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DEL CAMPO AL GABINETE

Aspectos teóricos y metodológicos para recopilar y abordar relatos orales

Mgtr Sara Viera Mendoza

El trabajo de campo

Cuando se inicia un trabajo de recopilación una primera tarea es hallar al «quién o


quiénes sepan y quieran contar relatos», es decir encontrar a los narradores potenciales que
conozcan y posean el arte de saber narrar. Nosotros empezamos buscando personas de
distintos grupos etarios que además de querer entablar un diálogo con nosotros y nos
proporcionen algunos datos importantes de la ciudad, también nos ofrezcan información
sobre leyendas, mitos o cualquier otra manifestación tradicional que nos permita acercarnos
al imaginario local y a la literatura oral de la zona.

El narrador

No debe haber prejuicio para escoger un narrador. Lo que debemos tener en cuenta su
conocimiento, su saber sobre el aspecto que deseemos investigar (relatos, historia local,
etc.) No todos los que viven en la zona tienen conocimientos sobre todos los aspectos de la
vida social de la zona. Ello dependerá, de la edad, el género, su carácter y trayectoria de
vida.

El segundo aspecto es la empatía que debe existir de lo contrario no podremos dialogar con
él o ella. Aunque iremos con una agenda de investigación es importante que establezcamos
una relación horizontal, que sea dialogada y bidireccional de confianza mutua (Restrepo,
2017), que haya reciprocidad. El éxito o fracaso de nuestra investigación dependerá de que
escojamos bien a nuestro narrador informante.
El tercero es decirle a nuestro narrador qué buscamos, qué haremos con la información
brindada (si será producto de un trabajo universitario, si es una tesis, un estudio para alguna
entidad pública o privada).

El cuestionario o entrevista etnográfica

Esta etapa requiere de una preparación previa. Un cuestionario suele tener preguntas
estructuradas precisas que esperan respuestas precisas. Suelen tener preguntas cerradas.
Tiene un cariz más formal. Mientras que la entrevista etnográfica presupone más un diálogo
formal. ¿En qué sentido? Hemos diseñado los contenidos y no será el producto de un
diálogo espontáneo que trate sobre cualquier tema. No debe perderse de vista que el eje
medular sobre el qué preguntar es el eje que rige nuestra entrevista. Ello no quiere decir que
sea un diálogo rígido, al contrario, la finalidad es ir generando empatía, confianza para que
a medida que se vayan generando preguntas generales o abiertas los narradores puedan
brindarnos toda la información que requerimos.

A veces se puede elaborar cuestionarios estructurados que sirvan de guía para iniciar
el diálogo, pero cuando las preguntas no son pertinentes, se realizan en espacios o
momentos poco adecuados, cuando se intenta forzar al narrador, entre otros aspectos, esta
herramienta del trabajo de campo puede fracasar y lejos de ser un instrumento valioso se
convierte en un obstáculo.

Hacer que el narrador deposite la confianza en el investigador para que luego


comparta sus saberes con él no es sencillo, porque debe saber romper con las barreras
sociales, étnicas y culturales que separan a ambos actores sociales al momento de situarse
el uno frente al otro.

Bruce Manheim (1999) señala lo esencial que resulta para el trabajo de recopilación de
narraciones orales saber propiciar la narración con alguna pregunta ya que una de estas
interrogantes dará pie a que los narradores comiencen sus relatos. La finalidad de un
cuestionario en el trabajo de campo ya sea estructurado o no estructurado 1, no tiene como
1
El cuestionario estructurado posee un determinado tipo de preguntas que orientan al entrevistado a un
determinado tipo de tema y con un determinado orden ya sea cronológico, temático, etcétera. Tanto el ámbito
como los temas a tratar están claramente delimitados. Con este tipo de cuestionario el investigador, mediante
las preguntas concretas, busca explorar aspectos o asuntos concretos. El cuestionario no estructurado carece
objetivo dirigir o forzar a los narradores para que digan lo que es conveniente a la
investigación o lo que el intelectual solidario quiere escuchar. Antes bien, tiene por función
activar o llamar a la memoria para iniciar «la conversación» ya que el texto oral se
construye en la interacción conversacional, como lo veremos más adelante. Gracias a una
de nuestras interrogantes es que los narradores llamaron a la memoria y nos relataron los
relatos que conocían o que les habían contado.

Durante un proceso de recopilación de un testimonio la relación entre el testor y el


gestor es de mutua interdependencia por «la coincidencia del uno y del otro en un mismo
espacio» (Achugar 1992: 62), el poder que debe ejercer el investigador para llevar el
testimonio, «centrar» al informante en el tema de interés y de ser necesario, «traerlo» con
una pregunta o un comentario, en caso de que esta se haya desviado del tema, pero teniendo
cuidado de no quebrar el hilo conductor de la narración, ya que «las dispersiones» son
parte de las estrategias discursivas propias del discurso oral. Estos aspectos se ejemplifican
en el siguiente fragmento:

Sensión: cuando ponen calaveras, las calaveras cuidan […] Entonce le dices: «yo
vo’ a salir y tú vas a cuidarme mi casa». Le hablas como una persona

Gerardo: le rezas, le prendes vela.

Sensión: sí, le rezas y le pones su vela

Sara: ¿qué oraciones rezan?

Sensión: lo que sea […]

Sara: ¿y tienen que ponerle comida? ¿Agua?

Sensión: noooo, nada.

Gerardo: su vela…

Sensión: solamente su vela nomás y su oración. Cuando no cumplías de ponelo su


vela molestaba, destapaba la persona y paraba fregando ahí y tenían que levantarse
y ponelo su vela.

Sara: me acuerdo que cuando murió una madrina de mi mamá y fuimos a limpiar la
casa encontramos una calaverita en una caja.

de preguntas definidas y orden de aplicación rígido o preciso con lo que se genera un estilo más libre de
interacción con el entrevistado. Con este tipo de cuestionario se busca que el entrevistado posea la confianza
suficiente para que logre expresarse con la mayor libertad posible.
Sensión: en una caja la ponen la calaverita

Sara: recuerdo que la llevaron a mi casa y mi papá le prendía vela. Estaba chiquita.
Tenía seis, siete años y no entendía, me asustaba. A veces cuando pasaba a la sala
estaba todo oscuro y veía a la calavera con una vela interrupción

Sensión: con una vela prendida

Sara: pero mi papá le ponía un vaso con agua

Sensión: aaaaaaah

Sara: le prendía vela y al costado un vaso con agua

Sensión: esas son criencias ideas dél porque no se pone… No… pero…Esa agua le
ponían para que su espíritu no molestara. A ellos se le pone por eso. El agua es un
secreto pa’ quel espíritu no venga a molestar. Era para espantarlas. A ellas le ponen
un vasito de agua esa es su contra de las calaveras bien un vaso o un lavatorio de
agua.
[…]

Una primera impresión que origina la intervención de un investigador para tomar


la palabra y narrar o acotar algún detalle en pleno evento2 es que está contaminando el
relato oral, pero el relato no se contamina nunca, porque en cierto modo como afirma
Manuel Larrú este ya está contaminado. Mejor dicho, el relato es el resultado de la
copresencia de los interlocutores, donde no hay narrador autorizado «porque la misma
estructura participativa del relato oral no permite que alguien tenga la última palabra; es
decir que nadie tiene la autoridad final sobre un conjunto de eventos narrados» (Manheim
1999: 50). Nuestra intervención durante este relato sobre las calaveras produce que Sensión
no solo recuerde la función que cumple el agua para espantar a los espíritus, sino que sirvió
para que ella articulara otras historias referidas a este tema y las contara al auditorio.

Es válido intervenir narrando algún relato para hacer hablar al otro, es decir para
llamar a la memoria. No hay que olvidar que la narración oral, así como el testimonio, es
huella de dos oralidades, y ello implica que el investigador también interviene. Sin
2
Gonzalo Espino (1999) señala que la literatura oral al no ser un producto único se produce dentro de
condiciones especiales porque posee un doble estatuto: evento y discurso. Así, se conoce como evento a las
circunstancias que hacen posible o viabilizan la producción del texto oral. Mientras que el discurso es la
construcción del relato que produce el Narrador-hablante en presencia del oyente. Cada relato de tradición
oral es una interpretación de la historia, de ahí que pueden haber muchas variantes de un mismo relato. La
literatura oral posee circunstancias únicas: ambiente propicio, contexto temporal (ESPINO 1999: 18),
disposición de los narradores, participación y competencia del auditorio. «Cada narración es irrepetible y es
precisamente la narración lo que confiere su valor y originalidad» (Espino 1999: 18).
embargo, no debemos de perder la perspectiva de que siempre es el Narrador-hablante
quién narra lo que quiere contar y por ello nunca se debe obligar ni forzar el discurso para
que digan lo que es conveniente a la investigación. Así como cada narrador debe contar a
su propio estilo el investigador debe saber buscar y extraer el relato de su memoria.

El arte de narrar

¿Quién o quienes están autorizados para contar? Debe ser aquel que está reconocido por la
familia o la comunidad como el que «sabe contar» y conoce las historias. Esto supone una
valoración social de parte de la comunidad a la que pertenecen porque se le otorga un rol
distinto al que cumplen los demás miembros, además de que se le reconoce y diferencia del
resto de sus integrantes. Es la misma comunidad quien autoriza a uno o varios de sus
miembros para narrar. En el caso de los narradores la señora Sensión le da importancia a la
edad, el saber ancestral y la madurez que debe tener la persona para poder contar, intervenir
o desautorizar lo que se está contando. En su casa, es ella la que decide quién está apto o no
para hacerlo.

El proceso de transcripción y los criterios de edición

Concluido el trabajo etnográfico y ya en la ciudad de Lima trasladamos todo lo


contado a la escritura. Aunque Hugo Achugar (1998) considera que la intervención de un
editor es transgresora, sobre todo si éste acomoda el discurso emitido a sus intereses
personales, el trabajo de edición es necesario. Es evidente que durante este proceso mucho
de la performance oral se pierde, como las entonaciones, los gestos del rostro, las risas, las
miradas, las modulaciones de la voz, las repeticiones, los movimientos del cuerpo y las
manos, etc. En lo posible hemos tratado de conservar las marcas de oralidad en los
discursos emitidos por nuestros narradores porque los relatos tal cual nos fueron relatados
en grueso, o a viva voz para usar las palabras de Margaret Randall (1999), no pueden ser
leídos. Antes deben pasar por un proceso de edición. El editor debe saber trasladar el
sentido de lo narrado a la escritura, articularlo por temas con el objetivo de brindar una
organicidad lógica y una estructura coherente evitando las redundancias, cacofonías,
muletillas y ripios que dificultaran la comprensión. El proceso de edición es un trabajo que
debe hacerse con sumo cuidado para que lo contado conserve, en lo posible, la misma
fuerza e intencionalidad que tuvieron durante el proceso de recopilación.

De no hacerlo se corre el riesgo de desfigurar el relato, hacerle perder el sentido y la


episteme a la cuál pertenecen. Ovidi Carbonell señala que la aproximación a cualquier
cultura se realiza desde la traducción más elemental que se da por la equivalencia semántica
entre ambas culturas; sin embargo, ello no implica que todo sea traducible ya que siempre
existirá un hueco en el contexto significativo de los componentes culturales que toman
parte en el proceso. Siempre habrá un grado de intraducibilidad que permite la
modificación del sistema primario según las estructuras de representación de la cultura de
destino, que en este caso es la occidental. No basta con que se posea la competencia
lingüística el investigador debe ejercer el papel de traductor cultural para saber volcar el
texto oral a la escritura sin descontextualizarlo.

¿A qué se refiere Carbonell cuando habla de grado de intraducibilidad? Cómo es


propio del discurso oral habrá frases inconexas y carentes de sentido para un lector que no
formó parte del evento de producción del relato oral. Pero estas mismas palabras poseen
sentido para quien sí formó parte del auditorio y estuvo allí escuchando palabra a palabra.
Ejemplificaré lo expuesto con un breve fragmento de una narración donde se estaba
hablando de los gentiles:

Cochita: cuando hicimos la casa de Rosa, ahí encontré dos muertos.

Sensión: eso son los gentiles, eso son los gentiles, así los han enterrao. Los gentiles
son unos coloraos con el pelo rubio y eran blanco pes. El pelo grueso como cerda
de caballo. Yo he conocido porque cuando me llevaban al pepinal cuando era
señorita encontramos. Cuando muchachas decíamos: « ¡oye vamos a buscar
entierros!». Y pumm sacamos, sacamos y mis amigas se sustaron.
«noooooooooooo» y yo seguí pe’ y le conté a mi papá. Mi papá me dijo: «esos son
los gentiles que tiene el pelo grueso y coloraos». Sí como cerda de caballo papá -le
dije.
«¿Y tú te acercaste? ¿le agarraste?»

«Nooo no agarré» poque dice que eso tiene antimonia y le desenterré así, pero no le
agarré.

- «A ya. Lávate bien las manos con alcohol» -me dijo.

Cochita: Porque si tú lo agarrabas te quitaba la mano

Sensión: claro pe. Mi papá siempre [me] decía. Yo no [he agarrado]. Mis amigas se
partieron a correr y ¡noooooo, noooooooo! [Gritaban]. Uy no podía dormir poque
pude haber muerto. Papá [ dije]: «yo sí le visto» y comencé a gritar y mi papá
me rezó pue.

Para cubrir estos vacíos o frases carentes de sentido que se generan en el discurso
oral del autor-narrador es preciso que el autor-editor otorgue un sentido lógico allí donde no
lo hay, como por ejemplo en esta frase dicha por Sensión: «claro pe, mi papá siempre decía
[eso]. Mis amigas corrieron y ¡noooooo, noooooooo! No podía dormir poque pude haber
muerto. Vino mi papá y dije: “yo sí le visto” y comencé a gritar y mi papá me rezó pue».
Aquí fue necesario colocar entre corchetes algunas expresiones para no generar
ambigüedades de contexto y contenido como cuando dicen: «nooooooooooo», no es la
señora Sensión quien dice esta expresión sino sus amigas, por eso creímos necesario
colocar la palabra gritaron entre corchetes para darle sentido. Va entre corchetes, porque es
un agregado del editor. Lo mismo sucede con la palabra “eso”.

Si bien es cierto que debe haber cierto grado de apropiación o manipulación en los
textos en cuestión debe procurarse conservar el decir del otro sin «huaquear ni bambear» 3
su discurso. Manuel Larrú (2013) comenta que resulta complejo no usurpar, ni violentar
«su decir» sobre todo cuando el discurso en cuestión proviene de la oralidad cuya
performance comunicacional es casi imposible de inscribir dentro del sistema escriturario.
Precisamente por esos vacíos, producto del discurso oral, es que se hace necesaria la
intervención del editor. En este sentido es que el texto final posee la marca de dos voces: la

3
Dorian Espezúa (2003) examina la sicodinámica de los traductores y el problema de la traductibilidad
cultural proponiendo las categorías teóricas huaquear y bambear. Para mayores referencias puede revisarse su
artículo «Huaquear y bambear» compilado en el libro Batallas por la memoria: antagonismos de la promesa
peruana.
del autor-narrador, que es quien cuenta los relatos y la del el autor-editor que edita,
organiza por temas y da una estructura lógica coherente allí donde el discurso oral presenta
vacíos o frases ininteligibles.

Debe contarse con criterios de edición:

a) Pasamos todo el material de audio a la escritura tal cual nos lo narraron, con todo y
preguntas y respetando los localismos, sonidos onomatopéyicos, frases que usaron cada
uno de ellos sin corregirlas. Por ejemplo: «covar», «sólido», «crudo», «sin pecar»,
«bsh bsh bsh», etcétera.

b) Al provenir de la oralidad las narraciones no siempre poseen un solo hilo conductor,


por eso, en reiteradas ocasiones fue necesario volver a repreguntar para explicar mejor
ciertos detalles. Como el relato oral se produce dentro de un contexto conversacional es
común que, además de las dispersiones, los narradores pasaran de un relato a otro casi
de inmediato. Por eso fue necesario separarlos. A continuación, citaremos un ejemplo
donde Juan Carlos después de relatarnos sobre las carcachas inmediatamente pasó a
otro relato:

Juan Carlos: […] cuando vinieron la señora ya estaba muerta ya se había comido
el seso, estaba la señora tirada ya muerta. Y ya pe’ la enterraron a la señora. Qué
van a hacer. Y ya pué, ya no pasaban a esa hora, sino más temprano porque justo
en esa laguna de ahí, dice que esa laguna es encanto ahí la gente se moría. Tía tú
debes estar enterada de la laguna San Luis.

Julia: sí

Juan Carlos: cuando la gente se metía se quedaba ahogada ahí en esa laguna
Julia: Si es encanto, cuando entraban buzos se ahogaban

Juan Carlos: Ahí había liza, salía ¿no?

Julia: después de las doce de la noche.


[…]

c) Eliminamos ciertas muletillas como: «¿no?, pe, pue, etcétera.,» allí donde no eran
necesario. También eliminamos el uso excesivo de «y» que es de uso propio de la
oralidad y que demuestra el carácter acumulativo de los temas los cuales se articulan
uno detrás de otro. Por eso en vez de decir:

Gerardo: los hechiceros lo usan las calaveras pa’ trabajar a la gente porque las
ánimas hablan. Aunque una vez una chica la Eli me conto que dice que la llevaron
a hacer ver a la chica y que según ella la calavera hablaba. O sea que por decir su
mamá le estaba averiguando si tenía enamorado de que la gente que el hombre que
la veían a la chica no le gustaba que seguro, y dice que la calavera dijo que sí, que
no mintiera que ella sí tenía enamorado y que voltiara el espejo y ella voltió. Y
dice que ella vio en el espejo la cara de su enamorado ahí. Y la chica no creía y lo
llevaron a Chincha dice donde un curandero un señor que era supuestamente
finazo y ella le decía pe’ di que sí. Verdad por Dios que yo me quedé pero
espantada.

Dice:

Gerardo: los hechiceros usan las calaveras pa’ trabajar a la gente, porque las
animas hablan. Una vez una chica, la Eli me contó, que la llevaron a hacer ver a la
chica. Según ella la calavera hablaba. Por decir su mamá le estaba averiguando si
tenía enamorado. El hombre [con quien] la veían a la chica, a la gente no le
gustaba. Dice que la calavera dijo que sí, que no mintiera, que sí tenía enamorado
y que voltiara el espejo. Ella voltió y dice que vio en el espejo la cara de su
enamorado ahí. La chica no creía y lo llevaron a Chincha donde un curandero. Un
señor que era supuestamente finazo. Ella [la calavera] dice que le decía pe’ «di que
sí». «Verdad, por Dios que yo me quedé, pero espantada» –me dijo la Eli.

d) Para cubrir los vacíos que generan ciertas frases empleadas por los narradores nos
vimos en la tarea de no solo editar, sino también de «interrumpir» 4 la narración

4
Tania Pariona (2011) reflexiona sobre la participación del gestor-editor del testimonio y justifica
acertadamente por qué un texto proveniente de la oralidad debe ser interrumpido con notas explicativas,
paréntesis y corchetes. Nos hemos valido de su explicación detallada para ejemplarizar nuestro criterio de
edición.
añadiendo corchetes para completar la coherencia textual donde se requería. Por
ejemplo, en vez de decir:

Cochita: porque si tú lo agarrabas te quitaba la mano


Sensión: claro pe’ mi papá siempre yo no ya mis amigas se partieron a correr y
noooooo, noooooooo. Uy y no podía dormir poque pude haber muerto y nada.
Papá yo sí le visto y comencé a gritar y mi papá me rezó pue.

Dice:

Cochita: porque si tú lo agarrabas te quitaba la mano


Sensión: claro pe. Mi papá siempre [me] decía. Yo no [he agarrado]. Mis amigas se
partieron a correr y ¡noooooo, noooooooo! [Gritaban]. Uy no podía dormir poque pude
haber muerto. Papá [ dije]: «yo sí le visto» y comencé a gritar y mi papá me rezó pue.

También empleamos notas al pie que explican ciertas palabras que usan nuestros
narradores. Citaremos un ejemplo:

Juan Carlos: acá en la villa del río también había un pozo más antes. Ahí dice que
en ese pozo se metía un oro vivo a tomar agua y ese pozo es el cambio 43. El oro
tiene anitimonia44.

La nota al pie 43 explica que el cambio es el lugar donde el oro vivo se transforma en
mineral. Y la 44 que la antimonia es el vapor o sustancia que cuida el tesoro. Cuando hay
un sitio cerrado y uno ingresa se percibe un olor fuerte como ha guardado. Eso indica que
hay algo enterrado por siglos.

e) Además de corchetes utilizamos otros signos de la escritura como: los paréntesis, para
explicar los ademanes o posturas que emplean los narradores para explicar ciertos
sucesos de sus relatos: «[…] el oro así tiene antimonia y no subía pues. Hasta que pasó
una hora que no subía. Lo alzaron, lo jalaron y estaba con su oro y su mano así (Juan
Carlos se colocó en la posición que encontraron a la persona)». También creímos
conveniente emplear comillas para diferenciar la voz del narrador de la voz de los otros
personajes que toman la palabra dentro del relato o cuando el narrador menciona o
imita lo dicho por otro: Y dijo [el papá]: «“tráiganme un trapo algo”. Estaba muerto pe’
por la antimonia». Y, por último, lo signos de admiración para representar las
entonaciones y el énfasis de la voz que los narradores daban a determinadas frases
como: «¡ya!, ¡pa’ oro a ver pa’ oro quiero ver! ¿A ver cómo es?».

f) Al momento de la edición final optamos por eliminar las intervenciones del


investigador(es), excepto cuando estas sirvieron para llamar a la memoria valiéndose
de algún relato y se entró en contrapunto con el narrador; como sucederá en el relato de
las calaveras y los duendes, donde también contamos con la participación de la señora
Rosa quien conocía algunos relatos sobre duendes que le contaron de pequeña o
experiencias que ella tuvo en su casa. Sin embargo, cuando la participación del editor
solo se ciñó a preguntas que permitieron que se ahondara algún tema, asentir, ratificar
algún saber y/o articular alguna respuesta esperada por parte del narrador para que este
continúe con la narración, en todos estos casos optamos por consignar solo la voz o
voces de los narradores. Por ejemplo, en esta narración en vez de decir:

Sensión: ella ya falleció pue. Con lo del terremoto del 23 de agosto murió en
Estados Unidos. Estaba en la clínica y decía «¿qué hay en el Perú? no me dicen».
Y salió de alta, pone el cable y ve Pisco que está como bombardeada y dijo: «¡toda
mi familia ha muerto!». Y le dio como un ataque, el segundo ataque y murió y
quedó enterrada ahí.

Sara: ¿de la impresión?

Sensión: sí y se quedó en Miami allá la enterraron y la familia que están allá han
estado en el entierro todo.

Sara: dígame todo lo que usted me ha contado ¿son experiencias suyas?, como la
bruja en forma de pato, o ¿se lo han contado sus mayores?

Sensión: yo he contado lo que mi papá nos ha relatado

Sara: o sea eso ha pasado de familia en familia y usted les ha contado a sus hijos
Sensión: sí, yo les cuento a mis hijos pues

Sara: entonces esto es tradición que está solamente en su familia o ¿ustedes tienen
relación con los otros morenos que también viven por acá?

Sensión: sí pero ya los otros negros no nos han contado. Lo único que contaba y
era bien histórico era mi padre y porque a él siempre le gustaba escribir, escribir y
nos dejaban y nos contaba. «Y yo les cuento pa’ que les cuente a sus hijos, a sus
nietos» decía mi papá. Que nosotros no semos del Perú, nosotros descendemos
de tal sitio.

Dice:

Sensiön: ella ya falleció pue. Con lo del terremoto del 23 de agosto murió en
Estados Unidos. Estaba en la clínica y decía «¿qué hay en el Perú?, no me dicen».
Y salió de alta, pone el cable y ve Pisco que está como bombardeada y dijo: «¡toda
mi familia ha muerto!». Y le dio como un ataque, el segundo ataque y murió y
quedó enterrada ahí, en Miami. Allá la enterraron y la familia que están allá han
estado en el entierro todo.

Lo que cuento es de mi familia. Pero ya los otros negros no nos han contado. Lo
único que contaba y era bien histórico era mi padre y porque a él siempre le
gustaba escribir, escribir y nos dejaban y nos contaba. «Y yo les cuento pa’ que
les cuente a sus hijos, a sus nietos» decía mi papá. Que nosotros no semos del
Perú nosotros descendemos de tal sitio.

g) Finalmente, para titular los relatos y conservar la voz y el decir de los narradores puede
optarse por extraer una frase de cada relato, la que contenga el tema o sea resaltante y
alusiva a él. Al inicio de cada relato debe colocarse el nombre de cada narrador y la
edad que tenían cuando lo contaron. En los relatos que surgieron en la interacción
conversacional debe conservarse la estructura y dejar los nombres de los narradores de
acuerdo con las intervenciones.
Difícilmente se puede develar el sentido del relato oral, la voz, función y memoria del
narrador oral cuando se ejerce manipulación sobre este y se reescribe con el afán de
«mejorar», «corregir» el decir del otro y/o hacer «más atrayente» la historia. Ejemplificaré
lo expuesto citando un extracto de un relato conocido entre los pobladores de Pisco
mencionado en el texto de Richard Franco:

En los años de mil novecientos ochenta existía en la ciudad de Pisco una discoteca
llamada «El escarabajo», sitio donde acudía la juventud pisqueña a divertirse. Este
local se encontraba en la tercera cuadra de la calle Callao, cerca al local de la
institución Educativa «Bandera del Perú». Todos los fines de semana era una
loquería en dicho lugar de diversión. Cierto domingo, la muchachada se encontraba
bailando como de costumbre, cuando de repente el dueño de la discoteca, prendió la
luz blanca un instante, y todos pudieron ver que estaba ingresando una hermosa
chica, vestida de blanco, hasta el color de su piel era blanca. Todos se quedaron
maravillados de tanta belleza, más de uno le echó el ojo a la joven; pero nadie se
percató de un detalle: la mujer no pisaba el suelo, pues caminaba en el aire, y esto
se debió a las luces sicodélicas… […]. (2008:77)5

En este fragmento los datos añadidos como el año, el nombre de la discoteca, la


ubicación exacta del lugar y la institución Educativa cumplen la función de otorgar
veracidad a la narración, pero no contribuyen a develar el estrato profundo del relato. Lo
mismo sucede con las frases explicativas puestas allí: «todos los fines de semana era una
loquería en dicho lugar de diversión», «la muchachada se encontraba bailando como de
costumbre», «todos se quedaron maravillados de tanta belleza, más de uno le echó el ojo a
la joven», etcétera. Estos elementos son parte de la composición y redacción de un texto
con una clara intencionalidad: volverlos más atractivos al lector. La diferencia entre este
relato con uno que procede de la oralidad es evidente.

Para efectos de análisis separaremos por barras (//) los enunciados cuyos
marcadores discursivos,6 puestos en negritas, usa el narrador para mostrarnos las huellas de
las memorias que se convocan para construir la narración:

¿Supieron ustedes la historia de la chica de blanco? // Había una chica en Ica que
supuestamente se iba a casar//. Estaba de novia y fue violada dice pue//. En esa
violación la mataron y pues es un alma como que está resentida y//dice que salía a
vagar. //Se le presentaba a cualquier caballero en una fiesta. //Dice que se
presentaba una chica bailando con un vestido blanco. //Ella estaba en Ica, en todo
5
Las comillas pertenecen al texto original.
6
Amparo Tusón y Helena Casamiglia (1999) definen los marcadores discursivos como una de las categorías
pragmáticas más representativas porque constituyen una huella directa de la enunciación sobre el enunciado.
sitio. Dicen que la gente decía: «¿será pe’?». // Y en una discoteca se le presentó a
un pata y bailó con ella toda la noche. El muchacho se enamoró de ella. Salió y la
acompañó hasta su casa. (Gerardo Gamero en VIERA MENDOZA 2013: 235)

El narrador inicia la conversación con un acto directivo (pregunta) con la función de


provocar el enfrentamiento discursivo con el auditorio y para ver el grado de accesibilidad
y conocimiento que este posee sobre el relato. Su intención es dirigirse a los oyentes y
trasladar el uso de la palabra a alguno de ellos. Como no se logra la interacción
conversacional continúa con el uso de la palabra e inicia la narración: «Había una chica en
Ica que supuestamente se iba a casar». El uso del marcador epistémico orientador
«supuestamente» refleja la actitud que toma el narrador sobre su propio enunciado. En este
caso su discurso no refleja su opinión, más bien se está refiriendo a lo que ha oído a través
de otros. Luego continúa su relato: «Estaba de novia y fue violada dice pue». En este parte
el narrador opta por una cita de estilo indirecto para introducir la versión de otra voz que no
es la suya. Por eso el uso del verbo «decir (dice)» porque no está afirmando la veracidad de
la versión, sino manifiesta su duda.

Aunque aparentemente tenemos un relato donde hay un solo locutor el que habla, en
el fondo hay más voces resonando en su narración. En este caso el hablante asume una
versión ajena de esa otra voz de quien escuchó el relato, que asume como suya, por eso se
responsabiliza del enunciado. Así lo vemos en la siguiente frase donde ya no manifiesta
duda al contrario ratifica el relato como un hecho cierto: «En esa violación la mataron y
pues es un alma como que está resentida».

Amparo Tusón y Helena Casamiglia (1999) afirman que en un discurso puede


aparecer un enunciado ajeno, probablemente interpretado y traído hacia el discurso de base
con el propósito de brindar más vivacidad, dramatismo, veracidad, autoridad u orientación
argumentativa. En las siguientes frases el narrador realiza la misma operación. Trae una
tercera versión: «dice que salía a vagar», que luego asume como suya: «Se le presentaba a
cualquier caballero en una fiesta»; y continúa con una cuarta: « Dice que se presentaba una
chica bailando con un vestido blanco» y como en enunciados anteriores vuelve a asimilar
como propia: «Ella estaba en Ica, en todo sitio»; luego continua con otras dos versiones
más: « Dicen que la gente decía: « ¿será pe’?». Esta penúltima frase es la más compleja
porque está encubierta. En este texto el locutor trae una pluralidad de voces de otros
contextos y enunciaciones distintas a la suya: él «dice» (1°) que ellos (2° las versiones que
manejan cada uno de los pobladores que conforman ese plural) «la gente decía» (3°,
desconocemos las variantes, pero ellos concuerdan en la duda por eso se interrogan): ¿será
pe?

Bibliografía

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