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Sobre el uso del espacio público en el Parque Universitario

Nombre: Christian André Altamirano Espinoza Código: 20191671


Profesor(a): María Eugenia Ulfe
Jefe de Práctica: Ximena Flores Rojas

Este breve trabajo de investigación resalta, principalmente, el uso del espacio público
dentro del Parque Universitario y la relación que mantienen las personas con el entorno.
Ello lo realicé a través de la observación participante, recabando información a través de
testimonios y fotografías del espacio, que serán tocados más adelante. Escogí este lugar
en específico no solo por su ubicación geográfica céntrica, sino también por el interés
que se me había presentado desde hacía algunos años con respecto al uso que le dan las
personas a este parque, que se encuentra en medio de una zona altamente comercial y
muy transitada.
Luego de más de tres años desde aquel día en que el entonces presidente de la
República, decretaba el estado de emergencia y un confinamiento obligatorio, las
personas poco a poco han vuelto a habitar las calles, plazas y parques. El Parque
Universitario, sin ser la excepción, comenzó nuevamente a recuperar su vitalidad como
en prepandemia. Este parque, formado tal y como lo conocemos hoy en el año 1923
(cumpliendo este año, cien años desde su creación), ha sido reconocido por haber sido
escenario de varios tipos de manifestaciones, tanto políticas como culturales, sin reparar
tanto en el hecho de que es un espacio de relajo y recreación en el que las personas que
son participes de él, dan paso a la construcción de ciudadanía.
Mi arribo se da en el cruce de la avenida Abancay con Nicolás de Piérola. Mientras
caminaba y antes de ingresar al espacio, pude observar una serie de rejas de color verde
que rodean lo que vendría a ser el parque. Pegados a ellos se encuentran algunos puestos
de vendedoras de golosinas y lustrabotas quienes, curiosamente, llegan hasta lo que es
el punto de acceso principal, que fue el segundo en el orden de aparición. Al momento
de ingresar, se ve el monumento insignia del recinto que es la Torre del Reloj 1 y, a un
lado, el anfiteatro. Me dirigí donde el primero y observé la torre rodeada de vallas de
seguridad, impidiéndome acercarme en demasía, y la presencia de una vigilante —de la
cual me enteraría posteriormente que se llama Esther—, cuando de pronto escucho las
campanadas en una melodía que no pude identificar; dando cuenta, entonces que eran
las tres en punto de la tarde. Deambulando por el camino principal que va de este a
oeste, vi como las personas, en su mayoría gente adulta mayor de género masculino, con
unos pocos aún usando la mascarilla, pero sin distanciamiento social, se sentaba en el
granito que separa los jardines de los adoquines del suelo. Notando sus miradas, pero
sin reparar en ellas todavía, me dirigí al monumento en honor a Sebastián Lorente, el
cual era utilizado como un espacio de descanso para una pareja mostrándose afecto. Al
frente de la escultura, hay una fuente sin funcionar cercada por cadenas, claramente

1
Más adelante, la vigilante llamada Esther me diría que está en reparaciones y que muy pronto sería
convertida en un punto desde el cual las personas podrían ver, desde lo alto, el parque y sus alrededores.
Así como que hay un sótano que sirve como almacen.

1
impidiendo el acceso del público, con un grabado rememorando la remodelación del
parque hace unos veinte años, aproximadamente, por el alcalde de ese entonces.
Yendo hacia el monumento en memoria de Hipólito Unanue, observé una menor
cantidad de personas sentadas en los alrededores, incluyendo el mismo monumento.
Algunos, centrados leyendo, reflexionando o escuchando música, obviaron mi
presencia. Al final de esta sección del parque, en el cual había poca cantidad de
personas sentadas sobretodo bajo los faroles y en el busto a Mariano Melgar, se
encuentra otra fuente seca más grande que la anterior mencionada, con un estilo similar,
y un kiosko cerrado. Me dirigí hacia el frente del Panteón de los Próceres, donde se
encontraban dos guardias y aun lado, la explanada de la Casona de San Marcos
prácticamente vacía: solo unas cuantas personas pegadas a la fachada, descansando. Al
fondo los baños públicos junto al puesto de vigilancia y un auto estacionado. Del otro
lado del parque, se encontraba otro kiosko cerrado, así como un trampolín cuadrangular
donde los niños jugaban.2 En esta parte se encuentra un anfiteatro construido en el
subsuelo, vacío pero listo para cualquier función que se quisiera presentar. En el
pequeño óvalo donde se encontraba el monumento a Bartolomé Herrera el cual, a
diferencia de los otros, no era utilizado como descanso, ya que se encontraba un anillo
exterior conformando por caminos de tierra. En ellos, una serie de bancos cuya sombra
era brindada por enredaderas daba pie a que las personas puedan sentarse y no ser
molestados por el calor que hacía en esos momentos. Ya al final, se encontraba una
enorme fuente moderna sin funcionar.
Mientras recorría el parque, de vez en cuando me sentaba e intentaba relajarme,
sorprendiéndome con el hecho de que el ruido del exterior no penetraba en el espacio.
Volvía a pasar por los espacios notando cosas como un mapa al lado de la puerta
principal, el cual se encontraba no solo oculto por las personas que se sentaban frente a
él, sino también, y me daría cuenta posteriormente, estaba desactualizado. Eso sí: la
existencia de varios gatos caminando por los jardines, dormidos o sentados en los
espacios restringidos por las cadenas y las vallas de seguridad, no solo me hizo recordar
a otros parques como el Central en Miraflores (popularmente llamado Kennedy), sino
que me hizo dar cuenta que formaban ya parte del paisaje dentro del Parque
Universitario, formando parte de la experiencia que las personas al visitarlo tienen que
pasar. Del mismo modo, noté la presencia de vendedoras ambulantes quienes, de forma
disimulada y furtiva, hacían promoción de sus productos tales como refrescos,
marcianos, gelatinas e incluso, chicles. Vale decir que, durante esta etapa de
observación, tomaba fotografías de las cuales, sólo las personas sentadas en los
monumentos notaban que lo hacía, por lo que procuré que no aparecieran en ellas sin su
consentimiento previo.
Antes de retirarme, conversé con cuatro personas: la primera de ellas, Esther, es una
mujer de 49 años, quien era la vigilante en turno del parque y quien me dio mayor
información acerca de las dinámicas del mismo; los otros dos, Augusto, es un hombre
de 54 años, migrante venido a la ciudad hacia treinta años aproximadamente, y
Alejandro, un hombre de 32 años, me comentaron acerca de sus razones por las cuales

2
Esther, la vigilante, me diría que ese trampolín no es de la municipalidad, sino que alquilan el espacio
para una persona. Al igual que los kioskos y los baños públicos. En el caso del anfiteatro, solo les
conceden permiso a los cómicos y los folcloristas sin cobrarles, necesariamente.

2
visitan el parque y las experiencias que tuvieron con el entorno. La cuarta persona, que
no quiso darme su nombre, era una vendedora ambulante con la cual no pude conversar
mucho ya que, como comenté antes, quería aprovechar su tiempo haciendo ventas y lo
hacía de forma cuasi veloz.3 A las cuatro les comenté acerca de quién era y el por qué
les estaba haciendo este tipo de preguntas.
Esther, quien llevaba su uniforme color café claro, me comentó que llevaba seis años
como cuidadora de parques de la Municipalidad de Lima, y que hacía cuatro lo era del
Parque Universitario (con sus idas y venidas, puesto que a veces le llamaban para
apoyar a otros parques). Explicándome un poco acerca de su labor, el cual comienza a
las tres de la tarde y termina a las 10 de la noche, 4 me dice que ha tenido diversos
problemas con gente de mal vivir, ebrios e incluye a los limpiaparabrisas como personas
que dan “mal aspecto” al parque. También me mencionó acerca de los horarios de los
cómicos ambulantes y folcloristas5, que se presentan los viernes y lunes, incluyendo
fines de semana y días festivos. Por otro lado, Augusto, una persona de aspecto amable
con un morral encima y anteojos, me dijo que vivía en Lima desde hacía treinta años
dejando a su natal Cajamarca detrás, y que pocas veces venía al Parque Universitario —
cada mes o año, dependiendo—, y que lo hacía más para conversar temas de política
con otras personas interesadas, siendo esa su “forma de encontrar un relajo”. No había
visto, según él, ninguna expresión cultural (cómicos, folcloristas) desde hacía años. Por
último, conversé con Alejandro, quien se veía más informal que los dos primeros, me
explicó que venía regularmente al parque para relajarse y “desconectarse de todo”, no
teniendo un día fijo como tal. Me dijo que había visto a los cómicos ambulantes, pero
que “se pasaban” con las personas que se sentaban a verlos burlándose de ellos y que,
además, les exigían dinero o sino, les insultaban. La cuarta persona, de la cual consideré
importante su testimonio a pesar de haber sido algo muy corto, fue el de la vendedora
anónima quien se acercó a mi intentando venderme unos chicles que traía en una caja
mediana de color blanco que colgaba desde su cuello. Le pregunté rápidamente si venía
seguido al parque y si temía por ser descubierta. Me dijo que no venía seguido y que, si
la descubrían, a lo mucho le llamaría la atención y les incitaría a que deje el lugar.6
Antes de retirarme del lugar, vi a una persona un tanto descuidada en su vestir que de
por sí era extravagante, hacer unas proclamas religiosas e incitando el “arrepentimiento”
y la “llegada de Jesucristo”. Esto se dio en medio de la conversación con Alejandro,
quien al preguntarle sobre aquel personaje me dijo era “un loco, siempre viene por aquí
pero nomás dice puras incoherencias”. Finalmente, y agradeciéndole por haber accedido
a conversar conmigo (algo que hice con las otras tres personas), me retiré por la puerta

3
Como todas las vendedoras que decían en voz baja los productos que vendían, notándoseles ansiosas en
su forma de actuar como de caminar. Solo algunas, diría yo las más atrevidas, eran las que gritaban en un
tono más alto lo que vendían.
4
Es importante resaltar que el Parque Universitario tiene las puertas abiertas al público desde las nueve de
la mañana hasta las seis de la tarde. Siendo el horario que mantiene hasta el momento de este trabajo.
5
Según me mencionó, las cantantes folclóricas bajan desde la Alameda Chabuca Granda al Parque
Universitario.
6
Previamente, había visto a dos ambulantes pasando frente a la vigilante (Esther), y con solo verla una de
ellas dijo: “Ya mami, ya nos estamos yendo ya. Solo estamos de paso”. Al consultarle, Esther me dijo que
el comercio ambulatorio estaba prohibido y que, cuando veía que vendían, le decía que por favor circule o
que se retire del lugar.

3
que da al centro comercial “El Parque”, no sin antes precisar en la cantidad de gente que
aún continuaba dentro, pero menor a los que se encontraban afuera.
Entre los hallazgos que podría destacar, esta la facilidad que tienen las personas con
movilizarse, ya que hay rampas de acceso. Así como desde el aspecto de vegetación, los
árboles dan sombra, pero no creo que la suficiente, aunque las áreas verdes se
encuentran bien mantenidas. Por otro lado, las personas con las que intenté dialogar se
mostraron cerradas en un principio, muchas de ellas rechazándome con respecto a las
preguntas que quería hacerles. Y es que muchas de ellas se encontraban solas, en
momentos personales que preferí y entendí, que estaba invadiendo. La observación
participante que realicé estuvo enmarcada por momentos incómodos como las miradas.
Así como esta forma en la cual el espacio público es en cierta medida, controlado a
través de ciertos parámetros y normas que regulan lo que puede y lo que no puede
suceder. Por ejemplo, las manifestaciones,7 la entrada de personas con mal aspecto o de
mal vivir, la venta ambulatoria, etc. Sin embargo, noté que estas no eran tan estrictas
como parecían, siempre y cuando se hicieran de manera que no les vieran los vigilantes
municipales. De forma que me preguntaba, ¿hasta qué punto las normas para controlar
la sociedad son aplicables? ¿pueden acaso terminar por completo con ciertas prácticas
dadas?
Las formas bajo las cuales las personas se relacionan con el entorno también llamaron
mi atención. Cómo es que objetos que se hicieron para ser observados y admirados se
convierten en lugares de descanso y recreación, como los monumentos y el uso del
granito, no tanto de las bancas. Así como también la relación con otros individuos que
parece ser nula, siendo que, si no fuera por el testimonio de Augusto, creería que no
ocurre ningún contacto que ahonde en ello. La introspección es latente y la distracción a
través de mecanismos como la lectura de periódicos, el celular e incluso, el contacto con
seres no humanos como los gatos, forma parte ya de esta individualización tan común
en las ciudades urbanas de la globalización. Incluso los vendedores ambulantes, si bien
comprensible por la norma prohibitiva, no está en la labor de conversar sino de vender
sus productos y, aunque lo hagan, no se detienen. De esta manera pienso que la
antropología y este trabajo en el que fungí como observador participante, me hizo dar
cuenta de varios hechos, acciones y situaciones que uno suele pasar por alto. La
etnografía forma parte importante de este proceso de conexión informante-investigador
ya que permite al segundo lograr aprehender aquellos objetos que les rodean y entender
las realidades.
Anexo: Fotografías

7
Algo que debo mencionar es que durante mi observación participante, hubo una huelga por parte de las
barrenderas pero cuyo trayecto fue al lado del parque, específicamente en la avenida Nicolás de Piérola

4
Mapa del parque. Tiene información errónea con respecto a la ubicación de los
monumentos.

5
La mayoría de personas sentadas en el granito.

Este es el anfiteatro totalmente vacío.

6
Aquí se pueden visualizar los gatos que “son del parque” y las vallas que rodean la
Torre del Reloj

7
Aquí se puede observar la explanada de la Casona de San Marcos con nula presencia de
personas.

8
2.3 Guía de observación: Parque Universitario
Para la realización del primer ejercicio sobre usos, transformaciones, y nuevas formas
de socialidad en espacios públicos, se plantea la guía de observación en el Parque
Universitario ubicado en el Centro Histórico de Lima. Para ello, se realizarán apuntes,
fotografías y conversaciones informales. Se hará hincapié en el uso de los espacios por
diferentes grupos de edad y la interacción de estos con distintos actores. La fecha y hora
en la que aplicaré mi observación será el martes 25 de abril entre las 15:00 y 18:00 de la
tarde.
Al ser un espacio público cercado, abierto a determinadas horas del día, pero muy
concurrido al ser una zona de recreación próximo a zonas comerciales, laborales y
culturales, a continuación, presentaré algunos criterios y aspectos que se tomarán en
cuenta para el trabajo de observación. Es válido mencionar que, previo a la observación
participante, se realizó una breve búsqueda de información sobre el lugar, así como la
revisión de plataformas virtuales.
Sobre el espacio y su delimitación
Se hará etnografía de forma informal, caminando y observando los distintos lugares y
espacios por los que pueda circular libremente. Por donde no pueda acceder, serán los
límites del campo.
 Ubicación de lugares, espacios y su clasificación
 El anfiteatro
 Explanada frente a fachada de la casona de San Marcos
 Lugares de descanso con árboles que brinden sombra
 Monumentos y placas de memoria (Torre del Reloj, esculturas)
 Accesibilidad al espacio.
Criterios de observación
Características de los actores
 Edad.
 Género.
 Actividad que realiza.
 Interacción con otras personas.
 Objetos que llevan consigo (mochilas, carteras, alimentos, celulares).
 Distanciamiento social
Actividades culturales (y horas en que se presentan)
 Grupos de baile o comicidad.
 Presencia policial y/o municipal.
 Actividades políticas (manifestaciones).

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