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Las Familias Alcohólicas
Las Familias Alcohólicas
Ernesto Lammoglia
Agradecimientos 13
Introducción 17
5. La culpa 203
Qué es la culpa y por qué nos sentimos culpables 204
La culpa de todos los niños 208
El doble mensaje 210
Vergüenza o culpa 213
La culpa en la mujer 218
La culpa en el hombre 220
Qué hacer con la culpa 221
Bibliografía 285
Agradecimientos
Quiero agradecer profundamente la ayuda de las personas que han estado muy cerca de la
elaboración de este pequeño texto. Al mayor de mis hijos, Ernesto Tonatiuh Lammoglia
Riquelme, cuya tesis profesional es la base fundamental de este proyecto. A Aurora González
Azuara, que con la experiencia que tiene con enfermos alcohólicos activos, con alcohólicos
en recuperación y con borrachos secos, ha aportado con su esfuerzo la posibilidad real de
llevar a cabo esta pequeña obra. Agradezco muy especialmente a mi querido amigo el pintor
y restaurador Roberto Lecuona Carreño, quien generosamente me obsequió la pintura que
se reproduce en la página 16. A Conchita Latapí, que ha tenido la paciencia, la acuciosidad,
y ha realizado el trabajo fundamental de la elaboración y compilación de toda la información
de este libro; gracias a su esfuerzo este trabajo tuvo en primera instancia una forma editorial
y posteriormente la trascendencia que seguramente va a tener, Agradezco también a Martita
Avendaño y a su compañero Roberto Le; este último nos ha compartido su experiencia de
vida y ha trabajado con nosotros en la búsqueda de soluciones en el intento de escribir una
o dos páginas, esas páginas en blanco que —como señaló Bill W.— estaban todavía por
editarse. Y desde luego con todo lo que vale la gratitud, como la única muestra de amor adulto
que a veces puede manifestar un enfermo emocional como yo, a los compañeros de A.A.,
sobre todo al grupo de 24 Horas Condesa matriz y a Alcohólicos Anónimos; a las compañeras
de los grupos familiares de Al-Anon y de otros grupos que han sido enormemente generosos
al brindarnos su confianza, su apoyo, su seguimiento y desde luego, a los programas
radiofónicos que durante muchos, pero muchos años nos han permitido la transmisión del
mensaje de vida de los grupos de Alcohólicos Anónimos y Al-Anon, como fue mucho tiempo
la Organización Radio Red y como es ahora la Organización Radio Fórmula a través de sus
dos cadenas nacionales, con la confianza que nos han otorgado los señores Rogerio y Jaime
Azcárraga, y la confianza y el tiempo que nos ha regalado el vicepresidente de Radio Fórmula,
licenciado Gabriel Núñez, a quien tanta lata hemos dado y tanta confianza nos ha brindado.
Quiero destacar también la ayuda y la orientación de muchos niños y de muchos jóvenes que
nos han regalado su experiencia de vida en una forma extraordinaria, y que han permitido
que la experiencia que los alcohólicos adultos y jóvenes nos han entregado, se complemente
con la visión extraordinaria de los hijos de los alcohólicos que han podido tener un crecimiento
emocional y espiritual suficiente para manejar con independencia y fortaleza sus vidas,
prescindiendo del contagio emocional del enfermo alcohólico. En especial para un joven que
es para mí un ejemplo de cordura, de integridad y de madurez, Aarón Cárdenas González.
Por último agradezco desde luego al equipo radiofónico con el que he convivido tantos años
y que han sido compañeros en ausencia y en presencia, en las vivencias de las experiencias,
de los temores y de las angustias que se tienen cuando uno pretende lanzar en un medio de
comunicación de tanta penetración como es la radio, un mensaje como es el de los grupos
de autoayuda, que no sería lo que son el día de hoy, y esto lo afirmo categóricamente, sin la
ayuda inapreciable como conductos de los medios de comunicación.
Introducción
Este libro no pretende modificar, adulterar ni cambiar nada de lo que está plasmado, desde
hace casi 70 años, en las primeras publicaciones de Alcohólicos Anónimos. Tampoco
pretende modificar el conocimiento más que suficiente que han acumulado a través de la
experiencia vivida por miles de familias alcohólicas que han visto desintegrar, descomponer,
destruir o aniquilarse a cada uno de sus miembros alrededor del enfermo alcohólico. Nada de
lo que aquí está escrito es una idea que haya salido de la mente de este médico psiquiatra
que se acercó, hace 30 años, a un grupo de Alcohólicos Anónimos a tratar de aprender,
conocer y aplicar en su persona, como ser humano y como profesional, la experiencia vivida,
la experiencia de recuperación de muchas personas que —-durante tres décadas— le han
regalado, le han compartido y le han mostrado su conocimiento y su experiencia de la
enfermedad.
Quizá la única parte en la que pudiese haber un intento compartido de aportar al público en
general un desglose del conocimiento que el enfermo alcohólico tiene de sí mismo, será
cuando hablemos de lo que hemos dado en llamar personalidad alcohólica. Y digo en plural
porque parte de este trabajo es obra de mi hijo Ernesto Tonatiuh y ha quedado plasmado en
su tesis profesional de licenciatura en psicología. En ella desglosa dicha personalidad y se
intenta, a través de un criterio diagnóstico sencillo, precisar las características en la manera
de ser, de pensar y de actuar de un enfermo alcohólico. Con estas características vive el
alcohólico durante varios años antes de tomar su primera copa, sobrevive a ellas en su
actividad alcohólica y continúa viviéndolas después de haber tomado su última copa, es decir,
cuando a través de algún método de recuperación el alcohólico alcanza la sobriedad.
Es importante destacar esto, porque ni Alcohólicos Anónimos (A.A.) ni ninguna otra forma de
terapia tendrían razón de ser, si la única meta de los intentos terapéuticos y del alcohólico
mismo se basara simplemente en dejar de beber, en tapar la botella (aunque fuera para
siempre), pues ésta es solamente una parte del proceso de recuperación, ya que el alcohólico
que deja de beber sigue manifestando, en forma cada vez más grave y progresiva, sus
defectos de carácter, sus trastornos afectivos, sus trastornos de conducta y esa parte de su
personalidad enferma que lo afecta severamente a él y a su funcionalidad social y familiar.
Por eso se preguntarían algunos: "Bueno, ¿y qué caso tiene que un individuo vaya a A.A.,
deje de beber y después siga yendo cuando ya dejó de beber, que es lo que le hacía daño al
enfermo alcohólico?" Y la respuesta la saben los enfermos en recuperación: no es cierto, el
dejar de beber es solamente una parte del proceso de recuperación. Todo el trabajo
terapéutico, todos los esfuerzos de centenares o de miles de enfermos alcohólicos en
recuperación en todo el mundo, van encaminados a mantener en sobriedad a otro alcohólico
que está sufriendo, y para ello se necesita trabajar intensamente, todos los días, cada 24
horas con los defectos de carácter y de personalidad de ese sujeto que ya no bebe, y que
consecuentemente no tiene de dónde asirse, para continuar una vida donde es necesario
que, como enfermo emocional, recupere una mínima capacidad de control sobre su vida.
Esta ayuda terapéutica que se le brinda al alcohólico, sobre todo en los grupos de autoayuda,
es indispensable para mantener la sobriedad. Dicen los compañeros del grupo Condesa 24
Horas de A.A. —y lo voy a tratar de expresar coloquial y textualmente como lo escuché desde
la primera vez—: "En A.A. cualquier pendejo puede dejar de beber, pero no cualquier pendejo
puede dejar de sufrir". Esta frase agresiva, aplastante y áspera es precisamente lo que
queremos desglosar en una parte de este libro, es decir, el intento de aportar al conocimiento
del público lo que significa que un enfermo alcohólico deje de beber, pero que siga teniendo
17 síntomas de la enfermedad que no son beber y que, repito, crónicamente aumentan,
distorsionan y agravan la condición de convivencia que se da en el alcohólico y su familia.
Esta acción del alcohol es impredecible, pero ¿qué pasa cuando el alcohólico ya no tiene ese
anestésico, ya no tiene ese sedante, ya no tiene ese recurso para controlarse a sí mismo,
aunque sea en pequeño grado? ¿Qué sucede cuando el alcohólico no tiene la muleta que
constituye su botella, que le permite deambular y caminar por la vida y enfrentarse a las
personas de lo cotidiano, al estrés laboral, a su incapacidad para amar, a su incapacidad para
tolerar la frustración y todos los síntomas que van haciendo del enfermo alcohólico un hombre
que vive a contracorriente con la vida, y que vive sufriendo o sufre viviendo? ¿Qué pasa
cuando ya no existe ese des inhibidor o ese velo protector? Pues obviamente nos
enfrentamos con un sujeto que está siempre al borde del estallido, y puede ser un estallido
emocional en los sentidos que se quieran, lo mismo hacia la violencia que hacia la depresión
o el intento de suicidio, hacia el mesianismo o hacia la violencia en contra de todos los valores
y lo espiritual; lo mismo hacia el delito que hacia la confinación, o quizá hasta el extremo de
la vida de ermitaño, ya no tiene un control sobre su vida.
El alcohólico experimenta en carne viva los sentimientos y las emociones que no sabe
controlar y que no puede tolerar; ya no hay cómo cobijarse, ya no hay cómo cubrirse, ya no
hay cómo protegerse. La misma terapia que lo mantiene en sobriedad le ha ido quitando las
capas que, como una enorme cebolla, lo van cubriendo o van cubriendo la verdadera
fragilidad de su naturaleza interior. Ya no puede ser el valiente que parecía ser, el recio, el
fuerte o el agresivo, el macho, el dirigente, el capaz, el aventurero, el simpático, el agradable,
el dicharachero, el bufón, el seductor, ya no. Ya no tiene todas las capas con las que cubrió
su verdadera naturaleza. Dice Virgilio A.: "Llegaba y me sentía como el agujero de una rosca,
es decir, sin nada", así se siente el alcohólico cuando deja de beber y este sentimiento se le
va quitando con la terapia de recuperación, se libera de todas sus cobijas y capas.
¿Qué pasa con ese hombre que ya no tiene ninguna protección? Pues está en grave peligro.
¿De qué? Primero que nada, de recaer y volver a beber, para anestesiarse, para cubrirse,
para taparse. O bien, romper en una explosión de violencia intentando cobrarle al mundo todo
lo que aparentemente la vida le debe. ¿A quién se lo va a cobrar? A la esposa, a los hijos, a
los compañeros de trabajo o al mundo en general. Cuántas veces el individuo violento y
agresivo que vemos manejando no es más que un borracho seco que, tapando la botella, se
desquita en el volante de todas sus frustraciones, pero se desquita sobre todo de no tener
con qué calmar el alto grado de enfermedad mental y emocional. Para eso, entre otras cosas,
es la terapia de recuperación, para tratar de que un enfermo que sufre viviendo, deje de sufrir;
para dejar que un enfermo que vive sufriendo tenga una oportunidad cada 24 horas de
recuperar, hasta donde sea posible, la alegría de vivir y el contentamiento consigo mismo.
La familia se desconcierta cuando, a pesar de que un enfermo deja de beber, las cosas siguen
igual. El alcohólico que no tiene una recuperación real, el alcohólico borracho seco, sigue
manteniendo los síntomas patológicos de su enfermedad y entonces sigue dañando a los
seres que dice querer más. El enfermo alcohólico sigue, por ejemplo, siendo violento o sigue
siendo improductivo, o permanece irresponsable, o promiscuo, o mantiene una o dos casas
chicas más, o mantiene su enorme grado de dependencia para con su pareja y sus hijos. Se
convierte en un ser inútil que va a estar demandando atención, que va a estar exigiendo amor,
que va a necesitar controlar la vida de los demás para que estén pendientes de él y, como en
un carrusel de caballitos, éstos giran alrededor de él, subiendo y bajando con sus emociones;
ahí está, como el señor de la neurosis, como centro rector de la familia neurótica enferma,
hasta que alguien en esa familia se baja del carrusel y acude en busca de ayuda a un grupo
familiar Al-Anon o a un grupo de autoayuda; y es entonces cuando también puede
recuperarse la familia. Por eso también ha sido muy importante recurrir a la experiencia de
los grupos de familiares de Al-Anon, para entender que el proceso de recuperación de la
familia alcohólica tiene que partir del hecho de que el enfermo, aunque deje de beber, sigue
estando enfermo y sigue causando daño; y que consecuentemente la familia o los miembros
de la familia más sanos tienen una gran necesidad de acudir a un grupo de recuperación o a
un grupo de autoayuda, o a un grupo familiar Al-Anon para mantenerse en sobriedad
emocional, ya que ellos no habían bebido, y poder entonces de alguna manera, aprender a
manejar su propio estado emocional, su propia enfermedad emocional, para no involucrarse
en el proceso larguísimo de recuperación de cada 24 horas del enfermo alcohólico.
Los grupos familiares Al-Anon, además, brindan orientación, información y ayuda terapéutica
para la recuperación de los familiares de alcohólicos que no han dejado de beber. Hemos
querido aclarar que el programa de los grupos Al-Anon no está diseñado para comprender al
alcohólico, no se propone ayudar al alcohólico, está dirigido a los miembros de una familia,
amigos cercanos, padres, hermanos o hijos de un enfermo, para que puedan recuperarse del
daño que les causa, no espera recuperar a nadie que no sea el familiar mismo. En las
sesiones los familiares de Al-Anon señalan toda una postura de humildad, donde la esposa,
el hijo o el amigo acude para salvar su vida, no la del alcohólico.
Esto es, fundamentalmente, lo que nosotros hemos querido plasmar, es algo que ya está
escrito, que se ha escrito muchas veces, donde repito, casi no hay aportaciones personales
ni profesionales, sino una gran necesidad de transmitir ese regalo que ha sido para mí lo que
los enfermos alcohólicos le han dado a mi vida. La transmisión de este mensaje es un poco,
muy poco lo que señala el doceavo paso: Tratar de transmitir lo que tan generosamente nos
ha sido dado. Dicen en A.A. exactamente lo mismo: "Aquel que no da lo que tan
generosamente ha recibido, degenera y muere". Este libro intenta que una parte del público
conozca lo que puede ser un cambio total de vida a través de los grupos de recuperación,
pero, para empezar, hay que conocer y aceptar la enfermedad, que es progresiva, incurable
y mortal, si no se detiene y se controla. Y esto último solamente se logra en un grupo con
ayuda de otros enfermos en recuperación, ello, sobre todo, cuando se llega a comprender a
plenitud el concepto de que el beber no es la enfermedad, el beber no es el alcoholismo, el
beber solamente es un síntoma de la enfermedad. El otro gran concepto que tenemos que
aprender, y que intentamos transmitir con mayor énfasis en este libro, es que la familia del
alcohólico entienda que el alcohólico nace, no se hace, y que, como el diabético, va a llevarse
su enfermedad hasta la tumba, aunque ya no beba.
Imaginemos a un enfermo diabético que un día amanece optimista y dice: "Ya me curé de mi
diabetes", ese día va a comer dulces, va a comer harinas y va a presentar un cuadro de
complicaciones, por ejemplo, un coma diabético que le puede costar la vida. El diabético sabe
que va a ser diabético hasta que se muera, aunque sus cifras de glucosa permanezcan
normales en la sangre y aunque muera del corazón, por cáncer, o del pulmón, o del riñón, va
a morir diabético. Así es el caso del enfermo alcohólico; el alcohólico va a morir con todo su
alcoholismo, aunque ya no beba, aunque muera del corazón, por tabaquismo, del pulmón,
por cáncer, se muere con todo y su alcoholismo. Pero nosotros decimos en A.A.:
"El alcohólico va a morir alcohólico, pero si está en A.A. no va a morir alcoholizado", ésa es
la diferencia, eso es lo que también el alcohólico tiene que saber.
Este no es un libro para los alcohólicos anónimos ni para las personas que militan en un grupo
familiar Al-Anon, ya que humildemente los médicos debemos reconocer nuestra absoluta
ignorancia sobre esta enfermedad —cruel e irónica—, que tanto hemos estigmatizado e
ignorado, así como reconocer otra vez con humildad que la ciencia médica, los médicos y los
especialistas en la ciencia de la conducta no contamos hasta la fecha con ningún elemento,
terapia, ni recurso mágico o espiritual para lograr que un enfermo alcohólico que desea dejar
de beber, permanezca sobrio, ya no se diga para siempre, sino por unas cuantas semanas.
Este libro es para el público que desconoce, o se ha negado la oportunidad de conocer, los
programas de recuperación de los miles de grupos de autoayuda que el día de hoy Ofrecen
a quien lo quiere, no a quien lo necesita, una oportunidad gratuita de dejar de sufrir por estas
24 horas.
Ojalá las muchas instituciones, sanatorios o clínicas llamados antialcohólicos cuenten alguna
vez entre sus funcionarios o terapeutas con alguien que quiera aprender con humildad un
poco de lo que es el único programa que en el mundo ha demostrado su operatividad.
Sabemos que los charlatanes y los dueños de las llamadas "clínicas antialcohólicas" jamás
podrán aceptar su farsa, sus falacias y falsas promesas; pero ellos saben perfectamente bien
que cada vez que egresa un paciente de estas clínicas, por cierto, algunas de ellas carísimas,
la recomendación universal categórica y fatal es "si quieres mantener tu sobriedad, debes
continuar tu tratamiento en un grupo de A.A."
Yo me pregunto, y les pregunto a los lectores, ¿no sería más honesto, ético y razonable que
canalizaran al enfermo a un grupo de A.A. sin este paso —a veces inútil— que fractura la
economía de la familia del alcohólico, de por sí ya tan deteriorada por la enfermedad misma?
O será la soberbia intelectual de los médicos y la desmedida ambición económica de algunos
lo que les impide decir simplemente: "deje de beber 24 horas gratis, ahórrese su dinero y su
sufrimiento, deje de perder su tiempo aquí y váyase al lugar indicado, un grupo de A.A." Esta
utopía por supuesto es solamente eso, pues son contados con los dedos de las manos los
soberbios que logren aceptar algún día esta verdad con humildad.
l. "El alcohólico nace, no se hace"
Estamos hablando de una enfermedad para la cual no existe cura conocida, sin embargo, el
padecimiento puede detenerse y controlarse. La ciencia médica ha reconocido
universalmente que el método más efectivo para tratar a un alcohólico en recuperación, y la
mejor esperanza para mantener su sobriedad, es a través del contacto con otros alcohólicos
en recuperación. Para la mayoría de los alcohólicos esto se puede lograr acudiendo a un
grupo de Alcohólicos Anónimos, mejor conocido como A.A. Las reuniones que llevan a cabo
proporcionan al enfermo información real y objetiva, ya que proviene de testimonios vivientes
de que el programa de Alcohólicos Anónimos realmente funciona.
Es muy importante aclarar que el alcoholismo no es una enfermedad que se pueda adquirir
por contagio o simplemente por malos hábitos. Estamos hablando de un mal hereditario.
Diferentes estudios científicos han demostrado que existe u na predisposición genética hacia
el alcoholismo, de aquí la idea fundamental que se maneja en los grupos de Alcohólicos
Anónimos y que afirma que "el alcohólico nace, no se hace".
Esta predisposición genética hace que una persona sea extremadamente susceptible al
alcohol, y condiciona su enorme necesidad de ingestión de bebidas alcohólicas para
"anestesiar" su sufrimiento. En un estudio, Schuckit y Rayses encontraron diferencias en el
metabolismo del alcohol entre parientes de alcohólicos y sujetos testigos. Los parientes de
alcohólicos tenían niveles elevados de acetaldehído después de la administración de una
dosis moderada de alcohol etílico. Esto sugiere que el aumento de las concentraciones de
acetaldehído podría estimular el estado de intoxicación, y que los individuos predispuestos al
alcoholismo pueden ser más vulnerables al daño orgánico causado por este metabolismo.
A pesar de que muchos alcohólicos creen que si dejaran de beber serían individuos normales,
esa posibilidad nunca se encuentra en ellos aun durante períodos muy prolongados de
sobriedad. Nunca podrían alcanzar una personalidad psicológicamente bien estructurada y
adaptada que estuviera oculta bajo las experiencias de la intoxicación crónica del alcohol.
Éramos las víctimas de una compulsión que padecía determinar que teníamos que seguir
adelante con nuestra destrucción.
Se puede dudar si uno está frente a un caso de un enfermo alcohólico, o sea, de una persona
que padece la enfermedad, o simplemente frente a un borracho. El factor determinante para
reconocer el alcoholismo activo es la calidad de vida del enfermo, no la cantidad de alcohol
consumida; en consecuencia, es más importante saber cómo es el alcohólico que cuántos
litros tomó.
LA PERSONALIDAD ALCOHÓLICA
Los alcohólicos tienen una personalidad inadecuada (un desorden de personalidad oculto), o
sea, una personalidad emocional deformada. Esto comprende el sector del temperamento y
el carácter que va a dar origen a las emociones, los impulsos amorosos o agresivos, los
sentimientos, la tendencia a valorarse a uno mismo, la seguridad, todo el registro de la
sexualidad y las necesidades primitivas, como son el beber y el comer, bajo su enfoque de
placer y no placer.
Lo anterior se desarrolla desde el nacimiento. Desde ese momento, el niño tiene necesidades
inmediatas de relaciones afectivas con las personas que lo alimentan y lo cuidan. Todas las
etapas de la vida afectiva en la crianza del niño están cargadas de consecuencias para la
evolución posterior de su personalidad. Una sobreprotección prolongada, o una falta aguda
de afecto, pueden traer consecuencias desastrosas en su futuro adulto. Es por eso que el
enfermo alcohólico, durante su desarrollo, ha tenido fijaciones a través de las etapas afectivas
y, al crecer cronológicamente, permanece con esto inconsciente o conscientemente. Al
cruzarse la bebida en su camino, considera que le hace falta el efecto sedante de la misma y
toma para "sentirse bien"
El alcohólico puede darse cuenta de que el alcohol "combate" su timidez, y tiene la impresión
de que lo estimula y le da otra personalidad. En un estado de ansiedad o depresión el
alcohol es, repito, como una anestesia y un relajante, y proporciona una tranquilidad y alegría
ficticias; o bien, si se trata de un estado de inseguridad, "le da confianza" o le hace "olvidar".
Si su sentimiento es de soledad, de incomprensión o de falta de afecto, en el alcohol
encuentra compensación y éste adormece momentáneamente sus frustraciones.
Nuestro principal problema es aceptar nuestras circunstancias tal como son, a nosotros
mismos tal como somos y a los que nos rodean tal como son.
Los típicos padres de alcohólicos podrían ser: una madre sobreprotectora, demasiado
condescendiente, y un padre agresivo, frío, poco afectuoso e inconsciente hacia los hijos. En
la personalidad alcohólica se encuentra siempre un patrón de dependencia con ira reprimida,
un sentimiento de ser rechazado por los padres y un intenso deseo de afecto. Existe también
un sentimiento de culpa a causa del resentimiento que tienen hacia la vida o hacia los padres,
así como un sentimiento de inferioridad a causa de su pasividad y dependencia. En la
pubertad, los sentimientos de inferioridad y de envidia hacia la potencia masculina se
intensifican, por lo que el joven con la predisposición genética, al tener contacto con el alcohol,
siente que el beber es una prueba de hombría y el no beber demuestra debilidad. El alcohol
hace que el enfermo se sienta potente, cura la autoestima lastimada y trae consigo el
autoengaño infantil de la omnipotencia.
Los sujetos con personalidad alcohólica presentan una marcada infelicidad y conflictos en su
historia familiar. Los alcohólicos nunca se sintieron queridos durante la infancia o sienten que
son una carga para los padres. Y es perfectamente comprensible que el alcohólico adulto, ya
en actividad, sea incapaz de establecer una relación afectiva y significativa con sus hijos y
con los que le rodean, ya que ve el mundo a través de una neblina emocional que es
impenetrable a la capacidad de percepción de la gente que lo rodea o que trata de
acercársele. Por eso, el alcohólico se aísla y encuentra imposible integrarse con otros, así
sean sus parejas, sus hijos, amigos, etc. Está centrado en sí mismo y preocupado en grado
superlativo en él, su imagen y su prestigio.
Sencillamente teníamos que ser el número uno para encubrir las inferioridades que
llevábamos muy hondo.
Inmadurez emocional.
Tendencia a crear dependencias emocionales.
Egocentrismo.
Incapacidad de amar.
Homosexualidad latente.
Labilidad o endeblez emocional.
Conducta impulsiva.
Angustia patológica o existencial.
Soledad existencial.
Mitomanía y mundo fantástico.
Tendencia a la manipulación.
Incapacidad para integrarse a los grupos humanos.
Incapacidad para asimilar las experiencias.
Incapacidad para tolerar la frustración.
Incapacidad para tolerar el sufrimiento.
Vivir sufriendo y sufrir viviendo.
Tendencia a la evasión.
Beber.
Todos estos rasgos son compensados sistemáticamente por el enfermo alcohólico con
actitudes y habilidades. A continuación, describo los síntomas ya mencionados con un breve
comentario acerca de la forma en que el defecto es compensado.
Inmadurez emocional
De la misma manera que el niño depende de sus padres para su supervivencia, de cuidados
para evitarle el peligro o de objetos para su placer y su tranquilidad, el enfermo alcohólico
dependerá siempre de "alguien" o de "algo" que cubra —aunque momentáneamente— su
necesidad imperiosa de ser protegido o cuidado, y que tome decisiones que a él le resulta
imposible tomar.
Su responsabilidad es casi nula y la transfiere por naturaleza hacia otros, lo que después
lo hace justificarse sistemáticamente y "culpar" a los demás de todo lo que le acontece;
compensa su dependencia "pareciendo" un sujeto libre e independiente, desde las etapas
posteriores a la pubertad.
Nuestra egolatría cava dos pozos profundos: o insistimos en dominar a los que nos rodean
o dependemos demasiado de ellos.
Egocentrismo
El ego débil del enfermo alcohólico y su enorme necesidad de gratificaciones a corto plazo
(es incapaz de tomar en con_ sideración las consecuencias a posteriori de sus acciones),
explica por qué esta mínima fortaleza del yo y la desviación consistente en estudios como el
MMPI en la escala Pd (desviación psicopática), hacen del alcohólico un ser dispuesto y
necesitado de ser el centro o de llamar la atención de todos cuantos le rodean y a costa de
lo que sea, bueno o malo, permisible o no, saludable o enfermizo, y que le mejore sus
condiciones de vida o que lo lleve a la muerte.
Para muchos autores, el egocentrismo es el eje sintomático de la personalidad alcohólica.
En A.A. se sabe que éste es compensado por un falso altruismo, muy al estilo de la
"generosidad neurótica" de Karen Horney, que hace que el alcohólico dé algo siempre
esperando recibir recompensa o reconocimiento.
Nada puede ser más desmoralizador que el aferrarse a la dependencia rastrera de otro ser
humano.
Incapacidad de amar
Homosexualidad latente
La fragilidad o la nula capacidad del enfermo para "gobernar" sus emociones e integrarlas
correctamente a sus patrones conductuales de vida es otra característica del alcohólico. Se
ha encontrado que el enfermo tiene, como probable origen de este síntoma, una gran
deficiencia en la modulación de la intensidad de los estímulos del ambiente. Yo encontré que,
de la misma manera, el alcohólico no puede regular las emociones que le genera su propia
mente. Hangell y Tunuig dicen, entre otras conclusiones, que el alcohólico, por su ego débil,
se siente constantemente "bombardeado por sensaciones internas y externas, y está
propenso, consecuentemente, a sentir una inconformidad subjetiva", que le hace sentirse
vulnerable ante el medio y reaccionar con violencia, compensatoria y desproporcionada, ante
estímulos precarios del exterior o ante pensamientos o sensaciones de su mente.
Este síntoma podría ser llamado "debilidad de carácter", que observan muchas madres en
niños con la predisposición genética al alcoholismo y que después, al ser víctimas o
espectadoras de las explosiones del alcohólico ya en la adultez, llaman paradójicamente a
estos aspavientos o respuestas desproporcionadas, "carácter fuerte"
Soledad existencial
Del mismo modo como el alcohólico tiene miedo a todo y a nada, se siente solo siempre, así
esté rodeado de una multitud o acompañado por sus pensamientos.
Hay en él, como en el niño, una necesidad constante de estar en compañía de los seres
que dice "querer" (dependencias), o de sus amigos que le sirven de "compañía", en la cual
no se involucran los sentimientos de amistad, lealtad o incondicionalidad que son
características de la amistad real y adulta, sino las exigencias neuróticas de afecto y hasta de
"posesión" del tiempo o del interés del supuesto amigo, que, naturalmente, sólo sirve dc
"comparsa" en la farsa de la relación que pretende cl alcohólico. Esto se inicia desde la
infancia y continúa durante la actividad alcohólica con sus "comparsas de bebetorias", como
les llaman los A.A.
Las quejas de soledad del enfermo son muy conocidas por las esposas de los alcohólicos,
quienes al principio muestran sorpresa al escuchar tales requerimientos de quien siempre ha
"presumido" de ser independiente y tener muchos "amigos" y "amantes".
En los enfermos alcohólicos las mentiras crónicas aparecen —igual que en los psicópatas—
como un recurso indispensable para mostrar "seguridad" en sí mismos y en el trato con los
demás. Su estado de ánimo variable muestra, a través de este síntoma, el optimismo ingenuo
con que ven la realidad. La valía y la importancia que se da el alcohólico produce relatos
consecuentes a una "capacidad y valor" en los que la regla es falsear la realidad. Su historial
se caracteriza, entre otras cosas, por el énfasis que da a su iniciativa personal en aventuras
y situaciones difíciles o peligrosas, para las que en todo momento su habilidad, decisión y
valor son un alto mérito. Como cualquier mitomanía, llegan a creer ellos mismos en los
cuentos que se han imaginado, combinando la falsificación de la memoria con la fantasía.
Esto es compensado con una aparente "sinceridad" que raya en el cinismo, al describir
hechos desagradables, actos de mal gusto o actos aberrantes, sobre todo cuando son
narrados a seres queridos, a quienes invariablemente daña con su "honestidad".
Tendencia a la manipulación
Incapacitado para aceptar la realidad de su estado emocional, el alcohólico intenta
"manejarla" de la misma manera que su mente lo maneja a él, es decir, a través del
autoengaño y la autosuficiencia (que es el peor síntoma de su falta de conciencia de su
enfermedad). El enfermo "aprende" a engañar, disimular, a fingir actitudes, a ser un verdadero
histrión, para conseguir sus fines primordiales. Al principio, busca simplemente la satisfacción
de sus necesidades emocionales de afecto primarias, ya en la adolescencia, sus crecientes
necesidades de sexo, poder y dinero a costa de lo que sea y de quien sea, a pesar de los
sentimientos de culpa que esto le genera en sus breves periodos de "conciencia moral", y en
esto se diferencia también del psicópata.
El engaño a los demás casi siempre está fundado en el engaño a nosotros mismos.
La falta de aceptación que el niño con personalidad alcohólica posee se debe tanto a su
manera distorsionada y desproporcionada de concientizar sus defectos de carácter, como a
los constantes juicios o críticas de que es víctima, no sólo por parte de sus familiares sino
también de sus compañeros de escuela o conocidos. Se le ha tachado de "raro", de
"diferente", de "loco" y esto lo hace desconfiar de su capacidad para ser aceptado por los
demás.
En la pubertad o al inicio de la adolescencia, el alcohólico "invierte" el orden de las
relaciones interpersonales y entonces llega a la conclusión de que él no es el que está mal,
sino que es un ser "tan especial" que los demás (el resto de la humanidad) son un hato de
retrasados mentales que ignoran la clase de "genio" que la naturaleza ha creado (él,
obviamente), y que por lo tanto no son dignos de ser tomados en cuenta por él.
Esto, no otra cosa, lo aísla emocionalmente y en forma fatal del resto del mundo: de sus
padres, sus compañeros, su familia y más tarde de la esposa, los hijos y patrones o
subordinados. Se siente incomprendido, menospreciado o subvaluado. Así, vive culpando a
los demás sin reparar que sus defectos de carácter o su sensación de malestar le pertenecen
únicamente a él. De esta manera, no se integra a nadie ni a nada hasta que encuentra el
puente dc comprensión con otro alcohólico idéntico a él, como copia al carbón, en un grupo
de ASA.
Wexberg (1950), citado por Jellinek, es de los primeros autores en describir que una
característica de la personalidad alcohólica que nos confirma su desviación mental y la
fragilidad emocional que poseen, es la poca o nula tolerancia a la frustración y su respuesta
impulsiva y violenta ante la misma (Cowan, 1974).
En opinión de otros autores (H. Sánchez, 1974), los alcohólicos necesitan gratificaciones a
corto plazo, siendo incapaces de tomar en consideración "recompensas diferidas" (a largo
plazo) de sus acciones.
El enfermo, durante el desarrollo de su enfermedad, elabora un proceso de respuesta a la
frustración muy peculiar (Lammoglia, 1984), que podríamos esquematizar así: el alcohólico
se frustra y de inmediato presenta una intensa respuesta emocional de resentimiento en
contra de la vida, en seguida, la "concentra" en alguien (la esposa, el jefe, la autoridad, etc.)
o en algo (la situación matrimonial, el trabajo, lo económico, etc.); este resentimiento crece
en segundos hasta culminar y después inicia un "rebote" emocional, progresivo, creciente y
aplastante, de sentimientos de culpa que le "golpean como un boomerang".
Cuanto mayor es la frustración, mayores son los resentimientos y en consecuencia los
sentimientos de culpa; tanto así que estos últimos lo llevan inexorablemente a la
autoconmiseración, que no es otra cosa que los resentimientos hacia sí mismo. El alcohólico
frustrado culpable se castiga con el "látigo de la ira".
La autoconmiseración es uno de los defectos que causan mayor infelicidad y que más
destruye. Es una forma sensible de martirio.
Los A.A, y algunos autores, como Kolb (1981) y Kessel (1978), describen este fenómeno que
está presente desde muchos años antes de iniciar la carrera alcohólica. Al respecto Kessel,
en su libro Alcohólicos Anónimos, transcribe el historial de una alcohólica que dice así:
… mi carrera de alcohólica empezó muchos años antes de ponerme a beber. Hasta donde
alcanza mi recuerdo, mi personalidad ofrecía un terreno abonado para mi carrera de
alcohólica Vivía enfadada con todo cl mundo, iba a contracorriente con la vida, con la
gente en general.
Este malestar se caracteriza por dos sensaciones constantes y tenaces en la vida afectiva
del enfermo: No hay "alegría de vivir" y no está nunca "contento consigo mismo" (Virgilio A.,
1977).
Este "vivir sufriendo y sufrir viviendo" no constituye un juego retórico, sino una descripción
concreta de la incapacidad del alcohólico para disfrutar por más que su circunstancia se
encuentre muchas veces colmada de satisfactores emocionales o materiales.
El enfermo alcohólico siempre se siente mal, o, dicho de otra manera, nunca se siente bien
con su manera de ser, de pensar y de actuar. Consecuentemente, no se acepta jamás como
el ser defectuoso que hemos descrito y se ve obligado a crear una imagen distinta de sí mismo
y de su circunstancia. Por ello, desde muy pequeño se aprecia en él la necesidad que
exponemos en el siguiente síntoma.
Desde su más tierna infancia, el alcohólico buscará las más precoces o prematuras formas
de evasión (Kessel, 1978); el niño o el joven con predisposición al alcoholismo encontrará en
la fantasía, o el uso constante y desproporcionado de la imaginación, la primera de sus
grandes fugas. La lectura de cuentos o historias, el "soñar despierto", el estudio, el deporte,
los juegos constantes, etc., se convierten en elementos que no producen placer por sí
mismos, enseñanza o experiencia sino en caminos diversos para evadir su malestar interior.
Esa mezcla complaciente entre el saberse defectuoso y creer que se engaña a los demás
con la imagen de apto, de perfecto o de generoso y "dedicado". Éstas son las máscaras que
usa el alcohólico para sobrevivir hasta antes de encontrar en su camino a las drogas (en la
época contemporánea), o al alcohol, con todo lo que uno pueda imaginarse.
El alcohólico usa o hace "lo que sea" con tal de no sentirse como se siente y de no ser lo
que es. Este desasosiego, esta inaceptación y su necesaria compensación, el autoengaño,
lo van llevando lenta, pero implacablemente hasta la fuga final, hasta lo único que encuentra
como paliativo temporal, como "anestésico" para sus emociones: el alcohol; por ello,
inexorablemente el joven con predisposición genética al alcoholismo, con el tipo de
personalidad que hemos descrito hasta aquí, tiene que beber.
Éstos son los 17 síntomas que presenta la personalidad alcohólica y, como consecuencia, el
enfermo alcohólico desarrolla un rasgo más.
El beber
Éste será el único camino y a la vez la única meta que tendrá el enfermo. Al llegar aquí, se
inicia la carrera o "actividad" en la que el enfermo tendrá que beber a su capacidad (sea ésta
mucha o poca), mientras que el alcohol y sus efectos le sirvan para fugarse de su inaceptable
realidad interior.
Esta carrera durará el tiempo necesario para que el alcohol, llegado el momento, deje de
servir como paliativo y anestésico (es decir que ya no Io ayude a fugarse, tome lo que tome),
o bien le cause trastornos físicos y/o psiquiátricos tan severos, como complicaciones de la
enfermedad que lo obliguen forzadamente a dejar de beber por algún tiempo; pero es sólo
cuando el alcohólico quiere dejar de sufrir, porque ya detectó el sufrimiento "anestesiado" por
años. Cuando ha tocado "fondo" y ha llegado al límite humano de resistencia al sufrimiento,
querrá dejar de beber realmente y para siempre, y esto lo logrará si tiene la suerte o se da la
oportunidad en un grupo de A.A.
Cuando estos síntomas se detectan a edad temprana, el niño puede ser orientado en un
sentido preventivo y que yo considero el único adecuado en estos casos ya sea por los padres
y con ayuda de un profesional. Es importante que el niño se haga consciente de que tiene
una condición especial con la que él nació y que no es culpa de nadie. El solo hecho de saber
que sus rasgos corresponden a una patología genética los alivia muchísimo. Cuando se
pasan buscando culpables a todo lo que les pasa, sólo se desgastan porque finalmente eso
no soluciona ninguno de los problemas.
El reconocimiento de estar enfermo es un paso importante para que él mismo se pregunte:
¿qué puedo hacer para recuperarme y llevar una vida sana?
Hemos aclarado que el alcohólico es una persona enferma que trae en sí una fuerte tendencia
a ingerir bebidas alcohólicas. Pero si a este ser vulnerable, además se le pasea el alcohol por
enfrente en todas las actividades cotidianas y se le bombardea con la publicidad que tenemos
hoy en día se le está propiciando su propia destrucción. Presionar a un alcohólico a que beba
es como presionarlo a que se dé un balazo, y, sin embargo, no sólo hay la costumbre de
"invitar" una copa, se "presiona" para que otra beba.
Así, tenemos a un enfermo de nacimiento que, al llegar a la adolescencia, y muchas veces
desde la infancia, se encuentra no sólo con acceso al alcohol, sino con el mensaje de que
"hay que tomar". Aprende esto mucho antes de recibir la información correcta o sospechar
que está enfermo. Ha crecido viendo beber, rodeado de la bebida y siendo invitado
constantemente.
"¿Alcohólico mi niño?... para nada"
Nadie piensa que un niño pueda ser alcohólico y mucho menos los propios hijos. Sin embargo,
partiendo del conocimiento de que es una enfermedad con la que se nace, es responsabilidad
de los padres detectarla a tiempo. Hemos descrito la personalidad y las características de la
enfermedad. Cualquier padre o adulto cercano a un niño que las haya leído detenidamente
puede detectar el problema. Ver el problema y negarlo equivale a condenar a su hijo a una
vida miserable.
El siguiente paso necesario es pedir ayuda. Aceptar que el niño tiene una enfermedad grave
e incurable que requiere ayuda profesional y que va a requerir de muchos cuidados como
cualquier otra condición genética.
UN METABOLISMO DIFERENTE
El principal factor descubierto por Jellinek parece ser metabólico. Una serie de estudios han
mostrado concluyentemente que los alcohólicos no metabolizan el alcohol como lo hacen los
demás. Su metabolismo difiere en tres maneras importantes:
1.- Altos niveles en la sangre de una sustancia llamada acetaldehído. El acetaldehído es un
veneno que causa náusea, adormecimiento, taquicardia, confusión mental y cruda asociada
con el beber. Aunque el acetaldehído es un subproducto normal del metabolismo del alcohol,
los alcohólicos producen niveles más altos que los no-alcohólicos. La tendencia a producir
altos niveles de acetaldehído se ha encontrado que es de familia.
Un estudio reciente del doctor Mark Schuckit ilustra la correlación entre la alta producción
de acetaldehído, la herencia y el potencial para el alcoholismo. A dos grupos se les dieron
tres bebidas alcohólicas: el grupo A consistía en 20 hombres jóvenes no-alcohólicos con un
padre alcohólico o hermano, u otro pariente en primer grado; el grupo B también comprendía
20 hombres jóvenes no-alcohólico que no tenían parientes en primer grado que fueran
alcohólicos.
El grupo A desarrolló niveles de acetaldehído significativamente más altos que los del grupo
B. Los del grupo A también manifestaron sentirse menos intoxicados y mostraron menos
signos de borrachera que los del grupo B, aunque ambos grupos bebieron lo mismo.
2.- La presencia en el cerebro de una sustancia altamente adictiva llamada TIQ
(Tetrahydroisoquinolina). Ésta no se fabrica en cantidades mensurables en los cerebros de
bebedores sociales normales ni en los cerebros de los que beben fuertemente. Sin embargo,
se encuentra en niveles altos en los cerebros de alcohólicos,
La TIQ se forma cuando el acetaldehído invade células nerviosas en el cerebro, donde se
mezcla con dos neurotransmisores, permitiéndole que actúe químicamente como un opiáceo.
Durante la Segunda Guerra Mundial se duplicó sintéticamente la TIQ para usarla como
analgésico. A pesar de su eficacia, se le rechazó para uso médico cuando se encontró que
es más adictiva que la morfina. La TIQ puede ser la principal sustancia responsable de la
adicción al alcohol, inmovilizando la voluntad, rindiéndola impotente.
3. Engrosamiento de las membranas celulares del cerebro. Estas membranas se engruesan
anormalmente en los cerebros de los alcohólicos y requieren abastecimiento constante de
alcohol para funcionar "normalmente". Si se detiene el alcohol, las membranas funcionan mal
y el cuerpo experimenta una incomodidad intensa o retraimiento.
Este engrosamiento de las membranas afecta un tercer neurotransmisor, que tiene como
resultado otros cambios bioquímicos. Psicológicamente estos cambios resultan en una
reducción de la tensión, ansiedad e inhibiciones, las principales razones por las que la gente
bebe. Estos cambios también irrumpen en la vital transmisión de señales entre las células
nerviosas.
Además de estas diferencias metabólicas entre los que padecen de alcoholismo y los que
están sanos, investigaciones en las ondas cerebrales han revelado una diferencia más. Los
doctores de la State University of New York han descubierto lo que puede ser una "marca
biológica" para los alcohólicos. Compararon niños que eran hijos de alcohólicos con niños
que eran hijos de no-alcohólicos y encontraron que los hijos de alcohólicos —aun aquellos
que nunca bebían alcohol— mostraron ondas cerebrales más bajas, que también se
encontraron en alcohólicos en recuperación. Esto no quiere decir que las ondas cerebrales
causen alcoholismo, pero pueden servir algún día como un marcador para la adicción
alcohólica.
Resumiendo, no te conviertes en alcohólico por estar tenso, solo, deprimido, nervioso o con
mucho trabajo. No te conviertes en alcohólico porque ganas mucho dinero o no suficiente,
porque rezas o porque no rezas, porque tienes un carácter violento o estás bendito con un
carácter tranquilo. Te conviertes en alcohólico porque eres biológicamente vulnerable y
pruebas esta vulnerabilidad bebiendo.
La enfermedad del alcoholismo es esquiva y paradójica. No existe otra enfermedad cuyas
primeras manifestaciones ocultas sean lo contrario de su desarrollo posterior.
La gente no desarrolla una mayor capacidad pulmonar antes de tener enfisema. Sin
embargo, los que padecen de alcoholismo primero muestran una gran tolerancia y un alto
funcionamiento físico y mental cuando beben, no obstante, la eventual pérdida de tolerancia
y habilidad para funcionar que marca el estado avanzado de la enfermedad.
Conforme el alcohólico experimenta el aumento de los niveles de acetaldehído, debe
consumir más alcohol para pasar sus efectos devastadores. Es imperativo seguir bebiendo
una vez que comienza. Esta no es una compulsión psicológica, algo que uno hace porque la
mente de uno está "enganchada". El cuerpo está "enganchado".
El alto nivel de tolerancia en la primera etapa de la adicción resulta de la adaptación del
cerebro y del sistema nervioso central a cantidades cada vez mayores de alcohol. El cuerpo
del alcohólico utiliza el alcohol eficiente y rápidamente. El alcohólico se siente más "normal"
cuando bebe que cuando no. Cuando para de beber, el nivel de alcohol en su sangre baja y
su desempeño físico y psicológico decae rápidamente.
Algunas personas logran mantener sus niveles de bebida dentro de esta zona de tolerancia
por largos períodos; no están borrachos ni sobrios; se desempeñan bien, y hasta mejor que
otros. Pero llega el día en que las adaptaciones metabólicas se terminan y el alcohólico pierde
el control, respondiendo únicamente a las demandas de sus células. Éste es el umbral de la
etapa media.
La adaptación de las células al alcohol es tan sutil que muy frecuentemente pasa
desapercibida. Una persona con la enfermedad del alcoholismo eventualmente descubre que
necesita 7 u 8 cervezas para lograr lo que antes lograban 6; gradualmente necesita 10,
después 12, una caja o más.
Esta alta tolerancia no es gratuita: las células han sufrido tanto daño que se han vuelto
incapaces de tolerar más alcohol. La víctima del alcoholismo eventualmente comienza a
perder su tolerancia.
Aunque las células se sienten normales sólo en la presencia del alcohol, ahora no pueden
tolerarlo, el que padece alcoholismo experimenta la abstinencia en forma de nerviosismo,
depresión, náusea, dolor de cabeza, irritabilidad y cruda. La abstinencia severa incluye
alucinaciones, violencia, convulsiones o delirium tremens.
Ahora está completa la adicción física al alcohol, y una persona con la enfermedad del
alcoholismo vive en un círculo vicioso: no puede emborracharse y no puede estar sobrio. Su
cuerpo necesita una cierta cantidad de alcohol para sentirse normal, pero no puede manejar
tanto como necesita. Sufre constantemente.
La etapa media de la enfermedad también se caracteriza por un severo problema de
memoria, que incluye lagunas, represión y recuerdos eufóricos. Mientras que las lagunas son
inducidas químicamente, la represión es psicológica: el alcohólico automáticamente pone los
incidentes penosos fuera del alcance, se deprime, está nervioso, hostil y se auto compadece.
Mientras que las lagunas y la depresión destruyen, los recuerdos eufóricos distorsionan.
Todas las verrugas de los alcohólicos se convierten en signos de belleza; las peleas de
borrachos se vuelven intercambios dramáticos o cómicos. El alcohólico no miente cuando
dice que no se acuerda de nada. Él no comprende que está diciendo la verdad, desde su
punto de vista pierde una dimensión crítica de la enfermedad.
El doctor Jellinek describe el curso general de la última etapa: un marcado deterioro ético y
problemas de pensamiento, psicosis alcohólica, temores indefinidos, temblores, incapacidad
de desempeñar tareas físicas, beber obsesivamente.
Mientras que, al principio, el cuerpo se acomodaba al alcohol, después se revela empujando
al alcohólico al síndrome de abstinencia, ahora, simplemente se debilita y baja sus defensas
mientras avanza rápidamente la enfermedad.
Tenemos una llamada de doña Esperanza. Nos dice que su hijo de siete años es incontrolable
y los maestros de las dos escuelas primarias donde ha estado dicen que necesita atención
psiquiátrica. El niño le ha dicho a su mamá que la quiere y la amenaza con que se va a aventar
contra los carros que están circulando porque él se siente Gokú y supuestamente a este
personaje de dibujos animados de la televisión no le pasa nada. Dice que ya se aventó de la
azotea y no le pasa nada.
—Doña Esperanza, buenos días, muchas gracias por llamar al programa. ¿Qué hay de
cierto en lo que hemos dicho?
—Sí, mi hijo se aventó hace como un mes desde dos pisos de altura, me dijo que él quería
ser como un personaje que se llama Gokú, dijo que lo ha visto volar más alto que él y por eso
se iba a aventar de la azotea. Cuando oí que cayó me asusté mucho' pensé que se había
matado, pero después se levantó, se estaba riendo y me dijo: "Si quieres me echo otro
brinquito"
—Díganos, ¿siempre ha sido así de incontrolable como usted lo describe? Porque ya no
tiene caso hablar de otras cosas si ya se aventó de la azotea.
—Bueno, sucede que su papá es drogadicto y alcohólico.
—¿Cómo estuvo su embarazo?
—Mi embarazo al comienzo estuvo bien, aunque al principio yo no deseaba tanto al niño.
El papá de mi hijo me había amenazado que si no tenía un hijo de él me iba a dejar. Yo
siempre tenía mucho miedo a estar sola. Desde muy chica sufrí puro maltrato. A mí siempre
me enseñaron que con golpes era como lo querían a uno. Yo decidí darle un hijo. Al principio
fue bien el embarazo, ya después siempre me pegaba, me agarraba de los pelos y me
azotaba contra la pared.
—¿Pero tú sentías que así te quería?
—Sí, yo así pensaba porque, como le digo, desde chiquita me golpeaban muy feo.
—¿Quién te enseñó que los golpes eran cariño?
—Mi abuelito. Él me decía que solamente así con chingadazos iba yo a entender y me daba
en la cabeza con lo que encontrara, me veía desangrándome y me agarraba a golpazos, me
decía: "Te voy a matar de una vez". Yo por eso pensaba que así con golpes era como me
quería él.
—Entonces el papá de tu hijo te golpeaba durante el embarazo.
—Sí. Ya cuando me faltaban sólo dos semanas para el parto me dio un golpazo muy fuerte
en la panza. Yo me había venido a vivir con él desde los 14 años debido a las golpizas que
me ponía mi abuelito, pensaba que podía tener una vida mejor. El papá de mi hijo siempre
me ha maltratado mucho. No siempre está aquí porque a cada rato se va para el otro lado y
se pasa allá como ocho meses y luego regresa para volverse a ir al poco tiempo. Yo soy la
que trabajo porque él no nos deja ni gasto, yo soy la que hago todo. Cuando me dio el golpe
en la panza yo sentí muy feo y vi que mi bebé no se movía. Le dije a él que yo me sentía mal
y él me dijo: "No te preocupes, no pasa nada, fue un garrotazo leve". Como a la media hora
sentí que se movió mi niño y ya no fui al doctor, sino que así lo dejé.
—¿Cómo fue el parto?
—Estuvo bien y nació rápido. Yo recuerdo que todo estuvo bien. Ahora pienso que mi niño
está mal por todos los golpes que su papá me daba en el embarazo y también porque yo le
pegaba de chiquito. Yo le pegaba en la cabeza, en la boca, en la nariz, a veces le sacaba
hasta sangre.
—¿Y por qué le pegabas?
—No sé, a veces porque lloraba mucho y me ponía de nervios. Cuando su papá me pegaba
bien feo, yo me desquitaba con el niño. Yo sé que hice mal en tratar así a mi hijo, hasta ahorita
estoy dándome cuenta de que hice mal. Ahora él ya no se deja pegar. Él veía los agarrones
que nos dábamos su papá y yo, oía las mentadas de madre y todo eso. Su papá le decía:
"Miéntasela a tu mamá", el niño me insultaba y yo me enojaba con él por culpa de su papá.
—Dinos cómo creció tu niño, cómo se portaba, si aprendió a leer rápido, si era un niño muy
inquieto y, en general, cómo fue su infancia.
—Su infancia fue muy mala. Habló hasta los cuatro años, pero tartamudeaba, no hablaba
bien y también le costaba trabajo caminar, no quería caminar, no sé si era por flojera o qué
le daba, siempre quería que yo lo estuviera cargando. Le ha costado trabajo aprender a leer
y todavía no puede distinguir los colores, lo que sí sabe es hacer los números y hasta las
sumas, pero leer no puede.
—¿Cuál es la pregunta que le quieres hacer al doctor?
—Quiero qué me diga qué debo de hacer con mi hijo porque la verdad sí está bien mal.
Ahora está en una casa hogar, ahí convive con los otros niños, lo ponen a barrer, a lavar su
ropa, eso hace él.
—¿Y no tienen escolaridad ahí?
—Sí los enseñan, entre semana lo llevan a la escuela.
—¿Quién te dijo que lo llevaras ahí?
—El señor que me está dando trabajo ahora me dijo que fuéramos a buscar un lugar así
para que no se fuera a matar este chamaco, con tantos brincos que anda dando por ahí. Así
que fuimos a buscar ayuda a este lugar en el que van casi puros niños que son drogadictos
o que tienen problemas.
—¿Él es hijo único?
—No, tengo otra hija de 3 años.
—¿Y cómo está esa niña?
—Pues mi hijo le pegaba mucho. Cuando él estaba con nosotros la lavó una vez con una
fibra de fierro y decía que era porque tenía mucha mugre, la talló muy feo de la cara, todavía
tiene cicatrices. Él quería más a los animales que a su hermanita y a mí. Una vez incendió la
casa de mi suegra, le prendió fuego al colchón. Otra vez vi que estaba abrazando a la niña y
la quería besar, yo le pregunté qué estaba haciendo y me dijo que nada más la estaba
abrazando.
—Díganos, esta casa hogar de quién depende. ¿Quién la sostiene? ¿Cómo la conoció?
¿Qué clase de personal existe ahí? ¿Cuánto se paga?
—Ahí no se paga nada. Se ayudan con donativos. No sé cómo se llama la organización. Yo
voy todos los domingos a ver al niño y veo que temprano están haciendo oración.
—¿Por qué te ayudó tu patrón a buscar este lugar?
—Porque él se preocupa por el niño, como lo tenemos aquí en su casa él' veía que luego
se iba a las micros, se iba a pedir dinero y decía que no le dábamos de comer. A veces
echaba la comida por la coladera. Yo quisiera que el doctor me recomendara un lugar para
que pueda llevar a mi hijo, un lugar de ayuda para que nos auxilie porque la verdad ya no sé
qué hacer y estoy muy desesperada de ver a mi hijo así de mal.
—¿El papá del niño ya sabe que lo llevó usted a una casa hogar?
—Sí, a él no le preocupa. Él dice que mientras él tenga mujer y qué comer eso no le importa.
—¿Su respuesta, doctor?
—Yo quiero agradecer a esta señora su gran valor y su honestidad para expresar
exactamente lo que ha pasado en relación con la experiencia vivida con este niño, Y quiero
destacar expresamente esa frescura con la que las personas que nos escuchan por primera
vez dicen las cosas, Resulta muy aleccionador porque con el tiempo los seres humanos
vamos disfrazando maquillando nuestro sufrimiento y nuestra experiencia, dando un tono
novelesco y melodramático a algo que se puede decir así como es, sin tapujos, y orientar
realmente al médico sobre lo que sucede.
Desde luego, le quiero decir a la señora, después de mi agradecimiento, que nos estamos
enfrentando a un caso que los profesionales de las ciencias sociales llaman patología de la
pobreza. Es en la pobreza y consecuentemente en la ignorancia, en la desinformación, donde
puede florecer esta cadena de crímenes contra la persona de un ser humano. La primera
víctima que aquí aparece es usted, señora, pues es una víctima, podríamos decir crónica de
abuso y maltrato físico y emocional, y no dudo que de maltrato sexual puesto que al individuo
con el que tiene relaciones sexuales, y que es el "padre" de sus dos hijos, lo único que le
interesa, dice usted, es tener mujer. Yo supongo que lo que le interesa no es tener mujer,
sino tener relaciones sexuales.
Consecuentemente, es una mujer que crece en la pobreza y la ignorancia, que se muestra
en toda su crudeza a través de la relación con el abuelo, "a las personas que se ama hay que
maltratarlas". Me imagino que mientras más golpes y patadas más amor, Su abuelo debe
haber sido un sujeto lleno de pasión criminal para asumir esa actitud de violencia física contra
una niña desprotegida. Y una niña o joven maltratada es una madre que va a ser golpeadora
y maltratadora.
Para complicar las cosas, usted se involucra con un individuo peor que su abuelo porque
abusar sexualmente de usted sin ningún otro interés más que el de tenerla de esclava, la
maltrata, la golpea, la engaña y la embaraza. La deja en el abandono, en este abandono tan
singular de muchos mexicanos que, con el pretexto de obtener dinero verde, se van a Estados
Unidos a trabajar. Es decir, usted vive una primera experiencia tormentosa de violencia física
que se hace natural dentro de una vida en la que la pobreza, el hambre, la marginación y la
ignorancia prevalecen.
Ésa es la primera parte, pero llega el embarazo y usted sigue siendo maltratada y es
golpeada en forma inmisericorde una semana antes de su parto; y el niño permanece inmóvil,
minutos quizá dentro de su vientre, porque podemos hablar de un niño completo en esa etapa,
y definitivamente el hecho de que el niño se haya quedado sin movimiento durante un lapso
indica que sufrió las consecuencias del traumatismo. Dar un golpazo en el vientre de una
mujer embarazada hace de este señor un asesino. Es un criminal que no me explico todavía,
más que a través de la ignorancia, que no esté preso por este delito, porque le ha causado la
muerte neuronal a una gran parte del cerebro de su hijo que no se va a recuperar.
Obviamente, todo golpe en una mujer embarazada cae en la posibilidad inminente de que el
producto padezca las consecuencias. Al final del embarazo el niño ya está completo y la pared
uterina que lo protege ya es muy delgada. Probablemente este niño nació ya con una
disfunción cerebral severa que se manifiesta por una serie de alteraciones, no solamente en
el aparato locomotor, sino que tampoco puede fijar la atención y no expresa ningún tipo de
conceptos hasta los cuatro años. Fundadamente es un niño con un daño cerebral secundario
por un traumatismo en la última semana de embarazo. El hecho de que el niño no caminaba
no se debe a que fuera flojo o mañoso, no es que no quisiera caminar, el niño no podía
caminar debido al daño cerebral.
Este niño está evolucionando para una conducta antisocial, pero tenemos que tomar en
cuenta primero el daño cerebral prenatal provocado, después la evolución de un niño con
daño cerebral que no recibe la atención adecuada y su mamá deja que avance maltratándolo.
Recordemos que ella, por haber sido niña maltratada, es ahora madre maltratadora. No
sabemos si los golpes a temprana edad en este niño hayan agravado la situación,
independientemente de crear una reacción emocional de resentimiento grave y de violencia.
Por eso el niño a su vez golpea a la hermanita, ésta es la primera radioescucha que lo dice
claramente: 'Como a mí me golpeaba mi marido, yo me desquitaba con el niño golpeándolo",
así el niño se desquita golpeando a la hermanita. Ahí ya empieza el trastorno de conducta
perturbador, porque no se puede hablar de conducta antisocial hasta los 13 años.
Aquí hay otra situación todavía más grave y que complica el cuadro, no es el que el niño se
sienta Gokú, sino que como la señora es trabajadora doméstica su patrón decide ingresar a
este niño en un albergue para niños discapacitados. Quiero pensar que el tipo lo que quiere
es tener una sirvienta que dedique todo su tiempo al trabajo y no se distraiga con un chamaco
que está bastante mal, entonces decide que lo mejor es encerrar al niño en un albergue que
es gratuito y así ella pueda tener todo el tiempo para la chamba. Si el señor de veras estuviera
preocupado por el niño no lo enviaría a un almacén para niños tarados, lo hubiera llevado a
una institución psiquiátrica infantil como el Juan N. Navarro de la Secretaría de Salud que se
encuentra en Huipulco. Si se le lleva ahí, el hospital tiene la responsabilidad de tomar a este
niño, internarlo para estudiarlo y darle tratamiento, y son los médicos del hospital los que
tienen que decidir, después del tratamiento de la fase primaria, si se le envía a un hospital de
enfermos crónicos o si se le sugiere que se quede en casa y si se le da un medicamento para
control de la conducta. Porque no se va a curar, y este niño va a evolucionar entre los 13 y
los 14 años hacia una conducta antisocial convirtiéndose en un peligro para la sociedad. Ya
es un peligro para sí mismo y para la familia. Va a completar el requisito para ser un niño que
esté en una institución para menores.
Mi recomendación, señora, es que antes que nada se ayude usted a sí misma, porque si
no lo hace no hay manera en la que pueda usted ayudar primero a su hijo y después a su que
también debe estar ya muy dañada. Yo le recomiendo que asista a un grupo de familiares Al-
Anon para que primero se atienda usted. Respecto al papá de su hijo, no sólo le que no Io
vuelva a aceptar en su casa, sino que lo denuncie a las autoridades. Esto no es sólo una
recomendación, es una responsabilidad que usted tiene porque el señor es un delincuente y
si usted no lo se convierte en su cómplice, lo cual es también un delito.
Como hemos descrito, la enfermedad del alcohólico se manifiesta desde la infancia en los
rasgos de carácter que mencionamos. Sin embargo, es cuando el individuo empieza a beber
que inicia su carrera alcohólica. Jellinek desglosa las diferentes etapas por las que pasa el
alcohólico a partir de este momento.
A) Fase prealcohólica
B) Fase prodrómica
1.- Lagunas mentales (no se acuerda de lo que ocurrió durante una borrachera).
2.- Beber "de escondidas" (trata de ocultar a los demás que él bebe más de lo normal).
3.- Preocupación por el alcohol (por ejemplo: en el próximo bautizo de su hijo compra mucho
licor para celebrarlo "dignamente").
4.- Beber con avidez (se toma de un solo trago su aperitivo o una cerveza rápidamente).
5.- Sentimiento de culpa por su manera de beber (se da cuenta de que bebe más de lo normal
y empieza a ver los primeros desarreglos en su hogar).
6.- Evita hablar de alcohol (no le gusta que lo llamen "borracho", "alcohólico", etcétera).
7.- Frecuencia de las lagunas mentales (hasta aquí todavía el enfermo puede ser encauzado
por una campaña contra el alcoholismo).
8.- Pérdida de control (una vez tomándose la primera copa se despierta en él una necesidad
de seguir bebiendo, el clásico "ya me piqué").
9.- Razona su comportamiento de bebedor (convierte los pretextos en razones para beber).
10.- Presiones sociales (su conducta ya es objeto de recriminaciones en el hogar y en el
trabajo, etcétera).
11.- Comportamiento grandioso y fanfarrón (se siente el mejor trabajador, aumenta sus
capacidades económicas, etcétera).
12.- Conducta marcadamente agresiva (se vuelve "bravero" o despreciativo).
13.- Remordimientos persistentes (se da cuenta de que su conducta ha cambiado bastante
comparándola con el pasado, haciendo probablemente su último examen de conciencia,
porque más tarde esa conciencia, aunque la tenga, no le servirá de nada).
14.- Periodo de abstinencia total (reacciona diciendo que va a demostrar que tiene "fuerza de
voluntad", pero más tarde o más temprano vuelve a beber).
15.- Modifica sus hábitos de beber (tratando de dejar de beber cambia de bebida, por ejemplo:
cerveza por ron, vinos y licores suaves por vinos fuertes, etcétera).
16.- Alejamiento de las amistades (su esfuerzo por dominar el hábito del alcohol aumenta su
agresividad).
17.- Deja empleos (debido a sus irresponsabilidades en el trabajo "renuncia" o es despedido).
18.- Subordinación completa al alcohol (no concibe nada si no es con alcohol, fiestas, días de
campo, asistir al futbol, reuniones con amigos, etc., todo lo relaciona con el alcohol).
19.- Apatía hacia otros intereses (pierde interés por lo que antes le causaba distracción, como
practicar un deporte. Renuncia a actividades culturales, ya no hace trabajo en su casa,
etcétera)
20.- Nueva interpretación de sus relaciones interpersonales (ahora le "caen mal" las personas
que no beben, se siente criticado, aunque no sea así. Es el síntoma inicial de lo que más
tarde será un total divorcio con la sociedad).
21.- Conmiseración de sí mismo (se siente un "desgraciado", sufre humillaciones en su
trabajo y en su familia y por eso siente "lástima de sí mismo").
22.- Fuga geográfica (aparece, por ejemplo, en Acapulco o en algún lugar a donde se haya
ido a seguir bebiendo).
23.- Cambio en las costumbres familiares (antes se llevaban bien en la familia, ahora están
constantemente en pleito, de mal humor, los niños en lugar dc respecto al alcohólico le tienen
miedo o desprecio).
24.- Resentimientos irrazonables (la "conmiseración de sí mismo" avanza hasta convertirse
en un "resentimiento" Está resentido contra muchas personas).
25.- Protección de su abastecimiento de alcohol (se preocupa de que no le falte su "dosis",
para lo cual guarda provisiones de licor en los lugares menos esperados).
26.- Descuido de su alimentación (pérdida del apetito, desorden en los hábitos alimenticios).
27.- Primera hospitalización (debido al consumo constante de alcohol, el enfermo puede llegar
a requerir los auxilios de un médico).
28.- Disminución del impulso sexual (en algunos casos, pérdida total del impulso sexual).
29.- Celos de los alcohólicos (la constante desavenencia en el hogar predispone al enfermo
a creer que su compañera de vida le está siendo infiel).
30.- Beber en ayunas (la "cruda", el malestar físico, hacen que el alcohólico empiece el día
bebiendo. Este síntoma es el preludio de la fase crónica).
D) Fase crónica
31. Períodos de embriaguez prolongados (bebe sin parar durante ocho días o más).
32. Marcado deterioro moral (comienza a recurrir a cualquier medida con tal de tener dinero
para seguir comprand0 Y bebiendo licor, exhibe sin recato su miseria).
33.- Disminución de las capacidades mentales (las neuronas del cerebro, que son las únicas
células del organismo que no se reproducen, mueren por millares, deteriorando así la
capacidad mental del enfermo).
34.- Psicosis alcohólica (enfermedad mental, angustia, ansiedad, inseguridad, miedos,
alucinaciones).
35.- Bebe con personas socialmente inferiores (con afán de sentirse siempre "superior" busca
la compañía de personas que han caído totalmente en el fango moral y material).
36.- Consumo de productos industriales (las compañías de que hablamos anteriormente lo
inducen a tomar sustancias más tóxicas: alcohol metílico, bario, etcétera).
37.- Disminución de la tolerancia al alcohol (el organismo se va minando y ahora el enfermo
se embriaga con poco alcohol que consuma. El organismo sigue y sigue minándose hasta
terminar en un desecho físico.
38.- Temores indefinibles (delirio de persecución, sufre sobresaltos, dudas y un miedo terrible
a causa de su angustia, culpabilidad y remordimiento).
39.- Temblores persistentes (en su camino hacia la muerte, el sistema nervioso del enfermo
depende del veneno que bebe y cuando le falta lo pide a gritos por medio de los temblores
persistentes).
40.- Inhibición psicomotora (locura, el enfermo ya no puede hacer nada, ni darle cuerda a su
reloj, si es que todavía lo tiene, no puede apretar una tuerca; aunque quisiera trabajar, no
puede).
41.- El beber adquiere carácter obsesivo (el alcohol se ha apoderado de la mente del enfermo.
Para conseguirlo y seguir bebiendo, es capaz de robar y de sufrir las peores humillaciones).
42.- Vagas aspiraciones religiosas (busca un "oasis" espiritual).
43.- Todo el sistema de racionalizaciones fracasa (si se le llega a preguntar: Usted, ¿por qué
bebe?, trataría de contestar. nos con algún pretexto, pero finalmente respondería: "No sé por
qué bebo").
44.- Hospitalización definitiva (si tiene la fortuna de ser acepta. do en un hospital, allí pasará
sus últimos días, abandonado por la sociedad y totalmente desprestigiado).
45.- Pérdida de la vida (finalmente al alcohólico le espera la muerte en un hospital, por
accidente, debido a los peligros a que se expone, o en una cárcel debido a algún delito que
cometió en estado de embriaguez).
Hay una manera de detener esta enfermedad antes de que cause mayores desventuras:
Alcohólicos Anónimos
DR. J. M. JELLINEK
TIPOS DE ALCOHOLISMO
En 1979 Barnes afirmó que los alcohólicos como grupo generalmente muestran síntomas
comunes que los diferencia tanto de las personas normales como de los pacientes
psiquiátricos.
En 1960, Jellinek intentó ilustrar la complejidad de los problemas del alcohol dando una
clasificación de las personas alcohólicas en los siguientes términos:
1.- Alcoholismo intermitente. En éste hay incapacidad para detenerse cuando se inicia la
ingestión de alcohol, con períodos variables de abstinencia. También es conocido como
"dipsomanía".
2.- Alcoholismo inveterado. En éste hay incapacidad para abstenerse de beber por un
solo día.
La negación
Uno de los peores síntomas de la enfermedad del alcoholismo es la negación. Hablamos aquí
de la negación ante uno mismo. Esto agrava la situación haciendo que, en la mayoría de los
casos, la enfermedad avance enormemente antes de ser reconocida y atendida.
El enfermo alcohólico tiene, como parte de la enfermedad, una fuerte tendencia a la
evasión, a fugarse de la realidad por sistema. De esta manera se encuentra en un círculo sin
salida, ya que por un lado bebe para escapar de su realidad emocional y por otro lado se
niega a sí mismo que lo esté haciendo. Cuando un familiar o amigo cercano le pregunta si
tiene un problema alcohólico, seguramente responderá que no, no tanto por mentir
conscientemente sino porque así lo cree. El enfermo alcohólico sufre una gran carencia
afectiva emocional y en el fondo está disgustado con lo que es, vive con un constante malestar
interior y en realidad bebe en un intento por aliviar este sufrimiento.
La necesidad del alcohólico de negar su realidad es tan fuerte que, inconscientemente y
como mecanismo de defensa, a todo tipo de fantasías para justificar sus actitudes y todos los
problemas causados por su forma de beber. De esta manera minimiza y racionaliza su
condición. El enfermo es incapaz de percibir la realidad de su padecimiento, no importa qué
tan obvio sea para los demás. Ante la confrontación de su problema puede intentar cambiar
de tema o empezar a discutir otros problemas. Es común que haga esto frente al médico.
A la negación del enfermo se une y la refuerza la negación de la familia, especialmente la
del cónyuge. Pasa un tiempo antes de que los familiares cercanos acepten la realidad.
Desgraciadamente, el alcoholismo es una enfermedad que, como el SIDA, causa vergüenza
ante la sociedad. Como los síntomas del alcoholismo se van manifestando poco a poco, es
común que la familia también muestre una tendencia a justificar las actitudes del enfermo en
este mismo intento por negar la realidad.
La ignorancia juega un papel muy importante en la negación. Cuando se tiene la idea de
que un alcohólico es una persona que se emborracha todos los días hasta perder la
conciencia, es muy fácil pensar que un individuo que toma a diario, pero nunca se embriaga,
o que sólo lo hace dos veces al mes, no es un alcohólico. Cuando se tiene la información
correcta, es necesario recordar que el alcohólico no lo sabe, que parte de su enfermedad es
precisamente no darse cuenta.
Siendo la negación un factor tan dañino en el proceso de la enfermedad, la aceptación de
la misma es el primer paso en el camino de la recuperación y un gran alivio para la persona
al saber que ha identificado su problema. Antes de que el enfermo dé el paso de la aceptación
es difícil, si no imposible, tratar de hacer algo que cure su padecimiento. Los médicos deben
saber que lo único que pueden hacer frente a un alcohólico diagnosticado es ayudarlo a llegar
a la aceptación; cualquier otro intento de un tratamiento específico será totalmente inútil.
Aceptamos, y entonces empezamos a ser libres.
La psicoterapia
Está comprobado que a la fecha no existe una psicoterapia que logre curar la enfermedad del
alcoholismo. A principios de la década de los treinta el doctor C. G. Jung se dio cuenta de
que frente al alcoholismo no existía ningún tratamiento médico o psiquiátrico posible. El
mismo le informa de esto a un paciente, diciéndole que la única esperanza que podría tener
se daría si él llegaba a ser objeto de una experiencia espiritual o religiosa, en resumen, una
genuina conversión.
La persona que analiza con alguna profundidad el fundamento de sus resentimientos y de
sus peculiaridades, invariablemente llegará a perturbarse, en mayor o menor grado, en el
momento en que no esté bebiendo. Por cierto, mucha gente de la que está recibiendo
psicoterapia requiere tranquilizantes en determinados momentos a causa de la severidad del
disturbio emocional, debido a la revisión de sus recuerdos reprimidos. Pero esto no funciona
en el caso del alcohólico debido a la tendencia que tiene hacia el alcohol, precisamente para
tranquilizarse, La psicoterapia ayuda a la gente que tiene dificultades, pero no evita que un
alcohólico beba. Hasta ahora la psicoterapia ha fracasado en desarrollar técnicas de
tratamiento que intentan anticipar conclusiones fuertes. Sin embargo, el programa de los 12
pasos lo ha logrado con éxito un sinnúmero de veces, para aquellos miembros de la sociedad
que lo han aplicado conscientemente a su propia clase particular de compulsión hacia el
alcohol.
La psicoterapia de grupo ha llegado a ser una forma establecida de tratamiento y, en cierto
grado, una junta de A.A, no es diferente. La diferencia más patente reside en la comunicación
espiritual o empática que existe entre los miembros de una audiencia en una junta de A.A. y
que está, por supuesto, fuera de lugar en las sesiones de psicoterapia en grupo. El miembro
de A.A. es un experto en el campo del alcoholismo. Excepto en algunos casos raros, él no
tiene título de médico, en cuyo caso debe ser muy cuidadoso y debe abstenerse de utilizar
los términos médicos de la psicoterapia. Por lo tanto, él emplea el viejo juego de palabras y
se designa a sí mismo como "consejero", y ayuda a la gente (alcohólicos) con sus problemas
(alcoholismo).
Como uno puede ver fácilmente, el miembro de A.A. tiene tal cantidad de ayuda "resolutoria
de problemas" comparado con el no alcohólico, que él es en verdad muy afortunado. A decir
verdad, el alcohólico que está en A.A. obtiene tan gran cantidad de guía y ayuda, la cual está
tan íntimamente relacionada a la psicoterapia, que un ciudadano de otro planeta pasaría
apuros al intentar descubrir qué es lo que se quiere plantear. Al mismo tiempo, la psicoterapia
por separado no debe serle negada sólo porque es un A.A. Entonces, tampoco debe sentirse
impedido para hablar sobre el asunto y mentir' directa o indirectamente, en las juntas de A.A.,
si él ha empezado a ver a un psiquiatra.
La persona que por medio del admirable Programa de los 12 pasos ha obtenido la sobriedad
y todo lo que ese término representa, es tan elegible para la psicoterapia Y es tan libre de
tenerla como cualquier otro en tanto él mantenga constantemente su asociación con A.A.
Debe tener mucho cuidado; no sea que por ignorancia intente usarla como un sustituto para
el programa de A.A.
Conducta de grandiosidad
Éste es uno de los principales síntomas que se perciben en un alcohólico que está
padeciendo la borrachera seca y se manifiesta con mayor frecuencia a través de la falta de
percepción interior y una actitud de presunción. El enfermo puede llegar a exagerar su propia
importancia a costa de otros, a sobrestimar sus actitudes, inteligencia y criterio, y puede hasta
llegar a vivir por encima de sus ingresos. Su conducta es notoriamente idealista y según las
circunstancias, puede ir desde ridícula a cruel. La persona parece no darse cuenta de los
sentimientos y necesidades de los demás.
La gente que vive impulsada por su propio orgullo, inconscientemente se ciega ante sus
debilidades.
Enjuiciamiento rígido
Esta característica que acompaña a la conducta de presunción hace que el alcohólico juzgue
duramente los valores relacionados con lo que está bien y lo que está mal, siendo sus
valoraciones notablemente inadecuadas. Tiende a hacer un juicio de sí mismo bastante
severo en lo que respecta a su conducta de bebedor y es fácil que los demás perciban en él
un profundo sentimiento de falta de valoración personal. Sin embargo, es posible que disfrace
estos sentimientos juzgando con la misma dureza a su familia, amigos, socios Y compañeros
de trabajo; en realidad, todos ellos sienten que es la persona menos indicada para criticar.
Esto prueba lo irreal de su conducta, ya sea que sus juicios reflejan o no algún grado de
verdad.
Impaciencia
Conducta infantil
Incomodidad
El alcohólico se siente evidentemente incómodo consigo mismo, pero no sabe por qué. No
tiene una percepción interior personal. Los malestares de su vida pasada parecen acosarlo y
causarle las sensaciones actuales. Muestra una firme desaprobación hacia todo aquello que
la sociedad indica que es bajo, descontrolado, egoísta y ofensivo. Trata de preservar su
autoestima, pero no puede, ni quiere, encontrar dentro de sí mismo los impulsos que
gobiernan su conducta.
Negación
Nosotros los alcohólicos somos los racionalizadores más grandes del mundo.
No sé qué es peor, si sufrir cada vez que mi marido se emborracha o los días en que deja de
beber. Se pone tan neurótico y necio que a veces ya prefiero que se emborrache otra vez.
Claro que se ha metido en muchos líos, ha chocado, lo han asaltado y hasta ha estado en la
cárcel. No es nada agradable.
Pero la verdad, cuando pasa sin tomar unas semanas, porque 10 intenta, quiere dejarlo,
nos fastidia a todos. Le da por presumir y criticar. Critica a todos y todo, no hay manera de
darle gusto.
Las últimas vacaciones, fuimos a la playa con los niños. Todos Íbamos con la ilusión de que
se relajaría y la pasaríamos bien como una familia normal. Pero no fue así, discutió con todos
los empleados del hotel. Para él todo era una porquería, el servicio, la habitación, la comida,
el clima y hasta el agua del mar estaba fría. Mis hijos se vieron acosados por sus exigencias'
todo el día los regañaba porque no hacían las cosas como a él le parecía. Les ordenó la
comida, no les permitía nadar más que un rato y un día entero los tuvo castigados en la
habitación porque según él no sabían agradecer lo que se les daba. En realidad, no había
sucedido nada, sólo que de pronto se dio cuenta que no le habían dado las gracias por el
viaje.
Los amigos dejaron de invitarnos a reuniones, ya nadie lo soportaba. Él se dio cuenta de
que nos evitaban y decidió que era pura envidia, y por supuesto todos estaban mal. Ya nada
más íbamos a reuniones familiares y siempre acababan en pleito hasta que los parientes
también dejaron de invitarnos.
Yo ya no puedo opinar nada sobre nada, cualquier cosa que digo, él la responde con una
negación, sus primeras palabras son "estás mal" o "estás muy equivocada".
Lo peor de todo es que no se da cuenta de nada, está bloqueado por sus propias
interpretaciones y nadie hay que lo pueda contradecir. Una vez, mi suegra le sugirió que
acudiera a A.A. y él contestó que eso era para borrachos alcohólicos enfermos que no podían
dejar de tomar, que él sólo tomaba cuando quería y dejaba de tomar todo el tiempo que
quisiera. Se enojó mucho y no le habló durante dos meses. Estaba muy ofendido. Por esos
días le dio por criticar a los borrachos, la verdad veía borrachos donde no los había y a medio
mundo lo tachaba de alcohólico.
Hace una semana renunció a su trabajo de 14 años, Dice que tuvo que hacerlo porque su
jefe es un idiota retrasado mental lo mismo que todos los empleados. Ahora está en la casa,
no deja de decir que está muy enojado y se pone furioso hasta porque se le pregunta qué
quiere comer.
He hablado con mis hijos y me apoyan en todo. Hemos decidido irnos, pero antes entregarle
una carta. Ésta es la carta:
Querido Fernando:
Hemos decidido, tus hijos y yo, escribirte estas líneas porque hemos intentado hablar
contigo y no nos escuchas, siempre somos interrumpidos,
Antes que nada, queremos que sepas que te queremos mucho y siempre lo haremos, No
entendemos qué te ha sucedido, pero tu carácter ha cambiado tanto que nuestra vida se ha
vuelto intolerable. Ya no hay modo de darte gusto, de agradarte o de que estés tranquilo. No
importa lo que hagamos, siempre llevamos las de perder.
Sufrimos mucho cuando te emborrachas y sufrimos también cuando no lo haces. No quieres
darte cuenta y no quieres pedir ayuda. Ahora, nosotros nos damos cuenta de que estamos
también muy afectados y hemos decidido dar este paso como inicio de nuestra recuperación.
Sólo queremos decirte que la ayuda existe, pero eres tú quien la tiene que solicitar. Nosotros
ya no podemos hacer nada. Le pedimos a Dios de corazón que te guíe y te ayude a dar los
pasos necesarios para que vuelvas a ser la gran persona que sabemos que eres. Nos duele
mucho, pero adiós.
A pesar de que las mujeres normalmente beben menos que los hombres, su riesgo de una
predisposición genética es igual a la observada en varones. La carrera alcohólica de una
mujer puede ocasionar el mismo tipo de problemas, corriendo su vida los mismos peligros.
Pero en este caso podríamos agregar que existe un riesgo más de consecuencias terribles,
como es la malformación del feto cuando la mujer bebe durante los meses de embarazo.
Existe menos información acerca de los problemas de alcohol en mujeres. Siempre se
enfoca el problema como si fuera exclusivamente masculino. Sin embargo, éste tiene
características únicas en las mujeres. Algunos estudios muestran una correlación positiva
entre los niveles de consumo de alcohol y problemas menstruales, así como con cirugía
ginecológica, infertilidad y enfermedad inflamatoria pélvica.
En el caso de la mujer es el ginecólogo cl médico al que con más frecuencia acude, por lo
tanto, es él quien tiene la posibilidad de diagnosticar la enfermedad del alcoholismo y la
responsabilidad de informar de los peligros en caso de embarazo para prevenir una
malformación. Desgraciadamente, muchos médicos desconocen la existencia de pruebas
sensibles de rastreo, no conocen la variedad en tomas que podrían aparecer en los estadios
tempranos de la enfermedad y muchas veces pueden estar renuentes a buscar un problema
que no saben cómo tratar. En la educación médica sólo los estadios tardíos de la enfermedad
reciben atención.
En investigaciones recientes se ha visto que, si uno de los siguientes nueve síntomas está
presente en una paciente, es casi seguro que tenga una dependencia alcohólica:
Cada año, miles de mujeres que bebieron durante el embarazo dan a luz bebés con defectos
irreversibles relacionados con el alcohol.
Pocas cosas se comparan a la tristeza de un niño afectado por SPA o hecho miserable por
un grupo de las anormalidades sutiles conocidas como efecto fetal del alcohol.
Una memoria deficiente, una baja capacidad de atención, un juicio pobre y una pobre
capacidad para aprender de la experiencia. Algunas víctimas dejan la escuela por frustración
o terminan marginados por la sociedad. El daño del alcohol fetal se muestra de manera
diferente en cada niño.
No todas las madres que beben tienen bebés afectados. Algunos doctores opinan que
cualquier cantidad de alcohol durante el embarazo pone en riesgo al bebé, especialmente
durante las doce primeras semanas en que los síntomas del embarazo son pocos. Este
síndrome nunca se ha observado en hijos de mujeres que no consumen alcohol. Se requieren
sólo 150 g de alcohol al día para producir este síndrome.
"Yo ni siquiera sabía que estaba embarazada, eso es lo más trágico de esto."
Miles de bebés nacen con defectos relacionados con el alcohol cada año y es considerado
como uno de los principales factores que causan retraso mental. Algunos de los síntomas
típicos de los niños con este síndrome son: alteraciones del crecimiento y bajo peso al nacer,
microcefalia, retraso mental, hipotonía o hiperactividad, anormalidades articulares,
anormalidades cardiacas, anomalías genitales, faciales como ojos pequeños, labio superior
delgado, paladar hendido, una nariz pequeña y una quijada que retrocede. Se conocen casos
con las córneas dañadas y los párpados caídos, lo cual puede impedir la vista.
El SFA es irreversible, no se conoce ningún tratamiento para curarlo y los niños con este
síndrome nunca se recuperan de los daños físicos y mentales.
En experimentos con ratones se dio a una hembra embarazada grandes cantidades de
alcohol, esto produjo anormalidades severas en el feto en desarrollo. Comparado con un feto
normal, éste presentó daño en los ojos, un cerebro encogido y deformidades faciales similares
a los bebés humanos con SFA, particularmente aquellos afectados durante los tres primeros
meses, cuando los órganos se están formando.
Como lo he venido expresando, la única solución para la recuperación del enfermo alcohólico
que ha dado resultados en el mundo, es el sistema de Alcohólicos Anónimos. Es frecuente
que se tenga una idea deformada de lo que realmente es. Por esta razón, considero de gran
importancia reproducir aquí uno de los textos informativos del grupo:
Enunciado
Sépase bien
¿Quiénes somos?
Durante las 24 horas del día, en nuestros grupos se llevan a Cabo sesiones de hora y media,
organizadas por una guardia de varios compañeros, que se realizan cada seis horas. De esta
manera, desde que inició el primer grupo, 24 Horas de A.A. nunca ha cerrado sus puertas.
El Movimiento 24 Horas de A.A. hace énfasis en la práctica radical de los principios de
Alcohólicos Anónimos, principalmente la séptima tradición: "Nos mantenemos única y con
nuestros propios recursos, No se recibe ayuda externa, ni pública, ni privada". Todo grupo de
Alcohólicos Anónimos debe mantenerse a sí mismo, negándose a recibir contribuciones de
afuera.
Al hablar de esta tradición, es importante subrayar la quinta, que dice: "Un gn1P0 de
Alcohólicos Anónimos nunca debe respaldar financiar o prestar el nombre de A.A. a ninguna
entidad allegada empresa ajena, para evitar que los problemas de dinero, propiedad y
prestigio nos desvíen de nuestro objetivo fundamental"
Un hecho es cierto, que en los grupos 24 Horas de A.A. a nadie se le exige contribución
alguna, éstas son estrictamente voluntarias. Todos nuestros servicios son gratuitos.
El anonimato
Nadie hay más celoso de la práctica del anonimato que el Movimiento 24 Horas de A.A. En
el programa de Alcohólicos Anónimos se enuncia así: "Nuestra política de relaciones públicas
se basa más bien en la atracción que en la promoción. Necesitamos mantener siempre
nuestro anonimato personal ante la prensa, la radio y el cine".
Necesitamos la transmisión del mensaje de Alcohólicos Anónimos, deseamos darle
publicidad a los principios del Movimiento 24 Horas de A. A. y a sus obras, pero no a sus
miembros individuales. Ésta ha sido la maravillosa fórmula en la que la restricción de nuestras
condiciones y deseos de importancia, al quedar a buen recaudo de nosotros mismos, le ha
dado dignidad a nuestro Movimiento y lo ha hecho como es, limpio y honesto.
Anexo a cada grupo 24 Horas de A.A. existe un albergue para aquellos enfermos por
alcoholismo que requieran un mayor número de horas de recuperación que los demás. A este
lugar se le denomina anexo y en él se le proporciona al enfermo. Alcohólico un lugar donde
dormir, alimentación y ropa absolutamente gratis. No tiene la filosofía de "beneficencia
pública". El ingreso es voluntario, propuesta siempre vigente para el enfermo alcohólico que
lo solicita. Es importante aclarar que esta voluntad de ingreso tiene que ser manifestada por
el sujeto que lo quiere y por nadie más. A nadie se le retiene a la fuerza y dentro del anexo,
cada compañero tiene los mismos derechos que cualquier otro militante, no existe ninguna
discriminación para con el anexado. Es objeto de un trato digno y respetuoso. Para los
miembros del Movimiento 24 Horas de A.A., el anexo constituye una herramienta para la
práctica del programa de Alcohólicos Anónimos y una contribución espiritual para su
beneficio.
El Movimiento 24 Horas de A.A. no es una sociedad reformista, ni de beneficencia, tanto
individual como colectivamente, no aceptamos tampoco ser una organización altruista, lo que
hacemos, lo hacemos como una forma de salvar la vida.
El Movimiento 24 Horas de A.A. nació el 15 de junio de 1975, fecha en que se inició el
primer grupo 24 Horas en el mundo, ubicado en la esquina de Juanacatlán y Gómez Palacio,
Col. Condesa. Actualmente los grupos 24 Horas de A. A. suman 104 y siete granjas de
recuperación.
Deseamos que este breve informe sea un mensaje de esperanza a los que están o pueden
estar afectados de esta enfermedad. Personas competentes y especialistas connotados,
familiares y amigos del enfermo alcohólico, han encontrado serias dificultades o una real
imposibilidad para que un alcohólico discuta abiertamente su situación.
Nosotros somos los que mejor podemos llegarle a un alcohólico, tenemos una experiencia
que transmitir, nutrida con hechos reales acerca de nosotros mismos, lo que nos permite
aspirar a ganamos la confianza de otro enfermo alcohólico. No nos mueve nada más que el
sincero deseo de poder ayudar. Nuestra mayor motivación es estrictamente personal. La base
de nuestro programa es la necesidad que tenemos de compartir nuestra vida con otros seres
iguales a nosotros, los beneficios son exclusivamente para nosotros.
A cada uno de los miembros del Movimiento 24 Horas de A. A. nos fue transmitido el
mensaje de Alcohólicos Anónimos por otro enfermo alcohólico, esta experiencia la
mantenemos fresca. No hubo sermones, no se nos habló en un plan de prepotencia, de
arrogancia o superioridad, no se nos condenó, no se nos enjuició, no se nos recriminó, no
hubo crítica alguna, la persona que nos transmitió el mensaje, nos habló de su experiencia
personal. No hubo polémica ni discusión, ni intento de convencer. nos. Muchos de nosotros,
al escuchar esta sincera exposición, aceptamos la amistad y ayuda que se nos ofreció.
"Dejamos la cama y nos echamos a andar."
Usted...
Autodiagnóstico
Estas preguntas las hace la Universidad John Hopkins de Estados Unidos, para que sea la
propia persona interesada la que determine si tiene o no tiene problemas con la bebida. Es
para uso estrictamente personal y confidencial. Usted no tiene que mostrárselo a nadie.
Si una pregunta es contestada afirmativamente; no es un bebedor problema, pero con el
tiempo pudiera llegar a serlo.
Si contesta a dos preguntas, tiene muchas posibilidades de llegar a convertirse en un bebedor
problema. Quien conteste sí a tres o más preguntas, es positivamente un bebedor problema
o alcohólico, y bien puede recordar que es su propio diagnóstico reservado.
Para él, Alcohólicos Anónimos sí ofrece una eficaz solución a su problema, si alimenta el
deseo de dejar de beber.
En Alcohólicos Anónimos militan miles de hombres y mujeres que alguna vez se vieron
en condiciones desalentadoras y que han logrado solucionar el problema de la bebida.
Todos los sectores de la sociedad están representados en este movimiento, a pesar
de nuestras distintas concepciones ideológicas tanto en 10 social cuanto en lo
religioso. En realidad, somos personas que normalmente no estarían entremezcladas.
Sin embargo, existe entre nosotros una maravillosa confraternidad y una comprensión
mutua verdaderamente indescriptibles. La realización de que hemos participado de un
gran peligro constituye un elemento poderoso de atracción que nos unifica; mas esa
circunstancia por sí sola no hubiera bastado para mantenernos unidos en todo
momento como solución.
Lo trascendental para cada uno de nosotros es que hemos hallado una solución
común, un medio hábil para salir adelante sobre el cual todos coincidimos en absoluto
y en virtud del cual permanecemos solidarizados en continua y armoniosa acción
fraternal. Esa es la gran noticia que queremos difundir entre todos los seres que como
nosotros padecen de alergia alcohólica.
Este mal es una enfermedad que afecta a las personas que nos rodean en tal forma,
que ninguna otra enfermedad las afecta. Todos compadecen a la persona que padece
de cáncer sin que el comportamiento del canceroso haga sentir enfado. No sucede lo
mismo con el alcohólico, que tiene la tendencia de aniquilar todo cuanto para él es
más querido y apreciado en la vida, haciendo copartícipes de sus sufrimientos y
vicisitudes a los seres cuyas existencias convergen con la suya. Su adicción al licor
trae desavenencias, resentimientos fieros, inseguridad económica, discordia con
amigos, disgustos en el trabajo, tribulaciones para niños inocentes, una existencia
borrascosa para padres y cónyuge, y muchas calamidades más.
Nosotros estamos seguros de que muchos alcohólicos se podrían recuperar si
tuvieran la misma oportunidad que a nosotros se nos depara, y por ello quisiéramos
poder pasarles la fórmula que tan espontánea y gratuitamente se nos brinda. En
nuestra opinión, lo que nos hace más útiles que otras personas para el alcohólico, es
la tolerancia con que acogemos sus preocupaciones y cuitas, y el respeto que nos
merecen sus puntos de vista, sus confidencias, sus conceptos y actitudes. Esto se
debe a que nuestras propias ideas, como ex bebedores que ayer estuvimos frente a
idéntico problema, dependen de que siempre mantengamos nuestros pensamientos
en los casos de los demás alcohólicos y pongamos el mayor empeño en coadyuvar
con ellos a solucionarlos.
De una manera vaga los familiares y amigos de los alcohólicos intuyen que se trata de
tomadores anormales, pero todos abrigan la esperanza de que llegue el día en que salgan
de su letargo y se sobreponga su fuerza de voluntad. La trágica realidad es que para el
verdadero alcohólico ese día feliz difícilmente llega. Perdido todo control, en determinado
período hasta el más vehemente anhelo de dejar de beber resulta para él absolutamente
impracticable. Esta situación calamitosa tiene lugar en casi todos los casos antes de que uno
siquiera pueda sospecharlo.
Es un hecho positivo que la mayoría de los alcohólicos, por razones enigmáticas, pierden
toda clase de facultades para tomar una determinación eficaz en cuanto a la bebida.
Prácticamente llegan a carecer de lo que llamamos fuerza de voluntad. De manera optimista,
el alcohólico se acoge a la ingenua idea de que otra vez sabrá comportarse como las demás
personas. De más está decir que esta defensa es tan antigua e inadecuada como la del que
se quema las manos y se obstina en probar si puede salir ileso volviéndolas a poner en el
fuego. La verdad es que el alcohólico, una vez que se toma la primera copa, aunque sea de
cerveza, ya no puede detenerse.
Hemos sido objeto de experiencias espirituales profundas y verídicas, las cuales han
revolucionado nuestra actitud hacia la vida, hacia nuestros semejantes y hacia todas
las cosas de este mundo de Dios. El factor primordial de nuestras existencias es la
absoluta seguridad que tenemos de que los efluvios del Todopoderoso han penetrado
en nuestros corazones y han renovado nuestras vidas de una manera
verdaderamente milagrosa, colmándonos de dones que nunca hubiéramos podido
alcanzar por nosotros mismos.
Nosotros llegamos a un punto de nuestra jornada en la vida en que ésta resultaba una carga
imposible de sobrellevar, o íbamos acercándonos a la región de donde no puede uno ya
volver, mediante ayuda humana, al mundo de los cuerdos. Sólo teníamos esta alternativa:
seguir adelante en nuestra mísera existencia, tratando de borrar de nuestra conciencia el
cuadro de nuestra intolerable situación como mejor pudiéramos, o aceptar ayuda espiritual.
Esto último fue lo que hicimos porque, honradamente, pusimos el mayor deseo y empeño en
pedirla y alcanzarla.
Es posible que muchos alcohólicos piensen que podrían valerse por sí mismos sin ayuda
espiritual. Por ello es bueno que conozcan la opinión de uno de los médicos más célebres
que dedicó años a intentar curar la enfermedad del alcoholismo: "No conozco ningún caso de
éstos que demuestre que la persona se haya recuperado cuando ha existido un estado mental
como el que concurre en el caso del alcohólico crónico".
No tenemos por nuestra parte el propósito de convencer a nadie de que sólo existe un
medio para adquirir la fe. Si lo que hemos aprendido, lo que hemos podido palpar y ver,
significa algo, entraña con claridad que todos, sin importar raza, credo o color, somos hijos
de un Creador Omnipresente con quien podremos comunicarnos en términos sencillos y
comprensibles tan pronto como tengamos ese anhelo y honradamente tratemos de hacerlo.
Los que tengan afiliaciones religiosas no hallarán en nuestro movimiento nada que sea
incompatible con sus creencias y ceremonias. La realidad es que no existe la mínima fricción
entre nosotros alrededor de credos y dogmas.
Muchos de nosotros nos resistíamos a reconocer que éramos verdaderamente enfermos
alcohólicos, por aquello de que a nadie le agrada la idea de sentirse física y mentalmente
distinto a sus semejantes. La obsesión más tremenda del alcohólico es que algún día, de
alguna manera, llegará a controlarse y podrá disfrutar del placer del licor. Afortunadamente,
en buena hora aprendimos que era preciso reconocernos como verdaderos enfermos
alcohólicos. Éste es el primer paso, y es esencial para la recuperación.
Los alcohólicos somos hombres y mujeres que hemos perdido la capacidad para controlar
la bebida. Nos consta que ningún verdadero alcohólico ha logrado jamás recobrar el control.
Todos, en determinados momentos, creíamos que lo estábamos logrando, pero la realidad
es que nos estábamos engañando, ya que, tras esos breves períodos de aparente control,
vinieron temporadas de descontrol que, en su día, trajeron consigo la más lastimosa e
incomprensible desmoralización de nuestra persona. Estamos convencidos de que los
alcohólicos como nosotros somos seres que estamos a merced de una enfermedad
progresiva, y que, de no contener esa enfermedad, al correr de los años nos iremos poniendo
cada vez peor, nunca mejor.
Describiremos algunos de los estados mentales que preceden a las recaídas alcohólicas,
pues es obvio que aquí es donde enclava la cruz del problema. ¿Qué clase de pensamientos
dominan al alcohólico que reta una y otra vez al diablillo del primer trago? Amigos que con él
han razonado después de una "turca" que lo ha llevado al borde de la bancarrota, quedan
completamente desconcertados cuando lo ven de nuevo marchar directamente hacia la
taberna. ¿Por qué lo hace? ¿En qué estaba pensando? Muchas veces, cuando por
casualidad se le ofrece una copa, cruza por la mente del alcohólico la idea de que podrá
tomar un solo trago y detenerse ahí, él está totalmente seguro de esto. En determinadas
circunstancias hemos salido deliberadamente a emborracharnos, pensando que tenemos
justificación, ya sea por la nerviosidad, la ira, las preocupaciones, alguna pena honda que nos
agobia, recelos, despecho o algunas circunstancias semejantes. Pero aun en esos casos
estamos obligados a confesar que el móvil con que tratábamos de cubrir la borrachera, no
era suficiente para el caso, a la luz de lo que siempre nos estaba aconteciendo. Ahora vemos
que tanto al haber bebido por mera casualidad, como cuando comenzamos a beber
deliberadamente, hubo muy poco discernimiento de nuestra parte y muy poca seriedad en
nuestro modo de razonar durante el período de premeditación en cuanto a las terribles
consecuencias que nos aguardaban.
Nuestra conducta es tan absurda e incomprensible con respecto a la primera copa, como
la del trotacalles que tiene la manía de cruzar precipitadamente de uno a otro lado sin
importarle el peligro que le circunda, no importa cuántas veces haya sido atropellado. El
verdadero alcohólico potencial, casi sin excepción alguna, no podrá dejar de beber basándose
en el conocimiento que tenga de sí mismo. Ése es un punto al que queremos dar cada vez
más y más énfasis, a fin de abrir los ojos a la realidad a los alcohólicos, de la misma manera
que por experiencia propia se abrieron los nuestros.
Casi todos los alcohólicos tienen que esperar hasta que han recibido un castigo tan severo
que se convierten en una ruina física para poder decidirse a resolver su problema.
El alcohólico no tiene ninguna defensa mental efectiva para resguardarse en determinados
momentos de la primera copa y ni él ni ningún otro ser humano podrá liberarlo de la
reincidencia. Su única defensa efectiva ha de provenir de un Poder Superior.
Una vez que el alcohólico puede afirmar categóricamente que está dispuesto a creer que
existe un Poder Superior a él, no cabe la menor duda de que está en el camino del éxito. Una
y otra vez hemos comprobado que ésa fue la piedra angular que sirvió para que cada uno de
nosotros erigiese una maravillosa y sólida estructura espiritual.
Hay que levantar la cabeza hacia la luz, aunque por el momento no se pueda ver.
Existe una gran variedad de formas en las que un individuo puede entender y entiende al
Poder Superior. La experiencia nos ha demostrado que éstos son asuntos sobre los cuales
no tenemos que preocuparnos los alcohólicos para nuestros fines. Son cosas que cada
persona debe dilucidar por sí misma. Ello no importa para que haya un punto sobre el cual
tanto los hombres como las mujeres de Alcohólicos Anónimos estemos de común acuerdo de
manera sorprendente. Cada cual ha logrado hallar y creer en un Poder Superior. En cada
caso ese poder ha llevado a cabo lo milagroso, lo que se consideraba humanamente
imposible, y como bien dice un célebre estadista americano "lo que importa es la elocuencia
de los hechos"
La mejor evidencia que se puede tener de la realidad de una experiencia espiritual son los
frutos posteriores.
Los hechos nunca hablaron con mayor elocuencia. Aquí tenemos miles de hombres y
mujeres del mundo que nos declaran categóricamente que desde que comenzaron a creer
en un Poder Superior, desde que adoptaron determinada actitud hacia ese poder y se
ajustaron a ciertas normas sencillas de vida, ha habido un cambio sustancial en su manera
de vivir y pensar. En los momentos en que confrontaban el colapso y la desesperación, en
los momentos en que contemplaban el fracaso de todos los recursos humanos, surgía para
ellos un nuevo poder que los dejaba maravillados, trayéndoles la felicidad y la orientación
definitiva. Desde luego, esto les sucedió después de haber puesto todo su corazón en el
cumplimiento de ciertas formalidades.
Dios viene siempre a todos los que buscan de corazón y les revela su Omnipresencia.
Es muy raro ver fracasar a alguna persona que haya seguido enteramente estos pasos. En
términos generales nuestros historiales reflejan lo que era antes nuestro modo de ser, lo que
nos aconteció y lo que somos hoy. Debemos señalar que después de dar algunos de estos
pasos, nos detuvimos obstinadamente, pugnando por seguir adelante. Creíamos que
podríamos hallar un camino más fácil y cómodo, pero lo cierto es que no pudimos encontrarlo.
Es por ello que os pedimos, con la mayor vehemencia, que seáis estoicos e íntegros desde
el comienzo.
Es preciso recordar en todo momento que estamos tratando contra el alcohol, un enemigo
acérrimo, artificioso, poderoso y burlón. Sin ayuda, nuestro adversario resulta demasiado
fuerte para nosotros. Los términos medios no nos sirvieron de nada. Nos hallábamos en el
tramo decisivo de nuestra jornada. Fue entonces cuando con entero desprendimiento
pedimos a ese Poder Superior ayuda y protección para resolver nuestro problema.
Nosotros sabemos que la sobriedad permanente sólo puede ser lograda por medio de un
cambio revolucionario en la vida y en la actitud del individuo, a través de un despertar
espiritual que pueda desvanecer el deseo de beber.
He aquí los pasos que dimos y que sugerimos a todos los alcohólicos interesados como
Programa de Recuperación:
1. Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían
vuelto ingobernables.
2. Llegamos al convencimiento de que sólo un Poder Superior a nosotros podría
devolvernos el juicio.
3. Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, tal como
nosotros lo concebimos.
4. Sin miedo hicimos un sincero y minucioso inventario moral de nosotros mismos.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano la naturaleza
exacta de nuestros defectos.
6. Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de todos esos
defectos de carácter.
7. Humildemente le pedimos a Dios que nos librase de nuestros defectos.
8. Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y
estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos.
9. Reparamos directamente a cuantos nos fue posible, excepto cuando el hacerlo
implicaba perjuicio para ellos o para otros.
10. Continuamos haciendo nuestro inventario personal, y cuando nos equivocábamos lo
admitíamos inmediatamente.
Siempre me exigí mucho, desde niño quería llegar lejos, ser mejor que los demás. Estudiaba
para ser el primero en la secundaria, el primero en la preparatoria, el primero en la universidad
y luego, el primero en mi profesión.
Y lo logré, a los 27 años tenía mi propio despacho de abogados y muy buenos ingresos,
una mujer extraordinaria, un hijo saludable, casa propia en Guadalajara y otra casa en Puerto
Vallarta. El éxito me llegó muy rápido. Cuando vi cumplidas mis metas, sentía un vacío que
no podía comprender. Tenía todo lo que me había propuesto y, por alguna razón, no lo estaba
disfrutando; entonces, comencé a beber.
Me mentía a mí mismo diciéndome que estaba celebrando mi éxito, ahora veo que no lo podía
manejar. Al principio me emborrachaba con mis asociados con el pretexto de celebrar cada
caso que ganaba, después me dio por celebrar los casos que no había ganado. Después, ya
no podía parar.
Muy pronto empecé a fallar. Era como si yo mismo me saboteara, perdía citas importantes,
como audiencias de clientes importantes. De la noche a la mañana me convertí en el
demandado, había hecho perder millones a mi cliente más importante. En tres años todas
mis propiedades estaban embargadas, mi mujer me dejó y mis deudas eran gigantescas. Ya
no celebraba nada, bebía para escapar de una realidad cada día más aterradora, bebía para
morir porque lo había perdido todo.
El último amigo que me quedaba me recogía de las cantinas, de las calles, me arrastraba
en un estado lamentable y trataba de hacerme recapacitar. Me tenía paciencia, lavaba mis
vomitadas y me dejaba quedarme en su departamento.
Varias veces, ya en estado de sobriedad, comprendía que él tenía razón en todo lo que me
decía; yo le juraba de corazón no volver a tomar y rehacer mi vida. Según yo, podía recuperar
todo lo que algún día pude conseguir.
Pero no era así, mi fuerza de voluntad se deshacía en cuanto empezaban los síntomas de
abstinencia. Un día me tomé todo el alcohol que mi amigo tenía en su casa, él me lo perdonó
y no volvió a comprar ni una cerveza. En otra ocasión, no pude más. No tenía dinero y en la
desesperación me tomé su loción para después de afeitar, revuelta con refresco de naranja
porque sabía a rayos. Pero esta acción empeoró las cosas, aumentó mi necesidad y le robé
dinero a mi amigo para irme a un bar. Recuerdo que me sentía mierda, me remordía la
conciencia por haberle robado, pero no podía dejar de tomar. Ese día tomé hasta perder la
conciencia. Sé que mi amigo me volvió a recoger porque me lo contaron. Fue y me dejó en
las puertas de un grupo de A.A. 24 Horas. Dicen que les dijo: "Ahí le dejo a este pinche
borracho. Si despierta díganle que ya ni regrese, que ni me llame porque para mí no existe".
Dos años después le envié una carta junto con cl dinero que yo consideré le debía, con todo
e intereses. Le agradecí todo lo que había hecho por mí, pero sobre todo por haberme llevado
al grupo de A.A.
Recuerdo entre sueños mis primeros días en el anexo, siempre estuvo alguien conmigo.
Me fue muy difícil entender al principio quiénes eran estas personas, por qué se ocupaban de
mí si yo no era más que una basura. A veces les decía que me quería morir, que yo ya no
merecía nada, que no tenía remedio. La vergüenza era uno de mis peores tormentos.
Cuando escuché por primera vez que yo estaba enfermo y que ni yo ni nadie era culpable,
se dio un cambio en mi actitud. Entonces empecé a ver a los que estaban a mi alrededor. El
escuchar sus historias tan similares a la mía y verlos ahí parados i (yo los veía triunfantes)
me dio esperanzas. Acepté la posibilidad que se me ofrecía y me decidí a echarle ganas,
dedicarme en cuerpo y alma a mi recuperación. Después de todo, ya no tenía nada que
perder. Era todo o nada.
Me costó mucho iniciar mi recuperación, hubo momentos de terror, muchas noches de llanto
inconsolable, del más profundo dolor. Pero nunca estuve solo y, ¿quién me lo iba a decir?
Ahí me encontré con Dios, ahí encontré la respuesta a esa extraña necesidad insatisfecha
que sentí cuando creí tenerlo todo.
Me tomó un año volver a trabajar. Tuve que mudarme a Monterrey para empezar de nuevo.
Sin embargo, he logrado rehacer mi vida profesional y, ¿por qué no decirlo?, mi fortuna.
Nunca pude recuperar a mi mujer, la había lastimado demasiado. Pero recuperé el cariño de
mi hijo, y aunque fue difícil, al no vivir con él, hemos llegado a ser buenos amigos.
Hoy me siento orgulloso de mí mismo, no por lo que he logrado profesional y
económicamente, sino por la batalla que consigo ganar, cada día, al alcohol.
Vivo eternamente agradecido con todos y cada uno de mis compañeros del grupo de A.A.
en Guadalajara y los del grupo en el que milito actualmente en Monterrey.
Y aprovechando la oportunidad que se me da al dar mi testimonio para este libro, envío un
mensaje de corazón a todos los A.A. del mundo:
LA HUMILDAD
"La verdad os hará libres". Esto es algo que un ASA. entiende muy bien, se libera de las
cadenas del alcohol, de sus conflictos y aflicciones cuando está dispuesto a ver de frente la
verdad acerca de sí mismo. Con humildad, elige examinarse a sí mismo, no a los demás.
Pero ¿qué significa esta humildad? Curiosamente es algo que no parece brotar en el ser
humano hasta que se ve totalmente derrotado.
A través del fracaso aprendemos la lección de humildad que es tan necesaria, por dolorosa
que resulte.
La humildad puede resultar dolorosa al principio, pero en realidad es una gran liberación.
Sólo con ella podremos liberarnos de la ambición, cl orgullo, la autojustiflcación, la
autocompasión y la cólera. Y digo liberarnos porque son cadenas que nos arrastran. Sólo a
través de la humildad podemos darnos cuenta de que estas posesiones que tanto
valorábamos y apreciábamos nos estaban aniquilando; y al ser conscientes de esta realidad,
podemos estar dispuestos a renunciar a ellas.
La humildad perfecta sería la completa libertad de mí mismo, libertad de todo lo que mis
defectos de carácter exigen. La humildad perfecta sería la buena voluntad para, a todas
horas y en todas partes, encontrar la Voluntad de Dios.
La humildad y el intelecto pueden ser compatibles, siempre que coloquemos en primer
término a la humildad. El estado de humildad es una forma de vida en la que nos vamos
interesando cada vez menos en nosotros mismos, en nuestros pequeños proyectos y planes;
y cada vez más nos vamos interesando en ver qué contribución podemos darle a la vida.
En A.A. se sabe que no es posible encontrar una fortaleza duradera hasta que uno la derrota
totalmente. La admisión humilde sobre la impotencia ante el alcohol es el primer paso hacia
la liberación de su poder paralizante. De modo que al principio se ve la humildad como una
necesidad. Un alcohólico en recuperación busca la humildad en todos sus actos las 24 horas
porque sabe que la necesita. Sin embargo, esto puede tomarle mucho tiempo; toda una vida
dirigida hacia el egocentrismo no puede ser cambiada repentinamente.
Como en todo camino espiritual, aquí se corre el peligro de caer en la soberbia espiritual y
la arrogancia en los que se pierde la tan valiosa humildad. El individuo puede creer que como
él ya ha logrado enderezar su vida, tapar la botella y alcanzar cierto grado de paz, puede
convertirse en maestro y predicador, ser alguien superior que hará el favor, a los que no
saben, de darles sus conocimientos. En A.A. se sabe muy bien de este peligro, y ésta es la
razón principal del anonimato. Tal vez muchos piensen que el anonimato se debe a un estado
de vergüenza, y al principio puede ser así, pero al percibir los resultados del sistema, el
cambio favorable en todos los aspectos de la vida, uno puede olvidar que fue precisamente
un Poder Superior quien concedió todo, uno puede engañarse y creer que es el héroe de la
película, sentirse superior a los demás, investirse de autoridad y caer en la trampa de la
soberbia espiritual creyendo que es "el elegido" de Dios. Entonces todo se derrumba, la
humildad ha desaparecido y la luz se apaga. Del mismo modo en que el alcohóliC0 había
exagerado lo poco que había logrado con la soberbia' ahora exagera sus logros y hasta
presume de humildad. El anonimato y su diario recordatorio cumple la finalidad principal de
alertar al alcohólico para que no se permita caer en esta trampa terrible en la que se cae de
muy alto.
La literatura
Es importante mencionar que A.A. cuenta con amplia literatura, no sólo para explicar cl
proceso dc rccupcraci6n sino también de ayuda. Mucha dc esta literatura expone los casos
personales de alcohólicos en recuperación y su lectura constante representa un gran apoyo
desde el principio.
Un alcohólico en recuperación necesita recordarse a sí mismo, durante las 24 horas, cuál
es su rumbo. No puede permanecer por siempre en un grupo, tiene que salir y hacer, o
rehacer, su vida. Pero, para sobrevivir, lleva a su vida y a cada uno de sus actos su elección
de humildad, Esta práctica no es fácil de adquirir, sin embargo, la literatura es recordatorio
constante, una ayuda que siempre puede estar a la mano.
A LOS JÓVENES
Tu elección es una: pensar antes de beber, o beber antes de pensar.
Ante la bebida tú siempre tienes dos opciones: pensar antes de beber o beber antes de
pensar. Finalmente, la decisión de beber es personal, la decisión de qué cantidad vas a tomar
sólo la puedes hacer antes de iniciar. Tú, y sólo tú, tienes que decidir si esta elección la haces
en pleno uso de tus facultades o la dejas en manos de la persona ebria en la que te vas a
transformar unos minutos después. Si eres lo suficientemente inteligente, estarás informado
y sabrás usar el alcohol con seguridad y moderación.
Ésta es la información básica de la que todo joven debe estar consciente.
El abuso
Los efectos del alcohol varían según la cantidad de alimentos en el estómago, el peso de la
persona, sus experiencias pasadas durante el beber, su humor y el ambiente. El alcohol hace
lo siguiente:
Se necesita más o menos una hora para que el cuerpo queme el alcohol de una bebida
ordinaria: un vaso de cerveza (un 5% alcohol), medio vaso de vino (un 12% alcohol) o una
copa pequeña de licor de grado 80 (un 40% alcohol). Beber más aprisa produciría
intoxicación, la cual se puede manifestar según el grado que alcance.
Grados de intoxicación
La bebida excesiva por un periodo de años daña el cuerpo y la mente, aunque el daño sea
imperceptible por años.
Efectos físicos
El uso del alcohol por parte de los adolescentes puede ocasionar algunos problemas
especiales:
Problemas de conducta. Sin mucha experiencia con el alcohol es difícil para los
adolescentes conocer sus propios límites, y debido a que son menos maduros que los
adultos, es más probable que pierdan el control de sí mismos si están ebrios.
Problemas físicos. Precisamente cuando los adolescentes están llegando a la madurez
física, el alcohol puede deteriorar los reflejos y dañar la resistencia a infecciones.
Adolescentes más pequeños y más ligeros que los adultos son más sensibles al alcohol.
Problemas emocionales. Fuertes sentimientos incomprensibles son muy normales entre los
adolescentes. La tensión también es común. El abuso del alcohol puede obstruir soluciones
reales a estas situaciones, puede prevenir el desarrollo emocional, ocasionar la enemistad de
amigos y conducir a sentimientos de fracaso.
Problemas sexuales. Todo adolescente tiene que acostumbrarse a una identidad adulta y
aprender a tomar decisiones adultas en relación con asuntos sexuales. En demasiados casos
el alcohol bloquea el discernimiento. Sentimientos dolorosos, embarazos no deseados y
matrimonios apresurados pueden ser el resultado.
Problemas académicos. Tareas y clases perdidas, así como una falta de motivación y
concentración pueden conducir a problemas en la escuela. La tasa de deserción es más alta
para adolescentes que abusan del alcohol.
Problemas legales. La conducta en estado de ebriedad puede resultar en antecedentes de
delincuencia. El uso del alcohol es un factor determinante en un alto porcentaje de delitos.
Hay adolescentes que usan el alcohol para suministrar el "valor" que necesitan para cometer
actos violentos o deshonestos que no cometerían si estuvieran sobrios. Y la tenencia de
alcohol es ilegal si eres menor de edad.
Los dos peligros principales del uso del alcohol por adolescentes son:
Algunos dc los efectos de la marihuana y del hachís son parecidos a los efectos del alcohol
(la somnolencia, la confusión) así que usar estas drogas en combinación disminuye más la
habilidad de una persona para funcionar y pensar claramente.
El alcohol amplifica también los efectos de drogas tales como la heroína, la metadona y
tranquilizantes menores. También obra recíprocamente con drogas para las cuales no se
necesita receta, por ejemplo, medicinas para el catarro, alergias y el asma.
Si decides beber o no, toma tu decisión con madurez. Ayuda mucho discutir el tema con
padres, amigos, etcétera.
Si decides no beber, confía en tus razones y sé firme ante la presión de otros, no te
disculpes, no tienes por qué ofrecer razones o dar explicaciones, planea tus actividades
eligiendo tantas como puedas entre las cuales el alcohol no juega un papel importante;
finalmente respeta a los bebedores, ellos tienen que tomar la decisión de beber
responsablemente.
Si decides beber: Conoce tus capacidades personales y respétalas. Conoce la ley de tu
localidad, piensa en los riesgos, recuerda que en el peor de los casos el beber puede causar
accidentes, lesiones y muerte. En el mejor de los casos, el abuso del alcohol puede causar
vergüenza y enfermedad. Bebe cuidadosa y lentamente, espacía las bebidas y limítate a un
número específico de ellas. Come mientras bebes. Bebe despacio, nunca tragues las bebidas
"de golpe" Nunca bebas para alardear o para ayudarte a encarar problemas. Respeta a los
abstemios, no los molestes para que beban, no deben considerarse "aguafiestas". Bebe por
razones que no conducirán al uso excesivo del alcohol, por ejemplo, para fomentar el
intercambio social o para relajarte de vez en cuando.
Si te das cuenta dc que tienes un problema con tu forma de beber, recuerda que el primer
síntoma es la negación y el primer paso en la recuperación es la aceptación. No esperes a
que tus familiares o amigos te lo digan, a veces puede pasar mucho tiempo antes de que
alguien se anime a tocar el tema. La ayuda adecuada está siempre ahí las 24 horas. Consulta
el capítulo de Centros de atención y, sobre todo, no lo dejes para mañana.
Yo parecía tenerlo todo. Entraba a la preparatoria con promedio de 10, era bien
parecido y mis padres estaban muy satisfechos conmigo. Todo lo hacía bien, era el
"bueno" de tres hermanos. En el fondo, la verdad era que yo veía que no era tan
bueno, por mi mente cruzaban ideas espantosas, se me ocurrían cosas como robar o
herir. Aunque nunca las hacía, no sabía por qué las pensaba y me sentía un gran
mentiroso cuidando siempre de no ser descubierto.
Trataba de quedar bien con todos, y cuando llegó la edad de salir con los amigos
empezamos a tomar como si fuera una declaración de que ya éramos grandes. Nos
creíamos mucho después recordando la simpática borrachera y su cruda posterior,
como si fueran hazañas dignas de contarse. Todos los fines de semana nos las
arreglábamos para beber a escondidas, sólo teníamos 16 años y nuestro lema era
"vieja el que se raje"
Pero para mí, había algo más en la borrachera, por momentos me hacía olvidar
todos mis remordimientos y mi inseguridad, me sentía bien.
Un día, a media semana, de pronto sentí que no podía estudiar, me sentía mal y yo
quería sentirme bien. Me las ingenié para servirme un vaso de alcohol tomando un
poco de cada una de las botellas que guardaban en la casa, y hasta que me lo tomé
me sentí bien. Yo no tenía la menor idea, pero había iniciado
Por un tiempo, no tuve problema para conseguir la bebida con mis amigos habíamos
encontrado un lugar donde nos vendían lo que fuera, siempre y cuando lo pagáramos.
Yo gastaba ahí hasta el último centavo de lo que me daban en mi casa. Pude sostener
mis buenas calificaciones en la escuela hasta mediados de tercero de preparatoria,
para entonces ya no podía controlar nada. Mis padres se preocuparon, pero pensaron
que se debía a una etapa de la adolescencia, que seguramente me estaba yo
enamorando de alguien. No me costaba seguir mintiendo, lo había hecho siempre. Sin
embargo, estaba sufriendo sin entender bien por qué y ocultaba mi dolor. Me sentía
una mierda y había comenzado a robarle dinero del gasto a mi madre para comprar
alcohol, cada vez uno más barato para que alcanzara más. Llegué a hacer cosas
aberrantes que aquí no voy a contar. Por las noches me decía a mí mismo "no eres
más que un borracho mentiroso" y luego, según yo lo pensaba bien y decía "no,
cualquier día de éstos dejo de beber y nadie se enterará"
En cierta ocasión, tuve que ir a recoger los resultados de un análisis de mi madre a
una clínica. La persona que me atendió me pidió que me sentara en la sala de espera
y que ellos me llamarían, así que me senté ahí en medio de toda esta gente, unos
esperaban su consulta, otros esperaban noticias de algún familiar enfermo, en fin,
todos esperábamos algo. De pronto aparecieron dos muchachos más grandes que
yo, se plantaron en medio de la sala y pidieron nuestra atención. Advirtieron, antes
que nada, que no venían a pedir dinero, sólo nos pedían nuestra atención. Entonces
uno de ellos dijo que era alcohólico y que iba a contarnos su historia. Yo no entendía
para qué quería hacer eso, recuerdo que pensé "pobre cuate, éste sí que está jodido,
dice que su enfermedad es incurable, al menos yo sólo SOY un borracho que
cualquier día de estos lo dejo".
Escuché las dos historias desde el mismo punto de vista, después me llamaron y
me fui a mi casa, no queriendo pensar más en el asunto. Pero esa misma noche, al
sacar mi botella de donde la escondía, todo lo que habían dicho resonó en mi mente
junto con mi propia conciencia que me decía: "No te hagas buey, tú eres un
alcohólico". Me solté llore y llore hasta que no pude más y, llorando de rabia, me bebí
todo lo que quedaba en la botella.
Al día siguiente, al meter la mano en el bolsillo de mi chamarra, encontré un papel
mal impreso que habían repartido los muchachos de A.A. Había direcciones de grupos
24 Horas para adultos y otros para jóvenes. Me dije que no tenía nada que perder,
que más me valía ir de una vez, que seguramente ahí me sacarían de dudas
diciéndome que no era yo un alcohólico y me dirían cómo dejar de beber. Alguien me
recibió muy amable y me invitó a pasar sin interrogarme. Había un cuarto con sillas y
una tribuna donde subían uno por uno jóvenes como yo, y todos aceptaban que eran
alcohólicos. Me dije que iba a permanecer ahí hasta donde aguantara y luego me iría
a comprar mi botella. Estuve mucho tiempo escuchando y pensando que eso era una
mafufada, pero no me fui, algo en mí me decía que no había escuchado lo suficiente.
Jamás me arrepentiré de haberme quedado sentado.
Me costó trabajo enfrentar a mis padres. Por primera vez decía la verdad y por
primera vez no me creían. Entonces confesé todo, les dije: "Necesito su apoyo y lo
necesito ahora". Cuando finalmente lo aceptaron, estuvieron de acuerdo en apoyarme
enviándome a una clínica de desintoxicación para iniciar el proceso de mi
recuperación. Estuve siete semanas en la clínica y mientras mis padres acudieron a
Al-Anon, esto me sirvió mucho porque les fue más fácil apoyarme. Cuando regresé
me integré al grupo 24 Horas y asistí todos los días por más de dos años.
Lo más difícil fue con mis cuates. Que me negara a beber con ellos sería tomado
con una ofensa y si les decía la verdad podía perderlos para siempre. Sin embargo,
el panorama de ellos rogándome y yo negándome y, quién sabe... tal vez hasta
accediendo a tomar, era aterrador para mí. Así que un día me armé de valor y hablé
con ellos. Les dije: "Miren, les quiero tirar una neta y va muy en serio. Hasta aquí
hemos sido cuates en las buenas y en las malas. Yo quiero que sigamos siéndolo,
pero van a tener que entender una cosa y respetarme, si no, ahí muere". Empezaron
a decir_ me que no me azotara, que qué podía ser tan grave, pero yo los interrumpí.
Les aclaré que no venía a pedir ningún consejo, sino a decir la verdad. "Sépanse que
soy alcohólico. Estoy enfermo y el alcohol es veneno mortal para mí. No es culpa de
nadie. Esto me está costando un chingo y lo único que necesito es que no me insistan
más. No voy a volver a tomar nunca con ustedes ni con nadie más. Así están las
cosas, si les gusta bien y si no ahí se ven"
Al principio nadie decía nada. No hubo burlas. Uno de ellos se paró y me abrazó
diciéndome: "Siempre seremos cuadernos, cuenta conmigo". Después fui recibiendo
el mismo gesto de todos hasta llegar al último, que permanecía callado. Entonces le
dije: "¿Tú qué?, si quieres mándame a volar, no tienes que hacer lo que los demás",
se quedó otro rato en silencio y luego empezó a llorar y apenas pudo decirme: "¿Cómo
crees que voy a dejarte, si yo te necesito?, ¿no ves que estoy enfermo igual que tú?"
Entonces decidimos entrarle y entrarle duro los dos. La bola de cuates aprendimos a
divertirnos sin tomar nada, tanta fue su solidaridad que, al menos estando con
nosotros, nadie volvió a proponer lo de la tomada.
Tardé dos años en poder regresar a la escuela, pero pienso que no fue tiempo
perdido, si no fuera por el sistema de A.A. entonces sí hubiera perdido ese tiempo y
el resto de mi vida.
Ahora tengo 20 años, llevo una vida normal y la disfruto. Ya no hay más mentiras.
No me preocupo por el mañana, sólo por hoy.
TESTIMONIO DE ANA
Mi estancia en la clínica.
Uno de los ejercicios que hicimos estando en la clínica fue buscar en todo el espacio algún
objeto con el que nos identificáramos. Yo escogí un madero cuadrado como de 1 metro de
alto, apolillado, con gusanos pequeñitos, duro y marcado, viejo desgastado, muerto. Ese era
yo. Así fue como llegué a la Hacienda. Me sorprendí al encontrar a muchos que se parecían
a mí. Todos estábamos llenos de soberbia, de egoísmo, de intolerancia, Esas características
que nos poseían y que habían moldeado nuestra personalidad no tardaron mucho en
encontrarse. Pese a que dos éramos muy parecidos, cada uno de nosotros manifestábamos
nuestros defectos de forma por demás distinta.
Se empezaron a producir las fricciones esperadas por la convivencia entre 11 personas con
problemas de adicciones. Yo me volví muy hosco y encerrado, grosero y violento,
desaparecía con cualquier pretexto. Pronto comprendí que estábamos completamente
aislados y obligados a participar en distintas actividades. Fueron 30 días sin descanso de
terapias individuales y de grupo. Era casi insoportable. Además de aguantarse uno, teníamos
que aguantar las experiencias y comentarios de los demás.
Había desde el muchacho más o menos normal, hasta el que había violado a su mujer, o
el que trató de machetear a la mamá, o el que mató a dos hombres que lo violaron de chico,
o el que golpeaba a sus hijos, o el presidente de magistrados de uno de los estados de la
República, o como yo, el adicto del que abusaron sexualmente unos policías, etcétera.
La clínica es un espacio cargado de culpas y arrepentimiento, pero vigilado e iluminado
permanentemente por Dios. Gracias a Él, todos entramos en calma y empezamos a trabajar
juntos en nuestra recuperación. La clínica se inundaba con las lágrimas de todos los enfermos
y brillaba con la esperanza de poder salir adelante. Dispuestos todos a corregir el daño
causado y a recuperar el tiempo perdido. La convivencia se transformó poco a POCO' y de
ser un infierno pasó a ser un lugar amoroso, de comprensión mutua y de compasión.
Dios se hacía cada vez más presente y rezábamos juntos. Todos nos escuchábamos y nos
esforzábamos para no romper la armonía que con tanto dolor habíamos conseguido. Le
agradecíamos a nuestro Poder Superior que nos siguiera dando fuerzas para aguantar la
abstinencia y el encierro, y nos retirábamos a tratar de conciliar el sueño.
Hoy fui a visitar el panteón de los que hemos enterrado en la clínica nuestros viejos hábitos.
Nos hemos despedido del alcohol y las drogas y nos hemos comprometido a aprender a vivir
sin adicciones. Ha sido la decisión más dolorosa de toda mi vida.
Cada miembro de la familia sufre, no sólo el alcohólico. La familia entera puede necesitar
ayuda para disminuir el daño y el dolor. Cuesta trabajo admitir que un ser querido es un
alcohólico, y todavía cuesta más trabajo ayudar a tal persona a querer curarse. Pero una
actuación pronta puede salvar a una familia antes de que sea demasiado tarde.
Un alcohólico no puede mantener su bebida bajo Control, aunque haga daño a su salud,
empleo, mente y familia. Si la enfermedad no es atendida puede destruir la unidad y seguridad
de la familia. La pérdida de ingresos y la pérdida del respeto propio conducen al divorcio, la
delincuencia, el crimen y hasta el suicidio.
El alcohólico es como un huracán que se precipita en las vidas de los demás. Se rompen
corazones. Mueren las relaciones agradables. Los afectos se han desarraigado. Los
hábitos egoístas y desconsiderados han mantenido su hogar en un tumulto.
Hay que tomar en cuenta que el alcoholismo se desarrolla lentamente y podrían pasar años
antes de que una familia se dé cuenta de que uno de sus integrantes necesita ayuda. Algunas
de las señales de alerta típicas para saber si una persona es alcohólica son:
La persona hace uso frecuente del alcohol para hacer frente a las presiones diarias,
aumenta la frecuencia con la que bebe y aumenta también las cantidades de alcohol
que bebe cada vez.
Necesita un trago a cierta hora del día, o a la mañana después.
Siente temores y ansiedad cada vez más frecuentes y de más clases. Tiene una mala
imagen de sí mismo y emociones negativas.
Se ausenta del trabajo o la escuela a causa de la bebida. • Bebe solo o a escondidas.
No hace caso o evita las responsabilidades ya sea de la familia, el empleo, la escuela
o las finanzas. Muestra una falta de interés por aquellas actividades en las que no hay
bebidas.
Discute acerca del alcohol y la conducta de otras personas que se emborrachan.
Acusa y critica a otros bebedores negando a la vez sus hábitos de beber.
Hace promesas de "tomar menos, comportarse mejor" y ruega que "ya no se le dé
más lata",
Tiene pérdidas dc la memoria, al principio raras y luego más frecuentes. La persona
no puede recordar lo que pasó mientras estaba bebiendo.
Se pone fácilmente irritable, a la defensiva, con celos o de malhumor, si alguien lo
critica o se queja de su hábito de beber.
Tiene quejas físicas que pueden relacionarse con la bebida, como falta de eficiencia,
poca energía, pérdida de peso, insomnio o accidentes.
Se siente culpable, bueno para nada o deprimido debido a su conducta en cuestión
de bebida.
Tiene muchas "excusas" (no razones) para seguir tomando. Puede echar la culpa a
otros por beber demasiado.
Evita a sus amistades y las actividades sociales a causa de la bebida.
Causa molestias, daño o inquietudes a la familia y amistades con su conducta en
cuestión de bebida.
No es necesario que se presenten todas estas señales para detectar el problema del
alcoholismo en una persona, basta con que algunas de ellas estén presentes para saber que
el problema existe y tomar acción.
Culpabilidad
El cónyuge y los hijos pueden empezar a creer en las acusaciones del alcohólico y creer que
son responsables. Pueden llegar a tener miedo de discutir o criticar. Los padres pueden creer
que "han fracasado" al criar un hijo alcohólico. Esta culpabilidad no sirve para nada sino, por
el contrario, sólo empeora la situación
Vergüenza
La familia (y especialmente los hijos) puede evitar los contactos sociales y no dejar que sus
amigos entren en la casa. Pueden tratar de ocultar o negar la existencia de un problema de
bebida en la familia y tener miedo de buscar ayuda.
Rencor
Las exigencias y la conducta de un alcohólico les pueden hacer pensar a los demás miembros
de la familia que estarían mejor sin él o ella. Los hijos le pueden también perder el respeto a
la madre (o el padre) que no es alcohólico por no "hacer nada" para remediar el problema.
Inseguridad
La conducta del alcohólico se hace cada vez más difícil de prever. Su actividad se concentra
más y más en la bebida, descuida las necesidades emocionales de los demás. El otro esposo,
o los dos si es el caso, pueden disponer de poco tiempo para atender al resto de la familia.
Delincuencia
Los hijos que se sienten atrapados por la tensión que reina en un hogar centrado en el alcohol
pueden reaccionar sacando malas notas en la escuela, comportándose agresivamente o de
otras maneras destructivas, o iniciando su propia carrera alcohólica a temprana edad.
Apuros financieros
Para aquellos que sinceramente desean ayudar al alcohólico, el problema inmediato consiste
en proporcionarle las condiciones y situaciones dentro de las que pueda empezar a lograr
una evaluación realista de sí mismo.
Es difícil para la familia del alcohólico proporcionar estas condiciones. Él es el centro de los
agravios familiares. La reacción de la familia a su conducta puede variar desde el desaliento
y la confusión hasta la depresión, el resentimiento y la amargura. Es difícil, pero no imposible,
que los miembros de la familia permanezcan objetivos en su relación con el alcohólico. Su
conducta ha sido descrita como realista. Lo que necesita con desesperación es precisamente
la objetividad que la familia no le puede dar. En algunos casos puede ser necesario hacer uso
de la coerción para que el alcohólico se preste a recibir ayuda. La familia que trata de hacer
esto por sí misma tiene que enfrentarse a consecuencias desastrosas tanto para el alcohólico
como para ella misma, particularmente cuando pierden los miembros de ella el control de sí
mismos y la objetividad en el proceso de hacerlo.
La ayuda exterior es la alternativa más satisfactoria para tos dos los involucrados. Hay
centros de remisión, centros de consultoría, los grupos familiares de Al-Anon y A.A. son
grupos ampliamente conocidos. Alcohólicos Anónimos es la mejor fuente para una ayuda
inmediata. Los centros de remisión proporcionan información para la familia, ayuda para
tomar las decisiones relativas a la necesidad de tratamiento, y remisión para las fuentes
adecuadas de terapia. Los centros de consultoría tienen personal entrenado y capacitado,
cuya especialidad son los problemas derivados del alcohol. Estos centros están equipados
para ayudar al alcohólico a manejar su situación en lo particular. Generalmente son para
consulta externa.
En algunos casos, el padrino de A.A. puede también ser una valiosísima fuente de ayuda
para el alcohólico y los suyos. Generalmente está familiarizado con las necesidades de la
familia y del alcohólico. En circunstancias adecuadas, puede ser efectivo para persuadir al
alcohólico de que por sí mismo busque ayuda.
Si usted se ha dado cuenta de que en su familia hay alguien con un problema de alcohol,
actúe prontamente con decisión y paciencia.
Enfrente la verdad. Reconozca los síntomas y vea el problema de frente. Esto debe hacerse
lo antes posible para que no se demore el tratamiento. Es un error tratar de "proteger" a la
familia. Hasta los niños de poca edad pueden sentir el problema.
Salga de la ignorancia. Entérese de lo que es el alcoholismo, sus causas, su prevención y
el tratamiento. Es necesario que uno esté informado sobre los hechos del alcoholismo. Si
usted está leyendo este libro es señal de que ya está dando este paso, sin embargo, también
se puede beneficiar de consejos en grupos como los de Al-Anon antes y durante el tratamiento
del alcohólico.
Cree un ambiente doméstico saludable. Continúe atendiendo sus propios intereses y
amistades de fuera de casa a pesar de la enfermedad del alcohólico. Una familia aislada y
triste no puede ayudar al alcohólico ni a sí misma.
Sea paciente y compasivo. El alcoholismo se desarrolla poco a poco y no se puede vencer
en un lapso corto. Hágale saber al alcohólico que usted todavía respeta su persona, aunque
no aprueba la bebida.
Comprenda sus propias emociones. Algunas de las acciones comunes entre la familia son
la depresión, el enojo y la compasión de sí mismo. Estas pueden entorpecer la curación. Si
usted las enfrenta y las domina, se sentirá más feliz y con más confianza, pase lo que pase.
Sea justo con usted mismo. Es común que el alcohólico trate de culpar a otros por su
problema. Recuerde que usted no es la causa; si permite que el alcohólico consiga
convencerlo de que usted tiene la culpa, esto no va a servir de nada a nadie.
Consiga toda la ayuda posible. No tenga miedo ni vergüenza de pedir ayuda. Anime al
alcohólico a asistir a programas de tratamiento para el alcohol. Hable del problema con los
padres y hermanos del alcohólico para que no se dejen engañar por él.
Esté preparado para actuar. Las amenazas y discusiones no dan resultado. Decida lo que
va a hacer con la familia y consejeros de confianza. Si el alcohólico se niega a darse
tratamiento, quizá tenga usted que irse de casa o pedirle que se vaya.
AYUDA
El médico de la familia puede tratar los problemas físicos relacionados con el alcoholismo, y
puede referirle a especialistas en caso de necesidad.
Los consejeros en asuntos matrimoniales y familiares pueden ayudar a las familias a hacer
frente a las tensiones que crea un hogar centrado con una persona alcohólica.
Los centros de salud mental proveen información y servicios para los problemas
relacionados con el alcoholismo, así como muchos hospitales y centros de salud.
El sacerdote puede ayudar muchas veces a resolver las dificultades causadas por el
alcohol, aconsejando al alcohólico y su familia.
Organizaciones de ayuda gratuita. Consúltese el capítulo de este libro sobre centros de
atención en México.
READAPTACIÓN
La recuperación puede ser larga y difícil. No hay resultados instantáneos. La clave es:
paciencia y persistencia.
Las reuniones con los grupos de A.A. le darán respaldo y aliento al alcohólico. Ocuparán
gran parte de su tiempo y atención. Trate de no de sentirse mal por ello, estas reuniones
tienen importancia vital para una curación definitiva.
Las recaídas pueden ocurrir, como en cualquier enfermedad. No significan que el
tratamiento haya fracasado. No se desespere. Tenga paciencia y simpatía mientras el
alcohólico siga tratando de vencer la enfermedad.
Los problemas de la familia no desaparecerán al cesar la bebida. Si el alcoholismo ha
durado mucho tiempo, la familia tal vez tenga que volver a aprender sus funciones y
responsabilidades. Las reuniones de Al-Anon pueden ser de gran ayuda.
El respaldo mutuo y la terapia para el alcohólico y su familia podrán necesitarse por cierto
tiempo. El cariño y la comprensión pueden ayudar a mantener al alcohólico alejado de la
botella.
CODEPENDENCIA
Al-Anon
Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor
para cambiar las que pueda y sabiduría para reconocer la diferencia.
1. Admitimos que éramos incapaces de afrontar solos el alcohol, y que nuestra vida se
había vuelto ingobernable.
2. Llegamos a creer que un Poder Superior a nosotros podría devolvernos el sano juicio.
3. Resolvimos confiar nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, según nuestro
propio entendimiento de Él.
4. Sin temor, hicimos un sincero y minucioso examen de conciencia.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otros hermanos la naturaleza
exacta de nuestras faltas.
6. Estuvimos enteramente dispuestos a que Dios eliminase todos estos defectos de
carácter.
7. Humildemente pedimos a Dios que limpiase nuestras culpas.
8. Hicimos una lista de todas las personas a quienes habíamos perjudicado, y estuvimos
dispuestos a reparar el mal que les ocasionamos.
9. Reparamos directamente el mal causado a estas personas cuando nos fue posible,
excepto en los casos en que el hacerlo les hubiese infligido más daño o perjudicado
a un tercero.
10. Proseguimos con nuestro examen de conciencia, admitiendo espontáneamente
nuestras faltas al momento de reconocerlas.
11. Mediante la oración y la meditación tratamos de mejorar nuestro contacto consciente
con Dios, según nuestro propio entendimiento acerca dc Él y le pedimos tan solo la
capacidad para reconocer Su Voluntad y las fuerzas para cumplirla.
12. Habiendo logrado un despertar espiritual como resulta_ do de estos pasos, tratamos
dc llevar este mensaje a otras personas, y a practicar estos principios en todas
nuestras acciones.
El cuarto paso
Actitudes
Las actitudes son respuestas emocionales ante situaciones, personas e ideas. No nacimos
con tales sentimientos, los aprendimos desde el principio al relacionarnos con nuestros
padres, amigos y otras experiencias del pasado. Seguimos aprendiendo mientras crecemos,
pero no siempre estamos conscientes de que hemos sido condicionados para sentir, pensar
y actuar en cierta forma. Este comportamiento ha sido decidido de antemano.
Si nuestros primeros años, nuestros problemas y nuestras experiencias con la enfermedad
del alcoholismo han ofuscado nuestros pensamientos con resentimiento, temor y
autocompasión, entonces necesitamos cambiar nuestra actitud, debemos tener la disposición
de aprender nuevas formas de sentirnos a gusto con nosotros mismos y con los demás.
Podemos empezar a hacer esto aprendiendo a conocer nuestras propias inclinaciones.
Responsabilidades
Propia estimación
Amor
"Si realmente me quisieras..." es una frase que frecuentemente se escucha cuando hay un
alcohólico en el hogar. Es tan difícil entender por qué los alcohólicos, en el tormento de su
enfermedad, son incapaces de dar la clase de amor que nos gustaría recibir. Los que, como
nosotros, hemos vivido con un alcohólico, debemos admitir que nuestra facultad de dar y
recibir amor ha quedado también afectada.
Sea que protejamos, ataquemos o despleguemos una actitud de indiferencia hacia el
alcohólico y hacia los demás que nos rodean, construimos un muro de desconfianza a nuestro
alrededor que nos impide experimentar el amor, nuestro crecimiento personal se apaga.
Al-Anon puede ayudar a recuperarnos. Empezando con la cordialidad de la gente en la
hermandad, el amor cobra vida. Puede seguir creciendo al aumentar la comprensión del
alcoholismo como una enfermedad y, en consecuencia, nuestra buena voluntad para tratar
con los miembros de nuestra familia. Y así, a medida que asimilamos los principios del
programa con mayor profundidad, nos volvemos espiritualmente activos, dando y recibiendo
amor en el verdadero sentido.
Madurez
Rasgos de carácter
Ya se ha dicho que todos nosotros poseemos tres caracteres: lo que pensamos que somos,
lo que queremos que otros crean que somos, lo que en realidad somos. De hecho, somos
una combinación de los tres caracteres, nuestra fuerza moral y ética han sido rasgos forjados
en la ternura de la niñez hasta adquirir la forma actual. Sea que hayan sido cimentados con
firmeza o no, ahora dependen de nuestros pensamientos, así como de lo que los demás
piensan de nosotros, y de la realidad de nuestra naturaleza.
La calidad de carácter depende de muchos rasgos que contribuyen en nuestro pensamiento
y comportamiento. Cuando examinamos las partes de que se compone un todo, es probable
que veamos el lugar exacto donde descansan nuestra fuerza y debilidades, podemos ver en
qué forma se expresan ciertas cualidades. Así podemos tener una clara percepción de la
naturaleza exacta de nuestras equivocaciones" y ayudarnos a nosotros mismos a hallar una
dirección para mejorar nuestros errores.
Si ponemos fecha a las respuestas de las preguntas del inventario, esto nos podría servir
como punto de comparación sobre determinado período del tiempo. Aquellos de nosotros que
aplicamos con seriedad el mejoramiento propio nos sentiremos complacidos al descubrir
verdaderos progresos cuando hacemos una revisión periódica de nuestros rasgos de
carácter.
Cuando terminamos de llenar todas las respuestas del cuestionario, podemos habernos
identificado con algunas o podemos haber negado otras. Podemos haber estado de acuerdo
con la declaración de algunas de estas primicias, podemos haber estado en desacuerdo con
otras. Puede que nos hayamos sentido mejor o quizá no.
Hemos seguido una progresión de pasos a fin de poder gobernar nuestra vida, habiendo
llegado al punto en los doce pasos cuando se supone que "admitimos ante Dios, ante
nosotros mismos y ante otros hermanos la naturaleza exacta de nuestros errores". Este es el
quinto paso.
Al tratar de gobernar nuestra vida, hemos estado buscando equilibrio. El equilibrio de cada
persona depende de su centro de gravedad, y nadie puede decir de antemano si estamos
bien centrados o inclinados hacia la autodestrucción y el dolor. Llevando a cabo las
actividades cotidianas es cuando se procura este equilibrio. El centro cambia en cada crisis.
No existe un alto mando, no sabemos dónde se halla el punto de equilibrio en esta vida.
"Tomamos" los pasos una y otra vez.
Empleamos los pasos y cuando completamos el orden, los tomamos de nuevo si así lo
necesitamos, los usamos en desorden. Los pasos son instrumentos, nosotros somos los
usuarios.
Un primer paso
Me fue muy difícil enfrentar el hecho de haber estado equivocada, y sobre todo aceptarlo.
¿Cómo que no podía hacer nada? Yo que siempre pensé que tenía que hacer algo y por lo
mismo había acudido a Al-Anon. Me había visto profundamente afectada por la enfermedad
del alcoholismo y no me gustaba la idea de que sus efectos continuarían afectando mi vida.
Se me dijo que no podía cambiar el comportamiento o las actitudes de aquellos que me
rodean. Ni siquiera podía poner fin a la bebida. Tenía que declararme impotente ante el
alcohol.
Comencé a darme cuenta de que mientras continuara creyendo que se podía controlar o
curar el alcoholismo, sus síntomas o sus efectos, continuaría luchando una batalla que no
podía ganar, de hecho, jamás había disfrutado mi vida por haberla dedicado a esa inútil
batalla, que siempre había perdido. Se me dijo que al perder la perspectiva de lo que es o no
es responsabilidad nuestra, la vida se vuelve ingobernable. Y ahí estaba yo, con una vida que
jamás pude gobernar, sufriendo y ofendiéndome por acciones que nada tenían que ver
conmigo.
Ni siquiera sabía cuáles eran mis obligaciones legítimas hacia mí misma y hacia otros. Me
di cuenta de que en lugar de ayudar a aquellos que quería, demostraba falta de respeto por
ellos y creaba discordia en mis relaciones. Con esto me decidí a adoptar el primer paso, y
con esto se aligeró el enorme peso que llevaba sobre los hombros. Abandoné la batalla que
no podía ganar. Me tuve que rendir completamente. No sabía quién era yo realmente, pero
estuve dispuesta a averiguarlo. Contaba con el apoyo del grupo, de gente que ya había
recorrido el camino y los resultados parecían buenos.
Segundo paso
Mi fuerza de voluntad no había podido curar mis heridas, tampoco mi ingenio o perseverancia.
Había fracasado una y otra vez. Yo había dejado de creer en Dios, o por lo menos en el Dios
de la religión en la que fui educada, pero la idea de un Poder Superior a mí, Superior a toda
la creación, me fue fácil de abrazar. Primero tuve que abrirme a la posibilidad de que un Poder
así pudiera existir, al mismo tiempo algo en mí gritaba que tenía que existir. Después de todo,
de cada reunión de Al-Anon YO salía más en paz, no lo entendía, pero algo ahí me estaba
regalando esa paz y ese "algo" me hacía volver.
Para alguien como yo, acostumbrada a tratar de resolver todo, es difícil creer en Dios,
seguía pensando que ¿dónde se encontraba que no me había rescatado en mis peores
momentos? Sin embargo, me daba cuenta de que había tenido una idea de Dios limitada,
ahora contemplaba la posibilidad de un Poder Superior a todo, por lo tanto, ilimitado, un poder
que no podía entender, que tampoco tenía que entender. Si ese poder existía, tampoco tenía
que creer, tendón que estar siempre ahí, lo creyera o no. Después de todo, sólo un Poder así
podría encargarse de todo aquello que no estaba en mis manos. Así, con todas mis dudas y
resentimientos, peto también con muchas esperanzas, acepté la posibilidad de la existencia
de un Poder Superior.
Tercer Paso
Cuarto paso
Pasó mucho tiempo antes de que yo me sintiera lista para hacer mi cuarto paso. La verdad
tenía mucho miedo. Creía que al verme por dentro sólo iba a encontrar basura. Yo me sentía
como un costal lleno de resentimientos y nada más, no quería ver eso. Tampoco quería
enfrentar lo vulnerable que era. Me aterraba pensar que yo, que tanto había querido proteger
a mis hijos iba a descubrir que sólo les había hecho daño.
Para ese entonces ya había elegido una madrina y comentaba estas cosas con ella. Nunca
insistió, me decía que era sólo mi decisión y que me tuviera paciencia. Sin embargo, yo sabía
que tenía que llegar ahí para que esto funcionara, así que me atormentaba pensando que lo
tenía que hacer, pero al mismo tiempo no quería. Entonces mi madrina tuvo una buena idea
y me dijo: "¿Por qué no haces sólo un ensayo y ves qué pasa? Haz sólo una pequeña parte
con calma, pídele al Poder Superior que te ayude". . Me gustó la idea y comencé a hacerlo,
me di cuenta que podía seguir y seguir hasta terminarlo. Me asombró descubrir que también
tenía cosas positivas, tampoco era yo el gusano que creía ser.
Después sólo me sentí bien.
Quinto paso
Exponer ante el Poder Superior mis errores y faltas es una cosa muy íntima, pero exponer
todo esto ante otra persona me aterraba. Yo nunca había tenido confidentes, todo en mi vida
era un secreto celosamente guardado. En Al-Anon yo seguía pensando que todo lo mío era
peor que lo de los demás y tenía tanto miedo de ser juzgada, un viejo miedo que me había
mantenido en silencio desde la infancia, una profunda vergüenza. Sentía que iba a ser
imposible, me veía rompiendo en llanto antes de expresar nada. Creía que lo iba a hacer mal,
que iba a caer en mi viejo papel de víctima de las circunstancias y esto se me reprocharía.
Aunque mi madrina jamás había tenido actitudes de juicio o reproche hacia mí, temía que
cuando conociera tantas cosas horribles de mi persona se alejaría de mí y eso no podría
soportarlo.
Tuve que reunir gran valor para dar este paso, una vez más sabía que tenía que darlo, era
un paso más a la libertad. Ante mi sentimiento de incapacidad, recurrí nuevamente al Poder
Superior para que me guiara, para que me ayudara a evitar la tentación de justificar mi
comportamiento y actitudes, de culpar a otros o desechar faltas pasadas.
Me decidí por fin a dar este paso y contra todo lo que yo temía, mi madrina no se alejó, me
felicitó y se puso feliz. Entonces tuve la sensación de que había ocurrido un milagro, no
entendía cómo, pero yo me sentía diferente, como más libre.
Sexto paso
Mi sexto paso fluyó casi sólo tras el quinto paso. Todo lo que había visto en mí era entregado
a mi creador. Volvía a repasarlo todo y, uno por uno, le fui entregando todos mis errores. Ante
cada resentimiento que me atormentaba, cada preocupación que me asaltaba decía: "Me
declaro incapaz de resolver esto yo sola, suelto las riendas y lo dejo en Tus manos, sólo Tú
puedes resolverlo".
Fue así que llegué a entender lo que es el verdadero perdón. Yo había tratado de perdonar y
la verdad no lo había logrado. No existe el perdón en un corazón que abriga un resentimiento.
Mis perdones anteriores eran una mentira. Ahora me había dado cuenta de que el perdón no
se trataba de los otros, se trataba sólo de mí. Mis resentimientos sólo me torturaban a mí, y
yo se los permitía. Así que fui trayendo cada uno a mi conciencia y poniéndolo en manos de
mi Creador, y fue Él quien los fue deshaciendo, mostrándome lo que realmente eran: una
especie de ilusión que parecía existir sólo en mi mente. Es lo mejor que lo puedo explicar,
porque ante un resentimiento decir sólo que es una ilusión o que yo perdono no sirve de nada,
seguirá atormentándome como una piedra en el zapato que no dejará de fastidiar hasta que
se saque. Mi conclusión personal es que sólo Dios puede hacerlo y ése es el verdadero
milagro. Para mí ésa ha sido la gran liberación.
Cuando experimenté por primera vez este milagro del perdón también supe (por primera
vez) lo que es tener ganas de vivir.
Con ayuda de Dios, se pueden superar obstáculos aparentemente insalvables.
Séptimo paso
Octavo paso
Ya me había percatado que la persona a quien más había yo perjudicado era a mí misma.
Con todos mis esfuerzos desesperados para sobrevivir en situaciones difíciles, me había
perjudicado mental, física y espiritualmente. Así que mi nombre tenía que ser el primero en la
lista del octavo paso. En este paso se trata de asumir responsabilidad por lo que hemos hecho
y estar dispuestos a liberarnos de la culpa y la vergüenza que nuestras acciones nos han
causado.
Este paso lo hice con gran entusiasmo, después de todo, el impulso de hacer bien a otros
no era lo malo en mí sino cómo lo había hecho. Y el estar dispuesta a reparar el daño era
más que eso, quería reparar el daño, después de todo se trataba de mis seres más queridos.
Sin embargo, en mi entusiasmo pasé por alto aque110 de liberarme de la culpa y tuve que
considerarlo para avanzar al noveno paso.
Deshacerme de la culpa para mí no sonaba nada fácil. No era así como nada más
declararme inocente y se acabó. La verdad, durante mucho tiempo estuve intentándolo. No
bastaba con que me repitieran una y otra vez que yo no era culpable. La culpa era tal vez el
peor de mis martirios y no encontraba la manera de deshacerme de ella. Ni siquiera alcanzaba
a ver desde dónde venía. Recordaba mi infancia y trataba de recordar la primera vez que me
sentí culpable, pero no lo lograba, era como si yo hubiera nacido culpable. ¿Cómo iba a
reparar el daño que causé si ni siquiera sabía cuál era? Tenía que perdonarme a mí y ni
siquiera sabía de qué.
Una vez más tuve que declararme incapaz. Una vez más tuve que reconocer que estaba
tratando de hacer algo que no estaba en mis manos y aceptar que sólo el Poder Superior
podría resolverlo.
Confieso que me fue muy difícil entregar la culpa. Por un lado, quería quitármela de encima
y, por otro, algo en mí se aferraba a ella, era como un miedo a la posibilidad de que sin ella
yo no podría funcionar. Tuve que regresar a mi cuarto paso, la lista de culpas que yo cargaba
parecía interminable, me había alimentado de culpas y creía que mi culpabilidad era lo que
me hacía ser una buena madre, una buena esposa, una buena hija, una buena amiga, etc.,
sin embargo, la verdad era que jamás había sido así. La culpa, o el temor a la culpa, era lo
que había dirigido todos mis actos y todo había sido un fracaso. Al principio fue tremendo
aceptar esto, había dado en el clavo, pero el clavo ardiente de la culpa, el gran dolor oculto
que había gobernado mi vida, recuerdo que lloré como nunca había llorado.
Después estuve lista para ponerla en manos de Dios, pero como parecía en ese momento
que yo no era otra cosa más que una gran colección de culpas y no sabía ser de otra forma,
entonces sí no tuve más alternativa que poner toda mi vida, todo mi ser en sus manos.
Recuerdo bien ese día. Por primera vez había pedido a mi madrina que me recibiera en ese
momento, nunca antes lo había hecho porque me parecía una falta de respeto. Ella me recibió
en su casa y por horas nadie nos interrumpió. Tiempo después me confesó que nunca vio un
dolor tan grande, pero ese día fue todo oídos y paciencia. Recuerdo que mientras yo escupía
mi dolor Y desesperación, ella me animaba y me recordaba que Dios estaba ahí presente
recibiendo todo lo que yo le quería entregar, que a no le importaba si yo lo sacaba a gritos,
alaridos o en poesía, le daba igual. Parece que estuvimos todo un día completo, hora tras
hora yo sacando toda esa culpa y ella escuchando y apoyándome• Ya estaba oscureciendo
cuando empecé a sentir el milagro, empecé a ver quién era yo y me gustó. De pronto empecé
a dar gracias' lloraba de alegría y ella lloraba conmigo. Juntas dimos gracias a Dios. Ahora sí
podía continuar con mi noveno paso.
Noveno paso
Me dispuse a reparar el mal que sí había causado. Hay muchos modos de reparar el mal
causado, desde una simple disculpa hasta un cambio de actitudes y comportamientos
distintos. Por fin estaba encontrando un alivio real. Dejé de castigarme por haber cometido
errores, admití simplemente que los cometí e hice lo necesario para corregirlos.
Décimo paso
Ya había aprendido a ser honesta conmigo misma. En el décimo paso es lo mismo, pero
todos los días, es el compromiso diario de continuar este proceso cicatrizante de afirmación
de la vida. El reconocer cada día los ámbitos en los cuales estoy cambiando e introducir los
ajustes al crecer. Al ser honesta y compasiva conmigo misma, adquiero la capacidad de serlo
con los demás. En lugar de justificar mis errores y crear nuevas formas de culpa, simplemente
admito ante mí misma que me he equivocado en cuanto me doy cuenta de ello, reparando el
mal según corresponda.
Undécimo paso
He aprendido que nunca estoy sola o sin saber qué hacer porque este Poder Superior siempre
está disponible para consolarme y guiarme. Antes veía la prueba en mis compañeros, ahora
la Veo en mi propia experiencia. La oración y la meditación adoptan formas muy distintas para
cada quien, pero tienen una meta en común: ponernos en contacto consciente con el Dios de
nuestro entendimiento, la fuente confirmada de fortaleza, amor y esperanza de nuestras
vidas. En el pasado yo sólo quería que se hiciera mi voluntad. Ahora he aprendido que mi
voluntad sólo me crea más problemas. He aprendido que la única voluntad que vale la pena
seguir, la única por la que vale la pena orar, es la voluntad de Dios. Sólo Dios sabe lo que es
mejor para todos. No importa cuán débiles nos sintamos, tenemos un enorme poder a nuestra
disposición cuando recurrimos a la fuente de poder ilimitado. Con esta ayuda espiritual,
podemos lograr objetivos previamente inimaginables, aun el objetivo de llevar vidas felices y
satisfactorias.
Duodécimo paso
Hoy me siento agradecida por mi despertar espiritual, agradecida con Dios, con Al-Anon y
con todas las circunstancias que me trajeron hasta aquí, incluyendo a mis alcohólicos. ¡Quién
me iba decir que algún día me iba sentir agradecida por eso! Pero he comprendido que el
alcoholismo es una enfermedad y dejar de culparlos fue una parte importante de mi liberación.
Siento que lo más notorio en mí es un cambio rotundo de percepción y, con esto, la
liberación de la terrible carga de mi ansiedad.
Aunque mis circunstancias no hayan cambiado, mi vida ha mejorado mucho porque ahora
la percibo de manera más clara.
Yo creía que había aprendido ya todo lo que tenía que aprender. Estaba muy consciente
de que mientras yo repasara mis pasos todos los días (sin faltar uno), esta nueva persona
que soy yo podría gozar de la vida. Pero todavía me esperaba una gran sorpresa.
Cuando me sentí lista para estirar la mano y ayudar a otros, sentí que lo hacía por
agradecimiento a todo lo recibido, como una forma de retribuir por todo lo que había recibido.
Así que se me presentó la primera oportunidad de servir y me entregué de corazón. Mi gran
sorpresa fue darme cuenta de que, al hacerlo' yo recibía mucho más y no sólo eso, las
personas a las que ayudaba eran mi principal motivación para no abandonar el programa.
En este paso damos lo que hemos recibido, y nos damos cuenta que al darlo recibimos
mucho más.
Ahora entiendo que los doce pasos son una cadena completa, todos los eslabones tienen
que estar presentes para que funcione. Es un sistema de vida y por más recuperada que
llegue a sentirme, no lo cambiaría por ningún otro. Un sistema de vida sin Dios, para mí no
tiene sentido.
Agradezco la oportunidad que se me brinda al dar mi testimonio porque sé que, si ayuda a
una sola persona en el mundo, yo habré recibido mucho más.
HIJOS DE ALCOHÓLICOS
Los niños necesitan coherencia y estructura. Las características más notorias en la vida de
una familia alcohólica son lo incoherente y lo impredecible.
Conforme los problemas del alcohólico van produciendo más incoherencia e
impredictibilidad en el hogar, los demás miembros hacen un intento por volver a estabilizar el
sistema familiar, actúan y reaccionan de maneras que hacen que la vida sea más fácil y
menos dolorosa para ellos. Comúnmente las emociones se reprimen y se vuelven retorcidas,
y cuando éstas se expresan lo hacen de una manera enjuiciadora, culpándose unos a otros.
Dentro de la familia alcohólica existen reglas que surgen de la vergüenza, la culpa o el miedo,
por ejemplo, "no se debe contar a los demás la causa de un moretón".
Para los niños de una familia alcohólica su primera necesidad es la de "sobrevivir", y para
lograr esto es frecuente que adopten un papel específico que correspondería más bien al de
un adulto en el rol de la familia. En realidad, la adopción de un papel es un mecanismo dc
defensa que funciona favorablemente para un niño que enfrenta una situación confusa e
intolerable.
Claudia Black, en su libro No hablar, no confiar, no sentir, menciona que la mayoría de hijos
de alcohólicos adopta uno de los tres papeles siguientes o una combinación de ellos: el
responsable, el adaptador y el conciliador. El niño que ha elegido el papel de responsable
rara vez se porta mal, asume muchas de las responsabilidades en las tareas del hogar y en
la crianza de sus otros hermanos. El que ha elegido un papel de adaptador trata siempre de
adaptarse a las circunstancias del día y considera que lo más acertado es seguir la corriente
y tratar de no llamar la atención sobre sí mismo, cree que así hace más llevadera la vida del
resto de la familia. El que hace el papel de conciliador trata de ser el confortador de la familia,
intenta hacer que se sientan mejor los otros como si él fuera el responsable de cualquier dolor
familiar. Este niño es más sensible a los sentimientos de los demás y dedica mucho tiempo a
reducir la intensidad de la tensión en el hogar, es el que tiene la posibilidad de hacer que
desaparezca la tristeza de su madre, el miedo de su hermano, la vergüenza de su hermana
y la ira de su padre.
Todos estos papeles tienen características que fácilmente pueden considerarse valiosas,
ya que el ser responsable, ocuparse de los demás o tener capacidad para adaptarse a las
crisis, no son características que se puedan calificar como destructivas. Sin embargo, al llegar
a la edad adulta, estas mismas actitudes que ayudaron al niño a "sobrevivir", a menudo llegan
a extremos enfermizos trayendo consigo un déficit emocional y psicológico que finalmente
hace que los sobrevivientes terminen por no sobrevivir y que, por el contrario, se vean
llevados a problemas de alcoholismo o a casarse con alguien que se vuelve un alcohólico.
Todo esto se origina en el niño que se enfrenta a la incoherencia e incertidumbre, no sabe
qué esperar del padre cuando bebe, ni qué esperar de su madre cuando el padre bebe. El
niño, al no recibir la estructura y coherencia que necesita de sus padres, trata de encontrar la
manera de obtenerla por él mismo, por esto frecuentemente el hijo mayor, o hijo único, asume
la responsabilidad de la familia, lo hace respondiendo a su propia necesidad de que haya una
estructura. Normalmente los padres de estos hijos responsables se enorgullecen de la
madurez de éstos.
La adopción de un papel es algo que aporta al niño un tipo de consuelo, practica su papel
con tanta constancia que se vuelve muy bueno en su ejecución. Aprende cuál es el mejor
momento para pedir un permiso y cuándo es mejor quedarse callado. Siempre está alerta y
pendiente de cuando su padre o su madre empiezan a beber. Como estos papeles son
calificados más de positivos que de extraños, es raro que sean enviados por su conducta a
los orientadores escolares, o que sean castigados. Tampoco es frecuente que pidan ayuda,
ya que han aprendido a depender completamente de sí mismos y llegan a creer que no podrán
contar con otros adultos cuando lo necesiten. Es normal que crean que la mayoría de los
adultos no son capaces de aportarles claridad y orientación.
También existen los niños que no se ajustan a un papel de éstos y en vez de comportarse
de una manera que de hecho apunte más a estabilizar su vida, manifiestan una conducta
inadecuada que corresponde a una conducta problemática de delincuencia. Estos niños
desorganizarán su propia vida y la de los demás miembros de la familia con el objeto de
distraer la atención del problema del alcoholismo. Es común que estos niños tengan bajas
calificaciones o abandonen la escuela, pueden comenzar a beber o drogarse desde los doce
años, las niñas se pueden embarazar a temprana edad y presentar otras formas de conducta
socialmente inadecuadas.
Una de las cosas que los hijos dc alcohólicos aprenden des. de muy niños es n no hablar
sobre cl problema dcl alcohol que existe en su casa ni de las situaciones que éste acarrea.
En realidad, el niño sólo sabe que existe un problema al cual se enfrenta lo mejor posible,
pero no sabe que se trata de alcoholismo y no puede relacionar la imagen que tiene del
borracho tirado en la calle con la manera de beber de su padre o madre. Ante la impotencia,
la desesperación y la desesperanza, los miembros de la familia llegan a creer que, si
simplemente la situación se pasa por alto, es posible que no duela, y tal vez hasta
desaparezca. Los niños escuchan durante años las discusiones entre la mamá y el papá, o
por las noches el llanto de la madre, pero únicamente oyen, los hermanos no lo comentan
entre sí.
Debido a la negación del alcoholismo en la familia, rara vez se reconoce alguno de los
problemas de los hijos. Estos niños consideran que no pueden contar con ayuda de otro,
dentro o fuera de la familia. Muchas veces se preguntan por qué otros adultos (como pueden
ser tíos o abuelos) no parecen darse cuenta, o si se dan cuenta por qué no hacen nada. El
niño no habla porque puede temer que no le crean o porque se siente culpable al mencionar
los problemas de sus padres, como si se tratara de una traición, o muchas veces simplemente
no sabe cómo decírselo a otros. Frecuentemente terminan por defender a sus padres con la
racionalización de que realmente no es tan malo lo que está ocurriendo y prosiguen en lo que
ahora se ha vuelto un proceso de negación. El niño se siente completamente sólo y cree que
de nada servirá hablar con otros.
El niño de una familia alcohólica ha aprendido a no confiar en los demás en lo que se refiere
a hablar sobre los temas reales, aprendió que es mejor no confiar o tener fe en ninguna Otra
persona. Sabe que no siempre puede contar con sus padres, es más, nunca sabe qué
esperar. Los niños deben sentirse seguros para poder confiar, pero el hijo de un alcohólico
no puede depender de sus padres para que le proporcionen algo de esta "seguridad".
Frecuentemente no se atreven a llevar amigos a su casa por temor a verse humillados,
avergonzados o hasta ser atacados físicamente por sus propios padres.
Estos niños constantemente escuchan mensajes mezclados, mensajes que enseñan a
desconfiar. Es probable que la madre les diga que está contenta cuando en realidad se siente
desdichada, el niño se confunde porque las palabras comunican un mensaje, mientras que el
movimiento corporal y el tono de la voz le comunican lo opuesto. Estos mensajes mezclados
hacen que el niño viva en un estado de desconcierto y distorsiona su percepción.
En la medida en que su enfermedad avanza, el alcohólico pierde la capacidad de ser
sincero. Conforme sigue en su hábito de beber, el alcohólico tiene que racionalizar su
conducta negativa, y debe hacerlo muy bien para poder seguir bebiendo. Tiene miedo de ser
sincero con sus hijos, no quiere que experimenten el mismo dolor que él está sintiendo; pero
tampoco quiere reconocer, en primer lugar, que el problema existe.
Un niño cuyos padres siempre están absortos en sus propios asuntos no recibe ningún
sentido de su valor, lo cual hace que se sienta sin importancia. Es frecuente que un padre
esté dedicando mucho tiempo a sus borracheras y la madre a preocuparse cada vez más por
el alcohólico, esto hace que disminuya su disponibilidad como recurso para el hijo.
Desafortunadamente, para el hijo de un alcohólico, los momentos de más tensión emocional
son aquellos en los que menos cuenta con la posibilidad de recibir una atención adecuada.
Es muy frecuente que la culpabilidad que sienten los padres, tanto el alcohólico como su
codependiente, en los intervalos de sobriedad, los impulse a tratar de compensar al niño y lo
cubran repentinamente con muestras de afecto exageradas y promesas, que el niño sabe
que nunca serán cumplidas; él se siente confundido y no confía en la motivación subyacente.
A pesar de que estos niños pueden sobrevivir, y de hecho lo logran, surgen problemas en
sus vidas porque las circunstancias de su entorno les han imposibilitado sentirse seguros y
estables, o depender y confiar en los demás. La confianza es un elemento vital en la formación
del carácter para que un niño pueda llegar a ser un adulto sano.
Un niño criado en un hogar alcohólico desarrolla un sistema de negación, tanto de sus
sentimientos como de sus percepciones de lo que ocurre en el hogar. Aprende a no compartir
sus sentimientos, y aprende también a negarlos porque no confía en que estos sentimientos
sean validados por los demás. No confía en que sus sentimientos recibirán el aliento
suficiente, no considera a los demás como recurso; por lo tanto, vive en soledad. Se aísla con
sentimientos de temor, preocupación, vergüenza, culpa, ira, soledad, etc., y esto lo conduce
a un estado de desesperación que no se presta a la supervivencia, entonces aprende otra
manera de enfrentar las cosas. Aprende a descartar y reprimir los sentimientos, y algunos
aprenden a no sentir, simplemente. El hijo de una familia alcohólica puede pasar rápidamente
de sentirse desilusionado o enojado por la falta de apoyo de sus padres, a simplemente no
sentir nada. En este tipo de negación el niño está levantando barreras de autoprotección.
Está aprendiendo mecanismos para enfrentar y protegerse del miedo a la realidad de que sus
padres le están fallando,
Mi papito es muy bueno cuando está conmigo, Me gusta mucho cuando oigo que su
coche llega en la tarde porque pasa un rato conmigo. Me da todo lo que le pido y
siempre me ayuda. Yo le hablo todos los días a su celular, cuando llego de la escuela
y siempre me hace caso.
Bueno, pero siempre cuando le marco al celular tengo miedo. Tengo miedo de que
me digan que el teléfono se encuentra apagado, porque cuando eso pasa, sólo a
veces pasa, yo ya sé que ya no va a contestar y que no va a venir. Yo siempre le
importo y me quiere, siempre me dice que me quiere, pero el día que no contesta, yo
me siento muy triste. Cuando no contesta quiere decir que ya no está ahí para mí, que
ese día no le importo. A veces pasan dos días que no viene.
Un día me llevaron al hospital porque me mordió un perro muy fuerte y me tuvieron
que dar puntadas, 42 puntadas. Yo quería que viniera mi papito, pero ese día no
contestó, no lo vi, no llegó a la casa y me dio miedo que ya no regresara nunca.
Siempre tengo miedo de que ya no regrese, de que ya no le vuelva a importar yo, y
también tengo miedo que le pase algo feo. Yo sé que ya una vez chocó muy fuerte, oí
que iba borracho. Oí que mi mamá le decía a mi tía que cuando no viene, cuando
apaga el celular es que anda de borrachera. Por eso me da miedo cuando marco el
celular. Si no me contesta, yo lloro.
Cuando no viene así, yo trato de ser muy bueno para que quiera regresar, para que
me quiera otra vez. También le rezo mucho a Diosito para que lo cuide y que no le
pase nada y le prometo ser bueno para que mi papito me vuelva a querer.
Por eso, eso pasa cuando no puedo hacer la tarea, es que me quedo marque y
marque el celular. Ya sé que no va a contestar, pero yo marco y marco, tengo que
marcar y lloro mucho.
Luego, cuando regresa de esas, es bien padre porque como que me quiere más,
como que se da cuenta de que me porté bien.
Siempre es bien bueno cuando está en la casa. Una vez estaba muy raro, yo me
asusté mucho porque no podía hablar muy bien y cuando caminó se cayó hasta el
piso. No estaba mi mamá Y yo me asusté mucho. No sabía qué hacer, me asusté
mucho. Pero no me pegó ni nada. Sólo pasó eso.
Después vino mi mamá y yo estaba en mi cuarto, y decía que no quería que cl niño
se diera cuenta y que si a estar así en la casa lo iba a correr para siempre. Yo no
quiere que lo corra para siempre. Por eso yo no le digo nada a mí mamá para que no
lo corra. Usted no le vaya a decir nada, Por No quiero que se vaya (llorando), yo lo
quiero mucho, Yo no qué le pasa.
EL MALTRATO
Los niños de hogares alcohólicos frecuentemente reciben algún tipo de maltrato que puede ir
desde el maltrato verbal hasta la violencia física y el abuso sexual. Es común que todos los
miembros de la familia reciban una cantidad importante de hostigamiento verbal, sin importar
que haya estado mal o bien lo que hayan hecho. Este hostigamiento puede crecer y
manifestarse de pronto en violencia, dando como resultado el maltrato físico o el abuso
sexual.
El maltrato físico en un niño no siempre es evidente, y además de ser físico y verbal también
puede ser mental. No importa la forma que adopte, la experiencia para el niño siempre resulta
aterradora y traumática. El maltrato y la violencia deterioran el desarrollo emocional
psicológico de un niño que permanece atormentado por el miedo, la tristeza, la ira, la
vergüenza y la culpa. Muchos hijos de alcohólicos se vuelven alcohólicos, se casan con una
persona alcohólica o ambas cosas; muchos hijos de golpeadores se vuelven golpeadores, se
casan con una persona golpeadora o ambas cosas. Y muchos hijos de padres con ambos
problemas asumen ambos papeles.
El miedo, la tristeza, la ira, la vergüenza y la culpa son emociones muy difíciles de manejar
para un adulto, pero para un niño resultan intolerables y se ve obligado a desarrollar sus
propios mecanismos de defensa. Sin embargo, estos sentimientos pueden ser
experimentados a diario en un hogar alcohólico, aunque se haya aprendido a no expresarlos.
Esta capacidad de negación es lo que en última instancia impide la estabilidad emocional
psicológica de los hijos de alcohólicos cuando llegan a la edad adulta.
Resulta entonces una combinación fatal cuando, por un lado, se tiene la negación activa de
la familia y, por otro, un comportamiento aceptable, y a veces hasta loable, de un niño que en
realidad está viviendo un verdadero infierno.
Los hijos de tomadores con problemas se aferran a sus sentimientos de temor, culpa y
rabia. Créalo o no, aún existe gente que piensa que lo peor de tomar alcohol es una cruda.
Aún las esposas que no abusan del alcohol, llegan a parecer tomadoras. Por su enojo y
miedo, distan de ser unas personas sobrias.
Los niños crecen observando a una persona fuera de control, tratando de controlar a otra,
y no saben qué es lo "normal"
Desde 1935 los miembros de Alcohólicos Anónimos nos han dicho con sencillez que el
tomar les hizo sus vidas inmanejables; Al-Anon nos dio noticias de que los familiares y amigos
de los tomadores pueden sufrir en armonía; y después siguieron Alateen y aún Alafot, donde
una foto de una persona tomando una lata de cerveza vale más que mil palabras.
En Estados Unidos se creó la Asociación de Hijos de Alcohólicos: COA. Ésta creció a pasos
agigantados por todo ese país, reafirmando los movimientos previos de origen Popular y
trayendo un nuevo conocimiento de los efectos del alcoholismo en más de 28 millones de
norteamericanos, quienes han visto al menos a uno de sus padres en la angustia de la
afección, lo malas noticias de COA: el alcohol es más insidioso de que antes se pensaba.
Las buenas noticias: con la ayuda adecuada, el terrible daño que hace a los no-alcohólicos
puede no ser permanente.
"Yo crecí en un pequeño Vietnam", dice un niño hijo de un alcohólico. "Yo no sabía por qué
estaba ahí, no sabía quién era el enemigo."
Décadas después de que sus padres murieron, los hijos pueden encontrar difícil tener
relaciones íntimas (aprenden a no confiar en nadie) o experiencias de gozo (me escondí en
el clóset). Tienen apariciones, claman la aversión mundial, como en el caso del artista Erick
Fischl, con un sentido de fracaso por no haber salvado a su mamá o papá del alcohol. Y están
propensos a casarse con alcohólicos o con gente problemática, por una sola razón, están
deseosos de aceptar un comportamiento inaceptable. Muchos ciertamente se han vuelto
adictos a un desorden doméstico. Los hijos de alcohólicos son gente a quienes se les ha
robado su niñez.
"He visto a niños de cinco años teniendo que cargar con sus familias", dice Janet Gevinger
Wortitz, una de las mamás fundadoras de este movimiento. Sin embargo, los hijos de
alcohólicos a menudo muestran una especie de lealtad trivial, aun cuando esa lealtad es
alarmantemente no merecida. Tienen un sentido caballeresco que los hace diferentes de
otras personas. Wortitz señala que puede ser causado, como algunos recientes estudios
específicos lo demuestran.
Registros cerebrales hechos por el doctor Henri Begleiter de la Universidad Estatal del
Colegio de Medicina de Nueva York en Brooklyn, revelan que los COA's frecuentemente
tienen diferencias en áreas cerebrales asociadas con lo emocional y la memoria.
En este sentido y en otras muchas maneras son a menudo personalidades obsesivas. Su
tendencia por tener una autoimagen pobre hace que los hijos de alcohólicos se asemejen a
alcohólicos. De hecho, uno de cada cuatro se convierte en alcohólico, comparado con uno en
diez de la población general.
La ira de un COA aparece en registros cerebrales. Pero en una sesión de terapia en Cason
Family Services en Mernersville, Pa., Ken Gill, un vendedor de IBM de 49 años, tomó un bat
acolchonado y le pegó al colchón tan fuerte como para despertar a demonios dormidos. "Yo
vine porque estaba lastimado y no sabía el porqué. Varias cosas estaban saliendo mal. Yo
era un trabajador compulsivo y negaba a mi familia". Gill, quien también es un alcohólico en
recuperación, nunca obtuvo lo que ratas y monos obtienen: exponerse a una edad
impresionable a la vista y al sentido de unos padres funcionales.
Suzanne Sommers, la actriz y cantante, pasó varios años trabajando su enojo en un libro,
recientemente publicado, llamado Keeping Secrets. "Yo decidí que esta enfermedad tomó la
primera mitad de mi vida, y maldita sea, no iba a tomarme la segunda mitad".
Algunos hijos de alcohólicos tienen grotescos sobrepesos por comer compulsivamente,
mientras otros se visten de éxito, como Sommers. Unos cuantos COA' s están inmovilizados
por la depresión. Lo que hace esta gente es un acuerdo común con George Willantt, profesor
de la escuela de Medicina de Dartmouth, quien dice que es importante pensar en el
alcoholismo no como una enfermedad que afecta los órganos del cuerpo, sino como una
enfermedad que afecta a las familias.
Posiblemente el peor y único rasgo del alcoholismo es que causa a la gente el estar enojado
con el ser a quien más quiere.
El libro de Wortitz, Adult Children of Alcoholics, ha vendido cerca de un millón de ejemplares
y alcanzó el tercer lugar en el New York Times entre los best-sellers antes de que estuviera
disponible en las librerías.
El concepto de codependencia está en el centro del movimiento COA. Eleanor Williams,
quien trabajó con COA en el Hospital Charter Peachford en Atlanta, define la codependencia
como "una adicción inconsciente a otra persona con comportamiento disfuncional". Wortitz,
en una entrevista, se refirió a ella de una manera más simple: "Es una tendencia a poner las
necesidades de los otros antes que las mías".
Un miembro de familia codependiente puede suponer que él ha llevado al alcohólico a beber
(lo cual es imposible, de acuerdo con todos los expertos en el campo), él cree que puede
curar o al menos controlar el comportamiento problemático del bebedor. "Yo pensé que podría
ser diferente si le cocinaba a mi marido mejores comidas y me llevaba a los niños a pasear
los fines de semana, así él podría descansar"
Algunos no se caen hasta que están en sus veintes o treintas, dice Wortitz, y en algunos
casos especialmente aquellos marcados por violencia o incesto y abuso sexual (tres veces
más común en ambientes familiares de alcohólicos que en el resto de la población) es su
realidad.
Un paciente de 8 años en el centro de consejo de Wortitz en Verona, N.J., se despertó en
la noche para ver a su madre alcohólica dispararse en la cabeza. El niño marcó el teléfono
911, llevó a su mamá al hospital y la salvó. El pequeño había llegado a ser la madre de su
propia madre.
DESCUBRIENDO LA AUTOESTIMA
Las personas que han vivido íntimamente o trabajado con alcohólicos que podrían llegar a
ser sus allegados, han sido llamados "Maestros del desastre ".
Los COA's menores de 18 años son más difíciles de ayudar, porque sus padres los sacan
del tratamiento. Para estos niños, que nunca saben qué esperar, el llegar de la escuela a su
casa les provoca una ansiedad constante. Algunos pediatras piensan que hay un eslabón
entre la ansiedad y las úlceras en la niñez, náuseas crónicas, insomnio, desórdenes
alimenticios y dermatitis.
Migs Woodside, de la fundación COA, afirma que una maestra entrenada puede distinguir
a un niño hijo de un alcohólico de los demás. Algunas veces se pueden distinguir por la
manera en que están vestidos, o por no tener dinero para el almuerzo, otras veces se
distinguen por interesarse cuando la maestra habla acerca del beber, y otras pueden
distinguirlos por sus fotografías. En 20 0 30 años esos niños podrán sentir un vago sentido
de fracaso o depresión, será difícil explicar el porqué. Existe un problema en la casa.
Janet G. Wortitz discute 13 rasgos que casi todos los niños de familias alcohólicas
experimentan en algún grado. Estos síntomas pueden causar problemas de por vida:
El simple hecho de que exista en una familia un problema de alcoholismo es razón suficiente
para preocuparse por estos niños, no importa qué tan maduros o tranquilos aparenten ser.
Ésta es una situación que definitivamente requiere buscar ayuda, recuerde que el niño no la
va a solicitar. Lo mejor que puede hacer un padre o madre de familia, o Cualquier otro adulto
con posibilidades de ayudar a estos niños es, antes que nada, informarse bien. Yo
recomiendo ampliamente el libro de la doctora Claudia Black que lleva el título No hablar, no
confiar, no sentir. Los efectos del alcoholismo sobre los hijos y cómo superarlos.
Para pedir ayuda es necesario acudir a cualquiera de los centros que mencionamos en este
libro, ya que en ellos se encuentran las únicas personas que conocen bien el problema y
tienen la capacidad de dar el consejo adecuado.
Papá:
Estoy muy decepcionado de ti. Yo pensé que en serio estabas en un grupo, pero ya veo
que fue una mentira, si estuvieras en uno no estarías así.
Debes 2 meses en la escuela y a mi mamá no le has pagado lo que le pagabas, no te has
preocupado por nosotros. Me hablas y me dices una mentira y eso es comportarse como
mentiroso e irresponsable.
No quiero hablar contigo ni verte hasta que me compruebes que estás en un grupo.
Yo no me contento con regalos y viajes, sino con tu presencia y conducta.
Tu hijo
P.D. Son mis palabras, no de mi mamá.
Papá:
Yo sé que estás muy deprimido y que tienes muchas ganas de verme; yo te quiero mucho
y precisamente Por eso Y porque me quiero a mí también yo no quiero verte ni hablarte pues
de nada serviría.
Y lo peor es que además de que yo no quiero verte y me sentiría muy mal, podrías tener
una recaída y yo no quiero que pase eso porque te quiero mucho.
Yo sé que en el fondo quieres a mi hermana, pero no es por eso que la buscas sino porque
tratas de verme a mí. No es que me sienta lo máximo, pero yo sé que así es y espero que
dejes de hacerlo porque cada vez que la visitas se enferma. A propósito, quiero recordarte
que tengo 10 años y Trupeteando ya no me interesa, pero gracias.
Felicita a mi abuela y dile que estoy triste, piensa que soy un analfabeto y se lo ha dicho a
mi mamá. Te pido que le recuerdes que no soy analfabeto y que mi letra se entiende más que
la tuya, y que si piensa que tengo mala educación que mejor se fije en cómo habrás tenido tú
la educación; yo sé que no vas a decírselo, pero te pido que le leas la carta a ella, si es
posible. Confío en ti.
Tu depresión sólo se te va a quitar atendiéndote; ni mi abuela, ni mi tía, ni mi hermana ni
yo te podemos ayudar.
Tu hijo
iFeliz Navidad!
—Tengo 28 años de casada con un alcohólico, fuma mucho, no duerme, se pone muy
nervioso. Pienso que puede ser bisexual, le encontré revistas de hombres desnudos: se peina
mucho, se pinta el pelo, se arregla demasiado, etc., puede ser que tenga otra mujer, no es
cariñoso conmigo, su piel se ha vuelto amarillenta y ceniza. Yo pienso que puede tener
hepatitis o SIDA, le gusta ver películas de incesto, ¿Debo continuar a su lado? —¿Es correcto
su planteamiento, Amalia?
—¿Sí? A ver, vamos por partes.
—¿Por qué después de tanto tiempo se pregunta si debe continuar con su esposo?
—Pues, porque últimamente...
—Me habla un poquito más fuerte por favor, casi no la escuchamos.
—Es que como mis hijas están en la otra recámara, no querría que ellas escucharan.
—Yo creo que ya saben todo esto.
—¿Mande?
—Yo creo que ya saben todo.
—Pues no sé, una tiene 27, la otra 25 y la otra 26.
—¿Son retrasaditas mentales?
—¿Mande?
—¿Que si son retrasaditas mentales?
—No.
—Ah, bueno, pues entonces ya saben todo y un poquito más que usted, seguro, ¿eh?
—Sí, díganos por favor, le pregunto si es hasta después de 28 años que se da cuenta, o
apenas se da cuenta de las características de la vida de su esposo.
—No, creo que siempre estuve consciente de más o menos cómo era mi esposo, ya que
cuando yo tenía cuatro años de casada con él lo interné en el Fray Bernardino Álvarez.
—¿Por qué lo internó?
—Porque él tomaba mucho y tenía delirium tremens, y la última vez me quiso matar con un
cuchillo.
—¿Al cuarto año de casados?
—Sí.
—¿Y cómo le hizo para vivir los otros veinticuatro con un hombre que la quiso matar y ya
estaba en delirium tremens? ¿Qué la motivó a tomar esa decisión?
—Bueno, estuve separada de él como año y medio, después de que él estuvo internado y
salió, y dijo que ya no iba a tomar. pues él me convenció y volví a regresar con él, y pues,
ideas tontas mías de decir pues que yo no quería dejar a mis hijas sin padre. Y por eso volví
con él; y, además, pues nunca tuve el apoyo de mi padre y...
—Perdón, ¿para qué el apoyo de sus padres si usted ya era adulta? Ya tenía tres hijas, ¿para
qué el apoyo de sus papás?
—Pues no tanto económico ni nada, sino a la mejor moral nada más.
—Pero, ¿para qué? ¿Cuál era el objetivo? Si la decisión la toma usted, no ellos.
—Ah sí, pero yo me refería a que me apoyaran en el sentido de que, pues pueda vivir sola,
que no importara que yo no tuviera esposo.
—Pero eso no lo tenían que decidir sus papás sino usted, si usted quería vivir sola, usted lo
decidía, se divorciaba, se salía con sus hijas, conseguía un departamento, se ponía a trabajar
y sus papás que opinaran lo que opinaran, era una decisión de usted, digo, como mujer adulta.
—Bueno es que desgraciadamente, a pesar de tener a mis padres yo crecí sola.
—Pues ahí está, con mayor razón, señora. Si había crecido sola y sus papás no le servían
de nada, ¿por qué los pone Gomo pretexto para continuar viviendo con él? Si sus papás son
un cero a la izquierda en su vida, bueno, pues entonces ¿por qué? Póngame otro pretexto
porque ese ya no funciona.
—Es que estaba muy enamorada de él.
—Estaba muy enamorada de él, del hombre que la trató de matar, del hombre que se pasó
un tiempo en un manicomio, del hombre que bebía compulsivamente, del hombre que no
tenía la fortaleza para andar por el mundo como otras personas incluida usted. ¿De qué se
enamoró? ¿De qué parte estaba enamorada?
—Pues de lo sexual.
—¿A poco era muy buen amante?
—Pues sí.
—No me diga, ¿con cuántas parejas tuvo usted vida sexual como para que pueda decir que
él era un excelente amante?
—Ninguna, por eso pienso que él era único.
—Bueno, de que era el único era el único, pero de que fuera el mejor quién sabe, porque
comparado ¿con quién?, ¿con algún personaje de una película?
—No, con nadie, nada más era único para mí, pues yo me endiosé con él, a lo mejor... no a
lo mejor, sino que estoy consciente de que me gustó vivir la vida de una relación destructiva
y no podía vivir sin esa relación.
—Bueno, eso sí nos parece más creíble. A usted le gustaba vivir una relación destructiva ¿y
por eso no se separaba de él?
—Sí.
—Eso sí pa' que vea nos queda clarísimo, entonces usted decidió vivir con él 28 años, pero
ahora dígame ¿en qué le podemos ayudar?, porque si la disfruta, ¿cómo le hacemos?
—Es que ahora el problema es que, por ejemplo, mi cuñada la mayor, pues siempre me
preguntaba que qué le pasaba a mi esposo, que lo veían que estaba enfermo, preocupado, y
entonces resulta que ellos habían quedado de acuerdo en comprar un panteón y ahí se
suscitó todo esto que está pasando...
—Oiga, perdone, el comprar un panteón está cañón, pues ¿qué tanta lana tiene?
—Pues no, más bien una fosa en el panteón y como mi esposo no le pagaba a mi cuñada,
pues yo siempre he sido la que le digo: "Pues si él no te da, yo te lo doy". No sé si es
prepotencia mía porque siempre he trabajado y pues ahora como él... últimamente, como le
comentaba, que él no duerme, el otro día se paró muy espantado y me dijo llorando: "Yo te
acabo de soñar que estabas en los brazos de otra persona", y me agarró y me sacudió de los
hombros, y le digo: "No, cálmate, no es cierto, si estoy contigo"
—¿No sería que estaba él en los brazos de otra? O de otro, ya con la cirrosis se alteran
mucho las funciones sexuales, de veras, hay ginecomastia, ¿no se le han puesto las chichitas,
así como de chava?
—No.
—¿Todavía no?
—No.
—No. Entonces me dijo: "Me siento muy mal, llévame al Fray Bernardino", y bueno, pues yo
se lo comenté a mi cuñada y pues lo lógico, ellos se molestaron, que cómo lo voy a volver a
encerrar ahí.
—Bueno, si está enfermo, ahí o donde sea necesario. No encerrarlo, llevarlo a que lo
atiendan.
—Pues sí, pero él no quiere y ya ha tenido como infecciones.
—¿Infecciones en dónde, señora?
—En el pene.
—¿En dónde más?
—Nada más.
—¿Nada más? ¿Cómo cuántas lleva en el pene?
—como cinco.
—¿Cómo cinco? ¿Qué tipo de infecciones? ¿Cómo aparecen? ¿Cómo se manifiestan?
—Como granitos blancos, le sale agüita.
—Granitos blancos con agüita, ¿qué más?
—Como un tipo de resequedad en el pene. ---Ah, ¿y qué más, algún tipo de secreción?
—No, no.
—¿Ninguna?
—¿Mal olor?
—Si
—Mal olor sí. ¿Comezón?
—¿Y mancha los calzones?
—De amarillo, —¿De amarillo? ¿Una gotita, como que se le pegaran los calzones en el pene?
—No.
—¿Amarillo, pero no es orina?
—No, no es orina.
—Amarillo adelante, porque lo de atrás debe ser muy frecuente. —No, estamos hablando del
pene nada más, doctor.
—Señora, y luego con este hombre que la enloquece sexualmente y ahora tiene infecciones,
¿usted sigue teniendo vida sexual?
—Este, pues le dije que si él no usaba condón yo no volvía a estar con él, pero él a cada rato
me dice: "Es que tú andas con otro", y ya me dice que con el mecánico, que con el talachero,
que con otro.
—Bueno, pero usted sabe que él tiene relaciones con otra pareja. El tipo de infección habla
de que es altamente probable que su esposo tenga relaciones con otra pareja, no sabemos
si varón o mujer, pero él tiene relaciones con otra persona, no solamente con usted. ¿Usted
no tiene ninguna infección por el momento?
—No, porque yo le dije que fuéramos al doctor y que yo estaba dispuesta a examinarme,
inclusive me fui con él. Le dije entonces: "¿Quieres decir que la que está podrida soy yo?" Me
dijo: "No, cálmate, yo no te estoy diciendo eso, pero a lo mejor tienes algo de flujo".
—¿Usted lo siente a él como podrido?
—¿Perdón?
—¿Usted lo siente a él como podrido?
—No, yo le dije que yo, que si yo era la que estaba podrida.
—Sí, está correcto. Le comprendí muy bien. Mi pregunta ahora es al revés. Usted, señora,
¿considera que su esposo está como podrido de su cuerpo?
—Más o menos sí.
—Doña Amalia, ¿cuál va a ser la pregunta para el doctor?
—Pues ¿qué debo hacer con mi esposo?, ¿o debo dejarlo e irme? Pero tengo un hijo de 13
años y pues la verdad no sé si le afecte más que vivamos con su papá o que lo deje, porque
ya mis hijas, las otras, pues ya dos se casaron —aunque están divorciadas— pero la grande
no se ha casado. Mi hijo también me reprobó tres materias, entonces ¿le está afectando mi
esposo? ¿Y si lo dejo? ¿O qué hago?
—¿Usted piensa que hubiera sido mejor que sus hijas crecieran sin ese papá alcohólico,
infiel, ahora muy enfermo? ¿O que hubieran crecido solas con usted, con un ejemplo de
mamá trabajadora, responsable, que nadie la maltrata, que nadie la agrede? ¿Cuál hubiera
sido su ejemplo para sus hijas?
—Pues creo que haberme quedado sin él, porque ellas me lo han reprochado y me han dicho
que por qué viví con él.
—Entonces, ¿por qué? Si ya se lo dijeron sus hijas, ¿por qué se hace usted la misma pregunta
ahora con su hijo de 13 años? ¿Se va a esperar a que su hijo de 13 años, cuando cumpla 25,
le reclame también el haber permanecido con su padre?
—No, yo creo que no, creo que debo decidirme.
—Oiga, doña Amalia, ¿por qué no se ha ido?
—Por tonta.
—La neta, la neta, díganos por favor.
—Por lo uno o por lo otro, pero no le quiero decir.
—Entonces, ¿por qué nos habla y juega a que no sabe qué hacer? Si ya sabe qué hacer,
doña Amalia, ¿cuál es su objetivo? Fíjese, hablarnos a nosotros, pretender como que no sabe
nada, hacer como que no entiende nada, y la verdad es que sabe todo, entiende todo y sabe
perfectamente bien hasta lo que tiene su esposo, yo no le creo que no sepa. ¿Doctor?
—Pero falta una cosa, usted nos ha hablado de la probable bisexualidad de su esposo y hay
datos para suponerla, datos que usted conoce perfectamente bien, datos que usted está
omitiendo para seguir pretextando que no lo puede dejar, Pobrecito de su niño de 13 años.
Necesita una figura paterna idéntica a la que usted le da todos los días, la de un borrachín ya
cirrótico, probablemente bisexual y promiscuo sexualmente, con herpes y gonorrea. Esa
figura paterna extraordinaria que, en ocasiones, siendo un enfermo mental como lo es, bueno,
habrá tenido algunas expresiones o algunas conductas que usted haya presenciado, visto
detectado, supuesto, imaginado, sospechado, etc. Debe tener relaciones sexuales con
algunos amigos, comparsas de bebetoria como él o con algún prostituto profesional, un
sexoservidor masculino, ¿qué sabe de eso?, ¿qué nos puede decir? Porque usted fue la que
lo dijo al principio: "Tengo sospechas de que es bisexual"
—Bueno, es que mi esposo no es nada cariñoso, además de que nunca trae dinero, nunca
le alcanza.
—Pero para qué, si usted lo mantiene.
—Pues sí.
—Bueno, pero a lo mejor el que presta los servicios sexuales es él. Yo le pregunté: ¿Por qué
sospecha que él tenga una bisexualidad dentro de su promiscuidad?, usted lo mencionó al
principio, señora.
—Porque yo le encontré dos revistas de puros hombres.
—Y le gusta ver las películas de incesto y películas pornográficas; y además él es el que me
apena.
—¿Le da pena, le exigía a usted sexo anal?
—Él quisiera que yo me dejara que tuviera relaciones por el recto y no quiero.
—¿Pero esto ha sido toda la vida, los 28 años?
—Sí, ¿entonces cómo me dice que era a todo dar la vida sexual, que era el mejor amante del
mundo si le pedía cosas que no le gustaban?
—Bueno, ay, pues es que tal vez yo no quería aceptar todas esas situaciones y yo, aunque...
pues no sé, yo soy hija de alcohólico también y a lo mejor lo que busqué fue un... no, a 10
mejor busqué una persona para seguir viviendo esa relación destructiva.
Oiga, doña Amalia, si ya lo sabe ¿por qué no pidió ayuda, por qué no ingresó a un grupo
Al-Anon?, si ser hijo de un alcohólico o hija de una familia alcohólica no es ningún delito, no
es ninguna vergüenza, el asunto es seguir repitiendo, lo grave, lo dañino, es seguir repitiendo
esos esquemas. Se puede pedir ayuda, hay grupos que están ayudando a hombres y mujeres
que tienen ese problema.
—Y ¿por qué en lugar de pedir ayuda, doña Amalia, a ver, explíquenos, por qué si ya lo sabe,
usted lo sabe, lo está diciendo clarititito, por eso le digo que no entiendo este asunto de jugar
a que no sabe, se le nota que sabe, por qué en lugar de hacerse la víctima, de llorar, cargar
su cruz, hacerse aquí la del valle de lágrimas, la protagonista de la telenovela, por qué en
lugar de eso no se mete a un grupo Al-Anon?, si sabe que es hija de padre alcohólico, se
mete a Al-Anon, se ahorra el 90% del sufrimiento, les da una mejor calidad de vida a sus hijos
y usted vive un poquito mejor, para qué se esperó a hacerle al mártir del calvario?
—Por tonta.
—Pero debe haber un objetivo en eso ¿no? Porque hay que hacerse tonto, pero para ganar
algo, me imagino. 'Tal vez no quitarles el ejemplar padre a sus hijos y en un momento dado
quizá cumplir las bodas de plata, eso es muy importante. Pero son bodas de plata de
sufrimiento. Son bodas de plata de sometimiento, bodas de plata de humillación, bodas de
plata de hacerme que la virgen me habla. El cielo se gana sufriendo.
—Pues no sé cuál cielo, doctor. Oscar Wilde dijo que no existen el cielo y el infierno, que
están por ahí adentro de la cabeza. Aunque hablo con Dios y le digo que no existe porque
me ha tenido en un infierno.
—De las diferencias en el cielo y el infierno, entonces usted vivió el cielo de las bodas de
plata de sufrimiento con su alcoholiquín, está viviendo el paraíso de un niño, de un hijo
disfuncional producto de ese padre que usted ha tenido como ejemplo de 10 que debe ser la
conducta masculina, Y sus hijas se fueron, seguramente por eso se divorciaron, quizá para
huir de 10 que significa vivir con el alcoholiquín y ahí la llevan,
—¿La pregunta para el doctor Lammoglia, doña Amalia?
—¿Debo ayudar a mi esposo todavía para que él se cure o debo dejarlo?
—A' ver, repítame la pregunta: ¿Debo ayudar a mi esposo para que él se cure? ¿Se cure de
qué, señora? ¿De la gonorrea o del herpes?
—Bueno, pues porque él me dijo que si yo lo dejo...
—Él le dijo que si usted lo deja, ¿qué?
—Va a volver a tomar y me va a volver a hacer lo mismo que me hacía antes.
—¿Qué le hacía antes?
—Ah, pues me golpeaba, me aventaba la comida en la cara.
—¿Le aventaba la comida en la cara?
—Sí.
—Bueno, él puede volverlo a hacer si hay una tonta que lo espere, o sea, si usted vuelve a
dejar que se siente cómodamente en la mesa y espera a que le aviente el plato en la cara, o
se cruza de brazos, o se pone cómoda cruzando las piernas esperando a que le pegue. Pues
claro que le va a volver a pegar y hasta a sus hijos, nada más es cuestión de usted. A ver,
¿qué quiere, doña Amalia? Usted quiere seguir sufriendo, ¿verdad? En la alberquita del
sufrimiento, de muertito, de pechito, es a todo dar sufrir. ¿Qué gana sufriendo, doña Amalia?
—A lo mejor me he vuelto masoquista y no puedo vivir sin seguir sufriendo.
—Bueno, pues la mejor de las suertes, doña Amalia. Muchísimas gracias por llamar.
—Hasta luego.
—A ver, doctor, explícame por favor. A estas alturas del partido yo ya no entiendo. Hace un
momento, comentabas al inicio de los comerciales, y esto no lo escucha el público, pero los
comentarios entre comerciales a veces son sumamente importantes, en México nos siguen
enseñando a ser verdaderamente estúpidos, particularmente a las mujeres. O sea, tienes que
jugar a que eres muy bruta para que tengas un valor, muy ignorante para que tengas un valor,
no demuestres que sabes porque si demuestras que sabes o protestas incomodas al
personal.
—Pero yo creo que no es solamente en México, quiero recordar los países orientales, ahí no
existe la mujer, la condición de la mujer es, y lo hemos hablado en algunas ocasiones, menos
de lo que sería necesario. Son condiciones infernales, pero efectivamente, se puede dar la
existencia de un ser humano tan degradado, pero al mismo tiempo tan soberbio que crea que
servirle de trapeador, de jerga o de tapete al mundo, lo va a elevar a la condición de diosa.
Yo no sé si esto sea una paráfrasis del mito de Quetzalcóatl, la serpiente que se arrastra,
pero que tiene plumas para volar y llegar al cielo. Los pueblos prehispánicos creían que el
hombre era un ser defectuoso con los pies en la tierra, era un ser simbolizado por la serpiente,
pero podía elevarse a la condición de Dios a través de los valores del espíritu. Peto yo creo
que la señora no estudió filosofía y evidentemente se ha quedado como rastrera, arrastrada,
sometida a un grado de bajeza incluso frente a sus propios hijos que, por supuesto, no pueden
ver esa fibra materna seguramente como lo que debería ser sino como lo que es, un trapo de
colador puerco, húmedo de lágrimas de cocodrilo, porque las lágrimas que no sirven para
crecer pues no sirven para nada, ni siquiera como lubricante sexual, y ahí se ha quedado en
esa bajeza, en esa carencia total de autoestima no existir excepto como la figura simbólica
de la que sufre, esta sufridora profesional, esta mujer que es para otras mujeres, incluidas
por supuesto sus hijas, resultado de una mala educación o de una "educación lo señalas, de
millones de mujeres en este país: no pensar, no hablar, no opinar, no sufrir o sufrir y no
mostrarlo. Es el principio de la educación de muchas niñas que alrededor de los 3 0 4 años
de edad empiezan a aprender que no hay que opinar, hay que callarse, no hay que sentir,
pero sí hay que demostrar sufrimiento porque les sale re bien, consiguen lo que quieren un
berrido, unas cuantas lágrimas, un decir que me va mal o no me quiere mi amiguita o la
maestra me regaña, y se vuelca literalmente la familia en defensa de esa mujer sufrida.
"Pobrecita" pareciera ser el calificativo más frecuente usado en México para una niña, para
una adolescente, para una adulta o para una anciana... "pobrecita".
"Provocar lástima, fíjate no más, que se compadezcan de mí. Exactamente, cuando hay
otros epítetos, cuando hay otros calificativos, cuando hay otras maneras de decir a una mujer,
qué fregona, qué fuerte, qué capaz, qué independiente, qué dura que eres, pero de a de
veras, no con este tipo de reciedumbre de que lo tengo que aguantar todo para aparecer
como buena, llegar a la miseria, a la miseria de veras, a la desvergüenza con tal de parecer
sufridora permanente oficiosa o institucional, de veras debería de haber un partido PSI,
Partido de Sufridoras Institucionales, porque son todo institución, por eso quieren permanecer
todavía en el carro del sistema a joderme, a sufrir, a trabajar para mantener al que me pega,
me maltrata, me orina, me contagia, me llena de pus y apesta, pero eso sí, que mis hijos
sientan que tienen un padre en casa.
"Un hombre, un hombre, fíjate que a veces no es ni padre, porque ser padre creo que tiene
otra categoría, o sea, una cosa es ser hombre, hombre varón, porque biológicamente así te
tocó en la rueda de la fortuna, y otra cosa es ser padre ¿eh?... y otra cosa es ser padrote
como éste. Esta maravilla del arte del erotismo en la sexualidad, porque no es papá, porque
si le vas a llamar padre, discúlpame, si le vas a llamar padre, fíjate, son tres mujeres, de eso
ya no hablamos con la señora, pero a este señor hay que servirle, lavarle, plancharle, hincarte
cuando llega a la casa, lo que quiera, lo que tú has dicho muchas veces, cállate para que no
molestes a tu papá, no lo contradigas, no le hagan ruido, es que está crudo, tráiganle su
sopita caliente, sus miguitas.
—Por eso me pregunto si eso es ser papá.
—Vele a comprar su cervecita, una grandota porque ahorita ya le va a llegar la cruda y ya ves
cómo se pone, córrele y también yo creo le van a comprar su chile, me dicen que con el chile
se recuperan.
—Sudas, sudas, la enchilada te hace muy bien.
—Entonces, hay una formación cultural en ese sentido, todavía más grave en mujeres
casadas con alcohólicos que saben todo acerca de la enfermedad. Pero hay otra cosa todavía
más grave, mujeres que militan en un grupo familiar Al-Anon de los que se dicen tradicionales
y siguen teniendo esta actitud frente a su borracho, hay que comprenderlo, hay que cuidarlo.
Cuando Al-Anon está para salvarse ellas y ellos, los familiares de los alcohólicos, no para
cuidar borrachos, no para comprender locuras, no para ser totalmente conocedores de lo que
es un delirio, una estupidez lo que están haciendo o diciendo. Eso es muy grave, que aún
dentro de los grupos de Al-Anon, hay mujeres así. Yo no dudo que esta mujer, estuvo casi a
punto de decirlo, que haya ido a grupos familiares Al-Anon de esos tradicionales. —Yo no
creo que haya ido, fíjate.
—En algunos de esos grupos tradicionales sólo van y dicen su verdad, porque dicen que no
hay que tocar al alcohólico, no hay que hablar mal del alcohólico, pobrecito, si dicen que es
un enfermo.
"La señora tiene todo el derecho a seguir sufriendo, me encanta su meta en la vida y es
perfectamente válido. Y que se ponga desde ahorita a trabajar en friega para que compre un
lotezote en el panteón más grande porque se va a morir primero que su cirrótico. Se va a
morir primero que su borracho, se va a morir primero que su herpético y gonorréico marido.
Imagínate, ¿sabes cuánto tiempo lleva eso ya? ¿Cuánto lleva gestándose ese asunto? Ya va
a cumplir las bodas de plata (de sufrimiento) el año que entra, con su querido compañero,
ese prodigio de compañero Sexual que tiene, ese hombre que se ha ganado el amor de ella
y seguramente el respeto de sus hijos. Y que en 28 no lo ha dejado, porque es buen amante.
"Lo mismo va a hacer el niño de 13 años que ya reprobó tres materias. Se estará diciendo:
"Si para que me mantengan, para que me cuiden, para que me den de tragar, para que me
permitan ser un holgazán como se lo ha permitido mi mamá a mi papá, yo tengo que chupar,
pues venga el pomo, al cabo que ya sé cómo resolver mi vida". Ése es el ejemplo para el
niño. Mejor, señora, en lugar de inscribirlo de nuevo, pues dígale el camino a la pulcata o a
la vinata más cercana, o dele de paso del pomo del papá, dele de chupar a éste, ya encontró
el camino de su carrera de alcohólico. Ser alcohólico a veces es una profesión.
—Oye, doctor, el partido que tu habías dicho, el Partido de Sufridoras Institucionales, yo te
propongo que se llame Partido Único de Sufridoras para que sea el PUS. ¿Es usted del PUS
o no es del PUS?
—Partido Único de Sufridoras, ésas son las que celebran 25 años de sufrimiento, 32 de
martirologio y todo eso. Está bien, o sea, el asunto es que si así lo deciden es correcto.
—¿Cuál sería el lema de campaña del PUS?
—"Con el sufrimiento hasta la ignominia".
—Estamos hablando con Jorge, un caballero de 45 años. Él nos cuenta que hace un mes
se salió de su casa porque manoseó a su hija de 10 años.
—Quiero ayuda moral, quiero ayuda psicológica, quiero recuperar a mi familia, y si no la
puedo recuperar, por lo menos quiero recuperarme yo para no seguir haciendo daño.
—Jorge, cuando habla de haber manoseado a su hija, y me pongo a pensar en sus 45 años
y en su deseo de no seguir haciendo daño, pienso necesariamente que usted ha hecho daño
antes. ¿Es así?
—No. Yo crecí en una familia de muchos hermanos, mis padres trabajaban y nos
descuidaban. Yo viví mi juventud en la calle y ahí vi muchas cosas. Yo no recuerdo haber
hecho daño anteriormente, sin embargo, lo voy a comentar porque es algo que también se
dio en esta situación: hace un año que pasó lo de mi hija, hace un mes la maestra en la
escuela les habló a los niños que no debían dejar que nadie los tocara y mi hija reflejó esto
llorando. Ella habló con la maestra y le dijo que su padre la había violado, la maestra entonces
habló con mi esposa y se lo comentó. Mi esposa habló conmigo y me preguntó qué había
pasado, yo le expliqué que hacía un año la había manoseado. Yo me siento muy mal y me
dije "esto no puede ser así'. Primero mi esposa se fue de la casa por unos días, entonces yo
agarré mis cosas y me fui. Lo que yo quise hacer fue tomar acciones y ver por qué había
llegado a esto, porque yo no quiero ser así.
Después de esto, se juntó la familia de mi esposa y ahí hablaron dos hermanas menores
que tienen 27 y 30 años. Ellas dijeron que yo también había abusado de ellas. Yo lo negué,
pero mi esposa duda sólo de una de ellas porque hace como unos cinco años fue violada. Yo
sé que una persona violada presenta unas secuelas, pero ella nunca presentó nada de eso.
Esto lo sé porque me lo comentó mi esposa.
—Don Jorge, ¿usted es alcohólico?
—Lo fui. Yo me casé al día siguiente que se mató mi hermano. Inclusive pasaron como tres
meses en los que yo no pude tener relaciones con mi esposa, tenía una fuerte depresión y
mucho nerviosismo. Año y medio después muere mi madre y a los dos años muere mi padre,
y eso fue mi "pretexto" para tirarme al alcoholismo.
—¿Su padre era alcohólico?
—No. Él tomaba muy poco.
—¿Su madre era alcohólica?
—Sí, mi madre era alcohólica. Bebía cada ocho días y éste era el principal problema que
tenían mis padres. Cuando mi padre llegaba de trabajar los sábados, mi madre ya tenía unas
copas encima porque se iba a tomar con una comadre. Eso lo presencié por mucho tiempo.
—Don Jorge, ¿en algún momento de su infancia o juventud, recuerda usted haber sido
víctima de algún tipo de abuso sexual?
—No, lo que yo recuerdo es que cuando yo tenía como cinco o seis años unos muchachos
más grandes que yo, como de 18 años, me hicieron que los masturbara a los dos, pero nada
más. Lo más grave que yo recuerdo haber sentido en mi infancia es eso.
—Don Jorge, eso es abuso sexual. Dígame, en su familia ¿recuerda usted que se haya
dado alguna vez el abuso entre algunos de sus padres y un hijo, o entre hermanos?
—Esto es muy difícil. Tenía un tío que murió hace un año, y por lo que me enteré, él
manoseaba a una de mis hermanas mayores. Otro es el caso de mi hermano mayor, parece
ser que él manoseó a sus hijas, inclusive intervino mi madre diciéndole: "Vamos a aclarar
esto con tus hijas y con tu esposa". Pero ellas no quisieron aclarar nada, mi hermano se fue
de su casa y nunca regresó. Esto sucedió hace más de 35 años. Él se volvió a casar.
—¿Por qué cree usted que en su familia algunos de los varones abusan de las mujeres
menores?
—No sé, debe ser un desajuste que tenemos. Yo no lo sé, no lo comprendo.
—¿Estaba usted tomado cuando abusó de su hija? —No, estaba sobrio.
—Cuando yo era alcohólico, porque obviamente el alcohol da muchos problemas a la
familia...
—¿Ya dejó usted de beber?
—Entonces no ha dejado de beber, no ha tapado definitivamente la botella.
—No, Yo tuve muchos problemas con mi esposa en de mi alcoholismo y eso afectó nuestras
relaciones siempre le achacaba que era ella una mujer frígida y la verdad el problema era yo.
—¿Qué fue lo que lo llevó a usted a hacer lo que hizo con su hija?
—No lo sé. En el momento yo sentí satisfacción, pero después, cuando reaccioné, me dije:
"Estás loco, ¿qué te pasa?" Me subí a mi recámara y me encerré. Cambié mi forma de ser,
me volví más más ecuánime. Pero ahora me siento muy mal por lo que sucedió. Lo único que
le puedo decir es que en ese momento me sentí bien, en esos segundos que pasaron.
—¿Cuál fue la reacción de la niña?
—Muy tranquila. Yo no vi que aparentemente se hubiera traumado, no contó nada, pero
cuando habló la maestra y vi que ella lo había tomado como una violación y lo expresó
llorando, yo me sentí muy mal.
—¿Habló ya usted con su hija?
—A la niña yo le ofrecí una disculpa, hablé con ella, pero...
—Usted habla de sólo un manoseo y su hija habla de una violación. ¿Me podría explicar
qué fue realmente lo que sucedió?
—Fue un manoseo en sus piernas y sus nalguitas, no una violación como la entendemos.
—¿Cuál es su pregunta para el doctor?
—Mi pregunta para el doctor es si yo me puedo llegar a recuperar, por eso pido ayuda
psicológica, para no hacer más daño y ser una persona normal. Quiero que mi familia y yo
tengamos una recuperación emocional y psicológica de tal manera que, si yo no pudiera
reintegrarme a la familia, por lo menos pudiera yo estar emocionalmente bien.
—¿Qué es lo que más le duele, lo que más le asusta de este acontecimiento?
—Bueno, lo que más me asusta es que me vuelva a suceder con otra gente y lo que más
me duele es estar lejos de mi familia, me siento muy triste, me siento abatido y Dios sabe por
qué no he podido salir adelante. Yo me siento muy mal de estar solo.
Tengo miedo que yo vuelva a abusar de una persona o hacer algo que no debo de hacer.
—¿Cuántas hijas tiene?
—Tengo tres y un niño. Mi hija mayor tiene 19 años, después está un niño de 13, después
la de 10 y luego una de 9.
—¿Por qué deliberadamente escogió a la de 10? ¿Qué es lo que le gusta de esta niña
físicamente? ¿Qué le resultó atractivo y cómo planeó y pensó días antes, u horas antes o
instantes antes, lo que iba a hacer? ¿Será porque es una niña bonita, muy cariñosa, muy
sensible? ¿Cómo se lleva ella con la mamá?
—Con su mamá se lleva muy bien.
—¿La niña es bonita, cariñosa, sensible, tímida, callada?
—Es un poco tímida y callada. Sí hay comunicación entre ella y su mamá, pero no sé por
qué en ese momento no le contó nada.
—¿Cómo se siente usted ahora?
—Yo me siento muy mal, pero yo lo tenía que decir, ya no me lo podía guardar, lo tengo
que decir para que la demás gente, si están escuchando, no sean estúpidos como yo. La
verdad es que yo quiero ser otro. Porque los padres somos el ejemplo de los hijos, imagínese.
No quiero que mi hijo sea como yo.
—¿Doctor?
—Yo quisiera pedir a su esposa que tome la bocina del teléfono, ¿está usted en su casa?
—Estoy en mi recámara porque vine a dejar el dinero de la pensión.
—Doña Cristina, muchas gracias por acceder a platicar con nosotros. La verdad les
agradecemos muchísimo esta oportunidad. ¿Cómo se siente usted después de lo que acaba
de escuchar?
—Yo me siento muy triste por todo esto que pasó en mi familia, Me da tristeza porque
¿cómo puede uno convivir con una persona tanto tiempo sin darse cuenta de esta situación?
porque esta persona lo hacía sin amenazar ni nada. Entonces yo nunca me di cuenta de
nada, Algo que me llamó la atención es que uno antes de que pasara esto, mi hija la mayor
me decía que ella había como soñado, o sentido entre sueños, que le pasó lo mismo.
Entonces yo le dije a mi hija que a lo mejor le pasó lo que a mí cuando yo era chica, que se
siente uno como que le oprimen el pecho, como que se quiere uno mover y no puede, le dicen
a uno que se le recargó el muerto. Así fue la conversación, pero ahora que mi otra hija refirió
lo que había pasado con su papá, yo inclusive le pregunté: "Si tú hiciste eso con esta niña,
¿no lo hiciste también con tu hija mayor?" Puntualizó que no, él lo niega, pero yo con esto ya
no sé ni qué pensar.
—Señora, ¿cómo era él en la intimidad con usted?
—Las cosas entre nosotros estaban bien, nada más el problema era cuando él tomaba. Si
los niños estaban dormidos, él llegaba a hacer ruido y los despertaba, y a mí me daba mucho
coraje que hiciera eso. Era cuando teníamos problemas, pero finalmente nos llevábamos
bien. Hubo una época en que sí mostró mucha agresividad con mi niña, de la que abusó, yo
hasta le pregunté si no la quería, por qué la trataba así, y él decía: "No sé qué me pasa con
ella". El caso es que siempre la hacía sentir mal y hasta le llegó a pegar. Yo le tuve que poner
un hasta aquí para que no maltratara a la niña. Esto sucedía en especial con ella.
—¿Cómo eran sus relaciones sexuales?
—Eran buenas. Si en ocasiones él me decía que yo era frígida, pienso que lo hacía para
hacerme sentir mal cuando a veces discutíamos por alguna cosa; entonces él me hacía sentir
eso que pensaba. No hemos tenido relaciones desde hace un mes, desde que salió de la
casa. Yo le pedí que se fuera de la casa y entonces cambié las chapas para que no pudiera
entrar en cualquier momento. Consulté con una psicóloga para qué nos ayudara a mis hijos
y a mí porque estábamos muy desesperados por esta situación. Yo le comenté a la psicóloga
que si era conveniente que lo vieran los niños y ella me dijo que si ellos querían verlo estaba
bien y si no, pues no. El que a veces lo extraña y se Pone triste es mi hijo de 13 años. Él sabe
la razón por la que su papá no está en la casa, la psicóloga platicó con él y le comentó la
situación. Mis hijos son niños muy inteligentes, en la escuela van muy bien. El niño en este
bimestre me reprobó nada más una materia, pero fue por esta situación.
—Señora, le voy a hacer dos preguntas, a usted en lo privado: en la confianza y en el cariño
que se tienen su hija y usted, ¿qué le ha comentado ella de este suceso? Ésa es la primera
pregunta. La segunda pregunta es: ¿cómo ha reaccionado su hija mayor, que también es una
probable de víctima y yo casi lo podría asegurar, con esto? ¿Qué cambios ha notado usted
en ella?
—Pues sí, yo veo que está muy afectada, inclusive rompió su relación con un novio que
tenía desde hace tres años. La psicóloga me comentó que se había refugiado en este
muchacho y que ahora está muy afectada con esa situación y con la de la casa. Ella me dice:
"Mamá, haz lo que tú quieras hacer, yo te apoyo". Hablamos y quedamos en que su papá se
iba a ir de la casa y yo me voy a divorciar, incluso ya el jueves tenemos la primera audiencia.
—No me respondió la primera pregunta: en la intimidad y en el cariño que se tienen su hija
de 10 años y usted, ¿qué le ha comentado ella sobre lo que sucedió y cómo se siente?
—Primero ella se había mostrado, así como muy cohibida, como triste. Después de que ya
habló todo lo que había pasado y que nos empezó a tratar la psicóloga, yo veo que platica
más conmigo, juega, veo que está tranquila.
—Señora, lo que yo quiero precisar es lo siguiente. Me da la impresión de que su esposo
trata el incidente de incesto muy suavecito, como si no hubiera pasado nada. ¿Cómo lo
describe la niña?
—Ahorita que estábamos escuchando en el radio lo que dijo mi esposo, mi niña me dijo;
"Sí, mamá, eso que dijo mi papá es lo que pasó". Contó que en las vacaciones que tuvieron
los niños ella se quedó un día sola con su hermano a ver una película. Ella usa una colchita
y cuenta que la bajó y su papá se le acercó al sillón donde estaba sentada y empezó a meter
la mano "en mis calzoncitos y en mi pompis", Ella refiere esto y que le tocó sus piernas.
—Doña Cristina, ¿alguna pregunta especial para el doctor?
—Lo que yo le comentaba a mi esposo, por lo que oigo con el doctor, es que estas personas
no tienen cura, ¿no? Inclusive yo tengo como un año de escuchar al doctor y oigo sus
comentarios. Inclusive yo le decía a mi esposo: "Oye, el doctor a los violadores les dice cosas
fuertes, les dice que son unas mierdas y que a veces uno los tiene sentados hasta en la
mesa". Él se me quedó viendo y me dijo: "Tú le hace mucho caso al doctor". "Sí, le dije, él
trata mucho estos asuntos, los vive a diario puesto que es su trabajo".
—¿Por qué habló su esposo al programa?
—Habla porque él dice que quiere recuperarse, que quiere recuperar a su familia y que
estemos bien todos.
—Antes de que sucediera el abuso, ¿cómo se llevaba la familia?
—Estábamos bien, salíamos con frecuencia. Él no era muy expresivo ni muy cariñoso, pero
sus hijos se llevaban bien con él. Con la que si a veces tenía choques era con mi hija la mayor
porque ella siempre le ha reprochado su alcoholismo, que cuando ella tenía asuntos para ella
importantes en la secundaria o alguna fiesta que la invitaban mi esposo siempre tomaba un
día antes del evento y esas cosas fueron muy dolorosas para ella. Esto hacía que chocaran
mucho ellos en su manera de pensar y tenían conflictos, nunca terminaban bien una
conversación porque siempre se enojaban.
—Usted dice que nos ha escuchado por más de un año: Se habrá dado cuenta que muchos
de los casos de las llamadas que tenemos son de madres que se encuentran ante la
disyuntiva de divorciarse o seguir siendo mantenidas, ante la disyuntiva de ¿qué vamos a
comer si yo no trabajo? Fundamentalmente por asuntos económicos o por un mal entendido
amor. A diferencia de esas mujeres, usted ya tomó una decisión, usted está en trámite de
divorcio, está apoyando a su hija, a diferencia de otras mujeres. Me puede decir qué fue lo
que la llevó a tomar esta decisión y enfrentar y aceptar que el agresor sexual estaba bajo su
propio techo?
—Lo que me llevó a tomar la decisión fue pensar que ya le hizo daño a una de mis hijas, tal
vez ya le hizo daño a mi hija mayor, porque probablemente ya sucedió, y no querría que
pasara así con mis cuatro hijos, porque no sé si estas personas con lo enfermas que están
pudieran también abusar del niño, por eso fue que lo corrí de la casa.
—¿Qué piensa hacer ahora, de qué va vivir, cómo piensa organizarse?
—Yo me pienso organizar en la cuestión de trabajar, no sé si encuentre trabajo, yo pienso
que algo puedo hacer, no me voy a quedar sentada. Inclusive mi esposo tiene un auto que
me dejó y ya lo mandé pintar para meterlo de taxi y podernos ayudar.
—Señora, le agradezco muchísimo sus comentarios, vamos a escuchar al doctor, pero
antes yo sí quisiera insistir en agradecerles a ambos la posibilidad de darnos acceso a las
dos partes de un conflicto como es éste, un conflicto familiar severo.
—Bueno, voy a tener que hablar en el doble papel, como psiquiatra y como criminólogo.
Comentábamos fuera del aire que hay que ser muy cuidadoso cuando se habla como
criminólogo porque esta ciencia estudia el delito y al delincuente, y que en muchas ocasiones
al criminólogo lo cuestionan los juristas porque pareciera que al tratar de explicar la naturaleza
del delincuente pareciera que lo defiende, y no es así, simplemente explica por qué alguien
llega al delito y las repercusiones psiquiátricas que tiene. Desde luego, nos encontramos con
una familia alcohólica típica, tan típica que describe en forma extraordinaria 10 que sucede
en un número muy importante de familias alcohólicas. Y es una familia en la segunda
generación de enfermos, por lo menos conocida. Encontramos incesto y alcoholismo desde
la madre; cuando menos del ofensor sexual, que en este caso es nuestro radioescucha que
llamó, encontramos incesto, abuso sexual, maltrato físico y emocional desde la generación
anterior, y nos encontramos a un niño que es abusado sexualmente alrededor de los cinco
años de edad y que hoy es un ofensor, Esto cumple la primera premisa en esta cadena
criminal y criminogénica, es decir, generadora de delitos que es el abuso o el maltrato, ambos
nombres son correctos.
"Este niño, hoy hombre y delincuente ofensor sexual, fue un niño abusado sexualmente, un
niño maltratado e hijo de madre alcohólica, tres elementos que permiten criminológicamente
explicarse parte del comportamiento de este sujeto. Primero, genéticamente tenía, como ya
lo hemos demostrado, todas las posibilidades de ser un enfermo alcohólico activo, y lo es ya
en franco proceso de negación de la enfermedad. Hay que ver que él ni siquiera ha visto su
problema de alcoholismo como enfermedad y esto lo digo como psiquiatra, esto explica para
el público y para la familia de este niño el grado de inconciencia brutal que padece este
alcohólico, porque relata el delito de una manera tan plana como el resto del discurso tanto
cuando él fue víctima de abuso sexual como cuando abusa él sexualmente de hija. El tono
del discurso, del testimonio, no varía, se el incesto, se ve el abuso sexual como un evento
más. Da una serie de argumentos, "es la más cariñosa", para haber seleccionado a la víctima
tímida, introvertida, sensible, tal como hemos intentado describir a las víctimas de abuso en
el libro que republicamos. *
"Siguiendo con el historial de este sujeto, no sabemos cómo se llega a casar, no sabemos
a qué grado universitario llega, no sabemos en qué trabaja, porque en este momento no fue
importante. Lo importante para el público y para nosotros es que éste es un sujeto que hasta
antes del delito denunciado parece, a todas luces, una persona completamente normal e
inofensiva.
5. La culpa
En el ámbito de la familia alcohólica, la culpa juega un papel determinante en los roles en los
que todos los integrantes de la familia se embarcan.
Primero se presenta la culpa del enfermo, principalmente en la etapa posterior a una
borrachera y que algunos llaman "cruda moral". Esta culpa lo coloca en un sitio de
vulnerabilidad y es común que sea aprovechado por los demás miembros de la familia para
obtener concesiones, dinero, etc. Él, dentro del tormento de su propia culpabilidad, hará todo
para compensarlos. Cuando un familiar o amigo saca beneficio de la adicción del otro, se ha
convertido en un codependiente. El chantaje sentimental es un claro ejemplo de esta
situación.
Pero también existe una culpabilidad imaginada en los parientes; la esposa puede pensar
que su marido bebe debido a que ella no es lo suficientemente buena, bonita, amable, etc.
Entonces, puede actuar como protectora de la dependencia y pasarse la vida tratando de
remendar los daños causados, corno ir ella a pagar las deudas, pedir disculpas por las
escenas embarazosas, etcétera.
La culpa siempre inventa culpas nuevas: una persona puede no pedir ayuda porque se
siente culpable y al mismo tiempo sentirse culpable por no hacer nada.
Pero sentirse culpable no sirve de nada. No importa qué tan consciente se haga la culpa,
qué tanto se padezca el dolor del remordimiento, no sirve para arreglar nada. Lo único que
puede ayudar es la acción y la acción se debe llevar a cabo por uno mismo. La persona
atormentada por la culpa debe darse cuenta, antes que nada, de que no es culpable, no
porque yo lo diga, debe verlo por sí misma para aliviar el sufrimiento. Si cometió errores en
el pasado, puede tomar acción para remediar lo que se pueda remediar en el presente. Por
eso es tan importante saber que el alcoholismo es una enfermedad, y que como en tantas
otras no hay culpables.
Por ignorancia, se trata de buscar culpables, una razón que justifique el problema.
Curiosamente, las personas que más culpa sienten internamente son las que más culpan a
los demás, en un deseo de liberarse de esa culpa. En realidad, esto no las libera de nada y
sólo aumenta la imposibilidad de ver la verdad que sí las liberaría.
Nadie está exento de culpa. Como sucede con todas las emociones que poseemos, la culpa
tiene un propósito. Es parte de nuestra supervivencia psíquica. Muchos de nosotros nos
sentimos culpables sólo ocasionalmente. Pero hay quienes se sienten culpables la mayor
parte del tiempo. Algunos sienten culpa en casi todo lo que llevan a cabo, creyendo que todo
lo que sale mal es culpa suya. Viven en un laberinto de excusas. "perdón, disculpe", grita
constantemente su culpa. Podemos cargarnos constantemente de mucha culpa y castigarnos
sin ningún motivo real, si poseemos una conciencia muy tiránica.
Desafortunadamente, muchos de nosotros vivimos como presos en una continua y
dramática sala del tribunal esperando a oír el veredicto: "Culpable o inocente". Éstas son de
las palabras más temidas en nuestro lenguaje, tanto para un prisionero actualmente acusado
como para aquellos de nosotros que fantaseamos ser prisioneros y jueces en varias
ocasiones al día. Probablemente, muchas veces en un lapso de una hora.
Esta escena de la sala del tribunal es una representación dramática del argumento interno
de nuestras vidas. Jugamos todos los roles: prisionero, abogado defensor, demandante o
acusador, juez y jurado. Como demandante, buscamos el veredicto culpable. Como abogado
defensor, imploramos inocencia.
La culpa, en un sentido, podría ser llamada nuestro "asesino número uno". Sobrepasa, por
mucho, al cáncer, ataques cardiacos, accidentes, adicciones, suicidios, asesinatos, ya que la
culpa es el mayor contribuyente a todo esto.
La culpa puede llevarnos a sufrir enfermedades físicas, a sufrir un accidente, a volverse un
adicto y conducirnos al suicidio, o a cometer un asesinato.
Si tan solo pudiéramos despojarnos de la culpa irracional, fuente de la mayoría de nuestros
miedos y angustias, muchos de nosotros viviríamos más tiempo, ahorrándonos gran cantidad
de dolor en nuestras vidas.
Algunos se sienten tan culpables que nunca son capaces de contraer matrimonio. O la culpa
los orilla a casarse un sinnúmero de veces, son incapaces de sobrellevar la intimidad de una
pareja sexual perdurable. Otros se sienten tan culpables con su pareja, que se involucran en
amoríos promiscuos o esconden una segunda relación sexual ilegal. Existen aún otros cuya
culpa los obliga a mantenerse con una pareja marital que les desagrada; buscando cl castigo
para su odio.
La culpa puede hacernos vivir una vida insatisfecha, des. viada o atemorizada. O trabajar
en forma compulsiva, o ser incapaces de trabajar pidiendo a otros apoyo. La culpa puede
asfixiar nuestra creatividad y restringir nuestro natural espíritu de imaginación. Debido a
nuestra culpa nos castigamos en formas que sólo nos conducen a la pena y al fracaso,
Las semillas de la culpa son sembradas en la cuna. Sabemos del sentimiento de cólera
desde el momento en que corno bebés abrimos nuestra boca para gritar porque tenemos
hambre, frío, estamos mojados o nos duele algo. Poco a poco aprendemos que el sentimiento
de culpa se deriva del enojo, Para el término del primer año de vida, estamos tácitamente
instruidos a que no nos sean gratificados ciertos actos, como gritar y hacer una rabieta; a
medida que reprimíamos nuestra cólera nos sentíamos frustrados, enojados y después
culpables.
Como niños, se nos enseña a observar muchas reglas que restringen nuestras actividades.
Aprendemos a controlar nuestros sentimientos de codicia, envidia, deseo sexual, odio y celos.
Ya no podemos seguir llamando al mundo "nuestra ostra" y demandar todas las perlas. Éste
fue nuestro privilegio sólo como infantes desvalidos.
Para la mayoría de nosotros, el florecimiento de la corriente de culpa se siembra en los
pasados castigos y amenazas. Aun sin que se cometa un crimen, las amenazas producen
culpa,
La manera en que se forme nuestra conciencia determinará la severidad de nuestra culpa.
Muy poca culpa o demasiada (cualquier extremo) creará deseos destructivos hacia uno
mismo y hacia los demás, ya que aprendimos lo que estaba "bien" y lo que estaba "mal" de
nuestros padres. Más adelante oímos de lo "bueno" y "malo" catalogado así por nuestras
hermanas, hermanos, abuelos, tíos, maestros, amigos y líderes religiosos.
Un niño de dos años y medio puede estar presionado por su madre para aprender a leer y
aun cuando él quisiera complacerla, esto no está dentro de sus capacidades. Se siente
primero enojado con ella por imponerle una tarea tan difícil y después culpable.
Muchos niños se encuentran en conflicto ante el deseo de masturbarse y la orden de sus
padres de que deben reprimir el tocarse las partes de sus cuerpos que les produzcan placer
También entran en conflicto cuando se les obliga a entrar a la escuela y a abandonar la
libertad dejugar a su antojo. Y cuando se les dice que no deben pegarle a un niño que se ha
apropiado de un juguete suyo.
El miedo más grande de un niño es que sus padres lo abandonen, lo que significa la muerte
para él, ya que piensa que no podrá sobrevivir sin ellos. Los gritos de un niño pequeño que
teme que su madre lo abandone para siempre, aun cuando ésta sólo se ausente unos cuantos
minutos, ponen de manifiesto el temor a morir. También piensa que morirá si sus padres lo
rechazan o manifiestan odio y violencia hacia él, Tiene el temor adicional de que la muerte lo
tomará de improviso por su enojo ante el violento, rechazante y amenazador padre que lo
"puede abandonar".
No es accidental que la mayoría de los asesinatos cometidos por adultos ocurran cuando
el ser amado amenaza con abandonar. El que asesina no puede soportar el hecho de ser
abandonado. Revive el devastador terror de su infancia de que su madre lo ha desamparado,
que lo ha dejado morir.
El suicidio es un asesinato que se comete hacia uno mismo. El hombre, o mujer, cuando se
suicida, se ataca a sí mismo en lugar de asesinar a alguien que lo pudiera abandonar. Prefiere
la muerte al abandono, lo invade el miedo de su infancia cuando sentía una rabia agonizante
y después culpa a los padres que lo abandonaban cuando él tenía necesidad de ellos.
Ellos pudieron también amenazarlo de abandono, si no se comportaba como ellos querían.
No existe el amor puro, siempre tiene algún matiz de odio, ya que nadie es perfecto. La
ambivalencia que todos experimentamos por aquellos de quienes dependemos durante
nuestra vida temprana es la que crea nuestra culpa. Donde hay amor no hay culpa y donde
hay odio existe la culpa. Podemos odiar a alguien y no sentirnos culpables por ello, como es
el caso de Hitler o de un adulto que abusa sexualmente de un niño. Pero la ráfaga de odio
que sentimos por alguien a quien necesitamos, amamos o valoramos (padres, hermanos,
hijos; esposo, esposa, amigos) será, generalmente, seguida del sentimiento de culpa.
De niños, necesitamos tan ávidamente el amor de nuestros padres que reprimimos todo
nuestro enojo para conseguirlo, ya de adultos nos sentimos culpables de nuestra intensa
cólera reprimida cuando algo provoca que ésta se active. Los padres pueden estar muertos
o vivir a muchos kilómetros de distancia, pero seguimos buscando el amor y la aprobación de
cuando éramos niños. Estas actuales "voces" de reproche nos perseguirán de por vida si no
estamos en paz con ellas.
La mayoría de los hijos de padres rechazantes están enojados y deseando la muerte de los
mismos. Cada niño que desea esto para sus padres vive esperando la represalia y el severo
castigo (ojo por ojo). Un niño que desea la muerte para sus padres (y la mayoría lo hacen en
un momento de ira), se siente el acusado en la corte. Muchos de nosotros, desde la infancia,
nos aprisionamos en jaulas psicológicas porque no podemos tolerar la culpa que sentimos
ante el deseo de ver muertos a nuestros padres.
La mayoría de los adultos no reconocemos el hecho de que a los niños se les maneja con
culpa. La extrema vulnerabilidad de la infancia crea profundas culpas porque un niño es tan
dependiente del amor de sus padres, que no se atreve a expresar su cólera. Los padres son,
asimismo, ambivalentes, pero si un padre antes que nada ama a su hijo, el niño se amará a
sí mismo y amará a su padre. Por otra parte, si el padre odia a su hijo, el niño se odiará a sí
mismo y odiará a su padre.
El niño absorbe psicológicamente la evaluación que su padre hace de él y la acepta como
propia. El niño también acepta como propio el estilo de vida de sus padres.
Muchos niños se culpan a ellos mismos y sienten que son "malos" con tal de mantener el
amor de sus padres, aunque pueden pensar que son los padres los que están en un error.
Este conflicto también se presenta en el empleado que prefiere sentirse inadecuado que
discutir con un jefe injusto y arriesgar así su seguridad. O en la esposa o esposo que se
somete a las excesivas demandas de su pareja por miedo a enfrentar un posible abandono.
Una de las razones por las que aceptamos la culpa tan fácilmente es porque desde muy
temprana edad se nos enseña que el enojo no es una emoción aceptable, que debemos
"poner la otra mejilla".
En ocasiones, cuando estamos encolerizados, arrojamos una almohada, damos un portazo
o golpeamos un objeto en lugar de atacar a la persona que nos hizo enojar. También aparece
la culpa por el simple hecho de haber deseado dañar a alguien. Con frecuencia, el receptor
de nuestra rabia no se siente tan herido como lo imaginamos, pero permanecemos
convencidos de que debemos ser castigados.
La culpa no es ni más ni menos que la creencia de que debemos purgar por algo que hemos
hecho para dañar a alguien que nos interesa. O por haber ido en contra de los principios en
los que creemos.
A menudo se dice, y con verdad, que los niños y los adultos algunas veces se castigan a sí
mismos más severamente de lo que fueron castigados por sus padres. El niño magnifica la
amenaza y el castigo —y la culpa— por el miedo a perder el amor de sus padres. El niño que
se golpea la cabeza ferozmente contra la pared pudo haber sido sólo golpeado ligeramente
en el trasero por haberse portado mal.
La conciencia de los niños es severa porque creen a sus padres todopoderosos y temen su
cólera. Los padres, ante sus hijos, son dioses que poseen el derecho a decidir su vida o su
muerte. Una simple asignación declarativa se vuelve, ante el niño, un mandato. Como adultos
transferimos esta posesión de poder fantaseada a aquellos con quienes nos casamos, a
nuestros empleados y a nuestros amigos. Miramos a otros como tiranos omnipotentes, ante
quienes debemos subyugarnos.
Como adultos, traemos al amor muchos recuerdos y fantasías que forjaron nuestras
confusas emociones de amor y odio durante nuestra infancia y adolescencia. Esto significa
que seremos presas de cierta cantidad de culpa; sin embargo, estamos aptos para sepultar
el odio que se perpetúa en culpa, renunciar a la culpa y liberarnos de ambos.
EL DOBLE MENSAJE
Necesitamos cierta cantidad de culpa para atender las demandas sociales, y no es la culpa
per se sino la sobredosis de culpa la que nos hace sentir, a la mayoría de nosotros, culpables
de crímenes que jamás hemos cometido.
Algo que hace que la culpa sea excesiva, y con tal frecuencia universal, son los dobles
mensajes que los padres mandan
Al niño se le dice: "fíjate antes de saltar", pero también: "el que titubea pierde". El niño está
confundido, quiere cumplir con los edictos de sus padres, pero se cuestiona cómo fijarse
antes de saltar, si el que titubea "pierde".
Cuando al niño se le dice "coopera, pero sé agresivo", "diviértete, pero trabaja duro", "sé
asertivo, pero obediente", se queda perplejo. Entonces siente coraje ante estas órdenes para
llevar a cabo lo imposible. Los niños saben que no pueden desempeñar órdenes conflictivas
y al intentar gratificar el deseo de sus padres, tratan de darle sentido a las órdenes, las cuales
carecen de él.
El niño se siente culpable ante los dobles mensajes por dos razones: por la cólera que
genera hacia sus padres por pedirle que haga algo imposible, una cólera que produce
sentimientos de culpa, y por la creencia de que merece ser castigado, ya que es culpable
porque falló en llevar a cabo lo que sus padres le ordenaron —de alguna manera mágica se
espera que el niño supere lo insuperable—. Los dobles mensajes se cargan en la mente
inmadura del niño a medida que trata de imaginarse cómo justificar su enojo ante los padres
que cree que nunca se equivocan.
Imaginen a una mujer de 35 años que ha sido víctima de dobles mensajes a lo largo de su
vida. Su madre la incitó a que sea tanto complaciente —"nunca contraríes al hombre que
amas"— como agresiva—"no permitas que ningún hombre te detenga de aquello que quieras
lograr"—. Su madre también le decía que se vistiera sensualmente y que coqueteara con los
hombres, pero que nunca permitiera que la tocasen. Sus padres reñían constantemente; a
veces ella intervenía y con frecuencia sentía que si le daba la razón a su padre estaba
traicionando a su madre y viceversa.
Estos dobles mensajes tuvieron repercusiones en su vida adulta: ella comentó con una
amiga que sufría de sentimientos de culpa desde que habría los ojos por la mañana hasta
que se dormía en la noche. Le explicaba: "Me levanto sintiéndome culpable de haber soñado
lo que soñé. Después de sentirme culpable de no haber tenido el suficiente tiempo para
servirle un desayuno decente a mi marido, antes de que ambos saliéramos corriendo hacia
el trabajo. Después de la comida salgo disparada a tomar un taxi que me lleve a la oficina,
me siento culpable de gastar tanto dinero, pero el autobús es demasiado lento. Si llego dos
minutos tarde a mi trabajo me siento culpable. Después, como no tuve tiempo de prepararme
para la "gran tarea", me siento en las reuniones y permanezco en silencio sintiéndome
culpable. Es como un círculo vicioso de culpas del que no puedo salir".
Esta mujer durante su infancia fue víctima de dobles mensajes que le produjeron confusión,
terror, cólera y culpabilidad. Ella siempre trató de ser la "niña buena". Cada vez que trataba
de afirmarse a sí misma sentía que estaba destruyendo a alguien y que podría perder el amor
de aquellos de quienes dependía emocional y económicamente. No podía sentirse
independiente y segura de sí misma, ya que irremediablemente se castigaba a sí misma por
sus sentimientos de culpa.
Hasta cierto punto, los dobles mensajes los sufren todos y cada uno de los niños ya que la
mayoría de los padres los usan. Asimismo, los padres, algunas veces, mandan a sus hijos
dobles mensajes en relación con sus sentimientos sexuales. Un padre besará y abrazará a
su hijo y le demandará al niño besos y abrazos, pero cuando el niño empieza a desarrollarse
físicamente y el padre encuentra cierta estimulación ante las caricias del hijo, en forma
abrupta cesa todo contacto físico. El niño, confundido, se pregunta qué es lo que ha hecho
mal para que su padre dejara de amarlo; se siente rechazado, después enojado y más tarde
culpable. Éste es un doble mensaje muy común en los padres que sutilmente seducen a los
hijos cuando son pequeños y después, en forma encubierta, los rechazan a medida que éstos
crecen.
El niño no sabe cómo recuperar el amor de sus padres, una pérdida de la que él se siente
culpable.
La mayor parte de los adolescentes son en principio ambivalentes. Aparentemente buscan
su independencia, pero anhelan secretamente la dependencia familiar. Quisieran actuar de
acuerdo con los impulsos sexuales que de ellos brotan, pero también buscan control. Algunos
padres les transmiten a sus hijos (niños o adolescentes) el siguiente mensaje: "Vive de
acuerdo con lo que digo, no en relación con lo que hago". Esto confunde al adolescente, a
quien se le ha prohibido tomar bebidas alcohólicas o drogarse, pero ve que sus padres beben
todas las noches o fuman marihuana. El adolescente se confunde si es testigo de la
inconsistencia entre lo que los padres dicen y lo que hacen.
Cuando los padres dicen una cosa y llevan a cabo otra diferente, activan la ambivalencia
de los chicos, haciendo que la adolescencia sea más turbulenta de lo que normalmente es.
Los niños cuyos padres actúan en forma inconsistente a menudo surgen como adultos
inhibidos, temerosos e inseguros. Temen, como lo hicieron de niños, que sus padres los
castiguen por cualquier cosa que no esté bien. Hacen de su esposa, empleado o compañero
el padre punitivo, esperando ser rechazados o abandonados y sintiéndose culpables. La culpa
de su infancia rige sus vidas, una culpa que no se deriva de una realidad presente, pero que
sin embargo es poderosa.
VERGÜENZA O CULPA
Aunque existe diferencia entre vergüenza y culpa, ambas son estrechamente relacionadas
con nuestros sentimientos. En el pasado no se había dado mucha atención a la vergüenza
como emoción, pero actualmente el interés en ésta ha ido aumentando. Un artículo titulado
"La vergüenza y el desarrollo de la autonomía" fue presentado en una reunión en Nueva York
en 1985, por la Asociación Psicoanalítica Americana. Los autores, Severino, McNutt y Feder,
propusieron la teoría de que la vergüenza tiene relación directa con los sentimientos de
"inadecuación", mientras que la culpa es el resultado de actos, deseos y pensamientos
agresivos.
La vergüenza se experimenta sólo cuando una parte defectuosa de uno mismo es expuesta
generalmente ante otra persona.
Señalaron que Freud afirmaba que nuestro ego era "en primer término y antes que nada un
cuerpo egocéntrico". Por tanto, un defecto implícito o fantaseado en el cuerpo trae consigo
sentimientos de vergüenza. Nuestra primera vergüenza se presenta en relación con las
imágenes idealizadas de nosotros mismos y de nuestros cuerpos, lo que los terapeutas
llaman el "yo ideal".
Los sentimientos de vergüenza comienzan a aparecer alrededor de los 18 meses de edad,
cuando empezamos a separarnos emocionalmente de nuestra madre. A medida que vamos
creciendo, la vergüenza empieza a relacionarse estrechamente con la ansiedad que nos
produce la posible pérdida del amor materno.
La vergüenza puede ser asociada con la experiencia de nosotros mismos como voraces
dependientes, ávidos de una madre. O un yo sin control e incapaz de llevar a cabo lo que se
espera de él. O un yo humillado y preocupado por los complejos edípicos. O un yo "malo" en
relación con las expectativas de nuestra conciencia.
Debido a nuestras expectativas no existe relación entre la vergüenza y la culpa. El psiquiatra
Williard Gaylin señaló que tanto hombres como mujeres a menudo manifiestan sentir
vergüenza y culpa simultáneamente. Por ejemplo, podemos a la edad de cuatro años sentir
vergüenza si uno de nuestros padres nos critica por haber mojado la cama cuando
supuestamente ya hemos aprendido a controlar los esfínteres. Pero podemos sentir enojo
hacia el padre por censurarnos más que amarnos, y entonces sentirnos culpables.
Erik Erikson relaciona la vergüenza con el entrenamiento del niño para ir al baño, un
momento en el que, dijo, la tarea del niño era desarrollar un sentido de autonomía sin ser
agobiado por sentimientos de vergüenza e inseguridad. Erikson sostenía que, brindándole
confianza al niño, éste logra la autonomía, no siente vergüenza por pensar que se ha
mostrado a sí mismo exigente y auto devaluado. Pero sin la confianza, padece de una
sensación de malestar interno que se traduce en vergüenza al "exponer" alguna inadecuación
interna. La exposición puede deberse a las expectativas irreales de los padres, pero el niño
no tiene forma de saber esto.
En un principio, Freud pensaba que la vergüenza era una característica meramente
femenina, pero más tarde, algunos analistas encontraron que los hombres, al igual que las
mujeres, padecían vergüenza.
Severino afirmaba que era importante, para un adulto, reconocer los orígenes de su
vergüenza temprana, ya que el manejo de la emoción (vergüenza) está "íntimamente ligada
a la regulación de la autoestima".
Si no podemos aceptar los sentimientos de vergüenza del pasado, podemos experimentar
cada fracaso recurrente como "la confirmación de nosotros mismos como defectuosos"
Somos incapaces de tolerar la vergüenza y ser agobiados por ella. Fallamos en percatarnos
que nuestra vergüenza está basada en experiencias y fantasías de la infancia, y que no existe
una necesidad real de odiarse a uno mismo por sentimientos de vergüenza del pasado.
Los padres pueden incrementar los sentimientos de vergüenza en un niño a medida que
tratan dc establecer patrones de comportamiento. "¡Qué vergüenza!", es el grito que a
menudo se nos dirige durante la infancia. Podemos escuchar con mucha frecuencia la
acusación de aquellos que parecen desconcertados ante algo "inexplicable" que hayamos
hecho, dicho o mostrado (principalmente una parte desnuda de nuestros cuerpos).
Una pequeña niña se robó cinco galletas de chocolate después de que su madre le había
ordenado que no las tocara, Cuando su madre la acusa de haberse comido las galletas
prohibidas, la niña, en un principio niega el cargo, después estalla en llanto y explica que
tenía hambre. La madre le dice: "Deberías de avergonzarte no solamente por haber
desobedecido mis órdenes, sino por haber dicho mentiras. Esta vez no te castigaré, pero no
vuelvas a repetirlo. Si tienes hambre, pregunta si puedes comer una galleta"
Cuando un hijo tiene unos padres comprensivos, en lugar de tener unos que lo critican
incesantemente y castigan en forma severa, está capacitado para dejar de robar, mentir o
cometer actos que los padres desaprueben.
Una estudiante universitaria no quería que su madre se enterara que estaba cohabitando
con un joven porque se sentía avergonzada de aceptar una situación que su madre de
antemano rechazaba. Se sentía culpable de vivir en una mentira; la culpa que venía después
de la vergüenza.
Una mujer que tenía una cita para ver a su médico internista para qué le practicara una
revisión anual, se presentó a las 10 de la mañana. La enfermera de su médico estaba enferma
y se había tomado el día. El médico pensó que la cita de la señora era a las 11 de la mañana
y le dijo: "Llegó usted con una hora de anticipación". Ella estaba segura de haber llegado a la
hora designada, pero no quiso contradecirlo. El internista revisó la hora en su agenda y se
disculpó admitiendo que había cometido un error. Ella se hubiera sentido avergonzada de
sugerirle que pudiera haber estado equivocado. En su mente, los hombres nunca cometían
errores; de niña, siempre pensó que su padre estaba invariablemente en lo correcto. Jamás
lo escuchó confesar que había cometido algo malo, aunque algunas veces ella sabía que
había estado en un error. Había preferido aceptar la culpa para que el padre la amara y no
que la odiara por corregirlo. En toda su vida adulta quiso ser gustada por los hombres, y que
éstos la consideraran encantadora, "buena" (cómplice) niña.
En el consultorio del internista no había existido ninguna razón para que ella se sintiera
culpable, pero aun así sintió una vergüenza irracional. Se sentía apenada de corregir a
cualquier persona que le representara autoridad ya que de haberle hecho esto a su padre, si
él hubiera estado en un error, la habría reprendido y ordenado que no lo enjuiciara, y ella se
habría sentido rechazada y odiada. Después de esta experiencia con su internista ella sintió
una vergüenza más profunda, la pena de no haber sido capaz de mantenerse firme ante un
hombre, lo cual significaba que ella, como mujer, se sentía inferior que los hombres
"poderosos".
A partir de entonces, decidió que la siguiente ocasión en que recibiera la opinión de algún
hombre, defendería sus derechos; aun el derecho de estar equivocada, un derecho que su
padre jamás se permitió ni le concedió a ella.
Todos nosotros experimentamos vergüenza, cólera y culpa en muchos momentos de
nuestra vida. De niños, diariamente se nos pide frenar ciertos placeres y esto nos causa ira y
después culpa. El bebé, en los primeros meses de vida, se enoja cuando su madre no le
complace todos sus deseos, entonces se siente culpable. Cuando la madre lo desteta o le
pide que Ya no use biberón, el niño se enoja y después se siente culpable. El niño de dos
años se enfurece ante la cantidad de "no's" que se le imponen. Todas estas frustraciones
pueden hacer que el niño se sienta impotente, colérico y culpable.
El niño lleva encima todos estos sentimientos de frustración e ira hasta la edad adulta, y
aun reacciona a éstos en la adultez, a pesar de que no está consciente de ello.
Mientras que la frustración, la cólera y la culpa fueron reales durante la infancia, se
transforman en irracionales si se es poseído de adulto por dichos sentimientos.
LA CULPA EN LA MUJER
El sentimiento de culpa en la mujer es mucho mayor que en el hombre. Una niña tiene mucha
más dificultad que un niño cuando se prepara para el conflicto de Edipo. De esta dificultad
surge una culpa más grande. Un niño, cuando enfrenta sus sentimientos de Edipo, no cambia
el objeto de su amor, pero una niña tiene que cambiarlo; el cambio del ser amado (de mujer
a hombre), de alimentadora principal a rival enemiga, causa más culpa en una niña que en
un niño.
Una segunda razón por la cual las mujeres tienen más sentimientos de culpa es que, a
través de las épocas, en la mayoría de las culturas los hombres han sido considerados
superiores. Cuando las mujeres se han visto forzadas a ocupar posiciones inferiores, han
sentido enojo, no se han atrevido a manifestarlo y, por ende, sufren una especie de culpa
desconocida para los hombres.
Algunas mujeres aún tienen la creencia que sólo tienen valor si se encargan de un marido
y de unos hijos. Aunque no quieran admitirlo completamente, se sienten incómodas cuando
asumen papeles negados a sus madres. También sienten una culpa indebida si se asignan
papeles dados tradicionalmente a los hombres (muchas mujeres provocan que sus esposos
las castiguen porque se sienten culpables trabajando en un empleo de hombres). Muchas
mujeres niegan su habilidad en tanto ven un papel no tradicionalmente femenino.
La madre que trabaja tiempo completo o medio tiempo, siente que falla en alimentar a sus
hijos, estando ausente del hogar la mayor parte del tiempo. Si sale de su trabajo temprano
para estar con sus hijos, se siente culpable con respecto a su trabajo.
Las mujeres sienten que tanto sus padres como su esposo las culpan por todo lo que sale
mal respecto a sus hijos. "Así —dice— sea que esté en mi casa todo el día o en el trabajo,
de cualquier modo, me siento mal". También dice: "Mi esposo nunca se siente culpable si los
niños no se portan bien o salen mal en escuela; siempre es mi culpa por no controlarlos o
hacerlos estudiar. Mejor fuera yo una madre sola".
La sociedad dice que las madres son responsables de la felicidad de los hijos. Una mujer
se siente culpable en fallar al tratar de ser una buena madre si su hijo comete cualquier error.
Casi todos nosotros le echamos la culpa a nuestras madres, no a nuestros padres, cuando
nos sentimos infelices o nos damos lástima, a menos que el padre haya asumido el papel de
la madre.
Existe otra razón de la culpabilidad de la mujer: la mujer escucha la voz del pasado: "Yo, tu
madre, no trabajé. no te atrevas a ser diferente, sólo te darás un frentazo. Sirve a tu esposo
y a tus hijos tiempo completo". Las mujeres se sienten culpables cuando no obedecen a sus
madres en ese aspecto.
Asimismo, se sienten culpables cuando toman la iniciativa en el sexo o se comportan
audaces. Sienten que le restan hombría a su pareja. Las mujeres han idealizado a los
hombres. Cuando hay cambios de roles en su matrimonio se sienten culpables. Una esposa
joven se sintió culpable cuando su esposo se ofreció a lavar los trastos. Escuchó la voz de su
madre: "No soporto a un hombre en la cocina".
Theodore Reik, en 1940, sostuvo que las mujeres sienten tanta hostilidad como los
hombres, pero son "menos violentas" y "menos capaces de hacer cosas violentas". "Sabemos
que hay pocos asesinatos cometidos por mujeres —dice el libro La necesidad de ser amado—
los asaltos, asesinatos, matanzas y masacres son rara vez llevados a cabo por mujeres".
Sin embargo, actualmente más mujeres cometen crímenes y éstos son más serios. Una de
cada cinco mujeres casadas hoy día le pegan a sus esposos.
Las mujeres sienten una culpa fuera de lo común al tratar de ser iguales a los hombres.
Algunas piensan que deberían demostrar valentía y fuerza física como un hombre. Las
mujeres les han dicho a sus terapeutas: "Me siento culpable cuando demuestro mi
dependencia o vulnerabilidad, o debilidad física".
LA CULPA EN EL HOMBRE
El hombre tiende a sentirse culpable cuando se sorprende queriendo dominar a una mujer y
encuentra señales de lo que la sociedad llama chauvinismo macho. También siente culpa al
escuchar la voz de su conciencia diciéndole: "Sé fuerte, sé rudo; nunca muestres tu
vulnerabilidad". Cuando demuestra alguna vulnerabilidad (como las lágrimas) se siente
apenado y culpable.
El enojo de muchos hombres casados se demuestra en que cada vez más echan a un lado
a sus esposas y abusan de sus hijas.
Muchos esposos se sienten amenazados cuando su mujer inicia el sexo. Sienten que las
mujeres les están tomando sus prerrogativas, robándoles su masculinidad y forzándolos a
llevar el papel de la mujer. Con esto se sienten enojados y culpables.
Los hombres a quienes se les ha enseñado que las tareas básicas como el alimentar a los
hijos, cocinar o limpiar la casa son de las mujeres, se enojan y se sienten culpables cuando
se les pide llevar a cabo dichas labores.
Mientras más acepte un hombre su masculinidad, menos culpable se sentirá cuando su
esposa muestre liderazgo en cualquier forma.
Lo primero que uno debe hacer es dejar de negar la culpa, aceptándola. Admitir los deseos
prohibidos. Enfrentar al niño que hay en uno mismo, ya que él sigue controlando muchos de
los pensamientos y actos. Conocer la cólera del propio pasado. Concientizar las fantasías
sexuales. Dejar de proyectar la propia culpa en los demás. No permitir que la propia culpa
sea manipulada. Aceptar y lamentar todas las pérdidas. Abandonar la idea de ser perfecto y
omnipotente. Enfrentar qué tan dependiente se siente uno en algunas ocasiones. Aprender a
discernir la culpa real de la imaginaria. Admitir la diferencia entre la cólera justa y la furia
injusta. Concientizar que el miedo al éxito encubre muchos deseos hostiles. Comprender que
los accidentes difícilmente suceden por "casualidad", ellos manifiestan lo que a uno le
perturba. Aprender que, a menudo, la risa esconde hostilidad al igual que lo hace el sarcasmo.
Aprender a sentirse importante ante uno mismo y ante otros. Elegir con cautela, no actuar de
manera compulsiva. Enfrentar el hecho de que adicciones, como el exceso de trabajo y la
Sobrealimentación, se originan de la culpa. Responsabilizarse y corregir los medios
destructivos que ha copiado uno de sus padres.
Como punto final, podríamos decir: "Date cuenta que al enfrentar tu culpa no tienes nada
que perder, excepto la culpa misma". Tienes todo que ganar, incluyendo la convicción de que
eres tú mismo quien está a cargo de tu propia vida y las diferentes alternativas que te
conducirán a una felicidad más plena.
Phil Niekro, del equipo de béisbol de Ligas Mayores Los Indios de Cleveland, dijo: "Siempre
he sabido que no podré controlar todo el tiempo aquello que me sucede, pero puedo tener
control de la forma en que reacciono ante aquello que me pasa". Esta no es sólo la respuesta
que lo ha convertido en un gran lanzador de béisbol, sino que también es la clave para llevar
una vida con un mínimo de culpa.
Conforme te despojes de la culpa imaginaria que has cargado en tu corazón como una
tormenta, podrás tener un mayor control de tus reacciones ante los altibajos que te presenta
la vida.
A medida que comprendas y mitigues la culpa, te liberarás de la tormenta del pasado y
dejarás de ser presa de la culpa. Encontrarás una nueva forma de disfrutar la vida a través
de la experiencia de "soltarte".
Ciertamente es un gran paso dejar de culpar a otros o a las circunstancias de nuestro estado
emocional, es tomar la responsabilidad de la propia vida, sólo entonces se podrá traer la
verdad de las propias fallas a este minucioso examen que, aunque puede ser aterrador al
principio, significa nuestra total liberación. Pero este examen también muestra nuestros
verdaderos dones y habilidades, así que hay un balance, balance de verdades.
EL ALCOHOL EN LA HISTORIA
El alcohol y sus efectos han realizado acto de presencia en toda la historia de la humanidad.
De hecho, se le considera la droga más antigua y la más generalizada en el mundo. Todo
pueblo, civilizado o no, que conociera la agricultura ha producido alguna forma de bebida
alcohólica. Incluso algunas tribus no agrícolas han fermentado bebidas alcohólicas. Así,
encontramos distintos tipos de bebidas hechas fermentando granos, frutas, yerbas, cañas,
agaves, y en el caso de México el pulque, que se obtiene del maguey.
Encontramos testimonios de celebraciones, ritos religiosos y borracheras en todos los.
textos históricos. Los documentos históricos más antiguos conocidos, una colección de
tablillas de arcilla halladas en Mesopotamia, 3000 a. de C., incluyen el alcohol en una lista de
gastos.
En las inscripciones de sepulcros egipcios, aparece la inscripción: "Di pan a los pobres y
cerveza a los sedientos". En el siglo 1 a. de C. Plinio el Viejo observaba amargamente que
"en parte alguna del mundo pierde terreno la bebida". Es muy conocido el dios Baco de los
romanos, dios del vino. En tiempos medievales, era señal dc cortesía y bienvenida cl recibir
a un invitado con una copa de vino.
En el siglo XVI, Bernal Díaz del Castillo, acompañante de Hernán Cortés en la Conquista,
describe al país como "lleno de magueyes (plantas grandes y carnosas), de los cuales hacen
su vino". James Cook, 250 años después, mientras navegaba los Mares del Sur, halló que
los Polinesios tomaban kava, bebida que obtenían fermentando una especie de pimienta.
Según las leyendas prehispánicas, cuando el tolteca Quetzalcóatl es derrotado por
Tezcatlipoca y Huitzilopochtli, huye de su grupo social y se embriaga con pulque junto con su
hermana, desapareciendo de la sociedad azteca donde los dioses de la guerra y la
destrucción regirán su destino.
Durante el Virreinato toda la población indígena se vio alentada para embriagarse no sólo
con pulque, sino también con las demás bebidas que aprendieron a fabricar. Desde la
independencia hasta nuestros días, el alcohol es indispensable para todos nuestros grupos
sociales en todos los niveles económicos.
Existen también testimonios de conquistas en los que el alcohol ha sido utilizado como arma
de estrategia. Se regalan botellas a los nativos con el fin de debilitarlos y ganar la batalla casi
sin pelear. Lo mismo hicieron los ingleses con el opio en el siglo XIX, esto permitió la conquista
comercial y política del sudeste de Asia.
El alcohol ha sido también el gran compañero del artista bohemio. El gran escritor Julio
Cesto, en 1923 se dirige a todos los artistas mexicanos con estas líneas: "Es necesario ir
dejando ya esa vieja y desacreditada costumbre de embriagarse continuamente con alcohol,
so pretexto de incomprensión artística o de que se sufre porque el medio no es propicio a la
literatura, a la pintura, a la escritura o la música. La embriaguez nunca justificará a nadie"
EL INVITADO OBLIGADO
FIESTAS DECEMBRINAS
En México, las celebraciones navideñas han pasado de ser una fiesta originalmente religiosa
a ser un gran homenaje al alcohol. Nada más en diciembre de 1979, según datos de la Revista
del Consumidor, la cantidad de alcohol que se vendió en el país hubiera alcanzado para llenar
16 veces la Alberca Olímpica. Hoy en día es más obligado tomar alcohol en diciembre que
atender un servicio religioso o simplemente recordar el origen del festejo. Las tradicionales
posadas ya no tienen nada de tradición, nadie recuerda las letanías, se han convertido en el
pretexto ideal para beber alcohol ocho días seguidos culminando el 24 de diciembre con una
gran borrachera familiar. Pero aquí no acaba la cosa, todo esto es el preámbulo para la gran
fiesta de Año Nuevo en la que entre choque de copas y gritos de euforia se escuchan
propósitos para el año siguiente como "me propongo dejar de tomar".
Además, la costumbre del regalo, que más bien se ha convertido en obligación, también ha
sido transformada. En este mes, circulan por todo el país las famosas canastas navideñas,
que más que ir llenas de buenos deseos van llenas de botellas.
Y el que la recibe se siente halagado, no parece darse cuenta de que el mensaje detrás de
un regalo así es "te considero un borracho"; si el que regala lo considerara una persona culta,
le obsequiaría un libro.
La imagen del ídolo Pedro Infante sigue viva aún años después de su muerte, todos lo hemos
visto en muchas escenas en la cantina, emborrachándose y llorando sus penas. Miles son las
escenas en el cine mexicano que muestran a los muy machos demostrando su hombría al
beber alcohol. También se ha hecho gala del galán conquistador como Mauricio Garcés,
siempre con la copa en la mano. Y qué decir de la imagen "simpática" de los borrachitos y
teporochos no sólo mostrada en el cine, sino utilizada para contar chistes de los que todos
nos reímos.
Todos hemos escuchado la canción de Jose Alfredo Jiménez. "¿Quién no llega a la cantina,
exigiendo su tequila?". La lírica mexicana está llena de borracheras: "Aquí estoy en el rincón
de una cantina", "de mis manos sin fuerza, cayó ml copa sin darme cuenta".
Nuestros grandes campeones de boxeo se han caracterizado por ser alcohólicos.
LA PUBLICIDAD
Todos los días nos vemos bombardeados con mensajes que exaltan al alcohol vinculándolo
con personajes famosos o distinguidos, así como con gente de éxito, fortuna y hasta
capacidades artísticas y deportivas; hasta se llega a insinuar que el alcohol tiene efectos
afrodisiacos. Nada más lejos de la realidad que este tipo de mensajes. Sabemos que el
alcohol, en cualquiera de sus formas, es un inhibidor de todas las capacidades humanas. Hoy
en día esta publicidad trata de confundir mediante mensajes emocionales, y no racionales,
sobre pretendidas virtudes de las bebidas alcohólicas.
En los últimos años, los genios publicitarios han logrado poner "de moda" el tequila, se
inventan nuevas marcas, así como las "tequileras" en las que los jóvenes pagan una fortuna
y alardean de conocedores.
Ya en el colmo de la insensatez, nuestro gobierno está transmitiendo en estos días, un
mensaje televisivo para conmemorar las fiestas de Independencia que inicia con la frase:
"Gracias por el tequila" y después continúa agradeciendo valores mexicanos que,
aparentemente, son de menor importancia cuando se ha dado el primer lugar al alcohol.
En el ritual católico vemos al oficiante beber alcohol y llamarle "la sangre de Cristo". Esto
resulta confuso, especialmente cuando se ha escuchado al cura arremeter contra el alcohol
en el sermón.
Podríamos continuar enumerando cientos de factores que ayudan a elevar lo que he
llamado "el prestigio del alcohol", sin embargo, es importante aclarar que éste no es el
culpable del alcoholismo, simplemente lo favorece. Finalmente es responsabilidad del adulto
maduro hacer la elección entre creer "10 que todos dicen" y la realidad que tiene enfrente, y
es responsabilidad de los padres y educadores orientar a los niños para que sepan tomar sus
propias decisiones ante fenómenos como la publicidad, la tradición y la moda.
EL ALCOHOL COMO PROTECTOR DE PADECIMIENTOS
CARDIOVASCULARES
En los últimos años se han publicado los resultados de investigaciones que han comprobado
que en ciertos individuos la ingesta moderada de alcohol reduce el riesgo de padecimientos
cardiacos. Sin embargo, el término "moderado" significa una cantidad de alcohol diferente
para cada persona, ya que la tolerancia al alcohol depende de la edad, sexo, complexión y
nivel cultural de cada individuo.
Definitivamente, para un alcohólico no existe una cantidad "moderada" posible. Más allá del
riesgo cardiaco que pueda tener, el alcohol en su caso es el principal riesgo de muerte. De la
misma manera en que algunas personas, pese a tener una infección, no puede tolerar un
antibiótico y por lo tanto no se le suministra, así el alcohólico no puede recurrir a éste para
intentar reducir un padecimiento cardiovascular.
La difusión de tal información es muy delicada, ya que puede convertirse en factor de
atracción para dar inicio a la actividad de beber en personas con la predisposición genética
que hemos descrito.
Solamente un cardiólogo podría recetar la ingesta diaria de cierta cantidad de alcohol a su
paciente, siempre y cuando haya comprobado que éste no tiene el riesgo del alcoholismo, en
cuyo caso estaría definitivamente contraindicado.
Si bien la mayoría de los médicos saben que el alcoholismo es una enfermedad que antecede
a otros trastornos clínicos, es común que no se le tome en cuenta en el momento de
diagnosticar. Es alarmante que, siendo el alcoholismo una enfermedad grave, incurable y tan
frecuente, sean desconocidos sus síntomas y características por tantos miembros de la
comunidad médica. Es por esto que decidí incluir este capítulo dirigido a los médicos, pero
también de utilidad para el lector interesado.
No es raro que muchos profesionales se equivoquen en el diagnóstico de esta enfermedad:
el médico que casi no bebe, puede tender a sobre diagnosticar el problema, dependiendo de
su actitud hacia su propio hábito de beber.
Durante siglos, la ingestión excesiva de bebidas alcohólicas no fue considerada como un
problema médico ni de ocupación social, sino simplemente como una "debilidad" propia y
hasta deseable de la naturaleza humana.
Las referencias históricas, bíblicas y literarias a través de los 4 siglos, mencionan al bebedor
y su circunstancia, y consignan todo el escenario en que el hecho se da, pero nunca se habla
de la patología y, si acaso se menciona, se refieren al "pecado de la gula", a "la dispersión" o
a "la intemperancia", englobando en ello a los estados de embriaguez. A este último término,
inclusive, se le confirió además toda una significación literaria o poética, que en mucho estaba
asociada a estados placenteros o sublimes; centenares de frases se emplean como
eufemismo y sinónimo de bienestar "espiritual" el verbo embriagar, utilizándolo, además
—frecuentemente— como manifestación personal del amor.
De todo mundo es conocido que en las grandes culturas clásicas había deidades y festejos
consagrados al alcohol y a la embriaguez: Dionisios en los griegos, el hijo de Sémele y Júpiter,
Baco de los romanos, Tochtli (el conejo), dios del pulque en la teología náhuatl, etc. También
existen referencias repetidas hasta la saciedad, y que leíamos cuando pequeños, sobre la
embriaguez de Noé, el personaje bíblico. Toda una tribu hebrea, la de Ephraín, fue acusada
por Jesús —el Cristo— de intemperancia; Alejandro Magno, rey de Macedonia y el más
grande de los guerreros de la Antigüedad, falleció a los 33 años de edad por complicaciones
de alcoholismo, y Tiberius, emperador de los romanos en la época del inicio de la Era
Cristiana, era un bebedor tan conocido que su apodo era "Biberius".
La literatura guarda, dentro de sus cientos de miles de obras, muy pocas en las que no se
mencione con frecuencia el gusto o el placer por el vino o alguna otra bebida alcohólica.
El mundo que nos tocó vivir tiene un enorme historial alcohólico y nuestro país,
concretamente desde el siglo XVI, mantiene en su seno una sociedad que algunos estudiosos
no dudan en señalar como alcoholizada; aunque esto, debo aclarar, es menos grave que el
grado de alcoholización alcanzado por países como Suecia, Gran Bretaña, ex Unión Soviética
o Estados Unidos.
El estudio médico del alcoholismo no empieza seriamente sino hasta mediados del siglo
xrx. Magnus Huss ( 1881 ), Legrand (1890), Mignot (1905), etc., nos han legado descripciones
y una clasificación de todas las formas mentales agudas, subagudas y crónicas del
alcoholismo.
A principio de este siglo, en los países germanos, Bleuer, Kraepelin, Heilbronner,
Bonhoeffer, Forel, etc., prosiguieron el mismo trabajo de clasificación clínica y estudios
sociológicos del alcoholismo.
Sin embargo, esta época ve aparecer toda una literatura seudocientífica que oscurece los
problemas etiológicos y patogénicos de la enfermedad alcohólica mediante consideraciones
moralizantes y apasionadas, estrechamente relacionadas con la equivocada teoría reinante
acerca de la degeneración: "El alcoholismo es un vicio, patrimonio de los degenerados, que
conduce a la locura..."
La aparición del psicoanálisis, a principios de este siglo, orientó el interés de los estudiosos
hacia investigaciones psicológicas sistemáticas de la personalidad del enfermo emocional o
del paciente con enfermedad mental, así como de su familia y su medio social. Estos estudios,
extraordinariamente numerosos, han sido más importantes en los países anglosajones,
donde la proporción de manifestaciones francamente neuróticas en la población parece ser
más frecuente que en los países mediterráneos, nórdicos, latinoamericanos y asiáticos. No
conozco estudios al respecto en países africanos.
Durante el período científico contemporáneo, la medicina ha dirigido su interés a los
estudios biológicos y, particularmente, hacia las complejas desviaciones del metabolismo, los
trastornos carenciales y las perturbaciones funcionales en el curso de las diversas
manifestaciones cíclicas de las enfermedades mentales, o bien, de las alteraciones de la
conducta, el carácter y la personalidad de los enfermos emocionales, entre los cuales se
encuentra el enfermo alcohólico.
Otras investigaciones paraclínicas (electroencelografía, neumoencelografia, tomografía),
han constituido vías de estudio que han aportado elementos que ayudan a comprender el
origen neurofisiológico en las manifestaciones psiquiátricas del alcoholismo.
Las tres épocas, clínica, analítica y bioquímica, esquematizan bastante bien la dirección de
los estudios complementarios que cada día deben aportar al especialista los elementos
necesarios para una mayor precisión en la delimitación y comprensión de algunos de los
múltiples aspectos de la conducta y actitudes, esto es, de la psicología superficial del enfermo
alcohólico. Actualmente, y por fortuna, estamos ya de lleno en la época del conocimiento de
la genética de las enfermedades mentales y, por ende, de la genética del alcoholismo.
En nuestro país, como en muchos otros del mundo occidental, se intenta manejar un
concepto científico operacional global sobre el alcoholismo. Hasta finales de la década de los
treinta, un médico norteamericano, que pasó casi desapercibido para el mundo científico de
la época, aportó muchas de las bases médicas de lo que constituye a la fecha el único recurso
humano conocido para la obtención de la sobriedad en el alcohólico, el doctor William Duncan
Silkworth ("Silky", como lo llamaban cariñosamente en Alcohólicos Anónimos). Él fue quien
proporcionó el primer concepto claro sobre la enfermedad, que alertó a la comunidad médica
para iniciar definitivamente la comprensión del problema al considerar al alcoholismo como
una enfermedad consistente en una "alergia" física de origen genético, aunada a una
"obsesión mental", frases y definición aun valederos e indiscutiblemente actuales. A sus
observaciones, siguen en 1945 los estudios de Jellinek, sin duda el médico con mayor
conocimiento sobre la enfermedad alcohólica en su etapa de actividad que ha dado la
humanidad hasta hoy; pionero y contemporáneo del doctor A. Rol en el estudio de la genética
y la herencia constitucional del enfermo alcohólico.
H. W. Haggerd, en 1947, publica sus estudios en humanos y animales y se opone a la teoría
alergénica de Silkworth; por estos años otros médicos apoyan la tesis de Haggerd. Sin
embargo, creo que muchos científicos aceptaron en la praxis clínica la existencia de una
verdadera hipersensibilidad ("alergia") al etanol en casi todos los enfermos alcohólicos. R.
Williams por su parte, en 1959 en la Universidad de Texas, amplía los estudios del doctor
Jellinek en cuanto a la existencia de un desequilibrio específico de tipo endocrino y genético
en el alcohólico. Un déficit nutricional inicial unido a factores hereditarios y al medio ambiente
constituirá, según Jackson y colaboradores (1951), tipo metabólico pre mórbido productor de
la apetencia fisiológica" por el alcohol. Ya en nuestra época, ha sido publicado un estudio en
la Universidad de Washington, hecho por el doctor Donald Goodwin (jefe del Servicio de
Psiquiatría de la Universidad de Kansas) en familias con hijos adoptivos y gemelos, realizado
en colaboración con investigaciones danesas sobre la genética del alcoholismo. En éste se
afirma, entre otros conceptos y conclusiones, que: "... la idea de una intervención de factores
hereditarios en las enfermedades mentales empieza a abrirse camino de nuevo en los medios
científicos". En la esquizofrenia, el papel etiogénico de ciertas anomalías genéticas parece
estar establecido actualmente, pero en otros trastornos todavía no ha podido ponerse de
manifiesto el componente genético y en ciertos casos probablemente no se conseguirá nunca.
En el caso del alcoholismo, la responsabilidad de los factores ambientales parecía ser una
evidencia, sin embargo, diversos estudios han aportado pruebas concluyentes de la
intervención de factores genéticos, por lo menos en el varón.
La naturaleza exacta de este factor hereditario no se conoce todavía con certeza. En
cualquier caso, las investigaciones en este sentido han aportado nuevos datos sobre las
diferencias individuales de reacción al alcohol y deberían proporcionar una base más sólida
al tratamiento de las intemperancias. Continúa Goodwin: el alcoholismo es un trastorno en el
que se observa una fuerte tendencia familiar, toda vez que la incidencia en los hermanos o
los padres de individuos alcohólicos es cinco veces superior a la población normal..."
Existen estudios similares, como el llevado a cabo en Iowa y de conclusiones análogas, así
como otro trabajo sobre el mismo tema realizado por Michael Bohman, en el Swedish
Temperance Board en Suecia, con resultados comparables a los mencionados anteriormente.
Goodwin concluye: "... parece poder afirmarse que los genetistas han ahondado hasta el
máximo posible en el estudio del alcoholismo. La próxima etapa incumbe a los fisiólogos y a
los químicos, y quizá puedan éstos elucidar el mecanismo de acción del alcohol a nivel del
cerebro y establecer la relación con las diferencias individuales en neuroquímica..." A pesar
de esta última afirmación de Goodwin, ya en 1976 las investigaciones de Floyd Bloom y
colaboradores sobre la estructura química, la bioquímica y la fisiología de los neuropéptidos,
y específicamente sobre betaendorfina y encefalinas, parecían aclarar, si no el mecanismo
bioquímico de acción del alcohol sobre algunos seres humanos (porque no era ése el objetivo
de sus trabajos), sí que ampliaban un horizonte en la comprensión de las diferencias
individuales en el terreno biológico cerebral sobre el cual iba a actuar el alcohol. Ello me llevó
a suponer que' obviamente, eran condiciones que existían antes de que el sujeto hubiera
entrado en contacto con una primera copa de alcohol; esto es, aquellas características
individuales que determinaban un verdadero y muy especial modelo de personalidad pre
mórbida, o francamente mórbida, en un proceso de progresión de la enfermedad, y que hacía
evidentes una serie de síntomas que se organizaban inexorablemente hasta constituirlo en
un conjunto sistematizado y fácilmente identificable de síntomas de una etiología común y
que daban fugar a una etiopatogenia idéntica entre un enfermo y otro, y que lo condicionaban
casi fatalmente a beber, independientemente de cuáles fueran sus circunstancias familiares,
sociales, económicas o culturales; esto es, que parecían mostrar la presencia de una
predisposición genética al alcoholismo, personalidad alcohólica o "prealcoholismo"
Bloom observó que las encefalinas podían servir como moduladores de sistemas
neuronales relacionados con los fenómenos de satisfacción y búsqueda, y que las variaciones
normales, cuali y cuantitativas, en los mecanismos homeostáticos que regulaban la
conversión de un precursor en una o varias endorfinas, constituían un sistema involucrado en
mantener el equilibrio conductual; señalando además que cualquier cambio, por sutil que
fuera, en los mecanismos biológicos que regulan la conversión del precursor (como la
betalipotropina) en endorfinas, podría conducir a la aparición de síntomas y signos de
enfermedades emocionales y mentales.
Después de estos estudios, han sido numerosas las investigaciones que han sido llevadas
a cabo al respecto, pero como la medicina no es una ciencia exacta, los investigadores no
afirman —en términos generales— que la potencialidad de la conducta tiene su base
únicamente en la química; hay factores del medio que pueden dirigir las relaciones
emocionales hacia la potencialidad o lejos de ella; pero sí ha quedado claro que la base sobre
la cual descansa la conducta es orgánica, es decir, genética.
Es indiscutible que los genes que actúan como modelos regulan la producción de proteínas
cerebrales, y que desempeñan un papel fundamental en la regulación del nivel de
neurotransmisores que forman fragmentos de hormonas y péptidos como los señalados
anteriormente, y otros como la dopamina y la serotonina, que también afectan al
comportamiento.
Decía que las investigaciones que siguieron a los hallazgos de Bloom, nos han enseñado
que las endorfinas, por ejemplo, intervienen en la analgesia (tanto para el dolor físico como
para la tolerancia al sufrimiento emocional); se supone, fundamentalmente, que actúan en la
euforia; dicho de otra manera, en la capacidad para sentir la alegría de vivir y/o
contentamiento con uno mismo, y predisponen, ante una carencia genética en sus niveles
normales, a una dependencia narcótica o etílica. Las endorfinas son producidas en el encéfalo
y tienen hasta cien aminoácidos en su estructura. Dos tipos de endorfinas, las encefalinas (de
estructura bioquímica similar, pero de una longitud de cinco aminoácidos), son similares a la
morfina en sus efectos: relajan, tranquilizan, evitan el dolor y proporcionan sensaciones
placenteras, por lo que podemos decir que quien carece de la cantidad adecuada (o normal)
de estas sustancias presentará carencias graves en el desarrollo del crecimiento de sus
respuestas afectivas, determinando la base orgánica sobre la cual se estructurará la
enfermedad emocional, convirtiendo a esos sujetos además, en personas cuyos
"sentimientos" (sobre todo en el comportamiento amoroso adulto), serán precarios e
inmaduros, siendo sujetos poco aptos tanto para dar como para recibir amor.
Un pequeño fragmento formado por los primeros segmentos de betalipotropina, se sabe
que ayuda a la memoria, especialmente cuando se trata de hechos desagradables. Esos
aminoácidos inician la excitación de las áreas cerebrales permitiendo que el aprendizaje de
las experiencias emocionales sea fácil; así que deduzco que su carencia supone una nula o
baja capacidad para asimilar las experiencias (sobre todo las relacionadas con emociones,
como la sensación de fracaso, la frustración o el sufrimiento), y nos explica por qué lo
repetitivo o reiterado de los actos de mal juicio o conductas perseverantes en el enfermo
alcohólico.
Simultáneamente a estas investigaciones y a estas Conclusiones, los trabajos de José
Delgado demostraron que la conducta se codifica en fragmentos, es decir, en varios "caminos
neuronales", y luego se integra para dar una respuesta significativa y similar, siempre que se
estimula a través de electrodos una determinada zona del cerebro; reafirmando con esto la
tesis de que la conducta es inherente a la anatomía, organización y sustancias químicas que
la modulan.
Otra de estas sustancias (neurotransmisores) que ha sido mencionada por investigadores
soviéticos en 1984 es la dopamina, que es la responsable, al parecer, de la incoordinación
motora y los cambiantes estados de ánimo del enfermo alcohólico al estar alcoholizado, y de
su falta de habilidad para comportarse "adecuadamente". Puedo afirmar que en nuestra
época contamos con suficiente información referida a los aspectos orgánicos y genéticos del
comportamiento, haciendo obsoleta e inoperante la creencia aceptada en general de que el
comportamiento es en gran medida, si no del todo, adquirido. Esta posición pareciera ser una
lucha a ultranza y en contra de los hallazgos psicológicos; sin embargo, no es así, sólo trata
de fincar más sólidamente la idea de muchos autores, y sobre todo de los enfermos
alcohólicos en recuperación (A.A.), de que "el alcohólico nace, no se hace"; esto es, que
existe un sustratum bien definido de personalidad en el alcohólico, haciéndolo
extremadamente susceptible al alcohol, y que condiciona la enorme necesidad de ingestión
de bebidas para "anestesiar" su sufrimiento.
Es pertinente recordar que, a pesar de que muchos alcohólicos creen que si dejaran de
beber serían individuos norma. les, nunca se encuentra en ellos -—aun durante los períodos
muy prolongados de sobriedad—— una personalidad psicológicamente bien estructurada y
adaptada, que estuviera oculta bajo las expresiones de la intoxicación crónica del alcohol.
El alcoholismo activo puede definirse médicamente como un padecimiento crónico y
progresivo, para el cual no existe una cura conocida, que implica el uso de bebidas alcohólicas
y, a veces, tranquilizantes menores, a tal grado que interfiere la vida funcional del individuo,
según lo manifiestan los problemas de salud, familiares, laborales, legales o emocionales. La
clave para la evaluación exacta es cómo afecta a la vida del paciente la ingestión del alcohol;
el factor determinante para el diagnóstico del alcoholismo activo es la calidad de vida del
enfermo, en lugar de la cantidad de alcohol consumida; en consecuencia, es más importante
saber cómo es el alcohólico que cuántos litros tomó.
El alcoholismo es la explicación de muchos problemas médicos y sociales. La atención
orientada profesionalmente de los trastornos relacionados con el alcohol tiende a imponer
notables demandas en los recursos con los que cuentan actualmente las instalaciones de
salud. En estudios hospitalarios se ha observado que el 47% (casi una de cada de dos) de
las camas médico-quirúrgicas son ocupadas por alcohólicos, muchos de los cuales pasan por
las instituciones sin que se diagnostique su problema principal, esto es: su alcoholismo.
Más grave aún es el hecho comprobado de que los intentos serios para tratar la enfermedad
son todavía menos frecuentes que el diagnóstico adecuado. Se cuenta desde hace 45 años
con tratamientos psicoterapéuticos de grupo (Alcohólicos Anónimos) para detener la
enfermedad, pero miles de enfermos no gozan jamás de estos recursos. En consecuencia,
los enfermos alcohólicos acuden repetidamente al médico en busca de ayuda y orientación,
terminando por frustrarse al encontrar un desconocimiento absoluto por parte de muchos
profesionales para entender su enfermedad.
En los estados críticos, el alcohólico interrumpe sólo temporalmente el consumo excesivo
de bebidas, que es la causa real de todos los episodios de enfermedad orgánica secundaria.
En este capítulo intento explicar la forma de ayudar a los alcohólicos en actividad a utilizar
los recursos con los que él cuenta para detener la enfermedad. Todos los médicos y personas
que trabajen en el campo de la medicina deberán sostener relaciones prácticas con las
instituciones que tratan el alcoholismo (Alcohólicos Anónimos) y adquirir habilidad para
identificar al enfermo alcohólico en sus etapas preliminares y estimular sus escasos o nulos
deseos de recibir ayuda para dejar de beber.
De acuerdo con Henry Ey y Bernard Brisset (1963), esta forma subaguda de delirio puede
presentarse en alcohólicos de más de 40 años de edad y que han sido "grandes bebedores",
y tiene la característica de aparecer durante la noche, como un acceso confuso onírico que
se continúa de las pesadillas terroríficas que interferían el sueño del bebedor tiempo atrás. El
enfermo despierta sin abandonar este estado de confusión Y generalmente se muestra muy
agresivo, temeroso de enemigos imaginarios, o aterrado por creerse culpable de un crimen
que obviamente no ha cometido, A la exploración, el enfermo se halla pálido, sudoroso del
rostro y el cuerpo, con temblor generalizado, pulso rápido, deshidratado y con ambliopía 0
algún otro trastorno ocular. Su gran agitación le impide descansar y muestra gran
preocupación por el mundo de fantasías terroríficas que está imaginando. Ocasionalmente
este delirio no está acompañado de confusión mental y puede limitarse a algunos
automatismos; puede asimismo no ser expresado verbalmente, pero la agitación siempre es
evidente, aunque en menor grado que en el delirium tremens. Las alucinaciones son visuales,
olfativas, táctiles o gustativas. Los movimientos bruscos muestran una desintegración de la
conciencia que aparece mayormente en el delirium tremens. El pronóstico es generalmente
muy favorable y el cuadro puede remitir en un par de días. Muy claramente, puede ocurrir que
el cuadro evolucione hasta convertirse en un delirium tremens
El delirio subagudo es también conocido con el nombre de délire alcoolique simple de
Magan (1874). Victor y Hope (1953) lo consideran simplemente una forma intermedia de
delirium tremens.
Son psicosis alucinatorias o estados de automatismo mental subagudo en los que predomina
la actividad alucinatoria auditiva más que la visual, sin desestructuración considerable de la
conciencia. El sujeto parece además bien orientado, sin obnubilación ni trastornos de la
memoria.
Su comienzo es, la más de las veces, consecutivo a un exceso alcohólico, y está
caracterizado a menudo por alucinaciones de tipo elemental (no elaborado) que sobrevienen
coincidiendo con la caída de la noche y que son difíciles de distinguir de las "alucinaciones
auditivas" (ruidos insólitos, conversaciones ininteligibles). Sin embargo, rápidamente las
alucinaciones acústico-verbales adquieren un carácter sensorial más acentuado y de
contenido casi siempre hostil (injurias o amenazas). A menudo el enfermo oye hablar de él
en tercera persona. Como ya lo señalamos anteriormente, sólo en forma excepcional
imprecisa pueden presentarse alucinaciones visuales. La ansiedad manifiesta es un síntoma
que acompaña a estos estados alucinatorios, aunque es menos intensa que en el delirium
tremens.
Es pertinente reiterar que los estados de alucinosis alcohólica se caracterizan por la
conservación del estado de conciencia, aunque excepcionalmente puede presentarse un
ligero grado de obnubilación.
La evolución se hace por regla general hacia la curación en unos cuantos días, aunque
puede persistir hasta por tres 0 cuatro semanas.
El paso de la cronicidad puede dar origen a un delirio crónico o a un estado demencial y
algunos autores, como H. Ey, discuten si la presencia de este tipo de delirio alucinatorio
pudiera desencadenar una esquizofrenia "latente". Creemos que esta última consideración
no es aceptable en nuestro medio.
Esta complicación sucede frecuentemente en la mujer alcohólica y parece seguir a uno o más
accesos de delirio sub-agudo.
De todas formas, si se trata de un antiguo bebedor más o menos deteriorado física y
espiritualmente, el comienzo es anunciado por modificaciones del humor, excitación o
depresión, o solamente por apatía y dolor de cabeza. Posteriormente se inicia el cuadro
clínico, que se caracteriza esencialmente por la presencia de trastornos de la memoria
(dismnesias) de diversa magnitud; el más típico es el de la amnesia de fijación o laguna
mental que es "llenada" por el enfermo ante la mínima sugerencia verbal del examinador
(fabulación o confabulación).
Los signos de polineuritis alcohólica que acompañan a los trastornos de la memoria pueden
ser muy discretos (dolores, Parestesias), o en algunos casos agravarse hasta la desaparición
de los reflejos osteo-tendinosos, atrofia muscular, marcha polineurítica, etcétera.
La forma crónica de esta psicosis no es rara. El paso a la cronicidad puede afectar sólo a
la polineuritis o sólo al estado mental. En este caso viene caracterizada esencialmente Por
trastornos de la memoria, que a la larga confieren al cuadro clínico un aire demencial
progresivo.
Esta encefalopatía sobreviene también a enfermos con una actividad alcohólica prolongada.
Su comienzo es insidioso pero progresivo; el enfermo se va mostrando cada vez más ansioso,
irritable, con insomnio; pasa muchas horas inactivo 0 indiferente y se queja de dolores dc
cabeza y vértigos. A veces el examen neurológico muestra signos dc una polineuritis
asociada,
En el período "de estado", la torpeza y la somnolencia dominan el cuadro, entrecortado a
veces por las fases de agitación, delirio y alucinaciones.
Lo característico de este cuadro, sin embargo, son los trastornos óculo-motores: parálisis
de los movimientos de los globos oculares, disminución de la agudeza visual, caída de alguno
de los párpados, fotofobia y nistagmus (movimientos conjugados de los ojos hacia los lados,
con una fase rápida).
La evolución de este cuadro se hace en diez o quince días hacia el coma, con sus
consecuentes complicaciones físicas, y a la muerte. Sin embargo, existen evoluciones más
lentas con duración de varios meses. Actualmente hay muchos reportes muy alentadores en
cuanto a curaciones con o sin secuelas, aunque los desórdenes mentales ocasionalmente
pueden dar pie a confundirlo con la demencia alcohólica simple.
Demencia alcohólica
Embriaguez patológica
Esta forma de alcoholismo es mucho más frecuente de lo que suponen muchos estudiosos y
constituye probablemente la forma más intensa de la llamada "alergia alcohólica"
Para desencadenar el cuadro, basta la ingestión de una o dos copas de alguna bebida
alcohólica. El enfermo entra en un raptus impulsivo, furioso, apenas anunciado por algunos
síntomas prodrómicos mal definidos, como dolor de cabeza súbito o angustia. El enfermo se
encuentra rápidamente en el paroxismo de su furor, rompe, vocifera y pega ciegamente. La
duración del acceso puede durar varias horas, después el enfermo cae en estupor o en coma,
o bien (las más de las veces) recupera el estado de conciencia con gran perplejidad, ya que
otra de las características de la embriaguez patológica es que se cae siempre en laguna
mental exactamente de la misma manera que se presenta la amnesia posictal en el enfermo
epiléptico. Muchos delitos cometidos sin causa aparente son cometidos por enfermos de este
tipo.
Garnier le llama a este cuadro Embriaguez excitomotriz, y agrega otros dos a los que
denomina Embriaguez alucinatoria y Embriaguez delirante, extraordinariamente raros.
Este cuadro constituye una verdadera urgencia médica en la que se imponen la custodia y
el aislamiento del enfermo en un medio hospitalario, y bajo contención mecánica para evitar
que se haga daño y que la agitación lo conduzca a un cuadro complicado por la
deshidratación.
Ambliopía alcohólica
Síndrome caracterizado por oscurecimiento o pérdida parcial de la vista, sin lesión observable
en las estructuras del ojo o en el nervio óptico. Típicamente observada en alcohólicos con
deficiencias de nutrición o en sujetos que acostumbran tomar bebidas alcohólicas elaboradas
inadecuadamente con mezclas de alcohol etílico y otros productos tóxicos.
Cuando este síndrome aparece después de la ingestión deliberada o accidental de alcohol
etílico, la ambliopía evoluciona velozmente hasta la ceguera total e irreversible.
Algunos autores señalan que cuando la ambliopía coincide con un estado de carencia
nutricional más el alcoholismo, el síndrome ocular pudiera ser sólo parte de una manifestación
clínica de pelagra.
Se ha descrito también una ambliopía por tabaco y otra en inhaladores de solventes y
cementos plásticos, muy semejantes en sus síntomas a la alcohólica. Algunos autores
aseguran que deben coincidir en el tabaquismo y el alcoholismo para que se presente esta
enfermedad.
Cardiomiopatía alcohólica
Miopatía alcohólica
Es un síndrome caracterizado por la presencia de tumoraciones dolorosas en las áreas
musculares distales del cuerpo del enfermo. Se presenta como complicación en bebedores
activos después de bebetorias prolongadas. Clínicamente los médicos pueden encontrar
mioglobinuria y anormalidades musculares demostrables por electromiografía o por examen
histopatológico.
Hígado graso
Este padecimiento se denomina también infiltración grasa del hígado (fatty liver, fatty
infiltration of the liver) y aunque ocurre con frecuencia en el enfermo alcohólico puede darse
también en los diabéticos y otros enfermos metabólicos. En todos los casos, se trata de una
acumulación anormal de lípidos (grasa) en los espacios intracelulares del tejido hepático, lo
que da como resultado, además de un aumento de volumen del órgano, un impedimento casi
total de realizar adecuadamente sus funciones. Tal estado puede dar cauce a una necrosis
(muerte) celular hepático y a una cirrosis, Cuando este fenómeno se produce en forma aguda,
o muchas veces precediendo al problema que acabamos de describir, muchos autores lo
denominan hepatitis alcohólica, aunque otros consideran que ésta presenta otras
características y es de evolución menos severa. Esta última afirmación es poco verosímil, ya
que en la mayoría de los casos observados en nuestro medio la hepatitis alcohólica
evoluciona hacia una cirrosis de Laennec.
ELABORACIÓN DE UN DIAGNÓSTICO
Lo que a continuación presento corresponde en gran parte a los criterios del Consejo
Norteamericano sobre el Alcoholismo (CNA), reiterando que estamos tratando de establecer
la necesidad de diagnosticar la enfermedad principal (el alcoholismo) antes que abordar
inadecuadamente las complicaciones médicas, orgánicas o psiquiátricas del mismo.
Para el CNA, existen tres niveles de clasificación diagnóstica: diagnóstico obligado del
alcoholismo, diagnóstico probable y diagnóstico posible. Los síntomas del primer nivel
(diagnóstico obligado) están incluidos en datos de dependencia fisiológica, misma que se
expresa por la presencia del llamado síndrome de abstinencia al alcohol y por el fenómeno
denominado tolerancia.
El síndrome de abstinencia surge cuando se interrumpe o disminuye bruscamente la
ingestión de bebidas alcohólicas y se caracteriza por temblores, confusión mental, delirios
alucinatorios visuales (delirium tremens) y crisis convulsivas, y a veces estupor, coma y
muerte.
El fenómeno de tolerancia puede definirse al valorar el consumo diario de bebidas a través
de las mediciones de alcohol en la sangre y la presencia o ausencia de algunos síntomas,
como ataxia, temblores, etc. Sin embargo, esto es poco posible en nuestro medio y se facilita
más investigar si después de un periodo más o menos prolongado de tolerancia de alcohol
(resistir mucho sin embriagarse aparentemente), el enfermo pierde abruptamente esa
"cualidad" y empieza a mostrar signos de la intoxicación etílica con cantidades cada vez
menores de alcohol; lo que constituye un signo de gravedad (Jellinek).
Otra manifestación de la dependencia fisiológica es la ingestión ininterrumpida de alcohol
por un enfermo después de que advierte que empeora un problema médico (hepatitis
alcohólica, cirrosis, cardiomiopatía alcohólica, etc.), o después de una crisis o ruptura familiar
o laboral que han sido obviamente generadas por su consumo de alcohol.
El diagnóstico de alcoholismo es más difícil en el enfermo que no satisface los criterios del
primer nivel, sin embargo, se haga o no un diagnóstico exacto, es importante revisar todos
los datos del alcoholismo en el enfermo, desde la personalidad alcohólica y la alergia al
alcohol, hasta la predisposición genética al alcoholismo.
Toda persona que se enfrenta a este problema no debe perder de vista que la negación
parece ser la principal defensa Psicológica del alcoholismo y que, a veces, la confrontación
de datos médicos objetivos (temblor, nerviosismo, ictericia, edema) puede ser útil para romper
la barrera que obstaculiza la aceptación de la terapéutica. En definitiva, dcl criterio del
enfermo sobre la existencia y magnitud dc un problema de. penderá su aceptación de la
necesidad del tratamiento. A este hecho se le llama en Alcohólicos Anónimos "tocar fondo" y
no es otra cosa que tener conciencia de que se ha llegado al límite de la capacidad de
tolerancia al sufrimiento, sea éste físico, moral o espiritual.
Aceptación de la terapéutica
El personal médico y paramédico debe disipar los temores del enfermo, algunos de
consecuencias positivas, pero también de consecuencias negativas. Si se insiste en la
importancia del alcohol en la crisis psiquiátrica u orgánica presente, el temor a una recaída o
reincidencia puede frustrar la disposición del alcohólico hacia la terapia. Los resultados
anormales de las pruebas del funcionamiento hepático u otros datos que indiquen la
necesidad de dejar de beber deben ser conocidos por el enfermo. En sí, dicha información
motiva a veces una disminución impresionante en el volumen y frecuencia de los accesos
alcohólicos, antes del intento definitivo para detener la enfermedad.
Otro temor que puede interferir notablemente en los esfuerzos terapéuticos es el pánico
abrumador que muchos alcohólicos sienten cuando se enfrentan a la necesidad de dejar de
beber. Una técnica útil para intentar el tratamiento de estos enfermos es señalarles que es
muy frecuente que un alcohólico sienta miedo ante la sola idea de perder su principal
mecanismo de defensa (aunque dicho mecanismo constituya una dependencia química
destructiva).
Una conversación con alguien que ha superado satisfactoriamente la fase de transición
hasta la abstinencia, como son los miembros de Alcohólicos Anónimos, puede salvar la vida
del paciente.
Cuando se intenta motivar a un sujeto con una enfermedad progresiva y de pronóstico de
muerte a someterse a tratamiento, el personal médico y paramédico debe cuidar la forma en
que haga las sugerencias. Muy pocos enfermos acuden puntualmente a sus citas, si el
personal demuestra ira o intolerancia frente al alcohólico (a quien consideran, en infinidad de
circunstancias, un "vicioso").
Por otra parte, cuanto mayor sea el interés que se muestre por el enfermo, mayores
probabilidades de éxito tendrá su derivación hacia una institución o grupos de Alcohólicos
Anónimos.
El consumo excesivo de alcohol puede comenzar como un escape al dolor emocional o físico.
Las personas que más muestran dependencia fisiológica beben intensamente en muchas
ocasiones para evitar los síntomas de la abstinencia. Se conoce como Desintoxicación
Alcohólica el método para ayudar al individuo con dependencia fisiológica a superar el periodo
de cinco a siete días de abstinencia, con inocuidad y sin molestias excesivas, lo que se
considera como un paso necesario para el tratamiento del alcohólico.
La desintoxicación se realiza con frecuencia por medios médicos y con el individuo
internado en un hospital general. Existen instituciones que se ocupan de desintoxicar
alcohólicos sin usar fármacos, a base sólo de "confianza", en residencias o sitios no
hospitalarios y en un ambiente que brinda apoyo. Sin embargo, el riesgo de reacciones graves
por abstinencia aguda hace deseable que estas instituciones cuenten con servicios médicos
adecuados, o con servidores de Alcohólicos Anónimos muy capacitados.
La severidad de la abstinencia no tratada en el alcohólico con dependencia fisiológica es
muy variable. Sus reacciones tienden a empeorar si ingiere todos los días grandes volúmenes
de alcohol y ha mantenido este hábito por largo tiempo.
Una pauta aproximada es que la persona que consume diariamente el equivalente a unos
700 ml de vino de mesa 0 22 latas de cerveza o más durante una semana, estará expuesta
a riesgo de graves reacciones de abstinencia. Este peligro aumenta en casos de infección,
enfermedad hepática, traumatismo grave, convulsiones (por abstinencia u otras causas) o
reacciones previas por abstinencia de alcohol (antecedentes de alucinaciones o delirium
tremens). Tales factores refuerzan la necesidad de la desintoxicación y también representan
contraindicaciones relativas para que el tratamiento se hiciere fuera del hospital, de un grupo
de Alcohólicos Anónimos con servicios anexos o en el domicilio del bebedor.
Los protocolos de desintoxicación dentro de un hospital suelen incluir una valoración médica
global; vitaminas en dosis cada vez menores; un sedante hipnótico; si es necesario,
suministrar además durante tres o cinco noches un somnífero; dar orientación y acudir a las
juntas de Alcohólicos Anónimos. El suplemento vitamínico, en especial la tiamina, suele
aplicarse por vía parenteral en los comienzos de la desintoxicación por posible absorción
deficiente en relación con el alcohol. Algunos protocolos indican la aplicación intramuscular
de 100 mg de tiamina por tres días. Debe recordarse que emprender la administración de
nutrientes o glucosa en un individuo con deficiencia de vitaminas sin añadir tiamina a su
régimen, puede desencadenar la encefalopatía de Wernicke.
Los individuos con complicaciones médicas, en particular los que están expuestos a riesgos
de insuficiencia hepática, requieren un tratamiento individual lo más apegado posible a sus
necesidades. Se les pueden administrar suplementos intravenosos de vitaminas que
contengan tiamina. Otros productos, en particular la lactosa, pueden ser útiles en estos
individuos, ya que disminuyen la concentración de amoniaco en la sangre y pueden servir
para evitar y tratar la encefalopatía porta.
Los individuos sin problema médico pueden desintoxicarse fuera del hospital si no se cuenta
con servicios intrahospitalarios, si la persona es incapaz de internarse o si no lo desea. Un
adulto responsable, preferentemente un alcohólico anónimo, debe permanecer junto al
paciente durante todo el periodo de desintoxicación.
Las dosis iniciales y sucesivas de los sedantes hipnóticos deben ajustarse a cada individuo.
Cuando aparecen signos de hepatopatía crónica, por ejemplo, hay que disminuirlos. El
sedante hipnótico también se administra para evitar el delirium tremens o para mitigar los
síntomas menores de abstinencia: temblor, ansiedad o náusea.
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