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Agustín Sánchez Vidal Esclava de nadie

alguaciles, escribanos, nuncios, capellanes, consultores, contadores, alcaides de


la cárcel, despenseros, porteros, barberos, familiares y comisarios...
«Gracias a Dios, también tenemos médicos y cirujano. Porque ahora los
vamos a necesitar».
¿De qué otro modo, si no, podía enfrentarse a aquel caso que le acababa
de caer encima como una losa? En su dilatada vida nunca había juzgado nada
igual. La carrera de Derecho lo había preparado para competir en lances
retóricos, blandir argumentos, anillar conceptos... Pero no para algo así.
Tampoco lo adiestraron en semejantes trances los cinco años como ayudante de
cátedras. Aquello sólo había sido el ineludible arrimo a los viejos maestros
universitarios y sus cartas de recomendación. Ellas lo habían ido aupando con
el apoyo de su poderosa familia, los Mendoza.
Se llevó la mano a los riñones, más cargados de arenillas que un puerto
cegado por los arrastres de las olas. Ahora, la vejez roía sus cansados huesos.
Con el retiro en ciernes, ¿cómo afrontar aquel expediente? El caso había
empezado a cobrar vuelo. Sus superiores lo estarían observando. Y sus
enemigos, y los de su familia, no iban a desaprovechar la ocasión de caer sobre
él si algo se torcía.
—Una buena encerrona para alguien que sólo pretende jubilarse sin
ruido —gruñó entre dientes.
Empezó a leer el resumen de lo establecido y averiguado por sus
predecesores en el tribunal de Ocaña. La clave estribaba en el sexo del tal
Céspedes.
Él decía ser varón cumplido. Como tal iba vestido. Como tal ejercía de
cirujano. Y como tal se había casado unos dos años antes con una joven de
Ciempozuelos a la que doblaba la edad, María del Caño. Mientras él rondaba la
cuarentena y parecía persona muy trotada en asuntos de cama, ella declaraba
ser virgen antes de las nupcias. Por el examen de unas matronas constaba que
ahora ya no lo era y que el matrimonio se había consumado.
Mendoza estaba perplejo.
«¿Cómo ha podido ser esto si Céspedes ya se había casado como mujer a
los quince años, y tuvo un niño con su marido...? Claro que también fue
soldado una larga temporada».
Si los testimonios allí vertidos no mentían, el reo había nacido hembra. Y
esclava. Tras ser liberada, contrajo matrimonio con un hombre. Fue madre y
abandonó a su hijo. Empezó a mantener relaciones con mujeres. Acuchilló a un
rufián al que casi mató y ejerció la milicia en una de las guerras más feroces que
se recordaban. Luego sacó el título de cirujano, profesión exclusivamente

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