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Guiomar E.

Ciapuscio Notas de clase 5 Lingüística A – Curso virtual 2020

LINGÜÍSTICA
CÁTEDRA “A”
CURSO VIRTUAL 2020

NOTAS DE CLASE 5: FERDINAND DE SAUSSURE (PRIMERA


PARTE)

El tema de esta clase es Ferdinand de Saussure. En la guía de la unidad II,


ustedes tienen indicados como lectura obligatoria algunos capítulos del Curso de
Lingüística General. Estoy segura de que gran parte de ellos –o la totalidad- deben ser
ya conocidos para ustedes. De todos modos, yo voy a insistir en algunos puntos que
tal vez no se tematicen tanto en la asignatura Gramática, o sí, pero me interesa ponerlos
en foco para el este curso y el desarrollo de los contenidos subsiguientes, vinculados
con el sistema de la lengua. La lingüística de todo el siglo XX fue marcada por la
impronta de Saussure. El Curso de Lingüística General, elaborado por dos de sus
discípulos, sobre la base de notas de clases, es un texto que ha sido denominado
metafóricamente por el lingüista británico Roy Harris como “la carta magna de la
lingüística moderna”. Esa metáfora da cuenta de la enorme relevancia del CLG para
la lingüística posterior. De hecho, incluso para el generativismo chomskiano: a pesar
de que en sus primeros escritos Chomsky tiene como blanco de sus ataques al
estructuralismo, particularmente en su variante norteamericana, con el tiempo ha ido
revalorizando los aportes del estructuralismo. En primer lugar, recuerden que un
principio general de la gramática chomskiana explicita el concepto de dependencia
estructural de manera enfática. Dentro del paradigma estructuralista, que inaugura
Ferdinand de Saussure, se defiende la idea de que en la lengua todo son relaciones, es
decir, que está estructurada y que pueden distinguirse para su estudio distintos niveles
de estructuras, como por ejemplo, la fonética y la fonología, la morfología, la sintaxis.
En el generativismo se argumenta con denominaciones como módulos, componentes
e interfaces. Pero si bien los nombres cambian, lo que persiste es la idea de que en el
estudio de la lengua hay distintas dimensiones que deben ser separadas y que existen
determinado tipo de relaciones centrales que permiten comprender la estructura de la

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lengua como un todo o, como veremos más adelante, como sistema. En efecto,
veremos que el sistema de la lengua, de acuerdo con Saussure, está articulado a partir
de dos tipos de relaciones básicas entre unidades de los distintos niveles: se trata de
las relaciones sintagmáticas y las relaciones paradigmáticas. Las primeras obedecen a
la linealidad característica del signo lingüístico: su carácter sucesivo. Por su parte, las
relaciones paradigmáticas ya no son de tipo secuencial sino de tipo asociativo. Si, por
ejemplo, tengo una preposición, puedo evocar por asociación el paradigma de ese
conjunto: a; ante, cabe, con, de, desde, hacia, para, por, sin, sobre, tras, como décadas
atrás memorizábamos en la escuela. Las relaciones paradigmáticas se desarrollan en
ausencia y por evocación. Me permiten seleccionar un solo miembro del paradigma en
determinada posición sintáctica: vengo {de/desde} la casa de mi madre; pero no puedo
elegir otras (*vengo {con/sobre} la casa de mi madre) Las relaciones sintagmáticas
han sido llamadas relaciones y, justamente porque, dado que son relaciones “en
presencia” y relaciones de orden secuencial, los elementos, como las palabras, se
suceden unas a otras, o pueden sucederse: el caso de las migraciones, el caso de las
migraciones interiores, pero no *caso el de las migraciones. En cambio, las
relaciones paradigmáticas han sido llamadas relaciones o, por el carácter mencionado
de opción a que obligan. Volveremos más adelante sobre este tema.

Es central, en el aporte saussureano, la delimitación del objeto de estudio. Para


poder trabajar en lingüística hay que recortar los fenómenos de los cuales esta puede
ocuparse. Saussure no deja de señalar que las lenguas, por ser objetos que evolucionan
y cambian, admiten e incluso requieren un análisis histórico; pero a él le interesa
focalizar los aspectos sincrónicos del estudio de la lengua, justamente en busca de
establecer nítidamente el objeto de estudio.

En el mismo sentido, se alinea otra de las ideas fundamentales de Saussure: el


signo lingüístico como una asociación de dos planos, asociación que él define como
arbitraria. El recorte de objeto, los tipos de relaciones y la noción de signo continúan
siendo actuales para la gramática y la lingüística. Estas ideas de base nos van a permitir
una reflexión sobre nuestra lengua.

Como ustedes ya saben, Saussure no escribió el Curso de lingüística general.


Más aun, los discípulos que editaron ese texto admiten la pluralidad de fuentes a las
que recurrieron: apuntes de ellos mismos, manuscritos dispersos del propio Saussure.
Ahora bien, hace pocos años, en el vivero de su casa de Ginebra, se encontraron

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manuscritos que habían permanecido absolutamente desconocidos. La editorial Gedisa


publicó en 2004 parte de ese material y lo tituló Escritos de lingüística general (la
edición original en francés es de 2002 y fue publicada por la editorial Gallimard). Allí
encontramos el pensamiento escrito de Sausurre, dado que el Curso es la transcripción,
adaptación y reformulación de su discurso oral. Entre las muchas cosas que estos
manuscritos nos muestran, podemos observar que el pensamiento saussureano estaba
lleno de dudas, contrariamente a lo que parece mostrar el Curso, donde las ideas se
van presentando como certezas, donde los enunciados son tan declarativos que
terminan provocando la impresión de que Saussure estaba absolutamente convencido
de todo lo que argumenta. Ciertas partes del Curso, muchas veces presentadas como
dicotomías tajantes y convencimientos a ultranza, deben ser comparadas con el
pensamiento saussureano que exhiben estos manuscritos posteriormente descubiertos.
Frente al Saussure del Curso transcripto, en los Escritos su modo de razonar es muy
dubitativo. Todo es tentativo y está por realizarse. Inclusive, estos manuscritos nos
indican que los intereses de Saussure son más amplios que los presentados por el
Curso. Saussure estaba interesado también por el discurso y la retórica. De hecho -esto
sí se sabía- proyectaba un siguiente curso de Lingüística del habla, que su muerte
sorpresiva impidió. Es interesante subrayar que F. de Saussure solo publicó dos obras
en su temprana juventud (entre ellas su tesis doctoral); en su adultez – para
desesperación de sus discípulos y seguidores – solía destruir todo aquello que iba a
escribiendo, en su afán de lograr mayor elaboración de sus ideas, que nunca lo
contentaban.

A pesar de las limitaciones del Curso de Lingüística General, las principales


ideas de Saussure quedan en pie. Estas ideas centrales han edificado la lingüística
moderna y sobre ellas tendremos que concentrarnos.

Ahora bien, suele presentarse a Saussure como un personaje aislado que, de


repente, se convierte en el padre de la lingüística. Sin embargo, varias de las ideas que
Saussure maneja en el Curso ya estaban circulando en la reflexión lingüística de finales
del siglo XIX. Lo que sí podemos apreciar en la obra de Saussure es un giro
disciplinario desde la gramática tradicional hacia lo que pasa a definirse como
lingüística moderna.

Antes de Saussure, se practicaba una gramática que, para tomar un punto de


partida, debemos remontarnos hasta la Grecia del siglo V a. C. Para los griegos era

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solamente una parte de la filosofía; por lo tanto, el estudio de las lenguas estaba ligado
a la búsqueda general de la comprensión de la naturaleza y las instituciones sociales.

Ahora bien, el rótulo de gramática tradicional se aplica sobre una producción


que recorre varios siglos. Podríamos decir que recién al llegar al siglo XIX
encontramos un cambio en el modo de concebir la ciencia lingüística. A través de los
estudios comparativos, estudios de historización y reconstrucción de lenguas,
comienza a producirse una autonomización de la lingüística respecto de otras
disciplinas.

Por otro lado, la gramática tradicional -previa al siglo XIX- otorgaba prioridad
absoluta a la lengua escrita frente a la lengua hablada y, junto con esto, una importancia
fundamental a la noción de corrección lingüística. Las distintas teorías postulaban una
corrupción de las lenguas existentes comparativamente con las lenguas "originales",
sobre todo el sánscrito y el hebreo, lenguas consideradas como puras y perfectas. La
tarea del gramático consistía en preservar a las lenguas de la corrupción. Así, su
orientación era prescriptivo-normativa. La gramática dictaminaba cuáles eran los
buenos usos para el hablar y el escribir. Los buenos usos eran ubicados en el habla
culta, y por ella se entendía el habla escrita de los autores literarios de prestigio.

Justamente en este sentido, una de las primeras afirmaciones y


argumentaciones saussureanas revolucionarias señala la prioridad de la lengua hablada
por sobre la lengua escrita. Lo escrito es, en todo caso, una segunda instancia respecto
de la lengua hablada. La lengua oral es la lengua viva. Para Saussure hay una prioridad
de lo oral por sobre lo escrito.

En este punto, es interesante reconstruir el tipo de metáforas utilizadas por los


lingüistas. Una lengua viva nos remite a uno de los pensamientos dominantes de la
reflexión lingüística del siglo XIX: las lenguas como organismos vegetales. Las
lenguas debían ser pensadas como organismos y, en tanto tales, eran un fenómeno más
de la naturaleza, con su nacimiento, su desarrollo y su muerte. Se hablaba entonces de
lenguas vivas y de lenguas muertas. Emparentada con esta idea aparece la de las
lenguas fértiles y las lenguas estériles, otra metáfora derivada de la misma idea de que
la lengua es un organismo vegetal. Se consideraban lenguas fértiles aquellas con raíces
ricas y gran producción morfológica, con riqueza de afijos. Por su parte, las lenguas
estériles eran aquellas que carecían de variadas posibilidades flexivas.

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Contra estas consideraciones, otro punto importante en Saussure es la


equiparación de todas las lenguas: todas las lenguas son iguales, no hay lenguas
superiores a otras. En el marco anterior, los pueblos civilizados gozaban de lenguas de
prestigio y los pueblos salvajes poseían lenguas no prestigiosas y, por lo tanto, no
estudiadas, o no merecedoras de ser estudiadas. En el Curso se señala claramente que
las lenguas, sean habladas -precisamente- por pueblos cultos o "salvajes", poseen en
todos los casos el mismo estatus o importancia. Si antes, con la idea de la corrupción
y con las metáforas sobre lenguas fértiles y estériles, había ciertas lenguas que no eran
tenidas en cuenta a la hora de un estudio lingüístico, el giro saussureano postula la
igualdad de lenguas.

Así, yendo a los objetivos nuevos de la lingüística moderna, ya no se trata de


normar o prescribir los usos correctos separándolos de los incorrectos. Los lingüistas
y los gramáticos deben describir las diferentes lenguas tal cual son, tal cual las usan
los hablantes. Con Saussure hay un giro desde el punto de vista prescriptivo al punto
de vista descriptivo.

Otro giro que debe ser destacado en la obra de Saussure es el pasaje de los
estudios diacrónicos a los estudios sincrónicos. Esto se vincula especialmente con la
escuela en la que Saussure se forma. A lo largo de todo el siglo XIX se enfatizó
muchísimo en la historia de las lenguas. Es el siglo de la comparación; y,
particularmente, en su último tercio se desarrolló la lingüística histórica, que se
concentraba en los cambios producidos en las lenguas y en la búsqueda de la
explicación de dichos cambios. Estos estudios históricos buscaban extraer las reglas
generales que permitieran entender esas modificaciones producidas.

Saussure enfatiza el punto de vista sincrónico. Esto es, enfatiza la necesidad de


que los estudios lingüísticos se concentren en los estados de lengua. La lingüística
sincrónica selecciona un determinado corte en el tiempo, un determinado estado, ya
sea pasado o contemporáneo. Lo importante es siempre trabajar sobre un estado y ya
no sobre una evolución. Aquí estamos hablando de la ya célebre distinción saussureana
entre lingüística sincrónica y lingüística diacrónica, y cabe decir que no es cierto que
a Saussure no le interesara la lingüística diacrónica (sus únicas publicaciones, por
cierto, competen a cuestiones de lingüística histórica). Lo que él encuentra como
imprescindible es partir de los estados de lengua, de los cortes sincrónicos. Luego sí
podrá ser recorrido el camino diacrónico.

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Todos estos puntos que he señalado marcan un cambio de orientación y son los
que permiten considerar a la obra de Saussure como el punto inaugural de la lingüística
moderna. Hay consenso en afirmar que la lingüística surge en el siglo XIX, pero la
consideración de la lingüística en un sentido moderno nace con las propuestas de
Saussure, cristalizadas por sus discípulos en la “constitución” de la disciplina: el CLG.

Un análisis crítico muy interesante es el prólogo escrito por Amado Alonso a


su traducción de Curso para Losada, cuya publicación es de 1947. En ese prólogo
Alonso contextualiza la obra de Saussure en el marco epistemológico de su época y
realiza una valoración a la vez positiva y negativa de las ideas de Saussure. Tengamos
en cuenta que Saussure fue cuestionado rápidamente por los lingüistas que le
siguieron, justamente por la rigidez de sus dicotomías -lengua/habla,
sincronía/diacronía, etc-. En este sentido, recordemos que en el Curso son los
discípulos quienes presentan a estas dicotomías en forma muy taxativa. Una idea que
fue muy duramente criticada es la postulación de que el cambio lingüístico no afecta
al sistema lingüístico. Si bien hoy en día, con el acceso a los manuscritos, podemos
relativizar la rigidez de estas postulaciones dicotómicas, el trabajo que desarrolló
Saussure para poder delimitar el campo propio de la nueva ciencia lingüística nos ha
provisto de una serie de ejes centrales, y es a partir de estos ejes centrales que la
moderna ciencia lingüística pudo constituirse.

Saussure busca hacer de la lingüística una disciplina de tipo científico, que se


asemeje a las ciencias naturales duras. Entre paréntesis, su padre era biólogo y en su
familia había naturalistas y geógrafos. Ahora bien, Saussure busca esta semejanza para
la lingüística en la posesión de un objeto homogéneo de estudio. En virtud de esta
búsqueda desesperada de un objeto homogéneo, que, en el caso del lenguaje, como el
mismo Saussure señala, resulta particularmente difícil- es que debemos entender su
procedimiento de recortar el campo, de recortar el objeto lengua respecto de lo que
llama habla.

Así, la lengua, en tanto objeto de la lingüística, debe ubicarse en una primera


etapa de la investigación, como inicio de la nueva disciplina. Muchas veces se ha
banalizado el pensamiento de Saussure diciendo que lo único que concentra su interés
es la lengua. Se ha dicho que Saussure desecha el habla como objeto de estudio de la
lingüística. Esto es falso. En el mismo Curso -si se lo lee con cuidado y en su totalidad-
encontramos la postulación de una lingüística del habla y, como también dijimos, la

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valoración de la diacronía. Para Saussure los aspectos vinculados al uso de la lengua


sí formaban parte de la disciplina lingüística, pero, en esa etapa fundacional, no eran
prioritarios. En todo caso, lo que hace Saussure -al menos, tal como lo presentan sus
discípulos-, es decir que la lingüística del habla deber formar parte de una etapa
posterior. Pero no dice que el habla no deba estudiarse.

En el Curso, en tanto es un texto construido a partir de clases dadas en Ginebra,


aparecen marcas de oralidad. Podemos encontrar, por lo tanto, las estrategias propias
de un discurso de tipo didáctico: proliferación de analogías y símiles, dibujos,
tendencia a una explicación por la metáfora, etc. Ahora bien, en los manuscritos
saussureanos recientemente encontrados, aparece un Saussure escritor de lingüística
que investiga también sobre la base de metáforas, esquemas y dibujos. Debemos
entender que lo que el Curso nos transmite, por lo menos en ese sentido, resulta ser
algo más que una mera modalidad didáctica: es un estilo de pensamiento propio de
Saussure.

En cuanto al territorio científico del que la lingüística se ocupará, en las


primeras páginas del Curso leemos que ese territorio no tiene -en principio- claros
límites. Dice Saussure: la materia, el campo de la lingüística, debe estar constituido
por todas las manifestaciones del lenguaje humano, ya se trate de pueblos salvajes o
naciones civilizadas, de épocas arcaicas, clásicas, o de decadencia, teniendo en
cuenta no sólo el lenguaje correcto y el bien hablar sino todas las formas de expresión.
En esta cita nos encontramos con el cambio de eje del que hemos venido hablando. En
primer lugar, para Saussure, las tareas de la lingüística son la descripción y la historia
de todas las lenguas de las cuales pueda ocuparse. El punto de vista es descriptivo e
histórico. En segundo término, estos estudios deben tener por finalidad encontrar las
fuerzas que intervengan de manera permanente y universal en todas las lenguas. Lo
que se busca es encontrar los principios de funcionamiento que permitan explicar a
todas las lenguas. A partir de estos principios, el lingüista debe poder extraer las reglas
generales, las regularidades. La tercera tarea de la lingüística es la de deslindarse y
definirse ella misma.

Las estrategias de definición del objeto de estudio son una preocupación


omnipresente en Saussure. Podemos reencontrarlas en los manuscritos recientemente
publicados. Cuando compara a su disciplina con otras ciencias, encuentra que muchas
de ellas poseen objetos dados de antemano. Por ejemplo, la botánica, la geografía o la

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biología tienen como objeto de estudio fenómenos previamente dados -consideren el


marco positivista en que Saussure está inmerso-. En cambio, la lingüística -argumenta
Saussure- debe construir su objeto de estudio.

A esto se suma el hecho de que la lingüística debe asumir que cualquier hecho
lingüístico admite diversos modos de estudio. Un elemento mínimo, pongamos por
caso una palabra, puede ser trabajado desde el punto de vista de sus sonidos
constitutivos, puede ser pensada a partir del significado que transmite, o ver su
evolución desde el punto de vista histórico. En definitiva, todo hecho lingüístico
admite una pluralidad de enfoques.

Saussure sostiene entonces que, a diferencia de las otras ciencias mencionadas,


en la disciplina lingüística el objeto de estudio no precede al punto de vista. Por el
contrario, en la lingüística el punto de vista es el que crea a su objeto. El investigador
crea un punto de vista que no se encuentra dado previamente. Como señala Amado
Alonso, Saussure está obsesionado por la complejidad inabarcable de las lenguas.
Dada esa complejidad, el problema es elegir el punto de vista más adecuado para un
estudio científico de las lenguas.

Esta característica inabarcable del lenguaje, su complejidad, es concebida por


Saussure en términos dicotómicos, enfoque que suele atribuirse sólo a él. Sin embargo,
un lingüista y pensador del siglo XIX como Wilhelm von Humboldt también procedía
de esa forma. Ahora bien, en Saussure, ese carácter dicotómico implica varias cosas.
En primer lugar, que el lenguaje es social e individual; en segundo lugar, el lenguaje
es sonido y pensamiento. En tercer lugar, un lenguaje es un sistema establecido -un
estado de lengua- pero es también una evolución. Es en el marco de esta complejidad
y este afán por construir un objeto de estudio homogéneo que Saussure postula la
distinción entre lengua y habla.

Pero antes de elaborar su definición de la lengua, Saussure menciona una


facultad del lenguaje. Esta facultad es la que explicaría que absolutamente todos los
seres humanos tengamos una lengua y seamos capaces de comunicarnos mediante ella.
Esa facultad de lenguaje que nos define como seres humanos es considerada por
Saussure como lo único natural adquirido.

La lengua, para Saussure, es lo único susceptible de definición autónoma. La


lengua es una parte esencial del lenguaje; es un producto social de la facultad

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lingüística. En este sentido, afirma que la lengua es un conjunto de convenciones


necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de la facultad
lingüística. El énfasis en los aspectos sociales de la lengua exhibe la profunda
influencia epistemológica que la sociología, en auge en su época, tuvo en Saussure. Él
distingue los aspectos sociales de la lengua de sus aspectos individuales, para otorgarle
una primacía absoluta al hecho social.

Ahora bien, para ubicar ese objeto homogéneo y definido, la lengua, entre los hechos
diversos del lenguaje, tomará la siguiente estrategia: partir del circuito de comunicación y
ubicar a la lengua en el cerebro de los individuos. A propósito, lo digo en plural porque a lo
largo de su caracterización de la lengua él insiste en el hecho de que, si bien todos los
individuos la poseen, ella no está completa en ninguno. Por eso su carácter es social. En los
términos del Curso, el lenguaje es multiforme y heteróclito y se encuentra a caballo de
distintos dominios. El lenguaje es a la vez físico, fisiológico y psíquico, y pertenece
simultáneamente al dominio social y al dominio individual. Por lo tanto, es necesario
desbrozar ese campo multiforme para así poder deslindar un objeto de estudio legítimo para
la lingüística.
Pero el planteo de Saussure es mucho más fino: si por un lado tenemos una facultad
lingüística de orden natural, por otro tenemos la lengua, la cual no es natural. La lengua es
adquirida y convencional. La lengua es herencia y convención. Con estas características,
ocupa el primer lugar en el estudio del lenguaje. La lengua es más importante que la facultad
lingüística, porque esa facultad no puede ejercerse sin el instrumento creado y suministrado
por la colectividad. La lengua, creación social, permite el ejercicio de la facultad del lenguaje
y, dado ese carácter indispensable, Saussure sostiene que no es quimérico decir que es la
lengua la que le da unidad al lenguaje.
Se ve claramente la obsesión de Saussure ante lo heterogéneo del fenómeno que se
propone estudiar, y la consecuente necesidad de recortar un objeto, de ubicar un lugar para
la lengua entre la diversidad de los hechos del lenguaje. En sus manuscritos encontramos,
no sólo la idea de que el lenguaje es heteróclito, como sostiene en el Curso, sino que, aún
más, resulta inabarcable por definición. En las palabras (reales) de Saussure halladas en un
sobre en su casa de Ginebra:
“Quien se sitúa ante el objeto complejo que es el lenguaje para estudiarlo se
enfrentará a ese objeto por tal o cual lado, que nunca será todo el lenguaje,
suponiendo que haya sido muy bien escogido; y si está peor escogido puede llegar a
dejar de ser de orden lingúístico o bien representar una confusión de puntos de vista
inadmisible después.” (Escritos de Lingüística General, 2004: 28)

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Veamos ahora cómo encara el problema de definir el objeto. Saussure piensa que,
para encontrar lo esencial de los hechos lingüísticos, es necesario partir del mínimo acto de
comunicación entre dos individuos. Para ellos, Saussure incluye dos famosos esquemas en
el Curso. En el primero, vemos dos caras enfrentadas, la del hablante y la del oyente, que
muestran el circuito comunicativo elemental, y el segundo en el que, la misma idea, está un
poco más perfeccionada. Ambos le permiten a Saussure aislar el acto comunicativo mínimo.

El acto comunicativo ocurre cuando en el cerebro de del hablante (A)


determinados hechos de conciencia se asocian con las representaciones de los signos
lingüísticos que sirven para la expresión de esos hechos. Los hechos de conciencia son

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llamados conceptos y los signos que sirven para su expresión son denominados imágenes
acústicas. Así, el primer momento del acto comunicativo resulta ser eminentemente
psíquico: ocurre en la cabeza del individuo. Un concepto dado desencadena en el cerebro
una imagen acústica correspondiente. Pero inmediatamente esto da lugar a otro proceso, ya
de tipo fisiológico, por medio del cual el cerebro transmite a los órganos de la fonación un
impulso que es correlativo con esa imagen acústica. Tenemos entonces un proceso psíquico
y un proceso fisiológico. La fonación tiene como resultado el hecho físico de la propagación
de las ondas sonoras que van desde la boca del hablante hasta el oído del oyente/interlocutor
(B).
Naturalmente, desde B se desarrolla un proceso equivalente e inverso. Se va desde
la audición al cerebro -transmisión fisiológica- y, en el cerebro, se produce la asociación
psíquica de la imagen acústica con el concepto. Este proceso se repite indefinidamente, cosa
que Saussure representa mediante las flechas circulares. Por supuesto, el análisis así
planteado resulta muy primario e incompleto, pues cabrían distinguir en él numerosos micro-
momentos; pero este esquema permite ubicar y distinguir distintos momentos y procesos
fundamentales: el psíquico, el fisiológico y el físico.
Del mismo abordaje podemos extraer más distinciones: por oposición a una parte
interna, tenemos una parte externa al acto, esto es, todo lo que sucede al exterior del cerebro
de los participantes de la comunicación. A su vez, nos permite distinguir un aspecto psíquico
opuesta a uno no psíquico. En tercer lugar, Saussure señala, por lo menos como momento
del proceso, una distinción entre una parte activa y una parte pasiva o receptiva. Para
Saussure, todos los elementos vinculados con el modelo del hablante y con la ejecución son
los elementos activos, mientras que todo lo vinculado con el interlocutor/oyente es receptivo
y pasivo. Cabe señalar que actualmente esta perspectiva no es considerada válida. Desde el
desarrollo de la pragmática, se sabe que la interpretación o comprensión, aunque distinto, es
un proceso tan activo como la producción de discurso.
En este proceso básico que acabamos de delinear resulta crucial una facultad que
poseen tanto el hablante como el receptor, a la cual Saussure denomina facultad de
coordinación y asociación. Se trata de una facultad que se verifica en la comunicación,
siempre que la comunicación se componga de signos lingüísticos encadenados, coordinados
y en asociación con otros signos. La facultad receptiva y coordinativa es el lugar del hecho
social de la lengua, es lo común a los distintos hablantes de una determinada lengua. Y no
sólo eso: la capacidad receptiva y coordinativa es la que permite el funcionamiento de la
lengua, es decir, lo que permite que la comunicación sea posible y, además, lo que hace que

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una lengua sea algo convencional, en tanto conjunto de signos que no son sino acuñaciones
de las asociaciones de conceptos e imágenes acústicas que comparten todos los hablantes de
una comunidad. Dicho de otro modo, la lengua, en tanto producto de carácter social, debiera
ser imaginado como la suma de todas las imágenes verbales almacenadas en el cerebro de
los individuos y asociadas con sus conceptos correspondientes. A partir de este planteo es
que Saussure define la lengua como un tesoro. Este tesoro se encuentra depositado en el
cerebro de los individuos, a partir de las actividades de habla. Esto es importante: son las
actividades de habla, las que nos van a posibilitar la adquisición de la lengua.
Podemos, en este punto, dar una primera definición de lengua: es un tesoro
depositado por la práctica del habla en los sujetos que pertenecen a una misma comunidad
lingüística, un sistema gramatical virtualmente existente en el cerebro de todos los
individuos. La idea de un sistema virtual implica que se trata de un sistema de posibilidades:
posibilidades de elección, de combinación y de asociación. Luego, este sistema virtual se
actualiza o instancia en las realizaciones lingüísticas concretas. Para conectarlo con los
términos chomskianos, podemos entender sistema virtual en cierta analogía con la
competencia lingüística. La dicotomía entre la lengua como sistema virtual de posibilidades
y su puesta en acto en la actividad de producir y comprender textos resulta una idea muy
fuerte en la reflexión de los actuales modelos gramaticales.
Sin embargo, Saussure se encarga de corregir esta primera definición que acabamos
de dar. Dice que ese sistema gramatical virtual no se ubica en el cerebro de los individuos,
sino que, en realidad, se halla en el cerebro de la colectividad. Con esto quiere decir que el
sistema no está completo en el cerebro de ningún hablante aislado, sino que sólo puede
considerarse completo por el hecho de ser compartido por todos los miembros de la
comunidad lingüística. Fíjense que esto contrasta abiertamente con la idealización
chomskiana sobre el hablante/oyente ideal.
Por el contrario, el habla es un acto individual de voluntad e inteligencia. En este
acto hay dos aspectos. Por un lado, nos encontramos con las elecciones del sistema,
elecciones concretas de los hablantes respecto de lo que también ha sido llamado código de
la lengua. Cuando hablo, cuando pongo la lengua en realización, selecciono del código
aquellos signos lingüísticos que me sirven para expresar mis pensamientos o sentimientos.
Este primer aspecto es un hecho de carácter intelectual. Por otro lado, tenemos un segundo
aspecto: un mecanismo psicofísico que nos permite hablar. El hecho de hablar permite
exteriorizar nuestras elecciones y combinaciones.

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En una primera síntesis, las características de la lengua son las siguientes. En primer
lugar, Saussure indica que ella es un objeto bien definido y ubicado en el marco del conjunto
heteróclito de los hechos lingüísticos. En segundo lugar, dentro del circuito que acabamos
de exponer, la lengua está localizada en la fase en la que se unen los conceptos con las
imágenes acústicas. En tercer lugar, la lengua es la parte social del lenguaje, es exterior al
individuo y, como tal, no puede ser modificada a voluntad por ningún individuo particular.
El individuo no puede crear la lengua: ella existe solamente en virtud del contrato existente
entre los miembros de una comunidad.
El individuo necesita de un aprendizaje para adquirir la lengua, aprendizaje que
implica una exposición regular y reiterada a hechos de habla. De esta manera, y en forma
paulatina, la lengua va siendo incorporada y asimilada. Cuando Saussure dice que la lengua
es asimilada vemos en este término que en el pensamiento de Saussure la lengua es vista
como algo exterior al individuo. En ningún momento del Curso se focaliza el hecho de que
un individuo no sólo asimila, sino que, además, es activo en la adquisición de la lengua.
En cuarto lugar, otra característica fundamental de la lengua es que puede ser
separada. A diferencia del habla, la lengua puede ser estudiada en forma separada del
individuo. El ejemplo más claro es el estudio de las llamadas lenguas muertas. Mientras el
lenguaje resulta un hecho heteróclito, heterogéneo, la lengua resulta ser de naturaleza
homogénea.
En quinto lugar, Saussure nos dice también que la lengua es un objeto de naturaleza
concreta. Si bien los signos lingüísticos son fenómenos psíquicos -asociaciones de imagen
acústica y concepto-, no debemos concluir por esto que la lengua es algo abstracto. Las
asociaciones se encuentran dadas por el acuerdo colectivo de los miembros de una
comunidad y son realidades: realidades con asiento en el cerebro. Además, los signos son
tangibles, podemos materializarlos y así lo hacemos, por ejemplo, en la escritura.
Ahora veamos dónde se ubica la nueva ciencia que propone Saussure dentro del
marco de las ciencias de su tiempo. La lingüística es la ciencia de la lengua y debe ubicarse
dentro del campo general de la semiología, sostiene Saussure, ciencia que, aunque no se ha
desarrollado aún -en términos contemporáneos a él- deberá ser la disciplina que estudia la
vida de los signos en el seno de la vida social. Esta ciencia, la semiología, a su vez debe ser
ubicada dentro de la psicología social y, naturalmente, esta última bajo la ciencia más general
de la psicología. Esta caracterización se relaciona con los paradigmas científicos dominantes
en su época, en la cual la psicología estaba en auge.

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Ahora bien, entre lengua y habla, más allá de la tajante separación inicial, existe una
relación de interdependencia, es decir, de dependencia mutua. La lengua es el instrumento
del habla -no es posible hablar sin estar en posesión de la lengua-, pero simultáneamente
también es un producto del habla, ya que la lengua se adquiere por medio de hechos de habla,
por medio de las experiencias de habla que vive el niño.
Esto se vincula con lo antedicho. Si la lengua es la suma de las acuñaciones de
imágenes acústicas con conceptos, la lengua puede ser pensada como un modelo colectivo,
como la suma de acuñaciones de imágenes acústicas con conceptos, y puede ser entendida
como un objeto que no se explica aisladamente a través de los individuos sino a través del
conjunto.
Por otra parte, el habla es un conjunto de actos de ejecución sujetos a factores de
contexto, una multiplicidad de actos únicos, susceptibles de variación de individuo a
individuo. El habla no es un modelo colectivo sino una suma de casos particulares, una suma
siempre abierta de instancias individuales. La lengua en cambio, en tanto modelo colectivo,
es comparada con un diccionario. Supongamos que tenemos un diccionario con muchos
ejemplares idénticos y lo que hacemos es entregar uno a cada individuo de una comunidad
lingüística; será algo que tiene cada uno, pero, al mismo tiempo, algo común a todos ellos.
En tanto es única, la lengua es un objeto homogéneo, analizable y cognoscible. El
habla en cambio es un objeto de entidad heterogénea, diversa y particular. Para estudiarla es
necesario otro método y otro enfoque. Tal como se le presenta a él el estado de la disciplina,
Saussure encuentra indispensable elegir un punto de vista, un punto de partida, y elige la
lengua. Pero recordemos siempre que Saussure habla de la necesidad de dos disciplinas. Por
una parte, postula una lingüística propiamente dicha, que va a ocuparse de la lengua. Por
otra parte, postula una disciplina a la que denomina lingüística del habla, la cual se deberá
ocupar de los heterogéneos actos del uso lingüístico.
En otros pasajes del Curso, Saussure postula una analogía entre la lengua y la música:
la lengua puede compararse con una sinfonía, cuya realidad es independiente de la manera
en que se ejecute. La realidad de la lengua es independiente de la manera en la cual sus
ejecutantes la realicen. Los errores, los logros y las debilidades, no afectan a esa sinfonía en
sí misma.
Ahora veremos el capítulo I de la Primera Parte del Curso, donde vamos a
concentrarnos en la definición del signo lingüístico. Una forma de argumentación habitual
en Saussure es la de partir del modo precientífico o "ingenuo" de concebir aspectos de la
lengua y, desde allí, ir hacia el terreno de las abstracciones. En este sentido, comienza

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Guiomar E. Ciapuscio Notas de clase 5 Lingüística A – Curso virtual 2020

señalando la creencia ingenua de que la lengua es una nomenclatura, una serie de rótulos
que se le ponen a las cosas. Ahora bien, en términos saussureanos, concebir la lengua como
una nomenclatura implica suponer ideas completamente hechas y preexistentes a las
palabras.
Igualmente, podemos partir de esa idea errada y avanzar más allá. De esta idea
podemos tomar la postulación de que existe algo doble en la lengua, ya que nos habla de la
existencia de la unión entre dos términos. Sin embargo, debemos reconocer la presencia de
otro inconveniente, pues esta idea también supone que el vínculo entre los nombres y las
cosas es muy simple. El signo lingüístico es una entidad de dos planos. Pero esos dos planos
no son la cosa -o referente- y su nombre. En realidad, los dos planos del signo están
constituidos por el concepto y por la imagen acústica, y son ambos mentales.
Por lo tanto, una primera definición del signo lingüístico es la de una entidad psíquica
de dos caras íntimamente unidas y recíprocamente necesarias. No hay concepto sin imagen
acústica, ni imagen acústica sin hay concepto. Toda imagen acústica remite necesariamente
a un concepto, y todo concepto remite necesariamente a una imagen acústica.
Es interesante detenerse un momento a considerar por qué una imagen acústica es
un fenómeno de orden psíquico. Pensemos en nuestra lengua materna y en situaciones en
las cuales podemos hablar con nosotros mismos: podemos hablar sin pronunciar sonido
alguno. En rigor, las palabras de nuestra lengua materna no son otra cosa que imágenes
acústicas que pueden materializarse en una forma vocal. Los fonos y alófonos realizan las
imágenes acústicas, pero no se identifican con ellas. Saussure ha definido el signo lingüístico
como la combinación de concepto e imagen acústica. A continuación, buscará dotar a este
concepto con una terminología que sea transparente en cuanto a la relación de
interdependencia e indisolubilidad entre los dos planos constitutivos del signo lingüístico.
Para ello, rebautiza los términos: pasa a llamar significados a los conceptos y significantes a
las imágenes acústicas. A partir de este momento, la palabra signo pasará a designar al
conjunto o unión de significado y significante.
Fíjense que signo lingüístico en el marco saussureano designa distinto tipo de
entidades (en cuanto a su complejidad): palabras libres, morfemas ligados, palabras
complejas y compuestas. Así son signos criticar, criticable, -ble, lavarropas, antidiluviano.
La primera característica del signo lingüístico es su carácter arbitrario. Es decir, es
arbitraria la relación entre los dos planos del signo, entendiendo por arbitrariedad el hecho
de que no existe ninguna motivación para la asociación entre determinado significado y
determinado significante. El signo es arbitrario en el sentido del carácter inmotivado de la

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Guiomar E. Ciapuscio Notas de clase 5 Lingüística A – Curso virtual 2020

asignación de determinado significado a determinado significante, y de que determinado


significante vehiculice determinado significado. La prueba más evidente a favor de este
carácter arbitrario es la existencia efectiva de diversas lenguas.
{día}

día day jour tag

español inglés francés alemán

Consideremos el significado {día}. En español, este concepto se realiza con el


significante que arbitrariamente lo designa: /día/. Pero el mismo significado presenta en
inglés el significante /day/, en francés /jour / y en alemán /tag/. La diversidad lingüística nos
muestra que las diferentes lenguas existentes que comparten significados.
Ahora bien, al respecto hay una importante salvedad que hacer. El ejemplo que tomé
remite a uno de los conceptos más básicos de la experiencia humana, el de la sucesión de
días y noches. Para todos estos conceptos básicos tenemos un conjunto de primitivos cuyo
significado los hablantes de las diversas lenguas poseen. Otro tipo de significados no se
realizan de manera tan común para lenguas distintas. Pero sólo los conceptos de la
experiencia más básica y constitutiva del ser humano permiten mostrar que hay un
significado cuya expresión puede realizarse por medio de diversos significantes según las
diversas lenguas. Sin embargo, cada lengua encuentra el significado de cada uno de sus
signos por oposición con todos los demás, al interior del sistema de esa lengua, como
veremos a través del concepto central saussureano de valor. De ese modo, podemos decir
que cada lengua recorta su campo de significaciones de una manera diferente. El postulado
básico de la propia noción de sistema -acuñada por Saussure y que tuvo tan alta repercusión
en muchas otras disciplinas- es que nada tiene valor fuera del sistema. El valor del elemento
individual emana, surge, de su posición en el sistema, y de su relación con el resto de sus
elementos semejantes. Por ejemplo:

aquí ahí allí


espacio semántico
here there

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Mientras que en inglés hay un solo subsistema pronominal para distinguir zonas de
distancia, posiciones relativas respecto del hablante, en castellano hay dos subsistemas. Uno
de ellos es binario: acá/allá, y divide en dos el espacio; el otro es ternario, aquí/ahí/allí, y lo
divide en tres. Se trata de tres signos lingüísticos relacionados entre sí de manera evidente.
Son signos lingüísticos porque hay en cada uno de ellos una relación
significado/significante. Ahora bien, la pregunta es cuál es el valor de aquí, qué lugar tiene
en el sistema, es decir, cómo se reparte su valor semántico en el sistema. Aquí se define por
oposición a los otros dos miembros del subsistema. Podemos dar una definición sumamente
precisa de aquí: la palabra que designa la zona que está más inmediatamente cercana al
hablante, aquel que está haciendo uso de la lengua. Allí es el lugar más lejano, y ahí es el
lugar intermedio entre los dos. Pero, dicho en términos de oposición, aquí es el lugar que no
es ni ahí ni allí y, del mismo modo, puedo decir que allí es el lugar que no es ni aquí ni ahí.
Esos son los valores que tiene cada miembro del sistema.
Pero, volviendo al ejemplo anterior, los conceptos más básicos son una prueba
contundente a favor del carácter arbitrario de la relación entre significado y significante.
Justamente debido a la importancia de la característica referida a su arbitrariedad, Saussure
elige utilizar el término signo y desecha el de símbolo. La dificultad de este último radica en
que presupone un cierto grado de relación natural o motivada entre el plano del significante
y el plano del significado. Saussure indica al respecto que el símbolo tiene por carácter no
ser nunca completamente arbitrario; no está vacío, hay un rudimento de vínculo natural.
Un ejemplo de relación no arbitraria es el símbolo de la balanza para la justicia, el cual no
podría remplazarse por otro tipo de objeto.
Insisto en que por arbitrario se entiende inmotivado. El carácter arbitrario del signo
no implica de ningún modo que dependa del libre albedrío del hablante. Para Saussure, un
individuo aislado no puede hacer casi nada ante la lengua.
Ahora bien, la idea de la arbitrariedad del signo ha sido objetada. Uno de los
argumentos en contra, relevados y refutados por el propio Saussure, es el de las
onomatopeyas. Se trata de palabras cuyo sonido tendría semejanza con su concepto, como
en el caso de guau-guau para aludir al ladrido. Saussure rebate esta objeción con una serie
de argumentos: en primer lugar, las onomatopeyas forman conjuntos muy reducidos; en
segundo lugar, más importante aun, las onomatopeyas no son idénticas en todas las lenguas.
Si bien cada lengua trata de copiar esos sonidos con palabras que actúen como sus íconos,
la manera en que incorporan esas percepciones a su sistema lingüístico particular varía de
lengua en lengua, variación que depende del condicionamiento que la fonología y la fonética

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de cada lengua particular imprime al caso. Por ejemplo, la onomatopeya alemana que se
refiere al ladrido del perro es wau-wau. Es decir que en las onomatopeyas también se registra
la arbitrariedad. Y, por sobre todo lo anterior, una vez ingresada a la lengua una palabra que
en su origen pueda haber tenido algún vínculo natural con su referente sufre la evolución
fonética del sistema lingüístico particular, prueba de que la relación significado/significante
ya no es motivada, sino arbitraria.
La segunda característica propia del signo lingüístico es la linealidad. Esta
característica depende de la naturaleza misma del significante que, al ser de naturaleza
auditiva, tiene lugar en la dimensión del tiempo y, por lo tanto, toma las características
constitutivas de la dimensión temporal. El significante siempre representa una extensión, y
esa extensión es mensurable en el tiempo. Su medición puede realizarse en los términos de
una línea horizontal que representa esa extensión.
Esta característica de la linealidad del signo lingüístico es contrapuesta por Saussure
a los significantes propios de otros sistemas semióticos. Existen signos que no se encuentran
sometidos a la linealidad, como las señales marítimas y las señales de banderas, sistemas en
los cuales puede darse una simultaneidad. En cambio, los signos lingüísticos no pueden
concebirse fuera de la línea del tiempo. Los significantes se realizan siempre uno detrás de
otro, y forman una cadena. Esta cadena, de hecho, puede ser representada en forma
inmediata por la escritura. En la realización escrita de la lengua vemos que, en todos los
órdenes del sistema lingüístico, se verifica la dominancia de la linealidad. Podemos
observarla en la conformación de sílabas, en la conformación estructural de la palabra, en la
conformación de oraciones y, por último, también en la conformación de sucesiones de
oraciones o textos.
La tercera característica del signo lingüístico es la inmutabilidad. Ahora bien,
Saussure sostiene que el significante es elegido libremente para expresar determinado
significado. Es una afirmación que debería ser analizada con más detenimiento, porque
inmediatamente podríamos preguntar quién elige el significante. Saussure nos diría que la
elección es realizada por la comunidad lingüística. Pero entonces, si él mismo criticaba a sus
antecesores por buscar una antigua lengua perfecta, ahora parece presuponer en cierta
medida que, en algún momento, se han elegido determinados significantes para la expresión
de determinados significados.
En relación con la comunidad lingüística que lo emplea, el signo no es libre sino
impuesto. Recurriendo nuevamente a una metáfora, Saussure dice que la lengua es una carta
forzada. El Curso nos dice: No solamente es verdad que, de proponérselo, un individuo sería

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incapaz de modificar en un ápice la elección ya hecha, sino que la masa misma no puede
ejercer su soberanía sobre una sola palabra. La masa está atada a la lengua tal como es.
La idea es que ni el individuo ni la comunidad, pueden decidir arbitrariamente que una
palabra deje de decirse de una manera y pase a decirse de tal otra. Ni el individuo ni la
comunidad pueden hacer que el significado {mesa} pase a decirse con el significante casa.
En este punto, Saussure recurre a una nueva metáfora que se ha vuelto célebre: la
lengua como contrato. Un contrato firmado de antemano, por el cual el signo se encuentra
fuera del alcance de nuestra voluntad.
Ahora bien, las consecuencias de la inmutabilidad son varias. Por una parte, Saussure
dice que siempre que miremos para atrás, la lengua aparece como herencia de una época
anterior. El acto por el cual, en un momento dado, fueron los nombres distribuidos entre las
cosas, el acto de establecer un contrato entre conceptos e imágenes acústicas, lo podemos
imaginar, pero nunca ha sido comprobado. Ninguna comunidad lingüística ha conocido la
lengua de otro modo que no sea como algo heredado de su pasado. Aunque hagamos un
corte y tomemos un estado de lengua según el uso de los hablantes, aun ese mismo estado
sincrónico se encuentra marcado por factores históricos. Todo estado de lengua es el
producto de un desarrollo histórico y no está sujeto, ni a la voluntad de la masa, ni a la del
individuo. Sin embargo, la lengua es el único objeto real.
Por otra parte, respecto del carácter inmutable del signo, Saussure -o sus discípulos-
llega a formulaciones extremas. El Curso llega a sostener que la reflexión no interviene en
la práctica de un idioma. Los sujetos son, en gran medida, inconscientes de las leyes de la
lengua. En tanto inconscientes respecto del funcionamiento de su lengua, Saussure se
plantea: si no se dan cuenta de las reglas, si hablan sin saber las reglas, ¿cómo las van a
cambiar? Es difícil pensar que la masa o el individuo puedan cambiar la lengua.
Saussure propone distintas explicaciones respecto del hecho de la inmutabilidad del
signo lingüístico. El primer argumento pasa por el carácter altamente complejo de los
sistemas lingüísticos. Un sistema lingüístico, cualquiera sea la lengua de la que se trate,
resulta ser siempre un mecanismo complejo, un mecanismo que sólo puede ser comprendido
a partir de la reflexión. En este sentido, Saussure señala que quienes hacen un uso cotidiano
de ese mecanismo ignoran profundamente cómo funciona el sistema de la lengua.
Una intervención sobre una lengua sólo podría ser obra de un trabajo mancomunado
de lingüistas y lexicógrafos que contaran con una política lingüística consensuada. Al
respecto, Saussure dice que hasta ahora la experiencia muestra que ese tipo de trabajo no
han tenido injerencia o importancia.

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Esta afirmación es un poco relativa. Existen las llamadas lenguas normalizadas, de


las cuales el catalán es un buen ejemplo. En la época del franquismo se prohibió el catalán.
Luego, con la recuperación democrática, el Estado catalán formuló una verdadera política
lingüística y logró revitalizarlo. Incluso se han creado nuevas palabras para ámbitos donde
el catalán todavía no había sido utilizado. Otro tipo de intervenciones externas al sistema es
también la cuestión del lenguaje inclusivo y la voluntad de grupos de personas y de
instituciones de modificar el sistema pronominal, por ejemplo. La introducción del morfema
“e-“ en los pronombres y el sistema verbal del español para superar el binarismo de los
géneros masculino y femenino es un intento de modificar el corazón del sistema lingüístico.
Es una modificación que los lingüistas observamos y describimos, y que veremos si se
impone finalmente, es decir, si se generaliza.
Ahora bien, respecto de la inmutabilidad, es decir, la imposibilidad del individuo o
la masa de actuar frente a la lengua, los actuales estudios de adquisición lingüística muestran
claramente el carácter creativo del individuo respecto de la lengua. Pinker, en su libro El
instinto del lenguaje, señala una gran cantidad de ejemplos que se contraponen a la idea de
la inmutabilidad.
Ante la imposibilidad de acceder al momento inicial en que una lengua se constituye,
Pinker dice que, respecto del problema de cómo han surgido las lenguas particulares
existentes, la lingüística debe enfrentarse con la ausencia de registros documentales de esos
primeros momentos. Pero sí podemos tener acceso al proceso por el cual se generan nuevas
lenguas a partir de situaciones conflictivas. Uno de los casos que Pinker menciona – y que
ustedes ya conocen - está ligado con la esclavitud. A través del Atlántico se traían esclavos
negros del África para que trabajaran en los cultivos de los terratenientes en Centroamérica.
Deliberadamente, quienes comerciaban con ellos trataban de llevar siempre a grupos de
personas que hablasen lenguas distintas. Durante los largos viajes por barco, estos esclavos
de diversas procedencias lingüísticas desarrollaron nuevas formas lingüísticas: lo que se
conoce como lenguas pidgin. En principio, se trata de dialectos muy elementales, cadenas
inconexas de palabras, sin morfología. Toman prestadas palabras de la lengua de sus
colonizadores, porque es la única fuente común que tienen. En ciertas ocasiones, esos
dialectos macarrónicos pueden llegar a convertirse en una lengua franca que permita la
comprensión. Pero al ser lenguas muy elementales, sólo permiten desenvolverse en
situaciones también elementales y recurrentes, el tipo de situaciones que pueden vivir esos
grupos. Ahora bien, sin embargo, muchas veces esos dialectos macarrónicos suelen dar un
paso hacia delante y se convierten en lenguas criollas. Estas lenguas criollas, originadas en

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un dialecto macarrónico, son enriquecidas y "completadas" con morfología y reglas


gramaticales. Pero no son los adultos sino los niños quienes convierten una lengua pidgin en
una lengua criolla. En un determinado momento, esos dialectos constituidos por cadenas
desconectadas de palabras se complejizan; y quienes desarrollan esa tarea son los grupos
que se ven obligados a hacerlo, en una etapa de explosión gramatical; y esto son quienes
llegan con el instinto o la capacidad innata de crear lenguas.
Estos ejemplos nos permiten contrastar esta afirmación de la inmutabilidad y la
impotencia de los individuos hablantes frente al sistema de la lengua. Sin embargo, también
es justo recordar que Saussure consideraba que el ser humano posee una facultad lingüística
natural para constituir una lengua. En realidad, podemos ver que el pensamiento saussureano
tiene una necesidad metodológica de presentar distinciones mediante un mecanismo
dicotómico, pero esta es una necesidad de método: se le impone en su búsqueda por separar
el verdadero objeto de la ciencia lingüística. Para Saussure la masa es un instrumento de
conservación de la lengua antes que de modificación. La masa no cambia la lengua, sino que
la conserva.
De lo antedicho ya puede desprenderse cuál es el factor que sí ejerce influencia sobre
las lenguas: el tiempo. Y es el tiempo, el que produce la cuarta y última característica del
signo lingüístico: la mutabilidad. El tiempo ejerce influencia sobre los signos lingüísticos.
Saussure insiste en la idea de que cualquier alteración del plano del significante, cualquier
alteración fonética en un elemento del sistema, traerá inevitablemente aparejados cambios
en la relación significado/significante.
Al respecto, uno ejemplos ilustrativos es el término latino necare. En el latín clásico,
este verbo tenía el significado de {matar}. Luego, en el latín vulgar del siglo V, el verbo
necare se conservó, pero su significado pasó a ser {ahogar}. Persiste el significante, pero
cambia el significado. Posteriormente, en dos lenguas romances, es decir, derivadas del latín,
como el español y el francés, encontramos nuevos cambios. En francés, necare ha derivado
en noyer con el significado de {ahogar}, mientras que en el español tendemos anegar: el
significante deriva del verbo latino, y adquiere un significado distanciado del de necare en
el latín vulgar, mientras que la derivación francesa mantiene un significado cercano. Con
este ejemplo de la mínima evolución de un elemento individual podemos ver, por un lado,
un desplazamiento, en primer lugar, del significado y, en segundo lugar, en las lenguas
romances, tanto un cambio del significante como del significado. En los dos casos, el nuevo
significado se vincula con el del latín vulgar, mientras que el clásico {matar} se pierde.

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El carácter mutable del signo lingüístico entonces, dado por la influencia de la


dimensión del tiempo, es la cuarta característica mencionada por Saussure con respecto al
signo lingüístico.
Tras la caracterización del signo lingüístico, el Curso ofrece una recapitulación final
sobre las ideas referidas a la lengua. En primer lugar, la lengua es un sistema de hábitos
lingüísticos, que le permite al individuo comprender y hacerse comprender. En segundo
lugar, la lengua tiene un carácter social, pues se requiere de una masa hablante para que ella
exista. La lengua es inseparable del hecho social. En tercer lugar, la lengua es un hecho
histórico. El tiempo permite que las fuerzas sociales actúen sobre ella. Los desplazamientos
del significado y del significante son explicables como decisiones de la comunidad social,
decisiones determinadas por el factor tiempo.
En este punto, encontramos otro famoso esquema:

Tiempo

Lengua

................

Masa

hablante

Según este esquema, la lengua no se explica sin masa hablante. afectando la relación
entre lengua y masa hablante, aparece el eje del tiempo. Tanto la lengua en sí como las
lenguas particulares se encuentran sometidas a la dimensión temporal. Es solamente a través
de la dimensión del tiempo que Saussure admite la posibilidad de que los individuos puedan
actuar sobre la lengua.
Ahora bien, esta idea de la sujeción temporal de la lengua conduce a Saussure hacia
otra dicotomía famosa: la oposición entre lingüística sincrónica y lingüística diacrónica.
Como toda ciencia que opera con valores, la lingüística tiene que ubicar con precisión los
ejes sobre los que se sitúan los objetos de los que deberá ocuparse. La lingüística siempre
opera sobre dos ejes. Uno es el eje (horizontal) de las simultaneidades. El otro es el eje
(vertical) de las sucesiones.

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A B sincronía

D
Diacronía

El eje de las simultaneidades ilustra el campo de los fenómenos coexistentes, campo


en el que se excluyen todas las consideraciones diacrónicas. En cambio, en el eje de las
sucesiones no puede ocurrir más de una cosa por vez. En el eje vertical, sucesivo, aparecen
todos los objetos del eje de simultaneidades, pero lo hacen de manera sucesiva, es decir,
según la sucesión resultante de la evolución que cada una de esos fenómenos ha tenido a lo
largo del tiempo.
Saussure define la lengua como un sistema de valores puros. También nos dice que
ese sistema no puede ser analizado fuera del estado momentáneo de sus términos. Tomemos
como ejemplo el sistema vocálico de los fonemas del español, teniendo en cuenta sus
elementos distintivos y opositivos: el fonema /a/ se opone a los fonemas /e/, /i/ /o/ y /u/. Por
lo tanto, un fonema vale lo que no valen los otros. El fonema /a/ adquiere su valor propio de
la oposición a todos los otros elementos del subsistema. Dicho de otro modo, /a/ es lo que
no son todas las otras vocales.
Ahora bien, para sostener esto tengo que tomar un estado de lengua dado, es decir,
sincrónico: en ese marco es que puedo examinar el valor de los elementos que lo conforman.
Justamente la idea de valor es la que lleva a Saussure a la necesidad de distinguir el eje de
los fenómenos sincrónicos frente al de la sucesión. Los valores pueden modificarse, y de
hecho, se modificarán en el eje del tiempo, con lo cual se vuelve imposible determinar el
valor de un signo. Nuestra lengua española por ejemplo, en un estado posterior hipotético,
podría variar en cuanto al campo de valores de las vocales, y distinguir dos variantes
fonemáticas, que derivarían del fonema /a/, digamos, /a/ y /{/, alterando todos los valores
del subsistema de las vocales. Para hablar del valor de un elemento del sistema, ya sea en el
nivel fonológico, morfológico o sintáctico, tengo que hacer una abstracción respecto de las
evoluciones.
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De hecho, la crítica saussureana respecto a la lingüística anterior es que ha estado


absorbida por el estudio de la evolución lingüística. En el siglo XIX, la lingüística se
concentró primero en la comparación de lenguas, en busca de una lengua primitiva; y luego,
en el estudio de los fenómenos diacrónicos de la evolución de lenguas. Si bien el método
histórico permite comprender mejor los estados sincrónicos, no debemos confundir estos
dos modos de realizar la práctica lingüística. Saussure los concibe de manera absolutamente
antagónica. No hay relación entre el orden sincrónico y el orden diacrónico.
Esto dio lugar a críticas muy fuertes. Nuevamente, el Curso al respecto tiene otra
afirmación muy tajante: los hechos de evolución histórica afectan elementos individuales
del sistema, pero no afectan al sistema en sí. Para Saussure, el cambio diacrónico es fortuito
en el sentido de que carece de intencionalidad. En cambio, el hecho sincrónico sí es
significativo, en tanto permite poner en relación a un fenómeno con otro. En cambio, en el
eje de las sucesiones, el diacrónico, sólo me intereso por un elemento a la vez. Como vimos
con nuestro ejemplo del latín, al realizar un estudio diacrónico trabajo sobre la evolución de
un elemento. Lo sucesivo afecta elementos individuales. Por otra parte, lo que me permite
el eje de las simultaneidades es observar y estudiar el valor de los elementos en el sistema
efectivamente existente. Así, por ejemplo, es posible realizar un estudio sincrónico de
cualquier estado de lengua. Puedo tomar el latín vulgar y trabajarlo desde el eje sincrónico,
estudiando el estado del sistema en ese punto determinado. Con un estudio sincrónico hago
un corte, tomo un momento, y estudio al sistema tal como es en ese momento. Por sincrónico
no hay que entender lo actual; no es nuestro presente. En cambio, si sigo la evolución, en el
sentido de cambio, hago lingüística diacrónica.
La última definición de lengua que veremos hoy es la siguiente: la lengua es un
sistema en el que todas las partes pueden, y deben, considerarse en su solidaridad
sincrónica. Las alteraciones recaen sobre elementos aislados y, como consecuencia,
Saussure propone un cambio en el eje de los estudios lingüísticos. Dice que, tanto para el
hablante como para el lingüista, no hay nada más real que la sincronía.
El punto de vista del hablante es el del estado de lengua coincidente con su presente;
por eso el hablante no es consciente de los cambios que ha sufrido la lengua. Para el hablante
no es relevante la historia de su lengua, sino conocer el sistema lingüístico y, a partir de ese
conocimiento, poder producir y comprender textos de su lengua, en su presente. Por lo tanto,
para el lingüista la relevancia también debe ubicarse en el hecho sincrónico.

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