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Notas de Clase - T5 (Primera Parte) - F. de Saussure
Notas de Clase - T5 (Primera Parte) - F. de Saussure
LINGÜÍSTICA
CÁTEDRA “A”
CURSO VIRTUAL 2020
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Guiomar E. Ciapuscio Notas de clase 5 Lingüística A – Curso virtual 2020
lengua como un todo o, como veremos más adelante, como sistema. En efecto,
veremos que el sistema de la lengua, de acuerdo con Saussure, está articulado a partir
de dos tipos de relaciones básicas entre unidades de los distintos niveles: se trata de
las relaciones sintagmáticas y las relaciones paradigmáticas. Las primeras obedecen a
la linealidad característica del signo lingüístico: su carácter sucesivo. Por su parte, las
relaciones paradigmáticas ya no son de tipo secuencial sino de tipo asociativo. Si, por
ejemplo, tengo una preposición, puedo evocar por asociación el paradigma de ese
conjunto: a; ante, cabe, con, de, desde, hacia, para, por, sin, sobre, tras, como décadas
atrás memorizábamos en la escuela. Las relaciones paradigmáticas se desarrollan en
ausencia y por evocación. Me permiten seleccionar un solo miembro del paradigma en
determinada posición sintáctica: vengo {de/desde} la casa de mi madre; pero no puedo
elegir otras (*vengo {con/sobre} la casa de mi madre) Las relaciones sintagmáticas
han sido llamadas relaciones y, justamente porque, dado que son relaciones “en
presencia” y relaciones de orden secuencial, los elementos, como las palabras, se
suceden unas a otras, o pueden sucederse: el caso de las migraciones, el caso de las
migraciones interiores, pero no *caso el de las migraciones. En cambio, las
relaciones paradigmáticas han sido llamadas relaciones o, por el carácter mencionado
de opción a que obligan. Volveremos más adelante sobre este tema.
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solamente una parte de la filosofía; por lo tanto, el estudio de las lenguas estaba ligado
a la búsqueda general de la comprensión de la naturaleza y las instituciones sociales.
Por otro lado, la gramática tradicional -previa al siglo XIX- otorgaba prioridad
absoluta a la lengua escrita frente a la lengua hablada y, junto con esto, una importancia
fundamental a la noción de corrección lingüística. Las distintas teorías postulaban una
corrupción de las lenguas existentes comparativamente con las lenguas "originales",
sobre todo el sánscrito y el hebreo, lenguas consideradas como puras y perfectas. La
tarea del gramático consistía en preservar a las lenguas de la corrupción. Así, su
orientación era prescriptivo-normativa. La gramática dictaminaba cuáles eran los
buenos usos para el hablar y el escribir. Los buenos usos eran ubicados en el habla
culta, y por ella se entendía el habla escrita de los autores literarios de prestigio.
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Otro giro que debe ser destacado en la obra de Saussure es el pasaje de los
estudios diacrónicos a los estudios sincrónicos. Esto se vincula especialmente con la
escuela en la que Saussure se forma. A lo largo de todo el siglo XIX se enfatizó
muchísimo en la historia de las lenguas. Es el siglo de la comparación; y,
particularmente, en su último tercio se desarrolló la lingüística histórica, que se
concentraba en los cambios producidos en las lenguas y en la búsqueda de la
explicación de dichos cambios. Estos estudios históricos buscaban extraer las reglas
generales que permitieran entender esas modificaciones producidas.
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Todos estos puntos que he señalado marcan un cambio de orientación y son los
que permiten considerar a la obra de Saussure como el punto inaugural de la lingüística
moderna. Hay consenso en afirmar que la lingüística surge en el siglo XIX, pero la
consideración de la lingüística en un sentido moderno nace con las propuestas de
Saussure, cristalizadas por sus discípulos en la “constitución” de la disciplina: el CLG.
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A esto se suma el hecho de que la lingüística debe asumir que cualquier hecho
lingüístico admite diversos modos de estudio. Un elemento mínimo, pongamos por
caso una palabra, puede ser trabajado desde el punto de vista de sus sonidos
constitutivos, puede ser pensada a partir del significado que transmite, o ver su
evolución desde el punto de vista histórico. En definitiva, todo hecho lingüístico
admite una pluralidad de enfoques.
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Ahora bien, para ubicar ese objeto homogéneo y definido, la lengua, entre los hechos
diversos del lenguaje, tomará la siguiente estrategia: partir del circuito de comunicación y
ubicar a la lengua en el cerebro de los individuos. A propósito, lo digo en plural porque a lo
largo de su caracterización de la lengua él insiste en el hecho de que, si bien todos los
individuos la poseen, ella no está completa en ninguno. Por eso su carácter es social. En los
términos del Curso, el lenguaje es multiforme y heteróclito y se encuentra a caballo de
distintos dominios. El lenguaje es a la vez físico, fisiológico y psíquico, y pertenece
simultáneamente al dominio social y al dominio individual. Por lo tanto, es necesario
desbrozar ese campo multiforme para así poder deslindar un objeto de estudio legítimo para
la lingüística.
Pero el planteo de Saussure es mucho más fino: si por un lado tenemos una facultad
lingüística de orden natural, por otro tenemos la lengua, la cual no es natural. La lengua es
adquirida y convencional. La lengua es herencia y convención. Con estas características,
ocupa el primer lugar en el estudio del lenguaje. La lengua es más importante que la facultad
lingüística, porque esa facultad no puede ejercerse sin el instrumento creado y suministrado
por la colectividad. La lengua, creación social, permite el ejercicio de la facultad del lenguaje
y, dado ese carácter indispensable, Saussure sostiene que no es quimérico decir que es la
lengua la que le da unidad al lenguaje.
Se ve claramente la obsesión de Saussure ante lo heterogéneo del fenómeno que se
propone estudiar, y la consecuente necesidad de recortar un objeto, de ubicar un lugar para
la lengua entre la diversidad de los hechos del lenguaje. En sus manuscritos encontramos,
no sólo la idea de que el lenguaje es heteróclito, como sostiene en el Curso, sino que, aún
más, resulta inabarcable por definición. En las palabras (reales) de Saussure halladas en un
sobre en su casa de Ginebra:
“Quien se sitúa ante el objeto complejo que es el lenguaje para estudiarlo se
enfrentará a ese objeto por tal o cual lado, que nunca será todo el lenguaje,
suponiendo que haya sido muy bien escogido; y si está peor escogido puede llegar a
dejar de ser de orden lingúístico o bien representar una confusión de puntos de vista
inadmisible después.” (Escritos de Lingüística General, 2004: 28)
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Veamos ahora cómo encara el problema de definir el objeto. Saussure piensa que,
para encontrar lo esencial de los hechos lingüísticos, es necesario partir del mínimo acto de
comunicación entre dos individuos. Para ellos, Saussure incluye dos famosos esquemas en
el Curso. En el primero, vemos dos caras enfrentadas, la del hablante y la del oyente, que
muestran el circuito comunicativo elemental, y el segundo en el que, la misma idea, está un
poco más perfeccionada. Ambos le permiten a Saussure aislar el acto comunicativo mínimo.
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llamados conceptos y los signos que sirven para su expresión son denominados imágenes
acústicas. Así, el primer momento del acto comunicativo resulta ser eminentemente
psíquico: ocurre en la cabeza del individuo. Un concepto dado desencadena en el cerebro
una imagen acústica correspondiente. Pero inmediatamente esto da lugar a otro proceso, ya
de tipo fisiológico, por medio del cual el cerebro transmite a los órganos de la fonación un
impulso que es correlativo con esa imagen acústica. Tenemos entonces un proceso psíquico
y un proceso fisiológico. La fonación tiene como resultado el hecho físico de la propagación
de las ondas sonoras que van desde la boca del hablante hasta el oído del oyente/interlocutor
(B).
Naturalmente, desde B se desarrolla un proceso equivalente e inverso. Se va desde
la audición al cerebro -transmisión fisiológica- y, en el cerebro, se produce la asociación
psíquica de la imagen acústica con el concepto. Este proceso se repite indefinidamente, cosa
que Saussure representa mediante las flechas circulares. Por supuesto, el análisis así
planteado resulta muy primario e incompleto, pues cabrían distinguir en él numerosos micro-
momentos; pero este esquema permite ubicar y distinguir distintos momentos y procesos
fundamentales: el psíquico, el fisiológico y el físico.
Del mismo abordaje podemos extraer más distinciones: por oposición a una parte
interna, tenemos una parte externa al acto, esto es, todo lo que sucede al exterior del cerebro
de los participantes de la comunicación. A su vez, nos permite distinguir un aspecto psíquico
opuesta a uno no psíquico. En tercer lugar, Saussure señala, por lo menos como momento
del proceso, una distinción entre una parte activa y una parte pasiva o receptiva. Para
Saussure, todos los elementos vinculados con el modelo del hablante y con la ejecución son
los elementos activos, mientras que todo lo vinculado con el interlocutor/oyente es receptivo
y pasivo. Cabe señalar que actualmente esta perspectiva no es considerada válida. Desde el
desarrollo de la pragmática, se sabe que la interpretación o comprensión, aunque distinto, es
un proceso tan activo como la producción de discurso.
En este proceso básico que acabamos de delinear resulta crucial una facultad que
poseen tanto el hablante como el receptor, a la cual Saussure denomina facultad de
coordinación y asociación. Se trata de una facultad que se verifica en la comunicación,
siempre que la comunicación se componga de signos lingüísticos encadenados, coordinados
y en asociación con otros signos. La facultad receptiva y coordinativa es el lugar del hecho
social de la lengua, es lo común a los distintos hablantes de una determinada lengua. Y no
sólo eso: la capacidad receptiva y coordinativa es la que permite el funcionamiento de la
lengua, es decir, lo que permite que la comunicación sea posible y, además, lo que hace que
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una lengua sea algo convencional, en tanto conjunto de signos que no son sino acuñaciones
de las asociaciones de conceptos e imágenes acústicas que comparten todos los hablantes de
una comunidad. Dicho de otro modo, la lengua, en tanto producto de carácter social, debiera
ser imaginado como la suma de todas las imágenes verbales almacenadas en el cerebro de
los individuos y asociadas con sus conceptos correspondientes. A partir de este planteo es
que Saussure define la lengua como un tesoro. Este tesoro se encuentra depositado en el
cerebro de los individuos, a partir de las actividades de habla. Esto es importante: son las
actividades de habla, las que nos van a posibilitar la adquisición de la lengua.
Podemos, en este punto, dar una primera definición de lengua: es un tesoro
depositado por la práctica del habla en los sujetos que pertenecen a una misma comunidad
lingüística, un sistema gramatical virtualmente existente en el cerebro de todos los
individuos. La idea de un sistema virtual implica que se trata de un sistema de posibilidades:
posibilidades de elección, de combinación y de asociación. Luego, este sistema virtual se
actualiza o instancia en las realizaciones lingüísticas concretas. Para conectarlo con los
términos chomskianos, podemos entender sistema virtual en cierta analogía con la
competencia lingüística. La dicotomía entre la lengua como sistema virtual de posibilidades
y su puesta en acto en la actividad de producir y comprender textos resulta una idea muy
fuerte en la reflexión de los actuales modelos gramaticales.
Sin embargo, Saussure se encarga de corregir esta primera definición que acabamos
de dar. Dice que ese sistema gramatical virtual no se ubica en el cerebro de los individuos,
sino que, en realidad, se halla en el cerebro de la colectividad. Con esto quiere decir que el
sistema no está completo en el cerebro de ningún hablante aislado, sino que sólo puede
considerarse completo por el hecho de ser compartido por todos los miembros de la
comunidad lingüística. Fíjense que esto contrasta abiertamente con la idealización
chomskiana sobre el hablante/oyente ideal.
Por el contrario, el habla es un acto individual de voluntad e inteligencia. En este
acto hay dos aspectos. Por un lado, nos encontramos con las elecciones del sistema,
elecciones concretas de los hablantes respecto de lo que también ha sido llamado código de
la lengua. Cuando hablo, cuando pongo la lengua en realización, selecciono del código
aquellos signos lingüísticos que me sirven para expresar mis pensamientos o sentimientos.
Este primer aspecto es un hecho de carácter intelectual. Por otro lado, tenemos un segundo
aspecto: un mecanismo psicofísico que nos permite hablar. El hecho de hablar permite
exteriorizar nuestras elecciones y combinaciones.
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En una primera síntesis, las características de la lengua son las siguientes. En primer
lugar, Saussure indica que ella es un objeto bien definido y ubicado en el marco del conjunto
heteróclito de los hechos lingüísticos. En segundo lugar, dentro del circuito que acabamos
de exponer, la lengua está localizada en la fase en la que se unen los conceptos con las
imágenes acústicas. En tercer lugar, la lengua es la parte social del lenguaje, es exterior al
individuo y, como tal, no puede ser modificada a voluntad por ningún individuo particular.
El individuo no puede crear la lengua: ella existe solamente en virtud del contrato existente
entre los miembros de una comunidad.
El individuo necesita de un aprendizaje para adquirir la lengua, aprendizaje que
implica una exposición regular y reiterada a hechos de habla. De esta manera, y en forma
paulatina, la lengua va siendo incorporada y asimilada. Cuando Saussure dice que la lengua
es asimilada vemos en este término que en el pensamiento de Saussure la lengua es vista
como algo exterior al individuo. En ningún momento del Curso se focaliza el hecho de que
un individuo no sólo asimila, sino que, además, es activo en la adquisición de la lengua.
En cuarto lugar, otra característica fundamental de la lengua es que puede ser
separada. A diferencia del habla, la lengua puede ser estudiada en forma separada del
individuo. El ejemplo más claro es el estudio de las llamadas lenguas muertas. Mientras el
lenguaje resulta un hecho heteróclito, heterogéneo, la lengua resulta ser de naturaleza
homogénea.
En quinto lugar, Saussure nos dice también que la lengua es un objeto de naturaleza
concreta. Si bien los signos lingüísticos son fenómenos psíquicos -asociaciones de imagen
acústica y concepto-, no debemos concluir por esto que la lengua es algo abstracto. Las
asociaciones se encuentran dadas por el acuerdo colectivo de los miembros de una
comunidad y son realidades: realidades con asiento en el cerebro. Además, los signos son
tangibles, podemos materializarlos y así lo hacemos, por ejemplo, en la escritura.
Ahora veamos dónde se ubica la nueva ciencia que propone Saussure dentro del
marco de las ciencias de su tiempo. La lingüística es la ciencia de la lengua y debe ubicarse
dentro del campo general de la semiología, sostiene Saussure, ciencia que, aunque no se ha
desarrollado aún -en términos contemporáneos a él- deberá ser la disciplina que estudia la
vida de los signos en el seno de la vida social. Esta ciencia, la semiología, a su vez debe ser
ubicada dentro de la psicología social y, naturalmente, esta última bajo la ciencia más general
de la psicología. Esta caracterización se relaciona con los paradigmas científicos dominantes
en su época, en la cual la psicología estaba en auge.
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Ahora bien, entre lengua y habla, más allá de la tajante separación inicial, existe una
relación de interdependencia, es decir, de dependencia mutua. La lengua es el instrumento
del habla -no es posible hablar sin estar en posesión de la lengua-, pero simultáneamente
también es un producto del habla, ya que la lengua se adquiere por medio de hechos de habla,
por medio de las experiencias de habla que vive el niño.
Esto se vincula con lo antedicho. Si la lengua es la suma de las acuñaciones de
imágenes acústicas con conceptos, la lengua puede ser pensada como un modelo colectivo,
como la suma de acuñaciones de imágenes acústicas con conceptos, y puede ser entendida
como un objeto que no se explica aisladamente a través de los individuos sino a través del
conjunto.
Por otra parte, el habla es un conjunto de actos de ejecución sujetos a factores de
contexto, una multiplicidad de actos únicos, susceptibles de variación de individuo a
individuo. El habla no es un modelo colectivo sino una suma de casos particulares, una suma
siempre abierta de instancias individuales. La lengua en cambio, en tanto modelo colectivo,
es comparada con un diccionario. Supongamos que tenemos un diccionario con muchos
ejemplares idénticos y lo que hacemos es entregar uno a cada individuo de una comunidad
lingüística; será algo que tiene cada uno, pero, al mismo tiempo, algo común a todos ellos.
En tanto es única, la lengua es un objeto homogéneo, analizable y cognoscible. El
habla en cambio es un objeto de entidad heterogénea, diversa y particular. Para estudiarla es
necesario otro método y otro enfoque. Tal como se le presenta a él el estado de la disciplina,
Saussure encuentra indispensable elegir un punto de vista, un punto de partida, y elige la
lengua. Pero recordemos siempre que Saussure habla de la necesidad de dos disciplinas. Por
una parte, postula una lingüística propiamente dicha, que va a ocuparse de la lengua. Por
otra parte, postula una disciplina a la que denomina lingüística del habla, la cual se deberá
ocupar de los heterogéneos actos del uso lingüístico.
En otros pasajes del Curso, Saussure postula una analogía entre la lengua y la música:
la lengua puede compararse con una sinfonía, cuya realidad es independiente de la manera
en que se ejecute. La realidad de la lengua es independiente de la manera en la cual sus
ejecutantes la realicen. Los errores, los logros y las debilidades, no afectan a esa sinfonía en
sí misma.
Ahora veremos el capítulo I de la Primera Parte del Curso, donde vamos a
concentrarnos en la definición del signo lingüístico. Una forma de argumentación habitual
en Saussure es la de partir del modo precientífico o "ingenuo" de concebir aspectos de la
lengua y, desde allí, ir hacia el terreno de las abstracciones. En este sentido, comienza
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señalando la creencia ingenua de que la lengua es una nomenclatura, una serie de rótulos
que se le ponen a las cosas. Ahora bien, en términos saussureanos, concebir la lengua como
una nomenclatura implica suponer ideas completamente hechas y preexistentes a las
palabras.
Igualmente, podemos partir de esa idea errada y avanzar más allá. De esta idea
podemos tomar la postulación de que existe algo doble en la lengua, ya que nos habla de la
existencia de la unión entre dos términos. Sin embargo, debemos reconocer la presencia de
otro inconveniente, pues esta idea también supone que el vínculo entre los nombres y las
cosas es muy simple. El signo lingüístico es una entidad de dos planos. Pero esos dos planos
no son la cosa -o referente- y su nombre. En realidad, los dos planos del signo están
constituidos por el concepto y por la imagen acústica, y son ambos mentales.
Por lo tanto, una primera definición del signo lingüístico es la de una entidad psíquica
de dos caras íntimamente unidas y recíprocamente necesarias. No hay concepto sin imagen
acústica, ni imagen acústica sin hay concepto. Toda imagen acústica remite necesariamente
a un concepto, y todo concepto remite necesariamente a una imagen acústica.
Es interesante detenerse un momento a considerar por qué una imagen acústica es
un fenómeno de orden psíquico. Pensemos en nuestra lengua materna y en situaciones en
las cuales podemos hablar con nosotros mismos: podemos hablar sin pronunciar sonido
alguno. En rigor, las palabras de nuestra lengua materna no son otra cosa que imágenes
acústicas que pueden materializarse en una forma vocal. Los fonos y alófonos realizan las
imágenes acústicas, pero no se identifican con ellas. Saussure ha definido el signo lingüístico
como la combinación de concepto e imagen acústica. A continuación, buscará dotar a este
concepto con una terminología que sea transparente en cuanto a la relación de
interdependencia e indisolubilidad entre los dos planos constitutivos del signo lingüístico.
Para ello, rebautiza los términos: pasa a llamar significados a los conceptos y significantes a
las imágenes acústicas. A partir de este momento, la palabra signo pasará a designar al
conjunto o unión de significado y significante.
Fíjense que signo lingüístico en el marco saussureano designa distinto tipo de
entidades (en cuanto a su complejidad): palabras libres, morfemas ligados, palabras
complejas y compuestas. Así son signos criticar, criticable, -ble, lavarropas, antidiluviano.
La primera característica del signo lingüístico es su carácter arbitrario. Es decir, es
arbitraria la relación entre los dos planos del signo, entendiendo por arbitrariedad el hecho
de que no existe ninguna motivación para la asociación entre determinado significado y
determinado significante. El signo es arbitrario en el sentido del carácter inmotivado de la
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Mientras que en inglés hay un solo subsistema pronominal para distinguir zonas de
distancia, posiciones relativas respecto del hablante, en castellano hay dos subsistemas. Uno
de ellos es binario: acá/allá, y divide en dos el espacio; el otro es ternario, aquí/ahí/allí, y lo
divide en tres. Se trata de tres signos lingüísticos relacionados entre sí de manera evidente.
Son signos lingüísticos porque hay en cada uno de ellos una relación
significado/significante. Ahora bien, la pregunta es cuál es el valor de aquí, qué lugar tiene
en el sistema, es decir, cómo se reparte su valor semántico en el sistema. Aquí se define por
oposición a los otros dos miembros del subsistema. Podemos dar una definición sumamente
precisa de aquí: la palabra que designa la zona que está más inmediatamente cercana al
hablante, aquel que está haciendo uso de la lengua. Allí es el lugar más lejano, y ahí es el
lugar intermedio entre los dos. Pero, dicho en términos de oposición, aquí es el lugar que no
es ni ahí ni allí y, del mismo modo, puedo decir que allí es el lugar que no es ni aquí ni ahí.
Esos son los valores que tiene cada miembro del sistema.
Pero, volviendo al ejemplo anterior, los conceptos más básicos son una prueba
contundente a favor del carácter arbitrario de la relación entre significado y significante.
Justamente debido a la importancia de la característica referida a su arbitrariedad, Saussure
elige utilizar el término signo y desecha el de símbolo. La dificultad de este último radica en
que presupone un cierto grado de relación natural o motivada entre el plano del significante
y el plano del significado. Saussure indica al respecto que el símbolo tiene por carácter no
ser nunca completamente arbitrario; no está vacío, hay un rudimento de vínculo natural.
Un ejemplo de relación no arbitraria es el símbolo de la balanza para la justicia, el cual no
podría remplazarse por otro tipo de objeto.
Insisto en que por arbitrario se entiende inmotivado. El carácter arbitrario del signo
no implica de ningún modo que dependa del libre albedrío del hablante. Para Saussure, un
individuo aislado no puede hacer casi nada ante la lengua.
Ahora bien, la idea de la arbitrariedad del signo ha sido objetada. Uno de los
argumentos en contra, relevados y refutados por el propio Saussure, es el de las
onomatopeyas. Se trata de palabras cuyo sonido tendría semejanza con su concepto, como
en el caso de guau-guau para aludir al ladrido. Saussure rebate esta objeción con una serie
de argumentos: en primer lugar, las onomatopeyas forman conjuntos muy reducidos; en
segundo lugar, más importante aun, las onomatopeyas no son idénticas en todas las lenguas.
Si bien cada lengua trata de copiar esos sonidos con palabras que actúen como sus íconos,
la manera en que incorporan esas percepciones a su sistema lingüístico particular varía de
lengua en lengua, variación que depende del condicionamiento que la fonología y la fonética
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de cada lengua particular imprime al caso. Por ejemplo, la onomatopeya alemana que se
refiere al ladrido del perro es wau-wau. Es decir que en las onomatopeyas también se registra
la arbitrariedad. Y, por sobre todo lo anterior, una vez ingresada a la lengua una palabra que
en su origen pueda haber tenido algún vínculo natural con su referente sufre la evolución
fonética del sistema lingüístico particular, prueba de que la relación significado/significante
ya no es motivada, sino arbitraria.
La segunda característica propia del signo lingüístico es la linealidad. Esta
característica depende de la naturaleza misma del significante que, al ser de naturaleza
auditiva, tiene lugar en la dimensión del tiempo y, por lo tanto, toma las características
constitutivas de la dimensión temporal. El significante siempre representa una extensión, y
esa extensión es mensurable en el tiempo. Su medición puede realizarse en los términos de
una línea horizontal que representa esa extensión.
Esta característica de la linealidad del signo lingüístico es contrapuesta por Saussure
a los significantes propios de otros sistemas semióticos. Existen signos que no se encuentran
sometidos a la linealidad, como las señales marítimas y las señales de banderas, sistemas en
los cuales puede darse una simultaneidad. En cambio, los signos lingüísticos no pueden
concebirse fuera de la línea del tiempo. Los significantes se realizan siempre uno detrás de
otro, y forman una cadena. Esta cadena, de hecho, puede ser representada en forma
inmediata por la escritura. En la realización escrita de la lengua vemos que, en todos los
órdenes del sistema lingüístico, se verifica la dominancia de la linealidad. Podemos
observarla en la conformación de sílabas, en la conformación estructural de la palabra, en la
conformación de oraciones y, por último, también en la conformación de sucesiones de
oraciones o textos.
La tercera característica del signo lingüístico es la inmutabilidad. Ahora bien,
Saussure sostiene que el significante es elegido libremente para expresar determinado
significado. Es una afirmación que debería ser analizada con más detenimiento, porque
inmediatamente podríamos preguntar quién elige el significante. Saussure nos diría que la
elección es realizada por la comunidad lingüística. Pero entonces, si él mismo criticaba a sus
antecesores por buscar una antigua lengua perfecta, ahora parece presuponer en cierta
medida que, en algún momento, se han elegido determinados significantes para la expresión
de determinados significados.
En relación con la comunidad lingüística que lo emplea, el signo no es libre sino
impuesto. Recurriendo nuevamente a una metáfora, Saussure dice que la lengua es una carta
forzada. El Curso nos dice: No solamente es verdad que, de proponérselo, un individuo sería
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incapaz de modificar en un ápice la elección ya hecha, sino que la masa misma no puede
ejercer su soberanía sobre una sola palabra. La masa está atada a la lengua tal como es.
La idea es que ni el individuo ni la comunidad, pueden decidir arbitrariamente que una
palabra deje de decirse de una manera y pase a decirse de tal otra. Ni el individuo ni la
comunidad pueden hacer que el significado {mesa} pase a decirse con el significante casa.
En este punto, Saussure recurre a una nueva metáfora que se ha vuelto célebre: la
lengua como contrato. Un contrato firmado de antemano, por el cual el signo se encuentra
fuera del alcance de nuestra voluntad.
Ahora bien, las consecuencias de la inmutabilidad son varias. Por una parte, Saussure
dice que siempre que miremos para atrás, la lengua aparece como herencia de una época
anterior. El acto por el cual, en un momento dado, fueron los nombres distribuidos entre las
cosas, el acto de establecer un contrato entre conceptos e imágenes acústicas, lo podemos
imaginar, pero nunca ha sido comprobado. Ninguna comunidad lingüística ha conocido la
lengua de otro modo que no sea como algo heredado de su pasado. Aunque hagamos un
corte y tomemos un estado de lengua según el uso de los hablantes, aun ese mismo estado
sincrónico se encuentra marcado por factores históricos. Todo estado de lengua es el
producto de un desarrollo histórico y no está sujeto, ni a la voluntad de la masa, ni a la del
individuo. Sin embargo, la lengua es el único objeto real.
Por otra parte, respecto del carácter inmutable del signo, Saussure -o sus discípulos-
llega a formulaciones extremas. El Curso llega a sostener que la reflexión no interviene en
la práctica de un idioma. Los sujetos son, en gran medida, inconscientes de las leyes de la
lengua. En tanto inconscientes respecto del funcionamiento de su lengua, Saussure se
plantea: si no se dan cuenta de las reglas, si hablan sin saber las reglas, ¿cómo las van a
cambiar? Es difícil pensar que la masa o el individuo puedan cambiar la lengua.
Saussure propone distintas explicaciones respecto del hecho de la inmutabilidad del
signo lingüístico. El primer argumento pasa por el carácter altamente complejo de los
sistemas lingüísticos. Un sistema lingüístico, cualquiera sea la lengua de la que se trate,
resulta ser siempre un mecanismo complejo, un mecanismo que sólo puede ser comprendido
a partir de la reflexión. En este sentido, Saussure señala que quienes hacen un uso cotidiano
de ese mecanismo ignoran profundamente cómo funciona el sistema de la lengua.
Una intervención sobre una lengua sólo podría ser obra de un trabajo mancomunado
de lingüistas y lexicógrafos que contaran con una política lingüística consensuada. Al
respecto, Saussure dice que hasta ahora la experiencia muestra que ese tipo de trabajo no
han tenido injerencia o importancia.
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Tiempo
Lengua
................
Masa
hablante
Según este esquema, la lengua no se explica sin masa hablante. afectando la relación
entre lengua y masa hablante, aparece el eje del tiempo. Tanto la lengua en sí como las
lenguas particulares se encuentran sometidas a la dimensión temporal. Es solamente a través
de la dimensión del tiempo que Saussure admite la posibilidad de que los individuos puedan
actuar sobre la lengua.
Ahora bien, esta idea de la sujeción temporal de la lengua conduce a Saussure hacia
otra dicotomía famosa: la oposición entre lingüística sincrónica y lingüística diacrónica.
Como toda ciencia que opera con valores, la lingüística tiene que ubicar con precisión los
ejes sobre los que se sitúan los objetos de los que deberá ocuparse. La lingüística siempre
opera sobre dos ejes. Uno es el eje (horizontal) de las simultaneidades. El otro es el eje
(vertical) de las sucesiones.
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A B sincronía
D
Diacronía
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