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El Trastorno de Personalidad Narcisista y el

Diagnóstico Diferencial del Comportamiento


Antisocial
Otto F. Kernberg, MD

El propósito de este artículo es enfocarse en la relación íntima entre el trastorno de personalidad


narcisista y el trastorno de personalidad antisocial. En esencia, yo propongo que prácticamente todos los
pacientes con un trastorno de personalidad antisocial presentan las características típicas de un trastorno de
personalidad narcisista, más una patología específica de su sistema de moralidad internalizado (sus “funciones
superyoicas”) y un deterioro particular de su mundo de relaciones de objeto internalizadas. La única excepción
significativa a la regla de que los trastornos de personalidad antisociales presentan trastornos de personalidad
narcisista más patología severa del superyó, es el relativamente infrecuente y pronósticamente grave síndrome
clínico de “esquizofrenia pseudo-psicopática,” típicamente, pacientes esquizofrénicos crónicos con avances
periódicos (con o sin tratamiento) y conducta antisocial crónica severa durante tales periodos de “mejora” que
solo desaparece cuando el paciente nuevamente se pone psicótico. Yo también describo un grupo intermedio
de pacientes entre el trastorno de personalidad narcisista y el trastorno de personalidad antisocial,
caracterizado por lo que yo llamo el síndrome de “narcisismo maligno.” Este síndrome se caracteriza por la
combinación de (1) un trastorno de personalidad narcisista, (2) conducta antisocial, (3) agresión ego-sintónica
o sadismo dirigido contra otros o incluso expresado en un tipo particular de una clase triunfante de auto-
mutilación o intentos suicidas, y (4) una orientación paranoide fuerte.

Esto implica, que yo estoy describiendo una dimensión del comportamiento antisocial que enlaza el
trastorno de personalidad narcisista con el trastorno de personalidad antisocial, y el síndrome de narcisismo
maligno como una constelación de personalidad intermediaria. Esta característica dimensional que enlaza estos
tres trastornos puede también ser encontrada en otros enlaces dimensionales conectando otros trastornos de
personalidad entre sí, tales como, por ejemplo, la relación de los trastornos de personalidad esquizoide con el
trastorno de personalidad esquizotípico, y la relación entre los trastornos de personalidad histéricos y con los
trastornos de personalidad histriónico, histeroide, infantil y limítrofe.

Una complicación importante de esta discusión deriva de la deficiencia de la descripción del trastorno
de personalidad antisocial en el DSM-III-R, donde el uso de criterios comportamentales excesivamente
concretos, en vez de rasgos de personalidad –criterios psicológicos, intrapsíquicos- y el fuerte énfasis en la
conducta criminal acarrea todo el riesgo de un diagnóstico inapropiado. Los criterios DSM-III-R para el
trastorno de personalidad antisocial son ciertamente lo suficientemente amplios para incluir prácticamente
todos los pacientes con trastornos de personalidad social que presentan predominantemente patrones
interaccionales agresivos y conducta criminal. En esta área, la sensibilidad es alta, aunque la especificidad es
probablemente baja. Haciendo hincapié en la severidad de la conducta criminal, estos criterios anulan el
problema filosófico de qué es antisocial desde el punto de vista de sistemas de valores particulares, y en su
énfasis en los antecedentes de la niñez ello dirige apropiadamente al clínico a los orígenes infantiles de esta
patología de carácter. Desafortunadamente, sin embargo, en este gran énfasis en el aspecto criminal de la
conducta antisocial ellos incluyen delincuentes con configuraciones de personalidad muy diferentes, y
desenfocan la distinción entre determinantes socioculturales y económicos de la delincuencia por un lado, y la
psicopatología de la personalidad por el otro. Así, estos criterios contribuyen a causar lo que Rutter y Giller34
han descrito como la agrupación indiscriminada de la conducta delictiva, lo cual, en su visión, interviene con
el descubrimiento de factores predisponentes para aquellos con un trastorno de personalidad específico. Ellos
también dan tugar a las preguntas críticas elevadas por Stone.37 Otro problema con los criterios del DSM-III-R
es que ellos abandonan la variedad no agresiva o el tipo predominantemente inadecuado o pasivo de trastorno
de personalidad antisocial, 6 en el cual conductas crónicamente parasitarias y/o explotadoras predominan más
que las directamente agresivas.

Lo que encuentro más sorprendente acerca de la descripción del trastorno de personalidad antisocial en
el DSM-III-R es la destacable ausencia del foco en los rasgos de personalidad patológicos como oposición a
las conductas antisociales directas, una crítica que Millon29 tan convincentemente ha formulado.

El problema del diagnóstico del trastorno de personalidad antisocial es complicado por las vicisitudes
de la terminología que ha confundido este campo. Problemas conceptuales irresueltos emergen en el contexto
de un análisis histórico de las descripciones y terminología medicas.

El DSM-I3 cambió el término tradicional de “personalidad sociopática” que hacía hincapié en los
aspectos socialmente desadaptativos de estos pacientes y el interjuego entre los determinantes de personalidad
y sociales, al término de “perturbación de personalidad sociopática” para este campo. El DSM-I diferenciaba
la “reacción antisocial” de la “reacción disocial,” la primera refiriéndose al psicópata en un sentido estricto, y
la segunda para pacientes que desprecian códigos sociales y se desarrollan con un ambiente social anormal,
pero están todavía capacitados para mostrar lealtades personales fuertes. A través de todos estos años, La
Máscara de la Sanidad de Checkley, 7 la cuarta edición del que fue publicado en 1964, sigue siendo, en mi
visión, el texto básico describiendo lo que nosotros llamamos el trastorno de personalidad antisocial. El DSM-
II, 4en un esfuerzo por circunscribir el diagnóstico de psicopatía a la personalidad antisocial en un sentido
restringido, cambió la terminología a “personalidad antisocial,” y propuso una definición encapsulada que, en
esencia, derivó del trabajo de Henderson15 y Cleckey7:

Este término está reservado para individuos que estas básicamente no socializados y cuyo patrón de
comportamiento los pone repetidamente en conflicto con la sociedad. Ellos son incapaces de lealtad significativa con
individuos, grupos o valores sociales. Ellos son sumamente egoístas, crueles, irresponsables, impulsivos e incapaces de
sentir culpa o de aprender de la experiencia o el castigo. La tolerancia a la frustración es baja. Ellos tienden a culpar a
otros o ofrecer racionalizaciones plausibles para su conducta. Una simple historia de ofensas legales o sociales no es
suficiente para justificar este diagnóstico.

Desde un punto de vista clínico, esta es una breve pero destacablemente relevante y significativa
definición. Esto también contiene referencias a las características de personalidad narcisista de estos pacientes.
El DSM-III5 mantuvo el mismo término-personalidad antisocial- agregando una etiqueta característica de
“trastorno” al comienzo, pero cambió su aproximación a un más amplio foco orientado a la conducta criminal.
La investigación epidemiológica llevada a cabo por O’Neal et al.30, Guze 13,14 y particularmente Robins33 fue el
determinante crucial de este enfoque.

En mi visión, el psicoanálisis ha contribuido tanto para confundir los asuntos del diagnóstico, como
para clarificar las características estructurales de la personalidad antisocial. Alexander y Healy,1,2 en este
campo, desarrolló el concepto del “carácter neurótico” para referirse a patología de carácter severa, incluyendo
aquí patología de carácter con características antisociales, desenfocando así implícitamente la distinción entre
el trastorno de personalidad antisocial propiamente tal y los otros trastornos de personalidad. Eissle,10 en
aplicación del término “defensas aloplásticas” en contraste con “defensas autoplásticas” también contribuyó a
un enfoque homogeneizado a la patología de carácter que desenfocó el diagnóstico diferencial de la
personalidad antisocial. El sobre-énfasis en la literatura psicoanalítica de los 40 y los 50, en la descripción de
Freud de “criminales desde un (inconsciente) sentido de culpabilidad” interpretó la conducta antisocial
(ingenuamente, yo pienso, desde el punto de vista del pensamiento psicoanalítico contemporáneo) como una
formación reactiva contra culpa inconsciente más que como una expresión de déficits severos en el desarrollo
del superyó normal.

Fue sólo con la descripción que Johnson y Szurek19,20 hicieron de las “lagunas del superyó” que el
pensamiento psicoanalítico comenzó a enfocarse en los aspectos estructurales-más que dinámicos- de las
personalidades antisociales. Su relativamente simple formulación fue rápidamente superada por la más
sofisticada descripción de patología del superyó severa, enlazada a la personalidad narcisista por Rosenfeld34 y
Jacobson17,18 cuyos trabajos han influenciado mis propias visiones de los orígenes y naturaleza de la patología
del superyó en personalidades narcisistas, y la relación de esta patología con la personalidad antisocial
propiamente tal. 22-24

El libro de Rutter y Giller36 Delincuencia Juvenil: Tendencias y Perspectivas revisa


comprensivamente los estudios epidemiológicos lidiando con la relación entre la conducta delictiva juvenil y
funcionamiento de personalidad anormal, reevaluando en el proceso nuestro conocimiento presente con
respecto a la etiología de estas condiciones. Desde el punto de vista del debate en curso respecto a los factores
biológicos, psicológicos y sociológicos que influencian el desarrollo de conducta antisocial, ellos apuntan a la
evidencia de una clara relación entre constelaciones específicas del desarrollo infantil temprano en la familia y
el grado individual posterior de conformidad social, pero establece que los mecanismos por los cuales los
factores familiares están asociados con la delincuencia todavía no están claros. Ellos también apuntan a la
relación entre el cambio social y el aumento en la delincuencia, de nuevo haciendo hincapié en nuestra actual
carencia de conocimiento disponible con respecto a los mecanismos correspondientes. Ellos concluyen que
múltiples causas parecen estar activas en la codeterminación de la delincuencia juvenil, incluyendo la
influencia del grupo de pares, el control social y el aprendizaje social, factores biológicos influenciando tipos
extremos de conducta antisocial, y factores situacionales. Ellos proponen que es absurdo buscar una sola
explicación para la delincuencia juvenil, y enfatizan que ninguna estrategia clara de prevención está disponible
todavía.

El estudio que Lewis et al.27 hacen de antecedentes infantiles de niños que luego cometieron asesinato
apunta a la prevalencia, en sus casos, de síntomas psicóticos, deterioro neurológico mayor, familiares de
primer grado psicóticos, actos violentos presenciados durante la infancia, y abuso físico severo, destacando
fuertemente así antecedentes biológicos y psicosociales para el comportamiento antisocial.

El libro de Dicks9 Asesinato en Masa Licenciado, reporta la investigación de el fondo y el desarrollo


de personalidad de una serie de asesinos de masas de la SS antes y después de sus funciones en campos de
concentración. Esto proveyó evidencia dramática de que estos criminales, mientras sufrían de trastornos de
personalidad severos con una predominancia de características narcisistas, paranoides y antisociales desde la
niñez temprana, solo participaron en las más repugnantes conductas criminales en el contexto de la facilitación
social del entrenamiento y los campos de muerte de la SS, volviendo a su anterior funcionamiento de
personalidad no delictivo durante y después de sus penas de prisión, ilustrando así lo que equivale a un casi
empírico estudio de los facilitadores sociales de la criminalidad severa y crónica (obviamente, las tendencias
de “burn-out” de los delincuentes de edad mediana también necesitan ser tomadas en consideración aquí).
UN MARCO DIAGNÓSTICO PROPUESTO

El comportamiento antisocial debería ser definido idealmente en términos de sus significados


psicológicos más que en términos conductuales y/o legales. Por ejemplo, “se fugó de casa durante la noche al
menos dos veces mientras vivía en el hogar parental o sustituto. (o una vez sin haber regresado)”- uno de los
criterios par trastorno de personalidad antisocial en DSM-III-R – es un término descriptivo que omite la
consideración de si el niño esta fugándose desde un hogar insufrible con padres abusadores físicamente, o
desde un hogar bien constituido. Otra vez, “nunca ha sostenido una relación totalmente monogámica por más
de un año”- otro criterio del DSM-III-R – incluye un amplio espectro de la adolescencia tardía y de los adultos
tempranos, cuyo comportamiento respecto a las citas puede ser influenciado por múltiples inhibiciones
neuróticas, patrones culturalmente determinados, y prácticamente cualquiera de los trastornos de personalidad.

La promiscuidad sexual tiene diferentes implicaciones en diferentes entornos sociales y en contextos


de distintas estructuras de personalidad (masoquistas versus narcisistas).26 La presencia de conducta delictual
obviamente marcad y crónica puede hacer sombra a tales sutilezas, pero, por la misma razón, cambiar el foco
diagnóstico a la delincuencia por sí misma más que a la especificidad de un trastorno de personalidad.

He encontrado que, a pesar del grado de comportamiento delictivo o incluso en su ausencia, desde una
perspectiva clínica, la primera indicación de la posibilidad de la existencia de un trastorno de personalidad
antisocial es la presencia de un trastorno de personalidad narcisista. De hecho, el perfil clínico de una
personalidad antisocial descrito por Cleckley7 cae naturalmente en tres categorías: primero, algunas
características básicas que diferencian la personalidad antisocial de la psicosis y síndromes orgánicos
cerebrales- “ausencia de delirios y otros signos de pensamiento irracional” y “conducta antisocial
inadecuadamente motivada” (el síntoma inmediato dominante); segundo, una serie de características
encontradas en la patología de carácter narcisista severa: “vida sexual impersonal, trivial, y pobremente
integrada,” “pobreza general en reacciones afectivas mayores,” “egocentrismo patológico e incapacidad de
amar”; tercero, lo que equivale a manifestaciones de patología del superyó severas: “falta de fiabilidad,” “falta
de veracidad e insinceridad,” “carencia de remordimiento o vergüenza,” “juicio pobre e incapacidad para
aprender de la experiencia,” e “incapacidad para seguir cualquier planificación de vida.”

Sólo cuatro de los perfiles clínicos enlistados por Cleckley, a saber, “ausencia de ‘nerviosismo’ o
manifestaciones psiconeuróticas,” “conducta fantástica y poco atractiva con bebida y a veces sin ella,”
“suicidio rara vez llevado a cabo,” y “encanto superficial y buena inteligencia”, son, desde mi visión,
cuestionables. Hay muchas personalidades antisociales que presentan síntomas psiconeuróticos, y suicidio
impulsivo puede ser observado en estos pacientes (tan bien como en pacientes con el síndrome de narcisismo
maligno, a los cuales voy a volver); un comportamiento inadecuado con la bebida y a veces sin ella me parece
más bien inespecífico. Muchos pacientes con trastorno de personalidad antisocial, particularmente aquellos
dentro de la población criminal, no muestran encanto superficial, y uno encuentre trastornos de personalidad
antisociales en todos los niveles de inteligencia.

Pero la conducta antisocial enlazada con un trastorno de personalidad narcisista no es suficiente para
hacer el diagnóstico de un trastorno de personalidad antisocial. Tal como yo mencioné antes, existe un grupo
intermediario entre el trastorno de personalidad narcisista y el trastorno de personalidad antisocial, el síndrome
de narcisismo maligno, caracterizado por la presencia de conducta antisocial en una estructura de personalidad
narcisista, mientras el paciente todavía presenta una capacidad de investimentos de otros que no sean de
autoservicio, para auténtica preocupación por otros, y por sí mismos, para experimentar sentimientos
auténticos de culpa, y para identificarse con sistemas de valores que no sean de autoservicio en algunas áreas
mientras tal capacidad está perdida en otras.

La conducta antisocial puede emerger en el contexto de otros trastornos de personalidad, por lo que el
prácticamente muy descuidado diagnóstico diferencial entre trastornos de personalidad se torna altamente
relevante en la evaluación de este síntoma. Este diagnóstico diferencial, en mi experiencia, tiene importancia
pronóstica y terapéutica fundamental. El comportamiento antisocial en una estructura de personalidad no
narcisista es pronósticamente favorable, en contraste con el extremadamente pobre pronóstico de la conducta
antisocial en la personalidad antisocial propiamente tal.

El comportamiento antisocial debe ser explorado a la luz de un nivel general de funciones del superyó
del paciente. Aquí nosotros podemos reexaminar la cuestión del “criminal fuera de un sentido inconsciente de
culpa.” La conducta antisocial que deriva de un sentido inconsciente de culpa y una búsqueda inconsciente
correspondiente de castigo tiene que ser diferenciado de la vasta mayoría de casos en los cuales la auto-
destructividad y el castigo auto-provocado son una consecuencia de la conducta antisocial pero no reflejan tal
motivación inconsciente. De hecho, la hipótesis psicoanalítica de un sentido inconsciente de culpa puede ser
demostrada como válida sólo si él se hace consciente como un resultado de exploración psicoanalítica. Este
definitivamente no es el caso de los esfuerzos intensivos, de largo plazo de la psicoterapia psicodinámica con
la mayoría de los pacientes que presentan conducta antisocial severa. En adición, en campos puramente
teóricos, dada toda la otra evidencia de deterioro severo o indisponibilidad de funciones básica del superyó en
la gran mayoría de los pacientes con conducta antisocial, la asunción de un sentido de culpa inconsciente en
estos casos es altamente cuestionable.

En la práctica clínica, hay pacientes con organización de personalidad neurótica (en contraste con la
organización de personalidad limítrofe), o, en términos simples, con trastornos de personalidad de “nivel alto”
(personalidades histérica, obsesiva-compulsiva, y depresiva-masoquista)22 los cuales pueden presentar
conducta antisocial inconscientemente orientada al auto-castigo o a la obtención de castigo desde fuentes
externas. El tipo del trastorno de personalidad dominante apunta a esta más bien infrecuente etiología.

En este sentido, un síntoma relativamente infrecuente, a saber, pseudología fantástica, debe también
ser explorada a la luz del trastorno de personalidad con el cual esta emerge. La pseudología fantástica puede
ser hallada en personalidades histeroides, histriónicas, o infantiles, y pronósticamente es menos severa que la
mentira crónica y pseudología fantástica en trastornos de personalidad narcisistas y antisociales. Una vez más,
la identificación de la patología de carácter dominante emerge como un asunto crucial en el diagnóstico
diferencial de la conducta antisocial.

Un asunto que muy frecuentemente complica el diagnóstico diferencial de la conducta antisocial es la


presencia de alcoholismo y/o abuso de drogas, y de síntomas secundarios a estos trastornos. Otra patología
relacionada y a menudo complejamente entretejida es aquella del comportamiento antisocial y una perversión
o desviación sexual bien estructurada, “parafilias” en terminología del DSM-III y el DSM-III-R. Para
propósitos prácticos, aquí el asunto central es la medida en que la agresión egosintónica es construida dentro
del patrón sexual desviado: cuanto más la estructura de personalidad cambia de lo narcisista a lo antisocial, tal
comportamiento agresivo puede tornarse amenazante de la vida, y un subgrupo de personalidades antisociales
agresivas puede centrar su conducta criminal en asaltos sexuales y asesinatos.23,24
CLASIFICACIÓN Y DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL

Lo que sigue es una clasificación de los trastornos de personalidad en la cual las características
antisociales son prominentes, desde los más severos hasta los menos severos de estos trastornos. Para
propósitos prácticos, en todos los pacientes que presentan conducta antisocial, es útil descartar primero el
diagnóstico de una personalidad antisocial propiamente tal. Por esta razón, yo también investigo
sistemáticamente la presencia de conducta antisocial en todos los pacientes con trastorno de personalidad
narcisista.
El Trastorno de Personalidad Antisocial
Estos pacientes presentan típicamente un trastorno de personalidad narcisista. Los típicos síntomas de
las personalidades narcisistas son, en el área del auto-amor patológico: auto-referencia y auto-centramiento
excesivos; grandiosidad y las características derivadas de exhibicionismo, una actitud de superioridad,
imprudencia y sobre-ambición; sobre-dependencia de la admiración; superficialidad emocional; y rachas
severas de inseguridad alternados con una grandiosidad predominante. Con respecto al área de las relaciones
de objeto patológicas, los síntomas predominantes de estos pacientes son envidia desmesurada (tanto
consciente como inconsciente); devaluación de otros como una defensa contra la envidia; explotación reflejada
en codicia, apropiación de las ideas o propiedades de otros, y sus derechos; una incapacidad para depender
verdaderamente de otros en una relación mutual; y una destacable carencia de la capacidad para empatizar y
comprometerse con otros. El estado básico del yo de estos pacientes está caracterizado por un sentido crónico
de vacío, evidencia de una incapacidad para aprender, un sentido de soledad, hambre de estímulos, y un
sentido difuso de falta de sentido de la vida.
En adición, todos estos pacientes presentan algún grado de patología del superyó. La patología del
superyó ordinaria de las personalidades narcisistas incluye la incapacidad para experimentar pena auto-
reflexiva; la presencia de severos cambios de humor; una predominancia de “vergüenza” como contraste a la
“culpa” en su regulación intrapsíquica del comportamiento social; y una carencia de un sistema de valores
adulto integrado, reflejada en la persistencia de valores infantiles. Su autoestima depende de la belleza, poder y
salud físicos, y de la admiración de otros, in contraste con los valores adultos como capacidades, logros y
responsabilidades personales, y relación con ideales.
El trastorno de personalidad antisocial propiamente tal presenta patología del superyó más severa. Los
comportamientos antisociales que estos pacientes presentan incluyen la mentira, robo, falsificaciones, estafas y
prostitución- todo en un tipo predominantemente “pasivo-parasitario”- mientras el asalto, asesinato, y robo a
mano armada son típicos del tipo “agresivo”.15,16 En otras palabras, clínicamente uno puede diferenciar la
orientación conductualmente agresiva, sádica, y usualmente también paranoide de algunos pacientes con
trastorno de personalidad antisocial de el tipo pasivo, explotador, parasitario de otros.
Es necesario hacer hincapié en que, con pacientes inteligentes de una condición socioeconómica y
cultural favorables, que presentan un tipo predominantemente pasivo-parasitario de conducta antisocial, los
antecedentes de la niñez de tal comportamiento pueden ser aparentemente suaves o incluso pasar inadvertidos,
particularmente en algunas altamente patológicas aunque socialmente adaptativas familias. Por ejemplo, un
paciente fue un estudiante brillante en la escuela primaria, secundaria y en la universidad, y era socialmente
exitoso y deseado como hombre joven. Sus hurtos ocasionales eran generosamente olvidados por sus padres, y
su falta de sentido de responsabilidad fue adjudicada a que él era sobreprotegido por una admiración de la
madre y los abuelos. El pudo obtener un nivel de postgrado, se casó con una mujer con la cual mantuvo una
relación marital aparentemente normal por más de 15 años, y él era amable con sus hijos. Al mismo tiempo, el
malversaba fondos de sus socios y de sus negocios familiares. Mientras adquiría deudas excesivas, él también
daba costosos regalos a amigos y socios, parecía ser un “Viejo Pascuero,” de año completo, y fue traído a
consulta por su familia sólo cuando fue amenazado por una potencial sentencia de cárcel debido a evasión de
impuestos.
La diferenciación crucial de ambas conductas antisociales (pasiva y agresiva) como parte de un
trastorno de personalidad narcisista, de un trastorno de personalidad antisocial propiamente tal depende de la
ausencia, en el segundo, de una capacidad de sentimientos auténticos de culpa y remordimiento. Así, aún
después de ser confrontado con las consecuencias de sus conductas antisociales y a pesar de sus profusas
protestas de culpa o pesar, no hay ningún cambio en su conducta hacia aquellos que fueron atacados o
explotados, ni ninguna preocupación espontanea por esta falta de cambio en su conducta. La ausencia de culpa
es central en este trastorno. Mientras el diagnóstico diferencial de la capacidad de experimentar culpa y
preocupación requiere el paso inferencial de evaluar una reacción del paciente a la confrontación y el quiebre
de su omnipotencia, otras características que reflejan esta incapacidad de culpa y preocupación pueden devenir
directamente evidentes en la entrevista.
Por ejemplo, el paciente con un trastorno de personalidad antisocial es incapaz de imaginar una
dimensión ética en otros y por lo tanto en la mente del evaluador. Después de reiterar su veracidad al
terapeuta, y después de posteriormente ser capturado mintiéndole, el quizás reaccione avergonzadamente, pero
él no es capaz, cuando es consultado, de empatizar con la reacción del terapeuta a él, excepto con una
sensación de que el terapeuta debe sentirse engañado y enojado con el paciente. O un paciente antisocial puede
“confesar” sus acciones pero solo en aquellas áreas donde él ha sido pillado, así entrando en una contradicción
flagrante con el simultáneamente profesado remordimiento sobre su comportamiento pasado.
La carencia de investimento en relaciones no explotadoras con otros puede ser reflejada en relaciones
transitorias, superficiales e indiferentes con otros, carencia de capacidad para investir emocionalmente gente
así como mascotas, y la ausencia de cualquier valor moral internalizado, para no hablar de la capacidad de
empatizar con tales valores en otros. El deterioro de la experiencia afectiva de estos pacientes se expresa en su
intolerancia a cualquier incremento de la ansiedad sin desarrollar síntomas adicionales o conductas
patológicas, su incapacidad para la depresión con duelo o tristeza reflexiva, y su incapacidad para enamorarse
o experimentar cualquier ternura en sus relaciones sexuales.
La carencia de un sentido del paso del tiempo, de planear para el futuro, y de contrastar la experiencia
y conducta presente con las ideales aspiradas son usualmente sorprendentes en estos pacientes, por lo que sus
planes se extienden solo a una mejora inmediata de incomodidades presentes y a una reducción de tensión
mediante el logro de metas deseadas inmediatamente. Esta incapacidad de aprender de la experiencia pasada
es una expresión de la misma incapacidad para concebir sus vidas más allá de un corto e inmediato lapso de
tiempo. Sus manipulaciones, mentiras patológicas y racionalizaciones endebles son bien conocidas. Paulina
Kernberg (comunicación personal) ha acuñado el término hombre holográfico para referirse a pacientes que
crean una imagen vaga y etérea de sí mismos en las sesiones diagnósticas que parece extrañamente conectada
con su realidad presente o su pasado real, una imagen que cambia de un momento a otro a la luz de diferentes
ángulos de investigación, y deja al evaluador con una perturbadora sensación de irrealidad.
De nuevo, una vez que el diagnóstico de una estructura de personalidad narcisista es obvia, la tarea de
diagnóstico crucial es evaluar la severidad de cualquier característica antisocial presente, su historia pasada y
orígenes de niñez, y luego la capacidad restante del paciente para relaciones de objeto y funciones del superyó.
La prácticamente total ausencia de una capacidad para relaciones de objeto no explotadoras y de alguna
dimensión moral en el funcionamiento de la personalidad, reflejado en las características clínicas mencionadas
antes, son los elementos clave en la diferenciación entre la personalidad antisocial propiamente tal y los
síndromes menos severos de narcisismo maligno y el trastorno de personalidad narcisista. Este diagnostico
puede ser alcanzado recogiendo una historia completa, explorando cuidadosamente la narrativa del paciente,
confrontando con tacto al paciente con las áreas contradictorias y oscuras en su narrativa, evaluando la
interacción del paciente con el evaluador, y explorando sus reacciones al ser confrontado con contradicciones
entre información objetiva del pasado del paciente, su narrativa presente, y su conducta.
La exploración de las reacciones del paciente para investigar sobre conducta antisocial potencial que
puede seguir desde lo que él ha dicho pero no ha conocido puede ser muy útil. Por ejemplo, para plantear una
pregunta con un paciente cuya historia muestra una tendencia natural a participar en prostitución: “¿Qué lo ha
prevenido ha usted de participar en prostitución?,” o, similarmente, con un paciente envuelto en drogas, “¿Por
qué usted no está traficando?” puede probar las funciones del superyó del paciente así como su honestidad en
relación con el terapeuta. Obviamente, pacientes que están mintiendo al terapeuta sin reconocer que ellos están
mintiendo (algunas personalidades antisociales pueden reconocer al terapeuta que ellos están mintiéndole pero
continuar haciéndolo después de tal reconocimiento) requieren que nosotros recojamos su historia de los
familiares, de intervenciones de trabajo social sofisticadas, y de reportes de dispositivos institucionales con los
cuales el paciente ha estado envuelto en el pasado.
La razón para consultar a un psiquiatra, los esfuerzos manipuladores en la obtención de un “certificado
de salud” o un certificado para la “reinserción en el colegio,” y, en muchos casos, los mayores o menores
esfuerzos para evitar enfrentar procedimientos legales por medio de intervenciones psiquiátricas, puede servir
a propósitos diagnósticos tan bien como a propósitos pronósticos. Usualmente la investigación en todos estos
factores requiere varias entrevistas volviendo una y otra vez a áreas de incerteza y confusión, y repetidas
evaluaciones de la reacción del paciente a la confrontación con cualesquiera maniobras engañosas o
contradicciones que él presenta.
La contratransferencia a los pacientes con conducta antisocial severa puede proveer lo que puede ser
llamado una segunda línea de información: el terapeuta puede reaccionar con un sentido de confusión, la
tentación tanto de aceptar acríticamente las declaraciones del paciente como de rechazarlas con una postura
paranoide en la contratransferencia, una protectora “pseudoneutralidad” que oculta una devaluación
subyacente del paciente, o el deseo de escapar de una relación intolerable con un paciente que ataca
implícitamente los valores más básicos de las relaciones humanas tan queridas por el terapeuta. Desde mi
visión, una oscilación del terapeuta entre momentos de postura paranoide y otros de preocupación, en otras
palabras, una verdadera ambivalencia en su reacción a este paciente, constituye una respuesta saludable. Es
útil para el terapeuta poder presentarse a sí mismo como moral pero no moralizante, como justo pero no
ingenuo, y como confrontador pero no agresivo. La confrontación como un dispositivo técnico implica el tacto
reuniendo aspectos contradictorios o confusos de la narrativa, conducta y/o pasado del paciente; no es una
exposición agresiva de críticas o desacuerdos con el paciente.
Usualmente, un trastorno afectivo mayor puede ser descartado por un recogimiento de historia y
exámenes de estado mental cuidadosos, pero las pruebas psicológicas pueden entregar ayuda adicional para
descartar trastornos mentales orgánicos, tales como epilepsia del lóbulo temporal o un síndrome del lóbulo
límbico, trastornos que pueden presentarse con conducta agresiva explosiva. Ellos pueden también ayudar a
descartar un trastorno esquizofrénico atípico, tal como “esquizofrenia pseudopsicopática.” Cuando la conducta
antisocial se desarrolla en la mediana o tardía adultez, en el contexto de una pérdida de memoria y
razonamiento abstracto superior, muchos trastornos mentales orgánicos crónicos pueden ser descartados, y en
adición a las pruebas psicológicas, pueden requerir estudios neurológicos, radiológicos y EEG.
Si una personalidad antisocial propiamente tal puede ser descartada, la siguiente categoría diagnóstica
a ser considerad es aquella del trastorno de personalidad narcisista con el síndrome de narcisismo maligno, o
una personalidad narcisista ordinaria con tendencias antisociales predominantemente pasivas-parasitarias.
Narcisismo Maligno
Como mencioné anteriormente, estos pacientes están caracterizados por un trastorno de personalidad
narcisista típico, conducta antisocial, sadismo egosintónico o agresión anclada caracterológicamente, y una
orientación paranoide. En contraste con la personalidad antisocial propiamente tal, los pacientes con
narcisismo maligno todavía mantienen la capacidad para lealtad y compromiso con otros, o para sentir culpa;
ellos son capaces de concebir a otras personas como teniendo preocupaciones y convicciones morales, y ellos
pueden tener una actitud realista hacia su propio pasado y en la planificación del futuro.
Su sadismo egosintónico puede ser expresado en una “ideología” consciente de autoafirmación
agresiva pero también, muy frecuentemente, en tendencias suicidas egosintónicas crónicas. Estas tendencias
suicidas no emergen como parte de un síndrome depresivo, sino más bien en crisis emocionales o incluso “de
la nada,” con la fantasía subyacente de que poder tomar la vida de uno refleja superioridad y un triunfo sobre
el miedo usual al dolor y la muerte. Cometer suicidio, en la fantasía de estos pacientes, es ejercer un control
sádico sobre otros o “irse fuera” de un mundo que ellos sienten que no pueden controlar.
La orientación paranoide de estos pacientes (los cuales reflejan psicodinámicamente la proyección en
otros de precursores del superyó sádicamente no integrados) es manifestada en una experiencia exagerada de
otros como ídolos, enemigos, o tontos. Estos pacientes tienen una propensión a regresar a episodios micro-
psicóticos paranoides en el curso de psicoterapia intensiva, e ilustran más dramáticamente las funciones
complementarias de las interacciones paranoides y antisociales en el reino interpersonal.18,22 Algunos de estos
pacientes pueden presentar lo que, desde el exterior, parece ser una conducta francamente antisocial, por
ejemplo, como líderes de pandillas sádicas o grupos terroristas: Una autoimagen idealizada y una ideología
sádica auto-servidora racionaliza la conducta antisocial, y puede coexistir con la capacidad de lealtad hacia sus
propios camaradas.
Trastornos de Personalidad Narcisista con Conducta Antisocial
Estos pacientes presentan una variedad de conductas antisociales, la mayoría del tipo pasivo-
parasitario, y muestran remanentes de conducta moral autónoma en algunas áreas y explotación despiadada en
otras- Ellos no evidencian el sadismo ego-sintónico o agresión auto-dirigida, o una orientación paranoide
abierta típica del síndrome de narcisismo maligno. Ellos tienen la capacidad de experimentar culpa y
preocupación, lealtad a otros, una apropiada percepción de su pasado, y ellos pueden concebir realistamente, y
planificar para, el futuro; en algunos casos, lo que parece desde el exterior una conducta antisocial, es
simplemente una manifestación de carencia de capacidad de compromiso en profundidad con relaciones de
largo alcance. Los tipos narcisistas de promiscuidad sexual, irresponsabilidad en el trabajo, y explotación
emocional o financiera de familiares son prevalentes aquí, mientras estos pacientes están todavía capacitados
para cuidar de otros en algunas áreas y para mantener fronteras sociales ordinarias de honestidad en
interacciones interpersonales más distantes.
Otros Trastornos de Personalidad Severos con Características Antisociales
El siguiente nivel de patología, con pronóstico e implicaciones terapéuticas menos negativas, es la
presencia de conducta antisocial en trastornos de personalidad distintos a la personalidad narcisista. En
términos de la clasificación de los trastornos de personalidad que yo propuse en el pasado,21,22 ellos son
pacientes con organizaciones de personalidad limítrofe y narcisismo no patológico. Los ejemplos típicos son
los trastornos de personalidad infantil, histriónico, histeroide, o tipo II y IV de Zetzel (no confundir con una
personalidad histérica propiamente tal),25 y el trastorno de personalidad paranoide: estos son los dos más
frecuentes trastornos de personalidad de este grupo que se presenta con conducta antisocial. En la personalidad
infantil, la pseudología fantástica no es infrecuente; la “necesidad paranoide de traicionar” descrita por
Jacobson18 ilustra la traición en un contexto paranoide. En mi experiencia, la mayoría de los pacientes con
trastornos ficticios con síntomas psicológicos y/o físicos, juego patológico, cleptomanía, piromanía, y
fingimiento de enfermedad, si es que no presentan un trastorno de personalidad típico, forman parte de aquel
grupo de trastornos de personalidad con características antisociales.
Trastornos de Personalidad Neuróticos con Características Antisociales
Aquí encontramos los criminales con /un inconsciente) sentido de culpa.11 Estos pacientes son de gran
interés clínico porque, a pesar de lo que a veces aparece como conducta antisocial dramática, este
comportamiento ocurre en el contexto de una organización de personalidad neurótica y tiene un excelente
pronóstico para tratamientos psicoterapéuticos y psicoanalíticos. Como un ejemplo típico, yo veo un científico
de investigación que falsificó compulsivamente datos experimentales, solo para volver a comprobarlos una y
otra vez hasta que los experimentos con los resultados correctos neutralizaran y eliminaran los hallazgos de los
experimentos que él había manipulado. Esta conducta auto-derrotista peligrosa, aparentemente sin propósito,
la cual amenazó gravemente su carrera de investigación, fue completamente resuelta en un tratamiento
psicoanalítico de cuatro años, que al mismo tiempo también resolvió un trastorno de personalidad depresivo
masoquista severo. El paciente no presento comportamiento antisocial fuera del patrón específico que yo
mencioné, y él tenía una historia de pseudología fantástica en su niñez.
Otro paciente, con un trastorno de personalidad obsesivo-compulsivo, hurtaba objetos menores en
lugares públicos dentro de la organización donde él trabajaba, exponiéndose a sí mismo a experiencias
embarazosas y humilladoras de ser capturado y amenazado con despido inmediato. Afortunadamente, una
evaluación psiquiátrica sofisticada hecha por un colega, entregó la información que protegió el futuro de este
paciente mientras el tratamiento fue iniciado. Mientras tales casos son relativamente raros, la enorme
diferencia en sus pronósticos en referencia aquellos de los grupos previamente mencionados ordena una
evaluación cuidadosa de la estructura de personalidad en cada caso de conducta antisocial.
Conducta Antisocial como Parte de una Neurosis Sintomática
Esta categoría se refiere a conducta antisocial ocasional como parte de la rebeldía adolescente, en
trastornos del ajuste, y/o en la presencia, en muchos casos, de un entorno social facilitador que fomenta la
canalización de conflictos psíquicos en conducta antisocial.
Reacción Disocial
Este síndrome relativamente infrecuente se refiere a el ajuste normal y/o neurótico a un entorno social
o subgrupo anormales. En la práctica clínica, la mayoría de estos pacientes presentan algún tipo de trastorno de
personalidad que facilita su adaptación acrítica a un subgrupo social con conductas antisociales.
CONSIDERACIONES PRONÓSTICAS Y TERAPÉUTICAS
El tratamiento de la conducta antisocial es esencialmente psicoterapéutico, excepto, por supuesto,
cuando es sintomático de un trastorno mental orgánico o de una enfermedad psicótica. Los niveles de
severidad de la conducta antisocial que yo he descrito se corresponden con el pronóstico para tratamiento
psicoterapéutico, teniendo el primero de estos niveles, el trastorno de personalidad antisocial propiamente tal,
el pronóstico más pobre de modo que prácticamente todos los pacientes no son respondientes a enfoques
psicoterapéuticos ordinarios. El tratamiento para el trastorno de personalidad antisocial en la niñez, sin
embargo, el “trastorno de conducta” del DSM-III-R, tiene un pronóstico más favorable, y resultados
alentadores con el tratamiento de estos niños en dispositivos residenciales especializados8 han sido reportados.
El “Trastorno de conducta agresiva no socializada,” sin embargo, parece tener el pronóstico menos favorable.
Este diagnóstico corresponde a lo que es llamado “tipo agresivo solitario” en el DSM-III-R.
Con respecto a los pacientes adultos, la psicoterapia ambulatoria con trastornos de personalidad
antisocial ha sido muy desalentadora. Yo creo que es muy temprano para concluir si los dispositivos
terapéuticos comunitarios especializados para pacientes con trastorno de personalidad antisocial pueden ser
efectivos en el largo plazo. El tratamiento extendido de hospitalización en hospitalizados cerrados
especializados o sistemas penitenciarios parecen ser efectivos en algunos casos, particularmente si un control
ambiental firme e incorruptible es combinado con la oportunidad para terapia grupal en grupos constituidos
por pacientes prisioneros delincuentes.23
La primera tarea de un psiquiatra que evalúa a un paciente con conducta antisocial bajo condiciones
ambulatorias ordinarias es establecer cuidadosamente el diagnóstico diferencial elaborado antes, y luego
separar los trastornos de personalidad pronósticamente más favorables con conducta antisocial, de la
personalidad antisocial propiamente tal. La segunda tarea para el psiquiatra es proteger el entorno social
inmediato del paciente con un trastorno de personalidad antisocial de las consecuencias de su conducta
antisocial, ayudar a la familia del paciente a protegerse a ellos mismos, y proveer información y consejo con
tacto pero abierta completitud acerca de la naturaleza de esta psicopatología y su pronóstico a la familia. El
hecho de que, como muchos investigadores y clínicos han apuntado, el trastorno de personalidad antisocial
tienda a “agotarse” en los medianos y tardíos años de la adultez puede proveer alguna esperanza de largo
alcance, o al menos algún consuelo para la familia.12
La tercera tarea del psiquiatra es crear condiciones realistas sobre lo que quiera intentar la terapia,
eliminando todas las ganancias secundarias del tratamiento- el tratamiento usado para escapar de la ley, por
ejemplo, o para dar curso a dependencia parasitaria de los padres o de otros sistemas de apoyo social. Los
terapeutas necesitan establecer precondiciones mínimas razonables que salvaguardarán de cualquier esfuerzo
en el tratamiento de explotación secundaria por parte del paciente.
El pronóstico para el tratamiento del narcisismo maligno, aunque reservado, es significativamente
mejor que el de la personalidad antisocial propiamente tal, y, en el curso de psicoterapia psicoanalítica
intensiva a largo plazo algunos de estos pacientes pueden alcanzar una transformación gradual de su conducta
antisocial y la correspondiente conducta manipuladora y explotadora en la transferencia en resistencias
predominantemente paranoides. Tales resistencias paranoides pueden incluso llevarse a una psicosis de
transferencia paranoide, pero también, siempre y cuando tal regresión pueda ser contenida y manejada en la
psicoterapia para seguir la transformación gradual en transferencias más ordinarias características de trastornos
de personalidad narcisistas severos. Un límite potencial para tales esfuerzos de tratamiento es presentado por
pacientes cuyo comportamiento antisocial es potencialmente amenazante para otros, incluyendo al
psicoterapeuta, por lo que esta posibilidad de violencia peligrosa conectada con la transferencia paranoide
severa puede ser evaluada antes de que una psicoterapia intensiva sea realizada.
El tratamiento de pacientes con personalidad narcisistas y características antisociales puede seguir las
etapas ordinarias de una psicoterapia intensiva con este trastorno de personalidad. Estos pacientes usualmente
tienen una indicación para psicoterapia psicoanalítica más que para un psicoanálisis propiamente tal, lo cual es
también cierto para la siguiente categoría, a saber, otros trastornos de personalidad con características
antisociales. La conducta antisocial como una expresión de culpa inconsciente, que se da en la organización de
personalidad neurótica tiene una indicación de tratamiento psicoanalítico.

LOS PSICODINAMISMOS DEL NARCISISMO MALIGNO Y DE LA PERSONALIDAD


ANTISOCIAL
Desde mi visión, los hallazgos psicodinámicos de los pacientes con narcisismo maligno22 abren el
camino para un entendimiento psicoanalítico de la estructura intrapsíquica y el mundo interno de relaciones de
objeto del trastorno de personalidad antisocial propiamente tal.
Las transferencias de los pacientes con narcisimo maligno reflejan las vicisitudes tanto de la formación
temprana fallida del superyó, como del fracaso al consolidar relaciones de objeto totales en el contexto de la
integración de la identidad del yo. En esencia, estos pacientes están tan dominados por los precursores más
tempranos sádicos del superyó, que los precursores del superyó idealizados subsecuentes no pueden
neutralizar a aquellos, la integración del superyó es bloqueada, y las introyecciones más realistas del superyó
del periodo edípico están en gran medida no disponibles. Estos pacientes transmiten la impresión de que sus
mundos de relaciones de objeto han sido transformados malignamente, llevando a la devaluación y
esclavización sádica de relaciones de objeto internas potencialmente buenas, por parte de un integrado aunque
cruel, omnipotente y “demente” sí mismo.35 Este sí mismo patológico grandioso y sádico remplaza a los
precursores sádicos del superyó, absorbe toda la agresión, y transforma lo que de otro modo serían
componentes sádicos del superyó en una estructura de sí mismo anormal, la cual entonces milita contra la
internalización de los componentes del superyó más realistas posteriores.
Estos pacientes experimentan los objetos externos como omnipotentes y crueles. Ellos sienten que las
relaciones de objeto amorosas, mutuamente gratificantes no sólo pueden ser fácilmente destruidas, sino que
contienen las semillas para un ataque por parte del objeto omnipotente cruel. Un camino para sobrevivir es a
través de la sumisión total. Una ruta subsecuente es identificarse con el objeto, lo entrega al sujeto una
sensación de poder, libertad del temor, y el sentimiento de que la única forma de relacionarse con otros es
gratificando la agresión de uno. Una ruta alternativa para escapar es adoptar una forma falsa y cínica de
comunicación y negar totalmente la importancia de las relaciones de objeto, para convertirse en un inocente
espectador, más que identificarse con el tirano cruel o someterse masoquistamente a él.
Las experiencias limitadas que he tenido en el intento de una exploración psicodinámica de pacientes
con personalidad antisocial propiamente tal, junto con los hallazgos derivados de la psicoterapia y
psicoanálisis intensivos de pacientes con narcisismo maligno me llevan a proponer las siguientes
consideraciones tentativas con respecto a los psicodinamismos de la personalidad antisocial propiamente tal.
Estos pacientes transmiten experiencias pasadas de agresión salvaje de sus objetos parentales, y
frecuentemente reportan violencia tanto observada como experimentada en su niñez temprana. Ellos también
transmiten una convicción dramática de la impotente debilidad de cualquier relación de objeto buena: lo bueno
es débil y poco fiable por definición, y el paciente muestra rabia, devaluación, y desacato contra aquellos
percibidos vagamente como objetos potencialmente buenos. El poder, en contraste, es necesitado para
sobrevivir, pero es poco fiable en cambio; y es invariablemente sádico. El dolor experimentado al tener que
depender de objetos parentales poderosos, desesperadamente necesitados pero sádicos, es transformado en
rabia, y expresado como rabia mayormente proyectada, empeorando así la imagen sádica de objetos malos que
han elevado tiranos sádicos. En este mundo, el cual es reminiscente de la novela 1984 de Orwell31, la agresión
es prevalente pero impredecible, y su imprevisión incluso se opone a una segura sumisión al tirano sádico y
previene al paciente de idealizar el sistema de valores sádico del agresor.
Este fracaso en lograr alguna idealización de objetos diferencia la personalidad antisocial propiamente
tal de la agresión “auto-justiciera” del paciente con narcisismo maligno el cual ha al menos encontrado alguna
posibilidad de condensar el sadismo y la idealización identificándose con un tirano idealizado cruel. El fracaso
de esta idealización también previene al paciente antisocial de intentar una sumisión masoquista a una
autoridad predecible aunque sádica. El paciente está profunda y totalmente convencido de que sólo su propio
poder en sí mismo es confiable, y el placer del control sádico es la única alternativa al sufrimiento y para la
destrucción del débil. En tal mundo, existe la necesidad (para parafrasear a Paul Parin) de “temer a tu prójimo
como a ti mismo” y de devaluar todos los debilitadores enlaces con él.
Hasta ahora, yo me he enfocado en dinamismos de el trastorno de personalidad antisocial
predominantemente agresivo. El trastorno de personalidad antisocial pasivo-parasitario, en contraste, ha
encontrado una vía de gratificación por medio del poder sádico en la negación de la importancia de todas las
relaciones de objeto, y en la idealización regresiva de la gratificación de necesidades receptivo-dependientes-
comida, objetos, dinero, sexo, privilegios- y el poder simbólico ejercido sobre otros mediante la extracción de
tales gratificaciones de ellos. Extraer los suministros necesitados, mientras se ignora a los otros como personas
y se protege a sí mismo del castigo vengativo es el significado de la vida. Comer, defecar, dormir, tener sexo,
sentirse seguro, tomar venganza, sentirse poderoso, estar excitado- todo sin ser descubierto el mundo
circundante peligroso aunque anónimo mundo- permite una adaptación de tipos de vida. Esta adaptación es la
adaptación del lobo encubierto para vivir entre las ovejas mientras el peligro real viene desde otros lobos
similarmente encubiertos, contra los cuales una protectora “ovejidad” (o timidez) ha sido erigida. Esta
estructura psicológica permite la negación de la agresión y su transformación en despiadada explotación.
En el narcisismo maligno, algunos precursores del superyó idealizados han sido trazados en el sí
mismo agresivamente infiltrado y patológicamente grandioso, facilitando al menos un sentido consolidado de
sí mismo, de continuidad de sí mismo a través del tiempo, y, por medio de la proyección, un sentido de
estabilidad y previsibilidad del mundo de otros poderosos y peligrosos también. El narcisismo patológico, la
grandiosidad egosintónica, la conducta antisocial, y la alerta paranoide de estos pacientes les permiten
conjuntamente controlar sus mundos internos de relaciones de objeto. A la vez, el propio sí mismo
patológicamente grandioso los protege de los insoportables conflictos en torno a la envidia primitiva que
atormentan a las personalidades narcisistas menos patológicamente protegidas. LA personalidad antisocial
propiamente tal, en contraste, está protegida de la envidia rabiosa mediante la apropiación agresiva y violenta,
o la explotación pasiva-parasitaria de otros.
El estudio que Dick9 hizo de los asesinos de la SS ilustra la facilitación e inducción de la conducta
criminal bajo circunstancias sociales particulares. Zinoviev38 ha hecho un estudio de las características morales
de grupos sociales e instituciones en regímenes políticos totalitarios cuyas imágenes de autoridad moral son
proyectadas en la jerarquía superior del sistema como figuras externas “persecutorias”. El hace hincapié en la
corrupción social generalizada que es una consecuencia de tal estructura social y que puede afectar la conducta
pública de grandes segmentos de la población. Sus descripciones dramáticas de la corrupción general de la
vida pública bajo tales circunstancias, ilustran la dependencia que la conducta moral individual tiene de la
estructura social que la rodea. Los famosos experimentos de Milgram28 indican como la obediencia acrítica a
la autoridad puede fácilmente lograr participación sin culpa en conductas sádicas incluso en niveles altos de
organización psicológica y en una atmósfera de libertad social. La realidad de la personalidad antisocial es el
mundo de pesadillas de la persona normal; la realidad de la persona normal es la pesadilla del psicópata.
Traducido por Diego Severin C. - dseverin@vtr.net

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