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l. 68-08
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JEAN-Luc NANCY
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LA VERDAD DE LA DEMOCRACIA
Estados Uni
en Alemania, encarnizamiento de
ectamente
dos en Vietnam, etc.- fue, para ir dir
dente pero
a lo esencial, una decepción poco evi
rta incapaci
insistente, la sensación tenaz de cie
triunfal
dad de recuperar aquello cuyo retomo
siguie
habían creído poder anunciar los días que
n
ron a la Segunda Guerra Mundial: precisame
te, la democracia.
Lo cual equivale a decir que el 68 no sólo fue
lí
posible sino necesario (¡en la medida en que es
cito invocar este concepto en historia!) por el si
guiente motivo: aquello de lo cual_ la Segu nda
Guerra parecía haber sido meramente una inte
rrupción lamentable -la ampliación de un rela
tivo acuerdo o de una concertación, si no un con
senso, del mundo de las naciones democráticas, y
el inicio de un derecho internacional- distaba
de volver a encontrar su rumbo de crecimiento y
de consolidar sus certezas. Al contrario, la incer
tidumbre socavaba sordamente aquello que que
ría, al mismo tiempo, concebirse como una gran
«reconstrucción» -para utilizar el término que
sirvió de lema a la transformación de la CFDT
[Confédération Fran�aise Démocratique du Tra
vail}- emblemática del espíritu democrático de
la época.
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2· Democracia inadecuada
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LA VERDAD DE LA DEMOCRACIA
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otro, un mal que simplemente llegaba de mane-
ra inesperada y caía sobre la democracia como si
no proviniera de ninguna parte, o bien llegado de
un afuera malo en sí mismo (perversidad de una
doctrina o locura de un hombre). La idea de que
esa llegada inesperada podía deberse a razones y
expectativas surgidas dentro de las propias de-
mocracias, si bien no estuvo ausente en esa épo
� no generó una exigencia suficiente de refle-
xión sobre lo que había hecho caer a la democra
cia en falta con respecto a sí misma, ya se tratara
de la pérdida de una forma alcanzada en algún
momento (como se la representan los partidarios
de la idea republicana), o bien de una falta cons
titutiva en una democracia que no sabía, no po
día o no quería sacar a luz como verdad el demos
que debía ser su principio.
Esta noción de la inadecuación de la democra
cia (representativa, formal, burguesa) a su pro
pia Idea -y, por consiguiente, a la vez, a una
verdad del «pueblo» y a otra del kratein, el po
der- había sido expuesta, y en ocasiones de ma
nera muy activa, antes de la segunda e incluso
de la primera de las guerras «mundiales». Sin
embargo, las más de las veces sólo había llevado
a alimentar precisamente los movimientos «tota
litarios» o, al menos, a mantener una especie de
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o otro: era impo
aura marginal alrededor de uno
medida •mar
sible no sentirse en mayor o menor
sofL�cadas o
m--ta•, aunque fuera en versiones
sentirse •reYo
estetiza� o bien era necesario
era <O.IlS&
lucionari�. aunque fuese de una man
los aspectos, el
Yadora• o -espiritual-. En todos
mocracia, o a lo
pensamiento se apartaba de la de
a considerarla un mal meno r. No
sumo lle� •
l:I
se rev ela ba
•
me vita -
obstante, de est.e modo ella
mentira de
blemente como portadora o bien de la
medio
la e.....-plotación, o bien de la mentira de la
ir jun
cridad, que por lo demás podían muy bien
re
tas. Con ello, la política democrática caía sin
de
sistencia alguna en una doble denegación:
justicia y de dignidad.
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3. Democracia expuesta
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LA VETWMJ DK LI. DEMOCllACIA
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todos los ,-alores-. Y por ello, a pesar de las almas
bondadosas, fuimos y seguimos siendo nietz.s
cheanos en este aspect-0; es decir, en una palabra:
abrimos un camino hacia la salida del nihj)jsmo.
Sabemos que es un camino �aosto y dificil, pero
está abiert-0.
Fue la salida del nihilismo, pues, lo que se pu
so en marcha cuando comenzó a dejarse a tin la
do una confrontación de concepciones y evalua
ciones que compartían en secreto (y/o sin saber
lo) el hecho de referirse o, en última instancia,
parecer referirse sólo a elecciones, opciones to
das ellas más o menos subjetivas, en una suerte
de democratismo general de los valores. Mas, en
verdad, se estaba desplazando todo el régimen
de pensamiento que permitía la confrontación de
las opciones. En efecto, no se salía sólo de las
«concepciones», las «visiones» o las «imágenes»
del mundo (Weltbiúkr). Se salía del régimen ge
neral en que la visión como paradigma teórico
implica también el trazado de horizontes, la de-
terminación de miras y la pre-visión operativa.
En medio de los estremecimientos profundos de
las descolonizaciones -acompañados de la ex
pansión de modelos unas veces socialistas revo
lucionarios y otras veces socialistas republica
nos--, así como de las transformaciones tectóni-
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n� W . ento y las representaciones, se
� del �
.,Jlistoria•, tal como �
abandonaba la era de la
euze O Derrida lo ha-
vi-Strauss, Foucault, Del
di ag no stica do m uy te mpranamente� en el
bían n
.
momento nnsmo en q·ue � �,., se esforzaba co
��_,__,_ .
evos bríos la noaon
#
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4. Del sujeto de la democracia
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JEAN-Luc NANCY
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RACIA
LA VERDAD DE LA DEMOC
a-
echa r un d e bil.1 dad demasiado notoria p
apr ov a
n cu an do , en no m b re de un «multiculturalis-
bie
1 ica m en te «c orr ec to», se llega aJ. UStificar
mo» po l't
ujeres. De �aner_a
una subordinación de l as m
aún más insidiosa, se
puede falsear de rruz 1� li-
eñanza y la vida
bre expresión sosteru. endo la ens . . . ero
cultural bajo la hip no sis de la su pe rst i �1ón �
ben inducir a
esas amenazas muy reales no de·
las democrac1·as-•to 1 do lo contran o'- a abando-
nar su propia lucidez.
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5. Potencia de ser
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L.t ,·�mo DI: L.� D.W �cu
e
rocun'<.'nto do una exigcndn -xpcrimcntlldn
siempre, mm y otm voz- do sustituir todn clnse
do ndvonimionto por el nrontccimicnto. El 68 no
recurrió on modo nlb-rttno nl motivo «mcsit\nico»,
nun cunndo fuo dobidnmontc cnlificndo do «sin
m�sinnismo» o C\Sin Mcsíns». Poro no está vcdndo
proponorso, por un instn.nto, vor en el 68 una ins
pirnción «mcsiñnicn», on el sentido de que, en lu
gar do elnborur y proponer visiones y previsio
nes, modolos y fonnns, en él se prefirió snludnr el
presente do una irrupción o do una disrupción
que no introducía ninguna figura, ninguna ins
tancia, ninguna nueva nutoridnd.
Lo que cuenta, en esto aspecto, no es el «nnti
autoritarismo)) ni el sentido libertario o libertino
que so le atribuye al 68 -no sin razones- para
bien o para mal; lo que cuenta es un sentido de
esta verdad: que la «autoridad no puede ser de
►►
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6. Lo infinito y lo común
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7. Partición de lo incalculable
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8. Infinito en lo finito
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DEMOC!lACIA
LA VERDAD DE LA
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9· Distinción de la política
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,·
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10. lnequivalencia
tico se ha d�
Ahora bien: el mundo democrá
sarrollado en el contexto -al cual lo
�1;
liga su
expresion
gen-de la equivalencia general. Esta_
a el en
-de Marx, una vez más- no sólo design
la e
rasamiento general de las distincio�es � .�
i •
ducción de las excelencias en la-mediocnzac ��
motivo que ha dominado, como se sabe, el análi
sis heideggeriano del «se» {«man»] (en el que se
puede señalar uno de los callejones sin salida
sintomáticos de la filosofia frente a la democra
cia, y ello sin prejuzgar aquí en nada sobre el �á
lisis exacto que conviene hacer de esta). Designa
en primer lugar la moneda y la forma mercancía,
es decir, el núcleo del capitalismo. Es necesario
extraer de ello una lección muy simple: el capita
lismo, en el cual o con el cual, sí no como el cual,
se engendró la democracia, es ante todo, en su
principio, la elección de un modo de evaluación:
por la equivalencia. El capitalismo supone una
decisión de civilización: el valor está en la equi
valencia. La técnica que también se desplegó en
y por efecto de esa decisión -siendo así que la
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ble, lo que todo siempre puede llegar a ser). Cada
uno --cada «uno» singular de uno,de dos,de mu
chos, de un pueblo- es único con una unicidad, !
i
una singularidad, que obliga infinitamente y 1
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ra lo infinito
11. Espacio fonnado pa
inequival�n_te
La condición de la afirmación
ica debe acondicio-
es política,en cuanto la polít
. ón misma no es
nar su espacio.Pero 1a afirmaci· . .
decir: eXJ.s�n
política. Es todo lo que se quiera
amorosa,cien
cial,artística,literaria,soñadora,
amistosa,gas-
tífica, pensadora, ociosa, lúdica,
. , . política no sub-
tronónuca, urbarustica...,roas la
sino que les da
sume ninguno de estos registros,
lugar y posibilidad.
a q e el
La política tampoco dibuja otra cos �
una rnde
contorno, o los contornos plurales,de
tener lu
terminación en cuya apertura pueden
da cabi
gar afirmaciones.La política no afirma:
re sa
da a las exigencias de la afirmación; no exp
os
el «sentido» o el «valor»: hace posible que est
de
encuentren su sitio y que ese sitio no sea el
una significación terminada,realizada y reifi.ca
da,que pueda reivindicarse como figura consu
mada de lo político.
La política democrática renuncia a figurarse
a sí misma: permite una proliferación de figuras
afirmadas,inventadas,creadas,imaginadas,co-
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ciudades, las naciones, los pueblos, los Estados-,
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12.Praxis
ces fr��ca;
Se me dirá: ¡Usted afirma en ton
• •0, democracia no
es pohtica.
mente que, a suJ•UICI
de medios
y con ello nos deja plantados, privados
as se
de acción, de intervención, de lucha, mientr
ilusiona con su «infinito» ...
'Todo lo contrario. Sostengo, en efecto, que la
cuestión política ya no puede plantearse con se
riedad si no se considera, como punto de partida,
lo que la democracia introduce como una supera
ción de principio del orden político, pero una su
peración que sólo tiene lugar a partir de la polis,
de su institución y de sus luchas tal como se nos
pide pensarlas sub specie infinitatis humani ge
neris. Es en ese sentido que hablo de «espíritu»
de la democracia: no de «un» espíritu que distin
ga su mentalidad, su clima, su postulación gene
ral, sino del htUito que debe inspirarlo, que lo ins
pira en efecto si sabemos al menos npropitfrnos
lo, lo cuul exige que logremos sentirlo.
Si la ncción políticn está paralizada, como su
ccd� hoy en día, es porque yn no se ln puede mo
vilizar a partir de un. «p1i1ncr móvil" })\'\}\'l�to dú
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13. Verdad
Recapitulemos y concluyamos.
La verdad de la democracia es est
a: no se tra
de una forma política entre otras,
: a diferencia
e lo que fue para los anti os. No
gu es en absoluto
una forma política, 0 bien, Y al menos,
no es ante
todo una forma política. Por eso cuesta tanto
ha
llar su justa o buena determinación
, Y por eso,
también, pue de mostrarse homogénea y
con
forme a la dominación de los cálculos de la equi
vale ncia general Y de su apropiación (llamada
'<Capitalismo»).
En su inauguración moderna, la democracia
quiso ser refundación integral de la cosa política.
Quien quiere fundar desciende primero a un lu
gar más profundo que los propios fundamentos.
La democracia (re )engendra al hombre, declara
Rousseau. Abre con nuevos bríos la destinación
del hombre y del mundo con él. La «política» ya
no puede dar la medida ni el lugar de esa desti
nación o destinerrancia (Derrida). Debe permitir
su puesta en juego y asegurar sus lugares múlti
ples, pero no la asume.
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L,,. VKIW!.D JJ/l LA DKMOCIV.CIA
La <1-0emocracia,. es así:
- En primer lugar, el nombre de un régimen
de sentido cuya verdad no puede subsumirse en
ninguna instancia ordenadora, ni religiosa, ni
í
poltica, ni científica, ni estética, pero que com
promete por entero al «hombre- en cuanto riesgo
y posibilidad de «sÍ mismo-, «bailarín sobre el
abismaio, para decirlo de manera paradójica y de
liberada en términos nietzscheanos. Esa parado
ja expresa a la perfección el desafio: la democra
cia es aristocracia igualitaria Este primer senti
do sólo toma un nombre político de manera acci
dental y provisoria
- En segundo lugar, el deber de inventar la
política ,w de los fines de la danza sobre el abis
mo, sino de los medios de abrir o mantener abier-
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CIA
LA VERDAD DE LA DEMOCRA
ido de
fia confusa del sent
basa en una hipertro apre-
íti ca ►►. ) U na «s al ud ►• es un a 1'dea , una.
ccpol cirlo deh-
hens 'ó
1 n d e la ex iste nc ia : es -para de . Ga
-
nt e de un a m an er a que se Juzgar á hi Ga
beradame
perbólica Y arcaica- una
metafisica, no una
po-
a
lítica.
llarse: la de m o-
La hipérbole merece desarro
tafisica Y sól o de s
cracia es en principio un a me
á fundad� ��r
pués un a política. Pero est a no est
e su cond1c1on
aquella: al contrario, no es más qu
en el ser de
de desempeño. Pensemos ante todo
em os qué
nuestro ser-juntos-en-el-mundo, y ver
duda,
política permite responder a esa idea. Sin
pa
siempre es posible relajar los sentidos de las
labras, hacer que «política» sea igual a «metafí
sica,,, pero de ese modo se pierde o se enturbia
una distinción cuyo principio debe ser consu s
tancial a la democracia. Ese principio le quita al
orden del Estado -sin perjuicio de sus funciones
propias- la asunción de los fines del hombre, de
la existencia común y singular.
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