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La encuentro en todos lados porque ahí es donde vive.

Siempre escondiéndose en cosas


chiquititas y mundanas, cosa que una pueda ir caminando por la vereda de siempre y
distinguirla de a momentos cuando se mira de reojo. Es su ritual y costumbre, que practica
solamente por precacución estratégica ante el intercambio de saludos y acciones y
conversaciones con el resto de los peatones que justo pasamos por ahí. Cosas de ella,
inseguridades y miedos ocasionalmente justificados pero casi nunca, que pulsean adentro suyo
contra unas ganas intensas de pasarla bien un rato. Pero a veces se materializa y es todo risas,
vanidad y magnetismo: todo eso metido medio apretado adentro de un cuerpo físico y uno
metafísico; y se puede ver con transparencia la intensidad con la que siente desde una muerte,
un amor o una renuncia hasta un gesto medio insignificante, una sonrisa o el reality show que
vió el otro día.

Yo no ando con idealizaciones, pero la conozco desde que era una nena chiquita y por eso
conozco con detalle los hábitos y particularidades que encierra su compleja definición. Se deja
ver al amanecer porque no es un animal nocturno sino que tiene los ojos llenos de sol y de
almendras. Es una Blancanieves cualquiera: amante de perros, gatos, caballos y mariposas (y
otros tantos animales que andamos orbitando alrededor). Canta muy desafinado pero con una
pasión inmensa, y a veces espera canciones de la misma forma en la que se esperan chicos,
amigas o mascotas.

No está fabricada solamente con poesía y boludeces por el estilo sino que tiene los pies
clavados a la tierra, y se cuida mucho de que a la cabeza no se le ocurra salir volando o hacer
alguna otra pelotudez. Pero con esto no quiero dar a entender que es una de esas amantes del
realismo plano y aburrido, de ese que no admite más de tres dimensiones y no deja lugar al
esoterismo. Se acuesta con la idea de un destino predeterminado y acaricia una realidad de
tarot y brujas que hacen magia de verdad, situación entendible visto y considerando que tiene
el alma prendida fuego, y sería un disparate terrible reducirla a aceptar una existencia llena
únicamente de laboratorios, tubos de ensayo y cosas tangibles y cuantificables (de esas que
nos gustan tanto a los racionalistas).

Que nadie se piense que no sé de la precisión con la que maneja su narcisismo premeditado o
de la inconstancia con la que se mueve por entre las gentes, las situaciones y los caminos. Que
a veces es mala y a veces hace mal, y a veces se hace mal. No quiero caer en el error de dejar
mi definición incompleta. Pero a pesar y debido a todo, si tengo la suerte de cruzármela uno
de estos días en una calle cualquiera, le quiero decir un par de cosas:

Leeme el horóscopo

hablame de flacos

sacame a pasear por ahí

y pedime que te escriba un poema.

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