Titulo original: Los modales no hacen al Hombre

Contenido
1.ra edición
Introducción 4
© Alejandro Flores Maya, 2021
Portada: Alejandro Flores Maya El mercado del amor 7
Correcciones: César Eliel Huerta Romero La jerarquía sociosexual 24
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o Hombre Alfa: el líder 27
parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su Hombre Sigma: el renegado 33
transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, Hombre Beta: el seguidor 38
mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por Hombre Delta: el gris 43
Hombre Gama: el resentido 48
escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos
Hombre Omega: el desesperanzado 53
puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.
¿Cómo construir valor? Los pilares del Hombre Alfa 58
Autoestima, confianza y estoicismo 63
Proyecto de vida 80
Tú eres tu prioridad 96
¿Cómo proyectar valor? Comunicación y subcomunicación 109
Actos de habla: hacemos mientras hablamos 112
¿Qué dicen tus acciones de ti? 118
El juego en el Siglo XXI 136
Mitos y realidades de “las reglas de oro” 137
Lenguaje no verbal: escalar la interacción 149
Por texto no se liga 159
¿Qué es lo que ellas quieren? 169
Hipergamia, preselección y pruebas de congruencia 170
Lo que dicen vs. lo que hacen 176
El mito del príncipe azul y el chico malo 182
Conclusiones 187
Referencias 190

Introducción
Esta obra se cimenta como un aporte a la literatura sobre desarrollo
personal masculino desde una perspectiva de reciente crecimiento y
popularidad: la teoría del Hombre Alfa. En este sentido, propongo un
libro que funciona como introducción a un mundo que, espero, genere
más preguntas que respuestas.
La idea, entonces, es hacer consciente al lector del mundo en el
que vive, de las dinámicas económicas que rigen la elección de una
pareja, de los aspectos biológicos, sociales, culturales y psicológicos
detrás de la jerarquización de los hombres, además de los aspectos
personales que todo hombre debe trabajar y desarrollar para alcanzar el
estado de Hombre Alfa: desde las habilidades sociales necesarias para
relacionarse con los demás, las reglas bajo las cuales tendrá que jugar en
el mundo de las citas, hasta las variables que condicionan el
pensamiento femenino.
Al respecto, este libro se sirve de diversas referencias
bibliográficas y videográficas, al tiempo que propicia el diálogo entre
distintas áreas de conocimiento: política, sociología, biología,
neurociencia, ciencias de la comunicación, economía, feminismo,
masculinismo, entre otras. Todas estas aristas contribuyen al
entendimiento general y holístico de las relaciones interpersonales y del
comportamiento humano.
En ocasiones puede parecer que hay temas cuya profundidad es
mucho mayor, de ahí que el lector deba recordar la naturaleza
introductoria de este escrito, pues está pensado como el inicio de un
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proyecto más amplio que buscará explicar de manera detallada cada
aspecto de lo que aquí se expone.
Por lo tanto, el compromiso que cada lector adquiere tras
concluir esta obra es el de usar su deseo de aprendizaje y crecimiento
para buscar en las referencias de este libro las respuestas a todas sus
dudas. Congruente con mis propósitos, el acercamiento a estos
párrafos siempre retará al lector: siempre buscará llevarlo por el camino
del Alfa incluso desde su lectura.
Lo que se busca, además, es que este texto sirva como una base
para la literatura hispanoamericana referente al desarrollo personal
masculino: que sirva de apoyo a otros autores cuyo interés por el tema
los lleve profundizar por su cuenta, ya que aquí encontrarán un
esfuerzo por proveer definición, incentivar la homologación de
conceptos y rastrear proyectos académicos de los mismos.
Así, más que un manual de instrucciones o una receta de
cocina, con pasos a seguir de manera escalonada y robótica, este libro
busca servir como una aproximación teórica que intenta dar claridad
sobre una serie de términos que se han popularizado en Internet los
últimos años, mientras pone a disposición todas las herramientas para
quien desee utilizarlo de manera práctica durante su desarrollo
personal.
Sobre esta línea, tampoco se busca forzar un resultado único, ni
producir hombres plásticos sin personalidad propia; al contrario: a lo
largo de estas páginas se hace un constante recordatorio sobre la
importancia de la autenticidad, la autodeterminación, la responsabilidad
personal y la congruencia.
 Quien lea este libro, ya sea su primer acercamiento a temas de
seducción y masculinidad, o que ya haya pasado por varios de los
autores aquí citados, obtendrá algo valioso y nuevo, que aportará a su
desarrollo como hombre. O al menos así lo espero. De antemano,
caballero, muchas gracias por tomar la decisión de invertir y de trabajar
en ti mismo.
Ahora sí, comienza tu transformación.
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El mercado del amor
Una de las primeras cosas que se debe entender sobre todo tipo de
interacción humana es que se encuentra inmersa en un sistema. Cada
sistema puede tener una naturaleza distinta, pero todos coexisten y se
relacionan entre sí, sin importar si se trata de un sistema económico,
político, social, cultural, biológico, u otro.
En ese sentido, las relaciones sexoafectivas, de amistad,
compañerismo o dominación, también se encuentran enmarcadas
dentro de estos sistemas. El problema al que muchos hombres se
enfrentan es que son inconscientes de esta realidad y, por lo tanto,
deambulan en dichos entornos sin dirección, a la deriva.
Por tal motivo, es necesario empezar por orientar al hombre
respecto al lugar que ocupa dentro de estos sistemas y la incidencia que
tiene en ellos. Bajo esta línea de argumentación, lo primero que se debe
definir es el concepto “sistema”, a través del que se esclarecerán
muchas interrogantes.
De acuerdo con el sociólogo Niklas Luhmann (1998), los
sistemas sociales se pueden definir como un conjunto de relaciones
condicionadas por reglas de inclusión o exclusión. El concepto
encuentra su complemento en los aportes de David Easton (1965),
quien establece la necesidad de actores, o jugadores, dentro de los
sistemas, pues son ellos los que establecen dichas relaciones. Entonces,
existen tres elementos que componen a un sistema:
x Actores o jugadores
 x Reglas
x Relaciones
Cuando se habla del mercado del amor, entonces, me refiero a un
sistema, a un conjunto de estos tres elementos: se tiene a los actores, o
jugadores: hombres y mujeres; las reglas, que condicionan cómo se
pueden relacionar entre sí y, por último, a los diferentes tipos de
relaciones que finalmente establecen.
De estos tres componentes, el primordial es el de las reglas, por
una razón muy sencilla: conocer las reglas y sus consecuencias permite
alinear nuestro comportamiento con ellas. Sobre esto, de acuerdo con
la Dra. Marina Adshade (2013), las reglas que se aplican en el mercado
del amor son, principalmente, económicas.
Lo anterior nos lleva a establecer la primera regla: en todas las
relaciones humanas sexoafectivas existe un intercambio,
especialmente de dos cosas fundamentales: atención y sexo; no
obstante, hay elementos como el tiempo, el dinero, el estatus, entre
otros, que también pueden negociarse e influir en los dos primeros, los
más importantes.
Lo que pone a la atención y al sexo al centro del mercado del
amor es que, indistintamente del tipo de relación que se trate, alguno de
estos dos elementos, si no es que ambos, está presente. A manera de
ejemplo, se pueden analizar los tipos de relaciones más comunes de la
siguiente manera:
x Compañerismo: intercambio de atención.
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x Amistad: intercambio de atención.
x Relaciones sin compromiso: intercambio de sexo, con ocasional
intercambio de atención.
x Noviazgo: intercambio de atención y sexo.
x Matrimonio: intercambio de atención y sexo.
Esclarecido este punto, y con el conocimiento de que cualquier relación
sexoafectiva implica un intercambio, lo que sigue es entender cómo se
valúan la atención y el sexo, lo que nos acerca a la segunda regla,
imprescindible dentro del mercado del amor: la atención y el sexo se
valúan de manera distinta, y dicha valoración dependerá de
diversos factores.
Por ejemplo: en un país donde existen normas jurídicas y
fuertes presiones sociales que van en contra del sexo casual, existirá la
tendencia de valuar el sexo que en aquellas donde no hay restricciones.
En contraposición, dentro de una nación cuyas costumbres favorecen
las personalidades frías y poco afectivas, la atención será más valorada.
Lo que tienen en común ambos ejemplos es que se rigen bajo
una de las leyes más reconocidas para determinar el valor de algo en la
economía: la ley de la oferta y la demanda. Esta ley fue establecida por
el economista Alfred Marshall (2019) para señalar que el valor de un
bien o servicio en la economía sería determinado por la correlación
entre la oferta y la demanda de dicho objeto.
En ese sentido, el valor de algo irá al alza si la demanda del
mismo es mayor que la oferta. Dentro del mercado del amor, entonces,
esta ley explica por qué el sexo es tan valioso para los hombres, pues
existe una alta demanda por su parte, pero el acceso, para la mayoría, es que haría lo que fuera por conquistar a la doncella. Esto pone al
muy complicado, lo que limita drásticamente la oferta y lleva a que su hombre en una posición de persecución, desde la que debe regalar su
valor se aprecie al alza. atención para que así la mujer le otorgue el favor de su aceptación y,
De la misma forma, la ley de la oferta y la demanda dictamina con ello, le abra las puertas del sexo.
que, si la oferta es mayor que la demanda, el valor de lo ofrecido irá a la Luego, entonces, ¿es correcto que el hombre siga regalando su
baja. Cuando se traslada este principio al mercado del amor, se tiene atención para obtener sexo? La respuesta que brinda la ley de la oferta y
que las mujeres están expuestas a una sobreoferta de atención la demanda es negativa: cuanta más atención regale un hombre a una
masculina, por lo que el valor de esa atención es cada vez más bajo. mujer, será menor el valor que ella le otorgue, lo que suprime las
Tan sólo con estos dos ejemplos se han cimentado las bases de probabilidades de que quiera establecer un intercambio con él.
todo el sistema del mercado del amor, a partir de los que es posible, Entonces, ¿qué tiene que hacer el hombre? ¿Quitar toda la
también, precisar la tercera regla: las mujeres ofrecen sexo y atención de tajo?¡No! Como expliqué, las mujeres están expuestas a una
demandan atención, mientras que los hombres ofrecen atención sobreoferta de atención, por lo que, si un hombre les retira la atención,
y demandan sexo. en la mayoría de los casos ni siquiera lo notarán. Lo que hay que hacer
Aquí es donde se encuentra el primer problema en el mercado es recurrir a la economía, otra vez, en concreto a tres de sus teorías: a la
del amor, y es que el sexo es teoría del valor-trabajo, la teoría del valor subjetivo y a la teoría del
mucho más valorado por los riesgo. Cada una brindará elementos distintos que deben observarse de
hombres de lo que la manera complementaria y simultánea, es decir, que todos se toman en
atención es valorada por las cuenta al mismo tiempo y se influencian mutuamente.
mujeres. La razón es muy Sobre la teoría del valor-trabajo, Adam Smith (1994) había
sencilla: a las mujeres se les establecido en La riqueza de las naciones que “El precio real de todas las
ha enseñado históricamente a cosas […] es el esfuerzo y la fatiga que su adquisición supone”. En
resguardar el sexo, mientras otras palabras, el valor de algo está condicionado por la cantidad de
que a los hombres se les ha trabajo que invertimos para obtener ese algo.
enseñado a regalar la Ilustración 1 Esto, aplicado al mercado del amor, nos lleva a elaborar una
atención. cuarta regla: la persona que más trabaja en la relación es la que
Desde los melodramas shakesperianos, hasta las comedias más valora la relación. Según lo dicho, una de las cosas que el
románticas de los 2000, la fórmula es la misma: el hombre entregado
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hombre debe lograr es que la mujer invierta en la relación sexoafectiva
que plantea construir con ella.
Si retomamos la tercera regla, y tenemos en cuenta que la mujer
demanda atención, lo que se debe hacer es que ella trabaje para ganar
esa atención. Una manera sencilla de hacerlo es condicionar y dosificar
la atención que se le da, por ejemplo: al darle atención mínima a través
de redes sociales, pero máxima cuando se está en una cita con ella.
¿Por qué en una cita? Sencillo: cuando una mujer sale en una
cita tiene que bañarse, arreglarse, maquillarse, elegir ropa, salir de su
casa y darle al hombre tiempo de su día. Todas estas acciones implican
un esfuerzo para ella, es decir, trabajo. Por lo tanto, es necesario
recompensar ese trabajo con atención de buena calidad.
Si un hombre hace esto de manera repetida, entonces la mujer
sabrá y entenderá que para obtener su atención deberá trabajar por ella.
Así, valorará aún más esa atención debido al trabajo que ha invertido
para conseguirla. Esto, por sí mismo, implica un avance: de regalar
atención devaluada a ofrecer atención valiosa.
Sin embargo, esto no lo es todo. Hasta este punto el
intercambio que se ha establecido es de atención por atención, es decir,
que la mujer ofrece su atención al salir en una cita y el hombre también
ofrece su atención en una cita. Así pues, surge una pregunta: ¿cómo dar
paso, de este intercambio de atención por atención, a un intercambio
de atención y sexo?
Aquí entran en juego las siguientes dos teorías: la teoría del
valor subjetivo y la teoría del riesgo. De nuevo, es necesario tener en
mente que los componentes brindados por cada teoría no deben verse
de manera aislada, pues no sustituyen lo hasta aquí visto, sino que
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deben considerarse como complementos, ya que trabajan en conjunto
con todo lo hasta ahora expuesto.
Referente a la teoría del valor subjetivo, el economista Carl
Menger (1981) explicó que las personas tienden a valorar las cosas a
partir del grado de satisfacción a sus necesidades que estas les otorgan.
De esta forma, un individuo valorará más a un objeto que le ayude a
satisfacer sus necesidades básicas de supervivencia que a uno cuyo
propósito es aumentar o disminuir el bienestar.
Otro aporte importante de esta teoría es que toda satisfacción
de las necesidades ocurre en niveles:
1. En el primer nivel, el individuo consume un objeto para
satisfacer una necesidad mínima y básica de supervivencia. En
este punto se valora a ese objeto en demasía por su capacidad
para mantener la vida propia. Por ejemplo, si uno muere de
hambre, valorará inmensamente cualquier alimento que se le
presente.
2. En el segundo nivel, el individuo consume hasta la satisfacción
plena de la necesidad. En este escalón la valoración del objeto
disminuye un poco, porque su consumo ya no es un asunto de
vida o muerte. Si seguimos con el ejemplo de la comida, uno
puede valorar menos algunos alimentos que otros porque tiene
al alcance diversas opciones para nutrirse apropiadamente.
3. En el tercer nivel, el individuo consume por el mero placer que
le provoca. En esta etapa la valoración del objeto disminuye
drásticamente. En el caso de la comida, sería ese postre que da
 igual si uno se come o no, pero que se puede comer por el
placer del sabor.
4. En el cuarto nivel la necesidad está más que cubierta y cualquier
consumo resulta excesivo. En este grado, la valoración por el
objeto incluso se vuelve negativa, lo que puede generar hastío y
tormento. Para terminar con el ejemplo, uno mira con cierto
asco las sobras de comida después de un festín que hasta puede
tirarlas a la basura.
Ilustración 2
Al dirigir estos principios hacia la atención, dentro del mercado del
amor, surge la quinta regla: diferentes tipos de atención satisfacen
diferentes tipos de necesidades. De esta forma, no es lo mismo dar
atención a una mujer llenando su bandeja de entrada con miles de
mensajes que dar atención en una cita cara a cara. ¿La razón? Entran en
juego diferentes tipos de necesidades.
Si un hombre llena de mensajes a una mujer, y todo el tiempo
hablan por texto, satisfará necesidades de aceptación, afecto o
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reconocimiento de ella. Pero si, por otra parte, un hombre sale en una
cita con una mujer, podrá satisfacer, además de las anteriores,
necesidades de intimidad sexual o conexión.
Si partimos del hecho de que las mujeres encuentran una
sobreoferta de atención, lo ideal es reconocer los tipos de atención a
los que están expuestas. Una mujer, relativamente guapa, va a recibir
mucha atención en forma de signos de reforzamiento: comentarios
positivos en sus fotos, mensajes que le recuerdan su belleza, likes, “me
encanta”, entre otros.
Evidentemente, una mujer colmada de atención orientada al
reconocimiento y que nunca ha trabajado por obtenerla, jamás la va a
valorar. Aun así, esa misma mujer puede tener una severa deficiencia de
atención orientada hacia la conexión, hacia el afecto, hacia la intimidad
sexual y a la aceptación.
¿Esto qué significa? Que si, de pronto, un hombre deja de darle
like a sus fotos, le deja de mandar mensajes o reacciones, no lo va a
notar, ni le va a importar. Sin embargo, si un hombre le da atención
orientada hacia la conexión, algo que ella casi nunca recibe, y
condiciona esa atención a que ella salga en una cita con él, entonces hay
un doble trabajo de valoración: por un lado, satisface una necesidad de
la cual ella carece; por otro, ella tiene que trabajar por esa atención. El
resultado de esto es que, conforme pase el tiempo, una mujer apreciará
la atención orientada a la conexión que le dé un hombre, por encima de
la atención orientada al reconocimiento que le dan miles de hombres.
Por esta razón es tan importante reconocer los tipos de
atención y las necesidades que satisfacen, de la misma manera que se
debe entender que cada mujer tendrá necesidades de atención distintas.
Esto permitirá brindarle a cada una el tipo de atención que necesita y
evitará otorgarle la atención de la cual se sienta hostigada, lo que deriva
en la diferenciación, es decir, el destacar por encima de los demás
hombres a su alcance.
Ahora, estos dos componentes, la valoración a partir del trabajo
y a partir de la satisfacción subjetiva de necesidades, se vinculan con el
cómo la mujer valora la atención. El último factor lo facilita la teoría
del riesgo, cuyas implicaciones tienen que ver con la manera en que las
mujeres valoran el sexo.
A saber: cuando se trata de sexo, los hombres suelen verlo
desde el punto de vista del placer que provoca. En contraste, de
acuerdo con la Dra. Marina Adshade (2013), las mujeres tienden a
enfocarse más en los riesgos que conlleva tener relaciones sexuales,
principalmente en la posibilidad de adquirir una enfermedad de
transmisión sexual o tener un embarazo no deseado.
Sobre esta línea, los aportes de los psicólogos Daniel
Kahneman y Amos Tversky (1979, 1981) dan luz sobre una teoría
subjetiva, a propósito de la percepción del riesgo, llamada teoría de las
perspectivas, o teoría prospectiva. Con ella buscaron explicar que, para
percibir el riesgo, o beneficio, de algo, los seres humanos necesitan un
punto de referencia.
Esto es: si una persona está atrapada dentro de un edificio que
se incendia y sólo puede elegir uno de dos objetos para facilitar su
huida, un extintor y un contenedor con gasolina, va a actuar en función
de la situación en la que se encuentra, como punto de referencia, para
determinar el beneficio que obtiene de utilizar cada objeto. En este
caso elegirá el extintor, ya que, dado el contexto, los beneficios de
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usarlo son mucho mayores que los que le puede prestar el contenedor
con gasolina.
Por el contrario, si al automóvil de una persona se le termina el
combustible en medio de una carreta y se presenta la misma decisión:
elegir entre un extintor y un contenedor con gasolina, el punto de
referencia de esa persona es distinto. Entonces no elegirá el extintor,
sino el contenedor con gasolina para rellenar el tanque y poder
continuar con su camino.
Aquello no significa que un extintor o un contenedor con
gasolina sean inútiles, o que carezcan de valor por sí mismos, dado que
la implicación de la teoría en ambos casos funciona para dejar claro
que, para que una persona pueda ver el beneficio o el riesgo que
acompaña la elección de un objeto, necesita un punto de referencia
sobre el cual evaluar sus posibilidades y tomar una decisión.
Todo lo anterior sirve para establecer la sexta regla: las
mujeres ponderan el tener sexo con un hombre a partir de los
beneficios y los riesgos que supone dicha relación en particular.
En consecuencia, una mujer evaluará de forma distinta tener relaciones
sexuales con un vagabundo, con un exitoso hombre de negocios o con
un colega de su trabajo, todo dependerá de su relación con ese hombre
y del contexto en el que se dará esa relación: casual, exclusivo, con
protección, sin protección, etc.
A propósito, continuamos con la regla número siete: el punto
de referencia de las mujeres para evaluar los beneficios y los
riesgos es su posición actual. Por ejemplo, una mujer que busca una
relación a largo plazo evaluará el sexo de manera diferente, en
comparación con una mujer que desea llevar un estilo de vida libre de
compromisos: en el primer caso, la mujer evaluará el sexo casual en la
medida que le signifique un riesgo para concretar una relación seria; en
el segundo, se evaluará desde el beneficio que le otorgue para continuar
sin compromisos.
Es con base en estos procesos que las mujeres terminan de
decidir el tipo de relación que quieren entablar con un hombre. Una
mujer decidirá no tener relaciones con un hombre si los beneficios son
menores a los riesgos; por el contrario, accederá a tenerlas si dichos
beneficios son mayores a los riesgos.
A manera de ejemplo, cuando una mujer está en una relación
seria, estable, con un hombre que le otorga la cantidad y calidad de
atención que satisface sus necesidades, lo normal es que mantenga
relaciones sexuales con él. Si otro hombre intentara convencerla de que
tenga sexo con él, ella evaluará el riesgo que implica la infidelidad:
perder a la pareja estable, los planes que tenía, la atención que recibía, e
incluso el pasar vergüenza y ser juzgada si llegara a ser descubierta.
Al mismo tiempo tendría en mente todos los beneficios
posibles de la relación sexual con el otro hombre: la emoción, la
novedad, la cantidad y calidad de atención que podría recibir. Una vez
que haya ponderado los beneficios contra los riesgos, consecuente con
su posición actual, tomará su decisión final.
Este mismo proceso se lleva a cabo cuando la decisión implica
una relación casual, brindar exclusividad en un noviazgo o llegar al
compromiso del matrimonio. Lo que cambiará serán los beneficios a
tomar en cuenta, así como los riesgos, y su posición particular ante la
disyuntiva que tenga en frente.
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Por un lado, una mujer valorará positivamente la posibilidad de
casarse con un hombre cuyo nivel socioeconómico es mejor que el de
ella, porque aquello denota cierto grado de estabilidad y seguridad. Esto
la llevará a descartar a hombres con un bajo nivel socioeconómico
debido al riesgo que implica la incertidumbre financiera.
Por otro lado, si la misma mujer busca una relación casual,
entonces valorará los beneficios que le brinde un hombre gracias a su
desempeño sexual o a su capacidad de provocar emociones y llevarla a
vivir experiencias nuevas. Esto la incitará a descartar a hombres que
busquen una relación formal por el riesgo que implican: hacerla perder
las vivencias y experiencias que busca.
Lo que se debe tomar en cuenta, en todos los casos, es la
octava regla: las mujeres siempre elegirán la opción que más
beneficios le otorgue, según su situación particular. Es así como
una mujer adinerada puede percibir el ingreso de su pareja como un
riesgo si es menor al de ella, ya que podría creer que tendrá que
mantener al hombre, o como un beneficio si es mayor, porque tiene
certeza de que él es capaz de valerse por su cuenta.
De la misma forma, una mujer que es muy popular en la
escuela puede percibir como un riesgo relacionarse con un hombre
menos popular, porque le quitaría estatus; sucede lo contrario cuando
aprecia como un beneficio el relacionarse con un hombre más popular
que ella, porque puede proveerla de mayor estatus.
Es en este punto que entran en juego todos los factores
externos, complementarios a la atención, al momento de realizar un
intercambio en el mercado del amor. Si seguimos con el ejemplo de la
mujer popular, ella valorará de sobremanera la atención de un hombre
más popular que ella por los beneficios que trae consigo.
Si el hombre popular hace que la mujer invierta en esa atención,
entonces satisfará las necesidades particulares de ella y conseguirá
establecer, al mismo tiempo, lo qué quiere a cambio de esa atención,
por lo que sus probabilidades de tener sexo con ella serán altas. Esto
nos acerca a la novena regla del mercado del amor: es trabajo del
hombre dejar en claro que quiere atención sexual.
Uno de los errores más comunes que cometen los hombres es
dar su atención sexual y aceptar atención no sexual durante un
intercambio. Esto ocurre cuando el hombre tiene miedo al rechazo,
cuando siente que, si sus intenciones sexuales son muy evidentes, ella lo
va a descartar.
Entonces, si un hombre invita a una cita a una mujer y la salida
entera consiste en platicar, escuchar problemas, dar palabras de
reforzamiento mutuo, etc., la mujer dará por hecho que su relación con
ese hombre es sólo de amigos, pues él nunca dejó claro que quería
atención sexual.
Lo anterior sin importar que el hombre tenga intenciones
sexuales con ella, porque no lo demuestra y, al contrario, al aceptar ese
intercambio (atención no sexual por atención no sexual) lo que da a
entender es que quiere una amistad. Ahora, ¿cómo establecer que lo
que se busca es atención sexual?
Hay que volver sobre el ejemplo citado líneas arriba: ahora otro
hombre invita a la misma mujer a una cita y él sí sexualiza la situación,
es decir, da atención orientada a la intimidad sexual: coquetea, hace
alguna insinuación, escala físicamente, todas señales de que espera
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recibir atención sexual de regreso. Lo que ocurrirá es que ella analizará
la situación con base en las reglas establecidas, desde la cuarta a la
octava, para determinar si le dará atención sexual al hombre que la
invitó a salir.
Así, sólo hay cabida para dos posibles escenarios: ella considera
favorable brindarle atención sexual a ese hombre, es decir, coquetear de
regreso, escalar físicamente y tener relaciones sexuales con él, o
considera desafortunado brindarle atención sexual, por lo que frenará la
interacción y marcará su distancia. Por un lado, se concreta el
intercambio deseado en las relaciones sexoafectivas (atención no sexual
por atención sexual); por el otro, se deja en claro que no tiene interés
en participar en el intercambio.
Ante el primer escenario basta con mantener la reciprocidad,
pues el hombre da atención sexual y recibe atención sexual a cambio.
Respecto al segundo sólo queda aceptar el rechazo y descartar a esa
mujer para una relación sexoafectiva, porque queda claro que no tiene
interés en establecerla, entonces se la deja ir para encontrar a alguien
más que sí esté interesada.
Establecida la dinámica del intercambio en una relación
sexoafectiva, es necesario recordar la regla número cuatro, que
permitirá mantener un equilibrio en esa relación, ya que siempre debe
haber reciprocidad entre la cantidad de trabajo (en forma de atención
sexual y no sexual) que ambas partes ponen en una relación.
Sólo de esta manera es posible llegar a una relación sana, en la
que ambos, tanto el hombre como la mujer, inviertan parte de sí
mismos y, por lo tanto, la valoren de igual manera. ¿Esto qué significa?
Veamos el caso: si una mujer decide disminuir la frecuencia e
intensidad de las relaciones sexuales, en lugar de sobrecompensar con
atención, el hombre debe disminuir el nivel de atención que brinda en
algunas necesidades e identificar cuáles son las carencias de su pareja
para enfocarse en ellas.
En su lugar, si una mujer mantiene e incrementa la frecuencia e
intensidad de las relaciones sexuales, lo normal será que se encuentre
en posición de exigir más atención por parte de su pareja. Esto puede
derivar en la insistencia de mayor compromiso, de una relación de
exclusividad o más atención enfocada en diversas necesidades.
De la misma manera, ahora con la regla número ocho, si una
mujer mantuvo relaciones sexuales con un hombre, pero éste se
estancó y descuidó, puede que todos los beneficios que la mujer
obtenía de estar con él se desvanecieran. Esto significa que ella decidirá
dejar de tener relaciones sexuales con él, porque ha dejado de ser la
mejor opción para ella.
Lo anterior ocurre, generalmente, cuando se termina la etapa de
“preparatoria”, porque muchos hombres llegan a su máximo potencial
en ese sitio. Entonces el tiempo pasa, empiezan a decaer, y las mujeres
que antes los deseaban ahora los rechazan, pues ya no obtienen
beneficios de estar con ellos, aunque antes si los hubiera.
Así es como llegamos a la décima, y última, regla del mercado
del amor: decisiones pasadas no equivalen a decisiones futuras.
Me explico: si una mujer accedió a tener relaciones sexuales con un
hombre una vez, eso no significa que haya decidido mantener
relaciones sexuales con él para siempre, ya que esa elección se enmarcó
en un contexto específico.
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Esto también aplica en los noviazgos y matrimonios, que es
cuando los hombres sienten que tienen derecho a mantener relaciones
sexuales con sus parejas sólo porque están juntos. Dar por hecho los
lleva a descuidarse, a dejar de trabajar en la calidad y cantidad de su
atención, a perder todos los beneficios que podrían proveer y, en
última instancia, hacer que sus parejas pierdan el deseo sexual por ellos.
Es necesario entender, entonces, que el mercado del amor
siempre va a estar presente, desde la etapa en la que apenas se conocen
dos personas hasta dentro de un matrimonio de varios años. Porque en
el mercado del amor se desenvuelven todo tipo de relaciones
sexoafectivas: las casuales, las monogámicas, las poligámicas, etc.
Consecuentemente, es vital tomar y tener presente a todas y
cada una de las reglas como parte de un todo, no de manera aislada,
pues conocerlas y aplicarlas es la llave para regular el comportamiento
propio, todo con miras de obtener mejores resultados a la hora de
relacionarse y desenvolverse de manera exitosa dentro del mercado del
amor.

La jerarquía sociosexual
Lo primero a entender sobre la jerarquía sociosexual es que, como el
mercado del amor, también es un sistema; ambos, de hecho, se
relacionan íntimamente: es a partir de esta jerarquía sociosexual que se
fundamentan muchas de las dinámicas establecidas en el mercado del
amor.
Cuando se habla sobre la jerarquía sociosexual hay que
entender, antes, de dónde viene, para saber cuál es su utilidad dentro
del análisis de la estructura de la sociedad. En términos generales, la
base de esta teoría es que:
El nivel social es un componente importante en la competencia
por encontrar pareja. Individuos socialmente dominantes tienen
múltiples ventajas en la búsqueda de oportunidades de
emparejarse, porque machos de alto nivel son encontrados, en
la mayor parte de los casos, más atractivos para las hembras y
pueden usar su estatus para dominar sobre otros competidores
machos (Liv y Hopcroft, 2018).
En su libro Las 12 reglas para la vida: un antídoto para el caos, el psicólogo
Jordan B. Peterson refiere un ejemplo de la naturaleza respecto a la
jerarquización: la langosta. Menciona, según diversos estudios sobre el
comportamiento de los crustáceos, que al ejercer dominación sobre sus
pares secretaban serotonina, lo que incrementaba su tamaño y
determinaba su autoridad dentro del grupo.
Lo anterior funciona para establecer que dentro de los reinos
animales también se tiende a jerarquizar a los miembros de un grupo
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desde la dominación. O sea que las jerarquías no son una construcción
únicamente humana y social, sino que también tienen un fundamento
biológico. A raíz de esto es que nacen las teorías de dominación
sociosexual.
La gran diferencia es que para los humanos esta jerarquía no
tiene nada que ver con la fuerza física, sin con el poder político, social
o económico, que le brindan al individuo “autoridad” dentro de un
grupo. Esa es la razón por la que es necesario separar a la violencia
física, la agresión o la violencia, de la dominación, dirección, liderazgo y
asertividad. En otras palabras: ser dominante y asertivo no significa ser
violento y agresivo.
Además, cuando se habla de dominación, se tiene que entender
que la capacidad de dominación humana deriva de la independencia del
hombre. Es decir: un hombre, entre más dependiente es de otro, más
susceptible es de ser dominado; por el contrario, mientras más
independiente es un hombre, tiene posibilidades de dominar a otros.
Esto porque la supervivencia de los más dependientes estará
condicionada por lo que los más independientes le provean.
Si bien la jerarquía está organizada desde el más hasta el menos
dominante, veo necesario matizar que quien lo es más, es capaz de
hacerse cargo de sí mismo y, por consiguiente, de otros; quien lo es
menos, a su vez, sólo es capaz de hacerse cargo de sí mismo. De esta
manera se entiende por qué las cualidades del Alfa contemporáneo
están tan orientadas a ciertos entornos contextuales que sólo tienen
sentido en el siglo XXI.
Fue el artista del ligue Roosh Valizadeh (2007) quien sintetizó
todos estos fundamentos teóricos para, finalmente, llegar a dos
categorías que después serían centrales en la jerarquía sociosexual: el
Hombre Alfa y el Hombre Beta, ambos conceptos para señalar las
maneras en las que los hombres se comportan con otros hombres,
pero, principalmente, con las mujeres.
Muchas de las características establecidas por Roosh se
mantienen hasta la actualidad cuando se trata de definir a un Hombre
Alfa y a un Beta. El resto de las categorías se deben a un escritor de
seudónimo Vox Day, que tomó la idea original de Roosh Valizadeh y la
expandió para, así, ofrecer un panorama más amplio de los estratos
sociales a partir de la teoría de dominancia sociosexual. Esto dio origen,
como tal, a la jerarquía sociosexual que se aborda en este capítulo.
Vox Day retomó los conceptos de Hombre Alfa y Beta, al
tiempo que agregó nuevas categorías: Sigma, Delta, Gama y Omega.
Todas ellas cuentan con rasgos distintivos y van más allá de la
interacción Hombre-Mujer, ya que abarcan, también, una posición
acorde al nivel de estatus y, por ende, dominancia sociosexual.
Lo importante, en todo caso, es tomar en cuenta que estos
conceptos sirven para categorizar al Hombre a través de sus patrones
de comportamiento y pensamiento, para así identificarlo con una u otra
categoría; no es la categoría, como podría pensarse, la que define el
comportamiento del Hombre.
En ese sentido, todos estos conceptos deben servir para un
análisis introspectivo y comparativo: observar cuidadosamente la
manera de ser y pensar de uno mismo, para después comparar con el
arquetipo e identificar en qué categoría nos encontramos.
Posteriormente, revisar las características del arquetipo de Hombre que
uno quiere ser y, entonces, realizar los cambios correspondientes.
26
Presento a continuación, una explicación de cada una de dichas
categorías:
Hombre Alfa: el líder
El concepto del Alfa viene de un análisis realizado por el científico
experto en comportamiento de lobos David Mech (1981), quien
observó cómo se relacionaban las manadas, y de donde surgió el
concepto del “lobo alfa”, aquel que lidera el grupo.
No obstante, esta teoría fue desmentida con el tiempo, ya que
el propio Mech descubrió que las manadas naturales, en realidad, eran
familias (1999). Aun así, en un ambiente donde se relacionan lobos que
no están emparentados, como en los entornos sociales donde se
relacionan los humanos, sí ocurrían luchas entre ellos para liderar la
manada “artificial” (aquella compuesta por lobos no emparentados).
Esto fue suficiente para retomar los conceptos de Mech y
consolidarlos, a partir de la teoría de dominación sociosexual, para
definir al Hombre Alfa como el miembro líder de un grupo social, al
igual que en las manadas de lobos, con todos los beneficios que esa
posición conlleva: mayores oportunidades de encontrar pareja, mayor
acceso a recursos, respeto y admiración de los pares, entre otros.
Bajo esta línea, Roosh Valizadeh (2007) se dedicó a definir y a
caracterizar al Alfa según su comportamiento con las mujeres y con
otras personas. Así es obtuvo los siguientes rasgos:
 x No tiene miedo al rechazo: si una mujer lo rechaza él acepta y
descarta. No insiste, no negocia. No trata de forzar a la mujer a Aunque todos estos rasgos sirven para definir al Hombre Alfa, no
aceptar. explican por sí mismos la posición que éste tiene en la sociedad. Vox
x Pone sus necesidades, deseos y sentimientos primero. Day (2019b) da luz al respecto a partir de la manera en que la sociedad

x Es direccionado, sabe lo que quiere de la vida y se esfuerza para y el entorno reacciona ante el Hombre Alfa.

conseguirlo. El Hombre Alfa, por sus características, está orientado a

alcanzar objetivos de manera constante y, por lo tanto, es un hombre
x No se cualifica, ni justifica, a sí mismo. Es decir, jamás trata de
que trabaja en los diversos ámbitos de su vida: social, personal,
explicar o excusar por qué es como es. La única aceptación que
económico, romántico, etc.
requiere es la propia.
Como producto de lo anterior, un Hombre Alfa proyecta
x Los halagos o el criticismo no le afectan, ya que está totalmente
indicadores de éxito: ganancias monetarias, una imagen física impoluta,
consciente de sus fortalezas y debilidades. Por lo mismo, se
un círculo social amplio, buenas habilidades sociales, una cantidad
presenta de una manera con la que se siente cómodo, sin
mayor de potenciales parejas. Además, conforme se desarrolla el Alfa
importarle la opinión de las demás personas.
comienza a generar sinergia: entre más éxito obtiene, se le presentan
x No oculta sus intenciones, ni pretende ser alguien que no es
más oportunidades de aumentar dicho éxito.
para conseguir algo.
Así pues, un Hombre
x Lidera las interacciones: les invierte tiempo y él inicia el
Alfa jamás debe dejar de lado el
escalamiento físico.
esfuerzo constante y diario,
x Se sabe a sí mismo el premio de la interacción, así que no
porque, de hacerlo, detendría la
brinda nada sin que antes se lo hayan ganado.
sinergia a su alrededor y esto lo
x Es capaz y responsable de asegurar su propia supervivencia, llevaría a estancarse. Las
además de ser capaz de asegurar la supervivencia de otros. consecuencias de esto,
x Siempre está dispuesto a irse. Esta cualidad es determinante, ya comúnmente, se traducen en
que es un indicio de la estima que se tiene uno mismo, por lo
una pérdida de valor social y la Ilustración 3
mismo, debe ser completamente genuina. No se trata de fingir
caída de su rango como Alfa.
que puede marcharse, sino de estar realmente dispuesto a jamás
volver a saber de una mujer otra vez.
28
 Sobre esta línea de argumentación, es imperativo entender que
un hombre puede dejar de ser Alfa. ¿Cuándo?, cuando se detiene el
trabajo constante en la búsqueda del mejoramiento continuo, cuando
se queda sin objetivos, cuando pierde noción de su propio valor y
permite que la valoración externa lo defina.
Mientras esto no ocurra y el Alfa no detenga su trabajo,
continuará cultivando su éxito y proyección. Eso lo llevará a ser
percibido por la sociedad como un modelo a seguir, pues se
sobreentiende que su estilo de vida es lo que lo lleva al éxito.
Esto suscitará que otros hombres quieran estar cerca de él para
tratar de aprovechar su estatus, que quieran imitar su comportamiento
para obtener los mismos resultados; que las mujeres tiendan a orbitar
entorno a ellos, porque los identifican como hombres capaces de
proveer en términos económicos, sociales y emocionales.
Esto es tanto un beneficio, como una responsabilidad para el
Hombre Alfa: por un lado, su comportamiento lo lleva a ser estimado
por sus pares y lo coloca en la punta de la pirámide; por el otro, estar
en la punta de la pirámide conlleva asumir el rol de liderazgo del grupo,
con la carga que ello implica.
En consecuencia, un Hombre Alfa, además, debe desarrollar
una serie de habilidades y características, tanto emocionales como
psicológicas, que le permitan ejercer su rol de liderazgo, de entre las
cuales destacan:
30
x Estoicismo, que viene de la escuela filosófica que promueve el
control del alma y las pasiones a través del valor y la
racionalidad.
o Al respecto, un Hombre Alfa es altamente racional, lo
que le permite tomar las mejores decisiones en
momentos coyunturales o críticos, situaciones en las
que otros hombres pueden abrumarse por sus
emociones y sucumbir ante ellas. Ya sea en un asalto,
una situación de vida o muerte, o de riesgo en general,
el Alfa se controla y piensa el mejor curso de acción de
manera lógica y racional.
x Capacidad de afrontar conflictos: el Hombre Alfa no evita el
conflicto, sino que lo enfrenta y es capaz de dirimirlo siempre
desde la racionalidad, aunque no descarta el uso de la fuerza
física como último recurso.
o Estos conflictos pueden ir desde un desacuerdo ligero,
como a donde ir a comer cuando su opción es distinta a
la de su pareja, hasta defender sus posturas ideológicas
nucleares.
x Pensamiento estratégico y direccionalidad, entendida como la
claridad de consciencia respecto a dónde quiere ir, qué quiere
hacer, qué tiene que hacer y en quién quiere convertirse.
o Esto le abre las puertas a establecer un proyecto de
vida, lo que, de manera fractal, se puede replicar para
llevar a cabo proyectos empresariales, proyectos en
pareja, o proyectos grupales. Por esta razón los
 miembros de un grupo buscan al Alfa siempre, porque
él brinda la dirección y los demás le apoyan.
x Empatía y carisma, ambas cualidades que cubren al Alfa con un
aura de confianza que se proyecta hacia los demás y que los
lleva a sentirse seguros con él.
o Un Alfa, como líder, es capaz de entender a las
personas bajo su cargo y conectar con ellas. Esto le
permite generar lazos de confianza y lealtad con sus
pares, aparte de construir espacios de seguridad para
quienes se encuentran en su círculo. De esta manera, su
presencia brinda un sentimiento de seguridad.
x Responsabilidad, comprendida como la capacidad de hacerse
cargo de su propio bienestar y de asumir la carga del bienestar
colectivo.
o Un Alfa, desde la responsabilidad, siempre va a
procurar el bienestar propio y de las personas que
deciden seguirlo. Es precisamente este punto el que
sustenta y cimienta su posición jerárquica, porque los
demás reaccionan de manera positiva ante el hecho de
saberse protegidos por el Alfa.
Todo lo anterior le sirve para cumplir con su rol al frente de un grupo
social, como lo establece Vox Day (2019b), y termina por armonizar
con las características antes descritas por Roosh (2007). De esta manera
se ha constituido la visión contemporánea del Hombre Alfa, que se
puede resumir de la siguiente manera: un hombre direccionado,
32
racional, estoico, con habilidades sociales y confianza en sí mismo, que
se tiene como prioridad, es capaz de asegurar su supervivencia, la de
otros y es un líder.
Hombre Sigma: el renegado
El siguiente tipo de hombre dentro de la jerarquía sociosexual es el
Hombre Sigma considerado por muchos como el tipo más raro. Existe
en una proporción menor a cualquier otro tipo de hombre de la
jerarquía, lo que lo lleva a sobresalir cuando se le encuentra en un
ambiente social.
Muchos hombres sin habilidades sociales, especialmente los
Gama, suelen calificarse a sí mismos como un Hombre Sigma o aspiran
a ser un Hombre Sigma. La razón de esto es que encuentran más
atractivo este arquetipo que a su contraparte: el Hombre Alfa, interés
derivado de una mala comprensión de sus propios patrones de
comportamiento y de los patrones de comportamiento tanto del Sigma
como del Alfa.
A saber: el Hombre Sigma es descrito en diversas ocasiones
como el lobo solitario, por su alta independencia. Esto lo lleva a
mantener una introversión autoimpuesta, desde la que decide,
conscientemente, no desenvolverse en ambientes sociales porque no
encuentra sentido en las interacciones banales y fugaces.
Este tipo de pensamiento resuena mucho en hombres que
carecen de habilidades sociales, ya que les provee de una excusa para
no desarrollarlas en lo absoluto. En ese sentido, disfrazan su ansiedad
social y su incapacidad de desenvolverse socialmente con un desdén
por los espacios de socialización y por las interacciones interpersonales.
Es decir: tratan de cubrir su La razón detrás de su decisión de escapar de la jerarquía
incapacidad de extroversión sociosexual es que no tiene interés en las recompensas que trae consigo
detrás de la manta del Hombre un mayor rango, ya que no las necesita. Por tanto, el Hombre Sigma
Sigma y se autoengañan al decir decide no proyectar su valor, como sí lo haría un Hombre Alfa.
“no quiero desenvolverme en En la misma línea, según el autor Dannell Jones (2020) un
un ambiente social”, cuando, en Hombre Sigma tiende más a la introspección y es ensimismado; por lo
realidad, lo que quieren decir es mismo, el Sigma es reservado y callado, lo cual es interpretado como
“no sé cómo desenvolverme en misterioso. Esta es una de las razones por las que resulta tan atractivo
para las mujeres, porque lo envuelve el misterio.
un ambiente social”. Ilustración 4
Usualmente el Hombre Sigma es un tipo de hombre que
De ahí la necesidad por
construye de manera autónoma todo lo que tiene, de ahí que sea un
entender las verdaderas motivaciones detrás del aislamiento y la
arquetipo que favorece el emprendimiento más que el escalamiento de
soledad autoimpuestos por el Hombre Sigma, porque esta es una
posiciones en una empresa, para lo que sí se necesitan habilidades
decisión total y completamente consciente, que sirve para un propósito
sociales y sí se requiere proyectar valor.
específico y que está relacionada con partes fundamentales de su
No obstante, el Hombre Sigma puede llegar a ser más
personalidad: la autosuficiencia y la autoconsciencia.
dominante que un Hombre Alfa, dado que posee características
De acuerdo con el coach Joshua Sigafus (2021), el Hombre
similares de perseverancia y autodeterminación; la única diferencia real
Sigma es el tipo de hombre más consciente de la jerarquía sociosexual y
entre un Hombre Sigma y un Hombre Alfa es su desenvoltura social. Si
de la manera en la que opera. Por esta razón es capaz de hacer algo
el Hombre Alfa se puede catalogar como dominante-extrovertido, el
único: salir de la jerarquía sociosexual y equipararse en nivel a un
Hombre Sigma se define mejor como dominante-introvertido.
Hombre Alfa.
De modo que, si la situación lo requiere, el Hombre Sigma
Su elevado estado de autoconsciencia le permite reconocer su
puede intervenir y relevar a un Alfa de su posición como líder. Algo
rango en un grupo social, pues no tiene mayor problema con no ser el
que, en la mayoría de los casos, elevará las posibilidades de sortear el
líder explícito para una determinada misión. Además, también tiene
problema que el grupo tenga delante, debido a que el Sigma es mucho
presente cómo funciona el sistema de jerarquías y las recompensas
más determinado que el Alfa y está dispuesto a más con tal de cumplir
asociadas
la misión.

34
 Esto repercute en otra faceta de la personalidad Sigma: la falta
de empatía. Mientras el Alfa, desde su posición de liderazgo, es capaz
de ser empático con su entorno, el Sigma, por su parte, poco o nada le
importan las emociones de los demás, en especial si representan un
obstáculo para cumplir un objetivo preciso.
Derivado de esta situación, las personas alrededor del Sigma lo
perciben como un ser frío y poco carismático, algo que también
representa una barrera para la interacción social; pero, de nuevo, el
Sigma ya tiene este cálculo contemplado y sencillamente no le interesa
la percepción que genera en los demás, ya que no busca validación.
Si seguimos todo lo anterior, es posible resumir las
características del Hombre Sigma, a través de los ojos de Dannell Jones
(2020):
x El Hombre Sigma mantiene un alto estado de autoconsciencia
que le permite, fácilmente, reconocer la jerarquía sociosexual y
su lugar en ella.
x Es autosuficiente, de suerte que no esté interesado en
inmiscuirse dentro de las dinámicas sociales propias de la
jerarquía sociosexual.
x Es callado, ensimismado, pasa la mayor parte del tiempo con
sus pensamientos y en constante análisis sobre su situación.
Esto lo lleva a ser percibido como misterioso.
x Tiene el mismo deseo de superación que un Alfa, así como un
sentido de responsabilidad más desarrollado que le permite
asumir el liderazgo si la situación se lo demanda.
36
x Es solitario, o tiene círculos de confianza muy pequeños, pues
sus interacciones están calculadas y no le interesan los lazos
banales o superficiales.
x Tiene un proyecto de vida definido y trabaja activamente por él.
Es más: la mayor parte de su tiempo y de sus recursos están
enfocados en su proyecto de vida, de modo que percibe las
interacciones superficiales como una pérdida de tiempo.
x No tiene la necesidad de proyectar su valor, simplemente trata
con respeto siempre y cuando sea recíproco.
x Escapa de la jerarquía sociosexual al negarse a entrar en sus
dinámicas y rechazar los beneficios de rango que de ella
emanen.
Un Hombre Sigma, en ese sentido, nunca va a actuar para ser
reconocido, mucho menos aceptará recompensas ostentosas por su
trabajo. La satisfacción, para él, viene de cumplir con su objetivo y
mantenerse fiel a sus principios.
En resumen, el Sigma es diferente al Alfa de la misma manera
que un introvertido es diferente a un extrovertido. La diferencia, por
consiguiente (y como se verá más adelante cuando se describa al
Gama), es que el primero no desprecia al segundo, tampoco desprecia
la jerarquía sociosexual: simplemente no le encuentra utilidad para
conseguir sus objetivos. Al respecto, un Sigma va a respetar a un Alfa y
a su lugar en la jerarquía, siempre y cuando el Alfa muestre el mismo
respeto de regreso y la situación no lo obligue a tomar el rol de líder, ya
sea por ausencia o incapacidad del Alfa.
 Finalmente, una descripción en pocas palabras del Hombre
Sigma es que se trata de un renegado social que entiende la jerarquía
sociosexual, pero la rechaza junto con los beneficios que de ella
emanan. No encuentra sentido en el desenvolvimiento social: es
altamente direccionado, enfocado en sus objetivos, ensimismado y
prefiere la soledad, pero es capaz de trabajar en equipo, así como de
asumir el liderazgo si la situación lo requiere.
Hombre Beta: el seguidor
Debajo de los Sigma y los Alfa se encuentra el Hombre Beta. Esta es,
quizás, la categoría menos comprendida de toda la jerarquía
sociosexual. El problema es que, aunque muchas de sus características
ya se encuentran en el resto de las categorías, la mayoría se adjudican
sólo al Beta, pues la dicotomía original comprendía dos roles: el del
Alfa y el Beta.
Mucho de lo que se entiende como un Hombre Beta, en
realidad, son atributos de un Hombre Delta, Gama u Omega. La
importancia de esto es deshacer la masa amorfa y los mitos entorno al
Hombre Beta con la finalidad de entender mejor su patrón de
comportamiento y orientarlo de manera correcta.
Por lo tanto, será útil rescatar algunas de las características
establecidas por Roosh Valizadeh (2007) en torno al Beta, como un
buen punto de partida, para entender las motivaciones
comportamientos de este tipo de hombre. A saber, el autor identifica al
Beta de la siguiente manera:
38
x Tiene miedo de ir detrás de sus deseos y necesidades. Este
temor usualmente está relacionado con el riesgo de fracasar o
con la percepción que, cree, tendrán otras personas de él, si
decide tomar acción proactiva para obtener lo que desea.
x Siempre antepone las necesidades y deseos de otras personas a
los propios. Por lo tanto, es más que complaciente con las
personas que le rodean; jamás dice que no cuando le piden un
favor, incluso si esto pudiera hacerlo sentir incómodo.
x Carece de autoestima y es incapaz de darse a sí mismo
valoración, por lo que siempre busca la valoración del grupo, de
mujeres, de un Alfa o de otros hombres en la jerarquía.
Necesita constantemente que le recuerden que es valioso.
x Usualmente deposita su valor en las cosas externas: en su
dinero, su trabajo, sus pertenencias, entre otras. Esto porque
cree que esas cosas son lo que le dan valor a un Alfa, cuando en
realidad no entiende que esas cosas son producto del valor del
Alfa, no su valor en sí mismo.
x Evita el conflicto a toda costa, por ello es sumiso ante las
demás personas y se manifiesta de acuerdo con ellas, aunque en
realidad no lo esté.
Vox Day (2018) identifica al Beta en segundo lugar de la jerarquía, sólo
por detrás del Alfa, debido a que suele permanecer cerca de él y recibe
y
las dádivas que el Alfa provee. De ahí nace una especie de relación
parasitaria, porque el Beta trata de aprovechar los beneficios que
acompañan el estatus de Alfa a
cambio de mantenerse como un
seguidor leal y complaciente.
Lo anterior lleva al
Hombre Beta a adoptar una
careta conocida como “el chico
bueno” o nice guy: debido a que
es tanta su necesidad
Esto ocurre porque, al carecer de direccionalidad en el contacto
físico, se convierte en un hombre sumamente verbal: todo tiene
que decirlo, porque es incapaz de demostrarlo.
x Con tiempo de calidad: siempre estará disponible cuando le
llaman. No importa cuáles sean sus deberes, obligaciones o
necesidades, siempre acudirá al llamado de quien lo requiera,
actitud que delata lo poco que aprecia su propio tiempo, por
de eso lo pone a disposición de los demás.

mantener su posición con x Mediante regalos: tratará de comprar afecto con detalles (rosas,
Ilustración 5
respecto del Alfa, su chocolates, peluches, joyería, entre otros). Como no se valora a

comportamiento estará orientado a quedar bien con él, algo que sí mismo, presenta estos regalos como ofrendas a cambio de un

intentará replicar cuando se trate de relacionarse con mujeres. poco de atención, valoración o cariño.

Es decir: un Beta hará todo lo que esté en su alcance para que
las personas dentro de su círculo social lo acepten y valoren. Por tanto,
manifestará acciones en todos los lenguajes del amor (Chapman, 1992)
con tal de mantenerse como un miembro “apreciado del grupo”:
x A través de palabras de afirmación, con las que constantemente
tratará de halagar a las mujeres dentro de su vida, ya sea
intelectual o físicamente. Se va a desvivir y deshacer en elogios
hacia quien lo encuentre como una persona atractiva, incluso
sin conocerla previamente.
o Una variante de esto es cuando se vuelve el “psicólogo”
personal de alguien y, de manera persistente, trata de
levantar a esa persona, razón por la que sus allegados
siempre acuden a él para contar problemas.
x Con actos de servicio: se convertirá en sirviente de la persona
que le gusta, pues siempre le hará favores, incluso cuando eso
ponga en riesgo su integridad o su dignidad. Así, antepone los
deseos y necesidades ajenos a los propios.
x Evadirá el roce físico insinuativo: brindará contacto físico no
sexual, como abrazos, siempre con temor a escalar y nunca de
manera direccionada.
El último punto es relevante, dado que, en cuestión de
comportamientos vistos desde el exterior, el Beta emulará en muchas
ocasiones al Alfa. La diferencia real entre estos dos yace en las
motivaciones que existen detrás de cada acción que realiza, cada
decisión que toma, cada comportamiento que manifiesta.

40
 Un Hombre Alfa también podrá manifestar acciones a través
de los distintos lenguajes del amor, pero la motivación será distinta:
mientras que el Alfa lo hace como una forma de expresar aprecio y
cariño desinteresado, el Beta lo hará con la finalidad de obtener
validación y aprobación de otra persona.
Todo lo anterior lleva al Beta a manifestarse como una persona
“falsa”, al ocultar detrás de esta máscara de nice guy su verdadero ser. La
razón, como explica el Dr. Robert Glover (2017), es que el Beta
esconde todo lo que cree que pueda ser motivo de rechazo.
Así, es incapaz de poner límites y siempre tratará de ajustarse a
los deseos de las demás personas. Esto lo induce a un estado de
indefinición personal: carece de personalidad propia, de valores propios
y de ideas propias; peor aún, de la habilidad para expresar o defender
cada una de ellas.
Por lo tanto, el Beta es un hombre incapaz de manifestar
independencia o autonomía, ya que su vida siempre dependerá de la
gente a su alrededor: sus creencias, gustos, estilo, la mayor parte de su
persona se verá condicionada por el grupo en el que esté; adoptará las
costumbres del grupo, los gustos del grupo, la manera de pensar del
grupo, todo con el objetivo de ser aceptado por él.
En ese sentido, el Hombre Beta tampoco tiene un proyecto de
vida definido, porque adoptará el de alguien más: ya sea del Alfa del
grupo, de su pareja, de sus jefes, etc. De ahí que le cause ansiedad la
soledad, porque siempre buscará pertenecer a algo o a alguien,
procurará tener la compañía y la aceptación, incluso de quien no lo
quiere.
42
Finalmente, las diferencias importantes entre el Alfa y el Beta
siempre estarán en sus motivaciones: el Alfa hace lo que hace porque le
genera valor, le ayuda a conseguir sus objetivos; el Beta, al contrario, lo
hará para conseguir aprobación. Entonces, las características del
Hombre Beta pueden resumirse de la siguiente manera: el Beta es un
hombre que no se valora a sí mismo y por eso busca valoración en
otras personas; carece de proyectos de vida propios, es sumamente
complaciente; evita los conflictos y siempre es seguidor de un Alfa, un
grupo o de su pareja.
Hombre Delta: el gris
A partir de este punto salimos de las categorías “originales”,
tradicionalmente retomadas por la mayoría de los libros de seducción.
Esto porque las categorías Delta, Gama y Omega, son propias de la
jerarquía sociosexual expuesta por Vox Day (2018), aunque tienen
elementos de teorías sociales más profundas.
En su libro La rebelión de las masas (1929, p. 7), José Ortega y
Gasset ya hablaba sobre el Hombre Delta, a quien, en su momento,
denominó como “hombre-masa” y describe como: “Más que un
hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meres idola
fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e
inalienable, de un yo que no se pueda revocar.”
En otras palabras, es un hombre que carece de personalidad,
propósito, proyecto de vida o de cualquier otra característica que lo
distinga de los demás. De ahí que otra forma de definir o identificar al
Hombre Delta sea la de “hombre sin rostro” u “hombre gris”, porque
carece de color.
 Este tipo de hombre es el más común dentro de la jerarquía
sociosexual; de cierta forma, constituye la columna vertebral de la
sociedad. Es gracias a eso que el Delta ha desarrollado una serie de
características particulares, según lo explican Vox Day (2018) y Joshua
Sigafus (2021a):
x Su vida gira en torno a su trabajo, lo cual no equivale a decir
que gira en torno a su proyecto de vida. La razón de esto es que
el Delta, usualmente, lleva a cabo sus labores bajo
subordinación, o, lo que es lo mismo, trabaja para alguien más.
x Lleva una vida mecánica, repetitiva, predecible: no le gusta salir
de su zona de confort, ni hacer cambios a su rutina.
x No tiene pasiones fuera de su trabajo; su tiempo libre lo ocupa
en descansar, satisfacer sus necesidades básicas o realizar
actividades receptivas: ver televisión, películas, series, escuchar
música. Este tipo de hombres no usan su tiempo para
construir, sino para consumir.
x Es el tipo de hombre que puede moverse más fácil dentro de la
jerarquía, ya que tiene el potencial de convertirse en un Alfa,
pero también de descender hasta llegar a ser un Omega.
Como se puede observar, la motivación principal para un Hombre
Delta está relacionada directamente con su trabajo; no por nada otro de
sus sobrenombres es el de “abeja trabajadora”. En consecuencia, un
gran problema que enfrenta es el desempleo, porque a veces sus
habilidades son tan específicas que le cuesta mucho encontrar y
adaptarse a un nuevo puesto, incapaz de desenvolverse en otra cosa.
Durante el siglo pasado esto era más común, ya que muchos
hombres hacían de su carrera u oficio un estilo de vida: eran mineros,
obreros, zapateros, porque ese era el trabajo que su familia les enseñó
desde pequeños; lo hicieron parte de ellos y toda su persona se
construyó alrededor de eso.
Bajo el mismo orden de
ideas, los Delta pueden

x Se valora en función de su trabajo y, por lo mismo, busca desarrollar un amplio

valoración a partir de él. Dicho de otro modo, no le interesa el conocimiento sobre su materia

reconocimiento a su persona, sino el reconocimiento de su de trabajo y encontrarán

trabajo. satisfacción en hacerlo

adecuadamente. Sin embargo,
x No tiene deseo de liderar, pues se siente más cómodo al recibir
por su falta de ambición y
órdenes de otra persona, generalmente de un Alfa o de otro
hombre que funja como figura de autoridad. escaso desarrollo en el resto de Ilustración 6
las áreas de su vida, será muy

44
difícil que destaque. He ahí la razón de su posición como tercero en la
jerarquía.
A modo de ejemplo: al interior de un grupo de trabajo lo
común es que exista un Alfa para liderar las acciones del grupo, un Beta
que secunde todo lo que diga el Alfa y varios Deltas que lleven a cabo
las tareas específicas para cumplir la misión. Esto último porque sus
habilidades, más que de planeación, son de ejecución.
En términos de sus relaciones con las mujeres nunca tendrán
tantas opciones como los Alfa, pero tendrán más éxito que los Betas; la
disparidad recae en que, mientras el Beta aleja a las mujeres con su
búsqueda constante de valoración, el Delta no siente esa necesidad, lo
que le permite manejarse en términos más equitativos con una mujer.
Esto lleva a que el Delta sea la elección más recurrente cuando
se trata de tener una relación seria, monógama, a largo plazo, con miras
a establecer una familia. El razonamiento detrás de esto es que el Delta
es buen proveedor, ofrece mucha estabilidad y es suficientemente
capaz de cuidar a una familia.
El problema, en este ámbito, es que usualmente será el último
en ser elegido. En el entorno social las mujeres buscarán primero a un
Alfa y, en su ausencia, elegirán a un Beta; quienes se cansen del
comportamiento del Beta, buscarán la estabilidad que provee el Delta.
Todo un camino que puede durar varios años.
Sumado a lo anterior, existe el riesgo permanente de que la
mujer, quien busca vivir emociones, se aburra de la monotonía del
Delta, motivo por el que se ha visto un aumento progresivo en los
índices de divorcios a nivel mundial, algo comprobable a través del
estudio levantado por Business Insider y reportado por Erick Tapia
46
(2017) en El Heraldo de México, donde se encontró que el índice de
divorcios de algunos países puede llegar hasta por encima del 60%
Y es que la abrumadora realidad que afrontan los Deltas a
futuro es una incertidumbre en dos frentes: primero en lo laboral,
puesto que el avance tecnológico poco a poco desplaza sus funciones;
luego, en las relaciones interpersonales debido a que las facilidades
económicas y sociales de las mujeres los hacen un fácil descarte. Ahí es
donde entra en juego su capacidad de moverse dentro de la jerarquía,
ya que pueden ocurrir tres cosas principalmente:
x Que experimenten una sensación de frustración y resentimiento
hacia la sociedad, con la propensión de convertirse en
Hombres Gama.
x Que desarrollen un sentimiento de desesperanza ante la
sociedad y se rindan en el ámbito interpersonal, para terminar
por convertirse en un Hombre Omega.
x Que decidan reinventarse, reorientarse y empezar a
reconstruirse desde una nueva óptica, algo que los puede llevar
a ser Hombres Alfa u Hombres Sigma.
La pregunta, entonces, tiene cabida: ¿por qué no hay transición de
Delta a Beta? Sencillo: porque el Delta, como ya se ha explicado, no
busca valoración externa. Esa es una característica inamovible de su
personalidad, lo que le impide transformarse en un Hombre Beta.
En suma, los Delta son las personas promedio en el mundo: no
destacan particularmente en ningún ámbito de su vida, salvo en lo
laboral, y difícilmente lograrán un éxito pronunciado, aunque x Generalmente se trata de personas obsesivas en lo que refiere a
fácilmente lograrán mantener un estatus de vida genérico, de clase un pasatiempo, un campo de estudio o una actividad. Esto los
media. Son hombres grises, que no tienen color ni personalidad propia; lleva a percibir como inferiores a las personas que no
dedican su vida a trabajar, pero para otras personas, y no tienen algún compartan su nivel de conocimiento sobre el tema.
carácter distintivo de identidad. x Suelen descuidar varios ámbitos de sus vidas que consideran
“superficiales”, tales como la imagen corporal, su vida social,
Hombre Gama: el resentido cultura general, entre otros.
Dentro de la jerarquía sociosexual, el concepto del Hombre Gama es x Son sumamente deshonestos, tanto consigo mismos como con
una de las abstracciones más interesantes y caóticas, específicamente otras personas. Lo que los convierte en manipuladores y
porque nace de una serie de contradicciones que lo llevan a la chantajistas emocionales.
incongruencia en todos los ámbitos de su vida: anhela ser un Alfa, pero
x Están rodeados por una burbuja de protección construida a
al mismo tiempo aborrece a los Alfa; quiere estar hasta arriba en la
base de una imagen narcisista, ególatra, de ellos mismos y de un
jerarquía, pero detesta la jerarquía; endiosa y persigue a las mujeres,
sentimiento de superioridad (intelectual, moral, económica,
pero al mismo tiempo las odia.
etc.). Además, sienten la necesidad de hacer que las personas
Para entender esto a detalle, es necesario partir de algunas
que los rodean los vean de la misma manera.
características establecidas por Vox Day (2019a) en torno al Hombre
x Tiene fobia al rechazo y al fracaso, lo que lo lleva a no ser
Gama:
proactivo en su vida, sino reactivo: espera a que las cosas le
pasen, sin tener él que moverse o hacer algo.
x No proyectan valor social: no se les mira trabajar en ellos
x Cree que tiene derecho a tener éxito sólo por existir, sin tener
mismos ni en desarrollar habilidades sociales, mucho menos
que trabajar para conseguirlo.
desenvolverse en lo social e interpersonal, ya sea con amistades
o con intereses románticos.
Todas estas características revelan que el Hombre Gama
x Suelen tener una inteligencia mayor a la del promedio y pueden
tienefuertes delirios de grandeza, desde los que se relaciona con las
desarrollar tareas especializadas gracias a su gran capacidad de
demás personas y lo llevan a la frustración, porque no obtiene el
análisis y de pensamiento estratégico.
reconocimiento que cree merecer por parte de sus pares.

48
 En ese sentido, el Gama les permite evitar un conflicto directo con el Alfa, al tiempo que
y el Beta son parecidos, pues alimenta su ilusión de grandeza.
buscan valoración externa Con todo, hay diferencias importantes entre un Gama y un
constante. Sin embargo, la razón Sigma:
por la que el Gama está por
debajo del Beta en la jerarquía es x El Sigma respeta al Alfa; el Gama, lo odia.
que el primero no ofrece nada a x El Sigma no quiere los beneficios de rango que ofrece la
cambio de esa valoración, a jerarquía sociosexual; el Gama, al contrario, los desea

diferencia del segundo, que sí frenéticamente.

Ilustración 7
buscará dar ofrendas físicas,
lealtad incondicional o actos de amor.
El Gama cree que merece la valoración externa, por eso sólo
busca alardear sobre las cualidades y conocimiento que cree tener; esto
lo lleva a proyectarse como un presumido y pretencioso.
Constantemente recordará lo mucho que tiene, lo mucho que sabe o lo
mucho que hace, pero jamás proveerá pruebas contundentes que lo
respalden.
Ante esto, el Gama siempre tendrá excusas para la falta de valor
que tiene, generalmente en la forma de repartir culpas al exterior:
tratará de argumentar que la razón por la que no está más arriba en la
jerarquía es por ser “incomprendido”, y que si las demás personas
realmente le prestaran atención se darían cuenta de que es un Alfa.
Derivado de lo anterior, el Gama aborrecerá a los Alfa por
creerse superior a ellos y, por ende, los considerará indignos de su
posición dentro de la jerarquía sociosexual. Por lo mismo, este tipo de
hombres se calificarán a sí mismos como Sigmas, ya que esta postura
x El Sigma no le encuentra sentido a las interacciones fugaces,
por considerarlas distracciones de su propósito; el Gama fingirá
que no le importan, pero la realidad es que carece de las
habilidades necesarias para relacionarse con otras personas.
La otra gran diferencia que distingue al Gama del resto de los tipos de
hombres, y que lo condena a su rango inferior de manera inevitable, es
su pobre control emocional. El Gama es, por mucho, el más agresivo y
violento dentro de toda la jerarquía, porque vive con un acumulado
constante de frustración dentro de sí mismo.
Lo anterior provoca que el Gama tenga estallidos de ira cuando
la gente no lo reconoce como él quisiera. Además, ante el conflicto
inminente recurrirá a la violencia física, verbal o emocional como
primera alternativa, ya que así concibe la dominación y el ejercicio del
poder.
El Gama insultará, amenazará, chantajeará o actuará de forma
violenta para mostrar su “dominancia” dentro de un grupo, algo que

50
puede funcionar cuando está en la presencia de Betas, Deltas u oportunidades, de las personas que no los reconocen y de las mujeres
Omegas, pero que jamás resultará ante un Alfa o un Sigma. que no los quieren. Todo lo cual lo lleva a ser, en conclusión: un
Se comportará de la misma manera con sus parejas: siempre hombre con un enraizado delirio de grandeza, agresivo, pretencioso,
tratará de hacerlas menos, o de rebajarlas, para reforzar su envidioso y resentido socialmente.
“dominación” sobre la relación. Para ello, su recurso predilecto serán
los comentarios pasivo-agresivos, con los que minará la confianza de
sus parejas. Hombre Omega: el desesperanzado
Aquello se complementa con lo establecido por Joshua Sigafus El Hombre Omega es la última
(2021b), cuando dice que el Gama también es un romántico categoría de la jerarquía
empedernido: al mismo tiempo que mina a su pareja emocionalmente, sociosexual, con todo lo que ello
realiza grandes “actos de amor”, como regalar ramos enormes de rosas, implica: nadie lo ve como
comprar joyería cara o gastar en experiencias demasiado exóticas. potencial pareja y usualmente no
No obstante, todos estos actos tendrán como propósito, de es aceptado en grupos sociales,
nuevo, demostrar su aparente poderío y ejercer chantaje sobre su por lo que se le puede definir
pareja, o sobre las mujeres con las que se relaciona, al dar una muestra como un rechazado social. A
excesiva de afecto para aparentar “lo mucho que aman a alguien” con
diferencia del Sigma, que refuta Ilustración 8
la pretensión de presionar a la otra persona para que los acepte.
la jerarquía, o del Gama, que
Además, el rechazo también les permite victimizarse detrás de
simplemente la odia, el Omega no es consciente de la jerarquía y eso lo
frases como “yo le di tanto, pero ella jamás apreció nada”. Con esto
lleva a ser desechado por ella.
refuerzan su delirio de grandeza, que les hace pensar que ellos son el
Esta falta de consciencia respecto a la existencia de la jerarquía,
mejor partido, pero que las mujeres son muy malas o muy tontas por
de sus dinámicas y del lugar que ocupa en ella, lo mantiene en una
no darse cuenta. Lo que desemboca en un resentimiento por las demás
espiral de sinergia negativa: transitan un camino pavimentado de
personas que no los reconocen como ellos pretenden.
fracaso, decepción, dolor, tristeza, sufrimiento y soledad, lo que
El Gama, entonces, recae en el mismo patrón de
desgasta su confianza y autoestima, sentimientos que lo hunden aún
comportamiento y pensamiento: la negación y la victimización. El
más en ese camino. En otras palabras: al Hombre Omega le va mal, lo
Hombre Gama siempre negará sus errores porque él, a sus ojos, es
que lo hace sentirse desgraciado y, por eso mismo, es incapaz de
perfecto, y sólo es una pobre víctima del sistema que no le da las
52
cambiar su forma de ser; por lo tanto, le vuelve a ir mal y se repite el
ciclo.
Todo esto lleva al Hombre Omega a desarrollar varias
características, explicadas por Joshua Sigafus (2021a), Vox Day (2018) y
en artículos del portal 40X Life by design (2021):
x Carece de dirección en su vida: no tiene objetivos ni un
propósito de vida propio; además, siempre se orientará por la
ley del mínimo esfuerzo. El motivo detrás de sus actitudes es
que el Omega percibe esas metas fuera de su alcance y ni
siquiera intentará alcanzarlas.
x Descuida su apariencia física al grado de poner en riesgo su
salud. Siempre da la impresión de que tiene poca higiene.
x Tiene dificultad para desenvolverse en ambientes sociales:
siente ansiedad social cuando se ve obligado a relacionarse con
grupos de personas, algo que se agrava cuando tiene que de
interactuar con mujeres.
x Su vida está orientada hacia el escapismo: será ávido
consumidor de productos culturales tales como libros,
películas, series, música, videojuegos, todo lo que le ayude a
salir de su realidad.
x Buscará gratificación inmediata y a bajo costo, razón por la que
es adicto a los videojuegos, pues le brindan una sensación de
progreso sin demasiado esfuerzo, o incluso a la pornografía,
que lo satisfará sexualmente sin la necesidad de salir a
relacionarse con mujeres.
54
Ante esto, los Hombres Omegas tienden a ser lo que se denomina
“hombres niños” (manchilds), personas obsesionadas por los mundos de
fantasía, construidos desde la literatura o la ficción, que les sirven como
escape del mundo real.
Otra cuestión interesante es que prefieren la interacción
mediada a través de redes sociales; de hecho, la mayoría de sus
amistades están en comunidades en línea o en clanes de videojuegos,
sitios en los que el Omega se siente seguro por tratarse de espacios
anónimos, donde pueden sacar a relucir sus cualidades positivas.
La predilección por los espacios virtuales también lleva al
Omega a ser, de entre toda la tipología, quien más experimenta las
“relaciones en línea”, ya que son capaces de desarrollar verdaderos
vínculos con personas que jamás han visto de frente, porque lejos de
buscar el componente sexual en una relación, optan por el componente
afectivo.
Lo anterior es importante y no debe confundirse con la
búsqueda de valoración que caracteriza a los Hombres Beta, o la de
reconocimiento de los Gama: el Beta busca activamente la valoración, y
hará lo que sea por conseguirla; el Gama desea reconocimiento para,
así, satisfacer su ego; el Omega, por su parte, se conforma con el
acompañamiento y la empatía porque pocas veces, a lo largo de su vida,
ha experimentado el confort que proporcionan.
Sobre esta línea es necesario agregar la resignación que
experimenta el Omega respecto a su vida sexual: estos hombres son, en
su mayoría, célibes involuntarios (incels), un destino bajo el que viven
sumisos, así es que simplemente optan por la autosatisfacción y no
buscan activamente tener relaciones sexuales con alguna mujer.
La nota común en todos los comportamientos del Omega es el
conformismo, porque este tipo de hombre jamás buscará algo más de
lo que se le otorga: no tiene ambición por obtener un mejor sueldo, un
mejor trabajo, un hogar digno, o una pareja de alto valor, simplemente
aceptará lo que se le presente.
Esto representa un escoyo difícil de sortear para el Hombre
Omega y, lamentablemente, lo mantiene como el que menos
posibilidades tiene de ascender en la jerarquía. Carece del ego del
Gama, del esfuerzo laboral del Delta, de las ganas de sentirse valorado
del Beta, de la dirección del Alfa o de la determinación del Sigma.
El Omega no tiene absolutamente nada, ni las ganas de hacerse
con algo, por lo que el trabajo que debe realizar es monumental y,
aunque es consciente de ello, simplemente no cree que valga la pena el
esfuerzo. Lo único capaz de cambiar al Omega es la deconstrucción de
todo su mundo, para levantar uno nuevo desde cero.
Lo importante, no sólo para el Hombre Omega sino para toda
la jerarquía es, precisamente, entender que caer en una categoría no es
definitorio. En otros términos, no porque en algún punto de la vida un
hombre sea Beta, Gama, Delta u Omega, significa que debe quedarse
ahí para siempre.
Todos los hombres pueden desarrollar su potencial como
Hombre Alfa o Sigma, lo único que se requiere es tener claridad sobre
el tipo de hombre que uno es actualmente, trazar un plan estratégico
para convertirse en el tipo de hombre que se aspira a ser y ponerse a
trabajar activamente en ello para construir valor.
56

¿Cómo construir valor? Los pilares del Hombre Alfa
Ilustración 9
Una de las preguntas más frecuentes cuando se habla del proceso para
convertirse en un Hombre Alfa es el “¿cómo?”; sin embargo, las
preguntas más importantes que un hombre debe plantearse cuando
decide emprender esta transformación son “¿por qué?” y “¿para qué?”.
A saber: preguntarse “¿por qué?” da claridad sobre las causas
de una decisión, para lo que se necesita realizar un análisis introspectivo
58
e indagar realmente cuál es el motivo detrás de nuestro actuar. La
manera más sencilla de encontrar una respuesta es si echamos un
vistazo al pasado, ya que ahí se encuentran las justificaciones racionales
o emocionales de una decisión.
Por ejemplo, un hombre puede decidir convertirse en Alfa
porque tocó fondo después de una ruptura amorosa; otro hombre lo
hace porque no le ha ido bien en el aspecto económico; otro, porque
ha sufrido ansiedad social y le ha impedido desenvolverse en diferentes
ámbitos alguien más, porque ha sido rechazado románticamente
durante buena parte de su vida. En fin…, las razones por las cuales un
hombre decide ser Alfa varían de persona a persona y todas son
válidas.
Ahora, inquirir “¿para qué?” supone orientar correctamente
este camino, porque la respuesta a esta pregunta no se encuentra en el
pasado, sino en el futuro. Cuando un hombre se cuestiona al respecto,
lo que hace es definir propósitos, objetivos, metas, sueños, deseos,
ambiciones, es entonces que se revela la verdadera naturaleza de
nuestras intenciones.
Por lo mismo, resolver la cuestión requiere de una sinceridad
brutal, porque si uno se miente desde este punto, todo el proceso estará
viciado. Así, un hombre puede decir “yo quiero ser Alfa para conseguir
más parejas sexuales”, lo cual establece un propósito claro, bien
definido, pero mal intencionado; cuando se analiza detenidamente este
objetivo es fácil darse cuenta de que la intención recae en obtener
validación externa.
¿Cómo es esto? Sencillo: si un hombre hace lo que hace porque
quiere atraer al sexo femenino, entonces quiere gustar, ser aceptado y
validado. En ese sentido no está en el marco del Alfa, sino en el del monetarias, mejora su imagen personal y tiene más opciones de parejas
Beta porque, como se vio en el capítulo anterior, el Beta realiza que otros tipos de hombres. Con todo, estas cosas no son, y nunca
acciones para gustarle a las mujeres. serán, su objetivo principal, lo que nos impele a establecer algunas
Bajo esta línea, el resultado es que se difumina la diferencia directrices:
entre comprarle un oso de tres metros a una mujer y el ponerse a
“trabajar en uno mismo”, sencillamente porque la motivación detrás de x El Hombre Alfa no persigue mujeres; las mujeres lo buscan a él
ambas acciones es exactamente la misma: gustarle a las mujeres, es por su valor.
decir, agenciar su aprobación. x El Hombre Alfa no persigue dinero, porque trabaja en sus
Esto conducirá al hombre que haya emprendido este camino metas y es capaz de monetizarlas.
con dicho objetivo a una falsa ilusión de éxito o fracaso. El motivo de x El Hombre Alfa no persigue fama, sino que la consigue por sus
esto es que solamente será capaz de medir su éxito o fracaso a partir de capacidades sobresalientes.
la manera en que las mujeres lo valoren, entonces valdría la pena
x El Hombre Alfa no persigue aprobación: se la dan por sus
preguntar: si una mujer lo rechaza, ¿eso lo hace menos Alfa? Si él sale
cualidades de liderazgo.
con tres mujeres y otro con cinco, ¿uno es más Alfa que otro? ¿Qué
x El Hombre Alfa no persigue amor: se ama a sí mismo.
ocurrirá cuando uno entre en una relación monógama?, ¿dejará de ser
Alfa?
Ahora que tenemos claridad sobre lo antedicho es factible convertir
Todos estos problemas devienen de una combinación
estas directrices en verdaderos propósitos, más o menos de la siguiente
enmarañada entre el mundo de la seducción y el camino del Alfa, pues
manera:
muchas personas equiparan al Hombre Alfa con el mujeriego, o el
fuckboy, lo cual establece la falsa equivalencia “ser un Alfa es igual a
x Un hombre puede convertirse en Alfa para incrementar su
tener muchas mujeres”, cuando la realidad es que no es así.
valor.
Si prestamos atención al capítulo dedicado a señalar las
x Un hombre puede convertirse en Alfa para perseguir su
características del Alfa, un elemento recurrente es su dedicación por
propósito y vivir de él.
alcanzar y realizar sus objetivos, metas y proyectos, lo que le da al Alfa
x Un hombre puede convertirse en Alfa para mejorar sus
la dirección que necesita para orientar su vida, darle sentido y, entonces
capacidades y aptitudes.
sí, ponerse a trabajar activamente en todo lo que requiere para agenciar
lo que quiere. Como consecuencia, el Alfa obtiene ganancias
60
 x Un hombre puede convertirse en Alfa para desarrollar
estoicismo y dirección.
x Un hombre puede convertirse en Alfa para, finalmente, amarse
a sí mismo.
Las oraciones anteriores son tan sólo ejemplos de cómo deben
establecerse los propósitos para convertirse en un Hombre Alfa. Lo
que tienen en común estos objetivos es que están focalizados en lograr
una mejora constante y en el desarrollo personal, nunca en lo que
podríamos obtener de los demás o del entorno.
Con el pasado en claro ⸺el por qué⸺ y el futuro bien
encaminado ⸺el para qué⸺, entonces es posible enfocarse en el
presente ⸺el cómo⸺. Equiparar el “cómo” con el presente es vital, y
es que el “cómo” engloba todas las acciones que se deben llevar a
diariamente; es decir: no importan las acciones pasadas, tampoco las
futuras, lo que importa en el camino del Hombre Alfa es lo que en el
presente, en este momento, todo el tiempo.
x En virtud de ello, ser un Hombre Alfa, como ya se ha dicho, es
seguir un patrón de comportamiento que se repite de manera
constante. Estos comportamientos, materializados en acciones,
se dividen principalmente en tres pilares:
x Ganar y desarrollar la confianza, la autoestima y el estoicismo.
x Tener claro un proyecto de vida.
x Tenerse a sí mismo como prioridad.
62
Entonces, para levantar cada pilar hay que tomar en cuenta dos
máximas: son independientes, pero están relacionados; igualmente,
deben trabajarse todos los días.
Autoestima, confianza y estoicismo
Uno de los grandes problemas que aqueja a los hombres tiene que ver
con la relación que existe entre uno mismo y la percepción de los
demás sobre uno mismo. Algo que abordan hasta filósofos como
Hegel (2015), cuando habla de la dialéctica del amo y el esclavo en su
libro Fenomenología del espíritu, donde explica la necesidad que tienen los
seres humanos por alcanzar el reconocimiento del otro.
El ejemplo es el siguiente: cuando dos seres humanos se
encuentran chocan dos cosmovisiones y una siempre intentará
imponerse sobre otra, lo que lleva al conflicto y, de ahí, se determinará
un resultado posible: uno perderá y reconocerá al otro como el amo. A
partir de este momento brota una relación simbiótica entre los
involucrados: el amo sólo puede ser amo mientras el esclavo lo
reconozca como tal, así que el primero depende del segundo, pero el
esclavo seguirá sirviendo al amo para asegurar su supervivencia.
Este proceso de pensamiento aplicado a las relaciones sociales
implica que un individuo sólo podrá definirse a partir de otro
individuo. En ese caso, un Hombre Alfa no será realmente un Hombre
Alfa hasta que otra persona lo reconozca como tal, ¿cierto?
Pues no, y para aclararlo es necesario continuar con la lectura
de Hegel, quien establece lo siguiente: el esclavo trabaja la naturaleza
con el objetivo de crear productos útiles para su amo; no obstante,
llegará un punto en el que el esclavo se verá reflejado en los objetos
producidos por sus manos y reconocerá el mundo a su alrededor como
creación suya. Esta revelación le da al esclavo autoconsciencia y, sobre
todo, autorreconocimiento.
Entonces, el esclavo ya no necesita del amo para sobrevivir,
porque es consciente de su capacidad creadora y se reconoce a sí
mismo a través de sus creaciones. En cambio, el amo siempre va a
depender del reconocimiento del esclavo para continuar siendo amo.
Es en ese punto que el “amo” pasa a ser esclavizado y todas sus
acciones estarán encaminadas a mantener ese reconocimiento.
Este relato sirve para tomar consciencia respecto a una cosa: la
mayoría de las personas están esclavizadas por la sociedad. Entonces su
identidad y su estima dependen, en gran medida, de lo que dicen otras
personas, por ende actúan con la intención de satisfacer las expectativas
que la sociedad pone sobre sus hombros, y no con la determinación de
cumplir lo que ellas quieren.
En ese sentido, se podría decir que la mayoría de las personas
están inmersas en una relación de dependencia con las demás. Esta
relación implica que son pocos los individuos capaces de definirse a sí
mismos; en su lugar, dependen de las demás personas para que les
digan quienes son: es el caso de un niño que no es inteligente sino hasta
que un profesor lo califica con diez en un examen; o el de la niña que
no es bonita hasta que sus amigas se lo dicen. Incluso en la situación
del acusado que no es culpable hasta que el jurado lo juzga; o cuando el
músico es una estrella solamente si una disquera lo respalda.
La pregunta, entonces, se trastoca: ¿cómo escapar de esta
dinámica de dependencia social? La respuesta está en el relato de Hegel,
de la misma manera que el esclavo: hay que trabajar lo suficiente hasta
64
reconocer que el mundo alrededor de uno es creación propia. Esto
puede lograrse desde el desarrollo de la autoestima, a través de la
comprensión y ejecución de lo que Nathaniel Branden (1995)
denomina como “los seis pilares de la autoestima”:
x Vivir conscientemente. Conlleva un proceso introspectivo serio
para conocerse a uno mismo: estar al tanto de las habilidades,
debilidades, valores y razones que nos llevan a tomar ciertas
decisiones. Además, es necesario tomar un papel proactivo
hacia la vida, o sea, emprender acciones encaminadas a algo de
manera razonada y pensada.
o A modo de ejemplo, implica dejar de estar sentado en
espera de una oportunidad laboral, para tomar una
posición desde la que uno analizará las cualidades
propias y, de esa manera, buscar activamente puestos
que se acoplen a esas aptitudes o, en su defecto, trabajar
para conseguir las aptitudes que requiere el trabajo
deseado.
x Aceptarse a sí mismo. A partir del análisis introspectivo
realizado, el siguiente paso es reconciliarse con todas aquellas
cosas que no se pueden cambiar de uno mismo y reconocer que
todas las áreas a mejorar también tienen límites, lo cual permite
establecer objetivos realistas y realizables.
o Es el caso de las personas que tienen algún complejo
con su cuerpo, ya sea por su estatura, peso, color de
piel, ojos, cabello, etc. Hay que reconocer que son cosas
 que, en su mayoría, no se pueden cambiar, por lo que
no queda más que amarlo, aceptarlo y lucirlo con
orgullo.
x Autorresponsabilidad. Implica tomar las riendas de nuestra vida
y reconocer que todo lo que hemos construido, bueno o malo,
es producto de cada uno de nosotros. Incluso en las situaciones
extraordinarias, que no se pueden controlar, es necesario tener
responsabilidad sobre cómo se va a actuar ante la crisis.
o Por ejemplo: ante una crisis económica se puede tomar
una actitud derrotista y dejarse llevar por la situación, lo
que desembocará en un futuro poco prometedor; o se
puede tomar una actitud proactiva y trabajar para salir
delante de esa crisis, con un futuro deslumbrante por
delante. De cualquier forma, los resultados que se
obtengan serán producto de una decisión y del trabajo
invertido en ella.
x Autoafirmación. Significa darle su lugar a los deseos y
necesidades propias al actuar congruentemente en torno a ellos.
Esto viene de la mano con la idea de respetarse a uno mismo y,
por lo tanto, darse a respetar ante los demás.
o Así, si uno desea invitar a bailar a una mujer y hay
personas que hacen comentarios desalentadores como
“ella está fuera de tu liga”, o “ni te esfuerces, no te hará
caso”, hay que anteponer nuestros deseos y entonces, es que estas acciones forman parte de una
sobreponerse a ese tipo de comentarios, no dejarse
influenciar por ellos.
66
x Integridad personal. Este punto trata, precisamente, de integrar
los valores, sentimientos y pensamientos con las acciones
efectuadas en el mundo externo. Es decir, ser congruente con
lo que se piensa, se siente y se hace.
o Por instancia: si uno dice ser un hombre ocupado,
entonces debe tener las suficientes actividades para
afirmar ese título. Lo mismo si dice ser un hombre fiel,
devoto, dedicado, paciente; cualquier consideración
propia acerca de uno mismo, hay que respaldarla con
acciones.
x Vivir con propósito. Trae consigo la idea de que todas las
acciones realizadas deben estar encaminadas hacia algo, ya sea a
objetivos generales (un propósito de vida) o metas específicas
(desarrollar una habilidad en particular). También hay que
acompañar esta planeación con un análisis de seguimiento, esto
es, verificar que en efecto se han hecho avances para concretar
esos proyectos.
o Alinear una vida a un objetivo general, como ser un
hombre masculino, conlleva metas específicas:
desarrollar autoestima, estoicismo, amor propio,
cuidado personal, entre otras, lo que implica, a su vez,
llevar a cabo actividades en particular: meditar, hacer
ejercicio, tomar cursos, leer, estudiar. Lo importante,
meta específica, que al mismo tiempo es parte de un
 objetivo general, de tal manera que todas las acciones
están direccionadas, no se efectúan al azar.
Todo lo anterior puede abrumar a un novato, que apenas da sus
primeros pasos por el camino del autodescubrimiento, la introspección
y el desarrollo de su ser. Sin embargo, aquí entra, precisamente, la
segunda parte del primer pilar sobre el que se apoya el Hombre Alfa: la
confianza en uno mismo.
Desarrollar confianza es fundamental, porque de la fiducia que
emane de uno mismo dependerá el éxito a obtener durante el tiempo
que tome andar por el camino del Hombre Alfa. Un hombre con poca
confianza en sí mismo considerará que trabajar para elevar su
autoestima es algo imposible de llevar a cabo, actitud que arrastrará en
todas las facetas de su vida: no se verá capaz de concretar su proyecto
de vida o de desarrollar habilidades sociales consistentes.
La cuestión es: ¿cómo desarrollar esta confianza cuando, en
principio, no existe en lo absoluto? Para ello hay que recuperar algunos
conceptos de Walter Riso: autoimagen, autoconcepto, autorrefuerzo y
autoeficacia, los cuales permitirán dosificar el desarrollo de la confianza
en uno mismo, de manera que se convierta en una tarea más sencilla.
x Autoconcepto. Es la idea que tienes de quién eres y de cómo
eres. En ese sentido, hay ciertas cosas que debes hacer:
o No seas perfeccionista. La perfección es una ilusión,
más no la búsqueda constante y permanente de
mejorar. Ser “perfecto” no debe ser una meta “posible
68
de alcanzar”. Hay que aprender a congratularse por los
logros cotidianos y buscar mejorarlos, por el placer de
mejorar, pero no por la frustración de no ser
suficientemente bueno.
o Evita la autocrítica negativa. Siempre que critiques algo
de ti o de tu trabajo, asegúrate de proponerte una
solución o un camino a través del que puedas mejorar.
Esto te acercará a ampliar un pensamiento orientado a
la resolución de problemas y te alejará de la
autoflagelación.
o Aprende a perder. En la vida y en el amor es imposible
ganar todo, todo el tiempo, por eso es mejor
reconciliarse con la idea de que, algún día, vas a fracasar
y tienes que aprender a tomarlo como una oportunidad
de aprendizaje o crecimiento, por lo que no hay que
tenerle miedo.
Tener un buen autoconcepto es la raíz del estímulo y desarrollo
de la confianza, ya que elimina progresivamente las ideas
negativas que se tienen de uno mismo y que, muchas veces,
están mal fundamentadas sobre una exigencia irreal que una
persona impone para consigo misma.
x Autoimagen. Es la manera en la que te ves, de modo que debes
tomar en cuenta lo siguiente:
o Define tus criterios de lo bello. No uses los estándares
de los demás para definir lo que tú consideras estético o
 no: los únicos estándares que deben importarte son los
tuyos.
o No creas que el físico lo es todo. En términos de
autoimagen hay varias cosas que entran en juego: estilo,
moda, cuidado personal, higiene. No todo se trata de
ser guapo o tener un buen físico, sino de cómo cuidas
tu vestimenta y de cómo proyectas tu personalidad a
través de ella.
o Tú eliges tu estilo, no los demás. Cuando uno busca
pertenecer a un grupo, lo normal es imitar su estilo. Por
ejemplo, si te juntas con góticos, querrás usar ropa que
encaje con el estilo. Con todo, lo importante es
encontrar, primero, por tu cuenta, un estilo personal a
partir del que puedas elegir un grupo. Es decir: si a ti te
gusta el estilo skater entonces aprópiate de él y después
busca más personas con gustos similares.
Detentar una buena autoimagen ayuda a desarrollar confianza,
porque entonces el sujeto se verá a sí mismo como su propia
vara para medirse. De esta manera se permite el desapego a los
comentarios negativos externos que buscan menoscabarlo y
lastimarlo.
x Autorrefuerzo. Es la manera en la que reconoces tus propias
acciones; para tal efecto, considera lo siguiente:
o Evita creencias limitantes. Frases y oraciones como “es
lo que cualquiera haría”, “era mi obligación hacerlo”,
70
“no me merezco esto”, “no es la gran cosa” sólo
menosprecian el valor de las propias acciones, e
impiden realmente reconocer el valor que tienen. Todo
lo que uno hace es valioso y merece ser reconocido.
o Date recompensas a ti mismo. Debes darte regalos,
consentirte cuando consigas un logro o superes una
meta; esto también comenzará a condicionar a tu
cerebro para que se esfuerce más, a sabiendas de que le
espera una recompensa después de trabajar lo
suficiente.
o Dedícate tiempo. Una de las cosas que más afectan a
los hombres es que no se dedican el suficiente tiempo
para ellos mismos. Todo se lo entregan al trabajo, a la
familia, a las amistades o a la pareja, pero es importante
tener tiempo para uno mismo, para descansar y
consentirse en soledad.
Afianzar el autorrefuerzo desarrolla confianza, pues hace
consciente a la persona de todo lo que es capaz de realizar y de
conseguir. Por añadidura, reivindica todas las acciones
extraordinarias y esfuerzos sobrehumanos que pueden llegar a
hacerse, que, lamentablemente, muchas veces pueden pasar
inadvertidas.
x Autoeficacia. Es el elemento fundamental para desarrollar la
confianza: se trata de la convicción propia con la que nos
orientamos a nuestros objetivos, por tanto:
 o No hay que ser pesimistas. Es conveniente aprender a
sopesar tanto los riesgos como los beneficios de
cualquier acción, aunque el problema nace de cuando se
sobredimensionan los riesgos, por el miedo a fracasar y
sus implicaciones, lo que paraliza y evita que las
personas tomen acción.
o Vuélvete más flexible y racional. Muchas personas
quieren controlar todo a su alrededor y no saben lidiar
con situaciones fuera de su control. Es importante,
entonces, aprender a dejarse llevar por la corriente,
delegar responsabilidades, confiar en las personas y
desarrollar la agilidad mental necesaria para resolver
problemas que surjan de imprevisto o “sobre la
marcha”.
o Evita el pensamiento fatalista. A diferencia del
pesimismo, el fatalismo empuja a consentir
sentimientos de desolación e impotencia, de no poder
hacer absolutamente nada para cambiar una situación.
En tal caso hay que entender que lo que somos capaces
de cambiar no es la situación en sí, sino la manera en la
que ésta nos afecta y, por lo tanto, la reacción que
tenemos ante ella.
Desarrollar una prospera autoeficacia conduce a manifestar
pensamientos como “yo sí puedo”, o “yo sí soy capaz”, ya que
se ponen sobre la mesa las capacidades de uno mismo, así
como se reconocen las redes de apoyo que se tienen, todo para
desarrollar una tarea concreta.
72
Ahora, una cosa sobre la que cada hombre debe ser consciente
es que, cuando desee comenzar a crecer y a desarrollar su persona, va a
afrontar obstáculos de cualquier tipo: personales, situacionales, sociales,
económicos, entre otros. Estos escoyos pueden desorientar, aturdir y
desmotivar hasta al más comprometido, y constituyen una de las
principales razones por las que los hombres abandonan este camino.
Debemos caer en cuenta de que el camino es largo y de que no
ofrece resultados inmediatos. Por añadidura, implica confrontarse con
uno mismo, pero también con el mundo exterior en vista de que, una
vez broten los frutos de tu esfuerzo, muchas personas se sentirán
incómodas por tu crecimiento. Razones hay muchas, pero lo
importante es que, ante su desazón, buscarán distanciarse de ti, en el
mejor de los casos; en el peor, atacarte. Si sucede esto último, lo harán
a través de la ridiculización, la banalización o del desprecio:
x Ridiculización a través de burlas constantes hacia ti o a tus
gustos con comentarios como “¡ay!, te crees guitarrista, pero ni
en tu casa de oyen”; “según tú muy Alfa, pero estás gordo”;
“mírenlo, no sabe ligar y por eso necesita un libro. ¡Perdedor!”.
x Banalización, o sea, disminuir o invalidar tus logros mediante
críticas: “¿te haces llamar fit?, si apenas has ido un mes al
gimnasio”; “ni te creas tanto, porque esa calificación la saca
cualquiera”; “no sé de qué te alegras, si hacer eso es lo mínimo
que se puede esperar de ti”.
x Desprecio con ataques directos hacia tu persona o capacidades,
como en los siguientes ejemplos: “jamás vas a lograr algo, nada
 más mírate”; “el éxito no le llega a gente como tú”; “nunca
serás alguien en la vida”.
Ante todo, es necesario contar con una armadura que permita
defendernos y con armas para atacar de la manera más inteligente
posible. Lo anterior constituye la tercera parte de este primer pilar para
convertirse en un Hombre Alfa: medrar el estoicismo personal.
El estoicismo es una doctrina filosófica que promueve el
control del alma a través del dominio de las emociones y de las
pasiones. Esto es crucial, dado que, en un camino donde se requiere
voluntad y disciplina, es muy fácil desviarse tanto por los comentarios
negativos como por las primeras muestras de las mieles del éxito.
Como cuando un hombre comienza a ganar un poco de
reconocimiento o a tener algo de suerte con las mujeres y se aparta del
camino del Hombre Alfa, algo que, inevitablemente, lleva a la ruina: al
no tener claridad respecto a la mentalidad Alfa, terminan por perderse
en comportamientos de Beta, Gama e incluso Omega, y si pretenden
volver a escalar en la jerarquía, tendrán que invertir el doble de trabajo
para conseguirlo.
Ahora bien: hay varias formas de entender y practicar el
estoicismo, ya sea desde su concepción clásica o a partir de las
reinterpretaciones contemporáneas que se complementan con aportes
de la psicología afectiva. Lo sustancial, en cualquiera de los dos casos,
es no caer en el dogmatismo extremista, ya que eso desemboca en el
camino del Hombre Sigma.
En ese sentido, el enfoque que propone este libro es el del
estoicismo clásico, para entender sus bases y manejar la practicidad de
74
las concepciones contemporáneas con el fin de aplicarlo en el día a día.
Gracias a esto, cada uno será libre de elegir entre el camino del
estoicismo clásico y ahondar en él, o de aceptar el enfoque aquí
propuesto y manejar un estoicismo más apegado al equilibrio.
Aclarado eso, para comprender lo que conlleva el estoicismo lo
primero es entender las “virtudes estoicas”, que, de acuerdo con
Massimo Pigliucci (2017), son: templanza, coraje, justicia y sabiduría.
Cada una se alcanza a través de diferentes procesos, he ahí la relevancia
de la psicología afectiva contemporánea.
Para Pigliucci (2017), la templanza está relacionada con el
control de nuestros impulsos, instintos y emociones, al tiempo que el
coraje tiene que ver con la destreza para tomar decisiones ante la
adversidad, en contextos complicados, o salir de la zona de confort con
el propósito de alcanzar nuestros objetivos.
Si traducimos esto al contexto actual, no es otra cosa más que
desarrollar inteligencia emocional. Para lograr lo anterior podemos
servirnos del proceso descrito por Daniel Goleman en su libro La
inteligencia emocional (2018), que también consiste en cuatro facetas:
percepción emocional, autorregulación, empatía e inteligencia social.
En primer lugar, percepción emocional refiere al grado de
conciencia que tiene un hombre sobre sus emociones. Para esto es
válido utilizar el modelo propuesto por Paul Ekman (2017), que
contempla seis emociones básicas: ira, miedo, sorpresa, felicidad,
tristeza y disgusto, desde las que se desdobla el complejo espectro
emocional de todas las personas.
Lo imprescindible es poder definir las emociones que sentimos
para, de esta manera, ser conscientes de su causa, de su efecto en el
cuerpo y de la repercusión en la conducta. Justo como sucede cuando
un hombre ve a una mujer atractiva y se siente paralizado, no se puede
mover, es incapaz de articular palabra alguna y prefiere escapar del
lugar.
¿Por qué ocurre esto? Bueno, cuando un hombre está
paralizado lo que siente es ansiedad, que en esencia es miedo a un
posible escenario futuro. ¿Cuál escenario a futuro? El rechazo o, mejor
dicho, las consecuencias del rechazo: humillación, sentimiento de
interioridad, entre otras cosas.
Es aquí donde entra la percepción emocional, porque permite
al hombre reconocer los efectos en su cuerpo que le indicarán qué
emoción siente y por qué: se vuelve consciente de que su parálisis viene
del miedo, que ese miedo se manifiesta a través de la ansiedad, que esa
ansiedad parte de un escenario que todavía no existe y que, por lo
tanto, no corre un peligro real.
Aquello confluye en la inteligencia emocional, la
autorregulación, que no es otra cosa más que gestionar las emociones
de acuerdo al contexto: si un hombre cayó en cuenta de que no existe
un peligro real y de que, por lo mismo, no hay motivo para tener
miedo, entonces será asequible disolver la ansiedad y canalizarla.
¿Cómo? Simple: si el miedo activa una de tres respuestas, huida,
enfrentamiento y parálisis, entonces puede redirigirse hacia el
enfrentamiento. En otras palabras, hay que aprovechar la carga de
adrenalina liberada por el cuerpo para dar el primer paso, confrontar el
miedo al rechazo e ir a hablarle a esa mujer hermosa.
Una vez establecido cómo es que un hombre puede controlarse
a sí mismo, a través de la percepción emocional y la autorregulación, se
76
abren las puertas para que pueda contener emocionalmente a las
personas que lo rodean. Esto ocurre porque un hombre consciente de
sus emociones también se vuelve consciente de las emociones de los
demás: puede observar claramente las reacciones corporales de otras
personas y, a partir de ellas, deducir de manera más o menos acertada
las emociones que experimentan.
Además, como conoce el camino a través del cual puede
controlar esas reacciones y reorientarlas, puede brindar guía a gente
cercana que lo necesite. De esta manera, el Hombre Alfa siempre
permanecerá impávido ante situaciones de alto riesgo o de crisis,
cualidad que le permitirá contener a su grupo emocionalmente y, a su
vez, facilitará la ejecución de las actividades necesarias para salir de ese
contexto extraordinario.
Por ejemplo: en una oficina el jefe encarga a sus subordinados
una tarea difícil de la que dependen sus trabajos, pues si no la
completan serán despedidos. Esto ocasionará reacciones de pánico
entre los hombres que no son Alfa, cuya capacidad para tomar
decisiones estará nublada por el miedo o la ansiedad; mientras tanto, el
Hombre Alfa analizará la tarea, diseñará un plan, lo comunicará al resto
y brindará asesoría a sus compañeros para poder cumplir la tarea con
éxito, todo desde la tranquilidad.
Presento otro caso: durante una discusión de pareja la mujer
sucumbe ante el vórtice emocional que la supera. Un hombre que no es
Alfa se dejará llevar por la discusión, también se enojará, escalará la
agresividad y llegará a un punto de no retorno; por su parte, un
Hombre Alfa mantendrá la calma, entenderá las causas del enojo de su
pareja e ideará el camino a seguir para desactivarla emocionalmente, lo
que los llevará a mantener una conversación más tranquila.
Lo establecido es tan sólo otra forma de abordar la empatía y la
inteligencia social, que también forman parte de la inteligencia
emocional según Goleman (2018). Ambos conceptos, orientados a la
filosofía del estoicismo, encajarían en lo que Pigliucci (2017) entiende
como la justicia, el tratar a las demás personas con respeto y equidad.
Arribamos, así, a la última arista de la virtud estoica: la
sabiduría, conforme uno se desenvuelve en sociedad tras enfrentarse al
entorno y a sí mismo. De cada interacción, de cada situación, de cada
reto u obstáculo se aprende, se obtiene sabiduría: qué hacer, qué no
hacer, cómo hacerlo mejor. Todas estas cosas abonan a la experiencia y
sirven como base para afrontar otros contextos, en un ciclo de
aprendizaje y mejoramiento que jamás termina.
Con la noción de virtud estoica en claro, y tras haber señalado
su conexión con la psicología afectiva contemporánea, entonces es
plausible dar el segundo paso hacia el estoicismo: las indiferencias
preferidas. Si la virtud estoica permite controlar la parte emocional del
ser humano, la comprensión de las indiferencias preferidas permite
controlar la parte impulsiva. Sobre este punto es necesario apreciar que
“Para los estoicos, las cosas externas no son buenas o malas en
el sentido más práctico. Para entenderlo, lo que no depende de
nosotros no mejora o empeora nuestras almas, ni afecta nuestra
satisfacción en la vida. Lo que importa en última instancia es el
uso que hacemos de ellos, buenos o malos, virtuosos o
viciosos” (Robertson., 2020).
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¿Qué significa? Que cosas como el dinero, la fama, la victoria o
el poder no mejoran o empeoran tu alma, ni deben ser la fuente de tu
satisfacción. Esto también debe tomarse a consideración cuando se
trata de atraer mujeres, y es que el error de muchos hombres es apoyar
su felicidad en el hecho de ser atractivo para las mujeres.
Cuando uno deposita su felicidad o bienestar en cosas externas,
entonces se coloca en una situación de adicción, necesidad y urgencia:
necesita dinero, fama, poder y mujeres para ser feliz. No bien se les
quita alguna de esas cosas, o todas, estas personas caen en una espiral
de depresión, sufrimiento y angustia, que los lleva a querer recuperar
todas esas cosas a cualquier costo. Estos pensamientos echan raíz en
un hombre hasta convertirlo en un Hombre Beta, Gama u Omega.
La fuente de satisfacción del Alfa, en contraste, no es conseguir
cosas, sino el proceso de mejoramiento que vive para obtenerlas. Por
eso el Alfa es un hombre en constante mejoría, pues su esfuerzo por
ser mejor cada día es intrínseco a su persona, él lo controla, entonces
su felicidad depende por completo de él.
Este razonamiento es la piedra angular del pensamiento del
Hombre Alfa, porque le permite desapegarse de los resultados.
Entonces, no se aferra al dinero, a la fama o a mujeres, porque es un
hombre pleno y su felicidad deviene de sí mismo, no de elementos
externos. Esto le permite construir una armadura que lo protege contra
los peligros del exterior, pero también le impide sucumbir ante sus
deseos internos.
Cuando el Hombre Alfa es estoico no persigue dinero, fama,
poder, influencia, seguidores o mujeres, aunque aquello no le impide
disfrutar de los beneficios de su trabajo: es consciente de que esas cosas
son venideras y de que no son para siempre; de cierta manera, tampoco
dependen de él. Es un hombre agradecido por lo que tiene, pero que
también es capaz de ser feliz sin esas cosas.
En resumen: el estoicismo ofrece a los hombres las
herramientas para emprender el trabajo que los llevará a construir
confianza y erigir su autoestima. Por esa razón es que estos tres
elementos ⸺confianza, autoestima y estoicismo⸺ van de la mano y
constituyen el primer pilar para ser un Hombre Alfa; exigen,
primordialmente, trabajo interno, y esto tampoco es coincidencia.
El primer paso siempre debe ser hacia adentro, porque cuando
las cosas están claras y las convicciones personales están bien
cimentadas en el interior, entonces es posible comenzar con el trabajo
exterior. ¿Cuál es ese trabajo? El proyecto de vida, por supuesto,
porque repercute en el mundo que rodea al hombre: le permite
transformarlo a su gusto para, después, adueñarse de él.
En ese sentido, el proyecto de vida debe tener ciertas
características que le permitirán al hombre maximizar su potencial, y
ponerlo en acción aportará valor a su grupo, comunidad, sociedad, y a
su mundo entero; por esta razón es que el proyecto de vida es el
segundo pilar del Hombre Alfa. Y es que si el primer pilar establece los
componentes para mejorar la relación consigo mismo, el segundo pilar
le señala la relación con su mundo.
Proyecto de vida
Discurrir sobre el proyecto de vida es entrar en una discusión filosófica
ancestral en torno al significado de la vida. En cualquier caso no hay
80
que divagar demasiado en las generalidades, sino entender directamente
una cosa: el proyecto de vida es una decisión única, personal e
intransferible.
Cada hombre tendrá un proyecto de vida único e irrepetible,
incluso si se asemeja al de otro, u otros, porque será única la manera en
la que él lo lleve a cabo. A tenor de, todo proceso también conlleva
quitarse pesos innecesarios, como el de la comparación externa. Vale la
pena señalar que muchos hombres cometen el error de comparar su
avance con el de los demás, puesto que a partir de eso miden su éxito o
su fracaso.
Seguir esta tendencia es autodestructivo, ya que choca
directamente con las bases de la confianza y la autoestima. Por lo tanto,
el hombre que esté en busca de su proyecto de vida deberá hacer
introyección de las actitudes del Alfa y aceptar que la única
comparación válida es la que cumple con dos características: es
constructiva y persigue aprendizajes.
Tomemos el caso: si como parte del proyecto de vida de un
hombre se encuentra tener una empresa panadera, sería desalentador
que compare sus ventas con las de un gigante como Bimbo. Pese a ello,
puede aprender de los procesos de Bimbo, de sus estrategias de
mercadotecnia o de cualquier cosa que esté a su alcance y que pueda
realizar con los recursos y habilidades que tenga en el momento.
Ante todo, debemos recordar que los referentes ⸺aquello que
utilizamos como modelo para plantear nuestras expectativas⸺ no son
un recordatorio de lo que nunca podremos conseguir, sino una fuente
de inspiración para alcanzar aquello que sí es posible materializar.
 Así, no es necesario ser el mejor basquetbolista de la historia:
basta con ser el mejor basquetbolista que uno pueda ser. Si,
coincidentemente, ambas cosas empatan, ¡qué mejor!, pero si no
tampoco es el final del mundo.
Lo anterior es sólo un burdo esbozo de cómo se ve un
proyecto de vida, porque lo esencial es percatarse de las palabras a
utilizar cuando se pretende diseñar uno. ¿De qué manera? Bueno, tras
una lectura atenta te darás cuenta de que utilicé el verbo “ser”,
imprescindible cuando se trata de este tema.
El psicoanalista y psicólogo alemán Erich Fromm (1976)
identificó, acertadamente, un gran problema de la sociedad
contemporánea: la objetivación, que explícitamente refiere a la
tendencia, común en la era capitalista, de quitarle su calidad inmaterial
o humana a ciertos elementos o personas para verlos como meros
objetos.
De modo que los hombres orientan su vida al tener, no al
crecimiento personal ni al desarrollo de su comunidad, lo que se vuelve
particularmente grave cuando hablamos de relaciones interpersonales o
aptitudes, porque entonces los hombres quieren tener novia, desean tener
esposa, buscan tener amantes; ansían tener confianza, anhelan tener
masculinidad, o esperan tener felicidad.
Este tipo de pensamiento conduce a la insatisfacción, porque
los hombres traducen su valor en la cantidad de cosas y vínculos que
tienen. La vida se convierte, entonces, en un juego de acumulación de
distintos capitales, acorde con lo que diría Bourdieu (2001): capital
económico (dinero), capital social (relaciones sociales), capital cultural
(conocimiento) y capital simbólico (reputación).
82
Bajo este argumento, el problema al que llegarán todos los que
siguen este estilo de vida es que siempre se toparán con alguien que
tenga más que ellos: siempre habrá un hombre con más dinero, con
más contactos, con más conocimiento y mayor reputación. Siendo así,
ni el proyecto de vida ni el autoconcepto deben cimentarse sobre cosas
externas acumulables, porque ¿acaso un hombre con más dinero,
conocimientos reputación y contactos es más hombre?
Es una pregunta difícil, que más de uno se habrá hecho en
algún momento. Con todo, la respuesta tajante es que no: mayor capital
no equivale a mayor masculinidad, ni a un éxito notable o superior
felicidad. Ahora bien, ¿cómo articular correctamente el proyecto de
vida para evitar ese camino autodestructivo?
El propio Fromm (1976) provee una solución al poner en
contraposición un estilo de vida orientado hacia el “ser”, que se
caracteriza por permanecer activo y usar con viveza los talentos,
recursos y aptitudes propias de todos los seres humanos.
Para andar plenamente este rumbo es necesario contar con tres
requisitos previos: libertad, independencia y razón crítica. Exigencias
que, si se analizó cuidadosamente el primer pilar, pueden ajustarse de la
siguiente manera:
x Libertad. Un hombre con alta autoestima jamás será esclavo de
las opiniones ajenas. En ese sentido, es un hombre libre.
x Independencia. Un hombre que confía en sí mismo jamás
dependerá de los favores o circunstancias externas, puesto que
 es consciente de sus habilidades. Por lo tanto, es un hombre
independiente.
x Razón crítica. Un hombre estoico, apegado a sus valores y
virtudes, jamás será susceptible de manipulación o presión
social; puede razonar críticamente sus decisiones sobre su
entorno.
He ahí la importancia de concebir a los tres pilares del Hombre Alfa
como independientes, pero relacionados, porque es en estos puntos de
convergencia donde radica la importancia de desarrollarlos
activamente. Considerado esto, entonces, es factible enfocarse en un
modo de vivir orientado al ser, determinado por el crecimiento, la
flexibilidad, el fluir, el trascender y, sobre todo, el dar.
En capítulos anteriores se ha hecho hincapié, en diversas
ocasiones, sobre el papel del Alfa como proveedor: un Alfa es quien
procura y abastece a su comunidad, a su grupo, y a su pareja, pues es
parte de sus responsabilidades; por esta razón es que el proyecto de
vida del Hombre Alfa debe tener repercusiones positivas en su
entorno, dado que mejorará las condiciones anímicas y materiales de su
mundo.
De manera que, siempre que se vaya a definir un proyecto de
vida se tienen que seguir, puntualmente, estas normas:
x Debe estar orientado hacia el ser: “¿quién quiero ser?”.
x Debe mejorar el mundo alrededor de nosotros: “¿qué puedo
aportar?”.
84
x Debe potenciar y desarrollar tu persona: “¿qué aptitudes y
actitudes tengo?”, “¿son suficientes?”, o “¿qué me falta?”.
Con las tres cosas claras se puede definir de manera precisa un
proyecto de vida. Como guía, pongamos por caso:
x ¿Quién quiero ser? Un maestro.
x ¿Qué puedo aportar? Conocimiento, sabiduría,
acompañamiento.
x ¿Qué aptitudes y actitudes tengo? Pasión por enseñar y facilidad
de palabra. ¿Son suficientes? No. ¿Qué me falta? Habilidades
pedagógicas, capacidad estratégica para la enseñanza, entre
otras.
Ahora, la orientación al ser no sólo es para evitar los vicios del tener,
sino también para sortear los yerros del falso éxito. Un proyecto de
vida es algo que nunca se puede completar del todo, porque se cumple
todos los días. ¿Cómo así? Sucede que un proyecto de vida, más que un
destino, es un camino a seguir.
Mientras uno se apegue a ese camino, mantendrá su proyecto
de vida en marcha. Pese a todo, en el momento que uno se aleje del
sendero ya no estará conectado a su proyecto de vida. De suerte que
para cumplir el proyecto de vida hay que trabajar todos los días.
Tener esto claro facilita arrancar con el proyecto de vida, pero
no es suficiente. Para dedicarse sin reservas al proyecto es imperativo
poder vivir del mismo: ser capaces de conceptualizarlo, materializarlo y,
de ser posible, monetizarlo.
Aquí entra lo que Josep Molina (2020) define como “el
vehículo del propósito”, y es que si el proyecto de vida es el camino
que queremos recorrer, el vehículo es el cómo vamos a recorrerlo. Y es
que un mismo proyecto de vida puede tener diferentes vehículos a
través de los cuales llevarse a cabo.
Dichos vehículos son cosas materiales que sí se pueden tener y
que, generalmente, son de creación propia. Por ejemplo, si el propósito
de alguien es ser maestro, existen muchas formas de enseñar: puede dar
clases privadas o en una escuela pública; puede escribir un libro para
aprovechar su conocimiento; puede hacer un canal de YouTube, e
incluso un podcast, entre otros vehículos diferentes.
Lo importante de separar la noción del proyecto de vida de su
vehículo es que dota de flexibilidad a los hombres, pues no los limita a
un solo vehículo. Esto porque hay quienes piensan, erróneamente, que
el vehículo es el proyecto de vida, por ello muchos hombres dicen
cosas como “yo quiero tener una empresa”, “yo quiero tener una casa”,
“yo quiero tener un canal de YouTube”.
El problema es que conseguidas esas cosas, ¿qué sigue? Un
hombre que pretendía tener un canal de YouTube con 10 millones de
seguidores y que nunca lo consiguió, habrá pasado toda su vida con el
pensamiento de que fracasó en su proyecto de vida. Peor aún: otro
hombre cuyo proyecto de vida consiste en tener una empresa que
facture un millón de dólares anuales, y lo consigue, más o menos, a los
cuarenta años, aún vivirá otros treinta o cuarenta años sin un proyecto
de vida, porque ya lo cumplió.
86
Cuando se toma consciencia sobre la diversidad de los
vehículos las posibilidades se vuelven infinitas, dado que siempre se
podrán buscar nuevos para dirigir el proyecto de vida. Esto fortalece el
pensamiento creativo, la resiliencia y la adaptabilidad, porque desapega
a los hombres de los vínculos materiales y hace que se enfoquen en el
propósito inmaterial.
Es el caso del hombre que tiene como propósito ser un
salvador del medio ambiente y, para ello, verá los posibles caminos a
tomar: una asociación civil para concientizar, una empresa de reciclaje,
dar conferencias sobre la importancia del cambio climático… Todas las
alternativas contribuyen al proyecto de vida, pero no son el proyecto en
sí mismo. De manera que si la asociación se disuelve, la empresa
quiebra o las conferencias se detienen, no habrá tanto problema,
porque la atención estará puesta en continuar el proyecto y en
encontrar otro vehículo.
Esta visión, además, impide caer en el conformismo y el
estancamiento: incluso cuando se tiene un vehículo que funciona,
siempre se podrá construir uno nuevo. Lo anterior obliga a los
hombres a salir de su zona de confort para mantenerse en constante
desarrollo y crecimiento.
Ilustrado este asunto, hay que tomar en cuenta diversas cosas,
necesarias y fundamentales, para construir un vehículo sólido. En
primer lugar, debes analizar en qué tienes talento y por qué tienes
pasión, dos conceptos completamente diferentes: tener talento implica
una serie de aptitudes y habilidades desarrolladas que permiten ejecutar
con facilidad ciertas tareas; tener pasión, por su parte, implica un fuego
interno que motiva e impulsa a una persona a realizar algo, a pesar de la
dificultad.
Lo ideal sería encontrar la convergencia entre el talento y la
pasión, pero son pocos los casos en los que sucede. La mayoría de las
personas tendrá que desarrollar el talento a partir de la pasión, o
viceversa: encontrar la pasión dentro del talento, e incluso trabajar
ambas cosas. De cualquier forma, una manera de reflexionar al
respecto es a través de las siguientes preguntas, siempre que se
respondan honestamente:
x ¿Qué habilidades tengo? Para cavilar entorno a la respuesta
puedes utilizar el modelo de las inteligencias múltiples de
Howard Gardner (2017):
o Inteligencia lingüística. Agrupa todas las capacidades
para utilizar el lenguaje, desde el aprendizaje de idiomas
hasta las diferentes formas de expresión escrita. Incluye
las habilidades necesarias para la creación de novelas,
poesía, o en la traducción.
o Inteligencia lógico-matemática. Se refiere a la agilidad
mental que permite resolver problemas matemáticos y a
pensar en términos de razonamiento lógico. Está
relacionada con las ingenierías o las ciencias exactas.
o Inteligencia musical. Aquí entra la facilidad para pensar
en términos musicales y manejar los elementos que
permiten la composición musical, algo invaluable para
productores, cantantes, músicos.
88
o Inteligencia corporal cinestésica. Relacionada con el
control corporal, la destreza y la coordinación mano-
ojo, útil para practicar deportes y danza.
o Inteligencia espacial. Engloba habilidades prácticas para
la visualización y entendimiento del entorno en todas
sus formas, algo muy valioso para arquitectos, expertos
en mecánica y trabajadores manuales.
o Inteligencia intrapersonal. Contiene las aptitudes para
conocerse a uno mismo ⸺también llamada inteligencia
emocional⸺, indispensable para cualquier persona, en
cualquier ámbito.
o Inteligencia interpersonal. Desglosa una serie de
conocimientos necesarios para desenvolverse en
entornos sociales, fundamental si se pretende
consolidar redes de contactos o ventas.
x ¿Qué me gusta hacer? y ¿por qué me gusta hacerlo? Cuestiones
sumamente importantes, porque saber qué provoca placer tras
realizar una actividad es lo que ayuda a evitar muchos vicios.
Veamos algunos casos:
o Un jugador de futbol puede sentir placer, pero no por
jugar, sino por el reconocimiento que le dan cuando
juega bien. Entonces, ¿qué ocurrirá si empieza a tener
una mala racha y nadie lo felicita? Se sentirá miserable, a
pesar de continuar en el futbol, porque el placer no
viene de la actividad: viene de la validación externa.
 o Un empresario puede sentir placer tras materializar una
idea y verla en funcionamiento, pero no por el logro
que eso implica o por haber vencido los obstáculos,
sino por la remuneración económica que trae consigo.
Por ello, ¿qué hará en momentos de crisis, cuando el
aspecto financiero no fluya? Perderá la motivación del
emprendimiento y se estancará.
Ante la desesperanza hay que retomar parte de
la filosofía estoica, ser honesto con uno mismo e
imaginarse en un escenario de fracaso. ¿Cómo?
Volvamos a los ejemplos: si te gusta jugar futbol
imagina que eres malo y que te reclaman por
equivocarte…, ¿te seguiría gustando? Si te gusta
escribir, piensa que a nadie le gusta lo que escribes…,
¿te seguiría gustando? Así mismo, si te gusta emprender
imagina que tus proyectos no pegan…, ¿te seguiría
gustando?
Cuando planteamos lo que nos gusta en estos términos
se elimina el factor externo, y lo único que queda es la relación
de la persona con la actividad en sí misma. Bajo esta línea de
argumentación, cuando la respuesta a la pregunta “¿te seguiría
gustando?” es “sí”, entonces una persona está enfrente de su
verdadera pasión.
x ¿Por qué cosas me pagarían? Para esto es necesario ahondar en
las actividades que nos gustan y en las que somos buenos,
90
desde un punto de vista profesional, y tomar en cuenta lo
siguiente:
o Todo es monetizable. Cualquier actividad llevada a cabo
a nivel profesional puede traer un beneficio económico,
aunque no todas las habilidades serán recompensadas
de la misma manera.
o Para todo hay referentes. Todas las áreas profesionales
pueden llevar al éxito; por lo tanto, hay que buscar a
quienes ya encontraron éxito en el área de tu interés
para aprender de ellos.
o Todas las áreas profesionales se pueden volver
monótonas. La frase “trabaja en algo que te guste y así
no tendrás que volver a trabajar nunca más” es un mito,
porque todos los trabajos llegan a un punto de
uniformidad: se vuelven rutinarios y cansados. No
quiere decir que no sea tu pasión, pero sí requiere que
aproveches tu creatividad para cambiar esas rutinas y
que, también, te tomes un descanso de vez en cuando.
o Nada te asegura éxito o fracaso. En todos los ámbitos
profesionales existen riesgos, así que es posible fracasar
en todos; asimismo, todos tienen oportunidades, así que
es posible tener éxito en cualquiera. La clave está en no
dejarse llevar por el “dinero fácil” o por el fatalismo de
frases como “te vas a morir de hambre”.
o Siempre hay que buscar un diferenciador. Todas las
áreas tienen profesionales altamente capaces, lo
relevante es buscar tu propuesta de valor: ¿qué tienes
 para ofrecer que sea diferente a lo que lo demás
ofrecen?
Todo esto ayudará a ampliar el panorama de vehículos útiles
para el proyecto de vida. Es decir: dará conciencia del entorno,
del mundo en el que se vive y sobre dónde se quiere incidir,
para no dar pasos a ciegas y estar al tanto de la situación desde
la que se ha partido.
x ¿A quiénes voy a ayudar? Pregunta fundamental, porque pone
sobre la mesa la parte del aporte a la sociedad que,
posteriormente, puede convertirse en público objetivo y en
potenciales clientes, para lo que la construcción del buyer persona
puede ser muy útil y que requiere:
o Diseñar a una persona: ¿cómo se llama?, ¿qué gustos
tiene?, ¿qué necesidades tiene? y ¿cómo puedo ayudarle
a satisfacer esas necesidades?
x ¿Qué me falta? Cuando uno es consciente de las habilidades
propias y las compara con las habilidades de la gente exitosa en
el ramo, así como con el entorno y las necesidades de las
personas a las que quiere ayudar, entonces salen al paso todas
las cosas y recursos necesarios para poder alcanzar el éxito. De
modo que es conveniente revisar los tipos de recursos que se
establecen en el libro Tu modelo de negocio (2011):
o Recursos humanos. Generalmente cuando se emprende
un proyecto de vida todo comienza con un vehículo y el
trabajo propio. Hay que ser sensatos para saber que el
trabajo de una persona sólo llevará hasta cierto nivel un
92
proyecto ambicioso, y que para crecer se necesita de
más personas que también aporten parte de sí. Con
todo, es oportuno tener claro cuánta gente será
necesaria para cada nivel.
ƒ Así pues, el equipo de trabajo que requiera un
escritor independiente será diferente al que
solicite un novelista de editorial
o Recursos económicos. El dinero atrae dinero y, en ese
sentido, hay que considerar cuánto capital deberá
invertirse según el tipo de proyecto a emprender. Debe
considerar fondos de emergencia, gastos operativos,
entre otras cosas. Ante esto hay que ser realistas, para
buscar el financiamiento adecuado.
ƒ Tal es el caso de vehículos que requieren una
inversión mínima, en especial aquellos que
implican venta de tu conocimiento, ya sea con
clases o consultorías. Hay otros que exigirán
mayor financiamiento, porque deben producirse
bienes o servicios en concreto que requieren
una infraestructura física y de personal
considerable.
o Recursos intelectuales. Es el conjunto de habilidades
necesarias para desempeñar una actividad a nivel
profesional y que deben ser identificadas incluso desde
antes de analizar el entorno profesional. Esto ayudará a
 distinguir todas las áreas a mejorar como persona y
profesionista.
ƒ Aquí entran los diferentes niveles de habilidad
en cada una de las inteligencias múltiples, es
decir, qué tan buena es una persona para
resolver problemas, para interactuar con la
gente o para dar con soluciones en un ramo
específico.
o Recursos materiales. Aquí se consideran todas las
herramientas, así como materias primas, requeridas para
producir lo que se va a ofrecer a los potenciales clientes
para satisfacer sus necesidades.
ƒ Como el caso de un negocio en línea que
necesita, de entrada, Internet, así como un
dispositivo para acceder a la red,
independientemente del negocio que se trate.
De ahí, cada vehículo que mantenga en marcha
el proyecto de vida tendrá necesidades
específicas que se deberán ser atendidas.
x ¿Quién me puede proveer de lo que me falta? Este último
punto implica la creación de un mapa de alianzas potenciales o
de fuentes de recursos. Para tal efecto, hay que tener varias
opciones generales, pero también algunas especializadas:
o Recursos humanos: plataformas y empresas de
reclutamiento.
94
o Recursos económicos: bancos, incubadoras,
fundaciones, apoyos gubernamentales.
o Recursos intelectuales: escuelas, academias,
universidades, capacitadoras, plataformas digitales,
coaches, profesores o mentores.
o Recursos materiales: proveedores directos, mediadores.
Tras responder cada pregunta viene la parte de mayor peso: trabajar
activamente. Los proyectos de vida, con sus respectivos vehículos,
requieren de un trabajo activo y constante para poder materializarse, de
otra forma no son más que sueños y buenas intenciones.
Al respecto, es necesario mantener congruencia, pero, sobre
todo, un pensamiento estratégico para no invertir tiempo en cosas que
no están alienadas al proyecto de vida de manera directa o indirecta. Lo
cual implica estar al tanto de nuestras actividades cotidianas, con el
objetivo de depurarlas para conservar sólo aquellas que realmente
contribuyan a la realización del proyecto de vida, por medio de
cualquiera de sus vehículos.
Por ejemplo, si alguien desea ser un luchador en contra del
cambio climático, poco o nada va a ayudar hacer comerciales para
fomentar energías no renovables tras el cumplimiento del proyecto,
incluso si la retribución económica por participar en ellos es sustancial
y le permite a la persona vivir cómodamente. Sus acciones, claramente,
no están alienadas al proyecto de vida que definió.
De ahí la necesidad de ser congruente con el proyecto de vida y
establecer prioridades: poner en primer lugar todo aquello que sí
contribuya al proyecto de vida de manera directa, después lo que puede
no contribuir de manera tan activa, pero sí indirecta; al final, lo que se
pueda realizar por puro placer, que no suma ni resta, y descartar todo
lo que vaya en contra.
Acciones contundentes tendrán repercusiones considerables,
porque habrán relaciones personales, hábitos o actividades que deberán
ser descartadas por atentar contra la realización del proyecto de vida.
Lo fundamental es tener claro que la prioridad es realizar el proyecto de
vida y que, antes de satisfacer necesidades o deseos ajenos, hay que
satisfacer las necesidades, deseos, requerimientos y exigencias de uno
mismo. Así, llegamos al tercer pilar que constituye al Hombre Alfa.
Tú eres tu prioridad
Hacer de uno mismo la máxima prioridad es una de las cosas más
difíciles que un hombre afronta cuando decide convertirse en un
Hombre Alfa. La razón más influyente es que, desde niños, los
hombres somos bombardeados con miles de historias sobre el
altruismo extremo, el máximo sacrificio, la condescendencia, la
complacencia y el servilismo.
El hombre es el superhéroe que arriesga su vida para salvar a su
interés romántico; es el caballero que entrega cuerpo y alma para
cumplir las órdenes de su rey; es, incluso, el hombre que busca
satisfacer todos los deseos de su mujer sobre cualquier cosa. El
problema de todas estas historias es que ponen el altruismo extremo
como una virtud deseada y, peor aún, recompensada: el superhéroe es
admirado, el caballero bañado en gloria, el amante es estimado.
La mayor consecuencia que acarrea el criar a millones de
hombres con la creencia de que deben dedicar su vida a los demás, es
96
que viven con la esperanza de que otra persona se los retribuirá, o
recompensará, de alguna manera. No obstante, la situación en el
mundo real es sumamente distinta: en el mundo real el superhéroe no
tiene el poder del guion que le salva la vida; el caballero, siempre, es
reemplazado por uno más joven y valiente; el hombre que da todo es
rechazado, o relegado a la “zona del amigo”.
Para revertir dicha situación, en todos los casos deberían
hacerse la misma pregunta: “¿y si hubiera sido un poco más egoísta?”
¿Y si el superhéroe no hubiera arriesgado su vida por la de su amada?
Aumentarían considerablemente sus posibilidades de vivir y, con ello,
seguiría con su proyecto de vida: combatir el mal. ¿Y si el caballero
decidiera pelear para él mismo? Quizás podría oponerse al rey y algún
día tomar su lugar. ¿Y si el último hombre no pensara en satisfacer
todos los deseos de la mujer? Tendría más tiempo para satisfacer los
propios y no buscaría en una pareja lo que tiene en sí mismo.
Seguramente, tras leer lo expuesto más de uno comenzará a
tener dudas sobre el segundo pilar: si, de acuerdo con éste, el proyecto
de vida debe estar enfocado hacia el dar, ¿cómo es posible ceder y
mantenerse egoísta al mismo tiempo?
El truco está en mantener el equilibrio: ni el egoísmo extremo
es efectivo, ni el altruismo extremo es positivo; todo debe estar en su
justa medianía. Además hay que tener cuidado con la mala lectura, pues
el segundo pilar entiende el aportar desde el mejoramiento del mundo
alrededor de un Hombre Alfa, lo que indirectamente tiene
repercusiones positivas para las personas de su entorno.
Veamos el ejemplo de un Hombre Alfa cuyo proyecto de vida
es convertirse en un defensor del medio ambiente. Su ambición lo
llevará a trabajar en diversos entornos: asociaciones, acciones legales,
foros de discusión y concientización, entre otros, que impactarán
favorablemente aquella lucha. Con ello, potencialmente, mejorará la
calidad de vida de millones de personas, beneficiadas por ecosistemas
más saludables y cadenas de producción sustentables.
Aquí lo importante es: ¿dónde entra el egoísmo? Si
continuamos con el ejemplo, ese Hombre Alfa deberá adquirir una
serie de conocimientos, herramientas y financiamientos, así como
invertir una buena cantidad de recursos, trabajo y tiempo, para
construir los vehículos que lo ayudarán a alcanzar su objetivo.
Bajo esta línea se puede deducir que, para poder adquirir e
invertir los recursos que necesita, deberá hacer una cosa: priorizarse.
Así, si este Hombre Alfa encuentra una convocatoria para financiar
proyectos con vocación social e inscribe su idea suya, él sabe que, de
ganar, le quitaría esos recursos a otros cientos de interesados. Suena
bastante egoísta, ¿no?
Igualmente, si ese mismo hombre decide que debe tomar un
curso de derecho ambiental para preparar iniciativas de leyes a través de
su asociación, pero el curso sólo tiene veinte lugares y hay cien
interesados, su inscripción implica quitarles la oportunidad a otros
aspirantes; más aún: si el curso exige cuarenta horas de su tiempo a la
semana, deberá quitarle ese tiempo a otras actividades, como dejar de
convivir tanto con la novia, los amigos o la familia. Suena bastante
egoísta, ¿no?
Es preciso recuperar un concepto acuñado por Richard y
Rachel Heller (2007), el egoísmo sano, que “consiste en respetar las
propias necesidades y sentimientos, aunque los demás no lo hagan.
98
Sobre todo, si los demás no lo hacen". En ese sentido, lo que debe
primar en todo momento es el bienestar personal.
Tener claridad sobre este punto es vital, es un paso más para
desmontar una serie de creencias mal fundamentadas, como el ser “mal
educado” por negarse a hacer un favor, la imposibilidad de decir “no”,
o la “obligación” que tiene el hombre de cumplir los deseos de su
pareja, entre otras. El egoísmo sano permite, incluso, sustituir esas
ideas con otras orientadas hacia la plenitud personal, la búsqueda del
mejoramiento, el desarrollo de la autoestima y del amor propio.
Lo anterior a partir de una premisa sencilla: primero debo
procurar mis necesidades, sentimientos y deseos. Algo imposible de
realizar si no se tiene bien definido cuáles son las necesidades,
sentimientos y deseos propios. Por eso este es el último pilar, porque
antes se debió de haber realizado un trabajo de autoconocimiento ⸺el
primer pilar⸺, así como de direccionamiento ⸺el segundo pilar.
En otras palabras, cuando se desarrolla autoestima, confianza y
estoicismo, uno se vuelve consciente de sus necesidades, tanto
fisiológicas como afectivas, y es capaz de priorizarlas. De la misma
manera, cuando se define claramente un proyecto de vida con sus
diversos vehículos, se delinean metas que llevarán a priorizar las
actividades y los recursos necesarios para cumplirlas.
Dilucidado este asunto, debemos saber que el egoísmo sano es
una práctica que mucha gente realiza, pero pocas lo toleran: todo
mundo querrá anteponer sus necesidades y deseos, pero no querrá
validar las necesidades y deseos de las otras personas, por percibirlas
inferiores.
 Inevitablemente esta situación provocará conflictos, en especial
si el hombre que avanza por el camino del Alfa ha sido un Hombre
Beta u Omega, porque la gente que lo rodea está acostumbra a su
servilismo y complacencia. Ante esto reaccionarán de manera negativa,
pues desearán recuperar la atención, interés y reconocimiento que antes
obtenían de manera gratuita.
Por lo mismo, ser nuestra prioridad es el último pilar, ya que
requerirá de una fuerza de voluntad que sólo se desarrolla con el
trabajo del primer pilar. Gracias a ello podremos encarar los reclamos,
chantajes, ataques o embates que la gente, beneficiada de la
complacencia y servilismo ajeno, hará para mantener su privilegio.
Aun así, pueden suceder muchas cosas: las amistades se alejan,
terminan relaciones, los familiares toman distancia… Pero esto es algo
positivo, toda vez que dejará al descubierto a quienes realmente quieren
estar y compartir con uno, y no porque saquen provecho u obtengan
favores.
Aunado a ello, practicar el egoísmo sano también conduce a
una certeza relevante: cada persona es responsable de su propia
felicidad. De ahí que se desmorone uno de los grandes mitos de las
relaciones sexoafectivas, aquel que dicta que “es responsabilidad del
hombre hacer feliz a su pareja”.
¡No!, no es responsabilidad del Hombre Alfa hacer feliz ni a su
pareja, ni a nadie más que a sí mismo. El Hombre Alfa actuará de
manera congruente con su proyecto de vida, se pondrá primero en la
línea y, en consecuencia, proveerá a las personas de su grupo con
seguridad, recursos, estabilidad, entre otras cosas.
100
Ahora, el cómo reaccionen las personas ante esto está fuera de
su control y no es preocupación del Alfa. De modo que, si le agradecen
o no, si se lo recompensan o no, si se lo retribuyen o no, será la última
de las cosas que le pasen por la cabeza al Alfa cuando realice una
acción; lo mismo si es que se enojan con él o no, si le reclaman o no, si
se lo recriminan o no.
El punto es que, mientras el Alfa sea congruente consigo
mismo y con su proyecto de vida, siempre tomará decisiones que lo
satisfarán a nivel físico y emocional. De ahí obtendrá la valoración que
necesita, así como el bienestar y la felicidad plena: de su coherencia, de
sí mismo.
Dejará atrás la búsqueda de validación del Beta y la necesidad
de admiración del Gama, al tiempo que saldrá de la espiral negativa del
Omega y rechazará el conformismo del Delta. Este punto en particular
es lo que le da al Alfa y al Sigma su autonomía e independencia, porque
entienden que origen es destino, que las cosas salen de uno mismo para
uno mismo.
Una vez se tiene la suficiente claridad sobre la importancia de
ponerse a uno mismo primero, surge, naturalmente, una pregunta:
¿cómo comenzar a practicarlo? La respuesta, si bien corta, para nada es
sencilla, y es que está relacionada con otro tema complejo a la vista de
los hombres: establecer límites.
Tal dificultad radica en la ignorancia respecto a lo que significan
los límites y, sobre todo, para quién aplican. Muchas personas creen
que los límites son condiciones que uno impone a otras personas para
mantener una relación bajo sus términos, mientras a los demás sólo les
queda obedecer o enfrentar consecuencias.
 Nada podría estar más alejado de la realidad, porque los límites,
de entrada, no apuntan a las demás personas, sino hacia uno mismo:
poner un límite implica que uno mismo debe ser la primera persona en
respetarlo y, por consiguiente, hará que otras personas también lo
respeten.
Un ejemplo fácil de entender es el siguiente: en una fiesta uno
decide que no quiere tomar más de tres cervezas, pues es el conductor
designado. A lo largo de la velada los amigos insisten en que se tome
algunos caballitos de tequila, unos cuantos cocteles con vodka y,
definitivamente, más de tres cervezas. Una persona creería que
establecer un límite en este escenario sería decir algo como “dejen de
ofrecerme tragos o no los llevo a sus casas”, pero eso es negociación y
chantaje. Un verdadero límite es decir “no, yo ya decidí que no voy a
tomar más de tres cervezas sin importar lo que digan”. En el primer
caso se intenta condicionar y cambiar el comportamiento de los demás;
en el segundo, uno comunica la decisión que ha tomado, y la respalda
con su comportamiento, porque no acepta las invitaciones a tomar de
más.
Ahora, ¿qué ocurre cuando, a pesar de haber comunicado un
límite, las personas insisten en ignorarlo? Aquí es necesario establecer
consecuencias que las personas entiendan para reafirmar los límites,
puesto que las repercusiones variarán con base en la situación
específica, en la acción de la otra persona al sobrepasar el límite y en el
límite en sí mismo.
De manera que no se reaccionará igual cuando, entre bromas de
amigos, a alguien se le escape un mal chiste, a cuando alguien pretenda
humillar a otra persona públicamente. Tampoco será la misma cuando
102
un amigo insista demasiado para que te tomes unas cervezas con él, a
cuando un desconocido quiere adulterar tus bebidas; mucho menos
cuando alguien te insulte verbalmente a cuando alguien te agreda
físicamente.
A propósito, lo adecuado es establecer el límite y evaluar en qué
medida otra persona lo sobrepasa. A veces, una persona que acabas de
conocer puede sobrepasar un límite por ignorancia y basta con
comunicarlo, de manera asertiva y dominante, para que no vuelva a
hacerlo. Sin embargo, habrá ocasiones en las que una persona, aunque
conozca el límite, querrá sobrepasarlo. Es en esos casos que habrá
consecuencias.
¿Qué tipo de consecuencias se pueden ejercer, entonces? El
rango es bastante amplio: puede ser desde el reforzamiento verbal hasta
la agresión física. Una de las consecuencias más efectivas es el
distanciamiento porque, de nuevo, la idea es que el límite aplique para
uno mismo y tenga como objetivo proteger la integridad emocional,
psicológica y física.
Así, si tu pareja insiste en faltarte al respeto a través de
agresiones verbales, a pesar de haber comunicado tu descontento, lo
que queda es ejercer la consecuencia y terminar la relación. Lo que
importa es ser congruentes con la consecuencia, porque si uno decide
terminar una relación es de manera definitiva, no como un mecanismo
de chantaje para que la otra persona recapacite.
¿Por qué debe hacerse así? Es simple: cuando uno cumple la
consecuencia de su límite ⸺terminar, según el ejemplo⸺, pero
después se retracta de haberla ejercido ⸺en este caso sería regresar⸺,
entonces uno mismo le falta el respeto a sus límites, de suerte que deja
la puerta abierta para que las demás personas también lo hagan.
Concebir esto es de suma importancia, porque muchas veces
los hombres comunican sus límites, pero no ejercen las consecuencias
o se retractan de ellas, lo que comunica debilidad e incapacidad para
defenderse. Por ello otras personas se toman la libertad de seguir
pisoteando sus límites, dado que no habrá consecuencias.
Ahora bien, establecidas las consecuencias que uno puede
ejercer y la importancia de cumplirlas correctamente, de manera
congruente, me permito explicar las dimensiones de los límites
personales: qué tipos de límites existen y cómo se pueden establecer en
la vida diaria.
x Límites físicos. Relacionados con el contacto físico y el espacio
personal, sólo es posible delinearlos a partir de la plena
consciencia de lo que se puede considerar como un
acercamiento “apropiado”.
o Un límite físico puede ser no querer que una persona
nos bese cuando apenas la conocemos o cuando no nos
gusta físicamente. También implica no querer que
alguien invada nuestro espacio personal (habitación,
despacho, departamento, u otros).
x Límites intelectuales. Tienen que ver con valores, ideales y todo
lo referente a creencias e ideologías. Es preciso insistir en que la
defensa de estos límites debe ser desde el respeto hacia los
demás.
104
o Un límite intelectual puede incluir preferencias políticas
o económicas y el no querer que alguien se burle de
ellas o las menosprecie. También aplica para las
religiones, al no estar dispuesto a aceptar que alguien se
refiera a nuestra fe de manera irrespetuosa.
x Límites emocionales. Son aquellos construidos alrededor de las
emociones y de la información sensible. Incluyen la secrecía
respecto a cosas particularmente difíciles de hablar o la apertura
sobre cuestiones emocionales importantes.
o Un límite emocional sería no querer hablar sobre algún
trauma de la infancia o situación complicada con un
completo desconocido, o incluso con una pareja. Otro
puede ser no querer que alguien invalide, minimice o se
burle de un sentimiento cuando lo expresamos.
x Límites sexuales. Aquí se engloban todas las prácticas y deseos
sexuales, así como el consentimiento. Recordemos que lo
relevante es la comodidad y el placer al momento de escalar en
las relaciones sexuales.
o Un límite sexual implicaría no permitir que alguien
escale sexualmente con nosotros de manera muy rápida,
o no acceder a realizar prácticas sexuales con las que no
te sientes cómodo.
x Límites materiales. Comprenden todo lo relativo al dinero y las
posesiones, particularmente cuando se trata de compartir,
prestar o proveer.
 o Un límite material, para un hombre, implicaría no
querer pagar la manicura y el tinte a una mujer con la
que apenas empiezan a salir. También podría ser no
prestar tu automóvil a cualquier persona que se acerque
a pedirlo.
x Límites de tiempo. La organización y priorización de las
actividades es el fundamento para estos límites. Implica decidir
cuánto tiempo al día se le dedica a cada persona y a cada
actividad pendiente.
o Un límite de tiempo puede ser haber decidido no dar
más de dos horas a una primera cita, o no platicar con
la misma persona más de veinte minutos al día. Incluso
no procrastinar y cumplir con las metas establecidas en
ciertos plazos es un límite.
Afincado lo anterior será más fácil entender sobre qué dimensiones es
posible poner límites y, sobre todo, cómo ponerlos. Lo que incide en la
idea del egoísmo sano, es decir, poner primero el bienestar personal en
todas las dimensiones posibles para poder dedicarse en cuerpo y mente
a las metas propuestas y al desarrollo personal, antes que complacer a
los demás.
En ese sentido, se relaciona con los primeros dos pilares y
termina por generar la sinergia necesaria para, realmente, impulsar a
cualquiera a andar el camino del Hombre Alfa, esto porque
106
1. Tener autoestima, confianza y comprender lo que conlleva el
estoicismo lleva al hombre a adquirir consciencia de cara a lo
que es bueno y malo para uno mismo, al tiempo que desarrolla
su carácter para comunicar sus límites y ejercer las
consecuencias que provoca sobrepasarlos.
2. Tener un proyecto de vida propio permite conocer cuáles son
los recursos necesarios para llevarlo a cabo, por lo que el
individuo determinará sus prioridades y marcará la línea sobre
la que se levantará varios límites.
3. Tenerse a uno mismo como prioridad y poner límites protege la
autoestima, pone en práctica el estoicismo y concede la
cantidad necesaria de recursos al proyecto de vida, lo cual
aumenta las expectativas de éxito sobre él.
En síntesis, cada pilar abona a la construcción de lo que se puede
llamar “valor intrínseco”, esto es, la valía de uno mismo. No obstante,
es tan sólo la mitad de la ecuación; la otra parte tiene que ver con el
llamado “valor social”, o sea, el valor que la sociedad atribuye a cada
persona a partir de lo que puede ver de ella.
Es importante entender que tanto el valor intrínseco como el
valor social son entidades separadas, pero están relacionadas: el valor
intrínseco se trabaja desde uno mismo, para con uno mismo; el valor
social, por su parte, se trabaja a través de la proyección al exterior,
mediante
diversos canales de comunicación.
Es preciso tomar en cuenta que no se puede proyectar lo que
no se tiene. Por lo tanto, todo lo que el hombre trate de proyectar debe
verse, antes, a la luz de las cualidades, aptitudes, proyectos e intereses
que tiene. Empero: lo que debe hacer es volverse consciente sobre
cómo comunicar de manera más efectiva.
108
¿Cómo proyectar valor? Comunicación y
subcomunicación
Las personas nos relacionamos a través de la comunicación, pues
constituye el sostén básico de toda interacción humana. Aun así,
comprender qué es la comunicación es algo particularmente
complicado, tanto así que los teóricos del campo tan sólo han podido
constatar algunas de sus aristas.
A pesar de las divergencias teóricas, la mayor parte de los
estudiosos de la comunicación coinciden en dos cosas:
1. Es un puente que facilita la relación entre dos seres vivos a que
intercambian información.
2. Necesita de un sistema de signos y símbolos que ambos
individuos compartan y puedan entender, es decir, un lenguaje
común.
Al respecto, muchos hombres no saben qué tipo de información
intercambian porque no entienden el lenguaje que utilizan. A saber: el
lenguaje es más que de la lengua que se habla, la ropa, el
comportamiento físico; incluso las publicaciones en redes sociales y sus
métricas también conforman lenguajes.

Ilustración 10. Modelo de comunicación de Jakobson (1981)
Tal es el caso de un hombre que sube a su red social preferida
una fotografía de él sin playera, mediante la que comunica confianza o
conformidad con su cuerpo; no obstante, si sube una foto retocada con
demasiados filtros entonces comunica lo contrario. Si, además, nadie
comenta su publicación o le da like, significa que ni una sola persona lo
encuentra atractivo; peor aún: si hace la publicación cuando sus amigos
saben que acaba de terminar una relación, entonces comunicará que,
probablemente, sólo quiere provocar descontento en su expareja.
110
Como se pueda observar, todo cuenta al momento de llevar a
cabo una acción comunicativa, razón por la que sigue vigente uno de
los modelos de la comunicación más populares entre los
comunicólogos:
Este modelo resulta relevante porque abarca todos los aspectos
a tomar en cuenta durante todo acto de comunicación. Sobre este
modelo, Adam Schaff (1966) identifica dos tipos de actos
comunicativos: “actos que comunican cierta conducta o estado
emocional (comunicación conductista), y actos que comunican cierto
conocimiento o estado mental (comunicación inteligible)”.
Los primeros encajarán en un nivel que podría llamarse
“subcomunicación”; mientras que los segundos dentro del nivel de
“comunicación”. Lo que importa es entender que ambos niveles
ocurren de manera simultánea cuando dos o más personas interactúan.
Presento el siguiente ejemplo: durante la sobremesa, tras haber
asistido a un festín de restaurante, un grupo de amigos recibe la cuenta
y uno de ellos extiende la mano para revisarla y preguntar a los demás
por sus órdenes, para corroborar los costos. En el nivel de la
comunicación queda claro que hace preguntas: “¿qué ordenaste tú?”,
“¿cuánto fue de esto?”; sin embargo, el nivel de la subcomunicación
está ahí desde el momento en el que extiende la mano y comunica a los
demás que él asume la responsabilidad de verificar la cuenta, además de
que comunica al mesero, quien observa todo, que él es el líder del
grupo, pues marca el ritmo de la conversación al ser quien pregunta a
cada uno lo que pidió.
Lo anterior es particularmente importante porque los hombres,
en términos generales, nos movemos en el nivel más superficial, el de la
comunicación, conformado por el lenguaje más sencillo: el verbal. Por
lo mismo, el hombre es mucho más directo, explícito y frontal, al
mismo tiempo que eficiente.
En cambio, las mujeres están acostumbradas a moverse en el
nivel más profundo ⸺el de la subcomunicación⸺, que incluye más
lenguajes, sobre todo no verbales. De manera que, durante una
interacción, para ellas entran en juego más variables cuya información
será de utilidad a la hora de construir una imagen mental de las
personas con las que se relacionan.
Es por esta razón que los hombres deben comenzar a tener
conciencia sobre sus acciones, debido a que hablan a través de ellas.
Eso les ayudará a mantener congruencia entre sus pensamientos, sus
palabras y sus acciones, una cualidad que muchos subestiman y que se
posiciona como la principal pista que delata a los que pretenden ser
Alfa de quienes realmente son Alfa o Sigma.
Actos de habla: hacemos mientras hablamos
Una de las teorías de la comunicación más relevantes para entender el
nivel de la subcomunicación es la teoría de los actos de habla. En
términos generales, John Austin (1982) establece con esta teoría que, al
comunicarse, los seres humanos realizan tres actos de manera
simultánea:
1. Acto locutivo: es la acción misma de comunicar, o sea, todo el
proceso que implica la expulsión de aire a través de las cuerdas
vocales para formar sonidos, organizados en palabras; también
112
es el proceso de utilizar alguna herramienta para dibujar
símbolos que se conocen como letras y, con ellas, articular
palabras escritas.
2. Acto ilocutivo: es la acción que se realiza a través de la
comunicación, es decir, la intención del hablante. Cuando una
persona se comunica con otra puede hacer varias cosas:
prometer, explicar, amenazar, preguntar, afirmar, insultar,
señalar, seducir, etc.
3. Acto perlocutivo: es la acción que se manifiesta a partir de lo
que comunicamos; refiere al efecto que el intercambio
comunicativo puede tener sobre otra persona: que se ofenda,
apene, ponga nerviosa, asuste, abochorne, ruborice, etc.
Durante toda conversación entre dos personas están presentes estos
tres actos y, por lo tanto, hay que ser conscientes de ellos para
mantener la congruencia. Particularmente, lo que se debe procurar es
que exista correspondencia entre el acto ilocutivo y el acto perlocutivo,
es decir, entre lo que hacemos al comunicar y el efecto que causamos
en la otra persona.
Y es que la mayoría de los hombres se rigen únicamente por el
acto ilocutivo e ignoran por completo el perlocutivo. Dicho de otra
forma, únicamente les importa lo que hacen al hablar e ignoran por
completo las emociones que generan en la otra persona al hablarle.
Es el caso de un hombre que ve a una chica al otro lado de una
discoteca, se levanta, va directo a ella y comienza una conversación.
Mientras hablan, él presume su poder adquisitivo y hace alarde de sus
lujos, de sus logros, entre otras cosas; al cabo de dos minutos de plática
la mujer lo barre con la mirada y se va, el hombre insiste, ella llama a
seguridad y lo sacan.
¿Por qué ocurre esto? Porque el hombre se enfocó únicamente
en él y lo que él quería hacer, sin tomar en cuenta lo que la mujer
comunicaba de regreso. En ese sentido, este ejemplo puede analizarse
desde la siguiente perspectiva:
1. Establecer si la mujer quiere ser abordada o no. ¿Cómo? A
través de la búsqueda de la mirada, de la sonrisa o de otro
indicador de interés que le dé una señal al hombre de que
puede acercarse. En el caso planteado ese indicador no existió,
por lo que el hombre se acercó sin consentimiento.
2. Durante la conversación, entender el significado de lo que
hacemos. Este hombre, al presumir todas sus cosas materiales y
vanagloriarse, se mostró como una persona narcisista,
egocéntrica, materialista y necesitada de aprobación. ¿Por qué?
a. No deja hablar a la otra persona y enfoca la
conversación hacia él mismo. Indica que no existe
interés por nadie más allá de su persona.
b. Presume sus logros como carta de presentación y deja
al descubierto que su validación viene de lo que tiene,
no de quien es. Alardear es una forma de venderse, y al
hacer esto lo que una persona busca es aprobación.
3. Después de la conversación no entender el significado de lo
que la otra persona hace. En la situación propuesta, al insistir
⸺incluso después de que la mujer se quiso retirar⸺, lo único
114
que hizo el hombre fue demostrar su falta de comprensión
sobre la incomodidad de la mujer, además de urgencia y
necedad.
Todo eso llevó a que un hombre, con la intención de agradarle a una
mujer, terminara expulsado de la discoteca. Algo que podría haberse
evitado si, desde el inicio, hubiera puesto atención en el acto
perlocutivo, en las emociones generadas en la persona, (la mujer en este
caso).
El análisis expuesto puede echar luz sobre la importancia del
acto perlocutivo, ya que con base en él se podrá, o no, establecer una
conexión significativa con una mujer. Por ello, hay que tomar en cuenta
algo vital: existe una diferencia entre lo que yo quiero generar y lo que
en realidad genero.
A modo de ilustración, en una reunión de negocios un hombre,
con un perfil dominante, llega con la intención de persuadir a tres
clientes. Para realizar esto tiene un discurso ya preparado, incluidas tres
estrategias diferentes:
x Con el primer cliente hará una demostración constante de
dominación y fuerza, a través de un tono de voz potente,
aseveraciones tajantes y un lenguaje no verbal rígido.
x Con el segundo cliente se permitirá apertura y diálogo, en un
tono de voz más amable, dispuesto a la negociación, y con un
lenguaje no verbal relajado.
 x Con el tercer cliente hará, primero, una demostración de
dominación; luego, variará hacia la apertura conforme observe
las reacciones del cliente.
Los resultados, con base en las variables agregadas, serán los siguientes:
el primer cliente se intimida, así que decide no aceptar el trato del
hombre; al segundo cliente le termina por agradar, aunque no puede
persuadirlo para cerrar el trato que a él más le convenía. Por último, al
tercer cliente lo persuade con eficacia a aceptar el trato quería desde un
principio.
¿Cuál es la diferencia entre los tres casos? El ajuste de los actos
locutivos e ilocutivos, para que se alinearan con el acto perlocutivo
deseado. Lo relevante, en todo caso, es entender que estos micro
ajustes se tienen que realizar en el nivel subcomunicativo.
Según el ejemplo, queda claro que el discurso es exactamente el
mismo, pero la diferencia radica en la actitud que el hombre manifestó
con cada cliente. Esta actitud envolvió al mensaje, que en los tres casos
era idéntico, y le dio una óptica distinta que impactó en la recepción del
mensaje para, finalmente, llegar a diferentes resultados.
La razón de que esto tenga lugar no es complicada de
comprender, y puede rastrearse a los estudios en neurociencias
relacionados con las llamadas neuronas espejo. Lo que permiten estas
células, descubiertas por el italiano Giacomo Rizolatti (1996), es el
desarrollo del comportamiento imitativo y, de particular interés para
este capítulo, de la empatía.
116
Las neuronas espejo le facilitan a una persona suponer las
emociones que siente otra, al apreciar información de indicadores
físicos: gesticulaciones, postura, tono de voz, lenguaje no verbal, entre
otros. Del mismo modo, permiten que un hombre consiga proyectar su
seguridad y confianza en otra persona, pero también que pueda
proyectar su inseguridad y nerviosismo.
Por caso: cuando un hombre se acerca a una mujer y comienza
a hablar con la voz entrecortada, la mirada en el piso, sudando y con
movimientos bruscos, ¿qué ocurre? Provocará que la mujer se sienta
incómoda, estresada, nerviosa, con ganas de salir de ahí, porque esos
son los sentimientos que acarrea consigo y que, a través de su
comportamiento, subcomunica a la mujer.
Veamos otra situación. Un hombre y una mujer discuten, en
ese momento él le grita furioso “¡ya cálmate!”. ¿Qué ocurrirá? Bueno,
lejos de calmarse, la mujer entrará aún más en un estado de enojo y
agresión, porque eso es lo que le subcomunica el hombre con su hosco
tono de voz.
Lo anterior deja en claro una cosa: una conversación nunca es
solamente una conversación. Al hablar se promete, se juzga, se pelea, se
presume, se seduce, se conoce, se explica y se realizan una infinidad de
acciones más; todas ellas, de hecho, forman parte del nivel
comunicativo y del acto ilocutivo. Al mismo tiempo, el lenguaje no
verbal desviste nuestras intenciones, sentimientos y emociones, lo que
lleva a intimidar, avergonzar, alegrar, divertir, abochornar, ruborizar y a
incontables efectos más, todo dentro del nivel subcomunicativo y de
los actos perlocutivos.
 Entonces, lo importante es entender qué dicen las acciones que
tenemos sobre esas intenciones, para poder direccionar y controlar el
lenguaje no verbal. Este control permitirá alinear lo más posible la
comunicación y la subcomunicación con el fin de obtener los efectos
deseados, para que la persona entienda lo que queremos que entienda,
que vea lo que queremos que vea.
¿Qué dicen tus acciones de ti?
Entender el lenguaje no verbal requiere tener presentes sus diferentes
dimensiones y el cómo se correlacionan. Además, hay que agregar la
variable del ciberespacio, lugar donde impera el lenguaje no verbal dada
la predominancia de la imagen y el video.
Ahora, ¿qué comunicamos a través del lenguaje no verbal? De
acuerdo con Michael Argyle (1978) son cuatro cosas: estatus y
personalidad, estado emotivo, actitudes interpersonales y dinámica de
la interacción. Luego, la siguiente pregunta es ¿cómo comunicamos el
lenguaje no verbal? Para acercarnos a la respuesta debemos considerar
las dimensiones del lenguaje no verbal: apariencia física, paralingüística,
proxémica y kinésica, que se van a relacionar con lo señalado por
Argyle.
x Estatus y personalidad. La manera en la que se relacionan las
personas es a través de arquetipos, pues sirven para predecir el
comportamiento de los demás al establecer una serie de
características que podemos esperar de ellos; es decir, se
vuelven prejuicios. Esto facilita la soltura en lo social, ya que se
118
podrá aceptar o rechazar a alguien sin la necesidad de, antes,
invertir y arriesgar los recursos que implican conocer a una
persona nueva. Al respecto, las cuatro dimensiones del lenguaje
no verbal operan de la siguiente forma:
o Apariencia física. Dimensión en la que se enmarcan
tanto la manera de vestir como el cuidado del físico.
Así, un hombre con la ropa harapienta, sucia o
descuidada, subcomunicará que no tiene poder
adquisitivo; ergo, lo más probable es que se posicione
en un estatus socioeconómico bajo. Un hombre con
ropa extravagante, lleno de joyas relucientes,
subcomunicará necesidad de llamar la atención. Un
hombre con obesidad mórbida subcomunicará
tendencia al exceso, mientras que un hombre con
abdominales marcados subcomunicará que es
físicamente disciplinado.
A tenor del tema de este libro, lo que se debe
contemplar es lo que queremos comunicar: un estatus y
personalidad de Hombre Alfa. Un Hombre Alfa cuida
su apariencia, higiene y salud física: se arregla, invierte
en su guardarropa, tiene un estilo definido, pues al ser
centrado y un líder no busca vestirse como los demás,
sino que busca marcar tendencias. Como el Alfa se
aprecia, quiere a su cuerpo y lo cuida; al tenerse como
prioridad, invierte en sí mismo.
Pero cuidado: esto no implica vestir con ropa
cara o joyas, más bien, tiene que ver con vestir ropa
 limpia y usar accesorios que hagan juego, porque
subcomunican cuidado al detalle. Tampoco significa
tener cuerpo de modelo, pero sí un cuerpo saludable; ni
seguir las últimas tendencias de la moda, aunque sí que
haya coordinación en la ropa y un estilo reconocible.
Desde el punto de la personalidad, los colores
de la ropa incluso denotan algo: colores más oscuros y
sobrios son indicadores de personalidades más serias,
elegantes, misteriosas, cerradas o refinadas; los colores
más vivos y brillantes, por su parte, indican
personalidades alegres, extravagantes, abiertas o rasgos de una personalidad estratégica y cuidadosa.
creativas. De modo que hay que partir de la propia
personalidad para elegir una paleta de seis o siete
colores que se alinee a ella y que predominen en el
guardarropa.
o Paralingüística. Aquí entran todas las cosas que
acompañan a la información del mensaje, sea el tono de
voz, la velocidad a la que se habla, pausas de silencio,
sonidos, muletillas, entre otras. Un hombre con un tono
de voz más firme subcomunicará madurez y confianza;
por el contrario, con uno más bajo subcomunicará
debilidad o torpeza. De igual manera, un tono firme y
seguro subcomunicará liderazgo o superioridad,
mientras que uno agudo disminuye la credibilidad.
Al respecto, el Hombre Alfa sabe modular los
aspectos que dan tono a su voz, porque con ello
demuestra un fuerte autocontrol. Procurará
120
comunicarse con un volumen de voz adecuado, con lo
que subcomunica temple y capacidad de escucha. Al
mismo tiempo, su dicción o vocalización será lo más
clara posible, dejando al descubierto su claridad mental,
es decir, que sabe de lo que habla.
En lo referente a la velocidad del habla, el Alfa
prioriza la fluidez y la modulación, pues pretende que el
mensaje tenga sus espacios y, sobre todo, sus silencios.
Este último punto es particularmente importante, dado
que el silencio demuestra introspección y reflexión,
o Proxémica. Refiere al uso, apropiación y conciencia de
los espacios sociales y personales, incluida la manera en
la que se manejan las distancias, proximidades y
ocupación espacial. Un hombre que ocupa mucho
espacio, muchas veces, subcomunicará confianza en sí
mismo; contrariamente, uno que trate de disminuir la
cantidad de espacio que ocupa, en ocasiones,
subcomunicará timidez. Una tendencia a ubicarse al
centro de los espacios subcomunicará liderazgo,
mientras que la propensión a situarse en las esquinas
sumisión.
Sobre esta línea, hay que recordar que los rasgos
de personalidad del Alfa tienden a la extroversión, al
liderazgo y a la dominación. Por lo mismo, tratará de
ocupar la mayor cantidad de espacio con la que se sienta
cómodo, como cuando al sentarse procura la máxima
 comodidad, sin importar que esto requiera abrir las
piernas, extender los brazos, etc. Incluso al hablar los
ademanes con las manos ocuparán espacio.
Todo esto exhibe seguridad y confianza porque,
en la naturaleza, los animales más grandes son
generalmente percibidos como los más dominantes,
contrario a los más pequeños. Asimismo, los animales
cazadores se explayan en su hábitat, porque se saben
seguros.
o Kinésica. Dentro de esta dimensión se habla del control
de las gesticulaciones, así como de los movimientos del
cuerpo. Un hombre que controle sus movimientos para
asegurar fluidez proyectará autocontrol, a diferencia de
uno que haga movimientos demasiado rápidos, pues
podrá parecer nervioso. Algo similar ocurre con un
hombre que se mueva o tiemble exageradamente, ya
que subcomunicará inquietud. Por otra parte, una
persona con muy poco movimiento o con movimientos
muy lentos, transmitirá quietud, paz, pasividad o
indiferencia.
x Estado emotivo. Gran parte de lo que permite establecer
cualquier tipo de relación humana es la capacidad de entender y
percibir las emociones de los demás, o dicho con otras
palabras, de tener empatía. Ésta parte de nuestra facultad de
interpretar las posturas, movimientos y expresiones faciales de
122
otras personas. Por ello es necesario entender cómo se
subcomunican las emociones a través del lenguaje no verbal.
o Apariencia física. Las personas con una fachada
personal altamente descuidada subcomunican estados
emocionales negativos. Distinto a las personas con un
semblante cuidado, que denota aseo personal y
subcomunica un estado emotivo positivo.
La razón es sencilla: el desgaste por estrés
emocional también tiene repercusiones en el cuerpo,
notables en rasgos faciales como ojeras, arrugas, o en
semblantes de fatiga e irritabilidad. Sucede algo
parecido con la carga de energía que provee un estado
de ánimo positivo, pues permite emprender el trabajo
relativo al cuidado de la imagen personal.
En consecuencia, hay que hacerle caso a la
apariencia física para entender el estado emotivo y
tratarlo acorde a nuestros objetivos. Lo que se debe
hacer, entonces, es mantener rasgos físicos de un estado
de ánimo positivo: cuidar el aseo y la salud corporales.
o Paralingüística. Los tonos, la velocidad, la dicción y el
volumen de la voz sirven para identificar la intensidad
de la emoción, más que la emoción en sí misma. Entre
más cercano está a la neutralidad el tono, menos fuerte
es el estado emotivo que enfrenta la persona en ese
momento.
De ahí que el rango del tono de voz estará
determinado por el nivel de confianza que tenga una
 persona para comunicar su estado emotivo. En otras
palabras: los volúmenes más bajos, las dicciones menos
entendibles, los tonos más apagados y las velocidades
más rápidas, o muy lentas, subcomunican desconfianza
e inseguridad, de suerte que impiden que las demás
personas escuchen lo que queremos decir.
Contrariamente, entre más alto, claro
energético es el tono de la voz, más fuerza y agresividad
subcomunica la persona que habla, pues pretende la
claridad máxima del mensaje, al tiempo que omite y
prima sobre cualquier otra fuente de sonido.
Por ello es que se debe procurar
comunicación con un tono de voz lo más neutral
posible, que subcomunica autocontrol, seriedad,
inmutación, estoicismo, a la par que prioriza el diálogo y
el entendimiento.
o Proxémica. Desde este punto de vista, la apropiación
del espacio también repercute en la percepción de la
intensidad de la emoción: entre más espacio ocupa una
persona al expresarse, más efusividad demuestra, es
decir que su emoción es más fuerte. Por el contrario, si
ocupa menos espacio, menor efusividad proyecta, y su
emoción será percibida débilmente.
Igual que con el tono de voz, la idea general
detrás de la apropiación del espacio, cuando se trata de
proyectarse como Alfa, debe estar enfocada en
mantener la naturalidad. Si normalmente se ocupa
124
bastante espacio entonces hay que mantenerlo y
procurar no reducirlo, o aumentarlo abruptamente, ya
que dichas exaltaciones ponen en evidencia el efecto
emocional que puede provocar una situación en
específico.
Es el caso de una persona atacada verbalmente y
y que comienza a retraerse, pues demuestra miedo y
sumisión; ahora bien, si ensancha su cuerpo para
parecer más grande y ocupar más espacio, demostrará
enojo y agresividad. Con todo, si se mantiene neutral
demostrará estoicismo y control sobre la situación.
la o Kinésica. La velocidad y fluidez de los movimientos
corporales denotará el grado de autocontrol sobre las
emociones. De modo que movimientos más rápidos,
entrecortados y explosivos, subcomunican un estado
emocional incontrolado, agresivo, en el que la emoción
ha desbordado a la racionalidad.
Esto es: golpear la pared durante una discusión,
agitar los brazos o señalar agresivamente, son acciones
que subcomunican nulo control emocional.
Paralelamente, una persona con movimientos más
calculados, tranquilos, naturales y fluidos,
subcomunicará que es estoico y que está en control de
sí mismo.
Incluso tocar o dejarse tocar revela estados
emotivos de la siguiente manera: la evasión es un
indicativo de miedo o disgusto, mientras que el
 contacto constante revela alegría, confianza, amor,
atracción, entre otras cosas.
x Actitudes interpersonales. Esta dimensión se mueve entre las
dicotomías simpatía y antipatía, amistad y enemistad, dado que
a través del lenguaje no verbal es posible insinuar a una persona
que uno tiene una actitud amigable, accesible, social, o fría,
urgida, hostil y confrontativa. Tomar en cuenta lo anterior es
vital, pues conforme a esta subcomunicación es que una
persona actuará congruentemente. Sobre todo, es crucial
contemplar las actitudes interpersonales negativas y evitar
proyectarlas de manera no intencional.
o Apariencia física. La manera en la que una persona es
vista proyecta, de manera general, la actitud que tiene
en ese momento. Un hombre con rasgos faciales más
toscos, por caso, subcomunicará una actitud hostil,
contrario al hombre cuyo rostro más fino y delicado.
Igualmente, un hombre con un rostro plano proyectará
misterio, ya que no se sabrá a ciencia cierta su actitud.
En este punto, lo que se debe procurar es jugar
entre lo misterioso y lo afable, lo cual dependerá de la
situación. Lo ideal, en todo caso, será aprovechar rasgos
de cuidado personal como el peinado, las cejas o la
barba, para compensar aquellos rasgos que, por su
naturaleza, pueden restar dominación o misterio.
126
Otra cuestión importante a tratar es que la
seriedad y el misterio generan tensión en otras personas
debido a que desconocen si se puede confiar, o no, en
uno. Entonces se mantendrán alerta e inquietas.
Aprovecharse en exceso del misterio puede hacer sentir
nerviosa, incomoda e insegura a la persona con la que
convivimos; no obstante, no usar el misterio llevará a
que una persona no pueda ser tomada en serio o a que
se le perciba como “demasiado amable” y débil.
o Paralingüística. El tono de voz es fundamental para
develar la actitud y las intenciones de alguien que se
dirige a nosotros. Por ejemplo, los tonos más dulces o
agudos pueden relajar a una persona, al exhibir una
actitud inofensiva; los tonos más graves y profundos
son percibidos naturalmente como peligrosos u
hostiles.
Lo mismo ocurre con la velocidad y la dicción:
entre más rápido se habla y la dicción es menos clara, la
voz se asemeja a un gruñido animal y, por lo tanto, es
percibida como agresiva. Al contrario, una voz suave y
acompasada, con dicción clara, revelará una actitud más
racional.
Lo ideal es mantenerse del lado racional, así
como entre la hostilidad controlada y la amabilidad.
Aquello se logra al modular la voz para hacer énfasis
sobre ciertas cosas: una propuesta seductora siempre
 debe ir en tonos más graves, mientras que un chiste en
tonos agudos.
o Proxémica. La manera en la que un hombre se apropia
del espacio también revela su actitud para con las demás
personas. Alguien que llegue a empujar y desplazar a los
demás demostrará una actitud ofensiva; por su parte,
alguien que se conduzca con fluidez, con movimientos
más controlados, se verá dominante, más no violento.
Al mismo tiempo, un hombre que sea relegado
espacialmente a lugares marginales sólo proyectará
sumisión ante los demás.
Lo relevante es no ser agresivo cuando uno se
apropia de un espacio físico. Adicionalmente, la
cercanía que se maneje con alguien develará la intimidad
con a esa persona: si un hombre mantiene su distancia
respecto a la mujer durante una cita, no demostrará una
actitud seductora, sino que será algo completamente
amistoso.
Entonces, mantener el control del espacio y las
distancias entre personas de manera firme, segura y
fluida, asegurará que cada individuo a nuestro alrededor
sepa qué actitud tomar: mayor cercanía es más
intimidad; cercanía intermedia delata lazos amistosos;
lejanía aplica para enemigos y desconocidos.
Asimismo, es prudente controlar la velocidad
con la que uno pasa de la cercanía a la lejanía: muy
rápido es abrupto y agresivo; velocidad neutra implica
128
autocontrol e intenciones benignas; muy lento proyecta
miedo e inseguridad.
o Kinésica. La manera en la que uno se mueve y toca a
otras personas también destapa la actitud que se tiene
con ellas: mantener un roce constante sobre alguien
más suele indicar dominación, mientras que la falta de
contacto sumisión; de igual manera, movimientos más
rápidos pueden verse como sorpresivos y antipáticos, y
los más lentos como temerosos.
Igualmente, controlar las gesticulaciones del
rostro facilita jugar con la manera en la que una persona
puede llegar a percibirnos. Desde fruncir el ceño o
sonreír de manera forzada, hasta la completa
inexpresividad del rostro, tiene un impacto.
Lo idóneo es mantener una velocidad y fluidez
constante en los movimientos, siempre y cuando sea
neutra, firme y no entrecortada. O sea, que extender el
brazo suceda en un solo movimiento y no en fases; lo
mismo con un abrazo, al agarrar de la mano a alguien y,
en general, cualquier movimiento o ademan que se
realice.
x Dinámica de la interacción. Este aspecto de la comunicación no
verbal integra las reglas y pautas a través de las cuales las
personas entienden la naturaleza de las relaciones. Me explico: a
través del comportamiento es factible dejar en claro si la
 naturaleza de una relación es amistosa, sexoafectiva, laboral,
distante, cercana, etc. Incluso es posible marcar límites para que
los demás entiendan cómo pueden relacionarse con nosotros,
qué cosas podemos aceptar, con cuáles no estamos de acuerdo,
si existen puntos de convergencia o divergencia, así como hasta
dónde tienen permitido hacer algo, hablar sobre un tema o
tocar ciertos aspectos relacionados a nuestra persona.
o Apariencia física. La manera en la que una persona se
viste puede proyectar permisividad o flexibilidad. Por
ejemplo, una persona con un estilo muy relajado, que
lleva prendas holgadas y coloridas, difícilmente será
apreciada como alguien capaz de poner límites; caso
contrario al de una persona cuyo estilo es más cuidado,
cuadrado y sobrio, pues proyectará seriedad o poder.
El punto es no ocultar la aprobación o el
rechazo, sino ser capaz de dejarlo claro con un estilo
que no se perciba como permisivo. En otras palabras,
alejarse de combinaciones flojas y brillantes, que
pueden sustituirse por ropas holgadas de colores más
sobrios, o por prendas con colores vivos, pero más
ajustadas.
o Paralingüística. La firmeza en el tono de voz marcará la
fuerza con la que se establece un límite. Del mismo
modo, el manejo de los silencios es vital para marcar el
ritmo de las conversaciones. Así, cuando platicamos
con alguien hay que dejar en claro, con una sutil
130
entonación al final de cualquier oración, la pauta de
cuándo puede hablar.
De hecho, el uso de los silencios ante una
pregunta o afirmación también ejercerá presión sobre la
otra persona para dejar en claro que el tema que acaba
de tocar es sensible o que no debe abordarse.
Igualmente, cuando uno es tajante con sus respuestas,
con un tono firme acompañado de un silencio, también
se deja claro dónde termina una conversación.
Por su parte, los tonos más relajados señalan la
aprobación de algo. En tal sentido, son adecuados para
permitirle a alguien hablar, o dejarle claro que se
entendió su broma, es decir, que está en un camino
permitido de conversación o actuación.
o Proxémica. El manejo de los espacios y la proximidad
con las personas también marca la pauta de interacción
en una relación. ¿Cómo? Sencillo: quien controla la
distancia y el espacio es quien domina en la relación.
Quien ocupa más lugar es quien domina en un círculo.
Lo que se debe procurar es el aprovechamiento
y control de los espacios, distancias y proximidad entre
personas. De esta manera, hay que mantener cerca a
quienes tienen más afinidad con nosotros o mayor
intimidad, a quien tengamos más confianza o por quien
se tenga mayor interés. En una cita, la idea es jugar con
la cercanía y la lejanía para establecer una pauta de
intimidad.
 Lo importante, entonces, es proyectar liderazgo
y dominación desde la manera en la que uno se conduce
en el espacio y lo maneja para con los demás.
o Kinésica. La manera en la que uno se mueve y toca a
los demás también deja en claro la naturaleza de la
relación que se tiene o se desea. Por lo tanto, un
hombre que agarra de la mano a una mujer le deja en
claro que quiere una relación más íntima; contrario al
hombre que ni siquiera la toca, pues constata que sólo
desea una amistad. Sucede lo mismo con un hombre
que abraza a su interés sexoafectivo por arriba de los
hombros, de una manera más fraternal,
contraposición a uno que abraza por la cintura, de
manera más provocativa.
De igual forma, el semblante indica aceptación o
rechazo ante algo o alguien, ya sea con un gesto de
desaprobación ⸺una mirada penetrante, con la boca
torcida⸺, o con uno de aprobación ⸺con las cejas
levantadas y una sonrisa en el rostro⸺.
Por ello, difícilmente se entenderá que algo le
disgusta a alguien si sonríe todo el tiempo, así como
tampoco se puede saber si algo le gusta a alguien si su
rostro permanece inexpresivo.
Aquí lo primordial es subcomunicar
naturaleza de la relación desde el contacto físico, la
gesticulación y los movimientos. Dicho de otro modo:
132
si uno desea una relación sexoafectiva deberá escalar
físicamente con la persona; si uno sólo quiere una
amistad, deberá limitar el contacto físico; si uno
pretende marcar un límite con alguien, debe hacer
movimientos firmes; si uno, finalmente, quiere ser
permisivo con alguien, debe hacer movimientos más
suaves.
No hay que olvidar que todo lo que uno hace o deja de hacer
subcomunica algo: un estado emocional, una intención, una
personalidad o una actitud. Por eso es necesario acometer un ejercicio
en de consciencia en torno a todo lo que hacemos de manera automática,
ya que muchas veces sólo hablamos y nos movemos sin pensar mucho
al respecto, lo que deviene en una “configuración” estándar, un actuar
irreflexivo.
Tal proceso de concientización apunta a nuevos cambios en el
lenguaje no verbal, que se convierten en la nueva configuración y se
realizarán, con el tiempo, de manera automática; todo con base en el
arquetipo que se quiere proyectar. Por lo mismo, hay que tener claras
las características de los paradigmas Alfa, Beta, Delta, Gama, Omega y
Sigma, para elucidar cómo se rige cada uno.
La meta es lograr congruencia entre lo que se dice, lo que se
piensa y lo que se hace, de manera que la comunicación y la
la subcomunicación se alineen con los mensajes que queremos transmitir
satisfactoriamente. Así es como controlamos lo que queremos que los
demás vean de nosotros, a partir de lo que construirán la imagen que
queremos que construyan.
 Cuando trasladamos lo anterior al ciberespacio ⸺si lo comprender cómo es que el juego envuelve lo que uno comunica y
consideramos como un espacio físico en sí mismo⸺, entonces también subcomunica.
es posible jugar con todas las dimensiones. Por ejemplo: subir más
fotos implicaría ocupar más espacio, y el estilo de ropa que uno maneja
en sus fotos subcomunica, igual que en persona; lo mismo con la paleta
de colores, las poses que uno realiza; cosas que subcomunican desde la
proxémica: qué tanto nos exponemos, cuánto hablamos en video de
video, o la claridad y confianza que proyectamos al hablar a través de
redes.
Hay que imaginar a las redes sociales como una gran fiesta,
como una gran reunión: ¿en las reuniones es necesario hablar todo el
tiempo o hay que dejar que los demás también hablen?, ¿hay que estar
presente durante toda la fiesta o nada más por ratos? En consecuencia,
hay que tomar en cuenta la presencia y frecuencia de las fotografías y
vídeos que uno sube a sus redes sociales, es decir: así como en persona
uno procura el lenguaje no verbal, desde la apariencia física, la
paralingüística, la proxémica, hasta la kinésica, también debe cuidarlo a
través de las fotos y videos que sube.
Ahora, si tenemos presente el modelo de comunicación visto
en este capítulo, hay que recordar una cosa más: el contexto. ¿Cuál es el
contexto de las relaciones interpersonales? Simple: se constituye por
dos elementos, el mercado del amor y el juego. El primero se explicó
en el primer capítulo de este libro, aunque no está de más recordar que
es a través de dicho mercado que se construye el valor sólido. En el
segundo elemento, el juego, uno se conduce a través de la
comunicación y la subcomunicación, por lo que se vuelve imperativo

134
El juego en el Siglo XXI Mitos y realidades de “las reglas de oro”
Diversos son los textos sobre seducción que establecen reglas, plantean
En todas partes se escuchan frases como “te hace falta juego”, “así es
guías, dan consejos y demás sobre cómo deben comportarse los
el juego”, “es que no entiendes el juego”, “practica el juego”. Sin
hombres con las mujeres. De hecho, existe un consenso común sobre
embargo, ¿qué es ese “juego”? ¿“El juego” se tiene?, ¿se está en “el
las cosas que pueden realizarse y sobre otras que no, tanto así que han
juego”? Esas son preguntas que todo hombre debería hacerse, al
sido popularmente retomadas y replicadas.
menos, una vez en la vida.
Cosas del estilo “la regla de los tres días”, “el hombre paga”, “el
“El juego” no es más que un acuerdo común al que llegan dos
hombre debe tomar la iniciativa” son sumamente populares; algunas
personas cuando entienden que existe un aura sexoafectiva entre ellos.
son efectivas, otras no, pero ¿cuál es el factor determinante para que
Para llegar a este convenio es necesario saber comunicarse y
funcionen? Sencillo: la habilidad del hombre para subcomunicarse de
subcomunicarse, ya que a través de estos canales uno negocia los
manera correcta o, dicho de otro modo, de alinear su lenguaje no
términos y condiciones del acuerdo en cuestión.
verbal con sus intenciones.
En otras palabras, es a través del juego que uno deja en claro si
El afamado Mystery ⸺Erik James Horvat-Marković⸺ (2007)
una persona sólo es un amigo, un amigo “con derechos”, o un novio;
establece, una estructura que consiste en tres etapas: atracción, confort
también si la relación será exclusiva o no, así como si es considerada
y seducción. Es muy claro, en este caso, que el orden de los factores sí
para prolongarse a corto, mediano o largo plazo. En concreto, entender
altera el producto. Además, las etapas evolucionan de la siguiente
el juego es vital para que todo lo aprendido hasta este momento pueda
manera: primero se generar atracción, después confort y se culmina con
ser usado de manera práctica cuando se tenga la intención de
la seducción.
establecer, mantener y terminar relaciones sexoafectivas de manera
Este modelo será general para aglutinar los diferentes consejos,
sana.
es decir, los consejos para generar atracción, luego los que se usan para
No obstante, surgen problemas cuando uno está expuesto a
generar confort y, finalmente, aquellos para generar seducción. Antes
demasiadas fuentes de información, muchas veces contradictorias entre
de eso, considero, hay que cuestionar el modelo mismo y preguntarse
sí, sobre lo que se debe, o no, hacer durante el juego. Por ello, hay que
¿por qué es tan efectivo?
revisar minuciosamente qué se dice sobre el juego y darle una
La respuesta yace en el primer capítulo de este libro: la manera
explicación, para conseguir negociar de manera efectiva y llegar a
en la que elegimos parejas sexuales es similar a la manera en la que
acuerdos de los que uno se vea beneficiado.

136
decidimos comprar un producto. En ese sentido, este modelo de tres
etapas cumple con tres objetivos centrales: exponerte como un hombre
valioso frente a las mujeres, generar confianza e intimidad con la mujer
y, por último, cerrar el acuerdo con un intercambio sexoafectivo
exitoso.
Cuando se analiza cuidadosamente el mercado del amor uno se
dará cuenta de que las mujeres siempre buscarán a un hombre de alto
valor. Entonces, si lo primero que hace el hombre es mostrarse como
una persona de alto valor, lo que ocurrirá es que pasará el primer filtro
y mejoran sus posibilidades de tener una relación sexoafectiva
afortunada.
Posteriormente, la mujer determinará el valor de la atención
recibida por el hombre. Al generar confianza e intimidad el hombre
muestra la calidad de su atención y esclarece que la naturaleza de la
relación va a ser sexoafectiva y no amistosa.
Esto lleva al siguiente paso: la mujer evaluará si entrar al
intercambio del mercado del amor, o lo que es lo mismo, si tendrá
relaciones sexuales con el hombre. Al efecto, es él quien le presenta la
decisión a la mujer para que, a la postre, la tome, lo que encaminará al
establecimiento de la relación sexoafectiva o al descarte.
Ahora bien, ¿cuáles son las reglas doradas de la primera etapa?
La número uno, que puede ser por consenso común, es: el hombre
debe iniciar la interacción. Corey Wayne (2013), Dan Bacon (2016),
Neil Strauss (2005) y Mario Luna (2011) parten de esta premisa cuando
hablan sobre los procesos de seducción o de ligue.
¿Por qué tiene que ser así? Bueno, si regresamos al mercado del
amor y recordamos que las mujeres son las que tienen la llave del sexo,
138
todo adquiere sentido: la mujer no tiene urgencia de reproducción, ya
que asume mayores costos durante la gestación, en la forma de
incapacidad y malestar generalizado.
En tal sentido, es cierto que los hombres incapaces de tomar
acción proactiva para acercarse a una mujer se quedarán en la banca, a
la espera, toda su vida. Lo que nos guía a la segunda regla de consenso
común: hay que desmarcarse. Pero ¿cómo es que se desmarca?
Corey Wayne (2013), Neil Strauss (2005) y Mystery (2007)
especifican que uno no debe ponerse en una posición inferior a la
mujer. A saber: no subirla al famoso pedestal, o, en otras palabras, no
atribuirle características positivas sin antes conocerla. Por eso, los dos
objetivos centrales de cualquier acercamiento a una mujer son dos:
conocer y evaluar. Se trata de algo relativamente sencillo y se lleva a
cabo mediante dos acciones concretas: preguntar y hacer juicios de
valor. Uno conoce a alguien tras cuestionarla, uno evalúa a alguien
cuando hace juicios de valor.
“Subir al pedestal” significa asumir que, sólo por el hecho de
ser guapa, una mujer está en “otra liga”, lejos del alcance de uno;
también incluye el presuponer que a una mujer le deben gustar
hombres “mejores” que uno, con más dinero, más famosos,
musculosos o guapos. En consecuencia, el hombre va a desarrollar una
mentalidad de persecución, pues pondrá a la mujer en la cima de una
montaña imaginaria que debe escalar para poder acceder al favor de su
atención.
¿Qué hacer al respecto? Algo que Dan Bacon (2016) llama
asumir que le gustas, y que se constituye como la tercera regla de
oro. Un pensamiento muy sencillo, sí, pero que guarda una enorme indicadores al hombre, éste podrá recompensar con su atención.
complicación para la mayoría de los hombres. Algunos ejemplos de indicadores de interés son cuando ella:
¿Cómo funciona? Siempre que se pretenda abordar a una mujer
hay que tener en mente lo siguiente: “Yo soy un hombre atractivo. Ella x Busca la cercanía.
sabe que soy un hombre atractivo. No hay ninguna razón por la que x Usa un tono de voz más dulce.
ella pensaría lo contrario”. x Mantiene contacto visual.
Cuando se parte de esta premisa, la cuarta regla es evidente
x Juega con sus labios: los muerde, los moja con la lengua, sonríe
⸺también de común consenso a lo largo y ancho de la comunidad de
constantemente.
seducción⸺: dejar que la mujer invierta en la relación. Para
x Tiene reacciones positivas al contacto físico.
conseguirlo hay que tomar en cuenta dos cosas: dar espacio y observar
x Te pregunta sobre ti.
indicadores de interés.
x Se ríe de tus chistes, incluso cuando no son tan graciosos.
De acuerdo con Mystery (2007), un indicador de interés es una
x Te busca por redes sociales.
señal sutil que la mujer le da al hombre y que demuestra, de manera
indirecta, que está interesada en él. La única manera de verlos es si se le x Quiere pasar tiempo contigo a solas.

da espacio a la mujer para que pueda actuar o, lo que es lo mismo, no

bombardearla con atención, información e interés. Y ¿cuándo recompensar? Lo conveniente es llevar a cabo la quinta

Precisamente a este corte de atención es a lo que me refiero regla, establecida por Corey Wayne (2013), Mystery (2007) y Rollo

cuando digo que es necesario darles espacio para que se puedan Tomasi (2013): intermitencia e impredecibilidad, que implica dar y

invertir. Con todo, el problema es resolver en qué medida dar atención quitar atención de manera esporádica, estar atento a los indicadores de

y en qué medida quitarla. La respuesta a este punto decepcionará al interés de la mujer y descartar a aquellas que no demuestren estar

hombre promedio, porque espera que le den una fórmula o receta de interesadas en interrelacionarse.

cocina: “por cada tres días sin atención, uno de atención”. La realidad, La cuestión está en que, después de que una mujer demuestre

lo lamento, no es así. un indicador de interés, se le recompense de manera variable. Por

Para ello se debe tener un conocimiento general de los ejemplo: en una ocasión un indicador de interés puede ser

indicadores de interés, porque en la medida que la mujer brinde dichos recompensado con una cena, en otra con un helado, en otra no ser
recompensado en lo absoluto. Lo ideal es que la mujer nunca sepa
cuándo, ni cómo, será recompensada.

140
 Esto mantiene viva la expectativa y, sobre todo, hace que ella se
pregunte: “¿por qué este hombre no hace lo mismo que los demás?”.
Funciona porque, para la mujer, diferente es igual a valioso. Eso la
mantiene invertida en la relación, puesto que siempre querrá obtener la
mejor recompensa y, por lo mismo, seguirá ofreciendo indicadores de
interés en espera de la ocasión en que obtendrá la atención que desea.
Así es como llegamos a la sexta regla, la última de la primera
etapa (generar atracción): tú eres el premio de la interacción. El
gravísimo error que muchos cometen es considerar que la mujer es un
premio, entonces quieren ganárselas, perseguirlas, y ponen todo de sí
en qué decir, cómo decirlo y cómo actuar para gustarle a las mujeres.
Hacer esto subcomunica hambre, urgencia y necesidad, ninguna
cualidad de un Hombre Alfa. Razón por la cual las mujeres descartan,
casi automáticamente, a los hombres que pecan de tener personalidades
demasiado teatrales porque, para ellas, lo exagerado no es auténtico.
Dentro de éstas están:
x Los “seductores”. El tipo de hombre que Dan Bacon (2016)
define como “el personaje seductor”, que surge cuando uno
sobreactúa los rasgos de la primera etapa (atracción). Entonces,
lejos de proyectar un lenguaje no verbal natural, se convierte en
un lenguaje no verbal falso.
x Los “chicos buenos”. Eje central de la obra de Robert Glover
(2017), se trata de hombres con personalidad demasiado
“noble”. Las mujeres presuponen que todas esas buenas
acciones que realiza deben tener una intencionalidad oculta,
142
además de que subcomunican debilidad y bajo nivel, al ser tan
condescendientes y complacientes.
x Los machos. Estos hombres exageran los rasgos del Hombre
Alfa, entonces convierten la asertividad en agresividad, la
dominación en opresión, el liderazgo en superioridad, la
descalificación en desprecio y la fuerza en violencia. Estos
hombres son vistos como peligrosos e indeseables para las
mujeres.
x Los “snobs”. Generalmente son Hombres Gama que utilizan
sus conocimientos para aparentar que son más inteligentes o
cultos de lo que en realidad son.
Gracias a las personalidades expuestas arribamos a la séptima regla,
primera de la etapa del confort y la intimidad: hay que ser auténtico.
Sólo a través de la autenticidad es que un hombre puede pasar las
temibles pruebas de congruencia. Una mujer jamás se va a sentir lo
suficientemente cómoda ni atraída con y por un hombre incapaz de
pasar pruebas de congruencia.
Pero ¿qué son las pruebas de congruencia? La definición más
clara es la siguiente: cualquier afirmación, pregunta o acción que tiene
como objetivo despertar una respuesta emocional. Esto le revelará a la
mujer las verdaderas intenciones del hombre, pues, derivado de esa
respuesta emocional, ella verá todas las señales de lenguaje no verbal y
subcomunicación que necesita para entender con quién está tratando
realmente.
 Una prueba de congruencia puede ser darle celos al hombre
con el que sale, entonces la mujer hará comentarios del tipo “¡ay!, ese
hombre está muy guapo”, “¡ay!, ese hombre tiene un bonito coche”, o
“¡ay!, me gusta como baila ese hombre”. Si su pareja reacciona de
manera negativa, es decir, si le reclama por ver a otro hombre o si torna
a una actitud incomoda y molesta (ceño fruncido, cambio en el tono,
velocidad y frecuencia del habla, silencios inesperados, lenguaje no
verbal más golpeado y distante), entonces fallará la prueba.
¿Cómo pasar estas pruebas? No es tan complicado, pero hay
que repasar el principio y eje rector de la conducta del Hombre Alfa,
preludio a la octava regla de consenso común: seguridad en sí mismo.
Según dicta la octava regla, el hombre debe proyectar confianza y
seguridad, aunque veo necesario hacer una ligera modificación: el
hombre debe tener confianza y ser seguro de sí mismo.
Si uno es consciente de su valía, tiene confianza y está
convencido de que es un Alfa, entonces no se sentirá intimidado o
amenazado por la posibilidad de que otros hombres le quitarán a la
pareja. De entrada, porque sabe que su valor como hombre no
depende de la pareja que tiene; en segundo lugar, porque se sabe a sí
mismo valioso y sabe que su pareja lo percibe de la misma manera; en
tercer lugar, porque tiene la seguridad de que, si su pareja se va, tiene
más opciones sexoafectivas; en cuarto lugar, entiende que ninguna
mujer es especial: no endiosa a nadie, entonces no siente un apego
superior, o diferente, por su pareja en turno.
Ahora, derivadas de la octava regla, llegan las últimas dos
normas de esta segunda etapa (confort e intimidad): a una mujer hay
que darle estabilidad y seguridad, además de hacerla sentir
144
emociones. ¿Por qué van juntas estas dos reglas? Los autores
mencionados lo ven desde perspectivas diferentes, desde una posición
instintiva a partir de la que la mujer, por su estado de vulnerabilidad,
busca protección hasta que, por una cuestión psicobiológica, busca
sentir emociones.
Lo anterior puede ser contradictorio para muchos, que se
preguntan “¿qué hago?, ¿le doy estabilidad o la subo a la montaña rusa
de emociones?” La respuesta está en la misma pregunta: ambas, al
mismo tiempo, porque no son mutuamente excluyentes.
A saber, cuando uno se sube a la montaña rusa trae consigo las
barras de seguridad, lo que permite vivir la experiencia y sentir
adrenalina sin que eso implique estar en riesgo real. Lo mismo ocurre
con las mujeres: desean vivir a plenitud todas sus emociones, para lo
cual necesitan un espacio seguro donde puedan darse rienda suelta.
Al respecto, hacerla sentir emociones implica trabajar en todo
el espectro emocional, no sólo en el positivo, desde hacerla enojar hasta
hacerla reír; de ahí que se disguste, de ahí que se sorprenda. Para
conseguirlo, el hombre requiere de estabilidad emocional. ¿Por qué?
Analicemos el siguiente caso: si en una cita el hombre bromea con la
mujer y la hace enojar, sólo hay dos escenarios posibles:
1. Que el hombre sea incapaz de contener emocionalmente a la
mujer, entonces se enrarecerá el ambiente porque sucumbirá a
sus propias emociones: se asustará por lo que hizo y tratará de
arreglarlo con complacencia; luego, se enojará con la mujer por
“no saber tomar una broma”, se disgustará y terminará la cita
en ese momento.
 a. Esta situación le subcomunica a la mujer que ella no
puede enojarse con ese hombre, porque es incapaz de
actuar en ese escenario. El resultado será que no quiera
relacionarse con él, porque no se siente con la seguridad
de experimentar sus emociones a plenitud.
2. Que el hombre sí tenga la capacidad de contener
emocionalmente a la mujer, entonces saldrá por la tangente y
utilizará el humor para desactivar el enojo; a su vez, hará
evidente el enojo para que ella misma entienda que está
reaccionando de manera equivocada.
a. Lo que le subcomunica a la mujer, en este caso, es que
ella puede enojarse con ese hombre, porque él sabrá
cómo actuar en consecuencia sin que eso le implique un
problema o lleve a una discusión. El resultado será que
quiera seguir con él, porque con él se sabe en un
espacio seguro donde puede experimentar todo el
espectro de sus emociones.
Arribamos, por fin, a la última etapa: la seducción, donde se llega al
sexo. Por lo mismo, es la que más interés genera en los hombres, que
consideran que aquí se encuentra el secreto de las relaciones
sexoafectivas. El problema es que muchos hombres comienzan una
interacción por el final, centrándose en la seducción sin haber pasado
por las dos etapas anteriores, lo que termina en fracaso de manera
inevitable.
146
Echemos un vistazo a la undécima regla: los avances sexuales
deben ser graduales y consensuados. Mystery (2007) habla del
peligro de caer en las agresiones sexuales y Corey Wayne (2013) habla
de cómo los avances agresivos alejan a las mujeres. ¿Por qué ocurre
esto? Son consecuencias de una cosa en particular: los costos que las
mujeres pagan por el sexo.
Para las mujeres es mucho más riesgoso y costoso tener sexo
que para un hombre, por lo tanto, deliberadamente retrasarán la
intimidad sexual con un hombre. Cuando el hombre en cuestión falla
en entender esto y va directo al avance sexual, lo que hace es poner a la
mujer en un estado defensivo, pues se ve amenazada, en la necesidad
de protegerse o de huir.
Por otro lado, cuando los avances sexuales son inexistentes y de
pronto un hombre quiere iniciarlos (por ejemplo, cuando ha estado en
la zona de amigos y se declara), hace exactamente lo mismo. ¿Por qué?
Porque es necesario que la mujer se sienta cómoda con el avance sexual
del hombre para que ella misma dé señales de querer continuar.
De aquí se deriva la doceava regla de la seducción: hay que
establecer el marco de la relación, el contexto implícito que
condiciona la interpretación de todas las interacciones en una relación.
El marco es lo que diferencia una salida de amigos de una cita
romántica, un abrazo inofensivo del escalamiento sexual; una
conversación simple de un acto de seducción.
El control del marco implica, necesariamente, tener un marco,
es decir, la regla número trece: saber qué es lo que se quiere. Si uno
desea algo casual hay que tenerlo claro y evitar las palabras
“compromiso”, “noviazgo”, “relación” o “exclusividad”. No obstante,
hay que evitar caer en la sobreexposición: recuerda que todo esto gira
en torno a la subcomunicación.
En ese sentido, muy pocas veces el establecimiento de un
marco se hará por medio del lenguaje verbal. En otras palabras, no
existirá una conversación donde ambas personas dirán de manera
concreta, clara y concisa “yo quiero esto”, “yo ofrezco esto”, “hasta
aquí quiero llegar”, “quiero durar ‘equis’ tiempo”. Lo que queda es
aprender a subcomunicar el marco, para lo cual un Hombre Alfa se
sirve del lenguaje no verbal.
Lo que preciso entender es que el establecimiento de un marco
es, en esencia, una negociación. Por ello hay que tener presente que la
otra persona querrá obtener el mejor acuerdo, entendido como aquel
que le brinde la mayor cantidad de beneficios, con la menor cantidad
de concesiones posible.
Por eso las mujeres buscan siempre reforzar la idea de la
“amistad” con hombres de marco débil, porque una amistad es una
relación donde la mujer obtiene todos los beneficios de atención,
tiempo, incluso recursos, sin la necesidad de invertirse en ese hombre,
más allá de muestras esporádicas de atención.
De lo anterior surge una cosa: no todas las negociaciones serán
exitosas, porque al momento de negociar entra en juego todo y si la
mujer no ve un acuerdo viable para ella, simplemente optará por
dejarlo; de igual forma, si un hombre no percibe un acuerdo viable para
él mismo deberá dejarlo.
Esto lleva a la última regla de la seducción: desapego del
resultado. Cuando uno desea relacionarse sexoafectivamente con una
mujer debe estar mentalizado para ganar, pero dispuesto a perder.
148
Mantener este estado mental proporciona tranquilidad, pues uno no
tiene la necesidad de forzar un resultado ni una relación formal o
casual.
Cuando uno se ha casado con el resultado, entonces todo lo
que hace o dice pasa por un filtro: uno quiere decir las palabras
perfectas o actuar ejemplarmente, en el momento perfecto, de la
manera perfecta, para que la mujer acceda a todo lo que nosotros
queremos, de la manera que nosotros queremos, cuando nosotros
queremos.
La cuestión es que una relación sexoafectiva sana se construye
desde dos libertades que deciden, de manera autónoma, que quieren lo
mismo. En tal caso, hay que permanecer atento a la respuesta de la
mujer ante nuestra propuesta, algo que sólo se puede hacer cuando se
conocen las aplicaciones prácticas del lenguaje no verbal y la escalación
física sexual.
Por lo tanto, es a través del lenguaje no verbal que uno
comunica su marco y lo refuerza, para que la mujer pueda decidir si
quiere, o no, aceptar el marco. He ahí la razón de saber usar y entender
el lenguaje no verbal.
Lenguaje no verbal: escalar la interacción
Si bien el lenguaje no verbal sirve para subcomunicar intencionalidades,
cuando se trata de enmarcar una relación sexoafectiva la clave es
subcomunicar una intención sexual, al tiempo que no se anuncia
hambre.
Para este punto, un hombre que se haya saltado el contenido
entero del libro considerará que es algo sumamente complicado de
hacer, mientras que otro que ya conoce y tiene bien fundamentados los
conceptos hasta aquí descritos, tendrá una idea de cómo hacerlo.
Subcomunicarse de manera correcta es tener en consideración
que la escalación física es un proceso dinámico: no se trata de una lista
rígida de pasos a seguir de manera ordenada; al contrario, es un
entramado en movimiento que supone dar pasos hacia adelante, hacia
atrás o de lado a lado.
El objetivo es entender algunos puntos clave de la escalación
física, así como los escalones que servirán para medir el avance, el
consenso y el rechazo. Algo a considerar dentro del escalamiento es lo
que Mystery (2007) llama “calibración”: “Intuición social, afinada […]
por el tiempo pasado en el trabajo de campo, que permite al artista
venusiano anticipar o predecir [un] comportamiento social antes de que
ocurra”.
Según esta definición, la calibración es algo que se obtiene
únicamente a través de la práctica, e implica, por supuesto, equivocarse.
Y es que todo lo que viene en el apartado de la escalación física carece
de medidas, tiempos o momentos exactos, no se van a encontrar cosas
como: tres roses de brazo por cada vez que la tomes de mano; después
de tres roces de mano, un beso en la mejilla; dos besos en la mejilla,
después uno en los labios.
Debemos recordar que todo el proceso de escalación se basa en
la calibración, ya que ésta dictará cuándo es momento de avanzar, de
retroceder, así como la intensidad de la interacción. De hecho, calibrar
no es algo tan complicado de hacer, porque demanda una cosa que
todo Hombre Alfa tiene: inteligencia emocional.
150
Si volteamos a ver las dimensiones de la inteligencia emocional,
notarás que la calibración es tan sólo una de sus aplicaciones prácticas;
tal como sucede con la empatía, a través de la que uno puede distinguir
si una mujer se siente cómoda o incómoda, y que guía el
comportamiento según la gestión emocional correcta.
Cuando se habla de escalación física los parámetros a gestionar
son básicamente físicos. A manera de ejemplo: si un hombre agarra la
mano de una mujer y ella muestra incomodidad (quita la mano, fuerza
una sonrisa, pone algo de distancia), entonces la gestión se realizará
soltando su mano. Esto aliviará el bochorno de la mujer y posibilitará,
en otro momento, un acercamiento desde otro punto o, en su defecto,
terminar la escalación de manera definitiva y descartar.
Concretado este punto sólo queda explicar cuáles son los pasos
de la escalación física, para ir desde el confort hasta la sexualización y
dejar en claro la intencionalidad sexoafectiva. Dar luz sobre esto
permitirá que la mujer conozca el marco desde donde se quiere
entablar la relación y, en última instancia, le brindará la decisión de
aceptar o rechazar al hombre.
El primer paso de la escalación física, contraintuitivamente, no
tiene nada que ver con el contacto físico. Como se ha visto, el lenguaje
no verbal comienza desde la autoimagen, concretamente de la
gesticulación facial y de la manera en la que se mira a las personas.
De acuerdo con el artículo publicado por Martin Banks y
colaboradores (2015), existe una correlación entre la forma de la pupila
y la colocación de los ojos con el rol que juega un animal en la
naturaleza, lo que básicamente los posiciona en dos categorías:
cazadores o presas.
 La investigación arrojó que mientras los cazadores tenían
pupilas verticales y los ojos ubicados al frente de la cabeza, las presas
tenían una pupila más horizontal, grande, y los ojos situados en los
costados de la cabeza. Dichas composiciones fisionómicas permiten a
los cazadores enfocar de mejor manera a sus presas y estimar distancias
para cazar, al tiempo que facilita a las presas una visión panorámica
para prever a posibles cazadores.
En los seres humanos la posición de los ojos está orientada
hacia al frente, con una pupila circular, lo que significa que ostentamos
una mirada de cazador y no de presa; no obstante, es aquí donde entra
la parte kinésica, porque si bien la apariencia física predispone a ser
cazador, se puede arruinar completamente con un mal control del
cuerpo y la mirada.
Un pobre control corporal, derivado de la inseguridad y la
ansiedad que provoca una situación social como una cita, puede causar
que la mirada se disperse. Es decir, que el hombre voltee a ver a otras
partes, como si sintiera que algo “lo está asechando”; se trata de un
mecanismo instintivo para buscar depredadores alrededor. Lo que
subcomunica es que ese hombre es una presa y que, por lo tanto, se
encuentra en una posición inferior.
¿Por qué? Bueno, en el reino animal los cazadores,
generalmente, se encuentran en la cima de sus respectivas cadenas
alimenticias, de ahí que no sientan la necesidad de “cuidar su espalda”,
porque saben que no hay otro animal que pueda amenazarles. Así,
entre más dominante sea un depredador, menos se preocupará por esos
factores externos.
152
Lo que debe hacer un hombre es imitar la conducta del
cazador: fijar su mirada y no voltear a todas partes de manera
incontrolada, ya sea al caminar, al hablar y, en general, al desenvolverse
en cualquier espacio social. Esto proyectará que se siente seguro donde
está, que no tiene preocupaciones sobre su entorno y que, por lo
mismo, se sabe en una posición jerárquicamente superior.
Otro punto crucial es la mirada: de la misma manera que un
cazador mira fijamente a su presa cuando tiene hambre, un hombre
puede caer en el error de clavar la mirada únicamente en la mujer, con
lo que subcomunicará exactamente lo mismo: hambre. De manera que
evitar fijar la mirada en una sola mujer por mucho tiempo es
determinante en cualquier espacio social.
Elaborados ambos puntos ⸺control de la mirada y tiempo de
fijación⸺, es posible hablar de la sexualización de la mirada. En
primera instancia, es vital tener presente que, en toda sexualización,
viene después de un indicador de interés. De no hacerlo así se
procederá sin el consentimiento implícito necesario que separa el
jugueteo del acoso.
Cuando se trata de la mirada, la sexualización implica orientar la
vista a zonas específicas del cuerpo de la mujer, siempre dentro de un
contexto de intimidad y complicidad. Por ejemplo, si uno está en una
cita con una mujer y ella ha mostrado indicadores de interés, se podría
decir un comentario pícaro, seguido de mirar fijamente a los ojos, para
después orientarse a los labios y regresar a los ojos.
Este movimiento le indica a la mujer las intenciones sexuales
del hombre sin subcomunicar urgencia, porque la fijación de la mirada
sólo fue momentánea. Caso contrario si durante toda la cita el hombre
observa insistentemente los labios o los pechos, con lo que dejaría en
claro, para la mujer, que no es vista más que como un pedazo de carne
para el hombre.
Lo ideal, en todo caso, sería orientar la mirada a dichas zonas
sutil y pausadamente a lo largo de la cita, cuando el momento así lo
indique. Estos momentos serán revelados a partir del desarrollo de la
calibración del hombre, por lo que, a mayor práctica y mejor
calibración, el hombre podrá sexualizar cualquier situación desde su
mirada con más naturalidad.
El siguiente paso del escalamiento físico todavía no implica el
contacto corporal, aunque es mucho más importante dado que desde
este paso se puede enmarcar mejor la interacción. De manera concreta,
me refiero al uso de la proxemia para establecer dominancia sobre el
vínculo con la mujer, a través del acercamiento en el espacio personal.
Si antes se estableció que el Hombre Alfa se posiciona en la
cima de la jerarquía gracias a los rasgos que le permiten ejercer
dominación sobre los demás, es natural que estos se trasladen al
terreno de la proxémica. Por ello, cuando se habla de la sexualización,
hay que echar un vistazo al modelo de las distancias de Edward Hall
(1972).
De los aportes de Hall rescato que las distancias condicionan la
cantidad de información sensorial que percibimos de los otros: a menor
distancia, más información sensorial recibimos. De hecho, las distancias
también son otra manera de protegernos del entorno: una presa, por
ejemplo, buscará establecer la mayor cantidad de distancia para con los
154
otros animales, porque le permite escapar más fácilmente en caso de
requerirlo.
Desde este punto de vista, el Alfa no debe sentirse incómodo
en las distancias intimas; es más, cuando se trata de relacionarse con
una mujer, debe buscar la distancia personal o intima, que va desde los
120 centímetros hasta los 15 centímetros entre personas. Entonces,
cuando se busca sexualizar desde la proxemia lo que se debe hacer es
reducir la distancia con la mujer.
Ahora, hay que pensar que entre más cerca se encuentre un
hombre de una mujer, más información sensorial recibirá: aromas,
texturas, detalles, entre otras cosas. Por esa razón es necesario tener
dominado el cuidado del cuerpo en lo relativo a la autoimagen, pues,
como el intercambio de información es recíproco, uno debe procurar
que los datos que una mujer reciba sean placenteros.
En consecuencia, si uno quiere sexualizar desde la cercanía y no
se ha bañado, sólo hará que la mujer reciba estímulos negativos y que
quiera alejarse, porque sabe que un Alfa, con buena autoimagen, no
tendrá mal aliento o un mal aroma. Además, es necesario calibrar la
manera en la que uno se acerca: uno no puede acercarse de golpe
porque parecerá ofensivo y provocará que, de manera instintiva, la
mujer se defienda.
De suerte que la calibración facilitará a una persona pasar de la
distancia social ⸺a la que normalmente uno se encuentra de otras
personas⸺, que va de los 360 a los 121 centímetros, a la personal, que
abarca desde los 46 a los 120 centímetros, y terminar en la íntima, que
es de entre 45 a 15 centímetros. Todo de manera gradual, paulatina,
controlada y direccionada, para darle tiempo a la mujer de sentirse
cómoda con la aproximación.
Por ende, una correcta sexualización desde el acercamiento
supone pasar, primero, de la distancia social a la personal, ya sea al
sentarse al lado de una mujer en un restaurante, caminar junto con ella,
acercarse para decirle algo cuando hay un grupo social, etc.;
posteriormente, cuando ella se sienta cómoda acompañado de uno en
su espacio personal, proceder al acercamiento dentro del espacio
íntimo para, después, alejarse de nuevo y así controlar la información
sensorial que transmite, todo con el objetivo de que no se sienta
abrumada o incómoda con la presencia.
Si lo anterior se ha hecho correctamente, entonces es posible
pasar al siguiente escalón: romper la barrera del contacto físico. Para
este punto hay que tener claridad sobre algo denominado “zonas
erógenas del cuerpo”. Estas son las zonas más sensibles del cuerpo
femenino y despiertan sensaciones eróticas, aunque no sean
propiamente sexuales.
¿Cuáles son estas zonas? Un estudio realizado por Oliver
Turnbull y sus colaboradores (2014) identificó y catalogó las zonas
erógenas, desde las más hasta las menos sensitivas. De manera que la
escalación física debe comenzar por aquellas zonas que tienen la menor
respuesta erótica, hasta la mayor respuesta erótica, lo que permite
catalogarlas en tres categorías: zonas de confort, zonas de intimidad y
zonas de sexualización.
156
Una apropiada escalación física implica ir desde las zonas de confort
hasta llegar a las zonas de sexualización, pasando por las zonas de
intimidad, de manera gradual, siempre desde la calibración y no desde
el apuro. La mujer, conforme se sienta cómoda permitirá una mayor
escalación física, pero cuando ella se sienta incómoda buscará
impedirla.
La cuestión es que el contacto físico sea esporádico y no
permanente, con la mente siempre atenta de la zona donde uno se
encuentra y a la que se dirige. Esto abre una serie de combinaciones
diferentes que tienen como fin llegar a alguna de las tres zonas de
sexualización.
Finalmente, estamos frente al último paso de la escalación
física: el beso, el inicio de todas las interacciones propiamente sexuales.
En ese sentido, escalar después del beso no es más que encontrar el
espacio y lugar adecuados para tocar las zonas que sí son sexuales. Sin
embargo, para llegar al beso es necesario aplicar los tres pasos de la
escalación de manera simultánea.
Esto involucra por ejemplo, sexualizar con la mirada desde el
acercamiento personal, mientras se toca una zona de intimidad. De
modo que el beso es algo que se construye a lo largo de la escalación:
es un proceso, no un momento mágico en el que los factores
confluyeron para caldear la atmosfera, de por sí “romántica y mística”.
De ahí que la calibración es la parte más importante, porque
permitirá obtener los indicadores de interés que le señalen a uno
cuando una mujer acepta y continúa la escalación. Asimismo, ser
conscientes de las fases de la escalación ayudan a reconocer cuando la
mujer decide escalar por su cuenta y da señales al hombre de que busca
intimidad.
El beso, por su parte, debe entenderse como un proceso no
lineal, justo como toda la escalación, pues es subir y bajar, acercarse y
alejarse, caminar en equilibrio entre la sexualización y el confort para
darle a la mujer el espacio de invertir y consentir la interacción.
Una vez llegamos al beso, para que el resto del contacto físico
se convierta en sexual dependemos de lo que Mystery (2007) llama “el
juego final”, relacionado con ir desde un lugar de confort, donde la
mujer se siente cómoda, a un lugar íntimo, donde la mujer entiende que
se va a dar un encuentro sexual.
Es cuando la interacción se traslada a un lugar privado, como la
casa del hombre o un hotel, donde la mujer va a entender que la
naturaleza de esa conexión será sexual. Esto lo sabrá si, y sólo si, hasta
antes de este punto ha habido escalación física hasta al beso. ¿Por qué?
Sencillo: porque ya se habrá enmarcado la relación de manera
sexoafectiva.
Por eso es importante que, antes de llevarla a un lugar íntimo,
haya habido escalamiento. En caso de que no, la mujer entenderá que la
visita no es a un lugar íntimo, sino a un lugar de confianza. Entonces
158
verá cualquier tipo de escalación como defraudar su confianza, porque
ella presuponía que la relación era sólo afectiva.
En resumen: el hombre debe ser propositivo con la escalación
física para, así, asumir el liderazgo la relación y encuadrarla como él
quiere. En ese caso, lo que debe quedar claro es que si la mujer no
permite la escalación simple y sencillamente se la debe descartar.
Sucede lo contrario cuando se permite que ella encuadre la relación,
pues generalmente la va ubicar en una relación afectiva, como la
amistad.
Dado lo anterior, la escalación física se vuelve una negociación
en la que la carta de poder máxima es la genuina intención de irse
cuando no se obtiene un acuerdo favorable. Eso es lo que
subcomunica la mentalidad de abundancia, la dirección, el liderazgo y la
confianza, todas cualidades que las mujeres relacionan con los
Hombres Alfa.
Por texto no se liga
Uno de los grandes beneficios y males del siglo XXI está en las redes
sociales, específicamente en cómo han potencializado la comunicación
humana: la comunicación a través de redes sociales es inmediata y de
bajísima inversión, porque no implica ningún tipo de esfuerzo por
parte de los implicados.
Para las mujeres, la interacción a través de redes sociales es la
mejor que puede existir, porque reciben mayor atención, por menor
esfuerzo. De ahí que puedan preferir hablar por mensaje de texto o a
distancia por sobre de la inversión que implica salir en una cita
convencional.
 Rollo Tomassi (2013) abordó la cuestión cuando habló de las
relaciones a distancia:
“Jugar a ser el novio sustituto, aceptando e internalizando
voluntariamente todas las responsabilidades y rendición de
cuentas de ser la pareja exclusiva y monógama de una mujer
sin la posibilidad de recibir reciprocidad sexual o íntima en el
futuro cercano”.
Esto ocurre en todas las relaciones mediadas por redes sociales, cuyo
problema viene de que el hombre tiene miedo a escalar o descartar. La
principal consecuencia es que el hombre continuará las interacciones
por redes sociales con la esperanza de generar la suficiente confianza en
la mujer para que, a futuro, acepte salir con él.
Sin embargo, tal como señalan la mayoría de coaches de
seducción, esto no hará más que matar el misterio y quitarle a ella
cualquier incentivo de querer salir con un hombre. Esto porque, si se
recuerda el intercambio propio del mercado del amor, ella ya está
recibiendo todo lo que puede querer de una relación afectiva con un
hombre, sin la necesidad de que aporte nada más que ocasional
atención no sexual.
También hay que tomar en cuenta que actuar por redes sociales
conlleva un componente verbal y otro no verbal, un componente
comunicativo y otro subcomunicativo, que deben tomarse en cuenta al
momento de establecer cualquier tipo de dinámica a través de estos
medios.
Desde el punto de vista subcomunicativo, hay que englobar
todos aquellos elementos que rodean al hablar por texto y que
comienzan, de la misma manera que con el lenguaje no verbal, con la
160
apariencia física. Hay que entender que las redes sociales son un
espacio primordialmente audiovisual, no textual, y por lo mismo hay
que tener perfiles visualmente atractivos.
¿Esto significa que debemos subir fotos en aviones privados o
junto a yates lujosos? Por supuesto que no. Lo que implica, más bien,
es que las redes sociales sirvan como un megáfono que amplifique las
cualidades, intereses y pasiones del hombre, para que las personas que
vean su perfil puedan tener una idea, más o menos clara, de quién es,
qué hace y el valor social que tiene.
Por lo tanto, un buen perfil en redes sociales debe tener
fotografías y vídeos de buena calidad, que demuestren rasgos de la
personalidad y cualidades del hombre, ambos aspectos alineados a los
rasgos y características del Hombre Alfa. Paralelamente, hay que tener
contenido dedicado a aportar valor a las personas que lo siguen. De
esta manera las redes sociales se convierten en una plataforma desde
donde se amplifica y comunica el proyecto de vida.
Aquello brinda el beneficio de empezar a generar indicadores
de valor social, como un aumento del número de seguidores o de
interacción con el contenido. Entonces, cuando la mujer se encuentra
con un perfil en redes sociales lo primero que buscará serán los
indicadores de valor social que le digan si está frente a un Hombre
Alfa.
Por ello, más que tratar de platicar con una mujer a través de
redes sociales, lo importante es utilizarlas como una plataforma para el
crecimiento, desarrollo y aportación de valor, en lugar de tratarlas
como herramientas para ligar, mensajear, conocer o sexualizar cualquier
relación con una mujer.
 Por supuesto, esto no significa nunca hablar con mujeres a
través de redes sociales, sino reducir las interacciones a través de texto.
La idea es que mediante el contenido que se sube al perfil la mujer
pueda obtener la cantidad de información suficiente para interesarse,
pero no demasiada como para arruinar el misterio.
Esto reduce la función de los mensajes de texto a una:
planificar la logística de las citas. Para conseguirlo hay que partir de una
estructura construida por Bobby Rio y Rob Judge (2014), que consta de
tres partes: generar emoción, crear conexión y coordinar la logística.
Cada una tiene que ser abordada de manera detallada.
En primera instancia, desde el punto de vista de la interacción
entre hombres y mujeres, es de notar que lo que la mujer desea es
atención. Ahora, la calidad y orientación de esa atención serán los
factores determinantes para que ella decida invertirse y trabajar para
obtenerla. Por lo mismo, la atención orientada a necesidades que ya
tiene satisfechas no servirá de nada.
Cuando se trata de mensajes de texto, el primer punto es
satisfacer su necesidad de atención orientada a sus emociones. En ese
sentido, hay que dejar de lado todos aquellos mensajes que pretendan
darle reconocimiento, como halagos y likes. Cuando un hombre inicia
una conversación de esa manera no sólo se ofrece atención que ella no
necesita, sino que, además, le subcomunica urgencia de quedar bien.
Ese, comportamiento, recordemos, corresponde a los Hombres Beta.
Los mensajes que deben primar para entablar una conexión por
texto son aquellos que despierten una emoción en ella, que de acuerdo
con Ekman (2017) son seis: alegría, tristeza, enojo, miedo, sorpresa y
disgusto. Todas estas emociones son igual de válidas al momento de
162
iniciar una conversación, aunque son más o menos riesgosas de utilizar
según la cantidad de confianza preexistente y el contexto en el que se
utilicen.
O sea que no es conveniente despertar el disgusto cuando uno
es primerizo y no sabe, todavía, realizar una propia gestión emocional.
¿Por qué? Hacerlo puede causar que el hombre termine vinculando a
sentimientos negativos, y cada vez que la mujer piense en él sentirá esas
emociones.
Así que, ¿cuáles son las emociones recomendables? Lo
oportuno es ir a la segura: utilizar la sorpresa, en forma de curiosidad, y
la alegría, en forma de diversión. Con todo, emociones como el miedo
o el enojo pueden resultar mucho más efectivas si son utilizadas
adecuadamente, pues demandan una respuesta fisiológica fuerte,
aunque más difíciles de gestionar correctamente.
Lo crucial es que el primer mensaje despierte esa emoción.
¿Cómo? De la misma manera que en el juego en persona. El juego por
texto parte de principios similares, de entre los que hay que rescatar los
objetivos de cualquier acercamiento a una mujer: conocer y evaluar.
Con este fin uno puede despertar curiosidad en la mujer, al hacer un
juicio de valor sobre algo que ella haya publicado, ya sea una foto, una
historia en Instagram, un vídeo en TikTok.
En todo caso, el juicio de valor debe estar orientado hacia algo
que no sea ella o su físico, porque la mayoría de los mensajes que
recibe ya están orientados a darle reconocimiento y validación al
respecto. Recuerda otra de las reglas doradas: hay que desmarcarse.
Uno puede, entonces, hacer un juicio de valor sobre algún
elemento de la fotografía, historia o vídeo de la siguiente manera:

x Si sube una foto de un platillo de restaurante: “¿Tanto te
sirvieron? Te vieron con hambre”.
x Si sube un vídeo de su mascota: “Se ve que es bien travieso, se
ha de parecer a ti”.
x Si sube una historia de su habitación: “Hay algo raro debajo de
la cama, deberías checarlo”.
De igual manera, realizar una pregunta sobre algún elemento de la
publicación incitará una respuesta de parte de ella. Antes es ideal
sopesar la relevancia de lo que resaltamos y la diferencia con la que lo
escribimos; en otras palabras, hay que preguntarnos si lo que
escribimos es genérico, algo que podría decir cualquier otro hombre.
Si la respuesta es “sí” hay que evitar mandar ese mensaje,
puesto que caerá dentro de la categoría de los abridores plásticos que
uno encuentra fácilmente en Internet. Aunado a ello, hay que pensar en
términos de subcomunicación: ¿qué evoca mi mensaje? ¿Hambre?,
¿urgencia?, ¿alto valor? ¿Cómo destacar lo último y no los otros dos?
Tomemos el caso de una mujer que sube una foto de su nuevo
maquillaje y un hombre le responde con “ese maquillaje se ve
hermoso”. ¿Qué comunica con eso? Ganas de caer bien, de gustar, o lo
que es lo mismo, hambre y necesidad de validación. Será diferente si un
hombre contesta: “está interesante el maquillaje”, lo que despertará la
curiosidad de la mujer: ¿qué significa interesante?, ¿interesante es bueno
o malo? Estas dudas generan intriga e incitan a que responda. Además,
164
este juicio de valor no viene desde la urgencia de quedar bien porque,
en sí mismo, decir “está interesante” no es un cumplido.
Superada esta primera aproximación hay que esperar, y si la
mujer responde de manera positiva se pasará al segundo elemento de la
estructura: crear una conexión. Usualmente sucede después de que la
mujer cuestiona o profundiza sobre el primer mensaje, porque busca
una explicación y preguntará el por qué o dará detalles desde los que
uno puede desprender hilos de conversación.
Esta será la entrada para crear una conexión, con un par de
mensajes de texto que estén orientados a generar complicidad y algo
llamado un “lenguaje común”. Este se compone por una serie de
signos o palabras que sólo pueden entender a plenitud dos personas,
dado que tienen como origen una experiencia compartida.
Por ejemplo: una mujer sube una historia a Instagram en la que
dice “adoro a los perros”. El hombre aprovecha y pregunta “¿qué
perros te gustan más?”, para suscitar la respuesta de la mujer: “Los
Husky, ¿por?”. Él puede decir “¡ah!, te diré huskyta a partir de ahora
jajaja”. Ese término, “huskyta”, pasará a ser lenguaje común de ambas
personas, porque es algo que sólo ellos dos conocen y entienden.
En tal sentido, los mensajes de esta segunda etapa de la
estructura tienen como objetivo llegar a ese “lenguaje común”.
Entonces hay que partir de la premisa establecida durante el primer
mensaje, para así darle sentido y coherencia a la conversación. Esta
parte es vital, ya que de no construir sobre la premisa del primer
mensaje el dialogo será inconexo: se sentirá como una receta
preestablecida y no como una plática normal.
 Lo recomendable es tener preparada una línea sobre la que uno
quiera y pueda orientar la conversación antes de mandar ese primer
mensaje, ya que facilitará las respuestas posteriores. Ahora bien, antes
de pasar a la última parte de la estructura es necesario recalcar algo de
suma importancia: los mensajes de texto son un recurso limitado.
En vista de esto, hay que ver a los mensajes de textos como
balas de un revolver: no tenemos muchas a disposición. Si uno gasta
sus mensajes de texto en crear conexiones, entonces se quedará sin
munición para la parte más crucial, que es sacar a la mujer del mundo
virtual y llevarla al mundo real.
Por lo mismo, debemos considerar que las interacciones por
texto con mujeres no sobrepasen los cinco o seis mensajes de parte de
uno por conversación. La razón es que nunca hay que olvidar la
variable subcomunicativa, desde el punto de la paralingüística y lo que
los silencios y ausencias significan en las interacciones por texto.
De manera concreta, cuando uno tiene interacciones cortas y
esporádicas lo que subcomunica es que tiene cosas que hacer, como
debería de ser en el caso de cualquier Hombre Alfa con un proyecto de
vida definido. Por lo tanto, un Hombre Alfa nunca perderá tiempo
valioso en una conversación por texto, porque entonces relega la
interacción únicamente a medios virtuales.
Sobre esta línea, ¿cómo enmarcar la conversación por texto?
Para ello existe la última parte de la estructura: organizar la logística de
una cita. Esto es: después de haber llegado a ese “lenguaje común” uno
debe proponer una cita, con toda la logística que implica: lugar, fecha y
horario.
166
Si continuamos con el caso “huskyta”, una manera de planificar
la cita a partir de ahí puede ser algo del tipo: “si te portas bien, te
llevaré al parque a dar un paseo jajaja”. Con ello queda ilustrado el
hecho de que uno parte del lenguaje común para proponer un plan.
Otro ejemplo de cómo funcionaría la estructura sería el
siguiente: una mujer sube a su red social preferida una foto de un café y
un hombre responde “tienes cara de que te gusta mucho el café,
¿cuántas tazas llevas?”. Si la mujer responde positivamente, con algo
como “sólo un poco”, o “sí, muchísimo”, entonces el hombre puede
amplificar y decir “a mí se me hace que eres adicta al café”. De esta
manera queda cimentada la base de ese chiste común (la adicción al
café de la chica). Si la respuesta de ella es afortunada, el paso lógico
siguiente sería decir algo como “conozco un café buenísimo que debes
probar, te veo el viernes o el sábado. Paso por ti a medio día”. Ante
esto sólo quedará esperar confirmación.
Lo importante es no tardar mucho en llegar a esa invitación a
salir; quizás después de dos o tres conversaciones enfocadas en crear y
concretar la conexión, aunque sin perder de vista que se debe plantear
paulatinamte una proposición para verse. Así también se ahorra
tiempo, al no prolongar mucho las conversaciones que no van a ningún
lado, y permite concentrarnos en las mujeres que sí muestran interés en
encontrarse con uno.
No obstante, hay que tener en cuenta el punto más relevante: si
uno no tiene un perfil que proyecte las cosas adecuadas, lo más seguro
es que, sin importar los primeros mensajes, ella simplemente ignore la
conversación o responda por cortesía. Es útil entender que la
predisposición de la mujer a continuar y escalar la conversación a una
cita dependerá más de los indicadores de alto valor que pueda percibir
de uno, que de lo que uno diga por texto.
De ahí que remarque la importancia de tener conversaciones
esporádicas y de mantenerse activo en las redes sociales que usemos
como plataforma para amplificar el proyecto de vida y la personalidad
propia. Así, mientras uno no habla con una mujer, ella seguirá
recibiendo información de su valor social, lo que alimentará sus ganas
de conocerlo. Esto porque las mujeres se rigen bajo un principio muy
sencillo: hipergamia.
168
¿Qué es lo que ellas quieren?
Muchos son los libros, canciones, películas, series y demás productos
culturales que tienen como finalidad explicar qué es lo que las mujeres
quieren cuando se trata de sus relaciones con los hombres. Respecto a
esta vasta discusión, que abarca desde la antropología, la sociología, la
psicología, la historia y la biología, sólo se pude construir sobre lo que
ya se ha dicho y escrito del tema.
En ese sentido, hay que tener presente que los deseos, de
manera general, parten de una relación dialéctica con el entorno: todo
aquello que deseamos está condicionado por las variables materiales y
contextuales en las que nos vemos obligados a desarrollarnos. Esto
significa que lo que las mujeres querían en los años cincuenta era
diferente a lo que querían al inicio del siglo XX y, sin duda, es diferente
a lo que quieren hoy y a lo que querrán mañana.
Cualquier obra que tenga como propósito elaborar sobre estas
pulsiones femeninas deberá analizarse en su contexto, y cualquier
intento por extrapolarla a otra época debe hacerse con cuidado para
evitar la propensión academicista de querer explicar el comportamiento
pasado a través del conocimiento presente, sin tomar en cuenta las
condiciones históricas de la interpretación contemporánea.
Dicho de otro modo: cómo pensamos en este momento es
diferente a cómo se pensaba en el pasado, razón por la cual uno no
puede usar conceptos modernos para explicar comportamientos
antiguos. Lo que hay que hacer es contextualizar los conceptos
contemporáneos a las condiciones materiales del presente, para
ajustarlos a la realidad del mundo, no la realidad al concepto.
Hipergamia, preselección y pruebas de congruencia
El primer uso, o al menos el más antiguo, del término “hipergamia”
puede ser rastreado hasta el Reporte del censo de la población de Panjáb
tomado el 17 de febrero de 1881, realizado por Sir Denzil Ibbetson (1881).
En él se describe el concepto como la tendencia de las mujeres a
casarse con un hombre cuya casta, bajo el entendido del sistema de
castas hindú, fuera superior a la suya.
Este comportamiento le permitía a la mujer acceder a una
mejor calidad de vida, resultado de pertenecer a una casta con mayor
estatus socioeconómico. Así, tenemos que, desde el contexto
establecido en 1881, la hipergamia fue entendida como un mecanismo
a través del que las mujeres escalaron en la pirámide social, a falta de
tener los recursos para hacerlo por su propia mano.
Sin embargo, si vamos más atrás en el tiempo y partimos de la
teoría humana de la dominación sociosexual, este comportamiento
encuentra su homólogo en la naturaleza, porque todo el sistema de
jerarquización sociosexual tiene como base la existencia de
especímenes machos que, debido a su estatus jerárquico con respecto
de sus pares, son considerados como mejores parejas sexuales.
De modo que la hipergamia no es nada más una tendencia a
cambiar la situación socioeconómica, puesto que encuentra
fundamento en un mecanismo evolutivo que tiene origen en los roles
reproductivos. Éstos no deben confundirse con roles de género,
170
porque los reproductivos se asumen cuando se relacionan en la
procreación.
Al respecto, es la hembra la que asume los mayores costos de la
reproducción tras ver reducidas sus capacidades para asegurar su propia
supervivencia y entrar en un estado de vulnerabilidad durante la
gestación. Esto hace que “el éxito reproductivo femenino esté limitado
por su acceso a los recursos necesarios para llevar a cabo embarazos
exitosos y el posterior cuidado infantil” (Liv y Hopcroft, 2018). De ahí
que las hembras busquen a los machos que puedan asegurar esos
recursos en mayor cantidad y con mayor frecuencia.
Lo expuesto puede constituirse como una especie de
hipergamia “primitiva”, que tenía lugar cuando la hembra buscaba al
macho que, por sus características, pudiera hacerse cargo de sí mismo,
de ella y de las crías. Al mismo tiempo, la dominancia del macho da
mayor certeza a la hembra de que las crías conseguirán valerse por sí
mismas tras heredar los rasgos y genes de su progenitor.
De forma que lo que fue catalogado como un comportamiento
únicamente social y psicológico realmente responde a una cuestión
biológica más antigua. Sobre esta explicación es necesario ampliar y
extrapolar la variable biopsicosocial al contexto contemporáneo, donde
es posible encontrar una serie de desarrollos interesantes.
En primera instancia, la hipergamia “primitiva” era un impulso
biológico para asegurar recursos y acceder a una mejor carga genética;
luego, la hipergamia moderna se basó en mejorar la calidad de vida al
escalar hasta un mejor estatus socioeconómico a través del matrimonio;
la hipergamia contemporánea, finalmente, combina aspectos de ambas
cosas, con el agregado de que demanda una serie de recursos que
satisfarán necesidades más complejas.
Si partimos de la pirámide de necesidades establecida por
Abraham Maslow (2013), podremos observar también la evolución de
la hipergamia: la “primitiva” exigía la satisfacción de las necesidades
fisiológicas y, una vez que se estandarizó el cumplimiento de esas
necesidades, la hipergamia moderna solicitó la satisfacción de
necesidades de seguridad. En última instancia, la hipergamia
contemporánea busca la satisfacción de las siguientes necesidades:
x Sociales o de afiliación: relacionadas con el afecto, la intimidad,
los lazos con otras personas y el sentido de pertenencia a un
grupo.
x Estima y reconocimiento: vinculadas con el sentido de logro, o
sea, con tener el reconocimiento de los demás, en forma de
estatus, fama, éxito, libertad, atención, etc.
x Autorrealización: referentes a la plenitud del sujeto, en tanto
posea una dirección clara hacia la que conducir el sentido de su
vida, el cual deberá ser autoconstruido.
Sobre esta línea, dado que hoy las mujeres son capaces de colmar sus
necesidades fisiológicas y de seguridad por su cuenta (por formar parte
de la población económicamente activa y demás campos de desarrollo
profesional), buscarán parejas que sean capaces de atender necesidades
más complejas.
172
Los estudios de la Dra. Adshade (2013) y de Gilles Saint-Paul
(2015) señalan que conforme su grado de estudios o estatus
socioeconómico sea mayor, las mujeres serán más exigentes al
momento de elegir pareja. Algo comprobable desde la experiencia
empírica, cuando observamos mujeres hiperexitosas profesionalmente
que batallan por mantener una relación estable y duradera.
Esto porque mientras la autosatisfacción de sus necesidades sea
mayor a la que le ofrece otra persona, más va a exigir de una pareja en
lo que respecta a la complacencia de necesidades más intrincadas. Esa
es la razón de que el mercado de opciones de las mujeres más
autosatisfechas sea cada vez menor, porque cada vez encuentran menos
hombres que estén más autorrealizados que ellas.
Por ello el concepto contemporáneo de la hipergamia refiere a
la tendencia de las mujeres a buscar un hombre con mayor capacidad
de satisfacer necesidades especiales y específicas. Si consideramos que
esta capacidad viene del valor sólido y social que tiene el hombre,
entonces lo que las mujeres buscan es al hombre de mayor valor al que
puedan acceder.
De tal suerte que mujeres en buena posición socioeconómica
puedan elegir estar con un hombre que se encuentre un poco más
abajo en esa escala, siempre y cuando él lo compense al satisfacer otro
tipo de necesidades que ella eche en falta. Esto se empalma con la
manera en la que las mujeres valoran la atención masculina, toda vez
que satisfaga esas necesidades.
Aunado a ello, esta parte también explica por qué ciertos rasgos
se consideran propios de los Hombres Alfa (estoicismo, inteligencia
emocional, dirección, liderazgo, orientación a un proyecto de vida
propio), y es que todas esas características, en esencia, satisfacen las
necesidades sociales, de autorreconocimiento y autorrealización de ese
hombre, y, por consiguiente, de la mujer que lo acompañe.
Ahora bien, de manera paralela a la hipergamia ocurre otro
comportamiento en las mujeres que es igual de importante: la
preselección. Este mecanismo no es más que un filtro mediante el que
las mujeres se ahorran trabajo y energía cuando están en busca de una
pareja de alto valor.
Lo que ocurre es que cuando una mujer observa a otra elegir
una pareja compara el estatus social de esa otra mujer y el propio para
determinar si aquella pareja es de alto valor. Esto porque la primera,
valiéndose de la hipergamia de la segunda, presupone que ese hombre
fue escogido como pareja porque esa mujer lo percibe como un
hombre de alto valor.
En tal sentido, la mujer que realizó el trabajo de conocer,
relacionarse y seleccionar a un hombre le ahorra ese mismo esfuerzo a
la mujer que se vale de la preselección. ¿Qué significa para el hombre?
Que cuantas más mujeres lo encuentren como una potencial pareja
sexual, mayor será su valor percibido y, entonces, otras mujeres
también tendrán predisposición a elegirlo. Esta conducta es equiparable
al famoso fenómeno del “carro ganador”, estudiado en las
investigaciones de comportamiento político y psicología conductual.
Al respecto, para las mujeres es positivo que su pareja también
sea deseada por otras mujeres, aunque no significa que apreciará que
tenga relaciones interpersonales con las demás mujeres, pero sí que
éstas estén dispuestas a estar con él y lo perciban como un hombre de
alto valor.
174
Dicho de otro modo: entre más fama tenga un hombre de ser
un playboy exitoso (que demuestre tener diversas opciones de posibles
parejas), más mujeres de alto valor le harán caso. No obstante, esto
sólo sirve para las primeras etapas del juego, ya que, invariablemente, la
mujer hará un trabajo de verificación del valor de su pareja a través de
las “pruebas de congruencia”.
Rollo Tomassi (2013) habla de estas pruebas desde la
perspectiva de las relaciones de poder, es decir que las mujeres hacen
pruebas de congruencia para desafiar el marco del hombre, bajo el
entendido de que dicho marco está constituido por todas aquellas
cualidades que configuran su valor sólido: autoestima, confianza,
estoicismo, proyecto de vida y amor propio.
A tal efecto, lo que la mujer quiere verificar es que el hombre
tiene un marco sólido, que es un hombre de alto valor. Por lo tanto,
ella se sentirá segura y protegida en la medida que identifique que ese
hombre es capaz de satisfacer todas las necesidades de las cuales ella
tiene carencia.
Mystery (2007) añade que las pruebas de congruencia son un
indicador de interés, porque una mujer jamás le hará una prueba de
congruencia a un hombre por el que no siente atracción (a esos
hombres simplemente los ignora o les da atención ocasional para seguir
recibiendo atención).
La importancia de la prueba de congruencia es que le facilita al
hombre reafirmar su marco, lo que lo hará más deseable para la mujer.
Bajo esta línea de argumentación, el peor error al querer pasar una
prueba de congruencia es decir lo que uno cree que la mujer quiere
escuchar.
 Pongamos por caso a una mujer que pregunta “¿me veo gorda
con este vestido?”. Esto es una prueba de congruencia. Ella sabe que
quizás se ve un poco pasada de peso o que no es el caso en lo absoluto,
aunque no le interesa reafirmar su punto de vista. Lo que busca es
saber si su pareja está dispuesta a decirle la verdad, incluso si es algo
que no quiere escuchar.
Lo mismo ocurre cuando una mujer dice “haz lo que quieras”.
Un hombre asumirá que no debe hacer lo que quiera y sí lo que la
mujer dice, para tenerla feliz. En realidad, lo que la mujer quiere
verificar es si su pareja tiene la suficiente voluntad para ejercer su
propia decisión, independientemente de si a ella le gusta o no.
Así, lo que el hombre debe considerar es la distinción entre lo
que la mujer dice que quiere y espera de un hombre, de a lo que
reacciona emocionalmente. De modo que el hombre debe preocuparse
menos por querer gustar y caer bien, y más por centrarse en sí mismo y
mostrarse tal cual es, sin filtros.
Lo que dicen vs. lo que hacen
Los hombres debemos entender que nuestras interacciones con las
mujeres están mediadas y condicionadas por un contexto social. Al
respecto, hay que comprender cuáles son los prejuicios que las mujeres
han interiorizado en lo referente a cómo deberían desenvolver su
personalidad y comportamiento.
En otras palabras, las normas implícitas de la sociedad han
querido configurar lo que se espera de una “buena mujer”. En
consecuencia, la mayoría de las mujeres no actúan desde sus deseos
176
genuinos para no sufrir las consecuencias del juicio social por ir en
contra de sus reglas.
¿Qué repercusión tendrá esto en la mujer? Una serie de
incongruencias entre lo que realmente desean y lo que deben decir que
desean. Esto porque, aunque emocionalmente reaccionen ante ciertas
cosas, entienden que muchas de esas cosas van en contra de lo que la
sociedad quiere para ellas y, por lo tanto, las juzgarían si expresaran
esos deseos libremente.
La literatura alrededor de esta problemática es extensa, aunque
sería Marcela Lagarde (2011) quien haría la tipología más precisa sobre
este punto al hablar de lo que define como “los cautiverios de las
mujeres”, que son:
x Madresposa. Señala que el único camino para la realización de
las mujeres es convertirse en madres y en esposas. Esto reprime
su sexualidad, puesto que su única forma de ejercer el erotismo
es a través de las relaciones, con fin reproductivo, que tienen
con su esposo. Este cautiverio, desafortunadamente, es el que
más se promueve: a las madresposas, erróneamente, se las
califica de “buenas mujeres”.
x Puta. Concepción que parte de la decisión de una mujer de
ejercer libremente su sexualidad y abrazar la poligamia, lo que,
injustamente, hace que se las quiera “castigar” al negarles
cualquier oportunidad de forjar una relación establece con un
vínculo afectivo sano. Este castigo se refuerza cuando se las
 tacha de “malas mujeres”, todo porque quieren experimentar a
plenitud su sexualidad y erotismo.
x Monja. Aquí se engloban aquellas mujeres que no quieren, o no
pueden, asumir el rol de mujer reprimida, propio de la
madresposa, ni el rol socialmente juzgado de la puta. Ante esto
la sociedad sólo les permite ejercer este papel, que reorienta sus
trabajos de cuidado hacia una maternidad simbólica. Esta
maternidad es socialmente valuada no sólo de manera positiva,
sino que está embestida de una divinidad religiosa que les
otorga un estatus de “santas”, por lo que son particularmente
veneradas, respetadas y reconocidas.
x Presa. Dentro de esta categoría entran todas aquellas mujeres
cuya vida ha girado en torno al delito, ya sea como posible
víctima o victimaria. Consecuentemente, debe permanecer en
un espacio de reclusión y aislamiento. El problema es cuando
se les obliga a actuar para prevenir penas por “trasgresiones”
que no son delitos, pero que tienen una carga social tan
negativa que el castigo es similar; entonces, son mujeres que
viven presas en relaciones que no desean, sólo para evitar el
castigo social que implica con un “buen hombre”, por ejemplo.
x Loca. Incluye a las mujeres que deciden entregarse
completamente a cualquier cautiverio, o sea que caen en los
extremos. Son las mujeres que deciden experimentar su
sexualidad o emocionalidad al máximo, por lo que ahora son,
ante los ojos de la sociedad, locas, intensas, dramáticas,
adjetivos que las desestiman como personas.
178
Entender que las mujeres son juzgadas moralmente a partir de estos
cautiverios debería ser suficientemente revelador para comprender por
qué expresan ciertos deseos y otros no. El pensamiento lógico es
sencillo: “¿qué preferirá una mujer?, ¿obtener valoración de desear
convertirse en una madresposa ejemplar o ser tachada de puta por decir
que quiere vivir su sexualidad?”.
Lo relevante, en este caso, es que estos cautiverios son
construcciones sociales impuestas sobre ellas. De manera que nada
tiene que ver que decidan ser madres ejemplares, al tiempo que han
experimentado libremente su sexualidad. Con todo, socialmente una
mujer “puta” no tiene derecho de ser buen prospecto para una relación
a largo plazo.
De ahí que las mujeres hayan desarrollado como mecanismo de
supervivencia ocultar sus deseos y utilizar la subcomunicación para
evitar el juicio social. Por lo mismo, el truco para entender a las mujeres
no está tanto en escuchar lo que expresan verbalmente, sino en analizar
lo que hacen realmente.
Por ejemplo: una mujer puede decir “yo no beso en la primera
cita”, pero si su lenguaje no verbal son puros indicadores de interés y
deseo, hay que escalar físicamente con ella. Contrariamente, una mujer
puede decir “es que me gustas mucho, de verdad”, pero nunca muestra
indicadores de interés, entonces no queda más que descartar y dejarla
en paz.
También tiene que ver con la manera en que las mujeres
experimentan su emocionalidad, y es que, en contra del mito popular,
también llegan a reprimirla. Precisamente para no quedar como
“histéricas”, “intensas”, “dramáticas” o “locas” es que deciden no
comunicar sus necesidades, deseos o incomodidades. Esto aplica
cuando una mujer puede desear mucho a un hombre, pero para no
verse “intensa” nunca lo busca, o lo busca de manera muy sutil a través
del encuentro “casual”.
Además, estos cautiverios también moldean lo que deben ser
sus deseos, razón por la cual dicen desear cosas que en el fondo no
quieren. ¿Cómo qué? Dicen desear a un hombre atento, sensible,
bueno, porque ese es el prospecto de hombre que cumpliría a cabalidad
su rol como padre y, por lo tanto, se alinearía con el cautiverio de
madresposa; aunque, quizás, ella en realidad quiera a un hombre
emocionante, libre, que no se ate a un compromiso, porque eso
también le dará la libertad de salir con otros hombres para ejercer su
sexualidad. Sin embargo, si ella expresara ese deseo la sociedad la
juzgaría como “puta”, con la carga negativa que conlleva.
Aunado a ello, las mujeres (como seres más emocionales por
cuestiones de bioquímica corporal), también se comunican mediante su
estado emocional. Algo que ayuda a explicar la inconsistencia de sus
opiniones y deseos, porque ellas se expresan a partir de cómo se
sienten en un momento determinado respecto del tema, objeto o
persona.
Aquello es crucial porque, como se ha demostrado a través del
trabajo de la Dra. Ana Ocampo (2017), está relacionado con los
cambios hormonales que experimentan. Esto supone que lo que una
mujer dice, además de estar condicionado socialmente, viene de una
reacción emocional que le da una interpretación específica sobre un
acontecimiento.
180
En el caso de un hombre que hace una de esas demostraciones
públicas de afecto para declararse, la mujer está presionada por dos
frentes: 1) pensar en el juicio social de rechazar a un “buen hombre” y
por ende rechazar su papel como madresposa; 2) el sentimiento de
sorpresa y disgusto de la declaración, así como la empatía que tiene con
el hombre, que la lleva a sentir lástima por él. En conjunto, todos estos
factores pueden llevarla a decir que sí quiere entrar a esa relación o a
rechazarlo, pero intentando disminuir el golpe emocional con frases
como “ahorita no, pero tal vez después”, “no estoy lista”, o “no eres
tú, soy yo”.
Este principio aplica para todas las formas como una mujer
pueda rechazar a un hombre, pues trata de aminorar el impacto
negativo del rechazo, e incluso deja la puerta semiabierta. Tal
compasión viene de la culpa que siente la mujer tras lastimar
emocionalmente al hombre, al mismo tiempo que siente culpa consigo
misma por no desear lo que se supone debería desear.
En casos como aquél lo único que puede hacer un hombre es
observar de manera clara las acciones de la mujer y dejar de lado lo que,
por presión social e impulso emocional, la mujer dice o expresa. Es
decir: sin importar cuánto una mujer diga que lo quiere a uno, si eso no
se traduce en acciones no hay que hacer caso; no importa que diga
cuánto quiere ver a uno, si no hace nada por cumplirlo no hay que
hacer caso.
Lo único a lo que uno debe reaccionar es a las acciones
concretas que demostrarán, a partir de la congruencia o incongruencia,
cuáles son los verdaderos deseos de una mujer. De esta manera uno
podrá examinar si se ajustan a los deseos propios y decidirá si quiere
continuar, o no, en una relación sexoafectiva con la mujer.
El mito del príncipe azul y el chico malo
El impacto los cautiverios de las mujeres no se queda únicamente en
los deseos que ellas expresan, sino también en la configuración de dos
estereotipos, bastante difundidos, sobre el tipo de pareja que quieren: el
príncipe azul y el chico malo. Estos dos son los más propagados entre
los hombres, y se instauran, a su vez, como una especie de cautiverios
en donde deben caer para consagrarse como una buena pareja
sexoafectiva.
El príncipe azul es la culminación de todo lo que una
madresposa debería querer: un hombre atento, sensible, complaciente,
devoto, buen proveedor; de ahí su supuesta deseabilidad, por su
capacidad de ser buen esposo. El problema es que este tipo de hombre
es, por lo general, un Hombre Beta, pues si bien tiene las cualidades
para satisfacer las necesidades de una madresposa, no tiene las
cualidades para satisfacer las necesidades de una mujer.
En contraposición, el chico malo es todo lo que está prohibido
para la madresposa: emocionante, libre, sin compromisos, desafiante;
he ahí que se posicione como objeto de deseo, porque la mujer puede
vivir su libertad reprimida a través de él. El dilema es que este tipo de
hombres no quieren insertarse en una dinámica monógama o
convencional, lo que choca con el establecimiento de relaciones
sexoafectivas exclusivas.
En ese sentido, el príncipe azul y el chico malo se convierten en
estereotipos promovidos entre la mayoría de hombres que piensan que
182
solo existe un comportamiento a adoptar: convertirse en una pareja
sexoafectiva deseable para las mujeres.
Esto pone a los hombres ante la disyuntiva de elegir uno de los
dos caminos, ambos caricaturescos, reduccionistas y aparentemente
antagónicos respecto a la personalidad masculina. Para ellos, pareciera,
o uno se tiene que convertir en un caballero con armadura blanca que
quiere una madresposa, o un patán sin remedio que mira a las mujeres
como objetos sexuales.
Lo que muchos hombres fallan en entender es que estos
estereotipos no son antagónicos, porque ambos comparten origen y
destino: su raíz está en transformar al hombre en función de lo que
creen que quieren las mujeres y su destino es ver a las mujeres,
únicamente, como objetos con lo que satisfacer sus necesidades.
Dicho de otra manera, el príncipe azul busca a una mujer que
cumpla con el rol de madresposa y satisfaga sus necesidades afectivas;
el chico malo, por su parte, quiere tomar ventaja del libre ejercicio de la
sexualidad de la puta para satisfacer sus necesidades sexuales. Ninguno
de los dos ve a la mujer como un ser humano, e ignoran rotundamente
sus deseos, necesidades y sentimientos, en tanto que ambos sólo
buscan la satisfacción egoísta de sus necesidades.
Sumado a lo anterior, como los príncipes azules y los chicos
malos parten de una visión reduccionista de lo que es una mujer,
ninguno realmente sabe relacionarse con una: el primero juzgará a la
mujer en el instante que identifique características de la puta; el
segundo, ignorará completamente los deseos de una relación exclusiva,
porque los asocia con el rol de la madresposa.
 Asimismo, ninguno tiene los recursos emocionales para
proporcionar a la mujer un espacio seguro, desde donde ella pueda
cumplir las necesidades dictadas por la hipergamia contemporánea.
Esto hará que las mujeres, o se cansen de la relación con el príncipe
azul y lo dejen, o vayan de relación en relación con los chicos malos,
porque son momentáneos.
El Hombre Alfa, con su valor sólido y social, camina en una vía
totalmente distinta, ya que él entra a una relación interpersonal desde la
búsqueda de compatibilidad y no desde la urgencia de usar a su pareja
para satisfacer sus necesidades. Esto es lo que lo hace diferente de un
príncipe azul y de un chico malo.
A un Hombre Alfa no le interesa que una mujer ejerza
libremente su sexualidad, tampoco que ella tenga deseos de establecer
una relación exclusiva. El Hombre Alfa se enfoca en la compatibilidad
que tiene con el estilo y proyecto de vida de la mujer con la que se
relaciona.
Gracias a eso el Hombre Alfa se relacione desde la abundancia
y tiene la determinación de descartar a una mujer cuando sabe que sus
proyectos y estilos de vida no son compatibles. Es el caso del Hombre
Alfa que desea establecer una relación sexoafectiva exclusiva y por ello
se dará la oportunidad de conocer a mujeres que hagan un uso libre de
su sexualidad, dado que eso no le genera conflicto. Después de conocer
y evaluar durante un par de meses a una mujer, si ella no demuestra
interés en establecer esa relación exclusiva, puede descartarla sin el
menor problema, porque no está aferrado a ella ni guarda la esperanza
de algún día hacer que cambie de opinión. El Alfa sabe que tiene otras
184
opciones y que entre ellas habrá una mujer que quiera establecer esa
relación exclusiva.
Por el contrario, si el Alfa decide que no quiere una relación
exclusiva y, después de un par de meses de conocer y evaluar a una
mujer, ella demuestra constantemente intenciones de exclusividad,
entonces también podrá descartarla, porque tampoco aprovechará las
expectativas de ella para beneficio propio. El Alfa sabe que tiene otras
opciones que tampoco quieren una relación exclusiva y que se ajustarán
mejor a su dinámica.
Esa es la cuestión con el Hombre Alfa: la autosuficiencia.
Como satisface sus propias necesidades y, además, tiene el estoicismo
para controlarlas cuando no es así, entonces puede ver a las mujeres
como personas, tomar en cuenta sus necesidades, deseos y emociones,
para compararlas y evaluarlas con los propios, para determinar si se
quiere relacionar con ellas o no.
Esto lo convierte, genuinamente, en el hombre que las mujeres
desean, porque brinda la misma emocionalidad y espacio de libertad
que buscan del chico malo, al tiempo que da la seguridad y protección
que requieren del príncipe azul. En ese sentido, lo que facilita el Alfa es
un espacio donde la mujer se siente libre para ejercer su sexualidad,
para explorar los espacios que habían estado prohibidos, para sentir
todo el espectro de sus emociones y para aportar a la construcción de
un futuro estable.
Todo lo anterior lo aporta el Alfa por el simple hecho de ser: es
resultado indirecto de todo el trabajo que invirtió en la construcción de
su valor sólido y de su valor social. El Alfa no se define a partir de lo
que las mujeres quieren. Eso es, precisamente, lo que lo hace tan
valioso: su autodeterminación.
Conclusiones
Llegado a este punto, cualquier hombre debería tener en claro que uno
de sus mayores problemas a la hora de intentar relacionarse de manera
sexoafectiva ha sido partir desde donde lo ha hecho. Por lo tanto,
espero, el entendimiento sobre lo que realmente significa ser Alfa en el
siglo XXI lo aleje del camino de autodestrucción que ha caído sobre
otros colegas, antes profesionales de estos temas.
El camino del Alfa descrito en este libro, así como sus
dinámicas, tiene como propósito promover la autodeterminación en los
hombres y alejarlos de las presiones sociales que buscan ajustar su
comportamiento por y para otras personas. Todo bajo el entendido de
que la verdadera plenitud viene de la autonomía y no de la búsqueda
permanente de la validación ajena.
Todo aquel que decida ser un Hombre Alfa está obligado a
esclarecer porqué ha decidido hacerlo, y cuestionar las razones
personales que le llevaron a no sólo este libro. Este será el primer
ejercicio serio a realizar cuando, de verdad, se desea alcanzar la
autorrealización desde este camino y no lo mira tan sólo como una
forma de aparentar, de impresionar y gustar a los ojos de los demás.
El rasgo definitivo de todo Hombre Alfa es, precisamente, que
no busca la validación externa y usted, caballero, no debe ser la
excepción: debe procurar y promover la autonomía e independencia
emocional y económica en todos los aspectos de su vida, lo que le
permitirá aportar a la construcción de un mundo mejor.

186
 El mundo necesita más Hombres Alfa que se preocupen por existieron, existen y existirán millones de hombres con las mismas
mejorar sus condiciones de vida y, en consecuencia, mejorar la vida de dudas e inquietudes, dispuestos a crecer juntos y a colaborar para crear
las personas que lo rodean. Aquello se puede hacer desde cualquier un mundo mejor, porque eso es lo que hacen los Hombre Alfa.
frente: tu familia necesita un Alfa, tus amigos necesitan un Alfa, tu De nuevo, muchísimas gracias por llegar hasta aquí y ser
pareja necesita un Alfa; incluso la empresa en la que trabajas, la consistente de tu decisión de crecer y cambiar: tu esfuerzo se verá
localidad en la que creciste y el mundo en el que naciste necesitan que recompensado siempre. Espero contar contigo durante todo el viaje
tú seas ese Alfa. que nos queda por delante, y que tu experiencia, sabiduría y trabajo
Es necesario dejar de lado a los vendedores de humo egoístas sirva de ejemplo a muchos otros hombres que, como tú y como yo,
que consideran seguir este camino tan sólo para obtener cosas también necesitan conocer y dominar este camino.
indiferentes como sexo, dinero, fama o reconocimiento. Es No me despido sin antes hacer una pequeña petición: comparte
indispensable empezar a verlo como lo que es: un camino que ha este conocimiento con alguien que lo necesite; no sabes cuánto puedes
servido para asegurar la supervivencia de la humanidad y ha apoyar con una acción tan pequeña como prestar o regalar un libro. Te
desarrollado su capacidad de afrontar los grandes retos históricos que la lo digo de manera personal: a mí me salvo, así que no sabes a quién
han puesto en riesgo. más puedas salvar.
Como dije en la introducción, este es el inicio de un trabajo más
amplio alrededor de un tema basto, que abarcará una obra todavía más
extensa, compleja y profunda, que implicará distintas revisiones y
ediciones de estas páginas. Porque, así como el hombre evoluciona,
también el conocimiento debe hacerlo: sólo los ilusos dejan lo escrito
en piedra, como si nunca pudiera crecer.
Además, también implica la creación de obras complementarias
sobre temas más específicos, algunas más prácticas, otras más teóricas,
pero todas con el mismo objetivo: aportar guía y apoyo a hombres que
buscan desarrollar su masculinidad y tener relaciones interpersonales
sanas.
No puedo terminar este libro sin hacer un recordatorio
importante: caballero, no estás solo en este camino. Así como tú,
188

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