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RESEÑA

El mito de la ausencia del Estado: la incorporación económica de las “zonas de


frontera” en Colombia – Margarita Serje

Juan Fernando Parias Borja

Esta reseña tiene como objetivo resaltar las ideas principales del documento de Margarita
Serje “El mito de la ausencia del Estado”. La idea que se desarrolla en el documento es la
necesidad de desafiar el mito de la ausencia del Estado en las regiones fronterizas de Colombia,
para ello Margarita Serje argumenta que el Estado siempre ha estado presente en estas regiones,
pero sus políticas y acciones las han transformado en espacios de excepción. Serje defiende esta
tesis planteando que desde el Estado y los grupos sociales que lo controlan se han ejercido una
serie de prácticas que se configuran como el poder soberano del Estado colombiano. Para Serje
existen dos tipos de prácticas del Estado, las primeras se configuran como discursos que
“constituyen la geografía de la imaginación que invoca y produce el contexto de interacción del
Estado con estas regiones” (Serje, 2012, p. 100) y las segundas configuran una

“geografía de la gestión, [que] se refiere a las formas concretas que asume la interacción y que
definen tanto la estructura jurídica y administrativa, como las relaciones sociales y la
infraestructura concreta sobre la que se desarrolla la gestión y el manejo de sus gentes y paisajes”
(Serje, 2012, p. 100).

La geografía de la imaginación que propone Margarita se basa en el relato de la “Otra


Colombia” en el que el Estado “no alcanza a imponer su ley en buena parte del territorio […] su
ausencia es factor de desorden y […] no hay ‘más ley que la ley del más fuerte’” (Serje, 2012, p.
100-101). Este relato entonces está constituido por unas categorías implícitas. La primera de estas
es “la caracterización de estas zonas como tierra incógnita, como espacios desérticos y
desconocidos […] vacíos en el mapa” (Serje, 2012, p. 101); vacíos desde la perspectiva colonial,
pues según la autora se muestran en blanco las áreas que todavía quedan por anexar al comercio,
además son lugares donde es necesario instaurar un orden, es decir, domesticarlos.

La segunda de estas categorías es la inaccesibilidad de estos lugares ya que “se presentan


como lugares remotos y aislados por una geografía salvaje e inhóspita […] paisajes extraños e
inhumanos […] y son inaccesibles porque son salvajes, por no estar articulados a la
infraestructura del mundo moderno” (Serje, 2012, p. 101). La tercera categoría es el potencial
económico de estas zonas de frontera ya que son regiones con gran potencial de explotación
geológica —petróleo, carbón, piedras preciosas o metales— y biológica por la gran biodiversidad
del territorio pero que al mismo tiempo se consideran como pobres además de que se consideran
“repositorios de mano de obra barata, que se puede quitar y poner, usar y desechar e incluso
eliminar” (Serje, 2012, p. 101). La cuarta de estas categorías es la violencia inherente a estas
zonas que se convierten en zonas de conflicto en la que “los territorios que la[s] constituyen se
representan como verdaderas ‘zonas rojas’, como lugares explosivos y peligrosos” (Serje, 2012,
p. 102).

La geografía de la gestión se centra en las prácticas del Estado para intervenir en estas
zonas fronterizas, habla “de las formas de orden social que se consideran necesarias para
incorporarl[a]s a la nación, a la ‘verdadera Colombia’” (Serje, 2012, p. 102). La primera de estas
prácticas es la penetración y apropiación en la que se declara las tierras como de nadie y se
desconoce “su existencia como territorios de grupos indígenas, afrodescendientes y mestizos”
(Serje, 2012, p. 103) y en la que surgen figuras jurídicas como la de “baldíos” que reglamentan la
adjudicación, explotación y comercialización de estas tierras, por lo que se convierten en zonas
en las que la inversión va encaminada a responder a las necesidades del comercio mundial, muy
por encima de las necesidades locales o incluso nacionales.

La segunda de estas prácticas es la extracción y explotación en la que se presenta un


aprovechamiento de las riquezas de estas regiones en las que se han presentado “agresivas
iniciativas de desarrollo que se estructuran con la lógica del capitalismo salvaje” (Serje, 2012, p.
104) y en la que “las formas de intervención […] reproduce[n] […] un esquema de explotación”
(Serje, 2012, p. 104). La tercera de estas prácticas de gestión es la normalización en la que los
habitantes escapan a la disciplina y el orden del Estado por ello el “Estado […] ha venido
llevando a cabo una serie de prácticas de domesticación y pacificación que ha tenido […] una
larga continuidad histórica” (Serje, 2012, p. 105).

En últimas, Margarita Serje argumenta que la función social del mito de la ausencia del
Estado radica en que este relato “tiene unos efectos instrumentales que son condición de
posibilidad de una serie de estructuras y situaciones políticas, cruciales en la vida social
colombiana” (Serje, 2012, p. 107), es decir, que este relato invisibiliza las comunidades que han
habitado estos territorios históricamente y que además crea las condiciones para la apropiación,
intervención, explotación y domesticación de los territorios para anexarlos al modelo económico
nacional.

REFERENCIAS

Serje, M. (2012) “El mito de la ausencia del Estado: la incorporación económica de las ‘zonas de frontera’
en Colombia”. Cahiers des Amériques Latines No. 71. 2012, pp. 95-117

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