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Fundación y Expansión de Roma
Fundación y Expansión de Roma
La época del primer asentamiento humano en Roma se remonta, sin duda, más allá de
753 antes de Cristo, quizás antes del año 1000. Es evidente que el desarrollo de la ciudad
no puede explicarse sólo por la energía de su población, sino que contribuyeron también
circunstancias geográficas y económicas. Roma era una de tantas ciudades pequeñas que
antaño llenaron la Campania. La mayor parte ha desaparecido, pero Roma existe todavía y
sigue siendo una urbe de importancia mundial. Se elevó muy por encima de las demás
ciudades gracias, en parte, a su posición favorable en el Tíber, la arteria del Lacio. Roma
debe significar “ciudad junto al río”, cuya desembocadura permitió el asentamiento de un
puerto muy frecuentado, el único de Italia central en aquella época. Las colinas de piedra
volcánica en donde Roma surgió, constituían el primer lugar que ofrecía excelentes
posibilidades defensivas. Además, las colinas proporcionaban residencia más sana que el
resto de la zona, pantanosa y de fiebres endémicas.
Desde remotos tiempos, el Tíber formaba una frontera natural entre el Lacio y sus
vecinos del norte. Roma aún poseía otra innegable ventaja sobre las demás ciudades del
Lacio: disponía de sal. Durante mucho tiempo, de las marismas sitas junto a la
desembocadura del Tíber, se acarreaban grandes cantidades de sal hasta los pueblos
montañeses del nordeste. La ruta comercial que originó este tráfico se llamó Vía Salaria
(camino de la sal), y aún sigue llamándose así.
Roma era, pues, el lugar del Lacio que mejor se prestaba al establecimiento de una
ciudad fortificada y comercial. Levantada al principio sobre una colina, se fue extendiendo
después hasta ocupar siete, por lo que se denominó "la ciudad de las siete colinas". En la
Roma de nuestros días no se aprecian estas colinas, debido a las devastaciones sufridas por
la ciudad en la Antigüedad y en el Medioevo. Destrucción total, sólo ha sufrido una: la del
año 387 antes de Cristo (invasión de los galos); pero en la época del emperador Nerón, por
ejemplo, buena parte de la urbe fue destruida por un incendio. Después de tales
cataclismos, se levantaban nuevos barrios sobre las ruinas anteriores, lo que explica que el
suelo entre colina y colina sea, en algunos lugares, unos pocos metros más elevado que el
primitivo.
En el Lacio, el país de los latinos, había varias ciudades y una de las más antiguas era
Alba-Longa, fundada por el troyano Julus, llegado al Lacio con su padre Eneas, después de
diversas aventuras. Reinaba allí, en el siglo VIII antes de Cristo, un rey llamado Numitor,
hombre apacible y bueno; su hermano menor Amulio, cruel y ambicioso, expulsó a aquel
rey del trono y mandó asesinar al hijo de Numitor y consagrar a su hija al servicio de la
diosa Vesta, protectora de la familia y del hogar, para impedir que Numitor pudiera tener
herederos. Las vestales se ocupaban de mantener el fuego sagrado que ardía en el altar de
la diosa y estaban obligadas a la más rigurosa castidad. Pero Marte, dios de la guerra, se
enamoró de la encantadora princesa y de su unión nacieron dos gemelos, Rómulo y Remo.
Asustado el cruel Amulio, ordenó que arrojaran a los dos gemelos al Tíber, pero el
servidor del rey, más piadoso que su señor, depositó a los niños en una cesta y los confió a
las aguas del río. La cesta se detuvo en una orilla y el dios Marte se apiadó de sus hijos y
mandó a uno de los animales que le estaban consagrados que prestara auxilio a los niños:
una loba sedienta vino a beber a la orilla del río y los alimentó con su leche.
Un pastor que descubrió a los dos niños, los llevo a su casa y cuidó de ellos. Los
pequeños crecieron en un ambiente sano junto a los hijos de los pastores y se fortalecieron
luchando con las fieras y los bandidos. Un día, Numitor los encontró y por las preguntas
que hizo al pastor acerca de ellos intuyó que se trataba de sus nietos. Numitor les reveló
todo el daño causado, por Amulio; entonces, Rómulo y Remo reunieron una tropa de
pastores que se apoderaron del usurpador, le dieron muerte y luego devolvieron el trono a
su abuelo. Ellos se instalaron en una colina, cerca del lugar donde fueron alimentados por
la loba y la rodearon con un muro de piedra. Así cuenta la leyenda los comienzos de la
ciudad de Roma.
Rómulo fue el primer rey de la ciudad, pero Remo, envidioso, quiso demostrarle su
superioridad insultándole en público y saltando por el muro que su hermano había
construido. Rómulo se encolerizó tanto, que se abalanzó sobre su hermano y lo mató,
exclamando "¡Esto le ocurrirá a quien atraviese los muros!". El tema del niño encontrado y
salvado milagrosamente aparece ya en la leyenda babilónica de Sargón I, en la persa de
Ciro y en la griega de Edipo. En el primer relato, el niño es dejado cerca de la orilla; en los
dos últimos, los pequeños son salvados por un pastor, y ambos motivos aparecen en la
leyenda romana.
Para que la ciudad creciera con más rapidez, Rómulo dio asilo a los fugitivos de todos
los poblados y aldeas cercanas, ello motivó que acudieran a establecerse en Roma muchos
desterrados y aventureros.
A causa de ello, los pueblos vecinos no quisieron mantener contacto con una
población de tan dudosa fama. Entonces, a Rómulo se le ocurrió organizar una fiesta
religiosa seguida de grandes concursos deportivos. Con este pretexto, los habitantes de
otras ciudades que dudaban visitar la nueva urbe, decidieron hacerlo, pese a la detestable
Los sabinos, pueblo originario de los Apeninos, acudieron en tropel. Durante las
competiciones, y a una señal de Rómulo, los romanos se abalanzaron sobre los
espectadores y raptaron a las muchachas sabinas.
Cuando los invitados regresaron a sus hogares y se recobraron un tanto,
reemprendieron el viaje a Roma para castigar a Rómulo y a sus insolentes súbditos. El
combate fue terrible. Pero las sabinas, desmelenadas y desgarrados los vestidos, mediaron
en la refriega para separar a los combatientes. El hecho no tenía remedio: ya eran esposas
de los romanos, ¿para qué, pues, luchar? Por eso suplicaban a los sabinos: "¡No matéis a
nuestros maridos!"; y a los romanos: "¡No matéis a nuestros padres y hermanos!" Esta
inesperada intervención ocasionó una reconciliación general: los antagonistas no sólo
pactaron la paz, sino también un tratado de alianza. Romanos y sabinos formarían un solo
pueblo y ambos se establecerían en una de las colinas de Roma. Así, al menos, lo cuenta la
leyenda.
LA MONARQUÍA ROMANA.
En principio el gobierno de Roma se organizó como una monarquía, cuyos primeros reyes
romanos fueron latinos y sabinos pero los últimos fueron etruscos, pueblo que había
sometido el Lacio.
En total fueron siete hombres los que reinaron en Roma organizados cronológicamente de la
siguiente manera:
RÓMULO:
Primer Rey y fundador de la ciudad de Roma. Fue el iniciador del período histórico
denominado Monarquía Romana. Por poco tiempo, compartió gobierno con el rey sabino
Tito Tacio para consolidar la paz en la ciudad. Llegó a gobernar 38 años en los que
extendió magníficamente el poderío de Roma por toda la región del Lacio y sus
alrededores.
Luego del rapto de las Sabinas y la guerra, ambos pueblos propusieron organizar un
banquete de reconciliación en el cual se gestó el cogobierno entre Rómulo y Tito Tacio, rey
de los sabinos, que no duró demasiado, ya que por la muerte de este último se disolvió ese
gobierno conjunto.
Con la muerte de Tacio, Rómulo, quedó solo al frente de las decisiones de gobierno.
Seleccionó 100 hombres nobles de Roma para conformar el senado, que actuó como
un órgano consultivo del rey; se los denominó Padres y a sus descendientes Patricios. Por
otro lado, instauró la institución de los augures (religión romana) y dividió a la población
en tribus: los romanos, los sabinos y el resto de los habitantes.
Cada tribu tuvo derecho a elegir 10 curias y conformar una comunidad de varones, a
la que agregaron 100 caballeros y 10 infantes cada una, que finalmente terminó por
configurar a la primera legión romana.
NUMA POMPILIO:
El sucesor de Rómulo fue Numa el Ceremonioso, elegido rey gracias a la simpatía
que despertó en sus compatriotas, su sabiduría y amor a la justicia. Se le atribuye la
reglamentación de las ceremonias y costumbres religiosas de los romanos. Confió la
dirección del culto a sacerdotes colegiados. Otra función religiosa de importancia capital
era la adivinación mediante el examen del hígado y vísceras de animales sacrificados o la
interpretación de la voluntad de los dioses por el vuelo de las aves llevada a cabo por los
augures.
Numa edificó un templo a Jano, el bifaz dios de los cambios, santuario que sólo se
abría cuando había guerra. Durante todo el largo reinado de Numa, nunca fue preciso abrir
las puertas del templo; pero después sólo se cerraron una vez en toda la historia de Roma
hasta el emperador Augusto.
TULIO HOSTILIO:
El tercer rey de Roma fue Tulio Hostilio. Al contrario de su predecesor, fue un líder
guerrero y ambicioso. Tulio acometió ataques contra diversos pueblos vecinos de Roma
destruyendo y conquistando nuevos territorios como Alba Longa y Veyes. Pero no sólo
destruyó, también construyó. Entre sus obras se hayan algunas muy importantes como la Curia
Hostilia, edificio donde el senado se reuniría durante muchos siglos .
ANCO MARCIO:
Los dos estilos de estos reyes se juntarían en la figura de su sucesor, Anco Marcio. El
mandato del cuarto rey de Roma supuso un gran desarrollo para la ciudad. Anco, pese a no
tener ideología de conquistador, se vio muy pronto envuelto en una guerra contra los
latinos, que atacaron Roma. No sólo logró la victoria, sino que sometió a toda la región del
Lacio. A las gentes derrotadas las instaló en Roma, en la colina del Aventino. Sin embargo,
éstos no tendrían derechos como el resto ni representación en el senado. Anco Marcio
creaba así la plebe.
Durante este período de la monarquía, Roma no sólo se agrandó con la guerra sino
también con construcciones y acciones políticas. Además de unir el Aventino a su
territorio, expandió la ciudad hasta el mar con la fundación de Ostia. Allí construyó el
puerto y las fábricas de salazón, ambos muy importantes a lo largo de la historia de Roma.
En la urbe, el rey romano construyó un puerto en el Tíber, al igual que el primer puente
sobre el río. Con estas infraestructuras y el crecimiento de la población, Roma tenía todo
para convertirse en una potencia.
TARQUINIO PRISCO:
Tarquinio Prisco, primer etrusco en llegar al cargo. Tarquinio implantó importantes mejoras
en la ciudad, claves a lo largo de su historia. El ‘rex’ dio a Roma un sistema de acantarillado con la
Cloaca Máxima, comenzó a construir el Foro Romano y creó unos juegos propios influenciados por
los etruscos y los griegos. Para ello adaptó un terreno para las carreras de caballos. Un terreno que
más tarde se convertiría en el Circo Máximo.
Se cree que Tarquinio fue asesinado en una conjura. Su mujer Tanaquil ocultó su muerte.
Alegando que el rey estaba convaleciente, puso a su yerno en el trono »mientras Tarquinio se
recuperaba». Una exitosa estrategia para conservar el poder en la familia. Cuando la situación se
hubo tranquilizado y su yerno ya manejaba el gobierno, Tanaquil anunció la muerte de Tarquinio y
Servio Tulio siguió ejerciendo sus funciones, pero ahora ya como sexto rey de Roma.
SERVIO TULIO:
Esto no gustó nada al pueblo, ya que siempre había sido éste el que decidía quién era
el rey. Para apaciguarlos, Servio Tulio les dedicó diversas construcciones y leyes para su
beneficio ordenando incluso levantar un templo para la plebe en el Aventino.
La tradición romana atribuye al rey Servio Tulio la organización de las instituciones
políticas. Servio Tulio estableció un impuesto general y decretó el servicio obligatorio para
todos los hombres en edad militar. Según la misma tradición, dividió al pueblo en cinco
clases y cada una en centurias, basadas en la fortuna de cada ciudadano y en las
obligaciones fiscales y militares que de ellas se derivaban. Esta clasificación era válida
tanto en el campo de batalla como en el Foro, donde se reunía la asamblea popular. Los
conceptos de soldado y ciudadano se identificaban de tal forma, que las deliberaciones de
los representantes del pueblo estaban influidas por la disciplina militar Cada centuria tenía
una representación en la asamblea. Había 193 centurias en total, pero más de la mitad, 98
exactamente, las integraban los ciudadanos más ricos. Bastaba que estas centurias
coincidieran para resolver en pro o en contra ante cualquier decisión de la asamblea; por el
contrario, la quinta clase casi nunca tenía ocasión de votar. El sistema gubernamental
establecido por Servio Tulio funcionaba como "un régimen aristocrático disfrazado de
democracia".
TARQUINIO EL SOBERBIO
Por segunda y última vez, su sucesor no sería elegido por el pueblo romano.
Tarquinio el Soberbio asesinó a su suegro, Servio Tulio, para autoproclamarse séptimo rey
de Roma alegando que éste era un usurpador y él el verdadero sucesor de Tarquinio Prisco.
Leyenda de Lucrecia
Según la narración de Tito Livio, aceptada sin graves reparos por los historiadores
posteriores, Lucrecia tenía fama de mujer hacendosa, honesta y hermosa. Se sabe que su
belleza y honestidad impresionaron vivamente a Sexto Tarquinio, hijo del rey Lucio
Tarquinio el Soberbio.
Este, para satisfacer los frenéticos deseos que sentía por ella, pidió hospitalidad a
Lucrecia cuando su esposo se hallaba ausente. Aprovechando la oscuridad de la noche, se
Organización política
Durante la República se crearon de forma gradual una serie de instituciones de
gobierno representativas. En principio las instituciones estaban monopolizadas por los
patricios, pero los plebeyos, que pagaban impuestos y servían en el ejército, fueron
exigiendo y consiguiendo derechos políticos y participar en el gobierno de la ciudad. En el
siglo V. a. C. lograron que un representante, el tribuno de la plebe, defendiera sus intereses
en el Senado y un siglo después los plebeyos podían ser magistrados y senadores. Las
instituciones principales fueron: los Comicios, las Magistraturas y el Senado.
LOS COMICIOS: eran asambleas en las que se reunían los ciudadanos romanos
para votar las leyes, elegir, los cargos públicos y decidir la guerra o la paz. Estas asambleas
populares se reunían siguiendo distintos criterios y con funciones distintas:
CÓNSULES: Cada año eran elegidos dos cónsules que encabezaban el Estado y daban
nombre al año. Tenían funciones administrativas, judiciales, civiles y militares. Durante el
primer siglo y medio de la República, alternaron su presencia con otros cargos públicos.
La promulgación de las Leyes Licinio-Sextias en el año 367 a. C., por las que se
abría la posibilidad de que los plebeyos ejercieran el consulado hasta ese momento
monopolizado por los patricios, fijó el sistema de consulados anuales de la República
clásica. Los primeros años tras la promulgación todavía vieron parejas consulares patricias,
por lo que en el año 342 a. C. una de las Leyes Genucias establecía que uno de los cónsules
debía ser obligatoriamente plebeyo.1 En el año 172 a. C. por primera vez los dos cónsules
fueron de extracción plebeya.
La Ley Vilia, promulgada en el año 180 a. C., estableció el CURSUS HONORUM
que fijaba tanto el orden de las magistraturas como el intervalo de tiempo para ejercerlas.
(Cónsul, Pretor, Edil, Cuestor, Censor, Tribuno de la plebe).
DICTADORES
En momentos de necesidad, ya fuera civil o militar, la autoridad de los cónsules era
reemplazada con el nombramiento de un dictador, cuyo imperium era mayor que el del
cónsul. Estaba asistido por un magister equitum. El dictador abandonaba su cargo al
completar la tarea para la que había sido elegido o tras seis meses en el puesto; además, no
prolongaba el ejercicio del cargo más allá del año consular en el que había sido elegido. Sin
embargo, en el siglo IV a. C. algunos dictadores se saltaron esta última regla y dieron lugar
a la aparición de los años dictatoriales en la creencia de que estos dictadores habían sido
elegidos para encabezar el año, malentendido que se perpetuó en los Fasti Capitolini. Otra
posibilidad es que su aparición se debiera a la necesidad de llenar huecos en las listas de
magistrados.
DECENVIROS En el año 451 a. C. se eligió un colegio de diez hombres, llamados
decenviros, en lugar de los cónsules para que elaboraran y pusieran por escrito las leyes
romanas, de forma que los plebeyos pudiesen saber cuales eran sus derechos. El resultado
fue la Ley de las Doce Tablas. Según la tradición, se nombró un segundo colegio al año
siguiente porque se pensaba que las leyes compiladas por el primer colegio no estaban
completas. Sin embargo, estos decenviros trataron de perpetuarse en el poder ilegalmente
con escusas y violencia hasta que una revuelta popular los depuso y reinstauró el consulado.
Organización social
Los Patricios
Los Plebeyos
¿Y quiénes eran los plebeyos? Un tiempo se creyó en gente de clase baja. Pero el
abismo entre ricos y pobres no correspondía exactamente al que separaba a patricios y
plebeyos.
Como señala Mommsen, algunas familias plebeyas eran ricas y respetadas. Sólo la
torpeza de los patricios los alejaba de los asuntos políticos de la ciudad, con lo que creaban
ellos mismos la situación adecuada para que surgieran jefes influyentes en la oposición.
Plebeyos eran los extranjeros y los descendientes de tales inmigrantes. Debido a que
buena parte de las tierras, como hemos dicho, constituía manos muertas, cabe deducir que
mientras los patricios dominaban en los campos, los plebeyos se establecieron
principalmente en los sectores urbanos, donde fueron haciéndose más y más numerosos, a
medida que la ciudad iba creciendo con nuevos forasteros y que de las familias patricias se
iban desgajando algunos individuos proscritos por violar el código de honor gentil.
Pese a su importancia cuantitativa, esta clase no podía participar de los deberes y
derechos cívicos. Dispensada del servicio militar y del pago de impuestos, tampoco tenía
influencia alguna en el gobierno. En tiempos remotos, ni siquiera hubo juzgados que
atendieran sus cuitas, razón por la cual algunos de ellos buscaron seguridad adhiriéndose
como clientes a alguna familia patricia con la que tenían relaciones comerciales habituales.
Posteriormente, tal vez desde las reformas de Servio Tulio, se les forzó a combatir a los
enemigos de Roma, al principio, bajo las órdenes de centuriones patricios, ya que ellos
carecían de formación militar y generalmente de interés por las armas. Mas, al revés de
muchos patricios, que poseían esclavos para el labrado de sus acres mientras ellos
peleaban, los plebeyos, cuya posición política, militar y social nos recuerda la de los
periecos en Esparta, se veían forzados a pedir préstamos a los patricios. Ahora bien, cuando
un deudor no podía pagar los usurarios intereses exigidos, una rigurosa ley autorizaba al
acreedor a encarcelar o a reducir a esclavitud al deudor y a su familia.
De manera que, cuanto más prolongadas e importantes eran las guerras y más
aumentaba el territorio romano, tanto más penosa era la situación de los plebeyos. "Se
quejaban -dice Tito Livio- que su destino fuera luchar por la libertad y el poder de Roma,
mientras Roma oprimía y esclavizaba a sus mismos compatriotas." La libertad del hombre
del pueblo era mejor salvaguardada en guerra que en paz; había más seguridad frente al
enemigo que ante sus compatriotas.
Las sediciones
El cargo del tribuno de la plebe fue establecido en el 494 a. C., unos 15 años después
de la fundación tradicional de la república romana. Surgió como consecuencia de una
negociación con los patricios, que aceptaron ese cargo después de una amenaza de formar
un pueblo propio.
La responsabilidad del tribuno era la de proteger a los plebeyos que representaba de
todo posible abuso de poder. Sus poderes no solo le otorgaban prestigio, sino que podían
cambiar las decisiones más relevantes del gobierno.
Sus tareas fueron consideradas como únicas en la República Romana. Una condición
que no se había logrado jamás para los plebeyos que comenzaron a gozar de algunos
derechos antes vulnerados. Para destacar algunas de las facultades de los tribunos durante
el periodo que estaban en su mando.
Hasta el año 494 antes de Cristo, la mayor parte de los patricios hicieron concesiones
a la fuerza, aunque algunos con segundas intenciones más o menos inconfesables; al menos
así sucedió con Coriolano, un patricio famoso por su intrépido valor, por el desmesurado
orgullo de su ilustre cuna y por sus fieros ataques contra el tribunado.
En una época de hambre en Roma, los cónsules ordenaron comprar trigo siciliano.
Coriolano creyó llegado el momento de liquidar al tribunado, y aconsejó al Senado que no
distribuyera un grano de trigo a los plebeyos sin que antes renunciaran a sus tribunos.
"¿Cómo soportamos a un tribuno los que no quisimos tolerar a Tarquino?", exclamaba.
Citado ante el tribunal por los tribunos, se presentó soberbio y provocativo, pero cuando
vio clara la situación, adelantándose a la sentencia, tomó por su cuenta el camino del
destierro y se fue a vivir al país de los volscos, enemigos de los romanos.
Éstos lo recibieron gozosos y lo nombraron jefe para una nueva campaña contra los
romanos. Coriolano marchó hacia Roma arrasando los campos a su paso; sólo respetó las
propiedades de los patricios. Roma estaba aterrorizada y el Senado envió embajadores a
Coriolano. Los recibió con insolencia y rechazó todas las proposiciones. Cuando volvieron
por segunda vez, ni siquiera dejó que entrasen en el campamento. Luego fueron los
sacerdotes revestidos con ornamentos sagrados, pero tampoco obtuvieron resultado. Por
último, apareció un grupo de matronas romanas, entre ellas la madre de Coriolano y sus
hijos.
"Entonces -dice Tito Livio-, Coriolano, loco y fuera de sí, corrió a abrazar a su
madre. Pero ella, pasando de las súplicas a la ira, lo frenó con estas palabras: ‘Antes que
me abraces, dime si estoy ante un enemigo o ante un hijo, si estoy en tu campo como
cautiva o como madre. ¿Para ello he vivido tanto? ¿Para verte desterrado y enemigo de la
patria? ¿Has sido capaz. de asolar esta tierra que te crió y alimentó? Por despechado que
estuvieses, por muchos deseos que tuvieras de asolar estos campos, ¿es posible que no se
esfumara tu cólera al piar esta tierra? Al divisar Roma, ¿no has pensado que dentro de sus
muros están tu casa, tus dioses lares, tu mujer, tu madre y tus hijos? ¡Ojalá hubiera sido
estéril y así Roma no se vería hoy atacada! ¡Si no hubiera tenido un hijo como tú, habría
muerto libre en una patria libre!’"
Según la leyenda, esta gran matrona venció el orgullo del rebelde. Levantó el sitio y
regresó con su ejército, decepcionado, al país de los volscos, quienes lo mataron movidos
por la ira.
Veinte años después de su victoria sobre los ecuos, Cincinato volvió a salvar a su
pueblo. Un romano influyente, Espurio Melio, intentó en 439 antes de Cristo un golpe de
Estado. Al menos, se le acusó de ello. Hombre riquísimo, al ser Roma afligida por el
hambre, pensó que podría apoderarse del mando gracias a su fortuna. La situación era tan
desesperada, que, según Tito Livio, había quienes se arrojaban al Tíber para acortar sus
sufrimientos. Fue entonces cuando Melio compró mucho trigo a los etruscos y lo repartió al
pueblo hambriento.
"Distribuyó trigo a la plebe que le seguía por doquier seducida por los regalos, consiguiendo
que le miraran y exaltaran, sobrepujando toda medida decorosa para un particular por sus
favores y promesas; prometíanle formalmente el consulado; él mismo, en fin, aspiró a metas
más elevadas y prohibidas (que el hombre es insaciable con cuanto le ofrece la fortuna)."
Desde luego, Melio tenía intenciones sediciosas, de las que pronto obtuvieron
pruebas las autoridades. Se supo que Melio almacenaba armas en su casa, que mantenía
reuniones secretas, forjaba planes para destruir la república y sobornaba a los tribunos del
pueblo. La libertad de Roma estaba en peligro y juzgóse que sólo un dictador podría
salvarla. Se eligió otra vez a Cincinato. Tenía entonces ochenta años, pero su vigor físico e
intelectual estaba aún intacto. Envió al maestre de caballería (magister equitum), Servilio, a
llamar a Melio.
Éste creyó que aquella citación era sospechosa y huyó, pidiendo protección al pueblo.
Pero Servilio le detuvo y le dio muerte. Después relató los hechos a Cincinato, que lo
felicitó: "Cayo Servilio, ¡gracias por tu valor! ¡El Estado se ha salvado!"
EXPANSIÓN DE ROMA
Conquista de veyes
A tan solo quince o dieciséis kilómetros al norte de Roma se ubicaba Veyes, una
ciudad-Estado etrusca, famosa por sus grandes talleres de producción artesanal, que
contaba con un territorio amplio y fértil que se extendía hasta el otro lado del río Tíber. La
proximidad entre ambas ciudades solo consiguió aumentar su enemistad mutua en la lucha
por la explotación de los recursos naturales y el dominio de las rutas comerciales en el río.
Según la tradición literaria, los conflictos armados entre las dos ciudades comenzaron
en el año 483 a.C. a causa de la pugna por la plaza de Fidenas (a unos ocho kilómetros de
Roma) y el valle de Crémera. Desde estos años, ambos sitios cambiarían numerosas veces
de manos hasta que los romanos tuvieron una victoria más clara a finales del siglo V a.C.
Motivado por ella, el dictador romano Marco Furio Camilo habría emprendido la ofensiva
definitiva contra Veyes en el 406 a.C. Sin embargo, lo que pretendía ser una gloriosa
victoria rápida se habría convertido en un largo asedio de diez años. Así, no fue hasta el
año 396 a.C. cuando la resistencia de Veyes terminó gracias a la infiltración de un grupo de
romanos en la ciudad a través de un túnel excavado debajo del templo de Juno.
A partir de este momento, Roma duplicó su territorio hasta alcanzar una superficie de
más de 2500 kilómetros cuadrados, lo que la convertía de hecho en una de las ciudades más
importantes de la Italia central. Como consecuencia, se crearon cuatro nuevas tribus de
ciudadanos romanos para incluir a Veyes, a sus habitantes indígenas y a los nuevos
colonos. La conquista romana de Veyes también benefició enormemente a los plebeyos, ya
que su territorio fue dividido en pequeños lotes y entregado a miles de plebeyos (393 a.C.),
los cuales por primera vez accedían a una posesión de tierra.
Tras conseguir dominar toda la región del Lacio y someter a volscos y ecuos, Roma
tuvo que afrontar durante 50 años tres nuevas guerras con otros pueblos itálicos. Los
samnitas, pueblo de rudos y guerreros montañeses instalados al Sur de Roma, suponían una
constante amenaza para los habitantes del valle. Estos, cansados de las continuas
incursiones samnitas, pidieron ayuda a Roma, que aprovechó la coyuntura para expandir su
dominio.
A pesar de esta victoria parcial en las Horcas Caudinas, los samnitas fueron
derrotados, y se rindieron definitivamente en el año 290 a.C., dejando a Roma el camino
libre para expandirse y domina toda la península italiana, excepto por las ciudades griegas
en el extremo sur de Italia y en el valle del Po, el valle del Po continúa siendo tierra
ocupada por galos.
Guerras púnicas
Las guerras púnicas comprenden tres conflictos armados, librados entre romanos y
cartagineses, entre el 264 y el 146 a. C. Reciben el nombre de “PÚNICAS” debido a que
los romanos utilizaban ese término para referirse tanto a los cartagineses como a sus
ancestros fenicios. Los cartagineses las llamaron guerras romanas.
Durante estas guerras se enfrentaron las dos grandes potencias del Mediterráneo
Occidental en el siglo III a. C.:
Mientras el Senado romano enviaba todos sus efectivos a Hispania, Aníbal dejó a su
hermano Asdrúbal al frente de las tropas de la Península, y lanzó a su ejército a una
increíble travesía cruzando los Pirineos y los Alpes, para atacar Roma por el Norte.
Nadie podía esperar que un ejército entero se atreviera a cruzar los terribles pasos de
alta montaña en invierno, por sendas nunca antes transitadas. La hazaña le costó a Aníbal
la pérdida de un ojo y la muerte de la mayoría de los elefantes, pero las desprevenidas
legiones romanas fueron derrotadas en el norte de Italia. Y así, en la primavera del año
siguiente, ningún ejército se interponía ya entre Aníbal y Roma.. Si bien logró vencer a
varias legiones romanas, no creyó tener las fuerzas suficientes para sitiar la ciudad de
Roma, por lo que se dirigió hacia el sur y esperó la llegada de refuerzos. Pero estos fueron
interceptados por los romanos, que lanzaron un contraataque contra la propia Cartago.
Escipión, quien encabezaba el ejército romano, convenció al Senado de la necesidad
de desembarcar cuanto antes en la costa norteafricana, en persecución de Aníbal, cada vez
más acorralado.
Los dos generales se enfrentaron por primera y última vez en la decisiva batalla de
Zama, en el año 202 a.C.
Para neutralizar a los elefantes, la más temible de las armas cartaginesas, el romano
hizo sonar todas las trompetas de su ejército. Las bestias, aterrorizadas, huyeron en
desbandada aplastando a la propia caballería cartaginesa. Aunque la infantería de Aníbal
presentó batalla hasta el final, el gran general no pudo evitar su completa derrota.
Tras la firma de un tratado de paz, Cartago fue obligada a entregar a los romanos
todos los territorios que controlaba en la península ibérica.
Fue necesario inventar una excusa para declarar la guerra, y los cartagineses,
desesperados, no presentaron demasiada resistencia. Pero eso no les libró de uno de los
más terribles castigos que haya sufrido jamás una ciudad. Los romanos saquearon,
quemaron y arrasaron Cartago hasta los cimientos.
La victoria romana, que posibilitó su expansión por todas las costas del
Mediterráneo Occidental y la dejó bien posicionada para lanzarse a la
conquista de la Antigua Grecia y los reinos helenísticos. Este proceso de
expansión sobre el Mediterráneo Oriental fue paralelo al desarrollo de la
Tercera guerra púnica.
El control de los mares por parte de la flota romana.
La muerte de la mayor parte de la población cartaginesa.
La venta como esclavos de los cartagineses que lograron sobrevivir.
El colapso de la civilización cartaginesa, que dejó de existir y fue absorbida
por la romana.
La reconstrucción de la ciudad de Cartago, que fue transformada en capital de
una nueva provincia que los romanos llamaron África.
ROMANOS EN HISPANIA
La romanización hispánica se produjo con una base social distinta de la que se había
partido para conquistar territorios más próximos a Roma. A la Península Ibérica llegan
colonos, soldados, comerciantes de todo tipo, funcionarios de la administración,
arrendatarios e incluso gentes de baja estima social, lo que evidentemente condicionó el
latín hablado en esta nueva provincia romana.
Latín vulgar
El latín, al igual que todas las demás lenguas, tenía variedades lingüísticas
relacionadas con factores dialectales (variedades diatópicas), con factores socioculturales
(variedades diastráticas), con factores históricos y evolutivos (variedades diacrónicas) y
con factores relacionados con los distintos registros expresivos (variedades diafásicas);
pues bien, el latín vulgar se trata de un latín que se aleja del latín clásico y normativo
debido a la espontaneidad y viveza que le otorga su naturaleza oral y cotidiana. Esta
variante diafásica de la lengua latina es de vital importancia puesto que es de ella (y no del
latín culto de la literatura y los registros formales) de donde van a proceder las lenguas
romances o románicas, y más en concreto del latín vulgar del período tardío (S. II-VI).
Durante la dominación romana, que duró casi 300 años, el latín vulgar se mezcló con
las lenguas que se hablaban en la península ibérica previamente a su llegada. A esta mezcla
se la llama contaminación lingüística.
Aún perviven en nuestra lengua palabras de origen prerromano, como «barro»,
«cabaña», «cerveza», «salmón», "carpintero", «conejo», «perro», «lanza» y «balsa», entre
otras. Estas palabras sobrevivieron, a pesar de que los romanos impusieron el latín como
lengua oficial. Lo mismo hicieron los romanos en los otros territorios que ocuparon en el
resto de Europa, y de esa imposición surgieron las lenguas que actualmente se conocen
como lenguas romances: el castellano, el portugués, el francés, el rumano, el catalán, el
gallego y el italiano, entre otras. Todas derivan del latín vulgar.
Solo dos idiomas resistieron la hegemonía del latín: el griego, debido a que Roma
mantenía relaciones comerciales importantes con Grecia y respetaba su cultura; y el
vascuence o euskera, debido a que el territorio vasco fue el único que los romanos no
lograron conquistar. Se cree que el euskera proviene de lenguas antiguas del centro de
Europa.
INVASIONES BÁRBARAS
El Imperio romano fue invadido en el año 410 por Alarico, rey de los visigodos. Así
se inició el período de las «invasiones bárbaras». Los bárbaros eran los pueblos
germánicos, del centro de Europa: visigodos y ostrogodos, francos y suevos, alanos y
vándalos. Los visigodos ocuparon casi toda la península ibérica a lo largo de dos siglos.
Bárbaro es una palabra de origen latino que designaba al que no hablaba latín, al que
«balbuceaba». A raíz de la guerra con los pueblos germanos se comenzó a utilizar para
nombrar a los pueblos centroeuropeos, que no hablaban la lengua del Imperio.
Las palabras que se incorporaron al latín a partir de esta invasión se llaman
germanismos y aún se usan muchas de ellas. La gran mayoría de las palabras bárbaras
tenían un equivalente latino. Sin embargo, las nuevas formas fueron preferidas por los
hablantes.
DOMINACIÓN ÁRABE
El último rey godo fue derrotado en el año 711 por Tarik y su ejército de moros. Los
musulmanes conquistaron toda la península ibérica en menos de un año, y la dominación
árabe duró ocho siglos.
Otra de las razones de la adopción de términos árabes fue la estética de esa lengua.
En efecto, la simple belleza de algunas palabras provocó que se prefirieran a locuciones
que ya existían en latín; un ejemplo es la palabra azul, que reemplazó a la palabra latina
«coeruleus». Incluso existen palabras árabes para designar conceptos cristianos referidos a
la liturgia, como «almaizal» y «acetre».
LA RECONQUISTA
En contacto con las lenguas peninsulares y con el árabe, el latín no evolucionó igual
en todas las zonas, y fue originando diferentes dialectos: el castellano, el galaico-
portugués, el astur-leonés, el catalán y el mozárabe. En el norte de la península, en una
zona comprendida entre Cantabria y Burgos, se refugiaron los cristianos que resistían a la
invasión musulmana. Entre ellos nació el castellano, alrededor del siglo IX.
EL CASTELLANO
En la parte norte de Castilla la Vieja, al pie de las montañas de Cantabria, nació el
castellano, que fue extendiéndose hasta dominar toda la península.
Si bien los intentos por recuperar los territorios ocupados por los musulmanes
comenzaron en el siglo VIII, fue entre los siglos XI y XII cuando las guerras de la
Reconquista cobraron verdadero impulso. Los cristianos empezaron a avanzar hacia el sur,
hasta que a principios del siglo XV se establecieron en Castilla, tomaron León y edificaron
el reinado de Fernando I. Allí se hicieron fuertes; y en el año 1492, con la toma de
Granada, reconquistaron totalmente la península ibérica.
Entre los primeros pobladores de la península ibérica podemos distinguir tres grupos:
LOS TARTESSOS, LOS ÍBEROS Y LOS CELTAS, que junto a los primeros
colonizadores -los griegos y los fenicios-vivieron en el territorio peninsular durante la Edad
Antigua.
Es el nombre por el que los griegos conocían a la que creyeron primera civilización
de Occidente. Posible heredera del Bronce final atlántico, se desarrolló en el triángulo
formado por las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, en el hoy conocido como
Valle de Guadalquivir. Se presume que tuvo por eje el río Tartessos, que pudo ser el que
los romanos llamaron luego Betis (Guadalquivir).
Los fenicios se establecieron en las costas meridionales. Ya hacia el año 1100 a.C
tuvo lugar la fundación de Gádir cuyo nombre equivalía a Recinto amurallado deformado
por los romanos (Gades) hoy en día Cádiz. Otras colonias fenicias eran Málaka (Málaga) y
Abdera (hoy Adra).
Más tarde los cartagineses reafirmaron y extendieron las conquistas de sus
antecesores los fenicios en el sur. A los cartagineses se le debe la fundación de la nueva
Cartago (Cartagena) capital de sus dominios en Hispania y la de Portus Magonis (Mahón)
que lleva el nombre de un hijo de Asdrúbal. De origen púnico dícese ser el nombre de
Hispania que en lengua fenicia significa Tierra de Conejos
La colonización helénica desterrada del sur, prosiguió en Levante donde se hallaban
LUCENTUM (Alicante), HEMEROSCOPION (Denia), RHODE (Rosas) y EMPORION
(Ampurias).
En la época de Augusto (siglo I a. C), el geógrafo griego Estrabón afirmó que entre
los naturales de la Península hispana había diversidad de lenguas. Manuel Gómez-Moreno,
maestro de la arqueología hispánica descubrió en ella una combinación de signos silábicos
como los de los sistemas gráfico cretense y chipriota, con signos representativos de sendos
fonemas como los del alfabeto fenicio y griego.
También descifró la escritura tartesia precedente de la ibérica y más arcaica que
sirvió más tarde para el alfabeto latino, pero no se ha encontrado hasta ahora ninguna
inscripción que al lado de la versión indígena contenga otra en una lengua bien conocida. A
pesar de ello el análisis de los textos ha permitido reconocer como elementos gramaticales
o derivativos ciertas consecuencias de caracteres que se repiten en determinadas
circunstancias. Su identificación es relativamente sencilla en el caso de inscripciones
precélticas y célticas por la comparación con otras lenguas de igual rama o de otras lenguas
indoeuropeas.
En el sur llegó a haber núcleos de población púnico-fenicia que conservaron su
lengua hasta el comienzo de la época imperial romana. Independientemente los turdetanos
o tartesios tuvieron su lengua propia que, según Estrabón, contaba con algún cultivo en
poemas y leyes versificadas. El tartesio hablado desde el Algarbe hasta el Bajo
Guadalquivir era distinto del ibérico extendido por el este de Andalucía, todo Levante y
parte oriental del Valle de Ebro hasta el sur de Francia.
EL VASCUENCE
Mientras el resto de la península aceptó el latín como lengua propia, olvidando sus
idiomas primitivos, la región vasca conservó el suyo. No por eso permaneció al margen de
la civilización que trajeron los romanos; la asimiló en gran parte, y el enorme caudal de
voces latinas que incorporó transformándolas hasta adaptarlas a sus peculiares estructuras,
es la mejor prueba del influjo cultural romano.
Desde nombres como ABERE –“animal” (habere= hacienda > bienes) o ERREGE
“rey” (rege).
La romanización de la península fue lenta pero tan intensa que hizo desaparecer las
lenguas anteriores a excepción de la zona vasca. No sobrevivieron más que algunas
palabras especialmente significativas o muy arraigadas y unos cuantos sufijos.
El historiador Espariano da una noticia interesante sobre las diferencias entre el latín
de Roma y el de Hispania: siendo cuestor Adriano, hispano e hijo de hispanos, leyó un
discurso ante el senado y era tan marcado su acento regional que despertó las risas de los
senadores. Si un hombre culto como Adriano conservaba en la Roma del siglo II
peculiaridades fonéticas provincianas, mucho más durarían estas entre el vulgo de
Hispania.
Sin duda, la influencia de los substratos primitivos no es el único factor de la
formación de los romances; la penetración de la cultura latina hubo de reducirla mucho
pero cuando un fenómeno propio de una región es muy raro o desconocido en el resto de la
debe reconocerse su intervención.
EL ABECEDARIO
Los etruscos, quienes presentaron el abecedario a los latinos, hablaban una lengua no
indoeuropea, aun no descifrada del todo y su abecedario era una especie de variante
occidental del alfabeto griego. Hablamos de un pueblo asentado en la Península Itálica a
comienzos del primer mileno a.C mucho antes de que se fundara la ciudad de Roma. La
actual provincia de la Toscana fue el corazón del asentamiento etrusco.
La G, por ejemplo, era algo así como una recién llegada porque los
romanos siempre utilizaron la letra C para representar el fonema /g/. Fue
en el siglo III (a. C.) cuando a la C se le añadió un trazo en su parte
inferior y nació la G (tampoco es casualidad, por tanto, que las dos letras
tengan cierto parecido ortográfico).
Los romanos habían heredado de los griegos la letra Z, retirada de su abecedario
cuando en su idioma, el idioma del Imperio, desapareció el fonema que la Z
representaba. La Z estaba colocada entre la F y la H, y precisamente en ese hueco
instalaron la nueva G.
La Y, por algo se denomina «i griega». Roma decide incorporarlas al final
de la serie y a partir del siglo I (a. C.) el alfabeto latino pasó a constar de
23 letras
Roma, que había bebido culturalmente de Grecia, acabó por conquistarla a
mediados del siglo II (a. C.). Las armas eran de Roma, pero la cultura helénica entre los
conquistadores. Tal influencia generó una rápida incorporación al latín de numerosos
términos de origen griego, lo que motivó una ampliación del abecedario.
Por tanto, las letras del actual abecedario español que no formaban parte del
inventario latino -leemos en la nueva Ortografía de la Real Academia Española- son la
U, la J, la Ñ y la W.
Las formas de la U y la J existían ya en la escritura latina, pero como
variantes respectivas de la V y la I y, de hecho, el punto sobre la J
minúscula es herencia del punto sobre la I minúscula. Y como tales
variantes pervivieron durante siglos. La U y la I se reservaron para los
fonemas vocálicos, y la V y la J para los consonánticos. ¿Dónde
instalarlas? Pues al lado de las letras a las que históricamente estuvieron
vinculadas: la U, junto a la V, y la J, junto a la I.
El abecedario español estaba ya casi completo en el Siglo de Oro. A
excepción de dos letras: la Ñ y la W. La Ñ tiene su origen en el dígrafo
NN, abundante en el español medieval. En realidad, la Ñ es una
abreviatura de ese dígrafo que poco a poco acabó convirtiéndose en letra.
La situación de la Ñ en el abecedario estaba cantada: por detrás de la letra
N, de la que procede.
Y lo mismo sucedió con la letra W, la última en incorporarse al
abecedario español. Una incorporación que no se decidió oficialmente
hasta la publicación de la Ortografía académica de 1969. Llega a nuestro
abecedario para representar fonemas de las lenguas germánicas, pero a
muchos les extrañará que ya se usara en la Edad Media en la escritura de
determinados nombres extranjeros. En España, durante el tiempo en que la
W estuvo en el limbo, hubo muchas palabras que trocaron la W por la V
(la Ortografía de 2010 menciona, como ejemplos, las palabras vagón o
váter, que acabaron consolidándose).
Junto a las letras heredamos sus nombres. La mayoría proviene del latín, con
fórmulas fonéticas simples: añadiendo una vocal a ese sonido primigenio (ge, ce, pe,
te...) o incluyendo el sonido entre vocales (efe, ele, eme...).
Hay tres letras que en latín representaban el fonema /k/ que añaden vocales de
apoyo distintas: son la C, la K y la Q.
La X tuvo su nombre, la «ix», la Y -que es la ípsilon griega- se quedó en «i
griega» y ahora la Ortografía recomienda el cambio de denominación por el de «ye»
siguiendo la norma general marcada para la mayoría de las consonantes del abecedario
español. Por último, la Z es la única letra que conservó el nombre griego como tal:
zeta.
Hay nombres que requieren explicación. El de la letra H, por ejemplo. Parece
tener su origen en Francia, asevera la Real Academia Española, nombre que heredamos
a finales de la Baja Edad Media. El nombre francés «hache» tiene que ver con el del
latín vulgar «hacca» que responde al sonido aspirado de esta letra. El problema fue que
ese sonido aspirado desapareció muy pronto del latín hablado.
El nombre «uve» protagoniza una de las historias más sorprendentes del idioma
español. Es una denominación que no se incorpora al Diccionario oficial de la RAE
hasta el año 1947, y a la Ortografía hasta 1969. Decenas de generaciones españolas
estudiaron la «uve» como «u consonante» para diferenciarla de la «u vocal». En 1869
pasó a denominarse «ve» siguiendo la pauta característica de los nombres de la
mayoría de las consonantes. «Durante mucho tiempo ésta fue la única denominación
reconocida para la V». El nombre «uve» nace, lógicamente, de la necesidad de
distinguir oralmente el nombre de las letras B y V, tal como explicó el académico
asturiano Salvador Gutiérrez Ordóñez en la presentación de la Ortografía.
De la V la Ortografía recoge varias denominaciones históricas, muchas de ellas
aún en vigencia en América: «uve», «ve», «ve corta», «ve chica», «ve pequeña» y «ve
baja».
• Intertónica. Las vocales/sílabas intertónicas son átonas dentro de una palabra (es
decir, no iniciales ni finales), p. ej. calĭdum. Más específicamente, pretónica es la que se
encuentra justo antes de la tónica, y postónica, la que se encuentra justo después de la
tónica.
FERRUM> HIERRO
FÁBULAM > HABLA
FERIRE > HERIR
La -X en posición intervocálica:
APICULAM>ABEJA
GRACULUM>GRAJO
OVICULAM> OVEJA
Además de los grupos citados, también palataliza en -Ñ el grupo -NI seguido de vocal
SENIOREM>SEÑOR
HISPANIAM>ESPAÑA
VINEA>VIÑA
CASTANEAM>CASTAÑA
PLUVIAM>LLUVIA
PLENUM>LLENO
PLORARE>LLORAR
FLAMMAM>LLAMA
CLAMARE>LLAMAR
CLAVEM>LLAVE
GERMANUM> HERMANO
MILITIAM>MILICIA
PRUDENTIAM>PRUDENCIA
PATIENTIAM>PACIENCIA
MENSAM>MESA
MENSEM>MES
MONSTRARE>MOSTRAR
La mayoría de las consonantes geminadas latinas se simplificaron (ver grupos -LL- y -RR-)
ACCLAMARE>ACLAMAR
APPORTARE>APORTAR
GRAMMATICAM>GRAMÁTICA
Palataliza en -LL-
MAXILLAM>MEJILLA
COLLUM>CUELLO
CALLUM>CALLO
Simplifica en -L-
PALLIDUM>PÁLIDO
COLLOCARE>COLOCAR/COLGAR
COLLEGIUM>COLEGIO
NARRARE> NARRAR
TERRAM>TIERRA
CURRERE>CORRER
PAUPER>POBRE
INTER>ENTRE
LIBER>LIBRE
ACTIONEM>ACCIÓN
LECTIONEM>LECCIÓN
DICTIONARIUM>DICCIONARIO
Palatalizar en -CH- si le sigue cualquier otra vocal. En caso de que ésta sea la -A-,
normalmente cambia su timbre a -E-
NOCTEM>NOCHE
FACTUM>HECHO
LACTEM>LECHE
LANCEARE>LANZAR
CALCEAS>CALZAS
CALCEARE>CALZAR
PLATEAM>PLAZA
MARTEUM>MARZO
La -V- latina ante vocal era en realidad una semiconsonante (como la w inglesa).Esta -V-
semiconsonántica pasó en Hispania a ser -B-.
VULTEREM>BUITRE
VERSURAM>BASURA
VOTA>BODA
La ortografía etimológica del español restauró la grafía original, pero tenemos excepciones
como las tres arriba citadas o la palabra AVILOLUM > ABUELO.
19.- El grupo -PT- pasa a -TT- por asimilación y la geminada resultante simplifica en -T-
< -PT- > -TT- > -T-
20.- El grupo -RS- ofrece en las lenguas romances una doble posibilidad: quedarse tal cual
o experimentar una reducción de -rs- en -s-:
Síncopa la -E final átona latina en ciertos contextos (en concreto detrás de C-L-D-N-R-S)
desaparece en castellano:
1. Las consonantes oclusivas sordas latinas (P- T- C/QU) entre vocales (o entre vocal y L o
R) sonorizan en castellano evolucionando respectivamente a (B-D-G/GU):
P>B
T>D
C > G / QU > GU
MILITIAM>MILICIA
PRUDENTIAM>PRUDENCIA
PATIENTIAM>PACIENCIA
SPUMAM>ESPUMA
SPECIEM>ESPECIE
STELLAM>ESTRELLA
11. El grupo -NS- simplifica en -S-, previa asimilación (NS > SS > S)
MENSAM>MESA
MENSEM>MES
MONSTRARE>MOSTRAR
12. La mayoría de las consonantes geminadas latinas se simplificaron (ver grupos -LL- y -
RR-)
ACCLAMARE>ACLAMAR
APPORTARE>APORTAR
GRAMMATICAM>GRAMÁTICA
Palataliza en -LL-
MAXILLAM>MEJILLA
COLLUM>CUELLO
CALLUM>CALLO
Simplifica en -L-
PALLIDUM>PÁLIDO
COLLOCARE>COLOCAR/COLGAR
COLLEGIUM>COLEGIO
NARRARE> NARRAR
TERRAM>TIERRA
CURRERE>CORRER
PAUPER>POBRE
INTER>ENTRE
LIBER>LIBRE
16. El grupo consonántico -CT- en sílaba interior puede asimilar en -CC- si la vocal
siguiente es una -I
ACTIONEM>ACCIÓN
LECTIONEM>LECCIÓN
DICTIONARIUM>DICCIONARIO
Palatalizar en -CH- si le sigue cualquier otra vocal. En caso de que ésta sea la -A-,
normalmente cambia su timbre a -E-
NOCTEM>NOCHE
FACTUM>HECHO
LACTEM>LECHE
LANCEARE>LANZAR
CALCEAS>CALZAS
CALCEARE>CALZAR
PLATEAM>PLAZA
MARTEUM>MARZO
18.- La -V- latina ante vocal era en realidad una semiconsonante (como la w inglesa).Esta -
V- semiconsonántica pasó en Hispania a ser -B-.
VULTEREM>BUITRE
VERSURAM>BASURA
VOTA>BODA
La ortografía etimológica del español restauró la grafía original, pero tenemos excepciones
como las tres arriba citadas o la palabra AVILOLUM > ABUELO.
19.- El grupo -PT- pasa a -TT- por asimilación y la geminada resultante simplifica en -T-
< -PT- > -TT- > -T-
20.- El grupo -RS- ofrece en las lenguas romances una doble posibilidad: quedarse tal cual
o experimentar una reducción de -RS- EN -S-:
Los enfrentamientos entre los guardianes de las antiguas tradiciones romanas y los
partidarios de las novedades venidas de Grecia volvieron a introducir –a mediados del siglo
II a.C.- un clima de gran agitación en el interior de la ciudad, que cristalizó con el famoso
conflicto de los Gracos.
Los Gracos eran dos hermanos de ideas avanzadas que, como Tribunos de la Plebe y
en defensa de sus intereses, reclamaban una reforma agraria: la distribución gratuita de
tierras entre los ciudadanos más pobres de Roma, en perjuicio de los todopoderosos
terratenientes.
Los dos fueron asesinados. El mayor, el mismo día en que acababa su mandato de
Tribuno, pues los Tribunos de la Plebe –como dijimos- eran sagrados e inviolables. Con el
hermano menor, sin embargo, ni siquiera esperaron a que expirara su mandato.
La muerte violenta de los Gracos dio comienzo al siglo I a.C., el más terrible y
convulso de la Historia de Roma. Durante ese siglo, Roma se desangró en interminables
Guerras Civiles, cuya causa era precisamente su poder y sus inmensos dominios.
En efecto, las instituciones Republicanas, que habían servido para gobernar la
ciudad durante 500 años y la habían conducido a la conquista del Mediterráneo, eran
insuficientes para administrar sus posesiones.
El triunvirato
Los romanos habían dispuesto sus leyes para evitar que un solo hombre ostentara el
poder absoluto, pero los generales romanos se habían vuelto demasiado poderosos.
Apoyados en sus legiones y en los recursos de las provincias que gobernaban, pugnaban
entre sí para hacerse con el poder en solitario. Primero Mario y Sila, después Julio César y
Pompeyo, sumieron el Mediterráneo en un baño de sangre.
Muchos creían que era solo cuestión de tiempo para que la República cayera. Sin
embargo, tres hombres, a los que a menudo se denomina "Banda de los Tres", aprovecharon
la oportunidad para obtener beneficios personales, formando una alianza o triunvirato que
terminaría transformando el gobierno.
“El nombre de triunvirato es un término que se dio en la Antigua Roma para
referirse a una forma de gobierno desempeñada por tres personas aliadas entre sí,
encargadas de dirigir el poder. En el primer triunvirato la alianza política estuvo formada
por Cayo Julio César, Marco Licinio Craso y Cneo Pompeyo Magno; y en el caso del
segundo triunvirato, por Marco Antonio, César Octaviano y Marco Emilio Lépido.
La obra de Julio César
Al final de este periodo convulso destaca la figura gigantesca de Julio César: el
hombre que, por fin, consiguió concentrar en su mano todos los poderes políticos de forma
indefinida. Pero Roma, orgullosa de su tradición republicana, no estaba madura para
semejante cambio, y Julio César fue asesinado por un nutrido grupo de senadores en el año
44 a.C.
Las innumerables reformas de Augusto, continuadas más tarde por sus sucesores,
crearon una maquinaria administrativa capaz de gobernar hasta el último rincón de un
Imperio que se extendía desde Hispania hasta Siria, y desde Normandía hasta Egipto.
Gracias a estas transformaciones, el ordenamiento imperial se convirtió en una
estructura sólida, cuya eficacia mejoraba cuando al frente se encontraba un emperador
capaz, pero que también podía resistir las veleidades de los monarcas estúpidos o crueles.
Por eso, aunque los sucesores de Augusto, los emperadores Julio-Claudios, se
hicieron célebres por sus locuras, los cuadros medios y bajos de la administración siguieron
funcionando, y en las provincias apenas sufrieron los desmanes de unos emperadores que
sumieron la ciudad de Roma en el terror.
EL IMPERIO
El enorme territorio conquistado por las legiones fue causa fundamental para el paso
de la republica al Imperio. El cambio de régimen fue muy conflictivo, difícil y tormentoso.
Tras el asesinato de Cesar la Roma republicana entra en crisis. Augusto centraliza el poder
y concentra todas las decisiones en su persona.
El Imperio Romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que
siguieron a la muerte de Julio César, a finales de la República romana. Él fue el primero
que se alzó como mandatario absoluto en Roma, haciéndose nombrar Dictator (dictador).
Tal osadía no agradó a los miembros del Senado romano, que conspiraron contra él
asesinándole durante los Idus de marzo en las mismas escalinatas del Senado,
restableciendo así la república, pero su retorno sería efímero.
La autoridad del emperador derivaba de una extraordinaria concentración de poderes
individuales y cargos preexistentes en la República, más que de un nuevo cargo político.
Los emperadores continuaban siendo elegidos regularmente como cónsules manteniendo la
tradición republicana.
El primer sucesor de Augusto fue Tiberio, un gran general, inteligente y capaz, pero
al que las circunstancias habían obligado a ejercer un poder absoluto que repugnaba a su
talante aristocrático y a su espíritu conservador. Tiberio despreciaba profundamente la
adulación a la que se habían visto reducidos los senadores, y poco a poco su carácter
reservado derivó en una profunda misantropía.
Pero el imperio siguió funcionando sin sobresaltos, aunque Tiberio pasó los últimos
10 años de su vida retirado en la isla de Capri, después de haber dejado el gobierno en
manos de un ministro, sin querer firmar más órdenes que las que llevaron a la muerte a
decenas de senadores, conjurados para deponerle.
Su sucesor, Calígula, se creía un dios en vida, y mandó arrancar las cabezas de
todas las estatuas de los dioses de su palacio para colocar la suya. En cierta ocasión,
enojado con Neptuno, señor de los mares, le declaró la guerra, y ordenó a sus legiones que
lanzaran sus venablos al agua y que como botín recogieran centenares de conchas, que hizo
enviar a Roma en preciosos cofres para adornar su triunfo. Tras haberse atraído el odio
hasta de sus colaboradores más cercanos, Calígula murió asesinado cuatro años después de
iniciar su reinado.
Sin saber muy bien qué hacer, la guardia pretoriana recorrió el palacio imperial en
busca de un sucesor, y encontró al tío de Calígula, Claudio, temblando de miedo tras una
cortina. Los pretorianos resolvieron al punto convertirle en amo del mundo, y este hombre
de cincuenta años, al que todos habían considerado un estúpido, que tartamudeaba al hablar
y caminaba cojeando, fue capaz de regir el Imperio con justicia y sabiduría, mejorando
sustancialmente el funcionamiento de la administración.
Respecto a su sucesor, Nerón, ha quedado como ejemplo de la depravación a la que
puede conducir un poder inconmensurable, cuando se deja en manos de un muchacho
vanidoso y cruel.
Y mientras tanto, sin embargo, las provincias eran ricas y prósperas, los caminos y
las fronteras seguros, los jueces y los gobernantes eficaces.
Como Calígula, Nerón también murió de modo violento, en el año 68 d.C., cuando
fue obligado a quitarse la vida.
Dinastía Flavia
La dinastía Flavia va del 69 al 96 d.C, contando con tres emperadores: Vespasiano
(69-79), Tito (79-81) y Domiciano (81-96). Los Flavio llegan al poder en una posición en la
que no tenían ni prestigio, ni patrimonio, ni clientelas
Bajo el reinado de Tito, la revuelta de Judea fue aplastada (asedio de Masada), el
tesoro del estado se recuperó, y las destrucciones causadas por la guerra se repararon. Signo
de la gran mejoría económica del Imperio romano es que en esta época se construyó el
Coliseo, probablemente la construcción antigua más impresionante.
Dinastía Antonina
La dinastía Antonina fue la casa reinante en el Imperio romano entre los años 96 y
192, con 96 años de duración, por lo que fue su dinastía más longeva. También se conoce a
sus cinco primeros miembros por el nombre de los Cinco emperadores buenos, nombre
propuesto por Maquiavelo y promocionado por el historiador Edward Gibbon, de cuyos
principados dijo fueron "la época más feliz de la historia de la humanidad".
El término antonino no proviene del primer emperador de la familia, sino de
Antonino Pío. Ha retenido esta forma porque el reinado de este monarca es el mejor modelo
y reúne las características de los demás reinados. Por este motivo el siglo ii es llamado:
siglo de los Antoninos.
Entre estos emperadores también se destaca Trajano, el primer emperador nacido en
una provincia, bajo su reinado el imperio alcanzó su máxima expansión geográfica.
Durante el siglo III Roma se hallaba sumida en el caos y su final parecía inminente.
Sin embargo, un oscuro general de origen humilde, Diocleciano, consiguió tomar de nuevo
las riendas del poder con mano firme, y el año 285 inauguró una era de reformas que
asegurarían la supervivencia del Imperio durante casi dos siglos más en Occidente y mil
años en Oriente.
Constantino
Con ciertas modificaciones, sus reformas fueron mantenidas y continuadas por
Constantino. Pero el reinado de este emperador merece una atención particular por dos
hechos fundamentales:
1) El año 313 d.C. Constantino declaró la libertad de cultos en todo el Imperio, y el
Cristianismo, tantas veces perseguido, inició entonces el largo camino que le convertiría en
la religión oficial de Roma.
2) Además, este emperador fundó la nueva ciudad de Constantinopla, a la que
convirtió en capital imperial. De este modo, mil años después de su fundación, Roma
quedaba reducida a una ciudad secundaria dentro del Imperio que ella misma había creado.
Durante todo el siglo IV, las profundas reformas de Diocleciano permitieron
administrar, con muchas dificultades, un imperio acosado por los bárbaros y debilitado por
el empobrecimiento de sus provincias. Los escasos recursos del Estado no daban abasto
para sofocar todos los intentos de invasión de unos pueblos atrasados que deseaban alcanzar
el Imperio no ya para destruirlo, sino para disfrutar de sus ventajas.
Occidente asediado
La división del Imperio en dos mitades, a la muerte de Teodosio, no puso fin a los
problemas, sobre todo en la parte occidental. Burgundios, Alanos, Suevos y Vándalos
campaban a sus anchas por el Imperio y llegaron hasta Hispania y el Norte de África.
Los dominios occidentales de Roma quedaron reducidos a Italia y una estrecha
franja al sur de la Galia. Los sucesores de Honorio fueron monarcas títeres, niños
manejados a su antojo por los fuertes generales bárbaros, los únicos capaces de controlar a
las tropas, formadas ya mayoritariamente por extranjeros.
El año 402, los godos invadieron Italia, y obligaron a los emperadores a trasladarse
a Rávena, rodeada de pantanos y más segura que Roma y Milán. Mientras el emperador
permanecía, impotente, recluido en esta ciudad portuaria del norte, contemplando cómo su
imperio se desmoronaba, los godos saqueaban y quemaban las ciudades de Italia a su
antojo.
El saqueo de Roma
En el 410 las tropas de Alarico asaltaron Roma. Durante tres días terribles los
bárbaros saquearon la ciudad, profanaron sus iglesias, asaltaron sus edificios y robaron sus
tesoros.
La noticia, que alcanzó pronto todos los rincones del Imperio, sumió a la población
en la tristeza y el pánico. Con el asalto a la antigua capital se perdía también cualquier
esperanza de resucitar el Imperio, que ahora se revelaba abocado inevitablemente a su
destrucción.
Los cristianos, que habían llegado a identificarse con el Imperio que tanto los había
perseguido en el pasado, vieron en su caída una señal cierta del fin del mundo, y muchos
comenzaron a vender sus posesiones y abandonar sus tareas.
San Agustín, obispo de Hipona, obligado a salir al paso de estos sombríos presagios,
escribió entonces La Ciudad de Dios para explicar a los cristianos que, aunque la caída de
Roma era sin duda un suceso desgraciado, sólo significaba la pérdida de la Ciudad de los
Hombres. La Ciudad de Dios, identificada con su Iglesia, sobreviviría para mostrar, también
a los bárbaros, las enseñanzas de Cristo.
Finalmente, el año 475 llegó al trono Rómulo Augústulo. Su pomposo nombre hacía
referencia a Rómulo, el fundador de Roma, y a Augusto, el fundador del Imperio. Y sin
embargo, nada había en el joven emperador que recordara a estos grandes hombres. Rómulo
Augústulo fue un personaje insignificante, que aparece mencionado en todos los libros de
Historia gracias al dudoso honor de ser el último emperador del Imperio Romano de
Occidente. En efecto, sólo un año después de su acceso al trono fue depuesto por el general
bárbaro Odoacro, que declaró vacante el trono de los antiguos césares.
Así, casi sin hacer ruido, cayó el Imperio Romano de Occidente, devorado por los
bárbaros. El de Oriente sobreviviría durante mil años más, hasta que los turcos, el año 1453,
derrocaron al último emperador bizantino. Con él terminaba el bimilenario dominio de los
descendientes de Rómulo.
EXPANSIÓN AL MEDITERRANEO ORIENTAL GRECIA, MACEDONIA Y ASIA
MENOR
Después de las Guerras Púnicas, aún quedaban grandes reyes que se atrevieron a hacer
frente al poderío de Roma, en Grecia, en Turquía y en Siria, pero fueron barridos por la
incontenible marea de sus legiones.
MACEDONIA
El primer país afectado fue Macedonia, el más poderoso de los Estados helenísticos y el
único pueblo entonces que podía rivalizar con Roma en cuanto a tenacidad. Mas, por
desgracia para ellos, su rey Filipo V, el mezquino Perseo.
La ocasión de la guerra entre Filipo y los romanos fue la ambición desenfrenada del
macedonio, cuya política de expoliación era famosa en toda Grecia. Varias ciudades
helenas europeas y asiáticas pidieron protección a Roma, que no olvidaba el tratado entre
Filipo y Aníbal. Y aunque es probable que el pueblo no deseara la guerra, tras una lucha
que había durado diecisiete años, el Senado la provocó. El pretexto para intervenir era
excelente, pues el poderoso Antíoco III, de la dinastía de los seléucidas, aliado de Filipo,
estaba comprometido en una guerra contra Egipto, reino amigo de Roma.
IMPERIO SELÉUCIDA
Desde Macedonia partió un ejército romano, que atravesó el Helesponto y derrotó a
Antíoco en 190 antes de Cristo. Antíoco tuvo que ceder casi toda el Asia menor y aceptar
para el resto de sus terri torios unas condiciones tan severas como las impuestas antes a
Cartago y después a Macedonia: entrega de los elefantes de guerra y de la flota, excepto
diez navíos, pago de una suma enorme (quince mil talentos), a título de reparaciones e
indemnización y un pacto de no agresión con respecto a sus países vecinos en el oeste.
GRECIA
A mediados del siglo II a. C., el mapa político de Grecia cambia por completo. Roma llega
a los Balcanes. En el año 196 a. C., tras derrotar a Filipo V de Macedonia, Flaminino
proclama retóricamente la libertad de los helenos. Es una libertad condicionada, desde
luego, al predominio romano. Unas décadas después, en Pidna (168 a. C.), cae vencido el
rey Perseo de Macedonia, y las legiones romanas entran definitivamente en toda Grecia:
halagan a Atenas entregándole el puerto de Delos para ayudarla en su reconstrucción
económica, pero, en cambio, dejan claro que no aceptan sublevaciones y, para que sirva de
escarmiento, destruyen por completo Corinto.
Sin embargo, en otro terreno, los propios conquistadores fueron los conquistados. La
sociedad romana, concebida para la lucha y el sacrificio, estaba acostumbrada a combatir a
los rudos itálicos y fieros hispanos, pero no estaba preparada para enfrentarse
culturalmente a Grecia y Oriente.
Cuando entraron victoriosos en Atenas, los romanos quedaron fascinados por la belleza de
su arte, el refinamiento de su filosofía, y la dulce musicalidad de un idioma concebido para
el razonamiento. Los nobles romanos comenzaron a copiar las esculturas griegas, enviar a
sus hijos a aprender su idioma, asistir a sus representaciones teatrales, y deleitarse con la
música y la poesía llegadas de Oriente.
LITERATURA ROMANA
La retórica
El arte de hablar en público se denomina oratoria. En Roma era ejercido por el orator. Un
discurso, del tipo que fuera (político, judicial, fúnebre, etc) recibía el nombre de oratio. El
dominio de este arte se llamaba eloquentia.
La teoría en que se basaba, aprendia y adaptada de los griegos, se llamaba rhetorica (del
griego ῥήτωρ, “orador”) y se estudiaba en las escuelas de retórica”.
En el año 161 a. C., muchos de estos rhetores griegos fueron expulsados de Roma, junto
con los filósofos, tras la promulgación de un edicto que los acusaba de corromper las
virtudes antiguas con sus enseñanzas sofisticas.
Tipos de discursos
La retórica clásica distingue también tres clases (genera) de discursos oratorios, a cada uno
de los cuales corresponden unas características de composición diferentes:
Genus deliberativum (“discurso deliberativo”): el pronunciado principalmente ante una
asamblea para lograr convencerla o disuadirla de tomar una decisión determinada con
respecto a un asunto dado.
Genus demonstrativum (“discurso demostrativo” o “apodíctico”): su objeto es la
alabanza (laudatio) o la crítica (vituperatio) de las virtudes o defectos de una persona.
Genus iudiciale (“discurso judicial” o “forense”): el pronunciado ante un tribunal para
conseguir la condena o absolución de un reo.
A su vez, por el tono del discurso, se distinguían tres tipos de tipos de estilo o genera
dicendi, destinados a convencer, a gustar y a impresionar:
Genus grande (“estilo elevado”)
Genus medium (“estilo medio”)
Genus tenue (“estilo elegante”)
Partes de un discurso
Todo buen discurso, por último, ha de estructurarse en una serie de partes cuya
importancia varía en función de los genera anteriores:
CICERÓN
LA METAMORFOSIS
Los Metamorphoseon libri se presentan como una historia universal mítico-etiológica que
se abre con un relato acerca del origen del mundo, seguido por la creación del hombre. De
tal modo, la primera metamorfosis en el poema de Ovidio es la transformación del caos en
cosmos (1. 5-88) a través de un proceso de separación de los cuatro elementos
primordialmente mezclados, aun cuando los términos cosmogonía y metamorfosis no dejan
de oponerse en más de un aspecto, como lo dejó asentado Robert Coleman en un artículo
clásico sobre esta temática.
Ahora bien, se debe reconsiderar ante todo el denso proemio de cuatro hexámetros, con los
que el autor adelanta una serie de innovaciones en su poética
La obra está dividada en 15 libros, algunos de los cuales se organizan en torno a una
tradición mítica. Por ejemplo, en el libro I, como sería lógico en una obra totalizadora, hay
una teogonía o creación del mundo, que establece ciertos paralelismos con el Génesis
(diluvio universal o creación de la primera pareja de hombres); los libros III y IV tienen
una cierta unidad en torno al ciclo tebano y a la figura de Cadmo; también es importante la
presencia de Perseo, a caballo entre los libros IV y V, al mismo tiempo que Céfalo se sitúa
entre los libros VII y VIII, y Teseo entre los libros VIII y IX; para personajes como Orfeo
o como Eneas, en cambio, se les dedican libros enteros: el libro X y parte del XI para el
primero, y el libro XIV para el segundo. Aunque en cada uno de estos libros el tema no se
da de una forma absoluta, sino que se intercalan numerosos episodios narrativos, que
contribuyen a aumentar la riqueza abarcadora de la obra.
Se puede observar por tanto que no hay una correspondencia absoluta entre personajes y
libros. Se puede decir más bien que hay un intento por conseguir una extensión homogénea
para cada libro, pero siendo consciente de que cada mito tiene una importancia diferente y
requiere un número de versos mayor o menor para desarrollarse.
Género
Se ha discutido mucho acerca del género de las Metamorfosis, debido a que Ovidio no
utiliza un único registro, sino que cambia de estilo según las diferentes circunstancias
narrativas. El estilo, por lo tanto, también cumple una importante función en esa intención
totalizadora que tiene la obra. Así, se puede encontrar un estilo épico en los episodios del
combate de Perseo (libro V), o en la batalla entre Centauros y Lápitas (libro XII); frente a
un estilo elegíaco, como ocurre en el episodio de Níobe (libro VI), en el episodio de Apolo
y Dafne (libro I), o en tantos otros momentos de la obra.
El tema de la obra, según se ha indicado, serían las propias metamorfosis, que si bien no
tienen aparentemente una unidad temática, participan del principio del cambio. En este
sentido no es gratuita la intervención de Pitágoras en el libro XV, casi al final de la obra,
indicando al lector cuál es el sentido e interpretación que debe darle a todo lo que ha leído.
Pitágoras es una figura que se extiende a lo largo de todo el libro, en cuanto que se
entiende que en el mundo la materia no se crea ni se destruye, sino que se transforma. Y
ese es el principio que precisamente seguirá Ovidio en las Metamorfosis, aunque dando un
paso más adelante. Pero para conseguir darle un sentido exacto al texto de Ovidio, es
necesario comprender el significado de los mitos, y no quedarse simplemente con una
aparente belleza exterior, que por supuesto la tiene.
Se suele decir que el tema por excelencia de la obra de Ovidio es el amor. Esto es cierto en
la medida en que el amor ocupa un lugar principal dentro de las preocupaciones humanas;
pero no se puede reducir la obra únicamente a este sentimiento. Se puede entender la
importancia del amor dentro de mitos como Apolo y Dafne (libro I), Píramo y Tisbe (libro
IV), Perseo y Andrómeda (libro IV), el rapto de Prosérpina (libro V), Jasón y Medea (libro
VII), Filemón y Baucis (libro VIII) u Orfeo y Eurídice (libro X), entre otros. Pero reducir
mitos como el del rapto de Prosérpina, el de Medea o el de Orfeo al amor sería
simplificarlos demasiado. En el mito de Medea hay otros componentes como la locura y el
odio, y en el de Orfeo la sabiduría y el arte; aunque el amor sea siempre el trasfondo. El
caso de Filemon y Baucis es uno de los más particulares del libro, porque constituyen uno
de los pocos amores completamente culminados en la obra, y son además un modelo de
piedad, que falta a la mayor parte de los personajes. Otros temas que se tocan aparte del
amor son la rebeldía adolescente, con mitos como el de Faetón (libro I y II), o el de Dédalo
e Ícaro (libro VIII); el furor báquico, en mitos como el de Penteo (libro III), relacionado
con el tema de la locura en el mito de Ino y Melicertes por ejemplo (libro IV); y muy
especialmente se trata el tema de la vanidad o hibris, en que los humanos quieren igualarse
a los dioses (estableciéndose un punto de conexión con la Biblia, entre otros textos
religiosos), como ocurre en mitos como el de Aracne (libro VI) o como el de Níobe (libro
VI).
Otro tema interesante que hay que destacar es el tratamiento particular que Ovidio hace
de los dioses. Como se ha indicado anteriormente, las Metamorfosis pasan por el filtro de
la óptica humana todo lo que ocurre en el mundo y en la propia alma humana. En este
sentido se puede afirmar que si para el cristianismo Dios crearía al hombre a su imagen y
semejanza, para Ovidio en cambio es el hombre el que crea al dios a su imagen y
semejanza. Todos los dioses que se presentan en la obra están vistos desde un punto de
vista antropomórfico. No siguen exactamente las reglas de los humanos, sino que están por
encima de ellas, como bien razona Biblis en el libro IX, cuando para justificar la pasión
amorosa que siente por su hermano recuerda que Júpiter está casado con su hermana Juno.
Los dioses, a pesar de regirse por otras normas, siguen unos comportamientos
profundamente humanos. En esto Ovidio se distingue de la piedad que mueve la obra de
Virgilio. Frente al Júpiter justo y omnipotente de Virgilio, Ovidio muestra un Júpiter
llevado por las pasiones humanas, en episodios como Júpiter e Io (libro I), Júpiter y Calisto
(libro II), Júpiter y Europa (libro II) o Júpiter y Séleme (libro III). Se muestra como el
esposo infiel y lujurioso, imagen de un dios, cargada de cierta desesperanza y de cierto
nihilismo. A esta concepción del mundo contribuyen además comentarios aislados en
diversas situaciones en los que Ovidio pone en duda la validez de los dioses.
Para comprender la concepción que Ovidio tiene de los dioses es importante resaltar el
episodio de Aracne (libro VI), que reta a Palas a confeccionar un tapiz (el esquema del reto
se repite en numerosas ocasiones). Aracne confecciona un tapiz en el que se muestra el
lujurioso y bochornoso comportamiento de los dioses, frente al tapiz de Palas que los
muestra en toda su gloria. Palas debe admitir que el tapiz de Aracne es superior, y debe
admitir ese comportamiento impropio de auténticos dioses.
Las Metamorfosis además de ofrecer una visión del alma humana en todos sus matices,
ayuda a comprender gran parte del arte en general. Es necesario conocer estos mitos,
porque forman parte de la cultura occidental, y son temas imprescindibles que el arte ha
tocado en todas las épocas. No se puede, por tanto, cerrar los ojos ante tales
manifestaciones; y por supuesto, quedarse en la superficie del mito es un error, sino que
hay que profundizar en todas sus implicaciones, como error sería quedarse en la superficie
del arte en general. Conocer el significado del mito ayuda a comprender el significado del
arte.
https://www.enroma.com/monarquia-antigua-roma/
https://periodicooficial.jalisco.gob.mx/sites/periodicooficial.jalisco.gob.mx/files/
historia_romana-tito_livio.pdf Historia de Roma desde su fundación. Libros I-III. Tito
Livio. Gredos, Madrid, 2006.
https://historiaeweb.com/2019/12/14/batalla-de-alia-invasion-de-los-galos/
o intervendría en los intereses romanos en la Campania.
https://enciclopediadehistoria.com/guerras-punicas/