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23 de Octubre 2020.

Día del médico en el año de la pandemia.

Nunca la imagen del Médico y del personal de salud en general, había sido tan polémica como en esta situación.
Por un lado se les considera héroes salvando vidas, aún a riesgo de la suya. Por otro, se les ve como personas
corruptas, que sostiene a un sistema que ha inventado la presente situación, con fines últimos de control social, o
como asesinos que reciben dinero de origen desconocido, por asesinar a los pacientes que llegan a los hospitales
del sector público.

Vemos manifestaciones que les rinden honores, aplausos y reconocimientos, por otro lado, vemos cómo se les
niegan servicios hasta de alimentación en algunos lugares, o bien, se le agrede verbal y físicamente rociándolos de
diferente tipo de líquidos.

La pos-verdad implica que se repitan aseveraciones sin ningún fundamento ni relación con la verdad, en la época
de la big data, las personas reciben información de acuerdo a su propia visión del mundo y es así que la toman
como verdadera, sin ningún análisis y mucho menos una reflexión crítica. Así, negando la capacidad reflexiva, que
nos hace humanos, se forman las premisas con las que se enfrenta la vida. Con esto tenemos huestes convencidas
de una pos-verdad que parte de premisas falsas y manipuladas, comportándose como fanáticos que se creen
defensores de la verdad verdadera que les ha sido impuesta sin que sean conscientes de ello.

No pretendo polemizar sobre las premisas bajo las que se juzga el quehacer médico y del personal de salud, creo
que un análisis serio es suficiente para poner las cosas en su lugar, solamente me referiré al significado de ser
médico.

Para ser Médico, se requiere en primer término una vocación lo suficientemente fuerte para enfrentar el proceso
de formación que es sumamente exigente. La demanda de los estudios requiere dedicación y sacrificio. Una vez
terminada la preparación en la universidad es necesario hacer un año de internado, con jornadas de 8 horas diarias
y guardias de 36 horas dos o tres veces por semana, con un salario de 2,431.00 pesos.

Los médicos internos a pesar de estas condiciones son alegres y optimistas, aprenden a puncionar abscesos,
auxiliar en cirugías, examinar y descubrir en los pacientes lo que los libros no enseñan de la carrera o de la vida.
Los pueden ver con cara de desvelados, llenos de fatiga, descorazonados porque uno de sus pacientes haya
fallecido, pero siguen ahí, dando lo mejor que el ser humano puede dar.

Después, su servicio social, no es atendiendo una cafetería ni acomodando libros como en muchas otras de las
profesiones, al contrario, dedican un año de su vida, generalmente en poblaciones lejanas, aisladas y peligrosas,
armados con sus escasos conocimientos y habilidades, descubriendo una realidad social que no está en los libros ni
se enseña en las facultades y escuelas de medicina, cargando una responsabilidad mayúscula y aprendiendo a
tomar decisiones que afectan la vida de sus pacientes. Su salario es de 3, 026.00 pesos, pero esta inequidad y los
riesgos que les rodean, no los desanima y siguen ejerciendo su práctica orgullosos de que dan lo mejor de sí
mismos, porque son médicos pasantes y son importantes para la comunidad.

Ciertamente ser Médico es pertenecer a un grupo privilegiado, pero privilegiado por el esfuerzo y la pasión de
ejercer un oficio que se compromete con el ser humano en sus momentos más difíciles, más allá de las críticas o
reconocimientos.

Valga esto para recordar las palabras de Gabriela Mistral:

Dichoso yo si, al fin de día,


Un odio menos llevo en mí,
Si una luz más mis pasos guía
Y si un error más yo extinguí.
Y si por la rudeza mía
Nadie sus lágrimas vertió,
Y si alguien tuvo la alegría
Que mi ternura le ofreció.

Dr. Cuauhtémoc Piña Assaf


Cd. Juárez, Chihuahua, octubre 23 del 2020, año de la pandemia.

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