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UNIVERSIDAD TECNICA DE AMBATO

FACULTAD DE INGENIERIA CIVIL Y MECANICA


CARRERA DE MECANICA

INTEGRANTES:
Edwin Herrera
Andrés Procel
Emily Quishpe
Abraham Ríos

Curso:
Tercero “B”
Tema:
Resumen de la Historia del Ecuador (4ta. ed.) de Enrique Ayala Mora,
del Capítulo Época Republicana
Fecha:
15-05-2023
ÉPOCA REPUBLICANA

El Naciente Ecuador

El 13 de mayo de 1830 decidieron constituir un estado libre e independiente con los pueblos que en ese
entonces estaban comprendidos en el distrito sur y los que quisieran formar parte de este, a través de
las relaciones de naturaleza y de una reciproca convivencia. Semanas mas tarde en Riobamba se dio la
primera Asamblea Constituyente. Uno de los principales problemas que enfrentaron en ese entonces los
llamados Padres de la Patria fue como llamarían al nuevo país, quisieron conservar el nombre tradicional
de Quito ya que este era una herencia indígena, pero los representantes guayaquileños y cuencanos
presentaron una gran resistencia, pero luego se llego a un acuerdo que el nuevo país se llamara como lo
habían dicho años atrás unos extranjeros, ahí nació el Ecuador.

En su nacimiento se dio la regionalización del país, los cuales eran tres espacios que se consolidaron. La
sierra centro-norte la cual tenía su eje Quito y esta abarco a la mayoría de la población, la sierra sur la
cual estaba centrada alrededor de cuenca, la cuenca del rio Guayas que tenía su núcleo en Guayaquil y
experimento un crecimiento en el latifundio que tenía vínculo con la exportación.

Gracias a las guerras que se dieron por la independencia los pequeños vínculos económicos y sociales
que tenían se fueron deteriorando y esto provocó una reducción en el comercio internacional. El
desarrollo que tuvo el comercio externo genero kun crecimiento acelerado tanto en el ámbito
económico como en la población de la costa, pero en un principio este no pudo crear lazos en toda la
economía del país, pero lo hizo a finales del siglo XIX.

Al Ecuador recién nacido lo dominaban los grandes latifundistas que eran los propietarios y eran quienes
controlaban el poder regional, la mayoría de la población eran indígenas que estaban sujetos a la
hacienda. En Guayaquil y en unos lugares de la Sierra se daba la esclavitud de los negros y la pequeña
propiedad campesina. [1]

Como resultado de estos hechos, las décadas anteriores llevaron a la inestabilidad y la desintegración,


los terratenientes prominentes reemplazaron a las autoridades metropolitanas y comenzaron a
transferir el control a los organismos regionales y locales, mientras que los latifundistas, por otro lado,
no lograron unir a las comunidades a través de las fronteras culturales y socio-culturales. divisiones
criollas. se han desarrollado entre la clase dominante y los ecuatorianos. Los latifundistas empezaron a
imponer su visión latinoamericana de continuidad y discontinuidad con el pueblo, por lo que el poder
de la oligarquía se mantuvo mediante una votación en la que no podían votar las mujeres, los
analfabetos, los campesinos y los trabajadores urbanos, la mayoría. La naciente república surgió sobre
los cimientos del dominio económico y social de indígenas campesinos mestizos y grupos de masas
urbanas, por lo que el proceso de construcción social no estuvo exento de confrontación entre quienes
detentaban el poder económico y social y quienes lo detentaban. No tuvieron miedo de expresar las
contradicciones regionales y el dominio racista que existía entre los indígenas y los negros.[1]

PERIODIZACION DE LA REPUBLICA
Como se mencionó previamente, al inicio de la economía del Ecuador, el país se encontraba dividido en
regiones con diversas formaciones económico-sociales y débiles relaciones comerciales. Es importante
destacar que la independencia se produjo durante un período de consolidación del sistema capitalista,
pero no fue un proceso inmediato, sino que tomó alrededor de un siglo. Por un lado, el mercado
internacional comenzó a tener cada vez más influencia y se volvió crucial a finales del siglo XIX gracias al
auge de las exportaciones de cacao, lo que impulsó el crecimiento económico, pero también aumentó la
dependencia del sistema internacional. Por otro lado, las relaciones sociales capitalistas también se
desarrollaron en la sociedad ecuatoriana.

A finales del siglo XIX, se inició un nuevo período en la economía del país. A principios del siglo XX,
ocurrió una gran crisis en el modelo de exportación primaria, que se extendió hasta finales de la década
de 1940. Sin embargo, este modelo fue revitalizado por el auge bananero. No obstante, a principios de
la década de 1960, surgió una nueva crisis y se abrió un nuevo período que se extendió hasta los años
70, impulsado por la exportación de petróleo, la cual continúa hasta la actualidad.

Tomando en cuenta todo lo mencionado dentro de la evolución del ámbito económico y el desarrollo
del estado nacional pueden llegar a establecerse tres grandes periodos. Loos cuales son:

 El primero: Se da desde la fundación hasta fines del XIX el cual esta caracterizado por la vigencia
del proyecto nacional criollo
 El segundo: Se da desde el inicio de la Revolución Liberal hasta los 60 del siglo XX, en el cual el
capitalismo ecuatoriano funciona inserto en el sistema mundial y llega a predominar el proyecto
nacional mestizo.
 El tercero: Se da desde los 60 hasta la actualidad, y en este se abre un proyecto nacional de la
diversidad. [1]

PRIMER PERIODO

EL PROYECTO NACIONAL CRIOLLO

La sociedad y el poder

La Independencia en Ecuador marcó un cambio político drástico y una ruptura en su momento, aunque
algunos aspectos de la sociedad colonial persistieron incluso después de la fundación de la República.
Rasgos como el corporativismo, los estamentos sociales, la discriminación racial y la exclusión de las
mujeres de la vida política continuaron existiendo. Además, las relaciones sociales seguían teniendo
características aristocratizantes. Sin embargo, con el tiempo y el aumento de la lucha social, se lograron
realizar cambios.

En la nueva organización del Estado, la mayoría de la población quedó excluida de la participación


política. Los congresos y los órganos gubernamentales se elegían a través de una votación limitada a un
reducido grupo de destacados propietarios. La sociedad seguía siendo jerárquica, con la autoridad
justificada por el "Derecho divino", y los notables latifundistas se consideraban como una continuidad de
la herencia hispánica, promoviendo un proyecto nacional criollo. Mientras tanto en las haciendas y los
complejos productivos que funcionaban se daban muchas decisiones, incluso llegaban a tener prisiones
privadas. Los municipios los cuales eran instituciones regionales eran los encargados de controlar la
educación inicial, los servicios, obras públicas y beneficencia, los que cobraban los impuestos eran las
corporaciones autónomas que llegaban a manejar los notables y por último al Estado central le quedaba
el manejo Ejecutivo, la fuerza pública recaudación de algunas rentas y las escasas relaciones
internacionales.

Los ingresos fiscales en Ecuador provenían de diferentes fuentes, como contribuciones, diezmos y
tributos indígenas. Estos recursos se destinaban al mantenimiento del ejército, el clero y la burocracia. A
pesar de la transición al Estado republicano, la iglesia continuó desempeñando un papel importante y
reclamaba el derecho de Patronato, es decir, controlar los nombramientos jerárquicos a cambio de
mantener la religión católica como la oficial y excluyente. Con el tiempo, esta situación se volvió
conflictiva y generó numerosos enfrentamientos tanto ideológicos como políticos.

Cuando la religión católica se estableció oficialmente, la iglesia asumió el control del registro de
nacimientos, matrimonios y defunciones, así como de la comunicación y gran parte del sistema
educativo, que solo estaba disponible para una pequeña parte de la población. La esclavitud de los
negros y el tributo indígena continuaron hasta la década de 1950, y las comunidades indígenas vieron
cómo sus tierras comunales fueron invadidas por los grandes latifundios que existían en aquella época.
[1]

Fundación del Estado (1830-1859)

Juan José Flores, quien ocupaba el cargo de jefe del Distrito del Sur, fue designado presidente del nuevo
Estado por la Asamblea Constituyente de Riobamba. Su gobierno se caracterizó por consolidar una
alianza entre los terratenientes gamonales de la Sierra y los propietarios de tierras en Guayaquil, así
como los altos mandos del ejército, en su mayoría extranjeros.

Desde 1830 hasta 1845, Flores ejerció el control directo o indirecto del gobierno. En 1832, logró
incorporar oficialmente las Islas Galápagos al país. Sin embargo, durante su mandato se destacaron por
las constantes revueltas, dos guerras con la entonces denominada Nueva Granada (Colombia) y los
abusos de poder por parte de los soldados, quienes prácticamente gobernaban el país. Más tarde,
cuando Flores buscó ser elegido por tercera vez, estableció la llamada Carta de Esclavitud en 1843, la
cual establecía una dictadura permanente. Ante esto, la oligarquía guayaquileña reaccionó y lo destituyó
del poder en 1845. En los años siguientes, Flores organizó invasiones al Ecuador con mercenarios
extranjeros al servicio de España y Perú.

Luego comenzó la etapa marcista, así llamada por la revuelta contra Flores en marzo de 1845. Durante
este periodo, los civiles guayaquileños Vicente Ramón Roca y Diego Noboa gobernaron de 1845 a 1850 y
tuvieron como tarea principal enfrentar las invasiones de Flores. En 1852, el General José María Urvina,
conocido como "El hombre fuerte" del ejército, fue proclamado dictador. Posteriormente, fue elegido
presidente constitucional por una nueva asamblea nacional y gobernó desde 1852 hasta 1856. Urvina
implementó un programa de corte liberal que fomentó la apertura económica, el comercio y la abolición
de la esclavitud. También adoptó medidas a favor de los campesinos serranos, lo que generó una
reacción negativa por parte de los terratenientes tradicionales, quienes declararon la guerra al
urvinismo.

Las diversas revueltas regionales provocaron una crisis de disolución en 1859, lo que llevó a la creación
de gobiernos autónomos en Quito, Guayaquil, Loja y Cuenca. [1]

Consolidación del Estado Oligárquico Terrateniente (1860-1875)

Durante un período de 15 años, García Moreno gobernó el Ecuador y en ese tiempo se consolidó el
Estado Oligárquico Terrateniente. Además, el aumento en la exportación de cacao y la estrecha relación
con el mercado mundial exigían esfuerzos de modernización y centralización, los cuales solo podían
lograrse si las oligarquías nacionales llegaban a un acuerdo y establecían ciertas reglas para el control
del poder.

A través de la renegociación de los sistemas de recaudación fiscal, se logró centralizar y administrar de


manera más efectiva los ingresos públicos. El desarrollo de los bancos permitió el control de las
emisiones monetarias. Se llevaron a cabo obras públicas planificadas por primera vez, y se observó un
notable crecimiento en este aspecto. Además, se crearon nuevas escuelas, colegios, institutos
especializados y centros de educación superior, como la Escuela Politécnica Nacional y el Observatorio
Astronómico. El ejército también fue reorganizado y modernizado.

Sin embargo, el programa de gobierno de García Moreno se caracterizó por una represión severa, con
fusilamientos, azotes, encarcelamientos y repatriaciones como actos cotidianos. Para consolidar su
programa, García Moreno buscó el apoyo de la Iglesia católica y negoció un Concordato con el Vaticano,
estableciendo el monopolio del clero sobre la educación, la cultura y los medios de comunicación.
Además, se trajeron muchos religiosos desde Europa para llevar a cabo su ambicioso programa
educativo.

El nuevo período comenzó con la aprobación de una constitución confesional excluyente, conocida
como la Carta Negra, que establecía que solo los católicos podían ser ciudadanos. El régimen se apoyó
en el clero. Sin embargo, el proyecto se vio interrumpido tras el asesinato de García Moreno el 6 de
agosto de 1875. [1]

Auge y caída del Estado oligárquico Terrateniente (1875-1895)

Como se mencionó anteriormente, Ecuador experimentó un rápido crecimiento económico gracias a la


importación masiva de cacao, que se producía principalmente en plantaciones de la costa,
especialmente en Guayas y Los Ríos. Estas plantaciones empleaban trabajadores asalariados y
entregaban su cosecha como forma de pago. Esta situación no solo generó una producción abundante y
económica, sino que también permitió la expansión de las plantaciones. Estos factores contribuyeron al
incremento del poder económico de los terratenientes guayaquileños, y posteriormente se
establecieron bancos y casas comerciales.

En 1875, Antonio Borrero fue elegido presidente, pero no logró encontrar una solución para reemplazar
la Carta Negra. Ante este hecho, la oposición liderada por la oligarquía costeña promovió la dictadura
del General Ignacio Veintimilla, quien comenzó su gobierno con medidas liberales que desafiaron a la
iglesia. Sin embargo, al finalizar su mandato, una nueva dictadura llamada la Restauración lo derrocó del
poder. Luego se definieron las fuerzas políticas, y con la victoria de José María Plácido Caamaño en la
Asamblea Constituyente de 1884, se estableció el progresismo, que favorecía la adaptación rápida del
país a las nuevas condiciones del sistema internacional, al tiempo que evitaba la separación entre la
iglesia y el estado.[1]

La cultura decimonónica

En el siglo XIX, a pesar de los cambios políticos en todos los aspectos de la cultura popular y la vida
cotidiana, todavía se refleja fuertemente la continuidad entre la sociedad señorial y la colonial. Los
tradicionalistas están dominados por creencias religiosas, racismo y discriminación contra las mujeres. El
pensamiento liberal representa un desafío creciente a esta realidad, pero solo se populariza a finales de
siglo. En el centro de la ciudad, entre mestizos, cholos y montuvios, los pueblos indígenas y negros
mantienen y desarrollan una identidad cultural que preserva su patrimonio compartido. La cultura oficial
del nuevo Ecuador es elitista y territorial, y permea toda la sociedad. La débil identidad nacional de los
criollos se refleja en el pensamiento, la literatura y el arte.

En las primeras décadas de la nueva nación, durante la primera mitad del siglo XIX, el Siglo de las Luces
triunfa. Vicente Rocafuerte, destacado político y presidente de la República entre 1835 y 1839, es una
de las figuras más prominentes. También se destacan el gran poeta José Joaquín de Olmedo, el
periodista Fray Vicente Solano y el polemista y político Pedro Moncayo y Esparza.

Durante el gobierno de García Moreno, se fomentó la cultura a través de actividades educativas, lo que
llevó a que las últimas décadas del siglo XIX estuvieran marcadas por la prosperidad económica. Juan
León Mera, un pensador de derecha, crítico literario, escritor pionero y autor del himno nacional, se
convierte en una figura importante. Juan Montalvo, la máxima figura liberal, cuya obra se convertirá en
la base ideológica de la transformación, también se destaca. Pedro Fermín Cevallos, nuestro principal
historiador, y Federico González Suárez, quien publica su relato "El general", son otros nombres
importantes. Además de publicar otras obras historiográficas, como "Marietta de 25". También se
imprimió poesía en prosa. Durante décadas, se produjo una transformación de los pensamientos de la
Ilustración hacia pensamientos románticos en el siglo XIX, siendo Mera y Montalvo importantes
representantes. En los primeros años de la República de China, la industria de los medios de
comunicación se desarrolló y expandió, y su influencia creció día a día en los debates políticos y la
cultura oficial. A finales del siglo XIX, se publicaron varios periódicos que dominaron el espacio de la
primera opinión pública. En el ámbito de la construcción y las artes visuales, se observa una continuidad
colonial, aunque también se destacan varios maestros de la pintura. Joaquín Pinto reinventa la antigua
tradición religiosa con elementos e iconografía tradicionales y un enfoque independiente. En las últimas
décadas del siglo pasado, comenzó a apreciarse la cultura popular en entornos donde aún existía el
racismo y la discriminación. Juan León Mera y Luis Cordero se destacan en este sentido. [1]

SEGUNDO PERIODO

PROYECTO NACIONAL MESTIZO


La revolución Liberal (1895-1912)

La revolución liberal marcó un gran avance, ya que la burguesía y sus aliados políticos e ideológicos
derrocaron el dominio de la nobleza y el clero. Esto implicó, en principio, mayor seguridad y libertad de
conciencia y educación. Sin embargo, no se puede considerar que la transformación haya sido completa
o una traición a los ideales liberales. La revolución encontró sus limitaciones en los intereses de la
burguesía, que no pudo desmantelar las estructuras de las haciendas en las zonas rurales ni abolir la
tenencia de tierras regionales. A pesar de ser derrotados, estos intereses económicos fundamentales no
fueron destruidos, ya que el latifundismo seguía siendo respaldado por la Iglesia Católica. Así surgió y se
manifestó el conflicto político entre las facciones liberales. El fortalecimiento de los intereses de la
burguesía y su poder contó con el respaldo del ejército y de la Iglesia Católica, liderada por sacerdotes y
la antigua nobleza que contaba con el apoyo del sector artesanal.

El general Eloy Alfaro se convirtió en una figura legendaria del movimiento radical. Luchó y resistió al
régimen tanto en el terreno como en los medios de comunicación durante años hasta que fue
nombrado líder en su ausencia. El 5 de junio de 1895, se proclamó como Supremo, liderando las
operaciones militares que consolidaron el poder del liberalismo. Sin embargo, a medida que se
implementaban las reformas, se intensificó el conflicto con la Iglesia. A pesar de los intentos
conservadores de conspirar contra el gobierno, Alfaro se comprometió a establecer una educación laica
y construir un ferrocarril. En 1901, el Partido Liberal recibió un fuerte apoyo. El general Plaza fue elegido
presidente de la República y formó su propio grupo político. El alfarismo se convirtió en un prejuicio
extendido y el localismo se presentó como una alternativa a favor de la oligarquía. Durante el gobierno
de Plaza se implementaron reformas radicales que afectaron las libertades civiles. Al final de su
mandato, Plaza intentó evitar el regreso de Alfaro al poder, pero este último dio un golpe de estado para
volver al país. Durante su segundo mandato alfarista (1906-1911), se promulgó la Constitución de 1906,
que fue la carta magna del liberalismo, y se concluyó el importante proyecto del ferrocarril transandino
en 1908. Después de dejar el poder en 1911 y pasar un breve tiempo en Centroamérica, Alfaro regresó a
Ecuador e intentó mediar en la Nueva Rebelión Radical. Sin embargo, tras su derrota, fue capturado
junto con varios de sus seguidores y llevado a Quito. En enero de 1912, fueron brutalmente asesinados y
sus cuerpos fueron quemados por turbas instigadas por una oscura coalición de opositores liberales y
fanáticos conservadores. [1]

Predominio plutocrático (1912-1924)

Después del período revolucionario entre 1912 y 1925, una oligarquía liberal gobernó el país. Sin
embargo, al mismo tiempo, surgieron condiciones propicias para su caída. Las zonas rurales de la costa
se rebelaron, lo que llevó a disturbios en las ciudades durante la década de 1920. Además, hubo un
desarrollo de la burocracia y pequeñas empresas en el sector medio. A principios del siglo, se estableció
una organización de artesanos que demandaban sus derechos de manera intensa. La guerra europea y la
revolución soviética tuvieron influencia externa en la ideología política.

Durante su segundo mandato, iniciado en 1912, se logró un acuerdo temporal en la plaza Leónidas. La
Iglesia, a cambio de una sólida reforma, buscó el consenso de los oligarcas, y se realizaron concesiones
importantes en las tierras altas. El poder político del Banco de Guayaquil, especialmente el ICBC, asumió
un control cada vez mayor. Tanto el presidente Plaza como su sucesor, Alfredo Baquerizo Moreno, se
enfrentaron a la rebelión liderada por el coronel Carlos Concha Montoneira, quien defendía el alfarismo
y movilizaba a campesinos de Esmeraldas y Manabí durante más de cuatro años.

Esta fase llegó a su fin cuando Gonzalo Córdova asumió la presidencia en 1924. Sin embargo, el
liberalismo se encontró con fuerzas reaccionarias conservadoras que se unieron en rebelión. La crisis
económica no había sido superada y el descontento era generalizado. Córdova fue derrocado el 9 de
julio de 1925 por un golpe de estado liderado por soldados progresistas. [1]

Un nuevo escenario

La crisis global que comenzó en julio de 1925 tuvo una duración de dos décadas y tuvo un impacto
significativo en Ecuador. El colapso en la producción y exportación de cacao desencadenó una larga
depresión económica que se agravó en la década de 1930 debido a la recesión del capitalismo
internacional. A pesar de esta situación, el modelo agroexportador no pudo ser superado y se continuó
exportando cacao, aunque también se diversificó hacia otros cultivos como café, arroz y caña de azúcar.
Además, comenzó a surgir una incipiente industrialización.

Los vínculos dependientes del Ecuador con los centros monopolistas se volvieron cada vez más
estrechos, lo que ligó su destino al de esos centros. En este contexto, el control del poder por parte de la
burguesía comercial y bancaria se vio seriamente afectado. Los grandes propietarios rurales de la sierra,
fortalecidos, buscaron recuperar las posiciones que habían perdido en años anteriores. Sin embargo, la
fractura en el poder plutocrático también se explica por la presión ejercida "desde abajo" por nuevos
grupos que buscaban un espacio en la nueva escena social y política. Los sectores medios, fortalecidos
por la implementación del Estado laico, luchaban contra la dominación oligárquica existente e
intentaban ampliar su limitada cuota de poder político y burocrático. La clase trabajadora, habiendo
experimentado los eventos violentos del 15 de noviembre, consolidaba sus primeras organizaciones y
buscaba agitar a nivel nacional, al mismo tiempo que surgía una alternativa política de oposición. Los
grupos de pobladores, que estaban en aumento en los suburbios de las principales ciudades, buscaban
mecanismos de expresión y lucha. Además, grupos de mujeres denunciaban la explotación social y
política, y protestaban contra la discriminación que sufrían. [1]

Crisis e irrupción de las masas (1925-1947)

A pesar de que los militares julianos afirmaban tener ideas socialistas y mostrar simpatía hacia los
trabajadores, en realidad implementaron una serie de cambios que principalmente beneficiaron a los
sectores medios, especialmente a la burocracia, y promovieron la modernización del Estado. Las
reformas fiscales limitaron el poder de la banca y centralizaron la dirección de la economía. Isidro Ayora,
quien asumió el poder en 1926 después de dos gobiernos plurales, fue el responsable de las principales
reformas, incluyendo la creación del Banco Central. Tras ser nombrado presidente constitucional en
1928, gobernó durante casi tres años hasta su caída en 1931, dejando al país en una situación compleja
e inestable. La Asamblea Constituyente convocada en 1928 llevó a cabo reformas legales importantes,
destacando el establecimiento del sufragio femenino.
En un momento en el que la burguesía de la costa estaba debilitada, los grandes terratenientes de la
sierra buscaron el poder y lograron la victoria presidencial con Neftalí Bonifaz. Sin embargo, su
destitución por parte del Congreso desencadenó la Guerra de los cuatro días (1932), en la cual la
Compactación Obrera, una organización de artesanos controlada por la derecha, desempeñó un papel
destacado. En las siguientes elecciones, la plutocracia de Guayaquil repitió sus antiguas prácticas de
fraude electoral y llevó al poder a Martínez Mera, quien fue derrocado por un golpe parlamentario
liderado por José María Velasco Ibarra. En cuestión de meses (1933), Velasco se convirtió en presidente,
iniciando así una etapa caracterizada por su presencia caudillista en la política nacional. El velasquismo
representó una nueva fórmula de alianza oligárquica que, intentando superar las disputas ideológicas
entre conservadores y liberales, movilizaba a una clientela formada por grupos medios y populares que
se identificaban fuertemente con la carismática figura del líder. [1]

Una etapa de estabilidad (1948-1960)

La producción y exportación de banano se convirtió en una oportunidad de crecimiento para la


economía ecuatoriana. Esto no solo impulsó el comercio internacional, sino que también generó nuevas
áreas agrícolas y benefició a grupos medios involucrados en la producción y comercialización del
banano, así como al sector público y al comercio en general. El crecimiento fortaleció a los sectores
relacionados con el auge bananero y también benefició a otros sectores, incluyendo a los trabajadores
que experimentaron un aumento en sus ingresos. Para muchos, parecía que finalmente el país había
encontrado el camino hacia el desarrollo.

Con la superación de las décadas anteriores de recesión, se formó una nueva alianza dominante.
Aunque la burguesía seguía siendo la clase dirigente, también cedía una parte significativa del poder al
latifundismo y a la pequeña burguesía urbana. En este contexto, se logró mantener la estabilidad
constitucional, especialmente debido al crecimiento demográfico de la costa y las ciudades, lo que
redujo el control conservador sobre la mayoría del electorado.

Los partidos políticos "tradicionales" como el Conservador, Liberal y Socialista funcionaron de manera
regular durante este período, pero también tuvieron que adaptarse a la convivencia con nuevas fuerzas
emergentes. Algunos elementos aristocratizantes del conservadurismo liderados por Camilo Ponce se
separaron para formar el Movimiento Socialcristiano. Jóvenes provenientes de grupos medios se
unieron a ARNE, un movimiento filofalangista que desempeñó un papel destacado en la lucha contra la
izquierda y el movimiento obrero. El liberalismo consolidó una alianza con el Partido Socialista a través
del "Frente Democrático", pero esto eventualmente condujo a la división de este último. En Guayaquil y
otros lugares de la costa, surgió el CFP, un partido populista agresivo compuesto principalmente por
bases subproletarias.[1]

La cultura en medio siglo

El inicio del siglo XX en Ecuador fue marcado por un debate sobre la instauración del Estado laico. En
este debate, figuras destacadas del liberalismo como Eloy Alfaro, Abelardo Moncayo, José Peralta,
Roberto Andrade y Manuel J. Calle, entre otros, jugaron un papel importante. Por otro lado, en una
postura opuesta a la de los tradicionalistas, el arzobispo Federico González Suárez y sus seguidores,
como Jacinto Jijón y Caamaño, lideraron la reacción católica. En Cuenca, el ensayista y poeta Remigio
Crespo Toral fue una figura destacada en esta corriente. El debate sobre el laicismo se extendió durante
la primera mitad del siglo XX, y las principales figuras del pensamiento ecuatoriano se involucraron,
convirtiéndose en el centro de la contienda política. La educación pública laica experimentó un
crecimiento y ganó prestigio, y muchas mujeres se destacaron en el ámbito educativo, como María
Angélica Idrobo.

En el ámbito literario, el romanticismo fue reemplazado por corrientes realistas a principios del siglo,
siendo Luis A. Martínez un exponente liberal en la novela con su obra "A la Costa". El modernismo tuvo
importantes representantes en los poetas de la Generación decapitada. En la segunda década del siglo,
surgieron corrientes científicas influenciadas por el positivismo, con destacadas figuras como Belisario
Quevedo, Alfredo Espinosa Tamayo y Julio Endara. En los años veinte, comenzó a surgir el pensamiento
indigenista, siendo Pío Jaramillo Alvarado su principal representante. También se destacó el arielismo,
con Gonzalo Zaldumbide y José María Velasco Ibarra como principales exponentes.

El socialismo tuvo un gran impacto en el pensamiento y la cultura a partir de la década de los veinte.
Bajo su influencia, surgieron numerosos ensayos en el campo de la sociología y la pedagogía, así como
una corriente literaria significativa. La Generación del treinta fue el grupo más destacado en este
movimiento, con figuras como Fernando Chaves, Jorge Icaza, José de la Cuadra, Pablo Palacio, entre
otros. En poesía, sobresalieron Jorge Carrera Andrade y César Dávila Andrade, mientras que en el
ensayo se destacó Leopoldo Benites Vinueza. [1]

TERCER PERIODO

PROYECTO NACIONAL DE LA DIVERSIDAD

Ascenso del Reformismo

La inestabilidad constitucional en Ecuador fue desencadenada por la crisis en la exportación de banano,


pero también dio lugar a un proceso conflictivo de modernización y reformas. Durante las décadas de
1960 a finales de 1970 o principios de 1980, la sociedad ecuatoriana experimentó transformaciones
profundas. Estas transformaciones no solo implicaron un cambio en el producto de exportación, de
banano a petróleo, sino también el agotamiento del modelo agroexportador y el surgimiento de un
nuevo modelo de dominación.

Este proceso de modernización y racionalización de la estructura generó conflictos y tensiones sociales


significativas. Hubo cambios importantes en la distribución de los grupos sociales, al mismo tiempo que
se establecieron nuevas relaciones de dependencia para Ecuador. La situación internacional,
especialmente la posición de Estados Unidos como potencia dominante, tuvo un impacto considerable
en la rápida transformación de la realidad ecuatoriana.

A partir de la década de 1960, la integración latinoamericana comenzó a tomar impulso. En 1969 se


estableció el "Pacto Andino" con la participación de Ecuador, que experimentó avances y dificultades a
lo largo del siglo y posteriormente cambió de nombre y estructura para convertirse en la Comunidad
Andina (CAN).
Los cambios en el sector agrícola, el desarrollo industrial y el fortalecimiento del capital financiero
fueron características clave de este período. Surgió un nuevo panorama de ubicaciones, contradicciones
y alianzas entre los diferentes sectores sociales. En el ámbito político, se observó una expansión sin
precedentes del poder del Estado, acompañada de la debilitación de los frentes y organizaciones
políticas tradicionales. Las Fuerzas Armadas, en consonancia con el proceso de modernización y
complejización del Estado, adquirieron cierta autonomía en su acción política, lo que se manifestó en la
aparición de dictaduras militares.[1]

De la crisis al auge (1960-1979)

En las elecciones de 1960, Velasco Ibarra capitalizó el sentimiento antiimperialista y el deseo de cambio,
obteniendo una gran victoria, pero no logró mantenerse en el poder y fue derrocado en 1961. Carlos
Julio Arosemena asumió la presidencia de manera constitucional y su gobierno (1961-1963) enfrentó
conflictos derivados de la campaña anticomunista respaldada por Estados Unidos, en la cual el clero fue
utilizado por las agencias de seguridad estadounidenses. Después de meses de tensión, los líderes
militares depusieron al presidente, dando inicio a una nueva dictadura.

La Junta Militar de Gobierno (1963-1966) siguió la línea general impuesta por la influencia
estadounidense en la región. Por un lado, adoptó una postura ferozmente anticomunista en respuesta al
"peligro cubano"; por otro lado, buscó una modernización que adaptara al país, especialmente a sus
sectores más tradicionales, a las nuevas condiciones del desarrollo capitalista. La Ley de Reforma
Agraria, destinada a transformar las relaciones pre-capitalistas en el sector agrícola, y el crecimiento de
una tecnoburocracia supuestamente apolítica pero con tendencias derechistas, a pesar de su estilo
modernizador, fueron los hechos más destacados de un gobierno que, a pesar de todo, solo logró ser
parcialmente reformista. Cuando intentó llevar a cabo una reforma de los impuestos al comercio
exterior, la oligarquía afectada generó una reacción en varios sectores sociales que finalmente
derrocaron a los líderes militares.

Como resultado de un acuerdo entre destacados líderes, Clemente Yerovi asumió el gobierno
provisional, el cual duró el tiempo necesario para organizar una nueva Asamblea Constituyente. Esta
asamblea se reunió en 1966 y eligió a Otto Arosemena Gómez como presidente interino, cuyo gobierno
representó una alianza entre la antigua derecha y grupos oligárquicos más modernos relacionados con
el comercio y la banca. Velasco regresó al poder en 1968, pero su estrecha victoria fue una señal de que
su tiempo estaba llegando a su fin. La crisis económica y fiscal, junto con la agitación resultante,
condujeron a una nueva dictadura en la que el anciano líder fue derrocado en 1972, casi al final de su
mandato, por los militares que habían respaldado su régimen de facto.

El Gobierno Nacionalista y Revolucionario de las Fuerzas Armadas, encabezado por el general Guillermo
Rodríguez Lara, comenzó en 1972, justo cuando se produjo la mayor expansión económica registrada en
la historia del país. El inicio de la exportación de petróleo coincidió con un período de aumento
constante de los precios del petróleo a nivel internacional. Esto proporcionó al gobierno recursos sin
precedentes, que a veces se utilizaron de manera innecesaria o mal planificada para fortalecer y
modernizar el Estado y el aparato productivo. El gobierno tomó iniciativas progresistas, especialmente
[1]
Del auge a la Crisis (1979-2000)

Jaime Roldós asumió la presidencia en 1979 con un gobierno caracterizado por iniciativas progresistas,
centrándose en el cambio interno y proyectando una imagen de autonomía a nivel internacional. Sin
embargo, desde el principio surgieron dificultades. Su equipo de gobierno era diverso y las iniciativas
reformistas carecían de organización. Roldós se enfrentó a problemas dentro de su propio partido, el
CFP, donde Asaad Bucaram, líder del partido, intentaba influir en la dirección del país, lo que llevó a que
el presidente perdiera la mayoría parlamentaria. El Plan de Desarrollo no pudo implementarse
adecuadamente. Además, un incidente fronterizo con Perú a principios de 1981 complicó aún más la
situación.
A pesar de estos desafíos, Roldós logró obtener un amplio consenso nacional para hacer frente a la
crisis. Sin embargo, tuvo que hacer concesiones en su enfoque progresista a nivel internacional y se vio
obligado a tomar medidas económicas que aumentaron el déficit fiscal y afectaron los ingresos de los
ecuatorianos.

Trágicamente, el 24 de mayo de 1981, Jaime Roldós falleció en un accidente aéreo junto con su esposa y
su comitiva. Fue sucedido por el vicepresidente Osvaldo Hurtado, quien brindó mayor organización y
coherencia al gobierno, adoptando un enfoque de reformismo moderado. Sin embargo, este intento de
reformismo se vio limitado por la forma en que el gobierno enfrentó la crisis económica.

En 1982, las exportaciones disminuyeron y el gasto público aumentó, lo que provocó una nueva recesión
agravada por desastres naturales. Aunque el gobierno mantuvo ciertos programas de desarrollo, como
la electrificación y la alfabetización, tomó medidas que afectaron severamente los ingresos de la
mayoría de la población, cediendo a las presiones de las élites y del Fondo Monetario Internacional
(FMI). Una de estas medidas fue la implementación de la "sucretización", un acuerdo sobre la deuda
externa que tuvo resultados desastrosos.. [1]

Los últimos años

Álvaro Noboa, al asumir la presidencia, propuso una política de pacificación. Mantuvo la dolarización y
se esforzó por reducir la inflación mediante la implementación de medidas restrictivas en el presupuesto
y las finanzas, sugeridas por el FMI. Estas medidas requerían el apoyo de la derecha en el Congreso,
donde el gobierno carecía de mayoría. Noboa también promovió negociaciones en el sector petrolero y
la construcción del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), aunque estas acciones generaron fuertes
críticas.

En 2002, el coronel Lucio Gutiérrez, líder del golpe de enero de 2000, ganó las elecciones presidenciales
con el respaldo de su propio partido (PSP), Pachakutik y el MPD. Al comienzo de su gobierno, Gutiérrez
se alineó con las políticas de la administración de Bush en Estados Unidos y respaldó el "Plan Colombia"
del gobierno vecino. Pronto se alió con el Partido Social Cristiano, lo que resultó en la salida del MPD y
Pachakutik del gobierno. Aprovechando una coyuntura económica favorable debido al aumento de los
ingresos públicos, Gutiérrez implementó políticas clientelares y fomentó la división entre los sectores
populares e indígenas. Hacia finales de 2004, aliado con Álvaro Noboa del PRE y el PRIAN, se enfrentó a
Febres Cordero y al PSC, desmantelando su dominio en el Congreso, la Corte Suprema y otros
organismos mediante decisiones controvertidas tomadas por una mayoría parlamentaria.

A principios de 2005, Gutiérrez enfrentó una creciente oposición. Una revuelta masiva en Quito llevó a
las Fuerzas Armadas a desconocer al gobierno y al Congreso a destituir al presidente. El 20 de abril,
Gutiérrez fue reemplazado por el vicepresidente Alfredo Palacio.

Con un apoyo parlamentario frágil y una base popular limitada, Palacio lideró un gobierno débil que no
pudo cumplir sus promesas de reforma política y de "refundar el país". Sin embargo, implementó
algunas reformas en el sector petrolero que restablecieron el control de los recursos naturales de
Ecuador. Su política exterior fue digna y mantuvo una postura firme frente al conflicto colombiano,
aunque no logró detener las intromisiones en la frontera.v [1]

Conciencia de la crisis

Durante las décadas de los sesenta y setenta, la cultura ecuatoriana experimentó un rápido desarrollo
en medio de cambios económicos y crisis. En los años sesenta, el ambiente de protesta se vio
influenciado por el éxito de la revolución cubana, lo que provocó una ruptura con las formas culturales
tradicionales. Aunque las organizaciones de izquierda perdieron fuerza en la política nacional, surgieron
expresiones artísticas comprometidas y la literatura, así como la música popular y de protesta,
florecieron.

En los setenta, bajo sucesivas dictaduras, la falta de participación electoral aisló aún más al movimiento
artístico de la escena política. Sin embargo, los ingresos generados por el boom petrolero se destinaron
al apoyo a proyectos artístico-culturales y a la educación, lo que impulsó el desarrollo crítico en el
ámbito artístico y el crecimiento de instituciones educativas, especialmente la Universidad. Durante este
periodo, las ciencias sociales, el pensamiento económico, la sociología y la antropología experimentaron
un notable avance, con destacados intelectuales y pensadores de orientación izquierdista.

Simultáneamente, hubo un despertar de los pueblos indígenas, lo que llevó a una mayor conciencia de
la diversidad de la sociedad ecuatoriana y la necesidad de preservar los valores de todos los grupos
étnicos. Surgió un nuevo proyecto nacional basado en la diversidad y en el esfuerzo por construir una
sociedad intercultural.

La cultura popular también adquirió fuerza, aunque la masificación de los medios de comunicación,
especialmente la televisión influenciada por contenidos extranjeros, representó una presión hacia la
pérdida de identidad y la dispersión cultural. Las mujeres, después de décadas de lucha por una mayor
participación, encontraron espacios en la producción cultural y su contribución en el sistema educativo
se hizo predominante.

A principios del siglo XXI, la rica, compleja y diversa cultura ecuatoriana reflejó de diversas formas la
aguda recesión y las circunstancias históricas recientes del país. [1]

Bibliografía
[1] E. a. Mora, Resumen de historia del Ecuador, Quito: Corporacion Editora Nacional, 2008.

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