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“Derecho Civil Peruano”
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Nociones de Objeto:
Objeto de Derecho: Cualquier entidad del mundo exterior, material o inmaterial, que
tenga una individualidad propia y sea susceptible de someterse al poder de los sujetos
de derecho.
En la doctrina existen tres concepciones típicas sobre la noción del "objeto del derecho".
a) La primera considera que es el objeto todo lo que se representa como estando fuera
del sujeto, sean cosas materiales, acciones humanas o fenómenos inmateriales.
b) La llamada "concepción clásica", que se considera derivada del derecho romano,
identifica el objeto del derecho con las cosas materiales.
c) Por último, la tercera concepción, denominada a veces como" concepción moderna
"sostiene que el único objeto del derecho es la conducta humana (sea de acción u
omisión). Esta concepción suele llevar a algunos partidarios a distinguir entre el
objeto inmediato de los derechos que sería la conducta humana y su objeto mediato
o practico o substrato del derecho que sería la cosa a esa conducta se refiere. En
todo caso, esta concepción frecuentemente (aunque no siempre), lleva a borrar la
distinción entre los derechos reales y los derechos de crédito, distinción que es
fundamental en el Derecho Privado.
El objeto del derecho es uno de los términos de referencia de la relación jurídica, o sea del
deber jurídico y del derecho subjetivo. Así pues. Por objeto debe entenderse, en general, todo
lo que en una relación jurídica no es sujeto.
1.2. Características del objeto de Derecho
A) Los "actos" y "manifestaciones" humanas dentro de los cuales pueden distinguirse, como
queda dicho:
B) Las "cosas" propiamente dichas, objetos inmediatos de los derechos reales y objeto mediato
de muchos derechos de crédito
Si dentro del concepto de cosas se incluyen las creaciones del espíritu, la enumeración no
requiere complemento; caso contrario, habrían de añadirse esas creaciones.
Son todos los elementos activos del patrimonio y que los “bienes verdaderos” en la acepción
jurídica de esta expresión, es decir, los valores económicos, son, o los objetos materiales que
caen generalmente bajo los sentidos, o los derechos ordinariamente establecidos sobre dichos
objetos.
Consideramos al término “bien” como comprensivo tanto de las cosas físicas o materiales
(casas, autos, yates, joyas, etc.) como de los bienes inmateriales o derechos (derechos de
propiedad industrial, de propiedad intelectual, los títulos valores, derechos personalísimos
como la vida, la intimidad, etc.) en tanto sean susceptibles de apropiación por parte los sujetos
de derechos, ergo puedan formar parte de su patrimonio.
Una primera constatación nos permite apreciar que existen múltiples variedades de bienes,
cada uno de ellos con características particulares que los diferencian de los demás. De lo
anterior fluye que dicha variedad de bienes pueden ser agrupados desde las más múltiples
perspectivas a partir de una constatación fachea de la realidad. Sin embargo, debe apreciarse
que no todas estas clasificaciones responden a los objetivos que un sistema de clasificación de
los bienes debe cumplir en un sistema jurídico actual.
Podemos definir el patrimonio como el conjunto de bienes, derechos y obligaciones que tiene
una persona o empresa.
Los Bienes son los elementos materiales e inmateriales con que cuenta la empresa. Por
ejemplo, la maquinaria, el dinero que tenga en caja, las existencias de productos o los
locales que posea.
Los Derechos permiten a la empresa ejercer una facultad. Por ejemplo, son derechos,
los préstamos que tenga concedidos, o las cantidades adeudadas por sus clientes.
Las Obligaciones, por el contrario, representan responsabilidades a las que debe hacer
frente la empresa. Son ejemplos de obligaciones las deudas que tenga contraídas la
empresa con los bancos, con sus trabajadores o con la Administración.
Patrimonio Activo
Designa el conjunto de bienes y derechos que componen el activo de una propiedad. Así se
puede hablar de impuesto sobre el patrimonio, de modo que queda sujeto a tributación todo
elemento de valor económico activo de la persona.
Patrimonio Pasivo
Se encuentra comprendido por todas las deudas que lo gravan, al igual que cualquier relación
jurídica susceptible de tener repercusión económica. Sólo así se comprende que se pueda decir
que ser heredero puede no resultar beneficioso, por ser más las deudas que los bienes que deja
el causante a su muerte; o que para la valoración de una empresa sea preciso tener en cuenta
bienes inmuebles, muebles, títulos valores, derechos intangibles, acciones, obligaciones y
deudas, entre otros, y hasta incluso se valore el prestigio comercial o la clientela.
Patrimonio Cultural
Se subdivide en:
El Patrimonio Tangible está constituido por objetos que tienen sustancia física y
pueden ser conservados y restaurados por algún tipo de intervención; son aquellas
manifestaciones sustentadas por elementos materiales productos de la arquitectura, el
urbanismo, la arqueología, la artesanía, entre otros.
El Patrimonio Intangible puede ser definido como el conjunto de elementos sin
sustancia física, o formas de conducta que procede de una cultura tradicional, popular
o indígena; y el cual se transmite oralmente o mediante gestos y se modifica con el
transcurso del tiempo a través de un proceso de recreación colectiva.
Patrimonio Natural
Las prestaciones de dar son todas aquellas que tienen por objeto derechos reales o cualquier
otra propiedad, y necesariamente se perfecciona con el consentimiento de las partes
contratantes.
Las prestaciones de hacer son aquellas que tiene por objeto una conducta positiva del deudor.
Las prestaciones de no hacer son todas aquellas que tienen por objeto una conducta negativa
por parte del deudor en beneficio del acreedor, es decir; una abstención.
Las prestaciones de resultado son aquellas que son específicas y determinadas dentro de la
figura contractual, de tal manera, que la conducta positiva del deudor va a conseguir un
determinado resultado a favor del acreedor.
Las prestaciones de medio son aquellas que obligan a realizar la conducta del deudor por
medios adecuados, con la diligencia adecuada, con la actividad adecuada para conseguir un fin
determinado. Es decir con las prestaciones de medios no se garantizan los resultados
esperados.}
El objeto del acto jurídico debe contar con determinadas peculiaridades propias de su
naturaleza y, vienen a ser lo siguiente:
Físicamente Posible
Consiste en que el objeto ha de ser de conformidad con las leyes naturales o bien adelanto
tecnológico, esto es, debe haber una posibilidad de adecuación a exactamente la misma
naturaleza a fin de que resulte posible.
Los derechos y deberes nacidos del acto jurídico han de ser posibles en lo que se refiere a su
existencia, guardando conformidad con la naturaleza y la tecnología.
Jurídicamente Posible
Quiere decir que el objeto del acto jurídico ha de ser con arreglo al ordenamiento jurídico,
entendiéndose en ello a los principios generales, la ley, la doctrina, jurisprudencia, las
costumbres, etcétera.
Es por lo limitado que el término de objeto es más extenso que el de la finalidad, tal y como lo
vamos a ver más adelante.
Determinable
Menciona que el objeto del acto jurídico ha de ser determinado, o sea, reconocible o bien
susceptible de identificar.
Esto importa que los derechos y obligaciones nacidos con el acto jurídico han de ser
absolutamente ciertos, o sea, identificados, como asimismo determinables cuando existe la
posibilidad de identificarlos de manera plena.
Los sujetos de la acción son únicamente el actor (sujeto activo) y el Estado a quien se dirige a
través del Juez, que es el órgano mediante el cual se actúa (sujeto pasivo). Ni el demandado ni
el imputado son parte de la acción, únicamente lo son de la pretensión o acusación.
Los sujetos de la acción son el accionante o actor, quien es el elemento activo, y el juez, quien
representa al Estado como sujeto o elemento pasivo a quien va dirigida la acción.
Nuestro Código Procesal Civil en el Perú no define la legitimidad para obrar, pero
continuamente hace referencia a ella.
La legitimidad para obrar está referida a los sujetos a quienes, ya sea en la posición de
demandantes o de demandados, la ley autoriza a formular una pretensión determinada o a
contradecirla, o a ser llamados al proceso para hacer posible una declaración de certeza eficaz
o a intervenir en el proceso por asistirles un interés en su resultado.
La legitimidad para obrar tiene dos aspectos: la legitimidad activa y la legitimidad pasiva, que
corresponde, la una, a la parte que sostiene la pretensión, y la otra, a la parte contradictora.
Mención especial merece la legitimidad para la intervención de terceros por sus particulares
características, aunque en la mayoría de los casos los terceros terminen integrándose en la
legitimidad activa o pasiva.
La legitimidad para obrar tiene una definitiva vinculación con la relación jurídica de derecho
material o estado jurídico cuya declaración de certeza, ejecución, u otro tipo de providencia
judicial se pretende. Como lo anota Véscovi, la legitimidad para obrar se refiere a la posición
de un sujeto respecto al objeto litigioso que le permite obtener una providencia eficaz.
Dada la referencia que tiene la legitimidad para obrar a quienes la ley autoriza a solicitar la
actividad jurisdiccional en resguardo de determinados derechos de tipo material, y a quien
debe dirigirse la pretensión, un sector de la doctrina ha confundido la legitimidad bajo estudio
con la titularidad misma del derecho material de quien se presenta ante los estrados judiciales
para reclamar la tutela de sus derechos, y la posición del demandado con quien igualmente es
parte de la relación jurídica material. Así, para esta posición, sólo el comprador y el vendedor
se encontrarán legitimados para obrar en un conflicto derivado de un contrato de compraventa.
La legitimidad ordinaria es la más común. Se presenta cuando el demandante afirma ser titular
del derecho subjetivo cuya tutela pretende (legitimidad activa) y dirige la pretensión contra
quien el propio demandante afirma ser la parte pasiva de la relación jurídica de derecho
material (legitimidad pasiva).
Como se acaba de ver, el deber jurídico es una situación jurídica de desventaja activa, en tanto
que, por un lado, subordina un interés del sujeto gravado con el mismo-; y, por el otro,
requiere del despliegue de un comportamiento para que su contenido se desarrolle.
Ahora bien, a pesar de que esta categorización del deber jurídico no ha sido puesta en tela de
juicio, la doctrina ha debatido arduamente sobre la esencia del deber jurídico. De las teorías
elaboradas, dos merecen ser rescatadas: la teoría formal y la teoría de la sanción.
7.3. La teoría formal
La teoría formal fue expuesta por la doctrina italiana, fundamentalmente por los autores que se
afiliaron a las teorías «objetivas» sobre la obligación.
Según Giovanni Pacchioni, uno de los más autorizados exponentes de la teoría bajo examen, el
deber jurídico no era sino el estado de presión psicológica en el que una persona se encontraba
por el solo hecho de existir una norma jurídica que le imponía la «necesidad» de efectuar
cierta conducta. Para que ese deber existiese no era imprescindible, según este autor, la
presencia de una sanción aplicable ante su eventual incumplimiento. Lo fundamental, a fin de
determinar la presencia de un deber jurídico, era que una norma jurídica, interpretando la
conciencia pública en relación a las diversas necesidades de convivencia social y política,
impusiese la «necesidad» de efectuar una conducta determinada. Que con tal propósito la
norma acompañase a semejante «necesidad)) alguna «sancióm), era algo que únicamente
influía en la observancia práctica de tal deber, más no en su propia configuración.
De las posiciones adoptadas autores queda claro que, para la teoría formal, el deber jurídico no
era más que una simple necesidad de actuación normativamente reconocida o, mejor,
tipificada. La presencia o ausencia de una sanción -o reacción- ante el incumplimiento era algo
absolutamente irrelevante. Lo único que interesaba era constatar la existencia de una orden
normativamente recogida.
La teoría de la sanción fue expuesta, principalmente, por Hans Kelsen y todos los que
siguieron los postulados de la Teoría Pura del Derecho.
Según Kelsen, para inducir a los individuos a conducirse en cierta manera, el Derecho no
hacía otra cosa que ligar una sanción (que podía asumir la forma de la pena o de la ejecución
forzada) a la conducta contraria. En consecuencia, la conducta cuya verificación era
«condición» para la aplicación de la sanción establecida constituía una conducta prohibida, en
tanto que la conducta cuya realización evitaba la aplicación de dicha sanción constituía una
conducta prescrita.
Ahora bien, para este autor, el deber jurídico no era sino aquella conducta prescrita a la que se
le acompañaba una sanción para el caso de incumplimiento. Si faltaba dicha sanción, la
conducta prescrita no constituía un verdadero deber jurídico, sino tan sólo un deseo del
legislador, carente sin embargo de toda relevancia jurídica.
Como ya se indicó, el fin del Derecho (objetivo) no es otro que el logro de la justa y pacífica
convivencia de los seres humanos. Para conseguir este anhelo, el Derecho otorga a los sujetos
diversas facultades de obrar a fin de que éstos realicen sus propios intereses.
En realidad, si de algo no se puede dudar es de que el deber jurídico se resuelve, en todos los
casos, en una situación de «necesidad» que impulsa al sujeto a realizar determinado
comportamiento como consecuencia de ser el destinatario de una orden o mandato.38 Esta
situación de «necesidad» es opuesta a aquella de «libertad» en la que el sujeto - gravado con el
deber jurídico- se encontraría en caso de no existir la orden.
El deber jurídico requiere, para ser tal, de la presencia externa de una sanción, en tanto que
una actitud de indiferencia del ordenamiento ante su violación colocaría al sujeto gravado con
el mismo en una situación de libertad.
Ahora bien, indagar sobre la esencia del tiempo y trazar su noción genérica es más una tarea
de la Filosofía. que del Derecho.
Acierta, por ello García Amigo cuando afirma que el Derecho recibe la idea del tiempo del
mundo extrajurídico, acoplándola a sus exigencias y tomando en consideración notas
peculiares: la necesidad de su acaecer; la de ser un hecho permanente, continuo y constante; y,
la de ser un fenómeno cuantitativamente medible y computable, por unidades convencionales.
Los hechos jurídicos que constituyen la causa generatriz del nacimiento, modificación o
extinción de las relaciones jurídicas son fenómenos que se localizan en el tiempo, lo que
conduce a preguntarse si cuando el Derecho se refiere al tiempo alude en realidad al tiempo en
sí o lo hace respecto de los acontecimientos temporales, es decir, de los sucesos que ocurren
en el tiempo. La respuesta sólo puede ser de que se trata del tiempo en su transcurso. Esta es la
idea dominante en cuanto al tiempo como hecho jurídico.
La noción doctrinaria del hecho jurídico se remonta a Savigny, para quien es el hecho que
produce una adquisición, modificación, transferencia o extinción de derechos. De ahí, la
generalizada noción de que el hecho jurídico es todo hecho que produce consecuencias de
derecho, a la que se le agrega, como lo hace León Barandiarán, como un vocablo más propio,
el de hecho jurígeno, y que esta locución vaya tomando acogida en la doctrina. Hecho jurídico,
pues, en la concepción generalizada de la doctrina, es el hecho que por sí o junto con otros
produce efectos jurídicos y se constituye, mediata o inmediatamente, en fuente de toda
relación jurídica.
Los hechos humanos, que son los que se producen por intervención de la voluntad humana y
que por esta sola intervención son hechos jurídicos, sólo los mencionamos referencialmente,
por su contraposición con los hechos naturales, pues siendo el tiempo un fenómeno físico y su
transcurso independiente de la voluntad humana, detenernos en su estudio resulta ajeno a la
finalidad que perseguimos.
Los hechos naturales son los que se producen independientemente de la voluntad humana
radicando su causa en fenómenos de la naturaleza. La causa de su producción debe ser
considerada necesariamente para la calificación del hecho como jurídico, así como los efectos
que se producen.
Precisada la noción del tiempo como hecho jurídico y en consideración a todo lo ya expuesto,
sería ocioso destacar la relevancia jurídica del tiempo. Sin embargo, estimamos que es
conveniente hacerlo, en la consideración de que la incidencia del tiempo se da tanto en el
Decreto Objetivo como en los derechos subjetivos y las relaciones jurídicas, ya que la
importancia de los hechos en el Derecho viene de su verificación en un momento preciso o
dentro de un espacio de tiempo determinado.
IX. PRESCRIPCION, NOCION GENERICA Y
PRESCRIPCION EL CODIGO CIVIL
Por otro lado, desde el punto de vista funcional, la prescripción es una facultad del interesado
para repeler el ejercicio intempestivo.
Esta perspectiva funcional nos permite apreciar claramente que en la prescripción se protege,
sobre todo, un interés particular muy concreto: el interés de la persona de no verse expuesta a
reclamaciones antiguas, de las cuales se ha perdido la memoria, pues el silencio ha creado una
objetiva y razonable confianza de que el derecho o la facultad no serían ya ejercitados.
9.1. Los plazos prescriptorios en el Código Civil Peruano
En lo que respecta a la prescripción extintiva, el artículo 2001 del Código Nacional establece,
en sus cuatro incisos, los plazos generales de prescripción.
Sin embargo, el propio Código, más allá de los plazos generales contenidos en el artículo
2001, también regula en otras dos normas, los artículos 432 y 1274, dos casos adicionales de
plazos prescriptorios.
El Código Civil no establece plazos generales de caducidad, en el Libro respectivo; más bien,
regula situaciones concretas, de plazos específicos de caducidad, en un número bastante
amplio de artículos, los mismos que, en general, se extienden desde tres años hasta cinco días,
independientemente de algunos plazos dobles.
Dentro de tal orden de ideas, precisa aclararse que cuando el Código Civil Peruano trata acerca
de una acción que no prescribe, así lo establece, señalando siempre que ella es imprescriptible.
De esta forma se ha procedido solamente en cinco casos específicos, los mismos que, por su
importancia, han sido recogidos por el legislador de 1984 como supuestos de
imprescriptibilidad de la acción, dada su gravedad, ya sea de orden personal o patrimonial,
razón por la cual se ha preferido sacrificar la seguridad jurídica destinada a proteger la
prescripción, por el perpetuo ejercicio de la acción que la ley concede al beneficiado.
X. PRESCRIPCION Y CADUCIDAD
Sostiene que las cuestionadas resoluciones judiciales han vulnerado sus derechos al
debido proceso, a la igualdad ante la ley y a la protección especial del niño y del adolescente,
pues han declarado la prescripción de ejecución de la sentencia sobre pensión alimenticia en
aplicación del artículo 2001, inciso 4º del Código Civil, sin verificar la interrupción de la
prescripción y sin pronunciarse respecto de la Ley N.º 27057, que modifica el Código de los
Niños y Adolescentes, y que, según refiere, colisiona con la mencionada norma del Código
Civil.
Ejemplo de la Prescripción
La accionante refiere en su demanda (fojas 132) que el artículo 2001º, inciso 4) del Código
Civil no es aplicable a su caso “por tratarse de pensiones devengadas, que se encuentran
dentro del ámbito de la imprescriptibilidad y por tanto el tiempo no le afecta ni produce su
extinción”, y que por otro lado “no se tuvo en consideración que las pensiones alimenticias
devengadas se encuentran dentro del ámbito de la esfera de los derechos personales, por
constituir una deuda que atañe a la persona, lo que significa que aplicado al caso concreto,
éstas prescriben a los diez años”, por lo que su derecho de acción se encuentra vigente.
Declarar FUNDADA la demanda de amparo; en consecuencia, se deja sin efecto todo lo
actuado en el Expediente N.º 2004-151-14-1101-JF-03-SB, hasta la expedición de la
Resolución signada con el N.º 79 de fecha 16 de diciembre de 2003, y ordenar se expida otra
teniendo en cuenta lo expresado en la presente sentencia.
“El derecho de prescribir es irrenunciable. Es nulo todo pacto destinado a impedir los efectos
de la prescripción”.
Ahora bien, en el caso en el que la etapa preliminar se haya perfeccionado, surge a favor del
deudor un derecho potestativo de prescripción para que haga valer la prescripción o
sencillamente renuncie a ella.
La etapa constitutiva se caracteriza porque el deudor hace valer la prescripción, ya sea en vía
de acción o excepción, perfeccionando con dicha actuación el fenómeno prescriptorio.
Si el deudor decide hacer valer la prescripción en vía de acción deberá interponer una
demanda a fin de que el juez declare que el derecho de su acreedor ha prescrito. Para tal fin el
deudor deberá acreditar que ya se cumplió con el plazo previsto en la ley para la prescripción
del derecho del acreedor. Por su parte, el acreedor podría contradecir la demanda señalando
que ha ocurrido una causal de suspensión o interrupción de la prescripción por lo que el
derecho no ha prescrito. Sobre este último, en consecuencia, girará el contradictorio.
Por otro lado, el deudor puede hacer valer la prescripción en vía de excepción. Para tal fin
deberá respetar los plazos previstos en el Código Procesal Civil. Así, en el proceso de
conocimiento, el plazo máximo para invocar la prescripción, es de 10 días, contados desde la
notificación de la demanda o la reconvención. En el proceso abreviado el plazo máximo para
invocar la prescripción es de 5 días; contados desde la notificación o con la reconvención. En
el proceso sumarísimo, las excepciones se proponen en el mismo escrito de contestación de la
demanda.
XII. FUNDAMENTOS DE LA PRESCRIPCION EXTINTIVA
No obstante, dicho fundamento no tiene asidero en nuestro ordenamiento jurídico, puesto que
si así fuera, en aras de la defensa del orden público o seguridad jurídica, no debería haber
posibilidad de que el deudor renuncie a la prescripción. No obstante, nuestro ordenamiento
jurídico permite que el deudor renuncie a la denominada “prescripción ya ganada”, situación
que por lo demás descarta que el fundamento de la prescripción sea el orden público.
Ahora bien, para salvar dicha situación se ha dicho que la prescripción no solo se fundamenta
en el orden público, sino también en el interés privado. Sin embargo, dicho fundamento nos
parece inconsistente, pues una institución jurídica no puede tener fundamentos contradictorios:
o bien es el interés público, o bien el interés privado, pero no ambos a la vez.