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• Rubí Picazo
Preámbulo
El trayecto hacia el hospital se me hizo eterno. Aunque ya antes había hecho el mismo
recorrido, esa vez parecía diferente, más pesado. Recargué la cabeza en la ventanilla
del taxi que me transportaba y vi cómo el cielo adquiría tonalidades cada vez más os-
curas, presagio de la tormenta que se avecinaba.
Desde que mi hermano mayor me llamó para decirme que la salud de nuestra madre
había empeorado y que los médicos no daban esperanzas, me aferré a la idea de que
se trataba sólo de una crisis y que la superaría; ya antes había sucedido. Pensaba que,
cuando mi madre saliera del hospital, podría llevarla a aquella playa que tanta ilusión
le hacía y caminar a su lado diciéndole todo lo que entonces quería expresarle: que
la amaba, que la necesitaba, que nunca más la abandonaría. Recordé ese viejo refrán
que reza: Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido; al tiempo que una escuálida
lágrima surcaba mi mejilla. El conductor, que desde hacía rato me miraba de reojo por
el retrovisor, no se atrevió a preguntar qué me pasaba y agradecí que no lo hiciera; lo
menos que quería, en ese momento, era iniciar una charla hacia ninguna parte.
Llegamos al hospital y bajé del taxi sin siquiera cerrar la puerta. Corrí a la recepción
donde me indicaron el número de cuarto en el que se hallaba mi madre; aunque, estoy
segura de que, si no me lo hubieran dicho, de cualquier manera hubiese dado con
su ubicación. Allí estaba ella, con su hermoso rostro de matriarca angelical que con-
trastaba con lo ausente de su mirada. Ni siquiera me reconoció cuando me acerqué y
le susurré al oído ¡Aquí estoy mamá! Apenas, la tarde anterior, habíamos festejado el
Día de las Madres y ella sonreía despreocupada, sin saber -o quizá sí- que ese sería el
último momento de lucidez al lado de su familia. Primero fueron las pesadillas, luego
vinieron los delirios que la orillarían a un precipicio sin camino de vuelta. Los médi-
cos habían tenido que sedarla; por eso, cuando tomé sus manos, tampoco respondió a
mis caricias.
Me resistía a aceptar que aquella mujer sonriente, a la que tanto le gustaba bailar,
cocinar y regar las plantas, ahora estuviera ahí, inerte en una cama de hospital, mien-
tras su vida se diluía como una acuarela bajo la lluvia. La cirrosis le había devastado el
hígado y los ríñones. La piel traslucida dejaba al descubierto la delgadez de sus venas
y el planisferio de hematomas que se le dibujaba por todo el cuerpo. Sin dejar de acari-
ciarla, pensaba en lo vulnerables que somos y en lo impredecible de la vida.
Los minutos que siguieron fueron eternos, desesperadamente eternos. Sentada, con
la cabeza entre las rodillas, lloré, recé e imploré por un milagro. En mi desesperación
incluso, reclamé al universo por haber permitido que la enfermedad atacara tan
rápida y devastadoramente a mi madre. Sólo cuando mi represa quedó casi vacía de
tanto llorar pude encontrar un poco de calma y, en silencio, me dirigí a Dios. Le pedí
que perdonara mis errores y mi soberbia ante la vida, le prometí cambiar y estar más
pendiente de mi madre.
En eso estaba cuando el bullicio que llegó desde el pasillo me sacó de mis cavilaciones.
Levanté la mirada y descubrí que los médicos que atendían a mi madre abandonaban
la habitación, haciendo ademanes que no logré descifrar. Justo, en ese momento, mi
hermano salió del ascensor y, al ver la escena, me hizo una seña con la mano para que
permaneciera donde estaba; fue él quien se acercó a platicar con ellos.
Sentí que un abismo se abría bajo mis pies y un miedo bestial se apoderó de mí. Con
los dedos entrelazados, me hundí en lo más profundo del sillón, repitiendo, una y otra
vez ¡Perdóname, mamá!, ¡no te vayas!, ¡te necesito! Unos minutos después, regresó mi
hermano, se detuvo en la entrada de la sala y permaneció en silencio con la mirada
clavada en el piso. La gélida expresión de su rostro lo decía todo: mi madre se había
ido para siempre.
Fue un golpe demoledor. Grité, aullé, berreé. Me negaba a aceptar que eso realmente
estuviese sucediendo. Mi corazón latía tan fuerte que pensé que me estallaría. Entré
en shock y me desvanecí en el sillón, perdiendo, por un instante, la conciencia.
Cuando volví en mí, sentí una profunda y dolorosa sensación de vacío; supe que,
desde ese momento, mi vida nunca más sería la misma. Afuera comenzó a caer una
de las primeras y más abundantes lluvias de aquella primavera de 2015..
A esas alturas, era evidente que estaba repitiendo patrones de conducta heredados
de mi madre: una creciente adiccion al alcohol y a la codependencia. Fueron tiempos
difíciles en los que tuve la sensación de estar cayendo por un tobogán oscuro y sin
fondo hasta que, el único amigo verdadero que me quedaba, preocupado por la ma-
nera en la que estaba llevando mi vida, me propuso cambiar de residencia y comenzar
de cero. No tenía nada qué perder y ninguna cosa me retenía en San Juan del Río, así
que acepté.
Con lo que cupo dentro del maletero, viajamos a la ciudad de Querétaro. Nos ins-
talamos en un pequeño departamento cerca del centro y, de inmediato, comencé a
buscar trabajo. A los pocos días, me citaron en una firma de administración empre-
sarial, donde valoraron mi experiencia en el ramo y me contrataron por un periodo
de prueba. Mi entusiasmo y dedicación no pasaron desapercibidos para los directivos
y pronto me ofrecieron un contrato indefinido. Las cosas, por fin, parecían tomar un
buen rumbo.
Semanas más tarde, regresamos a San Juan del Río para recoger el resto de cosas que
había dejado encargadas. Salimos temprano con la idea de que nos rindiera el día y
pudiéramos regresar antes del anochecer. Aprovechando que él manejaba, me dedi-
qué a admirar el maravilloso lienzo azul que se dibujaba en el cielo, apenas salpicado
de unas discretas nubes en el fondo, que inyectaba un aire de tranquilidad a la monó-
tona rectitud de la carretera.
Todo parecía perfecto esa mañana hasta que, intempestivamente, otro auto nos
embistió. Debió ir a más de doscientos kilómetros por hora porque no nos dio tiempo
de advertir su presencia. Sólo escuchamos el estridente rechinido de las llantas y
después sentimos un golpe seco que nos hizo girar sobre nuestro propio eje -en un
tiempo desfasado, como una escena de la película Mátrix, alcancé a ver el rostro
descompuesto de mi amigo y las bolsas de aire que emergían de los compartimentos;
cerré los ojos y pensé que era el fin-; nos estrellamos contra el muro de contención. El
impacto mayor lo recibimos del lado del copiloto, donde yo viajaba.
En un inicio, fueron más las dudas y los cuestionamientos que la alegría de saber que
un pequeño ser comenzaba a formarse dentro de mi vientre. Nunca antes me había
pasado por la cabeza la posibilidad de convertirme en madre. No estaba preparada, ni
creía tener la capacidad para hacerme cargo de una responsabilidad de tal dimensión.
Sentí el peso de una catedral gótica caer sobre mis hombros. ¡Qué iba a hacer!
Fueron los meses más largos y difíciles de mi vida, mismos en los que tuve que lidiar
con el duelo por mi madre, los achaques del embarazo y la frustración ante la falta
de dinero. Lloraba todos los días y a todas horas; además, la obligada abstinencia del
alcohol me crispaba los nervios de tal manera que llegué a tener pensamientos sui-
cidas. No entendía por qué me pasaban esas cosas, por qué mi vida había cambiado
tanto y en tan poco tiempo... ¿Por qué? Esa era la pregunta que se repetía en mi cabeza,
una y otra vez, como el picoteo de un pájaro carpintero tratando de romper la corteza
del árbol.
Cuánta falta me hacía mi madre. Sin duda, ella, con su inconmensurable amor, me
habría ayudado a llevar de mejor manera mi embarazo y me habría enseñado a trans-
mitirle ese mismo amor a mi hija. Pensaba en mi madre sin sospechar la sorpresa que
me deparaba y que me sacudiría de pies a cabeza.
Me di cuenta de que nada ocurre por casuaüdad. Los mensajes del universo están
siempre frente a nosotras, pero debemos tener el corazón abierto para verlos. Debe-
mos saber que, por cada situación difícil, la vida nos devuelve una enseñanza para
fortalecer nuestro espíritu. Sólo entonces entendí que todo en la vida tiene un propó-
sito y que los tiempos de Dios son perfectos.
Este libro lo he escrito pensando en ti. Porque quiero compartir contigo las herra-
mientas que me han permitido reinventarme y convertirme en la mujer que soy
ahora. Quiero que descubras la poderosa energía del amor propio y que te atrevas a
tomar las riendas de tu vida y llevarla por un horizonte de prosperidad, abundancia
y amor. También te invito a que te asomes a lo que hacemos en Tribu de Amor y que
conozcas a otras mujeres que, como tú, desean y han logrado conectar con la energía
más poderosa del universo: el amor propio.
¿Qué es el amor?
Este libro trata sobre el impacto del amor propio en nuestro desarrollo personal, en
la manera en que interactuamos con las demás personas, y en cómo afrontamos las
distintas situaciones que se nos presentan cada día. En las siguientes páginas, te
comparto mi experiencia personal y las herramientas básicas que me han permi-
tido transformar mi realidad y darle un sentido positivo a mi vida. Deseo que estas
herramientas te ayuden a iniciar un cambio de paradigmas hacia la filosofía del
merecimiento y la abundancia. A lo largo del libro, te plantearé algunas preguntas y
te propondré algunos ejercicios prácticos. En este sentido, permíteme comenzar con
dos de ellas: Para ti, ¿qué es para el amor7 y ¿estarías dispuesta a amar a una persona
desconocida, alguien con quién nunca has tenido relación y de quien no sabes práctica-
mente nada?
En este primer capítulo, te hablo sobre la definición de amor que aplico en las
decisiones que tomo en todos los ámbitos de mi vida y en mi relación con las demás
personas: hija, pareja, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, conocidos, desco-
nocidos, etcétera.
Atraigo el a m o r a mi v i d a
Sin embargo, las creencias, principios y valores que nos imponen desde la infancia
nos alejan de nuestro ser interior y, paulatinamente, vamos adoptando una inter-
pretación de la realidad muy distinta a nuestra verdadera esencia. Este abandono de
nuestro ser va dejando tatuadas, en nuestra memoria, ciertas heridas que influyen de
manera determinante en nuestro comportamiento durante las subsecuentes etapas
de la vida. De hecho, nuestro entorno y la perspectiva que las demás personas tienen
de nosotras no es sino el reflejo de nuestro interior.
Tal vez te has sorprendido al descubrir que aquello que las personas más juzgan, criti-
can o reclaman de ti, es lo mismo que tú más juzgas, reclamas y criticas de ellas. Esto
sucede porque atraes todo aquello que está en tu misma frecuencia energética. Si ésta
es débil y negativa, con seguridad atraerás personas y situaciones negativas. En otro
sentido, cuando, de manera sincera, le trasmites a alguien tu cariño y le haces sentir
que te importa, estás adentrándote en el campo energético del amor. Por ejemplo,
cuando realizas una buena acción con cualquier persona, sin importar si la conoces
o no, te estás conectando con una energía positiva sin siquiera reparar en que estás
realizando un acto de amor. El filósofo Martín Buber afirma que uno no puede forzarse
a sentir amor por otra persona, pero sí puede dirigirse a esa persona de manera amorosa.
La energía del amor es tan poderosa que, con pequeñas acciones de amor, podríamos
cambiar el mundo.
Todas las personas emitimos vibraciones constantes que, como señala Michael
Losier, experto en programación neurolingüística, pueden ser positivas o negativas,
y alimentarse de nuestros pensamientos y emociones; por eso, las personas atraen
aquello en lo que se fijan. De ahí la importancia de reestablecer nuestro diálogo interno
y sanar la relación con nosotras mismas para así fortalecer nuestro amor propio y lo-
grar que nuestro ser vibre de manera positiva y en una frecuencia cada vez más alta.
En la medida en que nos amamos, podemos brindarles amor a los demás; ya sea
nuestra pareja, hijos, amigos, compañeros de trabajo, o cualquier persona con la que
tengamos o no relación. En este proceso de aprendizaje, cada persona evoluciona a su
ritmo y de acuerdo con el conocimiento que va alcanzando de sí misma. Te aseguro
que, una vez que aprendes a amarte, no existe fuerza que te detenga.
El amor incondicional
(ElsaPunset)
El concepto de amor es polisémico; lo que quiere decir que tiene diversas definiciones.
No obstante, de manera habitual se le relaciona con la afinidad entre seres, determi-
nado desde diferentes formas según sus ideologías y puntos de vista. Se trata de un
sentimiento vinculado con el afecto y el apego que es, al mismo tiempo, resultante
y productor de una serie de actitudes, emociones y experiencias. Desde la filosofía,
el amor se entiende como una virtud que representa todo el afecto, bondad y com-
pasión del ser humano. Pero, más allá de estas acepciones, quiero compartirte cuál
es, desde mi experiencia y conocimiento vivencial, el concepto de amor al que he
llegado.
La palabra AMOR viene del llamado a mamá. Desde tribus ancestrales y hasta nues-
tros días, el vocablo ama o má ha sido utilizado para llamar a nuestra progenitora.
Cuando llamamos a mamá, estamos llamando al amor; es decir, estamos reclamando
la protección, cuidado, aceptación, respeto y reconocimiento de nuestra madre. Todo
lo que representa para nosotras la figura materna está contenido en ese llamado:
ama-amo. Después, viene el sufijo or, que aporta el sentido de cualidad y efecto.
AMA-O + OR = AMOR
Quizá te estés preguntando si existen distintas maneras para amar a cada persona. La
respuesta es No. El amor siempre es el mismo, es la misma energía; lo que cambia es
la forma en la que entregamos ese amor. Lo que yo llamo la cajita de regalo del amor.
Esa cajita representa el grado de compromiso que tenemos con cada persona. Por
ejemplo:
• A mi pareja. La cuido, la reconozco y la acepto como es; procuro brindarle
seguridad y hacerla sentir amada; la respeto y respeto su individualidad.
Mi compromiso con ella es el de compartir nuestras vidas, formar una fa-
milia y disfrutar de nuestra compañía mutua.
• A mi mejor amiga. La cuido, la reconozco y la acepto como es; procuro
brindarle seguridad y hacerla sentir amada; la respeto y respeto su indivi-
dualidad. Mi compromiso con ella es el de compartir momentos especia-
les, apoyarnos y disfrutar de nuestra compañía mutua, siempre que las
posibilidades y prioridades lo permitan.
Con esto quiero transmitirte que la energía del amor siempre es la misma, sólo que no
podemos desdoblarnos en un mismo tiempo, por eso establecemos niveles de priori-
dad, lo que no significa egoísmo sino seguridad en nuestras decisiones.
En el caso de las relaciones de pareja, es necesario que observes dos cosas que están
vinculadas. En primer lugar, debes tener cuidado de no confundir amor con enamo-
ramiento -del cual te hablaré más adelante- porque son sentimientos distintos. En
segundo lugar, el amor no debe estar condicionado al cumplimiento de estereotipos o
requisitos que debe cumplir la pareja idealizada: aspecto físico, nacionalidad, condi-
ción social, ideas, religión, etcétera.
Pero no olvides que el amor más importante de nuestra vida es el que sentimos por
nosotras mismas. Cuando entendí esto, me enfoqué en los siguientes aspectos:
El enamoramiento
ENAMORA + MIENTO
Esto no significa que sea una mentira o que la emoción que sentimos cuando conoce-
mos a alguien y disfrutamos de su compañía sea falsa. Lo que intento decirte es que
esta etapa se sustenta, sobre todo, en ilusiones que, por lo general, tienen una dura-
ción relativamente corta. Los enamorados ven a través de un lente mágico que hace
que todo se perciba románticamente perfecto y resaltan las virtudes y cualidades del
ser amado, minimizando sus defectos y errores.
La codependencia
Para reforzar lo abordado hasta aquí, te propongo el siguiente ejercicio: Con las pala-
bras de la lista que aparece enseguida, y que corresponden a características del amor
incondicional, el enamoramiento y la codependencia, completa las columnas. Al final
de la página, encontrarás el orden correcto.
Cuidado Angustia
Alegría
Protección Suposiciones
Ansiedad
Amor: decisión, incondicional, cuidado, aceptación, reconocimiento, protección, seguridad, pertenen-
cia, respeto, libertad.
Apego: adiccion, miedo, angustia, control, suposiciones, depresión, expectativas, celos, maltrato.
Capítulo 2
¿Qué es el ego?
En un periodo de mi vida, cuando intentaba abrirme al amor o demostrarle a alguien
que me importaba, lejos de ser correspondida, parecía que las personas ponían ba-
rreras o se alejaban sin que existiese una causa aparente. Incluso, estando en alguna
relación de pareja, me enfrenté a engaños, malos tratos, indiferencia y abandono,
hasta que entendí que mi falta de seguridad y amor propio eran aprovechados por un
ente que habita dentro de todas las personas: el ego.
El ego se oculta detrás del ardor de los celos y del envalentonado orgullo. Es ese
diabüto que nos acompaña desde la infancia y que, al paso del tiempo, se fortalece
conforme nos protege de los daños o sufrimientos que vivimos en el pasado. Ese dia-
blito nos susurra al oído la manera en la cual debemos reaccionar en cada momento y
circunstancia. Es la respuesta reactiva a nuestro exterior; por ejemplo:
El ego también es victimista: siempre está buscando culpar a los demás, al entorno y
a las circunstancias de lo que nos sucede. Supongamos que estás haciendo una dieta
que sabes que es benéfica para tu salud, pero, de pronto, la interrumpes, o de plano la
abandonas. En realidad, quien te convenció de tomar esa decisión fue el ego que te su-
surró: No te preocupes, la retomas después -aunque sepas que será difícil que lo hagas-.
El ego tira la piedray esconde la mano; o sea, te induce a tomar malas decisiones pero
te hace creer que eres tú quien decide.
Tal vez te estés preguntando qué hacer para eliminar al ego y que no afecte tu vida;
bien, eso lo platicaremos más adelante. Por ahora, me interesa que te quede claro algo
muy importante: ¡el ego no eres tú, no es tu ser real, no es tu verdadera esencia!
Para ganarle la batalla al ego necesitamos ser más inteligentes que él, estudiarlo con
cuidado, analizar sus movimientos, sus mañas, sus trucos; descubrir sus fortalezas
y debilidades para luego plantear la mejor estrategia de contraataque. Si conocemos
al enemigo y nos conocemos a nosotras mismas, no debemos temer el resultado de cien
batallas. También es necesario que asimilemos cuáles son los tres elementos que
componen al ser humano: cuerpo, mente y alma. Para tener una vida equilibrada, es
vital que éstos estén en perfecta armonía.
Todas entendemos qué son el cuerpo y la mente; y, en general, sabemos qué hacer
para cultivarlos. Pero, ¿sabemos qué es el alma? Se trata de un ente inmaterial que no
podemos ver, ni palpar ni oler, pero lo llevamos dentro de nosotras. Es la esencia que
forja nuestra identidad e individualidad y nos hace únicas. Vive dentro del amor ver-
dadero e incondicional y es el epicentro de nuestro potencial.
A diferencia del ego, que se expresa mediante el uso de nuestra mente lógica y racio-
nal, basándose en los cinco sentidos, por lo que su enfoque es básicamente material,
el alma se manifiesta mediante la intuición, los sueños, la alegría; es esa otra vocecita
de tono más suave que nos hace confiar en nosotras mismas. Es nuestro centro neu-
rálgico e infinito que nos permite percibir la vida desde una dimensión más allá de lo
meramente racional o material.
Cuando descubrí esta dicotomía, me volví más observadora de mí misma, de mis
emociones, de mis pensamientos, de mi forma de actuar. Poco a poco, aprendí a
tomar decisiones desde el amor y no desde el miedo. Pude darle un giro radical a mi
vida y a la manera en la que me relacionaba con los demás. Me di cuenta de que todas
las personas tienen su propio ego que -falsamente- las protege, aunque quizá no lo
sepan.
Para ganarle la batalla al ego, lo primero es aceptar que él habita dentro de nosotras;
reconocer que, en ciertos momentos, ha logrado controlar nuestros pensamientos y
decisiones, llevándonos a instantes de ansiedad y estrés; que nos ha manipulado para
cumplir sus caprichos y renunciar al amor y a la felicidad que merecemos. La manera
de combatirlo es fortaleciendo nuestro amor propio y tomando nuestras propias de-
cisiones desde un plano positivo.
Cuando hemos reconocido que el ego vive dentro de nosotras, debemos saber que él
nunca se irá. El ego es un contrincante permanente en el juego de la vida, de tal ma-
nera que debemos aprender a convivir con ese diablito, escucharlo y responderle que
nunca más dejaremos que influya en nuestras decisiones. Es momento de hacernos
responsables de nuestra propia realidad y tomar acción desde el amor.
Recuerda que, cuando alguien nos juzga o crítica y eso nos provoca una sensación de
enojo, de cierta manera es el reflejo de nuestro ego que se empeña en entrometerse y
boicotear nuestras reacciones. No permitas que este enemigo del amor siga alejando
de tu vida a las personas que te importan; evita que imponga sus mañas y te haga
dudar cuando decidas relacionarte con quien tú quieras, empezando por ti misma.
Entre más fuerte sea tu amor propio, mejor será la proyección de tu interior.
En la medida en la que te conectes con tu alma, el ego permanecerá quieto en su
rincón. Tú eres un ser infinito y tu verdadera esencia está llena de la energía más po-
derosa del universo: el amor.
¿Elijo el m i e d o o el amor?
El miedo es una de las armas más poderosas del ego; produce alteraciones en nuestro
ánimo ante riesgos inminentes o daños imaginarios. El psicólogo Karl Albrecht
afirma que algunos de nuestros miedos tienen un valor de supervivencia básica; otros, sin
embargo, son reflejos que pueden ser debilitados o reaprendidos. El miedo provocado por
el ego pertenece a esta segunda categoría; es decir, se forma en nuestra mente: miedo
a la pérdida, miedo al fracaso, miedo a que nos hieran y, claro, miedo a la muerte que,
por lo general, es el que causa mayor angustia y afecta todos los aspectos de nuestra
vida. Este tipo de temor nos lleva a generar pensamientos derrotistas -no puedo, no
merezco- que nos paralizan.
En una conferencia que impartí hace tiempo, una chica me preguntó qué hacer para
aprender a tomar buenas decisiones y no culpar a los demás por los errores propios. La
respuesta -le dije- la encontramos al observar desde dónde estamos tomando las de-
cisiones: ¿desde el miedo o desde el amor? Sucede que muchas veces decidimos desde
el miedo al qué dirán, al rechazo o al ridículo; desde el miedo a no agradarle a nuestra
pareja, a nuestro jefe, a nuestras amigas; desde el miedo a no ser lo suficientemente
importantes, divertidas o inteligentes. De manera consciente o inconsciente, condi-
cionamos nuestras decisiones a partir del miedo.
Pero, ¿qué pasaría si nos hacemos responsables de tomar nuestras propias deci-
siones?, ¿qué sucedería si no nos dejáramos manipular por el ego y decidiéramos
nuestras acciones desde el amor? En definitiva, los resultados serían diferentes, se-
rían armoniosos y positivos.
Supongamos que quieres comprar un nuevo auto; tu decisión puede estar determi-
nada por el miedo a ser rechazada por no tener uno similar al que tienen las personas
con quienes convives o, bien, porque quieres tener una mejor y mayor movilidad,
sintiéndote más segura al transportarte. En ambos casos, estarías comprando ese
nuevo auto, pero el propósito sería distinto. ¿Te das cuenta? Por eso, cuando tomamos
decisiones a partir del miedo, los resultados de éstas suelen desilusionarnos o durar
poco, pues las hacemos pensando en complacer a los demás y no a nosotras mismas.
Ahora que sabes esto... ¿Desde dónde decides continuar tu día o retomar el rumbo de
tu vida? ¿Desde el amor o desde el miedo?
Valoro mi soledad
Qué potente mensaje, ¿no te parece? Muchas obras de arte, libros, canciones, carreras
deportivas, e infinidad de proyectos, se han generado desde el espacio creativo de la
soledad. El mismo Arthur Schopenhauer decía que la soledad es el destino de todos los
espíritus excelentes.
Pese a ello, muchas mujeres y hombres se lamentan por estar solos o por no tener
una pareja. No se dan la oportunidad de hacer una pausa, respirar y disfrutar de los
beneficios de la soledad. Estas personas necesitan estar en compañía de alguien para
sentirse felices y, a veces, cuando encuentran una pareja, tienden a quejarse porque
ésta no llena sus expectativas.
Cuando, por fin, entendí que, para ser amada o amar a alguien más tenía que comen-
zar por amarme a mí misma, todo cambió. Comencé a valorar mi propia compañía,
mi espacio de soledad, y a mí misma.
Quiero compartir contigo algunas técnicas básicas que apliqué para aprovechar mis
espacios de soledad y ser feliz. Mas no te confundas, no se trata de descartar la vida en
pareja; por el contrario, mi propósito es ayudarte a consolidar tus relaciones a partir
de la toma de decisiones conscientes, reflexivas y amorosas. No desde los miedos que
pudieras venir arrastrando.
A p r e n d o a cerrar c i c l o s
El cierre de ciclos significa eso: desprenderse del pasado y poner en perspectiva cada
experiencia, tomar lo que nos sirve para evolucionar y dejar atrás aquello que pudiera
convertirse en una carga innecesaria. Imagina que vas navegando en un barco por el
Atlántico y, cada tanto, arrojas una pesada ancla al mar; lo que va a suceder es que, en
algún momento, tú barco no podrá moverse más, a menos que las cortes. Pues bien,
los ciclos que vamos dejando abiertos son esas anclas que nos impiden avanzar en la
vida.
Les llamamos ciclos a las diversas etapas, acontecimientos o vivencias que experi-
mentamos: una relación, el fin de un ciclo escolar, un trabajo, una carrera deportiva,
un cambio de casa, un duelo, etcétera. Para lograr cerrar ciclos, requerimos mantener
controlado al ego y enfrentar, con entereza, el miedo, el dolor, el rencor, la culpa, el
victimismo y, de ser necesario, perdonar. Cuando cerramos un ciclo, debemos prepa-
rar el terreno para el arribo de algo nuevo: Nadie corta un pedazo de vestido nuevo para
remendar uno viejo. La clave para cerrar ciclos es la aceptación y la liberación; aceptar
que ese acontecimiento ya no está más en nuestra vida y situarnos en el presente. En
otras palabras, se trata de liberarnos de las ataduras del pasado.
Sucede lo mismo en los demás ámbitos de nuestra vida. Si en un anterior trabajo las
cosas no salieron como hubiésemos querido, o pasamos por una mala experiencia, es
posible que tengamos miedo de que, en nuestro próximo trabajo, suceda algo similar.
Lo que tenemos que hacer es cerrar ese ciclo, aprender de lo bueno y lo malo de esa
experiencia, confiar en nuestras capacidades y decretar que el siguiente ciclo laboral
será mejor.
Uno de los temas en los que más hemos podido ayudar a la comunidad de Tribu de
Amor es a cerrar ciclos. Las historias de sufrimiento y dolor por haber terminado una
relación de pareja, la pérdida de un ser querido, o porque les despidieron de un lugar
donde llevaban años trabajando, son recurrentes. Las preguntas comunes son: ¿Cómo
lo supero? ¿Qué puedo hacer para perder el miedo y recuperar la confianza? ¿Es posi-
ble comenzar de nuevo? La respuesta a éstas y otras preguntas es clara: aprendiendo a
cerrar ciclos.
Aquí te esbozo los 7 puntos que aplicamos en Tribu de Amor para cerrar ciclos y prepa-
rar el terreno para recibir cosas nuevas y abundancia.
5. Perdonar. Éste es uno de los pasos más importantes del proceso para
cerrar círculos. Consiste en un cambio de conductas y pensamientos
negativos, conscientemente dirigidos en contra de quien nos ha hecho
algún daño -incluso nosotras mismas-, sustituyéndoles por acciones
positivas. El perdón implica, sobre todo, un acto de liberación para quien
perdona. Representa romper con el pasado y asumir la responsabilidad
del presente. Aquí siempre recuerdo la frase de Martin Luther King: El
que es incapaz de perdonar, es incapaz de amar, o como dice El Principito,
es poner decididamente la inteligencia al servicio del amor. Al perdonar,
nos liberamos de emociones negativas y aumentamos nuestra capacidad
de decisión desde la perspectiva del amor. Pero el perdón también puede
estar dirigido a nosotras mismas, ya que solemos autoflagelamos o adop-
tar actitudes victimistas a consecuencia de malas decisiones o errores
que cometemos, incluso, sin haber tenido responsabilidad: Por mi culpa
se cayó el proyecto... Yo tuve la culpa de que me dejara... Si lo hubiera hecho
mejor, no estaríamos así. Para superar esas experiencias y estar en paz con
nosotras mismas es necesario perdonarnos. Tú y sólo tú tienes el poder de
hacerlo y seguir avanzando.
6. Agradecer. La gratitud es una de las emociones que nos llenan de energía
positiva y nos hacen más felices. Existen dos tipos de agradecimiento:
el condicionado, que surge como reacción a algo que recibimos o cuando
alcanzamos una meta establecida; y el incondicionado, que se practica en
cada momento y en todo lugar, sin requerir que ocurra algo especial, sólo
se agradece por lo que se tiene y que muchas veces se da por sentado. La
gratitud es una actitud ante la vida y un valor que se fortalece cada vez
que lo practicas. Cuando cerramos un ciclo, también es preciso agradecer
la oportunidad de haber vivido esa experiencia y sus enseñanzas: por
haber amado, por la fortuna de experimentar y de equivocarse. Cuando
sientas la necesidad de agradecer por algo, repite con amor: ¡Gracias,
gracias, gracias! Haz, de este principio, un hábito cotidiano y permanente
en tu vida. Existe una vieja canción que habla de esto y que, de vez en vez,
me gusta escuchar: Gracias a la vida; la cual, en una parte, dice: Gracias
a la vida que me ha dado tanto / Me dio dos luceros que, cuando los abro, /
perfecto distingo lo negro del blanco /y en el alto cielo su fondo estrellado /y
en las multitudes al hombre que yo amo.
7. Amarte. La llave que le cierra la puerta al pasado es el amor propio.
Para lograr cerrar ciclos es indispensable amarnos incondicionalmente.
Cuando el ego nos lleva por el pantanoso camino del miedo, la angustia,
la depresión, la codependencia, el odio o el resentimiento, es porque no
nos amamos y dejamos que él decida por nosotras. En cambio, cuando
nuestro amor propio está fortalecido, nada ni nadie, por muy diablo que
sea, podrá evitar que avancemos en armonía hacia horizontes hermosos
y llenos de amor. En la película Angel-A encontramos un extraordinario
ejemplo a través del diálogo entre Ángela -un ángel caído- y André, a
quien le pasan todo tipo de desventuras y que no cree ser interesante.
Angela le dice que sí que lo es, que es apuesto e inteligente, sólo que él no
quiere verlo ni mostrarlo. Para comprobarle que lo que dice es cierto, lo
pone frente a un espejo y le hacer ver lo bello de su rostro y la ternura que
proyectan sus ojos: Mira tu cuerpo, abatido por la falta de amor y confianza
¿No ves que merece un poco de cuidado? Dile lo importante que es, el valor
que tiene. Dale lo que merece. Después de esto, André es capaz de abrirse al
amor propio. Recuerda que, en la medida en que nos amemos a nosotras
mismas, podremos amar a los demás. Óscar Wilde decía: Amarse a sí
mismo es el comienzo hacia un romance eterno. Decídete a iniciar la aven-
tura amorosa más importante de tu vida.
Confío en que estos 7 pasos básicos te servirán en tu proceso de cierre de ciclos.
Practícalos, ámate y conviértete en una experta en el arte de cerrar ciclos. Si quieres
adentrarte en el tema, no dudes en acercarte a la comunidad de Tribu de amor.
Capítulo 3
Todas s o m o s d i o s a s del a m o r
(Frida Kahlo)
Un momento decisivo en mi vida fue cuando descubrí que la razón por la cual no ge-
neraba buenas relaciones personales, no encontraba un trabajo que me hiciera sentir
plena, y que el dinero no fluyera de la manera que quería, era la falta de amor propio.
Esta carencia afectiva me había llevado por un camino erróneo, culpando a todo y a
todos por lo que me pasaba, poniendo cualquier excusa para no hacerme responsable
de mis decisiones. A partir de ese hallazgo, reforcé mi entrenamiento en desarrollo
personal con el propósito de fortalecer el amor por mí misma y comenzar a crear la
vida que tanto deseaba.
Una de las primeras cosas que asimilé fue que el amor propio, al igual que la felicidad,
no es una meta sino un proceso y una decisión continua. No es como llegar a un sitio
y luego tratar de mantenerse ahí; puede y debe ser una evolución constante y cada
vez más profunda. Durante ese proceso de aprendizaje, fui desarrollando 6 pasos
básicos para comenzar a fortalecer el amor propio, mismos que te comparto con el
deseo de que te sean de utilidad y puedas adaptarlos a tu propia experiencia.
Una de las cosas que disfruto hacer al despertar es verme en el espejo y decirme
palabras hermosas y motivantes: ¡Eres extraordinaria! ¡Eres bellay alegre'. ¡Eres quien
tendrá ungran día hoy! Busco palabras o frases con las que me identifico y que me
hacen sonreír; cuando sonrío, entonces busco otras palabras que resalten la belleza de
mi sonrisa -y así, en lo sucesivo-,
A veces, quisiéramos que otras personas nos dijeran ciertas palabras, ¿verdad?; pues
justo esas palabras son las que podemos decirnos frente al espejo. Puedes comenzar
expresando lo mucho que te quieres, lo guapa que te encuentras -aun y cuando no
estés maquillada-, regalándote una sonrisa... o dos o cuatro. Sentirás cómo empieza
a emanar de tu interior la seductora fragancia del enamoramiento y percibirás ese li-
gero cosquilleo recorriendo tu espalda mientras un tenue rubor colorea tus mejillas.
Para modificar nuestra programación mental debemos comenzar por entender que
los errores son parte de la vida. Esto no significa que debamos conformarnos, sino
que aceptemos, perdonemos y aprendamos de ellos para transformarlos en experien-
cias positivas. Se trata de encontrar una evolución honesta y firme a partir de las en-
señanzas de la vida y no sólo de una perfección superficial.
Todas las personas valemos por lo que somos, lo que sabemos, lo que podemos hacer
y transmitir. Tú: ¿Cuánto te valoras? ¿Cuánto valoras tu mentalidad, tu inteligencia,
tu experiencia, tu visión de las cosas? ¿Cuánto valoras tu historia, tu alegría, tu ener-
gía? ¿Cuánto valoras tu tiempo? Todas estas cosas - t u inteligencia, tu experiencia, tu
tiempo- hacen de ti una mujer valiosísima; por lo tanto, debes colocarte en el lugar
que te corresponde y aprender a decir SÍ cuando las circunstancias te favorezcan y te
hagan justicia, y a decir NO cuando no te valoren como mereces.
De eso se trata el valor personal, de rechazar todo lo que esté por debajo de nuestro
verdadero valor. Imagina que eres tú quien asiste a una entrevista de trabajo: te
acaban de describir las actividades que tendrás que desempeñar, el horario, el sueldo
y demás condiciones laborales; la persona que te está entrevistando te observa con
detenimiento mientras espera tu respuesta. En ese momento, tú te preguntas in-
ternamente: ¿Esto es lo que quiero? ¿Las condiciones son justas para mí? ¿Quiero
colaborar con este equipo? Cualquiera que sea la respuesta que le des al entrevistador
reflejará la seguridad que tienes en ti misma y serás tú y sólo tú la que decida si acep-
tas el empleo.
Este tipo de cuestionamientos son los que debemos hacernos cada vez que establezca-
mos una relación de pareja, de amistad, de negocios, etcétera; así, las demás personas
se dirigirán hacia nosotras con respeto y admiración. De hecho, una de las cualidades
más seductoras que una persona puede tener -más allá de aspectos físicos- es la segu-
ridad que proyecta.
Así mismo, el elogio es el reconocimiento que se le hace a una persona por sus méritos
y cualidades, por su trabajo, algún logro, su cultura, su alegría, su generosidad, su
cuidado personal, etcétera. Cuando los elogios, felicitaciones o bendiciones están
dirigidos a nosotras es importante que los aceptemos -siempre que tengan buenas in-
tenciones- porque significa que nos valoran y reconocen. Si nos predisponemos y los
rechazamos, sólo demostramos tener baja autoestima e inseguridad. Por ejemplo, si
alguien nos dice qué hermoso cabello tienes y respondemos que no lo habíamos notado
o que es mérito del estilista, de entrada no estamos valorando el tiempo y dedicación
que invertimos en arreglarnos; además de no creer que, en verdad, tenemos un cabe-
llo espectacular.
El principal elogio debe venir de nosotras mismas. El autoelogio nos permite adquirir
seguridad y fortalecer nuestra relación interna. Como ya lo platicamos, ayuda mucho
hacer pequeños ejercicios frente al espejo -cualquier espejo- y decirnos palabras
hermosas, además de celebrar y felicitarnos por nuestros logros. El autoelogio es un
medio para transformar y elevar la energía positiva. En este punto, hay tres aspectos
que quisiera compartir contigo:
1. Dedico suficiente tiempo a conocerme. Es importante destinar un
tiempo para explorar e identificar nuestras virtudes y habilidades, lo que
nos gusta y lo que no nos gusta hacer; identificar nuestro propósito en la
vida. En el Oráculo de Elfos está inscrita una frase que me parece muy cer-
tera: Conócete a ti mismoy conocerás el universo.
2. Tomo conciencia de mis logros. Resulta útil hacer una lista de nuestros
pequeños y grandes éxitos y, en general, de todo aquello que nos ha dejado
una satisfacción importante. Existen logros externos, como ganar un
diploma, una felicitación pública, un reconocimiento por el trabajo, etcé-
tera. También existen logros internos, que son aquellos que obtenemos
cuando superamos una ruptura amorosa, cuando nos levantamos de un
quiebre económico, cuando vencemos una enfermedad, etcétera. Enlistar
nuestros logros nos permite visualizar nuestra fortaleza y capacidad de
adaptación ante las adversidades.
3. Me enfoco en mis virtudes. Cuando nos concentramos en lo bueno que
tenemos y lo que hemos desarrollado con base en nuestro esfuerzo y dedi-
cación, mantenemos una frecuencia energética alta y atraemos personas,
cosas y circunstancias positivas a nuestra vida.
El respeto representa uno de los valores más importantes de los seres humanos,
mismo que permite mantener una convivencia armónica entre las personas y las
comunidades. La base fundamental de este valor es la deferencia a la ideología, a las
creencias, a la religión, a la cultura, las costumbres, el tiempo, el trabajo, etcétera, de
cada quien. El respeto también se extiende a la naturaleza, a los animales, al espacio
público, a las normas, etcétera.
Así como sucede con el amor, el respeto más importante es el que cultivamos hacia
nosotras mismas. Para John Herschel, el respeto hacia uno mismo es la piedra angular
de toda virtud. Cuando no cumplimos nuestros compromisos, o los tiempos que nos
marcamos, o las promesas que nos hacemos, estamos dejando de respetarnos. Cuán-
tas veces hemos arrancado la semana con mucha actitud, iniciando una dieta o un
entrenamiento físico, y a los pocos días desistimos, poniendo toda clase de excusas.
Quizá nos hemos propuesto un viaje para las próximas vacaciones, pero cuando llega
el momento nos quedamos en casa aludiendo falta de presupuesto o cualquier otra
circunstancia, victimizándonos porque el mundo está en nuestra contra. Este tipo de
decisiones sólo refleja falta de respeto a nosotras mismas y a nuestra palabra.
Te confieso que hablar sobre este paso es algo que disfruto mucho. Para mí, el mereci-
miento es como una gran vasija donde almacenamos todo lo que generamos a partir
de la energía del amor propio: relaciones sanas, abundancia, trabajo, proyectos, viajes,
y todo lo que deseamos recibir. Esto que yo llamo la vasija del merecimiento, algunos
maestros lo conciben como el campo energético que nos rodea y que se nutre de nues-
tras experiencias, circunstancias, programas y paradigmas. Louise Hay afirma que
nosotros nos merecemos lo mejor de este mundo, lo más grande y lo mejor.
Entre más grande sea nuestra vasija de merecimiento, más cosas amorosas podremos
almacenar. Por eso es importante liberar y ampliar espacio para que puedan llegar
nuevas y mejores cosas a nuestra vida... Te estarás preguntando cómo hacer para
ampliar tu vasija de merecimiento. A partir de mi experiencia, te puedo decir que lo
conseguimos cuando nos damos la oportunidad de abrirnos a nuevos conocimientos
y perspectivas sobre la vida: viajando o investigando sobre otras culturas, leyendo
sobre personas que admiramos, aprendiendo a hacer manualidades o artesanías,
entre muchas otras cosas. Lo importante es estar convencidas de que merecemos lo
mejor del universo.
Te contare una anécdota. Hace unos años, una amiga me propuso que hiciéramos un
viaje a Costa Rica. Hasta ese momento, yo sólo había viajado dentro del territorio na-
cional, así que la idea de visitar otro país me entusiasmaba muchísimo. Sin embargo,
algo dentro de mí me decía no vas a poder, no te lo mereces. Estos pensamientos negati-
vos influyeron en mi campo energético, de tal manera que se presentaron situaciones
que, en efecto, me hicieron pensar en desistir del viaje. Primero tuve dificultades en el
trámite de mi pasaporte y quizá no lograría tenerlo a tiempo. Después llegaron gastos
imprevistos que mermaron mi economía y pensé que me sería difícil volver a juntar
dinero para costearme el viaje. Además, me ofrecieron unos proyectos de trabajo que
coincidían con los días programados para nuestra estadía en Costa Rica. Las circuns-
tancias parecían confabular para que no cumpliese mi sueño.
Cuando lo comenté con mi amiga y maestra, me explicó que a veces la vida nos
desafía poniéndonos obstáculos que, en realidad, son pruebas para saber qué tanto
creemos merecer lo que deseamos. Esa charla me ayudó a entender la importancia
de creer que somos merecedoras de todo lo que nos proponemos, así que decidí que,
a pesar de las circunstancias, haría ese viaje y, como por arte de magia, los problemas
se resolvieron: me entregaron el pasaporte, pude juntar dinero suficiente, y quienes
me habían ofrecido los proyectos accedieron a ajustar las fechas hasta mi regreso.
Cuando me subí al avión que nos llevaría a Costa Rica, supe que había logrado ampliar
mi vasija de merecimiento y me prometí hacer todo lo posible por extenderla cada vez
más para recibir nuevas y mejores cosas. Desde entonces, he tenido la oportunidad de
conocer diversos países y adquirir enriquecedoras experiencias. Logré romper mi li-
mitante programación mental.
Te invito a que te preguntes: En este momento de tu vida, ¿hay algo que no te estás
permitiendo recibir? ¿Qué es eso que quieres, pero no crees merecer? Si es así, escrí-
belo en tu libreta para que lo tengas presente y trabaja en ello. ¡Atrévete a ir por ese
sueño!
Paso 6. Confío en mí
Conocernos a fondo implica reconocer nuestras habilidades, pero también las áreas
de oportunidad en las que podemos trabajar para superarnos. Supongamos que debes
estar en una reunión importantísima, en un lugar alejado, y sabes que, por lo general,
eres impuntual. Como estás consciente de este defecto -y esta vez no quieres fallar-,
estudias la ruta, calculas el tiempo de traslado y decides salir con mucho tiempo de
antelación, lo que, en efecto, te permite llegar a tiempo a la reunión. Si cada vez que
tuvieras un compromiso, tomaras este tipo de prevenciones, poco a poco lograrías
revertir este defecto y convertirlo en una virtud, fortaleciendo así la confianza en ti
misma. Pero, si fueras una persona que no se conoce, quizá ni siquiera tomarías en
cuenta lo impuntual que sueles ser y, por lo tanto, no harías nada por remediar esa ac-
titud, con las consecuencias naturales.
Antes habíamos puesto el ejemplo de cuando inicias un proyecto que te parece extra-
ordinario y, al cabo de un tiempo, lo abandonas. Decíamos que la razón era porque, en
realidad, no amabas ese proyecto y te diste cuenta que se trataba de un entusiasmo
pasajero. Pues bien, en el ejemplo también aplica la falta de conocimiento y confianza
en tus capacidades y tus méritos. Resulta que si confías al 100 por ciento en ti, en
lo que eres y lo que tienes, podrás lograr lo que te propongas. En cambio, sí careces
de seguridad y firmeza en tus decisiones, seguramente fracasarás. Daniel Goleman
afirma: El conocimiento de uno mismo; es decir, la capacidad de reconocer un sentimiento
en el mismo momento en que aparece, constituye la piedra angular de la inteligencia
emocional.
Te invito a que te des el tiempo para conocerte; puedes escribir en tu libreta los
valores, capacidades, habilidades y actitudes positivas que reconoces en ti, así como
los defectos y actitudes negativas, y lo que podrías hacer para revertirías. Tener claros
nuestros puntos fuertes y débiles nos ayuda a actuar con seguridad y confianza.
Aunque no existe un método único, hacer del agradecimiento un hábito nos permite
elevar el amor propio y mantener una actitud dinámica, todos los días. De acuerdo
a sus circunstancias y creatividad, cada quien puede generar su propia rutina de
agradecimiento. Permíteme compartir contigo la que a mí me ha funcionado. Todos
los días, al despertar, lo primero que hago es dedicar unos minutos a consentirme y a
generar la energía positiva que me acompañará durante mi jornada; es decir, me preo-
cupo por levantarme -como comunmente se dice- con el pie derecho.
Elevo mi autoestima
La autoestima refleja la percepción que cada persona tiene de sí misma a partir del
reconocimiento y aceptación de sus cualidades físicas, intelectuales y sentimentales,
así como del sentido de sus pensamientos, hábitos y costumbres. Además, la autoes-
tima determina el grado de seguridad con que se afrontan los diversos acontecimien-
tos que se presentan en la vida.
Pensemos en dos personas que caminan por la misma calle cuando se ven sorpren-
didas por una ligera llovizna. Una corre a resguardarse y se maldice por no llevar un
paraguas - está teniendo una actitud negativa, reflejo de una baja autoestima-; la otra
se detiene un instante, abre los brazos y levanta la cara hacia el cielo, agradeciendo la
sensación de frescura que le provoca esa lluvia ligera -su autoestima es tan alta que es
capaz de percibir lo bello del momento-. El ejemplo nos permite entender que nuestro
estado de ánimo no depende de lo que nos sucede sino de cómo reaccionamos ante lo
que nos pasa; esas reacciones están determinadas a partir de nuestra autoestima.
¿Recuerdas al diablito del ego? Pues bien, el ego influye en una autoestima baja me-
diante la victimización, el estrés, la envidia, la crítica, los celos, etcétera. Cuando nos
juzgamos con severidad o nos comparamos con otras personas, en vez de enfocarnos
en nuestras propias cualidades, le estamos cediendo el poder de decisión al ego, de
tal manera que, si queremos revertir esa situación, lo que debemos hacer es reeditar
nuestra programación mental y acompañarla de un lenguaje positivo.
Ser mujer es una bendición y un orgullo. Las mujeres somos seres de luz y dadoras
de vida. Nuestra esencia está formada de bondad, amor y alegría. Nuestra sensibili-
dad e inteligencia son infinitas y nos permiten disfrutar la vida y superar cualquier
eventualidad. Las mujeres hemos acabado con estereotipos y cada vez conquistamos
más espacios de liderazgo y decisión. Ser mujer es una construcción continua. Decía
Simone de Beauvoir que no se nace mujer, sino que se llega a serlo, refiriéndose a que la
mujer determina su propia identidad.
Aquel dicho que versa dime con quién andas y te diré quién eres encierra una gran ver-
dad. Si no trabajamos en nuestro amor propio, es más factible que nos involucremos
en relaciones tóxicas o con personas que son malas influencias. En cambio, si man-
tenemos nuestro amor propio en un nivel elevado, podremos atraer personas que
aporten un valor positivo a nuestra vida. Para establecer relaciones sanas, además de
tener una actitud honesta y respetuosa, debemos aprender a escuchar y mostrar inte-
rés por lo que nuestros interlocutores nos quieren transmitir.
(Louise Hay)
Vivimos en una época acelerada en la que andamos siempre con prisa e instaladas en
la inmediatez: todo urge, todo es prioritario, todo es para ayer. Hemos creado la falsa
idea de que una persona muy ocupada es una persona exitosa. Cuántas van por la calle
caminando a toda velocidad y hablando por teléfono sin mirar lo que sucede a su alre-
dedor. El estrés y la depresión son conductas consideradas, por algunos especialistas,
como las pandemias de las sociedades modernas. Nos hemos olvidado de lo verdade-
ramente importante: nos hemos olvidado de vivir.
Te invito a que hagas una pausa y reflexiones sobre la manera en la que te cuidas. ¿En
realidad lo haces? Cuidar nuestra alimentación, nuestra mente y nuestra espirituali-
dad también es un acto de amor hacia nosotras mismas.
¿Cómo a l i m e n t o m i cuerpo?
Nada tan importante como la alimentación para inyectarle al cuerpo la energía que
requiere para moverse y hacer que toda la maquinaria funcione perfectamente.
Los alimentos y líquidos que consumimos nos proveen los nutrientes y minerales
(proteínas, carbohidratos y grasas) que necesitamos. Es importante mantener una
alimentación sana y equilibrada, y respetar nuestros horarios de comida. Lo ideal es
acudir al nutriólogo para que nos ayude a establecer una dieta en base a nuestra edad,
peso y salud actual.
¿Cómo f o r t a l e z c o m i cuerpo?
Los humanos somos seres de energía y, al igual que la luz o el sonido, emitimos vibra-
ciones que son condicionadas por nuestras emociones, acciones y pensamientos. El
cuerpo es la fortaleza donde se resguarda nuestra energía; entre mejor cimentada se
encuentre, seremos más resistentes y tendremos un armonioso equilibrio interno.
Hay tres aspectos que debemos tomar en cuenta para cimentar nuestra fortaleza: la
activación física, el descanso adecuado y la relajación mental.
Está comprobado que la práctica habitual de algún deporte o actividad física produce
importantes beneficios en el organismo: fortalece los músculos, regula la frecuencia
cardiaca, ayuda a mantener un peso adecuado y a prevenir enfermedades, entre
otros. Algunas enfermedades surgen a partir del abandono de nuestro cuerpo y,
cuando éste ya no resiste, se manifiestan dolores, molestias o alteraciones de los ór-
ganos: El cuerpo grita lo que la boca calla. Mantener una vida físicamente activa ayuda
a reducir los niveles de estrés, ansiedad, depresión y hasta el mal humor, además de
elevar la segregación de endorfinas (hormona de la felicidad), impactando positiva-
mente en el ánimo y la autoestima.
¿Cómo c o n s i e n t o a mi cuerpo?
Nuestro cuerpo es la obra más maravillosa del universo. La función que realiza es fun-
damental en nuestra vida, aunque en ocasiones no nos detenemos a pensar en ello, a
menos que se manifest alguna dolencia. Para lograr que el cuerpo esté en armonía
con nuestros estados emocional y espiritual, además de ejercitarlo y alimentarlo en
forma sana, es importantísimo consentirlo. Un cuerpo consentido es un cuerpo ener-
géticamente feliz.
Existen muchas cosas que podemos hacer para consentir a nuestro cuerpo, iniciando
por el agradecimiento y la manera en que le hablamos: Gracias por sostenerme y trans-
portarme. Te respeto y te cuido. Eres el cuerpo más increíble. También podemos regalarle
un masaje, ya sea en un espa o acondicionando nuestro propio baño con velas, música
y fragancias relajantes; quizá cambiarle el look, haciéndonos un corte de cabello dis-
tinto o tiñiéndolo; podemos aplicarle una mascarilla para hidratar la piel; hacerle un
chequeo periódico para prevenir o detectar enfermedades; o el simple hecho de meter
los pies en una tina con agua caliente mientras descansamos, siendo algo que nos lo
va a agradecer.
Me a m o a n i v e l e s e m o c i o n a l y m e n t a l
¿Qué digo de m í ?
Las palabras tienen un gran poder sobre nosotras. Se instalan en nuestra memoria y
desde ahí determinan nuestra narrativa cotidiana e influyen en el desarrollo de nues-
tra personalidad. Como dice Luis Castellanos, uno de los referentes del lenguaje posi-
tivo, cuida tus palabras y ellas cuidarán de ti.
Las palabras que utilizamos cuando tenemos un diálogo con nuestro yo interno,
cuando nos miramos en el espejo, cuando reaccionamos ante una circunstancia,
son el reflejo de nuestra autoestima. Si tuvieras que enlistar, en 20 segundos, cinco
palabras positivas y cinco negativas que se relacionen con tu personalidad, ¿cuáles
identificarías más rápido? Esta es una manera práctica de advertir cómo estamos in-
teriorizando nuestra comunicación.
¿Qué p i e n s o de mí?
Tú, ¿qué piensas de ti?, ¿cómo te percibes?, ¿qué tanto te conoces? Realiza un análisis
de tu autoconcepto y respóndete con honestidad si estás conforme con tu propia per-
cepción o si quieres cambiarla.
Te propongo otro ejercicio: Anota en tu libreta las partes de tu cuerpo o las carac-
terísticas físicas que más te gustan; tus principales habilidades y talentos -cantas,
bailas, dibujas, eres buena conversadora, eres risueña- y cómo quisieras percibirte.
De nuevo, ponte frente al espejo y repite el contenido de la lista. Poco a poco estarás
fijando en tu memoria tu autoconcepto positivo.
¿Qué s i e n t o de mí?
Éste quizá sea un término que parezca raro. Estamos acostumbradas a sentir emocio-
nes por otras personas, por nuestras mascotas, por las plantas, o por determinadas
situaciones, pero casi nunca ponemos atención en lo que sentimos por nosotras mis-
mas, a menos que física o emocionalmente nos sintamos mal.
En esas ocasiones, incluso somos nosotras mismas quienes provocamos que nos sin-
tamos así, porque solemos actuar como nuestras críticas más severas, cuestionando
nuestras capacidades y desvalorizando nuestro trabajo, nuestro cuerpo, nuestras
virtudes; nos comparamos con otras personas y, en vez de reconocer nuestros pro-
pios logros, sentimos que no somos capaces de realizar determinadas cosas o que no
somos merecedoras de tener una buena pareja, un buen trabajo, una buena vida. Este
tipo de sentimientos, generados por creencias, pensamientos y eventos del pasado,
nos limitan y condicionan nuestra autoestima... ¡Necesitamos cambiar el chipi
Desde que somos niñas, nuestros padres, familiares, profesores, y cualquier figura de
autoridad, nos inculcan creencias, pensamientos y formas de comportamiento para
relacionarnos de la mejor manera con nuestro exterior; es decir, nos imponen su pro-
pia perspectiva o la de la sociedad. Entonces, crecemos con la convicción de que eso
es lo que debemos hacer, porque es lo correcto, cuando, en realidad, lo que estamos
haciendo es abandonar nuestra alma en el calabozo del olvido. Nuestra felicidad ya
no depende de lo que sentimos sino de lo que se supone que debemos sentir; nuestra
creatividad ya no juega a su libre albedrío sino que se adapta a lo que el entorno le
exige.
¿Te has preguntado cómo está tu alma o quién eres espiritualmente? Las respuestas
las puedes encontrar al analizar qué tan fiel has sido con el alma de tu niña interna.
Al dar por hecho que lo que debemos hacer es lo que los demás nos dicen que es lo
correcto, dejamos de conectar con nuestra alma. No se trata de ser anarquistas o de
tener una mala convivencia con el exterior, lo que intento decirte es que, cuando co-
nectamos con nuestro campo espiritual, liberamos esa energía positiva que ha estado
resguardada por mucho tiempo, nos deshacemos de cargas impuestas y fluimos de
manera inteligente, creativa y amorosa; le damos sentido a nuestra vida.
Fortalezco mi alma
Te estarás preguntando cómo conectar con el alma. Pues bien, esto lo conseguimos
mediante el dialogo interno, siendo honestas y compasivas y aplicando el lenguaje
positivo. Pregúntale a tu niña interior cómo se siente, qué le inquieta, qué desea; dile
cuánto te importa, demuéstrale tu amor y agradece al universo por tener la maravi-
llosa oportunidad de tenerla, de tenerte. Con su ayuda, replantea tu visión de las joyas
que posees, rescata tu individualidad, tu esencia, tu alma y encuentra tu verdadero
propósito en la vida.
Cuando aprendí a conectar con mi alma, descubrí mi propósito en este mundo. Supe
que deseaba compartir con otras mujeres el camino que había encontrado para for-
talecer el amor propio y transformar positivamente nuestras vidas. Todos los días
agradezco al universo la oportunidad de servirle y servir a mis semejantes, sabiendo
que de esa manera fortalezco mi alma y mi amor propio. Además de agradecer, me
ayuda mucho realizar estas dos actividades:
1. Meditar. La meditación es una técnica de relajación que tiene diversos
beneficios en nuestra vida. Se trata de un entrenamiento mental que nos
ayuda a controlar el estrés, la ansiedad y los pensamientos compulsivos.
Quizá nunca te hayas dado la oportunidad de meditar al pensar que eso
no es para ti o no tienes ni el tiempo ni el espacio adecuados para hacerlo. En
realidad, para meditar no necesitamos un lugar u horario determinados.
La meditación es un acto de amor hacia nosotras mismas que podemos
realizar en cualquier lugar y momento. Si te fijas, la palabra meditar
también es una palabra compuesta: me-edito; quiere decir que, cada vez
que meditamos, nos estamos re-editando desde nuestro interior. Existen
diversas maneras de meditar; por ejemplo, escuchando música relajante o
ambiental -el sonido del mar, la armonía del bosque, una pieza de piano-
que nos traslade a lugares placenteros; bailando mientras realizamos
alguna actividad; conectando con la naturaleza; caminando tranquila-
mente; o a través de la escritura -algo que te recomiendo en forma am-
plia-. Cualquiera que sea la manera que elijas, lo importante es que hagas
de la meditación un hábito diario, eso te ayudará a conectar y fortalecer
tu alma.
2. Decretar. Decretar es visualizar y manifestar con firmeza la realización
de nuestras metas y propósitos. Al hacerlo, liberamos energía positiva y
determinamos nuestro momento actual: ¡Soy feliz y atraigo lo mejora mí
vida! Te invito a que decretes cómo será este día para ti. ¡Grítalo!, que no te
importe si te escuchan los vecinos o quien sea. Decreta con alegría: ¡Hoy
cierro esa venta!, ¡Hoy voy a atraer a mi pareja ideal!, ¡Hoy voy a recibir un
regalo del universo! Al decretar, con afirmaciones poderosas, estamos ali-
neando nuestra alma con la energía del amor.
Capítulo 5
La primera y más importante relación que debemos sanar es con nosotras mismas.
Al ser nuestras más duras críticas y juzgadoras, nos autoexigimos demasiado y,
cuando las cosas no salen como esperamos, nos reprendemos, nos culpamos, nos
rechazamos y nos maltratamos. Incluso, cuando obtenemos un logro, por pequeño o
grande que sea, no le damos el valor que debiéramos, y mucho menos nos festejamos
o premiamos.
H e r i d a s de la i n f a n c i a
Cuando, líneas antes, hablamos del ego, decíamos que solemos fabricar una especie
de máscara social o falsa identidad para protegernos del exterior. En realidad, lo que
hace esa máscara (ego), cada vez que enfrentamos una situación postraumática, es
incrementar el dolor y exacerbar nuestro miedo e inseguridad. Sin embargo, y a pesar
del tiempo, es posible cerrar esas heridas a través de un proceso de sanación y des-
aprendizaje; es decir, cuestionando la interpretación que hasta ahora le hemos dado
a la realidad, a los sentimientos y a las emociones para transformarla desde nuestra
verdadera esencia.
Sano la relación con mis padres
Al ser quienes nos dan la vida, desde nuestra gestación establecemos una conexión
emocional directa y determinante con nuestros padres. Independientemente de
cómo nos trataron -si estuvieron presentes o ausentes, si fueron estrictos o flexibles,
si fueron duros o cariñosos-, la relación con ellos condiciona nuestro comporta-
miento en la vida adulta. Muchas veces, por miedo o por no tener la suficiente con-
fianza para expresar nuestros sentimientos, nos quedamos calladas y preferimos
vivir a la sombra de las decisiones que, sobre nosotras, tomaron.
Cuando somos adultas, las relaciones que establecemos en los distintos ámbitos de
nuestra vida reflejan, en menor o mayor medida, los efectos de las heridas abiertas
que venimos arrastrando. Por ejemplo, en el ámbito laboral, a veces solemos con-
siderar que nuestro desempeño es deficiente, o se nos dificulta exponer nuestros
puntos de vista o, ante ciertas injusticias, preferimos guardar silencio por temor a
que nos despidan o nos etiqueten de indisciplinadas. Esto es porque crecimos con la
necesidad de ser aceptadas y reconocidas por nuestros padres y abandonamos nues-
tra verdadera esencia.
En la película Up in the air, su protagonista, Ryan Bingham, quien funciona como una
especie de despertador, utiliza el poder de la comunicación para cambiar la perspec-
tiva de las personas a las que tiene que notificarles que han sido despedidas de sus
empleos. En una escena, Ryan cuestiona a un sujeto llamado Bob: ¿Cuánto le pagaron,
en principio, por olvidar su sueño? Antes de llegar a trabajar a esa compañía, Bob se
había graduado en artes culinarias francesas, pero aceptó el empleo porque le ofre-
cieron una buena paga, lo que le permitiría mantener una vida aceptable. Los niños -
dice Ryan- admiran a los atletas porque persiguen sus sueños, ¿cuándo va a botarlo [el
empleo] volverá a hacer lo que le hace feliz? Me parece que esto ejemplifica muy bien
lo que acabamos de ver.
Entonces, ¿cómo sanamos la relación con nuestros padres? Esto lo podemos lograr
haciendo un acto simbólico o un ritual de perdón y liberación. Comenzando por reco-
nocer que ellos hicieron lo que sabían o lo que pudieron por nosotras, honrando ese
esfuerzo, sin juzgarlo, y perdonando cualquier resentimiento. Existen diversas for-
mas de realizar un ritual, te comparto la que a mí me funcionó:
Date un espacio para estar tranquila, sin prisas ni interrupciones. Pon una
música muy tranquila -y a bajo volumen- y enciende una vela aromática.
Coloca una silla para que tomes asiento, y dos más delante de la tuya. Respira
profundamente y exhala despacio hasta que sientas que tus pulmones se lle-
nan por completo; después, visualiza a tu padre y a tu madre sentados frente a
ti. Salúdalos con cortesía y agradéceles que hayan acudido a tu llamado. Mirán-
dolos a los ojos, diles con sinceridad todo aquello que tenías pendiente:
Una vez que hayas terminado, agradece que te escucharan y repite tres veces:
Los amo, los perdono y me libero de ustedes. Cuando perdonas, dice Matte James,
no estás liberando al otro, te estás liberando a ti misma.
Puede ser que, en algún momento, nuestro hermano mintió y nos culpó por algo que
nosotras no hicimos y nuestros padres no sólo le creyeron sino que nos castigaron;
entonces, generamos rencor hacia nuestro hermano y, aunque después estemos
jugando como si nada hubiese pasado, lo cierto es que esa pequeña herida se queda ta-
tuada en nuestra memoria y en el futuro nos será más difícil confiar en los demás.
Otro ejemplo puede ser que nuestro hermano o hermana mayor, con quien nos sen-
timos protegidas, de pronto se va a vivir a otra parte, se casa, o simplemente deja de
ponernos atención, sin reparar en lo mucho que eso nos duele. En este caso, es posible
que desarrollemos cierto miedo a la soledad o al abandono.
Al igual que con nuestros padres, es necesario identificar las heridas que pudieron
provocarnos nuestros hermanos o cualquier otro familiar y curarlas mediante el per-
dón y la liberación.
Diversos estudios señalan que la amistad favorece la salud emocional de las personas
y la autoestima. Sobre aquella, en El Principito existe una explicación genial cuando el
zorro del desierto le dice que, para poder jugar con él, primero lo debe domesticar y así
generar lazos afectivos que los hagan únicos el uno para el otro. Aunque se ha tradu-
cido como domesticar, en realidad, la palabra francesa apprivoises signiñca familiari-
zar; es decir, en la amistad se crean vínculos afectuosos parecidos a los familiares.
En este sentido, las heridas provocadas por los amigos también tienen un peso deter-
minante en nuestra memoria afectiva. Estoy segura que alguna vez te peleaste con
alguna amiga porque prefirió estar con otra amistad, empezó a andar con el chico que
te gustaba, o te sentiste abandonada cuando ella cambió de colegio.
Para sanar esas heridas, debemos comenzar por asumir nuestra parte de responsa-
bilidad respecto de lo que causó la ruptura y dejar de culpar de todo lo sucedido a
la amiga. Si el motivo fue un mal entendido y existe la posibilidad de contactarla,
podemos buscarle para aclarar la situación y pedirle perdón por la parte que nos co-
rresponde, aunque haya pasado tiempo.
Este es un tema complicado porque las heridas por rupturas amorosas siempre
tienden a ser profundas y llenas de dolor; a nadie le gusta que le rompan el corazón.
Crecemos con la novelesca imagen de que el amor debe ser para toda la vida y con la
absurda idea de posesión: mi novio, mi esposo (sentimientos de apego y dependen-
cia). Cuando tenemos un fracaso amoroso también nos sentimos dolidas en nuestro
orgullo y culpables por el rompimiento; es decir, nos victimizamos... el ego, otra vez,
trabajando: ¿Por qué me dejó si yo lo amaba tanto?, ¡Si hubiese hecho las cosas de dife-
rente manera, quizá todavía estuviera conmigo!
Cuando perdemos un amor, nuestra autoestima baja hasta el suelo como elevador
descompuesto. No queremos que nadie nos vea y nos sentimos la más fea del mundo,
la más simple, la más insoportable, y, por supuesto, no recordamos aquel poema
de Elizabeth Bishop: El arte de perder no cuesta tanto / irlo aprendiendo (insisten las
cosas / hasta tal punto en perderse, que el llanto /por ellas dura poco) /.../ Perderte a ti,
por ejemplo, tu encanto /y tu cariño perder, doloroso / prueba sería, pero nunca tanto /
aunque parezca condena espantosa.
Una ruptura de amor puede ser dolorosa pero, al igual, muy enriquecedora. También
deberían enseñarnos, desde pequeñas, a no ver los fracasos ni los errores como algo
endemoniadamente malo. Siempre se aprende más de los tropiezos que de los triun-
fos -a veces, perdiendo se gana-. Para aprender a andar en bicicleta, tuvimos que
caernos, sentir dolor e intentarlo, una y otra vez, hasta que logramos mantener el
equilibrio.
Charles Dickens decía algo así como cada fracaso nos enseña algo que necesitábamos
aprender, y es cierto. Sin importar la manera en la que concluimos una relación,
siempre existen enseñanzas. Aprendemos, por ejemplo, a distinguir lo que nos agrada
y lo que no nos agrada de nosotras mismas y de nuestras parejas. Lo importante es
aprender para no repetir patrones dañinos. De alguna manera, nuestras exparejas se
convierten en maestros para nosotras.
Escribe una carta tan larga y detallada como puedas, donde le agradezcas a
quien fuese tu pareja por los momentos agradables que pasaron juntos; pero,
sobre todo, escribe aquello que te causó dolor: una traición, un desplante, una
humillación, lo que sea. Dile, desde tu corazón, que cualquiera que haya sido
su motivo, le perdonas y le deseas que tenga mucho amor en su vida. Repite: Te
libero y me libero de ti; te libero y me libero de ti; te libero y me libero de ti. Desahó-
gate cuanto puedas y, después, quema la carta y esparce las cenizas al aire. Te
prometo que sentirás un gran alivio.
Sano la relación conmigo misma
Sabemos que, de todas las relaciones, la más importante es la que establecemos con
nosotras mismas. Este vínculo interno se ve reflejado en todas las demás relaciones
en las que nos involucramos durante las diversas etapas de la vida. Como toda rela-
ción, también es susceptible de causar heridas emocionales.
Como te he comentado, nosotras mismas solemos ser nuestras más feroces críticas.
Al tratar de complacer a los demás para obtener su aprobación y reconocimiento,
desde la infancia traicionamos a nuestra niña interior; traicionamos sus sueños, sus
sentimientos, su verdadera esencia. Es conocido el trabajo de Bronnie Ware sobre
Los cinco principales arrepentimientos de los moribundos, donde señala que, antes de
morir, muchas personas manifiestan lo siguiente: Ojalá hubiese tenido el coraje para
vivir una vida autentica por mí, no la vida que otros esperaban de mí.
Mi niña interior
Dentro de nosotras, nos dice Louise L. Hay, hay una niña asustada y herida a la que
debemos abrazar con amor para que todas nuestras relaciones de intimidad mejo-
ren. Esa niña que fuimos y que nos sigue acompañando cuando somos adultas es la
representación de nuestro amor propio; de tal manera que, si queremos transformar
nuestra vida de manera positiva, sanar la relación con nuestra niña interior debe
ser nuestra prioridad. Es necesario dedicar tiempo para comunicarnos con ella, es-
cucharla con atención, comprenderla, pedirle perdón y rescatarla del calabozo del
miedo. Durante el proceso para sanar la relación conmigo misma, me ayudó realizar
un ejercicio de introspección para conectar con mi niña interior, el cual te comparto
ahora:
Espero que este ejercicio te sirva para conectar con tu niña interior y tener ese nece-
sario momento catártico. Disfruta el maravilloso reencuentro con la niña que fuiste,
que sigues siendo.
Mi niña del presente y del futuro
Así como sanamos la relación con nuestra niña interior de la infancia y nos liberamos
de ciertos miedos y apegos, es necesario también establecer una relación sana con
nuestro interior en el presente y en el futuro. Esto forma parte del ciclo de autocono-
cimiento y, ya lo hemos visto, entre más nos conocemos mayor seguridad y control
de nosotras mismas tenemos. Cuántas veces al día o a la semana te preguntas cómo
te sientes, de qué tienes ganas, cómo va tu día. Lo cierto es que nos olvidamos de no-
sotras mismas y casi siempre vamos por la vida en piloto automático. Es más común
que nos preocupemos de cómo va el día para los demás, qué necesitan los demás,
qué les aqueja a los demás, qué les hace feliz a los demás. De la misma manera que
abandonamos a nuestra niña interior en la infancia, lo hacemos en el presente y en el
futuro.
Te comparto otro ejercicio. Así como visualizaste a tu niña interior del pasado,
visualiza ahora su imagen tanto en el presente como en el futuro y a cada una de ellas
escríbele una carta. Compra hojas especiales, del color y papel que sea, pero que sepas
que las estás comprando para escribirles esas cartas. Redáctalas con el corazón en la
mano:
A tu niña del presente escríbele lo orgullosa que estás de ella, de que haya
decidido transformarse y vivir con amor. Recuérdale las cosas que la hacen
única. Dile que merece lo mejor del universo. Pídele que abrace sus sueños y
luche por ellos. Que viva con intensidad. Dile todo lo que quieras, no te guardes
nada. Exprésale cuánto la amas.
A tu niña interior del futuro escríbele cuánto confías en ella y en que viva a
plenitud. Que confías en que se haya enamorado, que se haya equivocado mu-
chas veces y se haya vuelto a levantar. Dile que no sabes si conserva las mis-
mas amistades, pero ojalá que hayan llegado muchas personas más a su vida y
se hayan contagiado de su alegría. Dile todo lo que quieras, tampoco te guardes
nada. Dile que sabes que la felicidad no está en la meta sino en el camino, y que
confías en que el suyo haya estado lleno de aventuras y cosas extraordinarias.
Dile cuánto la amas.
Al terminar, guarda las cartas en un lugar especial que sólo tú sepas. Después de un
tiempo, unos años quizá, cuando las recuerdes, vuelve a leerlas. Esas cartas te ayuda-
rán a recordar y, si fuese necesario, a retomar tus sueños.
Capítulo 6
(Buda)
Todas las circunstancias y relaciones que se nos presentan en la vida son un reflejo
del estado en que se encuentra nuestra casa interior. La ley del espejo nos dice que todo
lo que sucede afuera de nosotras también ocurre adentro. El exterior -el entorno, las
relaciones familiares, amorosas, amistosas, laborales y sociales, las situaciones y cir-
cunstancias cotidianas, etcétera- es el escenario donde se manifiestan nuestras luces
y sombras -pensamientos, sentimientos, emociones, traumas, heridas, conflictos-.
Cuando la actitud de otras personas nos parece iracunda y nos genera molestia, es po-
sible que estemos asociando esa actitud con algún daño que nos hicieron en el pasado
o que nosotras mismas provocamos. Por ejemplo, si en nuestro trabajo no soportamos
que nuestro jefe nos grite o nos hable de manera despectiva o humillante, quizá se
deba a que una figura de autoridad de nuestro entorno cercano se comportaba así
con nosotras, o tal vez nosotras mismas hemos tenido este tipo de actitudes con otras
personas.
De tal manera que, lo que más nos molesta o rechazamos de los demás, nos muestra
algo de nosotras mismas que no nos gusta o quisiéramos cambiar. Seguro has es-
cuchado frases como: Lo que te choca, te checa o Lo que no has de querer, en tu casa lo
has de tener. Significa que esas actitudes que nos chocan en los demás, en realidad
sacuden emociones que están ancladas en nuestra estructura interior. Si tenemos un
adecuado autoconocimiento, podremos identifican con mayor facilidad el origen de
nuestras molestias y liberarnos de esas cargas innecesarias. Recuerda que el perdón
es un acto de liberación y un paso fundamental para resolver conflictos y cerrar
ciclos.
Mi pareja es mi m a y o r reflejo
En muchos sentidos, la pareja que elegimos nos define. Las cosas que nos gustan, las
que quisiéramos cambiar, o las que en definitiva no soportamos de ella, reflejan qué
tan sólida o no está nuestra estructura emocional. Nuestra pareja es ese gran espejo
donde se proyectan nuestras emociones.
Esto no quiere decir que necesariamente repitamos conductas de nuestra pareja, sino
que hay cosas que podemos modificar en nosotras mismas; por ejemplo, si somos
compulsivamente ordenadas y nuestra pareja no lo es tanto, y eso nos altera, lo que
nos está mostrando esa información no es que necesitemos volvernos desordenadas,
sino que tal vez nos venga bien ser un poco más flexibles y tolerantes.
En otro supuesto, imagina que tu relación está pasando por un momento econó-
micamente complicado pero, lejos de tomar acción, te das cuenta -desde un plano
cenital, como si tuvieras una cámara en el techo- que ambos están sentados frente al
televisor y, mientras miras la escena, sientes indignación; eso te está diciendo que no
perteneces ahí y que debes hacer algo para cambiar tu realidad.
¿Cómo a m a r a un h o m b r e ?
Antes de pensar en amar al hombre de nuestros sueños, debemos tener claro que
somos seres completos y eliminar la falsa idea de la media naranja. No necesitamos
que alguien nos ame para sentirnos complementadas. Una relación de pareja es la
unión consciente de dos individualidades. Por eso es indispensable que, antes de
establecer una relación, hayamos sanado nuestras heridas del pasado y nos amemos
a nosotras mismas. De otra manera, en un plano inconsciente quizá, estaremos bus-
cando que nuestra pareja alivie esas carencias afectivas.
1. Reconozco lo que hace por mí. Aprecio la dedicación y cuidado que pone
en nuestra relación; los arreglos y el mantenimiento que procura en nues-
tra casa; los detalles y el amor que me brinda.
2. Agradezco lo que me hace sentir. Nunca asumo que mi pareja sabe todo
lo que pienso, así que le manifiesto mi agradecimiento para que sepa lo
que me gusta, así como las cosas o actitudes que quisiera que cambiara.
Agradezco su lealtad y el apoyo que me brinda. Agradezco que me escuche
y que respete mi privacidad.
3. Le expreso mi amor. Tampoco asumo que mi pareja sabe que lo amo;
constantemente le manifiesto, con palabras y acciones, el amor que me
inspira. Además, sé que eso impacta de forma positiva en su ánimo.
4. Le admiro. Una de las cosas que me llevó a decidir estar con esa persona
es la profunda admiración que me provoca; así que, de manera constante,
procuro demostrarle mi admiración por lo que es y lo que hace -sé que no
hay mayor halago para un hombre que la admiración de su pareja-.
5. Le valoro. En todo el universo no existe una persona igual; con sus virtu-
des y defectos, es única y especial. Valoro su presencia a mi lado, su apoyo,
su compañerismo, su amor, su esencia. Le acepto y valoro tal cual es.
6. Le apoyo. Aunque sea un ser individual, sé que mi pareja necesita sentir
mi respaldo y apoyo en las decisiones que toma, en sus locuras y, en ge-
neral, en todos los ámbitos de la vida. No significa que acepte a rajatabla
todo lo que decida, pero me importa mucho que sienta la seguridad de
contar conmigo.
7. Le escucho. Mi pareja también necesita y merece que le escuche con
atención, que ponga interés en sus preocupaciones, en sus sueños, en sus
proyectos. Además de ser mi pareja, es mi compañero y mi mejor amigo.
Me interesa lo que piense y lo que le pase, por eso escucho con paciencia lo
que tenga que decirme.
M a n i f i e s t o a la pareja de m i s s u e ñ o s
Ahora que hemos sanado nuestras heridas y hemos cerrado los ciclos pendientes;
ahora que hemos aprendido a amarnos y a valorar nuestra soledad; ahora que esta-
mos conscientes de lo que nos gusta y lo que no nos gusta de nosotras mismas, quizá
estemos preparadas para encontrarnos con esa maravillosa persona que el universo
ha destinado para nosotras y compartir nuestra vida de abundancia. De ser así, es
momento de atraer a nuestra pareja ideal con la poderosa energía del amor.
En el caso de que no te encuentres en una relación amorosa, pero desees iniciar una,
te comparto 7 acciones básicas que aplicamos en Tribu de Amor para atraer a nuestra
pareja ideal:
Quizá el último punto te sea confuso. Sucede que, después de decretar y visualizar a
tu pareja ideal, ya no necesitas estar pendiente de su llegada ni dejar de realizar tus
actividades cotidianas. Tú ya hiciste tu parte y estás vibrando en la sintonía perfecta.
Deja que el universo se encargue de conectar tu energía con la de esa persona que te
tiene destinada.
Toma una hoja de papel y dóblala en tres partes iguales, como si fuera un
tríptico. En el área superior de cada una, escribe estos títulos: Lo que quiero. Lo
que tengo. Lo que decreto. En la primera parte de la hoja, escribe con detalle las
características y cualidades físicas, intelectuales, sentimentales, espirituales
y todo lo que quieras que tu pareja ideal posea. De esas características y cuali-
dades, escribe, en la segunda parte de la hoja, cuáles posees tú misma y cuáles
no. En la última parte, escribe, con frases cortas, qué aspectos de ti misma te
comprometes a trabajar para atraer a tu pareja ideal; por ejemplo: i) Me com-
prometo a ser más paciente conmigo misma para que ese hombre ideal llegue, ii)
Me comprometo a hablarme con la verdad para atraer a un hombre honesto a mi
vida, iii) Me comprometo a serme f i e l en todos los planos de mi vida para atraer a
un hombre fiel a ella.
Este sencillo ejercicio nos ayuda a identificar qué tan merecedoras nos sentimos de
encontrarnos con nuestra pareja ideal y tener mayor claridad sobre las características
de esa persona con quien deseamos compartir nuestra vida.
Capítulo 7
Empoderamiento femenino
Amo ser mujer
Ser mujer es lo más maravilloso que nos pudo haber pasado en la vida. Las mujeres
poseemos el privilegio divino de ser cocreadoras de vida. Además de los cinco
sentidos, tenemos desarrollada la sensibilidad, la intuición o, como comúnmente se
dice, un sexto sentido. Las mujeres somos valientes, perseverantes, capaces, fuertes de
carácter, talentosas, creativas, hermosas, sensuales, mágicas, amorosas, armoniosas,
luchonas, resilientes; nuestra entrega y pasión son incansables. Las mujeres cambia-
mos paradigmas y derribamos barreras. Somos mujeres empoderadas. ¿Sabes qué sig-
nifica esto?
En términos generales, el empoderamiento es un proceso por medio del cual una per-
sona, comunidad o grupo social adquieren o adaptan un conjunto de herramientas
que les permite mejorar sus capacidades y aumentar su potencial con el fin de mejo-
rar su situación económica, social, política, psicológica o espiritual. En este sentido,
el empoderamiento femenino consiste en consolidar nuestro poder a través de la
confianza y seguridad en nosotras mismas, rompiendo paradigmas y transformando
nuestra vida.
Como hemos visto, durante la infancia nos desconectamos de nuestra niña interior
por culpa de los condicionamientos familiares y del entorno que nos rodea. Asumi-
mos un rol y las creencias impuestas que nos orillan a buscar el reconocimiento y la
aceptación de los demás y de la sociedad misma. Esta desconexión de nuestra verda-
dera esencia, a su vez, condiciona nuestro desarrollo y comportamiento en las demás
etapas de la vida, dificultándonos el poner límites entre lo que realmente queremos y
lo que los demás quieren o esperan de nosotras; terminando aceptando, casi siempre,
el rol que se nos impone.
El rol de la m u j e r y del h o m b r e
Al ser una creación del universo, los seres humanos estamos compuestos de energía
o, mejor dicho, de dos tipos de ella: una femenina y otra masculina. Ambas energías
no se relacionan con el género ni con la identidad sexual, se trata más bien de la ener-
gía interior o espiritual que nos acompaña desde que nacemos y de la cual el cuerpo
físico sólo es el soporte.
Esta dualidad energética es vista en el taoísmo como el yin y el yang. ¿Te suena? La
teoría física se refiere a ellas como polos de energía positiva y negativa. El tantra la
divide en energía femenina y masculina. Es así, que todas las personas tenemos nues-
tro lado femenino y masculino, lo que determina la manera en la que actuamos en las
distintas situaciones que se nos presentan todos los días.
La energía femenina está vinculada con el hemisferio derecho del cerebro, por lo que
se asocia con las emociones, el amor, la fluidez, el trabajo en equipo, la creatividad. La
energía masculina está vinculada con el hemisferio izquierdo, asociado con la fuerza,
la capacidad de tomar decisiones rápidas, la presencia, la libertad, el individualismo,
la competencia, el éxito.
Ahora pensemos en un hombre que disfruta del baile y acude todos los días a un club
para aprender nuevos pasos y mejorar su técnica. No significa que necesariamente se
identifique con la feminidad, sino que recurre a su lado femenino para ser más sensi-
ble a los acordes de la música y tener mayor expresividad corporal.
En ambos casos, se actúa de manera instintiva; es decir, no tienen que pensar cons-
cientemente en activar uno u otro hemisferio, sino que su energía espiritual capta lo
que en cada momento requieren.
Los ejemplos anteriores nos sirven para entender que, en efecto, las energías feme-
nina y masculina no se asocian con el género. Este último concepto, de acuerdo con
la Organización Mundial de la Salud, se refiere a los roles socialmente construidos,
comportamientos, actividades y atributos que una sociedad considera como apropiados
para hombresy mujeres. Esto significa que los roles de género condicionan el papel y
las expectativas tanto de mujeres como de hombres y determinan la manera en la
que deben ser, sentir y comportarse al interactuar en la sociedad. De nuevo, se trata
de condicionamientos impuestos por el exterior que, de no controlarlos, impiden que
nos expresemos de acuerdo a nuestras propias convicciones.
Se dice que nadie nos conoce mejor que nosotras mismas. ¿Será cierto? Cada persona
reacciona de manera diferente ante situaciones similares, esto depende del estado
de fortaleza mental; es decir, nuestra capacidad para interpretar y gestionar las
emociones.
Te invito a que comiences por recordar tres eventos que te hayan provocado alegría
y tres que te hubiesen generado tristeza durante cada etapa de tu vida: tu infancia
(3-3), tu adolescencia (3-3) y tu vida adulta (3-3). Observa cómo fue tu reacción en
cada uno y la manera en que impactó en tu ánimo. Ahora, pregúntate cuáles son las
cinco cosas, alimentos o actividades que más alegría te provocan y las cinco que te
producen más tristeza.
Después de analizar lo que has escrito, ¿consideras que tus emociones y sensaciones
de alegría y tristeza han cambiado o han sido consistentes a lo largo de tu vida? Anota
todo en tu libreta. Realiza el mismo ejercicio con otras emociones que se contrasten:
valentía - miedo, seguridad - inseguridad; etcétera. Ésta es una manera de conocer
tus emociones. Recuerda que se trata de un ejercicio interno que requiere de la mayor
honestidad contigo misma.
Una vez que hemos comenzado a conocer nuestras emociones y las reacciones que
éstas nos provocan, debemos aprender a autorregularlas. Como señala Mar Romera:
No se pueden elegir determinadas circunstancias, pero somos responsables y dueñas de
la reacción ante ellas y de cómo dejamos que nos afecten. Entre más conectemos con
nuestras emociones, mayor control podremos tener de ellas. Debemos entrenar
nuestra fortaleza emocional para que actúe de acuerdo con nuestros propios valores
y percepción de la realidad, y no desde la manipulación exterior. Recuerda que todas
las emociones son importantes, cada una de ellas cumple una función específica y,
en conjunto, nos ayudan a mantener en equilibrio nuestra personalidad. No existen,
como también apunta Mar Romera, emociones buenas y malas: Si no sintiéramos tris-
teza cuando perdemos a alguien, seríamos psicópatas.
Mi Código de Mujer
En todo el universo no existe una persona igual a nosotras. Somos únicas e irrepe-
tibles. Somos mujeres especiales, valiosas y auténticas. Nuestro ser posee su propia
energía, sus propios dones y talentos, sus propias características físicas, intelectuales
y emocionales. Esto es lo que define nuestra singularísima personalidad o, como yo le
llamo, nuestro Código de Mujer.
Si no estás del todo satisfecha con tu vida, debes saber que tienes la libertad pero,
también, la responsabilidad de reinventarte y crear tu mejor versión. Siempre po-
demos trabajar en nuestro Código de Mujer, nutrirlo de nuevas y mejores cosas,
moldearlo y perfeccionarlo de tal manera que sea nuestra carta de presentación ante
todas nuestras relaciones y en cada ámbito en el que nos desenvolvamos -personal,
familiar, laboral, económico, social, cultural, espiritual-.
Tu Código de Mujer es lo que te distingue de las demás personas. Es esa energía con la
que te plantas en el escenario de la vida y todos voltean a verte con sólo sentir tu pre-
sencia. Así que, ¿cómo quieres que te perciban los demás?
Dones y talentos
Todas somos una energía divina, un alma que está viviendo una experiencia humana
en este plano terrenal. El universo ha dispuesto, para nosotras, una misión y nos ha
dotado de ciertos dones y talentos que son las herramientas de las cuales nos vamos a
valer para cumplirla; también ha dispuesto que conozcamos a algunas personas que
nos van a ayudar en nuestro propósito.
Curiosamente, el orden de prelación con que nos ha hecho llegar estos elementos ha
sido al revés; es decir, primero nos puso en contacto con las personas -nuestros pa-
dres-, luego nos fue develando nuestros dones y talentos, y finalmente nos permitió
descubrir nuestra misión. Como recompensa, una vez que encontramos el sentido de
nuestra vida, el universo nos entrega la llave que abre todas las puertas: la de la abun-
dancia, la de la prosperidad, la del amor, la de las relaciones positivas, la de la salud,
etcétera.
Es importante entender que los dones y los talentos son distintos. Los dones son
aquellas cualidades que nos son natas y que exponen lo mejor y lo peor de nosotras:
el don de la comunicación, el don del arte, por ejemplo. Mientras que los talentos son
las habilidades que desarrollamos y perfeccionamos para convertirnos en expertas
de algo: podría ser la destreza con la que, después de practicar mucho, manejas los
pinceles y las pinturas para plasmar en un lienzo la obra de arte que imaginaste a par-
tir de tu sensibilidad artística.
2. De la siguiente lista de dones, selecciona los dos con los cuales te sientas
más identificada:
a. Comunicador, Les gusta hablar mucho, son buenos para expre-
sarse y para comunicar a través de las palabras.
b. Cómico. Tienen excelente sentido del humor. Les gusta hacer
reír a los demás. Son amorosos y transforman vidas sólo con su
risa; la comedia es lo suyo.
c. Conector. Les gusta estar con la gente, conocer nuevas perso-
nas, son encantadores y socializan en cualquier escenario.
d. Empatizador. Les es fácil percibir la vibra de las demás perso-
nas, entienden lo que a cada una le sucede, por lo que está pa-
sando, o lo que está sintiendo.
e. Sistematizador. Les gusta el orden y son escrupulosos; crean
sistemas para organizar todo tipo de cosas y actividades.
f. Escuchador. Saben y disfrutan escuchar a las personas, son
atentos y ayudan a transformar la energía negativa de los
demás en energía positiva.
g. Confiable. Son nobles y muy responsables; las personas, en defi-
nitiva, les tienen mucha confianza en todos los campos.
h. Constructor. Tienen iniciativa, son innovadores y perfeccionis-
tas. Encuentran soluciones prácticas ante cualquier reto.
i. Artista. Son creativos y soñadores; de una idea abstracta
pueden generar cosas tangibles y hermosas. Se les da bien la
música, las artes plásticas y las artes escénicas.
j. Visionario. Son atrevidos, siempre están buscando mejorar su
estatus. Tienen facilidad para visualizar proyectos a corto, me-
diano y largo plazo.
k. Iluminador. Resuelven pequeños y grandes problemas con
cierta facilidad; suelen ayudar a otras personas a superar
dificultades.
1. Sanador. Proyectan tranquilidad y les gusta ayudar a las perso-
nas a sanar sus estados físico, mental o espiritual.
3. Escribe en tu libreta 10 cosas que te gustaría hacer o que ya haces y en las
que quisieras perfeccionar tu dominio para convertirlas en tus principa-
les talentos.
Analiza la información que obtuviste e identifica cuáles fueron las características que
más se corresponden con lo que eres o lo que quisieras ser. Cierra los ojos y visualízate
en el futuro, realizando alguna actividad acorde con tu propia esencia y con la que te
sientas feliz.
Capítulo 8
Encuentro mi misión
Mi propósito de vida
Ahora que hemos identificado nuestros dones y talentos, nos será más fácil encontrar
nuestra misión en la vida; eso que nadie más puede idear ni hacer mejor que nosotras.
Deepak Chopra nos recuerda que por cada talento único y por cada expresión de él, hay
necesidades únicas en el mundo. Cuando estas necesidades son emparejadas con la expre-
sión creativa de tu talento, esa chispa crea abundancia.
Para descubrir nuestra misión conviene que nos hagamos preguntas como: ¿A qué
me dedicaría si no tuviese la preocupación de generar dinero? ¿Qué personas me ins-
piran y quisiera hacer algo como lo que ellas hacen? ¿Qué problemas podría resolver
con mis dones y talentos?
Quiero compartir contigo una gran enseñanza que recibí de una de mis maestras y
guías espirituales, Ana Cortés, quien me ayudó a encontrar mi propósito de vida. Se
trata de la interpretación de la Estrella de David o Estrella del Universo. Como puedes
ver, en la ilustración que aparece enseguida, la Estrella tiene tres elementos prin-
cipales que están alineados: i) conexión con el Creador; ii) propósito de vida; y iii)
mentalidad.
La conexión con el Creador es, al mismo tiempo, una conexión con nuestro interior.
Recuerda que somos cuerpo, mente y alma. En la Escuela de Sanadoras de Alma
de Tribu de Amor llevamos a cabo talleres y meditaciones basadas en la Estrella
del Universo para lograr conectar con el Creador. Te invito a que te unas a nuestra
comunidad.
Trazo m i viaje
Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto.
(Henry Ford)
Como todo viaje, en el recorrido hacia el sueño de nuestra vida de abundancia nece-
sitamos trazar una hoja de ruta que nos ayude a mantener el rumbo. Como en toda
travesía, requerimos planear, organizar, prepararnos y tomar acción para emprender
el vuelo; de hecho, si somos capaces de visualizar nuestro sueño es porque éste ya
existe, sólo necesitamos descolgarlo del universo y atraerlo a nuestro plano físico.
El mundo es tan abundante que no existen límites para manifestar nuestro sueño;
como dice la maestra Louise Hay: Existe más dinero del que te pudieras gastar; existen
más personas de las que pudieras conocer; existe más comida de la que siquiera pudieras
probar; existe más amor del que pudieras sentir. No te conformes con soñar en pe-
queño; si vas a hacerlo, sueña en grande. Sé que muchas veces un condicionante que
nos ponemos es el dinero. Quiero decirte que, si en realidad te enfocas en tu sueño,
podrás superar esa ancla -¿cómo?- con creatividad y decisión.
Me pongo metas
Permíteme compartir contigo una estrategia que hemos diseñado en Tribu de Amor
para ayudar a nuestra comunidad a bajar su sueño:
Ahora, selecciona los 12 sueños que quisieras cumplir dentro de los siguientes
12 meses; deben ser lo más realistas posibles. Si te planteas como sueño
concluir una carrera universitaria que recién acabas de iniciar -tomando en
cuenta que, en promedio, te lleva 4 años-, no sería un sueño realista. Habiendo
definido tus 12 sueños prioritarios, elabora un Tablero de Visualización.
Ya trazaste tu ruta de viaje. Ya visualizaste tu sueño. Sólo falta que tomes acción. De
nada servirá que hayas llegado hasta aquí si no activas tus energías física y mental
para emprender el viaje. Nadie lo hará por ti. ¡Toma acción!
Este conjunto de características y adicciones son comandadas por el ego, que hará
lo posible por destruir nuestros sueños y alejarnos de nuestra misión. Por eso es im-
portante que las conozcamos y trabajemos al respecto para evitar que el ego hunda
nuestro barco. En Tribu de Amor hemos desarrollado un plan de 7 pasos para lograr
cumplir con nuestras metas:
Existen diversos métodos y estrategias que puedes utilizar para ponerte en acción y
alcanzar tus sueños, la que decidas tomar será la correcta siempre que te comprome-
tas contigo misma y con el universo.
Manifiesto la vida de mis sueños
Todas las cosas son creadas dos veces: la primera, en el plano cuántico o mental; la
segunda, en el plano físico o material. Por eso es tan importante tener claro nuestro
propósito de vida e imaginar, soñar y visualizar nuestras metas cumplidas. Por lo
común, las personas no sabemos lo que queremos o cambiamos de metas de manera
constante. La magia con la que vamos a atraer la vida que soñamos son las emociones
positivas que nos permiten elevar nuestra frecuencia energética; cuando la mantene-
mos alta, se abre un campo infinito de posibilidades.
Para atraer la vida de nuestros sueños, en Tribu de Amor utilizamos una técnica lla-
mada scripting, la cual consiste en escribir un guión donde se describe, como si fuese
el de una película, la vida que deseamos vivir: el argumento, los personajes, los esce-
narios, la musicalización y la ambientación en general. ¿Te animas a intentarlo?
Imagina que eres la guionista y directora de tu propia película, la cual se está rodando
y se estrenará exactamente dentro de un año. El filme se llama El sueño de,.. ¿Estás
lista?
Toma tu libreta. Escribe la fecha -un año después-. Activa tus cinco sentidos y
manifiesta, en presente, cómo y dónde estás. Tienes que ser lo más detallista y des-
criptiva posible. ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde y con quién vives? ¿Vives en la misma
casa, hiciste algunos cambios, o te mudaste? ¿Abriste ese negocio que tanto querías,
estás en la inauguración, cómo vas vestida? ¿Cómo es tu aspecto: sonríes, estás feliz,
orgullosa? ¿Quién es ese simpático hombre que te toma de la mano? ¿A qué sabe ese
delicioso postre que acaba de traerte el camarero del hotel donde te hospedas? ¿Dis-
frutas la música que escuchas mientras vuelas hacia Cancún?
Deja que tu magia maneje la pluma con emoción, con pasión, con amor. Cuando
termines, guarda tu guión y despréndete energéticamente de él. Deja que el universo
haga su trabajo.
Te invito a que conozcas lo que hacemos en Tribu de Amor y a que te unas a esta gran
comunidad de mujeres exitosas. Anímate a transformar tu realidad, a atraer la abun-
dancia y a construir la vida que deseas.
En el universo gobiernan leyes que son inquebrantables y de las cuales nadie escapa,
aunque a veces ni nos enteremos. Entre ellas está La ley de la gravedad -todo lo que
sube, baja- y La ley de causa y efecto o, como yo la llamo, La ley del infinito. Esta ley uni-
versal nos dice: A cada acción, corresponde una reacción opuesta y de igual magnitud.
En el budismo, esta ley se denomina karma y afirma que las acciones de los indivi-
duos, tarde o temprano, se les regresan. En la Biblia encontramos esta afirmación: No
hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti; esto significa que todo resultado
es consecuencia de una acción que lo provoca, dejando claro que no existen las casua-
lidades sino las causalidades.
Al ser universal, la ley del infinito se manifiesta en todos los planos: físico, emocional,
espiritual y onírico. En este sentido, el amor es el resultado (cosecha-efecto) de las
acciones amorosas que realizamos (siembra-causa). Para lograr una buena cosecha de
amor, es importante saber elegir la tierra y la semilla, regándola después con dedica-
ción, paciencia y convicción de que todo saldrá bien. Si somos buenas sembradoras, el
universo pondrá la lluvia, el sol y todo lo necesario para que nuestra semilla florezca.
A p r e n d o a sembrar
En Tribu de Amor creemos que la semilla más importante del universo es la del amor
y que existen tres campos de cultivo básicos para cultivarla: i) Nuestros padres: al
honrarlos, cuidarlos, apoyarlos y brindarles lo que nosotras mismas quisiéramos
que nos brindaran, estamos sembrando una poderosa semilla cuyo fruto nos acom-
pañará siempre; ii) Las personas necesitadas: al ayudarlas, cuando están pasando una
situación difícil, una emergencia que requiere apoyo urgente, estamos multiplicando
nuestro campo de cultivo; y iii) Los altruistas: colaborando con organizaciones socia-
les, organismos no gubernamentales, colectivos, grupos humanistas, dispensarios,
casas-hogar o personas que se dediquen, de manera permanente, a brindar ayuda
a otras, estamos expandiendo nuestra semilla. Todas, en absoluto, todas, podemos
sembrar amor.
Por supuesto, existen otras semillas y otros campos de cultivo. De hecho, todos nues-
tros sueños son una semilla y, su realización, su cosecha. La manera de regar nuestros
sueños es mediante la ayuda que brindamos a otras personas que tienen sueños
similares a los nuestros. Por ejemplo, si tienes conocimientos sobre contabilidad y
tu sueño es abrir un negocio, puedes buscar a alguien que tenga la misma intención
y ayudarle a establecer un método financiero que le permita mantener el control de
sus finanzas. Si tu sueño es estudiar una maestría en Periodismo, puedes dar clases
de regularización gratuitas a chicas que estén estudiando la preparatoria. Como ves,
existen ilimitadas tierras donde sembrar la semilla del amor; entre más semillas sem-
bremos, nuestra cosecha será mayor.
Es importante que la ayuda que brindemos sea por completo desinteresada y sin
juicios ni prejuicios; es decir, no debemos esperar recibir una contribución, agradeci-
miento o recompensa, sino que debemos hacerlo porque en verdad nos nace en el co-
razón; de lo contrario, estaríamos sembrando una semilla quemada que no florecerá,
por más empeño que pongamos en regarla. Cuida desde dónde emana la energía que
ofreces: ¿desde el amor o desde la carencia? Recuerda que lo que das es lo que recibes.
Y no olvides, cada vez que siembres semilla en otras personas, agradece al universo:
Me siento feliz y agradecida con el universo por permitirme ayudar.
Recibo mi cosecha
No esperes. Nunca esperes que el universo te recompense por las semillas que siem-
bras, pero confía en que lo hará. El universo tiene sus propios tiempos y son perfectos.
Cuando consideres que tu semilla ha madurado lo suficiente para florecer, suéltala;
deja que la energía universal haga su parte.
Hasta ahora tú has hecho lo que te correspondía: has viajado a tu interior, has sanado
tus heridas y cerrado los ciclos que te ataban al pasado, has perdonado a las personas
que te hicieron daño y te has perdonado a ti misma, te has transformado y has apren-
dido a sembrar. Ahora eres una mujer nueva. Eres esa hermosa mariposa que dejó de
ser oruga. Eres una diosa del amor.
¡Abre los brazos al cielo, sonríe y recibe tu cosecha!