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CARLOS FAZIO
A un año del inicio de la Operación Militar Especial (OME) ordenada por el presidente
ruso, Vladimir Putin, contra el régimen neonazi de Volodymir Zelensky, el Kremlin libra
una guerra en toda regla contra el Occidente colectivo: el bloque de la OTAN (salvo
Turquía y Hungría) hegemonizado por Estados Unidos. Rusia ha sobrevivido a la avalancha
de sanciones y la casi total desconexión de su economía de los círculos comerciales y
financieros controlados por EU y sus aliados, y se ha sumado a la construcción de un orden
mundial multipolar sin la hegemonía del dólar, no exento de riesgos incluido el nuclear. La
guerra entró en una nueva fase el 30 de septiembre pasado, cuando tras la integración de
cuatro regiones ucranias (Donietsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia) a Rusia, Putin declaró la
oposición del Kremlin a la hegemonía liberal occidental −dando inicio a una guerra de
civilizaciones− y procedió a la destrucción periódica de infraestructuras técnico-militares y
energéticas de Ucrania con bombardeos de misiles.
En ese contexto cobran relevancia las versiones sobre la autoría intelectual y operativa
de los sabotajes con explosivos C4 a los gasoductos Nord Stream 1 y 2 en el Báltico en
septiembre pasado, y la repentina histeria con fines diversionistas sobre los globos espías
chinos en Estados Unidos. En particular, el informe de Seymour Hersh, basado en una
fuente anónima, que atribuyó directamente a Biden y sus tres tóxicos halcones: Blinken,
Sullivan y Nuland, la decisión de destruir la infraestructura gasística rusa −cuyo tramo 2
fue construido con financiación de varias compañías: 49 por ciento de la petrolera británica
Shell, la francesa Engie, la austriaca OMV y las alemanas Uniper y Wintershall Dea y 51
por ciento de la corporación rusa Gazprom−, calificándola como un acto de guerra que
comenzó a planificarse en diciembre de 2021, dos meses antes de la OME lanzada por
Putin.
Según Hersh −quien citó amenazas de Biden y Nuland previas al sabotaje en el sentido
de que si Rusia invadía Ucrania el Nord Stream 2 sería destruido−, la operación militar
encubierta se planificó durante nueve meses en reuniones ultrasecretas convocadas por
Sullivan en la sede de la Junta Asesora de Inteligencia Exterior del presidente, con
participación de miembros del Estado Mayor Conjunto, la CIA y los Departamentos de
Estado y del Tesoro. Hersh ubica al gobierno y la Marina de Noruega como un accesorio
esencial de los sabotajes (considerado terrorismo internacional por Rusia), y afirma que la
colocación de los explosivos C4 en las tuberías usó como cobertura el ejercicio militar
Operaciones Bálticas 22 de la OTAN, realizadas en la isla danesa de Bornholm en junio del
año pasado.
Según el portavoz chino Wang Wenbin, tras la difusión del artículo de Hersh los
medios hegemónicos occidentales enmudecieron y cayeron en una suerte de afasia
colectiva; aunque algunos decidieron disparar al mensajero presentándolo como un
periodista desacreditado, teórico de la conspiración, conspiparanoico. A su vez, y de
acuerdo con una carta anónima recibida por el periodista estadunidense John Dugan, quien
facilitó el texto a la agencia rusa RIA Novosti, los explosivos C4 habrían sido colocados en
las tuberías del Nord Stream 1 y 2 por buzos de EU que fueron recibidos el 15 de junio de
2022 por un vicealmirante de la Sexta Flota en el marco de los ejercicios BALTOPS22.