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LOS SENTIDOS DE LA CIUDAD: SOBRE CÓMO MUJERES Y HOMBRES ORDENAN SUS ESPACIOS VITALES

Pero aparte del mayor interés que se pueda tener en la alimentación de la familia, el
preparar los alimentos en la cocina implica toda una rutina de intercambios en los que la

afectividad de la mujer va a quedar totalmente implicada. La cocina y los alimentos es una


de las mejores vías como tiene la mujer de darse a su familia, un trabajo que a ella le va a
permitir incidir en los gustos e incluso en los organismos de su marido e hijos. Así, en la

cocina tiene lugar un cuidadoso procesamiento de los ingredientes, en el que se involucra


toda la afectividad femenina, de manera que no se produce sólo una nutrición alimenticia

sino incluso, se podría decir, espiritual.

De ahí el rechazo de algunas madres por que sean otras manos las que den de comer a sus
familias; en estas clases altas y media-altas es frecuente que las familias dispongan de una

señora del servicio. Al cargo de estas mujeres suelen estar casi todas las actividades
domésticas menos la alimentación. Aunque haya dinero para pagar a una sirvienta, sólo la
madre, con su dedicación, es la que puede nutrir óptimamente a toda su familia131. La que

se establece alrededor de la comida es una relación extremadamente humana como para


que sea una extraña al grupo doméstico la que se encargue de preparar los alimentos.

Esta circunstancia explica ese privilegiado uso que del espacio de la cocina realizan las

mujeres. Ellas a la cocina no van a realizar una tarea insidiosa, sino que se van a involucrar

este… yo estoy empezando con problemas de diabetes y por eso como que ponerle más énfasis.
(Mujer, Naciones Unidas, clase media alta)
131
F.C: Y luego por ejemplo la comida de a diario ¿te encargas tú de ella?
Entrevistada: Sí yo, desde siempre he cocinado, desde chiquita.
F.C. Y por ejemplo con eso ¿la muchacha te ayuda?
Entrevistada: Sí hay cosas que también ella sabe hacer pero soy como celosa. Como que siempre
he cocinado yo y me gusta ¿eh? Parte por el celo, pero me gusta y les gusta a ellos como les
cocino entonces lo hago con más gusto. (Mujer, Valle Real, clase alta)
Y también:
F.C. ¿Y cocinas tú o viene alguien…?
Entrevistada: No, yo cocino. Sí tengo una persona que me ayuda a la limpieza pero no a la cocina
F.C. ¿Y por qué a la cocina no?
Entrevistada. Fíjate que nunca me ha gustado que otras manos ahora sí, que hagan la comida, o
sea tengo que ser yo, la confianza, no sé me gusta que sea yo. (Mujer, Los Olivos, clase alta).
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emocionalmente en la participación corporal de los alimentos preparados cuando llega la

hora de comer. Si se puede decir así, la cocina es el espacio primordial donde tiene lugar
esa alquimia femenina del cuidado y atención por los miembros de la familia. Este hecho

explica, además, la atención con las que las madres van supervisando el ritual alimenticio
del hogar. Situadas en perspectiva van contemplando gustosamente cómo marido e hijos
asimilan todo su esfuerzo de sostenedora132.

La atención con que las mujeres de estas clases sociales cuidan la disposición de la cocina

habla profusamente de la importancia y la implicación que supone para ellas la tarea de la


alimentación de la familia. La cocina, de esta manera, mediatiza los vínculos emocionales

que establece la madre con el resto de la familia a través de la nutrición. Ante esta calidez
relacional, el resto de actividades de la reproducción quedan reducidas a un simple valor

funcional. Hay que hacerlas, porque los hijos y el marido las necesitan, y basta.

Por tanto, si veíamos a la mujer disfrutar en el momento de disponer y organizar la cocina,

cuando la oigamos hablar de cómo ordenó el resto de espacios de la casa su actitud va a


ser puramente instrumental. La casa, entonces, debe de adaptarse prácticamente a las

necesidades y a la forma de subvenirlas que se instauran en el núcleo doméstico133. La


practicidad sustituye entonces a la emotividad, y lo que se busca es que la vivienda dé los

menos problemas posibles en la realización de unas tareas que, ahora sí, son
exclusivamente necesarias y hasta insidiosas.

132
Entrevistada: Sí. Y la barra la hicimos para que, en la mañana que desayunan, esté ahí más
cerca. De hecho, la mesa casi no la utilizamos.
Entrevistadora: ¿Ah no…? Parece muy cómoda, como está tan cerquita también.
Entrevistada. Sí, no. Allá, yo este… Yo como de aquel lado, y el que esté, aquí. En la mañana no
más Arturo. El grande, se sienta aquí y yo les voy sirviendo. Luego ya se va él a la escuela y baja
mi marido y mi hijo Sebastián. Y los dos se sientan ahí. Y yo como parada o jalo una de
estas…así. (Mujer, San Francisco, clase media).
133
Así sucede, por ejemplo, con el lavado y el planchado: Porque si te quitas la ropa y la llevas a
lavar allí o sea no, tienes que bajar todo y quieres planchar una camisa y tienes que bajar a la
plancha. ¡Qué flojera! Mejor ya no la planchaste, por ejemplo que tuviera un patio exterior donde
puedes asolear cosas… (Mujer, Las Cañadas, clase alta).
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Sin embargo, y sobre todo en estas clases altas, la casa no es sólo para la mujer el espacio

del trabajo y de las tareas domésticas. Hay que recordar que muchas mujeres cuentan con
servicio doméstico, de modo que se les rebaja la carga horaria que tienen que dedicar a las

tareas de la reproducción134. Como ya señalamos más arriba, las mujeres de estos estratos
son, además, elementos delicados y que hacen lucir a la familia. Es también una de sus
aspiraciones el permanecer bonitas y de ahí el sentido que va cobrando la cirugía en estos

estratos. Y, como el lugar de referencia para esta labor de cuidarse a sí misma, el baño se
presenta como un espacio privilegiado. El baño es también un espacio femenino que se

disfruta, y es femenino porque, como se ha señalado, las mujeres son más delicadas y
precisan de mayores cuidados135.

De esta forma, la vida de las mujeres de las clases altas de Guadalajara pivota

fundamentalmente alrededor del espacio doméstico. La mujer suele tener más presente
que el varón, en su marco de referencia espacial, la casa y todas las tareas vinculadas a ella.
Sin embargo la mujer nunca se encuentra recluida en su casa, como ciertas asunciones

doctrinarias sugerirían sobre la separación de los espacios públicos y privados136. Antes al


contrario, esta clase de mujeres viven alojadas en un muy intenso flujo de tránsitos entre

los distintos lugares de la ciudad.

Este hecho viene reforzado, la mayoría de las ocasiones, por la circunstancia de que
muchas de ellas, con el paso de los años, retoman actividades educativas, productivas o

134
Falú (2002, p. 33) ha advertido que las mujeres de las clases altas no necesariamente dedican
menos tiempo a la familia y al hogar por el hecho de contar con servicio doméstico. Indica, sin
embargo, que cambiarían las actividades básicas de dedicación. De estar dedicada a las tareas
más insidiosas (que ahora realiza la trabajadora doméstica), pasa a estar dedicada a otras tareas
nuevas que se añaden en estos estratos como monitorear las muy diversas actividades recreativas
de los hijos.
135
Así lo refería una mujer que planeaba poner un baño extra en la casa:
Entrevistadora: Y la, la que se vería premiada ahora sería la hija…
Entrevistada: Sí, sí.
Entrevistadora: Con el cuarto de baño propio…
Entrevistada: Sí, sí; es que ya ves que las niñas son más delicaditas. (Mujer, Naciones Unidas,
clase media alta)
136
Así puede constatarse en la doctrinaria división que establece, por ejemplo, Cevedio, 2000: 68.
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profesionales que tuvieron que abandonar para dedicarse a la crianza de los hijos. En

capítulos posteriores vamos a ver cómo se abren de nuevo a ese mundo exterior que
nunca dejaron de visitar. Pero, para lo que supone su estancia en la vivienda, esa mayor

apertura al mundo exterior implica la exigencia de la flexibilizar el acomodo de las


actividades en el hogar para que puedan resultar compatibles con las realizadas fuera.

Y quizá esa será la palabra clave para aprehender esta nueva ubicación espacial; la
flexibilidad. La mujer siempre mantiene la casa como eje que articula sus desplazamientos.

Pero ahora debe ser flexible para poder combinar la subvención de las necesidades del
grupo doméstico, cuya atribución ella nunca abandona, con la aparición en otros lugares y

la realización de otras actividades.

Nunca hay que olvidar que muchas de estas mujeres pertenecen a los estratos ilustrados
de la ciudad; por tanto, ellas se hicieron para algo más que cuidar a los hijos en el silencio
del hogar. Si acaso hubo un tiempo en que se dedicaron exclusivamente a esta labor de la

reproducción, ello se debía a que el rol de cuidadora sigue ocupando un espacio


primordial en la definición de sus identidades; pero nunca dejaron de ser mujeres

ilustradas. Así, cuando pasan los primeros y más difíciles años de la crianza, es normal ver
que estas mujeres retoman esas otras inquietudes que ellas sí desarrollaron en su

juventud.

Ha sido frecuente encontrar que muchas de ellas volvieron a la escuela, a la universidad, a


proseguir sus antiguos estudios o a comenzar otros nuevos. En este caso, las mujeres
siempre se veían en la dificultad de articular esta nueva actividad de desarrollo personal

con la actividad socialmente encomendada del cuidado. En este sentido, eran capaces de
darle una doble utilidad a los espacios de la vivienda: un lugar para continuar cuidando,

pero también para comenzar a realizar actividades propias137.

137
Cuando mis hijos ya están más grandes y en cuanto se metieron a la escuela me metí a tomar
clases, primero de literatura, luego de filosofía, luego me fui a tomar un curso de psicología.
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En otras ocasiones recurrían a un lento pero seguro cambio en los roles entre hombres y
mujeres. Cuando se trataba de acudir a las clases y de tener que dejar a los hijos con

alguien, alguna de estas mujeres podían recurrir a sus esposos, entre cuyas funciones,
ahora también, entraba quedarse en la casa los fines de semana con los niños para que la
mujer pudiera seguir su carrera formativa138. Ahora bien, nunca hay que olvidar que es casi

fundamental, para que la mujer pueda retomar formación o su educación por encima de
las actividades encomendadas de la reproducción, el contar con el apoyo o, cuando

menos, el beneplácito del marido139.

Pero también sucede que la salida del hogar no se produce sólo con motivo de continuar
los estudios. Hasta en estos casos de clases altas y, sobre todo, en los de las clases medias

y medias altas, la necesidad también aprieta y la mujer se ve compelida a retomar la


actividad económica remunerada. No hay que olvidar que el nivel de vida exhibido es
ciertamente muy elevado, de forma que incluye colegiaturas de los hijos, letras de la casa y

del automóvil, costos de mantenimiento de la vivienda y el fraccionamiento y un muy


extenso etcétera. En épocas de dificultades, para estas familias de clases medias y medias

altas, el ingreso del esposo no es suficiente y la mujer tiene también que cooperar y buscar
un empleo fuera de la vivienda.

Lo que, como señalamos, nunca va a hacer la mujer es desatender totalmente la casa, la

labor que ocupa mayoritariamente su identidad. Esto hace que también respecto al

Empecé ahí a involucrarme con mis estudios. Entonces yo hacía la tarea junto con mis hijos y ellos
hacían la suya y yo hacía la mía. Entonces así estudie la mitad de un filosofado. (Mujer, Valle Real,
clase alta).
138
Mira ahorita viernes, sábado y domingo yo me voy a la maestría, así que mi esposo esos días
se dedica a ser mamá y papá de tiempo completo. (Mujer, zona ITESO, clase media).
139
Nada más que ahí el esposo no la apoyó (a su hermana) para seguir una carrera, y mi esposo
si. Yo me metí a la UNIVA en un horario de 7 a 11 de la noche cuando ya tenía mi primer hijo. De 7
a 11. O sea, antes todo el día era la casa el niño, todo eso que yo me volvía loca porque yo había
trabajado toda la vida. (Mujer, Valle Real, clase alta)

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