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Desarrollo Social y Afectivo
Desarrollo Social y Afectivo
En la niñez temprana el desarrollo socioafectivo juega un papel muy importante. Porque es en esta
etapa en donde el niño o niña se relaciona en primera instancia con su familia y el ambiente que le
rodea, extendiendo así posteriormente con sus compañeros y compañeras de escuela y otros niños
y niñas que vivan en la vecindad. Para Delgado (2002), el niño o niña “se convierte en imitador de los
adultos y de los niños y niñas con quienes convive” (p. 60). En esta etapa el niño o niña está
iniciando sus propias relaciones sociales y aprendiendo normas de conducta que rige la sociedad o
ambiente en donde se desenvuelve. En este proceso el niño o niña tiene necesidad de seguridad y
afecto para poder expresar su emoción con confianza. Durante este proceso el niño o niña va
evolucionando en cuanto a la conducta, y de esta forma va adquiriendo nuevas experiencias y este
cambio lo hace durante todo el ciclo de vida dependiendo la edad. Por lo tanto, el desarrollo
socioafectivo se va adquiriendo según experiencias de vida.
Según Delgado (2002), el desarrollo social y afectivo del niño “parte del conocimiento de sí mismo, el
cual se adquiere poco a poco. Según algunos expertos e investigadores, es a partir de los ocho años
de edad cuando los aspectos social y psicológico revisten la importancia para el conocimiento de sí
mismo o del yo”. (p. 36).
Observe cómo ocurre la secuencia del desarrollo en sus dimensiones social y afectiva, las cuales
son fundamentales para el ser humano y su relación con el mundo que le rodea.
Para Grossmann (2010), “el apego es el vínculo emocional entre el niño y el progenitor” (p. 2). Para
comprender correctamente es necesario aclarar que, en caso de la ausencia de papá o mamá,
siempre hay un adulto en compañía del niño o niña, entonces no va a importar quién esté a cargo de
él y la relación sea deseable para establecer este vínculo de apego o confianza, es importante
reconocer el impacto de este en el desarrollo de los niños y niñas. Esta relación de confianza o
vínculo es fundamental para el desarrollo social del niño y niña, porque se relaciona con la
adaptación social y emocional en la vida futura del niño.
En los primeros años, las relaciones de apego son las relaciones predominantes y más influyentes
en la vida de un niño, ya que “sientan las bases emocionales y cognitivas de experiencias sociales y
no sociales, para el desarrollo del lenguaje, para adquirir un sentido respecto a uno mismo y los
demás en situaciones sociales, y para que él acepte y adquiera su cultura” (Sola, 2012, p. 2).
Esta relación de confianza o apego asegura que el niño conozca y aprenda primero de su cultura o la
de su familia a través de la lengua materna. Las relaciones de confianza o apego influyen durante
toda la vida.
Las muestras de cariño y afecto son clave para el desarrollo social de todo ser humano. Los niños y
las niñas necesitan recibir afecto y establecer contacto especialmente con su núcleo familiar y tener
el afecto y calidez emocional.
Durante este tiempo para la niña y el niño son muy importantes sus padres y hermanos, o quienes
convivan con él en el núcleo familiar, a quienes ve como modelos a imitar. Su integración al entorno
familiar es de agrado para él, pero esto no impide que se relacionen con otras personas que estén a
su alrededor.
Por tal motivo, el papel de los padres y el estilo de crianza tiene influencia fundamental en el
comportamiento social del niño o la niña, pues la combinación de costumbres y hábitos de crianza de
los padres, la sensibilidad hacia las necesidades de su hijo o hija, la aceptación de su individualidad,
el afecto que se expresa y los mecanismos de control son la base para regular el comportamiento de
esto. (Montessori, 1982, pp. 225-228).
Cada uno de los estilos educativos tiene unas características diferentes y el impacto en el
comportamiento del niño, y posterior adulto, es también distinto.
Estilo autoritario
Este estilo se caracteriza por un control parental estricto. Los padres ponen las reglas y esperan que
los hijos las sigan sin rechistar. La comunicación con los hijos es unidireccional y se ejerce sobre
ellos un poder y una disciplina severos, utilizando la amenaza o el castigo si el niño no cumple las
reglas.
Los hijos criados por padres autoritarios aprenden a cumplir sus expectativas, por lo que tienden a
seguir las reglas y a obedecer la mayor parte del tiempo. No están acostumbrados a que se les
tenga en cuenta o a tomar decisiones por sí mismos.
Suelen tener pocas habilidades sociales y no manejan bien la frustración, por lo que pueden llegar a
ser agresivos. Son más susceptibles de tener una baja autoestima y sufrir de ansiedad o depresión.
Estilo permisivo
En el extremo contrario al anterior, se encuentran los padres permisivos, que se caracterizan por ser
muy tolerantes con la educación de sus hijos. Son cariñosos y comunicativos, pero establecen muy
pocos límites de comportamiento y suelen ceder a las exigencias de sus vástagos.
Debido a la ausencia de límites, los hijos de padres permisivos tienden a ser más impulsivos e
inmaduros. Tienen más posibilidades de implicarse en conductas problemáticas y de presentar un
peor rendimiento escolar.
Por otro lado, suelen tener buenas habilidades sociales y gran capacidad para el diálogo, ya que
están acostumbrados a comunicarse y a que se les tenga en cuenta en la toma de decisiones.
Estilo democrático
Este es el estilo de crianza considerado ideal por Baumrind.
Este tipo de padres ejercen un control firme sobre sus hijos y tienen expectativas altas sobre
comportamiento, pero, al mismo tiempo, son cariñosos y tienen en cuenta el punto de vista del niño.
Saben establecer límites con las exigencias de sus hijos utilizando el razonamiento y el refuerzo
positivo, no el castigo.
Los hijos de padres democráticos aprenden que hacer las cosas bien les lleva a recibir una atención
positiva. Tienden a tener un buen rendimiento académico, alta autoestima, confianza en sí mismos,
son responsables y están muy orientados a conseguir sus objetivos.
Estilo negligente
Los padres negligentes no se implican en la crianza de sus hijos; cubren sus necesidades físicas,
pero son muy distantes y no les sirven como modelo. No le prestan a sus hijos la atención que
necesitan y son poco afectuosos.
Este tipo de paternidad causa mucho daño emocional a los niños y tiene un impacto negativo en
todos los ámbitos de su desarrollo. Los hijos de padres negligentes tienen muy baja autoestima
porque la falta de atención les hace sentir poco importantes. También tienen pocas habilidades
sociales y suelen tener malos resultados en el colegio.
En la sociedad es importante saber entender y comprender las emociones propias y la de los demás
y de esta manera conseguir una vida social más plena y feliz. Esto permite tener estrategias
diferentes para dar solución a problemas de la vida cotidiana y en el campo laboral. A este proceso
bien llevado los psicólogos le llaman Inteligencia Emocional.
Tanto niños como adultos expresan sus emociones a través del llanto y la sonrisa. A medida que el
ser humano va creciendo, va sintiendo o aprendiendo nuevas emociones como: enojo, miedo,
tristeza, alegría, culpa, entre otros. Estas emociones pueden ser innatas, sin embargo, el adulto que
convive con el niño o niña se encarga de reprimirlas por cuestiones de tipo social o tabúes. Si este
desarrollo emocional no se da en las mejores condiciones, el niño o niña aprende a reprimirse y a no
manifestar lo que emocionalmente está sintiendo. Y en el peor de los casos pasan años reprimiendo
ese sentimiento, el cual causa daño.
“Las emociones se caracterizan por ser cortas, (si fueran largas serían sentimientos), estas no son ni
buenas ni malas, porque gracias a ellas los humanos y los animales han sobrevivido, son de carácter
subjetivo” (Goleman, 1996, p. 240).
Estas forman parte de la personalidad y afirma que tienen funciones en la vida del ser humano.
Además, hay otras no menos importantes como:
Sorpresa
Culpa
Gozo
Satisfacción (Goleman, 1999, p. 240).
Izard, citado por Rodolph plantea un proceso para la aparición de ciertas emociones. (2000, p. 140).
En esta gráfica se puede observar que la capacidad de sentir emociones inicia desde el nacimiento,
pero como a esa edad aún no se ha desarrollado el lenguaje, los bebes se manifiestan a través de
llanto o cualquier otro movimiento corporal para darse a entender.
El temperamento
El ser humano está en constante evolución, desde que nace y nunca termina de perfeccionarse. La
personalidad y el temperamento están en constante transformación, y estos dos aspectos permiten
la individualidad de cada persona, es decir que cada ser humano es único e irrepetible, gracias a la
herencia, el temperamento y el mundo que lo rodea.
Referencias bibliográficas:
Delgado, B (2002). Desarrollo Social y Emocional. La Segunda Infancia. (1), p. 35-36
Sola, B. (2012). La importancia del papá y mamá en el desarrollo del niño. Crónica (1). p. 3.
Goleman, D. (1996). Inteligencia Emocional. España. Kairos.
Goleman, D. (1999). La práctica de la inteligencia emocional. España. Kairos.
Morrison, G. (2005). Educación Infantil. España. Pearson.
E-grafías:
Grossmann, K. (2010). Impacto del apego a la madre y al padre durante los primeros años en el
desarrollo psicosocal de los niños. Enciclopedia sobre el desarrollo de la Primera Infancia. (12) 12-
17. Recuperado de: http://www.enciclopedia-infantes.com/ apego/segun-los-expertos/impacto-del-
apego-la-madre-yal-padre-durante-los-primeros-anos-en-e