Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Louise Michel
Toma de posesión 1890.
Nota editorial
LA LLAMADA
- ¡Escucha, un perro!
- ¿Y ellos?
- No te enfades.
Me creía enfadado.
- No te enfades -repitió-. Hace poco, mientras tú
dormías, cuando han empezado a levantar las barricadas, he
comprendido de repente que el marido, los hijos, no tienen
importancia en comparación con lo que se acerca. ¡Te amo,
te amo mucho! -y me estrechó la mano como nunca lo
había hecho-. Pero, ¿oyes cómo trabajan ahí, en la
calle?
- Sí, no es nada.
Hace mucho tiempo que ocurrió todo esto. Los que duermen
en la actualidad el hondo sueño de una vida gris y
mueren sin despertarse no me creerán; pero, en aquella
época, hasta diríase que el tiempo había desaparecido. El
sol salía y se ponía, las agujas de los relojes señalaban las
horas y los minutos, y el tiempo, con todo, no existía.
Muchas otras cosas grandes, admirables, ocurrían en
aquella época, y los que duermen el hondo sueño de una
vida gris y mueren sin despertarse no me creerán.
Sonreí.
-Sí.
- No, volveré.
- ¡Como discutible!
- Sí.
- ¿Y el pago de mi alquiler?
LA CASA VIEJA
Al fin, uno de los inquilinos reunió a los demás y les dijo "La
casa que habitamos es una casa desgraciada; todos los
días somos víctimas de dolorosos accidentes; alguno
de nosotros ya ha llevado al padre, la madre, el
hermano, la hermana, el hijo o el amigo al cementerio. La
causa de todos estos accidentes es el propietario, el cual
solo piensa en los alquileres y no en los inquilinos.
¿Debe esto durar mucho tiempo? ¿Seremos siempre
tan necios como para soportarlo? ¿Continuaremos
enriqueciendo a ese avaro, arriesgando a cada instante
nuestra vida?"
DOS REVOLUCIONARIOS
- ¿Qué traes?
Las sombras.
¡BAH, UN BORRACHO!
Aquella alegre mañana era tal vez la más triste para el pobre
tísico. El sol brillaba intensamente, enriqueciendo., con
fulgores de oro, la bella ciudad de Los Ángeles.
EL SEÑOR MAULÁN
Respondió vivamente:
JOHÁS EL ERRANTE
EXPLICACIÓN NECESARIA
LA ESTRELLA NEGRA
Fue una linda madrugada del mes de julio de... 1892. Había
aún aleteos inefables de luna y bullidos infinitos de
estrellas, en la bóveda cerúlea de la inmensidad, cuando el
mago o el astrólogo vio entre un corrillo de ópalos, que se
derretían en madrigales, surgir el negro triángulo que, luego,
otro cercenó por sus lados, con la punta filuda de los
vértices, componiendo la extraña estrella. En el cielo,
limpio y terso, la ternura languideció. Algunos mundos
huyeron con ese trotar de ráfaga con que dejan los
cometas su estela. Y un raro fulgor de fuego y de sangre,
puso, luego, sobre la aparición un celaje.
- Un alma nueva.
- Aurora de un amor
II
JOHÁS, EL ERRANTE
- ¿ Quién es ella?
- ¡Ah, Gabriel!
... Venían juntos ellos, por el aura del fuego que les unía, a
través de las sombras del portalón. El peregrino les vio
volar hacia su persona acongojada y triste, como dos
tórtolos. Ana traía un rubor en el carmen santo de su
cara. Y el cortijero, una sonrisa en la boca, y una llama y
una luz en los ojos.
- Este hombre es - dijo, mostrando al errante, la bendita
verba de Ana Cruz.
- ¿No me ves?
- ¿Cumplez un voto?
- Y, ¿qué te proponez?
- Ce reirán de ti.
- Buzca tú un juzto.
- !La esclavitud!
- Tozúo erez.
- ¿Peó qu'ezo?
- No me has comprendido.
- ¿Por qué?
El tormento de un olvido.
III
LA VIRGEN DE PENULE
- ¡Es el infierno!
- Malo eres.
- ¿Por qué?
IV
LA PREDESTINACIÓN
- Interezante ez tu hiztoria.
- Dame agua, ¿quieres? Dame agua y la continuaré.
- Trae, mujer.
- ¿Y qué buzcaz?
- Busco el alma que me robó Fedra.
- Anote el título:
LA MODERNA JERUSALEM
VI
EL DELIRIO DE FEDRA
Hace una noche santa. Por las rejas de esta ventana veo
la luna brillar con un bello arrullo de ágatas, entre el boscaje
excelso de unos álgidos eucaliptus, cuya fronda melenuda
recorta los cielos. El cuadro es magnífico. Así llenaba de luz
la majestad soberana de sus lienzos únicos la paleta
augusta del Guido Reni. Mi «modelo» m e ha dado
título para este sexto capítulo. Y su mística melancolía
me recuerda a Antonio en la soledad de la Tebaida,
agobiado de anhelos y de tentaciones. Ese rostro paliducho y
cetrino se ilumina unos instantes bajo el ardor solemne de la
evocación. También el dolor -¡ah!- tiene dulce estela de
luz.
Un ruiseñor en la fronda, nos recuerda los nocturnos
divinos de Mozart. Con una infinita gracia ejecuta ahora
La flauta encantada... Mi «modelo» dice:
- ¿Y tú qué sabes?
- Lo sé, Fedra, lo sé. ¡Si tú la vieras!... Feliz será la mujer que
posea el alma de Johás.
VII
LA REJA MALDITA
- Johás...
- ¿Qué es de Leonora?
- ¡Johás! ¡Johás!...
- ¡Fedra!
- ¿Tú?
VIII
LA SOMBRA DE DALILA
- ¿Hablamos de Fedra?
FIN
Máximo Gorki
- ¡Madrecita...!
- Entra y sé feliz.
***
Procuré disculparme:
- ¿De qué?
- De ti.
***
LA JUSTICIERA
LA JUSTICIA
- El tribunal apreciará.
es la justicia? ¿Existe?
LA PREHISTORIA
Wells
- Es posible...
Guy de Maupasant
EL VAGABUNDO
- A Ville-Avaray.
- En la Mancha.
- ¿Es tu país?
- Sí.
- ¿Por qué te has marchado de él?
- Si, señor.
- Muéstralos.
- No.
- ¿Nada?
- Nada.
- ¿Ni cinco céntimos siquiera?
- Ni cinco céntimos.
- De lo que me dan.
- ¿Mendigas, pues?
- Buscaba trabajo.
LA CARTERA
- ¡Señor delegado!
- ¡Sí, sí!
"¡Vaya, vaya! ¡La verdad es que con los diez mil francos
habría podido encontrar un domicilio!".
Federica Montseny
CANCIÓN DE GESTA
MANUEL
***
Todos estos recuerdos iban bailando en el pensamiento
del mozo a medida que avanzaba hacia Castillares. Veía
ya a lo lejos el pueblecillo, punto de reunión de cien cortijos
diseminad os por la encontrada. Era Castillares la meta de
sus caminatas domingueras. Allí iban a parar, cada
quince días, los gañanes y trabajadores de todo el vasto
término. Allí había u n modesto centro obrero y en él una
biblioteca, fuente única de saber para el mozo.
- ¡El pan que usted me ha dado! !El pan que empecé a ganar
tan pronto como pude arrastrarme y guardar un rebaño de
cabras; el pan que antes había ganado mi madre a cambio
de resignarse a ser una bestia de carga y de placeres! ¡Su
pan! ¡Oh, usted sí que come el pan que nosotros amasamos
con nuestro sudor, que elaboramos con nuestra vida! De
nuestra miseria, de nuestra miserable condición nace su
fortuna. Es usted el amo porque estos pobres parias se
dejan explotar, exprimir como uvas en el lagar, pisotear
como el estiércol que abona sus huertas. Si un día
despiertan, si un día se dan cuenta de la monstruosidad que
es que usted engorde y se enriquezca con nuestro esfuerzo,
que usted lleve en un dedo, en un botón de la camisa, lo
que ellos han producido con miles de horas de
encorvarse sobre los surcos, de abrasarse bajo el sol, de
trabajar y de mal comer, ¡oh, entonces, cuán pronto
concluirá esta inconcebible injusticia! ¡El amo, es usted el
amo! ¡Será usted el amo de los que se sientan perros!
¡De mí, no lo es ni lo será nunca!
LOS MORALES
Pero el día que la menor osó darle una broma, osó decirle,
burlona y perversamente:
¡Qué sabía Manuel, en efecto! No sabía él, no, que con sólo
oír su voz, Carmelilla ya estaba contenta.
IV
CA RMELILLA
Al fin tomó una resolución. Por la tarde del mismo día que
el sargento bajó a Castillares, Carmelilla dirigió el paso del
rebaño en dirección de la Roca Picuda. Lo dejó a prudencial
distancia, al cuidado y guardia de los perros, y se lanzó
monte arriba como un gamo. Sus piernecillas,
acostumbradas al escalo, iban salvando los saltos y las rocas.
Su figura contrahecha, menuda, parda, desaparecía entre el
color obscuro y rojizo de la rocosa montaña.
Carmelilla se detuvo.
- Espera -exclamó.
- No temas, chiquilla.
***
VI
EL CUERVO
***
***
LOS DOCE
- La de verdugo.
- No, hijo mío, no. No te di ojos para que mirasen
con odio; no te di manos para que las manchases de
sangre. Una y mil veces no. Ya me siento bien; ya no
estoy enferma; ya no tengo ni hambre ni sed.
***
- ¡Pobre hijo!
***
- ¿Tú también?
- La ordenanza es dura.
- Y flaco el corazón.
HAMBRE
Dice así:
Ese padre que se deja morir y deja morir a los suyos sin
protesta es un envenenado por vuestros principios, es un
amedrentado por vuestras amenazas.
LA VIRTUD Y EL CRIMEN
Salúdame, hombre.
EL TENIENTE X.
Pasan años.
-¡Yo quiero ser soldado! ¡Pobre hijo mío! ¡Qué bien le sienta
el uniforme, con qué marcialidad arrastra el sable, cómo
marca el ruido de las espuelas el compás de su paso,
cómo aumenta el plateado casco la hermosura de su
rostro!
EL HURTO
¿Qué ocurre?
- ¿Conoces al ladrón?
- ¿Se la diste?
- ¡Cómo! ¡Cómo!
LOS FALSIFICADORES
***
A su vez, el hacendado de la caña de azúcar tuvo una
ocurrencia:
Pero también esta vez el resultado fue malo: los negros, mal
alimentados, se rendían y el trabajo se resentía de ello.
De esta suerte, si había una disminución de gastos, había
también disminución de beneficios.
***
***
***
Pasó el amo.
***
***
Desde entonces los dos hacendados ya no tienen
inquietudes. Cuando sus esclavos llegan a ser demasiado
numerosos, cuando temen una rebelión de sus negros,
o cuando necesitan hacerse temer, se ponen de acuerdo,
mientras juegan a las cartas, y con pretexto de la faja de
terreno que tan buenos resultados les dio, o con la excusa
de vengar los muertos, lanzan uno contra otro los dos
rebaños de negros, que han acabado por calificarse
mutuamente de enemigos y se matan sin piedad.
EL PROCESO DE LA VERDAD
- Un hombre de negocios."
- Un viejo labrador."
- Ya está.
- Stuart Cumberland.
- Eso no es cierto.
¡SIN TRABAJO!
II
III
IV