Catalina Pérez

Según Tomás de Aquino, existe en la vida una cadena jerárquica de entes, en la que a
cada escalón le corresponde un determinado nivel de bien. Si no consigue gozar de
este que le corresponde por naturaleza, y es consciente de ello: sufre.

Es entonces, el sufrimiento, la percepción de la privación de un bien. La privación de un

bien es el mal, y por tanto, la causa del sufrimiento es el mal. Sin embargo, el mal no es
un ente en sí mismo, sino la ausencia de uno. Desde este punto de vista el mal no existe,
y al no existir no puede ser causa de nada. Mas, el “origen del mal” podría entenderse
desde su definición, siendo esta la privación del bien, y dado que este sí es un ente, sería
este mismo su causa. Y al ser el bien la causa del mal, es a su vez la causa del
sufrimiento.

Respecto del sufrimiento, Cassel asegura que no es lo mismo que el dolor, plantea que
puede existir dolor sin la necesidad de sufrimiento (por ejemplo, durante el parto la mujer
percibe un dolor inmenso, y aun así encontrarlo gratificante). Sin embargo, también afirma
que el sufrimiento está relacionado con el dolor siempre que este esté fuera de control,
sea insoportable o se desconozca su origen; es decir, situaciones en que se perciba el
dolor como una amenaza a su existencia, a su integridad e identidad.

A modo de conclusión, y siguiendo lo expuesto por Cassel, dolor y sufrimiento no son lo

mismo. El dolor da cuenta de aquello acontecido únicamente en la dimensión física del
ser humano. En cambio, el sufrimiento abarca a la persona desde su dimensión física y
espiritual, en distintos ámbitos de su vida.

Sintetizando las ideas de ambos autores, el sufrimiento no existiría si no fuéramos

conscientes de aquel bien que nos es arrebatado. Situándonos en el caso de una
karateka a la cual se le amputa un brazo. Según Cassel, su sufrimiento se explicaría por
el obvio dolor físico que este conlleva, pero también por el hecho de haber perdido su
identidad (o rol social) como karateka, y, para Tomas de Aquino, ella sufriría
principalmente por este bien natural (su pierna) que le es arrebatado.