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Achbalán y Los cuatro.

Carl y Sofía eran primos, desde pequeños les encantan las historias de terror y siempre han sido unos
apasionados de las cosas paranormales, cuando los dos ya tenían 16 años, decidieron jugar a “La Ouija”
junto a dos de sus amigos, Enid y Henry.

Cuando llegó el día, los cuatro se reunieron en la casa de Enid, ya que ella tenía el juego y demás
materiales, y a la 00:00 escaparon.
Al querer entrar al cementerio, se dieron cuenta de que había guardias, por lo tanto, tuvieron que
trepar unas rejas del fondo. El lugar era muy tétrico, había telarañas por todos lados, energías y vibras
muy bajas, algunos nichos rotos, bóvedas con puertas rotas, por donde se podía ver los ataúdes y
algunos abiertos, realmente nadie limpiaba este lugar.
Caminaron y caminaron hasta que encontraron un lugar un tanto despejado, pusieron la tabla junto con
su puntero, rodearon de cuatro velas que encendieron con fósforos y se sentaron alrededor.

Estuvieron más de diez minutos cuestionándose si de verdad querían hacerlo, Carl estaba aterrorizado y
Enid trataba de tranquilizarlo, Henry repetía una y otra vez que deberían irse y Sofía le decía que se
calle, hasta que se pusieron de acuerdo y decidieron empezar.

Al comenzar, como decía en el reglamento, debían presentarse. - Soy Carl. – dijo colocando el dedo
índice sobre el puntero.

Soy Enid.
Soy Henry.
Soy Sofía.

Fueron diciendo los demás colocando también, sus dedos índices sobre el puntero, para luego retirarlos
y continuar.

Bien, hay que designar al médium. - Dice Enid, viendo la cara confundida de los demás, - El médium es
quien se encarga de hacer las preguntas, seré yo, si es que ustedes no quieren. – Al ver a los demás
asintiendo rápidamente, apoyó el dedo índice sobre el puntero. – Bien ¿Cuántos espíritus hay
alrededor? – Nada, el puntero no se movía. Volvió a preguntar. – ¿Cuántos espíritus hay alrededor? –
Seguía sin moverse.

Esto no funciona, es una porquería. – Dijo Carl, a él le gustaban demás cosas, la “Ouija” no le parecía
muy convincente.

Cállate. – Le dice Enid, sabiendo que esto podría causar grandes cosas. - ¿Cuántos espíritus hay
alrededor?

El puntero se mueve lentamente hasta el número 1.

Bien, tenemos suerte, ¿Eres un espíritu bueno?


El puntero deletrea “depende”.

Si es que lo ofendemos o cerramos mal el juego, podría suceder algo muy feo, en cambio..., no. – Aclara
Enid.

Pregúntale como se llama. – Sofía era más apasionada en los espíritus, era seguro que luego de la
respuesta te arme hasta un libro con descripciones de este.

Enid vuelve a posar los dedos sobre el aparato. - ¿Cómo te llamas?


Deletrea “Achbalán”.

Ah, he leído sobre este espíritu, es cierto, como dije anteriormente depende como lo tratemos, es mejor
no faltarle el respeto, perjudicaría a los cuatro. – Aportó Enid.

Dicen que, si haces mal algo, te perseguirá, algo así como aparecerse en tus sueños hasta volverte loco,
mide más de 1,80, siempre lleva una capa con capucha, por lo tanto, nadie le vio la cara, sus ojos son de
un color rojo furioso, y lleva una marca rara en su muñeca, es la que deja en sus víctimas. También suele
presentarse en las parálisis del sueño, le encanta divertirse y jugar con los que se contactan con él.

Sofía iba a seguir describiéndolo, hasta que escucharon un ruido a pocos metros.

¿Qué fue eso? – Pregunta Henry, tembloroso, abrazando a Sofía.

Seguramente es él, u otros espíritus queriendo contactarnos o queriendo salir del tablero, solo hay que
pensar en Achbalán y listo, no pasará nada. – Dice Enid tratando de tranquilizar a Henry.

Los perros que estaban allí empiezan a ladrar cada vez más, Henry apretaba cada vez más a Sofía y a
punto de llorar de lo aterrorizado que estaba.

Carl, mira hacia atrás y ve una figura extraña, algo así como la famosa “La Llorona”. – ¡¡AH!! – Grita Carl,
haciendo que los guardias giren para atrás, pero no prestaron más atención, tal vez era solo su
imaginación.

Carl, cállate, los guardias podrían escucharnos, y no podemos irnos así nomás sin cerrar el juego. – Le
dice Enid y le pega en la cabeza.

Está bien, pero es que me asusté, vi algo allí atrás, pero no importa, sigue.

Henry, que no podía más, siente como respiran en su cuello y como tocan su espalda. – ¡¡AHHH!! –
Grita, parándose y corriendo hacia atrás de Carl, pero esta vez, haciendo que los guardias se encaminen
despacio hacia ellos, sin ver nada.

Henry, eres idiota? Los guardias están viniendo hacia aquí. – Comenta Sofía viendo a Henry casi
paralizado al lado de Carl.

Es que sentí algo, como si me respiraran desde atrás y tocaran mi espalda. – Dice Henry entrecortado
por el miedo.

Si, quieren consumir tu energía, pero hay que cerrar el juego rápido, los guardias están viniendo. – Enid
dice esto, pero el puntero empezó a moverse en ocho, hasta ella estaba aterrorizada ahora. – Bien,
rápido, el espíritu quiere salir. – Ella agarra el puntero y lo posa devuelta, diciendo lo siguiente -
¿Podemos irnos? – A lo que el puntero indica hacia la palabra “No”, estaba desesperada, no podía no
cerrar el juego o le iba a pasar algo a alguno de ellos. - ¿¿PODEMOS IRNOS?? – Dice devuelta exaltada, a
lo que este responde “no lo sé”. Enid, furiosa y exaltada dice. – Adiós. Te dejamos ahora, descansa en
paz. – A lo que el puntero se mueve hacia “Adiós”.

Sofía toma el tablero, le pasa un trapo y apaga las velas, ayuda a los demás a levantarse, y todos juntos
ayudan a trepar la reja.

Vuelven a entrar desde la ventana del cuarto de Enid y se van a dormir, no tan tranquilos, ya que Enid
repetía una y otra vez que no sabía si es que cerró bien el juego, o si lo hizo mal, tal vez iban a tener
suerte y no les pasaría nada, pero se quedó toda la noche pensando en eso.


Pasaron los meses y nada, Enid ya sabía que había cerrado bien el juego, pero no volverían a jugarlo
jamás.

Carl, Henry, Enid y Sofía, se volvieron un grupo de amigos, al que llamaron “Los cuatro” en broma.

Estefanía Recofsky.
2º B

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