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DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA

CIENCIAS PSICOPEDAGÓGICAS

ASIGNATURA: LINGÜÍSTICA

DOCENTE: ANONIOTTI J.

CARRERA: PSICOLOGÍA

NOMBRE Y APELLIDO DEL ALUMNO: SHEILA ABIGAIL YORIE

MATRÍCULA: 1032535

FECHA: 15/05/2019
Capítulo Primero: El origen del vestido.

Nicola Squiacciarino comienza describiendo al hombre como un ser “desprovisto”, un ser lleno de
defectos, que orgánicamente no está caracterizado ni diferenciado del resto, sin un ambiente natural y
obligado a crear por sí mismo, con sus acciones, las condiciones de su existencia y su propio mundo.

Como el hombre es un ser desprovisto, está destinado a compensar su propia inadaptación natural
creando una “segunda naturaleza”, la cultura.

La primera observación sobre el origen del vestido que hace es sobre los pueblos primitivos, donde
llevaban amuletos que ahuyentaban las influencias maléficas de la magia y de los espíritus. Para ellos la
muerte, la enfermedad o las catástrofes de la naturaleza no se daban por causas naturales, sino por
magia hostil, por la acción de espíritus o por otras fuerzas mentales que no poseían una forma física, y
estos amuletos contrarrestaban estas acciones.

El uso de ornamentos tiene origen en este intento inicial de protegerse de los espíritus, ya que se creía
que las influencias maléficas de un mago o de un espíritu podían penetrar fácilmente a través de
aberturas y por ello se adornaban las orejas, la boca, la nariz, con amuletos y otros objetos mágicos cuya
función era defensiva.

En Egipto, se llevaban aros y anillos alrededor del cuello con el fin de prevenir una muerte prematura,
porque pensaban que la vida se escapaba a través de la cabeza o de las manos, entonces se intentaba
bloquear estos canales por medio de anillos con poder mágico. También llevaban la piel de león o de
oso que el guerrero cazaba, y está le transmitía la fuerza de dichos animales.

Algunos estudiosos afirman que la finalidad mágica de tales objetos ha constituido la primera
motivación del vestido, y tenían fines prácticos y relacionados con la magia, más que con fines
simplemente estéticos Lo mismo sostenía Charles Darwin, quien afirma que los vestidos surgieron
primeramente como un fin ornamental y no para producir una sensación de calor. Pero esta cuestión
acerca de cuál es la motivación primaria del uso de vestido se esclarece correctamente considerando
cada tipo de cultura por separado.

Wilhelm Wundt, por ejemplo, considera que los ornamentos, el tatuaje, etc. Son sobre todo
instrumentos mágicos, y agrega que se emplean en las necesidades más urgentes, donde el hombre no
puede hacer frente por sí solo. También establece que las primeras huellas del vestido no se encuentran
en el taparrabos de hojas, sino en un cordón que se ataba alrededor de los costados y que a veces se
utilizaba por sí solo sin añadir otros elementos, que evidentemente no es un medio de protección contra
la intemperie o el frío, ni una expresión de pudor. Hace referencia a los Wedda, y lo justifica como una
forma de difundido vínculo mágico, que garantiza cualquier cosa, incluso la fidelidad de la mujer.

John Carl Flügel encuentra el origen del vestido en la función ornamental motivada por el deseo de
reforzar la atracción sexual y de atraer la atención sobre los órganos genitales. En los pueblos primitivos
la pintura del cuerpo, el tatuaje y los elementos ornamentales en general tienen como punto de partida
la región genital y muy a menudo están en relación con fenómenos específicos de la vida sexual, como el
rito de iniciación de la pubertad y el matrimonio.

Buytendik sostiene que no se refiere exclusivamente a una función sexual, y encuentra una relación
entre las formas y colores de la indumentaria con las abundantes formas y colores de la naturaleza, y lo
define como un “juego”. Huizinga retoma esta idea de juego y dice que encuentra en el hombre una
instintiva y espontánea necesidad de adornar, simplemente por razones lúdicas.
Otra de las funciones que aparecen se encuentra ligada al instinto de rivalidad del hombre que se
manifiesta en una necesidad individual de distinción, ya que el único momento de igualdad con sus
semejantes es cuando está desnudo. Embellecer significa diferenciarse, y el autor va a decir que las
personas se pintan, tatúan o usan ornamentos y vestidos justamente para diferenciarnos de los demás.

En lo que refiere al sentimiento de pudor, el autor dice que no es tan común, por el hecho de que no en
todos los sitios afecta a las mismas partes del cuerpo y hay que considerarlo más bien como una
consecuencia que como una motivación inicial del vestido.

Al afrontar el tema del origen del vestido es frecuente que casi siempre se haga referencia a la historia
del pecado de Adán y Eva narrado en la biblia. Immanuel Kant, encuadra al primer hombre en un estado
paradisíaco, lo considera como una condición anterior al ser humano, como un estado de ignorancia e
inocencia donde el hombre se guió solamente por el instinto y se encontró bien mientras siguió las
huellas de este instinto primitivo, pero una vez despierta la razón, intentó ampliar su conciencia yendo
más allá de los límites impuestos y le indujo a comer el fruto prohibido.

Por primera vez el hombre tomó plena conciencia de lo que lo caracterizaba como hombre y lo
distinguía del mundo animal, descubrió en sí mismo la facultad de elegir por sus propios medios, de vivir
y de no estar ligado, como los demás animales, a un único sistema de vida.

Una vez saboreada la libertad, al hombre le era imposible volver a la condición de esclavo (bajo el
dominio del instinto). En la interpretación Kantniana, la expulsión del paraíso simboliza el paso del
primitivismo a la condición humana, la evolución de las ataduras de instinto a la supremacía de la razón.
Para el hombre ya no podía ser posible un retorno al paraíso de la inocencia, porque del estado de
libertad ya no se vuelve atrás.

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