una propuesta a ser discutida 265
Bibliografía 269
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