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12/8/23, 19:40 La religión en las relaciones internacionales | Contrapuntos para comprender las relaciones internacionales en el siglo XXI

Contrapuntos para comprender las relaciones internacionales


en el siglo XXI

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Mariana Colotta y Julio Lascano y Vedia (compiladores)

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La religión en las relaciones internacionales

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Eloy Patricio Mealla[1]


Palabras clave: religión, relaciones internacionales, cooperación, Iglesia.

1. Introducción. Relaciones internacionales y actores no estatales


El dise­ño ori­gi­nal de las rela­cio­nes inter­na­cio­na­les a media­dos del siglo vein­te –plas­ma­do en la orga­ni­za­ción del sis­te­ma de las Nacio­nes
Uni­das, espe­cial­men­te en lo refe­ri­do a la coope­ra­ción entre paí­ses– res­trin­gía esas rela­cio­nes a los Esta­dos nacio­na­les entre sí. Pero al
poco tiem­po fue­ron incor­po­ra­dos otros acto­res no esta­ta­les, al menos como obser­va­do­res per­ma­nen­tes o como orga­ni­za­cio­nes a las que
se les otor­ga­ba un esta­tus con­sul­ti­vo. Estas incor­po­ra­cio­nes han dado lugar a las deno­mi­na­das “orga­ni­za­cio­nes no guber­na­men­ta­les”,
que fue­ron adqui­rien­do un cre­cien­te reco­no­ci­mien­to y pro­ta­go­nis­mo que llevó luego, con una ter­mi­no­lo­gía más posi­ti­va, a desig­nar­las
como “orga­ni­za­cio­nes de la socie­dad civil” (Mea­lla, 1999).
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Un caso pecu­liar es el de la Igle­sia cató­li­ca, que es la única orga­ni­za­ción reli­gio­sa con esta­tus de actor diplo­má­ti­co y que, a tra­vés de la
Santa Sede, ha sido reco­no­ci­da como suje­to de dere­cho inter­na­cio­nal, con dere­chos y obli­ga­cio­nes análo­gos a los de los Esta­dos y man­-
tie­ne rela­cio­nes diplo­má­ti­cas con la casi tota­li­dad de los Esta­dos. Un rela­cio­na­mien­to extra­or­di­na­ria­men­te acti­vo en las últi­mas déca­-
das, si se tiene en cuen­ta que en 1978, al inicio del pon­ti­fi­ca­do de Juan Pablo II, la Santa Sede tenía rela­cio­nes ofi­cia­les ple­nas con 85
Esta­dos, y, cuan­do este papa murió, la can­ti­dad era más del doble. Entre los gran­des Esta­dos que esta­ble­cie­ron esas nue­vas rela­cio­nes,
hay que des­ta­car a la Gran Bre­ta­ña de Mar­ga­ret That­cher, a los Esta­dos Uni­dos de Ronald Reagan y a la Unión Sovié­ti­ca de Mikhail Gor­-
ba­chev. Ulti­ma­men­te, el logro más impor­tan­te fue la firma en 2018 del Acuer­do Pro­vi­sio­nal entre la Santa Sede y la Repú­bli­ca Popu­lar
de China.

Ade­más del caso espe­cial de la Santa Sede –sobre el cual vol­ve­re­mos luego–, pode­mos reite­rar que hay tam­bién una impor­tan­te par­ti­ci­-
pa­ción de las orga­ni­za­cio­nes no esta­ta­les en las rela­cio­nes inter­na­cio­na­les, a tra­vés de aque­llas vin­cu­la­das ini­cial­men­te a cues­tio­nes
huma­ni­ta­rias, a los dere­chos huma­nos, espe­cial­men­te los civi­les, y pos­te­rior­men­te las que impul­san deman­das rela­cio­na­das con la situa­-
ción de las muje­res y las cues­tio­nes ambien­ta­les. Ulti­ma­men­te van tenien­do un pro­ta­go­nis­mo, aun­que toda­vía bas­tan­te redu­ci­do, otras
ini­cia­ti­vas en el campo de la coope­ra­ción inter­na­cio­nal impul­sa­das por varias con­fe­sio­nes reli­gio­sas, con pre­do­mi­nio de diver­sas deno­-
mi­na­cio­nes cris­tia­nas, agru­pa­das como orga­ni­za­cio­nes basa­das en la fe (OBF).

Efec­ti­va­men­te, en los últi­mos vein­te años se han mul­ti­pli­ca­do las ini­cia­ti­vas inte­ri­ns­ti­tu­cio­na­les en mate­ria de coope­ra­ción inter­na­cio­nal
para el desa­rro­llo con acto­res reli­gio­sos. Según PNUD (2019), las agen­cias de desa­rro­llo de la ONU y los acto­res de ayuda huma­ni­ta­ria
han sido “rela­ti­va­men­te más cons­cien­tes acer­ca del poten­cial y el valor de tales aso­cia­cio­nes”, par­ti­cu­lar­men­te desde el Fondo de Pobla­-
ción de Nacio­nes Uni­das, que ha ela­bo­ra­do unas direc­tri­ces al res­pec­to (UNFPA, 2009). Otras enti­da­des de Nacio­nes Uni­das, como la
Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal del Tra­ba­jo, ONU­SI­DA, el PNUMA (Pro­gra­ma de las Nacio­nes Uni­das para el Medio Ambien­te), UNI­CEF y
el Banco Mun­dial, tam­bién aumen­ta­ron su inte­rés hacia las OBF hacia fines de la déca­da de 1990. Más recien­te­men­te, la Ofi­ci­na del Alto
Comi­sio­na­do de las Nacio­nes Uni­das para los Refu­gia­dos (ACNUR) y el Depar­ta­men­to de Asun­tos Polí­ti­cos de las Nacio­nes Uni­das han
comen­za­do a inves­ti­gar el poten­cial y a visi­bi­li­zar la impor­tan­cia de la aso­cia­ción con orga­ni­za­cio­nes religiosas.

En junio de 2010, se cons­ti­tu­yó el Grupo de Tra­ba­jo Inte­ri­ns­ti­tu­cio­nal de las Nacio­nes Uni­das en Reli­gión y Desa­rro­llo para abor­dar los
desa­fíos com­par­ti­dos en mate­ria de asis­ten­cia huma­ni­ta­ria y desa­rro­llo, y últi­ma­men­te en la Agen­da 2030 para el Desa­rro­llo Sos­te­ni­ble
(Cri­te­rio, 2018; Calvo, Shi­ki­ya, Mon­tea­le­gre, 2017). En 2016 se formó la pla­ta­for­ma “Inter­na­tio­nal Part­ners­hip of Reli­gion and Deve­lop­-
ment”, inte­gra­da por agen­cias guber­na­men­ta­les de ayuda al desa­rro­llo, orga­ni­za­cio­nes inter­gu­ber­na­men­ta­les, y más de seten­ta orga­ni­-
za­cio­nes basa­das en fe y acto­res reli­gio­sos y orga­ni­za­cio­nes de la socie­dad civil que tra­ba­jan acti­va­men­te en el campo del desa­rro­llo y la
ayuda humanitaria.

2. Oscuridad y opio de los pueblos


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Este reco­no­ci­mien­to y valo­ra­ción de la actua­ción de las reli­gio­nes en el ámbi­to públi­co se con­tra­po­ne a otras con­cep­cio­nes del pasa­do y
tam­bién actua­les. Efec­ti­va­men­te, las corrien­tes domi­nan­tes de la cul­tu­ra, espe­cial­men­te desde media­dos del siglo XIX, aun­que anta­gó­-
ni­cas entre sí, han sido sin embar­go con­ver­gen­tes en cuan­to a des­ca­li­fi­car el fenó­meno reli­gio­so. El posi­ti­vis­mo, por ejem­plo, con­ti­nuan­-
do la tra­di­ción ilu­mi­nis­ta de siglos ante­rio­res, con­si­de­ra­ba que la reli­gión es un pro­duc­to de la fan­ta­sía, de la igno­ran­cia y de los
prejuicios.

De este modo, la reli­gión había sido uno de los prin­ci­pa­les res­pon­sa­bles del atra­so y la igno­ran­cia de los pue­blos. Libe­ra­da de ella, la
razón –espe­cial­men­te la cien­cia y la téc­ni­ca– guia­ría a la feli­ci­dad median­te un pro­gre­so inde­fi­ni­do. La reli­gión era un las­tre del cual
había que des­pren­der­se para ase­gu­rar­nos el ascen­so a una etapa supe­rior de la huma­ni­dad. El posi­ti­vis­mo cien­tí­fi­co encon­tró en el libe­-
ra­lis­mo un alia­do en el plano polí­ti­co y social. Sabe­mos que, a su vez, el libe­ra­lis­mo per­mi­tió la expan­sión del capi­ta­lis­mo. Todos estos
movi­mien­tos com­bi­na­dos son los que en gran medi­da han dise­ña­do el mundo y la cul­tu­ra tal cual la cono­ce­mos hoy, al menos en
Occidente.

Ahora bien, el socia­lis­mo –par­ti­cu­lar­men­te el de orien­ta­ción mar­xis­ta–, pese a que fue el anta­go­nis­ta más poten­te del capi­ta­lis­mo libe­-
ral, tenía el mismo carác­ter posi­ti­vis­ta mili­tan­te que, entre otras cosas, recha­za­ba de plano el fenó­meno reli­gio­so, al que con­si­de­ra­ba un
opio ador­me­ce­dor que impe­día a la huma­ni­dad libe­rar­se de sus esclavitudes.

Desde otro punto de vista, en el campo de las teo­rías de desa­rro­llo eco­nó­mi­co y social, se con­si­de­ra­ba –hasta no hace mucho– que la
creen­cia reli­gio­sa en cuan­to ele­men­to inte­gran­te de la cul­tu­ra tra­di­cio­nal era un obs­tácu­lo que tra­ba­ba la moder­ni­za­ción de una socie­-
dad. La moder­ni­dad enten­di­da como una acti­tud inno­va­do­ra, diná­mi­ca y crea­ti­va en opo­si­ción a la tra­di­ción con­si­de­ra­da como mera
repro­duc­ción del pasa­do. En lugar de la pre­vi­sión y pla­ni­fi­ca­ción del desa­rro­llo, la reli­gión era vista como la pro­mo­to­ra prin­ci­pal de un
sen­ti­do pro­vi­den­cia­lis­ta y pasi­vo de la vida.

3. La crisis del racionalismo: ¿resurgimiento religioso?


El mundo de mara­vi­llas, que se venía anun­cian­do desde hace varios siglos en la medi­da que la sola razón posi­ti­va guia­ra a los hom­bres,
se hizo tri­zas a lo largo del siglo XX con los mayo­res enfren­ta­mien­tos de todos los tiem­pos: la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, la Segun­da Gue­-
rra Mun­dial, Corea, Viet­nam, la masa­cre de los Ba1­ca­nes, las gue­rras del Golfo, la cri­sis finan­cie­ras, etc., por solo men­cio­nar algu­nos de
los con­flic­tos más gra­ves y resonantes.

Tam­bién el males­tar de la cul­tu­ra adquie­re gran­des pro­por­cio­nes y se mani­fies­ta en un gran desen­can­to res­pec­to a las pro­me­sas de la
moder­ni­dad, que lleva en las socie­da­des opu­len­tas a un has­tío indi­vi­dua­lis­ta, a con­duc­tas adic­ti­vas y vio­len­tas, a un vacío de sen­ti­do
(González-​Carvajal, 1991).

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Tam­po­co se superó la mise­ria, sino que se agi­gan­tó la bre­cha entre pobres y ricos. Al pare­cer, la razón libra­da a sí misma, espe­cial­men­te
en la ver­sión posi­ti­vis­ta, es ciega para encon­trar los cami­nos de un ver­da­de­ro desa­rro­llo humano. Cunde por doquier la incer­ti­dum­bre y
el escep­ti­cis­mo. A gran­des ilu­sio­nes, siguie­ron gran­des decepciones.

La des­con­fian­za gene­ra­li­za­da es una mane­ra de enten­der lo que hace ya unos cuan­tos años comen­zó a deno­mi­nar­se “la muer­te de las
ideo­lo­gías”. Ante este pano­ra­ma, algu­nos han diag­nos­ti­ca­do una vuel­ta de lo reli­gio­so. Hay hasta quien pro­nos­ti­ca que el siglo XXI será
un siglo reli­gio­so. Es cier­to que las ideo­lo­gías, o los lla­ma­dos “gran­des rela­tos”, tanto de dere­cha como de izquier­da, muchas veces pre­-
ten­die­ron ocu­par el lugar de las reli­gio­nes ofre­cien­do una expli­ca­ción abso­lu­ta y total de la exis­ten­cia, pero de ahí a que su ocaso impli­-
que nece­sa­ria­men­te una vuel­ta a lo reli­gio­so es un paso que habrá que pro­bar más serenamente.

Efec­ti­va­men­te, cier­tos resur­gi­mien­tos reli­gio­sos pare­cen más bien sim­ples cons­truc­cio­nes reac­ti­vas ante la angus­tia y un mundo exce­si­-
va­men­te tec­ni­fi­ca­do, se ofre­cen como sedan­tes o espa­cios para sen­tir­se bien. El caso de la New Age es el más difun­di­do. Por otro lado, el
neo­con­ser­va­du­ris­mo, espe­cial­men­te fuer­te en amplios ambien­tes esta­dou­ni­den­ses, ante un mundo que se res­que­bra­ja, encuen­tran en la
reli­gión el prin­ci­pal emble­ma de su resis­ten­cia y de su ofen­si­va. Según esta visión, el mundo va a un “cho­que de civi­li­za­cio­nes”. Hun­ting­-
ton (2000) ha sido el mayor expo­nen­te teó­ri­co de esta visión que sos­tie­ne que la fuente esen­cial de con­flic­to no será bási­ca­men­te ideo­ló­-
gi­ca o eco­nó­mi­ca, sino entre cul­tu­ras, sien­do las reli­gio­nes la dife­ren­cia espe­cí­fi­ca prin­ci­pal de cada una de ellas. El corre­la­to de este fun­-
da­men­ta­lis­mo occi­den­tal a la ame­ri­ca­na le corres­pon­de­rá el fun­da­men­ta­lis­mo islamita.

El escri­tor pales­tino Edward Saïd (2005) pro­pon­drá superar ambos plan­teos indi­can­do que en reali­dad se trata de una “gue­rra de igno­-
ran­cias” y con­si­de­ra que “hay que des­te­rrar la idea de que Occi­den­te y el islam son iden­ti­da­des cerra­das, como quie­ren hacer creer los
fun­da­men­ta­lis­mos de dis­tin­to signo”. En un enfo­que con­ver­gen­te a par­tir del estu­dio de las reli­gio­nes mun­dia­les, el teó­lo­go Hans Küng
ha ela­bo­ra­do el Pro­yec­to de una Ética Mun­dial, que pro­po­ne un con­sen­so, no cier­ta­men­te una reli­gión o una ética uni­ta­ria, pero sí algu­-
na clase de prin­ci­pios, valo­res, idea­les y fines com­par­ti­dos que per­mi­ta a las per­so­nas, fami­lias y hasta las nacio­nes con­vi­vir huma­na­-
men­te median­te la edu­ca­ción y el diá­lo­go inter­re­li­gio­so, como camino para un futu­ro espe­ran­za­dor (Küng, 2008, 2000).

En forma seme­jan­te, la filó­so­fa Adela Cor­ti­na (1986) plan­tea una “ética míni­ma”, enten­di­da como el con­jun­to de míni­mos mora­les –
prin­ci­pios, valo­res, acti­tu­des y hábi­tos– que una socie­dad demo­crá­ti­ca debe trans­mi­tir y que de hecho están pre­sen­tes en muchas reli­-
gio­nes. Desde esta posi­ción, no se pre­ten­de abo­lir las reli­gio­nes, a la mane­ra del lai­cis­mo o secu­la­ris­mo, o impo­ner una reli­gión deter­mi­-
na­da, sino res­pe­tar su exis­ten­cia y su espa­cio en la vida huma­na. Por su parte, Jürgen Haber­mas (2011) repe­ti­da­men­te ha plan­tea­do la
función sui generis de la reli­gión como recur­so y reser­va inago­ta­ble de memo­ria y espe­ran­zas crí­ti­cas y utó­pi­cas, y como parte de los
fun­da­men­tos mora­les pre­po­lí­ti­cos del Esta­do liberal.

De todas mane­ras, en Euro­pa y en otras regio­nes del mundo más desa­rro­lla­do, la fuer­te secu­la­ri­za­ción de las últi­mas déca­das ha dado
lugar, en todo caso, a la sobre­vi­ven­cia de una fe reli­gio­sa pos­mo­der­na desins­ti­tu­cio­na­li­za­da, supues­ta­men­te ale­ja­da de las media­cio­nes
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jerár­qui­cas y sus orien­ta­cio­nes éti­cas. En Lati­noa­mé­ri­ca, ha cre­ci­do el evan­ge­lis­mo a nivel popu­lar, con un esti­lo habi­tual­men­te apo­lí­ti­co
y acen­tuan­do la dimen­sión inme­dia­ta­men­te retri­bu­cio­nis­ta de la fe, basa­da en la “teo­lo­gía de la pros­pe­ri­dad”. No obs­tan­te, últi­ma­men­te
se advier­te un nuevo evan­ge­lis­mo polí­ti­co inte­gris­ta (Semán, 2019). En cuan­to al cato­li­cis­mo, man­tie­ne un fuer­te accio­nar ins­ti­tu­cio­nal,
espe­cial­men­te a tra­vés de sus ser­vi­cios edu­ca­ti­vos y socia­les, pero expe­ri­men­ta­ría cier­to des­gas­te sim­bó­li­co y de su papel de gran media­-
dor sociopolítico.

Ahora bien, impor­tan­tes sec­to­res de la teo­lo­gía y las prác­ti­cas cató­li­cas y buena parte de las igle­sias his­tó­ri­cas pro­ve­nien­tes de la Refor­-
ma pro­tes­tan­te, en Amé­ri­ca Lati­na, ponen de mani­fies­to que la reli­gión, lejos de ser un obs­tácu­lo al desa­rro­llo, ha gene­ra­do un movi­-
mien­to en pro de la lucha por la jus­ti­cia y la causa de los pobres (Gutié­rrez, 1971; Scan­no­ne, 2005). En esta pers­pec­ti­va, la reli­gión es
enten­di­da como ali­men­ta­do­ra de espe­ran­za y de dig­ni­dad, y mueve a la eman­ci­pa­ción. Lejos de un rol ador­me­ce­dor, puede con­ver­tir­se
en un arie­te crí­ti­co con­tra el eco­no­mi­cis­mo neo­li­be­ral, el cual, pese a sus pro­me­sas, ha gene­ra­do cre­ci­mien­to, pero no desa­rro­llo equi­ta­-
ti­vo, sino exclusión.

La mayor per­cep­ción actual acer­ca de la com­ple­ji­dad y la plu­ra­li­dad de mani­fes­ta­cio­nes del fenó­meno humano ha gene­ra­do una acti­tud
menos hos­til y pre­con­ce­bi­da sobre el hecho reli­gio­so en algu­nos cam­pos de la filo­so­fía y de las cien­cias socia­les. Se obser­va una mayor
pre­dis­po­si­ción a escu­char la sabi­du­ría ances­tral de los pue­blos y de valo­rar las tra­di­cio­nes reli­gio­sas como otros modos de pene­trar en la
explo­ra­ción del mundo, de su ori­gen y de su destino.

4. La Iglesia católica, actor activo en las relaciones internacionales


La acción de la Igle­sia en el campo de las rela­cio­nes inter­na­cio­na­les ha reci­bi­do a lo largo de los tiem­pos diver­sos nom­bres: “diplo­ma­cia
papal”, “pon­ti­fi­cia”, “ecle­sial”, “vati­ca­na”, “de la Santa Sede” o “ser­vi­cio diplo­má­ti­co papal”. Según Abril y Cas­te­llo (2000), cada una de
esas deno­mi­na­cio­nes indi­ca face­tas diver­sas, pero nin­gu­na alcan­za una total pre­ci­sión en cuan­to a expre­sar cabal­men­te “la per­so­na­li­dad
jurí­di­ca inter­na­cio­nal de la Igle­sia Cató­li­ca, la Santa Sede como órgano supre­mo de gobierno de la Igle­sia, la auto­ri­dad sobe­ra­na que
diri­ge ambas, el papa, del dimi­nu­to Esta­do sobe­rano de la Ciu­dad del Vati­cano, que nace para el ser­vi­cio de la otra enti­dad jurí­di­ca que
exis­te antes que él y que inter­vie­ne en su crea­ción, la Santa Sede”. Según este autor, que fue Nun­cio en Argen­ti­na entre 2000-​2003, el
tér­mino menos ade­cua­do es el de “diplo­ma­cia vati­ca­na”, aun­que reco­no­ce que el nom­bre es de uso cómodo.

Más allá de la ter­mi­no­lo­gía, la Igle­sia cons­ti­tu­ye un “caso atí­pi­co” y des­plie­ga una diplo­ma­cia par­ti­cu­lar  que está al ser­vi­cio de una ins­ti­-
tu­ción, la Igle­sia, que no es un Esta­do, sino un ente reli­gio­so aun­que a la vez social. Tenien­do en cuen­ta esta pers­pec­ti­va, los mis­mos
papas –pro­si­gue Abril y Cas­te­lló– cum­plen un papel de excep­ción al res­pec­to con sus múl­ti­ples docu­men­tos, via­jes inter­na­cio­na­les,
encuen­tros con jefes de Esta­do, de Gobierno, minis­tros, diplo­má­ti­cos, res­pon­sa­bles de orga­nis­mos inter­na­cio­na­les, res­pon­sa­bles de
otras con­fe­sio­nes religiosas.

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Una tarea sin­gu­la­rí­si­ma que ha cum­pli­do la Santa Sede es la fun­ción de arbi­tra­je o de media­ción que, por solo refe­rir­nos a los tiem­pos
moder­nos más recien­tes, van desde la media­ción en la gue­rra franco-​prusiana del 1870, hasta una de las más pró­xi­mas sobre el canal de
Bea­gle entre Argen­ti­na y Chile en 1978-​1984. Otra tarea espe­cial es el esta­ble­ci­mien­to de con­cor­da­tos y más recien­te­men­te de acuer­dos
par­cia­les sobre pun­tos deter­mi­na­dos (marco jurí­di­co, acuer­dos sobre escue­las, vica­ria­tos cas­tren­ses, patri­mo­nio artís­ti­co, etc.). Asi­mis­-
mo, otra cues­tión que intere­sa a la Santa Sede es la acción ecu­mé­ni­ca en cuan­to fac­tor de paz inter­re­li­gio­so y social.

En cuan­to a la par­ti­ci­pa­ción en las orga­ni­za­cio­nes inter­na­cio­na­les, a la que nos refe­ri­mos al prin­ci­pio, es otra de las ins­tan­cias en la que
se invo­lu­cra inten­sa­men­te la acción diplo­má­ti­ca de la Santa Sede para pro­mo­ver los gran­des prin­ci­pios reli­gio­sos, mora­les, cul­tu­ra­les y
huma­ni­ta­rios refe­ren­tes espe­cial­men­te a la causa de la paz, de la jus­ti­cia y del desa­rro­llo inte­gral pues­to al ser­vi­cio de la dig­ni­dad de la
per­so­na huma­na. Obje­ti­vos todos ellos que requie­ren, a jui­cio de la Doc­tri­na Social de la Igle­sia, la ins­tau­ra­ción de una auto­ri­dad públi­-
ca uni­ver­sal (Mea­lla, 2014).

De todos modos, la inci­den­cia de la Santa Sede no se redu­ce a una pro­cla­ma­ción abs­trac­ta de prin­ci­pios, sino que según los casos se pro­-
nun­cia con­cre­ta­men­te, y a veces a con­tra­co­rrien­te, en can­den­tes asun­tos internacionales, como cuan­do abogó sos­te­ni­da­men­te por un
esta­tus inter­na­cio­nal para Jeru­sa­lén, reco­no­cien­do a Tai­wán como China, sos­te­nien­do el dere­cho a la vida en todas las fases del desa­rro­-
llo bio­ló­gi­co, o en algu­nos casos seña­lan­do las reser­vas mora­les que tenía res­pec­to de algu­nos pun­tos como en la Con­fe­ren­cia sobre
Pobla­ción de El Cairo en 1994, en que se ali­neó con los Esta­dos musul­ma­nes. Este últi­mo epi­so­dio levan­tó algu­nas voces crí­ti­cas que
cues­tio­na­ron el esta­tus diplo­má­ti­co de la Santa Sede. En forma simi­lar, hace años The Economist (2007) hacía una pegun­ta incisiva:

¿No se vería for­ta­le­ci­da la auto­ri­dad del Vati­cano cla­ri­fi­can­do su pro­pio esta­tus? En vez de decir que prac­ti­ca
una forma de diplo­ma­cia inter­gu­ber­na­men­tal, podría renun­ciar a su esta­tus diplo­má­ti­co espe­cial y decir lo
que real­men­te es: la mayor orga­ni­za­ción no guber­na­men­tal del mundo.

Más allá de estas con­si­de­ra­cio­nes, que se dan tam­bién al inte­rior de la comu­ni­dad ecle­sial, no cabe duda acer­ca del papel insos­la­ya­ble
que desem­pe­ña la Santa Sede a tra­vés espe­cial­men­te de la per­so­na del Sumo Pon­tí­fi­ce en el seno de la comu­ni­dad de nacio­nes. Es
memo­ra­ble la pri­me­ra visi­ta que rea­li­za­ra un pon­tí­fi­ce a la sede de las Nacio­nes Uni­das en Nueva York, efec­tua­da por Pablo VI en 1965,
y luego las de Juan Pablo II en 1979 y 1995, y de Bene­dic­to XVI en 2008. Fran­cis­co ha con­ti­nua­do esta prác­ti­ca con­cu­rrien­do a la Asam­-
blea Gene­ral en sep­tiem­bre de 2015, pocos meses des­pués de la publi­ca­ción de la encíclica Lau­da­to Si’, reafir­man­do su lla­ma­do a con­si­-
de­rar la serie­dad de las con­se­cuen­cias del cam­bio cli­má­ti­co. Lla­ma­mien­to que tam­bién reali­zó en la visi­ta a la Casa Blan­ca como ante el
Con­gre­so de Esta­dos Uni­dos –la pri­me­ra que rea­li­za un papa a ese ámbi­to par­la­men­ta­rio–, pidien­do accio­nes efi­ca­ces. De la misma

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mane­ra, exhor­tó a la Con­fe­ren­cia de París sobre el Cam­bio Climático, celebrada en octu­bre de ese año, para que logra­ra acuer­dos fun­da­-
men­ta­les y eficaces.

No corres­pon­de hacer aquí una rese­ña com­ple­ta sobre la actua­ción de Fran­cis­co, ya cum­pli­dos los siete años de pon­ti­fi­ca­do, pero sí se
impo­ne des­ta­car algu­nos aspec­tos de sus ges­tos y pala­bras que más han tras­cen­di­do con refe­ren­cia a las rela­cio­nes inter­na­cio­na­les. El
pri­me­ro más sig­ni­fi­ca­ti­vo fue su viaje a la isla ita­lia­na de Lam­pe­du­sa a pocos meses del inicio de su minis­te­rio en Roma para poner de
relie­ve la situa­ción sobre los migran­tes que pier­den su vida en el mar. Tema muy con­tro­ver­ti­do en Euro­pa en que la Igle­sia ha pedi­do
reite­ra­da­men­te solu­cio­nes a la comu­ni­dad internacional.

Tam­bién cabe men­cio­nar, sin pre­ten­der ser exhaus­ti­vos, la inter­ven­ción per­so­nal de Fran­cis­co en el acer­ca­mien­to, a pedi­do de las par­-
tes, entre Cuba y Esta­dos Uni­dos; los ser­vi­cios simi­la­res pres­ta­dos para faci­li­tar el diá­lo­go entre el pre­si­den­te salien­te y entran­te de
Colom­bia; o “el abra­zo de las tres reli­gio­nes” que pro­ta­go­ni­zó con el rabino Abraham Skor­ka y el musul­mán Omar Abboud ante el Muro
de los Lamen­tos en 2014. Cier­ta­men­te, ade­más de estos ges­tos, de fuer­te carga emo­ti­va y sim­bó­li­ca, no han fal­ta­do apor­tes refle­xi­vos,
espe­cial­men­te refe­ri­dos, por ejem­plo, a la eco­no­mía inter­na­cio­nal y al futu­ro de la edu­ca­ción. Pero, entre todos ellos, cier­ta­men­te sobre­-
sa­le la carta encí­cli­ca de Francisco Laudato Si’, sobre el cui­da­do de la causa común, donde se plan­tea la nece­si­dad de una eco­lo­gía inte­-
gral. En uno de sus párrafos, nos ofre­ce pre­ci­sa­men­te una apre­ta­da sín­te­sis de lo que con­si­de­ra puede ser el apor­te armo­nio­so de las
reli­gio­nes al con­jun­to de la comu­ni­dad humana:

No igno­ro que, en el campo de la polí­ti­ca y del pen­sa­mien­to, algu­nos recha­zan con fuer­za la idea de un Crea­-
dor, o la con­si­de­ran irre­le­van­te, hasta el punto de rele­gar al ámbi­to de lo irra­cio­nal la rique­za que las reli­gio­-
nes pue­den ofre­cer para una eco­lo­gía inte­gral y para un desa­rro­llo pleno de la huma­ni­dad. Otras veces se
supo­ne que cons­ti­tu­yen una sub­cul­tu­ra que sim­ple­men­te debe ser tole­ra­da. Sin embar­go, la cien­cia y la reli­-
gión, que apor­tan dife­ren­tes apro­xi­ma­cio­nes a la reali­dad, pue­den entrar en un diá­lo­go inten­so y pro­duc­ti­vo
para ambas (LS 62).

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1. Licen­cia­do en Filo­so­fía (USAL) y pro­fe­sor en Teo­lo­gía (UCA), con estu­dios de pos­gra­do en Desa­rro­llo y Coope­ra­ción en la Uni­ve­si­-
tat de Bar­ce­lo­na. Actual­men­te, es inves­ti­ga­dor y pro­fe­sor en la USAL, y en la Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Moreno. Últi­ma­men­te es
coedi­tor de Etica apli­ca­da, pers­pec­ti­vas desde Lati­noa­mé­ri­ca, UNIAN­DES, Bogo­tá. Inte­gra el Grupo Farrell, espa­cio mul­ti­dis­ci­pli­-
na­rio dedi­ca­do a la refle­xión sobre la reali­dad polí­ti­ca, social, cul­tu­ral y eco­nó­mi­ca de Argen­ti­na y Lati­noa­mé­ri­ca desde la pers­pec­-
ti­va social cris­tia­na. Impul­sa el pro­gra­ma Edu­ca­ción, Ética y Desa­rro­llo, que puede con­sul­tar­se en https://​bit.​ly/​2RU1u0t. Correo
elec­tró­ni­co: eloy.mealla@usal.edu.ar.↵

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Título de la
Contrapuntos para comprender las relaciones internacionales en el siglo XXI
publicación
Autor Mariana Colotta, Julio Lascano y Vedia (compiladores)
Fecha mayo 7, 2020
ISBN del libro
9789877232509
impreso
política exterior, diplomacia, relaciones internacionales, teorías internacionales, ciencia política, sociología,
Keywords/Tags
actualidad
DOI 10.55778/ts877232509
Copyright 2020 / Editorial Teseo
Imagen de tapa "Lo que quedó del derrumbe", de Adrián De Andrea (2019)

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