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Vinculación comunitaria en las bibliotecas públicas

Serie Bibliotecas vivas – Cartilla número 5

Capítulo 1 - ¿Cómo entender la comunidad y lo comunitario hoy?


Autor: Alfonso Torres

La comunidad: palabra que nos desafía


En la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, así como en cada una de las
bibliotecas que hacen parte de esta red, es común referirnos a la comunidad de
diferentes maneras en relación con los procesos y servicios que se desarrollan:

“Una biblioteca como servicio debe centrarse en las necesidades de la


comunidad” (2008, 6).
“La labor más importante de una biblioteca pública que forma lectores, es
salir de su sede al encuentro de la comunidad para vincularla” (2008, 8).
“La comunidad en la que está insertada la biblioteca es su razón de ser”
(2008, 27).
“Todas las comunidades del territorio nacional tienen derecho a los
servicios bibliotecarios, y con ellos, a la lectura, la información y
conocimiento” Ley de bibliotecas públicas 1379 de 2010 (Artículo 6, numeral
1).

También es común escuchar de las personas que trabajan en las bibliotecas


afirmaciones como: “el próximo sábado tendremos una reunión con la
comunidad” o “esta comunidad participa poco en nuestra biblioteca”.

De una u otra manera, en estas y otras alusiones pareciera que el sentido y razón
de ser de las bibliotecas es la comunidad, o que, por lo menos, es el destinatario y
sujeto principal del hacer y del propósito de las bibliotecas públicas. Pero, cuando
decimos “comunidad”, ¿a cuál comunidad nos referimos? ¿Cómo entender la
comunidad desde nuestra misión y nuestras acciones desde las bibliotecas?

Esta reflexión es necesaria porque con la palabra comunidad sucede algo curioso
y es que parece tan evidente y natural que, con solo nombrarla, evocamos a una
población que comparte un territorio (barrio, vereda, aldea o cualquier otro),
comúnmente con carencias, y que comparte rasgos comunes (necesidades,
intereses, propósitos). Para muchas personas, en efecto, la palabra comunidad
remite a algo positivo. Así, por ejemplo, lo afirma el sociólogo Bauman (2003: 7),
para quien la palabra “comunidad” transmite una sensación agradable, un
sentimiento acogedor; a la comunidad siempre se le verá como buena, cálida y
acogedora; dentro de ella no hay extraños, somos conocidos, y podemos contar
de antemano, con una buena voluntad mutua.

Esa imagen unitaria y armoniosa de comunidad invisibiliza las diferencias y


conflictos propios de todo colectivo social y muchas veces sirve para justificar la
aplicación de proyectos de “intervención” sobre dichas “comunidades de iguales”,
por parte de instituciones estatales, organizaciones políticas, eclesiales, sociales y
culturales, que definen, desde fuera, dichas comunidades objeto de sus acciones.

Esta representación generalizada de comunidad también dificulta reconocer otros


colectivos humanos que, sin compartir un mismo espacio, pueden establecer
vínculos estrechos, construir sentidos compartidos y actuar en común, sin que
importen las diferencias entre sus integrantes. Por ejemplo, mujeres jóvenes que
viven en diferentes barrios de una ciudad y que conforman colectivos culturales.

Estas limitaciones de la imagen naturalizada, obvia, de comunidad, han llevado a


que algunos pensadores sean escépticos o críticos del valor que pueda tener este
concepto para analizar dinámicas comunitarias en el presente. Tales miradas que
sospechan de la comunidad como un concepto útil, también están atrapadas por la
misma imagen simplificadora de quienes la celebran, al identificarla sólo con
formas de vida o interacción social propios de grupos tradicionales (indígenas,
campesinos) y que tendería a perder su vigencia en el mundo de la ciudad.

Entonces, reconocidas estas ambigüedades, ¿tendríamos que dejar de usar la


palabra “comunidad” en nuestros programas y discursos, en nuestras bibliotecas?
Consideramos que no, más aún cuando el referente “comunidad” está cada vez
más presente en la narrativa de diversos colectivos, grupos humanos y procesos
asociativos (indígenas, afros, urbanos, juveniles y de otras poblaciones) que se
autodefinen como “comunidades” y que se relacionan con las bibliotecas como
tales; además, algunos de estos nombran a sus prácticas como “comunitarias”,
pues encuentran ahí la posibilidad de diferenciarse de otros modos de acción con
los que no se identifican, sea porque los consideran paternalistas, clientelistas o
impositivos.

En nuestro país, el caso más evidente de esto es el de los pueblos indígenas


organizados, los cuales asumen lo comunitario como un modo de vida que
instaura sus raíces en el pasado remoto y tienen una bandera en defensa de sus
tradiciones culturales y de sus formas comunales de propiedad y poder. Estos
modos de vida comunitaria han pervivido gracias a la permanencia y recuperación
de territorios colectivos, de prácticas productivas como la minga y unas
autoridades propias como los cabildos; pero también han sobrevivido porque sus
cosmovisiones, sus fiestas y ritualidades afirman los sentidos y valores de la
comunidad.

En el campo y en las ciudades también es frecuente encontrar vínculos y prácticas


comunitarias. En zonas de colonización y en las etapas iniciales de los barrios
populares, proliferan acciones de ayuda mutua y de colaboración solidaria. Por
ejemplo, cuando las familias van a construir la plancha de sus casas, los demás
vecinos colaboran con trabajo, bajo el lema de hoy por ti, mañana por mí. En
tiempos recientes surgen asociaciones y acciones colectivas que rescatan el
sentido comunitario de sus prácticas; es el caso de las comunidades eclesiales, de
las cooperativas y de los colectivos juveniles. En momentos de movilización social
surgen vínculos y motivos que afirman lo comunitario; en Bogotá, por ejemplo, un
grupo de personas transgénero ha conformado la Red comunitaria trans, desde la
cual realizan acciones afirmativas de su identidad y de construcción de proyectos
económicos, culturales y educativos, en muchas ocasiones junto con otros
colectivos ambientalistas, juveniles o artísticos.

También emergen vínculos y acciones comunitarias en situaciones límite como


catástrofes naturales, y en momentos de encuentro personal entre diferentes
individuos y en diversas circunstancias. En el primer caso, después de un
terremoto, como el de Armenia en 1999 o de las inundaciones producidas por el
fenómeno de “El Niño” en muchas zonas del país, surgieron de manera
espontánea formas de solidaridad y ayuda mutua entre la gente. En cuanto a los
vínculos y sentidos de comunidad que surgen en situaciones y prácticas como
“parchar”1 en una esquina, participar de un concierto o pertenecer a barras de
hinchas de un equipo de fútbol (el barrismo social), se trata de verdaderas
“comunidades emocionales” que generan fuertes sentidos de pertenencia y la
alegría de estar juntos.

Esta expansión de motivos, acciones y visiones comunitarias nos lleva a la


necesidad de construir una conceptualización de comunidad y de lo comunitario
más integradora que nos permita analizar y comprender estos procesos, vínculos
y sentidos comunitarios actuales, y también encausar y dotar de sentido procesos
y proyectos que se asumen como comunitarios, tales como la educación
comunitaria, la comunicación comunitaria, el trabajo comunitario y las bibliotecas
públicas y comunitarias.

1
Entre algunos jóvenes de Bogotá, “parchar” significa estar en compañía, disfrutar entre amigos, hacer algo
en conjunto.
Más aún cuando dichas prácticas buscan contrarrestar la expansión de valores y
relaciones sociales “anti comunitarios” como el individualismo, la competencia y
acumulación desenfrenadas, la instrumentalización de los vínculos
interpersonales, la indiferencia y apatía generalizadas y la desarticulación del
tejido social por efecto de la violencia y el empobrecimiento. Frente a estas
dinámicas disociadoras de los sentidos y vínculos comunitarios, “explotan por
doquier las referencias y vocabularios comunitarios y diferentes expresiones de
acción colectiva impulsadas en nombre de la comunidad” (De Marinis, 2010: 248).

La comunidad como tema del pensamiento social


Esta emergencia y proliferación actual de anhelos y propuestas comunitarias
desde diferentes lugares sociales, también ha convocado a pensadores e
investigadores de diversas ciencias sociales y humanas. A partir de una revisión
de esta literatura sociológica, antropológica, política y filosófica sobre los
conceptos de comunidad y lo comunitario (Torres, 2013), presentamos algunos de
los aportes más significativos en esta cartilla, para tener una mirada sobre la
complejidad que revisten estas expresiones y el modo como han sido entendidas
desde diferentes teorías y pensadores. A partir de este balance, y comprendiendo
las diferentes maneras de comprender lo comunitario y la comunidad a través del
tiempo y en distintos contextos, propondremos una perspectiva que consideramos
resulta pertinente para las bibliotecas y su trabajo.

En primer lugar, debemos irnos hasta la antigüedad griega, a fines del siglo XIX,
época en la cual dentro del mundo intelectual la categoría comunidad -entendida
como koinonía-, fue sinónimo de “sociedad” y fue objeto de múltiples reflexiones y
debates por parte de los filósofos modernos que la asumieron como “comunidad
política”; en este sentido, se hablaba de la sociedad romana o la comunidad
colombiana (Espósito, 2003).

En segundo lugar, mucho tiempo después, el redescubrimiento de la comunidad


como concepto está relacionado con el nacimiento de la sociología como nueva
ciencia social. Es desde 1987 con la publicación del libro “Comunidad y
asociación”, escrito por el alemán Ferdinand Tönnies, que se diferencia el sentido
de las dos palabras comunidad y sociedad. Para este autor, la categoría
comunidad se circunscribe a un tipo de vínculos, valores y modos de acción de
una fuerte intensidad subjetiva y compromiso; estos vínculos fuertes contrastan
con el carácter abstracto e impersonal de esa totalidad social que empieza a
llamarse sociedad.
A partir de esta distinción, la comunidad se convierte en uno de los conceptos
constitutivos de la sociología (Nisbet, 1996), al que se ven obligados a referirse
otros grandes sociólogos de la primera mitad del siglo XX como Max Weber y
Émilie Durkheim; así, por ejemplo, el primero va a agregar a la definición de
comunidad su capacidad de generar sentidos de pertenencia entre sus integrantes
y, por su parte, Durkheim asociará al concepto con los vínculos de solidaridad
mecánicos.

También, durante la primera mitad del siglo XX, los sociólogos de la Escuela de
Chicago tomaron la noción de comunidad para referirla a áreas de la ciudad que
constituían mundos sociales y culturales diferenciados. Para ellos, esa palabra
resumía el pequeño y encerrado mundo de los barrios de los migrantes irlandeses,
chinos, italianos y de los negros provenientes del sur de Estados Unidos.

Algunos autores como Alberoni (1988) y Turner (1988) retoman el concepto de


communitas (referente a la etimología latina) para dar cuenta de un momento
presente en los momentos fundantes de todo proceso social, en que prevalece la
energía creativa y la efervescencia social. Así, Alberoni identifica comunidad con
“estado naciente” y lo encuentra en experiencias de descubrimiento y revelación,
en la emergencia de alternativas a lo cotidiano; dicho estado naciente trae
aparejados la reestructuración del poder y del riesgo; es decir, la inestabilidad de
lo nuevo. Para dicho pensador, el estado naciente es un proceso a través del cual
un colectivo explora las fronteras de lo posible, en el intento de gestar nuevas
solidaridades y experiencias.

También a finales del siglo XX, ante la emergencia de vínculos, prácticas, formas
de sociabilidad y vida en común, autodefinidos como comunitarios, algunos
sociólogos incorporarán la comunidad como temática relevante de su producción.
Mientras que Touraine (1997) y Bauman (2003), ven en las reactivaciones
actuales de valores y modos de vida comunitarios retrocesos idílicos o falsos
escapes frente a las consecuencias irreversibles de la modernidad, otros autores
como Lash (2001) y Maffesoli (2000) reconocen en estas experiencias
comunitarias la emergencia de nuevos modos de vida en común que desafían las
interpretaciones de la institucionalidad moderna.

El interés por el tema también se dio por parte de los filósofos políticos, en torno al
debate entre liberales y comunitaristas. Su discusión fue sobre la relación entre
moral y política en sociedades en las que conviven grupos humanos con diversas
tradiciones, modos de vida y cosmovisiones. Aunque ninguna de estas dos
posiciones es monolítica, cada una comparte unas ideas básicas. Por un lado, los
liberales defienden la imagen de un individuo libre, igual, racional, ajeno a las
condiciones históricas, a partir de la cual se construye un orden social que permite
la convivencia de múltiples proyectos de buen vivir presentes en sociedades
complejas. Y, por otro lado, los comunitaristas plantean que en sociedades
plurales coexisten múltiples visiones de lo bueno y de lo justo, y por tanto es
imposible una concepción universal de justicia; si la comunidad es la que define la
identidad de los sujetos, sus proyectos de buen vivir y sus reglas de vida pública,
esta debe ser la fuente para las ideas morales y los proyectos políticos.

Por otro lado, otros filósofos políticos interrogan la comunidad desde posturas
filosóficas originales. Autores como Jean Luc Nancy (2001) reconocen que la
“comunidad” posibilita pensar de nuevo y de otro modo las preguntas por el “ser-
en-común” y por el estar juntos, tomando distancia de las concepciones que
identifican la comunidad solo con lo común y revalorándola desde la diferencia, la
alteridad, la singularidad, los compromisos y la reciprocidad.

Por su parte, el italiano Roberto Espósito rescata el significado etimológico latino


de communitas (una deuda compartida), para afirmar que la comunidad no se
sostiene en la existencia de rasgos sino en el deber compartido de servirse unos a
otros, a modo de un compromiso mutuo; es la llamada “ética del don” que
reconoció Mauss (2009) entre los pueblos primitivos, basada en el principio de
reciprocidad, la donación mutua.

Todas las reflexiones anteriores provienen de académicos europeos y


norteamericanos, que viven en sociedades “modernas” o “desarrolladas”. Pero
también desde América latina, en particular desde algunos movimientos indígenas,
se ha venido elaborando un pensamiento propio sobre lo comunitario desde la
categoría de “comunalidad”. En el estado de Oaxaca, México, algunas personas
intelectuales indígenas argumentan que la persistencia y potencia como pueblos
indígenas está en lo que denominan comunalidad. Esta es entendida como un
entramado de sentidos y relaciones profundo, propio de los pueblos indígenas,
basado en la reciprocidad, en el trabajo en común y el conjunto de prácticas y
costumbres que sostienen sus comunidades; a la vez, dada la ausencia o falta de
comunidad en las sociedades contemporáneas, la comunalidad como sistema
cultural también puede ser la base para la construcción de un proyecto
civilizatorio alternativo al de la modernidad capitalista (basado en el individualismo,
la competencia y el ánimo de lucro) (Díaz, 2004; Martínez, 2007; Rendón, 2005).

Hacia una renovada conceptualización de comunidad


Presentada esta síntesis de algunas de las reflexiones en torno a la comunidad
por parte del mundo académico, podemos preguntarnos, ¿qué podemos retomar
de estas ideas sobre comunidad para reconocer, pensar y activar la comunidad en
nuestro país y continente? ¿Puede también esta emergencia de valores, vínculos
y modos de vida comunitarios interpelar y aportar al campo de reflexión en torno a
la comunidad? Y, finalmente, ¿es posible desde este diálogo elaborar una
conceptualización de comunidad como horizonte de sentido para reconocer y
potenciar sentidos, vínculos y procesos comunitarios desde proyectos de diferente
índole como el de las bibliotecas públicas?

En primer lugar, todas las comprensiones de lo comunitario nos ratifican que


cualquiera que sea su noción, la comunidad no es una entidad natural, evidente y
dada de una vez para siempre, sino que aparece como sentido, vínculo,
experiencia y práctica siempre en construcción e interacción con sus contextos y
otras dinámicas sociales. Por tanto, su conceptualización es un desafío que exige
una reflexión y producción permanentes.

La comunidad la podemos entender, a la vez como un entramado de vínculos


sociales basados en sentidos, valores, sentimientos y prácticas de reciprocidad,
de compromiso mutuo, de solidaridad y de lealtad que sostiene y orienta, ya sea
una vida en común estable (como entre algunas comunidades indígenas), un
proceso asociativo con cierta continuidad (como una cooperativa o sociedad
mutuaria) o una experiencia transitoria de estar y actuar juntos (un grupo juvenil o
cultural). Existe comunidad cuando se vive una experiencia subjetiva de
pertenencia a una colectividad mayor, formando parte de un tejido de relaciones
de ayuda mutua en la que se puede confiar.

Es el caso de las “comunidades de vecindad”, donde la experiencia compartida


dentro de un mismo suelo, generalmente local, favorece una mayor densidad
subjetiva de las relaciones, propiciando actitudes y acciones de cooperación,
ayuda mutua y solidaridad. En las relaciones de vecindad, por ejemplo, se
comparte con mayor intensidad la experiencia cotidiana, tanto en asuntos ligados
a la sobrevivencia (conseguir el pan de cada día), a la sociabilidad (hacerse
compadres) o a la diversión (jugar diariamente en la calle). Ello no significa que en
todo espacio local “surjan” automáticamente comunidades o se les pueda
equiparar como tales; todos conocemos muchos casos de habitantes de un mismo
barrio, vereda o conjunto habitacional que, pese a convivir en un espacio común,
no han logrado construir o se han roto los vínculos comunitarios y casi no
desarrollan acciones comunitarias.
Lo que hace que podamos llamar a un colectivo humano comunidad es la
presencia de un sentido inmanente, de un vínculo espiritual que lleva a un
sentimiento compartido de un “nosotros” que preexiste, subsiste y predomina
sobre sus integrantes. Así, la comunidad es un sentido común desde el que se
sabe “que los participantes pertenecen a la comunidad y no que la comunidad
pertenece a los participantes” (Fernández, 2000: 149).

Por otro lado, también podemos afirmar que este ethos convival2 que da sentido y
cohesión comunitaria casi siempre busca “territorializarse”, en el sentido de
construir o asentarse en “lugares” permanentes o transitorios, como es el caso del
hogar para las comunidades de sangre, los altares y los sitios sagrados para las
comunidades religiosas, y los espacios de encuentro, celebración y movilización
de las comunidades emocionales e intencionales: tanto los fans de un ídolo
artístico, los hinchas de un equipo deportivo, como los participantes de un
movimiento social, van estableciendo lugares emblemáticos como un bar, parque
o una plaza pública.

De este modo, una comunidad puede entenderse como convivencia plural de


sujetos singulares que se está permanentemente produciendo a partir de la
creación y recreación de una intersubjetividad fuerte que mantiene vivo el
sentimiento que los une; es decir, ser comunidad implica la existencia de intensos
vínculos, sentimientos recíprocos e interacciones entre las personas que las
conforman. Más que sustentada o proyectada en una identidad cultural (étnica o
no), la comunidad requiere estar generando permanentemente identificaciones
entre sus partícipes. Podemos afirmar, así, que toda comunidad no está dada
como un hecho, sino que es inaugural: requiere renovarse permanentemente a
través de acciones, narrativas y gestos que garanticen su permanente nacimiento.

Para profundizar
Algunas experiencias comunitarias intencionales buscan acercarse y solidarizarse
con grupos sociales “desheredados” por la modernización, cuyos derechos
reclaman y cuya condición buscan transformar. Al mismo tiempo, buscan
convertirlos y convertirse ellos mismos en fuerzas sociales con capacidad de
incidencia en las políticas públicas, en la orientación de la sociedad en su
conjunto; podríamos afirmar, entonces, que los movimientos sociales son
“comunidades de comunidades” que luchan en torno a unos objetivos comunes y
con capacidad de transformar las estructuras sociales.”

2
Concepto incorporado por Michel Maffesoli (1990) para referirse al ambiente o atmósfera intersubjetiva
cálida e intensa que se genera, y a su vez sostiene, en las experiencias comunitarias.
La anterior idea fue tomada y puede profundizarse en: Torres Carrillo, Alfonso
(2020). Comunidad en movimiento. Persistencias, renascencias y emergencias
comunitarias en América Latina. Bogotá, Editorial Desde Abajo.

Lo comunitario como sentido de interacciones


A partir de esta conceptualización sobre la comunidad, cae bien valorar qué
implicaciones traen frente al frecuente adjetivo “comunitario”; este es usado
ampliamente para calificar programas, proyectos y acciones, ya sean sociales,
culturales o educativas. Entonces, nombrar como comunitaria una intervención o
una interacción con una determinada población, implica hacer explícitos los
sentidos que la orientan y la diferencian de otras de carácter paternalista,
asistencialista o clientelista.

En primer lugar, queda claro que un proyecto no es comunitario solo porque


trabaja con unas comunidades imaginadas como dadas, sino principalmente
porque está en busca de generar sentidos, vínculos y prácticas que construyen
comunidad. Algunas propuestas de “promoción comunitaria” y “trabajo
comunitario” asumen que los colectivos con quienes trabajan ya son comunidades,
atribuyéndoles de antemano una voluntad, una conciencia, comunes, que solo hay
que organizar y movilizar en función de las finalidades de cambio que promueven.
Por ejemplo, muchos programas y proyectos fracasan al suponer como
comunidades unitarias y armónicas a poblaciones que no lo son, se “chocan” con
los conflictos y diferencias que las atraviesan.

Frente a estas concepciones tradicionales de lo comunitario, proponemos una


perspectiva que reivindique el reconocimiento de su potencial instituyente y
emancipador. Esto quiere decir, por un lado, que reconozca el sentido político y
ético de lo comunitario como solidaridad, compromiso y corresponsabilidad entre
sujetos singulares, por el otro, que posibilite reconocer lo que ya hay de
comunidad en una población y que, a partir de dicho reconocimiento, impulse
acciones que promuevan sentidos, vínculos y prácticas comunitarias.

Así, lo comunitario es un proceso permanente de reconocimiento, creación y


fortalecimiento del tejido social y de potenciación de la capacidad de actuación
autónoma de colectivos sociales que se producen a sí mismos como comunidad
desde diferentes factores y referencias (territoriales, culturales, generacionales).

Para reconocer
En Cumaral, departamento del Meta, después de meses de que el personal
bibliotecario intentara solucionar y hacer comunicables los problemas de
insalubridad y de infraestructura que tenía la Biblioteca Pública Álvaro Garzón
Torres, habitantes del municipio se unieron para manifestarle a la administración
municipal y la coordinación departamental de bibliotecas públicas la urgencia de
sacar ese espacio adelante. Las acciones de mejora se emprendieron, gracias a la
gestión que día a día la bibliotecaria Nelly Castellanos llevó a cabo en conjunto
con la comunidad cumaraleña, la cual participó activamente en la campaña
mancomunada de limpieza y descarte. Gracias a estas acciones colectivas la
biblioteca sigue estando viva en el corazón de todos los cumaraleños.

En esta perspectiva, las comunidades no se supondrían como dadas de una vez


por todas, sino que se acepta que se producen porque están en permanente
gestación y formación, a partir del impulso de un conjunto de acciones que
generen, alimenten y defiendan vínculos, valores y subjetividades comunitarios,
tales como:

- El reconocimiento de las presencias comunitarias preexistentes en la


población con la cual se va a interactuar.
- La producción de narrativas y símbolos identitarios. Las comunidades se
forman y sostienen en la palabra compartida, en imágenes y referentes de
reconocimiento del nosotros; que nada se quede sin nombrar, sin contar,
sin recordar.
- Los encuentros conmemorativos, los rituales y celebrativos. Hacerse
comunidad exige la realización de acciones recurrentes en las que se
expresen y afirmen esos sentidos comunitarios.
- El fomento de redes y prácticas vinculantes. Es en la construcción de
relaciones amorosas, de amistad y de reciprocidad, así como la realización
permanente de acciones colaborativas y solidarias, lo que genera y
mantiene la vida comunitaria.
- La reflexión conjunta sobre lo que significa ser y estar en común y también
el análisis de los factores y actores que atentan contra los vínculos y
valores colectivos. Así, podremos pasar de comunidades de vida y
experiencias comunitarias, a comunidades reflexivas que también se
conforman desde la reflexión y afirmación de los sentidos, valores e ideales
comunitarios.

En fin, es “comunitaria” una política, estrategia o acción política, social, cultural


o educativa que promueve vínculos, subjetividades y valores comunitarios;
procesos de creación y fortalecimiento permanente del tejido social y de
potenciación de la capacidad de agencia de sujetos personales y colectivos
sociales.

Para apropiar
En la biblioteca habilite un espacio para identificar posibles comunidades o grupos
con vínculos comunitarios con los que trabaja actualmente o con los que aún no
trabaja, pero puede llegar a trabajar. El propósito es generar un ejercicio de
reconocimiento de diferentes modos de vida, vínculos o experiencias de
comunidad en el territorio donde está la biblioteca y definir posibles maneras de
trabajar con ellos. Para realizar este ejercicio, es recomendable que se reúna todo
el personal bibliotecario y que, en la medida de lo posible, pueda convocar al
Grupo de Amigos de la Biblioteca y a los Lectores Voluntarios (si cuenta con esos
actores). En grupo, responda en un cuaderno cada uno de los siguientes puntos:
- Identificación: ¿qué vínculos comunitarios ya existentes conocen en el
municipio?
- Descripción: ¿qué rasgos les caracterizan?
- Focalización del vínculo: ¿en qué factor se sostiene (territorial, intereses
compartidos, identificación emocional, etc.)?
- Proyección de la biblioteca: ¿cómo podría vincular a este grupo más (o por
primera vez) a la biblioteca?

Capítulo 2: Relación comunidad y biblioteca pública


Autora: Mayra Sánchez

Una vez presentadas estas reflexiones sobre la comunidad y lo comunitario y sus


implicaciones para la labor bibliotecaria, podemos preguntarnos en concreto,
¿cuáles relaciones establecemos desde las bibliotecas con esas diversas
expresiones de comunidad?, ¿cómo esas diversas formas de comunidad se
vinculan con nuestras bibliotecas?

Una biblioteca está viva, entre muchas otras cosas, gracias a las personas que la
hacen parte de sus prácticas cotidianas y gracias a las redes comunitarias que teje
en el territorio donde está. Si bien es necesario que las bibliotecas públicas estén
ampliamente dotadas, cuenten con un personal calificado, una infraestructura que
permita prestar sus servicios apropiadamente, y con unas políticas públicas a nivel
local y nacional que respalden y garanticen su buen funcionamiento, también es
importante, y todo lo anterior cobra sentido, cuando la biblioteca teje relaciones y
nexos con las personas que se vinculan con ella, la acogen, participan y se
apropian de ese espacio.

El personal bibliotecario puede ser parte de esa red comunitaria, siendo el


portavoz de esa suerte de entramado, y su rol cobra sentido cuando se hace
consciente que, desde los servicios que fomenta la biblioteca , desde la cultura, el
conocimiento, la información, los saberes y memorias locales, las prácticas de
lectura, escritura y oralidad, se pueden generar acciones cotidianas y
posibilitadoras de reunión, de encuentro, de diálogo, de construcción tanto
colectiva como individual de las personas que la frecuentan. Estas posibilidades
contribuyen a fortalecer y posibilitar la vinculación con el territorio y las personas,
generando ejercicios de identidad, de construcción de sujetos históricos, de
incidencia en la transmisión cultural igual de importantes y necesarios como en
otras prácticas pedagógicas. Con ello, espacios de encuentro, como las
bibliotecas, deben posibilitar prácticas diversas de trabajo colectivo y la creación
de un vínculo auténtico, un tejido que se sostiene por motivaciones y lazos
emocionales que fortalece el tejido social, los espacios de intercambio y
construcción colaborativa del conocimiento.

Los vínculos comunitarios que se pueden generar y potenciar desde las


bibliotecas pueden romper las inercias, propiciar cambios o replantear las rutas
que potencien a la biblioteca en el corazón de los territorios donde habitan.
Concebimos la biblioteca como un organismo social, adaptativo y como un espacio
público inclusivo que se configura de acuerdo a la dimensión vital de quienes
concurren a él, así como de quienes aún no lo hacen pero que son, de igual
manera, usuarios potenciales. Los vínculos comunitarios que se pueden generar y
potenciar desde las bibliotecas pueden romper las inercias, propiciar cambios o
replantear las rutas que potencien a la biblioteca en el corazón de los territorios
donde habitan. Esto nos permite no perder de vista que en el entramado de
acciones y sentidos que conforman los servicios bibliotecarios deben confluir las
necesidades, intereses, contextos y prácticas culturales y sociales de las personas
del territorio del que hace parte la biblioteca.

De todo lo anterior se desprende la idea de que la biblioteca refleje, haga parte y a


su vez configure y dinamice las dinámicas comunitarias. No se trata solo de que la
biblioteca se adecúe y refleje las realidades de sus comunidades, sino que
también ésta genere nuevos vínculos comunitarios, movilice transformaciones,
afecte las dinámicas y la cotidianidad de las personas, en una relación dialógica,
en doble vía. En este sentido, al momento de diseñar nuevos servicios y rediseñar
los ya existentes de la biblioteca, el personal bibliotecario necesita conocer su
territorio, y de ahí identificar y fortalecer los vínculos comunitarios que promuevan
los intereses y propósitos comunes, el trabajo colaborativo y la incidencia en la
creación de dinámicas y procesos que se enriquezcan desde esa posibilidad de
construir vínculos colectivos. A partir de eso, valorar e indagar sobre los gustos,
intereses, necesidades, iniciativas y apuestas de sus comunidades, sin perder de
vista un reto importante: poner en equilibrio estas lecturas del territorio con las
búsquedas, objetivos y servicios que propone la biblioteca, que se enriquezca a
partir de las preferencias de los usuarios, ofreciéndoles diversos materiales,
espacios y temas a los que no tengan un acceso cotidiano.

De ahí que cuestionemos la idea de la biblioteca como un escenario en donde se


tejen relaciones previsibles y predecibles entre usuarios y servicios. Por el
contrario, se asume la biblioteca como un dispositivo complejo que se determina y
es capaz de identificar las prácticas culturales y sociales del territorio, a la vez que
configura el entorno social donde se inscribe. Esto, a su vez, genera aportes
decisivos para la transformación de realidades individuales y sociales. La
biblioteca pública, entonces, pasa a ser parte activa y sensible del territorio, un
agente de cambio, un proyecto político.

Para avanzar en esta relación entre biblioteca y comunidad, podemos asumirla


desde los niveles de identidad social y sentido comunitario que se entretejen
con ella. Detengámonos un momento para que entendamos estos conceptos que
acabamos de mencionar.

Cuando hablamos de identidad social, nos referimos al conocimiento e


identificación que tienen las personas de su vinculación a grupos específicos.
Todos los seres humanos, si no la mayoría, somos seres sociales, tenemos un
sentido gregario, un deseo y necesidad de estar junto a otras personas,
compartiendo afinidades, motivaciones, apuestas diversas; la identidad social
precisamente se expresa en el hecho de pertenecer, de sentirnos parte de un
grupo social, que influye en cierta medida en nuestra conducta, nuestras maneras
de pensar y actuar. Desde nuestra biblioteca preguntémonos: ¿las personas que
hacen parte del territorio donde está la biblioteca, se identifican con ella?, ¿tienen
un sentido de pertenencia con ella?, ¿de qué manera se manifiesta?, ¿nuestra
biblioteca se identifica con el territorio y los vínculos comunitarios que allí existen?
Y en caso de que no, ¿cómo las personas logarían sentirse motivadas,
identificadas y vinculadas con ella?

El sentido comunitario, por su parte, hace alusión a lo expuesto en el primer


capítulo, es sentimiento compartido entre varias personas en relación con una
comunidad, gira en torno a la interacción social entre los miembros de un
colectivo, y se fortalece con la percepción de arraigo al territorio, a las tradiciones,
a las prácticas identitarias y simbólicas, a unas apuestas, modos de vida
específicos y una sensación general de mutualidad e interdependencia. Ser parte
de una comunidad implica reconocerse en relación con los demás, reconocer que
se desempeña un rol y que hay una reciprocidad con las demás personas del
grupo. Desde nuestra biblioteca preguntémonos: ¿de qué manera las personas
participan en la biblioteca?, ¿van en su mayoría por consultas individuales?, ¿van
grupos de personas?, ¿existen acciones colectivas en y desde la biblioteca?, ¿de
qué manera la biblioteca participa dentro de otras iniciativas comunitarias o de
otros procesos colectivos del lugar en el que habita?

Así, pues, podemos hacer palpables los niveles de identidad social y sentido
comunitario en las dinámicas cotidianas de las que da cuenta el personal
bibliotecario sobre su biblioteca y las diversas maneras como las personas
interactúan, se relacionan, se vinculan y participan dentro de ella. Desde la
cotidianidad de nuestras bibliotecas podemos ir identificando qué actividades
tienen acogida y cuáles no, la afluencia de usuarios en ciertos momentos del día o
de la semana, los niveles de préstamo externo y las estrategias de divulgación de
colecciones y de difusión de servicios que son mejor recibidos, los libros que las
personas leen, según sus temáticas y necesidades, las personas que destinan de
su tiempo para apoyar acciones de la biblioteca, y las que encuentran en ese lugar
un espacio para generar colectivos sociales, compartir ideas, crear proyectos,
construir iniciativas grupales, entre otros.

Para profundizar:
El autor Isidro Maya (2004) nos indica que hay cuatro componentes para que
podamos comprender de una manera más profunda esta idea del sentido
comunitario:

a) pertenencia: cuando tenemos consciencia de que pertenecemos a una


comunidad e invertimos parte de nuestro tiempo en compartir con las demás
personas que hacen parte de ella.
b) influencia: cuando reconocemos y nos damos cuenta del poder que cada una
de las personas ejercen sobre el colectivo.
c) integración y satisfacción de las necesidades de cada uno de sus integrantes:
cuando hay relaciones de reciprocidad, de solidaridad y de apoyo mutuo.
c) una conexión emocional compartida: cuando generamos lazos de afectividad
con las otras personas que hacen parte de esa comunidad a la cual pertenezco.
Tomado de: Maya, Isidro (2009). Sentido de comunidad y potenciación
comunitaria. Miríada Vol. 2 # 3. Buenos Aires, Universidad del Salvador.

Vinculación comunitaria
El sentido de comunidad favorece también la identificación de las personas con el
espacio donde se desarrollan, influenciando diferentes conductas de participación
conscientes para resolver diversos problemas. Esto despierta un sentido de
pertenencia que potencia formas de interacción más colaborativas. Disponer de
materiales, espacios y prácticas culturales, promover el acceso a la información,
al conocimiento, lograr la participación de las personas y que éstas se apropien
de la biblioteca debe ser una de las apuestas principales de esta institución social.

Participar, entre muchas cosas, significa hacer parte de un espacio de encuentro,


significa en un primer momento escuchar a los otros, y si se quiere,
posteriormente, compartir, intercambiar, intervenir, opinar, expresar y proponer,
necesidades, saberes, ideas, preocupaciones, decisiones y emociones
relacionadas con nuestra propia vida y con el grupo de personas al que
pertenecemos. Podríamos decir que hay diferentes instancias de participación en
una biblioteca: están desde las instancias más básicas, un usuario esporádico que
consulta un material de la colección o que accede al servicio de información local
para indagar algo de su municipio; otras más vinculantes, como el usuario asiduo
que va a leer a la biblioteca o la familia que va con sus hijos a las actividades y
servicios que ofrecen periódicamente; hasta instancias mucho más activas,
usuarios que se juntan y desde lógicas más colaborativas comienzan a formular
proyectos desde la biblioteca, grupos sociales que se articulan con la biblioteca
para adelantar iniciativas comunitarias. Para la biblioteca todas las formas de
participación son válidas y necesarias para que ésta sea un lugar significativo para
las personas.

De lo anterior, podemos afirmar que la vinculación comunitaria puede darse a


partir de procesos diversos de participación, potenciación y apropiación, ya que
como veremos en el diagrama a continuación, instancias más básicas de
participación pueden generar con el tiempo, la motivación, y las acciones
vinculantes que promueva el personal bibliotecario, niveles de participación más
activos, desde acciones más propositivas, organizadas y colaborativas. Por eso, la
vinculación comunitaria puede asumirse como un conjunto de acciones que
buscan planear, organizar, operar y evaluar procesos que relacionen e involucren
a las personas, desde un marco de afinidades y motivaciones que logre articularse
con sus problemáticas, intereses e iniciativas específicas.
Estas acciones son trabajadas conjunta y colaborativamente con las personas
interesadas y pueden contribuir al bienestar comunitario, al desarrollo
socioeducativo, cultural y productivo local. En el caso de la biblioteca, las prácticas
culturales aparecen como un eje transversal en los procesos de crecimiento
comunitario reconociendo en los miembros de la comunidad la capacidad de
posibilitar las acciones que comparten el objetivo de mejorar sus condiciones de
vida, promover la inclusión y el desarrollo individual, grupal y comunitario (Moreno,
2013). La vinculación tiene como meta generar confianza, alianzas y articulaciones
significativas, crear puentes de comunicación sólidos y fortalecer los procesos que
se plantean las bibliotecas, a medida que cobran sentido, viabilidad y pertenencia
en las comunidades a través de las colaboraciones, los vínculos duraderos, los
procesos de transformación social y el fortalecimiento del tejido comunitario.

Para apropiar:
Premisas de la vinculación comunitaria a tener en cuenta:
La vinculación es algo continuo, cambiante e inacabado, siempre debe ser
bidireccional, poniendo en diálogo los sentires y necesidades de los miembros de
una comunidad con las apuestas de la biblioteca. Todas las acciones que salgan
de la biblioteca, desde una asesoría en una búsqueda bibliográfica, una consulta
de interés local, una hora del cuento, una actividad realizada por otra entidad en el
espacio de la biblioteca, un programa de escritura, entre otras tantas posibilidades,
son los escenarios perfectos para generar procesos de vinculación comunitaria.
Por lo tanto, les invitamos a que tengan en cuenta estas premisas en los procesos
y servicios que se desarrollan:

1. Diagnóstico: ¿Conocemos los diversos vínculos comunitarios y asociaciones


colectivas que están en el territorio donde trabajamos? ¿Conocemos algo de
su historia, sus intereses, sus problemáticas, sus formas de pasar el tiempo
libre? Conozcamos bien la cultura, las condiciones socioeconómicas, las
iniciativas comunitarias y redes existentes, la organización social y política, las
tradiciones, el territorio, si ha habido experiencias previas de vinculación a
espacios culturales similares a lo que propone la biblioteca.
2. Objetivos y metas claras: Definamos con claridad los objetivos o las metas del
esfuerzo de vinculación comunitaria y las poblaciones o comunidades que se
pretende vincular. Pensemos en temas de interés, preguntas detonantes,
motivos diversos de diálogo que permitan estimular o fortalecer este proceso
de vinculación.
3. Mapa de actores: Visitar los lugares donde se encuentran las distintas
poblaciones o grupos de personas previamente seleccionados, identificar esos
actores, personas de la comunidad, que sean usuarios asiduos, o personas
interesadas o motivadas por las prácticas y acciones que propone la biblioteca.
Invitémoslas directamente a que asistan a las actividades que se hacen.
4. Difusión de acciones: Hacer un plan de difusión de las acciones que partan
desde una conversación con las personas en espacios de encuentro, a
personas conocidas, a los docentes, líderes culturales, personas posiblemente
interesadas con la naturaleza de la actividad que se está planeando. Esto
ayuda a establecer relaciones, a generar confianza, alianzas y trabajar
articuladamente con liderazgos formales e informales y procurar que los líderes
y las organizaciones comunitarias elaboren procesos para movilizar a la
comunidad.
5. Actitud de escucha y negociación: Al invitar a las personas a las distintas
acciones de la biblioteca, recordemos siempre tener una actitud de escucha y
tener la capacidad de negociar la planeación de la actividad, procurar indagar
qué elementos se podrían tener en cuenta para llevar a cabo el espacio de la
mejor manera. Contar cuál es el objetivo, qué se quiere hacer, preguntar si
tienen algunas ideas para retroalimentar la actividad y tomar nota de ellas y de
manera conjunta llegar a acuerdos de cómo es mejor organizarla.
6. Espacios abiertos al diálogo: Recordemos que cualquier actividad que se
proponga en la biblioteca debe generar un espacio de libre opinión, de
participación, de compartir e intercambiar sentires e ideas. Por eso se debe
insistir en el carácter público y democratizante de la biblioteca, es decir que es
un espacio para todas las personas, y así mismo tenemos el derecho para
disponer, acceder e involucrarnos con todos los servicios que ofrece esta
institución.

Recordemos que las acciones de observación, diálogo, escucha y reconocimiento


nos permiten generar una oferta bibliotecaria pertinente y acorde al contexto del
territorio, permite trabajar con redes existentes y los esfuerzos de preparación
previos tienen un norte de trabajo, unas acciones más claras y definidas.
Debemos reconocer y respetar la diversidad de las personas desde un nivel
individual y colectivo, la práctica de la escucha y la negociación deben ser los
pilares en cualquier proceso de vinculación comunitaria. Así mismo la vinculación
parte de reconocer las capacidades, fortalezas y recursos con la que cuenta la
comunidad, a partir de ahí se generan los lazos de confianza y se posibilitan
espacios y canales de participación más amplios.

Niveles de vinculación comunitaria


La tabla que aparece a continuación nos muestra los distintos niveles desde
donde se pueden vincular las personas con un proceso o espacio, en este caso la
biblioteca pública. Al aumentar el nivel, hay un vínculo más cercano con las
personas, mayor confianza, comunicación y por ende mayor participación
comunitaria. Como ya lo dijimos anteriormente, todas las instancias de
participación son necesarias para que la biblioteca se fortalezca y sea significativa
en el territorio que habita, desde la asistencia y la consulta hasta acciones más
activas, organizadas y vinculantes.
Niveles de vinculación comunitaria
Aumento del nivel de participación comunitaria, impacto, confianza y flujo de la comunicación

Referencia: Tomado de un diagrama original elaborado por la International Association for Public Participation, con adaptaciones
para esta cartilla.

Detengámonos un momento en el diagrama y aterricémoslo al contexto de


nuestras bibliotecas y su relación con las comunidades. Cada columna denota una
instancia específica de participación, y cada vez que se avanza a la derecha
aumenta el nivel de ésta, ¿cómo se traduce esto en la vida social y cotidiana de la
biblioteca? Esbocemos varios ejemplos a continuación:

Acceso y disponibilidad
Para esta primera instancia de participación, nos basamos en la propuesta de la
escritora mexicana Judith Kalman (2003) para entender por disponibilidad la
presencia física, en este caso, de materiales en diversos soportes y formatos,
actividades, acciones, y la infraestructura para su circulación y distribución. Y por
acceso las posibilidades de que las personas participen en encuentros y en los
usos alrededor de la palabra escrita y oral y otras prácticas culturales. En este
primer grado de participación, la disponibilidad de materiales en todos los soportes
y formatos, espacios físicos, prácticas y el acceso a éstas, promueven una primera
instancia de acercamiento, de reconocimiento y de identificación, y potencia
futuras formas de involucramiento más activas de las personas con las bibliotecas
y sus servicios.

a. Asistir: En este nivel inicial encontramos usuarios esporádicos o no usuarios


que preguntan por alguna información de interés local, que asisten al espacio
de la biblioteca cuando hay alguna actividad externa por parte de una
organización o de la alcaldía (ejemplo: charlas dirigidas a las madres por parte
del programa de Familias en Acción, actividades del SENA a estudiantes,
reunión de la alcaldía municipal con presidentes de juntas de acción comunal,
entre otros). Personas que, sin querer o sin planearlo, terminan asistiendo o
siendo parte de algún programa o actividad que promueve la biblioteca dentro
o fuera de ésta, entre muchos otros ejemplos.

Es importante señalar que el nivel de participación en esta instancia puede ser


indirecto, pasivo, no hay una motivación identificada o apuesta definida en
relación con la biblioteca. Pero, aun así, este nivel puede potenciar instancias
de involucramiento posterior con la biblioteca. Por lo anterior, es una etapa
potente para que el personal bibliotecario pueda crear puentes informativos y
motivacionales y pensar estrategias para invitar, motivar e involucrar a estas
personas con la biblioteca y sus servicios.

b. Consultar: En este nivel se pueden identificar usuarios ocasionales que


gracias a la instancia informativa anterior vuelven a la biblioteca de forma
esporádica para acceder a uno o varios servicios. Usuarios eventuales o
temporales que acceden individualmente, es decir, no hay niveles de
interacción frecuentes con otras personas. Por ejemplo, acceden al servicio de
internet, ingresan para pedir y preguntar por algún material de las colecciones,
asisten a alguna actividad de la programación, entre otras acciones
esporádicas.

Aquí ya identificamos un nivel de motivación o interés mayor, ya que


encuentran en la biblioteca servicios que satisfacen sus búsquedas o
necesidades personales. En este nivel de participación pueden surgir posibles
niveles de confianza, comunicación y cooperación posterior. Recordemos que
los espacios de la biblioteca pueden motivar a que las personas pierdan el
miedo a hablar, a participar, a hacer parte de la biblioteca; por esto, el
personal bibliotecario puede proponer actividades sencillas que generen
vínculos con las personas desde la confianza, posibilitando un espacio grato
de diálogo horizontal.
Estrategias para fortalecer este nivel de vinculación:
Recordemos que en este nivel lo más importante es garantizar la disponibilidad y
acceso a la biblioteca, prestando todos los servicios bibliotecarios (Ley 1379 de
2020, Art. 20). Para lograrlo, tengamos en cuenta:
 Tener una biblioteca que sea agradable para los usuarios, organizada, limpia,
que invite a ser habitada. Es muy importante tener un personal bibliotecario
atento que convoque a los usuarios a participar de los diferentes espacios y
programas.
 Tener una oferta llamativa, interactiva y periódica de estrategias de divulgación
de colecciones físicas y digitales, tales como centros de interés, exposiciones
bibliográficas, recomendados, favoritos de los usuarios, nuevas adquisiciones,
reseñas, entre otras.
 Permitir que en el espacio se realicen otras actividades de diversos sectores de
la población o instituciones para que puedan conocer la biblioteca, cuidando
que las acciones tengan coherencia con los propósitos de la biblioteca y que
no interfieran o interrumpan la programación que ésta presta a los usuarios,
individuos o grupos.
 Participar en diversos espacios institucionales (públicos y privados) con un
portafolio de servicios claro para llegar a mucha más población. En dichos
espacios, dar voz a los grupos organizados y demás instituciones comunitarias
que tienen relación con la biblioteca.
 Resaltar el carácter público de la biblioteca. Esto es, hacerlo más abierto a las
necesidades e intereses de las personas.
 Realizar diagnósticos o diversos procesos de caracterización del entorno para
reconocer a los usuarios, actores y posibles aliados para el fortalecimiento de
la biblioteca y sus servicios. Tener un mapa claro y actualizado de actores del
territoriode la comunidad para sostener una relación con ellos, ofreciendo
espacios y recursos con los que cuenta la biblioteca.
 Abrir canales de comunicación para que los individuos puedan expresar sus
inquietudes, sugerencias y recomendaciones. Promover en los usuarios los
mecanismos de participación como son los PQRSD (preguntas, quejas
reclamos, sugerencias y derechos de petición), creando un plan de
sistematización para analizar sus solicitudes.
 Establecer un plan de difusión de la programación y actividades que lleva a
cabo la biblioteca a través de diversos medios. Habilitar las carteleras
informativas, voz a voz (casa a casa), las redes sociales de la biblioteca o la
alcaldía, medios de comunicación como la radio o televisión.
Participación comunitaria
Los procesos de vinculación comunitaria más sólidos requieren del
involucramiento y colaboración de las personas a los procesos o proyectos que se
adelanten por parte de la biblioteca. Una participación comunitaria significativa
abarca más que la asistencia y consulta de los usuarios y comienza a incluir
acciones más activas de colaboración y comunicación, a través de la generación
de ideas y espacios decididos de apoyo por parte de las personas en relación con
su biblioteca. Aquí se identifica un mayor sentido de comunidad en relación con la
biblioteca, como un espacio que ya hace parte de la esfera cotidiana y
comunitaria, un lugar de encuentro desde las afectividades y afinidades, un
espacio donde se puede ejercer un rol social activo y propositivo que busca o
propende por un bienestar común, y cuya recompensa es el uso del tiempo libre
para compartir, intercambiar, aprender y ser escuchado.

Aquí la participación comunitaria tiene unos objetivos colectivos más claros, como
tener mayores oportunidades para establecer alianzas y contactos, el acceso a
información y recursos que fortalezcan la biblioteca y las iniciativas de las
personas que colaboran dentro de ella, el reconocimiento personal por parte de la
comunidad como líderes sociales o comunitarios, el aprendizaje e
intercambio constante de ideas, puntos de vista y perspectivas distintas, la
motivación de tener mayor capacidad colectiva de estar ayudando a resolver los
problemas comunitarios, y la generación de canales sólidos de confianza y
comunicación promoviendo mejores relaciones entre las partes interesadas.

c. Involucrar: En este nivel encontramos usuarios asiduos, inscritos en la


biblioteca, que aparte de consultar acceden a otros servicios y programas de
la biblioteca. Tienen un nivel de confianza mayor con la biblioteca y se
involucran más con los servicios y programas que pueda ofrecer la misma.
Hay mayor nivel de interacción social con otros usuarios y se pueden
identificar fácilmente temas y afinidades en común. Se crean lazos afectivos y
vinculantes con el espacio y las personas que frecuentan la biblioteca, pueden
generar recomendaciones o compartir intereses que ayuden a la indagación o
diagnóstico que pueda hacer el personal bibliotecario para fortalecer la
biblioteca.

En este nivel ya no solo hay motivación o interés, sino una relación afectiva
con el espacio y las personas que frecuentemente asisten, por lo que en este
nivel se recomienda crear instancias de organización y colaboración que
involucren más a estas personas con la biblioteca.
d. Colaborar: Usuarios asiduos que destinan parte de su tiempo libre para
apoyar al personal bibliotecario en programas, actividades o iniciativas
específicas. Aquí se evidencian formas de organización propiciadas por la
biblioteca como los Grupos de Amigos de la Biblioteca (GAB) y Lectores
Voluntarios (LV), principalmente en las primeras etapas en que empiezan a
constituirse. Estas personas, desde roles activos y participativos, colaboran
desde distintos niveles con el personal bibliotecario (sobre estos actores
hablaremos más adelante y en mayor profundidad en el tercer capítulo).

Aquí la participación se entiende como una experiencia y aprendizaje


significativo para los sujetos que la vivencian, un proceso dialéctico de
enseñanza y aprendizaje, en el que la persona que participa aporta y recibe
intercambio y construcción de conocimientos en una constante relación
recíproca. No solo los asistentes de la comunidad que participan de los
eventos aprenden nuevos contenidos y nuevas formas de interacción; el
diálogo y el intercambio de saberes, tan usual en la biblioteca, permite ese
proceso dialéctico de aprendizaje. En cuanto a estos grupos inicialmente
conformados, GAB y LV, la construcción de acciones y la constante reflexión
les permite vivenciar experiencias de autoformación y formación de otros,
posibilitando un proceso social que los involucra en la toma de decisiones al
identificar conjuntamente un problema, necesidad, interés o intenciones
compartidas.

Estrategias para fortalecer este nivel de vinculación:


 Generar acciones que fidelicen a los usuarios a través de una programación
cultural que dé cuenta de las afinidades e intereses, e involucrar a esas
personas asiduas o con motivaciones y cercanías con la biblioteca para liderar
actividades o programas para distintos públicos.
 Socializar con estos usuarios los diferentes espacios de participación a los
cuales se pueden integrar.
 Generar procesos de apropiación e identificación a través del sistema Nacional
de información, Llave del saber, brindando un reconocimiento simbólico que
identifique al usuario como parte activa de la biblioteca, de tal manera que
estreche la relación biblioteca-usuario.
 Acercarse a los grupos conformados en las localidades y participar del
escenario cultural del municipio, para luego invitarlos a colaborar con los
procesos bibliotecarios.
 Pensar en eventos dirigidos a las comunidades que involucren a usuarios de
manera activa en la ejecución, y personas del municipio que apoyen en la
gestión de la propuesta, así se fortalece el mapa de actores anteriormente
identificado y se van creando los grupos de apoyo de la biblioteca.
 Dar línea o legitimar los grupos como los GAB y los LV, para que estos tengan
mayor nivel de incidencia, participación y, por tanto, puedan colaborar en
distintos niveles de la biblioteca. Para ello es recomendable generar acuerdos
previos con los grupos (este punto sobre cómo consolidar o formalizar estos
grupos se profundizará en el tercer capítulo).

Apropiación
En este nivel el proceso vinculatorio adquiere una instancia más autodeterminada
y autónoma. Las personas se encuentran involucradas al accionar de la biblioteca
y colaboran en su fortalecimiento, se organizan comunitariamente, influyen y
asumen vocería en la toma de decisiones, en los compromisos adquiridos y las
responsabilidades compartidas. Al organizarse comunitariamente, se confiere un
poder de actuar desde un interés común y hay espacios de participación amplia en
la ejecución estratégica, en la ejecución de la política pública y en la gestión de
proyectos y recursos. Aquí ya vemos un ejercicio de apropiación, es decir, un
proceso por medio del cual las comunidades ya conformadas interactúan con
propuestas ajenas de tipo cultural, educativo, económico, organizacional, de
consumo, entre otras, y éstas son asimiladas, negociadas, resignificadas, y desde
una recepción activa y transformadora se vuelven propias, adjudicándoles nuevos
sentidos y propósitos.

Gracias a la apropiación, la biblioteca comienza a ser comprendida como un


espacio significativo, colectivo, de encuentros, de integración y cohesión social.
Cuando se percibe el espacio público de esa manera, surge un arraigo con un
lugar que deja de ser ajeno, así, por ejemplo, un sitio público como la biblioteca
adquiere valor cuando una comunidad la convierte en parte de ella. Los grupos
organizados mediante ese proceso de involucrarse afectiva y políticamente con la
biblioteca, pueden construir prácticas apropiables a partir de la planeación y
creación conjunta de actividades, estrategias, proyectos y programas que
visibilizan y posicionan a la biblioteca.

e. Liderazgo compartido: Grupos de usuarios que, desde un vínculo emocional


compartido y desde pautas de reciprocidad y colaboración, se organizan en
grupos, generando identidades e iniciativas colectivas (los GAB, por ejemplo,
cuando sus trayectorias se encuentran más avanzadas, cuando ya tienen un
nombre y están activos en instancias estratégicas de la biblioteca; asimismo,
grupos de lectores voluntarios que han logrado procesos más activos en
relación con los niveles anteriores y, por ejemplo, ya tienen su manifiesto de la
lectura y apoyan activamente en la formulación y ejecución del servicio de
promoción de lectura, escritura y oralidad), y llegan a tener participación e
injerencia en la planeación estratégica de la biblioteca, en la toma de
decisiones administrativas, en el desarrollo de colecciones y planes de trabajo,
incluso en la gestión de proyectos y recursos. Hay apropiación de la
biblioteca por parte de una comunidad, quien efectivamente lidera y propone
desde redes de trabajo y prácticas autogestoras el fortalecimiento, a través de
la formulación de proyectos, participación en convocatorias públicas, injerencia
en la toma de decisiones de diversa índole, colaboración activa en la
formulación de políticas públicas, entre otras.

Aquí ya se identifica que, por medio del trabajo de estos grupos organizados,
se ha incrementado la integración y la participación de nuevas personas en la
biblioteca, comprendiendo el encuentro como una experiencia democratizante
que pone en un mismo nivel el intercambio de saberes y conocimientos. Como
lo hemos mencionado en varias ocasiones, los encuentros entre personas son
potentes al momento de pensar espacios de vinculación y construcción de un
somos comunitario, que fortalece desde legados históricos e identitarios hasta
el tejido afectivo y social. En este tipo de escenarios los grupos organizados
generan formas de participación potentes, que permiten establecer redes de
cercanía, de integración, de aprendizaje mutuo. En el siguiente capítulo
conoceremos más de cerca estos grupos sociales que desde la comunidad se
han organizado activamente para fortalecer las bibliotecas y qué estrategias
encontramos para su consolidación y fortalecimiento.

Para reconocer:
Desde los distintos niveles de vinculación e instancias diversas de participación,
conozcamos algunas experiencias inspiradoras desde las bibliotecas públicas del
país:

Acceso y disponibilidad
 Desde la Biblioteca Nacional de Colombia, como entidad coordinadora de la
RNBP, se promovió la articulación entre las bibliotecas públicas y el Programa
de Familias en Acción, donde se convocaba a madres líderes y se hacían
ejercicios de lectura en voz alta (lectura, conversación y reflexión), para
propiciar un acercamiento a los servicios de la biblioteca y las colecciones.
Algunas de las mujeres que participaron, se volvieron usuarias de las
bibliotecas junto con sus familias.
 En la Biblioteca Pública Municipal de Chinchiná, Caldas, hay un usuario con
discapacidad cognitiva que encontró la posibilidad de consultar una variedad
temas y materiales en diversos soportes en la biblioteca. Así mismo, gracias a
su gusto y hábito por escribir ha podido, junto con el apoyo de la bibliotecaria
Maria Aleida Trujillo, poder compartir a habitantes del municipio sus textos.
 En La Unión, Antioquia, se hizo un centro de interés con un sanitario en desuso
al que se le metieron papeles en colores con diferentes mensajes, el cual llamó
la atención de los usuarios que se motivaron a participar con sus opiniones y
textos. Una de las ideas centrales es llamar la atención sobre lo cotidiano y
cómo algunos objetos pueden enriquecerse en significados y funciones.

Participación comunitaria
 En la biblioteca de Ovejas, Sucre, la bibliotecaria Ana Milena Acosta Carrascal
socializa en las redes virtuales aquellos usuarios que son asiduos, lo que
genera reconocimiento en el municipio de la comunidad usuaria de la
biblioteca.
 En la biblioteca de Cachipay, Cundinamarca, existe un club de lectura cuyos
integrantes se han involucrado activamente con la biblioteca apoyando la
programación de lectura, escritura y oralidad. El club fue la apertura para
establecer relaciones de confianza, comunicación y colaboración con el
personal bibliotecario, que ahora trasciende el espacio de la biblioteca y se
abre a otras personas del municipio.
 En la biblioteca de Regidor, Bolívar, el bibliotecario Jorge Mojica, junto a un
usuario asiduo llamado Julio Flórez (como el poeta colombiano), y que
frecuenta la biblioteca para leer y escribir poesía, deciden organizar un evento
donde se expuso la obra del usuario y su homónimo, el poeta colombiano. A
partir de ese evento que organizaron, se consolidó un programa de memoria
viva con este usuario y escritor de 98 años.

Capítulo 3: Formas de agencia comunitaria en las bibliotecas públicas


Autora: Mayra Sánchez

Como mencionamos en el anterior capítulo, para que hayan procesos de


vinculación comunitaria más fuertes en la biblioteca se requiere de una
participación significativa que incluya acciones de colaboración por parte de las
personas y colectivos sociales a los procesos o proyectos que adelanta la
biblioteca, que permita que esta institución se convierta en un espacio que haga
parte de la esfera cotidiana y comunitaria, un lugar de encuentro desde las
afectividades y afinidades, un espacio donde se pueda ejercer un rol social activo,
de liderazgo social, que busca o propende por un bienestar común.

Como lo vimos en los niveles de vinculación, en la instancia colaborativa de


participación, y de manera más desarrollada en una instancia de liderazgo
compartido en procesos de apropiación de la biblioteca, comienzan a emerger
formas de organización propiciadas por la biblioteca y activadas por los usuarios o
personas que, desde un vínculo emocional compartido y desde pautas de
reciprocidad y colaboración, se organizan en grupos, generando identidades e
iniciativas colectivas, y llegan a tener participación e injerencia en la planeación
estratégica de la biblioteca, en la toma de decisiones administrativas, incluso en la
gestión de proyectos y recursos.

Esto contribuye a incentivar vínculos, promover subjetividades, estimular procesos


de creación y fortalecimiento permanente del tejido social y, sobre todo,
capacidades de agencia de sujetos personales y colectivos sociales unidos entre
sí en torno a diferentes factores y circunstancias. Desde el primer capítulo, hemos
llamado la atención al mencionar esas expresiones emergentes de acción
colectiva que no son agenciadas por comunidades de vida anteriormente
constituidas, sino que a través de unas apuestas en común constituyen vínculos,
valores y visiones comunitarias.

En efecto, establecer redes de apoyo y solidaridad en torno a un proyecto


comunitario se convierte en un acto de participación activa y ejercicio de la
ciudadanía. La conformación de un grupo de personas con un mismo interés, que
tejen una red de relaciones de apoyo y ayuda solidaria, un pequeño espacio en el
que, de acuerdo con las ideas de Edgardo Civallero en su texto Bibliotecas en los
bordes (2016), se encuentran los que luchan por una misma causa, los que
comparten ideas y labores, los que se cobijan, se apoyan, discuten estrategias y
se organizan. Estos vínculos comunitarios que emergen al momento de que un
grupo de personas diversas encuentran un sentido y afinidades en torno a un
horizonte común, son una manera de vínculos comunitarios emergentes, que
fortalecen las redes de solidaridad, el encuentro significativo y la recomposición
del tejido social.

Así, valiéndose de esa capacidad de agenciamiento, vista como práctica


transformadora, la biblioteca y esas comunidades emergentes, representan y
concretan posibilidades de encuentro, de participación, de construcción identitaria,
territorial y dinámicas comunitarias que desde lo cultural permiten otras formas de
acción política. La biblioteca, de esta manera, cuando pasa por dinámicas de
apropiación comunitaria y cultural, adquiere un rol de mediación entre una
comunidad, el conocimiento, las prácticas culturales y los saberes. Y como diría
Civallero (2010) en el contexto latinoamericano:

“ese rol adquiere una significación especial: la lucha contra el analfabetismo, la


desinformación sanitaria, la pérdida de identidades minoritarias, la incomprensión
intercultural, la desaparición de tradiciones y lenguas seculares, la coerción de
derechos y libertades básicas, la deserción educativa, la falta de formación profesional,
el olvido histórico, el aislamiento de las corrientes de pensamiento y acción
globales…”. Civallero, E. (2010). El rol social de las bibliotecas públicas en
Latinoamérica: Algunos conceptos y líneas de acción desde una perspectiva
progresista. En Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas de Chile. Santiago de
Chile.

Para apropiar:
Para profundizar más en el tema del agenciamiento y apropiación comunitaria
recomendamos un concepto inspirador de Julian Rappaport (1981), la
potenciación comunitaria, como una de las estrategias fundamentales de
transformación de las
comunidades. Éste se refiere al proceso intencional por parte de personas,
organizaciones y comunidades, y desde el respeto, la solidaridad, la organización
y cuidados mutuos adquieren o mejoran su calidad de vida social, y su capacidad
de control sobre sus vidas (o sobre asuntos de interés específicos) a través de la
participación, el control, el fortalecimiento de capacidades, la identidad social, la
politización y algunos otros procesos de concienciación y compromiso de los
participantes.

Los grupos que se conforman en las bibliotecas públicas


Sobre esas comunidades emergentes que surgen en la biblioteca, ¿cuáles grupos
potencian esos escenarios de participación y agenciamiento?, ¿conocemos sus
principales características?, ¿sabemos qué estrategias existen para propiciar la
creación y el fortalecimiento de estos grupos? A continuación, profundizaremos en
estos grupos y sus principales funciones.

Todos los grupos que se conforman desde la biblioteca tienen la característica de


que sus integrantes representan distintos sectores de la comunidad y están
dispuestos a trabajar de manera voluntaria con el fin de contribuir al desarrollo y
fortalecimiento de la biblioteca pública. En su mayoría, estos grupos se piensan de
manera colectiva, pues las personas que los conforman se complementan en
habilidades, exploran y desarrollan procesos de formación y aprendizaje
colaborativo, promoviendo experiencias de crecimiento comunitario, de
construcción colectiva del conocimiento, redes de solidaridad y de trabajo mutuo.
Así mismo, cuentan con unos principios y pautas de participación creadas por sus
propios integrantes, que se articulan con los reglamentos internos de cada
biblioteca, las cuales apoyan la regulación de su actividad. Conciben la biblioteca
como un espacio que continuamente se construye desde y para las comunidades
y al mismo tiempo crea nuevas comunidades de usuarios, pues sus servicios y
actividades responden a los intereses, necesidades, iniciativas y apuestas del
territorio en el que habitan y se constituyen como un espacio válido de
participación activa y desarrollo de la actividad ciudadana.

Participar como integrante de estos grupos en una biblioteca, resalta el ser político
de los individuos, en tanto contribuyen al desarrollo cultural de la comunidad a la
que hacen parte; de igual manera, hace visible ante otros actores sociales el valor
de las iniciativas que se adelantan en la biblioteca y evidencia la necesidad de
apropiarse de los espacios públicos desde acciones concretas. Esto ha generado
la necesidad de pensar estrategias e iniciativas que busquen espacios de
visibilización, de reconocimiento, de construcción de una identidad grupal pensada
desde el territorio, y de procesos formativos encaminados a la creación de
escenarios de participación más consolidados. Conozcamos un poco la definición
de estos grupos.

En las Bibliotecas Públicas


Grupos de Amigos de la Biblioteca (GAB)
Es un grupo de apoyo a la biblioteca, cuyos integrantes se vinculan de manera
voluntaria y ofrecen tiempo, trabajo y talento para la construcción del bien común
de manera individual o colectiva desde la biblioteca. Por lo general las personas
que conforman este grupo, empezaron vinculándose con la biblioteca, a través de
una consulta, pidiendo una orientación, llevando un libro a casa, asistiendo a
alguna actividad, y en esa rutina de frecuentar la biblioteca, se fueron convirtiendo
en usuarios asiduos, afianzando sus vínculos entre ellos, motivados también por
querer apoyar al personal bibliotecario, fortalecer y representar a la biblioteca.

Principales funciones:
- Aportan su saber profesional, sus conocimientos en diversas áreas, sus
habilidades y talentos, su saber sobre el territorio y las personas que lo
habitan, entre otros.
- Apoyan al bibliotecario en la búsqueda de recursos y en la presentación de
proyectos de carácter nacional e internacional que fortalezcan la biblioteca
pública.
- Gestionan alianzas y recursos que permitan mejorar la calidad y cobertura de
los servicios en la biblioteca pública.
- Promocionan el portafolio de servicios y actividades de la biblioteca.
- Construyen en conjunto con el personal bibliotecario los lineamientos y
políticas de servicio de la biblioteca.
- Entre otros.

Lectores Voluntarios
Son personas de cualquier edad, grupo social, rol, nivel educativo, entre otros, que
disponen de su tiempo para compartir con otros la experiencia de leer. El nexo que
los une como grupo es el gusto y el amor por la lectura, sus experiencias y
prácticas diversas en relación con la palabra ya sea escrita, hablada, cantada y
sus ganas de compartirlo con los demás. Apoyan al personal bibliotecario en el
desarrollo del servicio de promoción de lectura, escritura y oralidad, y procuran un
espacio de formación continua para explorar textos, metodologías y diferentes
tipos de actividades que den cuenta de los intereses y necesidades de las
personas.
Principales funciones:
- Aportan su gusto e interés, cultivado por años o recién adquirido, por los
libros, la lectura, la escritura, la oralidad, la literatura, entro otros.
- Ofrecen su voz y su tiempo al servicio de otros.
- Apoyan en la consolidación de la programación de lectura, desde la planeación
hasta su ejecución y evaluación,
- Leen en voz alta a otros potenciando escenarios poderosos de encuentro con
el otro, desde la palabra, escrita, hablada, cantada. Compartir con otras
personas diversas experiencias de lectura.
- Acompañan la apertura de espacios de formación con la comunidad para
vincular más lectores voluntarios a la biblioteca.
- Establecen encuentros en los que explorar la colección, leer y conversar hagan
parte de su proceso formativo.

Para reconocer:
En las Bibliotecas Rurales Itinerantes (BRI), con las cuales se articulan las
bibliotecas públicas, también se constituyen este tipo de grupos. En las BRI
encontramos:

Mediadores de la Biblioteca Rural Itinerante


Responsables de tender un puente entre las comunidades rurales, la biblioteca
pública y la Red Nacional de Bibliotecas Públicas. Son líderes comunitarios que
movilizan la participación en su territorio para la planeación y puesta en
funcionamiento de proyectos bibliotecarios rurales. Garantes de la apropiación y
territorialización de los procesos, garantizando su carácter colectivo y autónomo.
Conforman la base organizativa de la BRI, y así asumen responsabilidades y
despliegan acciones asumiendo roles, formando nuevos liderazgos dentro del
proceso.

Grupos de Amigos de la Biblioteca Rural Itinerante (GABRI)


Es la unión voluntaria de personas que desean ser parte activa y propositiva del
despliegue de servicios y proyectos de cada BRI en el territorio. Constituye la base
comunitaria de la BRI, a partir de él se pueden crear articulaciones con
instituciones e incluso estimular, al funcionar como un semillero, la formación de
futuros mediadores/as. Pueden sen considerados, al igual que los mediadores, el
motor de la BRI desde la planeación, ejecución y continuidad de procesos. 

Principales funciones de los mediadores y de los GABRI: 


- Aportan su voz, liderazgo, habilidades y destrezas, conocimientos y saberes en
diversos temas, de su territorio y de sus vecinos, así como su deseo de
contribuir al tejido y mejora de su vereda o corregimiento.
- Convocan a la comunidad para que sumen voluntades de manera que
participen activamente de las acciones que desarrolla la BRI desde su proyecto
bibliotecario rural y sus estrategias de itinerancia. 
- Realizan difusión mediante diferentes estrategias.
- Apoyan y participan en las reuniones o encuentros comunitarios que se citen
por medio de la BRI, generando espacios de encuentro con las personas del
territorio donde se puedan compartir ideas, crear semilleros de saberes, debatir
temas de interés, realizar reflexiones y ejercicios de evaluación y seguimiento a
las acciones desarrolladas en la BRI.  
- Son el puente de comunicación y difusión entre las comunidades que son parte
de las BRI, las Bibliotecas Públicas Municipales, Administraciones Locales y
demás entidades que operen en el territorio. 
- Promueven la articulación con instituciones, organizaciones comunitarias y la
comunidad misma.  

Estrategias para la creación o fortalecimiento de estos grupos


La conformación de estos grupos es una tarea que lidera el personal bibliotecario
como parte de su interacción con la comunidad, pero pueden involucrarse
personas del territorio que apoyen activa y decididamente a la biblioteca. Por esto,
compartimos algunas estrategias a tener en cuenta para fortalecer este proceso
de vinculación:

Caracterización:
1. Antes de la conformación de los grupos, se deben definir, de acuerdo con la
naturaleza del grupo (según lo definido en el anterior apartado):
a. Sentido del grupo.
b. Objetivos.
c. Acciones generales a desarrollar.
d. Roles y perfiles.
e. Tareas específicas a desarrollar.
f. Competencias y habilidades requeridas.
g. Horas semanales de voluntariado.
h. Duración en el tiempo.
Tomado de la Biblioteca Nacional de Colombia. (BIBLIONAL, 2015). Guía 10 del
modelo de madurez. Bogotá: bibliotecanacional.gov.co/es-co. Recuperado de
https://siise.bibliotecanacional.gov.co/UPLOADSFILES/documentos/RNBP/
mm_guias/Guia_10_Manual_GAB_V.1.1.pdf

Esto es susceptible de ser retroalimentado y repensado con las personas que se


vinculen y participen del proceso; sin embargo, es necesario que el personal
bibliotecario tenga una propuesta de esto previamente, y defina con claridad los
objetivos o las metas de los grupos que se pretenden vincular.

Identificación
1. Reconocer quiénes son los usuarios asiduos, los lectores frecuentes, las
personas que frecuentan la biblioteca, colaboradores y actores clave del
municipio. Tener un espacio de encuentro con ellos informando sobre la
iniciativa de crear estos grupos.
2. Realizar un diagnóstico que permita reconocer de qué manera han sido
apropiados por parte de los vínculos comunitarios preexistentes los liderazgos,
así mismo visibilizar esos grupos sociales conformados (dinámicas,
operatividad, impacto acciones específicas).
3. Realizar jornadas informativas y convocatorias dirigidas a las personas del
municipio para ser parte de estos grupos de apoyo.
4. Crear un banco de información con las personas interesadas en hacer parte de
algún grupo de apoyo.

Algunas piezas de difusión para convocar grupos de apoyo de la Biblioteca.

Creación de los grupos


5. Convocar a las personas interesadas a un espacio en la biblioteca para hacer
oficial la conformación de los grupos. Es importante que en ese espacio las
personas se sientan acogidas, reconocidas, motivadas e identificadas con la
biblioteca y lo que se propone.
6. Exponer los objetivos, el sentido, los roles y apuestas de querer conformar
estos grupos. Y después de esa parte informativa, invitar a los asistentes a que
aporten, retroalimenten y enriquezcan la propuesta base.
7. Tener en cuenta la creación de una identidad y distintivos de grupo, que
ratifique los aspectos simbólicos y de reconocimiento de la colectividad. Esto
ayuda a reforzar aspectos identitarios y de sentido comunitario con el grupo.
Algunos elementos a tener en cuenta pueden ser:
 Nombre del grupo.
 Lema.
 Logo.
 Misionalidad.
 Objetivos.
 Distintivos como cachuchas, camisetas, chalecos, etc.
 Manifiesto del grupo donde se sienten las premisas y apuestas del
colectivo.
8. Firmar entre todos un acuerdo de creación de grupo en donde se deje por
escrito los compromisos, apuestas que tendrán tanto el personal bibliotecario
como los miembros del grupo.
9. Crear un cronograma de reuniones tanto para espacios de (auto) formación
como para apoyo a la programación y portafolio de la biblioteca.

Distintos distintivos identitarios y acciones colectivas que refuerzan el sentido de pertenencia que tienen los
grupos de apoyo con la biblioteca.

Continuidad:
10.

Formalizar al interior de las bibliotecas espacios de


encuentros y/o laboratorios con los grupos de usuarios
conformados, que de esta manera nos permitan continuar con la articulación y
organización de propuestas de acciones para el fortalecimiento de los servicios
bibliotecarios.
11. Crear semilleros con más miembros de las comunidades, interesados en
trabajar colectivamente y que garanticen la continuidad de los grupos
conformados a partir de la circulación de saberes, el relevo generacional y los
liderazgos compartidos.
12. Posibilitar, formular y desarrollar proyectos-ideas desde la biblioteca como
espacio, donde los colectivos, grupos e individuos adquieren conocimiento y
herramientas para poner en marcha proyectos autónomos que no sólo
impactan positivamente en los servicios bibliotecarios, sino que logran el efecto
de invitar o involucrar a nuevas personas en los procesos.
13. Trabajo integrado de colectivos, procesos y acciones, proponer rutas puntuales
desde la biblioteca, tales como articular GAB y GABRI en objetivos comunes y
en paralelo dar apertura y viabilidad a las propuestas que vienen de los
colectivos.
14. Orientar e invitar a crear procesos que se sostengan en el tiempo y sobrevivan
al constante cambio del personal bibliotecario, creando, potenciando e
invitando a la diversidad de los colectivos ciudadanos. Generando apropiación
de la biblioteca y exigiendo su funcionamiento de cara a las administraciones
locales.
15. Es necesario que desde la biblioteca haya siempre un reconocimiento de las
comunidades participantes, esto fortalece los lazos de afectividad y
reciprocidad, y posibilita la autonomía en la gestión de recursos, el desarrollo
de proyectos, la visibilización del trabajo bibliotecario y la cocreación.
16. Generar redes regionales de estos grupos, a través de intercambios,
encuentros, trabajo conjunto. Estas acciones fortalecen una incipiente red de
grupos voluntarios y afianza su sentido de pertenencia con la Red Nacional de
Bibliotecas Públicas y su biblioteca, a través de un reconocimiento colectivo de
ellos mismos como actores estratégicos.

Acciones que fortalecen y consolidan los grupos de apoyo, generando continuidad, reconocimientos y procesos
de autogestión.

Experiencias significativas:

Convergentes (Medellín, Antioquia):


La comunidad de práctica Convergentes de la Biblioteca Pública Piloto filial La
Loma, nace aproximadamente en el año 2007 como Hiperbarrio (una estrategia
para el uso y apropiación de herramientas digitales) y evolucionó en el 2010 como
una estrategia para acercar a los jóvenes del barrio que asistían frecuentemente a
la biblioteca, así como un mecanismo para evitar la captación de los mismos por
parte de los diferentes actores del conflicto armado de la ciudad. A través de
diversos semilleros de exploración de herramientas digitales, tales como la
producción audiovisual multimedial, el mapeo del territorio, el periodismo
ciudadano, la construcción de la historia local, los jóvenes encontraron un
escenario de motivación y aprendizaje que pudieron además replicar con otros
gracias a una microfinanciación de Rising Voices (referencia). Esto permitió el
desarrollo del proyecto, posibilitando el reconocimiento de los personajes
significativos en la comunidad y garantizando una continuidad del proceso durante
casi diez años, abriendo la posibilidad de que los jóvenes encuentren en la
biblioteca un espacio para ser, soñar y crear desde sus intereses personales y
colectivos.

El GAB de La Hormiga, y su proyecto Katharsis (Valle del Guamuez, Putumayo)


Desde agosto de 2004, el GAB nace como una iniciativa que, junto a la
bibliotecaria Gloria Nupán, buscaba construir propuestas distintas a las que se
daban en el territorio, propuestas que les permitiera llegar a las poblaciones a
través de la lectura. Es así como sus miembros pensaron en la idea de construir
una revista literaria como un proyecto de resistencia frente a lo que acontecía en
el territorio. Así nació Katharsis, un proceso local, un espacio editorial y literario
cuyas letras liberan, descargan, desahogan frente a la violencia política y social
del territorio y al mismo tiempo siembran y construyen memoria e identidad en el
Valle del Guamuez.

Ejercicio de voluntades en doble vía (Malambo, Atlántico)


La Biblioteca Pública Pedro Dionisio Narváez Miranda de Malambo, Atlántico,
tiene en Jonny González un bibliotecario que plantea el servicio bibliotecario de la
mano de los usuarios más cercanos. El Grupo de Amigos de la Biblioteca respalda
y fortalece los procesos que se llevan a cabo y han sido particularmente
relevantes en el proceso de articulación con la biblioteca rural itinerante del
corregimiento La Aguada. Son los miembros del GAB quienes de manera
autónoma planean y realizan talleres de promoción de lectura y narración oral con
la comunidad rural y el grupo de mediadoras. El bibliotecario se encarga de las
gestiones logísticas y sirve como apoyo para la realización de estos encuentros.
Este planteamiento logra una articulación interesante y es estratégicamente viable,
genera un impacto muy positivo en todos los participantes ya que es un ejercicio
de voluntades redondo: contar con un grupo de usuarios que se entusiasme por el
trabajo comunitario y que encuentre maneras para aportar en el fortalecimiento de
su biblioteca pública participando activamente del servicio de extensión
bibliotecaria. Resulta una experiencia admirable de liderazgos comunitarios.

Semilla Roja y los liderazgos femeninos (Mistrató, Risaralda)


Semilla Roja es un grupo de mujeres, conformadas como GAB, como lectoras
voluntarias y como club de lectura femenino, que nace en la biblioteca pública del
municipio de Mistrató en el departamento de Risaralda. Lo integran mujeres
urbanas y rurales, pero ante todo cafeteras, hijas del río y de la montaña. Ellas no
solo se reúnen a compartir textos literarios, también encuentran en la biblioteca un
espacio de participación activa, un espacio de encuentro y de reconocimiento
entre mujeres, un espacio de contención emocional y de resistencia, de creación,
de generación de ideas. De ahí han surgido iniciativas de escritura creativa y
creación de contenidos locales, y también un espacio informativo sobre temas que
le atañen e interesan a ellas. Han encontrado en la biblioteca una plataforma para
llevar a cabo iniciativas propias, desarrollo de proyectos y acciones colectivas.

Grupo Los Mapires (Mapiripán, Meta)


La Biblioteca Pública Municipal de Mapiripán, Meta, en cabeza de su bibliotecaria
Dora Luz Campos y personas del pueblo de distintas edades y roles que se han
acogido a ese espacio a través de “Los Mapires”, el grupo de Lectores Voluntarios,
ha tejido una apuesta por propiciar un vínculo con la comunidad, desde una oferta
de servicios y programas que dan cuenta de las necesidades del pueblo. En
particular, los espacios de encuentros para planeación y formación entre ellos, la
creación conjunta de comunidades lectoras, a través de programas a diversos
públicos, ha generado un amplio margen de participación y, sobre todo, de
encuentro, una práctica que estaba totalmente deshecha a causa de la ola violenta
que el pueblo padeció. La biblioteca y sus espacios de lectura compartida, lectura
del mundo, lectura de textos, de relatos de vida, de memorias locales, ha
potenciado el lugar como un referente de encuentro, de reconstrucción de tejido
social.

Encuentro de lectores voluntarios:


En el año 2018 se desarrolló el Primer Encuentro de Lectores Voluntarios de la
región del Ariari, en el Meta, en el que participaron de manera activa las
administraciones municipales, las bibliotecas públicas y familiares de los 35
lectores voluntarios provenientes de los municipios de Mesetas, Uribe y San Juan
de Arama.
También se realizó en Sopó, Cundinamarca, el I Encuentro Interdepartamental de
Lectores Voluntarios de las Bibliotecas Públicas, en donde asistieron lectores
voluntarios de 5 municipios de los departamentos de Cundinamarca y Boyacá.
Para llevar a cabo el encuentro, las administraciones municipales designaron
recursos humanos y logísticos, posibilitando acciones que trascienden las redes
locales. En ese espacio, se realizó un conversatorio sobre la figura de lector
voluntario y se compartieron experiencias vividas en este voluntariado.

A manera de cierre
Como hemos visto a lo largo de esta cartilla, lLa biblioteca pública posibilita
condiciones de participación y acceso al conocimiento, la información y la cultura
mediante servicios, estrategias y actividades, que cobran significado para las
personas cuando se posibilita el encuentro, se crean redes de confianza, apoyo y
compadrazgo, y se renuevan y resignifican los vínculos con el territorio. Ese
encuentro favorece también la circulación y generación de saberes, reflexiones
que fortalecen e inciden en la construcción de vínculos comunitarios más fuertes y
estables, contribuyendo a procesos de empoderamiento y organización social.

Cuando las personas se apropian de la biblioteca, la vinculación está más


comprometida al accionar de la biblioteca y su fortalecimiento, ésta se configura
en un organismo sistémico y en un agente de cambio, que comienza a ser
comprendida como un espacio significativo, colectivo, de encuentros, de
integración y cohesión social, que posibilita la consolidación de grupos de apoyo a
la biblioteca. Estos grupos no pueden consolidarse sin el vínculo emocional y
afectivo que subraya la importancia del encuentro y la conformación de redes de
apoyo para la consecución de proyectos o el desarrollo de acciones conjuntas.

Esperamos que esta publicación siga apoyando y aportando estrategias para


propiciar la creación y el fortalecimiento de estos grupos, y se convierta en un
insumo valioso para robustecer propuestas y, en algunos escenarios, los procesos
formativos del personal bibliotecario y personas que desean seguir en su apuesta
de fortalecer las Bibliotecas Públicas.

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