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REPORTE ANALÍTICO DE LECTURA

Estudiante: Cristian Palestina Libreros.


Licenciatura: Lic. Psicopedagogía.
Tipo De Documento: Revista de Educación y Cultura de la sección 47 del SNTE.
Soporte: Digital.
Número De RAL: 4.
Título: "La Perspectiva De Género.”
Autor: Marta Lamas.
Palabras Clave: Equidad, democracia, identidad, conductas, opresión y ciudadanía.
Conclusiones Del Estudiante:
La Perspectiva de Género es un reciente avance alcanzado en el estudio de las
ciencias sociales que, a través de mecanismos científicos y epistemológicos, nos
permite reconocer y analizar la desigual e injusta posición de sumisión de la mujer
en las distintas sociedades. Partiendo de ese reconocimiento racional y armados de
un nuevo fundamento de justicia social, la Perspectiva de Género incide sobre
nuestras actitudes y acciones en aras de la transformación de la sociedad y la
construcción de estructuras sociales más incluyentes, equitativas, y con un nuevo
sentido humanístico. La perspectiva de género es, entonces, un enfoque, una
mirada que distingue cómo a partir de las diferencias sexuales se tejen las
desigualdades sociales. Fundamenta y genera propuestas éticas y políticas para el
buen vivir.
Vale precisar que los estudios de género feministas han desarrollado todo un
lenguaje de crítica al sistema patriarcal; han puesto de manifiesto las formas de
discriminación que se hallan en la esfera pública y privada de la sociedad, al tiempo
que destacan la importancia del poder como aspecto medular en la vida de las
mujeres. Actualmente el género, raza, clase, orientación sexual son categorías que
se articulan para explicar las desigualdades en las relaciones humanas. El trato
igualitario dado a personas socialmente desiguales no genera por sí solo igualdad.
Además, no basta con declarar la igualdad de trato, cuando en la realidad no existe
igualdad de oportunidades. El racismo dentro del mundo laboral aparece como una
muy evidente discriminación, ya que resulta absurdo tomar en cuenta el color de la
piel para el desempeño de un trabajo. La estructura de la propia sociedad está
fundada en estas presunciones que, con el tiempo, han mostrado su carácter de
prejuicios. El sexismo se manifiesta en ataques directos a sus intereses o a ellas
mismas y en ataques indirectos, provocados por el funcionamiento del sistema
social. Mirar o analizar alguna situación desde la perspectiva de género permite
entender que la vida de mujeres y hombres puede modificarse en la medida en que
no está “naturalmente” determinada. Esta perspectiva ayuda a comprender más

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profundamente tanto la vida de las mujeres como la de los hombres y las relaciones
que se dan entre ambos. Este enfoque cuestiona los estereotipos con que
somos educados y abre la posibilidad de elaborar nuevos contenidos de
socialización y relación entre los seres humanos. La importancia de la aplicación
de la perspectiva de género radica en las posibilidades que ofrece para
comprender cómo se produce la discriminación de las mujeres y las vías para
transformarla.
Además, es necesario entender que la perspectiva de género mejora la vida de
las personas, de las sociedades y de los países, enriqueciendo todos los ámbitos
productivos, es decir, no se limita solamente a las políticas focalizadas a favor de
las mujeres. Por ejemplo, la incorporación de la perspectiva de género en la
medicina ha permitido entender que los síntomas de ciertas enfermedades, o los
efectos secundarios de algunos medicamentos son diferentes en las mujeres que
en los hombres. Al igual que con la medicina, la incorporación de la perspectiva de
género permite mejorar el desarrollo científico, tecnológico, urbano, etc., es decir
sus beneficios van mucho allá de la esfera política. El reto más grande es eliminar
los prejuicios y la resistencia que aún existen hacia la incorporación de esta
perspectiva. Cada vez se habla más de la perspectiva de género; sin embargo, al
analizar dicha perspectiva se constata que género se usa básicamente como
sinónimo de sexo: la variable de género, el factor género, son nada menos que las
mujeres. Aunque esta sustitución de mujeres por género se da en todas partes,
entre las personas hispanoparlantes tiene una justificación de peso: en español se
habla de las mujeres como “el género femenino”, por lo que es fácil deducir que
hablar de género o de perspectiva de género es referirse a las mujeres o a la
perspectiva del sexo femenino. Cuando alguien defina una cuestión como un
"problema de género", vale la pena tratar de averiguar si se está refiriendo a las
"mujeres" o al conjunto de prácticas y representaciones sobre la feminidad. Aunque
al principio parezca complicado utilizar la categoría género, con un poco de práctica
pronto se aprende. Al principio hay que pensar si se trata de algo construido
socialmente o de algo biológico. El género es una categoría explicativa de la
construcción social y simbólica histórica y cultural de los hombres y las mujeres
sobre la base de la diferencia sexual. Según Lagarde implica el sexo pero no agota
ahí sus explicaciones. En la década del sesenta del siglo XX, surge un concepto de
género en el ámbito de la psicología en su corriente médica: existía algo fuera del
sexo biológico que determina la identidad y el comportamiento. Supuso que el peso
y la influencia de las asignaciones socioculturales a los hombres y las mujeres, a
través de ritos y costumbres, y la experiencia personal constituían los factores que
determinan la identidad y el comportamiento femenino o masculino y no el sexo
biológico. A partir de allí se propone una diferencia conceptual entre “sexo” y
“género”, en el cual el primero refiere a rasgos biológicos. La perspectiva de género
implica reconocer que una cosa es la diferencia sexual y otra cosa son las
atribuciones, ideas, representaciones y prescripciones sociales que se construyen
tomando como referencia a esa diferencia sexual. Desde hace varios años,

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antropólogos, biólogos, psicólogos, etc., se han dedicado a investigar y esclarecer
qué es lo innato y qué lo adquirido en las características masculinas y femeninas de
las personas. Se ha comprobado que el status femenino es variable de cultura en
cultura, pero siempre con una constante: la subordinación política de las mujeres, a
los hombres. Se debe aceptar el origen biológico de algunas diferencias entre
hombres y mujeres, sin perder de vista que la predisposición biológica no es
suficiente por sí misma para provocar un comportamiento. No hay comportamientos
o características de personalidad exclusivas de un sexo. Ambos comparten rasgos
y conductas humanas.
El ser humano se caracteriza por su socialización básica, de modo que las
relaciones del niño y la niña con la realidad comienzan con las relaciones sociales,
en este sentido, el bebé recién nacido se encuentra expuesto a las manifestaciones
que tienen lugar significativamente en el hogar. Se nutren del contexto y con sus
progenitores y familiares los encargados de proveer los aprendizajes más
importantes en la primera infancia. Éstos se dan de manera espontánea a través de
la imitación esencialmente. Una perspectiva de género desde la educación abarca
varios ámbitos, desde el diseño de libros de texto y programas no sexistas hasta
desarrollo de políticas de igualdad de trato y oportunidades entre maestros y
maestras. Así como en el ámbito laboral es importante suprimir la discriminación
que afecta a la población femenina, en el terreno educativo es crucial eliminar las
representaciones, imágenes y discursos que reafirman los estereotipos de género.
Las condiciones en que las mujeres entran al mercado formal e informal de trabajo
están ligadas a las condiciones en que realizan o resuelven su trabajo doméstico.
La perspectiva de género reconoce este contexto cultural y diseña acciones para garantizar
la inserción de las mujeres en el mundo del trabajo y para promover su desarrollo
profesional y político. La perspectiva de género supone revisar todo, desde cómo
organizamos los tiempos y los espacios, hasta las creencias más enraizadas. En el caso
de las demandas ciudadanas, por ejemplo, nadie critica la forma en que los servicios
públicos están organizados bajo el supuesto de que hay una mujer en casa.
Una perspectiva de género ayuda a reconocer cómo las costumbres culturales limitan la
participación femenina en la vida pública. Las contradicciones están al punto. Tanto desde
el discurso político como desde los medios se acepta y hasta se impone como legítima la
imagen de la mujer que trabaja fuera de la casa, sin plantear para nada la necesidad de
una infraestructura de servicios sociales y ni de recomponer las pautas –no compartidas–
del trabajo familiar. Ser ciudadano o ciudadana significa pertenecer a una comunidad
política. Lo anterior implica, en primer lugar, un estatus legal, es decir, un conjunto de
derechos y obligaciones entre el Estado y sus miembros. Pero la posesión de derechos y
obligaciones no es suficiente para que los individuos se sientan parte de una comunidad
política. La ciudadanía legal o formal no garantiza que todas las personas ejerzan realmente
sus derechos y obligaciones y participen de manera efectiva en la vida democrática. Puede
ser que, debido a desventajas sociales, económicas y culturales, algunos sectores de la
población se encuentren en la práctica marginados de lo que podríamos llamar una
ciudadanía íntegra. Como elemento que ordena las relaciones sociales y de poder de lo
sexual, el género puede trastocar nuestras representaciones, símbolos, lenguajes,

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mentalidades y conductas sobre la política y la democracia, de ahí su pertinencia y
necesidad, pues hablar de género o perspectiva de género en política no significa sólo que
haya más mujeres en los sistemas representativos, sino que es, además, “la oportunidad
de transformar el terreno de lo político”, y para lograrlo es necesario abrir espacios de
participación en condiciones de paridad y equidad de género, así como ampliar las
demandas sociales y políticas que permitan visibilizar las identidades femeninas como
seres políticos.
La democracia y la política modernas se constituyeron, entre otros elementos, a partir de la
distinción entre público-privado. La política es asunto público, la vida personal, y con ella la
condición femenina, era privada. Hoy en día la ecuación es distinta, el feminismo y la
perspectiva de género nos han enseñado que lo personal es público y, por ende, la manera
en la que se ha construido el género a partir de las distinciones de lo sexual, es decir, entre
hombres y mujeres, son también asuntos que atraviesan la esfera de lo público. Por ello, el
género no es sólo una categoría de análisis de lo social, sino también una condición de
posibilidad de transformar las estructuras sociales y de poder. Apropiarse del espacio
público, el lugar por antonomasia de la democracia, a partir de los roles de género significa
reconfigurar el género, su comprensión y su experiencia.
La apropiación del espacio público por parte de las mujeres y sus demandas en materia de
género representa una dimensión particular de un proceso político y social en el que no
sólo intervienen hombres y mujeres, sino también las instituciones como el gobierno, la
familia, la educación y la sociedad en general, por mencionar algunas, constituyen otras
dimensiones cruciales y sustantivas para propiciar la igualdad de género en diversos
espacios de la vida pública y privada. La anterior es una tarea compartida entre
instituciones, sociedad y personas, por ello es importante que en una democracia todas y
todos seamos partícipes del ejercicio del poder púbico en condiciones de igualdad
sustantiva, libertad y pleno reconocimiento y respeto de nuestros derechos como
ciudadanas y ciudadanos, pero también como seres humanos con igual dignidad.
Por supuesto que la tarea no es sencilla, pero sí de todos porque todos formamos parte de
una cultura, valores e historia que han sido sistemáticamente excluyentes y violentos hacia
las mujeres, pues rompen y transgreden los vínculos sociales de respeto, libertad,
tolerancia y convivencia. Hablar de democracia y género es poner el acento en la cuestión
femenina, lo que además tiene otras consecuencias, pues, como se señala, “aprender
acerca de las mujeres implica también aprender acerca de los hombres.”
Una perspectiva de género identifica y se propone eliminar las discriminaciones reales de
que son objeto las mujeres, por mujeres, y los hombres, por hombres. La perspectiva de
género requiere de un proceso comunicativo que la sostenga, y la haga llegar al corazón
de la discriminación: la familia. Se requiere el desarrollo de una nueva forma de
conceptualizar las responsabilidades familiares entre mujeres y hombres, una nueva
distribución de tareas y el apoyo de servicios colectivos.
En conclusión, el género y la democracia son hoy en día dos conceptos que no tenemos
que perder de vista en el análisis de nuestra realidad social y política. una perspectiva de
género impacta a mujeres y a hombres, y beneficia al conjunto de la sociedad, al levantar
obstáculos y discriminaciones, al establecer condiciones más equitativas. Hablar de género
y democracia significa hablar de una reconfiguración de la política y nuestra acción en ella.

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