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ara otros usos de este término, véanse 

Bruja (desambiguación) y Brujería (desambiguación).

El aquelarre por Francisco de Goya (1798)

La brujería es el conjunto de creencias, conocimientos prácticos y actividades atribuidos a ciertas personas


llamadas brujas (existe también la forma masculina) que están supuestamente dotadas de ciertas
habilidades mágicas.a
La creencia en la brujería es común en numerosas culturas desde la más remota antigüedad, y las
interpretaciones del fenómeno varían significativamente de una cultura a otra. Algunas teoríasb relacionan la
brujería europea con antiguas religiones paganas de la fertilidad, aunque ninguna de ellas ha podido ser
demostrada. Las brujas tienen una gran importancia en el folclore de muchas culturas, y forman parte de
la cultura popular.
Si bien este es el concepto más frecuente del término bruja, desde el siglo XX el término ha sido reivindicado
por sectas ocultistas y religiones neopaganas, como la wicca, para designar a todas aquellas personas que
practican cierto tipo de magia, sea esta maléfica (magia negra) o benéfica (magia blanca), o bien a los
adeptos de una determinada religión. La brujería es considerada una forma de espiritismo.
Para el cristianismo, la brujería se ha relacionado frecuentemente con la creencia de un espíritu malévolo,
especialmente durante la Edad Moderna, cuando se desató en Europa una obsesión por la brujería que
desembocó en numerosos procesos y ejecuciones de brujas (lo que se denomina «caza de brujas»).
Un uso más extenso del término se emplea para designar, en determinadas sociedades, a
los magos o chamanes.

Terminología: brujería, hechicería, magia[editar]


Aunque en castellano o idioma español se utiliza en ocasiones la palabra «brujo», en masculino, como
sinónimo de mago, con independencia del tipo de magia que practique, el uso más frecuente del término en la
actualidad y casi siempre en femenino hace referencia a las personas que practican la magia negra, pero no
siempre fue así. Esto se debe a que históricamente tanto en Europa como en África y Oriente, las artes
adivinatorias, la magia y la hechicería fueron siempre practicadas por varones, excepto en la época en que la
«brujería demoníaca» fue perseguida en Europa durante la Edad Media, momento en el cual las brujas fueron
consideradas en su mayoría del sexo femenino. Es con el cristianismo, que la manipulación de las fuerzas
ocultas, tradicionalmente en manos masculinas ―las únicas con el poder suficiente como para realizar
hechizos benéficos―, pasan a ser consagradas a las manos femeninas, las únicas capaces de realizar
maleficios malignos para los padres de la «Iglesia».1

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