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Prolegomenos Al Pensamiento Historico de
Prolegomenos Al Pensamiento Historico de
Abstract: The Swiss historian Jacob Burckhardt scored an interesting precedent to shake
the historiographical preference for political "facts" that are prevalent in his time,
focusing its analysis on culture as a hegemonic force in the historical development of
mankind, and which involve a transformation fundamental to historical methodology,
taken from the 1970s.
Έχω , α α υέ Τα απ γ α απ υ π υ ν Λ π , αυ απ γ α α α α α ,
πα γ , χ , α έ
Quae in bono et plebe ad vile plebis animos sed superari mala et omnes quod serius terrorem in mortales quod proprium est magni
animi,
Lucius Annaeus Seneca, De Providentia, IV.
1
Chileno, Licenciado en Historia por la Universidad Gabriela Mistral, 2011. Actualmente cursa el
Magíster en Historia por la Universidad Adolfo Ibáñez.
1
Introducción
2
veremos, muchas de sus ideas, incluyendo los conceptos mismos de cultura e
historia cultural, no son originales de nuestro autor, sino que fueron adoptados por
éste y modificados en base a sus experiencias y a sus propias circunstancias
académicas en el estudio de la historia.
* * *
3
Mientras permanecía en la capital del Reino de Prusia, Burckhardt recibió la
decisiva influencia del gran historiador germánico del momento, Leopold von Ranke
(†1κκθ), quien intentó inculcar en él su fetichismo por los “hechos” de cuya existencia
nos dan prueba incontrovertible los documentos que el paso del tiempo no se ha llevado,
por lo que, según Ranke, el historiador debe hacer hablar a los documentos, absteniéndose
de emitir juicios de valor para resucitar el pasado “tal como realmente fue”έ
2
Palacios, Guillermo, Jacob Burckhardt y la Historia Cultural, en Kohut, Karl (comp.) El Oficio del
Historiador, teorías y tendencias de la historiografía alemana del siglo XIX, México, Herder, 2009, p.
108.
4
principios teóricos de las filosofías de la historia en la investigación y la teoría de la
historia, tanto de las de cuño hegeliano-idealista, como de las de origen positivista-
historicista. Esta hegemonía intelectual de la filosofía de la historia que subyacía
inconscientemente en el trabajo práctico de los historiadores, aun cuando muchos de ellos
se oponían a esta influencia, tales como el mismo Ranke, contribuía entre otras cosas a
forjar en la mente de la mayoría de los historiadores occidentales de aquella época la
falacia del progreso indefinido, o, en aquellos que contaban con una formación teológica,
una confianza excesiva en el control providencial de la historia, que, como ya hemos
señalado, impartía Ranke desde la cátedra.
Las principales obras publicadas en vida del historiador basiliense son: Vom
Heidentum zum Christentum: die Zeit Konstantins des Großen (1852) y Die Kultur der
Renaissance in Italien (1860). En ambas obras cúlmenes, como veremos en los siguientes
apartados, Burckhardt se apartó definitivamente de la tendencia historiográfica
historicista que propugnaban sus maestros, escogiendo métodos y orientaciones teóricas
que lo introdujeron decisivamente en el aun no consolidado campo de la historia cultural.
5
El pensamiento histórico de Jacob Burckhardt: A contracorriente en el siglo XIX
Por ello, Jacob Burckhardt considera que todas las épocas del pasado han sido
igualmente difíciles y dolorosas, y en cuyo desarrollo lo único que ha permanecido
inalterable es el hombre que protagoniza su pasado. Por ello, el historiador basiliense
utiliza un foco antropológico en su estudio del pasado5, pues, a su entender, solo en
aquellas épocas en que la individualidad humana ha sido la directriz de los
acontecimientos, se ha manifestado libre el espíritu, determinando con ello el interés
inusitado de Burckhardt por los procesos de transición, tales como el paso del paganismo
al cristianismo en la Antigüedad, pues en ellos se manifiesta claramente la relevancia que
jugaron aquellos hombres que actuaron y decidieron libres, como lo fue sin duda
Constantino en esa coyuntura.
3
Burckhardt, Jacobo, Reflexione sobre la historia del mundo, traducción de Liuba Balmore, Buenos Aires,
δibrería y Editorial “El Ateneo”, 1λ45, pέ 1θέ
4
Burckhardt, Jacob, Reflexiones sobre la historia universal, versión de Wenceslao Roces, México, Fondo
de Cultura Económica, 1943, p. 4.
5
“Nosotros tomamos como punto de partida el único centro permanente y posible para nosotros: el hombre
que padece, aspira y actúa; el hombre tal como es, como ha sido siempre y siempre será”έ Ibid., p. 6.
6
Ibíd., p. 20.
7
Ibid., pp. 6-7.
7
Por tanto, el propósito de Burckhardt no es otro que el de ofrecer “señas” (winke)8
del desarrollo del espíritu en el tiempo, las cuales deben servir de atisbos al historiador
en su tarea investigativa, de modo de que este contribuya eficazmente al desarrollo del
espíritu, indagando lo espiritual en el tiempo, y escribiendo aquellos procesos de su
desarrollo temporal que a él le parezca que han contribuido a la libertad individual del
hombre. σo obstante lo cual, Burckhardt no destina su “teoría de la historia” solo a los
profesionales de la historia, sino a todos los intelectuales en general.
8
La palabra que usa Burckhardt según la versión de Wenceslao Roces (p. 4), es vorschläge, que se traduce
“sugerencias”έ δa palabra winke, que aparece en el texto de Jorge Navarro Pérez, significa más bien
ondulación, o algo por el estilo.
8
contradicción, pues la expresión entwicklung des Geistes, que Burckhardt utiliza en sus
escritos, está impregnada de su concepción individualista del hombre como protagonista
de la historia, al considerar, como se ha dicho in supra, a todas las épocas igualmente
difíciles, y por tanto, no hay épocas más felices que otras, lo cual es meramente una
ilusión historiográfico-filosófica, sino que el espíritu, que es básicamente el principium
rector de la historia, indefinible e inabarcable por naturaleza, es discernible por el
historiador solo en la medida en que entienda y practique su oficio como una
contemplación, kontemplation,9 cabal del pasado, sin dejarse influir por la apreciación del
bienestar material en tal o cual época de su interés.
Por ello se explica el notable interés por el arte que manifestó Jacob Burckhardt
desde muy joven, interés que impregna toda su obra, en la valoración de la obra artística
como único vestigio que nos lega el paso del hombre en el tiempo, lo que lo llevará a
apreciar hasta a las formas políticas, como la construcción de los Estados, como obras de
arte, der Staat als Kunstwerk, en su estudio del Renacimiento manifestado en la Península
Itálica a partir del siglo XIV.
9
Burckhardt, ibíd., pp. 12-13.
10
Burckhardt alude en sus Reflexiones a las “razas activas y, dentro de ellas, a los pueblos cuya historia
nos brinda imágenes culturales de suficiente e indiscutible claridad”, ibíd., p. 7. Esto implica, como más
adelante explicará el autor, un marcado eurocentrismo, al constatar que solo en Europa y en sus más
inmediatas regiones circunvecinas, se dan esas “imágenes culturales” que con tanto ahínco buscó en sus
estudios.
9
arriba, se distancia tanto de la concepción hegeliana del Espíritu dialéctico cuyo
desarrollo determina no solo el progreso de la humanidad, sino también de la materia
toda, como así mismo del providencialismo de Ranke. La intención del historiador
basiliense no es definir al espíritu, lo cual resulta imposible, sino solo trazar algunas de
sus cualidades intrínsecas, para hacerlo más comprensible tanto al intelectual en general,
como al historiador en particular.
Pues las dos características del espíritu que más interesan a Burckhardt son: su
carácter mutable y su condición de imperecedero, dado que la evidencia misma nos
muestra sin mayores dificultades que el tiempo pasa, llevándose consigo sin cesar “las
formas que constituyen el ropaje exterior de la vida”, así como también a las “formas de
la vida espiritual”14,
11
Ibíd., p. 11.
12
Esta aparente contradicción inserta de algún modo a Burckhardt en la tradición historiográfica de su
siglo, aun cuando él se obstine en luchar contra esa influencia. Por lo demás, esto constituye, según Jorge
Navarro Pérez, un importante distanciamiento con la influencia de Schopenhauer, que estudiaremos más
adelante. (Navarro Pérez, Op. Cit., p. 125.
13
Expresiones vertidas por Burckhardt en carta dirigida a Albert Brenner de 17 de octubre de 1855, citado
por Navarro Pérez, Jorge, Jacob Burckhardt, el escepticismo histórico y el pesimismo político, en Res
Publica, 6, 2000, p. 124.
14
Burckhardt, Reflexiones…, versión de Wenceslao Roces, Op. Cit., p. 8.
10
manifieste, tiene su lado histórico, en el que aparece como algo mudable (sic),
condicionado, como momento transitorio, absorbido dentro de un gran todo imposible
de medir para nosotros, y en segundo lugar, del hecho de que cuanto acaece tiene su lado
espiritual, que le hace participar de la condición de imperecedero”έ15
Contra esto, el maestro basiliense postula la mutabilidad del espíritu sin negar su
carácter imperecedero, que podría negársele si se siguiese el camino del idealismo
hegeliano; por ello, postula que el decurso de la historia se reduce básicamente a la lucha
entre diversas fuerzas históricas, que no son más que manifestaciones del espíritu en el
tiempo, que se enfrentan por constituir una “morada” (wohon) para el espíritu mismo. Al
incitar a estos enfrentamientos entre fuerzas históricas (que el Basiliense reduce a tres
potencias: el Estado, la religión y la cultura), el espíritu merece de Burckhardt el
calificativo de wûhler (agitador revolucionario)16, lo que implica que por sobre estas
luchas entre fuerzas históricas, en las cuales unas logran la hegemonía sobre las demás, y
cuya esencia es momentánea, acarreando a su núcleo todo tipo de formas terrenales de
vida, algunas de las cuales se adhieren a ella, el espíritu continúa trabajando, lo que
significa que no se reduce a esas luchas, ni se inmiscuye en ellas, por su mismo carácter
imperecedero.
15
Ibíd.
16
Citado en Jorge Navarro Pérez, Op. Cit., p. 124.
11
Mientras estas luchas son encarnadas por las revoluciones, las cuales se han
acrecentado vertiginosamente en el mundo moderno, el espíritu continúa manifestándose
en cada época de un modo particular, y engendra con ello lo que conocemos como “obras
de arte” (kunstwerke), que permanecen en el tiempo y que constituyen por sí solas el
carácter imperecedero del espíritu.
17
Burckhardt, ibíd., p. 6.
12
libre uno, en los pueblos clásicos lo eran unos pocos y los tiempos modernos hacen libres
a todos”έ18
Pues, ¿qué clase de “libertad” alaba Hegel en términos que no pueden ser más
elocuentes, al atribuir al Espíritu racional universal la facultad de hacer libres a los
hombres modernos, si es precisamente en estos tiempos modernos cuando el hombre
individual ha perdido toda su libertad absorbido por la masa, ya sea proletaria, burguesa
o política? Por ello, Burckhardt considera a los tiempos modernos, surgidos de la
Revolución Francesa, como la época en que el hombre se cree libre sin serlo
verdaderamente, al estar sometido a fuerzas ajenas que le impiden desplegar su
individualidad plenamente.
18
Burckhardt, versión de Wenceslao Roces, Op. Cit., p. 5.
19
Citado por Navarro Pérez, Op. Cit., p. 116.
20
Burckhardt, Reflexiones…, Op. Cit. p. 6.
13
En ello, claramente se percibe el escepticismo de Burckhardt hacia su propia
época y hacia la idealización del presente que protagonizaban sus colegas prusianos, al
justificar ellos el avance imparable de la unificación alemana en una supuesta
superioridad del espíritu germánico. Contra esto, Burckhardt procurará siempre mantener
una visión centrada de la historia, no idealizando los orígenes ni tampoco el fin, sino el
medio de la historia del espíritu. Porque el historiador jamás debe procurar ser un profeta,
en relación al futuro21, ni un utópico en relación al pasado, sino que debe limitarse a lo
existente, para descubrir aquello que ha hecho libre a la individualidad humana,
esforzándose por buscar siempre la concordia de las diversas fuerzas que han intervenido
en el decurso históricoέ En las propias palabras de Burckhardtμ “estando expuestos el
mundo espiritual y el mundo material a variaciones, y arrastrando consigo el tiempo las
formas que son el soporte de la vida humana, la primera tarea del historiador será la de
destacar los dos aspectos, en suma idénticos, de las cosas”έ 22
21
Aun cuando el mismo Burckhardt reconoce, en carta dirigida a Friedrich von Preen de 27 de septiembre
de 1870, haber vaticinado proféticamente alguna apreciación subjetiva sobre el futuro, en estos términos:
“usted ya sabe que yo siempre he tenido al insensatez de profetizar” (citado por σavarro Pérez, Op. Cit., p.
12ι)έ De algún modo estas “profecías” le valieron una gran popularidad académica a Burckhardt en el siglo
XX, por sus notables aciertos respecto a la decadencia de la cultura en Occidente, y al advenimiento de los
totalitarismos.
22
Burckhardt, Op. Cit., p. 16.
14
también a la frase de Historia vitae magistra un significado superior y a la par más
modesto-. Se trata de ser, gracias a la experiencia, más prudentes (para otra vez) y más
sabios (para siempre (…) Lo que sí puede elevarse sobre los tiempos y sus mudanzas y
constituir un mundo de por sí, es lo hermoso. Homero y Fidias son, todavía hoy,
hermosos; en cambio, lo que en su época era verdadero y bueno no lo es ya enteramente
en la nuestra”έ23
23
Burckhardt, Reflexiones…, Op. Cit., pp. 11-12.
24
Navarro Pérez, Op. Cit., p. 1
15
La obra de Jacob Burckhardt como pionera de la Historia Cultural
No obstante, esta noción de cultura era muy restrictiva al ámbito europeo, es decir,
se limitaba a considerar como “cultura” un “cultivo” de las sociedades a través del influjo
de la razón, entendida como potencia que distinguía no solo al hombre del animal, sino
25
Vid. Oscar Handlin, La verdad en la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 73.
26
Burke, Peter, Formas de historia cultural, Madrid, Alianza, 2006, p. 23.
27
Vid. Guillermo Palacios, Op. Cit., p. 121.
16
también al civilizado (entiéndase europeo) del resto de la humanidad, la barbarie, por
usar un término clásico resucitado con mucha fuerza por las ideas de la Ilustración. Por
ello, este concepto de cultura era aplicado preferentemente a los ámbitos urbanos, en los
cuales habitaba el hombre civilizado y culto.
Tal es, sucintamente, la noción de “cultura” que recibe Burckhardt en sus primeros
años, concretamente en su breve estadía en la Universidad bonense, de la mano del
profesor Franz Theodor Kugler, como ya se señaló en la Introducción, quien, habiendo
retomado las ideas de Winckelmann, pretendía establecer una nueva escuela histórica que
se sacudiera definitivamente de la primacía de la política prevalente en los círculos
académicos germánicos por obra y gracia de la gran Escuela Histórica Alemana,
comandada por Ranke desde Berlín.
Pero mientras Kugler propugnó sus intentos por mantener viva la historia del arte
con cierto recelo, por la poca distancia que lo separaba de la capital prusiana, Burckhardt
mantuvo firme su postura de defesa de la historia cultural frente al omnipresente
positivismo rankeano, en buena medida en virtud de su “atrincheramiento” en su natal
Basilea, una ciudad que, pese a formar parte de la Confederación Suiza, mantuvo siempre
un indeclinable espíritu de autonomía e independencia.
28
Palacios, Op. Cit., p. 109.
17
Ya en su apacible ciudad, Burckhardt se dedicó durante un breve tiempo a trabajar
en un periódico conservador, en el cual descubrió sus dificultades para responder
eficazmente a las exigencias de la confrontación entre religión y política, tan propia de su
siglo. Allí comprendió definitivamente que la religión, aun cuando su credo personal no
era en absoluto ortodoxo, al dudar incluso de la divinidad de Cristo, 29 era infinitamente
superior a la política, la cual era un servil instrumento de los hombres para someter a
otros, por lo que solo estaba circunscrita al momento actual, y en nada interesaba a un
historiador que buscaba lo permanente, lo típico, aquello que el espíritu ha engendrado
indeleblemente en su mutación imperecedera, es decir el arte y la cultura, como hemos
visto en el apartado precedente.
29
Probablemente, por la influencia de su amigo, el teólogo radical Gottfried Kinkel. Cfr. Ibid., p. 108.
30
Citado por Palacios, ibíd., p. 111.
31
Burckhardt, Op. Cit., p. 19.
18
Esto lo manifiesta en sus obras, tales como su magistral Vom Heidentum zum
Christentum, die Zeit Konstantins des Großen. En efecto, en el prólogo a la segunda
edición de ese libro, aparecida unos treinta años después de la primera de 1853,
Burckhardt plantea que su objetivo es ofrecer unaμ “descripción histórico-cultural
completa de la importante época de transición abarcada por el título”32. Esto, según
Guillermo Palacios33, constituye una convicción del propio Burckhardt de que la historia
cultural, si bien era un campo relativamente poco explorado, significaba un importante
avance respecto a la primera edición, en cuyo prólogo no al consideró propiamente una
“historia cultural”, por la estrechez del concepto que previamente había recibidoέ
32
Burckhardt, Jacob, Del Paganismo al Cristianismo: La época de Constantino el Grande, México,
Fondo de Cultura Económica, 1996, p. IX.
33
Palacios, Guillermo, Op. Cit., p. 122.
34
Ibídem.
19
Con ello, Burckhardt marcó un precedente, al “salirse de los moldes” de la historia
cultural practicada hasta entonces, concibiendo las épocas del pasado como interacciones
dinámicas, y no como meras estructuras estáticas de la “vida cotidiana urbana”, y al
estudiar los procesos históricos, tales como la transición del mundo pagano al cristiano
en vísperas de la Edad Media, como reflexiones sobre el presente. Esto tuvo como
consecuencia que algunos comentaristas de Burckhardt postulen que, con esta obra
procuraba trazar un paralelismo entre la crisis del paganismo, que presentó en buena
medida la ocasión idónea para el auge del catolicismo primitivo en el Bajo Imperio
Occidental, y el siglo XIX, en el cual el propio cristianismo es víctima de una crisis
galopante provocada por el auge del secularismo y del anticlericalismo radical35.
35
Vid. Palacios, ibíd. , p. 123.
20
orientaciones teórico-metodológicas de Occidente, es de suma relevancia apreciarlas
como verdaderas “cuñas” en el desarrollo historiográfico decimonónicoέ
Y para ello, nada es más eficaz que observar algunas notables diferencias y
similitudes entre ellas. En primer lugar, se aprecia una gran dificultad a la hora de
comprender el desarrollo de Vom Heidentum zum Christentum, en el paso de la narración
política que caracteriza de un modo introductorio a la primera parte, a una descripción de
la vida religiosa, de las supersticiones que surgieron en ésta paralelamente al crecimiento
del cristianismo, tanto en términos de número de adeptos como de fortaleza frente a las
persecuciones; para retomar luego la narración política, al describir el ascenso de
Constantino al poder purpúreo, y el papel que los contemporáneos cristianos, como
Eusebio de Cesárea le atribuyeron a la Providencia en este hecho. Luego, el autor se
detiene a analizar la relación de Constantino con la Iglesia, y su supuesta conversión, así
como las vicisitudes de una relación que los apologistas de la época pintan de un modo
muy distinto al que es posible deducir del análisis documental. Es decir, como es posible
apreciar sin mayor esfuerzo, no hay alusiones concretas a los cambios en el arte y otras
formas culturales.
Por ello, esta primera obra podría ser considerada de “transición” en la pluma del
Basiliense, entre el positivismo político que le inculcaran sus maestros en Prusia, y la
historia cultural que inaugura con mayor facilidad al analizar la época del Renacimiento
en la Península Itálica; de hecho, algunos autores consideran que el concepto de
Renacimiento, entendido como un resurgir de los cánones clásicos en la vida intelectual
europea, es en buena medida una invención historiográfica de Burckhardt36.
36
Vid. a este respecto el interesante estudio del destacado historiador chileno Julio Retamal Favereau: El
Renacimiento: una invención historiográfica, Santiago, Ediciones Universidad Gabriela Mistral, 1997,
publicado al cumplirse un siglo de la muerte de Burckhardt.
21
el historiador trasladarse a la cuna misma de ese proceso que se dará en llamar
“Renacimiento”, es decir, los Estados y ciudades-Estado independientes o
semiindependientes asentados en la Italia de fines del Medioevo, las cuales aún
conservaban buena parte de su independencia cuando el maestro basiliense empuñó la
pluma para escribir Die Kultur der Renaissance in Italien en 1860.
37
Withe, Hayden, Metahistoria, la imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, México, Fondo de
Cultura Económica, 1992, pp. 223-254
22
De este modo, en Die Kultur der Renaissance in Italien el maestro basiliense
consagra una nueva noción de cultura que será retomada muchos años después de su
muerte, para fundamentar la actual escuela histórica de historia cultural surgida en la
década de 1970 como respuesta al rígido estructuralismo en que degeneró a partir de los
años 1950 la Escuela de Annales en Francia, y al rígido determinismo materialista del
neo-marxismo histórico de los principales historiadores británicos de la época, como
Edward Thompson y Eric Hobsbawm.
38
Burckhardt, Jacob, La Cultura del Renacimiento en Italia, Barcelona, Ediciones Zeus, 1968, pp. 17-18.
Subrayado es nuestro.
23
También otros aspectos “culturales” hicieron diferente y más avanzado al hombre
itálico de entonces, convirtiéndolo en el primer homo modernus, tales como su
sensibilidad para observar y apreciar el paisaje, lo que constituye un rasgo definitorio de
los “pueblos modernos”, pues, al decir del Basilienseμ “los italianos fueron los primeros
entre los pueblos modernos que concibieron el paisaje como una imagen dotada de mayor
o menor belleza y que se aprestaron a disfrutar de ella (…) En todo caso, para los
italianos hacía ya tiempo que la Naturaleza se había purificado de todos los pecados y
estaba libre de cualquier influencia demoníaca (…) Pero las primeras pruebas evidentes
de la profunda impresión que puede causar la vista de la Naturaleza en el ánimo de un
hombre, comienzan con Dante ”έ39
Por tanto, las actitudes y creencias de los individuos cobran mayor relevancia que
la veracidad o falsedad de los “hechos” tras los cuales se ocultan. Se colige de ello que el
rol del historiador consiste en percibir esas actitudes y creencias subyacentes a los meros
“hechos”, y no remitirse solo a demostrar su grado de veracidad o falsedad. De aquí se
desprenden las críticas que ha recibido de ciertos intelectuales, entre ellos el
supramencionado Withe, quien siguiendo en su análisis a Giambattista Vico, postula que
Burckhardt exhibió siempre “máscaras de la verdad”, lo que le impidió creer en su propia
seriedad “irónica”41.
39
Ibíd., pp. 259-261.
40
Ibíd., p. 125.
41
Withe, Op. Cit., p. 234.
24
En el análisis del itinerario descrito por la historia cultural desde sus orígenes
dieciochescos, Peter Burke42 atribuye a Burckhardt, junto a Matthew Arnold (†1κκκ), un
crítico literario inglés, no un historiador, y a Johan Huizinga (†1λ45), destacado
historiador neerlandés, el haber sentado las bases de una moderna concepción de la
cultura aplicada a la historia, pues, a su entender, si bien la concepción de cultura que
usaba, marcada por un notable interés por la cultura de las “élites”, o sea, de los estratos
que tenían acceso a la educación, es loable su capacidad para evocar el pasado, poniendo
énfasis, aun teniendo a cuestas esta limitada noción de “cultura elitista”, en los más
diversos ámbitos de la vida social, artística, religiosa, histórica, etc.
42
Burke, Op. Cit., p. 233.
43
Handlin, Oscar, Op. Cit., p. 229.
44
Estas deficiencias u “objeciones” descritas minuciosamente por Peter Burke, Op. Cit., pp. 234-241,
pueden reducirse a algunos de los siguientes elementos: atribuirle nula o escasa importancia a aquellos
factores que hoy se consideran relevantes a la hora de evocar épocas pretéritas, tales como la infraestructura
económica, la estructura política (nótese la influencia del materialismo histórico marxista en este historiador
británico), etc., lo que hacen que estas reminiscencias del pasado queden “suspendidas en el aire”ν otro
“defecto” que puede acharase a esta historia cultural “clásica” consiste en suponer que existen “consensos
culturales” o “espíritu de la época”, por usar un término hegeliano, lo que implica una ilusión de unidad
que muchas veces no existe, porque la “cultura” que estudia el historiador que utiliza este enfoque es la
“cultura de la élite”, impuesta por ella a los estratos inferioresέ Por último, Burke asevera que este enfoque
“clásico” no sería apropiado para los historiadores actuales, pues “Aunque el pasado no cambie, la historia
debe escribirse de nuevo en cada generación para que el pasado siga siendo inteligible en un presente
cambiante” (pέ 23λ)έ
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Bibliografía
Fuentes Primarias
Fuentes Secundarias
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