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La función transpersonal de Urano, Neptuno y Plutón

Del libro Más allá de uno mismo. Alejandro Christian Luna.

El encuadre transpersonal se focaliza eminentemente en las inquietudes, motivaciones y


experiencias que trascienden la esfera de la personalidad, del yo o del ego. La mirada
transpersonal surgió del encuentro de la psicología humanista occidental (Rogers, Maslow,
Perls, Frankl, etc.) y las tradiciones contemplativas orientales (yoga, budismo, taoísmo,
zen, meditación, etc.). Lo que diferencia a lo transpersonal de otras miradas es que
requiere la inclusión de la dimensión espiritual como parte de la naturaleza humana. La
palabra “espiritual” puede tener infinidad de matices, aquí nos referiremos a lo espiritual
como un proceso de pérdida gradual o instantánea del egocentrismo y una trascendencia
del sentimiento de ser individuos separados de todo lo demás.

Hasta el descubrimiento del planeta Urano en 1781, el sistema planetario conocido desde
la antigüedad terminaba en Saturno, y los planetas podían dividirse en personales (Luna,
Sol, Mercurio, Venus y Marte) o sociales (Júpiter y Saturno). El descubrimiento de Urano,
Neptuno y Plutón agregó una nueva definición de planetas: los transpersonales o
generacionales. Se les llama generacionales porque al ser los más alejados del Sol tienen
una órbita muy amplia y por eso muy lenta. Neptuno por ejemplo tarda unos 14 años
aproximadamente en cruzar cada signo. En febrero de 2012 entró en Piscis y allí estará
hasta el 2026, es decir que todos los nacidos en esa época tendrán en su carta natal a
Neptuno en Piscis, o sea, una generación de personas. Esto tiene su interpretación, pero
ahora nos abocaremos al simbolismo planetario desde la función transpersonal o trans-
egoica.

Si la estructura de la personalidad se gesta a partir de la función lunar y se completa con la


saturnina, puede decirse que aquellos planetas (funciones) que están más allá de Saturno
están más allá de la personalidad.
En el diagrama de arriba basado en el modelo de la Psicosíntesis (1), se muestra
simbólicamente cómo los planetas transpersonales socavan la esfera -el huevo- de la
personalidad, aunque en realidad procuran abrirla a una dimensión que está más allá de
ella.

La vivencia de lo transpersonal puede ser sentida por el yo como angustiante, demasiado


intensa, perturbadora, etc. Sin embargo no es posible experimentar lo “espiritual” sin la
ayuda de Urano, Neptuno y Plutón. A continuación nos centraremos en la función
plutoniana.

La polaridad plutoniana
Desde hace muchos años, la escuela de astrología Casa XI viene desarrollando en forma
teórica y práctica el tema “polaridades”, y más profundamente las polaridades
transpersonales. La potencia de la energía transpersonal puede ser tan fuerte que una
conciencia humana promedio (la mia o la suya por ejemplo) se ve totalmente invadida.
Esto ocurre siempre que veamos en una carta natal una posición fuerte de Plutón, sea por
casa o por aspectos tensos al Sol. Ocurre entonces que de alguna manera la conciencia se
polariza en un par de opuestos, que denominamos Plutón directo y Plutón inverso.

Siendo muy sintéticos, ya que el tema de por si es bastante complejo, resulta que en la
misma persona conviven simultáneamente los dos polos de la polaridad, aunque siempre
se tiende a permanecer concientemente en uno de ellos. El directo se siente omnipotente,
controlador, manipulador, intenso y con mucho poder. Si uno está identificado con el
polo inverso se sentirá impotente, dominado, pusilánime y víctima de los demás.

Una persona acaso puede sentirse identificada con el poder, el control, el deseo devorador
y la intensidad (es decir, Plutón directo). Pero también es probable que pueda proyectar
en los demás o en alguien particular justamente esas cualidades (dependerá de la
estructura entera de la carta natal y su juego de luz y sombra). Con ellos pueden jugarse
temas de manipulación, violencia (física o psíquica) y sometimiento. Lo importante es
descubrir cuando lo juega uno y cuando lo juega el otro, oscilando entre uno que lo puede
todo y otro que no puede nada. Esa polaridad omnipotencia/impotencia es en verdad una
fantasía “lunar”, infantil, que no tiene por qué ser real, pero que así la vive el plutoniano.

El trabajo profundo es lograr una alquimia entre ambos polos, donde desaparezca la
temática de la manipulación y el poder.

Es habitual que en su ansia de poder, el plutoniano directo sacrifique otras cosas de su


vida: casi siempre es su vida afectiva y su sensibilidad. De hecho, concentra tanta energía
en un objetivo que siempre lo logra… a un costo enorme. Como un vampiro, extrae
energía de otros sin darse cuenta que la tiene que devolver. A su alrededor, pululan los
lánguidos.

El cine, los comics y la literatura siempre nos han entregado historias con las cuales
podemos aprender astrología: Drácula, El Fantasma de la Opera, Fausto, El extraño caso
del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Superman, el Increíble Hulk, son algunos relatos que nos
muestran la fascinación, el terror y el potencial que tiene lo plutoniano para nosotros,
meros mortales.

Plutón en verdad colabora con la desarticulación del ego, su intensidad constante logra
que al yo le sea difícil y hasta imposible mantenerse siempre armado. Es como cocinarse
en un magma ardiente, una cocción realmente alquímica que libera continuamente
energía reprimida y por eso nos vitaliza y nos cura… si es que sacamos al yo un ratito del
centro de la escena. Cuando nos damos cuenta que el yo puede volver a “condensarse”
cada vez que sea necesario (pues lo necesitamos para hacer cualquier trámite, cuando nos
toman lista o para interactuar en las redes sociales de internet con sus claves y
passwords), dejamos de anhelar/temer tanto la energía transpersonal. E irónicamente
hasta podemos darnos cuenta que el deseo de superación personal concerniente a
trascender el yo, es un plan del mismo yo.

Plutón nos convoca a sentir más y a controlar menos, siendo que respondemos
exactamente de manera contraria. Por eso sufrimos; el dolor de ya no ser acaso sea
inevitable, el sufrimiento puede evitarse, pero no soy “yo” quien lo evite porque el yo que
habita en cada uno es -en un nivel- el sufrimiento mismo.

Cuando Plutón transita sobre una zona sensible de nuestra carta natal como lo ligado a lo
solar, somos convocados a una transformación total de la identidad, y mucho de lo que
ocurre afuera en lo social, político y económico es un reflejo de lo que se siente adentro en
términos de desarticulación psicológica. Que sea transformadoramente vital o acentúe los
miedos y el sufrimiento que produce la intransigencia al cambio no depende de Plutón
sino de nuestra docilidad a lo que el dios de la riqueza propone.

La función transpersonal de Neptuno


“Las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de
las aguas”. Siempre me resultó sugerente que uno de los primeros párrafos del Antiguo
Testamento aluda al inicio del mundo bajo un clima tan neptuniano. Un espíritu flotando
por sobre una inmensidad acuática, preparando ya el inminente Big Bang… ¡Hágase la Luz!
Y la Luz se hizo.

Neptuno es otro de los planetas transpersonales cuya principal función es resonar con
diferentes dimensiones de la realidad, una realidad que va mucho más allá de la que
generalmente es experimentada por nuestros sentidos habituales. Como deciamos en la
edición anterior de la revista Uno Mismo, toda energía transpersonal en principio va a ser
sentida por el “yo” como algo desequilibrante; cosa que en el caso de Neptuno provocará
una sensación de pérdida de bordes, confusión, extrema sensibilidad, tendencia al
escapismo y a fantasear en demasía.

Con una “dosis” excesiva de Neptuno, formar una identidad estructurada y sólida se hace
muy difícil. La energía neptuniana es de disolución de todo límite y de empatía con el
Universo entero. Esta sensibilidad extrema que lleva a la mediumnidad y a la
espiritualidad, es una energía profundamente amorosa. La hipersensibilidad en el plano
físico se traduce como alergia, es decir, una reacción exagerada del cuerpo ante estímulos
exteriores.

Sin embargo probablemente conozcan a muchos piscianos (que de por sí tienen a Neptuno
como planeta destacado) que por el contrario, más que dedicarse a la poesía o la mística
se los ve escépticos, siempre atareados y muchas veces agresivos. Como toda carta natal
con mucha energia transpersonal, la consciencia dificilmente puede asimilar algo que la
trasciende por completo, y lo que se produce es una polarización: en este caso dos polos
opuestos a los que llamamos Neptuno directo y Neptuno inverso (1).

En realidad todos tenemos en algún lugar de nuestra carta a Neptuno. Cuando su efecto
no es tan masivo sólo puede provocar confusión, fantasía, idealismo, etc., en el ámbito
acotado a la casa en que se encuentra y via los aspectos que haga a algún otro planeta o
función psicológica. Digamos que sólo afecta algunos pocos ámbitos de la vida. Sin
embargo cuando hay una dosis mayor de Neptuno (Sol o Ascendente en Piscis, Neptuno
en casas angulares y otras posiciones significativas), lo que provoca es que todas las
funciones planetarias de la carta se vean distorsionadas, concretando así una polarización
en la consciencia.

El polo directo tiene temor a la realidad, quiere evadir la tensión del mundo, nunca puede
decir “no”, y más que místico es un mistificador. Explica todo con todo, es confuso y su
palabra no resuena. No duda que siente “demasiado” y que es muy sensible y amoroso,
aunque la verdad es que siente dentro de una burbuja personal. No ama al mundo, quiere
trascenderlo sin más. Estará rodeado de personas que le ponen límites y que lo presionan
a hacer cosas, tomar responsabilidades, ocuparse de lo material, etc. (siendo éste su polo
opuesto sombrío).

El polo inverso es hiper-racional, escéptico, quiere explicar todo con palabras. Haciendo
extraños malabares mentales, desarrolla una mente lineal pero de alguna misteriosa
manera siempre atrae seres confusos (su otro polo en sombra). Para no desorganizarse -
pues todo neptuniano inverso o directo es extremadamente sensible- llena todo vacío con
palabras o actividades. Se escapan del sentir, pues inconscientemente saben que podrían
desaparecer en una disolvente sensación oceánica.

En realidad, en la persona neptuniana siempre conviven simultáneamente los dos polos. El


escéptico workacoholic no se da cuenta que necesita períodos de “cuelgue”, y el
presuntamente místico o hippie no se da cuenta que está rodeado de personas que lo
sostienen y lo provocan a que accione, tome responsabilidaes, etc. Si se identifica con uno
aparece el otro; luego irá aprendiendo a oscilar entre ambos polos a través del tiempo,
hasta lograr un equilibrio. La persona debe darse cuenta de que no es ni escéptico ni
místico, sino un ser sensible muy peculiar que necesita tiempo para “filtrar” la enorme
información que sus “antenas” constantemente reciben de múltiples dimensiones. Para
que no haya confusión se debería desarrollar la precisión, para que haya una verdadera
resonancia con el aspecto más sutil y oculto de la vida.
El desafío de todo neptuniano es buscar formas resonantes y manifestarlas en la realidad
ordinaria. Pueden ser expertos en transmitir vivamente las formas más sensibles. Por eso,
más allá de lo eminentemente artístico, existe una cualidad compasiva que los hace
fundamentales para expandir el horizonte de sensibilidad de lo humano (siempre que no lo
hagan desde su burbuja de sensaciones, que en ese caso sería narcisista y autoengañoso).

Es como decir que no pueden no comprometerse con el voto del bodhisattva. El


bodhisattva no quiere la iluminación exclusivamente para sí mismo, sino para todos los
demás seres sintientes. Los neptunianos saben que el yo o la personalidad son entes
virtuales y pueden sentir que todo esta realmente interconectado.

Hace casi cien años que el antropólogo Lévy-Bruhl acuñó el término participation
mystique para describir cómo el hombre primitivo experimentaba un estado de disolución
con la naturaleza y con los otros miembros del grupo de pertenencia. En ese estado no
existen fronteras individuales, por lo que lo que sucede en el afuera o en el otro es vivido
como una experiencia personal e interna. Esta sensación puede ser tanto
prerracional/prepersonal como transracional/transpersonal (2). La diferencia no es menor,
y de su discernimiento acaso dependa que la humanidad pueda por fin alcanzar su
madurez.

Es posible que nuestro planeta necesite como primer paso que los humanos en conjunto
tomemos real consciencia de que la humanidad es una sola, sin caer en un romanticismo
ingenuo. Chinos, egipcios, romanos, aztecas, argentinos, escandinavos, africanos… Desde
el Génesis la Tierra está esperando por la primera verdadera humanidad, y para ello la
función transpersonal de Neptuno resulta esencial. El segundo y trascendental paso es
llegar a la vívida percepción de que la humanidad está íntimamente entretejida con los
demás seres que la rodean, como un arroyo que se dirige hacia anchuroso mar del amor
neptuniano.

(1) La escuela de astrología Casa XI es pionera en el desarrollo teórico y práctico del tema
“polaridades”, y más profundamente de las polaridades transpersonales.

(2) Lo prerracional comparte con lo transracional el hecho de que ambos son no racionales,
sin embargo el primero todavía no llegó al nivel de lo racional y el otro lo traspasó.
Confundir ambos términos provoca una polarización que inhibe lo que se denomina “el
desarrollo de la consciencia”.

La función transpersonal de Urano

“Si el loco persistiera en su locura, se volvería sabio.”


William Blake
“Un hombre necesita un poco de locura, si no nunca se atreverá a cortar la soga y ser
libre”.
Nikos Kazantzakis

Cuando el 13 de marzo de 1782 el astrónomo inglés William Herschel apuntó su telescopio


a una borrosa y desconocida estrella, no sabía aún que estaba a punto de revolucionar al
panteón planetario del sistema solar después de miles y miles de años. En efecto, desde el
surgimiento de las primeras sociedades humanas que alzaron su vista y se sobrecogieron
por el orden cósmico, el cielo estaba habitado por infinitas estrellas fijas y un número
acotado de estrellas “vagabundas” o “errantes”. Esta última es la etimología de planeta:
una estrella que se mueve con respecto a las demás estrellas fijas. Así, durante milenios,
los únicos objetos celestes que se movian eran la Luna, el Sol, Mercurio, Venus, Marte,
Júpiter y Saturno; cada uno de ellos asociado a ciertas cualidades y también a ciertas
deidades.

Desde su británico jardín, Herschel observaba este nuevo miembro de la familia planetaria,
sin ocurrírsele ningún nombre con cual bautizarlo. Pensaba que llamarlo con un nombre
de la mitología clásica no daría cuenta del “espíritu de la época”, el Zeitgeist, en que los
avances científicos y el triunfo de la racionalidad por sobre las mistificaciones, auguraba
una nueva era de luz y sabiduría. De hecho, este era el primer planeta descubierto gracias
al telescopio, instrumento óptico inventado casi 200 años antes.

Sir William al final se decidió: lo llamaría Georgium Sidus (la estrella de Jorge) en honor a el
rey Jorge III. Explicó su decisión a través de una carta dirigida a Joseph Banks:

En las fabulosas épocas de los tiempos antiguos los nombres de Mercurio, Venus, Marte,
Júpiter y Saturno fueron los nombres para los Planetas, porque eran los nombres de sus
héroes y divinidades principales. En la era actual, una más filosófica, apenas sería
permisible recurrir al mismo método y llamarlo Juno, Palas, Apolo o Minerva al nuevo
cuerpo celestial. La primera consideración de cualquier evento concreto, o incidencia
notable, parece ser su cronología: si en cualquier tiempo futuro se pidiera, ¿cuándo se
descubrió este último Planeta? La respuesta más satisfactoria sería decir, ‘Durante el
reinado del Rey Jorge tercero’.

La cuestión es que al planeta se lo conocería como Urano gracias a que primaron los
argumentos de otros astrónomos europeos. Herschel seguramente no estuvo de acuerdo,
pero tampoco le hubiera gustado que el planeta recién descubierto fuera asociado a la
locura (como después de todo también ocurrió)… ¡es que el rey Jorge terminó
completamente loco!

La polaridad uraniana

La función uraniana dentro de la carta natal hace que un sistema mute, que se rompan y
actualicen las imagenes que tenemos de los otros y de nosotros mismos. El área donde se
encuentra Urano (la Casa) nos mostrará donde tendremos sorpresas, imprevistos,
genialidades, máxima libertad y hasta locura.
Como decíamos en los anteriores artículos sobre los transpersonales, una dosis alta de
cualquiera de ellos distorsiona las demás cualidades energéticas de la carta natal. Las
energías de los tres planetas trans-saturninos (Urano, Neptuno y Plutón) hacen que resulte
muy difícil para la persona desarrollar en forma “normal” una estructura de identidad
sólida y adaptada.

Un Urano fuerte en la carta (principalmente en aspecto duro al Sol, en Casas angulares, Sol
o Ascendente en Acuario) provocará que la conciencia se polarice en Urano
Directo y Urano Inverso. En esta polaridad se instalan temas que tienen que ver con el
cambio vs. la permanencia, la libertad vs. la seguridad, el imprevisto creativo vs. los
modelos a seguir que da lo ya conocido. En síntesis, pertenecer y estar adentro o estar
afuera como un outsider.

En el Inverso se forma un polo que tiene pánico al imprevisto, que busca obsesivamente la
seguridad. El polo Directo es muy libre y original, no respeta las formas, le cuesta aceptar
los límites y cree que no tiene necesidades emocionales, tiene dificultades para cuidarse y
cuidar al otro. Seguramente la persona uraniana se identificará con alguno de los dos
polos, pero lo fundamental es darse cuenta de la existencia del otro (pues ambos están en
uno), para luego ir oscilando entre ambos de la forma más suave posible. La alquimia en
este caso pasará por aceptar las restricciones, no temerle a la creatividad y comprender la
necesidad y la importancia de los procesos. Al darnos cuenta que el tiempo forma afecto,
se puede encarar un trabajo interno que tenga que ver con ir madurando el nivel
emocional, generalmente muy pobre en todo uraniano.

El arquetipo que define bien a la persona uraniana es el loco. En el lenguaje del Tarot El
Loco o Il Matto es el primero y el último de los arcanos mayores, el 0 o el 22 según el mazo
utilizado. El Loco da inicio al viaje del héroe, es la creatividad suprema que juega con las
formas sin apegarse ni identificarse totalmente con ninguna de ellas. Su cualidad más
integrada provoca rupturas de lo conocido para evolucionar hacia una identidad
singularizada, más libre y creativa. Propone nuevos movimientos hacia una mayor libertad
y autonomía en los vínculos, tratando de incluirse en lo grupal para no terminar en la
esterilidad o la anarquía (pues nunca termina de plasmar nada o vive rebelándose a
cualquier autoridad). Se trata de una identidad del tipo “genio”, que hace madurar a la
humanidad hacia niveles mayores de libertad, apertura y valorización de lo diferente. Es
más, cuanto más heterogeneidad, más creatividad grupal. Y cuanto más singularidad, más
compromiso. Individuarse es des-colectivizarse; implica un nuevo giro en la espiral de la
conciencia humana. Cuando Urano nos transita por alguna zona sensible de la carta
astral, se nos desafía a renovarnos completamente.

La era de Acuario será también la era de Urano, y solamente aquellos que se arriesguen a
perder aunque sea por un momento las coordenadas que nos mantienen aferrados a lo
conocido, serán quienes heredarán el eterno ahora, siempre presentes y nuevos, imposibles
de definir, más allá del espacio y del tiempo.

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