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Contenido
Sinopsis
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Siguiente en la Serie
Sobre el Autor

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Sinopsis
Zeke es mayor. Un hombre adinerado. El hombre que planea darle el mundo a
Korey.

Como campeón de peso semipesado de MMA, los combates de un millón de


dólares y los patrocinios multimillonarios de Zeke le han dado la libertad de
hacer lo que quiera. Se complace en mimar a Korey. Antes de que el mejor amigo
de Zeke, Charlie, fuese enviado lejos por la marina hace dos años, le hizo jurar a
Zeke que cuidaría de su hermano Korey si le pasaba algo. Y cuando Charlie es
asesinado por una bomba junto a la carretera, Zeke acoge al joven estudiante
universitario, decidido a darle todo lo que necesita para tener éxito. Nunca se
imaginó terminar con la esperanza de poder tener a Korey bajo algo más que su
techo. Necesita a Korey debajo de él.
Si Korey hubiera estado en sus cabales después de la muerte de Charlie, habría
rechazado la oferta de Zeke. Para cuando se da cuenta de su error, ya se siente
adicto a la poderosa presencia de Zeke. Nunca tuvo la intención de terminar
dependiendo de las sonrisas y las miradas calientes del hombre. Korey podría
vivir sin el dinero, pero el hombre lo tiene enganchado. Solo existe un problema:
ninguno de los dos quiere cruzar la línea de amigos a amantes y arruinar lo que
ya tienen.

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Capitulo Uno
El sudor brillaba sobre la piel de Zeke, y una gota rodó por su espalda. A Korey se
le hizo agua la boca, este era el momento favorito del día de Korey. Se suponía
que era su hora de estudio. En cierto modo, lo era, excepto que, en lugar de
estudiar para su próximo examen, Korey se dedicaba a memorizar cada
centímetro del cuerpo de Zeke. Se le escapó un resoplido. Afortunadamente, el
sonido de los puños, los rodillazos y las patadas de Zeke golpeando el saco de
boxeo ahogó el ruido. Korey ya conocía cada detalle del cuerpo de Zeke.
Probablemente podría dibujar al hombre basado solo en su memoria. En la
oscuridad. Con los ojos vendados. Zeke era el compañero de cuarto de Korey.
Bueno, “compañero de cuarto” podría ser una exageración, considerando que
Zeke era un millonario mientras que Korey se hallaba en la ruina. Aun así, vivían
juntos. Korey optaba por no presionar demasiado en la semántica del arreglo.
Cada día, después de su última clase, Korey llegaba allí para recibir un aventón a
casa en compañía de Zeke. Él tenía un auto propio, pero si elegía usarlo,
extrañaría esto. Todos los días, Korey se sentaba en el mismo lugar, con un libro
en mano y añorando lo que nunca podría tener. Zeke Armstrong era un campeón
de la MMA de peso semipesado. Le llevaba catorce años a Korey, tenía más
dinero del que Korey jamás podría soñar tener, y ningún interés evidente en nada
más allá que pelear. Korey no era nadie. Era un estudiante universitario cuyo
hermano le había encontrado un lugar para quedarse en un estado donde no
conocía a nadie. Vivir con Zeke era el cielo y el infierno. Korey lo deseaba. Y
nunca sucedería. Los duros músculos de Zeke se tensaron y rodaron con cada
movimiento que hacía, Korey se sorprendió viendo mantener el ritmo de golpes a
Zeke. Puño. Uno. Dos. Patada. Tres. Cuatro. Rodillazo. Cinco. Seis.
Contrarrestar.
Zeke se giró y lo sorprendió mirándolo. Los ojos azul claro brillaron con buen
humor, los músculos del estómago de Korey se apretaron con deseo ante esa
visión. Los sensuales labios de Zeke se elevaron en las esquinas. —¿No se supone
que deberías estar estudiando?

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Korey tragó más allá de la lujuria que le aplastaba la tráquea. —No te preocupes,
voy aprobando todo.
—Maldita sea que lo harás —dijo Zeke, secándose el sudor de la frente—. Y espero
que se mantenga así —Zeke hizo un gesto con una mano envuelta en cinta en
dirección a Korey, mientras que cambiaba su enfoque a su compañero de
entrenamiento habitual, Maverick, quién estaba haciendo ejercicio cerca de
ellos—. Este chico curará el cáncer algún día.
El calor subió por las mejillas de Korey. Esta era otra razón por la que no podía
dejar de fantasear con Zeke. El hombre era jodidamente increíble. Por fuera, Zeke
era la perfección. Tenía más de metro ochenta y noventa kilos de musculo.
Cabello rubio y ojos azules con profundas líneas en las comisuras de la boca
cuando sonreía. Korey juraba que los ángeles suspiraban cuando Zeke se reía.
Pero, por dentro, Zeke era un millón de veces mejor. Cuando Korey se mudó a
California desde Alabama para obtener su título de médico en Stanford, sabía que
se dirigía a lo desconocido. Su plan original había sido irse a vivir con su hermano
mayor Charlie, quién era un infante de marina estacionado en Palo Alto. Dos
semanas después de que Korey comenzara la universidad, Charlie fue llamado
inesperadamente. Tres meses más tarde, Charlie fue asesinado por una bomba.
Zeke había aparecido, dijo que había prometido cuidar de Korey si algo le pasaba
a Charlie. Y dos años más tarde, Zeke todavía mantenía ese voto, nunca haciendo
que Korey se sintiera mal recibido o como si fuera una sanguijuela. Por supuesto,
Korey tenía la intención de compensárselo todo a Zeke, algún día. Por eso nunca
daba menos que todo. Korey se lo debía a este hombre.
—Vas a necesitar ese título d médico si sigues frecuentando a este tipo —dijo
Maverick, atrayendo la atención de Korey hacia él—. Un anciano que lucha por
superar su mejor momento necesita un buen médico en la esquina —Maverick rio
mientras pretendía golpear a Zeke en las costillas.
La vergüenza de Korey se esfumó. —¿En serio? ¿A quién tienes haciendo cola?
Maverick echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
Zeke le lanzó un guiño. —Déjame tomar mis cosas y nos iremos a casa.
Korey asintió y se concentró en empacar su bolso. Sus ojos necesitaban algo más
que hacer además de seguir a Zeke con la mirada. Le estaba preocupando que su
lujuria no pudiera ocultarse por mucho más tiempo.

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Maverick reclamó la silla vacía al lado de Korey. —¿Irás a Las Vegas éste fin de
semana con Zeke para ver su pelea?
—No estoy seguro —dijo Korey, metiendo el libro en su bolso—. No hemos
hablado de eso —Eso sonaba mejor que admitir que Zeke no lo había invitado.
—Deberías venir conmigo.
Korey se congeló a mitad de cerrar la cremallera de su mochila. Maverick no era
un tipo feo. Su cabello oscuro perfectamente peinado, sus ojos color miel y su
cuerpo esbelto eran francamente asombrosos. De hecho, la mayoría de la gente
probablemente mataría por una invitación como esa, pero Korey no estaba
seguro de cómo tomárselo. Korey nunca había ocultado el hecho de que era gay,
pero no alardeaba con exactitud dentro de un club de lucha lleno de tipos
heterosexuales.
Korey mantuvo la mirada fija en sus manos mientras terminaba de cerrar la
cremallera de su bolso. —Um. ¿A qué te refieres?
El tono de Maverick cambió cuando respondió, volviéndose más sensual. —
Pensaba que podría pasar por ti —dijo Maverick, sin dejar lugar a dudas acerca de
sus intenciones—. Podríamos ir a ver la ciudad después, y tu podrías quedarte
conmigo.
Wow. Korey no sabía qué decir. No solo lo tomaba por sorpresa, sino que
Maverick no era Zeke. Era gracioso cómo el corazón de Korey se negaba a
renunciar a la fantasía de Zeke, incluso cuando se presentaba una oferta
igualmente sorprendente.
—O podríamos olvidar lo de ir a ver la ciudad —dijo Maverick, modificando su
oferta—. Y podrías simplemente quedarte conmigo.
—Pero, qué diablos dices —gruñó Zeke, apareciendo por encima del
hombro de Maverick. Su expresión era furiosa. Korey nunca antes lo había visto
enojado. Ahora lo estaba. Había una línea entre los ojos de Zeke, y brillaban con
rabia apenas reprimida—. Korey no arruinará su vida al mezclarse con cualquiera
de los hijos de puta inútiles de este edificio.
El habitual buen humor de Maverick nunca se esfumó, ni siquiera debajo de la
evidente furia de Zeke. —Maldición, Zeke. Dime cómo te sientes realmente.
Deberías dejar que el chico salga a divertirse por lo menos un fin de semana.

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Korey no podía dejar de mirar del uno al otro. Nunca había escuchado a Zeke
decir nada más que elogios respecto a su familia de peleadores.
Pero él no mordió el anzuelo. —Vámonos, Korey.
Korey se levantó, decidido a seguirlo hasta la puerta.
Maverick agarró su mano antes de que pudiera escapar. —Piensa en mí oferta.
Aquí está mi número —Un trozo de papel apareció en la mano libre del hombre.
Korey lo alcanzó y el pulgar de Maverick le rozó la muñeca. Una chispa
inesperada subió por el brazo de Korey tras ese movimiento—. Hazme saber que
decides.
—Vámonos, Korey —Lo llamó Zeke sin mirar atrás.
La mirada de Korey se movió entre Zeke y Maverick. Tal vez si iría. Era obvio que
Zeke pensaba que Korey no era capaz de manejar su vida con otro hombre. Korey
no era tan tonto, pero era agradable sentirse deseado. Zeke nunca lo desearía y
eventualmente, Korey tendría que aceptarlo.

Con la mirada fija en la carretera, Zeke estaba enfurecido. Maldito Maverick. No


podía creer las agallas de ese idiota. Korey se había estado apareciendo en
Powerhouse Training después de las clases. Y todos allí sabían que Korey le
pertenecía. Bueno, tal vez "pertenecer" era ir demasiado lejos, pero los
muchachos sabían que Korey estaba fuera de los límites. No podían meterse con
él, no podían mirarlo, y muy seguro que no podían intentar salir con él. El
problema era que Korey era demasiado bonito para su propio bien. Su cabello
oscuro siempre estaba perfectamente peinado. El tipo parecía que le dedicaba
bastante tiempo a su apariencia. No ayudaba que tuviera los ojos grises
inusualmente enmarcados por pestañas largas y oscuras y una piel perfecta.
Parecía un maldito ángel. Excepto por los labios de Korey. Esos estaban hechos
para el pecado. Zeke mentalmente deslizó una mano sobre sus pensamientos,
borrándolos. Korey era demasiado joven para las ideas que les provocaba a los
hombres. Mierda. Era de demasiado joven para la forma en que Zeke lo deseaba.
—¿Estás bien?

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Zeke apartó la mirada de la carretera el tiempo suficiente para mirar en dirección
a Korey. —Sí. ¿Por qué?
Korey se encogió de hombros. —No lo sé. Tu mandíbula se flexiona como si
estuvieras enojado.
La preocupación en el tono de Korey hizo que Zeke contara hasta diez en su
cabeza. No era culpa de él que Zeke fuera un pervertido. Si Charlie todavía
estuviera vivo, patearía legítimamente el trasero de Zeke por los pensamientos
impuros que tenía acerca de Korey cada segundo del día. —Estoy bien.
Simplemente me preparo mentalmente para la pelea de este fin de semana, eso
creo —Le dedicó una sonrisa a Korey, esperando que no pareciera ni la mitad de
lo salvaje que en realidad me sentía—. Lo siento, ¿Qué quieres para cenar?
Korey no respondió de inmediato. Cuando finalmente habló, su voz sonaba
forzada, como si le preocupara decir algo incorrecto y hacer que Zeke volviera a
enojarse. —¿Me lo dirías? Si algo anda mal… me refiero.
—Por supuesto —La mentira salió con tanta maldita facilidad de la lengua
de Zeke que lo sorprendió incluso a él.
—Bien.
Una larga y sonora letanía de maldiciones resonó en la cabeza de Zeke. Korey
sonaba triste. —Podemos pedir pizza —Ofreció, con la esperanza de aligerar el
ambiente.
—No puedes comer pizza por otros tres días —La risa en la voz de Korey
alivió la presión en el pecho de Zeke—. Sin embargo, haré un trato contigo. Si
ganas, te compraré la pizza más grande que vende Second Home Pizzas de Nueva
York.
Ante la mención de la pizzería favorita de Zeke, su estado de ánimo se aligeró aún
más. Korey lo conocía mejor que nadie. Esa era una de las razones por las que
Zeke no podía entender cómo Korey no se había dado cuenta de que él cambiaría
todo lo que poseía para verlo actuar de la forma en que lo miraba. Todos los días,
Korey lo veía entrenar. Y cada día, se hacía un poco más difícil ignorar la forma
en que la mirada del hombre acariciaba su piel. Era adictivo. Nadie lo hacía sentir
tan poderoso. Necesitaba hacer que Korey sintiera al menos una cuarta parte de
la felicidad que él sentía.

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—¿Te gustaría acompañarme a Las Vegas? No había preguntado porque
pensé que tal vez tendrías mejores cosas que hacer que estar atrapado conmigo
mientras hago toda la mierda previa que se requiere antes de la pelea.
Korey no respondió de inmediato. Cuando lo hizo, habló despacio como si
estuviera midiendo cada una de sus palabras. —Me encantaría ir si de verdad me
quieres allí y que no me estés preguntando solo porque no quieres que vaya con
Maverick. Obviamente, realmente no conozco al tipo, y tú sí, así que estoy seguro
de que tienes tus razones —Korey lanzó un gimoteo bajo. El sonido agitó la polla
de Zeke—. No sé qué es lo que estoy tratando de decir. Es como lo que dijiste
antes, tu estarás ocupado con las entrevistas y pesajes. Si no me quieres allí, no
quiero que te sientas obligado a llevarme contigo. Ya haces demasiado por mí.
Zeke sabía que Korey se sentía incómodo con lo dependiente que era de él. La
cuestión era que todo era intencional. Se había apoderado deliberadamente de la
vida de Korey. Korey era la única persona sin la que Zeke no podía vivir. Como no
podía decirle eso, finalmente optó por una verdad alternativa. —Eres mi mejor
amigo, Korey. No hay un momento en el que no te quiera cerca de mí. Sé que te
gusta ir a mis peleas, pero no me gusta hacerte sentir obligado a estar conmigo
todo el tiempo. Es mi trabajo.
Una risa suave y sexy vino del lado del auto de Korey, golpeando a Zeke en el
pecho. —Ahora que hemos establecido que no estamos obligados el uno con el
otro, me encantaría ir contigo.
Sin pensarlo, Zeke acercó la mano y entrelazó sus dedos con los de Korey. No era
la primera vez que se tomaban de la mano. Por naturaleza, Zeke era una persona
impulsada por los sentidos. Se sorprendía tocando a Korey la mayoría de las
veces. Korey lo aceptaba sin darle mayor importancia. Y cuanto más Korey lo
dejaba salirse con la suya, Zeke tomaba más y más. Imaginaba qué, en un día
cercano, Korey se encontraría atado a Zeke de por vida sin tener la menor idea de
cómo había sucedido. Zeke lo sabría. Porque él lo habría planeado de esa forma.
Aunque Zeke tenía una casa grande, no era lo suficientemente grande para
compartirla con Korey. No había lugar al que fuera donde la presencia del
hombre no se hiciera presente. Por supuesto, Zeke nunca trataba de alejarse de
él. Si Korey hacía la cena, Zeke ayudaba. Si estudiaba, Zeke lo interrogaba. Había
altas posibilidades de que, si se hubieran conocido en diferentes circunstancias,
Zeke se lo habría follado y nunca mirado hacia atrás. En cambio, fantaseaba pero

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nunca tocaba. Su lujuria se había deformado y transformado hasta que Zeke se
había despertado un día completamente poseído por Korey.
—¿Quieres que caliente una de las comidas preparadas mientras te duchas?
Zeke levantó el brazo y fingió olfatearse. —¿Me estás diciendo que apesto?
El rostro de Korey permaneció en blanco, manteniendo sus pensamientos
ocultos. —Sí. Estoy diciendo que apestas.
Zeke sabía que Korey estaba bromeando. Él nunca diría tal cosa y con cara seria.
Era demasiado amable, lo que significaba que estaba de humor para bromear.
Zeke era podía con eso. —Huelo a algodón de azúcar, bebés y chocolate. Tú eres el
que huele sazonado entre los dos.
Una sonrisa estiró los labios de Korey, robándole el aliento a Zeke. Sus hoyuelos
eran más sexys que el infierno. —¿A bebés?
Zeke abrió el grifo del fregadero. —Ya me escuchaste. A bebés, como talco para
bebés y juventud. Tu hueles como el dormitorio de un adolescente. —dijo Zeke,
sacando la boquilla rociadora del fregadero y rociando el pecho de Korey.
—Ah, hombre —gritó Korey—. ¿Así es como va a ser? —Korey agarró un
vaso medio lleno de agua de la mañana y arrojó el contenido en dirección a Zeke,
antes de que este pudiera quitarse del camino. Sus pantalones fueron los que se
llevaron la peor parte.
Zeke arrojó la boquilla hacia el fregadero y levantó las manos. —Okey. Tregua —
Sabía por experiencia que podían destruir una habitación en poco tiempo y luego
tendrían que limpiar el desorden. La risa de Korey hizo que todo el daño causado
por el agua valiera la pena.
—Tregua —coincidió Korey mientras se levantaba la camisa por encima de
la cabeza.
Zeke no pudo evitar comérselo vivo con la miraba, mientras que Korey usaba su
camiseta para secarse la cara. Él no era exactamente lo contrario de lo que a Zeke
normalmente le atraía, pero tampoco era su tipo. En el pasado, Zeke solo había
salido con hombres con intereses similares. Chicos que vivían para el gimnasio.
Korey tenía el cuerpo de un corredor: delgado y fuerte, pero no musculoso. Jamás
había visto a nadie más sexy.
Mientras estaba distraído por todas las fantasías de lo que podría hacerle a ese
cuerpo, Korey lo tomó con la guardia baja y lo golpeó con su camiseta. Recibió un

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segundo golpe antes de sujetar la tela. Comenzaron con un tira y afloja, cada uno
negándose a soltar el agarre hasta que se encontraron pecho contra pecho. Zeke
se puso duro. No hubo un movimiento lento de deseo.
En el instante en que sus pieles se tocaron, Zeke ya estaba en llamas. Imágenes de
Korey inclinado sobre el mostrador y él follándolo con fuerza, empezaron a llenar
la cabeza de Zeke. La sonrisa de Korey se esfumó. Su mirada se posó en la boca de
Zeke y un rubor invadía sus mejillas. Zeke se acercó aún más. Korey se inclinó.
Por un momento, se quedaron con las bocas a pocos centímetros de tocarse. Las
respiraciones de Korey abanicaban la cara de Zeke. Sus ojos se cerraron. Zeke
retrocedió rápidamente y la realidad se le vino encima. Este era el hermano de
Charlie, quién había confiado en que Zeke lo cuidaría. No usarlo como una puta
que vivía con él.
—Necesito darme una ducha —Sin mirar atrás, Zeke se dirigió a su
habitación. Necesitaba alejarse antes de dejarse caer sobre Korey con su polla
lista para la acción.

Korey vio cómo se Zeke se alejaba. Sus músculos estaban tensos mientras luchaba
contra el impulso de seguirlo. A veces, Korey creía ver algo en los ojos de Zeke.
Esos momentos mantenían a Korey con paciencia cuando debería haber buscado
a alguien más hacia muchísimo tiempo. Le dolía el cuerpo. Se sentía vacío sin
Zeke dentro de él. Sus labios hormiguearon con la necesidad de ser besado. El
deseo insaciable lo volvía casi loco. Antes de Zeke, Korey no sabía que una
persona podía morir un poco todos los días por amar y anhelar a alguien que no
le correspondía. Cuando llegaron a casa se había estado muriendo de hambre,
ahora, Korey se sentía enfermo.
Se dirigió a la ducha. Ninguna cantidad de comida llenaría el dolor en su
estómago. Mientras esperaba que el agua se calentara, Korey se desnudó. Su
reflejo lo mantuvo cautivo. No le faltaba confianza. Si Zeke hubiera sido otra
persona, Korey podría haber pensado que tenía alguna oportunidad.
Desafortunadamente, Korey no se parecía a ninguno de los hombres que hacían
ejercicio en el gimnasio de Zeke. No podía competir contra ellos. La imagen de
cómo Zeke lo había mirado en la cocina cobró vida en la mente de Korey. Se tocó

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los labios. Sus ojos se cerraron. Y sin pensarlo, su mano se deslizó hacia abajo. En
su mente, era la mano de Zeke recorriendo su piel.
El aliento de Korey tembló en sus pulmones en cuanto los dedos rodearon su
polla. Dejó que la lujuria se apoderara de él y las fantasías llenaron su cabeza. Si
Zeke alguna vez le daba una oportunidad, Korey ni siquiera sabría por dónde
empezar. Mil veces había estado de rodillas para Zeke en su cabeza.
Innumerables noches, la dura polla de Zeke había llenado el culo de Korey en sus
sueños. Había mayores probabilidades de que nunca estuvieran juntos, pero ese
conocimiento no impedía que Korey acariciara su pene con el nombre de Zeke en
sus labios.
Sus labios se separaron en un jadeo. Su piel se tensó. Korey se agarró del
mostrador del baño con su mano libre apenas sus rodillas comenzaron a ceder.
En su mente estaba sosteniendo la cabecera de la cama de Zeke, mientras estaba
sentado a horcajas en la cara del hombre. Zeke le lamía sus pelotas y su culo.
Dejaba que Korey montara sus labios. La lengua hábil del hombre y la garganta
dispuesta lo succionaban cada vez más cerca del abismo. Fuertes jadeos
resonaron en las paredes del baño, perdiéndose junto al sonido del agua que
golpeaba el piso de la ducha. Las caderas de Korey se movieron contra su
apretado puño. Estaba follándose la mano. El endurecimiento de sus testículos se
convertía en una presión sobre su polla que terminaba en su coronilla. Los
pulmones de Korey se detuvieron y el mundo contuvo la respiración. El sonido
desapareció. Su mirada se encontró con la de Zeke detrás de sus párpados
cerrados y el éxtasis se estrelló contra Korey, obligándolo a tragarse un grito.
Chorro tras chorro de semen cubrieron el lavabo. Korey no dejó de bombear
hasta que cesaron todos los espasmos de placer, dejándolo exhausto.
Sus ojos se abrieron. Korey se quedó mirando su reflejo. Parecía tan destrozado
como se sentía. Un miedo familiar aterrizó sus hombros, agobiándolo. Era solo
cuestión de tiempo antes de que Korey se rompiera y admitiera sus sentimientos
por Zeke, ¿y qué pasaría cuando llegara ese día? Korey podría vivir con cualquier
respuesta, exceptuando el odio de Zeke y su lástima.

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Korey estaba en su silla y Zeke reprimió una sonrisa. Poco después de que Korey
se mudara con él, se había adueñado del sillón reclinable de Zeke. La primera vez
que Zeke lo arrastró fuera del sillón, lo puso de pie, recuperó su asiento y lo sentó
sobre su regazo. Le hizo saber a Korey en ese momento que la única forma en que
podría sentarse en ese sillón, sería compartiéndolo con Zeke. Esa noche comenzó
una nueva tendencia: Korey relajándose en su regazo. Korey leía y Zeke veía la
televisión y hacia todo lo posible por ocultar su perpetua erección. Era una cosa
de equilibrio.
Cuando Zeke cruzo la puerta, Korey se puso de pie. Su mirada nunca vaciló del
libro en su mano mientras que Zeke tomaba asiento. Sin perder el ritmo, se subió
al regazo de Zeke y continuó con su lectura. A diferencia de lo habitual, Zeke ni
siquiera se molestó en encender la televisión. En cambio, envolvió sus brazos
alrededor de Korey y se aferró a él. Nunca dejaba de sorprenderlo cómo Korey
podía desconectarse del mundo mientras leía, dejándole el camino libre para
poder observarlo. Esta noche, necesitaba sostenerlo. No era como si Zeke no
supiera que Korey conocería eventualmente a una persona de su edad y lo dejaría
atrás. La invitación de Maverick a Las Vegas había materializado los peores
temores de Zeke. No había nada malo con Maverick. Estaba más cerca de Korey
en edad. El tipo tenía un buen trabajo, se desempeñaba como bombero. De
hecho, si las cosas fueran distintas y Zeke tuviera que elegir, Maverick sería el
hombre que elegiría para Korey. Pero las cosas no eran diferentes porque Zeke no
podía escapar de la verdad. Estaba enamorado de Korey.
Zeke pateó el taburete y se recostó en el sillón reclinable. Korey se acomodó
contra su pecho y continuó con su lectura. Sin pensarlo, Zeke pasó las yemas de
los dedos por la parte posterior del brazo de Korey. Cuando se dio cuenta de lo
que estaba haciendo, obligó a sus manos a quedarse quietas. Korey no tenía
camisa, no vestía nada más que sus delgados pantalones de pijama y piel de
gallina comenzó a formarse en los brazos de Korey.
Zeke agarró una manta cercana y los cubrió a ambos. No tenía idea de cuánto
tiempo pasó antes de que el libro se deslizara de entre los dedos de Korey. Zeke lo
agarró y lo dejó a un lado. Su agarre se intensificó, mientras Korey se movió entre
sueños, acurrucándose contra el pecho de Zeke. Su barbilla se inclinó hacia
arriba, otorgándole la libertar para mirar abiertamente el rostro tan sexy del
hombre.
Esos hermosos labios lo llamaban. Su mano se levantó. No pudo luchar contra la
tentación y rozó el labio inferior de Korey con el pulgar. Era tan suave como

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parecía. Zeke le sostuvo la barbilla y con el pulgar todavía presionándole los
labios, bajó la cabeza y juntó su boca contra la frente de Korey. Con el aroma del
hombre llenando su nariz y sus labios presionados contra la piel de Korey, Zeke
fingió por un segundo que Korey le pertenecía.
Korey se movió entre sueños de nuevo. Su rostro se movió más alto, como si en
silencio rogara por el beso de Zeke. El deseo que devoraba las tripas de Zeke cada
hora del día, tomó control de su mente. No hubiese podido evitar besarlo, más de
lo que podría haber evitado que el tiempo se moviera. Cuando sus labios se
tocaron, incluso el aire pareció contener la respiración. Korey se apartó. La mano
de Zeke no dejaba de acariciarle la cara, como si tuviera voluntad propia. Korey
estaba ahora despierto y sostenía la mirada de Zeke. Sus ojos se movieron sobre
el rostro de Zeke, buscando algo. Zeke contuvo la respiración. No podía
explicarlo.
Korey se lanzó hacia adelante y abrió la boca sobre la de él. Zeke había anhelado a
Korey durante demasiado tiempo que no podía alejarlo.
La lengua de Korey tocó la esquina de la boca de Zeke, y se abrió para él. Cuando
sus lenguas se rozaron por primera vez, Zeke se puso duro. Masturbarse en la
ducha con el nombre de Korey en sus labios no se comparaba a sentir su cuerpo
contra el suyo y su lengua llenándole la boca.
Korey cambió de posición, profundizando el beso. El movimiento también hizo
que la erección de Korey le golpeara en el estómago y la piel de gallina bordeó su
cuerpo. Sus músculos se tensaron. Las manos de Zeke masajearon cada parte del
cuerpo de Korey que podía alcanzar. Korey le mordió el labio inferior y la palma
de la mano de Zeke chocó con la polla de Korey, piel contra piel, haciendo que se
diera cuenta de que en algún momento había metido la mano dentro de los
pantalones del hombre. Sus dedos automáticamente se curvaron alrededor de la
polla de Korey y la forma en que jadeó contra la boca de Zeke, lo llevó a hacer
todo lo posible para extraer más sonidos sexys del hombre entre sus brazos y
comenzó a masajear la polla de Korey.
Korey se movió contra su mano, chupando la lengua de Zeke y aferrándose a sus
hombros en un apretón mortal. No había vuelta atrás. Zeke ya sabía que se
odiaría a sí mismo más tarde. Pero, en estos momentos, no le importaba nada,
solo hacer que Korey viera estrellas.
Un gemido vibró alrededor de la lengua de Zeke y lo hizo duplicar sus esfuerzos,
acariciándolo más rápido. Su pene se retorció y goteaba dentro de su ropa

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interior como si el placer fuera suyo. La respiración de Korey se volvió irregular y
apartó la boca, obviamente incapaz de recuperar el aliento mientras estaba al
borde de la liberación entre los besos de Zeke. Con la cabeza echada hacia atrás,
jadeando por aire y follando abiertamente el puño de Zeke, Korey era la vista más
jodidamente sexy que Zeke había visto en toda su vida.
Los ojos de Zeke ardían con la necesidad de parpadear. No quería perderse ni un
segundo de ver a Korey en medio del placer. Un grito escapó de los labios de
Korey cuando semen caliente golpeó el pecho de Zeke. El aire entraba y salía de
los pulmones de Zeke como si hubiera corrido una maratón, sintiéndose dolorido
por la necesidad de meterse en el interior e Korey. No dejó de masturbarlo hasta
que Korey buscó de nuevo sus labios, Zeke lo abrazó con fuerza, sin importarle el
desastre que había entre ellos.
—Korey —Zeke respiró entre besos—. No puedo detenerme —Lo había
deseado por demasiado tiempo—. Tienes que hacer que me detenga.
—No quiero —dijo Korey, cambiando de ángulo y profundizando el beso.
El último hilo de resistencia de Zeke se rompió. Se puso de pie, sosteniéndolo y
Korey envolvió sus piernas alrededor de su cintura, aferrándose a él y tratando de
besarlo mientras que Zeke se dirigía a la habitación. Lo sabía. Había una voz en el
fondo de su mente, susurrándole que esto era un error. Habían pasado el punto
de retorno. Korey le mordió el hombro, y Zeke casi no llegó a la cama. Nunca en
su vida había necesitado tanto a alguien como necesitaba a Korey para poder
subsistir. Lo lanzó sobre el colchón con más fuerza de la necesaria. Rasgó sus
ropas antes de hurgar en la mesita de noche en busca de lubricante y condones.
Cuando su peso cayó sobre Korey, el cuerpo de Korey se arqueó contra él, como si
hubiese estado esperando toda su vida para que el cuerpo desnudo de Zeke tocara
el suyo.
Zeke observó a Korey mientras se desvestía y deslizaba el lubricante por su culo.
El rubor en las mejillas de Korey y la forma en que se mordía los labios hinchados
por los besos, fueron la vista más sexy que Zeke había visto en toda su vida.
Pintaba la imagen perfecta de un hombre excitado, era como si su semen no
hubiera manchado ya la camisa de Zeke enrollada en la esquina. Si se hubiese
tratado de otra persona y no Korey quien estaba debajo de él, Zeke ya lo tendría
de cara al colchón, pero no era así. Se trataba del hombre que deseaba.
Necesitaba verle la cara mientras lo tomaba. Arrastró el cuerpo de Korey más

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cerca y pasó la cabeza de su polla por la entrada de Korey, provocándolos a
ambos. Zeke apoyó la mano en la cabecera y se inclinó.
Korey presionó su palma contra el estómago de Zeke, deteniéndolo. —Hazlo
lento.
Con esas dos palabras, Korey calmó la tormenta que rugía dentro de Zeke. La
necesidad que arañaba su piel y que amenazaba con desgarrarlo en pedazos, se
transformó. Si Korey había estado con alguien en los últimos dos años, Zeke no lo
había visto. Demonios, era posible que Korey nunca hubiera estado con nadie. En
lugar de que eso lo desanimara, ese pensamiento solo avivó la posesividad en
Zeke. Cambió de posición y capturó los labios de Korey antes de empujar más allá
del apretado anillo de músculos que rodeaba su culo. No empujó profundamente,
Zeke se deslizó hacia dentro por unos centímetros y entonces se congeló. Su
lengua jugó con la de Korey mientras le daba tiempo para adaptarse. Zeke
siempre había sabido que sus besos serían asombrosos. Esto era mucho mejor
que todas sus fantasías juntas. Zeke se meció otros centímetros más adentro y el
sudor brotó en su piel. Esperaba no explotar antes de estar completamente
asentado. Korey se sentía tan caliente y apretado.
—Zeke —susurró Korey contra sus labios, irrumpiendo en la cabeza de
Zeke.
Empujó profundo y arrancó un gemido de Korey. Zeke intentó ir más despacio,
Korey era demasiado perfecto en todos los sentidos, había estado soñando con
esto durante demasiado tiempo. Después de apartar su boca, Zeke besó y
mordisqueó cada lugar que pudiera alcanzar mientras embestía contra el trasero
de Korey.
Korey alcanzó entre ellos su polla y comenzó a masturbarse. Zeke necesitaba
mirarlo. Sentándose sobre sus talones, sostuvo los muslos de Korey y bombeó
dentro de él mientras lo observaba masturbarse. Entre el calor apretando su pene
y la imagen erótica que Korey pintaba, la presión sobre la cabeza de la polla de
Zeke estaba ganando. Necesitaba aliviarse.
Korey gimió y se retorció debajo de él sin vergüenza.
—Eres tan jodidamente sexy —Con las primeras palabras gruñidas entre
ellos, Zeke no pudo detenerse—. Necesito ver cómo te corres otra vez. Eres tan
perfecto con mi polla, no aguantaré mucho más. Sabía que sería así.

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Los movimientos de Korey se aceleraron. Zeke no podía apartar la mirada de la
forma en que la corona de Korey desaparecía dentro de su puño una y otra vez. La
presión contrajo sus pelotas con fuerza, y la sensación se arrastró sobre todo su
eje y golpeó la cabeza de su polla. Zeke no podía frenarse. Alcanzó el éxtasis que
había estado prometiéndole el apretado culo de Korey.
Los músculos de Korey se tensaron. Su trasero apretó la polla de Zeke con tanta
fuerza que casi lo paralizó. El cuerpo de Korey se sacudió en cuanto llegó al
orgasmo. Su interior comenzó a sufrir espasmos, ordeñando a Zeke hasta el
olvido y luces aparecieron detrás de los ojos de Zeke en el momento en que se
corrió, haciéndole preguntarse si estaba teniendo una especie de derrame
cerebral. No podía respirar. Ola tras ola de placer lo consumían. En ese
momento, Korey lo estaba poseyendo como nadie más lo había hecho antes. Esa
era una realidad desde antes de que hubiese estado dentro de Korey, pero ahora,
Zeke no podía ver un futuro sin él.
Cubrió la boca de Korey con la suya mientras llenaba el condón que cubría su
pene. La lengua de Korey luchando contra la de él era lo único que estaba
deteniendo una confesión por parte de Zeke. Mañana se enfrentaría a las
consecuencias de lo que había hecho. Ahora mismo, necesitaba a Korey.Eran
perfectos. Literalmente perfectos.
Los dos niños yacían en el suelo de la sala de juegos, uno apuntando sus pies
hacia el norte y el otro hacia el sur, sus cabezas colocadas una al lado de la otra, lo
suficientemente cerca como para que sus cabellos castaño oscuro se
entremezclaran, dándoles la apariencia de una sola unidad.

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Capitulo Dos
Korey supo que se encontraba solo sin necesidad de abrir los ojos. No fue por la
sensación de que la poderosa presencia de Zeke faltaba en la cama, sino más bien
el olor de café que flotaba por la casa. Una sonrisa tiró de las comisuras de los
labios de Korey. Zeke no bebía café. Eso significaba que había hecho por él.
Korey se estiró, disfrutando del dolor en sus músculos. No quería pensar. Si lo
hiciera, comenzaría a preguntarse a donde irían las cosas a partir de aquí, o si la
noche anterior había sido una casualidad. ¿Zeke lo besaría dándole los buenos
días o fingiría que nada había ocurrido? Estaba seguro de poder volver a actuar
como si Zeke no fuera el amor de su vida. ¿Qué otra opción tenía si Zeke no
reconocía lo que habían hecho? Ninguna en absoluto.
Zeke se hacía cargo de él en todos los sentidos. No era como si Korey pudiese
enojarse y alejarse. Zeke era quien tenía todas las cartas. Demasiado para no
pensar.
Renunciando, Korey rodó sobre la cama y se dirigió a su habitación. El vapor de
la ducha caliente y ardiente le aclaró la cabeza. Iba a seguir el ejemplo de Zeke y
esperar lo mejor. Eso no quería decir que no tratara de lucir lo más atractivo
posible. Eligió su atuendo con cuidado y se aseguró de que su cabello estuviera
perfecto. Había deseado a Zeke durante el tiempo suficiente como para tomar
nota mental cada vez que la mirada del hombre permanecía sobre él por más
tiempo de lo habitual. Sucedía más a menudo cuando usaba un cierto par de
pantalones vaqueros.
Korey se los puso.
Puede que no tuviera las palabras adecuadas o piernas para mantenerse en pie,
pero Korey pensaba luchar con lo que Dios le había dado.
Con una respiración profunda para tomar valor, Korey se dirigió a la cocina.
Estaba vacía. Las manos de Korey se estrecharon mientras se servía un poco de
café. Mierda. No quería registrar la casa como un acosador desesperado. En su
lugar, se apoyó en el mostrador y tomó un sorbo de líquido caliente mientras

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hacía lo imposible para no pensar en nada en particular. Korey estaba demasiado
nervioso.
Zeke finalmente apareció por la puerta, vestido con una camiseta de color rojo
desteñido que abrazaba sus músculos y los pantalones vaqueros desgastados que
ahuecaban cada uno de sus activos. Korey casi se atragantó con su bebida. Tragó
con fuerza para no caer en un ataque de tos. Zeke no lo miraba.
—Pensé en llevarte a la Universidad.
Korey agarró la taza entre sus manos y deseó que Zeke le diera un vistazo. —De
acuerdo.
Zeke miró el reloj. —Es posible que desees darte prisa. Es casi la hora de tu clase
de psicología.
Korey pensó que había estado preparado para esto, pero la negativa de Zeke le
dolía más de lo que había estado esperando. —Bien —Korey dejó la taza a un lado
y agarró sus cosas, manteniendo su mirada cuidadosamente lejos de la de Zeke.
El dolor en su pecho podría deberse a un ataque al corazón, pero probablemente
no fuera eso. Se preocupaba que, si se atrevía a mirar a Zeke, mientras que él
hacía toda una demostración de no mirar hacia él, Korey podría morirse.
Zeke se abrió camino hacia su Jeep Wrangler Unlimited de color negro.
Korey observó su trasero.
Zeke lo miró por encima del hombro, pero su mirada no se encontró con la de
Korey. —Si te enteras de los resultados de tu prueba hoy, envíame un mensaje de
texto y házmelos saber.
—Bueno —Mierda. Era como si Korey solo supiera dos respuestas. Había
jurado que se las arreglaría si Zeke fingía que no pasaba nada. Ahora que había
llegado ese momento, Korey apenas podía respirar más allá del dolor. El viaje a la
universidad solo tomaba quince minutos, y se sintieron como horas enteras de
incómodo silencio. Korey no miró ni una vez en dirección de Zeke. Su mirada se
quedó pegada al camino, sin ver nada. Toda su concentración se dirigió a su
respiración. Cuando Zeke entró en el estacionamiento, Korey estaba listo para
saltar del auto. Su mano estaba en el mango de la puerta antes de que el Jeep se
detuviera.
—Espera —dijo Zeke, agarrando el brazo de Korey antes de que pudiera
salir del vehículo. La esperanza explotó a través del pecho de Korey con el primer

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contacto de la piel de ambos. Pero, murió de forma rápida ante la expresión
dolorida de Zeke—. Mira, lo de anoche fue un error.
Ouch. —Ya veo —Eso era una mentira. Korey no creía nada.
—Cuando te mudaste aquí para ir a Stanford, tu mamá acababa de fallecer.
Y luego Charlie murió. Te mudaste conmigo y creo que no has tenido tiempo de
salir de aquí. Hacer cosas. Yo ya lo he hecho todo. Entonces, lo de anoche no
volverá a pasar, ¿Sí?
No había palabras. Igualmente, todo el oxígeno parecía escaso. Ya sabía todo lo
que Zeke había dicho, sin necesidad de la recapitulación de todo lo que había
perdido. Korey no necesitaba un recordatorio de que estaba solo en el mundo.
Sobre todo, tampoco necesitaba la revelación de que Zeke no le pertenecía de
ninguna manera. Korey temía que, si abría la boca, todo su dolor se derramaría y
los ahogaría a ambos. En cambio, le dio a Zeke un fuerte asentimiento y se alejó.
Parecía que necesitaba hacer nuevos planes para su vida. Planes que no
incluyeran a Zeke.

Korey no apareció después de sus clases. Cuantos más minutos pasaban sin que
Korey apareciera sentado en su silla habitual, más violentos se volvían los golpes
de Zeke contra la defensa de Maverick.
Maverick sacudió las manos. —Maldita sea, Zeke. ¿Qué te pasa hoy?
—Nada. Tengo una pelea en dos días. Levanta las manos.
Maverick se metió las almohadillas debajo del brazo y sacudió la cabeza. —Si
estás tan empeñado en lastimarte antes de llegar al ring, entonces puedes
conseguir que otra persona te ayude con eso.
Zeke reprimió el impulso de atravesar la pared con el puño. La imagen devastada
de Korey después del discurso que Zeke le había dado esa mañana, no se iba de su
cabeza. Ahora, el hombre no se había presentado para el viaje a casa en conjunto
y Maverick estaba enojado con él. Todo lo que hacía era joder las cosas.

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Dándose por vencido, se dirigió a su casillero y sacó su teléfono. Tal vez algo
había pasado y Korey lo había llamado. Pero, no había mensajes ni llamadas
perdidas. Zeke le envió un mensaje de texto, no quería irse y perdérselo.

Zeke: ¿Dónde estás?

Afortunadamente, Korey respondió de inmediato.

Korey: En casa. Tenía algunas cosas que hacer, así que tomé el autobús.

Zeke: Está bien. No quería irme de aquí y que aparecieras necesitando un


aventón.

Korey: No. Estoy bien.

Zeke: Te veré en unos minutos. ¿Qué te gustaría para cenar? Compraré algo.

Korey: No estaré aquí para la cena, pero te agradezco.

¿Qué no estaría allí? Korey siempre estaba ahí. Zeke metió su teléfono en su bolso
y se dirigió a la puerta. Necesitaba llegar a casa. Algo estaba pasando, y Zeke no
dudaba ni por un segundo que tenía todo que ver con lo que había pasado la
noche anterior. Su maldita polla siempre lo metía en problemas. Nunca debería
haberlo tocado. Zeke se frotó el lugar en el pecho que le dolía al pensar en perder
a Korey. La noche anterior había sido la mejor noche de su vida. Quería correr a
casa y besar a Korey de nuevo y rogarle al hombre que le diera todo. Pero eso no
era justo. Korey debería escuchar toda la verdad y luego decidir si todavía quería
a Zeke. No debería haberlo tocado sin que Korey tuviera todas las cartas sobre la
mesa.

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Condujo a casa más rápido de lo necesario. Afortunadamente, no se encontró con
ningún policía. Su auto apenas dejó de rodar antes de que él saliera y se dirigiera
al interior de la vivienda. Al ver por primera vez a Korey empacando, Zeke supo
que había hecho bien en volver corriendo.
—¿Adónde vas?
Korey se sobresaltó con una mano en el corazón. —Santo cielo. Haz algún ruido la
próxima vez. Casi me das un infarto.
Todavía usaba los jeans que a Zeke tanto le encantaban. Estaban ligeramente
desgastados y ahuecaban el trasero de Korey. Como siempre, Zeke olvidó todas
las razones por las que no deberían estar juntos mientras lo observaba. —No me
respondiste. ¿Adónde vas?
La mirada de Korey se desvió. —Fuera.
—¿Necesitas una maleta para salir a fuera?
El pecho de Korey se expandió. Su mirada encontró la de Zeke. —Acepté la
invitación de Maverick para ir a Las Vegas. Nos iremos más tarde esta noche.
Zeke parpadeó mientras trataba de controlar su temperamento. Se aclaró la
garganta antes de responder. —¿No querías ir conmigo?
Un músculo saltó en la mandíbula de Korey. —Me niego a ser el error de nadie.
Hasta ahora, Maverick ha sido claro sobre lo que quiere. Prefiero ir con alguien
que no se arrepienta de mí.
—Maverick te romperá el corazón —Dijo Zeke con más rabia de la que
pretendía. Zeke nunca podría arrepentirse de Korey. Tampoco podría creerse que
él dejara su cama e inmediatamente se dirigiera hacia otra.
—No sería el primero —replicó Korey. Su marca dio en el blanco.
Zeke no podía detenerse. —Maverick solo quiere una cosa.
Korey se encogió de hombros. —Al menos él me quiere y no me ve como un niño
ingenuo. Él no me mira y ve una obligación con mi hermano.
—Entonces tal vez deberías irte a vivir con Maverick y que te apoye mientras
terminas la escuela de medicina —Cuando las palabras salieron de sus labios,
Zeke las lamentó, pero no se detuvo. No entendía como una persona podía ser tan
ciega, ¿Korey honestamente pensaba que Zeke lo había mantenido cerca todo

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este tiempo por el bien de Charlie? Podría haber instalado a Korey en un
apartamento aparte y haberlo visitado cada pocos meses.
En lugar de enfurecerse, como lo habría hecho Zeke en el lugar de Korey, él
rebuscó entre sus cosas y sacó su chequera. Garabateó algo en el papel antes de
arrancar un cheque y entregárselo. Zeke lo agarro sin pensar, miró el papel. Un
cheque por cincuenta mil dólares. Sus cejas se arquearon. —¿Esto qué es?
—Es lo que queda del dinero del seguro de vida de Charlie. Tendré mis
cosas listas para el final de la próxima semana.
—Se supone que ese dinero era para tus libros y cualquier cosa adicional
que necesites para la escuela hasta tu graduación.
Korey se encogió de hombros mientras agarraba su bolsa de viaje. —Ahora
cubrirá haberme tenido bajo tu techo los últimos dos años. Lamento haberme
quedado donde no era bienvenido. Si hubiera estado en mi sano juicio cuando
murió Charlie, podría haberme dado cuenta antes.
El temperamento de Zeke se disparó por las nubes, haciendo que su arrebato
anterior pareciera minúsculo en comparación. —Sabes muy bien que siempre has
sido bienvenido aquí. Tómalo —Trató de devolver el cheque, pero Korey lo
esquivo.
—Ya no lo sé.
Zeke rompió el cheque en pedazos y lo arrojó sobre el pecho de Korey. —Eres el
maldito idiota más inteligente que he conocido.
Korey finalmente se quebró. Arrojó su bolso a un lado. —No me jodas, Zeke.
¿Crees que no lo sé? Soy el que se sentó aquí durante dos años, esperando que
notaras que te amo, mientras deseabas que me diera cuenta de que soy una
maldita carga. Dime lo que quieres porque ya no puedo fingir más. Quiero estar
con alguien que me quiera igual, no quiero ser el error de nadie.
El cerebro de Zeke no pasó de la afirmación de que Korey lo amaba. Su boca se
abrió, pero ningún sonido salió. Apretó los dientes.
Korey resopló. Era un sonido feo. —Eso es lo que pensé —dijo Korey, recogiendo
su bolso con la obvia intención de irse. Tal vez Zeke no tenía el coraje de Korey en
cuanto a las palabras, pero eso no significaba que no lo sintiera.
Desafortunadamente, cuando su cerebro encontró un argumento válido, Korey ya
se había ido. Zeke corrió por la casa. Llegó al garaje con tiempo suficiente para

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verlo alejarse. El pensamiento más ridículo lo golpeó en su momento de
desesperación. Debería haberle comprado a Korey un auto nuevo mientras tuvo
la oportunidad… el de Korey tenía la luz de freno rota.

Una rabia fea mezclada con un dolor paralizante parecía destrozar la cabeza de
Korey. Condujo sin un destino real en mente. Las Vegas ya no era una opción.
Maverick era amigo de Zeke. La única forma en que Korey superaría esto era
cortando todos los lazos. Sin embargo, no podía dejar colgado a Maverick. Eso no
sería justo. Tampoco podía retractarse de algo tan grande como un viaje a Las
Vegas por mensaje de texto. Eso no estaría bien.
Con un suspiro, cambió de carril y se dirigió a la dirección que Maverick le había
dado. Korey trató como el infierno de mantener su mente en blanco. Estaba a
medio aliento de desmoronarse. Desde la muerte de Charlie, Zeke había sido su
apoyo. Ahora no había nada que se interpusiera entre él y la pérdida masiva. La
desesperación era un maremoto esperando para ahogarlo. Cada aliento era más
fuerte que el anterior. Korey intentó hacer una cuenta regresiva desde cien
mientras medía sus respiraciones. Cuando apareció un conjunto de casas
adosadas, Korey se dio cuenta de que había llegado de alguna manera a la casa de
Maverick sin morir. Encontró el edificio R y aparcó junto a un Dodge Ram rojo
que le resultaba familiar. Por un momento, miró a la nada y absorbió el silencio
de la noche. Lo último que necesitaba era desmoronarse en el segundo en que
Maverick le abriera la puerta. Korey cerró los ojos con fuerza, con la esperanza de
despejar la neblina que los cubría. No ayudó. Todo le dolía.
A la mierda. Necesitaba terminar con esta tarea para poder encontrar un sitio en
el que desmoronarse sin testigos. Miró el revestimiento amarillo de los edificios
de dos pisos. Parecía un lugar tranquilo. Se preguntó si tenían algo disponible
para alquiler. Korey resopló. Probablemente no podría permitírselo. Incluso si
Zeke nunca aceptara el dinero del seguro de vida de Charlie, cincuenta mil no le
durarían mucho tiempo sin un trabajo. Y todavía le quedaban años en la escuela.
Entre las pasantías, los estudios y un millón de otras cosas que tenía por delante,
no había manera de que pudiera pagar sus cuentas por sí mismo. Y toda esa
mierda palidecía en comparación con la destrucción que Zeke había causado a su

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corazón. Estaba hecho jirones. Concentrarse en sus problemas monetarios era lo
único que lo mantenía cuerdo. Korey se detuvo frente a la puerta de Maverick.
Después de doblarse hacia adelante, Korey apoyó las manos en sus rodillas y
aspiró. Una hiperventilación estaba a la vuelta de la esquina. Podía sentirlo. Todo
parecía insuperable y se acumulaba encima de la pérdida de Zeke. Korey no podía
lidiar con eso. Todo le dolía. Se enderezó, decidido a pasar por esto. Mientras sus
nudillos rozaban la puerta, Korey trató de tragarse el dolor. Casi esperaba
atragantarse con eso.
La puerta se abrió. Maverick estaba sin camisa. Korey casi olvidó la razón por la
que estaba allí. Maldita sea, Maverick era hermoso. Maverick lo miró con una
sonrisa de satisfacción y le hizo señas a Korey para que entrara. —Adelante.
Korey descartó la sugerencia. —No. no puedo quedarme Lo siento. Odio hacer
esto con tan poca antelación, pero pasé por aquí para decirte que no puedo ir a
Las Vegas contigo este fin de semana —Korey no podía mirarlo a los ojos.
—Está bien. ¿Tú estás bien? ¿Te gustaría entrar?
Korey imaginó que se veía tan roto como se sentía. Ni siquiera podía idear una
mentira. —No. Tengo que encontrar un nuevo lugar para vivir antes de que sea
demasiado tarde.
—Maldita sea. Eso no suena bien. Entra. Puedes quedarte conmigo hasta
que encuentres algo.
A pesar de la noche de mierda que había tenido, Korey logró sonreír. Finalmente
lo miró a los ojos. —No puedo, pero gracias.
Maverick lo agarró del brazo y lo arrastró adentro. —No te estaba preguntando.
Sin ofender, pero te ves como el infierno. Zeke me mataría si permitiera que te
fueras con este disgusto.
Korey intentó volver a salir por la puerta ante la mención del nombre de Zeke. —
A la mierda Zeke. Él no se preocupa por mí, y no necesito que nadie le diga en
dónde estoy.
—No —dijo Maverick, bloqueando su salida. Korey podría haber intentado
irse, pero habría tenido que tocar el sexy pecho desnudo de Maverick y eso no
podía suceder—. Te quedarás —dijo Maverick, sonando firme—. No he dicho una
sola palabra acerca de decirle a Zeke en donde estás. Eres un hombre adulto. Él
no necesita saber dónde estás en todo momento.

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Las palabras de Maverick hicieron que la tensión drenara los hombros de Korey.
Asintió. —Gracias. Ha sido un día difícil. Si te parece bien que me quede en tu
sofá, estaré eternamente agradecido y fuera de tu vista para mañana.
Maverick señaló hacia el sofá. —Tengo una habitación de invitados y no me
molestas. Las cosas tampoco han sido exactamente geniales el día de hoy para mí
tampoco. Me estás haciendo un favor al aceptar hacerme compañía.
Aunque Korey estaba seguro de que Maverick solo lo estaba aplacando, estaba
demasiado molesto para que le importara. Se acercó al sofá y se sentó. —¿Por qué
tuviste un mal día? —Korey necesitaba concentrarse en algo más que sus propios
problemas.
Maverick eligió el extremo opuesto del sofá y alzó los pies sobre la mesa de café.
Por un momento, miró al vacío, luciendo pensativo. El aliento de Korey se
entrecortó cuando vislumbró detrás de la habitual máscara arrogante de
Maverick. Estaba roto. Al igual que Korey.
Maverick negó con la cabeza. —No es nada —Le dedicó a Korey una sonrisa—.
Cuéntame acerca de Zeke. Sé que él no fue quién te echó, así que, ¿por qué buscas
otro lugar para vivir?
Korey dejó caer la cabeza en el sofá y miró el techo. Sin pensarlo, cruzó los brazos
sobre el pecho para proteger su corazón. No importaba cuánto buscara en su
mente, Korey no podía pensar en cual punto podría comenzar sin que sonara
como un maldito tonto. —Yo mismo me fui —dijo finalmente—. Zeke nunca me
habría echado y era necesario que me fuera.
—¿Por cuánto tiempo has estado enamorado de él?
Korey parpadeó para contener las lágrimas ante la pregunta. Maldición, como
dolía. Se le escapó un resoplido. No tenía sentido mentir si ya todo estaba
perdido. —Desde el primer día. Dios —respiró Korey—. Soy tan idiota.
—No. Él lo es.
La afirmación de Maverick hizo que Korey se encontrara con su mirada.
Necesitaba que alguien le dijera que no estaba siendo infantil o estúpido.
Maverick no lo defraudó. —Un hombre como Zeke no mantiene a alguien cerca y
le da tanto como él te ha dado a menos que quiera algo a cambio. Por la forma en
que te mira, diría que quiere todo de ti.

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Korey resopló y volvió a mirar al techo. —Ya tuvo todo de mí. Ahora lo ha
superado —No tenía sentido jugar al inocente en este momento—. Mierda —
Necesitaba seguir adelante. Se encontró con la mirada de Maverick—. Si ya sabías
acerca de Zeke y yo, entonces, ¿por qué me pediste que fuera a Las Vegas
contigo?
Maverick lo miró, yendo tan lejos como para inclinar su cabeza hacia un lado,
buscando algo que solo él parecía entender. —Creo que nos parecemos mucho, y
quizás estaríamos mejor juntos.
—¿Mejor cómo?
Una sonrisa triste tocó los labios de Maverick. —Sería mejor que estar con
alguien a quien nunca le han dicho que no. Alguien cuyo dinero le ha comprado lo
que sea que quieran y a quién quieran. Simplemente mejor —dijo Maverick,
sonando dolido. Apartó la mirada y cruzó sus brazos sobre el pecho, imitando la
pose de proteger su corazón que Korey había hecho—. Ayer… no lo sé. Vi algo en
ti —Sacudió la cabeza y le dirigió a Korey una sonrisa triste—. No importa. Eres
sexy. Ambos somos jóvenes. ¿Por qué no seguimos adelante y vamos a Las Vegas?
Puedes irte antes de la pelea de Zeke y sacar tus cosas mientras él está ocupado.
Haría que valiera la pena.
A pesar de todo, una sonrisa tiró de los labios de Korey. —Estoy tentado a aceptar
solo para dejar de sentirme como si me hubieran pateado las pelotas.
—Hagámoslo, entonces —dijo Maverick, poniéndose de pie.
—Pero —dijo Korey, deteniéndolo—. Eso no sería justo para ti.
El comportamiento arrogante tan habitual en Maverick regresó. —Cariño, tengo
los ojos bien abiertos y estoy muy dispuesto —Una sonrisa se deslizó por sus
labios—. Tú también estarías ayudándome a mí.
Un fuerte suspiro escapó de Korey. Tenía el mal presentimiento de que iba a
arrepentirse. —Bien, vamos —dijo Korey, poniéndose de pie. No era como si
tuviera algo que perder. Zeke le había robado todo a Korey desde hacía mucho
tiempo.

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Capitulo Tres
Zeke: Aquí tienes los datos de mi hotel por si me necesitas.

Zeke: ¿A qué hora sale tu vuelo y dónde te alojas?

Zeke: No estoy tratando de entrometerme. Que tengas un buen vuelo.

Zeke: Incluso un «vete a la mierda» es mejor que no contestar.

Zeke: De acuerdo. Supongo que me iré a la mierda entonces.

No existía un lugar tranquilo dentro de un estadio con veinte mil aficionados


gritando. La pelea de Zeke no era la única que tenía lugar. Permaneció escondido
dentro de la habitación trasera que le habían asignado. La seguridad se había
parado frente a su puerta. Zeke no podía dejar de pasearse. Era imposible no
estar nervioso antes de un combate. Un funcionario ya había firmado su cinta.
Zeke tendría que repetir el proceso fuera de la jaula, pero por ahora, no tenía
nada que hacer más que esperar. ¿Estaba Korey ahí fuera? Como el hombre había
ignorado los mensajes de Zeke, no había forma de que lo supiera. Podría enviar
un mensaje de texto a Maverick, pero eso olía demasiado a desesperación. Si
miraba las cosas con demasiada atención, Zeke ya se sentía como un idiota por
enamorarse de un hombre catorce años más joven que él. Nunca había pensado
que sería ese tipo, cuidando de un hombre más joven y todavía intentando fingir
que no estaba enamorado. ¿Qué mierda le pasaba? Korey había admitido que lo

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amaba, y Zeke lo había dejado ir. No podía dejar de tratar de patear su propio
trasero por eso. Ahora estaba a momentos de un gran combate, y Korey no estaba
con él. Zeke no tenía a nadie a quien culpar sino a sí mismo.
—Es el momento—, dijo Hendrix, el hombre de la esquina de Zeke,
sacándolo de sus pensamientos.
Zeke apretó la mandíbula y asintió a Hendrix. Despejó la puerta ante los gritos de
los oídos. Luego, todo el sonido se apagó, amortiguado por su visión del túnel.
Zeke estaba en modo de lucha. Este era su trabajo. Había estado entrenando
durante meses. Este era su cuarto combate por el título, y había mantenido el
título después de cada uno de ellos. Zeke no dejaría que este próximo tipo le
quitara la correa. Se detuvo fuera de la jaula para la inspección. El segundo juez
firmó su cinta antes de que Zeke se dirigiera al interior. Nada, excepto el sonido
de cada respiración que tomaba, penetraba en su concentración.
Deshawn Oliver tenía un mayor alcance. Eso no significaba una mierda. El
hombre también era diez años más joven que Zeke. Eso no importaba en
absoluto. Zeke era mejor. Las reglas se leían en voz alta. Zeke sintonizó todo. Se
las sabía de memoria. El combate comenzó, y Zeke se puso en modo de esperar y
ver. A veces, golpear fuerte y rápido no era la mejor jugada. Esta noche era una de
esas noches. Planeó dejar que Deshawn se cansara. Zeke tenía la resistencia.
Entonces, Deshawn bajó su hombro izquierdo, provocando a Zeke con una
apertura. Lo tomó, golpeando y conectando con la mandíbula de Deshawn. El
hombre le hizo pagar con un golpe en la mejilla derecha de Zeke. Sintió que la
piel se partía, pero ningún dolor penetró en la adrenalina que corría por sus
venas. Zeke realizó un barrido de piernas antes de que Deshawn recuperara el
equilibrio. El hombre cayó, pero volvió a levantarse.
Pasaron cinco asaltos con más de lo mismo. Cada uno de ellos consiguió sus
golpes. Zeke ya sabía que estaba ganando en puntuación. Deshawn haría su
movimiento pronto. No podía ganar con golpes en este momento. El hombre
necesitaba sacar a Zeke. Eso lo hacía doblemente peligroso.
Los músculos de Zeke sentían el desgaste de la batalla, pero tenía suficiente
fuerza para aguantar. Deshawn tenía una cuenta. Condujo con su pie derecho.
Zeke vio venir su siguiente movimiento medio segundo antes de que el hombre
intentara llevarlo a la lona, lo esquivó, desequilibrándolo, y golpeó antes de que el
hombre pudiera recuperarse.

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Con un empujón y un giro, Zeke tenía a Deshawn inmovilizado. Mantuvo el brazo
del hombre girado en un ángulo extraño, poniendo toda su fuerza detrás del
movimiento. No vio a Deshawn golpear, pero la campana sonó. Había ganado por
sumisión. El rugido del público llegó a sus oídos, casi ensordeciéndolo. Sus
brazos se alzaron y un micrófono se colocó debajo de su nariz. En realidad, Zeke
no tenía ni idea de lo que decía. Su mirada se movía de un asiento a otro,
buscando. Sabía que era poco probable que viera a Korey entre la multitud. Su
cerebro se negaba a abandonar la caza. Nada importaba si no podía compartirlo
con Korey.
Todo pasó como un borrón mientras se le hacía pasar de entrevista en entrevista.
Aun así, parecía que el tiempo se movía a la mitad de su ritmo. Todo lo que Zeke
quería era encontrar a Korey. No tenía ni idea de dónde estaba el hombre.
Cediendo, envió un mensaje de texto a Maverick.

Zeke: ¿Dónde estás?

Maverick: En el bar Sudden Skies, dentro del hotel Luna.

Zeke: Puede que te encuentre allí.

Maverick: Estaré aquí. Por cierto, felicidades.

El hotel Luna estaba a poca distancia. Zeke se subió la capucha de su sudadera,


bajó la cabeza y se abrió paso entre la multitud. Nadie intentó detenerlo. Por
supuesto, se imaginó que no emitía una vibración amistosa. El hombre de Zeke
estaba aquí con otra persona. Eso era algo que no podía aceptar. No importaba lo
cansado que estuviera, tenía que llegar a Korey. Le gustaba Maverick, pero Zeke
no tenía reparos en robarle a Korey. Maverick no había pasado los últimos dos
años amando a Korey.
Zeke lo había hecho.

|
Cuando despejó la puerta, Zeke vio a Maverick de inmediato. Korey no estaba a la
vista. Se abrió paso entre la multitud. Zeke no perdió el tiempo con las cortesías.
—¿Dónde está Korey?
Maverick se volvió. Su brillante sonrisa cayó cuando su mirada se posó en Zeke,
haciendo que éste se preguntara si parecía tan mortal como se sentía. —Me
canceló, diciendo que tenía que mudarse este fin de semana.
La garganta de Zeke se contrajo. —¿Qué?
Maverick asintió, como si Zeke hubiera hecho una pregunta de sí o no. —A mí
también me sorprendió. Pensé que habrías dicho algo si Korey se mudaba.
—Dijo algo al respecto, pero pensé que cambiaría de opinión—, dijo Zeke
distraídamente. Estaba a más de quinientas millas de distancia. Tardaría en
llegar a casa aunque corriera hasta allí en ese momento.
La mirada de Maverick se movió por el rostro de Zeke, como si buscara
respuestas. —Deja que te invite a una copa.
Zeke negó con la cabeza.
La línea entre las cejas de Maverick se hizo más profunda. —Has ganado.
Deberías estar celebrando. Diablos, ni siquiera fui yo y estoy celebrando.
—No, gracias—. No podía dejar de moverse de un pie a otro. Korey no
estaba allí. Zeke necesitaba arreglar las cosas. Nada más importaba.
—¿Estoy metiéndome sin permiso? — Maverick preguntó, pillando a Zeke
con la guardia baja. —Quiero decir, siempre he asumido que pensabas en Korey
como un hermano pequeño, pero no sé. Desde que lo invité aquí, has estado
actuando raro. Pensé que éramos amigos.
Zeke no sabía cómo responder. No podía negar que había tratado a Maverick de
manera diferente. Zeke buscó en su mente algo que no fuera una mentira. —Por
supuesto que somos amigos. Gracias por venir, y no tengo ningún derecho sobre
Korey. Sólo tuvimos una pelea.
La forma en que Maverick asintió y se mordió sus labios gritaba que no creía que
Zeke estuviera siendo honesto. Maverick no se echó atrás. —Sólo para que sepas,
no estoy jugando con él. No lo haría, sabiendo lo unidos que están los dos. Es un
gran tipo. Me gusta de verdad. La verdad es que no conocemos a muchos tipos
agradables, haciendo lo que hacemos.

|
Maverick dijo todas las cosas correctas. Si fuera cualquier otro que no fuera
Korey, Zeke estaría encantado por el tipo. No podía hacer esto. —Tengo que
irme—. Zeke se dirigió a la puerta sin dar más explicaciones. Sabía que parecía un
loco. Zeke no estaba seguro de que alguien no debiera poner en duda su
estabilidad mental.
Llegó a tres metros antes de que Maverick lo alcanzara. —Zeke. Espera.
Zeke se giró, conteniendo a duras penas su impaciencia.
—Vamos—, dijo Maverick, dándole una palmada en la espalda y llevándolo
hacia la puerta. —Mi hermana trabaja para Western Air. Puede mover algunos
hilos y llevarte a casa antes del final de la noche. Tal vez puedas atrapar a Korey
antes de que saque todas sus cosas. Entonces tu tonto culo puede decirle que lo
quieres antes de que las cosas se jodan sin remedio.
Zeke nunca consideró negarlo. —¿Soy tan obvio?
—Es un poco asqueroso. Además, acabas de decir en una arena llena de
veinte mil personas que Korey era la razón de todo lo que haces—, dijo Maverick
riendo. —Pensé que seguramente te romperías, conmigo a los pies, pero no. Por
el amor de Dios, hombre. Eres uno de los tipos más duros que conozco. Sacalo y
dile al hombre lo que sientes—. Hizo una pausa y miró, encontrando la mirada de
Zeke. Su tono se volvió serio. —O lo robaré. De verdad, se merece algo mejor que
ser engañado por el resto de su vida.
Más tarde, Zeke podría mirar hacia atrás y tener algunos fuertes sentimientos de
odio por esta conversación. Por ahora, todo lo que necesitaba era llegar a Korey
antes de perder al hombre para siempre. Maverick tenía las conexiones para
hacer que eso sucediera. Todo lo demás podía esperar.

Sólo le quedaba una noche en la casa que compartía con Zeke. El lugar se sentía
vacío sin la poderosa presencia de él. Aun así, Korey no podía convencerse de
salir un segundo antes de lo necesario. Korey se acurrucó en su silla. Estaba
cabreado, la furia le carcomía las tripas y le arañaba el cerebro. Korey quería

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rascarse la piel. Sobre todo, deseaba que a Zeke le doliera aunque fuera una
cuarta parte de lo que le dolía a él.
En cualquier momento de los últimos dos años, Zeke podría haber hablado y
decirle a Korey que se fuera. Seguro que podría haberlo hecho antes de follarse a
Korey. Antes de destrozarlo. Extrañamente, dejar a Maverick en Las Vegas no
había sido fácil. Maverick era sexy y divertido. Era la persona perfecta para
ayudar a Korey a seguir adelante, pero no podía quedarse al margen en Las Vegas
y animar a Zeke. Necesitaba sacar su mierda mientras Zeke estaba ocupado en
otra cosa.
¿Zeke estaba ocupado en otra parte? ¿Encontraría a alguien para compartir su
cama esta noche?
Korey se imaginaba que Zeke siempre encontraba una o dos personas para follar
cuando Korey no estaba cerca. Bastardo. No había nada que Korey pudiera hacer
para transformarse mágicamente en la persona que Zeke quería que fuera. No
podía ser más viejo, ni más mundano, ni menos jodido. No había ninguna
posibilidad para ellos. A Korey le dolía. Todo le dolía. Si tuviera sentido común,
se levantaría ahora y se alejaría del infierno en el que se revolcaba. Mañana era lo
suficientemente pronto. Cuando saliera el sol, lo haría mejor.
Con ese plan en marcha, Korey se dirigió a su dormitorio. Le quedaban algunas
cosas por empacar. Al cruzar el umbral en el espacio que Zeke le había dado, el
aire parecía diluirse. Luchó por conseguir oxígeno. Korey se sentó en la cama y
trató de calmar su corazón acelerado. Su mirada se posó en las fotos enmarcadas
junto a la cama. Una destacaba. Zeke y Charlie llevaban camuflaje y sonreían
para la cámara. Parecían felices. A Korey se le revolvió el estómago. Debería dejar
la foto para Zeke. Si Charlie no hubiera sido heterosexual, Korey podría odiar la
forma en que obviamente había hecho feliz a Zeke.
Korey siempre parecía hacer que Zeke frunciera el ceño más de lo que lo hacía
sonreír.
Recogió el marco y se dirigió a la habitación de Zeke. Cuando colocó el cuadro en
la mesa bajo la ventana de la habitación de Zeke, no pudo soltar el marco. Al
bajar a sus ancas, Korey apoyó la barbilla en el antebrazo y miró más de cerca la
imagen. La brillante sonrisa de su hermano le devolvió la mirada. Siempre se
esforzaba por no pensar en el hermano que había perdido. Al mirarlo ahora, a
Korey se le hinchó la garganta. Los últimos dos años y medio de su vida habían

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sido un infierno. Había perdido a todos los que le importaban. Ahora Zeke
también se iría. No pudo evitar culpar a Charlie por ponerlo en esta situación.
—Te odio por dejarme con otro puto desastre—, susurró Korey. Una
lágrima resbaló por su mejilla. Quería a su hermano. El hombre no había sido
perfecto. Nunca estaba cerca. Cuando su madre tuvo su primer ataque, seis años
atrás, Charlie la había dejado al cuidado de Korey. De alguna manera, Korey
había logrado hacerse cargo de todo y al mismo tiempo conseguir una beca
académica en Stanford. Luego, su madre había fallecido y Charlie, una vez más,
había dejado a Korey a cargo de todo. Su hermano había prometido que las cosas
serían mejores para Korey en California. Había mentido.
Tras ponerse en pie, Korey dio un paso atrás y se sentó en la cama de Zeke. Otra
lágrima siguió a la primera. Estaba tan jodidamente cansado. Cerró los ojos y se
acurrucó sobre su costado, se frotó las mejillas y resopló. La vida era agotadora.
Zeke había sido un pequeño rayo de luz en una existencia por lo demás oscura.
Ahora también se había ido.

El coche de Korey no estaba en el garaje. Aun así, Zeke irrumpió en la puerta,


rezando para que estuviera allí. El silencio que encontró fue más que
ensordecedor. La casa se sentía más vacía de lo que podría haber imaginado.
Cada respiración que hacía parecía reverberar en las paredes y asaltar sus oídos.
Incluso sabiendo la verdad, no le impidió comprobar la habitación de Korey.
Los muebles estaban allí, pero habían sido despojados de todos los objetos
personales. Los cajones y el armario estaban vacíos. No quedaba nada del
habitual desorden de productos de Korey en el baño.
Cuando los pies de Zeke cruzaron el umbral de su dormitorio, sus pasos se
ralentizaron. Una foto familiar de Charlie y de él estaba sobre la mesa debajo de
la ventana. Zeke la reconoció como la que había estado en la mesa junto a la cama
de Korey.
Una hoja de papel de cuaderno en espiral desgarrada al azar estaba metida
debajo del borde del marco. A Zeke le tembló la mano al alcanzarla. Le ardían los
ojos mientras leía.

|
Zeke,
Gracias por darme dos años de paz cuando más los necesitaba. Estoy seguro de
que tu tolerancia a mis tonterías superó con creces las expectativas de Charlie.
Lamento que nuestra amistad haya terminado con una nota tan horrible. Más
que eso, siento haber pensado que éramos amigos mientras tú te sentías
utilizado. He dejado otro cheque en la nevera. Por favor, cóbralo. Nunca quise
aprovecharme de ti. Tal vez algún día me veas con mejores ojos, pero no creo
que eso suceda si no cobras ese cheque. Estoy más orgulloso de haberte conocido
de lo que nunca entenderás. Hay demasiadas palabras en mi cabeza para saber
cómo terminar esto, así que sólo diré, mantente bien.
-Korey

Que se joda Korey por pensar que podía irse con una nota. No habían terminado
hasta que Zeke lo dijese y eso era nunca. Tras hacer una bola con el papel y tirarlo
al suelo, Zeke sacó su teléfono y se dirigió a la cocina para romper otro cheque.
Encontraría a Korey. Cuando lo hiciera, pondría al chico sobre sus rodillas por
haber creído que alguna de las tonterías de esa nota era cierta.

Maverick se había pasado de rosca hace dos horas y se había adentrado en un


territorio de embriaguez que nunca había conocido. Rezaba por no haber
cometido un error al ayudar a Zeke a llegar a Korey a toda prisa. Se querían.
Alguien merecía ser feliz, pero él no debería haberse involucrado.
Un cosquilleo familiar le recorrió la columna vertebral, Maverick luchó contra el
impulso de girar la cabeza. Zander estaba aquí. En algún lugar. Observándolo.
Antes de que pudiera llamar la atención del camarero para pedirle otra bebida,
Maverick se encontró entre dos hombres gigantescos. Su corazón cayó. Sabía que
esto iba a ocurrir.

|
—El señor Kapra solicita el placer de su compañía—, dijo el hombre de su
izquierda. No podía ocultar su fuerte acento ruso.
A Maverick se le escapó un resoplido antes de que pudiera rebatirlo. —Dígale a
Zander que se puede ir a la mierda.
Algo cálido le presionó la espalda. Los ojos de Maverick se cerraron cuando el
familiar aroma de la colonia cara lo invadió. —¿Por qué iba a hacer eso cuando
puedo follarte a ti1? — La pregunta en voz baja rozó la concha de la oreja de
Maverick.
Los dos gigantes desaparecieron, dejando a Maverick solo con el hombre que
siempre lo aplastaba. Debería haber saltado en el vuelo con Zeke mientras tenía
la oportunidad. Ahora era demasiado tarde. Tal vez siempre lo había sido. Su
teléfono zumbó, salvándolo de reconocer a Zander. Tardó un momento en
enfocar los ojos para poder leer el mensaje de Zeke.

Zeke: Se ha ido. Necesito tu ayuda.


Maverick: Dame un minuto.

En realidad, necesitó como cinco minutos para desplazarse borracho por sus
mensajes hasta encontrar el número de Korey.

Maverick: ¿Te has ido ya?

Korey: Sí. Estoy en el Hotel 10 en Monroe en la habitación 114. Me dejan pagar


por semana hasta que encuentre un apartamento. Gracias por todo.

Maverick: No te preocupes. Mantenme informado.

Korey: De acuerdo.

1
En ambos diálogos se utiliza la palabra “fuck” solo que cada uno lo interpreta de manera diferente.

|
Tras parpadear varias veces ante su teléfono, Maverick consiguió copiar y pegar
el mensaje de Korey en un mensaje para Zeke. Con eso fuera del camino, no le
quedaba más que concentrarse en los ojos azul hielo que lo perseguían cada
segundo del día.
—¿Dijiste algo sobre follarme? — Si es así, ahora era el momento. Maverick
estaba demasiado borracho para sentir. Esa era la única forma en que podía
soportar que Zander lo tocara.
—Eso depende—, dijo Zander, sonando más duro que de costumbre. —
¿Trajiste a ese niño contigo a Las Vegas para burlarte de mí?
Mil respuestas corrieron a los labios de Maverick, incluso él no estaba seguro de
cuál caería. Todo lo que Maverick sabía era que no había suficiente alcohol en
todo Las Vegas para ahogar lo que sentía cuando Zander se acercaba. Nada ni
nadie le daba más miedo.

Korey no había pasado la noche en casa de Zeke. Era demasiado duro. La


presencia del hombre estaba en todas partes, sofocando a Korey con un amor que
nunca tendría. Dondequiera que mirara, Zeke estaba allí.
El hotel era muy ruidoso, pero Korey se deleitaba con cada coche ruidoso, cada
grito, cada música atronadora y cada portazo. Nunca se había sentido más solo en
el mundo. De lado, de cara a la pared, se quedó mirando a la nada. Quería no
sentir nada. No había llorado cuando Charlie murió. Ahora que Zeke se había ido,
Korey sentía que las lágrimas no dejarían de salir, como si Zeke hubiera sido el
pegamento que lo mantenía unido. Le dolía todo.
Korey cerró los ojos y contuvo la respiración, con la esperanza de calmar la
tormenta interior que se desataba en su interior. La calidez lo envolvió. El olor
familiar de Zeke lo rodeó. —Lo siento—, dijo Zeke contra su oído. Tocó con sus
labios el punto bajo la oreja de Korey. —Por favor, no me dejes.
La garganta de Korey ardía. Zeke estaba allí. Había estado tan cerca de aceptar el
hecho de que nunca volvería a ver al hombre. Quería sorprenderse de que el

|
hombre hubiera irrumpido silenciosamente en su habitación de hotel, pero nada
de Zeke lo sorprendía. El hombre siempre se salía con la suya. Parecía que
debería haber un millón de cosas que Korey pudiera decir. Su voz no funcionaba.
Zeke instó a Korey a ponerse de espaldas. Luchó contra la tentación de cerrar los
ojos para no verlo. Había un corte bajo el ojo derecho de Zeke. Los dedos de
Korey lo rozaron automáticamente.
—Sé que es tu trabajo, pero no me gusta que te hagan daño.
En la mirada de Zeke se agitaban intensas emociones, haciendo que el corazón de
Korey se acelerara. Zeke limpió la humedad de debajo de los ojos de Korey. —Me
estás haciendo daño ahora mismo. Irse no era parte de nuestro trato—, dijo Zeke,
con la voz cada vez más dura. —Se suponía que te ibas a quedar. Se suponía que
yo me retiraría y pasaría mis días presumiendo de mi sexy marido el doctor.
Cada respiración era más fuerte que la anterior. Korey se preguntó si su mente se
había roto. Zeke hablaba como si siempre hubiera querido que estuvieran juntos.
—Dijiste que yo era un error.
—No—, dijo Zeke sacudiendo la cabeza. —Dije que la otra noche fue un
error. Eres lo mejor que me ha pasado. Pero no debería haberte tocado sin
contarte antes todo sobre mí. Te mereces ser seducido y mimado por alguien de
quien lo sabes todo. No quiero robarte tus opciones. Quiero que me elijas incluso
después de que hayas visto todas mis cartas y conozcas toda mi mierda.
—Te conozco—. Lo hacía. Tal vez no había escuchado todas las historias
que Zeke tenía que contar, pero lo conocía.
Zeke negó con la cabeza. Una sonrisa triste tocó sus labios. —No lo haces—.
Apartó el pelo de Korey de su cara. —¿Sabes cómo conocí a tu hermano?
Korey nunca había pensado en preguntar. No le gustaba pensar en Charlie. —No.
—Era mi entrenador de sobriedad. Le pagué para no tener que ir a un
centro de tratamiento después de que la policía me encontrara desmayado en mi
coche.
—Era tu mejor amigo—, argumentó Korey, que no quería oír que la vida de
Zeke había sido otra cosa que perfecta.
—Lo era—, aceptó Zeke, —pero no al principio. Al principio, yo era su
trabajo. Me rompí la rodilla luchando y me hice adicto a los analgésicos.
Convertirme en un adicto sucedió antes de que me diera cuenta—. La boca de

|
Zeke se levantó en una esquina. —Tienes una carrera increíble por delante. Estoy
muy orgulloso de ti, y no quiero convertirme nunca en una vergüenza para ti.
Korey no quería quitarle importancia a la confesión de Zeke, pero el hombre no
había dicho nada con lo que no pudiera lidiar todavía. —¿Eso es todo?
Una pequeña sonrisa tocó los labios de Zeke. —Soy catorce años mayor que tú.
Korey se mordió el interior de la mejilla para no reírse. —Eso, lo he sabido
siempre.
La expresión de Zeke se volvió seria. —Estoy enamorado de ti.
Eso, no lo había sabido.
Korey parpadeó. La presión caliente de las lágrimas detrás de sus ojos amenazaba
con vencerlo de nuevo. Tuvo que aclararse la garganta para hablar. —Yo también
estoy enamorado de ti.
—Quiero que vengas a casa.
Korey se revolvió de la cama. —Quiero que me enseñes el resto de tus heridas. No
has hecho cinco asaltos y has acabado con un solo corte—. Encendió la luz del
baño, decidido a ver a Zeke en su totalidad.
Zeke se movió rápido para alguien que ya había estado en una pelea esta noche.
Su pecho chocó con la espalda de Korey. Los brazos del hombre rodearon la
cintura de Korey. —Tienes algunas preguntas que responder primero.
La felicidad hizo que Korey se atreviera. —Desnúdate y yo responderé mientras tú
lo haces.
Zeke lo soltó y Korey se apoyó en el mostrador del baño, disfrutando del
espectáculo. Se subió la camiseta y se la quito por encima de la cabeza, revelando
las costillas magulladas. —¿Cómo supiste que mi combate duró cinco asaltos?
—Maverick me envió un mensaje de texto con los detalles.
Zeke tiró su camisa a un lado y acorraló a Korey contra el tocador. —No más
mensajes de texto con Maverick.
—Somos amigos—, argumentó Korey. —Me convenció de no volver a
Alabama. De lo contrario, podría haberme alejado de todo aquí y haber
desaparecido para siempre. Él sabe que es a ti a quien quiero.

|
—Dime que volverás a casa—, ordenó Zeke, dejando pasar su anterior
exigencia. Sus dedos rozaron la mandíbula de Korey. El hombre hacía muy difícil
mantener una conversación. Hacía que muchas cosas fueran difíciles.
—Dime que me amas de nuevo—, susurró Korey, necesitando más.
Zeke no dudó en ceder. —Te amo. Ven a casa.
—Sólo si me besas—. Porque Korey pensó que moriría si no probaba pronto
a Zeke.
—Ahora es el momento de pedir cualquier cosa, ¿y todo lo que quieres es
un beso?
Korey modificó su petición. —También deberías quitarte los pantalones.
—Hecho—, dijo Zeke antes de tocar con sus labios la comisura de la boca de
Korey.
—Si vuelves a decirme que soy un error, te doy un puñetazo en la polla—,
advirtió Korey. Giró la cabeza, capturando los labios de Zeke antes de que el
hombre cambiara de opinión.
El beso de Zeke fue todo lo que había sido la otra noche y más, porque esta vez,
sabía que tenía el corazón de Zeke. El beso fue abrumador, Korey se sometió al
asalto del hombre.
Zeke se detuvo. En los últimos dos años, Korey podría no haber sido el amante de
Zeke. Eso no significaba que Korey no lo conociera. Sabía cómo salirse con la
suya con Zeke.
Cuanto más cedía a Zeke, más se derretía, volviéndose más dulce a cada segundo.
—Pantalones—, le recordó Korey entre besos.
Las manos de Zeke se dirigieron al botón de sus vaqueros. Korey podría haberlo
hecho, pero quería ver a Zeke desnudarse. Sin embargo, no pudo evitar que sus
dedos encontraran los abdominales del hombre antes de pasar a las almohadillas
del pecho de Zeke.
Zeke estaba duro por todas partes. Era como el terciopelo sobre el acero. Todas
las veces que Korey había mirado a Zeke y fantaseado con tocarlo salieron a la
superficie. La respiración de Zeke se estremeció en torno a la lengua de Korey
mientras éste pasaba sus manos por los costados.

|
—Perfecto—, respiró Zeke, rozando sus labios desde la boca de Korey hasta
su mandíbula. —Tan jodidamente hermoso—, añadió Zeke, continuando con la
lluvia de elogios sobre Korey. —Nadie creerá que estás conmigo por otra cosa que
no sea mi dinero.
Una risa surgió en la garganta de Korey. No había una persona viva que no
deseara el cuerpo de Zeke después de una sola mirada. —Mi Sugar Fighter2.
Zeke mordisqueó los labios de Korey pero nunca dejó que Korey lo atrapara para
un beso más profundo. —Siempre.
Cuando Zeke se bajó los vaqueros por las caderas, Korey se dobló por la cintura,
persiguiéndolo y negándose a ceder la boca del hombre. Una suave risa se le
escapó a Zeke. El sonido vibró contra los labios de Korey. Se le cortó la
respiración. —Te amo—. Zeke le había dado la libertad de decir las palabras, y
ahora Korey no quería dejar de confesar sus sentimientos. Habían estado
reprimidos demasiado tiempo.
Zeke se quitó la ropa de encima y lo acercó con más agresividad de la que éste
esperaba. Jadeó ante la agresión. Zeke desgarró la ropa de Korey y sus dientes se
hundieron en el labio inferior de Korey. Lucharon por acercarse, piel con piel sin
barreras. Cuando sus pechos desnudos se encontraron y luego sus erecciones
chocaron, se calmaron. Allí era donde debían estar. Zeke hizo girar suavemente a
Korey en sus brazos, forzando la mirada de Korey hacia el espejo. —Míranos
juntos.
Una sensación creció dentro de Korey al ver el reflejo de Zeke abrazándolo. Su
estómago se acalambró de necesidad. Nunca era demasiado de Zeke.
—Somos perfectos juntos—, dijo Zeke, acariciando el estómago de Korey y
dirigiéndose al sur.
Korey tragó. Su garganta era como papel de lija. Korey se aferró al mostrador
como si fuera el pegamento que mantenía su cordura. No podía apartar la mirada
de Zeke. Sus ojos no podían renunciar a la visión de los sensuales brazos que lo
rodeaban. Todo en Zeke estaba hecho a la perfección. El hombre era hermoso.
Sus miradas se encontraron en el espejo. El pre-semen se deslizó por su longitud.

2
“Sugar Fighter” es un juego de palabras entre Sugar Daddy (Papi de Azucar) y Fighter (luchador). Se traduciría
como “Luchador de Azúcar”.

|
Zeke palmeó la polla de Korey. —¿Te masturbas con fantasías sobre mí tan a
menudo como yo me acaricio con pensamientos sobre ti?
—Si te refieres a casi a diario, entonces sí—, respondió Korey con
sinceridad. El pecho de Korey se expandió. Zeke lo acarició ligeramente,
torturándolo con la promesa de más.
—¿Qué te hago en estas fantasías?
—Todo—, jadeó Korey mientras Zeke apretaba la polla de Korey.
—¿Te hago sufrir, prolongando tu placer?
Korey estaba demasiado excitado para sentirse avergonzado. —Sí.
—¿Alguna vez estoy de rodillas? — Zeke preguntó contra el hombro de
Korey. Sus labios rozaban la piel de Korey con cada sílaba.
—No.
Zeke hizo una pausa, como si estuviera sorprendido por la respuesta de Korey. —
¿Crees que no me dejaré caer aquí mismo y te llevaré a la garganta?
Sin un ápice de vergüenza, Korey sostuvo la mirada de Zeke en el espejo. —No es
así como te imagino cuando te imagino chupándome la polla. Siempre estás de
espaldas, y yo siempre estoy montando tu cara. - Korey no podía creer las
palabras que salían de sus labios. Había estado callado demasiado tiempo,
anhelando lo que nunca pensó tener. Ahora Zeke lo observaba con lujuria en su
mirada mientras le ofrecía a Korey una vida más allá de lo que podría haber
imaginado.
—Sí. Hagámoslo—, dijo Zeke mientras guiaba a Korey y se dirigía a la
cama, los nervios no deseados se apoderaron de él cuando vio a Zeke acomodarse
sobre su espalda. —Sube aquí.
Korey se lamió los labios, luchando contra las mariposas. El calor de la mirada de
Zeke era lo único que lo salvaba de sonrojarse y balbucear sus incertidumbres. En
lugar de eso, se aferró a la cabecera para apoyarse mientras se sentaba a
horcajadas sobre la cabeza de Zeke.
Todo el nerviosismo se esfumó mientras miraba la línea de su cuerpo. El hambre
en los ojos de Zeke lo era todo. La confesión se le escapó con facilidad. —Eres el
hombre más sexy que he visto nunca. No he apartado la mirada desde la primera
vez que nos conocimos.

|
—Yo también tengo cosas que decir, bebé, pero ahora mismo, quiero esto—
. Zeke lamió la erección de Korey desde la raíz hasta la corona. El aire abandonó
los pulmones de Korey en un silbido. Entonces, el hombre se llevó a Korey a la
garganta, y el tiempo se detuvo. El mundo se desvaneció. No existía nada más
que el tirón de la boca de Zeke y el apretón de su garganta.
Korey tomó lo que le ofrecía, follando abiertamente la garganta y la boca
dispuestas del hombre. Juró que podía sentir cada papila gustativa mientras
rozaban su corona. Zeke pasó de la polla a los huevos, chupándolos antes de
lamerle el culo.
Korey era sensación y deseo. Nada más.
Era desvergonzado. Los gemidos llenaron el aire. Tenían que ser suyos, pero
Korey no podía controlar los ruidos que salían de su garganta. Su polla estaba de
nuevo en la garganta de Zeke y Korey sabía que no duraría mucho más. Su mente
se estrechó, concentrándose en nada más que su inminente orgasmo. Estaba en el
precipicio.
Korey se sacudió contra la cara de Zeke, sin control. Buscó la liberación. El
mundo se inclinó y Korey se encontró de espaldas. No tuvo tiempo de bajar de su
subidón ni de gritar de negación por la pérdida de la boca de Zeke justo en el
momento en que más la necesitaba.
Zeke arrancó un condón colocandoselo y se introdujo en el interior de Korey
antes de que éste se diera cuenta de lo que había sucedido. Un grito salió de sus
labios. El orgasmo más poderoso que jamás había experimentado se abalanzó
sobre él. La boca de Zeke cubrió la suya, tragándose sus gemidos.
La polla de Zeke lo estiró y golpeó en todos los ángulos correctos. Ola tras ola de
placer sacudió a Korey. Entre el áspero beso de Zeke y el éxtasis de Korey, no
podía recuperar el aliento. No le importaba. El oxígeno estaba sobrevalorado.
Nada importaba más que la polla de Zeke llenándolo y el desorden entre sus
cuerpos. Juntos, eran reales y crudos. Todo en ellos era perfecto. Zeke presionó
su frente contra la de Korey. Aspiró aire a través de su boca abierta, luchando
visiblemente por respirar mientras sostenía la mandíbula de Zeke, tenia los ojos
cerrados y Korey no podía apartar la mirada.
Zeke hacía que estar dentro de él pareciera el lugar más increíble del mundo.
Korey quería darle el mundo, hacerlo gritar. Se preguntó si Zeke tenía juguetes.
Le encantaría chupar la polla del hombre mientras hacía algún movimiento de

|
vibración dentro suyo. En la mente de Korey flotaban las fantasías de que el
semen de Zeke cubriera su lengua.
—Córrete para mí, sexy. Planeo pasar el resto de mi vida sacudiendo tu
mundo.
Los ojos de Zeke se abrieron. Bombeó más rápido mientras sostenía la mirada de
Korey. El éxtasis hizo que sus párpados se volvieran pesados, pero Korey no
podía cerrar los ojos contra esto. Sus dedos se clavaron los hombros de Zeke,
instándolo a seguir. Con el sudor manchando su piel.
Korey no podía parpadear. No quería perderse la explosión de Zeke, sus músculos
se tensaron y Korey contuvo la respiración. Un fuerte jadeo salió de Zeke y Korey
juró que sintió el momento en que sus almas se encontraron.
Zeke se derrumbó sobre él, abrazando a Korey con tanta fuerza que no podía
expandir sus pulmones. —Me he quitado los pantalones. Tienes que venir a casa
ahora—, dijo entre respiraciones fuertes.
—¿Tienes esposas?
Una risa que sonaba cansada rozó la concha de la oreja de Korey. —¿Las necesito
para que no me dejes otra vez?
Korey acarició la espalda de Zeke. —No. Sólo estaba pensando que me gustaría
mantenerte encadenado a la cama por un tiempo cuando lleguemos a casa. No
voy a ir a ninguna parte, y tampoco quiero que lo hagas tú.
Los labios de Zeke rozaron el punto bajo la oreja de Korey. —No te preocupes.
Estoy en esto para siempre—, susurró contra su piel.
Korey sonrió contra el hombro de Zeke. Cada noche que había pasado deseándolo
que fuera suyo había valido la pena. —Puedo lidiar con la eternidad—, le susurró
Korey, y lo harían.
Para estar con Zeke, Korey daría cualquier cosa.
Zeke significaba todo para Korey. Siempre lo haría.

FIN.

|
Siguiente en la serie…

Zander no llegó al punto en el que está por jugar limpio. Todo el


mundo tiene un precio. Y Maverick no es la excepción.

En cuanto conoció a Zander, Maverick supo que necesitaba establecer límites.


Zander Kapra ya tiene más de lo que cualquier hombre debería tener, y Maverick
no tiene la intención de unirse a la lista de hombres sin rostro, con los que Zander
probablemente se ha acostado. No ayuda el que Zander tenga la posición para
hacer o deshacer su carrera en la MMA. Maverick jamás dejaría que ningún
hombre tuviera esa clase de poder sobre él.
Como propietario de todos los hoteles y casinos Luna en la costa oeste, Zander
controla quién podrá participar en las peleas de apuestas en sus jaulas, y
Maverick le ha llamado la atención desde hace meses. Todos los viernes por la
noche, Zander se asegura de estar dondequiera que Maverick se encuentre.
Acechándolo. Esperando por la oportunidad. Hay algo en ese luchador engreído…
Y Zander necesita tenerlo. Pero, Maverick no lo trata como las demás personas.

|
No importa. Zander no llegó al punto en el que está al jugar limpio. Consigue a la
persona que quiere. Siempre que lo desea… Y no permitirá que Maverick sea la
excepción.
Desde el primer día, Maverick y Zander luchan por quien domina, pero Maverick
tiene problemas mucho más grandes que las formas autoritarias de Zander. Los
secretos que Zander lleva con él, podrían ser un golpe más duro del que sea capaz
de soportar.

|
Sobre la Autora
Charity Parkerson es una autora premiada y con varias publicaciones. Nacida sin
ningún filtro de su cerebro a su boca, decidió tomar esta extraña peculiaridad e
insertarla en sus personajes.
*Ganadora del Premio Favorito de los Lectores en siete ocasiones
*Finalista del Premio Pluma Apasionada 2015
*Ganadora del Premio de la Crítica 2013
*Finalista del ARRA de 2012 en la categoría de romance paranormal favorito.
*Cinco veces ganadora del premio Mistress

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