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Horacio

(inspirado en el cuento “El almohadón de plumas)


Isaías Castillo Galleguillos

¡Rápido, rápido, anoten su nombre!


Se llama Alicia.
Edad entre 35 y 40 años.
Diagnóstico inicial. Anemia aguda sin razón aparente. Sangre.

Sonaba la ambulancia a cuadras y no entendía el por qué, solo retumbaba en mi oído


junto a la hiel que completaba mi boca.
Jordán yacía ensangrentado, pero no recuerdo cómo quedó así, solo sé que la luz titilaba y
reiteraba mi estado como si nada más pasara.

Eran días felices, juntos, de la mano, recorriendo las calles de Hanga Roa siempre de
noche, observábamos el mar por horas, como cada ola iba y venía a un ritmo cadencioso,
el mismo ritmo que llevábamos cuando el amor nos inundaba en esta habitación, el
mismo ritmo y tiempo en que lo vi venir encima de mí, pausado, como si la alfombra
silenciara sus pasos antes de llegar a ese límite sin retorno. Ya eran casi 15 años uno al
lado del otro, solo nosotros, nadie más. Solo nosotros.

Jordán siempre fue bueno, tierno, pero con esas señales de ternura no sofocante, de esa
ternura en que cada caricia significa mucho más, con esas manos que partían por mi
cabellera susurrando mi nombre, así era Jordán, así se acercó a mí, pero reitero, no
recuerdo como. Con ambas manos, con el peso completo de su cuerpo sobre el mío,
fuerte, dañino.

¡Se nos va, se nos va! Apliquen calmante, algo para recuperarla, no puede ser que la
perdamos, no quiero perderla…escuchaba una voz conocida en medio del resonar de la
ambulancia.

Seguía la luz roja entrando por la ventana delantera, recordando mi habitación, el cuerpo
se alejaba y esta vez sin que Jordán me retuviera. Él era el amor de mi vida, pero no tengo
conciencia de por qué digo era y no es. Me lo reitero una y otra vez, pero mi mente no lo
soporta, no lo aguanta, no lo ama como ayer. Ya eran casi 15 años uno al lado del otro,
solo nosotros, nadie más.

Caí a ras de suelo, mi boca se tapó con la alfombra, mezclado con los pelos de Horacio, el
gato siamés que nos había regalado Quiroga sin saber, el vecino enfermero que llegó del
continente hace un par de años, Quiroga, el que me llamaba con un silbido silencioso en
las tardes antes de que el sol cayera por Tahai, el mismo vecino que conversaba con su
mirada sin poderse acercar, Quiroga, el que miraba como todo el día el dormitorio estaba
con las luces prendidas y en pleno silencio, pasando horas sin oír el menor ruido. Así llegó
Horacio, intentando venir a mí con un collar negro con pequeñas puntas plateadas, el
mismo que tengo en mi mano izquierda ahora. Así llegó Horacio, siendo recibido por
Jordán, mientras envolvía sus piernas emitiendo cautivantes sonidos maullantes, dando
paso a una amistad extraña pero verdadera. Jordán nunca supo del regalo que era para
mí, para él Horacio solo apareció de la nada, eligiéndolo como su amo. Horacio no era
para mí, no podía ser para mí.

Cada vez late menos, cada vez late menos. Cada vez…seguía esa voz queriéndola alcanzar.
Cada vez late menos.

Antes de que mis narices y labios se perlaran de sudor, me tomó violento y subió a la
cama, pero saqué fuerzas de la nada, ya eran días sin comer, días sin sentir algo de agua
en mi boca, solo venganza por dolor, solo tiempos incompletos y desventuras no soñadas,
lo saqué de encima, sí, lo saqué de encima, desgarré mi voz, la garganta con sangre a
borbotones al igual que la almohada de plumas manchada. Sentí algo frío en mi mano y lo
tomé fuerte, con el collar negro golpeé su rostro, sin querer, restregué con las puntas
finas su cuello, sin querer, puse mi rodilla en su garganta sin querer, todo al ritmo del
vaivén de las olas, pero esta vez en tormenta. Lo empujé y al tiempo en que ambos
caímos, ya no estaba él.

Quiroga no llegó a tiempo, por primera vez sentí su mano, pero no fue suficiente, yo sé
que lo esperé, como salvador lo anhelé, pero no fue suficiente. Así, en mi último suspiro
solo escuché: la perdimos, se nos fue, se me fue.

Todo, mientras Horacio ronroneaba en mi pecho, lento, calmo, al ritmo del mar, sin su
collar negro con pequeñas puntas plateadas. Testigo invisible, Horacio siempre estuvo allí.

Aclarar el tema de quien cae en la pelea es un punto importante a mejorar…veamos como


lo corrijo.

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