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A LA DELINCUENCIA JUVENIL
I. ABSTRACT
II. INTRODUCCIÓN
Actualmente los delitos cometidos por los menores es uno de los te-
mas que suscita gran interés entre los investigadores de diversas discipli-
nas, como la Psicología, la Criminología, el Derecho Penal, la Sociología,
etc., así como entre la sociedad en general, propiciando intensos debates
que intentan dar una explicación a este fenómeno. La delincuencia juvenil
aparece asociada e interrelacionada con factores económicos, culturales,
sociales, familiares, personales, etc. En este sentido, han sido muchas las
propuestas para explicar la conducta delictiva, formulándose diversas teo-
rías desde diferentes perspectivas que proponen una explicación del deli-
to vinculándolo a factores de diversa índole, tanto educativos, familiares y
psicosociales.
Factores familiares
Dentro de las clásicas teorías psicológicas, desde la perspectiva del
aprendizaje vicario, Bandura (1973) afirmó que el aprendizaje observacio-
nal se produce en primer lugar en la familia y en la subcultura prevalente,
a través de los símbolos culturales que forman parte del ambiente social.
Desde esta perspectiva, la familia se constituye como el pilar básico desde
donde se van conformando los procesos de socialización de los menores.
Con respecto a las variables familiares, han sido objeto de estudio
principalmente aspectos como el clima/dinámica familiar, tamaño de la
familia, existencia de antecedentes de conducta delictiva o de consumo de
drogas en algún miembro familiar y nivel socioeconómico.
En relación a la dinámica y al tamaño familiar, diversos estudios mani-
fiestan que un clima familiar adecuado favorece la conducta adaptada en los
adolescentes (Amezcua, Pichardo y Fernández, 2002). Factores como un
mayor tamaño familiar y la desestructuración familiar potencia una conduc-
ta desadaptada y mayor delincuencia del menor (Cano, 2006; Rodríguez
y Torrente, 2003; Torrente y Merlos, 1999; Torrente y Rodríguez,
2004), así como escaso afecto y cohesión familiar, una alto grado de conflic-
to y un estilo educativo caracterizado por la permisividad está relacionado
con la implicación de los hijos en conductas problemáticas (Martínez,
Fuertes, Ramos y Hernández, 2003; Villar, Luengo, Gómez y Romero,
2003; Rodríguez y Torrente, 2003). Ovalles (2007) habla de familias
disfuncionales como una de las causas que explican la delincuencia juvenil,
siendo las características de estas familias la falta de comunicación, de afec-
to, de actividades, falta de pertenencia y de cohesión, y afirma que una
buena comunicación familiar es un factor de prevención de la conducta
delictiva. En este sentido, factores como el apoyo familiar, con normas cla-
ras dentro del hogar y una buena estructuración, están altamente asociados
a la no reincidencia de menores infractores (Carr y Vandiver, 2001).
En cuanto a hogares monoparentales, en el caso de la separación de
los progenitores, los hijos suelen presentar problemas de adaptación que
pueden incluir la implicación en conductas disociales, aunque estas con-
ductas tienden a persistir en el tiempo en el caso de los hijos varones. En
concreto, los hijos de familias monoparentales a cargo de la madre es más
probable que presenten más puntuaciones elevadas en conductas agresi-
vas, comportamiento disocial y conducta delictiva (Cantón, Cortés y
Justicia, 2002). Por otro lado, otros autores afirman que en cuanto a la
separación de los padres, es el conflicto originado lo que se asocia con el
delito (Cano, 2006; Rechea y Fernández, en García, 2008, págs. 116).
Otro de los factores tradicionalmente asociado a la conducta delictiva
es el nivel socioeconómico de la familia. Diferentes estudios muestran que
Factores individuales
En relación a las características individuales, existen una serie de ras-
gos de personalidad que parecen estar vinculados a la conducta delictiva,
entendiendo por rasgos de personalidad aquellas predisposiciones esta-
Drogas
Droga y delincuencia aparecen frecuentemente asociados en las inves-
tigaciones realizadas, donde se ha mostrado que es una práctica habitual
entre los menores infractores el consumo de distintos tipos de sustancias.
Algunos autores han encontrado relaciones el consumo de sustancias (ta-
baco, alcohol, cocaína, hachís, drogas de diseño, etc.) y determinadas ca-
racterísticas psicológicas como la impulsividad y la búsqueda de sensacio-
nes (ambas características estrechamente relacionadas con la comisión de
delitos), y consecuentemente, con la conducta antisocial de los adolescen-
tes (Muñoz y cols., 2002). Según Loeber (1985, en Cano, 2006) se produ-
ce un incremento en paralelo del consumo de drogas al incremento de la
conducta antisocial. Esta afirmación coincide con los resultados obtenidos
en otras investigaciones (Crespo, Perles y San Martín, 2006; Olivan, 2002),
que encontraron un patrón consistente de consumo de diferentes sustan-
cias en los menores infractores. Cuando la conducta antisocial aparece a
edades tempranas, y continua en el comienzo de la adolescencia (13 años),
puede ser considerada como un potente predictor de abuso de determina-
das sustancias (McCord, 1982; Loeber, 1988, en Muñoz y cols., 2002,
págs. 315). Sin embargo, debemos diferenciar entre una delincuencia fun-
cional (cuando el menor comete un delito para obtener drogas) y la indu-
cida (se delinque bajo los efectos de las drogas y se pueden cometer con-
ductas de riesgo, entre ellas la comisión de delitos), ya que se diferenciará
las motivaciones de los jóvenes ante el delito.
Tipología de delitos
Con respecto a la tipología de los delitos cometidos por menores in-
fractores, los delitos más frecuentes son aquellos contra la propiedad, se-
guidos de los delitos contra las personas, según los datos obtenidos de
Instituto Nacional de Estadística (2008). Los delitos contra la propiedad
incluyen fundamentalmente robo y hurto de vehículos, hurto, daños, robo
con fuerza en las cosas y robo con violencia e intimidación. Los delitos
contra las personas incluyen lesiones y amenazas. Estos datos coinciden
con los obtenidos en anteriores investigaciones. Torrente y Merlos (1999)
encontraron que los delitos más frecuentes eran los cometidos contra la
IV. CONCLUSIONES
res la relación parece no ser tan evidente, ya que es cada vez mayor el nú-
mero de menores infractores que pertenecen a familias estructuradas y
normalizadas.
Por otra parte, tal y como señalaba el Defensor del Menor en Madrid,
está incrementando el número de menores que cometen el primer delito
por debajo de los 14 años, siendo las conductas delictivas de estos menores
caracterizadas fundamentalmente por la violencia ejercida. En este sentido,
mencionar que en casos de delitos cometidos por menores de 14 años, és-
tos no son imputables a los menores desde el punto de vista penal, debien-
do actuar en estos casos los Servicios de Protección correspondientes, des-
tacando que las medidas adoptadas tienen carácter voluntario. Esta
circunstancia ha generado dos debates diferenciados en cuanto a la dismi-
nución de la edad de responsabilidad penal hasta los 12 años. Aquellos que
se posicionan en contra, argumentado que, según la Criminología, aquellos
sujetos que cometen delitos a edades más tempranas tienen peor pronósti-
co, con una alta probabilidad de mostrar conductas delictivas más graves en
el futuro. Por otro lado, aquellos que se muestran a favor, defendiendo la
idea de que no debemos olvidar que chavales menores de 14 años, son ni-
ños, e introducirles en el sistema judicial a estas edades tan tempranas no
puede más que traer efectos negativos para dichos menores.
La emergencia de nuevas formas de delito, como son el maltrato fami-
liar, acoso escolar y delitos relacionados con las nuevas tecnologías (graba-
ciones de móviles, vídeos en Internet…) así como la disminución de la
edad de comisión del delito, nos lleva a plantearnos la aparición progresi-
va de nuevos perfiles de menores infractores, lo cuál tendrá importantes
implicaciones metodológicas desde el ámbito profesional, tanto en lo que
se refiere a estrategias de intervención como, más importante, en las estra-
tegias de prevención de la delincuencia juvenil.
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