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Abe] escribía (ya los había en 1884), ni luego, haya aceptado este
Gegensinn der Urworte en su método ni en sus conclusiones. Es
que si se pretende remontar el curso de la historia semántica de las
palabras y restituir su prehistoria, el primer principio de método es
considerar los datos de forma y de sentido sucesivamente atestiguados
en cada época de la historia, hasta la fecha más antigua, y no C0nsi-
derar una restitución sino a partir del punto último que nuestra
indagación logre alcanzar. Este principio rige otro, relativo a la téc-
nica comparativa, que es el de someter las comparaciones entre
lenguas a correspondencias regulares. K. Abel opera sin cuidarse de
estas reglas y junta todo lo que se parece. De una semejanza entre
una palabra alemana y otra inglesa o latina de sentido diferente o
contrario, concluye una relación original por "sentidos opuestos",
desdeñando todas las etapas intermedias que justificarían la diver-
gencia, de haber parentesco dectivo, o echarían por tierra la posibili-
dad de dicho parentesco demostrando que tienen diferente origen.
Es fácil demostrar que ¿>_inguna de las_ pruebas alegadas por Abe!
_puede conservarse. Para no alargar esta discusión, nos limitaremos
a Jos ejemplos tomados de lenguas occidentales, que pudieran con-
fundir a lectores no lingüistas.
i\bel da una serie de correspondencias entre el inglés y el alemán,
que Freud recoge como muestra de Jos sentidos opuestos, entre una
lengua y otra, y entre los cuales se apreciaría una "transformación
fonética con vistas a la separación de Jos contrarios". Sin insistir
por el momento en el grave error de razonamiento disimulado tras
esta sencilla observación, conformémonos con rectificar las confronta-
ciones. El antiguo adverbio alemán bass, bien", está emparentado
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con besser, pero no tiene nada que ver con bOs, "malo", al igual que
en antiguo inglés bat, "bueno, mejor", carece de relación con badde
(hoy bad), "malo". El inglés cleave, "hender", no respcnde en ale-
mán a kleben, "pegar", corno dice Abe!, sino a klieben, "hender"
( cf. Kluft). El inglés loe k, "cerrar", no se opone al alemán l~ücke,
Loch, sino que, por el contrario, hace juego, pues el sentido antiguo
de Loch es "retiro, lugar cerrado y oculto". El alemán stumm signi-
fica propiamente "paralizado (de la lengua)", se vincula a stammeln,
stennnen, y no tiene nada en común con Stimme, que ya significa
"voz" en su forma más antigua, gótico stibna. Asimismo, el ]atín
clam, Hsecretamenten, se liga a celare, "ocultar", de ningún modo a
clamare, etc. Otra serie de pruebas igual de erróneas extrae Abel
de ciertas expresiones que se toman en sentidos opuestos en una
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misma lengua. Tal sería el doble sentido del latín sacer, "sagrado"
y "maldito". Aquí la ambivalencia de la noción no debiera sorpren-
dernos ya, luego de que tantos estudios sobre la fenomenología de
lo sagrado han trivializado su radical dualidad: en la Edad Media,
un rey y un leproso eran ambos, al pie de la letra, "intocables", pero
no se sigue que sacer encierre dos sentidos contradictorios; son las
condiciones de la cultura las que han determinado ante el objeto
"sagrado" dos actitudes opuestas. La doble significación que se atri-
buye al latín altus, como "alto" y "profundo", se debe a la ilusión
que nos hace tomar por necesarias y universales las categorías de
nuestra propia lengua. Incluso en francés [o en español] hablamos
de la "profundidad" del cielo o de la "profundidad" del mar. Más
precisamente, la noción de altus se evalúa en latín en dirección de
abajo arriba, es decir subiendo desde el fondo del pozo, o árbol arriba,
desde el pie, sin considerar la posición del observador, en tanto que
"profundo" en francés [o español] se defiae en direcciones opuestas
. a partir del observador hacia el fondo, ya sea el fondo de un pozo
o el del cielo. Nada hay de "original" en estas variadas maneras
de construir lingüísticamente nuestras representaciones. Ni tampoco
es en "los orígenes del lenguaje" donde hay que buscar la explicación
del inglés with-Quf, sino bien modestamente en los orígenes del in·
glés. Al contrario de lo que Abel creyó -y hay quien sigue creyen-
do-, with-out no encierra las expresiones contradictorias "con sin";
el sentido propio de with es aquí "contra" ( cf. with-stand) y señala
pulsión o esfuerzo en una dirección cualquiera. De ahí with-in,
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Uhacia el interior" 1 y with-out, hacia el exterior"' de donde fuera,
Ha
1¡
Otro tanto ocurre con la lógica particular del sueño, Si caracte-
rizamos el desenvolvimiento del sueño mediante su total libertad en
las asociaciones y la imposibilidad de admitir uña imposibilidad, es
ante todo porque seguimos su itinerario y lo analizamos en los mar-
cos del lenguaje, y que lo propio del lenguaje es no expresar sino lo
que es posible expresar. No se trata de una tautología. Un lenguaje
es ante todo una categorización, una creación de objetos y de rela-
ciones entre estos objetos. Imaginar una etapa del lenguaje, tan
"original" como se quiera, pero no obstante real e "histórico",. en
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que determinado objeto fuera denomilUldo como siendo él mismo y
al mismo tiempo no importa cuál otro, y en que la relación expre-
scula fuera la relación de contradicción permanente, la relación no
relacionante, donde todo sería ello mismo y otro, es imaginar una pura
quimera. En la medida en que podemos auxiliamos con el testimo-
nio de las lenguas "primitivas" para remontarnos a los orígenes de
la experiencia lingüística, debemos enfrentarnos por el contrario a
una extrema complejidad de la clasificación y multiplicidad de cate-
gorías. Todo parece apartarnos de una correlación "vivida" entre la
lógica onírica y la lógica de una lengua reaL Notemos también de
paso que justamente en las sociedades "primitivas", lejos de que la
lengua reproduzca el tren del sueño, es el sueño el que es reducido
~ las categorías de la lengua, en vista de que es interpretado en rela-
ción con situaciones actuales y por mediación de un juego de equi-
valencias que lo someten a una verdadera racionalización lingüística.•
_1o que Freud pidió en vano al lenguaje "histórico", hubiera
podido pedírselo, en cierta medida, al mito o a la poesía. Ciertas
formas de poesía pueden emparentarse con el sueño y sugerir el mis-
mo modo de estructuración, introducir en las formas normales del
lenguaje esa suspensión del sentido que el sueño proyecta en nuestras
actividades. Pero entonces sería, paradójicamente, en el surrealismo
poético -que Freud, al decir de Breton, no comprendía- donde
hubiese podido hallar algo de lo que erradamente buscaba en el len-
guaje organizado.
En Freud, semejantes confusiones parecen nacer de su constante
recurso a los "orígenes": orígenes del arte, de la religión, de la socie-
dad, del lenguaje._. Traspone sin cesar lo que le parece "primitivo"
en el hombre a un primitivismo de origen, pues es por cierto en la his-
toria de este mundo donde proyecta lo que podría denominarse una
cronología del psiquismo humano. ¿Es legítimo esto? Lo que la on-
togenia permite al analista plantear como arquetípico no es tal sino
con respecto a lo que lo deforma o reprime. Pero si de esta represión
se hace una cosa que sea genéticamente coextensiva con la sociedad, ?
ya no es más posible imaginar una situación de sociedad sin conflicto
que un conflicto fuera de la sociedad. Róheim ha descubierto el com-
plejo de Edipo en las sociedades más "primitivas". Si este complejo
es inherente a la sociedad como tal, un Edipo libre de casar con su
3 Cf. La interpretación de los sueft.os~ cap. n, p. 306, n. 1: u . . . los •tibros de