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Pontificia Universidad Javeriana

Pedro Alberto Patiño Mendez


Historia de Asia
La Ruta de la Seda Y el comercio Internacional
El comercio internacional es un tipo de intercambio comercial que se da entre
diferentes países, regiones y hasta continentes; atravesando fronteras y recorriendo varios
kilómetros ya sea por tierra, mar y hasta aire. Mediante el intercambio no solo se han
comerciado productos y bienes, sino que también se han producido intercambios de ideas,
conocimientos, religiones y culturas. El comercio internacional se ha convertido en la base
para la globalización en la medida en que ésta depende de un comercio a escala global para
que pueda existir interacción económica entre las personas. Sin embargo, para poder
establecer este tipo de comercio se necesita cumplir una serie de requisitos claves, como
son: el conocimiento de mercados exteriores, la tecnología para recorrer largas distancias,
la transferibilidad de los productos o la complementariedad entre regiones o países. Con
esto entendemos ciertos principios fundamentales para el establecimiento del comercio
internacional y que también son relevantes para pensar en la importancia que ocupo la ruta
de la seda tanto en su época como en la actualidad; se hizo más que claro la importancia de
cosas como el saber si hay alguien con quien comerciar, innovar en nuevas tecnologías o
métodos para hacer más eficiente el desplazamiento de las mercancías y por ultimo muy
fundamental se estableció que para poder existir un comercio efectivo el país exporte lo que
el otro necesita importar y viceversa.

Con el paso del tiempo se establecieron imperios y reinos que entendieron la


importancia de establecer rutas de comercio a manera de vender productos y expandir
ideas; la más importante de todas las rutas que recorrían el mundo conocido (Eurasia)
uniendo y conectando distintos imperios y culturas, fue la ruta de la seda, la cual consiguió
comunicar a Oriente con Occidente.

En los albores de la historia existieron bastantes pueblos y civilizaciones que


desarrollaron un activo intercambio de materias primas, tecnologías y creencias.
Especialmente los mesopotámicos liderarían durante siglos las actividades comerciales de
largo alcance en el Cercano Oriente y Asia central. Venciendo accidentes geográficos y
distancias fueron capaces de hacer llegar sus productos por varias zonas de Asia central y
oriental; posteriormente las rutas de intercambio comercial entre Asia occidental y oriental
fueron creciendo y estructurándose. La expansión territorial de los imperios, la explotación
de los recursos naturales y la exploración de los mares acortaron las distancias. Los
poderosos reinos chinos de Wu y Yue construyeron importantes flotas que viajaron al
sudeste de Asia y a la India. Para el siglo VI a.C. –cuando se formaba el Imperio Persa- las
relaciones comerciales sino-indias se encontraban ampliamente consolidadas, con esto
chino e indios consolidaron rutas mediante las cuales se intercambiaban productos y
técnicas occidentales como el trabajo del vidrio experimentado en Egipto y Mesopotamia
desde hacía siglos. Por la misma vía algunos productos chinos como el jengibre, los espejos
de bronce y la seda alcanzarían las costas del Mediterráneo.

En aquel dilatado contexto geográfico, histórico y económico esa extraordinaria


fibra que es la seda la cual fue producida en China desde el III milenio, se irradió en todas
direcciones y llegó a tener valor como medio de intercambio, es decir como dinero; debido
a que este era el producto más valorado y apreciado entre los nobles y dignatarios del
Imperio Romano. Cabe aclara que se trata de una de las fibras más antiguos conocidas y
empleadas por la humanidad y la cual por muchos años se mantuvo en el más absoluto
secretismo siendo altamente exclusivo, esto se debe a que por muchos años china logro
mantener el monopolio del mercado, instaurando un absoluto secretismo sobre su
procedencia y procesado.

Progresivamente, aunque de modo irregular, se fue configurando un intenso


comercio internacional desde los primeros tiempos de la historia, más activo y amplio de lo
que pudiera suponerse hoy. De hecho, sorprende su eficacia considerando por una parte la
fragilidad de muchos de los caminos trazados, y por otra las cambiantes circunstancias
políticas. Sin embargo, justamente la paulatina expansión de los imperios en Oriente y
Occidente no solo colaboró con el desarrollo de potentes mercados que alimentaron a una
población creciente necesitada de recursos naturales, sino que estimuló la exploración de
los mares lo cual acortó las distancias y facilitó la comunicación y el intercambio

Desde el corazón de la Ruta de la Seda, en Asia Central, los productos podían


acabar recalando en ciudades alejadas hasta 11.000 km, desde el lugar de fabricación hasta
el lugar de consumo. Es decir, una cerámica china de la ciudad de Hefei podía acabar en el
salón de un ciudadano de París. Comparado con el nivel de desarrollo de la globalización
actual, lo que ocurría gracias a la Ruta de la Seda no deja de ser algo anecdótico, ya que
hoy en día podemos recibir productos de un lado del mundo hasta el otro extremo en
cuestión de horas, o realizar una transferencia de datos o de dinero de un punto a otro del
planeta en pocos segundos. De todas formas, no deja de ser interesante repasar cómo, hace
cientos de años, las distintas civilizaciones del mundo encontraron la forma de ponerse en
contacto para comerciar e intercambiar conocimientos.

La ruta de la seda nos enseña a sobre el espíritu humano y su afán de progreso, y


porque nos ayuda a entender de un mejor modo que las historias de aquellas potencias no
estaban desvinculadas de su entorno, sino que dependían e interactuaban con él. Es posible
también apreciar cómo se establecieron y funcionaron las relaciones económico-políticas y
sociales en la Antigüedad tanto al interior de Roma y de China como de sus entornos, y
entre ellos. Una vez establecidas las vías comerciales a las que llamamos la “Ruta de la
seda”, se sentaron las bases para el tránsito de artes, ciencias, religiones, ideas y
cosmovisiones, que de ida y vuelta viajaron a través de la Ruta de la seda. Ésta nace a partir
de un larguísimo proceso de crecimiento económico y de expansión de los imperios
asiáticos, impulsados por la constante necesidad de obtener materia prima y por la aventura
de la exploración geográfica, inspirada a su vez por el afán militar, el celo misional y la
insaciable curiosidad humana.
Bibliografía

- Pierrotti, Nelson (2008). «Roma y China en la Antigüedad. Los contactos a través


de la Ruta de la Seda (s. II a.C. – V d.C.)». Biblioteca Virtual Cervantes. Alicante.
- Vollmer, J. (1984) “Silk Roads. China Ships”. Toronto. Royal Ontario Museum.
- Whitfield, S. (2000) “La vida en la Ruta de la Seda”. Barcelona. Paidós Ibérica.

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