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LOS PRINCIPIOS GENERALES DEL PROCESO DE FAMILIA EN EL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL

Autor
 Kemelmajer de Carlucci, Aída
:

 Molina de Juan, Mariel F.

Cita: RC D 1385/2017

Tomo: 2015 2 Procesos de familia

Revista de Derecho Procesal

Sumario:

Sumario: I. Introducción. II. Sobre la necesidad de incorporar normas procesales en el Código de


fondo. III. La especificidad del proceso de familia. IV. Los principios generales. 1. Tutela judicial
efectiva. a) Derecho al acceso a la jurisdicción. b) Derecho a que la sentencia sea dictada en
tiempo oportuno y razonable. c) El derecho a la eficacia de las resoluciones judiciales. 2. Interés
superior del niño. a) Alcance del principio. b) Implicancias procesales. 3. Inmediación. 4. Buena fe y
lealtad procesal. 5. Oficiosidad. 6. Oralidad. 7. Acceso limitado al expediente. 8. Resolución
consensuada de los conflictos. a) Conciliación. b) Transacción. c) Mediación. 9. Especialidad y
multidisciplina. a) Especialización de los operadores. b) Tribunales con competencia específica. c)
Multidisciplina. 10. Participación en el proceso de personas con capacidad restringida, incapaces y
niños, niñas, adolescentes. a) Defensa material. Derecho a ser oído. b) Defensa técnica. Patrocinio
letrado. 11. Principios relativos a la prueba. a) Favor probationis. b) Cargas probatorias dinámicas.
V. Palabras de cierre.

LOS PRINCIPIOS GENERALES DEL PROCESO DE FAMILIA EN EL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL

I. Introducción

El nuevo Código Civil y Comercial (CCyC) regula las relaciones familiares en el Libro Segundo.
Dedica los siete primeros títulos a las instituciones propias del Derecho familiar (matrimonio,
régimen patrimonial del matrimonio, uniones convivenciales, parentesco, filiación, adopción y
responsabilidad parental). El último título, que denomina Procesos de familia, aglutina una serie
de normas de contenido procesal. 
La normativa sustancial reconoce que la sociedad contemporánea atraviesa una verdadera
revolución en la forma de vivir los afectos e intenta aproximar el Derecho a la realidad [1]. Acepta
la complejidad e imprevisibilidad de las relaciones familiares y revisa las estructuras
tradicionales [2] sobre la base de la revalorización de la autonomía personal, la igualdad real, la
tolerancia, el pluralismo. Reformula los roles, avanza hacia procesos de democratización mediante
la búsqueda de consensos con base en la ponderación de los distintos intereses en juego. Visibiliza
la situación de muchos grupos vulnerables; cobran protagonismo los derechos de los niños, de los
ancianos, de las mujeres embarazadas. Pone en valor conceptos como el género y la identidad
sexual. Refleja un corrimiento del orden público familiar y deja espacio para que los involucrados
tomen sus propias decisiones; en este sentido, promueve acuerdos en un sinnúmero de
situaciones; permite definir aspectos económicos o responsabilidades personales y evitar
conflictos anticipando soluciones autónomas. Los cónyuges pueden celebrar convenciones
matrimoniales y decidir los efectos de su divorcio; se promueven los pactos para regular los más
variados aspectos de las uniones convivenciales y también para resolver las consecuencias de la
ruptura. 
En otras palabras, la nueva ley aborda las relaciones familiares desde una perspectiva respetuosa
de la autonomía personal y la capacidad de las personas para autogestionar sus conflictos y
pretende evitar que trámites y decisiones judiciales se compliquen, porque en tales casos,
inexorablemente, los niños son las víctimas de la crisis de los adultos. 
Por otra parte, el respeto por la autonomía progresiva de los niños y adolescentes promueve su
participación en el proceso y en la toma de decisiones que los involucran, no sólo a través de la
defensa material (el derecho a ser oído) sino también de la defensa técnica (la posibilidad de
designar un abogado que lo patrocine). Quizás la muestra más patente de este paradigma se
observe en las normas de la nueva adopción, que garantizan expresamente su participación, e
incluso exigen el consentimiento del niño mayor de 10 años que va a ser adoptado. 
Modificaciones de semejante tenor tornan imperiosa la revisión del Derecho adjetivo, para que
éste sea un verdadero "instrumento" de vigencia de los derechos reconocidos en la ley sustancial.
El nuevo Derecho de Familia, de la infancia y de las personas vulnerables, presiona el sistema
procesal y lo obliga a brindar soluciones superadoras, con flexibilidad y aptitud de respuesta [3]. El
Derecho Procesal precisa, entonces, reglas claras para organizar un procedimiento acorde con
esos objetivos, que ayuden a resolver los conflictos familiares sin dilatar su solución, ni perpetuar
el litigio.

II. Sobre la necesidad de incorporar normas procesales en el Código de fondo

La distinción entre normas de fondo y de forma no es sólo académica; en un sistema federal como
el argentino, es también legislativa. 
La facultad de legislar la materia procesal recae -en principio- sobre las provincias (art. 121, CN).
Sin embargo, esta distribución de competencias no impide que el Congreso de la Nación haga lo
suyo a fin de asegurar la efectividad del ejercicio de los derechos que consagra la legislación de
fondo [4]. La Corte federal tiene resuelto desde 
antiguo que "si bien las provincias tienen la facultad constitucional de darse sus propias
instituciones locales y, por ende, para legislar sobre procedimiento, ello es sin perjuicio de las
disposiciones reglamentarias que dicte el Congreso cuando considere del caso prescribir
formalidades especiales para el ejercicio de determinados derechos, estableciéndolas en los
códigos fundamentales que le incumbe dictar" [5]. 
Esta posibilidad se potencia en aquellas ramas del Derecho en las que existe una especial zona de
confluencia entre lo sustancial y lo procesal, en las que fondo y forma se retroalimentan, tal como
sucede en el ámbito de las relaciones familiares. El Derecho de fondo condiciona los principios
aplicables y fundamenta la especificidad del proceso de familia, y el Derecho Procesal se articula
para ofrecer una suerte de "red de contención" que permita una justicia eficiente. La interacción
entre ambos es tan significativa que en muchos casos resulta de gran utilidad que las normas
procesales se alojen en la legislación sustantiva. 
El fenómeno no es nuevo; el Código Civil originario incorporó algunas normas procesales, por
ejemplo, al tratar la declaración de demencia (arts. 140 y ss.) previó que los alimentos tramitaran
por vía sumaria y sin poder acumularse a procesos que tramitan por la vía ordinaria (art. 375),
etcétera. Las posteriores reformas introdujeron otras disposiciones dispersas con relación a
procedimientos, cuestiones de competencia, prueba, etcétera (arts. 228, 231, 233, 236, 253, Cód.
Civ.). 
El Derecho familiar regulado en el Código Civil y Comercial profundiza el camino y contiene
numerosas disposiciones procesales a lo largo de todo su articulado. Además, sistematiza aspectos
generales en el Título VIII organizados en cuatro capítulos. El Capítulo 1° enuncia principios y
reglas generales del proceso; el 2° se ocupa de las acciones de estado y sus caracteres; el 3° se
dedica a las reglas de competencia, y el 4° a las medidas provisionales. 
Esta previsión significa:

(i) El reconocimiento del fenómeno de constitucionalización del Derecho Procesal y de las


garantías de la tutela judicial efectiva y los derechos de la familia y la infancia. 
(ii) El ejercicio de una facultad del Congreso federal, sin que ello importe invasión de prerrogativas
provinciales [6], tal como emana de la antigua jurisprudencia de la Corte federal, antes
mencionada. 
(iii) La fijación de pautas unificadoras y criterios uniformes para los procedimientos aplicables a la
atención judicial de la problemática familiar, a fin de facilitar el acceso a la justicia y evitar la
incertidumbre y tratamiento dispar a los justiciables en las diferentes jurisdicciones [7]. 
(iv) Una garantía mínima de tutela procesal diferenciada, que debe interpretarse como recaudo
institucional indispensable para todos los estados locales, por debajo del cual no es posible
proteger adecuadamente este tipo especial de derechos [8]. 
(v) Un avance hacia la autonomía del Derecho Procesal de Familia como vertiente especial de
Derecho Procesal [9].

III. La especificidad del proceso de familia

El Derecho material y los sujetos afectados imponen una forma de litigio específica. El proceso de
familia, como instrumento de realización de los derechos emergentes de las relaciones familiares,
adquiere así una tonalidad propia[10]. 
En otras palabras, los conflictos familiares no pueden ni deben resolverse como una cuestión civil
de naturaleza patrimonial. ¿Por qué se insiste en este postulado? Porque esos conflictos:

(i) Son la manifestación de problemáticas complejas que involucran cuestiones de la vida íntima, y
que muchas veces reflejan el fracaso de un proyecto personal y familiar; 
(ii) suelen desatar entre sus protagonistas pasiones y enconos que trascienden el terreno de lo
estrictamente jurídico, al menos en su acepción tradicional [11]; 
(iii) enfrentan a los operadores jurídicos con situaciones "difíciles o dilemáticas", en las que
ninguna de las soluciones jurídicas posibles es óptima para resolver el problema; 
(iv) con frecuencia involucran los derechos de personas en condición de vulnerabilidad (niños,
adolescentes, personas con capacidad restringida o incapaz); 
(v) a diferencia de lo que sucede en contiendas de naturaleza civil, durante el trámite judicial, y
aun después de la sentencia, las partes se mantienen vinculadas por lazos que les imponen
responsabilidades de uno al otro, o comunes, por ejemplo, cuando hay hijos menores de
edad [12]; 
(vi) normalmente exigen más que una tarea de subsunción de los hechos en la norma, una
verdadera ponderación y balance de los derechos fundamentales en tensión entre los partícipes
del litigio.

En razón de estos argumentos, cuando los miembros de un grupo familiar recurren a la justicia de
familia, el sistema debe poner a su disposición mecanismos que le permitan resolver sus conflictos
un modo bastante distinto al típico proceso civil. Aunque los involucrados busquen "ganar su
batalla", los operadores jurídicos deben saber que su función es ayudarlos a encontrar una
solución que -sin dejar de atender a los derechos en juego- desactive la crisis y pacifique la familia.
La intervención de la justicia persigue pacificar al grupo y restablecer el equilibrio familiar
impactado por la conflictiva, o cuando menos, lograr un nuevo equilibrio. Nada más lejos de la
tradicional antinomia "vencedor-vencido" [13]. 
El modelo contencioso clásico es poco adecuado para el propósito buscado; lejos de disminuir la
contienda, la potencia y todos se perjudican: Los tribunales, porque se multiplican las causas en
forma vertiginosa; las partes, porque quedan envueltas en trámites interminables, con un alto
costo emocional y, eventualmente, económico; los niños, porque suelen ser los rehenes de la
lucha entre los adultos y quedan entrampados en esos espirales de violencia; los operadores del
Derecho y los auxiliares de la justicia, porque sus tareas son cada vez más numerosas y complejas,
sin que exista necesidad ni justificación para ello. 
Para ser eficaz, el proceso de familia debe privilegiar el acuerdo por sobre el litigio, y estar
conducido por un juez activo y comprometido que acompañe a las partes [14] en la búsqueda de
las soluciones más convenientes, que les permitan restablecer dinámicas relacionales basadas en
el respeto. 
Debe también brindar especial protección a las personas en situación de vulnerabilidad,
ofreciéndoles un marco de contención técnico-jurídica y un conjunto de estrategias urgentes,
anticipatorias o provisorias [15], que les garanticen el ejercicio de sus derechos en condiciones de
igualdad, y la obtención de soluciones oportunas. Cuando se trata de las personas más débiles de
la relación familiar, un proceso judicial deficitario puede extinguir el derecho vulnerado en forma
definitiva. 
Toda esta especificidad propia del proceso familiar justifica la formulación de una serie de
principios específicos de la materia, que han sido contemplados expresamente en el Código Civil y
Comercial.

IV. Los principios generales

El artículo 706 del nuevo Código utiliza la fórmula "principios generales de los procesos de
familia" [16]. Bajo este título, enumera una serie de directrices, la mayoría de ellas emanadas de
garantías constitucionales [17], recogidas y plasmadas por el Derecho Procesal Constitucional [18].
De este modo, los sistemas procesales que están al servicio del abordaje de los conflictos
familiares resultan modelados por el paradigma de los derechos fundamentales. Entre ellos y
marcando el rumbo, se encuentran "el interés superior del niño" y la "tutela judicial efectiva" [19]. 
El texto dice: "El proceso en materia de familia debe respetar los principios de tutela judicial
efectiva, inmediación, buena fe y lealtad procesal, oficiosidad, oralidad y acceso limitado al
expediente. 
"a) Las normas que rigen el procedimiento deben ser aplicadas de modo de facilitar el acceso a la
justicia, especialmente tratándose de personas vulnerables, y la resolución pacífica de los
conflictos. 
"b) Los jueces ante los cuales tramitan estas causas deben ser especializados y contar con apoyo
multidisciplinario. 
"c) La decisión que se dicte en un proceso en que están involucrados niños, niñas o adolescentes,
debe tener en cuenta el interés superior de esas personas". 
De este modo, enuncia criterios rectores y orientaciones esenciales para el proceso de familia [20].
Algunos son comunes con otras materias [21], otros específicos del Derecho familiar, pero en
todos los casos presentan particularidades en el modo de actuación y se adecuan según cuál sea la
naturaleza de la relación jurídica sustancial que se encuentra en la base de ese proceso [22]. 
La enunciación de estos principios generales tiene una función dual. Por un lado, condicionan
la tarea del legislador, quien debe tomarlos en cuenta para el diseño de las normas procesales
locales [23]. Por el otro, guían la interpretación y aplicación de las reglas procesales a cargo
del juez en su carácter de director del proceso, y de los demás operadores jurídicos [24]. 
A diferencia de lo propuesto por un autor, el Código no distingue entre "principios" y
"sistemas" [25]. Reconoce las diferencias entre reglas y principios, mas adhiere a las corrientes que
no trazan una línea absoluta [26]. El artículo 706 trata unos y otros, y complementa el Capítulo
llamado Disposiciones generales con una serie de herramientas orientadas a lograr una justicia
capaz de brindar respuestas oportunas y eficaces. Estas líneas directrices no son autónomas, sino
que actúan en forma complementaria e interdependiente. En todos los casos, los mejores frutos
para el proceso y la familia que hay detrás se obtienen del juego armónico entre ellos [27].

1. Tutela judicial efectiva


La tutela judicial efectiva se ubica, junto al interés superior del niño, en el vértice de la escala
axiológica del Derecho vigente [28]. 
Involucra la eficaz prestación del servicio de justicia y atribuye responsabilidad al Estado por su
incumplimiento [29]. Se trata de un derecho fundamental, en sí mismo [30] y en garantía de otros
derechos subjetivos e intereses legítimos de la persona [31] que asegura la prevalencia del fondo
sobre la forma y del contenido sobre el continente [32]. 
Esta garantía aparece consagrada de manera expresa en algunos textos constitucionales; por
ejemplo, el artículo 24 de la Constitución de España (1978) que reconoce el derecho de todas las
personas "a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e
intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión" [33]. 
La Constitución argentina no incorpora una redacción semejante; sin embargo, se ha ido
consolidando gracias a una interpretación integradora del artículo 18 junto a la expresión "afianzar
la justicia" del Preámbulo. La reforma del año 1994 selló su suerte como principio procesal de base
constitucional indiscutible; se la ha definido como la garantía de todas las personas de contar con
una protección jurisdiccional eficaz, que le permita una justicia rápida dentro de lo razonable [34]. 
Por definición, la expresión "tutela" conlleva la noción de protección, resguardo o defensa que
incluye a todos los medios o facultades que brinda el Derecho para asegurar y posibilitar su
eficacia; esa tutela es "judicial" en la medida en que la presta el organismo jurisdiccional. La
fórmula legal agrega el adjetivo "efectiva" que indica que los resultados deben ser útiles y
concretos e impactar sobre la vida de los ciudadanos satisfaciendo sus legítimas expectativas [35]. 
Comprende varios derechos cuya enumeración no es taxativa. Entre ellos, el derecho a demandar,
a participar en el proceso, a la defensa en juicio, a contar con asistencia letrada, a una sentencia
justa y razonable dictada en tiempo oportuno por jueces independientes e imparciales, y al
cumplimiento efectivo de los mandatos judiciales [36]. También involucra el derecho a ser oído y
la gratuidad de ciertas pretensiones. El derecho a interponer recursos para la revisión de lo
resuelto es el elemento de cierre de esta garantía procesal.

a) Derecho al acceso a la jurisdicción

Implica que todas las personas tengan la posibilidad de ser escuchadas por un juez, de intervenir y
defenderse en igualdad de condiciones y de oportunidades. El juez es una pieza clave del sistema
republicano y del Estado de Derecho y es garante de los derechos individuales de los justiciables. 
En consecuencia, los Estados deben abstenerse de imponer obstáculos a las personas que acudan
a los tribunales con el fin de que sus derechos sean determinados o protegidos [37]. Por ello, el
análisis de los requisitos de admisión a la justicia debe efectuarse en forma beneficiosa,
extremando las posibilidades de interpretación en el sentido más favorable al acceso a la
jurisdicción [38]. 
La accesibilidad a la justicia de las personas en situación de vulnerabilidad expresada en el artículo
706, inciso a, cobra especial relevancia en el proceso familiar. El postulado recoge los mandatos
del artículo 75, inciso 23, CN que garantiza la igualdad real de posibilidades y de trato y el pleno
goce y ejercicio de los derechos reconocidos por la Constitución y los tratados internacionales sobre
derechos humanos, en especial respecto de los niños, mujeres, ancianos y personas con
discapacidad. 
Son de aplicación las 100 Reglas de Brasilia sobre el acceso a la justicia de las personas en situación
de vulnerabilidad, elaboradas por la XIV Cumbre Judicial Iberoamericana (2008). El documento
propone mecanismos de actuación intensa para vencer, eliminar o mitigar las limitaciones para la
defensa de los derechos de estas personas, de modo que el propio sistema de justicia contribuya
de forma importante a reducir las desigualdades sociales, y favorezca la cohesión [39]. 
Este instrumento define a las personas en situación de vulnerabilidad como aquellas que, por
razón de su edad, género, estado físico o mental, o por circunstancias sociales económicas, étnicas
y/o culturales, encuentran especiales dificultades para ejercitar con plenitud ante la justicia los
derechos reconocidos por el ordenamiento jurídico (Regla 3). 
Aunque la enumeración no es taxativa, la situación de vulnerabilidad puede estar vinculada a
diferentes condiciones personales (Regla 4), por ejemplo:

(i) La edad. Esta causa de vulnerabilidad comprende la situación de los niños, niñas y adolescentes
y los casos en que la persona adulta mayor, atendiendo a sus capacidades funcionales, encuentran
especiales dificultades para ejercitar sus derechos ante el sistema de justicia. 
(ii) La discapacidad. El artículo 48 del CCyC define a la persona con discapacidad como "toda
persona que padece una alteración funcional permanente o prolongada, física o mental, que en
relación a su edad y medio social implica desventajas considerables para su integración familiar,
social, educacional o laboral". Como se verá más adelante, el artículo 707 del CCyC prevé
expresamente el derecho a ser oído de las personas con capacidad restringida. 
(iii) La pobreza. La vulnerabilidad económica supone un serio obstáculo para el acceso a la justicia,
especialmente de aquellas personas en las que también concurre alguna otra causa de
vulnerabilidad. De allí la importancia de la gratuidad de las pretensiones en materia familiar que
carecen de contenido económico, y de aquellas en las que participe un niño, niña o adolescente, o
una persona con capacidad restringida, interviniendo con patrocinio letrado propio. 
(iv) El género. La discriminación de la mujer en determinados ámbitos puede suponer un obstáculo
para el acceso a la justicia y con ello, una vulneración de sus derechos humanos y las libertades
fundamentales.

b) Derecho a que la sentencia sea dictada en tiempo oportuno y razonable

Decía Alsina que nadie duda de que la justicia deba ser rápida, económica y segura, pero no hay
acuerdo en la manera de conseguirlo [40]. 
En los procesos en los que están en juego los derechos de personas vulnerables, tal vez más que
cualquier otro, hay que encontrar los medios para conseguir este cometido. Recuérdese que la
República Argentina ya ha sido condenada varias veces por la Corte IDH en razón de haber violado
la manda del derecho a un juicio equitativo sin dilaciones indebidas [41]. 
Cuando se trata de un litigio en el que se ventilan cuestiones de Derecho familiar, el derecho a la
sentencia dictada en tiempo oportuno y razonable [42] incluye algunas reglas específicas: 
(i) Intensificación de la celeridad. El principio de celeridad -también llamado principio de
aceleración, garantía de un juicio rápido, derecho a un proceso rápido, derecho a un proceso sin
dilaciones indebidas, derecho a obtener un pronunciamiento judicial en un plazo razonable- tiene
indudable base constitucional y coadyuva a la concreción de la tutela judicial efectiva. 
La regla tiene varios destinatarios; por un lado, el Poder Legislativo que debe diseñar trámites
ágiles para que las personas puedan obtener soluciones oportunas y eficaces; por otro, el Poder
Ejecutivo que tiene a su cargo facilitar y poner a disposición de los tribunales los recursos para que
ello sea posible, y por último, el Poder Judicial, sobre quien recae la responsabilidad de actuar con
diligencia, optimizar los recursos y evitar toda dilación indebida y dispendio de jurisdicción. 
El derecho a obtener una sentencia en plazo razonable tiene gran valor en los procesos de familia.
La demora prolongada incide en forma negativa en las expectativas de los justiciables
desanimándolos, al mismo tiempo que atenta contra la seguridad jurídica y desacredita la tarea de
los jueces. 
Por otro lado, muchas demandas requieren respuestas urgentes, y lo urgente no entiende de
parámetros burocráticos ni admite la desidia de los funcionarios. En especial, las decisiones
relativas a la infancia, desde que el transcurso del tiempo puede tener consecuencias
irremediables [43]. Con razón se ha dicho que "El transcurso del tiempo en la vida de cualquier ser
humano es esencial, pero si esto sucede en la etapa de crecimiento, evolución, aprendizaje de un
sujeto es trascendental, las marcas de esta primera etapa son imborrables" [44]. 
La dilación judicial en cuestiones relativas a la guarda, la restitución internacional, la adopción, el
ejercicio de la responsabilidad parental, la fijación de un régimen de comunicación o alimentos
puede afectar seriamente los derechos implicados. El problema es que el paso del tiempo
consolida situaciones que muchas veces originan una tensión irresoluble con el interés superior
del niño y el respeto por su derecho a la vida familiar. Las relaciones familiares no deberían ser
determinadas por el mero paso del tiempo [45]. El resonado caso "Fornerón c/Argentina"
(2012) [46] es una lamentable muestra de las consecuencias irremediables de la demora indebida
de los procesos; la Corte Interamericana reconoció que "aunque los procesos internos que
culminaron con la decisión de entregar en guarda y posterior adopción de M. violaron los
derechos a las garantías judiciales, a la protección judicial, a la protección de la familia y a los
derechos del niño" y "en principio, correspondería que este Tribunal deje sin efecto las decisiones
internas de dichos procesos", "en el presente caso no resulta posible el establecimiento inmediato
de la relación padre e hija que no se produjo durante casi doce años". 
Como premisa, el diseño normativo del proceso de familia debe ser pensado teniendo en cuenta
los tiempos, los costos y sus efectos. De cualquier modo, una buena ley adjetiva es sólo el punto
de partida; requiere, además, de buenas prácticas de todos los operadores. Con acierto destaca
Peyrano que "el mayor desfasaje entre la programación legislativa y lo que ocurre en el trajín
judicial cotidiano, se produce en lo tocante a los tiempos del proceso: los asignados a los códigos
no se corresponden con los realmente insumidos" [47]. Por eso, es importante que en la praxis
judicial esté siempre presente el principio de economía procesal, que involucra la concentración, y
la celeridad complementa esta garantía. El exceso de trabajo nunca puede admitirse como
justificación de la inobservancia del plazo razonable [48]. 
Más allá de las disposiciones legales y de la voluntad del legislador, la existencia o no de demoras
en los procesos de familia depende, en general, de los modos de actuación de los operadores del
Derecho. Desde los jueces, funcionarios y empleados judiciales, hasta las partes y sus propios
abogados litigantes son responsables del tiempo malgastado. 
Por eso, para concretar este principio es menester apartar viejas y nocivas costumbres litigiosas
que dilatan los procesos, y comprender que es necesario priorizar ante todo el ejercicio eficaz de
los derechos, máxime cuando su titular es una niña, niño o adolescente, o una persona con
discapacidad, destinatarios de una protección preferencial en el Derecho familiar. 
(ii) La tutela diferenciada. Para evitar la frustración del derecho que se pretende tutelar, deben
ofrecerse mecanismos simplificadores y hasta sustitutivos del juicio de conocimiento, poniendo en
marcha institutos procesales que garanticen una tutela diferenciada [49] con respuestas
jurisdiccionales despachadas en tiempo oportuno. Por ejemplo, la tutela anticipada, la medida
autosatisfactiva o la cautelar innovativa [50]. Si bien muchas de estas herramientas no componen
definitivamente el conflicto, posibilitan soluciones puntuales en tiempo razonable [51], y permiten
brindar protección a ciertos derechos "privilegiados" por el legislador [52]. 
Las tutelas diferenciadas cobran cada vez mayor trascendencia en los procesos de familia, no sólo
mediante la flexibilización y expansión de las medidas cautelares, sino también a través de las
sentencias anticipadas [53], como, por ejemplo, la fijación de alimentos durante el juicio de
reclamación de la filiación extramatrimonial ya que "si bien el derecho a reclamar alimentos se
apoya en el emplazamiento en el estado de hijo, el carácter impostergable de las necesidades que
los alimentos atienden autoriza otorgarlos, con carácter provisional, si el vínculo de filiación
invocado surge prima facie verosímil" [54]. El artículo 664 del CCyC se hizo cargo de esta situación
y autoriza a reclamar estos alimentos "mediante la acreditación sumaria del vínculo invocado". Sin
embargo, a fin de evitar el abuso del derecho agrega: "Si la demanda se promueve antes que el
juicio de filiación, en la resolución que determina alimentos provisorios el juez debe establecer un
plazo para promover dicha acción, bajo apercibimiento de cesar la cuota fijada mientras esa carga
esté incumplida". 
Por otra parte, las medidas autosatisfactivas cumplen un papel fundamental en la protección
contra la violencia familiar (ley nacional 24.417 y 26.485); las crisis familiares con dosis extremas
de violencia y malos tratos exigen la adopción de fórmulas expeditas, que permitan el cese del
riesgo y eviten secuelas que de otro modo podrían ser irreparables.

c) El derecho a la eficacia de las resoluciones judiciales

Las decisiones de los jueces no deben quedar en meras declaraciones sin consecuencias prácticas.
Deben cumplirse íntegramente en forma rápida y efectiva [55], y no de un modo defectuoso o
tardío. Couture decía que "El destino de la cosa juzgada es el de que se cumpla, que la justicia no
dé consejos, sino que sancione normas coactivas. Que la promesa hecha en la Constitución
garantizando justicia a todos los que quieran habitar este suelo no sea un apotegma que nos
enorgullezca cuando lo leamos en las páginas del Preámbulo, sino que nos avergüence cuando
contemplemos su burla con nuestros propios ojos" [56]. 
Aquellas palabras tienen todavía un gran impacto en los asuntos que involucran derechos
familiares. 
El cumplimiento de las resoluciones judiciales dictadas en procesos de familia preocupa a jueces y
operadores jurídicos, ya que es frecuente que los titulares de derechos reconocidos judicialmente
no puedan obtener su realización (alimentos, régimen de comunicación). Por eso, cobran especial
relevancia los instrumentos orientados a dotarlas de eficacia, tales como medidas
conminatorias [57], inscripción en registros de deudores alimentarios morosos o de obstructores
del vínculo familiar, modificación del régimen de guarda [58] ante el entorpecimiento sistemático
del régimen de comunicación, etcétera. 
En sintonía con ello, el nuevo Código brinda amplias facultades al juez para lograr el cumplimento
de la obligación alimentaria. Puede imponer al responsable del incumplimiento reiterado, medidas
razonables para asegurar la eficacia de la sentencia (art. 553, CCyC) [59]. En relación con el
derecho de comunicación, el artículo 557 dispone: "El juez puede imponer al responsable del
incumplimiento reiterado del régimen de comunicación establecido por sentencia o convenio
homologado medidas razonables para asegurar su eficacia".

2. Interés superior del niño

La transformación operada en la estructura y funcionamiento de la familia y la sociedad ha tenido


como correlato la evolución en la concepción de la infancia. Su desarrollo fue recogido por el
ordenamiento jurídico internacional a través de un hito fundamental que cambió definitivamente
la consideración de la infancia: la Convención sobre los Derechos del Niño [60] que implicó el
reconocimiento de los derechos humanos de la niñez e instauró una nueva relación entre el
Derecho y los niños. El modelo o paradigma de la protección integral del niño [61] involucra una
serie de derechos titularizados por los niños, que se suman a los que gozan los adultos.
Este plus es propio de su condición de personas en desarrollo [62]. 
En la Argentina, el impacto de estos tratados es definitivo y vinculante a partir de la reforma de la
Constitución Nacional del año 1994; el artículo 75 de la CN les confiere jerarquía constitucional
(inc. 22) y potencia esa protección al imponer al legislador nacional la obligación de adoptar
medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato y el pleno
goce y ejercicio de los derechos reconocidos a los niños, entre otros sujetos vulnerables (inc. 23). 
En el plano infraconstitucional, la ley 26.061 establece un sistema de protección integral de las
niñas, niños y adolescentes, que debe ser interpretado en forma progresiva e integrada con el
resto del plexo normativo aplicable, y como parte de esa estructura sistemática [63]. 
El último párrafo del artículo 706 del CCyC resalta: "La decisión que se dicte en un proceso en que
están involucrados niños, niñas o adolescentes, debe tener en cuenta el interés superior de esas
personas".

a) Alcance del principio

La protección del interés superior del niño es una de las consecuencias de considerar al niño como
sujeto de derechos. Se trata de una "norma abierta" como tantas otra del Derecho familiar, cuyo
contenido debe ser completado por el operador [64]. 
El artículo 3.1 de la CDN no lo define, sólo explicita: "En todas las medidas concernientes a los
niños que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las
autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se
atenderá será el interés superior del niño". La Corte IDH ha dicho que la expresión "interés
superior" implica que el desarrollo y el ejercicio pleno de sus derechos deben ser considerados
como criterios rectores para la elaboración y aplicación de normas en todos los órdenes relativos a
su vida [65]. 
En el año 2013, el Comité de los Derechos del Niño ha elaborado la Observación General N°
14 sobre el derecho del niño a que su interés superior sea una consideración primordial, con la que
pretende arrojar más luz sobre este mandato. La observación subraya que el interés superior del
niño es un derecho, un principio y una norma de procedimiento:

(i) Es un derecho sustantivo. Ello significa que el niño tiene derecho a que su interés superior sea
una consideración primordial que se evalúe y tenga en cuenta al sopesar distintos intereses para
tomar una decisión sobre una cuestión debatida, y la garantía de que ese derecho se pondrá en
práctica siempre que se tenga que adoptar una decisión que afecte a un niño, a un grupo de niños
concreto o genérico o a los niños en general. El Comité agrega que el artículo 3.1 establece una
obligación intrínseca para los Estados de aplicación directa (aplicabilidad inmediata) que puede
invocarse ante los tribunales. En la Argentina, se lo utiliza con frecuencia para fundar las
decisiones judiciales en todas las instancias [66]. 
(ii) Es un principio jurídico interpretativo fundamental. La Observación expresa que si una
disposición jurídica admite más de una interpretación, se elegirá la que satisfaga de manera más
efectiva el interés superior del niño. Los derechos consagrados en la Convención y sus Protocolos
facultativos establecen el marco interpretativo. Esto no significa que el interés del niño está en un
grado de jerarquía superior al de los adultos, sino que por su condición de sujeto vulnerable, se
deberá tener especial cuidado y consideración en el reconocimiento y protección de sus derechos,
atendiéndose a la solución que sea más conveniente para él, en cada caso concreto. 
(iii) Es una norma de procedimiento. El Comité indica que siempre que se tenga que tomar una
decisión que afecte a un niño en concreto, a un grupo de niños concreto o a los niños en general,
el proceso de adopción de decisiones deberá incluir una estimación de las posibles repercusiones
(positivas o negativas) de la decisión en el niño o los niños interesados. La evaluación y
determinación del interés superior del niño requieren garantías procesales. Además, la
justificación de las decisiones debe dejar patente que se ha tenido en cuenta explícitamente ese
derecho. La Observación agrega que se debe explicar cómo se ha respetado este derecho en la
decisión, es decir, qué se ha considerado que atendía al interés superior del niño, en qué criterios
se ha basado la decisión y cómo se han ponderado los intereses del niño frente a otras
consideraciones, ya se trate de cuestiones normativas generales o de casos concretos.

En consecuencia, el trámite procesal y la decisión que de él concluya siempre están condicionados


por el mejor interés del o los niños involucrados en cada caso concreto.

b) Implicancias procesales

Esta exigencia justifica la flexibilización de las normas previstas en la ley de rito y la amplitud de las
atribuciones del juez para dirigir el proceso en aras de una pronta solución y la efectiva protección
de los derechos de los niños, niñas y adolescentes involucrados. 
En este entendimiento, la Corte federal ha resuelto que "Cuando se trata de resguardar el interés
superior del niño, atañe a los jueces buscar soluciones que se avengan con la urgencia y la
naturaleza de las pretensiones, encauzar los trámites por vías expeditivas y evitar que el rigor de
las formas pueda conducir a la frustración de derechos que cuentan con una particular tutela
constitucional" [67]. Para la Suprema Corte de Buenos Aires, "encontrándose en juego la suerte de
un niño, toda consideración formal pasa a segundo plano; en los procesos en los que se ventilan
conflictos familiares que involucran a un niño se amplía la gama de poderes del juez,
atribuyéndosele el gobierno de las formas, a fin de adaptar razonable y funcionalmente el orden
de sus desarrollos a la finalidad prioritaria de que la protección se materialice; en estos litigios,
aislar lo procesal de la cuestión sustancial, limitarlo a lo meramente técnico instrumental, es
sustraer una de las partes más significativas de la realidad inescindible" [68].

3. Inmediación

La inmediación supone el contacto directo del juez con las partes y los actos de adquisición de la
prueba, de modo de acercarse a la verdad objetiva para arribar a la solución más adecuada del
conflicto familiar [69]. 
El escenario clásico para el juego de la inmediación se concreta al momento de producción de las
pruebas [70], permitiendo que lleguen al ánimo del juez sin alteraciones o impresiones de otras
personas [71]. De este modo, puede percibir el lenguaje corporal y gestual y extraer conclusiones
sobre ellos directamente [72]. 
La inmediación presupone la oralidad y el sistema de audiencias (conciliatorias, probatorias) en
presencia del juez. En la práctica, este principio suele soslayarse invocando la imposibilidad
material derivada de la sobrecarga de trabajo de los tribunales [73]. Ciertamente, el análisis de los
problemas de la justicia conduce al de las actitudes de las personas que la administran. Aunque las
agendas sean abultadas, el argumento es falaz porque con frecuencia la inmediación incrementa
la posibilidad de desarticular el conflicto y alcanzar soluciones tempranas [74]. 
Lo que se requiere es una cuidadosa gestión de los tiempos, que optimice las oportunidades de
contacto directo con las partes [75]. A tal fin puede ser de utilidad aplicar, en la medida de lo
posible, la regla de concentración, que permite en esos encuentros abordar la mayor cantidad
posible de litigios existentes entre las partes. 
El principio de inmediación se encuentra expresado en numerosas figuras regladas por el Código
Civil y Comercial. Por ejemplo, en la obligación del juez de entrevistar personalmente a la persona
en el juicio de restricción de su capacidad (art. 35), en el deber de mantener entrevista personal
con los pretensos contrayentes para la dispensa judicial de los menores de edad y de las personas
con capacidad restringida (arts. 404 y 405), en la declaración de situación de adoptabilidad (art.
609), en guarda preadoptiva (art. 613), en el juicio de adopción (art. 619).

4. Buena fe y lealtad procesal

La buena fe y lealtad procesal son deberes jurídicos de contenido ético que pesan sobre las partes
y que el juez debe asegurar previniendo, neutralizando y sancionando todo acto contrario. 
Comprende el conjunto de reglas de conducta guiadas por un imperativo ético al que todos los
sujetos procesales deben ajustar su comportamiento. Buena fe, lealtad, veracidad y probidad son
predicados que se involucran en el principio de moralidad [76] (conf. arts. 9° y 10, CCyC). La
actitud de las partes durante todo el proceso, su solidaridad y disposición para avanzar hacia una
solución al conflicto, en fin, su conducta procesal es un elemento idóneo para la valoración del
resto de la prueba [77]. 
La conflictiva personal que subyace en los litigios de familia sumada a la escasa especialización de
algunos operadores y la prescindencia de valores ético-profesionales, conlleva el riesgo de
constituir un escenario propicio para el abuso del derecho o del proceso por litigantes
oportunistas e irresponsables. De ahí la trascendencia de la incorporación expresa de este
principio en el artículo 706 del CCyC. La naturaleza de los derechos en juego y su impacto para la
vida de las personas involucradas impone extremar los recaudos para el correcto comportamiento
y lenguaje utilizado por las partes y sus letrados. 
Es necesario evitar el abuso procesal y el dispendio jurisdiccional que conlleva para morigerar los
efectos perniciosos del litigio judicial, que afecta a todos los actores involucrados, y especialmente
a las personas más vulnerables del grupo. 
El abuso procesal es una derivación específica del abuso del derecho. Se lo ha conceptualizado
como el inadecuado ejercicio objetivo de poderes, deberes funcionales, atribuciones, derechos y
facultades en que puede incurrir cualquiera de los sujetos -principales o eventuales-
intervinientes [78]. De ordinario "media abuso del proceso sin que exista una violación de una
disposición legal específica". En otras palabras, aunque ninguno de los actos procesales en sí
vulnere la normativa procesal, la manera en que los mismos se producen en el expediente altera el
espíritu de la norma y los principios que la inspiran [79]. 
El juez no puede permanecer ciego o inactivo frente a las estrategias que obstruyen el trámite o
usan el proceso para un fin contrario a la ley. Tiene el deber de rechazar las conductas
inadecuadas y no debe tolerar dilaciones innecesarias, sea que se manifiesten mediante la
postulación de actos procesales particulares durante el trámite del proceso, como por ejemplo, el
planteo permanente de incidencias, conductas obstaculizantes o recusación sistemática o
maliciosa [80], sea que se sirvan del proceso con fines espurios, como por ejemplo el planteo de
demandas groseramente improponibles, extorsivas o innecesarias [81].

5. Oficiosidad

Los delicados intereses involucrados en los procesos de familia en los que se ventilan asuntos que
involucran normalmente a personas especialmente vulnerables justifican la existencia de un
marcado protagonismo judicial. Ser juez imparcial no quiere decir ser indiferente [82]. 
El artículo 709 del CCyC expresa: "En los procesos de familia el impulso procesal está a cargo del
juez, quien puede ordenar pruebas oficiosamente. 
"El impulso oficioso no procede en los asuntos de naturaleza exclusivamente económica en los
que las partes sean personas capaces". 
El principio de oficiosidad centra la atención en el papel del juez que debe decidir un conflicto
familiar, pues en palabras de Morello, la justicia de familia se erige como una "justicia de
acompañamiento o protección" donde la tarea del magistrado excede la de simplemente decidir el
conflicto mediante la sentencia [83]. 
El juez de familia debe ser un juez activo, comprometido con el conflicto familiar que se ventila en
su tribunal; alerta y capaz de tomar las decisiones adecuadas para proteger a las personas más
vulnerables. Por eso, tiene amplias facultades, puede convocar a las partes en el momento
oportuno, brindar información y consejo si es necesario, e incluso asistencia técnica (por sí o por
funcionario de la propia oficina judicial) [84], dictar de manera diligente las medidas pedidas o
tomar medidas de oficio [85]. Debe procurar la igualación de las partes en sentido amplio,
proteger los derechos prevalentes y asegurar la virtualidad de los intereses generales
comprometidos [86]. 
La oficiosidad se manifiesta tanto en la iniciativa procesal y el impulso de oficio como en la
actividad probatoria.
(i) La iniciativa y el impulso procesal de oficio. La relación jurídico-procesal familiar excede el
principio dispositivo; el juez no es un espectador sino un verdadero director del proceso con
amplios poderes autónomos de impulso y de investigación. Ésta es una diferencia sustancial con el
proceso civil en el cual son las partes las que exclusivamente fijan la plataforma fáctica de la
cuestión litigiosa, proponen los medios de prueba y tienen la carga de impulsar los
procedimientos. 
Si bien -como regla- la puesta en marcha de la actividad jurisdiccional corresponde a los
interesados mediante la interposición de la demanda, en aquellos casos en que está en juego la
protección de personas vulnerables, el proceso puede continuar sin necesidad de impulso de
parte [87], pues la propia naturaleza del conflicto impone que el juez ordene el procedimiento e
inste el trámite hacia su finalización [88]. En algunos casos, incluso, puede verse flexibilizado el
principio de "demanda privada", desde que el juez está facultado a disponer de oficio ciertas
medidas de protección de las personas (conf. art. 721, CCyC). 
En esta línea, el CCyC faculta al juez a iniciar el proceso de adopción de oficio (art. 616), o tomar
decisiones en relación con el ejercicio de la responsabilidad parental aunque las partes no lo
soliciten (art. 651). 
(ii) Iniciativa probatoria. Al juez de familia le interesa alcanzar la verdad real, siempre esquiva. Por
tal razón, tiene iniciativa probatoria, es decir, la atribución de adquirir las pruebas cuando éstas no
han sido producidas por las partes, o incluso ordenar algunas no ofrecidas. No se trata de que el
magistrado supla con su accionar la negligencia de las partes ni que se constituya en actor
autoritario, sino que cumpla con una función integradora, respetando las garantías procesales
reconocidas a los litigantes. 
A modo de ejemplo, en las acciones de filiación (en las que está comprometido el orden público),
el artículo 579, primer párrafo, del CCyC indica: "En las acciones de filiación se admiten toda clase
de pruebas, incluidas las genéticas, que pueden ser decretadas de oficio o a petición de parte". 
Ahora bien, los amplios poderes del juez de familia, su activismo y protagonismo deben ejercerse
con cautela, cuidando no caer en un peligroso "exceso de jurisdicción", ni convertir el proceso en
una suerte de laberinto que se vuelva contra las mismas partes cuyos derechos debe
proteger [89]. La proactividad del magistrado encuentra sus límites en el estricto cumplimiento de
las garantías constitucionales y jurisdiccionales, pues, por sobre todas las cosas, el juez es, antes
que nada, el último garante de los derechos humanos de las personas involucradas en el conflicto
familiar [90].
6. Oralidad

Más que oralidad, técnicamente debiera decirse "proceso que se desarrolla a través de
audiencias" [91], pues la escritura cumple un papel importante para las postulaciones, la sentencia
y la etapa impugnativa. 
Se suele identificar o asociar la oralidad con la inmediación, pero cada término tiene un significado
y funcionamiento específico. Normalmente la oralidad es el ámbito propicio para que la
inmediación se desarrolle más fecundamente; sin embargo, es posible que las alegaciones y
pruebas rendidas en forma oral no sean recibidas directamente por el juez [92], en cuyo caso hay
oralidad sin inmediación. 
De los Santos enumera los siguientes beneficios de la oralidad, de gran trascendencia práctica en
los procesos familiares: (a) la mayor inmediación permite conclusiones más certeras sobre la
prueba; (b) posibilita una mayor concentración de los actos procesales que reduce la duración del
juicio; (c) evita interpretaciones erróneas de las declaraciones -como, en ocasiones, sucede con el
acta de audiencia labrada por escrito-; (d) los justiciables presencian la actuación del juez,
importante factor institucional; (e) la filmación de las audiencias permite que éstas se desarrollen
en tiempo "real" y no en el adicional que insume labrar un acta escrita de las declaraciones [93].

7. Acceso limitado al expediente

La regla recoge el principio de reserva e implica que el expediente en el que se discuten cuestiones
de índole familiar o se debate una problemática que afecta a un grupo de personas unidas por
vínculos jurídicos familiares queda limitado al conocimiento de ciertas personas. En estos litigios,
los involucrados exponen sus problemas privados, expresan sus sentimientos más íntimos, sus
amores, desamores, pasiones y deseos, por lo que debe garantizarse que estas manifestaciones
permanezcan en reserva y no queden expuestas al conocimiento de terceros. 
Se encuentra enunciada en el artículo 706 del CCyC y desarrollada en el artículo 708: "El acceso al
expediente en los procesos de familia está limitado a las partes, sus representantes y letrados y a
los auxiliares designados en el proceso. En caso de que las actuaciones sean ofrecidas como
prueba ante otro juzgado, se debe ordenar su remisión si la finalidad de la petición lo justifica y se
garantiza su reserva". 
La reserva persigue la protección de la esfera íntima del individuo y se funda en el mandato
constitucional-convencional que indica que ninguna persona puede ser objeto de injerencias
arbitrarias o abusivas, ya sea en lo relativo a su vida privada o de su familia contemplado en el
artículo 19 de la CN y en los instrumentos de derechos humanos, por ejemplo, el artículo 12 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 5° de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, el artículo 16 de la Convención sobre los Derechos del Niño. 
El postulado obliga a revisar también los nuevos enunciados de los artículos 51 y 52 del CCyC que
consagran la inviolabilidad de la persona humana y garantizan la protección de su esfera de
intimidad personal y familiar [94]. 
La exigencia se concreta a través de distintas medidas, como vedar el acceso al expediente a
quienes no sean las partes, sus patrocinantes o apoderados, o terceros autorizados por el
juez [95]; la privacidad de las audiencias, las carátulas bajo iniciales, la existencia de resoluciones
no publicables, y también las restricciones a la remisión del expediente ad effectum videndi. En
este caso, debe acreditarse que la finalidad del pedido se encuentre justificada, y que se garantiza
su estado de reserva y pronta devolución al tribunal de origen. 
Lo dicho es sin perjuicio de que la doctrina judicial y la jurisprudencia trascendente se den a
conocer con fines científicos y académicos, cuidando preservar la identidad de las partes, sean
mayores o menores de edad [96].

8. Resolución consensuada de los conflictos

En sintonía con la filosofía que inspira el nuevo CCyC, el artículo 706, inciso a, postula otro
principio rector del proceso de familia: la resolución pacífica de los conflictos. De este modo,
promueve las soluciones consensuadas y el abordaje de las controversias en ámbitos alternativos,
aunque no menos eficaces [97]. 
Las transformaciones jurídicas, sociales y culturales y la propia experiencia han enseñado que, en
muchos casos, el mejor modo de obtener la realización de los intereses familiares se concreta
mediante acuerdos negociados [98]. 
El principio permite:

(i) Evitar la dilación de los procesos y la morosidad judicial. Es un hecho notorio que la justicia de
familia se encuentra cada vez más colapsada y que la litigiosidad se incrementa diariamente,
siendo en ocasiones, la judicialización el ámbito propicio para multiplicar y potenciar la crisis. 
(ii) Alcanzar soluciones más económicas. Estos procedimientos no tienen las formalidades de los
procesos judiciales, son más flexibles, dinámicos, expeditos para las partes y para la estructura
judicial. 
(iii) Contribuir a desactivar el conflicto y por ende la violencia real o potencial que pueda instalarse
entre los partícipes. Estos ámbitos -manejados con habilidad por quienes los conducen- generan
mayores posibilidades de acercar a las partes y encontrar soluciones tempranas que eviten los
efectos devastadores de procesos que se eternizan. 
(iv) Favorecer la eficacia de lo acordado. Se advierte que lo convenido entre las partes (en tanto no
resulte contrario al orden público o al interés superior del niño) es más beneficioso que las
soluciones impuestas por otro, aun por el solo hecho del mayor grado de acatamiento espontáneo
que suele generar en sus protagonistas.
(v) Beneficiar a las personas más vulnerables de los grupos familiares. Las ciencias sociales
sugieren que la adaptación de los niños a la separación y el divorcio depende de los
comportamientos de sus padres durante y después del proceso, pues cuanto más alto sea el nivel
de conflicto parental al que estén expuestos, más negativos serán los efectos de la disolución
familiar. Estos abordajes ayudan a los padres a manejar su conflicto y los alientan a desarrollar
relaciones coparentales positivas después de la ruptura [99]. Claro está, no debe olvidarse que los
acuerdos que deciden cuestiones relativas a la responsabilidad parental (alimentos, cuidado
personal, comunicación) tienen siempre una validez provisoria y su estabilidad es precaria [100],
sujeta básicamente a la regla Rebus sic stanctibus, es decir al mantenimiento de las circunstancias
existentes al tiempo de su celebración.
Las Reglas de Brasilia también promueven la aplicación de medios alternativos de resolución de
conflictos en aquellos supuestos en los que resulte apropiado. Dejan en clara su aplicabilidad no
sólo antes del inicio, sino también durante la tramitación del proceso. Mecanismos como la
mediación, la conciliación, el arbitraje, son facilitadores de las condiciones de acceso a la justicia
de determinados grupos en condición de vulnerabilidad (Regla 43). 
Existen diferentes sistemas o medios de resolución consensuada del conflicto; entre ellos, la
conciliación, la transacción y la mediación.

a) Conciliación

La conciliación es una estrategia para la resolución de las controversias judiciales mediante la cual
el juez ayuda a las partes a negociar sus diferencias a partir de sus intereses y necesidades,
proponiéndoles opciones de solución y pudiendo emitir opinión. 
Todos los ordenamientos procesales generales confieren a los jueces la atribución de fijar
audiencias a fin de promover avenimientos o transacciones. 
En el caso del proceso de familia, esta función se encuentra potenciada como modo de alcanzar
soluciones que reduzcan la agresión entre las partes y permitan que restablezca el diálogo. El
ámbito propicio son las audiencias, en las que el magistrado puede cumplir un papel pacificador,
no sólo aplicando estrategias de acercamiento, sino también brindando información sobre los
derechos de cada uno y las consecuencias de mantener una postura inflexible, fomentando la
toma de conciencia de que lo que decidan, en definitiva, repercutirá inexorablemente en el núcleo
familiar. 
La conciliación puede versar sobre la totalidad de las cuestiones planteadas entre las partes, o bien
limitarse a algunas controversias determinadas, en cuyo caso, los temas no acordados continúan
por los carriles correspondientes, sin perjuicio de mantenerse activa la posibilidad de nuevos
acuerdos. 
Para lograr este acercamiento el magistrado puede valerse de la colaboración de la multidisciplina,
pedir informes a médicos, psicólogos, psicoterapeutas, asistentes sociales, entre otros.

b) Transacción

Aunque en las relaciones de familia la transacción de los derechos en litigio no siempre es posible,
existen numerosas cuestiones en las que puede realizarse y resultar una herramienta apta para
una solución oportuna y eficaz. 
El Derecho de fondo decide si una materia es o no objeto de transacción, y si lo es, cuál es la
función del juez antes de homologar el acuerdo; si se limita a efectuar sólo un control de legalidad,
o si por el contrario, debe hacer un control de mérito de la transacción realizada. 
Un ejemplo es el artículo 438 del CCyC. La norma inserta en el marco del divorcio incausado
expresa que "...si el convenio regulador perjudica de modo manifiesto los intereses de los
integrantes del grupo familiar, las cuestiones pendientes deben ser resueltas por el juez de
conformidad con el procedimiento previsto en la ley local", de lo que se deduce que si el convenio
es perjudicial para los intereses de los integrantes del grupo familiar, el juez no debería
homologar. Pero esta facultad debe ejecutarse con prudencia, y teniendo en cuenta la protección
de las personas vulnerables del grupo. Lo contrario podría configurar una injerencia arbitraria en el
ámbito de libertad de personas mayores de edad y capaces.

c) Mediación

La mediación es un método alternativo de resolución de conflictos muy valioso. En general -


aunque no exclusivamente- se desarrolla en forma previa a su judicialización. Esto estimula una
mejor disposición de las partes, quienes en muchos casos la ven como una buena manera para
evitar llegar a los tribunales. 
Se trata de un mecanismo informal, voluntario y confidencial que facilita el entendimiento entre
las partes para alcanzar un acuerdo que pueda ser sostenido. Se asienta sobre dos pilares: la
negociación y la comunicación. 
El mediador actúa como un tercero imparcial que acompaña a las partes en un proceso de
reflexión sobre el conflicto, y facilita la negociación a través de la comunicación, aunque no tiene
injerencia alguna sobre la posterior decisión judicial. En este proceso de reflexión, busca que los
involucrados adviertan sus posibilidades para gestionar el conflicto y traslada hacia ellos la
responsabilidad de su resultado, con la finalidad de lograr la autocomposición, la meta más
preciada de esta metodología [101]. 
La posibilidad que tiene la controversia de ser sometida y decidida por esta vía depende en gran
medida de que los sujetos puedan o no participar sin que existan en ellos circunstancias que
limiten su capacidad de decisión. Su eficacia dependerá de la forma en que las partes se relacionan
en la comunicación, su disposición y capacidad para mediar; la existencia de situaciones de
violencia, agresión o de desbalance de poder, en las que el mediador no tenga suficientes recursos
para compensar [102]. 
La Ley 26.589 de Mediación y Conciliación vigente desde el 6 de mayo de 2010 establece con
carácter obligatorio la mediación previa a todo proceso judicial, salvo las excepciones
expresamente contempladas, con el objeto de promover la comunicación directa entre las partes
para la solución extrajudicial de la controversia. Esta ley introduce también la "Mediación Familiar"
y se enuncian las situaciones en las que el mediador debe obligatoriamente darla por finalizada, en
resguardo de los interesados.

9. Especialidad y multidisciplina

El artículo 706, inciso b, indica: "Los jueces ante los cuales tramitan estas causas deben ser
especializados y contar con apoyo multidisciplinario". 
La especialidad refiere a dos aspectos diferentes [103].

a) Especialización de los operadores

Todos los operadores del Derecho que intervienen en los conflictos familiares deben tener
acabada formación en la materia (niñez, adolescencia y familia). 
En primer lugar, los jueces encargados de impartir justicia en el ámbito familiar deben contar con
cualidades intelectuales y morales para el desempeño de su tarea. No es suficiente saber hacer
justicia, hay que estar comprometido con hacerla [104]; por eso necesitan contar con una vocación
especial para este tipo de conflictiva que involucra profundas cuestiones humanas. 
La trascendencia de su intervención requiere un conocimiento profundo del Derecho sustancial y
procesal aplicable, y además, que estén entrenados para el manejo de los conflictos familiares. Así
lo exige su específico rol, en tanto son responsables de poner en marcha una dinámica de
acompañamiento que ayude a las partes a transitar el proceso de la forma menos perniciosa
posible [105]. 
Esa formación no culmina el día que acceden a la magistratura; tienen la responsabilidad de
capacitarse continuamente, pues el Derecho familiar es una rama dinámica, que está en
permanente evolución. Además, deben tener buen criterio jurídico para detectar rápidamente los
intereses y bienes jurídicos protegidos, y un acertado sentido de realidad, porque los expedientes
no son ficciones, sino que reflejan situaciones particulares y concretas de un determinado grupo
familiar en crisis, al que hay que acompañar. 
Los demás operadores jurídicos también deben contar con una formación especializada. Este
requisito recae tanto sobre los funcionarios como los abogados y procuradores. Todos los actores
necesitan comprender y manejar adecuadamente el Derecho sustancial, los principios éticos y las
reglas procesales fundamentales para el desenvolvimiento de su actividad en el fuero.

b) Tribunales con competencia específica

Los tribunales que resuelven conflictos familiares deben tener


competencia específica y exclusiva en la materia, o sea, no comprensiva de otras cuestiones de
Derecho común. 
Al igual que en el ámbito de las relaciones laborales o en conflictos regidos por el Derecho
Administrativo, también en las relaciones de familia es necesario instrumentar -desde la
estructura judicial- órganos con competencia específica [106], porque los conflictos que surgen
dentro de las familias exigen un tratamiento y una arquitectura judicial diferente, en tanto su
misión consiste en ofrecer soluciones jurídicas que permitan pacificar el enfrentamiento, clarificar
las posiciones de las partes y ordenar las conductas de los miembros del grupo [107]. 
La especificidad de la competencia de los tribunales de familia fue propiciada en el IV Encuentro
Panamericano de Derecho Procesal (Mar del Plata 1985); en cuanto a los asuntos de familia,
minoridad y derechos personalísimos, se estima la necesidad de crear tribunales especializados
para funcionar en juicio oral de instancia única, con una etapa previa conciliatoria y con la
colaboración de auxiliares técnicos [108]. Años más tarde, la Comisión N° 3 del XXVI Congreso de
Derecho Procesal, celebrado en Santa Fe (año 2011), declaró la importancia de crear fueros
especializados y puso el acento en el necesario auxilio multidisciplinario para resolver los
conflictos de familia (puntos 5 y 6). 
Las distintas jurisdicciones provinciales fueron avanzando en este requerimiento. La expansión de
la materia hace que la puesta en marcha de nuevos juzgados sea una práctica frecuente a lo largo
y ancho del país; sin embargo, la cuestión todavía no está totalmente resuelta. Coexisten fueros
especializados en familia con tribunales con competencia exclusiva en la materia (Córdoba,
Mendoza, Provincia de Buenos Aires), con tribunales civiles ordinarios a los que se somete la
cuestión familiar juntamente con el trámite de diversos juicios de carácter patrimonial, y
tribunales con competencia múltiple en los que los jueces, generalmente del interior de las
provincias, deciden asuntos civiles, comerciales, laborales, penales, y también familiares [109].

c) Multidisciplina

En los conflictos familiares, las soluciones basadas exclusivamente en la ley son con frecuencia
insuficientes; el juez no puede ni debe trabajar en forma aislada, pues tiene que articular las
normas con la realidad concreta de cada grupo familiar y con los valores en juego. 
Por eso, para cumplir adecuadamente su función, necesita el apoyo de cuerpos auxiliares
multidisciplinarios [110]. Estos equipos, que desempeñan un papel esencial en el abordaje jurídico
de la problemática familiar, se componen de profesionales de diversas ramas, entre otros,
psicólogos, psicoterapeutas, médicos y asistentes sociales. 
El encuentro de jueces con especialistas de otras ciencias aporta un engranaje necesario para
enfrentar problemáticas que afectan a niños, adolescentes y familias; enriquece la mirada del
panorama fáctico y visibiliza los pasos a seguir para una mejor actuación de la justicia y la
adopción de decisiones acordes a la dinámica de cada grupo familiar [111]. 
Su aporte es altamente valioso porque los conflictos familiares no son estáticos, se retroalimentan
con los nuevos hechos. Con frecuencia, las soluciones alcanzadas en un momento tienen corta
vigencia temporal y deben revisarse a la luz de nuevas circunstancias [112].

10. Participación en el proceso de personas con capacidad restringida, incapaces y niños, niñas,
adolescentes

El artículo 707 del CCyC dice: "Las personas mayores con capacidad restringida y los niños, niñas y
adolescentes tienen derecho a ser oídos en todos los procesos que los afectan directamente. Su
opinión debe ser tenida en cuenta y valorada según su grado de discernimiento y la cuestión
debatida en el proceso". 
La garantía de participación expresada en el texto comprende por igual a niños, niñas y
adolescentes, y a las personas con capacidad restringida. 
Recuérdese que en el nuevo Código Civil y Comercial, la capacidad es la regla, y que de ser
necesario restringirla, el juez evalúa y determina en cada caso el alcance de las funciones de los
apoyos necesarios para no invadir la esfera de autonomía más allá de lo indispensable [113].
Cuando se trata de personas con discapacidad, para poder concretar esta garantía deben
ofrecerse todas las condiciones necesarias, incluyendo aquellas medidas conducentes a utilizar los
servicios judiciales requeridos y disponer de todos los recursos que garanticen su seguridad,
movilidad, comodidad, comprensión, privacidad y comunicación (Regla 8 de Brasilia) [114]. 
La participación de niños y adolescentes en el proceso refleja su consideración como sujetos de
derecho, implica el reconocimiento de su autonomía progresiva, al tiempo que estimula su
responsabilidad y permite una mayor eficacia de las soluciones alcanzadas. No puede negarse que
considerar a los niños y adolescentes como sujetos activos y participativos, y darles el debido lugar
dentro del proceso constituye un verdadero desafío para la justicia [115]. 
Este derecho encuentra sustento en la propia CDN. El artículo 12, inciso 2°, consagra el derecho a
ser escuchado, sea directamente o por medio de un representante [116]; el artículo 37, inciso d,
reconoce a todo niño privado de libertad, el derecho a un pronto acceso a la asistencia jurídica, y
el artículo 40, inciso 2°, b, les garantiza el derecho a asistencia letrada en la preparación y
presentación de su defensa. 
También la ley 26.061 se refiere a la participación del niño en numerosos artículos (2°, 3°, 24, 27,
66, inc. e); en realidad, esta ley manifiesta una suerte de obsesión por el respeto de este derecho.
Su articulado no sólo ha procurado adecuar el ordenamiento interno a los lineamientos de la CDN,
sino además aclarar el alcance del artículo 12 de la CDN que generó algunas dificultades de
interpretación. 
En esta misma línea, el nuevo artículo 26 del CCyC establece: "La persona menor de edad ejerce
sus derechos a través de sus representantes legales. No obstante, la que cuenta con edad y grado
de madurez suficiente puede ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento
jurídico. En situaciones de conflicto de intereses con sus representantes legales, puede intervenir
con asistencia letrada. La persona menor de edad tiene derecho a ser oída en todo proceso judicial
que le concierne así como a participar en las decisiones sobre su persona..."

a) Defensa material. Derecho a ser oído

La interpretación de esta garantía no ha sido sencilla, y se observa una interesante evolución


desde que fue incorporada en la CDN [117]. 
(i) La primera cuestión a dilucidar versa sobre la edad del niño para manifestar su opinión. El CCyC
no fija una edad mínima para el ejercicio de esta facultad, razón por la cual, corresponderá
garantizar su aplicación siempre, debiendo generar estrategias para alcanzar el propósito según las
particularidades de desarrollo y comprensión propias de cada etapa de la infancia [118]. En este
sentido, se ha dicho que "es un error estimar que el hecho de que el niño -o el bebé- no posea una
técnica expresiva gramatical oral determina su inhabilitación para entender lo que se pretende
transmitir a través de la palabra. Es decir, que el niño, aunque incapaz de expresarse por medio de
un lenguaje inteligible para el adulto, oye y comprende lo que éste está dispuesto a comunicar [...]
puede expresar también su opinión de los modos más diversos tales como el lenguaje corporal, los
signos, símbolos y representaciones, dibujos, etcétera" [119]. 
(ii) La segunda cuestión tiene que ver con los casos en los que debe ser escuchado. El artículo 26
del CCyC indica que la escucha del niño y adolescente procede en todo proceso judicial que le
concierne y el artículo 707 habla de los procesos que los afectan directamente. 
¿Significa esta expresión que la escucha debe realizarse en todos los procesos en los que se
resuelvan cuestiones vinculadas con niños o adolescentes? Si la respuesta es afirmativa, ¿cómo
evitar la excesiva judicialización o revictimización de los niños? 
Para responder a estos interrogantes podrían formularse algunas premisas:

- Si el niño lo solicita, siempre debe ser escuchado. 


- La escucha es una facultad del niño, nunca un deber. 
- Si concurre a manifestar su opinión al tribunal, el niño debe recibir información adecuada sobre
el ejercicio de este derecho y sus implicancias. 
- La escucha es indispensable en todos los procesos en que se resuelvan cuestiones que involucran
relaciones personales de los niños con los adultos (régimen de comunicación, cuidado personal).
(iii) La otra arista de este derecho es determinar el valor que deben darse a las manifestaciones de
los niños y adolescentes o de las personas con capacidad restringida. 
El reconocimiento de la subjetividad de los niños exige considerar sus capacidades y posibilidades,
determinadas por su grado de maduración y desarrollo. Esta visión viene de la mano del concepto
de la autonomía progresiva -diferenciada de la capacidad civil tradicional [120]- que rechaza la
aplicación de criterios rígidos fundados en la edad. La experiencia demuestra que no todos los
niños tienen las mismas capacidades a la misma edad cronológica, existiendo una gran variedad en
el grado de desarrollo físico e intelectual, en la experiencia y en la información que poseen [121]. 
El concepto de autonomía progresiva acepta que, aunque la edad del niño es un dato importante y
necesario, resulta insuficiente para determinar el alcance de su participación, que depende más
bien de su desarrollo madurativo y de la clase de actos de que se trate, que le permita
comprender su sentido y las consecuencias. Sin duda, la evolución de las facultades a partir del
crecimiento y la posibilidad o aptitud de formarse un juicio propio constituye el criterio de
ponderación a la hora de decisión [122]. En consecuencia, a mayor desarrollo, mayor peso tendrá
su opinión cuando deba adoptarse una decisión que afecte sus derechos e intereses [123]. 
Naturalmente, aunque la opinión sea siempre valorada conforme estas pautas, no quiere decir
que sea vinculante para el juez [124]. En un fallo que lleva varios años, con buen criterio, la
Cámara Nacional Civil, sala F, aclaró que los dichos del niño por sí solos no pueden someter a los
magistrados al punto de que resuelvan inexcusablemente de acuerdo al favoritismo de aquéllos
con relación a uno de sus progenitores [125]. 
Uno de los problemas más complejos que se presentan al magistrado es dilucidar si las opiniones y
deseos del niño son el producto de una expresión libre y autónoma, o en cambio, el fruto de una
manipulación de alguno de los progenitores o representantes. Por eso es importante contar con
un interlocutor suficientemente preparado que, con la ayuda interdisciplinaria de otros
profesionales especializados, resulte capaz de desentrañar la voluntad real del niño y neutralizar el
riesgo de que éste se vea en un conflicto de lealtades que lo convierte en árbitro de los problemas
de los adultos [126]. La Suprema Corte de Mendoza sostuvo que el niño debe ser escuchado en un
proceso que implica una ruptura significativa con su progenitor; "de cualquier modo, el juez debe
tener en consideración que en este tipo de procesos, las influencias de un progenitor sobre el niño
son moneda corriente, por lo que debe analizar muy cuidadosamente el resto de la prueba para
verificar hasta dónde la voluntad del niño ha sido libremente expresada" [127]. En la misma línea,
la Suprema Corte de Buenos Aires destacó: "La expresión de los menores en cuanto se oponen a
ver al padre no puede ser tenida en cuenta como decisiva para resolver el conflicto, si hay
coincidencia generalizada en que las opiniones de los niños están teñidas de condicionamientos
derivados del conflicto no resuelto de los padres" [128]. 
En el caso de las personas con capacidad restringida, el juez valora la opinión brindada teniendo
en consideración su grado de discernimiento para comprender la cuestión que se resuelve. Tendrá
especialmente en cuenta los términos de la sentencia que restringe la capacidad, conforme lo
dispone el artículo 32 del CCyC.

b) Defensa técnica. Patrocinio letrado


Otra vertiente del derecho a participar en el proceso recae en la posibilidad de peticionar
personalmente en los asuntos que los afecten. 
La participación en el proceso mediante patrocinio letrado configura la manifestación más
compleja del derecho a ser oído, que de nada valdría "si no se lo puede ejercer de modo útil y
eficaz" [129]. La cuestión involucra dos aspectos en íntima relación: el derecho a la defensa técnica
idónea y el derecho a designar un abogado de confianza. 
El derecho a la defensa técnica se traduce en una participación activa, con patrocinio letrado y en
calidad de parte. Naturalmente, ello no supone soslayar la representación legal de los padres,
tutores o curadores ni la del Ministerio Público [130]. 
La elección de un abogado de confianza es una cuestión sobre cuya implementación todavía no
existen respuestas claras. 
En el caso de las personas con capacidad restringida, la regla es que deben intervenir con
asistencia letrada. El artículo 36 del CCyC recoge este principio: "La persona en cuyo interés se
lleva adelante el proceso es parte y puede aportar todas las pruebas que hacen a su defensa [...] si
la persona en cuyo interés se lleva adelante el proceso ha comparecido sin abogado, se le debe
nombrar uno para que la represente y le preste asistencia letrada en el juicio..." 
Con relación a los niños y adolescentes, la cuestión remite al análisis de la figura del "abogado del
niño", profesional de Derecho que asume la defensa técnica de los intereses particulares del niño
o adolescente, y presta su conocimiento técnico para que se dicte una decisión jurisdiccional
favorable a la voluntad de su patrocinado en el caso concreto. 
Esta innovación fue incorporada al Derecho argentino por el artículo 27 de la ley 26.061 que
faculta a "todo niño y adolescente a ser asistido por un letrado preferentemente especializado en
niñez y adolescencia desde el inicio del procedimiento judicial o administrativo que lo incluya. En
caso de carecer de recursos el Estado deberá asignarle de oficio un letrado que lo patrocine". 
A pesar de que han transcurrido varios años desde su recepción legislativa, la puesta en práctica
no resulta fácil ni está exenta de polémicas. La cuestión de su designación y la necesaria relación
de confianza que debe existir con el abogado ofrecen dudas, que todavía no encuentran respuesta
uniforme. 
Algunas de sus implicancias se analizan con mayor detenimiento en otro trabajo de esta Revista, a
cuya lectura remitimos.

11. Principios relativos a la prueba

a) Favor probationis

El principio favor probationis flexibiliza las reglas clásicas de la prueba, pues supone que en caso
de dudas o dificultades probatorias, habrá de estarse por un criterio amplio a favor de su
producción, admisión y eficacia. Lo dicho se vincula con el tema de la conducencia de la prueba:
cuando se vacile sobre la suficiencia o insuficiencia de la prueba o sobre su pertinencia o
impertinencia, se ha de preferir su admisión o procedencia antes que un rechazo. 
El artículo 710, primera parte, del CCyC expresa: "Principios relativos a la prueba. Los procesos de
familia se rigen por los principios de libertad, amplitud y flexibilidad de la prueba". 
La regla tiene importantes implicancias en los procesos de familia porque en muchos casos, los
hechos que han de ser materia de demostración ocurren en la esfera de intimidad del hogar, fuera
del alcance de la apreciación de terceros o bien en presencia de testigos que suelen encontrarse
comprendidos en las generales de la ley [131]. 
La disposición se complementa con relación a la prueba testimonial que debe analizarse con una
óptica especial, admitiéndose los testimonios de parientes, amigos, y de testigos "de oídas" o
indirectos, los que serán prudencialmente valorados. Dice el artículo 711 del CCyC: "Los parientes
y allegados a las partes pueden ser ofrecidos como testigos. Sin embargo, según las circunstancias,
el juez está facultado para no admitir la declaración de personas menores de edad, o de los
parientes que se niegan a prestar declaración por motivos fundados".

b) Cargas probatorias dinámicas

En materia de carga de la prueba, se aplica la regla de las cargas probatorias dinámicas [132]. La


última parte del artículo 710 indica: "La carga de la prueba recae, finalmente, en quien está en
mejores condiciones de probar". 
Este principio acuerda un mayor rigor a la colaboración de los litigantes, de manera que la parte
que cuente con más posibilidades de conocimiento e información, o que se encuentre en mejor
posición para suministrar los elementos de juicio conducentes, deberá hacerlo a riesgo de que su
conducta, o el comportamiento evasivo o de omisión, incida en el margen de discrecionalidad del
juez o en el juego de las presunciones.

V. Palabras de cierre

Como dice un autor italiano, "el proceso indica el momento crucial de la tutela de los derechos;
más aún, señala el momento más alto y más crítico, dado que la tutela jurisdiccional constituye,
por así decirlo, la 'última playa', la última de las tutelas previstas por el ordenamiento, la destinada
a operar cuando la observancia espontánea de los preceptos ha sido violada y han fallado todas las
otras formas de tutela. Consecuentemente, los fracasos de la tutela jurisdiccional se traducen,
inexorablemente, en un déficit de operatividad de las normas del derecho sustancial" [133]. 
No puede dudarse, entonces, sobre la necesidad de incorporar normas procesales al Código Civil y
Comercial, especialmente, si se tiene en cuenta su clara adhesión al proceso de
constitucionalización del Derecho Privado y al principio de tutela judicial efectiva.

[1] Probablemente no haya nada más cambiante en Derecho, que las relaciones jurídico-
familiares. "Luis Díez-Picazo confiesa que quienes colaboraron en las reformas de Derecho de
Familia de los años 1981 y 1983 en España pudieron pensar, con justo título, que habían
conseguido un Derecho de Familia puesto al día, puesto en orden y puesto, además, en
consonancia con los derechos fundamentales de la época en que vivían; podían pensar, por
lo tanto, que se había podido consolidar un Derecho de Familia moderno, por lo menos para
30 o 50 años. Sin embargo no fue así, pues pronto se vieron sorprendidos por la explosión de
cuestiones sobre las que no habían podido ni siquiera pensar, provocando un continuo
aumento de las perplejidades" (ampliar en KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Lineamientos
generales del Derecho de Familia en el Proyecto de Código Civil y Comercial Unificado, en
Revista de Derecho Privado y Comunitario, Nº 2012-2, Proyecto de Código Civil y Comercial -
I, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2013, ps. 288/289).

[2] HINIESTROSA, Fernando, en su presentación a la obra colectiva AA. VV., Aspectos


constitucionales y derechos fundamentales de la familia, Universidad Externado de
Colombia, Bogotá, 2001, ps. 10 y ss.

[3] Compulsar MORELLO, Augusto, Los procesos de familia, cuando se apaga la centuria, en E. D.
178-1096 y Microjuris del 1-2-98, MJ-DOC-695-AR, MJD695.

[4] PALACIO, Lino, Derecho Procesal Civil, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1994, t. 1, p. 42.

[5] Conf. CSJN, Fallos: 138:157; 136:154.

[6] ROSALES CUELLO, Ramiro y MARINO, Tomás, Regulación legal de la tutela judicial efectiva y
el debido proceso. ¿Es posible esa regulación dentro del Código Civil?, en L. L. 2014-E-880,
AR/DOC/3211/2014. En contra: GONZÁLEZ DA SILVA, Gabriel, Inconstitucionalidad de las
disposiciones procesales contenidas en el Proyecto de Código, en L. L. 2013-C-911; ROSSI,
Julia, El proceso de familia y sus principios, en KRASNOW, Adriana (dir.), Tratado de Derecho
de Familia, L. L., Buenos Aires, 2015, t. I, p. 278.

[7] FALCÓN, Enrique M., Los procesos de familia en el Proyecto de Código Civil y Comercial, en
Revista de Derecho Privado y Comunitario, Nº 2012-2, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, ps.
417/418. FERREYRA DE DE LA RÚA, Angelina; BERTOLDI DE FOUR-CADE, María Virginia y DE
LOS SANTOS, Mabel, comentario art. 705, en KEMEL-MAJER DE CARLUCCI, Aída; HERRERA,
Marisa y LLOVERAS, Nora (dirs.), Tratado de Derecho de Familia, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2014, t. IV, p. 425.

[8] ROSALES CUELLO y MARINO, Regulación legal de la tutela judicial efectiva y el debido
proceso. ¿Es posible esa regulación dentro del Código Civil? cit.; BERTOLDI DE FOURCADE,
María, Procedimiento de familia y el proyecto de Código unificado, en Microjuris del 27-12-
2012, MJ-DOC-6081-AR.

[9] FERREYRA DE DE LA RÚA, BERTOLDI DE FOURCADE y DE LOS SANTOS, comentario art. 705, en
KEMELMAJER DE CARLUCCI, HERRERA, LLOVERAS (dirs.), Tratado de Derecho de Familia cit.,
t. IV, p. 425.

[10] CECCHINI, Francisco, Principios procesales en el proceso de familia, en PEYRANO, Jorge (dir.),
Principios procesales, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2011, t. II, p. 381; FERREYRA DE DE LA RÚA,
BERTOLDI DE FOURCADE y DE LOS SANTOS, comentario art. 705, en KEMELMAJER DE
CARLUCCI, HERRERA, LLOVERAS (dirs.), Tratado de Derecho de Familia cit., t. IV, p. 426.

[11] Ampliar en BERIZONCE, Roberto, Derecho Procesal Civil actual, Platense, La Plata, 1999, p.
544.

[12] TURNER SAELZER, Susan, Los tribunales de familia, en Ius et Praxis, vol. 8, Nº 2, Talca, 2002,
versión online: www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid= S0718, consulta: 13-9-2014.

[13] Para explicarlo, Morello sostiene que las manifestaciones de los conflictos de familia
impactan en la médula de la concepción clásica -singular, de "Ticio vs. Cayo"- del proceso civil
de sustancia patrimonial, lo que revierte en el objeto, contenido y proyección de tales litigios.
Conf. MORELLO, Augusto, Los procesos de familia, cuando se apaga la centuria cit. Ver
también ROSSI, El proceso de familia y sus principios, en KRASNOW (dir.), Tratado de
Derecho de Familia cit., t. I, p. 279.

[14] MORELLO, Augusto, La jurisdicción protectora. Hacia un nuevo rostro de la justicia, en J. A.


1986-II-305.

[15] Para profundizar, ver MORELLO, Augusto y MORELLO DE RAMÍREZ, María, El moderno
Derecho de Familia. Aspectos de fondo y procesales, Platense, La Plata, 2002 p. 169.

[16] Para Díaz, "los principios generales del Derecho Procesal son los presupuestos políticos que
determinan la existencia funcional de un ordenamiento procesal cualquiera, que obedecen a
los imperativos de una filosofía política. Estos presupuestos políticos o principios generales
concretan y mediatizan las garantías constitucionales del Derecho Procesal y en cada uno de
aquéllos puede encontrar un entroncamiento directo con una norma fundamental. Admitida
la garantía constitucional, el legislador no puede optar entre la afirmación positiva del
principio general o su negación, tal como sucede con referencia a los tipos (o sistemas)
procesales que generalmente se presentan apareados disyuntivamente, pues a diferencia de
éstos que son neutros a toda consideración axiológica, los principios generales están
fuertemente determinados por un criterio valorativo" (DÍAZ, Clemente, Instituciones de
Derecho Procesal Civil, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1972, t. 1, p. 170).

[17] CECCHINI, Principios procesales en el proceso de familia cit., t. II, p. 384.

[18] ROSSI, El proceso de familia y sus principios, en KRASNOW (dir.), Tratado de Derecho de
Familia cit., t. I, p. 251.

[19] Para ampliar, ver KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Principios Procesales en el Derecho de
Familia contemporáneo, en R. D. F., Nº 51, 2011 (Informe presentado en la Comisión Nº 3
sobre Derecho Procesal de Familia, en el XXXVI Congreso Nacional de Derecho Procesal
realizado en la ciudad de Santa Fe, 8/10-6-2011).

[20] Conf. CECCHINI, Principios procesales en proceso de familia cit., t. II, p. 379.

[21] KIELMANOVICH, Jorge L., Derecho Procesal de Familia, 2ª ed., Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2008, p. 1.

[22] CECCHINI, Principios procesales en el proceso de familia cit., t. II, p. 385.

[23] PEYRANO, Jorge, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Santa Fe. Análisis
doctrinario y jurisprudencial, Juris, Rosario, 1998, t. III, p. 340.

[24] BARBERIO, Sergio y GARCÍA SOLÁ, Marcela, Principios generales del proceso civil, en
PEYRANO (dir.), Principios procesales cit., t. I, p. 19.

[25] FALCÓN, Los procesos de familia en el Proyecto de Código Civil y Comercial cit., p. 424. Los
sistemas pueden ser definidos como estructuras orgánicas diseñadas por la ley, que tienen
en cuenta, especialmente, el Derecho sustancial que se pretende instrumentar. Se enuncian
en forma de duplas contrapuestas, que generalmente no se presentan en forma totalmente
pura (inquisitivo-dispositivo; oral-escrito; de única o doble instancia). Los principios -en
cambio- son orientaciones para el legislador o para el juez, que tienen incidencia a la hora de
diseñar o aplicar el Derecho. Se asientan en reglas constitucionales clásicas que se han ido
adaptando a los cambios de la sociedad y su recepción por el Derecho de fondo. Postulan
como principios del proceso familiar, la tutela judicial efectiva, la buena fe y lealtad procesal,
el acceso limitado al expediente, el acceso a la justicia y el interés superior del niño.

[26] Ver, entre otros, PINO, Giorgio, Derechos fundamentales, conflictos y ponderación, Palestra,
Lima, 2013, p. 61.

[27] Conf. BARBERIO y GARCÍA SOLÁ, Principios generales del proceso civil cit., t. I, p. 45.

[28] Conf. BERIZONCE, R. O., Fundamentos y confines de las tutelas procesales diferenciadas, en
Revista de Derecho Procesal, Nº 2008-2, Tutelas procesales diferenciadas - I, Rubinzal-
Culzoni, Santa Fe, p. 38.

[29] GROSMAN, Cecilia, Presentación: Garantías del niño y del adolescente en el proceso, en R. D.
F. 62-2013, 1.

[30] Se encuentra receptado, por ejemplo, en el artículo XVIII de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, el artículo 8º de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, el artículo 2.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el artículo 8.1
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y, en el ámbito europeo, el artículo
6º del Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH). La jurisprudencia del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos (TEDH), como máximo intérprete de las disposiciones de este
convenio, ha marcado las grandes directrices de la jurisprudencia de la Corte IDH.

[31] AYERZA, Soledad y PEYRANO, Marcos, Dimensiones del principio de tutela judicial efectiva y
su proyección como acción preventiva, en PEYRANO (dir.), Principios procesales cit., t. II, p.
260.

[32] BARBERIO, Sergio J. y COSTANTINO, Juan A., Procesal civil. Segunda parte: enfoques
particulares. Nuevos principios y nuevas derivaciones de los tradicionales, en Microjuris del
5-5-2011, MJ-DOC-5169.

[33] Se ha interpretado que el precepto constitucional establece cuatro grandes grupos de


derechos: A. el derecho de acceso a los tribunales, que es el derecho a la tutela judicial
efectiva en sentido estricto; B. el derecho al juez ordinario predeterminado por la ley; C. las
garantías constitucionales genéricas de todo proceso, o derecho al proceso debido; D. las
garantías constitucionales específicas del proceso penal (ampliar en BARBERIO y
COSTANTINO, Procesal civil. Segunda parte: enfoques particulares. Nuevos principios y
nuevas derivaciones de los tradicionales cit.).

[34] Conf. SAGÜÉS, Néstor, Elementos de Derecho Constitucional, Depalma, Buenos Aires, 1997, t.
II, p. 616.

[35] Conf. ROSALES CUELLO y MARINO, Regulación legal de la tutela judicial efectiva y el debido
proceso. ¿Es posible esa regulación dentro del Código Civil? cit.

[36] Conf. FERREYRA DE DE LA RÚA, BERTOLDI DE FOURCADE y DE LOS SANTOS, comentario art.
705, en KEMELMAJER DE CARLUCCI, HERRERA, LLOVERAS (dirs.), Tratado de Derecho de
Familia cit., t. IV, p. 432.

[37] Corte IDH, 26-11-2008, caso "Tiu Tojín vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas", párr.
95. Ver también Corte IDH, 22-9-2009, caso "Anzualdo Castro vs. Perú. Excepción Preliminar,
Fondo, Reparaciones y Costas", párr. 125.

[38] Comisión IDH, Informe 105/1999, 29-9-99, caso "N. Palacios", en Informe anual de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 1999, vol. I, Washington, 2000.

[39] XIV Cumbre Judicial Iberoamericana formuló las 100 Reglas de Brasilia sobre el Acceso a la
Justicia de las personas en situación de vulnerabilidad (4, 5 y 6 de marzo de 2008).

[40] ALSINA, Hugo, Tratado teórico-práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial, Ediar, Buenos
Aires, 1963, p. 136.

[41] Corte IDH, 30-10-2008, "Bayarri c/Argentina"; 31-8-2012, "Furlán y Familiares c/Argentina";
2-5-2008, "Kimel c/Argentina"; 24-4-2012, "Fornerón y otros c/República Argentina"; 22-8-
2013, "Mémoli c/Argentina". Para profundizar sobre el caso "Furlán", consultar Rev.
Responsabilidad Civil y Seguros, año XIV, Nº 12, diciembre de 2012, p. 249, con nota de
MONTERISI, Ricardo, El plazo razonable en los procesos civiles bajo el foco de la Corte
Interamericana, y en J. A. 2013-I-422, con notas de ALBANESE, Susana, Un voto concurrente y
los derechos a la salud y a la seguridad social en la Convención Americana, y de SAGÜÉS,
Néstor P., El debido proceso y el repliegue del principio dispositivo. Para el caso "Kimel", ver
J. A. 2008-III-237, con notas de CAYUSO, Susana, Corte Interamericana de Derechos
Humanos. El principio de legalidad y el principio de razonabilidad, y en J. A. 2008-III-265 y de
BADENI, Gregorio, La libertad de expresión en el siglo XXI y el caso "Kimel"; L. L. 2008-D-483
(resumen) con nota de AGUIAR, Asdrúbal, La libertad de expresión: ¿piedra angular de la
democracia?; L. L. 2009-A-110 (resumen), con nota de JULIANO, Mario Alberto, Libertad de
expresión y protección de la honra; L. L. 2008-C-684 (resumen), con nota de BADENI,
Gregorio, El caso "Kimel": libertad de expresión y despenalización de la injuria; L. L. 2008-D-
311 (resumen), con nota de GELLI, María A., Libertad expresiva y protección del honor: la
regla de la Corte Interamericana; L. L. 2008-F-447 (resumen), con nota de PIZZOLO, Calogero,
La Corte Interamericana y el caso "Kimel", la calumnia y la injuria; Resp. Civil y Seguros, 2008-
524 (resumen), comentado por GONZÁLEZ PONDAL, Tomás I., La responsabilidad del Estado
frente a un fallo de la Corte Interamericana de Derechos humanos. También ha sido
comentada por SOSA BACCARELLI, Nicolás y PETRA, Santiago, Decir o callar, la respuesta
penal en la reforma a los delitos de calumnias e injurias a la luz del Sistema Interamericano
de Derechos Humanos, en Anales de Legislación, Año LXXI, Nº 4, t. LXXI-B, L. L., Buenos Aires;
BADENI, Gregorio, Convención americana sobre derechos humanos y la Corte Suprema de
Justicia, en L. L. 2009-E-1031; FERNÁNDEZ, Raúl, A propósito del caso "Kimel" y sus
implicancias en la hermenéutica constitucional, en GHIRARDI, Olsen (dir.), Discusiones en
torno del Derecho Judicial, Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba,
Córdoba, 2008, p. 137; VENTURA, Adrián, Libertad de expresión, estándares en la CIDH 1985-
2009 y la situación en la Argentina, en L. L. 2009-E-1263. Para "Mémoli", ver Revista Derecho
Penal y Procesal Penal, julio 2014, p. 1393. En este caso, la Argentina no fue condenada por
el art. 13 -derecho a la libre expresión- pero sí por violar el derecho a un juicio sin dilaciones
indebidas; el tribunal dijo: "la duración prolongada del proceso, en principio de naturaleza
sumaria, unida a la inhibición general de bienes por más de diecisiete años, ha significado
una afectación desproporcionada al derecho a la propiedad privada de los señores Mémoli y
ha llevado a que las medidas cautelares se conviertan en medidas punitivas".

[42] Profundizar en MORELLO, Augusto, La terminación del proceso en un plazo razonable como
manifestación concreta de la eficacia del servicio de justicia, en E. D. 122-887.

[43] Ver, entre muchos, TEDH, 22-6-2004, "Pini-Bertani y Manera-Atripaldi c/Rumania". En el


caso, Rumania no fue condenada por no ejecutar la sentencia de adopción de dos niñas que
no querían trasladarse a Italia, pero sí por la dilación indebida del procedimiento.

[44] Por eso la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires resolvió que "si se ha esperado un lapso
prudencial para ayudar a la progenitora a construir un proyecto con sus hijas y no ha podido
hacerlo, no ha podido cumplir con el tratamiento psicológico que se le aconsejara en más de
una oportunidad a fin de poder asumir con compromiso su rol materno; es tiempo -
entonces- de darles a las pequeñas otra opción y el matrimonio guardador ha demostrado
poder cumplir con las funciones parentales. Ya no es posible esperar sin producir daños
irreparables" (SCJBA, 28-3-2012, "P., M. A. c/P., B.", Abeledo Perrot, AP/JUR/175/2012, A. P.
J. D. del 12-4-2012).

[45] TEDH, 26-5-2006, "Görgülü vs. Germany".

[46] Corte IDH, "Fornerón vs. Argentina" (2012), L. L. 2013-A-1614, con nota de JUNYENT DE
DUTARI, Patricia, Derechos humanos y familia. Una respuesta a las adopciones irregulares
por la CIDH; L. L. 2012-E-252, con nota de RAYA DE VERA, Eloísa, El caso "Fornerón" y el
interés superior del niño. Compulsar comentario de HEÑIN, Fernando A., Implicancias
procesales del fallo de la CIDH en "Fornerón", en PEYRANO, Jorge (dir.), Nuevas herramientas
procesales, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2013, p. 259. En la misma obra, p. 271, comentario de
SOSA, María M., Los últimos pronunciamientos de la Corte Interamericana de Derechos
humanos. Implicancias en materia procesal. Aportes para la reparación de derechos
vulnerados en el proceso de familia. Compulsar igualmente RIQUERT, Fabián L., El plazo
razonable en materia penal a la luz de la reciente jurisprudencia de la Corte IDH y la CSJN, en
Revista Derecho Penal y Criminología, Año III, Nº 6, julio 2013, p. 109.

[47] PEYRANO, Jorge W., Eficacia del sistema de justicia, en Microjuris del 1-22003, MJ-DOC-2074-
AR/ED, 202-558/MJD2074.

[48] Voto del Dr. Sergio García Ramírez, Corte Interamericana, 27-11-2008, "Valle Jaramillo
c/Colombia".

[49] Sobre la tutela procesal diferenciada, ampliar en BERIZONCE, Roberto, La tipicidad del
proceso de familia y su reflejo en la tutela cautelar y anticipatoria, en Revista de Derecho
Procesal, Nº 1, Medidas cautelares, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, p. 154.

[50] ÁLVAREZ, María Laura, Medidas cautelares en los procesos de familia, en Microjuris del 19-4-
2007, MJ-DOC-3121-AR, MJD3121. Ver también BARBERIO, Sergio y GARCÍA SOLÁ, Marcela,
Lineamientos del principio de "tutela judicial efectiva", en PEYRANO (dir.), Principios
procesales cit., t. II, p. 257.

[51] BERIZONCE, La tipicidad del proceso de familia y su reflejo en la tutela cautelar y anticipatoria
cit., p. 145.

[52] ESPERANZA, Silvia L., Cuestiones procedimentales en las tutelas diferenciadas, en Doctrina
Judicial Procesal, 2010 (febrero), p. 1.

[53] Las sentencias anticipatorias son remedios no cautelares que pueden ser definidas como
"aquellos pronunciamientos que se producen antes de la finalización del proceso, sin
perjuicio de su continuidad hasta la sentencia definitiva, mediante los cuales se da
satisfacción provisoria, total o parcial al objeto de la pretensión (conf. KEMELMAJER DE
CARLUCCI, Aída, Algunos aspectos referidos a la eficacia del llamado proceso familiar, en AA.
VV., Derecho Procesal. Temas actuales, Ediar, Buenos Aires, p. 79). En cambio, Kielmanovich
sostiene que si bien las medidas cautelares en general se adoptan para garantizar
instrumentalmente el cumplimiento de las sentencias definitivas a dictarse en el proceso
principal, también apuntan a asegurar mediatamente el derecho debatido o discutido en la
litis, pues como sucede con los alimentos provisorios, la sentencia que determina los
definitivos no llega cuando sea demasiado tarde (KIELMANOVICH, Derecho Procesal... cit., p.
31).

[54] BOSSERT, Gustavo, Régimen jurídico de los alimentos, 2ª ed., Astrea, Buenos Aires, 2006, Nº
218, p. 202.

[55] Véase Corte IDH, 31-8-2012, "Furlán y familiares vs. Argentina" (aps. 149, 210 y 211).
[56] COUTURE, Eduardo, Formas penales de la ejecución civil, en Revista de Derecho Civil,
Montevideo, año II, Nº 3, p. 321, Nº 11.

[57] 1ªCFed. de Mendoza, 4-10-2010, autos Nº 136/10, "M. J. J. c/F. N. p/Ej. Convenio Reg.
visitas", www.jus.mendoza.gov.ar.

[58] JFam. Nº 3 de Rawson, 16-9-2009, E. D. 237-54, con nota de DÍAZ USANDIVARAS, Carlos y
PARADA, Adriana, El cambio de tenencia como remedio en caso de impedimento de
contacto. Su correcta implementación. El fallo ha resuelto que "frente a un incumplimiento
reiterado e irreductible, sin esperanza razonable de cambio de actitud y si han fracasado
otras medidas para hacer efectivas las relaciones personales, el interés superior del niño
indica que debe modificarse la guarda, aun cuando esta modificación implique no respetar el
statu quo".

[59] Resulta interesante recordar un pronunciamiento de gran repercusión del Trib.Coleg., 5ª


Nom. de Rosario, 29-10-2010 (sentencia Dr. Ricardo Dutto), con nota adversa de
KIELMANOVICH, Jorge, ¿Prohibición de salida del país contra el deudor alimentario?, en L. L.
2011-A-227, que prohibió salir del país al progenitor alimentante que incumplió la cuota
alimentaria a favor de su hijo matrimonial, fijada por sentencia firme, después que se hizo la
denuncia penal y se inscribió al demandado en el registro de deudores morosos, todo
infructuosamente. Se acreditó que el padre viajaba asiduamente a Punta del Este y realizaba
cuantiosos gastos.

[60] Otros instrumentos internacionales también se ocupan de la protección de los niños: la


Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 19); la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre (art. VII); el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (art. 24).

[61] Ampliar en GIL DOMÍNGUEZ, Andrés; FAMÁ, María Victoria y HERRERA, Marisa, Derecho
Constitucional de Familia, Ediar, Buenos Aires, 2006, t. I, ps. 529-536.

[62] GIL DOMÍNGUEZ, Andrés; FAMÁ, María Victoria y HERRERA, Marisa, Ley de protección
integral de niñas, niños y adolescentes. Derecho Constitucional de Familia, Ediar, Buenos
Aires, 2007, ps. 14 y ss.

[63] CSJN, 27-11-2012, "P., G. M. y P., C. I.", A. P. J. D. del 6-12-2012, Abeledo-Perrot,


AP/JUR/3498/2012.

[64] Sin duda la gran ventaja que presenta este sistema de normas abiertas es que permite
abarcar un cúmulo de situaciones que difícilmente podrían ser previstas en el ordenamiento
si se acudiera a una enumeración casuística. Ampliar en MIZRAHI, Mauricio, El interés
superior del niño y su participación procesal, en KRASNOW (dir.), Tratado de Derecho de
Familia cit., t. I, p. 324.

[65] Corte IDH, Opinión Consultiva 17/02, L. L. 2003-B-312.

[66] Ver, entre otros, SCJBA, 16-4-2014, "A., L. y S., N. c/Diagnósticos Maipú SA y otra. Daños y
perjuicios", c. 92.679, MJ-JU-M-87442-AR; CSJN, 21-2-2013, "H. C., A. c/M. A., J. A.", Abeledo-
Perrot, AP/JUR/42/2013, A. P. J. D. del 14-3-2013; 12-6-2012, "N. N. o U., V. s/Protección y
guarda de personas", L. L. 2012-D-182; 10-8-2010, "P. de la S., L. del C. c/P., G. E. s/Divorcio y
tenencia", J. A. 2010-IV-42; 23-11-2004, "Maldonado, Sergio A.", L. L. Online,
AR/JUR/7217/2004; 16-8-2011, "V., D. L. s/Restitución de menores/Ejecución de sentencia",
Fallos: 334:913, J. A. 2011-12-14, p. 40; 27-11-2012, "P., G. M. y P., C. I.", A. P. J. D. del 6-12-
2012, Abeledo Perrot, AP/JUR/3498/2012. Ampliar en Sec. Jurisprudencia, CSJN, Interés
superior del niño, 1ª ed., 2013. Disponible en http://www.csjn.gov.ar/data/intsupn.pdf;
SCJBA, 6-10-2010, "N. N. o U.,V. s/Protección y guarda de personas", c. 111.870. Ver
también: SCJBA, 9-12-2009, "J. , F. F. ; J. , M. A. Art. 10, ley 10.067", c. 106.966,
www.abeledoperrot.com.ar.

[67] CSJN, 23-11-2004, M.3805.XXXVIII, "M. S. A. s/Materia previsional s/Recurso de amparo".

[68] SCJBA, 15-7-2009, Revista de Derecho de Familia, Nº 45, marzo/abril de 2010, p. 192.

[69] Conf. BARBERIO y GARCÍA SOLÁ, Lineamientos de los principios de inmediación y mediación
cit., t. II, p. 93.

[70] BARBERIO y GARCÍA SOLÁ, Lineamientos de los principios de inmediación y mediación cit., t.
II, p. 95.

[71] DEVIS ECHANDÍA, Hernando, Teoría general de la prueba judicial, Zavalía, Buenos Aires, 1988,
t. 1, p. 128.

[72] BARBERIO y GARCÍA SOLÁ, Lineamientos de los principios de inmediación y mediación cit., t.
II, p. 97.

[73] CECCHINI, Principios procesales en el proceso de familia cit., t. II, p. 386. Ver también
IPARRAGUIRRE, Diego, El principio de inmediación en el proceso de familia, en Revista de
Derecho Procesal, Nº 2002-2, Derecho Procesal de Familia - II, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, ps.
111/118.

[74] Conf. MORELLO, Augusto, La influencia de los procesos de familia sobre la litigación civil, en
Revista de Derecho Procesal, Nº 2002-1, Derecho Procesal de Familia - I, Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, p. 15.

[75] FERREYRA DE DE LA RÚA, BERTOLDI DE FOURCADE y DE LOS SANTOS, comentario art. 705, en
KEMELMAJER DE CARLUCCI, HERRERA y LLOVERAS (dirs.), Tratado de Derecho de Familia cit.,
t. IV, p. 433.
[76] DÍAZ, Clemente, Instituciones de Derecho Procesal Civil, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1968,
t. I, ps. 264 y ss. Ver también BARBERIO y COSTANTINO, Procesal civil. Segunda parte:
enfoques particulares. Nuevos principios y nuevas derivaciones de los tradicionales cit.

[77] Conf. CCCom. de San Juan, sala IV, 20-2-2015, autos 17.974 (C. C. Nº 364), "S. F. L. c/V. C.
Filiación extramatrimonial", L. S. t. I, fo. 11/16, año 2015.

[78] PEYRANO, Jorge W., Abuso de los derechos procesales, Instituto Iberoamericano de Derecho
Procesal, Forense, Rio de Janeiro, 2000, p. 71.

[79] PEYRANO, Jorge W., El abuso de los derechos procesales, en Procedimiento civil y comercial -
I, Juris, Rosario, 2002, p. 142.

[80] La recusación sistemática está referida a una sucesión reiterada de recusaciones, mientras
que la maliciosa puede ser aquella seguidilla o bien concretarse maliciosamente en un solo
ejercicio, no reiterado, de la facultad de recusar (conf. BARBERIO y COSTANTINO, Procesal
civil. Segunda parte: enfoques particulares. Nuevos principios y nuevas derivaciones de los
tradicionales cit.).

[81] AGUIRRE GUARROCHENA, María Dolores, Principio de autoridad y sanciones conminatorias


en materia de familia, en Microjuris del 14-11-2007, MJ-DOC-3300-AR.

[82] MORELLO, Augusto Mario, Aspectos modernos en materia de prueba, en Revista de Derecho
Privado y Comunitario, Nº 13, Prueba - I, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1996, p. 117.

[83] MORELLO, Augusto, La jurisdicción protectora. Hacia un nuevo rostro de la justicia, en J. A.


1986-II-305. Ver también FAMÁ, María V., Alcances del principio de oficiosidad en los
procesos de familia, en Revista de Derecho de Familia, Nº 69, mayo de 2015, p. 151.

[84] BERIZONCE, Roberto O., La tipicidad del proceso de familia y su reflejo en la tutela cautelar
anticipatoria, en Revista de Derecho Procesal, Nº 1, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, p. 145.

[85] Conf. FALCÓN, Los procesos de familia en el Proyecto de Código Civil y Comercial cit., p. 419.

[86] BERIZONCE, Roberto, La tipicidad del proceso de familia y su reflejo en la tutela cautelar y
anticipatoria, en Revista de Derecho Procesal, Nº 1, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, ps.
146/148.

[87] KEMELMAJER DE CARLUCCI, Principios procesales y tribunales de familia, cit.

[88] BERTOLDI DE FOURCADE, María Virginia y FERREYRA DE DE LA RÚA, A., Régimen procesal del
fuero de familia, Depalma, Buenos Aires, 1999, ps. 34/35.

[89] GUAHNON, Silvia, El juez de familia, su perfil actual y los límites de su actuación, en
Microjuris del 12-7-2011, MJ-DOC-5426-AR.

[90] BRUNETTI, Andrea, La humanización del Derecho, la tutela judicial efectiva y el debido
proceso judicial, en Microjuris del 17-6-2011, MJ-DOC-5398-AR.

[91] Conf. KEMELMAJER DE CARLUCCI, Principios procesales y tribunales de familia, en J. A. 1993-


676; FERREYRA DE DE LA RÚA, BERTOLDI DE FOUR-CADE y DE LOS SANTOS, comentario art.
705, en KEMELMAJER DE CARLUCCI, HERRERA y LLOVERAS (dirs.), Tratado de Derecho de
Familia cit., t. IV, p. 483.

[92] BARBERIO y GARCÍA SOLÁ, Lineamientos de los principios de inmediación y mediación cit., t.
II, p. 94.

[93] DE LOS SANTOS, Mabel, El proceso civil en tiempos de cambio (entrevista), en Derecho
Privado, Año II, Nº 7, Caramelo y Picasso (dir.), Infojus, p. 196.

[94] Art. 51. "Inviolabilidad de la persona humana. La persona humana es inviolable y en cualquier
circunstancia tiene derecho al reconocimiento y respeto de su dignidad". Art. 52.
"Afectaciones a la dignidad. La persona humana lesionada en su intimidad personal o
familiar, honra o reputación, imagen o identidad, o que de cualquier modo resulte
menoscabada en su dignidad personal, puede reclamar la prevención y reparación de los
daños sufridos, conforme a lo dispuesto en el Libro Tercero, Título V, Capítulo 1".

[95] Conf. CECCHINI, Principios procesales en el proceso de familia cit., t. II, p. 386.

[96] FERREYRA DE DE LA RÚA, BERTOLDI DE FOURCADE y DE LOS SANTOS, comentario art. 708, en
KEMELMAJER DE CARLUCCI, HERRERA y LLOVERAS (dirs.), Tratado de Derecho de Familia,
Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, t. IV, 2014, p. 445.

[97] Conf. PUJOL, Jaime, Tutela de los plazos razonables en el sistema judicial, en PEYRANO (dir.),
ob. cit., t. I, p 670.

[98] FAMÁ, María Victoria, Nuevas tendencias jurisprudenciales en materia de divorcio, en R. D. F.


44, 5.

[99] WAGMAISTER, Adriana, Conflictos familiares, en Mediación en la Argentina, una herramienta


para el acceso a la justicia, Infojus, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Dirección
Nacional de Mediación y Métodos Participativos de Resolución de Conflictos, p. 114.

[100]MORELLO, Augusto Mario, La influencia de los procesos de familia sobre la litigación civil, en
Revista de Derecho Procesal, Nº 2002-1, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, ps. 15 y ss.

[101]EILBAUM, Eliana, en Mediación en la Argentina, una herramienta para el acceso a la justicia


cit., p. 91.

[102]Ampliar en KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, La mediación familiar. Un instrumento


pacificador que avanza, en Revista de Derecho de Familia, Nº 66, 2014, ps. 11 y ss.;
LLAMOSAS, Amílcar, en Mediación en la Argentina, una herramienta para el acceso a la
justicia cit., p. 17.

[103]FERREYRA DE DE LA RÚA, BERTOLDI DE FOURCADE y DE LOS SANTOS, comentario art. 706, en


KEMELMAJER DE CARLUCCI, HERRERA y LLOVERAS (dirs.), Tratado de Derecho de Familia cit.,
p. 440.

[104]Para ampliar, GUAHNON, El juez de familia, su perfil actual y los límites de su actuación cit.

[105]Ampliar en CECCHINI, Francisco Carlos, El proceso actual. El proceso de familia, Jurídica


Panamericana, Santa Fe, 2006, p. 16.

[106]CECCHINI, El proceso actual. El proceso de familia cit., p. 15.

[107]BERTOLDI DE FOURCADE, María V. y FERREYRA DE DE LA RÚA, Angelina, Régimen procesal


del Fuero de Familia. Principios generales del proceso de familia y un análisis del sistema
vigente en la Provincia de Córdoba, Depalma, Buenos Aires, 1999, p. 1.

[108]Ver además BELLUSCIO, A., Especialización de los órganos jurisdiccionales familiares, en R. D.


F. 1-37; BERIZONCE, R., La tipicidad del proceso de familia y su reflejo en la tutela cautelar y
anticipatoria, en Revista de Derecho Procesal, Nº 2, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1999, p. 149.

[109]FERREYRA DE DE LA RÚA, BERTOLDI DE FOURCADE y DE LOS SANTOS, comentario art. 705, en


KEMELMAJER DE CARLUCCI, HERRERA y LLOVERAS (dirs.), Tratado de Derecho de Familia cit.,
t. IV, p. 425.

[110]Ampliar en VILLAVERDE, María Silvia, Los equipos técnicos en el proceso de familia de la


Provincia de Buenos Aires, en Revista de Derecho Procesal, Nº 2002-1, Derecho Procesal de
Familia - I, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, ps. 265/287.

[111]Las 100 Reglas de Brasilia para el acceso a la justicia de personas en situación de


vulnerabilidad destacan la importancia de la actuación interdisciplinaria para mejorar la
respuesta del sistema judicial ante la demanda de justicia de una persona en condición de
vulnerabilidad (Regla 41).

[112]Conf. CECCHINI, El proceso actual. El proceso de familia cit., p. 18.

[113]GALLI FIANT, María Magdalena, Restricciones a la capacidad y relaciones de familia. Proyecto


de Código, en R. D. F. y P., 2014, Nº 5, p. 3.

[114]Se entiende por discapacidad la deficiencia física, mental o sensorial, ya sea de naturaleza
permanente o temporal, que limita la capacidad de ejercer una o más actividades esenciales
de la vida diaria, que puede ser causada o agravada por el entorno económico y social.

[115]GROSMAN, Presentación: Garantías del niño y del adolescente en el proceso cit., p. 1.

[116]Art. 12, CDN: "1. Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse
un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que
afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la
edad y madurez del niño. 2. Con tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de ser
escuchado, en todo procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea
directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado, en consonancia
con las normas de procedimiento de la ley nacional".

[117]Para ilustrar, ver GIL DOMÍNGUEZ, FAMÁ y HERRERA, Derecho Constitucional de Familia cit.,
t. I, p. 577, y Ley de protección integral de niñas, niños y adolescentes. Comentada, anotada y
concordada cit., p. 455.

[118]GIL DOMÍNGUEZ, FAMÁ y HERRERA, Derecho Constitucional de Familia cit., ps. 577 y 586

[119]MIZRAHI, Mauricio, Familia, matrimonio y divorcio, Astrea, Buenos Aires, 2006, p. 479.

[120]FAMÁ, María Victoria, La competencia del adolescente para reconocer hijos, en R. D. F. 2009-
I-113.

[121]Conf. MUÑIZ, Javier N., Autonomía progresiva de niñas, niños y adolescentes en el Proyecto
de Unificación del Código Civil y Comercial, en Revista de Derecho Privado y Comunitario, Nº
2012-2, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, p. 110.

[122]Conf. PÉREZ MANRIQUE, Ricardo, La participación judicial de niñas, niños y adolescentes,


Congreso de Derecho de Familia de Mercosur, Buenos Aires, 2005, p. 13.

[123]GIL DOMÍNGUEZ, FAMÁ y HERRERA, Ley de protección integral de niñas, niños y adolescentes
cit., p. 442.

[124]KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, El derecho constitucional del menor a ser oído, en Revista
de Derecho Privado y Comunitario, Nº 7, Derecho Privado en la reforma constitucional,
Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1994, p. 177. En similar sentido, GIL DOMÍNGUEZ, FAMÁ y
HERRERA, Derecho Constitucional de Familia cit., t. I, p. 574.

[125]Conf. CFed. de Mendoza, 26-8-2013, "B. S. H. c/P. M. G. s/Medida cautelar", MJ-JU-M-81138-


AR; CNCiv., sala F, 27-2-91, L. L. 1991-B-546. Ver también CNCiv., sala C, 5-12-2006, L. L.
2003-A-425; sala H, 20-10-97, L. L. 1998-D-261.

[126]GIL DOMÍNGUEZ, FAMÁ, HERRERA, Ley de protección integral de niñas, niños y adolescentes
cit., p. 450.

[127]SCJ de Mendoza, L. S. 383, fs. 171.

[128]"S. R. O. c/G. M. E. s/Tenencia de hijos", 31-10-2007, MJJ17129.

[129]MORELLO DE RAMÍREZ, María Silvia y MORELLO, Augusto, El abogado del niño, en E. D. 164-
1180.

[130]KIELMANOVICH, Derecho Procesal de Familia cit., p. 8.


[131]KIELMANOVICH, Derecho Procesal de Familia cit., p. 20.

[132]KEMELMAJER DE CARLUCCI, Principios procesales... cit. Ver también C1ªCCMin. 2ª Cir. Jud.
de Mendoza, 30-3-2009, "G. y P. c/Hospital T. J. Schestakow y Gobierno de la Provincia de
Mendoza. Daños y perjuicios (ordinario)", expte. 23.575, L. S. 044-448.

[133]LUMINOSO, Angelo, Quale processo per la famiglia. Ricognizione dell'esistente e prospettive


di riforma, en AA. VV., Quale processo per la famiglia e i minori, Giuffrè, Milano, 1999, p. 27.

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