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El poder del amor propio

Por Rubí Picazo


Fundadora de Tribu de Amor
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• Rubí Picazo

Dirección editorial: Wendy Utrilla González


Contacto: wendy_utrilla@hotmail.com
Edición: César Mendoza
Índice

Preámbulo

Capítulo 1. El arte de amarme a mí misma

Capítulo 2. ¿Por qué alejo el amor de mi vida?

Capítulo 3. Todas somos diosas del amor

Capítulo 4. Fortalezco mi amor propio

Capítulo 5. Aprendo a sanar mis relaciones

Capítulo 6. Atraigo a la pareja de mis sueños

Capítulo 7. Empoderamiento femenino

Capítulo 8. Encuentro mi misión


Preámbulo

El trayecto hacia el hospital se me hizo eterno. Aunque ya antes había hecho el mismo
recorrido, esa vez parecía diferente, más pesado. Recargué la cabeza en la ventanilla
del taxi que me transportaba y vi cómo el cielo adquiría tonalidades cada vez más os-
curas, presagio de la tormenta que se avecinaba.

Un incesante sentimiento de culpa me oprimía el pecho. Durante los últimos meses,


había preferido pasar más tiempo con los amigos -muchas veces ocasionales- que
con mi propia madre. Hasta el trabajo me producía más placer o, al menos, eso creía.
Me había obsesionado con mantener una vida llena de frivolidades, al grado de no
importarme pasar más de doce horas en la oficina. Sólo quería ganar más dinero para
poder comprar ropa de marcas reconocidas e ir a los bares y antros de moda. A mis
veintitrés años, vivía en una fiesta continua y desenfrenada, hasta que la realidad se
me estrelló en la cara.

Desde que mi hermano mayor me llamó para decirme que la salud de nuestra madre
había empeorado y que los médicos no daban esperanzas, me aferré a la idea de que
se trataba sólo de una crisis y que la superaría; ya antes había sucedido. Pensaba que,
cuando mi madre saliera del hospital, podría llevarla a aquella playa que tanta ilusión
le hacía y caminar a su lado diciéndole todo lo que entonces quería expresarle: que
la amaba, que la necesitaba, que nunca más la abandonaría. Recordé ese viejo refrán
que reza: Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido; al tiempo que una escuálida
lágrima surcaba mi mejilla. El conductor, que desde hacía rato me miraba de reojo por
el retrovisor, no se atrevió a preguntar qué me pasaba y agradecí que no lo hiciera; lo
menos que quería, en ese momento, era iniciar una charla hacia ninguna parte.
Llegamos al hospital y bajé del taxi sin siquiera cerrar la puerta. Corrí a la recepción
donde me indicaron el número de cuarto en el que se hallaba mi madre; aunque, estoy
segura de que, si no me lo hubieran dicho, de cualquier manera hubiese dado con
su ubicación. Allí estaba ella, con su hermoso rostro de matriarca angelical que con-
trastaba con lo ausente de su mirada. Ni siquiera me reconoció cuando me acerqué y
le susurré al oído ¡Aquí estoy mamá! Apenas, la tarde anterior, habíamos festejado el
Día de las Madres y ella sonreía despreocupada, sin saber -o quizá sí- que ese sería el
último momento de lucidez al lado de su familia. Primero fueron las pesadillas, luego
vinieron los delirios que la orillarían a un precipicio sin camino de vuelta. Los médi-
cos habían tenido que sedarla; por eso, cuando tomé sus manos, tampoco respondió a
mis caricias.

Me resistía a aceptar que aquella mujer sonriente, a la que tanto le gustaba bailar,
cocinar y regar las plantas, ahora estuviera ahí, inerte en una cama de hospital, mien-
tras su vida se diluía como una acuarela bajo la lluvia. La cirrosis le había devastado el
hígado y los ríñones. La piel traslucida dejaba al descubierto la delgadez de sus venas
y el planisferio de hematomas que se le dibujaba por todo el cuerpo. Sin dejar de acari-
ciarla, pensaba en lo vulnerables que somos y en lo impredecible de la vida.

De pronto, mi madre comenzó a convulsionarse. Grité, pidiendo ayuda. En un ins-


tante, el cuarto se llenó de enfermeras y doctores dando todo tipo de indicaciones.
Alguien me tomó del brazo y afable me llevó a una sala al final del pasillo, donde per-
manecí sin más compañías que la angustia y el desconsuelo.

Los minutos que siguieron fueron eternos, desesperadamente eternos. Sentada, con
la cabeza entre las rodillas, lloré, recé e imploré por un milagro. En mi desesperación
incluso, reclamé al universo por haber permitido que la enfermedad atacara tan
rápida y devastadoramente a mi madre. Sólo cuando mi represa quedó casi vacía de
tanto llorar pude encontrar un poco de calma y, en silencio, me dirigí a Dios. Le pedí
que perdonara mis errores y mi soberbia ante la vida, le prometí cambiar y estar más
pendiente de mi madre.

En eso estaba cuando el bullicio que llegó desde el pasillo me sacó de mis cavilaciones.
Levanté la mirada y descubrí que los médicos que atendían a mi madre abandonaban
la habitación, haciendo ademanes que no logré descifrar. Justo, en ese momento, mi
hermano salió del ascensor y, al ver la escena, me hizo una seña con la mano para que
permaneciera donde estaba; fue él quien se acercó a platicar con ellos.

Sentí que un abismo se abría bajo mis pies y un miedo bestial se apoderó de mí. Con
los dedos entrelazados, me hundí en lo más profundo del sillón, repitiendo, una y otra
vez ¡Perdóname, mamá!, ¡no te vayas!, ¡te necesito! Unos minutos después, regresó mi
hermano, se detuvo en la entrada de la sala y permaneció en silencio con la mirada
clavada en el piso. La gélida expresión de su rostro lo decía todo: mi madre se había
ido para siempre.

Fue un golpe demoledor. Grité, aullé, berreé. Me negaba a aceptar que eso realmente
estuviese sucediendo. Mi corazón latía tan fuerte que pensé que me estallaría. Entré
en shock y me desvanecí en el sillón, perdiendo, por un instante, la conciencia.
Cuando volví en mí, sentí una profunda y dolorosa sensación de vacío; supe que,
desde ese momento, mi vida nunca más sería la misma. Afuera comenzó a caer una
de las primeras y más abundantes lluvias de aquella primavera de 2015..

La muerte de mi madre me dejó en un aletargado estado de depresión. No sabía cómo


manejar el duelo, ni qué hacer para sobreponerme. Buscando escapar de la realidad,
me refugié en el alcohol y en la falsa alegría de la fiesta continua. Las desveladas se
volvieron cosa de todos los días. Dormía durante las mañanas y, cuando el sol co-
menzaba a agonizar, me lanzaba a la calle como una locomotora descarrilada hasta
perderme en el fondo de la noche. Buscaba, con desesperación, cualquier placebo que
me ayudara a olvidarme de todo. Comencé a descuidar mi alimentación, mi cuerpo y
mi arreglo personal. Pronto, aquella chica que antes irradiaba alegría y frescura fue
desapareciendo, dando paso a una persona gris y en franca decadencia. Sin darme
cuenta, fui perdiendo todo: el trabajo, los estudios, el auto; hasta aquellos que creía
mis amigos se fueron alejando, poco a poco.

Sentirme sola me provocó ansiedad y estrés. Comencé a relacionarme con personas


que, en un inicio, parecían brindarme un poco de confort pero, en realidad, lo único
que les importaba era pasarla bien en el momento. Se trataba de relaciones tóxicas
que nada bueno traerían a mi vida. Como, en ese momento, mi estabilidad emocional
dependía del contacto y aceptación de otras personas, esas situaciones se reprodu-
cían constantemente. Había perdido el control de mi existencia.

A esas alturas, era evidente que estaba repitiendo patrones de conducta heredados
de mi madre: una creciente adiccion al alcohol y a la codependencia. Fueron tiempos
difíciles en los que tuve la sensación de estar cayendo por un tobogán oscuro y sin
fondo hasta que, el único amigo verdadero que me quedaba, preocupado por la ma-
nera en la que estaba llevando mi vida, me propuso cambiar de residencia y comenzar
de cero. No tenía nada qué perder y ninguna cosa me retenía en San Juan del Río, así
que acepté.
Con lo que cupo dentro del maletero, viajamos a la ciudad de Querétaro. Nos ins-
talamos en un pequeño departamento cerca del centro y, de inmediato, comencé a
buscar trabajo. A los pocos días, me citaron en una firma de administración empre-
sarial, donde valoraron mi experiencia en el ramo y me contrataron por un periodo
de prueba. Mi entusiasmo y dedicación no pasaron desapercibidos para los directivos
y pronto me ofrecieron un contrato indefinido. Las cosas, por fin, parecían tomar un
buen rumbo.

Semanas más tarde, regresamos a San Juan del Río para recoger el resto de cosas que
había dejado encargadas. Salimos temprano con la idea de que nos rindiera el día y
pudiéramos regresar antes del anochecer. Aprovechando que él manejaba, me dedi-
qué a admirar el maravilloso lienzo azul que se dibujaba en el cielo, apenas salpicado
de unas discretas nubes en el fondo, que inyectaba un aire de tranquilidad a la monó-
tona rectitud de la carretera.

Todo parecía perfecto esa mañana hasta que, intempestivamente, otro auto nos
embistió. Debió ir a más de doscientos kilómetros por hora porque no nos dio tiempo
de advertir su presencia. Sólo escuchamos el estridente rechinido de las llantas y
después sentimos un golpe seco que nos hizo girar sobre nuestro propio eje -en un
tiempo desfasado, como una escena de la película Mátrix, alcancé a ver el rostro
descompuesto de mi amigo y las bolsas de aire que emergían de los compartimentos;
cerré los ojos y pensé que era el fin-; nos estrellamos contra el muro de contención. El
impacto mayor lo recibimos del lado del copiloto, donde yo viajaba.

A pesar de lo aparatoso -el auto quedo destrozado-, sobrevivimos al accidente. Los


paramédicos que llegaron en nuestro auxilio valoraron que los golpes que él había
recibido no ponían en riesgo su vida ni ningún órgano. En mi caso, decidieron que
lo mejor sería llevarme a un hospital para descartar que las heridas tuvieran alguna
consecuencia.
En el hospital me tomaron radiografías, una tomografía y varios estudios más. Los
médicos determinaron que había sufrido un esguince cervical grado II, fractura en el
brazo derecho y múltiples golpes en todo el cuerpo; así que me colocaron un collarín e
inmovilizaron el brazo con una férula. Pero lo que más les preocupaba eran las contu-
siones que presentaba en la cabeza, por lo que me tendrían en observación al menos
un par de días.

Los analgésicos y antiinflamatorios que me suministraron me hicieron caer en un


sueño profundo que se prolongó hasta la mañana siguiente. Cuando desperté, había
perdido la dimensión del tiempo y todo me daba vueltas. Minutos después, llegó un
sonriente médico que, tras darme los buenos días, me confirmó que las lesiones no
eran graves y pronto podría irme a casa. También me comunicó otra noticia, una que
me conmocionaría aún más que los golpes del accidente; se trataba de algo que nunca
imaginé recibir... ¡estaba embarazada!

En un inicio, fueron más las dudas y los cuestionamientos que la alegría de saber que
un pequeño ser comenzaba a formarse dentro de mi vientre. Nunca antes me había
pasado por la cabeza la posibilidad de convertirme en madre. No estaba preparada, ni
creía tener la capacidad para hacerme cargo de una responsabilidad de tal dimensión.
Sentí el peso de una catedral gótica caer sobre mis hombros. ¡Qué iba a hacer!

La incertidumbre me llevó de nuevo a un estado de angustia y depresión. Renuncié


al trabajo y me encerré a piedra y lodo en casa. No quería ver a nadie. Estaba viviendo
una intensa batalla interna, llena de pensamientos confusos y contradictorios. Aún
no superaba la pérdida de mi madre y ahora yo misma me convertiría en mamá de un
ser que no tenía la culpa de mis miedos e inmadurez.

Fueron los meses más largos y difíciles de mi vida, mismos en los que tuve que lidiar
con el duelo por mi madre, los achaques del embarazo y la frustración ante la falta
de dinero. Lloraba todos los días y a todas horas; además, la obligada abstinencia del
alcohol me crispaba los nervios de tal manera que llegué a tener pensamientos sui-
cidas. No entendía por qué me pasaban esas cosas, por qué mi vida había cambiado
tanto y en tan poco tiempo... ¿Por qué? Esa era la pregunta que se repetía en mi cabeza,
una y otra vez, como el picoteo de un pájaro carpintero tratando de romper la corteza
del árbol.

Cuánta falta me hacía mi madre. Sin duda, ella, con su inconmensurable amor, me
habría ayudado a llevar de mejor manera mi embarazo y me habría enseñado a trans-
mitirle ese mismo amor a mi hija. Pensaba en mi madre sin sospechar la sorpresa que
me deparaba y que me sacudiría de pies a cabeza.

Justo cuando se cumplió un año de la muerte de mi madre, nació mi hija. El universo


quiso que un mágico once de mayo de 2016, el primer llanto de mi pequeña Rossana
acabara de golpe con todos mis miedos, angustias y dudas. El universo tiene misterio-
sos vasos comunicantes y, esa ocasión, había elegido la magia de la numerología. Esa
bendita coincidencia no podía ser otra cosa que el regalo de mi madre. Esa fue su ma-
nera de decirme que me amaba y de darle sentido a mi vida.
Apenas tuve entre mis brazos a mi hija, me sentí la mujer más afortunada del mundo.
Al escuchar los tiernos latidos de su corazoncito, lloré; lo hice por largo rato pero, esta
vez, de felicidad. Y en un momento de epifanía, supe que la pregunta que debía ha-
cerme no era ¿Por qué?, sino ¿Para qué? Para qué había tenido que pasar por todas esas
experiencias. Para qué mi vida había dado un vuelco tan grande en tan poco tiempo.
Para qué me llegaba ese mensaje divino y maravilloso del universo.

Me di cuenta de que nada ocurre por casuaüdad. Los mensajes del universo están
siempre frente a nosotras, pero debemos tener el corazón abierto para verlos. Debe-
mos saber que, por cada situación difícil, la vida nos devuelve una enseñanza para
fortalecer nuestro espíritu. Sólo entonces entendí que todo en la vida tiene un propó-
sito y que los tiempos de Dios son perfectos.

Mi hija se convirtió en mi motor, mi luz y mi razón de ser. Sabía que, si quería


ofrecerle un buen futuro, tenía que transformar radicalmente mi vida. Así que co-
mencé un proceso de rehabilitación para alejarme de la propensión al alcohol y a la
codependencia. Dos veces por semana, acudí con puntualidad de relojero a terapia
y cumplí al pie de la letra con todas las indicaciones. Mas sabía que eso no era su-
ficiente, algo dentro de mí, y la energía que me transmitía mi hija, me decían que,
para transformarme por completo, debía aliviar mi alma. Así que me informé sobre
métodos de desarrollo personal, leí muchísimo, me inscribí en cursos y talleres, asistí
a conferencias y retiros espirituales que me iniciaron en el viaje hacia mi interior.
Todo esto hasta que, en un entrenamiento, conocí a una mujer maravillosa que me
guió en mi proceso de sanación espiritual. Ella me habló de la importancia de re-
plantear nuestros programas limitantes a través de la física cuántica y de activar el
extraordinario potencial que todas tenemos para acceder a una vida de merecimiento
y abundancia.
Este conocimiento me permitió interpretar, de una manera clara, cuál era el mensaje
que mi madre y el universo quisieron transmitirme a través de mi hija. Comencé un
intenso proceso de introspección y autoconocimiento hasta entender que las expe-
riencias que viví habían sido necesarias para comprender que mi verdadera misión
en el mundo era ayudar a otras mujeres a evitar o superar situaciones similares. La
energía de mi hija me develó que el medio para lograr mi propósito sería el poder del
amor.

Con mayor entusiasmo, me concentré en mi entrenamiento. Era como una esponjita


que absorbía todo y cada vez quería aprender más y más. Llegué a dominar las téc-
nicas y métodos de la sanación interior, pero fui más allá: descubrí que el poder más
importante del universo es el amor propio. Con los conocimientos y experiencias
adquiridas, logré liberar mi potencial creativo y, a partir de mis dones y talentos
naturales, comencé a diseñar el proyecto mediante el cual llevaría a cabo mi misión.
Adapté y tracé mis propias técnicas para aplicar el amor propio en todos los ámbitos y
situaciones de la vida. Ahora sé que quien aprende a amarse a sí misma puede lograr
lo que se proponga; sé que para amar a alguien más -sea quien sea-, primero debemos
cultivar el amor por nosotras; y sé que nuestro entorno no es más que el reflejo de
nuestro interior.

Después de dos intensos años de entrenamiento, aprendizaje y planeación, fundé


Tribu de Amor, una comunidad integrada por seres maravillosos donde hemos podido
ayudar a miles de mujeres a sanar su interior, potenciar su amor propio y encontrar
su propósito en la vida.

Este libro lo he escrito pensando en ti. Porque quiero compartir contigo las herra-
mientas que me han permitido reinventarme y convertirme en la mujer que soy
ahora. Quiero que descubras la poderosa energía del amor propio y que te atrevas a
tomar las riendas de tu vida y llevarla por un horizonte de prosperidad, abundancia
y amor. También te invito a que te asomes a lo que hacemos en Tribu de Amor y que
conozcas a otras mujeres que, como tú, desean y han logrado conectar con la energía
más poderosa del universo: el amor propio.

Tu felicidad está en tu interior, es resultado de tu amor propio, y


sólo tú eres responsable de cultivarla y fortalecerla.
Capítulo 1

El arte de amarme a mí misma

¿Qué es el amor?
Este libro trata sobre el impacto del amor propio en nuestro desarrollo personal, en
la manera en que interactuamos con las demás personas, y en cómo afrontamos las
distintas situaciones que se nos presentan cada día. En las siguientes páginas, te
comparto mi experiencia personal y las herramientas básicas que me han permi-
tido transformar mi realidad y darle un sentido positivo a mi vida. Deseo que estas
herramientas te ayuden a iniciar un cambio de paradigmas hacia la filosofía del
merecimiento y la abundancia. A lo largo del libro, te plantearé algunas preguntas y
te propondré algunos ejercicios prácticos. En este sentido, permíteme comenzar con
dos de ellas: Para ti, ¿qué es para el amor7 y ¿estarías dispuesta a amar a una persona
desconocida, alguien con quién nunca has tenido relación y de quien no sabes práctica-
mente nada?

En este primer capítulo, te hablo sobre la definición de amor que aplico en las
decisiones que tomo en todos los ámbitos de mi vida y en mi relación con las demás
personas: hija, pareja, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, conocidos, desco-
nocidos, etcétera.
Atraigo el a m o r a mi v i d a

En la cultura occidental, crecemos con la idea de que lo más importante en nuestra


vida es la manera en que nos relacionarnos con el entorno exterior: las personas,
las circunstancias cotidianas, la naturaleza, las normas, las creencias, etcétera. En
cambio, en la cultura oriental practican la introspección, donde la relación más im-
portante del individuo es la que establece hacia su interior; es decir, con su verdadera
esencia. Se trata de un diálogo con el yo interno que permite conocerse y mantener el
equilibrio emocional. Esta manera de entender la vida es la base del amor propio.

Sin embargo, las creencias, principios y valores que nos imponen desde la infancia
nos alejan de nuestro ser interior y, paulatinamente, vamos adoptando una inter-
pretación de la realidad muy distinta a nuestra verdadera esencia. Este abandono de
nuestro ser va dejando tatuadas, en nuestra memoria, ciertas heridas que influyen de
manera determinante en nuestro comportamiento durante las subsecuentes etapas
de la vida. De hecho, nuestro entorno y la perspectiva que las demás personas tienen
de nosotras no es sino el reflejo de nuestro interior.

Es como asomarse a la casa de alguien y percatarse del estado en que se encuentra:


el espacio está ordenado o, por el contrario, las cosas están regadas por todas partes;
los muebles armonizan o desentonan con el tipo de decoración dispuesta; las paredes
están pintadas con tonos alegres o más bien fríos; hay plantas, cuadros y libros, o
más bien es un espacio austero; etcétera. Así como el interior de una casa nos permite
formarnos una idea de la personalidad de quien la habita, de la misma manera sucede
con nuestro interior, sólo que, en vez de muebles, lo que hay es el conjunto de emocio-
nes, pensamientos, hábitos y conflictos que hacen vibrar nuestra energía.

Tal vez te has sorprendido al descubrir que aquello que las personas más juzgan, criti-
can o reclaman de ti, es lo mismo que tú más juzgas, reclamas y criticas de ellas. Esto
sucede porque atraes todo aquello que está en tu misma frecuencia energética. Si ésta
es débil y negativa, con seguridad atraerás personas y situaciones negativas. En otro
sentido, cuando, de manera sincera, le trasmites a alguien tu cariño y le haces sentir
que te importa, estás adentrándote en el campo energético del amor. Por ejemplo,
cuando realizas una buena acción con cualquier persona, sin importar si la conoces
o no, te estás conectando con una energía positiva sin siquiera reparar en que estás
realizando un acto de amor. El filósofo Martín Buber afirma que uno no puede forzarse
a sentir amor por otra persona, pero sí puede dirigirse a esa persona de manera amorosa.
La energía del amor es tan poderosa que, con pequeñas acciones de amor, podríamos
cambiar el mundo.

Todas las personas emitimos vibraciones constantes que, como señala Michael
Losier, experto en programación neurolingüística, pueden ser positivas o negativas,
y alimentarse de nuestros pensamientos y emociones; por eso, las personas atraen
aquello en lo que se fijan. De ahí la importancia de reestablecer nuestro diálogo interno
y sanar la relación con nosotras mismas para así fortalecer nuestro amor propio y lo-
grar que nuestro ser vibre de manera positiva y en una frecuencia cada vez más alta.

En la medida en que nos amamos, podemos brindarles amor a los demás; ya sea
nuestra pareja, hijos, amigos, compañeros de trabajo, o cualquier persona con la que
tengamos o no relación. En este proceso de aprendizaje, cada persona evoluciona a su
ritmo y de acuerdo con el conocimiento que va alcanzando de sí misma. Te aseguro
que, una vez que aprendes a amarte, no existe fuerza que te detenga.

El amor incondicional

Ninguna vida se escribe sin una referencia al amor.

Ningún sentimiento es más determinante en nuestras vidas, y ninguno tiene un impacto


más fuerte en nuestra capacidad de transformarnos y hacernos felices como el amor.

(ElsaPunset)

El concepto de amor es polisémico; lo que quiere decir que tiene diversas definiciones.
No obstante, de manera habitual se le relaciona con la afinidad entre seres, determi-
nado desde diferentes formas según sus ideologías y puntos de vista. Se trata de un
sentimiento vinculado con el afecto y el apego que es, al mismo tiempo, resultante
y productor de una serie de actitudes, emociones y experiencias. Desde la filosofía,
el amor se entiende como una virtud que representa todo el afecto, bondad y com-
pasión del ser humano. Pero, más allá de estas acepciones, quiero compartirte cuál
es, desde mi experiencia y conocimiento vivencial, el concepto de amor al que he
llegado.

La palabra AMOR viene del llamado a mamá. Desde tribus ancestrales y hasta nues-
tros días, el vocablo ama o má ha sido utilizado para llamar a nuestra progenitora.
Cuando llamamos a mamá, estamos llamando al amor; es decir, estamos reclamando
la protección, cuidado, aceptación, respeto y reconocimiento de nuestra madre. Todo
lo que representa para nosotras la figura materna está contenido en ese llamado:
ama-amo. Después, viene el sufijo or, que aporta el sentido de cualidad y efecto.

AMA-O + OR = AMOR

De tal manera que el amor es la consecuencia de ese llamado a amar y sentirnos


amadas. Es el llamado a ese amor incondicional que nos protege y nos mueve. Sin em-
bargo, no siempre sucede así.

Pensemos en dos mujeres que acaban de convertirse en madres. La primera es pa-


ciente, cariñosa y protectora con su bebé: le dice palabras bonitas, lo abraza, lo besa, le
canta, lo hace sentir único; todo lo que le da a su hijo lo realiza de una manera natural
porque entiende que el amor de madre es incondicional. La segunda, en cambio, man-
tiene una actitud ecuánime, casi indiferente ante el nacimiento de su hijo; quizá el
embarazo la obligó a retrasar algún proyecto que para ella era muy importante o sólo
no le causa mucha ilusión convertirse en mamá. Esto sucede porque el amor, incluso
el maternal, también es decisión. Cada cual tiene el poder y la libertad de decidir amar
o no amar.

Decidimos amar a nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros padres y hermanos,


a nuestros amigos y demás personas que nos importan. Joseph Zinker señala que
el amor es el regocijo por la simple existencia de la persona amada. Cuando decidimos
amar, de manera incondicional, significa que no esperamos nada a cambio.

Quizá te estés preguntando si existen distintas maneras para amar a cada persona. La
respuesta es No. El amor siempre es el mismo, es la misma energía; lo que cambia es
la forma en la que entregamos ese amor. Lo que yo llamo la cajita de regalo del amor.
Esa cajita representa el grado de compromiso que tenemos con cada persona. Por
ejemplo:
• A mi pareja. La cuido, la reconozco y la acepto como es; procuro brindarle
seguridad y hacerla sentir amada; la respeto y respeto su individualidad.
Mi compromiso con ella es el de compartir nuestras vidas, formar una fa-
milia y disfrutar de nuestra compañía mutua.
• A mi mejor amiga. La cuido, la reconozco y la acepto como es; procuro
brindarle seguridad y hacerla sentir amada; la respeto y respeto su indivi-
dualidad. Mi compromiso con ella es el de compartir momentos especia-
les, apoyarnos y disfrutar de nuestra compañía mutua, siempre que las
posibilidades y prioridades lo permitan.

Con esto quiero transmitirte que la energía del amor siempre es la misma, sólo que no
podemos desdoblarnos en un mismo tiempo, por eso establecemos niveles de priori-
dad, lo que no significa egoísmo sino seguridad en nuestras decisiones.

En el caso de las relaciones de pareja, es necesario que observes dos cosas que están
vinculadas. En primer lugar, debes tener cuidado de no confundir amor con enamo-
ramiento -del cual te hablaré más adelante- porque son sentimientos distintos. En
segundo lugar, el amor no debe estar condicionado al cumplimiento de estereotipos o
requisitos que debe cumplir la pareja idealizada: aspecto físico, nacionalidad, condi-
ción social, ideas, religión, etcétera.

Pero no olvides que el amor más importante de nuestra vida es el que sentimos por
nosotras mismas. Cuando entendí esto, me enfoqué en los siguientes aspectos:

• Cuidarme. Cuido mi alimentación, mi salud, mi autoestima y mi imagen.


• Aceptarme. Me acepto como soy, con mis virtudes y limitantes.
• Reconocerme. Reconozco y valoro todo lo bueno en mí, el conocimiento
que poseo, mi aprendizaje, mis logros y fracasos, mis metas, mis sueños.
• Protegerme. Me protejo antes de proteger a cualquier otra persona -aquí
no debemos confundir la protección con el ego, del cual también hablare-
mos más adelante-.
• Brindarme seguridad. Soy una mujer segura de mí misma por lo que soy,
por lo que tengo, por mis virtudes y limitaciones.
• Hacerme sentir perteneciente. Me pertenezco a mí misma, a mi creativi-
dad, a mis metas, a mis logros y a mi propio mundo.
• Respetarme. Respeto mi cuerpo, mi dignidad, mis metas, mis compromi-
sos, mi palabra y mis valores.
• Ser libre. Me hago responsable de mi propia libertad y respeto la de los
demás.

El enamoramiento

Pensamos en enamoramiento y de inmediato sentimos el efervescente aleteo de mil


mariposas en nuestro estómago. Es común que confundamos la inicial emoción del
enamoramiento con el sentimiento real del amor. Tú, ¿qué sientes cuando estás
enamorada? Suspira un momento y después, con tus propias palabras, escribe en una
libreta lo que representa para ti esta sensación.
Los efectos embelesadores del enamoramiento suelen ser similares a los provocados
por ciertas drogas. Esto es porque los sentimientos no se generan en el corazón sino
en el cerebro. Diversos estudios demuestran que, cuando nos enamoramos, liberamos
importantes niveles de dopamina -conocida como la hormona de la felicidad-, que es
la encargada de generar excitación y euforia.

Desde la perspectiva de la bioquímica, el enamoramiento comienza en la corteza cere-


bral y de ahí pasa al sistema endocrino, donde se transforma, fisiológicamente, dando
paso a la segregación de dopamina dentro de una pequeña área del cerebro que se
llama hipotálamo; de ahí se mandan las señales de estímulo a todo el cuerpo. Por eso,
cuando se dice que el amor es ciego, se está haciendo referencia a la forma irracional
en que actúan los enamorados. El término enamoramiento es una palabra compuesta:

ENAMORA + MIENTO

Esto no significa que sea una mentira o que la emoción que sentimos cuando conoce-
mos a alguien y disfrutamos de su compañía sea falsa. Lo que intento decirte es que
esta etapa se sustenta, sobre todo, en ilusiones que, por lo general, tienen una dura-
ción relativamente corta. Los enamorados ven a través de un lente mágico que hace
que todo se perciba románticamente perfecto y resaltan las virtudes y cualidades del
ser amado, minimizando sus defectos y errores.

Muchos poemas, novelas, canciones, películas y series de televisión se han inspirado


en historias de enamorados. Por ejemplo, en el clásico de William Shakespeare, Romeo
y Julieta, los protagonistas se conocen durante un baile de máscaras y se enamoran
perdidamente; ante circunstancias adversas, se casan con celeridad y en secreto. Pero
la historia termina en tragedia sin que los enamorados consumen su amor; es decir,
los protagonistas nunca pasan de la etapa del enamoramiento, por eso es considerada
la historia romántica por excelencia.
Mi propósito es que interiorices que el enamoramiento puede ser la cosa más maravi-
llosa, siempre que logres mantener los pies en la tierra. Diversos especialistas señalan
que el enamoramiento es una emoción pasajera que dura, en promedio, de tres meses
a tres años, dependiendo de las circunstancias de cada relación. En esta etapa, se
genera información valiosísima que, si aprendes a leer y a utilizar en forma cons-
ciente, te puede ser de mucha utilidad para pasar a la siguiente: el amor. Durante el
enamoramiento puedes conocer tanto lo bueno como lo malo de tu pareja, sus valores
y principios, sus gustos, sus hábitos y costumbres, sus cambios de humor, etcétera; y
saber si es la persona con la que quieres compartir tu vida.

El enamoramiento no sólo se genera entre personas que se atraen física o románti-


camente, también florece entre amigos, compañeros, socios, etcétera. Recuerdo una
parte de la novela Esther en alguna parte, de Eliseo Alberto, donde, después de un rato
de charla entre dos personas que acaban de conocerse, una le dice a la otra: También
existe la amistad a primera vista... la amistad también es un romance.

De la misma manera, podemos enamorarnos de proyectos, lugares, e incluso objetos.


Quizá alguna vez emprendiste algún proyecto que, de inicio, te parecía increíble pero,
al poco tiempo, perdiste el entusiasmo y decidiste abandonarlo. Lo que sucede es
que, a veces, nos enamoramos de algo que, en realidad, no amamos y, cuando se pasa
la emoción inicial, nos damos cuenta que no es lo que buscábamos. Por el contrario,
cuando emprendemos algo que, en verdad, amamos, no hay poder en el mundo que
nos haga desistir.

La codependencia

Ahora quiero hablarte de la codependencia y de los efectos que puede provocar en


nuestra vida. Comienzo por decirte que, durante nuestra infancia, desarrollamos
un vínculo emocional con nuestros padres o con quienes nos proveen de todo lo que
necesitamos: alimento, vestido, aseo, cariño, protección, etcétera. Se trata de una
dependencia emocional o afectiva que, de acuerdo con diversos estudios, consiste en
desarrollar una serie de comportamientos adictivos relacionados con el apego. Así,
las personas con un alto nivel de dependencia emocional son más proclives a sentir
una excesiva necesidad de estar cerca de su pareja o de cualquier persona con la que
hayan generado un fuerte vínculo afectivo. Incluso pueden generar dependencia
emocional con mascotas, cosas materiales o intangibles como el trabajo, el teléfono,
las series de televisión, entre otras.

Una modalidad de la dependencia emocional es la codependencia. Ésta se establece


entre dos personas, donde una asume el rol de víctima y la otra de victimaria. Las
personas codependientes son propensas a relacionarse con aquellas que tienen pro-
blemas familiares, sociales, económicos, emocionales o de cualquier otro tipo. La
ayuda a la pareja se convierte en su prioridad, incluso por encima de las necesidades
propias. Este tipo de personas, casi siempre, arrastran algún evento traumático,
siendo desde ahí que actúan -consciente o inconscientemente-, esperando que, al
salvar a su pareja, ésta les brinde el amor y consuelo que están necesitando y que no
son capaces de proveerse por ellas mismas. Si te preguntas cómo identificar si alguien
es codependiente, aquí te comparto un listado con las principales características:

• Tienen baja autoestima.


• Viven con miedo al rechazo y al abandono.
• Suelen ser agresivas.
• Se sienten más seguras al dar que al recibir, anteponiendo las necesidades
del otro sobre las propias.
• En todo momento, intentan complacer y congraciarse con el otro.
• Son incapaces de decir no ante las necesidades o exigencias de los demás.
• Son, en extremo, responsables o irresponsables.
• Creen tener el control de todo, tanto de las personas como de los sucesos.
• Son muy sensibles a la crítica y todo lo toman en forma personal.
• Ante diversos cuestionamientos, combinan respuestas pasivas y agresi-
vas.
• Se culpan de todo lo que sucede a su alrededor.
• Dudan de sus emociones y decisiones.
• Se les dificulta divertirse y ser espontáneos.
• Rechazan cumplidos o halagos, aunque también se deprimen si no los
reciben.
• Exigen atención y respeto de otras personas en vez de ganárselo.
• Minimizan a los demás y los hacen dudar de sus capacidades.
• Dicen hacer críticas constructivas cuando, en realidad, buscan lastimar.
• Maliciosamente, resaltan las inseguridades de las personas cercanas.
• Rechazan tener algún problema o se niegan a buscar ayuda, argumen-
tando que son capaces de manejar la situación por ellas mismas.

Como te podrás dar cuenta, uno de los factores de la codependencia es la agresividad.


Entre las personas con actitudes agresivas existen diversas categorías: i) Pasivas: sue-
len agredir psicológicamente, con chantajes, críticas negativas, pero sin llegar a los
golpes; ii) Explosivas: son muy poco tolerantes, se molestan de todo y levantan la voz
a la menor provocación, se expresan con groserías y, en ocasiones, utilizan la fuerza
física; iii) Aisladas: son indiferentes y evasivas con su pareja, les aplican la Ley del
hielo, las menosprecian y las hacen sentir inferiores; y iv) Sobreprotectoras: suelen ser
personas celosas y obsesivas, dicen preocuparse por su pareja pero, en realidad, bus-
can controlarla y coartar su libertad de decisión.
Ahora que sabes lo qué es y cómo funciona la codependencia, te estarás preguntando
cómo prevenirla o solucionarla. La respuesta es: con amor propio, aprendiendo a
sanar y a mejorar la relación contigo misma, valorándote y amándote en un nivel
cada vez más profundo; de tal manera que, cuando decidas relacionarte con otras per-
sonas, puedas brindarles, consciente y responsablemente, todo el amor que desees,
sin condicionamientos y sin temor a perder nada.

Para reforzar lo abordado hasta aquí, te propongo el siguiente ejercicio: Con las pala-
bras de la lista que aparece enseguida, y que corresponden a características del amor
incondicional, el enamoramiento y la codependencia, completa las columnas. Al final
de la página, encontrarás el orden correcto.

• CODEPENDENCIA • ENAMORAMIENTO •AMOR


• Idealización • Depresión • Pertenencia
• Miedo • Reconocímiento • Adicción
• Aceptación • Control • Respeto

• Expectativas • Segundad • Deseo


• Nervios • Atracción • Libertad
• Temporal • Celos • Maltrato
• Incondicional • Adrenalina • Biopsicoquímico

Cuidado Angustia

Alegría
Protección Suposiciones

Ansiedad
Amor: decisión, incondicional, cuidado, aceptación, reconocimiento, protección, seguridad, pertenen-
cia, respeto, libertad.

Enamoramiento: emoción, biopsicoquímico, temporal, atracción, alegría, adrenalina, deseo, idealiza-


ción, nervios, ansiedad.

Apego: adiccion, miedo, angustia, control, suposiciones, depresión, expectativas, celos, maltrato.
Capítulo 2

¿Por qué alejo el amor de mi vida?

¿Qué es el ego?
En un periodo de mi vida, cuando intentaba abrirme al amor o demostrarle a alguien
que me importaba, lejos de ser correspondida, parecía que las personas ponían ba-
rreras o se alejaban sin que existiese una causa aparente. Incluso, estando en alguna
relación de pareja, me enfrenté a engaños, malos tratos, indiferencia y abandono,
hasta que entendí que mi falta de seguridad y amor propio eran aprovechados por un
ente que habita dentro de todas las personas: el ego.

El ego es el encargado de provocarnos miedo, dolor, resentimiento, ira, depresión,


presunción, envidia, celos. Este ente hace que tomemos decisiones a partir de esas
sensaciones y adoptemos una imagen que no corresponde con nuestra verdadera
esencia. Por eso, para lograr establecer relaciones positivas es necesario mantener
al ego al margen de nuestras decisiones. Esto lo logramos aprendiendo a amarnos y
valorarnos.

El ego, por lo general, lo asociamos con personas antipáticas, presumidas o narci-


sistas. Tú, ¿en qué piensas cuando escuchas este término? El ego es una instancia
psíquica mediante la cual se moldea una falsa idea de nuestra identidad. Es una espe-
cie de máscara social que funciona como barrera de protección y condiciona el papel
que interpretamos en el escenario de la vida. Esa máscara crece y se fortalece con la
aprobación de las personas y el entorno que nos rodea, las costumbres, las normas
sociales, los estereotipos; es decir, puede controlar nuestros pensamientos y emocio-
nes, y determinar la forma cómo actuamos.
El ego es esa vocecita que escuchamos en nuestro interior, que nos envuelve y hace
que dudemos de nosotras mismas. Se alimenta, sobre todo, de nuestros miedos y
obsesiones, estando pendiente de nuestra vulnerabilidad en momentos de preocupa-
ción, ira, depresión, negatividad, cinismo.

El ego se oculta detrás del ardor de los celos y del envalentonado orgullo. Es ese
diabüto que nos acompaña desde la infancia y que, al paso del tiempo, se fortalece
conforme nos protege de los daños o sufrimientos que vivimos en el pasado. Ese dia-
blito nos susurra al oído la manera en la cual debemos reaccionar en cada momento y
circunstancia. Es la respuesta reactiva a nuestro exterior; por ejemplo:

• Tenemos un fracaso y nos deprimimos; eso es tu ego.


• Tenemos un éxito y nos da un ataque de vanidad; eso también es ego.
• Se nos presenta una oportunidad y no nos sentimos lo bastante compe-
tentes para aprovecharla; aunque no lo creas, eso también es ego.
• Damos caridad, procurando que todo el mundo lo sepa; estamos teniendo
una actitud egocentrista.
• Cuando alguien tiene una opinión contraria a la nuestra y creamos un
conflicto, nos estamos dejando llevar por el ego.
• Cuando alguien tiene una opinión con la que sí estamos de acuerdo y la
seguimos a ciegas; también estamos obedeciendo al ego.
• Si alguien nos dice una verdad y nosotras la rechazamos tajantemente, es
un típico caso de egocentrismo.
Esto es así porque, poco a poco, el ego nos ha alejado de nuestra verdadera esencia:
el amor, la inteligencia, el sentido común, la sabiduría interna con la que nacimos;
supliéndola con una falsa identidad -la máscara- condicionada, a su vez, por los este-
reotipos establecidos por la sociedad.

El ego también es victimista: siempre está buscando culpar a los demás, al entorno y
a las circunstancias de lo que nos sucede. Supongamos que estás haciendo una dieta
que sabes que es benéfica para tu salud, pero, de pronto, la interrumpes, o de plano la
abandonas. En realidad, quien te convenció de tomar esa decisión fue el ego que te su-
surró: No te preocupes, la retomas después -aunque sepas que será difícil que lo hagas-.
El ego tira la piedray esconde la mano; o sea, te induce a tomar malas decisiones pero
te hace creer que eres tú quien decide.

Tal vez te estés preguntando qué hacer para eliminar al ego y que no afecte tu vida;
bien, eso lo platicaremos más adelante. Por ahora, me interesa que te quede claro algo
muy importante: ¡el ego no eres tú, no es tu ser real, no es tu verdadera esencia!

El diablito del ego es un adversario que se interpone en tu autoconocimiento, evi-


tando que aprendas a amarte en un nivel profundo. Imagina que estás en un salón
de juegos, tienes frente a ti un tablero de ajedrez dispuesto para comenzar la partida,
pero estás sola, así que tú misma tienes que mover, simultáneamente, las piezas blan-
cas y negras. No sería muy divertido, ¿verdad? Para jugar, siempre requerimos de un
adversario que nos rete y nos haga sacar lo mejor de nosotras mismas; pues bien, tu
adversario -en el juego de la vida- es el ego.

¿Cómo ganarle la batalla al ego?

Para ganarle la batalla al ego necesitamos ser más inteligentes que él, estudiarlo con
cuidado, analizar sus movimientos, sus mañas, sus trucos; descubrir sus fortalezas
y debilidades para luego plantear la mejor estrategia de contraataque. Si conocemos
al enemigo y nos conocemos a nosotras mismas, no debemos temer el resultado de cien
batallas. También es necesario que asimilemos cuáles son los tres elementos que
componen al ser humano: cuerpo, mente y alma. Para tener una vida equilibrada, es
vital que éstos estén en perfecta armonía.

Todas entendemos qué son el cuerpo y la mente; y, en general, sabemos qué hacer
para cultivarlos. Pero, ¿sabemos qué es el alma? Se trata de un ente inmaterial que no
podemos ver, ni palpar ni oler, pero lo llevamos dentro de nosotras. Es la esencia que
forja nuestra identidad e individualidad y nos hace únicas. Vive dentro del amor ver-
dadero e incondicional y es el epicentro de nuestro potencial.

A diferencia del ego, que se expresa mediante el uso de nuestra mente lógica y racio-
nal, basándose en los cinco sentidos, por lo que su enfoque es básicamente material,
el alma se manifiesta mediante la intuición, los sueños, la alegría; es esa otra vocecita
de tono más suave que nos hace confiar en nosotras mismas. Es nuestro centro neu-
rálgico e infinito que nos permite percibir la vida desde una dimensión más allá de lo
meramente racional o material.
Cuando descubrí esta dicotomía, me volví más observadora de mí misma, de mis
emociones, de mis pensamientos, de mi forma de actuar. Poco a poco, aprendí a
tomar decisiones desde el amor y no desde el miedo. Pude darle un giro radical a mi
vida y a la manera en la que me relacionaba con los demás. Me di cuenta de que todas
las personas tienen su propio ego que -falsamente- las protege, aunque quizá no lo
sepan.

Para ganarle la batalla al ego, lo primero es aceptar que él habita dentro de nosotras;
reconocer que, en ciertos momentos, ha logrado controlar nuestros pensamientos y
decisiones, llevándonos a instantes de ansiedad y estrés; que nos ha manipulado para
cumplir sus caprichos y renunciar al amor y a la felicidad que merecemos. La manera
de combatirlo es fortaleciendo nuestro amor propio y tomando nuestras propias de-
cisiones desde un plano positivo.

El enemigo del amor

Cuando hemos reconocido que el ego vive dentro de nosotras, debemos saber que él
nunca se irá. El ego es un contrincante permanente en el juego de la vida, de tal ma-
nera que debemos aprender a convivir con ese diablito, escucharlo y responderle que
nunca más dejaremos que influya en nuestras decisiones. Es momento de hacernos
responsables de nuestra propia realidad y tomar acción desde el amor.

Recuerda que, cuando alguien nos juzga o crítica y eso nos provoca una sensación de
enojo, de cierta manera es el reflejo de nuestro ego que se empeña en entrometerse y
boicotear nuestras reacciones. No permitas que este enemigo del amor siga alejando
de tu vida a las personas que te importan; evita que imponga sus mañas y te haga
dudar cuando decidas relacionarte con quien tú quieras, empezando por ti misma.
Entre más fuerte sea tu amor propio, mejor será la proyección de tu interior.
En la medida en la que te conectes con tu alma, el ego permanecerá quieto en su
rincón. Tú eres un ser infinito y tu verdadera esencia está llena de la energía más po-
derosa del universo: el amor.

¿Elijo el m i e d o o el amor?

El miedo es una de las armas más poderosas del ego; produce alteraciones en nuestro
ánimo ante riesgos inminentes o daños imaginarios. El psicólogo Karl Albrecht
afirma que algunos de nuestros miedos tienen un valor de supervivencia básica; otros, sin
embargo, son reflejos que pueden ser debilitados o reaprendidos. El miedo provocado por
el ego pertenece a esta segunda categoría; es decir, se forma en nuestra mente: miedo
a la pérdida, miedo al fracaso, miedo a que nos hieran y, claro, miedo a la muerte que,
por lo general, es el que causa mayor angustia y afecta todos los aspectos de nuestra
vida. Este tipo de temor nos lleva a generar pensamientos derrotistas -no puedo, no
merezco- que nos paralizan.
En una conferencia que impartí hace tiempo, una chica me preguntó qué hacer para
aprender a tomar buenas decisiones y no culpar a los demás por los errores propios. La
respuesta -le dije- la encontramos al observar desde dónde estamos tomando las de-
cisiones: ¿desde el miedo o desde el amor? Sucede que muchas veces decidimos desde
el miedo al qué dirán, al rechazo o al ridículo; desde el miedo a no agradarle a nuestra
pareja, a nuestro jefe, a nuestras amigas; desde el miedo a no ser lo suficientemente
importantes, divertidas o inteligentes. De manera consciente o inconsciente, condi-
cionamos nuestras decisiones a partir del miedo.

Pero, ¿qué pasaría si nos hacemos responsables de tomar nuestras propias deci-
siones?, ¿qué sucedería si no nos dejáramos manipular por el ego y decidiéramos
nuestras acciones desde el amor? En definitiva, los resultados serían diferentes, se-
rían armoniosos y positivos.

Supongamos que quieres comprar un nuevo auto; tu decisión puede estar determi-
nada por el miedo a ser rechazada por no tener uno similar al que tienen las personas
con quienes convives o, bien, porque quieres tener una mejor y mayor movilidad,
sintiéndote más segura al transportarte. En ambos casos, estarías comprando ese
nuevo auto, pero el propósito sería distinto. ¿Te das cuenta? Por eso, cuando tomamos
decisiones a partir del miedo, los resultados de éstas suelen desilusionarnos o durar
poco, pues las hacemos pensando en complacer a los demás y no a nosotras mismas.

Ahora que sabes esto... ¿Desde dónde decides continuar tu día o retomar el rumbo de
tu vida? ¿Desde el amor o desde el miedo?

Valoro mi soledad

Cuando hablamos de soledad, por lo común pensamos en tristeza, depresión o aban-


dono. .. ¿Cierto? Sin embargo, la soledad está desvalorizada porque no la entendemos.
En El Principito, aparece este diálogo:

-¿Qué es la soledad? -Pregunta el Principito.

-Es un reencuentro consigo mismo, y no debe ser motivo de tristeza; es un mo-


mento de reflexión. -Contesta el zorro.

Qué potente mensaje, ¿no te parece? Muchas obras de arte, libros, canciones, carreras
deportivas, e infinidad de proyectos, se han generado desde el espacio creativo de la
soledad. El mismo Arthur Schopenhauer decía que la soledad es el destino de todos los
espíritus excelentes.

Pese a ello, muchas mujeres y hombres se lamentan por estar solos o por no tener
una pareja. No se dan la oportunidad de hacer una pausa, respirar y disfrutar de los
beneficios de la soledad. Estas personas necesitan estar en compañía de alguien para
sentirse felices y, a veces, cuando encuentran una pareja, tienden a quejarse porque
ésta no llena sus expectativas.

Lo cierto es que, en ocasiones, ni nosotras mismas sabemos lo que queremos; me


incluyo porque, en un periodo de mi vida -cuando aún no aprendía a amarme a mí
misma-, estuve así. Andaba a la deriva, brincando de relación en relación, buscando el
amor y exigiendo ser correspondida. Me aterraba la soledad y, por eso, me enredé en
una serie de relaciones tóxicas.

Cuando, por fin, entendí que, para ser amada o amar a alguien más tenía que comen-
zar por amarme a mí misma, todo cambió. Comencé a valorar mi propia compañía,
mi espacio de soledad, y a mí misma.

Quiero compartir contigo algunas técnicas básicas que apliqué para aprovechar mis
espacios de soledad y ser feliz. Mas no te confundas, no se trata de descartar la vida en
pareja; por el contrario, mi propósito es ayudarte a consolidar tus relaciones a partir
de la toma de decisiones conscientes, reflexivas y amorosas. No desde los miedos que
pudieras venir arrastrando.

• Me conozco a mí misma. Aprovecho los momentos de soledad para


ponerme cómoda, respirar profundamente y entablar un diálogo interno:
preguntarme cómo estoy, qué siento, cómo me gustaría que fuera mi rela-
ción con los demás.
• Soy positiva. Pongo atención en mi comunicación interna y externa: qué
palabras y actitudes utilizo: identifico las negativas u ofensivas y las susti-
tuyo por palabras y actitudes positivas y amorosas.
- Me siento completa conmigo misma. Sé que la compañía y el amor más
importantes en mi vida son conmigo. Soy un ser infinito y maravilloso,
nadie puede brindarme más amor que el que yo me doy.
- Dejo de buscar el amor en lugares equivocados. Cuido los lugares y cir-
cunstancias en las que me abro a la posibilidad de entablar una relación.
En ocasiones, la mejor manera de encontrar es no buscando.
• No acepto relaciones condicionadas. Si alguien pretende anteponer
reglas o limitantes -claramente abusivas- para iniciar una relación, sólo
me retiro. Incluso, si ya estoy en una y noto que mi pareja intenta imponer
ciertas condiciones, limitar mi libertad, o me hace críticas poco construc-
tivas, no espero y me alejo.
- Me libero de aparentar ser feliz. Cuando no me siento plena en una
relación, la suelto. Si considero que se ha vuelto conflictiva, dañina, en ab-
soluto monótona o, simplemente, no me hace feliz, me libero de ella. Esa
liberación es un acto de amor propio.
- Me comprometo con la relación más importante de mi vida. Sé que la
relación más importante que tengo es conmigo misma, así que me com-
prometo al cien por ciento. Donde sea que me encuentre, soy mi mejor
compañía. Todos los días, cultivo mi relación, me valoro y me amo.

A p r e n d o a cerrar c i c l o s

A lo largo de la vida, experimentamos constantes cambios en los diversos ámbitos en


los que nos desenvolvemos. Estas transformaciones forman parte de nuestra evolu-
ción; sin embargo, algunas veces nos aferramos al pasado.

El cierre de ciclos significa eso: desprenderse del pasado y poner en perspectiva cada
experiencia, tomar lo que nos sirve para evolucionar y dejar atrás aquello que pudiera
convertirse en una carga innecesaria. Imagina que vas navegando en un barco por el
Atlántico y, cada tanto, arrojas una pesada ancla al mar; lo que va a suceder es que, en
algún momento, tú barco no podrá moverse más, a menos que las cortes. Pues bien,
los ciclos que vamos dejando abiertos son esas anclas que nos impiden avanzar en la
vida.

Les llamamos ciclos a las diversas etapas, acontecimientos o vivencias que experi-
mentamos: una relación, el fin de un ciclo escolar, un trabajo, una carrera deportiva,
un cambio de casa, un duelo, etcétera. Para lograr cerrar ciclos, requerimos mantener
controlado al ego y enfrentar, con entereza, el miedo, el dolor, el rencor, la culpa, el
victimismo y, de ser necesario, perdonar. Cuando cerramos un ciclo, debemos prepa-
rar el terreno para el arribo de algo nuevo: Nadie corta un pedazo de vestido nuevo para
remendar uno viejo. La clave para cerrar ciclos es la aceptación y la liberación; aceptar
que ese acontecimiento ya no está más en nuestra vida y situarnos en el presente. En
otras palabras, se trata de liberarnos de las ataduras del pasado.

Si pretendemos comenzar una nueva relación, pero venimos cargando nostalgias o


conflictos de la anterior, seguro estaremos proyectando esa energía negativa que, por
lógica, ahuyentará a nuestra nueva pareja. Para nadie -o casi nadie- es agradable estar
escuchando historias sobre lo bien o mal que nos la pasamos con nuestras exparejas.
Incluso, aunque no lo expresemos de manera abierta, podríamos movernos desde el
miedo a no querer pasar por una situación similar o a no encontrar a alguien mejor.
En todo caso, quizá nos estaríamos perdiendo la oportunidad de experimentar el ver-
dadero amor.

Sucede lo mismo en los demás ámbitos de nuestra vida. Si en un anterior trabajo las
cosas no salieron como hubiésemos querido, o pasamos por una mala experiencia, es
posible que tengamos miedo de que, en nuestro próximo trabajo, suceda algo similar.
Lo que tenemos que hacer es cerrar ese ciclo, aprender de lo bueno y lo malo de esa
experiencia, confiar en nuestras capacidades y decretar que el siguiente ciclo laboral
será mejor.

7 puntos para cerrar ciclos

Uno de los temas en los que más hemos podido ayudar a la comunidad de Tribu de
Amor es a cerrar ciclos. Las historias de sufrimiento y dolor por haber terminado una
relación de pareja, la pérdida de un ser querido, o porque les despidieron de un lugar
donde llevaban años trabajando, son recurrentes. Las preguntas comunes son: ¿Cómo
lo supero? ¿Qué puedo hacer para perder el miedo y recuperar la confianza? ¿Es posi-
ble comenzar de nuevo? La respuesta a éstas y otras preguntas es clara: aprendiendo a
cerrar ciclos.

Aquí te esbozo los 7 puntos que aplicamos en Tribu de Amor para cerrar ciclos y prepa-
rar el terreno para recibir cosas nuevas y abundancia.

1. Decretar. Se trata de utilizar el poder energético de las palabras y repetir,


en voz alta, afirmaciones positivas y contundentes: Hoy elijo tomar un
mejor camino..., Hoy cierro mi ciclo con..., Hoy decido comenzar un nuevo y
mejor ciclo para mí... Es recomendable solicitar el apoyo de alguna persona
de nuestra confianza para que nos escuche; esto le agrega valor y compro-
miso a nuestra decisión.
2. Liberar espacio. Para que lo nuevo pueda llegar, hay que liberar espacio,
deshacerse de sentimientos, pensamientos, relaciones, objetos o circuns-
tancias que ya no necesitamos y que están ocupando espacio en nuestro
campo energético. Limpiar nuestro interior y el lugar donde habitamos,
eliminar la ropa que ya no usamos, descolgar fotografías y cualquier ob-
jeto que nos ligue al pasado que ya no queremos, concedernos un cambio
de look y, si es posible, comprar ropa nueva.
3. Identificar las enseñanzas. Todo lo que nos sucede en la vida nos deja
un aprendizaje. Cuando se cierra un ciclo, debemos ver a esa persona,
evento o circunstancia como maestro. De hecho, todas, en algún mo-
mento, hemos sido maestras y alumnas; incluso, sin darnos cuenta. Tal
vez esa persona fue el medio que utilizó el universo para hacernos llegar
un mensaje; pero, si no aprendemos la lección, es probable que vuelva a
enviarnos un medio parecido hasta que la asimilemos. Quizá te haya pa-
sado que iniciaste una relación con una persona aparentemente distinta a
la anterior, pero, al paso de un tiempo, vuelven a presentarse experiencias
similares. Eso sucede porque no te ocupaste de cerrar el ciclo y el ego -
siempre acechante- hace de las suyas.
4. Realizar un acto simbólico. Hacer un ejercicio de conciencia nos ayuda a
interiorizar el cierre de ciclos y llevar a nuestro subconsciente el mensaje
de ruptura con el pasado. Además, un acto simbólico nos permite visuali-
zar el momento exacto en el que marcamos un antes y un después, permi-
tiendo concentrarnos en alguna meta que habíamos postergado: un viaje,
aprender otro idioma, tomar un entrenamiento de desarrollo personal,
un retiro espiritual, etcétera. Existen diversas posibilidades para hacer un
acto simbólico; por ejemplo, escribir una carta de agradecimiento por la
experiencia vivida y las enseñanzas que nos dejó, quemándola después, a
manera de despedida. Otra forma es encender incienso o una vela morada
- que es el color de la transmutación- y decretar el cierre del ciclo. Te invito
a que visites mi canal en YouTube donde comparto una sesión de medita-
ción para cerrar ciclos.

5. Perdonar. Éste es uno de los pasos más importantes del proceso para
cerrar círculos. Consiste en un cambio de conductas y pensamientos
negativos, conscientemente dirigidos en contra de quien nos ha hecho
algún daño -incluso nosotras mismas-, sustituyéndoles por acciones
positivas. El perdón implica, sobre todo, un acto de liberación para quien
perdona. Representa romper con el pasado y asumir la responsabilidad
del presente. Aquí siempre recuerdo la frase de Martin Luther King: El
que es incapaz de perdonar, es incapaz de amar, o como dice El Principito,
es poner decididamente la inteligencia al servicio del amor. Al perdonar,
nos liberamos de emociones negativas y aumentamos nuestra capacidad
de decisión desde la perspectiva del amor. Pero el perdón también puede
estar dirigido a nosotras mismas, ya que solemos autoflagelamos o adop-
tar actitudes victimistas a consecuencia de malas decisiones o errores
que cometemos, incluso, sin haber tenido responsabilidad: Por mi culpa
se cayó el proyecto... Yo tuve la culpa de que me dejara... Si lo hubiera hecho
mejor, no estaríamos así. Para superar esas experiencias y estar en paz con
nosotras mismas es necesario perdonarnos. Tú y sólo tú tienes el poder de
hacerlo y seguir avanzando.
6. Agradecer. La gratitud es una de las emociones que nos llenan de energía
positiva y nos hacen más felices. Existen dos tipos de agradecimiento:
el condicionado, que surge como reacción a algo que recibimos o cuando
alcanzamos una meta establecida; y el incondicionado, que se practica en
cada momento y en todo lugar, sin requerir que ocurra algo especial, sólo
se agradece por lo que se tiene y que muchas veces se da por sentado. La
gratitud es una actitud ante la vida y un valor que se fortalece cada vez
que lo practicas. Cuando cerramos un ciclo, también es preciso agradecer
la oportunidad de haber vivido esa experiencia y sus enseñanzas: por
haber amado, por la fortuna de experimentar y de equivocarse. Cuando
sientas la necesidad de agradecer por algo, repite con amor: ¡Gracias,
gracias, gracias! Haz, de este principio, un hábito cotidiano y permanente
en tu vida. Existe una vieja canción que habla de esto y que, de vez en vez,
me gusta escuchar: Gracias a la vida; la cual, en una parte, dice: Gracias
a la vida que me ha dado tanto / Me dio dos luceros que, cuando los abro, /
perfecto distingo lo negro del blanco /y en el alto cielo su fondo estrellado /y
en las multitudes al hombre que yo amo.
7. Amarte. La llave que le cierra la puerta al pasado es el amor propio.
Para lograr cerrar ciclos es indispensable amarnos incondicionalmente.
Cuando el ego nos lleva por el pantanoso camino del miedo, la angustia,
la depresión, la codependencia, el odio o el resentimiento, es porque no
nos amamos y dejamos que él decida por nosotras. En cambio, cuando
nuestro amor propio está fortalecido, nada ni nadie, por muy diablo que
sea, podrá evitar que avancemos en armonía hacia horizontes hermosos
y llenos de amor. En la película Angel-A encontramos un extraordinario
ejemplo a través del diálogo entre Ángela -un ángel caído- y André, a
quien le pasan todo tipo de desventuras y que no cree ser interesante.
Angela le dice que sí que lo es, que es apuesto e inteligente, sólo que él no
quiere verlo ni mostrarlo. Para comprobarle que lo que dice es cierto, lo
pone frente a un espejo y le hacer ver lo bello de su rostro y la ternura que
proyectan sus ojos: Mira tu cuerpo, abatido por la falta de amor y confianza
¿No ves que merece un poco de cuidado? Dile lo importante que es, el valor
que tiene. Dale lo que merece. Después de esto, André es capaz de abrirse al
amor propio. Recuerda que, en la medida en que nos amemos a nosotras
mismas, podremos amar a los demás. Óscar Wilde decía: Amarse a sí
mismo es el comienzo hacia un romance eterno. Decídete a iniciar la aven-
tura amorosa más importante de tu vida.
Confío en que estos 7 pasos básicos te servirán en tu proceso de cierre de ciclos.
Practícalos, ámate y conviértete en una experta en el arte de cerrar ciclos. Si quieres
adentrarte en el tema, no dudes en acercarte a la comunidad de Tribu de amor.
Capítulo 3

Todas s o m o s d i o s a s del a m o r

Método para amarme paso a paso

Enamórate de ti, de la viday luego de quien tú quieras.

(Frida Kahlo)

Un momento decisivo en mi vida fue cuando descubrí que la razón por la cual no ge-
neraba buenas relaciones personales, no encontraba un trabajo que me hiciera sentir
plena, y que el dinero no fluyera de la manera que quería, era la falta de amor propio.
Esta carencia afectiva me había llevado por un camino erróneo, culpando a todo y a
todos por lo que me pasaba, poniendo cualquier excusa para no hacerme responsable
de mis decisiones. A partir de ese hallazgo, reforcé mi entrenamiento en desarrollo
personal con el propósito de fortalecer el amor por mí misma y comenzar a crear la
vida que tanto deseaba.

Una de las primeras cosas que asimilé fue que el amor propio, al igual que la felicidad,
no es una meta sino un proceso y una decisión continua. No es como llegar a un sitio
y luego tratar de mantenerse ahí; puede y debe ser una evolución constante y cada
vez más profunda. Durante ese proceso de aprendizaje, fui desarrollando 6 pasos
básicos para comenzar a fortalecer el amor propio, mismos que te comparto con el
deseo de que te sean de utilidad y puedas adaptarlos a tu propia experiencia.

Paso 1. Me enamoro de mí misma


Como en toda relación, el enamoramiento es un paso insoslayable para llegar al
amor propio; de tal manera que debemos enfocar nuestra creatividad en conocernos
y conquistarnos con detalles, atenciones y dedicación, e ir descubriendo, poco a
poco, aquellas cualidades que nos hacen únicas y especiales hasta descubrir nuestra
verdadera esencia. Mirarnos al espejo y emocionarnos de la misma manera como
cuando nos encontramos con alguien que nos gusta y creemos que es la persona más
maravillosa.

No se trata de caer en narcisismos, sino de valorar nuestra belleza interior, atesorarla


y proyectarla hacia el exterior. Cuando nos enamoramos de nosotras mismas, nos
convertimos en un imán capaz de atraer a las personas correctas y todo lo positivo
que el universo nos ofrece.

Una de las cosas que disfruto hacer al despertar es verme en el espejo y decirme
palabras hermosas y motivantes: ¡Eres extraordinaria! ¡Eres bellay alegre'. ¡Eres quien
tendrá ungran día hoy! Busco palabras o frases con las que me identifico y que me
hacen sonreír; cuando sonrío, entonces busco otras palabras que resalten la belleza de
mi sonrisa -y así, en lo sucesivo-,

A veces, quisiéramos que otras personas nos dijeran ciertas palabras, ¿verdad?; pues
justo esas palabras son las que podemos decirnos frente al espejo. Puedes comenzar
expresando lo mucho que te quieres, lo guapa que te encuentras -aun y cuando no
estés maquillada-, regalándote una sonrisa... o dos o cuatro. Sentirás cómo empieza
a emanar de tu interior la seductora fragancia del enamoramiento y percibirás ese li-
gero cosquilleo recorriendo tu espalda mientras un tenue rubor colorea tus mejillas.

Al enamorarnos, liberamos serotonina, endorfina, dopamina y estrógenos; hormonas


responsables de que tengamos un estado de ánimo más eufórico, mayor apetito,
mejor calidad de sueño, aumento de nuestra capacidad intelectual y de retención,
deseo sexual, entre otros efectos. También experimentamos cambios físicos positi-
vos, tales como un cabello más fuerte y brillante, piel sedosa y con menos arrugas,
crecimiento acelerado y resistencia en las uñas, un semblante risueño y seguro, y un
trato amable, tolerante y cariñoso, entre otros. En suma, al enamorarnos de nosotras
mismas nos sentimos más atractivas, seguras y felices, y nuestra autoestima y pers-
pectiva de la vida son más positivas y productivas.

Paso 2. Me acepto y me perdono

Durante la infancia se nos imponen determinadas normas, valores y estímulos que


influyen en la formación de nuestro carácter. Sin embargo, no siempre tienen el enfo-
que adecuado, por lo que corremos el riesgo de crecer con inseguridad y desconfianza
en nosotras mismas; por ejemplo, cuando nuestros padres nos decían NO sales a jugar
hasta que laves los trastes o NO puedes ver televisión hasta que hagas el aseo. Aunque
quizá lo que intentaban era inculcarnos el sentido de la responsabilidad, realmente
nos estaban condicionando y, sin querer, normalizaban un lenguaje de negatividad: el
del No. Lo mismo sucedía cuando sacábamos malas notas en la escuela y estábamos
temerosas de contárselo a nuestros padres, sintiéndonos inferiores ante otros compa-
ñeros que obtenían mejores calificaciones.

Este tipo de situaciones influyen en la generación de una programación mental limi-


tada que busca, por un lado, la aceptación de los demás y la perfección en nuestras ac-
ciones, y provoca, por otro lado, que potenciemos nuestros errores y desvaloricemos
las enseñanzas que nos puede dejar cada experiencia. Kathryn Schulz dice que vamos
por la vida dentro de esta pequeña burbuja en la que pensamos que siempre tenemos
razónyque nunca nos equivocamos. Para esta escritora estadunidense, estas actitudes
resultan muy gratificantes para nuestro ego; por eso, cuando algo no resulta como
quisiéramos, sentimos frustración, culpa, vergüenza y miedo a volver a intentarlo, re-
criminándonos con severidad al creer que no somos buenas para ello.
Conforme vamos creciendo, esta programación mental va determinando nuestra
forma de pensar y de enfrentar las distintas situaciones que se nos presentan; lle-
gamos a creer que no merecemos estar con una agradable pareja o tener un buen
trabajo. Esto es porque, física e intelectualmente, no nos aceptamos tal como somos;
resaltando y rechazando, cuando nos vemos en el espejo, nuestros defectos: ¡Me veo
gorda! ¡Estoy demasiado flaca! ¡Mi cabello está horrible! ¡Qué enormes ojeras tengo! ¡No
soy capaz de hacer esto! Nos convertimos en nuestro peor verdugo.

Para modificar nuestra programación mental debemos comenzar por entender que
los errores son parte de la vida. Esto no significa que debamos conformarnos, sino
que aceptemos, perdonemos y aprendamos de ellos para transformarlos en experien-
cias positivas. Se trata de encontrar una evolución honesta y firme a partir de las en-
señanzas de la vida y no sólo de una perfección superficial.

En el momento que aprendas a aceptarte y a perdonar tus errores, comenzarás a


transformar tu actitud ante la vida, sin influencias del exterior. De nuevo, te invito a
que visites mi canal en YouTube donde comparto un video con 6 pasos para aprender
a perdonarnos.
Paso 3. Me valoro y me elogio

En el proceso de construcción del amor propio, un paso fundamental es la valo-


rización de nosotras mismas: ¿Cómo nos vemos? ¿Qué tanto valoramos nuestras
capacidades? Cuando alguien nos dice: Te vendiste muy barato o Cómo quieres que te
valoren los demás si tú misma no lo haces, en realidad se está reflejando nuestra falta de
seguridad y de autoestima. Esto sucede porque no nos conocemos y, por lo tanto, des-
valorizamos nuestro potencial.

En una escena de la película En busca de la felicidad, después de insistir para entrar


como becario en una importante firma de corredores de bolsa, el protagonista, Chris
Gardher, se presenta a la entrevista sin camisa -sólo camiseta- y con vaqueros man-
chados de pintura. Al verlo, la reacción de los directivos es de desconfianza y des-
agrado; sin embargo, la determinación, honestidad y autovalorización con la que se
desenvuelve durante la entrevista, le valen a Gardher el ser aceptado en el programa.
Al salir, uno de los directivos le dice No sé cómo lo hiciste vestido de obrero, pero causaste
buena impresión.
El final de la historia -basada en hechos reales- es conocido. Lo que me interesa
resaltar con este ejemplo es que, si nos valoramos y confiamos en nosotras mismas,
sin importar las circunstancias, siempre saldremos airosas.

Todas las personas valemos por lo que somos, lo que sabemos, lo que podemos hacer
y transmitir. Tú: ¿Cuánto te valoras? ¿Cuánto valoras tu mentalidad, tu inteligencia,
tu experiencia, tu visión de las cosas? ¿Cuánto valoras tu historia, tu alegría, tu ener-
gía? ¿Cuánto valoras tu tiempo? Todas estas cosas - t u inteligencia, tu experiencia, tu
tiempo- hacen de ti una mujer valiosísima; por lo tanto, debes colocarte en el lugar
que te corresponde y aprender a decir SÍ cuando las circunstancias te favorezcan y te
hagan justicia, y a decir NO cuando no te valoren como mereces.

De eso se trata el valor personal, de rechazar todo lo que esté por debajo de nuestro
verdadero valor. Imagina que eres tú quien asiste a una entrevista de trabajo: te
acaban de describir las actividades que tendrás que desempeñar, el horario, el sueldo
y demás condiciones laborales; la persona que te está entrevistando te observa con
detenimiento mientras espera tu respuesta. En ese momento, tú te preguntas in-
ternamente: ¿Esto es lo que quiero? ¿Las condiciones son justas para mí? ¿Quiero
colaborar con este equipo? Cualquiera que sea la respuesta que le des al entrevistador
reflejará la seguridad que tienes en ti misma y serás tú y sólo tú la que decida si acep-
tas el empleo.

Este tipo de cuestionamientos son los que debemos hacernos cada vez que establezca-
mos una relación de pareja, de amistad, de negocios, etcétera; así, las demás personas
se dirigirán hacia nosotras con respeto y admiración. De hecho, una de las cualidades
más seductoras que una persona puede tener -más allá de aspectos físicos- es la segu-
ridad que proyecta.
Así mismo, el elogio es el reconocimiento que se le hace a una persona por sus méritos
y cualidades, por su trabajo, algún logro, su cultura, su alegría, su generosidad, su
cuidado personal, etcétera. Cuando los elogios, felicitaciones o bendiciones están
dirigidos a nosotras es importante que los aceptemos -siempre que tengan buenas in-
tenciones- porque significa que nos valoran y reconocen. Si nos predisponemos y los
rechazamos, sólo demostramos tener baja autoestima e inseguridad. Por ejemplo, si
alguien nos dice qué hermoso cabello tienes y respondemos que no lo habíamos notado
o que es mérito del estilista, de entrada no estamos valorando el tiempo y dedicación
que invertimos en arreglarnos; además de no creer que, en verdad, tenemos un cabe-
llo espectacular.

El principal elogio debe venir de nosotras mismas. El autoelogio nos permite adquirir
seguridad y fortalecer nuestra relación interna. Como ya lo platicamos, ayuda mucho
hacer pequeños ejercicios frente al espejo -cualquier espejo- y decirnos palabras
hermosas, además de celebrar y felicitarnos por nuestros logros. El autoelogio es un
medio para transformar y elevar la energía positiva. En este punto, hay tres aspectos
que quisiera compartir contigo:
1. Dedico suficiente tiempo a conocerme. Es importante destinar un
tiempo para explorar e identificar nuestras virtudes y habilidades, lo que
nos gusta y lo que no nos gusta hacer; identificar nuestro propósito en la
vida. En el Oráculo de Elfos está inscrita una frase que me parece muy cer-
tera: Conócete a ti mismoy conocerás el universo.
2. Tomo conciencia de mis logros. Resulta útil hacer una lista de nuestros
pequeños y grandes éxitos y, en general, de todo aquello que nos ha dejado
una satisfacción importante. Existen logros externos, como ganar un
diploma, una felicitación pública, un reconocimiento por el trabajo, etcé-
tera. También existen logros internos, que son aquellos que obtenemos
cuando superamos una ruptura amorosa, cuando nos levantamos de un
quiebre económico, cuando vencemos una enfermedad, etcétera. Enlistar
nuestros logros nos permite visualizar nuestra fortaleza y capacidad de
adaptación ante las adversidades.
3. Me enfoco en mis virtudes. Cuando nos concentramos en lo bueno que
tenemos y lo que hemos desarrollado con base en nuestro esfuerzo y dedi-
cación, mantenemos una frecuencia energética alta y atraemos personas,
cosas y circunstancias positivas a nuestra vida.

En la medida en que te aceptes, te valores y te elogies a ti misma, el universo te res-


ponderá y el reconocimiento de las demás personas llegará por añadidura.

Paso 4. Me respeto y hago valer mi palabra

El respeto representa uno de los valores más importantes de los seres humanos,
mismo que permite mantener una convivencia armónica entre las personas y las
comunidades. La base fundamental de este valor es la deferencia a la ideología, a las
creencias, a la religión, a la cultura, las costumbres, el tiempo, el trabajo, etcétera, de
cada quien. El respeto también se extiende a la naturaleza, a los animales, al espacio
público, a las normas, etcétera.

Así como sucede con el amor, el respeto más importante es el que cultivamos hacia
nosotras mismas. Para John Herschel, el respeto hacia uno mismo es la piedra angular
de toda virtud. Cuando no cumplimos nuestros compromisos, o los tiempos que nos
marcamos, o las promesas que nos hacemos, estamos dejando de respetarnos. Cuán-
tas veces hemos arrancado la semana con mucha actitud, iniciando una dieta o un
entrenamiento físico, y a los pocos días desistimos, poniendo toda clase de excusas.
Quizá nos hemos propuesto un viaje para las próximas vacaciones, pero cuando llega
el momento nos quedamos en casa aludiendo falta de presupuesto o cualquier otra
circunstancia, victimizándonos porque el mundo está en nuestra contra. Este tipo de
decisiones sólo refleja falta de respeto a nosotras mismas y a nuestra palabra.

La palabra es lo más valioso que tenemos como personas y, en particular, como


mujeres. La nuestra tiene un poder energético que influye en nuestras decisiones y
resultados, de tal manera que, si faltamos a nuestra palabra, no podremos esperar ob-
tener resultados positivos. Asimismo, si faltamos a ella, lo más seguro es que también
atraigamos personas que muestren poco respeto hacia nosotras, a nuestro espacio
y tiempo, o que nos mientan constantemente. Para obtener el respeto de los demás,
primero debemos respetarnos a nosotras mismas y, para ello, es indispensable honrar
nuestra palabra. Por ejemplo, cuando agendamos una cita -sin importar con quien
sea-, debemos llegar a la hora pactada; y si existiese una circunstancia que nos im-
pida llegar, debemos tener la cortesía de avisar con tiempo. De igual manera, si nos
comprometemos a realizar un trabajo o un proyecto, debemos entregarlo en tiempo y
forma.

Hubo un periodo en que no se requería firmar documentos para cerrar compromisos,


bastaba con la palabra de los implicados. Ésta tenía un valor tan grande que se le
denominaba palabra de honor. Las personas que tienen el prestigio de cumplir con
su palabra son respetadas. Por el contrario, quienes no honran su palabra suelen ser
poco considerados. Con las personas que no aportan energía positiva, es necesario
marcar límites y, en la medida de lo posible, evitarlas.

Paso 5. Me siento merecedora

Te confieso que hablar sobre este paso es algo que disfruto mucho. Para mí, el mereci-
miento es como una gran vasija donde almacenamos todo lo que generamos a partir
de la energía del amor propio: relaciones sanas, abundancia, trabajo, proyectos, viajes,
y todo lo que deseamos recibir. Esto que yo llamo la vasija del merecimiento, algunos
maestros lo conciben como el campo energético que nos rodea y que se nutre de nues-
tras experiencias, circunstancias, programas y paradigmas. Louise Hay afirma que
nosotros nos merecemos lo mejor de este mundo, lo más grande y lo mejor.

Entre más grande sea nuestra vasija de merecimiento, más cosas amorosas podremos
almacenar. Por eso es importante liberar y ampliar espacio para que puedan llegar
nuevas y mejores cosas a nuestra vida... Te estarás preguntando cómo hacer para
ampliar tu vasija de merecimiento. A partir de mi experiencia, te puedo decir que lo
conseguimos cuando nos damos la oportunidad de abrirnos a nuevos conocimientos
y perspectivas sobre la vida: viajando o investigando sobre otras culturas, leyendo
sobre personas que admiramos, aprendiendo a hacer manualidades o artesanías,
entre muchas otras cosas. Lo importante es estar convencidas de que merecemos lo
mejor del universo.

Te contare una anécdota. Hace unos años, una amiga me propuso que hiciéramos un
viaje a Costa Rica. Hasta ese momento, yo sólo había viajado dentro del territorio na-
cional, así que la idea de visitar otro país me entusiasmaba muchísimo. Sin embargo,
algo dentro de mí me decía no vas a poder, no te lo mereces. Estos pensamientos negati-
vos influyeron en mi campo energético, de tal manera que se presentaron situaciones
que, en efecto, me hicieron pensar en desistir del viaje. Primero tuve dificultades en el
trámite de mi pasaporte y quizá no lograría tenerlo a tiempo. Después llegaron gastos
imprevistos que mermaron mi economía y pensé que me sería difícil volver a juntar
dinero para costearme el viaje. Además, me ofrecieron unos proyectos de trabajo que
coincidían con los días programados para nuestra estadía en Costa Rica. Las circuns-
tancias parecían confabular para que no cumpliese mi sueño.

Cuando lo comenté con mi amiga y maestra, me explicó que a veces la vida nos
desafía poniéndonos obstáculos que, en realidad, son pruebas para saber qué tanto
creemos merecer lo que deseamos. Esa charla me ayudó a entender la importancia
de creer que somos merecedoras de todo lo que nos proponemos, así que decidí que,
a pesar de las circunstancias, haría ese viaje y, como por arte de magia, los problemas
se resolvieron: me entregaron el pasaporte, pude juntar dinero suficiente, y quienes
me habían ofrecido los proyectos accedieron a ajustar las fechas hasta mi regreso.
Cuando me subí al avión que nos llevaría a Costa Rica, supe que había logrado ampliar
mi vasija de merecimiento y me prometí hacer todo lo posible por extenderla cada vez
más para recibir nuevas y mejores cosas. Desde entonces, he tenido la oportunidad de
conocer diversos países y adquirir enriquecedoras experiencias. Logré romper mi li-
mitante programación mental.

Te invito a que te preguntes: En este momento de tu vida, ¿hay algo que no te estás
permitiendo recibir? ¿Qué es eso que quieres, pero no crees merecer? Si es así, escrí-
belo en tu libreta para que lo tengas presente y trabaja en ello. ¡Atrévete a ir por ese
sueño!

Paso 6. Confío en mí

El siguiente paso es la confianza en nosotras mismas, en nuestros talentos y habili-


dades. Se trata de la actitud con la que nos desenvolvemos en los diversos ámbitos de
nuestra vida y la seguridad con que afrontamos cualquier situación. La confianza nos
permite asumir y cumplir nuestras responsabilidades de manera efectiva, aceptar
nuestros errores y superarlos, alejar el ego y el miedo al fracaso, atraer oportunidades
y personas positivas, y ser más felices.

En una ocasión, me preguntaron si estaría dispuesta a compartir mi vida con una


persona como yo. La pregunta, por supuesto, me dejó pensando. Si hubieras estado
en mi lugar, ¿tú qué hubieras contestado? ¿En verdad confiarías en una persona como
tú? Quizá, al igual que yo, hubieses reflexionado sobre tus virtudes y defectos, tus há-
bitos y la manera en la que sueles abordar los problemas, tus creencias, tus valores, tu
actitud ante la vida. La respuesta a esta pregunta depende, en gran medida, del nivel
de conocimiento que tengamos sobre nosotras mismas.

Conocernos a fondo implica reconocer nuestras habilidades, pero también las áreas
de oportunidad en las que podemos trabajar para superarnos. Supongamos que debes
estar en una reunión importantísima, en un lugar alejado, y sabes que, por lo general,
eres impuntual. Como estás consciente de este defecto -y esta vez no quieres fallar-,
estudias la ruta, calculas el tiempo de traslado y decides salir con mucho tiempo de
antelación, lo que, en efecto, te permite llegar a tiempo a la reunión. Si cada vez que
tuvieras un compromiso, tomaras este tipo de prevenciones, poco a poco lograrías
revertir este defecto y convertirlo en una virtud, fortaleciendo así la confianza en ti
misma. Pero, si fueras una persona que no se conoce, quizá ni siquiera tomarías en
cuenta lo impuntual que sueles ser y, por lo tanto, no harías nada por remediar esa ac-
titud, con las consecuencias naturales.

Antes habíamos puesto el ejemplo de cuando inicias un proyecto que te parece extra-
ordinario y, al cabo de un tiempo, lo abandonas. Decíamos que la razón era porque, en
realidad, no amabas ese proyecto y te diste cuenta que se trataba de un entusiasmo
pasajero. Pues bien, en el ejemplo también aplica la falta de conocimiento y confianza
en tus capacidades y tus méritos. Resulta que si confías al 100 por ciento en ti, en
lo que eres y lo que tienes, podrás lograr lo que te propongas. En cambio, sí careces
de seguridad y firmeza en tus decisiones, seguramente fracasarás. Daniel Goleman
afirma: El conocimiento de uno mismo; es decir, la capacidad de reconocer un sentimiento
en el mismo momento en que aparece, constituye la piedra angular de la inteligencia
emocional.

Te invito a que te des el tiempo para conocerte; puedes escribir en tu libreta los
valores, capacidades, habilidades y actitudes positivas que reconoces en ti, así como
los defectos y actitudes negativas, y lo que podrías hacer para revertirías. Tener claros
nuestros puntos fuertes y débiles nos ayuda a actuar con seguridad y confianza.

Paso 7. Soy agradecida

El agradecimiento es una virtud que nos permite centrarnos en lo bueno y hermoso


de la vida. Cuando somos agradecidas por la oportunidad de vivir, por lo que somos,
por lo que tenemos, y hasta por lo que soñamos, generamos una energía positiva
capaz de atraer experiencias enriquecedoras, relaciones extraordinarias, abundancia
espiritual, intelectual y material. El agradecimiento es la caja de resonancia de la
vida. Entre más agradecidas seamos, más cosas positivas atraeremos para fortalecer
nuestro interior; en cambio, si no somos capaces de agradecer por todo lo que el uni-
verso nos brinda, tendremos carencias y negatividad. Una mujer agradecida es una
mujer que se ama y es feliz.

Aunque no existe un método único, hacer del agradecimiento un hábito nos permite
elevar el amor propio y mantener una actitud dinámica, todos los días. De acuerdo
a sus circunstancias y creatividad, cada quien puede generar su propia rutina de
agradecimiento. Permíteme compartir contigo la que a mí me ha funcionado. Todos
los días, al despertar, lo primero que hago es dedicar unos minutos a consentirme y a
generar la energía positiva que me acompañará durante mi jornada; es decir, me preo-
cupo por levantarme -como comunmente se dice- con el pie derecho.

A continuación, te comparto tres acciones que hago cada mañana:

1. Agradezco. Doy gracias por la oportunidad de iniciar un nuevo día, por mi


hija y toda mi familia, por mis amigos, por los alimentos que tengo, por el
agua caliente para bañarme, por sentir lo que siento, etcétera. También,
cuando estoy estresada, o tengo alguna preocupación, me doy un mo-
mento para recordar y valorar todo lo tengo. Lo que nos ofrece el universo
es tan abundante que, en ocasiones, olvidamos agradecer por ello. Te pro-
pongo que inicies tu día agradeciendo cinco cosas que te hagan feliz.
2. Bebo un vaso de agua. El agua natural es un transmisor energético que
ayuda a eliminar toxinas y a poner en funcionamiento al organismo. Por
eso, al levantarme de la cama, me sirvo un vaso de agua, elevo una oración
y le pido al universo que me permita fluir de manera correcta y positiva.
3. Realizo una caminata. Sin importar dónde me encuentre, todas las
mañanas camino, al menos, 20 minutos. Caminar, por lo habitual, nos
ayuda a mejorar la circulación sanguínea y, con ello, a prevenir enferme-
dades cardiovasculares, además de fortalecer los músculos, mantener un
peso adecuado y mejorar el estado de ánimo; también ayuda a meditar y a
enfocar los pensamientos. Mientras camino, agradezco por el aire que res-
piro, por mi cuerpo, por la vida misma. Esta actividad es tan noble que se
puede hacer donde sea; lo importante es activarnos física y mentalmente:
Mente sana en cuerpo sano.

Espero que estas acciones te inspiren a generar tu propia rutina de agradecimiento e


inicies tu jornada con energía y amor.

Elevo mi autoestima

La autoestima refleja la percepción que cada persona tiene de sí misma a partir del
reconocimiento y aceptación de sus cualidades físicas, intelectuales y sentimentales,
así como del sentido de sus pensamientos, hábitos y costumbres. Además, la autoes-
tima determina el grado de seguridad con que se afrontan los diversos acontecimien-
tos que se presentan en la vida.

Pensemos en dos personas que caminan por la misma calle cuando se ven sorpren-
didas por una ligera llovizna. Una corre a resguardarse y se maldice por no llevar un
paraguas - está teniendo una actitud negativa, reflejo de una baja autoestima-; la otra
se detiene un instante, abre los brazos y levanta la cara hacia el cielo, agradeciendo la
sensación de frescura que le provoca esa lluvia ligera -su autoestima es tan alta que es
capaz de percibir lo bello del momento-. El ejemplo nos permite entender que nuestro
estado de ánimo no depende de lo que nos sucede sino de cómo reaccionamos ante lo
que nos pasa; esas reacciones están determinadas a partir de nuestra autoestima.

En la construcción de la autoestima intervienen distintos factores que emergen de


nuestro interior. Walter Riso resalta cuatro aspectos que se relacionan entre sí: i) au-
toconcepto, lo que pensamos de nosotras mismas; ii) autoitnagen, lo que nos gusta de
nosotras; iii) autorrefuerzo, qué tanto nos premiamos y elogiamos; y iv) autoejicacia,
la confianza que tenemos en nosotras mismas. Es decir, la base de la autoestima es la
aceptación de nuestro propio ser.

¿Recuerdas al diablito del ego? Pues bien, el ego influye en una autoestima baja me-
diante la victimización, el estrés, la envidia, la crítica, los celos, etcétera. Cuando nos
juzgamos con severidad o nos comparamos con otras personas, en vez de enfocarnos
en nuestras propias cualidades, le estamos cediendo el poder de decisión al ego, de
tal manera que, si queremos revertir esa situación, lo que debemos hacer es reeditar
nuestra programación mental y acompañarla de un lenguaje positivo.

Para elevar nuestra autoestima es importante aventurarnos a desarrollar nuevas


habilidades: aprender otro idioma, dibujar, escribir, leer sobre temas que no domi-
namos, aprender técnicas para mejorar nuestra imagen personal o brindar ayuda a
otras personas. Mantener la autoestima en una frecuencia alta ayuda a tomar decisio-
nes desde una perspectiva positiva y a atraer lo mejor de la vida. ¡Oblígate a salir de tu
zona de confort!

Amo ser mujer

Ser mujer es una bendición y un orgullo. Las mujeres somos seres de luz y dadoras
de vida. Nuestra esencia está formada de bondad, amor y alegría. Nuestra sensibili-
dad e inteligencia son infinitas y nos permiten disfrutar la vida y superar cualquier
eventualidad. Las mujeres hemos acabado con estereotipos y cada vez conquistamos
más espacios de liderazgo y decisión. Ser mujer es una construcción continua. Decía
Simone de Beauvoir que no se nace mujer, sino que se llega a serlo, refiriéndose a que la
mujer determina su propia identidad.

Las mujeres tenemos la capacidad de transformar nuestra identidad y empoderarnos


frente a la vida. Con base en mi experiencia personal, y sustentados en el amor
propio, he desarrollado diez puntos para lograr ser una mujer exitosa, entre los que
destacan los siguientes: i) lucha por tu gran pasión: se trata de descubrir y trabajar
todos los días en función de nuestra misión y propósito de vida; ii) brilla con tu estilo
propio: abandonar los estereotipos y las comparaciones inútiles, entendiendo que
nuestra grandeza radica en eso que nos hace diferentes -las personas que, en verdad,
destacan, son aquellas que resultan ser únicas, genuinas e irrepetibles-; iii) nunca
dejes de aprender: una actitud que nos hace crecer es la humildad de reconocer que no
lo sabemos todo y que siempre estamos abiertas a aprender.

De nuevo te invito a que visites mi canal en YouTube donde encontrarás un video en


el cual comparto los 10 puntos para ser una mujer exitosa.
Me relaciono sanamente

La relación más importante y duradera de nuestra vida es la que mantenemos con


nosotras mismas. Si no tenemos una buena relación con nuestro interior, no podre-
mos establecer relaciones sanas con el exterior. Entre más carencia afectiva tenga-
mos, seremos más proclives a generar malas relaciones, ya que todo es el reflejo de
nuestra fortaleza interna. La base de una buena relación con nuestro interior es la
comunicación. Un buen diálogo interno nos sirve para entender nuestras emociones,
sueños y sensaciones. Entre más nos amamos, confiamos y valoramos a nosotras
mismas, más podemos atraer relaciones sanas y positivas con el exterior.

Aquel dicho que versa dime con quién andas y te diré quién eres encierra una gran ver-
dad. Si no trabajamos en nuestro amor propio, es más factible que nos involucremos
en relaciones tóxicas o con personas que son malas influencias. En cambio, si man-
tenemos nuestro amor propio en un nivel elevado, podremos atraer personas que
aporten un valor positivo a nuestra vida. Para establecer relaciones sanas, además de
tener una actitud honesta y respetuosa, debemos aprender a escuchar y mostrar inte-
rés por lo que nuestros interlocutores nos quieren transmitir.

Relacionarnos desde el amor propio es un signo de equilibrio emocional y de madurez


espiritual. De esta maneta, también evitamos repetir patrones de conducta dañinos y
caer en situaciones de codependencia.
Capítulo 4

Fortalezco mi amor propio

Me amo a nivel físico


La vida te trata tal y como tú te tratas a ti misma.

(Louise Hay)

Quiero hacerte mención de la importancia de amarnos y tomar conciencia de la


manera en que nos cuidamos física, mental y espiritualmente. Para lograr elevar
nuestras vibraciones es necesario que estos tres aspectos estén en armonía. De nuevo,
se trata de reeditar nuestra programación mental, identificar y eliminar pensamien-
tos y hábitos dañinos, sustituyéndolos por otros que sean positivos para nuestra vida.
Para esto, es importante hacermos algunas preguntas: ¿Cómo nos cuidamos? ¿Qué
comemos? ¿Con qué nutrimos nuestra mente? ¿Cómo activamos nuestro cuerpo?
¿Qué hacemos para fortalecer nuestro espíritu?

Vivimos en una época acelerada en la que andamos siempre con prisa e instaladas en
la inmediatez: todo urge, todo es prioritario, todo es para ayer. Hemos creado la falsa
idea de que una persona muy ocupada es una persona exitosa. Cuántas van por la calle
caminando a toda velocidad y hablando por teléfono sin mirar lo que sucede a su alre-
dedor. El estrés y la depresión son conductas consideradas, por algunos especialistas,
como las pandemias de las sociedades modernas. Nos hemos olvidado de lo verdade-
ramente importante: nos hemos olvidado de vivir.
Te invito a que hagas una pausa y reflexiones sobre la manera en la que te cuidas. ¿En
realidad lo haces? Cuidar nuestra alimentación, nuestra mente y nuestra espirituali-
dad también es un acto de amor hacia nosotras mismas.

¿Cómo a l i m e n t o m i cuerpo?

Nuestro cuerpo es el vehículo que nos transporta en la vida. La manera en la que lo


cuidamos se refleja en nuestra salud e impacta de forma directa en nuestros estados
emocional y mental. Por eso es importantísimo respetarlo, tratarlo con amor y man-
tenerlo vigoroso, poniendo atención en tres aspectos básicos: la alimentación, la acti-
vación física y la higiene e imagen personal.

Nada tan importante como la alimentación para inyectarle al cuerpo la energía que
requiere para moverse y hacer que toda la maquinaria funcione perfectamente.
Los alimentos y líquidos que consumimos nos proveen los nutrientes y minerales
(proteínas, carbohidratos y grasas) que necesitamos. Es importante mantener una
alimentación sana y equilibrada, y respetar nuestros horarios de comida. Lo ideal es
acudir al nutriólogo para que nos ayude a establecer una dieta en base a nuestra edad,
peso y salud actual.

Pero si no tenemos esa oportunidad, nosotras mismas podemos informarnos y


generar hábitos alimenticios sanos que nos permitan tener una dieta adecuada,
privilegiando el consumo de verduras, frutas, pescado, aceite vegetal, etcétera; sin ol-
vidarnos de beber suficientes líquidos. El 70 por ciento de nuestro cuerpo se compone
de agua, por eso es importante hidratarnos en forma adecuada. Lo que hay que evitar,
a toda costa, es abusar de las grasas, el azúcar, la sal y la comida chatarra, además de
moderar el consumo de bebidas azucaradas (refrescos, jugos procesados, productos
energizantes), café y alcohol, que generan toxinas y tienen repercusiones en distintos
órganos y en nuestro sistema nervioso.

Si nos alimentamos de manera sana, nuestro cuerpo no sólo se mantendrá saludable


internamente sino que tendremos beneficios en la piel, el cabello, las uñas, etcétera, y
elevaremos nuestro estado de ánimo: Dime cómo te alimentasy te diré cómo te sientes.

¿Cómo f o r t a l e z c o m i cuerpo?

Los humanos somos seres de energía y, al igual que la luz o el sonido, emitimos vibra-
ciones que son condicionadas por nuestras emociones, acciones y pensamientos. El
cuerpo es la fortaleza donde se resguarda nuestra energía; entre mejor cimentada se
encuentre, seremos más resistentes y tendremos un armonioso equilibrio interno.
Hay tres aspectos que debemos tomar en cuenta para cimentar nuestra fortaleza: la
activación física, el descanso adecuado y la relajación mental.

Está comprobado que la práctica habitual de algún deporte o actividad física produce
importantes beneficios en el organismo: fortalece los músculos, regula la frecuencia
cardiaca, ayuda a mantener un peso adecuado y a prevenir enfermedades, entre
otros. Algunas enfermedades surgen a partir del abandono de nuestro cuerpo y,
cuando éste ya no resiste, se manifiestan dolores, molestias o alteraciones de los ór-
ganos: El cuerpo grita lo que la boca calla. Mantener una vida físicamente activa ayuda
a reducir los niveles de estrés, ansiedad, depresión y hasta el mal humor, además de
elevar la segregación de endorfinas (hormona de la felicidad), impactando positiva-
mente en el ánimo y la autoestima.

No es necesario acudir a un gimnasio o club deportivo -si tienes esa oportunidad,


¡aprovéchala!-, porque podemos caminar a un ritmo constante, realizar yoga o
ejercitarnos en casa. En internet existe una infinidad de rutinas para todo tipo de
necesidades.

El descanso adecuado también es fundamental para mantener nuestro cuerpo salu-


dable y en equilibrio. Dormir poco o dormir mal impacta de manera negativa en el
funcionamiento del organismo. Hay ocasiones que nos sentimos cansadas, con sueño
y no rendimos como quisiéramos a pesar de haber dormido las horas habituales. Lo
que sucede es que, entre dormir y descansar, existe una diferencia sustancial.

El dormir representa una reacción mecánica ante el cansancio; difícilmente alguien


podría permanecer despierto por varios días sin que afecte su funcionamiento.
Cuando vamos a la cama con preocupaciones, molestias o habiendo consumido algún
tipo de estimulante -alimentos, bebidas, dulces, noticieros-, podemos despertar con
la sensación de no haber descansado lo necesario; en cambio, cuando vamos sin preo-
cupaciones, habiendo dado tiempo suficiente para la digestión, sin el estrés que pro-
ducen los programas noticiosos y, quizá, habiendo hecho una oración, lo más seguro
es que despertemos al otro día con ánimo y energía. Descansar bien ayuda a tener un
mejor desempeño físico e intelectual, mejora la memoria y el estado de ánimo.
Durante tu jornada diaria, procura también concederte pequeñas pausas para
descansar, relajarte, estirarte, respirar y reprogramarte, siempre que no alteren tus
responsabilidades.

¿Cómo c o n s i e n t o a mi cuerpo?

Nuestro cuerpo es la obra más maravillosa del universo. La función que realiza es fun-
damental en nuestra vida, aunque en ocasiones no nos detenemos a pensar en ello, a
menos que se manifest alguna dolencia. Para lograr que el cuerpo esté en armonía
con nuestros estados emocional y espiritual, además de ejercitarlo y alimentarlo en
forma sana, es importantísimo consentirlo. Un cuerpo consentido es un cuerpo ener-
géticamente feliz.

Existen muchas cosas que podemos hacer para consentir a nuestro cuerpo, iniciando
por el agradecimiento y la manera en que le hablamos: Gracias por sostenerme y trans-
portarme. Te respeto y te cuido. Eres el cuerpo más increíble. También podemos regalarle
un masaje, ya sea en un espa o acondicionando nuestro propio baño con velas, música
y fragancias relajantes; quizá cambiarle el look, haciéndonos un corte de cabello dis-
tinto o tiñiéndolo; podemos aplicarle una mascarilla para hidratar la piel; hacerle un
chequeo periódico para prevenir o detectar enfermedades; o el simple hecho de meter
los pies en una tina con agua caliente mientras descansamos, siendo algo que nos lo
va a agradecer.

Consentir a nuestro cuerpo no es vanidad ni arrogancia sino un acto de amor y de


agradecimiento por el milagro de contar con él. Por ejemplo, yo sé que a mi cuerpo le
gusta bailar, así que a la menor provocación pongo música alegre y bailo por toda la
casa. Otra cosa que hago en forma cotidiana es pararme frente al espejo y decirle a mi
cuerpo lo mucho que me importa y que lo amo. Y tú, ¿cómo consientes a tu cuerpo?
¿Cómo lo vas a consentir a partir de ahora?

Me a m o a n i v e l e s e m o c i o n a l y m e n t a l

Para potenciar nuestro amor propio debemos conocernos e identificar la manera en


que nos comunicamos con nuestro interior: lo que decimos, lo que pensamos y lo
que sentimos por nosotras mismas. El autoconocimiento es la base de nuestra auto-
estima, es la percepción positiva o negativa que nos tenemos. Se trata de resaltar las
cualidades y habilidades que poseemos, reconociendo nuestros aspectos menos favo-
rables para trabajar en ellos y, de ser el caso, aceptarlos tal cual.

¿Qué digo de m í ?

Las palabras tienen un gran poder sobre nosotras. Se instalan en nuestra memoria y
desde ahí determinan nuestra narrativa cotidiana e influyen en el desarrollo de nues-
tra personalidad. Como dice Luis Castellanos, uno de los referentes del lenguaje posi-
tivo, cuida tus palabras y ellas cuidarán de ti.

Las palabras que utilizamos cuando tenemos un diálogo con nuestro yo interno,
cuando nos miramos en el espejo, cuando reaccionamos ante una circunstancia,
son el reflejo de nuestra autoestima. Si tuvieras que enlistar, en 20 segundos, cinco
palabras positivas y cinco negativas que se relacionen con tu personalidad, ¿cuáles
identificarías más rápido? Esta es una manera práctica de advertir cómo estamos in-
teriorizando nuestra comunicación.

Te propongo un ejercicio: Colócate frente al espejo de tu baño, mírate a los ojos,


respira y repite tres veces: Quiero que me ames y estoy aprendiendo a amarte de verdad.
Cada vez que pases frente a un espejo, repite lo mismo, no importa que lo hagas en
silencio. Recuerda que las palabras se instalan en nuestra memoria y determinan
nuestra narrativa.

¿Qué p i e n s o de mí?

En el estudio de la imagen corporal destaca la psicología de la Gestalt, la cual plantea


que la mente configura, por medio de determinadas leyes, los elementos que llegan a
ella a través de canales sensoriales (percepción) o de la memoria (pensamiento e inte-
ligencia). Se trata del autoconcepto que cada persona tiene de sí misma. Si una persona
no posee fortaleza emocional, su propia percepción estará mayormente influenciada
por el exterior; es decir, por los estereotipos sociales y lo que los demás piensen de
ella,

Tú, ¿qué piensas de ti?, ¿cómo te percibes?, ¿qué tanto te conoces? Realiza un análisis
de tu autoconcepto y respóndete con honestidad si estás conforme con tu propia per-
cepción o si quieres cambiarla.

Te propongo otro ejercicio: Anota en tu libreta las partes de tu cuerpo o las carac-
terísticas físicas que más te gustan; tus principales habilidades y talentos -cantas,
bailas, dibujas, eres buena conversadora, eres risueña- y cómo quisieras percibirte.
De nuevo, ponte frente al espejo y repite el contenido de la lista. Poco a poco estarás
fijando en tu memoria tu autoconcepto positivo.
¿Qué s i e n t o de mí?

Éste quizá sea un término que parezca raro. Estamos acostumbradas a sentir emocio-
nes por otras personas, por nuestras mascotas, por las plantas, o por determinadas
situaciones, pero casi nunca ponemos atención en lo que sentimos por nosotras mis-
mas, a menos que física o emocionalmente nos sintamos mal.

En esas ocasiones, incluso somos nosotras mismas quienes provocamos que nos sin-
tamos así, porque solemos actuar como nuestras críticas más severas, cuestionando
nuestras capacidades y desvalorizando nuestro trabajo, nuestro cuerpo, nuestras
virtudes; nos comparamos con otras personas y, en vez de reconocer nuestros pro-
pios logros, sentimos que no somos capaces de realizar determinadas cosas o que no
somos merecedoras de tener una buena pareja, un buen trabajo, una buena vida. Este
tipo de sentimientos, generados por creencias, pensamientos y eventos del pasado,
nos limitan y condicionan nuestra autoestima... ¡Necesitamos cambiar el chipi

Si te identificas con alguna de las situaciones anteriores, es momento de que reviertas


tu programación emocional y comiences a valorarte y a fortalecer tu amor propio.
Resalta tus talentos y abraza a tu inteligencia. Amate intensamente. Ten la convic-
ción de ser una mujer maravillosa y estar destinada a algo más grande.
Me amo a nivel espiritual

¿Sabías que posees un tesoro invaluable? Se encuentra en lo más profundo de tu ser


y es tu verdadera esencia: tu alma. Contiene joyas extraordinarias: el amor, la felici-
dad, la bondad, la sabiduría, la tranquilidad y la creatividad; pero, tal vez, aún no lo
descubres o no has logrado liberarlo de los cerrojos impuestos por el ego, el miedo y
las falsas creencias. Tú y sólo tú puedes rescatarlo y dejar que se extienda por todo tu
cuerpo y tu mente; la clave para lograrlo es conectar con la energía del universo.

¿Quién soy espiritualmente?

Desde que somos niñas, nuestros padres, familiares, profesores, y cualquier figura de
autoridad, nos inculcan creencias, pensamientos y formas de comportamiento para
relacionarnos de la mejor manera con nuestro exterior; es decir, nos imponen su pro-
pia perspectiva o la de la sociedad. Entonces, crecemos con la convicción de que eso
es lo que debemos hacer, porque es lo correcto, cuando, en realidad, lo que estamos
haciendo es abandonar nuestra alma en el calabozo del olvido. Nuestra felicidad ya
no depende de lo que sentimos sino de lo que se supone que debemos sentir; nuestra
creatividad ya no juega a su libre albedrío sino que se adapta a lo que el entorno le
exige.

¿Te has preguntado cómo está tu alma o quién eres espiritualmente? Las respuestas
las puedes encontrar al analizar qué tan fiel has sido con el alma de tu niña interna.
Al dar por hecho que lo que debemos hacer es lo que los demás nos dicen que es lo
correcto, dejamos de conectar con nuestra alma. No se trata de ser anarquistas o de
tener una mala convivencia con el exterior, lo que intento decirte es que, cuando co-
nectamos con nuestro campo espiritual, liberamos esa energía positiva que ha estado
resguardada por mucho tiempo, nos deshacemos de cargas impuestas y fluimos de
manera inteligente, creativa y amorosa; le damos sentido a nuestra vida.

Fortalezco mi alma

Te estarás preguntando cómo conectar con el alma. Pues bien, esto lo conseguimos
mediante el dialogo interno, siendo honestas y compasivas y aplicando el lenguaje
positivo. Pregúntale a tu niña interior cómo se siente, qué le inquieta, qué desea; dile
cuánto te importa, demuéstrale tu amor y agradece al universo por tener la maravi-
llosa oportunidad de tenerla, de tenerte. Con su ayuda, replantea tu visión de las joyas
que posees, rescata tu individualidad, tu esencia, tu alma y encuentra tu verdadero
propósito en la vida.

Cuando aprendí a conectar con mi alma, descubrí mi propósito en este mundo. Supe
que deseaba compartir con otras mujeres el camino que había encontrado para for-
talecer el amor propio y transformar positivamente nuestras vidas. Todos los días
agradezco al universo la oportunidad de servirle y servir a mis semejantes, sabiendo
que de esa manera fortalezco mi alma y mi amor propio. Además de agradecer, me
ayuda mucho realizar estas dos actividades:
1. Meditar. La meditación es una técnica de relajación que tiene diversos
beneficios en nuestra vida. Se trata de un entrenamiento mental que nos
ayuda a controlar el estrés, la ansiedad y los pensamientos compulsivos.
Quizá nunca te hayas dado la oportunidad de meditar al pensar que eso
no es para ti o no tienes ni el tiempo ni el espacio adecuados para hacerlo. En
realidad, para meditar no necesitamos un lugar u horario determinados.
La meditación es un acto de amor hacia nosotras mismas que podemos
realizar en cualquier lugar y momento. Si te fijas, la palabra meditar
también es una palabra compuesta: me-edito; quiere decir que, cada vez
que meditamos, nos estamos re-editando desde nuestro interior. Existen
diversas maneras de meditar; por ejemplo, escuchando música relajante o
ambiental -el sonido del mar, la armonía del bosque, una pieza de piano-
que nos traslade a lugares placenteros; bailando mientras realizamos
alguna actividad; conectando con la naturaleza; caminando tranquila-
mente; o a través de la escritura -algo que te recomiendo en forma am-
plia-. Cualquiera que sea la manera que elijas, lo importante es que hagas
de la meditación un hábito diario, eso te ayudará a conectar y fortalecer
tu alma.
2. Decretar. Decretar es visualizar y manifestar con firmeza la realización
de nuestras metas y propósitos. Al hacerlo, liberamos energía positiva y
determinamos nuestro momento actual: ¡Soy feliz y atraigo lo mejora mí
vida! Te invito a que decretes cómo será este día para ti. ¡Grítalo!, que no te
importe si te escuchan los vecinos o quien sea. Decreta con alegría: ¡Hoy
cierro esa venta!, ¡Hoy voy a atraer a mi pareja ideal!, ¡Hoy voy a recibir un
regalo del universo! Al decretar, con afirmaciones poderosas, estamos ali-
neando nuestra alma con la energía del amor.
Capítulo 5

Aprendo a sanar mis relaciones

Sano mis relaciones


Desde pequeñas, nos deberían enseñar a cerrar heridas. Nos deberían enseñar que,
durante la vida, nos van a herir de muchas maneras y que, entre más pronto cau-
tericemos esas heridas, podremos avanzar sin cargas innecesarias, sin odios inne-
cesarios, sin rencores ni miedos innecesarios. También nos deberían enseñar que la
relación más importante y duradera va a ser con nosotras mismas.

Desafortunadamente, nadie nos advierte sobre esas cosas y entonces crecemos


arrastrando pequeñas y grandes heridas. Son grietas expuestas que van quedando en
nuestra memoria -aunque en apariencia no las recordemos- y en nuestro corazón.
Después, consciente o inconscientemente, buscamos curarlas o compensar nuestro
dolor con el cariño de otras personas o con la falsa felicidad que provocan las cosas
que el mercado nos hace consumir: ¡Comprar este auto, te cambiara la vida!, ¡Destapa
esta soda y bebe la felicidad!, ¡Este pastelillo te espera, con el cariño de siempre!, ¡Esta
cosa, no te abandona! Por eso, es importante volver atrás y cerrar las heridas que nos
agobian; hacer las paces con nuestra niña interior y dejar que viva a su libre albedrío,
sin compararse ni buscar la aprobación de los demás.

La primera y más importante relación que debemos sanar es con nosotras mismas.
Al ser nuestras más duras críticas y juzgadoras, nos autoexigimos demasiado y,
cuando las cosas no salen como esperamos, nos reprendemos, nos culpamos, nos
rechazamos y nos maltratamos. Incluso, cuando obtenemos un logro, por pequeño o
grande que sea, no le damos el valor que debiéramos, y mucho menos nos festejamos
o premiamos.

Tampoco sabemos estar con nosotras mismas ni disfrutar de nuestra compañía o


establecer un diálogo interno. La idea de charlar con nosotras mismas y escucharnos
nos parece ridicula, porque así nos lo han hecho creer. Cómo podemos sanar nuestra
relación si no nos damos la oportunidad de preguntarnos cómo nos sentimos, qué
nos duele, qué queremos. Hay que saber, como dice Benedetti, que la soledad tam-
bién puede ser una llama. Abraza tu soledad, disfrútala, valórala y aprovéchala para
conocerte más. Aprende a relacionarte contigo misma desde la ternura y el amor...
¡Consiéntete!

H e r i d a s de la i n f a n c i a

Durante la infancia se forja nuestro carácter. Adquirimos las herramientas emo-


cionales con las que nos vamos a enfrentar a la vida: valores, principios, creencias,
costumbres. Pero, al no contar aún con la madurez suficiente para comprender el
sentido de las cosas, la interpretación que le damos a la realidad y el desarrollo de
esas herramientas están determinados por el entorno en el que crecemos y por el
vínculo afectivo con nuestros padres y demás personas con las que convivimos. De
tal manera que, si crecemos en un círculo familiar respetuoso, alegre y amoroso,
tendremos mayor oportunidad de generar herramientas emocionales sólidas que nos
permitan crecer con seguridad y confianza en nosotras mismas. En cambio, si crece-
mos en un entorno de desapego emocional, conflictivo y poco respetuoso, es posible
que desarrollemos herramientas emocionales débiles y seamos más vulnerables y
susceptibles.
También, durante la infancia, sufrimos algunos eventos traumáticos que nos dejan
heridas emocionales que procesamos a partir de nuestra fortaleza emocional. Los
signos de esas heridas se pueden evidenciar mediante la ansiedad, la depresión, el
aislamiento social, los pensamientos obsesivos o fatalistas, la inseguridad, el miedo,
la agresividad y otros trastornos emocionales. La psicología habla de cinco heridas o
lesiones afectivas desarrolladas durante la infancia: abandono, rechazo, humillación,
traición e injusticia.

Los efectos provocados por las heridas emocionales de la infancia influyen en la


formación de nuestro carácter y condicionan la manera en la que, en nuestra vida
adulta, nos relacionamos con el exterior. Por eso, cuando experimentamos una si-
tuación similar a la que nos causó alguna herida en el pasado, ésta vuelve a abrirse y
repetimos -y a veces potenciamos- los patrones de conducta que desarrollamos en la
infancia.

Cuando, líneas antes, hablamos del ego, decíamos que solemos fabricar una especie
de máscara social o falsa identidad para protegernos del exterior. En realidad, lo que
hace esa máscara (ego), cada vez que enfrentamos una situación postraumática, es
incrementar el dolor y exacerbar nuestro miedo e inseguridad. Sin embargo, y a pesar
del tiempo, es posible cerrar esas heridas a través de un proceso de sanación y des-
aprendizaje; es decir, cuestionando la interpretación que hasta ahora le hemos dado
a la realidad, a los sentimientos y a las emociones para transformarla desde nuestra
verdadera esencia.
Sano la relación con mis padres

Al ser quienes nos dan la vida, desde nuestra gestación establecemos una conexión
emocional directa y determinante con nuestros padres. Independientemente de
cómo nos trataron -si estuvieron presentes o ausentes, si fueron estrictos o flexibles,
si fueron duros o cariñosos-, la relación con ellos condiciona nuestro comporta-
miento en la vida adulta. Muchas veces, por miedo o por no tener la suficiente con-
fianza para expresar nuestros sentimientos, nos quedamos calladas y preferimos
vivir a la sombra de las decisiones que, sobre nosotras, tomaron.

Cuando somos adultas, las relaciones que establecemos en los distintos ámbitos de
nuestra vida reflejan, en menor o mayor medida, los efectos de las heridas abiertas
que venimos arrastrando. Por ejemplo, en el ámbito laboral, a veces solemos con-
siderar que nuestro desempeño es deficiente, o se nos dificulta exponer nuestros
puntos de vista o, ante ciertas injusticias, preferimos guardar silencio por temor a
que nos despidan o nos etiqueten de indisciplinadas. Esto es porque crecimos con la
necesidad de ser aceptadas y reconocidas por nuestros padres y abandonamos nues-
tra verdadera esencia.
En la película Up in the air, su protagonista, Ryan Bingham, quien funciona como una
especie de despertador, utiliza el poder de la comunicación para cambiar la perspec-
tiva de las personas a las que tiene que notificarles que han sido despedidas de sus
empleos. En una escena, Ryan cuestiona a un sujeto llamado Bob: ¿Cuánto le pagaron,
en principio, por olvidar su sueño? Antes de llegar a trabajar a esa compañía, Bob se
había graduado en artes culinarias francesas, pero aceptó el empleo porque le ofre-
cieron una buena paga, lo que le permitiría mantener una vida aceptable. Los niños -
dice Ryan- admiran a los atletas porque persiguen sus sueños, ¿cuándo va a botarlo [el
empleo] volverá a hacer lo que le hace feliz? Me parece que esto ejemplifica muy bien
lo que acabamos de ver.

Entonces, ¿cómo sanamos la relación con nuestros padres? Esto lo podemos lograr
haciendo un acto simbólico o un ritual de perdón y liberación. Comenzando por reco-
nocer que ellos hicieron lo que sabían o lo que pudieron por nosotras, honrando ese
esfuerzo, sin juzgarlo, y perdonando cualquier resentimiento. Existen diversas for-
mas de realizar un ritual, te comparto la que a mí me funcionó:

Date un espacio para estar tranquila, sin prisas ni interrupciones. Pon una
música muy tranquila -y a bajo volumen- y enciende una vela aromática.
Coloca una silla para que tomes asiento, y dos más delante de la tuya. Respira
profundamente y exhala despacio hasta que sientas que tus pulmones se lle-
nan por completo; después, visualiza a tu padre y a tu madre sentados frente a
ti. Salúdalos con cortesía y agradéceles que hayan acudido a tu llamado. Mirán-
dolos a los ojos, diles con sinceridad todo aquello que tenías pendiente:

• Lo que necesitabas y no obtuviste de ellos en su momento.


• Lo que sentías hacia ellos o lo que querías que ellos sintieran hacia
ti.
• Lo que te gustaba y lo que no te gustaba de ellos.
• Lo que hicieron, con intención o no, y te lastimó

Una vez que hayas terminado, agradece que te escucharan y repite tres veces:
Los amo, los perdono y me libero de ustedes. Cuando perdonas, dice Matte James,
no estás liberando al otro, te estás liberando a ti misma.

Sano la relación con mis hermanos

Si bien el vínculo afectivo más fuerte que desarrollamos durante la infancia es


con nuestros padres, también generamos vínculos con nuestros hermanos y her-
manas y con cualquier otro familiar -tía, primo, sobrinos- con quien convivimos
cotidianamente durante esos primeros años. Ellos también pudieron habernos
lastimado y causado heridas. Entre hermanos, por ejemplo, se genera un ánimo de
competencia por obtener la mayor atención, reconocimiento y cariño de los padres.
Cuando creemos que alguno de nuestros hermanos es el favorito de ellos, generamos
un sentimiento de frustración y resentimiento.

Puede ser que, en algún momento, nuestro hermano mintió y nos culpó por algo que
nosotras no hicimos y nuestros padres no sólo le creyeron sino que nos castigaron;
entonces, generamos rencor hacia nuestro hermano y, aunque después estemos
jugando como si nada hubiese pasado, lo cierto es que esa pequeña herida se queda ta-
tuada en nuestra memoria y en el futuro nos será más difícil confiar en los demás.

Otro ejemplo puede ser que nuestro hermano o hermana mayor, con quien nos sen-
timos protegidas, de pronto se va a vivir a otra parte, se casa, o simplemente deja de
ponernos atención, sin reparar en lo mucho que eso nos duele. En este caso, es posible
que desarrollemos cierto miedo a la soledad o al abandono.

Al igual que con nuestros padres, es necesario identificar las heridas que pudieron
provocarnos nuestros hermanos o cualquier otro familiar y curarlas mediante el per-
dón y la liberación.

Sano la relación con mis amigos

A diferencia de nuestros padres y hermanos, con quienes estamos unidos por el


compromiso moral de pertenecer a la misma familia, a los amigos los podemos elegir
con libertad y también generamos fuertes vínculos emocionales; con frecuencia se
dice que los amigos son la familia que escogemos, o que son nuestra familia extendida.
La amistad se basa en el afecto, pero también en la confianza, la lealtad y el apoyo
mutuos.

Diversos estudios señalan que la amistad favorece la salud emocional de las personas
y la autoestima. Sobre aquella, en El Principito existe una explicación genial cuando el
zorro del desierto le dice que, para poder jugar con él, primero lo debe domesticar y así
generar lazos afectivos que los hagan únicos el uno para el otro. Aunque se ha tradu-
cido como domesticar, en realidad, la palabra francesa apprivoises signiñca familiari-
zar; es decir, en la amistad se crean vínculos afectuosos parecidos a los familiares.
En este sentido, las heridas provocadas por los amigos también tienen un peso deter-
minante en nuestra memoria afectiva. Estoy segura que alguna vez te peleaste con
alguna amiga porque prefirió estar con otra amistad, empezó a andar con el chico que
te gustaba, o te sentiste abandonada cuando ella cambió de colegio.

Para sanar esas heridas, debemos comenzar por asumir nuestra parte de responsa-
bilidad respecto de lo que causó la ruptura y dejar de culpar de todo lo sucedido a
la amiga. Si el motivo fue un mal entendido y existe la posibilidad de contactarla,
podemos buscarle para aclarar la situación y pedirle perdón por la parte que nos co-
rresponde, aunque haya pasado tiempo.

Recuerda que perdonar no necesariamente significa reconciliarse, pero sí es un acto


de liberación. Date la oportunidad de sentir tristeza, llorar y terminar con esos duelos
pendientes.

Sano la relación con mis parejas del pasado

Este es un tema complicado porque las heridas por rupturas amorosas siempre
tienden a ser profundas y llenas de dolor; a nadie le gusta que le rompan el corazón.
Crecemos con la novelesca imagen de que el amor debe ser para toda la vida y con la
absurda idea de posesión: mi novio, mi esposo (sentimientos de apego y dependen-
cia). Cuando tenemos un fracaso amoroso también nos sentimos dolidas en nuestro
orgullo y culpables por el rompimiento; es decir, nos victimizamos... el ego, otra vez,
trabajando: ¿Por qué me dejó si yo lo amaba tanto?, ¡Si hubiese hecho las cosas de dife-
rente manera, quizá todavía estuviera conmigo!

Cuando perdemos un amor, nuestra autoestima baja hasta el suelo como elevador
descompuesto. No queremos que nadie nos vea y nos sentimos la más fea del mundo,
la más simple, la más insoportable, y, por supuesto, no recordamos aquel poema
de Elizabeth Bishop: El arte de perder no cuesta tanto / irlo aprendiendo (insisten las
cosas / hasta tal punto en perderse, que el llanto /por ellas dura poco) /.../ Perderte a ti,
por ejemplo, tu encanto /y tu cariño perder, doloroso / prueba sería, pero nunca tanto /
aunque parezca condena espantosa.

Una ruptura de amor puede ser dolorosa pero, al igual, muy enriquecedora. También
deberían enseñarnos, desde pequeñas, a no ver los fracasos ni los errores como algo
endemoniadamente malo. Siempre se aprende más de los tropiezos que de los triun-
fos -a veces, perdiendo se gana-. Para aprender a andar en bicicleta, tuvimos que
caernos, sentir dolor e intentarlo, una y otra vez, hasta que logramos mantener el
equilibrio.

Charles Dickens decía algo así como cada fracaso nos enseña algo que necesitábamos
aprender, y es cierto. Sin importar la manera en la que concluimos una relación,
siempre existen enseñanzas. Aprendemos, por ejemplo, a distinguir lo que nos agrada
y lo que no nos agrada de nosotras mismas y de nuestras parejas. Lo importante es
aprender para no repetir patrones dañinos. De alguna manera, nuestras exparejas se
convierten en maestros para nosotras.

Si vienes arrastrando heridas de tus relaciones pasadas, debes hacerte responsable de


cerrarlas tú misma. Para ello, te comparto algo que, en lo personal, me ha funcionado:

Escribe una carta tan larga y detallada como puedas, donde le agradezcas a
quien fuese tu pareja por los momentos agradables que pasaron juntos; pero,
sobre todo, escribe aquello que te causó dolor: una traición, un desplante, una
humillación, lo que sea. Dile, desde tu corazón, que cualquiera que haya sido
su motivo, le perdonas y le deseas que tenga mucho amor en su vida. Repite: Te
libero y me libero de ti; te libero y me libero de ti; te libero y me libero de ti. Desahó-
gate cuanto puedas y, después, quema la carta y esparce las cenizas al aire. Te
prometo que sentirás un gran alivio.
Sano la relación conmigo misma

Sabemos que, de todas las relaciones, la más importante es la que establecemos con
nosotras mismas. Este vínculo interno se ve reflejado en todas las demás relaciones
en las que nos involucramos durante las diversas etapas de la vida. Como toda rela-
ción, también es susceptible de causar heridas emocionales.

Como te he comentado, nosotras mismas solemos ser nuestras más feroces críticas.
Al tratar de complacer a los demás para obtener su aprobación y reconocimiento,
desde la infancia traicionamos a nuestra niña interior; traicionamos sus sueños, sus
sentimientos, su verdadera esencia. Es conocido el trabajo de Bronnie Ware sobre
Los cinco principales arrepentimientos de los moribundos, donde señala que, antes de
morir, muchas personas manifiestan lo siguiente: Ojalá hubiese tenido el coraje para
vivir una vida autentica por mí, no la vida que otros esperaban de mí.

Mi niña interior

Dentro de nosotras, nos dice Louise L. Hay, hay una niña asustada y herida a la que
debemos abrazar con amor para que todas nuestras relaciones de intimidad mejo-
ren. Esa niña que fuimos y que nos sigue acompañando cuando somos adultas es la
representación de nuestro amor propio; de tal manera que, si queremos transformar
nuestra vida de manera positiva, sanar la relación con nuestra niña interior debe
ser nuestra prioridad. Es necesario dedicar tiempo para comunicarnos con ella, es-
cucharla con atención, comprenderla, pedirle perdón y rescatarla del calabozo del
miedo. Durante el proceso para sanar la relación conmigo misma, me ayudó realizar
un ejercicio de introspección para conectar con mi niña interior, el cual te comparto
ahora:

Date un momento. Respira profundo hasta que te sientas en completa tranqui-


lidad. Cierra tus ojos y visualiza una luz blanca que te transporte al instante
más alejado de tu infancia hasta encontrarte con tu imagen infantil. Observa
cómo está vestida tu niña interior. Pon atención en su expresión, si está alegre
o triste. Pregúntale cómo se siente, por qué tiene miedo, quiénes son las perso-
nas que le hacen sentir triste o enojada. Pregúntale por qué teme relacionarse
con otras personas y qué puedes hacer para mejorar las cosas. Después, pídele
perdón por todo el tiempo que la olvidaste. Dile que ya no debe sentirse sola o
temerosa porque ahora tú la cuidarás y nunca más le abandonarás. Ilumínala
de amor, abrázala, acaricíala, y comprométete con ella a hacer lo necesario
para que las cosas sean distintas. Dile que la aceptas tal cual es y que ella no
tiene la culpa de nada. Tómala de la mano y sácala de ese oscuro rincón donde
está. Llévala hasta tu corazón y repite: ¡Lo siento. Perdóname. Gracias. Te amo!
¡Lo siento. Perdóname. Gracias. Te amo! ¡Lo siento. Perdóname. Gracias. Te amo!
Ahora están juntas, son una sola y todo está bien para ustedes.

Espero que este ejercicio te sirva para conectar con tu niña interior y tener ese nece-
sario momento catártico. Disfruta el maravilloso reencuentro con la niña que fuiste,
que sigues siendo.
Mi niña del presente y del futuro

Así como sanamos la relación con nuestra niña interior de la infancia y nos liberamos
de ciertos miedos y apegos, es necesario también establecer una relación sana con
nuestro interior en el presente y en el futuro. Esto forma parte del ciclo de autocono-
cimiento y, ya lo hemos visto, entre más nos conocemos mayor seguridad y control
de nosotras mismas tenemos. Cuántas veces al día o a la semana te preguntas cómo
te sientes, de qué tienes ganas, cómo va tu día. Lo cierto es que nos olvidamos de no-
sotras mismas y casi siempre vamos por la vida en piloto automático. Es más común
que nos preocupemos de cómo va el día para los demás, qué necesitan los demás,
qué les aqueja a los demás, qué les hace feliz a los demás. De la misma manera que
abandonamos a nuestra niña interior en la infancia, lo hacemos en el presente y en el
futuro.

Te comparto otro ejercicio. Así como visualizaste a tu niña interior del pasado,
visualiza ahora su imagen tanto en el presente como en el futuro y a cada una de ellas
escríbele una carta. Compra hojas especiales, del color y papel que sea, pero que sepas
que las estás comprando para escribirles esas cartas. Redáctalas con el corazón en la
mano:
A tu niña del presente escríbele lo orgullosa que estás de ella, de que haya
decidido transformarse y vivir con amor. Recuérdale las cosas que la hacen
única. Dile que merece lo mejor del universo. Pídele que abrace sus sueños y
luche por ellos. Que viva con intensidad. Dile todo lo que quieras, no te guardes
nada. Exprésale cuánto la amas.

A tu niña interior del futuro escríbele cuánto confías en ella y en que viva a
plenitud. Que confías en que se haya enamorado, que se haya equivocado mu-
chas veces y se haya vuelto a levantar. Dile que no sabes si conserva las mis-
mas amistades, pero ojalá que hayan llegado muchas personas más a su vida y
se hayan contagiado de su alegría. Dile todo lo que quieras, tampoco te guardes
nada. Dile que sabes que la felicidad no está en la meta sino en el camino, y que
confías en que el suyo haya estado lleno de aventuras y cosas extraordinarias.
Dile cuánto la amas.

Al terminar, guarda las cartas en un lugar especial que sólo tú sepas. Después de un
tiempo, unos años quizá, cuando las recuerdes, vuelve a leerlas. Esas cartas te ayuda-
rán a recordar y, si fuese necesario, a retomar tus sueños.
Capítulo 6

Atraigo a la pareja de mis sueños

La ley del espejo


Todo lo que te molesta de otros seres es sólo una proyección
de lo que no has resuelto en ti misma.

(Buda)

Todas las circunstancias y relaciones que se nos presentan en la vida son un reflejo
del estado en que se encuentra nuestra casa interior. La ley del espejo nos dice que todo
lo que sucede afuera de nosotras también ocurre adentro. El exterior -el entorno, las
relaciones familiares, amorosas, amistosas, laborales y sociales, las situaciones y cir-
cunstancias cotidianas, etcétera- es el escenario donde se manifiestan nuestras luces
y sombras -pensamientos, sentimientos, emociones, traumas, heridas, conflictos-.

Cuando la actitud de otras personas nos parece iracunda y nos genera molestia, es po-
sible que estemos asociando esa actitud con algún daño que nos hicieron en el pasado
o que nosotras mismas provocamos. Por ejemplo, si en nuestro trabajo no soportamos
que nuestro jefe nos grite o nos hable de manera despectiva o humillante, quizá se
deba a que una figura de autoridad de nuestro entorno cercano se comportaba así
con nosotras, o tal vez nosotras mismas hemos tenido este tipo de actitudes con otras
personas.

De tal manera que, lo que más nos molesta o rechazamos de los demás, nos muestra
algo de nosotras mismas que no nos gusta o quisiéramos cambiar. Seguro has es-
cuchado frases como: Lo que te choca, te checa o Lo que no has de querer, en tu casa lo
has de tener. Significa que esas actitudes que nos chocan en los demás, en realidad
sacuden emociones que están ancladas en nuestra estructura interior. Si tenemos un
adecuado autoconocimiento, podremos identifican con mayor facilidad el origen de
nuestras molestias y liberarnos de esas cargas innecesarias. Recuerda que el perdón
es un acto de liberación y un paso fundamental para resolver conflictos y cerrar
ciclos.

Mi pareja es mi m a y o r reflejo

En muchos sentidos, la pareja que elegimos nos define. Las cosas que nos gustan, las
que quisiéramos cambiar, o las que en definitiva no soportamos de ella, reflejan qué
tan sólida o no está nuestra estructura emocional. Nuestra pareja es ese gran espejo
donde se proyectan nuestras emociones.

Si la persona con la que compartimos nuestra vida es atenta, cariñosa, comprensiva,


paciente y tolerante, y nosotras mismas nos comportamos de una manera similar,
con seguridad es porque crecimos en un ambiente familiar donde estas actitudes
eran comunes. Por el contrario, si nuestra pareja es irritable, violenta, impaciente, in-
tolerante, desatenta y poco amorosa, y aún así seguimos con ella, quizá se deba a que
en nuestra infancia normalizamos este tipo de comportamientos.
Tal vez estos ejemplos te parezcan extremos -por supuesto que siempre hay matices-;
sin embargo, es verdad que, consciente o inconscientemente, nuestra pareja tiene
información valiosísima sobre nosotras. Es por ello que se convierte en importante
maestro en el aprendizaje de nosotras mismas.

Esto no quiere decir que necesariamente repitamos conductas de nuestra pareja, sino
que hay cosas que podemos modificar en nosotras mismas; por ejemplo, si somos
compulsivamente ordenadas y nuestra pareja no lo es tanto, y eso nos altera, lo que
nos está mostrando esa información no es que necesitemos volvernos desordenadas,
sino que tal vez nos venga bien ser un poco más flexibles y tolerantes.

En otro supuesto, imagina que tu relación está pasando por un momento econó-
micamente complicado pero, lejos de tomar acción, te das cuenta -desde un plano
cenital, como si tuvieras una cámara en el techo- que ambos están sentados frente al
televisor y, mientras miras la escena, sientes indignación; eso te está diciendo que no
perteneces ahí y que debes hacer algo para cambiar tu realidad.
¿Cómo a m a r a un h o m b r e ?

Antes de pensar en amar al hombre de nuestros sueños, debemos tener claro que
somos seres completos y eliminar la falsa idea de la media naranja. No necesitamos
que alguien nos ame para sentirnos complementadas. Una relación de pareja es la
unión consciente de dos individualidades. Por eso es indispensable que, antes de
establecer una relación, hayamos sanado nuestras heridas del pasado y nos amemos
a nosotras mismas. De otra manera, en un plano inconsciente quizá, estaremos bus-
cando que nuestra pareja alivie esas carencias afectivas.

7 p a s o s para amar a mi pareja

Te quiero esbozar 7 pasos básicos que desarrollamos en la comunidad de Tribu de


Amor para fortalecer y mantener en alta frecuencia la relación con la persona amada:

1. Reconozco lo que hace por mí. Aprecio la dedicación y cuidado que pone
en nuestra relación; los arreglos y el mantenimiento que procura en nues-
tra casa; los detalles y el amor que me brinda.
2. Agradezco lo que me hace sentir. Nunca asumo que mi pareja sabe todo
lo que pienso, así que le manifiesto mi agradecimiento para que sepa lo
que me gusta, así como las cosas o actitudes que quisiera que cambiara.
Agradezco su lealtad y el apoyo que me brinda. Agradezco que me escuche
y que respete mi privacidad.
3. Le expreso mi amor. Tampoco asumo que mi pareja sabe que lo amo;
constantemente le manifiesto, con palabras y acciones, el amor que me
inspira. Además, sé que eso impacta de forma positiva en su ánimo.
4. Le admiro. Una de las cosas que me llevó a decidir estar con esa persona
es la profunda admiración que me provoca; así que, de manera constante,
procuro demostrarle mi admiración por lo que es y lo que hace -sé que no
hay mayor halago para un hombre que la admiración de su pareja-.
5. Le valoro. En todo el universo no existe una persona igual; con sus virtu-
des y defectos, es única y especial. Valoro su presencia a mi lado, su apoyo,
su compañerismo, su amor, su esencia. Le acepto y valoro tal cual es.
6. Le apoyo. Aunque sea un ser individual, sé que mi pareja necesita sentir
mi respaldo y apoyo en las decisiones que toma, en sus locuras y, en ge-
neral, en todos los ámbitos de la vida. No significa que acepte a rajatabla
todo lo que decida, pero me importa mucho que sienta la seguridad de
contar conmigo.
7. Le escucho. Mi pareja también necesita y merece que le escuche con
atención, que ponga interés en sus preocupaciones, en sus sueños, en sus
proyectos. Además de ser mi pareja, es mi compañero y mi mejor amigo.
Me interesa lo que piense y lo que le pase, por eso escucho con paciencia lo
que tenga que decirme.
M a n i f i e s t o a la pareja de m i s s u e ñ o s

Ahora que hemos sanado nuestras heridas y hemos cerrado los ciclos pendientes;
ahora que hemos aprendido a amarnos y a valorar nuestra soledad; ahora que esta-
mos conscientes de lo que nos gusta y lo que no nos gusta de nosotras mismas, quizá
estemos preparadas para encontrarnos con esa maravillosa persona que el universo
ha destinado para nosotras y compartir nuestra vida de abundancia. De ser así, es
momento de atraer a nuestra pareja ideal con la poderosa energía del amor.

7 a c c i o n e s para atraer a mi pareja ideal

En el caso de que no te encuentres en una relación amorosa, pero desees iniciar una,
te comparto 7 acciones básicas que aplicamos en Tribu de Amor para atraer a nuestra
pareja ideal:

1. Siéntete absolutamente merecedora de atraer la pareja que deseas y no


otra, pero sin un sentido de urgencia.
2. Ámate a ti misma y eleva al máximo la frecuencia energética que proyec-
tas al universo para que, en esa misma medida, te responda.
3. Describe lo más a detalle posible a tu pareja ideal: sus rasgos físicos, la
estatura, la complexión, el color de piel y de ojos, etcétera; sus valores,
creencias y hábitos; sus gustos y talentos. Escríbelo en tu libreta y repítelo
en voz alta cuantas veces te sea posible.
4. Decreta con firmeza que estás preparada para encontrarte con ese maravi-
lloso ser que el universo te ha destinado.
5. Visualiza a tu pareja ideal caminando a tu lado, acompañándote al super-
mercado, paseando por tu casa, viajando juntos y haciendo todo lo que
deseas.
6. Actúa como si tu pareja ya estuviese contigo: arréglate con esmero,
simbólicamente deja un espacio en tu cama, haz espacio en tu clóset para
que coloque su ropa, compra el portarretratos donde colocarán su primera
foto juntos, etcétera.
7. Suéltalo. Una vez que decretaste y visualizaste a tu pareja ideal, realiza un
pequeño ritual de desprendimiento y deja que el universo haga su parte.

Quizá el último punto te sea confuso. Sucede que, después de decretar y visualizar a
tu pareja ideal, ya no necesitas estar pendiente de su llegada ni dejar de realizar tus
actividades cotidianas. Tú ya hiciste tu parte y estás vibrando en la sintonía perfecta.
Deja que el universo se encargue de conectar tu energía con la de esa persona que te
tiene destinada.

Te propongo realizar un pequeño ejercicio basado en algunos de estos pasos:

Toma una hoja de papel y dóblala en tres partes iguales, como si fuera un
tríptico. En el área superior de cada una, escribe estos títulos: Lo que quiero. Lo
que tengo. Lo que decreto. En la primera parte de la hoja, escribe con detalle las
características y cualidades físicas, intelectuales, sentimentales, espirituales
y todo lo que quieras que tu pareja ideal posea. De esas características y cuali-
dades, escribe, en la segunda parte de la hoja, cuáles posees tú misma y cuáles
no. En la última parte, escribe, con frases cortas, qué aspectos de ti misma te
comprometes a trabajar para atraer a tu pareja ideal; por ejemplo: i) Me com-
prometo a ser más paciente conmigo misma para que ese hombre ideal llegue, ii)
Me comprometo a hablarme con la verdad para atraer a un hombre honesto a mi
vida, iii) Me comprometo a serme f i e l en todos los planos de mi vida para atraer a
un hombre fiel a ella.

Este sencillo ejercicio nos ayuda a identificar qué tan merecedoras nos sentimos de
encontrarnos con nuestra pareja ideal y tener mayor claridad sobre las características
de esa persona con quien deseamos compartir nuestra vida.
Capítulo 7

Empoderamiento femenino
Amo ser mujer
Ser mujer es lo más maravilloso que nos pudo haber pasado en la vida. Las mujeres
poseemos el privilegio divino de ser cocreadoras de vida. Además de los cinco
sentidos, tenemos desarrollada la sensibilidad, la intuición o, como comúnmente se
dice, un sexto sentido. Las mujeres somos valientes, perseverantes, capaces, fuertes de
carácter, talentosas, creativas, hermosas, sensuales, mágicas, amorosas, armoniosas,
luchonas, resilientes; nuestra entrega y pasión son incansables. Las mujeres cambia-
mos paradigmas y derribamos barreras. Somos mujeres empoderadas. ¿Sabes qué sig-
nifica esto?
En términos generales, el empoderamiento es un proceso por medio del cual una per-
sona, comunidad o grupo social adquieren o adaptan un conjunto de herramientas
que les permite mejorar sus capacidades y aumentar su potencial con el fin de mejo-
rar su situación económica, social, política, psicológica o espiritual. En este sentido,
el empoderamiento femenino consiste en consolidar nuestro poder a través de la
confianza y seguridad en nosotras mismas, rompiendo paradigmas y transformando
nuestra vida.

Como hemos visto, durante la infancia nos desconectamos de nuestra niña interior
por culpa de los condicionamientos familiares y del entorno que nos rodea. Asumi-
mos un rol y las creencias impuestas que nos orillan a buscar el reconocimiento y la
aceptación de los demás y de la sociedad misma. Esta desconexión de nuestra verda-
dera esencia, a su vez, condiciona nuestro desarrollo y comportamiento en las demás
etapas de la vida, dificultándonos el poner límites entre lo que realmente queremos y
lo que los demás quieren o esperan de nosotras; terminando aceptando, casi siempre,
el rol que se nos impone.

Sin embargo, es posible revertir esta situación mediante el autoconocimiento, el


desaprendizaje de creencias y estereotipos impuestos y, por supuesto, el amor propio.
Una vez que hemos sanado la relación con nuestra niña interior y nos hemos liberado
de las ataduras del pasado, el siguiente paso es ponernos en acción. ¡Así es, mujer! A
partir de hoy, el universo nos tiene preparado algo maravilloso. ¡Despierta! ¡Leván-
tate! ¡Construye la vida que tanto deseas!

El rol de la m u j e r y del h o m b r e

Al ser una creación del universo, los seres humanos estamos compuestos de energía
o, mejor dicho, de dos tipos de ella: una femenina y otra masculina. Ambas energías
no se relacionan con el género ni con la identidad sexual, se trata más bien de la ener-
gía interior o espiritual que nos acompaña desde que nacemos y de la cual el cuerpo
físico sólo es el soporte.
Esta dualidad energética es vista en el taoísmo como el yin y el yang. ¿Te suena? La
teoría física se refiere a ellas como polos de energía positiva y negativa. El tantra la
divide en energía femenina y masculina. Es así, que todas las personas tenemos nues-
tro lado femenino y masculino, lo que determina la manera en la que actuamos en las
distintas situaciones que se nos presentan todos los días.

La energía femenina está vinculada con el hemisferio derecho del cerebro, por lo que
se asocia con las emociones, el amor, la fluidez, el trabajo en equipo, la creatividad. La
energía masculina está vinculada con el hemisferio izquierdo, asociado con la fuerza,
la capacidad de tomar decisiones rápidas, la presencia, la libertad, el individualismo,
la competencia, el éxito.

Pensemos en una mujer de espíritu aventurero que se propone escalar el monte


Everest. Para lograrlo, se prepara durante meses, sometiendo su cuerpo a un arduo
trabajo físico y mental para poder soportar las inclemencias del tiempo y la fuerza
que demanda tal propósito. No significa que esa mujer se identifique con la masculi-
nidad, sino que recurre a su energía masculina, a su lado masculino, para entrenar y
adaptar su cuerpo a tal exigencia.

Ahora pensemos en un hombre que disfruta del baile y acude todos los días a un club
para aprender nuevos pasos y mejorar su técnica. No significa que necesariamente se
identifique con la feminidad, sino que recurre a su lado femenino para ser más sensi-
ble a los acordes de la música y tener mayor expresividad corporal.

En ambos casos, se actúa de manera instintiva; es decir, no tienen que pensar cons-
cientemente en activar uno u otro hemisferio, sino que su energía espiritual capta lo
que en cada momento requieren.
Los ejemplos anteriores nos sirven para entender que, en efecto, las energías feme-
nina y masculina no se asocian con el género. Este último concepto, de acuerdo con
la Organización Mundial de la Salud, se refiere a los roles socialmente construidos,
comportamientos, actividades y atributos que una sociedad considera como apropiados
para hombresy mujeres. Esto significa que los roles de género condicionan el papel y
las expectativas tanto de mujeres como de hombres y determinan la manera en la
que deben ser, sentir y comportarse al interactuar en la sociedad. De nuevo, se trata
de condicionamientos impuestos por el exterior que, de no controlarlos, impiden que
nos expresemos de acuerdo a nuestras propias convicciones.

Conozco mis emociones

Se dice que nadie nos conoce mejor que nosotras mismas. ¿Será cierto? Cada persona
reacciona de manera diferente ante situaciones similares, esto depende del estado
de fortaleza mental; es decir, nuestra capacidad para interpretar y gestionar las
emociones.

Las emociones son reacciones psicofisiológicas que experimentamos cuando res-


pondemos a determinados eventos o estímulos externos; dicho de otra manera, son
alteraciones de corta e intensa duración que impactan en nuestro ánimo. Existen
emociones agradables como la alegría, la curiosidad, la seguridad y la admiración;
y emociones desagradables como el miedo, el odio, la furia, la culpa o la tristeza. El
conjunto de emociones que se almacena en nuestro cerebro se ha construido a partir
de nuestros sentimientos, pensamientos y recuerdos. La importancia de conocer y
conectar nuestras emociones nos permite obtener información sobre quiénes somos,
por qué reaccionamos de la manera que lo hacemos ante distintas situaciones, y el
origen de ciertos bloqueos mentales (emocionales).

Si no conocemos nuestras emociones, corremos el riesgo de actuar de una manera


que no corresponda a nuestra verdadera esencia. En la película Intensamente -quizá
la hayas visto- se muestra, de una forma animada, la manera en la cual se almacenan
las emociones en el centro de control (el cerebro) y la forma en que interactúan entre
sí y con el exterior. El conflicto permanente que sostienen la emoción de la alegría y la
tristeza, por ejemplo.

El conocimiento de nuestras emociones requiere de un proceso reflexivo y honesto


sobre nosotras mismas. Tal vez, en un inicio, te parezca una tarea complicada pero, en
la medida en que tengas asertividad sobre tus capacidades, habilidades, pensamien-
tos y recuerdos, podrás conocer más sobre aquéllas.

Te invito a que comiences por recordar tres eventos que te hayan provocado alegría
y tres que te hubiesen generado tristeza durante cada etapa de tu vida: tu infancia
(3-3), tu adolescencia (3-3) y tu vida adulta (3-3). Observa cómo fue tu reacción en
cada uno y la manera en que impactó en tu ánimo. Ahora, pregúntate cuáles son las
cinco cosas, alimentos o actividades que más alegría te provocan y las cinco que te
producen más tristeza.

Después de analizar lo que has escrito, ¿consideras que tus emociones y sensaciones
de alegría y tristeza han cambiado o han sido consistentes a lo largo de tu vida? Anota
todo en tu libreta. Realiza el mismo ejercicio con otras emociones que se contrasten:
valentía - miedo, seguridad - inseguridad; etcétera. Ésta es una manera de conocer
tus emociones. Recuerda que se trata de un ejercicio interno que requiere de la mayor
honestidad contigo misma.

Domino mis emociones

Una vez que hemos comenzado a conocer nuestras emociones y las reacciones que
éstas nos provocan, debemos aprender a autorregularlas. Como señala Mar Romera:
No se pueden elegir determinadas circunstancias, pero somos responsables y dueñas de
la reacción ante ellas y de cómo dejamos que nos afecten. Entre más conectemos con
nuestras emociones, mayor control podremos tener de ellas. Debemos entrenar
nuestra fortaleza emocional para que actúe de acuerdo con nuestros propios valores
y percepción de la realidad, y no desde la manipulación exterior. Recuerda que todas
las emociones son importantes, cada una de ellas cumple una función específica y,
en conjunto, nos ayudan a mantener en equilibrio nuestra personalidad. No existen,
como también apunta Mar Romera, emociones buenas y malas: Si no sintiéramos tris-
teza cuando perdemos a alguien, seríamos psicópatas.

Una manera de dominar tus emociones es exponiéndote intencionalmente a ellas.


Por ejemplo, si le temes a la soledad, date la oportunidad de ir sola al cine, compra
dos entradas como si se tratara de una cita contigo misma, disfruta de tu compañía,
comenta - en silencio, ¡claro!- la película y trabaja en cambiar la perspectiva sobre la
soledad. Si le tienes miedo al ridículo, realiza acciones intencionales que te coloquen
en situaciones embarazosas -entre más lo sean, mejor-: compra un ramo de claveles
rojos, camina por una calle concurrida y a cada chico que veas, regálale una flor di-
ciéndole algo como el Mago de Oz te manda este clavel por tu sonrisa. En un inicio, sen-
tirás una vergüenza bestial pero, poco a poco, te parecerá una travesura, una anécdota
divertida que te permitirá descubrir que eres capaz de controlar y, eventualmente,
cambiar tu miedo al ridículo... Quien no es capaz de reírse de sí mismo, está expuesto a
que le duela cuando los demás se rían de él.

Mi Código de Mujer

En todo el universo no existe una persona igual a nosotras. Somos únicas e irrepe-
tibles. Somos mujeres especiales, valiosas y auténticas. Nuestro ser posee su propia
energía, sus propios dones y talentos, sus propias características físicas, intelectuales
y emocionales. Esto es lo que define nuestra singularísima personalidad o, como yo le
llamo, nuestro Código de Mujer.

Si no estás del todo satisfecha con tu vida, debes saber que tienes la libertad pero,
también, la responsabilidad de reinventarte y crear tu mejor versión. Siempre po-
demos trabajar en nuestro Código de Mujer, nutrirlo de nuevas y mejores cosas,
moldearlo y perfeccionarlo de tal manera que sea nuestra carta de presentación ante
todas nuestras relaciones y en cada ámbito en el que nos desenvolvamos -personal,
familiar, laboral, económico, social, cultural, espiritual-.

Tu Código de Mujer es lo que te distingue de las demás personas. Es esa energía con la
que te plantas en el escenario de la vida y todos voltean a verte con sólo sentir tu pre-
sencia. Así que, ¿cómo quieres que te perciban los demás?

Dones y talentos

Todas somos una energía divina, un alma que está viviendo una experiencia humana
en este plano terrenal. El universo ha dispuesto, para nosotras, una misión y nos ha
dotado de ciertos dones y talentos que son las herramientas de las cuales nos vamos a
valer para cumplirla; también ha dispuesto que conozcamos a algunas personas que
nos van a ayudar en nuestro propósito.

Curiosamente, el orden de prelación con que nos ha hecho llegar estos elementos ha
sido al revés; es decir, primero nos puso en contacto con las personas -nuestros pa-
dres-, luego nos fue develando nuestros dones y talentos, y finalmente nos permitió
descubrir nuestra misión. Como recompensa, una vez que encontramos el sentido de
nuestra vida, el universo nos entrega la llave que abre todas las puertas: la de la abun-
dancia, la de la prosperidad, la del amor, la de las relaciones positivas, la de la salud,
etcétera.

Es importante entender que los dones y los talentos son distintos. Los dones son
aquellas cualidades que nos son natas y que exponen lo mejor y lo peor de nosotras:
el don de la comunicación, el don del arte, por ejemplo. Mientras que los talentos son
las habilidades que desarrollamos y perfeccionamos para convertirnos en expertas
de algo: podría ser la destreza con la que, después de practicar mucho, manejas los
pinceles y las pinturas para plasmar en un lienzo la obra de arte que imaginaste a par-
tir de tu sensibilidad artística.

Es momento de que descubramos nuestros dones y talentos. Te comparto un ejercicio


que utilizamos en la Escuela de Sanadoras del Alma de Tribu de Amor, con el cual ha-
cemos un análisis profundo de nuestro interior (introspección) que nos permite iden-
tificar esos dones y talentos que hemos olvidado:

1.. Escribe en tu libreta 50 cosas negativas y 50 positivas sobre ti. Es con-


veniente que solicites el apoyo de personas cercanas; hazles saber que
estás realizando un ejercicio de autoconocimiento y pídeles que, desde
su perspectiva, te digan lo mejor y lo peor que ven en ti -recuerda que, de
alguna manera, los demás proyectan lo que tienes en tu interior-. Aquí es
importante que no te conectes con las emociones que puedan producirte
sus comentarios; lo relevante es obtener información valiosa que, a veces,
el ego no nos permite captar. Una vez que concluyas tu lista, identifica y
anota cuáles son las cosas que más sobresalen.

2. De la siguiente lista de dones, selecciona los dos con los cuales te sientas
más identificada:
a. Comunicador, Les gusta hablar mucho, son buenos para expre-
sarse y para comunicar a través de las palabras.
b. Cómico. Tienen excelente sentido del humor. Les gusta hacer
reír a los demás. Son amorosos y transforman vidas sólo con su
risa; la comedia es lo suyo.
c. Conector. Les gusta estar con la gente, conocer nuevas perso-
nas, son encantadores y socializan en cualquier escenario.
d. Empatizador. Les es fácil percibir la vibra de las demás perso-
nas, entienden lo que a cada una le sucede, por lo que está pa-
sando, o lo que está sintiendo.
e. Sistematizador. Les gusta el orden y son escrupulosos; crean
sistemas para organizar todo tipo de cosas y actividades.
f. Escuchador. Saben y disfrutan escuchar a las personas, son
atentos y ayudan a transformar la energía negativa de los
demás en energía positiva.
g. Confiable. Son nobles y muy responsables; las personas, en defi-
nitiva, les tienen mucha confianza en todos los campos.
h. Constructor. Tienen iniciativa, son innovadores y perfeccionis-
tas. Encuentran soluciones prácticas ante cualquier reto.
i. Artista. Son creativos y soñadores; de una idea abstracta
pueden generar cosas tangibles y hermosas. Se les da bien la
música, las artes plásticas y las artes escénicas.
j. Visionario. Son atrevidos, siempre están buscando mejorar su
estatus. Tienen facilidad para visualizar proyectos a corto, me-
diano y largo plazo.
k. Iluminador. Resuelven pequeños y grandes problemas con
cierta facilidad; suelen ayudar a otras personas a superar
dificultades.
1. Sanador. Proyectan tranquilidad y les gusta ayudar a las perso-
nas a sanar sus estados físico, mental o espiritual.
3. Escribe en tu libreta 10 cosas que te gustaría hacer o que ya haces y en las
que quisieras perfeccionar tu dominio para convertirlas en tus principa-
les talentos.

Analiza la información que obtuviste e identifica cuáles fueron las características que
más se corresponden con lo que eres o lo que quisieras ser. Cierra los ojos y visualízate
en el futuro, realizando alguna actividad acorde con tu propia esencia y con la que te
sientas feliz.
Capítulo 8

Encuentro mi misión

Mi propósito de vida
Ahora que hemos identificado nuestros dones y talentos, nos será más fácil encontrar
nuestra misión en la vida; eso que nadie más puede idear ni hacer mejor que nosotras.
Deepak Chopra nos recuerda que por cada talento único y por cada expresión de él, hay
necesidades únicas en el mundo. Cuando estas necesidades son emparejadas con la expre-
sión creativa de tu talento, esa chispa crea abundancia.

Para descubrir nuestra misión conviene que nos hagamos preguntas como: ¿A qué
me dedicaría si no tuviese la preocupación de generar dinero? ¿Qué personas me ins-
piran y quisiera hacer algo como lo que ellas hacen? ¿Qué problemas podría resolver
con mis dones y talentos?

En mi caso, como te platiqué en el prólogo, después de pasar una etapa difícil en mi


vida, en la que me involucré en una serie de relaciones tóxicas y viví con baja autoes-
tima, supe que quería dedicarme a ayudar a otras mujeres para que no tuviesen que
pasar por experiencias similares, o bien que lograran superarlas más rápido. Descubrí
que tenía el don de la comunicación y me dediqué a perfeccionarlo, invirtiendo en mi
formación como entrenadora espiritual; tomé cursos, talleres y diplomados, asistí a
conferencias y retiros, leí muchos libros en la materia. Ahora llevo a cabo mi misión y
me siento plena y agradecida con el universo.

Quiero compartir contigo una gran enseñanza que recibí de una de mis maestras y
guías espirituales, Ana Cortés, quien me ayudó a encontrar mi propósito de vida. Se
trata de la interpretación de la Estrella de David o Estrella del Universo. Como puedes
ver, en la ilustración que aparece enseguida, la Estrella tiene tres elementos prin-
cipales que están alineados: i) conexión con el Creador; ii) propósito de vida; y iii)
mentalidad.

La conexión con el Creador -Dios, Jehová, Madre Naturaleza o como tú lo nombres- es


el vínculo entre la tierra y el universo; la mentalidad es la vasija donde almacenamos
todo, se trata de un pensamiento de abundancia y merecimiento; y el propósito de
vida es la energía que bajamos del universo para materializar nuestra misión. Cuando
estos tres elementos están en perfecta armonía, los demás elementos de la Estrella
son atraídos energéticamente.

La conexión con el Creador es, al mismo tiempo, una conexión con nuestro interior.
Recuerda que somos cuerpo, mente y alma. En la Escuela de Sanadoras de Alma
de Tribu de Amor llevamos a cabo talleres y meditaciones basadas en la Estrella
del Universo para lograr conectar con el Creador. Te invito a que te unas a nuestra
comunidad.

Trazo m i viaje

Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto.
(Henry Ford)

Como todo viaje, en el recorrido hacia el sueño de nuestra vida de abundancia nece-
sitamos trazar una hoja de ruta que nos ayude a mantener el rumbo. Como en toda
travesía, requerimos planear, organizar, prepararnos y tomar acción para emprender
el vuelo; de hecho, si somos capaces de visualizar nuestro sueño es porque éste ya
existe, sólo necesitamos descolgarlo del universo y atraerlo a nuestro plano físico.

El mundo es tan abundante que no existen límites para manifestar nuestro sueño;
como dice la maestra Louise Hay: Existe más dinero del que te pudieras gastar; existen
más personas de las que pudieras conocer; existe más comida de la que siquiera pudieras
probar; existe más amor del que pudieras sentir. No te conformes con soñar en pe-
queño; si vas a hacerlo, sueña en grande. Sé que muchas veces un condicionante que
nos ponemos es el dinero. Quiero decirte que, si en realidad te enfocas en tu sueño,
podrás superar esa ancla -¿cómo?- con creatividad y decisión.

Me pongo metas

Permíteme compartir contigo una estrategia que hemos diseñado en Tribu de Amor
para ayudar a nuestra comunidad a bajar su sueño:

En tu libreta, anota 100 sueños -pequeños, medianos y grandes- que te


gustaría realizar. Una vez que tengas esta lista, ordénalos, comenzando por el
que más deseas cumplir hasta el que quizá no desees con tanta intensidad; des-
pués, establece un cronograma, fragmentando tu lista en lapsos de 1 a 5 años,
de 5 a 10 años, etcétera. Coloca los sueños que desees cumplir en cada periodo.

Ahora, selecciona los 12 sueños que quisieras cumplir dentro de los siguientes
12 meses; deben ser lo más realistas posibles. Si te planteas como sueño
concluir una carrera universitaria que recién acabas de iniciar -tomando en
cuenta que, en promedio, te lleva 4 años-, no sería un sueño realista. Habiendo
definido tus 12 sueños prioritarios, elabora un Tablero de Visualización.

Como puedes ver en la ilustración, se trata de un collage construido con recor-


tes de revistas, fotografías, postales, pequeños juguetes y cualquier otro ele-
mento que te ayude a visualizar cada uno de tus 12 sueños. Coloca tu Tablero
de Visualización en un lugar estratégico, de manera que sea lo último que veas
antes de dormir o lo primero que mires al despertar. Con esto vas a activar e
impactar tu subconsciente. Recuerda que todo lo que pasa por nuestra mente,
pasa por nuestra vida.

Decido tomar acción

Ya trazaste tu ruta de viaje. Ya visualizaste tu sueño. Sólo falta que tomes acción. De
nada servirá que hayas llegado hasta aquí si no activas tus energías física y mental
para emprender el viaje. Nadie lo hará por ti. ¡Toma acción!

En este punto debemos estar conscientes de que existen algunas características


naturales de los seres humanos que pueden hacer que nos desviemos de nuestra ruta:
i) por lo general, rehuimos al esfuerzo y somos apáticos; ii) somos emocionalmente
inestables; iii) somos altamente inconsistentes; y iv) somos distraídos en extremo.
Además, hay cuatro adicciones que debemos aprender a dominar: i) la adicción a
decir SÍ a todo y a todos; ii) la adicción a sucumbir ante todo aquello que resulta se-
ductor; iii) la adicción a estar siempre ocupadas; y iv) la adicción a ser multitareas.

Este conjunto de características y adicciones son comandadas por el ego, que hará
lo posible por destruir nuestros sueños y alejarnos de nuestra misión. Por eso es im-
portante que las conozcamos y trabajemos al respecto para evitar que el ego hunda
nuestro barco. En Tribu de Amor hemos desarrollado un plan de 7 pasos para lograr
cumplir con nuestras metas:

1. Aléjate de los ladrones de sueños. Aleja de tu vida a las personas negati-


vas o ponles límites; muchas veces son tus padres o familiares cercanos,
aunque también pueden ser ciertas amistades o compañeros de trabajo.
2. Toma acción masiva. Mueve tu energía física y activa tu campo energé-
tico; obtén del exterior lo que te permitirá conseguir tus metas. Explora
los distintos caminos que te pueden llevar a tu sueño.
3. Tómate un tiempo para ti. Reflexiona, aumenta tu vibración, verifica y
analiza si la estrategia que has elegido es la correcta.
4. Afórrate a tus sueños. Se pueden presentar diversos obstáculos o even-
tualidades que te hagan cambiar de estrategia, pero no abandones tus
sueños.
5. Sé perseverante a pesar de los retos. Aprende a ser disciplinada, orde-
nada y comprometida. Honra tu palabra.
6. Celebra tus éxitos. Festejar tus logros te permite liberar energía positiva y
te servirá como combustible para seguir adelante.
7. Deja las excusas. Elimina los pretextos y los prejuicios, deja de culpar a
los demás o a las circunstancias. Tú eres la única responsable de alcanzar
tus metas. Tienes las herramientas. ¡ACTÍVATE!

Existen diversos métodos y estrategias que puedes utilizar para ponerte en acción y
alcanzar tus sueños, la que decidas tomar será la correcta siempre que te comprome-
tas contigo misma y con el universo.
Manifiesto la vida de mis sueños

Todas las cosas son creadas dos veces: la primera, en el plano cuántico o mental; la
segunda, en el plano físico o material. Por eso es tan importante tener claro nuestro
propósito de vida e imaginar, soñar y visualizar nuestras metas cumplidas. Por lo
común, las personas no sabemos lo que queremos o cambiamos de metas de manera
constante. La magia con la que vamos a atraer la vida que soñamos son las emociones
positivas que nos permiten elevar nuestra frecuencia energética; cuando la mantene-
mos alta, se abre un campo infinito de posibilidades.

Para atraer la vida de nuestros sueños, en Tribu de Amor utilizamos una técnica lla-
mada scripting, la cual consiste en escribir un guión donde se describe, como si fuese
el de una película, la vida que deseamos vivir: el argumento, los personajes, los esce-
narios, la musicalización y la ambientación en general. ¿Te animas a intentarlo?

Imagina que eres la guionista y directora de tu propia película, la cual se está rodando
y se estrenará exactamente dentro de un año. El filme se llama El sueño de,.. ¿Estás
lista?

¡Luces! ¡Cámara! ¡Acción!

Toma tu libreta. Escribe la fecha -un año después-. Activa tus cinco sentidos y
manifiesta, en presente, cómo y dónde estás. Tienes que ser lo más detallista y des-
criptiva posible. ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde y con quién vives? ¿Vives en la misma
casa, hiciste algunos cambios, o te mudaste? ¿Abriste ese negocio que tanto querías,
estás en la inauguración, cómo vas vestida? ¿Cómo es tu aspecto: sonríes, estás feliz,
orgullosa? ¿Quién es ese simpático hombre que te toma de la mano? ¿A qué sabe ese
delicioso postre que acaba de traerte el camarero del hotel donde te hospedas? ¿Dis-
frutas la música que escuchas mientras vuelas hacia Cancún?
Deja que tu magia maneje la pluma con emoción, con pasión, con amor. Cuando
termines, guarda tu guión y despréndete energéticamente de él. Deja que el universo
haga su trabajo.

Te invito a que conozcas lo que hacemos en Tribu de Amor y a que te unas a esta gran
comunidad de mujeres exitosas. Anímate a transformar tu realidad, a atraer la abun-
dancia y a construir la vida que deseas.

La ley del infinito

En el universo gobiernan leyes que son inquebrantables y de las cuales nadie escapa,
aunque a veces ni nos enteremos. Entre ellas está La ley de la gravedad -todo lo que
sube, baja- y La ley de causa y efecto o, como yo la llamo, La ley del infinito. Esta ley uni-
versal nos dice: A cada acción, corresponde una reacción opuesta y de igual magnitud.
En el budismo, esta ley se denomina karma y afirma que las acciones de los indivi-
duos, tarde o temprano, se les regresan. En la Biblia encontramos esta afirmación: No
hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti; esto significa que todo resultado
es consecuencia de una acción que lo provoca, dejando claro que no existen las casua-
lidades sino las causalidades.

Al ser universal, la ley del infinito se manifiesta en todos los planos: físico, emocional,
espiritual y onírico. En este sentido, el amor es el resultado (cosecha-efecto) de las
acciones amorosas que realizamos (siembra-causa). Para lograr una buena cosecha de
amor, es importante saber elegir la tierra y la semilla, regándola después con dedica-
ción, paciencia y convicción de que todo saldrá bien. Si somos buenas sembradoras, el
universo pondrá la lluvia, el sol y todo lo necesario para que nuestra semilla florezca.

Somos agriculturas de amor y agricultoras de todo lo que nos propongamos. Lo que


sembremos hoy, será lo que cosechemos después: Siembra vientos y cosecharás tempes-
tades; siembra amor y cosecharás felicidad. Ésta es la filosofía de las mujeres sembrado-
ras de amor.

A p r e n d o a sembrar

En Tribu de Amor creemos que la semilla más importante del universo es la del amor
y que existen tres campos de cultivo básicos para cultivarla: i) Nuestros padres: al
honrarlos, cuidarlos, apoyarlos y brindarles lo que nosotras mismas quisiéramos
que nos brindaran, estamos sembrando una poderosa semilla cuyo fruto nos acom-
pañará siempre; ii) Las personas necesitadas: al ayudarlas, cuando están pasando una
situación difícil, una emergencia que requiere apoyo urgente, estamos multiplicando
nuestro campo de cultivo; y iii) Los altruistas: colaborando con organizaciones socia-
les, organismos no gubernamentales, colectivos, grupos humanistas, dispensarios,
casas-hogar o personas que se dediquen, de manera permanente, a brindar ayuda
a otras, estamos expandiendo nuestra semilla. Todas, en absoluto, todas, podemos
sembrar amor.

Por supuesto, existen otras semillas y otros campos de cultivo. De hecho, todos nues-
tros sueños son una semilla y, su realización, su cosecha. La manera de regar nuestros
sueños es mediante la ayuda que brindamos a otras personas que tienen sueños
similares a los nuestros. Por ejemplo, si tienes conocimientos sobre contabilidad y
tu sueño es abrir un negocio, puedes buscar a alguien que tenga la misma intención
y ayudarle a establecer un método financiero que le permita mantener el control de
sus finanzas. Si tu sueño es estudiar una maestría en Periodismo, puedes dar clases
de regularización gratuitas a chicas que estén estudiando la preparatoria. Como ves,
existen ilimitadas tierras donde sembrar la semilla del amor; entre más semillas sem-
bremos, nuestra cosecha será mayor.

Es importante que la ayuda que brindemos sea por completo desinteresada y sin
juicios ni prejuicios; es decir, no debemos esperar recibir una contribución, agradeci-
miento o recompensa, sino que debemos hacerlo porque en verdad nos nace en el co-
razón; de lo contrario, estaríamos sembrando una semilla quemada que no florecerá,
por más empeño que pongamos en regarla. Cuida desde dónde emana la energía que
ofreces: ¿desde el amor o desde la carencia? Recuerda que lo que das es lo que recibes.
Y no olvides, cada vez que siembres semilla en otras personas, agradece al universo:
Me siento feliz y agradecida con el universo por permitirme ayudar.

Recibo mi cosecha

No esperes. Nunca esperes que el universo te recompense por las semillas que siem-
bras, pero confía en que lo hará. El universo tiene sus propios tiempos y son perfectos.
Cuando consideres que tu semilla ha madurado lo suficiente para florecer, suéltala;
deja que la energía universal haga su parte.

Hasta ahora tú has hecho lo que te correspondía: has viajado a tu interior, has sanado
tus heridas y cerrado los ciclos que te ataban al pasado, has perdonado a las personas
que te hicieron daño y te has perdonado a ti misma, te has transformado y has apren-
dido a sembrar. Ahora eres una mujer nueva. Eres esa hermosa mariposa que dejó de
ser oruga. Eres una diosa del amor.
¡Abre los brazos al cielo, sonríe y recibe tu cosecha!

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