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La Tiranía de La Practicidad - The New York Times
La Tiranía de La Practicidad - The New York Times
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practicidad-monopolio.html
COMENTARIO
La tiranía de la practicidad
Por Tim Wu
20 de febrero de 2018
Hudson Christie
La practicidad es la fuerza más subestimada y menos comprendida del mundo
actual. Como rectora de las decisiones humanas, podría no ofrecer la emoción ilícita
de los deseos sexuales inconscientes de Freud ni la elegancia matemática de los
incentivos económicos. La practicidad es aburrida. Pero aburrido no es lo mismo
que trivial.
En los países desarrollados del siglo XXI, la practicidad (es decir, las formas más
eficientes y sencillas de realizar las tareas personales) ha surgido como la fuerza
más poderosa que moldea nuestra vida y economía a nivel personal. Esto es así
sobre todo en Estados Unidos donde, a pesar de todos los himnos a la libertad y la
individualidad, a veces nos preguntamos si el valor supremo no es más bien la
practicidad.
Como Evan Williams, cofundador de Twitter, expresó hace poco: “La practicidad
decide todo”. Al parecer, toma las decisiones por nosotros, superando lo que nos
gusta creer que son nuestras verdaderas preferencias (yo prefiero preparar mi café,
pero el instantáneo de Starbucks es tan práctico que casi nunca hago lo que
“prefiero”). Lo fácil es bueno, lo que es más fácil es mejor.
Con toda su influencia para moldear las decisiones individuales, el gran poder de la
practicidad quizá surja de las decisiones tomadas de forma colectiva, aspecto por el
que influye en la economía moderna. En particular en la industria relacionada con la
tecnología, la batalla por la practicidad es la batalla por el dominio de la industria.
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29 de junio de 2023
La practicidad fue la versión doméstica de otra idea del siglo XIX, la eficiencia
industrial, y su compañera la “organización del trabajo”, que representaron la
adaptación del espíritu de la fábrica a la vida doméstica.
Sin importar lo mundana que hoy parezca la practicidad, el gran elemento que ha
liberado a la raza humana del trabajo fue un ideal utópico. Al ahorrar tiempo y
eliminar las tareas fastidiosas, creó espacio para el ocio y con él llegó la posibilidad
de dedicar tiempo al aprendizaje, a los pasatiempos y a cualquier cosa que
representara un interés real. La practicidad proporcionó a la población en general el
tipo de libertad para ser autodidacta que en determinado momento estuvo
disponible únicamente para la aristocracia. De este modo, la practicidad también fue
un gran nivelador.
Esta idea (la de la practicidad como liberación) podría ser embriagante. Sus
representaciones más estimulantes se encuentran en la ciencia ficción y las
figuraciones futuristas de mediados del siglo XX. De publicaciones serias como
Popular Mechanics y espectáculos bobos como Los Supersónicos aprendimos que la
vida del futuro sería completamente práctica. Los alimentos se prepararían con solo
presionar un botón. Las aceras en movimiento eliminarían la molestia de caminar.
La ropa podría limpiarse sola o quizá autodestruirse luego de usarla durante un día.
Por fin se contemplaba acabar con el esfuerzo de la existencia.
No busco negar el hecho de que facilitar las cosas sea de utilidad en aspectos
relevantes al brindarnos muchas alternativas (de restaurantes, servicios de taxi,
enciclopedias de código abierto), cuando solíamos tener muy pocas o ninguna. Pero
ser una persona consiste, en parte, en tener opciones y elegir. También consiste en
la forma en que enfrentamos los problemas que se nos presentan, superamos
desafíos y cumplimos con tareas complicadas (los problemas que contribuyen a
determinar quiénes somos). ¿Qué sucede con la experiencia humana cuando se
eliminan tantos obstáculos, impedimentos, requisitos y preparativos?
Aceptar la falta de practicidad podría sonar raro, pero ya la aceptamos sin pensar en
ella como tal. Como si tratáramos de ocultar el problema, buscamos nombrar
nuestras elecciones poco prácticas de otras maneras, como pasatiempo,
entretenimiento, vocación, pasión. Estas son actividades no fundamentales que
ayudan a definirnos. Nos recompensan con el carácter pues involucran un
encuentro con una resistencia significativa (con las leyes de la naturaleza, los
límites de nuestro cuerpo), como al tallar madera, mezclar ingredientes, arreglar un
electrodoméstico descompuesto, escribir en código, contar el tiempo entre un ola y
la siguiente o enfrentar el momento en el que las piernas y pulmones de un corredor
se rebelan en su contra.