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en valores humanos
Serie: La familia formadora en valores humanos y cívicos
El valor de la familia
La familia es un lugar de encuentros. En ella
coinciden de manera natural va rios seres
humanos, no por casualidad sino unidos por la
paternidad, la filia ción o la fraternidad, a partir de
la primera y mutua elección de un hombre y una
mujer que al casarse fundan ese hogar que es un
ámbito de encuentros.
La autoridad educativa
La autoridad es el poder que tiene una persona sobre otra que
le está subordinada. Sólo habrá verdadera autoridad cuando
se ejerce con disposición de prestar al otro una ayuda.
Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, están gravemente obligados a su
educación y, por tanto, ellos son los primeros y necesarios educadores. Este deber de la
educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse.
Es, pues, obligación de los padres formar un ambiente familiar animado por el amor, por
la solidaridad hacia los hombres, que favorezca la educación integral, personal y social
de los hijos.
La noble y difícil tarea que tenemos en las manos los padres con nuestros hijos es lograr
que crezcan como personas, que sean mejores personas. Este es el fin auténtico de todo
proceso educativo. Hay que desarrollar simultáneamente el entendimiento y la voluntad ya
que, al reforzar estas facultades correctamente, la persona se encuentra en mejores
condiciones para obrar el bien y ser feliz.
Así, por naturaleza propia, la familia es la primera y principal escuela de las virtudes
humanas que toda persona necesita. La familia tiene una gran importancia para la vida y el
progreso del ser humano y de la sociedad.
La primera condición para educar es querer a los hijos, y después dedicarles tiempo para
hablar con ellos y, sobre todo, para escucharlos. Muchos padres encuentran en este punto
una verdadera dificultad, pero es preciso superar la aparente tensión entre la dedicación a
un trabajo profesional absorbente y la atención a los hijos, que no tienen por qué ser
incompatibles: en efecto, más que cantidad de tiempo, los hijos necesitan atención de los
padres en un tiempo quizá corto, pero tiempo compartido, con diálogo real: hay padres que
trabajan mucho para poder dar buenas cosas a sus hijos, cuando en realidad más que cosas,
lo que los niños necesitan es el tiempo de sus padres.
Estamos tan ocupados en darles a nuestros hijos lo que no tenemos, que no nos queda
tiempo para darles lo que tenemos.
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Virtudes rectoras
El estudio sistemático de los hábitos y virtudes tuvo su inicio con Aristóteles quien planteó de
forma científica el fundamento de estas, como base de las perfecciones del hombre. Explicó que
hay cuatro virtudes rectoras de las cuales se desprenden todas las demás: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza.
Prudencia
La prudencia es un hábito rector porque influye decisivamente en todos los demás y lleva a
actuar con oportunidad en cada ocasión. Una persona prudente es una persona oportuna, con
tino al actuar.
Decidir: formar un juicio o evitar una dificultad. El prudente no obra con alocada
precipitación o con absurda temeridad, pero asume el riesgo de sus decisiones y no renuncia
a conseguir el bien por miedo a no acertar. Sabe rectificar sus errores.
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Justicia
La virtud rectora de la justicia busca dar a cada uno lo que le corresponde mediante el
correcto encauzamiento de las acciones, la ecuanimidad y la imparcialidad. En relación con
la vida social se manifiesta en la solidaridad. Ser justo no significa dar a cada uno lo mismo,
ya que todos somos diferentes y tenemos distintas necesidades de recibir alguna ayuda.
Los padres debemos insistir en que nuestros hijos tengan actitudes justas y explicarlos lo
que es injusto. Ayudarles a comprender y vivir mejor los motivos para ser justos. Aclararles
la diferencia entre las condiciones y circunstancias de las distintas personas. Enseñarles a
rectificar y, por tanto, a reparar.
Actuar con justicia supone superar cualquier simpatía o antipatía que pueda haber por
alguien, todos somos diferentes y necesitamos un trato distinto, pero esto hay que
armonizarlo con unas normas generales de comportamiento para toda la sociedad:
Fortaleza
La fortaleza es la virtud que vigoriza al hombre
para realizar el bien, pese a las dificultades, con
constancia y paciencia.
Acometer es emprender acciones que suponen un Para hacer fuertes a los hijos hay que
esfuerzo prolongado en función de algún bien exigirles en detalles de disciplina y
reconocido con fuerza interior, física y moral. autodominio como son:
Levantarse a hora fija.
El desarrollo de la virtud de la fortaleza apoya el
Aguantar incidencias sin quejarse.
desarrollo de todas las demás virtudes.
Perseverar en sus actividades y en
Los deportes están relacionados con la virtud de la el logro de sus decisiones.
fortaleza ya que preparan a la persona para Participar en actividades que
emprender acciones para resistir y acometer; en fortalecen: deportes,
ellos se domina el cansancio, la fatiga la debilidad, campamentos, etc.
presentar una motivación inmediata (ganar un Ponerse metas optimistas de
partido, alcanzar una cumbre, terminar la carrera, mejora personal por propia
mejorar el propio récord). iniciativa.
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Las virtudes son como los vasos comunicantes entre los cuales existe una íntima
correlación. No podemos crecer en una virtud sin necesariamente mejorar en todas
las demás, de tal manera que, si yo realizo esfuerzos por crecer en laboriosidad,
automáticamente voy a ser una persona más responsable, perseverante y ordenada.
Es preciso luchar por adquirirlas y practicarlas todas.
Las virtudes son personales. Sin embargo, de alguna manera, nos ayudamos o nos
perjudicamos conjuntamente como familia y como sociedad.
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