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- CARLOS GAR.OA GtJA.

L
EDLIARPO ACOSfA
LAGENFSJSDE UNA
MOJW_ UTIUTARJA

RESCATE
ÉTICA DE EPICURO

La génesis de una moral utilitaria


CARLOS GARCIA GUAL (>j
EDUARDO ACOSTA MENDEZ C�

rwpkf fl.v.,,
L
' � {'' rr-1-1 1

ETICA DE EPICURO
La génesis
de una moral utilitaria

BIBLIOTECA DE 2.
RESCATE TEXTUAL •

BARRAL EDITORES
1974
Este libro breve pretende ser, al menos en
la intención de sus autores, algo más que un
arduo ejercicio de filología o un texto para uso
restringido de aficionados a la Historia de la
Filosofía. Creemos que el pensamiento de Epi­
curo, «el más calumniado de los filósofos anti­
guos», puede todavía hoy resultar vivaz y su­
gestivo. Si, como decía Voltaire, «la mayor
preocupación, y la única que debemos tener,
es la de ser felices», esta ética de Epicuro, he­
donista y materialista, en muchos aspectos tre­
menda y polémicamente actual, nos ofrece, sin
duda, un atractivo camino hacia esa meta de la
dicha individual en el que las prescripciones
il, 1974 morales son de una admirable economía.
Primera edición: abr
Por ello nos gustaría, pensando como lecto­
res, dirigir en primer lugar este estudio a aque­
llas personas que, sin desdeñar el pasado por
la simple sinrazón de su cronología, y sin em­
2
uardo Acosta Méndez, 197
© Carlos García Gual y Ed bobarse en la retórica del momento presente,
«miran sencillamente a la realidad sin confun­
edición:
© Derechos exclusivos de dirse a sí mismos con vocablos huecos» , como
S. A.. Barcelona, 197
3
BARRAL EDITORES, decía el viejo filósofo, y consideran la moral
como un problema siempre vivo.
ISBN 84-211-0801-8
Confiamos también en que nuestro estudio
Depósito Legal: B. 199
15 1974
· Printed in Spain

7
pueda ser especialmente útil a los estudiantes
universitarios y los especialistas interesados en
el pensamiento antiguo, para lo que hemos
procurado aunar en nuestra breve exposición
la precisión en los temas tratados y la informa­
ción más actual.
Este trabajo consta de tres partes : una, más
general, de introducción a la filosofía epicú­
rea, con el título de «Epicuro, el liberador» ; SIGLAS
otra de selección, edición y traducción de l0s
textos de Epicuro referentes a la ética ; y una D
. �
L · n·wgenes Laertiu
·
ru ' ed. de H. S. Lo
s, Vitae Philosoph
o-
tercera de comentario de esos textos. ng (Oxford, 1964).
La primera reelabora, con notables amplia­ Ep. Her. : Epístola
a Her6doto' v. D. L
pp. 511-533. . vo1 . II'

ciones, un artículo del mismo título que C. Gar­
cía Gua! publicó en la revista de Estudios Clá­ p. Pyt. : Epístola a
Pitocles, ibid., pp. 53
3-548 ·
sicos (Madrid, .1970). La última, más técnica­ p. M en . : Epíst ola a
Meneceo.
mente detallada, con especial atención a las M C : Máximas Capi
tales.
conexiones de la moral epicúrea con la tradi­ SV: Gnomologio Va
ticano.
Us. : H. Usener, Ep
ción filosófica, ha estado a cargo de E . Acosta. icurea, Leipzig' 1887
Stuttgart, 1966). (reim
.
p.
La selección, traducción de textos, así como la
revisión del trabajo en general, con el necesario Chilton · C W Ch1·¡to
· n, Diogenes Oenand
ensis

intercambio de observaciones y críticas, han Fragmenta, Leipzig,


¡967. ·
sido hechas conjuntamente.
Ambos autores dedican este estudio a María
Font, como muestra de agradecimiento por su
animosa colaboración.

8
I

EPICURO, EL LIBERADOR
I

He aquí una filosofía que tiene la virtud


de suscitar el apasionamiento. En pro o en con­
tra invita a tomar partido. El rechazo escanda­
Uzado o la adhesión entusiasta han señalado,
a lo largo de la historia, el contacto con la doc­
trina de Epicuro ; una doctrina que, con afán
evangélico, busca y promete a sus adeptos la
felicidad, ofreciéndose como remedio contra el
dolor y los sufrimientos, como la medicina con­
tra las enfermedades de la vida espiritual.
Seguramente ninguno de los pensadores de
la antigüedad ha sido tan calumniado ni tan
trivialmente malinterpretado com � �picuro.
Tampoco ninguno ha suscitado alao1i'Kzas tan
.

entusiastas. Para sus discípulos era comoün


dios, al decir de Lucrecio (V, 8); para otros,
el primer cerdo de la piara epicúrea, ese reba­
ño jovial al que el poeta Horacio se jactaba
irónicamente de pertenecer. (Ep. I, 4, 16).
Del epicureísmo, que no fue una teoría de
talante escolar, sino una concepción del mundo
abierta a los vientos callejeros y radicada en
una circunstancia histórica bien precisa, la del

13
fines del Ignoraba sin duda Hegel que, unos mil qui­
, .
polltl co de la ciudad griega a
ocaso llegado a no- nientos años antes, otro idealista de catadura
ante s de ? risto, nos h
siglo IV
sotros ecos muy �1�
� � :�
pe so y m izados
con fre-
es­
muy diferente, el emperador Juliano, al que los
cristianos apodaron el Apóstata, había formu­
de afe ct i 1da . e los numerosos
cuencia V ofos anti- lado ya esa acción de gracias a la divinidad por
.
s d e su fund ador ' uno de los filós
crito nos que- la desaparición de las obras de Epicuro.3 En su
ucción literaria, no
guas de mayor �rod cente- afán de reformar cultural y moralmente a los
.
na da · un l'b
1 ro del casi medio
da cas1 Nl
so'1o sacerdotes de su tiempo, el emperador Juliano,
escn'b'ó 1 Ep1·curo · Tan
1
nar de tra t a d o s que .
sentencia s escogl- en su condición de Pontífice Máximo, prohibía
a1 nas
breves fragmentos, � por
s carta s o epl t omes' preservadas al clero la lectura de libros escépticos o de epi­
das, Y tre obra cúreos, considerados perniciosos por su crítica
me 1uslün , de éstas en la . ,
.
z . La
.
un aza r fe r � . na . oge-
erud to h1sto dor de la filosofía, Dl
de un i
. de cmco s1g
.
. 1os de distancia pla filosofía, la indígnación moderada de Hegel es com­

nes Laerc10, a más ragio casi


pren&lble. En su expos·loión hay otros interesantes da­
1v d del nauf
de Epi curo, las
text
har:�
os. a es parición de
la obr a
tos: «Cabe afirmar, sin miedo a equivocarse, que Epicu­
ro es e l ·inventor de la ciencia empírica de la naturaleza,
de ·la psicología emptrica» (pág. 3). Más adelante, cri­
total de sus efecto de
s1'do en parte
escrita de
ticando la teoria del conocimiento, anota: «No es nece­
�i rNf�· c.J:;f de los siglos'
pero en sario que ·nos detengamos más !tiempo en estas palabras

la des1d1a · am' qulia.aora


.
censura
resultado de la
vanas y en estas representaciones vacías; no es posible

par t e tam b1én que sintamos el menor II'eSPeto por los conceptos filosó­
buena lógicos. ficos de Epicuro; mejor dicho, no se encuentra en él
sus ene i os ideo
;;;�
implacable �e de algún sist
ema concepto alguno» (pág. 395). Hegel � Lnjusto con Di6-

ofos , a . c os
Muchos filós
2genes Laercio: «A pesar de la prol·ij:idad con que habla
, gus- de este pensador, eSita fuente no I>Uede ser más vacua»
meta habr 1an suscn'to con (pág. 378). Con todo, su exposición critica es, en mu­
idea lista o lSlCO ,
f · . obra s
de d dice «Las
recer
chos casos, excelente.
to el p�
de Ep¡c uro no!e;������ : asta �osotros, y a
entarse. Le­
Pueden verse también las páginas que K. Marx dedica
a cllegel y Epicuro». {K. M. Différence de la Philosophie

hay por qué lam


de la Nature chez Démocrite et Epicure, ltr. f:r. 1970.
la verd ad qu e no que
grac¡'as a Dios de
pp. 319-332), que critican t>rofundamente la exposición
d e b e mos dar
jos de ello, ofos, por lo
filoeófica de Hegel.
.
n cons ervado ' los filós
3. En una carta que el emperador Juliano (hacia
no se haya
es fatig as con
.
grand
360 d. C.) como Pontlfice Máximo dirige al Sumo Sacer­
, pasa d o
menos, habnan
d ote de Asia Menor sobre las lecturas convenientes a
loe sacerdotes, les I>rohibe la lectura de libros epicúTeos
ellas».2 o escépticos: «Que mo 'OOan ningún esCl'ito de Epicuro
list-a de los n1 de Pf.rrón. Pues ya han hecho bien los dioses al des­
27) ofrece una
truirlos, de tal modo que ya se perdieron la mayoria de

1 Dióge nes Laercio (X,
im�;
ta tJeS , desp
ués de anotar
estos libros. Si bien nada impide que se los cite como
tit los de sus
obras más
habia sup erad
t �
os los demás
fHóso fOS
eJemplo de la clase de libros de que deben apartarse los
!tos (p
uro fl;tato s).

Epic otygra
sacerdotes. Y si rnos referimos a los' libros, mucho más a
que
de libros esc Il de la Historia de ta
en la cantidad
2. >Hegel en
pág. 387 d ��
mo
México, 1955 (la
1.• ed. tales I>ensamlentos». Carta 89 b, 301 c.d. (ed. Bidez-Cu­


de o . su pro· mont).
de el punto
�p. de
Fitosof�a. tr. de vista
ana es de 1833).
alem
15
14
corrosiva. Y en este punto no hay dudas de nJdad sufriente. La arqueología ha descubierto
que los cristianos estaban totalmente de acuer­ en 1884 esta antigua inscripción parietal. El
do con él. Adeptos de uno u otro credo reli­ prólogo de la misma nos parece revelador del
gioso, o sectarios de algún dogmatismo filosó­ espíritu evangélico con que los epicúreos sen­
fico, vieron en Epicuro a un peligrosísimo ad­ tían la doctrina que profesaban. Dice el texto
versario y compet�dor, negador impío de la así:
trascendencia mundana y enemigo de la Reli­ «...Situado ya en el ocaso de la vida por mi
gión y del Estado. edad, y esperando no demorar ya mi despedi­
De la doctrina epicúrea sabemos también por da de la existencia sin un hermoso peán de
las noticias -en forma de citas criUcadas- de victoria sobre la plenitud de mi felicidad, he
algunos pensadores de tendencia opuesta, más querido, para no ser cogido desprevenido, ofre­
nobles o más eclécticos, más propensos a la cer ahora mi ayuda a los que están en buena
discusión que al anatema, que polemizan con­ disposición de ánimo. Pues si una persona sólo,
tra ella. Entre éstos hay que citar en primer o dos, o tres, o cuatro, o cinco, o seis, o todos
rango a Cicerón, Séneca, Plutarco y Sexto Em­ los demás que quieras, amigo, por encima de
pírico. este número, que no fueran muchísimos, me
Frente a ellos están los testimonios de los pidieran auxilio uno por uno, haría todo lo que
discípulos fervorosos: el magnífico poema del estuvjera en mi mano para darles el mejor con­
exaltado Lucrecio (De Rerum Natura, com­ sejo. Ahora cuando, como he dicho antes, la
puesto hacia el 60 a. C.), y los fragmentos de mayoría están enfermos en común por sus fal­
Filodemo y de Diógenes de Enoanda. Filode­ sas creencias sobre el mundo, como en una epi­
mo de Gádara, docto escritor y poeta del s. 1 a. demia, y cada vez enferman más -pues por
C., amigo de Cicerón, poseía una biblioteca, re­ mutuo contagio uno recibe de otro el morbo
descubierta a finales del s. XVIII en las exca­ como sucede en los rebaños�, es justo venir
vaciones de Herculano, con numerosos volú­ en su ayuda, y en la de los que vivirán después
menes de obras de Epicuro y comentarios filo· de nosotros. Pues también ellos son algo nues­

sóficos, convertidos en papiros carboniza os, tro aunque aún no hayan nacido.
que, muy fragmentariamente, nos es pos� b e � El amor a los hombres nos lleva además a
leer. Diógenes de Enoanda, apasionado eplCU­ socorrer a los extranjeros que lleguen por
reo del siglo n d. C., mandó escribir sobre un aquí. Puesto que los auxiliadores consejos del
muro público allá en su lejana Capadocia na­ libro ya se han extendido entre muchos, he
tal algunas de las benéficas sentencias de Epi­ querido utilizar el muro de este pórtico y ex­
curo, como un legado filantrópico a la huma- poner en público los remedios de la salvación...

16 17
�llca d e Eplcuro, 2
J�U:�
a los elementos mínimos: las sensaciones pla-
Pues hemos disuelto los temores que nos do­
c enteras en la moral y los átomos de la materia
minaban en vano, y en cuanto a los pesares,
..

como último reducto para edificar su compren-


hemos hecho cesar los vacuos sobre el futuro,
sión de una realidad despiadada en su insigni­
y los físicos los hemos reducido a un mínimo
ficancja. El materialismo filosófico, que se re­
en su conjunto. . . » 4
laciona con una física atomista y una teoría
y a continuación venían algunos de los le-
empirista del conocimiento, concluye en una
mas y consejos capitales de Epicuro.
. ética individual que sitú2: el fin q.e la vida en
Aún hoy es difícil acercarse a esta fllosofla
la felicidad de los placeres �
,

e'Rós de este mun-


epicúrea con desinterés e imparcialidad. De e a � do, negando cualquier providencia trascenden- q.
nos admiran todavía dos rasgos: su coherencia
Y su vitalidad. Filosofía para la vida, surgida
te con sus efectos de temores y esperanz Es �
ésta una respuesta al problema del vivir hu­
en un momento de crisis y de desesperanza, mano cuya radicalidad no puede ser ignorada.
ofrece soluciones a una problemática eterna, la Una solución demasiado humana y terrestre
de lª',muerte el Q.olor. el te� ante �1 futuro, para el sentir de algunos, lo que ha producido
el incierto destino del homb_!'e. Los nnsmos e­ : -
santas y venerables indignaciones contra los
mas n�'PliéiÍn aún, y ante las consideraciO­ epicúreos, y ha favorecido, como decíamos, la
nes de Epicuro hay que decidir un� postura pérdida de la mayor parte de la obra escrita de
vital con personales e indeclinables nesgas. De Epicuro.
la experiencia histórica de su momento, él su�o Frente al desprecio crítico de Hegel, el jo­
extraer una consecuencia crítica sobre el exiS­ ven Karl Marx, en su tesis doctoral sobre Di­
tir personal, una visión del mund? �ue tal vez ferencia de la filosofía de la naturaleza en De- "
algunos puedan calificar de pe�Imi sta, la de m6crito y en Epicuro (1841), subraya el pro­
que no hay un sentido natural m trascendente fundo ;entido humanista de la filosofía epicú­
en el universo ni en la vida humana, Y: de que rea y aeS'tlfcalv-re esfuerzo de Epicuro por aco­
la sociedad con su estructura de poder amena- modar en un universo materialista de mecá-
et .J..,-.
�.r . za el único bien auténtico del individuo : su nica atómica un espacio para la libre actuación o
_
libertad personal. En esa situación, la Filosofla del hombre.5 Lenin, contestando a Hegel, anota
se hace mester de desconfianza en los valor�s que Epicuro «pasa junto al fondo del materia-
reconocidos por la retórica oficial y se refugia
en la subjetividad individual. Falta de fe en
�p�?
5. Aunque aqu1 hemos citado esta obre en su traduc­

las síntesis y en las ideas trascendentes, e Ción francesa, que es más completa por contener una
a mplia introducción y l os «tta"abajos preliminare
s», exis­
t» una reciente versión espafiola. Cf. nuestra nota bibllo·
gráfica.
4.. F,r. 2 Chllton.

18 19
Etic� en Epicuro están bien esquematizados
lismo y de la dialéctica materialista» .6 Y
esta
analogía en su concepción del universo
ha por el agudo sentido filosófico de Kant.8 Sobre
atraído hacia Epicuro la simpatía teórica
de este enfrentamiento y esta relación volveremos
esen­ a insistir.
muchos marxistas, que ven en él «el repr
grie­ De momento queremos sólo sugerir que el
tante de la dialéctica materialista de los
ndía la cien ­ intento por comprender la filosofía de Epicuro
gos». «En realidad Epicuro defe
la es­ puede ser algo más que una curiosidad histó­
cia•contra la religión, la dialéctica contra
ócrito rica, resucitada a expensas de la penosa erudi­
colástica, la «línea materialista» de Dem
escri­ ción filosónca. La verdadera comprensión im­
contra la «línea idealista» de Platón», ha
ersidad plica algo más. En el reconocimiento de la dia­
to recientemente un profesor de la Univ
lista.7 léctica vital de un pensamiento y su dinámica
de Moscú, con exageración un tanto simp
cer de sociohistórica puede haber una lección de vivo
Mucho más ponderado era el pare
epícu­ interés personal, incluso a veintitantos siglos
Kant, quien, aunque sólo conocía el
e citar de distancia. La devoción proverbial que en
reísmo a través de autores latinos, suel
mo en sus discípulos suscitaban los sencillos consejos
este sistema como lo opuesto al platonis
críti­ del filósofo ateniense, ese amable «dios del
una extremada alternativa que el filósofo
ático» Jardín», como decía Nietzsche,9 puede encon­
co debería evitar: es el «empirismo dogm
t elo­ trar ecos todavía. En nuestros días, filólogos
frente al «dogmatismo racionalista». Kan
apoya como A. Bonnard o B. Farrington tienen para
gia el empirismo gnoseológico en que se
ecuen­ él palabras que recuerdan el entusiasmo de
la Física epicúrea, pero rechaza las cons
desde Diógenes de Enoanda, o de Lucrecio, o la sim­
cias morales negativas del epicureísmo
. Epi­ patía del erudito Diógenes Laercio.10 Y no deja
el punto de vista de la «razón práctica»
<<igno­
curo no distinguía, a su parecer, entre
ático B. Cf. el artículo muy claro de Aubenque Kant et l'é­
rar» y «negar»; y el prolongamiento dogm
Jrlcurisme, ren Actes, págs. 293-303.
ial no
del escepticismo y el materialismo inic 9. Las notas Y apreciaciones de Nietzsche sobr-e Epi­
del de­
le habría permitido postular una ética curo reV1elan una íntima simDatía por el viejo filósofo.
Cf. p.e. en Humano, demasiado humano, má.x. 275, íd. II,
metafí­
ber, como lo permite el agnosticismo 2,7, 192, 227, 275, 295; La Gaya Ciencia, rn.áx. 45, 305,
miento
sico de la crítica kantiana. El enfrenta
375, etc.
Física y 10. En Bonnard Civilisation g1·ecque, tomo III, D'Ett­
con Platón y la íntima con_exión entre ripide d Alexandrie, Lausana, 1959, el último capítulo
4lltá dedicado •a E:picure et la salut des hommes, consi­
e
d rándolo como un colofón digno de la sabiduría anti­
6. lJenin Cahiers philosophiques, Pa·rís, 1955, 245.
7. Dynnlk La dialectique d'Épicure, e n págs. 329-336 IU&. Es lo mismo que ya había dicho Diógenes Laerclo.
de Actes du Vllle. Congres de l'Association Gttillaume Fa111rington La rebel'l6n de Epicw·o, tr. esp., Barcelo­
lla , 1968 (el original inglés, The Faith ot Epicttrus, es
Budé, París, 1968 (publicado en 1969; en adelante, citado
d
e Am.sterdam, 1966).
sólo como Actes).

21
20
de ser sintomático que en un reciente congreso
filológico en torno al epicureísmo griego y la­
tino, dos de los más famosos historiadores ac­
tuales de la Filosofía ag¿ti!:\a, P. M. Schuhl y
J. Brun, trataran de la semeJ �nza entre la filo­
sofía epicúrea y el pensamiento contemporá­
neo. La ponencia del primero se titulaba Ac­
tualidad del epicureísmo y la del segundo Epi­
cureísmo y estructuralismo, coincidiendo am­
II

bos en señalar las analogías notables entre el


Ya a primera vista el sistema filosófico de
sistema del antiguo pensador, materialista, an­ ¡.L .�¡_
Epicuro destaca más por su coherencia que
timetafísico, hedonista, y anárquico, y algunas
por su originalidad. Recoge en una nueva sín­
de las corrientes intelectuales más avanzadas
tesis algunas teorías anunciadas por pensado­
del momento presente.11
res anteriores de la tradición filosófica griega:
el atomismo físico de Leucipo y Demócrito, el
hedonismo de Aristipo de Cirene, el empiris­
mo de Aristóteles, la búsqueda de la atara­
xia de los escépticos ; y en su rechazo de las
convenciones sociales y de la política, coincide
con los cínicos, los escépticos y los primeros
estoicos.
Toda filosofía Uene un carácter dialéctico ;
pretende ser antítesis de unos sistemas filosó­
ficos precedentes y síntesis de otros para res­
ponder a sus perdurables problemas. Epicuro,
como otros filósofos helenísticos, se encuentra
con un rico pasado filosófic.9 que, en parte,
/.-< "'11:"
recoge, con notables ,,retoqut:S, 1("
>(1",..,,.eomo
.. en lo que
respecta a la Física de Demócrito y a la teoría
ética del hedonismo. Sin embargo, después de
las críticas platónicas y aristotélicas, el retor­
no de Epicuro a estas bases teóricas materialis-
11. Actes, pp. 45·53, y 354·62, respectivamente.

23
22
tas se hace con una nueva conciencia. En el social para establecer el reino de la justicia del
mismo respecto la posición del filósofo viene gobierno de los filósofos) habían sufrido ya crí­
definida por el rechazo de una parte de esa ticas duras de Aristóteles. Los discípulos de la
tradición. En este caso la oposición más extre­ Ac ademia no parecen haber sustentado con
ma está marcada por su enfrentamiento a Pla­ energía la totalidad del sistema, sino que, como
tón. Ya hemos señalado que este rasgo había si profesaran el idealismo con mala conciencia,
sido perspicazmente subrayado por Kant; y, se dedicaron a la matemática. Pero Epicuro
en definitiva, el libro reciente de B. Farring­ sostiene precisamente las tesis contrarias al
ton ha vuelto a destacar esta antítesis insistien­ platonismo : la existencia de un único mundo
do en su aspecto políUco. Es un buen método sensible y un único conocimiento auténtico el
para definir el de referirse a los términos de los sentidos, entre los que el básico es el
,

opuestos, y evidentemente, el_.J2.latonismo re- tacto. Para Epicuro, el alma es también corpo­
/ presenta el opuesto del epicureísmo en casi rel y perece con su cuerpo, al disgregarse sus
e todos sus aspectos.
4tomos; existen los dioses, pero no con fines l
Epicuro no alude explícitamente a esta de­ modélicos ni teleológicos, sino como seres apá­
cisiva oposición. Sabemos que nuestro filósofo, tf,cos y ociosos, arrinconados en los espacios in­
al contrario que algún estoico pedante como tercósmico s; los placeres básicos son los del
Crisipo, no solía hacer citas en sus escritos. cuerpo, los de la carne ; la moral es relativa·,
Pero la polémica se siente latente en su obra. el bien no es algo objetivo y trascendente, sino
En el mundo de los átomos no ocupaban nin­ que está referido siempre al placer; y en fin,
guna función las arquetípicas ideas. Del mismo la socjedad basada en un orden justo le intere­
modo, Platón, frecuentemente generoso con sus sa al epicúreo muy poco.
adversarios, había silenciado el nombre del fe­ La canónica epicúrea, su teoría del conoci­
cundo DemócrHo, como si en él recelara un m{ento, se basa en el papel primordial de las
peligroso enemigo o como si su obra no mere­ stpsaciones, que nos suministran el material
ciera la pena de salvarse del olvido. Los postu­ de nuestro conocimiento. Esta teoría empírica
lados básicos de� (duplicidad del �conocimiento, en cuyos pormenores técni­
mundo inteligente y mundo sensible, enfren­ CGS no conviene detenernos ahora, supone por

tamiento de cuerpo y alma, carácter divino del sf misma una crítica radical del idealismo pla­
alma humana inmortal y anhelante del mundl) tónico y de .toda la corriente racionalista griega
trascendente, desprecio del cosmos físico, que empieza en Parménides. Pero, con su em-
.
creencja en unos valores éticos y políticos ab­ l>irtsmo, Epicuro se opone tanto al idealismo
solutos, y exigencia de una utópica jerarquía COlno a la teoría escéptica de que el conocimien-

24 25
to real es imposible. Si el empirismo resulta Los dos grandes sistemas metafísicos de Pla-
un freno a las ilusiones, un tanto ingenuas de , 11'-'.>u �/<V>"'" _..,.
.._
tón y de Aristoteles se resqueoraJaban ya en
la razón absoluta de fundar en sí la realidad, roanos de sus discípulos inmediatos, y sólo
es a su vez una base para defenderse de otro
fragmentos de estos grandes edificios teóricos
de los grandes peligros de la Filosofía: el es­
se desarrollaban en los cursos lectivos del Li­
cepticismo. El agnosticismo radical de su con­
ceo, que derivaba hacia unos estudios cientí­
temporáneo Pirrón (360- 270 a. C.) era una ficos cada vez más especializados, y en los de
tentación atractiva en un mundo intelectual
la Academia, abocada hacia las matemáticas y
hastiado 1� controversias dogm�t cas.� �ntre
el escepticismo. Como su casi coetáneo Zenón,
esos dos po�, ideaUsmo y esceptiCismo, mten­
el estoico, Epicuro edifica su sistema aprove­
ta Epicuro, de modo más radical que Aristóte­ chando esa bancarrota de las dos grandes es­
les y Demócrito, tender el puente entre� cuelas atenienses, integrando elementos de
jeto cognoscente y la realidad objeto _del collQ:_ otras filosofías anteriores e instrumentalizando
1 cer. El empirismo empieza �on la d�sconfian-
la totalidad del pensamiento filosófico en una
o z;-én el conocimiento; pero, a diferencia del función ética.
eBCe"pticismo, pretende no concluir en ella, sino En los postulados básicos hay una notable
utilizarla sólo como un punto de partida para coincidencia, explicable por razones de su con­
la toma de contacto posible con la realidad. texto histórico-social, entre la doctrina de Epi­
Para el fundamento gnoseológico y para su curo y la de los primeros estoicos ; aunque lue­
teoría física, Epicuro �contró una concepción go el desarrollo divergente de ambas teorías, y
ya elaborada en 1 atomismo, como visión ma­ el compromiso de los estoicos con la política
terjalista del mundo físico y del conocimiento, y la sociedad los haya llevado a una oposición
que había podido recoger probablemente a tra­ tajante. La subordinación de todo el sistema
vés de las enseñanzas de Nausífanes de Teas, filosófico a una conclusión moralista es un ras­
discípulo de Demócrito y de Pirrón, cuya es­ go típico de ambas escuelas, y es un rasgo que
cuela frecuentó en su juventud (321-311). Pa­ responde a una necesidad del tiempo angustia­
rece que, de un modo general, también la teo­ do en que estas filosofías surgen. Esta acentua­
ría sobre el progreso de la humanidad que en­ da conexión entre la teoría y la praxis moral
contramos expuesta en Lucrecio (V, 922 - 1455), es caracterí;Uca de ambos sistemas, con sus
puede ser una repercusión de las ideas de De­ pre tensiones de ofrecer un camino de salva­
mócrito, así como la concepción de la impertur­
ción para un tiempo indigente.
babilidad o ataraxia puede relacionarse con la
Esta derivación de la filosofía helenística
teoría de Pirrón.
hacia el moralismo puede ser valorada de modo

26
27
diverso, según la perspectiva del crítico. Si con­
sideramos el enorme andamiaje metafísico de
las teorías platónica y aristotélica como un lo­
gro permanente del espíritu, sin duda puede
advertirse en las filosofías helenísticas una dis­
minución de rigor y de tensión especulativa.
Pero si somos escépticos acerca de la real di­
mensión de todas esas magníficas y admirables
abstracciones teóricas, si desconfiamos de la
dialéctica y de la metafísica, apreciamos de otro Como es bien sabido, el atomismo griego tie­
modo el énfasis y la conclusLón pragmática de Il�com9 fundador a Demócrito, cuya teoría es
las nuevas teorías. Frente a la anterior disocia­ 'tetóét'étaJ'por Epicuro en un punto importante
ción entre teoría y vida, ahora el naufragio al admitir un movimiento espontáneo de des-
político obliga a plantearse la función del fi­ VIación o clinamen de algunos átomos, frente
losofar de un modo más directo, inmediato y asu caída reggJart con el fin de introducir uñ
vital. Se aceptan menos prejuicios que en las margen de libertad en este cosmos material sin
perspectivas de la filosofía clásica, y la filosofía causas finales ni inteligencia externa. Hay en
se vuelve fármaco soteriológico, cauterio medi­ esta concepción físka ciertas analogías con la
cinal, instrumento para la salvación en una cir­ actual concepción científica sobre la constitu­
cunstancia caótica y ruinosa. ción de la materia. Por ejemplo, la teoría más
reciente sobre ésta, la del profesor Gell-Mann,
Premio Nobel de Física de . 1 969, ha demostra­
do teoréticamente la existencia de unas partí­
culas mínimas, los «quarks», últimos compo­
nentes de los cuerpos, en la continuación de
una larga tradición atomística. Los «quarks»,
después de los átomos y los protones, electro­
nes, neutrones, mesones e hiperiones, son las
Primeras partículas elementales sin nombre
griego (su nombre procede de Finnegan's Wa­
ke, la novela de Joyce), y sus propiedades es­
tructurales se definen por métodos matemáti­
cos harto complicados, con ayuda de números

29
28
cuánticos, y se clasifican en un sistema trans· Sin embargo, hay algo que distancia fund

formacional SU3 de matrices unitarias tridi­ mental y dolorosamente la Física moderna de
mensionales. la epicúrea, el hecho de estar esta última su·
Todos los pormenores técnicos, así como las bordinada a una concepción final de la
vida
observaciones empírjcas y las aplicaciones de humana : el logro de la felicidad. Si a un espe
­
la teoría, habrían admirado a cualquier atomis­ cializado físico moderno se le preguntara qué
ta griego. Pero en ambas concepciones, la con­ relación tiene su actividad científica con su éti­
temporánea y la griega de hace 2.400 años, se ca y su concepción de la vida, se qued
aría ex­
expresa una misma idea básica: la de la es­ trañado y le sería muy difícil responder. En
tructura._ discontinua de 1ª materia. En este cambio, la ciencia por la ciencia o por sus in­
aspecto también la explicación del mov¡miento mediatas aplicaciones técnicas no es el objeti­
por Epicuro como una marcha a saltos entre vo primordial de la Física epkúrea, que resul­
átomos espacio-temporales, en un intento para ta simplemente una parte de la Filosofía enca­
resolver las aporías de Zenón, puede encontrar minada a procurarnos la felicidad. El cientí­
remotos ecos en la mecánica cuántica; 12 y su fico moderno, muchas veces cargado de los mis­
movimiento de desviación irracional podría mos prejuicios vulgares de otras gentes y es­
relacionarse acaso con el llamado «principio de pecializado bárbaramente en su pequeño domi­
indeterminación» en los procesos de la micro· nio, no tiene nada que ver con el «sabio» ideal
física.13 de los griegos. Hoy laureados científicos pue­
den «eslabonar comprensiones geniales con los
12. Merlan L'univers discontinu d'�picure, en Actes,
págs. 258-263. más vulgares cuentos de criadas» sobre aspec­
13. ·Desde luego, la distancia entre las concepciones tos filosóficos centrales de la vida,14 olvidando
intuitivas de los antiguos y las de la dencia moderna es
enorme. 'Simplificamos también al hablar de la estruc­ la armonía espiritual que perseguía el antiguo
tura discontinua del atomismo. ya que la teoría de ·las filósofo, llámese Demócrito, Platón, Aristóteles
ondas desarrollada por L. de ErogUe Y otros debe s�
considerada como un intento de superación de este pro­ o Epicuro. Este escribió muchos libros de cues-
blema. Para una breve y clara consideración puede ver­
se el libro de Heimendahl F!sica v Filosofía, Madrid,
1969, es�pecialmente caps. III, V, y VI (Teor!a atómica 14. Ludwig Ma,rcuse en págs. 162-192 de Pesimis
mo,
y Física atómica). un estado de la madurez, Buenos Aires, 1956
(Tomistas,
El reciente artículo de B. Kouznetsov «Einstein et marxistas v la constelación de nuestros natura
Epicure» en la ll"eV. Diog�ne, n.• 81 (París, 1973), pp. 48-
listas),
SUbraya la tendencia actual de algunos científicos, ba-
73, es de una notable claridad en su exi>QSición al com­
de su
88doe en un prestigio adqukido e n un dominio
parar la visión atomista del filósofo griego, su final id:'-d e8pecialización, a exagerar fuera de
su campo de estu­
ética y su concepción del universo con la de E!nstem.
sus opindones
dio: así �el físico qoo de pronto emite
Recuerda también anecdóticamente cómo A. ELnstéln taJantes sobre Dios, o el ginecólogo que se descubre
prologó la traducciór. alemana de Lucreclo, De natura 4!.rector espiritual, son ejemplos de una de las sofisti­
rerum, ed. H. Dlels, Berlín, 1923. caciones corrientes en nuestra época.

30
31
tiones naturales, como su amplio Pen Phy­ ra la necesidad en el movimiento de los áto­
seos en 37 volúmenes; pero su interés no iba mos puede ser una norma rígida que encadene
tanto a las cuestiones de detalle cuanto a pro­ (lla materia. Epicuro modificaba aquí la teoría
porcionar una visión conjunta de la naturaleza rnecanicista, admitiendo unos movimientos im­
que permitiese la tranquilidad del ánimo y previsibles de los átomos, unas desviaciones
ayudara a liberar el espíritu humano de los irracionales en su caída en el vacío. Esta teoría
terrores supersticiosos ante los prodigios im­ de la parénclisis, el clinamen o desviación de
presionantes de la naturaleza, en los que De­ los átomos, tiene, como Marx destacó, el fin de
mócrito había visto una de las causas de la salvar la libertad del alma humana, compuesta, V cJ-
e religión. Por otra parte, mucho menos intelec­ como toda realidad, de átomos algo más suti-
tualista que Demócrito, quiso también, frente les que los del cuerpo, pero de idéntica natura-
a la necesidad de aquél, un margen de libertad teza.15 Ni la Providencia divina, ni el Nous o
en su mundo físico para liberar al hombre de einteligencia» de Anaxágoras, ni las ideas su­
un yugo tan duro como los dioses del pueblo: bordinadas a la del Bien, ni un último motor
el de la Fatalidad. «Pues sería mejor --dice imnóvil, ni la Neces�dad implacable ni la Fa-
en Dióg. Laercio X, .134- aceptar la fábula talidad astral, confieren un orden al atcmfecer' � .J..c.·.l
..

popular sobre los dtoses que ser esclavo de la eósmico y humano. También la materia es li-
Fatalidad de los fisiólogos. Porque aquella sus­ b� sin princi � ni finalidad, frente a cua-
l
f
cribe una esperanza de absolución mediante el q\Uer destino á)éñe a su propia composición
culto de los dioses, pero ésta nos presenta un desordenada. La danza de los átomos en el va-
destino inflexible». cfo es tan caótica como la desacompasada his-
En este punto el conocimiento de la natura­ toria de los hombres.
leza del mundo físico tiene primordialmente Sus enemigos reprochaban a Epicuro su ig­
un valor pragmático; nos ayuda a liberarnos norancia de las matemáticas, que para los grie­
de los terrores supersticiosos y, al mismo tiem­ gos fueron siempre la base del orden y la ar­
po, no debe encadenarnos en un determinismo monía. Los estoicos intentan ÍoUr�lt la tranqui-
que impide la actuación y la decisión moral del
hombre Cf. M. C. XI-XIII).
15. Pa ·r a Epicuro la oposición entre cuerpo y alma
Lo peculiar del atomismo frente a otros s�s­ no es la de corpóre, o frente a incorpó!'eo. Por 'eso al re­
temas de explicación del untverso físico es la ferirse al cuerpo en sentido estricto Epicuro utiliza en
luga.r del término g·riego soma, el de sarx «carne». Así,
falta de teleología. No rige el mundo un único P.e. habla de los «Placeres de la carne· l> fr.ente a «los de
principio, ni la materia está sometida a la je­ la mente>>. Este uso lingüístico ofrece un claro parale­
lkmo con el de los primeros cristianos. (Cf. De Witt,
rarquía de las ideas o de las formas. Ni siquie- p. 225).

32 33
liUca de Epicuro, 3
lidad de ánimo mediante la creencia en una dencias. El hombre se qu
eda solo. y en esta
Providencia que ha determinado de modo sa­ s?ledad, frente a los demás
hombres, quedan
bio, justo t. Ál1evit� ble el destino del mundo; solo l�s �legrías del placer,
t de la amistad y del
y en ese sometfuliento sensato al orden divino �onoc1m1ento. .,..._ --
- Cl>

el estoico se siente tan Ubre como el epicúreo


en su libertario y caótico mundo. Se puede pen­
sar que en éste las posibilidades de obrar eran
más amplias que en cualquier otro. Sin embar­
go, el epicúreo no tenía ningún interés en la
IA<f W
acción. Trataba sólo de no sentirse hgado por
una obligación externa, por ningún destino;
y efectivamente, la teoría materialista de los
(' ;;;'( \1
átomos se adecuaba magníficamente con la
perspectiva moral y social del filósofo, que an­
teponía siempre el individuo a la sociedad;
como los átomos son anteriores a los cuerpos,
compuestos y descompuestos sin fin por ellos.
En la época helenística el fatalismo, más o
menos filosófico y más o menos supersticioso,
se extendía poderosamente. El ánimo humano
no resiste fácilmente la idea de la completa
libertad, de la independencia total y del intras­
cendente destino del hombre. Gusta de sentirse
encadenado a algo perdurable que supere el
propio yo limitado y se agarra con fe a las es­
trellas fatídicas o a las utopías revolucionarias
con ese «miedo a la libertad» de que el psicó­
logo Fromm y el profesor Dodds han tratado.16
El epicureísmo, sik "'éhlb'in-go, no pone excesi­
vas esperanzas en ninguna de estas trascen-

16. E. F·romm en su obra con ese titulo, aunque sus


refierencias históricas sean a otras épocas, Y Dodds en
Los griegos y lo irracional, tr. esp. Madrid, 1060.

34
35
IV

Para explicarnos mejor algunos de los ras­


gos de su filosofía conviene, desde un princi­
pio, tener en cuenta algunos datos de la vida
de Epicuro. Epoca, patria y condición social,
si no determinan, condicionan al menos las
preguntas y respuestas del horizonte intelec­
tual. Algunas Historias de Filosofía suelen fin­
gir un proceso absoluto y utópico de las ideas,
en el que unas teorías filosóficas polemizan con
otras sobre un fondo abstracto, con escasas re­
ferencias a las circunstancias históricas de la
vida de los filósofos, convertida en anécdota
marginal a su pensar. Aunque pensamos que
en el plano general teórico probablemente na­
die defiende hoy esta falsa autonomía del pen­
samiento frente a la vida personal, sin embar­
go nunca está de más prevenirnos contra el
riesgo de un teorizar ahistórico de un modo
concreto. En nuestro caso parece imprescindi­
ble la evocación del marco histórico del mundo
helenístico en que a Epicuro, el último gran
filósofo ateniense, le tocó vivir.
Nació en Samas en el 341 a. C., y pasó en

37
esta isla su niñez y adolescencia. Su padre, notable, Alejandro había muerto, a los pocos
Neocles, ciudadano ateniense, se había estable­ meses, en Babilonia. Por los mismos días desa­
cido allí como colono, y se ganaba la vida como pareció de la escena griega otro tipo escanda­
maestro de escuela. Era entonces ésta una pro­ losamente popular: Diógenes, a quien apoda­
fesión connotada por un bajo nivel social y una ban «el Perro». En su legendario tonel, o más
cierta ramplonería de oficio. Aludiendo a esta bien en su tinaja, el cínico apátrida que se pro­
condición del padre insultará a Epicuro el sa­ clamaba «Cosmopolita>>, y que no habría cam­
tírico Timón, llamándolo «el hijo del maestro biado su miseria por el imperio de Alejandro,
de escuela» : «el último de los físicos y el más abandonó este mundo cuyas convenciones ha­
desvergonzado, el hijo del maestro de escuela, bía ridiculizado y ofendido.
que vino de Samos, el más ineducado de los La noticia de la muerte del monarca mace­
animales». (D.L. X.3). Las condiciones de su donio incitó a la ciudad de Atenas a un nuevo
posición familiar no eran las más favorables intento de recuperar su autarquía política, azu­
para una niñez despreocupada. La familia, zada otra vez por el impenitente Demóstenes.
compuesta de los padres y cuatro hermanos, Según una brillante predicción oratoria, «el
parece haber estado muy unida ; y las relacio­ olor del cadáver de Alejandro iba a llenar el
nes cordiales de Epicuro con su madre (como universo>>. La derrota de la armada ateniense
muestra la carta dirigida a ella, testimoniada en Amorgos en el 322 fue la última gran bata­
por Diógenes de Enoanda) y con sus hermanos lla de los atenienses por la libertad, la sagra­
(que le acompañarán en sus viajes y convivi­ da y renombrada libertad. Demóstenes, acosa­
rán con él en el Jardín) son ejemplarmente do en la persecución, se suicidó. En cuanto a
auténticas. Aristóteles, que, temeroso de ser acusado filo­
A los dieciocho años Epicuro tuvo que mar­ macedonio y de impío, se había refugiado en
char a Atenas, la ciudad de sus antepasados, Cálcide, abandonando el Liceo, murió también
para prestar servicio militar como efebo, du­ aquel año después de haber disecado el cos­
rante dos años. Días revueltos para la orgullo­ mos y catalogado el universo. Al frente de la
sa ciudad, cuya gloria política declinaba ya escuela quedaba su sucesor, Teofrasto, intere­
hacia un recuerdo retórico, los del año 323. En sado en continuar una vivisección al por me­
el año anterior el victorioso Alejandro había nor de plantas y caracteres psicológicos.
exigido desde la lejana Asia honores divinos ; Los dos destructores de la ciudad como mar­
y los atenienses, escépticos e irónicos, le ha­ co político, Alejandro y Diógenes, y los dos de­
bían consagrado como a un dios. Entonces lle­ fensores últimos, Aristóteles en la teoría y De­
gó la noticia de que, con una impertinencia m óstenes en la práctica política, desaparecie-

38 39
ron en poco más de un año. Aquel trágico pe­ filosófica, frecuentando la escuela que en la
ríodo de 323-321, que fue para Epicuro el del vecina isla de Teas regentaba Nausífanes, un
encuentro con la ciudad de sus mayores, la discípulo de Demócrito y de Pirrón. Detengá­
gloriosa Atenas, fue para ella el de la pérdida monos en esta formación filosófica, muy signi­
de sus esperanzas políticas. Desde entonces en ficativa para comprender su propia teoría.
Atenas no brillarán los políticos ni los ideólo­ El interés de Epicuro por la filosofía pare­
gos, sino tan sólo maestros de cultura, filóso­ ce haber despertado muy �emprano : a los 14
fos cargados de pasado y de resignación. La años. Según una anécdota, se irritó con su
democracja, tan malherida por las sucesivas maestro de letras (grammatistés) que no supo
crisis y consecuencias bélicas, experimentaba explicarle el sentido de la afirmación de He­
un nuevo revés. Los militares macedonios ven­ síodo de que «primero era el caos», y que lo
cedores reservaron los derechos de ciudadanía remitió a los filósofos para su aclaración.
a aquellos que poseían más de 2.000 dracmas ; Estas anécdotas de las biografías griegas tie­
es decir, a unos 9.000 atenienses, mientras que nen más interés por su intención significativa
más de la mitad de la población se veía priva­ que por su autenticidad. En ésta podemos sub­
da de ellos. Como decía, amargamente y sin ilu­ rayar dos rasgos : el temprano criticismo del
siones, el epitafio compuesto a los muertos en filósofo contra la educación tradicional funda­
Queronea, años antes : « ¡ Oh, Tiempo, que ves da en la lectura de los poetas, maestros de sa­
pasar todos los destinos humanos, dolor y ale­ biduría retórica, y la dificultad en admitir esa
gría ; la suerte a la que hemos sucumbido, oposición física de caos y cosmos, que puede
anúnciala a la eternidad ! ». relacionarse con su filiación atomista. En
También en Samas había repercutido la con­ efecto, el paso del caos al cosmos parece re­
moción política. Los colonos atenienses, entre querir la apelación a un principio ordenador
ellos la familia de Neocles, fueron expulsados externo a la materia misma (la divinidad, la
de la isla. El padre de Epicuro fijó su nueva Inteligencia divina, o algo así), y a una teleo­
residencia en Colofón, ciudad de la costa jonia, logía física, principios que el atomismo exclu-
·�41-4 - .?
1:--
ilustre como pretendida patria de Homero, y ye, o de que al menos puede prescmmr. No sa-
como hogar natal del lírico Mimnermo y de bemos quién pudo haber puesto al joven estu­
Jenófanes, el poeta crítico y teólogo ilustrado diante en contacto con la física atomista. Su
del s. vr. A ella acudió Epicuro a reunirse con primer maestro de filosofía, que conozcamos,
su familia, y allí residió desde el 321 al 3 1 1 , fue el platónico Pánfilo. Detalle interesante,
desde sus veintiuno a sus treinta y u n años. por lo que hemos subrayado de la oposicjón de
Durante este tiempo completa su formación Epicuro al platonismo, tanto en sus líneas fun-

40 41
damentales, cuanto en su rechazo decidido de vilismo y su sofistería. Tal vez fue la decep­
toda educación previa al filosofar (como era la ción, al observar la probable incongruencia en­
paideia matemática y dialéctica exigida por los tre la teoría física, abocada como en Demócri­
académicos). to al determinismo, y la conclusión ética, lo
Es posible que durante su estancia en Ate..: que explica la hostilidad hacia su maestro.
nas asistiera a alguna lectura de Jenócrates, el «Peor que un oponente, Nausífanes era en tér­
segundo sucesor de Platón en la jefatura de minos ideológicos un desviacionista», sugiere
la Academia. Y que mantuviera algún contacto J .M. Rist,17 Esa misma virulencia verbal la
con los estudiosos del Liceo, donde Teofrasto atestigua Epicuro con otros filósofos, adjeti­
había sucedido a Aristóteles. Aunque hay algún vando a Platón de «aureo» (burla de la distin­
testimonio de que estudió con el peripatético ción en clases sugeridas por aquél) y a los pla­
Praxífanes en Rodas por algún tiempo, existe tónicos de «aduladores de Dionisia» (el tirano
en esto una dificultad cronológica. Su maes­ de Siracusa), a Aristóteles de «depravado», a
tro de los años de formación, entre los veinte eráclito de «embrollador», a Demócrito de
y los treinta, ya que el estudio de la filosofía «Charlatán», a los dialécticos de «devastado­
persistía habitualmente un largo período, fue res», y a Pirrón de «inculto» e «ineducado».
indiscutiblemente ffJ'ausífanes de Teas. j (D.L. X.8). Del atomista Leucipo negó la exis­
Discípulo de Demócrito y relacionado con tencia (probablemente no como persona física,
Pirrón -ya hemos aludido a ello- este ato­ sino como filósofo).
mista con inclinaciones escépticas había escri­ Estas críticas que no conocemos en detalle,
to un libro llamado El T1'jpode sobre los tres pero que -a pesar de la escasa diplomacia ha­
fundamentos del conocimiento ; enseñaba en bitual de los filósofos para con sus competido­
la costa jonia, lejos de la influencia social de res-, parecen de notable dureza verbal, se
platónicos y peripatéticos, las teorías físicas explican probablemente por el objetivo moral y
del atomismo ; y exponía una teoría de las pragmático que la filosofía asume para Epicu­
emociones que señalaba el fin de la vida sere­ ro. Toda la sabiduría teórica de sus predeceso­
na en la «inalterabilidad» (acataplexía) del áni­ res no habría sido, a sus ojos, desde esa pers­
mo, posición semejante a la de sus maestros, pectiva moralista, más que una diversión sin o

y no muy distante de la del propio Epicuro. conclusiones válidas para la vida. En gran par­
Todos estos detalles hacen más notable la te <epaideia», en el doble sentido de «educa­
agria reacción de Epicuro contra él, al califi­ ción» y «Cultura», (despreciable como un su-
carle de «molusco», «analfabeto», «bribón» y
«prostituta», entre otras referencias a su ser- 17. J. M. Rist, Evicurus Cambridge, 1972, p. 5.

42 43
perfluo presupuesto del auténtico filosofar para
. saco, donde se rodea de un círculo de fieles
Ep1curo), pero no el camino que pudiera con­
discípulos y amigos, Idomeneo, Leonteo y su
ducir hacia la felicidad.
esposa Temista, Metrodoro, personas de posi­
Como observa con acierto Rist, «sea cual sea
ción distinguida en la ciudad; Polieno de Cí­
la razón, personal, filosófica o ideológica de .la
zico Y su amante Hedeia, Colotes (cuyo satíri­
hostilidad de Epicuro hacia el maes ro de t co escrito contra las escuelas filosóficas rivales
quien probablemente más había recibido, no
motivó una réplica de Plutarco 400 años des­
hay duda de que Epicuro se proclamaba auto­
pués), Y el joven Pitocles, entre otros. Cuando
didacta. Lo unico que esto puede significarsi
en 306 abandona esta ciudad para instalarse en
queremos verlo desde una perspectiva amisto­
Atenas, deja en ella un buen recuerdo y un
sa, es que aquello que él valuaba más en su
círculo epicureo de fieles discípulos.
propia filosofía, sus actitudes éticas, sus ideas
/ sobre la libertad y la necesidad y sobre los dio­
«Durante cierto tiempo filosofó en interrela­
ción con otros filósofos, pero luego se retiró a
ses, eran el producto de su propio pensamien-
un ámbito privado fundando la escuela que
o .!Q:_Sólo el material bruto de ese pensami'eirto lleva su nombre» dice Diógenes Laercio (X, 2).
le había sido proporcionado por sus maestros
No sabemos si ese abandono de la predicación
de hecho, tales como Nausífanes, y sus antece­
publica para dedicarse a una enseñanza priva­
sores espirituales, como Demócrito y Leuci­
da y restrjngida al grupo de seguidores ínti­
po».JS
mos, se refiere a la estancia en Lámpsaco, y es
El caso es que, a sus treinta y un años, des­
un resultado del recelo y la desconfianza tras
pués de estos diez de aprendizaje técnico, Epi­
curo fundó su primera escuela propia en Mi­
la experie��ia de Mitile7e
)
}O?P�"� agresividad
de otros fllosofos y la mtichedumó're. Pero es
tilene.
probable que ya el círculo de Lámpsaco fuera,
En un año esta escuela fracasó por la hosti­
como el Jardín ateniense, un local privado y
lidad publica de otros filósofos y de la gente
de cierta familiaridad, más seguro para el cul­
de la localidad, y Epicuro tuvo que abandonar
tivo de una libre sinceridad y de la amistad tan
la ciudad. Probablemente sacó algunas conclu­
preciada.
siones ventajosas de este fracaso : una mejor
Cuando Epicuro vuelve de nuevo a Atenas,
prudencia para el futuro y la compañía de Her­
quince años después de su primera visita, se
marco, fjel discípulo y su sucesor en la direc­
halla en medio del camino de su vida. Con sus
ción del Jardín.
treinta y cinco años ha recorrido varias locali­
Desde el 310 al 306 Epicuro habita en Lámp-
dades jónicas prestigiosas en la cultura y la
18. id. p. 6. filosofía griegas, desde que su familia en 322

44 45
nicas, de haber encontrado vagabundos apátri­
tuvo que abandonar Samos. En algunas de es­
das, tiranos engolados, profesores de astrono­
tas ciudades ha conocido a filósofos devotos
mía y supersticiosos de mil nuevos cultos !
de la tradición científica de los jonios y ha fun­
Desorden y servHismo en el alma de las mu­
dado escuela de filosofía. Pero la vuelta a Ate­
chedumbres necias, que Epicuro despreciará
nas, después de estos quince años de experien­
siempre con el mismo talante aristocrático de
cias viajeras, para establecerse allí definitiva­
otros filósofos griegos, como Sócrates, Platón
mente en la escuela que se llamará «el Jardín»,
o Dernócrito.
es sintomática de su apego a esta ciudad, la
Los sucesores de Alejandro intentaban entre
única en que podrá sentirse ciudadano. Más
tanto repartirse la herencia de un imperio. Los
que la propaganda filosófica y la discusión con
caudillos militares, intrigantes y belicosos, An­
los rlvales de la Academia y del Liceo, o con
tígono, Casandro, Lisímaco, Demetrio y Tolo­
los futuros predicadores del Pórtico (Zenón de
meo, se enfrentaban sin otros afanes ideológi­
Citio tardaría aún unos años en exponer su
cos que sus ambiciones personales, mientras
doctrina estoica), Epicuro busca la vida repo­
todas esas perturbaciones afectaban a una po­
sada y la fecundidad en el trabajo intelectual
en aquel ambiente cargado de recuerdo y amar­ blación cada vez más sumisa y entregada al
guras. Atenas acababa de ser otra vez «libera­ despotismo de los nuevos monarcas. La vida,
da» ; ahora (en el 307) por Demetrio Poliorce­ con esos inesperados reveses políticos y las
tes ; y es probable que para la fundación de su consiguientes crisis económicas, había cobrado
escuela Epicuro aprovechara la oportunjdad de un perfil de inseguridad, y el ciudadano medio,
este hecho, que oscurecería la protección polí­ que un tiempo creyó en su acción personal en
tica al Liceo y la Academia, de tendencia filo­ la democracia ateniense, se sentía subordinado
macedonia, que aquel año tuvieron que cerrar al caos.
sus puertas varios meses. Epicuro compró en Atenas una casa en el
No sabemos cuáles fueron los avatares psico­ respetable distrito de Melite y un «jardín» cer­
lógicos de Epicuro, ni qué parte de su obra ca de la puerta del Dípylon, en la vecindad de
habría compuesto antes de su llegada a Atenas la famosa Academia de Platón. (Como anota
para su establecimiento definitivo. A través del De Witt, muchos turistas en siglos posteriores
estilo de su prosa, podemos suponer un carác­ podían combinar en el mismo paseo la visita a
ter vehemente y austero. ¡ Qué impresión le los dos santuarios filosóficos. Cicerón y su ami­
produciría el pueblo, desengañado y temeroso, go Atico visitaron así el Jardín en 78 a. C. sor­
adulador y retórico, de Atenas, después de ha­ prendiéndose de su pequeñez, tal vez en com­
ber recorrido por largos años las ciudades jó- paración con las «Villas» romanas que ellos

46 47
conocerían). Señala Farrington que el famoso fueron de una notable austeridad y de una gran
Jardín (en griego «Kepos») sería tal vez muy actividad intelectual. Probablemente la casi to­
parecido a un «huerto», cuyas habas, bien re­ talidad de su enorme obra escrita -que ocu­
partidas, sirvieron para mantener a la comu­ paba más de 300 rollos de papiro, según Dió­
nidad epicúrea en algún momento de hambre genes Laercio- fue compuesta entonces. Su
en Atenas. (Como en el asedio del año 295).19 salud, deUcada siempre, empeoraba hasta tal
Las clases y reuniones se celebrarían tanto en punto que muchos días no podía tenerse en pie,
la casa como en el jardín. Al parecer existían sus vómitos eran frecuentes, y necesitaba una
ciertos grados entre los discípulos; y Epi curo silla de tres ruedas (su «trikylistos» famoso)
era reverenciado como «el maestro» o «guía» para trasladarse de un sitio a otro. El Jardín,
de la comunidad. Entre los componentes de lugar de paz, en un mundo agitado por conti­
ésta estaban los neles amigos y seguidores de nuas revueltas y trastornos bélicos, recibía las
Lámpsaco ; varias mujeres, alguna de respeta­ visitas de amigos y admiradores. Las cartas
ble posición como la citada Temista, o bien fragmentar�as que conservarnos revelan una
«heteras» , como Hedeia de Cízico o la atenien­ gran afectividad entre los discípulos y el maes­
se Leontion (que escribió un tratado contra tro.
Teofrasto, elogiado por Cicerón por su estilo «Envíame -escribe a uno de ellos- un
excelente) ; y también esclavos de uno y otro tarrito de queso, para que pueda darme un fes­
sexo. Este grupo de personas, retiradas a un tín de lujo cuando quiera». Los placeres d e es­
círculo privado, con sus propias reglas éticas tos pequeños lujos y el recuerdo agradecido de
y su concepción del mundo, debía escandalizar los momentos felices del pasado animaban la
un tanto a los maledicentes que consideraban serenidad de sus días. Esta alegre moderación
el Jardín, donde se predicaba «el placer», como del Jardín, un hedonismo que por su limita­
disipado centro de orgías y alegres contuber­ ción resulta casi una ascétjca, armoniza bien
nios.20 con la antigua máxima apolínea de que la sa­
Para Epicuro, estos años de retiro ateniense biduría consiste en la moderación y el conoci­
miento de los límites. Como observó Nietzsche,
19. De Witt, EpictLTUS, 1964, PP.. 89-105
; Farrington, fino catador de humanidad : «Una felicidad tal
o (pp. 89·105) descrlbe
o.c.p.29·30 · sólo la ha podido encontrar un experimentado
20. De Wltt -en su libro ya citad
la organización de la -escuela epicó·
rea con exagerada sufridor; la felicidad de un ojo, ante el que se
parte subra yemo s que sl Eplc�·ro
precisión. Por otra ha vuelto sereno el mar de la existencia, y que
vez de los personaJes
ha s ido «el más calumniado tal
de la historia antigua» (De no puede saciarse de contemplar la superficie
Witt), est� no se debe sólo
tamb1én a la Interpre­
a sus enemigos 'ideológicos, sino de la p¡el marina que se mece suave y colorea-
escan dalizada ante ese ret·lro privado.
tación popula·r

48 49
Ética de Eplcuro, 4
la teoría repercute un reflejo de :la deWcación
da ; nunca antes se presentó una moderación
t de los grandes conquistadores de la época he­
tal de la sensualidad».2
Probablemente la !.v.presión de que el mun
- lenística.

23 estunfermo sin rum 'b o y sin finalidad, so- ¡ Qué diferentes los dioses que, a su propio
ejemplo y semejanza, afirmará Epicuro, apar­
�metra' slOs hombres a los
-
ó terrores de{ futuro
y a tormentos mutuos, y ese énfas'is en la
se­ tados y felices de los tumultos del mundo, como
res­ el sabio auténtico! También él será llamado
guridad y en la filosofía como medicina,
de un dios por sus discípulos (así Lucrecio, V, 8
ponden a una experiencia vital. En la crisjs
ica y ss.), que tal vez recordarán su propia expre­
los valores tradicionales, la adulación retór
su­ sión : «En nada, pues, parece hombre mortal
había llegado a notables extremos, y como
quien vive entre inmortales bienes». (D.L.
cede en todos los momentos de perturbación
política, el lenguaje había degradado sus signi
­ -como la sabia templanza y la
X. 135) ; _pienes
fa­ amistad.
ficados. Como un ejemplo significativo, el
r­ Para Epicuro el fiW,soJar se caracteriza como
moso himno de Hermocles a Demetrio Polio
ocía la. búsqueda de un .remedio contra la coni
cetes, el inquieto conquistador, le recon

que sión de su época. La Filosofía es definida de


como a un dios, más cercano y más activo
es, modo característico como � medicina
� � =:�del
� �alma
��.
los dioses tradicionales : «Los otros dios
tie­ y el cuidado médico del alma es el oficio def
pues, o se encuentran muy distantes o no
un filósofo, que se transforma así en un psiquiatra
nen oídos o no existen o no nos prestan
pre­ o psicoanalizador de una sociedad perturbada
momento de atención, pero a ti te vemos
de ver­ por el temor y la servidumbre. En esta terapia
sente, no de piedra ni de madera, sino
psíquica hay un recuerdo socrático : therapeía
dad».
por tes psyches, «cuidado del alma» era para Só­
El him no, compuesto hacia el 290 a. C.
oma de crates la actividad filosófica, a lo que ahora se
encargo del propio Demetrio, es un sínt
a la añade un nuevo acento sobre la enfermedad
los tiempos. Mientras tanto, un filósofo
iba a colectiva que hay que evitar. Ya el sofista An­
moda, Evémero de Mesana, cuya obra
tigio, expo­ tifonte había insistido en esta virtud médica
cobrar rápidamente un amplio pres
sobre el de la Filosofía, y su método de curación por la
nía en la corte macedonia su teoría
que los palabra hacía de su ideario una téchne alypías,
origen de la religión. En ella sostenía
oes y reyes de ciertos ecos en los tratamientos psicosomá­
dioses no son más que antiguos hér
gratitud y el ticos de la moderna medicina.22
benefactores, divinizados por la
tales. En
irónico olvido de las generaciones mor 22. Cf. Guthrie, A History ot Greek Philosophy III
Cambridge, 1969, 290 ss. Sobre Sócrates puede verse eÍ
21. La Gaya Ciencia, máx. 45.

51
50
En Atenas muere Epicuro treinta y cinco
años después ; años que podemos suponer de
reposo y actividad filosófica frente a la ajetrea­
da primera época de su vida. Desde su retiro
presenció con desilusión los sucesos de la po­
lítica ateniense y griega de la época, política
confusa y envilecida. Frente a las perturbacio­
"l.·�:,¡_¡.�
i:-- ;f,hi' 1 V
nes de su tiempo, el filósofo busca la impertur� u l

habilidad o_sttaraxia ; y, frente a la �ervl u�' d


Yr
r�
..

Ataraxia y autarquía son el lema del hombre


bre y el servilismo, la capacidad de gober�rs<L
sano de espíritu, el sabio que es a la vez hom-
a sí mismo. La independencia que la ciudad ha d
bre feliz.
perdido, puede el sabio todavía guardarla para
La búsqueda de la _felicidad, como ha subra­
sí mismo en su retiro y su mente libre. «El me­
jor fruto de la autarquía es la libertad» . (S. V.
yado hen Festugiere,23 era un tema tradicional

LXXVII). de la Filosofía para los griegos, pueblo de pro­


fundo pesimismo. Pero, cuando Platón intenta­
ba encontrar la eudaimonía en la vida auténti­
ca, se enfrentaba con problemas políticos como
los del Gorgias o la República. Para Platón,
como hoy para Marcuse, la felicidad del indi­
viduo dependen de la del orden social. La bús­
queda de la felicidad puede se�programa
revolucionario, ya que depende de la sociedad
en que el individuo viva. La utopía política re­
sulta el marco de la praxis del filósofo en busca
de la auténtica felicidad. El filósofo se puede
enfrentar ·Con el dictador en nombre de la fe­
lic�dad : es el caso de Platón frente a Dionisia
de Siracusa.24

París, 1968, 2.• ed. (Hay trad. esp. en ed. Eudeba. Bueno�
23. Festugiere al principio de Épicure et ses dieux

Aires, 1960).
libro de Vlves Génesis y evolución de la ética platónica, 24. Hay una cierta analogfa entre las criticas de Pla­
Madrid, 1970, 131 Y SS. tón Y de H. Marcuse <en contra de un progreso única-

52 53
bierno, en un mundo políticamente tan confuso
Conviene tener en cuenta esto para ver lo
y dominado por los sucesores de Alejandro,
que hay de renuncia en el camino de Epicuro.
( ¿qué era la justicia? Desde luego no es «nada
r Polftica y conducta personal están disoélaias
o en su pensamiento. La política es algo lamen­
en sí mismo», ningún ente absoluto, ninguna
table, una ocupación indigna de un filósofo, a idea con valor paradigmático, dirá -M. C.
cuyo alrededor se cierran las tapias del Jardín. XXXIII- muy antiplatónicamente; «es sólo
La política, todo ese desorden y rivalidad en la un contrato mutuo y un medio para consegmr
ciudad por un gobierno que ahora está en ma­ �gyridad y tranquilida�». > t;/.../-.� ¡
,

_ y la autarqma �n propiedades
La atarax1a
nos de violentos caudillos retóricos, o ni siquie­
def inaiviauo no subordinado a la ciudad, pre- "
ra retóricos, es algo que no debe perturbar la
vida de un filósofo. ¿Y la justicia? ¿ Dónde está tensiones del sabio y no del ciudadano -ya los
la justicia que Platón consideraba como el su­ cínicos habían inventado el cosmopolitismo-,
premo orden reflejado en el alma de los hom­ del átomo y no del conjunto social. En el curso
bres y en la estructura del cosmos? Aristóteles, de la vida no hay que embarcarse en esa nave
mucho más pesimista en política que Platón, metafórica del Estado, barco de locos timoneles
porque creía más en los hechos que en las ideas y viajeros necios, sino que más vale echarse a
y prefería los datos a las utopías, parecía ya nadar solo. «La más pura seguridad fácilmente
desviarse de este problema. se obtiene de la tranquilidad y del apartamien-
Pero para Epicuro, este ateniense que regre­ to de la muchedumbre>> (M. C. XII).
sa a su patria a los treinta y cinco años después La ataraxia o imperturbabHidad en una épo­
de haber vivido en ciudades de inestable go- ca tan profundamente perturbada sólo podía
alcanzarse mediante la indiferencia ante los
acontecimientos políticos, del mismo modo que
mente marerial que acaba PO'l' esclavizar al individuo ;
aunque lo& presupuestos de ambos pensadores sean en la autarquía o independencia en una sociedad
muchos puntos opuestos. Para citar sólo un breve pasa­ sometida a la dictadura de los azarosos espa­
je de la obra de Marcuse, autor que suele repetirse con
frecuencl:a, creo que viene a cuento el Prefacio político dones de turno. Epicuro ha visto la filosofía
de 1966 a Eros tJ civilización (pub!. en eso. en Psicoa­ como una liberación c:íe""tocras- nrspreocupacio:-
nálisis 11 polWca, Barcelona, 1969), cuando dice (página
133) : «La liberación de las• necesidades instintivas de nese xteriore� que amenazan la auténtica fe­ J
paz y de tranquilidad, del Eros auténtico y 'asooial', pre­ IICiaad de la persona individual. En esta di�-
supone la liberación d·e la opulencia represiva : una in­
versión de la dirección seguida por el progreso». Sotrre ción le habían precedido los cínicos, más rígi-
el enfrentamiento entre Platón y Dionisio merece �eerse dos y mordaces en su nihilismo social. El ideal
el libro, novelado y agudo, de Ludwig Marcuse, a quien
no conviene confundir con su homónimo antes citado, del sabio añade a sus rasgos la libertad. Pero
Plato und Dionys. Geschichte einer Demokmtie und ei­ los epicúreos no eran revolucionarios activis-
ner Diktatur, Berlín, 1968.

54 55
tas. La revolución supondría perturbaciones y los epicúreos es la renuncia a toda esa colabo­
vanas ilusiones. El sabio epicúreo no hará re­ ración social, en la que en otro tiempo, el grie-
go de la democracia mostraba su c<areté», vir­

r
tórica n� política, ni buscará el aplauso de la
multitud. Y de Epjcuro dice Diógenes Laer­ tud por excelencia competitiva. En cambio,
cio (X 10) que «por un exceso de equidad no Epicuro afirma taxativamente que ccel que co-
trató de política». Entre Alejandro y Diógene:::; noce los términos de la vida. . . sabe que para
probablemente prefería la postura del cínico. nada necesita de asuntos que comportan com­
1 Su única política es la negación de la teoría petición» (M. C. XXI).
política mediante su apartamiento. 25 La justi- El conservador Plutarco que, a unos cinco
Cl 1 cia es para él solamente algo negativo : «La siglos de distancia, escribe un tratado breve
justicia, que tiene su origen en la naturaleza, contra esta máxima, representa bien el sentir
es un contrato recíprocamente ventajoso para tradicional. Esa renuncia al sentir agonístico
evitar hacer o sufrir la injusticia» (M. C. de la ccvirtud» se inscribe en la renuncia a
XXXI). «Vive en lo oculto», láthe biosas, es su la praxis política. Es el horaciano verso «Nec
lema principal. vixit male qui natus moriensque fefellit» (Ep.
Este precepto de « ¡ pasa inadvertido por la I , 17, 10) : «No vivió mal quien pasó descono­
vida ! » podía resultar para un antiguo griego cido al v¡vir y al morir» .
sjngularmente escandaloso y moralmente revo­ Como señala acertadamente P. Nizan: «Cuan­
lucioñario. La moral tradicional griega se fun­ do Epicuro dice que el sabio no hace política
damentaba en una cierta cooperación y compe­ (D. L. X. 1 19), es necesario interpretarlo al
tición en la vi.da pública y en el culto conse­ pie de la letra, entender que él no juega ningún
cuente del heroísmo y la gloria. Ahora, con una papel en la «polis», no se casa, no vota, rehú­
ética que no espera ni pretende la aprobación sa los favores, las magistraturas y vive sólo
social, sjno que se refiere como base al placer para sí. Epicuro teme a esa multitud ateniense
individual, toda esa vertiente pública de la mo­ víctima de una lucha salvaje por la vida : «No
ral resulta, de golpe, abandonada. m.e p1·eocupo de agradar a la masa. Pues lo que
En la democrática Atenas el ciudadano que le gusta, yo lo ignoro, y lo que yo sé sobrepasa
se aislaba de la participación política para re­ su entendimiento» .26
ducirse a su vida en privado, era un «idiota», Esta disociación entre la felicidad del indi­
término que fue cargándose de una connota­ viduo y los fines de la colectividad es una re­
ción peyorativa. La incitación al idiotismo de nuncia dolorosa a uno de los af;;6e más enrai-

26. P. N!zan, Los materialistas de la Antigüedad, u.


25. Farrington o.c., 111. esp. Madrid, 1971, p. 20.

56 57
zados del ciudadano ateniense. Ya hemos no­ personales, sino también los fracasos de mu­
tado el precedente de los cínicos. Pero el tono chos otros filósofos, platónicos y aristotélicos,
es distinto en el apartamiento ante la sacie­ que intentaron en vano una reforma del poder.
de los. epicúreos y en el de aquellos anarquis­ Bajo la dictadura y las tiranías, la palabra po­
tas. El énfasis del clnismo en la provocación lítica se apresura a cobrar una valoración ne­
y el escándalo suponía una oposición abierta y gativa. Hay épocas dichosas en que la sociedad
revolucionaria. El retiro del epicúreo es sólo ofrece al individuo participar en un quehacer
un recurso para lograr la tranquilidad. Por eso común que le ilusiona. Se cree en un orden
huye de las actitudes extremas : El sabio epi­ existente o utópico y en que hay unos valores
cúreo no hará retórica, pero tampoco vivirá objetivos por los que vale la pena luchar e in­
como un cínico ; evitará la tiranía, pero tam­ cluso morir. Los ideales dan un sentido a la
bién la pobreza. Rechaza el patetismo de lo vida del ciudada �g. En 9 tros momentos, en
heroico, la retórica de la virtud y la descarada cambio, cunde la s&P'&-fi� de que sólo impor-
soberbia del inmoralista vagabundo y escépti­ ta la acción de unos pocos y de que la actividad
co. Una vez más aparece la moderación como de todos los demás en la labor común, la po­
un rasgo característico. No se excluye una cier­ lítica, que cobra una connotación despectiva,
ta tolerancia hacia los regímenes políticos de es sólo tiempo perdido, alienación. La moral y
tiranía y opresión. (En este sentido es notable las antiguas palabras siguen subsistiendo des­
la oposición a la teoría estoica y a sus heroicos provistas de autenticidad y se convierten en
ejemplos históricos de muertos por la defensa mala retórica. A Epicuro, discípulo mediato en
de la libertad y de la virtud). La actitud de Epi­ este terreno del escéptico Pirrón, le tocó vivir
curo es la de un filósofo cansado y acosado que, en uno de esos momentos, y su teoría de bus­
para alcanzar la felicidad auténtica, cede al car la felicidad en el placer y en el retiro de
ansia irracional (de la muchedumbre insensata, �
la vida pública es un intento de centrar la eli­
de los caudillos violentos y de los políticos va­ cidad no en un eje objetivo, sino en urí �< "

cuos) el terreno indominable de la praxis polí­ subjetivo, más a nuestro alcance y más gober­
tica, y se retira a su mundo interior. «Lo ca­ nable. Sólo el abandono de aquello en R,�e hasta
pital para la felicidad es la disposición interior, entonces había consistido parte de 1á' 1'
�e� del
de la que somos dueños» dice uña sentenc�a hombre, como en el caso del gangrenado que
de Diógenes de Enoanda, que resume bien el se amputa un miembro para seguir vivo, podía
sentir del maestro. garantizar la felicidad. « ¡ Qué descansada vida
Detrás de esta postura están los desengaños la del que huye el mundanal ruido ! ». . .
del filósofo, y tal vez no sólo sus desengaños

58 59
VI

La P,ostura de Epicuro ante la religión no


está e�ta, para nuestra perspectiva crítica,
de una problemática ambigüedad. Contra toda
religión providente, causa de terrores y espe­
ranzas, ha polemizado duramente Epicuro. Pe­
ro es cosa bien sabida, destacada claramente
por el P. Festugiere en un excelente estudio,
que Epicuro no ha negado nunca la existencia •

de la divinidad, sino que evocaba con frecuen­


cia y sinceridad la realidad de unos dioses, se­
renos y apáticos habjtantes de los espacios in­
tercósmicos. Hacia los cuales recomendaba una
religiosidad gratuita, puesto que en su eterno
olvido de la humanidad la divinidad múltiple
y lejana, feliz e indestrucUble, no se ocupa de
reconocimientos afectivos, de agradecimientos
y de venganzas. (M. C. l.) El famoso ateísmo
de los epicúreos, motivo de indignaciones y ca­
lumnias populares contra ellos, señalado por
Cicerón y por Plutarco, tiene su fundamento
en esa concreta negac¡ón de unos dioses deter­
minados, los de la religión tradicional, dioses
"
excesivamente antropomórficos como los olím-

61
picos, o dioses de cterto prestigio filosófico, practicar 1a misma indiferencia, diríase qué
como los astrales, perfectos semovientes en sus por recomendación divina. Dios pide que lo
fatales órbitas. En lugar de esos dioses, entro­ imitemos, pero no en el sentido de una recí­
niza Epicuro, como correlato objetivo de las proca epiméleia, sino en el de una recíproca
creencias e impresiones, unas figuras impasi­ indiferencia o alejamiento. Es el más brillante
bles y felices que, en su serenidad y aparta­ juicio ponendo tollens de toda la moral anti­
miento, son una transferencia ideal del sabio gua».77
epicúreo a un más allá""'PP'Co sugestivo. En su Epicuro, sin embargo, no parece haberse
felicidad y apatía estos dioses, cuyo conoci­ apropiado esta deducción lógica. Ofrecía en su
miento afirma Epicuro que «es evidente», pue­
den servir al sabio de modelo. Este «niega a 27. A. P.asquali, La moral de Epicuro, Caracas, 1970,

los dios;s admira su naturaleza y condición, se


pp. 103-104. Pe-ro véase más adelante el comentario dedi­
. ' cado a ((los dioses» en p. 194, donde volvemos con otras
esfuerza por aproximarse a ellos, aspira, por precisiones sobre ·el tema.
Citemos aqui la sentencia de Marx, ingeniosa : ceNo
decirlo así, a tocarles, y llama a los sabios ami­
gos de los dioses y a los dioses amigos de los ·
obstante, estos di·oses no son una invención de Epicu1·o.
Han existido . Son los dioses pldsticos del arte griego»

¡ sabios ». (Fr. 386 Us.) En su felicidad se iguala


(a.c., p. 246).
Y una de las consideraciones sagaces y }adinas de
Nietzschle, que no nos resistimos a citar por entero, en
el sabio a la divinidad. gracia a su ingeniosidad, en Humano, demasiado huma­
,..,
Ahora bien como ha observado A. Pasquali,
. ' no (11, 2. 7) ccDos maneras de consolarse: Epicuro, el
en ese isoteísmo del sabio puede haber una hombre que calmó �as almas de la antigüedad moribun­
da, tuvo la admirable visión, tan rara hoy, de que, para
conclusión negativa contra la religiosidad prác­ el descanso de la conciencia, no es complietamente nece­
tica : «Nunca una determinación llegó a ser tan saria la solución de los problemas· teóricos últimos y ex­
tr.emos.. Por ,eso l·e bastó con decir a las gentes a quie-n
negativa como ésta. La epicúrea semejanza del atormentaba la inquietud de lo divino: ceS! hay dioses,
hombre a dios no deriva más hacia una iden­ éstos no se ocupan de nosotros», en lugar de discuti·r
inútilmente sobre e-1 problema último de saber si, en de­
tidad esencial, como el nous o intelecto aristo­ finitiva, hay o no dioses. Esta posición es mucho más
favorable y más fu•ertle : se cede unos pasos al adver-sa­
télico, que era «lo mejor y más próximo a los
rio, y asi se lie obliga a .escuchar y a reflexiona•r. Pero
dioses» (E. N. 1 179 a 27). Ella tiende más bien desde el momento en que se constituye en el deber de
demostr•ar lo contrario, a saber, que los dioses se ocu­
a ser una identificación práctica, no por el ser
pan de nosotros, ¿en qué laberintos y ·en qué malezas no
sino por el hacer ; y es aquí donde estalla la ha de extraviarse el infeliz, por su propia culpa y no por
la astucia del contrario, a quien Ie basta con ocultar, por
paradoja en el seno del isoteísmo tradicional.
humanidad y delicadeza, la piedad que le insp!Ta este
El dios de Epicuro es el summum de la atara­ espectáculo ? A la postre, el otro llega a sentir hast1o, .el
xía y si la actitud divina a imitar es la indife­ argumento más fuerte contra toda -oroposlción, el hastío
de su propia opinión: se enfría y se alej-a en la misma
rencia (hacia el hombre y la naturaleza increa­ disposición de ánimo que el pu·ro ate o : «¿Qué me im­
da), al ímitante no le quedará más recurso que portan a mi los dioses? ¡ Qrue se vayan al diablo ! ». En
otros casos, particularmente cuando una hipótesis semi-

62 63
prop�o ejemplo personal muestras de una pie­ obediencia a las leyes y costumbres del pafs
dad evidente, al participar de las fiestas tradi­ propio como medios para vivir una vida no per­
cionales, como las Antesterias atenienses y los turbada por las tormentas polfticas». (Rist).
misterios de Eleusis. («En las fiestas el sabio Pero pensar en estas afirmaciones religiosas
-dice Epicuro (en D. L. X. 120)- se regoci­ como cobertura hipócrita de un ateísmo incon­
jará más que los otros»). Escribió un tratado fesado resulta demasiado simplista ; incluso
«Sobre la piedad». Con el mismo título conser­ desde el punto de vista pragmático, puesto que
vamos fragmentariamente una obra de Filode­ la teoría de Epicuro respecto a los dioses podía
mo, el De pietate, donde se recomienda con parecer a los ojos del vulgo tan revolucionaria
efusión tal virtud. «Desde la antigüedad mu­ como el ateísmo radical.
prf-c-.
.
chos de los adversarios de Epicuro han consi­ Al rechazar el fundamento objet¡vo de la
derado su conducta como desesperadamente in­ garia, que los felices d¡oses ociosos no atienden,
consecuente con sus ideas en el mejor de los al negar dec¡didamente toda base real a la pro­
casos, y en el peor como una hipócrita precau­ fecía y a la adivinación, fraudes a la creduli­
ción de seguridad destinada a proteger a los dad de los necios, al no admitir recompensa
epicúreos de la impopularidad y el posible pe­ alguna ultramundana, parece que en la religio­
ligro causado por su supuesta irreligión. Hay sidad puede reconocerse tan sólo un aspecto
una parte de verdad distorsionada en esa últi­ benéfico : el subjetivo de la admiración alegre
ma sugerencia, ya que Epicuro recomendaba y desinteresada. Ese pietismo natural de la re­
ligiosidad epicúrea es algo radicalmente opues- o
to a la piedad popular, que siempre intenta
física, semlrnoral, había ensombrecido la conciencia, Epi­ extraer beneficios de su comercio con la pro­
curo no refutaba esta hipót¡esis, sino que admitía qu�
hubiese una segunda hipótesis• para expldcar el mismo v¡dencia divina. Ese doble aspecto de la re1i­
fenómeno, que quizás las cosas pudieran suceder tam­ giosidad epicúrea aparece también en Lucre:­
bién de otra manera. La pluralidad de las hipótesis bas­
ta también en nuestro t:j.empo, por (üemplo, cuando se
_

cio e un lado el rechazo de la religión tradi-
trarta del origen de los escrúpulos de conciencia, para
a!'I'ojar del alma esa sombra qwe nace tan fácilmente de
cional, que tantas desgracias habría acarreado )
los ·vefinam1entos sobr� una hJpótesis única y, por lo a la humanidad, con su provocación de terro- o

tanto, demasiado manoseada. Por consiguiente, el que


res y vanas esperanzas ; de otro, la contempla-
quiera llevar consuelo a los infortunados, a ·los crimina­
,
les, a los hi pocond ríacos a los moribundos, no Uene más ción reverente y agradecida de una divinidad
que acorda·rse de los dos artificios calmantes de EJ)icu­
fuera de todo contagio human-!X
ro, que pueden apllca·rse a muchos problemas. En su
forma más sencilla, se expl'esarían en estos términos: Esto era un tanto nuevo y paradójico -por
primeramente, suoonlendo que sea asl, esto no importa ;
más que puede haber algún eco aristotélico en
en segundo lugar, ouede ser asf. pero puede también ser
de otro modo». esta divinidad reclu�da de humanas preocupa-

64 65
:G:tlca de Eplcul'o, 5
ciones-, para la mentalidad antigua. Los es­ función original : la contem2Iación y venera­
toicos, por más que depuren a la divinidad de ción de lo divino en cuanto divino».u -
-

sus aspectos más antropomórficos y concretos, - De nuevo el contraste con el entorno histó­
admitirán una providencia divina general, di­ rico puede realzar el valor de la teoría epicú-
rigida no hacia el individuo, sino hacia el Uni­ rea. Si uno reflexiona sobre la creciente supers�J.
f'k ?c
..
verso del que participamos, y del que, inma­ tición de la época helenística, sobre la ansie-
nentemente, participa la divinidad. Y polemi­ dad y la angustia que promueven el desarrollo
zarán en este terreno con los epicúreos. de mil nuevos cultos, con sus credos y sus pro-
" Pero esos felices dioses de Epicuro, ocupa­ mesas de salvación trasmundana (a diferencia
dos sólo de la conservación eterna de sus áto­ de la abstención de la religión olímpica), y de
mos, de una refinada materia, habitan sus in­ todos los violentos fanatismos de que estas
ermundos serenos entre los conglomerados creencias se rodean, en ese clima de irraciona-
atómicos que se descomponen en torno y pe­ lismo senil, esta piedad epicúrea representa 0

recen. Extraña imagen la de ese dios que, como una expresión espiritual de amable paz.
dice Séneca, «in medio intervallo huius et al­
teri caeli desertus sine animali, sine homine,
sine re, ruinas mundorum supra se circaque se
cadentium evitat non exaudiens vota nec nos­
tri curiosus» (De Beneficiis, IV, 19 - Fr. 364
Us.)
Uno de los mejores conocedores de la reli­
gión antigua, W.F. Otto, ha visto en esta doc­
trina de Epicuro la manifestación de una reli­
gión más pura y auténtica. «Por esto no era el
materialismo de Epicuro, como podemos juzgar
ambién por él y a su favor, ningún impedi­
mento de la veneración a la divinidad, sino al
contrario la liberación de la mirada para la más
pura contemplación de lo divino. Pues en cuan­
to él no reconoce ningún tipo de poder divino
en este mundo, excluye todo temor y esperan-
;¡ za, todo beneficio particular de la veneración a
28. W. F. Otto, «Lust und Einslcht : Epikur», (publ.
en Die Wirklichkeit de1· Gotter, Hamburgo• 1963) pp 42·
la divinidad y le deja sólo y eternamente su
1 •
43.

66 67
VII -> � rl-
Para Epicuro, el fin del hombre es el placer,
aunque nuestra palabra tiene un sent .ido menos
amplio que la griega hedone y diferente del
de la latina uoluptas, otra traducción inadecua­
da.29 La diferencia de los campos semánticos,
que hace impropia nuestra traducción de la pa­
labra griega, es una pequeña dificultad más
para tratar de definir una noción tan imprecisa
y subjetiva como el significado subyacente a la
palabra «placer». Si añadimos a esto las con­
notaciones sociales que puede tener el término
-por ejemplo, en un ambiente puritano puede
evocar la agradable violación de algún «tabú»
molesto, que no existe en otras éticas más
abjertas, como la griega-, podemos entender
mejor la frase un tanto exagerada del sagaz
Demócrito : «Para todos los hombres el bien y
la verdad son lo mismo, pero lo placentero es
diferente para cada uno». (Fr. B 69 D.K). Lo
más escandaloso del placer, cuando no va li­
gado a nociones como las de «pecado» o falta

29. Cf. Merlan, Studies in Epicurus and Aristotle,


Wiesbaden, 1960, y Farrington o.c. 179.

69
moral, es, sin duda, su carácter individual. Lo placer auténtico era el sensible, activo y mo­
subjetivo del placer se manifiesta en la varie­ mentáneamente actual. Sin embargo, si medi­
dad de definiciones que de lo placentero se pue­ mos por éste nuestra vida, el balance puede
dan dar. El refrán popular que dice «de gustos resultar muy negativo ; pues conseguir este
nada hay escrito» se refiere a la difícil objeti­ placer de modo continuo no está en nuestro
vidad en este terreno. Las preferencias en este poder, y es difícil que su cantidad pueda com­
orden podrían ser casi personales. La cuestión pensar el peso del dolor que se amontona en la
de « ¿ Qué es para ti el placer?», en su respues­ vida de muchos hombres. De ahí que uno de
ta, podría definir a muchos individuos. De ahí los cirenaicos más consecuentes, Hegesias el
la necesidad de precisar este concepto cuando Peisithánatos, predicara el suicidio con tan
va a ser el centro de una teoría moral. Los ti­ gran convicción y persuasión que sus charlas
pos de placer, el tiempo y la intensidad de los mortíferas tuvieron que ser prohibidas por una
mismos deben ser ordenados según un cierto disposición oficial en el Egipto tolemaico.
patrón. Ya Sócrates en el Protágoras hablaba Epicuro trazó algunas divisiones muy perti­
de buscar la felicidad mediante una ciencia que nentes para su teoría, como la de los placeres
consistiera en la medición -symmétresis­ en movimiento y los perdurables en su estaoi-
del placer. Platón, en el Filebo y en el Gorgias, lidad o catastemáticos, subrayanao la mayor
ha procurado superar el subjetivismo de las Importancia de estos últimos frente a Aristipo.
sensaciones placenteras y dolorosas sometien­ Distinguió también entre .E!_aceres naturales y l
do el placer a un criterio más objetivo : la ver­ necesarios, naturales y no necesarios, y ni na­ 6'
dad. Hablaba así de placeres auténticos frente turak§_ n Lnecesarios1distinción básica a 1�hora
a los inauténticas, y esa autenticidad del pla­ -aé escoger y ordenarlos . Una tercera división,
cer le venía conferida por su referencia última la de placeres sensibles y espirituales, se halla
a la Verdad y al Bien, que son, según él, nor­ también esbozada, aunque, por el carácter ma­
mas objetivas, Ideas a las que se refiere esta terialista de su psicología, sus acentos sean
realidad y que deben configurar paradigmáti­ distintos de los de la división platónica. Una
camente el orden social.30 máxima muy importante (M. C. XX) habl� d�
Aristipo, el predecesor del hedonismo, había los placeres de la carne, que son i nsaciá'bles,
obrado ingenuamente al respecto. Para él, el mientras que la inteligencia, que conoce las li­
mitaciones de la vida humana, nos procura pla­
Cf. H. Marcuse, Zur Kritik des Hedonismus, aho­
30. ceres completos para un tiempo limitado. Una
ra en Kultur und Gesellschaft I, F·rancfort, 1968, págs.
128 ss., especialmente 142 ss (hay trad. esp.). Sobre el división semejante, que tiene antecedentes pla­
placer según Platón, puede V•erse un capitulo bastante
tónicos (p. ej., Filebo 52 c-d), puede encon-
cla.ro 'en Grube, Plato's Thought, Lon<m!s, 1970, 51-86.

70 71
trarse redescubierta por algún psicólogo mo­ «El mayor placer está en beber agua cuando
derno, por ejemplo, en la distinción de Fromm31 se tiene sed y comer pan cuando se tiene ham­
entre deseos naturales, que pueden satisfacer­ bre» (D . L. X. 131).
se fácilmente, y deseos irracionales o insacia­ A pesar de lo provocativo que resulta su
bles. Estos placeres naturales, que, como diría rechazo de la retórica moralizante, provocación
Aristóteles, consisten en «el desarrollo expedi­ a veces buscada por sus punzantes expresiones,
to de una actjvidad natural» (E. N. 1153 a), o, es notable lo acorde con la ética griega tradi­
como diría Freud, son «el alivio de una ten­ cional que resulta la predicación de Epicuro en
sión penosa», resultan la base mínima de la fe­ algún punto ; ·Como en éste de la moderación,
licidad. «La esencia del bien -ha dicho W. Ja­ tan importante en el pensamiento griego, con
mes- reside simplemente en la satisfacción de su apreciación por la medida y la proporción.
un deseo». Pero aquí entra en juego el papel Se podría calificar de «apolíneo» el talante de
del sabio que conoce qué deseos deben y pue­ la felicidad buscada por Epicuro -tal vez
den ser satisfechos. El fin del placer es obte­ apuntando a un rasgo de carácter personal- ;
ner la ataraxia, la paz feliz, la «sañtaSé'"reni­ como opuesto a esa imposible felicidad «dioni­
dad». En esta moderación, que busca no la síaca», más romántica, basada en el intenso pla-
exaltación de los sentidos, sino la satisfacción cer de un instante supremo. Es el placer limi­
tranquila de los deseos primordiales y la au­ tado y cotidiano el que da sentido a la vida, (Q

sencia de dolor y de perturbaciones anímicas, no la nostalgia del paraíso desenfrenado. Des-


podemos sentir un rasgo muy propio del pensa­ de luego que en su rechazo del esfuerzo, de la
miento helénico. El paisaje austero de pinos, actitud soc¡al competitiva y de la búsqu,.sda d
olivos y montañas del Atica está muy lejos de públicos honores y fama, significa un reTorte
la fértil campiña de Síbaris. Los placeres de de aquella. Pero en otros temas la teoría de
los filósofos del Jardín son sencillos y fáciles. Epicuro significa sólo una inversión de térmi­
nos éticos. Decía que «por el placer hay que
31. F'romm, Etica y psicoanálisis, tr. esp. México·, preferir las virtudes, no por sí mismas, como
1966, 186, añade un tercer tipo de placer, el goce, placer
productivo del t11eino de la abundancia, más allá del pla­ la medicina por la salud», y que «sólo la virtud
cer-satisfacción del reino de la escasez. Es significativo es inseparable del placer». (D. L. X. 138).
que Eplcuro haya 'Íll'atado muy poco de ese tipo de pla­
cer (mental, estético, etc.) ; ya que .reviste un carácter En el fondo se trata de una ética de resisten­
lujoso f.rente a la austeridad del filósofo ateniense. En cia al dolor, de bu¡car una felicidad natural
griego col'responde, creo, a la palabra terpsis, y podría
recordarse aquí la división de P·ródico entre Mdesthai que se encuentra aníeñazada por la ambición,
y euphra!nesthai en Prot. 337 b. Esta división de Pró­ el temor y otras vanidades. «El placer de que
dico la •recueTda también Aristóteles en Top. II 6, 112
b 22. hablamos consiste en la ausencia de sufrimien-

72 73
to físico y de p_erturbación... deLalma» (D. L. X.
131). La definición del placer, que, según Epi­
cur� . L. 128-1�9)J es «el principio y fin de la
;esa» -arkhen kai télos légomen einai
vida dicJ:
tou makarios zen-, resulta notablemente nega­
tiva. La limitación de los placeres, a que nos
lleva una inclinación natural, los hace fáciles
de conseguir y estables (M. C. XV). «El pan y
el agua dan el mayor placer si se toman por ne­ VIII
cesidad. Acostumbrarse a un modo de vida
1 sencillo y sin lujo es bueno para la salud, hace Una de las críticas más incisivas que pueden
al hombre resistente a las constantes exigen­ hacerse a la teoría que cifra la felicidad en el
¡\) cias de la vida y nos otorga un estado de áni- placer es la de su dudosa autarquía. En este
mo superior en los momentos excepcionales en punto los cínicos y los estoicos pueden desta­
que disfrutamos de cosas costosas» (D. L. X. car que la «Virtud» es más independiente de las
' 131). Cuanto menos dependa de los bienes ex- cosas externas que las sensaciones placenteras,
1 ternos, tanto más autárquica es nuestra felici­ que necesitan siempre de un objeto agradable .
._.P.ad. «El mejor fruto de la autarquía es la li- Contra ello, Epicuro tjende a fortalecer el fac­
bertad» (S. V. LXXVII). «Felicidad y bienaven­ tor subjetivo, el talante anímico como lo esen­
turanza no son fruto del dinero ni de la influen­ cial, mientras que los objetos de los sentidos
cia de ni los honores o el poder, sino de la au­ son pretextos elementales de la felicidad. La
sencia de sufrimiento, de la moderación de las fuerza interior del alma puede superar cual­
pasiones y de un ánimo que contempla los lí­ quier obstáculo doloroso. La vida de Epicuro,
mites del fin natural de la vida» (Plutarco, Vi­ que era, como algunos modernos filósofos en­
da de Demetrio, 34). tusiastas del placer, Nietzsche o WHliam Ja­
mes, un enfermo grave, es un ejemplo de esta
doctrina. «En este día verdaderamente feliz de
mi vida, en que estoy en trance de morir, te
escribo estas palabras. La enfermedad de mi
vejiga y estómago prosigue su curso sin dismi­
nuir su habitual agudeza. Pero aún mayor es
la alegría de mi corazón al recordar mis con­
versaciones contigo». Así empieza su última

74 75
carta a un amigo íntimo conservada por Dió­ ne una teoría física del cuerpo y alma, y de la
genes Laercio (Fr. 48). Este sobreponerse al do­ muerte como disolución, que Epicuro encontró
lor físico mediante un factor espiritual, la me­ ya expuesta en el atomismo. ,
moria como capacidad de recordar los momen­ El placer de Epicuro no es, sin embargo, más
tos feHces y de superar el presente mediante que subjetivo ; su verdad no depende más que
esa presentac�ón de un feliz pasf.dO, subraya del sentimiento individual ; es el placer de un
la autarquía del esp1ritu humano frente a su filósofo que no pretende cambiar el orden so­
circunstancia física inmediata. Así como con­ cial, sino que renuncia al ágora y se refugia en
tra los dolores físicos pueden movilizarse las su jardín. Esto es lo que más nos escandaliza
representaciones psíquicas, se hace preciso en la palabra «placer», que, sin embargo, se
combatir las perturbaciones del ánimo median­ refiere a algo que todos admitimos en nuestra
te otras representac�ones que nos aporten la vida particular como integrante de la felicidad
deseada serenidad. deseada cuando se relaciona con la teoría mo­
Contra la angustia y el temor a la muerte ha ral. La moral es un elemento que confiere esta­
escrito largamente Epicuro. En este combate bilidad a la estructura de relaciones sociales ; 1
contra los fantasmas terroríficos del más allá el placer, por el contrario, parece oponerse a
desconocido, contra el temor a los dioses in­ la cohesión social y remitirnos•a nuestro ais­
fernales, han visto Lucrecio y otros uno de lamiento individual. Plaq_e�2Jlnarguía.32 Y una
los méritos más claros del ms_¡.estro. Es curioso sociedad basada en la moral del placer sería
• j ;,¡.
que a los griegos les ha asustado sobre todo la una sociedad de un egoísmo desordenado. No
creencia en unos posibles castigos ultraterre­ sólo porque el placer basado en nuestras sensa­
nos, no la perspectiva sombría de la � �1q�ITa­ ciones nos remite a nuestra individualidad.
ción total. Eurípides ya notaba que la nada A veces el placer puede aumentarse por la C.m-•
puede ser un agradable reposo después de la serción en un grupo humano muy amplio. El
muerte. Epicuro ha insistido en el argumento bávaro que bebe cerveza en un barracón de la
-de origen sofístico, como puede verse en el feria de octubre de Munich siente aumentada
Axioco pseudoplatónico- de que la muerte� su alegría por el hecho de hallarse rodeado de
lg._insensib_ilidad. «La muerte, el más terrible varios miles de bebedores de cerveza, y los
de todos los males, no supone nada para noso­ «fans» de un conjunto musical o los «hinchas»
tros ; mientras vivimos no existe la muerte, y,
� 32. Lo cual no es de por sí ninguna refutación a la
cuando acude en nuestra busca, nosotros ya no teoría epicúrea, como parecen creer algunos (p. ej.,
t..- � �-. estamos» (Ep. Men. 125). Este oudén pros he­ Watson en su algo torpe libro Teorías del placer, tr.
esp., Buenos, Aires, 1966, 49·71). A Epicuro la jerarquía
-' más, «nada para nosotros», de la muerte supo- social no le preocupaba.

76 77
de un equipo deportivo pueden aumentar su
placer al gritar en una aglomeración muy nu­
merosa. También la compañía causa placer, y
) el instinto gregario del animal humano se sa­
a tisface en la reunión social. La sociedad es una
de las causas jp.ayores de lacer,. indudable­
mente ; pero la inestabilidad de la relación en­
r tre una y otro imoon¡:! sozpeterse a una serie de
reglas objetivas ::-, 1• ,..._comp
harto � 1·1cadas. La repre- IX
sión de placer que la sociedad impone es algo
que Freud y H. Marcuse han subrayado hoy Se ha subrayado alguna vez 3 que Epicuro
con una profundidad psicológica y sociológica coloca, en el lugar dejado vacante por la justi­
que Epicuro no sospechaba, pero que alude cia, a la amistad como vínculo de unión entre
siempre a la oposición fundamental entre pla­ los hombres. La amistad, philía, era ciertamen­
cer individual y cohesión de la estructura so­ te una de las virtudes más preciadas de los
cial. Este es, sln embargo, el problema básico griegos desde la tradición homérica a Platón y
de toda teoría hedonista, y puede encontrarse Aristóteles. Aunque en nuestro mundo el pa­
planteado claramente ya en Hobbes y Spencer, ,pel de la amistad se ha depreciado en gran me­
para quienes el placer individual se halla me­ dida, todavía en la retórica moralizante de ori­
diatizado por el bienestar colectivo y puede gen cristiano ocupa el amor fraterno, afecto
obtenerse a través de éste. Para explicarnos universal que vincula a los humanos, un papel
por qué Epicuro no se ha planteado este pro­ ético básico. En este punto la philía de los filó­
blema podemos tal vez pensar que no esperaba sofos helenísticos -de los epicúreos, y también
modificar la sociedad y que su filosofía se di­ de los estoicos, que insistían en la simpatía del
rigía a unos pocos quienes, apartados, observan cosmos y en especial de la fraternidad univer­
(como en Lucrecio II, 1-4) las tempestades del sal, por ser todos los hombres hijos de un único
mar desde su abrigo en tierra. Dios- ha sido un prenuncio de la ágape o
amor cristiano.
Frente al aprecio por este sentimiento, el
amor pasional o eros es condenado por Epi­
curo como causa de desórdenes, falsas ilusio-

33. P. �ej., Farrington, o. c.

78 79
nes y sufrimientos. Ese amor pasión 34 es un pero medjr hasta qué punto la práctica históri­
afecto irracional y maniático frente a la amis­ ca de la doctrina no ha hecho de este ideal una
tad, «cuya adquisición es con mucho el mayor escandalosa hipocresía nos apartaría ahora
aliciente que ofrece la sabiduría(sophía) para demasiado de nuestro tema. Lo que nos inte­
la felicidad de la vida entera» (M. C. XXVII). resa subrayar es lo que esto supone de aleja­
Puede pensarse que la adquisición de amigos miento de toda política. La palabra philía tiene
tiene una finalidad egoísta. Pero frente a ese matices políticos en Platón, que la usa en una

)
egoísmo, que encaja en la autarquía del sabio acepción semejante a las de symphonía y ho­
feliz, hay un auténtico énfasis en el valor de la mónoia,26 como «Concordia» en algunos pasajes
amistad. Los epicúreos ejemplificaron en la de la República, y en Aristóteles, que insiste
) p�áctica e�te �rincipio. Epicuro dice que el sa­ explícitamente en la philía politike. Reaccio­
biO «estara d�spuesto incluso a morir por un nando contra estas acepciones, el Jardín da al
" amigo» (D. L. 121 b). Esta disposición al sacri- sustantivo philía un carácter más universal.
ficio por los amigos puede ser un riesgo con­ Una célebre máxima (S. V. 52) recalca este
tra 1§1. imperturbabilidad de ánimo, inconse­ valor con unos tonos que recuerdan las inicia­
cuencia doctrinal que paradójicamente nos ciones mistéricas : «La amistad baila la ronda
acerca más al filósofo ; del mismo modo, el ce­ por el universo invitándonos ya a todos a des­
remonioso Confucio escandalizaba a sus discí­ pertarnos para la felicidad». La mención del
pulos llorando a su amigo predilecto mucho universo, la ecúmene, como ámbito de esta fi­
más largo tiempo del señalado en las normas Y. lantropía es un rasgo histórico que señala có­
etiquetas que él mismo había compuesto.Js mo, después de Alejandro, el viejo marco de
·- Sustituir la justicia por la amistad parecerá la ciudad había sido superado en un cosmopo­
�1 vez más humanitario; sin embargo, reem­ litismo nuevo para el mundo griego que la fi­
plazar la idea obje q va de un orden social defi- losofía helenística difundirá. Esta amistad, que
. � o� á J 11. , .,
,¡. • e<. ..
mdo por una enti ad subjetiva y de base sen-
timental como la amistad, siempre con tenden­ 36. Cf. Tuilier, La notion de philía dans ses rapports
avec certains jondements sociaua: de l'épicurisme, en �as
cias individuales, es un grave riesgo de per­ citados Actes, págs. 318·329. Sob.l"le la ·relación entre eros
turbación moral. El cristianismo, al menos en y phiUa, el libro clásico es el de Nyg;ren Eros und Aga.
pe. Gestaltwandlungen der christlichen Liebe, G.üters·
ciertos momentos, ha predicado también una loh, 1930-1937 (acaba de aparecer una t·rad. esp. de la
utópica sociedad basada en el amor fraterno '· primera parte). Respecto de la amistad, me parece inte·
resante la observación de Boyancé Épicure, París, 1969,
54-55 : ccSi·empne la misma oposición ent·re una visión
casi cinica de los orígenes, de las -raíces, y una visión
34. Cf. FI·aceliere·, Les Épicuriens et l'amour, -en Rev.
delicada y ·�finada de las flores y frutos, que hemos
Ét. Gr. LXVII 1954, 69-81.
descubierto también en la teoría del placer•.
35. Cf. Étlemble, Conjucius, París, 1966, 93.

80 81
Ética de Eplcuro, 6
va unida a la sabiduría y es una virtud nece­
saria para la felicidad, está disociada de la vida
política, como otras virtudes universales de la
época del helenismo.

En la filosofía de Epicuro hay algunas apa­


rentes paradojas : la moral del placer desem­
boca en un frugal ascetismo, y la universalidad
de la amistad epicúrea acaba reduciéndose al
marco de un retirado jardín. Es una ética de
limitación y renuncia en la que se anticipa uña
distinción que luego el estoico Epicteto hace
famosa : saber qué cosas dependen de uno mis­
mo y cifrar en ellas la felicidad. Esta autar­
quía del sabio, que ve las tormentas y naufra­
gios del mundo desde su seguro retiro, es la
respuesta a una dura lucha. El combate contra
el escepticismo por un lado y el determinismo
por otro, contra las dudas y terrores supersti­
ciosos, es una postura defensiva. Para obtener
la visión de conjunto que es su filosofía, Epi­
curo ha procurado fundarse siempre en unos
el�mentos mínimos : los átomos en la materia,
·
las percepciones sensibles en el conocimiento,
los significados básicos y primarios en las pa­
labras, las sensaciones placenteras en la mo­
i'�l y el bien del individuo en la soCiedad. En
esta búsqueda de elementos mínimos básicos

83
82
se dibuja la desconfianza del filósofo por las humano no se somete a nada sup
erior ; el epi­
síntesis trascendentes : no hay Ideas, ni Pro­ cúreo es libre y procura gozar de
lo que le es
videncia, ni Finalidad a la que estos elementos dado. En un mundo hostil recela
deben subordinarse. El epicúreo no quiere �as grandes palabras y de las
la vanidad de
pasiones y los
arriesgarse.37 Ideales. El sabio, en cambio, sab
e gustar las
En un mundo azaroso tampoco la vida huma­ pequeñas alegrías : el pan, el que
so fresco, el
na tiene finalidad. Intrascendente es la ética agua para la sed, los placeres fáci
les y el pa­
del placer, sin retórica y sin valores absolutos. seo Y la charla con los amigos. Del
sufrimiento
En su egoísmo, la cotidiana minucia del vivir físico se consuela evocando otro
s momentos
agradables, y la fuerza de su ánim
o le propor­
37. •El hedonismo minimiza y degrada así la <relación
ciona la serenidad ante la inevitab
ele! hombre con la naturaleza entera (J. L. Aranguren le disolución
de sus átomos. .
.x..r "'�¡_.,
enuncia oesta opinión como de X. Zub!r.l ; cf. Etica, R. de
O. Madrid, 1965, pág. 215), pues la existencia en el mun­ . . n

Epicuro despreciaba las ansias irracion
do se reduce a un ceremonial de t·anteos cuya meta ales
absoluta resulta ser la simple ausencia de turbación, la de la muchedumbre. Despreciab
ataraxia. En definitiva, e l epicureísmo tiene por eje
a también la
cultura retórica. «Toma tu barca,
implícito lo que e l psicoanálisis de orientación ranklana hombre fe­
llamarla trauma de nacimi-ento, y toda su ascética tiende liz, Y huye a velas desplegadas
a devolver al hombre la ausencia de dolor caracteris­
de toda forma
de cultura», escribe a Pjtocles.38
tlca de la vida intrauterina, porque alli, en el líquido Toda cultura
medio donde el feto espera sin conciencia, \l"elna Indis­ que no contribuye a la tranquil
cutido el !>rlnciplo del placer» . Estas líneas, Y las que
idad del alma
ni procura consuelo o placer es inú
las siguen, en e l libro de Escohotado Marcuse. Utopía y til. Es sinto­
razón, Madrid, 1969, 163 ss., son una crítica bastante mático de nuestro filósofo este desp
recio de la
profunda del epicureísmo y de lo que de hedonismo
puede habe-r en la filosofía de L. Ma·rcuse. Hay en ellas,
paideia, tan ligada a la estimac ión general
en
sin embargo. una excesiva dosis d-e simplificación a fin el mundo griego. Para explicárno
de facilitar la critica. que &e hace desde ciertos supues­
slo podría­
mos recurrir a la experiencia persona
tos éticos o gnoseológlcos qu-e un hedonista discutirla, l de Epi­
al tiempo que se olvida la ci·rcunstancla histórica. Por cur� en la situación cultural de su
otra parte, la alu&lón al trauma de nacimiento no me
época, tris­
te tiempo de decadencia en que muc
parece del todo acertada, puesto que el epicú-reo, después hos idea­
de conocer la reaLidad, no esoera .regresar a part·e al­ les se habían convertido en fórmulas
guna. Es curioso que el mismo Rank, al busca·r un amanera­
das Y «clichés)) retóricos. Pero él seña
precedente fi.Josófico de su teoría, lo encuentre en el laba cómo
platonismo y su búsqueda de un más allá, de donde el estudio de la naturaleza y la ded
el alma procede (Le traumatisme de la naissance, Pa­ icación a la
Filosofía ayudan a vencer el temor,
rís, 1968, 170-185). Creo que, puestos a citar algún tér­ que ame­
mino pslcoana.Jitlco, el «instinto de mu-erte• de Freud naza al hotnbre, y le proporcionan
convendría mejor a la renunciación a la praxis de Epi­ alegría y
curo. Ya León Robin en La moral antigua, tr. esp. � s. placer. «En las demás ocupaciones cues
ta gran-
Aires, 1947, p. 142. concluía : «Eplcu·ro no ha visto meJor
medio de asegurar la felicidad Que ahorra·rle todos los
r:lesgos». F'r. 163 Us. (F·r. 9) ; cf. Festugll!re,
66.
38.
o.c., p. 26

84
85
des trabajos recoger el fruto una vez cumpli­
da toda la labor ; pero, en el ejercicio de la sa­
biduría, tal placer va a la par con el conoci­
miento. Pues no se goza después de haber
aprendido ; se aprende y se goza juntamente»
(S. V. 27).
Con el materialismo atomista, Epicuro podía
liberarse del temor a la muerte, destacar el va­
lor del hombre y de su libre voluntad ; con su EPISTOLA A MENECEO, MAXIMAS
creencia en la libre voluntad de sabio y en la CAPITALES, SENTENCIAS VATICANAS ,
fácil felicidad independiente de los aconteci­ FRAGMENTos· Y TESTIMONIOS
mientos exteriores, Epicuro, entre las tapias de
su jardín, rodeado de sus amigos, enseñaba a TEXTO GRIEGO Y TRADUCCION
libertarse de todos los fantasmas que oscure­
cían la vida del hombre. Desengañada y valien­
te desesperanza. Limitado horizonte, en el que
enseñaba a ser sabio y «reírse de la Fortuna»
(D. L. X. 133), paisaje de «alimentos terres­
tres» para la moderada felicidad moral, única
felicidad por la que el hombre debe arduamen­
te luchar y que, según Epicuro, el verdadero
filósofo puede conquistar con facilidad.
Es ésta una filosofía melancólica y desilusio­
nada, que intenta la sonrisa y evita el tono trá­
gico. Una filosofía que no está dirigida a todo
el mundo, sino a unos pocos hombres cansados
y meditativos, esos pocos felices, los chappy
few», que se sientan en un recodo del camino,
saborean la brisa y otean un lejano paisaje tur­
bulento mientras cae la tarde inevitable.

86
CARTA A MENECEO. (D. L., X, 122-135)
EniiTO/\H nPm: MENOIKEA
Epicuro a Meneceo, salud.

'ETrlKovpos MeVOIKEi xalpElV.


122 Nadie por ser joven dude en filosofar ni por
ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es
122 M �Te vÉos TIS wv IJEAAÉTW qn?-.oaocpeiv, IJ�TE yÉpwv VrrÓp-
joven o viejo para la salud de su a!ma. El que
xwv KO'ITIÓTW <plAOC10cpWV' 0\ÍTE yap CXWpoS OV5e{s taTIV dice que aún no es edad de filosofar o que la
o\rre Trápwpos Trpos To KaTa I!'VXT¡v V'y1aivov. 6 5€ Mywv ft edad ya pasó es como el que dice que aún no
IJ�'ITW TOV <plAOC10<pEiv VrrÓPXElV oopavf¡ TrapEAT}Av6ÉVal Tf¡v ha llegado o que ya pasó el momento oportuno
para la felicidad. De p10do que deben filosofar
wpav ÓIJOIÓS ÉaTl Té;'> AÉYOVTI Trpos ru5al¡JOV!av , IJtl
tant � 1 oven
. comoV
:t- �- e1?v1�. E ste para que,
/-W- .
.
Trapetval Tf¡v wpav , IJT}KÉ'Tl elval. WaTE <plAOC10<pT}­ aunque viejo, rejuvenezca en bienes por el .re­
TÉOV Kal VÉ� Kal yÉpOVTl, Té;'> IJEV ÓTrWS yr¡pÓaKWV cuerdo gozoso del pasado, aquél para que sea
joven y viejo a un tiempo por su impavidez
VEÓ�lJ TOlS 6ycx6ots 51Cx TtlV XÓplV Tc7>V yeyovÓTWV, Té;'>
ante el futuro. Necesario es, pues, meditar lo
5' ÓTrWS vÉos eXIJa Kal TraAaiOS tJ 510: Ti)v 6cpo�lav Tc7>V que procura la felicidad, st cuando está pre­
IJEAMVTWV. IJEAETclV OVV XPT¡ TCx TrOIOÜVTa Ti)v ev5al­ sente todo lo tenemos y, cuando nos falta, todo
lo hacemos por poseerla.
IJOV(av, ei mp Trapovar¡s IJEV OOÍTfíS TrÓVTa É)(OIJEV, Ó'ITOV­
123 Tú medita y pon en práctica los principios
ar¡s 5€ TrÓVTa TrpÓTTo¡Jev els TO TaiÍTr¡v exe1v. que siempre te he aconsejado, teniendo presen­
123 . A 5É C10l cruvexws Trap�yye?-.?-.ov, TaVTa Kal TrpéiTTe te que son elementos indispensables de una
vida feliz. Considera en primer lugar a la d�vi­
Kal IJEAÉTa, aTOlXEla TOÜ KaAWS �fív TaüT' elvm 5laAaiJ­
nidad como un ser viviente incorruptible y fe­
�6vwv, TrpwTov IJEV Tov 6eov �é;'>ov ó:cp6apTov Kal IJaKÓ- liz, según la ha grabado en nosotros la común

88 89
ptov vo¡.L(�(A)V, OOs 1'¡ 'KOlvft TOV eeoíi VÓT¡OlS \rrreypáq�r¡ ' noción de lo divino, y nada le atribuyas ajeno a
la inmortalidad o impropio de la felicidad. Res­
¡.�r¡eEv ¡.�f¡n Tfís &q�eapalcxs &Mó-rptov llflTE TiiS ¡.�a�<a­
pecto a ella, por el contrario, opina todo lo que
pt6Tr¡Tos &vo(KetOV a\rr� 1TpOO<X'TTTE. nav Se TO qiVAá ­
sea susceptible de preservar, con su incorrup­
TTEIV a\rroíi Swá¡.�evov Ti¡v lleTa &q�6apalcxs ¡.�a�<apt­ tibilidad, su felicidad. Los dioses ciertamente
ÓTT¡Ta nepl a\rrov S�a�e. 6eol ¡.LEv yap elalv. evapyf¡s existen, pues el conocimiento que de ellos te­
nemos es evidente. No son, sin embargo, tal
yap a\rroov �aTtv 1'¡ yvooats, otovs S' a\rro\Js (ol) no­
como los considera el vulgo porque no los man­
AAol vo¡.�l�ovatv oiÍI< elalv. ov yap q�vAáTTovatv aü­ tiene tal como los percibe. Y no es impío quien
To\Js otovs vooíiatv· &ae¡?¡f¡s Se oV)( 6 TOVs Toov noAAoov suprime los dioses del vulgo, sino quien atri-
124 buye a los dioses las opiniones del vulgo, pues
6eo\Js &vatpoov, &hA' 6 TClS TOOV 1TOAAOOV 56�CXS 6eots
no son prenociones sino falsas suposiciones
124 npoaánT(A)v. ov yap npohf¡\l)ets elalv &M' \rrrohf¡\l)ets los juicios del vulgo sobre los dioses. De ahí
"!'E'JSets al Toov noAAoov \rrrep ee&v &noq�áaets· �veev que de los dioses provengan los más grandes
daños y ventajas ; en efecto, aquellos que en
al ¡.IÉylaTat ¡?lhá�at (Tois 'KaKOiS a!T(at) � 6eoov rná­
todo momento están familiarizados con sus
yoVTal Kal ooq��tal. TaiS yap IS(ats oiKEtOV¡.LEVOI Sta propias virtudes, acogen a los que les son seme­
1TaVT0s &peTals TOVS 6¡.�o(ovs &noSÉ)(oVTat, nav TO ¡.�T¡ jantes, considerando como extraño lo que les
es discorde.
TOIOÍÍTOV WS clAAÓTptOV VO¡.L(�OVTE).
� costúmbrate a pensar que la muerte nada
Ivvé6t�e Se �v T� vo¡.�l�etv 1.1116ev npbs !'¡¡.�as elvat es para nosotros, porque todo bien y todo mal
TOV 6&vaTov· rnel nav &yaeov Kal Ka'KOV �V ataef¡aet• residen en la sensación y la muerte es priva­
ción de los sentido¿:/ Por lo cual el recto cono­
O'TÉpT¡O'IS Se �O'TIV alaef¡ae(A)5 ó 6áVaTO). oeev yvooat s
cimiento de que la muerte nada es para noso­
6pef¡ Toíi ¡.�r¡6ev elvat npos T)1.1as Tov 6&vaTov &noAava­ tros hace dichosa la mortalidad de la vida, no
Tov notel TO TiiS �(A)fís 6vr¡T6v , oiÍI< érnetpov npoa­ porque añada una temporalidad lnfinita sino

Tt6etaa xp6vov áAAa TOV Tiis &eavaalcxs &q�eAollÉvr¡


125 porque elimina el ansia de jnmortalidad. Nada
temible hay, en efecto, en el vivir para quien
125 n66ov. ovSev yáp ÉO'TIV ÉV T� �fív Setvov T� 'KaTEI­ ha comprendido realmente que nada temible
AT¡qiÓTI yvr¡ai(A)s TO ¡.�r¡6ev \rrrápxetv év T� 1.11) l;fív hay en el no vivir. De suerte que es necio quien
Setv6v· waTe ¡.�áTatos 6 AÉy(A)V SeStévm TOV 6ávaTov
dice temer la muerte, no porque cuando se pre­
sente haga sufrir, sino porque hace sufrir en
OlÍ)( &n AV1Tf¡aet napwv aAX C>TI AV1TEi ¡.iÉhA(A)V o.
su demora. En efecto, aquello que con su pre-

90 91
seri.cia no perturba, en vano aflige con su espe­
yap "TTcxpov oÚK tvoxAei "TTpocrBoKw�Jevov KEVWs AVTfEl. ra. Así pues, el más terrible de los males, la
TO cpptKo8ÉO"TCXTov ovv Twv KCXKwv 6 6éxvCXTOS oi.J- muerte, nada es para nosotros, porque cuando
6év 'TTpOS 1'!1-lCXS, rnet8T¡ mp ÓTCXV IJEV 1'!1-lEiS OOIJEV, 6 6éxvCXTOS nosotros somos, la muerte no está presente y,
cuando la muerte está presente, entonces ya
oi.J 'TféxpEO"TlV' ÓTCXV 8' 6 6ávCXTOS 'TTCXpij, Tó6' l'¡�JEiS OÍJK
no somos nosotros. En nada afecta, pues, ni a
écr�Jév. o\Tre ovv 'TTpos To\Js �wVTcxs eO"Ttv o\Tre 'Tfpbs los vivos ni a los muertos, porque para aque­
TOVs TETeAEVrT)KÓTCXS, Émt8i¡ 'TTEp 'TTEpi OVS IJEV OÚK �0"­ llos no está y éstos ya no son. Pero la mayoría
unas veces huye de la muerte como del mayor
TlV, ol 8' oiÍKÉTt elcr(v. éxAA' ol "TToAAol TOV 6éxvCXTo v
mal y otras veces la prefiere como descanso
6Te ¡..�ev oos 1-lÉYtO"Tov Twv KCXKwv cpeúyovcrtv, 6Te Be 126 de las miserias de la vida. El sabio, por el con­
126 ws ávéx'Tfcxvcrtv TWV év Té¡) �fív (KCXKWV cxlpoOVTcxt. 6 trario, ni rehúsa la vida ni le teme a la muerte ;
pues ni el vivir es para él una carga ni consi­
5e aocp6s o<rre "TTcxpcxmiTcxt TO l;�v) o\Tre cpo¡3eTTcxt TO
dera que es un mal el no vivir. Y del mismo
IJ� l;fív. o<rre yap cxi.JTé¡) "TTpoa(O"TCXTcxt TO l;fív o<rre modo que del alimento no elige cada vez el
5o�éxl;ETCXI KCXKOV elvcx( TI TO �-�� l;fív. wamp 5e TO 0'\T(ov más abundante sino el más agradable, así tam­
oi.J TO "TTAeiov "TTéxvTc.>S éxAAa To t;610"Tov cxlpeiTcxt, o<rroo
bién del tiempo, no del más duradero sino del
más agradable disfruta. Quien recomienda al
Kcxl xp6vov oi.J TOV IJ!ÍKIO"TOV éxAAa TOV t;5tO"TOV KCXp'TT( ­ joven vivir bien y al viejo morir bien es necio
l;ETCXI. 6 5e "TTcxpcxyyv.Aoov Tov ¡..�év véov KcxAWs l;fív, no sólo por lo agradable de la vida, sino tam­
TOV 5e yépoVTCX KcxAWs KCXTCXO"TpÉcpEIV ei.J{¡6T)S ÉO"TIV OÍJ b:én por ser el mismo el cuidado del bien vivir
y del bien morir. Mucho peor aún quien dice :
¡..�6vov 5ta TO Tfís l;oofís áO"TfcxO"Tóv, éxAAa Kcxl !'ita To

T�V �V elvcxt IJEAÉTT)V TOV KcxAWS l;fív KCXI TOÜ KcxAWs «Mejor no haber nacido,
á'Tfoa�'!'l<ElV. 'TTOAV 5e xelpoov KCXI 6 Aéyoov KcxAOV IJEV pero, una vez nacido, pasar cuanto antes las
[puertas del Hades».
IJ� cpOvcxt,

127 Porque si esto dice convencido ¿por qué no


deja la vida? En sus manos está hacerlo, si con
cpÚVTcx 5' 6'Tfc.>S wKIO"TCX 'TTÍJACXS 'At5cxo mpfjacx1.
certeza es lo que piensa. Si se burla, necio es
en algo que no lo admite.
127 el IJév yap 'TTE'Tfot6005 ToíiT6 cpT)at, "TTWs oÚK á'TfépxETcxt Se ha de recordar que el futuro no es ni del
éK ToO l;fív; év ho(¡..�c.¡> yap cxi.JTé¡) ToíiT' �1v, eimp todo nuestro ni del todo no nuestro, para no

92 93
�v �e�v;\ev�vov cx\rré;> �e�alws· el Se �c..>Kw�evos, �á­ tener la absoluta esperanza de que lo sea ni
TalOS �V TOiS OVK nnSexo�OI). desesperar de que del todo no lo sea.
Y hay que considerar que de los deseos unos
MvrwovevTÉov Se Ws To ¡.¡éMov o\m f)�pov oü-re
son naturales, otros vanos ; y de los naturales
návTws olÍ)( T¡�pov, iva �i¡Te návTws npocr�évw­ unos son necesarios, otros sólo naturales ; y
�ev W5 �a6�ov �i¡Te ám;\n(�c..>�ev Ws návTws o\ÍK de los necesarios unos lo son para la felicidad,
otros para el bienestar del cuerpo, otros para
�a6�vov.
la vida misma.
•AvaAOYIO'TÉOV Se oos TOOV rnl6v�IWV al �év elcrl 128 Un recto conocimiento de estos deseos sabe,
cpvcr1Kal, al Se KEval. Kal TWV cpvcr1Kwv al �ev &vayKai ­ en efecto, supeditar toda elección o rechazo a
la salud del cuerpo y a la serenidad del alma,
a1, al Se cpvcr1Kal �6vov· Twv S' &vayKalwv al �ev
porque esto es la culminación de la vida feliz.
npos evSal�ovlav elcrlv &vayKaial, al Se npos Ti¡V TOV En razón de esto todo lo hacemos, para no te­
128 crw�aTos áox;\r¡crlav, al Se npos cx\rro To �fív. Tov­ ner dolor en el cuerpo ni turbación en el alma.
Una vez lo hayamos conseguido, cualquier tem­
Tc..>v yO:p álT;\avT)s 6ewpla néicrav aipecr1v Kal cpvyT¡v
pestad del alma amainará, no teniendo el ser
énaváyeiV olSev rni TT¡v TOV O'W�aTOS liylelav Kal TT¡v viviente que encaminar sus pasos hacia algu­
Ti'js \jN)(fíS érrapa�íav, rnel TOVTO TOV �aKaplws �fív ÉO'TI na cosa de la que carece ni buscar ninguna
otra cosa con la que colmar el bien del alma y
TÉAO). TOVTOV yap xápiV lTMO npáTTo¡.¡ev, ÓlTWS ¡.¡i¡TE
del cuerpo. Pues entonces tenemos necesidad
áAyw�ev �i¡Te Tap��ev· ÓTav S' &Tra� ToiiTo mpl del placer, cuando sufrimos por su ausencia,
ti�éis yévr¡Tal, AVETOI nas 6 Ti'íS \jN)(fíS XEI�WV, OVK pero cuando no sufrimos ya no necesitamos
del placer. Y por esto decimos que el placer es
exoVTOS ToO �c;>ov �aSI�e1v oos npos évSéov TI Kal
129 principio y culminación de la vida feliz. Al pla­
�r¡Teiv ÉTepov 4> TO Ti'js '+'VXi'íS Kal TOO crw�aTOS áya­ cer, en efecto, reconocemos como el bien pri­
eov O'VTTAr¡pwcreTal. T6TE yap f¡Sovi'js xpe{av �XOilEV mero, a nosotros connatural, de él partimos
para toda elección y rechazo y a él llegamos
hav
é �K ToO �i) napeivm Tijv T¡Sovi)v áf.yw�ev. ( hav
(
juzgando todo bien con la sensación como nor­
Se ¡.¡i) áAy&�r¡v,) o\ÍKÉTI Ti;S f)Sovijs Se6�eea. Kal S10: ma. Y como éste es el bien primero y connatu­
ToiiTo Ti¡v f)Sovi)v ó:pxi)v Kai TÉAOS Aéyo�ev elva1 ToO ral, precisamente por ello no elegimos todos los
placeres, sino que hay ocasiones en que sosla­
�aKapíws �fív· TaiÍTr¡v yO:p áya66v np&Tov Kal avy-
yamos muchos, cuando de ellos se sigue para
129 yeviKOV eyvc..>�EV, Kai ó:lfo TaVTT)S KaTapx6�e6a lTÓ:O'T)S nosotros una molestia mayor. También muchos

94 95
alptaeoos Ka\ cpvyfís Ka\ rn\ Ta\rrr¡V KaTavTOOI-IEV WS Kav6Vt dolores estimamos preferibles a los placeres
cuando, tras largo tiempo de sufrirlos, nos
Té¡) n66et néiv ayaeov KplvoVTes. Kal hrel TTpooTov
acompaña mayor placer. Ciertamente todo pla­
ayaeov ToCho Kal cní�cpvTov, Sta ToCho Kal ov TTaaav cer es un bien por su conformidad con la natu­
l'¡SoVl'¡v alpov�a, éJXA' éaTtv óTe noMas l'¡Sovas \rrrep­ raleza y, sin embargo, no todo placer es elegi­
ble ; así como también todo dolor es un mal,
�alvo�ev, óTav TTAetov l'¡�iv TO Svaxep�s á< ToiÍToov
130 pero no todo dolor siempre ha de evitarse. Con­
hl'TITat· TToMas áAy11S6vas l'¡Sovoov KpEITTovs vo�l�o�ev, viene juzgar todas estas cosas con el cálculo y
�1TetSáv �e{�oov l'¡�tv l'¡SovT¡ napCXI<cxAOv&ij TTOAW xp6vov la consideración de lo útil y de lo inconvenien­
te, porque en algunas circunstancias nos ser­
\rrro�elvaat TOS áAy11S6vas. TTaaa ow l'¡SovT¡ Sta TO cpv­
vimos del bien como de un mal y, viceversa,
atv �xetv olKEiav &y,ae6v, ov TTaaa �tVTot alpET1'¡ · Kaeá del mal como de un bien.
TTEP Kal áAyT'ISwv TTOO'a KCXK6v, ov naaa Se &el cpev- También a la autosuficiencia la considera­
mos un gran bien, no para que siempre nos sir­
1 30 KTft TTE<pVKVia. Tfj �tVTOt O'V��ETpf}aet Ka\ O'V�cpep6v­
vamos de poco sino para que, si no tenemos
TOOV Ka\ aawcp6poov �Ati!'Et TaVTO TTclVTa KpÍVEtV Ka­ mucho, nos contentemos con poco, auténtica­
.91'¡KEt' XPW�e6a yap Té¡) �EV ayaeé¡) KaTcl TtVOS xp6VOVS mente convencidos de que más agradablemen­
te gozan de la abundancia quienes menos tie­
Ws KCXKé¡), Té¡) Se KCXKé¡) Toií�TTcxAIV Ws ayaeé¡). Kal TI¡v
nen necesidad de ella y de que todo lo natural
aiÍTápKetav Se ayaeov llÉ)'a vo�í�ouev, o\ix lva TTáv­
es fácilmente procurable y lo vano difícil de
TOOS TOiS ÓAÍyotS XPW�e6a, éJXA' ÓTTOOS eáv �T¡ ÉXW�EV obtener. Además los alimentos sencillos pro­
Ta TToMá, Tois 6;>..ly01s &pKw�e6a, TTrneta�évot yvTI­ porcionan igual placer que una comida exce­
lente, una vez que se elimina c:,iel todo el do-
aloos 6Tt f¡StaTa TTOAVTEAe(as áTTo;>..a\iovatv ol f¡KtaTa
131 lor de la necesidad, y pan y agua procuran el
TaVTTIS Se6�evot, Kal ÓTt TO �ev cpvatKov TTav e\rrr6pt­ máximo placer cuando los consume alguien que
aT6v �O'Tt, TO Se Kevov SvaTT6ptaTov. ol TE AITol xv;>..o t los necesita. Acostumbrarse a comidas senci­
llas y sobrias proporciona salud, hace al hom­
ia11v TTOAVTEAei StaÍTlJ TftV l'¡Sovf¡v �TTtcpépovatv ÓTa v
bre solícito en las ocupaciones necesarias de la
1 31 áTTav TO áAyow KaT' evSetav É�atpe6fj· Kal �a�a Kal vida, nos dispone mejor cuando alguna que
vSoop Ti¡ V <ÍI<poTérrT'IV áTToSíSwatv t'¡Sovf¡v rnetSav évSé­ otra vez accedemos a alimentos exquisitos y
nos hace impávidos ante el azar.
wv TtS a\ÍTa TTpoaevÉyKTITat. To avve6(�etv ow ev Tais
Cuando, por tanto, decimos que el placer es
C:tTT;>..ais Kal ov noAVTEAÉat StaiTats Kal Vytelas éaTl fin no nos referimos a los placeres de los diso-

96 97
l!:tlca de Eplcuro, 7
lutos o a los que se dan en el goce, como creen
av¡.rrr:hnpc.uTIKOV Ka! rrp6s TCxS ávcxyKalas Tov ¡31ov XPlÍ­
algunos que desconocen o no están de acuerdo
O'EIS ó:oKvov rro1ei Tov ó:v6pwrrov Kai ToTs TTOAVTEAÉal v o mal interpretan nuestra doctrina, sino al no
�K SlaAEIIJI.uhc.uv rrpoaepxo¡.�évovs KpeiTiov f¡¡.�as SiaTÍ­ sufrir dolor en el cuerpo nj turbación en el
e,al Kai rrp05 Ti)V T\Í)(llV Ó:cpo¡30V) rrapaO'KEVÓ:�EI.
132 alma. Pues ni banquetes ni orgías constantes
ni disfrutar de muchachos ni de mujeres ni de
·()Tav oiív Aéywi!Ev T¡Bovi)v Té:hos Vn-apxe1v, ov TCxS peces ni de las demás cosas que ofrece una
TWV Ó:O'WTC.UV f¡15ov(xs Kai TCx) �V árroAaVO'EI KEI¡.lÉVa) mesa lujosa engendran una vida feliz, sino un

AÉyO¡.lEV, WS TIVES áyvooiNres Kal o\Jx Ó¡.�o:hoyoCíVTES cálculo prudente que investigue las causas de
toda elección y rechazo y disipe las falsas opi­
i'¡ KaKws �Bexó¡.�evol vo¡.�l�ovalV, á:A:há To ¡.�i)Te á:hyeiv
niones de las que nace la más grande turba­
1 32 KaTCx O'W¡.la lllÍTE Tap6:TTea6al KaTCx \jJVXf¡V. OÚ yap ción que se adueña del alma. De todas estas
TTÓTOI Kal KW¡.lOI avvelpoVTES ovl5' árroAaVO'EIS rraíSc.uv cosas principio y el mayor bien es la pruden­
cia. Por ello la prudencia es incluso más apre­
Kal ywaiKWV oúl5' lxeúc.uv Kal TWV ó:A:hwv oaa cpÉpEI
ciable que la filosofía ; de ella nacen todas las
rro:hVTE:hi)s Tpárre�a Tov T¡Sw yevv� ¡3íov, á:Ma demás virtudes, porque enseña que no es po­
vf¡cpwv :hoy¡a¡.�os Kal TCxs aiTias ��epevvwv rraa11s al­ sible vivir feliz sin vivir sensata, honesta y jus­
tamente, ni vivir sensata, honesta y justamen­
péaec.us Kal cpvyfís 'Kal TCts Bó�a) É�EAaVVC.UV É� WV TTAEia­
te sin vivir feliz. Las virtudes, en efecto, están
TOS TCxs 'Vvxas KaTa:ha¡.�¡3ave¡ 6ópu¡3os. To\rrc.uv Be unidas a la vida feliz y el vivir feliz es insepa­
rrO:vTc.uv ápxi) Kal To llÉYIO'Tov aya6ov cppóv,a1s· 616 rable de ellas.
133 Porque ¿ a quién estimas mejor que a aquél
Kal <plAOO'OcpÍas TI¡.IIWTEpoV VrrapXEI cppÓV,O'IS, É� �S al
que sobre los dioses tiene opiniones piadosas
:homal TTOO'al rrecpÚI<aO'IV apETal, l5il5áO'KOVO'a ws OVK y ante la muerte es del todo impávido, que tie­
eO'TIV T¡Séc.us �fív ó:vev ToCí cppovl¡.�c.us Kal Ka:hws Kal ne en cuenta el fin de la naturaleza y ha capta­
do que el límite de los bienes es fácil de col­
BIKalc.us, ( ovl5e cppovl¡.�c.us Kai Ka:hws Kal BIKalc.us) ó:vev
mar y de obtener y que el límite de los males
Tov T¡Béc.us· av¡.�mcpÚI<aal yap al ápeTal Té¡) �fív T¡Béc.us, tiene corta duración o produce ligero pesar ;
Kal To �fív T¡Béc.us ToliTc.uv éO'Tiv áxwplO'Tov. que se burla del destino por algunos conside­
rado como señor supremo de todo diciendo que
133 Errel TÍva vo¡.�Í�EIS eTva1 KpeÍTiova TOv Kai mpl .9ewv
algunas cosas suceden por necesidad, otras por
OO'Ia Bo�á�OVTOS Kal mpl 6av6:Tov !)¡ex TravTOs acp6- azar y que otras dependen de nosotros, por­
¡3c.us exoVTos Kai To TfíS cpvaec.us ém:he:hoy1a¡.�évov Té:hos, que la necesidad es irresponsable, porque ve

99
98
que el azar es incierto y lo que está en nuestras
Kal To ¡.�ev T6:'w áycx6c";)v népas ws ÉaTtV SVO"VIJ"TTAJÍpwTóv
manos no tiene dueño, por lo cual le acompaña
TE Kal ewóptaTov StaAa¡.��voVTos, TO Se Tc";)v KaKc";)v la censura o la alabanza? (Porque era mejor
ws f} xpóvovs f) nóvovs exet 13paxeis, Tl'¡V Sé Ú"TTÓ TtVWV 134 prestar oídos a los mitos sobre los dioses que
ser esclavos del destino de los físicos. Aquellos,
SeO""TfÓTtV eiO"ayo¡.�ÉVT'lV mwrwv éyyeAc";)VTO) (el¡.�::xp¡.�év.,v
en efecto, esbozan una esperanza de aplacar a
Kal ¡.�éiAAov & ¡.�év KaT' aváyKT'lV yív:0"6at Aéyovros), & SE los dioses por medio de la veneración, pero
emo TIÍXT'lSr & Se nap' T¡¡.�as 5ta TO Tl'¡V ¡.IEV &váyKT'l V éste entraña una inexorable necesidad). Un
hombre tal, que no cree que el azar es un dios
ávvrreV6vvov elvat, Tf¡V Se TIÍXT'lV aaTaTOV 6pav, TO
como considera el vulgo (pues nada desordena­
Se na?' T¡¡.�as áSéO""TfoTov 4> Kal To �JSI-I"TTTov Kal To do hace la divinidad) ni un principio causal
134 évOVT(ov napaKoAov6eiv nécpvKev; (énei KpeiTTOV �v Tc:¡l indeterminado (pues sin creer que por él les es
dado a los hombres el bien y el mal en relación
mpi 6ec";)v 1-1V6ct> KaTaAOKov6eiv f} Tij Tc";)v <pVO"tKc";)v el¡.�ap­
con la vida feliz, piensa, sin embargo, que pro­
IJÉVTJ SovA:vmt· 6 ¡.�ev yap ÉAn(Sa napatTJÍO"ewswoypá­ porciona los principios de los grandes bienes
cpet 6ec";)v Sta Ttl-lfís, T¡ Se CÍ1TapaÍTI1TOV exet Tl'¡v Ó:VcXyKT'lV) 135 y males) estima mejor ser desafortunado con
sensatez que afortunado con insensatez ; pero
TT¡v Se TIÍXT'lV o\íTe 6e6v ws ol noAAo( vo¡.�í�ovow ViroAal-l-
a su vez es preferible que en nuestras acciones
13avwv (oúeev yap ó:Tó:KTws eec:;> npáTTETat ) o\ríe á­ el buen juicio sea coronado por la fortuna.
�¡3atov a!Tíav (( ovK) oiETat ¡.�ev yap áya66v ií KaKov Así pues, estas cosas y las que a ellas son
éK TcxVTT'lS npos To ¡.�aKapíws �fív ávJpwnots S!SoO"Sat, afines medítalas día y noche contigo mismo y
con alguien semejante a ti y nunca, ni despier­
ápxas ¡.IÉVTOt ¡.�eyó:Awv áya6c";)v f} KaKWV VrrO TCXÚTT)S
to ni en sueños, sufrirás turbación, sino que
135 xop.,yei0"6at), KpEiTTOV eivat vo¡..�[�wv EVAoy(aTWS ó:Tv­ vivirás como un dios entre los hombres. Pues
xeiv f} ó:Aoy(aTWS e\rtvxeiv· 13éATtOV S' cxV év Tais npá­ en nada se asemeja a un ser mortal un hombre
que vive entre bienes inmortales.
�EO"t To KaKWS Kpt6ev 6p6w6fívat Sta TaiÍTT]v.
Ta\rra ovv Kal Ta ToÚTots avyyevfí IJEAÉTa np6s

O"SCXVTov T¡¡.�épas Kal vvKTos npós (Te) Tov ó¡.�otov O"Eav­


Tc:¡l, Kal ovSénoTE ove' \rrrap oliT' óvap StaTapaxef¡cn;¡,
'f¡O"StS Se ws 6eós ev ávepwnots. oúeev yap eotKE Sv.,Tc:¡l
�c.i>ct> �wv &vepwnos év á6avó:Tots áycx6ois.

101
100
MAXIMAS CAPITALES (D.L., X, 139-154)

I. El ser feliz e incorruptible (la divinidad)


1. To IJ.CXKéxptov Kcxl á<p6cxpTov olí-re cxV-ro 1Tpéxy1J.CXTCX ni tiene él preocupaciones ni se las causa a
É)(El olí-re áAA� 1TCXpéxel, oocne olí-re 6pycxls olí-re xéxptcn otro ; de modo que ni de indignaciones ni de
agradecimientos se ocupa. Pues todo eso se da
avvéxETcxl' tv éxa6evei yexp 1rav To Totoíhov. (�v áAAots
sólo en el débil.
Sé <pT}at Tovs .Seovs My� .SewpTJTovs, ovs IJ.Év Kcx-r' (En otros lugares dice (Epicuro) que los dio­
éxpt.91J.6v IÍ<peaTc7ncxs, ovs Be Kcx6' o¡J.oeíBetcxv tiC Tfjs ses son visibles a la razón, presentándose unos
en su existencia numérica, y otros en forma
avvexoOs t1TlppiÍO'E(I.)5 TWV OIJ.OÍWV e!BooAWV rnl TO cxVTO humana, por una asimilación formal a partir
éx1ToTE"TEAea¡J.Évwv, éxv.Spw1Toet8eis ). de la continua emanación de imágenes seme­
Il. ·o eéxvcx-ros ovBev 1Tp0s 1'!1-lCí:s' TO yap 8to:Av6ev jantes y confluyentes.)
I I . La muerte no es nada para nosotros.
éxvcxta6T}TEl' TO 8' éxvcxta6T}TOÜV ovBev 1TpOs !'¡¡.¡as.
Porque lo que se ha disuelto es insensible y lo
III. ·opos ToO IJ.EYéeovs Twv l'¡Bovwv 1'¡ 1TCXVTOs ToO insensible no es nada para nosotros.
&AyoÜVTos Ú1Te�cxlpeats. ó1rov 8' &v To l'¡Bó!J.EVov tvfj, III. Límite de la magnitud de los placeres
es la eliminación de todo dolor. Donde haya
Kcx6' ov &v xpóvov �. OÚK �<TTI TO &Ayoüv i'1 TO avvcx¡J.�
placer, por el tiempo que dure, no existe dolor
<pÓTEpov. o pesar o la mezcla de ambos.
IV. ov xpovl,el TO &Ayoüv avvexc:;)s Ev T1j acxpKÍ, IV. No se demora el dolor permanentemen­
te en la carne, sino que el más extremado per­
&AAO: TO ¡.¡Ev &Kpov Tov V.éxxta-rcw XPÓvov 1TéxpEO'TI,
dura el más breve tiempo, y aquél que tan sólo
To Se llÓvov Ú1TepTEtvov To 1'¡861J.EV0v Kcx-ra aápKcx ov distancia el placer de la carne tampoco se man­
1TOAAÓ:S f¡¡.¡épcxs av¡.¡jXxlvet. ex! Be 1TOAUXpóVtOI TWV éxppwa� tiene muchos días. Las enfermedades muy du-

103
102
raderas tienen para la carne una dosis mayor
TlWV TTAEOVá�ov exovcn TO T¡Bó¡JEVOV �V Tfj aapKI f¡rrep de placer aun que de dolor.
To á/.yoOv. V. No es posible vivir placenteramente sin
V. OlÍ!< eCTTtV f¡6éws �fív &vev Toii <ppovÍIJWS Kal vivir sensata, honesta y justamente ; ni vivir
sensata, honesta y justamente, sin vivir pla­
KaAWS Kal 6tKa[ws, (oú6e <ppov(IJWS Kal 1<a/.ws 6t!<alws)
centeramente. Quien no consigue tales presu­
&vev TOV 1'¡6ews. OT� oe TOÜTO IJT) vrrápxet OlÍ!< ECTTI puestos, no puede vivjr con placer.
TOVTOV 1'¡6EW) �f¡V. VI. Con vistas a obtener seguridad frente a
la gente, sería un bien acorde a la naturaleza
VI. "EveKa TOV eappeiv t� &vepwTWV, ñv KaTcX <pVCTIV
el ejercicio del poder y la realeza, como me­
ápXfíS Kal �aCTtAe(a) áya6óv, t� WV &v TrOTE TOVTO dios para poder procurarse en algún momento
oTós T' � rrapaO"Kevá�eCT6al. esa seguridad.
VII. Algunos han querido hacerse famosos
VII. •Ev6o�ot Kal rrep(�Ae1TTo( Ttves t�ovM¡6r¡aav
y admirados, creyendo que así conseguirían
yevé0"6at, Tf¡v �� éxv6pwrrwv éxa<páAetav o\hw vo¡J{�oVTes rodearse de seguridad frente a la gente. De
rrepmoti¡CT6m. wCTT' el IJEV Ó:CT<paATJS 6 TWV TotoiJTwv modo que si su vida es segura, consiguieron el
bien de la naturaleza. Pero si no es segura, se
�(os , éxrré/.a�ov To TfíS <pvaews áya6óv· el oe IJTJ éxa<pai.T¡s,
quedan sin el objetivo al que se sintieron im­
olÍ!< exovatv ov ÉvEKa é� éxpxfís KaTa To Tfís <pvaews pulsados desde el principio conforme a lo pro­
oiKeiov oopéx6r¡aav. pio de la naturaleza.
VIII. Ningún placer por sí mjsmo es un
VIII. Oú6E¡J(a 1'¡6ovT¡ 1<a6' EavTo Kax6v· &Ma Ta mal. Pero las cosas que producen ciertos pla­
Ttv6'>v l'¡oov&v rrotr¡TtKa rroAAarrAaa(ovs tm<pÉpEt TcXS ceres acarrean muchas más perturbaciones
que placeres.
6XA1'JCTEtS Twv 1'¡6ov&v.
IX. Si pudiera densificarse cualquier pla­
IX. El KaTE1TVKVOÜTO rréiaa 1'¡5ovi¡, Kal xp6v� Kal cer, y pudiera hacerlo tanto por su duración
rrepl 6AOV TO &epotCT¡Ja vrrfípxev t; TCx KVptWTaTa IJÉpr¡ como por su referencia a todo el conjunto o a
las partes dominantes de nuestra naturaleza,
Tfís cpvaEws , olÍ!< &v rroTE 5té<pepov áAAi¡Awv al 1'¡6ova!. entonces los placeres no podrían diferenciarse
X. El Ta rrotr¡TtKa Té:lv rrepl Tovs áawTovs l'¡Bovwv nunca individualmente.
X. Si las cosas que producen placer a los
�AVE Tovs <p6�ovs TfíS 5tavo(as Tovs TE mpl ¡JeTewpwv
perversos les liberaran de los terrores de la
!<al eava-rov Kal áAyr¡66vwv, ETl TE TO rrépas TWV mente respecto a los fenómenos celestes, la

104 105
muerte y los sufrimientos, y además les ense­
1TOTe eixo¡.�ev cS TI IJEIJ­
�1Tlev�noov �515a:CTKev, oVI< &v ñaran el límite de los deseos, no tendríamos
S TWV f)Sovwv nada que reprocharles a éstos, saciados por to­
r ts 1Ta:vTO:X66ev �AT)powévoi
'+'a:l¡.�e6a: a:\ro
das partes de placeres y carentes siempre del
¡Jevov €xovalv, o1Tep éaol
Ka:l oV6a:¡.�66ev o\rer TO AV1TOÚ dolor y el pesar, de lo que es, en definitiva, el
TO Ka:KÓV. mal.
Ewpwv \rrro'+'(a:l i¡vw- Si nada nos perturbaran los recelos
XI . E! IJT'leev f)¡.�éis a:\ TWV IJET
XI.
ante los fenómenos celestes y el temor de que
111Í 1TOTE 1TpOS f\IJéXS ij TI,
x1-.ow Ka:\ a:\ 1TEp\ 6a:véxTov, la muerte sea tal vez algo para nosotros, y ade­
vs TOOV &AyT15Óvwv KO:i
ÉTI TE TO lltl Ka:TO:VOEiV TOVS opo más el desconocer los límites de los dolores y
6¡.�e6a: cpvalo1-.oyla:s. los deseos, no necesitaríamos de la investiga­
TWV É1Tl6viJIWV, o\n< &v 1Tpoae5e
ción de la naturaleza.
Metv \rrrep TOOV KVplv.>­
XII. 0\n< il¡v TO cpo�oú¡.�evov
XII. No era posible liberarse del temor an­
aVIJ1Ta:vTOS cpúaiS, 6.1-.1-.'
TéxTv.>v IJfl Ka:TEI56Ta: Tls f) ToO te las más definitivas preguntas sin conocer
Tovs ¡.�Wovs· waoe ovK
\rrro1TTEVÓ¡Jev6v TI TOOV Ka:TcX cuál es la naturaleza del universo, y recelando
s TcXS f)SovO:s á1To1-.a:¡.�- alguna·s de las creencias según los mitos. De
�v &vsu cpva1o1-.oyla:s áKepa:lov
modo que sin la investigación de la naturaleza
�ávelv. no era posible recoger placeres sin mancha.
Ka:T' áv6pw1TOVS áacpá-
XII I. oveev ocpéAos il¡v Tf)v XIII. Ninguna sería la ganancia de procu­

6ev \rrró1TTv.>V Ka:6ea­ rarse la seguridad entre los hombres si se an­


AEIO:V Ka:Ta:CTKSvá�ea6a:l TOOV &vw
gustia uno por los fenómenos del cielo y de
Ó1TAWs TWV ÉV Té¡)
TWTv.>v KO:i TOOV \rrro yi)S KO:i debajo de la tierra, y, en una palabra, por los
del infinito.
á1Telp� .
XIV. Cuando ya se tiene en una cierta me­
w1Tv.>V yevo¡.�ÉVT)S ¡.�é-
XIV . Ti)s áacpa:Aela:s Ti)S é� áv6p dida la seguridad frente a la gente se consi­
XPI TIVOS Swá¡.�el TE é�epei<TTIKíj Ka:l e\rrroplc;x eiA1Kp1- gue, cimentada en esta posición y en la abun­
dancia de recursos, la seguridad más límpida,
veaoá.TT) yívETa:l f) éK Ti)s f)avxla:s Ka:l �Kxwpf¡aews Toov
que procede de la tranquilidad y del aparta­
1TOAAOOV áacpáAe1a:. miento de la muchedumbre.
XV. '0 Ti)S cpúaev.>S 1TAOÍÍTOS Ka:\ oopi<TTO:I KO:I XV. La riqueza acorde con la naturaleza
está delimitada y es fácil de conseguir. Pero
e\rrr6p1aoós éao1v· 6 Se TOOV KEvwv So�oov els á1Te1pov
la de las vanas ambiciones se derrama al infi­
ÉK1TI1TTEI. nito.

107
106
XVI. Poco le ofrece al sabio la fortuna. Sus
XVI. Bpcxxéo: aoq>i;l TVX
Tl 1To:pe1.nrhrer t, Ta 6e ¡.�é­
mayores y más �mportantes bienes se los ha
¡.lOs 6t4>KT)KE Ko:\ Ko:TCx
ytCTTo: KO:I KVptOOTCXTO: 6 f..oyta distribuido su juicio y se los distribuye y dis­
KEi KO:I 5totK1'\CTEl. tribuirá a lo largo de todo el tiempo de su vida.
TOV avvexfí xp6vov TOÍÍ �{ov 6tot
XVII. El justo es el más imperturbable, y
II. 'O 5{KO:IOS áTo:pCXKT6To:TO
S, 6 6' &6tKOS 1TAEÍCT-
XV el injusto está repleto d e la mayor perturba­
TT)S TO:pCX)(fíS yé¡.�c.>V · ción.
Tij ao:pK\ 1'¡ 1'¡5ov'l'¡ É1TEI- XVIII. No se acrecienta el placer en la car­
XVill. 0\JK �1TO:Ú�ETO:l ev·
ne, una vez que se ha extinpado el dolor por
��o:tpE6ij, éili.AO: 1-16vov
5Cxv &1To:� TO Ko:T' év5eto:v áyoíiv alguna carencia, sino que sólo se colorea. En
1Tépo:s To Ko:Ta T'l'¡v
1TotKíf..f.E. To:t . Tf)s 5e 5to:volo:s To cuanto al límite del placer puesto por la mente,
c.>V CXÚTWV eKA6ytatS KO:{ lo produce la reflexión sobre esas mismas co­
'1'¡6ov'l'¡v érneyÉVVT)CTEV f\ TE TOÚT
sas que habían causado a la mente los mayores
s ¡.�eyiCTTovs q¡6�vs
Twv 6¡.�oyevwv ToÚTots oao: Tov temores, y las de género semejante.
1TO:pECTKEÚO:�E Tij 5to:vo{c¡r:. XIX. Un tiempo ilimitado y un tiempo li­

1CTT)V gXEl Tf¡V 1'¡5ovT¡v KO:l 6 mitado contienen igual placer, si uno mide los
XI X. ·o &1Tetpos xp6,os
límites de éste mediante la reflexión.
1TÉpo:TO: Ko:TO:¡.lETp1'¡CT1J
1TE1TEpO:O'IJ�VOS, �áv TIS o:ÚTT)S TCx XX. La carne concibe los límites del placer

Té¡) f..oyta¡.lé¡). como ilimitados, y querría un tiempo ilimi­


�E TCx 1TÉpo:TO: Ti)S 1)6ovf)s tado para procurárselos. Pero la mente, que ha
XX . 'H IJEV aap� á1Téf..o:
comprendido el razonamiento sobre la finali­
vos KapeCTKE\ÍO:CTEV. i) 6e
&1Tetpa, KCXV &1Tetpos o:úTi)v xp6 dad y límite de la carne, y que ha disuelto los
Kal 1Tipo:TOS f..o:�oíiaa
6távota TOÜ Ti)S aapKOS TÉAOVS temores ante la eternidad, nos consigue una
alwvos q¡ó�ovs vida perfecta. Y para nada necesitamos ya un
TOV émf.o . yta¡.�ov Kal Tovs V1Tep Toü
tiempo infinito. Pues no rehúye en modo al­
ECTKEÚO:JEV, KO:I ov6ev
EKAVCTO:CTO: TOV 1TO:VTEAT) �{ov 1TO:p guno el placer ; ni cuando los acontecimientos
T)IJEV. áf..f.'. o\h' Eq>VYE
ÉTI TOÜ é,rne{pOV xp6VOV 1Tpoae6e1'¡6 disponen nuestra marcha de la vida, se aleja
��ayooyi)v ÉK TOÜ �i)v como si le hubiera faltado algo para el óptimo
Tf¡V fl6ov1'¡v, oü6' T¡viKa Ti)v
vivir.
El1TOVCTCx TI TOÜ exp{CTTOV
1Tpáy1Jo:TO: 1TO:pECTKEVO:�EV' OOS ÉAA XXI. Quien es consciente de los límites de
�{OV Ko:TÉCTTpEq>EV. la vida sabe cuán fácil de obtener es aquello
¡3iov Ko:TEt6oos oloev, oos
, - •

XX I. •0 Ta 1TÉpo:Ta Toü que clama el dolor por una carencia y lo que


v Ko:T' ev6etav é�o:tpoüv hace lograda la vida entera. De modo que para
eV1T6ptCTT6V ÉCTTI TO (To) éill.yoü

109
108
nada necesita cosas que traen consigo luchas
év
vTef..f) Kcx610"Táv· wo-re ov5 competitivas.
KCd TO TOV of..ov [3\ov mx
XXII. Es preciso confirmar reflexivamente
c";)va) KeKTT¡¡.IÉVOOV.
TTpoa5eiTa\ TTpay¡.¡áTOOV ay el fin que nos hemos propuesto y toda eviden­
. s émf..oyl�eaBal Kal
Téf.o
XX II. To v<pEO"T\TKOS 5et cia a la que referimos nuestras opiniones. De
f¡v TCx 5o�a�6¡..leva áváyo­ lo contrario, todo se nos presentará lleno de
TTéXaav Tr')v évápyelav, é<p'
incertidumbre y confusión.
lO"{a) Ka\ TapCX)(f)S eo-ral
¡.¡ev· el 5E ¡.1ft, TTéxvTa áKp XXI I I . Si rechazas todas las sensaciones
¡.¡eo-rá. no tendrás siquiera el punto de referencia para
s alaBi¡aeaw , olÍ)( é�eiS juzgar aquellas que afirmas que resultan falsas.
XXIII. El 1-lcXxt:l TTáaaiS Tai
aBal TTpOS TI TTOIOVIJ.EVOS XXIV. Si vas a rechazar en bloque cual­
ovo' ás av <pijS a\JT&v 5IE\jiEV
quier sensación y no vas a distinguir lo imagi­
TflV ávayooyf)v Kp{111JS · nado y lo añadido y lo ya presente en la sen­
&s a'íaBr¡aiV Kal ¡.¡f) Olal-
XXIV. E'í TIV' lK[3af..eis emf.. sación y en los sentimientos y cualquier con­
TTpoa¡.¡évov Kal To TTapov tacto imaginativo de la mente, confundirás in­
pi¡aEIS TO 5o�a�6¡.¡evov KaTCx TO
cluso las demás sensaciones con tu vana opi­
TTáeT¡ Ka\ lTOO"aY <pavTa­
f)5r¡ KaTCx Tr')v aiaBr¡aiV Ka\ TCx nión, hasta el punto de rechazar toda capaci­
O"VVTapá�EIS Ka\ TCxS 7\0I­
O"TIK'i)V em[3o)\f¡V Tf)S Olavo{as, dad de juicio. Por el contrario, si vas a dar por
1), WO"TE TO Kp!Ti)piOV seguro incluso todo lo añadido en tus repre­
TTCxS alaBi¡aEIS Ti;¡ ¡.¡a-ralct> 56�
sentaciones imaginatjvas y lo que no se presta
Kal TO TTpoa¡.¡évov &-rrav
&-rrav éK[3af..eis. el oe [3e[3aiWO"EIS a la confirmación, no evitarás el error. Así que
TO lllÍ T'i)V ElTI ¡..lapTÚp­
ÉV Tais oo�aO"TIKais évvo!aiS Kal en cualquier deliberación estarás guardando
EVO"IlÉvov·ws TETr¡pr¡Kws
TÚpT¡O"lV, ovK éi<AelljJEIS TO OIEijJ una total ambigüedad entre lo auténtico y lo
Cx TTéXO"av Kpla!V TOV op- ina uténtico.
E0"1) TTéXaav á¡.¡<plo-[3\ÍTTJO"IV KaT
XXV. Si no refieres en cualqujer oportuni­
.S&s i\ ¡.¡f) ope&s. dad cada uno de tus hechos al fin según la na­
rnavo!O"EIS éKao-rov
XXV . El ¡.¡1) TTapex TTáVTO: KalpOV turaleza, sino que antes te desvías dedicándote
. TTpo­
. s ;fís <púaeoos, áf..f.ex
T&v TTpa:TTollévoov eTTi ;o ;éf.o a perseguir cualquier otro, no serán consecuen­
51oo�IV TTOIOÚ¡.¡evos els tes tus acciones con tus pensamientos.
Ka-rao-rpÉijJEIS ehe <pvy�v ehe
at TTpá�elS áK6- XXVI. Todos los deseos que no concluyen
. TI, o\JK eaoVTal ao1 Tois f..6yo1s
W..f.o
en dolor de no saciarse, no son necesarios, sino
f..ov6ol.
¡.¡1) rn' áf..yoiiv éTTavá- que representan un impulso fácil de eludir,
XXVI. T&v em6v¡.¡I&V oaal
111
1 10
cuando parecen ser de djfícil consecución o de

yovaw �áv 111'1 OVIJ.'TA
a:At.
T f1pú)eooatv oÚK Elalv ávay¡<aiat efectos perniciosos.
V, ÓTav Sva'TTÓplaTOI , XXVII. De los bienes que la sabiduría ofre­
evStéJ:XVTOV Tf¡v ópe�IV €xova1
ce para la felicidad de la vida entera, el mayor
¡3M¡31lS ó:TTepyaaTtKal S6�
ú)C11V elva1.
_ con mucho es la adquisición de la amistad.
n ao cp(a 'Tt'apa aKE VÓ� eTal els Tf¡v Tov
XXVII. 'Ilv _ XXVIII. El mismo conocimiento que nos
llÉYIC1TÓV �aTIV 1Í Tf1S
ÓAOV ¡3(ov 1J.aKaplÓTf1Ta, 'TTOAV ha hecho tener confianza en que no existe nada
cptf.las KTfíC11S. terrible eterno ni muy duradero, nos hace ver
eappetv TE É'TTO(f1C1EV vmp
• ,

que la seguridad en los mismos términos limi­


XXVIII. 'H aVT1'¡ yvWil11
ov llf1SE 'Tt'ot.vxp6vtov, Kal tados de la vida consigue su perfección sobre­
ToO llf16ev ald.>vtov elval Se¡v
IJ.aJ\laTa todo por la amistad.
Ti)V ÉV aiÍTOÍS TOÍS wptai).ÉVOIS áacpaJ\etaV cptf.las
XXIX. De los deseos unos son naturales y
KaTEiSe <JVEAO VT VI).ÉVf1V

necesarios. Otros naturales y no necesarios.
Elat cpvatKal Kal (ávay-
XXIX. T&v �'TTI6v1J.IWV al l).év Otros no son naturales ni necesados, sino que
• -, .. aim· al
Se o\rer
Kata1· al Se cpvatKal Kal) avK
ávrrv\l nacen de la vana opinión.
• , L...rrv\l
uv- , .. aial a:At.á "TTapex KEV
i)v S6�av yiV6- (Naturales y necesarios considera Epicuro a
cpvatKal 0\IT
IJ.EVal. (<pVC11Ka , S Kal u v- 1 ••alas i)yeiTal o
L...rrv\( 'E'T(TKovpos los que eliminan el dolor, como la bebida para
vs· la sed. Naturales pero no necesarios los que
TCxS a:Ay,s6vos ó:To T t.vovaas, ws 'TTOTOV rnl Sl't'o
sólo colorean el placer, pero no extirpan el do­
'TTOIKIAAOVC1a5 IJ.ÓVOV Tf¡v
<pVC11KCxS Se oÚK ávay¡<alas Se TCxs lor, como los alimentos refinados. Ni naturales
éxf.y111la, ws 'TTOAV­
1'\Sovl'¡v, llfl \rrre�atpowévas Se To ni necesarios, por ejemplo; las coronas y la de­
Tef.fí atTia· o\rer Se cpvatKexs o\r
r' ávay¡<alas, Ws aTecpá­ dicación de estatuas).
vovs Kal ávSptÓVTú)V áva6ÉaEI
S.) XXX. A algunos de los deseos naturales,
0... - ll•t
viJ.Iú)V, � rn' a:Ayovv que no acarrean dolor si no se sacian, les es
XX X. ' Ev als TWV cpvatKWV É'Tflu
VT
<JVe'-ea 6&atv, \rrrápxet propio un intenso afán. Proceden (sin embar­
se é'Tt'avayovawv éexv llfl
flV S6�av a\íTal ylvov:
go) de una vana opinión ; y no se diluyen, no
1Í a'TTOVST¡ C1\ÍVTOVOS, 'Tt'apex KEV por su propia naturaleza sino por la vanidad
tv ov StaxéoVTat &At-a
Tal Kal ov 'Tt'apex Tf¡v �aVTwv cpva propia del ser humano.
"TTapa Tf¡v ToO &vepw"ToT v KEvoSo�
lav. XXXI. Lo justo según la naturaleza es un
XXXI. To Tfís cpvae(I)S StK
at6v �aTt a\IIJ.(3ot.ov ToO acuerdo de lo conveniente para no hacerse da­
etv a:AfA¡t.ovs 1111Se ¡3t.á'TT- ño unos a otros ni sufrirlo.
av11cpépoVTOS els To llfl ¡3t.á'Tl'T
XXXII. Respecto de todos aquellos anima­
Tea6at.
eSVvaTO avv61'\Kas 'TTOIEia- les que no pudieron hacer pactos sobre el no
:xxxn. ·oaa TWV z;c;,ú)v llfl

113
112 �tlca d e Eplcuro, 8
hacer daño ni sufrirlo mutuame
nte, para ellos
ea1 TCxS &rrep ToO 1-11'l f3Aárrmv áM11Aa IJ115e f3Aá"TTTea­ nada fue justo ni injusto. Yde
igual modo tam­
e01, 'Tt'pos TaVTa oV6ev �V 5íKaiOV ov5e á51KOV. WO'aV­ bién respecto a todas aquella
s razas que no
pudieron o no quisieron hacer
TCIJS 56 Kal TOOV t6voov ooa 1Jf¡ t5VvaTO fJ 1Jf¡ t¡3oVAETO esos pactos so­
bre el no hacer ni sufrir daño.
Tas O'VV6t'¡Kas 'Tf01eTa6a1 Tas &rrep ToO 1-lli f3Aárrmv XXXII I. La justicia no fue des
de el prin­
IJ115E f3Aárrrea6a1. cipio algo por sí misma, sino
un cierto pacto
sobre el no hacer ni sufrir dañ
XXXIII. ÜÚK �v TI Ka.9' kwro ,; 51KaLOO'IÍV11· o surgido en las
convenciones de unos y otros en
repetidas oca­
&'AA tv Tais IJET áAAT;Ac.uv crvO"Tpocpais Ka.9' o'TfT)Ah<ovs 51'¡ siones y en ciertos lugares.
'TfOTE ael TÓ'TfOVS O'VV.91ÍK11 TIS Ú"!Tep TOV IJT) f3Aa'Tt'TEIV ií XXXIV. La injusticia no es
por sí misma
un mal, sino por el temor ante
f3Aárrrea.9al. la sospecha de
que no pasará inadvertida a los
XXXIV. 'H &5nda ov Ka6' �avrT¡v KaKÓV, &'AA' tv destinados a
castigar tales actos.
Té¡) KaTCx Tf¡v �ot.¡�lav cpóf3ct> el 1-1T¡ Af¡ael Tovs \rrrep XXXV. N o le es posible a quien
ocultamen­
te viola alguno de los acuerdos
Toov TOIOIÍTc.uv tcpeO'TT)KÓTOS KoAaO"Tá). mutuos sobre
el no hacer ni sufrir daño, confiar
XXXV. OÚK fO"TI Tov Aáepc¡r TI 'TfOioiivTa é:'>v cruvÉ- en que pa­
sará inadvertido, aunque hay
a sido así diez
6evTo 'TfpOS &AAT¡Aovs els To 1-1f¡ f3Aárrre1v IJ115e f3Aárrrea­ mil veces hasta el presente. Por
que es impre­
ea1 'TflcrreVEIV ÓTI At'¡O'EI, KCXv ¡.tVpláKIS rnl TOV 'Tfapóv­ visible si pasará así hasta el fin
de su vida.
XXXVI. El derecho común es
TO) Aav6ávl;l. I-IÉXPI �V KaTaO'Tpocpfjs á511AOV el Kal lo mismo
para todos, es decir, es lo conven
iente para el
AT¡ae1. trato comunitario. Pero el derech
o particular
XXXVI. KaTa 1-1ev (To) Ko1vov 'Tféia1 To 51Kalov To del país y de los casos concre
tos no todos
acuerdan que sea el mismo.
aliTo, crv¡.tcpÉpov yáp TI �V tv Tfj 'Tt'pos &f...At'¡AOVS KO\Vc.u­
XXVII. De las leyes conven
cionales tan
v{c¡r· KaTCx 5e TO i5IOV xwpas Kal 6awv 51'¡ 'TfOTE aiT{c.uv sólo la que se confirma como con
veniente para
ov 'Tféia1 O'VVÉ'TfETal TO aliTo 8!Ka1ov elva1. la utilidad del trato comunitari
o posee el ca­
rácter de lo justo, tanto si resulta
XXXVII. To �V rni�JapTVpOVIJEVOV 6Tt O'VIJ<pÉpEI tv ser la misma
para todos, como si no. Si se ha
Tais xpe{atS TfjS 'TfPOs &AJ.t'¡AOVS KOIVC.UV{as TOOV VOIJI0'- dado una ley,
pero no funciona según lo conven
6ÉvTC.UV elval StKa{c.uv É)(El TOV TOV BtKa{ov xapCXKTfjpa iente al trato
comunitario, ésa ya no posee la
naturaleza de
táv TE To aliTo 'Tféiat yév,Tat táv TE ¡.¡f¡ TO aliTó. táv lo justo. Y si lo que es conven
iente según el

1 14
115
derecho llega a variar, mas durante algún
1J Se KCXTCx TO CTVI-!q>�­ tiempo se acomoda a nuestra prenoción de él,
Se v6¡.�ov 6fíTcxl TI), 1-lfl cmo�cx(v
no por eso durante ese tiempo es menos justo
cxs, oliKhl ToiíTo TflV
pov TÍÍS Tt'pos áA;\f¡;\ovs Kolvwv! para los que no se confunden a sí mismos con
hrlJr TO KCXTCx TO
TOO SlKCXIov q>VCTIV exel. KCxv ¡.�:TCXTI' palabras vanas, sino que atienden sencillamen­
els 'TflV Tt'pÓAT)\jllV te a los hechvs reales.
S!KCXIOV CTV¡.!q>�pov xp6vov Sé TIVCX
XXXV III. Cuando, sin sufrir variaciones
1tVCXp!-16.,. 'l OV EKEiVOV
TOV xp6vov f¡v S!KCXIOV
"'•"
..,... ovSév J;T'T
en las circunstancias reales, resulta evidente
CTVVTCXpO:T'TOVO'lV Q:A;\'
'TOi) ¡.�t) q>WVCXl) KEVCXi) �CXVT00S que las cosas sancionadas como justas por las
CTIV. leyes no se adecuan en los hechos mismos a
O:Tt'AW) els 'TCx Tt'pécy¡.�CXTCX �AÉTI'OV
nuestra prenoción de lo justo, ésas no eran jus­
o¡.��vwv TWV mplECTTOO­
XXXVIII. ' Ev6cx ¡.�t) KCXIVWV yev tas. Cuando, al variar las circunstancias, ya no
�ÓT'TOVTCX el) 'Tf)v Tt'pÓ­
TWV Tl'pcxyl-!érrWV áveq>WT) ¡.�t) áp¡. son convenientes las mismas cosas sanciona­
a:IÍTWV epywv, OVK f¡v das como justas, desde ese momento eran sólo
Al)\jllV Tcl VO¡.!l0'6ÉVTCX S{KCXICX ETI''
r V justas entonces, cuando resultaban convenien­
o¡.�ÉVWV "t'WV Tl'pcxyl-!érW
-ra:CíTcx S!KCXICX. evecx Se KCXIVWV yev tes al trato comunitario de los conciudadanos.
ICX Ke(¡.�evcx, eVTcx06cx Se
OVK E"t'l CTVVÉq>EpE 'TCx a:IÍTÓ S!KCX Pero luego ya no eran justas, cuando dejaron
ev els TflV Tl'pos áAA 1');\ovs
-r6-re ¡.�ev f¡v S!Kcxlcx, oTe crvvéq>ep de ser convenientes.
wv· ÜCTeT pov S' oliK f¡v XXXIX. Quien se prepara de la mejor ma­
Kolvwvlcxv TWV CTV¡.l'Tt'OAI"t'EVOI-l�V
nera para no depender de las cosas externas
E'Tl SIKCXICX, o-re ¡.�t) CTVVÉq>epev.
éste procura familiarizarse con todo lo posible :
ano 'TWV e�weev &plCTTCX
XXXIX. ·o "t'O 1-lfl ecxppoOv y que las cosas imposibles no le sean al menos
o¡.�6q>v;\cx KCXTeCTKev­
CTVCTT1 T crá¡.�evos ovTos -ra ¡.�ev SwCXTá extrañas. Respecto a todo aquello COI) 'lo que no
&:A.Mq>vM ye · OO'CX Se
aaCXTo· -ra Se 1-lfl SuvCXTa OVK es capaz siquiera de eso, lo deja al margen y
O) eyéve-ro, KO:l E�W­ marca los límites de todo lo que resulta útil
¡.!T)SE -roiíTo SvvCXTOS f¡v, ávm(¡.!EIK'T
lnEIV. para su actuación.
plcrCXTO oaex -roCíT' e;\vcrl"t'ÉAEI Tt'pc
XL. Aquellos que han tenido la capacidad
"t'O ecxppeiv ¡.lclAIO'TCX
XL. "Oaol -rf)v SVvCX¡.llV ecrxov -roO de obtener la máxima confianza en sus próji­
CTcx6CXl, oÜ'Tw KCXl e�{­
EK 'TWV o¡.�opoiÍVTWV Tt'CXpCXCTKEVcl mos, han logrado así vivir en comunidad del
¡3e�CXIÓ"t'CXTOV Tt'{CTTW¡.ICX
WO'CXV ¡.�e-r' á:AAT)AWV i'¡SlCTTCX "t'O modo más agradable, al tener la más segura
T rl)V oiKEIÓTT)"t'CX cmo;\cx�ÓVTES oiÍK
exovTe), Kcxl Tt'AT)peCTér fidelidad ; y aunque tuvieran la más plena inti­
TEAEVTf¡CTCXVTO) Tt'pO- midad, no lloran como en lamentación la apre­
ooSIÍpO:VTO WS Tt'pOS ÉAEOV Tt')V -roO
surada despedida del compañero que muere.
KCXTCXCTTpoq>T)V ·

117
1 Hi
EniKOYPOY nPO�<l>QNH�I�
EXHORTACIONES DE EPICURO
(= � 1)
(GNOMOLOGIO VATICANO)
2 (= � II)
3 (= Kt. IV) 1 . <M e, I.)
4 nao-a áAyT)Swv e\n<<XTaq>p6vrrros· 'fl yáp O"\Í1n'OVOV 2 . < M e, 2.)
EXOVO"a ,.C, lfOVOVv O"\Í1n'O¡.LOV fxEI •oV xp6VOV 'fl S� r
3. <M e, 4.)
4. Cualquier dolor es fácilmente desdeñable ;
xpovl�ovaa mp! •T)v aápKa á�AT)Xpov €xet •ov 1r6vov.
pues el que entraña intenso sufrimiento tiene
S (= Kt. v) corta duración, y el que en el cuerpo perdura
6 ( = Kt. XXXV) produce ligero pesar.
7 'A5tKoíivoa l-.a.Seiv �v SVO'Kol-.ov, 1rlaotv Se l-.a�eiv 5. <M e, 5.)
s. <M e, 35.)
\nrep •ov l-.a.9eiv áSw<XTov. 7. Es difícil que el que comete injusticia
8 (= Kt. xv) pase inadvertido ; que consiga la confianza de
9 KaKov áváyKT), á.AA' ovSe¡.L{a áváyKT) �fiv ¡.LEOa áváy- pasar inadvertido, imposible.
8. <M e, 15.)
KT)S. 9. La necesidad es un mal, pero ninguna
11 Twv lfAelo-owv áv.9pC:.mwv •o ¡.Lev 'flcrvx6:�ov vapK�, necesidad hay de vivir en la necesidad.
,.e, KIVOV¡.LEVOV AVOO�. 1 1 . Para la mayor parte de los hombres la
inactividad es torpeza ; la actividad, locura.
12 (= � XVII)
12. (M e, 17.)
13 ( = Kt. XXVII) 13. (M e, 27.)
14 rey6va¡.LEV éhra�, Sls Se OIÍK EO"OI yevécreat· Sel Se 14. Nacemos una sola vez, pues dos veces
no es posible, y no podemos vivir eternamente.
,.c,v alwva llTJKÉ"rt elvat· a\J Se oiÍK wv Ti'ís cxVptov KI.Íptos

1 19
118
Tú, sin embargo, aunque no eres dueño de tu
áva�1) ·TO xatpov· 6 Se �{os tJEAATJC71lé;> 1rapcrrróMVTa1 mañana, sometes la dicha a dilación. Pero la
Kal ets �KaCJToS fl�o�wv aaxoAoÚilEVOS &1To3���. vida se consume inútilmente en una espera y
cada uno de nosotros muere sin haber gozado
15 ·H.s11 cOO-rer p •a fl�o�wv a\rrwv T8ta ••�o�w�J.Ev, &v &e
d e la quietud.
XPTJaTa �Ct.)llEV, Kal \rrro &oov &vepoo1TCA)V �TJAw!JE6a, 15. Apreciamos nuestras costumbres como
&v oe �o�fl. o\rrCA) xPT! Kal (•a) •wv rnas, av rntetKEts
algo que nos es propio, tanto si las tenemos
por buenas, y somos admirados por los demás,
QaiV. como si no. Del mismo modo es preciso apre­
ciar las de nuestro prójimo, si son honestos.
16 Oú8els �ArnCA)v &o KaKov atpetoat a\rró, &Ma 8e­
16. Nadie, cuando ve el mal, lo elige, sino
Aeaaeels ws &ya6é;> 1rpos ,.¿, �o�et�ov a\rroO KaKov W11PEÚ611 · que queda cautivo de él, seducido como por
17 Ov veos �o�aKaptaTOs &Ma ytpCA)v �e�tCA)l<OOs K<XAc:;)s· un bten en relación a un mal aún mayor.
17. No ha de ser estimado dichoso el jo­
6 yap vtos &K�o�ij 1TOAVS \rrro TfiS T\ÍXTJS mpo�povwv
ven, sino el viejo que ha vjvido una hermosa
1TA�ETat· 6 5€ ytpCA)v Ka6mp tv ;.,�, •4'> yT¡� vida. Porque el joven, en la flor de su juven­
Ka.Swp�o�tKEV, &a 1rpmpov 8v�mCJTOÚilEVa &oov tud, es frecuentemente sacudido por las velei­
dades del azar, mientras que el viejo arriba a
aya6oov aa�t Ka&aKAe{aas Xápm.
la vejez como a un puerto, coronando los bie­
18 'A�atpov�VT)S 1TpoC7Ó"!'ECA)S Ka\ 6�o�IA!as Kal awavaa­ nes que antes con zozobra había esperado en

,.po�fis hlÚETat &o ��TIKov 1rá.9os.


el apacible gozo del recuerdo.
18. Si se suprime la vista, el trato y el con­
19 ToO yeyovÓTOS a�o�vi¡�o�Ct.)V &ya.9o0 ytpCA)V Ti¡�J,Epov tacto frecuente, se desvanece la pasjón amo­
yeyéVT)&at. rosa.
19. El que se olvida de los bienes gozados
0 ( = K.6 XXIX) en el pasado es ya viejo hoy.
21 Ov �taCJTéov •flv �úatv &Ma mtrnov· m!ao�o�ev
20. <M e, 29.)
21. No hay que violentar la naturaleza sino
5€ •as ávayxalas �m6v�o�las �ATJpoOvoes, •ás •e persuadirla ; y la persuadiremos satisfaciendo
�VC71KaS Cxv llfl �Aa1TTCA)C71, &Ces 8€ �Aa�epas 1TIKpé;)s los deseos necesarios, los naturales siempre que
no nos resulten perjudiciales, y rechazando ri­
�ÉYXOVTES.
gurosamente los nocivos.
K.6 (= XIX) 22. <M e, 19.)

120 121
23. Toda amistad es deseable por sí misma ;
23 TTO:aa cptAia s.· �CX\rl'f¡v alpe-n'r ápxtiv Se EiAtlc¡>EV
pero tiene su origen en los beneficios.
arra Tfís wcpEAelas. 24. Los sueños no tienen naturaleza divina
24 'Ev\rmlla OVK V.axe c¡>IÍO'IV .9e(av ovSe llavTIKTJV ni poder adivinatorio sino que resultan del
aflujo de simulacros.
Swa¡.�tv, áJ.J..a ylvETat Kcrra e¡.�rrrooow eiSwAwv.
25. La pobreza acomodada al fin d e la natu­
25 'H mv(a ¡.IETpoVIJÉVtl T4) TfíS c¡>IÍO'EWS TÉAEI ¡.�éyas raleza es gran riqueza. Por el contrario, la ri­
�O'TI TTAoíhos· TTAoíhos Se llTJ 6pt�ÓilEVOS lleyáAtl �O'TI queza no sujeta a límites es gran pobreza.
26. Conviene tener en cuenta que tanto el
TTevla.
discurso extenso como el breve tienden al mis­
26 Ller StaAa�erv chl Kal 6 TTOAVS Myos Kal 6 J3paxlis
mo fin.
els To aliTo O"WTE ivet. 27. En nuestras restantes ocupaciones, una
27 'ETTI llEV TOOV lfAAWV rnt,Sev¡.�áTwv llÓAIS TEAEI­ vez cumplidas, recogemos el fruto con no pe­
w.SeiO'IV 6 KapTTOS �PXETal, rnl Se c¡>IAOO'Oc¡>las O'VVTpÉ)(EI queña dificultad. En la filosofía, por el contra­
rio, el placer coincide con el conocer. Pues no
Tij yvWO'et TO TEpTTVóv· ov yáp ¡.IETCx ¡.�á.9tlO'IV cm6AavO'IS,
se goza después d e haber aprendido, sino que
áJ.J..a á¡.�a ¡.�á&r]O'IS Kal cmó�avO'IS. gozar y aprender se dan conjuntamente.
28 O<íTe TOVs TTpoXelpO\.IS els c¡>IAiav OVre TOVs ÓKV!l ­ 28. No se ha de considerar aptos para la
ser
po\Js SoKI¡.laO'TÉov· Se Kal TTcxpaKIVSvveVO'al x&plv amistad ni a los precipitados ni a los indedsos,
pues también por amor de la amistad es preci­
cpiAtas.
so arriesgar amistad.
29 TTappTJalc¡x yap éywye XPWilEVOS cpvaloAoyoov XPTJO"­ 29. Yo preferiría proclamar con sinceridad,
Il'!>Serv TCx O'VIlc¡>ápoVTa TTcXO'IV áv.9pWTTO\S llcXAA0\1 cXv al investigar lo concerniente a la naturaleza,
¡3oVAOIIltlY, Kav lltlSels llÉAAlJ 0'\JV'IÍO'EIV, i"¡ O'V)'l<aTaTl­ lo útil para todos los hombres, aunque nadie
llegara a comprenderme, que prestar confor­
.9éllEYOS Tais Só�a•s KapTToüa.Sat Tov TTVKvov TTapaTTITT­
midad a las vanas opiniones y recoger el cerra­
ToVTa TTapa Toov TToMoov �TTatvov. do aplauso dispensado por el vulgo.
32 . 'O ToO aocpoü aef3aa¡.�6s �a6ov IJÉya Té;> ae¡3o­ 32. La veneración del sabio es un gran bien
llÉY'!> �O'Tf. para el que lo venera.

��
33. Este es el grito de la carne : no tener
33 IapKOs cpwvti TO llti m1vfjv, TO llti Stlflfív, TO llti
hambre, no tener sed, no tener frío ; quien ten­
yow· TaVra yap l){oov TIS Kal �TTÍ�WV ��EIV Kav (Llll)
ga y espere tener esto también podría rivali­
\rrrep EIÍOOII,.I0\1Ía5 llaxéaaiTO. zar con Zeus en felicidad.

122 123
34 OVx 0\ÍTc.>S xpe{cxv �o¡.¡ev Ti\s xpelas (Ti\s) napá 34. No necesitamos tanto de la ayuda de
nuestros amigos cuanto de la confianza en esa
T6.'>V cpO.wv OOs Tf\S n{a-reoos Tf\S mpl Tf\S xpelas.
ayuda.
35 0V Sel AV¡.�alvea.9at TcX ncxp6VTa T&;v átr6VTwv 35. No debemos menoscabar lo que ahora
hn9v¡.�lc¡t, &AA' hnAoyll;ea.Scn 6n TaiiTa Kal T&;v EliKTal­ tenemos con el deseo de lo que nos falta sino
que es preciso tener en cuenta que también
wv t¡v.
lo que ahora tenemos formaba parte de lo que
37 Aoenrl¡s 1') cpva1s �a-rl npes TO KaK�w oi.J TTpOS To

deseábamos.
&ycx66v· i¡Sovats � yáp ací>l;eTal, &hY1)S60'1 Se S1a- 37. Débil es la naturaleza para el mal, pero
no para el bie n ; en los placeres, en efecto, se
conserva, en los dolores, al contrario, se des­
38 M lKpOs nCXVTánaow 4> noMa! aiTia1 e<íAoyo¡ els truye.
��aywyr'¡v �lov. 38. Muy poca cosa es, de cierto, aquél que
encuentra muchos motivos razonables para
39 006' 6 'ri¡v xpe lcxv hnl;T)T&;v S1a nCXVTbs cplhos, abandonar la vida.
oO.S' 6 �o�flSrnon avváTwv·
TT 6 lolEv yap KaTTflhMi TI:\ 39. No es verdadero amigo ni el que busca
en todo la utilidad, ni el que jamás la une a la
xápm 'ri¡v Qj.IOI�i¡v, 6 Se átroKÓ1TTel 'ri¡v mpl TOV �­
amistad. Pues el uno se convierte en tendero
hOVTOS Ei.Jehmcnicxv. de favores con la idea de recompensa y el otro
40 · '0 Aéywv návTa KaT' aváyKT)v ylvea.9at oi.JSev corta de raíz toda buena esperanza para el fu­
turo.
�ahetv �el T4) AéyOVTI lolfl návTa KaT' aváyKT)v
40. El que dice que todo acontece por nece­
y{vea.Sa¡· MO ycXp TOÜTÓ cpfl<71 KaT' aváyKT)V y{­ sidad nada puede objetar al que niega que todo
vea.9al. acontece por necesidad, pues esto mismo afir­
ma que acontece por necesidad.
41 feAéiv O:¡.�a Sei Kal cplAooocpeiv Kal oiKovo¡.�etv Kal 41. Es preciso reir y, al mismo tiempo, fi­
TOlS hOITTOlS oiKEIW¡.IOO'I XPfia.9al Kal 1o111Sa¡.�ij Ai¡yelV TcXS losofar, cuidar de los asuntos domésticos y
mantener las demás relaciones habituales, sin
� Ti\s 6p.9fis cplhooocplas cpwvas acpltVTas.
dejar de proclamar jamás las máximas de la
4 '0 ai.JTOS xp6vos Kal yevÉae(A)S TOV ¡.�ey{a-rov aya.Soii recta filosofía.
Kal átroAaVaeoos. 42. En el mismo tiempo nace y se goza el
máximo bien.
43. Codiciar el dinero injustamente es im-

124 125
pío ; codiciarlo de acuerdo con lo justo, indeco­
roso. Es vergonzoso, en efecto, atesorar con
T p� cpe!Sea.9al 1<exl ¡.IE"Ta TOÜ
StKcxlov.
ó:Trprn� yO:p A\ITct sordidez, incluso de acuerdo con lo que es justo.
44 'O ao<pOs els Ta &vcxyl<
cxtex avy�<pt.9Els ¡.�Cí'Mov hrfa­ 44. Puesto en parangón el sabio frente a la

A �IV' TTIAti<OÜTOV cx\rTap­ necesidad sabe más dar que tomar para sí ; tal
r t ¡.IE"Tex6t6óV<Xl i'¡ ¡.iE"TCXCXIl
Tcrex es el tesoro de autosuficiencia que ha obtenido.
KEICXS rope St)acxvpóv. 45. El estudio de la naturaleza no forma
()V I<O¡l'll'OVs ov6� cpwvi)S lpy
exaTtKOVs o\15� Tl'¡v mpt- jactanciosos artífices de la charlatanería ni os­
45
OlS 'lt'extSelcxv wSetKVV!livOVS <pV- tentadores de la cultura por la que pugna la
llcXx,TOV 'll'apa TOlS 'll'OAA mayoría, sjno espíritus independientes, capa­
J..T Et, -."' .1.
.L
.., W\1\ U ao""- �" ""�"'"'
""Vs 1<exl cx\rTápi<EtS
atoAoylex 'll'cxpcxaKEV.. ces, orgullosos de sus propios bienes y no de
rnl TOts TéA'>v 'll'pcxyllá-
Kexl rnl Tots IS!ots áycx.9ots, o\IK los que surgen de las circunstancias.
46. Desterremos completamente de nosotros
Toov �ex cppovo\ívTEs.
las malas costumbres como a hombres malva­
46 Tas <p<XÚACXS av.Selcxs
v, Wa'll'Ep OOISpcxs 'll'OV1)poVs 'lt'o-
dos que, durante mucho tiempo, nos han cau­
ioos b<StcbKOIJ.EV.
AW xpóvov �ex �A�CXS 'TW sado daños.
'll'poTÉpelS KpE(TTOO 'll'OI­ 48. Esforcémonos en hacer el último cami­
48 netpéía.9cxt Tl'¡v � Tfís
no mejor que el precedente, mientras estemos
s· rnl 'll'�pcxs v..9<.>1J.EV,
etv, �oos av w 6Séj) ooiJ.EV. mtSO:v en camino. Y cuando lleguemos al final, ale­
6¡.�c:xA&>s e\1cppcxlvea.9cxt. grémonos con moderación.
49. <M e, 12.)
49 (= K� XII)
5o. < M e, 8.)
50 (= � VIII) 52. La amistad danza en torno a la tierra y,
H <ptAiex mptxope\Jet TI)v oiKo
v�v K11p\rn'ovaex
52 '
como un heraldo, anuncia a todos nosotros que
¡.�CXKexpta¡.IÓV. despertemos para la felicidad.
ST¡ 'lt'aaiV T¡¡.�tv tyelpea.Sext rnl TCIV
53. De nadie se ha de sentir envidia. Pues
o\IK &�tot q�.sóvov,
53 OvSevl cp.SOv,nov· áyex.SOl yap los buenos no lo merecen y los malos, cuanto
l, TOaO\ÍT't' ¡.�Cí'Mov
'll'OV,pol Se oa'l> av llCXAAOV e\ITvxéA'>a más afortunados son, tanto más se perjudican
a sí mismos.
r is Av¡.¡exlvoVText.
cx\ro
54. Es necesario no fingir que filosofamos,
54 l'
OV 'll'pOa'lOteia.Sext Sei <ptAoaocpelv, &M' 6VTOOS <ptAo­
sino filosofar realmente : no necesitamos, en
SoKEtv liytexlvetv ,
aocpeiv· ov yap '1t'poa6eó¡.¡e.Sex TOÜ efecto, aparentar que estamos sanos, sino estar­
tv. lo verdaderamente.
áJ..Aa ToO Kcr'r áJ..T¡.Setcxv liytexlve

127
126
55. Debemos curar las desgracias presentes
T AAV�Vc..>V
Ó'TO
55 rr tov TOS OV¡.Lcpopas TfJ TWV
9epcrEVT con el grato recuerdo de los bienes perdidos y
OIÍK gCTT\V áft'paKTOV
xáptT\ Ka\ Tct> y\Vcbal<EIV Ó'TI con el reconocimiento de que no es posible
noti)O'at TO ycyovós. hacer que no sea lo acontecido.

56-51 'A"Ayet �V 6 O'Ocp


OS OV IJéXMOV CTTpE�AOVIJEVOS 56-57. No sufre más el sabio si es sometido
p a\.JToiiTE.9VJÍ�ETQI ' a tortura que si un amigo es sometido, y por él
(fl CTTpE�AOV�VOV TOiicp{AOV, Ka\ IÍTT� está dispuesto a morir. Porque, si traiciona a
6 �{os ai.JToii nas t')l'
el ycip npoT¡O'ETal) TOV cp{i.ov su amigo, toda su vida será desconcierto y agi­
ávaKSXaiTIO'IJÉVOS ECTTal.
Ó'TITCTTiav ovyxv.Sf)O'ETal Kal tación por causa de su infidelidad.
58 'EICAVTéov �avTOVS b<
TOÍÍ mp\ TCx �yK\JKAia Ka\ 58. Hemos de liberarnos de la cárcel de los
.> {ov.
1TOA\T\KCx 5E0'1Jc.TT)p intereses que nos rodean y de la política.

59 "Ani.T)CTTOV ov yaCT
T1Íp, oo0'1Tep ol noi.i.o{ cpaO'\V- 59. No es insaciable el vientre, como suele
(Ti)s) ya<TTpOs exop{CTO TV decir el vulgo, sino la falsa opinión acerca de
&XA' 1¡ S6�a 'Vev51')s IÍTT�p TOÍÍ la ilimitada avidez del vientre.
ni-T)pcbiJaTOS. 60. Cada cual deja la vida como si acabara
TOÍÍ �i)V antpxeTal.
60 nas OOO'lTEp &pTl ycyovcl>s b< de nacer ahora.
61 KaMICTTTl Kal 1¡ TWV 1TA
T)O'Iov Ó\VIS Ti)s npcbTT)S 61. Hermosísima es la vjs�ón de nuestro
ovyyevf)O'Ec..>S 61JOVOOÚO'TlS fl
Ka\ no;.A,'¡v els TOÍÍTO prójimo si el primer encuentro implica concor­
1TO\OV�V11S 0'1TOV5JÍV.
dia o al menos produce inclinación hacia ello.
al Tois )'E'MÍO'a- 62. Si la ira de los padres para con los hijos
62 El yexp KaTCx TO 5tov 6pyal y!voVT
está justificada es, sin duda, necio el oponerse
0'1 npbs TCx �ova, IJCxT
atov 5f)nov.Stv �CTlT TO &vn­
y no tratar de obtener el perdón. Si no está
yvcbiJT)S wxetv, el 5 E
Te!VE\V Kal IJfl napatTElO'.Sal ovy justificada, sino que es algo en exceso absur­
TEpoV, yei.olov nav TO
IJ1'! KaTCx TO 5tov, &XAex &Aoycb do, es entonces ridículo que quien en su áni­
y!av .Swct> KaTtxov­
npbs 00<AT)O'lV (b<KaA6lv) T1')v &Ao mo tiene la sinrazón recurra a todo lo que va
KaT' &AAovs Tpónovs contra la provocación y que quien en su ánimo
Ta, Kal IJ1'! �11Tetv ¡JETa.9etvm
tiene la sensatez no intente apaciguarlo de otra
eVyVc..>IJ.OVOÍÍVTa.
manera.
63 "ECTlT Ka\ �V AE1T6T TT)Tt Ka.SaplÓTT)S, l¡s 6 Cxve1Tl-
63. También la frugalidad tiene su medida ;
5t' aoptCT{Tav
T S napa1TAfJO'lÓV TI 1TCxe7XEl Tct>
Aóyl<TO el que no la tiene en cuenta sufre poco más o
T VT\,
bm'{1TO menos lo mismo que el que desborda todos los
&Ai.c..>v �atvov
64 AKoi-ov.Setv 5ei TOV napex Twv

límites por su inmoderación.
l T1')v I!IJWV laTpe{av.
aVTÓIJaTOV, 'l'¡��oas 5E yevéc¡.Sal nep
64. Conviene que nos acompañe, espontá-

129
128 Ética llc Eplcuro, O
neo, el encomio de los demás, per
o nosotros
65 Mchcuóv �a-rt 1rapa .Sewv aiTEla.Sm & TtS tavré¡) debemos ocuparnos de la salud de
nuestras al­
mas.
xopr¡yfíaat !KavÓS �O"Tl.
65. Es absurdo pedir a los dios
es lo que
66 Iv�ma.Sw�Jev Tols cpl:\ots ov .Spr¡voOvTes &A:\a cada uno es capaz de procurarse por
sí mismo.
cppoVT(�OVTES. 66. Com padezcámonos de los ami
gos, no
con lamentaciones sino prestándole
67 'E:\ev.Sepos !'los ov SúvaTat KTi¡aaa.Sat xp1)�JaTa s ayuda.
67. Una vida libre no puede adquiri
r gran­
1TOAACx Sta TO TO 1Tpéiy�Ja (IJTJ) �<:tStov elvat xwpls des riquezas por no ser cosa fácil de
conseguir
.Sr¡Telas 6x:\wv fí Swaa-rwv, &AAa awexer Sa�.Vt:\eiGC sin servilismos al vulgo y a los poderos
os. Pero
esta clase de vida ya posee todos los
1TéxvTa KÉKTT')Tat• av Sé 1TOU Kal T\ÍXt;l XP1'liJ<hWV 1TOAAWV, bienes en
continua abundancia y si casualmente
obtuvie­
Kal TcxVTa �GCSiws av els Tf}v TOV 1TAT')O"ÍOV ewotav Sta�Je­ ra muchas riquezas, también le serí
a fácil re­
Tpi¡aal. partirlas para ganar la benevolencia
del pró­
jimo.
68 OvSev !Kavov e;> 6:\lyov To IKavóv. 68. Nada es suficiente para quien poc
o es
lo suficiente.
69 To TfíS \jN)(fíS áxéxpta-rov A.lxvov �1ToiT¡ae TO �oov
69. La ingratitud del alma hace
els érnetpov Twv � l5!aíTt;¡ 1TOtKt:\IJchwv. al ser vi­
viente ávido de variar hasta el infi
nito los ali­
10 MT¡5év ao1 �v l'l<t> 1Tpax.SeiT) ó cpól'ov 1rapé�et aot mentos.
70. Nada hagas en .tu vida que pueda
el yvwa.ST¡aeTal Té¡) 1TAT)alov. pro­
curarte temor si fuera conocido por el
prójimo.
71 np6s 1TcXaas TCxS �1Tl.9UIJÍOS 1TpoaaKTÉOV TO �1TE­ 71. Tenemos que presentar a todo
s y cada
uno de los deseos esta interrogación :
PWTTJ1Ja To\Tro· TÍ IJOl yevt)aETat &v Te:\ea.Sfj TO KaTCx ¿Qu é me
sucederá si se realiza lo que mi deseo
ém.Sv�Jiav ém� TJTOV�Jevov ; Kal TÍ éav IJTJ Te:\ea.Sfj ; trata de
conseguir? y ¿qué si no se realiza?
72 (= K� XIII) n. (M e, 13.)
73. El que hayamos padecido algu
nos do­
73 Kai TO yevéa.Sat Ttvas éx:\yT¡5óvas mpi aw1-1a :\vat­ lores en el cuerpo nos ayuda a ser
cautelosos
TEAEi 1rpos cpu:\aKf}v Twv o�Joetowv. frente a sus congéneres.
74. En las discusiones entre quie
74 'Ev cptA.oMyct> 0'\J�T)Tt)aet 1TAEiov fívvaev 6 ftTTr¡.Seis nes aman
razonar obtiene más provecho el que
resulta
Ka.S• ó 1Tpoaé�Ja.Sev. inferior por lo que del otro aprend
e.

130 131
75. Ingrata para con los bienes disfrutados
75 Els 10 orap�Xf1KÓ'Ta áya.So áxáp1aoos �wvf¡ f¡
en el pasado es la máxima que dice : Mira el
"Af.yovaa· 1t"Aos 6pa llaKpov �{ov. final de una larga vida.
76 To1oV'Tos et Yf1PÓaKc.>V 6orotov �y� orapa1v&, Kal
76. Eres, aún haciéndote viejo, tal como yo
recomiendo ser, y has distinguido qué es filo­
51ÉyVc.>Kas 6orot6v �CTTI 10 �avié¡) �l"Aoao�fíaal Kal oiov
sofar para sí mismo y qué para la Hélade. Me
10 'Ti) 'EMá61· ovyxaípc.> ao1. complazco contigo.
77. El más grande fruto de la autosuficien­
77 Tfís a\rrapKE!as Kaporos llty1aoos �"Aev.Sep!a.
cia es la libertad.
78 'O yevvaios orepl ao�!av Kal �1"Aiav 1-!áAICTTa y!y­ 78. El hombre bien nacido se dedica princi­
ve�al, wv 10 1-1tv lao1 .SV,'TOV áya.Sóv, 'TO 5e a.Sáva�ov. palmente a la sabiduría y a la amistad. De és- .
tas, una es un bien mortal ; la otra, jnmortal.
79 ·o á'Tápaxos eav�é¡) Kal hép� á6x"A11•os. 79. El hombre sereno no da molestias ni a
80 Nt� ac.>Tf1plas 1-1oipa •fís f¡"A1Kias 'T1ÍP11a1s Kal �v­ sí mismo ni a los demás.
80. En el joven el remedio infalible para su
AaKfl •wv oráv'Ta llo"AwóVTc.>V Ka'TO •os l'TTI.SVI!Ias TOS
salud es conservar la juventud y estar precavi­
olaopw6e1s. do contra todo lo que por sus exaltados deseos
81 Ov AVEI ¡f¡v ifís '!NXfíS Tapaxflv ov5e TfJV cX�IÓ­ pueda enturbiarla.
81. No libra de la turbación del alma ni pro­
"Aoyov áoroyevv� xapav oi:rre or"AoV'Tos \rrrápxoov 6 1-!É­
duce alegría estimable la mayor riqueza que
YICTTOS ov.S' T¡ orapo Tois oro"A"Aois 'TIIlfl Kal orep!�Ae'VIS exista ni el honor y la consideración entre el
o\IT' á)J..o TI Twv orapo TOS á51op!aoovs ah!as. vulgo ni ninguna otra cosa que guarde relación
con causas indeterminadas.

132 133
ACERCA DFJL SABIO. (D. L. X. 117-121)

(Sobre las normas de conducta, de cómo de­


TIEPI TOY ¿Qct>OY
bemos elegir esto y rehuir éso, escribe del modo
siguiente. En primer lugar pasemos revista a
1 17 TIEpl Se 'TWV �tW'TtKWV Kal chrws XPTJ 'Ta IJEV 'I'¡�JéiS lo que sobre el sabio opinan él y sus discípulos.)
Daños provienen de los hombres, por odio,
alpEtcreat, •a S' lK<pEVyEIV, o\rrwal ypá<pEt. np6TEpov
por envidia o por desprecio, cosas que el sabio
Sé StéA6WIJEV á 'TE a\rré¡) SoKEi mpi 'TOÜ aocpoü Kai 'TOlS supera con su razonamiento.
Mas incluso el que ha llegado a hacerse sabio
á"Tr' a\rroü.
una vez no adquirirá ya más la disposición de
BM�s t� ávepc.:mwv 1) Sta �-Liaos f¡ Sta cp66vov ánimo contraria, ni la fingirá por su propia
voluntad.
,; Sta Ka<acpp6Vl)atv ylvEcreat, wv •ov ao<pbv l\oylallc'i)
Se contendrá más en sus pasiones, para que
mptylvEcreat. áAl\a Kal Tov á"Tra� yEvÓ¡..�evov aocpov no puedan estorbarle en su sabiduría.
No está sin embargo, al alcance de cualquier
1-LT)KÉ'TI ;T¡v lvcwrlav Aa�J�áVEIV S!á6ea1v I!T)SE nMne1v
disposición corporal ni de cualquier raza lle­
�KÓV'Ta· 1rá6EO'I IJCxAAOV O'VO'XE&tíaEcreal· OIÍK Ó:V l�J1T08{aal gar a ser sabio.
Aún en medio de la tortura el sabio es feliz.
npos •i}v aocplav. oúSe IJTJV lK náO'T)s croo�JaTOS g�EWS
Sólo el sabio sabe conservar el recuerdo agra­
118 aocpov yEvécreal áv oúS' lv ncwrl éevEI. KÓ:V O"'TpE�Aw6fj decido, de forma que puede vivir continuamen­
te con el elogio de sus seres queridos, igual
S' O O'O<pÓS, Elvat aVrOV e\JSaÍ�JOVO. IJÓVOV 'TE xáptV
de los presentes que de los ausentes. Pero cuan­
É�EtV 'TOV ao<pÓV, Kai mi <pÍAOtS Kai napoÜO'I Kal Ó1TOVO'tV do está sometido a torturas, entonces se queja
O�JOÍCA>S StaTE (AEiv) e\Jl\oyoüVTa. Ó'TE IJÉV'TOt O"'TpE!'AoÜ'Tat, y gime.

135
134
De la unión sexual con mujer el sabio se abs­
tendrá cuando lo prohíban las leyes. (Según
dice Diógenes en su Epítome de las Doctrinas
T¿>V aocpbv � ol v6¡.lot árrcryopeúovatv, ws q>T)at t.to-
Eticas de Epicuro).
yÉVT)s tv Tij 'EmTol.li;i TéA>V E1TtKovpov fJ6tK&v Soyl.lá­ No castigará a sus sirvientes, sino que se
compadecerá de ellos y tratará comprensiva­
Toov. ovSe KOAáaetv oiKÉTCXS, �AETJaEIV ¡.¡ÉVTOI Kai avyyvC:,- mente a los que sean personas de bien.
Opinan que el sabio no ha de enamorarse.
1-lT)V Ttvi €�etv Té:>v a1tovSaloov. tpaa6f)aea6at Tov aocpov
Ni ha de preocuparse de su sepultura.
OV SoKEI aUTO{)' ovSe Tac¡>fíS q>pOVTIEiV ovSe 6EÓ1TE¡.l1TTOV Tampoco creen que el amor sea de origen di-
vino (Según Diógenes en . . . )
elval TOV gpooTa, ws 6 t.toyéVT)S tv TW * *. ovSe �T)­
Tampoco discurseará con elocuencia.
TOpEÚaEIV KaAé:>). awova(T) Sé, cpaaiv, WVT)aE IJEV ovSé- Las relaciones sexuales, dicen, nunca produ­
cen provecho ; pero son amables con tal de que
1TOTE, áya1TT)T¿>V Se el l.ll) Kai g¡3ACX\jJE.
no produzcan daño .
. 19 Ka! l.ll)V Kai ya¡.lf¡aetv Kai TEKV01Totf¡aetv TOV aoq>6v, El sabio puede incluso casarse y tener hijo&
(según Epicuro en sus Incertidumbres, y en su
ws 'E1TIKovpos tv Tats t.1anoplats Kal tv Tats Tiep l
Sobre la naturaleza). En algún revés de la vida
cpvaeoos. KaTá mplaTaatv S é 1TOTE ¡31ov ya¡.lf¡aetv. Kal puede contraer matrimonio. También puede
disuadir a otros de él.
StaTpanf¡aea6a( TIVCXS. ovSe ¡.¡i¡v AT)pf¡aeiV � � c¡>T)alv
Tampoco parloteará en medio de la borrache­
6 'E1T1Kovpos �V Té¡) Iv¡.¡1Toal'!>. ovSe 1TOAITEÚaeTal, ws ra (dice Epicuro en su Banquete).
tv Tij 1TpWT1) Tiepi ¡3(oov. ov8e TVpavvEÚaEIV' ovSe KVVteiv' No hará política (según el pritper libro de
Sobre las formas de vida).
WS �V Tij SEVTÉpa Tiepl ¡3(oov· ovSe 1TTWXe\Íaetv· áAAO:
No se hará tirano, ni se hará cínico (según
Kal 1TT)p006ÉVTa TclS 6\I'EIS ¡.lE6É�EIV aVTOV TOV ¡3(ov, WS el segundo libro de Sobre las formas de vida).
Ni se hará mendigo ; incluso después de per­
�v Tij aVTij cpT)al. Kal l\V'IT1'¡aea6at Sé Tov aocp6v, ws
der la vista mantendrá su mismo modo de vivir
. 20a t.toyévT)s �v Tfj 1Tél.l1Tt;l
T Twv 'E1TIAÉKToov· Kal 8tKáaea6at· (según dice en el mismo libro) .
También el sabio puede afligirse (según Dió­
Kai avyypál.liJaTa KaTaAEII!'etv· ov 1TavT)yvpteiv Sé· Kal
genes en el libro quinto de sus Selecciones).
KTT¡aeoos 1Tpovof¡aea6at Kal TOCí l.lÉAAOVTOS. q>tAcrypT¡aetv. Puede acudir a los tribunales. Y legar escri-

136 137
T\Í)(t;l. T' cWriTÓ�e0'6cx1, q>(AOV TE ovSÉvcx rrpof¡aea.9CXI. tos a la posteridad. Pero no acudirá a las con­
centraciones multitudinarias.
evSo�(CXS �TTl TOO'OVTOV rrpovoi¡aea6CXI1 �q>' ÓO'OV 1.11'} KCX­ Velará por su hacienda y por su futuro. ·
TCXcppovf¡ae0'6cxl. ¡.lclAAOV TE evq>pcxv6i¡ae0'6cxl TWV áA.A.wv Amará la campiña.
Se opondrá al azar, y no abandonará a nin­
�V TCXlS 6ewp(CXIS. gún amigo.
EIKóvcxs TE 6vcx6T¡ae1v. (e\i) el exo1, áS1cxq>6pws · &v Cuidará de su buena fama, en la medida
precisa para no ser desprectado.
axolfl. l.lÓVOV TE TOV O'Oq>OV 6p6ws &v rrepl TE l.lOVO'IKfíS Y se regocijará más que los otros en las
KCXl TTOiflTIKfíS SlcxAÉ�CX0'6CXI' TTOii¡l.lCXTÓ TE �vepyelctt OÚK fiestas.
Dedicará estatuas si pudiera. Pero es indi­
&v rro¡fíacxl. oÚK elvcxl Te hepov hépov aoq>c.:nepov. ferente que lo haga.
XPfll.lCXTiaea6cxl Te, áJ.J...' árro l.lÓVflS aoq>lcxs, árropf¡aCXVTcx. Sólo el sabio puede dialogar con acierto so­
bre las artes musicales o poéticas, pero no de­
Kcxl 1.16vcxpxov �v Kcxlpé¡) 6epcxmvaeiV. Kcxl trnxcxpf¡aea6cxl dicará su actividad a componer.
TIVI rnl Té¡) S!opeool.lCXTI' KCXI axoA.l'¡v KCXTCXO'KEVÓO'EIV, Ninguno es más sabio que otro.
Puede buscar una ganancia monetaria, pero
&M' o\Jx ooO'T' ÓXAcxywyfíacxl' KCXI 6vcxyvooae0'6cxl �V sólo de su saber, en caso de necesidad.
TTAi¡6EI, áJ.J...' 0\ÍX �ÓVTCX' Soyl.lCXTIElV TE KCXI OÚK árropi¡­ Y en la ocasión puede servir a un monarca.
Estará agradecido a cualquiera por una bue­
O'EIV' KCXl Kcx6' IÍ'Trvovs Se 0¡.10\0V eae0'6cxl KCXI \rrrep q>IA.ov na corrección.
rroTe Te6vi¡�ea6cx1. También puede dirigir una escuela, pero de
modo que no atraiga muchedumbres.
[To ��iis] SoKet S' exóTots ál.lcxpTi¡¡.�CXTcx &v1acx elvcx1. Llegará a dar lecturas en público, pero no
KCXl TI¡v VyÍEICXV TIO'I l.lEV áycx66v, TIO'I Se áS1áq>opov. por su gusto.
Tendrá principios de certeza, · y no dudará
Ti¡v Se ávSpelcxv q>vae1 1.11'! ylvea6cx1, Aoylallé;) Se ToO
de todo.
O'VIlq>ÉpOVTOS' KCXI Tl'¡V q>IAicxv Sl<l TOS xpelcxs· Selv llÉVTOI Incluso en los sueños se mantendrá ecuá-
nime.
rrpoKCXTápxe0'6cxl (Kcxl yexp TI¡v yfív amlpol.lev), avvla­
Por un amigo llegará a morir, si es preciso.
Tcx0'6cxl Se cxVTTlV KCXTCx KOIVWVÍCXV �V TOlS TCXlS l'¡SOVCXiS Piensan que los errores son desiguales.
Para algunos la salud es un bien, a otros (les
�ETTAflpWilÉV(OIS) · parece) algo indiferente.

138 139
Tt'¡v e\15c(l¡.IOvlav 5•xfl voeia6cu, ,;v -re &KpoTáTr¡v, Que el valor no se produce por naturaleza,
sino que nace del cálculo de lo más conve­
otcx �<TTI 1Tepl TOV 6eóv, rnhcxcnv OÚK �OVO'av· KCXI niente.
Tt'¡v (KCXTÓ: Tt'\v) 1Tpoa6i¡K11V Kcxl ácpcxlpEO'IV f¡5ovoov. La amistad se desarrolla con las ventajas
mutuas ; es preciso, no obstante, que se haya
iniciado anteriormente (así como sembramos
el campo) ; pero adquiere consistencia por la
común participación en el logro de los placeres.
Imaginan que hay dos tipos de felicidad ; la
más alta., que es la que rodea a la divinidad, no
conoce alternancias, y la otra que varía con la
adquisición y la pérdida de placeres.

140 141
FRAGMENTA ET TESTIMONIA
FRAGMENTOS Y TESTIMONIOS
ESCOGIDOS
SELECTA

'En{I<OVpOS ¡.LEV fi\E)'S TflV CjliAOO'O�Iav tvépys1av slval l. Epicuro decía que la filosofía es una
i\6yOIS Kal l'ilai\oyiO'¡.LOiS TOV svSa{¡.LOVa (31ov mpmoi­ actividad que con discursos y razonamientos
procura la vida feliz.
O VO'OV. (Fr. 2 1 9
. Us.)
2. Vana es la palabra del filósofo que no
2 Ksvos tl<slvov �IAOO'Ó�ov i\6yos, v�· OV lll'\SEv ná3os remedia ningún sufrimiento del hombre. Por­
áv3pwnov 3spamVSTOI' Wo-rrsp yap !aTpll<fíS ovSev Ó�s­ que así como no es útil la medicina si no su­
prime las enfermedades del cuerpo, así tampo­
i\os ll'li TCxS v60'ous Twv O'W¡.LáTwv t1<(3ai\i\o1ÍO'l'\S, oÜ'Tws
co la filosofía si no suprime las enfermedades
ovSe �IAOO'O�Ias, el ll'li TO TfíS \jN)(fíS tl<(3ái\i\sl ná3os. del alma.
(Fr. 221 U s.) 3. Con amor a la verdadera filosofía se
3 • Ep wTI �1i\oO'o�las ái\113•vfís néXO'a Tapaxws,s 1<al
desvanece cualquier deseo desordenado y pe­
noso.
tnlnovos tm3wla tKi\ÚSTal. (Fr. 457 U s.) 4. Es preciso que sirvas a la filosofía para
4 Philosophiae seruias oportet, ut tibi contingat que te alcance la verdadera libertad.
uera libertas. (Fr. 199 Us.) 5. La feljcidad y la dicha no la proporcio­
nan ni la cantidad de riquezas ni la dignidad
5 To svSai¡.LOV Kal ¡..¡aKáplOV ov XPl'\1-láTWV ni\fí3os
de nuestras ocupaciones ni ciertos cargos y
ov5e npay¡..¡áTwv óyxos oúS' ápxaí TIVSS fxOVO'IV 0\JSE poderes, sino la ausencia de sufrimiento, la
Suvá¡..¡s•s, éti\i\' ái\V1Tía 1<al npaÓTl'\S na3wv 1<al S•á3sO'IS mansedumbre de nuestras pasiones y la dispo­
sición del alma al delimitar lo que es por na­
ljN)(i)S To KaTCx �ÚO'IV óp í�ovO'a (Fr. 548 Us.)
turaleza.
.

6 'O oúv Tij �úcrs1 napa�<oi\ou3wv Kai ¡..¡f¡ Tais KSvais 6. El que presta atención a la naturaleza

142 143
66�cx1s �v rracnv cx\rrápKl)S' rrpos yap To Tij cpvcm y no a las vanas opiniones es autosuficiente en
cualquier circunstancia. Pues en relación a lo
ápKOÍÍV 1TOCTCX KTfíCTLS ÉCTTI 1TAOÜTOS, 1TpOS 8e TCxS áop{a­
que por naturaleza es suficiente toda adquisi­
TOVS 6pé�e1s Kcxl ó IJ.ÉyLCTTOS rr;\oOTós ÉCTTL rrevicx. (Fr. ción es riqueza, pero en relación a los deseos
202 Us.) ilimitados la mayor riqueza es pobreza.
7
7. Conviene decir de qué modo se preser­
/\éyeLV 8ei rrws áptCTTcx To Tfís cpvaews TÉAos CTVVTl)-
vará mejor el fin de la naturaleza y cómo na­
pliae1, Kcxl rrws TIS tKwv elvcx1 1-11) rrp6aetatv �� ápxiis die, en un principio, accede espontáneamente
rnl TCxs TWV 1TAl).9WV ápxás. (Fr. 554 Us.) a los cargos públicos.
8. Nada produce tanto regocijo como el no
s Ov5ev oiÍTws w.Swt­
cumplir muchos cometidos ni emprender asun­
cxs 1T0ll)TIKOV ws TO tos engorrosos ni violentar nuestra capacidad
1-11) rroMa rrpáaaetv más allá de sus fuerzas, pues todo esto provoca
perturbaciones en nuestra naturaleza.
IJ.118E SVCTKÓAOIS É1TI­
9. ¡ Huye, afortunado, a velas desplegadas
XE1peiv rrpáyiJ.CXCTIV de toda forma de cultura !
1-111Se rrcxpa Swcx�J,tv 10. Te estimo dichoso, Apeles, porque lim­
pio de toda cultura te entregaste a la filosofía.
[T]t ��6:�ea.Scx1 Tf¡v tcxv­
1 1 . Téngase presente sólo el cuadrifárma­
Tov· rrávTcx yexp co : dios no se ha de temer, la muerte es insen­
TcxíiTcx Tcxpcxxas sible, el bien es fácil de procurar, eJ mal, fácil
év1To1el Tfí cpva [e1] . (Fr. 40 Chiht 1 11) de soportar.
12. Sólo Epicuro · concibió que existen los
9 ncxiSe{cxv Se 1TOCTCXV, IJ.CXKÓ:ple, cpeüye TÓKÓTIOV ápcXIJ.E­
dioses por el hecho de que la naturaleza ha gra­
vos. (Fr. 163 Us.) bado en el ánimo de todos la noción de ellos.
10 M<XKcxp{�w ere, e':) 'ArreJ.;\fí, &TI Kcx.9cxpos rráa11s Pues ¿qué pueblo hay o qué estirpe de hombres
que no tenga, sin previa instrucción doctrinal,
1TCXISelcxs rnl q>IAOCTOcp{cxv WPIJ.l)CTCXS. (Fr. 1 1 7 Us.)
una cierta anticipación de los dioses, que Epi­
11 ncxpÉ [CTTW) IJ.ÓVO [V ) f¡ TETpcxcpáp [IJ.CX )KOS' ácpo�V curo llama prolepsis?
Ó .Seós, ávcx(a.9l)TOV o .9ávCXTOS, Kcxl Táycx.Sov IJ.EV EÜK'Tl)V 13. El ser vivo incorruptible y feliz (la divi­
nidad), saciado de todos los bienes y exento de
[Tov], TO Se SetVOV evEKK[cxp]TÉpl)TOV. (Pág. 69 Us.)
todo mal, dado por entero al goce continuo de
12 Solus enim (Epicurus) uidit primum esse deos, su propia felicidad e incorruptibilidad, es �ndi-

144 145
:euca de Epicuro, 10
ferente a los asuntos humanos. Sería infeliz
quod in omnium antmls eorum notionem inpres­
si, a modo de un operario o de un artesano.
sisset ipsa natura. quae est enim gens aut quod soportara pesadumbres y afanes por la cons­
genus hominum, quod non habeat sine doctrina trucción del cosmos.
14. Si dios prestara oídos a las súplicas de
anticipacionem quandam deorum? quam appellat
los hombres, pronto todos los hombres perece­
TTpÓAfll.jiiV Epicurus. . . . . (Fr. 361 Us.) rían porque de continuo piden muchos males
13 To yO:p llcxt<6ptov Ko:i ácp.So:pTov l;¿¡>ov, mTTAflP "' Il�­ los unos contra los otros.
vov Te m:Xcn Tois 6yo:6ois KO:I KCXKOV TTCXVTOS á5EKTov, 5. He ahí, dice Epicuro, lo más excelso,
algo como sobresaliente en preeminencia. El
ÓAOV ÓV mp\ Tf¡V avvoxT¡v TfiS 15{0:S ev5o:t¡!OVÍO:S TE KO:I
sabio, en efecto, tiene en todo momento opinio­
6cp.So:pcrlo:s 6vemaTpecp�s �crn TWV 6v.SpwTTivwv TTpo:y ­ nes puras y reverentes acerca de la divinidad
llÓTwv· KCXKo5o:{¡!WV 5' 6v eifl �pyáTou OÍKflV Ko:l T�K­ y estima excelsa y augusta su naturaleza. Pero,
sobre todo en las fiestas, avanzando en la idea
Tovos ó:x.Socpopwv Ko:l llEPtllvwv els Tf¡s Toii KÓO'IlOV
de la divinidad por tener de continuo en los la­
Ko:Ta01<evf¡v. (Fr. 361 Us.) bios su nombre con vivísima emoción, alcanza
14 El Tais Twv áv.Spc:mwv eiJxais 6 .Seos Ko:TflKo'Aov­ a comprender la inmortalidad de los dioses.
6. Sacrifiquemos, pues, piadosa y recta­
.Set, .SCíTTov áv ÓTfWAAUVTO TT6VTES ó:v.Spc.>TTOI, OVVEXWS
mente como conviene, y cumplamos con todas
TTOAAO Kai xo:AmO: Ko:T' áf..f..T¡t..wv E\ÍXÓilEVOI. (Fr. 388 Us.) las demás cosas de acuerdo con las leyes, sin
15 Ka\ TO I!Éytcr[T6v) cpflO'I Kal olovel [Tt) Ka.S'T¡yei!O­ dejarnos turbar por las vanas opiniones acer­
ca de los seres más perfectos y augustos. Sea­
víav [\rrrep)ÉXov �Keiv [o etv)at· TT6VTa yO:p cro[cpov)
mos además justos en base a la doctrina de la
Ka.SapO:s Kal á[yv)O:s Só�as �xe1v [mpl) Toii .Selou Kal que os he hablado. Pues así es posible vivir de
(llEY )6/..fl V TE Ka\ O'E (llV )T¡v VrrEIAflcpÉ (val) TCX\Í'T1')V TtlV acuerdo con la naturaleza.
7. Frente a las demás cosas e¡;; posible pro­
cpvcrtv· ev 5 [e) Tais ÉopTais 1![6)/..taT' e[l)s eTTivotav
curarse seguridad, pero frente a la muerte to­
o:VTf\s ¡3a5\l;ovTa 5.t0: TO Toúvo¡la TT6VTa ávO: aT61l' dos los hombres habitamos una ciudad sin mu­
EXEIV Tí [6.9 Jet crcpo5 [po )T�P'l>l Ko:Ta [axei)v TTJ [V TWV rallas.
1 H. Tan grande es Ja ignorancia ele los hom­
eewv 6cp [.Sap) críav * *. (Fr. 386 Us.)
bres, tan grande su locura que algunos por te­
16 'Hil[eis yovv) .Svw¡lev [6crl)ws Kai Kaf..ws ov [Ka.S]­
mor de la muerte son empujados a la muerte.
JÍKEt, Ka[i T]&t..t..a mxVTa TTpÓTTw¡lev [Ka)T6 TOVS v6- 19. Muéstrese gratitud n la fel iz Naturaleza

47
146
�o�que hizo fácil de procurar lo necesario y di­
lv •olp repl •wv
�o�ovs 1-1 [rl).Se [v] •ais 56�ats a [v ]•o\Js ftctl de obtener lo innecesario.
VTES' (�TI) OE 20. El hombre es infeliz ya por el temor, ya
áp(O"TOOV K (a\) O"E�o!VOT<ÍTOOV Ola<ap<ÍTTO por el de�eo ilimitado y vano. Quien a esto
Ka\ 5(Kato(l W)I!EV ácp' f\ EAe[yov 56)�
1"\S" o\rroo yap
ponga brida puede procurarse la feliz sabidu­
387 Us.)
[lv]5ÉXe<at cpva [tKws] �fív 6�o�ol oo[s] ... (Fr. ría.
noplaaa.Sat, 2 1 . Con una actividad desenfrenada se acu­
17 npos �o�ev TaAAa 5vva<OV áacpáAetav
mula gran cantidad de riquezas, pero a ellas
T I 'TTÓAIV áTEIXtO"TOV
xáptv 5e .Saválov 'TTÓVTES av.Spoo'TO se les une una vida desgraciada.
oiKov�o�ev. (Fr. 339 Us.) 22. Muchos que consiguieron riquezas no
, immo encontraron en ellas la liberación de sus males
18 Tantam hominum inprudentiam esse
sino una permuta de éstos por otros aun peo­
cogantur ad
dementiam, ut quidam timore mortis res.
mortem. (Fr. 497 Us. ) 23. La autosuficiencia es la mayor de todas
�no!11aev las riquezas.
19 Xápts Tfj �o�aKap!a cpvaet, oTt •a ávcxyt<aia
24. Es raro encontrar un hombre pobre si
T ptO"Ta, •a 5e 5va'T6
eV'Tó T ptO"Ta oliK ávcxyt<ala. (Fr. 469
se atiene al fin de la naturaleza y rico si se atie­
Us.) ne a las vanas opiniones. Ningún insensato en

20 aH yap 5ta cpófX>v llS l<aKOOat�!OV


Ei i'¡ .5t' áóptO"TOV ef�cto, se contenta con lo que tiene, sino ue·
.

�o�aKá­ mas bten se atormenta por lo que no tiene.
w!av· & ••s XMIVWV Súva<at TOV
Kal Kevf¡v �t.S Pues así como los que tienen fiebre, por la
ptov eavTi¡'> nepmotfíaal AOyta�o�óv.
(Fr. 485 Us.) malignidad de la enfermedad, siempre están se­

21 'E� �pyaa!as .s,ptwSovs


ovalas ¡.1ev nAfí.Sos aoope\J dientos y desean las cosas más perjudiciales
así también los que su alma tienen en mal es �
(Fr. 480 Us. )
e<at, �!os 5e •af.a!noopos crvv!O"Ta<at. tado sienten siempre que todo les falta y se
T f.Aayf¡v
ES OV TtV' á'Ta
22 noAA.ol TOV nf.o\rrov TVX.ÓVT precipitan por su avidez en los m<ls diversos
1-1€1/;Óvoov. (Fr. 479 deseos.
TWV l<aKWV e\ípov áAAa llelafX'AftV
25. La naturaleza nos enseila a considerar
Us.) insignificantes las concesiones de la fortuna, a
oov. (Fr. 476 Us. ) �abet· �er <i e�a fo rt u nados cuando somos afm·tu­
23 TThovatwTa<ov a\Jlápl<eta náVT
OT V ('TTÉVTITa) 'TTPOs TO Tiís nados y, ruando somos <iesafort unados, n no
24 Inávtóv ye evpeiv ó:v.Spoo'T
s Tcls KEVcls 56�as. valorar en exceso la fort una. También nos en­
cpvaeOOS TÉAOS Ka\ 'TTAOVO"IOV npo seña a recibir con sl'renidad los bienes canee-
• ápKE iTat, �o�IDV.ov
ovSels yap TWV ácppóvoov o{s exe
140
148
didos por el azar y a mantenernos firmes fren­
Se ol� oU!< �El 6SwéiTat. wcrnep OVv o{ TNpÉTTOVTE�
te a los que parecen ser sus males. Porque efí­
SICx KCXKot'¡.Se1av Tf)S vóaov áel S11.41Wat Kal TWV �VaVTIW­ mero es todo bien y todo mal estimado por el
TáTwv é1n.Swova1v, oliTw Kal o l Ti¡v 1.41V)(f¡V KCXKWS vulgo y la sabiduría nada tiene en común con
la fortuna.
exoVTES StCXKEIIJÉVflV névoVTal návTwv áel Kal ets
26. La pobreza acomodada a la ley de la
noi\VTpónovs �m.Swías \rrro i\at1-1apy!as �llnínTovatv. naturaleza es gran riqueza.
(Fr. 471 Us.) 27. La serenidad del alma y la ausencia de
dolor corpóreo son placeres catastemáticos. La
25 Kal Ta napa Tf)s T\ÍX1lS ll1Kp6Tepa (1) cpúats) S1Sáo-Ket
dicha y el gozo se revelan por su actividad
vo!ll�etv, Kal eÚTV)(ovVTas llEv ytvwaKEtv áTV)(eiv, Sva­ como placeres en movimiento.
TV)(OVVTas Se 1-11) napa 1-1éya TI.Sea.Sat ov TO EÚTV)(eiv, 28. Por mi parte no sé qué idea puedo ha­
Kal Séxea.Sa� 1-1ev á.Sopú�ws Ta napa Tf)s T\ÍX1lS cerme del bien si suprimo los placeres del
gusto, del amor, del oído y los suaves movi­
áya.Sá, napaTETáx.Sat Se npós Ta nap'aúTf)S
mientos que de las formas exteriores recibe la
SoKoíivTa elvat KCXKá· Kal ws �cprwepov 1-1ev néiv TO vista.
TWV noi\i\wv áya.Sóv tCTTI Kal KCXKÓV, aocpla Se ovSallWS 29. Para quienes son capaces de reflexio­
nar, el equilibrio estable de la carne y la con­
T\ÍX-.:1 Ko1vwvei. (Fr. 489 Us.)
fiada esperanza de conservarlo conllevan la di­
26 Magnae diuitiae sunt lege naturae conposita cha más grande y segura.
paupertas. (Fr. 477 Us.) 30. Debemos apreciar lo bello, las virtudes
y las cosas por el estilo si producen placer ; si
27 • H 1-!Ev yap áTapa�la 1<al (1)) áTrovla l<aTaCTTflllaTtl<a{
no, hay que mandarlas a paseo.
elaiV t¡Sovaf· t¡ Se xapa l<al t¡ evcppOCÚVfl !(aTa I<(VflCTIV 31. Yo exhorto a :placeres continuos y no a
lvepyefqc ¡3i\rnoVTal. (Fr. 2 Us.) esas virtudes vacías y necias que conllevan in­
quietas esperanzas de fruto.
28 Ov yap gyC.:,ye exw TÍ vot'¡aw Táya.96v, ácpa�pwv
32. Entonces necesitamos del placer, cuan­
!lE� Tas Sla xvi\wv t¡Sovás, ácpatpwv Se Tas St' ácppoSt­ do sufrimos por su ausencia ; pero cuando esto
a{wv, ácpa1pwv Se Tas St' áKpoa¡.¡áTwv, ácpatpwv Se no sufrimos y estamos en condiciones de sen­
tir, entonces ninguna necesidad tenemos del
�<al Tas Sta 1-1opcpfís �<aT' 61.41tv t¡Sefas �<•vt'Jaets. (Fr. 67 Us.)
placer. No produce, en efecto, daño la necesi­
29 To yap evCTTa.Ses aap�<� l<aTÓCTTfllla 1<al To nepl dad natural sino el deseo de la vana opinióJ+.
TOÚT1')S niCTTOV D\1TlCTila Tf¡V Ól<poTÓTflV xapav 1<al 33. Principio y raíz de todo bien es el pla-

151
150
cer del vientre. Incluso los actos más sabios
J3eJ3cxloTÓTI)V E)(e1 Tols ÉmAoyl�ea.Scxl Svvcx¡JÉVOIS. (Fr.
e importantes a él guardan -referencia.
68 Us.) 34. Es mejor soportar algunos determina­
30 TliJflTéov To K<lAov Kcxl Tas apETas Kcxl Ta Tolov­ dos dolores para gozar de placeres mayores.
Conviene privarse de algun.os determina­
T6Tporrcx, Éav ,;sovt'¡v rrcxpcxO"KevÓ:�lJ· ÉCxv Se l-lt1 rrcxpcx­
dos placeres para no sufrir dolores más pe­
O"KEVÓ:�lJ, xcxlpelV ÉCXTÉOV. (Fr. 70 Us.) nosos.
31 'Eyw S'Écp'tiSovas avvexeis rrcxpCXK<lAw Kcxl olÍ!< Érr' 35. Reboso de placer en el cuerpo cuando

&pETas KEVas Kcxl IJCXTcxlcxs Kcxl TcxpcxxwSels ÉXoúacxs Twv dispongo de pan y ¡:tgua. Y escupo sobre los pla­
ceres de la abundancia no por sí mismos sino
Kcxprrwv TcXS ÉArriScxs. (Fr. 1 1 6 Us.) por las molestias que les siguen.
32 T6Te xpelcxv fxOIJEV Tfís tiSovfís, ÓTCXV ÉK TOV ¡Jt'¡ 36. Escupo sobre lo bello moral y los que

rrcxpeivcx1 cxVTT¡v ó:AywiJev· ÓTcxv Se To\rro l-lt1 rró:axc.>IJEV vanamente lo admiran cuando no produce nin­
gún placer.
É V cx!a.S{¡ael Kcx.9EO"TWTES, TÓTE ovSe¡J{cx xpe{cx Tfís tiSovfís' 37. Si quieres hacer rico a Pitocles, no au­
OV yap ti Tfís q>ÚO"EOOS evSe1cx Tt'¡v ó:SIKÍCXV TTOIEi é�OO.Sev, mentes sus riquezas sino limita sus deseos.
ó:AA'ti rrepl Tcls Kevas 56�cxs ópe�1s. (Fr. 422 Us.) 38. El acordarse de los bienes pasados es
muy importante para la vida feliz.
33 • Apxt) Kcxl pl�cx rrCXVTos ó:ycx.SoO ti Tfís ycxaTpos
39. También las virtudes se eligen por el
tiSov{¡· Kcxl Ta aocpa Kcxl Ta rrep1TTa Érrl TCXÚTflV exe1 placer, y no por sí mismas, como la medicina
Tt'¡v ó:vcxcpopó:v. (Fr. 409 Us.) por la salud.
40. Epicuro y los Cirenaicos dicen que el
34 •AiJEIVÓV ÉaTIV VTTOIJElvcxl ToúaSe TlVcXS Tovs rr6vovs ,
placer es el bien primero y natural. Pues la
órroos -f)a.SwiJev 'l'tSovas IJEI�ovs. virtud que ha pasado inadvertida por causa del
¿wcpépe1 TwvSé Tivoov ó:TTÉXea.Scx1 Twv tiSovwv, iva l-lt1 placer, ha producido placer.
4 1 . El más grande fruto de la j usticia es la
ó:AyWIJEV ó:Ayr¡Sóvas x<:XArnooTÉpas. (Fr. 442 Us.)
serenidad del alma.
35 Bpvó:�oo Té¡) KCXTa O"OOIJclTIOV tiSei, vSCXTl Kal apT� 42. Las leyes están establecidas para los sa­
xpw¡Jevos, Kcxl rrpoCTTT"TIÍoo Tais ÉK rroAVTeAe!cxs -f)Sovais bios, no para que no cometan injusticia sino
ov S1' aúTó:s, &:AM S1a Ta É�CXKoAov.SoOvTa aúTais para que no la sufran.
43. Aun eligiendo la amistad por el placer,
Svaxepfí . (Fr. 1 8 1 Us.)
Epicuro dice que soportamos los mayores ma­
36 TipoCTTT"TIÍooTé¡) KcxAé¡) Kcxl Tois Kevws aúTo .Sawó:�'ov- les por los amigos.

152 153
aw, ó;av ¡.¡r¡Se¡.¡lav I'¡Sovf¡v 1TOlij. (Fr. 5 1 2 Us.)
44. Los Epicúreos huyen de la política como
daño y destrucción de la vida dichosa.
37 El ¡3oVAEl 1TAOÚalOV nv.Soi<Aéa 1TOlfjC7al, ¡.¡1'¡ XPTJ IJÓ: ­ 45. Jamás pretendí contentar al vulgo ; por­
T(A)V 1Tpoa;I.Set, Tiis Se ém.Sv¡.¡las ó:q�alpe1. (Fr. 135 Us.) que lo que a él le agrada, yo lo jgnoro y lo que
38 To ¡.¡e¡.¡vfia.SaL ;oov 1TpoTÉp(A)v �a.Soov ¡.¡éyta<óv yo sé bien lejos está de su comprensión.
46. Vive oculto.
éaTL 1TpOs ;o I'¡Sé(A)S �fiv. (Fr. 436 Us.)
39 tua Se Tf¡v I'¡SovT¡v Kal •as ó:pETO:s alpeta.9aL, oú
St' CXÓTCxs, Wa1Tep Tf¡v la;pLKi¡v S1a Tf¡v üyle1av. (Fr.
504 Us.)

40 'E1Th<ovpos ¡.¡ev ow Kal ol Kvpr¡va'iKol To 1rpoo;ov


oiKEióv q�aa1v I'¡Sovf¡v elvat · �vEKa yap I'¡Sovfis 1Tap6A.Soii­
aa, q�aalv, 1'¡ ó:pe'ri¡ t'¡Sovf¡v évmolr¡ae. (Fr. 509 Us.)
41 6LKaLoaWTJS Kap1TOS ¡.¡éyLaTOS ó:Tapa�la. (Fr. 519
Us.)
42 01 VÓIJOI xó:ptv TOOV aoq�&v KElVTaL, oüx Ó1T(A)S ¡.¡T¡

ó:SLKooaLV ó:AA' Ó1T(A)S ¡.¡T¡ ó:SLKOOVTaL. (Fr. 530 Us.)


43 Kal Tiis t'¡Sovfis gveKa Ti¡v <pLAiav alpoú¡.¡evos (Aé­
yeL 'E1TIKovpos) \nrep Toov <piA(A)V •as ¡.¡eyla;as ó:AYTJS6-
vas ó:vaSE)(ea.SaL. (Fr. 546 Us.)
44 IToAmlav Se q�eúyov;es ws ¡3A6:¡3r¡v Kal aúyxva1v
ToO ¡.¡aKaplov. (Fr. 552 Us.)
45 OúSrnoTe wpéx.Sr¡v Tois 1TOAAOiS Ó:pÉaKEIV. & ¡.¡ev
yap ÉKEIVOIS i'¡peaKEv, OÚK e¡.¡a.Sov· ex 5' 'fjSeLV éyw,
¡.¡aKpÓ:V �v TfiS éKelv(A)V ala.Si]ae(A)S. (Fr. 187 Us.)

46 1\ó:.Se ¡3twaas. (Fr. 551 U s.)

154 155
ETTIITOI\H nPOI THN MHTEPA

47 [ . .. .• . m]pl cx\rroov
[Tapax�v �]ICTTT}v
[1TapaaKEVácr)at. al �
[yap �avTacrlat] Toov ó:rróv­
[TCA>V xoop\s 6141 )ECA>S tm­
(¡3cXAAOVCTI �ÓJ3ov) T�IV ¡.¡é­ CARTA A LA MADRE
(ytCTTOV. el Se crv]¡mape­
[aoVTat, ovS' éAáxtcr)TOV.
(&v Se �v �Úatv) StaSe-
. . .. En efecto, las imágenes de los que están
(oopfis cx\rroov, &v ]Tn<pús ausentes, alejados de nuestra vista, infunden
elat TotcxiiTat Ka\ 11� el más grande temor. Si están presentes ni si­
1TapÓVTc.>V o lat Kai 1Ta­ quiera el más pequeño. Pero si tú observas
póVToov· álfTa\ yap OV- cuidadosamente la naturaleza de las imágenes,
1< ovaat, StavOT)Tal Se,
ante ti tales son las de los ausentes como las de
�v �v, ooov é�' éav­
Ta[t]s, �ovat Swa¡.�tv los presentes. Pues no siendo tangibles sino
1Tp0s TOVs 1TapÓVTa5 inteligibles, tienen en sí mismas (las imágenes
Tfi &re Kal 1TapóVToov de los ausentes) igual efecto sobre los presentes
b<elvoov v�eta-n'¡J<E- que cuando se han dado estando aquellos tam­
crav. 1rp0s ow TCXÜTa,
bién presentes. Por esta razón pues, madre, ten
C:, llfiTEp, ($áppet • ov ) ánimo ; pues no debes considerar como males
yap émA [oyt<TTÉa Tl* �­ las imágenes que te llegan de mí. Piensa, por
�¡.¡aTa 'f\11[&v KaJ<á.) TI-
Set S' a\í T [owavT!ov] Ka­ el contrario, que día tras día avanzamos hacia
$' 'f\11Épa[v xpflat¡.�]óv TI una mayor felicidad, adquiriend"o sin cesar algo
'f\ llcXS 1T (poCTK )Tc.>¡.IÉ- provechoso. Ciertamente no son para mí insig­
vovs els [To llaKP ]oTé- nificantes ni nada influyentes esas cosas que
poo Tfis e [vSat¡.�)ovlas
hacen que nuestra condición sea igual a la ·divi­
1Tp0¡3afv(etV' ov) yap lli­
KpcX ov5É (v T' lcrx] ÚoVTa na y muestran que ni siquiera por la mortali­
mptyeiTat ñ [ll )e [t ]v dad somos inferiores a la naturaleza incorrup­
TáS' ola �v Stá$eatv tible y feliz. Cuando, en efecto, vivimos, go­
'fl¡.¡oov laó$eov 1TOtel zamos de una dicha similar a la de los dioses.
J<al ovSe Sta �v SVT)-
. . . Piensa pues, madre, que siempre vivimos

156 157
felices en medio de tales bienes y ten confian­
•6nrro: 'Tiis &q¡.sáp•ov
KO:l IJCXKO:p(o:s q>VaEOOS za en lo que hago. Ahorra, por Zeus, las ayudas
Aemo¡Jtvovs 1'\IJas que continuamente me envías. Pues no quiero
Se(Kwow. &-n: IJEv que a ti te falte algo para que a mi me sobre ;
yap �&IJEV, 61Joloos prefiero que me falte a mí antes que a ti. Ade­
'TOiS .9eois XO:(po [IJ)ev
más, yo vivo con toda comodidad gracias al
.H . . TI¡v ia[11v, áv] dinero de los amigos y al que continuamente
[y'] mrnM�11•oo 'Tiis me envía mi padre, que recientemente por cier­
V.crrrcbaeoos· &v IJ.¡,
to me ha mandado nueve minas por mediación
o:la.9&v,'To:l St, 1TOOS
V.crrro\rro o; IJE'Tcl de Cleón. No debéis, pues, ninguno de los dos
S.¡, 'TOIOÚ'TWV 1'\IJOs a­ apesadumbraras con preocupaciones por mí,
yo:.9oov 1TpoaS6Ko:, IJfí­ sino más bien disfrutar cada uno de la com­
-n:p, xo:(poV'TO:S o:lel KO:I pañía del otro.
fuo:tpe aE<XVTI'¡V �q>' ols
1TpáTro¡Jev. 'TWV
IJk [V ]"1'0\ XOP11YIWV
cpe!Sov 1TpOs lu6s,
c:>v ovvexoos 1'\IJEiv
anOO"Troets. ov
yap ao( 'TI �VAOIJOO
AE11Tetv, iv' �IJOl mpt'T­
•eV,, Aelmtv S' �-
IJOl IJaAAOV, Tvo: IJ.¡,
aol, Ko:ITot ye &cp.S [6 ] ­
voos KaiJOV Stáy [ov-]
'TOS ev 1TCXO'IV Sta ['To 'TOVs]
q¡IAovs Ko:l •o avvexoo [s]
'TOV 1TCX'TÉpo: fJIJETV 1TtiJ-
1TEIV apyVplOV, 1TpOO'cpcX-
'T(A)S SE S.¡, Ko:l Sta 'TOO IOJ­
wvos 'TOS �vvéo: IJVCXs
&1TeO"To:AK6'Tos. oÚI<ow
éKá'Tepov VIJOOV lSio: Set
�o:peia.So:t S' TliJéis, aw-
XPfía.So:t Se •oo hépw • [o ]v rnpov. . . .

(Fr.· 52-53 Chilton)

158 159
CARTA A IDOMENEO

Transcurría el día feliz en que agonizaba mi


EniiTO/\H npm: lt10MENEA
vida cuando te escribía estas palabras. La en­
48 Tflv ¡.¡CXKap!av áyoVTES Kal &1-1a TEAEVTOOVTES 1'!1-1épav fermedad del estómago y la vejiga proseguía
su curso sin admitir ya incremento de su habi­
TOÍÍ �{OV �pÓ:q>OilEV VIJiV TCXVT{' CTTpayyovpll<Ó: TE
tual agudeza. Pero a todas estas cosas se oponía
'!Tap1)KOAOÚ.Sel Kal SvaeVTeplKCx 'ITÓ:.STl wepj3o;\flv oV!<
el gozo del alma por el recuerdo de nuestras
árro;\e{'!ToVTa Toíi tv �CXVTois ¡.¡eyé..sovs· &VTmapETÓ:­ pasadas conversaciones filosóficas. Tú ahora,
TTETO Se 'ITCXO'I TOVTOIS TO l(aTCx \jN)(i¡V xaTpov rnl Tfj como corresponde a la buena disposición que
Toov yE)'ov6Toov l'¡¡.¡Tv SlaAoylaiJooV llV1ÍilTJ · a\J Se ó:�!oos desde joven has tenido hacia mí y hacia la
Tiís tK ¡.¡elpCXK!ov 'ITapaCTTó:aeoos 'ITpOs ti-lE Kal c¡n;\oao­ filosofía, cuida de los hijos de Metrodoro.

,q>!av t'JT¡¡.¡eAoíi Toov '!Ta!Soov M1)TpoSwpov. (Fr. 1 38 Os.)

161
160 :¡;:tfca de Eplcuro, 1 1
II

LA MORAL DE EPICURO :

TEMAS BASICOS Y SUS CONEXIONES


Las páginas siguientes tienen como única
finalidad el servir de comentario breve a al­
gunos de los problemas más relevantes de la
moral de Epicuro. Con ello se intenta facilitar,
de algún modo, la lectura y comprensión de los
textos más significativos recogidos en la pre­
sente edic�ón, a los que remiten las siglas que
aparecen intercaladas en la redacción entre pa­
réntesis.
Las especiales caracterísUcas de un pensa­
miento en exceso fragmentario han aconsejado
acudir, para el análisis, al procedimiento de
utilizar como hilo conductor la Carta a Mene­
ceo, estructura literaria definida y completa
que condensa un pensamiento más amplio, y
agrupar en torno a sus apartados doctrinales
de mayor interés los restos de pensamiento
contenidos en las sentencias, fragmentos y tes­
timonios restantes. Para el tratamiento de los
temas se ha prestado especial atención a los
antecedentes doctrinales de mayor influencia
en Epicuro, especialmente del Aristóteles ma­
duro.
En las notas a pie de página se consignan,

165
evitando siempre los alardes bibliográficos o ginal de E. Valentí Fiol en su excelente edición
filológicos, diversos lugares paralelos a los se­ del De rerum natura de la Colección Hispáni­
ñalados en la redacción, que amplían las refe­ ca de Autores griegos y latinos (Barcelona,
rencias textuales de los temas tratados, así 1961).
como los estudios que aún son imprescindibles
o que actualmente marcan la pauta en la exé­
gesis del E'Picureísmo, y de los que se ha ser­
vido el presente Comentario.
Para el texto griego de la Epístola a Mene­
ceo y las Máximas Capitales hemos seguido
fundamentalmente la edición oxoniense de Dió­
genes Laercio de H. S. Long, Vitae Philosopho­
rum (Oxford, 1964). Para el del Gnomologiu
Vaticano, la edición de G. Arrighetti, Epicuro,
opere (Turín, 1960). De acuerdo con esta edi­
ción, se han suprimido aquellas sentencias del
Gnomologio que pertenecen a discípulos de
Epicuro o que son idénticas a algunas Máxi­
mas Capitales. Con todo, la imposibilidad,
dada la finalidad del presente libro, de re­
coger en un aparato crítico las variantes del
texto, hace necesario confrontar las menciona­
das ediciones con las de Von der Mühll, Epi­
curus. Epistulae tres et Ratae sententiae a Dio­
gene Laertio servatae. Accedit Gnomologium
Epicureum Vaticanum (Leipzig, 1922 ; reimp.
Stuttgart, .1966) ; Carla Diana, Epicuri Ethica
(Florencia, 1946) ; Bailey, Epicurus the extant
remains (Oxford, 1926) y, finalmente, H. Use­
ner, Epicurea (Lei'Pzig, 1887; reimp. Stuttgart,
1966), que hemos seguido para el texto de los
fragmentos y testimonios. La traducción de los
pasajes señalados como de Lucrecio es la ori-

166 167
LOS TEXTOS

Lo esencial de la Moral de Epicuro se halla


comprendido en la Carta a Meneceo y en las
Máximas Capitales, textos que nos han sido
transmitidos por Diógenes Laercio en el libro
décimo de su obra sobre las Vidas de los Filó­
sofos. A ellos debe añadirse el conjunto de
Sentencias Vaticanas y los restantes fragmen­
tos y sentencias conservados por Epicúreos
posteriores y .por los autores griegos y latinos
que se ocuparon del análisis y discusión de la
doctrina.
Característica común de los textos, presenta­
dos en forma de breves y razonados aforismos,
es el tono exhortatorio con que se matizan los
diversos principios doctrinales. Escritos para
ser meditados (meletán), bien individualmente,
bien en común (Ep. Men .135) este ejercicio
.

tenía como finalidad no sólo la retención me­


morísUca de los temas objeto de aprendizaje,
sino además la constante transformación y re­
novación de la interioridad moral por el contac­
to permanente con la doctrina.1

l. P.ara lo relacionado con los métodos de 1ms�ñanz;a


filosófica en Epicúreos y Estoicos, oueden verse los ar-

169
La Carta a Meneceo es, de las tres conserva­ los cuatro principios del Tetrafármaco (Fr. 1 1 )
das por Diógenes, la mejor elaborada literaria en el que se condensa l a doctrina. Estas senten­
y críticamente y en ello se distingue de las Car­ cias, cuyo estudio muy posiblemente constituía
tas a Heródoto y Pítocles.2 Se trata de un Epí­ el comienzo del aprendizaje filosófico de los
tome o breve compendio que resume conteni­ nuevos adeptos recién iniciados en la doctri­
dos tratados por extenso en otras obras sobre na, excluyen los principios referentes a la Fí­
Etica. Contiene como exordio un Protréptico sica, tal vez en razón de su dificultad para ser
o invitación a la filosofía y comienza, de hecho, sintetizados en aforismos. Sus temas guardan
con un llamado a la meditación de los princi­ relación con la ética (!-XXI/XXVI-XX ) ; con
pios fundamentales, que se relacionan a conti­ la gnoseología (XXII-XXV) y con la justicia y
nuación en diversos apartados doctrinales : la las vinculaciones sociales (XXXI-XL).4
concepción de los dioses ; de la muerte y los Las Sentencias Vaticanas, conocidas con el
males de la vida ; del futuro ( 1 22-127) ; teoría nombre «Gnomologio Vaticano» fueron descu­
del placer y de los deseos ( 127-.132) ; teoría de biertas en 1888 por C. Wotke en un códice del
la virtud (temperancia y prudencia) ( 132) ; del Vaticano, mezcladas con textos de otros auto­
destino y la fortuna ( 133-135). La Carta con­ res. En razón de su fecha de publicación no
cluye, como en exacta composición angular, fueron integradas por H. Usener en sus Epicu­
con otra invitación a la meditación y con una ?'ea, que es de 1887. Se trata de un conjunto de
referencia al isoteismo o ideal de asemejarse 81 sentencias de exclusivo carácter ético, algu­
en perfección a la divinidad (135). nas de las cuales son idénticas a otras tantas
Las Máximas Capitales, que Diógenes coloca Máximas Capitales, perteneciendo otras a dis­
como coronación de su obra, para que así «el cípulos de Epicuro, principalmente Metrodoro
final pueda ser el comienzo de la felicidad»,3 es y Hermarco.5
un conjunto de cuarenta dogmas, de los cuales
los cuatro primeros se corresponden exacta­
mente con los cuatro primeros apartados doc­
trinales de la Carta a Meneceo y asimismo con
4. Para los problemas de akibución de las Máximas
y su ordenación lógica. véase B!gnone, Evicuro, reimp.
tículos de l. Hadot, Epicure et l'enseignement philoso­ Roma, 1964, In troduce. pp. 6-34..
phique hellénistique et romain y M.P.H. Schrijvers, 5. Cf. Arrighettl, Epicuro, opere, Turín, 1960, pp. 505-
Eléments psychagogiques dans l'oeuvre de Lucr�ce, en 506. Bignone piensa QUe el Gnomologio fue compuesto
Actes, pp. 347-354 y 370-376 �spectivamente. por algún estoico ecléctico de la edad ümperial. Cf. Epi­
2. Cf. Bignone, L'Artstotele verduto, Florencia, 1936, curo, Introduce. pp, 35-38 ; véanse también las opinio­
Vol. 1, pp. 137 SS. nes de Usener ·allí recogidas acerca del posible núcleo
3. DL. X, 138. de textos epicúreos originarlo del Gnomologio.

170 171
EL PROTREPTICO

Un ProtrépUco es esencialmente una invita­


ción a la filosofía, un elogio del filosofar y su
uso en el exordio de la Carta no ha de estimar­
se como originalidad de Epicuro. La razón de
su utilización y, en definitiva, de su futura
convencionalidad, debe buscarse sobre todo en
la necesidad de proclamar las excelencias de
la filosofía como fundamento para la instaura­
ción de un nuevo humanismo, estímulo que
ya había animado cumplidamente, aunque
de manera diversa, a las escuelas filosófi­
cas del siglo IV. Desde esta perspectiva se
comprende perfectamente que este género li­
terario-filosófico albergara más bien principios
de carácter general que, a modo de catequesis,
pud�era atraer posibles adeptos para la vida
filosófica, que contenidos excesivamente meto­
dológicos o doctrinales que de ella pudieran
apartarlos.
Iniciador del tratamiento de este singular
llamado debe considerarse a Aristóteles,6 aun-

6. F·r. 50-61 Rose.

1n
que el Eutidemo platónico reúne las caracterís­ obedecían al convencimiento de que la filos­
tjcas del género.7 Tenemos también noticias de fía es tanto más importante cuanto menos útil.
un P1·otréptico estoico, original de Crisipo, en Esta preocupación epicúrea por el «fin de la
el siglo m,s y entre. los ejemplares posteriores naturaleza», es decir, por la búsqueda del pla­
sobresale el Hortensia de Cicerón, modelado cer, corno factor primordial y condicionante de
sobre el de Aristóteles y de gran influencia en la actividad del filósofo (Fr. 5, 6, 7), encuentra
la conversión de San Agustín.9 su paralelo en Diógenes de Enoanda, para
En las líneas que componen el de Epicuro, quien «hemos dJrigido hacia la filosfía nuestra
abundan las rejteraciones semánticas, apoya­ actividad (praxis en el texto griego resulta sin­
das en la repetición de adjetivos verbales, tópi­ tomático) para ser felices al haber conquistado
co de toda la Carta, con matices exhortatorios, el fin exigido por la naturaleza».10 (Fr. 8) y la
y dirigidas a concretar, con tono pragmático Y misma idea se corresponde también con la afir­
moralizador, cuál es la finalidad del «philoso­ mación atribuida al Maestro según la cual «la
phein» y quiénes han de filosofar. Nada nuevo filosofía procura una vida feliz» (Fr. 1).
hay en que esa finalidad radique en el logro Esta concepción explica la utilización de una
de la felicidad, presupuesto firmemente arrai­ imagen muy socorrida en planteamientos de
gado en la tradición filosófica, ni en la «salud moral : filosofar no podrá ser cuestión de apa­
del alma», idea que presenta innegables remi­ riencias (SV. 54) sino eficaz actividad enca­
niscencias socráticas y que aparece ya en An­ minada, al modo de la medicina, a cuar las
tifonte y en Platón. En Epicuro, sin embargo, afecciones del alma (Fr. 2 ; SV. 64).11 Pero, ade­
en razón de un fuerte perspectivismo utilitario, más, la filosofía no admitirá interferencias por
la cuestión adquiere u n elevado grado de ex­ parte del conjunto de las llamadas ciencias es­
cluyente radicalismo. La filosofía deberá ser peciales, porque para acceder a ella no es ne­
única y exclusivamente «boetheia» o ayuda del cesaria la acumulación de saberes recomenda­
individuo y, como tal, potenciará al máximo da por la tradición filosófica. De hecho, no se
los factores que de acuerdo con las necesida­ trata tanto de negar la cultura en sí misma
des de la naturaleza puedan resultarle útiles, considerada cuanto el uso que de ella se hace
sin dejar margen para las estériles teorizacio­ en el programa educacional de carácter prope­
nes que habían caracterizado, en general, el déutico, reputado como indispensable para el
Protréptico y la Metafísioa aristotélica y que
10. Fr. 24, Col. 1, 11-14 y col. II, 1-3 Chtlton.
7. Cf. especialmente 278 c-282 e /1 288 d - 293 a. 11. Cf. •Demócrlto, Fr. B, 31 D-K : «Según Demócrlto,
8. Cf. S. V. F. p. 203, 20 Arnim. la medicina cura las enfermedades del cuerpo, y la sa­
9. Cf. Confesiones III, 4, 7. biduría elimina los sufrimientos del ·alma».

174 175
paso a la reflexión filosófica, y firmemente con­ joven filosofar. Pero cuando un hombre que
solidado en la sociedad griega de la época hele­ ya es viejo aún filosofa, la cosa llega a ser ridí­
nística. Del tono exultante con que se procla­ cula . . ».15 El propio Calicles añadía que quien
.

ma y aconseja el desprecio de la «paideia» pue­ lleva el ejercicio del filosofar más allá de los
de dar idea el que en los textos más signifi­ límites concedidos en la buena educación como
cativos al respecto (Fr. 9, 10) se utiliza un len­ propedéutica retórica, se hace merecedor de
guaje usual en las referencias a los iniciados una buena tunda (axios plegon), puesto que
en los misterios, a quienes, por el hecho de esa en ese cultivo de la paradoja crítica, inherente
iniciación, se les consideraba «Salvados»Y a tal ocupación, se corre el riesgo de llegar a
Estas opiniones suponían, al tiempo que una convertirse en un individuo marginado y polí­
sugestiva renovación de principios doctrinales, ticamente incapaz, un tipo absurdo como lo
una firme oposición a antertores planteam�en­ era Sócrates, paradigma de tal aberración. Evi­
tos de la tradición filosófica. dentemente la tesis de Platón era más bien la
Platón había puesto en boca de Calicles en su contraria, la de negar que la filosofía fuese una
discurso del Gorgias,U e igualmente en boca mera etapa de la educación retórica. De ahí
de Adimanto en un diálogo con Sócrates,l4 algu­ sus ataques a estos jóvenes polfticos con edu­
nas afirmaciones que reflejaban el convenci­ cación sofística y, más o menos indirectamente,
miento sofístico de que la filosofía debía prac­ a Isócrates, que incluía en su programa cultu­
ticarse por presupuestos de «paideia», y aun ral la filosofía como un ingrediente más para el
así, sólo en la edad juvenil para que de ese buen tono. Por el contrario, para Platón la fi­
modo no peligrara su condición de estudio li­ losofía era la coronación de todo el progreso
beral. De los pasajes mencionados resulta par­ de la formación humana, perenne «paid'ei,a»,
ticularmente significativo un parágrafo en el de la que las otras ciencias significan sólo una
que se afirma que «es hermoso participar en la previa e inferior etapa de menor madurez.
filosofía en tanto en cuanto se participa por Aristóteles, por su parte, que incluyó tam­
causa de la educación, y no está mal en un bién en los límites de su sistema un sugestivo
12. Como ejemplo del aespl'lecio de la u:paideia» por pragmatismo moral, había negado para el jo­
Eplcuro hay que considerar también el tesblmonio de ven el acceso al disfrute de la norma suprema
DL. X. 138, según el cual Epicuro «llamaba a la educa­
ción (agoge) distracción (dlagoge)». Aunque el Hgero de la conducta moral, la «phr6nesis», afirman­
juego de palabras .resulta intraduciblie en castellano, va­ do que «los jóvenes pueden ser geómetras y
orece cla,ro su significado : la educación no resulta in·
dispensabLe a'l filosofar. s'ino que es más bien diversión matemáticos y sabios en cosas de esa natura­
marginal al saber de salvación para la vida. leza, pero no parece que el joven pueda llegar
13. Gorgias, 484 e - 485 d.
14. República, 487 a. 15. Gorgias, 485 a.

176 17 7
Ética de Eplcuro, 12
a ser prudente. La causa de ello es que la pru­ Epicuro, por el contrario, que no creía en el
dencia se refiere también a lo particular, a lo filosofar supeditado a la «paidef.:a)) ni condicio­
que llega a ser familiar por la experiencia y un nado por la experiencia como sustento inelu­
joven no tiene experiencia porque es la canti­ ble de la praxis moral,23 que, por otra parte,
dad de tiempo lo que la proporciona)).16 Pero identificaba el placer con la felicidad, conci­
además le había negado de hecho el acceso a la biéndolo como un bien independiente del tiem­
feUcidad (esa felicidad que, al decir de Aristó­ po/\ proclamaría, en abierta polémica con los
teles, «consiste en una actividad)) y «una acti­ puntos de vista mencionados : que cualquier
vidad según virtud)) 17) con la afirmación de que edad es apta ·para filosofar ; que la única fina­
«un muchacho no puede ser feliz, pues por lidad del filosofar es la búsqueda y el goce del
causa de su edad no puede practicar acciones placer ; que el placer es siempre el mismo, tan­
nobles. . . )) 18 to para el joven como para el viejo ; que, por
Ciertamente, Aristóteles no identificó la fe­ consiguiente, todos, jóvenes y viejos, pueden
licidad con el placer. Opinaba además que la alcanzar la felicidad, sin dejar de practicar en
felicidad está en relación con la plenitud de la todo momento las máximas d e la recta !Hose­
vida, con una duración positiva en la que debe fía (SV. 4). 'l'odo ello, según una afirmación
necesariamente incluirse la prosperidad de atribuida al Maestro, porque prestándole ser­
nuestras particulares empresas. En consecuen­ vicio el hombre descubre y obtiene de ella la
cia, afirmaba que «la felicidad requiere, con la autonomía sobre la que se funda la verdadera
virtud perfecta, una vida entera)),l9 que quien
libertad (Fr. 4).
sufre infortunios, «después de tales desgracias
no puede ser de nuevo feliz en poco tiempo))
( olígos chr6nos),20 que «la perfecta felicidad del 23. Ya Demócrito -opinaba que «ocasiona-lmente existe
entend1mi-ento en los jóvenes y en los· viejos falta de
hombre ocupa el espacio entero de su vida»,21 conocimie-nto, porque la edad ·no enseña a pensar sino
y que «igual que una golondrina no hace ve­ una tJemprana educación y la naturaleza». Cf. Fr. B183
D - K.
rano, ni un solo día, así tampoco hace feliz un 24. También los Estoicos defend�an, en oposición a
tiempo pequeño o un solo día)) (mía heméra)Y A·ristóteles, -esta Jdea. Orisipo, concretamente, afirmaba
que «el tiempo que sobreviene no puede aumentar el
bien, sino que si ·en un solo momento de tiempo uno se
vuelve sabio, no será dnferior en felicidad a aquél que
16. E. N., 1142 a 13-17. pueda beneficia�s·e eternamente de la VÍ'rtud Y en eUa
17. Ibid., 1100 a 1 4 ; 1100 b 10. vivir bienaventuradamente». Cf. S. V. F. III. 54. Natu­
18. Ibid., 1100 a 1-4.

•ralmentre los Estoicos mantenian esta opinión desde la
19. Ibid., 1100 a 5. perspecti del goce dntelectual y no del sensible como
20. Ibid., 1101 a 11-12. Epicuro. Pa-ra esta cuestión, puede verse Mondolfo, El
21. Ibid., 1177 b 25. infinito en el pensamiento de la antigüedad clásica,
22. Ibid. 1098 a 19-20. Buenos .A'Ires, 1952, pp. 402-411.

178 179
La teoría epicúrea sobre los dioses inaugura
el análisis de los principios contenidos en el
«Cuadrifármaco» o cuádruple remedio (Fr. 1 1),
cuya disposición en la Carta a Meneceo se co­
rresponde con las cuatro primeras Máximas
Capitales.
Que Epicuro comience su epítome sobre la
moral trazando una nueva perspectiva teoló­
gica, resulta consecuente. Los esfuerzos por
superar la vleja religión de la ciudad, surgidos,
bajo inspiración platónica, por el influjo del
desarrollo experimentado por la ciencia astro­
nómica, habían resultado estériles para el co­
metido de eliminar la superstición. La religión
astral, como sucedáneo teológico caracterizado
por una inestimable proclividad al cientifismo,
no había podido evitar, al propugnar la exis­
tencia de un dios ordenador del cosmos y con­
vertir a los astros en dioses, que los hombres,
implicados negativamente en los acontecimien­
tos considerados como manifestación de la inex­
trjcable <<necesidad divina», incrementaran los
mitos sobre la divinidad. Para Epicuro, sólo

181
desterrando esos mitos y haciendo de los dio­ rresponde con la physiologia) en relación con
ses una recta explicación, puede lograrse el ac­ la felicidad.27
ceso a la serenidad que sirve de plataforma al De acuerdo con este recto conocimiento que
equilibrio moral. Sólo con el «estudio de la es la physiologia se deduce, por lo que respecta
naturaleza», con la physiología, la ciencia que a la divinidad, que ésta ni toma parte en la
en los esquemas de la doctrina surge como creación del mundo ni en su gobierno. Nuestro
contraposición al saber astronómico, se consi­ mundo, surgido del choque de átomos infinitos
gue la eliminación de los factores tradicionales en el vacío infinito, no difjere de otros innume­
de turbación (MC. XI, XII, XIII). rables agregados atómicos y es, como éstos,
Lejos de atribuir, como la astronomía plató­ perecedero. La divinidad, que carece de estí­
nica, los fenómenos celestes a la competencia mulos para la manifestación de una voluntad
de la divinidad y de deducir de su contempla­ creadora, tampoco se ocupa de su control y or­
ción la contemplación de lo divino, la física epi­ denamiento (en ningún caso, en efecto, el mun­
cúrea conduce, mediante el conocimiento de do comporta la imagen excelente de lo divino),
las leyes exactas por las que, al margen de la en virtud del goce de la eterna beatitud que les
potencia divina, se rige el universo, a la visión caracteriza de acuerdo con su suma perfec­
científica y universal de los fenómenos del cos­ ción.28 Por el contrario, «hay que tener en cuen­
mos de la que resulta la serenidad del espíritu. ta que en modo alguno puede haber en la na­
Consecuente con el convencimiento de que «el turaleza inmortal y feliz algo que suscite con­
único fruto del conocimiento de los fenómenos flicto o turbación».29 «Las mayores inquietudes,
celestes . . . es la paz del alma y una firme segu­ en efecto, se originan en las almas de los hom­
ridad»,2S recomienda Epicuro «una continua bres al creer que una misma naturaleza puede
aplicación a la ciencia de la naturaleza, porque ser feliz e inmortal y tener a la vez deseos, ac­
de ella resulta principalmente la serenidad en ciones y motivaciones desacordes con tales atri­
la vida» .26 Con la misma Hnalidad, un texto del butos» .30 Y por tal razón, «en lo que respecta a
Papiro Oxirrinco 2.15, por algunos autores atri­ los movimientos de los cuerpos celestes, sus
buido al Maestro, por otros a su discípulo Fi­ giros y eclipses, su salida y ocaso y los otros
lodemo, en cualquier caso original de un epi­ fenómenos con ellos relacionados, no hay que
cúreo incierto, recomienda venerar (al tiem­
po que a los dioses) a la dialépsis o «recto dis­ 27. Col. 1, 15-24 ; 31-32 ; col. 11, 2-3, según la edición
cernir de las cosas» (que en la doctrina se co- de A. Barigazz!, en el articulo «Uomin! e deb, Acme 8,
1955, pp. 37-55.
28. Cf. Lucrec!o, V., 156 ss.
25. Ep. Pyt., 85. 29. Ep. Her., 78.
26. Ep. Her., 37. 30. lbid., 81.

182 183
pensar que se han originado porque un ser los quien de la percepción de simulacros (eidola)
controle u ordene o haya ordenado y al mis­ por el hombre 33 provenía la noción de los dio­
mo tiempo goce de una completa felicidad uni- ses Y el origen de las primitivas creencias en
da a la inmortalidad».31 la divinidad.34 Del mismo modo, según el testi­
Marginando a los dioses de una responsabi­ monio d e Sexto Empírico, «Epicuro creía que
lidad cósmica no se llega, sin embargo, a su los hombres han obtenido su concepción de
el
negación. Pues «los dioses existen, ya que dios de las imágenes de los sueños. Puesto que
conocimiento que de ellos tenemos es eviden­ grandes y antropomórficas imágenes, decía, le
te» (Ep. Men. , _123). Esta evidencia adviene por sobrevienen en los sueños, suponen que unos
prolepsis o «anticipación», noción impresa uni­ dioses tales, de forma humana, existen también
versalmente en el intelecto de los hombres en realidad».35
(Fr. 12), que nada tiene que ver con el concep­ El resto de presupuestos físicos con que se
o,
to de idea innata.32 No poseemos, en efect completa la descripción, no exenta de secun­
ideas generales con anterioridad a la experien­ darias paradojas, de los dioses, refleja en gene­
n
cia sensorial, sino que resultan de la repetició ral e l firme e interesado propósito de insertar­

de sensaciones aunque preceden a otras sens la en la visión atomística del mundo. Así, si
ciones y, naturalmente, a toda observación sis­ emiten simulacros es que son corporales, en
temática con base científica. Sin embargo, la razón del principio de que aquellos reflejan in­
los
prolepsis de los dioses no se adquiere por variablemente una corporeidad real.36 Tienen
e­ forma humana (Escolio a MC. I) 37 y si sólo
sentjdos, sino por la mente, aunque el proc
que
dimiento para su obtención es similar al son cognoscibles por la mente es a causa de la
se sigue con la sensación. Resulta del aflujo de sutil delgadez de estos simulacros que de ellos
imágenes desprendidas de los dioses, como ob­
33. F1r. A, 77 D - K.
jeto intangible mentalmente percibido, que nos 34. Ibid. 78-79. Cf. asimismo Lucreclo, V, 1169 ss.
llegan durante el sueño y la vigilia y nos indi­ 35. F.r. 353 Us.
ti­
can, mediante su perfecta similitud, la iden 36. Ep. Her. X, 48.
37. El escollo plantea <el arduo orob�ema de si Epi­
n
dad específica de aquellos. Esta concepció curo concibió una o dos clases de di�s. !Diano sostiene
la tesis de que el escoliasta confundió dos clases de si­
había sido ya adelantada por Demócrito para mulacros { eidola) con dos clases d e divinidad. Cf. Epi­
curi Ethica, Florencia, 1946, pp, 115-119. Cf. asimismo
as)) Y no cccon·
31. !bid., 76. Arrighett!, Epicuro, pp. 497-499. Por e l contrario Merlan
32. Que pr6Lepsis designa «ideas innat
ceptos generales)) bas·ados' en � ·a se sació n es la tesis opina que Epicu·ro distinguió entre dioses 'individuali­
� . eap ­
hts phtlo soph y, Mmn ? zados, discernibLes unos de otros, como por ejemplo
de De Witt, en Epicu rus and
rgo, K. Kleve, Gnosts Zeus, y dioses diferentes sólo -espec!flcamentle, como
lis, 1954, pp. 142-150. Cf., sin emba por ejemplo las Gracias. Cf. Studies in Epicurus and
XIX), Oslo, 1963,
theon, Symbolae Osloenses (suplem. Aristotle, Wiesbaden, 1960, pp. 38-97.
pp. 23-34.

185
184
nos llegan.38 Habitan no los mundos, natural­ Y la recompensa, neutraliza así, de modo con­
mente perecederos como todo agregado atómi­ siderable, las incuestionables paradojas del sis­
co, sjno los intermundos (metacosmia, inter­ tema teológico epicúreo, al tiempo que marca
mundia), donde se encuentra una inagotable el índice de su originalidad en el terreno de
reserva de átmos que, con flujo incesante, re­ la historia de las ideas por lo que tiene de gran­
nuevan perpetuamente su materia.39 Están, deza el enfrentar, en una época de máxima tur­
además, dotados de voz ( ¡ hablan quizás la len­ bación y pérdida de valores, al hombre tan
gua griega ! ) y mantienen recíprocas relaciones sólo con su propia conciencia.
familiares, ya que de lo contrario no gozarían Con todo, y a pesar de algunas divergencias
de una felicidad superior.40 insalvables, es evidente la influencia de cier­
Existen, pues, los dioses. Ahora bien, al tiem­ tos planteamientos teológicos encuadrados en
po que carecen de una responsabilidad cósmi­ la tradición filosófica que restan un tanto esa
ca, carecen también de una responsabilidad originalidad. Demócrito, concretamente, en lo
moral para con los hombres. Los dioses de Epi­ que podría considerarse como u n intento de
curo son irreversiblemente ociosos y para nada relegar a la divinjdad a un plano secundario en
se ocupan de los asuntos de los hombres, ale­ relación con el individuo, sostenía que el hom­
jados como están en el goce de su perpetua bre era susceptible de alcanzar por sí mismo
felicidad (MC. I, Fr. 13).41 En esta exacta con­ la salud sin esperar su concesión por parte de
sideración radica precisamente la prolepsis de aquella,42 idea que recoge Epicuro en su afir­
la divinidad, a la que se oponen las interferen­ mación de que «necio es pedir a los dioses lo
cias falaces d e la religión d e la multitud que, que cada uno puede procurarse por sí mis­
fundadas sobre falsas suposiciones o hypolep­ mo» (SV. 65, Fr. 14). Pero, sin embargo, De­
sis, conducen a la idea d e un dios que se obje­ mócrito pensaba, en definitiva, que de los dio­
tiva en actjvidad. ses procedía la concesión de bienes para el
El esfuerzo por desterrar radicalmente la hombre.43 Más cercano al pensamiento .teoló­
idea de un ser divino garantizador d e la nor­ gico epicúreo se encuentra, por el contrario, el
ma moral, condicionador de los actos del indi­ de Aristóteles. Ya Mondolfo advertía al respec­
viduo, fiel vigilante y depositario del castigo to que «sin el precedente de la teología aristo­
télica mal se podría entender históricamente
la de E.picuro». Y señalaba como muestras más
38. Cf. Escolio a MC, 1 ; Fr. 355 Us ; Fr. 352 Us.
p. 235. evidentes de tal confrontación, la utilización
39. Cf. Ep. Pyt., 89; Lucl'eclo, 111, 17 ss ; V, 146 ss.
40. Fr. 356 Us. 42. F>r. B. 243 D - K.
41. F·r. 38 Us. 43. lbid. 175.

186 187
por Epicuro (atestiguada por Lactancio) 44 de lee : «Suponemos que los dioses son
felices y
la prueba de la existencia de dios por vía de bienaventurados en grado máximo
. ¿Qu é ac­
eminencia y la idea de que la divinidad, que ciones sería menester atribuirles? . . . Si
analizá­
para nada se ocupa de los asuntos del mundo, ramos las circunstancias de las accione
s nos pa­
habita fuera de él,45 presupuestos ambos fami­ recerían pequeñas e indignas de dios
es. Sin
liares a Aristóteles. embargo, todos creemos que los dioses
viven
Otras influencias resultan también notorias. y que de algún modo ejercen una acti
vidad . . .
Así, la creencja epicúrea de que Dios es un ser La actividad divina, que sobresale en beat
itud,
vivo (zoon) inmortal y feliz aparece ya ·en al­ es contemplativa» .47 Aristotélico es tam
bién
gunos pasaj.es de la Metafísica, lo cual ha de por otra parte, el intento de acomodar al
'

ser
ponerse en relación con el afán aristotélico por divino, en razón de su inactividad y desp
reocu­
trazar un paralelo entre el hombre y la divi­ pación por las cosas del mundo, y de acue
rdo
nidad, pensada ésta a partir de aquél, con todo con el principio mencionado de su vida
emi­
lo que comporta eminencia de lo mejor que en nente, el goce de la felicidad y el placer
supre­
el hombre hay y negación de las imperfeccio­ mos, tópicos frecuentes en textos epicúreo
s.
nes ligadas a su naturaleza («Dios es u n ser Así, mientras la Metafísica insiste en que «dios
vivo» 1 «de vida perfecta» 1 «de felicidad supe- no necesita de ninguna actividad» 48 y en que
rior»).46 «la actividad de dios es el placer» 49 y mien
tras
La misma perspectiva trazada por Epicuro un texto de la Etica Nicomaquea, adel
antando
con respecto a la idea de la inactividad del ser el principio fundamental de la dicha
cataste­
divino aparece asimismo, con anterioridad, en mática de los dioses epicúreos, reconfirma
que
un texto de la Etica Nicomaquea en el que se «dios disfruta siempre de un único y simp
le
placer porque no sólo existe una actividad
del
44. h. 368 us. p. 247. movimiento sino también de la inmovilidad
45. Cf. EL Infinito, pp, 358-359. El estudio más dmpor­
y el
tante y II'eciente sobre la teología de Epicuro es la Dl­
placer está más en la quietud que en el
movi­
sertlación de .n. Lemke, Die Theologie Epikurs. Versuch miento»,511 Epicuro por su parte, según algu
einer Rekonstruktion, leída en Tübin�en en 1971 Y que nos
a·parecerá en el vol. 57 de la serie de publicaciones de
testimonios, pensaba en la «suma felicidad
, que
«Zetemata». Algunas de sus conclueiones, en las que S? sólo es propia de dios, que no puede llega
pone de relieve la dnfluencia de Aristó �!es sobre EI?l· r
curo, pueden v-erse a·ecogidas en M. J. Kramer, Platoms­ a ser mayor» (esto es, que no admite incre
-
mus und hellenistiche Philosophie, BerHn-Nueva �ork,
.
1971. Para ·la polémica de Epicuro contra la rellg16n
astral, cf. Bignone, L'Aristotele perduto. Vol. II, C":P­ 47. E. N., 1178 b 9 ss.
VIII-IX. Véase asimismo Festugiere, Epicuro 11 sus dto- 48. Metaf., 292 b 4.
ses, pp. 40-48. 49. Ibid., 1072 b 16.
46. Metaj., 1072 b 14 Y SS. 50. E. N., 1154 b 26 SS.

188
189
mento de placer) 51 y en el sumo placer del que nacimiento que en virtud de las prolepsis o
goza, en reposo, la divinidad.52 hypolepsis, es decir, de las prenociones o de
Sin embargo, tampoco Aristóteles pudo sus­ las falsas suposiciones, de ella se tenga. La hy­
traerse totalmente a la idea de una interven­ polepsis, que atribuye a los dioses una función
ción benéfica por parte de los dioses con res­ supervisora del orden macrocósmico y hu­
pecto al individuo, corno lo demuestra un pa­ mano, impropia de su natural-eza, facilita el
saje de la Etica Nicomaquea en el que, en un pensar que aquellos son dispensadores de bie­
intento por delimitar el sentido de la vida con­ nes y males para los hombres, lo cual provoca
templativa (preponderante en el sabio que par­ continuos temores o esperanzas de los que re­
ticipa de la divinidad en cuanto que su mente sulta el grandísimo daño de impedir la con­
es divina) se afirma que «Si alguna preocupa­ templación de lo divino. Por el contrario, la
ción por las cosas humanas tienen los dioses, prolepsis de los dioses que nos confirma evi­
según parece, será también razonable que se dentemente la total inexistencia de una pro­
alegren con lo mejor y más próximo a ellos videncia divina, permite alcanzar, marginando
(y esto sería la mente) y que concedan bene­ todo tipo de turbación, las ventajas que se de­
ficios a los que más la aman y veneran ya que rivan d.e la contemplación de su suprema bea­
cuidan de lo que a los dioses les es querido y titud. EJn esta interpretación parece necesario
actúan recta y hermosamente» .53 encuadrar el testimonio según el cual «tam­
Para Epicuro la cuestión no admite concesio­ bién, para Epicuro, alguna ayuda vi.ene a los
nes. En ningún momento y por ninguna razón hombres de parte de los dioses. Dice, en efecto,
la divinidad pu.ede alterar su estado de per­ que sus excelentes simulacros proporcionan
fección con tales aditamentos. El único texto grandes bienes a quienes de ellos participan» 54
(Ep. Men., 124) susceptible de proporcionar la E n el mismo sentido puede hablar Filodemo,
sospecha de la alteridad divina no alude, efec­ sin que ello suponga discrepancia de la doc­
tivamente, a una activa concreción de la divi­ trjna, de relaciones amistosas entre dioses y
nidad, como en principio podría sugerir el hombres 55 porque tal amistad no se deduce de
campo contextua!, de la que dimanarían conce­ una concesión de bienes al sabio por parte de
siones positivas o negativas. Daños y ventajas la divinidad, sino del perfecto parangón que
sobrevienen al individuo, por el contrario, no entre ambos se establece al acceder el sabio al
de la divinidad, sino del exacto o inexacto co- disfrute de una felicidad similar a la divina.
Los dioses, pues, siguen siendo inoperantes.
51. D. L., X, 121.
52. Cf. F�. 359 Us ; Fllodemo, De dis, III, fr. 85 Dlels. 54. Fr. 385 Us.
53. E. N., 1179 a 24-29. 55. De dis, III, col. I, 7 ss Diels.

190 191
Son tan sólo el ideal de perfección que sigue dice en su obra sobre las maneras de vivir, ado­
el sabio en su continua lucha por consegujr la rar a los dioses, no porque se molesten si no
felicidad. lo hacemos, sino en razón de la idea de que su
Acorde con los planteamientos de este sin­ naturaleza nos sobrepasa en poder e importan­
gular antropocentrismo aparece todo el com­ cia».57 Ahora bien, en el acto cultual lo que
plejo aparato formal de la veneración y el culto importa no es la divinjdad, a la cual, aun sien­
exterior a los dioses, preceptos ampliamente do objeto de la plegaria, ésta en nada afecta y
recomendados y puestos en práctica por la sec­ de la cual tampoco puede esperarse, por otra
ta. Prescindir, en efecto, de la idea de que en parte, beneficio alguno en virtud de su abso­
las relaciones hombre-dios lo que prevalece luta despreocupación por los asuntos humanos.
fundamentalmente, por .encima de la propia Importa, por el contrario, el placer que el sabio
divinidad, es la actitud subjetiva de•l sabio, con­ venerante experimenta, no sin cierto misticis­
duciría inevitablemente, al analizar las mani­ mo, en la celebración de un acto que le per­
festaciones religiosas externas, a concluir de mite acceder a la contemplación de la suma
su incongruencia una total incoherencia o un perfección ( «Venera a los dioses, no esperan­
decidido oportunismo de circunstancias. Por­ do favores de ellos como contrariamente cree
que constituiría una no pequeña paradoja, sí la gente cuando se dispone a hacer sus oracio­
tal aspecto de la cuestión no se sometiera a con­ nes»).58
sideración, el negar la providencia divina en La veneración y los actos de culto resultan
todos sus detalles y al mismo tiempo recomen­ así desinteresados con respecto a la divinidad,
dar prácticas religiosas de fuerte tradición con­ pero no con relación al sabio para quien vene­
encional. rar a los dioses «·por causas naturales», como
Que Epicuro recomendó y practicó el culto atestigua que recomendaba Epicuro el texto
a los dioses, resulta por los testimonios eviden­ anteriormente citado, equivaldría a venerados
te (Fr. 15, 16).56 Filodemo afirma al respecto como modelo en razón de la felicidad que po­
que «resulta claro que Epicuro no sólo practicó seen perfecta por naturaleza. De hecho, los
todas las observancias religiosas sino también esquemas pensados para la veneración de los
que recomendó a sus amigos practicarlas, y no dioses son, en cierto modo, una transferenc�a
sólo por causa de las leyes sino también por ideal de los que se dan dentro de la secta. «La
causas naturales. Es propio de la sabiduría, veneración del sabio es un gran bien para
quien lo venera» (SV. 65) es la afirmación de
56. Cf. Fr. 157 ; 169 Us. Para las acusacion€s de fal­
sa piedad por •los adversat'ios, cf. Fr. 103; Adn. ad.,
. .

p. 234, 1 U&. Cf. Festugiere, Eptcuro y sus dtoses, Bue· 57. Fr. 13 Us.
nos Aires, 1960, pp. 36·37. 58. Pap. Oxirr. 215, col. 1, 25·28. Cf. Barlgazzi, a. c.

192 193
I!:tlc:� de Eplcuro, 13
una de las sentencias y que no era un simple de divino. Por su parte, Platón y los estoicos
decir lo prueba el testimonio de Plutarco acer­ también habían teorizado sobre la homoiosis
ca de la mutua venerac�ón que se rindieron a la divinidad, definida por la manifestación de
Epicuro y Colotes, un juvenil discípulo 59 comportamientos acordes con la virtud (arete)
Subyace indudablemente a tales manifesta­ por sí misma considerada.62 Sin embargo, las
ciones el firme conv·encimiento de que el sabio, diferencias con el isoteismo tal como lo entien-­
por la riqueza de su interioridad moral que le de Epicuro son a todas luces evidentes y su­
permjte eliminar todo tipo de turbación y al­ ponen, en el tratamiento de esta perspectiva
canzar la felicidad, es similar a un dios. De que, en última instancia, presta conformidad a
este modo, el estímulo por asemejarse en dicha su doctrina teológica, la prueba más definiti­
a la divinidad resulta definitivo en el sistema. va de su originalidad en reladón con la tradi­
Es, de hecho, el único punto de contacto entre ción filosófica.
el sabio y unos dioses que se conciben como Mientras para Aristóteles, en efecto, la ejem­
afortunadamente alejados del plano real en el plaridad entre dios y el individuo se originaba
que aquél trata de adoptar frente al curso de en el lazo metafísico de la mente divina del
la vida u n comportamiento racional. Es la cla­ hombre, fundamento del bíos theoretik6s, es
ve fundamental de la existencia de unos dio­ decir, de la vida contemplativa que, en el mar­
ses que parecen haber sido doctrinariamente co de su doctrina, proporcionaba el sabio una
creados para ser Mgados. inestimable «autosuficiencia» 63 y mientras pa­
Esta idea vinculante del isoteismo había sido ra Platón y los estoicos el impulso del sabio
convenj·entemente debatida por Aristóteles. Un por asimilarse a la divinidad dependía del lOt­
fragmento del Protréptico señala efectivamen­ gro de las virtudes que aquella posee en grado
te que «la mente parece ser lo único que en excelente, para Epicuro, por el contrario, la
nosotros hay de inmortal y divino» 60 al tiem­ semejanza a la divinidad resulta única y ex­
po que en la Etica Nicomaquea se lee que «si clusivamente del constante pragmatismo moral
la mente es divina respecto al hombre, también del sabio (y no de una hipotética identificación
la vida según ella es divina respecto a la vida metafísica) que no obedece al cálculo de obte­
humana».6t La semejanza con la divinidad ve­ ner la virtud en sí misma, sino la felicidad que
nía dada, según estas opiniones, por la mente es propia de la divinidad.
o el nous, es dedr, por lo que en el hombre hay Aristóteles opinaba que «la vida de los dio-
59. Fr. 141 Us.
60. Fr. 61 Rose. 62. Cf. Leyes, 716 d; Teeteto, 176e ; S.V.F., III, 661
61. E.N., 1177 b 30; cf. también, 1178 b 7 ss, 1179 a Arnim.
22ss. 63. E.N., 1177 a 28.

194 .195
ses es enteramente feliz y la de los hombres
lo es en la medida en que en ellos hay alguna
semejanza en la actividad divina».64 Epicuro
pensaba, contrariamente, que «Cuando estamos
vivos, gozamos de una dicha similar a la de
los dioses» (Fr. 48), que el sabio Kpuede rivali­
zar con Zeus en felicidad» (SV. 33) y que por
lo tanto vive «C<>mo un dios entre los hom­ LA PROBLEMATICA 1\:IORAL DE
bres» (Ep. Men., 135). LA MUERTE
Siendo la felicidad del sabio igual a la di­
vina, sólo una limitación le impide la perfecta La lucha del Epicureísmo contra la supers­
asimilación y viene dada precisamente por la ticjón no concluyó con asegurar al hombre su
actividad moral que despliega el sabio para independencia y libertad frente al fatalismo
conseguirla («Piensa, dice en la carta que es­ divino. Al igual que la Física, todo el entra­
cribe a su madre (Fr. 48), que día tras día mado de la Psicología aparece también pen­
avanzamos hacia una mayor felicidad, adqui­ sado en función de la Etica, y de hecho el es­
riendo siempre algo d e provecho»). Los dio­ fuerzo más significativo de la doctrina en este
ses, en efecto, poseen una felicidad consustan­ sentido estuvo dirigido a la abolición de las
cial a su naturaleza. Pero la naturaleza hu­ perturbaciones del espíritu provocadas por e l
mana no hizo al sabio feliz. Le ofreció la posi­ temor a l a muerte (MC. X, XI, XII, XIII).
bilidad de llegar a serlo, mediante el ejercicio Por ello, a la recomendación de!l. Cuadrifárma­
de la sabiduría, para la transformación y enri­ co (FT. 1.1) de que «la divinidad n o se ha de
quecimiento de su vida interior, en un conti­ temer», se añade en segundo lugar el principio
nuo movimiento de ascesis. doctrinal de la insensibilidad de la muerte.
Para la convicción epicúrea, sin embargo, en
sus afanes por el logro de la felicidad quizás
resultó más apremiante salvar el escollo de los
temores del individuo ante lo inevitable de su
propia disolución que ante la idea de su rígido
control por parte de la divinidad omnipresen­
te. El propio Epicuro no dudaba en calificar
a la muerte (en su concepción popular) como
«el más temible de los males» (Ep. Men. 128) ;
64. !bid., 1178 b 26 SS.

197
196
y Lucrecio para quien tal temor «enturbia en de la disolución del hombre como sujeto capaz
sus mismas raíces la vida de los hombres» 6s de experimentar sensaciones. Para el hedonis­
afirmaba que «Si los hombres vieran que sus mo epicúreo «todo bien y todo mal radican en
penas tienen fijado un límite, con algún fun­ la sensación» y ambos hacen referencia al pla­
damento podrían desafiar las supersticiones».66 cer y al dolor respectivamente, como estados
Como en el caso de las relacjones con la di­ contrapuestos en que la sensación se manifiesta.
vinidad, también Epicuro pensaba que «las Sin embargo, «la m erte es la privación d e la
más grandes turbaciones se originan en las al­ sensibHidad» y en consecuencia no puede apa­
mas de los hombres . . . al esperar o recelar, dan­ recerse como un mal para el sujeto que, pri­
do crédito a los mitos, algún mal eterno y al vado de sensación, está asimismo privado de
estar temerosos de la privación de sensibilidad la conciencia de mal.68 Por eso la muerte ni es
que conlleva la muerte, como si algo fuese para un bien, ni es un mal : «No es nada para noso­
nosotros y al tener que soportar todas estas tros» porque «cuando se presenta, nosotros ya
cosas no de acuerdo con las propjas opiniones, no somos» (Ep. Men. 124-125) (MC. 2).
sino por una cierta disposición irracional. . . La Marginada del círculo moral del hombre, la
imperturbabilidad, añadía, proviene del libe­ muerte viene a ser únicamente un episodio fí­
rarnos de todo esto y del recuerdo ininterrum­ sico enmarcado en los principios inalterables
pido d e los principios generales y fundamen­ de la naturaleza. Y precisamente de la condi­
tales d e nuestra doctrina» .67 ción humana propensa en cualquier momento
De estas afirmaciones se deduce la doble a perecer extraía Epicuro las argumentacio­
perspectiva con que el Epicureísmo se enfren­ nes precisas para djsolver otro motivo de tur­
ta fundamentalmente al temor de la muerte : ba.ción : el temor a la muerte como fenómeno
por un lado combate la idea de la muerte como inesperado. Si la muerte no es un mal en el
aniquilación dolorosa del individuo, por otro momento en que se presenta, tampoco puede
su concepción como inicio de una nueva vida, serlo a nivel de quien la presiente : «Lo que no
la del más allá, asociada a las ansias vulgares hace sufrir con su presencia, en vano aflige con
d e inmortalidad. su espera» (Ep. Men. _125). Es éste un motivo
La negación de la muerte-mal, en estrecha tópico en la doctrina. El propio Epicuro afir­
relación con los presupuestos básicos de la doc­ maba que «todos habitamos ante la muerte una
trina hedon�sta, está basada en el argumento ciudad sin murallas» (Fr. 17). Por su parte

65. Ill, 36 SS. 68. Cf. AristóteLes, E.N., 1115 a 26-27 : «Lo más te­
66. I, 107-109. mible es la• muerte porque es un límite y nada pa·rec•e
67. Ep. HeT., 81-82. ser ni bueno ni malo para el que ya está muerto)>.

198 199
Lucreoio opinaba que «el fin de la vida está la Apología en el que se lee : «La muerte es
fijado a los mortales y nadie se ·escapa de com­ una de estas dos cosas : o es como no ser nada
parecer ante la muerte» .69 Para Filodemo, tam­ Y no tener sensación de cosa alguna o es, según
bién «todos habitamos ante la muerte una ciu­ lo que suele decirse, un cambio o una migra­
dad sin murallas porque todo está lleno de cau­ ción del alma a otro lugar.»n
sas productoras de muerte y porque tal es nues­ Con todo, el uso paralelo de los argumentos
tra condición natural : hasta tal punto somos para disolver el temor a la muerte, el de la pri­
impotentes y el alma tiene adaptados sus po­ vación de la sensibilidad y el de la inmortali­
ros a la mortal exhalación» .70 dad, aparece mucho más nítidamente en el
Señales evidentes del mismo afán por anular Axioco pseudo-platónico ; y aunque la tesis epi­
el temor a la muerte, unidas a v�vas demostra­ cúrea se halle, en boca de Sócrates, atribuida a
ciones de esperanza en otra vida, se encuen­ Pródico, el tono general de la obrita hace pen­
tran anteriormente en el pensamiento socráti­ sar que se trata de una polémica anti-epicúrea :
co-platónico. Así un texto de la ,Apología anun­
cia muy de cerca a Epicuro : «Temer la muer­ Sócrates : «En cierta ocasión oí decir a Pródi­
te no es otra cosa que creer ser sabio no sién­ co que la muerte no existe ni para los vivos
dolo, pues es como creer saber lo que no se ni para los muertos.
sabe. Nadie, en efecto, respecto a la muerte Axioco : ¿Qué quieres decir, Sócrates?
sabe si es para el hombre el mayor de todos los Sócrates : Que para los vivos no ·es y los muer­
bienes y, s�n embargo, la temen como si su­ tos ya no son. De suerte que ni es para ti,
pieran con certeza que es el mayor de todos pues no has muerto, ni lo será, aunque algo
los ma1es».71 malo te ocurriera, porque entonces tú ya no
Sabemos, por otra parte, que Epicuro, en el serías . . . Lo temible existe para los que son ;
libro III de su obra Sobre los géneros de vida, para los que no son ¿ cómo podría existir? 73
al tratar del mismo tema de la muerte como (Cf. Ep. Men, 125).
privación de la sensibilidad, aducía en su apo­
yo un texto socrático-platónico, al que hace Sin embargo, en el pensamiento socrático­
alusión un fragmento del De morte de Filo­ platónico privó siempre la tesis de la inmorta­
demo ; el pasaje bien pudiera ser un texto de lidad del alma y las esperanzas en la otra vida
como fundamento de la superación del temor
69. 111, 1079-1080.
70. Pap. Herculan. 1050, Col. 37, 27-33. Cf. Gigante, 72. lbid., 40 c. Cf. Gigante, <<Fllodemo De morte IV,
«Fdlodemo De mol'tle IV, 37-39» en La Parola del Passa­ 3>>, en Rendiconti della Accad. di Arch., Lettere a Belle
to, 10, 1955, p. 370. Arti, 28, Nápoles, 1953, pp. 122-124.
71. Apol., 29 a. 73. Axioco, 369 b-d.

200 201
de la muerte. Para la doctrina de Epicuro, con­ Y en verdad «cuando el cuerpo entero se des­
trariamente, la tesis de la mortalidad del alma truye, se disipa también el alma y no tiene ya
tuvo la misma importancia que la de su inmor­ los mismos poderes ni se mueve, de suerte que
talidad para Sócrates y Platón y de hecho éste ya no tiene la facultad de sentir. No es posible,
es el logro de mayor interés en el apartado en efecto, concebir el alma como parte sensi­
doctrinal sobre la psicología. ble sino en el complejo alma-cuerpo, ni que
Todos los argumentos utilizados por Epicu­ pueda tener movimientos cuando el cuerpo que
ro para conseguir que el hombre adoptara una la contlene y circunda ya no es tal».79
conciencia práctica de su mortalidad 74 giran Sometidos tanto el cuerpo como el alma a
en torno al principio fundamental de la cor­ disolución, el Epicureísmo anulaba todas las
poreidad del alma : 75 «Conviene tener presente concepciones sobre la existencia de una dura­
que nosotros llamamos incorpóreo aquello que, ción vital ajena a la vida presente.80 El hecho
de acuerdo con la acepción más general de la reviste excepcional importancia si se tienen en
palabra, puede ser pensado así por sí mismo, cuenta las opiniones vulgares sobre el más allá.
y por sí mismo no es posible considerar como Al margen de las teorizaciones esotéricas, prin­
incorpóreo sino el vacío. Y el vacío ni puede cipalmente las socrático-platónicas, en torno a
hacer ni padecer sino que tan sólo facilita el la liberación del alma inmortal con su migra­
movimiento a los cuerpos a través de sí mis­ ción a las regiones etéreas afines a su natura­
mo. De modo que aquellos que dicen que el leza, y de las creencias en un nuevo natalicio
alma es incorpórea actúan como necios porque del hombre en su acceso a una vida surgida
si tal fuera nada podría hacer ni padecer. Pero en oposición a la terrena, para la convicción
nosotros vemos con claridad que ambas con­ popular la ultratumba era una vida de tinie­
tingencias son propias del alma» .76 blas, la noche eterna, y en realidad continua­
Muy al contrario, el alma y el cuerpo son ción de la presente en sus aspectos más doloro­
absolutamente solidarios.77 Aún más : «Es ne­ sos. Las aspiraciones irracionales a la inmor­
cesario creer que el alma es un cuerpo sutil talidad no tenían, por ello, su fundamento en
(soma), esparcido por todo el organismm>.78 las compensaciones de una vida mejor, sino tan
sólo en la prolongación duradera de la vida.
Al asociar a la idea de la muerte la creencia
74. Para las pruebas epicú·reas de la mortalidad del
alma, véase Amedo, «L'epicureismo e la morte», en en un más allá privado de compensaciones, re-
Filosofía 3, 1952, pp. 553-558.
75. Cf. III, 161-176.
76. Ep. Her., 67. 79. Ibid., 65-66. Cf. un argumento simila·r en Aristó­
77. Ibid., 64-65. teles, De anima. 403 a .
78. Ibid., 63. 80. Cf. también Demócrlto, F'r. B. 297 D - K.

202 203
ducido a la eterna permanencia en las tinie­ Suprimiendo las esperanzas de inmortalidad,
blas, el pensamiento vulgar sobre la ultratu�­ el Epicureísmo facilitaba al hombre el pleno
ba no tardó en añadir temores a seres terron­ goce de la vida presente. Para la doctrina so­
ficos a imágenes fantasmagóricas, símbolos crático-platónica, la meditación sobre la vida

vinc lados de ordinario a la idea de sufrimien- era la meditación de la muerte, en tanto que
tos o castigos. ésta suponía el acceso a una nueva vida, con­
El pensamiento cristiano recogió ¡posterior- cebida en oposición a la presente. Para Epicuro
mente estas creencias míticas, dándoles un ca­ la reflexión sobre la muerte y la reflexión so­
rácter marcadamente moral al tiempo que las

popularizaba para estimular la superstjci n. Al
_
bre la vida es un único ejercicio (Ep. M en. 126)
entendido tan sólo como el medio de liberar al
trasladar el lugar de los elegidos de los mfier­ individuo de las perturbaciones de esta vida y
nos al cielo y al ofrecerles con ello la recom­
pensa eterna por su acUtud moral en la vi a � facilitarle así el logro de la serenidad y el equi­
librio moral : «Quien dice : reflexiona sobre la
_
terrena, la muerte vino a ser en realidad la ViC­ muerte, exhorta a reflexionar sobre la libertad.
toria de los virtuosos sobre el pecado Y la po­ Porque quien aprend e a morir, desaprende a
sibilidad de acceso a una vida mejor. , ser esclavo ».84
El Epicureísmo, sin embargo, no proyecto Por otra parte, para la doctrina hedonista,
jamás hacia el futuro las esperanzas del hom­ cualquiera que sea la duración de la vida, es
bre. y desde luego no ahorró esfuerzos para posible el logro del máximo placer (SV, 19) y
destruir también sus desesperanzas provocadas ello hace que la anulación de la idea de tempo­
por el temor a los sufrtmientos et ernos inhe­ ralidad futura se refiera también a la vida pre­
_
rentes a la concepción de la otra Vida. Por e_so sente. Ya Demócrito censuraba a «los necios
Lucrecio aseguraba que <das cosas, cualesqme­ que desean envejecer porque temen a la muer­
ra que sean' que dicen haber en el profundo te»,85 «que viven sin gozar de la vida»,86 «que
:
Aqueronte, las hallamos toda� en . a Vi'da . . . » ·81 '
pretenden conseguir una vida duradera, sin
1
«Cerbero y las Furias y la pnvacwn d e la luz
11 sacar provecho de ella» .87
y el Tártaro vomitando horrendas lla�as _ p�r
sus fauces, ni existen en sitio alguno m exi�tlr ¡1 De igual modo Antifonte opinaba que «hay
algunos que no viven la vida presente sino que

i
Pueden en verdad . . . » .82 «Es aquí donde la vida se preparan con mucho afán para vivir otra
. 83
de los necios se vuelve un mf'�erno».
1

--
84. Fr. 205 Us.
81. m. 978-980. 85. Fil.". B 205-206 D K.

-
82. Ibid., 1011-1013. 86. F•r. B 200 D K.
83. Ibid., 1023.
l
1
87. F·r. B 201 D K.

204 J
1 205

(
vida, que no es és.ta. Pero entretanto el tiempo
desaprovechado se desvanece».88
Por su parte, Epicuro para quien «la vida
se consume inútilmente en una espera» (SV,
14) afirmaba que «quien menos necesita del
mañana, al mañana accede con más gozo».89
El Epicureísmo aceptaba así el límite natu­
ral de la vida, reduciendo a cada momento de
ella las posibilidades de eliminar todo tipo de
� PLACER Y EL DOLOR. LOS DESEOS
turbaciones y de lograr la feUcidad. Por ello
criticaba por igual a quienes por apego instin­ El acentuado carácter positivista de la filo­
tivo a la vida o por temor a la muerte unas sofía epicúrea viene dado principalmente por
veces huyen de la muerte y otras la buscan su concepción del hedonismo como fundamen­
con avidez (Ep. Men. .126). Es decir, rechazaba to primero de la moral utilitaria. Para Epicuro,
de modo absoluto las ansias irracionales de vi­ y sin exceder de cierto los puros motivos deri­
vir facilitadas por las esperanzas de inmorta­ vados de la función de la naturaleza, una aten­
lidad y la aceptación voluntaria de la muerte, el ta consideración de la experiencia revela que
suicidio, aprobado por los estoicos (Fr. 18),90 «dos son los estados pasionales, el placer y el
como límite a los males de la vida. Ambas eran dolor, que se dan en todo ser viviente, uno con­
para IDpicuro formas idénticas de alienación, forme a la naturaleza, otro contrario» 92 y que
únicas posibilidades de quienes lo fundamen­ «los seres vivos, apenas nacen, gozan del pla­
tan todo en la vana opinión. cer y huyen del dolor por instinto natural, irra­
Por ello sin duda Lucrecio era eco fiel de la cionalmente»,93 todo lo cual basta sobradamen­
doctrina del Maestro cuando escribió : «La te para demostrar que «el placer es el princi­
pio y el fin (arkhé y télos) de una vida feliz, el

vida no es 1propiedad de nadie ; es el usufructo
de todos».91 b en .primero y connatural a nos �
. .
� y3g _g ­
mk6n) y, como tal, la medida mprescin áfble
o
de «toda elección o rechazo» (haíre-sis y phygé)
;(Ep. a M.en. 129).?:)
Ya Nausífanes pensaba que «el fin conna-
88. Fr. B 53a D - K. Cf. B- 77.
89. Fr. 490 Us. 92. D.L., X, 34.
90. Fr. 497, 498 y 499 Us. Cf. también Demócrito, 93. Ibid., X, 137.
Fr. B. 203 D K. 94. Fr. 398 Us. Cf. el mismo argumento atribuido a
91. III, 971.
-

Eudoxo por Ar!stótel�, E.N. 1172 b 9·20.

206 207
ningún �to de la inteligencia. Fin de la inte­
tural. . .. es sentir placer y no dolor», pero el
ligencia y fin de la naturaleza no pueden, por­
peso de la anterior argumentación nos remite,
consiguiente, diferir, a menos que se deje cam­
todavía en un plano de idénticas convergen­
po para las falsas suposiciones. Por naturaleza
cias, a la más definida tradición hedonista.
buscamos el placer y rechazamos el dolor. Ese
También los Cirenaicos, en efecto, «distinguían
será entonces el fin de la naturaleza y el fin de
entre dos estados pasionales (pathe), el placer
la inteligencia. Ese será el verdadero fin al
y el dolor»,95 señalando que «mientras el pla­
cual debemos referir en toda cü:cunstancia
cer es deseado por todos los seres vivos, el do­
cada una de nuestras acciones» I(MC. XXV), 1
lor, al contrario, es rechazado» 96 y concluían
«fin realmente dado» (hyphestek6s telos) al
que «el placer es el fin (télos) por el hecho de
que, como a toda evidencia real y efectiva re­
que nos es familiar desde críos, sin elección
alguna, sino por sí mlsmo» y porque «ninguna
t
ferimos nuestras oplniones, evitando así oda
duda e �nquietud (MC. XXII). ,
otra cosa buscamos y de ninguna otra cosa hui­ e . . l t . , ,,
onv1ene, sm embargo, hacer la salvedad de
mos tanto como de su contrario, el dolor».91 ' · '
que el sensualismo que da l�gar a fa ética he­
Hay en las manifestaciones del Epicuro he­
donista epicúrea no llega a determinar, pues
donista una evidente conformidad con el pues­
la razón en segundo término regula lo que es
to primordial de la experiencia sensible en el
sistema. La naturaleza es superior a la razón
s� le instinto de la naturaleza, una concep­
Ción del placer tal como la que aparece vincu­
porque es de los sentidos de donde surge el co-
lada de ordinario a la idea común, lo cual ne­
l nocimieñto. La idea de placer no puede reca-�."
cesariamente ha provocado bastantes malen­
barse sino de la sensación de placer, la idea
tendidos y no pocos desencantos. Ya el mismo
� de dolor de la sensación de dolor. En
conse-
Epicuro, como reacción a violentas críticas de
1 cuencia, juicio lógico y juicio moral no pueden
adversarios coetáneos, advertía que su idea del
de ningún modo diferir porque idéntico es su
' placer como soberano bien distaba mucho de
criterio, el de los sentidos (MC. XXIII , XXIV).
las interpretaciones debidas a incomprensio­
«Hay que tener sentidos y ser de carne, y en­
nes o a ignorancia y mantenía que por tal de­
tonces el placer se nos aparecerá como un
bía entenderse fundamentalmente el <cno su­
bien» 98 y ello porque la sensación no induce
frir dolor en el cuerpo ni turbación en el al­
a equívoco precisamente porque no cumple
ma» (Ep. a Men., 131). Con todo, la cuestión
es más compleja de lo que la mencionada afir­
95. D. L., 11, 86. mación sugiere, la cual en definitiva debe con­
96. !bid., 87.
97. Ibid., 88. siderarse como la esencial culmlnación de un
98. Plut·arco, Adv. Colotem, 1122 a.

209
208
Il:tica de EpicUJ·o, 14
tural. . . es sentir placer y no dolor», pero el
t ningún acto de la inteligencia. Fin de la inte­
peso de la anterior argumentación nos remite, ligencia y
fin de la naturale.El no pueden, por
todavía en un plano de idénticas convergen­ consiguiente, diferir, a menos que se deje cam­
cias, a la más definida tradición hedonista. po para las falsas suposiciones. Por naturaleza
-
También los Cirenaicos, en efecto, «distinguían buscamos el placer y rechazamos el dolor. Ese
entre dos estados pasionales (pathe), el placer será entonces el fin de la naturaleza y el fin de
y el dolor» ,95 señalando que «mientras el pla­ la inteligencia. Ese será el verdadero fin al
cer es deseado por todos los seres vivos, el do­ cual debernos referir en toda cil:c�stancia
lor, al contrario, es rechazado» 96 y concluían cada una de nuestras acciones» 1(MC. XXV), 1
que «el placer es el fin (télos) por el hecho de «fin realmente dado» (hyphestek6s telos) al
que nos es familiar desde críos, sin elección que, corno a toda evidencia real y efectiva, re­
alguna, sino por sí mismo» y porque «ninguna ferimos nuestras opiniones, evitando así toda
otra cosa buscarnos y de ninguna otra cosa hui­ duda e inquietud (MC. XXII).
. lt I r l r.
mos tanto corno de su contrario, el dolor».91 eonv1ene,
.
sm embargo, hacer la salvedad de
Hay en las manifestaciones del E.picuro he­ que el sensualismo que da lugar ·a' ia ética he­
donista una evidente conformidad con el pues­ donista epicúrea no llega a determinar, pues
la razón en segundo término regula lo que es
to primordial de la experiencia sensible en el
sistema. La naturaleza es superior a la razón

s mple instinto de la naturaleza, una concep­
Clón del placer tal como la que aparece vincu­
porque es de los sentidos d e donde surge el co-
lada de ordinario a la idea común, lo cual ne­
l nociñtiento. La idea de placer no puedereca-.,"
cesariamente ha provocado bastantes malen­
barse sino de la sensación de placer, la id�a
tendidos y no pocos desencantos. Ya el mismo
de dolor de la sensación de dolor. En conse-
Epicuro, como reacción a violentas críticas de
' cuencia, juicio lógico y juicio moral no pueden
adversarios coetáneos, advertía que su idea del
de ningún modo diferir porque idéntico es su
placer como soberano bien distaba mucho de
criterio, el de los sentidos (MC. XXIII, XXIV).
las interpretaciones debidas a incomprensio­
«Hay que tener sentidos y ser de carne, y en­
n�s o a ignorancia y mantenía que por tal de�
tonces el placer se nos aparecerá como un
b1a entenderse fundamentalmente el «no su­
bien» 98 y ello porque la sensación no induce
frir dolor en el cuerpo ni turbación en el al­
a equívoco precisamente porque no cumple
ma» (Ep. a Men., 131). Con todo, la cuestión
es �ás compleja de lo que la mencionada afir­
95. D. L., 11, 86.
mación sugiere, la cual en definitiva debe con­
96. Ibid., 87
.
97. Ibid., 88. siderarse como la esencial culminación de un
98. Plutarco, Adv. Colotem, 1122 a.

208 209
li:tlca de EplcuJ·o, 14
largo y, a veces complicado, proceso deduc­
1 Con la concepción del placer catastemático se
tivo, no exento de matizados tonos polémicos. ! oponía Epicuro a los Cirenaicos y a Plató
n
Un testimonio de Diógenes Laercio nos ase­ colocándose para el análisis de la cuestión
la misma perspectiva trazada por Aristótel
e �
gura que Epicuro y su discípulo Metrodoro es.
admitían dos tipos d� placer, el catastemático Los Cirenaicos, en efecto, negaban que pudi
era
o en reposo el cin_ético o en movimiento, y haber una forma de placer marginada del mo­
�bos tanto para el alma como para el cuerpo.99 vimiento. Influenciados por la idea heraclítea
ía del devenir opinaban que la ausencia de pla­
/ Por placer catastemático del cuerpo entend (aponía cer y la ausencia de dolor son estados inter­
• Epicuro la simple ausencia de dolor

1 aochlesía) o bien, mediante u na-car acteriza­ medios que de ningún modo pueden ser con­
ción afirmativa, el equilibrio estable de la phy­ siderados como dolor y placer respectivamen­
sis la situación definida de reposo corporal
_,
te. Placer y dolor, af¡rmaban, «consisten en el
como privación del dolor.100 (Katástema es el movimiento, no siendo movimiento la falta de
término contrapuesto a praxis en un texto de placer o la falta de dolor, ya que la falta de
Diógenes de Enoanda).101 Cuando, en efecto, dolor es semejante al estado del que duerme.toJ
nuestro cuerpo experimenta alteraciones de sus También Platón partía del dolor para el aná­
átomos por causa de la enfermedad o pérdida lisis de su contrario, el placer. La naturaleza,
considerable de los mismos provocada por las explicaba en el Filebo, es un perfecto orden,t04
situaciones carenciales del hambre, frío o sed, una equilibrada armonía. Se produce el dolor
entonces quedamos sumidos en el dolor. A ese cuando, por el efecto de fenómenos c're a
cial�s
estado doloroso se opone el estado placentero como la falta de líquido, de alimento o de ca­
1 que resulta de la perfecta armonía de átomos lor, tal armonía se destruye. Cuando, por el
corporales que hace posible la salud y el equi- contrario, de nuevo el organismo tiende a re­
� librio del organismo. Ese
es el manifiesto, ne­ cobrar el equilibrio alterado, mediante un pro­
gativamente expresado, de la carne : el no te­ ceso de restauración (!catástasis), entonces se
ner sed, el no tener hambre, el no tener frío produce el placer, aunque mezclado y en rela­
(SV. 33) , to2 esto es, la ausencia de todo estado ción de intensidad con el dolor.105 Un hipotéti­
doloroso. co tercer estado, el de la ausencia de placer o
dolor, no puede llamarse dolor o placer respec­
99. D. L., X, 136. tivamente y es tan sólo un estado ilusorio, apa-
100. Cf. �respectivamente, F'r. 398, 416 Us ;
Lucrec!o,
11, 16 ss; Fr. 68 Us. ( = Fr. 29) ; Pap. 'Hercul.,
1232 Arrl·
ghett!, Epicuro, Fr. 66, 16, p. 404. 103. D. L., II, 89·90.
101. Fr. 28, col. VI, 4·5 Chilton. 104. Fil., 25 d SS.
102. Fr. 200, 423, Us. 105. !bid., 42 C - d ; 33 d SS.

210 211
traslación de l a potencia a l acto, pero e l placer
tente.106 Sólo existe, pues, el placer en movi­
miento, que surge como oposición al dolor, por no puede concebirse como el movimiento entre
ambos puntos de referencJa. «El placer perfec­
ejemplo, el comer cuando se tiene hambre, be­
ber cuando se tiene sed. ciona la actividad» 109 y la perfecciona «como
En realidad tampoco Epicuro «juzgó que hu­ un término (telas) logrado».U0 Por otra parte,
biese un estado intermedio entre el dolor y el «la actividad no es un proceso» 111 y «no sólo
placer. Pues lo que para algunos es tan sólo hay una actividad del movimiento sino tam­
un estado aparente, esto es, la ausencia de do­ bién de la inmovilidad y el placer está más en
lor, no sólo ps. plp,ger sino además placer má­ la quietud que en el movimiento».112 «Algunos
_. _ placeres, que se acompañan de dolor, no son
ximo .» 101 De hecho, cuando el orgarusmo ha su­
frido un desequilibrio, experimentamos dolor. placeres, sino que parecen serlo».113 «No son
Pero de ningún modo el cuerpo percibe como procesos los placeres, ni todos están en el deve­
placer el proceso de restauración por el que se nir, sino que son actividades y fin».u• El que
tiende a restablecer ese equilibrio (katástasis) también en la inmovilidad se de el placer, en
sino la situación ya definida del equilibrio res­ consecuencia hace posible que «no sólo el pla­
tablecido (katástema). El alma podría percibir cer sea un bien, sino también la ausencia de
conjuntamente la situación de desequilibrio, dolor» (alypía),115 «pues también hay placeres
esto es, el dolor y al mismo tiempo la ausencia sin dolor y sin deseo, como los del contemplar
de dolor. Pero el alma no es, como en Platón, (theorein), cuando la naturaleza de nada ca­
1 el receptáculo hegemónico de la sensibilidad.
La sensación se da donde se siente y el cuerpo
reces».116 (Tes physeos ouk endeoús ouses).
Tales manifestaciones venían a ser el prece­
no puede sentir el placer y el dolor conjunta- dente más definido de la concepción epicúrea
mente.108 Dada una alteración del equilibrio de del placer como ausencia de dolor, esto es,
nuestra physis, el cuerpo experimenta dolor. como placer catastemático. Naturalmente, Aris­
Una vez recuperado ese equilibrio, la sensación tóteles partía de la dicotomía potencia-acto,
corpórea es de placer como simple ausencia de mediante una argumentación metafísica, ten-
dolor.
La argumentación seguía muy de cerca an­ 109. E. N., 1174 b 24.
teriores reflexiones aristotélicas. Todo proceso 110. !bid., 1174 b 32-34..
111. !bid., 53 a 17.
vital, opinaba el Estagirita, viene a ser una 112. !bid., 1154 b 26-28.
113. !bid., 1152 b 31-32.
!bid., 43 d ss ; Cf. Rep., 583 e - 584 c.
114. !bid., 1153 a 10-11.
Ret., 1365 b 3. Cf. 1370 a 13.
106.
115.
107. Flr. 397 (p. 266), 420 Us.
108. Fr. 317 Us. Cf. Lucrecio, IV, 486 ss. 116. E. N., 1152 b 35-36 - 1153 a 1-2.

212 213
r;, • ,L

diendo a resaltar, desde la perspectiva del nous, presupone dolor,119 sino en una relación de
el primado de la vida contemplativa. Para Epi­ variedad, � todo lo cual resulta la lógica es­
curo, por el contrario, tal concepción del pla­ timación delPiacercatastemático como límite
cer no era sino el lógico resultado de la idea ae la grandeza del placer y, consecuentemente,
atomística del equilibrio físico. Así, del mismo como placer máximo : «No se crece el placer
modo que para Aristóteles la actividad de la en la carne, una vez se anula el dolor por lo
que nos faltaba, sino solamente se diversifica»
quietud podía llevar vinculado el placer, tam­
bién para Epicuro el equilibrio definido y es­
table del cuerpo podía llevar aparejado el pla­
(poikílletai) (MC. XVIII ). «El límite de la gran-
deza de los placeres es la eliminación del do­
¡
-

cer � mo ausencia de dolor. 117
!:
i7- -t
lor» (MC. III).
A mitía además Epicuro el placer cinético Ahora bien, la carne no admite límites al
o en movimiento como placer específico de los placer porque la carne no puede razonar y,
�entido.§... opuesto al dolor de la sensación (Fr. aún siendo moderada su proclama (no tener
.
28). Pero, en oposición a Platón que conside­ hambre, no tener frío, no tener sed), siem­
raba tan sólo como independientes del dolor pre existen los deseos que son ilimitados cuan­
y en sí mismos limitados los placeres del ol­ do no se apoyan en el mesurado cálculo del
fato, de la vista y del oído,1 1: Pegaba que cual­ bien de la naturaleza, sino en la vana opi­
quier forma de placer de los sentidos se acom­ nión (SV. 59). En consecuencia, quien pone
pañara de dolor y que, gor tanto, pudiera coñ=' el límite (peras) a la intensidad de los placeres

1
cebirse como ilimitado . Para Epicuro, efecti­ es la mente (diánoia) como parte racional del
vamente, el placer cinético sigue a la ausencia individuo opuesta al ciego instinto de la car­
de dolor (el probar alimento frente al no te­ ne «mediante una detenida consideración de
ner hambre, el tomar una bebida frente al no 1 los mismos» (MC. XVIII) . Pero aún una segun­
tener sed) y no en una relación de intensidad da limitación a la carne establece también la
1 (a mayor dolor, mayor placer), puesto que no mente y es la que concierne a la duración del
placer. Pues de hecho, la sensación corpórea, 1
117. La más importante contribución al ·estudio de
por ser irracional (álogos) persiste continua­
las teorias ·epicúreas sobre el placer .es la serie de articu­
los publicados por C. Diano con el nombre de «La Psi­ mente en la búsqueda del placer del mismo
cologia di Ep!curo e la teoria delle passioni», en Gior­
nale critico della filosofía italiana, 1939-1942. Puede con­ 119. Que el placer cinético sigue al placer cataste­
sultarse asimismo Merlan, Studies, pp, 1-37; y H. J. mático y lo presupone es opinión de Dlano, a. c. Algu­
Krll.mer, Platonismus, pp. 188-220. De Interés es aún el nas objeciones puwen verse en Merlan, Studies PP. 11-
estudio de V. Brochard, «La tMor!e du plaisir d'apres 13, sobre todo las concernientes a los placeres de la
Éplcure•, en Etudes de Philosophie ancienne et de Phi­ mentJe. Una síntesis de la discusión se hallará en Rist
:
losophie moderne, Pa�is, 1966, pp. 252-293. Epicurus : An introduction, Cambridge, 1972, pp. 170
118. Fil., 51 a SS•. 172 (Appendix D).

214 215
modo que constantemente rehúye el dolor (Ep. démicos en s u opinión d e que
«el bien es li­
a Men. 128). Y de aquí que «los confines del mitado y el placer ilimitado por
que admite �1
placer los ponga en lo tndeterminado» y no más y el menos» 121 y, utilizando
el símil de la
distinga para lograrlo tiempo infinito y tiempo visión («q ue no carece de nad
a que vinjendo
finito (MC. XX). Por el contrario, la mente al después perfeccione su form a»)
argumentaba
tiempo «que toma conciencia del bien de la psicológicamente que «el pla
cer es un todo
carne y de su justo límjte» (peras), esto es, al completo» y «que en ningún mo
mento podría
tiempo que calcula como límite de la grandeza lograrse un placer que, continuand
o en el tiem­
a su forma» 122
del placer la ausencia de dolor, determina tam­ po, se perfeccionara en cuanto
bién los límites de la duración del placer (pé­
rata) en �u perfección en el instante, contra­
de lo cual acababa por concluir
no es movimiento, ya que el mo

que «el plac r
vimiento se da
f
� estando todo el cúmulo de desordenados de­ en el tjempo» 123 y «no es posible
moverse sino
seos, provinientes de las tendencias irraciona­ en el tiempo, pero sí sentir pla
cer, porque lo
les de la carne y encaminados a engrandecer que se da en el instante es un tod
o completo».124
el placer o a prolongarlo en una temporalidad De igual manera para Epicuro
ni el dolor
infinita, y logrando así una vida perfecta den­ dura eternamente (/JC. IV, XX
VII I) ni tam­
tro de sus propios límites sin el añadido de la poco el placer es sil §'é eptible de
una transfor- o
inmortalidad (MC. XX:).120 mación temporal (MC. IX). «Tiemp
o finito y ·
También Aristóteles, sj bien desde una po­ tiempo infinito dan igual cantida
d de placer
sición no tan radical como la de Epicuro y sin si se miden sus límites con la
. razón» (MC.
partir, claro está, de la idea de ausencia de do­ ""i"J XIX) porque «en el mismo tiem
.! po surge y se
lor como placer máximo, refutaba a los Aca- goza el máximo bien» (SV. 42) y
por lo tanto
«el sabio ha de sacar fruto no del
tiempo más
120. Este aTgumento según el cual en la v&da es po­ duradero sino del más agradable» (Ep
sible alcanza'r la felicidad porQue el placer es asimis­
. a Men.
mo fácilmente procurable y es además perfecto en el
126) .
instante, gua,rdw referencia al problema de la muerte Una segunda clasificacjón de los plac
que no significa nada no sólo porque es insens·ible sino eres se
además porque no puede poner límites al Placer, que el
refiere a su localización en el alm
- -- -
a
_ _,
también
hombre puede alcanzaT en cualquier momento de su en su doble vertiente de placeres en
vida. Cf. como lugares paral,elos más destacados, Filo­ movimien-
demo. De morte IV col. 37, 14 ss Gigall/t.e, a. c. pp . 370-
to y en reposo .(Fr. 27). E l placer
catastemáti-
371 · De morte IV, col. 3, 34 ss. Gigante, a. c. p. 119 ;

Oi ron, De finibus, 1, 63; i.bid., 2, 87. El argumento
co de � a consiste en la simple ausencia de

facilita, en consecuencia, no sólo el rechazo del temor


.
a la muerte sino también de las ans1as de prolongar la
E . N., 1173 a 15 SS.
vida en la temporalidad .infin-ita del más allá. Cf. Supra
121.
122. !bid., 1173 b 15 SS.
las pp. dedicadas a la muerte. 123. !bid., 1173 b 20.

216
217
turbación (ataraxía) (Ep. a Men. 128, 13.1 ), Y propugnada por aquéllos, analizando las posi­
junto con la ausencia de dolor en el cuerpo bilidades de la memoria y de la previsión en tal
col!§lituye la esencia misma del placer. El pla- ­ sentido.129
cer cinético, por el contrario, en los movimien­ En cuanto a Aristóteles, su concepción de

1 tos de alegría y júbilo (ehará kai euphrosyne)


(Fr. 27) provocados por la representación de
un bien y en oposición a la tristeza (lype) sur­
la diferencia específica de los placeres venía
a ser la lógica consecuencia d e su interés por
la estratificación diferencial de los diversos ac­
gida de la representación de un mal. tos o funciones. En su opinión «las actividades
Ya los Cirenaicos habían incluido en el con­ del alma difieren de las actividades de los sen­
junto de los placeres los concernientes al alma. tidos y éstas entre sí. Y también difieren los
Interesados en determinar la exacta relación placeres que las perfeccionan».130. Admitía, por
entre éstos y los del cuerpo, opinaban que «los otra parte, que el recuerdo y la esperanza son
placeres del cuerpo son, con mucho, mejores susceptibles de proporcionar placer,131 que los
que los del alma y bastante peores las moles­ placeres del recuerdo y la esperanza podían
tias derivadas del cuerpo».125 Afirmaban, por concebirse como independientes del dolor,w
otra parte, que podía hablarse de placeres pa­ con lo cual se oponía a la idea platónica de la
sados o futuros como calculados entre los par­ contemporaneidad de dolor y placer en las
ticulares placeres que componen la felicidad,t26 emociones del alma, afirmando que «es placen­
pero negaban, en definitiva, que «por la me­ tera la esperanza del futuro (elpís) y la memo­
moria o expectativa de bienes surgiera el pla­ ria (mneme) del pasado».w
cer» y «que todos los placeres o dolores del Epicuro, al tiempo que utilizaba algunos de
alma dependieran de los placeres o dolores del estos puntos de vista, se oponía tajantemente
cuerpo».127 a otros� En lo concerniente a..,gue el placer pu­
También Platón hacía distinciones entre pla­ diera obten�rse del pasado o del futuro seguía
ceres específicos del cuerpo y del alma 128 pero, las huellas de Aristóteles y Platón y se oponía
en oposición a los Cirenaicos, había tratado de radicalmente a los Cirenaicos. Según un tes­
contrarrestar la desvalorización del pasado y timonio de Diógenes Laercio, Epicuro, al con­
del porvenir como factores susceptibles de la trario que aquéllos, «Consideraba los sufrimien­
ampliación de la representación placentera tos del alma más penosos que los del cuerpo. •

124. lbid., 1174 b 6 SS. 129. Ibid., 34 b.


125. D. L., 11, 90. 130. E. N., 1174 a 28-30.
126. Ibid., II, 87. 131. Ret., 1370 a 27 SS.
127. lbid., U, 89. 132. E. N., 1173 b 16·19.
128. Fil., 51 d. 133. Ibtd., 1168 a 12-14.

218 219
presente, curo, Y ésta es la consecuencia de la primacía
Pues la carne no sufre más que del de lo sensible, el alma no es susceptible de pro­
sente, del
mientras que el alma sufre del pre
yección hacia realidades inmateriales capaces
o pasado y del futuro, de donde se sigu
bién los mayores placeres son los
e que tam­
del alma».134 de generar en sí misma placeres propios, sino J
eres del que toda representación o anticipación de un
Para Epicuro, en efecto, los plac
alma son el producto de una rep
resentación y, �
b � n es de h:cho la re�r�sentación o anticipa- lib
en e l momen­ �wn de un bien corporal y en este sentido afir-•
aunque el cuerpo goza o sufre maba contra los Cirenaicos que los mayores
o su ausencia,
to presente en que se da el dolor
se al pasado o al placeres son los del alma.
·el alma es libre de transportar Poco importa que como muestra de repre­
(charis) (Ep.
futuro mediante la rememoración sentac¡ones placenteras se haga expresa men­
38) o la an­
a Men. 122 , SV. 75, 55, 17, 19 , Fr. ción del recuerdo de pasadas conversaciones
ticipación de un bien (elp!s) (SV
. 33, Fr. 68). No
de un bien pa­ filosóficas (que como en el caso del Maestro
vale dedr que la representación
sado es la consecuencia inmedia
ta del deseo de �
en el lecho de muerte, llegan a contrarrestar lo
pues tal repre­ embates dolorosos de la enfermedad) distantes
lo que no se tiene en el presente,
ión del dolor de toda relación corporal (Fr. 49). Para el usual
sentación no procede de la estimac
pasado, sino criterio empirista, la razón no puede atenerse
presente en relación con el bien
mo modo, una sino a los datos de lo sensible, y ese criterio
tan sólo del bien pasado. Del mis
bien futuro y determinará, en definitiva, que tales represen­
cosa es la representación de un
aquella compor­ taciones guardan relación con el cuerpo y en
otra el deseo de ese bien. Pues
nza de que ese él tienen, en última tnstancia, su origen.
ta tan sólo una moderada espera Esta concepción de léLY!!,idad del placer, pro­
poder, pero el
bien llegue a estar en nuestro
mezclado el te­ blema del que se ha ocupado con tanto interés
deseo conlleva necesariamente
(Ep. a Men. la psicología moderna, enía a incidir decisiva­
mor de que nunca pueda estarlo
mente en el conjunto de la teoría moral. Redu­
cie�do los placeres anímicos a placeres físicos,
127 ).
diferencia es-
Por otra parte, a la tes is de la

ida por la tra­ Y Siendo placer máximo del cuerpo el estado


pecífica de los placeres manten
o la de su re­ de equilibrio resultante de la ausencia de do­
dición filosófica, oponía Epicur
y placeres lor, quedaba simplificado todo acto de elec­
ductibjlidad. Placeres del cuerpo
ecíficamente, ción en vista de la obtención del bien y garan­
del alma no pueden variar esp
refieren nece­ tizado, al propio tiempo, el más grande con­
porque los placeres del alma se
33). Para Epi- tentamiento con el mínimo de posibilidades.
sariamente a los del cuerpo (Fr.
Y ciertamente para Epicuro «principio y raíz
134. D. L., X, 137.

221
220
de todo bien es el placer del vientre» (Fr. 33), de sus deseos si no hay
dolor en el cuerpo ni
manifestación que, lejos de ·constituir una burc�r•• tempestad en. el alma. Si
� ....
a 1gunos h'"'aIag �
de fuera se añaden
da superficialidad o una inexpHcable incohe­
·

os, nada aportan al sumo


':'
rencia, a lütre por el contrario, a ese estado pues el bien absoluto pa
bien
ra la naturaleza hum � �
privado de BJren d'ias (ni hambre, ni sed) pre­ na está satisfecho con la
paz del cuerpo y del
alma» . (Ep. 66, 45 = Fr 3
sente en el receptáculo de la alimentación. . 4 4 Us.)
Pero, sin embargo, «todo lo hacemos para no Es imposible dejar de ve
r en la conclusión
sufrir dolor en el cuerpo ni turbación en el
.

de la idea e placer com
o ausencia de dolor y
alma» (Ep. a Men. 128) porque resulta indis­ de turbacwn anímica cie
rtos ecos de anterio­
pensable que al bienestar del cuerpo se añada res posturas filosóficas. Ind
icios del tratamien­
la ausencia de cualquier representación que, to del placer catastemático
se hallan, por ejem­
por la desmesura de los deseos y la vana opi­ pl�, en Demócrito, en su
concepción del «buen
nión, pueda ocasionar dolor en el alma. ámmo» (euthymía) y de
la «ausencia de te­
La ausencia de dolor corporal y de turbación mor» (athambíe),135 en
la afirmación antes
anímica se constituyen de este modo para Epi­
curo en el término extremo, en la acabada ple­
mencionada, de Nausífan
placer Y no tener dolor»

es «el fin . . . e sentir
(hedesthai kai me al­
nitud de la vida feliz. Un texto de Séneca sin­ �
geín ,136 Y en las opiniones
de Hegesias, el ci­
tetiza admirablemente el contenido de tal ca­ renarco, y sus discípulos
según las cuales «el
racterización negativa del máximo placer : sabio no debe afanarse tan
to en la búsqueda
«Para Epicuro, dos son los bienes de los que de bienes cuanto en el rec
hazo de los males
se compone la perfecta beatitud : que el cuer­
po esté sin dolor y el alma sin turbación. Estos
proponiéndose como fin el

a liccióm> (me epipónos zen
vivir sin dolor n l
mede lyperos).t37
bienes no aumentan si son perfectos, pues Sm embargo, nunca como
en Epicuro una mo­
¿cómo puede aumentar la plenitud? El cuerpo ral hedonista y utilitaria
condujo mediante la
está libre de dolor : ¿qué puede añadirse a este consideración del placer com
lor, a una tan tajante reducc

o au encia de do­
estado de ausencia de dolor? El alma persiste ión de las necesida­
en su placidez : ¿qué puede añadirse a esta des al mínimo vital, a una
medida tan limitada
tranquilidad? De igual modo que la serenidad de lo conveniente. Si a esto
se añade una firme
del cielo no recibe un esplendor mayor una vez seguridad, un confiado opt
imismo en la sa­
reluce en la más pura nitidez, así la condición biduría de la naturaleza, cuy
a única perversi-
del hombre que se cuida del alma y del cuerpo
y d e la conexión de ambos consigue el sumo 135. Fr. B2c, 189, 215 n - K
136. F.r. B2, p. 249, 10 ss D -
bien, es ya perfecta y alcanza la culminación 137. D. L., II, 96.
K.

222
223
dad estriba en su tendencia a lo ilimitado, «que proviniente de los hombres compo¡,t
a amena­
es incapaz hacia el mal, pero no hacia el bien za, la satisfacción de estos deseos es nece
saria
porque en los placeres conserva su existencia)) para la subsistencia vital, para el bien
estar del
(SV. 37), se comprenderá por qué sencillos me­ cuerpo y para la felicidad (Ep. Men
127)
.
dios era posible el acceso a la suma felicidad. 2.0 Natu.mles, pero no necesarios: Son aque
­
Pues para Epicuro «todo lo natural es fácil­ llos que, no surgiendo como reacción al
dolor '

mente procurable)) (Ep. Men. 130) y, en conse­ sino como variaci ón del placer, no
comportan
cuencia, « a la naturaleza no hay que violen­ dolor si no son satisfechos. Se refie
ren al pla­
tarla sino persuadirla)) (�. 21, Fr . 19). Basta . cer del que goza la naturaleza por los
sentidos
tan sólo que la ¡phrónesis, como manifestación Y entre ellos se incluyen los deseos relat
ivos
superior de la razón práctica, lleve a cabo «Un al goce del amo r.
cálculo prudente)) '(Ep. M.en. 132) de los apeti­ 3.0
Ni natu�ates ni necesarios: No surgen
tos instintivos, incapaces de autorregularse por ni com o reacción al dolor ni como
variación
el impulso de la vana opinión y adopte, como del placer, sino como produoto de la
vana opi­
criterio seleccionador, el mínimo conveniente nión. Así, por ejemplo, el deseo de
coronas y
(SV. 71) y ése acceso quedaba garantizado. Por­ estatuas.
que «Un justo conocimiento de los deseos sabe Estableciendo tan
sólo como condición a
referir todo acto d e elección y rechazo a la la obtención del máximo placer la
satisfac­
salud del cuerpo y a la tranquilidad del alma)) ;g=
ción de los deseos naturales y nec arios
ins­
(Ep. Men. 129). De ahí la clasificación jerár­ tauraba Epicuro el límite de las �� di ades
quica que de ellos propone Epicuro, aprove­
chando anteriores clasificaciones de Demócri­
indispensables para el logro de un asce
susceptible de asegurar la mayor indep
tismo f
enden­
to y Aristóteles,138 pero reduciendo todos los cia posible de los bienes exteriores (Ep.
Men. 0
puntos de referencia al muy concreto del bie­ 130-1 31 ; Fr. 20-25 ; SV. 25, 68, 69 , 81 ; MC.
nestar de la physis (MC. XXIX y escolio, XXVI, XIV). De la identificación del bien con el pla­
XXX ; Ep. Men., 121-1?8) : cer- y de esa. independencia que facilitaba:
su
1 .0 'NJ!iturales y necesa.rio87, Surgen por reac­ posesión, sacaba el sabio epicúreo la segur
a
ción al dolor y una vez satisfechos restauran el convicción de que, aun en las transformacio­
equilibrio necesario al cuerpo y al alma. Dado nes y pérdidas de valores motivados por
las
que los dolores que nos afectan son los de la veleidades del azar, era tamb ién posib le
el lo­
necesidad, la enfermedad y los de aquello que, gro de la felicidad.

138. Para Demócrfoto, cf. F'.r. B 224, 233, 234, 235


D - K. Para Aristót�les, E. N., 1118 b8·1119 a 21 .

224 225
' l1;t.ica de Eptcuro, 15
LAS VIRTUDES

El alcance de las relaciones entre la feÚcidad


y la vjrtud fue uno de los .temas más insisten­
temente debatidos por la ética antigua. La tra­
dición socrática destacó especialmente en el
análisis del problema y sus soluciones al mis­
mo abogaron por una plena identifica.c�ón de
ambas.
Aristóteles presentó posteriormente algunas
objeciones a tal identificación. Aunque asegu­
raba estar de acuerdo «con los que afirman que
la felicidad consiste en la virtud o en una cier­
ta vlrtud en razón de que a ésta corresponde
la actividad conforme a la felicidad»/39 sus
ideas acerca de la dependencia de la virtud de
los bienes exteriores y de los condicionamien­
tos generales surgidos del azar revelan clara­
mente que, aún considerando la virtud como
condición necesaria d e la felicidad, para él la
solución socrática era invjable.140
Sin embargo, en la época helenística el cul­
to a la virtud como un bien en sí misma fue
renovado, con grandes alardes doctrinarios, por

139. E. N., 1098 b 31-33.


140. Ibid., 1098 b 12 ss; 1099 a· 31 - 1099 b 8.

227
los Estoicos. En cuanto a Epicuro, no soslayó
el tratamiento de la cuestión, pero en una di­ La concepción utilitaria de la virtu d fue
su­
mensión nueva, comprometida con los postula­ brayada ardorosamente por Epic uro.
Expre­
dos básicos de la doctrina y en franca oposi­ siones de hondo desprecio, como la
alusiva
ción a los puntos de vista tradicionales. a lo bello m oral (idea aproximada a la de
bon­
Según Cicerón, «Epicuro no admitió que pu­ dad) (Fr. 36) ; exhortaciones a la práctica con­
diera darse virtud gratuita».141 Si la felicidad tinua de placeres matizadas con calificativ
os
consiste en el placer, es evidente que es el pla­ francamente despectivos para la virtud
cuya
cer, como norma establecida por la naturaleza, práctica no se revele productora de placer,
re­
la única medida de la virtud. Las vjrtudes no corren algunos de sus textos (Fr. 30, 31 , 36,
hallan su justificación ni pueden ser buscadas 39, 40) .
por sí mismas sino por el placer al que condu­ De acuerdo con los nuevos postulados, el va­
cen. No son un fin, como propugnaban los Es­ lor o coraje (andr:eía) no tiene su fin en sí mis­
toicos, sino un medio en relación con el placer mo y más que una disposición para afron
tar
como felicjdad : 142 «La virtud sola no es sufi­ las situaciones peligrosas, consiste en el afán
ciente para la vida feliz, porque la felicidad de ponerse a buen recaudo de todo aconteci­
viene del placer que nace de la virtud y no de miento susceptible de conllevar turbación.
la virtud misma».143 Nada placentero hay para Epicu ro en afrontar
Con todo, las virtudes son inseparables de la los peligros si de ello no se sigue la eliminación
vida feliz y sin ellas no es posible vivir placen­ de las causas que, alterando la serenidad del
teramente. Si el placer es un bien, también lo espíritu, menoscaban el placer.
es la virtud. Aquel lo es en sí mismo, es el bien Aristóteles afirmaba que «es por nobleza por
por excelencia. Esta es un bien en cuanto que lo que el valiente sobrelleva y hace lo que es
es útH. Sólo en este sentido afirmaba Epicuro conforme a la valentía» 145 y que «para el va­
que <das virtudes son connaturales con la vida liente la valentía es algo noble ».146 Y no duda­
feliz» (Ep. Men. 132). Y también Diógenes L�- • ba en conferirle matices notoriamente compe­
.e¡,cio, en un mismo texto, que «las virtudes se titivos, enmarcándola en contextos sociales y
deben buscar por los placeres y no por sí mis­ políticos. 147 Para Epicuro contrariamente, ni si­
mas», pero que «Sólo la virtud es inseparable quiera tal virtud tiene su génesis en la natura­
del placer» .144 leza, sino en el «Cálculo de lo útil» 148 y desde
luego adquiere sentido única y exclusivamente
l·ll. Ft·. 510 Us.

145. E. N., 1 1 1 5 b 22·23.


H2. F1·. 26, col. III Chilton.

146. !bid., 20-21.


143. Fr. 508 Us.
144. D. L., X, 1 38.
147. !bici., 1115 a 2-1 ·SS; 1 1 1 6 a 15 SS.
148. D. L. . X, 120.
228
229
termina con la eliminación del dolor».153 Para
·
en la órbitá inoral del individuo. Así, el coraje Epicuro, el máximo placer es el catastemático,
se da en vistas de lograr la indiferentcia ante esto es, la ausencia del dolor corporal y de tur­
los sufrimientos· y la muerte («Nada temible bación anímica. Esta convicción relega a un se­
.
hay en ·e l vivi r para quien está convencido de gundo plano los placeres específicos de los sen­
que nada temible hay en el no vivir») (Ep. tidos, los cuales, aún no siendo males en sí mis­
Men. 125), 149 de procurarnos con ello la segu­ mos, pues nunca el placer es un mal, pueden
ridad de la amistad (MC. 28, 39 ; SV. 56, 57) 150 llegar a generar dolores mayores cuando su
y con la amistad la seguridad ante los daños goce viene estimulado por la vana opinión. La
pravinientes· de los hombres (MC, 40),151 logros misión de la "tem,per;¡mcia, en base a la utilidad,
detrás de los que sigue, como compensación a radica precisamente en disciplinar convenien­
la intrepidez ante las circunstancias adversas, temente las pasiones, rechazando los placeres
la consecución de la ataraxía o imperturbabi­ que supongan contradicción consigo mismos,
lidad. con el fin de asegurar el equilibrio y la conti­
El mismo tratamiento aparece en otra virtud nuidad del goce (Ep. Men. 129, 132 ; MC. 8).
sobresaÚerite, la temperancia (sophrosyné), de Tanto el valor y la temperancia como las
de la que, a:l igual que del valor, no se hace restantes virtudes están subordinadas a la vir­
menciÓn expresa en los te::rtos específicos de tud de la sabiduría o razón práctica (phr6ne­
Epicuro . El análisis de esta virtud presenta, sis), fundamento imprescindible de la vida mo­
sin embargo, algunos problemas. A diferencia ral, en cuyo tratamiento Epicuro sigue muy de
del valor, cuya posesión nos facilita el desde­ cerca a Aristóteles.
ñar males que en reaUdad no son tales (el do­ Que «de la prudencia nacen las restantes vir­
lor, la muerte), la temperancia, por el contrario, tudes» (Ep. Men. 132) era ya enseñanza aristo­
se ejercita respecto a bienes, los placeres, que télica, modelada según el pensamiento socrá­
son el fundamento de la felicidad. A esta cues­ tico de que la virtud es una, con algunas mo­
tión seguramente aludía Cicerón al afirmar que, dificaciones. «Se equivocaba Sócrates, asegu­
respecto a esta virtud se presentan algunas raba Aristóteles, al pensar que todas las virtu­
dificultades.1sz El mismo testimonio de Cj.cerón des son formas de la prudencia, pero decía con
nos da, sin embargo, una explicación convin­ razón que no existen sin la prudencia».154 «Es
cente : '«Con todo, justifican esta virtud de al­ imposible, añadía, ser virtuoso sin la pruden­
gún modo al decir que la grandeza del placer cia» y criticando los argumentos según los cua-
149. Fr. 514 Us.
150. D. L., X, 121. 153. Ibid.
151. Ibid., X, 117. 154. E. N., 1144 b 19-21.
152. Fr. 514 Us.

231
230
les «las virtudes se dan separadamente unas de Poco más podía decir Epicuro al respecto,
otras»,155 terminaba por decir que respecto a después de lo adelantado por Aristóteles. La
las virtudes morales «quien posee la prudencia, preexistencia de una elaboración tan acabada
las posee todas» .156 explica tal vez que Epicuro no haya dedicado
La razón para una identificación d e princi­ a la cuestión sino las breves líneas que apare­
pios entre Epicuro y Aristóteles en la concep­ cen en la Carta a Meneceo, siendo ph1·6nesis
ción de la prudencia estriba en que en el li­ un presupuesto esencial de la doctrina. Y sin
bro VI de la Etica Nicomaquea ya ph1·6nesis embargo, el pasaje referido debe considerarse
no designa, al modo platónico, la ciencia de los comtJ definidamente anti-aristotélico.
principios inmutables, de lo suprasensible, el Aristótelel, efectivamente, jamás relegó a un
puro saber filosófico, sino la «Virtud dianoéti­ plano secundario, en favor del saber práctico,
ca» del alma intelectual/57 «djs.posición racio­ el saber teórico, fundamento de la vida con­
nal verdadera y práctica en relación con los templativa, a su vez medida, como él afirma,
bienes humanos», 158 propia de los hombres que de la felicidad : «Sería absurdo pensar que la
tienen en cuenta lo que les es útil (symphé?·on­ prudencia es la forma más elevada del saber,
ta) 1s9 y bueno para sí mismos en relación con si es verdad que el hombre no es lo que hay de
el bien vivir.160 En oposición a la sophia, que más excelente en el Universo.» 165 Y refiriéndo­
se ocupa de lo necesario inmutable,161 la phr6- se a los astros, añadía : «Hay otras cosas de
nesis entiende de lo contingente 162 y de ella naturaleza mucho más divina que la del hom­
depende la rectitud moral. 163 bre, como es evidente por las que constituyen
Tal es la relevancia del papel concedido por el Universo» . 166
Aristóteles a la prudencja que en uno de los Para Epicuro, por el contrario, contó primor­
pasajes en que se analizan a un tiempo ambos dialmente el saber práctico. Para la consecu­
tipos de saber, llega incluso a afirmar que «se ción del fin de la naturaleza, el placer, es im­
deben poseer ambas, o preferentemente la pru­ prescindible el control de la razón que pueda
dencia» .164 determinar lo que a la naturaleza pertenece y
155. lbid., 30-35.
a la vana opinión . Aplicada utilitariamente a
156. lbid., 1145 a 1-2. los placeres y a los deseos (Ep. Men. 132 ; SV.
157. !bid., 1139 a 1 ; 1103 a 6.
158. lbíd., 1140 b 20-21.
71), la phrónesis es «el ·cálculo prudente» que
159. 1 bid., 1141 b 5. facilita toda elección o rechazo, suprime los
160. Jbid. 1140 a 25-27.
161. 1 bid., 1143 b 20. motivos de turbación y preserva al sabio de las
162. !bid., 1140 b 36 : 1141 b l.
163. lbid., 1178 a 16-19. Ibid., 1 1 4 1 a 20.
] 64.
165.
!bid., 1141 b 21. 166. lbid., 1141 -a 34-b l .

232 233
veleidades de la fortuna (MC. 16), orientándolo
así a la consecución de la vida feliz.167
Por eso, mientras para Aristóteles la pruden­
cia como las demás virtudes son dignas de elo­
gio (epainetón), pero no de veneración (timión),
reservada exclusivamente a la sophía, que es
digna y propia de dios,168 para Epicuro (y en
ello hay que ver o un intento polémico o una
reafirmación de los principios utilitarios de la LA JUSTICIA
doctrina, pues de ésta se advierte expresamen­
te que es «Una actividad que procura la vida La concepción epicúrea de la justicia se ca­
feliz» (Fr. 2) la prudencia es «el mayor bien» racteriza asimismo ,por su estricta dependencia
y «más venerable (timíoteron) incluso que la de los postulados fundamentales de la doctri­
filosofía» (Ep. Men. 132). na : la identificación del bien con el placer y la
subordinación de la virtud al cometido de con­
tribuir a su consecución.
Es sabido con qué convicción rechazó Epi­
curo la normativa social y la integración del
individuo en la vida pública por considerarlas
factores desencadenantes de perturbaciones
para la tranquilidad del ánimo. Incluso llegó a
negar la existencia de una comun�dad natural
entre los hombres, el que los hombres estuvie­
sen por naturaleza destinados a vivir en socie­
dad.169 Vinculada a contextos sociales y políti­
cos, la justicia era la virtud pública por exce­
lencia. Como tal había sido analizada por los
defensores de la necesidad de la vida pública,
Platón y Aristóteles en especial, y en su con­
cepción no faltaban matices de acentuado idea­
lismo. Epicuro trasladó su idea de lo justo de
167. F·r. 514 Us. tales contextos a la esfera moral del individuo,
168. Cf. Metaf. 983 a 6 ; E. N., 1101 b 11 ss. ; 1123 b
17·20.
169. Fr. 523 Us.

234 235
naturaleza, id�a ya presente en Aristipo, m lo
concibiendo la justicia en una perspectiva fuer­ demuestra por otra parte el que para los seres
temente ,pragmática. vivos y algunas razas que no supieron o no pu­
Si el fin de la naturaleza es el placer, no lo dieron concluir tales pactos, nada fue justo o
es menos el de la justicia. La justicia conforme injusto (MC. 32). Además, junto a las normas
a la naturaleza no es otra cosa que una conven­ jurídicas universales, existen otras normas ju­
ción utilitaria en vistas de no hacer ni sentir rídicas particulares, variables según las cir­
daños. La expresión tó physeos díkaion (MC. cunstancias y los lugares geográficos. De esta
distinción no puede concluirse que tales nor­ •
3 1 ) no puede de ningún modo entenderse como
referencia a un derecho por naturaleza opues­ mas universales sean concesión de physis y las
to al conjunto de leyes jurídicas establecidas particulares denómos. Los principios jurídicos
por convención (n6mos) .110 La naturaleza no tienen de universal lo que tienen de útil (sym­
proporciona al hombre las normas jurídicas, pherón), idea por la que Epi curo se relaciona
sino que éstas tienen su origen en la aceptación con los sofistas y en especial con Protágoras,
mutua de un pacto, de un contrato que guarda pero además la noción de lo útil puede ser dife­
referencia únicamente a la utilidad. A la justi­ rente, y de hecho l o es, según las peculiarida­
da, pues, podría aplicarse el testimonio de des propias de las diversas comunidad. es, lo
Diógenes Laercio sobre la virtud del coraje, cual hace que lo que para algunos es justo,
que no tiene su origen en la naturaleza, sino para otros pueda no serlo (MC. 36). Por tanto,
en el «Cálculo de lo útil». 171 cuando la ley no representa los intereses de
Esta concepción de las normas jurídicas ob­ la comunidad, deja de ser ley porque no repre­
jetivas se constituye así en el origen del «COn­ senta ni puede sancionar lo que es justo (MC.
trato social», posteriormente desarrollado por 37). Y cuando, alterado en razón de las cir­
Hobbes y Locke. El fin de la sociedad no es cunstancias el principio universal de la utili­
otro que el interés de cada uno de los miem­ dad, las normas consideradas por la ley como
bros que la componen ; no hay otro tipo d� justas no se adecúan al interés de la comuni­
organización social que el consentimiento mu­ dad en la práctica, también entonces dejan de
tuo, y tal consentimiento conlleva la aceptación ser justas (MC. 38).
de un principio de utilidad basado en la protec­ De acuerdo con estos postulados, la justicia
ción y las ventajas recíprocas. nada es en sí misma (MC. 33), afirmación tras
Que la justicia no es una concesión de la la que se oculta una respuesta antiplatónica.
Para Platón, la justicia era una entidad meta-
l 70. Véase R. Müller, «Sur le concept de Physis dans 172. Ibid., II, 93.
la philosophie épicurienne du oroit», Actes, pp. 305-318.
1 7 1 . D. L., X, 120 b.
237
236
física existente por sí misma, un orden obje­ rivan también de la misma conciencia moral
tivo en sí mismo válido, la esencia eterna del del delito cometido.t7•
ordenamiento del cosmos. Para Epicuro, la De esta forma Epicuro llegaba a admitir que
justicia está vinculada únicamente al plano se fuera justo en razón de que la no transgre­
real de lo que es beneficioso para el individuo. sión de la ley impide el surgimiento de las
De ella, como de los dioses, se tiene una pre­ inquietudes interiores que imposibilitan la
noción (prolepsis), es decir, un concepto ge­ consecución de la ataraxía: «Es imposible que
neral basado en la sensación, independiente los que cometen injusticia, aunque puedan pa­
de las falsas suposiciones (MC. 37, 38) ; y ese sar desapercibidos, adquieran la seguridad de
concepto indica que lo justo está en relación ello. De ahí que el temor que si�pre tienen
con la utilidad, con las ventajas individuales del futuro no les .permita senUrse gozosos ni
que se resumen en el placer, porque el fin de la confiados en el presente».175 Admittda la justi­
justic¡a no es otro que procurar la ataraxía (Fr. cia no por sí misma, sino por lo que de ella
42). No considerando la justicia como un bien viene advertido como placer, la idea epicúrea
en sí, Epicuro tampoco juzgó que fuese un 4
de lo justo quedaba reducida a un compromi­
mal la injusticia, sino en tanto las perturbacio­ so individual adoptado por el sabio en vistas
nes interiores de ella surgidas por temor a ser a su particular seguridad. Las leyes, dice uno
descubierto y castigado, alteran la serenidad de los fragmentos conservados, no afectan al
del espíritu (MC. 34). Con gran escándalo para sabio sino en la medida en que los preserva de
sus adversarios, llegaba a preguntarse : « ¿ Cum­ sufrir injusticia (Fr. 43). El justo, afirma una
plirá el sabio una acción prohibida por las le­ sentencia capital (MC. 17) es el que goza de
yes cuando tenga la certeza de permanecer serenidad, el injusto el que está lleno de las
oculto?». Al contestar : «Una respuesta abso­ mayores inquietudes.
luta no es fácil»,173 reconocía lo azaroso de la
cuestión.
Por una parte, nadie puede estar seguro de ,
que pasará inadverttdo en su delito y podrá
evitar las sanciones de la ley externa hasta
la muerte (SV. 7, 70 ; MC. 34, 35). Por otra, al
margen de la ldea de castigo, los motivos de 174. Cf. Mondolfo, La comprensión del sujeto huma­
turbación que impiden el goce del placer de- no en el mundo antiguo, Buenos Aires, 1968, pp, 313-314;
Pa·ra algunas precisiones a esta opinión, véase A. Can­
crin!, Syneidesis (11 tema semantico della «con-scientia»
nella ·Grecia antlca), Roma, 1970, pp, 153-154.
173. Fcr. 18 Us. 175. Fr. 523 Us.

238 239

E L AMOR Y LA AMISTAD

Los Epicúreos, según Diógenes Laercio, opi­


naban que «el sabio no deberá enamorarse»
(D.L. X, 118). Y es notorio que tal punto de
vista guarda estrecha telación con el empeño,
habitual en la doctrina, por superar todos los
motivos de turbacjón.
La importancia del amor, en especial como
par y soporte de la amistad, fue puesta de
relieve por gran parte del pensamiento filo­
sófico griego. Platón concretamente, para quien
el amor es un sentimiento inspjrado por la di­
vinidad, llegaba incluso a considerarlo como
un medio de conocimiento susceptible de faci­
litar el acceso al goce contemplativo del Bien.
Los epicúreos, por el contrario, estimaban ne­
cesaria la distinción entre amor (eros) y amis­
tad (philía) y, según el mismo testimonio de
Diógenes, no eran de la opinión de que el amor
fuera enviado por los dioses, idea que aparece
asimismo en Lucrecio.176 Por otra parte, sus
consideraciones sobre el sentimiento amoroso,

176. IV, 1278·1279.

241
Et!ca de Epicuro, 16
en los pocos textos conservados, son unánimes leza y es natural, por tanto,, a su vez satisfa­
en el tono de desdén y en la puesta de relieve cerlo. Por eso Epicuro afi rmaba no poder ha­
de su concom¡tancia con situaciones caracteri­ cerse una idea del bien, si no se dieran los pla­
zadas por la angustia, desequilibrios y zozobras ceres de los sentidos y naturalmente los place­
contrarias a la serenidad del ánimo. Para Filo­ res sexuales (Fr. 28).
demo el amor «está muy cercano a la locu­ También Lucrecio, en las huellas de Epicu­
ra» ; 177 para Lucrecio es sobre todo «locura» ro, distinguía en'tre ambos tipos de amor : «No
(furor)1 «dolor» (dolor) «furor» (rabies) . 118 El
1
se priva de los frutos de Venus quien evita el
propio Epjcuro opinaba que el amor no es más amor, antes elige los placeres que están libres
que «Un apetito vehemente de placeres sexua­ de pena. Pues no hay duda de que el gozo es
les, acompañado de furor y angustia» (oistrosl más puro para el sano (sanus) que para el
ademonía) . 119 aquejado de pa�n (miserus)». 181 En realidad,
Con todo, en esta última afirmación atribui­ opinaba Lucrecio, el amor-pasión proviene de
da al Maestro, en la que se observa un cierto las falsas ilusiones que de la mujer amada se
afán por reducir el sentjmiento del amor al hace el amante al atribuirle conceptos merito­
amor físico, se hace necesaria una distinción. rios y valorativos de los que carece : «Evitar
Una cosa es el amor-pasión (eros) y otra, el ser cogido en las redes del amor es menos difí­
amor sexual (tá aphrodisía). El amor-pasión es cil que escapar de ellas una vez se ha caído . . .
en realidad una falsa suposición, el resultado Sin embargo, aunque estés amarrado y mania­
de una vana ilusión y a su existencia va aso­ tado podrías escapar del enemigo si no te lo
ciado todo tipo de turbaciones e impedimentos
impidieses tú mismo y no empezaras cerrando
de la atanaxía. 180 Epicuro aconsejaba su recha­
los ojos a los defectos, morales y físicos, de la
zo mediante la supresión del trato y el contac­
mujer que pretendes y quieres. Esto es lo que
to frecuentes con la persona objeto de tal sen­
hacen comúnmente los hombres cegados por la
timiento (SV. 18).
pasión, y le atribuyen en cambio méritos de los
Por el contrario, el amor sexual responde a
que en verdad está ayuna».182

las necesidades más elementales de la natura-


En razón de esta convkción, Lucrecio pensa­
ba que la solución para evitar las turbaciones
177. F'ilodemo, De dis 3, f.r. 76, 8, pp. 67 Di<els. inherentes a la pasión amorosa radicaba en el
178. Véase IV, 1069, 1067, 1083 respectivamente.
179. FU-. 483 Us. uso de los placeres sexuales en la garantía se-
180. Cf. para las alusiones de Plutarco, en el Eroticos,
a loo Epicúreos en este aspecto, R. Flaceliere, «Les Epi­
curlens et l'amour», en Revue des �tudes grecques, 181. IV, 1073-1076.
LXVII, 1954, pp. 69-81. 182. !bid., 1146-1154.

242 243
gura de la promiscuidad : 183 «Conviene evitar
que, relegados a un plano secundario en
lo que da pábulo al amor y volver la mente a
relación con el placer máximo de la ausencia
otras ideas : descargar el líquido acumulado
de dolor y asociados en ocasiones a la disipa­
contra un cuerpo cualquiera, antes que rete­
ción, pueden conllevar similares motivos de
nerlo y guardarlo para un único amor, y procu­
turbación que el amor-pasión.
rarse así cuitas e inevitable dolor».u4
De acuerdo con una propuesta reciente, muy
Con todo, la posición de Epicuro respecto al
sugestiva y probable, la contradicción de Epi­
amor sexual ha sido habitualmente considera­
curo sobre el amor sexual es sólo aparente y
da, en virtud de los pocos textos conser�ados
podría resolverse siguiendo el hilo conductor
en estado fragmentario, como evidentemente '
del tratamiento del mismo tema por Lucrecio
contradictoria. A diferencia del texto anterior­
para quien, �omo decíamos antes, hay que dis­
mente referido (Fr. 28) en que se mencionan
tinguir en el amor entre apasionados (miseri)
favorablemente, en su relación con el bien, los
y no-apasionados (sani). 186 Los primeros son los
placeres sexuales, el contenido de otros textos
que se entregan por completo a una sola mu­
es francamente negativo. Según Di6genes La­
ercio, su opinión era que «la unión sexual no jer, a la cual hacen destino de todos sus cui­
beneficia a nadie y ya es mucho que no haga dados, y por la cual reciben cuitas y turbacio­
daño» (D.L. X, 1 1 8).185 Asimismo, en la Carta nes sin límite. Los segundos, por el contrario,
a Meneceo (Ep. Men, 132) incluye los placeres son los que aseguran su independencia con la
del amor entre aquellos placeres que no pro­ promiscuidad. Epicuro, de igual modo, muy
porcionan una vida feliz (hedyn bíon). bien pudo también estimar como un bien el
Sin embargo, tal tnclusión en una relación amor sexual en estos últimos, rechazando por
de placeres que son considerados propios de dañino el amor sexual de los primeros.187
los disolutos acaba por resultar altamente sig­ De acuerdo con esta actitud negativa frente
nificativa. Es evidente, en efecto, que Epicu­ al amor aparece la concepción epicúrea del ma­
ro no ha considerado negativos los placeres trimonio.
sexuales en sí mismos, sino en la medida en Para Aristóteles la unión del hombre y la
mujer debe ser considerada como un bien. La
tendencia del hombre a vivir en familias se da
183. Para la figura de la Venus Volgivaoa de Lucre_
oio, que posibilita en todo momento la evas.Jón de la por naturaleza : «El hombre se inclina a vivir
pasión amorosa en el amor sexual, y su uso oor Filo­
en parejas antes que en comun' <�rles políti-
demo, cf. K. Klev·e, «Lucrece, l'ép!cur!sme et l'amour»,
en Actes, pp. 376-383.
184. IV, 1064-1067.
185. Cf. también SV., 51. 186. IV, 1073 ss.
187. Cf. Kleve, a.c., pp. 379-380.

244
cas» ; 188 y «el hombre y la mujer se unen no ne), en la ausencia de dolor (aochlesfa) y de
sólo para la procreación, sino también para los pesar (alypía}.192
demás fines de la vida».Js9 Como contrapartida, la postura de Epicuro
Para Epicuro, por el contrario, que en este ante la amistad fue de exaltada devoción y sus
punto sigue a Demócrito, el matrimonio es puntos de vista con respecto al análisis de este
fuente de las mayores perturbaciones y por problema, consustancial al pensamiento filosó­
consiguiente debe ser rechazado.190 Según un fico griego, fueron singularmente renovadores.
testimonio de Diógenes Laercio, sin embargo, Dos de los pensadores más estrechamente
Epicuro admitió que en ocasiones «el sabio se vjnclflados, por sus antecedentes doctrinales, a
casará y tendrá hijos» (D.L. X, 118), aunque Epicuro habían ya puesto de relieve la impor­
un añadido del mismo texto indica que «en tancia de la amistad. Demócrito afirmaba que
cuanto al desposarse el sabio, lo hará según las «no vale la pena vivir la vida si no se tiene un
circunstancias de la vida», lo cual hace pensar buen amigo». 193 Aristóteles, que como en tantas
que Epicuro admitió excepcionalmente el ma­ otras cuestiones proporcionó a Epicuro tam­
trimonio sólo en aquellos casos en que no cons­ bién en este punto unos sólidos esquemas bási­
tituyera una vinculación pasional 191 y pud�era cos, resumía la consideración que le merecía la
ofrecer, en consecuencia, al sabio suficientes amistad asegurando que «es lo más necesario
garantías de seguridad, al margen de toda po­ para la vida ; sin amigos nadie desearía vivir,
sibilidad de turbación. aunque poseyera todos los demás bienes».194
De resto, la postura de Epicuro ante el ma­ De igual modo, para E,picuro la amistad va
trimonio fue esencialmente negativa. Un im­ recorriendo la tierra como un heraldo que nos
portante testimonio de Clemente Alejandrino invita a la felicidad (SV. 52). De todos los
parece confirmarlo encuadrando la cuestión en bienes, afirmaba, que la sabiduría proporcio­
el exacto contexto de los principios utilitarios na para la vida feliz, el mayor sobre todo es la
de la doctrina : «Demócrito rechaza el matri� .. amistad (MC. 27). El epicúreo Torcuato, para­
monio y la procreación por los abundantes pe­ fraseando esta opinión añadía que Epicuro con­
sares y distracciones de cosas más necesarias firmó este pensamiento no sólo en sus palabras,
que originan. A su lado se coloca Epicuro y to­ sino también y mucho más aún en su vida, tan­
dos cuantos cifran el bien en el placer (hedo- to con sus hechos como con su carácter.
La influencia de Aristóteles sobre Epicuro
188. E. N., 1162 a 17-18.
189. !bid., 20-22. 192. Fr. 526 Us.
190. Fr. 19, 525 Us. 193. Fr. B. 99 D-K.
191. Cf. Flacel!�re, a.c., pp. 78-79. 194. E. N., 1155 a 4-6.

246 247
en el tratamiento de la amistad es bien notoria. componentes de la comunidad epicúrea queda­
Analizada exhaustivamente la cuestión en dos ban aseguradas por los lazos amigables y en
libros de la Etica NioComaquea, es natural que este sentido puede decirse que en la doctrina
E;picuro se haya beneficiado cumplidamente la amistad sustituye a la justicia.
de lo adelantado por el Estagirita. Uno de los Sin embargo, Aristóteles marcó definitiva­
puntos en que esa influencia se hace más evi­ mente su distanciamiento de las posteriores po­
dente es la vinculación y relación entre la siciones de Epicuro al concebir la amistad como
amistad y la justicia. Aristóteles reconocía que un lazo de unión entre la Etica y la Política y
la amistad precede a la justicia : ccCuando los Ssignarle el contexto de las estructuras socia­
hombres son amigos, para nada se necesita de les. Esta concepción política de la amistad re­
la justicia, mientras que aún siendo justos ne­ sultaba insatisfactoria y negativa para Epicu­
cesitan de la amistad y parece que es propia ro en razón de los factores competitivos que
de los justos sobre todo la capacidad para la entrañaba. Para Epicuro, efectivamente, quien
amistad» .195 conoce con exactitud los límites de la vida y
Epicuro aceptó este planteamiento aristoté­ está seguro de que liberarse del sufrimiento
lico concediéndole, en el marco de su doctrina, por lo que carece es fácilmente conseguible,
una relevancia excepcional. Pero a diferencia no tiene necesidad de cosas que comporten adi­
de Aristóteles que, sin embargo, creía en la tamentos competitivos (MC. 21). El placer ca­
evolucíón del Estado y en la justicia como su tastemático, máximo bien, fundamento esen­
cimiento por el conjunto de leyes convenciona­ cial de la felicidad, es precisamente fácil de
les,196 Epicuro opinaba que las leyes están para procurar al margen de la vida pública (Fr. 5),
el sabio no para que no cometa injusticia, pues especialmente al margen de la vida política que
de cometerla le libra la fuerza de su interiori­ no es otra cosa que ruina de la felicidad (Fr.
dad moral y no la fuerza de la ley externa, sino 45). La amistad debe buscarse porque guarda,
para no recibirla (Fr. 43). La justicia represen- •
como todas las virtudes, relación con el pla­
taba para Epicuro en todo caso la vinculación cer y, por ello, con la felicidad, pero su exclu­
entre el sabio y los demás hombres, concebida sivo marco es la unión de los sabios que, hu­
tal relación sobre el principio utilitario de no yendo de un contorno hostil, encuentran su
ser afectado por parte de éstos, garantizando refugio en la comunidad de amigos. La amistad
así sus particulares ventajas. Por el contrario, se desarrolla con el tráfico de ventajas mutuas
las vinculaciones entre el sabio y los demás y se hace consistente en la comunidad de ami-

196. Cf. Farrington, La rebelión de Epicuro, pp. 48


195. !bid., 1 1 55 a 26-28. SS.

248 249
gos que han accedido a la plenitud de los pla­ nos una garantía de seguridad, la amistad nos
ceres. 197 proporciona la necesaria ataraxía y, con ella,
Epicuro fue firme defensor de la idea de que el placer.
la amistad guarda estrecha relación con el pla­ Este afán por identificar la amistad con el
cer. Para su doctrina, que en todo momento placer, considerando a los amigos como una
está encaminada a disolver todos los temores segura salvaguarda frente al mundo exterior
que puedan impedir la serenidad del alma, la y, en general, frente a las vicisitudes de la vida,
presión de la sociedad exterior era un obstácu­ había de traer corno lógica consecuencia la
lo más y de ahí que en varios textos se haga "preocupación por determinar el alcance del in­
hincapié en que es del todo necesarjo procurar­ terés en las vinculaciones amigables. A juzgar
se seguridad ante los daños que, provinientes por textos conservados en la tradición indirec­
de los hombres, puedan perturbar esa sereni­ ta, -el problema de si el interés lndividual debía
dad : «Las ocupaciones y preocupaciones, las colocarse ·por encima del interés del amigo en
iras y concesiones son inconciliables con la vida la relación amistosa y, en consecuencia, la dis­
.feliz : éstas son cosas que se originan por de­ cusión sobre si la amistad debía buscarse por
bilidad, por temor o por dependencia de los sí misma o por la propia utilidad, atrajo pode­
demás».198 Obligado a precisar qué recursos rosamente la atención de todos los Epicúreos.
podían contribuir a esa defensa, Epicuro nega­ La importancia de la cuestión se deduce del he­
ba expresamente que de los poderes y honores cho de que, con el transcurso del tiempo, los
pudiera derivarse nuestra seguridad (MC. 7). componentes de la comunidad llegaron inclu­
Ni la riqueza, añadía, ni la estima y considera­ so a presentar innovaciones y divergencias sus­
ción del vulgo y en general todo aquello que tanciales en relación con los puntos de vista
responde, al margen de las inclinaciones de la ortodoxos de la doctrina.
naturaleza, a la vana opinión, pueden engen­ Cicerón, en el De finibus, recoge en boca del
drar una vida feliz.199 Por el contrario, para esa .. epicúreo Torcuato, hasta tres posiciones dis­
lucha contra las amenazas exteriores, ningún tintas. Según la primera de ellas,200 que debe
recurso puede haber más satisfactorio que el considerarse como ortodoxa, la amistad es in­
círculo de amigos y la ·Convivencia en la amis­ separable del placer. La vida de un hombre
tad (MC. 28, 39, 40). De este modo, al facilitar- privado de amigos está constantemente expues­
ta a las mayores calamidades y turbaciones. En
197.D. L., X, 120 b. Para la e�acta interpretación de
consecuencia, la razón que siempre nos exhorta
este testimonio de Diógenes, véase Bollack' <<Les Maxi·
mes de l'Amitié)), en Actes, pp, 222·223. a aproximarnos a la felicidad por medio del
198. Ep. Her., 77.
199. Fr. 397 Us.
·

200. De finibus, 1, 66-68.

250 251
la doctrina, fue adoptada por algunos otros
placer, nos induce a adquirir amistades porque
Epicúreos que estimaron que la amistad es una
así el alma se fortalece y obtiene seguridad, con
suerte de pacto, al igual que la justicia. Ese
la esperanza de obtener en adelante nuevos
pacto, dice Torcuato, les compromete a «no
placeres. Las amistades, añade Torcuato, no
amar a sus amigos menos que a sí mismos» y
gozan del placer sólo en el presente. Lo que, en
añade que no podría encontrarse nada más
definitiva, las mantiene en pie es la esperanza
apto para contribuir a la vida feliz que una
de placer en el futuro, idea que se corresponde
unipn de este género, en la que la amistad es
con la afirmación del propio Epicuro de que no
considerada como un contrato para la ayuda
necesitamos tanto de la ayuda de los amigos
mutua.�
cuanto de la confianza en esa ayuda (SV. 34).
Epicuro, a juzgar por el testimonio de Cice­
Según Torcuato, otros Epicúreos a los que
rón anteriormente citado,205 no superó nunca su
Cicerón denomina c<recentiores»/01 y por lo tan­
posición con respecto al considerar a la amis­
to posteriores a Epicuro, influenciados por los
tad como estrechamente vinculada al placer .206
ataques de adversarios contemporáneos que ha­
Esta tesis fue considerada como contradic­
brían reconocido en la postura de anteriores
toria por sus adversarios. ¿ Cómo es posible que
Epicúreos, incluido el propio Maestro, una con­
la amistad se busque por el placer, se pregun­
cepción excesivamente utibtaria de la amistad,
taba Plutarco, si Epicuro mismo afirmaba que
adoptaron algunas innovaciones. Inicialmente,
por los amigos soportamos los mayores sufri­
decían, la amistad tiene su origen en la adquisi­
mientos? (Fr. 44). Torcuato, continuando con
ción de las particulares ventajas, en los presu­
su análisis de la postura ortodoxa epicúrea, nos
puestos exclusivamente utilitarios, pero con el
ofrece una respuesta satisfactoria : sin la amis­
desarrollo del tráfico amigable y con el hábito,
tad no podemos conseguir una dicha sólida y
la amistad llega a ser deseable por sí misma.2o2
duradera, pero, por otra parte, la amistad, y
Cicerón afirma expresamente que esta concep­
con ella las posibilidades de mantener y seguir
ción según la cual «el amigo llega a ser amado
obteniendo placeres, no puede ser conservada
como tal y por sí mismo, incluso en la ausencia
de cualquier esperanza de placer», jamás fue
204. Ibid., l . 70.
formulada por el .propio Epicuro.2oJ 205. Ibid., 2. 82.
Una tercera posición, que bien pudiera ser 206. Para .¡os problemas que planbea la SV. 23, que,
en contradicción con tal testimonio, afkma que da
un intento de volver a los cauces ortodoxos de .
amtSt.ad llega a ser deseable por sí misma», cf. Rist,
Epicurus, pp. 131-132. Cf. asimismo Arrighetti, Epicuro,
p. 509, que niega a Epicuro la Daternidad de la senten­
201. !bid., 2. 82. cia. Para la refutación de •estle argumento, véase Bo­
202. Ibid., l. 69. llack, a.c., Actes, pp. 223-226.
203. lbid., 2. 82.

2 53
252
más que si nosotros amamos a nuestros ami­ también comporta en sr mismo placer. Según
gos como a nosotros mismos. Ello explica la Plutarco, Epicuro afirmaba que «el hacer bien
igualdad de afecto que se establece en la rela­ es no sólo más hermoso, sino incluso más pla­
ción amigable y su conexión con el placer. Por centero que recibirlo».208 Se trata ante todo de
esta razón nosotros gozamos de la dicha de una cuestión de autosuficiencia : el sabio en­
nuestros amigos en igual medida que de la frentado a la necesidad sabe más dar que tomar
nuestra y sufrimos sus pesares en la misma para sí (SV. 44).
medida que ellos.207 De acuerdo con estas opiniones se confirma
Así, lo mismo que nosotros tenemos necesi­ ciertamente el testimonio de Cicerón respecto
dad de la amistad, la amistad necesita también, a que Epicuro no rebasó nunca su concepción
para subsistir, el desinterés. El desinterés es utilitaria de la amistad, en el bien entendido
tan sólo un recurso más que conduce a la feli­ de que tal utilidad hace únicamente referencia
cidad por la seguridad de que la amistad puede a la identificación de la amistad con el placer.
ser conservada. Epicuro, en una sentencia que recoge como
No es de extrañar, por tanto, que Epicuro ninguna una evidente concesión al desinterés,
afirme que el sabio debe unir en un único sen­ reconocía que no puede ser verdadero amigo
timiento los intereses de sus amigos y los suyos quien lo hace todo por utilidad, ya que enton­
propios ; y que todos los sufrimientos que se ces la relación amigable se convierte en un co­
imponga para procurarse a sí mismo el placer, mercio de favores. Pero la misma sentencia
deberá imponérselos para procurárselo a su afirma que si la utilidad no se une a la amistad,
amigo : por los amigos el sabio dará incluso la se pierde entonces toda esperanza d e conser­
vida (D.L. X, 12.1 b) y si es sometido a tor­ var la amistad en el futuro (SV. 39 1 Cf.
tura no sufrirá más que si un amigo es some­ sv. 34).
tido. La lealtad a los amigos nos evita las con­ Convencido de que la amistad era la más se­
gojas y turbaciones que podrían sobrevenimos gura garantía para la obtención del placer, Epi­
por nuestra infidelidad (SV. 56, 57). Para una •
curo hizo de su escuela filosófica una verdade­
confrontación con la amistad, el carácter inclu­ ra sociedad de amigos. Algunos de los textos
so es fundamental : nj la precipitación ni la conservados nos muestran el alto grado de so­
lentitud le convienen, pues para conservar la lidaridad existente entre los componentes de
amistad, es necesario arriesgar amistad (SV. la comunidad, la devoción de los discípulos por
28). Epicuro y la exquisita ternura y consideración
Por otra parte, para Epicuro el desinterés de éste hacia los discípulos, los familiares y los

207. De finibus, l. 66-68. 208. F'r. 544 Us.

254 255
esclavos (Fr. 48 ; SV. 32).209 Uno de tales dis­ de las inestables instituciones y estructuras de
cípulos, Hermarco, llevado de su devoción afir­ un ·contexto social enfermizo y limitado. La
maba que «la vida de Epicuro comparada con vida y meditación en común proporcionaban,
la de los demás hombres en cuanto a exquisitez en opinión de Epicuro, por encima de los place­
de costumbres e independencia de las necesi­ res físicos, el necesario equilibrio del alma para
dades, podría parecer una leyenda» .210 Torcuato huir de las perturbaciones y alcanzar la ata­
nos habla asimismo de la «conspiratio amoris» raxía: «Mira con quien comes y bebes antes
que hacía posible en la angosta mansión del •
de mirar qué comes y bebes : nuestra vida sin
Jardín la unanimidad de afectos.21 1 amigos es como la vida del león y el lobo».213
Concebida su doctrina como iniciación y La exaltación de la amistad epicúrea debe
constante transformación interior mediante la ser considerada en este contexto. La unión so­
meditación de los ·principios fundamentales, lidaria de un grupo de sabios, comprometidos
Epicuro reconocía la importancia de que esa en la anulación de los motivos tradicionales de
meditación fuese hecha en común (Ep. Men. turbación, para el rechazo de la sociedad era
135). E insistía en que quienes habiendo pres­ tanto una solución al caos conflictivo de la
ciiidido del mundo exterior han conseguido época helenística como una firme y satisfac­
llevar una vida agradable por lo que de pla­ toria respuesta a quienes, desde la tradición
centero tiene la adquisición de la más sólida filosóUca, habían vinculado la philía a la vida
seguridad, ni siquiera se apesadumbran por los pública con el argumento de que el hombre
amigos desaparecidos (MC. 40). La compensa­ alcanza su concreción en la sociedad y en las
ción a tales pesares no sólo se halla en el firme tareas del estado.
convencimiento de que los amigos desapareci­
dos vivieron en comunidad y en la más segura
intimidad la plenitud del placer, lo cual no es
poco en relación con la muerte que no es nada,
s�no también en que el recuerdo de los ami- . ..

gos también es placentero y agradable.212


En la lucha del sabio contra el mundo exte­
rior, la amistad vino a ser un sustituto eficaz

209. Cf. FU-. 141, 176, 165 Us. ; D.L., X, 3; 9-1 0 ; 118.
210. sv. 36.
211. De finibus, l. 65.
212. Fr. 213 Us.
213. Fr. 542 Us.

256
257
Ética üe Epicuro, 17
El «sabio» (sophós), como ideal humano de
conducta, es un tema común a Epicúreos y Es­
toicos, aunque sus soluciones concretas a este
ideal difieran. .Se trata de una herencia socrá­
tica,214 mejor conservada en la trad¡ción cínica
que en la vertiente intelectualista platónico­
aristotélica, con su ideal del «filósofo» en bus­
ca de una metafísica o ciencia teórica ilimitada.
El sophós es el hombre que sabe los valores
auténticos de la vida, que ha captado el sabor
de la realidad y conoce los bienes conforme a
la naturaleza (ta kata physin, según la fórmu­
la estoica), y puede así dirigir autónomamente
su comportamiento. Aunque la palabra grie­
ga, como la latina sapiens, resulta un tanto am­
bigua, se trata del poseedor de una sabiduría
que, si bien no excluye cierto dominio teórico,

214. Bignone, Epicuro, Int.roducc. pp. 40-41, al anali­


zar las personalidades de Eplcuro y Sócrates como pa­
radigmas del id·eal del filósofo en la ·edad clásica y en
la helenística, concluye con estas palabras : «Queste due
morti, casi diversi e vur casi greche entrambe. segnano
el limite di due eta, e l'epresenteranno pe¡· l'uomo anti­
co il sugello di due tiDi umani e di due forme spiritua­
li, con propia fede •e devozlone : l'imitatio Socratis e
l'imitatio Epicuri».

259
es sobretodo pragmática y ética. Es el «Sage» gozo ; si le sobreviene la pesarosa pérdida de
y no el «Savant», el protagonista de la filosofía
la visión, aún así se conforma y no rehúsa pro­
moralista.
seguir en la búsqueda de la felicidad, conven­
La oposición entre las recetas para �1 tipo
cido de que también el placer puede brotarle de
del sabio de Epicúreos y Estoicos está latente
la luz interior de su pensamiento y de los res­
en el testimonio que nos ofrece Diógenes Laer­
tantes sentidos ; si se encontrase en la indigen­
cio (D.L. X, .1 1 7-121). Característica del epi­
cia, no mendigará, al modo de los Cínicos, sino
cúreo parece cierta moderación humana frente
que procurará bastarse a sí mismo ; si se ha­
al ideal mucho más extremado y paradójico del llase ebrio, procuraría sobre todo que sus pa­
sabio ejemplar de los Estoicos. Así, cuando labras y actos estuviesen a tono con el conve­
Diógenes nos dice que «el sab�o sentirá dolor
niente decoro ; si, en fin, el sabio se encontrase
y se quejará en el tormento», tal afirmación
en presencia de personas insignes, nada podría
puede entenderse como referida a la postura
impedirle la manifestación de un sano rubor
opuesta a la que adoptaría el estoico apático Y
q e, en definitiva, respondería a un sentimien­
heroico. En cambio es una coincidencia el se­
to auténtico de emulación («Actúa en todo
ñalar que «aún en la tortura el sabio es feliz».
como si te mirase Epicuro»).215
Sólo el sabio es feliz, según ambas escuelas, Y
El énfasis que ambas escuelas ponen en afir­
contra él nada puede la malhadada Fortuna,
mar que el sabio conoce los bienes por natura­
paradoja socrática que los epicúreos aceptan Y
leza, ese constante apoyarse en la physis, es la
los Estoicos, como de costumbre, extreman.
base de la autonomía de la norma moral, que
Otras mant{estaciones de Diógenes son tam­
no necesita de la sanción de la sociedad como
bién particularmente significativas en relación
mediación evaluadora. El sabio epicúreo está
con ese ideal de moderación y conformismo,
situado al margen de la sociedad, aunque su
al margen de las ¡posturas extremas : Si en el
postura no comporta un abierto enfrentamien­
presente el sabio se ve sometido al sufrimiento,
to, sino más bien un decidido rechazo en el
su alma buscará el sereno puerto de la imper- ·
que, con todo, se contemporiza en ocasiones
turbabilidad en el recuerdo grato y placentero
con notable flexibilidad, cuando con ello ob­
del pasad o ; si, por el contrario, en el presente
tiene particulares ventajas y una sólida garan­
goza de la dicha, para nada se ocupa del futu­
tía de segur�dad.
ro, pues sabe que cada momento de felicidad en
De acuerdo con esta opinión, el sabio no
el presente conlleva la plenitud del placer y
amará la ciudad, sino la campiña. Y, conven-
que, ·por tanto, un Uempo vital ilimitado no
podría proporcionarle un incremento de su
215. Fr. 211 ; Cf. también, 210 Us.

260 '" ·-�


261
cido de que «sólo puede ser comprendido por el expresión del placer en la serena quietud de la
sabio»,216 procurará marginarse sobre todo de vida.
"' Se trata, pues, de una sabiduría que persi­
la política y de todo lo que suponga vincula­
ción con el vulgo (Fr. 44, 46) : «Vive oculto y, gue la serenidad en el placer y no la perfec­
si no puedes, muere oculto» es el lema a tener ción; que rechaza lo competitivo y busca el
en cuenta.217 Consciente de que el mayor fruto apacible retraimiento en la meditación y en la
del bastarse a sí mismo es la libertad (SV. 77), gozosa convivencia con los amigos. Una sabi­
el sabio procurará obtener la autosuficiencia duría, en definitiva, que, en medio de una épo­
necesaria para prescindir del mundo exterior ca caótica y de una. sociedad enfermiza y de­
con su segura confianza en la naturaleza y con cadente, ofrece al hombre, con el mínimo de
recursos, las mayores posibilidades de ser el
el firme propósito de limitar sus deseos.
artífice de su propia felicidad .
Esta actitud frente al mundo exterior, vincu­
lada a la necesidad de obtener una conveniente
seguridad, deberá complementarse con la lucha
constante contra los temores y la superstición.
El sabio, celoso de su libertad, no creerá en
la necesidad (SV. 40), sino que pondrá toda
su confianza en el poderío de su razón (MC.
16) : aceptar el destino sería, en efecto, mucho
peor que prestar oídos a las fábulas de la mi­
tología (Ep. Men. 134). Tampoco temerá a los
dioses, ·consecuente con la idea de que para
nada se ocupan de los asuntos de los hombres;
ni a la muerte, sabedor de que, por ser insensi­
ble, no puede constituir ningún mal ; ni al do.,.
lor, porque todo sufrimiento es fácilmente des­
deñable (SV. e). Protegido de los hombres y
las cosas, de los temores y la superstición, el
sabio obtiene así la indispensable ausencia de
turbación que, unida a la simple ausencia del
dolor por las carencias, constituye la máxima

216. Fr. 225 Us.


217. Fr. 551 Us.

263
262
NOTA ACERCA DE LOS PRINCIPALES
ESTUDIOS SOBRE LA FILOSOFIA
DE EPICURO

Una noticia bibliográfica pormenorizada es­


taría aquí fuera de lugar. Nuestra intención
no es ahora revisar el conjunto de estudios so­
bre el epicureísmo, que se han multiplicado en
los últimos años, sino señalar aquellos que han
marcado un hito en el progreso de la interpre­
tación o resultan aún de imprescindible consul­
ta a quien quiera acercarse al pensamiento del
viejo filósofo. Para un informe bibliográfico
más detallado, remitimos al lector interesado
al artículo de R. O. Bloch «Etat présent des re­
cherches sur l'épicurisme grec», publicado en
las Act:es de VIIIe. Congres de l'AssoC'iation
Guillaume Budé, París, 1968 (Publ. 1970)
pp. 93-138. Este informe, que cubre hasta el
año .1968 está bien ordenado y es prácticamen­
te exhaustivo, con breves apreciaciones críti­
cas. Se complementa en el mismo volumen con
el «rapport» de P. Grimal sobre «L'épicurisme
romain», pp. 139-168. Algunos artículos ¡nte­
resantes posteriores están recogidos en la selec-

265
ta bibliografía del libro de J. M. Rist, Epicu­ do perspicaz en algún pasaje corregido, ofre­
rus. An introduction, Cambridge, 1972, que es cen la base documental más completa para el
el estudio general más reciente sobre el tema. conocimiento de la doctrina. En el prólogo,
(Entre los no registrados en esos índices compuesto en el riguroso latín académico, deja
podríamos señalar el libro introductorio de manifiesto Usener que a tan ardua labor le
P. Boyancé, Epicure, París, 1969, y el de J. Bo­ había incitado no el interés filosófico por la
llack, La lettre d'Epicure, París, 1970, sobre la doctrina sino la dificultad de los textos confu­
«<:arta a Heródoto», hábil, intransigente y muy sos y dispersos. ( «Epi·curo ut operam darem,
discutible. non philosophiae Epicurae me admiratio com­
En nuestra lengua conviene señalar el libro mouit, sed ut accidit homini grammatico, libro­
de A. Pasquali, La moral de Epicuro, Caracas, rum a Laertio Diogene servatorum obscuritas
1970, y los artículos de C. García Gual «Epicu­ et difficultas . . »). A esta deportiva pasión fi­
.

ro, el liberador» (Estudios Clásicos, 1970), y lológica por la claridad y la autenticidad (y


A. García Calvo «Para la interpretación de la Usener no era, desde luego, un filólogo de limi­
carta a Heródoto de Epicuro» (Emerita, 1972, tada inteligencia y escasa imaginación, como
1) de ingeniosa crítica textual. pueden probar, a quien lo dude, sus teorías so­
bre las etapas primitivas del pensar religioso),
A) Ediciones del texto griego y citas de auto­ debemos este volumen sabio, difícil y meticu­
res antiguos: loso de los Epicurea. 1
Descubrimientos y comentarios posteriores
La primera obra de consulta aún hoy impres­ han dejado la obra incompleta. Al año siguien­
cindible para el conocimiento de la doctrina te de su publicación se descubrió la serie de
epicúrea es la recopilación de textos, noticias sentencias epicúreas del Gnomologium Vati­
y testimonios antiguos, editada por Hermann canum, y con posterioridad se han ido leyendo
Usener. El volumen de los Epicurea, publicado algunos fragmentos de los papiros herculanen­
'
en Leipzig en .1887 (y reimpreso en Roma · en ses, y publicado la inscripción de Diógenes de
1963 ; y en Stuttgart en .1966) es un monumen­ Enoanda. (Editado sistemáticamente por J. Wi­
to de erudición filológica. En él se recogen, ade­ lliam en .1907, y de nuevo, con mayor comen-
más del amplio libro de Diógenes Laercio, toda
una serie de citas de la literatura griega y la­ 1. No han aparecido, que nosotros sepamos, nuevas
tina sobre Epicuro que, dispuestas en una há­ ediciones del corpus epicúreo que se anunciaban en Pre·
paración : la preparada en el Institut tür griechisch­
bil ordenación y revisadas en una <:rítica tex­ romische Altertumskunde de la Academia de Ciencias
de BerHn Este, ni la de C. Diano para «La Collection
tual muy inteligente, tal vez jncluso demasía-
des Universltés de France».

266 267
Resulta claro y algo duro el parecer del j oven
tario crítico, por A. Grilli, Diogenis Oenoanden­ Marx sobre él en el prólogo a su tesis doctoral :
sis Fragmenta, Milán, 1960, y por C. W. Chil­ Diferencias entre la Filosofía de la Naturaleza
ton, en Leipzig, 1967.2) Para la colección de to­ en Dem6crito y Epicu1·o ( 1841) : «Gassendi, que
dos esos textos, escritos de Epicuro, sentencias ha liberado a Epicuro del entredicho con que
y fragmentos papiráceos, ahora nuestro instru­
lo habían marcado los Padres de la Iglesia
mento más valioso es la edición de G. Arri­ y toda la Edad Media, la época de la sinrazón
ghetti, titulada Epicuro. Opere, Turín, 1960.3 realizada, no presenta en su exposición más
En cuanto al texto de Diógenes Laercio, con­ que un momento de interés. Intenta acomodar
viene tener en cuenta las ediciones críticas de la fe católica con su ciencia pagana, Epicuro
P. Von der Mühll, Epistulae tres et ratae sen­ con la Iglesia, lo que es seguramente una pura
tentiae, Leipzig, 1922 (reimpr. Stuttgart, 1966), pérdida. Es como si quisiera echar el hábito de
y la de M.H.S. Long Diogenis Laerti Vitae una monja cristiana sobre el cuerpo espléndido
Philosophorum, 2 vol. Oxford, 1964.4 y floreciente de la Lais griega. Lejos de poder
instruirnos sobre la filosofía de Epicuro, es
B) Estudios e interp:retaciones: más bien de Epicuro de quien toma Gassendi
lecciones de filosofía» 5 .

En la rehabilitación moderna de Epicuro Pero al mismo tiempo, Marx señala justa-


merece seguramente ser destacado como leja­
no pionero el sab�o canónigo Gassendi con su Or�iz Y Sanz se resJenbe de su lenguaje anticuado y de
De vita et moribus Epicuri, La Haya, 1656. algún que otro error de interpl"etación, aunque en otros
pasajes se clfie más al original gri-ego Que la traducción
francesa de Genaille, d e estilo muy poco fi-el.
2. C.W. Chllton ha publicado Juego una traducción Para otras' traducciones y selecciones de Epicuro, cf.
con notas y comentario, Diogenes of Denoanda. The jrag­ las notas de Bloch en A.ctes, pp, 96 y ss. La clara tra­
ments. Londres-Nueva York, 1972. ducción alemana (de textos epicúreos seleccionados) de
3. Muy ·importante ha sido el trabajo IÍnberpretativo J. Mewaldt!, Epikur. Philosophie der Freude acaba de
de C. Diano en su edición de los fragmentos éticos, en •l1eeditanse en ·l a col. Kroner, Stuttgart, 1973.
·su Epicuri Ethica, Flol'encia, 1946. Resulta obvlio recordar aquí que Dara una cabal com­
4. La edición d-e Diógenes llaerclo por R.D. Hicks en prensión del epicureísmo ·resulta imp·resclndible la �ec­
la difundida colección Loeb, 1925. con var-ias �reimpre­ tura del poema• grandioso de Lucreclo. Poseemos una
siones, es útil por Jo manejable del formaba y su ajus­ distinguida edición y traducción castellana del De Re­
tada traducción adjunta ; pero el texto, poco crftico, no rum Natura debida al profesor Valenti Fiol en la «Co­
ofrece v>arJantes sensibles sobre el de Usener. Iección Hispánrica de Autores Clásicos», Barcelona, ed.
Para traducciones de todo Diógenes Laercio a lenguas «Alma Mater». A su intellgente Introducción puede
romances podemos señalar la española de J. OI"tiz y Sanz ag·regame otro libro importante de grata lectura de
en la Colección Austral en tres tomos ; la francesa de P. Boyancé, Lucr�ce et l'épicurisme, París, 1973.
R. Genaille, en la Colección Garnier-Flammarion, París, 5. K. Marx, p. 207 de la ed. francesa. Sobre el epicu­
1965 ; y la ·itallana de M. Gigante, Bar!, 1962. Aunque las ref·smo en el e. xvn, Jas repetidamente citadas Actes
tres tienen notas, destaca con mucho, en este aspecto, la contienen algunos datos de ·Interés (pp, 698 y ss.)
excel·ente vei'Sión de Gig·ante. La traducción española de

269
268
mente la distancia crítica entre la obra de su senta un marcado avance sobre los anteriores
predecesor y la suya. En ésta se subraya con se ofrece en los libros de C. Bailey Epicurus,
notable elevación de miras la relación íntima Oxford, 1925 y The Greelc Atomists and Epicu­
de la física y la ética, la .problemática del ma­ rus, id, 1928. Las conclusiones de Bailey de­
teriaUsmo y la libertad humana (Marx es el ben hoy corregirse con nuevas interpretacio­
primero en destacar cómo la teoría del «Clina­ nes, p.e. las de Diano en la ética y psicología, y
men» atómico resulta un expediente para libe­ las de Kleve y Merlan en otros puntos, pero el
rarse del determinismo fisiológico), y el senti­ libro último citado sobre los atomistas griegos
do humanista de la teología epicúrea. La lec­ sigue siendo una obra de innegable impor­
tura de la tesis de Marx resulta aún de notable tancia.
interés, sobre todo en la edición francesa con Un paso adelante en la interpretación viene
excelente introducción y notas de J. Ponnier dado con la obra de Bignone. Ettore Bignone
(Ed. Ducros, ,1970).6 (que ya en 1920 había publicado un Epicuro,
De 1878 es la primera edición del libro de interesante y exaltado) pubUca en 1936 en Flo­
Guyau La morale d'Epicure et ses rapports rencia su obra L'Aristotele perduto e la forma­
avec les doctrines contemporaines/ que señala zione filosofica di Epicuro. Esta obra polémica
la convergencia del hedonismo epicúreo y el e inteligente acierta a situar la filosofía epicú­
pragmatismo hedonista de Bentham, Spencer y rea en el contexto hjstórico-filosófico que le co­
J. Stuart Mill (cuyo Utilitarianism es de .1863). rresponde, acentuando la oposición de Epicu­
Lugar aparte merecerían las notas desperdi­ ro a la filosofía de Platón y del joven Aristó-
gadas en sus libros en que el inquieto Nietzs­
che se refiere a Epicuro, el primero de sus ocho
ca·l y Schopenhauer. Con ellos he tenido que conversar
compañeros del Hades.8
a lo largo de ml camino, por ellos me he expuesto a
Un estudio sistemático y crítico que repre- la ·razón y 'li la sinrazón, y los escucharé cuando ante
mí, s·e den y se quiten l'li orazón unos· a otros. Diga lo
que diga-, decida .Jo que decida, •imagine lo que Imagine
6. Existe también una traducción española, Madrid, pa·ra mí y para los demás, siempre tengo los ojos fijos
1971, ed. Ayuso. en estos «ochO>>, asi como ellos ttenen fij.os sus ojos
7. La última edición que conocemos es la quinta, en mí. Que los vivos me perdonen s i 'li veces me pa­
París, 1910 recen sombras, tan pálidos y entristecidos, tan inquie­
8. F. Nietzsche, Humano, demasiado humano, 11, tos y ávidos de vlvLr están ; mientras que aquéllos me
408: La carrera a los infiernos. eYo también he estado parecen tan llenos de vida, como si, «después» de muer­
en los infiernos, como Ulises, y volveré a estar mu­ tos, no pudieran ya nunca sentirse cansados de la vida.
chas veces ; y para poder h'!iblar a algunos maestros, Lo que importa es la eterna «vivacidad». que es, para
no solamente he sac11ificado carneros, sino que no he nosotros, la «vida eterna» y, en general, la vida».
escatimado mi propia sangre. Cuatro parejas de hom­ Existe una disertación (dactilograf\iada) sobre la rela­
bres no se han negado 'li mis sacrificios : Epicuro Y ción de Nietzsche y Eplcuro, que no hemos' poct.fdo leer:
Montaigne, Goethe y Spinom, Platón y Rousseau, Pas- Georg Barkuras, Nietzsche ttnd Epilct,r, Kiel, 1963.

270 271
teles. Con una innegable agudeza filosófica, a Epicuro positivamente desde su perspectiva
Bignone subraya el intenso polemizar de Epi­ marxista, es exaltado, claro, y muy poco im­
curo con la tradición platónico-arjstotélica. Tal parcial en su enfoque de la tradición filosófica
vez hoy sus conclusiones nos parecen algo li­ griega.
mitadas por haberse reducido a considerar sólo En oposición a su método (dejando de lado
la relación con el joven Aristóteles y no con el toda valoración de la parcialidad del enfoque)
Aristóteles más maduro, el autor de las Eticas está la introducción a Epicuro de J. M. Rist,
que conservamos, y del que Epicuro parece de reciente aparición. Su Epicurus (Cambrid­
deudor en algunos temas . ge, 1972) es un libro excelente por su estilo
El libro del americano Norman W. De Witt, ágil y su exposición diáfana, a la vez que una
EpiJC1krus and his Philosophy (Un. of Minnes­ puesta al día indiscutible. Tal vez lo que uno
sota, 1954 ; 2.• ed. 1964) es una obra un tanto echa de menos en este manual es, por contras­
singular por el carácter apologético y el estilo te, el entusiasmo y el énfasis novedoso que te­
casj dogmático con que su autor enfoca la fi­ nían los libros de Bignone, De Witt o de B. Far­
gura de Epicuro. Obra que recoge muchos da­ rington.
tos, refleja a la par un gran saber y una, inter­ Para concluir haremos una referencia al pe­
pretación histórica excesivamente personal, y queño libro (104 págs.) de A. Pasquali sobre
en algunos pasajes fantasiosa e irritante. Muy La moral de Epicum (Caracas, 1970). Se trata
discutible es la relación que De Witt ve entre de un estudio actual, de notable rigor crítico,
el epicureísmo y el cristianismo, acentuada en sobre las huellas de R . Mondolfo, y con un len­
otro libro suyo, St. P'aul and Epicurus. guaje füosófico moderno que presta origina­
B. Farrington dice que «el estudio exhaus­ lidad a su contenido, de agradable lectura.
tivo de De Witt constituye esperanzadoramen­
te un nuevo acercamiento al maestro» en el
prólogo a su libro La rebelión de Erpi-curo (tr.
esp. Barcelona, .1968. El original inglés The
faith of E. es de 1967), y se declara deud¿r
tanto de éste como de los trabajos d e R. Mon­
dolfo .(en La Compr'ensión del Sujeto Humano
en la Cultura Antigua, .1955), que son de una
r
agudeza crítica ejemplar en su análisis de la
interiorización moral. El libro de Farrington,
que ya en algún otro trabajo había enfocado

272 273
l!:tica de Epicuro, 18
1NDICE

Nota preliminar . 7

EPICURO EL LIBERADOR

I 13
II 23
III 29
IV 37
V 53
VI 61
VII 69
VIII 75
IX 79
X 83

EPíSTOLA A MENECEO . 88
MÁXIMAS CAPITALES . 102
EXHORTACIONES DE EPICURO 118
ACERCA DEL SABIO . 134
FRAGMENTOS Y TESTIMONIOS ESCOGI·
DOS 142
157
1
.1
CARTA A LA MADRE .
CARTA A IDOMEO 160

LA MORAL DE EPICURO : TIDMAS BASI·


COS Y SUS CONEXIONES .

NOTA PRELIMINAR 165


Los TEXTOS 169
El protréptico 173
Los dioses . 181

ji
-1 La problemática moral de la muerte . 197
J., El placer y el dolor. Los deseos . . 207
Las virtudes . 227
La justicia . 235
El amor y la amistad . . . . . . 241
't:} a imagen del sabio . . . . . . . 259
Nota acerca de los principales estudios sobre
la filosofía de Epicuro 265

Impreso en el mes
de abril de 1974
en los talleres de
GRÁFICAS DIAMANTE
Zamora, 83, Barcelona

Texto griego compuesto


por GARRIGA IMPnESORES
Mallorca, 518, Barcelona
SI:RIES DE RLSCATE
RESCATE TEXTUAL 1
BARRAL EDITORES

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