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Socratismo – Aristotelismo

a) La ética como orden interior: socratismo y aristotelismo

El socratismo moral: “Conócete a ti mismo”

“Así que, aunque me absolvierais, desestimando las acusaciones de Anitos, que ha


exigido mi comparecencia ante este Tribunal y ha pedido mi condena a muerte,
diciéndoos que, si salía absuelto, vuestros hijos correrían el peligro de practicar mis
enseñanzas y todos caerían en la corrupción; si a mí, después de todo esto, me dijerais:
"Sócrates, nosotros no queremos hacer caso a Anitos y te absolvemos, pero con la
condición de que no molestes a los ciudadanos y abandones tu filosofar; si en otra
ocasión te encontramos ocupado en tales menesteres, entonces te condenaremos a
morir". Si vosotros me absolvierais con esta condición, os replicaría: Agradezco vuestro
interés y os aprecio, atenienses, pero prefiero obedecer antes al dios que a vosotros, y
mientras tenga aliento y las fuerzas no me fallen, tened presente que no dejaré de
inquietaros con mis interrogatorios y de discutir sobre todo lo que me interese, con
cualquiera que me encuentre, a la usanza que ya os tengo acostumbrados.
Y aún añadiría: Oh tú, hombre de Atenas y buen amigo, ciudadano de la polis más
grande y renombrada por su intelectualidad y su poderío, ¿no te avergüenzas de estar
obsesionado por aumentar al máximo tus riquezas y, con ello, tu fama y honores, y de
descuidar las sabiduría y la grandeza de tu espíritu, sin preocuparte de engrandecerlas?
Y si alguno de vosotros me lo discute y presume de preocuparse por tales cosas, no le
dejaré marchar, ni yo me alejaré de su lado, sino que le someteré a mis preguntas y le
examinaré, y si me parece que no está en posesión de la virtud, aunque afirme lo
contrario, le haré reproches porque valora en poco o en nada lo que más estima merece,
y a ello prefiere las cosas más viles y despreciables.
Éste será mi modo de obrar con todo aquel que se me cruce por nuestras calles, sea
joven o viejo, forastero o ateniense, pero preferentemente con mis paisanos, por cuanto
tenemos una sangre común. Sabed que esto es lo que me manda el dios. Enteraos bien:
estoy convencido de que no ha acaecido nada mejor a esta polis que mi labor al servicio
del dios.
En efecto, yo no tengo otra misión ni oficio que el de deambular por las calles para
persuadir a jóvenes y ancianos de que no hay que inquietarse por el cuerpo ni por las
riquezas, sino, como ya os dije hace poco, por conseguir que nuestro espíritu sea el
mejor posible, insistiendo en que la virtud no viene de las riquezas, sino al revés, que las
riquezas y el resto de bienes y la categoría de una persona vienen de la virtud, que es la
fuente de bienestar para uno mismo y para el bien público. Y si por decir esto corrompo
a los jóvenes, mi actividad debería ser condenada por perjudicial; pero si alguien dice
que yo enseño otras cosas, se engaña y pretende engañaros.
Resumiendo, pues, oh atenienses, creáis a Anitos o no le creáis, me absolváis o me
declaréis culpable, yo no puedo actuar de otra manera, aunque mil veces me
condenarais a morir.” (Apología de Sócrates)

“Es preciso que también vosotros, jueces, estéis llenos de esperanza con respecto a la
muerte y tengáis en el ánimo esta sola verdad, que no existe mal alguno para el hombre
bueno, ni cuando vive ni después de muerto, y que los dioses no se desentienden de sus
dificultades. Tampoco lo que ahora me ha sucedido ha sido por casualidad, sino que
tengo la evidencia de que ya era mejor para mí morir y librarme de trabajos. Por esta
razón, en ningún momento la señal divina me ha detenido y, por eso, no me irrito
mucho con los que me han condenado ni con los acusadores. No obstante, ellos no me
condenaron ni acusaron con esta idea, sino creyendo que me hacían daño. Es justo que
se les haga este reproche. Sin embargo, les pido una sola cosa. Cuando mis hijos sean
mayores, atenienses, castigadlos causándoles las mismas molestias que yo a vosotros, si
os parece que se preocupan del dinero o de otra cosa cualquiera antes que de la virtud, y
si creen que son algo sin serlo, reprochadles, como yo a vosotros, que no se preocupan
de lo que es necesario y que creen ser algo sin ser dignos de nada. Si hacéis esto, mis
hijos y yo habremos recibido un justo pago de vosotros. Pero es ya hora de marcharnos,
yo a morir y vosotros a vivir. Quién de nosotros se dirige a una situación mejor es algo
oculto para todos, excepto para el dios.” (Apología de Sócrates)

“¿Ignoras que a ningún hombre del mundo le concedería sobre mí el derecho de afirmar
que ha vivido mejor ni más alegremente? Pues, según mi parecer, viven óptimamente
los que se estudian para hallar el mejor modo de llegar a ser óptimos, y viven muy
felices los que tienen más viva la conciencia de su contínuo mejoramiento” (Jenofonte,
Memorabilia).

Morris, Tom, Si Aristóteles dirigiera General Motors, Planeta, Barcelona, 2005.

1- “Los problemas más nuevos a los que nos enfrentamos no pueden resolverse sin la
sabiduría más antigua de que disponemos. (…) Hemos llegado a una coyuntura histórica
en la que es necesario comprender mejor que nunca la condición humana y aplicar esta
comprensión a nuestra manera de vivir y hacer negocios cada día. Las personas con las
que vivimos y hacemos negocios no están satisfechas con menos” (p. 17)

2- “… vivimos una época en la que las viejas seguridades están desapareciendo a toda
prisa. Los hombres y mujeres pueden trabajar mucho y, de repente, encontrarse sin
empleo por razones financieras o geopolíticas que nadie parece comprender del todo.
Cada vez más, en un empleo tras otro, a la gente se le pide que haga más y más por
menos y menos (…) La satisfacción laboral y la moral corporativa es ahora muy baja, y
las personas se sienten descontentas e incluso desanimadas. Y mucha gente cree que ha
perdido el rumbo por completo. Por otro lado, han fracasado muchas formulas
modernas en favor de la felicidad. Las perspectivas de éxito y las promesas de una era
dorada de bienestar social han resultado vanas. No parece haber recetas fáciles y ya
confeccionadas para crear una forma de vida factible y profundamente satisfactoria, una
vida que merezca la pena vivirse, y es obvio que esto requiere que se piense en ello
seriamente. Nuestro paso por la tierra no debe desperdiciarse” (p. 22)

3- “Como nos ocurre a todos, cuando miraba a su alrededor, Aristóteles veía que los
seres humanos persiguen cosas distintas. Algunos buscan riqueza, otros sueñan con la
fama, otros anhelan el amor o el poder. Los cautos desean seguridad, los valientes
aventura, pero Aristóteles vio que, bajo todas las diferencias superficiales, todos
buscamos lo mismo: la felicidad.” (pp. 25-26)

4- “El presidente de la empresa, el transportista de mercancías, el jefe de la sucursal, el


vendedor, el contable, el cliente actual, el cliente potencial, y todas las demás personas
con las que nos ponemos en contacto durante el día buscan la felicidad en todo lo que
hacen. Esta es la búsqueda humana universal que subyace a cualquier otra actividad. Si
llegamos a comprender de una manera más profunda qué felicidad es esa que todos
buscamos, tocaremos el núcleo más interno de la motivación humana y desvelaremos el
secreto más profundo del mantenimiento del éxito en todas nuestra empresas.” (p. 26)

5- “Pese a toda su importancia en la vida humana, el placer sólo es una pieza de un


rompecabezas mucho mayor. (…) Felicidad y placer no son equivalentes. Y eso es
bueno si buscamos la felicidad en el trabajo, porque la jornada laboral no es
precisamente una gran oleada de placer que nos invade por completo” (p. 26)

6- “En el aula, los profesores que hablan de cuestiones morales tienen que escuchar a
veces una pregunta directa que a la personas más educadas les cuesta formular cuando
se habla de ética en público: “Y yo, ¿qué gano con esto?”. Cuando la pregunta se
formula en el contexto de la moralidad, parece especialmente perversa. (…) El que la
formula quiere decir que, sin cierta forma de recompensa en beneficio propio, no está ni
siquiera dispuesto a plantearse el adoptar el punto de vista moral. (…) Sin embargo,
cuando nos hacemos esta pregunta acerca de algo, tenemos siempre que pensar en
“¿cómo afectará a mi satisfacción personal definitiva?”. Cualquier pregunta inferior a
esta es en sí misma superficial y de poco alcance. Cuando formulamos la pregunta a este
nivel profundo de ética o moralidad, pueden responderse cosas de gran importancia.
Hacer lo correcto tal vez no siempre proteja nuestra seguridad física inmediata, aumente
nuestro confort personal o garantice de una manera obvia nuestra seguridad financiera a
largo plazo. Pero creo que, si comprendemos en profundidad qué es la ética, veremos
que siempre está vinculada a nuestra satisfacción personal a largo plazo.” (pp. 145-146)

7- “Así pues, ¿qué ganamos cada uno de nosotros? A mi entender, nada menos que la
satisfacción personal suprema. Y la fortaleza corporativa suprema. Sustancia interna y
grandeza externa. Buena gente trabajando en buenas relaciones laborales y que forman
una comunidad de la que pueden surgir unos poderosos asociados. Fortaleza interior y
satisfacción común” (p. 148)

8- “Hacerlo bien haciendo el bien se ha convertido en una de las principales consignas


en la ética empresarial de los últimos años, y tiene muchos significados. Cuando
hacemos algo bueno en nuestras comunidades, cuando tenemos una presencia pública
como fuerza para el bien, el resultado es la buena voluntad pública, y buena voluntad se
traduce a menudo en buenos negocios. (…)
Sin embargo, existe el peligro de pensar que el lema “hacer el bien haciéndolo bien” se
refiere sólo a las buenas obras fuera de la esfera de los negocios, el voluntariado y la
beneficencia. El principal objetivo de hacer el bien tiene que ser hacerlo siempre dentro
de la esfera de los negocios, crear un clima de bondad en ellas, tanto en nuestras tareas
individuales como en las colectivas. Esto nos proporcionará importantes dividendos
para el florecimiento general del negocio.
En realidad, a menos que la bondad externa que ejerza una empresa esté en consonancia
con el tratamiento que da a sus empleados y asociados comerciales, esos empleados
pueden pensar que esa influencia de puertas afuera hacia la comunidad no es más que
un esfuerzo cínico por manipular a la opinión pública, sin más objetivo que una imagen
positiva y los beneficios económicos que lleva consigo. Y si bien no hay nada malo en
una imagen positiva ni en los beneficios económicos, los empleados deben saber que
detrás es esos esfuerzos corporativos realizados en la comunidad tiene que haber otros
objetivos más elevados, si queremos que estos esfuerzos les inspiren y ennoblezcan” (p.
156-157)

9- “En lo más profundo, todos necesitamos sentir que contribuimos a algo. Todos
queremos sentir que estamos estableciendo una diferencia positiva en cada relación en
la que participamos y en cada situación en la que nuestra energía e intelecto son puestos
a prueba. Sin la sensación de utilidad no podemos conseguir ni siquiera una pequeña
medida de felicidad activa en nuestra vida. Ésta es una razón por la cual el desempleo
no es nunca un mero hecho económico, sino que significa, en todos los casos, un
problema espiritual mucho más profundo” (p. 243)

10- “No tener nada que hacer es un problema terrible. El desempleo prolongado deja a
la persona a la deriva. Y los escasos individuos que descubren que no tienen ningún
trabajo real que hacer, incluso si son remunerados por ellos caen en un estado similar”
(p. 244)

11- “Por supuesto, no tener ningún trabajo que hacer no suele ser un problema para los
empleados del sector privado. O, mejor dicho, no suele ser un problema durante mucho
tiempo. Ausencia de trabajo significa, en último término, eliminación del puesto laboral.
Sin embargo, en algunos contextos de la empresa, tener un trabajo que da la impresión
de tener poco o ningún sentido puede resultar un problema aun peor. Y este problema se
manifiesta de diferentes modos. Primero, hay personas gravemente subempleadas en su
trabajo. Se les proporciona un trabajo rutinario y repetitivo, sin oportunidad para el
pensamiento creativo y sin ocasión para la participación personal directa en la
modificación positiva de sus procesos laborales en conjunto. Muchos programas de
mejora de calidad se han dedicado en los últimos años a identificar y remodelar esas
situaciones. Una y otra vez se ha señalado que, para ser competitivos y mantenerse, es
preciso que todos apliquen al trabajo no sólo los músculos sino también el cerebro. Un
punto que se aprecia menos a menudo es que también es necesario aplicar el corazón”
(p. 245)

12- “Verdad, belleza, bondad y unidad: estos cuatro cimientos deben ser los soportes
supremos de la vida corporativa y de todas las relaciones humanas positivas. Deben
regir lo que hacemos juntos como familia, como comunidad y como empresa. ¿Cómo
pueden aplicarse a la circunstancia concreta de cada uno? Como Sócrates admitió una
vez, refiriéndose a sí mismo, ser filósofo no significa saber todas las respuestas. Sólo
significa que el filósofo nos ayudará a formular las preguntas correctas. Si preguntamos
cómo podemos elevar el nivel de verdad, la experiencia de la belleza, la existencia de la
bondad y el sentido de la unidad que experimenta la gente que trabaja con nosotros y a
nuestro alrededor, estaremos formulando la pregunta correcta para crear un espíritu
corporativo poderoso y positivo
El proceso de crear un nuevo espíritu corporativo y renovar estos cimientos de la
excelencia en los negocios no será rápido ni sencillo, pero merece que le dediquemos
todos nuestros pensamientos y esfuerzos”. (pp. 258-259)

Luk Bouckaert, La catarsis financiera

1- “Es importante comprender que la crisis de hipotecas subprime es sólo un disparador.


Incluso sin la crisis subprime, el sistema probablemente habría colapsado tarde o
temprano. Desde los años 80, diversas causas estructurales han estado carcomiendo el
sistema financiero global, dejándolo muy inestable y frágil. El sistema hace caso omiso
de sus riesgos inherentes y promueve la conducta irresponsable, especulativa y
orientada a corto plazo. Genera un alto grado de miopía moral y ceguera selectiva. El
sistema no sólo incita a la conducta irresponsable sino que además encandila a las
personas para que no se den cuenta de las consecuencias y no puedan anticipar la
catástrofe. En las tragedias clásicas la caída del héroe siempre es precedida por una
incapacidad para comprender las ambigüedades y la fragilidad de lo que está
sucediendo. Un proceso de miopía moral y hybris siempre precede a la catástrofe”. (La
catarsis financiera, p. 11)

2- “El “deseo mimético” es una característica profundamente arraigada en los seres


vivientes. Queremos tener lo que otros tienen y debido a que siempre hay alguien que
tiene más, siempre quiero más. Más ganancias, más influencia, más prestigio, más
beneficios, más poder, más de todo. Este esfuerzo febril por siempre más y más grande
es lo que guía ciegamente a la conducta riesgosa de los banqueros y gerentes de ventas.
Actúan como Fausto, que hizo un pacto con Mefistófeles para pagar el éxito a corto
plazo con el riesgo a largo plazo de perder su alma.” (La catarsis financiera, p. 11)

3- “El objetivo del análisis de Aristóteles era formular un principio general. Una
economía que prioriza la práctica económica de hacer dinero no es ética y llevará a la
destrucción de la economía real. Su argumento es simple pero convincente a la luz de
nuestra crisis financiera. El fin de la buena economía es cubrir las necesidades básicas
de los seres humanos. El dinero es sólo un medio, nunca un fin. Sugirió una prohibición
radical del interés para dejar en claro que la creación del valor económico tiene que ver
no con la acumulación de dinero sino con la producción y distribución de bienes reales.
Yo creo (sin seguir su prohibición radical del interés) que el principio aristotélico de la
primacía de la economía real que cubre las necesidades básicas para todos los seres
humanos es una base sólida para el gobierno global y para la restricción de los mercados
financieros especulativos y no regulados.” (La catarsis financiera, p. 12)

4- “Como la economía personalista no es una escuela, no existe un conjunto sistemático


de suposiciones estándar reconocidas. Sus formulaciones son mayormente vagas e
intuitivas. Para impulsar un enfoque más sistemático, se formularán aquí cuatro
supuestos exploratorios. Para que sean representativos de un enfoque personalista de la
economía deberán cumplir al menos dos condiciones fundamentales. Deben ser
expresiones de una visión que defiende a la persona humana contra todas las formas no
razonables de instrumentalización en la vida económica” (La economía personalista, p.
9)

5- “Sin embargo, el homo economicus ‘expandido’ no es lo mismo que el homo


moralis. Uno de los puntos cruciales y discutibles en la concepción neoclásica sigue
siendo la reducción a priori de las necesidades a preferencias (Lutz, 1988; Vandevelde,
1990). O, en otras palabras, la unión de la satisfacción de necesidades humanas con la
maximización subjetiva de beneficios. Esto es menos inocente de lo que parecería en
primera instancia. Por ejemplo, uno puede estar tan mal alimentado intelectualmente
que puede incluso no tener ningún deseo de superar su propia ignorancia o
analfabetismo. ¿Debemos concluir a partir de esta falta de preferencia que no se puede
hablar de una necesidad básica de educación? El fenómeno opuesto también existe.
Algunas personas nunca tienen suficiente y cultivan deseos y antojos irrazonables”. (La
economía personalista, p. 10)

6- “La objeción clásica al enfoque de las necesidades básicas es que no existe consenso
acerca del contenido de las mismas. Lo que una persona experimenta como una
necesidad básica, según este argumento, depende precisamente de sus preferencias
individuales. Existe un elemento de verdad en esto. No se pueden separar las
necesidades básicas de las aspiraciones subjetivas de un individuo, pero esto no
significa que las necesidades deban reducirse a dichas aspiraciones. Sen (1985) ha
intentado, con su concepto de ‘capacidades’, encontrar un camino medio entre la
utilidad subjetiva y la necesidad objetiva.” (La economía personalista, p. 10)

“En este nivel deben reconciliarse dos preocupaciones opuestas. Por una parte, la libre
elección y un ordenamiento personal de las preferencias son esenciales para responder a
nuestras necesidades trascendentales. Por la otra, el deseo de valores trascendentales
sólo puede desarrollarse si existe un entorno cultural y educacional rico. No es un
accidente que los personalistas presten tanta atención a la educación, a la capacitación y
a una vida rica en sociedad. Este entorno, en el que pueden florecer virtudes como la
amistad, la responsabilidad, el sentido de justicia y la sensibilidad artística y religiosa,
requiere de una disciplina social que deriva su legitimidad de una visión de la naturaleza
humana que hace justicia a la estructura compleja y dialéctica de las necesidades
humanas.” (La economía personalista, p. 10)

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