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VARIABLES PSICOSOCIALES VINCULADAS

A LA DELINCUENCIA JUVENIL

Lourdes Contreras Martínez, M.ª Carmen Cano Lozano


y Virginia Molina Banqueri
Departamento de Psicología. Área de Psicología Social.
Universidad de Jaén

Sumario: I. Abstract: II. Introducción: III. Variables psicosociales vinculadas


a la delincuencia juvenil; IV. Conclusiones; V. Bibliografía.

I. ABSTRACT

La delincuencia juvenil se encuentra asociada e interrelacionada con


factores económicos, culturales, sociales, familiares, personales, etc. Han
sido muchas las propuestas para explicar la conducta delictiva, formulán-
dose diversas teorías desde diferentes perspectivas que proponen una ex-
plicación del delito vinculado a diversos factores educativos, familiares y
psicosociales. En este sentido, numerosos investigadores y profesionales
de este ámbito de actuación han realizado estudios en los que se intenta
lograr una aproximación explicativa del fenómeno. El objetivo de este tra-
bajo es realizar una revisión de los principales estudios que abordan los
factores psicosociales vinculados a la delincuencia de menores. Estos fac-
tores pueden agruparse en familiares, individuales, relacionados con dro-
gas, la escuela y grupo de iguales y la tipología de los delitos cometidos.
Respecto a los factores familiares, la falta de comunicación, estilos educa-
tivos permisivos, conflictos entre los progenitores, abuso de drogas y con-
ducta delictiva de los padres aparecen muy vinculados a la conducta delic-
tiva de los hijos. Determinadas características individuales como escaso
autocontrol y tolerancia a la frustración también muestran una alta vincu-
lación al delito, así como el consumo habitual de drogas. Un alto porcen-

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taje de los menores infractores también muestran fracaso escolar y grupo


de iguales conflictivo. En cuanto a la tipología de delitos, los más frecuen-
tes son aquellos contra la propiedad seguido de los delitos contra las per-
sonas. Por último, el porcentaje de delitos cometidos por varones es signi-
ficativamente superior al cometido por mujeres.
Palabras clave: menores infractores, factores psicosociales, delito,
conducta antisocial, edad penal.

II. INTRODUCCIÓN

Actualmente los delitos cometidos por los menores es uno de los te-
mas que suscita gran interés entre los investigadores de diversas discipli-
nas, como la Psicología, la Criminología, el Derecho Penal, la Sociología,
etc., así como entre la sociedad en general, propiciando intensos debates
que intentan dar una explicación a este fenómeno. La delincuencia juvenil
aparece asociada e interrelacionada con factores económicos, culturales,
sociales, familiares, personales, etc. En este sentido, han sido muchas las
propuestas para explicar la conducta delictiva, formulándose diversas teo-
rías desde diferentes perspectivas que proponen una explicación del deli-
to vinculándolo a factores de diversa índole, tanto educativos, familiares y
psicosociales.

III. VARIABLES PSICOSOCIALES VINCULADAS


A LA DELINCUENCIA JUVENIL

A continuación se detallan aquellos factores que han sido objeto de


numerosas investigaciones por su relación con la conducta delictiva de los
menores. Estos factores pueden agruparse en familiares, individuales, re-
lacionados con drogas, la escuela y grupo de iguales y la tipología de los
delitos cometidos.

Factores familiares
Dentro de las clásicas teorías psicológicas, desde la perspectiva del
aprendizaje vicario, Bandura (1973) afirmó que el aprendizaje observacio-
nal se produce en primer lugar en la familia y en la subcultura prevalente,

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a través de los símbolos culturales que forman parte del ambiente social.
Desde esta perspectiva, la familia se constituye como el pilar básico desde
donde se van conformando los procesos de socialización de los menores.
Con respecto a las variables familiares, han sido objeto de estudio
principalmente aspectos como el clima/dinámica familiar, tamaño de la
familia, existencia de antecedentes de conducta delictiva o de consumo de
drogas en algún miembro familiar y nivel socioeconómico.
En relación a la dinámica y al tamaño familiar, diversos estudios mani-
fiestan que un clima familiar adecuado favorece la conducta adaptada en los
adolescentes (Amezcua, Pichardo y Fernández, 2002). Factores como un
mayor tamaño familiar y la desestructuración familiar potencia una conduc-
ta desadaptada y mayor delincuencia del menor (Cano, 2006; Rodríguez
y Torrente, 2003; Torrente y Merlos, 1999; Torrente y Rodríguez,
2004), así como escaso afecto y cohesión familiar, una alto grado de conflic-
to y un estilo educativo caracterizado por la permisividad está relacionado
con la implicación de los hijos en conductas problemáticas (Martínez,
Fuertes, Ramos y Hernández, 2003; Villar, Luengo, Gómez y Romero,
2003; Rodríguez y Torrente, 2003). Ovalles (2007) habla de familias
disfuncionales como una de las causas que explican la delincuencia juvenil,
siendo las características de estas familias la falta de comunicación, de afec-
to, de actividades, falta de pertenencia y de cohesión, y afirma que una
buena comunicación familiar es un factor de prevención de la conducta
delictiva. En este sentido, factores como el apoyo familiar, con normas cla-
ras dentro del hogar y una buena estructuración, están altamente asociados
a la no reincidencia de menores infractores (Carr y Vandiver, 2001).
En cuanto a hogares monoparentales, en el caso de la separación de
los progenitores, los hijos suelen presentar problemas de adaptación que
pueden incluir la implicación en conductas disociales, aunque estas con-
ductas tienden a persistir en el tiempo en el caso de los hijos varones. En
concreto, los hijos de familias monoparentales a cargo de la madre es más
probable que presenten más puntuaciones elevadas en conductas agresi-
vas, comportamiento disocial y conducta delictiva (Cantón, Cortés y
Justicia, 2002). Por otro lado, otros autores afirman que en cuanto a la
separación de los padres, es el conflicto originado lo que se asocia con el
delito (Cano, 2006; Rechea y Fernández, en García, 2008, págs. 116).
Otro de los factores tradicionalmente asociado a la conducta delictiva
es el nivel socioeconómico de la familia. Diferentes estudios muestran que

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una baja economía familiar se considera un factor de riesgo para la impli-


cación en delitos sus miembros (Crespo, Perles y San Martín, 2006). En
contraposición, en otras investigaciones se obtienen resultados que indi-
can que esta relación no es tan evidente (García, 2008; Grossi, Paíno,
Fernández, Rodríguez y Herrero, 2000; Sobral, Luengo y Marzoa,
2000). Quizá una interpretación sería que no son los problemas económi-
cos los que están directamente asociados a la comisión de delitos, sino que
sería, al igual que sucede con la separación de los padres, el conflicto re-
sultante de esta situación el que estaría relacionado con la conducta anti-
social de los hijos.
También cabe mencionar la influencia sobre la delincuencia de los hi-
jos de los factores asociados a los propios padres, tales como el abuso de
drogas, el alcoholismo o la conducta delictiva (Rutter y Giller, 1983, en
Cano, 2006). Con respecto al consumo de drogas en el ámbito familiar, el
modelado paterno de consumo de drogas es considerado como un poten-
te factor de riesgo, que se constata como una mayor disposición en los
hijos adolescentes a experimentar y habituarse tanto al alcohol como a
drogas ilegales (Moral, Ovejero y Pastor, 2004). La violencia en el seno
familiar y las conductas desviadas de los padres son consideradas factores
de riesgo para que los menores lleven a cabo conductas antisociales (Be-
nítez y Justicia, 2006; García, 2008). En concreto, parece que la comi-
sión de delitos por parte del padre es el que ejerce mayor influencia sobre
la conducta delictiva de los hijos (Farrington, 2001), frente a la influencia
de otros miembros de la familia.
Sin embargo, con respecto a los factores familiares de riesgo, están
apareciendo resultados novedosos. Estos resultados apuntan a nuevo per-
fil psicosocial del menor infractor, ya que un gran número de estos sujetos
provienen de familias donde no existe desestructuración familiar, es decir,
los progenitores no están separados, no existen denuncias por malos tratos
conyugales, los padres no tienen antecedentes judiciales ni problemas de
drogodependencia. Tampoco se registran relaciones familiares conflictivas
ni antecedentes de medidas de protección, aunque si aparecen problemas
económicos (Crespo y cols., 2006)

Factores individuales
En relación a las características individuales, existen una serie de ras-
gos de personalidad que parecen estar vinculados a la conducta delictiva,
entendiendo por rasgos de personalidad aquellas predisposiciones esta-

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bles a comportarse de una determinada manera o según un patrón carac-


terístico. Estos menores suelen ser precipitados en sus pensamientos y
comportamientos, actuando frecuentemente sin pensar en las consecuen-
cias, lo que unido al bajo autocontrol, resulta inevitablemente en la demo-
ra de la gratificación y la regulación de las necesidades inmediatas (López
y López, 2003). Desórdenes por Trastorno por Déficit de Atención con
Hiperactividad parecen incrementar el riesgo de delinquir cuando se
combina con problemas de conducta incluida la agresión (Muñoz, Gra-
ña, Peña y Andreu, 2002). Los rasgos de personalidad que aparecen po-
tentemente asociados a la conducta disocial son el locus de control exter-
no, la búsqueda de sensaciones, alta impulsividad, bajo autocontrol,
atrevimiento y baja interiorización de normas (Capsi y cols., 1994, en
Muñoz, 2004, p. 27; López y López, 2003; Ross y Fabiano, 1985; So-
bral y cols., 2000). También es necesario mencionar, que los jóvenes
delincuentes tienen menores habilidades de resolución de problemas que
los no delincuentes, lo que puede favorecer que utilicen la violencia como
forma de resolver sus conflictos, llevándoles a cometer conductas inadap-
tadas, entre ellas conductas delictivas. En este sentido, suelen mostrar
pocas conductas de consideración con los demás, pocas conductas pro-
sociales y baja asertividad (Garaigordobil, 2005).
Con respecto al sexo de los menores infractores, los datos muestran
reiteradamente que los delitos son cometidos en un alto porcentaje por
varones. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (2008), el
85% de los delitos son cometidos por chicos, frente al 15 % de las chicas.
Estos datos oficiales se refieren a los menores cuya edad se encuentra
comprendida entre los 14 y los 18 años, ya que los menores de 14 años
son inimputables desde el punto de vista penal, actuando en estos casos
los Servicios de Protección de la Comunidad Autónoma correspondiente,
siendo esta medida de carácter voluntario por parte de los progenitores y
el menor implicado. Esta circunstancia ha generado dos debates diferen-
ciados. Por un lado, aquellos que se posicionan en contra, argumentado
que, según la Criminología, aquellos sujetos que cometen delitos a edades
más tempranas tienen peor pronóstico, con una alta probabilidad de mos-
trar conductas delictivas más graves en el futuro (Trulson y cols., 2005).
Por otro lado, aquellos que se muestran a favor, defendiendo la idea de que
no debemos olvidar que chavales menores de 14 años, son niños, e intro-
ducirles en el sistema judicial a estas edades tan tempranas no puede más
que traer efectos negativos para dichos menores.

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En esta línea, recientemente, Bernuz, Fernández y Pérez (2007), en


su estudio comparativo de las Comunidades Autónomas de Aragón, An-
dalucía y Castilla la Mancha, al observar las conductas delictivas de los
menores de 14 años, comprobaron que se trataban de comportamientos
fundamentalmente violentos. Entre las conductas más usuales se encontra-
ron las lesiones, insultos y amenazas. En las provincias de Zaragoza, Mála-
ga y Albacete se observó la presencia de denuncias por violencia familiar,
manifestada por amenazas, agresiones o robos de los adolescentes contra
los padres, hermanos y abuelos, siendo este último tipo de delitos un fenó-
meno que está experimentando una tendencia al alza. La aparición de con-
ductas de maltrato familiar ha sido constatado por otros estudios (Crespo
y cols., 2006).
En este sentido, tal y como apunta el Defensor del Menor de Madrid,
Arturo Canalda (en Abarracín y cols., 2007. pp: 5), «las estadísticas de las
Fiscalías de Menores indican que los menores que delinquen son cada vez
más jóvenes. Nos enfrentamos a la problemática de niños con edades com-
prendidas entre los 12 y los 14 años que están empezando a cometer sus
primeros delitos, los cuáles son inimputables desde el punto de vista pe-
nal».

Drogas
Droga y delincuencia aparecen frecuentemente asociados en las inves-
tigaciones realizadas, donde se ha mostrado que es una práctica habitual
entre los menores infractores el consumo de distintos tipos de sustancias.
Algunos autores han encontrado relaciones el consumo de sustancias (ta-
baco, alcohol, cocaína, hachís, drogas de diseño, etc.) y determinadas ca-
racterísticas psicológicas como la impulsividad y la búsqueda de sensacio-
nes (ambas características estrechamente relacionadas con la comisión de
delitos), y consecuentemente, con la conducta antisocial de los adolescen-
tes (Muñoz y cols., 2002). Según Loeber (1985, en Cano, 2006) se produ-
ce un incremento en paralelo del consumo de drogas al incremento de la
conducta antisocial. Esta afirmación coincide con los resultados obtenidos
en otras investigaciones (Crespo, Perles y San Martín, 2006; Olivan, 2002),
que encontraron un patrón consistente de consumo de diferentes sustan-
cias en los menores infractores. Cuando la conducta antisocial aparece a
edades tempranas, y continua en el comienzo de la adolescencia (13 años),
puede ser considerada como un potente predictor de abuso de determina-
das sustancias (McCord, 1982; Loeber, 1988, en Muñoz y cols., 2002,

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págs. 315). Sin embargo, debemos diferenciar entre una delincuencia fun-
cional (cuando el menor comete un delito para obtener drogas) y la indu-
cida (se delinque bajo los efectos de las drogas y se pueden cometer con-
ductas de riesgo, entre ellas la comisión de delitos), ya que se diferenciará
las motivaciones de los jóvenes ante el delito.

La escuela y grupo de iguales


El fracaso escolar es un factor de predicción de la conducta antisocial
muy fuerte, asociado con baja autoestima y trastornos emocionales (So-
bral y cols.; Garaigordobil, 2005). Existe una fuerte correlación entre la
conducta delictiva y la exclusión social, unido a experiencias educativas
negativas (Uceda y Maza, 2004) tales como el fracaso escolar (Torrente
y Merlos, 1999). La influencia de la escuela actúa a través de dos meca-
nismos: de las características de la escuela como institución (buenos mo-
delos de comportamiento de los profesores, enseñanza interesante y orga-
nizada, atmósfera ordenada, seguimiento educativo, etc.) y a través de la
composición del conjunto del alumnado (presencia de modelos de rol de-
lincuente, intimidación, etc.) (Rutter y et al., 2000). En este sentido, cabe
destacar la influencia de los grupos de iguales, que actúan como principa-
les agentes de influencia durante la adolescencia, ejerciendo como mode-
los tanto para la transmisión de valores positivos fundamentales (toleran-
cia, respeto, conductas prosociales, etc.), como para los valores negativos
(no asunción de normas, desprecio por el respeto hacia los demás, ausen-
cia de responsabilidad, etc.). De esta manera, el contacto y exposición a
modelos de conducta antisocial se configura como uno de los principales
factores de influencia para la comisión de actos antisociales y delictivos
(Muñoz, 2004; Sobral y cols., 2008).

Tipología de delitos
Con respecto a la tipología de los delitos cometidos por menores in-
fractores, los delitos más frecuentes son aquellos contra la propiedad, se-
guidos de los delitos contra las personas, según los datos obtenidos de
Instituto Nacional de Estadística (2008). Los delitos contra la propiedad
incluyen fundamentalmente robo y hurto de vehículos, hurto, daños, robo
con fuerza en las cosas y robo con violencia e intimidación. Los delitos
contra las personas incluyen lesiones y amenazas. Estos datos coinciden
con los obtenidos en anteriores investigaciones. Torrente y Merlos (1999)
encontraron que los delitos más frecuentes eran los cometidos contra la

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propiedad. Resultados similares se encontraron en otros estudios más re-


cientes, donde los delitos más habituales vuelven a ser contra la propiedad
y contra las personas (Crespo, Perles y San Martín, 2006; García, 2008;
Rechea y Fernández, 2000).
Existe otra tipología de delito relacionado con el maltrato de los hijos
a sus progenitores, y que incluye maltrato físico, psicológico y económico.
Esta tipología delictiva ha despertado el interés de numerosos investigado-
res, motivados por la gran alarma social provocada. Las agresiones ejerci-
das por menores impactan a toda la sociedad, pero cuando estas agresio-
nes se cometen hacia los padres, provoca una gran alarma social por la
sensación de ruptura de valores de respeto y obediencia hacia los proge-
nitores. En este sentido, se han realizado estudios que indican que se ha
convertido en un fenómeno en alza desde la entrada en vigor de la actual
L.O. 5/2000. (Crespo y cols., 2006; Ibabe, 2007; Rechea, Fernández y
Cuervo, 2008; Romero, Melero, Cánovas y Antolín, 2005). Este tipo
de delito parece que tiene su punto álgido entre los años 2005 y 2006, ya
que es a partir de estos años cuando empieza a adquirir notoriedad públi-
ca y mediática.
Según la estadística de «Delincuencia Juvenil» del Centro Reina Sofía
(2006), el número de detenidos menores de edad desde el año 2002 al
2006 ha disminuido. Si analizamos los datos teniendo en cuenta tanto el
tipo de delito cometido como el grupo de edad, se observa que en el deli-
to de robo con violencia e intimidación, los detenidos han disminuido
tanto en el grupo de edad de 14-15 años, como en el de 16-17 años. En el
caso de delitos por homicidio doloso y asesinato, en el caso de los meno-
res de 14-15 años se mantiene igual (18 detenidos), y en el grupo de 16-17
años se ha aumentado, pasando de 44 detenidos en 2002 a 54 en 2006. En
el caso de delitos por lesiones, en ambos grupos de edad se ha producido
un considerable aumento de 2002 a 2006, pasando en el grupo de 14-15
años de 262 a 343 detenidos, y en el grupo de 16-17 años, de 650 a 832
detenidos. Algo similar se ha producido si nos referimos a delitos contra
la libertad sexual, en el que se observa un aumento del número de deteni-
dos en ambos grupos. En el caso del grupo de 14-15 años, se pasa de 95 a
156 detenidos, y con respecto al grupo de 16-17 años, se pasa de 131
a 195 detenidos.
También es necesario mencionar un fenómeno recientemente acentua-
do, y que tiene que ver con la violencia ejercida en las aulas por parte de
los menores, despertando el interés de la comunidad científica (Benítez y

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Justicia, 2006; Moreno, Muñoz, Pérez y Sánchez, 2004; Rabazo y Mo-


reno, 2006). Esta violencia por parte de los menores se dirige tanto al
grupo de docentes como a su grupo de iguales, acosándolos, ejerciendo
agresiones físicas y, un hecho cada vez más habitual, grabando dicha vio-
lencia a través de teléfonos móviles y usando dicha información como me-
dio de diversión entre el grupo. Con respecto a este tipo de comporta-
mientos, es frecuente la agresión física indirecta a los profesores (destrozo
de enseres de los docentes) y los «rumores dañinos». Aparecen con menor
frecuencia los robos y la intimidación con amenazas, y las agresiones físi-
cas directas son menos frecuentes (Orts, 2006; Serrano e Iborra, 2005;
Ramírez, 2006, en Benítez y Justicia, 2006, págs. 156).
Con respecto a la reincidencia en los delitos cometidos, Torrente y
Merlos (1999) afirmaron que era alta. Estos resultados han sido confir-
mados en estudios posteriores, encontrándose una tasa del reincidencia de
hasta el 85%, sobre todo en delincuentes que pertenecen a bandas, los
delincuentes que cometen el primer delito a edades más tempranas y
aquellos con trastornos mentales (Trulson y cols., 2005). Por otra parte,
existen otros estudios en los que se aprecia una reincidencia mucho menos
elevada, alrededor del 40% (García, 2008; Álvarez, González y Becedó-
niz, 2008), y algunos estudios han relacionado de manera positiva la tasa
de reincidencia con factores de índole psicosocial, tales como la presencia
de algún miembro familiar con antecedentes delictivos, pertenecer a una
familia monoparental o pertenecer a un contexto institucional como nú-
cleo de convivencia (Menéndez, Rodríguez, Becedóniz, Herrero y Ro-
dríguez, 2008).

IV. CONCLUSIONES

Tal y como se muestra en la revisión teórica realizada, existen una serie


de factores de riesgo que aparecen reiteradamente en las investigaciones
realizadas. Determinadas características individuales como escaso auto-
control y tolerancia a la frustración, consumo de drogas, fracaso escolar y
tener un grupo de iguales conflictivo mantienen una estrecha relación con
la conducta delictiva. Por otro lado, factores como la desestructuración
familiar, conducta delictiva y abuso de drogas de los padres, etc., también
han sido tradicionalmente vinculados a este fenómeno. Aunque las recien-
tes investigaciones parecen indicar que en cuanto a estos factores familia-

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res la relación parece no ser tan evidente, ya que es cada vez mayor el nú-
mero de menores infractores que pertenecen a familias estructuradas y
normalizadas.
Por otra parte, tal y como señalaba el Defensor del Menor en Madrid,
está incrementando el número de menores que cometen el primer delito
por debajo de los 14 años, siendo las conductas delictivas de estos menores
caracterizadas fundamentalmente por la violencia ejercida. En este sentido,
mencionar que en casos de delitos cometidos por menores de 14 años, és-
tos no son imputables a los menores desde el punto de vista penal, debien-
do actuar en estos casos los Servicios de Protección correspondientes, des-
tacando que las medidas adoptadas tienen carácter voluntario. Esta
circunstancia ha generado dos debates diferenciados en cuanto a la dismi-
nución de la edad de responsabilidad penal hasta los 12 años. Aquellos que
se posicionan en contra, argumentado que, según la Criminología, aquellos
sujetos que cometen delitos a edades más tempranas tienen peor pronósti-
co, con una alta probabilidad de mostrar conductas delictivas más graves en
el futuro. Por otro lado, aquellos que se muestran a favor, defendiendo la
idea de que no debemos olvidar que chavales menores de 14 años, son ni-
ños, e introducirles en el sistema judicial a estas edades tan tempranas no
puede más que traer efectos negativos para dichos menores.
La emergencia de nuevas formas de delito, como son el maltrato fami-
liar, acoso escolar y delitos relacionados con las nuevas tecnologías (graba-
ciones de móviles, vídeos en Internet…) así como la disminución de la
edad de comisión del delito, nos lleva a plantearnos la aparición progresi-
va de nuevos perfiles de menores infractores, lo cuál tendrá importantes
implicaciones metodológicas desde el ámbito profesional, tanto en lo que
se refiere a estrategias de intervención como, más importante, en las estra-
tegias de prevención de la delincuencia juvenil.

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