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Copyright © 2008 All rights reserved . REVISTA DE ESTUDIOS AFROEUROPEOS JOURNAL OF AFROEUROPEAN STUDIES REVUE DES ÉTUDES AFROEUROPÉENNES
ISSN: 1887-3456.
1. Introducción
sus doce años de estancia en Guinea. Sea cuales sean las argumentaciones
esgrimidas contra Segu, 7 lo cierto es que la obra de Maryse Condé constituye el
intento más audaz jamás llevado a cabo por un autor o autora de la diáspora africana
de escribir sobre África desde una perspectiva afrolocalizada.
El pensamiento crítico de Maryse Condé ilumina los heterónimos a los que los
individuos recurren cuando su autonomía es bloqueada. Son muchas las barricadas
levantadas por el hombre africano y la defensa de la naturalización del Islam en el
contexto africano no es sino la ilusión de un mundo privado lejos de las
dependencias estructurales que lacran la regeneración del ethos africano. El aspecto
que nos interesa de la novela de Condé es, pues, su carácter terapéutico. 8 Al
acometer la escritura de Segu Maryse Condé ha navegado en las arenas del
historiador pero tanto el pasado como el presente, imaginados o inventados, son
materias primas indisociables en el cocktail que es Segu. Nuestra tesis, amparada en
la concepción mudimbiana de que toda historia es una invención del presente, es
que Segu es una alegoría. Maryse Condé, tras doce años de estancia en Guinea,
abandonó África a principios de los ochenta. Y, aguijoneada por aquella experiencia,
ha declarado: “We were led to believe that Africa was an ideal home, because it was
not we suffered” (citado por Nick Nesbitt; Nesbitt, 2001). “Unfortunately, later on, I
was to see black leaders oppressing black people in Guinea; I was to see black
forced into exile because of their political opinions” (Condé, 1993)
Maryse Condé, con los ojos de una hija y de una forastera, vivió en África
durante los años en que se fraguaron buena parte de los dramas que asolan a las
sociedades poscoloniales africanas de hoy. Creemos que Segu, como ficción
histórica, es una alegoría en tanto que detectamos dos niveles de lectura: el nivel
positivo y el nivel discursivo-normativo. El nivel positivo tiene que ver con la
coherencia historiográfica de Segu y el discursivo-normativo remite a la
interpretación y diagnóstico de la quiebra de los universos tradicionales africanos.
Todos los estudios que han abordado la obra de Maryse Condé se han centrado en
la discusión de la coherencia historiográfica de la obra; 9 este trabajo no se desmarca
de esta tradición pero va más allá. Para nosotros, Segu es también un diagnostico
del “Imaginario Violado Africano”. El comunismo y el liberalismo, al igual que el
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Unos años antes, Tiekoro admiraba a su padre como a un Dios. Mucho más que al
Mansa. ¿Cuándo habá empezado a considerarlo un barbaro, además de considerarlo un
ignorante consumidor de alcohol? Cuando la obra de los musulamane había llenado su
vida (Condé 32).
carácter de los Segukaw sea incapaz de adaptarse a un mundo que está sufriendo
rápidas modificaciones.
A través de los dos conflictos Maryse Condé explica el agotamiento del régimen
de producción de verdad de los Segukaw. Antes de los conflictos, la comunidad de
Segu se articula gracias a una serie de rituales que engendran unas pautas
específicas de gobierno que sustentan los pilares de la sociedad. Los conflictos
interrumpen la lógica que ha venido configurando los proyectos de la sociedad y las
auto-referencias basadas en la experiencia histórica de Segu se nos muestran
vulnerables. La distribución hegemónica del poder es incapaz de resistir la nueva
contingencia histórica. La cadena de las verdades míticas se rompe y los rituales a
través de los que eran inculcados pierden significado. Segu se encuentra en la cima
de su gloria, la guerra es el nervio de su poder y de su gloria pero el hijo de un noble,
Tiekoro, se rebela ante el esencialismo claustrofóbico, no quiere saquear, violar o
matar, y el “señor de las energías” se vuelca en sofocar los intentos de
desentronizarle y desprecia ese nuevo pretexto en el que apoyan los vasallos Peul
para rebelarse: .“Manson, a pesar de que utilizaba los servicios de los morabitos
musulmanes, sentía una gran repugnancia por el Islam, que castra a los hombres,
limita el número de sus mujeres y prohíbe el alcohol” (39).
La invasión islámica de Segu en la novela implica el bloqueo de las relaciones,
tradiciones y prácticas, a través de las que se estructura el mundo de los Segukaw.
El Islam socava la posición del mansa estimulando en los individuos la “búsqueda de
la verdad”. El mansa, como dogma colectivo, es desafiado y sustituido por otro
dogma: el Islam. En la invasión islámica de Segu tenemos la colisión de la verdad
absoluta (representada por el Islam) y el poder absoluto (representado por el orden
tradicional de Segu). Donde el poder del mansa (y por extensión el orden tradicional)
aparece con rostro opresivo, el Islam aparece como una fuerza liberadora, una
nueva verdad, que emancipa a los sujetos individuados. Es así como el Islam, como
una “llamada”, llega a la vida de Tiekoro y en el fragor del derrumbamiento del reino
el mansa Da Monzon, al igual que Manson Diara, seguirá si captar en toda su
esencia el potencial de ese nuevo “pretexto”: “En el fondo de su ser, Da Monzon no
entendía que pudiera hacerse la guerra en nombre de una religión” (143).
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Dusika Traore, habiendo experimentado con más intensidad el poder del Islam,
tiene, por su parte, un diagnostico más atinado, pero durante el reinado de Da
Monzon, el fa de los Traore vive en el ostracismo tras haber caído en desgracia por
las ardides de Samake: “El Islam es un cuchillo que separa, ¿sabes? A mi me
arrebato a mi hijo mayor” (Condé 138).
Da Monzon, heredero de Mansa Manson, ante la tesitura de tener que
enfrentarse a los Peul islamizados y armados tendrá que acometer la tarea
reconciliarse con los Bambara de Kaarta. Dusika Traore, que vive recluido en su
concesión desde que Mansa Manson le desposeyera de su rango en la corte se
convierte en una baza importante. Su Bara Muso, Nya, está emparentada con los
Kulibaly de Kaarta y él mismo Dusika fue expulsado de la corte por la conspiración
urdida de Samake en la que se le acusaba de complicidad con los Kulibaly de Kaarta
para reponer a la estirpe de Biton en el poder. De camino a la concesión de los
Traore le es notificado a Da Monzon la muerte de Dusika. La estrategia de hacer un
frente común Bambara contra los vasallos Peul tiene que seguir otro cauce, hay que
encontrar otro pretexto. A Da Monzon le sucederá en el trono Tiefolo.
La búsqueda de la verdad, vector originario del Islam, es también la búsqueda
del poder dado los efectos coercitivos que supone para el cuerpo y la mente
individuada. Demanda propio ser y su ethos para poder gobernar al individuo
recluyéndolo en el interior hasta el vacío y castigándolo con la indigencia gracias a
sus efectos discursivos. La “Búsqueda de la Verdad” desafía las suposiciones
colectivas de los Segukaw, ofrece una agresiva base alternativa para el proceso de
individuación corroyendo, así, la capacidad del mansa de aglutinar a los súbditos
alrededor de su voluntad. Mansa Monson, obsesionado con conservar el poder, sin
haber superado aún su desprecio por el Islam, detecta el potencial de este “pretexto”
para individuar a “sus hijos” y, mucho más avivado que su sucesor, empieza a
vislumbrar el peligro que supone para el status quo impuesto por los Segukaw a sus
vasallos:
Manson vacilaba porque era consciente de que el reino de Segu se parecía cada vez más
a un islote, rodeado de países conquistados por el Islam. Y la nueva fe no contaba solo
con inconvenientes … Al mismo tiempo el Islam era peligroso porque minaba el poder de
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testigo y guardián de la vida de los Traore (…) Al caer la noche, los espíritus de los
ancestros se ocultaban entre su follaje y velaban el sueño de los vivos” (Condé. 14).
Muhammad, hijo de Tiekoro, y Alfa, hijo de Alhadji Guidado, presencian la
muerte de Tiefolo y el grito de la Bara Muso de Tiefolo, “Alá ha matado a mi marido”
(Condé 497), desmitifica el Islam ante sus ojos: “De pronto habían comprendido
(Muhammad y Alfa) que no hay ningún Dios universal, que todo hombre tiene
derecho a adorar al que le plazca y que arrebatarle a su fe, piedra angular de su
vida, es Condénarlo a muerte” (Condé 497).
Los mansa empleaban una estrategia inclusiva para controlar a los sujetos; El
Hadj Omar empleaba una estrategia exclusiva, aquel que creyera en Ala no tenía
soberano en la tierra. Ambas visiones (el Islam y el régimen de verdad de Segu)
manipulaban los significados y los valores para tener sometido a los sujetos y ambas
se disputan, esencialmente, poder y territorio. La diferencia radicaba en que la
coerción manifiesta en el mansa era difusa en el Islam. Los rituales islámicos y su
erudición, sus procesos de exclusión y mecanismos de discriminación cuya finalidad
última la represión del cuerpo desarrollaban también resistencias en este cuerpo. En
esta batalla contra uno mismo, no hay vencedor ni vencido. El resultado es una
dualidad, una gnosis y cultura híbrida que acarrea una visión trágica, infinitamente
acongojadora, infinitamente perturbadora. El dilema humano que implica el cambio
de entorno religioso-cultural que Maryse Condé despliega en Segu va más allá,
simbólicamente, de los efectos en la psique africana, es extensible hasta el espacio
africano: deformado y distorsionado al igual que la psique africana. Segu es, pues, la
anatomía del desplome de un universo africano y contempla los aspectos micros (las
tensiones en la familia Traore) y los macros (las tensiones en la corte del mansa). El
hundimiento de Segu está representado de forma explicita en el destrozo del dubal
(ruptura de la continuidad con los ancestros en la unidad familiar) y la capitulación de
Mansa Demba ante Amadou Amadou (los ritos que sujetaban a los hijos al padre son
sustituidos y se procede a la ruptura entre el mansa y sus subditos). Antes de la
invasión definitiva liderada por El-Hadj Omar en 1861 Segu ya había dejado de ser
Segu.
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Esa es la lección política que se debe extraer, a día de hoy, de la novela de Segu en
un contexto en que “las buenas intenciones” (Ruiz-Gimenez, 2003) se multiplican
para con África.
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BIBLIOGRAFÍA
1
“Después de todo eres un escritor, un estudioso de la naturaleza humana” ( Wole Soyinka, 1986)
2
Este criterio consiste en analizar las relaciones funcionales entre la literatura y los procesos
económico-sociales o bien político-sociales, o socio-culturales, dentro del marco interpretativo. La
obra del escritor nigeriano Thomas Biyi-Bandele, El enterrador compasivo y otros sueños, estructura
literariamente la realidad y el destino de Nigeria, desde el punto de vista del pueblo.
3
Esta tesis es contestada-matizada por Marian Goslinga (Goslinga, 2001), que considera que la
producción literaria de Maryse Condé traza un recorrido que va desde la Negritud cesaireana hasta la
creolidad glissantiana, siendo la novela Segu el punto de inflexión. Sostengo, al igual que Adams
(Adams, 2003), que Maryse Condé es una autora panafricana en tanto que en el opúsculo
Globalization and Diaspora (Condé, 1998) sostiene que la globalización tiene un cara positiva para los
descendientes de africanos y africanos y es que permitirá que los limites de los distintos universos
negros se acerquen unos a otros. En palabras de Condé “In the best case scenario, [globalization]
means that the natural and linguistic borders of black communities across the world could expand …
Globalization in the third Millenium is perhaps a means of reviving the lost dream of unity” (Condé,
1998). Segu, como sostiene Anthea Morrison puede ser visto como el fin del intento de redescubrir
“The Mother/fatherland” y la aceptación de “The New World Identity”, pero en modo alguno como el
rechazo de la utopia panafricanista por parte de Maryse Condé.
4
Un trabajo ilustrativo sobre las formas afrolocalizadas de escribir es African Modes of Self-Writing
(2002), de Achile Mbembe.
5
“In a conference on Franz Fanon at U.C: Berkeley in May of 1992, Maryse Condé described her view
of a writer as that of a ‘contemporary griot.’ She suggested that we may be over reliant on ideas of the
writer as manufacturer of revolutionary ideology and that viewing the writer as griot might be more
appropiate” (Chinosole, 1995).
6
Maryse Condé llegó a decir “After Segu … I had decided never write about Africa again because the
book was so terribly received by Africans and Africanist”. (Condé, citada por Anthea Morrison, 2001).
Afortunadamente, no cumplió su promesa y volvió a recrear historias en África.
7
Un trabajo excelente que recoge las motivaciones de la producción literaria de Maryse Condé es el
de Wangari Wa Nyatetu-Waigwa, “From Liminality to a Home or Her own? The Quest Motif in Maryse
Conde´s Fiction”. (Wa Nyatetu-Waigwa, 1995).
8
“Condé´s literature hopes to be therapeutic” (Nesbitt, 2003).
9
Esa coherencia está más que acreditada en tanto que la novela fue aceptada como tesis doctoral en
un programa de doctorado en historia de la Universidad de Berkeley.
10
Mongo Beti, Chinua Achebe y Ngugi Wa Thiong son autores que han abordado magistralmente ese
tema.
11
“Segu se encontraba en la cima de su Gloria (…) La guerra era el nervio de su poder y de su gloria”
(Condé.17 ) “Toda su persona (Manson Diara) inspiraba respeto y terror, como si la realeza usurpada
por su padre, Ngolo, a los descendientes de Biton Kulibali. Hubiera encontrado legitimidad en él”
(Condé 18)
12
“La Macina de Amadou Amadou practicaba la mwalata con el reino del mansa Demba para tener
acceso a la fortuna que este poseía” (Condé 495).
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13
Centrándose en la personalidad africana poscolonial Achile Mbembe, en la línea de la asunción que
sostenemos, ha escrito: “What defines the postcolonized subjects is the ability to engage baroque
practices fundamentally ambiguous, fluid, and modifiable” (Mbembe, 2001)