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Oh mujer que el tiempo finito lo conviertes en infinito.

Pensaba en escribir una carta libre tal vez de romanticismo, pero es imposible tratar de
escribir algo en lo que la mente y el corazón no concuerdan.
Remontémonos algunos meses atrás y por ello veo necesario continuar con aquella
hermosa frase la cual dice “hay que enloquecernos de lo bello”, belleza que deleita no
solo la vista sino el corazón, pero más que una belleza meramente superficial, me gusta
el interior, lo que hace valer realmente la pena. La primera vez que te vi quedé meramente
maravillado, con aquella belleza infinita y una manera de expresión única, nunca había
pasado por mi cabeza y menos en ese momento escribirte ni hablarte, pues lo consideraba
como una misión imposible; tal vez creería que sería la primera y ultima vez que te vería,
pero la vida dio tres vueltas y he aquí que te tengo como amiga.
Enloquecernos por lo bello, continuo con esa frase, lo bello que es sentirse escuchado y
al mismo tiempo amado, una amiga que con un mensaje alegra el día y que con una mirada
te puede reiniciar la vida, expresiones inexpresivas, sentimientos inentendibles, un amor
y cariño extraño que solo se da a entender como emociones de antaño. He aquí lo que os
ha hecho tan especial, la capacidad que tienes para ser una amiga y a la vez como una
mamá; el tiempo que no es tiempo al gastarlo en preocupaciones inútiles por mí, una
mirada profunda que me hace acordarme de ti; abrazos en los que se junta el frio y el
calor, el frio de una pobre alma con el calor de un corazón. Está corta carta se convirtió
en lago romántico, aunque creo que me desvié por otro camino solo ten presente amiga
que te amo.

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