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Historia y evolución del dinero

Para adentrarnos en la historia y evolución del dinero, primero debemos


comprender su origen y qué función tiene dentro de la sociedad. El dinero
es todo activo o bien que es generalmente aceptado como medio de pago
por los agentes económicos para sus intercambios. Surge en la historia para
suplir la escasa eficiencia del trueque, que empezó a utilizarse en el neolítico
con los primeros asentamientos humanos.

En los inicios de las sociedades humanas, la generación de excedentes era


prácticamente nula, ya que el ser humano cazaba únicamente para satisfacer
sus necesidades inmediatas. De igual manera, conservar los productos
durante el invierno era prácticamente imposible debido a las formas de vida
existentes en esas comunidades, cuya principal característica era la
trashumancia. Se desconoce cuándo se comenzaron a almacenar y conservar
los alimentos para poder ingerirlos más adelante sin que se estropearan.
Aunque los cazadores y recolectores se desplazaban buscando víveres y
mejores refugios, la necesidad verdaderamente acuciante comenzó durante
el neolítico.

A partir de esa época, el aumento de la población obligó a desarrollar nuevos


medios para sostener las sociedades, como la agricultura y la ganadería, lo
que generaba la necesidad de almacenar grandes cantidades de alimentos
para las épocas de escasez. Así, los excedentes de los años en los que se
había tenido una buena cosecha se intercambiaban por otros productos de
pueblos lejanos, surgiendo de este modo el comercio. Para la conservación
de estos bienes se utilizaban técnicas como el secado, ahumado, la salazón
y el curado. Según las zonas geográficas se utilizaban unos u otros. Por
ejemplo, en África se utilizaba el secado, mientras que en el norte de Europa
se ahumaban los alimentos y en las zonas costeras era común la salazón.

¿Quién inventó el dinero?


A pesar de que el trueque en su momento fue un importantísimo impulsor
del comercio y de las sociedades, con el paso del tiempo se dejó de ver como
una práctica viable. Fundamentalmente, presentaba dos problemas. Por un
lado, para poder llevarse a cabo un intercambio dos personas debían
necesitarel producto que ofrecía el otro. Es decir, si una persona tenía un
excedente de pieles y necesitaba trigo, debía encontrar a un productor de
trigo que estuviese interesado necesariamente en la adquisición de pieles, lo
cual no siempre se daba. Por otro lado, el trueque no era capaz de definir el
valor real de las mercancías, por ejemplo, qué cantidad de lana equivalía a
dos jarras de vino o si una vaca valía lo mismo que un camello.

Para solventar esta situación, se tomó un producto como valor referencial,


un elemento que sirviera para regular los intercambios. En un primer
momento, se utilizaron el ganado o el trigo como elementos de referencia
para los intercambios. Posteriormente, esos elementos fueron
evolucionando a otros más fáciles de manejar, como el oro, la plata o las
bolsitas de sal. Concretamente, el uso de la sal como elemento de pago por
el trabajo realizado dio origen al término “salario”.

¿Cómo fue el origen del dinero?


Según el historiador griego Herodoto, las primeras monedas metálicas
surgieron en el Asia Menor, en el siglo VIII a. C., cuando el rey lidio Giges se
propuso simplificar la recaudación de los impuestos y su almacenamiento.

De todas las monedas que se acuñaron en esa rica región, la más famosa es
el león de Lidia, cuyo anverso exhibe la figura de este felino. Sin duda es la
más bella de la antigüedad clásica, pero su datación sigue siendo tema de
debate entre los numismáticos.

El desarrollo de las actividades comerciales, sobre todo a través del imperio


romano, favoreció la utilización de las monedas metálicas. Desde entonces,
eran los estados lo que tenían el monopolio de la acuñación de las monedas.
Estas solían tener un sello grabado: la figura de un dios, el busto de un
emperador o algún otro símbolo característico de esa sociedad. Estas marcas
garantizaban tanto la pureza como el peso del material con que la moneda
había sido fabricada.

Por lo general, se prefería el uso del oro y la plata frente a otros materiales
como el hierro o el bronce, por su incorruptibilidad y valor. Por un lado, eran
más apreciados por ser más escasos, y, por otro, prácticamente no se podían
falsificar y permitían que se almacenaran durante mucho tiempo sin echarse
a perder.
¿Cómo eran las primeras monedas?
Las monedas con la composición más estable surgen en la antigua Grecia.
Estas solían pesar entre los 65 y 67 gramos y eran, principalmente, de plata.
El dracma pasó a ser la moneda universal por ser la de mayor valor intrínseco.

El problema surgió cuando las reservas de metales preciosos comenzaron a


escasear. Fue entonces cuando el estado tuvo que crear el dinero fiduciario,
es decir, un tipo de monedas cuyo valor era menor al que reflejaban, ya que
se realizaban con materiales más corrientes como el bronce o el cobre. No
obstante, estas venían refrendadas por las reservas de oro y plata que el país
tenía guardadas en el tesoro.

Características del primer papel


moneda
En los siglos XV y XVI todavía se utilizaban las monedas de oro y plata en las
grandes transacciones, pero ni en las calles ni en las casas se podían guardar
de manera segura. Los orfebres tenían cajas fuertes y guardas para mantener
a salvo los objetos de valor y el dinero, así que comenzaron a ofrecer este
servicio a terceros. Las personas llevaban su oro a los orfebres para que lo
custodiaran y, a cambio, estos emitían unos certificados nominales que
acreditaban su posesión. De este modo, el propietario, presentando el talón,
podía retirar las monedas de plata o de oro cuando las necesitaba para
realizar alguna transacción.

Con el paso del tiempo, estos certificados fueron empleándose


progresivamente para efectuar pagos sin necesidad de utilizar el metal que
los respaldaba, lo cual dio origen al movimiento del papel moneda, lo que
hoy en día conocemos como billetes.

¿Cómo ha evolucionado el valor del


dinero en el tiempo?
Desde el Siglo XIX, el sistema monetario que imperó fue el patrón oro, por el
cual el valor de una unidad monetaria se fijaba a partir de una cantidad de
oro concreta, hasta que, en 1944, por los acuerdos de Bretton Woods, el
sistema monetario cambió con la aparición de dos nuevos protagonistas: el
dólar y el oro. De esta manera, se estableció la convertibilidad de la divisa
estadounidense con el oro – a razón de 35 dólares por 1 onza de oro -, y del
resto de divisas con el dólar. En 1971, el presidente de los Estados Unidos,
Richard Nixon, estableció el fin del patrón oro, iniciándose así la fluctuación
de las divisas.

Desde entonces utilizamos un sistema fiduciario en el que el dinero no tiene


un valor intrínseco y está controlado y emitido por los bancos centrales de
cada país, así como otros organismos supranacionales como el Banco Central
Europeo para los países de la eurozona. Así, el dinero (papel, monedas o
digital) no tiene hoy en día ningún respaldo en términos de metales
preciosos, sino que su valor descansa en la confianza de cada individuo de
que será aceptado como medio de pago por los demás. Sin esa confianza
mutua y aceptación social, los billetes que utilizamos hoy en día serían,
literalmente, papel mojado.

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