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“Es preciso que también vosotros, jueces, estéis llenos de esperanza con respecto a la
muerte y tengáis en el ánimo esta sola verdad, que no existe mal alguno para el hombre
bueno, ni cuando vive ni después de muerto, y que los dioses no se desentienden de sus
dificultades. Tampoco lo que ahora me ha sucedido ha sido por casualidad, sino que
tengo la evidencia de que ya era mejor para mí morir y librarme de trabajos. Por esta
razón, en ningún momento la señal divina me ha detenido y, por eso, no me irrito
mucho con los que me han condenado ni con los acusadores. No obstante, ellos no me
condenaron ni acusaron con esta idea, sino creyendo que me hacían daño. Es justo que
se les haga este reproche. Sin embargo, les pido una sola cosa. Cuando mis hijos sean
mayores, atenienses, castigadlos causándoles las mismas molestias que yo a vosotros, si
os parece que se preocupan del dinero o de otra cosa cualquiera antes que de la virtud, y
si creen que son algo sin serlo, reprochadles, como yo a vosotros, que no se preocupan
de lo que es necesario y que creen ser algo sin ser dignos de nada. Si hacéis esto, mis
hijos y yo habremos recibido un justo pago de vosotros. Pero es ya hora de marcharnos,
yo a morir y vosotros a vivir. Quién de nosotros se dirige a una situación mejor es algo
oculto para todos, excepto para el dios.” (Apología de Sócrates)
“¿Ignoras que a ningún hombre del mundo le concedería sobre mí el derecho de afirmar
que ha vivido mejor ni más alegremente? Pues, según mi parecer, viven óptimamente
los que se estudian para hallar el mejor modo de llegar a ser óptimos, y viven muy
felices los que tienen más viva la conciencia de su contínuo mejoramiento” (Jenofonte,
Memorabilia).
1- “Los problemas más nuevos a los que nos enfrentamos no pueden resolverse sin la
sabiduría más antigua de que disponemos. (…) Hemos llegado a una coyuntura histórica
en la que es necesario comprender mejor que nunca la condición humana y aplicar esta
comprensión a nuestra manera de vivir y hacer negocios cada día. Las personas con las
que vivimos y hacemos negocios no están satisfechas con menos” (p. 17)
2- “… vivimos una época en la que las viejas seguridades están desapareciendo a toda
prisa. Los hombres y mujeres pueden trabajar mucho y, de repente, encontrarse sin
empleo por razones financieras o geopolíticas que nadie parece comprender del todo.
Cada vez más, en un empleo tras otro, a la gente se le pide que haga más y más por
menos y menos (…) La satisfacción laboral y la moral corporativa es ahora muy baja, y
las personas se sienten descontentas e incluso desanimadas. Y mucha gente cree que ha
perdido el rumbo por completo. Por otro lado, han fracasado muchas formulas
modernas en favor de la felicidad. Las perspectivas de éxito y las promesas de una era
dorada de bienestar social han resultado vanas. No parece haber recetas fáciles y ya
confeccionadas para crear una forma de vida factible y profundamente satisfactoria, una
vida que merezca la pena vivirse, y es obvio que esto requiere que se piense en ello
seriamente. Nuestro paso por la tierra no debe desperdiciarse” (p. 22)
3- “Como nos ocurre a todos, cuando miraba a su alrededor, Aristóteles veía que los
seres humanos persiguen cosas distintas. Algunos buscan riqueza, otros sueñan con la
fama, otros anhelan el amor o el poder. Los cautos desean seguridad, los valientes
aventura, pero Aristóteles vio que, bajo todas las diferencias superficiales, todos
buscamos lo mismo: la felicidad.” (pp. 25-26)
6- “En el aula, los profesores que hablan de cuestiones morales tienen que escuchar a
veces una pregunta directa que a la personas más educadas les cuesta formular cuando
se habla de ética en público: “Y yo, ¿qué gano con esto?”. Cuando la pregunta se
formula en el contexto de la moralidad, parece especialmente perversa. (…) El que la
formula quiere decir que, sin cierta forma de recompensa en beneficio propio, no está ni
siquiera dispuesto a plantearse el adoptar el punto de vista moral. (…) Sin embargo,
cuando nos hacemos esta pregunta acerca de algo, tenemos siempre que pensar en
“¿cómo afectará a mi satisfacción personal definitiva?”. Cualquier pregunta inferior a
esta es en sí misma superficial y de poco alcance. Cuando formulamos la pregunta a este
nivel profundo de ética o moralidad, pueden responderse cosas de gran importancia.
Hacer lo correcto tal vez no siempre proteja nuestra seguridad física inmediata, aumente
nuestro confort personal o garantice de una manera obvia nuestra seguridad financiera a
largo plazo. Pero creo que, si comprendemos en profundidad qué es la ética, veremos
que siempre está vinculada a nuestra satisfacción personal a largo plazo.” (pp. 145-146)
7- “Así pues, ¿qué ganamos cada uno de nosotros? A mi entender, nada menos que la
satisfacción personal suprema. Y la fortaleza corporativa suprema. Sustancia interna y
grandeza externa. Buena gente trabajando en buenas relaciones laborales y que forman
una comunidad de la que pueden surgir unos poderosos asociados. Fortaleza interior y
satisfacción común” (p. 148)
9- “En lo más profundo, todos necesitamos sentir que contribuimos a algo. Todos
queremos sentir que estamos estableciendo una diferencia positiva en cada relación en
la que participamos y en cada situación en la que nuestra energía e intelecto son puestos
a prueba. Sin la sensación de utilidad no podemos conseguir ni siquiera una pequeña
medida de felicidad activa en nuestra vida. Ésta es una razón por la cual el desempleo
no es nunca un mero hecho económico, sino que significa, en todos los casos, un
problema espiritual mucho más profundo” (p. 243)
10- “No tener nada que hacer es un problema terrible. El desempleo prolongado deja a
la persona a la deriva. Y los escasos individuos que descubren que no tienen ningún
trabajo real que hacer, incluso si son remunerados por ellos caen en un estado similar”
(p. 244)
11- “Por supuesto, no tener ningún trabajo que hacer no suele ser un problema para los
empleados del sector privado. O, mejor dicho, no suele ser un problema durante mucho
tiempo. Ausencia de trabajo significa, en último término, eliminación del puesto laboral.
Sin embargo, en algunos contextos de la empresa, tener un trabajo que da la impresión
de tener poco o ningún sentido puede resultar un problema aun peor. Y este problema se
manifiesta de diferentes modos. Primero, hay personas gravemente subempleadas en su
trabajo. Se les proporciona un trabajo rutinario y repetitivo, sin oportunidad para el
pensamiento creativo y sin ocasión para la participación personal directa en la
modificación positiva de sus procesos laborales en conjunto. Muchos programas de
mejora de calidad se han dedicado en los últimos años a identificar y remodelar esas
situaciones. Una y otra vez se ha señalado que, para ser competitivos y mantenerse, es
preciso que todos apliquen al trabajo no sólo los músculos sino también el cerebro. Un
punto que se aprecia menos a menudo es que también es necesario aplicar el corazón”
(p. 245)
12- “Verdad, belleza, bondad y unidad: estos cuatro cimientos deben ser los soportes
supremos de la vida corporativa y de todas las relaciones humanas positivas. Deben
regir lo que hacemos juntos como familia, como comunidad y como empresa. ¿Cómo
pueden aplicarse a la circunstancia concreta de cada uno? Como Sócrates admitió una
vez, refiriéndose a sí mismo, ser filósofo no significa saber todas las respuestas. Sólo
significa que el filósofo nos ayudará a formular las preguntas correctas. Si preguntamos
cómo podemos elevar el nivel de verdad, la experiencia de la belleza, la existencia de la
bondad y el sentido de la unidad que experimenta la gente que trabaja con nosotros y a
nuestro alrededor, estaremos formulando la pregunta correcta para crear un espíritu
corporativo poderoso y positivo
El proceso de crear un nuevo espíritu corporativo y renovar estos cimientos de la
excelencia en los negocios no será rápido ni sencillo, pero merece que le dediquemos
todos nuestros pensamientos y esfuerzos”. (pp. 258-259)
3- “El objetivo del análisis de Aristóteles era formular un principio general. Una
economía que prioriza la práctica económica de hacer dinero no es ética y llevará a la
destrucción de la economía real. Su argumento es simple pero convincente a la luz de
nuestra crisis financiera. El fin de la buena economía es cubrir las necesidades básicas
de los seres humanos. El dinero es sólo un medio, nunca un fin. Sugirió una prohibición
radical del interés para dejar en claro que la creación del valor económico tiene que ver
no con la acumulación de dinero sino con la producción y distribución de bienes reales.
Yo creo (sin seguir su prohibición radical del interés) que el principio aristotélico de la
primacía de la economía real que cubre las necesidades básicas para todos los seres
humanos es una base sólida para el gobierno global y para la restricción de los mercados
financieros especulativos y no regulados.” (La catarsis financiera, p. 12)
6- “La objeción clásica al enfoque de las necesidades básicas es que no existe consenso
acerca del contenido de las mismas. Lo que una persona experimenta como una
necesidad básica, según este argumento, depende precisamente de sus preferencias
individuales. Existe un elemento de verdad en esto. No se pueden separar las
necesidades básicas de las aspiraciones subjetivas de un individuo, pero esto no
significa que las necesidades deban reducirse a dichas aspiraciones. Sen (1985) ha
intentado, con su concepto de ‘capacidades’, encontrar un camino medio entre la
utilidad subjetiva y la necesidad objetiva.” (La economía personalista, p. 10)
“En este nivel deben reconciliarse dos preocupaciones opuestas. Por una parte, la libre
elección y un ordenamiento personal de las preferencias son esenciales para responder a
nuestras necesidades trascendentales. Por la otra, el deseo de valores trascendentales
sólo puede desarrollarse si existe un entorno cultural y educacional rico. No es un
accidente que los personalistas presten tanta atención a la educación, a la capacitación y
a una vida rica en sociedad. Este entorno, en el que pueden florecer virtudes como la
amistad, la responsabilidad, el sentido de justicia y la sensibilidad artística y religiosa,
requiere de una disciplina social que deriva su legitimidad de una visión de la naturaleza
humana que hace justicia a la estructura compleja y dialéctica de las necesidades
humanas.” (La economía personalista, p. 10)