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La reforma de la Ley Reguladora

de las Bases del Régimen Local


para combatir la corrupción
en el ámbito de la vida municipal
Javier García Fernández
Catedrático de Derecho Constitucional

SUMARIO: I. LAS REFORMAS DE LA LEY 7/1985, DE 2 DE ABRIL, REGULADORA DE LAS BASES DEL RÉGIMEN
LOCAL.– II. EL CONTENIDO DE LA REFORMA DE 2007: 2.1. Artículo 22. 2.2. Artículo 70 ter. 2.3. Artícu-
lo 75.7. 2.4. Artículo 75.8.– III. CONCLUSIONES.

I. LAS REFORMAS DE LA LEY 7/1985, DE 2 DE ABRIL,


REGULADORA DE LAS BASES DEL RÉGIMEN LOCAL

El subsistema político local fue, durante el franquismo, no sólo la base


institucional de encuadramiento y de control sino el ámbito privilegiado de la
corrupción que la dictadura necesitaba desplegar para mantener el apoyo de las
élites locales (que eran una mezcla de los falangistas emergentes y del viejo ca-
ciquismo de la Restauración). Sin democracia, las instituciones municipales
servían para asegurar el dominio político directo sobre los súbditos y para ra-
cionalizar el reparto de poder entre las distintas fracciones políticas y económi-
cas que conformaban la base de poder del régimen. Por eso las diversas Leyes
de Régimen Local (desde la Ley de Bases del Régimen Local de 17 de julio de
1945 hasta la bien tardía Ley de 41/1975, de 19 de noviembre, de Bases del
Estatuto del Régimen Local) sólo servían para asegurar la coherencia jurídica
de un reparto de poder que tenía que dividir los beneficios de la corrupción
entre diversos grupos que apoyaban la dictadura y, además, a partir de los años

Cuadernos de Derecho Público, núm. 31 (mayo-agosto 2007)


Javier García Fernández

cincuenta, asegurar un mínimo de servicios públicos que impidiera revueltas y


protestas (como la huelga de los tranvías de 1951)1.
Con el restablecimiento de la democracia fue necesario cubrir los vacíos
más evidentes que imposibilitaban el gobierno democrático de Municipios y
Provincias. Así se aprobó la Ley 39/1978, de 17 de julio, de Elecciones Locales,
y tras constituirse las nuevas Corporaciones democráticas y detectarse los pro-
blemas de funcionamiento que comportaba aplicar la legislación franquista, el
Real Decreto-Ley 3/1981, de 16 de enero, y, tras su convalidación y subsi-
guiente tramitación como proyecto de ley, la Ley 40/1981, de 28 de octubre,
sobre Régimen Jurídico de las Corporaciones Locales, que fue una buena nor-
ma dada su finalidad de modernizar con cierta provisionalidad la Ley de Régi-
men Local2.
Por eso la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de las bases del Régimen
Local, fue ya la Ley de Régimen Local de la democracia. Inspirada en las pre-
visiones constitucionales, basada en una estructura organizativa clara y lógica,
esta Ley ha sido sin duda uno de los elementos más decisivos para democratizar
y modernizar el régimen local y para que éste camine en paralelo a la Consti-
tución3. Cuatro cuestiones, sin embargo, aconsejaban su reforma y hasta su
sustitución: i) el ejercicio de competencias por parte de las Comunidades Au-
tónomas que han aprobado sin excepción Leyes generales o parciales de régi-
men local con el consiguiente efecto de desplazamiento de la Ley estatal; ii) la
multiplicación de grandes ciudades, a veces en la periferia de otras, lo que

1
Entre la extensa bibliografía relativa al régimen local en la dictadura franquista, véanse Miguel CRUZ
HERNÁNDEZ: «La dimensión política de la función pública del alcalde», en el vol. col. Problemas políticos
de la vida local, Delegación Nacional de Provincias del Movimiento, Madrid, 1972, t. XII, pp. 103-116;
Eduardo GARCÍA DE ENTERRÍA: Problemas Actuales del régimen local, Instituto García Oviedo, Sevilla,
1986, 2.a ed.; Jesús GONZÁLEZ PÉREZ: «La reforma de la Ley de Régimen Local», Revista de Administración
Pública, núm. 63, septiembre-diciembre 1970, pp. 9-37; Luis JORDANA DE POZAS: «La Administración
local en las Leyes Fundamentales españolas», Revista de Estudios Políticos, núm. 152, marzo-abril 1967, pp.
203-213; Sebastián MARTÍN-RETORTILLO: «Presupuestos políticos del régimen local», Revista de Adminis-
tración Pública, núm. 43, enero-abril 1964, pp. 9-35; y Luis MORELL OCAÑA: «La Administración local»,
en Manuel FRAGA IRIBARNE (ed.): La España de los años 70, Ed. Moneda y Crédito, Madrid, 1974, vol. III,
t. II, pp. 77-166.
2
Sobre la legislación democrática anterior a la Ley de 1985, véase Manuel ABELLA POBLET y la REDAC-
CIÓN DE EL CONSULTOR DE LOS AYUNTAMIENTOS: Nuevo régimen jurídico de las Corporacio-
nes Locales, El Consultor de los Ayuntamientos y de los Juzgados, Madrid, 1981; AAVV: Euskadiko Udalen
Biltzarra. Congreso de Municipios de Euskadi, Servicio central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vito-
ria, 1983, 3 ts.; Luis MORELL OCAÑA: La Administración Local, Tecnos, Madrid, 1984; y AAVV: Organi-
zación territorial del Estado (Administración Local), Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1985, 3 ts.
3
Sobre la Ley 7/1985, de 2 de abril, véanse Francisco LLISET BORRELL: Manual de Derecho Local, Pubs.
Abella – El Consultor de los Ayuntamientos, Madrid, 1985; Piedad GARCÍA-ESCUDERO y Benigno PEN-
DÁS GARCÍA: El Nuevo Régimen Local Español. Estudio sistemático de la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora
de las Bases del Régimen Local, Ed. Praxis, Barcelona, 1985; Luciano PAREJO: Derecho básico de la Adminis-
tración Local, Ariel, Barcelona, 1988, pp. 175-210; Luis MORELL OCAÑA: El Régimen Local Español, Civi-
tas, Madrid, 1988, pp. 135-168; Francisco SOSA WAGNER: Manual de Derecho Local, Aranzadi, Pamplona,
1999, 4.a ed., pp. 44-49; y José María BAÑO LEÓN: «La ordenación de las normas reguladoras del régimen
local», en Santiago MUÑOZ MACHADO (dir.): Tratado de Derecho Municipal, Civitas, Madrid, 2003, 2.a
ed., vol. I, pp. 447-546.

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aconsejaba modular el uniformismo en que se sustentaba la Ley de 1985; iii) la


presión de los Municipios por aumentar sus competencias4; iv) la eclosión de
limitados pero llamativos escándalos de corrupción vinculada al urbanismo,
del que el ejemplo más conocido fue el Municipio de Marbella. A estas cuatro
cuestiones ha de agregárseles otra mucho más reciente cual es la nueva reforma
de los Estatutos que se ha iniciado con la sustitución del Estatuto catalán5.
Con todo, la emergencia de estos cuatro fenómenos fue lenta y, como ocu-
rre siempre en Derecho, su respuesta jurídica tardó en aparecer. La Ley 7/1985,
de 2 de abril, permitió ordenar el régimen jurídico de los Municipios y Provin-
cias de España conforme a principios constitucionales pero es cierto que pronto
hubo de reformarse con un alcance inicialmente técnico y puntual pero a partir
de mediados de la década de los noventa los cambios tuvieron mayor calado
político hasta la reforma de 2003 que incidió sobre un número limitado de
Municipios que abarcaban, sin embargo, al grueso de la población española.
En definitiva, la Ley reguladora de las bases del Régimen Local experi-
mentó cuatro tipos de reformas antes de 2007: i) reformas técnicas y puntuales
de muy limitado alcance jurídico y político; ii) reformas profundas durante el
Gobierno del Presidente Aznar; iii) reformas sobre el régimen de las grandes
ciudades; y iv) la exclusión del régimen común de los Municipios de Madrid y
de Barcelona.
Las reformas técnicas puntuales se iniciaron con dos pequeñas modifica-
ciones de los artículos 107.1 y 111 que efectuó la Ley 39/1988, de 28 de di-
ciembre, reguladora de las Haciendas Locales, sobre la aplicación de las Orde-
nanzas de tributos. Igual alcance técnico tuvieron las reformas de dos artículos
que efectuó la Ley 10/1993, de 21 de abril, de modificación del régimen de
puestos de trabajo reservados a funcionarios de Administración Local con ha-
bilitación de carácter nacional. También tenía carácter técnico (aunque rele-
vante), en fin, la Ley 4/1996, de 10 de enero, por la que se modifica la Ley
7/1985, de 2 de abril, reguladora de las bases del Régimen Local, en relación
con el Padrón municipal, que modificó cinco artículos de la Ley. Estas tres re-
formas, aun con su evidente alcance técnico, no dejaron de incidir en la trans-
parencia de la vida local pues la provisión de los puestos de trabajo con habili-
tación nacional y la perfección de la formación, mantenimiento y custodia del
Padrón Municipal contribuyeron a mejorar la calidad de la gestión municipal.
Con todo, no se trataba de reformas importantes.
Al constituirse el Gobierno del Presidente Aznar encontramos una refor-
ma puntual aunque no insignificante como fue la liberalización de los servicios
funerarios que realizó el Decreto-ley 7/1996, de 7 de junio, sobre medidas
urgentes de carácter fiscal y de fomento y liberalización de la actividad econó-
mica, que modificó dos artículos de la Ley. Tampoco fue insignificante, pero sí

4
Véase AAVV: Informe Pi i Sunyer sobre l’ampliació de competències municipals, Fundació Carles Pi i Sunyer
d’Estudis Autonòmics i Locals, Barcelona, 2003.
5
Tomás FONT I LLOVET, Francisco VELASCO CABALLERO y Luis ORTEGA ÁLVAREZ: El Régimen Local en la
reforma de los Estatutos de Autonomía, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2006.

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puntual, la Ley Orgánica 14/2003, de 20 de noviembre, que modificó toda la


legislación de extranjería6.
Por el contrario, la Ley 11/1999, de 21 de abril, de modificación de la Ley
7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local, y otras me-
didas para el desarrollo del Gobierno Local, en materia de tráfico, circulación
de vehículos a motor y seguridad vial y en materia de aguas, supuso la primera
reforma en profundidad de la Ley de 1985. La Ley 11/1999, de 21 de abril, en
efecto, modificó veintisiete artículos y esa reforma afectó a los órganos del
Ayuntamiento, a las competencias del Alcalde y del Pleno, a toda la organiza-
ción provincial, al procedimiento de aprobación de Ordenanzas y de recursos
administrativos, a la intervención del Gobierno en lo actuación municipal, al
reconocimiento de los grupos políticos municipales y al régimen de retribucio-
nes de los cargos municipales.
En lo que a este trabajo interesa, la reforma que trajo la Ley 11/1999, de
21 de abril, amplió las competencias del Alcalde como, por ejemplo, el desa-
rrollo de la gestión económica y la aprobación de la oferta de empleo público
pero lo realmente importante fueron las siguientes atribuciones que alteraban
el modelo existente y fortalecían al Alcalde frente al Pleno:

• la aprobación de los instrumentos de planeamiento en desarrollo del


planeamiento general;
• la aprobación de los instrumentos de gestión urbanística y de los pro-
yectos de urbanización;
• las contrataciones y concesiones cuando su importe no superara el diez
por ciento de los recursos ordinarios o los mil millones de pesetas;
• la aprobación de los proyectos de obras y servicios cuando el Alcalde
fuera competente para su contratación o su concesión;
• la adquisición de bienes y servicios cuando su valor no superase el diez por
ciento de los recursos ordinarios o los quinientos millones de pesetas.

No es necesario remarcar que estas competencias del Alcalde comporta-


ban excluir estas materias del régimen de publicidad que supone el debate en
el Pleno.
También tuvo relevancia la reforma de dos artículos de la Ley que efectuó
la Ley 14/2000, de 29 de diciembre, de Medidas Fiscales, Administrativas y de
Orden Social. El primero de los preceptos reformados, el 102, reafirmó las
competencias del Alcalde en el proceso de selección de funcionarios en tanto
que el segundo artículo reformado, el 75, mejoró el régimen de retribuciones

6
Contra todas las recomendaciones de técnica normativa, esta disposición se titulaba: «Ley Orgánica
14/2003, de 20 noviembre, de reforma de la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y liber-
tades de los extranjeros en España y su integración social, modificada por la Ley Orgánica 8/2000, de 22
de diciembre; de la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de las Bases del Régimen Local; de la Ley
30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento
Administrativo Común, y de la Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competencia Desleal» (sic).

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de los miembros de las Entidades que hasta entonces estaba sujeto a la volun-
tad de los Alcaldes y de las mayorías y permitió profesionalizar a los Concejales
de la mayoría y de la oposición.
Igual trascendencia tuvo a los efectos del presente estudio la Ley Orgá-
nica 1/2003, de 10 de marzo, para la garantía de la democracia en los Ayun-
tamientos y la seguridad de los Concejales. Esta disposición, enmarcada en la
política antiterrorista del Gobierno del Presidente Aznar, modificó dos artí-
culos de la Ley 7/1985, de 2 de abril, uno de los cuales iba dirigido a poder
disolver los órganos de las Entidades Locales en el supuesto de gestión grave-
mente dañosa para los intereses generales. Ningún Ayuntamiento de la Co-
munidad Autónoma del País Vasco se disolvió aplicando este nuevo precepto
(aunque esta reforma parecía ir dirigida a los Ayuntamientos vascos de ma-
yoría conectada a la Batasuna) pero al menos se ha aplicado una sola vez para
disolver, mediante el Real Decreto 421/2006, de 7 de abril, el Ayuntamiento
de Marbella.
Además de los cambios efectuados sobre el régimen común en 2000 y en
2003, la Ley 7/1985, de 2 de abril, fue profundamente reformada mediante la
Ley 57/2003, de 16 de diciembre, de Medidas para la Modernización del Go-
bierno Local, que introdujo un nuevo Título, el X, para regular el régimen de
organización de los Municipios de gran población7.
Además, la Ley 22/2006, de 4 de julio, de Capitalidad y de Régimen Es-
pecial de Madrid8, y la Ley 1/2006, de 13 de marzo, por la que regula el Régi-
men Especial del Municipio de Barcelona9, han venido a dotar a ambos Muni-
cipios de un estatuto especial al margen del régimen común.
Por último, Ley 7/2007, de 12 de abril, del Estatuto Básico del Empleado
Público, derogó un artículo (el 92) y el Capítulo III del Título VII de la Ley
7/1985, de 2 de abril, y la nueva regulación del personal con habilitación de
carácter estatal ha pasado a regularse en una Disposición Adicional.
En conclusión, antes de 2007 la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de
las bases del Régimen Local, fue reformada con cierta intensidad, además de
para otras materias más puntuales, para acrecentar las competencias del Alcal-
de, para mejorar las retribuciones de los miembros de las Entidades Locales y
para poder disolver los Ayuntamientos en supuestos de gestión gravemente
dañosa para los intereses generales. En parte, las reformas introducidas por la
Ley 8/2007, de 28 de mayo, de Suelo, han venido a rectificar los cambios efec-
tuados por la Ley 11/1999, de 21 de abril.

7
Sobre esta importante reforma, véanse Anuario del Gobierno Local 2003 (dedicado a «La Ley de Moderni-
zación del Gobierno Local. Cooperación intermunicipal»), Fundación Democracia y Gobierno Local –
Institut de Dret Público, Barcelona, 2004; y AAVV: La Ley de Modernización del Gobierno Local, Fundació
Pi i Sunyer d’Estudis Autonòmics i Locals, Barcelona, 2004.
8
Sobre esta Ley, véase Antonio TRONCOSO REIGADA (dir.): Comentarios a la Ley de Capitalidad y de Régimen
Especial de Madrid, Aranzadi, Cizur Menor, 2006.
9
Sobre esta Ley, Tomás FONT I LLOVET y Rafael JIMÉNEZ ASESNSIO (coords.): La ‘Carta Municipal’ de Bar-
celona. Diez estudios, Fundació Carles Pi y Sunyer - Marcial Pons, Madrid, 2007.

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II. EL CONTENIDO DE LA REFORMA DE 200710

El proyecto de ley que remitió el Gobierno al Congreso11 no contenía un


precepto como la actual Disposición adicional novena de la Ley. Tampoco
apareció en el Informe de la Ponencia del Congreso de los Diputados12 y sólo
lo encontramos en el Dictamen de la Comisión del Congreso13 como conse-
cuencia de una enmienda transaccional que votó la Comisión de Fomento y
Vivienda del Congreso de los Diputados14. A partir de la Comisión, la Dispo-
sición se incorporó al proyecto de ley.
La Disposición adicional novena de la Ley de Suelo ha reformado parcial-
mente tres preceptos de la Ley 7/1985, de 2 de abril, ha introducido uno nue-
vo y ha extendido la vigencia de otro precepto de la misma Ley reguladora de
las bases del Régimen Local a cierto personal de las Entidades Locales.

2.1. Artículo 22

El primer precepto reformado es el artículo 22.2 tanto en su párrafo inicial


como en sus letras c) y o). Aplicándose a todo el artículo 22.2 se introduce la ex-
tensión a la Asamblea vecinal, en caso de Concejo Abierto, de las amplísimas
atribuciones del Pleno del Ayuntamiento, extensión que era necesaria porque em-
pieza a haber casos en que Municipios tan pequeños que se rigen por el régimen
de Concejo Abierto pretenden realizar urbanizaciones extensas (generalmente para
segunda residencia) por lo que debe ser la representación de todo el Municipio la
que adopte acuerdos que pueden transformar la trama urbana de una localidad.
En segundo lugar, la letra c) del artículo 22.2 atribuía hasta ahora al Pleno
(en la redacción dada por la Ley 57/2003, de 16 de diciembre) la aprobación
inicial del planeamiento general y la aprobación que ponga fin a la tramitación
municipal de los planes y demás instrumentos de ordenación previstos en la
legislación urbanística. La nueva redacción mantiene esta competencia pero le
añade: «así como los convenios que tengan por objeto la alteración de cuales-
quiera de dichos instrumentos». No es hiperbólico afirmar que estas quince
palabras han venido a transformar muy profundamente los procesos de toma
de decisión en materia de urbanismo y a eliminar una de las fuentes más exten-
didas de corrupción municipal en España.

10
Hay un buen resumen de estas reformas en Luciano PAREJO ALFONSO y Gerardo ROGER FERNÁNDEZ:
Comentarios a la Ley de Suelo (Ley 8/2007, de 28 de mayo), Iustel, Madrid, 2007, pp. 412-420.
11
Boletín Oficial de las Cortes Generales. Congreso de los Diputados, VIII legislatura. Serie A, núm. 96-1, de
8 de septiembre de 2006.
12
Boletín Oficial de las Cortes Generales. Congreso de los Diputados, VIII legislatura. Serie A, núm. 96-11, de
11 de enero de 2007.
13
Boletín Oficial de las Cortes Generales. Congreso de los Diputados, VIII legislatura. Serie A, núm. 96-13, de
1 de marzo de 2007.
14
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Comisiones, VIII legislatura, núm. 751, Fomento y Vi-
vienda, sesión núm. 45 celebrada el miércoles 21 de febrero de 2007.

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Como se sabe, el instrumento de corrupción urbanística por excelencia ha


sido desde algunos pocos años los convenios urbanísticos que sin publicidad y
sin debate público en el Pleno permitían ordenar el aprovechamiento del suelo
con criterios opacos y especulativos. Dado que la nueva Ley de Suelo, en su ar-
tículo 11.1), implanta el régimen de publicidad de los convenios (información
pública y publicación) con fines antiespeculativos (reforzado este principio en el
nuevo artículo 70 ter que veremos a continuación) era necesario completar esta
previsión con una medida orgánica como la que se introduce en la Ley 7/1985,
de 2 de abril, esto es, atribuyendo al Pleno y no al Alcalde la aprobación de esos
convenios. Esta es una medida acertada para alejar la corrupción urbanística y
complementa otra prevista en la misma Ley de Suelo que declara nulas de pleno
derecho las cláusulas de los convenios que establezcan obligaciones o prestacio-
nes adicionales o más gravosas que contengan los convenios urbanísticos y que
perjudiquen a los propietarios afectados (artículo 16.3).
Con el mismo fin se ha reformado la letra o) de este mismo artículo 22.2.
Este precepto atribuía hasta ahora al Pleno la aprobación de la adquisición de
bienes y derechos cuyo valor superara el diez por ciento del presupuesto y unos
casos muy limitados de enajenaciones patrimoniales15, de modo que correspon-
día al Alcalde, sin publicidad y sin debate político, el resto de las enajenaciones.
La reforma desplaza al Pleno todas las enajenaciones cuyo valor supere el diez
por ciento del presupuesto y, en todo caso, las permutas de bienes inmuebles
pues la corrupción urbanística ha venido con frecuencia de enajenaciones frau-
dulentas y de permutas. Como la nueva Ley refuerza y somete a criterios rígidos
los patrimonios públicos de suelo (artículos 33 y 34) se hacía necesario eliminar
todo signo de opacidad en la enajenación del suelo público.

2.2. Artículo 70 ter

Dentro del Capítulo IV del Título de disposiciones comunes a todas las


Entidades Locales, Capítulo que regula la información y la participación de los
ciudadanos, se ha introducido un nuevo artículo, el 70 ter, que contiene las
siguientes previsiones: i) las Administraciones Públicas competentes en mate-
ria de ordenación del territorio y de urbanismo han de poner a disposición de
los ciudadanos copias completas de los instrumentos de ordenación del territo-
rio y de urbanismo, de los documentos de gestión y de los convenios urbanís-
ticos; ii) dichas Administraciones Públicas competentes en la materia han de
publicar por medios telemáticos el contenido actualizado de los instrumentos
de ordenación del territorio y de urbanismo así como anunciar el sometimien-
to de éstos a información pública y cualesquiera actos de tramitación relevantes
para su aprobación o alteración; iii) cuando una alteración de la ordenación

15
Cuando se tratara de bienes inmuebles y muebles declarados de valor histórico o artístico si no estaban
previstas en el presupuesto o, estando previstas en éste, superaran los porcentajes y cuantías previstos para
la adquisición de bienes.

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urbanística que no se efectúe en el marco del ejercicio de la potestad de orde-


nación, incremente la edificabilidad o la densidad o modifique el uso del suelo,
el expediente debe contener la identidad de todos los propietarios o titulares de
derechos reales sobre las fincas afectadas en los cinco años anteriores a su ini-
ciación.
Como puede observarse, este precepto posee un contenido denso que se
dirige a las fuentes de la corrupción frente a las cuales trata de incrementar, en
varios sentidos, la publicidad de la gestión urbanística.
En primer lugar, el apartado 1 de este artículo 70 ter obliga a las Adminis-
traciones Públicas a poner a disposición de los ciudadanos copias completas de
los instrumentos de ordenación del territorio y de urbanismo, de los documen-
tos de gestión y de los convenios urbanísticos. Esta obligación se dirige en dos
direcciones complementarias. La primera es una regla general que conecta con
la Ley de Suelo pues el artículo 4 de ésta tipifica como derechos de los ciuda-
danos el acceso a la información de que dispongan las Administraciones Públi-
cas y ser informados del régimen y condiciones urbanísticas aplicables a una
finca determinada. Pero sobre todo el contenido del artículo 70 ter. 1 enlaza
con el artículo 11 de la Ley de Suelo que es un extenso precepto que regula la
publicidad en la gestión pública urbanística y que contempla el trámite de in-
formación pública de todos los instrumentos de ordenación territorial y de
ordenación y ejecución urbanística y de los convenios. Además, dicho artículo
11 ordena también que toda la documentación urbanística expuesta al público
ha de incluir un resumen ejecutivo. Una segunda dirección que ha emergido
aquí es la publicidad de los convenios urbanísticos que son considerados como
instrumentos de ordenación.
Como se ve, en este primer punto la nueva redacción de la Ley 7/1985, de
2 de abril, se acomoda a la Ley de Suelo en todo lo referente a la publicidad de
la ordenación y de la ejecución urbanísticas, publicidad que viene a incidir en
los problemas más graves que han sufrido los ciudadanos y los propios Muni-
cipios. La nueva de la Ley 7/1985, de 2 de abril, lleva al ámbito de la informa-
ción local los contenidos de la Ley de Suelo y ello tiene como consecuencia
obligar a las Administraciones a no ocultar información e incluso (por manda-
to del artículo 11.2 de la Ley urbanística) a compendiarla. Todo ello trae lejana
causa del principio constitucional de seguridad jurídica pero también, como se
observa en la ubicación sistemática del nuevo artículo 70 ter, conecta con la
participación ciudadana pues sólo la garantía de disponer de información ade-
cuada permite a los ciudadanos conocer el alcance, general y particular, de la
actuación urbanística. Más aún cuando, hasta el presente, los convenios de
difusión limitada servían para acordar grandes operaciones urbanísticas que, en
ocasiones, no sólo infringían el ordenamiento sino que resultaban lesivas para
el patrimonio municipal.
El apartado 2 de este nuevo artículo 70 ter es solamente una concreción
del contenido del apartado 1. Si la nueva Ley de Suelo exige un plus de pu-
blicidad, parece que en la actualidad, vigente la Ley 11/2007, de 22 de junio,
de acceso electrónico de los ciudadanos a los Servicios Públicos, era obligado

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introducir las previsiones de acceso a la información con soporte electrónico.


Ha de tenerse en cuenta que este apartado 2 contiene un mandato a las Ad-
ministraciones Públicas, mandato que se transforma en un derecho de los
ciudadanos.
El apartado 3, en fin, da un paso más en el objetivo de publicidad de las
actuaciones urbanísticas que ha configurado la Ley de Suelo. Por medio de este
precepto se pretende la identificación plena de las personas que, durante los
cinco años anteriores a la actuación administrativa, han ostentado la titulari-
dad dominical de las fincas que, fuera del ejercicio de la potestad administrati-
va de ordenación, han incrementado su edificabilidad o su densidad o han
visto modificados sus usos. Cuando la gestión urbanística rebasa los objetivos
generales expresados en el planeamiento se abre una posibilidad de actuación
corrupta por lo que es acertado disponer la máxima publicidad que evite, entre
otras posibilidades, tanto la emergencia de testaferros como, lo que es más
grave, que personas vinculadas a la Administración municipal se beneficien,
tras abandonar sus responsabilidades, de medidas urbanísticas singulares.

2.3. Artículo 75.7

Antes de su nueva reforma este precepto suscitaba algunas dudas pues la


Ley Orgánica 1/2003, de 10 de marzo, ya citada, modificó este mismo artícu-
lo 75.7 pero la reforma carecía de sentido si no se conservaba la redacción del
viejo artículo 75.7 al que hubieran debido añadirse los dos nuevos párrafos que
contenía la Ley Orgánica 1/2003, de 10 de marzo, pero en modo alguno sus-
tituir una redacción por otra. Tan evidente era el error que García de Enterría
y Muñoz Machado, en su Código de leyes administrativas, efectuaron, advirtién-
dolo y justificándolo, una operación comprensible pero arriesgada cual es la de
no sustituir el antiguo apartado 5 por el nuevo sino añadir éste a continuación
del antiguo16. Esta operación era, decimos, arriesgada porque el artículo 6 de la
Ley Orgánica 1/2003, de 10 de marzo, se limitaba a decir:

«Se modifican los artículos 61 y 75.7 de la Ley 7/1985, de 2 de


abril, reguladora de las Bases del Régimen Local... “Artículo 75.7...”»,

lo que, por estar inserto en un acto legislativo, no ofrecía dudas de su alcance


normativo exclusivo y excluyente.
La nueva reforma aclara esta rareza legislativa y aporta una redacción com-
pleta para este artículo 75.7 que apenas se separa de la anterior: los represen-
tantes locales han de formular declaración de causas de incompatibilidad, de
bienes patrimoniales y de participación en sociedades. Estas declaraciones se
publicarán anualmente y se inscribirán en los Registros de intereses de carácter

16
Eduardo GARCÍA DE ENTERRÍA y Santiago MUÑOZ MACHADO: Código de leyes administrativas, Aranzadi,
Cizur Menor, 2005, 13.a ed., t. II, p. 2876.

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público aunque (como previó la reforma efectuada por la Ley Orgánica 1/2003,
de 10 de marzo) aquellos representantes con amenaza de su seguridad personal
o familiar o de sus bienes, realizarán la declaración ante el Secretario de la Di-
putación Provincial u órgano competente de la Comunidad Autónoma.
La única novedad que aporta esta redacción es que extiende también el
régimen que establece a los miembros no electos de la Junta de Gobierno Local
regulados por las Leyes 57/2003, de 16 de diciembre, de Medidas para la Mo-
dernización del Gobierno Local, 22/2006, de 4 de julio, de Capitalidad y de
Régimen Especial de Madrid, y 1/2006, de 13 de marzo, por la que regula el
Régimen Especial del municipio de Barcelona, todos los cuales pueden tener
responsabilidades de gobierno más amplias que los propios Concejales.
Como se ve, en este punto la reforma comporta medidas adicionales de
transparencia y anticorrupción pero no conecta directamente con el urbanismo.

2.4. Artículo 75.8

La Ley de Suelo ha venido a agregar un nuevo apartado, el 8, al artículo 75


de la Ley reguladora de las Bases del Régimen Local. El nuevo contenido regu-
latorio consiste en extender a los representantes locales que hayan desempeña-
do competencias ejecutivas (pero no a los miembros no electos de la Junta de
Gobierno Local, como se verá a continuación) las limitaciones al ejercicio de
actividades privadas establecidas para los miembros del Gobierno y altos cargos
de la Administración General del Estado por la Ley 5/2006, de 10 de abril, de
Regulación de Conflictos de Intereses. Los Ayuntamientos podrán contemplar
(sin que sea de derecho necesario) una compensación económica a estos miem-
bros electos.
Para los directivos no electos se ha incluido una nueva Disposición Adi-
cional Decimoquinta que incluye a estos cargos en el régimen de la Ley
53/1984, de 26 de diciembre, de Incompatibilidades del Personal al Servicio
de las Administraciones Públicas y, en cuanto a las limitaciones al ejercicio
profesional también se les aplica la referida Ley 5/2006, de 10 de abril. A tales
efectos se define al personal directivo no electo como «los titulares de órganos
que ejerzan funciones de gestión o ejecución de carácter superior, ajustándose
a las directrices generales fijadas por el órgano de gobierno de la Corporación,
adoptando al efecto las decisiones oportunas y disponiendo para ello de un
margen de autonomía, dentro de esas directrices generales».
No deja de llamar la atención (aunque es relativamente habitual en la
creación de normas) que se aproveche esta reforma para regular algo que era
necesario desde la Ley 57/2003, de 16 de diciembre, de Medidas para la Mo-
dernización del Gobierno Local, pues es cierto que esta Ley había creado una
nueva figura directiva con muy poco contenido administrativo.
En cualquier caso, el nuevo apartado 8 y la Disposición Adicional vienen
a completar las medidas de transparencia que necesitaba la vida municipal y es
un acierto haber aprovechado la nueva Ley de Suelo para introducirlas.

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La reforma de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local para combatir la corrupción en...

III. CONCLUSIONES

Tras constatarse que en la legislatura 2004-20008 no se iba a preparar una


nueva Ley de Régimen Local, fue un acierto aprovechar la Ley de Suelo para
reformar Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de las bases del Régimen Local,
al menos en aquellos aspectos que coincidían teleológicamente con la nueva
legislación urbanística. La exigencia de transparencia que contiene la nueva
Ley de Suelo acerca de la tramitación de los convenios urbanísticos, del debate
y aprobación de de la adquisición de ciertos bienes y derechos y de ampliación
de la publicidad de los instrumentos de ordenación17 tiene su reflejo orgánico
en la Ley reguladora de las bases del régimen local. Además, se acentúa el con-
trol del patrimonio de los Concejales y de los altos cargos municipales no
electivos.
En definitiva, una reforma cuantitativamente modesta pero de cierta tras-
cendencia a la hora de reducir la opacidad de ciertas operaciones urbanísticas
municipales que están, con frecuencia, en la base de la corrupción.

17
En ese mismo sentido, Manuel VILLORIA MENDIETA: «Las nuevas medidas al servicio de la transparencia,
la participación y el control en el gobierno local en la Ley de Suelo», Ciudad y Territorio. Estudios Territo-
riales, núm. 152-153, verano-otoño 2007, pp. 493-513.

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