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Afinales de los años 60, Susanna Kaysen, de 17 años, intentó suicidarse con una

sobredosis de aspirinas; la joven se encontraba insegura de sí misma y de un


mundo que parecía girar cada vez más deprisa. Un amigo de la familia la
convenció para que ingresara en un instituto psiquiátrico para chicas con
problemas. Allí convivió durante dos años con una mentirosa compulsiva, una
anoréxica, una adolescente traumada por tener el rostro completamente quemado,
una chica marcada por la turbia relación con su padre, una neurótica de
tendencias lésbicas, y Lisa, una violenta y dominante sociópata, que huyó varias
veces del hospital… Veinticinco años después de salir de aquella institución,
Kaysen, convertida en escritora, relató su experiencia en el libro Girl Interrupted.

James Mangold (Heavy, Copland) ha demostrado su capacidad para llevar a cabo


sutiles análisis de personalidad; quizá por eso fue elegido para llevar al cine esta
historia. Inocencia interrumpida es un drama intenso y descarnado -a veces,
demasiado descarnado, y hasta grosero-, que se une a las grandes películas
psiquiátricas, del estilo de Alguien voló sobre el nido del cuco, a la que se
homenajea en un par de ocasiones. De todos modos, ambas películas difieren
bastante, pues Inocencia interrumpida se centra en unos seres desvalidos que
luchan por encontrar su lugar en un mundo que va a la deriva -es la época del
movimiento hippie, las drogas, el amor libre y la guerra de Vietnam- y en el que no
están a gusto.

A pesar de su falta de nitidez moral, se trata de una película muy humana, bien
realizada, que basa su solidez en unas interpretaciones magníficas, sobre todo de
Winona Ryder -en el papel de Susanna Kaysen- y de Angelina Jolie, cuya
compleja caracterización de la indomable Lisa le ha valido la candidatura al Oscar
a la mejor actriz de reparto. El film está narrado en plan minimalista, a través de
anécdotas sencillas que muestran la paradoja de una chica casi normal -“No estás
loca, eres solo una niña mimada”, le dirá la enfermera Valerie-, que entra
temblando al hospital y acaba encontrándose más a gusto dentro que fuera. En
este sentido, Mangold muestra con vigor cómo la amistad de Susanna con las
demás internas era a la vez una ayuda y una trampa, que la estaba arrastrando
sutilmente hacia la locura; y, a la vez, logra conmover con los denodados
esfuerzos de Susanna para curarse plenamente, abandonar su mundo de fantasía
y regresar al mundo real.

Por otra parte, el director acrecienta la tensión a través de un sutil juego de


equívocos sobre la locura, que siembran la duda sobre la normalidad de Susanna,
la conveniencia o no de su estancia en el hospital, la competencia del médico que
la atiende y los motivos de este para mantenerla internada. Este recurso añade un
eficaz elemento de intriga a la resolución de los fuertes conflictos dramáticos que
plantea la película.

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