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GUARAGUAO es una publicación del Centro Montserrat Peiró i Vilà de Estudios y Cooperación para
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Editorial 5
Ensayo 7
Recuperación 89
Arte 161
Libros 169
Raquel Chang-Rodríguez
Ensayo
Leer por gusto1
Notas
Karen Stolley
Emory University
...se abrieron todas las Iglesias, porque a una voz decía toda la Gente que se per-
día la ciudad con una Reventazón de donde decían venía ya un mar a inundarla.
El ruido del viento era tan grande, que por eso se debieron de atemorizar, y la
aprensión les hizo parecer mucho, para que tan desprevenidos saliesen de sus
casas, pidiendo misericordia, a las Iglesias a esperar la muerte. (1954: 261)
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Yo me asusté más, viendo a las monjas que en el Coro no sabían qué hacerse
con las imágenes. Más discurriendo despacio, pensé: Qué avenida de agua
es ésta que tanto se tarda? Y más como oí dentrar a la Iglesia borbollones de
gente, y que unos decían que ya de la plaza se venían escapando del agua, tal
fue la aprensión que el susto les puso, pensé por último: Qué hago yo con este
alboroto para morir o vivir? (1954: 261)
Mientras las otras monjas luchan por proteger las imágenes de santos de la
tormenta, Catalina encuentra su propio refugio al considerar las posibili-
dades de su propia capacidad de acción: «qué hago yo?».
La autobiografía espiritual que se entitula Secretos entre el alma y Dios
representa los intentos que hará Catalina a lo largo de varios años para res-
ponder a este interrogante. Catalina escribe no sólo para trazar su propio
viaje espiritual sino también para proporcionar un contexto local —con-
ventual, urbano, regional— para sus desafíos y preocupaciones y, al hacer-
lo, responder al «alboroto» de la vida en el Quito dieciochesco. Los escritos
de Catalina de Jesús Herrera deben situarse no sólo dentro de la tradición
hispánica de los escritos de convento (sobre los que hay una voluminosa y
creciente bibliografía) sino también dentro de su época y lugar geográfico.2
En este ensayo me propongo mostrar cómo los escritos de la monja en-
claustrada reflejan las preocupaciones criollas durante el período colonial
tardío en la Audiencia de Quito.
Catalina de Jesús Herrera Campusano nació en Guayaquil en 1717,
hija legítima del capitán Juan Delfín Herrera-Campusano y de la Bárcena
y de María Navarro-Navarrete y Castro —una familia distinguida de esa
ciudad colonial. Su fuerte vocación religiosa se hizo sentir tempranamente,
y Catalina pasó sus primeros años bajo la tutela espiritual del padre confe-
sor dominico, Carlos García de Bustamante (Pérez Pimentel 1987-88: II;
101). Guayaquil había experimentado una serie de calamidades a comien-
zos del siglo dieciocho que seguramente afectaron a la familia de Catalina.
Un incendio destruyó la mayor parte de la ciudad en 1705; en 1708 una
epidemia diezmó la población urbana; y en 1709 el puerto fue atacado
por piratas (Vargas 1979: 17). Sin embargo, algunos de los peligros con
los que se enfrentaba la joven Catalina eran de orden doméstico o íntimo.
Karen Stolley • Las pesadillas criollas
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Catalina describe en sus cuadernos los riesgos a los cuales se exponen las
doncellas en las visitas sociales, por ejemplo, y las atenciones lascivas de un
sacerdote que la solía importunar cada vez que se encontraba con ella. En
otra ocasión incluye el detalle espeluznante de cómo su hermano le había
quitado la vida a su mujer... hecho que aumentó la ansiedad de Catalina
para refugiarse en el claustro (Herrera 1954: 34, 67, 109; Stolley 2000).
En 1740, cuando notó que su ciudad natal todavía carecía de monas-
terios, la joven realizó el arduo trayecto hasta Quito, asumiendo la respon-
sabilidad para el «largo y peligroso viaje por los escabrosos lugares que de-
bía recorrer desde Guayaquil» (Muriel 1992: 279). Entró en el Convento
de Santa Catalina como terciaria, después de conseguir la dote —«media
arroba de cera que se daba a la Profesión»— gracias a la generosidad de un
caballero benefactor (Herrera 1954: 94; Paniagua Pérez 1995: 275; Muriel
1992: 279).3 Tomó los votos el 23 de abril de 1741. A lo largo de sus años
en el convento se le asignaron varias responsabilidades: escucha (es decir,
compañera de las monjas en el locutorio), Maestra de Novicias, y Priora
(Vargas 1979: 24-31).4 Catalina murió en 1795.
La monja tardó varios años en escribir el extenso manuscrito de los
Secretos entre el alma y Dios. Según nos cuenta, comenzó la relación auto-
biográfica por orden de su padre confesor, fray Tomas Rosario Corrales, el
8 de febrero de 1758 y dejó de escribir el 29 de agosto de 1760. El título
hace referencia a la naturaleza particular del proyecto autorial de Catalina
que, como Dios mismo ha mandado, será una confesión selectiva y exclu-
siva, dirigida al Señor. Catalina describe así la inspiración para el título de
su autobiografía:
sirven para crear un texto fantasma que se evoca a veces con vergüenza
y otras veces con nostalgia y hasta un desafío orgulloso. Catalina debe
obedecer la orden del confesor y quemar sus escritos. Pero cumple con su
deber con poco entusiasmo, e incluye en su narrativa la promesa que Dios
le hace en ese momento tan conflictivo: «Tú volverás a escribir» (1954:
15). La cita funciona casi como un contrato divino que ratifica la relación
privilegiada entre Catalina y Dios.
Los cuadernos que contenían la autobiografía de Catalina, igual que
muchas otras vitae redactadas por monjas enclaustradas en España e His-
panoamérica, quedaron casi totalmente olvidados durante siglos. Almace-
nados en la biblioteca del Convento de Santa Catalina, fueron recuperados
a comienzos del siglo veinte por el padre Juan María Riera, quien se dedicó
a copiarlos, primero a mano y después mecanográficamente. Fueron trans-
critos y publicados en 1954 (Herrera 1954:10; Pérez Pimentel 1988-1989:
2:103, 4:287).5 Como en el caso de Sor Juana Inés de la Cruz, lo poco que
sabemos de la vida de Catalina de Jesús Herrera —con la excepción de
unas breves notas y algunos documentos oficiales que se conservaron en
los archivos conventuales— viene de sus escritos autobiográficos. A pesar
de la voluminosa bibliografía crítica sobre los escritos de monjas que se ha
publicado en las últimas dos décadas, la obra de Catalina apenas se conoce
fuera del Ecuador.6
En otra ocasión hemos explorado cómo Catalina recurre a las conven-
ciones de la autobiografía espiritual para crear una genealogía femenina
para sí misma y para su convento —un proceso narrativo en el que Ca-
talina figura como protagonista (Stolley 2000). Ahora quisiera explorar
cómo los Secretos reflejan las ansiedades más arraigadas de la élite criolla
de la región andina a mediados del siglo dieciocho. En sus páginas hay
una aguda conciencia de las epidemias, los terremotos, las sublevaciones
populares, y las tensiones económicas y políticas ocasionadas o agravadas
por las reformas borbónicas. La convergencia de crisis naturales, políticas y
económicas que presencia y narra Catalina hace temblar no sólo los muros
del claustro sino también el mismo andamiaje virreinal.
Karen Stolley • Las pesadillas criollas
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Hay que recordar que, junto con los desastres naturales que la ciudad de
Quito experimentó durante el siglo xviii, también ocurrieron una serie
de crisis económicas y administrativas. Quito fue azotado por la plaga en
varias ocasiones. Además, se dieron cambios atmosféricos que causaron
tanto sequías como inundaciones; éstas se fueron alternando a partir de
finales del siglo xvii con repercusiones devastadoras para la producción
agrícola y, en consecuencia, para el desarrollo urbano. La combinación de
cambios paradigmáticos en las prácticas virreinales bajo los Borbones y las
particulares circunstancias locales dio lugar a una desestabilización econó-
mica, política y social que terminó afectando a toda la población —élite y
plebe; criollos, indígenas y mestizos (Andrien 1990: 130). Existía además
una complicada red de intereses donde se involucraban facciones de la élite
criolla y peninsular. Las dificultades económicas se agravaron en parte por
las reformas borbónicas que intentaban imponer nuevos impuestos sobre
los productos agrícolas; Vargas menciona el «descontento producido por la
imposición de la aduana y el estanco de aguardientes» (1962: 399). Final-
mente, las tensiones se desbordaron en 1765 en la llamada «rebelión de los
barrios,» es decir, las insurrecciones en los barrios populares de la ciudad
(Andrien 1995: 180ss; Vargas 1962: 232-233, 347-348).11
Otros factores contribuyeron a la singular mezcla étnica y geográfica
en la Audiencia de Quito —una convivencia, por así decirlo, con todas las
complejidades jerárquicas que conlleva ese término. El siglo xvii había sido
un período de expansión económica y demográfica en la región durante
el cual Quito fue convirtiéndose en un centro urbano importante. Ya para
mediados del siglo dieciocho se había desarrollado una economía diversifi-
cada basada en la minería, los productos textiles, la agricultura y el comer-
cio. Pero la geografía montañosa circundante dificultaba las relaciones con
el exterior y definía los límites de la ciudad. Los picos andinos cerraban la
ciudad; profundas quebradas separaban los barrios urbanos y exacerbaban
las divisiones entre sus vecinos.
Las jerarquías basadas en la raza y la etnicidad proporcionaban la base
del orden social, pero esta fundación contaba con fallas. A medida que
en los siglos xvii y xviii se veía una aceleración de la miscegenación, los
habitantes de Quito eran cada vez más una mezcla de mestizos, mulatos
y zambos que ocupaban un territorio borroso tanto legal como económi-
Karen Stolley • Las pesadillas criollas
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Vi apoderado de Quito a tanto indio infiel, y tan feroces, que me causa horror
aún, escribirlo. Todos armados de flechas y otros varios instrumentos. Y éstos,
unidos con todos los indios de Quito y christianos, hacían un destrozo terrible.
Hablaba [sic] una lengua que nadie se la entendía ni aun los mesmos indios
de acá. Luego vi que, unidos con estos, se entraban un mar de negros y negras
infieles y herejes, que yo conocía era generación de los que de la christiandad
se habían remontado y vivían unidos con aquellos indios. Estos, de que fueron
visto [sic] se unieron con ellos los negros de Quito. Y eran peores así los unos
y los otros, que si hubieran venido los infieles de Guinea. Y hacía [sic] peor
destrozo que los indios, porque lo primero que comenzaron estos etíopes a
hacer, fue apoderarse de las iglesias y cogerse cuantos libros encontraban, y
refundirlos....Quitáronme los papeles que paran en mi poder, comenzando a
escribir un cuaderno... (Herrera 1954: xv)
Los terrores más profundos del criollo andino salen a relucir en este cuadro
escatológico: el mestizaje racial, la confusión babélica, la idolatría, la ame-
naza de una rebelión indígena. Y sobre todo, la destrucción de la propia
historia, representada por el cuaderno apenas comenzado de Catalina que
los sublevados le arrancan de las manos.14
En esta visión Quito se ve atropellada por bárbaros que hablan un idio-
ma incomprensible y quienes azotan la ciudad —«una mar de negros y
negras»— como los vientos y las olas de las catástrofes meteorológicas an-
teriores.15 Catalina ya había articulado en otros momentos lo imposible
que resultaba la misión evangelizadora en un contexto en el cual la po-
blación indígena no comprende el español y los misioneros no hablan su
idioma. En otra de las visiones descritas en los Secretos, Catalina se halla en
«un pueblo de Indios gentiles donde no había otra lengua sino la suya que
hasta ahora no la entiendo yo, ni intérprete ninguno, que ellos me habla-
ran, yo no les entendía ni ellos a mí, en gran aprieto me viera y parara en
que me mataran» (Herrera 1954: 302). Esto conlleva una reflexión sobre
los desafíos que enfrentan quienes sirven en las misiones alejadas y aisladas,
y el reto de poner en práctica el proyecto imperial de la cristianización.
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Lo primero que tuve escrito dentro de un escritorio que tenía una raja en
medio de la tapa, me derramó esta bestia el tintero encima y cayó toda la tinta
adentro. Y Vos, mi Dios, que sabéis guardar tus cosas los librastes, haciendo
que no cayese una gota a los papeles que estaban encima, y la tinta no sé cómo
fue a dar al fondo a mojar unas Bulas viejas y cartas que tenía allí (Herrera
1954: 17)
Notas
1. Este ensayo tiene sus orígenes en otro ensayo, «Llegando a la primera mujer»: Catalina de
Jesús Herrera y la invención de una genealogía femenina en el Quito del Siglo xviii,» que fue
publicado por la Colonial Latin American Review (9.2, 2000; 167-185). Más recientemente
he presentado estas investigaciones ampliadas en el congreso de lasa (Latin American Stu-
dies Association) que tuvo lugar en Toronto en septiembre del 2010. Mis investigaciones
sobre Catalina de Jesús Herrera habrían sido imposibles sin la generosa colaboración de Peter
Bakewell y Frank Graziano, quienes durante una visita a Quito en el verano de 1997 me con-
siguieron un ejemplar de la Autobiografia de Catalina de Jesús Herrera (1954) que las monjas
del Convento de Santa Catalina les entregaron a través del torno del convento.
2. Para mi lectura de los Secretos entre el alma y Dios debo reconocer una deuda fundamental
con las investigaciones sobre los conventos coloniales hispanoamericanos hechas por las
historiadoras Asunción Lavrin y Josefina Muriel. También han resultado sumamente va-
liosas las numerosas publicaciones de Electa Arenal, Kathryn Burns, Margaret Chowning,
Stephanie Kirk, Kathryn McKnight, Kathleen Myers, Stacey Schlau, Elisa Sampson Vera
Tudela, Sherry Velasco y Alison Weber. El ensayo bibliográfico que incluye Myers en Word
from New Spain es particularmente relevante (1993: 209-214).
3. El Convento de Santa Catalina fue fundado en 1593 por doña María Siliceo, quien
proporcionó una donación inicial de 12,000 pesos y más tardé consiguió fondos reales para
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comprar vinos, velas, aceite y medicinas (Paniagua 1995: 274-276). En 1613 el convento
se trasladó a su actual local (Vargas 1942: 188ss). Para una detallada descripción de un
convento dominico en la Nueva España, véase Muriel 1946: 317-328. La dote variaba de
acuerdo con la época y el lugar. Según la historiadora Asunción Lavrin, «The amount of
money required as dowry changed over time and varied from area to area. In the sixteenth
and seventeenth centuries dowries ranged from 1,000 to 2,000 pesos. Inflation and the
greater financial requirements of convents in the late seventeenth century resulted in an
increase up to 3,000 pesos, and by the end of the colonial period some convents were de-
manding 4,000 pesos» (1986: 177).
4. Kathryn Burns explica que las monjas sólo podían conversar con las visitas durante horas
especificas, a través de una reja, y en presencia de otra monja (la escucha) que debía vigilar
la conversación e informarles a las autoridades eclesiásticas de cualquier comunicación sos-
pechosa o indiscreta (1999: 102).
5. Según Vargas, la fecha de esta primera edición es 1950, pero podría tratarse de un error
de su parte o de la existencia de una edición anterior a la que he podido consultar (1979: 8).
Al notar que la autobiografía contiene «datos de mucho interés acerca de la vida religiosa y
civil de la segunda mitad del siglo xviii», Vargas sugiere las muchísimas maneras en que los
conventos participaban en la vida colonial (1962: 363).
6. Hay escasas referencias a Catalina y su autobiografía en las historias del Ecuador colonial
y en las historias institucionales de la orden dominica. Pablo Herrera incluyó fragmentos
de los Secretos en Prosistas de la Colonia, y José Ignacio Checa y Barba parece hacer conoci-
do el texto (Vargas 1979: 8; Pérez Pimentel 1987-88: II, 103 y IV, 287). Lavrin hace una
breve mención de la monja (1986: 185). Muriel también habla de Catalina de Jesús en Las
mujeres de Hispanoámerica (1992: 279-284). Cita varios fragmentos de la Autobiografía y
concluye: «Sus escritos, de los que sólo conocemos párrafos, están allá en el monasterio
de Santa Catalina de Quito, esperando su publicación completa, en honor de las letras
ecuatorianas» (Muriel 1992: 284). En 1984 Hernán Rodríguez Castelo incluyó un breve
fragmento de los escritos de Catalina en Letras de la Audiencia de Quito. En el prólogo de
esa colección, Rodríguez Castelo ofrece una visión panorámica de la hagiografía quiteña del
siglo dieciocho; sus observaciones sobre el léxico, la construcción narrativa, y los giros esti-
lísticos de los Secretos constituyen el acercamiento más riguroso a la obra que se haya hecho
hasta la fecha (Rodríguez Castelo 1984). Falta por hacer una edición anotada de los Secretos.
7. Vargas enumera las diferentes medidas que se tomaron para reformar el Convento de
Santa Catalina (1979: 26-28). Véase también la Historia general de la república del Ecuador
de Federico Gónzalez Suárez (1890-1903: IV, 283-295). El historiador ecuatoriano se refie-
re a una época en que «entre las monjas reinaba la desunión y la desconfianza...» (González
Suárez 1890-1903: IV, 283). Los abusos eclesiásticos, por lo visto, incluían la presencia de
capellanes que vagaban por el convento, la negación de las autoridades a permitir que nadie
—incluso las monjas moribundas— se confesara al no ser que fuera con un fraile dominico,
y las demandas que las monjas hiciesen para los frailes dominicos tareas «propias de las más
humildes esclavas» (González Suárez 1890-1903: IV, 284). El conflicto duró de 1676 hasta
1681 (véanse también Martín 1983: 243-279; Londoño López 1995: 93-98; y Paniagua
Pérez 1995: 277). Para una discusión de las reformas monásticas en el Perú en los siglos xvii
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y xviii, ver Martín 1983: 230-242. Lavrin (1965) estudia las reformas monásticas en la
Nueva España dieciochesca; mucho de lo que dice es pertinente para otros centros urbanos
virreinales. Chowning (2006) ofrece una discusión fascinante de las rencillas políticas inter-
nas de un convento mexicano durante finales del siglo xviii y comienzos del xix.
8. Al buscar los modelos espirituales, Catalina recurre a las figuras ejemplares, creando su
propia santa trinidad de Teresa de Ávila, Catarina de Siena (muy importante para la orden
dominica), y Rosa de Lima. Rosa es la que más la inspira, sin duda por su proximidad
geográfica: «Que mi inclinación iba muy lejos, porque solo me inclinaba a irme a Lima a
rendirme a los pies del Arzobispo, para que me metiese en el Convento de Santa Rosa, para
no volver más» (Herrera 1954: 295).
9. «Sin recursos, en la pobreza de toda la población entre la cual se incluía su madre, logró
levantar el edificio conventual y reorganizar a la comunidad de la que entonces era priora»
(Muriel 1992: 282; Vargas 1979: 89). La reconstrucción del Convento de Santa Catalina
fue financiada por un patrón generoso: «El Marqués de Selva Alegre costeó de su peculio la
reconstrucción del Monasterio de Santa Catalina» (Vargas 1962: 392). Charles Walker en
Shaky Colonialism (2008) ofrece una relación detallada de los esfuerzos que se hicieron para
reconstruir la ciudad de Lima después del terremoto de 1746.
10. En más de una ocasión Catalina reclama la responsabilidad por haberle persuadido a
Dios de no castigar ni a su convento ni a la ciudad de Quito (Herrera 1954: 263). A lo
mejor se trata de un caso de imitatio: se cuenta que una coetánea de Catalina, Mariana de
Jesús Paredes y Flores, ofreció su vida en 1645 cuando Quito se veía amenazada por una
serie de terremotos. Inspirada (o quizás mejor dicho irritada) por un sermón interminable
en el que un predicador jesuita dramáticamente ofrecía sacrificarse para apaciguar la ira di-
vina presunta causante de los temblores y erupciones volcánicas, los presentes contaron que
Mariana gritó, «Dios mío, mi vida porque cesen en Quito vuestros enojos.» Murió poco
después y fue canonizada en 1950 (Pérez Pimentel 1987-1988: V, 220; González Suárez
1890-1903: IV, 222). Para una discusión de la expiación en Rosa de Lima, véase Graziano
2004: 133ss.
11. «It was a time of endemic political conflict. Persistent economic malaise in the King-
dom of Quite made matters of public policy particularly disruptive in this highly charged
political environment» (Andrien 1995: 165). Andrien ofrece un análisis detallado de las
tensiones políticas y económicas del período que va desde 1690 a 1778 en su libro, The
Kingdom of Quito (1995: 165-189), con particular atención a algunos casos emblemáticos
de la tensa situación, entre ellos la insurrección quiteña de 1765, hecho que seguramente
le habría preocupado a Catalina en el momento en que escribía su autobiografía. Para una
discusión de cómo las reformas borbónicas afectaron a la élite colonial en la Audiencia de
Quito, véase Milton 2007.
12. Como explica John Leddy Phelan, «Although they belonged to the república de los
españoles and in law enjoyed the same rights of Whites, the castes were in fact socially
inferior to those of European descent» (1967: 237).
13. En otras palabras, la «blancura» se compraba de la Corona. Por tanto quienes adquerían
la «cédula de gracias al sacar» por fuerza estaban económicamente privilegiados y represen-
taban un grupo no muy amplio de indios, mestizos, negros y mulatos.
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14. En este pasaje hay numerosos pequeños errores gramaticales, un reflejo tal vez de la falta
de reflexión, el apuro en escribir, o sencillamente el miedo.
15. Hay algo de ansiedad antropófaga en esta visión, aunque Catalina no lo desarrolla ple-
namente en sus comentarios. Carlos Jáuregui, hablando del papel que juegan los salvajes y
los caníbales en el siglo dieciocho, propone que, «el salvaje fue el cuerpo simbólico que la
Ilustración criolla le disputó a la europea y también el signo ambivalente de la asincronía
americana frente a la Modernidad occidental...» (2008: 223). Continúa: «El salvaje fue la
extrañeza familiar o amena y el locus del terror; el espejo de idílicas citas arqueológicas y el
reflejo turbio de la mala conciencia de la colonialidad. Pero, sobre todo, el salvaje— buen
salvaje o caníbal —funcionó como máscara y guardarropía cultural: de la sumisión política
y de la insurrección, del mestizaje y del blanqueamiento, de aspiraciones de unidad y de
ansiedades frente a la heterogeneidad y la fragmentación» (2008: 223).
16. Más tarde, según lo esboza Silva en Mitos de la Ecuatorianidad (1992), este temor crio-
llo se rescribe en el mito fundacional que surge en el Ecuador decimonónico, basado en la
creencia en el blanqueamiento étnico y cultural de la población ecuatoriana.
17. Esta niña se le aparece a Catalina en otra visión más positiva y más íntima del mestizaje.
La niña —una esclava negra, o ‘negrita’ que había acompañado a Catalina en el convento
y después murió del ‘tabardillo’— viene en una visión donde le explica a Catalina que ha
pasado cuatro años en el Purgatorio. En la visión lleva un collar con una esmeralda enorme.
Cuando Catalina le pregunta (algo indignada) dónde ha conseguida la joya, la niña explica
que Dios se la ha regalado «por la buena voluntad con que había dejado a sus padres y patria
por venirse a estar en mi compañía, encerrada» (Herrera 1954: 160).
18. Catalina no controla la disposición de sus cuadernos y expresa en varias ocasiones en el
texto la ansiedad que siente con respecto a su seguridad (Herrera 1954: 340, 472).
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Erja Vettenranta
Graduate Center, CUNY
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He leído y, más que leído, he admirado en esta Relación de Doña María de Es-
trada y Medinilla el término a que puede llegar lo sublime, conciso y numeroso
de lo heroico y lírico; y tanto más admirable en tal sujeto cuanto menos imi-
table aun de más varonil estudio... Ya no tendrá que envidiar México a Atenas
su Corinna, a Lesbos su Sapho, a Milesia su Aspasia, a Grecia su Cleobulina, a
Alexandria su Hypathia, a Lydia su Sofipatra, a Palmira su Cenobia, ni a Roma
su Proba Valeria porque en sola esta hija suya compendió la naturaleza y gracia
cuanto dispendió raro y admirable en todas. No hallo cosa digna de censura [en
la «Relación»], de admiración mucho, de aplauso todo. Así lo siento. (en Gutié-
rrez de Medina 1640)
Así me ha sucedido8
Lo mismo; pues poniendo en tanto olvido
De mi ser la bajeza,
Llevada del fervor y la viveza,
Quise, bebiendo rayos,
Sembrar alientos y coger desmayos;
Y cuando cerca llega,
Flamígero furor mi vista ciega. (131)
Erja Vettenranta • Desvelando tramoyas
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La contra-conquista de la poeta
Las hazañas de los pintores que han decorado el arco son igualmente in-
superables, puesto que «No quedó en todo el cielo / Signo que el arte
no bajase al suelo» (127). Como señala Josefina Muriel, la poeta llega a
reiterar la superioridad de los artistas coetáneos a los de la antigüedad por-
que aquéllos se han desarrollado en las tierras americanas, fecundas en lo
ingenioso (140):
El mismo tono laudatorio continúa a través del poema para describir las
diversas estructuras y obras de arte exhibidas en la fiesta. En cuanto a sus
habitantes, la voz poética exalta el mérito de la labor de los conquistadores
que sigue brindando gloria tanto a España como a la aristocracia novo-
hispana:13 «Gloriosamente ufana / Iba la gran nobleza mexicana, / [. . .] /
Mostrando en su grandeza / Que es muy hijo el valor de la nobleza» (128).
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Mostraban su eminencia
Pompilios y Licurgos de la Audiencia,
De quien hoy fuera amago
La docta rectitud del Areópago
Que Atenas tanto aprecia,
De Roma ejemplo y atención de Grecia. (129)
Veamos ahora cómo este sujeto colonial se apodera del lenguaje transfor-
mador del Barroco para lograr una hibridación y hasta una carnavalización
de la fiesta virreinal que van anunciando la reivindicación de la hetero-
geneidad novohispana de Sor Juana Inés de la Cruz. En primer lugar, la
reinvención barroca que María de Estrada Medinilla plasma de la Ciudad
de México en su Relación manifiesta la misma voluntad de originalidad
de Bernardo de Balbuena cuando éste declara en el «Argumento» de su
Grandeza Mexicana que «todo en este discurso está cifrado» (2001: 59).
El gusto barroco tanto por lo ornamental e insólito como por lo com-
pendiado se observa en la manera en que Estrada Medinilla transforma
el desfile de la universidad en Minerva, hecho ya señalado por Sabat de
Rivers (1992: 168). Sin embargo, la poeta nunca menciona el nombre de
la diosa romana de la sabiduría, sino la evoca indirectamente al designar a
la sabiduría mexicana como «[l]a doctísima madre de las ciencias» (129).
La figura de la diosa, por su parte, se desdobla como un «vistoso ramillete»
donde se resume:
Lo raro y lo diverso
De la Universidad y el universo,
Compendio mexicano,
Emulación famosa del romano
En quien se ve cifrada
La nobleza y lealtad más celebrada [. . .] (129, énfasis mío)
Notas
Bibliografía
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Avatares de la Perricholi...
De «actricilla pizpireta» a personaje de novela
Oswaldo Estrada
University of North Carolina at Chapel Hill
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que ella habla con voz propia, como sucede en la reciente novela de Jeamel
María Flores Haboud, lo hace de manera accidentada y sin mucho éxito.
En parte esto es así porque la representación literaria no se ajusta a la talla
del personaje, pero también porque tenemos otra imagen de ella, porque
estamos acostumbrados a escucharla en voz de otros, o a leerla desde otras
perspectivas.
saria para «cautivar a todo hombre de buen gusto» (616). Valiéndose del
supuesto testimonio de un viejo que la conoció, el tradicionista la pinta de
la siguiente manera:
la Perricholi nos sitúa en un cuadro rígido que aun cuando sortea ciertas
transgresiones, a fin de cuentas mantiene el orden establecido, las jerar-
quías, las expectativas de la clase dominante, e incluso el determinismo de
un personaje femenino que, al verse sin el amparo del virrey, suspira incon-
solable en un «romancillo», al parecer recuperado por el tradicionista: «Ya
murió la esperanza / de mis deseos, / pues se ausentan las luces / del mejor
Febo. / Ya no logran las tablas / cadencia y metro, / pues el compás les falta
/ a los conciertos» (620).
blecer una separación nítida entre sujeto que relata y objeto relatado», con
la ficcionalidad propia de la creación literaria que presupone un discurso
«plurisémico y equívoco, aunque intente ser persuasivo y convincente al
modo del histórico» (Aínsa 2003: 53-55), el narrador compone un retrato
multidimensional de la Perricholi, uno de intención introspectiva, realista
y testimonial. Lo hace desplegando un conocimiento histórico que, para
llegar hasta los lectores, se personaliza, percibe y anuncia desde cierta sub-
jetividad. A través de esta maniobra narrativa, el perfil que encontramos
en La Perricholi es, como señala el narrador, el de una mujer atrapada en el
devenir de la historia con «las contradicciones [que] constituyen la esencia
del comercio humano», a veces «entregada a repudiables excesos eróticos»
y otras «sin temor a falsedades, como una provocadora de hombres, bien
torneada de cuerpo y muy risueña de ánimo» (84).
Sea cual fuera su verdadera imagen, la escogida por Luis Alberto Sán-
chez es la de una mujer «apetitosa», de senos «firmes y erectos; pese a la
maternidad,» con un vientre carente de «protuberancias», con una boca
reveladora de sabiduría «en el menor de sus gestos», una «pecaminosa som-
bra» de vellos levísimos sobre el labio superior, y una «sombra azulenca en
torno de sus ojos», delatora de su cansancio (95). Sobre esa imagen com-
puesta desde la posteridad, el autor imagina también que en el interior de
la Perricholi se esconde: «la conciencia de ser mestiza» (107). Así es como
Luis Alberto Sánchez confunde en un mismo ámbito narrativo el destino
individual con el tiempo colectivo del Perú virreinal. Y confunde, valga el
recordatorio, la historia y la ficción: la figura del historiador que «juzga y
describe las acciones individuales desde una perspectiva social, nacional o
supranacional» y la del novelista que, pese al contenido social de su obra,
nos muestra «el destino y la voluntad individual» como materia prima de
su narración literaria (Aínsa 2003: 68).
¿Dónde termina esta historia? En la hora final, Luis Alberto Sánchez di-
buja a la Perricholi como dueña de sí misma y de su historia, dejando una
herencia nada despreciable de «64,137 pesos más 2 reales y medio, cuyos
usufructuarios fueron Manuel de Amat y Villegas, hijo; y Tomasa de Amat
y García Mancebo de Jáuregui, nieta, esposa de José Jáuregui, alférez de
Oswaldo Estrada • Avatares de la Perricholi
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En un fragmento más, Luis Alberto Sánchez deja correr el tiempo y nos lle-
va a las puertas de la independencia. Ahí deja que un 9 de julio de 1821, al
entrar en Lima, don José de San Martín bese en el rostro nada menos que a
la nieta de la Perricholi, en señal de su gratitud hacia todas las limeñas que
lo halagan. Pocos días después vemos al hijo, Manuel de Amat y Villegas,
estampando su rúbrica en el Acta de la Independencia, «entre los centena-
res de ciudadanos que juraron lealtad a la nueva Nación peruana» (160).
A partir de este final surgen otros comienzos. La vida de la Perricholi
seguirá recreándose a lo largo del siglo xx en diversos tonos y letras, y en
cierto momento incluso vemos a la antigua amante del virrey Amat pro-
tagonizando el papel estelar en el drama La Perrichole, escrito en 1959 y
en francés por el autor peruano Ventura García Calderón. Dichas trans-
formaciones también encuentran su contraparte en el cine, la televisión
y otros medios artísticos. Si en 1953 la Perricholi es representada en La
Carrouse d’Or del cineasta francés Jean Renoir, ya para los noventa apa-
rece en una miniserie peruana de Eduardo Adrianzén y Michel Gómez,
como también en el ballet La Perricholi (1992) del coreógrafo Jimmy Ga-
monet de los Heros. En una nueva adaptación de la película The Bridge
of San Luis Rey, producida primero por Charles Brabin (1929) y luego
por Rowland V. Lee (1944) —en base a la novela del mismo nombre del
estadounidense Thornton Wilder (1927)—, la Perricholi ingresa al nue-
vo milenio protagonizando la película El puente de San Luis Rey (2004)
de Mary McGuckian. Además de estas representaciones, en el 2011 la
televisión peruana estrena la telenovela La Perricholi, de Michel Gómez,
con las actuaciones estelares de Melania Urbina como Micaela Villegas y
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los esclavos «eran hombres libres, trabajadores y bien educados, cuyos bue-
nos modales confundían a los viajeros y formaban casi parte del atractivo
de la Lima de antaño» (24), convence muy poco al lector contemporáneo,
si bien es obvio que el enunciado intenta subvertir un discurso histórico
monolítico para luego asignarle un destino diferente a la Perricholi.
Después de haber llevado una vida pecaminosa en sus años mozos; de
tener otro amante, aun antes de que Amat se fuera del Perú; y de separar a
su hijo de la costurera que pudo haber sido el amor de su vida, en La rosa
del virreinato la Perricholi se vuelve «asidua visitante de la biblioteca de
las Carmelitas» (99), dona su casa a las religiosas de esta orden y se queda
a vivir con ellas como una monja más. Debido a ese estudio solitario tras
las rejas de un convento, la Perricholi de Flores Haboud se construye con
algunos atisbos de feminismo temprano, como si siguiera el ejemplo de Sor
Juana. En este caso, sin embargo, poco funcionan las buenas intenciones
de dotar a la cómica peruana de una intelectualidad que no encaja con su
perfil de actriz, amante del virrey y transgresora de diversas marginalidades.
Aunque es bueno el intento de distanciar a la Perricholi de los documentos
históricos o literarios que han calcificado su imagen, lo menos favorable
de la novela es realizar este distanciamiento en forma de proclama, tesis
feminista, o disertación fallida sobre el destino de una mujer transgresora
del Perú colonial. Si en un comienzo la Perricholi de Flores Haboud es
atrevida y revolucionaria, en su nueva comunidad religiosa reflexiona sobre
su lugar y el de otras mujeres dentro del orden colonial. Esta propuesta
feminista podría considerarse positiva, porque presenta a la Perricholi bajo
una nueva luz. Pero el proyecto ficcional muestra sus costuras teóricas y
deja de convencernos como un producto estético. Esto no sucede con las
narraciones de Ricardo Palma y Luis Alberto Sánchez, porque sus finales
felices y ajustes hegemónicos desde una mirada masculina jamás descuidan
la verosimilitud del cuento o la historia entre manos. ¿Resulta verosímil, en
cambio, un pasaje como éste?:
En el convento, Micaela aprendió que toda opción es radical, que toda elec-
ción es excluyente y que todo deseo es positivo y no tiene por qué ser realizado
[…] Por esa época andaba anímicamente vacilante, intelectualmente atrevida,
corporalmente saludable, y psíquicamente aturdida. La consciencia de su na-
turaleza femenina la empezó a inquietar como complementaria, contrapuesta
y semejante a la masculina. «Había que propugnar la igualdad a través de la
Oswaldo Estrada • Avatares de la Perricholi
63
Notas
Templo de las Nazarenas que albergaría la imagen del Señor de los Milagros, el Paseo de
Aguas, así como la fortificación del Real Felipe.
9. Pensando en el contexto específico de la Nueva España, en los primeros tres capítulos de
su libro Las conspiradoras Jean Franco analiza esta compleja situación femenina, que sólo en
ciertas ocasiones se vuelve contestataria y/o subversiva.
10. En mi artículo «Exploraciones del conocimiento místico» retomo el debate en torno a
la religiosidad y el supuesto misticismo de Sor Juana. En «Three Hundred Years of Con-
troversy» Nina M. Scott resume diversas posturas sobre los últimos años de Sor Juana, su
posible conversión religiosa, o su sostenida resistencia desde su lugar asignado.
11. Sobre el género al cual pertenece su obra La Perricholi, véase el comentario de Luis
Alberto Sánchez, en su prefacio al Drama de los palanganas (1938: 5).
12. Pienso aquí en Kalle Pihlainen, quien recalca las diferencias textuales en la historia y
la ficción, defendiendo que aun cuando los factores narrativos puedan ser los mismos, el
resultado metafórico es diferente en cada discurso, dependiendo del lugar desde donde éste
se origina (2002: 43).
13. Cito del «Apéndice» al final del Drama de los palanganas, donde Luis Alberto Sánchez
incluye las páginas que Radiguet le dedicara a la Perricholi en su obra Souvenirs.
14. Siguiendo a Palma, en la versión original de su novela Luis Alberto Sánchez señala que la
Perricholi nació en 1739, pero después de la exhumación de la partida de nacimiento de la
cómica en 1944 por Luis Antonio Eguiguren, él mismo corrige la fecha, poniendo la definitiva
de 1748. Véase esta aclaración en la «nota final» de su edición de 1955, citada en la bibliografía.
15. En este trabajo sigo la edición de 1955.
Bibliografía
Rocío Quispe-Agnoli
Michigan State University
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legales por parte de las encomenderas nos demuestra que hubo mujeres
con gran riqueza y poder en un momento y lugar de transiciones inter- y
transculturales como lo fue el virreinato del Perú del siglo xvi. En la nueva
e incipiente sociedad colonial formada a la distancia del imperio español
en tierras nuevas y extrañas, las diferencias de género de los europeos de
la modernidad temprana se relajaron lo suficiente como para permitir la
«agencia» de mujeres en esferas más allá del espacio doméstico. Es el ejerci-
cio de esta capacidad de acción —rastreada en su producción textual— lo
que nos ayuda a entender cómo estas mujeres utilizaron los medios dispo-
nibles a su alcance no sólo para sobrevivir sino para mantener una posición
rica y poderosa que pudiera pasar a su descendencia. Esta «agencia» se des-
cubre también como una alternativa al silencio de las historias oficiales en
lo que respecta a la producción textual de mujeres en la colonia. Entiendo
«agencia» como la capacidad del individuo que se coloca en una posición
textual desde la cual hace escuchar su voz y motiva, o tiene la intención de
mover, a sus destinatarios a la acción. Para estudiar la «agencia» de la en-
comendera en el Perú del siglo xvi, parto de la noción de «agencia textual»
que Margarita Zamora emplea al analizar las voces taínas en los textos co-
lombinos en su artículo de 1999. En este trabajo Zamora considera «agen-
cia» y «agente textual» a partir de la propuesta teórica poscolonial de Homi
Bhabha en The Location of Culture (1994). Zamora adapta estos conceptos
para aplicarlos de manera pertinente al análisis de textos coloniales hispa-
noamericanos: «El foco aquí será la cuestión de «agencia», entendida como
el acto o el habla que influye el curso de los eventos o modifica las actitudes
de otros. Según Homi Bhabha, un agente es aquél que es capaz de una
acción deliberativa e individual (de palabra o acción)» (191).
Teniendo en cuenta «agencia textual» y «mirada» analizo aquí textos
producidos por dos miembros de la primera generación de encomende-
ras en el Perú: doña Inés Muñóz, cuñada de Francisco Pizarro y tutora
de los hijos que el conquistador tuvo con Inés Huaylas; y doña Jordana
Mejía, encomendera de Cajamarca y una de las vecinas fundadoras de la
ciudad de Trujillo en la costa norte de Perú. Mi objetivo es analizar sus
acciones y voces en tanto expresiones individuales de una «agencia» y po-
der en los textos que producen. Por lo general las «voces de mujeres» no
«se escuchan» en los textos escritos por hombres y, cuando aparecen, los
escritores masculinos se refieren a ellas en tercera persona. Sin embargo,
como vemos aquí, las voces de mujeres pueden rastrearse en el uso de una
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primera persona gramatical («Yo digo aquí y ahora») que se alterna con la
tercera persona utilizada por el notario para referirse a la misma persona.
De esta manera cuando uso el término «voz» en este estudio me refiero a la
expresión individual femenina en el texto escrito. Con esta aproximación
espero también observar la relación que estas mujeres tenían con el acto de
la escritura y la producción de textos legales en su tiempo. Ni Inés Muñóz
ni Jordana Mejía sabían leer o escribir, pero ambas aprendieron a firmar
los documentos que ordenaron producir. En su libro With Our Labor and
Sweat (2007), Karen Graubart ha demostrado cómo las mujeres andinas
de esta época aprendieron a usar el discurso legal para defender sus propias
causas, a pesar de la mediación del notario. Extiendo esta observación a las
mujeres españolas del Perú del siglo xvi que adquirieron el conocimiento
suficiente del aparato retórico jurídico de su época para dictar sus pen-
samientos al escriba y, a pesar de la mediación de la pluma del notario,
utilizaron la escritura legal como medio de expresión individual. Teniendo
en cuenta el contexto anterior analizo a continuación una carta de relación
producida por doña Inés Muñóz en 1543 en la que reclama el despojo de
los indios de su encomienda: «Carta de Doña Inés a su Majestad pidiendo
la devolución de unos Indios.» El uso de temas domésticos en esta carta me
lleva a su vez al análisis del contrato de servicios que elaboró Jordana Mejía
en 1568, después de la muerte de su marido: «Recomendaciones caseras de
Da. Jordana Mexía a su administrador.» En estos textos las voces de doña
Inés y doña Jordana revelan agentes femeninos de colonización con una
consciencia del rol que desempeñan en la expansión europea a través de la
domesticación de lo desconocido y también a través de su uso del aparato
legal patriarcal para su propio beneficio. Para comprender el alcance de sus
acciones es necesario hacer un breve repaso de la encomienda en el virrei-
nato del Perú del siglo xvi.
El sistema de la encomienda organizó la economía, la sociedad y la po-
lítica del Perú colonial temprano. Basado en el modelo feudal de control
indirecto de la tierra, la corona española creó el sistema de encomienda en
1493 (Chamberlain 1939: 20), aunque las asignaciones de encomiendas se
empezaron a hacer efectivas en 1503 o 1504 (Kirkpatrick 1971: 431). Se
trataba de un sistema de trabajo por el cual el rey otorgaba o confiaba un
número de trabajadores y tributarios indios a individuos españoles como
recompensa por su participación en la conquista de Perú. Antes de la llega-
da de los europeos al Perú, durante la época del gobierno Inca, los indios
Rocío Quispe-Agnoli • Domesticando la frontera
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A continuación, doña Inés enfatiza que ella estaba casada con don Fran-
cisco Martín de Alcántara, hermano del Marqués, quien participó muy
activamente en la conquista de los Incas y murió defendiendo la vida de su
hermano ante los almagristas, los cuales habían empezado una guerra ilegal
contra la corona española. Observemos aquí que, además de su afiliación
con los conquistadores, doña Inés enfatiza su rol femenino distintivo en
la conquista:
Soy la primera muger casada que en ella entró/ y comenzó a poblar sirvio
mucho A V. M. asy en toda la conquista y alçamientos/ desta tierra y pacifica-
ción della en lo qual aventuro muchas beces su vida y derramo/ mucha de su
sangre y todo a su costa y mision El marques su hermano en rrecon/pensa de
algo desto le encomendó tres mill yndios visitados para que se sustentara (…)
(Muñóz de Ribera 1543)
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y estando ausentes y muy lejos desta cibdad el licenciado/ vaca de castro que
por V. M gobierna al presente sin causa ni razon al/guna y sin ser oida me a
quitado y despojado de los yndios de guanuco y los/ ha dado a un pedro de
Puelles lo que me deja son tan pocos y tan trabaxados y al //cançados Que
no bastan ni tienen para sustentarme y a los hijos del marques le a quitado/
y despojado de todos los yndios que su padre les avia dado sin dejarles mas.
(Muñóz de Ribera 1543)
Es importante notar aquí que doña Inés indica en esta carta que los indios
de sus encomiendas fueron asignados en tres partes: 600 indios en Jauja,
200 en Lima y 2,200 en Huánuco. La diferencia entre 800 (los indios de
Jauja y Lima que quedaron en posesión de doña Inés) y los 2,200 restantes
otorgados a Pedro de Puelles y otros encomenderos nuevos de León de Huá-
nuco, ayuda a aclarar la insistencia de doña Inés cuando afirma que no tiene
suficientes indios para su sustento. Recordemos que los indios encomenda-
dos no solo suponían trabajo sino también tributos para el encomendero.
Cuando doña Inés señala que 800 indios —a diferencia de los 3000 que
originalmente le habían sido asignados— no son suficientes para su mante-
Rocío Quispe-Agnoli • Domesticando la frontera
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en todo esto que aquí digo y en to(do lo) demás que se ofreciere os obligar
Ximenez a escrivir y yo me obligo a os pagar alrespecto por cada un año ciento
y ochenta pesos de plata corriente. Corre vuestro salario desde seis dias del mes
de Noviembre deste presente año de mill e quinientos y sesenta y ocho años
y porque así lo cumpliré lo firmo de mi nombre fecho en Zumba a doze de
Noviembre de 1568 años. (Zevallos-Quiñónez 1996: II, 260)
saber del licenciado Godoy si hizo dar la yndia al Beneficiado Viejo (…) [y
para que] no se me gaste de ello, yo escrivo a Francisco Gómez las probea y
tener cuenta se siegue [el trigo] que no se hurte y segarlo todo junto (…) Yo
escribo a Francisco Gómez que de la carne que fuere menester para cada día y
también escrivo que de el trigo que fuere menester para cada semana. También
le escribo de sebo para alumbrase (…) Ración para los yanaconas yo escribo a
Francisco Gómez que se la de en cada mes media fanega» (Zevallos-Quiñónez
1996: II, 259-260).
Rocío Quispe-Agnoli • Domesticando la frontera
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que he comentado más arriba. El del 2 de abril de 1542, por ejemplo, doña
Inés solicitó una copia certificada de la concesión de encomiendas de 1541
(Harkness 1936: 153-156) y el 5 de mayo del mismo año, extendió una carta
poder a Hernando Pizarro y Sebastián Rodríguez para pedir la devolución de
sus indios (Harkness 1936: 163-164). En esta carta doña Inés presenta su si-
tuación con una voz asertiva al mismo tiempo que dicta una expresión común
de la ley romana mediante la cual confirmaba su responsabilidad jurídica en
este asunto. A su vez, el 31 de marzo de 1543, doña Inés obtuvo una copia
del acta de posesión de sus encomiendas, que certificaba cómo los indios
fueron formalmente entregados a doña Inés y su marido el 11 de junio de
1541. Todos estos documentos ayudaron a doña Inés a construir su caso para
la carta de 1543. De este modo inicia una extensa producción textual en la
que se escucha su voz cada vez con más fuerza en el ejercicio de una «agencia»
política y social. Una década más tarde volvemos a encontrarla en una batalla
legal contra tres ciudadanos de Huánuco a quienes se les había entregado
indios de su encomienda (Muñóz de Ribera 1553-1559).
Doña Jordana tampoco desapareció de los archivos coloniales ni dejó de
producir textos legales después de la pérdida de sus encomiendas. De manera
semejante a doña Inés Muñóz, doña Jordana aprendió a usar la labor de sus
indios encomendados para sentar las bases de un imperio económico que
la sustentaría por el resto de su vida. Ambas encomenderas aprendieron a
invertir las rentas de sus encomiendas en diversos negocios como la com-
pra de nuevas propiedades luego alquiladas, y la fundación de obrajes. En
1545 doña Inés Muñóz de Ribera fundó el obraje de Sapallanga en el valle
del Mantaro. Esta empresa le reportó continuos beneficios económicos que
sustentaron no solo su vida personal sino la fundación del Convento de La
Concepción en Lima. En 1630 el obraje de Sapallanga pasó a ser propiedad
del Convento de la Concepción y fue por mucho tiempo uno de los princi-
pales medios de sustento para esta institución religiosa. De manera similar,
hacia 1575, doña Jordana Mexía fundó un obraje en Cajamarca respaldado
por las rentas que había recibido de las Cuatro Guarangas. Sin embargo,
Francisco de Toledo detuvo las operaciones del obraje de acuerdo con las
nuevas medidas contra los encomenderos, quienes no podían servirse de sus
indios para beneficio propio. Doña Jordana apeló la decision del virrey y
argumentó que su obraje era beneficioso para los indios que trabajaban en él
ya que se les daba un salario con el que podían pagar el tributo y los ayudaba
a mantenerse. Además, según la encomendera, se les trataba bien. En 1579,
Rocío Quispe-Agnoli • Domesticando la frontera
85
Toledo aceptó las razones de doña Jordana y le concedió 150 indios para que
trabajaran en el obraje. En 1580 Pedro de Arévalo, apoderado de la enco-
mendera, presentó la debida provisión ante Pedro de los Ríos, escribano real,
para que el corregidor de Cajamarca proveyera los 150 indios solicitados por
doña Jordana (Pereyra Plasencia 1996: Anexo 3).
Entre los últimos documentos significativos que producen ambas en-
comenderas, es necesario mencionar sus testamentos ya que en ellos se
despliegan claramente sus voces asertivas mediante las cuales toman deci-
siones, cambian reglas y dan órdenes para la disposición de sus bienes y los
de sus maridos. Doña Inés dictó su testamento en 1582 y añadió un codi-
cilo en 1592. En este momento de su vida, sus parientes cercanos habían
fallecido y sus principales beneficiarios fueron las monjas del Convento de
La Concepción. En su testamento, doña Inés se aseguró no solo de que su
voluntad se efectuara después de su muerte, sino también las voluntades
de sus maridos y el de su fiel apoderado, Pedro de Miranda. Por su parte,
Jordana Mejía dictó su testamento en 1600 y añadió un codicilo en 1601,
aunque no murió sino hasta 1624. Al no tener hijos con ninguno de sus
maridos, su heredera principal fue su hermana Isabel Mejía. El obraje de
Cajamarca pasó a Nicolás de Mendoza, su sobrino, y una vez que éste fa-
lleció en 1630, pasó a los indios del obraje. Otro personaje importante en
su testamento es su cuñado, Alonso de Vargas Carbajal, padre de Nicolás
Mendoza. En 1566, su primer marido, Melchor Verdugo, había nombra-
do como herederos de su encomienda y bienes a su esposa y a sus indios
tributarios. Sin embargo, como he mencionado antes, doña Jordana no
pudo mantener la propiedad de Las Siete Guarangas por mucho tiempo.
Aun así, el testamento de esta encomendera es tan extenso —más de 250
páginas— que nos sirve para entender la riqueza acumulada gracias a la
administración de la encomienda y los diversos negocios que emprendió
con los tributos y el trabajo de los indios encomendados.
Para concluir, las encomenderas del Perú colonial del siglo xvi compar-
tieron la capacidad de textualizar sus poderes sociales, económicos e inclu-
so políticos por medio de la retórica legal que ponen a su servicio personal.
Una de las diferencias que he observado entre los documentos producidos
por mujeres poderosas como estas encomenderas y sus contrapartes mas-
culinas, radica en el repertorio de temas que eligen para dar forma a sus
historias y persuadir a su destinatario. En muchas ocasiones, las mujeres
españolas utilizaron temas semejantes a los hombres como los trabajos du-
GUARAGUAO
86
ros, el hambre, las experiencias dolorosas, los conflictos con los indios,
los peligros de una naturaleza desconocida y la inspiración divina. Pero,
además, las mujeres añadieron temas que suelen caracterizarse como feme-
ninos como la fragilidad física, la domesticidad y la maternidad. El uso de
estos temas dentro del marco retórico legal revela las preocupaciones dia-
rias que tenían las mujeres en esta época y cómo ellas percibían la diferen-
cia de género así como su complementariedad. De esta manera podemos
observar cómo las mujeres de esta época insertaron sus voces y miradas en
la retórica notarial para enfatizar aparentes debilidades que se convirtieron
en prueba de su fortaleza, obtener un premio o reconocimiento y proveer
una base fundacional para la sociedad colonial que empezó a formarse en
el virreinato del Perú durante el siglo xvi. A pesar de la extensa producción
textual que reside en los archivos coloniales, los nombres de estas mujeres
no se mencionan en las historiografías oficiales de Hispanoamérica.
Bibliografía
Raquel Chang-Rodríguez
City College-Graduate Center, City University of New York (CUNY)
Arachne y la araña
Para entonar su canto, Clarinda, al comienzo del Discurso, pide ayuda a las
musas, a Apolo y al propio Mexía; a la vez, magnifica su tarea: «Bien sé que
en intentar esta hazaña / pongo un monte mayor que Etna el nombrado, /
en hombros de mujer que son de araña» (vv. 52-4).12 La imagen contrasta
una gran proeza (loar a la poesía) con la debilidad de la persona a realizarla
(una mujer con hombros tan débiles como los de una araña). Sin embargo,
la comparación trae sorpresas. Como bien sabemos, las arañas son conoci-
das por una tarea: tejer redes (telarañas) donde cazan insectos. El resultado
de esa labor ha sido caracterizado por Sebastián de Covarrubias en su Te-
GUARAGUAO
94
La retórica entomológica
El catálogo de heroínas
Musa, si el benigno cielo / quiso con tanto bien engrandecellas» (vv. 421-23).
Vale indicar enseguida que la inclusión en una obra de un repertorio de
figuras ejemplares no era ninguna novedad. La vertiente femenina de estos
catálogos se popularizó en la temprana era moderna por el prestigio de
Boccaccio quien en su De claris mulieribus (c.1362) recogió la biografía
de 106 heroínas, comenzando con Eva y terminando con Joanna, reina de
Nápoles, Sicilia y Jerusalén. En España varios autores siguieron los pasos
del escritor florentino y relataron la vida de mujeres ilustres ya de la Biblia,
ya del mundo clásico, ya de las hagiografías. Entre ellos se destaca el fran-
ciscano Juan Rodríguez del Padrón (o de la Cámara) (c.1390-c.1450),15
con su Triunfo de las donas, una larga narración donde ofrece argumentos
en defensa y alabanza de la mujer, y don Álvaro de Luna (c. 1388-1453),
poderoso consejero de don Juan II de Castilla, con su Libro de las virtuo-
sas e claras mujeres (1446). Luna, en contraste con Boccaccio, incluyó en
su catálogo a santas con cuyas leyendas se familiarizó a través de los Flos
sanctorum. Tales inventarios se insertaron en el antiguo debate sobre la
capacidad intelectual y posición social de la mujer.16 Por un lado, estaban
quienes defendían su derecho a educarse y a gobernar; por otro, los que,
siguiendo postulados aristotélicos, la veían como un ser inferior y pasivo
cuya insaciable lujuria y carácter veleidoso debían ser controlados por los
varones (el padre, los hermanos, el esposo). Ambas tendencias, la apologé-
tica y la misógina, coexistieron y fueron representadas en la literatura y en
las artes visuales del Renacimiento. El propio Boccaccio escribió uno de los
tratados misoginistas por excelencia, Il Corbaccio (c. 1355, 1ra ed. 1487).
En España, el libro más popular durante los siglos xv y xvi, Cárcel de amor
(1492) de Diego de San Pedro (c. 1437-c.1498),17 incluye tanto un ataque
a las mujeres como una apología donde Leriano, el protagonista, expone
quince razones en su defensa. Sus argumentos siguen muy de cerca el Tra-
tado en defensa de virtuosas mugeres (c. 1443) del escritor castellano Diego
de Valera, quien, particularmente en sus notas, emula De claris mulieribus
de Boccaccio. Que el interés en el tema persistió, lo prueba la publicación,
casi un siglo después en el virreinato del Perú, de la Defensa de damas
(Lima, 1603)18 de Diego Dávalos y Figueroa (c. 1551-1616), soldado,
poeta y encomendero español residente en La Paz. En los seis cantos en
ottava rima de este poema el autor contradice a quienes veían a las mu-
jeres como seres débiles, marcados por su predisposición a la traición, la
inconstancia, la cobardía y la locuacidad. Conjeturo que probablemente
GUARAGUAO
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Anciana grotesca (c. 1525-30) de Quentin Massys (c.1466-1530). Galería Nacional de Londres.
explica Clarinda, «al cielo empíreo [Judith] aquella voz levanta, / y dando
a Dios loor por la victoria, / heroicos y sagrados versos canta» (vv. 190-92).
Entre las mujeres pagano-cristianas están Safo, la poeta de Lesbos a quien
Platón calificó de «Décima Musa», y Damófila (del vi a. C.), poeta del círculo
de Safo, presunta autora de himnos en honor de Artemisa o Diana y de poesía
erótica. Figuran en esa lista Pola Argentaria, la esposa de Lucano (39-65 d. C.)
que terminó de escribir el poema épico Farsalia (Belli Civilis Libri) después del
suicidio de este autor hispano-latino; Proba Valeria, poeta pagana convertida
después al cristianismo; las Sibilas, pitonisas griegas que formulaban sus profe-
cías en verso;29 Tiresias Manto, hija del adivino/a a quien los dioses obligaron
a cambiar de sexo; como su padre, ofreció vaticinios versificados por los cuales
era muy temida; Elpis, esposa del filósofo y poeta latino Boecio (c. 480-524 d.
C.), y autora de dos himnos dedicados a los apóstoles San Pedro y San Pablo,
cantados después en la liturgia eclesiástica. Clarinda concluye el catálogo con
una alabanza general a las poetas toscanas de entonces:
(Safo, Damófila, Pola Argentaria, Proba Valeria, Elpis). Un examen del primer
grupo de personalidades de la época pagano-cristiana muestra cómo la volun-
tad divina se expresa en verso a través de figuras femeninas elegidas; el segundo
grupo destaca la capacidad de la mujer para incursionar en la poesía lírica, épi-
ca y sacra, las modalidades más apreciadas del género durante la temprana épo-
ca moderna. Consecuente con la tradición, el Discurso se vale del catálogo para
mostrar a las mujeres como personas admirables en varios campos. Algunas de
las heroínas citadas han cambiado el curso de la historia e inspirado a poetas
y pintores; otras se presentan como figuras escogidas para revelar en verso los
designios divinos, o para escribir poesía sacra y secular. Aparecen como mujeres
pensantes y activas. Junto a ellas, Clarinda y las aludidas poetas antárticas son
tan dignas de alabanza como los bardos varones. Ciertamente las figuras cata-
logadas están muy alejadas de la aparente «debilidad femenina» anunciada por
el yo lírico al comienzo del Discurso.30 Entonces, contraponiendo dos motivos
muy apegados a la tradición (la falsa humildad y el catálogo de figuras ilustres),
la voz poética realza su conocimiento de ésta y su carácter de sujeto femenino
activo y pensante. Así facultada, reclama un espacio intelectual para la mujer
en la naciente poesía del virreinato del Perú.31
En suma, como los antiguos, los poetas del polo antártico son dignos
de beber las aguas castálidas que ahora fluyen de nuevos surtidores; así
inspirados, sus versos llevarán la impronta de los manantiales americanos.
Valiéndose entonces de varias vertientes de la tradición lírica europea —los
temas de la falsa humildad y de las armas y las letras, los lugares comunes
del Parnaso y la apología de la mujer— pero al mismo tiempo asumiendo,
a través del traslado al polo Antártico de la pluma de Apolo y la mención
de sus «ninfas», la novedad del nuevo espacio geográfico e intelectual, el yo
lírico del Discurso en loor de la poesía se configura como una voz que lleva
el doble cuño de lo femenino y lo americano. Avalado por la tradición y
renovado por la alfaguara del Nuevo Mundo, el canto de Clarinda llegará
al Viejo y allá podrá parangonarse con las admiradas voces europeas.
Criterio de la edición
príncipe de esta obra que me sirvió de texto base se encuentra en los fondos de
la Hispanic Society of America en Nueva York, cuya institución me permitió
consultarlo. En el curso de la investigación, particularmente en el proceso de
fijación del texto y la elaboración de las notas, he compulsado las ediciones
de Alberto Tauro y Antonio Cornejo Polar así como la actualización de esta
última llevada a cabo por José Antonio Mazzotti. Consulté igualmente la edi-
ción facsimilar del Parnaso Antártico de Trinidad Barrera. Los datos específi-
cos sobre estas ediciones figuran en la bibliografía. Una primera versión de
esta edición anotada y modernizada se publicó en la colección «El Manantial
Oculto» (Pontificia Universidad Católica del Perú), dirigida por Ricardo Silva-
Santisteban a quien agradezco su atenta lectura del texto original y esmerada
atención a numerosos detalles editoriales. Igualmente agradezco el interés de
Mario Campaña, director de Guaraguao, en difundir esta edición.
Con el propósito de llegar tanto al público académico como al general he
modernizado la ortografía y la puntuación, excepto cuando la rima o el ritmo
interno del verso exigía la conservación. Por ello se encontrarán vocablos como:
desta, aqueste y sus variantes de género y número, y también: do, perfeto, ima-
ginalde, estimallo, celebrallo, asille, pedille, conceto, dallo, enseñallo, otorgallo,
pulicía, engrandecellas, loallos, ofendellos, oscurecellos, nombrallos, disminui-
lla, eternizallo, pretendello, hazella. No he separado los pronombres enclíticos
en, por ejemplo, déte, parecídote, parézcate, quédote y otros casos. He anotado
los vocablos desusados y las referencias históricas y mitológicas. He revisado la
puntuación, puesto al día muchas de las notas conocidas y añadido otras, ne-
cesarias para la mejor comprensión de los versos. El trabajo pionero de Alberto
Tauro y Antonio Cornejo Polar me sirvió de guía en esta tarea. Su labor editorial
logró afinar la lectura de los poemas y orientó mis decisiones; por ello mi deuda
con estos investigadores es grata y permanente. Espero que esta edición moder-
nizada y anotada facilite el acercamiento y la lectura de esta joya poética del Perú
virreinal. Sin duda el canto de Clarinda muestra el continuado intercambio lite-
rario entre España y América, y a la vez confirma el singular sitial que la poesía
ocupó en el siglo xvii tanto en el viejo como en el nuevo mundo.
Notas
1. Este nombre se lo otorgó Marcelino Menéndez Pelayo (1948 [1911], 2: 80) retomando la men-
ción a Salcedo, otro vate antártico, y sus alabanzas a una poeta denominada Clarinda: «Pues nunca
sale por la cumbre Pinda / con tanto resplandor, cuanto demuestras / cantando en alabanza de
Clarinda» (vv. 268-270). Sobre los avatares de este nombre véase Mazzotti, Introducción (2000).
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2. Pasó a América en 1582 (Barrera 1990, 9-10); se dedicó al comercio en Lima y México;
en Potosí ocupó el cargo de ministro del Tribunal de la Inquisición. En esta ciudad altiplá-
nica concluyó la Segunda parte del Parnaso Antártico de divinos poemas (Riva Agüero 1962
[1914] 2: 107-164). Para una extensa revisión biográfica, véase Gil (2008).
3. La Segunda Parte del Parnaso Antártico de divinos poemas (c. 1617) reposa, inédita aún, en
la Biblioteca Nacional de Francia. La Tercera Parte del Parnaso Antártico se ha perdido; le
dedicó ambas obras a don Francisco de Borja y Aragón, Príncipe de Esquilache y Virrey del
Perú (1615-21). Sobre Esquilache como poeta, véase Jiménez Belmonte (2007).
4. Sobre la traducción de esta obra al español, véase Bursario de Juan Rodríguez del Padrón
en la edición de Pilar Saquero y Suárez-Somonta y Tomás González Rolán (1984).
5. Cito a Mexía por la copia de la edición príncipe en los fondos de la Hispanic Society of
America, Nueva York; modernizo la ortografía y la puntuación.
6. Sobre Mendoza y Luna, véase Miró Quesada (1962).
7. En sus Sonetos fechos al itálico modo, los primeros escritos en España, imita a Dante y
Petrarca. A su Proemio e carta (1499) a don Pedro, condestable de Portugal, se lo considera
uno de los primeros y más importantes tratados poéticos de la literatura española.
8. Su Arte de la poesía castellana apareció como la introducción a su Cancionero (1496).
9. Médico y humanista español autor de Philosophía antigua poética (1596) tratado donde,
por medio de epístolas, recoge las ideas de Aristóteles y Horacio. Está incluido entre los pre-
ceptistas aristotélicos. Para una revisión de las ideas de los tratadistas más apreciados, véase
Kohut (1973), y para su aprovechamiento en el Discurso, véanse Cornejo Polar ([1964],
2000) y Barrera (1990). Trabajos de Elias L. Rivers y Francisco Javier Cevallos (2002) del
primero (1996a y 1996b,) y de Georgina Sabat de Rivers (1996), se ocupan del impacto de
las poéticas peninsulares en las Indias españolas.
10. Vale notar que los personajes femeninos citados por Clarinda, como observó Sabat de
Rivers, están colocados en un lugar de preferencia: ocupan el centro del poema (1992, 117).
11. No es por casualidad que Mexía se dirige a sus amigos quejándose de lo difícil que es
escribir con perfección desde las Indias (3-4); o que, identificándose con Ovidio y su exilio,
explique: «ha veinte años que navego mares y camino tierras, por diferentes climas, alturas
y temperamentos, barbarizando entre bárbaros, de suerte que me admiro como la lengua
materna no se me ha olvidado» (4). Sobre el tema véase Berrera (2009).
12. Barrera notó la centralidad de esta comparación y de la referencia araña/Arachne en una
ponencia leída en el XXX Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamerica-
na (1994), que después amplió (1998).
13. Para evitar el desastre, Júpiter envió uno de sus rayos y Faetón cayó en el Erídano (el
actual río Po).
14. En el mundo clásico la mariposa representaba el alma y su inconsciente búsqueda de
la luz (Cirlot [1962] 1981, 35), o sea, de la perfección. La imagen de la mariposa la usó
Petrarca, por ejemplo, en los sonetos 140 y 141, para caracterizar su irresistible amor por
Laura: la seguirá mirando y amando aunque el hacerlo le cause dolor; el vate compara esta
acción a la de la mariposa que vuela hacia la luz, ciega ante el riesgo. Agradezco por esta
clarificación a mi colega Vittorio Rotella.
15. Es autor de una de las primeras novelas sentimentales, El siervo libre de amor (1439). Cf.
la edición de César Hernández Alonso (1982).
Raquel Chang-Rodríguez • La lírica en la Lima virreinal
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16. Para una revisión de estas posturas en la literatura española, véase Ornstein (1942) y
Maeso Fernández (2008).
17. Tuvo veinticinco ediciones en los siglos xv y xvi, y se tradujo a otras lenguas europeas.
18. He consultado la edición príncipe de 1603 en los fondos de la Hispanic Society of
America, Nueva York. La edición moderna, acompañada de un estudio preliminar, se la
debemos a Luis Jaime Cisneros (1955).
19. Si bien la Defensa de damas apareció con otra portada, formaba parte de la Miscelánea
Austral.
20. Para un estudio de esta obra véase Colombí de Monguió (1985).
21. Sobre esta transformación, se ha observado: «In antiquity and the Middle Ages, women
of surpassing spiritual achievement had been masculinized, as the female rulers and scho-
lars and fictitious heroines of the Renaissance would be later. The Fathers of the Church
had hailed the manliness of virginal women, adopting the classical ideal of the virago...
Many of the female saints, like the bellicose Amazons, were pictured wearing or indeed
wore men’s clothing» (M. King 1991, 192).
22. Sobre el tema véase Bravo-Villasante (1955) y McKendrick (1974).
23. Véanse, por ejemplo, los comentarios de Garrard (1989) sobre la obra pictórica de Gentiles-
chi, en particular sobre las composiciones donde ésta pinta a Judith decapitando a Holofernes.
24. Son bien conocidas las ideas de Vives sobre el impacto de los libros «vanos» o fantasio-
sos en las lectoras. (Cf. el capítulo 5 de su Instrucción).
25. Margaret King ha señalado: «Such catalogues of illustrious women, which repeatedly
rehearsed stories from biblical and classical antiquity as well as the more recent past, were
unable to provide the reconceptualization of women’s role... The parades of exceptional
women left no legacy for the ordinary woman, or women as a sex. Their proliferation is
notable, however, in an age nearly obsessed with the task of defining the proper role of
women» (1991, 183).
26. Se inició con el libro de Christine de Pizan (c.1365-c.1430), La ciudad de las mujeres
(1403-1404), en parte en respuesta al misoginismo de Le Roman de la Rose (1ra parte,
1237; 2da parte, 1275-1280). La primera parte —4,058 versos— de este poema de más
de 22,000 versos es de Guillaume de Lorris; como quedó inconclusa, la terminó Jean de
Meun. Sus temas oscilan entre la alegoría del amor y la perpetuación del género humano.
27. Sobre el tema véase Merrim (1999), especialmente la introducción y el capítulo 3.
28. Referencia al Magnificat, la canción de la Virgen María que comienza Magnificat anima
mea Dominum [mi alma magnifica al Señor], en Lucas 1.46-55. En el Panegyrico por la
poesía (1627) atribuido a Fernando de Vera y Mendoza, la Virgen María figura como poeta
(Rivers 1996b, 276-77).
29. En el libro segundo, capítulo 76 de su obra, Álvaro de Luna alaba a Rutea, una de las Sibilas.
30. Recuérdense, por ejemplo, los siguientes versos: «Mas ¿en qué mar mi débil voz se hun-
de? / ¿A quién invoco? ¿Qué deidades llamo? / ¿Qué vanidad, qué niebla me confunde?»
(vv. 37-9); o «Bien sé que en intentar esta hazaña / pongo un monte mayor que Etna el
nombrado / en hombros de mujer que son de araña» (vv. 52-4).
31. En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), documento en defensa de la mujer y
su derecho a educarse, Sor Juana Inés de la Cruz hace referencia a los aportes femeninos al
discurso humanístico y religioso. Para un estudio detallado, véase Scott (1994).
Discurso en loor de la poesía
Clarinda
dirigido al autor y compues / to por una señora principal deste reino, muy ver
/sada en la lengua toscana y portuguesa, por cuyo / mandamiento y por justos
respetos no se escribe / su nombre; con el cual discurso, por ser / una heroica
dama, fue justo / dar principio a nuestras / heroicas epístolas.
GUARAGUAO
GUARAGUAO ∙∙ año
año 11,
15, nº.
nº. 26,
36, 2007
2011 -- págs.
págs. 9-20
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Clarinda • Discurso en loor de la poesía
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Notas
1. Ninfa o princesa de Tesalia amada por Apolo, dios de las musas. Éste la encontró luchan-
do con un león que había atacado el rebaño de su padre. El dios se prendó de ella y la llevó
a Libia donde después reinó en la ciudad que Apolo creó y nombró en su honor.
2. O Febo, dios de la inspiración artística y musical; símbolo del sol.
3. Según nos cuenta el mito griego, cuando las Piérides se enfrentaron a las Musas en un
concurso poético al pie del monte Helicón, éste, inspirado por la belleza del canto, empezó
a crecer de manera desmesurada amenazando con llegar al cielo. Poseidón observó el peligro
y le pidió a Pegaso, el caballo alado, que golpeara al monte con su casco para que volviera
a su tamaño inicial. Como el golpe de Pegaso hizo brotar este manantial, también se lo
conoce como fuente «del caballo»; consagrada a las musas y notable por dar inspiración, la
fuente estaba situada en las laderas del monte Helicón, en Beocia.
4. Orfeo es el hijo de Apolo y de la musa Calíope; según el mito, las bestias feroces se detenían
a escuchar su canto; las personas se asombraban al oírlo y hasta los seres inanimados se conmo-
vían. Con la armonía de su canto, Orfeo logró liberar del infierno a su esposa Eurídice; la perdió
para siempre al contravenir la exigencia de Hades, señor de los muertos, de no mirar hacia atrás.
5. Se refiere al poeta y músico Anfión, hermano gemelo de Zetos, ambos criados por un
pastor. Recibió de Hermes el don de pulsar la lira. Levantó las murallas de Tebas con la
ayuda de este instrumento, a cuya música las piedras se movían y se colocaban por sí solas.
6. Recuerda la conversación amorosa entre Júpiter y Juno, cuando el primero vence la reti-
cencia de la segunda a sostener relaciones sexuales.
7. El más antiguo poeta de Occidente de nombre conocido, autor de la Ilíada y la Odisea.
8. Héroe tesálico, rey de los mirmidones y modelo cultural griego, inmortalizado por Homero
en la Ilíada. En la guerra de Troya fue el más valiente de los héroes griegos; Paris identificó la
única parte vulnerable de su cuerpo –el talón— y le disparó allí la flecha que lo mató.
9. Facilidad para componer versos (da); inspiración.
10. Otro nombre para las musas; se asocia con el monte Pimplea en Macedonia. La voz
poética les pide que abandonen sus espacios tradicionales y respondan a su invocación.
GUARAGUAO
134
11. Monte consagrado a Apolo y a las musas; allí están las fuentes de Hipocrene y Aganipe.
12. El agua de las fuentes donde beben las musas. O sea, el agua que transforma y hechiza
en referencia a la Medusa.
13. Alusión a un monte preferido por musas y ninfas. Lo menciona Giovanni Boccaccio en
su tratado de geografía clásica, De montibus, silvis, fontibus, lacubus fluminibus, stagnis seu
paludibus, et de diversis nominibus maris liber (1473).
14. Monte donde habitaban Apolo y las musas.
15. Se refiere al santuario de Apolo en Delfos y su famoso oráculo; desde el trípode, la
sacerdotisa emitía en verso los vaticinios del oráculo.
16. El mar, como observó Trinidad Barrera (1998), se presenta como un lugar de incerti-
dumbre.
17. Se refiere a Diego Mexía de Fernangil, el poeta sevillano autor de Primera parte del
parnaso antártico de obras amatorias en el cual se incluye el Discurso.
18. De la región o zona austral con la cual se asociaba entonces al virreinato del Perú.
19. Nombres por los cuales se conocía a Apolo. Apolo Délfico alude a Delfos, lugar donde
se encontraba el santuario más importante consagrado a su culto y el oráculo más famoso.
20. El sujeto lírico se declara sacerdotisa o seguidora de Mexía, a quien parangona con
Febo o Apolo, de ahí que se caracterice de «febada», como las sacerdotisas del culto a Apolo
también conocido como Febo.
21. El apellido (da).
22. Volcán activo entonces y ahora, localizado en la moderna Italia
23. La Poesía, por asociación con Helicón, el monte sagrado de las musas.
24. Privilegios (drae).
25. Se refiere a la poesía como regalo o don divino.
26. Siguiendo a Tauro, a partir del verso 85 la voz lírica manifiesta conceptos aristotélicos
donde la Poesía es capaz de expresar armónica y gratamente verdades científicas (1948, 50).
27. El ser humano.
28. Abarca, comprende.
29. Compendiado, resumido.
30. ¿Error por «cielo»?
31. Referencia a los ángeles.
32. O trisagio. Se refiere al canto de los serafines en honor de la Trinidad en que repiten tres
veces el nombre Santo («Santo, Santo, Santo Señor Dios de los ejércitos...»); por extensión,
cualquier actividad repetida durante tres días (da y drae).
33. Referencia a la Trinidad.
34. Idea o imagen que forma el entendimiento; se toma por agudeza y discreción (da).
35. De continuo.
36. El cielo o las esferas concéntricas donde los antiguos creían que se movían los astros
(drae).
37. Referencia a Adán como el primer hombre y poeta.
38. Eva, la compañera de Adán, es la primera mujer y poeta. De este modo se realza la
capacidad de la mujer para la lírica.
39. Falta de entendimiento (da).
40. Llenaron (drae).
Clarinda • Discurso en loor de la poesía
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41. Himno de agradecimiento a Dios entonado por Moisés y los israelitas cuando el Faraón
y su ejército fueron sepultados por las aguas del Mar Rojo (Éxodo 15): «Cantaré al Señor
que se ha coronado de triunfo...».
42. Episodio del libro de Jueces 4 donde se relata el triunfo de los hebreos sobre los cana-
neos. Jael le ofrece hospitalidad a Sísara, el general cananeo; mientras este duerme, lo mata
clavándole una estaca en la sien.
43. General israelita aquí representado como poeta.
44. La única mujer que llegó a imponerse como caudillo y llegó a gobernar y juzgar en el
periodo cubierto por el libro de Jueces (1220-1050 a. C.). Aquí figura como poeta.
45. Episodio del Antiguo Testamento (Samuel 1, 17) donde se cuenta la historia de Goliat,
un guerrero gigantesco derrotado por David. Su triunfo ejemplifica lo que pueden lograr
los débiles. El canto de las matronas de nuevo presenta la habilidad de la mujer para ver-
sificar.
46. El primer rey de los hebreos (1030-1010 a. C.) (Samuel 1, 18: 6-8). Estaba indignado
porque, al triunfar sobre los filisteos, las matronas cantaban: «Saúl destruyó a un ejército,
¡pero David aniquiló a diez!».
47. Se lo representa como poeta más que como guerrero.
48. Resumen de los primeros versículos del Salmo 149.
49. Viuda de Betulia que, según la tradición, para salvar al pueblo hebreo, entró subrepti-
ciamente en el campo enemigo y decapitó al general asirio Holofernes quien se emborrachó
después de cenar. El episodio figura en el libro apócrifo del Antiguo Testamento que lleva
su nombre.
50. Judith, como Eva, Débora y las matronas, alaba a Dios en versos.
51. Referencia a Sadrac, Mesac y Abednego, jóvenes israelitas que rehusaron adorar la esta-
tua de oro del rey Nabuconodosor, y éste los mandó meter en un horno. El Dios de Israel
los salvó del fuego y las llamas no los tocaron (Daniel 3, 1-30).
52. Personaje del antiguo testamento famoso por su fe, paciencia y larga vida.
53. Canto o lamentación fúnebre, y por antonomasia las lamentaciones del profeta Jere-
mías (drae).
54. Discantar equivale a componer versos (da).
55. Se refiere al «Magnificat» (Lucas 1:46). La anónima representa a María como poeta.
Agradezco esta referencia a Georgina Sabat de Rivers.
56. Referencia al episodio de Zacarías, el padre de Juan el Bautista, quien cuando recuperó el
habla para la circuncisión de su hijo, alaba al Señor (Lucas 1:20; 67-79).
57. Personaje del evangelio de San Lucas. Cuando Jesús se presentó en el templo, lo procla-
mó como el Mesías y le pidió al Señor la muerte porque ya había visto al salvador de Israel
(Lucas 2: 21-32).
58. Salve, del hebreo. Canto de júbilo con el que se daba la bienvenida a un líder que debía
liberar al pueblo judío del yugo romano. En este caso se refiere al canto de alabanza a Jesús
cuando entró en Jerusalén. (Mateo 21:6-10)
59. Se refiere a la muerte de Jesús.
60. San Paulino de Nola (354-431), prelado y poeta franco que llegó a ser obispo de Nola;
sus cartas testimonian la historia religiosa de la época; su poesía sirve de puente entre el
paganismo y el cristianismo.
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136
61. Juvenco, poeta y sacerdote de estirpe hispánica que vivió durante el reinado de paz de
Constantino. Fue el primer poeta cristiano dedicado a cantar en hexámetros la vida de Cristo
en su influyente Historia evangélica. La poeta acude aquí al motivo de la falsa modestia.
62. Battista Mantovano (1447-1516), conocido como Johannes Baptista Spagnolo o el
Mantuano por ser originario de Mantua, fue un poeta religioso de la orden del Carmen. Es-
cribió en latín y se lo conoció como el «Virgilio cristiano». Entre sus obras destaca Partheni-
ce Mariana, colección de siete poemas hagiográficos sobre la Virgen María, Santa Catarina
de Alejandría y otras santas, y Adulescentia, una colección de diez églogas de tipo virgiliano
aderezadas con alegorías cristianas.
63. Giovanni Battista Fiera (1450-1540) médico, poeta y teólogo de Mantua.
64. Jacobo Sannazaro (1458-1530), autor de la Arcadia, novela fundadora del género pastoril.
65. Marcos Girolamo Vida (c.1490-1566), humanista italiano a quien el papa León X le en-
cargó escribir un poema épico en latín sobre la vida de Cristo; lo concluyó en 1535. Ars poetica,
su composición más admirada, propone el regreso a la tradición clásica, en particular aVirgilio.
66. Benito Arias Montano (1527-98), poeta en latín y castellano; hebraísta notable, profe-
sor de lenguas orientales en El Escorial y, a petición de Felipe II, responsable de su biblio-
teca. Promovió la publicación de la Biblia Políglota (Amberes, 1569-1572), escribió una
Retórica (1569) y Salmos de David y otros profetas (1571), una colección de poemas en latín.
67. Sin términos o límites; se usa en referencia a la inmensidad de la presencia divina (da).
68. Los poetas se presentan como figuras ejemplares, doctos en asuntos celestiales y hu-
manos.
69. O «policía»; el cumplimiento de las leyes y ordenanzas para el buen gobierno (da).
70. Véase la nota 4.
71. Regla o método (da); en este caso se refiere a una de las reglas que guían la conducta
del poeta.
72. Referencia a la fundación legendaria de Roma (753 a. C.) por Rómulo, su primer rey,
y a los pueblos que después formaron parte del imperio romano.
73. Capacidad o amplitud del genio (da).
74. Despreciable, que mueve a risa (da). O sea, el poeta verdadero debe conocer los precep-
tos (arte) y tener la inspiración o genio (vena) para componer versos.
75. Para estos elogios véase Pro Archia Poeta, su defensa de Aulas Licinas Archias, poeta de
origen griego acusado de no tener la ciudadanía romana. En la defensa, Cicerón destaca la
importancia de la poesía en la cultura romana y sus vínculos con otras artes.
76. La poesía, por asociación con las camenas, ninfas romanas asimiladas con las musas
griegas, con el concepto de poesía, canto y jardín.
77. Invoca otra vez a Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.), maestro de la retórica latina y
autor del famoso tratado sobre la elocuencia, De oratore.
78.Quinto Ennio (239-169 a. C.), bardo latino, autor de Los anales, un poema épico sobre
la historia de Roma donde adoptó el hexámetro griego. Según explica Tauro, como atribuye
a Ennio «la homologación entre los santos y los poetas, el Discurso califica la santidad como
una elevación sobre el común nivel de las virtudes y las ciencias» (1948, 64).
79. ¿Plinio Secundo, el viejo, o Plinio Cecilio Secundo, el joven?
80. Filósofo, geógrafo e historiador (63 a. C.- 19 d. C.), famoso por su Geografía, obra
donde describe las civilizaciones conocidas destacando la historia, los mitos y la gente.
Clarinda • Discurso en loor de la poesía
137
81. Referencia a las cinco zonas que, según los astrónomos, conformaban la esfera (da).
82. Aries, el primer signo zodiacal representado por un carnero.
83. Tauro, el signo zodiacal representado por un toro. O sea, a la Poesía se la reverencia en
la tierra y ocupa el lugar más alto en la esfera celeste.
84. Referencia a Cayo Julio César, general que extendió el imperio romano hasta el Atlán-
tico al conquistar la Galia. Se convirtió en dictador vitalicio y fue asesinado por varios se-
nadores entre los cuales estaba Bruto, su hijo adoptivo. Tenía fama de buen orador y poeta.
85. Publio Virgilio Marón, el poeta más importante de la literatura romana; autor de la
Eneida.
86. Otra referencia a Virgilio quien nació cerca de Mantua y se lo conocía como «el Mantuano».
87. Musa de la poesía épica; se la representa con corona de oro y con un libro o un rollo de
papel en la mano. Virgilio la invoca al comenzar la Eneida.
88. Alejandro III de Macedonia (356-323 a. C.), que pasó a la historia como el Magno por
sus conquistas e indisputable genio militar.
89. Aquiles, también llamado en la mitología griega «El Pélida», por ser hijo de Peleo; su
madre fue la nereida Tetis. Alejandro anhela que sus hazañas sean inmortalizadas por Ho-
mero, como las de Aquiles.
90. Subraya el aprecio de Alejandro por Homero y el reconocimiento de cómo la poesía
puede otorgar fama imperecedera.
91. Darío III Codomano, rey de Persia (336-330 a. C.); Alejandro lo derrotó en la batalla
de Issos.
92. Muestra su aprecio por la obra de Homero al guardarla en tan exquisito cofre.
93. En la antigüedad fue la ciudad más grande de la región de Beocia, famosa por las siete
puertas que la resguardaban.
94. Uno de los grandes poetas líricos de la Grecia clásica; nació cerca de Tebas y allí vivió
en su adolescencia. Según la leyenda, cuando Alejandro Magno arrasó esta ciudad en 336
a. C., prohibió que se destruyera la casa de Píndaro.
95. Homero a quien se le conocía como «el ciego»; se refiere a las ciudades que reclamaban
ser la cuna del poeta.
96. Bardo griego que nació en Paros (712- 644 a. C.) y luchó como mercenario; ejemplo
del poeta soldado. Algunos le atribuyen ser el creador del verso yámbico.
97. Poeta trágico griego (496-406 a. C.); le dio al género su forma definitiva. Durante la
guerra entre Atenas y Esparta, se concertó una tregua para que sus funerales se llevaran a cabo.
98. Laconia, región del Peloponeso cuya capital fue Esparta.
99. Baco, el dios del vino. Se lo conoce como Bromio por el nombre de su nodriza, Brome.
100. En la mitología, el infierno.
101. A sí mismos.
102. Lago que en la antigüedad se consideraba la entrada a los infiernos. En la Eneida de Vir-
gilio, Eneas desciende al infierno por una caverna cercana al lago Averno; los romanos creían
que era la entrada al mundo de las tinieblas. En sus orillas también estaba la cueva de la sibila
de Cu. Realza el poder de la poesía para otorgar fama.
103. O Elisa, princesa de Tiro, fundadora legendaria de Cartago y su primera reina. En la Enei-
da de Virgilio el protagonista fue su amante. Por orden de Júpiter, Eneas abandonó a Dido. Al
subir a la pira funeraria y acostarse en el lecho, ésta se suicidó clavándose la espada del héroe.
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138
104. Escritor y geógrafo hispanorromano del primer siglo d. C., natural de la antigua
ciudad de Tingentera en la actual provincia de Huelva, España. Su obra más conocida es
Chorografia donde intenta describir, basándose en diversas fuentes, el mundo conocido.
105. Hijo de un esclavo manumitido, Quinto Horacio Flavio (56-8 a.C.), fue uno de los
poetas más importantes de la literatura escrita en latín. Estableció en Roma una estrecha
amistad con Virgilio y Mecenas. Su estilo directo fue imitado por los poetas de la temprana
modernidad.
106. Tiberio Casio Asconio Silio Itálico (25-101 d. C.), político y poeta romano famoso por
su obra épica sobre las segundas guerras púnicas donde reconstruye las luchas de Roma contra
Aníbal, desde su expedición a España hasta el triunfo de Escipión.
107. Hijo de una familia muy influyente de Verona, Gayo Valerio Catulo (87-54 a. C.) se
estableció en Roma y allí comenzó a escribir poesía lírica y satírica. Dedicada a su amigo
el historiador Cornelio Neponte, su obra nos ha llegado con el título de Catulli Veronensis
liber. En ella encontramos poemas de gran lirismo dedicados a Lesbia, su musa, y otros de
vituperio, contra sus enemigos.
108. Marco Valerio Marcial (40-104 a.C.), poeta hispanorromano famoso por sus epigramas
donde mezclaba el ingenio y la sátira. Fue amigo de Quintiliano y Juvenal.
109. Puede refererise a Valerio Máximo, historiador latino y autor de Hechos y dichos memo-
rables, obra dedicada a Tiberio.
110. Lucius Annaeus Séneca (3 a. C.-65 d. C.), poeta, filósofo y dramaturgo hispanorro-
mano nacido en Córdoba. Fue preceptor de Nerón; se lo acusó de estar involucrado en una
conjura, y se suicidó cortándose las venas. Caracterizada por la filosofía estoica, su obra ha
tenido una gran influencia en el pensamiento occidental.
111. Su nombre es Postumius Rufius Festus pero se lo conoce como Avieno. Vivió en Roma
en el siglo iv d.C. y formó parte de un círculo literario cercano a la corte que promovía el
cultivo de la poesía. Conocido por Ora marítima, obra donde describe las costas del medi-
terráneo basándose en fuentes muy antiguas.
112. Tito Lucrecio Caro (96-55 a. C.) uno de los representantes del epicureismo, es famoso
por su De rerum natura [De la naturaleza de las cosas] escrita en hexámetros. Allí presenta
las ideas de Epicuro.
113. Se desconocen las fechas de Decimus Junios Juvenalis. Es famoso por sus dieciséis
sátiras escritas en hexámetros contra las costumbres romanas de su tiempo, incluyendo un
vituperio contra las mujeres. Acuñó frases como «panen et circenses» para describir el gusto
de los romanos. En España, Antonio de Nebrija se ocupó de editar sus obras.
114. Persio (34-62 d. C.) debe su fama a seis sátiras donde, con un hábil manejo del len-
guaje, critica faltas como la avaricia y la falsa religiosidad. Propuso un modo de vida estoico.
115. Albio Tibulo (55-19 a. C) poeta elegíaco cuyos dos libros tratan temas como el amor,
la muerte, el rechazo de la guerra y de las riquezas. Se caracteriza por su sencillez, claridad
y la ausencia de erudición mitológica.
116. Ovidio abandonó otros estudios para dedicarse completamente a la poesía.
117. La poesía. Referencia al coro de las nueve musas, sus portaestandartes.
118. Lucano (39-65 d. C.), poeta cordobés autor de la épica histórica La Farsalia donde
trata en diez cantos la guerra civil entre Julio César y Sexto Pompeyo; la batalla tuvo lugar
en el campo de Farsalia, en Grecia, y dio fin a la República con el triunfo de César. Con-
Clarinda • Discurso en loor de la poesía
139
trariamente al modelo de Virgilio, Lucano evita incluir elementos fantásticos. Revisó los
primeros tres libros; los otros siete estuvieron a cargo de su esposa, Pola Argentaria.
119. Se refiere a Apolo porque nació en la isla de Delos; el dios de la poesía inspiró tanto a
mujeres como hombres.
120. Su nombre es Angel Ambroginis (1454-94); como era de Montepulciano, se lo llamó
Policiano. Particularmente en su Silva nutricia y en sus Epístolas alabó a las mujeres de la
antigüedad y de su época.
121. Poeta griega (del siglo vi a. C.). Nació en la isla de Lesbos de donde partió precipi-
tadamente al exilio en Sicilia (a. C. 604-592); si bien desconocemos los motivos, algunos
han conjeturado que fue por política y otros por amor. En Lesbos organizó un grupo de
mujeres que rindió culto a Afrodita y se dedicó a la música y a la poesía. En sus versos hace
referencia a su familia noble, a tres hermanos y a su amante, el poeta Alceo. Modernamente
se la asocia con el amor heterosexual y lésbico.
122. Poeta y maestra de Panfilia, presunta discípula de Safo. También hubo una sibila de
ese nombre; por la mención a Safo, parece referirse a su discípula.
123. Cantar, componer versos (da).
124. Pola Argentaria, la esposa de Lucano a quien se le atribuye el haber revisado y conclui-
do La Farsalia después de la muerte del marido.
125. Poeta pagano-cristiana (s. iv) muy admirada en la Edad Media y también conocida
como Proba Valeria Flatonia y otros nombres. Su nacimiento en Roma es incierto. De ella se
conserva únicamente el Cento Virgilianus de laudibus Christi basado en textos de Virgilio. Se
le atribuyó incorrectamente la autoría del Homerocentones.
126. Referencia a Virgilio, conocido también como el Mantuano, cuyos versos aprovechó
Proba Valeria.
127. Sacerdotisas griegas que caían en trance al profetizar en hexámetros; sus vaticinios
versificados se conservaban y transmitían por escrito.
128. Seguidoras de Febo o Apolo; en general, las mujeres poetas.
129. Hija del adivino/adivina Tiresias que vivió como mujer y como hombre. Los vaticinios
de Manto eran muy temidos.
130. Con el sentido de ilustre y excelente (da).
131. Se refiere a la prosapia de las mujeres que cultivaban el verso en el virreinato del Perú.
132. Españoles, por asociación con los reinos de Castilla y León.
133. El tema del translatio studii.
134. O Palas Atenea, cuya sabiduría se igualaba a la de su padre Júpiter.
135. El conocido motivo de las armas y las letras donde se debate cuál es mejor, la vida
activa o la contemplativa.
136. Malvada, perversa.
137. Acordado (da).
138. Abundante; en este caso, largo.
139. Con los cabellos sin cortar; adjetivo asociado al dios de la poesía, Apolo.
140. Valle de Tesalia admirado por su belleza y buen clima, el lugar preferido por Apolo y las musas.
141. Menciona a algunos poetas de la región antártica.
142. En algunos instrumentos de cuerda, la primera en orden y la más delgada; produce un
sonido muy agudo (drae).
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140
143. Instrumento para tocar las cuerdas de la lira (da); en este caso, inspiración.
144. El dominico Francisco de Figueroa (¿Huancavelica-Lima, 1616?), de quien se con-
serva poesía circunstancial en los preliminares del Arauco domado de Pedro de Oña y la
Miscelánea austral de Dávalos y Figueroa. Tuvo también una vena mística evidente en Tra-
tado breve del dulcísimo nombre de María, reproducido en cincuenta discursos (1642). Otros
escritos suyos se han perdido.
145. Tipo de hierba ligera que se cría en la mar y en los ríos (da); algas.
146. Hierba cuyo tallo, parecido al del junco, no tiene nudo. Sus hojas asemejan una espada
(da).
147. La celeste esfera.
148. Referencia a la Academia Antártica, la tertulia patrocinada por el virrey marqués de
Montesclaros en la cual participan muchos de los poetas mencionados.
149. Según Clarinda, Juan Duarte Fernández fue natural de Sevilla, de familia portuguesa.
Se recibió de leyes en su ciudad natal y ejerció esta profesión en Lima y Potosí. Sus obras se
conocen únicamente por referencia.
150. Potosí.
151. Nombre antiguo del río Guadalquivir.
152. Musas; de su inspiración.
153. Pedro Montes de Oca (¿Sevilla -Camaná, 1620?) fue elogiado por Cervantes y Vicente
Espinel.
154. El río más largo de la Península Ibérica que atraviesa en su parte central en rumbo
este a oeste.
155. Ninfa del mar, una de las cincuenta nereidas; cuando fue dada en matrimonio al mor-
tal Peleo, engendró a Aquiles quien la recuerda en La Ilíada (vv. 365-412).
156. Podría referirse al fraile dominico Francisco Sedeño Fariñas, conocido como «el Esco-
to» por su agudeza. Se le han atribuido unas redondillas que figuran en los preliminares de
Arte de la lengua quechua general de los indios de este Reino del Pirú (Lima, 1616) de Alonso
de Huerta de quien fue discípulo (Leoni Notari 2003, IX, 4, 1616 [pp.100-101]).
157. Podría referirse a un pescador adorado por los griegos. La tradición explica que comió
unas yerbas y se metamorfoseó: su barba y su melena de color verde oscuro, simulaban al
color de las algas marinas; sus piernas se convirtieron en cola de pez. Después se sumergió
en el mar. También podría referirse a la princesa Glauca, desposada por Jasón y a quien
Medea le envió un bello vestido que, al ponérselo Glauca, la incendió.
158. Canto.
159. Autor del Arauco domado (1596).
160. Poema épico atribuido a Miguel Cabello de Balboa (Archidona, Málaga ¿1530/35?-Ca-
maná, 1608); lo conocemos sólo por referencia.
161. Poema épico atribuido a Cabello de Balboa; lo conocemos sólo por referencia.
162. Miscelánea antártica (1576-86), obra de Cabello de Balboa terminada en Lima o Ica y
dividida en tres partes (la creación del mundo, el origen de los indios, la historia de los Incas).
163. Obra atribuida a Cabello de Balboa; se trata de: Verdadera descripción y relación larga
de la provincia y tierra de las Esmeraldas, orden y traza para descubrir y poblar la tierra de los
chunchos y otras provincias, editada por Jijón y Caamaño en 1945. Agradezco esta referencia
a Sonia Rose. Hay ed. más reciente (2001) de José Alcina Franch.
Clarinda • Discurso en loor de la poesía
141
164. Obra dramática atribuida a Cabello de Balboa y conocida por esta referencia. Se des-
conoce si constituye una o dos obras.
165. Miguel Cabello de Balboa. De la poesía de este clérigo agustino solo tenemos dos
muestras: un soneto laudatorio y una paráfrasis del salmo 26. Es más conocido por la Mis-
celánea antártica y por la citada Verdadera descripción y relación larga de la provincia y tierra
de las Esmeraldas.
166. Otro nombre de España. Originalmente una tierra mitológica al oeste de Europa; allí
estaban las manzanas de oro de Hera, guardadas por siete mujeres jóvenes e inmortales.
167. Lugar de nacimiento de Miguel Cabello de Balboa.
168. Probablemente pasó al Perú en el séquito del virrey Toledo. Residió primero en Lima
y después en La Paz donde fue «vezino feudatario» y regidor. Fue elogiado por Cervantes en
El canto de Calíope. De él se conocen sonetos en los preliminares de: la Miscelánea austral de
Dávalos y Figueroa; de Vida, virtudes y milagros del nuevo apóstol del Pirú, el venerable P. F.
Francisco Solano (Lima, 1630) de Diego de Córdoba; de Poema de las fiestas que hizo el Con-
vento de San Francisco de Jesús, de Lima, a la canonización de los veintitrés mártires del Japón
(Lima,1630) de Juan de Ayllón (1630); de la Concepción de María Purísima (Lima, 1631)
de Hipólito Olivares y Butrón; y en Ordenanzas del tribunal del consulado desta Ciudad de
los Reyes y Reynos del Perú, Tierra Firme y Chile (Lima, 1630) (Leoni Notari 2003 IV, 15,
1502 [pp.57-58]; XIV, 9, 1630 [pp. 152-153]; XVI, 23, 1631 [p. 178].
169. Monte donde se adoraba a Apolo.
170. Basándose en esta referencia, Menéndez Pelayo denominó Clarinda a la autora del
discurso.
171. Diego de Hojeda (Sevilla, c. 1517-Huánuco, 1615), sacerdote dominico, autor de la
épica religiosa La Christiada (Sevilla, 1611).
172. Probable referencia a Juan Gálvez (¿Sevilla?-Lima, 1618), clérigo de la orden de Santo
Domingo. Fue acusado de díscolo y trasladado a Trujillo. De él se ha conservado un soneto
dedicado al Marqués de Montesclaros. Se le atribuye una Historia rimada de Hernán Cortés
hoy perdida.
173. Ninfa que Apolo transformó en una fuente situada en la base del monte Parnaso.
Quienes bebían sus aguas o escuchaban su alegre sonido, resultaban inspirados para su
labor poética. Tradicionalmente, es un lugar de inspiración de los poetas. Las sacerdotisas
del culto de Apolo en Delfos bebían de la fuente Castalia antes de pronunciar sus profecías.
174. Para 1612 se encontraba en la provincia de Los Charcas, en el Alto Perú. Se conocen
unas estancias suyas en los preliminares de Defensa de damas (Lima, [1602] 1603) donde
elogia a Diego Dávalos y Figueroa (Leoni Notari 2003, IV, 7, 1603 [pp. 74-75]).
175. Gaspar de Villarroel y Coruña (Guatemala, 1550-¿Lima?). Como representante de
la Academia Antártica, saludó a Oña por la aparición de Arauco domado (Lima, 1596).
Se conocen otros tres sonetos laudatorios suyos en Primera parte de las Elegías de varones
ilustres de Indias (Madrid, 1589) de Juan de Castellanos, y en Los sonetos y canciones del
poeta Francisco Petrarca (Madrid, 1591) de Enrique Garcés (Leoni Notari 2003, I, 9, 1596
[pp.38-39]).
176. Río del olvido cuyas aguas bebían los muertos para no recordar sus pecados.
177. Homero; un aspecto de la tradición fija su nacimiento en la rivera del Meles, en Ionia,
y por ello se lo llama Melesígenes o Melesígeno.
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142
178. Apolo, también conocido como Timbreo porque en Timbrea, ciudad de la Troade,
estaba ubicado un famoso templo en su honor.
179. Diego Dávalos y Figueroa (Ecija, c.1551 -La Paz, 1616), es autor de Miscelánea austral
concluida en La Paz (1601) y publicada en Lima (1603). La conforman 44 coloquios en
prosa y verso sobre, entre otros temas, el amor y la poesía. Su segunda parte titulada Defensa
de damas (1603), es un poema dividido en seis cantos con un total de 471 octavas donde el
autor ofrece una apología de la mujer.
180. No hay otra noticia de él.
181. Villa en el sur del virreinato del Perú; hoy día pertenece al moderno Chile.
182. No hay otra noticia de él.
183. Atlas o Atlante, el gigante que Zeus condenó a llevar el peso de la celeste esfera sobre
sus hombros; en muchas estatuas figura sosteniéndola. Aparentemente, Antonio Falcón
lleva el peso, o sea, la dirección, de la Academia Antártica.
184. Torquato Tasso (1544-95) famoso por su poema épico Jerusalén libertada (1581).
185. Dante Alighieri, su obra maestra, la Divina Comedia, se divide en tres partes compues-
tas en diferentes épocas, Infierno (c.1304), Purgatorio (c. 1307) y Paraíso (c. 1313). Según
Clarinda, Falcón puede competir favorablemente con estos dos ingenios (Tasso y Dante).
186. Diego de Aguilar y Córdoba (¿Córdoba, 1560-Lima, 1614?), bardo elogiado por Cer-
vantes. Se le atribuyen La soledad entretenida, obra desconocida presuntamente en forma
dialogada, y El Marañón, terminado durante su estancia en Huánuco. De esta última, véase
la ed. de Lohmann Villena (1990).
187. Referencia a quienes cultivaban la poesía porque Cirreo fue otro nombre dado a Apo-
lo, por Cirria, localidad cercana al oráculo de Delfos.
188. Cristóbal de Arriaga y Alarcón (San Clemente, Cuenca, c.1545-Lima, 1617) llegó al
Perú en el séquito del virrey Fernando de Torres y Portugal y se estableció en Lima donde
fue encomendero, regidor perpetuo (1611-17) y participante en actividades literarias. Un
soneto suyo se encuentra en los preliminares de Arauco domado (Leoni Notari I, 8, 1596
[p. 38]).
189. Monte donde vivían las musas.
190. Su obra literaria se desconoce.
191. Río de la antigua Lidia donde, según la leyenda, se bañó el rey Midas y desde entonces
arrastraba pepitas de oro y curaba todo mal.
192. Noble romana, autora de la letra para los himnos en honor de la fiesta de San Pedro y
San Pablo: «Aurea luce et decore roseo» y «Felix per omnes festum mundi cardines»; casada
con el filósofo y poeta latino Boecio (c. 480-524 d. C.), famoso por su influyente tratado
Consolación de la filosofía.
193. Comentario al margen de Mexía de Fernangil: «No basta una cosa para ser importante
que sea de provecho, sino que podamos aprovecharnos de ella». Tauro apunta que el poeta
expresó similares ideas en los Preliminares de la obra: «la Poesía que deleita, sin aprovechar
con su doctrina, no consigue su fin como lo afirma Horacio en su Arte y, mejor que él,
Aristóteles en su Poética» (1948, 84).
194. En el sentido de prevención, para lograr algún objetivo (da).
195. En da, «Doctrina o enseñanza con que se procura instruir a alguno en qualquiera
materia, y principalmente se toma por el aviso u consejo que se le da, para que no incurra
Clarinda • Discurso en loor de la poesía
143
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Covarrubias, Sebastián de. [T] [1611] s.f. Tesoro de la lengua castellana o española.
Madrid: Turner.
Dávalos y Figueroa, Diego. 1603. Miscelánea Austral. Lima: Antonio Ricardo.
Clarinda • Discurso en loor de la poesía
145
5. El sector del libro y de las publicaciones periódicas tiene en España una relevancia
estratégica: contribuye de forma significativa al producto interior bruto, a la creación de puestos
de trabajo, a la mejora de la balanza comercial y a la generación en el extranjero de una
imagen positiva de nuestro país.
1. Reclamamos a los poderes públicos un decidido apoyo a los creadores de la cultura escrita y
una defensa enérgica y activa de sus derechos de autor, para alcanzar los mismos niveles de
respeto que existen en otros países europeos.
3. Instamos a todos los centros de trabajo y de formación en los que se utilizan reproducciones
de libros y publicaciones periódicas mediante fotocopia o digitalización, a obtener la
autorización previa de los titulares de derechos, tal y como exige la ley, mediante una licencia
de reproducción de CEDRO.
Isel Rivero
i.
Estamos juntas.
Tú y yo
golondrina y mujer
entregadas a los volcanes en flor
donde acudimos a las espirales tontas
ii.
Vinieron en la madrugada
y ya habían cazado una avispa
al vuelo
que pegaron con hilos de araña
olvidados por las esquinas
Entiéndeme
nos han entregado sus vidas
ya que el llegar
las hará volver
hasta la muerte.
iii.
La habitación es estrecha
Los delfines rehusan cantar
y yo tengo el cuerpo húmedo
de calor
Cada zancadilla que das
al volver de la cacería
es un áspid en tus labios.
iv.
El reloj en tu muñeca
una noria de números
Al anotar
la mano se comporta
como si escribiera en un tren a toda marcha
El puente se ha gastado
con tanto cruce
v.
Y nosotras?
vi.
Amiga,
te digo hoy,
urge la barca
y el perro
Déjame una calderilla
para el remero
no sea que me deje
tirada en esta orilla.
Isel L. Rivero y Mendez (Isel Rivero) l941 La Habana, Cuba. Ha publicado poesía: Fantasías de
la Noche y La Marcha de los Hurones, La Habana; Tundra, Nueva York; El Banquete, Nacimiento
de Venus, Aguila de Hierro, Las Noches del Cuervo, Madrid; Songs, Palmsonntag, Viena; Night
Rained Her, Alabama. En los años 2003 y 2010 aparecieron en Madrid, Relato del Horizonte y
Las Palabras son Testigos.
Poemas
y sólo entonces
GUARAGUAO
GUARAGUAO ∙∙ año
año 11,
15, nº.
nº. 26,
36, 2007
2011 -- págs.
págs. 9-20
152-154
Marialuz Albuja Bayas • Poemas
153
Concédeme
Señor
lo que te pido
Marialuz Albuja Bayas Quito, 1972, ha publicado los poemarios Las naranjas y el mar (1997),
Llevo de la luna un rayo (1999), Paisaje de sal (2004), La voz habitada (2008) y La pendiente
imposible (2008), obra con la que obtuvo el Premio Nacional otorgado por el Ministerio de
Cultura del Ecuador. Sus textos han aparecido en revistas literarias y en antologías nacionales
e internacionales (Argentina, México, España, Venezuela y Perú). Es traductora del inglés y del
francés. Se desempeña como profesora en la Universidad de los Hemisferios (Quito). Sus textos
han sido traducidos al inglés, portugués, francés y euskera.
Correo electrónico: mayayu5@hotmail.com/mayayu5@gmail.com
Wagner
T odas las mañanas iba a la biblioteca para ver a Clara, para pedirle un
libro. Me hice un experto en entomología por considerar que eso le
parecería interesante. Su amiga me había dicho que le gustaban las mari-
posas. Yo nunca le gustaría, y muy bien lo intuí desde el principio, aunque
no quise creerlo.
Fue en esa biblioteca que conocí al viejo doctor. Lo había visto antes
rondar por los pasillos y era difícil olvidar ese rostro con la piel azulada
y seca, con los párpados pesados como enormes bulbos colgando de una
rama marchita.
Lo traté con cordialidad y fingí no conocerlo. Él simuló creerme, aun-
que fuera imposible. En este país todos lo conocen. Los intelectuales hacen
cola para tomarse una foto con él. Los científicos no pueden contener su
fascinación cuando lo ven de cerca. Incluso el niño que en principio sintió
temor, se enorgulleció enseguida de haberlo descubierto mientras se escon-
día (antes de la leucemia fulminante, claro está).
—Disculpe, ¿me dejaría ver ese libro un momento? —le pregunté un
día en que logré tomar asiento a su lado. Lo empecé a hojear y noté que me
dejaba encima sus pupilas inmutables, casi grises, sin pigmento.
—¿Te gustan las polillas?
No me gustaban. Pero ya que la entomología no había funcionado, qui-
zás la amistad del vejete ayudaría. Sentí los ojos curiosos de Clara rozar mi
frente desde el aparador, atraídos por el murmullo. Entonces a mi frente
tocada se le escaparon por completo las polillas y de mi boca sólo surgió un
aleteo incomprensible de palabras ciegas.
El viejo pudo leer la razón de mi aturdimiento y esbozó una sonrisa.
Miró a Clara. Volvió a mi rostro y cerró el libro. Sin preguntar mi nombre,
me invitó a su casa. Ahí tenía algunos textos que podrían interesarme.
Confundido, ya sin el azul de Clara sobre la frente, dije que sí.
GUARAGUAO
GUARAGUAO ∙∙ año
año 15,
11, nº.
nº. 36,
26, 2011
2007 -- págs.
págs. 155-159
9-20
GUARAGUAO
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Unos días más tarde, el viejo envolvió a Clara con sus habladurías.
Un grupo de estudiantes entró en ese momento a la biblioteca y no pude
escuchar con precisión sus palabras. Para cuando ella salió de trabajar, el
doctor la esperaba afuera.
Clara lo acompañó hasta su casa. Los dos bromeaban en el trayecto,
miraban de reojo hacia atrás, y de pronto entendí que era un observador
observado. Sus risas, entonces, caían sobre mí con infinita vergüenza, y
aún con eso mis pasos no dejaban de seguirlos, agazapándome entre la
gente o detrás de los árboles.
Diego Cristian Saldaña Sifuentes (Ciudad de México, 1990) Compositor, guitarrista, bajista,
escritor. Estudió guitarra clásica en la Escuela Nacional de Música y es egresado de la Sociedad
General de Escritores Mexicanos (sogem). En el ámbito literario ha participado en diversos
concursos de cuento y poesía entre los que destacan: primer lugar en el concurso de cuento
universitario «Me duele cuando me río» (dgacu, 2007); segundo lugar en el concurso nacional
«Tinta y Whisky» (Dwars, Ediciones Urano y la fil de Guadalajara, 2009); y segundo lugar
en el concurso nacional preuniversitario de cuento «Juan Rulfo» (Universidad Iberoamericana,
2008). Ha publicado en la revista virtual Punto en Línea, en Amphibia Editorial, en la revista
electrónica Justa, en la revista Atemporia y como colaborador en la columna «La Chulanga» de
la revista Tiempo Libre.
Arte
Ética y estética de un animal político
Entrevista con Santiago Roldós
te) están consignadas allí. Santiago Roldós se anima a hacer una lectura del
compromiso político del artista, hoy, en la sociedad latinoamericana.
la casa del ateo,/ el sexo cornucopia, el lectiva, que no reniegue de su suerte: que
sexo fumarola, el sexo poesía/ y, por lla- no lo expulse. Y esa mujer encuentra la
marlo de algún modo, ¡el sexo del sexo/ forma arquetípica de la madre, represen-
que da vida a estas palabras!», afirma tación de la naturaleza, imago de la fe-
Dávila. Sin embargo, este trabajo no es cundidad universal: «¡Gracias a ti, madre
solo una tarea individual. El poeta rebasa natural, que estás en todas las mujeres!»,
las fronteras de la intimidad y se adentra proclama Dávila en el último verso de
en los parajes de la historia, para recorrer Fusión, con ecos del Avemaría católico.
esa misma ausencia —o presencia frus- Sin embargo, en esa naturaleza respira
trada— de la mujer. Sus composiciones la muerte, espejo negro de eros, reverso
aparecen llenas de figuras femeninas, indefectible de la creación. Fusión seguido
literarias o históricas, que han determi- de Diapasón… conforma un libro excla-
nado nuestra cultura y nuestra imagina- mativo y jubiloso, pero también amargo,
ción, pese a ser ellas mismas, en muchos en el que el planear ominoso de la des-
casos, marginadas u olvidadas: «Bilis aparición embrida el empuje de la carne.
negra/ Poema curvo», la primera pieza Las «aguas estancadas» de un poema de
del libro, cita, por ejemplo, a Lucrecia Fusión, aunque referidas a las arbitrarie-
y Dorotea, a la Magdalena y Beatriz, a dades del poder, contienen también una
Eloísa y Zenobia, a Briseida y Cordelia, metáfora universal de la muerte, como ha
a Isolda y Sophie Germain, a Helena y definido Gaston Bachelard. Y el kafkia-
Ninon de L’Enclos. La reivindicación de no «todos somos Josef K», de la pieza si-
lo femenino formulada en Fusión se con- guiente, revela «el hedor de los jerifaltes»,
vierte en Diapasón, subtitulado «tránsito pero asimismo el sinsentido de una vida
y perspectiva del desamparo», en una lastrada interminablemente por el dolor.
reivindicación paralela y simultánea de la Fusión seguido de Diapasón…, co-
utopía, de lo reprimido y orillado en la herentemente con su exposición de una
sociedad, de lo colonizado, cuya metáfo- realidad signada por un anhelo insatis-
ra por excelencia es el sur: «El sur duele fecho de materialidad, se presenta como
sin el menor esfuerzo», dice Dávila; y una propuesta irracional, fracturada, en
también: «el sur, pariente de lo oscuro», la que las asociaciones operan por llama-
«anémica alegría». Se trata, como señala radas fónicas y resonancias subterráneas,
Benito del Pliego en su certero prólogo, refractarias a la denotación. Los numero-
de un «programa de encarnación revolu- sos sangrados, espacios, barras, paréntesis
cionaria», en el que «la mujer es el gran y juegos tipográficos que salpican —e
extranjero, el primer exiliado de la histo- interrumpen— el texto, y que colabo-
ria oficial, el Sur del Sur». Yulino Dávila ran en el descoyuntamiento visionario
busca a la mujer para dar consigo, para de la sintaxis, dan cuenta de esa misma
alojarse en una realidad, personal y co- dislocación existencial. A idéntico fin se
Libros
173
obra al español dejase de ser dispersa y que esta mantiene con la poesía de sus
de acceso complicado. coetáneos dentro y fuera de Brasil.
Hambre de Forma. Antología poé- Quizás el principal motivo por el
tica bilingüe de Haroldo de Campos, que este paulista alcanzó pronto un
volumen editado, seleccionado y en lugar prominente en el mundo de la
buena parte traducido por Andrés poesía tiene que ver con su participa-
Fisher, cumple el papel fundamental ción fundacional en uno de los hitos de
de resolver esa carencia al ofrecer una la vanguardia de posguerra, la poesía
muestra precisa y coherente de la poesía concreta. Junto con su hermano Au-
de este intelectual de Sao Paulo naci- gusto y el también poeta Decio Pigna-
do en 1929 y desaparecido hace ya 8 tari pusieron en marcha a principios de
años. Hasta ahora solo contábamos en los 50 la revista-libro Noigrandes, que
versión castellana con la muestra ofre- se convertiría en el principal órgano de
cida (en 1987 y 2000) por la editorial expresión de dicho movimiento hasta
mexicana El tucán de Virginia en la el comienzo de su expansión interna-
que Manuel Ulacia y Eduardo Milán cional de la década siguiente. Los ha-
mostraban este recorrido de forma más llazgos del grupo, a quien también se
resumida y con exclusión del primer y debe la redacción de poéticas y mani-
el último libro del autor: Auto del pose- fiestos extraordinariamente lúcidos,
so y La máquina del mundo repensada, ofreció la evidencia incontestable de
de 1950 y 2000 respectivamente. En que en Latinoamérica los caminos de
Hambre de Forma estos 50 años de poe- la vanguardia no se habían truncado
sía quedan dispuestos ante el lector en ni su espíritu de indagación cesaba: su
portugués y español, de manera clara, capacidad de síntesis y sincretismo (in-
equilibrada y representativa, haciendo disociables de las raíces modernistas de
uso de las traducciones (nuevas o ya Brasil que Oswald de Andrade volvía a
existentes) de destacados poetas lati- relanzar en su manifiesto antropofágico
noamericanos. Entre ellos, y además de 1928) abrieron en las décadas de los
del editor y el propio Eduardo Milán, 60 y 70 espacios creativos de inusitado
nos encontramos a Néstor Perlongher, rigor y libertad cuya irradiación afectó
Gonzalo Aguilar, Roberto Echevarren, incluso a sociedades poéticas tan con-
Reynaldo Jiménez, Marcelo Pellegrini y servadoras como la española. Los lec-
Daniel García Helder. Además, el estu- tores de esta antología encontrarán una
dio introductorio de Andrés Fisher es muestra sustancial de las aportaciones
de gran utilidad e interés. Sus páginas, que de Campos hizo a este movimien-
incisivas y bien documentadas, facili- to. Su economía expresiva, la explora-
tan la comprensión de las claves de la ción de los recursos gráficos del texto,
obra, así como del complejo diálogo el fortalecimiento de una poética em-
Libros
175
esas historias que nos remiten a otras y Amalfitano y Padilla. Del mismo modo
a su vez cuentan una tercera donde más se combinan con audacia episodios lí-
que la introspección triunfa el placer por ricos y cómicos, así como secuencias
la superposición de lances casi folletines- breves con capítulos más extensos que
cos, algo así como un recuento de datos, actúan como contrapunto estructural
terreno en el que el escritor se mueve con y temático, conservando todos ellos un
absoluto dominio actuando por acumu- regusto episódico dentro de su continui-
lación argumental. Se diría que la enu- dad temporal, como sucede por ejemplo
meración (falsamente) caótica se erige con algunos flashbacks completivos.
en figura de estilo donde el tejido me- Lo cierto es que en Los sinsabores del
taliterario (el relato no escatima las más verdadero policía, inevitablemente, nos
descabelladas listas de autores a modo de movemos en el imaginario habitual de
inventario), las referencias literarias de Roberto Bolaño, apareciendo casi inventa-
todo tipo o la abundancia de persona- riados sus motivos de siempre (la violen-
jes artistas (pintores, escritores, aunque cia, la desaparición y el enigma), a los que
también profesores de humanidades), hay que añadir una visión metafórica a la
apunta también hacia la autorreferen- vez que certera de la enfermedad (en este
cialidad del discurso plasmada en una caso, el sida) y la muerte, personificada en
especie de visión redentora de la literatu- Elisa, un inquietante personaje, toxicó-
ra (desde una óptica melancólicamente mana y enferma terminal, a la que acoge
irónica, no lo olvidemos) como vía de Padilla, también herido de muerte, que a
conocimiento a la vez que paradigma de su vez reparte su tiempo entre los cuidados
una forma de existencia proteica que, de que prodiga a la joven y la redacción de El
alguna manera, atempera el fracaso y la dios de los homosexuales, ficción semiauto-
desolación vital del desarraigo. biográfica que supone su testamento vital
En ese sentido resulta curioso que el y que apunta como una obra maestra en
texto no despliegue demasiados artificios ciernes a la que el joven escritor alude ob-
en cuanto al tratamiento formal se refie- sesivamente, sin transcribir ningún pasaje.
re. En su prosa destacan un discreto es- Por otra parte, Amalfitano, ese perso-
tilo indirecto libre, unos breves diálogos naje a medio camino entre el héroe épico-
insertos dentro de la narración y la trans- trágico (la estampa del profesor izquier-
cripción de sueños o fragmentos donde dista acompañado por su hija, vagando
predomina el punto de vista de un na- por un entorno hostil, en lucha contra
rrador omnisciente casi decimonónico, a el mundo y en perpetuo exilio, adquiere
medio camino entre el pastiche y el ho- por momentos resonancias shakespea-
menaje a la narrativa más clásica, pese a reanas) y el perdedor nato, adquiere las
que en ocasiones se entremezclen dos vo- características típicas de tantos otros alter
ces narradoras tan potentes como las de ego del autor: indeciso pero carente de
Libros
183
más logrados, se obsesiona por las piernas Ahí vive una mujer y un gato que tiene
de mujer, las sueña, quisiera coleccionar los ojos de cuarzo. Él toma un periódi-
las más originales de la ciudad. Pero tiene co arrugado y da con la dirección de la
una, su mimada, a la que frota ungüentos casona. Va por el empleo, cuidar la casa,
para que no se dañe y da instrucciones a velar por la seguridad y acompañar a la
un personaje coadyuvante, ¿o esa voz está dama que vestía de lila y aparecía con
agazapada en su conciencia?, cómo debe un puñado de margaritas en sus manos.
cuidar a la pierna, a quien llama ‘la hués- Hay una misteriosa conexión entre ella
ped’. «Tienes que cumplir con sus órdenes y el gato, porque de entrada el personaje
para no atentar contra su felicidad y no se vislumbra que el animal tenía algo que
empecine en volver a esos hoteles en los le pertenecía al cuerpo de la dueña... De
que llegan extranjeras cuyas piernas has a poco, él va adentrándose en ese ámbito
fotografiado según el gusto e instrucciones de pesadilla, de malicia sensual.
de Claudio […]». En principio, él la vio como a una
Fantástico. Contundente. De bien madre. Y de a poco se habituó a vivir
hilvanado humor negro, así es este tex- entre reliquias, joyas, cuadros, libros, «y
to sugestivo, pues aquella pierna, que esos frascos de tamaño mediano llenos de
remite, como un guiño al lector, a las ojos que alguna vez vieron lo que quiere
perfectas e inigualables de Marlene Die- asegurarse se quede ahí como prisione-
trich, le quita el aliento a Claudio, le ex- ro». La mujer es un desafío, un abismo,
pulsa a una telaraña de la noche citadina un mar de bruma. Usa un vestido trans-
para volver a encontrarla en una oscura parente. Él es un pez que quiere caer en
habitación, mientras tal vez escuche los su red. Tal vez al final sus ojos irán a los
pasos huecos de una coja, parecida a La botes para que no cuente lo que vio.
Bruja, otro personaje, que sube por las Octavio, un viejo charlatán y suspi-
escaleras para cobrarse su venganza. caz, mueve la trama de ‘La tarde trae ho-
La primera y segunda personas en- jas rotas’. En este texto el quiebre viene
tran en juego mediante ágiles cambios en la voz de una niña, personaje tierno
del punto de vista narrativo. Salvo un que cae en las trampas de Octavio, quien
fraseo un tanto manido, que quita ritmo, logra ser inquilino de la casa a pesar de
como «Claudio, que allí suelta la palabra los recelos de la tía de la chica, la due-
con lujo de detalles […]»; o a «Claudio ña seria, adusta. Es un cuento divertido
no le gusta desempolvar el pasado», esta que apela al humor (el viejo se cree un
ficción envuelve y seduce hasta el final. fantasma). La voz de la chica, coloquial
‘Indicios en la niebla’ es ambiguo y y dramática, da espesor narrativo y piz-
fantasmal. El personaje narra, en pri- cas de humor, «El señor Octavio, más
mera persona, su paso por una casona necio que mandado a hacer», confiesa
derruida de la ciudad, llena de sombras. ella en un pasaje histriónico.
GUARAGUAO
188
Si bien es verdad que Estrada afirma ción una novela, y que Bernal Díaz usa
que Bernal Díaz pueda escribir por re- en su Historia, y es la capacidad de crear
compensa, contrapone su escritura a las una complicidad con el lector a través de
cartas de Cortés –quien debía justificarse un suspense, de establecer un juego con
como conquistador ante la Corona– en el lector a través de lo no dicho, de no
el sentido en que el motivo principal de conceder la impresión de una obra acaba-
la escritura de Bernal Díaz es el placer. da –Estrada cita a Lukács–, sino de una
Esto sólo puede ser interpretado a través obra por hacer o que se va haciendo entre
del análisis del lenguaje novelesco de la el que escribe y el que lee –ya Iser pro-
obra del soldado, y se hallan ejemplos en puso que una novela es un espacio lleno
la caracterización de Cortés, al que, como de huecos que el lector debe llenar– del
soldado, debería rendir homenaje. Pese a mismo modo, Bernal Díaz propone una
mostrarlo como un conquistador capaz, Historia en la que no pretende dar la im-
se aleja éste de los héroes de las novelas presión de un espacio absoluto, sino de un
de caballerías –con las que el soldado in- espacio en construcción, el único modo
tertextúa–, pues Bernal Díaz se encarga de llegar a la verdad. La verificación del
también de mostrar su lado sentimental, análisis de Estrada surge de las propias
al llorar tras la trágica Noche triste en el afirmaciones de Bernal Díaz: «Porque yo
Texcoco; y su lado ambicioso, al manifes- sé más de esto que he dicho» (CLX, 394),
tar su provecho en la disparidad en el trato de lo que se talla un eco quijotesco.
con los indígenas. Estrada verifica además Pero el espacio se construye también
su punto de vista, puesto que en la bús- a través de un tiempo que no es el mera-
queda de pretensión histórica, Bernal da mente cronológico, sino que debe ser –lo
voz también a los vencidos, utilizando có- que confirma la caracterización novelesca
dices indígenas. Es decir que, situándose de la obra de Bernal– un tiempo psicológi-
en su rol de soldado, va más allá y busca la co, que se estira con la visión de los perso-
verdad de su tiempo. najes, que se modula a través de estos y re-
Así pues, Estrada divide su obra a par- corre la narración «un discurso elástico que
tir del análisis de dichos elementos nove- transgrede el tiempo lineal y se ensancha
lescos de los que destaca la incursión de la o adelgaza según las preocupaciones más
literatura popular –en las coplas de Cer- íntimas del narrador» (117), por ejemplo
vantes «el Loco»–, las marcas de oralidad cuando los indios los rodean en la batalla
para captar la atención del lector –propias de Grijalba, el terror, el trauma, congela el
del medievo– la herencia literaria greco- tiempo o lo estira hasta la eternidad.
rromana y caballeresca o la pluralidad de Como colofón, para completar su
voces que puebla la narración. obra crítica, Estrada propone un capítulo
Sin embargo, Estrada se encarga de en el que analiza obras actuales que dia-
señalar aquello que hace de toda narra- logan abiertamente con la obra de Bernal
Libros
193
Díaz, como en Llanto de Boullosa donde el sentido que contiene en el espacio colo-
el personaje pregunta a Moctezuma por el nial, sino, asimismo, el procedimiento de
historiador, y el mexica, al bajar la cabeza resignificación de la obra desde el espacio
y responder con el silencio pone en tela de de la crítica y narrativa mexicana contem-
juicio la Historia del soldado. poránea. Por supuesto, está por verse si las
Retomando la visión con la que par- coordenadas que según Estrada estableció
tíamos, si bien es verdad que Bernal Díaz Bernal son igualmente transferibles a otras
se propone como testigo incluso cuando reescrituras históricas en la narrativa hispa-
narra el estado de ánimo del gobernador noamericana, lo cual confirmará los pos-
de Cuba en un momento en el que se halla tulados presentados por este crítico.
lejos de éste, esto es porque debe situarse Rafael López López
en un espacio en la Historia de su tiempo,
y dicha pretensión que Juan Miralles juzga
como mentira, Estrada la observa desde el
lugar de la búsqueda de lo objetivo, desde
el lugar que quiere ser completado, no por
el discurso siempre insuficiente, siempre
subjetivo, sino por el propio lector, pues
el espacio del silencio está situado dentro
del espacio histórico, y lo que está sugeri-
do habla con mayor amplitud que lo que
está dicho, en este sentido la obra de Es-
trada viene a analizar con lucidez no sólo Repertorio dariano 2010.
la Historia verdadera, sino cómo debemos Anuario sobre Rubén Darío
analizar una Historia de la época colonial, y el modernismo hispánico
a sabiendas de que será tratada de manera Jorge Eduardo Arellano (comp.)
distinta en cada época, pues la obra –y no Academia Nicaragüense de la
hace falta citar a Barthes–, es también un Lengua. Managua, 2010, 355 pp.
diálogo interminable entre el autor y su
espacio socio-histórico y los distintos lec- Repertorio dariano: perspectivas
tores y sus distintos espacios. de Rubén Darío
Si Estrada no llama «novela» a la Histo- Editado, según declara la «Adverten-
ria verdadera –aunque en última instancia cia» correspondiente, «…en saludo al V
la califica de tal, de manera velada, pues Congreso Internacional de la Lengua
muestra con acierto cómo comparte todos Española, celebrado en Valparaíso…»,
sus mecanismos–, sí analiza con detalle Repertorio dariano 2010. Anuario sobre
su caracterización novelesca, buscando a Rubén Darío y el modernismo hispánico
través de la época de Bernal Díaz, no sólo (Jorge Eduardo Arellano, compilador.
GUARAGUAO
194
lidad de Rubén Darío en nuestra cultura mexicano a quien se debería estudiar con
y su figura entre los escritores nicara- mayor atención—, que ilustra la contra-
güenses contemporáneos, el «paisano portada, presenta a un Darío de múlti-
inevitable» al que se refería el poeta José ples significados, vestido de negro a la
Coronel Urtecho, toda vez que su obra usanza de los hombres del Siglo de Oro,
ha moldeado hasta cierto punto la iden- pero iluminado el rostro de tal forma que
tidad nacional del nicaragüense. los rasgos particulares se subrayan y difu-
Pero he aquí que también Darío es minan a un tiempo, como lo hacen las
hispanoamericano por derecho propio, manos que sostienen un libro de cubierta
como lo muestran las reflexiones de fi- negra, manos que preconizan las despro-
guras tutelares como Gabriela Mistral, porciones de la pintura cubista.
Pablo Neruda, Nicolás Guillén y Gon- En cambio, el óleo «Retrato de
zalo Rojas, quienes, como Darío, de- Rubén Darío», fechado en 2009 por
ben valorarse tanto en su importancia Ilich Guillermo López Chávez se deno-
como en su vigencia. ta demasiado estático, para mi gusto, a
Volumen que me ha parecido grato y pesar de la indudable habilidad técni-
enriquecedor, tengo para mí dos reparos ca del pintor para darle movimiento al
respecto de Repertorio dariano 2010. El personaje. La oscuridad y el deliberado
primero es la ausencia casi total de auto- anacronismo de Téllez diversifican a Da-
res jóvenes, habida cuenta de que hoy por río. La profusión de elementos de López
hoy existen escritores que están leyendo a Chávez, lo limitan.
Darío con nuevos arrestos, con un ánimo En todo caso, estos son juicios estric-
fresco que lo rejuvenece y vigoriza. El se- tamente personales, que no demeritan la
gundo se refiere a los óleos que sirven de calidad y la calidez del Repertorio daria-
portada y contraportada al volumen. no 2010, ingente labor que nos hace no-
Mientras que el «Retrato de Rubén tar la profundidad de nuestras raíces aún
Darío», fechado en París en 1907 y fir- jóvenes pero ya vívidas y vividas..
mado por Juan Téllez —pintor hispano- Moisés Elías Fuentes
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