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Genet Entrevista
Novela en España
Rama Hispanoamérica
CeDInCI Semprún CeDInCI
b r

Garme ndia Jberta d


Franqui Muñoz y
Claudín Socialismo
Barral a
iBlanco White Q
Sarduy ¡ario indio
M ______ £ ________
Poesía peruana ?•
L ibre
Revista crítica trim estral

JUAN GOYTISOLO del m undo de habla española

Núm ero 2. Diciembre, enero, febrero, 1971-1972.

REIVINDICACIÓN Colaboradores

Claribel Alegría Gabriel García Márquez José Emilio Pacheco

DEL CONDE DON JULIAN Rubén Bareiro Saguier


Carlos B arral
Fernando del Paso
Salvador Garm endia
Juan Gelman
Jean Genet
Jaim e Gil de Biedma
Octavio Paz
Teodoro Petkoff
Nélida Piñón
Sergio Pitol
Albina du Boisrouvray
Alfredo Bryce Adriano González León Angel Rama
Italo Calvino Juan Goytisolo Julio Ramón Ribeyro
E rnesto Cardenal Luis Goytisolo Vicente Rojo
240 páginas, 20x12,5 tela 20 F José M aría Castellet
Antonio Cisneros
José Agustín Goytisolo
Rodolfo Hinostroza
Severo Sarduy
Jorge Sem prún
Fernando Claudín Noe Jitrik Susan Sontag
Julio Cortázar Roberto Juarroz Antonio Skárm eta
José Donoso Enrique Lihn Nicolás Suescún
Antoni Tápies

T Á verherrer Ó’
Ariel Dorfman Luis Loayza
Carlos Droguett Plinio Apuleyo Mendoza M arta Traba
Jorge Edw ards Carlos Monsiváis Francisco Urondo

CeDInCI Hans Magnus Enzensberger


Darwin Flakoll
Carlos Fuentes CeDInCI
Daniel Moyano
Freddy Muñoz
Juan Ñuño
José Angel Valente
Mario Vargas Llosa
Manuel Vázquez M ontalbán

LOS ORÍGENES Carlos Franqui José Miguel Oviedo Saúl Yurkievich

DEL PENSAMIENTO Este núm ero aparece bajo


la dirección de Jorge Sem prún

REACCIONARIO Jefe de redacción

ESPAÑOL
Plinio Apuleyo Mendoza

400 páginas, 15x21 rústica 36 F Secretaria adm inistrativa


Grecia de la Sobera

EDICIONES HISPANO AMERICANAS Publicación de Editions Libres S.A.


Oficina de Información en Francia

26, rué Monsieur le Prince, París Vle 26, rué de Bievre, París (5l ). Teléfono 325.26 45
Sede social . Domaine de Sien, Echandens (Vaud)
Suiza.
Este número contiene : Ideas

Libertad y socialismo ñol expalriado (1775-1841) hace un análisis no sólo de su


Debate sobre el papel del intelectual y el alcance y contenido país, sino de la realidad política y social de su tiempo, que
conserva toda su vigencia. Los textos que publicamos escritos
Libertad y socialismo
concretos de la libertad de creación en las sociedades socia­
listas. originalmente en inglés, fueron traducidos y seleccionados
por Juan Goytisolo. Fernando Claudín
Participan :
Fernando Claudín, antiguo dirigente de las Juventudes Socialis­ Retrato a la sanguina sobre cartón gris. Carlos Franqui
tas Unificadas durante la guerra civil española, miembro del Retrato de un personaje real de la Barcelona de los años 40,
Comité Ejecutivo y del Secretariado del Partido Comunista el texto que publicamos es fragmento del libro de memo­ Salvador Garmendia
Español, de donde fue excluido en 1964, autor de un ensayo rias, en curso de elaboración, del poeta, crítico y editor
sobre arte moderno (publicado en Cuba Socialista y en Carlos Barral.
Freddy Muñoz
Estética y Marxismo, ediciones Era) y de La crisis del
movimiento comunista (ediciones Ruedo Ibérico, 1970) ;
Diario indio
Fragmento de Cobra, novela del narrador y ensayista cubano
Carlos Franqui, ensayista político y crítico de arte cubano, Severo Sarduy, que será publicada por Editorial Sudameri­ Jean Genet
antiguo dirigente del movimiento 26 de Julio, director de cana.
Radio Rebelde en la Sierra Maestra y posteriormente del
diario Revolución, en La Habana ;
Entrevista
Heridos y contusos
Fragmento de la novela que bajo este nombre publicará

CeDInCI
Salvador Garmendia, narrador y ensayista venezolano, miem­
bro fundador del grupo Sardio e integrante del grupo
Techo de la Ballena :
Editorial Tiempo Nuevo, escrita en colaboración por Darwin
Flakoll y Claribel Alegría, autores de Cenizas de Izalco.

Para que no entre la muerte


Carlos Fuentes CeDInCI
Freddy Muñoz, venezolano, dirigente y teórico del MAS, es un cuento de Daniel Moyano, narrador argentino, gana­ México
autor de Revolución sin dogma, (ediciones Alsinoo, 1971.) dor del Premio Primera Plana, 1969, con la novela El
oscuro.
Entrevista con Jean Genet
Autor del prólogo a los Hermanos de Soledad, el escritor
francés habla sobre el asesinato de Jackson y la lucha de
Caléndula Juan Goytisolo
es un cuento de Rubén Bareiro Saguier, poeta y narrador
los Black Panthers en los Estados Unidos.
paraguayo, ganador, del premio Casa de las Americas, 1971,
con el libro Ojo por diente. La novela española
La disyuntiva mexicana
Carlos Fuentes analiza la situación política de México, a
El día que enterramos las armas
contemporánea
partir de los acontecimientos de 1968.
es un cuento del narrador colombiano Plinio Apuleyo Men­
doza, que pertenece al libro El desertor, próximo a ser
La novela española contemporánea editado por la Editorial Síntesis 2000.
i Qué especie de fatalidad domina hoy en la literatura Angel Rama
española ? A través de un estudio sobre la « crisis, silencio
y cambio de rum bo» que advierte en ella, Juan Goytisolo Oriente Próximo
busca dar respuesta a la exclamación de Moratín. es un cuento, presentado en su versión original brasileña, A quien leyere, extranjero
de la escritora Nélida Piñón.
A quien leyere, extranjero
es un ensayo de Angel Rama sobre la nueva literatura hispa Antología de poesía peruana
Incluye los nombres de Martín Adán, Emilio Adolfo West-
noamericana, escrito como introducción a la antología Doors
and Mirrors, selección de Hortense Carpentier y Janet Brof. phalen, Jorge Eduardo Eielson, Antonio Cisneros, Mirko
José María Blanco White
Lauer y Rodolfo Hinostroza.
José María Blanco White Antología
Calificado de apóstata, renegado y antipatriota por Menéndez Las aventuras de la soledad
Pelayo, y censurado aún hoy en España, este escritor espa­ Artículo de Marta Traba, sobre la nueva pintura colombiana.
Debate Respuesta
de
Libertad y socialismo
Fernando Claudin

La problemática de la libertad en el socialismo no antes y después de la toma del poder, pero sobre
puede abordarse todavía, a los cincuenta años y todo después— debe tener muy presente esta
pico de la Revolución de Octubre, más que en un reflexión de Gramsci : « si el mundo cultural por
plano teórico abstracto, puesto que en rigor el el que lucha es una realidad viva, necesaria, su
socialismo no existe aún como realidad material, expansividad será irresistible, encontrará sus
Al presentar en el primer número de Libre un la revolución, y de manera más general el pro­ como formación social. Cierto, ante nosotros tene­ artistas. Pero si, a pesar de la presión, su irresis-
completo « dossier » sobre el caso Padilla, anun­ blema de la libertad y de la legalidad dentro del mos un abigarrado conjunto de regímenes salidos tibilidad no se manifiesta, no opera, quiere decirse
ciamos el propósito de abrir ufo debate, que de­ socialismo. de revoluciones anticapitalistas y antimperialistas, que se trata de un mundo ficticio y postizo, de una
jando atrás los aspectos anecdóticos de este epi­ cuyos partidos gobernantes declaran haber edifi­ lucubración gratuita, producto de mediocres que­
sodio, se detuviera en sus posibles derivaciones Algunos interrogantes surgen al respecto : cado el socialismo o estar en camino de hacerlo. josos de que los hombres de mayor estatura no
ideológicas. Las contrapuestas opiniones que publi­ Pero como bien decía Marx « es necesario distin­ estén de acuerdo con ellos. » A golpes de censura
camos en aquel « dossier» giraron casi siempre a) ¿ Debe exigirsele al escritor de un país socialista guir entre la fraseología y las pretensiones de los y policía no se crea cultura. Se fabrican « asala­
en torno a las circunstancias de la detención y que sus libros tengan un contenido revolucionario partidos y su constitución e intereses verdaderos, riados del pensamiento oficial », según la exacta
posterior autocrítica de Padilla, así como a las específico o reflejen al menos de manera positiva entre lo que ellos se imaginan ser y lo que son en expresión del Che. Aherrojar la libertad de creación
reacciones que estos hechos suscitaron entre los la nueva realidad política y social en la que vive ? realidad ». Por otra parte, la diversidad de situa­ es tan profundamente reaccionario como privar
intelectuales de Europa y América Latina y entre ¿ Debe reconocérsele una libertad de creación sin ciones existentes en dichos países hace difícil una a los trabajadores de las libertades políticas y
los dirigentes del gobierno cubano. La discusión ninguna suerte de exigencia previa ? respuesta unificada a los « interrogantes» de sindicales, de libertad para dirigir la producción,
abierta entonces mostró de soslayo divergencias Libre, y tampoco es posible una respuesta diferen­ el Estado y la sociedad en general; tan reacciona­
significativas en los problemas de fondo : la rela­ ciada en breve espacio. De ahí que la nuestra sea rio como coartar la libertad de investigación
b) El marxismo-leninismo reconoce la conveniencia muy incompleta y demasiado general. Procedere­ científica, cuyas fronteras no deben ser definidas
ción entre cultura y sociedad, el papel del inte­

CeDInCI CeDInCI
de la crítica y el debate como medio de superar mos apartado por apartado. más que por la investigación misma, como las de
lectual y el alcance y contenido concretos de la las contradicciones que vayan presentándose en
libertad de creación y de la libertad de crítica en la creación artística sólo deben ser definidas por la
una sociedad socialista. ¿ Hasta dónde puede llegar a) Entre las « exigencias * a que se ve confron­ propia creación. Tal era la opinión de Marx y de
la sociedad socialista. Sobre estos puntos, pues, la libertad de crítica ? ¿ Las instituciones existen­ tado el escritor en los países llamados socialistas
hemos querido centrar el debate. todos los marxistas anteriores a Stalin. ¿ Y puede
tes ofrecen medios válidos para que ésta pueda podemos hacer la siguiente distinción : ser otra la opinión de cualquiera que se considere
Es inevitable desde luego que la discusión pro­ ejercerse ? — Las que provienen de la masa de lectores, de
puesta implique definiciones acerca del socialismo, marxista o simplemente progresista ? La dictadura
la crítica especializada, etc, sin ir acompañadas sobre la cultura de los « asalariados del pensa­
sus objetivos y medios. Nos parece incluso conve­ de coacción material sobre el escritor ;
niente darle al debate un alcance tan amplio. Son c) Teóricos marxistas que han analizado las con­ miento oficial» desemboca indefectiblemente en
tradicciones de las sociedades y regímenes socia­ — Las que el Partido— Estado intenta imponer oscurantismo, por muchos oropeles seudorrevolu-
tantas las opciones, formas y tipos de gestión
listas, advierten un fenómeno : el excesivo centra­ al escritor con medios coactivos materiales : cionarios y justificaciones seudoclasistas o seudo-
que se observan en la construcción de esta nueva
lismo administrativo, que asfixia la iniciativa de monopolio editorial, censura, policía, cárceles, dialécticas con que se disfrace. La castración del
sociedad, tan complejas y variadas sus contra­
la clase obrera en la gestión de la economía y campos, o cualquier otro recurso del variadísimo escritor es la castración del lector. En lugar de
dicciones, que la adhesión al socialismo exige no
consolida el poder de la burocracia, se traduce arsenal represivo que conocemos, últimamente favorecer la presión de la sociedad sobre la
sólo una conciencia solidaria sino también una
conciencia crítica. también en un alto grado de centralización polí­ enriquecido con el asilo psiquiátrico para intelec­ literatura pone a la literatura, convertida en ins­
tica. Formas de represión y autoritarismo, que a tuales « anormales ». trumento mistificador, por encima de la sociedad.
¿ Es oportuno este debate ? Creemos que sí. Por
falta de denominación mejor se conocen como Las exigencias del primer tipo existen en cualquier Impide a las masas conocer y juzgar, y por lo tanto
una parte nos parece que la lucha contra el impe­
stalinismo, son expresiones típicas de tal situación. tipo de sociedad y sobre todo en una sociedad exigir con conocimiento de causa. Sin libertad de
rialismo no excluye el análisis y la discusión de
Se observa igualmente que las tendencias repre­ revolucionaria (dado el despertar cultural de las creación no hay creación de la libertad ; no hay
las contradicciones del mundo socialista. Por otra,
sivas propias de la burocracia tienden a entrar masas, la aparición de nuevos problemas, etc.). En autocreación del hombre nuevo, de una sociedad
la sola aceptación de la alternativa revolucionaria
en conflicto con los sectores intelectuales, cuya su conjunto constituyen la « demanda social » al igualitaria y libre.
implica hoy necesarias definiciones frente a las op­
formación y nivel de cultura los hacer más sen­ escritor, que por su heterogeneidad y diversidad, En un texto que tiene ya ciento veintinueve años
ciones existentes o potenciales del socialismo.
sibles a los problemas de la democratización socia­ cuando puede expresarse libremente, lo mismo pero conserva palpitante actualidad, Marx carac­
Abordar estos problemas no es una manera de
especular en abstracto sobre el futuro : es ante lista. contribuye a fecundar la literatura minoritaria y terizó magistralmente el efecto desmoralizador de
¿ Cuál es su concepto sobre esta apreciación ? experimental que la más tradicional y accesible al la prensa y la literatura sometidas a la censura :
todo una forma de contribuir a la actual lucha
revolucionaria, buscando un lúcido esclarecimiento ¿ Coincide usted en que se trata de un fenómeno nivel del lector medio. La libertad de creación no « La mayor de todas las taras— la hipocresía— es
de sus aspiraciones. circunscrito a la U.R.S.S. ? es otra cosa que la libertad del escritor para res­ su acompañante inseparable. Y de esta tara funda­
Publicamos a continuación el cuestionario del ¿ Subsiste como tendencia en otros países socia­ ponder en los términos que le son propios a esa mental derivan todos sus demás defectos, no
listas ? « demanda social », unida a la posibilidad práctica quedando ni átomo de virtud; de ahí deriva su
debate y las respuestas de Fernando Claudin, Sal­ de difundir su obra.
vador Garmendia, Carlos Franqui y Freddy Muñoz- tara más repugnante, incluso desde el punto de
El segundo tipo de exigencias es incompatible vista estético : su conformismo. El gobierno no
ó) En el terreno legal, existen definiciones acep­ con la literatura, como con cualquier actividad
El reciente caso Padilla ha planteado una vez más tables del delito contrarrevolucionario y procedi­ escucha más que su propia voz, sabe que no oye
el problema en las relaciones entre el escritor y creadora. El dirigente político revolucionario— más que su voz, y pese a ello mantiene este autoen-
mientos adecuados para juzgarlo ?
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gaño, c o m o s i escuchara la voz del p u eb lo , y exige E s im p o rta n te s u b ra y a r que la re p re sió n de las en cu an to no es ta m b ié n d e m o c ra c ia p ro le ta ria , la p re p a ra c ió n de esa n u ev a rev o lu ció n , que se rá
ta m b ién que se respalde ese autoengaño. Por su lib e rta d e s de crític a , de cre a c ió n y de in v esti­ p o rq u e sin d em o cracia p r o le ta ria la p ro p rie d a d o b ra an te to d o del p ro le ta ria d o soviético, p ero en
p a rte el p u eb lo , o bien cae en la su p e rstic ió n gación no es la c a ra c te rístic a de los años m ás co lectiv a de los m ed io s de p ro d u cció n se co n v ierte la cual la in tellig en tsia v o lv erá a te n e r u n papel
po lítica, p o r un lado, y en el esc e p tic ism o político, difíciles de la revolución ru sa, sino del perío d o en ficción ju ríd ic a que re c u b re su posesión real p rim o rd ia l, com o lo tu v o en la p re p a ra c ió n y r e a ­
p o r otro, o bien vu elve to ta lm e n te la espalda a la en que a p a re n te m e n te se h a b ía c o n so lid a d o . T ra s p o r u n a n u ev a clase, c a s ta o g ru p o d o m in a n te : lización de la R evolución de O ctubre.
vida del E sta d o y se tra n sfo rm a en un tro p el de e s ta a p a rie n c ia se o cu ltab a, en realid ad , la reg re­ re c u b re la ap arició n de n u ev as fo rm as (en tre v e ­ N o voy a d e te n e rm e en lo que es bien sab id o ;
gen tes q u e se lim ita n a v iv ir s u v id a p r iv a d a .» sión de la revolución, la in sta u ra c ió n de un nuevo ra d a s con las a n tig u as) d e ex p lo tació n y o p resió n cóm o este régim en fue im p o rta d o a o tr o países
« La cen su ra — agrega— m a ta el e s p íritu público. » o rd e n re p re siv o so b re las m asas. A nálogo fenó­ del h o m b re p o r el h o m b re. La d ic ta d u ra del p ro ­ eu ro p eo s, y cóm o h a p o d id o m a n te n e rse allí p o r
¿ Q ué d iría M arx d el efecto c o m b in a d o d e la cen ­ m eno se ha re p e tid o u lte rio rm e n te en o tra s la ti­ le ta ria d o deviene d ic ta d u ra so b re el p ro le ta ria d o . la fu erza de los tan q u e s c o n tr a la v o lu n tad de los
su ra, la p o licía, los cam p o s, los asilos p siq u iá tri­ tudes. Y es q u e el a s e sin a to físico o in telectu al Y es que el p ro le ta ria d o , co m o p ro fu n d a y ra d i­ pueb lo s. T o dos ellos tien en a n te sí la m ism a p e rs ­
cos y las tris te m e n te fam o sas « a u to c rític a s » ? del p o eta y d el c rític o suele s e r signo p rem o n i­ c a lm e n te d ijo M arx, n o p u ed e e m a n c ip a rse sin p e c tiv a que en 1968 p u d o a b rirs e p aso en C he­
to rio del a s e sin a to de la revolución. e m a n c ip a r a los no p ro le ta rio s ; no p u ed e in s ta u r a r co slo v aq u ia : la tra n sfo rm a c ió n rev o lu cio n aria d el
b) De la « lib e rta d de c r í ti c a » p u ed e d ecirse lo Y p u e s to que se tr a ta de c r ític a y d e lite ra tu ra , y a m p lia r c o n tin u a m e n te la lib e rta d en su seno sis te m a en u n se n tid o re a lm e n te so cialista. La
m ism o q u e d e la « lib erta d de creación » o de la p re g u n té m o n o s : ¿ p a ra qu é sirv e la lite ra tu r a sin e x te n d e rla fuera de él. N o tien e o tr a opción im p o rta n c ia h istó ric a de la rev o lu ció n c u ltu ra l
« lib erta d de in vestig a ció n ». Sus lím ites no debe no c rític a ? Y tam b ién : u n a lite ra tu r a c o n fo r­ p a ra re e d u c a rse y re e d u c a r a los d em ás, p ara c h in a resid e, p re c isa m e n te , en el in te n to de en ­
d e te rm in a rlo s m ás que la c rític a m ism a, que su rg e m ista, ¿ es siq u ie ra lite ra tu r a ? c re a r el h o m b re nuev o d e la so c ied ad d e h o m b re s c o n tr a r la vía p a ra que la rev o lu ció n en u n p aís
sie m p re de u n a c o n fro n ta c ió n del h o m b re con la lib re s e iguales. R e su m ien d o : el so cialism o es a tr a s a d o no su c u m b a a n te los tre m e n d o s fa c to re s
realid ad . T razá rselo s a rtific ia lm e n te —y m ás aún c) R e firién donos c o n c re ta m e n te a la U nión Sovié­ o rg á n ic a m en te in diso ciab le de la d em o cracia y o b je tiv o s que se e n c u e n tra n en la b ase de la re­
p o lic ía c a m e n te —es a sfix iar las in ic ia tiv a s y e n e r­ tica, el c o n ju n to de fenóm enos alu d id o s en este la lib e rta d . D em ocracia y lib e rta d co n cretas, lim i­ g resió n de la rev o lu ció n ru sa . P ero e s te in te n to
gías p o p u lares. C rítica, in v estigación, creació n , son a p a rta d o no es m ás que la ex p resió n de u n a re a ­ tad as, co n d icio n ad as, p ero cuyo ca m p o de reali­ h ay q u e verlo ta m b ié n c rític a m e n te , p o rq u e ju n to

CeDInCI
tres m o m en to s in d iso ciab les de la b ú sq u e d a de la
v e rd ad y, p o r tan to , d e la b ú sq u e d a de soluciones
a la c o n stru c c ió n d e u n a sociedad tra n s p a re n te a
sí m ism a, com o h a de ser, p o r definición, la socie­
lid ad m ás p ro fu n d a : la in ex isten c ia no sólo del
so c ialism o sin o de una evolución al socialism o.
Al m enos, si e n ten d em o s el so cialism o com o M arx :
rég im en de tra n sic ió n al c o m u n ism o en el que los
c ra c ia s bu rg u esas. CeDInCI
dad se dilata in c o m p a ra b le m e n te resp ec to al que
p u ed en te n e r en la m ás av an za d a d e las dem o­

P a rtie n d o d e e s ta co n cep ció n m a rx ia n a del so cia­


co n id eas y a c to s que van e v id en tem en te e n la
d irecció n in d icad a, a p a re c e n o tr o s (el m o n o litism o
ideológico, el cu lto al « p e n s a m ie n to d e M a o »,
la m istificació n de la h is to r ia y p o r ta n to la m is­
dad co m u n ista. « La crítica — decía E n g els hacia el tr a b a ja d o re s , d u e ñ o s de los m edios de p roducción, lism o—q u e e s ta m b ié n la d el L enin del « E sta d o tificación del p re se n te , e tc.) q u e van en d irecció n
fin a l de su vid a — es el e le m e n to vita l del m o vi­ com ienzan a se r d u eñ o s d e las co ndiciones eco­ y la R evo lu ció n »— p arece ev id e n te que el actu al e x a c ta m e n te o p u esta. La rev o lu ció n cu b a n a ta m ­
m ie n to obrero. ¿ C óm o p uede im p e d ir él m ism o la n ó m icas, p o lític a s y c u ltu ra le s de su v id a s o c i a l ; « s o c ia lis m o » soviético tien e m u y poco que v er bién in te n tó e n c o n tr a r u n a n u ev a vía, p ero la
crítica o in te n ta r p ro h ib ir las d isc u sio n es ? » C rítica fase p rim e ra de la sociedad c o m u n ista , en la que con el so cialism o y con los so v iets. L a reg resió n involución in iciad a en el p e río d o c a ra c te riz a d o
y d iscu sió n a u té n tic a s , n o ritu a le s y p aró d icas com o aú n su b siste n d e te rm in a d a s fo rm a s de la división de la g ran R evolución de O c tu b re , in iciad a ya en p o r el ale ja m ie n to del Che y la ap ro b ació n p o r
las in sta u ra d a s p o r el e s talin ism o en el m ovi­ c a p ita lis ta del tra b a jo , del d erech o b u rg u és, del tiem p o s de L enin b a jo la p resió n de p o d ero so s Fidel C a stro d e la inv asió n d e C h ecoslovaquia no
m ien to co m u n ista. Si la c rític a y a u to c rític a ver­ E stad o , etc., p ero en el que e s ta s su p erv iv en cias fa c to re s o b jetiv o s, y ta m b ié n d e c ie rta s co n cep ­ p u ed e p o r m en o s d e s u s c ita r las m ás se ria s in q u ie­
d a d eras, lib re s, v italizan el m o v im ien to revolucio­ del p a s a d o van siendo re d u c id a s y finalm ente cio n es te ó ric a s (lo calizad as p rin c ip a lm e n te en la tu d es. La ten d en cia esen cial del 68 ch ecoslovaco
n ario , las « crítica s » y « a u to crítica s » de esencia liq u id ad as. A utoem ancipación, au to g o b iern o , a u to ­ concepción len in ian a del p a rtid o ), se c o n v irtió en e r a la revo lu ció n so c ialista c o n tra el rég im en seu-
y fo rm a in q u isito ria l lo d esm o ra liz a n y d escom ­ d e te rm in a c ió n , reu n ió n de h o m b re s lib res, asocia­ ten d en cia d o m in an te b a jo S talin . Su p ro d u c to es d o so c ia lista . La a p ro b a c ió n del a p la s ta m ie n to de
ponen. ción lib re e ig u a lita ria de p ro d u c to re s , etc. : el ac tu a l régim en, que si bien h a m e jo ra d o las ese in te n to es d ifíc ilm en te co n ciliab le con la fide­
La re p re sió n d e la c rític a en el p a rtid o revolucio­ ta le s son los co n cep to s m ás c o m u n m e n te usad o s co n d icio n es m a te ria le s de las m a sa s c o m p a ra ti­ lid ad al m arx ism o o al fidelism o de los p rim e ro s
n ario y en la co n stru cció n d el so cialism o conduce p o r M arx y E ngels p a ra definir la e s en cia de la v am en te al régim en z a ris ta , si h a in d u stria liz a d o añ o s. El caso P ad illa se in sc rib e en esa in v o lu ­
in e v ita b le m e n te a la b u ro c ra tiz a c ió n y cosificación so c ied ad co m u n ista, ta n to en su fase « in fe r io r » el p a ís y difu n d id o la c u ltu r a (p e ro una c u ltu ra ció n y es c a ra c te rístic o de ella. Lo m ism o que la
de los o rg an ism o s, a la d o m in ació n de los d iri­ com o « s u p e r io r ». La diferen c ia e n tre am b a s no cuyos v alo res d ifíc ilm en te p u ed en co n sid e ra rse p o stu lac ió n del « m o n o litism o ideológico » y o tro s
gen tes so b re los dirig id o s, y en defin itiv a al s u r­ es de n a tu ra le z a sin o de grado. C uando a veces so c ialistas), al m ism o tie m p o h a cread o n uevos « m o n o litism o s » en el re c ie n te co n g reso d e ed u ­
g im ien to de nuevas-—o el re n a c im ie n to de v iejas— utiliza el concepto de « d icta d u ra del p ro leta ­ m ecan ism o s de ex p lo tació n y o p re sió n d e la g ran cació n y cu ltu ra.
fo rm as de su je ció n d el h o m b re p o r el h o m b re. La riado » M arx no in d ica o tr a co sa que el c a rá c te r m a y o ría po r u n a n uev a clase d o m in an te. La re p re ­ La c r ític a del sis te m a e s ta lin ia n o , sea en su v er­
rev o lu ció n q u e tem e la c rític a em pieza a d e ja r de c la sista -p ro le ta rio de la so c ied ad de tra n sic ió n , sió n que allí tiene lu g a r de la lib e rta d de creació n sió n ru s a o en la de o tro s p aíses, así co m o la c r í­
ser rev o lu ció n . a n á lo g a m e n te a com o « d icta d u ra de la burgue­ y de la lib e rta d de c rític a , co m o de to d a s las tic a de las ten d en cias n e o e sta lin ia n a s que su rg en
Pero, ¿ y la c rític a p ro c e d e n te de los reaccio n a­ sía » es significante, en el v o c a b u la rio científico d em ás lib e rta d e s, n o es u n accid en te c o n tra d ic ­ aq u í o allá, es a b s o lu ta m e n te n ec e sa ria y v ital
rios ? L a c rític a de los reac c io n a rio s es ta n n ece­ m a rx ista , del c a rá c te r c lasista—b u rg u é s del régim en to rio con la esen cia e s tru c tu r a l y p o lític a del p a r a el re n a c e r teó rico y p rá c tic o del m ov im ien to
sa ria a la rev o lu ció n —y en ocasio n es m á s—que c a p ita lista . P ero m ie n tra s que la d ic ta d u ra de la rég im en : es in h e re n te a su esencia. A p a r tir de rev o lu cio n ario a escala m u n d ial, ta n to en el cap i­
la c rític a d e los rev o lu cio n ario s. E l to le ra rla no b u rg u e sía es c o m p a tib le ta n to con las fo rm as este rég im en no p u ed e av a n z a rse h a c ia la socie­ ta lism o com o en el llam ad o socialism o. N adie
excluye la re p re sió n c o n tra los que violen la lega­ d e m o c rá tic o -p a rla m e n ta ria s com o con la s d ic ta to ­ dad c o m u n ista m ás que p a san d o p o r u n a n u ev a m ás in te re sa d o que la b u rg u e sía y el im p eria lism o
lid ad in s ta u ra d a p o r la rev o lución, p e ro e s ta lega­ ria le s en se n tid o c o rrie n te , la d ic ta d u r a del p ro ­ revolución. Y la lu c h a que allí co m ien za p o r la en m a n te n e r v ig en te la g ran m istificació n de que
lid ad no debe im p ed ir, o se rv ir de p re te x to p a ra le ta ria d o es in c o m p a tib le co n e s ta s ú ltim a s. D eja lib e rta d de creació n y d e c rític a , p o r los d ere­ eso es el so cialism o . D icha c rític a —que si es
im p ed ir, la c rític a del ad v ersa rio . de e x istir, a u n q u e siga ex istien d o a p aren cialm en te, chos h u m a n o s y la d e m o c ra c ia , fo rm a p a rte de m a rx ista no es sim p le re p u d io sin o asim ilació n
8 Respuesta
de
Carlos Franqui

positiva de la gran experiencia acumulada— puede que es, por no decir imposible, encerrar el « de­ Clase obrera y pueblos del mundo industrial contra
lito » contrarrevolucionario en definiciones preci­ Es el problema de la Revolución y no del Arte.
entrar en contradicción inmediata con determina­ El problema del escritor es un problema total y no el capitalismo.
das conveniencias tácticas de la acción en tal o cual sas. Lo decisivo es que la nueva legalidad instau­ Luchas de los pueblos del mundo socialista contra
rada por la revolución, además de proteger a aislado.
país. Pero no hay otra solución que afrontar los Yo desafío a que se me muestre un país socialista el socialimperialismo y la burocracia.
efectos negativos de dicha contradicción explicando ésta contra sus enemigos, proteja a cada ciuda­ El arte no es una exigencia. Es una conciencia.
dano contra toda arbitrariedad del poder. Ambos donde el pueblo haya sido informado correcta­
a las masas la verdad tal como es. Esconder la ca­ mente de la revolución cultural china. Es una libertad. Y la libertad no es un don del
beza bajo el ala, negar lo que la propaganda bur­ aspectos no pueden disociarse, porque nada puede cielo. Hay que pelearla como Jackson en los Esta­
socavar más la base popular de la revolución que Revolución que ha puesto en evidencia toda la
guesa difunde con fruición, simplemente porque lo forma de construir el socialismo a la soviética, dos Unidos, Revueltas en México, Solgenitzin en
difunde la propaganda burguesa, es hacer el juego el imperio de la arbitrariedad. La garantía más U.R.S.S., Norbcrto Fuentes en Cuba.
que ha destruido. Que ha sido apoyada por el
a ésta y paliar las dificultades tácticas erigiendo eficaz contra ese peligro es la instauración de una El « segundo round » fue en la sociedad « Nuestro
democracia real y su continuo perfeccionamiento. pueblo chino, y que es uno de los acontecimientos
en nuestro propio seno obstáculos estratégicos fundamentales del mundo después de la revolu­ Tiempo », fundada por mí y un grupo de jóvenes,
mucho más temibles y duraderos. ción de Octubre. con una intención antimperialista de combatir la
d) La experiencia histórica demuestra lo difícil Fernando Claudín. A que se me muestre un país que conozca qué fue vieja y aburguesada intelectualidad academicista
el socialismo humano de la Primavera de Praga, urbana.
sofocado por los tanques imperialistas rusos. El partido la dividió y convirtió en un paraván
Un país que sepa, no del heroísmo del Vietnam, frontista y politiquero, y en 1952, cuando el golpe
sino de la forma diferente en que allí se lucha, y de Batista, negó que allí se repartieran volantes
del abandono que sufre aquel país de los grandes- subversivos.
hermanos. Pero yo no me metí mis libritos bajo el brazo
Un país que esté informado de la revolución cu­ izquierdo para hacer pajaritas de papel como otra
gente y continué luchando. Alternando el coctel

CeDInCI CeDInCI
bana, de por qué es la primera revolución contes­
tataria, donde un partido comunista no participó.
Un país donde el pensamiento, la acción y la obra
del Che sean conocidos.
molotov con ios « libritos ».
Y así tuve la satisfacción de unir las arengas y
armas de la guerra con los poemas de Neruda y
de Vallejo y de León Felipe, de Miguel Hernández
Uno sólo que haya informado de la rebelión obrera
polaca. y de Martí, desde la Radio Rebelde de la Sierra
Si Mao y si Che y si Gramsci o Rosa Luxemburgo Maestra, con el estímulo del Che y de Camilo, que
están prohibidos en la inmensa mayoría de los a veces, con su voz guerrillera, leía poemas.
países socialistas, y si como dice Raúl Castro, en Mientras el propio Fidel más de una vez me « na­
reciente discurso atacando la revista marxista cu­ cionalizó » un Beethoven, un Bach, para oírlos él,
bana, Pensamiento Crítico : « Marx, Engels y dejando pasar Várese, Stravinski o Shoemberg,
Lenin, pueden leerse pero no interpretarse», lo más duros.
demás es obvio. Y después del triunfo de la revolución esa apertura
El mundo socialista es un mundo en conflicto. permitió los viajes de los Sartre, Mills, Ñeruda,
Conflicto ruso-chino. Hismet, de los latinoamericanos y de tanto artista
Conflicto ruso-checo. de todas partes, cuyos libros y testimonios divul­
Conflicto ruso-este. garon nuestra revolución por el mundo.
Conflicto ruso-partidos comunistas europeos. El tercer conflicto fue en 1961.
Conflictos de los P.C. y las nuevas generaciones Los sectarios atacaron violentamente el periódico
contestatarias. y el magazine cultural. Nos defendimos atacando.
Conflicto de los reformistas latinoamericanos con Perdimos muchas cosas pero paramos momentá­
los guerrilleros revolucionarios. neamente el sectarismo y nos ganamos al menos
Conflicto ruso-Corea, Vietnam, Cuba, Yugoslavia. el derecho de libertad de creación por varios años.
Rumania, Albania. Luego, el Salón de Mayo y el Congreso Cultural.
Conflicto del pueblo contra la burocracia repre­ La exposición tuvo medio millón de visitantes y
siva y aburguesada de los países socialistas. vio reunidas desde las vacas pop de Fidel, los
Conflicto entre socialimperialismo y socialismo. cañones, la conga popular a la pintura de Picasso
y Miró, hasta las más jóvenes corrientes plásticas
La revolución no tiene un sólo frente en el mundo: contemporáneas.
Tiene tres frentes :
Allí nació la galería de Arte Moderno, vieja fune­
Mundo colonial contra imperialismo yanki y sus raria burguesa convertida en museo-café que ame­
aliados.
nazaba extenderse por el Malecón y que la nueva
10 Respuesta
de
Salvador Garmendia

ofensiva sectaria del 68 terminó clausurando el Por circunstancias de mi origen obrero, de cubano, La proposición misma de la encuesta, encierra una Padilla. La misma edición francesa de Fuera del
mismo día que se dictó la ley seca. y por vocación individual, he vivido una experien­ aseveración polémica que rechazo en principio. juego se anunciaba bajo un slogan que trascendía
El conflicto sigue al rojo vivo. cia simultánea de revolucionario y de intelectual. ¿ Es que el caso Padilla plantea el problema de las a segundas intenciones : ¿ se puede ser poeta en
El dilema es : o satélite soviético o revolución cul­ Mi primer conflicto estalló en 1945, en el periódico relaciones entre el escritor y la revolución o de la revolución ? Centenares de oídos atentos espe­
tural a la cubana. Con pachanga, alegría y libertad. Hoy, órgano del P.C., del que era redactor, diri­ la libertad y la legalidad dentro del socialismo ? raban recibir el más ligero rumor para precipi­
El pueblo que se rebeló contra España, el que gido entonces por Aníbal Escalante, piedra que he Sabemos que Padilla no fue detenido por haber tarse a las máquinas de escribir y lanzar al mundo
inició la revolución contra los Estados Unidos, no encontrado dos veces en mi camino. Después de publicado un libro. Fuera del juego fue editado los llamados a la conciencia de los intelectuales
ha aceptado a los « socialimperialistas » rusos. años organizando sindicatos, campesinos, estudian­ por la Uneac y difundido en toda Cuba. La inter­ libres, los telegramas de protesta al Primer Mi­
Para mí, revolución, arte y literatura son dos for­ tes, huelgas y luchas, se me criticaba oficialmente ferencia de la Unión, al imponer un prólogo, que nistro, las denuncias al estalinismo, al arte diri­
mas de cambiar el mundo, dos constantes y una por leer a Gorki, Mayakoski, Bujarin, Luxemburgo, sigue pareciéndome cuando menos torpe e inne­ gido, a la represión ideológica, en medio del rego­
contradicción permanente y personal. Neruda, Vallejo, o por oír música. cesario, lo mismo que el artículo publicado en cijo de las agencias noticiosas. El escándalo
Entre arte, literatura y revolución, no hay relación Algunos de los libros que de luchador me habían Verde Olivo, trascendían a un temeroso u ofuscado esperado se produjo, aunque al revés. El viraje
sino contradicción, conflicto. conducido al marxismo me fueron requisados. intervencionismo que nos obligaba a permanecer inesperado de Padilla frustró las intenciones de
En las ocasiones en que un artista milita en la Yo pensaba : si actuar me hace revolucionario, si alertas. No obstante, la actitud del gobierno cu­ quienes pacientemente habían esperado el aconte­
revolución sufre el conflicto al interior como al pensar me hace marxista, así que ahora que soy bano disipó toda amenaza en tal sentido : Padilla cimiento, de modo que el lenguaje de los comu­
exterior. comunista no debo pensar más ni actuar : sólo continuó trabajando y escribiendo libremente, sus nicados tuvo que ser modificado : se hablaría
El mundo como quisiera y el mundo como es. obedecer. poemas aparecieron nuevamente en las revistas, el entonces de torturas, confesiones prefabricadas,
La revolución es la fase de destrucción y toma del No era un problema estético. libro no fue retirado de la circulación. Después procesos según el modelo de Moscú. Todo este
poder burgués, es una suma de actos y libertades Era un problema político. se produce la detención del poeta, acusado de acti­ asunto me parace vulgar y bochornoso.
individuales que se funden en una descomunal Por aquella época no se podía hablar contra el vidades contrarrevolucionarias. Lo que haya de En cuanto a la primera pregunta planteada, ésta

CeDInCI CeDInCI
fuerza colectiva. imperialismo yanki, ni de lucha de clases ni de verdad o error en tales acusaciones, no es materia trae a discusión el viejo asunto del arte dirigido.
Es la unidad en la multidiversidad. revolución : vivíamos bajo el browderismo y el sobre la que podemos discernir a distancia y sin En los países socialistas europeos, esta situación
Es la fase primera. En la fase segunda, que dura pacto rusoyanki de guerra. pleno conocimiento de causa ; si la autocrítica o es curiosamente contradictoria. Cada vez que he
unos diez años, si la revolución continúa y no se El conflicto terminó con Escalante hablando de confesión de Padilla fue o no sincera, lo sabremos tenido oportunidad de hablar con un artista o
para, lo individual y lo colectivo se equilibran. En los pasos progresistas de Trujillo, y yo enrolán­ alguna vez o n o ; entre tanto, ningún síntoma de escritor de los países del Este, he recibido una
la fase tercera, si se sigue el patrón ruso, si se dome en una expedición contra Trujillo, en la que dirigismo oficialista se advierte en las publicacio­ experiencia sórdida y decepcionante. Sin que haya
burocratiza, termina la discusión, el diálogo, la encontré por primera vez a Fidel, y que terminó nes cubanas. Nunca como ahora, Cuba ha estado conocido una sola excepción, los escritores de
crítica, la información. Desaparece la voluntarie­ en la prisión de Columbia. más lejos de lo que « a falta de otra denominación países socialistas de la órbita soviética, segregan
dad de participatión. Sólo se acepta la obediencia Romper con el reformismo del P.C. me permitió mejor se conoce como estalinismo » ; a doce años un oscuro apoliticismo, cuando no un triste con­
incondicional. después participar en la revolución cubana, y des­ de revolución, nuevas conmociones sociales pare­ formismo de burócratas satisfechos que aceptan
Los revolucionarios se mimetizan en burócratas, pués de la Revolución, la ruptura con el partido cen. anunciarse en un horizonte cercano. La revo­ disciplinadamente su misión. En muchos de ellos
conservadores, administradores, jueces o policías, y los soviéticos ha sido la causa de mi principal lución presiente el virus del burocratismo, del me ha repelido el cinismo, el más degradante
o terminan presos, muertos o exiliados. conflicto. No sólo mío, que no tendría importan­ estancamiento ideológico, del anquilosamiento desprecio por todo hecho revolucionario, por
Es la hora de la unidad « monolítica ». cia, sino de la propia revolución y de su origina­ institucional y prepara el camino para una revi­ todo lo que signifique solidaridad revolucionaria.
Unidad en la uniformidad. lidad y del pueblo que la creó, en continua y sión profunda de todos los estratos del poder « ¿ Quiere usted dejar de ser marxista y revolu­
Y así como no hay ni libertad obrera ni sindicatos antagónica discrepancia con los rusos y los « rusó- socialista, que se cumpla por medio de una cionario ? Váyase a vivir un año a mi país », le oí
no puede haber artistas. filos ». intensa movilización popular, una discusión clara decir a un cineasta joven de un país socialista
y abierta en todos los niveles. La acción crea­ europeo. Puede que todo esto parezca muy duro,
dora de la mayoría del pueblo en la construc­ pero es mi experiencia y a ella me remito. Todo
ción del país (lo que en definitiva configura un me hace pensar que la ideología revolucionaria
hecho cultural trascendente), estalla en la zafra impuesta al arte y a la literatura en aquellos
de los diez millones y comienza a organizar sus países, se manifiesta como una retórica ceñuda
métodos en el reciente Congreso de Educadores. que repite inalterablemente sus viejas fórmulas
Aceptar lo que el encabezamiento de la encuesta endurecidas y estériles, mientras los creadores
propone es agraviante para la revolución y consti­ jóvenes aprovechan las escasas brechas de libera­
tuye una interesada deformación de sus métodos. lismo que otorga el sistema, para asomar sus páli­
Algunos de los que hoy se escandalizan por la das imitaciones del arte occidental.
detención y posterior autocrítica de Padilla, no La pregunta que realmente me inquieta es ésta :
ignoran que desde hacía ya mucho tiempo, todo ¿ En qué medida se modifica la conciencia de un
un aparato internacional se hallaba montado y escritor que participa en un proceso revolucio­
listo para entrar en función apenas el gobierno nario ? Esto es precisamente lo que se plantea en
cubano ejecutara la menor acción represiva contra Cuba y lo que pase allí será de extraordinaria
12 Respuesta
de
Freddy Muñoz

1) Entiendo que no existe actividad cultural « pu­ garramientos, sus limitaciones, sus deformaciones.
importancia para lo que pueda ocurrir alguna vez de una nueva conciencia y una nueva actitud crea­
ra ». En ella siempre está presente la influencia Al captarla y recrearla ¿ por qué habría de hacerlo
en nuestros países. No comprendo cómo un artista dora estuvieran negados ? Pareciera como si los unilateralmente, es decir, falsamente ?
verdadero pueda mantenerse indiferente o lerdo redactores de la encuesta, ilusamente pretendieran de lo ideológico (término al cual no le doy aquí
una connotación negativa), aun cuando sean diver­ Creo, en fin, que la exigencia al escritor no debe
mientras la historia bulle a su alrededor; no lo recoger las fórmulas más eficaces y convincentes, ser llevada al extremo aberrante de establecer
fueron los artistas del pasado, cuya participación que al ser aplicadas a la maquinaria estatal, hicie­ sas las modalidades de su manifestación y la im­
portancia de su efecto. En definitiva, el quehacer obligaciones señaladas más o menos explícita­
fue determinante en las grandes conmociones so­ ran posible mejorar y transformar los mecanis­ mente por el Estado o la(s) organización (es)
ciales. No comprendo cómo un precario individua­ mos de la burocracia socialista para hacerlos más artístico— el literario, por ejemplo— se integra en
la batalla social y política permanente, con las política (s ) dirigente (s). En el plano de la política,
lismo (así se revista de posiciones críticas) pueda flexibles, más tolerantes, de forma que los « sec­ una verdadera hegemonía sólo se adquiere, incluso
reclamar fueros al más ardiente proceso colec­ tores intelectuales » (aquellos « cuya información especificidades que derivan de su naturaleza pro­
pia. después de haber alcanzado el poder, ganando a
tivo que haya vivido un país en América Latina. y nivel de cultura los hace más sensibles... »), pue­ las mayorías a través del confrontamicnto, reno­
Si los artistas no son capaces de respirar otro dan conservar sus fueros, sus privilegios de clase Vistas así las cosas, es obvio para mí que al escri­
tor revolucionario debe pedírsele asumir la con­ vando continuamente la capacidad de conducción,
aire que el del liberalismo burgués ; si la libertad media, y de esta manera, la función del escritor incrementando siempre la aptitud para hacer patri­
reclamada es esa parte miserable, urdida de com­ se mantenga dentro de las reglas de juego que dición de tal precisamente en la realización de su
actividad específica, que es su vehículo funda­ monio de las masas las concepciones justas. En
plicidad y conformismo, que le asigna el sistema ; establece el liberalismo burgués. el terreno de la literatura (y del arte en general),
si una revolución es, como alguien lo anunciara, Espero que nada de esto llegue a pasar en mi país mental de participación en la vida social. Es impo­
sible, entonces, dejar de pensar que en el socia­ la presencia dominante de las mejores orientacio­
un cataclismo y sus sacudidas no son suficientes y estoy convencido de que nada semejante llegará nes no puede ser lograda al margen del debate
para remover los esquemas de conciencia y las a pasar en Cuba. El ejemplo de la Revolución lismo el escritor tiene la responsabilidad de
contribuir con el trabajo en la esfera que le es pro­ y la confrontación. La regimentación de la crea­
posturas convencionales de aquellos que reclaman Cultural China está presente y los esfuerzos que ción artística conduce al empobrecimiento de ésta
para sí la mayor suma de sensibilidad y lucidez, Cuba realiza por incorporar decisivamente al pue­ pia a la construcción del mundo nuevo— que es
un hecho económico, político, cultural y espiritual. y a relaciones críticas entre los intelectuales y las
entonces artistas y escritores serán piezas inútiles blo a la creación de la cultura, aportarán nuevas instituciones dirigentes.
en un proceso revolucionario. experiencias para América Latina. Pero ¿ qué quiere decir « contenido revolucionario
específico» de la obra literaria, o « reflejar de

CeDInCI
El tono burocrático de la encuesta, se espesa
hasta la repelencia en los interrogantes b y c.
La última pregunta me sorprende. Si se trata de
plantear el delito contrarrevolucionario « en el
terreno legal », me considero absolutamente inepto
CeDInCI
manera positiva la nueva realidad» ? Esta pre­
gunta no encuentra una respuesta unívoca. Hay
quienes, por ejemplo, identifican el socialismo
2) No es posible dar una repuesta abstracta, sin
tomar en cuenta los condicionamientos y las situa­
ciones particulares.
Las dimensiones de la libertad de crítica siempre
« ¿ Hasta dónde puede llegar la libertad de crí­ para ello. Una discusión semejante encontraría con determinadas versiones concretas del mismo,
tica ?» « Las instituciones existentes... » ¿ Qué y la causa socialista con tal o cual política o tendrán que ver con la modalidad de decisión de
cabida en una reunión de juristas, aunque tengo la victoria revolucionaria, con la composición del
quiere decir todo esto ? ¿ Debemos admitir, en buenas razones para pensar que los pueblos en grupo en el poder. En ellos hay una manera de
consecuencia, que toda sociedad socialista debe concebir el « reflejo positivo de la nueva realidad » campo revolucionario y el peso relativo que en él
revolución no estarían muy dispuestos a escuchar tengan sus distintos integrantes, con el carácter
perpetuarse en instituciones regimentadas, en apa­ las recomendaciones de estos expertos. De lo que y el « contenido revolucionario especifico» de
la creación literaria que se acerca sensiblemente y el grado de la resistencia de las fuerzas que
ratos de poder clasistas, más o menos rígidos, sí estamos bien enterados es de los « procedimien­
más o menos flexibles, que dosifiquen la ideología a la idea de incondicionalidad con lo existente. antes dominaron la sociedad, con la magnitud y
tos adecuados» que se utilizan para reprimir el la naturaleza de la incidencia de los factores inter­
oficial y en último término determinen con pre­ delito revolucionario en nuestros países. El proce­ Dondequiera que se tiene una visión acrítica del
cisión hasta dónde es posible la crítica, hasta socialismo y una concepción paternalista— autori­ nacionales.
dimiento es sumario y se emplea cotidianamente. Debe decirse, además, que esa libertad de crítica
dónde debe llegar la libertad de creación, como Por otra parte, es evidente que una revolución taria del partido revolucionario y el Estado, y de
si el modelo de escritor impuesto por la sociedad su relación con el pueblo, el papel del escritor es un hecho histórico, que no se da, ni puede darse,
encontrará siempre maneras eficaces de apartar si hablamos ya de un país determinado, en todo
burguesa constituyera una entidad inmodificable los obstáculos que, de una o otra forma, le difi­ difícilmente puede ser pensado sino como función
y la posibilidad del hombre nuevo, el surgimiento exaltadora de la realidad vigente. En tal contexto momento en igual medida.
culten avanzar. En términos generales, pienso que una cierta coer­
es posible a veces producir obras de calidad, pero
es imposible evitar la mediocridad y la chatura ción y ciertas limitaciones a los derechos de los
de las realizaciones por encargo. Es imposible, antiguos explotadores son seguramente inevitables
además, que el arte contribuya plenamente a for­ y necesarios en los marcos de una revolución
mar la nueva conciencia, la nueva moral, la nueva triunfante. Esta afirmación es perfectamente com­
actitud ante la vida. prensible si se considera que las clases poseedoras
Yo pienso, por mi parte, que bajo el socialismo no abandonan el poder tranquilamente, y que
no tiene por qué erigirse en modelo el escritor durante algún tiempo— pues el hecho revolucio­
triunfalista o el embellecedor subjetivo, o el pro­ nario no se realiza de una sola vez— conservan
motor de artificiales emociones que hagan olvidar posiciones utilizables en intentos restauradores.
las durezas de la vida. La nueva realidad es un Pero aquella necesidad dista mucho de ser perma­
tema fundamental para el escritor : lo es con su nente : por el contrario, el hecho que la origina
grandeza, su potencialidad, su acción liberadora ; tiende a disminuir en importancia en la medida
pero también con sus contradicciones, sus des­ en que progresa la construcción de la nueva socie-
14 15

reformas consecuentes que impliquen el afloja­


dad. Por otra parte, las medidas limitativas (que están consagrados en los textos legales y forman trabajadoras no habían sido preparados por el miento de los controles que ejerce sobre la vida
establecen el hasta dónde de la libertad de crí­ parte de las definiciones institucionales. Pero me capitalismo para asumir la gestión de la sociedad. social (en resumen : la corrección radical de los
tica) no son incondicionalmente justificables frente parece imposible afirmar que operan satisfacto­ En tales condiciones, resultaban de hecho inevita­ errores del período staliniano y la puesta en
a toda crítica, independientemente de su proce­ riamente. En no pocos de esos países prevalecen bles la formación de cierto aparato burocrático y corresponden cia de las relaciones sociales y
dencia, su naturaleza, su intención, e incluso su tales concepciones sobre la democracia socialista, una temporal postergación de la presencia dirigente políticas bajo el socialismo con la nueva realidad
alcance. la defensa de las conquistas del socialismo y las de las masas. Muy tempranamente, Lenin, llegó a del desarrollo alcanzado) le parecen otras tantas
Es absurdo desconocer la legitimidad y, muchas relaciones del Partido Comunista y el Estado con observar que los soviets, concebidos como Organos para la causa socialista.
amenazas
veces, la condición positiva de las críticas y de los las masas, que la participación de éstas en la de los trabajadores, se comportaban como Organos ¿ Cómo explicar que la clase obrera y las masas
movimientos sociales que se promueven en las gestión económica y política se encuentra sensible­ para los trabajadores. La delegación del poder—que trabajadoras en general no hayan actuado como
sociedades socialistas teniendo como blanco sus mente limitada, así como su libertad de crítica. implica una injusta relación entre el Partido y las sujeto social decisivo para impedir o limitar ia
errores o imperfecciones. En su tiempo, Lenin masas— había hecho su aparición ; pero entonces ocurrencia de este proceso ? Hay que comenzar
comprendió que si bien es históricamen te afirma- 3) Comparto la apreciación que ustedes hacen al alcanzaba un nivel no demasiado elevado. por recordar qué tipo de país realizó la primera
ble la identidad entre los intereses de las masas y' formular la pregunta. El fenómeno a que se En la época de Stalin, los caracteres de la política revolución socialista. Téngase presente, después,
los del Estado socialista, en la práctica pueden dar­ refieren existe, sí, y tiene una decisiva importancia V la organización económica y político sociales que que la guerra civil destruyó una parte preciosa de
se y se dan contradicciones entre unos y otros, por en la vida del campo socialista. Su presencia data fueron imprescindibles en un período determinado la vanguardia proletaria y que la construcción de
limitaciones o deformaciones de la estructura eco­ de mucho tiempo y no se circunscribe a la U.R.S.S., del desarrollo socialista sufrieron graves deforma­ la maquinaria estatal sacó de las filas activas de la
nómica o de la superestructu ra institucional. Fue sino que se extiende considerablem ente en el área ciones. se hicieron más agudos y se tornaron clase obrera a muchos de sus mejores cuadros, que
esto precisamente lo que afirmó cuando en el donde se ha establecido el nuevo orden social. Más permanentes. Más aún : la dialéctica misma de las pasaron precisamente a ser protagonistas de la
célebre debate sobre los sindicatos, señaló como que comprobar la existencia del hecho, importa deformacion es condujo— y ha habido al respecto burocratización inducida desde arriba. Comprén­
parte de la función de éstos la defensa de los tra­ investigar sus raíces y el por qué de su vitalidad : una abundante teorización, que ha dejado huellas dase, en fin, que para la gran mayoría del pueblo
bajadores incluso frente al Estado. Los hechos de su prolongada duración y de su capacidad muy profundas— a que tales caracteres fueran no se trataba ya de luchar para liquidar la
CeDInCI
muestran que realidades como esa continúan expansiva.
existiendo en nuestros días, a una escala muy El término stalinismo ha adquirido carta de natu­
considerable. ¿ No es eso— entre otras cosas— lo raleza y no carece completamen te de pertinencia ;
que indican, por ejemplo, los todavía recientes pero el establecimiento de una relación causal
CeDInCI
considerados como inherentes al socialismo, como

independientemente de los países y de las


históricas concretas.
etapas
explotación, sino de crear un mundo nuevo, preci­
una exigencia incondicional de su desarrollo, samente aquél por el cual trabajaba el aparato
dirigente del partido, aun con sus errores ; que
su per­ durante períodos decisivos de su historia, en los
acontecimien tos de Polonia ? Con ellos quedaron unilateral y absoluta entre la conducta de Stalin ¿ Por qué tales deformaciones ? ¿ Por qué cuales estuvo en juego el destino mismo del
en evidencia— una vez más, después de la grave y los grandes problemas originados en el mundo manencia ? Sería tonto atribuirlas a la acción socialismo, sus intereses estuvieron indisoluble-
prueba de Checoslovaquia— carencias fundamen­ socialista que durante mucho tiempo estuvieron malintencionada o a los defectos de tales o cuales samente ligados a la actuación de ese aparato
tales de actual socialismo en diversos países; y íntimamente asociados a él, sólo contribuye a personalidades. El enorme aparato dirigente que dirigente y de sus máximos exponentes ; que la
se reafirmó la idea, tan cierta como frecuentemente desviar y oscurecer el análisis. se creó inicialmente, en el contexto señalado, fue
orga­ postergación de su iniciativa y de su participación
ignorada, de que las limitaciones infundadas a la La realidad en cuestión se genera en un marco heredero de una política y de una estructura directa en la gestión del poder no obstaron para
democracia deterioran el orden socialista y son histórico y social determinado, que actúa como nizativa, que luego conservó y actualizó. Ese
que fueran resueltos muchos problemas fundamen­
fuente de profundas crisis en su interior. inevitable condicionante. En la Rusia Soviética aparato, que dirigió la inmensa tarea de la cons­
pueblo en tales.
En los tiempos presentes, en diversos países se inmediatamente posterior a la terminación de la trucción socialista, que condujo a su Que el fenómeno considerado no se haya circuns­
abren paso, entre las fuerzas socialistas, concep­ guerra civil, la reconstrucción y la creación de las empresas tan gigantescas como la guerra contra crito a las fronteras de la URSS, es bastante
ciones pluralistas acerca de la dirección de la lucha bases del socialismo exigían necesariamente una el nazismo y la edificación postbélica, se fue comprensible . Bajo la dirección de Stalin, en el
revolucionaria y de la construcción de la nueva economía altamente centralizada ; en otros planos, consolidando con el tiempo, a través de un proceso
entonces recién nacido campo socialista se creo
sociedad. Ello resulta de una realidad incontes­ la defensa y consolidación del nuevo poder contradictorio en el cual los conflictos principales un tipo tal de relaciones entre Jos Estados y los
table, según la cual corrientes distintas propugnan requerían una considerable centralizació n política tenían lugar en su propio seno. Producto de una
por partidos gobernantes que la extrapolación de la
una opción socialista y participan en el combate así como una presencia prominente del Partido política y autor de ella, y habiendo cumplido experiencia soviética— la positiva y la negativa, la
por establecerla. En tales condiciones, viejas tesis Comunista en todas las escalas del Aparato Estatal, medio de ella la misión histórica de establecer una
el que podía tener validez más allá de los limites
sobre la hegemonía, estrechas y esquemáticas, en las funciones de gobierno en todos los niveles, nueva sociedad, con el tiempo llegó a identificar nacionales y la que no— tenía que producirse. Por
deben ceder su lugar a un planteamiento teórico en las organizacion es sociales, en la vida cultural. mantenimiento de esa política y su propio mante­
socialismo. las vías de la imposición y de la copia, el camino
y a una política de convergencia. Pero ¿ qué También eran necesarias una cierta dosis de coer­ nimiento con los intereses esenciales del soviético fue erigido en modelo, y sólo mucho
credibilidad pueden tener uno y otra si no están ción y determinadas limitaciones a las libertades De esta manera, se ha hecho resistente a los
tiempo después se abrió paso el hecho de la diver­
articulados con una clara definición programática ciudadanas. Las expresadas necesidades tenían, por cambios y ha asumido una actitud conservadora sificación. Además, muchos de los países que
sobre la libertad de crítica y de debate, sobre una lo demás, como fuente objetiva el que la nueva frente a las exigencias de la renovación. No en el
del después de Rusia acometieron la empresa socialista
democracia socialista auténticamente vivida ? vida comenzaba a ser construida en un país atra­ sentido de defender la intangibilidad absoluta presentaban un contexto social y económico que
Se me pregunta si las instituciones existentes sado, donde las fuerzas productivas no proporcio­ status, pero sí en el de poner un freno a las espontáneam ente favorecía la adopción del modelo
ofrecen medios válidos para el ejercicio de la liber­ naban la más adecuada (a la luz de la teoría transformaciones y limitar su profundidad. La
sociedad, el estable­ importado : en ellos predominaba el atraso y las
tad de crítica. Hasta donde estoy informado puedo dogmáticamente pensada) base material para el amplia democratización de la económicas y sociales para el socia-
introducción de condiciones
decir que en la mayoría de los países tales medios socialismo, y donde amplios sectores de las clases cimiento de mayores libertades, la
16
A propósito del asesinato
de Jackson
Entrevista con Jean Genet

lism o no eran precisam ente las óptim as. hagan en las vanguardias) la experiencia conocida m u erte de George Jackson en una p resunta tenta­
E ducado en los ghettos de Chigago y Los Angeles,
En el presente, la diversidad de políticas y m odali­ no autoriza a a b strae r una tendencia fatal en esa George Jackson fue detenido en 1960, a la edad tiva de evasión en la que perecieron igualm ente
dades de construcción es un hecho ya generalizado dirección : la lucha consciente contra el desarrollo de diez y ocho años, m ien tras conducía un auto­ tres guardianes y dos detenidos blancos. La fam i­
—y básicam ente positivo, a mi juicio—en el cam po de ese germ en—que bien puede co n stitu ir una móvil robado por un cam arada en una estación lia de Jackson y los m ovim ientos revolucionarios
socialista. Ello no obstante, todavía subsiste la virtud de las vanguardias políticas y /o sociales— de gasolina. Mal aconsejado, engañado por la pro­ y an tiracistas de los E stados Unidos han denun­
realidad de los alineam ientos y de la exportación puede ser un factor clave en el m antenim iento del m esa de una condena leve, se declara culpable y ciado inm ediatam ente el hecho, acusando a las
de concepciones y prácticas desde tal o cual centro, rum bo cierto. Por eso tiene tan ta im portancia la autoridades de haber asesinado fríam ente a un
se ve condenado a la pena m áxim a, peculiar del
asociada no pocas veces—y lam entablem ente—a la idea gram sciana de que la vanguardia política debe estado de California : prisión perpetua, salvo deci­ hom bre cuyo prestigio e influencia tem ían.
prestación de solidaridad. Eso explica que todavía ser—en su vida interior, en su relación con las Libre ha entrevistado a Jean Genet, a u to r del pró­
sión co n traria de una com isión de liberación por
se produzcan situaciones que el socialism o de hoy m asas, en su concepto de hegem onía y en su « buena c o n d u c ta ». A trapado en una tram pa de logo a Los herm anos de Soledad y estrecha­
no tenía necesariam ente que sufrir. práctica correspondiente, etc.—una prefiguración m ente identificado con la lucha de los Black Pan­
la que no podrá salir jam ás, diez años de pro­
Pienso, sin em bargo, que no hay razón suficiente de la sociedad por la cual lucha. testa contra la injusticia racial le transform an en thers y el m ovim iento revolucionario negro en los
para a firm a r que lo que he caracterizado como Quienes en el m undo capitalista aspiren a ejercer un revolucionario : « una leyenda viva, que se ha E stados Unidos.
graves deform aciones originadas en el período de una función dirigente en la lucha revolucionaria propagado rápidam ente en todo el sistem a peni-
Stalin sea consustancial al socialism o. Un verda­ están obligados, al fo rm ular su planteam iento de L.—Las autoridades norteam ericanas han presen­
tenciario norteam ericano según palabras del co-
dero análisis m arxista de la cuestión (exam en alternativa, a sostener una visión crítica del tado diferentes versiones, a m enudo contradicto­
fundador de los Black Panthers, Huey Newton.
concreto de realidades concretas) perm ite ju s ta ­ socialism o existente, y a pre fig u ra r una sociedad rias, de lo sucedido en la cárcel de San Quentin
Las cartas desde la prisión, « Los herm anos de
m ente concluir que un m arco determ inado de que no copiará dogm áticam ente m odelos ajenos ni el 21 de agosto. ¿ Qué cree Vd. que ocurrió real­
Soledad », publicadas a fines de 1970 en los E stados
realidades históricas y sociales actuó como un repetirá erro res de ayer, superables por el socia­ m ente ?
Unidos y traducidas después en varios países, tr a ­
facto r decisivo en la generación de ciertos lism o que nazca en nuestros días. zan el itinerario m oral -y la tom a de conciencia J.G.— No me corresponde a m í responder, sino m ás
fenóm enos. E stos no tienen p o r qué producirse 4) Existen, creo, sobre todo en los países donde hay bien p lan tear una serie de preguntas a las au to ri­
política de George Jackson, convirtiéndole de golpe

CeDInCI
inevitablem ente hoy, en un contexto diferente, y
m ás aún cuando el socialism o constituye, incluso
donde no es poder, una fuerza form idable y en
expansión, que penetra en áreas sociales cada vez
un sistem a ju rídico y una institucionalidad socia­
lista sólidam ente establecidos.
Mas yo pienso que con eso no basta. La justicia,
en un sentido riguroso, depende en buena m edida
negros norteam ericanos. CeDInCI
en portavoz y profeta de la generación joven de

En enero de 1970, el m ism o día que un ju rad o com ­


puesto de blancos absuelve a un guardián de la
dades norteam ericanas : ¿ por qué los abogados
ni la fam ilia de Jackson pudieron ver el cuerpo
sino al cabo de nueve días ? ; ¿ por qué la tropa
acordonó la cárcel de San Q uentin du ran te seis
m ás diversas y num erosas. Y si en térm inos de concepciones teórico-políticas sobre el socia­ d ía s ; ¿ c ó m o fué posible intro d u cir en la cárcel
prisión de San Quentin, en Soledad, del asesinato
generales, el hecho de que las revoluciones necesi­ lismo, sus contradicciones, sus relaciones internas, un revólver de 9 mm teniendo en cuenta que todos
de tres prisioneros negros, las autoridades de la
ten vanguardias dirigentes lleva en sí el germ en de su defensa, sus instituciones, etc. que no e stán re­ prisión descubren el cadáver de un carcelero, eje­ los visitantes y abogados son registrados cuidado­
deform aciones paternalistas, a u to ritarias, b u ro crá­ cogidas en textos legales. Tam bién en ese terreno sam ente ? ; ¿ por qué la policía dio diferentes ver­
cutado verosím ilm ente en represalia. George Jack­
ticas (p o r la vía de la delegación que las m asas lo decisivo es la renovación del socialism o. siones del hecho antes de atrib u irlo a un m otín
son y otros dos m ilitantes revolucionarios negros,
John C lutchette y Fleeta Drumgo, son acusados en el que habían participado 28 presos negros ? ;
del crim en sin prueba alguna y, m ientras Angela ¿ cóm o pudieron los presos degollar a tres guar­
Davis, ex-profesora de filosofía en la U niversidad de dias arm ados y entrenados no a ser degollados
California en los Angeles, excluida por su aperte­ sino a m ata r ?; ¿ por qué, si 28 presos negros
nencia al partido com unista, tom a la defensa de tom aron p arte en el m otín, fue precisam ente Jack­
los « herm anos de Soledad », el herm ano m enor de son quien recibió un balazo en el cráneo ? ; ¿ por
Jackson, Jonathan, indignado p o r la injusticia del qué Jackson, que tenía la posibilidad de probar su
sistem a racista norteam ericano, se presenta a r­ inocencia ante el tribunal, desperdició la ocasión
m ado en el tribunal californiano de San Rafael que se le ofrecía ? ; ¿ cómo es posible que un revo­
d urante el proceso de otros prisioneros negros e lucionario consciente como Jackson pusiera en
intenta liberarlos, llevándose al juez de rehén. La peligro la vida de sus dos co-acusados y rehusara
policía se lo impide, y el juez, Jonathan Jackson la trib u n a política de un p ro c e s o ? ; ¿ có m o es
y dos de los presos son acribillados a balazos. Con posible que el guardián que notó algo sospechoso
el pretexto que las arm as utilizadas por Jonathan en el peinado de Jackson confundiera un revólver
fueron com pradas por Angela Davis, la joven pro­ de 9 m m con un lápiz ? ; ¿ por qué los mass-m edia
fesora negra es acusada de rapto y asesinato y, norteam ericanos, tan ávidos de sensacionalism o y
detenida meses m ás tarde por el F.B.I., aguarda habitualm ente tan quisquillosos, han m ostrado tan
en la prisión de San Diego un proceso que ha con­ poco interés en señalar inverosim ilitudes y c o n tra­
m ovido a la opinión m undial. dicciones de la policía ? Leyendo alguna de ellas,
El 21 de agosto de 1971, días antes del proceso de uno tiene la im presión de re co rre r el guión de una
los tres « herm anos de Soledad », las autoridades m ala película de la serie B : m ujeres m isteriosas
penitenciarias de San Quentin, anunciaron la que se desvanecen sin d e ja r huella, planos de fuga
18 19

años y, más tarde, cuando se representó en los nismo viril) ¿ Cree usted que esta acusación podría
olvidados en un pantalón, un empleado de tinto­ calidad de las cartas. Algunos reseñadores han
rería astuto que descubre la mano de Jackson en hablado, incluso, de un « verdadero acontecimiento U S A. Me dijo que la primera vez le chocó : la extenderse a los Panthers ?
el plano olvidado del pantalón e informa a la poli­ en el campo de las letras ». imagen que yo daba del problema era demasiado J.G.— Honestamente, no. Si algunos movimientos
cía... En las películas de James Bond, las situa­ J.G.— Aunque no poseo suficientemente el inglés brutal ; pero los hechos y su propia experiencia negros siguen tratando a las mujeres como seres
ciones son mucho más reales. y debo fiarme de la traducción, no me cabe la posterior le convencieron de que tenía razón. de segunda clase, ello no sucede con los Panthers.
menor duda de que se trata de uno de los libros Tal vez había algo de eso en el grupo de Cleaver,
L.— Según usted, la eliminación de Jackson, ¿ res­ L.— Durante mucho tiempo fue conocido usted tan pero en los últimos tiempos todos los vestigios del
más importantes de los últimos años. La mejor sólo como un autor escandaloso : el apologista del
pondía a un plan preciso ? literatura norteamericana la escriben hoy los ne­ liderazgo clásico han sido eliminados. La evolu­
robo, la traición, la homosexualidad. El extenso ción de Jackson, a lo largo de sus cartas, es suma­
J.G.—Sin la menor duda. Los racistas estadouni­ gros y los blancos marginados, víctimas del sis­ libro que le consagró Sartre fue traducido con
tema. Piensa en las cartas de Jackson, la autobio­ mente significativa. Las mujeres participan activa­
denses se querían desembarazar de una presencia éxito en los Estados Unidos. ¿ Lo habían leído los mente en el movimiento y educan a los niños en
que les resultaba cada día más molesta, como eli­ grafía de Malcom X, el « Festín desnudo» de
Borroughs... Panthers ? los ideales revolucionarios de los Panthers— en
minaron antes a Malcom X y Luther King en el lugar de confiar su educación a sus enemigos mor­
J.G.— Todos estaban al corriente de mi vida, y
momento en que se radicalizaron. Se sabe que un L.— En 1970 dio usted una serie de conferencias tales, los racistas norteamericanos, con su panoplia
puedo afirmar que jamás tropecé con el menor
guardián de la prisión de San Quentin, telefoneó en los Estados Unidos para recolectar fondos para de dioses blancos, vírgenes blancas, santos blancos,
asomo de un reproche moral. Al contrario, mi
a una personalidad del partido demócrata, jactán­ los Black Panthers. ¿ Por qué y cómo decidió usted principios blancos... Una de las características más
biografía me acercaba a ellos en la medida en que
dose de la muerte de Jackson. Este era el primer militar por ellos ? positivas de los Panthers es la ausencia de líderes
yo también fui un paria marginado por la socie­
negro que había denunciado desde dentro el mons­ carismáticos, esa plaga que echa a perder tantos
dad. Un hombre de la calidad de Jackson escribía
truoso sistema penitenciario norteamericano, con­ J.G.— Hace dos años, uno de los representantes de
los Panthers en Europa, me preguntó si podía desde la cárcel que lamentaba no haber mentido, movimientos revolucionarios.
citando contra él, el odio de los racistas. Basta con
hacer algo para impedir el traslado de Bobby Seale robado o estafado por la obediencia implícita que L.— ¿ Qué pensadores han influido en su ideología ?
hojear las cartas de Los hermanos de Soledad
ello significaba a los cánones morales occidentales.

CeDInCI CeDInCI
para comprender Jas razones que determinaron su de San Francisco a New Haven, en donde debía J.G.— Malcom X, Frantz Fanón, WiMiam Du Bois,
eliminación. El propio Jackson era plenamente ser juzgado por un crimen que no cometió y del David MiHiard tenía en su cartera un ejemplar del
libro de Sartre y a menudo discutía conmigo, en Frederic Douglas... Gracias a ellos han podido com­
consciente de la precariedad de su situación : sabía que luego fue absuelto. El sistema represivo de prender el desarraigo y pérdida de identidad de
Estados Unidos obliga a los Panthers a pagar fian­ broma, acerca de él. A mi vuelta a Francia me
que diariamente corría el riesgo de ser asesinado la nación negra americana, el hecho que el Esta­
y en una de sus cartas decía bromeando que era zas enormes para obtener la libertad provisional pidió incluso un artículo sobre homosexualidad y
revolución, para el periódico de los Panthers. Y blishment les hubiese cortado sus raíces, impuesto
« el muerto más recalcitrante del universo». El de sus miembros, cuando caen en la cárcel. Desde su lengua y sus nombres y apellidos y unas formas
menor error o paso en falso podía llevarle al otro el comienzo yo simpatizaba con el movimiento y ello no era sólo por influencia mía. Antes de cono­
cerme, Huey Newton había preconizado la alianza de vida alienadoras encaminadas a asegurar la
mundo casi sin darse cuenta. Pero había aceptado decidí ir a los U.S.A. Como las autoridades me supremacía blanca, occidental y cristiana... Tam­
la idea de sacrificarse por la causa de la revolu­ negaron el visado, entré sin permiso, por el Ca­ de los Panthers con los diferentes grupos oprimi­
dos por la sociedad americana, entre ellos los bién leen a Marx, Lenin, Ho Chi Mihn, Che Gue­
ción de su pueblo, y la única posibilidad que recha­ nadá, en las mismas barbas de un policía tan vara, Giap. Los países con quienes mayor afinidad
zaba era la de morir como un esclavo. gordo como inepto. Una vez dentro, di una serie homosexuales del Gay Liberation Front. Los Pan­
thers se han sacado de encima ese puritanismo política sienten son el Vietnam y los regímenes
L.— ¿ Cómo entró usted en contacto con Jackson ? de conferencias en las universidades para colectar progresistas africanos y árabes. Por ejemplo, sus
Según creemos, las cartas no habían sido divulga­ fondos para los Panthers. Mientras estaba en Cali­ cargante, de esencia cristiana, que los países socia­
listas han copiado de la burguesía. relaciones con los palestinos son muy intensas. Al
das cuando usted escribió la introducción... fornia, conocí a Angela Da vis : fue ella quien tra­ comienzo también les atraía mucho Cuba, pero
J.G.— A primeros de 1970, durante mi estancia en dujo mi intervención en la Universidad de Los L.— El comportamiento humano de los Panthers ahora no, a causa de la influencia soviética.
California, la abogado de Jackson Fay Stender me Angeles. Estos meses en que conviví con los Pan­ difería, según usted, de los grupos políticos radi­
habló de un militante revolucionario negro encar­ thers, comí y viajé con ellos, me convencieron de cales de los países europeos. ¿ Podría usted expli­ L.— ¿ Cuál es el objetivo fundamental de los Pan­
celado en San Quentin, que había escrito una serie que se trataba de un movimiento revolucionario carnos de qué manera ? thers ?
de cartas a la familia, abogados y amigos, aptas de una calidad excepcional. Lo que más admiro J.G.— Ante todo, luchan contra el racismo blanco
para ser editadas en forma de libro. Me dijo que, en ellos es su valor en afrontar la supremacía de J.G.—Las diferencias son enormes. Existe entre norteamericano al tiempo que crean su propia
con un prólogo mío, sería más fácil encontrar un los racistas blancos, aun a costa de su vida ; su los Panthers una espontaneidad, una libertad mo­ cultura, una cultura libre de todo vestigio de escla­
editor. Acepté inmediatamente sin conocer su con­ voluntad de crear una nueva cultura negra a partir ral e intelectual, un sentido del humor que jamás vísimo y « tío tomismo ». Y como ello no es posi­
tenido, por la sola razón que se trataba de un libro del ghetto y no de las universidades (ni siquiera he encontrado en Europa. Yo creo que ello se ble bajo el gobierno de los Nixon, Reagan y Hoo-
escrito por un hombre preso : también yo, hasta de las universidades negras); su odio implacable debe a que han barrido todos los residuos de cris­ ver, se proponen transformar el país, con la ayuda
pasados los treinta años, pasé la mayor parte de a la « civilización cristiano occidental »— un odio tianismo que siguen infectando los grupos revo­ de los demás movimientos radicales, en una socie­
mi vida en prisiones y reformatorios... Sólo des­ que, desde luego, yo comparto. lucionarios europeos. Si el F.B.I. no me hubiera dad socialista multiracial.
pués, al leer las páginas dactilografiadas, com­ L.—¿ Conocían los Panthers su obra teatral Los citado a comparecer por entrada ilegal en los L.— A comienzos de 1971 pasó usted varios meses
prendí el gran valor revolucionario y literario del U.S.A., con objeto de expulsarme del país, todavía en Jordania con las guerrillas de Al Fataj y escri­
libro. Negros 2 ¿ Cuál era su opinión sobre ella ? estaría con ellos. bió luego algunos artículos sobre ellas. ¿ Existe
J.G.— Algunos, desde luego, la habían leído. Angela en su opinión vinculo o parecido entre los dos
L.— La crítica estadounidense, incluso en las publi­ L.— Los movimientos feministas americanos acu­
Davis, por ejemplo, me dijo que la leyó dos veces. san a los hombres de male chauvinism {chauvi­ movimientos 2
caciones del Establishment, ha subrayado la gran Una, cuando tenía sólo diez y seis o diez y siete
20
Carlos Fuentes
La Disyuntiva Mexicana

J.G.— Los Panthers y Al F ataj representan a dos na­ mundo. M ilite donde m ilite, me encuentro siem pre
ciones expoliadas, despojadas p or el im perialism o Los sucesos de 1968 significaron para M éxico una de las con trarreform as introducidas por el presi­
frente a arm as norteam ericanas, m ercenarios nor­ dente Alemán a p a rtir de 1946 ; ellos no han sido
de su propia identidad. En los m iem bros de uno crisis de crecim iento, de transform ación y de con­
team ericanos, argum entos im perialistas y racistas testigos de una nación acosada por las am enazas
y otro grupo he hallado la m ism a generosidad, el ciencia sólo com parable a las que los manuales
norteam ericanos. Mi odio a la sociedad yanqui es de intervención norteam ericana para proteger las
m ism o espíritu de sacrificio, la m ism a ausencia de de historia y los m onum entos públicos consagran
tal que, si vom itara, creo que vom itaría las estre­ inversiones extranjeras y de las cam pañas de la
egocentrism o. La diferencia está en que m ientras com o etapas definitivas de nuestra existencia na­
llas de su bandera. prensa internacional contra un M éxico sentado
unos se baten en las m ontañas, con un arm am ento cional : Independencia, R eform a y Revolución.
sem ipesado y tienen libertad de m ovim iento en L.— ¿ Cree usted que hay una contradicción entre Todo lo que nuestro país es, concurrió, tácita o por el secretario de Estado K ellog en el ban­
las zonas que controlan, los Panthers actúan en la el G enet de la leyenda sartriana, el del autor tea­ expresam ente, a que el m ovim iento de 1968 fuese quillo de los acusados ; todo lo con trario : asis­
yungla de las ciudades, hostigados siem pre p or la tral y el militante político de hoy ? lo que fue. El m alestar esquizoide de un país tieron a la penetración gigantesca del capital nor­
policía racista estadounidense. E llo explica la ten­ social y culturalm ente divido en dos, en el que el team ericano en M éxico, a la am igable asociación
J.G.— A prim era vista puede parecer así, pero si y la absorción y dom inio p or los capitales norte­
sión a la que se hallan som etidos, una m ayor cris- mundo industrial y urbano explota con m últiples
reflexiono creo que hay una continuidad latente a am ericanos de los capitales locales ; ellos no cono­
pación nerviosa. form as de colonialism o interno al mundo cam ­
lo largo de mi vida. Mi infancia en un orfelinato cieron las luchas políticas que, aún durante los
pesino e indígena. El m alestar económ ico de un
L.— En lugar de militar por los Panthers y los pa­ del Estado y en los reform atorios para delincuen­ regím enes de hom bres tan « fuertes » com o Obre-
país donde, sesenta años después de una revolu­
lestinos, ¿ por qué no milita usted en el seno de tes jóvenes me predestinaba quizá a com prender ción librada en nom bre de la ju sticia social, ésta eón. Calles y Cárdenas, se desarrollaron con liber­
los m ovim ientos gauchistes o en el partido com u­ el problem a de los pueblos desarraigados com o el yace sepultada bajo las exigencias de un desarro- tad de prensa y sin m enoscabo del valo r civil
nista francés ? palestino y el pueblo negro de Estados Unidos. representado por hom bres com o Luis Cabrera y
llism o que concentra la riqueza en manos de una
Tam poco es una casualidad si escribí hace doce o m inoría. E l m alestar social de una colectividad Aurelio M anrique ; todo lo contrario : conocieron
J .G — Por una razón m uy simple. Porque ningún
trece años dos obras com o Los Negros y Los biom ­ una prensa que para ellos es inseparable del adje­
partido o grupo me lo ha pedido. Tal vez la im a­ dividida en clases con intereses opuestos pero en
bos en donde planteaba la necesidad de una lucha tivo « vendida » y un proceso de corrupción gene­
gen del ladrón y hom osexual les lleva a tomar la que éstos no pueden m anifestarse, pues en
revolucionaria de los negros y los argelinos. En ralizada, de silencio cóm plice y de conciencias
sus distancias respecto a un hom bre com o yo. M éxico oficialm ente, no hay lucha, antagonism os o

CeDInCI
Com o d ije antes, ni con los Panthers ni los pales­
tinos ello ha sido un problem a. Quizás han reco­
nocido en mí a un damné de la ierre y ello ha
reforzado, al contrario, nuestros lazos de solida­
cierto modo, mi m ilitancia actual se inscribe en la
lógica de las cosas.
L.— Después de la m uerte brutal de Jackson, ¿ qué
CeDInCI
diversidades, sino « unidad nacional » en torno a
los poderes de la R evolución Institucional. E l m a­
lestar político, en fin y sobre todo, de un país
m ayoritariam ente privado de cauces para la acción
com pradas a bajo p r e c io ; ellos no supieron de
los enfrentam ientos arm ados entre facciones que
luchaban a m orir pero abiertam ente, sino de la
supresión violenta, callada y sin explicaciones de
se propone usted hacer 2
ridad. Por otra parte, puedo d ecir que m e siento y la expresión públicas. los opositores obreros y cam pesinos. Ellos sólo
J.G.— Hay que luchar ante todo para que Angela conocieron todos los engaños y toda la m edio­
mucho más próxim o de Jackson m uerto que de Es natural y explicable que los jóvenes protagoni­
Davis y los dos co-acusados de Jackson no corran cridad de las últim as tres décadas. E llos sólo cono­
un francés muerto. Nunca me he sentido patriota zaran la revuelta de 1968, en nom bre propio y en
la m ism a suerte que éste. Angela, como Newton, cieron el desarrollo económ ico sin libertad polí­
francés. Francia es para mí un país com o los de­ nom bre de la colectividad. En un país con uno de
com o Seale y otros, corre un peligro gravísim o y tica y sin justicia social.
más. El patriotism o no es más que chovinism o y, los increm entos dem ográficos más altos del mundo
es preciso m ovilizar a la opinión pública para im­ Y si la form a política de M éxico es la pirám ide
a fin de cuentas, racism o. Y yo me siento mucho — 3,5 % anual— los m enores de treinta años consti­
pedir un nuevo crimen. En lo que concierne a del Partido R evolucionario Institucional, con el
más cerca de los palestinos o de los Panthers que tuyen hoy la m itad de una población de cincuenta
Jackson, estoy seguro de que su m uerte contri­ presidente de la R epública en la cim a y los sec­
de los franceses. Cuando escribo en francés, tro­ m illones de habitantes ; esto significa que veinti­
buirá al advenim iento de centenares, de miles de tores burocrático, obrero y cam pesino en esca­
piezo con la misma dificultad con que tropezaba cinco millones de m exicanos nacieron después de
nuevos Jackson, determ inados a luchar y m orir lones descendientes haoia la base, y la form a
Jackson al em plear la lengua inglesa : servirse p or la causa del pueblo negro. 1940, fecha en la que term ina el proceso dinám ico
de un idioma, unas palabras, una sintaxis que son de la revolución m exicana ; significa que veinti­ económ ica otra pirám ide vecina con la oligarquía
del enemigo. Desde que com encé a escrib ir he L.— ¿ Cóm o ve usted el futuro del movimiento revo­ cinco millones de m exicanos han sido testigos, no de industriales, com erciantes, banqueros y lati­
escrito siem pre contra mi propio país. Si pudiera, lucionario negro norteamericano ? de la gesta arm ada, no de las grandes reivindica­ fundistas en la cúspide y la m asa cam pesina en la
desp ojaría a los franceses de todo aquello de ciones y transform aciones ocurridas entre el signo base, la form a social y cultural del país es un río,
J.G.— Pese a la represión im placable de los racis­ un flujo que corroe a las pirám ides, em bate contra
que se enorgullecen : Juana de Arco, Descartes. de Em iliano Zapata y el de Lázaro Cárdenas, y
tas, los Panthers han logrado ya victorias enormes. que se basaron en la doble expectativa de una ellas e intenta con vertir la piedra en agua. E l río
Luis X IV , etc. Me gustaría p ro bar que Juana de
Por de pronto, los jóvenes negros de Estados Uni­ contra la pirámide. El agua contra Ja piedra. Los
Arco fue inglesa, D escartes alem án, etc. Por lo dem ocracia activa y una ju sticia social com o guías
dos se sienten orgullosos de ser negros y se impo­ del desarrollo económ ico, sino de una podítica de jóvenes son, si no el cauce de esa corriente, sí la
dem ás, ya sea con los Panthers, en Palestina o en
Francia, el enemigo con quien tropiezo es siem pre nen a los blancos com o tales. Se acabó la época sim ple desarrollo cuantitativo sin verdadero pro­ cresta de sus olas. La condición fugaz de la juven ­
el mismo. en que em pleaban cosm éticos y se desrizaban el greso político o social. La justificación original de tud les aboca a la im paciencia y al d in a m ism o ; la
pelo. Ahora lo dejan suelto, provocadoram ente, la « unidad nacional » y a no e s válida para los condición privilegiada de estudiantes les perm ite
L.— ¿ E l imperialismo ? com o esas m aravillosas infantas que pintaba Ve- pensar y actu a r con intención totalizante, supe­
jóvenes ; ellos no han sido testigos de una nación
J.G.— Sí, y concretam ente, el im perialism o norte­ lázquez, únicam ente para hacerse ver, para mos­ acosada por la reacción interna de los porfiristas rando el dualism o estéril de su clase m edia de
trar que existen y son diferentes. Cuando un pue­ origen para conjugarlo y conectarlo todo : amor,
am ericano. Los E stados Unidos son hoy directa­ expropiados y de los « cristeros » que desorejaban
blo tom a conciencia de su identidad y afirm a sus m aestros rurales ; todo lo con trario : asistieron al cultura, política, econom ía, sociedad. V en lo que
m ente responsables de cuanto ocurre hoy en el
propios valores, no puede ser vencido jam ás. paulatino abandono de los principios agraristas no quieren ; quieren do que no ven. Conocen todos
y a la integración de nuevos latifundios al am paro los engaños del sistem a m exicano ; rechazan sus
22
23

mediatizaciones, las concesiones que exige, las disfraza una voraz movilidad mercantilista. La jera, comprando a periodistas eternamente compra­
¿ Y podía responder con inteligencia y generosidad bles y sobornando a « filósofos » cuya verdadera
humillaciones que impone a cambio de las even­ cámara de diputados se caracterizó hasta la náu­ un sistema adormecido por treinta años de auto-
tuales recompensas de tarjetas de crédito, « cue­ sea por su servilismo : queden los nombres de vocación es ser tapetes donde los poderosos se lim­
elogio, monolitismo, monólogo consigo mismo y pien los pies, acosando y privando de medios de
ros », champañiza, week-ends en Acapulco, casa dos solones de pacotilla escritos con letras de lodo remachados mitos de auto-engaño : unidad nacio­
en las Lomas y Mustang en el garage. en los anales, tan abundantes, de la cortesanía vida a abogados defensores de la clase obrera; y
nal, equilibrio político, milagro económico ? A los asesinando, asesinando en una noche de brumas y
Es natural y explicable que estos jóvenes lucharan política mexicana : Luis Farías y Octavio Her­ oios de este sistema, despertado de su dulce sueño
en la calle. ¿ A dónde más podían acudir para nández, marionetas con las que el gobierno pre­ ráfagas a niños de las secundarias, a muchachas,
como un Rip Van Winkle por la acción estudiantil, a hermanos, a novios, a jóvenes mexicanos que se
hacerse escuchar ? ¿ Había cámaras legislativas tendió dar un cariz leguleyo primero a la violación los jóvenes sólo podían ser alborotadores sin con­
donde auténticos representantes de los sectores de la autonomía universitaria y luego a una repre­ atrevían a levantar la cabeza ; asesinando no sólo
ciencia o agitadores con sueldo. ¿ Quienes mas todos los derechos constitucionales de manifesta­
sociales diesen voz a las inquietudes de sus repre­ sión sólo comparable a la de otro Díaz, Porfirio, podrían atreverse a dudar de la bondad y per­
sentados ? ¿ Había periódicos que, en vez de pro­ en Cananea y Río Blanco. La Confederación de ción y expresión, sino el máximo derecho a la
fección de un estado de cosas consagrado por la vida al ser; y asesinando con el engaño, copando,
clamar cotidianamente la existencia de un « mila­ Trabajadores de México, a través de su senil capa­ más pertinaz de las autocongratulaciones ?
gro económico mexicano», articulasen la crítica taz, Fidel Velázquez, amenazó con lanzar brigadas desde las sombras, cerrando las puertas de todos
La conjunción de ese presidente y ese sistema solo los refugios cercanos, civiles y eclesiásticos; y
de los ciudadanos ? ¿ Había partidos políticos de de choque contra el estudiantado. Y de principio podía tener una respuesta : la represión, la mas
oposición capaces de encauzar la suma de males­ amenazando a los deudos de los jóvenes con mas
a fin, del bazukazo contra la puerta de la Prepa­ masiva, cruel y despiadada, represión física, moral, de un muerto en la familia si chistaban; y apli­
tares que hemos indicado ? ¿ Podían existir esos ratoria el 30 de julio a la matanza del 2 de octubre cultural, económica, política, humana, porque se
partidos, si el poder público los condenaba de cando toques eléctricos en los sexos de las mucha­
en la plaza de las Tres Culturas, el gobierno no desató contra las vidas de niños, jóvenes, mujeres chas y pasando navajas sobre los miembros de
hecho a dos destinos : la mediatización con subsi­ tuvo respuestas políticas para un problema polí­ v hasta simples espectadores de los acontecimien­
dios y curules, o la represión con mordaza y cár­ los muchachos en los separos de la policía; y
tico. No podía tenerlas ; primero, por ia natura­ tos : porque cuando no mató, humilló ; porque sus fingiendo fusilamientos con cartuchos de salva a
cel ? Le bastaba a un joven mexicano, en 1968, leza personal de! presidente ; segundo, por la natu­ blancos fueron no sólo la vida y la dignidad de
haber nacido en 1948, para saber que no tenia, raleza objetiva del sistema. los jóvenes capturados y conducidos al paredón
millares de jóvenes que por vez primera afirmaban
CeDInCI
en cuanto ciudadano, a dónde acudir sino a la
calle. Y un obrero, ¿ podía acudir a los sindicatos
blancos, a una C.T.M. de líderes más interesados
en participar en los grandes negocios de los patro­
Surgido de los bajos fondos del cacicazgo ávilaca-
machista en Puebla, acostumbrado a ascender
cubriendo los crímenes de sangre y dinero de la
CeDInCI
su ser humano, sino contra toda muestra de inde­
pendencia y de inteligencia en nuestro país ; por­
que sus víctimas no sólo fueron los muchachos
con los ojos vendados esa madrugada, la madru­
gada del segundo Tlatelolco, allí mismo donde
Pedro de Alvarado y sus huestes, ayer y hoy, « acu­
chillan, alancean a la gente y le dan tajos, con las
plutocracia poblana, aprovechando las infinitas asesinados, sino la propia legalidad que, hipócri­ espadas los hieren; a otros les desgarran la ca­
nes que en defender los derechos de los agremia­ posibilidades de lacayismo que ofrece la política tamente, invocaba el presidente desde la tribuna
dos ? Y un campesino, ¿ podía acudir a una C.N.C. versallesca y confidencial creada por el P.R.I., esco­ beza ; hechos grietas, desgarrados quedaron los
del congreso mientras toda su política concreta la
o a un Departemento Agrario ciegos y sordos para gido para la presidencia por discutibles méritos negaba : violando la autonomía del recinto uni­ cuerpos ».
todo lo que no sea la protección de los nuevos « No se alarmen; piensen que treinta muertitos
de servicial amistad hacia su predecesor López versitario ; cateando casas, controlando llamadas en México son como un muertito en Francia»,
latifundios que acaparan el 75 % de las tierras y Mateos, casi por un capricho de éste, sin auténtica telefónicas, revisando bibliotecas privadas, orde­
el 64 % del capital agrícola ? consulta con la ciudadanía en general o con los declaró esa noche un portavoz del gobierno de
nando arrestos ilegales de estudiantes e intelec­ México a los corresponsales extranjeros reunidos
Los estudiantes decidieron ganar la calle, una calle miembros del P.R.I. en particular, merced a un tuales, acarreando burócratas a manifestaciones
que jamás pisan lós dueños del poder en México, para reseñar, puesto que « todo es posible en la
simple dictado por el que el rey en turno premia prefabricadas, amenazando y cesando a oficinistas paz », la otra cara de la guerra florida, la Olim­
pero a la que envían, en su representación, a la al más atento de sus cortesanos, el que arrima que no se plegaran a la sumisión borreguil, desa­
policía, al cuerpo de granaderos, al ejército y a las sillas y finge entusiasmo por el box y las carre­ piada de México. Pero más de treinta cadáveres
tando campañas de calumnias y terrorismo contra yacían esa noche en las morgues improvisadas de
los grupos de choque paramilitares. Los jóvenes ras de automóviles, y embriagado, una vez en el escritores independientes, infiltrando provocadores
salieron a la calle para manifestar un hecho polí­ hospitales, cuarteles y campamentos. ¿ Cien, dos­
poder, por las posibilidades del lujo y la riqueza en el movimiento estudiantil, espiando y delatando cientos ? La aritmética de la muerte no es lo
tico ; el más urgente, el más candente, el más claro y el capricho sin sanción y la venganza impune las actividades de todo ciudadano capaz de opinar
y justificable. Salieron a decir que se oponían a mismo que el álgebra del crimen : bastaba uno,
contra todos los años de mediocridad, humillación, sobre los acontecimientos, disfrazando de estu­ un muerto, un joven mexicano asesinado por el
los vicios del sistema imperante en México; que lambisconería, humilde casita de un piso en la diantes a grupos de choque para destruir vitrinas
querían participar, en la creación de un país delito de pensar, aspirar, reír, luchar, criticar,
villa de Guadalupe y dietas de chilaquiles y tacos y luego culpar a los universitarios y politécnicos, vivir. Un médico amigo mío calculó que había
m ejor; y que carecían de medios democráticos de nenepile : menos culpable es el hombre que así quebrantando todas las disposiciones vigentes
para hacerse escuchar. quinientos cadáveres en la morgue donde fue a
cumplió sus ambiciones, menos el clima político sobre la detención preventiva y el procedimiento buscar a su hijo. Al encontrar su cuerpo perfo­
que lo auspició, que todos nosotros, los ciudada­ y el lumpenproletariado de la ciudad, ametrallando rado por las balas disparadas por la mano tendida
nos que lo toleramos. Gustavo Díaz Ordás no penal, montando un aparato de represión y provo­ de Díaz Ordás, pidió permiso para llevárselo y
La represión. podía responder ni con generosidad ni con com­ cación con elementos reclutados entre el hampa
prensión ni con inteligencia al desafío de una instituciones de cultura como El Colegio de darle sepultura.
México, autorizando dispendios para adquirir tan­ « De aquí no sale un solo cadáver » le contestó el
juventud que ponía en entredicho el estado de oficial encargado del lugar; y añadió : « Mañana
El sistema, inmediatamente, se encargó de darles cosas que permitió que 'llegara a la presidencia de ques, armas y disfraces para las fuerzas « antimo­
la razón. Los medios de información se entrega­ muy tempranito serán incinerados todos. No va a
la República un hombre apenas capaz de ejercer tines » debidamente revisadas en parada por el haber un montón de cortejos fúnebres en los pan­
ron a su tarea favorita : la propalación de la men­ la presidencia municipal de San Andrés Chalchi- entonces alcalde Corona dol Rosal como si el país
tira y la protección de un inmovilismo político que comula. se preparase para resistir a una invasión extran­ teones. »
24 25

« La sangre... cual si fuera agua c o r r ía ; com o agua p ertar de una m odorra p rocurada m ediante gran­
Chávez, fue atacado y vejado p o r pandilleros a ficam ente, derechos cívicos consagrados por la
que se ha encharcado, y el hedor de la sangre se des con tratos y negocios a sus je fe s e intervenir
sueldo de funcionarios públicos interesados en C onstitución. El gobierno no encontraba resquicio
alzaba al aire, y de las entrañas que parecían en la vida política a fin de p reservar por la tuerza
ap artar a la U niversidad de sus tareas educativas, para acu sar legalm ente a la com unidad universi­
arrastrarse. » Sangre y zapatos regados en la plaza lo que la autoridad civil no podía conseguir con
m orales, críticas y libertarias para con vertirla en taria. Fue el propio gobierno, entonces, el que
de T latelolco ; cadáveres al pie de las pirám ides ineficaces actos políticos ; sexto, dem ostró que
una fábrica de p rofesionistas dóciles e inconcien­ acudió a la provocación, a la represión y a las
aztecas de T latelolco ; cadáveres am ontonados ante M éxico no estaba exento del peligro de un gonlato
tes, inocuos servidores del sistem a. Se trataba de m ás ruines m aniobras p olíticas ; invadió con
la puerta de la iglesia que no se abrió porque el com o los que se han im puesto en B rasil y Argen­
un m étodo de elim inación caro al presidente, un tanques la Ciudad U niversitaria y trató de llevar tina y que la burguesía m exicana, cuyo único inte­
A rzobispo de M éxico atendió la orden oficial : que m étodo propio del caciquism o provinciano : ten­ a la hoguera al rector B arros Sierra, lanzándole
no se dé refugio a las víctim as. Por lo menos, rés es hacer buenos negocios, no se opondría a
der tram pas, presionar, hum illar a quienes, como desde la cám ara de diputados a los oradores más
cuando A lvarado m ató a los cantantes y a los la dictadura m ilitar si en ella viese una protección
el alcalde U ruchurtu, sum aban excesivos poderes serviles, a los tinterillos envueltos en togas hara­
danzantes en la fiesta de T óxcatl, m uchos pudie­ superior a la del sistem a continuista del P.R.L
personales, o, com o el presidente del P.R.I. Ma- pientas,’ a los locutores de radio que del elogio de
ron refugiarse en los tem plos. E sta vez no ; y el Y en séptim o, aunque prim ordial, lugar, 1968 sig­
drazo, intentaban una m ínim a dem ocratización un detergente pretendieron p asar al vituperio de
A rzobispo fue recom pensado, en una de tantas nificó un enorm e despertar de las fuerzas cívicas
del pesado y m onolítico aparato político del estado. un rector. Acusando a la Universidad de « agita­
ocasiones que regresó de Roma, con una m anifes­ de M éxico. E sto fue notorio en todos los sectores
P ero en el rector B arros S ierra encontró el pre­ ción », era el gobierno el que verdaderam ente se
tación pública en el Zócalo, violando las disposi­ de nuestra vida. Ante todo, en la U niversidad. La
sidente D ías Ordás la horm a de su zapato. Desde entregaba a una agitación con todos los medios
ciones legales que rigen el culto externo en M éxico. gestión dem ocrática de B arrios Sierra rindió m úl­
el principio de su gestión, el nuevo rector pro­ a su alcance : P.R.I., C.T.M., senadores, diputados,
R ascacielos perforados p or las balas del ejército ; grupos de choque, medios de inform ación, « pla­ tiples frutos. La Junta de G obierno se negó a acep­
pició un clim a de diálogo y libertad, de confianza tar la renuncia del rector ; apoyado por m aestros
y las fieras uniform adas entraron a los apartam en­ y razón, de autocrítica y de relación responsable taformas de p ro fesio n a les», incluso oficinistas
tos de T latelolco y allí se ensañaron, persiguieron, y alum nos. B arros S ierra pudo salvar a la Uni­
entre las autoridades universitarias y el estudian­ acarreados al zócalo y que im itando el balido de
arrestaron, m ataron. No hubo refugio alguno con­ los borregos, se rebelaron con tra su situación. versidad, preservar sus valores y sus fines y refor­
tado. Para B arros Sierra, la U niversidad era el zarla contra el ataque que hubiese querido conver­
tra el crim en. La orden, im placable, vindicativa,

CeDInCI CeDInCI
proyecto p iloto de nuestro futuro : el m icrocosm os B arros S ierra presentó su renuncia con palabras
volvía a ser : « Mátalos en caliente. » Y luego, al tirla en guarida de gangsters y m anada de borregos.
de una convivencia m exicana libre de cohecho, que no deben ser olvidadas : « E stoy siendo objeto
día siguiente, « Los em pleados/M unicipales lavan de toda una campaña de ataques personales, de El esfuerzo le costó la vida ; en el m om ento de
presión, violencia y m entira, un centro de debate escrib ir estas líneas, pocos días después de la
la sangre/en la plaza de los Sacrificios », escribió razonado, de honestidad en todos los órdenes, de calumnias, de injurias y de difamación. E s bien
O ctavio Paz. m uerte de Javier B arros Sierra, sólo puedo decir
legalidad estricta, no su jeta a caprichos perso­ cierto que hasta hoy proceden de gentes menores,
Clam an los poetas de a yer y de hoy ; lloran, sin que fue unos de los verdaderos grandes hom bres
nales. Los valores de la com unidad universitaria, sin autoridad m oral; pero en M éxico todos sabe­
poder hacer nada, los padres, las m adres, los her­ del M éxico contem poráneo y que nuestra deuda
de esta m anera, contrastaban radicalm ente con los mos a qué dictados obedecen. » ¿C uál era el c ri­
m anos, las novias. Qué im porta. El asesino dijo hacia él es tan im p agable com o la existencia
vicios de la com unidad nacional. Al estallar el m en de Javier B arros S ierra ? El de creer que
que llegaría hasta donde tuviera que lle g a r ; llegó. m ism a que le debemos, pero tan pagable com o el
conflicto estudiantil de 1968, B arros S ierra pudo « los problem as de los jóvenes sólo pueden resol­
El asesino se retira a una m ansión que le costó esfuerzo y la vigilancia que en su nom bre e je r­
com prender la justicia hum ana y p olítica del m ovi­ verse por la vía de la educación, jamás por la
al país m ás de cuarenta m illones de pesos, con zam os para defender y acrecen tar los derechos
m iento de los jóvenes sin d eform ar o alen tar inde­ fuerza, la violencia o la corrupción ».
aparatos filtradores de aire contra el smog (¿ y el Díaz Ordás pensaba exactam ente lo contrario, y dem ocráticos en México.
bidam ente una acción autónom a y propia de los
vaho de la sangre derram ada ? ¿ y el hum o de los estudiantes, pero tam bién sin condonar los exce­ lo dem ostró. La represión oficial fue una victoria
disparos ? ¿ y la niebla de los gases lacrim óge­ sos naturales de una acción naciente, que signi­ p írrica : gracias al terror, pudieron celebrarse
nos ?), con sala de cine privada, con bañera de oro ficaba la crítica original de un sistem a desacos­ unos juegos olím picos dispendiosos y el gobierno
puro y m uros de m árm ol sin vetas, com o espejos. pareció convertirse, de nuevo, en dueño de la situa­
El país despierta.
tum brado al desacato, sino encauzándola, dentro
Para adm irarse m ejor. « Todo es posible en la de sus atrib utos de rector, p or vías pacíficas y ción. Pero al m ism o tiempo, el sistem a se arruinó
paz. » a sí m ism o : prim ero, dem ostró que carecía de Pero si B arros Sierra y la U niversidad fueron el
legales. L a violencia fue siem pre obra del aparato
respuestas políticas a un problem a p o lític o ; se­ ejem plo más claro de una decisión de afirm ar los
represivo : la policía, los granaderos, el ejército,
gundo, dem ostró la fragilidad de las justificaciones valores de un M éxico renovado y de resistir las
los ham pones disfrazados de estudiantes p o r el
de su poder : la paz social y el equilibrio político, presiones de todos los vicios de un M éxico caduco,
gobierno para com eter desm anes y fom en tar el
Javier Barros Sierra. recelo y la im popularidad entre la población. Los instantáneam ente rotos p o r un m ovim iento juvenil las pruebas de que en nuestro país m últiples fuer­
que expresaba todo lo no dicho p or sectores m ás zas sociales, políticas y cultu rales habían hecho
estudiantes m archaron y m anifestaron siem pre en
Los acontecim ientos de 1968 descubrieron lo peor vastos de la población ; tercero, dem ostró que la su aparición fueron tan im portantes com o la
p erfecto orden y en núm ero hasta de quinientos mil,
y lo m ejor de México. La sucia sábana de indife­ estabilidad, lejos de sostenerse p or sus propios lección central que ofrecieron : el aparato político
encabezados una vez por B arros S ierra entre las
rencia, despolitización y chistes que nos cubría m éritos, requería el apoyo eficaz de las fuerzas m exicano, creado por G alles en 1929 para p rocurar
bocas de las am etralladoras y otra vez, en silencio,
a todos fue rasgada ; salim os al aire. De un lado, represivas ; cuarto, dem ostró que, lejos de cons­ la unidad nacional ante la reacción interna y la
con esparadrapos sobre los labios, p ara significar,
la m ediocridad y la vesania de un presidente y tituir un caso excepcional y aislado de estabilidad presión internacional, som eter las am biciones de
con hum or crítico su condición de ciudadanos am or­
su corte de diputados, m inistros, generales y regen­ en la Am érica Latina convulsa, M éxico estaba las facciones m ilitares y je rarq u izar las demandas
dazados. Sólo se defendieron al ser atacados. Fue
tes. Del otro, un rector y un estudiantado. Javier abierto a todas las luchas y contradicciones de cam pesinas y obreras, supeditándolas a la m eta
este orden, expresión de una profunda conciencia
B arros S ierra heredó la rectoría de la U niversidad nuestros herm anos ; quinto, dem ostró que el e jér­ del desarrollo económ ico, había degenerado en una
cívica, lo que más alarm ó e irritó al gobierno : el
cuando su predecesor, el ilu stre doctor Ignacio cito m exicano, en un m om ento dado, podía des­ estática m aquinaria bu rocrática y electoral, pre-
recto r y los estudiantes estaban ejerciendo, pací­
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servadora de los intereses creados e incapaz de creación y crítica. A los nom bres que antes cité,
dar cabida al pensam iento o a la acción de los La ruptura m ás clara y digna de la inteligencia tidos de civil y distinguidos por un guante blanco
deben añadirse los que en los sesentas afirm aron con el poder represivo la protagonizó Octavio Paz entre los m anifestantes, hizo que un helicóptero
m exicanos de 1968. Se consum ó el divorcio entre su capacidad creadora : G ustavo Sáinz, S alvador al renunciar al cargo de em bajad or de M éxico en sobrevolara la plaza para dar la señal del inicio
la form a y la m ateria, entre el esquem a y la vida, Elizondo, Juan Manuel Torres, H éctor M anjarrez, la India a raíz de la m atanza de Tlatelolco. La del fuego indiscrim inado, engañó a los jóvenes, a
entre la inercia y la dinám ica de nuestra realidad Ulises Carrión, Gerardo de la Torre, Jorge Aguilar naturaleza de la represión contra quienes se atre­ sus líderes y a sus propios colaboradores. Com etió
política y social. E l m ovim iento de 1968 significó Mora, R icardo G aribay, Jorge Ibargüengoitia, Ma­
tam bién un asalto juvenil contra las seculares for­ vían a soldar inteligencia y acción la com probaron el crim en m ás terrible de la historia m oderna de
nuel Echeverría y Parm énides G arcía Saldaña en en carne viva, al ser privados de la libertad, José M éxico, porque no sólo m ató los cuerpos de los
talezas del paternalism o, de la divinización del la n arrativa ; Elena Poniatowska, M aría Luisa
presidente, de la abyección seudoreligiosa ante Revueltas, H eberto C astillo, Eli de G ortari y los jóvenes, sino que quiso m atar su espíritu. Con­
Mendoza y Carlos M onsiváis en un periodism o jóvenes dirigentes estudiantiles : Luis Tom ás Cer­ virtió en ocaso el am anecer de una generación de
el jefe. Fue, en el caso del encuentro y colabora­ superior, crónica del tiempo pero tam bién ejer­
ción entre estudiantes y cam pesinos en la pobla­ vantes Cabeza de Vaca, Luis G onzález de Alba, jóvenes mexicanos. La alegría, la confianza, la
cicio de la im aginación ; Jorge Fons, Luis Alcoriza, Gilberto G uevara Niebla. La m elancólica función afirm ación, la aspiración, la radiante presencia de
ción de Topilejo, una dem ostración de la posibi­ Sergio Olhovich, Salom ón Laiter, Alberto Isaac, de coros operísticos de un poder ensañado en los cuerpos y las palabras reales, se convirtieron
lidad de colm ar el abism o entre los dos M éxicos José Bolaños, Arturo Ripstein, Felipe Cazal, Gon­ contra de la independencia intelectual la cum ­ esa noche del 2 de octubre en desesperación, llanto,
y establecer form as positivas de cooperación social zalo M artínez, José E strad a y Alfonso A rau en el plieron La Traviata (Salvador Novo, soprano) y resentim iento, ira, desaliento, fuga, miedo. El
y política para alcanzar objetivos concretos : la c i n e ; José Carlos B ecerra, G erardo Deniz y Rigoletto (M artín Luis Guzm án, bajo), para no poeta León Felipe, pensando en España, había
acción com binada de estudiantes y ciudadanos Eduardo Lizalde en la poesía ; Vicente Leñero en hablar de los mohinos periodistas, los filósofos soñado con ganar la luz. M illares de jóvenes m exi­
de la localidad obligó a una em presa de tran sp or­ el teatro y José C astillo en la dirección e sc é n ic a ; con clasificación zoológica de urangután y m enta­ canos habían llenado de lum inosidad esta nuestra
tes responsable de un accidente a pagar las indem ­ Nieto, Coen, Friedeberg, Toledo y Helen Escobedo
nizaciones que antes se había negado a propor­ lidad de chim pancé, los colum nistas que a la triste m eseta de sangre y sacrificios, de conquis­
en las artes plásticas ; así com o la continuada y im portancia de llam arse E rnesto añadían la triste tas y explotaciones, de esclavitudes y miedos, de
cionar y a cam biar las unidades de transporte ; las brillante actividad de Fernando B en ítez en la vocación de tesar, que com o su nom bre lo indica, saqueos e invasiones, de voces apagadas y rostros
propias autoridades aceptaron la exigencia de literatu ra social, de José Luis Cuevas en el arte,

CeDInCI CeDInCI
quiere decir echar atrás los bueyes uncidos : auto­ em bozados y rum or de pies descalzos, la meseta
reparar el cam ino a Topilejo. Insisto en este hecho de G astón G arcía Cantó, Francisco M artínez de
im portantísim o : la izquierda dem ocrática sólo res de móndrigos, delatores, sim ples com parsas hollada por tantas botas m ilitares y ruedas de
la Vega, José Alvarado y Daniel Cosío Villegas en de una sangrienta versión de La hija del regi­ cañón y cruces penitenciales y bailes de polkas y
puede tener éxito en M éxico si se propone obje­ el periodism o político, de M arco Antonio M ontes miento. herraduras de caballería yanqui y francesa : Díaz
tivos m odestos pero concretos y continuados y de Oca y Tom ás Segovia en la poesía, de Ramón Ordás, en Tlatelolco, quiso devolver a toda una
que entrañen un acercam iento de los grupos demo­ X irau y Luis V illoro en el ensayo, de José Em ilio juventud a la fatalidad, a la tristeza, al vicio y a
cráticos de las ciudades— estudiantes, profesores, Pacheco en la novela, la crítica y la poesía, de
intelectuales, profesionistas— al mundo explotado las fragm entaciones de nuestra historia. De hecho,
Octavio Paz en la poesía y el ensayo. La herencia de Díaz Ordás. quiso dem ostrar que cualquier aspiración, cual­
e indefenso del cam po y de las barriadas. Un m ar­ O bras tan disím bolas com o Farabeuf de Elizondo quier rebeldía contra el sistem a, cualquier ejer­
xism o mal digerido nos mantiene, con dem asiada y Gazapo de Sainz, la películo Tú, yo, nosotros El país estaba d e s p ie rto ; el sistem a, arruinado. cicio legal y pacífico de los derechos cívicos, reci­
frecuencia, aprisionados en los esquem as abstrac­ del trío de directores M artínez-Torres-Fons , el
tos o en la sim ple y apática exp ectativa de la Para enfrentarse a esta situación, Díaz Ordáz acu­ biría una respuesta inapelable : la muerte.
H om enaje a Quevedo de Cuevas, los Días de guar­ dió a una doble táctica. El cloroform o tradicional La segunda táctica de Díaz Ordás, a fin de salvar
catástrofe venidera, fatal y espontánea. dar de M onsiváis y los poem as de E l tigre en la ya no servía ; im pulsado por un odio ciego a la al sistem a, y de no verse obligado a entregar el
El m ovim iento de 1968 también significó una salu­ casa de Lizalde dieron fe, a un tiempo, de la diver­
dable división de la clase intelectual del país. A inteligencia, a la independencia y a la juventud, poder al ejército sino de m antener la continuidad
sidad im aginativa de sus autores y de la pluralidad el presidente se valió del crim en y el terror : la del P.R.I., consistió en integrar grupos de choque
p a rtir de 1920, m uchísim os intelectuales m exi­ cultu ral de nuestro país ; fueron, sin proponér­ noche de Tlatelolco tuvo lugar el m ism o día en param ilitares que cum pliesen, dependiendo direc­
canos prestaron sus servicios a un estado revolu­ selo a veces y a veces intencionadam ente, cargos que el rector B arros S ierra había logrado que las tam ente de las autoridades, las funciones repre­
cionario y renovador : José Vasconcelos, N arciso vitales en contra del m onolitism o retórico del po­
Bassols, A lfonso Reyes, Enrique González M artínez, com isiones estudiantiles establecieran un diálogo sivas. Contó para ello con la colaboración del
der. M ayoritariam ente, estos intelectuales apoyaron con los representantes del gobierno, Jorge de la alcalde de la ciudad, Corona del Rosal, del presi­
Genaro Estrada, Jaim e Torres Bodet. A m edida al m ovim iento de 1968 com o ciudadanos, porque
que las contradicciones entre las palabras revo­ Vega Dom ínguez y Andrés Caso ; los jóvenes habían dente del P.R.I., M artínez D om ínguez y del procu­
en él vieron la prom esa de un país m ás li b r e ; acudido a la plaza de las Tres C ulturas con ánimo rador de Justicia, Sánchez V argas, quien conde­
lucionarias y las acciones conservadoras se ahon­ com o creadores, adem ás, defendían a la cultura pacífico y con la decisión de m an ifestar su apoyo naba a penas de prisión hasta de treinta años y
daron, nuevas generaciones de intelectuales racio­ contra la am enaza de un fascism o oficial que,
nalizaron su colaboración con el poder, explicando a los representantes del estudiantado. H abría diá­ por todos los delitos im aginables a los estudiantes
inevitablem ente, trataría de so fo car la crítica y logo, sí, pero con una juventud libre y fuerte que pero se m ostraba ciego, sordo y mudo ante la
que podían hacer más desde adentro que desde uniform izar el pensam iento. Com o artistas, sabían
afu era y que, si abandonaban sus puestos, podrían se m anifestaba unida, no con pupilos y borregos. integración de los cuerpos de represión extrale­
que el lenguaje es una renovada fundación del El presidente mandó cercar la plaza con tanques, gales. En Italia se llam aron arditi y jasci di com ­
ocuparlos funcionarios derechistas. Al m ism o ser, una radiación constante de la conciencia, una apostó tiradores en las azoteas de los edificios, batim ento ; camisas amarillas en la R usia zarista ;
tiempo, com o he explicado en páginas anteriores, exploración de las posibilidades hum anas concre­
se elaboraba entre los más jóvenes una cultura envió al batallón Olim pia a ocuparse desde antes cam elots du roi en la Francia de entrambasgue-
tas y p or ello un proyecto de lo desconocido : la de la m anifestación varios pisos del edificio Chi­ rras ; cuerpo» libres, Brigada Erckhardt y final­
crítica en que las falsas disyuntivas de un socio- represión negaba esto, concebía el lenguaje como
logism o prim ario entre arte p uro y arte com pro­ huahua, para fingir un Itiroteo entre facciones m ente camisas pardas en la Alem ania prenazi. En
petrificación, m onólogo y obediencia ; com o sum i­ estudiantiles y hacer creer en una « autoagresión M éxico se llam aron porras, halcones, boinas rojas
metido, se disolvían en la unidad inseparable de sión, retórica y coro adula torio. ju v e n il», dispersó provocadores y policías ves­ de N etzaxhualcóyotl : pandillas reclutadas entre
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los jóvenes desocupados de las barriadas, lumpens, de alivio y un postum o y renovado hom enaje a la había liquidado el m axim ato callista. Avila Cam a­ una dirección pública de grandeza com parable a
m uchachos con antecedentes penales, pistoleros bandera m aderista de la no-reelección : alivio nega­ cho escogió a M iguel Alemán, hom bre de confianza la que Cárdenas, le dio al país. La parad oja es
profesionales, la escoria de una ciudad rodeada por tivo, pues Díaz Ordás abandonaba la presidencia ; pero con fuerte personalidad propia ; hubo am i­ que las nuevas fuerzas sociales nacidas gracias a
terribles cinturones de m iseria y habitada p or mi­ cualquiera que fuese su sucesor, no podía ser peor gable continuidad de intereses, pero el presidente la original política de la revolución m exicana—
llares de jóvenes iletrados, sin horizontes, fáciles y, por sim ple com paración, saldría ganando. era sólo M iguel Alemán. Alemán estuvo a punto educación, salubridad, reform a agraria, industria­
presas de la corrupción, de la prom esa de acción y Pero E cheverría, com o Cárdenas, no se lim itó a de escuchar a las sirenas de la reelección, tem ió lización, nacionalización de recursos básicos— care­
violencia, de la recom pensa del resentim iento me­ cum plir las form alidades de una cam paña electo­ una repetición del asesinato de La B om billa y pre­ cen, dentro del sistem a p olítico creado por la
diante un ilusorio acercam iento a los prem ios de ral ganada de antem ano. Su gira electoral en 1960- tendió continuarse de fació a través de Fernando propia revolución m exicana, de recursos reales
una sociedad cuyos m odelos de éxito aparecen 1970 tuvo dos etapas distintivas. En la prim era, Casas Alemán ; una rebelión dentro del sistem a, para la expresión pública o la lucha económica.
cotidianam ente en las páginas a colores de fiestas, efectuada en el centro y al norte de M éxico, es encabezada p or Ramón Beteta, quien pronosticó Una es la form a inerte del sistem a p olítico ; otra,
am ores, vacaciones y m o d a s ; toma una am etra­ obvio que este funcionario aislado durante seis un estallido nacional si se repetía el caso de la m ateria viva de la realidad social. La oposición
lladora, chavo, y puede que un día tenga esa vieja años en la secretaria de gobernación en tró en con­ don Ignacio Bonilla (alias Flor de T é) llevó a la entre una y o tra es la que origina la disyuntiva :
y ese carrazo. Los Olvidados de Buñuel convertidos tacto con una realidad de carencias m últiples, de presidencia a Ruiz Cortines, candidato negociado ¿ dem ocracia o represión ? Los acontecim ientos de
en la G uardia de H ierro de Codreanu. m iseria generalizada, de tem or a los poderes nacio­ quien rápidam ente cortó am arras con el alema- 1968 dem ostraron que M éxico había llegado al
La disyuntiva era clara. M ientras el gobierno nales y locales coludidos con los explotadores nism o y afirm ó su propio poder con la severa punto en que m antener incam biado el sistem a de
saliente de D íaz O rdás abocaba al país a una privados, de crueles aplazam ientos y aspiraciones fuerza de un dedo índice levantado y rígido. Ruiz los pasados treinta años requería el uso oficial
política de fuerza, represión, y fascism o nativo, sin cauce. Echeverría pasó por encim a de la espesa Cortines, viejo zorro, no se hizo ilusiones sobre de la fuerza. Desplom ado el consenso, se acudía
el país mismo, objetivam ente, revelaba una mul­ fila de aduladores, oradores y caciques para pre­ la continuidad de su poder, seleccionó a López a las bayonetas.
titud de fuerzas nuevas que sólo podrían encon­ guntar y para oir : las dolencias se dejaron escu­ M ateos y se retiró a ju g ar dom inó en el café de E cheverría pudo haber escogido, sin m ás, el ca­
trar salida en una dem ocracia m exicana. ¿ Repre­ char con voces titubeantes, tem erosas, desacostum ­ la parroquia de Veracruz. López M ateos, hom bre m ino seguido p or su predecesor. Conservadora­

CeDInCI CeDInCI
sión o dem ocratización ? Esta era la disyuntiva bradas a que se les prestara atención. En el clim a sim pático pero superficial y vanidoso, pasó por mente, pudo calcular que la inercia de tres décadas
nacional a la cual debía enfrentarse el sucesor de de autoelogio y terrorism o creado p or Díaz Ordás, alto a candidatos com o B arros S ierra y escogió y el apoyo de la oligarquía nacional e internacional,
Díaz Ordás, Luis Echeverría Alvarez. resultaba intolerable escuchar ese cúm ulo de que­ al más servicial de sus em pleados, D íaz Ordás, más el control del aparato político, m ás el uso
jas. E ch everría em pezaba a salirse del ju e g o ; quien no tardó en traicionar a su p rotector y a de la fuerza, m antendrían incólum e el sistema.
em pezaba a dem ostrar cuál sería su opción ante la la fam ilia de su protector. A su vez, finalmente, ¿ Pero a qué costo ? Seguram ente, al precio de la
disyuntiva de dem ocratizar o reprim ir. En la Uni­ Díaz Ordás ofreció la presidencia a su secretario sangre derram ada, del aplazam iento de toda re­
La sucesión presidencial versidad de M orelia, debió acep tar las críticas de gobernación y hom bre de confianza, Luis Eche­ form a capaz de iniciar la solución de los graves
severas del estudiantado y un hom en aje a los verría. ¿ En qué medida, por otra parte, el sucesor problem as pendientes— increm ento dem ográfico,
Echeverría era un hom bre form ado por el sistem a caídos en Tlatelolco. E cheverría había ido dema­ captura el poder, aprovechando su puesto en el in justa repartición de la riqueza, desem pleo, subu­
y dentro del sistem a. Com o Alemán, Ruiz Cortines, siado lejos, dem asiado pronto. Díaz Ordás y su gabinete para establecer ligas con las fuerzas eco­ tilización industrial, ham bre en el cam po, m iseria
López M ateos y Díaz Ordás. Pero tam bién com o secretario de la Defensa, el general G arcía B arra­ nóm icas, políticas, eclesiásticas, y ganarle la ca­ en los cinturones urbanos— pues el m antenim iento
Cárdenas, elegido de dedo por el entonces Jefe gán, se encolerizaron y seguram ente llam aron al rrera a sus colegas ? Seguram ente, en la medida del orden heredado requeriría el apoyo político y
m áxim o de la revolución, Calles, y en apariencia orden a E cheverría. La segunda etapa de la gira, de su capacidad para hacerlo secretam ente, sin económ ico de las fuerzas incapaces de afro n tar
destinado, com o sus antecesores O rtiz Rubio y hacia el sur, tuvo otro cariz : silencio, defensa del ofender la autoridad del presidente en turno : esos problem as o interesadas en m antenerlos irre­
Abelardo Rodríguez, a cum plir las ordenes del orden establecido, veladas amenazas. secreto, sorpresa, m aniobra « debajo del agua » : sueltos.
poder detrás del trono : « Aquí vive el p resid en te; Dados los poderes que suma el E jecu tiv o en política mexicana. V olveré sobre estos problem as para tratarlos con
pero el que manda ahí enfrente. (1)» Com o sus M éxico, resulta increíble que, casi invariablem ente, Si invoco estas historias borgianas (me refiero a más detalle. Ahora im porta decir que Echeverría
antecesores inm ediatos, Ech everría ascendió en la el presidente en turno escoja para sucederlo al Alejandro, C ésar y Lucrecia B., no a Jorge Luis B.) optó, calificadam ente, por el cam ino de la dem o­
jerarqu ía oficial con la boca bien cerrada. Sin m iem bro del gabinete que considera m ás leal hacia no es para deprim irm e o deprim ir al lector, sino cratización. En los prim eros siete meses de su
em bargo desde que su candidatura fue anunciada su persona, im aginando que en el heredero tendrá para in dicar hasta qué grado se integran en nues­ gobierno, se creó un nuevo clim a en el país. Poco
de acuerdo con las consabidas reglas del juego un pelele, una vestal o un can cerbero de pasadas tro país los poderes objetivos y las idiosincracias a poco, los presos políticos de 1968 fueron libera­
príista y apoyada por la m area de representantes hazañas. M octezum a jam ás abandonaba su pala­ personales de la presidencia de la República. Este dos, gracias al desistim iento de la acción penal
de las « fuerzas vivas » que se abren paso a coda­ cio ; y aunque los Tlatoanis recientes carezcan de personalism o ensom brece nuestra vida ciudadana por parte del m ism o procu rador que antes los
zos para o frecer su colaboración incondicional al albinos y pavorreales, viven igualm ente aislados y nos conduce a la inerte expectativa sexenal de había condenado, Sánchez Vargas, m antenido en
futuro presidente, fue perceptible un sentim iento y am urallados p o r los aduladores. E l ejem plo car- que a un presidente « malo » suceda, con fortuna, su puesto com o herencia del régim en anterior. El
denista del con tacto vivo con la población de un presidente « bueno » y a que, después de treinta presidente, en vez de recluirse en las residencias
M éxico no fue seguido por sus sucesores. Cada años de m ediocridad— un genera] bonachón y nepo- oficiales, visitó sem analm ente regiones apartadas
(1) El caso del presidente Em ilio Portes G il merecería capítulo aparte. y olvidadas, conoció los problem as, escuchó las
presidente trató de pasarle el m anto a un hom bre tista, un licenciado ratero, un viejito lángara, un
Este astuto político ramaulipeco, el Mikoyan mexicano, aceptó la pre­
misa del Maximato sólo para encontrarle diarias excepciones y asumir de su confianza. Cárdenas invocó razones objetivas, sim pático corredor de coches y un lam entable quejas, ofreció soluciones. Constantem ente, hizo
múltiples iniciativas constructivas, entre ellas la concesión del estatuto de orden interno e internacional, para escoger a asesino— se repita la grandeza de un Cárdenas. llam ados a la crítica ciudadana, atacó la base
autónomo de la Universidad, el impulso a la reforma agraria y la Avila C am acho y, además, respetó su investidura, Sin em bargo, la encrucijada en que M éxico se patern alista de nuestra secular enajenación polí­
liquidación del conflicto « chistera ».
actitud congruente y natural en el hom bre que encuentra exije, dentro de nuevas circunstancias, tica, pasó del autoelogio a la a u tocrítica oficiales.
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ocasiones, la m arc h a fue in te rru m p id a p o r jefes


reveló el tam año de los fracasos en diversos sec­ o a ca p ara d o r de cosechas es inseparable de la Cría halcones... de la policía, que solicitaron a los m anifestantes
tores de la industrialización, la educación y la condición de m iem bro del P.R.I., y culm inando al un perm iso .m unicipal p a ra re c o rre r las calles,
planificación nacionales, com batió el burocratism o, nivel nacional donde los grupos m ás fuertes de El prim ero de esos factores debió indicarnos a com o si un derecho constitucional pudiese supe­
dio resolución a viejas quejas y reclam aciones banqueros, in dustriales y com erciantes, sin a ta ­ todos cuál era el cam ino a seguir : la organización d ita rse a reglam entos secundarios. E ntonces, in­
cam pesinas de tie rras y bosques, y se enfrentó, re arse dem asiado, colocan a su gente en las creciente de las fuerzas dem ocráticas del país, tem pestivam ente los estu d ian tes fueron atacados
así fuese de palabra, a los re p re se n tan te s m ás g u b e rn atu ras y legislaturas de los estados. El P.R.I. dispersas, a m enudo desalentadas pero al cabo p o r los H alcones ; avanzando en form ación y al
reaccionarios de la iniciativa privada, que en regí­ se pliega a los poderes de jacto y Ies otorga los constantes. El conflicto de M onterrey y su solución ritm o de tro p a s de asalto, a rm a d o s con bastones
m enes a n te rio re s h abían conquistado una facultad poderes de jure. De esta m anera llegó a la guber- positiva d em o strab an que, por p rim e ra vez desde de karate, pistolas y fusiles, algunos a pie y otros
extralegal de consulta antes de que el Ejecutivo n a tu ra del E stado Nuevo León don E d u ard o Eli- C árdenas, se daba la conjunción de la acción ciu­ en autom óviles y guayines, los H alcones golpearon,
enviase una iniciativa al congreso. Pero, sobre zondo, hom bre de confianza de los grandes em pre­ dadana y el respeto presidencial a la legalidad. disp araro n , a ta ca ro n a re p re se n tan te s de la prensa
todo, E cheverría levantó el velo del tem o r arro ja d o sarios de la entidad. La legislatura local reflejaba, El 10 de junio, Jueves de Corpus, varios miles de nacional y e x tra n je ra , asesinaron a m ás de trein ta
por Díaz O rdás sobre el cuerpo de México. Muchos sólo que a un grado inferior de autonom ía aunque estudiantes m anifestaron en las calles de la ciudad e stu d ia n tes e hirieron a m uchísim os m ás. La poli­
m exicanos se sintieron libres p a ra criticar, para m ayor de docilidad, esta situación. El gobernador de México en solidaridad con los estu d ian tes de cía no intervino, lim itándose a d isp a ra r gases
expresarse, p a ra organizarse sin m iedo a la rep re­ envió al congreso una nueva ley orgánica p a ra la M onterrey. Puede discutirse la o p o rtu n id a d de lacrim ógenos de vez en cuando. Sin em bargo,
sión. universidad, derogando de hecho la autonom ía e esta m anifestación, toda vez que el conflicto estaba m uchos radio-aficionados pudieron o ír las órde­
Sin em bargo, E cheverría no cum plió una condición im poniendo, en su lugar, un e sta tu to corporativo, resuelto favorablem ente. Pero puede explicarse el nes de la policía p a ra co m b in ar sus m ovim ientos
básica p a ra que la política de dem ocratización de corte fascistoide, que su stra ía la dirección uni­ ánim o de los estu d ian tes : decapitados, hum illados con los de los H alcones en las ondas de sus apa­
triunfase sin obstáculos : no desm ontó el a p ara to v ersitaria de m anos de los m aestros y estudiantes y abatidos en 1968, querían, nuevam ente, afirm ar ra to s y g ra b arlas ; los H alcones llegaron al lugar
represivo creado en 1968. De él se valieron rá p id a ­ y la en treg ab a a un consejo m ay o ritariam en te su existencia ; querían poner a prueba la procla­ de los hechos en típicos cam iones grises de lim pia
m ente los poderes afectados p o r la m ínim a a p er­ integrado p o r elem entos ajenos a la casa de e s tu - ' m ada política de dem ocratización de E cheverría. la m unicipalidad ; pudieron a tra v e s a r sin o b stá­

CeDInCI
tu ra auspiciada p o r E cheverría p a ra tenderle, el 10
de ju n io de 1971, una gravísim a tram p a. B astaron
los actos y las palabras señalados p a ra sem b rar, en
m uchos grupos políticos y económ icos de la dere­
dios, aunque representativos de los intereses poli- j
ticos y económ icos de la ecuación P.R.I. oligarquía :
com erciantes, industriales, sindicatos blancos, m e­
dios de inform ación al servicio de estos intereses.
CeDInCI
Pero las fuerzas de derecha tam bién qu erían som e­
ter a E cheverría a prueba. E sas fuerzas existían
d entro y fuera del gobierno : a fu era e stab an los
grupos p lutocráticos de M onterrey, fru stra d o s en
culos las filas de los granaderos y de los tanques
an tim o tin es p a ra ag red ir a los m a n ife s ta n te s ;
pudieron, sin tem er la intervención policíaca,
m ata r, re p a rtir garrotazos y aún p erseg u ir a los
cha m exicana, serias dudas e in quietudes acerca El ataque sufrido por la U niversidad nacional en su inten to de som eter a la U niversidad de Nuevo e stu d ia n tes refugiados en el hospital R ubén Leñero.
de su continuada prepotencia y serias inquietudes 1968 se repetía, a escala m enor pero significativa. León ; adentro, los rep re se n tan te s del régim en La colusión e ra evidente e indicaba hacia u n res­
acerca de la decisión con que el gobierno protege­ Por una parte, obedecía al c o n stan te proyecto dere­ pasado, el p ro c u ra d o r Sánchez V argas y el alcalde ponsable : el alcalde regente M artínez Domínguez,
ría en caso necesario por la fuerza, sus intereses. chista de su p rim ir la autonom ía de las universi­ de la ciudad de México, Alfonso M artínez Dom ín­ quien ya ten ía p rep arad a, la consabida explica­
El p rim e r desafío de la derecha ocu rrió en Nuevo dades y, con ello la libertad de cátedra, el ánim o guez, presidente del P.R.I. d u ra n te el gobierno de ción ; se tra ta b a de un sim ple choque e n tre faccio­
León en mayo. crítico y la proyección liberal en esas islas dem o­ Díaz O rdás. Ante la disyuntiva de dem o cratizar o nes estu d ian tiles rivales.
c ráticas de México. Por la otra, re p resen tab a el rep rim ir, estas fuerzas h abían optado, decidida­ N adie com ulgó con esta rueda de m olino. La aso­
p rim e r desafío político a la a p e rtu ra dem ocrática m ente, p o r la represión. C ontaban, p a ra aplicar ciación de re p o rte ro s gráficos p ro testó personal­
El conflicto de Monterrey. de E cheverría. Los u n iversitarios, una vez más, su política, con las brigadas p a ram ilita re s creadas m ente an te E c h e v e rría ; el p resid en te se dijo
supieron defender sus libertades. A nivel nacional, en 1968 : los H alcones. El ex-presidente Díaz O rdás indignado p o r los hechos y p ro m etió una investi­
El P artido R evolucionario Institucional no es sólo el digno sucesor de B arros Sierra, Pablo González regresó violentam ente de E uropa, donde los estu ­ gación. El m alestar, el asco y la decepción cun­
el capataz de la vida política m exicana, el d istri­ Casanova, señaló los peligros de la situ a c ió n ; su diantes de N an terre le hacían la vida im posible ; dieron en el p aís ; una vez m ás, la resp u esta oficial
buidor de puestos públicos y el brazo electoral del ejem plo fue seguido por estudiantes, m aestros e acosándole en nom bre de los jóvenes asesinados a la inquietud juvenil había sido la m u e r te ; la
régim en. Su inform e y o p o rtu n ístic a ideología intelectuales en toda la República. El p residente L en T latelolco. No resu lta difícil c o n je tu ra r que el vida contem poránea de México parecía jalo n arse
adm ite lo m ism o prom esas al cam pesinado (que E cheverría, en vez de condonar la a rb itra rie d a d 1 interés histórico de Díaz O rdás co nsistía en dem os­ e n tre las fechas del luto : 2 de o ctubre, 10 de junio.
no se cum plen), derechos obreros (que no se ejer­ de un sá tra p a local en nom bre del m onolitism o j tr a r que la política represiva de 1968 no había Y esto era, precisam ente, lo que deseaban las fuer­
citan) y p roclam as de ju stic ia social m ediante la político y el principio de au to rid ad declaró su res­ sido o bra del capricho personal sino política obli­ zas de derecha : que la represión fuese perm anente,
colaboración de clases (que se trad u cen en dom inio peto por el principio de la autonom ía universitaria. gada y perm am ente del gobierno para defenderse que el crim en fuese la ley no e scrita del gobierno.
de los fu ertes sobre los débiles). La base num érica Los propios legisladores de Nuevo León que habían de una « agitación » juvenil m isterio sam en te ani­ La opción d em ocrática de E cheverría e n tró en una
del P.R.I. son los cam pesinos acarread o s a m ani­ aprobado la ley corporativa, inm ed iatam en te la m ada por los « filósofos de la d e stru c c ió n » a crisis t o t a l ; la ap aren te inactividad del p residente
festaciones a cam bio de un taco y cinco pesos en derogaron. El gobernador Elizondo renunció. H abía escala m undial. en los d ías siguientes a la agresión, m ie n tras el
cam iones de ganado y los o b re ro s despolitizados tenido lugar el p rim e r enfren tam ien to de las dos Pero lo que es indiscutible es que los estudiantes, país e n tero clam aba en c o n tra del crim en, hizo
a cam bio de m ínim as concesiones econom icistas claras tendencias, la fascista y la dem ocrática, que al m arc h ar por las calles el 10 de junio, estaban p en sar que se volvía a los viejos tiem pos : la im pu­
y m áxim as quim eras de ingreso a los e strato s configuraban la disyuntiva m exicana. Ganó la ejerciendo un derecho de m anifestación consa­ nidad de los agresores, la conversión retó rica de
m edios de la población. Pero la base cu alitativa dem ocracia, gracias a dos factores : la acción [ grado p o r el a rtícu lo 9o de la C onstitución. M ar­ las víctim as en victim arios, el silencio... El 15 de
p o r así llam arla—de su p oder son los explo­ organizada de los universitarios y el respeto del chaban pacíficam ente, a lo largo de calles custo­ junio, E cheverría actuó rápidam ente. Perm itió a
tadores, com enzando al nivel pueblerino, donde ser p residente hacia esa acción y hacia el principio diadas ab u n d an tem en te por granaderos. E n dos M artínez D om ínguez p re fa b ric a r en el Zócalo una
cacique, a b arro tero , cantinero, dueño de burdel que esa acción defendía.
32
Juan Goytisolo
La novela española
contemporánea

tradicional m anifestación de los sectores del P.R.I, A m ediados de agosto, el procurador Sánchez V ar­
« ■Qué especie de fatalidad domina hoy en la lite­ relación con las restantes obras del género sino
en apoyo al régim en ; se escucharon los tradicio­ gas dim itió de su cargo, eufem ism o con el que en
ratura española ? ¿ Por qué los que debían escribir en la m edida en que reflejan aspectos interesantes
nales discursos de adulación incondicional ; pero M éxico se cubren los despidos oficiales.
callan cuando los que aún no saben leer escri­ de la sociedad española contem poránea, esto es,
Echeverría, al hablar, form uló una clara adver­ El 10 de jun io se com etió un crim en. Y si ese
ben ?. » Muchas veces, en el curso de la pasada m ediante un recurso a hechos heterogéneos al he­
tencia contra « los emisarios del pasado ». Y, en crim en no es castigado, será difícil, a pesar de las
década, he pensado en la am arga exclam ación de cho estudiado, rom pem os « la jerarquía de valores
efecto, esa m ism a tarde, Echeverría cum plió el m anifiestas buenas intenciones de Echeverría,
Moratín que confirm a una vez más el irónico cum ­ de la estructura ob jeto de nuestro estudio (2). » Con­
prim er acto político concreto de ruptura con el creer en su política de apertura dem ocrática. El
plido que Larra solía dirigir a la m adre p atria : cluyendo su brillan te análisis de las relaciones
pasado : obtuvo las renuncias del je fe del departa­ problem a es espinoso porque el crim en del Jueves!
mento del D.F., M artínez Dom ínguez y del je fe de « Para Vd. no pasan días. » No, para España no existentes entre el texto literario y el con texto
de Corpus es hijo del crim en de T latelolco : obe­ social en el que aparece, T zvetan Todorov propone
la policía, Flores Curiel. pasan días : nuestra H istoria es un « B olero » de
dece a una m ism a política y, acaso, lo com etieron un enfoque c rític o según el cual, para calib ra r la
Sin em bargo, la expulsión oficial de M artínez Ravel interm inable en el que las m ism as situa­
las m ism as m anos y lo im aginaron las mismas obra literaria habrá que con siderar que en ella
Dom ínguez y Flores Curiel, aunque tácitam ente ciones se repiten de m odo indefinido, y para ser
cabezas. Por ello, lo ocurrido el 10 de jun io en la « el contexto form a parte del t e x to » y « ciertos
les hacía responsables in partibus de los aconte­ profeta— para em itir ju icios que la realidad se
ciudad de M éxico no es un sim ple incidente al rasgos estructurales del texto son elem entos autén­
cim ientos del Jueves de Corpus, no aclaraba el encargará de confirm ar años, lustros, siglos más
que se le pueda echar tierra confiando en la amne-1 tico del contexto (3). » Com o vam os a ver al anali­
fondo del asunto ; y lo que el país exigía era no tarde— basta con ser sim plem ente lúcido y pesi­
sia ciudadana : es un hecho político que com pro­ zar la llam ada « novela s o c ia l» que se cultivó
sólo la caída en desgracia de dos funcionarios, m ete toda una opción dem ocrática, y que la com ­ mista.
La m uerte brutal de Luis M artín Santos, el silen­ entre nosotros entre 1950 y 1965, para com prender
sino el cum plim iento estricto de la ley, el castigo prom ete a un altísim o nivel de responsabilidad y
cio prolongado de Rafael Sánchez Ferlosio coin­ de modo idóneo la sintaxis narrativa de sus obras
objetivo de los culpables y la elim inación radical proyección históricas : el de la p rim acía general
ciden en efecto con la crisis y colapso de la que, estam os obligados a referirnos al con texto social
de los grupos de agresión p aram ilitares, cuya de la ley sobre el personalism o presidencial. Este
de modo muy am biguo por cierto, ha dado en y político en el que aparecieron. E ste « índice
existencia im posibilitaba toda auténtica apertura país no podrá construirse seriam ente si sus ciuda­
llam arse « novela social española ». Digo de m odo situacional », según lo designa George M ounin re­

CeDInCI CeDInCI
dem ocrática : los H alcones seguirían am enazando, danos se abandonan a la esperanza de un m ilagro
muy am biguo pues la literatura, en tanto que len­ sulta necesario para la lectura óptim a del texto,
si no se les erradicaba, cualquier m ovim iento libre sexenal para luego rasgarse, desengañados, las guaje, es siem pre, entre otras m uchas cosas, un dado que nos perm ite a clarar las situaciones en
de los ciudadanos. La investigación fue encargada vestiduras y renovar la quim érica expectativa de
hecho social, y aún aquel sector de ella cara cteri­ cuyo m arco el texto estudiado adquiere su pleno
al ínclito señor Sánchez Vargas. V arias sem anas que al « malo » seguirá uno « bueno » E sta situa­
zado por el proposito de cen trar la atención, no sentido. No obstante, insistim os en que éste no
después de los hechos, este monum ento de sabi­ ción, a la vez ridicula y deprim ente, sólo puede
sobre lo designado, sino sobre el signo m ism o no puede ser el criterio único ni siquiera predom i­
duría ju ríd ica parió un ratón : los H alcones se ser superada si los problem as que pertenecen al i
puede prescindir totalm ente de las funciones de nante. La llam ada « novela social e s p a ñ o la » es
habían esfum ado, en el departam ento del D istrito ám bito de la ley son resueltos, constante y estríe-1
representación, expresión y llam ada inherentes al una de las m últiples ram as del árbol general de
Federal no había pruebas de que se les hubiese tamente, con apego a la ley, y no m ediante m atices
lenguaje común. Pero conviene no perder de vista ese tipo de discurso literario que ha recibido en
organizado, entrenado, arm ado, pagado o girado subjetivos, actos providenciales o paternales dis-l
el axioma de Eikenbaum cuando, oponiéndose a el curso de los siglos el nom bre de novela y es,
instrucciones, todos los cuerpos de esa naturaleza posiciones del presidente en turno. El m ejor legado
los abusos de la crítica histórica y sociológica, por consiguiente, la sim ple m anifestación de una
habían sido disueltos el 30 de noviem bre de 1970 : que Echeverria le puede dejar a M éxico es una
precisaba que « el ob jeto de la ciencia literaria estructura abstracta m ucho m ás general y de la
los H alcones no existían, y si existían no debían estructura ju ríd ica sana y funcional, independiente, [
debe ser el estudio de las particularidades especí­ que es solam ente una de sus realizaciones posibles.
ni su vida ni sus actividades al gobierno. Los ciu­ liberada del cohecho de unos y del capricho de
ficas de los ob jetos literarios que las distingue de Pero abandonem os aquí esas reflexiones que nos
dadanos eran invitados a proporcionar pruebas otros, respetada por el poder público y vigilada
cualquier otra materia, independientem ente del divierten del tema de la presente charla.
sobre la existencia de los Halcones ; la procura por los ciudadanos, y a la que éstos puedan acu dir I
hecho que, por sus rasgos secundarios, esta mate­ La situación creada p or la últim a guerra civil espa­
duría, por lo visto, podía localizar en veinticuatro sin miedo y sin asco, porque hoy el cam pesino 1
ria pueda dar pretexto y derecho de ser utilizada en ñola hizo retroced er nuestro calendario a los pe­
horas a un ladrón anónim o y hum ilde o acum ular robado por la báscula del ingenio o expropiado
otras ciencias com o ob jeto auxiliar (1).» Tanto ríodos históricos m ás infaustos vividos p or el des­
cargos y pruebas contra estudiantes e intelectuales, por el « pequeño propietario » vecino que cuenta la praxis de los form alistas rusos, com o el desen­ dichado país a lo largo de los siglos X V III y X IX .
pero carecía de medios para reunir la im presio­ con el apoyo de los poderes locales sabe que cual- I
volvim iento de la lingüística a p a rtir de la publi­ El triunfo del alzam iento m ilitar provocó la m ayor
nante suma de pruebas testim oniales, gráficas, quier gestión de defensa judicial es p eligrosa e cación postum a de los cursos de Ferdinand de hecatom be in telectual de la historia de España y
docum entales y hasta sonoras que com probaban la inútil, com o lo sabe la m adre de un m uchacho I
Saussure nos enseña que las p alabras no son los el establecim iento en la cátedras y tribunas públi-
m uy real, notoria y crim inal existencia de un asesinado por un Halcón que se sabe, a su vez, |
grupo de choque param ilitar. De hecho, el procu­ intocable, impune, am o y burlador de una ley I nombres dóciles de las cosas sino que form an una
rador estaba acusando a una ciudad de ocho m i­ entidad autónom a, regida por sus propias leyes.
que, desde el siglo X V I colonial, se obedece pero Ello no quiere decir, naturalm ente, que las rela­
(1) Ver « Théorie de la littéralure », antología de textos de los for­
llones de habitantes de « encubrir » a los Halcones. no se cumple. malistas rusos por Tzvetan Todorov, con prólogo de Román Jakobson,
ciones entre literatu ra y realidad social no exis­ Ed. du Seuil, París 1966. Sobre los formalistas rusos consúltese igual­
tan ; pero no tienen, desde luego, el cará cte r d eter­ mente : V íctor E rlick, « Russian formalism criticism. History-Doctrine. *,
Mouton, S ’Gravenhage, 1955 ; Lee T . Lemon : « Russian Formalism
minista y m ecánico que el sector m ayoritario de criticism », U niversity of Nebraska Press, 1965 ; « Formalismo y Van­
la crítica española les ha querido dar. Cuando la guardia » textos de Eikenmaum, Tínianov y Chklovski), Ed. Alberto
vida entra en la literatu ra se convierte a su vez Corazón, Madrid 1970.
en literatura y hay que juzgarla com o tal. Por eso, (2) « Les iravaux du Cercle linguistique de Fragüe. Théses de 1929 *,
Change, 1969. Traducción española, Alberto Corazón editor, Madrid,
si hablam os de « novela social española » y preten­ 1970.
demos ju zgar el valo r de sus frutos no p o r su (3) « L'analyse du récit d Urbino ». Communications (11), 1968.
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cas del país de esa fauna p ecu liar de españoles sivo im puesto en el país a consecuencia de la com o siem pre nuestros poem as, novelas, películas
de mano de revendedores (4).» El conocim iento victoria del bando clerical-autoritario, ilu stra, una y obras teatrales ofrecen un riq uísim o su rtido de
que am argó la breve vida de Larra y que p od ría­ de tales circun stan cias resulta indispensable para
mos llam ar « m ecanógrafos », puesto que escriben vez más, la vieja regla histórica frente a la que visajes, gesticulaciones y guiños p ropios de un
la com prensión del propósito crítico que m arca pueblo que, si bien en los ú ltim os años engorda y,
al dictado de quien les alim enta, les viste y les se estrellan todas las censuras : la de su preca­
a esa generación denom inada p or José M. Castellet! relativam ente, prospera, sigue aún, en apariencia,
paga el piso. ¿ C óm o no recordar, al recorrer nues­ riedad y anacronism o, debidos al hecho de querer
«generación del m edio siglo», así com o de los; trágicam ente mudo.
tra prensa diaria, la burla ingeniosa de M oratín en ap licar leyes y norm as, con pretensiones perm a­
lím ites y obstáculos que fatalm en te debían inter­ En uno de los últim os ensayos recogid os en « E l
« La derrota de los pedantes ? » : « S e ajustó la nentes y fijas, a una realidad que es p o r esencia
ponerse en su cam ino e im ponerle al cabo de unos fluida y m udable. Entre nosotros, L arra había furgón de cola » adelanté las razones de la crisis
paz, coplas a la paz ; nacen los gem elos, coplas a años el dilem a de ca lla r o proceder a un desga­
los g e m e lo s; nace nuestro príncipe Fernando, observado ya que el espíritu de la época logra con que nos enfrentábam os los autores de mi
rrad or y difícil cam bio de rumbo. generación-— razones directam ente vinculadas con
coplas a D. F ern a n d o; se hace el bom bardeo de expresarse siem pre a pesar de las barreras y obs­
Los lectores y críticos extranjeros interesados en los hechos que acabo de m encionar. « La gran
Argel, coplas a las b o m b a s; en una palabra, casa­ táculos de sus enem igos, p ero es tal vez en A lcalá
las cosas de España se han planteado y me han confusión reinante estos años entre política y lite­
mientos, nacimientos, muertes, entierros, procla­ Galiano— me refiero al Alcalá G aliano joven, em i­
planteado a m enudo la pregunta de cóm o en un grado com o B lan co en Inglaterra, antes que su ratura, escribía, entre eficacia política y eficacia
maciones, paces, guerras, todo, todo ha sido asunto país tan reaccion ario y opresor se pudo producir
digno de nuestra cítara. » Paralelam ente, el aisla­ regreso a Sansueña le enm oheciera el cereb ro y literaria puede explicar en parte el desajuste que
una literatu ra de protesta tan abundante entre hoy observam os en la obra de n uestros autores
m iento internacional del Régim en y n uestra sem pi­ em botara el filo a su plum a— donde hallam os la
1950 y 1965. La respuesta no obstan te es clara : a jóvenes. E n el m om ento en que aparecen las pri­
terna censura habían creado alrededor del país m ejor exposición de ese fenóm eno que tanto des­
causa m ism a de su con servadurism o social y asfi­ concierta a los aprendices de b ru jo de la censura : meras novelas y poem as de la generación del
un cordón san itario sem ejante al establecido por xiante sistem a de censura. La p ublicación de las
Felipe II a su regreso de los Países B ajos, cuando « En un país donde no existe la libertad política, medio siglo el fin de la guerra fría, el deshielo
prim eras obras inconform istas de Cela, su admi-, donde los escritores se ven reducidos a temas ideológico del campo socialista alim entan la espe­
im puso a los estudiantes españoles que seguían rabie «Pascual D u a rte » y esa « C olm en a » que,
cursos en las universidades flam encas el regreso exclusivam ente literarios, podrá no parecer muy ranza de una transformación radical y a corto
aunque editada originariam ente en Buenos Aires, obvia la conexión entre política y litera tu ra ; sin plazo de la anacrónica sociedad española : este

CeDInCI
inm ediato a la Península y la obligación de presen­
tarse ante los jueces del San to Oficio com o pre­
suntos p ortadores de gérm enes, en una m edida
que B ataillon com para justam en te a una cuaren­
circuló b a jo m ano p or la Península, novelas que,
según su autor, se proponían h acer concurrencia
al estado civil, pasear el esp ejo stendhaliano a lo
largo del cam ino, ofrecernos su visión personal
embargo, la misma causa que im pide a esa co­
nexión m anifestarse externam ente en obras im­
presas, opera en secreto fortaleciéndola (6). » En
CeDInCI objetivo (irrealizable, lo sabem os hoy) parecía
exigir de nosotros la movilización, a su servicio,
de todas nuestras energías. Com o en Italia durante
los últim os estertores del fascism o o en la Europa
tena. Cuando en 1948 ingresé en la u niversidad de !a España de hoy— una sociedad en la que la
de la áspera, hum ilde y doliente realidad cotidiana, política ha sido desterrada para siem pre en bene­ ocupada por los nazis, el quehacer literario se
B arcelon a— después de un bachillerato en el que significó el punto de partida de todo un grupo
la única obra literaria que se nos d io a leer fue ficio de la casta que controla los m ecanism os del integraba en una lucha más general y ajena a la
de escritores para los cuales la literatu ra era, con­ poder— todo, absolutam ente todo deviene política, literatura, en la que ésta actuaba a manera de
« P e q u e n e c e s» del padre Colom a— las obras de form e a la consabida fórm ula de Pavese, « una
A lberti y G arcía Lorca, por ejem plo, circulaban y nuestros censores parecen dotados del tem ible avanzadilla,.. E scribir un poema o una novela
defensa contra las ofensas de la vida ». H ace ya privilegio de M idas : politizar instantáneam ente tenia entonces (así lo creíam os) el valor de un
en copias escritas a máquina y con segu ir una no- bastantes años, al establecer un balance provi­
vela de Cam us o de S artre im plicaba el conoci­ cuantos ob jetos tocan. Com o es lógico, la conexión acto : por un venturoso azar histórico acción y
sional de nuestra praxis literaria, señalé las razo­ de que nos habla Alcalá G aliano no se m anifiesta escritura se confundían en un m ism o cauce, lite­
m iento previo de alguna red ilegal de libreros nes que nos llevaron al cultivo de una novela,
especializados en el contrabando de libros prohi­ a prim era vista y, para detectarla, se requiere ratura y vida se identificaban... (8) »
» realista », testim onial, fotográfica : « M ientras en general un cierto adiestram iento. La lectura Cinco o seis años después no puedo sino confirm ar
bidos. Las consecuencias de dicho aislam iento los novelistas franceses, decía, escriben sus libros
eran fáciles de preveer, y las lagunas e insuficien­ de lo que se publica hoy en España— desde los las ideas que expresé entonces : todo un sector
independientem ente de la panorámica social en de la litera tu ra española del período que exam i­
cias culturales de los hom bres de m i generación editoriales de la prensa oficial a las reseñas y
que les ha tocado vivir... los novelistas españoles namos, destaca p or su propósito de tran sform ar
explican en parte el rum bo vacilante y quebrado artículos de las revistas culturales m inoritarias
— por el hecho de que su público no dispone de — refleja perfectam ente esta situación y el lector la p alabra en acto, de querer com p etir con la
que luego em prendim os. Aquí tam bién, las pala­ medios de inform ación veraces respecto a los pro­
bras de un expatriado ilustre, José M. Blanco extranjero— o el que, com o yo, ha perdido más vida, de hacerse « p erform ativo ». Los adeptos a
blem as con que se enfrenta el país— responden a o menos a consecuencia de una larga expatriación los estudios lin gü ísticos record arán probablem ente
W hite, respecto a los escritores de su tiem po, se esa carencia de sus lectores trazando un cuadro
a ju stan com o anillo al dedo a la sociedad literaria el hábito de gim nasia m ental que dicha lectura los ensayos de J. L. Austin sobre el enunciado per­
lo más ju sto y equitativo posible de la realidad requiere— perm anece a menudo p erp lejo ante una form ativo, al que define com o « el que sirve para
en m edio de la cual nos form am os : « Faltos de que contem plan. De este modo, la novela cum ­
libros, faltos de público que les excitase, que serie de alusiones cuyo cará cter críp tico le escapa. efectuar una a c c ió n », agregando que « form ular
ple en España con una función testim onial que en Pero debem os record ar con B lan co W hite que « los tal enunciado es efectuar la acción ». Según Ben-
supiese apreciarlos... los pocos que en España Francia corresponde a la prensa, y el futuro h isto­
dejaban el cam ino de las aulas por el de la pueblos som etidos a gobiernos opresores que no veniste, existen dos clases de enunciados perfor-
riador de la sociedad española deberá apelar a les perm iten hablar libremente, tienen la viveza m ativos : los acto s de autoridad em anados de un
literatura, no tenían más mundo en que vivir que ella si quiere reconstituir la vida cotidiana del
una pequeña sociedad de amigos, con quienes de los mudos para entenderse por señas (7). » Hoy poder reconocido ( “ yo p roclam o el estado de
país a través de la espesa cortina de hum o y silen­ e x c e p ció n ») y los que, sin p roven ir de ninguna
comunicaban su s ideas, y de quienes recibían el cio de nuestros diarios (5). » El m ecanism o repre-
aplauso con que mantenían en vida a su extenuada autoridad, com prom eten no obstan te a quien los
musa... Faltábale:, a los autores libertad, campo (6) - Lileralura española del siglo X IX », traducción y prólogo de
ancho en que ejercerla, y caudal de ideas origi­ Vicente Llorens, Alianza Editorial, Madrid, 1969.
nales, acopiadas por ellos m ism os, y no tomadas (4) Variedades o Mensajero de Londres, 1823, p. 340-342. (7) El Español, n° 10, enero 1811. (8) P. 51-52.
(5) “ El furgón de c o la r, Ed. Ruedo Ibérico, París 1967, p. 34.
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enuncia en razón de las circu n stan cias del enun­ apareciendo, como el p rotagonista, en u n a calle rales, etc.—creo que los exponentes de la gene­ form ales del « re a lism o » (fragm entos de lenguaje
ciado (« yo ju ro , yo m e co m p ro m eto a h acer tal y cén trica de la capital de T ru jib e ria con un cartel? ración del m edio siglo cum plim os com o pudim os popular, expresiones crudas o dialectales, etc.)
tal cosa, etc. »). Ahora bien, com o p recisa el lin­ en la espalda p o rta d o r de la siguiente leyenda : con las exigencias m orales y cívicas del m om ento que d enunciara B arthes « no reproduce lo real,
güista francés, « un enunciado p e rfo rm a tivo sólo « E n nom bre del 71 °/o de los trujíberos, pido res­ com o dice el crítico francés, m ás que entre com i­
e n q u e n os había tocado vivir. No eludim os las
tiene realidad si es a u tentificado co m o acto. Fuera p e tu o sa m en te al m ariscal Tranco, salvador de la responsabilidades. La situación del p aís nos exigía llas : palabras populistas, giros descuidados en
de las circunstancias que lo hacen perform ativo, patria, que convoque elecciones libres a la jefatura un com prom iso claro y sin equívocos y, en la m edio de una sintaxis p uram ente literaria (10).»
dicho enunciado no existe. Cualquiera puede gritar del E stado. » Si m al no recuerdo, en la novela, el m edida de nu estro s m edios, nos m antuvim os fieles Luchando c o n tra esa e sc ritu ra envejecida, los
en la plaza pública : « yo decreto la m obilización p e rso n aje era conducido rá p id a m e n te a la Direc-Í a él. Pero, como hem os dicho antes, una obra au to res m ás conscientes buscaban desde prim eros
general ». N o pudiendo ser acto p o r falta de la ción G eneral de Seguridad, y al se r liberado, al literaria no enlaza tan solo con el contexto his- de siglo, tan to en E uropa com o en E stados Uni­
necesaria autoridad, esta frase no es m ás que cabo de cierto tiem po, rep etía la operación, acom-, tórico-social en que aparece ; responde tam bién, dos, una sintaxis n a rra tiv a m ás coherente, carac­
habla, se reduce a un clam or inane, niñería o pañado esta vez de dos e ncartelados m ás. Poco a y ante todo, a las leyes evolutivas del género al terizada p o r la elim inación progresiva del discurso
locura (9). » poco, siem pre en la novela, el país se llenaba de que pertenece, a las exigencias de su propio del a u to r del cuerpo del relato, conform e al m o­
El análisis de e sta categoría de enunciados m e ha im itadores h asta que en abril de 1970 el m ariscal arte. Aunque desde el siglo XIX, p a ra la gran delo de la categoría a b s tra c ta que B enveniste
llevado a p e n sa r m ás de una vez en la lite ra tu ra T ranco, desbordado p o r la c o rrien te im petuosa de m ayoría de novelistas y críticos, lo m ás im por­ denom inaría m ás tarde « h isto ria » : es decir,
« c om prom etida » española de los años 50, fasci­ los acontecim ientos, tenía que ceder a los deseos tante de una novela es su conexión con la reali­ « la presentación de hechos acaecidos en un m o­
n ada p o r el espejism o de lo que p o d ríam o s lla m ar de la m u ltitu d de encartelados, proclam ando, con dad ex te rio r que preten d e re p re se n tar, su tr a ­ m ento dado, sin ninguna intervención del locutor
« la ilusión p e rfo rm a tiv a ». N u e stra h erencia c ris­ voz trém u la, la anhelada convocatoria de eleccio­ bazón con el corpus general de las o b ras publi­ en el relato (11)». En este tipo de relato, nos dice
tiana aclara quizá, por aquello de « al principio nes... cadas a n terio rm en te a ella es siem pre m ás intensa B enveniste, no hay siquiera n a rra d o r ; nadie habla
fu e el V erbo », el po d er factual, talism ánico a tr i­ Pasem os de la lite ra tu ra a la realidad. El 20 de que la que le une a la « realidad ». M ientras es en él ; los acontecim ientos son expuestos tal como
buido a las palabras. Autores com o B las de Otero, o ctubre de 1968, Gonzalo Arias salió a la calle, en posible concebir obras cuyo co n tacto con la rea­ se han p roducido a m edida que surgen en el ho ri­
Celaya, N ora y o tro s m ás jóvenes h a n proclam ado M adrid, con el c artel fijado a la espalda y, como

CeDInCI CeDInCI
lidad social y política sea casi nulo, la existencia zonte de la h isto ria ; los hechos p arecen contarse
en sus versos un com prom iso perso n al del sujeto en la novela, fue conducido rá p id a m e n te a la Di­ de una o bra vinculada solam ente a u n a e stru ctu ra p o r sí solos. La radiografía de esa tendencia nove­
enunciante, es decir, del poeta, con la sociedad rección G eneral de Seguridad. D espués de un heterogénea, sin ningún lazo con las re sta n te s obras lesca d e sa rro llad a a lo largo de la p rim e ra m itad
de su tiem po—com prom iso personal, decim os, período de reposo en « la som bra alim enticia y del género es, desde luego, a b so lu tam en te inconce­ del siglo XX evoca inm ediatam ente e n tre nosotros
ya que no acto de a u to rid ad pues, p o r su e rte o descansadora » de que nos h ab la M artín Santos, bible. Toda o b ra lite raria aparece en un universo el recuerdo de obras que, com o « Los bravos » o
p o r desgracia dichos poetas no d e te n tab a n poder n u e stro a u to r reincidió en com pañía de un discí­ ya poblado de obras, cuya existencia prolonga o « El J a r a n a », pasan por ser, con razón, los dos
o ju risdicción algunos. Un rasgo p ecu liar de esa pulo y esta vez fue internado en una casa de salud modifica, y m antiene con ellas una com plejísim a logros m ayores de nu e stra llam ada « novela so­
segunda clase de enunciados es que su c ará cte r del tipo de las que en la U.R.S.S. acogen igual­ red de relaciones de je ra rq u ía y dependencia. Un cial ». « E l J a r a m a » significa sin lugar a dudas
p e rfo rm a tiv o se anula cuando el su je to enunciante m ente a esc rito res cuyo desarreglo m en tal les t texto cobra sentido no aislado, sino en correspon­ la apoteosis de dicha c orriente n a rra tiv a y ello
es insincero o viola su p a la b ra : el suelo ap arecía lleva a invocar cosas tan « a b su rd as » com o dem o­ dencia con o tro s textos, con todo u n sistem a de aclara el p o r qué las obras posteriores de la m ism a
lleno de tra m p a s y, com o la terca realidad his­ cratización, lib ertad de pensam iento o derechos I valores y significaciones previos. Como nos han tendencia nos parecen sim plem ente red u n d an tes,
p ana no se ha plegado nunca a las adm oniciones hum anos. El que el pueblo tru jíb e ro no siguiera enseñado los form alistas rusos, no son las obras brotes que no quitan ni añaden n ada al tronco
de los poetas, el com prom iso de éstos, a fuerza de las p a u ta s traz ad a s y no « escribiera » a su m odo las que evolucionan, sino la lite ra tu ra : el texto p a r­ o ram as del árbol general de la novela—-tan insig­
repetido y ja m á s p u esto en p rá ctic a (uno de ellos el arg u m en to de la novela, no invalida el hecho ticular no es m ás que un ejem plo que nos perm ite nificantes en la m ayoría de los casos com o esos
afirm ó, p o r ejem plo, con gran a rro jo , que se cor­ que debam os considerar a Gonzalo Arias com o el describir las propiedades de la literalidad. sem piternos bodegones n a tu ra lista s que vemos en
ta ría una m ano antes de a b an d o n a r la noble causa sím bolo m ism o del a u to r realm en te com prom e­ Si enfocam os desde este p rism a la producción todas las salas de p in tu ra de todas las ciudades
del pueblo) com enzó a m o stra r bajo su áureo y tido, cuya p alab ra, en lugar de « clam or inane », novelesca española a n te rio r a « Tiem po de silen­ del m undo.
cegador relu m b re el triste colorido del oropel. es autentificada com o acto y cum ple con los requi­ cio », podrem os a d v e rtir claram en te los vicios de Ahora bien, m ien tras « El Jarama » re m a ta b a bri­
Acción no, clam o r inane. sitos del enunciado perform ativo. V isto desde hoy, origen que debían conducir a la gran fru stració n llantem ente todo un ciclo de n u e stra novela y
A dvirtiendo el peligro, un a u to r desconocido, Gon­ su acto se identifica con el enunciado del acto, de los últim os años. El d esaju ste de n u e stro calen­ excluía, a causa de su m ism a perfección, la posi­
zalo Arias, publicó en París, en v erano de 1968, una el significado es idéntico al referente. dario con respecto al europeo actuó una vez bilidad de una descendencia, se gestaba en E uropa,
novela titu lad a « Los encartelados » que es, en mi Gonzalo Arias ha sido el único a u to r español que más, de m odo fatal, en c o n tra de no so tro s en la p rincipalm ente en Francia, una evolución n a rra ­
opinión, la conclusión lógica de la tendencia que ha trasla d o a la realidad, al m undo, el espacio de m edida en que, cuando esa lite ra tu ra « social », tiva de signo opuesto que, huyendo de la sequedad
señalam os—ejem plo m áxim o de lite ra tu ra p e r­ su e sc ritu ra convirtiendo la calle en papel y el « realista » se im puso por las razones ya descritas y lim itaciones de la categoría b envenistiana « his­
form ativa, de p a la b ra identificada al acto. E n su papel en calle. Los dem ás nos lim itam os a em ­ en el país, estaba dando en E u ro p a las ú ltim as toria », buscaba una renovación del género en lo
libro, Gonzalo Arias anunciaba que el a u to r se bo rro n ar, bien o m al, centenares, m illares de pá­ boqueadas—hablo, claro está en térm inos de que, p a ra aten ern o s a la term inología de Benve­
proponía in ic iar en persona la ejecución del p ri­ ginas, a prisionados siem pre en los lím ites de la literatu ra, no de edición pues, ed ito rialm en te ha­ niste, re su lta b a ser una reivindicación del « dis-
m er capítulo el día 20 de o ctu b re del m ism o año, p a la b ra escrita. No obstante, teniendo en cuenta blando, im pera e im p e rará todavía largo tiem po
las c ircu n stan cias—prohibiciones y co rtes de la en razón de los háb ito s m entales de ru tin a y
censura, presiones sociales y editoriales, escaso pereza del g ran público. La com binación de signos
(9) « Problémes de linguistique générale », G allím ard, París 1966. n úm ero de lectores, dificultades económ icas, ais­ form ales de la L ite ratu ra (p re té rito indefinido,
P 273. lam iento, lagunas educativas, insuficiencias cultu­ (10) « Le degré zéro de l'éerifure », Ed. du Seuil, París.
estilo indirecto, ritm o escrito) y signos no m enos (11) Idem, p 238-245
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curso » : expresión del lenguaje su b jetivo o, si se tores « com prom etidos » que atacan la casta se las novelas de Soljenitzin que su esquem a, su cons­ m era novela tran scu rriera en España, « La ciudad
quiere, « enunciación que supone un locutor y un cial que ocupa el poder em plean, sin darse cuenta trucción, su sintaxis repiten, sin grandes variantes, y los perros » habría tenido que publicarse en
auditor y, en el primero, la intención de influir en el m ism o lenguaje que ésta— una m ism a retórica los procedim ientos narrativos decim onónicos— un Lima. Pero la natural diversidad de criterio de
el segundo ». Dicho vaivén era consecuencia directa aunque de signo opuesto. mundo anterior a M arx, a Freud, a Ferdinand de nuestros censores no ha hecho más que subrayar
del auge creciente de los estudios lingüísticos y El p rim er novelista que entre nosotros arremetió una realidad histórica : com o en la poesía en
Saussure.
el influjo analítico de los form alistas rusos, Román al lenguaje rancio y em balsam ado de los epígono^ En los países en donde existe aquella libertad tiem pos de D arío, la brisa, en el cam po de la
Jakobson y el círculo lingüístico de Praga. El autor del 98, y en su prim era y, p or desgracia, única expresiva, no hay ya, com o es sabido temas narrativa, sopla hoy de este lado del Atlántico.
y las escuelas m encionados centran la atención obra, em prendió su de-sacralización, sim ultánea provocadores (12). Los últim os tabús han desa­ Sea com o fuere, la prodigiosa floración de la
com o es sabido, en el signo y no en la cosa repre­ mente a una brillante reivindicación del « discurso > parecido— cuando menos a un nivel legal— y el novela latino-am ericana de la pasada década ha
sentada y exam inan la sintaxis n arrativa no tanto fue Luis M artin Santos. A diferencia de « El entrado en España sin graves obstáculos y su
escritor no puede escandalizar ya, com o hace
en función de la realidad que aspira a reflejar Jarama », que es una novela coherente, totalmente veinte o veinticinco años, cuando cantaba el in­ efecto en la m ejora del gusto público ha sido
com o en su aspecto puram ente verbal. A rem olque conseguida, redonda, « Tiem po de silen cio» es una considerable. De un modo todavía m im ético, pero
cesto o la droga, la hom osexualidad o el crimen.
de ellos, todo un sector— el m ás consciente— de obra aun vacilante, desnivelada y con bastante, históricam ente válido, el lector español de hoy
Desde el instante en que el desnudo es legal, no
la n ovelística actual tiende a abandonar la vieja aristas. Pero ello tiene una explicación. Mientras puede haber desnudos provocativos. Coincidiendo ha com enzado a alzarse a los niveles culturales de
función del género, de representar el m undo exte­ « E l Jarama » es el broche final de un cierto tipo fuera, y en España, com o en el m undo cap italista
con la nueva corriente crítica a la que antes me
rior, para fija r su atención en el lenguaje ; esto de novela, la conclusión m agistral y definitiva de en torno al que órbita, la fuerza p rovocadora del
he referido, el escritor, en dichas sociedades, ha
es, a pasar de la copia, del lenguaje transparente, un proceso narrativo que se prolonga durante casi interiorizado la provocación, introduciéndola en e'l novelista tiende igualm ente a in teriorizarse y a
a la escritura, a la autonom ía del discurso. Si he un siglo (y p or eso las obras de dicha tendencia lenguaje. D igám oslo bien claro : en el m undo capi­ in troducirse en el lenguaje. Tal ha sido cuando
evocado aquí, a vuela plum a, al n uevo derrotero publicadas con posterioridad, nos parecen simple­ menos el propósito que ha guiado la ejecución de
talista actual no hay tem as virulentos o audaces ;
del género lo he hecho porque me perm itirá dilu­ m ente reiterativas, m uertas, por así decirlo, al mis prim eras novelas adultas : « Señas de identi­
el lenguaje, y sólo el lenguaje puede ser subver­

CeDInCI
cidar las razones de la crisis de la novela española,
su silencio y cam bio de rum bo. D ecíam os antes
que toda obra literaria obedece en principio a dos
coordinadas : la de la realidad histórico-social en
nacer), « T iem p o de silen cio» es el com ienzo de
una nueva etapa, una obra que abre para la nove­
lística española todos los cam inos y puertas que le
cerrara « E l Ja ram a». Es, pues, el principio de
sivo (13).
La fase h istórica por la que atraviesa España,
híbrido de dictadu ra y corrupción, desarrollo y
pobretería ayuda a com prender tal vez el cam bio
CeDInCI dad » y, sobre todo, « Reivindicación del conde
don Julián ». No he abandonado en ellas en modo
alguno el com prom iso que buscaba en mis obras
juveniles. Sim plem ente, lo he trasladado a otro
que surge y la de las leyes evolutivas de su propio una línea, no el final de ella ; el punto de arranque, nivel. N uestro anquilosado lenguaje castellanista
operado en nuestra novelística. H oy p or hoy, E s­
género. Preocupados por responder ante todo a no su coronación. Esta diversidad funcional— fin, exige— lo repito desde hace tiem po— el uso de
paña ha abandonado sus viejas características de
lo que la situación peculiar del país p arecía exigir com ienzo— deberá tenerse en cuenta en lo futuro la dinam ita o el purgante. N uestra actitud frente
país sem i-desarrollado sin adqu irir no obstante
de nosotros, los n ovelistas españoles no descubri­ para cualqu ier análisis correcto de los v ín c u lo s - a él debe ser deliberadam ente sacrilega. Como
las ventajas m ateriales y m orales de las naciones
mos sino más tarde el requisito de esa segunda no por negativos menos densos— que unen a decía V alle Inclán, en una entrevista publicada
más ricas. Pero la corriente iniciada es irre­
especie de com prom iso. Si nuestra concepción es­ am bas novelas. Con « E l Jarama » culm ina y se dieciséis m eses antes de su m uerte : « ¿ Usted ha
versible y, con Borbones, con T rastam aras o
trecha del « realism o » cum plía, en apariencia, con eclipsa la « h is to ria » ; con « T iem p o de silencio visto que los herejes entren en la Iglesia ? Yo
con reyes godos, el acercam iento a Eu rop a se
nuestra responsabilidad m oral y cívica, distaba renace y adquiere nueva vigencia el « d is c u r s o », soy un hereje a sabiendas. Con plena conciencia
acentúa y, verosím ilm ente, se acentuará aun más.
m ucho de responder a las exigencias culturales, D ecíam os antes que una corriente n ovelística ac­ de mi responsabilidad y de mi apostasía. El idioma
Por obra y gracia de un contacto cada vez m ayor
artísticas y cien tíficas del género y de la época. tual, siguiendo los pasos de la poesía, tiende a hay que renovarlo, com o todo en la vida : la
con los países extranjeros y sus productos cultu­
En una p rim era etapa, nuestra generación había cen trar su interés no en la « re p re sen ta tiv id a d » política, las costum bres, todo. ¿ Vam os a estan­
rales, los tem as provocadores que, con las lim ita­
endosado, com o un traje de confección, el lenguaje sino en el lenguaje y el autor propende a disolver carnos en el siglo X IX , por ejem plo, suponiendo
ciones antes señaladas, abordam os en la década
heredado de nuestros m ayores : ese insoportable el relato de los acontecim ientos y acciones en el que en esta centuria alcanzara su m áxim o esplen­
de los cincuenta han perdido poco a poco su poder
« ca s te lla n is m o » del 98, convertido, a fuerza de m urm ullo de su propio discurso. E llo m e lleva dor la lengua castellana ? No, no, yo no seré aca­
de provocación : pólvora m ojada, petardo que
im itación y de copia, en un código insignificante a pensar en aquella estupenda afirm ación de dém ico nunca... Soy un heterodoxo, y sobre los
estalla en el agua, pariente pobre en cualquier
y vacío, en un vasto y asolad or pudridero. La ina­ V argas Llosa que el escritor debe ser, ante todo, réprobos pesa la pena de excom unión. »
caso de las nuevas expresiones literarias que, por
decuación del propósito crítico a un instrum ental un « provocador » y a aplicarla a los dos niveles Creo que algunos coetáneos mios y los novelistas
venir de otros ám bitos, pueden m an ifestarse sin
expresivo a crítico— un lenguaje incapaz de filtrar de provocación existentes en el m undo de hoy. que hoy em piezan a publicar aprobarían tam bién,
cortapisas. N adie es p rofeta en su tierra y los
ya, a través de su sintaxis calcárea, la com p leji­ En los países en donde no existe libertad de expre­ de conocerlas las p alabras del gran m aestro, tan
escritores de fuera— aun los hispano parlantes
dad y fluidez del mundo m oderno— acabó p or con­ sión artística— la Unión Soviética es un buen tónicas y ejem p lares en una sociedad, com o la
— m olestan m enos que los propios : si V argas
vertirse para algunos, com o ha señalado recien­ ejem plo de ello— el poder de provocación del nuestra, en la que todo conspira a ahogar el fuego
Llosa hubiese sido español y la acción de su pri-
tem ente José M. Castellet, en « una pesadilla escrito r se m an ifiesta en la elección de aquellos de la rebeldía juvenil bajo el peso de un con for­
estética ». Para sa lir del atasco, h abía que luchar, temas que, p or ser tabús desde un punto de vista (12) La libertad de expresión artística del mundo capitalista se baila m ism o estéril, corrupto. O jalá, con el heroísm o que
en p rim er térm ino, contra las form as artísticas sujeta en realidad a las leyes del mercado, a la fetichización de la
m oral y político, asum en de Inm ediato un matiz mercancía. E scrito hace más de veinte años, el ensayo de Luckacks im plica v ivir y trab aja r en un país « en donde
envejecidas que nos aprisionaban e im pedían subversivo. Asi, para en ju iciar la novedad e im por­ « A rte lib re o arte d irig id o » sigue conservando una actualidad can muere la inspiración envuelta en humo », alcancen
seguir adelante. Para criticar la realidad del país tancia de estos escritores, lo hacem os en función dente. un día la vejez biológica con esa juventud indemne
era p reciso em pezar por la crítica de su lenguaje. de su audacia tem ática, sin tener en cuenta, com o (13) En 1968, se celebró en Constanza (Suiza) un coloquio de escrito­
que siem pre me trae a la m em oria una frase que
Todavía hoy, en España, gran núm ero de escri­ res y críticos de los países germano parlantes en el que se discutieron
es, por ejem plo, el caso del « D octor Jiv a g o » o algunos de los problemas que rozamos aquí. otro anciano irrecuperable, el m úsico francés Erik.
40 Angel Rama
A quien leyere, extranjero

A la E spaña de « charango y pandereta » que inven­ tr a r una realidad em parentable p ero que es a la
Satie, solía re p etir en los últim os años de su vida : aurez soixante a n s ! Eh bien, m aintenant, j'ai plu$ taron los rom ánticos franceses del X IX corres­ vez d istin ta de la suya, lo que le au to riza la expe­
« Quand j'étais jeune, les gens, autour de moi, me de soixante ans, el j'ai ríen vu. » pondió, com o reflejo desm edrado que se extendió riencia de la « otredad » y, sim ultáneam ente, la de
disaiettl : Ah, vous verrez, vous verrez quand vous hasta bien e n tra d o el siglo actual, u n a H ispano­ la « hum anidad ». Som os otro s, pero de la m ism a
am érica folklórica de gauchos, c h arro s, huasos, y especie, qué diablos 1
llaneros, todos vestidos p a rejam e n te en la m ism a C uando se producen estas b ruscas irru p cio n es que
g u ard arro p ía tea tra l londinense. La falsedad de com unican e n tre sí lite ratu ras, casi re su lta m ayor
estas im ágenes nacía del ser h ija s p u ras de la el n úm ero de confusiones que el de inform aciones.
im aginación ex tra n je ra . E xpresaban el so ñ ar an­ De fam a estam o s hablando, o sea, en la frase de
sioso de franceses, ingleses y, m uy pronto, no rte­ Rilke, de la sum a de todos los m alentendidos. Las
am ericanos, tra ta n d o de hu ir de las prestaciones o b ras y los e scrito res resultan e x tra íd o s de sus
de su sociedad industrial m ediante la invención escuelas, sus filiaciones, sus á rea s culturales, las
de fieras c ria tu ra s naturales. épocas o tiem pos en que florecieron, desaparece
Legítimas descendientes del « bon sauvage » con e n tre ellos la distancia c u ltu ral que fingen las
que ya antes R ousseau había poblado nuestras edades y, con sus ro stro s m ás relucientes e in tem ­
selvas am ericanas, fueron copiadas pun tu alm en te porales son estam pillados sobre el álbum m useo
por los h ispanoam ericanos p a ra p ro p o rcio n a r p la­ antología que los agrupa. Sim ples cabecitas p a ra
cer m ás consistente a quienes las soñaban y eran el fo to m o n ta je de un parnaso. Los estructura-
los señores de m ás allá del océano. A veces, sin em ­ listas g u sta ría n decir que todos son sum idos den­
bargo, tal com o aquellos indígenas que en el Cuzco tro de la « literaturidad » lo que p a ra este caso
copiaban la im aginería religiosa española con tan adquiere un aire m ás persuasivo : tra tá n d o se de

CeDInCI distraída aplicación que term in aro n creando una


CeDInCI
escuela p ictórica original, los e sc rito res hispano­
am ericanos se d istraía n del m odelo lite rario y al
enfrentarse a su verdad nos daban textos ru ti­
o b ras esc ritas en un período que no supera los
cincuenta años, todas corresponden a un m ism o
m ovim iento de la lite ratu ra, p o r m om entos se
diría que a un m ism o fraseo estilístico general,
lantes com o el Facundo de S arm iento, o M artín en definitiva a la cosm ovisión de los contem po­
Fierro de H ernández, o N uestra A m érica de M artí ráneos que en ellas se reconocerán.
o La vorágine de Rivera. E sta nueva asociación por redes tem áticas o esti­
Pero seguíam os en la n aturaleza a la cual Hegel lísticas c orresponde a las exigencias que, según
nos adscribió y sin redención posible po rq u e no se pensaba M alraux, in troduce el m useo p a ra u nificar
veía com presión social que llegara a g e n era r la las dispares o b ra s de a rte en categorías. Medicio­
cultura. P or lo tan to p arecían inam ovibles la nes intem porales, m ediciones form ales, m ediciones
copia de lo europeo, la fijeza de lo folklórico : la tem áticas, sin duda son legítim as y h a sta con­
dispersión de infinitas pequeñas regiones con sus vincentes con su airecillo de p re an u n c ia r la eter­
pequeñas c o stu m b res y sus pequeñas vanidades nidad, pero no hacen ju stic ia a un a rte tan noto­
que co n stitu ían el provincianism o. La incorporación riam en te anti-m useo com o es el de la lite ratu ra
a la cu ltu ra y, a p a rtir de sus e stru c tu ra s u rbanas hisp an o am erican a actual ni a una función tan
y racionalizadas, la construcción de una lite ra tu ra m últiple com o la que aún cabe al e sc rito r de esta
coherente—lo que postulaba, m ás que u n a sim ple región del m undo, quien, com o alguna vez teorizó
serie de libros, la invención de un sistem a diná­ W right Mills, sigue siendo un hom bre inm erso en
mico-—fue el proyecto intelectual que explícita­ un pueblo c u ltu ral que lo contem pla com o héroe
m ente se fo rm u laro n los esc rito res de fines del potencial de vastas hazañas y no m eram en te como
siglo XIX. Les llam am os, c o rre c ta m en te, los « m o­ un literato. Del m ism o m odo sus o b ra s tienen la
dernistas », po rq u e ellos nos m etieron en la m o­ condición de carbones encendidos : conservan las
dernidad. trazas del proceso a rtístic o e histó rico en que se
Desde entonces subidos a la b a rca del m undo, frag u aro n y al m ism o tiem po co n cu rren a una
navegamos en ella, aunque ha sido recién en esta tare a e x tra lite ra ria a la que no se ven reclam adas
últim a década que el e x tra n je ro ha recibido, en vez del m ism o m odo o tra s lite ra tu ra s : la constitución
de aquella im agen que soñaba y se le devolvía incesante de una nación, la nación hispanoam eri­
con apariencia de realidad por la operación lite­ cana, e n tid a d que nunca ha existido sino en la
raria m im ética, un c o n ju n to de o b ra s signadas proclam a revolucionaria de los héroes, desde Bo­
por la au to n o m ía c readora. En ellas puede encon­ lívar h asta G uevara, y en la labor intercom uni-
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cante de las o b ras lite rarias que, ab orreciendo la abarcador y desem barazado de su tie m p o ». En Cadenas, Noé Jitrik . aquella que se desprende definitivam ente del com ­
com p artim en tació n de fro n tera s en que se d esarm a ese ensayo m em orable, reflexionó : « Cada estado Pero el proceso acum ulativo tuvo efectos internos plejo de m arg in alid ad que había venido ahogando
un continente, tejieron con fu ro r alucinado su social trae su expresión a la literatura, de tal más a cendrados en las letras. A él le debem os la a sus escrito res, consagrándose ah o ra a una tarea
cuerpo unido. D urante largos períodos de la h isto ­ m odo que por las diversas fases de ella pudiera constitución de una lengua específica de la lite ra ­ que se ha to rn ad o clara, que es el diálogo de las
ria han sido las o b ra s lite ra ria s las únicas que contarse la historia de los pueblos, con m ás ver­ tura a la que sólo se llego a fines de la segunda c u ltu ras con las resp u estas am ericanas al m undo
conservaron vivo el principio de una p a tria grande. dad que por sus cronicones y sus décadas. » Así década del XX luego de ingentes tan teo s, solucio­ m oderno. No im p o rta cuales sean las ideologías
Pero, com o en el cuento de Borges, no se puede podem os decir del cuerpo de la lite ra tu ra hispano­ nes p arciales y fracasos. Fueron los p oetas quienes y las estéticas, a esa ta re a c o n trib u irá n todos :
d a r realidad a un sueño si se es irreal, soñado. a m erican a de hoy, tal com o se e n cu e n tra en las prim ero la a rticu la ro n utilizando el a p o rte de las Alejo C a rp en tier descubre que la ú n ica realidad
La actual c onstitución sistem ática de la lite ra tu ra páginas de esta antología, que es la h isto ria viva dos generaciones m o d ern ista s an terio res, cuando de lo m aravilloso debe bu scarse en H ispanoam é­
h isp an o am erican a coincide con la de una nación de un pueblo y que el resto es lite ra tu ra , com o en todavía los n a rra d o re s se dem o rab an en la lengua rica y no en la b a ra ja m anoseada de los su rre a ­
hispanoam ericana. la despectiva frase de Verlaine. Si ha llegado a enunciativa y lógica del regionalism o. Con R am ón listas franceses ; Pablo N eruda h a rá de la tie rra,
Fue en 1881 que José M artí situó con nitidez el c o n stitu irse esta lite ra tu ra autó n o m a es porque López V elarde, C ésar Vallejo y V icente H uidobro el m ineral y la m ad era am ericanas una residencia
problem a : « A pueblo indeterm inado, literatura ya existe una H ispanoam érica a u tó n o m a cuyas —poetas cuyas voces se generan bajo el im pulso de poética, previa a su reencuentro con la que lo
indeterm inada ! Mas apenas se acercan los elem en­ p a rte s están tra ta n d o de reu n irse : ese o rbe podrá otros poetas am ericanos—se constituye esa lengua esperaba en M acchu Picchu ; B orges inventa una
tos del pueblo a la unión, acércanse y condénsanse escu d riñ arse m ejo r en las obras lite ra ria s que en específica de la lite ra tu ra , eludiendo el a se n ta ­ ciudad m o n stru o sa, casi onírica, que se llam a
en una gran obra profética los elem entos de su las h isto ria s oficiales de retórica operática. m iento sobre el nivel lexicográfico p a ra estable­ B uenos Aires y rem eda al su r una E u ro p a sincré­
Literatura. L a m en tém o n o s ahora, de que la gran E sta lite ra tu ra ha venido co nstituyéndose p o r un cerlo sobre una sintaxis en tensión capaz de devo­ tica ; A sturias acom ete el p rim e r a rq u etip o social
obra nos falte, no porque nos falte ella, sino proceso acum ulativo que es inútil que los escri­ rar las p a la b ras m ás com unes y, conju n tam en te, hispanoam ericano, « el señor presidente ». Y toda­
porque esa es señal de que nos falta aún el pue­ tores finjan desconocer, afirm ando que nada tienen apropiarse de la realidad circundante. E sa lengua vía q u e d ará lu g ar p a ra las figuras in tersticiales de
blo m agno de que ha de ser reflejo », con lo cual que ver con sus padres, que aborrecen ya a los se ram ifica de inm ediato en las variaciones re p re ­ esa generación : Felisberto H ernández, Julio G ar­
m endia, E n riq u e L ab rad o r Ruiz que descienden a

CeDInCI CeDInCI
c o rro b o ra b a su afirm ación p ro g ram á tic a : « No regionalistas, ya a los vang u ard istas, ya a los neo- sentadas p o r C arlos Pellicer, Pablo N eruda, Jorge
hay letras, que son expresión, hasta que no hay barrocos. En los noventa años tra n sc u rrid o s desde Luis Borges, N icolás Guillén, León de G reiff, Luis las vidas o sc u ras p a ra m an e jarlas con el hum o­
esencia que expresar en ellas. N i habrá literatura la profecía m a rtia n a es evidente la fluencia nunca Palés M atos, an te s de re su lta r la fecundadora, rism o re cre an d o la lengua h ab lad a de la calle.
hispanoam ericana, hasta que no haya H ispanoam é­ in te rru m p id a de un diálogo in te rio r donde se ha prácticam ente la p a rte ra de la novela. P o rq u e ni D entro de ese c o n ju n to de cread o res las novelas
rica. » ido consolidando la autonom ía y originalidad de Miguel Angel A sturias, ni Alejo C arpentier, ni son las que surgen m ás tard íam en te. Hay que espe­
Si hoy, noventa años cum plidos del vaticinio, debe­ la creación lite ra ria hispanoam ericana. Por debajo Arturo U slar Pietri, ni Agustín Yáñez, ni el B orges ra r a la década del 40 p a ra que se acum ulen, invir­
m os reconocer la existencia de una lite ra tu ra his­ de los m anifiestos iracundos o los p arricid io s de narrador, h u b iera n sido posibles sin esta concep­ tiendo el signo genérico de la creación h ispano­
panoam ericana coherente, con su re p erto rio de papel, que fueron espum a liviana de estos años ción de la e sc ritu ra poética a la luz de la cual am ericana : p a rec ería que los novelistas suceden a
tem as, form as, lenguajes, con su ciclo de p ro ­ agitados, por debajo, las grandes olas continuaron ellos re visaron la idea de personaje, de e stru c tu ra los poetas. Pero es una im presión falsa, derivada
ducción y consum o asegurado, con un conju n to com poniendo el m a r que perm anece. Así vemos n arrativ a y de tabulación vigentes en su tiem po. de que han aparecido, al fin, novelistas. P ara esta
de grandes o b ras que están vinculadas en tre sí que las co n q u istas que una generación enarbola Los contactos de los principales n a rra d o re s van­ fecha ya e n co n tram o s una nueva generación en
por las funciones dinám icas de un sistem a cul­ com o banderas, resu ltan a bsorbidas en la siguiente, guardistas con la experiencia poética—varios de m archa, la que hoy es cabeza intelectual del conti­
tu ral, es porque, com o él dijo, hay H ispanoam é­ que las m an e ja com o m ateriales del oficio. No se ellos han sido poetas y n a rra d o re s—fueron tan nente. T ras ella se oyen los pasos de al m enos o tras
rica. Y entendám onos : no la m era acum ulación tr a ta de una tradición, sino de un proceso. fundam entales p a ra la reo rientación de la ficción dos, ap resu ra d a s. Como en el verso de A m anda
de países y de ciudadanos que superan los ciento Su com probación m ás e xterna e stá en la abun­ h ispanoam ericana que ellos operaro n , com o su B erenguer : « ellos vienen detrás, com o torm enta,
cincuenta m illones, sino ese elem ento a g lu tin ad o r : dancia de n a rra d o re s y poetas a que se ha llegado trato, m uchas veces directo, de los su rre a lista s los jóvenes, los niños, los recientes ».
la voluntad colectiva p uesta al futuro, la con­ y en la frondosidad de sus o rientaciones estéticas. franceses. En el París de B retón, Soupault, Aragón, Si h ubiera que b a u tiz a r esa generación a nivel con­
ciencia reflexiva de una unidad, la idea de un En u n a antología de sostenida je ra rq u ía artística, Desnos, de los años veinte, e stuvieron Miguel Angel tinental, d iría que es la de « los universalistas » y
proyecto en com ún. No es ninguna casualidad que H ortense C a rp en tier y Ja n e t B rof han reunido A sturias, E rn est Hem ingw ay, V icente H uidobro, si tuviera que p ro to tip iza rla ap elaría a dos figuras
la irrupción repentina, a borbotones, de la lite ra ­ casi cincuenta a u to re s del últim o m edio siglo. Ni E.E. C um m ings, E zra Pound, C ésar V allejo, H enry que, una desde el su r y o tra desde el norte, com ­
tu ra hisp an o am erican a se produzca en esta ú ltim a un solo n o m b re h ab ría que tild a r de los allí reu­ Miller, Alejo C arpentier. Y sin em bargo no se cono­ p a rte n una m ism a línea a rtístic a y un m ism o m a­
década que ha sido la de la irrupción revolucionaria nidos, pero en cam bio podríam os seguir agregando cieron e n tre ellos. Para todos P arís e ra u n a m o­ gisterio. Son Julio C ortázar y Octavio Paz, uno m ás
del continente. La atención que desde 1959 puso en un m ism o plano de calidad, h a sta com poner un vible fiesta donde e n tra b a n en con tacto con una n a rra d o r y o tro m ás poeta, pero am bos m últiples,
el m undo a e sta zona olvidada coincidió con la otro tom o de análogas dim ensiones. P ara ese m odificación c en tral de la c u ltu ra p la n e ta ria que hom bres de la to ta lid a d c u ltu ral y a la vez hom bres
atención que puso a una lite ra tu ra que existía segundo volum en ya estoy a p u n tan d o sugerencias !l se in tro d u cía a través de ese m eridiano y donde, arraig ad o s en una m odernidad que em pieza p o r no
desde hacía decenios y a la que leyó sobre el en tre los n a rra d o re s, M anuel R ojas, C arlos Fuentes, al cotejarse con u n a realidad o tra se reen c o n tra b an q u e rer ser c u ltu ral, com o e statu ía R im baud, y a la
trasfondo de su h isto ria contem poránea. S alvador G arm endia, F ernando Alegría, M ario Be- con ellos m ism os. Q uedaba a trá s el L ondres donde que define el ansia inagotable y trágica de la bús­
En 1887 el m ism o José M artí, quien vivía en Nueva nedetti, David Viñas, José Donoso, Ju a n García había anidado H enry Jam es ; m ucho m ás a trá s queda, el descubrim iento e inm olación de las for­
York, fue a escu ch ar a W hitm an que e n to n ab a su Ponce, R eynaldo A renas ; entre los poetas, Ramón el M adrid donde la chispa del « ultra ísm o » pon­ m as, el especular re to m o sobre sí p a ra verse y
treno p o r A braham Lincoln. En un a rtícu lo fulgu­ López Velarde, E nrique Molina, Idea V ilariño, Gon­ dría una atención efím era al p a sa je de Borges. devorarse, ya en u n poem a com o Blanco, ya en una
rante dio a conocer al orbe de la lengua española zalo R ojas, T om ás Segovia, E líseo Diego, Antonio E sta p re su n ta « generación perdida » es en verdad novela com o R ayuela, la concepción de la lite ra tu ra
un poeta del que dijo que e ra « el m ás intrépido, C isneros, H eberto Padilla, Ju lia de B urgos, Rafael la « generación recu p era d a » de H ispanoam érica, como a v e n tu ra cognoscente donde cada descubrí-
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m iento es una pista. La herencia de la que p a rtie ­ niveles de desarrollo m uy disparejos y a tiem pos sám ente m ayoritaria, en S eb astián S alazar Bondy, a n te rio r posición que preconizaba la asistencia
ron—que en ellos lejos de significar r u p tu ra fue históricos distintos, y, desde hace cin cu en ta años M ario B enedetti, E rnesto C ardenal, R oberto Fer­ tem ática, lógica y racionalm ente servicial a la revo­
aceptación consciente—, la dixtensión de sus c arre ­ es agitado p o r una urbanización violenta que es­ nández R etam ar, Juan Gelman, Noe Jitrik , Milton lución social. Con lo cual, si bien se situó a la lite­
ras al m undo todo—que en C o rtázar y m ás en Paz tru ja a m illones de hom bres provenientes de anti­ Schinca ; ya en el gobierno de las pasiones, en ra tu ra en un nivel e stru c tu ra l m ás com plejo, res­
postuló una am pliación que abso rb ió el pensa­ quísim as c u ltu ra s ru rales d e n tro de las casas, calles Alberto G irri o en Jorge G aitán D urán. El colo- pondiendo a la creciente exigencia de su lector
m iento o rien tal—, la asunción del incesante esp í­ y form as de vida pun tu alm en te a d ap tad a s de los quialism o, el prosaísm o, la lengua lim pia, callejera, real, se creó un cam po de tensiones d e n tro de un
ritu de vanguardia—com o cifra de una perenne últim os figurines de las sociedades industriales. el desvío p o r el tropo, la desconfianza por las cuerpo social que, com o el hispanoam ericano,
ju v en tu d a rtístic a —, los ha situ ad o com o cabezas Antes de que lo definiera B retón, esto e ra el surrea­ im ágenes, al ritm o fluyente del habla, ¿ acaso so­ ab arca tiem pos y h a sta eras geológicas d istintas,
visibles de la generación universalista y m aestro s lism o para los ojos azorados de N erval y L autrea­ brevive la poesía ? Fernández R etam ar, que a lam ­ a la vez que vive desgarrado por las proposiciones
de la lite ra tu ra continental. E n esta línea de extre- m ont, y así vuelve a ser vivido por H ispanoam érica, bica e sta poesía del hoy d en tro de una c en ten aria ideológicas. El m arco ex p erim en talista se torna
mación, casi desm esurada, quien los acom paña es com o ley de co n tra ste violento y com o ansia de cultura poética elaborando un p ro d u cto de ince­ autónom o en la acuciosa e sc ritu ra de Elizondo,
José Lezam a Lim a a quien es no rm al que C ortázar feinserción en lo m aravilloso. Así lo m anifiesta su sante riesgo, co n testó a la e te rn a p reg u n ta : « que parece disolverse en la pro g ram ática n a rra tiv a de
haya rendido hom enaje percibiendo el espíritu lite ratu ra, si se tiende un arco que vaya desde El cualquier cosa sea posible, eso es la poesía ». González León y consigue una evolución m edia,
iconoclasta y universal que alentaba e n su caótica señor presidente de A sturias h asta Cien años de Junto a los poetas iban surgiendo los n arrad o res, com p en etrad a de la m ateria, en los cuentos de
selva bibliotecaria. soledad de G arcía M árquez, e n la novela, y desde m arcados p o r .las experiencias de una década que Antonio S k arm eta, la prom esa m ás reciente de la
Pero la función dom inante de e sta generación co­ Las cosas y el delirio de E nrique M olina hasta vio la caída sucesiva de los d ictad o res hispano­ cu en tística latinoam ericana. Ese m ism o m arco
rrespondió a un religam iento poético y o tra s veces Delante de la luz cantan los pájaros de M ontes de am ericanos : uno tra s otro, Perón, Odría, R ojas rige, inflexionándose de acuerdo con las vertientes
crítico, con la realidad hispanoam ericana, lo que Oca, incluyendo cenáculos enteros com o el de La Pinilla, Pérez Jim énez, B atista. Se los verá com o c u ltu rale s de las diversas regiones que consiente
llam aríam os el aden tram ien to en la piel de un con­ M andrágora chilena o el incendiario de El Techo una generación inicial m ente seria que, con una la unidad general hispanoam ericana, en la crea­
tin en te c u ltu ral p a ra explicarlo íntim an en te. Esa de la B allena venezolano. Pero del m ism o modo libertad creativa que quizás p u d ieran a trib u ir o ción poética del colom biano A lvaro M utis, del
función p a rte de un d rástico cuestio n am ien to de que Freud no quería lib e rar sino e n cad en ar para debieran ag rad ecer a sus padres, re in q u iere n en a rgentino R oberto Ju arro z, del m exicano Jaim e

CeDInCI
valores sociales lo que ha perm itido definir a estos
e scrito res com o los integrantes de una generación
c rítica y aun h ipercrítica. B a staría con evocar, tras
la inicial n a rra tiv a de Ju a n C arlos O netti, la de
siem pre al inconsciente, los escritores hispanoam e­
ricanos de las últim as generaciones m uy pocas
veces m anejan esos explosivos para in v en ta r un
baile fosforescente en la selva am ericana, sino para
CeDInCI
los cauces del viejo realism o social. Podríam os
seleccionar seis figuras re p re se n tativ as que cubren
el continente : C arlos Fuentes (M éxico), Gabriel
García M árquez (Colom bia), S alvador G arm endia
Sabines.
H an sido, todas ellas, experim entaciones de índole
e stru c tu ra l, que delatan las proposiciones cada vez
m ás com plejas a que se e n fre n tan los escritores
José R evueltas, E rn esto Sábato, C arlos Fuentes, el progreso de la especie, poniéndolos al servicio (Venezuela), M ario V argas Llosa (P erú), José Do­ del co n tin en te y que no deben ser confundidas,
M ario M onteforte Toledo o Carlos M artínez M oreno de una em p resa racional del conocim iento que es noso (Chile) y David Viñas (A rgentina). E llos son com o se lo ha hecho, con soluciones de tip o esti­
en lo que todos coincidieron, o sea en la desm iti- p aralela a y se trad u c e p o r una e stru c tu ra a rtístic a la nueva lite ra tu ra de H ispanoam érica y si sus lístico h ablándose de b arro q u ism o de la nueva
ficación de sus sociedades. P ero el cu estionam iento com pleja pero severam ente construida. evoluciones variadas y a veces im previsibles, con lite ra tu ra o de tendencias fa n tá stica s o de inm er­
tam bién puede se r detectado, a unque en un nivel A p esar de las eufóricas p ro p u estas a favor de un repentinos giros estilísticos (Fuentes, G arcía M ár­ sión en la investigación lingüística. Aunque, como
de com plejidad m ayor, d entro de la función testi­ « realismo mágico » que surgieron d u ran te los años quez) los han alejado de sus p lanteos p rim eros, en corresponde a toda concentración sobre el nivel
monial, lírica y racional a la vez, con que un secto r veinte a cargo de los v anguardistas y a p e sa r de su lo cen tral de sus obras hay voluntad de conocer el de las e stru c tu ra s, postula a u to m á tica m en te una
de hondos n a rra d o re s religaron zonas olvidadas de perfeccionam iento con las soluciones de « litera­ mundo, d e sen m ascararlo y re in te rp re ta rlo , hacerlo cierta elusión de la historia, que se ha patentizado
la cu ltu ra al universalism o de la hora, a la vez que tura fantástica » de los años c u are n ta que tuvieron de nuevo. Se pudo p e n sa r un m om ento que, de desde el año 1967, año de Cambio de piel y de Cien
evitaron que aquellas fueran a rra sa d a s p o r éste ; e picentro en la revista « S u r » de B uenos Aires, conform idad con el m ovim iento p e n d u la r de la cul­ años de soledad, año que sirve de fro n te ra para
Juan Rulfo, José M aría Arguedas, Augusto Roa la generación inm ed iata prefirió un cauteloso des­ tura hispanoam ericana, al universalism o del 40 res­ una serie de creadores n a rra tiv o s nuevos como
B astos, debieron ap elar a diversos lenguajes poéti­ censo al realism o, gobernando los im pulsos irra ­ pondía un nuevo regionalism o, instalado en un M anuel Puig, G erm án G arcía, H écto r Sánchez, que
cos p a ra tra d u c ir proyectos a rtístic o s que p rá c ti­ cionales que h ab ían sido tan prestigiados en una plano a rtístic o superior. Algo de eso se p retendió visiblem ente ponen la sociedad e n tre p aréntesis,
cam ente coincidían con actos de trascu ltu ració n . época que L ukacs definió com o culm inación del con la adjudicación del Prem io R óm ulo Gallegos a año que, com o ha recordado Viñas p a ra po n er de
Probablem ente sean esas las raíces a que deba asalto a la razón. E ste descenso fue prefig u rad o Mario V argas Llosa en 1967 : no sólo se distinguía fondo a las letras argentinas recientes, m uere en
a trib u irse la caudalosa descendencia del su rre a ­ por los cuentos de C ortázar, si se los coteja con el una novela excepcional, La casa verde sino que se Bolivia el Che Guevara.
lism o en A m érica H ispana, al p u n to de a firm arse esquem a intelectual del a n te rio r m aestro, Borges ; proponía a V argas p a ra c o n tin u a r el m agisterio La fecha de una antología, com o la de un prólogo,
que es un continente su rrealista, que lo ha sido en ellos se vio que lo m aravilloso se ap osentaba regionalista de Gallegos. Y sin em bargo, m ás signi­ c o rta b ru scam en te el río fluyente. En vez de la
siem pre, desde que el p rim e r español p uso su pie. en la vida c o rrie n te y esto e ra « su ficien te m ara­ ficativo que el te rrito rio tem ático o la a ctitu d rea­ secuencia cinem atográfica nos re m ite a la foto
E fectivam ente, la técnica del m o n taje lite rario su r­ villa ». Com o siem pre, los p rim ero s en saberlo lista, fue el lab o ra to rio experim ental al que ingresó fija. E n este caso nos ofrece dos de esc rito res m uy
realista por aproxim ación de elem entos disím iles, fueron los poetas del c u are n ta : ya en la fo rm u la­ la m ayoría de estos n arrad o res, d e cretán d o se así jóvenes : Ja v ier H eraud a quien la m u erte trágica
lo que un sudam ericano llam ado L au tream o n t de­ ción in tim ista que cultivaron Cintio V itier, Elíseo herederos de C o rtázar y Paz, cuya c ap itan ía reco­ en la g uerrilla peruana ha conferido un halo m ítico
signó como el acercam iento fortuito del p arag u as y Diego, Ju a n Cunha, C ésar Fernández M oreno ; ya nocieron. La idea de C ortázar sobre la necesidad y N o rb erto F uentes, el cubano, toda cuya litera­
la m áquina de coser sobre la m esa de disección, en la línea individualista y d ra m á tic a con que se de o p e rar la revolución d e n tro de la lite ra tu ra tu ra es un com bate feroz en las sie rras de su
resu lta siste m a válido p a ra describ ir u n continente enajenan del su rrealism o N icanor P arra, Id e a Vila- resultó asum ida a un nivel continental p re sen tá n ­ isla e n tre el e jé rc ito regular y los bandidos c o n tra ­
que desde 1492 vive sobre el en sam b laje de c u ltu ras riño, Gonzalo R ojas, E nrique Lihn : ya en la a p ro ­ dose ese com o uno de los m odos nuevos, —inespe­ rrevolucionarios infiltrados. De un m odo u o tro la
diferentes, a n titética s si cabe, corresp o n d ien tes a piación c rítica de un m undo social, fó rm u la inmen- rado—p a ra reem plazar o al m enos en riq u ecer la acción revolucionaria los cerca, los inunda, los
José María Blanco White
46
Antología
Introducción, selección, traducción y notas de Juan
Goytisolo.

La historia de la literatura española está por la de apóstata, renegado, abominable y antipa­


obsesiona, los alucina, los conforma. Si releemos gónica, porque la intensidad de la escritura y la hacer : la actualmente al uso lleva la impronta triota — que justificaría por sí sola la mortaja
los poemas que Heraud escribió antes de ingresar terrible violencia de las imágenes ascienden el inconfundible de nuestra sempiterna derecha. El piadosa que lo cubre. Pero seamos justos : Menén­
a la guerrilla encontraremos un canto a la vida combate a una pugna mítica. destino postumo del expatriado español, José María dez Pelayo tuvo cuando menos la honestidad mí­
en versos simples y tensos por los que descendía Ambas fotos fijas ofrecen el antes y después de Blanco White (1775-1841) podría servir de ilustra­ nima de acercarse a sus escritos, y sus pareceres —
a una mención despojada del mundo. Si leemos la experiencia de la acción, como un anticipo del ción, en efecto, del funcionamiento de los mecanis­ por apriorísticos, inexactos y anacrónicos que sean
Condenados de Condado encontraremos una mi­ incesante cataclismo revolucionario que recorre mos de represión y censura que determinan la — se fundan o pretenden fundarse en un examen
rada concentrada y devorada por la acción misma, Hispanoamérica y pone un ascua a toda su lite­ escala de valores del país según la óptica de nues­ de los mismos; sus epígonos, por el contrario, ni
los objetos y hombres de una pugna que más que ratura. tros programadores culturales. ¿ Qué sabe el lector siquiera intentaron leerlos. Les bastaba, y sobraba,
social parece, como en su maestro Babel, cosmo­ español de hoy de él y su obra ? Si nos tomamos la con el fallo inapelable del Gran Maestro. El que
molestia de consultar los manuales de literatura de una obra tan rica, compleja y profunda como la
los últimos ochenta años hallaremos una serie de de Blanco haya permanecido durante casi siglo y
opiniones tajantes y exaltados epítetos cuyo origen medio sin traducir, muestra con aterradora elocuen­
podemos fácilmente rastrear, de libro en libro, casi cia el bajtsimo índice de curiosidad intelectual que
sin variación alguna hasta el capítulo IV, libro VII caracteriza desde siempre a los españoles : salvo
de la monumental Historia de los heterodoxos los pocos nombres de todos conocidos, el análisis
españoles de don Marcelino Menéndez Pelayo. Lo real — no justificativo ni mítico — de nuestra
hemos dicho en varias ocasiones y no nos cansa­ propia historia permanece aún hoy — triste es
remos de repetirlo : en España no sólo se heredan decirlo — en manos de investigadores extranjeros.
propiedades y bienes; de generación en generación Los mismos programadores del consumo interior
se transmiten, igualmente, criterios y juicios y, que por espacio de décadas han privado al público

CeDInCI CeDInCI
con honrosas excepciones, los historiadores y en­
sayistas del país siguen viviendo aún hoy, en lo
que a Blanco concierne, de las dudosas rentas del
señor Menéndez- Los libros de Blanco White no
de la Península del acceso a una obra de la magni­
tud de La regenta siguen actuando con un autor
como Blanco White sin que nadie o casi nadie pro­
teste o se escandalice. ¿ Por qué ? Porque, como dijo
han sido reeditados jamás y la vieja represalia Cernuda, « en España las reputaciones literarias
nacional del silencio ha operado con él de modo han de formarse entre gente que, desde hace siglos,
muy simple : negándole la traducción a su idioma no tiene sensibilidad ni juicio, donde no hay espí­
nativo y vedándole así, eficazmente, el contacto con ritu crítico ni crítica, y donde, por lo tanto, la repu­
sus paisanos. « A quien conozca la obra de Blanco, tación de un escritor no descansa sobre una valora­
tanto en inglés como en español, no puede menos ción objetiva de su obra ». Que la atormentada y
de sorprenderle la desproporción existente entre su áspera personalidad de Blanco resultara extraña a
valor y su escasa resonancia», señalaba Vicente sus coetáneos nos parece absolutamente normal.
Llorens en su sugestivo ensayo « Liberales y Como dice con razón Vicente Llorens, « sus ideas,
románticos». Por lo que se refiere a España, su sensibilidad, su lenguaje tenían que ser incom­
agregaba, no hay duda de que su heterodoxia ha prensibles para quienes seguían aferrados a una
tenido que contar decisivamente para mantenerlo tradición que él había abandonado hacía añ o s».
en la penumbra que lo envuelve ». La observación La experiencia nos ofrece a menudo ejemplos del
es justa y merece que nos detengamos en ella : a destino amargo de los pensadores y artistas que
diferencia de los demás países de Europa occi­ tienen la clarividencia y audacia de adelantarse a
dental, en donde todo lector capaz de comprender los valores oficiales de su tiempo : perseguidos y
y valorar lo que lee tiene acceso libre a las fuentes negados en vida, su reconocimiento no viene sino
de la cultura nacional, el lector de lengua espa­ más tarde compensando asi, de modo postumo, la
ñola recibe ésta a través de un filtro purificador injusticia flagrante con que fueron tratados. Pero
destinado a retener toda la escoria susceptible de en España ni siquiera existe dicha compensación :
contaminar los muy puros raudales de la ortodoxia nuestros programadores siguen cargando sobre los
hispana. Separados de la obra de Blanco por el hombros de Blanco el delito de la insobornable
denso telón de silencio y oprobio de nuestros lucidez que expió dolorosamente en vida. Mientras
zombis, sus eventuales lectores no han podido Inglaterra y Francia, por ejemplo, se sirven de la
arrancarle de la casilla en que lo encerrara el persona y obra de sus disidentes más célebres
conocido celo apostólico del polígrafo montañés. para mayor gloria de la cultura e historia nacio­
Mazmorra o sepultura más bien, ¡y vaya una! : nales una vez cicatrizadas las heridas del tiempo,
48 49

el acierto político y la generosidad moral no mere­ « amor » que Menéndez Pelayo, y quienes piensan creador español en la segunda mitad del siglo XVII, severo de Sarmiento sobre nuestros « valo res»
cen entre nosotros ad vitam aeternam sino opro­ como él, profesan a los pueblos liberados por • de qué nombres pueden enorgullecerse las letras inexportables, apechan con la negra responsabi­
bio y silencio. ¿ Exageración nuestra ? Léanse Bolívar cuando se hinchan la boca de frases sono­ hispánicas — nombres que puedan competir con lidad de haber impedido la difusión de la obra de
v. gr. los ensayos de Menéndez Pidal sobre el padre ras y nombres talismánicos como Raza, Hispanidad los de Francia, Inglaterra o Alemania ? Si descon­ un compatriota que, por múltiples razones, es sus­
Las Casas, cuyos alegatos antiesclavistas son cali­ y Madre Patria. De haber vivido entre 1810 y 1824, tamos dos o tres, ¿ qué autores nacionales pueden ceptible de alimentar la curiosidad de los lectores
ficados de « anticuados » y « mediavales » en con­ no resulta aventurado suponer que habrían dispa­ traspasar nuestras fronteras hasta la aparición casi de uno y otro hemisferio — obra que cualquier
traposición a la « moderna » y « perdurable » opi­ rado sobre ellos. milagrosa de un Bécquer, un Clarín, un Galdós ?. otro país que no fuera el nuestro, se habría apre­
m os de Vitoria que, llena « de caritativa mesura La selección que a continuación publicamos ha pro­ No es de extrañar entonces que, ante panorama tan surado a exportar.
y de templanza » y de « profundo espíritu de equi­ curado abarcar las múltiples facetas de la vasta y yermo, escritores y lectores de Hispanoamérica Nuestra opinión sobre la España post-fernandina
dad cristiana », distingue nada menos que « siete heterogénea obra de Blanco, tanto en inglés como hayan buscado su inspiración y estímulo en el coincide con la de Sarmiento : como él, estimamos
causas legítimas de esclavitud » : para el fallecido en español, desde sus vibrantes artículos de El ámbito de las literaturas ultrapirenaicas. Las duras contraproducente la propensión nacional a revestir
presidente de la Real Academia Española, Las Casas Español y Variedades hasta las páginas admirables palabras de Sarmiento sobre la España que visi­ y engalanar la miseria intelectual y artística y a
era simplemente un « deslenguado » y un « resen­ de sus Letters from Spain y de su sobrecogedora tara en 1846 reflejan crudamente esta situación : servir eventualmente gato por liebre. Poco, muy
tido ». El mismo daltonismo aberrante continúa autobiografía. Nacido en Sevilla en el seno de una « ustedes no tienen (hoy) autores, ni escritores, ni poco de cuanto se ha escrito en la Península por
afectando aún hoy la ejemplar conducta de Blanco familia de mercaderes de origen irlandés que his­ sabios, ni economistas, ni políticos, ni historiado­ espacio de aquellos años despierta en nosotros un
con respecto a la insurrección de América. Cuando panizó su original apellido de White, José María res, ni cosa que lo valga... ustedes aquí y nosotros sentimiento de admiración pasado el primer im­
España ha reconocido desde hace casi siglo y medio Blanco abrazó en su niñez la carrera sacerdotal a allá traducimos ». Con toda razón, Sarmiento no pulso de dolida solidaridad. Pero por ello mismo,
la independencia de las repúblicas hispanoameri­ fin de satisfacer los deseos maternos y su propia había visto « más libro español que uno que no el silencio de muerte que reina en el país da un
canas y éstas son, oficialmente hablando, « Zas necesidad de cultura. Ordenado de sacerdote en el es libro, los artículos de periódico de Larra ». La alcance y emoción mucho mayores a gritos solita­
hijas amadísimas de la Madre Patria », en lugar de año 1810, perdió poco después la fe religiosa, se irritación que sus juicios suscitara en la Península rios como el que a continuación escuchamos. La
envanecernos del desinterés y perspicacia de Blanco trasladó de Sevilla a Madrid y, al producirse la no se ha calmado aún, pero la escueta realidad candente actualidad literaria y política de la obra

CeDInCI
y proponerlo de modelo a la consideración de los
nuevos países, se le sigue marcando con los epí­
tetos de « renegado» y « tra id o r». Los lectores
hispanoamericanos de hoy podrán apreciar gracias
invasión del ejército napoleónico, abrazó de mala
gana el bando anti-francés, previendo con razón el
retorno del absolutismo y la intolerancia con el
mal deseado Fernando. Tras dirigir el Semanario
CeDInCI
persiste en confirmarlos. La España de la primera
mitad del XIX no podía ofrecer cosa alguna al ape­
tito intelectual de un Sarmiento, aparte de los
artículos de Larra y, añadiríamos nosotros, el tea­
de Blanco White le permite cruzar con éxito las
barreras del espacio y el tiempo. Su defensa de la
imaginación, su denuncia de la ortodoxia y el
dogma hallan un eco inmediato en la problemática
a las páginas que figuran en el presente número de Patriótico hasta su suspensión por la Junta Central, tro de Moratín. El único nombre que podríamos de la literatura latinoamericana de hoy, en el fenó­
la revista la lógica y sinceridad de quienes se aprovechó la oportunidad de la llegada de las tro­ agregar al de éstos era desde 1810 el de un hombre meno regresivo de las nuevas Iglesias que asfixian
enorgullecen a un tiempo de la existencia de die­ pas francesas a unas leguas de Cádiz para refugiarse oficialmente maldito y, en lugar de vindicarlo, la las aspiraciones revolucionarias de los pueblos.
ciocho repúblicas de habla española en el Nuevo en Inglaterra en febrero de 1810. Allí, edita el ya casta gobernante en España se aplicaba ya, con Como decía Malraux hablando de Goya, « su voz,
Mundo y continúan fustigando a Blanco por el mencionado Español y, atormentado de nuevo por tenacidad digna de mejor causa, a adensar en torno es la voz amordazada de E spañ a» : voz que en
imperdonable crimen de haber tomado partido por inquietudes religiosas, se afilia a la Iglesia angli­ a él el silencio que entre nosotros prepara y anti­ 1971 reconocemos nuestra — voz descondicionada,
ellas. Pero dejemos la palabra al inevitable Menén­ cana y escribe numerosas obras polémicas contra cipa el olvido. Su victoria mezquina ha mutilado profética, libre que brota del infierno en donde,
dez Pelayo, cuando analiza la línea política del Roma : Practical and internal evidence against gravemente la literatura española de la época, pri­ para vergüenza de todos, permanece todavía ente­
ex-sacerdote sevillano en su periódico londinense Catholicism, The poor man’s preservative against vándola de uno de sus vástagos más pujantes, en rrada.
El Español : « Empresa más abominable y anti­ Popery, Second travels of an Irish gentleman in nuestra opinión el mayor. Seamos claros : los mis­
patriótica no podía darse en medio de la guerra de search of a religión, etc. A partir de 1829 se aleja mos que se lamentan hipócritamente del juicio J. G.
la Independencia... desde el número tercero co­ paulatinamente del anglicanismo hasta romper de
menzó a defender sin rebozo la causa de los insu­ modo definitivo con él en 1835 y declararse unita­
rrectos americanos contra la metrópoli... desafo­ rio. En los últimos años de su vida su enemiga a
rándose cada vez más, estampó en su periódico las todas las Iglesias y al concepto de ortodoxia deriva,
siguientes enormidades : El pueblo de América ha a través de sus diarios y su correspondencia con
estado trescientos años en completa esclavitud... Channing y Stuart Mili, hacia un deísmo raciona­
La razón, la filosofía claman por la independencia lista que abandona la teología por el estudio de la
de América... » ; tras evocar los estragos de su nueva filosofía alemana. En 1839, enfermo de gra­
« venenosa pluma », el señor Menéndez retrata asi vedad, parece haber sentido nostalgia de su país
su actuación política al frente de Variedades (1823- nativo, en cuya lengua escribe algunos hermosos
1825) : « Del patriotismo de sus editores júzguese poemas que se publicarán después de su muerte,
por este dato : empieza con la biografía y el retrato acaecida en 1841.
de Simón Bolívar (!)... Allí, por último, llamó agra­ La importancia evidente de la obra de Blanco
dable noticia a la de la batalla de Ayacucho.» No resalta todavía si tenemos en cuenta la extrema
es necesario continuar : con el botón de muestra penuria de talentos de que adolece la literatura
basta para que comprendamos la índole del peninsular de su tiempo : desde el eclipse del genio
I. - Autobiografía 51

Es verdad que en todos los países y épocas, los estado hasta que, con e l progreso de la razón, y de muy buen carácter, a pesar de que era teólogo cía la profesión para la que había sido educado,
acontecim ientos principales de la vida hum ana se reuní, a los catorce años, fuerzas suficientes para asesor del Santo Oficio y odiaba de todo corazón dijo, se esforzaría en buscarm e otra. Uno o dos
relacionan de m odo inseparable con algunos de descargar mi conciencia m ediante una confesión a los herejes com o parte de su profesión. Al acu­ años antes me había dado esa garantía para ase­
los incidentes más nim ios de la infancia... E n lo general del pasado. No hay que suponer que se sarme, expuse lisa y llanam ente mi argum ento. El gurar mi libertad de elección... Pero llegaba dem a­
que a m í respecta, el curso y carácter de mi vida trata de un caso singular, m otivado por un senti­ asombro del fraile por poco le hizo caer de espal­ siado tarde : en aquel mom ento estaba bajo el
se sellaron desde el m om ento en que expresé mi miento m orboso o la índole de mi educación pri­ das en el confesionario ; no obstante, valiéndose hechizo del afecto de mi m adre y no podía concebir
deseo pueril de ser sacerdote. No obstante, el am or mera. Pocos en verdad, entre los num erosos peni­ de las frases m ás dulces que posee el idiom a espa­ mi propia felicidad sin la existencia de la suya.
al saber que me llevó arteram ente al cam ino de la tentes que he exam inado, han escapado a los m ales ñol para dirigirse a los niños, me preguntó : Ange­ Por otra parte, había ganado para sus fines a cuan­
desventura no ha desem parado nunca a su víctim a de sem ejante estado... V ista a distancia, la necesi­ lito, ¿ qué libros lees ? Le respondí con sencillez tas personas, viejas o jóvenes, podían influir sobre
y es probable que nunca hubiese hallado la dicha dad de la confesión es más ligera que una plum a que el único libro que leía era el Telém aco. Al mí. Su auxiliar más poderoso íu e Arjona. Creo que
en un estado de tosca ignorancia. E scasa y dura­ en la balanza del deseo m ientras que, en un período oír esto se sonrió y, tras exhortarm e a que no en la época de mi subdiaconado se había ordenado
mente ganada com o es la provisión de que se nutre subsiguiente se convierte en un castigo de la escru­ inquietara mi cab ecita atolondrada con sem ejantes de sacerdote y era ya mi confesor — autoridad
mi espíritu, no me desharía de ella por una vida pulosidad : un instrum ento para em botar el sentido problemas, me absolvió de todos mis pecados, sin que ejerció alrededor de dos años. T odas las per­
entera de despreocupado p lacer ; y si la fuerza de m oral m ediante la m ultiplicación de los m otivos prohibirme siquiera la lectura del libro, causa ino­ sonas im plicadas en la conjura — pues ciertam ente
las circunstancias no m e dejó otro cam ino de goce de rem ordim iento, y dirigiendo sus m ayores cente de mi escepticism o. Creo que si hubiera la hubo — de aprisionarm e en la Iglesia obraron
intelectual que el que tan penosam ente he hollado, temores contra im aginarios crím enes (2). tenido el don de la profecía me habría retorcido por m otivos que no puedo censurar. Todas me
bendigo el m om ento en que entré en él y sólo el cuello de buena gana, previendo que llegaría el querían ; todas eran sinceras ; y la Providencia
m aldigo la fatalidad que me hizo nacer en un país Pero debo regresar aquí a un período m ucho más día en que los propios herejes que él hubiera que­ había decretado para mi propio bien cuantos pasos
católico (1). tem prano de mi vida, lo que haré de muy buen mado con alegría, me habrían de encontrar, para su llevaron a cabo. Pero, ¡ qué am argura de corazón
grado pues me dará la ocasión de corregir un gusto, excesivam ente herético (3). debe de haber sufrido mi pobre m adre desde el
Los efectos de la confesión en las m entes jóvenes lapsus de la m em oria con respecto a los libros que día en que la angustia insoportable de mi espíritu

CeDInCI
son por lo general desfavorables a su paz y virtud
futuras. Debo a dicha práctica el prim er sabor del
rem ordim iento cuando mi alm a se hallaba todavía
en un estado de inocencia infantil. Las reglas
leí en mi niñez. Cuando toqué el tema, olvidé
m encionar una traducción española del Telé-
maco de Fenelón, que mi padre tenía en su m inús­
cula biblioteca de una m edia docena de libros.
CeDInCI
Mis tem ores de ser desgraciado en el seno de la
Iglesia crecieron de tal m odo que, aunque con
inmenso dolor, decidí expresarlos con entera fran­
me llevó a abandonar su casa por prim era vez y
buscar en M adrid una pobre som bra de libertad !
¡ Cuál habrá sido su angustia al verm e p artir a
Inglaterra sospechando fuertem ente en mi resolu­
queza. Mi m adre escuchó mis palabras con todas
solemnes de la ley penitencial habían im presionado Lo leí y releí tan a menudo cuando contaba tan las señales de con goja que un ardiente carácter ción de no retorn ar jam ás... ! Cedí, pues, y, al
mi fantasía y la palabra « sa c rile g io » me había sólo seis o siete años que me lo sabía casi de femenino, alentado por sus creencias religiosas, hacerlo, confundí la alegría de secar las lágrim as
hecho tem blar al o ír decir que el acto de ocu ltar memoria. El efecto que ejercía sobre mi im agi­ manifiesta infaliblem ente cuando su voluntad es de mi m adre con una renovada inclinación a la vida
cualquier pensam iento o acción cuya rectitud nación era poderosísim o, y no lim itó su in flu jo contrariada. Desde aquel día no me m iró una sola sacerdotal (4).
fuesen dudosas me haría culpable de los peores a esta sim ple facultad. Curiosam ente, mi p rim era vez sin que las lágrim as no asom aran a sus ojos.
crím enes y aum entaría gravem ente mi peligro de duda acerca de la verdad del cristianism o la m otivó A la verdad, si m enciono mi absoluta debilidad y 1802. — A la edad de veintisiete años podía consi­
su frir los torm entos eternos. Mis padres, en este este libro cuando no había cum plido aún los ocho desamparo siem pre que me enfrento al hecho de derar que me hallaba no sólo en posesión de un
caso, no hicieron m ás que cum plir con su deber, años. Mi recuerdo de cuantos porm enores se rela­ causar dolor a un ser humano, y sobre todo a medio de subsistencia decoroso y holgado, sino
conform e a las norm as de su Iglesia. Pero aunque cionan con aquella vacilación p asajera es clarísim o. alguno a quien quiero personalm ente, no es con también al alcance de prom ociones más altas con­
habían logrado despertar mi tem or al infierno, éste La descripción de los sacrificios ofrecidos a los el propósito de elogiarm e sino m ás bien al revés. form e a los m ism os medios lim pios e independien­
era, con todo, dem asiado débil para vencer una dioses me llenaba de deleite ; a más de ello, sentía El sentido del deber me ha sostenido, según creo, tes que me habían procurado la que ya disfrutaba.
vergüenza pueril que convirtió la revelación de una una fuerte sim patía por los personajes principales en muchos casos difíciles m ientras que una con­ Si va a decir verdad, mi acceso a las dignidades
nadería en una em presa superior a mis fuerzas. del relato. La diferencia entre su religión y la m ía ciencia insoportable de mi esclavitud m ental me superiores de la Iglesia habría sido casi una sim­
Llegó al fin, el día señalado en que debía ir a ver me im presionaba fuertem ente y mi adm iración por ayudó a arrancarm e de mi fam ilia y país, pero ple cuestión rutinaria...
al confesor. Ora vacilante, ora resuelto a no incu­ su prudencia y coraje me sugería la pregunta de estoy convencido de que la m ayor parte de las ... ¿ Quién hubiera podido pensar que, en tales cir­
rrir en un sacrilegio me arrodillé ante al sacerdote, por qué nos sentíam os tan seguros de que su culto cosas que no he tenido el valo r de desatar se cunstancias, y ju sto en el m om ento en que con
dejando no obstante el últim o lugar, en mi lista religioso fuese falso. Este argum ento me absorbió deben a dicha debilidad. ¿ Qué podía esperarse toda seriedad y conciencia me entregaba a los debe­
de pecados, al abom inable crim en : creo que el durante algún tiem po y, cuando llegó et día de de un mozo de veinte años con menos experiencia res de mi profesión, caería sobre m í una torm enta
hurto insignificante de un p ajarillo. Pero cuando confesarm e y consulté el catálogo de pecados que de la vida que un escolar inglés de doce ? No intelectual y m o ra l'q u e barrería de golpe todas las
llegué al punto tem ido, la vergüenza y confusión figura en el libro de Preparación, sentí la necesidad obstante, acallando el dolor de mi corazón, tuve huellas religiosas tan larga y penosam ente graba­
se adueñaron de mi y la acusación se atascó en mi de acusarm e de dudas contra la fe. A m edida que el valor de persistir en mi actitud por espacio de das en mi espíritu, volvería odiosa la perspectiva
garganta. La culpa im aginaria de este silencio escribo, aparece con nitidez en mi m ente el sitio un mes. Mi padre hubiera podido ayudarm e, pues de honores y em olum entos eclesiásticos y haría
acosó a mi espíritu p or espacio de cuatro años, donde se alzaba el confesionario y veo el rostro del su juicio era sereno y no confundía nunca sus pro­ absolutam ente intolerable mi estancia en el país
acum ulando horrores a cada confesión sucesiva e dom inico que solía otorgarm e la absolución : se pios deseos con los deberes religiosos... Recuerdo nativo ? Sin em bargo, esto fue lo que acaeció, a
hinchándolos hasta tran sform arlos en un espectro llam aba padre Barea, un hom bre grueso, sonrosado que la víspera del día en que debía su jetarm e irre­ pesar de una obstinadísim a resistencia m ía (5).
aterrador cuando, a la edad de doce años, tuve que (1) Letters from Spain, Londres, 1822, p. 82, 84-85. vocablem ente a la Iglesia y a una vida de celibato,
recibir la com unión. Continué en este lastim oso (2) Idem , p. 76-78. me llam ó aparte y me aseguró que aún estaba a (3) « Life of the Reverend Joseph Blanco W hite written by him self ».
Londres, 1845, vol. I, p. 18-19.
tiempo de cam biar de determ inación : si aborre­ (4) Idem , vol. I, p. 51-52. (5) Idem , vol. I , p. 108, 111.
52 53

En lo que a mí respecta, declaro solem nísim am ente y peligros, hasta la sede m ism a del fanatism o, Sevi­ instalar a su herm ano José en el trono de este poderoso con que el pontificado haya topado nunca,
que mi repudio del cristianism o acaeció en un lla, en donde me vi obligado a reanudar mi aborre­ país y que por un mom ento pareció realizar sus adhiriera a él con toda mi alma. La Iglesia angli­
período en que mi conciencia no podía repro­ cido y largo tiem po descuidado oficio de hierofante deseos, cuando sus ejércitos llegaron a la vista de cana era para m í lo que im agino serían los caba­
charm e ninguna infracción abierta del deber, fuera ante una m ultitud ciega, ignorante e ilusa. ¿ Quién, Cádiz y am enazaron con extinguir la últim a espe­ lleros de M alta para los esclavos cristianos esca­
de las que com etí varios años antes ; que durante entonces, era el verdadero p atriota ? ¿ Quién, como ranza de los españoles. Yo estaba p or estas fechas pados de las m azm orras de Argel en una de las
la transición de la creencia religiosa a la incredu­ yo, siguió a la m ayoría de sus paisanos contra su en Sevilla, mi ciudad natal. M ientras se acercaban galeras de la Orden. Ha sido necesaria una larga
lidad, el horror a los pecados contra la fe, p rofun­ propia convicción, porque no quería verlos forza­ las tropas francesas, todos los que no querían experiencia, m ía y del asunto de mi elucidación,
damente arraigado en mi alm a por la educación, dos a aceptar lo que juzgaba bueno para ellos o som eterse a su gobierno y disponían de medios para hacernos advertir que ninguno de nuestros
me acosó día y noche ; y que em pleé todos los quienes, agregándose a sus filas, siguieron el mero para trasladarse a otro lugar, trataban de adelan­ refugios era la m orada de com pleta libertad que
medios de mi inteligencia en con trarrestar las im pulso de sus sentim ientos, por no decir el de társeles, volando hacia Cádiz. Mis padres no podían buscábam os. Pero m irando la Iglesia anglicana —
dudas involuntarias que diariam ante adquirían sus am biciones y deseos personales ? Si se hubiese abandonar su hogar pero, com o aborrecían a los com o hice durante un dilatado período — en cali­
fuerza irresistible (6). afianzado el gobierno de José B onaparte, mi patria ocupantes y odiaban la injusticia de su invasión, se dad de uno de los adversarios más form idables de
habría dejado de ser p ara mí un lugar de servi­ sentían ansiosos de verm e lejos de la ciudad. Aquí los abusos de Roma, mis ojos estaban todavía
Cuando me recobré de la sacudida que me produjo dum bre m ental ; con todo, desde el instante en que vi la coyuntura m ás favorable de ejecu tar mi plan, dem asiado deslum brados para p ercibir los defectos
este cam bio violento, mis pensam ientos se cen­ oí que mi propia provincia se había alzado en tanto tiempo dem orado, de escapar a la tiranía esenciales de su constitución y la estrechez de
traron en las circunstancias difíciles de mi situa­ arm as, abracé mis cadenas y volví sin dem ora al religiosa b a jo la que gem ía y, pretextando que su tolerancia, hasta que los acontecim ientos del
ción ¿ Qué debía hacer ? La naturaleza m e había lugar en donde sabía que me desollarían más : a no me sentía seguro en Cádiz, arreglé en cuatro año 1829 me desengañaron, no sin resistencia y
vedado la posibilidad de ser hipócrita, aun en el Sevilla — la ciudad m ás fanática de España — , en días mi partida a Inglaterra. Sabía que era para dolor por mi p arte (12).
caso que hubiese querido serlo. Abandonar m i p ro­ aquel mom ento bajo el dominio absoluto de una siempre y el corazón me duele al record ar la
fesión era im posible : la ley del país lo prohíbe e plebe supersticiosa e ignorante, guiada por esa última vez que vi a mis padres. Unas sem anas Ardua, realm ente, y fiera ha sido la lucha con la
porción del clero que era para mí ob jeto de un después, estaba en estas orillas (9). que he ganado mi libertad y condenado estoy para

CeDInCI CeDInCI
interpreta la renuncia voluntaria de todos los car­
gos sacerdotales com o una prueba de herejía... Si desprecio y h o rror igualm ente grandes ; regresé, sí siem pre a sobrellevar las señales de mi prim era
hubiera sido capaz de vivir com o otros m uchos con constante peligro de mi vida, a través de Usted, mi querido am igo, tuvo la suerte de nacer en servidum bre (13).
m iem bros del clero, sacando el m ejor p artido de provincias convulsionadas por una anarquía feroz y un país absolutam ente libre de la tiranía religiosa.
las circunstancias, disfrutando de mis opiniones y sanguinaria, con incom odidades m ayores que las Si hubiese usted nacido en España y poseyera no Pero ningún peligro o sufrim iento m e ha disua­
gustos b a jo una leve carga de conform idad externa que habría soportado el últim o cam pesino inglés obstante la libertad de espíritu de un inglés, no se dido, en el curso de mi vida, de la búsqueda de
y un porte de gravedad afectada, mi condición que viajara en carreta. La conciencia de m i con­ asom braría de la determ inación que me hizo aban­ la verdad (14).
habría sido m uy llevadera. Pero el disim ulo, espe­ ducta íntegra y el sacrificio que realizaba en aras donar padres, parientes, am igos, riqueza, país y
cialm ente en dichas cuestiones, me ha resultado de la voluntad m ayoritaria del país me sostuvo a lo lanzarm e al vasto mundo, a la edad de treinta y
siem pre intolerable. Si me hubieran confiado los largo de escenas de confusión y barbarie ; pero cinco años, confiando en mis propios esfuerzos Blanco o White ?
secretos de toda la Creación a condición que no los me sentí asqueado de la vida cuando vi el pano­ para mi subsistencia. Todo para escap ar sim ple­
revelara, dejando a quienes me rodeaban en la igno­ ram a que ofrecía Sevilla. Intrigas tan ruines como mente a la tiranía religiosa (10). ¿ Será posible que la lengua en que esto se
rancia y error, mi corazón no habría soportado tal inicuas habían llevado a algunos de los hom bres escribe, esté destinada para siem pre a no expresar
peso. Ño obstante, este sufrim iento habría sido peores o más débiles de la ciudad a la Junta que Sí : soy un refugiado ; pero no de las leyes : he más que ideas que el mundo civilizado no puede
insignificante com parado, con el que estaría con­ ejercía el mando suprem o ; m ientras se encubrían respetado hasta las que he m irado com o bárbaras oír sin desdén ? ¿ Se verá, para siem pre, obligado
denado a sobrellevar cuando un afecto desgraciado los crím enes m ás repugnantes, los agentes em plea­ en mi país y han hecho la infelicidad de mi vida. el que la hable desde su niñez, a quitarse la m ás­
m e condenara a am ar a escondidas y disim ular dos en la ejecución de venganzas privadas eran Estuve en mi puesto y serví a España con las arm as cara, cuando salga de su patria : a avergonzarse
unos sentim ientos que, aunque inocentes en sí m is­ prom ovidos y recom pensados. Pero no estoy refi­ que mi educación y profesión me habían dado... de que lo tengan por español de la calidad y opi­
mos, una execrable superstición había pervertido riendo la historia de acontecim ientos públicos : Miles disculpas tenía para quedarm e en mi casa, niones que exige su gobierno — que la España
y envenenado. Con esas fuentes de angustia interna, sólo deseo responder a las suposiciones injustas esperando com o otros muchos el fin de todo, en política exige ? El escrib ir o hablar en mi lengua
el mundo no podía ofrecerm e ninguna com pen­ que contra mí se han lanzado (8). indiferencia. Huí de los franceses, m as no para nativa, siem pre m e es doloroso. El eco de la her­
sación (7). someterm e a otra especie de tiranía : no para som e­ mosa y desgraciada lengua española, trae consigo
¿ Qué mente hum ana hubiera podido preveer en terme a la Regencia, que me ha perseguido. a mi oído, com o si fuese el rum or lejan o de una
1808. — Pero había algo en mi pecho, que me habría 1807 que, tres años más tarde, mis propios padres Teniendo que bu scar una segunda patria, Ingla­
im pulsado a sacrificarm e gustosam ente por el pue­ me instarían a d e jar m i país por Inglaterra ? terra debía serlo para mí antes que otra... Si he
blo entre el que crecí hasta que me hice hom bre, Y no obstante, es lo que acreció. Sabrá usted que salido de España ha sido para no tener que expre­ (9) « poor man's preserval ive against Popery » in « T h e great Red
si hubiera habido un poder capaz de librarm e del Napoleón entró en España con el propósito de sar mis opiniones a m edias (11). Dragón, or the master-Key lo Popery», editado por Anthony Gavin,
Boston, 1854, p. 288.
peso aplastante del sacerdocio ; y, no obstante, con (10) Idem, p. 292.
toda su carga encim a, tuve bastante patriotism o (6) « Practicai and internal evidence against Catholicism, tuith occastonal La aversión al espíritu de persecución que me hizo (11) El Español, n° 11, p. 349 ; Idem , n° 7, p. 64.
para, en vez de perm anecer con el bando francés strictures on Mr. Batlers book of the Román Catholic Cburch », George- renunciar a mi país natal es quizás el sentim iento (12) « Observations on beresy and orthodoxy », Londres, 1835, Prólogo,
town, 1826, p. 18-19. más enérgico de mi corazón. E ra n atural p or lo p. V III.
sostenido por los ejércitos hasta entonces invictos (13) . « Letters... », p. 73.
(7) « Life... », vol. I, p. 112, 117.
de Napoleón, abrirm e camino, a través de fatigas (8) ídem , vo¡. I, p. 141-143. tanto que, tan pronto com o conocí al enem igo más (14) « Practical... », p. 35.
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latigazos siem bran deseos de venganza en el cora­ merced de sus vencedores, el antiguo espíritu de idéntico. Los propios in quisidores no establecían
m azm orra en que hubiese sufrido encarcelam iento,
zón de sus esclavos. Es la cuidadosa previsión del rivalidad m arcial cedió com pletam ente el paso a ninguna distinción entre el converso m ahom etano
grillos, heridas e insultos : y donde hubiese dejado relapso, el judío que cum plía secretam ente las cere­
gran jero que castra a la res cuya fuerza teme. E l una singular mezcla de odio, tem or y desprecio que
los am igos m ás queridos, sufriendo los m ism os
desgraciado anim al crece ignorante de la m utila­ transform ó la diferencia de credos en una fuente monias de su ley y el cristian o reform ista que,
m ales sin rem edio ni esperanza. evangelios en mano, protestaba contra las innova­
ción y, después de una breve doma, podem os pen­ im aginaria de polución e hizo de la ortodoxia el
Tal vez soy victim a de una sensibilidad extrem ada ciones de la Iglesia de Roma. Todos eran ligados
sar que term ina por am ar el yugo. T al es, creo yo, fundam ento de una presunta superioridad de natu­
sobre ciertas m aterias, enlazadas con la libertad
nuestro estado (4). raleza que distinguía la casta superior de las infe­ a la m ism a estaca y perecían en el m ism o fuego.
m oral del hom bre ; pero, supuesto que ni los años, Sus nom bres llenaban indistintam ente las inscrip­
riores y degeneradas. H asta entonces, solamente
ni la m udanza de cielo, hacen m ella en mis senti­
España (con dolor lo repito, y con pena lo he creído los jud íos habían vivido en una condición suficien­ ciones públicas que transm itían el recuerdo de las
mientos, ¿ qué me queda sino m im arlos, e im pedir víctim as a la vergüenza de la posteridad. Los hijos
por m ucho tiem po), España es incurable. En ella temente abyecta para crear esta clase de aversión.
que me destrocen ? Pero conform e aum entaba el núm ero de esclavos y los hijos de sus hijos eran incluidos en una casta
Y o escribiría en español si alguna porción de país están arraigados los principios m ás funestos y
enlazados de modo que no hay poder hum ano que moros y ni jud íos ni m ahom etanos eran santifica­ degradada, que nunca podía recobrarse de la infa­
en que se hable esta lengua, estuviese dispuesta a mia. Jam ás poseyó el fervo r religioso arm as como
los separe. La ignorancia m antiene a la superstición dos, con la cerem onia del bautism o, los españoles
oírm e sin reserva. Mas esto no es posible, porque éstas : la im portancia que la persecución da a las
y la superstición a la ignorancia. A sí seguirá (si critianos dejaron de distinguir unos de otros.
la lengua española ha llevado consigo la supersti­ víctim as ha derrotado a menudo sus esfuerzos y el
Dios p or m edios extraordinarios no lo rem edia) de La noción de pureza de sangre, que había influido
ción, y esclavitud religiosa, donde quiera que ha honor que la firme resistencia otorga a los m ártires
generación en generación, de siglo en siglo, desm o­ escasam ente en el espíritu público de los prim eros
ido. He aquí la gran dificultad, y penosa m olestia em bota el filo de las torturas y confunde la cruel­
ronándose poco a poco, y destrozándose por sus tiempos de la m onarquía, creció h asta convertirse
con que he tenido que contender siem pre que he dad de los fanáticos. No así con la Inquisición
m anos, de cuando en cuando (5). en el prejuicio nacional más arraigado. La deno­
escrito en español, y especialm ente en esta últim a española : su censura tiene de inm ediato el poder
minación de honrado, que la pureza de origen con­
época (1). de asim ilar en una m ism a categoría el cristiano
No hay país español (llam o así a cuantos hablan fiere al español, incluso al de condición hum ildí­
Desde que abandoné E l Español había escrito sincero, que am a el evangelio en su pureza original,
la lengua de C astilla) que no necesite una reform a sima, y que, aunque habitualm ente em parejada
excepcionalm ente en castellano poco más que un

CeDInCI
puñado de cartas. Por espacio de varios años, el
hábito de pensar en mi lengua nativa perm aneció
en el más com pleto descuido. La tentativa de reno­
com pleta... Los prim eros derechos que el hom bre
en sociedad debe defender son los de pensar libre­
m ente, y m an ifestar sus pensam ientos por acciones
que no perturben el orden... Pero, donde el partido
CeDInCI
con la calificación de hom bre de bien, se suele
juzgar muy por encim a de este elogio, creó una
especie de señorío entre las clases bajas. El cam pe­
sino más pobre se sentía tan orgulloso de su sangre
al m usulm án o judío que lo rechazan y de expo­
nerle así al desprecio y aversión de su país (1).

Existe otra distinción de sangre que, según en­


varlo, aun ocasionalm ente y ju sto cuando, desde tiendo, es propia de España y a la que la m asa del
más fuerte no se contenta con esto sino que exige cristiana im poluta y genuina com o los Grandes, de
mi llegada a Inglaterra, escribía en latín a ratos pueblo se halla tan ciegam ente apegada que el
un tribu to de disim ulación e hipocresía, allí no sus pom posos títulos. T anto los cam pesinos com o
perdidos, resultaba siem pre m uy penoso. En seme­ cam pesino más hum ilde juzga su ausencia como
hay patria : huya de tal suelo el hom bre hon­ las gentes m edias estaban en realidad más ape­
jan tes ocasiones m e siento p erp lejo respecto a mi una fuente de m iseria y degradación que está con­
rado (6). gados a esta im aginaria distinción, porque los
propia identidad y tengo que despertar com o de denado a transm itir a toda su posteridad. La m enor
m iem bros de la nobleza alta e incluso los m onar­
un triste sueño y convencerm e a m í m ism o que no m ezcla de sangre africana, india, m ora o hebrea
cas, seducidos por las am ables partes de algunas
estoy de nuevo en aquel país o b jeto a la vez de mi tiñe la totalidad de una fam ilia hasta la generación
herm osas infieles, habían transm itido con no poca
am or y mi aversión, reviviendo m is afectos sólo más distante. El conocim iento de tal hecho no
para tener que desgajarm e otra vez, con peligro y II. — Judíos, moros y cristianos. frecuencia a su posteridad el reproche tan español
de tener entre sus antecesores alguno que recibió desaparece en el curso de los años ni llega a pasar
dificultad renovados, de un pueblo al que me siento el bautism o de pie... inadvertido en razón de la obscuridad o insigni­
unido, a fin de escapar a unas instituciones que Las circunstancias que acom pañaron el crecim iento
de la nación española desde el tiem po de Pelayo a La p rim itiva Inquisición, cuyos poderes fueron con­ ficancia de los interesados. Ningún chiquillo de esta
aborrezco... (2).
la conquista de G ranada por Fernando e Isabel, feridos a los dom inicos para la destrucción de los populosa ciudad ignora que un antepasado de una
p rodujeron necesariam ente el espíritu de fanatism o albigenses de Francia y el reino de Aragón, y fam ilia que, desde tiem pos inm em oriales, posee
Ser de Sansueña e intolerancia religiosa que constituye aún hoy el que se introdujo en C astilla hacia m ediados del una tienda de confección en el centro de la ciudad,
rasgo m ás característico de ese pueblo... Un com ­ siglo x iii procedente de aquellos países, halló a fue penitenciado por la Inquisición por relapso en
N uestros corruptores y enemigos m ortales se lla­ bate tan prolongado y fiero ha asociado insepara­ los enemigos de la C ristiandad y de la nación el judaism o. Recuerdo m uy bien que, cuando era
m an religión y gobierno. E stablecer de un modo blem ente en el espíritu de los españoles toda idea perfectam ente identificados en la opinión pública niño, tom aba a menudo aquel camino, sin atre­
convincente las pruebas prácticas de esta afirm a­ de honor con ortodoxia y cuanto es odioso e del reino. Por una asociación de ideas sum am ente verm e casi a m irar de soslayo a la linda m uchacha
ción audaz sobrepasa indudablem ente m is medios. indigno con heterodoxia y disconform idad. natural en un rudo pueblo de guerreros, la aversión que servía constantem ente en la tienda, por miedo,
Con todo, tal es la fuerza de m is pruebas sobre tan Cuando fue conquistado el últim o de los reinos religiosa que la anim osidad nacional había dirigido me decía entre mí, de causarle vergüenza. Una
triste m ateria, que casi dom inan m i espíritu con m oros y los m ahom etanos que no habían querido contra los moros envolvió a todos los que, como persona libre de sangre im pura es definida p or la
in tuitiva evidencia (3). abandonar el país de su nacim iento quedaron a la ellos, eran m otejados de enem igos de la C ristian­ ley, cristiano viejo, lim pio de toda mala raza y
El despotism o español no es de aquel tem ple insul­ dad. La distinción entre un herético y un m usulmán mancha. La severidad de esta ley, o más bien, de
tante y colérico que conduce a todo un pueblo a la resulta aún hoy dem asiado sutil a num erosos espa­ la opinión pública que la impone, cierra a sus vic­
locura. No es el despotism o del capataz, cuyos ñoles, en especial en las provincias del interior. La tim as las puertas de todo cargo estatal o eclesiás-
(3) « L e tte r s ... », p. 57. Iglesia condenaba a am bos y era deber de todo
(4) Idem, p. 35.
(1) Variedades, n° 9, octubre 1825. (5) Variedades, vol. I, n° 7, abril 1825. fiel cristiano el confundirlos en un aborrecim iento (I) « A visit lo Spain », The Q uartetly Review, n° 29, 1823.
(2) « The L ife... », vol. I, p. 394. (6) Idem , vol. I, p. 104-12.
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tico y las excluye incluso de las F ra tern id ad e s o algún gran heredero o heredera, y tal es la caterva
asociaciones religiosas a b ie rta s de o tro m odo a las de apellidos y títulos que todo G rande reclam a y com ercio ha enhestado, en consecuencia, m uchas debida sum isión e ignorancia. Le daré a Vd. tan
personas de condición inferior. Creo realm en te que em plea que, si tuviera Vd. que m ira r un sim ple fam ilias nuevas y algunas foráneas. Pero se ha sólo un botón de m uestra...
si san Pedro fuera español, o bien n eg aría la pa sa p o rte expedido p o r el e m b a ja d o r español en propagado p o r toda la nación, incluso e n tre las ... C aballero, tem iendo el p ro g reso de toda ciencia
e n tra d a en el cielo a la gente de sangre im pura, o L ondres — en caso que fu e ra m iem bro de las clases m ás bajas, un esp íritu de vanidad que puede que pud iera p e rtu b a r la paz de la corte, envió, no
la en v iaría a un rincón a p artad o , en donde no viejas fam ilias peninsulares — d e sc u b riría que la descubrirse en la evidente m ortificación que expe­ hace m ucho, una c irc u la r a las universidades en
p u d iera o fender la v ista de los cristianos viejos (2). to talid ad de la p rim e ra página de un ancho pliego rim entan arte sa n o s y dom ésticos a n te la om isión la que p rohibía el estudio de la filosofía m oral.
m in isterial se em plea m eram en te en decirle a Vd. de algunas form as de tra ta m ie n to destinadas, por « Su M ajestad, decía la orden, no necesita filósofos,
F recu en tam en te m e he e n tre te n id o en co n su lta r la quien es el gran hom bre cuya firm a re m a ta el así decirlo, a a rro ja r un velo sobre la hum ildad de sino sú b d ito s leales y obedientes. »
volum inosa colección de docum entos relativos a conjunto... su condición. L lam ar a un h o m b re p o r su profesión M erced al ejercicio eficaz de este sistem a, la reina
la p ureza de sangre y el h onorable origen de los Como la hidalguía se ram ifica a trav é s de todo de h errero , carnicero, cochero, sería considerado dispone de tan to dinero e influencia com o desea
m iem bros de mi Colegio. No o b sta n te la extrem a varón cuyo p ad re d isfru te de este privilegio, E s­ un insulto. Todos esperan que se llam e p o r el y, en la im posibilidad p rá ctic a de re fre n a r los
pru d en cia que se ha usado siem pre en el proceso p aña está plagada de hidalgos que se ganan la nom bre de pila o p o r la genérica denom inación de galanteos de su cher ami, ha vencido tan perfecta­
de a d m itir los candidatos a la p ru e b a pública de vida con hum ildísim os em pleos. Por h a b e r servido m aestro y, en am bos casos, con el prefijo señor m ente sus propios celos que, no sólo es capaz de
linaje, cuando m e encargué de los Archivos en de refugio la provincia de A sturias a la pequeña a m enos que la pa la b ra que designe el oficio im pli­ vivir con él en am istosísim os térm inos, sino que
1800 — el año de mi recto rad o u n iv ersitario — p a rte de la nación que preservó el n o m b re y trono que superioridad, com o rabadán, mayoral, apera­ em ula tam bién con su afición al cam bio del m odo
hab ía el h isto ria l de dos casos de recusación p o r españoles de los esfuerzos de los co nquistadores dor. E stos y otros nom bres sim ilares son usados a m ás im pudente y abierto (1).
« sangre m a n c h a d a ». Los candidatos rechazados árabes, hay difícilm ente un nativo de aquella región secas y suenan bien a los oídos de los nativos, pero
eran h o m b res bien relacionados ; pero, en el exa­ m o n tañ o sa que no pueda m o s tra r hoy día un ninguna m u je r so p o rta rá que se le llam e cocinera, F ernando, a caballo y escoltado p o r unos cuantos
m en, ap areció que uno de sus a n tep asad o s había título legal a los honores e inm unidades ganados fregona, etc. : todos sien ten y a ctu án como si, guardias, apareció en la p u e rta de Atocha. Yo
sido judío. E sto e ra m ás que suficiente p a ra poner por sus antecesores en u n a época en que todo poseyendo un título n a tu ra l a u n a categoría m ás e stab a cerca de la e n tra d a y podía verle de cuerpo

rable sociedad de un Colegio Mayor...


CeDInCI
fin a sus esperanzas de ser a d m itid o en la hono­

El m enor ru m o r de una levísim a m an ch a de sangre


ju d ía , m o ra o a fric an a ; de un castigo infligido p o r
soldado o b ten ía una porción del te rrito rio reco­
brad o a los invasores o e ra recom pensado con una
exención p e rp etu a de las c o ntribuciones y servicios
que recaían exclusivam ente en los cam pesinos. El
CeDInCI
alta, la suerte, tan sólo, les h u b iera rebajado... (1). e n tero m ien tras, rodeado de gentes de a pie, avan­
zaba len tam en te p o r el herm o so paseo llam ado de
El Prado. Jam ás m o n arca alguno recibió bienve­
nida m ás cariñosa y leal de p a rte d e sus súbditos
la Inquisición a cualquier allegado, p o r rem oto que elevadísim o núm ero de preten d ien tes a estos privi­ ni jam á s éstos con tem p laro n sem blante m ás va­
fuere ; de h a b er sido alguno de ellos criado o e je r­ legios e n tre los a stu rian o s de hoy m e induce a La dinastía reinante cío y necio, incluso e n tre las c aras de los Bor-
cido alguno de los oficios llam ados serviles ; de p en sar que en los p rim eros tiem pos de la m o n ar­ bones de E spaña. A unos rasgos to talm en te desa­
hab er recibido el castigo público propio de los quía española cualquier soldado e ra prom ovido a gradables, el apocam iento o la torpeza añadían
plebeyos... e ran causas que b a stab a n p a ra d e sc artar la categoría de un F ranklin. Pero las circunstancias Desde su restau ració n en el favor real, el Príncipe una rigidez que, de no ser p o r el m ovim iento del
a un candidato. se han m odificado singularm ente. A sturias es una de la Paz ha acrecentado su influencia de m odo cuerpo, nos p odría h a b er inducido a sospechar
Es im posible concebir cu án ta m iseria real e inm e­ de las provincias m ás pobres de E spaña y la paulatino y constante. H abiéndose agotado ya los que estáb am o s m algastando n u e stro s saludos con
recida ha ocasionado en E sp a ñ a el p rejuicio de m ayoría de sus nobles h a b ita n te s no han heredado usuales títulos honoríficos, se ha recreado expresa­ un m uñeco de cera (2).
p ureza de sangre (3). o tra cosa de sus antecesores que un fu e rte arm azón m ente p a ra él la an ticu ad a dignidad de Alto Almi­
m u scu lar del que se ven obligados a sa c ar el m ejo r rante, ju sto en el m om ento en que los m arinos de Los acontecim ientos de la revolución española se
p a rtid o que pueden en tre las trib u s m ás flojas del su país de Vd. nos han dejado sin un barco. Dicha sucedieron unos a otros con aso m b ro sa rapidez. Las
N obles e hidalgos dignidad lleva consigo em olum entos copiosos y un provincias m ás d istan tes de la cap ital p ro clam aro n
Sur...
Las in num erables y caprichosas graduaciones de la tratam ien to de Alteza, y u n a b rig ad a de caballería, la g u e rra c o n tra los franceses y llegó el m om ento
El privilegio m ayor de los G randes es el de p e rm a ­ com puesta de hom bres selectos de todas las ram as de to m a r posición en el inevitable conflicto. La
necer c u b ie rto s en presencia del rey. Por tanto, je ra rq u ía fa m ilia r cread as p o r los españoles para
su propio uso, y sin el m enor fundam ento en las del ejército, ha sido conferida ú ltim am en te al Alto lucha penosísim a que ese estado de cosas provocó
h a b la r de dos o m ás so m breros en u n a fam ilia, A lm irante en calidad de g u ard ia de honor. E n una en mi fuero in te rio r re su lta indescriptible. Conocía
equivale a d ecir que posee un derecho h e red ita rio leyes del país, resisten la descripción. Aunque la
hidalguía es u n a cualidad necesaria, especialm ente pa la b ra : su poder, aunque delegado, no tiene lím i­ m uy a fondo la condición m o ral e intelectual del
a o tro s tan to s títulos de G randeza. Del orgullo que tes, y se le puede denom inar, en toda propiedad,
en las ciudades de provincia, p a ra ser adm itido en país p a ra po d er e sp e ra r cu alq u ier beneficio de la
im pone a los G randes un m atrim o n io con los de el soberano interino de E spaña. G racias a la ele­ insurrección popular. La m ayoría de m is am igos
su p ropia casta y del hecho de h e re d a r las hem bras la buena sociedad, no b a sta en m odo alguno p a ra
alzar las m iras de cualquier hidalgo hacia un enlace vación sin precedentes de su favorito, el rey ha co nfundían la am bición personal con el p atrio tism o
bienes y títu lo s, se ha producido un enorm e acopio satisfecho sus m ás caros deseos de m an ten erse p e r­
fam iliar con la sangre azul del país. Los m atices desinteresado. C reían que el p a rtid o liberal sería
de p ropiedades y honores en unas pocas m anos. fectam ente al m argen de cu alq u ier ocupación que
p o r los cuales el fluido vital se aproxim a a esta capaz de so m eter a ese m ism o clero, al que perm i­
El objetivo principal de cada fam ilia es a u m e n tar no sea la caza, a la que se consagra exclusivam ente
privilegiada gam a c o nfundirían la pericia del m ejo r tían d isfru ta r entonces de una com pleta ascenden­
c o n stan tem en te esta acum ulación ab su rd a. Desde cada día del año. Soler, el m in istro de hacienda, se cia a títu lo tem poral, u n a vez que los ciegos
su infancia, los h ijos se casan p o r d ispensa con colorista. No obstante, estos p rejuicios han perdido
gran p a rte de su fuerza en M adrid — si exceptua­ encarga de trasq u ila r al pueblo y C aballero, en el p rejuicios del país hubiesen cum plido con su fun­
(2) « Leiters... », p. 29-31. m os, claro está, los G randes — y en ciudades m inisterio de gobernación, de m an ten erlo en la ción de a r ro ja r a los franceses de la Península. Tal
(3) « Life of... », vol. I. p. 58-59. m a rítim as com o M álaga y Cádiz — en donde el (1) « Leiters... », carta X.
(1) « Leiters... », p. 32, 38-39, 43-44. (2) Idem, p. 406.
58 59

del sistem a copernicano com o una m era hipótesis. sospechoso, que él creía un tratado de Jansenismo.
opinión me p arecía totalm ente descabellada. Tenía España no tienen medios de form ar una idea
La verdad es que, para los teólogos católicos, nin­ ¡ Creerá nadie que era... las tragedias de Racine 1 (4).
el convencim iento íntim o de que si se podía mante­ correcta de la opresión lenta e interm inable que
causa ese tribunal, en medio del sopor en que se guna búsqueda de la mente hum ana es indepen­
ner al pueblo tranquilo bajo la form a de gobierno a
la que estaba acostum brado, m ientras se liberaba al hallaba últim am ente adormecido. Llega un caba­ diente de la religión (1).
país de una dinastía para la que no había ya llero inglés, no libre aún de las im presiones que
El entendim iento hum ano ha estado en com pleto
ninguna esperanza de m ejora, cualquiera que fuese el nom bre ZngmstctóH ha excitado en él (no injus­ vasallaje en todos los dominios de España. Todo
la hum illación política de recibir un rey de manos tamente) en sus prim eros años. Pregunta si puede La oposición española
español se ha visto obligado a pensar, o por lo
de Napoleón, los beneficios futuros serían gran­ ver la célebre Inquisición de Sevilla ; y se le fran­
menos, a hablar y escribir con arreglo a ciertas Tratándose de obispos y de su poder espiritual, las
des (3). quea la entrada con toda la urbanidad posible : ve
fórm ulas y principios establecidos so pena de los tragaderas de Juan Español son tan voraces y an­
un salón sencillam ente adornado en donde se
castigos más enorm es que se conocen en la socie­ chas com o las de John Bull para ro sb if y cerveza.
España habría m ejorado con José Bonaparte, reúnen los jueces : vuelve los ojos a ver si des­ dad humana — prisiones, confiscam iento, infam ia,
cubre los instrum entos de la tortura, y no los Un solo grupo de gente se siente exasperado e
pero es seguro que se hundirá más y m ás bajo el tormentos y m uerte.
halla : pregunta por ellos y se le responde con una inquieto y, p or desgracia, no es ni puede ser nume­
peso de los incurables y odiosos B orbones (4). Esta es una verdad de hecho : no lo es menos, que
sonrisa. Llévanlo a las cárceles ; y encuentra unas roso en este país : me refiero a quienes son capaces
las resultas de sem ejante sistem a son, entorpeci­ de advertir las intrusiones de la tiranía en la esfera
pequeñas habitaciones bastante claras y aseadas. miento de las facultades m entales ; m iedo continuo
Háblanle de la com odidad con que está los reos, de sus derechos intelectuales v cuyo orgullo de espí­
de ejercerlas ; disgusto secreto que corroe a todo ritu y conciencia de su fuerza m ental les hace estre­
de la benignidad con que se les trata. Sale de allí, entendimiento activo ; ventajas indebidas de cual­
La Inquisición y se burla él m ism o de sus antiguas aprensiones. m ecerse y gem ir, cada día y cada hora, bajo la
quier cabeza estólida que se dedique a los estudios obligación de m antenerse en los fangosos y torci­
Ah ! yo quisiera que con sus ideas de libertad y establecidos por la ley, sin que le ocurra ni en
tolerantism o viviese veinte años bajo el alcance de dos senderos en que la ignorancia y superstición
sueños el dudar de su verdad... El que quisiese han encerrado el alm a despierta de los españoles.

CeDInCI CeDInCI
Es indudable que la Inquisición se había reducido la Inquisición en una ciudad de provincia, en
a una sombra de lo que era. E l influjo de la ilus­ saber los nom bres de los escritores y hom bres de Pero, com parados con la m asa de la nación, son
España, y entonces sentiría lo que esto pesa sobre mérito que han, no diré florecido, porque bajo tal
tración general de Europa había templado el rigor un alm a que conoce su dignidad y sus derechos. sólo un puñado (1).
bárbaro que aquel tribunal ejerció en los prim eros sistema es im posible, sino despuntado en España,
Entonces probaría lo que es el torm ento de esa búsquelos en los libros de la Inquisición, o lo que
años de su fundación. ¿ Cóm o era posible que se gota de agua que cae sin interrupción sobre Después de éste y unos cuantos ejem plos más,
viese a fines del siglo dieciocho quem ar las v ícti­ es lo mismo, en la lista que de ellos ha sacado hemos advertido al fin la locura de com prom eter­
uno (1). Llórente... (2).
mas por miles, com o a principios del dieciséis ? nos en un juego sin esperanzas en el que ninguna
Aún cuando el fanatism o de los inquisidores no posible com binación puede dar p or ahora al partido
Alguien ha observado con agudeza que quien disidente la m enor oportunidad de éxito (2).
hubiese cedido al carácter de los tiempos, el de los
deseara fo rm ar una buena biblioteca debería
perseguidos era ya dem asiado débil para que les
escoger exclusivam ente sus libros en el Indice
resistiese hasta la hoguera. La verdad es que por
Represión y censura de las obras prohibidas (3).
mucha disposición que tuviese el tribunal a quem ar
había ya pocos que la tuviesen para ser quem ados ; Muchos extranjeros preguntarán com o se compone
y que todo el que tenía la desgracia de caer en este hecho [la venta clandestina de libros franceses Los liberales
manos del santo oficio, sino podía negar su herejía El provecho que una inteligencia juvenil puede
sacar de los estudios académ icos en España es prohibidos] con la persecución de la Inquisición.
se daba la m ayor prisa a abjurarla. Quien tenga esta duda es preciso que sepa que el E stalló la Revolución Francesa, el eco de la Decla­
Vea V. el verdadero estado de la Inquisición en escaso. E sperar un sistem a racional de educación
allí donde la Inquisición está constantem ente al ardor de la juventud estudiosa superaba las dificul­ ración de los Derechos del H om bre resonó a lo
los últim os tiempos. Sus leyes, sus form as, sus tades, y que el deseo de una ganancia exorbitante ancho de la Península y num erosas personas se
principios eran los m ism os ; pero las gentes eran acecho para m antener la inteligencia dentro de los
lím ites que la Iglesia de Roma, con su hueste de hacía que los libreros se expusiesen. M uchos de iniciaron instantáneam ente en los arcanos de la
otras. El que p o r ilusión, o fanatism o se hallase éstos sufrieron la pena de su atrevim iento. M adrid filosofía revolucionaria. Los libéralas españoles
dispuesto a no ceder en sus opiniones, habría ido téologos, ha puesto a su progreso, equivaldría a
ignorar del todo el carácter de nuestra religión. era un país de libertad respecto de las provincias, habían sido hasta entonces extrem adam ente mode­
en 1800 a convencerse a la hoguera, según las leyes y como la m ayor población e ilustración hacia que rados en sus ideas y aspiraciones. Aunque escép­
existentes en España... Gracias a la alianza entre Iglesia y Estado, los teólo­
gos católicos han logrado casi reb a jar la ciencia fuese im posible perseguir a todos los que se em plea­ ticos en m ateria de religión, se habrían contentado
Pasó el tiempo, es verdad, en que estas escenas ban en este género de contrabando, de allí se difun­ con gozar para sí la libertad de pensam iento y la
se repetían a cada p a s o ; en que las víctim as a su propio nivel. Incluso aquellas ram as de ella
aparentem ente menos conectadas con la religión, dían m uchos libros prohibidos a lo demás de franca disposición de sus libros. L ejo s de ser ene­
gemían en calabozos subterráneos, y hacían reso­ España. Añádase a esto la ignorancia de casi todos m igos del trono habían sido, hasta este período, sus
nar en la noche el salón del tribunal con los no pueden escapar a la dom inación teológica, y
el m ism o espíritu que obligó a retractarse de rodi­ sus em pleados. Un secretario de la Inquisición de más firm es sostenedores. Los/ lib erales españoles
gemidos que les arrancaba el tormento... Ustedes Sevilla, me consultó en una ocasión sobre un libro de la vieja escuela reunían todas las características
los estran jeros que han visitado últim am ente llas a Galileo de sus descubrim ientos astronóm icos
impone todavía a nuestros profesores la enseñanza (1) « Lelltrs. . ., p. 109-110. de una aristocracia : una nobleza intelectual que,
(2) Variedades, vol. I, p. 105.
(3) « Life of... », vol. I, p. 139-140.
(3) « Quin’s visit lo Spain », The Q'jarterly Review, p° 29, 1823. (1) a Letters... », p. 35-36.
(4) Carta a lord H olland, del 31-5-1835. En * Life o f... ». vol. I I
p. 128. Í4) El Español, n“ 12, marzo 1811. (2) Idem , p. 116.
(1) El Español, n° 23, marzo 1812.
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p o r la vindicación de sus propios derechos m en ta ­ Spain is d iffe re n t N uestros predicadores populares han conseguido p ropósitos. La re p u esta m e p arece sin precedentes
les, parecía d e stin a d a a d ifu n d ir los beneficios de dos veces, que yo recuerde, c e rra r el teatro. He en la h isto ria de los m otines. « Lo que querem os,
una em ancipación general, pero escalonada. Pero visto perso n alm en te a un fraile, con un crucifijo en señor, es m atar a alguien », dijo el portavoz de los
C ualesquiera que sean los sentim ientos que la o ri­
cuando una m ultitu d « filosófica » com enzó a con­ la m ano, d eten erse a su p u e rta , al frente de una insu rrecto s. « E n T rujillo han m atado a varios,
ginan, existe en E spaña u n a especie de cruzada procesión no ctu rn a, y, d u ra n te u n a p a rte conside­
gregarse a lre d ed o r de aquéllos ; cuando los catecis­ c o n tra el bello sexo que nuestros sacerdotes, excep­ en Badajoz, a uno o dos m ás ; en M érida a otro,
m os republicanos franceses llegaron a m anos de rable de la representación, im p lo ra r a las gentes, y no po d em o s ser m enos que nu estro s vecinos :
to aquellos ganados se cretam en te a la causa del por el bien de sus alm as, que no se a v en tu rara n en
quienes la única o p o rtu n id a d de figurar en el m un­ enem igo, m antienen incesantem ente, aun q u e no qu erem o s m atar a un traidor. •» Com o en el pue­
do consistía en el derro cam ien to com pleto del sis­ aquel an tro de perdición ; p ero no he oído jam ás blo no e ra posible p ro c u ra rse dicho artícu lo , fue
con igual vigor, en todas las épocas. El principal a estos sacro san to s g u ardianes de la m oral la
tem a social ; cuando los ignorantes im aginaron que una gran suerte p a ra nosotros que no nos hubié­
o b jeto de controversia es el derecho, reivindicado m enor observación c o n tra las co rrid a s de toros e
se hallab an en posesión de la ciencia política y sus ram os p re sen ta d o allí en el m om ento en que la
por el clero, de reg u lar el vestido de las señoras e incluso n u e stro s m ás celosos devotos, los filipenses
m entes toscas se adueñaron de la noción de igual­ buena gente de Alm araz podía h a b erse servido
im pedir el d esarrollo de las a rte s de seducción que _ que p odríam os lla m ar n u e stro s m eto d istas—
dad n a tu ra l de la hum anidad, los hom bres en el pueden p o n e r en peligro la paz de la Iglesia. A cada de n o so tro s com o un su b stitu to p a ra m an ifestar
poder que h abían alentado h a sta entonces el d esar­ autorizan a todos, salvo a los cu ras, la asistencia su lealtad (3).
aparición de una nueva m oda el « ta m b o r eclesiás­ a este sangriento espectáculo m ie n tras niegan la
rollo de un p a rtid o liberal vieron la m agnitud del tico » no deja nunca de to ca r a rebato. In n u m era ­
peligro al que hab ían expuesto al país. absolución al que no renuncie a la com edia (2).
bles son los serm ones que he oído en m is años m o­
Sus m edidas p a ra c o n tra rre s ta r el m al pusieron de zos c o n tra los escarpines de raso —p a ra las espa­
m anifiesto, com o era de esperar, la clase de gobier­ ñolas que tuvieran la o currencia de lucirlos de
La in fo rtu n a d a propensión a v e rte r sangre que III. — Política española durante
no a que e stab a n hab itu ad o s : se soltó la ja u ría de estropea ta n ta s nobles cualidades e n tre los espa­
inquisidores tra s las personas sospechosas de p rin ­
p u e rta s a fu era —, el uso de los cuales, especial­
m ente de los recam ados en oro, c o n stitu ía, según
ñoles del S u r h ab ía sido consentida en la m ayoría la guerra de independencia
cipios republicanos, las d o ctrin as de la A sam blea de las ciudades bajo el m anto del p a trio tism o . Los
nu estro s m ás profundos teólogos, u n pecado m or­ franceses, com o es n atu ral, aun los establecidos en
C onstituyente fueron declaradas heréticas con la

solía evocar tal palabra... (1). CeDInCI


esperanza de hu n d irlas en la aversión nacional que
tal. La paciencia, sin em bargo, y esa a te n ta perseve­
ra n cia con que la n atu raleza h a a rm a d o el sexo
débil c o n tra la tira n ía del fuerte, h a n obtenido p a u ­
latin am en te una tolerancia p a ra dicha clase de
CeDInCI
España desde hacía largo tiem po, eran el blanco
predilecto de la fu ria p o p u la r; pero la m ayor
parte de los crím enes que llegaron a nu estro s oídos
fueron com etidos con españoles que p ro bablem ente
L lam ar revolución a los tra s to rn o s de E spaña,
dando a e ste nom bre la acepción que la de F ra n ­
cia ha fijado ú ltim am ente, es un m al principio
p a ra explicar los acontecim ientos de aquel reino.
zapatos m ie n tras el gusto h a a ten u ad o la ofensa Las revoluciones dan fuerza a los estados cuando
debieron su hado al resen tim ien to personal y la nacen de una ferm entación in te rn a p ro d u c id a por
p rescribiendo el bordado. Con todo, el Dem onio de venganza, no a sus opiniones políticas. Vim os alcal­
la M oda ha interp u esto últim am en te o tra p ied ra de la pugna de un pueblo que conoce el m odo de ser
des y corregidores, a quienes recu rrim o s en busca
Cafés y tertulias escándalo sugiriendo con alevosidad a las señoras dichoso, y un gobierno que le im pide tenazm ente
de protección, a bsolutam ente intim id ad o s y tem e­ la consecución de su dicha...
que sus faldas eran m o n stru o sa m e n te largas y ocul­ rosos de las consecuencias de cu alq u ier ten tativ a
tan aquellos tobillos y pies de h ad a que son el Pero cuando los pueblos son infelices sin cono­
de re p rim ir el fu ro r ciego de sus adm inistrados. cerlo, cuando el m ayor n ú m ero e stá creído en
orgullo de A ndalucía. E ste m al re su lta b a peligrosí­ Pero ninguna descripción m ía puede d a r una im a­
S ería ab su rd o e sp e ra r c ualquier clase de conversa­ sim o en razón de sus progresos graduales e im per­ que nació p a ra obedecer ciegam ente, p a ra tra b a ­
ción racional en tales lugares. Los tem as m ás inte­ gen tan c lara del estado del país com o el sim ple ja r sin gozar de nada, p a ra vivir com o p o r la
ceptibles. Al principio, las faldas se encogían por relato del alzam iento p o p u lar en Alm araz—la
resan tes deben ser cuidadosam ente evitados, en c en tím etro s ; alguna co stu rera audaz re co rtó luego com pasión de o tro s ; en una p a la b ra, cuando un
previsión de la com binada presencia de la policía y pequeña población que da su nom bre al fam oso
u n a pulgada y m edia, h asta que, al fin, el suelo, pueblo apenas se atreve a p e n sa r en que es es­
la Inquisición, a cuyos espías se tem e en todos los puente so b re el río Tajo—tal com o nos lo refirió clavo y m iserable, ponerlo en una com m oción
la a ntigua plaza de seguridad p a ra ojos consagra­ el alcalde, un rico hacendado de aquel lugar.
sitios públicos. De aquí el gusto depravado que dos, apareció lleno de peligros. Los predicadores política es com o c au sar a u n h o m b re extenuado
re b aja n u e stra com unicación a un e te rn o juego de Los vecinos de su d istrito , al o ír las relaciones de u n a c a le n tu ra a r d ie n te ; o buscando p o r o tro
m ás elocuentes tro n aro n en vano c o n tra tal abom i­ lo o currido en M adrid y la n oticia de la in su rrec­
risita s y chistes (1). nación y de n ad a sirvió que algunos de n u e stro s aspecto la sem ejanza, es h acer c o rre r a u n ciego
ción de las principales villas de su p ro p ia pro­ p o r e n tre precipicios.
obispos, juzgando el caso digno de su intervención, vincia, se congregaron un día bajo la casa del
Los españoles m ás diestros parecen p o r el m om en­ e m p u ñ a ran la plum a largo tiem po descuidada p a ra E sta ha sido la suerte de E spaña. N inguna nación
to incapaces de a p rovechar en su co n tacto con el alcalde, esgrim iendo cuan tas a rm a s h ab ían h a­ de E u ro p a necesitaba m ás m udanzas. T odos saben
p ro te s ta r solem nísim am ente c o n tra la profanación llado a su alcance, com o hoces, picos y otros
e x tra n je ro . El am o r al p arloteo y a las b ra v atas de del tra je fem enino. Pero el caso parecía desespe­ el a b atim ien to en que se hallaba b a jo el reinado
café es e n tre ellos un m al incurable. P or lo que aperos de labranza. Muy felizm ente p a ra el buen
rado. Uu pun to ganado en la falda, se p erdía au to ­ de C arlos IV y de su f a v o rito ; pero no todos
toca a esto, entiendo que siguen exactam ente igual m agistrado, los insurgentes no a b rig a b an queja han considerado la serie de m ales que la habían
m áticam en te en el tocado y cuando los píos creían contra él y, al acercarse la rú stic a m uchedum bre,
com o los dejé hace m ás de veinticinco años (2). triu n fa r en el som etim iento final de los corsés pro­ traído a este punto. E spaña, nación que se puede
salió confiadam ente a su encuentro. T ras obtener, decir agregada de m uchas según la progresiva
m inentes, un im perdible les sum ía en la m ás no sin grandes esfuerzos, el derecho de hacerse
com pleta confusión alte ra n d o sim plem ente su po­ accesión de los reinos que la com ponen, no había
oír, el alcalde quiso in fo rm arse de sus deseos y
(1) « Q uin's visit to Spain », The Quarterly Review, n° 29, 1823. sición en la o rtodoxa p añoleta (1). tenido tiem po de re u n ir a sus h a b ita n te s por el
(1) « Letters... », p. 377.
(2) Carta a lord HoIIand, en « Life of... vol. I I , p .141. (1) « Letters... », carta VI, (2) Idem, p. 148. (3) Idem, carta X III
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influjo de un gobierno feliz e ilustrado, que bajo i Oh p atria m ía ! ¿ Han sido m enester dos años
de sangre, de devastación y de horrores para sal­ de a rtificio s para aum entar esta im presión, y ha­ los gobiernos, no puede destruirse en poco tiempo,
la uniform idad de las leyes hace olvid ar a los ciendo su causa y la de la nación toda una,
varte de la m uerte, m ás bien diré, p ara restituirte y m ucho m enos si no se em plean m edios directos
pueblos las preocupaciones de rivalidades anti­ claman que cuanto se dice de sus errores cede en
a la vida ? No la tenías si no en el corazón de para extinguir los m alos hábitos que tal gobierno
guas. E n vez de atender a este grande objeto, el descrédito de la nación m ism a ; y es la desgracia
esos infelices que corrían a sacrificarse en los ha dejado ; la constitución de las C ortes ha sido
E m p erad or Carlos V, que había recibido España que haya no pocos que, seducidos p o r aquellos
ejércitos, p or con servar el nom bre de España. hecha en las peores circun stan cias posibles, con
de m anos de su abuelo m al reunida y recién des­ verdaderos enem igos del estado, llegan a creer
E ste glorioso nom bre se oía p ron un ciar de labio en respeto al acierto y conveniencia de sus leyes.
trozada p or las guerras civiles, sólo cuidó de que el descu brir la serie de errores que han com e­
labio, en unos para derram ar su sangre, en otros ¿ H ay previsión de ángel que adivine el rum bo
a b a tir el esp íritu nacional, distrayendo a los espa­ tido los que han gobernado, es desdoro de la
p arar m andar a costa de aquella sangre derram ada, que tom arán las cosas en España, el m odo en que
ñoles en gu erras extranjeras, y usando de ellos nación, a quien han puesto repetidas veces al
y en pocos, p ara anim ar su casi extinguida espe­ acabará esta guerra, el giro que tan enorm es
com o de m eros instrum entos de sus m iras : con­ borde del últim o p recipicio (3).
ranza de que llegase un día en que España signi­ trastornos darán a la nación, el influjo que ten­
ducta no m uy distante de la que ob serva Napo-
ficase leyes, libertad y dicha, p ara los españoles... drán en ella las revoluciones que probablem ente
léon en nuestros días... Esto es lo que no entienden, ni entenderán jam ás
Podría suceder (no lo querrá el cielo) que el ha de haber en Europa, y las que hierven actu al­
¿ No adm ira, el ver que en una revolución com o esos p arásitos de todo gobierno posible, esos
rem edio fuese dem asiado tardío y que la fuerza mente en A m érica ? Y no obstan te esto, las C or­
la española, tan popular en su origen, jam ás se arrendajos de cuantos gozan de algún m ando, esos
bárb ara de las arm as arran case la tiern a p lanta de tes, encerradas en Cádiz, digieren una constitución
haya adm itido ni un oyente a las discusiones de panegiristas de todo estado de cosas en que se
vuestra libertad, que ha em pezado a b r o t a r ; mori­ com pleta a m edida de su deseo, y com o si el
los in tereses del pueblo ? Las Juntas, el día des­ les paga un sueldo. Jam ás podrán ad m itir sem e­
ríais ; pero sabríais p or quien : M o r iría is ; pero m undo se hubiera de am oldar a sus leyes, en
pués de su instalación, usaron del m ism o m is­ jante prin cip io político, aquellos que teniendo vin­
restituidos a la dignidad de hom bres libres... m edio de su trastorno, escriben confiadam ente
terio, de las m ism as trab as con tra la opinión, que culada su existen cia en el fav o r que gozan con
Y a no hay peligro para vosotros sino en las balas b a jo su ú ltim a línea E sto perpetúa... (5).
el gobierno que acababa de ser destruido... ¿ Cóm o, los que m andan, fundan sus esperanzas en el des­
y boyonetas enem igas, y a esos cam ina el hom bre El pueblo no puede creer en soberan ías en que
sin haber perm itido ni un solo d ía la apetecida, potismo y arbitrariedad de sus amos, con que
honrado alegrem ente, a esos se m andan con buen tiene tan poca parte y de que tan poco bien
la indispensable libertad de la im prenta, pudo

CeDInCI
ilu strarse un pueblo sum ergido de tiem po inm e­
m orial en la densa atm ósfera de la tiranía ?
¿ Quién, sino esta libertad podía rectificar la opi­
nión de un pueblo que jam ás había entendido
ánim o los h ijo s y los herm anos, cuando no hay
que tem er que al volver a sus hogares, la mano
del despotism o venga a encerrarlos en un cala­
bozo, porque así conviene a sus m iras ; cuando al
CeDInCI
pueden p agar sus elogios y sum isiones... no hay
que tem er que falten apoyos al que m anda : la
dificultad está en hallarlos p ara la b a rrera que se
debe fo rm ar p ara contenerlos. E sta dificultad es
individual le resulta (6).

muy considerable en España, donde el despotism o Política española (1813-1836)


en sus in tereses y que se halló al prin cip io de la volver a la ciudad que defienden, no se han de
ver precisados a h ablar al oído, y desahogar asi ha echado tan profundas raíces, que los que se
revolución com o un p u pilo recién salido de las dedique a contenerlo apenas encon trarán quien La m itad de España está tan lejos del m odo de
m anos de un tutor tirano, con un cau dal inmenso el corazón, quejándose de los abusos : cuando pensar de la o tra com o lo están la noche y el
el que se cubrió de sangre en el cam po de batalla, se lo agradezca. Pero nada es m ás necesario en
y destruido que m anejar, y rodeado de personas el día, que este espíritu de censura, que purifica día, y cuando las cosas están así, no pueden tom ar
astu tas y poderosas, em peñadas en robárselo ? no ha m enester cub rirse de vergüenza p ara obte­ su equ ilibrio sino a fuerza de vaivenes, com o el
ner algún prem io (2). las m edidas del gobierno, que hace e star alerta
Ni h ablar ni pensar, fue lícito en E sp añ a hasta agua (1).
a los que m andan, que les obliga a em plear todo
que las desgracias pusieron en su ú ltim a debilidad su cuidado, y su esfuerzo en el cum plim iento de
al gobierno... Los m ales de una revolu ción son N ada hay m ás opuesto a los in tereses de una Al cabo de seis años en que ni p o r casualidad me
nación que el silencio sobre los erro res de su los encargos que la nación les hace.
aborrecib les donde se goza siquiera de un go­ No bastar variar las form as de los g o b ie rn o s; ocu rría una p alabra en mi lengua m aterna, la
bierno m e d ia n o ; pero, ¿ podrá E sp añ a ser más gobierno. Se ha dicho tanto ú ltim am en te sobre revolución saltó los diques a mis ideas españolas
esta m áxim a, con m otivo de la cuestión sobre la todos ellos pueden degenerar en despóticos, sin
infeliz que lo es ahora, o que lo será si se som ete esta voz viva que haga valer las leyes que los — y casi no pasa día en que no escriba algo en
al im perio de los franceses ? E spañoles : jam ás libertad de la im prenta, que sería in útil insistir nuestra herm osa lengua... (2).
en acu m ular nuevas razones. Pero aunque parezca limitan... ¡ Feliz la nación donde se arra iga este
se purifica una grande m asa sin una ferm entación espíritu de censura y de vigilan cia sobre las accio­
violenta : la m ás suave y saludable e s la que en que todos convienen ya en esta verdad, no sucede ¡ O jalá pudiera creer otro tanto de España 1 Pero
lo m ism o cuando se procede a ponerla en prác­ nes de los que gobiernan ! N ada son las consti­
los cuerpos p olítico s ocasionan las luces. Em pezad tuciones, ni las leyes si él falta ; y con él pueden me temo que está dividida en dos porciones que
p o r dar el m ás libre curso a éstas : d ejad que tica ; porque acostum brados com o estábam o s en no se pueden am algam ar. Las ideas p olíticas abs­
España, a que jam ás se trajese a exam en público ser felices h asta las más im perfectas. La libertad
todos piensen, todos hablen, todos escriban, y no tractas de los liberales im piden que la Grandeza
la conducta de los que gozaban el m ando, no no se goza sin una ligera agitación, sin una fe r­
em pleéis otra fuerza que la del convencim iento. mentación suave que m antenga en vida estas tome verdadero interés en la C onstitución. Sobre
D esterrad todo lo que se parezca a vu estro anti­ sólo el verse ahora juzgados los irrita, sino que todo, la representación de una C ám ara sola está
inmensas m asas de los estados políticos, que
guo gobierno. Si el ard o r de una revolución os hasta el m ism o pueblo, hasta los que han sufrido expuesta a todos los m ales de la oligarquía... Mi
p or ellos, sienten una especie de terror pánico como el agua estancada se corrom pen en la quie­
atem oriza, si las preocupaciones os ponen miedo tud (4). deseo es que el germ en de la libertad no se ahogue
con la idea de la libertad m ism a, creed que estáis al ver tra ta r con tan poco respeto a sus antiguos en España. Pero no puedo a ca llar m is tem ores de
destinados a ser perpetuam ente esclavos (1). ídolos. V álense los interesados de toda especie que m ucho va errado en lo y a hecho (3).
La influencia que ha tenido en la nación española
el dilatado espacio que ha estado bajo el peor de (5) Idem , n° 23, marzo 1812.
(6) Idem , n° 30, octubre 1812.
(2) Idem , n° 7, octubre 1811. Se refiere a la convocatoria y juramento de (1) Carta a sus padres, 10-8-1813.
(3) Idem, n° 10, enero 1811. (2) Carta a Fernando Blanco, 6-7-1820.
(1) El Español, n° 1, abril 1810. la Cortes Españolas en la Isla del León, el 24-9-1810.
(4) Idem, n° 11, febrero 1811. (3) Idem, 21-8-1820.
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en adelante p o d rá r e tra c ta r e sta declaración, en de los am ericanos. Que en vez de m a n ife sta r dis­
Por tu rbaciones que haya en E spaña ¡ cuanto que le diese la fortuna, ora sea m alo o bueno (8).
leyes de h o nor y de política. Así es que los e sta ­ posiciones hostiles, el gobierno de E sp a ñ a debía
m ejo r está que no en el silencio sepulcral de mi blecim ientos españoles del Nuevo M undo, no de­ convidar a todas las colonias que aun no han
El terco orgullo del pueblo español, ag ru p ad o en
tiem po ! (4). dos p artid o s, d eterm inados am bos a sacrificar ben m ira rse ya com o colonias dependientes, h a ­ seguido a C aracas y Buenos Aires a h acer una m o­
T am bién juzgo por ti m ism o que toda la gente cualquier ventaja real en aras de su dignidad biendo sido em ancipadas de sem ejan te sujeción d erad a reform a. La Am érica toda fe rm e n ta ¿ no
sen sa ta se ha decidido en favor de la causa de la ideal, excluye toda probabilidad de com prom iso. por la a u to rid a d so b eran a del estado, ni pueden valdrá m ás d irig ir la inundación que d e ja r que
L ibertad. Siendo esto así, nada tem o en cuanto E spaña deber ser gobernada, absoluta, y exclusi­ volver a ser reducidas a su situación antigua, sin ro m p a sin dirección p o r m uchas p a rte s a un
a las re su lta s, respecto a la nación española. vam ente, ya por la J u n ta apostólica, ya por una su consentim iento, o sin una revolución que se tiem po ? ¿ No v a ld rá m ás a ñ ad ir el nuevo lazo de
Fieles y exaltados ten d rán que ceder al fin a logia de com uneros : ni cederá un ápice en sus haga en ellas p o r la fuerza... resp eto y ag radecim iento que e sta co n d u cta aña­
la razón. Los últim os p a rticu la rm e n te po d rán ver pretensiones, ni a d m itirá la posibilidad de incu­ Parece que h a llegado la época de un gran acon­ diría, que exponerse a se r m irados com o ém ulos,
al fin que sus pasos llevan d irectam en te al objeto r r ir en el m ás leve e rro r (9). tecimiento político, que se ha estado esperando y a e s ta r expuestos a convertirse en enem igos ?...
que se proponen los serviles. La razón es que, si por largo tiem po : el e sta n d a rte de la independen­ Todos los que am an la u nidad e in teg rid ad del
destruyen la C onstitución y se oponen a los inten­ Ayer vi en los papeles ingleses que las cosas de cia se ha em pezado a lev an tar en Am érica, y im perio español, todos los que no la p re te n d a n
tos de los m oderados, la nación se c an sará de E spaña van prosperando. Aunque políticam ente según podem os calcular, p o r lo que hem os visto con encono, y e sp íritu de partid o , conocerán que
revoluciones y, después de m ucha sangre d e rra ­ hablando, ha m ucho años que d ejé de ser español, acerca de la revolución de C aracas, no es un el único m edio de conservar las A m éricas unidas
m ada, se echará en brazos de cu alq u iera que la no así en mi corazón. Aun cuando no tuviese en m ovim iento tu m u ltu ario y p a sa je ro el de aque­ con E spaña, es no disponer de sus in tereses sin
ponga en sosiego (5). E spaña p arien tes tan am ados, siem pre desearía llos pueblos ; sino una d eterm inación to m ad a con su co nsentim iento ; es contem porizar con todo lo
la felicidad de la nación con m ucha ansia. Siem­ m adurez y conocim iento, y p u esta en p rá ctic a que no se oponga directam en te a e sta unión en
¡ A qué extrem o tan lastim oso ha llegado la pobre pre tengo la satisfacción de h a b erla servido, cuanto bajo los m ejo res auspicios, la m oderación y la los térm in o s en que la razón aconseja... (2).
E spaña 1 Pero en vano es dolerse ahora. Los m ales ha estado en mi poder. Sin liso n jearm e mucho, beneficiencia. E sto es lo que re sp iran las pro­
puedo decir, que el sistem a que la reina h a em pe­

CeDInCI CeDInCI
que la inundan son inevitables. Sea cual fuere clamas, y las providencias del nuevo gobierno de T iem po h a que se está viendo venir u n a revolu­
el curso que tom e la invasión francesa, E spaña zado a estab lec e r es fun d am en talm en te el que Venezuela... Los am ericanos no p e n sa rá n jam á s ción en Am érica. Lo inesperado de la invasión de
no puede verse con un gobierno racional y e sta ­ recom endé con m ucho anhelo, y p o r el cual sufrí en separarse de la corona de E spaña, si no los E spaña no dio lu g ar a que se verificara entonces ;
ble p o r m uchos años (6). indignidades de p a rte de españoles y en las Cor­ obligan a ello con providencias m al entendidas. pero no hubo h o m b re de m edianas luces que no
tes m ism as. Pero no tengo resentim iento (10). Los am ericanos sólo es p robable que q u ieran no la tuviera p o r segura en la dispersión de la Ju n ta
Con h a rto dolor m iram os todos aquí la injusticia estar esperando gobierno y dirección de un país C entral, y e n tra d a de los franceses en A ndalucía.
y la m ala política de la invasión de p a rte de F ra n ­ No contribuyen poco a esta m elancolía los desas­
separado p o r un m a r inm enso, de un país casi Aconteció lo que se esperaba, y C aracas alzó la
cia y m ucho m ás las ideas antiliberales que p re ­ tres de E spaña. O jalá pud iera yo a b rir los ojos
ocupado p o r enem igos, y donde un gobierno en voz, llam ándose independiente. Yo, que h a sta en­
valecen en aquel gabinete. Pero la desgracia está de los que tienen poder en e l l a ; pero m ucho perpetuo peligro, y que apenas puede m ira r por tonces no h ab ía hablado una p alab ra a los am e­
en que los gobiernos españoles que han existido tiem po ha de p a sa r, según veo, antes que el pue­ sí en m edio de las circu n stan cias que lo rodean,
blo español entien d a sus intereses y los que lo ricanos, m e vi ya en la precisión de hacerlo, y
desde la revolución de 1820, se han guiado m ás nada puede h a ce r respecto a los dilatados países fue m enester escoger un rum bo. Cual había de ser
por la pasión que por v erdadera política. Años m anejen ap ren d a n a gobernar. N ada m e aflige del Nuevo M undo, m ás que p e d ir socorros, y m an ­
tan to com o las atrocidades que se com eten en ese éste, m e parece que le o cu rre a todo h o m b re des­
ha que lo publiqué y nunca he dejado de repe­ dar em pleados... Si estas m is reflexiones llegaren preocupado sobre la m ate ria : aquél que pudiese
tirlo : a no co rreg irse la C onstitución de 1812 en país. Yo no veo fin a la gu e rra civil... (11). a noticia de la Regencia de E spaña (que sí llega­ re u n ir los ánim os e intereses de E sp añ a y Amé­
puntos esenciales, ella m ism a c au sará la ru in a rán, porque no fa lta rá quien preten d a que se p ro ­ rica, que se h a lla b an en inm inente peligro de
del reino, aun sin intervención de e x tra n je ro s (7). híban c irc u la r en sus dom inios) resp etu o sam en te em pezar a se p a ra rse p a ra siem pre... Pero este
Independencia de H ispanoam érica expongo a su consideración, que si no quieren que
Lo que creo que dije en 1814 (porque desde aquel a rd o r p o r lo que m e parece verdad, ja m á s ap a ­
tiem po no he q u erido ni siq u iera ver un e jem p lar se excite un iv ersalm en te en los am ericanos el espí­ gará en mí el a m o r de mi p a tria : y aunque la
del « E s p a ñ o l») lo re p itiría a hora si escribiese No hay duda que m uchas de las causas que hemos ritu de independencia y aun de odio respecto a la p a tria de un español, es todo lo que e stá b a jo el
p a ra el público de esa nación. Si el nuevo gobierno contado e n tre los obstáculos de la m ejo ra de la m etrópolis, q u iten las tra b a s a su com ercio, y no soberano y las leyes de E spaña, jam á s d e ja ré de
se em peña en re stab lec e r todo al estado en que Am érica E spañola, se rem ed iarían por un gobierno hagan que el in terés de los p a rticu la res se halle se n tir una n a tu ra l propensión al país en que nací,
se hallab an las cosas antes de la revolución, no residente en el m ism o país... La ju n ta c en tral de en oposición con la obediencia a su gobierno (1). y en que he pasad o m is m ejores años... El tiem po
h a rá m ás que vincular desgracias p a ra los espa­ E spaña ha proclam ado después la independencia m an ifestará quien ha favorecido E sp a ñ a en este
ñoles. Es preciso conceder algo al presen te estado de sus colonias, declarado que sus posesiones de Los españoles de E u ro p a deben ten e r presen te punto, si los que no han dejado a los caraqueños,
del enten dim iento hum ano. Si se em peñan en Asia y Am érica no deben m irarse en adelante que la fuerza jam á s produce buenos efectos sobre otro cam ino que la g u erra o la vergüenza, o los
re sistir a b so lu tam en te el im pulso que ha recibido com o colonias, sino com o p a rte s in te g ran te s del los pueblos, y m ucho m enos cuando p o r ser ésta que q u erían d e ja rle s a biertos todos los que sabe
en E spaña, nada h a b rá estable h a sta que a fuerza im perio español—iguales en derechos, y coordi­ débil, sólo puede lo g rar irrita rlo s. Que tan to por h a lla r la a m ista d reu n id a con la justicia... Qui­
de contiendas y to rm en tas caiga la nación en lo nadas en a u to rid a d con los dom inios europeos de su generosidad, y equidad nativa, com o p o r las sieran de m í que g rita ra guerra, que re sp ira ra
la corona de E spaña. Ningún gobierno español circunstancias de las cosas, deben reconocer la sangre, y que poniéndom e de p a rte del orgullo
(4) Idem , 9-5-1822.
(5) Idem, 22-8-1822.
igualdad de derechos, que han reasum ido ya p a rte resentido, prefiriera ver d e rra m a r la de españoles
(6) Idem . 2-4-1823. (9) « Don Esteban ». The Quarterly Review, vol. X X III, 1825.
(7) Idem , 31 5-1823. (10) Carta a José María Blanco, 11-5-1834. ú ) El Español, n° 4, julio 1810. (2) Idem , n° 5, agosto 1810.
(8) Idem, 24-7-1824. (11) Idem a Fernando Blanco, 26-4-1836.
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am ericanos por m ano de españoles europeos, al ñado de revoltosos que han sobrecogido al pue­
blo : el de Buenos Aires una equivocación : lo de yo te pida. Tú eres igual a m í en t o d o ; te le con­ hom bre p a ra con sus padres tienen puestos lím i­
ceder ni un punto en pretensiones op u estas a la
equidad y justicia. No, no : yo no sé lo que es S anta Fé una intriga despreciable, y por lo que fieso ; m as g u á rd ate de tocar ahora a la cadena. tes por la justicia. Si el padre pierde la razón,
tem or ni esperanza cuando m iro una cosa en esta hace a Quito, el escarm iento de los am otinados Tu suerte queda de mi cuenta, y tra ta ré de ella y quiere que el hijo se sacrifique a sus e rro re s :
h a b rá re stitu id o la tran q u ilid ad m ás perfecta.,, con oportunidad. » si porque, sin abandonarlo, quiere el hijo en com ­
luz vehem ente. R epresentantes del pueblo español, ayudad a sol­
¿ Y que efectos ten d ría e sta guerra civil que tan Lea pues el público español el p rim e r docum ento petente edad ten e r tam bién una casa y una fam i­
poderosos prom ovedores encuentra en E spaña ? de los que les presento, y vea por él que no trata tar al esclavo. La hum anidad le dicta no ab an ­ lia : si porque no se le som ete a una eterna
Más funestos mil veces que la de los E stados con una cuadrilla de revoltosos, sino con unos donar a su antiguo señor que e stá cu b ierto de m inoridad quiere su je ta rlo a golpes ¿ qué h a rá
Unidos para Inglaterra... Un p a trio ta inglés (el pueblos que saben exponer sus agravios, y sus heridas ; y la escuchará sin duda, si no le inspi­ este hijo sino com padecer al pobre anciano en su
Lord C hatam ) anunció en térm inos enérgicos a derechos, con una razón y dignidad que adm irará ráis desconfianza p a ra en adelante. Si es verdad locura, y tr a ta r de contenerle el brazo con que,
In g laterra la pérd id a de sus Am éricas, si no cedía a cuantos no estén ciegos por el interés o el que pensáis so ltarlo ¿ P or qué ese m iedo de que en su frenesí, le castiga ?. (6).
en sus pretensiones in ju sta s : yo, a p esar de no orgullo : a cuantos tengan razón, suya propia. él m ismo, con v uestro consentim iento, se q uite
hallarm e digno de c o n tem p lar ni de lejos los Lean y verán que no es ju sto ni conveniente el la cadena ? ¿ Por qué exigir que la conserve un M ientras en las co rte s se alterca, y regatea con los
pasos de aquel estad ista, m e glorio de im itar su rum bo que se ha tom ado con ellos : y que millo­ instante m ás ? ¿ Por qué enfurecerse si la toca ? diputados de Am érica, com o si estos fuesen due­
nes de hom bres dirigirlos por gentes com o los ¿ Por qué am enazarlo ? (5). ños absolutos de la voluntad de aquellos pueblos,
conducta, queriendo e v ita r el m ism o m al a mi
patria... C onque p a ra ver las cosas en su v erda­ que hablan en su nom bre, no se reducen ni con¡ sobre cual ha de se r la representación fu tu ra en
dero aspecto, la agitación que parece am enazar insultos o am enazas, ni con prom esas vagas, o Será verdad que los insurgentes de México co­ las co rtes de E spaña, C aracas y Buenos Aires
al nuevo hem isferio se reduce al interés de un p alab ras dudosas... El prim ero, el único, el indis­ meten desórdenes ; m as p edir razón y m o d era­ reúnen sus respectivos congresos, y tienen tiem po
pensable paso que deben d a r las cortes, es el de ción en un pueblo a quien la opresión, y la in ju s­ sobrado para ganarse las voluntades de sus poder­
corto núm ero de com erciantes que asp ira a do­
m inar a cerca de quince m illones de am erica­ a ta ja r la guerra civil, cuyo resultado, sea cuall ticia hace to m a r las arm as, es p e d ir im posibles. E n dantes, con poco que tengan de liberalidad, y ta ­
fuera, es c o n tra E spaña. Lo m ás probable es que una de las gacetas de México se da cuenta de una lentos. Muy m alos han de ser los gobiernos revo­
nos (3).

CeDInCI
He creído que ningún servicio m ás im p o rta n te po­
dría hacer a la causa de E spaña, que e sp a rc ir por
m edio de mi periódico los docum entos que antece­
los am ericanos sean superiores a las fuerzas euro­
peas : y que después de d e rra m ar m ucha sangre,,
el nom bre español sea p a ra los nietos de los
co nquistadores del Nuevo Mundo tan odioso
CeDInCI
batalla en que los insu rgentes perdieron ú ltim a­
mente diez m il hom bres. El general que los dego­
lló acaba con una insolencia, y c rueldad m ás que
francesa, haciendo responsables de e sta carn ice­
lucionarios si no saben h acer se n tir a los pueblos
la infinita ventaja de ten e r de su lado allá del
m ar la soberanía, si no alcanzan a hacerles p erci­
b ir la diferencia que hay en tre obedecer a las
den, y con especialidad el prim ero de todos ellos. com o el de sus abuelos lo fue a sus primitivos ría, ante Dios y los hom bres, a los que están al leyes, o a un V irrey. Aun cuando los decretos de
Los e rro re s gravísim os que ha com etido el go­ h abitantes. La consecuencia de esto será la sepa­ frente de la insurección... Con el m ism o derecho las C ortes sobre la representación de A m érica se
bierno de E spaña con respecto a las Am éricas, ración absoluta de Am érica, y la ru in a de la acusa Napoleón a los españoles de los ho rro res expidiesen ahora, llegarían allá después de año y
e rro re s que están m uy próxim os a c au sar la des­ causa de E spaña (4). que sufren por resistirle... El gobierno español m edio de independencia absoluta, que tal lo ha
gracia de am bos pueblos, creo que han procedido ha estado, y continúa ciego. Si p o r sus p reo cu p a­ sido, p o r la cabezudez de los gobiernos de E spaña.
m ás bien de su m al concepto de las cosas, que La experiencia clam a en los oídos del gobierno ciones e ignorancia ha perdido el terren o que ¿ De qué servirán entonces estas desgraciadas
de una disposición m aligna. N uestro pueblo, nada español, que va a tener la m ism a su e rte que Ingla­ tiene bajo su m ano, m al po d rá esp e ra rse que gracias ? De lo que se rv iría convidar con asiento
a co stum brado a la lib ertad de opinar, que sólo terra, respecto a sus colonias, si sigue los mismos sepa gobernar m ejo r en tierras lejanas. E sto lo a la m esa del am o en La H abana, al esclavo que
nace de la libertad de im prenta, apenas puede pasos. El gobierno español insiste en tomarlos ve claram ente toda la América. La sangre d e rra ­ habiéndose huido tuviese ya casa propia en Fila-
su frir no ya opiniones co n trarias, pero no aun la peores. El pueblo de Am érica ha estado tres­ mada, por culpa del gobierno español, ha aum en­ delfia. El esclavo se b u rla ría del convite ; m as no
sencilla n arra c ió n de hechos que se opongan a cientos años en la com pleta esclavitud que pinta tado los odios, y no hay m edios de apagarlos. En sé qué nom bre dar a la pasión que excitaría en
su com ún deseo. Los gobiernos que debieran h a ­ Mr. B urke. Es un esclavo que ha sufrido sus cade­ vano esperan socorros. H an quem ado la casa p o r­ él la noticia de que su am o, y la señora reñían
ber tra ta d o de vencer esta disposición, la han nas m ientras que su señor ha tenido vigor bas­ que no podían se r dueños absolutos de ella... es diariam en te sobre en qué lugar se le h ab ía de
fom entado ; y ocultando a la nación la situación tan te para e sta r a su lado cuidando que no las preciso desengañarse : es im posible que el conti­ poner el asiento (7).
verdadera de las cosas han hecho que, ignorando lim ara. Al m enor m ovim iento sospechoso tenía nente inm enso de A m érica dependa siem pre de
el azote encim a. El esclavo, joven y bien dispuesto España y le sacrifique sus intereses, sin que derive C aracas llam ó mi atención desde que sus papeles
los m ales cuando am enazaban, y c erran d o los
ojos p a ra no verlos después de sucedidos, no se fue adquiriendo fuerzas que la naturaleza, no obs­ alguna com pensación. Los pueblos a quienes la y proclam as llegaron a m is m anos. H allábam e
hayan aplicado los rem edios que n u e stra situ a ­ tan te su opresión, le daba : el am o se envejecía. naturaleza dio m edios de su b sistir por sí, sólo decidido a ab an d o n a r la em presa de esc rib ir sobre
ción exigía. Lo m ism o está aconteciendo a hora D ebilitado éste por su m ala constitución, y sus están su jeto s a otro s, o p o r que están defendidos, m aterias políticas que se había em pezado en E l
con los asu n to s de Am érica. Yo me atrevo a ase­ excesos, se ve acom etido por un enem igo que le o por que están oprim idos por ellos. E sp añ a no E s p a ñ o l , porque disgustado h asta el alm a del
gurar, a pesar de la d istancia en que me hallo, da una herida profunda. En tan m iserable estado puede h acer ni uno ni o tro respecto al Nuevo gobierno que hab ía visto n acer en mi p a tria , de
llam a al esclavo a su socorro. « A cércate a mi Mundo... ¡ Qué ridículos son los argum entos, las las ruinas de la C entral, no veía ni disposiciones
que h a b rá pocos en Cádiz que se a tre v an a decir
el v erdadero estado de la revolución de América, le dice, cuanto alcance la cadena ; ven a mi auxi-i quejas y las investivas contra los am ericanos, ni esperanzas de que se m ejorase ; sabía que es­
aun cuando haya llegado a su noticia. El m ovi­ lio sin rom perla : tra b a ja con ella a la c in tu ra, y que sólo se fundan en el vano nom bre de M adre tab a decidido a no ju n ta r las C ortes, y ya em pe­
darne del fru to de tu tra b a jo toda la pa rte que Patria ! H asta los sagrados deberes filiales de un zaba yo a su frir la persecución de sus satélites por-
m iento de C aracas h a b rá sido en Cádiz un pu­

(3) Idem, n° 7, octubre 1810. (4) Idem, n° 9, diciembre 1810. (6) Idem, n° 13, abril 1811.
(5) Idem, n° 10, enero 1811.
(7) Idem, n u 14, mayo 1811.
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dome faccioso ¡ m as el testim onio de mi conciencia paña, que procuren evitar este caso, m ientras aun propuesto hacerse odiosos en sus antiguas colo­
que escribía en español y no escribía a su gusto.
me dice que no soy ni uno ni otro. Deseo con vehe­ es tiempo, concediendo a sus súbditos lo que es nias, y a fuerza de orgullo e insultos, espolearlas
Pero vino la noticia de la revolución de Caracas,
mencia la felicidad de España, y en esto soy apa­ justo (9). a la absoluta independencia........creí que era mi
y viendo en ella (cuan claro se puede ver a esta
sionado : mas los españoles am ericanos no son en deber p resen tar la cuestión al público español de
enorm e distancia) un m ovim iento de ferm enta­
mi concepto m enos españoles, ni menos paisanos ... Una vez com enzada la guerra en tre la parte am bos hem isferios, en aquel punto de vista que
ción suave, una revolución sin sangre ni arm as,
míos que los que han nacido en mi m ism o pueblo. oprimida de una nación, y la que manda, en nada la pusiese m ás cercana a un convenio favorable a
una m udanza causada por el inevitable curso de
Facciosos son en mi dictam en, y m uy poco espa­ puede term inarse sino en esclavitu d o independen­ unos y a otros, igualm ente que al éxito feliz de
las cosas, y no forzada por una facción o partido,
ñoles, los que por la ira que esta cuestión les cia. El gran interés de España es que al mom ento la causa de la libertad en Europa con tra la tira­
dije para mí : la felicidad de los españoles se
excita, y por los medios que prefieren para deci- se vea establecido un sistem a p ráctico de em anci­ nía francesa. H ícelo a s í ; y los que ahora puedan
debe buscar en A m érica en caso de que se desva­
diría, parece que más tratan de intereses personales pación y am istad entre ella y una p arte tan res­ leer con ánim o im parcial lo que he escrito, y los
nezca la vislum bre de esperanza que les queda en
que los generales del reino (8). petable de A m érica com o el V irreynato de Buenos que lo exam inen cuando ni la cuestión ni yo exis­
Europa. Y a lo he dicho otra vez, y lo repitiré
Aires. E sto es de necesidad absoluta si ha de tam os, verán si no he hecho p or España aun
eternam ente : los españoles, no los am ericanos,
...¿ Adm itirá el orgullo del criollo al indio y al quedar un palm o de terreno en A m érica donde un mas, tal vez, que lo que el am or a la rigorosa
debieran estarm e agradecidos. Si y o hubiera sido
m ulato a una verdadera igualdad co n él ? ¿ Podrán español pueda fijar el pie... Por p oco dispuestos verdad perm itiera en una cuestión de otro gé­
im parcial, si el m iram iento a la E sp añ a no hu­ nero (11).
el odio y la em ulación de las castas inferiores que se hallen a la absoluta independencia, si a un
biese sido mi norte : si yo hubiese querido inclinar
su frir que el poder político del estado sea patri­ lado ven arbolada su bandera, y al otro el azote
los am ericanos a la independencia, nadie m e ha
monio exclusivo de los blancos ? ¿ Cuales serán y la espada, ¿ a cuál se inclinarán ?. He hecho cuanto ha estado a mi corto alcance
presentado arm as m ás poderosas que las Cortes...
los cim ientos de los nuevos edificios políticos con La Am érica española será potencia independiente para persuadir a los am ericanos a la conciliación ;
El gran riesgo que yo concibo en la actual situa­ mas, ya no está en su mano ni en la m ía. El
que se ha de adornar Am érica ? S i la propriedad y muy poderosa con el discurso del tiem po, y lo
ción de Am érica, es el que crezca y se confirm e el gobierno español la ha rehusado a la am istad, a
se con stituye sola base del poder político, ¿ cómo será sin guerras, ni desolación, si se conducen
odio entre europeos y criollos ; el que se lleguen

CeDInCI CeDInCI
podrán las castas subordinadas recon ciliarse con ahora con prudencia los que m anejan la opinión la hum anidad, a la justicia, y aun a su propio
a m irar com o dos naciones distintas. Al gobierno interés. ¿ Qué les resta a hacer a los am ericanos ?
un sistem a que les dejará, desnudas y sin protec­ pública... Am érica, donde la u niversalidad de la
que tenga la am bición de aparecer noble y ju sto ¿ Se han de entregar a discreción de sem ejantes
ción a la m erced de sus am os y atereadores ?... lengua española asegura que desde la T ierra del
le toca hacer cuantos sacrificios sean capaces de señores, fiados en la defensa de una tercera parte
Los revolucionistas ju stifican su resisten cia a la Fuego al M ississipi no puede haber m ás que un
extinguir este sem illero de males, que una vez de representantes en el Congreso, a esp erar ju s­
m adre patria a título del derecho que com o hom­ pueblo, e stá naturalm ente destinada a ser un gran
arraigado será la cizaña de A m érica p or largos
bres tienen de elegir su gobierno. N osotros no imperio. La opresión es quien ha im pedido sus ticia de él, contra la que sum ariam ente le adm i­
años... Una declaración de absoluta independencia nistren sus virreyes y audiencias ? Antes m e cor­
entrarem os en discusiones con ellos sobre los lími­ progresos hacia este térm ino ; y aun a p esar de
pudiera com prom eter la felicidad n aciente de la tara la mano con que escribo que recom endar tan
tes o aplicaciones de este principio ; sólo les pre­ ella ha dado algunos pasos. España, aunque lo
Am érica meridional... La A m érica española no ha funesto abatim iento. Una sola cosa sacrificaré en
guntarem os si, insistiendo sobre tal argumento, quisiera, no puede ya e jercer ninguna especie de
pasado aún el noviciado de la libertad, y quererlo este punto al respeto de mi patria. AI desvane­
piensan acom od ar la práctica a la teórica. Si recu­ tiranía en aquellos países. Sólo el desorden, la
hacer todo de repente y a la vez, paredes, techos,
rriendo a artificios y qu isquillas piensan excluir desunión y la anarquía pueden a ta ja r los p rogre­ cerse para siem pre la esperanza de conciliación,
y cim ientos es exponerse a no hacer m ás que un
a sus herm anos negros o pardos de una completa sos de la A m érica española. R estitúyase la p a z ; me ha sido p reciso presentar este pequeño bos­
edificio de apariencia que se vendría ab a jo al pri­ quejo de las razones que he alegado en la cues­
participación del poder político, ¿ juzgan que con quítense los grillos a la industria ; bórrense hasta
m er soplo. La Am érica española por necesidad tión presente. M as nunca tom aré la plu m a para
estas lecciones de derecho natural frescas en la los nom bres de las m anchas legales de las castas ;
será independiente en algún tiem po (no sabré atizar el fu ro r de los am ericanos españoles en
m em oria se som eterán pacíficam ente las castas ábraseles el cam ino de la civilización de los pri­
decir cuando) porque esperar que con sus rique­ esta funesta guerra. D ecídala la espada, y el Dios
degradadas a estas restricciones de privilegios ?. meros rudim entos del s a b e r ; naveguen los am e­
zas, con su extensión, y sus medios ha de estar de la ju sticia, sin castigar a mi p atria de los
Por m ucho que deseem os la unión entre España ricanos de unos puertos a otros ; com ercien en el
siem pre su jeta a un pueblo que vive a dos mil errores de sus gobiernos (12).
y sus dom inios am ericanos no se disuelva en tanto interior— y no se acuerden de quién ejerce la
leguas, aun cuando la gobernara una serie no inte­
que España pelea por su independencia, estamos soberanía, si las Cortes, o los Congresos de Amé­
rrum pida de Solones, y tuviera al frente de sus rica. Insistan en ser soberanos de su industria, y
fuerzas a otros tantos Alejandros, es un verdadero tan persuadidos de que Am érica tiene derecho a
una com pleta enm ienda de los gravám enes que créanme que m ás cerca están de este m odo de la
sueño. Pero si los am ericanos quieren no retardar Sobre la esclavitud.
sufre, que si la m etrópoli rehúsa obstinadam ente soberanía p olítica, a que algunos de sus filósofos
este período, no la apresuren : dejen ob rar a la
conceder sus peticiones, creem os que los ameri­ aspiran, que declarándola desde ahora con pro­
naturaleza : la libertad es una p lanta delicada, clamas. El com ercio y la industria es quien decide
canos deben continuar en su insurección, y obte­ La razón que alegan, en general^, los colonos, es
que se debilita y perece cuando se la fuerza a la superioridad respectiva de los pueblos (10).
dar fru to dem asiado tem prano. ner la satisfacción de lo pasado y seguridad para que los negros son de un carácter perverso, y que
Nada hace am ar las doctrin as com o la persecu­ lo futuro, que el orgullo y la avaricia no quisieron sólo el tem or puede contenerlos. Y o p o r m í creo
concederles. Vem os claram ente que de e sta con­ El am or a m i p atria me había em peñado en una que los negros deben ser n aturalm ente buenos,
ción ; perm ítanm e los am ericanos p redicarles las
ducta, en caso de acom pañarla la fortun a de la em presa superior a mis alcances. Uno tras otro, cuando el trato que les han dado los europeos no
m ía s ; que según esta regla m e deben ser m uy los gobiernos de España parece que se habían
caras. Pero jam ás, jam ás lo serán tanto com o la guerra, n acería la absoluta independencia de las los ha convertido uno p or uno en m onstruos. Las
felicidad de la nación española, que les doy por colonias, y este es el m otivo que tenem os para
objeto. Los am ericanos me honran llam ándom e recom endar a los que tienen la autoridad de Es- t?l Idem, n° 22, enero 1812. (11) Idem , n° 24, abril 1812.
(10) Idem, n" 23, marzo 1812.
im parcial : m uchos españoles m e insultan llam án­ (8) Idem , n° 16, julio 1811, (12) Idem , n° 28, agosto 1812.
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conservara en su poder. T oda persona descubierta dichas innovaciones su scitaron la resistencia de


virtudes son h ijas de los afectos sociales. Quien N osotros somos ingleses, y ellos fra n c e s e s; una
en posesión de uno de ellos era castigada con la sus contem poráneos estaban a la m erced de la
considere la vida de un negro traído de A frica, y banda de pordioseros bribones.
pena de m uerte. Y ¿ quiénes eran herejes ? Todos tiranía ortodoxa desde com ienzos del siglo iv.
puesto a trab aja r en un ingenio, m irará com o un N osotros som os franceses, y ellos ingleses : ¡ Sa­
los que discutían de la facción proclam ada orto­ No, la R eform a no podía liberar los antiguos
m ilagro de bondad el m enor lineam ento m oral cre ! doxa p or la ley. A ello se debe en gran parte la
N osotros som os españoles, y ellos am ericanos. m anuscritos de las Padres de la vigilancia celosa
que lo distingue de un tigre... pérdida de una m ultitud de obras pertenecientes del partido rom ano. H ay pruebas indudables de
Aún no alcanza la idea a d iscu rrir cuándo podrá N osotros somos m exicanos, y ellos españoles.
al período anterior a la unidad legal de la Iglesia. que incluso las obras de éstos a los que la
llegar el tiem po en que desaparezca la esclavitud N osotros somos rusos, y ellos polacos.
Todo cuando contradecía las ideas del partido ortodoxia perdonó la vida han sido, a menudo,
sobre la haz de la tierra ; pero al menos ha llegado N osotros som os polacos, y ellos m oscovitas.
ortodoxo debía perecer para siem pre. No es asom ­ m utiladas y adulteradas, siem pre que por una
el de ver m ejorada la suerte de los esclavos. Los — ¿ No es curioso que palabras de tan distinto
broso, por tanto, que el C aballero irlandés no razón u otra no arm onizan con el credo de Roma.
de los españoles han tenido siem pre, en general, significado com o inglés, francés, español, polaco,
encuentre protestantes en la época que precede Pero incluso mucho antes de Constantino era peli­
m ejor suerte. Pero los españoles deben coronar etc. produzcan el m ism o efecto en los sentim ien­
al establecim iento de la ortodoxia. E sta no tole­ groso leer y conservar escritos antiguos que disen­
esta gloria, contribuyendo a la com pleta extinción tos y pasiones de la hum anidad ?
raba la existencia de obras que no coincidieran tían de la creciente ^superstición. La opresión
del tráfico /1). — Se equivoca usted al a trib u ir los efectos en
cuando menos hasta cierto punto con su credo y, ortodoxa había llegado a tal extrem o que si algu­
cuestión a la p alabra errada. E s la p alabra noso­
desde luego, de ninguna que lo contradijera... nos Padres deseaban leer los escritos antipopu­
¿ Debe el gobierno de España qu ejarse en nom bre tros la que los origina (2).
Teodosio fue el prim ero en establecer, en el lares o condenados debían fingir visiones celestes
de la nación que lo ha constituido a su frente, de año 382, inquisidores de la fé y con este m ism o que les autorizaban a con su ltar las obras prohi­
que hay quien incom ode a sus vasallos que se A la verdad, reconozco de buen grado que jam ás
nombre. Los gobernadores civiles recibieron la bidas...
em plean en robar hom bres, m u jeres y niños, para he sentido esa clase de patriotism o que ciega
orden de enviar inquisidores a todas las provin­ Pero volvam os m ejor a los antiguos m anuscritos :
venderlos a gentes que los hacen trab aja r toda a los hom bres respecto a los defectos de su país
cias, de abrir sus tribunales de ju sticia a infor­ se debe por ejem plo a uno de estos piadosos
la vida, apropiándose el fru to de este trabajo, y tan bien com o a los propios. España, con su
madores secretos a quienes se exim ía así del odio fraudes que el tratado de Tertuliano sobre el

CeDInCI
hasta los hijos que produzcan en esta m iserable
esclavitud ? E l hecho, presentado de este modo,
parece una p arad oja inconcebible. Mas yo apelo
al buen ju icio de todos los hom bres del mundo,
cuerpo político m iserablem ente rebajado p or su
gobierno e Iglesia, dejó de ser para mi objeto de
adm iración desde un período m uy tem prano de
mi vida. N unca he sentido orgullo de ser español
CeDInCI
general hacia tal cargo y de tom ar en considera­
ción las recusaciones habituales de testigos mien­
tras que eran anuladas en favor del acusador en
casos de herejía. El Im perio Rom ano se convirtió
ayuno— escrito, evidentem ente, contra los orto­
doxos— haya sido transm itido cuidadosam ente a
la posteridad m ientras que de las obras en que
defendía a Montano no se conserva huella. Así,
que me digan si hay otro m odo de pin tar este pro­ pues, p or serlo, me hallaba m entalm ente envile­
en el escenario de persecuciones cruelísim as : mi­ p or el descuido si no p or la voluntad expresa
cedim iento, u otro aspecto p or donde m irarlo... cido, condenado a inclinarm e ante el más mísero
llares de personas sufrieron la pena de destierro de los ortodoxos, han perecido gran núm ero de
Tan bárbaras, tan fútiles, y aun viles son cuantas sacerdote o laico que podían enviarm e en cual­
y fam ilias pudientes se vieron reducidas a la men­ obras de los tres prim eros siglos.
razones se pueden im aginar para sostener, ni un quier m om ento a las cárceles del Santo Oficio.
dicidad. N um erosas figuras de nota del bando de No podem os con jeturar acerca de su contenido,
m om ento, el tráfico de esclavos que el ánim o D urante m uchos años presentí que una sentencia
los dirigentes fueron enviadas a perecer a lugares pero el furor ortodoxo con tra los libros desde
indignado se desdeña con abom inación de recor­ de destierro de tal país, lejos de ser para mí un
salvajes y abandonados. O tra ley del m ism o em pe­ principios del siglo IV nos da una m ediana base
darlas, y aun m ás, de responderlas (2). castigo, sería una bendición.
rador, publicada un año después, contiene una para suponer que, mucho antes de esta época, la
larga lista de denom inaciones heréticas. Quien­ unidad fue obtenida m erced a la aniquilación de
quiera que fuese acusado de pertenecer a alguna quienquiera que se opusiese al partido predom i­
de ellas era entregado a la furia colectiva de todo nante.
IV. — Patriotismo Iglesia, ortodoxia, partidos el buen pueblo, a saber : « el que se deleita en El Caballero Irlandés no puede descubrir protes­
el culto y belleza de la verdadera religión ». tantes en las obras de la antigüedad que han
Cuando una inclinación natural es elevada a la H oy día, ningún hecho histórico se halla m ejor Si los vivos eran tratados de este modo en aras llegado hasta nosotros a través del conducto de la
categoría de virtud, sobrevienen los m ayores establecido que la despiadada y sistem ática des­ de la unidad católica ¡ cóm o deben de haber sido ortodoxia rom ana y de ahí concluye que no hubo
males. El patriotism o es un ejem plo de ello. La trucción de cuantas obras se oponían a la orto­ tratadas las obras de los m uertos, especialm ente ninguno en aquellos días. Un viajero por el anti­
propensión natural a con ferir una im portancia doxia, esto es, al partido predom inante. Los en una época en que la destrucción de unos cuan­ guo Egipto podría haber pretendido asim ism o que
indebida a nosotros m ism os se denom ina egoísm o propios escritores eclesiásticos registran dicho tos m anuscritos podía aniquilar para siem pre los no había cocodrilos en aquella región porque no
cuando el individuo es claram en te el objeto de su m étodo y las leyes del Im perio Romano, desde testigos de cualquier tentativa de resistencia a encontró ninguno en un país en donde su des­
propio sentim iento ; pero, cuando, bajo el nombre el tiem po en que Constantino el Grande dio una las innovaciones del p artido predom inante ! Pre­ trucción era un deber religioso. El viajero no
de patriotism o, cada individuo se deja arrastrar a resuelta victoria a la facción que sostenía la tender, por tanto, que las escasas líneas— pues obstante hubiera m ostrado más discernim iento si
la vanidad, al orgullo, a la am bición, a la cruel­ doctrina atanasiana sobre la Trinidad— facción son realm ente escasísim as— en que se da por antes de trazar esta am plia conclusión hubiese
dad— y lo hace en tanto que inglés, francés o en la que la Iglesia de Rom a ocupaba una posi­ supuesto que algunos escrito res de los prim eros intentado averiguar si los registros de los sacer­
español— todos estos vicios son considerados ción prom inente— dan fe incuestionable de él. siglos recom endaban doctrinas y prácticas que dotes mencionaban algunos m étodos de exterm i­
virtudes (1). Los libros heréticos no podían ser preservados de los protestantes rechazan, prueban el consenso nio de aquellos heterodoxos anim ales o del trata­
las llam as sin peligro inm ediato para quien los universal de los cristian os en aquellas m aterias miento que algunos de ellos recibieron de manos
(1) E l Español, n° 20, noviembre 1811. es m uy poco razonable, por no decir absurdo. de los propios sacerdotes. C ualquiera que fuese
(2) Idem , n° 24, abril 1812. (2) Idem, vol. II, p. 29. Los escritores que podrían haber dem ostrado que el tiempo en que esto ocu rriera debe de haber
(1) « L ife of... », vol. II, p. 6. (3) Idem , vol. I, p. 141.
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habido cocodrilos en el lugar... nism o em inentem ente político, se funda en un doxo se contenta con lo que él cree su propia bajo cuya autoridad la Inquisición fue restable­
Pero ¿ p or qué— se ob jetará— no hubo resis­ conocim iento profundo y correcto del espíritu doctrina, si no condena desde el fondo del alma cida en España en 1814. Si los católicos han ade­
tencia a estas prácticas cuando hicieron su apari­ humano. Pues, independientem ente del carácter a todo que difiera de él. Para probar la verdad lantado bajo el gobierno protestante de Ingla­
ción ? A ello responderem os : ¿ p or qué m uchas odioso del nom bre, tiende a aturdir y agotar al de dicha aserción, más allá de toda posible duda, terra hasta el extrem o de poder detestar de la
de las peores enferm edades no son com batidas aventurado pertu rb ad or de la ortodoxia, obligán­ me basta con rem itirm e solam ente a las actas de persecución, ¿ por qué distingo inteligible encuen­
p or la m edicina desde su m ism o origen ? Porque dole a descuidar su principal argum ento para todos los concilios y sínodos celebrados en el tran com patible arrim arse al m anantial de la into­
se presentan sin suscitar alarm a. La m ayoría de em pezar a refu tar su supuesta identidad de opi­ mundo cristiano. En realidad, cualqu ier tipo de lerancia que ha anegado a Europa en sangre y
dichas supersticiones cristianizadas, repetim os, de­ niones con la con victa herejía. Si se le pega el ortodoxia im plica fatalm ente una heterodoxia, en todavía m uestra intacta su vieja propensión do­
ben de haber parecido al principio m uy inocen­ nom bre con la adecuada habilidad, la diferencia la acepción de un sistem a erróneo y condena­ quiera que conserva su influjo exclusivo ? ¿ Con
tes ; m uchas de ellas deben de haber sido acogidas no podrá ser expuesta sin un considerable discer­ ble... (2). qué Iglesia aprendió España la obligación de
com o esencialm ente útiles y piadosas. Cuando en nim iento y exactitud de lenguaje. E l m undo no prohibir para siem pre a sus súbditos el derecho
el decurso de tres o cuatro siglos casi habían prestará atención a tales sutilezas y los polem is­ La m ayoría de los vicios de los regím enes polí­ de escoger sus principios religiosos, en el m ism í­
suplantado a los Evangelios, los pocos que podían tas ortodoxos— esto es, los del bando estable­ ticos responsables de la terrible crisis de nuestro sim o m om ento en que proclam aba su « libre cons­
distinguir el trigo de la cizaña vieron la cosecha cido— podrán d e jar que su adversario grite hasta tiempo p or la general irritación en que mantienen titución » ? ¿ Quién indujo a los gobiernos repu­
medio asfixiada por influjo de la m ala hierba y enronquecerse sus protestas de inoncencia res­ al conjunto de la sociedad, tienen su origen en las blicanos de H ispanoam érica a copiar la m ism a
elevaron sus voces contra el mal, pero era dem a­ pecto a la vieja h erejía im plicada en tal nom­ nociones de Iglesia que regularon exclusivam ente ley odiosa en sus nuevos códigos ?...
siado tarde. Una Iglesia tiránica y un cuerpo de bre (1). el cuerpo de Europa durante m uchos siglos y El dogm a de un ju ez infalible en asuntos religio­
sacerdotes que se acercaba cada día m ás a la entraron a form ar parte de todas sus partículas. sos es la fuente auténtica del fanatism o y quien­
condición de una m onarquía clerical habían adqui­ Ahora bien, desde que la ortodoxia es un título Todo dependía de la teología : incluso si se tra­ quiera que crea de verdad en él es necesaria y
rido un poder form idable del m ism ísim o predo­ de poder, está condenada a actuar sobre la mente taba de tem as científicos, los teólogos eran jueces. conscientem ente un perseguidor ; una Iglesia fali­
De ahí la circunstancia que todos los principios ble no puede coaccionar. Si pretende autoridad en

CeDInCI CeDInCI
minio de estas supersticiones y los propios em pe­ hum ana com o cualqu ier otro instrum ento de am­
radores le prestaron su asistencia... bición. Desde que es el vínculo que une b a jo su y sistem as fuesen creados a perpetuidad, incluso m aterias de fe, es para p roclam ar su propio credo
guía vastas corporaciones hum anas, y la hetero­ en lo que respecta a los porm enores m ás nimios. a quienes voluntariam ente quieren form ar parte
Desde los prim eros tiem pos de la Iglesia, uno de
doxia o h erejía suscita agrupaciones contrapues­ Cualquier cosa de dicha especie se configuraba de ella. E l ju ez infalible, p or el contrario, consi­
los expedientes favoritos de los ortodoxos— es
tas b a jo gobernantes que se convierten así en conforme a las instituciones m onásticas, en donde dera su presunto don com o una m isión m ilagrosa
decir, del partido que, por el m om ento, se siente
bastante fuerte p ara pretender superioridad— ha rivales peligrosos de los ortodoxos, dichos prin­ la Regla determ ina de antem ano y para siem pre y divina : la de a taja r los progresos de cuanto
cipios de unión y oposición actúan necesaria hasta las acciones m ás indiferentes de quienes condena por erróneo. Persigue y castiga a los disi­
consistido en m arcar a cada nuevo adversario
m ente com o patriotism os rivales y opuestos. Existe la profesan. dentes no porque no puede convencerlos m ediante
con el nom bre de alguna secta previam ente derro­
tada. De este modo, la idea de un erro r que se con todo una im portante diferencia, a saber, que, El m ayor paso que la sociedad debe dar ahora sus razones, sino por su obstinada resistencia a
supone con ocido y condenado p o r el asenso co­ m ientras un patriotism o puede p erm itirse un es desem barazarse de error tan extendido ; apren­ su autoridad sobrenatural. Rom a no condenó ja ­
cierto grado de sim patía por otro, dicho senti­ der a actu ar de acuerdo con el principio que todo, m ás a sus oponentes a la hoguera en razón de sus
mún, la noción de alguna extravagancia anticuada,
quizás de algún hecho crim inal atribuido a aque­ m iento no opera entre dos credos. La ortodoxia en el hom bre y sus preocupaciones,, es progresivo errores, sino p or su contum acia. De este modo
es exclusiva y no puede adm itir la existencia de y nada puede ser encerrado para siem pre en las ha conseguido m uy a menudo extinguir la conm i­
llos señalados por el odioso nom bre se pega en
una rival : su rasgo esencial consiste en som eter mismas form as, a menos que destruyam os en seración en el pecho de sus seguidores, pues el
seguida a la persona que expresa alguna opinión
a todo el género hum ano bajo su dominio. Los seguida la vida que lleva dentro. Tenem os ejem ­ error induce a la com pasión m ientras la rebeldía
m olesta o se atreve a proponer algún m étodo de
investigación que e l partido establecido o cóm o­ hom bres organizados en una corporación, como plos de este proceso de m om ificación en algunas enciende necesariam ente la cólera...
damente asentado sospecha que podrá volverse profesionales de ortodoxia, resistirán v castigarán, naciones de Oriente. G racias al cielo, no es posi­ T al es el cará cter del poder eclesiástico al que Vd.
p or todos los m edios, cualquier tentativa de di­ ble en Europa (3). se som ete. Las leyes m onstruosas de las que hablo
contra él. Algunas veces he pensado que se podría
escrib ir un libro titulado « E l campeón de la fe » solver el principio vital de su unión. no pertenecen a un período rem oto : se hallaban
conform e al esquem a de « E l p r ín c ip e » de Ma- Y, com o todo otro organism o político, una Iglesia en vigencia hace quince años y fueron restable­
quiavelo. Del m ism o m odo que el escrito r italiano ortodoxa advertirá fácilm ente que nada aglutina cidas, con la sanción del Papa, en una época pos­
m ejor a las agrupaciones hum anas que su oposi­ Polémica con los católicos ingleses terior. Si alguno de sus escritores adopta el tono
revela las astucias del déspota m ediante las ins­
trucciones que da acerca del arte del gobierno, se ción a las demás. Un estado de guerra, especial­ liberal propio de este país y este siglo y profesa
podrían exponer las estratagem as de los pole­ mente con vecinos, trueca el patriotism o en una Me satisface ver m arcado el dogm a de la into­ su fe sin coacción puede agradecerlo Vd. a las
m istas encam inadas a la supresión de la herejía. pasión violenta y consolida la unión de quienes lerancia, en el « B ook of the Rom án Catholic leyes p rotestan tes que le protegen. ¿ H ay un lugar
En tal libro habría que recom endar preminente- com baten b a jo sus banderas. De ahí el hecho Church », con el epíteto de « detestable » ; pero en el universo en el que un católico pueda des­
m ente el uso de nom bres sectarios. La regla debe­ — y cada página de la historia eclesiástica lo no puedo menos de extrañarm e de ver a un hom ­ prenderse de su sum isión m ental, excepto en
ría consistir en responder al prim er signo de prueba— que la condena de los dem ás es el bre que expresa tan abiertam ente su execración donde los protestantes han luchado por este dere­
disconform idad con la denom inación de alguna alm a verdadera de la ortodoxia. Ningún orto- de tal doctrina p ro fesar obediencia a una sede cho y lo han sellado con su sangre ? Sé que la
secta anteriorm ente condenada. A la verdad, ésta Iglesia m odifica su intolerancia conform e a las
ha sido la p ráctica constante de la Iglesia de (2) « Observación! on beresy... », p. 74-74. circunstancias y soporta en Francia, después de
(1) « Second Iravels of an Ir'ish genlie man in a search of a religión »,
Rom a y, com o todas las prácticas de dicho orga­ p. 114 a 176.
(3) « Lije o f », vol. II, p. 154-155. la revolución, a los m ism os hugonotes que habría
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del francés : una especie de patois ininteligible a desde tiem pos rem otos, pero que fue eludida
quem ado en España hace sólo unos años y a los galas más ricas por el influjo avasallador de la una y otra nación. El verdadero térm ino medio se voluntariam ente por los escritores en cuestión :
que condenaría aún hoy a algún otro castigo ape­ asociación de ¡deas. Escasam ente un tercio de su sitúa ciertam ente entre am bos. La m ayor parte de parece aguard ar todas las excelencias de cualquier
nas in ferior al de la estaca. Dicha conducta es am plio diccionario puede usarse en una prosa nuestro léxico resulta hoy vulgar y obsoleto : los autor que ju re p or su nom bre y, en todo caso,
indigna de las pretensiones que sostiene Rom a y digna m ientras una reducida lista de palabras idiomas que durante el progreso intelectual de está dispuesto a perdonarle cualquier otra falta.
descalificaría al cabecilla más obscuro de cual­ com pone el surtido total que puede u sar la poe­ Europa, se han convertido en vehículos e in stru­ Tiene en verdad dem asiado buen gusto para no
quier secta despreciable... sía sin producir em pacho ni caer en el ridí­ mentos de pensar lo han dejado m uy atrás en conceder gran im portancia a Shakespeare ; pero
Puedo im agin ar sin esfuerzo cuan irritante debe culo (1). cuanto a medios de precisión, y el rico tesoro que cuanto le m olesta en sus com edias, lo achaca a su
resultar a un católico rom ano « m odernizado » de durante tiem po ha perm anecido enterrado deberá ignorancia o desprecio de Aristóteles.
En los más de los poetas castellanos, desde
este país, la constante sospecha de que lo sea en ser reacuñado y bruñido antes de que pueda Suplicam os a nuestros lectores que no atribuyan
G arcilaso a los de nuestros días, se observa
verdad y conform e a la voluntad del Papa. Su admitirse com o genuina moneda. Ni rechazando a estas observaciones el designio de reb a jar en su
que rara vez dicen lo que quieren, sino lo que
caso es tan deplorable com o el de un hom bre de por extraña toda expresión que no se encuentre en estim a al poeta que nos ocupa. N uestro propósito
pueden. La rim a, el m etro italiano (con su entono
buen tono, obligado a frecuentar los círculos más los escritores de la época de los Austrias ni desfi­ es ofrecerles uno de los m ejores ejem plos vivos
y poca flexibilidad para nuestra lengua) y cierta
elegantes en com pañía de una m adre vieja, cap ri­ gurando nuestro idiom a con galicism os podrem os de la literatura española, a fin de que puedan
falsa idea de lenguaje poético que no perm ite
chosa y m edio chiflada que día tras día y hora adaptarlo a nuestras actuales necesidades y gus­ aprehender el período intelectual por el que atra­
hablar más que de lo que otros poetas han ha­
tras hora le expone al desprecio y ridículo, a tos. Lo razonable sería pensar por nuestra cuenta, viesa la nación española en estos m om entos. Un
blado les han quitado la libertad de pensam iento
pesar de sus esfuerzos filiales por ocu ltar sus en nuestro propio lenguaje : pensar, digo, y expre­ escritor francés moderno ha dicho que España
y expresión. Las obras de las poetas españoles,
disparates (1). sar las ideas con claridad, precisión y fuerza— no es sólo un eco débil de Francia, oído a una dis­
de la Escuela Italiana, son una serie de repeti­
ciones e im itaciones bellas y agradables a v e c e s ; imitar el sim ple sonido de los períodos huecos tancia de cincuenta años. La observación es verda­
pero cansadas en su c o n ju n to ; sin naturalidad, que generalm ente hinchan las páginas de los escri­ dera en política, pero en literatura el período del
y sin correspondencia entre lo que el poeta dice y tores españoles antiguos (4). eco es m ucho m ayor (5).
V. — Literatura española
CeDInCI
Con todo, la estructu ra gótica de nuestro sistem a
nacional no es el único que rebalsa el genio
lo que siente (2).
Si la fam a de C ervantes creció de día en día en
su patria, no fue tanto por el arte exquisito con
CeDInCI
... M artinez de la Rosa ha sujetado sus facultades
creadoras con su supersticiosa reverencia a las
reglas de la crítica más angosta, cerril y dogm á­
El disgusto que los estudios de las Universidades
producen en los españoles que por casualidad
abren los ojo s lo bastante para entender su
poético de España. Existe — si puedo arriesgar que está escrita su obra, com o por lo divertido tica (el dogm atism o es, en todas las m aterias, la atraso, y la escasez de libros elem entales en
algunas vagas con jeturas sobre un tema difícil y del asunto. La prueba de esto se halla en la admi­ consecuencia natural de la estrechez de m iras y su propia lengua, los hace recu rrir a la litera­
no tratado aún con suficiente im parcialidad — ración con que, al paso que todo el m undo reía el servilism o). Su adm iración sin lim ites por los tura francesa, cuyo idiom a aprenden a enten­
una falta de flexibilidad en el idiom a español, con el Q uijote en la mano, daban el nom bre de escritores de lo que en España se denom ina Siglo der con gran facilidad. Del gran m érito de
derivada de la gran longitud de la m ayor p arte de Fénix a Lope de Vega, autor tan in ferior a Cer­ de Oro de su literatura— un período de poca los principales autores de aquella nación, de
sus palabras, la escasa variedad de las term ina­ vantes, que casi no puede entenderse com o hay más verdad histórica que el de su hom ónim o ovi- la elegancia y claridad con que hasta los más
ciones y lo abultado de sus adverbios que, según quien lo sufra después de haber leído las obras diano— le ha inducido a tom ar por guías a los m edianos escriben, y del poco trab ajo y can­
me temo, em barazará su verso para siem pre. El del verdadero Fénix de España (3). filólogos españoles antiguos m ás pedantes. Como sancio que casi todos dan a sus lectores nadie
sonido de nuestra m ejor poesía es realm ente si incluso en los demás países buscase relacio­ puede dudar que los haya leído. Pero si merece
En realidad nuestro estilo es, hoy por hoy, narse con aquellos escritores que concuerdan con algún crédito un hom bre que pasó su juven tud en
grande y m ajestuoso, pero requiere una destreza
totalm ente inestable : fluctuando entre la verbosa sus m aestros nacionales, M artinez de la Rosa ha estudiar la literatura francesa, y más de trece
poco com ún para som eterlo y m odificarlo de
pom posidad de nuestros escritores antiguos— pero estudiado con profunda reverencia las D iserta­ años de la edad madura en la de Inglaterra (tal
modo que alivie el oído y satisfaga Ja mente.
sin su soltura— y la concisión epigram ática de ciones en las que Corneille se defiende de las ha sido la suerte del que esto escribe) es desgra­
Desde la introducción de la m étrica italiana por
los escritores franceses de segunda fila— despo­ acusaciones de desobediencia a A ristóteles con cia notable de los españoles que la dificultad de
Boscán y G arcilaso a com ienzos del siglo XVI,
jad a de su viveza y garbo. M ientras perm anez­ tanta ansiedad com o si hubiera resultado sospe­ aprender la lengua inglesa los haga recu rrir exclu­
nuestros m ejores poetas han sido im itadores
cam os condenados al silencio de m uerte en que choso de rebelión con tra Richelieu. E s realm ente sivam ente a los autores franceses... (6).
serviles de Petrarca y los escritores de aquella
se ha m antenido al país por espacio de siglos, lamentable o b servar los efectos de la ortodoxia
escuela. Com o el hidalgo de la Mancha, todo poeta
hay pocas posibilidades de establecer ninguna poética sobre la inventiva y facultades críticas de
español se ha creído en la obligación de ten er un
norm a de gusto para la elocuencia española. Cap- nuestro escritor. Sólo tiene una regla y prueba
gran am or, buscando a la vez tema e inspiración
many, probablem ente nuestro m ejor p rosista y para ju zgar el m érito de cualquier obra dram á­ Los escritores peninsulares
en la m inuciosa disección de su dama. E l idioma,
filólogo vivo, insiste en adoptar las palabras y tica que caiga entre sus manos : las Unidades.
entre tanto, condenado durante siglos p or la escla­
giros de los autores del siglo xvt, la Edad de Oro, Si algún crítico extranjero pone en duda el valor
vitud sin precedentes de nuestra im prenta a un Para un español de talentos... cualquier azar que
com o suele llam arse, de nuestra literatu ra, en de las obras dram áticas españolas nuestro autor
em pleo casi exclusivo en el intercam bio fam iliar lo saca del charco estancado de España, es un
tanto que los traductores de M adrid parecen em­ imagina que las exim e de culpa m ostrando que
de la vida diaria, ha em pañado y m anchado sus acontecim iento feliz, por lo que hace a los inte-
peñados en hacer del idiom a español un dialecto la doctrina de las Unidades se conocía en España
(1) « Practical and Infernal evidence against Catholicism with occasional (1) «L etters... » p. 381-382. (5) The London Review , vol. I, n° 1, 1835.
slrictures on Mr. Butler’s look of the Román Catholtc Church », George- (2) Variedades, vol. I, p. 150. (4) « Letters... » p. 384-386. (6) Variedades, vol. I, p. 118.
town, 1826. (3) Id., p. 111.
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quieren extirpar de la mente hum ana la facultad despliegue con el m ayor efecto. La falta verdadera
reses de la parte intelectual. La parte flaca de los literarios, no fueron favorables a la nación espa­
que nos lleva a pin tar mundos invisibles... de los más de sem ejantes escritos no es, que las
literatos españoles que nunca han salido de su ñola. E sta sospecha crece en mi día en día...
No quiero, p or título alguno, decir que la inter­ situaciones son inverosím iles, sino que los afectos
rincón, es la vanidad que resulta naturalm ente de El alm a de los pueblos modernos... se form ó de la
vención de seres sobrenaturales, y fuerzas m iste­ y expresiones no corresponden ni a los caracteres
la actividad y fuerza de alm a que generalm ente m ezcla del valo r y generosidad de los pueblos del
riosas, tales com o la creencia popular las figuraba ni a la situación. La m agnífica tragedia de Shakes­
poseen, y de la pequeñísim a esfera a que están Norte, con la sensibilidad y ardor de los del Medio­ peare, Macbeth, se funda en la predicción de unas
en los tiem pos caballerescos, sea necesaria, y ni
reducidos. Faltos de libros, faltos de público que día. En sem ejante carácter la im aginación tiene hechiceras, con que la am bición del héroe se des­
aún adm isible, en todas ocasiones. Mi intento es
los excitase, que supiese apreciarlos, y que en su el m ayor influjo, m ejor diré, sin ella no es posible pierta, apoderándose poco a poco de toda su alma.
que exista. C ervantes, sin intentarlo, le cortó las sólo p rotestar contra la sentencia de destierro
totalidad fuese superior a cualquier individuo p or que se ha fulm inado sobre ellas, especialm ente en Esta am bición, com o tea encendida que se acerca
m uy dotado que estuviese de la naturaleza, los alas, y contribuyó a la obra, en que la casa de
España... a com bustibles violentos, pone en acción el carác­
pocos que en España dejaban el cam ino de las A ustria se em pleaba, de reducir a los españoles a
Pero ¿ qué ventaja, me preguntarán, se saca de ter feroz y determ inado de su m ujer, quien preci­
aulas por el de la literatura, no tenían más mundo meros instrum entos pasivos, con que establecer pita a M acbeth al crim en horrendo de asesinar,
su despotism o. Los españoles del siglo X V II per­ estas suposiciones ? La de variar las situaciones.
en que vivir que una pequeña sociedad de am igos, Cualquiera que haya probado a escrib ir obras de en una m ism a persona, a su rey, su am igo, y su
con quienes com unicaban sus ideas, y de quienes dieron lo que pudiera llam arse el noble y generoso huésped. Nada es m ás inverosím il que la pre­
imaginación, habrá visto cuan difícil es el poner
recibían el aplauso con que m antenían en vida a Q uijotism o de la edad anterior. Quedóles el valor dicción ; pero nadie, a no ser otro Shakespeare,
a los personajes en circunstancias, que desple­
su extenuada M usa. ¿ Qué podía resultar de esto ?. obstinado con que pelearon b a jo los Felipes contra podría dar más realidad y verdad a las pasiones,
gando todo su carácter, los hagan h ablar y p ro­
Lo que hem os visto : prim icias de ingenio, pre­ su propia libertad y la de Europa ; pero de gene­ que sus personajes expresan en consecuencia de
ceder de m odo que exciten fuertem ente nuestros
ciosas en sí, pero sin jugo, sin fuerza, sin frondo­ ración en generación fueron perdiendo aquella la situación en que el espectador perm ite que el
afectos y sim patías. El orden de los acontecim ien­
sidad : im itaciones de im itaciones, hasta la cuarta lozanía de ingenio, aquella esplendidez de carácter poeta los ponga. Ejem plos de esto se podrían
tos humanos, en la vida social, form a un círculo de
y quinta generación de copias. F altábales a los de que tantos rasgos vem os en la historia de los aglom erar, tanto de obras antiguas com o m oder­
acontecimientos, en que hay poquísim a variedad.
autores libertad, cam po ancho en que ejercerla, siglos catorce y quince, sin que reste nada m ás de nas (1).
La introducción de agentes sobrenaturales abre un
y caudal de ideas originales, acopiadas p or ellos lo que eran que una especie de fuego ahogado en

CeDInCI
m ism os, y no tom adas de manos de revendedores.
Exam ínese cada cual de los que, con talentos e
instrucción suficiente para adelantar, se vieron
forzados a vivir prisioneros o desterrados en Fran­
cenizas...
No quiero decir que esto sea totalm ente efecto de
la obra del incom parable Cervantes ; pero no puedo
menos de creer que el Quijote contribuyó a pro­
CeDInCI
campo extendido, en que el carácter hum ano se

cia ; y no podrán negar que sus ideas se acrecen­ ducirlo. Dominaba, es verdad, en la nación espa­
taron en núm ero, se vigorizaron desenvolviéndose, ñola un mal gusto favorable a las ficciones extra­
y perdieron cierta puerilidad, h ija del encerra­ vagantes de los libros de C a b a lle r ía ; pero esta
miento anterior, que acom pañaba a no pocos espa­ afición debiera haberse corregido, no sofocado.
ñoles habilísim os, hasta la sepultura... Las arm as de lo ridículo son instrum entos envene­
... De aquí es que, a no ser cuando se atacan unos nados que en vez de cortar excrecencias, des­
a otros, los escritores españoles apenas parece que truyen el total de lo que hieren.
hablan de veras (1). El placer de las ficciones que nos transportan a
un mundo im aginario problado de seres superiores
al hombre, y su jeto a otras leyes que las inmu­
Defensa de la imaginación tables de la naturaleza visible es tan natural y tan
inherente a nuestra constitución, que no puede
La afición de los españoles a obras escritas en arrancarse del alm a sino con violencia. Exam ínese
estilo oriental y llenas de ficciones de encantos y la historia del género humano, y se hallará que
de seres sobrenaturales, abrió, en m ala hora, la hasta en el estado m ás rudo y salvaje, la im agi­
puerta a m il extravagancias en la m u ltitud de nación se em plea en crear seres sobrenaturales,
libros de Caballerías. La inm ortal obra de Cervan­ habitadores de un mundo invisible, que, o vagan
tes hizo en breve que su nación diese en el ex­ p or éste, o lo visitan de cuando en cuando, mez­
trem o opuesto ; y, de no gustar más que de hechi­ clándose en los negocios y tomando parte, ora
cerías y vestigios, vino a caer en una apatía de favorable ora adversa, en los intereses del hombre.
im aginación que no da, ni adm ite una vislum bre Propensión tan natural y decidida no se debe ani­
del fuego que el clim a, y los árabes, les com unica­ quilar, sino dirigir al bien y u tilidad de la especie...
ron en otro tiempo. Y o confieso que a p esar de Mas ¿ no podríam os pasar sin ficciones ?. Muy
mi adm iración del Quijote, he tenido p or m uchos bien, si quisiéram os, o pudiéram os convertirnos
años la sospecha de que sus efectos m orales y en una especie de seres de cal y canto, en quienes
sólo hiciese m ella o im presión un m artillo. Pero (!) «Sobre el placer de imaginaciones inverosímiles », en « Varieda­
en vano se cansan los que a título de Filósofos, des » (t. I, p. 413-417).
Narrativa Carlos Barral
Retrato a la sanguina
sobre cartón gris

Carlos Barral En el o tr o e x tre m o de la V ia L a y e ta n a — y v en go a ca m b io de c ig a rillo s. P ero y a n os v e ía m o s m enos


llam ando a lo largo de e sta s p á g in a s V ia L a y e ta n a que en la é p o ca de la d e s tila ció n d el b ro m o . D esde
Retrato a la sanguina p recisam en te al tra m o de e lla que las gen tes de peq u eñ o, d esd e sie m p re , e ra F o lch m itó m a n o e
sobre cartón gris más m em o ria que in stin to de o b e d ie n cia segu ían h istrió n ico . E ra un gran fa b u la d o r y re p re s e n ta b a
llam an do c a lle de C la ris— , p o r e n c im a d e m i ca sa, con em p eñ o su p e rs o n a je de tu m o . Un p e rso n a je
vivía Jorge F olch . V iv ía e x a c ta m e n te e n la ca lle co n e l que no p re te n d ía e n g a ñ a r a n ad ie, sin o m ás
p roven za, c e rc a de la e sq u in a de C la ris. Jorge bien ju s t ific a r s e y d iv e rtirse . E n e sa e ta p a del
Severo Sarduy Foldh fu e re a lm e n te im p o rta n te en una etap a de a lco h o l en p e ta c a h a b ía p a sad o de la c a ra c te riz a ­
ción del a lq u im is ta a la de m e r o d e a d o r so lita rio .
mi vida, en los ta rd ío s cu a re n ta , p e ro n u estra
Cobra relación e ra m u y v ie ja . Lo co n o c í en e l colegio , H a b la b a de m iste rio so s p a se o s p o r b a r rio s sólo
aunque ap en as lo re cu e rd o en él. N o d eb ió p e r­ fr e c u e n ta d o s p o r m alea n tes, de su p re s e n cia en
Diario Indio m an ecer en la s a u la s de la c a lle de C a sp e m ás de se c re ta s te rtu lia s de a n a rq u ista s en le ja n a s ta b e r­
uno o dos c u rso s ; no e sta b a h e ch o p a ra a q u e lla nas, d e un m u n d o o c u ltísim o , de a fila d o s cu ch illo s.
d iscip lin a ni p a re cía e s ta r so m e tid o a u n a tira n ía P oco d esp u é s d e s cu b rió los ce m e n te rio s y se de­
fa m iliar que lo o b lig a ra a so p o rta r la . De su paso d icó a m im a r un c u rio so p e rs o n a je m ezcla de
Darwin Flakoll - Claribel Alegría por la e sc u e la n o m e q u ed an m ás q u e im ágen es F ra n q u e n ste in y de n e cró filo r o m á n tic o con un
ópticas. H a b e rlo v isto en u n a fo r m a c ió n m a tu ­ su b ra y a d o que q u ería se r s a r c á s tic o y era, so b re
Heridos y contusos tina v e s tid o co n la ch aq u e ta del p ija m a y la cor­ todo, so ca rró n . Q u ién sabe cu á le s se ría n la s fu en ­
bata a n u d ad a e n cim a o p elea n d o en el p a tio con tes lite r a r ia s de a q u e lla s m e ta m o r fo s is — él era
otro m u ch a c h o , m ás bien d e s g a rb a d o y en clen q u e, m ás bien un le c to r perezoso-—p e ro el ca so es que
las im p re g n a b a de una v ita lid a d e n tre s a lv a je y

CeDInCI CeDInCI
vestido con un p u llo v e r g ra n a te m u y d esco lo rid o
Daniel Moyano y recién ro to . Y o cre o que n u estra a m ista d n ació p o p u la r. O tro e sc e n a rio que d e s c u b rió en a q u el
en la ca lle . E n todo caso no te n ía y o m ás de once tie m p o fu e e l de las a lc a n ta r illa s , q u e n o fu e ro n
Para que no entre la muerte años y é l ten d ría e n tre doce y tre ce cu an d o nos c a p ric h o de un d ía. A p a rtir, cre o , de u n as b o ca s
reu n íam os en ca sa p a ra h a ce r e x p e rim e n to s. T eó ­ a b ie r ta s al ca m p o en las a fu e r a s de S a r ria , fu e
ricam en te se tra ta b a de h a c e r e x p e rim e n to s de in tro d u cié n d o se en el su b su elo n egro de la ciu d ad
q u ím ica, p e ro en re a lid a d se tra ta b a d e m o n ta r y c o n s ig u ió o rie n ta r se en él c o n p recisió n . A n u n ­
Rubén Bareiro Saguier a lam b iq u es y q u izá s lu ego p r o b a rlo s en cu a lq u ie r cia b a p o r e je m p lo que el sig u ie n te d o m in go go l­
d estilació n . F o lc h ten ía una e x tr a o r d in a r ia h a b ili­ p e a ría e l s u e lo d el T e a tro P a rte n ó n a la h o ra de
Caléndula dad p a ra d o b la r al fu ego tu bos de v id rio y fa b r ic a r n u e s tr a s a p ro x im a cio n e s se n tim e n ta le s y a sí lo
con e llo s a d m ira b le s se rp en tin a s que m o n ta b a en h acía. A l m en o s y o e s to y co n v e n cid o de que o í los
b otellas y m a tra ce s. Se lle v a b a a su ca sa el p ro ­ g o lp e s c o n v e n id o s. A firm a b a — y o no lo vi n u n ca —
ducto de las d estila cio n e s en tu b o s d e e n sa y o que que p a se a b a p o r los b a rrio s a lto s con u n a ra ta
Plinio Apuleyo Mendoza c la sifica b a y g u ard a b a. C u an d o e ra y o q u ien iba de clo a c a a m a rra d a co n un co rd e l y q u e se h ab ía
a verle, m e lo s m o stra b a con m u ch o m isterio , co n stru id o un la b o ra to r io se cre to en u n a esp e cie
El día que enterramos a trib u y e n d o a los p ro d u c to s c u a lid a d e s p e lig ro sa s, de e sta ció n de d re n a je , en e l c ru ce de d os alba-
incluso te rrib le s. C o n los tu b o s d e e n say o gu a rd a b a ñ ales. Lo que sí h a b ía v isto era el e sp e c ia l a tu en d o
las armas tam bién a m p o lla s de in y e c ta b le s c u y o co n ten id o que se h a b ía h ech o fa b ric a r p a ra sus e x c u rsio n e s
p reten d ía re co n o ce r m irá n d o la s al tra slu z. E n el su b te rrá n e a s, un cu rio so m ono co m o de a via d or,
b razo d e - un silló n e sco n d ía lo que ju r a b a que c u b ie rto de b o ls illo s de c a p ric h o sa s fo rm a s, c e rra ­
eran v a ria s a m p o lle ta s de m o rfin a . T o d o ello con dos co n c re m a lle r a s , b o lsillo s q u e segú n d ecía
Nélida Piñón gran m isterio , c o m o si se tra ta se de a rm a s se cre ­ e sta b a n c a lcu la d o s ca d a un o p a ra un in stru m e n to
tas. N o sa b ría d e c ir cu á n to d u ró la é p o ca de los d ete rm in a d o , p a ra ca d a p ie z a del u t illa je del
Oriente Próximo exp erim en to s. R e cu e rd o q u e te rm in ó con un a in­ e x p lo ra d o r de los ca m in o s in m u n d o s. A firm a b a
to x ica ció n d e gas de c lo r o que m e r e tu v o e n ca m a m a n te n e r c o rd ia lísim a s re la cio n e s con lo s alcan-
varios d ías. P ero en esa ú ltim a e x p e rie n c ia no ta rille ro s p ro fe sio n a le s , los p o b re s d ia b lo s de las
estab a F olch , la h ice y o solo. De p ro n to , n u estra b rig a d a s m u n icip a le s de co n se rv a ció n de la red
a so ciació n q u ím ic a te rm in ó , p e ro se g u ía m o s v ién ­ de d esagü es. Y o en a q u el e n to n ce s c r e ía a pies
donos de c u a n d o en cu an d o. A h o ra lo que c o le c c io ­ ju n tiñ a s lo que c o n ta b a y a ú n a h o ra m e re su lta
naba eran a lco h o le s en b o te lla s en fo r m a d e p etaca. im p o sib le d e te rm in a r d ónde co m e n z a b a la fá b u la .
Yo p o r a q u e l e n to n ce s fu m a b a y é l no. Y o le P o rq u e es e v id e n te que ten ía m u ch a e xp e rie n cia
llev ab a m u e stra s de c o ñ a c que ro b a b a a m i m ad re, de c lo a c a s , ig u a l que, com o c o m p ro b é co n los
80 81

años, tenía verdadera experiencia de camposantos, Voltas era la casa de los Rusiñol, ahora en manos poetas que, seguramente, conocíamos los dos de destilación de ciertas cualidades de la comarca
y de pozos. Porque los pozos, las cisternas y sifo­ del tío Juan, símbolo de la dinastía. A través del oídas ; lo que era evidente es que nuestras res­ de Las Voltas, no tenía, como en mi caso Calafell,
nes, y, en general) cualesquiera presencias de aguas tío Juan, por otra parte, llegaba a Jorge lo que pectivas vocaciones procedían de experiencias una localización muy precisa o un serio arraigo
subterráneas, como probó su estúpida y trágica realmente heredó de Don Santiago : el histrio- lejanísimas y que nuestras ideas sobre la literatura emotivo, era más bien un modelo que bastaba
muerte, eran otro de los decorados predilectos nismo y la continua disponibilidad para el sar­ eran inconciliables. Sin embargo también era con visitar de cuando en cuando y cuya lectura se
de sus transfiguraciones. Es curioso ; en toda esa casmo atroz, para la broma despiadada. Y quizás cierto que aquella era para los dos la primera podía imponer a cualquier lugar no demasiado
varia y aparentemente desarticulada mitomanía también un excelente gusto plástico. En cualquier conversación literaria entre profesionales y de diferente, y era además, un argumento para espec­
personal coexistían dos puntos de vista de mise en caso era esa estirpe y la conciencia de sus gran­ ella arranca un nivel sutil de relación que no se tadores exigentemente realistas.
scéne o dos posibilidades de sentido más bien dezas y de sus manías las que enraizaban al per­ malogró en el accidentado anecdotario de nuestra Todo esto, no sé si logro describirlo de un modo
poco coherentes y seguramente entroncadas con sonaje de mi amigo a la vez en el refinamiento amistad. No nos perdimos el respeto gremial en inteligible, era el atrezzo. O un sistema de refe­
cada una de las tradiciones familiares. Numerosos cultural y en los atavismos catalanes de bruta­ ninguno de nuestros distanciamientos. rencias que permitían mantener en pie un per­
rasgos de su carácter y no pocas de sus reacciones lidad medioeval. Llamemos, para entendernos, Como ya he indicado, Folch vivía instalado en una sonaje casi sin desfallecimientos. En todo caso
intelectuales se originaban en la admiración al sano elementalismo práctico y perverso refina­ continua representación de la que, a la vez era un personaje que, como en muchas adolescencias,
padre y al hermano mayor, y en la asimilación de miento feudal a las dos ramas de la horquilla de autor y uno de tantos elementos constitutivos, a había devorado a la persona y borrado casi todo
una mentalidad científica y pragmática. Folch mitos familiares que desembocaron en la infancia menudo secundario personaje. Un mundo imagi­ rastro de esa dicotomía, con la ventaja de que era
estaba muy vinculado al modelo del padre al que y en la adolescencia de aquel personaje multi­ nativo que, pasados los primeros balbuceos a lo un personaje interesante, cómo decir, ligero, que
admiraba secretamente en su papel de triunfador forme y extraordinario que fue Jorge Folch. Espronceda leído por Ayals de Izco, se fue flotaba fácilmente sobre lo sórdido. Desde esa
sobre los avatares de la vida diaria y coram populi El Foch ya plenamente adolescente, posterior a haciendo congruente y de apariencia más natural. decorada irrealidad, casi exonerado de toda res­
en su personaje de geólogo amateur, minucioso la etapa de las alcantarillas, en la época en que Era, para describirlo a grandes rasgos, un mundo ponsabilidad para con la vida diaria, como si dijé­
e infatigable. Tenía esa admiración de cariñosa le dio por una provocativa elegancia y se paseaba mítico de la sensualidad mediterránea, en el que ramos, despreocupadamente, la actividad principal
ironía o aventuraba su protesta de esteta, haciendo por la ciudad correctísimamente vestido de obs­ el peligroso cartonpiedra grecoromano era conti­ de Folch consistía en la satisfacción de una sen­

CeDInCI
un acto de transferencia, a la figura del hermano
mayor, Alberto, a quien no admiraba menos y
a quien llamaba familiarmente « la bestia ». Pero
esa ironía y esa protesta no eran mas que una
curo, con una negra capa madrileña de vistas
azules y bordada en las corbatas la sigla S.P.Q.R.,
el Foch de los años en que escribía sus poemas
romanos, el Creso Livio, tenía una facha impre­
CeDInCI
nuamente disimulado por la exaltación de la rura-
lidad primitiva y dorada del Baix Camp y de sus
piedras rústicas, por algo que casi existía en la
realidad tal como era interpretado. En su vida
sualidad insaciable. Se dedicaba a la clasificación
sistemática de sensaciones, a menudo muy cons­
cientemente, por un procedimiento que encantaría
a Peyre de Mandiargues : el coleccionismo de
cuestión tonal. El rigor científico o el salutarismo sionante. Era alto y esbelto, de extremidades lar­ habitual, Folch estaba exilado en el asfalto ciuda­ impresiones ópticas. Un extraño deporte que podía
naturista de tradición paterna estaban presentes gas terminadas en manos y pies de Cristo gótico. dano como un embajador de aquel paisaje semi- imponer a un compañero de paseo por ejemplo,
en toda su vida mental y en las formas de su La cabeza, iluminada por la mirada acerada a real, luminoso y antiguo, al que se referían sus obligándole a soportar la descripción precisa de
sensibilidad. Lo difícil para quien no le ha cono­ ambos lados de una nariz muy fina y bajo las actitudes y sus acciones. Era, por ejemplo, natu­ lo que habían visto minutos antes y el tanteo de
cido es imaginar cómo se integraban estas parti­ cejas pobladas, era una cabeza de héroe román­ ralmente pagano y aristotélico y era imposible una configuración estilística de aquella imagen.
cularidades en los aspectos dominantes de su tico, diría que bolivariana. Y era una persona de atraer su imaginación hacia temas abstractos. Porque no se trataba de recordar sino de nombrar,
personalidad, determinados éstos por el culto a movimientos elásticos, dotada de mucha elegancia Practicaba curiosas ceremonias teóricamente reli­ de integrar. Lo cual excitaba también en el inter­
las tradiciones de la familia materna. Porque Folch natural. Era alguien que se hacía notar desde giosas a las que no atribuía más sentido que la locutor gran voracidad de la vista que, manipulada
se llamaba Rusiñol de segundo apellido y era lejos. Pero en los años de su prehistoria literaria, belleza del gesto. Clasificaba las cosas y las per­ por el ingenio, acababa siendo gratificadora. Y
sobrino— nieto de Don Santiago. Pero no se tra­ en la etapa de los albañales y los cementerios, sonas según el orden riguroso de los estilos ; se que resultaba ser un excelente ejercicio literario.
taba, en cuanto a tradición y culto, específicamente era más bien un niño mal crecido, con brazos atribuía una sensibilidad dionisíaca y orgiástica. Bueno, me doy cuenta de que contado así, el
de Don Santiago, sino de los Rusiñol en general, demasiado largos, de cara asimétrica, cejijunto, Tal mundo estaba, como es de imaginar, lleno de esquema de la personalidad de Folch, puede pare­
del hecho de que toda o casi toda la información y tenía un aspecto agresivo. El alquimista antes impurezas, pero hay que reconocer que estaban cer el de un loco, y no es el caso. Era una per­
que había recibido de los parientes notables de esa de pasar al poeta romántico, atravesó por una fase sabiamente integradas. Porque Folch tenía que sona más bien cuerda, con un notable sentido
rama señalaba la vigencia de cualidades o mejor de crisálida maldororiana. En ella estaba cuando hacer sitio en él a sus admiraciones y a sus práctico, como ya expliqué antes, perfectamente
de singularidades de carácter que le gustaba dar vino un dia a verme con su primer poema, Tomás manías marginales : su fascinación por lo grotesco, amoldado a las sinuosidades de su extravagancia.
por heredados. Sensibilidad artística y agilidad alcantarillero, un engendro esproncediano que me por ejemplo, o su pasión por las aguas subterrá­ Se sentía muy cómodo en su papel de hijo de
mental abocada al ingenio, aristrocrática incon- dejó de una pieza. Por una parte estaba muy bien neas, o, lo que es peor, la música romántica ale­ rico, llamado a desempeñar en este mundo una
vencionalidad, tendencia a la extravagancia genia- hecho y me parecía una cosa seria, por otra, mana. Folch se sentía obligado a romanizar a parte meramente estética que no implicaba nin­
loide, crueldad y desprecio por todas las formas aquello, tan lejano de mis refinamientos a lo Beethoven; yo le oí una pintoresca conferencia, guna responsabilidad social. No tenía sentimientos
de mediocridad. El modelo Rusiñol no era para Leconte de Lisie, me parecía un testimonio de probablemente la única de su vida, en un audito- políticos, no digo ya ideas, y en su lugar expre­
Folch directamente su madre, sino el tío Juan, a salvajismo carpetovetónico. Me habló del prota­ rium juvenil en el que por aquella época todos saba admiraciones o repudios totalmente casuales
quien llamaba el filósofo y cuya finca de Las Vol- gonista de la balada, una especie de Quasimodo hicimos nuestro numerito particular, sobre las y gratuitos. En las inevitables conversaciones
tas, en el alto campo de Tarragona, había convertido infernal, mimando ensañadamente sus gestos de nueve sinfonías, interpretando la grandilocuencia acerca de la guerra, se solía manifestar germanó-
en su paisaje mítico, en su Calafell particular, en homínido y, apasionadamente, de la grandeza de beethoveniana en imágenes de poema de Teócrito filo, pero siempre por razones radicalmente dis­
el que se origina la romanidad a la Ricardo Reis la miseria y de la fealdad. Pero, enseguida, pasa­ o, mejor, de fragmentos de Geórgicas. Por otra tintas de la gran mayoría de la gente de derechas
de muchos de sus poemas. Bueno, la finca de las mos a hablar de poesía, apelando a docenas de parte ese paisaje semireal al que me refiero, esa del país y matizaba sus débiles simpatías con
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Jorge se levantaba tem prano ; ese era un tributo alma, con una generosidad dieciochesca, casano-
feroces sarcasm os. Tenía ideas m uy claras y real­ ciada la universidad, Alberto O liart nos reconcilió.
que debía pagar a la hospitalidad paterna y a las viana, hacia las protagonistas, cuyos secretos en
m ente m uy clásicas, en el sentido en que él lo O quizá no dejam os de tratarnos del t o d o ; re­
manías higienísticas de los Folch. Parece que, a general callaba, y hacia los am igos, a los que
hubiera dicho, sobre el am or y era, por otra parte, cuerdo vagam ente una discusión en un bar, que
temporadas, el dinám ico ingeniero lo sacaba de la procuraba orientar en la dirección de historias
el único entre los m uchachos que yo trataba en­ terminó, com o es costum bre en el país, en unas
cama a tañido de cencerro a la hora del desayuno paralelas o satélites. Tal vez porque F olch consi­
tonces que tenia experiencias en ese terreno. El copas de com padrazgo. Pero la cerem oniosa tar­
de las gentes que trabajan. Pero cum plida esa deraba esa zona de la relación am orosa com o un
disparatado Folch lo era todo menos un neurótico. jeta cierra un período de nuestra relación que
primera obligación, el poeta era libre hasta la terreno prim ado de la experim entación estética,
N uestra am istad sufrió un período de ocultación queda com o m uy confuso en los cim ientos de
mañana siguiente. Estaba incluso exonerado de sólo m ás allá del cual com enzaba la región del
que ahora me parece larguísim o, pero que debió nuestra fran ca e intensa am istad entre 1945 y su
la disciplina dom éstica y podía acudir o no, a su am or que quem a, la región en cuyas fron­
durar a los sum o un p ar de años. Fue la causa m uerte, en 1948. gusto, a las com idas fam iliares, privilegio que a
Conocí a O liart en el patio de la facultad los pri­ teras él se sentía aguardando en su m ítica
una de las m uchachas del dom inical teatro de mí me afilaba de envidia los dientes. Y em pleaba envoltura de m urciélago. Otra vez aquí su
Las Vírgenes, particularm ente estúpida y que no meros días de curso e iniciam os casi enseguida
el día en m erodeos caprichosos. Exploraba con personaje en la cruz de las contradicciones,
nos tom aba en serio a ninguno de los dos ; una una relación que nos m antenía jun tos la m ayor
minucia barrios enteros cuyas particularidades perplejo entre T eócrito y W agner. De otro
rivalidad, en e l fondo m eram ente im aginativa. Esa parte del día. Pero esa am istad no es del caso
luego se enorgullecía de descubrir a los amigos lado esa idea, digam os m useística y confusa, del
muchacha, beata belleza con uniform e del colegio ahora sino en la parte que toca a Folch. Y o debí
o se aventuraba por las lacrosas orillas de la ciu­ amor, repartido entre la conversación con la esta­
de nuestra Señora de Loreto, m orena y abundante, contarle a A lberto algo relacionado con aquella
dad en busca de tipos y de lugares pintorescos. tua y el arrebato prerafaelita, segregaba tales
de m irada un tanto bovina, era a la vez la Gra- am istad infantil y él resulto estar ligado a Jorge
Cazaba lo pintoresco y lo horrible, abusando, en especies im aginativas que los elem entos de estilo
ziella de mis ensoñaciones b a jo los algarrobos y por una am istad de fam ilias. Y una noche nos
el fondo, de una sim patía convincente que le fran­ acababan por devorar la lógica del asunto, ha­
el m otor de la sinfónica desesperación que pre­ ju n tó en el teatro. Me parece que era una inter­ queaba la intim idad de las gentes y le facilitaba ciendo irrelatables las historias. Y no sólo las de
tendía describir Folch en un largo poem a inaca­ pretación de R icardo Ulloa de Los amantes de
el acceso a clanes y am bientes inabordables para Folch sino las vividas por otros, se nacían en su
bado, Los acantilados, una ferragosa descripción Teruel. Sí, era una función de Ulloa m em orable.
el espectador corriente. Paseos y frecuentaciones, curioso mundo. H istorias a las que con él tiempo,
de un paisaje a lo Friedrich del que el espíritu Y desde entonces nos vim os los tres cotidiana­

CeDInCI CeDInCI
por otra parte, que no pasaban de proporcionarle ahora por ejem plo, resulta im posible restitu ir los
del poeta se exhalaba en form a de m urciélago. El mente. Nos veíam os A lberto y yo en la facultad
un abundante anecdotario, porque no lograban elem entos que las harían tranquilizadoram ente
m ito del m urciélago, de la alim aña inventada para — Folch más bien no iba nunca— , y nos reuníam os realistas, clasificables, tan envueltas com o están
despertar en él una curiosidad profunda y no per-
ese poema, acom pañó a Folch toda su vida como los tres por la tarde, al principio alternativam ente
meaban en absoluto su egocéntrica filosofía. Pero en concesiones que por entonces debieron ser al
representación de las etapas de esterilidad am a­ en casa de uno o de otro, y poco a poco casi de m ito y ahora son a la farsa. Com o la historia de
contaba m uy bien sus hallazgos y nos mantenía
toria. Llevaba siem pre encim a una sim bólica fijo en casa de Alberto, porque nos reuníam os las herm anas de Panticosa.
a todos ham brientos de las crónicas de sus explo­
cerilla que encendía cuando creía enam orarse, en principio a estudiar y A lberto era el único que raciones. Yo creo que esa vocación de diablo Las herm anas Panticosa no eran probablem ente
para quem ar las alas del m urciélago. En la época lo hacía, y de m em oria, prefigurando su destino herm anas y las llam o de Panticosa porque su rela­
cojuelo profetizaba un tardío prosista que no llegó
de la rivalidad, debió ser antes de que el poema de opositor, m ientras Jorge y yo, tarde tras tarde, a existir. ción con Folch parecía provenir de la vida de
operara la salvadora catarsis en aquel viscoso leíam os, escribíam os y conversábam os. En aquella balneario en Panticosa o en algún lu gar del
Folch frecuentaba las tabernas y los burdeles com o
enam oram iento infantil, a mi am igo le dio por época, adem ás, com enzábam os a salir de noche Pirineo aragonés al que Jorge acudía unas sem a­
apostaderos de su m aniática caza de personajes
dram atizar las cosas. Vinieron a contarm e que y a ser libres los fines de semana. Así es que, nas todos los veranos. Sí, me parece que era real­
y, en realidad, valoraba lo mismo a los carreteros
preparaba un duelo, una pelea nocturna, en un aparte de pasarnos las tardes juntos, jun tos pateá­ mente Panticosa, oigo ese nom bre en su voz. Eran
del servicio m unicipal de limpieza, con quienes
cem enterio y que daba por descontado que yo me bam os la ciudad nocturna, las tabernas y los una m u jer de unos treinta años, esbelta, castaña,
intimaba en los m ostradores de zinc, que a las
ach icaría ante la truculencia del escenario. Nunca p rostíbulos y jun tos hacíam os excursiones o nos señoritas jinenses con las que resolvía sus pro­ de ojos azules, Laura, y una, digam os m uchacha,
supe si realm ente pensaba llevar a cabo aquella reuníam os en los pagos veraniegos de cada cual. blemas libidinosos, pero el caso era que en el en todo caso mucho más joven, menos alta y de
payasada, pero en efecto inició los trám ites del Com o se ve, en aquella tem porada holgábam os tiempo en que sus am igos no habíam os pasado tintes claros. Creo recordar, no estoy m uy seguro,
reto de un m odo no menos grotesco. Una noche y fingíam os trab aja r en cuadrilla. de la triste condición de floreos de prostíbulo o que se llam aba M aría. Eran extrañas en la ciudad
se detuvo jun to a mí un coche negro, un lustroso Bueno, en realidad por lo que a Folch respecta, de tím idos e infrecuentes clientes— yo perdí la y habitaban de prestado un am plio y antiguo en­
Packard que no pertenecía a la fam ilia Folch y esa ficción de trabajo, de estudio en equipo, no virginidad con una am iga de Jorge a la que me tresuelo en una travesía del barrio de Gracia,
en cuyo in terior me pareció entrever una señora duró m ás que unos meses. M ediado el prim er había delicadam ente recom endado— él m antenía no lejos de la calle Salm erón. Parece que el piso
rubia, y desde él me entregaron un sobre que curso de derecho, reconoció que aquello no le con num erosas m uchachas del ram o relaciones era de una tía a u s e n te ; parece com o parecerá
contenía una ta rje ta de visita en la que se me interesaba nada y no volvió a hablar de estudios sim páticas y hum anas y tenía una inform ación cuanto añada, porque el resto de mis inform aciones
indicaba que Jorge quería verm e para discu tir un universitarios. Se reconoció y se hizo reconocer desm itificada y sana de la vida erótica. Lo cual, form aba indisolublem ente parte de la fábu la urdida
asunto de sum a im portancia. La tarjeta en sí era — adm irable fam ilia por cierto— com o un autodi­ en aquellos años, no era pequeña ventaja. Eso, más, por Jorge y por los personajes. Laura sería una
graciosa. El nom bre Jorge Folch figurab a en ella dacta destinado a la literatura. Así es que, al cabo naturalm ente, el ocio y el dinero, le abrieron antes actriz conocida y al m ism o tiem po la hija m ayor
en el lu gar ritual en una horrible tipografía gótica de unos meses, ya no se pasaba las tardes con que a todos los demás, las puertas de las expe­ de una no menos conocida fam ilia de M adrid, esta­
y de nuevo debajo, en m inúsculas cursivas, en la O liart y conm igo. Llegaba a la hora de vísperas a riencias am orosas no venales, tan secretas y difí­ ría en trám ites de separación conyugal, habría
posición en que se indica la profesión. E ran unas sacarnos de nuestro encierro y a tentarnos para el ciles en aquellos años. Y hay que recon ocer que venido esa tem porada a B arcelona a acom pañar a
tarjetas que ilustraban su vocación y su filosofía. ocio nocturno. El ocio nocturno que para él sería él reaccionaba en el proceso de esas prim eras la herm ana m enor que padecía una enferm edad
Bueno, las cosas no pasaron de ahí, pero dejam os la continuación del de todo el día, porque el ocio aventuras, o de esos am ores que respetaban el m isteriosa y estaba en manos de un especialista de
de tratarnos hasta que, años después, recién ini­ era la constante de su vida cotidiana.
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la ciudad. O, al contrario, era la m enor la que le se r mi papel, un tiem po a travesado p o r conversa­ sospechaba. Aunque seguram ente no e ra n a d a ; repulsión p o r el m undo de los adu lto s que no son
acom pañaba en este viaje destinado a m itig ar la ciones truncadas, por silencios en tre cóm plices y alguien que se a b u rría d urante una forzada estan­ nu estro s p ad res, el m undo que m im an la m ayoría
convalescencia de u n a catastró fica a ventura. L aura estúpidos. Pero ella estuvo m uy bien. Luego, al cia en la ciudad. de las rep resentaciones lúdicas de los jóvenes.
sería prim a de u n a m u je r increíblem ente herm osa salir de la alcoba, grande fue mi so rp resa al encon­ La finca de Las Voltas, com o m uchas en esa zona Desde los altos de Las V oltas se entreveía, a l cabo
p o r quien Jorge había suspirado d u ra n te las sem a­ tr a r a M aría en la sala, leyendo despreocupada­ del cam po de T arragona, co n sistía en u n am plio de una suave falda de cam pos cobrizos, el m a r de
nas pirenaicas del verano—y no estaba d escartado m ente y, de repente, irónica y d icharachera. Me parque cercado envolviendo una edificación deci­ C am brils. E ra un p a isaje com o toscano, m enos
que la herm osa fuese ella m ism a—o sería sola­ despidieron las dos cariñosísim as con un beso en m onónica en la que se h ab ían aplicado los elem en­ poblado y sin cipreses ; « el cobre im perial de la
m ente el trá m ite de relación con aquel im aginario la boca. Con lo que em pezaba p a ra mí el verdadero tos del m al gusto u rb a n o al e sq u em a de la m asía, com arca », lo designaba Jorge en un poem a. Los
personaje. Jorge llegó a insinuar que L aura, especie m isterio. y en unas tie rra s de arboleda y viña con pinares días de sol solíam os p a sa r la m añ an a ju n to a una
de in trig a n te Plaerdem avida, le había in troducido L aura era en la intim idad m uy distinta que vestida en las crestas, en los alrededores. E ra u n a casa alberca de riego, en el declive de una colina, del
en la intim idad de la bella. Y proclam aba, cada vez y hablando de O rnar Kayam . A sus m an eras ele­ am plia y ricam en te am ueblada, con u n a fachada lado que m ira b a al m ar. Allí, m ie n tras A lberto y yo
que se hablaba del asunto, no hab er tenido ninguna gantes, un tan to ofídicas, se su b stitu ía un nervio­ que parecía p ensada p a ra telón de fondo de los hacíam os vida de piscina, nos bañábam os, conver­
relación p ersonal con ella. En fin, la v erdad es que sism o un poco ap rem ian te que la hacía agresiva y daguerrotipos de una fam ilia rica en vacaciones. sábam os y bebíam os de la bota, Folch p racticab a
las dos m u jeres hacían m uy ra ro en aquel a p a rta ­ a veces h asta irrita n te . Pero en las dos o tres suce­ Pero nosotros, Jorge, O liart y yo, apenas v isitába­ rito s lústrales. O frecía a los dioses zarzas ardiendo
m ento p a ra ancianos poblado de d e sta rta la d a s con­ sivas visitas se fue haciendo m as tiern a y su ana­ mos la ■casa, es d e cir su cuerpo p r in c ip a l; h ab itá­ o corría desnudo h acia el bosque próxim o im itando
solas y de pesados y relucientes braseros y envuelto tom ía me p arecía cada vez m ás e x tra o rd in a ria. A bam os un to rreó n que fue guarida ru ral de soltería gestos de bajorrelieve. Y es curioso que nunca nos
en o b scu ras c o rtin as de dam asco. E ra una casa m ás los quince días aquella relación secreta, que Folch de uno de los tíos Rusiñol reacio a la vida de preo cu p ara a los o tro s dos el av erig u ar h a sta qué
bien lóbrega con m uebles enorm es que em peque­ fingía ignorar, me afectaba seriam ente y em pezaba familia. E n las paredes de aquel casino, com o se p unto tom aba en serio aquellos m im os. Los adm i­
ñecían a los h a b ita n te s. El ám bito del Ig itu r de a considerarla algo propio. Lo único inquietante, hubiera llam ado en los tiem pos del caballero Casa- tíam os y, en c ie rta m edida los c o m p artíam o s com o
M allarm é p a ra relacionarlo con una devoción de la desconcertante, era la a ctitu d de la herm ana. Por­ nova, colgaban todavía m uchos recuerdos galantes, si fuesen cosa de la n aturaleza sabiendo m uy bien
época, en el que parecían in cru sta d as aquellas dos que tenía la im presión de que M aría estaba cada testim onios sobre todo, de av en tu ras de teatro. Y que no le p ertenecían, una a ctitu d a hora inexpli­

CeDInCI
figuras de un film sobre la resistencia francesa.
E starían allí p o r la m ás banal de las razones, pero
lo cierto es que el acre co n tra ste favorecía las
hipótesis fabulosas. El lance en sí tiene poco de
vez m ás cerca de nu e stra intim idad y de que en
realidad la disipaba. Ya no salía de la casa e in­
cluso en una ocasión e n tró en la alcoba, envuelta
en una capa de baño, a reclam ar no sé qué p o tin ­
CeDInCI
quedaban re sto s de una decoración a la tu rc a que
en su época de esplendor debió d o ta r a los episo­
dios am atorios, si allí los hubo, de no pocos ribetes.
Pero el escenario de nu estro s esparcim ientos, de
cable que hace difícil el relato. P a ra m í aquello era
una excrecencia de la lite ra tu ra o cocina p relite­
raria, p ero p a ra O liart, tan serio y que segura­
m ente hoy p re fe riría las in terp retacio n es pseudo-
curioso. A cudim os p o r prim era vez a aquel e n tre ­ gue, tra s llam ar apenas con los nudillos. V iraría contextos m íticos, p o r supuesto, e ran las bodegas, científicas de la psicopatología ?
suelo, « a ver a unas amigas », Jorge, un discreto aquella aven tu ra a un episidio boccacciano o hacía unas inm ensas y nobles bodegas ya en p a rte desa­ E sta pan to m im a clásica que se escenificaba no sólo
prim o suyo y yo, una tard e de fines del otoño. Nos algo insospechado ? Aquella posibilidad espoleaba fectadas. U nas bodegas que debieron ser una seria en Las Voltas, sino tam bién en C alafell y, com o la
dieron café y coñac, com o era de rigor, conversa­ m i im aginación en una dirección d istin ta de la de industria an te s de la crisis de la filoxera y del h ubiéram os adjetivado, en la « helenizante » C osta
mos de n ad erías y acabam os, com o quien dice, la ternura. Pero m is retorcidos e inconfesados esplendor del avellano. B rava a la que nos convidada O liart (helenizante
hablando de lite ratu ra. L aura estaba leyendo a deseos no llegaron a cum plirse. Un día acudí a la En aquellas bodegas Jorge se re p re se n tab a a sí ten d ría p a ra Jorge un m atiz despectivo no antihe­
O rnar K ayam en una coquetísim a edición em pas­ cita y llam é en vano. Me dijeron que las señoritas m ism o el perso n aje del fauno em briagado. Bebía lénico sino a n ti Lessing), dism inuyó su vigencia con
tada en verde y o rlad a de signos alifales y se creía se habían m archado. Según Folch, reg resaro n al con una p ip eta cabalgando desnudo so b re los tone­ la publicación del Creso Livio. El poem a, que Jorge
en una posición fuerte p a ra h ab lar de poesía con cabo de unos m eses, m as yo no las volvía a ver. les, o, con cazos, sum ergido h a sta la c in tu ra en el hizo im p rim ir en una m inerva p a ra e tiq u e te ría de
aprendices de poeta. Ornar K ayam era un pésim o Quién sabe. Eso es todo, una anécdota sin m ás lagar, lo cual parece que es peligrosísim o, y, tum ­ la p a te rn a fá b ric a de tintas, devoró al p e rso n aje y
pun to de p artid a, de m odo que el coloquio se hizo im portancia que su orden de inserción en m i expe­ bado boca a rrib a , de las espitas, B ueno, con m ás lo fue b o rran d o de la vida real. El libro, aunque
de lo m ás en m arañ ad o y yo acabé poniéndom e riencia de este género de negocios. Lo único real­ o m enos cerem onia bebíam os los tres h a sta em b ria­ corto, era m uy intenso en la m edida en que sus
d esm esuradam ente pedante aún p a ra m is años. m ente notable es la am bigüedad en que su relación garnos com o soldados de la gu e rra de los trein ta versos e stab an pacientem ente elaborados y, según
Jorge estuvo d isp a ratad o y m ás o m enos divertido con la persona de Folch trocaba el esquem a del años. Y el final de la fiesta consistía, sobre todo se ve, m uy ensayados. El Creso Livio no contenía
y el prim o respetuoso y adquiescente. L aura, re ­ asunto. Las fugaces señoritas eran, com o él pre­ si era invierno—una curiosa in te rp reta ció n de la todos los poem as « rom anos » de Folch : la tem á­
cuerdo, a b stra c ta y sentim ental, in teresad a p o r la tendía al principio, p ersonajes de novela victoriana tradición higienística de los Folch—, en el estanque tica se prolongó m ás allá, aunque con un consi­
Poesía con m ayúscula, m uy en su papel y m uy que no se re sistiría a una lectura perversa ? E ran helado, al am anecer. H abíam os, recuerdo, llegado derable cam bio de tono y de estilo del que hubie­
seductora. Salí de allí con la im presión de hab er náufragos de una gran torm enta pasional, com o a ro m p er la capa de hielo p a ra m etern o s en el ran sido el m e jo r testim onio los S o n eto s del Sátiro
hecho el ridículo y esa sensación creció a m edida indicaban sus noticias po sterio res ? E ran, como agua en aquel estado lam entable. Lo curioso es que Rojo, cuyos m anuscritos no conseguí e n co n trar a
que Jorge nos fue contando sobre aquellas gentes. sospecharía un novelista o un policía, dos discretas aquellas b o rrac h e ras cerem oniales e ra n v e rd ad era­ la h o ra de p re p a ra r la edición p o stu m a de sus
Una v isita que e ra m ejo r olvidar, un incidente con­ lesbianas, o asociadas en algún tráfico extraño ? m ente u n rito y no provocaban a la continuidad textos. E sos sonetos y otros poem as po sterio res
cluso. Pero a los pocos días L aura m e llam ó invi­ Pero en mi recuerdo puede m ás la huella de las del vicio. Yo, al m enos, en aquella e ta p a de mi al libro e stab a n m arcados p o r la injeren cia en
tándom e con m ucha n a tu ra lid a d a ir a verla. Las fabulaciones de Jorge que el im pulso a la explica­ vida, bebía m uy poco. n u e stro pequeño taller literario del inefable Joa­
encontré m uy locuaces y festivas, M aría a pun to de ción realista. L aura, al m enos ella, era el sobrevi­ Esas payasadas no e ran entonces tan estúpidas quín M ontaner y p o r su influencia form alista.
salir. De nuevo el café, los coñacs, su licor dulce. viente de una c atástro fe am orosa que ni siquiera como p arecen ahora. E ran estúpidas, p ero e ran un Joaquín M ontaner, Don Joaquín, m ae stro Don Jo a ­
Confieso que em pleé un tiem po larguísim o en Folch supo nunca, un personaje sobreviviéndose juego de adolescentes m enos estúpidos que otros, quín, com o lo m otejaba Jorge en u n soneto, e ra
darm e cuenta, en convencerm e, de cuál h ab ía de indeciso. Bien, no, era un poco todo lo que Folch y un juego que m anifestaba, en el fondo, u n a sana vecino y am igo de los O liart y m a n te n ía con la
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fam ilia una espesa relación de punta a punta de Cuando estábam os con él los tres juntos, o dos
perspectiva cultural de los cafés, de actores de se llevó algo, unas flores de lata, me parece. Aquella
escalera. Una relación social y literaria, salpicada de nosotros, el paternal Don Joaquín nos adm iraba
su juventud. Lo cual dem uestra que la erudición noche se grabó en mi m em oria un fondo de ataúd
de lecturas y bordada con noviazgos entre fam ilia. por igual y valoraba con ecuanim idad nuestras
y el trab ajo paciente, porque M ontaner sabía en el que se dibujaba con m ucha precisión la
Los O liart guardaban un gran recuerdo de Mar- peculiaridades : el sereno tradicionalism o de Al­
muchas cosas y escrib ía incansablem ente, no nu­ form a de un coxis ; el m ism o dibujo que quedó
quina y cultivaban una vieja devoción p or la tardía berto, el agresivo paganism o de Jorge, lo retorcido
tren al escritor. en la caja forrada de hule blanco en que trajeron
poesía m odernista y por los versos de teatro, la de mi im aginación, clasifican do según sus especies.
En los dos ú ltim os años de su vida las costum bres a mi am igo del hospital a su casa donde esperá­
zona de la su bliteratura en la que, precisam ente, Pero com etió el error de decirnos a cada uno en
de Folch cam biaron mucho, m ucho m ás que su bam os todos, el día del entierro. Aquella m uerte,
seguía nadando el vate catalano-extrem eño. Ade­ p articular que éram os el único e scrito r válido de
persona. H abía encontrado una com pañera ideal la m ás cercana y entrañable desde los años de mi
más con lo de sem iextrem eño se cum plía una los tres, volviendo a la crítica las particularidades
en la h ija del pintador Togores, una muchacha infancia, me afectó m uchísim o y m arca quizás el
condición de paisanaje m uy im portan te en las de los otro s dos, y com o no éram os todavía lo
con una planta de m árm ol helen ístico y al mismo final de una etapa de estilo en mi vida personal.
relaciones de los no catalanes que viven en la bastante vanidosos, aquella m aniobra se supo ense­
tiempo am oldable y paciente. H abía dejado de Con Folch term inaba definitivam ente la confusión
región, porque los O liart eran verdaderam ente guida y su prestigio em pezó a quebrarse. Pobre
m erodear y radicaba casi todo el tiem po en una entre texto y vida cotidiana en una existencia
extrem eños. M arquiniano y m ás o menos extre­ Don Joaquín, lo único que buscaba era audiencia
especie de estudio que había m ontado en el gra­ form ulada principalm ente com o literatu ra o una
meño, Don Joaquín era, adem ás gordo, cardíaco y estaba m uy contento con su papel m agistral. No
nero de una casa de huéspedes, o de visitas, no lo form a p articu lar y conscientem ente cultivada de
y prosopopéyico. Anidaba, m ás que vivía, en un era fácil entenderse con él, sobre todo si uno inm adurez. O casualm ente term inaba la adoles­
aclaré nunca, en la parte alta de Pedralbes. Era
entresuelo obscurísim o lleno de libros, de corti­ venía de un mundo de lecturas tan distinto ¿ cómo
un estudio m uy raro con colchones p o r los suelos, cencia.
najes, de m uebles y de fanales tallados, de espadas hablarle de Rim baud sin oirle decir cosas irri­ La tentación de prolongar el retrato de Folch
finos tocadiscos y jau las de pájaros. E n un rincón
y de disfraces de atrezzo. E ra una guarida engua­ tantes ?, pero nos enseñó, justam ente en aquello hasta el final de su historia me ha traído dem a­
había acum ulado siete u ocho grandes dolías, esas
tada que agravaba aún más los cóncavos de su en que no se lo proponía, m uchas cosas. Nos hizo
inmensas ja rra s que el cam po de Tarragona con­ siado adelante en lo que contaba. Se tratab a de
voz y que com p artía con una esposa viejecita y vivir, por ejem plo, el m ontaje de una obra de in dicar unos personajes desde algún punto de
serva por tradición rom ana, en las que guardaba
tenuísim a y con unas criadas sólidas, en cambio, capa y espada, su últim a aventura escénica, que
recios caldos rurales, aliños de frutas y conservas vista para m í relevantes en los tem pranos años

CeDInCI
de la raza de los conquistadores. Una de ellas se
llam aba, recuerdo, Sergia y daba la im presión de
gozar de una situación sobreancilar.
Don Joaquín nos recibía generalm ente a los tres
se llam aba Las H ojas del Laurel y que representó
la com pañía de Alejandro U lloa en el teatro Cal­
derón. Lecturas, veladas con los actores, a ju s t e s ;
pienso que aquella ilusionada preparación nos
CeDInCI
de campo. B ebía m ucho, y escribía poco, pero
aparentaba ser m uy feliz. A todos sus personajes
parecía haberse sobrepuesto un diablo sarcástico
que se em pleaba en p rovocar situaciones risibles
cuarenta, de señalar algunas excepciones a la ex­
trem a insignificancia de mis relaciones personales
en aquel tiem po en el que, a todos los niveles,
la vida social de la ciudad era cenicienta, estaba
jun tos en su despacho, escuchaba nuestros borra­ enseñó todo lo que un joven escrito r que se toma com o calcinada. Quedém onos, pues, a estos efec­
y que atesoraba ávidam ente el aspecto ridículo
dores, atendía nuestras consultas y nos hablaba totalm ente en serio debe saber sobre el teatro tos, con el Jorge Folch de transición entre las
de las cosas. Pero no era agresivo y se hacía
finalm ente, largo y tendido, de sí m ism o. Era m uy com ercial. Es curioso, sus com edias viejas, inéditas
querer. Pienso que todos los que le trataron en alcantarillas y los versos rom anos, al que veía
am able y, cuando contaba, era interesante. Atribuía y nunca representadas, sobre todo si eran en
aquella etap a últim a guardarán de él un recuerdo poco y del que me separaban infantiles rivalida­
su desgracia en la carrera del teatro, que hubiera prosa, eran mucho menos m alas que aquel engen­
afectuoso. des, y que, aún así, era un punto de referencia
sido el eje de su carrera literaria, a la X irgu y dro. Com o eran mucho menos m alos, a ju zgar por descollante sobre la uniform idad de mis encuen­
Murió de una m anera sum am ente estúpida, por
a V alle Inclán, pero estaba seguro de que la lo que de ellos nos dio a conocer, sus libros tros cotidianos en la escuela y sus alrededores.
hidrocución, sum ergiéndose en una cisterna con
historia lo reinvindicaría. Sabía realm ente mucho inéditos de poem as que aquel M isissipi que dio
sifón en el jard ín de la casa de Pedralbes. Parece
de literatura clásica española y lo ignoraba todo inútilm ente a lá im prenta para em u lar el Mont­ Se puede tener la falsa im presión de que las épo­
que lo hacía con frecuencia, que desde el fondo
de la m oderna, por la que, consiguientem ente, serrat de Joan M aría de Segarra a quien debía cas de extrem a atonía social que uno ha conocido
de la cisterna nadaba hasta un próxim o pozo y
sentía un gran desprecio. E staba convencido de considerar su equivalente en el ám bito lingüístico tendieron a favorecer el desarrollo de personajes
se asom aba a resp irar p o r él. T enía adem ás expe­
que sólo se podía escribir dentro de los cánones catalán. A veces su incapacidad para entender lo poco com unes, com o si a través de ellos esos perío­
riencia en este tipo de ejercicios, había practicado
de la m étrica tradicional y de que -los poetas que que pretendíam os con nuestros balbuceos litera­ dos se excusasen o pretendieran conseguir alguna
la espeleología y ya dije que sentía fascinación por
innovaban en la form a hacían tram pa y escribían rios lo hacía grotesco. R ecuerdo que una vez, form a de presencia en la m em oria de las gentes,
las aguas subterráneas. Estaban con él, en el estu­
los borradores en endecasílabo seguram ente ri­ m uerto Jorge, llevé a Jaime Gil de B iedm a a su porque lo que seguram ente ocu rre es que en un
dio, aquella tarde, la h ija de T ogores y un amigo,
mado. Com o sus teorías sobre la form a convenían casa. Jaim e le leyó algunos poem as que fueron, m edio m uy gris la singularidad de ciertas personas
pero no se dieron cuenta de su ausencia sino al
más o menos a O liart y a Folch, pero no a lo que naturalm ente, elogiadísim os, y finalm ente un cabo de cierto tie m p o ; bajab a a menudo a ba­ se fortalece y, a falta de una resistencia com pe­
yo hacía, adoptaba conm igo una actitud condes­ texto inacabado. Jaime intentó explicarle las razo­ titiva en el mundo de los dem ás, se m antiene y
ñarse. Los bom beros lo encontraron desnudo en
cendiente. Daba por seguro que mi rebeldía a las nes p or las que el final se le hacía d ifícil, las dura más y m ás fácilm ente que en períodos nor­
el fondo de la cisterna con los brazos levantados,
form as tradicionales había de ser transitoria y me razones más personales que técnicas que le im pe­ males. Me inclino a creer que la im portancia que
seguram ente com o yo lo vi después, afilado por
com paraba, nunca he entendido por qué, con Max dían form ular una significación desde el final del el recuerdo de mi am igo Folch tiene p ara m í no
la m uerte, com o un C risto de m arfil.
Jacob, un poeta que no me interesaba, en abso­ texto y el viejo aconsejó : « vete al río, hijo, vete al se debe exclusivam ente al con traste con la tenue
Jorge m urió el viernes santo o el sábado de gloria
luto. De todas form as b a jo la influencia de sus río, siem pre da resu lta d o». Ninguno de los dos de 1948. H abía estado conm igo, en la casa de Cala- m em oria que guardo de las otras personas que
serm ones y o escribí en aquellos años muchos olvidarem os nunca esa anécdota. Pero él fue, en traté en aquellos años, sino que en parte se ori­
fell, hasta el m iércoles o el m ism o jueves, porque
sonetos gongorinos y bocangelianos de los que no el fondo, con nosotros, encantador. Y nos fue gina en el secreto convencim iento de que las pecu­
asistim os, recuerdo, a un via crucis nocturno con
creo haber publicado ninguno. Pero que fueron útil. Tenía m uchas cualidades incluso para la lite­
tapadas y descalzas arrastrando grilletes y subi­ liaridades de su form a de sentirse extraordinario
un buen e jercicio académ ico. ratura, lástim a que no hubiera sabido superar la
mos luego al fortificado cem enterio del que Jorge no hubieran podido darse en o tro período, de que
88 Severo Sarduy
Cobra
Diario Indio

Jorge Folch, de profesión Jorge Folch, era un personajes como él la comedia hubiera sido inve- Entre maderos que arden, el cuerpo. Junto a la Juntando en círculo el pulgar y el índice—esteri­
personaje necesario en la comedia de nuestra ado- rosimil, no hubiera podido ser representada, pira, por el suelo cubierto de ceniza, un perro llas de oro pegadas a la nariz, lunares de celuloide
lescencia. O Jorge Folch o nada. Sin unos pocos deshace en bandas de lino y lame el turbante en las mejillas, sobre los párpados brilladera
blanco, ensangrentado. Más allá, bajo un alero, roja— , en batallón, quince apsaras de voces ron­
otro montón de troncos. Alrededor se apresuran cas, frente a los fumaderos, saltan sobre los que
los técnicos de la quema. Un dios—elefantito ju­ duermen apilados en las aceras, ripiando a los
guetea entre flores. Campanillas de cobre. La pasantes por la camisa. Danzan, eso sí : en los
muerte— la pausa que refresca— forma parte de cuerpos las tres flexiones.
la vida. En saris de colores fluorescentes, presas en sus
jaulas superpuestas, comiendo maní chillan las
putas. Una cortina mugrienta deja ver la cama
y las esteras desde donde, encaramada, la familia
Talladas en el muro, alas fuertes, simétricas, las juzga el jadeo.
águilas mazdeas; sus cabezas de profeta coronan En la ventana, quebradura del cristal, cremoso,
las puertas. Bandadas de periquitos verdes repiten duerme un camaleón.
en el cielo sus círculos. Golosos de ojos, sobre las
palmas, dueños de los densos jardines, los cuervos
vigilan.
Al atardecer, hartos, aletargados, abandonarán este Arroz a los pies, embarrado de polvo rojo, en su
silencio. Dormirán en las barcas, sobre los flam- templo de cemento, un dios monito ameniza la

CeDInCI CeDInCI
boyanes de los patios, entre molduras húmedas.
Los guardianes recogerán el sudario manchado. Al
pozo la osamenta; por un desagüe las astillas
hasta la bahía, donde las roerán los crustáceos
aldea— los ojos bolas de vidrio, en el hocico
pétalos pegados. Azoradas, como cigüeñas que
oyen ruidos nocturnos, tres cabezas lo vigilan
sobre un cuello : azul de metileno, azafrán, blanco
nocturnos. de cáscara de huevo.
Collar de flores, un toro mostaza pace.

Lavo. Golpes contra la piedra. En los pequeños


estanques agua blanca. Agua morada; los otros Traqueteo de la noria que gira. Cantan—en la pol­
retuercen, dan jabón, enjuagan, tienden sobre la vareda los turbantes morados— ; a lo lejos el chi­
tierra. Un hedor rancio emana de nuestros cuer­ llido de un mono. Huyen : cascabeles en los tobi­
pos, vaho de sudor y grasa que asciende hasta llos, pesados aretes, en las narices aros. Signos
el puente— los pasantes viran la cara para no negros en la frente, los perros ladran de otro
miramos : la mirada se mancha. El pelo cae hasta modo.
la lejía empozada, los pies en la humedad, entre Fijas las ramas. Lianas que cubren pequeñas mos­
los dedos grietas. cas moradas.
Del otro lado del estercolero, detrás de la miasma, Cielo de ceniza. Un faisán.
el tren pasa.

Descuartiza un pollo revigido, virriajado de bilis


De tantos caramelos que comía lo baña en mermelada; con cebolla, tomillo y
al dios—elefantito mango sazona masas de cordero crudo ; contando
le creció la barriga. los adarmes pesa un mazo de mariguana, frente
Se cayó de su montura— un ratón. a un estante de pulseras relumbronas propone
La luna se ri. un violinillo de madera.
El le tiró un colmillo. (El viento suelta bandas de seda—red de hilos
de oro— , dispersa en copos las pilas de algodón,
cubre de polvo los pasteles.)
Curte, incrusta, regatea, revende.
He nacido. Un paso. Muero. De un charco verdinegro bebe.
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Term os de té, pull-overs m andarina, los m onjes Por el suelo, las llam as consumen lentam ente arroz
Las casas eran hechas a m anera de alfaneques, En su cam a de pilares dorados, bajo un mosqui­
tom aron posesión de la cueva. Bostezantes, envuel­ y aceite, torrecillas de polvo rojo, pétalos. Un olor
muy grandes, y parecían tiendas en real, sin con­ tero de raso, el m araja duerme. Zarandeo de som­
tos en frazadas recitaban saludos al Sonriente. Los rancio im pregna el aire, la ceniza rosada m ancha
cierto de calles, sino una acá y otra acullá, y de bras detrás de una pantalla : se acerca el enemigo
indios se tapaban la boca, reían detrás de las los pies.
dentro m uy barridas y lim pias, y sus aderezos del principe y del Astro, un m ulatón violento con
colum nas. Turistas japoneses retrataban con fla­ muy com puestos. Todas son de ram as de palma las cejas arqueadas. Un remolino de ventiladores
shes. muy hermosas... H abía perros que jam ás ladraron, !e agita la melena, un spot rojo lo ilumina. En­
Escarcha, quebradura invisible del barro : de las había avecitas salvajes m ansas por sus casas, loquecida, la M adre aparece sobre un columpio,
voces, la más baja quedó, cóncava en el a i r e ; Raíces aglutinadas los troncos ; lianas deshechas había m aravillosos aderezos de redes y anzuelos profiriendo am enazas y agravios.
las de los niños : flautines frágiles, caram illos de abrazan las ruinas. La m aleza ha invadido los fuer­ y artificios de pescar... Arboles y frutas de muy Redoble de tambores. En el fondo las nubes rue­
cartílagos, sopladas lam parillas de cebo. tes de la cap ital abandonada. Pájaros anidan en m aravilloso sabor... Aves y pajaritos y el cantar dan hacia las entradas laterales descubriendo un
Las paredes— escenas de la vida del Diam ante— la zarza que ciñe los capiteles, por los desagües de los grillos en toda la noche, con que se holga­ cielo estrellado que de pronto enrojece. Golpe de
devolvieron el reverso em pañado de los m antras : de las albercas huyen ardillas negras. La monzón ban todos : los aires sabrosos y dulces de toda platillos : del suelo, en un buey volante de ojos
resina, sudor del pozuelo de tsampa. y la seca han resquebrajado los m uros que sepulta la noche, ni frío ni caliente... Grandes arboledas, encandilados que menea las alas y las orejas, apa­
Tos. Carraspeo. Fluir de la flem a en los bronquios. el polvo. Monos furiosos derrum ban piedra por las cuales eran muy frescas, odoríferas, por lo rece el Dios-Sol. Alza el brazo, apunta al cielo—
Siguiendo las depresiones del suelo gastado por piedra los m inaretes, arrancan lacerías y letras. cual digo no tener duda que no haya yerbas aro­ las luces parpadean— , lanza un grito guerrero que
los pies devotos, los peregrinos deam bularon alre­ B ajo la cúpula blanca de un m ausoleo cuya lin­ máticas. hace tem blar la tierra.
dedor del d a g o b a ; rozaban con las m anos las terna ha cegado el follaje, cal contra la cal, sin Todos m ancebos, com o dicho tengo, y todos de Se em bisten los titanes y sus vacas m ecánicas :
pulidas figuras. m over las alas, da vueltas uniform es un faisán. muy buena estatura, gente m uy ferm osa : los cabe­ con doce brazos cada uno y en las m anos puñales
Hueca la urna, un espacio en blanco frente al llos no crespos, salvo corredios y gruesos, como y arcos se acom eten entrechocando m onturas y
esqueleto, al mendigo, al viejo ; vacía la m ontura sedas de caballo, y todos de la frente y cabeza arm as.

CeDInCI CeDInCI
del que se va a caballo, b a jo la higuera nadie muy ancha, m ás que otra generación que fasta Con una lanza el M aligno ataca. Con un sable do­
medita, las ojizarcas del parque a nadie escuchan, Am arrada al extrem o de la batuta una bolsa de aquí haya visto, y los ojos m uy ferm osos y no rado el Sol riposta. La Madre lanza al Intruso una
las gacelas. pólvora estalla contra el suelo : el tam bor mayor pequeños, y ellos ninguno prieto, salvo de la color cacatúa de garfios afilados. Com o un saltam ontes
— un cetrino ojeroso con las uñas pintadas— ahu­ de los canarios. contra su capullo el m arajá da golpes contra la
yenta por las calles los espíritus necios. Golpeando Gente farto mansa. em palizada de hilo que lo protege : los servidores,
grandes tam boras roncas el cortejo llega a la abiertos de pies y manos— com o si quisieran pro­
puerta que no am para una guirnalda de semillas bar que las extrem idades hum anas son las diago­
Aspas rápidas los brazos, shaking the w orld, un
secas. En la sala, rodeado de una m ultitud que lo nales de un rectángulo— , la han arm ado con rá­
dios displicente baila. A su lado— m edias esferas
festeja, cubierto de flores y de m oscas, sobre una Las Indias galantes pidos tapices alrededor del trono.
los senos, la cintura estrecha y m uy anchas las
sillita de m im bre, el inm óvil espera. Los vecinos E l Oscuro, com o un ventilador gigante, hace girar
caderas— ondula una diosa en cuvos brazos, enca­
señalan sus zapatos lustrados. Hilos de sangre todos sus brazos— en las m anos n avajas— para
ram ado sobre un ratón, retoza un elefante— con
la trom pa ensortijada le acaricia una oreja. De negra y una baba m orada le caen de los labios Esta noche— proclam a el portero— , en escena, m oler vivo al Astro. Ya se acerca la hélice truci-
trecho en trecho afloran en la piedra tallada espi­ que los dolientes, al llegar, tocan. un dios real. dante al cuello del Luminoso cuando éste, impul­
rales de conchas, caballitos de m ar fosilizados, El decorado superpone alm enas cuyas ventanas sado por dos robustas apsaras que se descuelgan
estrías de una roca am arillenta donde viene a — celofán y alam bre— iluminan por dentro bombi- de entre las nubes superiores, salta de su carro,
posarse un pavo real. llitos r o j o s ; ante une torre inclinada el monu­ sacude al demonio por la nariz y le aprieta el
mento ecuestre de la reina Victoria. pescuezo. El B ellaco desorbita los ojos, saca una
Las Indias (1) Con un círculo rojo entre las cejas, cuatro espe­ lengua felpuda y am arilla, patalea... y cae al suelo
sas sonríen— dentaduras de oro— bailando en el entre llam aradas sulfurosas, cuchillos rotos y ore­
proscenio un Auspicio a la Aurora ; por el fondo, jas destornilladas que saltan hasta la sala donde
En el púrpura de las telas líneas plateadas. Relum­ sobre una carroza lum ínica que asciende entre se las arrebatan los fanáticos.
bra al sol el plato de cobre donde arden las espi­ Lleno de árboles, todo cercado el río, ferm osos nubes de celuloide, con bigoticos engominados y
gas. Aro de oro, la luz ciñe el redondel de m im bre y verdes, con flores y con su fruto, cada uno de círculos de oro en los póm ulos, aparece el Dios-
de las grandes tam boras. su m anera. Aves m uchas y p ajaritos que canta­ Sol ; a sus pies, foquitos interm itentes de todos
Rostros negros. Ondulan los reflejos de las flau­ ban m uy dulcem ente : había gran cantidad de los colores, el trono del m arajá, su favorito.
tas ; alzando las manos, los m úsicos sacuden cím ­ palm as de otra manera que las de Guinea, de una La m adre del príncipe— un travestí extenuado con
balos com o si fueran ram as cargadas de frutas. estatura m ediana y los pies sin aquella camisa, un moño de canas— acude p or el foro dando ala­
B ajo su corona de aluminio, el inm óvil se m ira y las hojas m uy grandes, con las cuales cobijan ridos y echándose fresco con un pericón de plu­
las rodillas ; ensartas de flores le caen sobre las las casas ; la tierra m uy llana. mas, la sigue una adiposa apretada en un sari de
orejas, a un lado y otro de la cara, por los brazos, esm eraldas y perlas, la nariz perforada con alha­
hasta las m uñecas que aprietan dijes y un reloj jas de estaño. El m artilleo de ios tarugos cubre
de pulsera. (1) Diario de Colón. los trém olos de la orquesta.
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In d ig o , a z a frá n , b la n c o : f ra n ja s de se d a so b re U nos tr a s o tr o s — los a tr a v ie s a n los p á ja r o s de un R e to rc id a s e s c u ltu ra s de e s ta ñ o s o p o r ta n las c ú ­ p u la s de a la b a s tro se a p ro x im a el re y S h re n ik .


la tie r r a ; s o b r e lo s esc a lo n e s de p ie d r a q u e d es­ vuelo r e c to —los te m p lo s c o rro íd o s , e sc u e to s. p u la s que m a n c h a el a le te o de los c u e rv o s. De
c ie n d e n h a s ta el r ío las la v a n d e ra s g o lp e a n los D esde lo s n ic h o s q u e a n id a n la g a rto s , sin b razo s, cera, la efig ie e c u e s tre d e los d o n a d o re s fija d o s en
s a ris . Del a g u a em e rg e n cab e z a s de v aca : e n la nos m ira n n iñ o s de m á rm o l, los o jo s c e rn id o s p o r u n a s o n ris a m o r tu o r ia . G ra n d e s flo re s d e n á c a r :
p u n ta de los c u e rn o s co n o s de p la ta . lín e a s d e o ro . E n u n c h a rc o de o rin e s , so lo en una los p é ta lo s d e r r a m a n h ilo s d e ag u a. D e trá s de las E n las r a n u r a s del d a la je p elo e n c r e s p a d o ; g ru ­
E n la riv e ra o p u e s ta , b a jo un fa ra lló n y de su celda, u n o r a te r e p ite los v e in tic u a tr o n o m b re s. re ja s e s m a lta d a s lo s o fic ia n te s se m id e sn u d o s en m o s ro jo s , co m o de lacre. U n o lo r a v is c e ra s tib ia s,
m ism o sil, u n a a ld e a d e tie r r a a p is o n a d a . De lo H ig u e ra s en lo s fro n tis p ic io s . E n tr e las r a m a s de la n o ch e e s p e ra n . F u e n te s de m o sa ic o v e r d e ; a lr e ­ a c o á g u lo s y a flo re s im p re g n a el a ire : p a r a a p la ­
a lto , c o n las u ñ a s a f e r ra d o s a las ro c a s, lo s m o n o s un á rb o l seco, de cen iza, la luna. d edor, V en u s de a lu m in io o fre c e n m a n z a n a s ; e n ­ c a r su c ó le ra , p a r a q u e n o s olv id e, in m o la m o s
q u e h a n d e v a s ta d o el b o sq u e b a ja n , áv id o s de tre p av o r e a le s de v id rio , p r o fe ta s de o jillo s azu les, a n te la T e rrib le .
n a r a n ja s . A trin c h e ra d o s e n lo s te c h o s, a s a lta n a lu m in o so s, y b ig o tic o s e n g o m in a d o s , e s c ru ta n li­ V ag id o s. A lguien su e n a u n a co n ch a.
los p e re g rin o s q u e lleg an en c a rre ta s . bros d e m á rm o l. Las c o lu m n a s d e c o ra d a s co n T u r o s tr o es n eg ro , s a n g ra n te s lo s co lm illo s, tu
P a ra q u e n o p a s e n los d e m o n io s g o rd o s u n p ila r La lín ea c e n tra l re c ta , de cal p u r a ; las la te ra le s m in ú sc u lo s e s p e jo s r e fle ja n la luz del sol n a c ie n te . c o lla r es d e c rá n e o s e n s a rta d o s , en las sa lp ic a ­
o b s tru y e la p u e r ta del tem p lo . J u n to a s u c á n ta r o c u rv a s, de s a n g re : el tr id e n te m a r c a las fig u ra s S o b re u n a n c h o tr o n o d e p e rla s s o n ríe u n n iñ o d u ra s de las y u g u la re s ta ja d a s s e r e fr e s c a n tu s
de c o b re , u n h o m b re c e n ic ie n to q u e c o b ija s u d e los d io se s h a c in a d o s , las p ie d ra s del m u ro que con el c rá n e o r a s p a d o ; las p ie rn a s re p le g a d a s , la pies.
p ro p io p elo c h a m u s c a d o e n s a r ta en u n a liana ro d e a el e s ta n q u e , la f re n te del g ra n e le fa n te que p la n ta de los p ies h a c ia a r rib a , los o jo s e n o rm e s Al a b rig o de tu m a n to la c iu d a d se a g rie ta . El
ta b le ta s d e p a lm a co n le tra s ro ja s. los b ra m in e s la v a n y p e rfu m a n a lo la rg o del día. b o rd e a d o s p o r lín e a s n eg ras, en la f re n te u n b r i ­ v ie n to s a la d o ro e p ie d ra s y h o m b re s.
B a jo los h ig o s h ilan las v iejas. E n el a g u a v e rd i­ P o r el suelo, d e s p u é s de la s c e re m o n ia s, h a n q u e­ llan te azu lo so . E n c a m illa s de b a m b ú los tra e n : a b ie r to s los o jo s
n e g ra de la a lb e rc a , los m u c h a c h o s se z a m b u lle n d a d o flo re s m a c h u c a d a s, a rro z a m a rillo , incienso, P o r el d e a m b u la to rio — g a le ría de e s p e jo s— se v id rio s o s, tiz n a d a la fre n te , en los la b io s dos m a r i­
d esd e la c o ro n a d e u n n ich o d o n d e re c ib e g ra n d e s n u eces, m ie rd a . U na so la vez a l añ o el sol ilu m in a a c e rc a n lo s o fic ia n te s b a la n c e a n d o en las m a n o s p o sa s b la n c a s.
flo re s m o ra d a s u n dio s co n m e d io b ig o te y u n to ta lm e n te el m á s til m o staz a. p irá m id e s d e p la to s de c o b re a tr a v e s a d o s p o r u n a L a m o r ta ja m o ja d a ; u n p o lv o b e rm e lló n , ro ciad o

CeDInCI CeDInCI
seno. Los v ia je ro s , d e sn u d o el to rso , la v a n la s b a n ­ G ra n d e s m o n o s de yeso, pavo re a le s de p ie d ra s varilla. al voleo, la m a n c h a .
d as d e su s tu r b a n te s b lan co s. in c r u s ta d a s , d io se s de tre s cab e z a s y u n b u e y de N ada q u e c re z c a b a jo la tie rra . N a d a q u e c o n te n g a R u m o r d e b a z a re s a lr e d e d o r del te m p lo . E n los
E n la p e n u m b r a de la ce ld a se b a la n c e a n los fa ro ­ a la s de o ro — c in c e la d a s las p lu m a s c o m o las de san g re. Con un p a ñ o esp eso c u b ie r ta s la n a riz y m u ro s b o r ro n e s ro jo s. F ig u ra s g a r a b a te a d a s ; con
les de p e tró le o . L e n ta m e n te a c a ric ia d o c o n u n ­ un p á ja r o —e s p e ra n , a te s ta d o s e n u n c o r re d o r p e s­ la boca. c a rb ó n le tr e ro s e n sá n s c rito . E l r e s p la n d o r de las
g ü en to s, c u b ie r to de flo re s fre s c a s , en el c e n tro tile n te , el d ía de la fiesta. f á b ric a s a lu m b r a el ag u a fa n g o sa del río , el p u e n te
El su e lo es d e m ay ó lic a : c a m p a n illa s silv e s tre s,
b rilla el falo de b a s a lto : u n a lín e a c if ra d a m a rc a A las p ir á m id e s de fig u ra s te m p la n d o los b r a m i­ fru ta s a b r illa n ta d a s , m a rip o sa s . S o b re las ro s e ­ de h ie rro .
el fren illo . E n el p la to p u lid o q u e le sirv e de b ase n es d a n b ro c h a z o s ro s a b o m b ó n , azu l p a s te l, a m a ­ ta s c e n tr a le s de los m o sa ic o s, d o n d e v ib r a n —
q u e d a la lech e e s p e sa co n q u e el o fic ia n te lo b a ñ a . rillo c a n a rio . m a n c h o n e s r o jo s — los re fle jo s de lo s v itra le s , p o ­
D e trá s de la re v e rb e ra c ió n , del a ir e d en so , los E s p e je a el re c tá n g u lo re p le to d e p eces q u e p o r sa m o s lo s p ie s d escalzo s p a r a a d o r a r al B la n q u í­ La muerte no está ni más allá ni más acá. Está
b ra m in e s q u e m a n las o fre n d a s ; d e la n te , b o rra d o s m ile n io s n a d ie h a to cad o . sim o. Lo r o d e a n c ie n to s de g u irn a ld a s , p a ja r illo s al lado, industriosa, ínfima.
p o r el h u m o y j u n t o a u n a r e ja , o tr o s e n to n a n Un n iñ o d e sn u d o , la p iel im p re g n a d a de cen iza y que e s c a p a n c u a n d o a b rim o s la p u e r ta del s a n tu a ­
d is tra íd o s las p a la b r a s ritu a le s y a los d evotos, c ifra d a de sig n o s ro jo s, s o n a n d o u n a v a s ija con rio, h u y e n d o h a c ia la c la rid a d del p a tio c e n tra l
qu e e n tre g a n p irá m id e s le c h o sa s de a n ó n , cocos m o n e d a s, a tr a v ie s a la calle. don d e a lb a ñ ile s d e sn u d o s e n c a la n lo s a rc o s que L os e le fa n te s e n tre c h o c a n su s tr o m p a s p a r a s a lu ­
a b ie rto s , p la ta n ito s , m o n e d a s y p é ta lo s , d a n ag u a B ro c a d o s, lo s p ie s d escalzo s ; los d ed o s c a rc o m i­ c o ro n a n a g u ja s , v e letas, b u lb o s de oro. d a rs e im ita n d o el m a n o ta z o d e lo s h o m b re s.
p a r a q u e b e b a n y se u n ja n la cabeza. d o s, h ilo s d e o r o ; de ac e ite de coco u n ta d o el pelo Por el c ie lo s a tu r a d o de a rc o iris , e n b a r c a s la b r a ­ B a rb u d o , de o jillo s o v a la d o s ; tú , d e s n u d a , b a ila s
E l ín d ic e u n ta d o de aceite, de p o lv o ro jo , rá p id o , n egro. d a s—la s p r o a s so n cab e z a s d e a n im a le s , p a ra so le s al r itm o de u n triá n g u lo , co n lo s b ra z o s e n a rc o
tra z a e n la f re n te la señ al. J u n to al m a r, en la c á m a ra b a ja d u e rm e s, e n tu las v e la s—lo s a d o r a d o r e s d e r r a m a n p é ta lo s so b re m u e s tr a s a n te la f re n te u n a m a n z a n a .
lecho de c o b ra s. M a h av ira, c o ro n a de u n a p irá m id e h u m a n a que De p ie, d e s n u d a , m e e s c rib e s u n a c a r ta .
le v a n ta n v e in tic u a tr o a s c e ta s id é n tic o s. C o n c u a — Con u n b a s to n c illo de m a d e ra q u e m a d a te a la rg a s
tro b ra z o s e n c ru z g a m a d a y a l h o m b r o u n s ita r, la c o m is u r a de lo s p á rp a d o s , a p o y a s el co d o en
los sigue u n a d io sa q u e c a b a lg a u n a v e s tru z —u n la c a b ez a de u n se rv id o r.
D u rm ie n d o e n tr e sacos u n o s so b re los o tro s, en c o llar de p e r la s en el p ico — ; o tr a , so b re u n a c a c a ­ O lv id as la e s p in a ; te m ira s e n u n c írc u lo de m e ta l
u n v a h o de u v a s p o d rid a s, de leche, d e e x c re m e n ­ tú a de p a ta s e n c e n d id a s , co n s u s o ch o b ra z o s p u lid o .
to s y v ó m ito s, ju g a n d o , o v illad o s en m a d rig u e ra s b lan d e d a rd o s y r u e d a s d e n ta d a s . Un m o n o te lam e.
D e p re sio n e s c o n c é n tric a s a h u e c a n al su e lo que de p a ja , fo rn ic a n d o , e s p e ra n d o en el a n d é n q u e Más le jo s, d o s p rín c ip e s c o n tu r b a n te s d e P e rsia , Un e s c o rp ió n te d esv iste.
descien d e, in c lin a d o co m o u n techo. Al re v é s, d e te ­ in v ad e en la m a ñ a n a u n v a p o r c o b rizo , d e cau ch o p a ra d o s s o b re el n u d o q u e fo rm a n su s c o la s de Dos n a g a s c o ro n a d o s e n tr e c r u z a n su s co las :
n id a s en su r o d a r h a c ia el a rro y o , e n tr e la ja s lev an ­ q u e m a d o , a b rie n d o la boca, h u rg a n d o e n la b a ­ anguila, re fr e s c a n al p r o f e ta c o n a b a n ic o s b lan co s. tre n z a d e e s c a m a s. U no m u e s tr a u n f ra s c o de p e r ­
ta d a s h a n q u e d a d o las b a s e s de c o lu m n a : el a ire su ra , c a m in a n d o . Del tr o n o p a r t e u n a c in ta lu m in o sa q u e, o n d u la n d o fum e.
en las a r is ta s les v a a r ra n c a n d o a re n a . E s tr a to s E n v u e lto s en sá b a n a s b la n c a s, a b rig á n d o s e de la com o la co la de u n b a r rile te , su b e h a s ta el cielo Y o con p elo d e m u je r , tú , d e la n te , d o b la d a , las
de d is tin ta s v e ta s a rm a n , su p e rp u e s to s , las r u in a s : lluvia, b a jo los p o rta le s , so b re las a c e ra s c u b ie r ta s donde su tra y e c to r e p ite el d e u n a c a ra v a n a : p a lm a s de la m a n o c o n tr a el suelo. M is d ed o s
ra y a s h o riz o n ta le s, p a ra le la s , co m o las m a rc a s , en de v id rio s d o n d e vienen a ca e r, a sfix ia d o s p o r el ro d e a n d o la m o n ta ñ a , con e le fa n te s e n ja e z a d o s y m a r c a n d e p re sio n e s en tu talle, d o n d e se a n u d a n
un m u ro , d e la cre c id a . a ire n eg ro , Drink Kali-Cola, los p á ja r o s d el p u e rto . b a n d e rin e s, co n m il tr o m p e ta s y m o n o s, a las cú h ile ra s d e p e r la s , ceñ id o s las n a lg a s y los sen o s.
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Junto a Vishnú-enano barrigón, el o ra n te —de un entre los m inaretes, en un cielo jaspeado ; la voz
Con el tu rb an te puesto, un gu errero bigotudo, Ja Parasoles de guano tejido, que m arca de ro jo la cordón blanco que le cruza el pecho cuelga una del alm uédano que llam a silencia el m artilleo de
boca ab ierta en una carcajada, p en etra una yegua e scritu ra bengalí, dan som bra a los letárgicos. llavecita—entona la plegaria. T ararea, m urm ura, las h errerías, los gritos de los Iavanderos, el tinti­
con un m iem bro tan gordo como el de un caballo ; Por las escalinatas, a m edida que la b ru m a se nom bra en voz b a ja —la luz que a traviesa las neo de las tiendas atestadas de cobre. Con el
su com pañero, encaram ado en una tarim a, burlón, dispersa, con bocales de cobre descienden los ram as va alargando la som bra de su cuerpo en tim bre de las bicicletas y los cláxones, los radios
se tap a la cara ; otro bebe vino en una concha. orantes. el m uro— ; con el índice toca las letras acuñadas. m ezclan las voces altísim as, alm ibaradas, de las
La cabeza c o n tra el suelo, los pies hacia arriba, Ante una m uñeca de celuloide con varios bracitos Frente al tem plo, en la llanura reverberante, dos sopranos, m arim bas y arpas. H asta los pórticos se
el sexo erecto, cada uno de m is brazos en tre las y un vestido de raso m orado y rosa, a lrededor del bueyes ayuntados giran a lrededor de un pozo. Un am ontonan carapachos oxidados, m otores rotos,
piernas de una m u je r desnuda ; las p e n etran m is m icrófono, el coro de adeptos se tu rn a p a ra que adolescente de tu rb an te blanco los conduce y fus­ llantas ; el zinc chorrea aceite ra n c io ; u n olor acre
dedos anillados. la m úsica no cese ; han colgado alto p a rla n te s en tiga. Anforas de b a rro extraen el agua y la d erra­ sube del laberinto de chatarra.
V ista de espaldas—su peinado : una to rre de los postes p a ra que la escuchen h a sta en la otra man en una zanja ; la cinta sigue los surcos, los Las palom as vuelven a alzar el vuelo, am plían sus
alh ajas—, una tercera viene a sen tarse e n tre m is ribera. Una nubecilla escarlata, que em ana de un bordes de la aldea, el sendero que ondula por los trayectos h a sta el puente, h asta el fuerte de ladrillo
m uslos. La fuerzo. R isueñas, m is g uardianas la m ontículo ardiendo, p erfum a la diosa ; un enano distintos verdes, h a sta los estanques del tem plo, desde cuyos balcones, recortados p o r oscuros a ra ­
obligan a hundirse. Para que en tre m ejo r doblas ranoide gim e a sus pies. donde una canal negruzca, entre guaridas de bescos, se divisan a lo lejos, donde se unen los
las piernas, levantas los pies del suelo. M inúsculos Los bram in es e m badurnan de lacre las colum nas cobras, vierte la leche de las ofrendas. surcos, el m ausoleo de m árm ol, y tem blorosos,
servidores vienen a ayudarte y se hacen m am a r del tem plo ; los monos, colgados p o r el rabo, se com o d e trá s de un río de alcohol, los c u atro m ina­
por criadas que al m ism o tiem po juegan con mo- balancean en los bajados de las cam panas. Tres retes, el creciente de oro.
nitos. inm ersiones. T res veces tom o agua e n tre las ma­
Ju n to al río, h asta una cabaña, m e halaste p o r la nos, que en silencio devuelvo al río. Un disco
túnica. Con paso m ás que lento, te deslizabas entre rojo ab rasa, del o tro lado, la planicie vacía, are­
los juncos. Fino como el de la leona, tu talle m e nosa, y m ás cerca, ilum ina las barcas inmóviles,

CeDInCI
recordó la cim bra del tam b o r dom bori. Tu espalda
se arqueó. R odeándolos de sus círculos brillantes,
sobre el loto de tus pies zum baban las abejas.
Tus senos son esferas repletas que m is dedos
las ofrendas—b andejas de m im bre que a rra stra
la corriente—, un cerco de ceniza que los perros
husm ean.
Balcones de m adera. Tapizan las fachadas los afi­
CeDInCI
En el horizonte, borrosos, c u atro m in aretes custo­
dian el m ausoleo blanco. Más cerca, entre m inús­
culos m anojos de oro, un lab ra d o r em puja el
Los párvulos pasean de m ano p o r el ja rd ín que
cen tran las tum bas de los príncipes ; suben a los
nichos vacíos, se quedan en silencio abrazados,
arado ; p o r el cam ino se alejan los a rriero s, sus
rozan, un pun to de oro en las com isuras te alarga ches de un film . Enchape de oro : las torres reflejos en un río que enm arcan los oscuros a ra ­ leyendo ; trep an h asta las terrazas, b a ja n a la
los ojos, la nariz recta, las cejas dibujadas de un nepalesas de un tem plo. Dos tigres am arillos cus­ bescos del Fuerte. c arrera, se encaram an de nuevo, cantan. Uno
solo trazo. Llevas un cím balo, yo una flor. todian la casa del que cobra los im puestos de la A través de los m ucharabíes blancos, del tejido de m uerde una caña de azúcar, otro tira n aran jas.
T antos y tan bonitos son tu s ornam entos que p a ­ quema. estrellas que horada los m uros de m árm ol, flores Llevan cuadernos de dibujo, tizas, vasos y cantim-
rece que cien mil abejas de oro se han posado en Con un vanity y un palito se va cubriendo el y fran jas de oro, al viento flotan los saris blancos ; plo ritas verdes, de m aterial plástico.
tu cuerpo, la m úsica de los aros que en los tobillos cuerpo, ya blanquaedo, de lo que copia de un libro : a través de los polígonos perforados—re unión de E stanques secos interru m p en el césped. Rayados
te repiten la quinta nota de la gam a es ta n suave con polvo de sándalo un rectángulo am arillo en puntos claros—, los turb an tes. La fachada de con punzones, en las bóvedas quedan apodos en
com o la miel. la frente, una V ro ja en el brazo, trid e n tes en las ladrillo se descom pone—dim inutas m anchas ro­ inglés, figuras, fechas que desde lejos son tacha­
Teñidos de laca, los pulgares de tu s pies brillan m anos, sobre fondo cinabrio el nom bre repetido jas—, parece evaporarse. Por los luceros vacíos el d u ras blancas. Astillas de cenefa sobre el frontón.
al sol. en la planta del pie. Azafatas ra íd a s le trae n flo- sol penetra h a sta la cám ara b a ja : un paño espeso,
Pasé la noche escanciando a una galerita en cuyos recillas frescas, panetelas, unas m onedas ; b arren de fieltro negro, encubre la tum ba del profeta ;
ojos había una deliciosa som nolencia que a m í la plataform a de tabloncillo, arre g lan los harapos una frase rep etid a esplende en el um bral. *
m e im pedía dorm ir. del parasol. Dos niños le m uestran, en m inúscu­ Las palom as p arten al unísono, com o si escucha­
las vasijas de b arro, velitas encendidas que luego ran un disparo, dan una vuelta sobre el patio
dejan en la orilla y em pujan con las m anos como E scaleras que suben hacia ninguna p arte, m uros
in m e n so ; vuelven a posarse en la fuente, sobre inclinados, hem isferios vacíos. A su paso p o r los
barcos de papel. Se vetea de verde las verijas, las e steras p aralelas donde los devotos se arro ­
una argolla de p lata le cercena el prepucio. bordes num erados las som bras reproducen la
dillan, descalzos, y con la frente tocan el suelo. curva de la T ierra, cifran la a ltitu d de los astros,
Los bram ines rociarán la m o rta ja : pegada al Frente al m inrabo, un viejo de b a rb a blanca y tu r­
cuerpo caquéctico, d rap ería m ojada. De la cam illa postulan un Sol fijo. En las escalas b o rrad a s por
bante negro balancea las m anos ju n ta s, ahuecadas, la lluvia cada tard e re itera las m edidas. Astrola-
de lona, sobre los m aderos, lo voltearán. Con una como si contuvieran un líquido espeso, p resto a
antorcha, p o r la boca, los allegados le d a rán fuego. bios de bronce han quedado entre las ruinas, dese­
filtrase en tre los dedos ; otro deletrea un perga­ chados, rotos.
Y ou w ill leave Varanasi, but Varanasi w ill not mino de bordes gastados.
easily leave you. Som ething som ew here inside you La h ora exacta.
Afuera, a los pies de la m ezquita se agolpan buho­
Se enharina la cara el gurú, enciende su chilom , will not ever be the sam e again. nerías, baratillo s de estatuas ; los trafica n tes su­
m asculla un saludo a las ap sa ra s rosadas del alba ; La crecida que se acerca, a rra stra n d o la arena bastan m iniaturas, tankas repintados, con dioses
en la cocina, detrás de un hum o rojo de pim ientos del fondo, nos llevará h a sta el delta, h asta el m ar. erróneos, toscas deidades de m arfil, banderines
hervidos, los discípulos soban una e sta tu a de vi tibe taños rotos. Un sol enorm e, n a ran ja, se hunde
drio, com o el m aestro, con un m oño, obesa.
96 97

E n tu le ch o de co b ra s e n tre la z a d a s, s o b re un D e trá s de lo s c a n a sto s de re m o la ch a , de las pilas


dorado— u n o ch u p a un h uevo— , sa lta n h a sta la — H em e a q u í, oh b ik ú s, co m o q u ien d ice , G ran L a ­
o céan o de lech e, d esn u d o, d u erm es. M il c a b e za s de de a rro z , de un a v itrin a e m p añ ad a , en la b ru m a
m ole b la n c a d e la e stu p a cu y o c e m e n to m an ch an , m a, p o r en d e, je fe de la e stu p a w o r ld fa m o u s que
e sca m a co ro n a n tu ca b eza. R e sp ira s le n tam e n te . d el a lm a cé n los m erca d e re s p esan e l té. P in tados
desde la cim a , c h o rre a d u ra s del a m a rillo que d eja veis a llí e n fre n te . Sí, b la n co s, m elen u d o s m o n je s,
A los su a v e s a n illo s tu cu e rp o se a b a n d o n a ; en tus en la p u e rta , e n tre p e rico s d ev o ra n d o flo re s, los
la llu v ia ; co n te m p la n d esde a llí lo s tre c e cie lo s— c u m p lo m i k a rm a en e ste c u c h itr il su b u rb a n o
m an os a b ie r ta s re p o sa n los e m b lem as. siete b o d isa tv a s. P o r el cris ta l, m ás a llá de los
uno a uno— , el p e n a ch o ro d e ad o de fa ro le s que v en d ien d o los a n tig u o s tan k as de la O rd en y tra ­
E scu ch a s q u izá s el ru m o r de los in m e n so s b an ia n o s tech os, de lo s p u n ta le s la b ra d o s, los O JO S de una
term in a en un p a ra rra y o s. fica n d o c e tro s de co b re y a v erd o so p a ra m an te n e r
q u e b o rd e a n e l e sta n q u e ; e l v ie n to y los p á ja ro s to rre d orad a , la m on ta ñ a.
Sobre ta p ice s ra íd o s, p a ra le lo s, los a lu m n o s re c i­ a los ú ltim o s la m a s de B o n e te A m arillo .
sacu d en su s g ru e so s h ilos n egros. P a san en b ic ic le ta , en los á n g u lo s de las pagod as
tan m an tras. A lre d e d o r de S id a rta , m il e sta tu illa s C o n la s ta b le ta s del Can on , los in stru m e n to s p o r­
Por un a p a sa re la , a u n g irte los pies se a ce rca n los su en an g ru e sa s ca m p a n a s, se to can la fre n te . Los
p latead as ; fre n te al e sta n te que las co n tien e, en ca­ tátiles, un tro p e l de y a k s, a lg u n a s m á s c a ra s r itu a ­
d e v o to s, b eben del agua n a ra n ja q u e se em p o za so p o rte s de los a le ro s son ch iv o s a m a rillo s , de
ram ado en un silló n alto , un la m a de e sp e ju e lo s les que p u d ie ro n re co g e rse en el a lb u r de a rra n q u e
e n tre tus p ie rn a s, to can los n u dos de las colas. e n o rm e s fa lo s. S o b r e lo s p e ld añ o s los ven d ed ores
y b on ete r o jo d irig e la p le g a ria . S o b r e los asien ­ y u n a co le c c ió n de cu ñ o s p a ra im p rim ir b an d e­
P é ta lo s y p a isa s te van cu b rie n d o ; ju n to a tu van e x te n d ie n d o ta b le ta s e n sa rta d a s, con letras
tos se a m o n to n an te m p lo s re d u cid o s, de m asa p án , rin es, la C o n g re g a c ió n a tra v e só , cu sto d ia d a p o r los
ca b e za e m b a d u rn a d a de p o lv o a m a rillo b rilla un ro ja s, en pali, ca le n d a rio s sá n scrito s, b irre te s n epa­
m antos a m a rille n to s, ja r r it o s de té c o n tsam pa. A n ce stro s, los v a lle s m ás fr ío s, las m o n ta ñ a s m ás
ja r r o de cob re. leses, m an d a la s, m apas.
Un m o n a cillo go lp e a el ta m b o r c ir c u la r su sp e n d id o a lta s del m u n d o . De los d ig n a ta rio s que m e p re ­
D esd e el e x tre m o su r los p e re g rin o s h an v en id o a A la d io sa que a rp o n e a un b ú fa lo o fr e c e m o s plata-
a la en trad a, o tro in fla los p ó m u lo s, se p o n e c o lo ­ ced en u n o tu v o que e m ig ra r ; m u e stra n al o tro en
ca n ta rte . D os ce rd o s de p ied ra c u sto d ia n la ca m ­ n itos ; so b re la s c a la v e ra s b ab e an d o sa n g re que
rado, lo gra s o p la r u n a c o rn e ta y lu ego u n a c o n ­ las c o rte s p o p u la re s de esa s p r o v in c ia s del e x te ­
p an a que a tu sa lu d o tañen. e sg rim e n su s m ú ltip le s m an os re g a m o s p é t a l o s ;
cha m arin a , un te rce ro , b a jo su m an to , d esta p a rio r m o n g ó lico , tan n eva d a s y al n o rte q u e ni las
a rro z e r a d o en e l su elo, que las p a lo m a s, ávid as,
una la ta de O v o m a ltin a . C u ch ich e a n , se tira n g ru lla s llega n en veran o.
d ev ora n . Con un a rm o n io , un v io lin c illo y u n triá n ­
bolas de p a p e l y p a ja rita s , se h ace n se ñ a les y T un dra : ¿ Q ué ten go que h a c e r p a ra c o n v e rtirm e
gu lo— u n n iñ o c a n ta — , so b re u n a e ste ra , los v iejo s
m u sarañ as re p itie n d o el M ani sin fa llo s . U n o se al b u d ism o ?
del b a rrio a m e n iza n la e n t r a d a ; en el p a tio las

CeDInCI CeDInCI
levanta, d el e s ta n te tom a un fr a s c o de a gu a y E l G ran La m a : R a sp a rse la ca b e za. Ah, y p o r
v elas ilu m in a n una copa con flo re s, u n a ru e d a, una
H élices p e rp etu a s, tu s b ra zo s lo han tritu ra d o todo. v arios p a ste lito s, a b rie n d o un to ld o ch u r ro so los fa v o r, si de v e rd a d q u iere « entrar en la co rrien ­
cru z ga m a d a : e n tre b a n d e ra s de o r o ca g a d o por
E n tre las c o b ra s d esa tá n d o se y e scu p ie n d o lla m a s tira al p a tio ; o tr o se d u erm e, da un ca b e zazo , te », d ete n g a a h o ra m ism o to d a v io le n cia . E l em b a­
los p á ja ro s B u d a en señ a. E sta n d a r te s de m an tras.
h a girad o tu cu erp o . S eren o , so n rie n te , lo s ge sto s se o rin a e n el m an to ; su co m p a ñ e ro le h a c e co s­ ja d o r de F ra n c ia v in o a v e rm e p o r la m añ an a , por
R od ean al L ib e ra d o un d io s á g u ila de m eta l b ri­
su b ra y a d o s p o r c ír c u lo s de fu e go que tu p ro p io q u illas en la s o re ja s. la tard e , en el R a ja sth a n , su h ijo m a tó un tigre.
lla n te, un m a r is c a l de o jo s m o n g ó lico s que d es­
vuelo rom pe, que se a rm a n o tra v ez, rá p id o s, b o r­ Desde lo a lto de la co lin a nos lle g a el e sta m p id o de D e a q u í se fu e ro n al A sh ok a C lu b y b e b ie ro n cer­
p lieg a un p e rg a m in o y dos leon es de p u p ila s ro ja s.
d es in ca n d e sce n te s de fin ísim o s h ilo s, re lá m p a g o s los p la tillo s , la n ota ú n ica de las g ra n d e s co rn e ta s v eza de a rro z . D e c ie r to os digo, b ik ú s de H olan d a,
de a rc o iris le n to s. U na co ro n a so la r sig u e las on d u ­ plegab les que los m o n je s tra n s p o rta n s o b re p a ti­ que es la S ed lo que os im p id e v e r lo no com ­
la cio n e s de tu cu e rp o y la s re p ite en el e sp a cio nes, c o n tin u a s, la s v o ce s, á sp e ra s. p u esto , lo no cre a d o , lo que no es n i p e rm a n e n te
q u e a lre d e d o r de tus b ra zo s, cu an d o giran , se En el p la fó n q u e c e n tra un glo b o de v id r io con ni e fím e ro . ¿ Q ué le s p a re ce e sta p in tu ra tan anti­
in cu rva. B a jo los te ch o s c ó n ico s, lo s d em o n io s a b re n m u­ un a v io n cito de la R o y a l N epal, el G ran M an d ala gu a, r e g a lo de un la m a e n ca rn a d o del B h u ta n ?
T u b a ile d e s tru c to r ha extin gu id o la T ie rra . Ah ora, je r e s p o r las p ie rn a s, ro m p ié n d o las. P a ra que los de las D e id ad e s I r r ita d a s y D e te n to ra s del S a b e r ; E sc o r p ió n : T e n g o m ied o a m o r ir en a ccid e n te ,
ja d e a n te , co n te m p la s e l e sp a cio d ev a sta d o . Los fie le s p u ed an d ib u ja rs e lo s sign os p r e s c rito s sobre los m u ros son e sce n a s de la vid a d el D ia m a n te. ¿ q u é d eb o h a c e r ?
p á rp a d o s te pesan . A los re p tiles p lá cid o s se a b a n ­ la fre n te h e m o s in sta la d o e sp e jito s m ó v ile s en Un p a ja r ito v ien e a b a ñ a rse en una de la s co p a s R e sp u esta d esea d a : L o s a g re g a d o s q u e com p on en
d on an tus b ra zo s y tu s p iern a s. R e cu e sta s la ca b e za. tod as las pared es. de la o fren d a . E l a ir e fr e s c o de la s m o n ta ñ a s pen e­ e l h o m b re , oh p á lid o s, no son m ás q u e p ro d u cto s
Uno a uno tus m ú scu lo s se a flo ja n . Los o jo s e n tre a Una c in ta d e m e ta l d escien d e d esde lo a lto de la tra p o r las v e n ta n a s q u e o b tu ra u n a te la m etá lica . d esp ro v isto s de la m e n o r re a lid a d : co m p re n d e rlo
b ie rto s, ves el c ie lo d e in viern o . E l v ie n to de la pagod a, p o r lo s te ch o s su p e rp u e sto s, h a sta el m ás Con tra b a jo , un c a m p e sin o h ace g ir a r u n m o lin o e n g e n d ra un a a le g ría que ig n o ra la m u e rte .
noch e d e s d ib u ja los á rb o le s. b a jo , lo toca. de p le g a ria s de su m ism o tam añ o. R e sp u esta (de lo) real : ¡ V a m o s h o m b re ! ¡ P ara
E n tre las e s c u ltu r a s del p a tio , fo r n ic a n en tropel Desde la to r r e d e la g ra n estu p a, los o jo s del eso e stá n los a m u le to s ! E ste , p o r e je m p lo — y to m a
los c o rd e ro s sa g ra d o s. P iadoso n os m ira n — c e ja s de a zu l añ il, p á rp a d o s de u n a m e s ita un p u ñ al de c u a tro filo s y en el
O lo r a h a sch ich y a sánd alo. e sm alta d o s ; un a ro r o jo ciñ e la s p u p ila s. E n la m an go e m b le m a s— , co d icia d o p o r v a rio s m u seos
cú spid e, d el p a ra so l de o ro p a rte n en to d as d ire c ­ de O ccid e n te , e n v u e lv e el cu e rp o de q u ien lo p osee
ciones b a n d e rin e s de co lo re s ; flo ta n al v ie n to las en un h a lo in v u ln e ra b le . O e ste — sa cu d e u n a m a ­
De tu o m b lig o su rg irá la flo r de lo to y de e lla el p le g aria s im p re sa s. ru ga de p e rg a m in o , d os p e rd ig o n e s la golp ean ,
cre a d o r. e n la p u n ta de un h ilo — , q u e de se g u ro n u nca
B a ila r á s o tr a vez. S o b re un a h ile ra de m olin os de p le g a ria que giran
han v isto : p r o te g e y fo rta le ce .
V u e lv e a d o rm irte . con un ru m o r m e tá lic o — los p e re g rin o s los im ­
T ó te m : ¿ C ó m o e lim in a r la a n g u stia ?
p u lsa n : las fó r m u la s se d esp lie g a n e n el a ire — ,
E l G ran Lam a : S ié n tese con las p ie rn a s c ru za d a s
en u rn as de p o rte z u e la s ro ta s, los Ilu m in a d o s
— y, so lta n d o las p a n tu fla s, cru z a él las su yas, que
re cib e n a sus p ies n iñ os que ju e g a n ; los m onos
a p rie ta un p a n ta ló n de ga m u za a m a rilla — , la e s­
v ien en a ro b a r o fre n d a s y d ev o ra n a d en tello n es
p a ld a d erech a , la a ten ció n a le rta. Un círc u lo . E n
sus vestid o s, lu e g o tre p a n so b re el g ra n c e tro
é l in s c rib a u n cu a d ra d o . E n el ce n tro , u n a d eidad
99
98

Un tubo de neón ilumina al Gautama dorado horizonte las deidades apacibles y detentoras del
de su preferencia. Concéntrese en ella. Claro está, Al son de tres músicos mugrientos una niña regor- cuyos labios se estiran en un rictus. Banderines
deta baila ; su hermano cuenta en inglés la his­ crepúsculo muestren sus dedillos anaranjados.
para comenzar, es necesario un soporte, un mán­ de seda bordados de colores tapizan hoy las colum­ Entonces contemplaremos en silencio la lentitud
dala pintado, como éste— y desarrolla sobre el toria del gurú que cegó a un hippie de una pe­
nas y el techo. Junto a fuentes de mil hojas, cal­ con que el sol se hunde entre los valles nevados,
tapiz una tela pintada, con geometrías concén­ drada, mima el ahogo del holy man que, por
deras de té humeante, marugas y caramelos, los del otro lado de las montañas, junto a las grandes
tricas— , tan milagroso y antiguo, que a usted, tomar vino, rodó hasta el río.
niños van colgando bandas de tul blanco al festón estupas ya vacías y los OJOS borrados sobre las
para tan noble empeño, le cedería por unos dó­ Un campesino cherpa muestra en una palangana
el desplazamiento de unos caracoles fluviales, y que enmarca un retrato gigante, en colores acrí- torres del país natal.
lares : poco podrían pretenderlo las rupias de licos, de un joven lama aureolado, y a los buca En el eco que deja un címbalo la más grave de
este país, y, of course, mucho menos las indias. en una balanza, macitos de mariguana que cuatro
ritos que ornan los de unos reyes de perfil, miopes las cuatro voces pronunciará las sílabas :
Tigre : ¿ Cuál es el verdadero camino de la Libe­ melenudos, en holandés, regatean.
y prognáticos. Que a la flor de loto
ración ? Las mujeres dejan flotar las bandas brillantes de
Al alba empezaremos de nuevo, hasta que en el el Diamante advenga.
El Gran Lama se queda en silencio. Una risita sus saris ; las sombras de las perdices que atra­
boba. (En el salón contiguo, sobre un sofá, sus viesan de una ribera a la otra son flechas negras
hijos hablan por un teléfono rojo, de material en el suelo pedregoso del fondo.
plástico.) Manchado por la ceniza de la cremación, por la
mugre del baño y los escupitajos, el hilo de agua
sigue por el valle su curso, serpenteando entre las
rocas, hundiéndose en los bajíos, excavando un
desfiladero en cuyas paredes, refugiados en las
fisuras, meditan, mudos, los amigos de los pájaros.
Luego desciende hasta los baños reales— alimentan

CeDInCI
El aire de las sábanas quemadas, el vaho que
asciende desde los bordes del río, lento, respi­
ramos.
la alberca dos cobras.
CeDInCI
Por tres días dormiremos bajo los aleros, junto
a las pequeñas plataformas de losa, mirando el
agua. Daremos limosnas a los lisiados que se En los paneles indicadores, los primeros ideogra­
arrastran con latas. En la cuarta noche regresa­ mas ; de un lado y otro del camino, terrazas suce­
remos a casa. sivas, hasta el arroyo a secas— franjas de arena
En un tugurio sin ventanas— el olor dulzón de las brillante— , como un oleaje.
piras contiguas y el del curry se estancan— , sen­ Los labradores descienden en fila desde los case­
tados junto a los sartenes, en el piso de tierra, ríos, bajo las hileras de árboles rojos ; las caba­
los yogis que para la fiesta de hoy han subido ñas de mimbre son puntos claros en la pendiente
hasta el norte, recitan los preceptos matinales, ocre. El viento de la mañana despliega en estratos
fríen vegetales. Con la ceniza de los braseros se brumosos el humo de las alfarerías. En las colinas
embardurnan el cuerpo; cuidadosamente se alisan flotan banderines blancos sobre montículos de
el pelo untado con aceite de enebro. Aceptan que piedras cubiertas de escrituras negras.
los miren, pero no con espejuelos. Donde termina el camino, del otro lado del puente,
Los peregrinos dan alaridos a las puertas del tem­ el farallón abrupto de las montañas ; hilos hela­
plo, se agolpan a lo largo del río, rompen los dos bajan desde lo alto.
cordones del ejército y corren hasta el patio para Un elefante de cemento, que cabalga un niño
tocar al Gran Nandín de oro— flores en las pezuñas, enarbolando un libro, precede las construcciones
en las rodillas tres listas blancas. Un tridente de macizas, paralelas, que cubre el monograma negro
plata y un tamborín sobresalen entre los techos. de la Marcha. Más alto, entre las cimas, quizás
A medida que el sol asciende tras los troncos el viento haga girar los molinos de plegaria alinea­
hinchados y que la luz se filtra por las copas, dos en los muros de los monasterios abandonados,
en los pequeños templos corroídos van apare­ en los altares que la nieve sepulta.
ciendo, en hileras, los falos. Las mujeres que los Los monjes de manto rojo recitan un saludo a
perfuman, el bermellón y el oro de sus vestidos, Avalokitéchvara. De izquierda a derecha siguen
interrumpen a veces, un instante, la sucesión per­ con el índice las letras acuñadas en las tabletas
fecta de los cilindros. Los monos roban y ripian blancas que vuelven hacia afuera y protegen del
la ropa que los devotos han dejado en la orilla. sol con un paño.
101
Darwin Flakoll - Claribel Alegría
Heridos y contusos

Ni en el resplandor hirviente del mediodía ni en No había luna. Una vez más estaba sentado en la Aquí en el desierto, sin embargo, el reloj había qué era lo que lo había excitado así, lo encontraba
la oscuridad de la noche tenía sentido hacer otra oscuridad y se daba cuenta de que éste era el dejado de marcar como seguramente lo hiciera martillando otro de esos relatos para matar el
cosa que sentarse en el porche y columpiarse len­ paisaje de Adán y de Moisés y de Frank Asvogel : para Frank. Al no sentirse aguijoneado por las tiempo que tejen los marinos cuando no están de
tamente en la vieja mecedora de patas astilladas hostil, seco, estéril, con días largos y calientes y exigencias de hacer y llegar a ser, descubrió guardia o se cuentan los periodistas en el bar
que a juzgar por su apariencia le sirvió a Frank noches cristalinas en que la visión se alarga, se poco a poco una dimensión en la cual podía sim­ después de la jornada.
como lugar favorito de descanso y seguramente a extiende, se curva alrededor del continuo hasta plemente ser sin buscar justificaciones o pedirle Era el pasado lo que absorbía la atención de su
Moisés antes que a él. Después de un almuerzo que es fácil imaginar que una de las estrellas perdón a nadie. La jaula giratoria aflojó el paso y invisible técnico al otro extremo del circuito. Reci­
improvisado era agradable mecer perezosamente indistintas de tercera categoría, allá muy arriba, se detuvo transformándolo en el dueño de una taba un interminable non sequitor cuyos fragmen­
los jugos digestivos y contemplar el espejismo puede ser el trasero del viejo sol. Observó las extensión de tiempo sin tiempo en la cual el único tos surgían espontáneos, haciendo caso omiso del
del mediodía que danzaba a lo largo del declive, luces de los autos que bajaban despacio por Ban- movimiento perceptible era el de sus espontáneos orden y el significado— peor aún, que no parecía
sacudía al pasar las borlas blancas de yuca : todo ner Grade apagándose en las curvas y detrás de pensamientos. tener sentido—como si todo pasara simultánea­
el mundo exterior tan silencioso que Johnny podía los relieves y arrojando una luz mortecina y pá­ Mientras diariamente se afanaba hora tras hora mente en un escenario grandioso dentro del cual
oír su propia sangre haciendo burbujas, chirriando lida en el camino antes de que los focos blancos caminando sobre la tierra endurecida y los peder­ Johnny ya no galopaba en la jaula y podía vaga­
a través de las válvulas del corazón, martillando volvieran de nuevo a aparecer. Era esa especie de nales, abriéndose paso por entre la espinosa ma­ bundear a su antojo observando un fragmento de
en sus oídos un ritmo sordo de tom-tom : la san­ interludio— mientras absorbía las luces, el hori­ leza, había tiempo para pensar en un sinnúmero acción aquí o participando en un lienzo enigmá­
gre del viejo Adán Asvogel que a pesar de todas zonte, los interminables arrecifes de estrellas y de cosas. La imagen borrosa de Frank era siempre tico un poco más allá. Ahora, por ejemplo, el ope­
las mezclas y enrarecimientos producidos por las remotas galaxias— en los que se sentía salir el punto de arranque, pero desde allí, erizados rador materializaba la imagen de Mickey Hefner
tres generaciones aún conservaba el impulso de las sin esfuerzo de su pellejo para ser transportado pensamientos se bifurcaban extendiéndose en di­ que miraba con ojos y dientes protuberantes
salvajes ansias del bisabuelo. momentáneamente a una zona de paz donde no recciones tan imprevistas como los retorcidos a un algo invisible entre el pulgar y el índice.
Moisés y Frank deben haberlo sentido así en sus existía el ego. brazos de los matojos de manzanillo a su alre­ — Me sentaba allí y me le quedaba mirando a uno
últimos años mientras miraban, columpiándose, Sin ninguna orden que cumplir, ninguna obliga­ dedor. A pesar de que estaba convencido de que —decía Mickey—y nunca pude adivinar si era un

CeDInCI
los mismos espejismos, la misma vegetación
retorcida y valiente, y meditaban en los accidentes
y errores, los amores frustrados y los pudo haber
sido de su vida. Ese hilo de sangre era el único
ción que llevar a cabo, ningún mensaje suyo o
de cualquier otro que transmitir, pudo recobrar
la relegada intuición de que había tiempo para
todo ; de que el tiempo tenía elasticidad—un tira
CeDInCI
era inútil extender más su búsqueda—había cu­
bierto el terreno por los cuatro costados, reco­
rriendo una distancia que ningún hombre en la
posesión de sus facultades habría recorrido— ,
número quince o un dieciséis.
Su expresión idiota hacía estallar las risas y Mic­
key se empeñaba en construir transparentes cela­
das para repetir su historia, moviendo los labios
eslabón, la única continuidad entre los cuatro : la y afloja— que lo acunaba tan agradablemente como la prosiguió, no tanto por voluntad premeditada en silencioso repaso cada vez que la conversación
sola substancia que compartía la eternidad del la vieja silla mecedora con su ritmo sensual, acu­ sino más bien porque se encontraba hipnotizado se orientaba hacia bombarderos B-24 o hacia la
desierto junto a la cual Adán, Moisés, Frank y naba ahora su cuerpo. Podría estar de vuelta en por su propio movimiento hacia adelante, por las industria de aviación. La monomanía de Mickey
él mismo no eran sino abalorios en un cordel ese mundo infantil en que triciclos, cachorros y imágenes, los pensamientos y los recuerdos que era la de convertirse en soldado de uniforme para
rojo; casuales envoltorios para un mensaje indes­ automóviles de juguete eran fragmentos de para bullían en su mente, por el reconfortante diseño poder ir a Guadalcanal y aplastar a los asquerosos
cifrable, efímeros heraldos golpeando sobre la siempre : un mundo que súbitamente perdió repetitivo de su espiral cuadrada, de su laberinto japoneses, pero el comité de selección, luego de
roca perdurable para entregarle a un descendiente cuando lo lanzaron desde el punto de largada imaginario sin paredes ni techo. estudiar sus aptitudes mentales, resolvió ahorrarle
el cetro celular de microscópicos jeroglíficos. obligándolo a correr. Volaba ya por la pista con Poco a poco Johnny descubría que más que a al ejército su presencia y como alternativa mejor
Un hilo muy frágil la sangre. Adán engendró dos los ojos fijos hacia adelante, cerrando los puños, cualquier otra cosa su mente se asemejaba a un entró a trabajar a Consolidated seleccionando re­
hijos, de los cuales Moisés murió sin haber pro­ bombeando aire de los pulmones : hacia afuera, teletipo en una oficina de periódico un domingo maches de entre la basura. Falló también en eso
ducido alguno. Aarón, el otro hermano, fue el pa­ hacia adentro, hacia afuera, antes de tener el por la mañana, que susurra calladamente para sí y acabó traspapelando artículos en La Trib.
dre de Frank y de Marie, pero Marie no tuvo juicio para preguntar por qué. Corrían también y vibra apenas con el desgaste de energía que Las máquinas telefotográficas eran novedosas o
hijos. ¿ Cumplió Frank su verdadera misión, se los otros y eso era una razón. En alto la cabeza, corre a través suyo. De pronto una explosión de imperfectas en esos días. Continuamente se po­
preguntó Johnny, cuando con un espasmo vertió aspira el aire, expíralo, no tropieces. Llegó a ser actividad— señales de campana, un repiqueteo nían histéricas con las manchas solares o caían
la mitad de la herencia de su hijo en el ondeante la más natural de las actividades y casi no se constante de sesenta por minuto, el estrépito del en trances catatónicos en el preciso momento en
vientre de su mujer dejando que todos los demás dio cuenta de que había dejado atrás el mundo carro que regresa, el hipo del abastecedor de que aparecía una noticia importante. La Trib.
años se descontaran como un anticlimax bioló­ del niño y el cachorro en el que cada uno de los papel—y él, el indolente barrendero dominical que compró un modelo nuevo y un ingeniero de Los
gico ? Si es así, yo no soy más que un sobre días con sus juegos, sus comidas, sus siestas se acercaba a ver lo que tenía que decir. Antes Angeles lo armó instalándolo en su santuario par­
vacío con la dirección equivocada, que poco a había sido igual al otro. abrigaba la esperanza de que cuando el aparato, ticular del cuarto piso, entre el departamento de
poco forja su camino hacia el buzón cósmico de La escuela lo hizo : la escuela con sus desperta­ como ahora, no estuviese atareado con decisiones fotografía y los archivos. Aleccionó a los fotógra­
cartas sin reclamar y todo el clan de los Asvogel dores, sus horarios de clase, las campanas que urgentes, se dedicaría a contemplar grandes ideas, fos en los detalles de la operación y pacientemente
simplemente otro experimento fallido al que la anunciaban el almuerzo y los recreos, las mane­ a divagar sobre eternidades cartilaginosas, a mar­ le mostró a Mickey qué botones había que apre­
evolución ha ido lentamente borrando por medio cillas de los relojes que se alargaban convirtién­ tillar listas de respuestas a todos los « por qué» tar todas las mañanas, tan pronto como llegara,
de la soltería y la esterilidad. La cadena de pen­ dose en flechas, en lanzas, en arpones siempre a que a través de los años se venía planteando. para calentar los tubos.
samientos engendraba preguntas trascendentales media pulgada del esfínter anal ; los rechinantes Pero ya se daba cuenta de que no se trataba en Dos días después de haberse marchado el inge­
que otra vez quedaban sin respuesta y Johnny segundos se volvieron la maquinaria que enro­ absoluto de un teletipo filosófico. Cada vez que niero, Mickey irrumpió en la oficina retorcién­
desvió su mente de la especulación inútil. llaba la interminable pista bajo sus pies voladores. se acercaba apoyándose sobre la escoba para ver dose las manos y con las pecas saltando de su
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rostro incoloro. exterminan a los Simbas y a cualquier otro que táculos de gentes torturándose y mutilándose mu­
sospechen de rebelde. A la una en Ruanda y Bu­ dición ? Junto a ese abrupto pensamiento le llegó
— Apúrense, vengan— gritaba mientras regresaba tuamente, se pregunto Johnny, han sido necesarios también la misma oleada trascendental que había
galopando por las escaleras seguido de una cola rundi, el ejército buhutu ametralla a los Watusi
para despertar a la verdad de mi auténtica con­ experimentado bajo el casco U.S.S. Barfus.
de reporteros. de cuerpos de garza, mientras los chicons usan
— ¡ No hice nada malo I, juro que no lo hice— a los dos países como puntos de distribución
jadeaba— , tal como él me indicó, pero nadie me desde donde se les envían a los africanos sufi­
va a creer, ¡ maldito sea ! cientes rifles y munición para que se sigan ma­
Entraron sin aliento al cuarto de la telefoto y tando por los próximos veinte años. A las dos,
allí estaba la maquinita semi cubierta por su en la misma Uganda, las tribus Buganda y Bu-
guardapolvo y canturreando en voz apagada de nyoro pelean rabiosas por « los condados perdi­
contralto el « Ave María » de Schubert. dos » mientras los del noreste se levantan contra
El ingeniero tomó el próximo avión desde Los el gobierno central y expulsan a todos sus solda­
Angeles y descubrió que el desperfecto se debía dos y cobradores de impuestos. A las tres los
a la estación de radio K.F.S.D., frente al local, que árabes del Sudán del Norte exterminan a los su­
chorreaba energía. Mickey fue absuelto de culpa daneses negros de clase media— cualquiera que
pero no se quedó mucho tiempo más en La Tri­ lleve un taparrabos— . A las cuatro, en la frontera
buna. Un cronista deportivo lo sorprendió en la de Kenya, invasores shifta cabalgando en camellos
cabina telefónica mirando la foto de una dama saquean y queman cacerios llevándose consigo
joven de sociedad. Reía profiriéndole obscenidades animales y a veces esclavos, mientras a las cinco,
a la dueña mientras con una mano sostenía el en la otra frontera, el ejército de Haile Selassie
audífono y con la otra se masturbaba. y las tropas de Somalia se atacan y defienden en

CeDInCI
Una de las cosas que más confundían a Johnny
era el orden de lógica o ilógica que empleaba el
invisible operador para seleccionar las imágenes
que relampagueaban en su pantalla interior. ¿ Por
una lucha silenciosa por una extensa región limí­
trofe de terreno árido.
Las seis y los masai están convencidos de que
Dios les donó todo el ganado del mundo en el
CeDInCI
qué habían saltado sus pensamientos justo ahora alba de la creación y que ellos están comprome­
desde Frank a Mickey Hefner ? Mickey habia tidos en recuperar su extraviado patrimonio, va­
sido catalogado como enfermo mental porque liéndose de correrías y saqueos contra los reba­
imprudentemente eligió una cabina de teléfono ños vecinos, que frecuentemente terminan en
para satisfacer sus fantasías sexuales, pero a nadie pavorosas heridas de lanza.
se le habría ocurrido encerrar a Mickey por su Zanzíbar a las siete, donde los negros oprimidos
frenético deseo de ir a la guerra. En un mundo arreglaron hace poco cuentas pendientes con sus
donde no sólo somos incitados, pero se nos ordena amos árabes que cultivan especies. A las ocho
convertir a las gentes en antorchas por medio Mozambique : las guerrillas autóctonas y los colo­
del napalm, a gelatinizarlas con T.N.T., a perfo­ nialistas portugueses acechan y se ponen embos­
rarlas con balas de rifles y ametralladoras, no se cadas. A las nueve Rodesia del Sur donde un
puede uno masturbar en una cabina telefónica. puñado de blanco niega el principio de « un hom­
¿ Qué habia pasado con el Jardín de Edén ? Segu­ bre un voto » a base de palos, escopetas y horcas.
ramente estaba situado en el Africa del Este, A la diez el Africa del Sur engañosamente inmóvil
donde el elefante, la jirafa, el hipopótamo, la bajo la adusta nube de apartheid y a las once,
zebra, la gacela, la impala y el jabalí toleran a cerrando el círculo, el frente de liberación ango­
sus vecinos carnívoros : el león, el leopardo y el lés que lucha contra sus todopoderosos jefes por­
cheth, pero todos viven aterrorizados por el co­ tugueses.
mún enemigo sanguinario, Tyrannosaurus Rex de Cuando se despierta súbitamente y uno se da
la edad moderna : el hombre. cuenta de que ha estado desde el momento de
Sentado en el vestíbulo del Gran Hotel en Kam- nacer confinado al ala de los violentos en un mani­
pala, a la orilla norte del Lago Victoria y mi­ comio cósmico, lo primero que hay que hacer es
rando hacia el Congo por el oeste, los Simbas, a aislarse tanto como sea posible de los otros enfer­
las doce en el reloj, asesinan a los intelecutales mos, todos los cuales son peligrosos. ¿ Sería ese
contrarevolucionarios— todos los que saben leer— el descubrimiento de Frank, el motivo detrás de
mientras los mercenarios de Mad Mike Hoare, su intento de escape ?
como cazadores de patos con botas de goma, ¿ Cuántos años de guerras y asesinatos y espec-
105
Daniel Moyano
Para que no entre la muerte

vez en varios años. Tam bién vinieron a llo rar los m ejor no entender nada para no envejecer de
El V iejo fijó un buen rato los ojos en el arroyo, m ientras rasqueteaba a su caballo.
hombres de los alrededores, y por un tiem po más golpe.
por lo menos h asta la prim era curva, donde apa­ Mi abuelo debió estudiar profundam ente el arroyo
en ese momento, porque después de m irarlo un o menos largo no volvieron a salir con mis tías El verano term inó, y con él las lluvias, y m is tías
rentem ente desaparecía ; después dio una chupada
siguiendo el canto de los sapos. A provecham os esos estaban im pacientes porque term ináram os por lo
a la pipa y se quedó com o pensando. rato dijo :
días de mucho silencio para reforzar nuestras menos una pieza y la techáram os. Sobre todo dos
_ ¿ Pasa algo ?— dije sin m irarlo, con los ojos cla­ — Nos quedarem os.
Lo que no recuerdo es si mi abuelo era joven antes redes. El abuelo decía que había que detener todo de ellas, que esperaban alum brar hacia la mitad
vados en el agua para tratar de ver lo que él
de llegar aquí, porque después supimos, durante el lo posible las riquezas que traían las crecientes, del invierno, pero el viejo vacilaba antes de decidir
había visto. « porque si no esta zona será siem pre muy pobre.
— Están pasando m uchas cosas en este m om ento— resto del tiempo, que él había envejecido después un cam bio de em plazam iento de la casa, que tenía
de descubrir los m isterios de la lluvia. Que era Las cosas pasan por este arroyo, llegan al rio y m uy pensado. Se paso varios días m irando no sólo
me llegó la voz— ; debe haber com enzado a llover
com o saber, según lo supim os siem pre, todas las siguen saltando y bam boleándose; luego el río el río sino tam bién las plantitas que crecían en
en las sierras grandes. La creciente llegará aquí
cosas de la vida y de la m uerte. Pienso que sus avanza hacia ríos más grandes, con más riqueza las riberas. Levantaba piedras, observaba los
en un par de horas. Vam os a buscar las redes.
cabellos se pusieron blancos en esos m inutos, por­ acumulada, y todo va a parar finalm ente a B uenos bichos que vivían debajo de ellas, cortaba y olía
H abíam os perdido m uchas crecientes por no cono­ que una vez, cuando le pedí que me exp licara el Aires, y después al mar, a Europa, y n osotros nos las hojas de las pocas plantas que sobrevivían en
cer bien las costum bres de la lluvia. M uchas veces, quedamos con las manos vacías ». el pedregal. Un día decidió que sacáram os todas
asunto de las crecientes, que él preveía con varias
a pleno sol, habían pasado crecientes herm osas horas de anticipación, me d ijo que si lo aprendía Aquel día la creciente había sido m uy rica. Además las piedras que ya habíam os puesto y que llegaban
llevándose lejos, hacia las ciudades ricas y pode envejecería en el acto. Pero las cosas se equili­ de ladrillos medio redondeados pero sanos había apenas a treinta centím etros de altura, porque
rosas, preciosos cargam entos de objetos que hubie­ braron, porque si envejeció en ese m om ento, ya traído adoquines, muchos tarros y piedras grandes había resuelto construir la casa más lejos del
ran sido útiles para nuestra casa. Porque nosotros no necesitó fuerzas para acarrear piedras desde lo de varios colores. La parte de red que me tocó arroyo, casi sobre el nacim iento de la lom a. Cierta­
a la casa la hicim os con el río. alto de las lom as (adem ás ya no había), ni troncos controlar sólo dejó escapar una lata de querosén mente el viejo se volvía más m isterioso a m edida
desde las llanuras distantes, porque con las cre­ de veinte litros, que abierta hubiera significado que avanzaba en el conocim iento del arroyo y de
A m edida que en el pueblo se construían hoteles las lluvias. Observaba cuidadosam ente el desplaza­

CeDInCI CeDInCI
cientes todo se lo traía el río y se lo dejaba en el una buena parte de techo. La vi bam bolear por
para los turistas, a nosotros nos obligaban a miento del sol entre las estaciones, y todo lo que
mismo terreno, gracias a la red que habíam os encima de las crestas sucias, casi en el aire, y
corrernos m ás hacia las afueras. Y a habíam os clavaba o p lantaba tenía relación con el giro del
construido con alam bres tam bién traídos por el perderse vaya a saber hacia dónde, pero logré
hecho com o cuatro o cinco casas utilizando los fuego. La única explicación que nos daba era :
arroyo. detener una gran piedra blanca, casi cuadrada,
troncos y las cañas que había en los suburbios, — Ustedes no entienden nada de estas cosas. Tene­
N uestra llegada, m ejor dicho de mis tías con sus que ahora form a el ángulo más vivo de nuestra
pero ahora, donde nos había tocado, no había mos que protegernos.
vestidos al viento llenos de colores y de pliegues, casa. Después separam os las piedras p or form as,
más nada. Las lom as estaban roídas por las cabras Finalm ente cavam os los cim ientos otra vez en un
fue una alegría para el barrio. V ivíam os todos luego p or c o lo r e s ; tam bién los adoquines, los
y el terreno pedregoso llegaba hasta la orilla lugar m uy incóm odo que nos obligaba a hacer un
am ontonados en la piecita y teníam os una radio ladrillos, que eran muchos, y la gran cantidad de
m ism a del arroyo. Cuando llegam os con los col­ rodeo para traer el agua y para salir a la calle
de pilas ante la que mis tías lloraban inclinadas tarros para el techo. Cuando pasó ia creciente,
chones al hom bro, algunas gallinas y nuestra natural que corría jun to al arroyo y llevaba al
cuando oían alguna canción de Libertad Lamarque. pese al fresco que hacía, mi abuelo y yo sudá­
colección de tías, los vecinos ya habían utilizado bamos. pueblo. Mis tías protestaron hasta m uy avanzado
Mis tías eran herm osas y los hom bres, a la tarde­
todo el m aterial posible de la zona. Nos ayudaron el invierno, y después callaron cuando el viejo
cita, rodeaban nuestra pieza esperando que saliera
a reconocer la parte de terreno que nos corres­ Mis tías salieron todas jun tas de la pieza y levan­ anticipó la nevada. H acía cuarenta años que no
alguna de ellas. Salían por las noches, perfum adas,
pondía— puras piedras— y nos alquilaron una pie- tándose los vestidos azules cruzaron el arroyo para nevaba en la zona. Desde entonces nunca más
y se iban con los hom bres a cam inar por las
cita al frente del terreno, del otro lado del arroyo, ver cuántas m aravillas nos había dejado la cre­ discutieron sus puntos de vista.
riberas siguiendo el canto de los sapos y, de tanto
hasta que pudiésem os construir la casa. E ra fácil ciente. Ellas m ism as se pusieron a ayudarnos a Antes de decidir el nuevo em plazam iento, desapa­
en tanto, según la luna, nacían herm osos bebés,
ver en los alrededores que donde faltaba un árbol, separar todo y, m ientras lo hacíam os, cantábam os reció por una semana. Se había ido al monte, que
que en poco tiem po se prendían de los bigotes del
ese árbol estaba clavado en form a de poste fo r­ sin saber que estábam os cantando. Todos estába­ estaba al otro lado del río grande. V olvió lleno
abuelo. Cuando les dolía la pancita, yo seguía el
mando la esquina de una casa. Las piedras más mos contentos porque había m aterial para prose­ de pelos, yuyos y bichos, medio quem ado por el
curso del arroyo y buscaba menta para las infu­
o menos cuadradas habían desaparecido también, guir la casa, que ya tenía casi treinta centím etros sol y con un gesto triunfante. T ra jo dos quirquin­
siones, y al volver oía que el vecino rasqueteador
y eran o pared o piso en las casas desparram adas de alto. Por lo menos ahora podríam os llegar al chos que le había sobrado de la cacería que hizo
de caballos le decía a mi abuelo que era muy
por el pedregal ese. Tam poco había lajas ni ado­ metro. Solam ente el viejo no estuvo m uy contento, para alim entarse esos días, y anunció, m uy con­
difícil alim entar tantos chicos. El viejo consultaba
quines ni piedra bola ; todo había sido aprove­ y no quiso contestarm e cuando le pregunté por tento, que ya sabía donde haríam os la casa.
al río antes de responder y luego de una corta
chado por los que llegaron prim ero. qué estaba así. Pero me respondió años después En esta casa no podrá entrar nunca la m uerte—
m editación decía : (años que para él no significaban nada, porque
— Oue nazcan. Ellos son la única alegría que pode­ dijo estirándose los bigotes.
Me acuerdo que m ientras mis tías sacaban sus estaba acostum brado a usarlos), me dijo m uchas
mos tener en la vida. Mis tías entonces hicieron girar sus dedos índices
vestidos azules y rojos de los baúles y los colga­ cosas que no pude entender, y que sin duda se sobre las sienes y le sacaron la lengua.
ban en los clavos de las paredes de la piecita, Y o mismo había nacido así y era una de sus ale­
relacionaban con esos días de silencio, de los En el verano siguiente, durante el tiem po que le
yo y el abuelo nos sentam os en medio del terreno grías. chicos cuyos rostros yo había olvidado com pleta­
El año de la Gran Creciente m urieron muchos dejaba libre el olfa tear las crecientes, m arcaba en
a pensar qué se podía hacer. mente, de las aguas revueltas por los m icrobios
bebés, porque dicen que el agua había sido re­ el suelo la som bra que proyectaba una estaca alta
y de otras cosas m ás que el abuelo m ism o temía. clavada frente al sol. La som bra era paulatina­
— Acá ya no queda nada, más vale que busquen vuelta por los m icrobios. Lloram os todos m uchas Lreo que fue entonces cuando me d ijo que era
otro lugar m ás lejos— nos dijo uno de los vecinos veces y mi abuelo se sacó e l som brero por prim era mente m ás larga y luego, a m edida que se iba el
106 107

verano, se acortaba. En todos los casos mi abuelo agua, en tarros, al hotel de los militares, al pie la pared más gruesa de la casa, donde el viejo no
de la montaña, que quedaba bastante lejos. Nos tías consiguieron trabajos buenos y se fueron de
marcaba bastante hondo en el suelo el alcance de había dejado ninguna puerta ni ventana. aquí con ellas. Hoy están en Buenos Aires, son seño­
la sombra, de modo que al final había un montón llevaba casi todo el día ir y volver, pero los hijos Al otro día el arroyo, que había cambiado de curso,
de mis tías se salvaron de los tremendos dolores ras elegantes y tienen hermosos perros que sacan
de rayas profundas que sin duda tenían una rela­ estaba en el lado opuesto al que había tenido siem­ a pasear por las plazas ¡Iluminadas. Muchos de los
ción directa con la orientación de la casa, o quizás de estómago y de la suerte de varios niños que pre, y ahora sí todo era natural; pasaba al frente
las aguas contaminadas silenciaron río abajo ese chicos que tomaban las infusiones que yo hacía
con su muerte, vaya uno a saberlo. Se lo pregunté mismo de la casa, y los yuyos para los hijos de mis con yuyos, se han ido también y trabajan en gran­
y él admitió ambas cosas casi sonriendo y me dijo año. tías quedaban al alcance de la mano. El arroyo
Un día, con una lluviecita muy pobre, sin creciente, des fábricas, amplias y hermosas, a las que entran
que no me convenía ahondar más en el asunto. pasaba ahora por los lugares que mi abuelo había y salen como si fueran los propios dueños.
« Eso déjalo para mí, que ya estoy viejo. » llegaron por el arroyo cerca de trecientos tarros marcado pacientemente siguiendo el curso del sol
vacíos de durazno. Venían del hotel ese, donde El viejo me dijo varias veces que cuando él se fuera
El abuelo tenía razón. Cuando terminó la casa con la sombra de las estacas. Nuestra casa se había se prolongaría en mí, que seguiría viendo por mis
empezó a morirse. Pero fue una muerte larga, que unos cincos mil coroneles pasaban quince días salvado, pero el río se llevó varias, con todo lo
de vacaciones. Eran todos del mismo tamaño y ojos, tal como sucede cuando advierto el cambio
duró varios años. Creo que comenzó a morir aquel que había adentro, entre ellas la del hombre que de color en el agua. Por eso he resuelto quedarme
día que volvió del monte, lleno de bichos. Esa de idéntico color, lo cual favorecía la construcción. rasqueteaba los caballos y que, según dicen, le
El viejo decidió entonces, muy a su pesar, ter­ aquí para esperar el fin. Algunas veces siento
noche se le descolgó una arañita del ala del som­ había dado en otros tiempos muchas serenatas a deseos de irme de este pueblo, pero advierto que,
brero, y una de mis tías, asustada, se la quiso sacar. minar la cocina. Abrimos una gran cantidad de una de mis tías, que lloraba mucho.
tarros para terminar las paredes y luego y con pese al deseo, el río no ha dado los medios para
— No la toquen ; dejen esa araña donde está— le Nosotros lloramos ese día todo lo que había que hacerlo.
oí gritar por primera vez. los mismos tarros hicimos el techo de dos aguas. llorar por los que se había llevado el agua. Vinie­
Como sobraron muchos, cortamos algunos por la Los otros días se me descolgó una arañita del som­
La araña, comprendiendo, subió otra vez por el ron fotógrafos de ciudades distantes y un avión brero que heredé del abuelo. La tomé por el hilo
hilo y se escondió otra vez en la cabeza, debajo del mitad, sin abrirlos pero desfondados, para hacer estuvo dando vueltas por el lugar.
las canaletas de desagüe. Mis tías quedaron mara­ y la tiré al río. Después estuve mirando un rato
sombrero. Ahora hace mucho que no llueve, y harían falta cómo el agua se la llevaba, probablemente hacia
Habíamos terminado las dos piezas de mis tías, villadas de los detalles. La cocina parecía una algunas crecientes para mejorar ciertos detalles de
CeDInCI
una hecha enteramente de adoquines y otra de
canto rodado. A los pocos días de mudarnos, los
hombres de mis tías tenían que cruzar el arroyo,
casita dibujada, con su chimenea de latas tan
azules como el humo.
Generalmente los hoteles arrojaban ta Basura al
arroyo. Un día vimos pasar alrededor de dos mil
CeDInCI
la casa. A veces miro el río y noto cambios de color
o de sonido, pero evito mirarlo mucho, porque no
quiero envejecer. Algunos de los hombres de mis
las ciudades ricas y llenas de luces.

La Rioja. 1971
de noche, haciendo equilibrio sobre las piedras
para poder darles las serenatas de costumbre. patas de gallina. Mi abuelo dedujo que se trataba
Conocíamos perfectamente sus voces y sus desafi­ de la colonia militar, que era el hotel más grande
naciones. Ese es Evaristo, ese Pablito, ese Pepito, de la zona, explicando que si eran dos mil patas
decía mi abuelo en la sombra del cuarto, mientras se trataba de mil pollos, de los cuales podían
se dormía con el sombrero sobre la cara para comer bien alrededor de dos mil coroneles. Yo los
evitar la luz de la luna que entraba por la ventana. conocí. Eran muy buenos conmigo y me daban
A mí me quedaba más lejos el camino del arroyo propinas cuando trabajaba de parapalos en la
para ir a buscar los yuyos contra el dolor de panza cancha de bowling del hotel.
de los chicos, pero después sacrificamos algunos Hacía unos días que habíamos terminado la co­
tarros destinados al techo de la cocina y en vez cina cuando al viejo se le aflojó el primer diente.
de abrirlos trasplantamos en ellos las variedades Se estuvo hurgando un rato con los dedos y pro­
principales para tenerlas de noche al alcance de testando, hasta que se lo sacó y lo arrojó por la
la mano. Dormíamos en la pieza de las tías solte­ ventana. Fueron inútiles todos los yuyos que tomó
ras, para evitarle al viejo el llanto nocturno de (traídos a veces desde la cima de la montaña,
los chicos, que le impedía oir el ruido del agua donde el viento y las plantas son más limpios),
del arroyo, tan importante para él. Nos faltaba porque cada tres o cuatro días se le aflojaba otro
la cocina, que tenía ya la mitad de su altura, más, que él arrojaba afuera maldiciendo la vida,
hechas con ladrillos redondeados por las aguas. y yo cada día entendía menos lo que decía, hasta
Ese año hubo varias crecientes, pero no trajo que se quedó sin uno solo y no pudimos enten­
ladrillos, solamente piedras y adoquines, y el viejo derle nada por un tiempo.
quería terminarla con el mismo material con que Las demás partes del cuerpo se le fueron yendo
había empezado. Además, no se podía poner en poco a poco, y cuando se habían ido del todo vino
la parte alta de las paredes y material más pesado la Creciente Terrible que casi se lleva el hotel de
que los ladrillos carcomidos por el arroyo. La los coroneles. Estuvimos toda la noche tapándonos
última creciente grande vino llena de víboras, y los oídos y tocándonos el corazón con las manos
nadie se animó a meter un solo dedo en el agua. para que no se nos saltara de miedo, oyendo las
Durante varios días tuvimos que ir a buscar el piedras inmensas que la creciente arrojaba contra
109
Rubén Bareiro Saguier
Caléndula
A Doña Paludesia, clandestinam ente.

—Caléndula...—dijo, abriendo grande los ojos bo­ y trayendo la tina de agua hirviendo tritu ró un bles, todavía sobre la curación. (H a sta aquí lo relativo al descubrim iento de las
vinos, redonda la sonrisa. m anojo de caléndulas, que seguram ente tenía ya (Es un producto de origen vegetal, de reciente y propiedades de estos vegetales. Dije al principio
« ¿ Qué dice ésta ? No puede ser. » p rep arad as en la cocina ; las tiró en la palangana, m oderna concepción que resuelve uno de los más que m ediaba m ás de un m otivo p a ra que fuera
_ C aléndula—repitió ella en voz b aja, confidencial, me sacó la venda, lim pió com o pudo de ungüentos im portantes problem as de la higiene íntim a, y conveniente conocer la relación prein serta, y es
tom ando la servilleta de papel color am arillo m os­ el pie m onstruoso y... que la cosm etología avanzada no podía ya des­ llegada la ocasión de e m itir razones en que se
taza y acercándola al ram illete del florero. La m uchacha co n tra jo instintivam ente el pie. cuidar. N u estra línea de p roductos se enriquece apoya este juicio. Ante todo, debe n o tarse que tal
« Ah, entiendo. ¡ Diablos que está buena !... » « Esto se está poniendo más largo que rosario de con calya's in tím ate spray, elegante atom izador, descubrim iento ha causado en el m undo ilustrado
(De las caléndulas : Género de p lantas com unes en novena. La renguita sabe bien que... » concebido y realizado en nu estro s laboratorios, una general sensación de so rp resa y placer ; sen­
las tie rras calientes, hasta 1 500 m etros de altura. (D am iana : nom bre botánico : T u rn era d iffu sa ; con perfum e m uy personal. D esodorisa y refresca sación ju sta , tan to p o r su valor p rá ctic o cuanto
En algunas regiones la planta tu rn erá ce a (Tur- var. aphrodis. Wild. Fam ilia de las turneráceas. delicadam ente la pa rte ex terio r de la vagina, por las circunstancias que le acom pañaron y sobre
nera Ulm ifolia), que en o tro s sitios se llam a da- Es un a rb u sto de 30 c entím etros a m etro y medio suprim iendo toda irritación. todo que le siguieron a virtud de la pru d en te des­
m iana, m aríalópez, san ju án en la costa, m arg a rita de a ltu ra, ram oso, con hojas rugosas y a ro m áti­ Su em pleo habitual da resultados inesperados. confianza...)
de los cam pos en la sabana, o re ja de coyote en la cas, ase rra d a s y vellosas ; flores con pétalos am ari­ calya’s intím ate spray ofrece a las m ujeres una La m uchacha iba y venía por la habitación, can tu ­
sierra, clavel de oro y am a ran to en la hoya.) . llos o an aran jad o s. sensación de bien estar y de seguridad que p ro ­ rreando.
—¿ Sabes ?, cuando yo era pequeñita, una vez mis Se utilizan las flores, las cuales son m uy estim a­ viene de la certid u m b re de e sta r siem pre p ro te ­ —C aléndula—dijo acercándose al florero.
p ad res me llevaron a la selva. M entiría si te dijera das adm itiéndose que tienen acción favorable en gidas h a sta en la pa rte m ás intim a de su cuerpo, De repente él se dio cuenta que cam inaba norm al­
que me acuerdo m ucho del viaje y de lo que hici­ los casos que dependen de la atonía nerviosa. En al tiem po que envuelve al p a rte n aire delicado en m ente. Se había calzado un zapato y al b a ja r la
mos. Lo que sí, a la vuelta, tenía un pie, éste, uso externo, todo el m undo conoce las propieda­ un halo irresistib le de seducción.) vista sobre el pie derecho de la m uchacha, vio que
enorm em ente h in ch a d o ...; algún m osquito, algún des em olientes de la dam iana o caléndula, cuya M ientras se vestían la m uchacha c an tab a bajito ; tenía el m ism o color que la servilleta de papel.
bicho maligno... decocción se usa en m ultitud de casos, ya en lava­ se paseaba p o r el cuarto, m ira b a los ob jeto s con El hom bre su puso el saco, m etió la m ano en el
« Tigres, m onos, víboras, « la reina de la selva ». torios, en fom entos, en catap lasm as para desin­ sus ojos redondos, com o si estuviera descubrién­ bolsillo y palpó la consistencia suave de la flor.

de lo que m e pasó... » CeDInCI


E spero que la cosa andará. N i m e quiero acordar

(Del a rb u sto cuyo corazón huele a je n jib re y es


caliente : Es un a rb u sto que alcanza y puede
flam ar una p a rte del cuerpo ; su acción es inm e­
diata.
Se ha recom endado to m a r la infusión de las flores
en tisana, en casos de debilidad e im potencia y
dolos o inventándolos.

tenía que ser así, qué diablos... » CeDInCI


«Parece que está contenta, tanto m e jo r ; bueno,
R ubén B areiro Saguier.

d oblar el tam año de un hom bre, con h o jas pare­ c o n tra la irrita b ilid ad de 'la vejiga.)
cidas a las del capom el, pero m ás pequeñas, a r ru ­ —...decían por ahí que la negra conocía cosas de
gadas y arom adas ; echa, pues, este a rb u sto hojas b ru jería, oraciones m ilagrosas y m aldiciones capa­
irregulares y com o con pelos, dos veces m ás an­ ces de..., no sé, en todo caso, era buena cocinera,
chas que las del sauce, y flores am arillas. El cora­ y me quería...
zón del tronco huele a jen jib re y parece ser de La m uchacha tra tó de esquivarse.
naturaleza caliente. Nace ju n to a las costas del —¿ Oué crees ?, ¿ que soy una p utita, una putita
m ar austral. No supe su nom bre pero sí sus pro­ cualquiera... ?
piedades estim ulantes, que son célebres, pues los « / Carajo !, ahora se me hace la nena.»
n aturales de la región son reputados por tener (Adem ás, el cocim iento de las flores c u ra la sarna
m ucha descendencia. El efecto tónico parece ser y las hinchazones de las piernas, m itiga las infla­
tan eficaz que basta, según se dice, que las perso­ m aciones y q u ita las llagas de las m ism as ; pre­
nas necesitadas las usen en los bolsillos.) viene los dolores de dientes lavándolos con ellas
H ablaba quedo, com o contándose la h isto ria a sí disueltas en vinagre ; aleja los tem ores vanos y
m ism a.—...entonces..., ni m édicos, ni pom adas, ni sin fundam ento, y en dosis de seis óbolos y con
pastillas... ; com o un sapo mi pie, com o el sapo hidrom iel, aprovecha a los que sufren de exinani­
que quería ser buey, ¿ conoces la fábula ? ; es ción en el concúbito.)
bonita, eh... La negra m e quería m ucho ; en rea­ El tono de la p ro testa carecía de convicción ; ape­
lidad, e ra m ás bien m ulata... La negra m iraba nas si parecía un reproche, o que estuviera pi­
hacer, callada, con desconfianza, con desprecio diendo disculpas. Siguió contando, com o si nada.
hacia las m anipulaciones del m édico o del enfer­ —...fue mágico, te aseguro, no sentí m ás nada,
m ero, no sé ; su silencio parecía un reproche... La como si me hubieran lavado el dolor con una
negra m iraba crecer el bulto de mi pie. Me quería, esponja suavecita...
verdaderam ente, tenía chochera conmigo. Se ca­ « Bueno, ahora parece que estam os llegando. »
llaba y m irab a crecer mi pie, volverse escarlata, La m uchacha opuso m enos resistencia a las m anos
m orado, oscúrecerse mi pie, volverse bosta... De invasoras, al calor que la asediaba, con p r i s a ;
golpe dijo : « Basta niña Dami, m e toca a mi... », apenas si m u rm u ró algunas p alab ras inentendi-
111
Plinio Apuleyo Mendoza
El día que enterramos las armas

_ Por grande que sea, no hay tiro en el Arauca mos p or espacio de una hora. Prim ero lim piam os’ el
Cuatro años peleando, sí se ñ o r; cuatro años banderas y el himno nacional, y la gente, nuestra que no se escuche en San M artín. Para encontrar­ terreno con un m a ch e te ; luego nos pusimos a
echándonos candela con los patones. Si no fuera gente, cam biando sus arm as por bultos de sal y nos será pequeño. cavar com o sepultureros, hundiendo las palas con
por los muertos, y por la m uerte, que de tiempo en panela ; a veces por menos : por un discurso y Me acuerdo que hubo un silencio, y que mientras el apoyo de las botas porque la tierra parecía
tiempo pasaba rozándonos el ala del som brero, un ram ito de flores que les entregaban las niñas ese silencio duró, escucham os en alguna parte, endurecida por el verano, hasta cuando el hoyo
diría que tuvim os la gran fiesta. Acostúm brense a de la escuela. Así que nosotros decidim os acabar cerca del río, un clam or de guacharacas. tuvo una profundidad de m etro y medio. Entonces
la idea, decía a mis chusm eros : se van a morir, la fiesta de otra m anera. Decidimos enterrar las — Nos vam os— les anuncié para term inar de una colocam os dentro la caneca, que había sido curada
están m uertos, cosa de no extrañarse cuando los arm as y dispersarnos para siempre. vez aquel coloquio— . A la guerrillera, sin despe­ con pendare. Vertim os en ella la cal y en seguida
tiemplen de un balazo. Al principio éram os pocos Me acuerdo que madrugam os a recoger chinchorros didas. depositam os las arm as. Finalm ente cerram os la
y andábam os descalzos, mal arm ados con revól­ y a guardar trastos. Antes de ensillar las bestias, Se fueron desgranando del círculo para echarse al caneca con cuidado y la cubrim os con cuarenta
veres y escopetas, escurriéndonos por caminos de di orden de tum bar las horquetas de los fogones hombro las capoteras, de m ala gana y despacio, centím etros de tierra bien apisonada.
duendes, lejos de los trapiches y pasos reales y echar tierra sobre las cenizas para que no que­ como si les doliera. Y así term inó todo. Cuando term inam os, más de dos palm os de sol
donde estaba la tropa. Guindábam os los chincho­ daran ni rastros del cam pam ento. Cuando llegó el Puntería me ayudó a llevar las armas a la orilla del habían salido fuera de la sabana. Recuerdo que
rros en los varales de los ranchos abandonados y mom ento de dispersarnos, llamé a mis hombres. río. Puntería era un chusm ero de los buenos : Manolo, secándose el sudor del pecho con su pro­
para no ser delatados por ningún ruido teníam os Les veía callados, cerreros. Llevábam os tanto pequeño y taim ado com o un gato y también con pia cam isa que había guindado de la ram a de un
que descabezar gallos y ahorcar los perros del tiem po en el mismo paseo... M uchos habían llegado algo de gato en los ojo s am arillos, que apenas se árbol, me dijo : « Coronel, es el momento de rezar
monte. Después se animó el baile. El gobierno al llano desde el principio, cuatro años antes, sin le veían bajo el som brero de fieltro. E ra el último, un Padrenuestro por esta revolución que se le
envió más tropa, la tropa llegó quemando ranchos más idea que salvar el pellejo, con ham bre, miedo, y el único que quedaba vivo, de cuatro hermanos acaba de m orir.» M anolo siem pre andaba con
y a la vuelta de un año largo no éram os docenas llenos de piojos. Para vivir habían tenido que que bajaron de la cordillera al llano cuando la poli­ burlas. E ra un niño bien, un h ijo de familia, que
sino miles. Todo el llano, de Arauca a San Martín, ponerse inteligentes, señor : el que no, se moría. cía llegó al norte de B oyacá arrasando pueblos resultó sumándose a la guerrilla por travesura
estaba hirviendo de chusm eros. No daban a basto Habían aprendido a m overse en manada por toda liberales. cuando ocupamos el hato de la vieja V ictoria

CeDInCI CeDInCI
los patones, ni aviones ni bombas les valían. la llanura. Habían aprendido a estar un día aquí — La verdad es que nadie quiere regresar a los Amaya, su tía. Se había peleado con la novia,
¡ Qué años ! Todavía me acuerdo de aquellas m adru­ y otro allá, a escurrirse por el monte igual que los hatos y a los pueblos para tascar otra vez el freno creo. Escribía versos... La guerrilla fue para él una
gadas de la guerrilla, del café cerrero y la brisa indios y arm ar tram pas para cazar a los patones — me decía— Se dispersan pero no saben adonde. gran juerga. Y por seguir la juerga, se fue con­
soplando en los pajonales cuando se apagaban las com o venados. Y ahora les salía yo con el cuento Ahora que la guerra había term inado, a Puntería migo a Venezuela.
últim as estrellas. Me acuerdo de las fogatas, las triste, se acabó la fiesta, dejen las armas y vuél­ lo atraía la manigua, quería irse al Vichada. Tam ­ Navegam os todo el día. Me parece estar viendo
conversaciones en la noche de chinchorro a chin­ vase cada cual por su lado sin más com pañía que poco yo sabía exactam ente donde iría a colgar mi todavía los barrancos de la ribera y el resplandor
chorro. Cuando más duro era el acoso, más her­ su cab allo y una muda de ropa. Razón tenían de chinchorro. del sol en el agua del río. E ra tiempo de verano.
manos, más cam aritas nos sentíam os. No sé por andar retrecheros. Para que no perdieran tan — Quizás me vaya a Venezuela— le dije— Venezuela Los pastos de la sabana estaban am arillos. A veces
qué empezam os a llam arnos así, cam aritas. pronto la costum bre, resolví darles de adiós mis está ahí mismo, a la otra orilla del río. cruzábam os falcas que rem ontaban el Meta con su
Adiós cam arita, qué hubo camarita... con eso nos últim as órdenes. El bote estaba listo, con su m otor fuera de borda acostum brada carga de sal y tam bores de gasolina.
decíam os todo. ¡ Qué época ! Pensar que tuvim os — Quítense de encima toda prenda m ilitar— les instalado y la proa encallada en el playón. Manolo Los marineros nos saludaban al pasar. Acabé dur­
la revolución a tiro de soga. Pensar que nos la dije— Nada de cascos, chacos o pañuelitos rojos Sandoval nos estaba aguardando con una caneca, miéndome, am odorrado por el ruido del motor.
cam biaron por un cuartelazo, pobre chusma. al cuello. Nada de disfraces. tres palas y un talego de cal. T odo estaba dispuesto Tuve un sueño raro, recuerdo. Soñé que a mis hom­
Me acuerdo, com o si fuera ayer, del día que ente­ Poca gracia les hizo que ordenara a Puntería, mi para el entierro. Cuando trajim os el resto de las bres los había capturado el Ejército, que iban en
rram os las armas. La víspera, en vez de bombas, segundo, recoger las armas. Se m iraban inquietos. armas, contam os diez fusiles, un F.A. y una am e­ una falca con los brazos atados a la espalda y que
los aviones m ilitares habían largado sobre el cam ­ Alguien, hablando por todos, se atrevió a pregun­ tralladora Thompson, que colocam os en el fondo al pasar cerca del bote se quejaban diciéndome :
pam ento paquetes de diarios y un diluvio de hojas tarme qué pensaba hacer con los fierros. Ahí mismo del bote, envueltos en tela encerada. « Coronel, nos dan pocilios de tinto, luego nos rom­
volantes. Los periódicos hablaban del fin de la sentí que habían tenido atorada la pregunta, se Río abajo encontram os un lu gar que nos pareció pen los huesos. »
dictadura, de la paz, de la am nistía, de la entrega les salía por los ojos. bueno. Podría reconocerlo todavía por el enorm e Cuando desperté, las riberas se habían alejado. El
pacífica de las guerrillas en todo el llano. Y no — Enterrarlas— les dije. higuerón que se levanta en un prom ontorio, sobre sol, del lado de Colom bia, estaba r o j o ; parecía
era mentira, allí estaban las fotos de Guadalupe, — ¿ Dónde ?— me preguntaron. la hojarasca de la ribera. Erente al higuerón en un incendio. Del lado de Venezuela había unos
de Aluma, los Galindo y el negro Miguel Suárez — En sitio seguro. Digamos que es secreto militar. la orilla opuesta, hay un barranco am arillo. Exa­ inm ensos peñascos encendidos com o brasas. La
al frente de sus colum nas de chusm eros bien for­ — Será la guaca de la chusm a— d ijo Puntería sin miné con cuidado los rastrojos. Luego, para llegar corriente se estrellaba contra ellos levantando
madas, entregándole sus arm as al Ejército. Paz. dejar de recoger los fusiles para colocarlos sobre al pie del árbol, tuvim os que abrir trocha. Puntería, olas. Soplaba un viento m uy fuerte. Por el olor
Amnistía. Dos palabritas y todos se habían ido de un trozo de tela encerada. Pero nadie se rió. Se­ poniéndose en cuclillas, tom ó un terrón y lo ob­ com prendí que habíam os llegado al Orinoco. Me
jeta. ¡ Y nosotros qué podíam os hacer ! Eram os el guían mirándose, cada uno atisbando sus propias servó. Nos dijo que era tierra seca y a buen n iv e l; le confirm ó Puntería a gritos, sentado junto a la
com ando guerrillero que más cerca operaba de la dudas en la cara del otro. no había peligro de inundaciones. Manolo se había caña del motor. Manolo, despabilándose, señaló
frontera, el más remoto, el últim o. Por un mo­ — Así es, la guaca de la chusm a— les dije— Y no quedado escuchando el grito de los guacam ayos en una bandada de loros que volaba hacia la orilla
mento creim os posible continuar la lucha. Pero pasará mucho tiempo antes de que los fierros el monte. « Es un lugar de brujos », dijo. colom biana.
que va, nos habrían aplastado. Lo vim os claro vuelvan a sus manos. Lo de ahora no es sino un Cavam os a cinco pasos del higuerón para que el — Despídase de sus paisanos— me dijo.
cuando llegaron los estafetas contando que en los respiro. hoyo no estuviera al alcance de sus raíces. T rabaja­ Al fin divisam os las luces de las plantas eléctricas
pueblos había ambiente de fiesta, por todos lados — Pero el llano es grande, Coronel— me dijo alguno.
112 gélida Piñón
Oriente Próxim o
(Texto en portugués)

de Puerto Paez, en la orilla venezolana, brillando llo, hasta busqué diamantes en Guayana. Os quatro turquinhos chegaram. Nao apreciavam devíamos respeitar, antes de julgá-los engranados.
entre rocas y techos de zinc. Era el pueblo más A veces, detrás de un mostrador, en una bomba cebóla. Como que adivinhando, nada lhes ofertei. De modo que, as suas palavras, meus amigos levan-
grande que había visto desde que había empezado de gasolina o manejando un camión, encuentro a Talvez por esta razáo me olhassem com serventía. taram-se e abragaram-se efusivos. Nunca eu os vira
la guerra. Pensé que por primera vez en mucho un chusmero de los antiguos, de los míos. Nos 4 gratidáo dos turquinhos representava um pedago táo próximos do jardim de Getsemani, o que me
tiempo podría tomar un baño caliente, comer tres bebemos una cerveza conversando de la revolución de térra arada. Eles sempre amaram o solo. Disse- obrigou a pensar : sou urna mulher orgulhosa.
veces al día. ¡ Caramba, y 'befberme un vaso de agua y brindamos por la otra, por la que ha de venir.
r a m urna vez e eu aceitei : Dedicamo-nos ao triunfo, naquela noite. Os homens
helada ! Cosas así se le ocurren a uno cuando Pero ¡ que va ! Ahora que hay tanto muchacho _ De onde viemos além das cabras as grandes oli- olhando as mulheres como se lhes tributassem a
llega del monte después de tanto tiempo. hablando de Fidel y del Che y con ganas de me­ veiras. graga de amá-las porque Deus as fizera diferentes
Atracamos en un banco de arena, a cien metros terse al monte, comprendo que es tarde para no­ Imaginei-os sob as árvores crescidas, buscando déles, e náo as amariam menos se Deus as tivesse
de las primeras casas. sotros. Nada que hacer, el tren nos dejó. Está sombra, embora a pele queimada. Jamais os co- feito em tudo á sua semelhanga de homem. Náo se
Puntería no quiso quedarse con nosotros en Vene­ pitando lejos. Vea, el pelo se me ha puesto gris, nheci separados. Aínda que desconhecesse os mo­ reparou no sexo alheio, isengáo que se devia úni­
zuela. Nos dejó en el playón y se fue navegando la barriga me abulta. El mes pasado tuve que com­ tivos de sangue ou língua que os haviam unido. camente á presenta dos turquinhos. Em geral éra­
hacia la otra orilla. Todavía veo su camisa blanca prar lentes para leer el periódico. Y aquí estoy, Também pensei bobagem saber, o que me adianta. mos previdentes.
y su sombrero de fieltro alejándose en la oscuridad en este pueblo, vendiendo licores como cualquier 0 portugués falavam bem. Especialmente o fran­ Meses depois disseram-me que tinham casa a que
del río. Nunca llegó al Vichada, creo. Lo mataron bodeguero. Por las noches, cuando hace mucho cés. E nao por terem vivido em escravidáo que o eu seria convidada brevemente. Enfrentei a situa-
en una cantina de Villavicencio. De un tiro. Como calor y es difícil dormir en el cuarto, saco un aprenderam. Mais por afinidade o olhar déles dizia. gáo cuidando para náo errar. A éles eu devia cau­
a Guadalupe y al Negro Suárez. A todos fue taburete a la calle. Pienso muchas cosas. Ca­ Compravam revistas e liam. Só no final reveren- telas. Suspeita que os lisonjeava, aliás. Compun­
cobrándoles el Ejército su cuenta, uno por uno. ramba, me pregunto a veces, ¿ qué pasó con usted ciavam-me : gida, afirmei-lhes, em estado de luto :
Es tan fácil quebrar una ramita suelta... Los que Emilio Santos ? ¿ A qué horas se le fueron los años —A cada dia conhecemos o mundo melhor. —Quando chegar a primavera, irei visitá-los. Os
se dieron cuenta del engaño y se volvieron al en tropel ? Nem a estas palavras eu assinalava no rosto o des­ quatro me beijaram e eu consentí. Beijo delicado,
monte, tuvieron que quedarse para siempre con De la guerra sólo me queda vivo, bien vivo, el tino de queré-los. Temía que considerassem frívola pele lisa éles tinham, imaginei o resto do corpo
el rótulo de bandoleros. Y con ese rótulo de epi­ recuerdo del día que enterramos las armas. Y lo

CeDInCI CeDInCI
urna reagáo e cuidava em náo ferí-los. Eles os ami­ dominándo me. Preparei-me para a visita, logo que
tafio, se murieron también. Pero esa es otra his­ peor es que las armas están ahí, aguardándonos. gos mais queridos. Os primeiros turquinhos em insinuassem o convite, particular e raro. Aquela
toria. Al pie del higuerón. Quisiera encontrar a los mu­ minha vida. No inicio a amizade foi difícil. Um raga eu compreendia. Confiava ñas suas dificulda-
Yo me quedé en Venezuela. Manolo, que no era chachos que han sido picados hoy por el mismo amigo conquista-se sempre com luta. Quatro tur­ des, atraentes como as imagens deformadas pelo
hombre de exilios, volvió a su casa. Cogió el paso avispón que me picó a mí. Quisiera llevarlos allá quinhos especialmente. Eu disse para que outros véu. E o qué faria com quatro turquinhos simples,
a la muerte de su padre. Hoy es un ganadero rico, lejos, al río Meta, donde hace tantos años dejamos testemunhassem : cheirando a leite, mas sem o vicio da cabra, apre­
gordo, con un hijo estudiando en la Naval : ni enterrada la guaca. Diez fusiles, un F.A., una ame­ —Amizade assim eu náo preciso. Amigo deve surgir ciando o azeite, mas sem a pele da azeitona.
sombra del chusmero que fue. Y a mí, bueno... tralladora Thompson sirven de mucho para empe­ igual planta, a gente sabe que foi difícil crescer, Um dia encontrei-os no jardim público. Comemo-
a mí se me fueron los años sin saber a qué horas. zar. Quisiera decirles : « ahí tienen, síganla, mu­ mas a gente náo viu. Só colhe e aprecia, leva para ravam a data nacional da sua aldeia comendo
Hice de todo, trabajé en Caracas, en Puerto Cabe­ chachos, síganla, que ahora la fiesta es de ustedes ». casa se quiser, pondo no vaso. sanduiches como se estivessem no campo. Levan-
Mas, eles insistiram. Jamais lhes perguntei : por tei-me para brindar semelhante festa, mas com um
que, meus amigos. Talvez respondessem desde simples gesto o mais velho assegurou-me com urna
quando somos seu amigos, turquinhos se agregam tristeza que ameagava nossa amizade :
de forma diferente, náo é como pensa, o que vocé — Ainda náo, só quando formos urna térra livre.
interpreta como amizade é espinho da vida. A Em casa procurei localizar no mapa aquela estra-
primeira manifestagáo veio sob forma de urna nha nostalgia. Em algum ponto daquele roteiro
cesta, com queijos e figos frescos. Em tamanha infindável eu precisava encontrar a térra dos tur­
abundancia que penei no sacrificio de consumir quinhos, a referéncia indispensável. De que outro
aquela ragáo. Metade coloquei na geladeira. E vi- modo participaría da tristeza que comemoravam
vendo sózinha a solugao seria convidá-los e outros comendo sanduiches no parque, os quatro sempre
amigos. Para minha surprésa, vestiam roupas de unidos, senáo dizendo-lhes de surprésa, um dia irei
cerimónia. Temí Ofendé-los com minha simplici- visitar sua térra, também lutarei por sua liber-
dade. Afinal eu os convidara para queijos e figos dade, ou náo basta a minha vida ? Mas náo dis­
frescos e a modéstia da minha casa. Apresentei-os pondo de informagóes, pensei, náo tem importan­
aos que já se alimentavam e um dos turquinhos cia, seus inimigos háo de perecer.
disse como se falasse por todos : Após aquéle encontró, náo os vi por muito tempo.
—Nossa alegría compara-se á frescura dos figos e Temi urna ofensa inadvertida, éste meu jeito de
a retidáo dos queijos brancos. abragar com fórga quando devia esticar a máo e
Por sorte eu prevenira aos amigos sobre o estranho cumprimentar. Ainda busquei os caminhos que
comportamento que adotariam sem aviso. Vinham normalmente transitavam, sem ter a quem apelar.
de térras longínquas, de hábitos peculiares, que Nunca tivemos amigos comuns. Os participantes
114 115

do banquete dos queijos e figos, éles excluiram nos alim ento estrangeiro, ou talvez exigisse muito
mais, náo me bastara a abundáncia. Tam bém eu confiavam ñas relazóes. Passeam os pela praia, razas do mundo imaginei a qual délas precisa­
dias subsequentes. E de form a táo delicada que
aprendía a circular em labirintos, com o éles gos- arriscamos urgentes a vida e nos queríam os. Na- mente referia-se. Como que adivinhando, éle expli-
nao pude repreendé-Ios, ou apreciá-los menos. O
tavavam e eram felizes. A única escuridáo da vida quela noite sem rem orsos eu podía dizer : náo é cou :
mais jovem com a minha m áo na sua dissera :
a térra subjugada. Fui sem querer fechando o s seguranza que eu buscava ? — Agora que já sabe, aquí está a carta que a
— Bendita a mao que seleciona am igos e divide
olhos, incapaz de dizer-lhes que devia deixar a Por algum tempo esqueci de vé-los. M as como a senhora esperava.
vocé. laranja nos unirá, náo tínham os pressa de renovar Em bora o espetáculo fluísse livre, ainda quis
Eles me exigiam exclusiva, com preendi, como era casa. Minha partida causando alegría e tristeza
alternadas, enfim como analisar o sentimento* dos a estima. Sem anas depois, com ecei a temer, e náo rebelar-m e rejeitando a m ensagem, afastando a
de hábito em sua térra. Mesmo náo sendo mulher
meus turquinhos ? ousava vé-los em casa, a hospitalidade daquela certeza da visita do homem. Obrigada entáo, res-
déles, devia comportar-me com o se o fósse. Mas
Sem consultar ninguém, agia com o os outros agí- visita náo podía ser explorada continuam ente. O pondi-lhe. Ele falou :
náo tendo aparecido, imaginei-os desem barcados na
riam se Ihes coubesse a tarefa que aquéle propos mercado pareceu-me o lugar para o nosso encon­ — Acaso preciso fica r para que a leíam os juntos ?
patria, com batendo os inimigos ñas montanhas,
a realizar, um déles levantou-se e disse : tró. Pus o vestido de laise, branco e im pecável, e Náo sabia se apreciava a rudeza do que dizia, ou
talvez m orrendo pela liberdade exaltada naquele
— Certas flores sofrem a noite m ais do que as nem veráo era ainda. Eu confiava nos cábelos a estranha dozura que súbitam ente invadiu seu
dia em que os encontrei supostam ente apaixonados,
negros, nos olhos escuros daquela gente. Que me rosto, os avisos do mundo estam pados na sua
em bora a m elancolia que se notava após prolon­ outras.
Puseram-me na cama do quarto maior. Em torno julgaria, de mais ninguém eu precisava. Sur- pele que eu adivinhei igual á dos meus amigos.
gada apura^áo. E quando com ecei a 1er jornais
zelaram meu sono, os quatro turquinhos, o que preendi-me com a lo ja fechada, o povo abaste- Dentro do ritual que afinal eu assim ilei, tomei
reverenciando os guerreiros sacrificados, éles me
só descobri na manhá seguinte, com o café na cendo-se. Percorri o m ercado querendo saber dois copos e bebem os a água fresca de um só
apareceram de luto, todos os quatro. Sem dizer
sózinha, náo desojando inquirir os vizinhos sobre golpe. Ele julgou-se pronto para partir, antes sério
palavra sentaram-se nos lugares que sem pre sele- mesa. Sem agradecer tanto zélo. Eles sorriam e
os acontecim entos. Na manhá seguinte também , beijou meu rosto dizendo e eu consentí tam bém :
cionaram . Nunca se enganaram de cadeira, eu os eu apreciei o café.
e já náo suportava o vestido de laise. E durante — Há m uito eu náo me com ovia vendo um navio
observava com o intuito de classificar aquela segu­ — Acaso eu ronco ? foi a única liberdade de toda
dias prestei-lhes a mesma homenagem . Sentia-me p artir ’
ranza. As vézes, trocava os assentos para que se a visita. Abrazando-me disseram , o prim eiro se­
lidando com m ortos, e náo m orreram acaso sempre A dor ficou funda no meu rosto suponho agora

CeDInCI
confundissem . Ainda assim, eram fiéis. Cum priam
minha vontade, porque sem pre desejei que acertas-
sem, a tal ponto atraíam-me aqueles turquinhos de
urna aldeia escrava. Lamentei a ausencia prolon­
guido pelos outros :
— O que os amigos fazem, nunca chegam os a des-
cobrir.
Eu ardía em decifrar os lazos que os uniam. Ou as
que náo m e viam ?
CeDInCI
A visita do homem de préto náo me assustou como
eu pensava. Disse-lhe :— O que deseja. Ele respon-
deu :— Tam bém sou da m esm a raza. Entre tantas
que éle se foi. Quis ainda socorrer-me. Ele que
m ergulhou a adaga no peito. Guardei a carta na
gaveta sem lé-la. Até hoje aínda ali encontra-se.
Conhezo suas palavras. Um dia a lerei sem choros.
gada, a razáo de náo procurá-los éles conheciam designazóes que traziam de batism o. Mas talvez
bem, e aguardei que me liberassem para o consólo, por nao se divulgarem sobrenom es em suas térras
quando eu Ihes diría que tam bém eu seguirá em com o entre nós, nunca soube apresentá-los form al­
prantos um corpo amado. M antivemo-nos em mente, ou subscrever seus nom es em carta. Ter-
silencio até que me entregaram urna tarjeta e minei chamando-os em conjunto os quatro tur­
despediram-se. Nem um nom e ou outra p alavra quinhos. Como ficaram conhecidos em nossa
que náo fósse um enderé^o que supus da casa em cidade. Eles sorriam ante a pausa que eu fazia na
que m oravam . O que me fez com preender de re­ expectativa de revelarem o que afinal faltava. Só
pente, com o se a claridade, que aquela raza sempre mais tarde surpreendi o m ais velho no mercado.
apreciou a ponto de perder-se em investiga^óes Lidando com frutas com a intensidade que um
que buscavam o firm am ento, tivesse afinal me pagáo sabe esgotar. Náo era particularm ente seu
ilum inado — que chegara a hora da visita. caso : rezava e no ro’sto ás vézes urna nitidez de
Urna vila com casas de cores diversas. A déles ocu- penitencia. Pensei resoluta : h o je preciso conhe-
pava o final do corredor. As jan elas de azul. Bei- cé-los. Ele disse :
jaram -m e nos olhos bendizendo a visáo que os — Eu já náo podía viver sem vocé.
apreciaría em sua m orada. A saliva delicada de Falou sério e a contribuizáo da am izade me enalte-
cada criatura no rosto, com esta m atéria analisei ceu. Enquanto eu olhava, éle indicando as fr u ta s :
a casa abrindo-se para me receber. Eu aprendía a — Cuido de todas, cada qual de urna raza trazendo
paixáo da hospitalidade, com aquéles turquinhos, orgulho na casca. As vézes, apodrecem em horas.
e um sentim ento atravessando fronteiras, em que Já pensou o que é lidar com coisa táo delicada ?
eu confiava. Os irm áos das térras escravas valori- Descascou a laranja dividindo os gom os entre nós
zam mais do que nós as suas possessóes, daí sua dois :
dádiva e altivez. Com em os o repasto que éles deci- — A gora estam os unidos para sempre.
diram e m uitas vézes desejei indagar se algum Parecía casam ento oriental. Bebia-se o vinho, a
daqueles alim entos provinha da térra natal. Evitei taza quebrava-se em seguida. Ele, porém , unia
a pergunta, para que náo pensassem que me desa­ particular. Os outros chegaram e o imitaram.
gradara a selezáo dos pratos, ou reclam ava o Senti-me unida a todos, pelo casam ento, com o éles
3 + 3
Poesía

Antología peruana :
3 + 3

Martín Adán
Aloysius Acker (fragmento)
Quarta Ripresa

Emilio Adolfo Wesphalen


He dejado
Te he seguido

Jorge Eduardo Eielson


CeDInCI
Primera muerte de María CeDInCI
Nocturno terrenal

Antonio Cisneros
El arco iris
Poema sobre Jonás y
los desalienados
Esta antología, com o era de esperarse, es abso­ lo confirm an, aunque la relación entre estos dos
La araña cuelga demasiado lutam ente a rb itra ria . Por o tra p arte, excluye grupos no parezca dem asiado evidente.
desconsideradam ente a num erosos poetas repre­ C onstatam os, con un vago estupor, que una buena
lejos de la tierra, sentativos y a algunos inevitables. Se refiere úni­ pa rte de la joven poesía se ha saltado la in­
cam ente a dos m om entos de la poesía peruana : fluencia de toda una generación, p a ra b u scar su
la década del 40 y la década del 60, es decir, antes filiación en una generación precedente, casi olvi­
y después del pasaje de la d e safo rtu n ad a ola de dada. Pese a todas las diferencias de estilo, tema,
Mirko Lauer social-realism o que anegó el continente. Y n a tu ­ etc., el rigor form al, el cosm opolitism o de esta
ralm ente se apoya en una elección p uram ente poesía, la aleja de la desaforada, penosa, estética
Sextina ayacuchana hedonista de los poem as y los poetas, de los que stalinista.
no he tenido el mal gusto de excluirm e. De cualquier m odo, hay algunas exclusiones que
Los tres p rim ero s poetas considerados han e je r­ lam ento, provocadas por falta de espacio, textos
cido, paradójicam ente, una influencia m ás secreta, inhallables, m anía sim étrica.
Rodolfo Hinostroza aunque m enos negativa que V allejo—no es que
Vallejo no fuera Vallejo, sino que sus seguidores
Contra natura eran sus seguidores— ; los tres siguientes poetas Rodolfo H inostroza.
Martín Ada'n (1908) 119

píos seguirá ganándom e de lejos,


Aloyslus Acker (fragmento) Con ard id y con ceño
De hum ano, com o que es ; y el acontecim iento
Seguirá con dolor ; y de m isterio ;
y n acerá el hijo ;
¡ M uerto !... Y n acerá el nieto ;
E n cuanto m iro, no veo y la m osca zu m b ará en el verano ;
Sino tu nariz de hielo. y la lluvia m o jará en el invierno.
Me so b re sa lta ré en mi lecho.
¡ Qué estad o perfecto !... Corregiré y p u b licaré mi verso.
¡ Como si Dios c re a ra de c ierto !... Lavaré m i cuerpo.
¡ El no nacido, el no engendrado, m u e rto 1 Iré el dom ingo a la playa del m ar,
A m ira r la ola y el bufeo.
Flores, lágrim as, candelas, E scribiré en papel del E stado
P ensam ientos, Lustros : « C onste p o r el presen te docum ento... »
Todo dem ás, todo dem ás ; La rosa a b rirá . M atarán el cristo.
Como al deseo... Mas en la casa del m uerto,
¡ Ay !, en la casa del m uerto,
E n m i a rd id a som bra de ad en tro , Allí donde vive el m uerto,
Real com o Dios, p o r m odo infinito Allí donde no es ninguno y soy el m u erto
Y sensible, yaces, m u erto : Y es el vivo y el solo y el triste y el eterno,
Yazgo, m uerto.
Y p o r ti no llora el p e rro ;
Y p o r ti no aúlla la m adre ;
CeDInCI Allí sólo o curren
La p en u m b ra y el p resentim iento
De Dios y de su día,
Sin noche y sin objeto.
CeDInCI
Y p o r ti calla y no se enjuga el sep u ltu rero .
Y ninguno es m ás sordo,
Y ninguno es m ás ciego,
Y ninguno es m ás ninguno, m ás yo m ism o, sin tú alguno,
Que tú, el hallado, el rehallado,
El perdido, yo o tú, si no es el tiem po,
Y siem pre, y siem pre, y nunca
El tú que soy y que es el sino, Quarta Ripresa
El herm an o m ayor, el herm an o pequeño...
Y he de se r el vivo,
El M uerto. —La que nace, es la rosa in esp erad a ;
Cómo seré vivo, La que m uere, es la rosa con sen tid a ;
i Tú m u e rto !... Sólo al no p a re c e r p asa la vida,
Porque viento letal es la m irada.
El que co m p ra la casa,
La que vende su cuerpo, — ¡ C uánta segura rosa no es en nada !...
El, ella, es el otro, ¡ Si no es sino la rosa p re se n tid a !...
N inguno sin mí, el quedado Si Dios sopla a la rosa y a la vida
O el ido en la re d o r del ciego.... Por el o jo del ciego... ¡ rosa am a d a !...

P ero ya cavaré—p a ra qué...—la fosa en lo m ás hondo —T riste y tiern a, la rosa verd ad era
De mí, en lo m ás tierno, Es el triste y el tie rn o sin figura,
En lo m ás ciego, N inguna im agen a la luz prim era .
Adonde no baje m i aliento,
Adonde la voz no haga eco, —D eseándola d eshójase el deseo...
Adonde sólo yo Y q uien la viere olvida, y ella dura...
B aje, m uerto. ¡ Ay, que es así la Rosa, y no la veo !...
Emilio Adolfo Westphalen (1911) 121

He dejado El estío suena com o un deshielo p o r los corazones


y las alboradas tiem blan com o los árboles al d e sp ertarse
Las salidas están guardadas
Rosa grande ¿ no has de caer ?
H E DEJADO descansar triste m e n te m i cabeza
En esta som bra que cae del ruido de tus pasos
V uelta a la o tr a m argen
G randiosa com o la noche p a ra negarte Te he seguido
He dejado m is albas y los árboles arraig ad o s en mi garganta
He dejado h asta la estrella que co rría e n tre m is huesos
He a b andonado mi cuerpo TE HE SEGUIDO com o nos persiguen los días
Como el naufragio abandona las b arcas Con la seguridad de irlos d ejando en el cam ino
O com o la m em oria al b a ja r las m areas De algún día re p a rtir sus ram as
Algunos ojos extraños sobre las playas Por una m añ an a soleada de poros abiertos
He abandonado mi cuerpo Colum piándose de cuerpo a cuerpo
Como un guante p ara d e ja r la m ano libre Te he seguido com o a veces perdem os los pies
Si hay que e stre c h a r la gozoza pulpa de un a estrella Para que u n a nueva a u ro ra encienda nuestro s labios
No m e oyes m ás leve que las hojas Y ya nada puede negarse
Porque m e he lib rad o de todas las ram as Y ya todo sea un m undo pequeño rod an d o las escalinatas
Y ni el aire me encadena Y ya todo sea un a flor doblándose sobre la sangre
Ni las aguas pueden c o n tra m i sino Y los rem os hundiéndose m ás en las auras

CeDInCI
No me oyes venir m ás fuerte que la noche
Y las p u e rta s que no resisten a m i soplo
Y las ciudades que callan p a ra que no las aperciba
Y el bosque que se abre com o una m añana
CeDInCI
Para d eten e r el día y no d ejarle p a sa r
Te he seguido com o se olvidan los años
Cuando la orilla cam bia de p a recer a cada golpe de viento
Y el m a r sube m ás alto que el horizonte
Que quiere e stre c h a r el m undo e n tre sus brazos Para no d e ja rm e p asar
Bella ave que has de caer en el p araíso Te he seguido escondiéndom e tra s los bosques y las ciudades
Ya los telones han caído sobre tu huida Llevando el corazón secreto y el talism án seguro
Ya m is brazos han cerrado las m urallas M archando sobre cada noche con renacidas ram as
Y las ram as inclinado p a ra im p ed irte el paso O freciéndom e a cada ráfaga com o la flor se tiende en la onda
Corza frágil tem e la tie rra 0 las cabelleras ablandan sus m areas
Tem e el ruido de tus pasos sobre mi pecho Perdiendo m is pestañas en el sigilo de las alboradas
Ya los cercos están enlazados Al levantarse los vientos y doblegar los árboles y las to rre s
Ya tu fren te ha de caer b a jo el peso de m i ansia. Cayéndome de ru m o r en ru m o r
Ya tu s ojos h an de ce rra rse sobre los m íos Como el día so p o rta nuestro s pasos
Y tu dulzura b ro ta rte com o cuernos nuevos Para después levantarm e con el báculo del p asto r
Y tu bondad extenderse com o la som bra que me rodea Y seguir las ria d a s que separan siem pre
Mi cabeza he dejado ro d ar La vid que ya va a caer sobre nuestro s hom bros
Mi corazón he dejado caer Y la llevan cual un junco a rra stra d o p o r la corriente
Ya nada m e queda p a ra e sta r m ás seguro de alcanzarte Te he seguido p o r un a sucesión de ocasos
Porque llevas prisa y tiem blas com o la noche Puestos en el m u e stra rio de las tiendas
La o tra m argen acaso no he de alcanzar Te he seguido ablandándom e de m uerte
Ya que no tengo m anos que se cojan Para que no oyeras m is pasos
De lo que está acordado p a ra el perecim iento Te he seguido b orrándom e la m irada
Ni pies que pesen sobre tan to olvido Y callándom e com o el río al acercarse al abrazo
De huesos m u erto s y flores m uertas 0 la luna poniendo sus pies donde no hay respuesta
La o tra m argen acaso no he de alcanzar Y me he callado como si las palabras no me fueran a llenar la vida
Si ya hem os leído la ú ltim a hoja Y ya no me q u ed ara m ás que ofrecerte
Y la m úsica ha em pezado a tre n z a r la luz en que has de caer Me he callado porque el silencio pone m ás cerca los labios
Y los ríos te cierran el cam ino Porque sólo el silencio sabe darse a la m u e rte sin reservas
Y las flores te llam an con mi voz Y así te sigo porque sé que m ás allá no has de p asar
Rosa grande ya es hora de d etene rte Y en la esfera en rarecida caen los cuerpos p o r igual
Porque en m í la m ism a fe has de e n c o n tra r
Jorge Eduardo Eielson (1921)
122

Que hace a la noche seguir sin descanso al día primera muerte de María
Ya que alguna vez le ha de coger y no le d e ja rá de los dientes
Ya que alguna vez le ha de estre c h a r
Como la m u e rte e strech a a la vida
Te sigo com o los fantasm as dejan de serlo
Con el descanso de verte to rre de aren a A pesar de sus cabellos opacos, de su m isteriosa delgadez,
Sensible al m enor soplo u oscilación de los planetas de su tristeza áu re a y definitiva com o la mía,
P ero siem pre de pie y nunca m ás lejos yo adoraba a mi esposa,
Que al o tro lado de la mano alta y silenciosa com o u na colum na de humo.
Cuando la conocí, M aría vivía en un b a rrio pobre, cu b ierto de deslum brantes y
altísim os plan etas, atravesada de silbidos, de extrañas pestilencias y de perros
ham brientos. H um edecido p o r las lágrim as de M aría, todo el b a rrio se h undía
irrem ediablem ente en un rocío incontenible.
María besaba los m uros de las calleju elas y to d a la ciudad tem b lab a de un vio­
lento a m o r a Dios.
María e ra fea ; su saliva, sagrada.

Las gentes, sin confesarlo, e sp erab an ansiosas el día en que M aría, provista de
dos alas blancas o m o ntada en un anim al divino, a b a n d o n a ra la tie rra sonriendo

CeDInCI por p rim era vez a los transeúntes.


CeDInCI
Pero los zapatos rotos de M aría, com o dos clavos m ilenarios, co n tinuaban fijos
a la tierra.
Durante la espera, la m uchedum bre im paciente escupía la casa, la pobreza y la
melancolía de M aría.

Una noche M aría fue em bestida p o r un ciego, como p o r un á rb o l lleno de flores,


María tom ó un a flor y de su perfu m e vivió varios años.
Con tal perfum e, u n a botella de leche y un p e rro m acilento— Isaías—M aría alim en­
taba su corazón y su cuerpo y vivía a p a rta d a en una cabaña de m adera.

Hasta que aparecí yo com o un caballo sediento y me apoderé de sus senos. La


virgen e sp an tad a d erram ó su leche y u n río de perlas sucedió a su tristeza.

Perseguida p o r mil velos pálidos, com o un nupcial com eta, su ro stro inocente
aparecía y desaparecía e n tre un bosquecillo de n aran jo s en flor.
Sin que ella lo supiera, d u ra n te un m in u to fulgurante, la virgen acababa de
estrenar su in co rru p tib le, m o rta l belleza : M aría se convirtió en m i esposa.
Pero su felicidad d u ró tan poco com o su belleza.
Todas las noches yo ro m p ía una botella de leche en mi h ab itació n m ien tras M aría
lloraba su inocencia perdida.
Poco a poco conseguí a le ja r de su m em oria el inefable perfum e del ciego y ase­
siné a Isaías de un golpe en el estóm ago.
Unos días m ás tard e, M aría caía a tie rra envuelta en un a llam arad a :
Esposo m ío—m e dijo—un hijo de tu cuerpo devora mi cuerpo. Te ruego, señor
mío : devuélvem e m i perfum e, m i botella de leche, m i p e rro m iserable.
124 125

¡ Pobre esposa m ía, su cuerpo sediento se deb atía e n tre la llam as, asfixiado p o r el y las cosas cuya últim a luciérnaga ha volado
peso viviente de mi a m o r ! cO n n u e stro ú ltim o sueño, que tienen todavía, com o un tem plo
m ajestuoso, el gran consuelo de su polvo donde nada
El in sta n te de belleza p erd u ra b a en ella convertido en sangre, en tejidos, en una n ¡ nadie ha osado p e n e tra r sino los m uertos.
carne viva y dolorosa com o la m ía y com o la suya.
Amo todavía aquello que hab la lejos, com o los astros
Yo le acerqué su botella de leche y le hice b eb er unos cu an to s sorbos red en to ­ de terciopelo, al oído del viento, aún las rosas y la luz
res. Abrí las ventanas y le devolví su p erfum e adorado. Casi sim u ltán eam en te y todo lo que igual a una plaga, inextinguible pero real
Isaías saltó a sus brazos, h a m b rie n to com o siem pre, m oviéndole la cola, oliendo transcurre e n tre los hom bres y agita su plum aje.
com o la infancia, com o la soledad, com o la virgen que sólo él h ab ía venerado.
Luego una c ria tu ra de m irad a p u rísim a ab rió sus ojos an te mí, m ien tras M aría
c errab a los suyos, cegados p o r un p lan eta de oro : la felicidad.
Yo abracé a mi hijo llorando y caí de rodillas an te el cuerpo santo de mi esposa :
devorado p o r un fuego im posible, apenas q uedaba de él un hato de cabellos
negros, una m irada, una m ano fría sobre la cabeza caliente de mi hijo.
M aría, M aría—grité—nada de esto es v erdad, regresa a tu b a rrio pobre, a tu
m elancolía, vuelve a tu cabaña, a m o r mío, a tus callejuelas oscuras, a tu incom ­
prensible llanto de todos los días !
Pero M aría no respondía.
CeDInCI
Isaías tem blaba solitario en una esquina, com o en el extrem o de un cono de luz
divina.
Toda la ciudad, en el o tro extrem o, m e reclam aba a mi hijo, rep en tin am en te hen­
CeDInCI
chida de a m o r a María.
Yo confié m i hijo al abrigo y la protecció n de algunos bueyes, cuyo aliento cálido
me recordaba el cuerpo tibio y la im pen etrab le pureza de M aría.

Nocturno terrenal

«T e he buscado, Tesoro,
he cavado en las noches profundas. »
R ainer M aría R ilke.

Amo c ie rta som bra y cierta luz que m uy ju n ta s, creo yo, azulan
las casas pro fu n d as de los m u erto s, am o la llam a
y el cabo de la sangre, po rq u e ju n ta s son el m undo
y hacen de m í un m uro que sep ara la noche del día.
He visto los rojos cam pos lab rad o s p o r el cielo azul,
la antigua naturaleza desflecada y h úm eda
de vino, de rocío, m ortalm en te hecha con racim os
de am or, tal un lecho donde a rd ie ra lo deseado,
pero debajo de todo, siem pre d esp ierta , un agua p u ra
pensando p o r nosotros c o n tra un á rb o l de dolor.
Antonio Cisneros (1942) 127

El arco iris v las dem ás ballenas—si es que existe todo eso.


Y el ap a ra to ha de fab ricarse con las cosas
que tenem os a la m ano y entonces se producen
« Y cuelga en el A tlántico del N orte, alto y brillante sobre el revuelto mar. jas m olestias, p o r ejem plo
Alianza concertada a no m ás de 100 m illas, viejo diluvio que nuestra nave ignora. si a n u e stra casa le a rran cam o s una costilla
D elfines y peces voladores y pájaros de algún pelado islote en las oscuras aguas. » perderem os p a ra siem pre su am istad
¿ Qué m as he de esc rib ir ? y si el hígado o las b arb a s es capaz de m atarnos.
Son las 5 y 40, puedo pro b a rle s m i am o r p or el A I : Y estoy p o r cre e r que vivo en la ba rrig a de alguna ballena
C uando estaba en el baño vi los siete colores— m ás o m enos— desde u n ojo de con mi m u je r y Diego y todos m is abuelos.
buey,
y a p e sa r del gran frío c o rrí h a sta la b ara n d a .
« Alto y herm oso A I , sólido com o estas aguas— m ás negras y revueltas que el
pellejo de un oso. »
Y después, en el puente del tim onel, m iré su largo cuerpo d u ra n te m edia hora. La araña cuelga demasiado lejos de la tierra
El frío me pesaba en las orejas.
Qué o ferta tan am able :
Un m a r de lodo hirviendo, la h isto ria de una alianza e n tre Yavé y los hom b res,
La araña cuelga dem asiado lejos de la tierra,
y un Arco de p rim e ra calidad. tiene ocho p atas peludas y rá p id as com o las m ías
Mas ya todo e stá escrito. y tiene m al h u m o r y puede ser g rosera com o yo
El A I conm ueve, y tiene u n sexo y una h e m b ra —o m acho, es difícil
el A I entusiasm a,

CeDInCI
el A I se parece a la am ad a de fre n te o de perfil,
el A I nos guarece de las lluvias,
el A I anuncia el Arca de la Alianza
el A rm isticio en V iena
CeDInCI
saberlo en las ara ñ a s—y dos o tres amigos,
desde hace algunos años
alm uerza todo lo que se e n red a en su tela
y su a p etito es casi com o el mío, aunque yo pelo
la Pipa de la Paz, los anim ales an tes de m ord erlo s y soy desordenado,
m uchos vieron su vida en el A I, la araña cuelga dem asiado lejos de la tierra
el A I hace los días fastos y las noches propicias. y ha de m o rir en su redonda casa de saliva,
Sólo B uncken y yo cuelgo dem asiado lejos de la tie rra
—u n holandés del siglo X V II—vió b a ja r del A l a los fieros arcángeles del Juicio. y eso m e preo cu p a : quisiera cam in ar alegrem ente
unos cuantos k ilóm etros sobre los gordos pastos
N ada puede tu rb arm e . antes de que m e en tierren ,
« D ulce curva el A I entre el
oscuro techo y este m ar de petróleo. » y esa será mi habilidad.
Luz en el A tlántico del N o rte a las 5 y 40.
B uena cosa el A.I. D espués de todo,
B uncken H ant sólo era u n h olandés casi ignorado.

Poema sobre Jonás y los desalienados

Si los h om bres viven en la b a rrig a de una ballena


sólo pueden se n tir frío y h a b la r
de las m anadas periódicas de peces y de m u rallas
oscuras com o una boca a b ie rta y de m anadas
periódicas de peces y de m u rallas
o scuras com o una boca a b ie rta y se n tir m ucho frío.
Pero si los hom bres no q u ieren h a b la r siem pre de lo m ism o
tra ta rá n de c o n stru ir un p eriscopio p a ra sab er
cóm o se desordenan las islas y el m ar
129
Mirko Lauer (1946)

había un carn ero de tres desordenados cuernos subiendo y bajando


ln caelum et in infernum canis : sextina ayacuchana la lim pia escalera de p ie d ra ;
yo he visto a los m uertos que m e hablan y agitan la noche con su griterío
« H em os construido m uros, afilado esferas,
T iem po duro cincel sacado p u n ta a los m uros, colgado las esferas,
Tallando su fo rm a entre las lajas : tom ado las piedras y una sobre otra con la clara de unos huevos
Un m ercader o un soldado son las piedras, pero el m ar estaba a m uchos días de cam ino,
Y los años se anidan en los arcos y tu vim o s que em igrar con el tiem po
Com o el ángel se atasca entre las torres o m orirnos con él
Y el dem onio se posa entre las casas. entre m uros oblicuos y grandes esferas de piedra. »
He despertado, Y yo estoy d esp ierto y he visto a unos p erro s m a ta rse b a jo m i ventana,
y todos los p e rro s—m ansos y brav o s—una larga noche he tenido m iedo y no he e n co n trad o en m i fuerza el c e rra d o m isterio de la calm a,
m o rdieron y pelearon b ajo m i v en tan a ; he cerra d o los ojos ;
y he sido am enazado con viajes a países lejanos pero he de sa b e r c ie rtam en te si es sueño, si es im aginación,
m ás allá del regreso y aún m ás allá o si en efecto algo se ha perdido e n tre los tru h a n e s de la villa.
del lugar som noliento donde aú n volvem os la cabeza Tiem pos duros, piedras
he sido cruelm ente despertado, he sido herido m alam ente con palab ras Grabadas yacen en tre las grandes casas
y au n en la vigilia no he podido sab erlo : Mientras el diablo ondula entre los arcos
¿ E ra sueño esa pelea, eran de m is sueños Como una sierpe. Y a cincel
el pulso in q u ietan te de la distancia, Han sido aradas estas negras lajas.

CeDInCI
la voz de la in certid u m b re, el ángel de la neurosis y la d esesperación ?
¿ O aquella gresca era un lío e n tre los hom bres
y yo he perdido m edio b razo en el cam po de b atalla ?
He despertado
y he sido am enazado CeDInCI Y un cuerno suena entre las altas torres.
no sé si e n tre sueños o vivo
o si en e sta casona b erm eja que dice que no regresaré.
y visto rugosos y tensos a los ángeles y a los dem onios, Pero he logrado acercarm e a la ventana,
de p a r en p a r abiertos cielo y p u rg ato rio , y he visto u n a m añana nueva y u na calle desierta
infierno de p a r en p a r con tre in ta itré s iglesias con viento alm acenado e n tre los m uros, y en un ja rd ín ,
lim pias y deshabitadas. oculto,
Y solita ria m e n te m e he acercado a la ventana, m edido m is opciones al m ilagro junto a u n q u eru b ín m ontado sobre un cisne sin cabeza,
pero sólo hay la centella n a ra n ja en que vivim os m enos de cien años, he creído ver a alguien enam o ran d o a u n acólito, he creído ver,
los tiern o s dem onios de la sangre. he creído ver...
(H an bebido dem asiado Y entonces ábranse, dije,
un vino muerte-en-vida' Isolé cosecha 1541, de p a r en p a r las p u e rta s del averno,
y han salido a ca ra je a rse a las calles co n su gorro de felpa, en vano es volar tan alto e n tre los hilos de la noche,
han p erd id o las riendas en paz con el dem onio hay dulce trigo flotando verde b a jo los olivos,
m ien tras el sacerdocio está quieto y quiero v er ese fuego,
escuchando el m ensaje y tejien d o una m anta p a ra las alim añas : esa ram a de molle incendiando la ta rd e con sus pep itas rojas,
hay un alac rán sobre la piedra, u n a sire n a en el m uro, Pues vano es volar entre las negras torres :
un santo-en-hornacina : La m u erte puede m ás entre las piedras,
San S ebastián, San Carlos o San Ignacio de Loyola El tiem po es la viruela de las lajas,
y un torbellino de polvo asfixiante sobre la Plaza de Armas). ¡ Ah ! perd er el tiem po entre las nobles casas,
Tiem pos duros, casas Dejar la vida quieta, y a p u rísim o cincel
H echas con golpe, látigo y cincel Soltar la m ano entre los grandes arcos.
Desde el feroz tatuaje de las torres Para luego d e sp e rta r y te n e r que secarm e la risa de los ojos
Sobre el poroso blanco de las lajas (dicen que el sueño de un loco es alegre y festivo com o los bailes de Marzo),
H asta las dulces curvas de los arcos. oir una h isto ria m aca b ra sobre la s afueras
Ya ya ni paz ni calm a ni silencio, (unos cu rtid o re s m alignos
N i descanso son las piedras. y 18 000 p e rro s sueltos cavando una tu m b a e n tre sus huesos).
He soñado con una lim pia e sc a le ra de piedra, Y el diablo vive entre los m uchos arcos :
con los m olles de H uanta y aú n m ás a trá s Los m ercaderes han construido torres,
el río M antaro tiene la vida larga y fría com o una esp ad a de hielo, Los a rtista s dejado su cincel
y aún m ás a trá s
130 Rodolfo Hinostroza (1941)

Junto a sus obras ; y las m uchas piedras Contra Natura


Serán po r siem pre adorno de las casas :
E l diablo m ora entre las bellas lajas.
He soñado
con terrib les noticias sobre barcos h u n d id o s y ex trañ as c o rrerías
de hom bres sin p a tria que m u riero n com o p erro s e n tre las m ontañas, Leggierissima
y el frío n o ctu rn o tra jo unos cantos toda ojos e n tra ste a m i tienda
m onótonos avanzando com o el viento e n tre los pastizales ; c u b ierta de flo re s/o h anim al olfativo/
y no hubo lluvia p o r tres años, así el color que a tra e a las pequeñas bestias
y las cruces se doblaban hacia el suelo sobre las colinas así casco de pavorreal
y yo estab a presente, y recordé : deseo cinético
pero silencioso y p arado fren te a una ventana stasis en la contem plación de un cuerpo
con p erro s abajo saltando y m ordiéndose los ro stro s y los corazones. ¡ Ay ! m ilenaria repetición así la m ariposa y el coleóptero
todo ha sido soñado y todo h a sido visto : las plazas & en tu sexo/el m a r/th rim e tila m in a
perfectam ente irregulares, & en tu pecho jugaban cervatillos de colores
las tejas unas sobre otra s m o n tad as com o to rtu g as enm ohecidas, ojos de pez : te vi y lo supe
con pan de o ro y granito un coup de cheveux y ruedo p o r tie rra
(no hay fan tasm a s no gloriosos vestigios de m artirio , & antes h ab ía en trad o en ti y vi : un universo líquido
aquello que se siente ululando es el peso de la h isto ria m areas d e n tro tuyo
cargando c o n tra un tem plo de p ied ra reblandecida p o r el moho). nuestros cuerpos im itando el m ovim iento del m ar
Y ángel con diablo lustran estas lajas, El Pez y la Luna

CeDInCI
N obles querubines de flexionados arcos,
E l íncubo y el súcubo en las casas,
D em onios lanzallamas en tas torres,
Un virrey invertido entre las piedras,
arriba un cielo pod rido ju sq u 'a u bout

hom bre e rra n te


Adieu
CeDInCI
pero las estrellas

Y a cincel g o b e rn a lle /a n c la /a stro la b io


SE R A D ESH ECH O E S T E ANTIGUO R E IN O & m ás allá aún atrá s in the no m a n ’s land del orgasm o
Y tengo que saber, el pez sueña
¿ H an ladrado en la noche cien p erro s buscándose la m u erte ? así :
¿ Se acerca la violencia o la violencia ha sido ? am iboide form a líquida indiferenciada
tengo que saber, atracción im placable
p a ra m a n d a r las cenizas de E nero volando hacia las p u e rta s del infierno in suo esse perseverare conatur
y pedir m is disculpas, Spinoza dixit
o tím idam ente acercarm e a los m íos y decirles al oído : no sexo no el olor m etálico del celo
los p e rro s h an ladrado, la realid ad y el sueño e stá n p o r em pezar. but
am or abom inable odio herm oso
¡ N ada, gam eto m ío ! R em onta el río líquido
hasta el origen
La calcárid a y la salam andra
: p a ra que yo ab ra m i tienda
y un oleaje de m uslos rescate to d a u na vida perdida.

II
& te enviaron a mi tienda
& yo e ra un p a sto r de cabras

podrido p o r la violencia igualm ente


ánim a sola
& m irab a las estrellas en silencio/entorpecido
y así te vi venir :
no h em b ra que m ata al m acho no la que c ría perros
132
Notas

Artes plásticas
no l ’heritage de la ara ñ a no la d isp u ta nonsense de la presa
pero Marta Traba
com plicidad de sangre
así jugabas to cándote tu cuerpo Las aventuras de la soledad
así
ojos o sc u ro s/a ro m a s de m ilenios : m irra y so d o m ía/
cunilingum Carlos Franqui
pude decir : soy el m ás solo de los anim ales
but Calder : la libertad
un coup de cheveux y ruedo p o r tierra .

III Libros
& todo pudo ser distinto en la natu raleza
com edores de hierbas y raíces Renga
tuvim os que im ita r a los grandes carnívoros :
tu cuerpo es u na p re sa /e l cazador se rá jefe del C.I.A. y de la O.T.A.N. Julia
anam orfosis no m etam orfosis

CeDInCI
V egetarianos & Salvation Army & H ippies
no d e te n d rá n las guerras
la ta re a es re p a ra r lo o cu rrid o en m ilenios
h ija de B etulia : plegaria
La rueda de fuego CeDInCI
El obsceno pájaro de la noche

mis cabellos son largos com o los tuyos Condenados de condado


la paz y la belleza de este m undo se h an extendido sobre mí
nuestros cuerpos Cazabandidos
sucesivos intem porales hom m ages al alba de la vida
ánim a sola Fundadores de la nueva
& vi el h a c h a en tu tú n ica
pero quise re sc a ta r en una n o c h e /th a la ssa oh th a la ssa / poesía latinoamericana
toda una vida perdida.
Contra natura

Cine
Voto + fusil
135
Marta Traba
Las aventuras de la soledad

Colombia (o un hecho congenita! colombiano) que p oder; en varios se registra el propósito de traer
La creación artística es un proceso donde quedan moderno colombiano, pero nunca se pensó califi. a la superficie dos corrientes reprimidas por el
involucrados el artista, el espectador y la sociedad ; cario de vanguardista. Tampoco los más nuevos se ¿1, por supuesto, relievó genialmente. Ese tiempo
e s el marco global donde
se insertan todos los arcaísmo de la sociedad colombiana ; el erotismo
y sólo en la medida en que sea realizada verídica consideran a sí mismos vanguardia, y cuando revis­ y el humorismo. Unos y otros signos se van tra­
y hondamente, podrá atender con eficacia esas ten la apariencia de la novedad y se internan (poco) comportamientos individuales del arte actual co­
lombiano. He dicho ex-profeso comportamientos y mando en un texto que, a medida que se agranda
tres exigencias ; rendir cuenta de la personalidad en campos experimentales, adoptan siempre un y enriquece con los aportes de los más jóvenes,
del artista, trasmitir al público algo dotado de aire divertido y voluntariamente insustancial, sin no generaciones, porque no siendo visible un cami­
nar hacia adelante, sino un andar en redondo, el va adquiriendo poder de decir y consistencia para
sentido y expresar a través de ello las aspiraciones dejarse llevar en ningún momento por la tentación decirlo. La visión transformada, la realidad puesta
de una comunidad. del dramatismo con que avanzan las vanguardias. concepto generacional, de sucesivos avances y sus
correspondientes liquidaciones, tampoco funciona. en entredicho, el espíritu corrosivo y una sensua­
Por eso, al hacer la escogencia de artistas plásti­ Durante muchos años he tratado de explicar, ante lidad pesada y algo barbara, el experimento des­
cos que representen el actual trabajo artístico en públicos latinoamericanos afectados del complejo Obregón no tiene nada que ver con Ana Mercedes
Hoyos ; Lugo o Evelia Medina no tienen nada que calificado por la risa, un irracionalismo ( nunca
Colombia (1), solo he pensado en aquellos que, a común de quedar atrás, de europeos primero y misticismo) latente bajo las apariencias; ningún
través de una tarea ya profesional, han podido norteamericanos después, por qué Colombia care­ ver con B o tero ; pero sus comportamientos, sin
embargo, se emparejan en dos aspectos fundamen­ deseo de explicar la sociedad, como tampoco de
comunicar sus ideas y visiones del mundo que los cía de vanguardia y por qué ésto, -lejos de ser una hacer afirmaciones sobre ella ; todo esto se va
rodea, con relativa seguridad. Numerosos artistas desgracia nacional, se constituía en el primer tes­ tales ; sus respectivas constancias consigo mismos,
y la indeclinable ironía con que miran la escalada concentrando en una volnutad de decir las cosas,
jóvenes que no han afinado todavía una forma timonio de un comportamiento válido y dotado de casi irremediablemente, desde un punto de vista
individual de lenguaje, han quedado por fuera de sentido. En el curso de tales explicaciones, hago exterior hacia los metalenguajes que hoy son aban­
donados hasta por sus propios inventores. colombiano.
la selección, como también quienes, pese a todo su antes que nada la aclaración de que los artistas El punto de vista que emerge de las obras se ha
empeño, no han conseguido trasponer el nivel arte­ colombianos correspondientes a las dos últimas Se podría aducir que la condición de país ostra,
la vida endogámica de la cultura colombiana y su formado solo, sin que lo programaran las nuevas
sanal aunque alimenten regularmente el consumo décadas no han desdeñado la vanguardia a concien­ burguesías adineradas, como pasó en Venezuela,
interno de arte en Colombia. Por tratarse de una cia de sus aporías, como las denomina Enzensber- voluntad de pervivir, en 1970, dentro del tiempo
mítico, son modelos de anacronismos. Muchas ni los institutos dispensadores de privilegios, como
exhibición para el exterior, no se incluyeron algu­ g e r ; es decir, dichos artistas no han descalificado ocurrió en Buenos Aires, ni el obsoleto oficialismo
veces me lo han dicho ; y me ha tocado defender

CeDInCI
nos nombres de extranjeros tan valiosos como

que enseñó a ver el arte expresionista y el abstracto


a varias generaciones colombianas, permaneció
la vanguardia por su falsedad, su anacronismo, su
Wiedemann, por ejemplo, pintor alemán que, aun­ rigidez doctrinaria y, sobre todo, por los servicios,
seguramente involuntarios, que presta a la misma
sociedad que pretende tan pueril y frívolamente
CeDInCI
encarnizadamente el sentido del arte colombiano
examinándolo a la luz de las contradicciones del
arte actual, donde resulta cada vez más claro que
mexicano siempre dispuesto a apoyar la medio­
cridad. Quiero decir que, a diferencia de otras
situaciones latinoamericanas, el arte colombiano
careció lo mismo de fuertes estímulos como de
entre ellas sin influenciarlas. Ya se está viendo, por impugnar. Tan meditada descalificación de la van­ la escalada hacia los metalenguajes no sólo fue
una locura insensata y demencia!, sino que se con­ fuertes resistencias.
consiguiente, que la selección no es la lista tele­ guardia sería, realmente, una toma de conciencia Quizás también por esa misma razón se fué enros­
fónica de la unión de escritores y artistas, ni un que los artistas colombianos están bien distantes virtió en el mejor instrumento para que la socie­
dad industrial castrara a su peligroso enemigo, el cando sobre sí mismo, deslizándose de las concep­
panorama general, ni un recuento por generacio­ de haber asumido. ¿ Cómo explicar, entonces, ese ciones simbólicas y atemporales de Obrcgón hasta
nes ; es una escogencia que busca dar una medida rechazo sistemático del estar al día que, para artista y lo obligara a cantar en el coro con una
angélica voz de niño ; en revancha, también se va las tareas solitarias de los jóven es; el solitario
cierta y coherente de las intenciones y la capacidad colmo, se opera febrilmente en Caracas, la capital morir de Pedro Alcántara, el amar solitario de
expresiva colombiana en artes plásticas. aclarando que solo un arte resuelto a expresar
más próxima física y sentimentalmente a Bogotá ? Luis Caballero, los solitarios desiertos de Ana
Esa medida no estará dada ni por falsas exalta­ Los artistas colombianos no sienten la vanguardia situaciones peculiares bajo la forma de mensajes
poéticos propios, alcanza el pleno valor estético. Mercedes Hoyos, las diversiones solitarias de Bea­
ciones ni por gustos de modestia igualmente con­ porque ésta funciona dentro de una precisa y clara triz González, Clemencia Lucena, Sonia Gutiérrez,
vencionales. Desde ya la ubico, además, en lo cuali­ noción de tiempo que, lisa y llanamente, no se da La resistencia del arte colombiano a participar
de la escalada ha sido su salvación ; pero la ter­ Cajigas, Mónica Meira. Los lenguajes necesaria­
tativo y no en lo cuantitativo, pese a ser Colombia en Colombia. mente formales de la escultura, representados en
uno de los países del continente más prolíficos en Vanguardia es, realmente, sinónimo de « estar al quedad y obstinación en convalidar sus singulares
procesos, le plantearon también la urgencia de sus dos vertientes, geométrica y libre, por las
artistas plásticos. El primer indicio para definir día » ; estar al día es ganar tiempo sobre la propia obras de Negret, Ramírez Villamizar y Feliza
esa medida debe ser, a mi juicio, el rechazo siste­ modernidad, adelantarse al que queda rezagado, crear un conjunto de signos plásticos al cual per­
fectamente podemos llamar lenguaje colombiano. Burztyn, así como en las cajas-objetos de Ber­
mático por parte de los artistas colombianos situa­ apuntar linealmente hacia una meta. Por el con­ nardo Salcedo, viven desamparadas dentro de una
dos entre veinte y cincuenta años, de lo que se ha Los artistas plásticos colombianos, aunque no
trario, el proceso interno del arte colombiano comunidad cuyas aspiraciones se esfuerzan en
dado en llamar el arte de vanguardia. De facto, hayan conseguido una creación tan fulgurante
carece de estas intenciones ; es lento y está lleno representar.
Colombia ha usado muy poco la palabra vanguar­ de retornos, lo cual no debe confundirse con inse­ como Cien años de soledad, logran hacer un
claro señalamiento de su país a través de sus Por esta razón es muy difícil hablar de tendencias
dia, y sólo fueron considerados vanguardísticos los guridad, porque los únicos artistas seguros son dentro del arte actual colombiano. Así como los
tímidos y olvidables tanteos por la abstracción obras. Los elementos de familiaridad y recíproca
quienes están apoyados en el presente, no los que artistas responden poco a la moda, por su cau­
realizados hace ya cerca de treinta años. Después se proyectan en futuros imprevisibles. connivencia que se advierten en dichas obras
aclaran su existencia como lenguaje. Gran canti­ tela respecto a la vanguardia, también responden
nadie ha hablado de vanguardias, bien sea para El arte colombiano no es futurista, no apuesta al poco y mal a las formaciones de grupo, por esa
vituperarlas o para ensalzarlas. Los críticos serios dad de referencias, por ejemplo, aluden a situa­
futuro ; desconfía profundamente de los cambios ciones estancadas y formas enormes ; otro grupo vocación o destino solitario. Evidentemente, hay
coinciden en ver en Obregón el primer artista espectaculares y no avanza a saltos, como pasa una superioridad de lo figurativo sobre lo abs­
destruye delicadamente los hinchados propósitos
frecuentemente en el arte moderno, sino en movi­ de un autoritarismo retórico, encaramado desde tracto ; una requisitoria de la figuración; un
(1) Exposición de Arte Colombiano Actual (Galería El Morro, Instituto mientos circulares. El tiempo redondo no es una siempre a los tronos desde donde se imparte el predominio del diseño sobre el color, cada vez
de Cultura Puertorriqueño, San Juan' invención de Garcia Márquez ; es una invención de
136
C a ld e r; la libertad

mayor a medida que se produce una verdadera tres casos el lenguaje del artista coincide con los
explosión demográfica de artistas jóven es; un códigos de comprensión de una comunidad. Sin
interés creciente por el grabado y por sus posi­ embargo, dentro de la concepción imperialista Calder es la libertad. La libertad que no puede Calder nos propone la libertad. Nos la propone
bilidades críticas. Pero nada de esto podría agru­ del mundo actual, tal definición de lo regional ser estática y Calder inventó los móviles para que como un juego ; nos la enseña como una ley, un
parse en tendencias, sin caer en clasificaciones es sin cesar alterada y subvertida. Los imperios la libertad se moviera. dibujo que tenemos que inventar nosotros mismos
arbitrarias y sin desatender el voluntario feuda­ exigen a las regiones una rendición incondicional Los móviles de Calder tienen una libertad física. con nuestros ojos y nuestras manos.
lismo de cada artista. en materia cultural y la adopción indiscriminada Son un mundo material. La Piedad Rondanini, de Calder nos hace pensar en el por qué de que tan­
Si se lee con interés y cuidado este amplio reper­ de sus lenguajes, convengan o no a las otras Miguel Angel, da dos sensaciones mágicas : una tas cosas en el mundo no sean la casa del hombre
torio de la expresión colombiana, no tardará en comunidades. Aunque en este juego de masacre caída, sostenida por una subida, como corresponde sino su prisión.
sobrevenir la fascinación de esa lectura. La origi­ Colombia se haya defendido más por terquedad a una obra metafísica, religiosa, que sugiere fe El móvil es una invención maravillosa que desem­
nalidad de ese gran mundo aparte se patentiza y aislamiento que por deliberación, lo que impor­ y cielo como soluciones. barca en otros mundos antes de que los robot
al advertir que en la desesperada búsqueda de tan, al fin de cuentas, son los puntos de resis­ Los movimientos del móvil son reales, hacia todas pusieran sus patas de hierro sobre las rocas luna­
excepcionalidad que desasosiega y desquicia la tencia a través de los cuales se sigue anudando partes, más que caminar danzan. res.
vida artística de los centros internacionales, todo el tejido de la expresión contemporánea. Explico No recorren una línea mecánica que se transita y Los hombres robot o los robot hombres no son
lo extravagante y novedoso se empobrece tan esto para alertar al público sobre Ja intención repite a un solo ritmo. libres.
rápidamente, que las imágenes no pueden ni que ha dirigido la escogencia y presentación de No son la jaula de un pájaro ilusorio que imagina El móvil sí.
siquiera llegar a la formulación de un significado. arte colombiano en San Juan, Puerto Rico. Pienso un canto que no se ve. Calder no nos propone los mitos « norteamerica­
Si aceptamos que el hacer artístico sigue su curso que se expone algo importante y significativo, no La rueda y el cero círculo, son dos invenciones de nos » clásicos : el mito de la grandeza imperial, de
al margen de los grandes, culpables y perturba­ por reunir determinada cantidad de obras de va­ largo recorrido, que descubren formas, fórmulas, la fuerza, el mito del poder, del dinero, del gigan­
dores centros emisores, las cosas cambian. E! rios autores y dar la impresión anhelante de que cambian la relación de las cosas e inventan el tismo. No nos propone un héroe, un protago­
derrotismo genérico y vago que ahora pretenden Colombia está al día, sino precisamente por lo deseo de perfección. nista, el personaje norteamericano clave.
trasmitir dichos centros, no tiene por qué mante­ contrario. Sólo entendiendo bien dónde están los De que parte de la rueda círculo, máquina, queda Ni la guerra, la conquista, lo épico, el west, la

CeDInCI
nerse ante la vitalidad propia de las regiones artís­
ticas. Las regiones como Colombia crean un len­
guaje cuya fuerza está en relación directa con la
condición de resistentes a las compulsiones pro­
valores del arte actual colombiano, se podrán
juzgar las obras de acuerdo a su verdadero sen­
tido, por encima de una pura habilidad técnica cosa.
CeDInCI
el hombre : dentro, sobre, tras, adelante o sobre y
dentro, alante atrás, al mismo tiempo, es otra

En Calder— como en su colega Galileo Galilei— el


acción por la acción.
Ninguno de los nuevos o viejos mitos imperiales
de todas partes, tiempos y lugares.
Calder nos prqpone concretamente la libertad.
que ya es patrimonio común y no puede ilusionar
gramáticas que parten de los grandes centros; a nadie acerca de lo limitado de sus alcances. arte : ¡ E pur, si muove ! Ser libres de forma concreta, porque la libertad es
esa fuerza se manifiesta cuando prefieren alimen­ Ni los artistas ni la crítica están proponiendo un Estos micromundos, osas mayores y menores, movimiento total y hacia todas partes.
tarse de las aspiraciones concretas de sus compa­ programa de trabajo para los demás, sino que estos móviles sistemas planetarios, con órbitas dan­ Una libertad que danza su alegría de ser libre,
ñeros de ruta, mas que de las ambiciones plurales están mostrando sus programas. Lo que sí puede zantes, ascenden tes-descendentes, circulares, de que tiene ojos, pies y manos.
e inasibles de sus contemporáneos universales; señalarse como ejemplar es que únicamente en movimiento libre y humano, pájaros o bicicletas, Una libertad que existe, que está en nosotros, que
cuando el artista, como pasa en Colombia, no ha la resistencia al estar al día se puede dar un arte hojas, árboles, peces, hombres, toros, canguros, espera por nosotros.
olvidado que el arte fue y sigue siendo, antes que que, además de soporte e invención de formas, animales, vegetales o minerales que danzan al Una libertad que se reinventa a sí misma, dise­
cualquier otra cosa, un acto de fe en sí mismo. sea, primordialmente, significado. ritmo del mar, toros que se mueven y rien al ritmo ñando su propio camino.
Lo que se hace en Colombia se expresa como un del viento, son dibujos físicos, hilos de libertad. Stábiles.
arte regional en la medida en que es regional el Los artepuristas dicen : arte puro, sin drama. Un « estable » sería un antimóvil.
norteamericano o el japonés, porque en los Marta TRABA. Cada uno ve lo que quiere o puede ver... Una definición que nació a consecuencia de otra,
Para mí son negación rechazo del mundo indus­ de la primera, por contraste, oposición o negación.
trial, del gigantismo de hierro del mundo imperial Una anti-palabra.
norteamericano : máquina, fabrica, hierro, ciudad ; No me parece una expresión apropiada, convin­
allá, aquí y en otras partes donde el hombre es cente.
comprimido, alienado en un mundo feo, brutal, de Es limitada, parcial.
cemento, hierro, oro. El estable sería un móvil que ha perdido la liber­
Los móviles no son prisioneros. tad, que no es libre.
Son libres. Es una verdad. No la verdad.
Han inventado, inventan a cada instante su liber­ Después de una lucha el estable crea, inventa
tad. Nos muestran a nosotros como es posible también su propia libertad.
inventar mundos libres, transformar el material, Porque los estables están en muchos móviles. Son
sin ser alienados, comprimidos en su estructura y su base, sus pies.
relaciones. Calder un día decidió darles independencia, libe­
Con dos manos que actúan, unos ojos, una cabeza rarlos.
sin aserrín, se puede inventar un móvil o un Trabajar libremente, no en el exterior, sino en el
mundo, se puede cambiar las cosas, los hierros, interior.
el mundo. Y hacer esos retratos— espejos— objetos que recha-
139
138

La bandera de Cataluña libre. un...


zan y crean el mundo y su propio mundo en esta la retornan a la prehistoria : paquidermos diluvianos, Calder, atento a las cosas, creó una bandera a
como los jóvenes que buscan en el desierto for­ un
época del hierro. Cataluña libre, homenaje a Joan Miró, esa que No hay plaza para gente como tú aquí.
Son la edad del hierro. mas primitivas e incontaminadas de vida, en un
Tapies y la intelectualidad catalana, situaron libre Fuera
Un Zoo. oscuro afán de comenzar de nuevo. en Motserrat, solidarizándose con las luchas del FU ER A FF FUUUE E E RR R AAAAA
Un bestiario de hierro. Jipies de hierro. ETA y por la libertad de España.
Animales, hombres, objetos, máquinas, ciudades, Porque la sociedad de la eficiencia, del con­ Calder. — El viejo se durmió. Me voy a llevar el
A las puertas del Infierno. Arca de Noe, para hacer un establo. Voy a desem­
aviones, pájaros, hélices o cosas apresadas, com­ sumo, de la producción y el confor se ha vuelto Calder encuentra el yiejo Dios a las puertas del
primidas en el hierro duro, agresivo, cortante, tan irrespirable en su interior mismo— antes lo era polvar a todos estos viejos.
Infierno (Una Casa Blanca, con una torre que se Son muy feos...
deshumanizado. sólo para sus miserables y los esclavos del llamado come una estrella roja).
Libertad que lucha con el hierro, que parece « mundo number 3 »— , ahora ha comenzado ella Y la ballena esa de Jonás me la voy a beber tam­
English spoken bién...
momentáneamente apresada, prisionera de su misma a verse la cara, a devorarse a sí misma. Ego sum qui sum Good by, viejo
pesantez, de su fuerza, de su estructura y realidad. En el Zoo de Calder, como en Zabriske Point, de
Ganarás el pan con el sudor de tu frente Antes del diluvio
Testimonio de un conflicto, una lucha, una reali­ Antonioni, frente a la intolerancia total, un acto
El que no trabaja no come Y Y Y Y Y OOOOO
dad, una subversión. de amor sólo es posible en el paisaje desértico, Time is money P U R R R R
Los estables son tragedia de hierro, con la liber­ solitario, y la comunicación ocurre en extrañas
Y Calder retornó a Saché, con Luisa, y su voz del
tad luchando, la música : « la soledad sonora ». relaciones individuales-colectivas én el desierto Soberanía limitada otro mundo, y entonces dijo :
Si en un paisaje desértico o atómico, simbólico o donde los cuerpos se debaten en violentas formas Libertad limitada —Yo no camino más.
real, hoy o mañana, alguien encontrara estos de cohabitación prehistórica. U.S.A. - U.R.S.A. Y continuó creando nuevos mundos.
monstruos de hierro, podría bien decir : Hierro petrificado.
— Así que también hubo una época de hierro. Calder es un Icaro que no se rompe las alas, por­ Calder. — Viejo, e e e e e m m m u u u u y y y y

CeDInCI CeDInCI
Dio una vuelta en redondo, girando, fijo sobre el
Si el hierro : maquina ciudad, arquitectura, indus­ que vuela en el interior de sí mismo. tfffe e e o o o . mismo sitio. La segunda vez se abrió dando una
tria, avión, animal, hombre o cosa paraliza la La compañía de un móvil. El Viejo. — Se te había privilegiado asignándote vuelta más amplia, y así la tercera en relación
libertad, le quita sus móviles, el creador, el hombre, Durante los años de la clandestinidad cubana, un ese país que me gusta tanto, (al cuore mío), con la segunda, la cuarta con la quinta hasta llegar
el luchador se rebela, lucha, inmoviliza., domina, móvil de Calder y algunos cuadros compartieron E E . UU... a la décima, redonda siempre mayor. Al llegar al
recrea, reinventa y transforma el hierro. con el taller clandestino de «Revolución» y mi Calder. — Luisa, vamos a poner un móvil allí, unos punto de partida, en vez de partir en redondo,
La relación del hombre con el hierro, del hombre familia, el viaje de una casa a otra, mientras tra­ estables aquí. Podemos usar la caldera aquella partió recto, multiplicando la velocidad. Después
con la máquina ciudad terminología represiva, es bajamos y nos escondíamos de la policía. para modelar la ballena. marchó pausado por una línea irregular, junto a
una relación de esclavitud En momentos de reposo y tensión, ese móvil fue Esto está muy feo. líneas paralelas, rectas cortadas por curvas, curvas
miseria nuestro compañero, mi psiquiatra, la bicicleta Este viejo, esta mu y y y i i e e j o o o o o . atravesadas por rectas, metro a metro, punto a
tiranía que no tuve de niño, el símbolo físico, concreto, punto.
No te gusta nada.
explotación. de una libertad por la que luchábamos y moríamos. Todo lo que te cae en la mano lo cambias.
Esclavitud en múltiples planos : trabajo robado, Los monstruos picassianos y lamíanos eran lucha, No te gustaron mis sistemas planetarios y con
vida alienada, automatismo, repetición en la violencia, rebelión : el hombre luchando contra Carlos FRANQUI.
esos alambritos me lo sustituiste.
fábrica, en la oficina o el apartamento, en la siniestros paisajes de guerra o cañas. Me cambiaste los animales.
escuela, en todas partes. El móvil era la libertad. No estás de acuerdo con nada.
Y no sólo hay que liberar un solo plano : la opre­ Los dibujos de un mundo futuro, libre. Con esos yerritos que se mueven me cambiaste
sión económica, como creen algunos. No. Hay que El día que la policía batistiana encontró el taller, hombres, paisajes, mujeres...
humanizar la máquina, la industria, la ciudad, la su furia no se limitó a la imprenta. No te gusta tu país y te investaste todo ese bes­
casa. Aquellos extraños trazados, aquel raro aparato tiario de hierro, de aviones, barcos, casas, ciuda­
No la liberación parcial ni la obediente liberación. que se movía, preocuparon la ignorancia de la des, músicos, danzantes, hombres.
La liberación múltiple, continua, total. policía. Y el circo
Ni opresor ni oprimido. Ni capitalista ni obrero. Aun en aquel momento dramático fue inevitable y todo.
Ni burócrata-pueblo. Ni venceder vencido. la discusión, ante el desprecio y la burla de los Eres un atrevido.
Un hombre en comunicación con los otros, libre, esbirros ignorantes. Has sugerido a la gente : peuple, pipol, pueblo
creador en el trabajo, ante la naturaleza, la mate­ Inventamos en Cuba caminos de libertad que hoy que hagan otro mundo.
ria, la máquina, el estado, los hombres, en sí luchan por dibujarse en América Latina, y en la Que cambien el mundo.
mismo. otra del norte, y por extraña coincidencia, toda­ El mundo que yo y mis amigos al norte, al sur, al
El miedo a la libertad en cualquier parte del vía cuanto burócrata de cualquier parte del mundo este como al oeste, hacemos y dirigimos.
mundo es el miedo a la revolución continua y total. pasaba 'por mi casa, reaccionaba exactamente Quieres cambiarlo todo.
Zoo prehistórico contemporáneo. como aquellos esbirros que aquel día quisieron Eres un anticonformista,
Los estables me sugieren la presencia de un mundo destruir « aquel mundo otro, que habitaba las pare­ un rebelde
contemporáneo donde los monstruos de hierro des de mi casa ».
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Notas de lectura

Renga, poem a de Octavio Paz, Jacques Así progresa el renga. Los blancos que separan las sótano del hotel) _ > Perséfone Alceste Acariciando el lomo
R oubaud, E doardo Sanguineti y C har estrofas—cada una a cargo de un autor diferente Polifemo _ > Alí Baba Calipso catacumba del escarabajo de plomo,
de conspiradores _ > celdas de acusados, gruta, oro en el reflejo de oro contra el domo.
les Tom linson. —son muros móviles, cada poeta tiene que despla­
zarlos con sutileza, « apoderarse »—el código así matriz, vientre de ballena, cráter — ratones, gno­ ¿ Cuándo ?
G allim ard, N.R.F., 1971. lo preescribe—del sentido de la estrofa anterior, mos, mineros, etc. En el muro raspando,
integrarla a la suya sin brusquedad, sin ruido de A partir de/París/ _> connotaciones culturales, no sé si voy estando
Como el biombo japonés del Museo de Amster- bisagras. « afrancesamiento » : « fountains and d raperíes of o si estoy ya entre los aludidos
dam : una franja negra de hilos minuciosos, para­ El renga, poema colectivo, se desarrolló entre el Goujon, water in flowing stone :/city of Mansar!, de Menandro.
lelos, atraviesa una superficie de seda que repite Lemercier, Le Vau, Bruant*. ¿ Cómo ? ¿ Cuándo ?
período Heian (794-1192) y el período Moromachi,
invariables motivos de oro ; en la parte superior A partir de estos semas de base y de sus repercu­ Estoy entre los toros de Guisando,
en el siglo XV. Sus reglas iban desde lo más simple
del panel, un rectángulo, quizás un cuadro, mues­ siones—cadenas horizontales—, se establecen, cor­ estoy también entre los que preguntan
—alternancia de poetas—hasta lo más complejo :
tra un paisaje convencional que mejoran hoy las lándolas, cadenas verticales de desplazamientos y cómo y cuándo.
el tema de la estación, si se trata de la primavera
cuarteaduras de la antigua laca. Nos desplazamos alteraciones fonéticas : Creciendo y raspando,
o del otoño, debe de estar presente en tres o en
en la sala—antaño un asistente abría los paneles ; Ares insetto Charles Pope temblando (3).
cinco estrofas, sólo en una o en tres si se trata
estábamos sentados sobre cojines, junto a una mesa del verano o del invierno ; las palabras pino, | | Severo Sarduy.
V V
roja, muy baja—y el segundo panel completa la bambú, pantano, tienen que estar separadas, por Eros incerto Pop
imagen : la franja negra es la cabellera lacia y |
brillante de la cortesana que, postergada en una
lo menos, por siete secuencias, etc.
Los poetas que se reunieron en París para com­
V l
cereales poet
reverencia—el rostro blanco roza la estera—marca poner el primer renga de Occidente adaptaron algu­ « Julia » p o r Ana M aría Moix
su entrada ; la superficie de seda—signos plegados nos de esos preceptos a los de nuestra poesía 1 Ed. Seix B arral, B arcelona, 1970.

CeDInCI CeDInCI
—es la de su quimono ; dos postigos abiertos en­ tradicional, transgredieron otros : se adoptó el Ceres
marcan el rectángulo de la parte superior : una soneto como forma canónica, cada participante Esta red ortogonal que, cada vez que se escapa,
ventana que da a un jardín de invierno. El tercer escribió en su lengua, no hubo temas impuestos vuelve a fijar el desarrollo del texto a la circuns­
panel fijará en la Historia el espacio a que abre tancia de su generación, a! mantenerlo en su pre­ Lo primero que convendría advertir a propósito
sino vagas sugestiones ; por último, el soneto final
esa ventana : con sus esferas armilares y sus an­ sente perpetuo, lo obliga a cumplir con su voca­ de esta novela es que su autora la escribió (según
no se escribió.
clas, con barbas y bombachos, distribuyendo lati- ción : el propósito del renga, como el del haikai las fechas que constan al final) entre agosto y
Quizás lo más interesante de este renga políglota
nazos y cruces, los portugueses desembarcan en —en que se iban a convertir los tres primeros ver­ septiembre de 1968 ; es decir a los veintiún años.
es lo que a primera vista puede aparecer como su
Japón. sos del tanka, combinación estrófica original del Se trata pues de un nuevo caso de precocidad
limitación : la poca amplitud del « décrochage»,
Como las paredes de tela blanca, corredizas, renga—, como el del ukiyoe—esas estampas japo­ que podríamos añadir a otros semejantes en una
el despegue reducido, la referencia constante al
que organizan, segmentándolo o unificándolo, de nesas que fascinaron a los impresionistas—, es la época bastante pródiga en novelistas excepcional­
momento y al lugar de producción, que ubica de­
acuerdo con los invitados y las horas, el espacio captación de una imagen precisa y única : la del mente jóvenes, y no sólo en nuestra literatura.
masiado al texto y lo escande con sus insistentes
de la casa tradicional japonesa, los paneles del instante que pasa, relámpago de la duración, del Recúerdese que Carmen Laforet y Ana María Ma­
tautologías.
biombo abren o cierran—ofreciéndolo a la plura­ sentido, tan breve, tan profundo, que se ha visto tute tenían igualmente veintiún años cuando reci­
Estas « unidades» de lugar y tiempo se articulan bieron el Nadal respectivamente en 1944 y 1947 ;
lidad de las lecturas o encauzándolos hacia el metonímicamente siguiendo series de términos que en él, como en el satori del budismo Zen, el
ahora y aquí de un evento—, disocian o concluyen final del lenguaje, la exención del sentido. que Frangoise Sagan contaba sólo diez y ocho
pueden codificarse y cuyos desplazamientos conti­ cuando la publicación de Bonjour tristesse la
la escena del sentido. Las ranuras del suelo, im­ guos se advierten como « puntos de anclaje» en El renga, presente en devenir, acción que se desa­
perceptibles, por las que los muros se deslizan en rrolla en el ahora de cada página, corresponde convirtió repentinamente (tocada por la varita má­
la trama semántica :
silencio y las bisagras del biombo, aceitadas y mi­ pues con el gerundio. Un poeta lo presintió así, gica de la publicidad parisién y su enorme caja de
A partir del sema/hotel/(los poetas se reunieron resonancia) en una celebridad tan relampagueante
núsculas, son represas, diques : unifican o frag­ en un hotel de la rive gauche) obtenemos _ es­ y esta afirmación es mucho más explícita si tene­
mentan espacio, nos evocan el tiempo sin datación tación, sala de espera _ > interrupciones _ refe­ mos en cuenta la constancia de este modo verbal
del mito o nos insertan en una fecha. rencias a viajeros : « alguien, sin nombre, bajó, en el Hai Kai en gerundio de José Lezama Lima, (1) « Une lefon d'écriture », Roland Barthes, in « 1‘Em ­
Así viaja alrededor de una isla-—el oleaje avanza extraviado, a la cámara/subterránea, diciendo : je como si el poeta quisiera señalarnos que su condi­ pire des signes, Albert Skira, éditeur, Genéve, 1970.
ción de gerundio no es una atribución más sino (2) « Esta perspectiva en cambio constante—cortinas de­
y se retira, un anciano gimiente le dice adiós—el cherche une valise». lante y detrás de otras cortinas— este espacio sujeto al
espectador del N ó ; así el Bunrakú, el Teatro A partir de/metro/(el ruido del subterráneo la condición primera de la forma estrófica japo­ ocu har-develar es el de la escritura japonesa añadamos
Lírico de Muñecas, « nos da a leer simultánea­ próximo) _ > « las metáforas de Homero sobre nesa. los abanicos y esa forma suprema del mostrar-enseñar que
mente, en tres lugares del espacio, las tres escri­ las tempestades del mar, los himnos védicos sobre Concluyo pues esta nota con el poema-definición es el vestuario ; lo que se nos da a ver sobre todo es lo
de Lezama : que no termina de impedirnos ver, y el espectáculo, al fin
turas separadas que practica . la marioneta, el el trueno, las cataratas de hierro de Joyce », etc. ; descubierto, no pesa en la mirada más que un dibujo sobre
manipulador y el vociferador : el gesto efectuado, « Rumor de río en cadenas : el metro./Yo pienso Hai Kai en gerundio. una pantalla de seda. » Fran^ois Wahl, « Les catégories
el gesto efectivo y el gesto vocal (1) » ; así la en ríos de lodo nácar/que sobre inmensas páginas El toro de Guisando de l'e x q u is» sobre el libro de Sei Shonagon Notes de
acción heroica no excluye a la de los tarugos en no pregunta cómo ni cuándo, cbevet, en La Quinzaine Liitéraire, 1-15, octubre,
de polvo—Punjab, Bihar/Bengala— escriben su dis­ 1966.
el Kabuki (2). Mondrian y Brecht comprendieron curso insensato «... va creciendo y temblando. (3) José Lezama Lima, Poesía Completa, p. 437, La H a­
esta «lección de escritura*. A partir de sótano/(los poetas se reunieron en el ¿ Cómo ? bana, Cuba, 1970.
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como prematura ; sin hablar del caso extremo y principio que preside la obra. La autora no se ha imitativa, de importación, sin realidad ni raíces celo escatológico, una firme determinación de no
prodigioso de una Minou Drouet, de la que se dis­ dejado embaucar por modas circunstanciales, ni propias. Julia no se encasilla en ninguna de las ahorrar ninguna visión por repugnante o terrible
cutió tanto y a la que nadie hoy recuerda. Ante seducir por el último grito literario ni por los últimas tendencias : ni realismo objetivo, ni anti­ que ésta pueda resultar. Una de las características
la persistencia de un fenómeno semejante, en que últimos experimentos en boga. Desde este punto rrealismo, ni nouveau román. Es posible incluso que más resaltan en el libro, en consecuencia, es
lo excepcional se ha convertido casi en habitual, de vista Julia es una novela que podríamos cali­ que esta novela constituya una superación de esa la gravidez y riqueza de los detalles, el abigarra­
hay que deducir dos cosas : o que se es hoy muy ficar de independiente y personal, en cuanto no nueva sensibilidad que Castellet encontró en los miento de una realidad que en todo momento
poco exigente respecto al contenido y calidad de intenta salirse o extraviarse del ambiente humano poetas en ciernes que incluyó en su antología de parece dispuesta a romper un orden precario y
lo que se vende bajo la etiqueta de novela ; o y del medio social en que vive y escribe la autora. saltar por los aires transfigurada en una metáfora
los nueve novísimos, entre los que aparece repre­
que la madurez mental y capacidad creadora de En efecto,, Julia responde a una sociedad muy sentada nuestra autora por unos cuantos poemas del apocalipsis.
la especie humana se adquiere mucho más de prisa española en lo que se refiere a motivaciones y curiosamente imitativos y americanizantes, hasta Como el Paradiso de Lezama Lima, la novela
que antes y como de golpe y porrazo... Por mi reacciones de los personajes, al mismo tiempo que de Donoso es, en un cierto sentido, una aventura
con sus títulos, nombres y versos en inglés para
parte— y en el mejor de los casos—creo que estas refleja la sociedad catalana, en la que cierto dar más color ; recurso que con intención política del lenguaje bajo la cual se esconde la historia de
novelas prematuras hay que tomarlas por lo que desarrollo económico y « europeizante » no corres­ utilizaron poetas como Nicolás Guillen, pero que su república, el desaparecido— o crepuscular—
en realidad suelen ser : una especie de autobiogra­ ponde sin embargo a un desarrollo político para­ al repetirlo ya no tiene fuerza de voz, sino que mundo de la sociedad criolla. En esta dirección se
fías más o menos anoveladas, escritas en primera lelo, ni a una ideología y comportamiento afines. sitúa la historia de los Azcoitía y la crónica de la
resulta un eco.
o tercera persona (es lo de menos) en las que lo A este respecto sería curioso establecer, por Hay que saludar en Ana María Moix una nueva capellanía fundada por la familia a fines del
principal y más interesante es justamente lo que ejemplo, una comparación—aunque fuese fugaz escritora de sensibilidad, una novelista llena de siglo XVIII, para preservar la tradición piadosa
el autor nos revela de sí mismo. De ahí que en y somera—entre Julia y Bonjour tristesse, novelas de la beata Inés o extipar les raíces de la leyenda
posibilidades.
tales obras contraste a menudo la naturalidad y igualmente primeras y precoces, pero extremada­ que ha hecho de ella una niñabruja. Jerónimo de
veracidad de los sucesos y personajes vividos o mente distintas por la diferencia del condiciona­ J. Corrales Egea Azcoitía y una segunda Inés, su esposa, junto con
conocidos directamente, con el tono falso y li­ miento social a que ambas responden. La primera una misteriosa y mítica perra amarilla y la magia

falta de una experiencia suficiente.


La novela de Ana María Moix no se escapa de
CeDInCI
bresco de lo que el escritor se inventa—y ello por

esta regla. Todo cuanto se refiere a vivencias


de ellas, a pesar de haber sido redactada con dos
años más de edad que la segunda, deja la
impresión de un libro de plena adolescencia,
todavía infantil en muchos aspectos, concreta­
José Donoso
El obsceno pájaro de la noche.
CeDInCI sórdida de la Peta Ponce, sirven para establecer
el nexo entre esa ominosa crónica patricia y la
capellanía ya convertida en asilo de ancianas. Una
casa demencial dominada por presencias seculares
inmediatas de la autora-protagonista, al mundo mente en el enfrentamiento con la vida y con el e imágenes sagradas, por el vacío y la sombra o
que conoce, deja impresión de verdad, de auten­ Seix Barral, 1970.
problema de las relaciones sexuales—problema por un grupo de viejas a punto de desencarnarse
ticidad ; hasta el estilo de la narración parece que que la heroína aborda con una medrosa reticencia en el vacío y la sombra, es el lugar apropiado para
La novela hispanoamericana, como la novela ame­
se le aligera y fluye con mayor facilidad en este en la que se trasluce el sentimiento de culpabilidad interrogarse sobre las posibilidades de superviven­
ricana en su día, parecería haber alcanzado una
caso. Se siente que el escritor anda con pie seguro. (de pecado) inculcado por la educación y el cierta entidad donde sus leyes se identifican con cia de una sociedad, una casta o una razón mal­
Así acontece en lo que atañe al mundo escolar, medio ambiente. Frente a esta actitud, Cecilia las de un previsible ritual. Subrepticiamente la ditas. El lugar está bien escogido : las múltiples
estudiantil, ambiente de los colegios, vida univer­ (protagonista de la novela de Sagan) se comporta tradición ha ido acumulando una serie de carac­ imágenes de la disolución y la ruina son conjura­
sitaria, etc. En cambio, el personaje del abuelo en cambio como una mujer adulta, emancipada, das desde la infrarrealidad de un hospicio de
teres, símbolos y situaciones tan familiares, que
don Julio (del que la autora se sirve como truji- y sus relaciones con Cyril son más que de novios, ancianas, evitando así el riesgo del documental
sólo la pasión del militante, la ajenitad de!
mán de ideas políticas, religiosas o sociales) de amantes. Y mientras en esta novela los perso­ expatriado, la soledad del profeta retrospectivo plomizo y reiterativo normalmente asociado a
resulta más bien pueril y falso. Hacer hablar y najes aparecen « liberados» de una serie de tabús experiencias de este tipo.
parecen poder escapar a esta temible predestina­
actuar a un hombre de setenta años por una y convencionalismos (lo que permite que entre ción. Con El obsceno pájaro de la noche (1), Don Jerónimo había soñado con un heredero que
adolescente de veinte no es tarea sencilla : la hija y padre se forje una libre camaradería que José Donoso ha situado su nombre entre el de perpetuara el linaje de los Azcoitía. Pero en el
desproporción es demasiada y la falta de obser­ desemboca en equilibrada y mutua comprensión), otros ilustres exploradores de una nueva frontera, mundo paradojal y aterrador de Donoso los
vación y de experiencia engendra un personaje todo el drama de Julia, de la adolescente española unas nuevas dimensiones de lo narrativo. Hum­ hechos resultan siempre imprevisibles, y así en su
incongruente, furibundo, un poco teatral y de Julia, estriba precisamente en el progresivo descu­ hijo no le será dado ver ese dechado de perfec­
berto Peñaloza, el protagonista (?), reúne casi todas
una ingenuidad política impropia en un luchador brimiento de la desavenencia e infidelidad existen­ las dotes infernales que en la tradición literaria ciones que aguardaba, sino un « repugnante cuerpo
de su experiencia. Otras veces, como ocurre con tes entre sus padres, hecho que dentro del mundo suelen marchar asociadas a la locura divina. sarmentoso retorciéndose sobre su joroba, su
los padres de la protagonista (en los que debe en que los personajes viven equivale a una catás­ rostro abierto en un surco brutal donde labios,
Como el Oliveira de Cortázar o el capitán Aab de
haber su parte de invención) el personaje se queda trofe. paladar y nariz desnudaban la obscenidad de
Melville, para citar sólo dos casos, Humberto ve
un poco en el aire, nebuloso y falto de consis­ El mérito de A.M. Moix consiste—como dije más sólo absolutos en un mundo gobernado por razo­ huesos y tejidos en una incoherencia de rasgos
tencia. rojizos... era la confusión, el desorden, una forma
arriba—en haber sabido resistir a los cantos de nes demasiado ostensibles. Capítulo tras capítulo,
Pero al lado de estos errores—casi obligados—, sirena de la mimesis literaria, y a la colonización un pasado caótico invade y se derrama en el distinta pero peor de la muerte» (p. 161). Pero el
la novela de A.M. Moix encierra muchos aciertos, mental extranjerizante : errores que no supieron temple de conquistador de un Azcoitía no se deja
presente vacío. La evocación de Humberto Peñaloza
y no sólo de orden literario. Por encima de la evitar algunos de nuestros jóvenes novelistas de es el plano donde la vida, la sociedad, el sexo, arredrar por el contratiempo. Si su hijo no puede
agilidad del diálogo, del interés que sabe despertar la « nueva o la » con aquellas obras imitadoras de la religión, se despliegan para ser examinados. regir el orden de la normalidad, el padre cons­
en la narración, yo pondría la autenticidad de una dolce vita perfectamente libresca y peliculera, Donoso lleva adelante su investigación con un truirá para esa « versión del caos» un reino de
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la monstruosidad. No en vano la de los Azcoitía, viejas. Otro es la Peta Ponce, ese misterioso doble pero lo que en Trías reviste carácter de postula­ de sus máscaras, pues « José Donoso es un escri­
como su historia lo ilustra, ha sido siempre una de Inés cuyos orígenes se pierden en la bruma de ción, de designio, en Donoso es sólo el resultado tor de obsesiones {no con obsesiones), y su obra
estirpe de fundadores. Don Jerónimo manda la leyenda. Y él es también quien establece una de una constatación. Si Frías propone la disolu­ no es une descripción de dichas obsesiones sino
reconstruir su feudo de La Rinconada con arreglo secreta correspondencia entre Jerónimo e Inés, por ción en las máscaras como alternativa frente a más bien una continua creación de las mis­
a los cánones de la monstruosidad. El parque es un lado, y Humberto y la Peta Ponce por otro. El un yo cosificado, para Donoso esta disolución no mas », Donoso siente una natural desconfianza
decorado con una Diana Cazadora gibada de mismo Humberto en algún momento lo declara : es más que uno de los avalares de la decrepitud, hacia los espejismos de la realidad. Su obra, más
mandíbula acromegálica y piernas torcidas, y un « La Peta y yo quedamos excluidos del placer. Ella porque Donoso describe un mundo alucinante de que por datos, está poblada por alusiones, y
Apolo contrahecho de labio leporino y orejas y yo, la pareja sombría, concebimos el hijo que experiencias no integradas, de existencias quebradas siguiendo las prescripciones ya clásicas de Chejov,
asimétricas con un sexo descomunal colgante. la pareja luminosa era incapaz de concebir» por el lado del corazón, como diría César Vallejo. más que intentar dar una repuesta a los interro­
Apolo deberá ser el ideal de perfección física para (pág. 224). Pero toda la vitalidad del Humberto Porque los personajes de Donoso son seres en gantes que la realidad le formula, se contenta con
Boy, el heredero, y Diana igualmente quien des­ testigo de la belleza naufraga en la regresión bio­ busca de una posibilidad abolida por un mundo formular lúcidamente una visión de la realidad
pertó sus instintos a la epifanía del Eros. Hum­ lógica del Humberto partícipe de la belleza. Para desgarrado por las calamidades de la historia, los que es en sí misma una incesante interrogación.
berto Peñaloza, secretario de don Jerónimo, es Humberto la posesión de Inés reviste distintos espejismos de lo real, las miserias de lo humano. Ese « bosque salvaje donde aúlla el lobo y chilla el
enviado a recorrer los ámbitos de la noche para caracteres : es, entre otras cosas, una venganza Donoso habla sobre un mundo que se desmorona, obsceno pájaro de la noche», aludido por el
reclutar enanos, jorobados y contrahechos de toda contra sus imposibilidades para realizarse en el describiendo el modo en que sus muros se agrie­ epígrafe de Henry James, sirve para fijar de
clase con quienes poblar este mundo alucinante. orden social y también el remedio contra una tan, y la forma de esas grietas, con la pasión de algún modo límites de su mundo, o mejor aún,
Boy nunca verá otra realidad que la de lo mons­ nostalgia de la belleza que se identificará final­ un cartógrafo antiguo que recompone las comple­ para marcar la ausencia de límites en esta investi­
truoso. El único nexo de La Rinconada con el mente con la nostalgia de los orígenes. Jerónimo jas ramificaciones de un rio, disuelto ya en delta, gación donde la decrepitud y la historia hallan
exterior será Humberto, quien por su mismo destruyó su persona ; Inés puede reconstruirla. antes de que éste se desvanezca en el mar, con la cabida junto al horror y la magia. Novelista de la
carácter de excepción será para Boy la efigie Es la clave y la cifra de su yo destrozado. La impávida serenidad de un hombre en perfecto nueva frontera, Donoso ha sumado con su libro
perfecta de lo anormal. « Don Jerónimo cuidó control de sus emociones. Como el Lezama de un nombre más a ese inextinguible manantial de

CeDInCI CeDInCI
posesión de Inés significa rescatar su identitad,
todos estos detalles porque nada de lo que rodeara aunque finalmente ese deseo, esa nostalgia, se Paradiso, Donoso ha cavado hasta límites sorpresas en que parecería haberse convertido la
a Boy debía ser feo, nada mezquino ni innoble. salden con un retorno al útero materno que esta­ inconcebibles en la entraña de la experiencia. actual narrativa hispanoamericana.
Una cosa es la fealdad. Pero otra cosa muy dis­ blece una coincidencia entre el acto de recuperar Como el Lezama de Paradiso Donoso ha
tinta, con un alcance semejante pero invertido al la identidad perdida y el acto de morir. construido su mundo con un derroche de imágenes Juan Carlos Curutchet.
alcance de la belleza, es la monstruosidad, por lo Existe una curiosa relación entre esta novela—y en que la vitalidad del verbo se desborda es una
tanto merecía prerrogativas también semejantes» en general toda la obra narrativa de José Donoso imagen bajo control. No es la imagen expectante
(pág. 231). El objeto primordial es la fundación —y un fascinante librito publicado por un joven, en el umbral de la auto-revelación, en busca de un
de una realidad sin antes ni después, sin por qués talentoso y polémico ensayista catalán. La obra sentido, la imagen como instrumento de su propia
ni cornos, una burbuja eleática sustraída al deve­ aludida es « Filosofía y Carnaval» de Eugenio exploración, sino la imagen incorporada en el vér­ Aquilino Duque
nir temporal y donde la inteligencia asuma los Trías. Trías propone la disolución del yo en una tigo de una narración que disparada en la página
límites de la percepción. Un mundo donde no inicial conoce desde el punto de partida el punto
La rueda de Fuego.
pluralidad de máscaras. No el disfraz del yo, sino
hallarán cabida las leyes de la causalidad ni los su disolución, Cada máscara desarrolla una posi­ exacto del desenlace, y que hace de cada frase, de Editorial Planeta, 1971.
juicios de valor. La Rinconada pretende fáustica- bilidad, una dominante inédita en el yo abolido. cada palabra, una suerte de metáfora de esa epifa­
mente emular el prodigio de la Creación, es una La máscara no encubre el yo ; es el yo, sirve para nía ulterior que retrospectivamente ilumina o incen­ Aquilino Duque (1931), parece encaminarse hacia
réplica y un desafío, un avatar delirante de la realizar la nostalgia de una carencia. De este modo dia la servidumbre engañosa del verbo. Pero la la tenaz posesión de un mundo novelesco propio,
razón acorralada. la suma de las máscaras dibuja en hueco, en una música es la misma. Al colorido del trópico, a la genuino. Esto destaca inmediatamente durante la
El sexo invade todos los repliegues de este mundo, suerte de vaciado o placa negativa, la imagen de incandescencia de la juventud y el instinto, a la lectura de su última obra, La rueda de fuego. Se
asume los rostros de la luz y de la sombra, es un yo más verdadero. Así cuando, tras haber pasión de Lezama que busca la verdadera creen­ trata de una repetición circular iniciada con La
una maldición o una esperanza, destruye o edifica, finalizado su arreglo con Romualdo, se coloca la cia « entre la superstición y el libertinaje », Donoso operación Marabú— breve esquema, casi un apun­
corroe, abre las páginas de la novela y las cierra cabeza del Gigante, mediante ese procedimiento opone su sinfonía de la opacidad, el gris maci­ te—, con mayores vuelos en Los consulados del
con la descripción de un alucinante viaje de anula « con la nueva investidura toda existencia lento de su mundo austral, busca su propia más allá. La repetición narrativa, el retomo con
regreso al útero materno. La omnipresencia de! previa, todas, el Mudiro, el secretario de don creencia en algún lugar entre el ascetismo y la variantes a la misma parcela adquiere ahora un
sexo coloca bajo una misma advocación los ritos Jerónimo, el perro de la Iris, Humberto Peñaloza, lucidez. A Donoso y Lezama los separa el método sólido peso con esta obra que comentamos. Al
de la Casa y el aquelarre de La Rinconada, esa el sensible prosista que nos entrega en estas de la búsqueda, la praxis narrativa ; pero los une fin y al cabo la vida de un novelista (nos referi­
Arcadia esquizofrénica a mitad de camino entre tenues páginas una visión tan sentida y artística no sólo la nostalgia de un pasado revelado sino mos, claro está, al que mantiene con la novela
las estampas amables de un Watteau y el mundo del mundo desvanecido de antaño cuando la también una misma coherencia hecha de austera vastos parlamentos secretos, no al deudor de la
de pesadilla de un Jerónimo Bosch. El sexo surge primavera de la inocencia florecía en jardines de esperanza e indeclinable rigor. simple epidermis mimética) no es más que la
emancipado de las motivaciones del instinto. Uno glicinas, la séptima bruja, todos nos disolvimos en Esta sumaria descripción naturalmente no agota— suma de las variaciones en torno a un mismo
de sus símbolos es ese fantasmagórico don Cle­ la oscuridad de adentro de la máscara » « págs. 89- apenas insinúa—la insólita complejidad de la tema. Narrar es m onótono; narrar es una tarea
mente que en el laberinto de la Casa a veces brota 90). Trías niega la existencia de un yo subyacente novela. En ella la realidad sufre un proceso de deslumbrante y monótona. Narrar es la suma de
de las sombras y salta sobre cualquiera de las en las máscaras, y otro tanto ocurre con Donoso, disolución paralelo al del yo bajo la multiplicidad los buceos al centro de una profundidad propia.
146 147

En L a rueda de fuego existen varios planos muy su borde, en actitudes nocturnas, dionisíacas. Gira exige al autor un proceso form al externamente relatos deducen la filiación socialista del autor,
ordenados, superpuestos que inciden e iluminan la rueda de fuego y C ayetano Rojas— fundam ental más laborioso que en los mismos textos de su pri­ y más que eso, su personal y viva intervención en
un centro rem oto, de origen mítico, que el lector, eje de lo que pudiéram os llam ar tram a— pasa de mer libro. La ficción, así, se apoya en la crónica el proceso de la Revolución misma. Lo que
apoyado en la evidente voluntad de estilo del Dallas a un Cádiz sitiado— mito de la historia y y ésta a su vez en los mecanism os de la ficción. ocurre, pienso, es que Fuentes ha ido un poco
au to r (fundam ental el problem a largo del lenguaje de la infancia, vuelta al estado auroral—, y la Ambos libros m uestran a N o rb erto Fuentes com o más lejos que otros autores cubanos en su visión
en esta novela), debe descubrir con una fuerte ciudad queda convertida en blanco navio fantasma. uno de los autores cubanos que más hábilmente de esa lucha : no se ha lim itado a im plicar su
dosis de la lectura creadora, efectuando para ello V oluntad de orden y estilo, repetimos, sirven al ha sabido asumir el tema de la Revolución Cubana filiación política (que, parecería, para él ya no
un dilatado viaje más o menos secreto para el cual conflicto que produce la obsesión de rectificarle (o mejor dicho : su experiencia directa de la supone disyunciones, y más bien un contexto natu­
valen las teorías de M ircea Eliade— nos parece— , la plana a la realidad para sustituirla por un misma, com o un « hijo de la R e vo lu ció n »). Esa ral de form ación y experiencia) sino que la
su concepción mítica del m undo, com o base de mundo autónom o. A quilino D uque se funde experiencia excepcional (Fuentes intervino como ficción misma, el trabajo ficticio de la reelabora­
com prensión y conocimiento. A quilino D uque entonces con la m ateria vital que lo constituye : correspondal en la lucha) nos es com unicada desde ción de los episodios concretos, h a hecho que esa
destruye la realidad, suplanta o sabotea la reali­ desengaño de Europa, culturas, lenguajes, obse­ una valiosa elaboración literaria, sobre todo en filiación se amplíe en una suerte de com promiso
dad-real para sustituirla por otra dim ensión : la siones, perfil de A ndalucía, de u n a ciudad cem u- el libro de relatos. Pero Fuentes no actúa en nin­ que problem atiza, de m odo más agudo que la
ficticia novelesca, la realidad mítica creada en un diana donde al estallar la prim avera un personaje gún m om ento sólo com o un escritor casualmente crónica, la realidad asumida. Si se hubiese limitado
acto estético rebelde, sumamente pensado desde se integra en los círculos en páginas de admirable provisto de un tema : aunque en las crónicas paga a n arrar el aniquilamiento de los grupos contrarre
la cultura. Esta tarea, que es trabajo también calidad en la escritura. Búsqueda de los origines y tributo a la tradición y a la perspectiva del in­ volucionarios probablem ente hubiese escrito u n do­
circular, casi locura propia de los que desean ser por lo tanto obra lejana a las leyes de la narrativa forme del corresponsal de guerra, es evidente que cum ento militar p o r varias razones em ocionante, y
« suplantadores de D io s », nada tiene que ver, verista. esa experiencia de la lucha configura su propia hasta estremecedor. Pero al ir más adentro de esa
com o es natural, con las servidum bres del realismo Aquilino D uque se aproxim a a una conclu­ naturaleza de escritor, cuestionando su uso de la posibilidad, al tratar de recuperar la violencia de
concebido com o estrechez. Pienso en Vargas Llosa, sión : cuando el escritor es capaz de m odificar y ficción, porque el autor es aquí som etido al p ro ­ los hechos pero tam bién su espacio cotidiano, la
en su orden novelesco o en su m adurez crítica transform ar la realidad, llega a una óptica evidente­ ceso complejo que reclama esa experiencia extrema, « guerra ju s ta » y la discordante situación de los

cabal de la obra de G arcía M árquez.


CeDInCI
cuando nos explica estas cosas en el prólogo
adm irable a Tiraní lo Blanc o en su com prensión

Entre la subjetividad del novelista, poblada de


mente mítica, lo que significa una curiosa eleva­
ción en sus poderes de percepción y en los
mecanismos expresivos. Desde este nivel, el nove­
lista es ya un creador de universos cerrados y
palabra. CeDInCI
com prom etida en el sentido más com pleto de esta

Por lo pronto, la experiencia del lector no es nada


alzados, el mismo hecho tácito de que ambos
grupos en lucha son cubanos, la casi demencial
aventura de los invasores y el peligro extrem o que
suponen, cierto com prom iso hum anista, en fin,
fantasmas, desacuerdos o « d e m o n io s» y la obra totales. pasiva : estos libros creo que son los que más que no puede rechazar— al asumir esa compleja
objetivada y resuelta, entre la negrura rebelde y directam ente nos introducen a situaciones carac­ confrontación, Fuentes nos entrega una saga no
Julio M. de la Rosa. simplificada, enriquecida. N o otra cosa se podía
la claridad dócil, existe la voluntad de orden terísticas de la Revolución C ubana, y por lo mismo
esperar, supongo, de un escritor valioso sumido en
estético poniendo un ritmo. El orden de L a rueda Norberto Fuentes conform an una experiencia literaria diferente, por
de fuego es, fundam entalm ente, el estilo que nos más que reconozcan tradición literaria tras suyo. Por una experiencia extrema, casi alarm ada, confron­
permite b ajar a un mundo mítico, a un tiempo Condenados de Condado. mom entos el lector puede creer que está ante un tada por la violencia y la muerte, y también por
diferente. V ocación de orden ofreciendo o hacien­ La Habana, Casa de las Américas, 1968. canto a la vio len cia; con vigor, el au to r diseña la piedad y el dolor. N o es que Fuentes dude en
do posible un entram ado de líneas muy bien tra­ Cazabandido. episodios de esa lucha, más que en la tradicional ningún m om ento de la razón (¿ ideológica ?, ¿his­
zadas, pues lo que induce a com poner una novela Montevideo, Libros de la Pupila, 1970. confrontación de dos frentes, en la expectación tórica ?) que asiste a su experiencia, eso haría
de este corte es, entre otras cosas, la grave manía Dos libros ha publicado N orberto Fuentes (nacido de ese mismo encuentro, o en la breve descripción perder fuerza a su versión de los hechos : al
por reducir a claridad lo que es desorden intuitivo- en 1943) sobre la lucha del ejército cubano contra de desenlaces in d iv id u ales; pero, sobre todo, los contrario, desde esa firme posición en que a sí
irracional. Esta tarea, que separa a un novelista los grupos de invasores contrarrevolucionarios : hechos no están nunca dilatados en el recuento mismo se descubre, desde ese papel que la Histo­
de un alucinado sin conciencia, se hace estilo en Condenados de C ondado (1968) es una colección sino m ostrados en su presencia fatal, despojados. ria le asigna, es que .corno autor (como hablante
la composición, entendiendo como estilo la luz de relatos breves e intensos, y C azabandido (1970) Sin embargo, el lector reconoce pronto que estos que es un testigo), enfrenta su m aterial para
total que nos perm ite ver o intuir el m undo es una colección de crónicas periodísticas. Los relatos rehúsan la simple delectación en la fuerza, reconocer, en la escritura, que esa posición suya
alucinante y claro de L a rueda de fuego. relatos (centrados en to m o al desértico pueblo de el peligro o la victoria, y que suponen una hábil se reelabora en la ficción desde un sentim iento de
El tiempo visible, donde los personajes de la obra C ondado) participan tam bién de la naturaleza de y económica selección de materiales y situaciones : la H istoria haciéndose ; y así los hechos de la
se mueven aparentem ente, es sustituido por el la crónica, al menos en el sentido en que son así, junto a la violencia desnuda aparece el aspec­ violencia se justifican en la fe colectiva que supone
tiem po mítico. Estos personajes parecen fu n d a­ recreaciones evidentes de uno de los capítulos to más cotidiano de la lucha, incluso el humor la Revolución. Situación ésta excepcional para un
mentarse o adecuarse a la afirm ación de A ureliano más im portantes de la Revolución C ubana : la piadoso y cálido de situaciones laterales o para­ escritor joven que rehúsa el dídactism o y el pan­
Buendía, cuando en cierta página de Cien años de ficción, por lo mismo, tiene la urgencia resonante lelas ; tanto los relatos com o las crónicas com pro­ fleto : pronto supera el mismo plano testimonial
soledad dice : « el tiempo no pasaba, sino que de los hechos inmediatos, su vértigo y también su meten, por lo mismo, una zona más rica de y form ula desde la ficción el vigor suscihto y pleno
daba vueltas en redondo ». N ovela circular, violencia. Y las crónicas (Cazabandido es el n o m ­ experiencias y personajes, agudizados por la con que el lenguaje sabe aquí reconocer el
giratoria rueda de fuego que nos descubre a un bre de la operación m ilitar contra los Cubanos vecindad de esa lucha. reclamo extrem o que le ha impuesto la Historia.
novelista joven, ducho en Europa, profundo sabe­ invasores) no dejan de em plear técnicas n arra­ Es curioso que Condenados de Condado haya sido Condenados de Condado (que obtuvo el premio
dor, culto, ilustrando facetas míticas de varias tivas, una form ulación que pertenece al relato : calificado (en Cuba) de un libro ambiguo ideo­ cuento del concurso Casa de las Américas en 1968)
soledades entrelazadas que bajan al infierno o a hablar directam ente de los hechos, reseñarlos, lógicamente, porque parece evidente que estos lleva esta advertencia : < Las narraciones que
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ahora vienen sólo se comprometen con mi imagi­ y eficaz, en el cual se resuelven todos los efectos Descalzo, en el cuento, actúa más como un
una importante precisión : el personaje Descalzo
nación aunque yo haya tocado esos hombres y de una persuasión verosímil y el diseño metafó­ campesino que como un militar. Y esta implicancia
del relato tiene más fuerza convincente que el
esos muertos. » De este modo, el autor quiere rico de una coherencia que subyace. El ritmo del cuento no aparece, por cierto, declarada, sino
individuo Descalzo de la crónica. El primero
deslindar entre los hechos mismos y la elaboración suscinto y el coloquio cálido, la nitidez sobria y sugerida como la coherencia quizá más firme del
parece más real, al lector, que el segundo. Y esto
ficticia porque, como es evidente, la lectura la objetividad plena, imponen la misma economía libro : porque a lo largo de estos relatos creo que
no es una paradoja sino una consecuencia expre­
tiende—ante la actualidad del tema—a ver tes­ formal de los textos, impiden la disgresión o el funciona una metáfora subyacente que tiene su
siva : el personaje del relato posee una presencia
timonios inmediatos en esas narraciones; pero a desarrollo, demoran la intensidad en la sola nomi­ centro en la realidad sórdida y desértica del pueblo
más grave, lacónica, muy ligada a su m edio; se
poco que uno va adentrándose en el libro descu­ nación, en la misma presencia ceñida. Otra vez, de Condado. Las primeras líneas del libro (pri­
trata de un campesino antes que de un soldado,
bre que la desnudez plena de los hechos y la así, el lenguaje de la evidencia es también el meras del cuento, que cité) refieren el infierno
o más bien : se ha hecho un soldado para defender
íntima coherencia de las situaciones—esa razón lenguaje de una formulación muy elaborada. enmarañado de una zona salvaje contra la cual el
su condición de campesino. Percibimos, por otra
de necesidad en que se van organizando las El primer relato, « El capitán descalzo» es hombre debe pelear armado de un machete, palmo
parte, que la fría violencia con que actúa (de
escenas, sin concesiones a ningún naturalismo— cacterístico del conjunto. Una bandido llega a la a palmo, defendiendo su labranza y también
modo casi fatal) no es un hecho fortuito sino una
sólo puede darse como una clara elaboración casa del campesino llamado Capitán Descalzo : ampliándola. Y esa imagen se completa en otra :
respuesta desde su experiencia más personal, desde
ficticia. Y, en efecto, al leer Cazabandido, el huye del cerco de los cazadores y pide pan y agua. las rocas, las piedras, la tierra árida, se abren
su otra lucha tácita por la sobrevivencia en un
libro de las crónicas inmediatas, los episodios de En un clima de fría simpleza y tensión abrupta, el entre esa selva, duplicando así la metáfora de
medio hostil.
esa lucha se muestran bajo una luz muy dife­ campesino con su machete hiere al fugitivo una naturaleza enemiga.
Al final de la crónica el individuo nos es mostrado
rente : los hechos son más casuales, o por lo « La mano cayó sobre la tierra, sujetando el Pienso que Condado es como la metáfora del
accionando su arado « La desesperación del
menos ya no son suscintos y ceñidos sino que pedazo de pan. El hombre quiso recoger su mano, subdesarrollo que enfrenta Cuba : la lucha contra
arado contra las piedras s>, observa el cronista. « Y
corresponden a una mirada más cotidiana, y así pero un nuevo machetazo, esta vez en la nuca, el medio—el viejo tema épico de la narrativa « de
ahí encuentra las piedras, el surco, la tempestad
el interés se desplaza hacia los individuos que hizo que el grito del hombre se ahogara en bor­ la tierra » adquiere aquí una nueva versión, desde
y la gratuidad del matojo que brota. » Esa realidad
fueron actores, que es, por cierto, la intención botones de sangre que se coagularon en la boca ».

CeDInCI CeDInCI
del individuo no es menos dramática en el perso­ la realidad nueva de un país rehaciéndose—es tam­
de la crónica. La comparación de ambos libros Aparece el grupo de soldados y el jefe habla con bién la imagen de una actividad más amplia.
naje ; es importante este primer párrafo del
permite ver con mejor nitidez el grado de elabo­ Descalzo : nos enteramos que su mujer ha muerto ¿ Quiénes son los condenados de Condado ? Apa­
cuento : « El campo labrado se hundía en el
ración narrativa en los relatos. Esa elaboración hace poco ; que es, en efecto, un Capitán pero que rentemente, los muertos en una guerra dura y
cañón de la montaña y lindaba con un maniguazo
permite sobre todo la eficacia de un len­ prefiere seguir siendo un campesino porque en dolorosa, en la que pelean cubanos contra cuba­
tupido donde el marabú se enlazaba con el limón
guaje, la persuasión realista de los actos. Ese La Habana debe usar botas : «Pero por mucho nos ; luchan (como Descalzo) por ampliar su
y el limón con el almácigo y el almácigo con la
realismo no es, sin embargo, una operación que intento, no puedo andar con zapatos. No sé, labranza contra los que quisieran diferir esa lucha,
enredadera y la enredadera con la marihuana y
simple y verista : el relieve del ambiente, la me sucede algo así como si me faltara la respira­ quebrando su coherencia, su respuesta. Por eso, en
la marihuana con el cigüelón y el cigüelón con el
densidad suscinta de las situaciones, el movimiento ción ». Al final, cuando los otros quieren seguir el relato « Los condenados» esta metáfora de la
cafeto y el cafeto con el marabú. » Leemos tam­
vivo de los personajes, no indica una necesidad la persecusión, Descalzo dice : « Yo le digo a naturaleza hostil se declara con todo su vigor
bién : « Un trillo roto a filo de machete enlazaba
de verismo (Fuentes rehuye siempre demorarse en usted que no hay apuro, porque se me ocurre desolado en la descripción del desierto que rodea
el campo de labranza con la casa del Capitán
los detalles) sino más importante necesidad : la que Magua Tondike está echándose a perder bajo al pueblo, cerca del cementerio.
Descalzo ».
de formular lacónica y nítidamente una experiencia el sol de mi labranza». Entre las imágenes sórdidas del desierto y del
« — ¿ Y cómo anda en el trabajo ?
personal que el lenguaje debería poder comunicar En Cazabandido la crónica « M i capitán » desarro­ cementerio, del subdesarrollo y de la guerra, está
— N o se anda muy bien, ¿ sabe ? El maíz ha
en su ya impersonal, independiente, y apasionada lla a este mismo personaje. Típicamente, la crónica el campamento de los soldados : milicianos de una
venido malo con esta seca y el café tiene el precio
presencia. Porque la sola plenitud objetiva de un parte de un elogio al individuo y sus hazañas. guerra más amplia, así, atrapada por esa pelea
muy bajo. No, no ando muy bien. Además, ya
lenguaje parece poder recuperar aquella expe­ « Los decimeros de la Sierra cuentan que Fidel cruenta contra los bandidos, pero señalada por
estoy viejo y los surcos no me salen rectos».
riencia de modo válido, Lenguaje, por lo mismo, Castro invitó a Descalzo a pasarse una temporada una lucha más completa. Me parece que a este
De este modo, el personaje tiene una constitución
económico y sumanente resonante, cuya nitidez en La Habana. Pusieron un automóvil y tres escol­ nivel el libro logra su persuasión más válida, más
severa y dramática, dictada por su relación al
transparenta los hechos. Pero detrás de esa inme­ tas a su disposición. Y le regalaron unas botas problemática : trasciende la anécdota, asume la
medio, mientras que el individuo en la crónica
diatez de un lenguaje se advierte el funcionamiento relucientes.— A usted hay que cuidarlo, capitán— discordia de las situaciones de violencia, y anuncia,
parecería más animado por los honores de la
más complejo y menos evidente de otros planos le dijeron. » Pronto el campesino se quita las un trabajo en marcha contra los bandidos, contra
guerra, si bien al final el autor no deja de situarlo
alusivos : como si la evidencia no fuera suficiente botas y descalzo por las calles, concitando la la selva, contra el desierto. Anuncio, por lo mismo,
en su medio más propio, luchando ya con el arado
y como si recortando el discurso ese lenguaje curiosidad amistosa de la gente que le pide contar basado en la fuerza de un lenguaje que ha sabido
en las manos.
ampliase su resonancia significativa. Por eso estos de la lucha contra los bandidos. El individuo tiene, cuajar en imágenes centrales, en una metáfora del
Por último, no es casual que la línea final del
cuentos no son expositivos ni declarativos : actúan pues, una resonancia legendaria. Esta crónica nos subdesarrollo combatido a varios frentes.
cuento recupere la metáfora inicial : el bandido,
casi por sobreentendidos, presuponiendo ya el informa también que la mujer de Descalzo, en Cazabandido tiene, obviamente, el interés de su
dice Descalzo, « está echándose a perder bajo el
contexto y recuperando con igual intensidad los efecto, había muerto. Se nos cuenta asimismo tema, si bien uno diría que pierde la gravedad más
sol de mi labranza. »
actos decisivos y también los hechos mínimos a cómo él prosiguió una batalla, solo. Pero la ceñida con que el autor asume la misma experien­
Vemos, así, que la violencia del personaje tiene
la luz de ese contexto que es una situación de acción descrita en el relato no aparece en la cia en los relatos. Porque en las crónicas hay quizá
una motivación más honda, y no es, de ningún
emergencia. Así, lo más válido del libro creo que crónica : cabe suponer que es ficticia. una cierta delectación en el tema mismo, que en
modo, una conducta mecánica. Esa motivación es
radica en la capacidad de ese lenguaje vibrante Este cotejo de ambos textos permite, sobre todo, algunos momentos parece minar la dimensión trá-
la defensa de aquella labranza que ocupa sus días :
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gica de los hechos. Cazabandido es tam bién intere­ en las relaciones de parentesco.
lución », com o su necesidad de recobrar una expe­ P or ese cam ino sólo se puede llegar a un com en­
sante a o tro nivel : la lucha no está vista mani- Pero se trata, esencialm ente, de precisar que este
riencia integrada, aparecen ahora com o centrales tario aproxim ativo de las intenciones poéticas. La
queam ente sino que el autor trata de ser fiel a la libro tiende a asum ir la misma confusión de unos
frente al tema. P ero al mismo tiem po acaso sim­ im presión que deja la lectura de este volum en es
com plejidad de las situaciones y de los individuos, y otros como una situación natural, y hasta
plifican esos relatos al explicitar algunas zonas muy distinta. Saúl Y urkievich se sitúa en el extremo
y p o r lo m ism o no teme declarar aspectos positivos piadosam ente irónica, com o un síntoma dram ático
de ficción que en la crónica pierden su valor trá ­ opuesto de la superficialidad y la aproxim ación en
en los bandidos (como el valor) y algunos de ellos de un proceso de cam bio profundo. El au to r no
gico. Son, es obvio, libros muy diferentes y es el de los ensayos que ahora publica B arral Editores. La
pueden ser, por su coraje o por su ingenuidad, se deja ganar por ningún esquem atism o externo o
relatos el que perm ite sostener interés por este exégesis se plantea al nivel de las estructuras de
héroes errados. por necesidad didáctica alguna : busca recuperar
autor. Sin el libro de cuentos, pienso que las cró­ lenguaje, b arajando todas las posibilidades sem án­
Las m otivaciones de la lucha de los bandidos a los individuos en su dimensión más personal y
nicas podrían parecer, por m om entos, hasta cierto ticas de la com binatoria lingüística y, al mismo
aparecen un tanto confusas, y generalm ente estos viva ; no es, naturalm ente, un testigo neutral, todo
punto exhibicionistas y quizá com placientes. Porque tiempo, con conciencia de que la frase poética
hom bres actúan sin una clara conciencia, acaso lo contrario, pero tam poco es un simple cronista
precisam ente en los cuentos el vigor de la mesura im plica y proyecta una cierta teoría y una visión.
com o víctim as de una alienación suicida ; la militar : el com prom iso que le plantean estas
se ha im puesto com o un código expresivo que Yurkievich afirma con acierto que la inform ación
m otivación más firme parece ésta : « L o s exilados gentes discordantes es más a m p lio ; al final,
relieva las situaciones, de m odo nítido y ceñido ; y estética no es codificable en su totalidad, pero se
quieren que se mate m ucha gente en Cuba, para requiere justificar unas y o tras muertes, pues nada
uno puede incluso percibir que los personajes están obliga a que la « deleitosa adm iración » que siente
levantar presión con los americanos, y em pujarlos sería más absurdo que la gratuidad de las mismas.
poseídos por un destino subyacente, que los señala, por los m aestros sea com unicable com o experiencia
a una guerra. » Las notas del D iario de uno El últim o relato de C ondenados de C ondado su­
aunque jueguen a veces con el mismo. Pero, por viva y rigurosa, que rescate la coherencia de la
de los alzados indica, además, el absurdo y más giere, con habilidad, el absurdo de la lucha por sí
otra parte, estas crónicas perm iten también advertir creación poética en nuestro continente.
bien ingenuo anticom unism o de esa gente. En un misma, y no hay o tro m odo de com batir ese
el proceso literario de los relatos : sobre el paisaje De los ocho ensayos del volumen, de extensión
apéndice (« Fichero ») el autor precisa esas m otiva­ absurdo sino oponiéndole el deseo d e vivir : « Era
hum ano a veces casual o confuso, el autor ha muy variada, los dos más largos son inéditos y
ciones : organizados por la C .I.A ., explica, los el últim o día de operaciones. E l últim o cerco. Y
sabido recuperar una visión clara y consistente. abarcan la mitad del libro para d ar cu en ta de dos
bandidos debían apoyar la invasión de una fuerza

CeDInCI CeDInCI
ninguno de los cazadores quería morir. » « Que poetas singularm ente im portantes en lo que va del
expedicionaria. Pero el desem barco de esa fuerza, P or eso los hechos de la ficción cuajan en aquella
esos m uertos, bandidos y cazadores, sean para siglo : V icente H uidobro y Pablo N eruda. El
en Bahía de Cochinos, fue aplastado en 72 horas ; imagen de una Revolución que form ándose a sí
a lg o », reclama al final de C azabandido, y ese prim ero pasa revista a los antecedentes que co n ­
y sin em bargo la lucha contra los invasores y misma modifica a sus hom bres. Porque entre el
reclamo no es nada retórico sino precisamente v irtieron a H uidobro en el verdadero iniciador del
alzados persistió durante 6 años más en C uba. En cem enterio (la lucha) y la tierra enemiga (el sub­
dram ático. vanguardism o en América L atina, desde los ava­
siete años de com bate m urieron 500 soldados al desarrollo, la selva de los bandidos) los milicianos
El hecho es que la misma ingenuidad o confusión lares del creacionsim o hasta la ru p tu ra com pleta
cap tu rar o m atar a 3.591 b andidos; 800 millones pelean una más am plia batalla, desde la ficción que
puede ser recuperada desde el proceso de una del sintagma poético tradicional y, por consiguiente,
de pesos fue la pérdida por actos de sabotaje. los proyecta : son los personajes de una aventura
revolución haciéndose. Así, el soldado M ongo de todos los correlatos de sentido, en ese poema
Este libro no intenta ser un análisis de los varios colectiva créandose a sí mism a, de un lenguaje reco­
Treto, que asiste a las clases de Instrucción Polí­ sinfónico que es Altazor. La palabra se desintegra
aspectos de ese episodio ; se limita a m ostrar nociendo el riesgo y la pasión de la Historia.
tica, pregunta allí : y queda despojada de su función social, de su
sobre todo individuos en su aventura de alzados o Tam bién es evidente que no todos los relatos
« M ongo T reto afiló su m irada, iba a in tro d u ­ virtualidad com o lenguaje, para convertirse en
milicianos en sus actos de cacería : el hecho es de Condenados de C ondado poseen el mismo nevel.
cirse en un com plejo problem a :—C om pañero idiolecto, en habla pura, si pensam os en el
que el lector percibe en los bandidos confusión Pero no lo es menos que este libro es de los más
m aestro, si ese com unism o que usted dice es tan esquema de Saussure que el crítico argentino utiliza
ideológica (no menos peligrosa, claro) más que eficaces en asumir una experiencia entrañable de la
bravo, tan bonito, entonces usted me quiere expli­ con frecuencia. H uidobro, rom ántico y agónico,
una coordinación contrarevolucionaria. Lo cual no Revolución.
car...— M ongo T reto cruzó los brazos sobre el usa el hum or com o últim a m áscara en Altazor
quiere decir que la conciencia ideológica sea más pecho— ¿ para qué estamos construyendo el
Julio Ortega.
antes de entregarse al ensim ismam iento de sus
clara o evidente en los mismos milicianos. Incluso, socialismo éste que nos cuesta tanto trab ajo ? » últim os libros, en que la dualidad entre poesía
en tnuchos casos, los soldadas y los bandidos Este mismo soldado sabe, sin em bargo, algo deci­ personal y subjetiva alterna con la fascinación por
parecen gente de la misma extracción social. (H ay sivo : « M ordió su tabaco apagado, húm edo, y se la im personalidad del lenguaje, el « m isterio » de
un episodio, por lo demás, en que un soldado sentó al lado del trillo, con el checo M -52 a su Saúl Yurkievich la arb itraried ad del signo, cosas que no serán
dispara a otro confundiéndolo con un bandido). lado. Se repitió sus viejas palabras :— T o d o el
T odo ello— que señalo sólo en relación al mismo Fundadores de la nueva poesía latino­ conciliadas jam ás en él.
que lucha por una revolución tiene enemigos s. americana. El segundo ensayo es un notable esfuerzo de
texto— indica la zona conflictiva de esta lucha, Estas crónicas fueron publicadas en diarios de síntesis en busca de los centros vitales de la vasta
ubicada en la época inicial de form ación de la La H abana entre 1963 y 1967 y h an sido reescritas, B arral E ditores, 1971. producción nerudiana. Y urkievich insiste es el
Revolución C ubana, hecho por lo tanto decisivo dice el autor, para esta edición. Tam bién entre esos rasgo distintivo de las prim eras obras poéticas :
para la conciencia de esa form ación. N o es que años está fechado C ondenados de Condado. Ambos
En la tradición crítica latinoam ericana todavía u na poesía que desde siempre tra ta de recuperar
los bandidos aparezcan aquí com o « in o c e n te s »
libros son pues coincidentes en su escritura, si bien la natu ralid ad de la palabra, de ponerla en rela­
sino que en muchos casos parecerían « e rra d o s», son com unes los trabajos que tratan de la poesía
parece claro que las crónicas de algún modo ción p rofunda con la naturaleza. D esde la infancia
y por eso tam bién esto funciona en el contexto com o de un fenóm eno abordable con criterios p u ra­
am plían a los relatos y que éstos, algunos de ellos, de Tem uco, en el sur de Chile, la poesía de N eruda
alienado del subdesarrollo, en el cual la precisión mente formales. La crítica se ha construido con
pueden muy bien partir de aquellas. Los amplían recogerá transform aciones, pululación de ener­
de una conciencia (ideológica o de cualquier otro frecuencia sobre ciertas abstracciones en que el
en el sentido de una actitud más expositiva de parte gías recónditas, miasmas vegetales, sonoridades y
tipo) se com plica en la insularidad social y hasta objeto poético se ve com o separado de la H isto­
del autor : tanto su filiación de « hijo de la R evo­ sensaciones que m uestran la energía prim era de la
ria y, a veces, dem asiado cercano de la biografía.
153
152

bién podría interpretarse, después de frecuentar los intelectivas u objetivamente empíricas, son analó­
creación y que la conciencia poética trasmite en poemas de Hinostroza, como reacción contra el gicas, imaginativas, míticas. Aquí los recursos
está siempre referida a la disquisición de tipo
un estado de enajenamiento liberador de los mitos. naturalismo en la escritura, como una voluntad de extraídos de la simbología extraliteraria diversifi­
conceptual. Para él la creación as inseparable de
El ensayista sabe que Neruda emprende un trabajo asumir los mecanismos de la producción textual can, ramifican la hilación, introducen hiatos,
su crítica al igual que en Pound, Elliot, Mallarmé,
de signo contrario al de Paz o de Borges. La sin ocultarlos. Contra natura se distancia al aumentan al apartamiento del texto poético con
Saint John Perse. Los ensayos sobre el poeta
mitología nerudíana busca afincarse en lo natural máximo de la expresión espontánea, del automa­ respecto a la llamada expresión natural. Amplitud
mexicano son de un insuperable virtuosismo crí­
desde mucho antes de las Residencias y al mismo tismo psíquico, de esa poesía mimética que de registro, movilidad, fluctuación, polimorfismo,
tico e iluminan el verdadero contexto de los
tiempo liberarse de todo andamiaje cultural, de quiere remedar el flujo de una conciencia sin discontinuidad, discurso desflecado, desarticulación
últimos trabajos de Paz, incluyendo Blanco y
todo historicismo que impida el surgimiento de la cesuras ni censuras. Los textos de Hinostroza del continuo lógico, interferencias, rupturas, máximo
T opoemas.
interioridad profunda de las cosas ; es así como muestran de inmediato un despliegue formal que enriquecimiento de la comunicación ; lo singular
El libro de Yurkievich parte de una necesidad
el poeta da rienda suelta a « las fuerzas metafóricas los hace aparecer a simple vista como objeto del caso es que este arsenal, esta constante
instrumental muy típica en América Latina, pero
que generan la visión mitológica». «L a oscura literario, como artificio trabajosamente fabricado, variación del medio expresivo sirve en última
logra proyectar un continuum crítico que no es
intimidad de ¡a m ateria», la lluvia constante del como producto de una voluntad retórica. Creo instancia a una concepción idealista que propone
frecuente. La amplia referencia cultural en que
Sur, la presencia del océano, expresan la idea de que en esta escritura omnicomprensiva, que se una suprema armonía integradora de la heteroge­
se apoya— Bachelard, Della Volpe, Mircea Eliade,
lo líquido que en The Sacred and the Profane se diversifica al máximo, que aprovecha de todas las neidad en un orden místico ; que reitera la sacra­
U. Eco, Northrop Frye—se equilibra con la dedi­
relaciona con el origen mítico del mundo y que es posibilidades lingüísticas, de todos los sistemas de lidad de la vida, del amor, de la belleza y los
cación minuciosa al texto analizado, impidiendo la
una de las constantes de esta poesía. El ensayo señalamiento gráfico para multiplicar los niveles poderes redentores del arle capaz de concebir « la
atomización crítica o las generalidades. El resul­
incluye un análisis importante del poema funda­ de significación, para enriquecer el mensaje, para forma inagotable que purifica inagotablemente».
tado es una visión crítica de la poesía contempo­
mental que es « Galope m uerto». Se trata de tornar plural e inestable la representación, reside El caos, la inestabilidad, la oscuridad, la incon­
ránea en el continente americano, que da cuenta
explicarlo en torno a la actualización de los el principal aporte de Hinostroza. gruencia apuntan por fin a sus opósitos ; aspiran,
de la unidad de un proceso en la diversidad de
mitos cosmogónicos, lo cual más lejos que el La disolución de las formas regulares, el desman- quieren transmitir el cosmos, la permanencia, la
cada sistema expresivo particular.
clásico análisis hecho por Amado Alonso en
Poesía y estilo de Pablo Neruda.
CeDInCI
El resto de los ensayos está constituido por tra­
bajos publicados en diversas revistas de Perú,
Raúl Silva Cáceres.
telamiento de la columna versal están aquí lleva­
dos a tal extremo que apenas se puede hablar de
versos. Las palabras se despliegan en el espacio
con técnica ideográfica. Se rompe la linealidad
CeDInCI transparencia, la congruencia.
Hinostroza adapta a la expresión poemática otros
protocolos que los literarios. En Gambito de rey,
por ejemplo, elige un discurso formalizado pre­
Argentina, Estados Unidos, Venezuela y Francia desmantelando el verso, con aprovechamiento de existente : la descripción cifrada de una partida
en fechas relativamente recientes. Todos poseen los blancos que lo escanden rítmicamente o que de ajedrez, llena de implícitos simbólicos. El poeta
unidad interna y revelan una reflexión apasionada y Rodolfo H inostroza valorizan semánticamente palabras cuya significa­ entabla un combate contra el Maestro— pedagogo,
sostenida sobre el tema. Destacan entre ellos « En Contra Natura. ción se quiere destacar. Se hace variar los tipo- guía, factum, falum y factótum, equiparable al
torno de Trilce» y, particularmente, «César Va­ gramas. Además de los habituales signos usuales destino—. Vida y arte son, como el ajedrez, un
B arral E ditores, 1971. juego. El código del ajedrez es como el literario
llejo y su percepción del tiempo discontinuo». en literatura—barras, llaves, rayas, corchetes,
Ellos se levantan contra la caracterización que la etc.—, se emplean figuras geométricas, signas un juego reglado, sometidos ambos a variantes
Contra Natura se llama el libro con que Rodolfo
crítica formal o « filosófica» ha hecho del poeta matemáticos, químicos, biológicos, astrológicos, imprevistas dentro de un decálogo preadmitido.
Hinostroza ganó el primer Premio Maldoror en
peruano. Quedan atrás los intentos por reducir la alquímicos. A menudo la expresión adquiere el Las alusiones se entremezclan estableciendo una
1970. El título, retomado de uno de sus ciclos de
poética de Vallejo a un caso puramente mailar- estilo apodíctico, sentencioso y suscinto de las compleja interextualidad con referencias a autori­
poemas, alude a la desnaturalización del hombre,
meano (se reconoce, como es lógico, la presencia formulaciones científicas. Las abreviaturas refuer­ dades literarias y ajedrecísticas. La lidia, la pugna,
de aquel hervíboro recolector y nómade compul­
de la traducción española de « Un coup de des... », zan esta tendencia a la economía. Pero paradóji­ la batalla plantea una problemática ontológica y
sado a volverse carnívoro y destructor, sujeto a
pero se la presenta como una hipótesis secundaria camente, este discurso, formalizado al máximo epistemológica que desdibuja las fronteras entre
la coacción y a la agresión de los poderes estatales,
de lectura). En el fondo, Vallejo crea un verbo como para lograr la máxima abstracción, univoci­ le real y lo lúdico; la realidad se convierte en
desterrado de la paz y la belleza, expulsado del
confuso y caótico que no es producto del idea­ dad y universalidad propias de los enunciados «impetuosa fantasmagoría»; el yo es «una metá­
paraíso, privado de un medio corporal propicio,
lismo filosófico y que sólo colateralmente toca las científicos, como para evitar el despilfarro y la fora hedonista » ; la historia, una « licencia poé­
uterino, maternal, amoroso, perfecto y circulante
literaturas de vanguardia. Aquí la lengua es un entropía de la comunicación naturalmente arti­ tica » sujeta a progreso o repetición, a un avance
como el universo líquido del alba de la vida,
instrumento expresivo que intenta incorporar toda culada, en los poemas de comunicación. Hinos­ dialéctico o a una cíclica y anuladora redundancia.
arrojado al « opaco continuum cotidiano», al
la arbitrariedad de la vida, todo el fragmentarismo troza aumenta la incongruencia sugestiva, enrarece La partida es decisiva :
desorden, al mundo hostil y tóxico de la desinte­
y la anormalidad perceptiva del hombre moderno. y produce extrañamiento. La concatenación de estos « Sabes lo que jugamos ?» preguntó el Negro
gración, al avasallamiento de la historia cesárea,
Vallejo lleva a su máxima tensión la expresividad mensajes está lejos del rigor silogístico, del infalible « Q u é ? » dije estúpidamente. « T u fe. Y tu fu ­
imperial, a la opresión despótica y guerrera de los
de lo común, de lo corriente, de la poesía como raciocinio que busca la impersonalidad, la neutra­ turo. » (13).
gobiernos y sus fuerzas represivas, al « juego
totalidad y reduce al máximo la distancia entre lidad psicológica. Hinostroza propone una comuni­ pero a la vez, inútil porque no existe evasión
pragmático y salvaje», al constreñimiento, al
significantes y significados, a pesar de tener con­ cación poética donde las ideas se entretejen salvadora ni retroceso hacia la plenitud del co­
terrorismo de las sociedades opresoras, cortado del
ciencia del límite de silencio que lleva en sí todo inextricablemente con imágenes y sentimientos, las mienzo. Pero hay que vivir, reincidir, volver a
Arbol de la Vida, desvinculado del « centro mag­
discurso poético. nético del universo», cercenada su plenitud visiones se funden y confunden con voliciones, jugar, volver a equivocarse.
Paz, en cambio, es visto como un esteta para quien primigenia. terrores y rechazos, donde las relaciones más que En el Horóscopo de Karl Marx, en estilo oracular,
la palabra es carnadura y ensamble, pero que Pero Contra natura es un título polivalente. Tam­
154 155

con discurso fragmentado por la técnica de entre la necesidad del aniquilamiento de « la mística armonía ¡la exacta ubicación del de velocidad, de simultaneidad no proponen una
mosaico, se ensamblan des géneros, el retrato y crazy vidente frente al universo » a través de la sublima­ visión del mundo aleatoria, relativa e inestable ;
la biografía, con citas político-económicas de reventando por los cuatro costados (55) ción, del estado de gracia que produce una la arbitrariedad del lenguaje no presupone la
Marx y fórmulas astrológicas que infunden al Hinostroza quiere, como otrora Vicente Huidobro, iluminación « donde todo el laberinto se ve y se arbitrariedad del mundo y la existencia humana ;
texto un aura de misterio adivinatorio. abolir las aduanas idiomáticas, transitar libremente explica ». lo discontinuo, lo fragmentario y lo contradicto­
Pero, por otra parte Hinostroza apela en Imitación atravesando todas las fronteras. Postula un cosmo­ Es decir que en Contra natura las rupturas del rio apuntan por fin a su superación en el reino de
de Propercio a los modelos clásicos ; paródica­ politismo reforzado por la variedad de referencias continuo lógico, las fracturas de la coherencia las realidades puras y permanentes, a la trascen­
mente remeda, actulizándolo, el estilo mayestático geográficas que su libro indica. Anhela una her­ discursiva, los quebrantamientos de la normalidad dencia paradisíaca, a una concepción razonada y
del poeta cortesano para contraponer los dos mandad internacional, un mundo abierto a la lingüística, el montaje disonante, la diversificación armónica del universo.
poderes : el poder político opuesto al poder de la total circulación del amor y la belleza. Retoma de los medios expresivos, los efectos de ubicuidad, Saúl Yurkievich.
palabra poética. El uno es el poder imperial, una tradición latinoamericana, reedita aquel
despótico, que engendra destrucción y corrupción, internacionalismo del que Rubén Darío hacía gala,
que sojuzga ; el otro es el liberador ligado a la aquella ostentosa universalidad que se manifestaba
energía cósmica, el de Tao y utopía, el de los en una poesía de viajeros poliglotos propia de la
sueños, de los ritos órficos, el que exalta el amor era de las comunicaciones, de una realidad que,
a la vida en todas sus manifestaciones, la confra­ merced al progreso tecnológico, se expandía a
ternidad universal : escala planetaria. Hinostroza no está exento del
y no cantaremos César poderes temporales deslumbramiento geográfico, de la reverencia a los
sino el total del diálogo lugares prestigiosos, como lo muestran sus periplos
o ríen du tout (28) parisinos, sus peregrinajes europeos, su turismo
pero el mar se retira y la otra margen romántico. En varios poemas alude a la condi­
acaso alcanzaremos

armonía
CeDInCI
no más la historia del Poder pero de la

millones de utopistas marchan silenciosamente.


ción del perpetuo exilado, del habitante del orbe
que no quiere aceptar compartimentos étnicos,
nacionales o lingüísticos, la supremacía de un
estado, de una raza, de una lengua en detrimento
CeDInCI
NSE & O de las otras :
piedra embebida en sangre que Liáramos todos somos negros/judíos/vagabundos
oh piedras levitadas ningún dios vale tanto
por amor Las puertas no prevalecerán
la otra margen acaso alcanzaremos (29) arrastramos un total una fuerza
Prima en Contra natura, a pesar del despliegue no morirán conmigo las praderas (39)
estilístico, de su amplitud de vocabulario, de su no amo no tradición
expresión tan polimorfa, el estilo noble, áulico, lodo renace al alba
casi diría isabelino por las múltiples referencias a los astros han girado
Shakespeare. Resuenan ecos de Pound y de Eliot. no me reconozco
Pocas veces aparacen exabruptos; casi nunca el 1 nadie tiene autoridad
lirismo de Hinostroza desciende a lo coloquial y no es mejor una serpiente que
popular. un camello
Hinostroza no se contenta con complicar los Un hombre que otro hombre
códigos sémicos introduciendo la máxima varie­ He hablado Amor (40)
dad de signos y señales. Si consideramos su expre­ La intención de Hinostroza es infundir a su
sión propiamente lingüística comprobamos que poesía el máximo de amplitud espacial y tempo­
tampoco se ciñe al ámbito del castellano. Nos ral. « B izando Babilonia Texacoatl Jerúsalem »
propone una poesía translingüística mechada de alternan con múltiples referencias al mundo más
locusiones francesas, inglesas, italianas, alemanas, contemporáneo, el de los slides, el autostop, las
latinas. A veces se trata de la intercaladura de covergirls, los supermarkets, los hippies, los Hells’s
frases o expresiones idiomáticas en distintas len­ Angels, la US Army, la polución. Hinostroza
guas ; otras veces los extranjerismos se infiltran en mezcla códigos, mezcla lenguas, mezcla civiliza­
el sintagma castellano o crean un sintagma inter­ ciones, religiones, doctrinas esotéricas con la
lingüístico : filosofía y la ciencia propiamente dichas, mezcla
la soledad del cuerpo, la poderosa épocas, comarcas tendiendo a conciliar los opósi­
au bout de la angustia tos, a concertar lo distinto y lo distante a través
I

Cine

vient de para itre


MANTENGASE EN VANGUARDIA,
SIGA A BARRAL
Voto + fusil
Dirección : Helvio Soto (Chile).

CHONISKY
Imagen : Helvio Soto (Chile).
Texto : Helvio Soto (Chile).
Prod. : Telecinema, Santiago de Chile.
35 mm, color.
90 min.
1971.
Presentada en el Festival de Cannes en 1971,
y más tarde en la Quincena de Realizadores,
technicolor desrealizador que hasta cierto punto la
acerca a las obras de Costa Gravas. Es el drama
GUERRE EN ASIE EL AZAR Y LA NECESIDAD, de Jacques
Monod.
Voto + fusil del Chileno Helvio Soto muestra, de toda una generación de hombres que se encuen­ El primer best-seller científico ; tres edi­
en estupendo color y 35 mm, los problemas de tran de pronto frente a una revolución en marcha ciones a los tres meses de su aparición.
la toma de conciencia revolucionaria de un grupo y tienen que inventar un lenguaje que ayude a
de hombres que viven la alienación de la sociedad catalizar el proceso político en el futuro inmediato. I CHING.
chilena. Estos seres llegan al momento decisivo Pero inventar un lenguaje implica un cierto tipo
del triunfo de la Unidad Popular, en septiembre
El más viejo oráculo y el más peligroso de
de inocencia, un salirse de sí mismo, una inmer­
de 1970, arrastrando su frustración y escepticismo sión más que un distanciamiento, que no ha lo­ Les nombreuses los juegos.
y. naturalmente, una dosis de esperanza. Llama grado todavía Helvio Soto. En cambio, puede ¿ Sabe Vd. qué debe leer ?
la atención que Chile haya producido como pri­ decirse que su nuevo film ha perdido la ingenuidad
mer testimonio cinematográfico de este suceso, de trabajos anteriores tales como Galiche san­ conséquences SOLEDAD BROTHER, CARTAS DE PRISION

CeDInCI
una película de alto entretenimiento formal que
debió ser filmada, con toda seguridad, a medida
que los sucesos políticos se precipitaban en el
país y no un trabajo directo, testimonial. La expo­
griento, exhibida en 1970 en el mismo festival.
La llamada fina] del simpatizante con la lucha
armada que desea adherir al proceso de la Unidad
Popular, aunque condicionando su apoyo, es una
de la guerre
CeDInCI DE GEORGE JACKSON.
La víctima de San Quintín se explica en
alto nivel literario.
sición es legítima, sin embargo, y su honradez, puerta abierta para la incorporación de una masa EN VIDA, de Haroldo Conti.
cabal. El subjetivismo acentuado del lenguaje ausente, de los marginados, del subproletariado
cinematográfico creado por Soto recurre con fre­ que no ha sido integrado a los sindicatos ni a los des Etats-Unis Premio Barral de Novela 1971.
cuencia al découpage para encontrar en el pasado partidos de izquierda. La película es un llamado No todos los premios literarios son un
del protagonista y su mujer las razones de su frus­ a la ampliación de la base social de la Unidad aparato publicitario. _
tración. Confusamente aparece entonces la época
en que Chile se dio un efímero gobierno de Frente
Popular. en GARCIA MARQUEZ, HISTORIA DE UN DEI-
Popular en 1938, o bien, aquella en que el Partido El nivel técnico del film es muy superior a todo CIDIO, de Mario Vargas Llosa.
Comunista fue declarado fuera de la ley en 1947 lo visto hasta ahora en el cine que proviene de
y las persecuciones políticas alcanzaron a toda la Chile y es de desear que señale su ingreso en el Indoch ine Explorando un gran autor, define la novela
izquierda chilena. Con ellas se mezclan los ante­ reducido grupo de países americanos que pueden y explica el milagro de la literatura latino­
cedentes inmediatos del triunfo electoral de 1970, lograr una audiencia internacional. La cámara americana.
en una especie de buceo rudimentario de las moti­ se mueve esta vez con soltura y los defectos de
sonorización son menores. Los cortes en la secuen­
¿ Conoce Vd. los grandes títulos de Breve
vaciones históricas de varias conductas individua­
les. El fervor, la incredulidad y desconfianza, al cia temporal comprometen la atención del espec­ Biblioteca de Reforma ?
igual que la indiferencia, son desnudadas con el tador, le dan una extraña modernidad a la historia.

HACHETTE
acontecer político, pero no se logra obtener su Sólo el comienzo es problemático porque el abuso
sentido colectivo, es decir, la visión de una socie­ de planos múltiples produce confusión en la per­
cepción de la historia. El mazo de temas se va
dad entera empeñada en cambiar su destino. El
personaje de la prostituta y la poeta son más que
nada casos particulares, dolorosos, casi patibula­
perfilando y asentando a medida que trascurre la
acción y logra comunicar la vibración sicológica
LITTERATURE
rios, diríamos, de una fauna que prolifera en la de esos fantasmas remecidos por la ola en apa­
noche santiaguina y de la cual ha dado cuenta la riencia tranquila de una revolución de sufragios,
narrativa profusión. pero que llama a la vigilancia del fusil, en caso
de que se pretenda invalidar el triunfo popular. SIGA A BARRAL EDITORES
La anécdota en esta película argumental existe chez votre libraire : 34 F.
como un soporte de la expresión formal, de cierto
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Sumario

oeuvres de la littérature
latino-américaine
4 Debate 89 Severo Sarduy CHOISIES PAR CLAUDE DURAND ET SEVERO SARDUY
Libertad y Socialismo. Cobra.
5 Respuesta de Fernando Claudín. 100 Darwin Flakoll-Claribel Alegría
9 Respuesta de Carlos Franqui. Heridos y contusos
11 Respuesta de Salvador Garmendia. 104 Daniel Moyano JOSE LEZAMA LIMA
13 Respuesta de Freddy Muñoz. Para que no entre la muerte.
11 Jean Genet
Entrevista.
108 Rubén Bareiro Saguier
Caléndula
Paradiso
21 Carlos Fuentes 110 Plinio Apuleyo Mendoza HEBERTO PADILLA
La disyuntiva mexicana. El día que enterramos las armas.
33 Juan Goytisolo 113 Nélida Piñón
Oriente Próximo.
REINALDO ARENAS Hors jeu
La novela española contemporánea.
41 Angel Rama
118 Antología
Seis poetas peruanos.
Le monde J. GUIMARÁES ROSA
A quien leyere, extranjero.
47 José María Blanco White
134 Marta Traba
Las aventuras de la soledad. hallucinant Buriti
Antología 137 Carlos Franqui
79 Carlos Barral Calder.
JORGE-LUIS BORGÉS Les nuits
CeDInCI CeDInCI
Retrato a la sanguina sobre cartón gris. 140 Notas de Lectura.

Evaristo Carriego du Sertao


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Libre
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México Editorial Oasis, Oaxaca 28, México 7, D. F.
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