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Marc J.

Dourojeanni

AMAZONIA
¿QUE HACER?

CENTRO DE ESTUDIOS TEOLOGICOS DE LA AMAZONIA


lquitos-Perú, 1990
Edición auspiciada por el Proyecto de Capacitación,
Extensión y Divulgación Forestal-Pucallpa.
COTESU- INTERCOOPERATION- DGFF- U.A.U.

Diagramación: Carlos Gonzáles


Supervisión: Alejandra Schindler

ISBN 84-89295-60-3

© Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía Putumayo 355


~ 23-3552 - 23-3190 !quitos (PERU)
PROLOGO
PROLOGO.

STE libro trata del pasado, · del presente y del futuro


E de la Amazonía peruana. En él se sintetizan Jos con-
ceptos que, en la última década , ha desarrollado el autor sobre el
tema del desarrollo sostenido en la Selva , en base a investigaciones y
estudios reéJ.lizados desde 1960 en la Amazonía peruana y también en
otros Jugares, en especial en el Brasil.

La obra es, en su conjunto, enteramente original. Sin embar-


go, como es natural, unos pocos capítulos se han basado en la actua-
lización de escritos previamente hechos. El libro pretende brindar una
visión de conjunto sobre las oportunidades de desarrollo de la Ama-
zonía, tomando en cuenta la variable ambiental.

Aunque el libro ha sido escrito para profesionales y contiene,


por Jo tanto, datos y terminología científica, el autor se ha esforzado
por elaborar un conjunto sin sofisticaciones. Se buscó, en todo mo-
mento, que el resultado sea una herramienta para la planificación re-
gional, en la que participan toda clase de profesionales y no única-
mente Jos ligados a las ciencias naturales. Se espera, por ende, que
el libro también sea abordable para el público culto en general.

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El tema del desarrollo amazomco es tan inmensamente com-
plejo que no se pretende, de ninguna manera, que este trabajo sea
exha-ustivo. Escribiéndolo aún, nuevas ideas y más opciones se agol-
paban en la mente del autor, las que tendrán que esperar otra oca-
sión para ser expuestas. Por otra parte, el motivo del libro no es ha-
blar del desarrollo en general sino del desarrollo sostenido, lo que im-
plica examinar el problema desde un ángulo particul;;¡r. Se trata, en
buena cuenta, de un análisis de las consecuencias a corto, mediano y
largo plazo, de no incorporar la dimensión ambiental en el planea-
miento y en la ejecución del desarrollo regional, en comparación con
las ventajas que, en esos mismos lapsos, tendría su incorporación.
Las limitaciones y condicionantes sociales, económicas y políticas son
discutidas caso por caso. No obstante, pbr no ser la especialidad del
autor, quedan relativamente ex_Ciuidos temas tan trascendentes como
el de las poblaciones nativas, las migraciones internas, la salud, -de-
mografía y la economía regional, sobre Jo que exi~ten excelentes pu-
blicaciones en el país. ·

El libro evita tocar, salvo en Jo indispensable, temas generales


sobre la naturaleza de la región amazónica, sobre Jo que existe una
literatura profusa aunque lamentablemente escasa en idiom.a castella-
no. La única concesión, debido a Jo indicado, se hace en el segundo
capítulo, que describe brevemente el marco ecológico de la Amazo-
nía , con especial referencia a la del Perú.

El autor desea expresar su profundo reconocimiento a la Uni-


versidad Nacional Agraria, a la que está vinculado desde 1958 y de
la que es profesor desde 1964, por las facilidades y el apoyo que en
todo momento recibió de las autoridades y de sus colegas, en especial
de sus compañeros de la Facultad de Ciencias Forestales, para hacer
el trabajo que se resume en este libro. También se complace en agra-
decer en forma privilegiada a sus amigos, Jos profesores Jorge Ma-
l/eux, Adolfo Salazar t , Augusto Tovar, Manuel Ríos, Marino Gon-
záles, Rafael Lao, Enrique Rossl, Carmen Felipe-Morales, Hugo Vi-
llachica y Klaus Raven, de quienes, entre otros, aprendió mucho so-
bre la Selva. Pero otros colegas y amigos, principalmente peruanos,
brasileños y estadounidenses, han contribuido igualmente a la obra.
Entre ellos desea mencionar expresamente a Fred Coral, Joseph Tosí,
Antonio Brack y José López Parodi.

El autor expresa, asimism(6 su reconocimiento a las entidades


para las que él preparó textos que, en parte y con diversas modifica-
ciones, se han aprovechado también en esta obra. Muy especialmente
reconoce a la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desa-
rrollo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y
la Alimentación, la Organización de Estados Americanos, el Centro
de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Dro-
gas, el Ministerio de Agricultura y el Ministerio de Transportes y Co-
municaciones.

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La John Simon Guggenheim Memorial Foundation merece un
agradecimiento del todo particular pues , es gracias a la beca que le
otorgó al autor en el lapso 1984-85 que éste, entre otros trabajos so-
bre la Amazonía, fue preparado. La beca otorgada brindó la enorme
ventaja de no tener que preocuparse de dinero durante un año ente-
ro, con Jo que la tarea avanzó mucho.

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TITULO 1

INTRODUCCION
1 INTRODUCCION_

i1. EL AMBITO

A qué, exactpmente, se denomina · Amazonía? ¿Cuál es el


ámbito de la Amazonía? Ambas preguntas son facetas de un mismo
asunto cuya respuesta correcta es, en realidad, esencial para discutir
todo lo referente a esa región. Temas tan debatidos como, por ejem-
plo, el de las proporciones alcanzadas por la deforestación no en-
cuentran expresión apropiada sin esa información. Verdera {1982) y
Peñaherrera {1985), entre otros, han discutido ampliamente este
asunto, desprendiéndose que hay dos alternativas básicas para
abordar el tema: {1) El criterio de cuenca hidrográfica y, {2) el crite-
rio ecológico. En el primer caso es obvio que extensas áreas perte-
necientes a provincias biogeográficas {sensus Udvardy 1975) que
nunca se han considerado amazónicas quedarían incluidas. Tal se-
ría el caso de la Puna y de los Andes del Sur y su piso nival, donde
se originan los ríos de la cuenca. La segunda opción parece ser,
pues, más apropiada. Para aplicarlo podría considerarse que la
Amazonía comienza con la línea de árboles. Pero la actividad huma-
na ha eliminado los bosques hasta muy por debajo de la altura natu-
ral de esa línea en gran parte del oriente peruano, por lo que definir
su límite original reviste cierto grado de especulación. ·sin embargo,
hay sobradas evidencias científicas para afirmar que la vegetación
forestal llegaba por lo menos hasta los 3,800 m.s.n.m. en tiempos
históricos, quedando aún rastros obvios de ésta, en forma de relic-
tos, en muchos lugares intervenidos y porciones de bosques en los
lugares menos afectados por el hombre {Weberbauer 1945, Tosi
1960, Peñaherrera 1985, Brack [comunicación personal] 1987). La in-
terfase bosque-pradera, a esa altitud, retrocede constantemente en
beneficio de la pradera y del ganado, por impacto del fuego y del
pastoreo.
L? ·superficie asignada a la región poi ítica conocida cómo Sel- ·
va en el Perú, que corresponde a su porción amazónica, ha variado
con el tiempo y con las fuentes: 76'424,747 ha {CONESTCAR 1964);
77'564,907 (Ministerio' de Agricultura 1977); 75'686,560 ha {INE
·1982). Es decir, entre 60.4% y 58.9% del territorio nacional. La varia-
ción se ha debido a la inclusión o exclusión de algunas provincias y
distritos, con Jines impositivos u otros, como en el caso de las pro-
vincias de Jaén y Bagua. Informaciones proporcionadas oficiosamen-
te varían debido a que cada autor tiene su visión particular del límite
superior de la región , como lo indica Verdera (1982). La cuenca hi-
drográfica del río Amazonas en el Perú abarca 95'675, 100 ha
{ONERN 1985), o sea unos 20 millones de hectáreas más que la re-
gión política. En términos porcentuales la cuenca representa el
74.4% del territorio del país. La medición de la superficie de la cuen-
ca hasta los 3,800 m.s.n.m., hasta donde llegaba como mínimo la
vegetación forestal en tiempos históricos {hasta 3,000 años a.C.),
permite estimar la superficie de la Amazonía peruana que correspon-

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de ecológicamente a alguna forma de bosque tropicai húmedo (pro-
vincias biogeográficas conocidas como Yungas y Amazónica en la
terminología de Udvardy) en aproximadamente 90 millones de hectá~
reas (70% del territorio nacional), penetrando profundamente en ex-
tensas áreas que hoy se reconocen exclusivamente como Sierra,
como en el caso del largo valle del Marañón en los departamentos
de Cajamarca, Amazonas, La Libertad y quizás hasta Ancash.
En las discusiones subsiguientes se utilizarán, según los ca-
sos, la versión oficial más reciente (INE 1982, ONERN 1986) o la
versión basada en la altura natural de la línea de árboles, discutida
en el párrafo anterior.

2. ORGANIZACION DEL ESPACIO AMAZONICO


PERUANO

-
El espacio amazónico peruano oficial, conocido como región
de la Selva o Selva ha sido dividido, por algunos gobiernos, en dos
subregiones. Estas existen de hecho y son de uso común: ellas son
la Selva Alta y la Selva Baja. Mucha gente también distingue la Ceja
de Selva, confundiéndola con la Selva Alta o como una subdivisión
de ésta. Otra vez Verdera (1982) discute el tema encontrando que
las discrepancias entre autores son grandes y que cada agencia del
gobierno tiene sus propios datos y que éstos varían hasta dentro de
una misma agencia. Los criterios de altitud para diferenciar Selva
Alta de Selva Baja oscilan entre 300 y 800 m.s.n.m. según los auto-
res (entre ellos Zamora 1974, Pulgar Vidal 1981 y Tasi 1960). Pero
el gobierno que diferenció entre Selva Alta (a la que entonces llamó
Ceja de Selva) y Baja les otorgó, respectivamente, 9'096, 105 ,ha y
68'468,802 ha, dividiéndolas a 600 m.s.n.m. mediante el Decreto Su-
premo NS? 0585/75-AG.

En base a datos del INE (1981 ), Verdera (1982) indica que


existen 14 departamentos que tienen parte de su territorio en la Sel-
va, de los que 5 están íntegramente en ella (Amazonas, Loreto, Ma-
dre de Dios, San Martín y Ucayali). El número total de provincias to-
tal o parcialmente en la Selva es de 36 y el de distritos es 287, de
los que 208 están totalmente en la Selva. Vercjera (1982) indica tam-
bién el crecimiento del número de distritos en los departamentos en-
teramente selvícolas que pasó de 35 en 1940 a 69 en 1981. Para el
total de la Selva, el número de distritos pasó de 138 en 1940 a 263
en 1981 (191%), revelando un explosivo crecimiento, mucho mayor
al correspondiente al total nacional (157%), en ese mismo lapso.
Pero el crecimiento fue máximo en las provincias de Selva Alta, don-
de él número de distritos saltó de 15 en 1940 a 55 en 1981 (367%).
La Selva peruana tiene otras formas de organización territo-
rial. correspondientes a cada Sector Público, a lo que ahora se suma
el tema de la regionalización, sobre el que todavía no existén decisio-
nes que permitan prever · su forma final ; dada la enorme gama de
proposiciones que existe.

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3. ALGO SOBRE LA POBLACION DE LA SELVA

Este es un tema sumamente confuso, sobre el que se ha es-


crito bastante aunque sin llegar a ninguna precisión, debido en gran
parte a las dudas mencionadas sobre el ámbito de la reg ión y a las .
dificultades inherentes a la ejecución de censos en regiones de ac-
ceso difícil y donde la población se distribuye sobre un territorio in-
menso en el cual se moviliza mucho, siguiendo patrones migratorios
complicados. También deben mencionarse los excesivamente largos
periodos intercensales. Por eso se remite a los lectores a los estu-
dios de Aramburú (1979, 1981 , 1981 a, 1982), Aramburú y Bedoya-
(1986), Ferrando (1985) , González-Zúñiga (1985), Verdera (1982) ,
entre otros, para el tema demográfico y a los estudios de Martínez
(1969 , 1970, 1985), en especial para el tema de migraciones.

Para efectos de información general, en este capítulo se hará


referencia a los datos of_iciales del INE (1982) , según los cuales en
1981 existían 1'811 ,511. ~habitantes en la región de la Selva, lo que
representaba el 10.6% de la población nacional, correspondiéndole a
la región una densidad de 0.02 habitantes/ha. Pero la información
del INE excluye, por ejemplo, la provincia de Chanchamayo que es
obviamente una provincia de la Selva. Por eso, incluyéndola, Verde-
ra (1985) indica que la población de la Selva es de 1'912,395 habi-
tantes (11 .2% del total nacional), correspondiendo el 58.4% a la Sel-
va Alta y el 41 .6% a la Selva Baja. La población amazónica peruana
era apenas de 414,452 habitantes en 1940 (6. 7% de la población
nacionc.l) y entonces el 38.4% estaba en la Selva Alta. El crecimien-
to de la población de la Selva entre los censos ~e 1972 y 1981 ha
sido de 3.5% y el de la población de la Selva Alt~ alcanzó 4.2%. El
crecimiento intercensal de la población nacional fue de 2.6%. La
Amazonía peruana, en especial la Selva Alta, es pues la región del
país con crecimiento más rápido. Pero hay indicios que parecen de-
mostrar que la población de la Selva, en 1981 , era considerablemen-
te mayor que la registrada en el censo de ese año, lo que será co-
mentado más adelante.
A 1981, según el INE (1982), el 50.6% de la población de la
Selva era urbana y el 49.4% era rural. Esa información se refiere a
los cinco departamentos enteramente en la Selva. Otros datos, por
ejemplo sobre mortalidad, fecundidad , nacimientos y defunciones,
composición por sexo y edad, existen para esos mismos departa-
mentos exceptuando el de Madre de Dios (Ferrando 1985) y para al-
gunas otras áreas, pero no parecen estar desarrolladas para el con-
junto de la región . ·

4. SIGNIFICADO DE LA AMAZONIA PARA LOS


PERUANOS

Antes de entrar en materia debe de ponerse énfasis en el he-


cho, diariamente comprobable, de que la Selva es apenas conocida

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/QUITOS

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l"rrALDONADOel ~

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§sELVA ALTA
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Gráfico 1. Ubicación de la SEflya Alta u Selva Baja del Perú y sus localidades más-
importantes.
por la mayoría de los peruanos a consecuencia de la ·póbreza, de
las deficiencias de la educación pública y del bajo nivel cultural en
general. A ésta realidad no escapan ni aquéllos de las clases socia-
les más pudientes, que se educan en colegios privados y que alguna
vez han visitado lquitos o algún otro lugar de la Amazonía. Más aún,
la ignorancia sobre el tema alcanza inclusive a los que radican en
las rápidamente crecientes urbes de la propia Selva, los que en su
mayoría jamás han puesto un pie en el monte. Es así como la Ama-
zonía continúa siendo, hoy como en el pasado, inspiración para las
más disparatadas opiniones y fantasías.

Entre los peruanos ql!e saben o creen saber sobre la Selva,


también se dan opiniones muy diversas y contrapuestas. En reali-
dad, cada quien la ve diferente a partir de sus intereses personales,
de su posición política, de sus conocimientos de la realidad, de su
nivel social y cultural, de su profesión y de su actitud ante la vida,
entre otras muchas facetas posibles. Mertens (1986) escribió un fas-
cinante análisis de esas actitudes en el caso del Perú, clasificando
lo que el llamó ideologías en dos grandes grupos: expansionistas y
prudencialistas. Entre los primeros reconoció a los "expansionistas
simples", los "solucionadores de problemas", los geopolíticos y los
supra-nacionalistas. Entre los segundos distinguió a los indigenistas,
los ecologistas y los "pesimistas de la colonización". Como lo señala
el autor, históricamente el primer grupo (expansionistas) ha sido
preeminente. Pero, desde los años 60, el segundo viene creciendo
y ya alcanzó un nivel de audiencia importante, aunque todavía no
comparable al primero.

Si se trata de desarrollar el tema de. los expansionistas se en-


cuentra, en sus intérpretes, una gran imbricación que no siempre
permite acompañar el criterio clasificador de Mertens (1986), por lo
que en este caso se prefiere tratarlos en conjunto. Uno de sus abo-
gados recientes más importantes es Vargas Haya (1977) en cuyos
textos se aprecia una combinación de "expansionismo simple", "solu-
ción de problemas", geopolítica y "supranacionalismo". Belaúnde
(1969 y numerosos discursos públicos entre 1960 y 1985) se inserta
más típicamente en el grupo de "solucionadores de problemas", no
exento de cierta dosis de supra-nacionalismo en especial a partir de
1980. La ideología geopolítica para la Amazonía peruana tiene su
representante más influyente en Mercado Jarrín (1979, 1980, 1980a,
1986, entre otros artículos) y es la misma que guía a países veci-
nos, como lo señala Buschbacher (1986) para la frontera entre Ve-
nezuela y Brasil. Las expresiones más obvias de estas ideologías
son la Carretera Marginal de la Selva; el establecimiento del Instituto
de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) nada menos que
por mandato de la Constitución de 1979; la presión por interconectar
la vialidad de la Amazonía peruana con la brasileña (a partir de Pu-
callpa y de Puerto Maldonado), la pretendida interconexión fluvial de
la cuenca del Amazonas con las del Orinoco y La Plata (Belaúnde,
varios discursos entre 1980 y 1985; Murguía 1979); la construcción
de inmensos lagos artificiales en la Amazonía (Murguía 1979), etc.
Una expresión sorprendente del expansionismo ha sido la prepara- ·

19
ción, por la Dirección General de Aguas y Suelos (1980), de un do-
cumento intitulado Plan Amazonas en el que se planteaba crear po-
los de desarrollo en la Amazonía, incorporando 12 millones de hec-
táreas de cultivo en base a 10,000 km de vías férreas , 30,000 MW
de hidroelectricidad , fundando 150 ciudades para albergar a 15 millo-
nes de personas en el largo plazo. Si bien ese documento fue des-
autorizado por el Ministerio de Agricultura, es un excelente ejemplo
de la ideología que se describe.

El común denominador de los autores que se insertan en la


corriente expansionista es que ninguno de ellos es profesional en los
temas que sustentan la alternativa que promueven. Fundamentan la
expansión poblacional en la Amazonía o la ocupación "efectiva" de
ese territorio en la "disponibilidad de recursos naturales" y en espe-
cial en la de tierras aptas para la producción agropecuaria, pero no
aportan ninguna evidencia de su existencia en las magnitudes que
requieren sus propuestas, las que también carecen de análisis eco-
nómico. Esta actitud, claramente poco científica, se justifica por la
tradición escrita y oral de que donde hay una vegetación ubérrima
existen suelos fértiles que la sustentan. Vale la pena mencionar que
Pablo Boner, el famoso ingeniero quien es el verdadero precursor de
la idea de la carretera Marginal de la Selva, si bien en la margen de-
recha del río Ucayali, escribió en 1945 ... "Tengo que advertir otra
vez, que cada kilómetro de vía, en toda su extensión, desde Tamshi-
yacu a Requena, entre Requena y Pucallpa y de Pucallpa a Madre
de Dios, abrirá a la explotación inmediata enormes extensiones de
terreno del que cada metro cuadrado es fértil". Tres décadas de
cuantiosas e irrefutables demostraciones de lo contrario no han cam-
biado ese punto de vista que tiene más de un siglo de enquistamien-
to en la mente de la población. Y eso no es de extrañar.

Como lo escribe Caufield (1985) los bosques tropicales húme-


dos han sido tan exitosos en sobrellevar las limitaciones de su am-
biente que han abierto las puertas a su propia destrucción por gente
que confunde adaptación con fertilidad sin límites. Inclusive se con-
fundieron naturalistas eminentes. Henry Bates dijo de la Amazonía
que cada pulgada de su suelo tiene la más exuberante fertilidad.
Theodore Roosevelt, refiriéndose a la misma región, expresó que,
con seguridad, no se puede permitir q~;~e una tierra tan rica y fértil
quede sin uso, cuando existen enjambres de seres humanos caren-
tes de todo en el Viejo Mundo. Hasta el famoso científico Alfred Wa-
llace estaba tan entusiasmado con el tema que dijo que cuando veía
con cuán poco trabajo se podía producir en las selvas tropicales, le
daban ganas de irse a vivir en ellas con un grupo de amigos, para
demostrarle a los nativos cómo se crea rápidamente un paraíso. Si
ese era el sentir de científicos, que vivieron y estudiaron durante
años los trópicos húmedos, es obvio que los políticos modernos, que
conocen tan superficialmente la Amazonía, sean optimistas. Pero, en
la actualidad ya no cabe ignorar lo que la ciencia ha revelado.

Las ideologías prudencialistas están defendidas, en general,


por profesionales que trabajan en la Selva e intelectuales que inves-

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tigan la realidad amazónica. Muchos de los enfoques prudencialistas
se generan ante la evidencia de las dificultades y de los fracasos de
los procesos de ocupación amazónica (los "pesimistas de la coloni-
zación"); ante el costo social, en especial el aniquilamiento de las
culturas nativas (los indigenistas) y; también ante el tremendo impac-
to ambiental negativo de los desarrollos llevados a efecto (los ecolo-
gistas). En este caso también, los argumentos de los tres grupos
identificados por Mertens (1986) se entrecruzan mucho. Salvo extre-
mismos, los que son frecuentes , los prudencialistas no se oponen al
desarrollo de la Selva peruana y a su ocupación por un número de
peruanos mayor que el actual sino que sostienen que una ocupación
exitosa sólo será posible si se adoptan estilos de desarrollo que to-
men en cuenta la realidad social, económica y ecológica, tanto como
la experiencia acumulada, evitando repetir errores (Chirif 1975, 1978,
1979; Varese 1973; Martínez 1976, 1977; Dourojeanni 1976, 1979).

Lo que es evidente es que entre expansionistas y prudencia-


listas se ha venido dando un diálogo de sordos que aún continúa, a
pesar de que hubo una notoria aproximación en la década del 70,
rota por el retorno al escenario político de Fernando Belaúnde (léa-
se, por ejemplo, su agresivo discurso del 25 de junio de 1981). Ex-
presión del acercamiento fue la preparación de lineamientos de polí-
tica para los asentamientos rurales en las regiones de Selva y Ceja
de Selva (Ministerio de Agricultura 1977) que hubieran permitido apli-
car plenamente los conceptos incorporados en la Ley Forestal y de
--Fauna Silvestre (1975) y en la Ley de Comunidades Nativas y Desa-
. rrollo Agrario de las Regiones· de Selva y Ceja de Selva (1974). Asi-
mismo, estos conceptos están expresados en el Plan de Gobierno
Tupac Amaru (1977) . Si el gobierno militar se insertó en la línea pru-
dencialista y el de Acción Popular en la expansionista, menester es
decir que el gobierno Aprista, después de tres años de gestión, aún
no ha definido su política amazónica, aunque los hechos indican que
la ideolog ía aplicada se acerca mucho a la de Acción Popular.

Merece destacarse que el expansionismo, además de ignorar


las evidencias sobre el verdadero potencial de los recursos natura-
les, tambén parte de suponer la existencia de un enorme vacío de-
mográfico. Belaúnde, Vargas Haya (antes citados) se refieren cons-
tantemente a ese tema y lo propio hace Mercado Jarrín, quien dedi-
ca uno de sus artículos (1980) a tratar del "dilatado vacío espacial"
que él afirma es la Selva Central. Precisamente en referencia a esa
región, los demógrafos, antropólogos y sociólogos han demostrado
que, lejos de estar vacía, esa región está densamente poblada y
hasta superpoblada si se toma en cuenta la capacidad de carga de
los suelos (Tello 1981, Smith 1983). Sucede, simplemente, que los
expansionistas no reconocen ningún derecho especial a los poblado-
res nativos y que además, han carecido de estudios sobre la tenen-
cia de la tierra y los movimientos migratorios serranos a la Selva an-
tes de hacer sus afirmaciones. El Proyecto Especial Pichis-Palcazu,
que abarca la Selva Central, es un ejemplo excelente de ésta situa-
ción.

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La Selva, territorio tan vasto e incomprendido como maltratado por
todas las generaciones de peruanos. Sin embargo es una fuente
de esperanzas para la nación.
TITULO 11

MARCO ECOLOGICO: UNA


BREVE DESCRIPCION
11 MARCO ECOLOGICO: UNA BREVE
DESCRIPCION

El trópico húmedo del Perú es un ámbito de extraordinaria


complejidad, para el que no existen descripciones simples. Una pri-
mera aproximación es definirlo como territorio en que la biotempera-
tura media anual, en las tierras bajas, es mayor a 24°C y donde la
precipitación pluvial iguala o excede el retorno a la atmósfera del
agua evapo-transpirada. Ello corresponde a una precipitación media
anual mayor a 1,500 mm. con no más de dos meses secos y libre
de heladas (US National Research Council 1982}. Pero esta defini-
ción elemental tiene poco valor para una cuenca como la Amazonía
peruana, cuyos bosques con elementos amazónicos distinguibles
empiezan a 3,800 m.s.n.m. y quizás más alto. De allí que para dis-
cutir el tema sea necesario acudir a los sistemas de clasificación
ecológica.

1. LA AMAZONIA EN EL CONTINENTE

La cuenca amazónica se extiende sobre una superficie que,


según los criterios aplicados para delimitarla, abarca de 605 a 780
millones de hectáreas. Considerando el primer dato, corresponde al
Brasil el 64% de su superficie, el 16% al Perú , el 12% a Bolivia y el
resto (8%) a Colombia, Ecuador y Venezuela y, en proporción muy
reducida, a las Guayanas. Pero, tal como cuando se habla de la
Amazonía en el Perú, hay mucha confusión cuando se trata de ella
a nivel continental. Por ejemplo, casi siempre se incluye en ella la
cuenca del Orinoco, a la que está ligada aunque, en realidad, son in-
confundibles en términos geográficos y diferenciables en términos
ecológicos. El hecho es que los bosques tropicales húmedos de
América del Sur abarcaron una extensión de más de ·1,000 millones
de hectáreas, cubriendo totaí o parcialmente varias cuencas, entre
ellas las del Amazonas, Orinoco, Paraná, Paraguay, Magdalena, Pa-
cífico colombiano y ecuatoriano (inclusive el Pacífico Norte del Perú)
y a muchas otras cuencas menores de Brasil, Surinam, Guayana y
Guayana Francesa. ·

La cuenca amazónica es un ámbito extraordinariamente varia-


do, que se inicia en los nevados andinos, estando su divorcio de
aguas en los Andes entre menos de 3,000 y más de 5,000 m.s.n.m.
y cuya cuenca baja se extiende en un llano de más de 5,000 km. de
largo, entre lquitos, a unos 100 m.s.n.m. , y la desembocadura del río
en el Atlántico. Muy a grosso modo, en la cuenca amazónica se
distinguen 6 provincias biogeográficas, (Udvardy 1975), de las que
las más características son la Amazonense y la Madeirense. Las
Yungas, aunque corresponden en un 1óbo!o a la cuenca amazónica,

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tienen características muy peculiares por su situación en los flancos
andinos otro tanto oc\-! rre con las demás provincias que se indican
(cuadro 1).

CUADRO 1

PROVINCIAS BIOGEOGRAFICAS INCLUIDAS EN LA


CUENCA AMAZONICA

PROVINCIA SUPERFICIE TIPO DE


BIOGEOGRAFICA {km•) % BOSQUE

Amazonense 2'551 ,700 42.2 denso


Madeirense 1'520 ,000 25.1 denso
Guyanense (20%) 28,700 0.5 denso
Yungas 620,700 10.3 denso
Campos cerrados (75%) 1'267,300 20.9 abierto
Montano colombiano
(40%) 61 ;600 1.0 denso

TOTAL 6'050,000 100.0

Fuentes: Udvardy (1978)


Dourojeanni (1980)

2. CLASIFICACION DEL TROPICO HUMEDO


PERUANO

Hay muchos sistemas de clasificación ecológica que han sido


aplicados al territorio peruano. Los hay elementales como el de Pul-
gar Vidal (1981 ), que apenas distingue ocho regiones naturales en
todo el país, de las que dos corresponden al ámbito del estudio:
Rupa-Rupa o Selva Alta y Omagua o Selva Baja. Los hay mucho
más científicos y complejos, como el que desarrolló Holdridge en
1947 (1978) y que fue aplicado por Tosi (1960) y por la ONERN
(1976) , reconociendo esta última versión 84 zonas de vida a nivel
nacional, de las que 26 corresponden a la Amazonía peruana, amén
de un elevado número ·de transiciones. La versión ONERN del siste-
ma Holdridge resulta complicada y poco clara, siendo más fácil utili-
zar la preparada por Tosí en 1960, pese a su antigüedad y a haber
dispuesto de menos información metereológica para su preparación.
Lo ideal es consultar ambos mapas y sus respectivas memorias.

Otros sistemas, relativamente simples, son los desarrollados


con criterios biogeográficos, como los de Cabrera y Willink (1973) y

26
Udvardy (1975). A nivel del Perú este ·criterio ha sido aplicado por
Brack (1976), con buenos resultados. El distingue, en el dominio
amazónico, la provincia Amazónica, la provincia de las Yungas y la
provincia del Páramo. La provincia de las Yungas consta de 5 distri-
tos (Cajamarquino, Chinchipe, Selva Alta, Bosque Nublado y Monte
Chico). Desde un punto de vista esencialmente florístico destaca, a
nivel continental, la clasificación de Hueck (1978) y, en el Perú, la de
Weberbauer (1945).

Tanto Tosi (1960) y la ONERN (1976) como Brack (1976)


coinciden en que la vegetación amazónica es evidente a partir de los
3,800 m.s.n.m. (Bosque muy húmedo-Montano Tropical o Subtropical
para los primeros o Monte Chico para el segundo). Obviamente, en
el rango de altitudes que corresponde a esa zona de vida o distrito,
según los autores, la biotemperatura media anual está muy por de-
bajo de la que corresponde a las partes bajas del trópico húmedo,
siendo apenas de 7 a 11 oC. Es así como la biotemperatura media va
de 6 a 12oC en las zonas de vida más altas hasta 23 a 26oC en las
más bajas. El rango de precipitación anual, en la Amazonía peruana,
va de apenas 800 mm hasta más de 8,000 mm y el de evapotrans-
piración potencial de 0.125 a 1.00, excepcionalmente a 2.00 (en el
caso del Bosque Seco-Tropical). Se remite a los lectores a los textos
de los autores citados para mayores informaciones sobre las carac-
terísticas climáticas, ecológicas y de capacidad de uso de cada zona
de vida, provincia o distrito, se.9ún corresponda.

3. EL TEMA CLAVE:
., LOS SUELOS AMAZONICOS
- .

América tropical húmeda, como bien se sabe, es la parte de


los trópicos que tiene los suelos menos fértiles en el mundo (Cuadro
2). En efecto, el 82% de sus suelos son Oxisoles y Ultisoles infértiles
y ácidos (US National Research Council 1982). Cochrane & Sánchez
(1982), refiriéndose a la Amazonía, indican que el 90% de los suelos
tienen deficiencia de fósforo y que el 73% padecen de toxicidad por
aluminio. Concluyen que sólo 6% del área de esa región no presen-
tan limitaciones mayores.

Los suelos más comunes en la Amazonía peruana son los Ul-


tisoles, que ocupan el 65% de esa región, en especial en los terre-
nos de altura de la Selva Baja y en las terrazas antiguas o laderas
de la Selva Alta. Son suelos rojos y amarillos, ácidos y de baja ferti-
lidad natural. Son usualmente profundos y bien drenados, exhibiendo
un marcado incremento del contenido de arcillas con la profundidad.
Además, por estar con frecuencia en laderasj son susceptibles a la
erosión. Siguen en importancia los Entisoles, suelos jóvenes de perfil
poco diferenciado que ocupan el 17% de la región. Otro 14% de la
Selva posee lnceptisoles, es decir, suelos también jóvenes que
muestran diferenciación de horizontes. Gran parte de estos suelos

27
CUADRO 2

PRINCIPALES TIPOS DE SUELO EN EL TROPICO HUMEDO,


EN PORCENTAJES

Grupos Generales de Suelo !América Africa Asia* Mundo


- Suelos infértiles ácidos (Oxisoles ·
Ultisoles) . 82 56 38 63
- Suelos moderadamente fértiles y
bien drenados (Aifisoles; Vertisolés,
Molisoles, Andepts, Tropepts,
Fluvents) . 7 12 33 15
- Suelos mal drenados (Aquepts) 6 12 6 8
- Suelos muy infértiles arenosos
(Psamments, Spodosoles).
- Suelos superficiales (Entisoles
líticos). 3 3 10 5

- Suelos orgánicos - 1 6 -
-
TOTAL 100 100 100 100

Fuente: U.S. National Research Council (1982) .

Nota: * Incluye trópicos húmedos de Australia a islas del Pacífico.

están en aguajales u otras áreas mal drenadas y también en zonas


escarpadas. Los que se encuentran en topografías favorables y que
están bien drenados, suelen ser fértiles, como en varios valles de la
Selva Alta, en especial en el Huallaga Central. Los Alfisoles se pare-
cen a los Ultisoles pero tienen menor acidez y fertilidad superior.
Como se observa en el cuadro 3, también hay Vertisoles, Molisoles,
Espodosoles e Histosoles (Sánchez y Benites 1983}. Estos autores
han elaborado una tabla de factores limitantes de los suelos de la
Selva peruana que se muestra en el cuadro 4.

Los Ultisoles al igual que los Oxisoles, que pese a ser tan co-
munes en la Amazonía parecen ser raros en el Perú, tienen las si-
guientes limitaciones químicas: alta acidez, toxicidad por aluminio,
deficiencia de fósforo , potasio, calcio, magnesio, azufre, zinc y de
otros micronutrientes así como baja capacidad de intercambio catió-
nico, lo que también indica alta lixiviabilidad. Además, los que tienen _
capas superficiales arcillosas tienen una alta capacidad de inmovili- ·
zar fósforo. En cambio, el contenido de materia orgánica de estos
suelos es adecuado (Sánchez 1976). Sánchez y Benites (1983), con-
cluyendo, refieren que el 50% de los suelos de la Selva son de baja
fertilidad natural y que otro 45%, debido a su topografía escarpada
o a su mal drenaje, no son apropiados para la agricultura. Según

28
CUADRO 3

DISTRIBUCION PRELIMINAR DE SUELOS EN LA


SELVA PERUANA

Posiciones topográficas Total


Suelos Plano, mal Plano a Lomoso a
dominantes drenado ondulado 1 scarpado 2 Are a %
'Millones de hectáreas

Ultisoles 3.8 38.0 7.4 49.2 65


Entisoles 3.3 1.5 8.0 12.8 17
lnceptisoles 2.9 0.8 6.8 10.5 14
Alfisoles 0.0 1.3 1.0 2.3 3
Vertisoles 0.0 0.4 0.0 0.4 1
Molisoles 0.0 0.1 0.2 0.3 '-

Espodosoles 0.1 0.0 0.0 0.1 -

TOTAL 10.1 42.1 23.4 75.6 100


% 13 56 30 100 100
Fuente : Sánchez y Seniles (1983)
1. Topografías bien drenadas, pendientes principales de O a 8%.
2. Topografías bien drenadas con pendientes generalmente mayores de 8%.

CUADRO 4
FACTORES LIMITANTES DE LOS SUELOS DE LA SELVA
PERUANA BAJO VEGETACION NATURAL

Millones de %de
Factor limitante * hectáreas la Selva

Deficiencia de nitrógeno 70.7 94


Deficiencia de fósforo 49.7 66
Toxicidad de aluminio 49.2 65
Bajas reservas de K, Mg y otros nutrientes 46.4 61
Alta erodibilidad 23.4 31
Baja capacidad de intercambio catiónico 23.0 30
Sequía por más de 3 meses consecutivos 20.2 27
Fijación de fósforo 18.9 25
Mal drenaje y peligro de inundación 10.1 13
Poca profundidad ( < 50 cm) 8.0 11
Agrietamiento 0.4 -

Fuente: Sánchez y Benitas (1983) .


* Además ocurren deficiencias de azufre y micronutrimientos las cuales son posibles
de cuantificar.

29
esos autores, sólo el 5% de los suelos de la región tienen fertilidad
natural de moderada a alta (cuadro 5).

CUADRO 5

DISTRIBUCION GENERAL DE SUELOS DE LA


SELVA PERUANA

Agrupaciones de Millones de %de la


suelos hectáreas Selva
Suelos ácidos de baja fertilidad natural, bien
drenados, topografía plana a suavemente
ondulada (Uitisoles, Distropepts) : 38.0 50

Suelos en topografías escarpadas, fuerte-


mente disectados (Entisoles, lnceptisoles,
Ultisoles, Alfisoles) : 23.4 31

Suelos mal drenados, aluviales, aguajales


(Aquepts, Aquents) : 10.1 14

Suelos de moderada a alta fertilidad natural


con topografía plana a levemente ondulada
(Aifisoles, Vertisoles, lnceptisoles, Entisoles) : 4.1 5

75.6 100

Fuente : Sánchez y Benites (1983).

La percepción de la potencialidad agropecuaria de las tierras


que brindan los trabajos desarrollados por los autores arriba mencio-
nados no difiere mucho de lo que señala la ONERN , aplicando otros
criterios (Perú. Reglamento de Clasificación de Tierras por Capaci-
dad de Uso Mayor 1975). Este es una versión localmente adaptada
y modificada del sistema americano que reconoce 8 clases de capa-
cidades de uso. En la versión local se hace equivaler las clases, 1,
11 , 111 y IV a cultivos en limpio ; las clases V y VI a cultivos permanen-
tes o a pastos ; la clase VIl a pastos o, principalmente a producción
forestal y la clase VIII a tierras sin aptitud para la producción agrope-
cuaria o forestal, es decir de protección (Zamora 1971 ). El Cuadro 6,
basado en la información obtenida por la ONERN (1982) revela, en
efecto, que el 4.6% de los suelos de la Selva tienen aptitud para la
agricultura en limpio o permanente. Añade otro 5.7% para pastos e
indica que el 86.35% de sus tierras tienen vocación únicamente para
la forestería (producción o protección).

Lo esencial de la polémica ambiental sobre la ocupación ama-


zónica gira en torno a la capacidad de uso de los suelos o, si se pre-
fiere , a su fertilidad . El reproche de los antes mencionados pruden-

30
CUADRO 6

SUPERFICIE Y PORCENTAJE DE LAS CLASES DE CAPACIDAD


DE USO DE LOS SUELOS DEL PERU (Cuarta Aproximación)

TOTAL NACIONAL TOTAL SELVA


TIPOS DE USO Superficie Superficie
(ha.) % (ha.) %

Cultivos en limpio 4'9o2;ooo 3.8 2'420,300 3.2

Cultivos permanentes 2'707,000 2.1 2'190,700 2.9

Pastos 17'916,000 13.9 5'717,100 7.6

Forestales 48'696,500 37.9 46'431 ,600 61 .3

Protección 54'300,060 42.3 18'926,160 25.0

TOTALES 128'521 ,560 100.0 75'685 ,860 100.0


Fuente: ONERN (1982).

cialistas y, en especial, de los "ecologistas" a los expansionistas es


referido a este tema. En buena cuenta, si los suelos amazónicos fue-
ran tan fértiles como los de otras regiones del mundo o ·del continen-
te, los argumentos prudencialistas quedarían en gran parte fuera de
lugar. Pero nadie entre los especialistas en suelos y desarrollo rural,
ni los más ardorosos defensores de la viabilidad de la ocupación
amazónica (Aivim 1972), niegan que los suelos amazónicos sean
muy pobres. Lo que afirman es que esa deficiencia puede sobrelle-
varse. Es así cómo, a pesar de que está casi olvidada la imagen de
una Amazonía pletórica de suelos fértiles propicios para la agricultu-
ra y la ganadería, aún queda en debate la medida en que dichos
suelos pueden producir cosechas agropecuarias en forma que sea a
la vez económicamente rentable y sostenida. Para unos, sólo un es-
caso 3 a 4% de los suelos puede soportar cultivos agrícolas anuales
o en limpio y, quizás, otro 7 a 1O% podrá sostener cultivos agrícolas
perennes y ganadería (ver numerosas citas a nivel de América Lati-
na en una discusión sobre el tema por Dourojeanni 1980). Para
otros, tomando en cuenta los aportes de la tecnología moderna, po-
dría cultivarse en limpio el 34% y tener cultivos permanentes y pra-
deras sobre otro 32% (ver Nelson 1975 y las referencias que lo so-
portan, también Dourojeanni 1980) o, aún.. más, poder dedicar el
77% de la Amazonía a actividades agropecuarias (Sánchez 1979).

31
En efecto, Sánchez et al (1982) consideran que, mediando
prácticas agronómicas y fertilización adecuadas, una parte significati-
va de los Oxisoles y Ultisoles amazónicos pueden producir cosechas
agrícolas en forma sostenida y económicamente rentable. Sin em-
bargo, esa conclusión, en base a experimentos desarrollados en Yu-
rimaguas, no es compartida por otros investigadores (Fearnside
1987). De hecho, como lo demostró Krebs {1975) en Costa Rica, la
conversión de bosques en chacras resulta en disminución de la ma-
teria orgánica, nitrógeno, calcio, magnesio y Ph mientras que au-
m~nta el contenido de aluminio. La agricultura continuada en la mis-
ma chacra resulta en una declinación continua del Ph , cplcio y mag-
nesio y en el incremento del aluminio. Esas conclusiones han sido
luego reiteradamente demostradas por Fearnside (1980, 1983,
1985). Es decir que, hasta el presente, no se ha demostrado la via-
bilidad de sobrellevar la limitación. Tanto más que los escasos éxitos
que pueden mostrarse en la región corresponden siempre a los me-
jores suelos disponibles o a condiciones excepcionales y no repeti-
bles.

La controversia entre los especialistas optimistas y moderados


tiene un antiguo historial que Dourojeanni {1980-1982) discutió deta-
lladamente con especial referencia a la Amazonia. La posición mo-
derada, en el Perú, está dada por las sucesivas aproximaciones de
clasificación de las tierras por capacidad de uso mayor desarrolladas
por Tosi {1981) y por la ONERN (la más reciente es de 1982) y tam-
bién reseñadas por Zamora (1971 , 1972, 1974a, 1974b). Pero este
enfoque ha sido defendido también por grandes edafólogos tropica-
les peruanos, entre ellos Muro {1959, 1973).

La clasificación de tierras por capacidad de uso mayor de-


muestra, como se observa en el cuadro 6, que la Selva poseería
2'420,300 ha aptas para cultivo en limpio lo que es el 49.4% de las
tierras de esa categoría en el país. Asimismo dispone del 80.9% de
las tierras aptas para cultivos permanentes. Sumando toda la exten-
sión apta para actividades agropecuarias, la Amazonia peruana
cuenta con 10'328, 100 ha, es decir el 13.7% de su extensión y el
40.5% de esas clases de tierra a nivel nacional. Por eso es que no
puede negarse la importancia de la Amazonia para el desarrollo
agropecuario, aunque conviene enfatizar tres hechos: {1) Las tierras
incluidas en las clases de uso indicadas, en la Selva, suelen ser de
menor calidad relativa que las que para esas mismas clases corres-
ponden a la Sierra y a la Costa, (2) Gran parte de ellas ya están
siendo utilizadas, a lo largo de los ríos y en áreas de reconocida fer-
tilidad de la Selva Alta, como el Huallaga Central; y {3) Las tierras
de esas clases todavía no utilizadas se encuentran alejadas de los
mercados y muy dispersas. Es interesante anotar, por otra parte,
que la Selva tiene una proporción adicionada de tierras forestales y
de protección no excesivamente mayor (86.3%) que en Costa
(76.1%) y Sierra (69.8%). La diferencia que hace soñar a los expan-
sionistas es pues, la superficie total de la Selva, sin realizar que sus
proporciones son semejantes a las del resto del país, al que también

32
se puede calificar de espacio vacío y subutilizado, si no ·se -toma en
cuenta la población de las urbes.

La relatividad de los sistemas de clasificación de tierras es


obvia ya que suelos de clases impropias para la agricultura pueden
ser habilitadDs. No otra cosa es la irrigación de los arenales costeros
o la construcción de terrazas en los flancos andinos. Las tierras de
aptitud forestal de la Selva pueden ser transformadas en tierras ap-
tas para cultivos en limpio si se les nivela, encala, fertiliza y cultiva .
con especies y tecnologías apropiadas. Por ejemplo, en el Brasil , el :
mismo sistema de clasificación de tierras aplicado a la Amazonía Le-
gal reveló que sólo el 2.8% de las tierras son de clase 1, es decir re-
lativamente aptas para cultivos en limpio si se aplica en ellas tecno-
logías corrientes pero que ese porcentaje puede subir hasta 42.4%
si se aplican tecnologías avanzadas (Brasil. Proyecto RADAM 1975).
Todo el problema radica, por ende, en la viabilidad económica de
hacerlo. Lamentablemente, muchos no entienden o no desean en-
tender la diferencia y se aprovechan de esa relatividad para impulsar
. el expansionismo.

Pero la relatividad propia del sistema se ve acrecentada por


otros problemas. Así, por ejemplo, Tello {1981) reseña 6 estudios
sobre la capacidad de uso de los suelos en los valles del Pichis y
del Palcazu , todos realizados entre 1970 y 1981, demostrando que
ninguno se refiere a la misma área de cada valle y . que, en conse-
cuencia, ningún resultado es directamente comparable. Cuando se
hacen las reducciones del caso, se encuentra que ninguno tiene re-
sultados que guardan relación con los demás, a pesar de que todos
en teoría habían aplicado el mismo Reglamento de Clasificación de
Tierras. Dourojeanni (1986) comparó, en el caso del valle del Palca-
zu, tres estudios hechos allí el mismo año (Cuadro 7), constatando
que la proporción de tierras aptas para cultivo en limpio de las dos
versiones más optimistas eran , respectivamente, 5.5 y 2.2 veces ma-
yores que la menos optimista. El estudio de Villachica (1981) no se
había basado en el indicado Reg lamento, pero aún así no caben re-
sultados tan dispares. Los otros dos estudios si aplicaron el Regla-
mento, pero como se descubrió luego, uno de ellos había cometido
ur1 error en la determinación de la zona de vida, tema clave para la
clasificación correcta. Al final quedó demostrado {Tosi 1981) que, en
lugar de 94.9% del área apta para agricultura y ganadería como pro:
ponía Villachica (1981 ), sólo 35.3% servía para esos propósitos.
Este tipo de problemas, provocados por criterios exageradamente
optimistas (sin molestarse en señalarlos a los lectores) o por equivo-
caciones, complican tremendamente el proceso de toma de decisio-
nes. Todos los indicadores económicos de un proyecto de inversión ,
cambian drásticamente· en función de esas informaciones básicas,
de cuyo realismo depende el éxito de los colonos asentados. Una
forma de evitar parte de las confusiones descritas es exigir que toda·
clasificación de tierras sea referida al ámbito ínteg ro de la cuenca,
desde su divorcio de aguas y no considerando únicamente el fondo,
del valle.

33
CUADRO 7

RESULTADOS DE TRES ESTUDIOS DE CLASIFICACION DE


TIERRAS POR CAPACIDAD DE USO MAYOR EN EL
VALLE DEL PALCAZU (en porcentajes) .

FUENTES
TIPO DE USO Villachica Onern :rosr
(1981) (1981) (1981)

Cultivos en limpio 41 .8 16.8 7.6

Cultivos permanentes 53.1* 5.3 14.4

Pastos 27.8 13.3

Producción forestal __
4.1.
.: __
36.7__..
...,. 46.2
.....---....:.

Intensiva 33.7 20.3

Extensiva 3.0 25.9

Protección 1.0 13.4 18.6

Fuentes : Dourojeanni (1986) y las indicadas.


Nota: • Agrupa cu ltivos permanentes y pastos.

4. LA BIOTA

4.1 LOS ECOSISTEMAS

Se ha hablado de la clasificación ecológica de los trópicos hú-


medos y se ha hecho referencia a sistemas biogeográficos y al de
zonas de vida de Holdridge. Es decir, que se ha tratado generaliza-
damente de los ecosistemas, sin tener en cuenta que dentro de la
amplitud del concepto, cada provincia o distrito biogeográfico al igual
que cada zona de vida, soporta otras numerosas unidades suficien-
temente diferenciadas, organizadas y estables como para constituir
ecosistemas. Tal es el caso de los ríos , lagunas, estuarios, quebra-
das, pantanos, áreas inundables, áreas de suelos arenosos, llanuras
aluviales, mesetas, colinas, laderas de montañas y otros biotopos
que soportan biocenosis muy peculiares. La diversidad de los ecosis-
temas aumenta aún más si se toma en cuenta la intervención huma-
na que crea, en base a las condiciones naturales pre-existentes y a
la incorporación de nuevos elementos biocenóticos, ecosistemas se-
minaturales y ecosistemas acusadamente artificiales. En el Cuadro 8
se indican algunos de los ecosistemas más frecuentes .

Todos los ecosistemas están, como las especies al interior de


éstos, sometidos a influencias decisivas de otros ecosistemas, pero

34
especialmente de los que limitan con ellos, con los que forman una
franja de interacción concentrada o ecotono, que son de mucha im-
portancia tanto por su gran productividad como por los conflictos que
en ellas pueden surgir entre los intereses económicos y los elemen-
tos del ambiente, lo que es particularmente evidente en el límite en-
tre los ecosistemas artificiales y naturales.

CUADRO 8

ECOSISTEMAS MAS FRECUENTES EN LA AMAZONIA


ECOSISTEMAS NATURALES

A. Ecosistemas terrestres

1. Ecosistema con dominancia de árboles

( 1) Bosques inundables ("tahuampas")


( 2) Bosques aluviales
( 3) Bosques de colina
( 4) Bosques de meseta
( 5) Bosques de montaña
( 6) Bosques de Podocarpus
( 7) Bosques de galerf a
( 8) Bosques de neblina
( 9) Bosques en sucesión ribereña natural
(10) Cerrado aislado.

2. Eco~istemas con dominancia de otras plantas

( 1) Palmares de Mauritia y Euterpe ("Aguajales") y de Jessenia


( 2) Pantanos
( 3) Sabanas
( 4) Pajonales (lmperata), "Carrizales" (Chusquea) , y
"Pacales" (Guadua).
B. Ecosistemas acuáticos

1. Ecosistemas lénticos

( 1) Lagos y lagunas (cochas)


( 2) Estuarios

2. Ecosistemas lóticos

( 1) Ríos de aguas claras


( 2) Ríos de aguas blancas
( 3) Ríos de aguas negras
( 4) Riachuelos, quebradas y cascadas

ECOSISTEMAS SEMI-NATURALES

A. Ecosistemas terrestres

1. Bosques explotados y/o manejados


2. Bosques secundarios ("Purmas")
3. Vegetación secundaria no arbórea ("Chamizales", "Shapumbales")

35
B. Ecosistemas acuáticos

1. Ecosistemas lénticos muy intervenidos y/o afectados


2. Ecosistemas !áticos muy interven idos y/o afectados

ECOSISTEMAS ARTIFICIALES

A. Ecosistemas terrestres

1. Agricultura anual

( 1) Nativo tradicional (policultivos)


( 2) Convencional
( 3) Arroz en pozas y en barrial es

2. Agricultura perenne

3. Pastizales

( 1) Pastos nativos ("Toro urco")


(. 2) Pastos exóticos
( 3) Pastizales degradados

4. Plantaciones forestales

a·. Ecosistemas acuáticos

1. Embalses
2. Estanques

La interdependencia entre ecosi stemas es estrechísima entre


los acuáticos y los terrestres que los rodean o en cuyo territorio se
forman . En efecto, los ríos no son sino partes funcionales de unida-
des superiores. Reciben sus agu¡:¡.s de los excedentes de lluvia pre-
cipitada en las cuencas que no retornan directamente a la atmósfera
por evaporación. En el proceso de escorrentía o de percolación y
conformación de napas subterráneas que drenan finalmente a ríos ,
las aguas acarrean todo lo que pueden movilizar por su acción física
y qu ímica. Esto incluye sustancias particuladas y solubles de la des-
composición y del proceso de remineralización de la materia orgáni-
ca. Esas sustancias difieren de lugar a lugar de acuerdo a caracterís-
·cas colectoras (Junk & Furch 1985). Los ciclos vitales, en ellos, sue-
len estar estrechamente ligados al régimen hidrológicos, de allí le enor-
me impacto que tiene la sustitución de ecosistemas terrestres natu-
rales, en especial forestales, por ecosistemas artificiales, que conlle-
van procesos erosivos sin precedentes. Por ejemplo, Gentry y López
(1980) demostraron la existencia de una correlación positiva entre
los picos de inundación del río Amazonas en lquitos que han crecido
continuamente en la últi ma década y la deforestación de la cuenca

36
alta de dicho río en territorio peruano. Otro ejemplo de clara depen-
dencia de los ecosistemas acuáticos es referido a la alimentación de
peces con frutas de árboles ribereños que, se ha demostrado, es
más importante de lo que se suponía (Goulding 1985).

4.2 DIVERSIDAD GENETICA

La diversidad de especies en el trópico húmedo, como se ha


in_dicado, es extraordinaria. Se cuentan centenares. a veces hasta
cerca de un millar de plantas por hectárea entre las que puede haber
más de un centenar de especies arbóreas. El número de animales
es, lógicamente, aún mayor, habiéndose estimado recientemente la
existencia de 42,000 especies de insectos en una sola hectárea (US
National Research Council 1982). Al respecto de los insectos, Jan-
zen (1981) encontró 800 ejemplares de 50 especies de hormigas en
apenas un metro cuadrado. Sobre una decena de kilómetros cuadra-
dos se hallan más de un centenar de especies de mamíferos, unas
400 especies de aves, un centenar de especies de reptiles y algo
menos de batracios pero, en muchos sitios, se encuentran números
de especies mucho mayores. En el Parque Nacional del Manu por
ejemplo se habían registrado entre 860 y 870 especies de aves has-
ta 1985 (UNAICEPID 1986), lo que representa el 1O% de todas las
especies conocidas en el orbe. Sin embargo, aún no se terminó de
explorar todo el ámbito del parque.
Estudios de Erwin {1982, 1983), en parte en la Zona Reserva-
da de Tambopata, parecen confirmar su suposición de que podría
haber hasta 30 millones de especies de insectos en los bosques tro-
picales húmedos si se consideran los hasta ahora ignorados habitan-
tes entomológicos de las copas de los árboles (Perry 1984). Esto
significa por lo menos triplicar las estimaciones actuales más genero-
sas sobre el número de animales del planeta (Wilson 1985).
Esta diversidad, que explota bien las condiciones del trópico
húmedo, en especial la escasa fertilidad de la mayoría de sus sue-
los, implica en cambio retos considerables para el aprovechamiento
de los ecosistemas por el hombre. Por ejemplo en el Bosque Nacio-
nal Von Humboldt, cerca a Pucallpa, cada especie comercial está re-
presentada por 1 a 8 árboles en ca·da 1O hectáreas, lo que equivale
a 0.1 a 1 metro cúbico por hectárea (Guerra 1971 ). Pero más difícil
aún es aprovechar estos ecosistemas transformándolos en artificia-
les sin perder parte de los recursos genéticos que, con frecuencia,
son endémicos.
La diversidad de especies es en gran medida fruto de los
cambios climáticos ocurridos en América tropical durante el cuater-
nario, especialmente en los últimos 100,000 años. O, dicho de otro
modo, a la alternancia de condiciones climáticas favorables y desfa-
vorables a la vida provocadas por las glaciaciones. Durante los pe-
ríodos de glaciación la biota se mantuvo en unas pocas áreas, aisla-
das, donde debido a características locales las condiciones propicias
a la vida, en especial la humedad, no se perdieron totalmente. Estas

37
áreas constituyeron refugios a partir de los cuales, en períodos inter-
glaciares, se entremezclaron las especies de cada uno de ellos. El
aislamiento genera especiación y la comunicación permite la disper-
sión y así, en sucesivos períodos glaciales e interglaciales, se ha-
bría originado esta pasmosa diversidad. Los refugios pleistocénicos,
ya bien definidos para varios países, entre ellos Brasil (Brown 1977,
Prance 1973} y Perú (Lamas 1979}, son centros de endemismos y
por ende, sitios en que, con mucha eficiencia, se puede proteger el
patrimonio genético (Wetterberg et al 1977).

4.3 BIOMASA

La biomasa de la vegetación (fitomasa) de los bosques tropi-


cales húmedos suele ser de alta a muy alta. En el Cuadro 9 se
muestra la biomasa en toneladas de materia seca encontrada en di-
ferentes lugares del trópico húmedo y también en diferentes condi-
ciones del bosque. Estudios más recientes (Brown & Lugo 1984} pa-
recen demostrar que, en realidad, la fitomasa es menor a la obtenida
en los estudios iniciales. La fitomasa, en materia fresca, medidas en
las proximidades de Manaos, Brasil, alcanzó las 990 toneladas por
hectárea, incluidas las raíces, a lo que debe sumarse 283 toneladas
de materia orgánica seca por hectárea (Kiinge et al 1975).
CUADRO 9

BIOMASA SECA PARA ALGUNOS BOSQUES TROPICALES


DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE.,

Fitomasa
Sitio Característica área Autor

Puerto Rico Bosque montano bajo 198 1/ Ovington y Olson (1970)


.. Bosque montano bajo 31f Odum et al (1970)
Panamá Bosque tierras bajas 363 1/ Golley et al (1969)
Brasil Bosque lluvioso 380 Klinge (1972)
Colombia Bosque lluvioso 325 Salas (1973)
n
Bosque lluvioso 185 ..
.. Bosque lluvioso primario 326 Salas (1978)
n
Bosque lluvioso primario 182 1/ ..
.. Bosque lluvioso primario 185 1/ ..
.. Bosque secundario
16 años. 203 1/ ..
.. Bosque secundario
5 años. 68 1/ ..
.. Bosque secundario
..
l 2 años. 19 1/

Fuente : Salas (1978) Notas: 1/ Sin raíces.

38
Esta importante fitomasa se acumula durante lapsos muy lar-
gos, probablemente siglos y no representa, de ninguna manera, un
índice de la productividad que, en cambio, suele ser baja en el trópi-
co húmedo.

Contrastando con la abundancia de la fitomasa, la zoomasa


es muy baja. Se han encontrado zoomasas de apenas 64 a 21 O kilo-
gramos por hectárea (Kiinge et al 1975; US National Research
Council 1982) de la que los invertebrados del suelo, en especial áca-
ros , colémbolar, termitas y hormigas, representan un 79%. La bioma-
sa de vertebrados varía, en promedio, entre apenas 7 y unos 30 ki-
logramos por hectárea. Esto se debe, por una parte, a la escasa po-
sibilidad de alimentación de los herbívoros y de los invertebrados del
follaje y, por otra, refleja la diversidad de especies y el pequeño ta-
maño de los mamíferos que, en otros continentes, alcanzan pesos
varias veces mayores. Es pertinente mencionar que el tamaño que
alcanzan los peces del trópico húmedo americano es, en cambio, tan
o más importante que el que se da en Africa o Asia y que la zooma-
sa acuática de los ambientes lóticos de aguas blancas es proporcio-
nalmente elevada.

4.4 PRODUCTIVIDAD

La productividad es la biomasa producida en una determinada


unidad de tiempo. La producción primaria bruta, generada por vege-
tación, es muy alta en el trópico húmedo a consecuencia de la ac-
ción de la luz, temperatura, agua, nutrientes y anhídrido carbónico.
De esta producción depende la alimentación de la mayoría de los
demás organismos que permitirán, a través de intrincadas rutas, que
los nutrientes vuelvan a ser aprovechables por otros seres. Estas ru-
tas de transferencia energética son esencialmente tres : (1) Cadenas
de alimentación en base a plantas vivas, (2) Cadenas de alimenta-
ción en base a partes de plantas muertas y, (3) Cadenas de alimen-
tación basadas en detritus vegetales y microbios. De éstas, la princi-
pal en el trópico húmedo es la tercera que conduce la mayor parte
de la productividad primaria del sistema debido a que sólo los micro-
bios pueden asumir la descomposición de la lignina y la celulosa.
Con importancia equivalente entre ellas, siguen las dos primeras. Es
decir, que el rol de los organismos que viven en el suelo y sobre éste
es determinante. Sin embargo, las tres cadenas de alimentación son
estrechamente interdependientes como lo demuestran las simbiosis
entre termites y microorganismos para poder descomponer la made-
ra.

El factor limitante principal , es decir, la escasa fertilidad de los


suelos, es sobrellevado por el constante retorno al suelo de peque-
ñas cantidades de nutrientes de donde son inmediatamente aprove-
chadas por las plantas. Sin embargo, parte se pierde. De todos mo-
dos, la mayor proporción de los nutrientes se encuentra siempre en
la biomasa viva o muerta y no en el suelo, como en ecosistemas

39
templados o secos. De allí que los sistemas radiculares se manten-
gan superficiales y se extiendan hasta penetrar en el colchón de ma-
teria orgánica sobre él. Del mismo modo, así se explica el gran nú-
mero de simbiosis que permiten a las plantas proveerse de nutrimen-
tos sin mayor intervención del suelo.

Se da pues, en el trópico húmedo, la doble situación de tener


algunos de los ecosistemas de mayor producción primaria del plane-
ta pero, por las condiciones ambientales, estos consumen en sus
procesos respiratorios la mayor parte si no todo lo producido , resul"
tando en una productividad aprovechable por el hombre muy escasa.

4.5 INTERACCION ENTRE ESPECIES Y SUCESION

Los datos disponibles sugieren que la interacción entre pobla-


ciones es de mayor significación en la regulación de la estructura y
función de las comunidades tropicales húmedas que en las regiones
templadas. El rol de los murciélagos, aves e insectos y otros anima-
les que se alimentan de semillas en el patrón espacial de los árboles
son ejemplos de estos fenómenos. El árbol de la nuez del Brasil
(Bertholletia excelsa) depende de ciertas abejas Meliponidae para
su polinización y sus semillas deben pasar necesariamente por el
tracto digestivo de ciertos roedores para poder germinar. Cuando
ese árbol no está en flor, las abejas dependen de flores de otros po-
cos árboles que, si son eliminados, provocarán indirectamente difi-
cultades a la fertilización del árbol de la nuez del Brasil.

Otro ejemplo de interacción es el de las importantes hormigas


cortadoras de hojas (Atta) . Estas son afectadas por la sucesión ve-
getal, siendo sus nidos más numerosos en estadías tempranos de la
sucesión y mucho menos en los bosques clfmax. Pero las hormigas
también impactan sobre la sucesión vegetal bien sea a través de su
uso selectivo y por el aporte de nutrientes descargadas en un lugar
determinado (Haines 1975).

Cualquier disturbio, natural o humano, que crea un nuevo ha-


bitat o altera significativamente el existente, resulta en determinados
patrones de cambios en la composición de las especies, que se lla-
man sucesión. Las primeras plantas en llegar se benefician de la re-
ducida competencia por la luz y por los nutrientes y esa es la única
oportunidad para un 75% de las especies arbóreas del bosque para
alcanzar la madurez (Hartshorn 1978). Al mismo tiempo, estas áreas
y las especies que crecen en ella son una necesidad para muchos
invertebrados y también para los vertebrados. Entre los primeros,
una sola especie puede requerir hospedadores de una vegetación
sucesional al estado juvenil mientras que pueden requerir un hospe-
dador de un bosque clímax al estado adulto. Dicho de otro modo, las
áreas sucesionales son indispensables para la propia regeneración
forestal como para la sobrevivencia de numerosas especies anima-
les.

40
Un tema de importancia creciente es el referido a la presencia
de micorrizas en la vegetación de los bosques tropicales húmedos.
La mayor parte de los árboles forman micorrizas vesiculares (endo-
micorrizas) ; en cambio son muy pocos los que forman ectomicorrizas
si bien, en estos casos, suele tratarse de especies localmente abun-
dantes, por ejemplo árboles colonizadores o dominantes. Las mico-
rrizas de ambos tipos elevan el nivel de captación de nutrientes mi-
nerales, en especial los inmovilizados como el fósforo, gracias a sus
micelios extensos y bien distribuidos. Es más, los hongos micorríti-
cos de las orquídeas y algunas ectomicorrizas son capaces de reci-
clar nutrientes en forma directa, descomponiendo la litera forestal.
De Mtos modos, las micorrizas prácticamente cierran los ciclos de
los nutrientes minerales en el trópico (Janos 1983, St. John 1985).
Las especies son dependientes facultativas u obligadas de las
micorrizas vesiculares o externas para su aprovisionamiento de nu-
trientes, o también pueden ser no-micorríticas, pero estas últimas
son las menos. Se ha demostrado que las micorrizas vasculares es-
timulan el crecimiento y la sobrevivencia de muchas plantas tropica-
les y lo mismo parece ser válido para las ectomicorrizas. Las diferen-
tes especies de micorrizas tropicales son adaptaciones a diferentes
condiciones de fertilidad del suelo y a las probabilidades de éxito de
la infección micorrítica. De allí que las micorrizas puedan influenciar
las sucesiones (Janos 1980). Estos conocimientos ya no pueden ig-
norarse al planificar el desarrollo de actividades agropecuarias y fo-
restales en la Amazonía.

4.6 LOS CICLOS BIOGEOQUIMICOS EN LA AMAZONIA

En las últimas décadas se ha relacionado la problemática del


desarrollo amazónico con grandes preocupaciones ambientales mun-
diales. Entre ellas, el rol de esa región en los ciclos del oxígeno, del
anhídrido carbónico y del agua. A eso se ha sumado, más reciente-
mente, el tema de las precipitaciones ácidas y del debilitamiento de
la capa de ozono, entre otros.
El tema de la Amazonía como "pulmón del mundo" nunca
tuvo sustento científico y sólo queda como una anécdota, aunque al-
gunos ecólogos aficionados peruanos continúan afirmándolo como si
fuera un hecho. Como lo señaló Alvim (1972) , los bosques amazóni-
cos no generan superavits importantes de oxígeno, porque son cli-
máxicos y su crecimiento es reducido . En cambio, la quema de millo-
nes de hectáreas de bosques, tropicales cada año si parece tener
una gran influencia en el aumento de la proporción de anhídrido car-
bónico y de otros gases en la atmósfera y por ende en el efecto de
invernadero (Woodwell 1978) y el consecuente recalentamiento del
planeta (Woodwell et al 1983), que ha sido reiteradamente predicho
(Revelle 1982) y ahora confirmado (Mathews 1987).
El aporte de anhídrido carbónico a la atmósfera por la biota y
en especial por los bosques tropicales ha sido estudiado por nume- ,

41
rosos autores (Woodwell et al 1978, 1983, Wong 1978, Brown et al
1980) y aunque continúa siendo motivo de mucha discusión, ésta se
refiere más a la magnitud del problema que a su esencia. Fearnside
(1985) ha estudiado el tema para el Brasil y calculado que la quema
de toda la Amazon ía aportaría inmediatamente 11 G-TM de carbono
a la atmósfera, seguido por una liberación lenta que elevaría el apor-
te a la atmósfera a un total de 62 G-TM de carbono. Este último total
elevaría la temperatura global del planeta entre 0.08 y 0.34°C. Kuroi-
wa (1986} efectuó un ejercicio, con datos de 1979, sobre el aporte
peruano al problema, estimando preliminarmente que las quemas de
bosque amazónico contribuyeron potencialmente con 3.6 y 4.1 x 107
TM de carbono en dicho año y que el aporte acumulado, para enton-
ces, era de 7.3 a 8.3 x 108 TM de carbono. Pero la información cien-
tífica en el país es muy escasa para hacer un estudio más preciso.
El problema del anhídrido carbónico y del recalentamiento
planetario es inseparable de otros dos igualmente importantes: el de-
terioro de la capa de ozono estratosférico y la precipitación ácida.
Tienen en común muchos de los grupos químicos (anhídrido carbó-
nico, óxido nitroso, metano, monóxido de carbono, ozono, óxidos de
nitrógeno y azufre, etc.); las actividades humanas que las generan ,
entre ellas la deforestación y la quema de bosques; y además, sus
efectos son interdependientes. Por ejemplo, Clark et al (1980) y Hai-
nes et al (1983) revelaron que se producen lluvias ácidas en plena
Amazonía, lejos de cualquier actividad industrial. Del análisis de 70
tormentas se desprendió un ~h promedio de 4.7, es decir muy áci-
do, debido probablemente a procesos biogeoquímicos naturales,
contaminación atmosférica global o a una combinación de ambos
(Haines et al 1983). En los alrededores de Manaos, debido a la con-
taminación industrial, se registraron lluvias hasta de Ph 3.6 (Anónimo
1972, cita~o por Clark et al 1980}.
Desde siempre se han observado impactos de la deforesta-
ción en el régimen local de lluvias, al margen de la obvia participa-
ción de los bosques y de la vegetación en general en el ciclo del
agua. Sin embargo, las evidencias de un impacto de importancia glo-
bal demoraron en llegar. Pero desde la década pasada esto fue in-
contrastablemente demostrado para la Amazonía, revelándose que
probablemente hasta el 50% de la precipitación en esa región pro-
viene del reciclaje de vapor de agua por transpiración y evaporación
por intercepción, es decir por evapotranspiración (Salati et al 1978,
Salati & Vose 1984, Salati et al 1983). Verbigracia, las suposiciones
de Goodland & lrwin (1975) que reflejaron en el título de su famosa
obra "Del infierno verde al desierto rojo" adquirieron tremenda vigen-
cia, a pesar de las críticas burlonas de Alvim (1978) y otros expan-
sionistas. De hecho, los riesgos de desertificación de la Amazonía
han sido demostrados por Fearnside (1979) y, en el caso del Perú,
están presentes las dudas sobre las causas de la aridez notable de
ciertas áreas del Huallaga Central y de la confluencia del Perené con
el Ene, que son bosques secos fuera de contexto (ONERN 1975).
Los ciclos de los nutrientes en la Amazonía aún no están
cuantitativamente bien documentados. La mayor parte del nitrógeno

42
y del fósforo almacenados en el sistema están en el suelo, raíces y
litera forestal pero la mayor proporción de cationes de calcio, pota-
sio, sodio, magnesio, azufre , entre otros, están en la biomasa en pie
(Salati & Vose 1984). En un bosque maduro la exportación de nu-
trientes es mínima. Cifras obtenidas por Klinge (1975) en Manaos,
revelan que sólo el 20% del nitrógeno y el 27% del fósforo están en
la parte aérea de las plantas, mientras que hasta el 70% de ambos
elementos están en el suelo. En contraste, de 66 a 80% del potasio,
sodio, calcio y magnesio están en la biomasa aérea. El reciclaje de
nutrientes, en un bosque maduro, se produce a través de la caída
de follaje , la mortandad anual y del lavado de nutrientes de las hojas
debido a la lluvia. Pero los porcentajes reciclados anualmente son
pequeños en relación al volumen que se supone existe en la bioma-
sa. Estudios conducidos en Manaos (Fittkau & Klinge 1973) y Carare
(de las Salas 1978), revelan un reciclaje de 106 a 141 kg/ha/año de
nitrógeno, 2 a 4 kg/ha/año de fósforo , 13 a 17 kg/ha/año de potasio,
18 a 90 kg/ha/año de calcio y 13 a 20 kg/ha/año de magnesio. Los
nutrientes en los aerosoles naturales tienen concentraciones muy re-
ducidas pero, en áreas sujetas a quemas, éstas son elevadas (Netto
et al 1982). La fijación biológica de nitrógeno es muy activa en mu-
chos ecosistemas amazónicos, habiéndosela estimado en unos 20
kg/ha/año en promedio. A ello debe añadirse el aporte por la precipi-
tación y restarse las pérdidas a través de los ríos y las causadas por
desnitrificación y por volatilización .

43
La mayor parte de los suelos de la Amazonía
peruana son Ultisoles ácidos, poco fértiles, pero también hay bolsones de tierra
muy fértil como los del Sisa, en el Huallaga Central.
(Foto Dourojeanni).

Las raíces de los árboles no suelen penetrar


en el suelo, debido a su poca fertilidad . El ciclo de los nutrientes se produce
prácticamente encima de éste.
(Foto Dourojeanni).
Los suelos más pobres de la Amazonía
son las arenas blancas, como las que existen en Quistococha, cerca de !quitos.
En ellos no se puede cultivar.
(Foto Dourojeanni).

El bosque tropical húmedo es el ecosistema


más rico y complejo que existe. Pese a su elevada fttomasa , su aprovechamiento
es difícil por su diversidad y la pobreza de los suelos que la soportan. El
bosque de Dantas (Huánuco), en la carretera Marginal.
(Foto Dourojeanni) .
La deforestación masiva de la Amazonia
y de otros bosques tropicales del mundo podría estar alterando algunos de los
más delicados equilibrios planetarios, como el del anhídrido carbónico.
(Foto Malleux) .

La quema de la biomasa, subsecuente a


la deforestación, además de ser un desperdicio de madera prima
valiosa, emite enormes volúmenes de humo como anhídrido carbónico y otros
contaminantes. Quema ilegal en pleno Bosque Nacional
A. von Humboldt, en la Marginal de la Selva.
(Foto Dourojeanni).
Una muestra de bosque primari.o amazónico
gravemente agredido. Arboles como éste son víctimas de la
voracidad de madereros y colonos.
(Foto Dourojeanni)
TITULO 111

LAS CICATRICES DE LA
HISTORIA
111 LAS CICATRICES DE LA HISTORIA

Bajo el término "Amazonía peruana" se considera al territorio


amazónico que hoy posee el Perú y no el que tuvo en los diferentes
periodos históricos a que se hará referencia en este capítulo. Las
grandes culturas pre-incaicas, el Imperio Inca, el Virreinato y la pro-
pia República en un comienzo, poseyeron una superficie amazónica
varias veces mayor que la actual.

1. EL HOMBRE EN LA JUNGLA

1.1. OCUPACION INICIAL

No se sabe, eón certeza, la antigüedad de la presencia huma-


na en la Amazonía peruana. Pero hay razones para creer que no es
más reciente que en otras partes del país, lo que la sitúa entre unos
21 ,000 y 10,000 años A.C. Es de suponer que los primeros grupos
humanos llegaron del 11orte, a lo largo del piedemonte andino-ama-
zónico, que Lumbreras (1981) denomina el "área oriental andina",
admitiendo el poco conocido pero hoy admitidamente importante rol
de esa región en el pasado andino. De esos pobladores iniciales se
originaron los grupos etno-lingüísticos o tribus que hasta hoy sobre-
viven y quizás, también, los grandes desarrollos culturales de que se
habla más adelante.

1.2 CIVILIZACIONES EN LA AMAZONIA

Se sabe de la existencia de grandes culturas en los trópicos


húmedos de América desde que se conoce de la cultura Maya que
ocupó el Yucatán y que se extendió, bajo diversas formas, en gran
parte de América Central. También ha sido grande el desarrollo cul-
tural en las laderas orientales andinas de Colombia y Ecuador (Lum-
breras 1981), Más reciente es el conocimiento de la existencia de
grandes desarrollos culturales en el llano amazónico, por ejemplo a
lo largo del río Amazonas, los que habían desaparecido unos 150
años antes de la llegada de los europeos. De todos, el más impor-
tante es el correspondiente a la enorme isla Marajó, que existió du-
rante un milenio a través de cinco fases bien diferenciadas. Asimis-
mo es importante la llamada cultura Santarem, también sobre el
Amazonas (Belik 1987). La cerámica de éstas culturas es muy sofis-
ticada y no se descartan sus vínculos con las culturas andinas o con
las del piedemonte oriental andino. Pero hay muchísimos otros ves-
tigios equivalentes dentro de la cuenca del Amazonas, por ejemplo

47
en el Madeira. En la cuenca del Manu, en el Perú , que pertenece al
sistema del Madeira, una misión de la Smithsonian lnstitution acaba
de encontrar cerámica pre-incaica.

En el caso del Perú , si se considera como Amazon ía toda la


cuenca o, por lo menos, la parte de ésta que estuvo recubierta de
bosques conformados por especies de origen amazónico, es preciso
reconocer que fueron muchos los desarrollos culturales importantes
que se han producido en ella, desde tiempos remotos. Tal es el caso
de Leimebamba, Cuélap, Tuich (Amazonas) , del complejo arqueoló-
gico Gran Pajatén (San Martín) , Kotosh y Tantamayo (Huánuco) ; Tu-
tishcainyo y hasta Tingo María (también en Huánuco) . Parece pues
que la condición de la Selva como "donante cultural" es difíci lmente
discutible. Ello habría ocurrido entre los años 3100 y 1300 A.C .
(Fung , 1983). Pero inclusive la cultura Chavín se desarrolló en tie-
rras que, por más "serranas" que hoy parezcan, estuvieron milenios
atrás cubiertas de extensos bosques de indiscutible extracción orien-
tal.

Ese tema, en realidad , es importante para la discusión entre


autoctonistas y aloctonistas, con sus innumerables variantes y mati-
ces (Kauffmann 1971, Lumbreras 1974, 1981 ). Todo indica, en efec-
to, que las laderas orientales y el piedemonte andino-amazónico ju-
garon un papel importante en los procesos culturales que según
unos podrían haber venido por la faja andino-amazónica, de territo-
rios con condiciones ecológicas muy similares a las de mesoaméri-
ca. Según otros, Julio C. Tello (1942, 1949) en especial, existe lapo-
sibilidad de un proceso iniciado en la propia Selva. En su apoyo es-
tán las elaboraci ones de Lathrap (1 971, 1973, entre muchas otras
publicaciones). Pero la corriente que en el Perú lidera Kauffmann
(1 971 ) considera que, al contrario, las culturas serranas son las que
desde sus lejanos orígenes incursionaron en la Selva, dejando en
ella profundas huellas, a las que denomina la "serranización de la
Selva" (Kauffmann 1986). Su hipótesis es sugerente pues refuerza
las evidencias antes señaladas por los ecólogos en cuanto a que las
formaciones vegetales amazónicas han retrocedido grandemente por
impacto humano y además, brinda un sustento tradicional a las ac-
tuales migraciones andinas a la Sierra. Pcir cierto que aún si los que
defienden el origen forestal de las cu lturas andinas tienen razón, las
migraciones serranas a la Selva también deben haberse dado desde
tiempos remotos.

Entre el periodo formativo , al que por ejemplo corresponde


Chavín , y los grandes estados mi litaristas como Wari , Chimú y el im-
perio Inca, las relaciones con la reg ión antes aludida fueron constan-
tes. Por ejemplo, en toda la Selva Central , en lugares como Villa
Rica, Huancabamba, Oxapampa y Sat.ipo, se encuentran vestigios
de caminos empedrados, agricultura en terrazas, hachas de origen
andino, fortines de muros de piedra, entre otras evidencias de pre-
sencia precolombina diferente a las de las tribus indias. Inclusive,
hay evidencias de que antes de la llegada de los españoles, ya se
. ~xplotaba los placeres auríferos del río Pachitea. La presencia de

48
las culturas andinas en la Selva es, por otra parte, tan obvia como
que sólo allí podían producir la coca que se consumía de un rincón
a otro del mundo andino. Además, debieron darse otras formas de
exploración y penetración de tierras cada vez más bajas. El comer-
cio de productos amazónicos ha sido constante. La cultura Nazca,
entre otras costeñas, exhibe ropajes confeccionados can plumas de
especies de Ara que no existieron en sus territorios. Inclusive, todo
indica que los ejércitos Inca aprovechaban, a modo de mercenarios,
a guerreros tribales amazónicos. Por otra parte, al redescubrirse Ma-
chu Picchu en 1911, quedó en evidencia que puestos como ése y
como Ollantaytambo, en pleno valle del Urubamba conquistado por
Pachacutec en los alrededores de . 1438 (Kauffmann 1980), eran
avanzadas que ya permitían explotar, sin duda, lo que hoy se llama
el valle de La Convención, en Cusca. Varios Incas, entre ellos Tupac
Inca Yupanqui , avanzaron sobre las tierras bajas de Madre de Dios.
Las noticias de restos arqueológicos en las selvas poco exploradas
de la parte alta de Madre de Dios son abundantes y continúan atra-
yendo a aventureros de todo tipo.

Es importante comentar que todas esas culturas del piede-


monte oriental andino tienen un inequívoco tronco cultural que puede
seguirse desde México hasta Perú y que es más obvio aún de Co-
lombia a Perú o en el territorio mismo de éste último. Leimebamba
y Tuich , por ejemplo, parecen haber sido construidos por el mismo
arquitecto que hizo el Gran Pajatén (Ruíz 1985) y se han evidencia-
do otras similitudes con Kotosh, Chavín, etc.

Pero las tecnologías de manejo de suelos con fines agrícolas


son sorprendentemente similares de México a Bolivia en tierras pla-
nas sometidas a alta precipitación, a problemas de drenaje o donde,
en cambio, es necesario retener agua. Estas formas de agricultura
hidráulica han sido reportadas en áreas tropicales húmedas de la
Península de Yucatán (las famosas "chinampas" o jardines Maya),
Belize, en los Llanos de Venezuela (Apure) y de Colombia (San Jor-
ge) , en las cuencas del Magdalena (Colombia) y del Guayas (Ecua-
dor), Surinam y quizás en Brasil (Serra do Flechal, Marajó y quizás
en el Pantanal) , en Bolivia (en los Llanos de Mojos, Beni) y por cier-
to también en tierras altas como en los alrededores del Titicaca y en
la sabana de Bogotá (Denevan 1970, 1982). Nada así ha sido des-
cubierto en la Amazonía peruana, pero tampoco se ha buscado en- .
contrario. Algunos autores sugieren que existen relaciones entre los
"waru-waru" o camellones de la cuenca del Titicaca y la agricultura
hidráulica de los Llanos de Mojos (Smith et al 1986). Otras técnicas
agrícolas, como la de las terrazas en tierras inclinadas, también fue-
ron ampliamente utilizadas en las laderas orientales de los Andes,
en especial en Perú y Bolivia (Cardich 1985, de la Torre y Burga
1986).

Las culturas que se han desarrollado en la Amazonía, inde-


pendientemente de las discusiones sobre su origen, han estado pre-
sentes en ella por lo menos a partir de 1500 A.C. y algunas de ellas
se han mantenido hasta la conquista, aunque al parecer la mayoría

49
se habían extinguido antes, siendo reemplazados por las naciones
tribales que encontraron los europeos. La desaparición de esas cul-
turas del trópico húmedo de América del Sur es, por cierto, tan mis-
teriosa como la de los Mayas y retiene sobre el tapete las discusio-
nes sobre la capacidad de soporte agrícola, en el largo plazo, de las
tierras cálidas y húmedas.

1.3 CONQUISTA Y PRIMERAS EXPLORACIONES EUROPEAS

El periodo a que se hace referencia en este acápite abarca de


1532 a 1639. Apenas transcurridos 1O años de la llegada de Pizarra
a tierras peruanas, ya se había organizado la famosa expedición de
Gonzalo Pizarra que culminó exitosamente Francisco de Orellana el
12 de febrero de 1542, descubriendo el Amazonas, cuya desembo-
cadura había sido vista, por primera vez, por Vicente Yáñez Pinzón
en febrero de 1500. Luego, el capitán Palacios, entre 1636 y 1637
recorrió los ríos Aguarico, Napo y Amazonas. Otro tanto, pero en
sentido inverso hizo el capitán portugués Pedro Texeira de 1637 a
1639 (Rosas 1986). El más importante afluente del Amazonas es el
Ucayali, que fue descubierto por Juan Salinas en 1557. Pedro de Ur-
súa, de 1559 a 1561 , navegó por los ríos Mayo y Huallaga, llegando
al Marañón y al Amazonas. En 1616 y otra vez en 1619, los españo-
les atravesaron el pongo de Manseriche y exploraron el Marañón. El
Madre de Dios fue navegado en 1567, pero Hernando Pizarra, en
1538, ya había penetrado hasta el río Tono. En realidad , en apenas
un siglo, quedó reconocido todo lo esencial de la geografía de la
Amazonía del Perú . Los españoles, en su desesperada búsqueda de
tesoros, aprovecharon para ello de toda la red de caminos incaicos,
muchos de los cuales penetraban a la Selva. Así es como en los
placeres auríferos del Pachitea se encontraban hasta hace poco he-
rrajes y balas de arcabuz (Brack [com. pers] 1987). En ese lapso hi-
cieron sus comienzos las misiones religiosas y se fundaron varios
centros poblados, aunque pocos de ellos sobrevivieron (Peñaherrera
1969, Porras Barrenechea e~ al 1980).

1.4 LAS MISIONES

Entre 1639 y 1769 se iniciaron y tuvieron su apogeo las misio-


nes religiosas en la Amazonía. Fueron principalmente jesuitas y fran-
ciscanos, respectivamente a partir de Quito y de Lima, los que em-
prendieron la misión de cristianizar las tribus de las cuencas de los
ríos Napo, Marañón y Amazonas los primeros y Huallaga y Ucayali,
los segundos. Iniciaron esas actividades ya en 1611 y continuaron
con gran tesón, fundando misiones, centros poblados y haciendo im-
portantes contribuciones al conocimiento geográfico de la región .
Bajo el dominio misionero se realizó una gran difusión de prácticas
agrícolas tanto europeas como andinas. Los jesuitas habían instala-
do 74 pueblos y controlaban 160,000 personas antes de ser expulsa-

50
dos, en base a un sistema de reducciones parecido al que estable-
cieron en el Paraguay. Las obras misionales estuvieron sujetas a
todo tipo de avatares, entre los que destacan la retirada forzosa de
los jesuitas a mediados del siglo XVIII , debido a una ·gran rebelión
de los Jíbaros a fines del siglo XVI y a la importante rebelión de
Juan Santos Atahualpa, entre 1742 y 1752, durante la que Campas,
Amoeshas y otras tribus prácticamente liberaron la Selva Central del
Perú de misiones franciscanas, aunque estas se restablecieron lue-
go. Cuando se ordenó la partida de los jesuitas, los franciscanos tra-
taron de ocupar el espacio que se les cedía, pero con poco éxito. El
convento de Ocopa, en el valle del Mantaro, servía de base a las mi-
siones franciscanas (Porras Barrenechea et al 1980; Macera 1984?,
Varese 1973, San Román 1975, Chirif y Mora 1977).

1.5 DESPUES DE LOS JESUITAS

En este acápite, se hace referencia al lapso comprendido en-


tre 1769 y 1880. Al expulsar Madrid a los jesuitas de las misiones de
Maynas, se inició un proceso de descalabro de la obra misionera.
Después de la independencia del Perú , en 1821 , la situación empeo-
ró aún más pues las misiones tuvieron que empezar a competir con
protagonistas nuevos. Entre ellos, los hacendados que para criar ga-
nado y cultivar coca, café y otros productos, empezaron a invadir la
Selva Alta, trayendo números considerables de peones de la Sierra.
También los primeros explotadores independientes y comerciantes
de recursos naturales, cuya acción se vió facilitada por la adquisi-
ción, en 1861 , de los primeros vapores (el Morona y el Pastaza, así
como el Napo y el Putumayo) . En 1854 se instala en !quitos el apos-
tadero y una factoría. En 1866, el vapor Putumayo ascendió por el
Ucayali y luego por el Pachitea, llegando finalmente a Mairo y fun-
dando Puerto Pardo, el punto navegable más cercano a Lima. En
1870, siempre buscando los puntos navegables más cercanos a las
ciudades de los Andes, en este caso Tarma, se exploró el río Pere-
né. Lo mismo ocurrió en toda la Selva peruana. En este periodo
nace el capitalismo extractivo en la Amazonía, el que tuvo su apo-
geo en el periodo del caucho (San Román 1975, Porras Barrene-
chea et al 1981 ).

1.6 EL CAUCHO

Aunque breve (188D-1914), este periodo ha marcado indele-


blemente la Amazonía del Perú . Los personajes más característicos
de ese periodo son los tristemente célebres Carlos Fermín Fitzca-
rrald (1862 - 1897) y Julio César Arana. El primero, a quien se llamó
el "Rey del Caucho", logró mediante la explotación del Ucayali, ama-
sar una grandiosa fortuna. Sus incursiones le permitieron descubrir
el itsmo que lleva su nombre y que vincula las cuencas del Ucayali
con la del Madeira. Este, pero en especial Arana, tal como muchos

51
otros patrones de shiringueros, fueron responsables de uno de los
más crueles procesos genocidas y esclavistas que hayan ocurrido en
el territorio nacional (Meunier y Savari n 1969). Ni los conquistadores
los aventajaron. La explotación cauchera atrajo un gran flujo migrato-
rio de peruanos provenientes de Costa, Sierra, y Selva Alta y por
cierto, de brasileños y de gente de Europa y Asia. As í, la población
no aborigen de la región subió de 18,000 en 1876 a 36,000 en 1904
y a unos 120,000 en 1920 (San Román 1975) . Ellos dieron origen a
las primeras grandes haciendas en la Selva Baja, dedicadas inicial-
mente a la extracción de caucho y luego a otros productos, inclusive
cultivados. En 1896 estalló en !quitos una revolución con afanes se-
paratistas, que el gobierno de Piérola aplacó, enviando la nave de
guerra Constitución, que tuvo que dar la vuelta por el estrecho de
Magallanes para llegar a !quitos. La utilización industrial del caucho
terminó abruptamente, cuando las plantaciones coloniales de ingle-
ses y holandeses entraron en producción, creando una situación de
grave receso.
A este periodo corresponde otro episodio histórico importante,
cuando para pagar deudas, en 1891 , el Estado peruano cede a la
empresa inglesa Peruvian Corporation una extensión de 475,758 ha.
en la confluencia de los valles del Chanchamayo y del Perené. La
empresa creó una colonia, en la que se pagaba poco y trataba muy
mal , dedicándose también a la parcelación de tierras. Este emporio
duró hasta 1965. El único aporte de este enclave parece haber sido
contribuir involuntariamente a difundir tecnolog ías de cultivo de café
bajo sombra bien adecuadas a la región (Rumrrill y Zutter 1976,
Manrique 1980).

1.7 LA DEPRESION

Si bien muchos inmigrantes vuelven a sus lugares de origen ,


otros tantos se establecen en· la Selva, dedicándose siempre a la ex-
plotación del caucho y de otros recursos naturales. El periodo de la
depresión (1914-1943) es descrito por San Román (1975) como feu-
dal pues cada "patrón colono" basa su existencia en una relación de
ese tipo con los grupos nativos en sus propiedades o vecinos a és-
tas y con los peones serranos. También aparecen en este lapso las
primeras preocupaciones geopolíticas modernas, traducidas en in-
tentos de consolidación de ocupación mediante las llamadas fronte-
ras vivas. Esto es consecuencia y también en parte causa de los
conflictos fronterizos con Colombia (1932-1934) , en los ríos Caquetá
y Putumayo y luego con Ecuador (1941-1942) . Los militares, en este
periodo, empiezan a jugar un rol importante en el desarrollo de la re-
gión, estableciendo guarniciones fronterizas.

1.8 INICIO DE LA OCUPACION MASIVA Y DESARROLLO


AGROPECUARIO TEMPRANO

Antes de la década de los 40, prácticamente nada importante


. había sid9 logrado en materia de vialidad en la Amazonía. Merece

52
mención , únicamente, los primeros 91 km. del proyecto de ferrocarril
Tambo del Soi-Pucallpa, construidos entre 1919 y 1929. También se
construyeron algunos aeródromos y se hicieron algunas conexiones
radiales. La carretera más importante jamás construida en la Selva
es, sin duda, la que vincula Lima con Pucallpa (Remolina 1987). Se
inició en 1937 y se concluyó en 1943, haciendo de Pucallpa la ciu-
dad comercialmente más importante de la Amazonía peruana. El eje
Lima - Selva Central fue abierto también en 1943 (Oxapampa) y con-
tinuado hasta Villa Rica y Bocaz en 1955. En 1968 se unió Chancha-
mayo con Satipo, a donde ya existía acceso por Huancayo. Pero en
·ese lapso es que, a todo lo largo del país, se hicieron las carreteras
de penetración que han ligado la Sierra con la Selva Alta (Valcárcel
et al 1980). Estas son, actualmente, unas 12 con numerosos rama-
les y vinculaciones entre ellas. Durante el primer gobierno de Fer-
nando Belaúnde se dio inicio al discutible proyecto de la Carretera
Marginal de la Selva, que vincula centros poblados de la Amazonía
media entre sí, buscando con más eficiencia la ocupación humana
de la región para reducir la presión demográfica de otras regiones
del país y aliviar tensiones sociales fruto de la falta de una Reforma
Agraria. Este proyecto, mediando dos gobiernos, está considerable-
mente avanzado y es pieza clave de los más severos impactos am-
bientales que actualmente se producen en la Amazonía peruana.

En este periodo se inicia el desarrollo agropecuario que hoy


continúa expandiéndose. En un comienzo se trató de conducir en la
Selva una actividad agropecuaria basada en una tecnología avanza-
da y apropiada a los trópicos húmedos. La creación y el buen desa-
rrollo de la' famosa Estación Experimental Agrícola de Tingo María,
en 1942, fue su motor (Perú. Dirección de Colonización y Asuntos
Orientales 1947). Lamentablemente, la creciente incapacidad del es-
tado para manejar sus asuntos, terminó aniquilando ese notable es-
fuerzo cuando, a mediados de los 60, la Estación fue transformada
en otra universidad, entre las tantísimas que en el país carecen de
lo indispensable para cumplir su función social.

El rol de las fuerzas armadas en la Selva crece mucho, cons-


truyendo carreteras y desarrollando la estrategia geopolítica de las
''fronteras vivas", que se mantiene hasta la actualidad como tardía
respuesta al vigoroso accionar fronterizo brasileño. Entre algunas
otras grandes concesiones de tierra para desarrollos agropecuarios
se establece la famosa empresa de Le Tourneau , en Tournavista
(río Pachitea) que fue la primera en hacer una deforestación mecani-
zada masiva, con fines pecuarios, que terminó en un gran fracaso
ecológico y económico. El Instituto Lingüístico de Verano, que apare-
ce en el país en 1945, desarrolla acciones vigorosas y asume, con
el tiempo, una gran responsabilidad en el mal manejo de muchos de
los recursos naturales de las tribus en que operan, incentivando la
caza comercial y otras actividades extractivas poco racionales , de
las que ellos obtenían provecho económico para mantener sus acti-
vidades (Stoll 1985).

53
1.9 PETROLEO, COCAINA Y TERRORISMO

A partir de 1970 ocurren tres fenómenos nuevos, de gran im-


pacto en la Selva y cuyos efectos continúan sin mengua. El primera·
se expresa a través del descubrimiento de petróleo comercialmente
explotable en Trompeteros (río Corrientes), en noviembre de 1971,
como corolario de un acelerado proceso de exploración. En la Selva
ya se explotaba petróleo de Ganso Azul, en el río Pachitea, que se
procesaba en Pucallpa pero se sabía de que había mucho más. De
allí en adelante, se redobló con éxito el esfuerzo exploratorio que
concluyó con la construcción del oleoducto nor-peruano. La explora-
ción y la explotación del petróleo ha tenido y tiene un enorme impac-
to ambiental, amén de haber creado graves trastornos socio-econó-
micos, que también han repercutido negativamente en el entorno. Se
abordará este tema más adelante.

Casi simultáneamente, la coca deja de ser un cultivo para uso


tradicional y se transforma en la fuente de drogas de consumo inter-
nacional. La enorme extensión que ahora recubre este cultivo, su
transformación en pasta básica y cocaína, y el tráfico que genera,
han tenido radicales consecuencias para .el ambiente de la Selva
Alta.

Finalmente, ligado al anterior, aparecen en la Selva, en espe-


cial en la Selva Alta de Ayacucho y Apurímac pero también en el
Huallaga, movimientos guerrilleros probablemente vinculados al nar-
cotráfico. Ya antes, en la década de los 60, la Selva había sido es-
cenario de otro movimiento guerrillero, coordinado de sur a norte que
se había debelado con relativa facilidad . La situación actual ·difiere
mucho, ya que Sendero Luminoso, uno de los dos grupos, apela a
acciones particularmente crueles, casi "polpotianas", habiendo con-
seguido una ampliación efectiva y creciente de su área de acción .
Otro grupo, más reciente, el Movimiento Revolucionario Túpac Ama-
ru (MRTA), actúa en forma más convencional especialmente en el
Huallaga Central.

1.10 CONSOLIDACION DE LA OCUPACION MASIVA Y


DESARROLLO AGROPECUARIO

Concomitantemente con el petróleo, la coca y el terrorismo,


los sucesivos gobiernos pero en especial el segundo de Belaúnde,
han continuado promoviendo la ocupación de la Amazonía con pro-
mesas de tierras ubérrimas y de transformar extensas áreas de la
misma en "graneros para el resto del país". De poco o nada han va-
lido, hasta hoy, las protestas de los científicos y de los planificadores
de largo plazo, haciendo notar que no hay evidencia alguna que so-
porte tales afirmaciones y que, en cambio, la casi totalidad de los
proyectos de colonización gubernamentales son pruebas palpables
de lo contrario. El costo ecológico de esa poi ítica es extraordinaria-

54
mente elevado. Se han conducido, desde 1980, seis grandes provee-
tos de colonización: Jaén-Bagua-San Ignacio, Huallaga Central y
Bajo Mayo, Pichis Palcazú, Alto Mayo, Alto Huallaga y Madre de
Dios. Implican, en teoría, la incorporación de millones de hectáreas
a la actividad agropecuaria. Pero gobiernos anteriores ya habían de-
sarrollado otros proyectos de magnitud comparable, otra vez en par-
ticular el Presidente Belaúnde (por ejemplo Tingo María-Tocache-
Campanilla). De éstos y otros asuntos vigentes se hablará más ade-
lante.

2. LAS HUELLAS HUMANAS

2.1 IMPACTOS GLOBALES EN LOS ECOSISTEMAS

La muchas veces aceptada visión de una Amazonía jamás


hollada por el hombre civilizado antes de la llegada de los españoles
y portugueses al continente es un error. Como se ha visto, además
de los pobladores nativos agrupados en naciones y tribus de evolu-
ción cultural típicamente forestal , la Amazonía peruana, en especial
la denominada Selva Alta, fue intensamente ocupada por grandes ci-
vilizaciones agrícolas.

Si se acepta como válida la especulación antes hecha, de que


unos 90 millones de hectáreas de la cuenca amazónica peruana po-
drían haber estado naturalmente cubiertos de bosques de estirpe
amazónica, se habrían transformado en antrópicos los ecosistemas
correspondientes a unos 21 millones de hectáreas. Este proceso es
atribuible a unos 3000 años de historia acumulada: Es más, es de
·suponer que la parte más gruesa de la destrucción de bosques co-
rrespondió a las civilizaciones pre-hispánicas que se desarrollaron en
particular en los flancos orientales y los valles interandinos del norte
y centro del Perú. En algunos casos, las áreas que deforestaron se
han recuperado forestalmente, aunque es fácil de reconocer que se
trata de bosques que fueron intervenidos, tal como ocurre en el Yu-
catán con los bosques que hoy recubren el territorio Maya. Esta mis-
ma afirmación cabe, según los investigadores (Misión Universidad de
Colorado [com. pers.] 1986), en el caso del Gran Pajatén (Rojas
1967). Pero ello está lejos de ser una situación generalizada y sólo
se da cuando no hay uso abusivo del fuego para quemar, anualmen-
te, la vegetación de las laderas. Esto último es el caso de las socie-
dades ganaderas. Obviamente, las civilizaciones que ocuparon la
aludida región norte, criaban llamas y alpacas. Además, desde mu-
cho antes, los pobladores andinos acudían al fuego para aumentar
las superficies pastoreables inclusive por animales salvajes (vicuña,
guanaco, venado, ciervo andino). Así es esencialmente como se de-
forestaron todos los Andes. La recolección de leña y la explotación
forestal para construcción y minería jugó inicialmente un papel se-
cundario en ese gran proceso.

55
Un caso excepcional de alteración de la vegetación original se
da en el lugar conocido como Gran Pajonal , donde decenas de miles
de hectáreas de lo que originalmente fueron sin duda bosques, se
han transformado en grandes "pajonales", con presencia de gram í-
neas duras (lmperata brasiliensis, Andropogon spp Rhinchospo-
ra spp) y del helecho Pteridium, entre otras herbáceas como Byr-
sonima, Leptocoryphium y diversas Melastomaceae (Denevan &
Chrostowski 1970, Scott 1974). El fuego utilizado, en este caso, por
los nativos Campa parece ser el gran responsable de esa formación
sui generis. Se trata de un uso del fuego ajeno a toda especulación
ganadera. Algunos lo han ligado a un intento de hacer proliferar ni-
dos de especies de hormigas del género Atta, las que son consumi-
das en abundancia por los nativos durante los vuelos nupciales (Ve-
larde [com. pers.] 1962).

A partir del periodo de la depresión y en especial del siguien-


te, en que se construyeron la mayor parte de las carreteras de pene-
tración, se han deforestado en la Selva del Perú más de 7 millones
de hectáreas. Esta extensión deforestada, sumada a los aproximada-
mente 14 millones de hectáreas cuya deforestación es atribuible a
, épocas anteriores (pre-hispánico, colonial y republicano temprano)
ha afectado ecosistemas de bosque nublado y otros propios de la
Selva Alta. Por ejemplo, han significado la virtual extinción de los
bosques de Podocarpus, que por su carácter especial y su fauna y
flora diferenciadas, bien podían ser considerados como ecosistemas.
Probablemente nun~a se sabrá del todo lo que la eliminación de tan
importante superficie boscosa significó en términos de extinciones.
Pero ocurrió en una de las áreas más accidentadas, donde cada va-
llecito tiene cierto nivel de aislamiento, en la que por ende debía de
haber mucha especiación. El impacto humano también ha sido gran-
de en los ecosistemas acuáticos, por ejemplo en las riberas de todos
los ríos en que se han asentado poblaciones que, además, utilizan
las "varzeas".

~.2 IMPACTOS EN LA FLORA

2.2.1 Domesticaciones e introducciones

Un primer impacto ambiental de la actividad humana es, por


cierto, el largo proceso de domesticación que precede la agricultura.
Los primeros habitantes de los bosques tropicales del neotrópico
emprendieron la tarea de escoger plantas útiles de las cuales, con
el correr del tiempo, llegaron a depender del todo. No es fácil de de-
terminar las especies que fueron domesticadas por las civilizaciones
mesoamericanas e introducidas posteriormente a la Amazonía de las
que se domesticaron en ésta, bien sea por las civilizaciones o por
las culturas forestales , casi todas las cuales también han hecho agri-
cultura en un grado u otro. Hay grandes dudas sobre el origen de la
palta (Persea americana) y del cacao (Theobroma cacao) , tan co-

56
munes cultivadas como silvestres en México y en la Amazon ía. El
origen amazónico de cultivos como yuca (Manihot esculenta) , coca
(Erythroxylon coca) , piña (Ananas spp. ), barbasco (Lonchocarpus
utilis) , chinchona (Cinchona otficinalis) , anonas (Anona spp.), pa-
paya (Carica papaya) , arracacha (Arracacha xanthorriza) , achiote
(Bixa orellana) , cocona (Solanum sessiliflorum) , pacae (lnga
spp.), pejibaye o pijuayo (Bactris gasipaes) , entre muchos otros, es
más claro aunque tampoco determinante. De Boer (1975) discute el
complejo caso de la yuca. También hay discusiones en relación a
cultivos como el plátano, cuyo origen asiático es ahora puesto en du-
das en beneficio de un posible origen amazónico.
En el rubro de las introducciones pre-hispánicas a la Amazo-
nía figuran, probablemente, frejol (Phaseolus spp.), paliar (Phaseo-
lus lunatus), maíz (Zea mays), algodón peruano (Gossypium peru-
vianum), ciertos ajíes (Capsicum spp.), tabaco (Nicotiana taba-
cum), etc. Después de la conquista se introduce prácticamente de
todo a la Selva. Los misioneros enseñaron a mantener huertos don-
de se cultivaban toda clase de hortalizas europeas, como coles, le-
chugas y rábanos. Los españoles y portugueses introdujeron tam-
bién café, té, cítricos, plátano, cocotero, mango, caña de azúcar, ár-
bol del pan (Artocarpus) y quizás también arroz, es decir especies
domesticadas de Europa, Asia y Oceanía.
En tiempos más recientes aparece el cultivo de jebe (Hevea
brasiliensis), especie local pero domesticada en Asia y se introdujo
yute, palma aceitera (Eiaeis guineensis) , soya, etc. De todos los
cultivos introducidos el más importante en la actualidad , por la exten-
sión que ocupa, es el arroz.

2.2.2 El caso de la chinchona o árbol de la quina

Durante el periodo misional el caso más notable de utilización


de los recursos vegetales silvestres es de la quina, cascarilla o chin-
chona (Cinchona otficinalis) que se hizo mundialmente famosa
para combatir la malaria cuando en 1638 le fue administrada a la
condesa de Chinchón, la esposa de- Don Luis Jerónimo Fernández
de Cabrera, conde de Chinchón y XIV Virrey del Perú . El uso de la
quinina empezó en Europa en 1542 y hacia 1561 se introdujo tam-
bién en Inglaterra. La explotación y la exportación de quina a Europa
adquirió gran importancia, hasta que las colonias asiáticas de Ingla-
terra y Portugal la cultivaron masivamente. En 1951 se exportó
41 ,168 kg. de cascarilla en corteza, lo que se redujo a 16,134 kg. en
1952 y a 6,055 y 8,650 kg., respectivamente, en 1953 y 1954 (Direc-
ción de Colonización y Bosques 1955). Es sorprendente que la qui-
na, pese a ser nativa del Perú , nunca fue cultivada con éxito en este
país. Existen dos especies de quina, además de la C.otficinalis:
C.oubescens y C.micrantha, pero ambas tienen menor valor.
Lo trágico con la quina, es que la explotación significa su tala
para proceder al descortezado total. Es así como esta especie ha

57
sido prácticamente erradicada de toda su área de distribución en
Ecuador, Perú y Bolivia, encontrándose en abierto proceso de extin-
ción, a pesar de que, irónicamente, figura en el escudo nacional del
Perú, junto con la vicuña, otra especie que casi se extingue. Si bien
ahora se le explota poco, su población natural no se recupera pues
ocurre en el área de Selva Alta donde más se ha deforestado. La ·
Universidad Nacional Agraria conduce actualmente un estudio sobre
esta especie con miras a conservar el escaso material genético aún
disponible, en especial en la Selva Alta del Sur (Lao [com. pers.]
1987), el que resulta esencial pues se ha constatado recientemente
que la chinchona asiática ha perdido eficiencia contra la enfermedad
debido a la ausencia de alcaloides complementarios que, en la bús-
queda por una mayor productividad del alcaloide más obvio, fueron
sacrificados en el proceso de selección genética.

2.2.3 El caso del caucho

El caucho, goma, jebe o shiringa, en el Perú , corresponde a


las siguientes especies: Hevea brasiliensis, la más importante por
su calidad ; H. guianensis, H. lutea, H. pauciflora, H. membrana-
ceae, microphylla, H. nítida y H. paludosa (Lao 1969). Otros auto-
res consideran la existencia de menos especies, pero añaden H.
benthamiana. Es difícil decir en qué proporción cada una de estas
especies fue explotada y m"ezclada, en mayor o menor grado, con
otras. La shiringa (H. brasiliensis) fue la más buscada, pero se
sabe que el llamado jebe débil (H. guianensis) también alcanzó
buena cotización. Lo primero a recordar es que los nativos conocían
desde siempre las propiedades del látex de esas especies, que utili-
zaban de los más diversos modos. Los propios misioneros y explora-
dores ya la habían hecho conocer en Europa. Pero es con la inven-
ción de los automotores y el descubrimiento de la vulcanización, que
apareció una rápidamente creciente demanda, que generó la época
del caucho.

Ya en 1862 se exportaban 2,088 kg. de goma elástica sólo de


Loreto. En 1866, se exportaron 11 ,847 kg. pasando a 58,584 kg. en
1870. Las exportaciones subieron a 540,529 kg. en 1884 y a
1'143,046 kg . en 1886, manteniéndose en ese nivel hasta 1900
cuando se exportaron a Europa y a EEUU 2'246,967 kg. Hasta 1905
se mantuvo, con altos y bajos, ese nivel de producción que volvió a
subir hasta 4'500,000 kg. en 191 O. A partir de 1911 las exportacio-
nes se fueron reduciendo gradualmente. De 1968 a 1976, se produjo
entre 153,504 kg . y 493,789 kg., con un promedio de 386,825 kg.,
que debe de mantenerse hasta la actualidad (San Román 1975).

La drástica reducción de la exportación de jebe en la década


de los años 1O se debió a la caída de los precios por la entrada en
producción de las primeras plantaciones asiáticas pero, probable-
mente, también a las malas artes de cosecha que muchos shiringue-
ros inescrupulosos aplicaron, _con afán de lucro rápido. Una sangría

58
abusiva o a veces, el sacrificio del árbol, eran prácticas harto fre-
cuente, con lo que la población de cauchos debió reducirse conside-
rablemente. Dicho sea de paso, los inventarios forestales que se
realizan actualmente, revelan las huellas de tales abusos y también
la escasez de la especie, en áreas en que ecológicamente les co-
rresponde ser comunes.

Muchos fundos gomeros se distribuían la explotación. Pero


también aparecieron en la Selva Baja los primeros fundos dedicados
a actividades agrícolas en escala mayor, para producir aguardiente
de caña, coca, carne de vacuno y otros productos, por los que había
demanda local y también externa.

2.2.4 La explotación maderera

Desde tiempos remotos se ha explotado madera en el Perú


amazónico. Es evidente que en la época pre-incaica ha existido ex-
plotación forestal para abastecer las necesidades locales y también
las de la arquitectura de las urbes andinas y también costeñas. En
Cusco, por ejemplo, tanto iglesias como palacios españoles ostentan
numerosas piezas estructurales y obras de arte hechas de maderas
amazónicas, entre ellas cedro (Cedrela odorata) , caoba (Swietenia
macrophylla) y nogal (Juglans neotropica), continuando una tradi-
ción que ya existía y que explica las enormes proporciones de los
techos de los palacios y cuarteles incaicos. Obviamente utilizaron
muchísimas otras especies, pero tal como hoy, aquellas fueron las
preferidas por su durabilidad y trabajabilidad .

El comercio de cedro y caoba ha disminuido drásticamente


por agotamiento del recurso. En efecto, la explotación siempre fue
de carácter selectivo y se orientó a especies semi-duras de mayor
demanda. La madera de Cedrela y Swietenia llegó a ser, por ejem-
plo en 1954, el 59.9% de la producción nacional de madera aserra-
da. El cedro aportaba por sí sólo el 50% de la producción nacional.
Sin embargo, en aquellos tiempos se extraía también tornillo (Cedre-
linga catenaeformis), ulcumano (Podocarpus spp.) y una mezcla
de especies que se denominaban corrientes y robles. Por entonces,
la antigua explotación del nogal (Juglans) ya la había enrarecido
mucho. Hasta hoy se extraen cedro y caoba, pero su aporte en tér-
minos absolutos y porcentuales se ha vuelto muy poco significativo,
demostrando una sobre-explotación que ya han denunciado interna-
cionalmente Knees y Gardner (1983), además de innumerables ex-
pertos peruanos. Otras especies están ahora de moda, aunque hay
Ufila clara pero lenta tendencia a la diversificación.

Un caso muy dramático de sobre-explotación es el de los Po-


docarpus (P. glomeratus, P. oleifolius, P. utilior), que en 1954 to-
davía aportaban el 12.6% de la producción de madera aserrada, sien-
do hoy una especie casi sin representación en la estadística. Para
la casi desaparición de los rodales de Podocarpus, como en el caso

59
del nogal , han jugado por igual la extracción y la destrucción de los
ecosistemas por agricultura migratoria e instalación de past al es.
Los podocarpales son uno de los ecosistemas más amenazados de
la Selva Alta, pese a su gran interés por su flora y fauna particula-
res .

Con caracteres menos trágicos, pero reveladores, merece ex-


plicarse el caso de los rodales de cetico (Cecropia spp.), una espe-
cie pionera que crecía en grandes áreas a lo largo de los ríos de la
Selva Baja, como parte de los procesos sucesorios ribereños. En la
década de los 60 se instaló una pequeña planta de pulpa y papel en
Pucallpa para explotar ese recurso. Otra vez se hicieron estudios y
buenos planes de manejo que jamás se aplicaron (González .y Ma-
lleux 1966). Al fin, la industria agotó el recurso del Alto Ucayali y
quebró, no sin antes explotar otras especies valiosas como producto-
ras de gomas y resinas. Obviamente el cetico no se ha extinguido,
pero sumando a las explotaciones caóticas como aquella, la ocupa-
ción de las mismas áreas para cultivos de arroz, hay un cierto riesgo
al mediano plazo.

Más recientemente se ha producido otro caso con la lupuna


(Ceiba pentandra) , que fue "descubierta" como excelente para ha-
cer laminados. La especie no se usaba 20 años atrás. Pero su ex-
tracción pasó de 8,761 M3 en 1968 a 20,000 M3 en 1971 y a 44,190
M3 en 1976. Desde entonces empezó a disminuir a medida que los
gigantes árboles que adornaban las riberas sucumbían ante las mo-
tosierras. Entre 1978 y 1981 se produjo un promedio anual de
28,660 M3 y después empezó a acentuarse la escasez. Hoy la in-
dustria está en grave crísis.

2.2.5 Otras especies explotadas de la flora

Los nativos amazónicos utilizan hoy, como miles de años


atrás, la flora silvestre para los más diversos propósitos, como tan
bien lo han ilustrado los antropólogos (Denevan 1971 , Berlin 1977,
1979, Tournon y Reátegui 1984, etc.). Por su población aparente-
mente nunca muy elevada y por su tecnología de agricultura migra-
toria siempre en pequeña escala, así como por la permanente rota-
ción de áreas de explotación de recursos silvestres, su impacto am-
biental nunca ha sido muy grande. Entre las especies silvestres que
han explotado en forma especial , desde tiempos remotos y hasta el
presente, merecen mencionarse algunas de las que conforman las
mezclas que se ~onocen como curare (Strychnos toxifera, S. cas-
telnai, Cocculos amazonum, Abuta rufescens) , ayahuasca (Ba-
nisteriopsis sp.) , quina (Cinchona officinalis), atadijo (Trema mi-
crantha) , tamishi (Carludovica), ampihuasca (Chondodendron),
etc. El curare se sigue extrayendo y se exporta, con propósitos me-
dicinales, desde hace mucho tiempo. Entre 1952 y 1954 se exporta-
ron 3,952 kg. En la actualidad aún se le exporta.

60
La situación fue probablemente muy diferente con las civiliza-
ciones que se instalaron en la Amazonía, aunque como es lógico,
resulta hoy difícil de cuantificarlo. El hecho de que tales civilizacio-
nes no se mantuvieran, como en el caso del Gran Pajatén, hacen
presumir que utilizaron abusivamente de los recursos naturales, en
especial del suelo, pero también de la flora silvestre. La madera, las
plantas resinosas y las medicinales, entre otras, deben de haber sido
sobre-explotadas, tal como ocurre en la actualidad .

Ya en tiempos coloniales, San Román (1975) explica como de


la misión de San Joaquín de Omaguas y también de otras, se expor-
taban a otros lugares de la colonia productos de origen vegetal como
hamacas y chambiras. Estas son , sin duda, confecciones de fibras
de palmera, tal como se estila hasta el presente (probablemente As-
trocaryum chambira, entre otras) . También comerciaban bodeque-
ras (?) y tacinas (?). Después de la expulsión de los jesuitas, la
Amazonía es invadida por los comerciantes del río o "regatones",
que operan hasta hoy. Ellos intercambiaron con los nativos, en con-
diciones desventajosas para estos últimos, una gama de productos
mucho mayor, que incluye los antes mencionados y también bálsa-
mo (Myroxilon balsamum, M. peruvianum) , copal (Protium spp.) ,
esteras de shapaja (Scheelea sp.), zarza o zarzaparrilla (Smilax
spp.), brea (probablemente Protium llewelynii, quizás también
Symphonia globulifera) , etc. Poco después empezaron a exportar
también algodón , probablemente el primer producto cultivado que sa-
lió de la Amazonía peruana.

. .
Sin repetir que los nativos ya aprovechaban todas esas espe-
cies y que· algunas de ellas fueron utilizadas en cierta medida fuera
de la Amazonía por las culturas pre-hispánicas y durante el colonia-
je, muchas especies empezaron a ser explotadas masivamente en
sustitución o complemento del caucho. La mayoría de ellas conti-
núan siendo explotadas y exportadas hasta la actualidad. Destacan
nuez del Brasil o castaña (Bertholletia excelsa) , aceite de palo rosa
(Aniba roseadora) , resina de ojé (Ficus anthelmintica) , tagua o
marfil vegetal (Phytelephas macrocarpa) , corteza de chuchuhuasi
(Heisteria pallida), leche caspi (Couma macrocarpa) , balata (Ma-
nilkara bidentata) , caucho blanco (Sapium marmieri) , goma de za-
pote (Quararibea spp.) , palmito de huasai o chonta (Euterpe preca-
toria) y, más recientemente, toda clase de plantas ornamentales, en
especial orquídeas, así como medicinales. Entre estas últimas está
ahora muy en boga la sangre de grado (Croton draconoides), que
es un árbol pionero relativamente común.

De las arriba mencionadas, felizmente, la recolección de fru-


tos de castaña no tiene un impacto excesivamente perjudicial en la
población de la especie, aunque por cierto no estimula su regenera-
ción. Entre 1968 y 1984 se han producido de 1,041 a 4,836 TM de
castaña en cáscara, con un promedio anual que bordea las 2,800
TM equivalente a unos 939 TM de castaña pelada por año.

61
La explotación de Aniba roseadora es otro ejemplo desastro-
so, que ha conllevado la extinción comercial de la especie. Es intere-
sante mencionar que Tello, en 1942, ya indicaba la necesidad de re-
forestar con esa especie, lo que jamás se hizo. Entre 1952 y 1954,
se exportaron 217,364 kg . de aceite de palo rosa (Dirección de Colo-
nización y Bosques 1955), del que entre 1968 y 1976 se exportaron
9'809 ,695 kg . (DGFF 1977). La situación actual es indeterminada.

Otro ejemplo de explotación agotante es el del palmito. Pese


a que se han hecho planes de manejo detallados (Universidad Na-
cional Agraria 1973), estos jamás fueron aplicados por las empresas
. conserveras de lquitos, que después de exterminar los recursos lo-
cales se han visto obligadas a cerrar. Sin embargo, la explotación
continúa.

La explotación de leche caspi (2'452,689 kg de 1968 a 1976),


de balata (32,136 kg . en el mismo lapso) y de ojé (351 , 965 kg) ,
continúa y tiene un evidente impacto recesivo en las poblaciones
nuevamente a consecuencia de técnicas abusivas de sangría. Vale
la pena recordar que de 1952 a 1954, se exportaron nada menos
que 2'156,865 kg . de leche caspi a EEUU , Gran Bretaña y Australia.
Por entonces, en cambio, se explotaba menos ojé pero más balata.

El Perú carece de estudios serios sobre el volumen y la im-


portancia social, económica y ecológica de la explotación de lo que,
con desprecio absurdo, se siguen llamando productos forestales se-
cundarios. Como ya se demostró (Doúrojeanni 1972), existe una tre-
menda subvaloración de los arriba mencionados productos, al igual
que los de la fauna silvestre. Esto acentúa su depredación y facilita
burlar al fisco.

2.3 IMPACTOS EN LA FAUNA

2.3.1 Animales domesticados

En este caso no vale la pena discutir el impacto ambiental de ·


las especies domesticadas nativas de la Amazonía, pues todo indica
que la única especie que llegó a ser semidomesticada es el pato de
berberia (Cairina moschata) . En cambio, desde tiempos pre-hispáni-
cos la Selva ha sufrido el impacto grande de las especies introduci-
das, inicialmente llamas y alpacas en la parte alta y luego bovinos,
en todas partes. También fueron introducidos equinos, ovinos, capri-
nos, cerdos, gallinas, patos, cuyes, pero ninguna a impactado tanto
el paisaje y la flora como los primeros. Los requerimientos de ali-
mentación de los vacunos son culpables de la mayoría de los millo-
nes de hectáreas que se queman anualmente, llevando rápidamente
a su total degradación.

62
2.3.2 Caza, pesca y alimentación humana

Este tema ha sido ampliamente tratado por Dourojeanni


(1985) , Pierret y Dourojeanni (1966, 1967), Gaviria (1981) y Rios et ·
al (1973). Estos estudios han demostrado la importancia tradicional
y actual de la caza y la pesca para los nativos y los colonos bien
asimilados a la Selva. Hay evidencias notables de avanzadas técni-
cas de manejo de la fauna y de rotación de campos de caza; esta-
blecimiento y control de cuotas, tamaños y sexos, mediante tabúes
sabiamente dispuestos; y de otras medidas importantes para la con-
servación del recurso , aplicadas por las diferentes tribus amazóni-
cas. El periodo del caucho fue , por cierto, un muy mal momento para
la fauna, situación que se repitió con la exploración del petróleo y
que es, en menor proporción, crónica con la explotación maderera.
En efecto, en esas situaciones los trabajadores no sólo presionan
desmedidamente sobre la fauna que usan como alimento, sino que
también cazan especies peleteras, con las que mejoran sus ingresos
económicos.

La caza con fines alimenticios aún no parece haber provoca-


do ninguna extinción . Animales relativamente grandes como sajino
(Tayassu tajacu) , huangana (T. pecari) , venado (Mazama america-
na) , tapir o sachavaca (Tapirus terrestris) , ronsoco (Hydrochoerus
hydrochaeris) o los más pequeños como majaz (Cuniculus paca),
añuje (Dasyprocta) , motelo (Geochelone), armadillo o carachupa
(Dasypus) , que son los que más se consumen, no enfrentan riesgos
de extinción aunque muchos de ellos se encuentren raramente o
nunca en áreas muy batidas . La falta de alimentos alternos para los
nativos tribales y su mayor habilidad para cazar, han provocado que
en ciertas áreas densamente ocupadas por ellos la fauna llegue a ni-
veles de escasez extrema. Tal es el caso en el Gran Pajonal, en la
Selva Central , donde residen grandes núcleos Campa (Denevan
1971 ).

Un caso diferente se ha dado con la charapa (Podocnemis


expansa) y otras tortugas fluviales del mismo género. Su intensa ex-
plotación, por carne, aceite y huevos es tan antigua como el hombre
en esa región y los excesos históricos acumulados han acabado,
prácticamente, con la primera de las especies nombradas que hoy
es una delicada rareza gastronómica. En las misiones jesuitas, por
ejemplo, se organizaban grandes expediciones que iban del norte
hasta las playas del río Ucayali,... "llevando tinajones ... recolectaban
millares de huevos , que se aplastaban en las canoas, recogiendo la
manteca que se desprend ía de ellos y recolectándolas con conchas
en los antes citados tinajones que cerraban con hojas de bijao ... y
cuando sal ían en otras playas charapas, a dos manos volcaban
cuantas querían, pues salen a millares ... y hacían balsas en donde
las ponían unas sobre otras, de ciento por ciento .. con que en unos
15 o 20 días, bien proveídos de ellas y tazas llenas de charapillas
tiernas, bajaban el río ... Los indios tenían sus charaperas, en que
pon ían muchas charapillas , cubiertas con chozas pajizas, echándo-

63
les hojas o gramalote, las mantenían gordas todo el año, como una
despensa segura para todo trance". Esta excelente descripción obte-
nida por San Román (1975), revela por una parte una tremenda ex-
plotación y por otra los atisbos de un zoocrianza. Este mismo autor
destaca que la manteca de tortuga era objeto de comercio en esa
época, como siguió siéndolo mientras existían .

El pescado seco o salado era otro rubro de comercio impor-


tante en las misiones, tal como lo era la cera, aunque no se tiene
certeza de si se trataba de cera de abejas silvestres (Melipona o
Trigona) o de cera vegetal (extraída de la planta conocida como abi-
lla o sebo vegetal, de la que hasta hace poco se fabricaba en lquitos
un buen jabón). La pesca se practicaba .con cube o barbasco y po-
día implicar operaciones muy importantes. Tal parece, sin embargo,
que su uso no implicó merma en la diversidad de los recursos gené-
ticos acuáticos. Más bien eso ha sucedido en tiempos mucho más
recientes con la pesca semi-comercial del paiche (Arapaima gigas)
que es la única especie de pez cuya población está demostradamen-
te en grave crisis. Pero, a consecuencia de la sobrepesca, de la con-
taminación petrolera y minera, de la deforestación de riberas, de la
grave alteración de los regímenes hidrológicos y de la excesiva car-
ga sedimentaria, causadas estas últimas por la deforestación y las
inadecuadas prácticas agropecuarias en la Ceja de Selva y Selva
Alta, el potencial pesquero de la Amazonía peruana está decayendo
rápidamente. Otra especie acuática cuya escasez se debe probable-
mente a su caza con fines alimenticios es el manatí o vaca marina
(Trichechus inunguis).

2.3.3 Comercio de pieles y cueros

Este ha sido estudiado en el Perú por Hvidberg-Hansen


(1970) y Dourojeanni (1972), revelándose su extraordinaria magni-
tud. De lquitos se exportó oficialmente, entre 1962 y 1966, la canti-
dad de 690,219 cueros de Tayassu tajacu. En ese lapso, en total,
salieron legalmente de ese puerto 1'392,680 pieles y cueros, pero
probablemente una cifra igual salió de contrabando. Si bien algunas
especies soportaban bien, por entonces, la presión de caza, otras
entraban ya en un franco proceso de aniquilación. Por ejemplo, en
1959 se exportaron 1,114 pieles de la valiosa Pteronura brasilien-
sis mientras que en 1969 apenas se exportaron 47. El caso de los
caimanes Melanosuchus niger y Caiman sclerops es del todo si-
milar: Respectivamente 16,206 y 32,460 ejemplares en 1962 y sólo
2,646 y 4,302 en 1962.

2.3.4 Comercio de animales vivos

Adquirió auge cuando se acabó la extracción masiva de cau-


cho. En 1969 se exportaron oficialmente 135,268 unidades ocultán-

64
dose al fisco un número que probablemente duplicada esa cifra, a lo
que también es necesario adicionar las cuantiosas pérdidas en la
captura, transporte y almacenamiento. Monos y loros representaban
más del 80% de ese tráfico que involucraba a no menos de 130 es-
pecies diferentes, variables año a año (Hvidberg-Hansen 1970, Grim-
wood 1969, Dourojeanni 1972). En el año 1973 el gobierno peruano
vedó en forma tajante toda explotación comercial de la fauna amazó-
nica, autorizando únicamente la de subsistencia y la científica.

2.3.5 Otros usos de la fauna

Los científicos y las necesidades de la medicina, brujería o


magia local han impuesto una presión altamente selectiva sobre la
fauna. La caza que realizan los primeros se refiere en general a es-
pecies raras y suele revestir un carácter tan depredatorio como el de
los comerciantes a los que los científicos gustan denunciar. Su ac-
ción , es cierto, se refiere más a invertebrados que a vertebrados. En
cuanto a la presión de usos tradicionales, esta puede ser severa. El
achuni (Procyon) , un animal que no brinda ni carne ni piel , es des-
piadadamente perseguido por las supuestas virtudes afrodisiacas de
su pene macerado en aguardiente. Este es el caso, también, para
los bufeos (Sotalia fluvatilis, lnia geoffrensis) , cuya grasa sirve
para la "pusanga", ritual mágico con fines sexuales. La chicharra ma-
chaco (Lanternaria servillei) es aniquilada por su supuesto carácter
letal, siendo en realidad un homóptero inofensivo, aunque consp i-
cuo. El ya raro Priodontes giganteus es buscado no por su carne,
que es hedionda, sino por su caparazón, como sucede con otros ar-
madillos. Por otra parte los nativos, que usaban ciertas especies
para adorno (plumajes, élitros brillantes, dientes, escamas, etc.) aho-
ra los fabrican masivamente para venderlos. El caso de las hermo-
sas mariposas Morpho es bien conocido. En el Perú empieza a ha-
cerse rara el ave nacional, que es el gallito de las rocas (Rupicola
peruviana) , pues sus plumas son adorno de cuadros y de ;:tbanicos.

65
La cuenca amazónica,
en su parte alta, ha
sido ocupada desde
antiguo y sus tierras
mal usadas, provocando
erosiones tan graves como
esta, en el valle del Urubamba.
(Foto Dourojeanni).

La cuenca alta de la Amazonía posee


innumerables vestigios de una ocupación intensa,
que ha transformado los patsajes forestales originales
en pastoriles, como éste, cerca a Paucartambo, en Cuzco.
(Foto Dourojeanni)
El arqueólogo Kauffmann ha calificado
la deforestación masiva de la Selva Alta como un proceso de
"serranización", que ya se habría producido desde tiempos
remotos. Vista de la Selva Central.
(Foto Dourojeanni).

Los nativos ocupan la Amazonía desde


tiempos inmemoriales y desarrollan una agricultura migratoria bien
adaptada al medio, como la que se observa
entre los Campas del río Ene.
(Foto Dourojeanni).
El Gran Pajonal, cerca a Obenteni, es una formación herbácea
antrópica, ligada a la cultura Campa.
(Foto Dourojeanni).
TITULO IV

LO QUE SUCEDE AHORA


Y SUS TENDENCIAS
IV LO QUE SUCEDE AHORA Y SUS
TENDENCIAS

En este capítulo se resumirá lo que está aconteciendo actual-


mente en la Amazonia peruana. Se describirán los principales he-
chos y la forma en que se desenvuelven, en especial su impacto en
los recursos naturales renovables. El ejercicio pretende establecer
una suerte de diagnóstico sobre cuya base se pueda proyectar un
escenario previsible. No se requiere de ninguna varita mágica para
saber que, de no modificarse drásticamente el estilo de desarrollo
que se viene aplicando, el progreso no podrá sostenerse y que co-
lapsará. Lo importante es tener una noción de la magnitud de los
procesos degradantes y por ende de las formas que revestirán sus
consecuencias y de los plazos en que es previsible se produzcan.

1. LAS DIMENSIONES DE LA ACTIVIDAD


AGROPECUARIA Y SU IMPACTO AMBIENTAL

De todas las actividades económicas, la que más impacto tie-


ne en la Amazonia es la agropecuaria. Toda la deforestación produ-
cida en el pasado remoto o reciente es atribuible directa y exclusiva-
mente a la agricultura y a la ganadería. Es importante destacar este
hecho pues gran parte de la opinión pública cree que la explotación
forestal es responsable de la deforestación. La prensa, en especial,
es culpable de esa tergiversación que parte del simplista razona-
miento de que la actividad que corta árboles necesariamente defo-
resta. Esa idea proviene de países templados, donde la explotación
forestal se hace a veces a tala rasa. Pero ese nunca ha sido el caso
en el Perú donde la extracción forestal en la Selva siempre fue de
tipo selectivo o "descremado", en la jerga forestal. El bajísimo volu-
men de madera extraído por hectárea sólo deja huellas que, por
cierto, ningún lego podría percibir un par de años después de produ-
cidas. Lo que si hay, como se expondrá luego, es un aprovecha-
miento de los caminos de extracción forestal por parte de los agricul-
tores migratorios.

Nadie sabe, a ciencia cierta, cuántas hectáreas cultivadas o


pastoreadas existen en la Selva. El censo agropecuario de 1972 re-
veló la existencia de 510,800 ha.bajo uso agrícola, de las que efec-
tivamente se cultivaban 406,500 ha (cuadro 10) . Dicho censo encon-
tró 424,600 ha·. con pastos. Informaciones más recientes (Maletta et
al 1984), indican la existencia de 494,200 ha-~ efectivamente cultiva-
das y de 172,240 ha· con pastos (cuadro 11 ). Las contradicciones
entre ambas fuentes son evidentes. La variación más notable se re-
fiere a las tierras con pastos. En ese sentido, la información del cen-
so parece más confiable que la de Maletta et al (1984) pues no se

69
CUADRO 10

USO DE LA TIERRA EN LAS UNIDADES AGROPECUARIAS DE


SELVA SEGUN EL 11 CENSO NACIONAL AGROPECUARIO DE
1972 (en miles de hectáreas)

USO DE LA TIERRA SELVA RE PUBLICA

Agrícola 510.8- 3,436.1


----
Cultivos en limpio 238.7 1,979.0
Cultivos permanentes 167.8 292.7
Barbecho 63.7 436.1
Descanso 41.2 728.3
Pecuario 424.6 15,370.1
Pastos cultivados 92.1 241 .2
Pastos naturales 332.5 15,128.9
Montes y bosques 1,293.2 3,083.4
Otras 103.1 1,580.5
Sin información 2.1 75.0

TOTAL 2,334.4 23,545.1

Fuente: ONEC (1975)

CUADRO 11

SUPERFICIE EN PRODUCCION AGROPECUARIA Y


FORESTAL EN LA SELVA (en miles de hectáreas) EN 1979

Agricultura .4!M.20
Cultivos en limpio 270.22
Cereales 143.31
Frutas 61.75
Hortalizas 2.64
Legumbres 1.03
Menestras 12.32
Tuberosas 29.06
Industriales 20.08
Otros 0.18
Cultivos permanentes 223.98
Ganadería 172.24
--
Pastos cultivados 172.24
Forestería -
0.23
-
Reforestación 0.23
TOTAL 666.67

_Fuente: Maletta et al (1984)

70
mantienen 352,500 cabezas de vacuno, que según la misma fuente
existen en la Selva (cuadro 30), en 172,240 ha; de pasto. El prome-
dio de capacidad de carga en la Amazonía es de menos de 0.5 U.A/
ha, incluyendo los pastos abandonados (Dourojeanni 1982, 1986) y
de alrededor de 1 U.A./ha si no se consideran éstos; pero no de más
de 2 U.A./ha. Otra deficiencia obvia, que se discute en detalle más
adelante, es que las estadísticas no consideran la extensión de los
cocales, que son cultivos permanentes, indicando que existen ape-
nas 225,976 ha:, de cultivos permanentes, de lo que 148,874 ha.
(67%) son sólo de café. En realidad, existen probablemente unas
200,000 ha: de coca, que deben ser añadidas.

Basándose en lo anterior y sin entrar en otras consideracio-


nes, puede afirmarse que se cultivan y pastorean por lo menos
1'100,000 har y quizás, tanto como 1'500,000 hat en la Selva del
Perú. De esto, unas 700,000 ha;,se dedican a la agricultura. Lama-
yor parte de las tierras cultivadas, más de 400,000 ha, deben ser
cultivos permanentes, incluida la coca. El resto, unas 300,000 ha, es
dedicado a cultivos en limpio, rubro que también parece estar muy
subdimensionado en las estadísticas. La actividad pecuaria debe
abarcar como mínimo unas 400,000 ha efectivas.

Las estadísticas no sólo fallan en indicar la verdadera dimen-


sión de la agricultura y la ganadería sino que brindan cifras absurdas
para lo que califican de tierras en barbecho y descanso. El censo
agropecuario de 1972 (cuadro 10) señala que unas 105,000 ha de
la Selva se encuentran en esas condiciones, es decir el 21% de la
superficie bajo uso exclusivamente agrícola, lo que es obviamente
muy poco. Pero, observando las estadísticas de Maletta et al (1987)
para departamentos como San Martín y Loreto, se indica que no hay
tierras en barbecho. La misma fuente indica 2.2% para Madre de
Dios y 0.9% para la provincia de Oxapampa. Es decir que el censo,
pero principalmente las estadísticas anuales del Sector Agrario fallan
completamente en revelar la intensidad de uso de la tierra habilitada
, para la agricultura.

En el cuadro 11 se indican los principales cultivos de la Ama-


zonía peruana, exceptuando la coca que es el que ocupa la mayor
extensión. Le siguen en importancia el café, el maíz y el arroz. El
cuadro no menciona específicamente algunos otros cultivos impor-
tantes en la Selva como los frutales perennes, plátano, té, cacao,
palma aceitera, piña, etc. Merece ser mencionado que la proporción
de leguminosas es baja, ya que ellas -ocupan apenas el 5.6°/o de las
tierras cultivadas. '

1.1. EL ASENTAMIENTO RURAL OFICIAL

La expansión de la frontera agrícola, en la Selva, se origina


por acción estatal o por iniciativa privada o, lo que es más común,
por una combinación de ambas. La acción estatal es, en general, el .

71
punto de origen de las iniciativas privadas, pues estas últimas de-
penden de la infraestructura vial. En el gráfico 2 se ha intentado
mostrar, esquemáticamente, las diferentes opciones y modalidades
que reviste la expansión de la frontera agrícola en la Selva. Primero
debe distinguirse entre los asentamientos antiguos y los recientes
(en el último cuarto de siglo). Los primeros están constituidos, obvia-
mente, por los nativos, con comunidades tituladas o no; por los lla-
mados ribereños, es decir descendientes de los primeros europeos
y muchas veces mestizos con sangre nativa o nativos aculturados,
que ocupan las tierras aluviales a lo largo del sistema hidrográfico de
la Selva Baja y que tienen predios de medianos a pequeños o que
utilizan los barreales (San Román et al 1976, Hiraoka 1985, 1986)
y-, finalmente, por lo que se puede llamar colonos antiguos, es decir
los primeros asentamientos organizados, como los de Chanchamayo
(1841 ), Pozuzo (1859), Oxapampa (1891 }, Villa Rica (1923) así
como La Convención, Satipo, Jaén, Bagua, etc.

Los asentamientos recientes, estatales o principalmente esta-


tales, pueden dividirse en dos grupos, según su origen sea militar o
civil. Entre los primeros están los asentamientos fronterizos, que im-
pulsa el Ejército, en un afán de crear fronteras vivas principalmente
en base a licenciados de sus filas. Los principales son Alto Marañón,
Angamos, Cantagallo, Breu, Esperanza y Tahuamanu. Han tenido
poco éxito debido a la falta de consideración al potencial de los re-
cursos, a su incomunicación y a la presencia cercana de asenta-
mientos brasileños, completamente subvencionados y mucho más
desarrollados. Los asentamientos de origen civil (Ministerio de Agri-
cultura u Oficina del Primer Ministro, según los gobiernos) son, de
lejos, los principales. La acción oficial gira en torno a la construcción
de la infraestructura vial y muchas veces se ha limitado a eso. La
colonización más importante de la década de los 60 fue la denomi-
nada Tingo María-Tocache-Campanilla, que bajo muchos aspectos
fue un fracaso (Ministerio de Agricultura 1974, Martínez 1976). Otra,
también de entonces, que dio mucho que hablar y que aún se man-
tiene como proyecto, es la de Jenaro Herrera (Martínez 1981 ). Tam-
bién merecen ser mencionadas las de Pichari, en la margen derecha
del río Apurímac; Marichín-río Yavarí (Caballococha) y Alto Mara-
ñón-río Nieva, entre otras menos importantes. Martínez (1976) ha
efectuado un análisis excelente de todas las colonizaciones mencio-
nadas, que exime al autor de dar mayor tratamiento al tema. Otros
estudios, más recientes, también discuten las colonizaciones dirigi-
das de ese periodo (Aramburú 1982}.

Los proyectos especiales actualmente en marcha (cuadro 12}


son 1O que abarcan una superficie de casi 8 millones de hectáreas,
de la que 1'605, 125 ha están priorizadas para beneficiar a unas
125,000 familias en un plazo variable de proyecto a proyecto. Con
excepción del Proyecto Huallaga Central y Bajo Mayo, que es de
1978, todos fueron concertados entre 1981 y 1984 por un monto to-
tal de 500 millones de dólares, de lo que el 56.1% es endeudamien-
to externo (INADE 1986). Pese a que estos proyectos están lejos de
ser perfectos, debe reconocerse que en la mayoría de ellos se ha

72
Amazo na:., Uca IJa h ,
Asent6mientos Marañón ,Pachlteá ,etc
6nt iguos Poz uzo ,Oxa pa mapa
Cha nc ha mago
Satl po ,Jae n, Bag ua,
La Convención,etc
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O - ~ 6SOCi Ot i YO
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y Propiedod H.Comunidades Nativas
comun61 Comunidades Campesinas
J
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e
E
..... HAgricultores migrotorios
~
o
~

-e
Gráfico 2. Representación esquem áttca de las opctones de asenta mi ento rural en la Se lva
del Perú

73
hecho un esfuerzo serio por corregir, por lo menos a nivel de inten-
ciones declaradas, los errores que caracterizaron las colonizaciones
dirigidas de las décadas previas. Por ejemplo, aunque definitivamen-
te insuficientes, casi todos ellos cuentan con componentes forestales
y ambientales y han tomado mucho más en serio temas como el de
la clasificación de tierras. Además, como debe ser, se ha dado me-
nos peso a la ganadería extensiva.

CUADRO 12

PROYECTOS ESPECIALES EN LA SELVA

Superficie Area Priori- Familias


PROYECTO (hás.) zada (hás). Beneficiadas

1. Huallaga Central y Bajo Mayo 864,145 281,805 24,000


2. Integral de Desarrollo Huallaga Central (1) - - -
3. Alto Mayo 770,000 121 ,000 12,000
4. Pichis-Palcazú-Pachitea 1'774,900 352,200 10,000
5. Oxapampa 455,000 32,000 6,000
6. Satipo Chanchamayo 730,000 138,540 15,000
7. Alto Huallaga 1'052,218 210,000 12,000
8. Jaén-San lgnacio-Bagua 1'619,886 349,580 35,000
9. Ucayali, Chontayacu y Purús (2) - - 10,000
1O. Madre de Dios 450,000 120,000 1,000
TOTAL 7'716,149 1'605,125 125,000
NOTAS: (1) Los beneficiarios se incluyen en el Huallaga Central y Bajo Mayo y el
Alto Mayo por ser la misma área de influencia.

(2) Es un Proyecto de rehabilitación de servicios y no de desarrollo agropecuario y fo-


restal.

La información disponible no indica con claridad las metas ni


los plazos de incorporación de tierras nuevas a la producción y aún ·
menos las que han sido alcanzadas en cada proyecto. Sumando los
datos publicados pareciera que, sin el Pichis-Palcazu, que es el pro-
yecto más ambicioso, se buscó una incorporación de unas 26,500
ha/año. Incluyendo el indicado proyecto, cuya meta declarada de
1'200,000 ha nuevas se prorrateó sobre 20 años, la meta anual po-
dría ser de 86,524 ha. Esto parece francamente excesivo para un
país que, a duras penas, incorpora anualmente menos de 3,000 ha/
año en la Costa. No obstante, entre 1980 y 1987 se han deforestado
alrededor de dos millones de hectáreas de bosques amazónicos,
principalmente en el área de influencia de los proyectos especiales.
La pregunta es qué proporción de esa deforestación es fruto de una
decisión oficial planificada y cuánto es obra de los agricultores mi-
gratorios, es decir de los informales.

74
COLOMBIA

ECUADOR

BRASIL

GRAFICO 3

PROYECTOS ESPECIALES
EN SELVA e(
>
...J
1. JAEN - SAN IGNACIO - BAGUA o
2. ALTO MAYO
co
3. HUALLAGA CENTRAL - BAJO MAYO
4. ALTO HUALLAGA

5. OXAPAMPA

6. PICHIS - PALCAZU - PACHITEA

7. SATIPO CHANCHAMAYO

8. MADRE DE DIOS
9. CHONTAYACU - PURÚS - UCAYAU

lB CHILE
1.81 ZONAS PRIORIZADAS

FUENTE: INADE (1983) - Carretera Marginal • • •

75
Los asentamientos estatales también revisten otra forma: los
predios estatales, que merecen ser citados ya que abarcan una pro-
porción significativa de las tierras bajo uso agropecuario de la Selva.
Entre ellos están las haciendas de Ganadero Amazonas, las planta-
ciones de palma aceitera de Endepalma, los predios del Ministerio
de Agricultura para investigación agraria, los predios universitarios
como los de la Universidad Nacional Agraria en San Ramón, Tarapo-
to y Satipo y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (IVI-
TA), no lejos de Pucallpa, etc.

Los asentamientos principalmente privados rara vez se ongl-


nan con dinero privado, aunque el esfuerzo y el gerenciamiento lo
son. Se puede distinguir entre ellos la gran y mediana propiedad,
bien sea de personas jurídicas o naturales. Entre las primeras mere-
ce mención el caso de Palma del Espino, dedicado a la palma acei-
tera. Los predios de tamaño mediano, poseídos por persona~ natu-
rales dedicados principalmente al cultivo de café y arroz, son los que
más éxito han tenido en desarrollar agricultura sostenida en la Selva,
en especial en la Selva Alta. La pequeña propiedad privada tiene
más dificultades pero en algunos lugares evoluciona bien . Otro rubro
importante de propiedad privada es el constituido por formas asocia-
tivas (sociedades agrícolas de interés social, cooperativas agrarias
de producción, empresas de propiedad social) y comunales (comuni-
dades nativas, comunidades campesinas).

1.2. EL ASENTAMIENTO RURAL INFORMAL: AGRICULTURA


MIGRATORIA

En el ámbito de los asentamientos planeados por el Estado y,


en particular, alrededor de ellos, se asientan ilegalmente un número
proporcionalmente abrumador de familias de agricultores. Ocupan
desordenadamente la tierra que eventualmente podría haberles sido
adjudicada pero en especial ocupan la tierra calificada como inapta
para la agricultura o la ganadería que, sin embargo, es servida en
un grado u otro por infraestructura vial construida por el Estado o .POr
los extractores forestales. Por otra parte, esos campesinos sin tierra
pueden introducirse a distancias grandes de todo camino carrozable
para hacer sus chacras, sobre todo cuando saben que en un futuro
previsible alguna carretera atravesará el lugar. Andando el tiempo,
esas invasiones de tierras públicas, en especial bosques de produc-
ción y protección, de tierras de comunidades nativas y también de
personas privadas, terminan inevitablemente siendo reconocidas y
legalizadas por el Ministerio de Agricultura, en un proceso que co-
mienza con el otorgamiento de un certificado de posesión, que es
dado sin ningún reconocimiento de campo y en base a una cartogra-
fía precaria y que continúa con el reconocimiento de la deforestación
y quema como una "mejora", en lugar de ser motivo de sanción,
como lo señala la legislación. En realidad, aún los proyectos espe-
ciales más importantes caminan detrás de esos invasores, siendo
que cuando otorgan títulos de propiedad casi siempre lo hacen a

76
campesinos que primero se "sirvieron solos". A eso se llama, en jer-
ga estatal, la racionalización del uso actual mediante el catastro y la .
titulación.
Los agricultores informales tienen su origen en migraciones
internas, principalmente de la Sierra, tema que ha sido profusamente
tratado por Martínez (1969, 1969a, 1976), Aramburú (1982), Aram-
burú y Bedoya (1986), Recharte (1982), entre muchos otros. Tratar
de migraciones internas, agricultura informal y agricultura migratoria
es una sola y misma cosa, vista bajo ángulos diferentes. En este li-
bro el enfoque más apropiado es el de la agricultura migratoria. Esta
ha sido descrita y evidenciada por Watters (1971 ), en base a estu-
dios realizados en Perú, México y Venezuela. La agricultura migrato-
ria, que suele llamarse "chacra" en el Perú, puede definirse como el
conjunto de técnicas que utilizan los agricultores que sólo disponen
de aperos primitivos, que no pueden invertir ningún capital en el tra-
bajo y cuya finalidad esencial es producir alimentos para ellos mis-
mos. Se practica en suelos cuya fertilidad disminuye rápidamente y
que, en consecuencia, deben someterse a barbechos de duración
relativamente larga; usualmente barbechos forestales. No puede de-
jar de señalarse que, si bien la baja fertilidad de los suelos es la ra-
zón principal del barbecho forestal, este también puede deberse a
otras causas. Entre estas, la más común es la aparición de mala
hierba con una agresividad tan grande que el agricultor considera
más ventajoso abandonar su campo y abrir uno nuevo, que tratar de
combatirla con los escasos medios a su disposición. Esta situación,
paradójicamente, suele presentarse en las tierras más fértiles (Dou-
rojeanni 1981 ). La agricultura migratoria también puede ser causada
por la aparición de plagas o por razones económicas particulares,
que determinan que sea más rentable dejar la tierra sin uso. Un im-
portante y difundido ejemplo de esta última causa es cuando se es-
pecula con el valor de la tierra. Además, la agricultura migratoria y
los barbechos forestales se dan en una gran diversidad de condicio-
nes de tenencia de tierra, inclusive cuando existe clara definición de
la propiedad .
En el Perú, el proceso de la agricultura migratoria no difiere
mayormente de otras regiones tropicales húmedas. El agricultor se
introduce en el bosque y primero elimina la vegetación de sotobos-
que; luego tala los árboles, dejando sólo los más grandes y apenas
el material cortado se seca, origina una combustión que suele ser
sólo parcial. Hace cultivos anuales durante dos, a veces tres años,
casi sin preparar el suelo. Al disminuir patentemente el volumen de
la cosecha abandona el campo, que se recubre de vegetación her-
bácea y luego arbustiva y arbórea en una sucesión vegetal que es
interrumpida nuevamente por un rozo y quema cuando el mismo u
otro agricultor considera que la fertilidad se ha restaurado a un nivel
suficiente como para hacer un nuevo periodo de cultivo. El lapso de
barbecho puede variar de menos de 5 años hasta 20 o más, depen-
diendo esto de la calidad de la tierra y en especial, de la presión de
los agricultores sobre ella. Aunque cada familia trabaja anualmente
una extensión pequeña, apenas 1 ó 2 ha, afectan extensiones enor-
mes debido a la larga duración del periodo de descanso.

77
Bajo condiciones estables, un sitio dedicado a la agrict.lltura
migratoria puede ser reutilizado durante mucho tiempo, quizás siglos
(Posey 1983; Denevan et al 1986), pero cuando aumenta la pobla-
ción, se acortan los periodos de descanso y la fertilidad del suelo no
se repone. El proceso puede derivar en que las tierras quedan aban-
donadas y sujetas, apenas sacada la última cosecha, a severos pro-
cesos erosivos. También se da el caso de que la vegetación arbórea
no consigue reimplantarse bien, por la erosión o por el sometimiento
del área a quemas periódicas. En esos casos, en lugar de vegeta-
ción forestal secundaria, lo que se instala son pastos naturales u
otras herbáceas de escaso o ningún valor.
La agricultura migratoria se puede clasificar en: (1) estabiliza-
da o formal y (2) anárquica o informal. La primera se da como rota-
ción dentro de los límites de predios legalmente establecidos, inde-
pendientemente de su tamaño. Hay rotación de campos de cultivo,
con desarrollo de barbecho forestal en minifundio tanto como en lati-
fundio, en todo lugar donde se hacen cultivos anuales (salvo excep-
ciones ya comentadas) o se conduce ganadería extensiva. Con la
excepción de: (1) la agricultura perenne, en especial café, cacao, té,
coca, cítricos y otros frutales, entre otros pocos cultivos; (2) el arroz
en pozas (paddy) o en barriales (riberas inundables); (3) los rarísi-
mos cultivos anuales en lugares con suelos excepcionalmente férti-
les y; (4) los igualmente raros ejemplos de ganadería intensiva con
pastos cultivados o de corta, toda otra forma de agricultura o gana-
dería culmina en barbechos forestales, configurando casos de agri-
cultura migratoria.
La segunda, es decir la agricultura migratoria propiamente di-
cha, es la más común y origina la mayor parte del barbecho forestal
del país. Corresponde a los agricultores más pobres, llamados a ve-
ces campesinos sin tierras, que se asientan fuera de la ley o con re-
conocimientos legales precarios y altamente mutantes.

1.3 LA DEFORESTACION

La magnitud de la deforestación, en la Selva, es un tema


complejo sobre el que no se ha trabajado suficientemente. Al mar-
gen de las especulaciones hechas en los títulos 1 y 111, que permiten
suponer la deforestación de unos 14 millones de hectáreas en tiem-
pos prehispánicos, lo estudiado a partir de 1975 tiende a demostrar
que otros 7.5 millones de hectáreas han sido deforestados en lo que
va del siglo XX, como se anticipó en capítulos previos. Pero, el
asunto merece mayor atención.
Es evidente que la superficie que está en producción agrícola
y pecuaria ha sido previarpente deforestada. Lamentablemente,
como ya fue explicado, aún esas estadísticas están tan mal hechas
y son tan contradictorias, que resultan siendo un punto de partida
nebuloso. Considerando lo discutido en este mismo capítulo, hay no
menos de 1'1 00,000 y más probablemente 1'500,000 ha, que actual-
.· mente producen cosechas o crianzas en la Amazonía peruana. A ··

78
eso debe sumarse toda la tierra que está en barbecho forestal , es
decir en descanso después de haber producido cosechas así como
toda la tierra que, debido a quemas sucesivas, se ha transformado
en pajonales u otras formas de vegetación herbácea y que, eventual-
mente, aún sirven para un pastoreo extremadamente extensivo.
Ejemplos de lo primero se observa por doquier en la Selva Alta y
Baja, imbricados con las tierras en producción y ejemplos de lo se-
gundo proliferan en la Ceja de Selva y t~mbién en la Selva Alta, tal
como entre Tarma y San Ramón, entre Huánuco y Tingo María, etc.
La forma más lógica de medir la extensión deforestada es
mediante interpretación de imágenes de sensores remotos y contro-
les de campo. A escala nacional, la técnica fue aplicada por Malleux
(1975). Hay, como se verá luego, diversos casos en que esa técnica
se ha aplicado a nivel local. Esta no es perfecta pues los barbechos
forestales de cierta edad son difíciles de reconocer en fotografías
aéreas y más aún en otro tipo de imágenes. Además, el detalle de
interpretación no puede, económicamente, ser tan meticuloso como
para deslindar la situación hectárea por hectárea. De un modo u
otro, esa es la mejor información disponible. Un ejemplo de aplica-
ción a escala local, pero comparando series históricas, lo provee
Masson (1981 ), quien encontró que en 20 años, entre 1957 y 1977,
se ha deforestado el 53.3% de una zona en el valle del Perené y
que, aproximadamente en el mismo lapso se ha deforestado el
48.6% de otra en el Alto Mayo. En ambos casos el instrumento de
la deforestación fue la construcción de una carretera pero, en el pri-
mero, la mayor parte de la deforestación se hizo en tierras con fuer~
tes pendientes.
Similarmente, González y Ruíz (1986), compararon las foto-
grafías y la información de 1962 y 1982, correspondiente a 79,000
ha ubicadas en la margen derecha del río Perené, entre los ríos
Chanchamayo e lpoki. Encontraron que en ese lapso, la cobertura
forestal pasó de estar ligeramente intervenida, no deforestada, en
apenas un 4.7% a estar deforestada en un 24% y a estar fuertemen-
te intervenida en todo el resto, excepto un 5% del ámbito. Es decir
que en 20 años la situación se invirtío, con el agravante de que se
ha intervenido inclusive 19,530 ha de vocación protectora. Aquí tam-
bién el detonante fue la construcción de la carretera.
Utilizando imágenes anteriores a 1974, Malleux (1975) encon-
tró que 4'500,000 ha de la Selva habían sido deforestadas y estaban
siendo utilizadas para agricultura y ganadería pero que, en su mayor
parte, estaban recubiertas de vegetación secundaria. Ese autor esti-
mó que esa deforestación era fruto de la actividad humana de ape-
nas los últimos 50 años, lo que representaba un promedio simple de
100,000 ha/año. Pero la curva de incremento acumulativo de la defo-
restacióñ es de tipo exponencial, con un incremento anual del orden
del 12%, lo que determinaba que en 1975 el promedio fuera de
150,000 ha.
Posteriormente, la UNAJCEPID (1979) y Dancé (1980), para
1979, estimaron que la deforestación había alcanzado la extensión
. de 5'122,200 ha (c~:~adro 13). Se basaron para ello en la información .

79
O>
o CUADRO 13

AfiEAS DEFORESTADAS POR ACTIVIDADES AGROPECUARIAS EN LA AMAZONIA PERUANA


EN FUNCION DEL TIPO DE BOSQUE Y DE LOS DEPARTAMENTOS, ACUMULADO A 1979
(en miles de hectáreas)

Tipo de bosque Lo reto M.de Dios S. Martín Amazonas Huánuco Paseo Junín Cusco Puno Ayacucho TOTAL
1/2/ 2/
-
Aluvial! 215.1 - - - - 5.0 35:5 - - - 255.6
Aluvialll 436.8 58.0 - - - - 30.0 - - - 524.8
Aluviallll 626.0 86.0 - - - - - - - - 712.0

Colinas 1 48.5 41.0 73.0 - 7 .0 12.0 - - - - 181 .5


Colinas 11 106.3 - 300.0 20.0 2.7 28.6 41 .5 35.0 15.0 - 556.1

Colinas 111 98.7 - 208.0 116.0 154.0 175.6 65.0 74.0 13.0 - 904.3
Protección 1 16.6 - 558.0 80.0 109.5 44.6 134.0 127.0 18.0 26.3 1,114.0

Protección 11 - - 79.0 169.0 154.7 49.4 103.0 245.0 28.0 45.8 873.9

TOTAL 1,548.0 185.0 1,218.0 385.0 434.9 315.2 409.0 481.0 74.0 72.1 5,122.2

Fuente: UNNCEPID (1979)


Notas: 1/ La mayor parte de la deforestación corresponde al recientemente creado (1981) departamento de Ucayali , que tiene acceso por carretera.
2/ Loreto, Ucayali y Madre de Dios son departamentos ubicados en la llanura amazónica, por ende con escasa superficie de bosques de .
· protección en función de p~ndi_entes .
conseguida para hacer el mapa forestal, actualizada en la medida de
lo posible. En base a una fórmula simple, que toma en cuenta el nú-
mero de hectáreas que deforesta anualmente una familia de agricul-
tores {1 .5 ha} y la población rural actual y proyectada, estimaron la
deforestación anual, para 1979, en 254,000 ha. Otros autores, a par-
tir de la misma metodología, han calculado la deforestación corres-
pondiente a años posteriores. Así, Dourojeanni (1986) menciona
272,000 ha deforestadas en 1982.

Actualmente, el área deforestada debe ser de 7'499,000 ha.


Al año 2000, según las fuentes citadas, habrían más de 11 '000,000
ha deforestadas y un ritmo de deforestación de unas 340,000 ha/año
(cuadro 14}. La validez de estas especulaciones es discutible. Hay
quienes opinan que la realidad las superará por mucho y otros que
piensan que no será tanto. En apoyo de los primeros está el supues-
to de que los censos de población en la Se,lva, en especial el de
1981, han subestimado muchísimo la población de esa región (Se-
gún Aramburú [com. pers.], ese censo podría haber omitido hasta .3
millones de personas, sobre todo en la Selva) y que las migraciones
tienen tendencia a crecer más allá de lo previsto. También está el
hecho de que la proporción tierra cultivada y pastoreada a tierra de-
forestada en la Selva Alta es, demostradamente, de 1 a 4 en prome-
dio (Dancé 1980 y referencias de cuadros 16, 17, 18 y 19). Tan sólo
a partir de la superficie que se estima con cultivos y crianzas actual
{1 '500,000 ha} se infiere que hay un área deforestada de 6'000,000
ha. Pero este dato grosero no incluye las extensas áreas ahora recu-
biertas por pajonales u otras herbáceas o arbustos.

CUADRO 14

POBLACION Y ESTIMADOS DE LA DEFORESTACION ANUAL


Y ACUMULADA HASTA EL .AÑO 2,000 EN LA AMAZONIA
PERUANA (en miles de personas y de hectáreas)

1972 1974 1979 2000

Población de la Selva 1,342 1,548 1,754 3,030

Población ·rural de la Selva 929 1,018 1,359

Deforestación anual (x) 232 254 340

Deforestación acumulada 4,500 5,122 11 ,042

Fuentes : Malleux (1975), UNA!CEPID (1979), Dancé (1980)

81
El estudio UNAJCEPID (1979) y el de Dancé (1 980) también
revelan que el 70.9% de las tierras deforestadas corresponden a
bosques de protección de las clases 1y 11 y que el 81.8% de la defores-
tación se ubrca en terrenos que no reúnen las cond iciones para la
actividad agropecuaria (cuadro 14). En los departamentos de Junín
y Paseo, el 78.9% de la deforestación se ha hecho en bosques de
protección y colinas de clase 111 (cuadro 15). Estos hechos agravan
la significación de la deforestación, pues por lo visto ésta se hace
principalmente en las tierras ecológicamente más frágiles y con ries-
gos máximos para las poblaciones humanas de los valles.

CUADRO 15

DEFORESTACION CON FINES AGROPECUARIOS POR TIPO


DE BOSQUES EN LAS PROVINCIAS AMAZONICAS
DE PASCO Y JUNIN

SUPERFICIE
TI PO DE BOSQUE (miles de hectáreas) PORCENTAJE

Aluvial! 40 ,500 5.6

Aluvialll 30,000 4.1

Aluviallll - -

Co linas 1 12,000 1.7

Colinas 11 70,100 9.7

Col inas 111 240,600 33.2

Protección 1 178 ,600 24.7

Protección 11 152,400 21 .0
-
TOTAL 724,200 100.0

Fuente : UNA!CEPID (1979), basado en el cuadro 13.

Un estudio FAO/UNEP (198 1) sobre los recursos forestales


de América Latina, ha revisado la tasa de deforestación a nivel de
cada país, habiendo adoptado para el Perú la información UNAJCE-
PID (1979). Según ese estudio, los bosques tropicales de América
Latina retroceden a una tasa promedio del 0.6% anual , lo que equi-
vale a 4'1 25,000 ha/año, co rrespondiendo la mayor parte (3'205,050
ha/año)a la Amazonía aunque la tasa anual es allí de 0.5%. Según
el estudio, el 34% de esa deforestación corresponde a agricultura
migratoria y el resto al frente de avance de la colonización. Otros tra-
bajos son mucho más pesimistas, en especial el de Myers (1 980) y
U.S. lnteragency Tásk Force on Tropical Forests (1980). La observa-

82
ción de áreas determinadas, como Rondonia, en Brasil, demuestra
tasas anuales de deforestación que superan todo lo imaginable
(I BDF 1982, Malingreau & Tucker 1987).

1.4 SOBRE LA INTENSIDAD DE CULTIVO

Este es otro asunto trascendente. Según Dancé (1980), el es-


tudio de las fotografías aéreas revela que el 19.1% del área defores-
tada está bajo cultivo y que otro 6.1% está en rotación (?). Es decir
que 1 hectárea de cada 3 a 5 que fueron deforestadas, ~s trabajada
cada año. Estudios locales confirman esta apreciación general:
22.4% en el Huallaga Central y Bajo Mayo (Dourojeanni 1981 ),
27.8% en el eje La Merced-Satipo (Dancé y Kometter 1984), 30%
cerca a !quitos (Dourojeanni 1981), 30.5% en el eje San Alejandro-
Aguaytía (Ríos 1984), 34.8% en la Selva Central (Douroj eanni)
1981), etc. Véase los cuadros 16, 17, 18 y 19. Sin embargo, siempre
se alega que las tierras son escasas y que ello justifica ampliar la
frontera agrícola, olvidando que el 75% de la tierra habilitada con in-
fraestructuras costosas es desperdiciado cada año. Eso ocurre,
como ya se señaló, inclusive en tierras de reconocida fertilidad, au-
mentando la pr~sión de campesinos sin tierra sobre las tierras margi-
nales.

CUADRO 16

PROPORCION DE BOSQUES SECUNDARIOS ("purmas")


ENTRE SAN ALEJANDRO Y AGUA YTIA, SOBRE LA
CARRETERA F. BASADRE (Ucayali)

SUPERFICIE (ha) PORCENTAJE

Area deforestada total 10,485.3 100

Cultivos 1,363.3 13.0

Pastos 1,829.6 17.5

"Purmas" 6 ,920 .8 66.0

Infraestructura vial y urbana 37 1.6 3.5

Fuente: Ríos (1984).

Nota: La tasa de deforestación anual, hasta 1974, era de 340 ha/año.

83
CUADRO 17

PROPORCION DE BOSQUES SECUNDARIOS ("purmas")


EN EL HUALLAGA CENTRAL Y BAJO MAYO

SUPERFICIE (ha) PORCENTAJE

Area deforestada total 615,375 100.0

Cultivos 53 ,728 8.7

Pastos 84,150 13.7

"Purmas" 477,497 77.6

Fuente: Proyecto Especial Plan Selva (1980) y Dourojeanni (1981) .

CUADRO 18

PROPORCION DE BOSQUES SECUNDARIOS ("purmas")


EN EL AMBITO DE LA CARRETERA !QUITOS-NAUTA (Loreto)

SUPERFICIE (ha) PORCENTAJE

Area deforestada total 24,840 100

Cultivos y pastos 10,705 43.1

"Purmas" 1/ 14,135 56.9

Fuente : DGFF/ORDELOR (1981)

Nota: 1/ Según constataciones de Dourojeanni (1981 ) dicha superficie ha sido subes-


timada, habiéndola estimado en un 70% del ámbito deforestado.

Los datos anteriores son generales e incluyen la agricultura


migratoria. Sin embargo, a nivel de agricultores asentados, la intensi-
dad de uso de la tierra o de cultivo no es mayor. Por ejemplo,
en el eje Tingo María-Aucayacu-Tocach~/Uchiza , el porcentaje pro-
medio del predio que es cultivado es apenas de 24.3%, desde 20%
en la zona ·de asentamiento más reciente (Tocache/Uchiza) hasta
32% en la más antigua (Tingo María). Aramburú y Bedoya (1986),
de quienes provienen estos datos, han hecho un estudio muy intere-
sante sobre la zona mencionada, mostrando no sólo el peso de las
tierras en descanso o purmas sino también el de las tierras con bos-
ques naturales en cada parcela, que los. campesinos no aprovechan
para la agricultura por falta de recursos de capital, por la dependen-
cia ·de la fuerza de trabajo familiar y la carencia de medios técnicos,
.más que debido a la disponibilidad de tierras.

84
CUADRO 19

PROPORCION DE BOSQUES SECUNDARIOS ("purmas")


EN EL AMBITO LA MERCED- SATIPO

SUPERFICIE (ha) PORCENTAJE

Area total 260,797 100


Cultivos 51,423 19.7
-Anuales ( 22,657) ( 8.7)
- Permanentes ( 28,766) ( 11 .0)
Pastos 21,229 8.1
"Purmas" 157,110 60.2
Bosques fuertemente intervenidos 25,819 9.9
Areas erosionadas 5,216 2.0

Fuente : Dancé y Kometter (1984)

1.5 LAS CONSECUENCIAS DE LA DEFORESTACION

En este capítulo se revisarán , brevemente, las principales


consecuencias previsibles de la deforestación en la Amazonía perua-
na. Este tema ha sido colateral y parcialmente desarrollado antes
pero, por su importancia, conviene tratarlo en forma organizada.
Debe ponerse énfasis en que el tema es importante más por la for-
ma en que se deforesta que por la magnitud de la deforestación. En
efecto, si se hubiesen deforestado en lo que va del siglo 7.5 millones
de hectáreas en perfecta correspondencia con las tierras con aptitud
·para la agricultura en limpio o perenne y la ganadería, todo estaría
relativamente bien. Inclusive, si al margen de la aptitud de los sue-
los, se hubiera hecho esa deforestación en la Selva Baja y no ma-
yormente en la Ceja de Selva y Selva Alta, las consecuencias tam-
poco serían tan graves. Pero por estar la Selva Alta más cerca de
la Sierra y por tener suelos de mayor fertilidad, los migrantes se ins-
talan primeramente en ella. El problema surge por la presencia, en
la misma reg ión , de los ecosistemas más frágiles de todo el Perú .
Debido a la topografía accidentada, tierras excelentes se ubican en
estrecha asociación con tierras de vocación exclusivamente protecto-
ra. Si la ocupación de la tierra fuera ordenada, no se presentarían
problemas, pero ése no es el caso y como se ha visto, la mayor par-
te de la deforestación se produce en tierras con fuertes pendientes.
Tosi (1960) y la ONERN (1974) , al igual que Dourojeanni (1976,
1979, 1981) y ONERN (1986) han desarrollado este tema a nivel ge-
neral a para regiones determinadas de la Selva (ONERN 1979, JRB
associates 1981 ) .

85
En el gráfico 4 se ha tratado de representar las consecuen-
cias principales de la deforestación, las que se imbrican y encade-
nan las unas con las otras, en una interminable sucesión de conse-
cuencias trágicas para el devenir nacional.

1.5.1 Impacto sobre el suelo y el agua y sus repercusiones

La primera consecuencia de la deforestación, en especial en


tierras con aptitud protectora, es la erosión de los suelos por efecto
del agua. Esta reviste dos formas , que se conocen como violenta e
insidiosa. Ambas son igualmente graves, pero la primera es la más
obvia por la espectacularidad de sus consecuencias. Cada año son
más frecuentes, en la Selva Alta, los huaycos y ·aluviones que des-
truyen carreteras, arrasan centros poblados y campos de cultivo o
pastos y que matan cientos de personas. Los eventos recientes más
espectaculares fueron la destrucción de parte de Villa Rica, en 1986,
a consecuencia de un aluvión formado en el río Entaz, cuya cuenca
accidentada ha sido totalmente arrasada por los agricultores y el pro-
ducido en diciembre de 1987, en la provincia de Perené, con dece-
nas de muertos y pérdidas millonarias, a consecuencia del mismo
proceso de deforestación anárquica de la cuenca del río Ubiriki. Ese
mes también se produjeron desgracias en Carpish y otros sitios de
Chinchao, Huánuco. Pero, en realidad, la estación de lluvias de cada
año trae miles de eventos así, aunque de menor magnitud, en toda
la Selva Alta y que no atraen la atención de los periódicos ni de las
estadísticas pero que podrían evitarse fácilmente si se hubieran es-
tablecido bosques de protección y respetado sus límites. Los hallaz-
gos de Taype (1982) que demuestran que cada año dichos fenóme-
nos aumentan en número y magnitud, demuestran su estrecha vin-
culación con la deforestación en el caso de la Selva Alta.

El tema de la erosión insidiosa es tan importante como el an-


tes tratado. El porvenir de los campesinos depende de su capacidad
de conservar su capital suelo. Pero este no es el caso. Se ha de-
mostrado que la erosión en tierras cultivadas en la Selva Alta es ga-
lopante, registrándose pérdidas anuales de 300 TM/ha, en condicio-
nes de mediana pluviosidad (Ríos 1978). El mismo autor considera
que el 100% de los suelos dedicados a la agricultura ~-n la Selva
Alta. sufre de algún grado de proceso erosivo, en la máyoría de los
casos severo. Felipe-Morales et al (1978) y Felipe-Morales (1981 ),
trabajando en San Ramón, en el Valle del Chanchamayo, registraron
pérdidas de 148 TM/ha/año en suelos desnudos y de 119 TM/ha/año
en suelos sometidos a barbecho, quema y cultivados con maíz, papa
y frijol. Las pérdidas de nutrientes en estos tratamientos, fueron má-
ximas, alcanzando hasta 116 kg/ha de nitrógeno, 4 kg/ha de fósforo,
19 kg/ha de potasio, 361 kg/ha de calcio y 7 kg/ha de magnesio.
Do1:1rojeanni y Paulet (1967), calcularon el factor E para apl~car la
ecuación universal de pérdida de suelos (de acuerdo a F Fournier)
. correspondiente a Tarapoto, encontraron un valor de 328.9 (en uni- _

86
EROS I ON
lHIDRICA) Muerte,
Huaycos destrocción de
tierras y de
V~ le~~ Aluviones
Derrumbes
infraestroctura
vial y urbana

- -- Empot>recimiento
Insi dio sa Pérdi da de ~ de tierras y dismi
- t noción de la
--- fert i11ded
prodocción
(ALT ERACION REG IMENJ SED I MENTOS)
FLUVI AL

H Re ducción po tenci tt l hidroenergético j.-

H Reducción potenci ~:~l hidrobiológico j.--


HReducción n~:~vegab ili da d L

J 1nundaci ones L

(ALT E A CION PRECIPITACION PLUVIAL ARIDIZ AC I ON

l,(_REDU CCI ON DE DIVE RSIDAD GENETICA J 1


Escasez de m adera.le fta y ¡....
rl REDUCCION
POBLAC ION
l
otros pro ductos fo r es t al es .1
Escasez de ca za L
H. EXT I NC I ON
Escasez de p esca~

Escasez de r ecursos gené tic os

Reduc c i ón po t enci al
( DESTRUCC ION DE PA I SAJES)---.
turístico y recreativo

Gráfico 4. Impactos ambien tales de la deforestación en la ?elva Alta del Perú

87
dades métricas), lo que es casi 4 veces más que el que estimaron
para Jaén, donde llueve 5 veces menos. Low (1966, 1967) estimó la
erosión potencial de las vertientes orientales andinas en 5,000 a
7,000 TM/km 2 /año.

Ruíz (1986) estudió, en microcuencas de Oxapar;:npa, las in-


fluencias protectoras de un bosque denso comparadas con pastu-
ras degradadas y cultivos variosJ todos instalados sobre lnceptisoles.
Las concentraciones mínimas y máximas de sedimentos fueron de 5
y 76 mg/lt para la microcuenca boscosa, 15 y 771 mg/lt para la cu-
bierta de pastos y 20 y 226 mg/lt para la que estaba cultivada. En
valores promedio, los sedimentos generados en pasturas y cultivos
fueron equivalentes. La erosión máxima por hectárea fue calculada
en 66.1 gr/ha/min., 11.4 gr/ha/min. y 5.3 gr/ha/min. , respectivamente
en pastizal, cultivos y bosque. Por otro lado, la calidad del agua en
términos de oxígeno disuelto, también tuvo los valores más altos en
la microcuenca boscosa; ésta asimismo fue la que mantuvo más es-
table la temperatura del agua, con apenas 1oG de variación diaria,
mientras que en el pastizal se daban variaciones hasta de 6oC dia-
rios. El Ph del agua fue significativamente más ácido en las micro-
cuencas con pastos y cultivos. En bosque se mantuvo neutro. Un es-
tudio de Galdo (1985), en San Ramón, obtuvo datos equivalentes a
los de Ruiz (1986). ·

Los sedimentos generados por erosión insidiosa o violenta


son un asunto que "trae cola", pues repercuten en el potencial hi-
droenergético e hidrobiológico, en la navegabilidad y tienen que ver
con las inundaciones. Hay muy pocos registros sobre sedimentos en
los ríos de la Amazonía peruana, pero Salo et al (1986) mencionan
que el 26.6% de la Selva Baja muestra evidencias de deposiciones
provenientes de actividad erosiva reciente.

El potencial hidroenergético está basado en la existencia de


agua de buena calid~d , es decir limpia o libre de sedimentos, Obvia-
mente pueden preverse pozas de sedimentación pero ello es costo-
so y no siempre factible. De ser ése el caso, hay fuerte desgaste de
las turbinas como, por ejemplo, en el caso de la Central Hidroelektri-
ca de Machu Picchu . Otra condición para el aprovechamiento hidroe-
nergético es la regularidad del flujo hídrico. Este es profundamente
alterado por la deforestación, ya que el bosque actúa como un reser-
vorio que es bruscamente reemplazado por tierra desnuda, sin capa-
cidad de retención.

Los recursos hidrobiológicos, tan importantes en la Selva,


también sufren las consecuencias de la presencia de sedimentos y
de la irregularidad de los flujos. Lo primero afecta directamente va-
rias de las características del agua, aumentando la turbidez. Lo se-
gundo es peor, pues~ afecta la capacidad reproductiva. A ambos fac-
tores debe añadirse el de la erosión ribereña, por deforestación y la
reducción del aprovisionamiento de frutas y otros alimentos· que esa
vegetación les provee.

88
La navegabilidad se ha visto reducida en toda la Amazonía
peruana, con disminución del calado de los navíos, disminución del
lapso en que la navegación puede hacerse sin problemas, aumento
del número y de la movilidad de los bancos de arena, cambios de
curso, formación de remolinos o ''inuyunas", etc. Esto también es
consecuente con los fenómenos de sedimentación e irregularidad
creciente del flujo, antes señalados. Gentry y López (1980), al res-
pecto, encontraron que los picos de inundación del Amazonas, en
!quitos, estaban estrechamente correlacionados con la deforestación.
Otros autores (Nordin & Meade 1982) discreparon del resultado aun-
que sin desvirtuar lo esencial del problema (Gentry & López 1982).
Esto, obviamente, introduce asimismo el último tema de esta cadena
de consecuencias de la deforestación, que es el de las inundacio-
nes. No cabe duda, que la frecuencia y violencia de las mismas au-
menta consistentemente año a año, como también lo señalan las es-
tadísticas de Taype (1982) y la evidencia diaria. Este ha devenido en
uno de los principales problemas para el aprovechamiento de los
"barreales" en actividades agrícolas. ·

La deforestación también afecta el ciclo hidrológico, reducien-


do la evapotranspiración y por lo tanto la recarga de agua a la at-
mósfera, como se señaló previamente, dejando abierta la posibilidad
de la aridización, tal como se discutió en el título 11.

1.5.2 Impactos en la bi.ota

El principal impacto de la deforestación en los seres vivos es


la reducción brutal de la diversidad genética. Ha sido demostrado
hasta la saciedad que la eliminación drástica y violenta de los eco-
sistemas no da ninguna oportunidad de "salvarse" a las especies
que conformaban la biocenosis. Las plantas y animales no "se van
a otro sitio" pues, en el caso de las primeras sólo pueden movilizar-.
·se a distancias relativamente cortas, así sean transportadas por ani-
males y, en el caso de los segundos, así sean animales con capaci-
dad de movimiento importantes, antes deberán enfrentarse a territo-·
rios ya intensamente ocupados y quizás sin capacidad de carga para
recién llegados. Pero, ese no es el caso de los invertebrados, que
simplemente desapar-ecen del lugar y que, si son endémicos, desa-
parecen del todo. Lovejoy (In US Council for Environmental Quality
1980) señala que en los bosques tropicales de América Latina se
perdería entre un tercio y la mitad de las especies de plantas y ani-
males, al fin del presente siglo, según la gravedad que asuma la de-
forestación. Gentry (1977) , quien por entonces era relativamente op-
timista en cuanto a pérdida!? de espeqies vegetales en la Selva, sin
embargo mostraba preocupación por lo que él estimaba serían seve-
ras pérdidas en la Selva Alta hasta el fin del siglo y después. Tam-
bién señalaba que en el noroeste la situación ya era grave.

La pérdida de recursos genéticos tiene expresiones muy con-


cretas como la escasez de madera y de otros productos forestales . .
Las alguna vez florecientes industrias forestales de Tingo María,
Chanchamayo, Vi lla Rica y Oxapampa, entre muchas otras, han de-
caído o ya no existen, por falta de materia prima a distancias razo-
nables (U NA 1982). Otro tanto ya está ocurriendo en Pucallpa y en
tantos otros lugares. En plena Selva, como en el Huallaga Central,
hasta puede faltar leña y pagarse por ella más que en Piura (Douro-
jeanni 1981 ). Por supuesto que la deforestación elimina las posibili-
dades de proveerse de carne de monte y también , a la larga, de
pescado.

Otro aspecto ligado a la deforestación masiva e incontrolada


es la degradación del potencial turístico. por dE>strucción de los pai-
sajes naturales que podrían atraerlo. Los ejemplos abundan, pero
entre los más notorios están el del Boquerón del Padre Abad, redes-
cubierto por Remolina y sus compañeros en 1937 (Remolina 1987)
o la Cueva de las Pavas y la Bella Durmiente, en Tingo María (Dou-
rojeanni y Tovar 1972), de lo que no queda prácticamente nada hoy.

Las quemas de la biomasa después de la deforestación tie-


nen, además, consecuencias importantes en los ciclos biogeoquími-
cos, como ya se mencionó y pueden provocar lluvias ácidas que
afectarán la actividad agropecuaria y forestal.

Finalmente, vale la pena señalar que hay correlación demos-


trada entre varias enfermedades tropicales y la deforestación, como
es obvio en el caso de la malaria, la fiebre amarilla y otras. Recien-
temente (Calmet 19j37), encontró una correlación positiva entre defo-
restación y lehismaniasis tegumentaria en Pangoa y Sonomoro, en la
Selva Central, aunque en este caso se refiere al acto mismo de la
tala.

2. LA FORESTERIA Y LOS MIL CAMI NOS DE LA


EXTRACCION

El tema de la forestería como posibilidad, será estudiado más


adelante y en cuanto a algunos de sus impactos, ya fue revisado en
el capítulo 2 del título 111. En este cap ítulo sólo se consignan infor-
maciones complementarias referidas a los impactos ambientales ne-
gativos de la actividad forestal tal como se le practica hoy.

De todas las consecuencias negativas de la explotación fores-


tal , la peor es la que la vincula a la agricultura migratoria. De los
3,300 contratos de extracción vigentes en 1985, a lo que hay que
añadir un número considerable de permisos, por lo menos el 60%
correspondió a tierras en que la extracción se hace por caminos fo-
restales, utilizando tractores y/o camiones para el transporte menor.
Entre 1968 y 1976 se otorgaron unós 22,000 contratos y 6,000 per-
misos en toda la Selva (Dirección General Forestal y de Fauna
.1977), de los que por lo menos un 30% también utilizó extracción

90
mecanizada y de los qu~ un 50% realizó el transporte menor con ca-
miones tranqueros, que penetraron hasta el bosque mediante cami-
nos rudimentarios. En 1969 sólo existían 28 tractores forestales de
ruedas, pero en 1979 ya habían 194 (Frisk & Bezada 1980). Gran
parte de los caminos de extracción forestal construidos en la Ceja de
Selva y en la Selva Alta condujeron a explotaciones situadas en bos-
ques de protección, ilegalmente otorgados por los distritos forestales,
ante la presión de los madereros y de los políticos locales financia-
dos por éstos. Es así como miles de trochas carrozables se convir-
tieron en vías de acceso a los puntos más frágiles del bosque, para
decenas de miles de familias de campesinos sin tierra, que talaron
y quemaron lo que los madereros dejaron , para obtener magras co-
sechas en tierras que luego abandonaron a la erosión.

Después de 1975, con la promulgación de la Ley Forestal y


de Fauna Silvestre, la situación sólo mejoró en cuanto a que se otor-
garon menos contratos, sobre áreas individualmente algo mayores.
Pero, debido a las nuevas exigencias de manejo del recu rso, apare-
ció una argucia muy perjudicial. Los extractores, para evitar cumplir
con los términos contractuales, que implican un costo que nunca qui-
sieron enfrentar, resolvieron invitar a los agricultores sin tierra a pe-
netrar en las áreas de los contratos después de que ellos habían ex-
traído la madera valiosa, justificando as í no poder reforestar ni cui-
dar del área. Las "invasiones" a contratos de extracción forestal se
convirtieron en una epidemia incontrolable. También se ha dado fre-
cuentemente que madereros fomenten invasiones, arreglando previa-
mente con los campesinos la compra de la madera de los lotes a ser
invadidos.

Por otra parte, la explotación selectiva requiere de mayor de-


sarrollo de caminos de extracción que la intensiva, pues los árboles
a ser extraídos se encuentran muy esparcidos en el bosque. Todo
eso aumenta el impacto de la maquinaria fo restal, que debe arrastrar
o cargar los troncos sobre distancias mayores. En la Ceja de Selva
es aún común la práctica de los rodaderos o botaderos, que consiste
en hacer caer los-troncos por las pendientes previamente desbosca-
das. Ese proceder, sin duda económico frente a la opción de utilizar
cables, es de cori'secuencias graves en caso de lluvias fuertes , pues
cada rodadero se transforma en-'un torrente.
• e

Los impactos de la explotación forestal en el entorno, aún


cuando se la realice dentro de los patrones internacionalmente acep-
e
tables, son muchos importantes: compactación y deterioro del sue-
lo, erosión hídrica, reducción de la regeneración natural, invasión de
malezas, disturbio para la fau na, reducción de la diversidad genética,
pérdida de recursos genéticos, etc. (Zimmermann 1982, Dourojeanni
1978). Sin embargo, nada·es comparable a lo mencionado antes. La
reforestación, que en la Selva del Perú es tan escasa, también pue-
de tener efectos negativos como contraparte a sus obvios beneficios.
Los primeros deben ser estudiados para evitarlos, como en el caso
de las plantaciones de Eucalyptus (Poore & Fries 1985) o de otras
especies como Gmelina y Pinus caribaea (Chijicke 1980)

91
3. CAZA Y PESCA

De éste tema, como del anterior, ya se ha tratado en el título


111 y se volverá a tratar en el VIII. La caza y la pesca han sido, am-
bas, de carácter abusivo y el recurso faunístico ha sido significativa-
mente afectado. Pero, el impacto de esas actividades, por grande e
irraci.onal que fuera, no puede ser comparado con el de la elimina-
ción de los ecosistemas, en el caso de la fauna silvestre y el de su
alteración , en el caso de los cuerpos de agua. Dicho de otro modo,
la deforestación es por sí sola y de lejos, el principal factor de dete-
rioro de la fauna, inclusive la acuática. A ello hay que sumar, para
el caso de esta última, el efecto creciente de las contaminaciones
provocadas por la explotación petrolera y minera, por la agricultura
y por las industrias y ciudades.

4. ENERGIA EN LA SELVA

La Selva tiene un enorme potencial energético, que está con-


formado por la denominada energía de biomasa, aprovechando de la
energía solar y de la capacidad fotosintética del reino vegetal; por la
hidroenergía, que aprovecha de la topografía accidentada de la Ceja
de Selva y de la Selva Alta, en general , así como de la notoriamente
alta pluviosidad de esa región y; por si fuera poco, también de la
energía fósil, es decir petróleo y gas, además de carbón. El tema de
la energía de biomasa será tratado como parte del título VIl, sobre
la forestería.

4.1 HIDROENERGIA

La cuenca amazon1ca posee el 85.5% del potencial teórico


(176,287 MW) hidroenergético nacional. Su potencial técnico es el
78.4% (45,742 MW) del potencial nacional respectivo. Pero el poten-
cial instalado es apenas el 1.4% (627 MW) del técnico, aunque ello
signifique el 45% del potencial instalado nacional. Se trata, pues, de
un inmenso potencial desaprovechado (ONERN 1985). De las cen-
trales hidroeléctricas que están instaladas en la cuenca amazónica,
la única importante construida en un entorno selvícola es la de Ma-
chu Picchu.

El potencial hidroenergético, como se discutió antes en este


mismo título, depende grandemente de poner coto a la deforesta-
ción, para mantener la calidad (baja carga sedimentaria) y la regula-
ridad del flujo. El Perú, de poner atención a ese tema podría generar
energía para desarrollar lo que quisiera en la Selva y además pro-
veer energía a los estados brasileños fronterizos. En efecto, por la
topografía comparativamente plana de la llamada región norte de

92
ese país (esencialmente la Amazonía), Eletrobrás deberá inundar
9.3 millones de hectáreas para proveer la energía que requiere esa
región en las próximas décadas (Brasil. Eletrobr ás 1985). Algunos
de esos embalses, debido a su escasa profundidad , como Balbina,
producirán 2.23 Kw/ha, siendo el promedio para la Amazon ía de
5.37 Kw/ha, es decir muchísimo menos que lo recomendable en tér-
minos económicos normales. Por ejemplo, en el nordeste del Brasil,
el promedio es de 75.59 Kw/ha (Goodland 1980, Goldemberg 1985).
Esos proyectos, por su magnitud, destruyen las tierras más fértiles
de la región, perjudican los grupos nativos, afectan la fauna terrestre
y en especial la acuática, conllevan la dispersión de enfermedades
graves, etc. y además plantean complejos problemas para su propio
manejo (Paiva 1977, Goodland 1980, Caufield 1983, Monosowski
1983). Esos mismos argumentos son los que han permitido descar-
tar para siempre las absurdas propuestas que décadas atrás hizo el
Hudson lnstitute, para crear inmensos lagos artificiales eri la Selva.

Pero la Selva Alta puede producir energía a bajo costo, sin


enfrentar problemas ambientales tan graves como los arriba mencio-
nados, aunque si dignos de mucha consideración. Ello podría mover
toda la industria forestal, entre otras, que se deseara y además re-
solvería el problema de alto costo del transporte por carretera hasta
los mercados de la Costa y del Pacífico. El sueño del ferrocarril Pai-
ta-Huallaga, que se remonta a 1843 o el Tambo del Soi-Pucallpa,
que es de 1950, podrían ser realidad. Obviamente, el trazo debe ser
actualizado. Aunque repleto de errores, el llamado Plan Amazonas
que inconsultamente preparó un funcionario de la Dirección General
de Aguas y Tierras, en 1980, no se equivoca en el potencial abierto
por la energía hídrica. Pero se reitera que tal potencial ya está seve-
ramente amenazado por la deforestación anárquica de la Selva Alta.

Ya existen por lo menos 23 proyectos de centrales hidroeléc-


tricas medianas y grandes (de 20 MW a 4,400 MW) sobre los ríos
Marañón, Huallaga, Ene, Tambo y Urubamba, entre otros (Ministerio
de Energía y Minas 1985}. Todo indica que varios de esos proyec-
tos, para los que no se ha hecho ni la mención de estudios de im-
pactos ambiental, pueden tener repercusiones muy serias sobre el
entorno. El país está a tiempq de iniciarlos y así ir descartando algu-
nos de los más perjudiciales. Por otra parte, debería darse más prio-
ridad a proyectos pequeños y medianos que a los grandes.

4.2 PETROLEO Y GAS

La existencia de petróleo en la Selva e§ conocida desde que,


en 1929, se le encontró en Aguas Calientes, en, el río Pachitea, for-
mándose la compañía Ganso Azul para su explotación, cuya refine-
ría en Pucallpa ha venido produciendo unos 3,000 barriles diarios,
en promedio, que se han consumido en las cuencas del Ucayali y
del Amazonas, principalmente. En 1945 se constituyó otra compañía,
con capitales peruanos y alemanes, que llegó a producir petróleo en

93
Maquía, cerca de Contamana. En 1961 se descubrió el gas de la
Aguaytía, pero no se le ha explotado (Fernández Baca 1986).

Petróleos del Perú , creada en 1969, inició exploraciones en el


oriente, tanto en la Selva Norte como en la Sur. El 16 de noviembre
de 1971, comenzó a fluir petróleo del pozo Corrientes X-11 , más co-
nocido como Trompeteros. El resto de la historia es harto conocido.
Gran parte de la Selva fue explorada y a 1984, la producción de pe-
tróleo en la Selva era de 44'905,000 barriles, lo que era el 67% de
la producción nacional. Dicho año, las reservas probadas de petróleo
en la Selva se estimaban en 339,874 miles de barriles, las probables
en 366,663 miles de barriles y las posibles en 1'968,000 miles de
barriles (ONERN 1985). Para ello se han perforado cientos de pozos
de exploración y desarrollo. Prácticamente toda la Selva fue lotizada
con fines de prospección y muchos de esos lotes fueron efectiva-
mente explorados por PETROPERU y contratistas extranjeros.

E:l petróleo es valioso pero tiene facetas que crean conflictos


con el aprovechamiento de otros recursos. Eso ocurre en las etapas
de exploración, explotación , transporte y refinación. La etapa de ex-
ploración ha traído graves repercusiones sociales y económicas en
la Selva Baja, pues atrajo con sus buenos salarios a los agricultores
ribereños, provocando abandono de chacras y aumentando violenta-
mente la población de las ciudades, en especial de lquitos. Cuando
la exploración y la construcción del oleoducto terminó o disminuyó
en intensidad, fueron decenas de miles los desocupados pues la ex-
plotación requiere de pocos obreros calificados (Rumrrill 1973, 1982,
Rumrrill & Zutter 1976, Pontoni 1980). Otra consecuencia de la fase
exploratoria fue el saqueo de la fauna silvestre sobre extensas
áreas, inclusive en el Parque Nacional del Manú y en la Reserva Na-
cional Pacaya-Samiria, parte de las que fueron ilegalmente "conced i-
das" a empresas petroleras. Las empresas abastecían a sus obreros
con alimentos enlatados, pero éstos siempre han preferido la carne
de monte, disponiendo por lo tanto de un "mitayero" o cazador por
cada brigada. Estos, por cierto, también cazaban animales peleteros.
A eso debe sumarse el disturbio provocado por las detonaciones sis-
mográficas en las extensas trochas, las embarcaciones, los helicóp-
teros y las instalaciones, amén de la deforestación , la basura de los
campamentos, etc.

Pero la exploración petrolera puede ocasionar perjuicios a las


unidades de conservación aún real izándose fuera de ellas. Tal es el
caso del proceso exploratorio que se realizó en el río Camisea, que
provocó el desplazamiento de grupos tribales Yaminahua dentro del
Parque Nacional del Manú, creando conflictos con otros grupos, cu-
yos territorios fueron invadidos. Los nativos, dicho sea de paso,
siempre pagan muy caro las consecuencias de las exploraciones pe-
troleras.

A partir del momento en que se encuentra petróleo surge el


problema más grave: la contaminación. Ossio (1979) estudió este
tema en Loreto , encontrando que los ríos reciben agua salina o sal-

94
muera, agua aceitosa y petróleo, además hay descargas gaseosas.
La salmuera, producida en un promedio de 2 a 3 barriles por cada
barril de petróleo, tiene una concentración promedio de 75 ,000 ppm ,
es decir casi 4 veces más salada que el agua de mar. Contiene sul-
fatos, bicarbonatos y cloruros, asociados con cationes de sodio, cal-
cio y magnesio. La concentración salina y el volumen generado son
de tal magnitud, que el autor ha estimado que para que el agua de
los ríos vuelva a la normalidad , se necesita diluir la salmuera produ-
cida en 323,960 M3/día o 3.75 M3/seg. por cada 1,000 barriles pro-
cesados. Snedaker (1977) comprobó que la capacidad de dilución
del río Corrientes es menos de un tercio de lo necesario para diluir
el agua salada que recibe. El alto contenido de sales es tóxico para
la flora y la fauna. Pero lo más serio es que la evacuación crea una
gradiente de salinidad que se transforma en una valla insalvable
para los peces, que así no pueden culminar su migración reprod uc-
tiva o "mijanada", afectándose seriamente el potencial pesquero re-
gional (Snedaker 1977). A lo indicado debe agregarse que el agua
que proviene de las desalinizadoras alcanza 49°C, creando además
una barrera térmica y otros problemas (Hurtado de Mendoza 1977).

El agua aceitosa y el petróleo tienen todos los impactos nega-


tivos bien conocidos en los mares. Pero, en los ríos, el problema se
agrava pues las corrientes conducen esos depósitos a las ori llas
afectando la vegetación ribereña de la que dependen la mayoría de
las especies de peces. Además, las fugas o pérdidas de petró leo
afectan la vida sobre cientos de kilómetros, también a consecuercia
de la corriente. Pero, además de las pérdidas "normales", por proce-
sam iento, están las excepcionales, como en el caso de accidentes
de las barcazas que lo transportan y en el oleoducto. El oleoducto
norperuano ya sufrió numerosas rupturas , a lo largo de sus 855 km,
a consecuencia de que se ha permitido que co lonos se asienten a
lo largo de la carretera que lo sirve por partes, provocando huaycos
y aluviones. En Ecuador, el oleoducto se rompió recientemen+e por
efecto de un sismo, llegando sus consecuencias hasta territorio pe-
ru ano y, en Colombia, los saboteadores destrui'~n oleoductos varias
veces al año, con gravísimas consecuencias éÚnbientales.

El aprovechamiento del petróleo, un recu rso no re novable,


debe hacerse respetando y cuidando el potencial .de los recursos re-
novables, a los que el bienestar humano está íntimam ente ligado
ahora y por siempre. Lo que sucede en la Selva constituye violación
de preceptos constitucionales y de una frondosa legislación que na-
die, pero los gobiernos menos que otros, se preocupan en cumplir.
Entre otros aspectos, es inconcebible que la exploración petrolera
pueda realizarse dentro de unidades de conservación como los par-
ques nacionales, que por ley son intangibles.
Finalmente, debe mencionarse el descubrimiento de una im-
portante reserva de gas natu ral en el río Camisea, en la provincia de
La Convención en Cusca. Considerando el alto coeficiente de recu-
peración de los yacim ientos de gas, el potencial estimado de las es-
tructuras San Martín-Segakiato y C?sh iriari equivale a más de mi l

95
millones de barriles de reservas probadas de crudo en la actualidad
(PETROPERU 1987). La explotación de gas natural plantea proble-
mas ambientales menos difíciles que en el caso del petróleo.

5. EXPLOTACION MINERA: ORO Y OTROS


PRODUCTOS

Los recursos mineros en la Selva son aún muy poco conoci-


dos. Lo que se sabe se concentra en la llamada provincia metalogé-
nica Andina-Oriental , que tiene reservas importantes de oro, plata,
plomo, cobre y zinc, con significativa presencia de litio, vanadio, pla-
tino y uranio(ONERN 1985), además de magnesio, manganeso, sili-
cio, sodio, cobalto, etc. Lo principal en explotación es la mina San
Vicente, en el distrito de Vitae, cerca a San Ramón , que produce
zinc y plomo; los lavaderos de oro de Madre de Dios y la sal gema
de San Martín y algunos otros lugares (Banco de Crédito del Perú
1972). Se sabe que el potencial minero de la región es mucho mayor
que el ya evaluado.
En la medida en que ese potencial se desarrolle, el impacto
ambiental de esta actividad crecerá. La mina San Vicente ya tiene
un largo historial de perjuicio a los recursos pesqueros del río Chan-
chamayo. Los problemas en Selva no se diferenciarán mucho de lo
que ya ocurre en toda la Sierra. Pero es preciso tener en cuenta
que, si bien la explotación minera ubicada en la reg ión de la Selva
está poco desarrollada, la cuenca amazónica ya recibe cantidades
importantes de relaves provenientes de 61 plantas de beneficio que
procesan 11 '970,000 TM/día de mineral. El río Marañón, por ejem-
plo, recibe una descarga de relaves de 5,287.7 miles de metros cú-
bicos por año (ONERN 1986).
En la actualidad, el problema de contaminación minera más
grave lo provoca la explotación de oro, especialmente en Madre de
Dios, pero también en otros sitios. El daño ocurre por la explotación
misma, que remueve millones de metros cúbicos de tierra, arena y
grava de riberas y lechos de río, hasta profundidades de 3 a 4 m.,
si es manual y hasta 25 a 30 m., si es mecanizada, obteniendo unos
0.5 gr/M3 en el primer caso hasta quizás tanto 5 y 6 gr/M3 en el se-
gundo. La destrucción de vegetación ribereña acelera la erosión de
riberas y, en conjunto, se genera un volumen tremendo de sedimen-
tos en el río, que afecta la biología acuática y provoca las mismas
consecuencias que la erosión por deforestación. Chung (1984) esti-
mó que de 1971 a dicho año se había intervenido directamente entre
1,140 y más de 2,200 ha de riberas, pero que unas 5,000 ha habían
sido afectadas en un grado u otro. La producción oficial de oro de
Madre de Dios, en 1982, fue de 1,900 kg (27% de la producción na-
cional) y la de otros lavaderos (Pachitea, Santiago, Cénepa, Chinchi-
pe, etc.) de unos 200 kg. (Samamé 1986). Pero es un secreto a vo-
ces que gran parte de la producción de oro de la Selva sale ilegal-
ment~ del país.

96
Peor que la generación de sedimentos es la contaminación
por mercurio, que los gambusinos utilizan para juntar el oro. Al pro-
ceder a quemar, el mercurio se vaporiza y, en primer lugar, es respi-
rado por el propio gambusina y luego se deposita principalmente en
el río. El mercurio ingresa a la cadena trófica y llega hasta el hom-
bre, vía los pescados o simplemente con el agua. Tal como en Mina-
mata, Japón, donde en 1965 murieron cientos de pe.rsonas, en espe-
cial niños nonatos o que nacieron defectuosos, la..Selva de Perú y
Brasil está amenazada por la contaminación por mercurio. En efecto,
se han constatado concentraciones de mercurio absolutamente ex-
cepcionales en peces y aún en humanos en la Amazonía brasileña,
en especial en la cuenca del Madeira, a la que corresponde el río
Madre de Dios (Cousteau 1985). Esta contaminación tan peligrosa
es tanto más absurda por cuanto existen formas baratas de evitarla,
mediante retortas, con gran economía para los gambusinos que pue-
den reciclar todo el mercurio que usan.

6. EL IMPACTO URBANO E INDUSTRIAL

La Selva tiene un acelerado proceso de concentración urba-


na. En la Selva Baja, el 50.9% de la población ya era considerado
urbano en 1981. lquitos, por entonces, ya tenía 186,200 habitantes
y Pucallpa 96,900. Otras ciudades, en Selva Baja y Alta, como Tara-
poto, La Merced, Satipo, Moyobamba, San Ramó_n, Chachapoyas,
Tingo María, también tienen poblaciones importantes y rápidamente
crecientes.

Ninguna de las ciudades ubicadas en Selva hace tratamiento


de sus aguas servidas, que van directamente a los ríos que proveen
agua a otros poblados en su curso. El Amazonas es cada vez más
el gran recolector de todos los desagües de la cuenca que lo forma.
Obviamente, esta tiene gran capacidad de dilución y autodepuración,
pero a nivel de algunos de los ríos que la conforman o de tramos
de éstos, ambas ya han sido ampliamente superadas.

Las ciudades también generan gran cantidad de residuos sóli-


dos, cuya disposición es absolutamente inadecuada, en especial to-
mando en cuenta la precipitación pluvial y otros factores que difieren
mucho de otras regiones del país. Además, casi sin excepciones, las
ciudades de la Selva carecen de parques y jardines apropiados y las
calles no tienen sombra de árboles ni verdor de ninguna clase. En
el Brasil, por ejemplo, en muchas ciudades se tomó el cuidado de
conservar o restaurar rodales forestales naturales, que sirven de
área verde.

Las industrias de todo tipo, pero en especial aserraderos y


otras industrias forestales, arrojan sus desperdicios directam~nte a
los ríos o proceden a quemarlos parcialmente, provocando cohtarni-
nación del aire urbano. Entre los problemas de contaminación a exa-
minar en ,un futuro no lejano está el provocado en los ríos por el es-

.9.í
tacionamiento de grandes balsas de trozas, en espera de cubicación
o de ser elevadas hasta el patio de trozas. Obviamente, también hay
contaminación por instalaciones portuarias y por la navegación flu-
vial.

7. ESTUDIOS DE CASO SOBRE LO QUE OCURRE Y


LO PREVISIBLE

En este capítulo se reseñarán tres estudios de caso sobre im-


pactos ambientales actuales y previsibles, con el objeto de ilustrar
mejor lo desarrollado en los capítulos previos de este título. Dos ca-
sos se refieren a la Selva Alta (Coca y cocaína y las carreteras nue-
vas en la Selva Central) y uno corresponde a la Selva Baja (la carre-
tera !quitos-Nauta).

7.1 COCA Y COCAINA

Poco o nada se ha escrito sobre las consecuencias ambienta-


les del cultivo de la coca y de la producción de pasta básica de co-
caína. Sin embargo, hay muchas evidencias de que ambas activida-
des tienen un impacto gravísimo e irreparable en los ecosistemas en
que se realizan . En el presente capítulo se describe la situación y se
discuten sus consecuencias y las medidas recomendables para evi-
tarlas.

Conviene recordar que el género Erythroxylon tiene cerca de


250 especies, de las cuales unas 200 corresponden al trópico ame-
ricano. Pero sólo dos especies sudamericanas han originado todas
las cocas cultivadas: E. coca. Lam y E. novogranatense (Morris).
Cada una de éstas especies tiene dos variedades: E. coca var.
coca, E. coca var. ipadu, E. novogranatense var. novogranatense
y E. novogranatense var. truxillense (Piowman 1984). La variedad
coca es la cultivada en la Selva Alta del Perú, la variedad ipadu
(epadú) se cultiva en Brasil y un poco en la Selva Baja del Perú (Lo-
reto). La coca costeña es E. novogranatense var truxillense, de la
que en 1964 todavía se plantaban 160 ha en la Costa y 650 ha en
la Sierra (CONESTCAR 1965). La otra variedad de E. novograna-
tense se cultiva en Colombia. Antes de las aclaraciones de Plowman
(1979, 1980, 1984) subsistió una confusión que se refleja en los tra-
bajos de Bües (1911 , 1935) y otros. Varios estudios botánicos sobre
el género han sido hechos en el Perú en ~as últimas dos décadas
por Machado (1970, 1970a 1972, 1974) y por Ferreyra y Tovar
(1966). Por otra parte, Machado (1980) distingue la existencia de
cuatro cultivares de E. coca. En este trabajo, en general, sólo se
hace referencia a las dos variedades de E. coca, en especial E.
coca var. cQca, a la que sir:nplemente se denominará coca.
7.1.1 Superficie cultivada: una gran incógnita

Conocer la extensión y la localización de los cultivos de coca


es indispensable para poder evaluar su impacto ecológico. Lamenta-
blemente, al margen de algunos hechos evidentes, la información
disponible es escasa y confusa. Lo obvio es que el cultivo abarca
una superficie varias veces mayor que la indicada en las estadísticas
oficiales y que ahora se concentra en los departamentos de Huánu-
co y San Martín y no en el Cusco, como antaño.

En 1964 existían 16,360 ha de las que 9,230 ha estaban prin-


cipalmente en el valle de La Convención, en el Cusco. Le seguía en
importancia Huánuco con 4,000 ha, La Libertad con 940 ha y Ayacu-
cho con 850 ha (CONESTCAR 1965). San Martín ni figuraba en las
estadísticas. En 1960 Cusco producía el 59% de la hoja de coca del
Perú (De la Guerra 1961 ). Esta situación era similar a la que descri-
bía Bües en 1911 y que confirmaba en 1935, al igual que otros au-
tores de entonces (Paez 1937). Sin embargo, ya se afirmaba que el
departamento de Huánuco ofrecía mejores condiciones ecológicas
para el cultivo de coca que Cusco, indicándose que la hoja era de
mejor calidad por su mayor contenido de alcaloides (Vila 1935, Paez
1937).
Hasta la primera mitad de la década del 60, las estadísticas
oficiales y la realidad corrían parejas. Después, se ha producido una
divergencia que continúa creciendo y que ya tiene ribetes cómicos.
No obstante, a 1979 esas mismas estadísticas oficiales revelaban el
rol decreciente del Cusco como productor de coca. Entonces había
allí sólo 7,877 ha mientras que en Huánuco y San Martín ya exis-
tían, respectivamente 5,320 ha y 1,137 ha. En 1979 la ENACO sólo
reconocía la existencia de 17,916 ha en todo el país (Horna 1980),
Maletta y Makhlouf (1987) indican la existencia de 19,330 ha en
1981, en base a información oficial.

La distorsión de la información oficial resulta evidente cuando


otros documentos de circulación gubernamental (FDA/USAID 1981)
señalaban la existencia de 12,000 ha de coca sólo en el ámbito del
Proyecto Especial Alto Huallaga. Aramburú y Bedoya (1986) se refie-
ren a unas 30,000 ha de coca en esa región, a comienzos de los 80,
estando los 2/3 alrededor del ámbito del referido Proyecto. Según el
estudio FDA/USAID las áreas de Tingo María, Uchiza y Aucayacu
eran las principales zonas productoras de coca. De acuerdo a datos
oficiosos provenientes de fuentes norteamericanas podría haber
150,000 ha a nivel nacional de las que 70,000 están ubicadas en los
departamentos de Huánuco y San Martín. Rumrrill (1986) se refiere
a un informe del Senado del Perú hecho en 1980 que daba cuenta
de la existencia de 50,000 ha ilegales en el país. Cortázar (1986) in-
dica que hay 100,000 ha con coca en San Martín (Zona de Tocache
y Uchiza). Pero los dirigentes del Frente de Defensa de los Intereses
del Pueblo de Tocache (FEDIP) denunciaban en 1986 que sólo en
el Alto Huallaga había 195,000 ha de ese cultivo (Rumrrill 1986).

99
Marcelo (1987) señala estimaciones (de fuentes que no revela) se-
gún las cuales se reconoce la existencia de 40,500 ha de coca en
la provincia Leoncio Prado (Monzón, Tingo María, Aucayacu, La Mo-
rada) y de 33,000 ha en las provincias de Tocache y Mariscal Cáce-
res. Pero el mismo autor afirma que aún esas estimaciones son infe-
riores a la realidad, evaluando en 160,000 ha la extensión de coca-
les en esas tres provincias. Para aumentar confusión en las informa-
ciones disponibles, el propio Ministro del Interior declaró en 1987
que existen 380,000 ha de coca (Anónimo, en Actualidad Económica
1987), aunque él mismo rectificó luego esa información.

De las informaciones arriba mencionadas, que no son las úni-


cas, se deriva la alta probabilidad de que por lo menos existan
150,000 has de coca y quizás tanto como 380,000 ha. La cifra más
probable debe ubicarse algo encima de las 200,000 ha, dato que pa-
rece coincidir con el resultado mínimo del ejercicio de evaluar la su-
perficie en función de los estimados de producción a partir del co-
mercio lícito e ilícito de los productos. Resulta sorprendente la falta
(o el ocultamiento) de información precisa en un tema tan trascen-
dente; más aún porque obtenerla es técnicamente simple, dada la
disponibilidad de sofisticados equipos de sensoramiento remoto.

Si se asume como realista el dato de 200,000 ha, ello signifi-


ca que el Cl.Jitivo ilegal es casi 1O veces más extenso que el legal -y
que es, de lejos, el cultivo al que se dedica mayor extensión de la
Amazonía peruana. En efecto, de acuerdo a estadísticas oficiales .
. compiladas por Maletta y Makhlouf (1987), a comienzos de la pre-
sente década, había 160,000 ha de café, 85,700 ha- de maíz,
62,700 ha de plátano y 44,500 ha de arroz en toda la región amazó-
nica. Aunque el autor de este trabajo considera que tales informacio-
nes están drásticamente subvaluadas (Dourojeanni 1986), el rol
preeminente de la coca es obvio. Maletta et al (1984) señalan la
existencia en la Selva de 666,668 ha dedicadas a : (1) cu ltivos per-
manentes (223,976 ha), (2) cultivos transitorios (270,219 ha), (3)
pastos (172,243 ha) y (4) reforestación (230 ha). La coca ilegal es
casi el 30% de esa extensión y equivale al 80% de los cultivos per-
manentes legales.

7.1.2 Impacto del cultivo de la coca en la deforestación

El primer y más obvio impacto del cultivo de la coca, en las


proporciones en que se da, es la deforestación de varios centenares
de miles de hectáreas, en gran parte sobre tierras sin aptitud agríco-
la. La deforestación alcanza: (1) las tierras actualmente cultivadas
con coca (más de 200,000 ha); (2) las tierras que los propios culti-
vadores de coca utilizan para su sustento y que siembran con yuca,
plátano, maíz y otros; (3) las tierras que abandonan por agotamien-
to de la fertilidad; (4) las tierras que deforestan los campesinos que
se alejan de las zonas dominadas por narcotraficantes y terroristas
asociados; (5) _ 1a~ tierras que qeforestan_ los cultivadores de coca

100
que son esparcidos por las actividades de represión policial y; (6) la
deforestación causada por la construcción de pistas de aterrizaje, de
las que se ha denunciado la existencia de más de un centenar si-
multáneamente y de laboratorios y campamentos. En base a estu-
dios detallados como los de Aramburú y Bedoya (1986), Aramburú
(1982) y Bedoya (1982, 1986), entre otros, que permiten deducir pa-
trones de uso de la tierra precisamente en el Alto Huallaga, se pue-
de suponer sin arriesgar mucho que en toda la Amazonía, la defo-
restación ligada directa e indirectamente al cultivo de la coca tiene
un total acumulado de unas 700,000 ha a partir de la expansión ca-
calera de comienzos de los 70.

Si la especulación anterior es aceptada, entonces la coca es


responsable por sí sola de un 10% de la deforestación total acumu-
lada en este siglo en la Amazonía peruana y que se estima actual-
mente en unos 7 millones de hectáreas en base a Malleux (1975),
Dancé (1981 ), Dourojeanni (1979, 1986). Pero su rol, desde los 70,
es comparativamente mucho más significativo.

La deforestación, en especial de tierras de aptitud forestal o


de protección, como es el caso, tiene graves repercusiones ambien-
tales, entre ellas: pérdida de suelos a través de procesos erosivos
insidiosos y violentos, extinción de recursos genéticos, alteración del
régime¡1 hidrológico e inundaciones, reducción del potencial hidroe-
nergético, dificultades para la navegación fluvial, reducción del po-
tencial de los recursos hidrobiológicos, falta de madera y leña, falta
de carne de monte, etc. La casi obligada quema, en esas circunstan-
cias, del producto de los desmontes trae otros problemas como son
la contaminación del aire, la pérdida de nutrientes y el deterioro de
la capa superficial del suelo.

Autores tempranos (Vila 1935, Paez 1937) gue describieron


los aspectos agronómicos de la coca ya explicaban que las tierras
preferidas para implantar el cultivo eran, precisamente, las recién de-
forestadas debido a su mayor fertilidad natural y a la ausencia de
malezas, entre otras razones.

7.1.3 Coca: un cultivo altamente erosivo

En su primer informe publicado, la Estación Experimental


Agrícola de Tingo María (Dirección de Colonización y Asuntos Orien-
tales 1947) escribía, textualmente: "Aunque la forma de cultivo de la
coca tiene efectos desastrosos sobre el suelo comparables a los que
tiene sobre los seres humanos, está muy extendida porque es el cul-
tivo permanente que brinda mayores beneficios económicos en la re-
gión". Hace pues cuatro décadas, por lo menos, que el problema del
cultivo de la coca y de su impacto sobre los suelos está planteado.
Más recientemente, ha sido denunciado por Tasi (1960), Ríos (1978,
1979), Peñaherrera (1982) y Sánchez (1986), entre otros.

101
El carácter altamente erosivo de la coca es debido: (1) a las
zonas ecológicas donde se le planta y (2) a algunas características
de su cultivo, por lo menos en la forma en que éste suele ser reali-
zado ahora. El cultivo se practica en las zonas de vida que Tasi
(1960) describe como bosque húmedo subtropical y bosque muy hú-
medo subtropical, entre otras, que se ubican entre los 700 y 2,000
m.s.n.m. Estas zonas de vida corresponden a lo que se conoce
como Selva Alta, ,~ aunque es común que se plante también en con-
diciones de Ceja de Selva. La altitud óptima para el cultivo se situa-
ría entre los 1,000 y 1,200 m.s.n.m., donde el tenor de cocaína sería
más alto (Martin 1912) y con pluviosidades de 1,000 hasta 4,200
mm/año, con un promedio muy por encima de los 2,000 mm. En es-
tas regiones predominan terrenos accidentados, con pendientes fuer-
tes, que además son los preferidos por los cultivadores por razones
de drenaje (Vila 1935, Martin 1952). Actualmente se encuentra coca
hasta en el Boquerón del Padre Abad, que está localizado en pleno
bosque pluvial subtropical, con precipitaciones anuales promedio de
unos 6,000 mm. Ecológicamente, la coca se ubica pues en algunas
de las zonas de vida más frágiles del país, varias de las cuales son
las menos aptas para uso agrícola que existen, por su carácter alta-
mente erosionable.

Como si eso fuera poco, la propia tecnología del cultivo tiene


varias características que también favorecen la erosión. En efecto,
se prefieren suelos : (1) arcillo-arenosos, de buen drenaje; (2) en
pendientes hasta de 45° o más, igualmente para facilitar el drenaje;
y (3) recién desmontados y quemados, es decir descubiertos de toda
vegetación protectora (Bües 1911, 1935; Denemoustier y Jacob
1912-13, Vila 1935, Martin 1935, Pacheco 1937). Además, el cultivo
requiere de intensos deshierbas y labranzas que se hacen después
de cada cosecha, es decir no menos de tres veces al año y hasta
seis en algunos casos. Los deshierbas se hacen subiendo la ladera
limpiando la vegetación con lampa o azadón y arrastrando, al bajar,
las plantas cortadas, junto con parte de la tierra removida (Vila 1935,
Bües 1935, Paez 1937, Orihuela 1953, Daneri 1974). En algunos ca-
sos inclusive se remueve el suelo hasta 15 cm de profundidad (Paez
1937). Es así como el suelo de los cocales queda totalmente des-
guarnecido ante el impacto de la lluvia y la erosión laminar se trans-
forma rápidamente en surcos y cárcavas profundas. Aunque la coca
se cultiva en pozas, el aporque anula su eventual efecto anti-erosivo.
Otra causa de erosión, que se sinergiza con lo descrito, es la fre-
cuencia de las cosechas que, en buena cuenta, son· simplemente
una defoliación que expone aún más el suelo al impacto de las gotas
de lluvia o a la erosión eólica en la estación seca. Lo usual es que
se hagan 4 cosechas al año (autores antes citados). El número de
factores que se combinan para hacer de la coca el cultivo ambiental-
mente más peligroso del Perú es verdaderamente asombroso. Se ha
tratado de resumirlos en el cuadro 20.

El párrafo anterior debe ser enriquecido con algunas informa-


ciones adicionales que, en cierto modo, describen situaciones dife-
.rentes en el pasado y en la actualidad. Diversos autores (Denemous-

102
tier y Jacob 1912-13, Vila 1935, Paez 1937) explican que el cultivo
de la coca se hacía en pozas profundas, en las que las plantitas
sembradas o trasplantadas se colocaban en tierra que no llegaban al
ras de la ·poza. Por ejemplo, en Huánuco, las pozas tenían 25 cm .
de ancho, 30 cm. de largo por 80 cm. de profundidad y estaban ubi-
cadas en hileras que seguían la línea de la máxima pendiente, con
60 cm. entre pozas y 1.0 m. entre hileras, para facilitar raspas y des-
hierbas e impedir el relleno de las pozas con tierra en caso de llu-
vias fuertes (Vil a 1935). Por otra parte, previo a la plantación de la
coca se plantaba otra: especie, en general yuca pero también pituca
o maíz, cuya función era proveer sombra a la coca durante los pri-
meros meses (Bües 1935, Vila 1935, Paez 1937, Martín 1952). Esta
práctica, que continúa, también reduce la erosionabilidad inicial. Pero
hay más : tal parece que era costumbre generalizada tener la coca
bajo sombra de pacae negro y/o blanco (lnga spp.), plantados en
tresbolillo (Vila 1935, Martín 1952), tal como se practicó después con
el cafeto.

Otra consideración importante es que, antes, en el valle de La


Convención y por cierto, en la Costa y en algunos otros lugares, la
coca se sembraba con frecuencia en terrenos planos y hasta era re-
gada (Bües 1935, Paez 1937). Finalmente, hay muchas evidencias
de que en épocas pre-hispánicas la coca se cultivaba en general en
terrazas bien construidas, de paredes empedradas. Ello ha sido
práctica relativamente común hasta comienzos de este siglo, como
lo señalan de la Guerra (1961) y Paez (1937), entre otros. El segun-
do explica que se construían graderías, terrazas o ''tacamas" de 50
cm. de ancho y 40 a 80 cm. de alto, en función de la pendiente. El
mismo autor señala que esa práctica se daba en Bolivia. Informacio-
nes orales y escritas (Terán y Sandagorda 1980) recientes confirman
que estas terrazas aún se encuentran en Bolivia, en Sandia, al Sur
del Perú y que los cocales más viejos del Monzón, en Huánuco, to-
davía muestran vestigios de esa práctica. El uso de terrazas, pozas
profundas en ellas, cultivos asociados en la fase inicial y árboles de
sombra, demuestra que é;lntiguamente existía conocimiento del ca-
rácter erosivo del cultivo y que, en base a ello, se tomaban las me-
didas necesarias para racionalizarlo y evitar sus perjuicios.

Los desaprensivos plantíos de coca modernos han merecido


el calificativo de "El Atila del Agro Tropical" (Ríos 1979). En verdad,
no existe ningún otro cultivo que, en forma tan generalizada, provo-
que semejantes rangos erosivos. A la erosión insidiosa, estimada por
lo bajo en unas 300 TM/ha/año (Ríos 1978), se suman procesos ero-
sivos violentos que culminan en catástrofes ~ Son ya miles, sin duda,
los ciudadanos muertos por huaycos y aluviones en la Selva Alta. El
peor, con un elevado número de muertos y desaparecidos, se produ-
jo en el valle del río Chontayacu, en enero de 1982 y mereció un
análisis de Peñaherrera (1982). Estos fenómenos también provocan
la de!:)trucción de las tierras de cultivo más fértiles y de diversas in-
fraestructuras, interrumpen el tránsito con enormes pérdidas de pro-
ductos perecibles y terminan causando grave contaminación en los
cursos de agua.

103
CUADRO 20

RESUMEN DE LAS CARACTERISTICAS DEL CULTIVO DE LA


COCA QUE INCIDEN EN HACERLO ALTAMENTE EROSIVO

FACTOR O CARACTERISTICA' · IMPLICACION

Ecosistemas De Ceja de Selva Ecológicamente los más frágiles


y Selva Alta. de la Selva.

Altitud 700 - 2,000 m.s.n.m. Suelos muy erosionables

' To~~grafía Muy accidentada Suelos muy erosionables

Precipitación 1,000 - 4,200 mm/año A más lluvia mayor erosionabilidad


(x = 2,000 mm/año)

Plantación en pendientes 45° A mayor pendiente mayor erosio-


nabilidad.

Preferencia por suelos arcillo - Más erosionables en pendientes


arenosos que arcillosos.

Suelos recién deforestados y La quema favorece la erosión


vegetación quemada.

Plantación sin terrazas, en pozas Favorece la erosión


poco profundas y en sentido de la
pendiente.

Eliminación de malezas 4 - 6 veces Impacto directo de lluvia y sin


por año, con raspado del suelo. obstáculo a la erosión.

Defoliación (cosecha) 4- 6 veces Impacto directo de· lluvia


por año.

Eliminación de malezas y defoliación Sinergización de factores


simultáneas. anteriores

Abandono del uso de árboles de Impacto directo de lluvia


1 sombra.
'
Remoción a lampa de capa superficial Tierra suelta, fácilmente
del suelo. erosionable.

Fuentes: Las indicadas en el texto.

'7.1 .4 Contaminación por agroquímicos

La coca está sometida a la competencia de malezas y al ata-


que de diversas plagas y enfermedades, que pueden requerir del

104
uso de biocidas para ser controladas. Además, como cualquier otro
cultivo, puede necesitar de fertilización. Toda aplicación de biocida
(en este caso herbicidas, pesticidas o fungicidas) es nociva, en un
grado u otro, para el ambiente. Toda aplicación de fertilizante tam-
bién puede impactarle negativamente. Pero, en el caso del cultivo de
la coca ocurre que, dada su elevadísima rentabilidad y la ignorancia
de los cultivadores, los niveles de aplicación de estos agroquímicos
superan todo lo razonable.

El control de las malezas, que en el cultivo tradicional se ha-


cía mediante herramientas, ahora se practica frecuentemente utili-
zando herbicidas, incluyendo los basados en los clorofenoxiacetatos,
cuyo comportamiento en ciertas mezclas comerciales, es similar al
del líquido naranja, utilizado en Vietnam y cuyos efectos letales se
han constatado recientemente en el Brasil a través de enormes mor-
talidades de peces en el Pantanal del Matto Grosso (Medina et al
1987).

La coca tiene problemas fitosanitarios desde su almacigado,


donde es atacada por grillotopos (Gryllotalpa spp.), grillos (Gryllus
spp.), larvas de escarabajos (Ancistrosoma y otros) y por la chupa-
dera fungosa (Rhizoctonia, Fusarium, Pythium). Luego, su desa-
rrollo posterior se ve afectado por insectos devoradores del follaje
como las hormigas cortadoras de hojas (Atta cephalotes, A. sex-
dens, Acromyrmex hispidus), gusanos de hoja (Pieris, Eloria no-
yesi, Eucleodora cocae), por diversos homópteros que succionan la
savia (Aspidiotus, Lecanium, Lepidosaphes, Coccus hesperi-
dum, Pseudococcus, Saissetia coffeae, Tachardiella gemmifera),
arañitas rojas (Tetranychus). En los troncos pueden presentarse
ataques de larvas de cerambícidos (Trachyderes). Son numerosas
las referencias sobre estos problemas, en general considerados
como serios desde tiempo atrás, por Barton (1929, 1930), Bües
(1935), Paez (1937), Wille (1932, 1943), Piedra (1951), de la Guerra
(1961 ), Alata (1973) . Las plagas de orugas del follaje , en especial
Eloria noyesi que es una plaga importante en Huánuco, se controla-
ban antiguamente con arseniatos, lo que planteaba un grave peligro
para los habituados a "chacchar". El follaje, por cierto, también es
afectado por enfermedades fungosas tales como la escoba de brujas
y por Stibella flavida, Uredo erythroxili, Hypochnus rubrocinctus
(Bües 1935, Vil a 1935, Cárdenas 1948, de la Guerra 1961 ).

Hasta donde el autor ha sido informado, la mayor parte del


excepcionalmente elevado consumo de agrotóxicos y de fertilizantes
del Alto Huallaga es aplicada en los cocales, casi siempre en dosis
abusivas y al límite de la fitotoxicidad visible, en la búsqueda de ma-
yores cosechas. Se aplican, en especial , los agroquímicos comer-
cialmente conocidos como Tiodan, Malation, Sevidan y Tamaron .
Pero hay otros y también abonos foliares, además de abonos radicu -
lares sintéticos disponibles en el mercado nacional. Todas estas sus-
tancias llegan al suelo y terminan en los cursos de agua, donde
afectan a los recursos hidrobiológicos en una medida aún desconoci- .

105
da pero sin duda importante. Además, la parte que no es arrastrada
por el agua, se queda sobre el follaje que se usa para la preparación
de la pasta básica.

7.1.5 Efectos contaminantes de la preparación de pasta básica

No obstante, el impacto ambiental de la preparación de la


pasta básica de cocaína es incomparablemente más grave que el
uso de agroquímicos. En el proceso se produce contaminación del
aire, del suelo y del agua. La primera se da en forma de humo,
cuando se seca la hoja de coca en hornos que funcionan a leña, la
que es obtenida de los bosques aún disponibles. Lo absurdo, como
indica Ríos (1979), es que la ceniza producida como residuo en los
hornos es tirada sin provecho, mientras que los mismos agricultores
compran fertilizantes.

La erosión del suelo, que lleva toneladas de sedimentos a los


ríos, es una importante fuente de contaminación de graves repercu-
siones sobre la vida acuática. Pero la contaminación principal del
suelo y en especial del agua se produce durante el procesamiento
de la hoja para extraer el alcaloide. Ya en 1935, Vila daba cuenta
de ese procesamiento en la forma siguiente: (1 j maceración de las
hojas en agua con ácido sulfúrico al 4 por mil, (2) trasvase a un ba-
rril con carbonato al 20 por mil y posterior picacheo de la hoja, (3)
agregado de kerosene y batido cuidadoso de la mezcla, (4) recupe-
ración del kerosene, (5) trasvase a otro tonel con agua y ácido sul-
fúrico, (6) nuevamente kerosene y batido y (7) filtrado de la prepa-
ración para separar la cocaína y prensado. Siegel (1982) refiere que
el proceso utilizado en Colombia para extraer la cocaína cruda es
simple: La coca pulverizada es bañada en alcohol, mezclada con
benzina y sacudida. Se drena el alcohol y se añade ácido sulfúrico
y la solución es nuevamente sacudida. Al agregar carbonato de so-
dio se forma un precipitado de cocaína cruda o base. Actualmente,
según Marcelo (1987) el procedimiento seguido en el Alto Huallaga
implica dos pasos principales que él denomina maceración y lavado/
planchado. La maceración se hace utilizando 18 lt. de kerosene, 1O
lt. de ácido sulfúrico, 5 kg. de cal viva, 1 kg. de carburo y 5 kg. de
papel higiénico por cada 1O arrobas (120 kg) de hoja de coca. Para
el lavado y planchado utilizan 1 lt. de acetona y 1 lt. de tuluol por
cada kg. de pasta básica producida.

El mismo Marcelo (1987), con las informaciones reseñadas y


sus propios estimados de producción de hoja de coca para pasta bá-
sica en el Alto Huallaga, realizó un interesante cálculo de los volú-
menes de contaminantes arrojados a los cursos de agua de esa
cuenca. Sobre la base de una producción promedio de 2,400 kg/ha/
año de hoja seca y de 160,000 ha de coca en 1986, estimó la pro-
ducción de pasta de ese año en unos 6,400 TM. Ello, según sus cál-

106
culos, signifioa que en 1986 han llegado a los ríos unos 57 millones
de litros de kerosene, 32 millones de litros de ácido sulfúrico, 16,000
TM de cal viva, 3,200 TM de carburo, 16,000 TM de papel higiénico,
6'400,000 lt. de acetona y otro tanto de tolueno. Aún cuando el cál-
culo de Marcelo (1987) pueda ser controvertido, las cifras son tan
abrumadoras que no es posible restarles significancia. Peor aún, in-
formaciones diversas y programas televisados muestran que la ma-
ceración se hace en pozas instaladas directamente en las nacientes
de los riachuelos. El diario El Comercio del 25 de julio de 1987 reve-
ló, en primera plana, la denuncia del alcalde de Juanjui referente a
la contaminación del río Huallaga por ácido sulfúrico, ácido acético,
amoníaco y otras sustancias que se utilizan para preparar la pasta
básica y que fueron decomisadas por la policía en operaciones con-
tra los traficantes de droga. La orden de arrojar esas sustancias al
río provino de una autoridad judicial, dando un indicio de la profunda
ignorancia e inconciencia ciudadana sobre los riesgos de la contami-
nación.

El kerosene, aunque moderadamente tóxico, afecta severa-


mente la biología de las especies de la flora y la fauna y en especial
al plankton. Además reduce la dotación de oxígeno. El ácido sulfúri-
co es sumamente peligroso, al igual que todas las demás sustancias
arrojadas, como el carburo, el carbonato de calcio, la acetona o el
amoniaco. Ni siquiera el papel es inocuo. Entrando a la parte supe-
rior de la cuenca del Huallaga, sus efectos a través de la cadena tró-
fica llegarán hasta las partes bajas de esa cuenca y continuarán de-
jándose sentir más allá. Muchos de los compuestos y recombinacio-
nes insospechadas de estos se concentran en ciertos organismos
acuáticos y llegan ya, sin duda, hasta el hombre. Este dispondrá de
menos pesca, de pescado peligroso para el consumo y de agua po-
table o de riego de menor calidad . Por la información expuesta cabe
decir que las quebradas o riachuelos de la parte alta de la cuenca
ya deben haber sido esterilizados del todo. Marcelo (1987) se refiere
a esto, mencionando que la mortandad de peces pequeños (Bryco-
namericus, Ancistrus, Pygidium) es visible, al igual que la de crus-
táceos, anfibios y hasta de plantas ribereñas. También señala la pro-
liferación inusitada del alga "sorropa" (Ciadophora), que pese a ser
alimento de peces puede en ese caso disminuir la disponibilidad de
oxígeno para otras especies. Este es probablemente una conse-
cuencia de la aplicación abusiva de fertilizantes. En realidad , urge un
estudio detallado de la problemática de la contaminación del agua en
la cuenca del Huallaga.

7.1.6 Coca, cocaína y conservación de recursos genéticos

_ Este es un tema que ya fue tratado en cierta forma al discutir


el de la deforestación. Pero ahora conviene resaltar que la región del
Perú donde están instalados los cultivos de coca es la de mayor di-

107
versidad genética en el país. La Ceja de Selva y la Selva Alta po-
seen un alto grado de endemismos, frutos de la especiación pravo-
. cada por su accidentada topografía y por sus peculiares característi-
cas climáticas. La mayor parte de las aproximadamente 7 millones
de hectáreas deforestadas en este siglo en la Amazonía peruana lo
fueron precisamente en esta región del país (Dourojeanni 1986). El
cultivo de la coca, como se ha visto, ha tenido un rol importante en
este proceso de deterioro ambiental y por ende en la extinción de un
número imprecisable, pero incuestionablemente elevado, de espe-
cies de la flora y de la fauna de los bosques, que se han visto priva-
dos brutalmente de los ecosistemas en que se desarrollan. En el
caso de la flora y fauna acuática, sus ecosistemas han sido tan alte-
rados que muchos ya no soportan vida.

Pero el problema no se limita, por cierto, a la deforestación.


Las zonas cocaleras son tierra sin ley, donde cada quién hace lo
que puede o lo que quiere. En esas zonas la explotación forestal, la
caza y la pesca son completamente anárquicas. Los funcionarios pú-
bliCO$ no tienen ningún acceso. Es así como las pocas áreas prote-
gidas establecidas allí para conservar muestras representativas de
los ecosistemas y de la diversidad genética que les caracteriza no
pueden desarrollarse y peor aún, son invadidas por los cultivadores
de coca y los narcotraficantes. El caso más patético es el del Parque
Nacional de Tingo María que ya en 1972 estaba casi completamente
invadido por cultivos ilegales de coca. Dourojeanni y Tovar (1972)
encontraron que, en ese Parque, el gúacharo (Steatornis caripen-
sis) que es una especie en peligro de extinción ya empezaba a ali-
mentarse también de frutos de coca cultivada en vista de la carencia
creciente de otros alimentos. En un caso similar, El Comercio del 30
de agosto de 1985 denunciaba la producción de "miel con cocaína",
debido a que las abejas del río Alto Chicama se alimentaban de flo-
res de ese cultivo. Hay problemas crecientemente graves en la parte
baja del recientemente creado Parque Nacional del Abiseo, en el de-
partamento de San Martín y otro tanto puede estar sucediendo en
otras unidades de conservación, aunque no se tenga todavía noticia
de ello. Particular preocupación merecen el Parque Nacional del
Manú (Madre de Dios y Cusca) y el Parque Nacional Yanachaga-
Chemillén (Paseo). En el cuadro 21 se indican las unidades de con-
servación afectadas o susceptibles de ser afectadas por el cultivo de
la coca.

Por lo menos dos bosques nacionales están parcialmente in-


vadidos por cultivadores de coca: El Alexander Van Humboldt (Uca-
yali y Huánuco) y el Apurímac (Junín y Cusca). La invasión del pri-
mero se debió a la construcción del tramo Van Humboldt - Constitu-
ción de la Carretera Marginal. Otros lo están probablemente también,
en particular el Biavo-Cordillera Azul (San Martín y Loreto) . Los ope-
rativos policiales y la construcción por el Estado y por los madereros
de nuevas carreteras dispersan a los cultivadores de coca: por toda
la _Amazonía. Su presencia en los tramos nuevos de la Carretera

108
CUADRO 21

UNIDADES DE CONSERVACION Y AREAS FORESTALES


DECLARADAS BAJO PRESION ACTUAL O POTENCIAL DE
CULTIVADORES DE COCA Y NARCOTRAFICANTES

UNIDADES/AREAS EXTENSION LOCALIZACION SITUACION


(Ha.)

Pargues Nacionales
Tingo María 18,000 Leoncio Prado Totalmente invadido.
(Huánuco)

Abiseo 274,520 Mariscal Cáceres Invadido en parte Este


(San Martín)

Cutervo 2,500 Cutervo (Cajamarca) Probablemente


invadido.

Yanachaga-Chemillén 122,000 Oxapampa (Paseo) Invasión posible.

Manú 1'532,806 Manú (Madre de Dios) Invasión posible.


y Paucartambo (Cusco)

Unidades de Conser-
vación en Proyecto

Cutibireni 300,000 Junín y Cusco Parcialmente invadido.

Sira - San Carlos 1'000,000 Ucayali y Junín Invasión posible.

Bosgues Nacionales

Von Humboldt 645,000 Coronel Portillo Invasión inicial.


(Ucayali) y Pachitea
(Huánuco)

Biavo - Cordillera 2'084,500 Mariscal Cáceres (San Invasión posible.


Azul Martín) y Coronel Por-
tillo (Ucayali) .

Apurímac 2'071 ,700 Satipo (Junín) y La Invasión inicial


Convención (Cusco) .

Fuentes:_Comunicaci()nes personales divecsas y observaciones del autor.

109
Marginal, construidos durante el último gobierno del Presidente Be-
laúnde, es masiva y hace ver la necesidad de ser más prudente con
esas obras en el futuro. La coca se está adaptando a ser cultivada
a menores altitudes y el hecho de que su contenido de alcaloide sea
allí menor sólo contribuirá a que se deforesten áreas aún más gran-
des. Además, todo indica que para evitar ser vistos desde el aire los
cultivadores han empezado a plantarla bajo sombra de monte real,
al que no talan por completo.

7.1.7 Otras consideraciones sobre coca y cocaína

El objetivo de éste capítulo ha sido demostrar que el cultivo


de la coca y la producción de cocaína tienen muchas otras conse-
cuencias además de las que todos saben o creen saber. En reali-
dad, su impacto ambiental es sumamente grave, tanto que merece
un tratamiento prioritario desde el punto de vista de estudiarlo mejor
como en cuanto a tomar medidas inmediatas para mitigar algunas de
sus consecuencias. Entre éstas últimas, caben señalar varias posibi-
lidades concomitantes como: (1) Limitar la venta y controlar el trans-
porte de ácido sulfúrico y de otros productos químicos que se nece-
sitan para preparar la pasta básica; (2) Planificar los operativos po-
liciales para evitar que el propio Estado se convierta en el responsa-
ble de la dispersión de los cultivadores y narcotraficantes por toda la
Amazonia; (3) Declarar una moratoria en la construcción de nuevas
carreteras en la Selva, las que sirven principalmente para acoger los
cultivadores de coca, evitando así que el Estado resulte además fi-
nanciando la expansión del cultivo ilegal; (4) Aumentar el actual-
mente insignificante presupuesto de los parques nacionales y otras
áreas protegidas, así como de los bosques nacionales, para que su
propio desarrollo sea su defensa contra los invasores cocaleros; (5)
Planificar mejor la explotación forestal para que los caminos foresta-
les no se conviertan también en vías de expansión del cultivo ilegal.

El tema de la sustitución del cultivo será tratado por otro autor


en este mismo libro. Desde el punto de vista ambiental la sustitución
es altamente deseable y se han hecho, con este enfoque, propues-
tas técnicas concretas (Burgos 1967, Ríos 1979, Chávez 1979, Páu-
car 1983). El tema también ha sido abordado en Bolivia (Rodríguez
1965). Sin embargo, en las propuestas hechas por estos autores así
como en las desarrolladas con más énfasis económico (Hurtado
1986), falta destacar el potencial de los recursos forestales, genéti-
cos y turísticos de las regiones afectadas. A pesar de su viabilidad
técnico-económica, la sustitución aparece como una opción casi im-
posible sin un Estado fuerte y eficaz. El mismo comentario, con otras
consideraciones que no son del caso mencionar, es válido para la
opción de la erradicación que, en términos meramente técnicos, es
relativamente fácil.

Lo absurdo de todo esto es que, como se ha visto, la coca


.puede cultivarse bien, con buena producción y sin provocar desas-

110
tres naturales. La tecnología para ello existe y ha sido practicada por
siglos y quizás por más de un milenio. Pero, en la actualidad , la mi-
tológica coca se ha convertido en un símbolo de destrucción y muer-
te.

"7.2 EL CASO DE LA CARRETERA IQUITOS-NAUTA

Entre !quitos y Nauta, en Loreto, se está construyendo una


carretera (gráfico 5). Esta se empezó a fines de la década de los 70,
sin ningún estudio previo, ni siquiera sobre su trazo. En 1980 se le
dio mayor impulso y, recién entonces, se hizo el estudio detallado de
la obra. Pero, los estudios de suelo y de bosques, así como el de
impacto ambiental, se hicieron en 1981 , después de haberse decidi-
do el trazo y las características de la obra. Se trata de una carretera
de primer orden (6 m de ancho, berma de 1.2 m y 25 m de derecho
de vía a cada lado del eje, con recubierta bituminosa) con algunas
características de segundo orden que, a partir de Quistococha, ten-
drá 88 km hasta Nauta. Recientemente, las autoridades de Loreto
han buscado financiamiento brasileño para concluir la obra que,
pese al tiempo transcurrido, ha avanzado relativamente poco.

Sus objetivos varían de fuente a fuente pero se pueden resu-


mir como sigue: (1) Aprovechar los recursos naturales disponibles,
en especial tierras con aptitud agropecuaria y bosques, para abaste-
cer mejor a !quitos (Morey 1980, ORDELOR 1980); (2) Lograr que
parte de los moradores de los pueblos jóvenes de !quitos se dedi-
quen a actividades agrícolas a lo largo de la carretera, habitando en
parte en "ciudades satélites" a crear (Morey 1980); (3) Desconges-
tionar el Puerto de !quitos, captando en Nauta el flete que llega por
el río Marañón (ORDELOR 1980); (4) · Iniciar por !quitos, el tramo
carretero que en un futuro llegará hasta Chiclayo, en la Costa
(ONERN 1975); (5) Abaratar los costos de las actividades petrole-
ras, haciendo llegar la carretera, en un futuro impreciso, hasta la
zona de explotación (ONERN 1975); (6) Crear una "ciudad modelo"
amazónica en Nauta, que sirva para un desarrollo concentrado ·
(PNUD/ILPES 1972, Collantes 1973). En verdad, el argumento más
comúnmente expresado es que Nauta es la ciudad más antigua del
departamento y que "tiene derecho a tener una carretera que la vin-
cule a !quitos". Los argumentos geopolíticos también han entrado a
.tallar.

7.2.1 Los recursos y su aprovechamiento actual

El estudio de suelos de la carretera !quitos-Nauta demuestra


la existencia de una proporción desusadamente alta, para Loreto, de
tierras aptas para cultivo en limpio. En las 125,000 ha que abarca su
área de influencia hay, en efecto, 6.5% apto para cultivo en limpio en
lugar de 0.6%, que es el promedio del departamento (Zamora 1971 ).

111
Ir
::
"
.

112
También hay más tierras con aptitud forestal que lo usual, 62.2% en
lugar de 48.1 %, en detrimento de las tierras de protección, que son
apenas 9.5%, de acuerdo al estudio (Ministerio de Agricultura/ORDE-
LOR 1981 ). Esta información, por cierto, es alentadora y aparente-
mente justifica ampliamente la obra.

Sin embargo, ese resultado no es sorprendente ya que prácti-


camente todas esas tierras fértiles están en el interfluvio ubicado en-
tre el Nanay y el ltaya, cerca a sus desembocaduras en el Amazo-
nas, así como a lo largo del Amazonas, del ltaya y del Marañón. Di-
cho de otro modo, esa fertilidad excepcional es simplemente el fruto ·
de una ubicación privilegiada por la influencia aluvial de cuatro ríos.

Al comparar, en 1981, el mapa de uso actual de la tierra -éon ~


el de capacidad de uso, antes resumido, se observó que 1O, 700 ha
estaban cultivadas y que habían, por lo menos, 14,1 00 ha de pur-
mas (cuadro 18). Es decir unas 25,000 ha del ámbito de influencia
de la carretera ya estaban ocupadas y trabajadas. Sumando las tie-
rras con aptitud para el cultivo en limpio '¡las que tienen aptitud para
el cultivo permanente, existen 26,000 ha en el ámbito de la carrete-
ra. No por casualidad todas las tierras que estaban ocupadas eran
exactamente coincidentes con aquellas reconocidas como fértiles por
el estudio de suelos. Tomando en cu~nta también las tierras con ap-
titud para pastos, quedaban aún uno:S pequeños bolsones de tierra
de vocación agropecuaria, que en la actualidad han sidorocupados.

¿Cómo había llegado la gente antes que la carretera? Pues


del modo más lógico en la Amazonía. Tratándose de tierras aluviales
habían llegado por los ríos. Aquellas que quedaban más lejos, ha-
bían sido expuestas gracias a los tramos carreteros que, sin plan,
habían sido abiertos en la década del 70. Estas tierras están , casi
todas, en los primeros kilómetros de la carretera, cerca a lquitos. A
partir de 1980, en realidad, ya no quedaban tierras agrícolas a ser
habilitadas por carretera. Entre la punta de carretera de entonces y
Nauta, sólo quedaban tierras con aptitud forestal.

Los bosques productivos del ámbito abarcaban, en el momen-


to del estudio, 89,227 ha (71.6%). Se les juzgó algo más ricos que
el promedio, con un volumen neto de casi 122 M3/ha de los que
39.4 M3/ha er~n aprovechables a corto plazo. Las condiciones de
extracción, con carretera, habrían de ser fáciles. En aquel tiempo, la
mayor parte de los bosques estaban intactos, dada su inaccesibili-
dad. También hay numerosos recursos forestales no maderables,
entre ellos aguajales con buen contenido de huasaí, shiringa, ojé,
balata, leche caspi, ubos, etc. Estos recursos, en su mayor parte, ya
estaban siendo explotados aunque no en exceso. La fauna silvestre,
en cambio, si estaba siendo explotada en forma abusiva, en gran
parte del ámbito, a partir de los ríos indicados. Pese a ello, se había
reportado manatíes (Trichechus inungüis) en el río ltaya. La pesca .
aún es abundante en los ríos.

113
7.2.2 Impactos ambientales previsibles

Como se ha visto, en lo que falta construir de la carretera pro-


yectada no queda tierra fértil, apta para agricultura anual o perenne.
Lo que queda es esencialmente de vocación forestal. Por la expe-
riencia acumulada en la Selva del Perú y en toda la Amazonía, los
asentamientos a lo largo de las carreteras son inevitables, indepen-
dientemente de la aptitud de los suelos. Es decir que las tierras se-
rán ocupadas por campesinos aún antes de que pase la carretera y
serán deforestadas y quemadas. Los madereros rescatarán algunos
ejemplares de especies valiosas, adelantándose un poco a la punta
de carretera o en acuerdo con los campesinos precarios, pero de un
modo u otro se desperdiciará casi todo el potencial maderero en las
inmediaciones de la carretera.

La comparación entre fdtografías aéreas de 1972 y 1980, re-


vela la considerable expansión de la frontera agropecuaria a que se
ha aludido antes. Si 25,000 ha, por lo menos, fueron deforestadas
en poco más que ese lapso, es de esperar que en tierras menos fér-
tiles se deforeste por lo menos otro tanto hasta fin del siglo. Es decir
que unas 50,000 ha (40% del ~mbito) serán privadas de vegetación
natural antes del año 2,000.

La agricultura en las tierras de aptitud forestal tendrá una in-


tensidad de cultivación aún menor que la que ya se da en las tierras
fértiles ·habilitadas, probablemente habrá 1 hectárea cultivada por
cada 4 en barbecho forestal. Gran parte de la zona de influencia de
la carretera es moderadamente accidentada, por lo que es previsible
cierta erosión, en especial porque los agricultores de Loreto no sa-
ben trabajar en tierras de altura.

El ámbito no ha sido motivo de estudios botánicos ni zoológi-


cos. Nada se conoce de los recursos genéticos del área, los que se
perderán sin saberse lo que desapareció. Las pérdidas no sólo serán
por deforestación con fines agrícolas, caza y recolección, sino por
extracción forestal. Por otra parte no hay ninguna evidencia de que
el recurso forestal, pese a ser importante, será manejado. Como
bien se sabe, ninguna explotación forestal está bajo manejo en toda
la Amazonía peruana.

7.2.3 Evaluación del proyecto

Como era de suponerse, la evaluación hecha en 1981 (Minis-


terio de Agricultura/ORDELOR 1981) demostró que muchas de las
justificaciones de la carretera carecían de fundamento. El objetivo de
abastecer mejor a !quitos, gracias a la producción agrícola, carece
de lógica puesto que las tierras fértiles ya estaban accesibles y has-
ta ocupadas y en plena producción. La posibilidad de crear ciudades
satélites y de dar empleo a los habitantes de los pueblos jóvenes de

114
lquitos no era realizable por la misma razón ya expuesta. Los objeti- ·
vos de conectar lquitos con la .~ona petrolera y con la Costa, pueden
ser válidos, pero son de tan largo aliento y de tal magnitud que es-
capaban a los medios de ORDELOR, requiriéndose una decisión po-
lítica de nivel nacional, que no se produjo. Además, para hacerlo,
hay mejores trazos posibles, evitando puentes sobre ríos grandes.

Por otra parte, resulta poco comprensible que se construya


una carretera prácticamente paralela al río navegable más caudaloso
del mundo y paralela, en dos tercios de su recorrido, a otro río nave-
gable como el ltaya. Además, las tierras fértiles del ámbito del pro-
yecto son casi todas accesibles por esos dos ríos y por el Marañón,
cerca a Nauta y por el Nanay, cerca a lquitos o por los tramos más
antiguos de la carretera. El volumen de transporte previsible entre
Nauta e lquitos se limita al arroz, procedente de Nauta y a pocos
bienes procedentes de lquitos, ya que Nauta se abastece por el Ma-
rañón o por el Ucayali. Pero el transporte fluvial sería, de todos mo-
dos, más económico para esos productos como para cualquier otro.
La idea de construir un puerto en Nauta, para traer las mercaderías
destinadas a lquitos por carretera para descongestionar su puerto,
debe ser contrastada económicamente con la alternativa de .mejorar
él puerto de esa ciudad. Cabe poca duda del resultado.
La única justificación que ~ubsiste, al parecer, es 1~ posibili-
dad de explotar madera. Sin embargo, cabe decir que es mucho lujo
hacer una carretera asfaltada para ese fin, que la madera también
se puede transportar por río y que para facilitar la extracción es muy
fácil y barato hacer varios caminos forestales cortos entre el Amazo-
nas o el ltaya y la zona de extracción, en lugar de una larga y cos-
tosa carretera que va por las cumbres.y que debe cruzar varios ríos
y que, igual que si fuera uno, también necesita caminos forestales
que se desprendan de ella.
Otro ángulo del problema es el análisis, que obviamente no ··
se hizo, de otras alternativas para abastecer lquitos y descongestio-
nar sus pueblos jóvenes. Hay, en efecto, alrededor de la ciudad va-
rios bolsones de tierra con condiciones similares a las descritas pero
que no están ocupadas y cuyo acceso sería mucho más económico.
En la misma zona donde se ha proyectado la carretera se han deja-
do fuera, debido a su trazo arbitrario, porciones significativas de tie-
rra buena.
Pese a que todo lo comentado aquí fue consignado en el es-
tudio que el Ministerio de Agricultura sometió a la ORDELOR en
1981, este órgano y las autoridades actuales han continuado cons-
truyendo la carretera, cuyo costo aumenta año a año.

7.3 EL CASO DEL TRANSPORTE EN LA SELVA CENTRAL

Las diversas carreteras de que se trata, en conjunto, en este


capítulo son parte de la infraestructura vial prevista para el desarrollo

115
de la Selva Central. Gran parte de ellas corresponden a secciones
de la denominada Carretera Marginal. La información que sirve de
base a la discusión fue preparada en el marco de lo que constituye
el primer estudio de impacto ambiental hecho en el país (Dourojean-
ni 1981 ), por encargo del Ministerio de Transportes y Comunicacio-
nes, con el mérito adicional de haber sido preparado al mismo tiem-
po que los demás estudios de prefactibilidad, en parte, antes de que
se haga la obra.

Las carreteras consideradas en el estudio son: Pichanaz-


Puerto Mairo, Pichanaz-Puerto Bermúdez-San Alejandro, Satipo-Ata-
laya y Satipo-Puerto Rico. Las dos primeras ya fueron construidas y
están más o menos operativas, la tercera ha avanzado muy poco y
nada la última. El estudio de impacto ambiental abarca un área de ·
5'275,000 ha (ver gráfico 6), pero en algunos aspectos se refiere a
superficies menores, ajustándose a los resultados de los estudios de
Villachica (1981) sobre suelos (2'085,000 ha) y de Malleux (1981)
sobre bosques (3'768,000 ha).

El ejercicio consistió primero en comparar el uso potencial con


el uso actual , donde ya había ocupación humana y, segundo, en
proyectar el uso actual de las zonas ya desarrolladas de la Selva
Central con el que podría esperarse (escenarios) en las zonas que
serían abiertas por las carreteras nuevas, tomando en cuenta: (1)
Los recursos disponibles; (2) Las características ecológicas o su fra-
gilidad; (3) Los desarrollos agrícolas, forestales, mineros y energéti-
cos propuestos; (4) Las consecuencias ambientales pro.bables de
los desarrollos propuestos tal como se planificaron (escenario ideal);
(5) La evolución probable de los desarrollos propuestos en base a
la experiencia regional de lo que realmente sucede (escenario ten-
dencia!); y (6) El desarrollo de un escenario tendencia! modificado y
de otro normativo, en los que se adoptan diversas medidas para evi-
tar el escenario tendencia!, las que constituyen las recomendaciones.
El horizonte del estudio fue el año 2,009.

7.3.1 Clasificación ecológica de la Selva Central

La Selva Central, en pleno piedemonte andino-amazónico, es


muy accidentada y por ende tiene una gran diversidad de zonas de
vida (sensus Holdridge 1947). La ONERN (1976) reconoce en ella
11 zonas de vida y 6 zonas transicionales, cada una de las cuales
contiene un número grande de ecosistemas. La región estudiada es
apenas el 4.1% del territorio nacional pero tiene el 16.8% de las zo-
nas de vida y transiciones reconocidas en el país.
El bosque pluvial Premontano Tropical es el mejor representa-
do (18.7%) , seguido de cerca por el bosque muy húmedo Premonta-
no Tropical en transición a bosque húmedo Tropical (18.6%) , por el
bosque muy húmedo Premontano Tropical (15.8%), el bosque húme-
do Tropical (15.7%) y por el bosque muy húmedo Tropical en transi- .

116
LEYENDA
(~rn;! tro A•foltodo
Carretera Afirmado
Cai'T'fttro SiR Afir,.,or
Corrtttro En Con•truecion
Carretero En Proyecto
TrochO COrTOZ'Ob ..

Gráfico 6. Sistema via l existen te y propuesto en la Selva Central en 1981

117
ción al bosque pluvial Premontano Tropical (11.6%). Estas 5 zonas
abarcan el 80.4% del ámbito estudiado, mientras que las 12 restan-
tes abarcan la diferencia.

De acuerdo a Holdridge (1947), Tosí (1960) y ONERN (1976),


la clasificación ecológica por zonas de vida es una herramienta que
da un primer y fundamental indicador sobre las posibilidades de de-
sarrollo, en función de diversos factores climáticos, altitudinales y fi- ·
siológicos, entre otros elementos como el relieve, la vegetación y el
éxito probado de las actividades humanas. En base a los resultados
de la clasificación ecológica, se desprende que el 43% del ámbito
tiene condiciones de regulares a buenas para el desarrollo agrope-
cuario, aunque sólo donde los suelos de la zona de vida son apro-
piados, de acuerdo al estudio de clasificación de tierras. Sólo el
0.5% del ámbito es calificable como muy bueno para agricultura. El
42% tiene muy buenas condiciones para el desarrollo forestal y otro
62% tiene condiciones de regulares a buenas, lo que por cierto, se
superpone a las tierras que también tienen aptitud agropecuaria. Hay
un 27% del ámbito que no tiene ninguna aptitud agropecuaria o fo- .
restal. ~ trata, en buena cuenta, de un área con mucho más voca-
ción forestal que agropecuaria.

Analizando carretera por carretera, la situación es muy varia-


ble. Las que unen Pichanaz con Puerto Mairo y Puerto Bermúdez,
atraviesan zonas de vida grosso modo apropiadas para el desarro-
llo agropecuario, pero las que van de Satipo a Atalaya, bien sea vía
Obenteni o vía Codo del Tambo atraviesan zonas de vida mucho
menos favorables. Las condiciones ecológicas a lo largo de la vía
que uniría Satipo con Puerto Rico prácticamente no justifican .intentar
un desarrollo agropecuario.

7.3.2 Impactos ambientales pasados y actuales

El ámbito estudiado está lejos de ser prístino. Los primeros


pasos del hombre blanco, en esa región, debieron ser los del Padre
J. Jiménez, en 1635. Antes de 1700 todo había sido explorado y ya
existían varias conversiones, entre ellas una en el Gran Pajonal, otra
en Pangoa y en otros lugares a los que pretenden llegar las carrete-
ras proyectadas. Los valles del Pichis y del Palcazu fueron repetida-
mente explorados, llegándose a Puerto Mairo poco después de la in-
dependencia. Sin embargo, la deforestación hasta los albores del si-
glo XX no debió alcanzar cifras importantes, estimándosela entre
10,000 y 20,000 ha por acción de colonos. Con la construcción de
carreteras, que aproximaron las tierras a los campesinos serranos y
de aeropuertos, que sirvió a la expansión de ganaderos ricos, todo
cambió muy rápidamente.

Al hacer el estudio, en 1981, se estimó la deforestación con


fine~agropecuarios en 139,000 ha (4.1%), en base a la información
estadística correspondiente a los distritos agropecu_arios. Pero Ma-

118
lle1,.1x (1981), la estimó en 283,000 ha (7.5%) sobre el ámbito que él
investigó, en base a sobrevuelas. La zona más deforestada era la
del valle del Palcazu, por donde pasaría la carretera Pichanaz-Puer-
to Mairo. Otras, como la Satipo-Puerto Rico, ya estaba intensamente
deforestada en su tramo inicial, en la parte noroeste del distrito de
Pangoa. También estaba deforestado en gran parte el tramo Puerto
Bermúdez-Puerto Victoria, que corresponde a la carretera Puerto
Bermúdez-San Alejandro. En Satipo predominaba ampliamente la
agricultura (67%) sobre la ganadería, pero en los distritos agrope-
cuarios de Palcazu, Pichis y Puerto Inca, la ganadería dominaba, cu-
briendo de 83 a 95% del área deforestada.

Para visualizar el impacto ambiental de las actividades agro-


pecuarias se revisó el tipo de cultivos, encontrando que los cultivos
perennes sólo eran importantes en Satipo (43% del área en produc-
ción agropecuaria) mientras que en los demás distritos apenas re-
presentaban el 1%. En toda la región, los cultivos altamente erosivos
o agotantes del suelo dominaban ampliamente. El maíz cubría 44%
y el plátano 31% del área dedicada a cultivos en limpio. Las legumi-
nosas apenas cubrían el 4% del área cultivada en limpio en Satipo.
En otros distritos la proporción era aún menor. El barbecho foresta!
dominaba ampliamente, apreciándose grandes extensiones de pur-
mas, shapumbales y pajonales. De otro lado, la mayor parte de los
pastizales estaban descuidados, degradados y también en gran par-
te abandonados y empurmados. Esto era particularmente obvio en el
Palcazu, donde además se había deforestado hasta las riberas del
río, provocando erosión ribereña. ·

La actividad forestal había sido grandemente negativa a pesar


de la falta de carreteras, reemplazadas por caminos de extracción
forestal en su mayoría ilegales y por extracción fluvial. La explota-
ción de productos forestales no maderables había sido severa~ des-
de las épocas de la cascarilla y del caucho. La caza y la pesca, la
primera con fines comerciales y la segunda utilizando métodos ilega-
les, habían impactado severamente en las poblaciones; Un impacto
particularmente importante es el ya descrito, sobre el Gran Pajonal,
donde la práctica de las quemas y la larga presencia humana han al-
terado la vegetación en forma significativa y han deprimido el poten-
cial faunístico.

7.3.3 Impactos ambientales expectables en función de los


desarrollos propuestos

Los desarrollos propuestos por Villachica (1981) para agricul-


tura y ganadería y los que propone Malleux (1981) para la forestaría,
abarcan una superficie de 1'721 ,000 ha, de las que 418,400 ha
(24%) son para agricultura, 223,500 ha (13%) para ganadería y
1'079,000 ha (61 %) para producción forestal sostenida. Además, Ma-
lleux (1981) indica que el resto (1 '152,500 ha) debe ser mantenido
como bosques de protección. Como se mencionó antes, los estudKJs

119
agrícola, forestal y ambiental abarcaron superficies distintas. El exce-
dente, en relación a los 5'275,000 ha que corresponden al estudio
ambiental, es esencialmente de vocación protectora, por tratarse de
las partes altas de las cuencas pero, ciertamente, pueden encontrar-
se también algunos sectores aptos para otras actividades, en espe-
cial forestaría (cuadro 22) . De atenderse a esta información la defo-
restación afectaría como mí ni mo al 12.1% del ámbito total y la inter-
vención forestal a otro 20.5%, es decir que considerando el rubro de
"otras actividades", de 31 a 40% del ámbito sería afectado directa-
mellte por la acciól) humana.

CUADRO 22

USO DE LA TIERRA PROPUESTO EN EL AMBITO DE


INFLUENCIA DE LAS CARRETERAS DE LA SELVA
CENTR~L (1981)

ACTIVIDADES SUPERFICIE PORCENTAJE


(Ha)

Agricultura (1) (.l- 418,400 7.9


En limpio ' 241 ,100 4.5
Permanente 177,300 3.4
.Ganadería (1) ' .223,500 4.2
·-~ -

Forestería (2) ' 1 '079,000 20.5


Otros (3) ,894,718 17.0
--
. Protección (2) 1 '152,499 21.8
--
No definidas (4) 1'506,883 28.6
--
'
TOTAL 5'275,000 100.0

Fuentes y notas:

(1) Villachica (1981)


(2) Malleux (1981)
(3) Incluye 129.750 ha de reservas boscosas legales (Artículo 89, Decreto Ley
' 22175); áreas cubiertas por espejos de agua, carreteras, centros poblados, vivien-
-- das y una fracción adiGional _de tierras de aptitud forestal y de protección).
,(4) Porción de tierras esencialmente de protección y forestal , en partes altas de cuen- ,
. cas, fuera del ámbito estudiado por Villachica (1981) y Malleux (1981) pero inclui-
Q_o por Douroj~ai']Jli_(1981 ).

Esta propuesta, de acuerdo al estudio económico, garantiza-


ría ampliamente la rentabilidad económica del desarrollo vial, siem-
pre y cuando las especulaciones agropecuarias y forestales se reali-
cen 'con una intensidad moderadamente elevada, que los autores de-
tallaban. A primera vista ésta propuesta es enteramente razonable y
,~e .enmarc~a. h~sta con exceso de prudencia, dentro de los porcenta-

120
jes recomendados para un desarrol lo optimizado, en base a un buen
ordenamiento del territorio en bosques tropicales húmedos. Pero, en
la propuesta agropecuaria faltó descontar la tierra ya deforestada y
sobre todo la tierra ya ocupada por propiedades privadas y comuni-
dades nativas que, precisamente, poseían lo mejor y la mayor parte
de las tierras con aptitud para la agricultura y la ganadería. Véase,
en especial, el informe de Smith (1983) quien habla del mito del gran
vacío amazónico, precisamente con referencia a la Selva Central.
Esto es importante, pues . los colonos recién llegados no encuentran
cabida en las tierras fértiles y escogidas, viéndose obligados a ocu-
par tierras forestales y hasta de protección.

Las consecuencias ambientales de la agricultura propuesta


serían relativamente limitadas puesto que, por ejemplo la erosión ,
que es la peor y más difundida secuela, sería mínima gracias a la
·selección cuidadosa de los suelos y a la alta proporción de cu ltivos
perennes (42.4%), lo que es inusual. A diferencia de lo que sucede
normalmente, la propuesta incluye una agricultura relativamente in-
tensiva, eliminando los descansos gracias a la fertilización y a la me-
canización. Obviamente, puede esperarse cierta contaminación por
efecto de la aplicación de agrotóxicos (2,500 a 3,850 TM/año) y de
mejoradores del suelo (345,300 TM/año de cal y 271 ,500 TM/año de
fertilizantes), que afectarían el potencial hidrobiológico en las cuen-
cas sin capacidad suficiente de autodepuración. Tanto más que las
cifras mencionadas excluyen palma aceitera y pastos. En las cédu las
de cultivo y sus rotaciones propuestas por Villachica (1981) llama la
atención la escasa importancia atribuida a las leguminosas.

Otro problema ligado a la propuesta agropecuaria es que, sin


excepciones, ocuparía toda la tierra fértil , en general aluvial, impi-
diendo que se pueda conservar alguna muestra prístina de esos
ecosistemas particulares y muy ricos en diversidad genética. La de-
forestación del 100% de las tierras de clase 1 (casi inexistente) a cla-
se V, es cosa seria, que sólo podría subsanarse si se respetara la
legislación que obliga a mantener el bosque sobre 15% de las tierras
bajo uso agrícola y sobre 30% de las tierras bajo uso pecuario. Pero
esa legislación jamás ha sido respetada y es de difíci l cumplimiento.

Los impactos ambientales ligados al desarrollo forestal, bajo


planes de manejo científicamente diseñados, serían los clásicos en
una explotación intensiva (50 M3/ha o más, con un turno de 50
·años), como lo propone Malleux (1981 ), los que se explican en el tí-
tulo VIl y que, en resumen, serían: (1) Reducción drástica del núme-
ro de especies aprovechadas y por ende de la diversidad genética
de especies no explotadas y de la fauna, que dependen de las pri-
meras ; (2) Homogenización de la edad de los rodales; (3) Compac-
tación de suelos y erosión , dificultando la regeneración ; (4) Reduc-
ción de habitats apropiados para la reproducción de la fauna silves-
tre y; (5) Caza aniquilante de especies comestibles y de valor pele-
tero por los propios extractores. Pese a todo la explotación ordenada
de los bosques es menos traumática que la deforestación con fines
agropecuarios.

121
Otros impactos previsibles se desprenden de: (1) La caza y
la pesca, cuya intensidad aumentará; (2) De la minería (oro de los
ríos Pachitea, Negro, Yuyapichis, Apurucayali y Puntayacu; manga-
neso del Perené, calcáreos, calizas y margas así como sal gema de
los Cerros de la Sal, Obenteni y del Codo del Tambo, etc.) que se
expandirá a la zona beneficiándose de la nueva vialidad; (3) Obras
hidroenergéticas (2 centrales en el Ene, 4 en el Tambo, 1 en el Pe-
rené), siendo muy discutible la necesidad de obras tan gigantescas
cuando hay ríos menores que brindan también excelentes posibilida-
des; (4) Desarrollo urbano, esperándose una población de 700,000
personas en el año 2009, de los que 40% serán habitantes urbanos,
en ciudades como Puerto Inca, Puerto Bermúdez, lscozacín, Atala-
. ya, Puerto Ocopa y Puerto Prado, además de Ciudad Constitución y
otras; (5) Desarrollo industrial, en especial forestal, que incluye una
posibilidad de fabricar pulpa para papel, que es altamente contami-
nante y; (6) Las mismas obras de vialidad (600 Km de vías tronca-
les y unos 3,400 Km de vías secundarias) tienen impactos severos
en los recursos renovables y en la dispersión de enfermedades tropi-
cales y otras.

7.3.4 Impactos ambientales expectables en función de la


realidad regional

Las propuestas agropecuarias y forestales, sobre cuya base


se ha efectuado el análisis económico del proyecto y cuyos impactos
ambientales se han discutido en el acápite previo constituyen un
buen deseo o una imagen objetivo. Similares propuestas han preten-
dido justificar muchas otras carreteras en la Selva y jamás se han
cumplido. No existe ningún caso en el Perú o en toda la Amazonía
en que, en el lapso indicado, se haya realizado un asentamiento ru-
ral como el descrito. Por eso es fundamental compararlo con un es-
cenario tendencia!, en el que se asume que en las nuevas carreteras
de la Selva Central todo pasará como siempre. Esto implica una ac-
tividad agropecuaria de bajo nivel tecnológico, con barbechos fores-
tales; mucho menor proporción de cultivos perennes, dado su alto
costo de implantación, uso anárquico de la tierra, sin respeto por la
clasificación de suelos y .con presencia de agricultura migratoria; ex-
plotación forestal depredatoria, obviamente sin manejo; invasión de
los bosques de protección; caza y pesca abusivas, etc.

En verdad, pese a lo descrito por Malleux (1981) y Villachica


· (1981) , y a los buenos propósitos desarrollados por el estudio del
Ministerio de Transportes y Comunicaciones (1981 ), no hay ninguna
explicación del porqué en las áreas a ser servidas por las nuevas
carreteras las cosas serían diferentes: Las tierras no son mejores
que en otros lugares y ya están ocupadas en gran parte; la adminis-
tración pública a cargo del desarrollo (Proyecto Especial Pichis-Pal-
cazu) es cada año más ineficiente, como ocurre con toda la adminis-
tración pública nacional; el apoyo del Estado a los agricultores es
cada año peor; no estando ligado directamente a la disponibilidad de

122
recursos y así sucesivamente, cada parámetro exhibe tendencias
desfavorables a la intención de hacer algo diferente y mejor.

Para el presente estudio, se revisó la situación predominante


en las zonas de la Selva Central que anteceden a las que serán ser-
vidas por las nuevas carreteras, esencialmente las provincias de
Oxapampa, en Paseo y de Chanchamayo y Satipo, en Junín (Minis-
terio de Transportes y Comunicaciones 1981, Malleux 1975, UNA/
CEPID 1979). Con esa base, se elaboró un escenario puramente
tendencia! y otro, que se ha denominado tendencia! modificado, en
el que se admite que el Estado tendrá cierta capacidad de ordenar
el desarrollo y se reconoce que las nuevas tierras son, en general,
algo mejores (menos accidentadas) que las de la zona que sirve de
base de proyección. En el cuadro 23, que resume varios otros cua-
dros e informaciones (Dourojeanni 1981 ), se observan esos dos es-
cenarios, conjuntamente con el actual (uso de la tierra actual) y el
ideal en base a las propuestas de Villachica (1981) y Malleux (1981).
En dicho cuadro, las extensiones totales se refieren a la información
del estudio forestal, es decir 3'768,000 ha y no a la totalidad del ám-
bito.

Según se observa, en el escenario tendencia!, el 85% del ám-


bito estaría deforestado al año 2009. En el tendencia! modificado, la
deforestación alcanzaría al 62.7% en lugar del 20.5% que es lo pre-
visto. En el escenario ideal no hay barbecho forestal, ya que la agri-
cultura y la ganadería serían intensivas, en cambio en el escenario
tendencia!, el 73.5% del ámbito estaría en barbecho, lo que podría
.reducirse a 45.6% en el tendencia! modificado. Gran parte de las
purmas provendrían de la ganadería, en especial en el escenario
tendencia!. .En efecto, el porcentaje reducido de pastizales que se
menciona en el cuadro 23 se refiere -,ólo a los que están efectiva-
mente en producción; los abandonados engrosan el porcentaje de
purmas y pajonales. En el escenario tendencia! modificado, se asu-
me que los pastizales, mejor manejados, se mantendrán por más
tiempo como tales siendo por eso que su proporció_n aumenta. En el
Perú, como en el Brasil, hay tendencia a establecer pastizales para
consolidar la posesión de la tierra y porque los propietarios asumen
que es buen negocio, en vista de la falta de mano de obra.

Los impactos ambientales que se derivarían del escenario


tendencia! o del tendencia! modificado serían, obviamente, muy gra-
ves. El principal sería el derivado de la deforestación masiva de bos-
ques de vocación forestal y en especial protectora, con todas las se-
cuelas descritas en el capítulo 1 del presente título. En realidad , se-
rían tan desastrosas como lo vienen siendo y quizás peor, por la
mayor población humana que provocaría los daños y sufriría los per-
juicios.

Por eso, se ha preparado otro escenario, denominado norma-


tivo, en el que se asume un esfuerzo absolutamente excepcional del
Proyecto Especial Pichis-Palcazu y de los Sectores Públicos compe-
tentes, en especial el Agrario. Este _supuesto está presentado, tam-

123
CUADRO 23
.......
1\)
~ SITUACION ACTUAL Y ESCENARIOS ALTERNATIVOS DEL USO DE LA TIERRA
(EN PORCENTAJES) AL AÑO 2009 EN EL AMBITO DE LOS PROYECTOS
DE CARRETERAS EN LA SELVA CENTRAL

--------.:._~--
USO DE LA TIERRA . ACTUAL IDEAL TENDENCIAL
TENDENCIAL
MODIFICADO NORMATIVO

Agropecuaria 5.3 20.5 85.0 62.7 37.7


Agricultura en limpió 0.2 6.4 2.3 2.3 4.3
Agricultura permanente 0.1 4.7 4.1 1.4 3.1
Pastizales 1.0 5.9 5.1 13.4 9.6
Purmas y pajonales 4.0 - 73.5 45.6 19.4
Reservas boscosas - 3.4 - - 1.3

Forestal 94.7 38.4 1§_. ' 37.3 29.9


Extr-acción tradicional o sin uso 86.7 - 15 26.7 14.0
Manejo forestal 8.0 38.4 - 10.6 15.9

Protector (efectivo} , - 41.2 - - 32.4


-
Fuentes,: Diversos cuadros de Villachica (1981), Malleux (1981) y Dourojeanni (1981) con ligeras modificaciones en el escenario tendencia!.
bién en el cuadro 24 y, en este caso, sólo se ·deforestaría el 37.7%
del ámbito y la proporción de purmas se reduciría a 19.4%. Aún en
este escenario, la ganadería ocuparía más tierras que lo propuesto
y el cultivo perenne no abarcaría tanto como recomendado. Existiría
control efectivo sobre bosques de protección y algo más de la mitad
de los bosques de producción estarían manejados. Lograr que este
escenario se cumpla sería una proeza sin parangón (Dourojeanni
1980).

7.3.5 Comentarios finalés

Cabe preguntar, con justicia, el por qué de análisis y propues-


tas tan optimistas e irrealizables como las contenidas en los capítu-
los tantas veces mencionados del estudio de prefactibilidad sobre el
transporte en la Selva Central. Lo cierto, es que este caso se repite
en cuanto estudio de factibilidad para asentamiento rural existe en la
Amazonía, por ejemplo en el famoso caso de Rondonia (Dourojeanni
1985). Parte de la respuesta es que, de no hacerlo así, el proyecto
no sería económicamente rentable o a que lo sería mucho menos.
Otra parte de la verdad es que, a los planificadores, agrónomos y
economistas, no les preocupa mayormente el malgasto de los recur-
sos, que no lo consideran importante o que asumen que es inevita-
ble y que siempre se encontrará un remedio más adelante. Dicho de
otro modo, el peso de la tradición y la preferencia por programar en
condiciones ideales y abstractas, siempre dominan y llevan a la si-
tuación que se conoce bien.
A seis años de hecho el estudio aquí resumido, la realidad
está superando las predicciones en todos los tramos que se han
construido, alineándose incuestionablemente con el escenario ten-
dencia!, es decir el más pesimista. La agricultura migratoria se está
expandiendo sobre los bosques de producción y protección a una ve-
locidad pasmosa, sin que el Estado haga nada serio por evitarlo.
Sólo merece ser reconocido que, gracias a la fuerte presión poi ítica
de la cooperación técnica y financiera, algunas de las recomendacio-
nes de establecimiento de unidades de conservación contenidas en
el estudio de impacto ambiental (Dourojeanni 1981) y en otros estu-
dios en la región (JRB Associates 1981, UNA 1982, OENONERN
1982, World Bank 1984) han sido parcialmente acatadas. Merecen
ser destacadas la creación del Parque Nacional Yanachaga-Chemi-
llen, el establecimiento de los Bosques de Protección San Matías-
San Carlos y Pui Pui, el programa de manejo forestal del valle del
Palcazu y el establecimiento de la Unidad de Investigación y Produc-
ción Forestal del Dantas (Universidad Nacional Agraria). Otros pro-
gramas establecidos en la región con el fin de manejar y conservar
los recursos forestales han fracasado. Actualmente se está revitali-
zando el antiguo proyecto de establecer el Parque Nacional de Cuti-
bireni (Drewes 1965). Pero lo logrado es muy poco en relación a lo
que falta. Por ejemplo, nada se ha hecho por establecer el Parque
Nacional Sira-San Carlos, que es pieza clave para la conservación
de los recursos genéticos de la Selva Central.

125
La minería en gran escala, como esta operación
en Rondonia (Brasil) ocasiona graves transtornos ambientales que
requieren de detallados estudios previos para limitar sus
perjuicios a la biota.
(Foto Dourojeanni)
Quema de bosque en el valle del Pichis .
En la Selva brasileña las quemas son tan extensas que interrumpen
la navegación aérea. Las quemas anuales, en el valle de La Convención,
impiden tomar fotos a los monumentos arqueológicos
de Ollantaytambo y Machu Picchu.
(Foto Dourojeanni)

Deforestación ilegal sobre la carretera Marginal,


en el Bosque Nacional A. von Humboldt. La mayor parte de la deforestación,
en el Perú, es ocasionada por agricultores informales o "migratorios".
(Foto Dourojeanni)
Más de 280,000 ha. anuales son deforestadas por agricultores
informales en la Selva, en especial la Selva Alta.
(Foto Dourojeanni)

Los paiSajes forestales han sido reemplazados


por más de 5 millones de hectáreas de "purmas", "charmizales" y
"pajonales", es d.ecir tierra abandonada y desperdiciada después de
efímeras cosechas . Vista de la Selva Central.
(Foto Dourojeanni)
La deforestación se hace principalmente en
fuertes pendientes, quedando apenas relictos forestales en las
declividades, que no resisten los embates de las quemas anuales.
Vista de Rondayacu, cerca a San Ramón.
(Foto Dourojeanni)
En la Ceja de la Selva, en este caso entre Tarma
y San Ramón, la tala de bosques es seguida por la quema anual
de los pajonales para permitir una ganadería sumamente
extensiva, que provoca una erosión muy severa.
(Foto Dourojeanni)
En sus versiones más drásticas, la erosión
provoca cada año desastres de gran magnitud, que interrumpen el
tráfico vial y arrasan pueblos y tierras de cultivo. La carretera entre
Tarma y San Ramón es una de las tantas que son afectadas.
(Foto Dourojeanni)
Un aluvión que arrasó un caserío cerca
a Oxapampa. Cientos, a veces miles de vidas humanas, y millones
de dólares de pérdidas cada año, son el saldo de la
imprevisión y del mal uso de las tierras.
(Foto Dourojeanni)

La carga sedimentaria de los ríos es enorme


debido a la deforestación y a la erosión subsecuente. La máquina
quedó clavada en el barro de esta quebrada que atraviesa
la carretera Marginal en U cayali, después de
una pequeña creciente.
(Foto Dourojeanni)
La coca es el cultivo más erosivo que
existe en la actualidad. Se la cultiva en fuertes pendientes, a suelo
desnudo y se la defolia para cosechar. Miles han muerto por aluviones causados
por los sembradores illegales de coca que han invadido más de
200,000 ha. Un coca! erodado en Tingo María.
(Foto Tovar)
Los lavaderos de oro
constituyen un problema ambiental grave
por remoción de las riberas y en
especial por el mal uso del mercurio.
Lavadero artesanal en el río Pachitea.
(Foto Dourojeanni)
TITULO V

OPCIONES PARA UN FUTURO


MEJOR
V OPCIONES PARA UN FUTURO MEJOR

La Amazonía, aunque geográficamente conocida, continúa


siendo misteriosa. De hecho, es muy poco lo que se sabe sobre su
funcionamiento, lo que es menester para aprovecharla sin que mue-
ra por los maltratos, como ya ha ocurrido tantas veces, arrastrando
a su fosa a empresarios poderosos y arrogantes como Le Tourneau
en el Perú o Ford y Ludwig en el Brasil. Quizás, lo mismo ocurrió
con las antiguas culturas cuyos restos pétreos se redescubren hoy.
Abusar de ella es fácil, pero la satisfacción es breve. Por eso, por-
que ha llegado el momento en que el Perú necesita de su Amazonía
para siempre, es oportuno conocerla bien y aplicar, con esmero y
cautela, esa información para que los peruanos puedan disfrutar de
. una relación estable, fructífera y feliz con ella.
La Selva tiene todo lo que puede desearse para desarrollar y
por esa vía acoger a millones de peruanos, dándoles todo lo que
permite alcanzar una calidad de vida más que adecuada. Aunque no
abunda, tiene tierra para el desarrollo agropecuario; tiene una ingen-
te riqueza forestal, fruto de la "industria" solar natural; una portentosa
diversidad de recursos genéticos; recursos pesqueros y faunísticos
considerables, grandes recursos de energía fósil; minerales en abun-
dancia y, para aprovechar todo eso, tiene el tremendo potencial hi-
droenergético que le regalan la topografía y el régimen de lluvias así
como incontables ríos navegables que hacen fácil la comunicación.
Además tiene gente. Nativos, que siempre vivieron allí y que cono-
cen todas sus intimidades así como gente que se ha instalado en
ella desde hace más de un siglo. También tiene muchos habitantes
recién llegados, en especial campesinos pobres de la Sierra.
No cabe visión pesimista sobre la Selva partiendo de su reali-
dad natural. Pero sí están omnipresentes la torpeza humana, la codi-
cia y la mezquindad, que están transformando rápidamente la posibi-
lidad de un futuro diferente en una triste realidad.
Lamentablemente, aunque parezca increíble, el país no cuen-
ta con un plan de desarrollo de su región amazónica. Sí, por cierto,
hubo muchas intenciones e intentos de hacerlo, hasta se redactaron
algunos textos. Pero lo hecho no es ni lejanamente lo mínimo reque-
rido. En el Brasi l, por ejemplo, la región amazónica es tomada en se-
rio y se han hecho ejercicios de planeamiento exhaustivos, los que
se revisan, actualizan y, mal que bien, también se aplican. En este
capítulo se discutirán algunas de las opciones disponibles para plani-
ficar un futuro deseable.

1. ANTECEDENTES

Todo indica que la primera acción gubernamental en la Ama-


zonía que reflejó una idea clara sobre ella y su potencial y que tuyo

129
'
un enfoque apropiado para alcanzar la meta del desarrollo sostenido
fue ·el establecimiento, en 1942, de la Estación Experimental Agríco-
la Cooperativa de Tingo María, que era- el eje de la acción oficial
para el desarrollo agropecuario de la colonización de Tingo María
(Ministerio de Agricultura 1947). Aunque el plan del que formó parte
no es conocido, resulta obvio que debió existir y que era coherente
con una óptica de largo aliento. Muchos alegarán que, debido a la
participación del Gobierno de los Estados Unidos, aquella decisión
sólo refleja sometimiento al imperialismo. Pero, sea como sea, fue la
primera vez que se diseñó un esfuerzo que integraba bien el aprove-
chamiento de todas las potencialidades naturales del área y que se
tomaron en serio los obstáculos, previendo los requerimientos de in-
vestigación, extensión y promoción. En la Estación Experimental y
en la colonización que la rodeaba se dio peso, por igual, a las activi-
dades agrícolas, pecuarias y forestales y no únicamente a las dos
primeras como se ha hecho durante tanto tiempo, relegando al re-
curso más importante de la región.
Después de éste esfuerzo, que se debilitó a fines de los 50 y
que abortó completamente en los 60, no hubo más inquietud por es-
tilos de desarrollo que no fueran los convencionales, basados en una
visión "costeña" de la problemática amazónica. La expresión más no-
toria de esa visión es la fracasada colonización Tingo María-Toca-
che-Campanilla, con sus trazos lineales, basada exclusivamente en
1~ 1Wi_cultura o la ganade~ía, sin ninguna integración con la for_este-
na y: mucho menos considerando otros recursos naturales valiosos
(Ministerio de Agricultura 1974). Colonizaciones de aquellos tiempos
que, si bien hacían estudios ecológicos, no los tomaban en cuenta
para nada. En la colonización aludida, porque no se había previsto
un aserradero, los ganaderos y agricultores recorrían centenares de
kilómetros para comprar a alto precio la madera necesaria para cer-
cos y viviendas, en medio del humo producido por su propia madera
que quemaban sin provecho. Al contrario gastaban como dos para
quemar lo que valía como cinco. Por otra parte, Córdova (1963) se-
ñalaba, con razón, que prácticamente todos los cultivos y crianzas
hasta entonces intentados en la Selva eran económicamente aleato-
rios y que el recomendarlos implicaba una grave responsabilidad.
Añadía que el éxito sólo llegaría mediante la intensificación de la
agricultura y la ganadería, en el marco de un planeamiento regional
cuidadoso.

Es sólo en la década de los 70 que surgió, a nivel estatal, una


nueva tendencia en favor de una visión más integral y sostenida del
desarrollo amazónico. El detonante de ésta fue la visita de una mi-
sión PNUD/ILPES, integrada por lgnacy Sachs (Francia) y Víctor
Volski (URSS) , entre otros y que, acompañados de un grupo de pro-
fesionales peruanos, trabajaron por un lapso de varias semanas en
el diseño de una estrategia de desarrollo amazónico (PNUD/ILPES
1972). En este informe, por primera vez en el país, se indicaba sin
tapujos lo insensato del estilo de desarrollo que se venía aplicando.
Volski demostró hasta qué punto era absurdo reemplazar una bioma-
sa de casi un millar de toneladas por hectárea, colmada de bienes

130
valiosos, por "media vaca", como símbolo de un progreso que en
realidad era un retroceso. Ambos autores son personalidades famo-
sas, el primero de ellos con mucha experiencia tropical y promotor
del concepto del "ecodesarrollo" (Sachs 1980, 1981 ), de allí que su
informe calara hondo en las autoridades de ese entonces.

Pero la propuesta PNUD/ILPES (1972) era, sin duda, suma-


mente teórica y faltante de más conocimiento de la realidad. De allí
que la mayor parte del trabajo para adaptarla estuviera a cargo de
profesionales peruanos y, en especial del Ministerio de Agricultura.
Un primer esbozo de aplicación fue presentado en el Forum sobre
Desarrollo de la Selva Peruana (Universidad Nacional Agraria 1973)
pero es, en realidad, en la Reunión Internacional sobre Sistemas de
Producción para el Trópico Américano (IICA 1974) en que la delega-
ción oficial peruana sometió lo que es el primer borrador de un plan
estratégico para el desarrollo de la Amazonía. En él se propugnaba
un desarrollo rural integral e integrado, en base al trabajo de espe-
cialistas en suelos, ecología, agricultura, forestaría, ganadería, pes-
quería, faunística, sociología, antropología y economía. Varios traba-
jos de Dourojeanni (1976, 1979, 1980, 1981, 1981 a, 1981 b, 1981 e,
1983, 1983a) continuaron, en los años sucesivos, profundizando en
esa dirección. Ríos (1979) también trató del tema.

Pero desde 1973 también se estaba desarrollando una expe-


riencia concreta de desarrollo rural integral e integrado en la SAIS
Pampa (una dependencia de la SAIS Túpac Amaru), cerca a Pucall-
pa, con una gran sofisticación conceptual y originalidad, pero de re-
planteo relativamente fácil en el campo (Maass 1974, Maass et al
1974, UNA 1974, Gamarra 1976). A eso debe de sumarse la expe-
riencia del asentamien~o rural de Jenaro Herrera, que comenzó
como una colonización de vocación pecuaria pero que fue transfor-
mada en otra enriquecedora experiencia de asentamiento rural inte-
gral (Martínez 1981, que resume 466 publicaciones e informes sobre
Jenaro Herrera entre 1965 y 1980).

Luego vinieron las definiciones políticas. La primera fue la ex-


posición al país del Ministro de Agricultura, el 1O de marzo de 1975,
uno de cuyos temas fue "la amazonía no será más una colonia inter-
na" y la declaración de Cali (Colombia) de los ministros de agricultu-
ra de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, en la
que sientan las bases de un nuevo trato a sus territorios amazóni-
cos, precisamente basados en una estrategia de desarrollo rural inte-
gral, con claro reconocimiento de la dimensión ambiental.

La decisión política, en el Perú, se reflejó con la promulga-


ción, en 1974 y 1977, de los Decretos Leyes N2 20653 y N2 22175,
Ley de Comunidades Nativas y de Promoción Agropecuaria de las
Regiones de la Selva y Ceja de Selva y, en 1975, del Decreto Ley
N2 21147, Ley Forestal y de Fauna Silvestre, las que están estrecha-
mente ligadas y que, en capítulos especiales, definen el concepto de
asentamiento rural integral e integrado y regulan su aplicación. Por
aquellos días el Ministerio de Agricultura preparó varios documentos .

131
sobre ese tema (Ministerio de Agricultura 1974, 1974a) y a partir de
1975 se dio el gran paso de preparar al personal de reforma agraria
en temas de desarrollo rural integral (Ministerio de Agricultura 1975),
en especial la integración de la forestería a la economía campesina.

· Sin embargo, todo lo hecho no configuraba realmente un plan


de desarrollo de la Amazonía. Por eso, en 1977, el Ministerio de
Agricultura inició la preparación de los "Lineamientos de política para
asentamientos rurales en las regiones de Selva y Ceja de Selva", los
que fueron elaborados con participación pluridisciplinaria. Dicho do-
cumento, por vicisitudes de la política nacional, jamás fue aprobado.
Es así como una etapa rica en iniciativas y decisiones sobre nuevas
alternativas para un desarrollo sostenido de la Amazonía, terminó sin
dar los frutos esperados.

Con el triunfo electoral de Acción Popular, gran parte del pro-


greso alcanzado en la década previa fue destruido, debido sobre
todo a la intervención personal del líder del partido y a su visión de
la Selva, como territorio a ser conquistado y colonizado, con eviden-
te desprecio por la problemática ecológica. Debe reconocerse, sin
embargo, que pese a esa intromisión se mantuvieron algunos de los
logros previos. Así, en el Proyecto Especial Pichis-Palcazu, durante
los tres primeros años de la gestión de Acción Popular, se hizo un
bueñ trabajo apuntando al desarrollo rural integral, aunque la temáti-
ca de las comunidades nativas fue muy relegada. Lamentablemente,
los afanes electorales y la presión "por obras rápidamente inaugura-
bies" distorsionaron la gestión en los dos últimos años. En otros pro-
yectos especiales, el tema del desarrollo sostenido fue tratado con
diversa intensidad, generalmente reducida (en especial en el proyec-
to Huallaga Centrql y Bajo Mayo); pero nunca fue totalmente ignora-
do. También se hizo un ponderado intento por diseñar una estrategia
de desarrollo para la Selva Alta (INADE 1985). En cambio, la legisla-
ción sobre Selva fue modificada sustancialmente, alejándola de las
concepciones integrales. La gestión del gobierno Aprista, en materia
de desarrollo amazónico es, ciertamente, peor que la de Acción Po-
pular. En verdad, ahora, no hay ninguna política, pero lo que se
hace se aleja aún más de las ideas de la década previa.

2. UNA DISCUSION DE LA IMAGEN OBJETIVO

¿Qué se desea que sea la Amazonía peruana? ¿Cuál es la


. imagen objetivo? El país puede esperar muchas cosas de su Ama-
zonía y para su Amazonía. Las principales probablemente sean: (1)
Que sus riquezas contribuyan significativamente a la economía na-
cional, en términos de satisfacción de la demanda interna y de opor-
tunidades de exportación; (2) Que acoja a parte importante de la rá-
pidamente creciente población nacional en busca de un lugar para
vivir y trabajar; (3) Garantizar la soberanía nacional sobre la totali-
dad de su territorio; (4) Asegurar a los pobladores actuales y futuros

132
una calidad de vida apropiada; (5) Organizar el desarrollo de tal
modo que sea sostenido.

¿Son éstos objetivos posibles? Tal como se anticipó, todos


ellos parecen realizables . El problema es el cómo, sabiendo que casi
todo lo que se ha intentado hasta ahora ha tenido poco o ningún éxi-
to en cuanto es aportar al logro de los objetivos consignados, salvo
el de poblar la Selva.
Los principales recursos de la Amazonía son, en probable or-
den de importancia: (1) Los recursos forestales, sean maderables o
no; (2) Los recursos hidroenergéticos; (3) Los suelos de aptitud
agrícola en limpio y perenne; (4) Los recursos pesqueros y de fauna
silvestre; (5) El petróleo; (6) Los recursos minerales; (7) Los suelos
de aptitud pecuaria; (8) Los recursos turísticos. Como se ha venido
discutiendo, estos recursos son estrechamente interdependientes y
el aprovechamiento de uno suele crear conflictos con el de otros, es-
pecialmente al mediano y largo plazo. De allí que se· requiera de un
planeamiento cuidadoso, estrechamente vinculado al inventario de
recursos y en especial a la clasificación de tierras. Podrá alegarse
que los minerales y el petróleo son más significativos que otros re-
cursos, pero en la priorización hecha se ha tomado en cuenta su ca-
rácter no renovable.

Idealmente, en base a lo dicho, la Selva peruana debería te-


ner unos 36 millones de hectáreas sometidas a régimen de produc-
ción forestal, bajo manejo intensivo o semi-intensivo, incluidas las
áreas reforestadas . Esta extensión, mayormente ubicada en la Selva
Baja, debe ser la fuente de la mayor parte de la materia prima que
permitirá el desarrollo industrial amazónico y la exportación al resto
del país y del mundo de productos acabados. Estos serán productos
forestales de procesamiento mecánico (aserrío, laminados y lamina-
dos encolados, chapas, tableros de fibras y partículas, etc) y, cre-
cientemente, productos de transformación química como pulpa y pa-
pel, alcohol ,· plásticos, productos farmacéuticos, alimentos animales
y otros cientos de productos.

La energía para mover esas industrias provendrá de la ener-


gía eléctrica generada en la Selva Alta mediante usinas hidroeléctri-
cas, las que a su vez permitirán transportar por ferrocarril los produc-
tos hacia la Costa y hacia el Pacífico, mientras que su exportación
por el Atlántico debe ser hecha aprovechando el río Amazonas. Pero
para garantizar el mantenimiento del potencial hidroenergético es
preciso proteger, mediante bosques de protección, unos 17 millones
de hectáreas principalmente en la Ceja de Selva y en la Selva Alta.
Esa superficie incluye parte de la que está actualmente degradada y
que debe ser restaurada. Sin ese requisito, el costo de la generación
de energía aumentará a niveles prohibitivos y por otra parte, no exi~­
tirá seguridad para la vida y los bienes de los habitantes de la Ama-
zonía, en especial los dedicados a actividades agropecuarias.
La actividad agropecuaria abarcará un 13% del ámbito, princi-
palmente en los relativamente fértiles valles de la Selva Alta y en las

133
- zonas aluviales de la Selva Baja. Se trata de más de 1O millones de
hectáreas, es decir una extensión bajo producción casi 7 veces ma-
yor que la actual. Dicha tierra, además, debe ser utilizada en forma
· intensiva, con un mínimo de barbechos o haciendo uso planificado
de ellos para industrias de biomasa. De la extensión dedicada a ac-
tividades agropecuarias, de acuerdo a la clasificación de tierras de la
ONERN (1982), hasta 2.4 millones de hectáreas pueden dedicarse a
cultivos en limpio, 2.2 millones a cultivos perennes y 5.7 millones a
ganadería. Pero, en realidad, se estima que puede y debe aumentar
·mucho la proporción de tierras cultivadas en detrimento de las pasto-
readas.

Existirá, por cierto, una amplia interfase agropecuario-forestal ,


como la hay en los países desarrollados donde campos de cultivo,
praderas y bosques se imbrican estrechamente, a modo de mosaico,
en gran parte del territorio. En el trópico húmedo ésta situación es
tanto más esperable por las oportunidades que existen de desarrollar
agroforestería así como rotaciones agropecuario-forestales. Se esti-
ma que dicha interfase podría abarcar hasta más de 2 millones de
hectáreas, restadas proporcionalmente a las extensiones correspon-
dientes a otras actividades, pero más a la forestal.

Las explotaciones ~ mineras y petroleras, por importantes que


sean , ocupan espacios territoriales restringidos, pudiendo desarrollar-
se en la vecindad de especulaciones forestales o agropecuarias, si
se toman las precauciones debidas, que son de ley. El valor del pe-
tróleo, a pesar de la coyuntura mundial que mantiene bajo su precio,
irá aumentando y por lo tanto debe de explotarse y usarse con mu-
cha mesura, dándose énfasis al transporte ferroviario y fluvial , en lu-
gar del vial que ha predominado tanto hasta ahora.

No menos de 1O millones de hectáreas deberán ser califica-


das como unidades de conservación, cuyos territorios se pueden su-
perponer en parte o en todo al de los territorios que bajo otros crite-
rios podrían ser dedicados a protección , forestaría y, en menor gra-
do, a usos agropecuarios, ya que esas unidades deben tener repre-
sentatividad ecológica y genética correspondiente a toda la Amazo-
nía. En torno a ellas, principalmente, giran las actividades económi-
cas del turismo interno y receptivo así como, en parte, el manejo de
fauna. Todo el sistema hidrográfico debe cumplir simultáneamente el
rol de vías principales de comunicación y de transporte económico y
de desarrollo de actividades pesqueras sostenidas.

La Amazonía, si ha de tener un considerable desarrollo indus-


trial como lo justifican sus recursos forestales, mineros y, en menor
proporción, los agropecuarios, deberá tener un grado importante de
urbanización, pero lo deseable es que este inevitable y hasta desea-
ble proceso se haga en una forma bien distribuida sobre todo el terri-
torio y no concentrada en !quitos, Pucallpa y Tarapoto, como viene
ocurriendo. La organización del territorio es un tema de gran trascen-
dencia que, en el Perú, está poco desarrollado y que usualmente re-
. cae en manos de planificadores sin conocimiento de .la real idad re-

134
gional o dominados por estereotipos como los que han dado lugar a
la Carretera Marginal. El ordenamiento de un territorio tan complejo
como el de la Amazonía, como todo su planeamiento, es un tema
esencialmente multisectorial y pluridisciplinario.

En el cuadro 24 se ha intentado resumir lo expuesto en los


párrafos anteriores. Obviamente ninguna de las cifras dadas es fija.
Cada una es discutible, en función de realidades e intereses nacio-
nales cambiantes o de criterios, sustentados en innovaciones tecno-
lógicas realísticamente aplicables y en la no negada relatividad de
cualquier sistema de clasificación de tierras por capacidad de uso.
Pero estas circunstancias no pueden torcerle el brazo al sentido co-
mún y en todo caso deben originar una discusión y una concertación
nacional. Si el cuadro 24 se compara con el 1O, que se refiere al uso
actual según cifras oficiales o, mejor aún , con la columna del esce-
nario tendencia! del cuadro 23, referido a la Selva Central, se obser-
vará cuán lejos está la tendencia de lo que es un escenario desea-
ble.

CUADRO 24

USO DE LA TIERRA EN LA SELVA, EN FUNCION DE UNA


IMAGEN OBJETIVO DE LARGO PLAZO

MILES HA;. %

Agricultura 4.6 6.1


Anual 2.4 3.2
Perenne 2.2 2.9

Ganadería 5.0 6.6


-

Interfase agropecuario forestal -2.4 3.2


-

Forestería 53.0 70.0


Bienes y servicios 36.0 47.6
Principalmente servicios 17.0 22.4

Unidades de conservación -
10.0 13.2
-

Centros poblados, vialidad 0.7 0.9

TOTAL 75.7 100.0


Fuente: Discusiones previas

¿Cuántos millones de habitantes podrán vivir en una Amazo-


nía como la que se describe? Pues es difícil predecirlo. Si 10 millo-
nes de hectáreas están. intensamente trabajadas en agricultura y ga-
nadería, pese a su menor fertilidad comparativa, podrían vivir en la

135
Selva de 250,000 a 500,000 familias campesinas, en posesión de 40
a 20 hectáreas por familia, respectivamente. Si la actividad agrope-
cuaria es aún más intensiva, la superficie se puede reducir más y,
en teoría, podría pensarse hasta en 10 ha de tierra agrícola por fa-
milia, en promedio, proporción que ya se ha aplicado en muchas ad-
judicaciones en la Selva. En este caso se puede asentar hasta un
millón de familias. Dicho de otro modo, la Selva puede tener una po-
blación rural dedicada a actividades agropecuarias que puede oscilar
entre 1.5 millones de habitantes, como mínimo y 5 millones como
gran máximo, entendiendo que parte de las actividades de esas fa-
milias, en todos los casos pero más en la medida en que la relación
población/tierra agropecuaria sea menor, se dedicarán también a ac-
tividades forestales , en especial el manejo de los barbechos foresta-
les, pesqueras y faunísticas, así como a cierto nivel de transforma-
ción de la materia prima que ellos generan . Este tema se discutirá
más adelante, al tratar del asentamiento rural integral e integrado.

En este contexto debe entenderse que, al margen de la ex-


portación de productos agrícolas de tipo industrial, en general culti-
vos perennes, la Selva no tiene vocación para abastecer de alimen-
tos al resto del Perú . Siendo esencialmente de aptitud forestal , pue-
de producir todos o gran parte de los alimentos que consumirán los
trabajadores forestales y los habitantes urbanos de la región . La Sel-
va Central , como despensa de Lima, no pasa de ser una ilusión y
además un error (Dourojeanni 1981 a) .
La actividad forestal , incluida la industria forestal , genera me-
nos puestos de trabajo que la agropecuaria. Pero ello depende mu-
cho de la intensidad de manejo de los bosques naturales, de la ex-
tensión que será reforestada y del volumen y características de la in-
dustria forestal. Pero por experiencias y cálculos desarrollados en el
trópico asiático (Yavorski 1976, Segerstróm 1976) no es nada des-
preciable, pudiendo estimarse que en el caso del Perú podría asegu-
rarse empleo permanente en el bosque a 1.5 millones de personas
adicionales a las indicadas para la agricultura. Esto podría significar
por lo menos otros 6 millones de personas. Es decir que, dada su
mayor extensión , la forestaría podría dar lugar al asentamiento de
un número mayor o en todo caso equivalente de pobladores que el
sector agropecuario.

Sumando a estos estimados los correspondientes a las activi-


dades mineras, energéticas, pesqueras, otras industrias además de
las forestales y agropecuarias, comercio ,turismo, transportes y otros
servicios, podría haber una población adicional de 4 a 6 millones de
personas. Al parecer, pues, la Amazonía, de ser bien trabajada po-
dría albergar a una población total de unos 1O millones de personas,
como mínimo y de hasta 17 millones, como máximo. Es_to es de 5 a
8.5 veces la población actual oficial y de 2 a 3.5 veces la población
actual oficiosa, que se estima sea casi dos veces la oficial.

Se insiste en el hecho de que este escenario de desarrollo, a


alcanzar en un cuarto de siglo, es posible sin destruir innecesaria-

136
mente recursos naturales, manteniendo los procesos ecológicos
esenciales y brindando una· alta calidad de vida para los habitantes.
Pero para lograrlo debe de cambiarse drásticamente el estilo de "de-
sarrollo" actual que está destruyendo rápidamente las posibilidades
de alcanzar un escenario como el descrito. Recuérdese, no más,
que la deforestación de 7.5 millones de hectáreas se ha producido
en gran parte en tierras de protección que son la garantía del apro-
visionamiento de energía para el funcionamiento del sistema. Que
los bosques de producción , que son la clave de la economía amazó-
nica, están siendo quemados sin provecho o explotados con gran
desperdicio. Los especialistas en recursos naturales, ecología y me-
dio ambiente no se oponen al desarrollo. Sólo propugnan por un de-
sarrollo sensato, que es el único posible.

3. DESARROLLO RURAL INTEGRAL E INTEGRADO

3.1 ORIGEN DEL CONCEPTO

El concepto de asentamiento rural integral e integrado es apli-


cado, desde hace mucho tiempo y con gran éxito, por diversos pro-
tagonistas del desarrollo amazónico. Deben mencionarse, obviamen-
te y en primer término, a los nativos. Pero, otras versiones han sido
aplicadas por los ribereños de los grandes ríos amazónicos, en es-
pecial los del Ucayali y, bajo modalidades diferentes, se ha dado en
los asentamientos de Villa Rica y Oxapampa, entre otros.

3.1.1 El ejemplo de los ribereños de la Selva Baja

Los ribereños del Alto Ucayali han organizado su producción


sobre una base muy amplia. Asentados en las inmediaciones del río
y nunca lejos de cachas y de restingas, se dedican a una combina-
ción exitosa de actividades agrícolas, anuales y perennes sobre tie-
rras aluviales; ganaderas; forestales; pesqueras y de caza. Practican
rotaciones agro-pecuario-forestales inteligentes, con aprovechamien-
tos económicos en cada etapa de la misma. La agricultura que desa-
rrollan es para autosostenimiento, la que es altamente compleja, fre-
cuentemente con un centenar de especies comestibles o útiles y
para intercambio o comercial, que es mucho menos diversificada.
También practican corrientemente, como los nativos, el policultivo y
la agroforestería. Además, dichos ribereños poseen granjas, com-
puestas por una diversidad de especies entre las que hay bovinos,
porcinos y eventualmente ovinos de carne o caprinos, pero también
diversas especies de aves como gallinas, patos, gansos, gallinas de
Guinea y frecuentemente trompeteros y otras especies silvestres
amansadas. La capacidad de carga de sus tierras para bovinos es
asombrosa, pues la alimentación del ganado no se basa únicamente
en pastos, que en general poseen , sino que se complementa con re-

137
siduos de cosecha, gramalote u otras pasturas silvestres de orillas,
pastoreo en purmas, ramoneo de especies forestales , por ejemplo
de árbol del pan (Artocarpus) , etc. Es así como esa ganadería,
aparentemente desordenada, permite sostener varias cabezas por
hectárea en lugar del promedio de las ganaderías estatales que, en
todo caso, es inferior a una cabeza por hectárea. La alimentación de
porcinos y aves de corral es similar, en parte alimentos producidos
en chacra, pero en gran medida también alimentación libre en pur-
mas y con residuos ·de cocina pues, en esa crianza, que se llama de
"debajo del empanado", los animales menores se refugian debajo del
piso elevado de las viviendas que suele ser hecho de pona (lriar-
tea). Las aves de corral hacen gran consumo de insectos , entre ellos
de termites, contribuyendo a evitar daños en las construcciones.

Prácticamente todos los ribereños, en la época apropiada, se


dedican a actividades forestales. Pueden intervenir como "patrones",
habilitados por los aserraderos, si son relativamente ricos o como
trabajadores, si son pobres. Pero cada año gran parte de sus ingre-
sos provienen de la "zafra forestal", sin la cual su capacidad para re-
novar o proveerse de equipos costosos y sus relaciones con las ciu-
dades, inclusive Lima, sé verían severamente reducidas . Pero los ri -
bereños, también elevan sus ingresos y la calidad de su alimenta-
ción cazando y pescando, parte de cuyos productos comercializan o
trocan. Buena parte de la caza, con fines de alimentación, se hace
aprovechando de las purmas, en las que permiten la reproducción
de animales menores como añuje, majás y carachupas. Otros se de-
dican a la extracción de productos forestales no maderables, como
jebe, leche caspi , balata, ojé o cualquier otro, lo que dicho sea de
paso suelen combinar con sus excursiones de caza o de "mateo"
(prospección) forestal .

Pero eso no es todo. Es asombrosa la diversidad de otros


bienes que el ribereño obtiene directamente del monte. En efecto,
toda su vivienda, sus infraestructuras agrícolas y ganaderas, su ca-
noa y otros equipamientos son provistos por el monte circundante.
López (1987} describe bien las docenas de plantas nativas y las di-
versas tecnologías locales que los ribereños utilizan .
Los ribereños desarrollan también cierto nivel de industria. Por
ejemplo, preparan fariña, su propio aguardiente y chancaca; saben
secar y salar carnes, pescado, cueros y pieles, construir sus embar-
caciones entre muchas otras transformaciones que les permiten con-
servar productos y darles valor agregado. Además, muchos ribere-
ños, cuando viajan a Pucallpa o a Atalaya, aprovechan para conver-
tirse en comerciantes y transportistas. Parte grande de los, "regato-
nes" son ribereños que se dedican también al comercio y al trans-
porte, al menos en forma accesoria.

De este modo, los ribereños hacen un aprovechamiento ver-


daderaf"Dente integral de su entorno, del que nunca o rara vez abu-
san y del que obtienen, de no mediar explotación abusiva del hom-
bre por el.hombre, una calidad de vida intrínsecamente alta.

138
3.1.2 El ejemplo de los agricultores de Villa Rica y Oxapampa

En la Selva Alta también hay muchos casos en que se han


desarrollado alternativas integrales de desarrollo rural, con mucho
éxito. Tal como en el caso de los ribereños, se trata de propiedades
privadas, en este caso en general medianas, cuyo éxito ha sido va-
riable con el transcurso del tiempo debido a factores externos, como
es la presión de campesinos sin tierra recién llegados que han dis-
turbado el sistema que, sin embargo, prosperó durante muchas dé-
cadas, en especial en torno a colonos alemanes o descendientes de
los alemanes que llegaron al Pozuzo. Tienen pues, un inequívoco
patrón de asentamiento rural europeo, pero perfectamente adaptado
,a la realidad local.
Propiedades de 50 a 150 ha de tierra, en áreas accidentadas,
han dado lugar a una agricultura en limpio, muy intensiva, en las
partes planas o en el fondo del valle. Contrariamente a lo usual , tie-
nen excelentes huertos que les proveen de una diversidad de ali-
mentos de alta calidad . Las laderas han sido ocupadas por planta-
ciones perennes, en especial de café, inicialmente bajo sombra de
leguminosas nativas o exóticas. Además, la producción agrícola es
diversificada, siendo común que posean frutales como cítricos y pal-
tos. Todos los predios han desarrollado cierta ganadería muy intensi-
va, frecuentemente estabulada, con pastos de corta y residuos de
cosecha, para producción lechera. Además, tal como en la Selva
Baja, pero de un modo mucho más ordenado, poseen granjas con
porcinos, conejos, cuyes y toda clase de aves de corral, entre ellos
gallinas, patos y gansos. También es común la apicultura.
Los ingresos principales para la familia proceden del café,
pero con los ahorros de los años favorables muchas de las familias
han empezado a dedicarse accesoriamente a la explotación forestal
en los bosques cercanos. Inclusive muchas han establecido aserra-
deros y otras industrias forestales. El paso de la simple producción
agrícola y forestal hacia la transformación de los productos fue dado
tiempo atrás, con el procesamiento del café, la fabricación de que-
sos, embutidos, el embotellado de miel y la preparación de otros pro-
ductos apícolas.
Otra característica notable de los asentamientos tradicionales
de la Selva Central es el cuidado que tuvieron durante mucho tiempo
por el monte protector, en el que accesoriamente cazaban. Hasta co-
mienzos de la década de los 60, es decir antes de que la presión mi-
gratoria serrana' alcanzara las enormes proporciones que la caracte-
rizan ahóra, los bosques de protección estaban conservados por sus
vecinos. Con la llegada de los migrantes todos fueron arrasados, in-
clusive los que formaban parte de las propiedades de los antiguos
agricultores. Por otra parte, estos campesinos siempre han sabido
aprovechar bien las técnicas europeas de uso de abonos verdes y
de preparación de composta y otros abonos orgánicos. Asimismo
han cultivado en surcos a nivel cuando eso era requerido y han sa-
bido proteger la vegetación ribereña.

139
Una última etapa en la que estos hoy empresarios rurales han
entrado es la comercialización y también, en menor grado, el trans-
porte. Cada vez participan y se organizan mejor, a través de coope-
rativas de servicios, como las cooperativqs agrarias cafetaleras agru-
padas en una poderosa federación nacional. Así no se dejan aplas-
tar del todo por el Estado ni por otros intereses económicos.

La mejor prueba de que en la Selva Alta, allí donde hoy la


mayoría fracasa y vive tan miserablemente como en la Sierra, se
puede vivir bien y hasta hacer dinero, son precisamente estos agri-
cultores descendientes de los colonos europeos. Hoy son envidiados
y vilipendiados pero, cuando llegaron, lo hicieron en condiciones in-
comparablemente peores a las que encuentran los nuevos migran-
tes. Además, en aquellos días, no se le podía quitar nada a nadie.

3.2 EL CONCEPTO

El asentamiento rural integral e integrado se puede definir


como establecimiento organizado de campesinos dedicados al apro-
vechamiento sostenido de toda la base de recursos naturales renova-
bles de su entorno, para la producción de bienes y de servicios que
aseguren, en primer lugar, una adecuada calidad de vida y que per-
mitan, gracias a la participación directa de los campesinos en su
transformación, comercialización y transporte, un enlace justo con el
resto de la sociedad local regional y nacional (gráfico 7).

En los asentamientos rurales integrales e integrados, a dife-


rencia de lo que ocurre en los asentamientos rurales tradicionales, se
prevé el aprovechamiento de las tierras de aptitud forestal tanto
como las de aptitud agrícola y pecuaria. Por ende se planifica la agri-
cultura anual, perenne, la ganadería intensiva y extensiva, la agro-
silvicultura y las rotaciones agropecuario-forestales, el aprovecha-
miento de los barbechos forestales, el manejo forestal, el manejo de
la fauna, la pesquería y la piscicultura y hasta el turismo, como parte
de una operación ordinaria a nivel local. Esta es la respuesta lógica
a la complejidad ecológica de la Amazonía, a la diversidad de clases
de suelo aún en espacios muy reducidos y a la escasa fertilidad ge-
neral de los mismos, todo lo que obliga a forjar una productividad
que sea económicamente suficiente, adicionando todas las potencia-
lidades, sin descartar nada. Como se ha visto, es en éste principio
que reposa el éxito de ribereños o de campesinos antiguos de la
Selva Central. Véase el gráfico 8.

Para la aplicación del concepto integral e integrado puede pa-


recer mejor que los asentamientos sean asociativos o comunales. En
verdad eso es cierto, pues mientras mayor es la extensión más via-
ble resulta la aplicación de la totalidad del concepto. Pero éste es
válido inclusive en una parcela individual de una decena de hectá-
reas, donde con seguridad el suelo no responderá homogéneamente
a un tratamiento y donde habrá oportunidad de aplicar más de una de

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Gráfico 7. Integración ideal de actividades económicas en asentamientos rurales en la


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Gráfico 8. Act ividades que pueden desarrollarse en un asentamiento rural en la Amazonía

142
las opciones. Tanto más resulta aplicable en una gran propiedad .
Además, a nivel de asentamientos en parcelas individuales hay un
alto nivel de integración posible entre vecinos de la comuna o distri-
to.

Los conceptos ecológicos juegan un rol preeminente en los


asentamientos rurales aquí definidos. Aún en el supuesto de poder
disponer de correctores de suelo y de fertilizantes abundantes, se
parte del principio de que es mejor que el asentamiento se adecúé
a la realidad ambiental en lugar de adecuar ésta a propósitos precon-
cebidos o concebidos para otras realidades ecológicas. El resultado
es un asentamiento humano más estable porque es independiente ,
autosuficiente y porque su producción diversificada satisface prácti-
camente todas sus necesidades, a un buen nivel.

La amplia base productiva no es condición suficiente para


asegurar el desarrollo rural. Para quebrar la dependencia que mania-
ta a los productores frente a los poderes económicos urbanos, que
se llevan la parte del león en la transformación , comercialización y
transporte y que pagan al productor lo que se les viene en gana, es
preciso una intervención mayor de los asentamientos rurales en esas
actividades. Obviamente, ellas no son posibles para individuos, pero
si son perfectamente viables si hay organización social o si se trata
de asentamientos asociativos o comunidades. Por ejemplo, en un
asentamiento rural que abarque algunos miles de hectáreas y cien-
tos de familias se puede instalar un aserradero, agroindustrias de
pequeña a mediana escala, carnales, queserías, etc. Ello no sólo le
da valor agregado a los productos sino que absorbe gradualmente la
mano de obra nueva en cada generación. Otro tanto brinda el inter-
venir en comercialización y transporte. El desarrollo industrial , así
sea a nivel de transformación primaria, conlleva la generación de
energía que, a su vez, nuclea a los campesinos en una aldea que
así puede disponer de servicios elementales. Todo eso ayuda a fijar
al campesino en la tierra.

Otro aspecto a tener en cuenta en el concepto es que no es


menester aplicarlo bruscamente ni en forma perfecta desde el co-
mienzo. La primera etapa es, obviamente, la autosatisfacción de las
necesidades de alimentos y otros bienes. Puede durar algunos años
antes de pasar a una etapa de articulación regional, a partir del mo-
mento en que el asentamiento tiene excedentes que puede comer-
cializar. Previamente habría pasado, como es el caso en tantos luga-
res de la Amazonía, por una etapa de trueque a nivel local. Con la
capitalización fruto del trabajo y la organización social, por ejemplo
en cooperativas de servicios y de comercialización, se puede aspirar
a pasar a una etapa de articulación nacional. La ventaja del concep-
to es que los costos de su aplicación , en especial los iniciales, no
son elevados.

Como se indicó antes, el concepto que se describe ha sido


desarrollado a nivel de casos concretos en la SAIS Pampa, en Pu-
callpa y también en Jenaro Herrera, cerca de Requena. Igualmente lo

143
fue, bajo una tónica acentuadamente forestal por tratarse de tierras
con esa vocación, en el denominado asentamiento forestal de Von
Humboldt. En realidad son pocos los esfuerzos hechos para llevar
adelante el concepto a partir de asentamientos estatales o con apo-
yo del Estado. Su escaso éxito es reflejo de paternalismo, mala ges-
tión administrativa y sobre todo de falta de continuidad, pero nada de
lo poco hecho a ese nivel prueba que la idea no es viable. Demos-
trando todo lo contrario está el éxito de miles de familias campesi-
nas, en los ríos de la Selva Baja, en la Selva Central o en el Hualla-
ga Central, que se ha basado en estos principios, sin saberlo o de-
clararlo.

Estos conceptos, por cierto, no son exclusivos al Perú. Simila-


res ideas han sido elaboradas en muchos otros países del mundo y
de América Latina. Dubois (1982) la ha planteado para el Brasil y
para toda la Amazonía. Tosi (1980) siempre abogó por ella pero di-
señó una aplicación particularmente interesante para la Amazonía
ecuatoriana. Romanini (1976, 1978) la ha propuesto para todos los
trópicos húmedos del continente. Además, ellas no son sino lo que
la IUCN (1980) plantea en su estrategia mundial para la conserva-
ción y que Poore (1976) o Dasmann et al (1973), entre muchos
otros, han desarrollado para los trópicos húmedos. Lamentablemen-
te, pocos gobiernos los han aplicado, pero donde se ensayaron con
suficiente constancia siempre han sido exitosos, como en "las Gavio-
tas", en Colombia (Lugari 1976)

En los títulos siguientes de este libro se estudiarán, con cierto


detalle, las alternativas que son aplicables a nivel de cada actividad
económica dentro de un asentamiento rural integral e integrado.

3.3 RECOMENDACIONES PARA SU APLICACION

3.3.1 Instrumentos para la planificación de asentamientos rurales

Los principales instrumentos e indicadores que el planificador


del desarrollo rural debe aplicar son : (1) Mapa de clasificación de
tierras por capacidad de uso mayor o equivalente, del o de los espa-
cios propuestos o disponibles para su ocupación ; (2) Mapa geomor-
fológico y su memoria descriptiva; (3) Mapa forestal y su memoria
descriptiva, con indicación de los tipos de bosques y de sus volúme-
nes aprovechables ; (4) Mapa ecológico, preferiblemente basado en
el sistema Holdridge si el ámbito es montañoso; (5) Mapa de uso
actual de la tierra y su memoria descriptiva; (6) Mapa o información
metereológica; (7) Información sobre los recu rsos pesqueros y fau-
nísticos; (8) Información sobre recursos no correspondientes al sec-
tor agrario, como son recursos minerales y de hidrocarburos, turísti-
cos, arqueológicos e históricos, entre otros. Además, como es obvio,
requ iere de detallada información cartográfica, especialmente referi-
da al sistema hidrológico regional. También es indispensable compi-

144
lar información sobre los pueblos nativos que ocupan probablemente
el ámbito.

Las fotografías aéreas son herramientas insustituibles para el


planeamiento final y previamente para preparar muchos de los requi-
sitos arriba enunciados. La información necesaria puede parecer
abundante y difícil de preparar pero no existe forma de soslayarla si
se desea realmente practicar un desarrollo sostenido, que dé satis-
facción social también a largo plazo. Además, en realidad, los méto-
dos modernos de sensoramiento remoto y otras tecnologías disponi-
bles permiten reunir la información en lapsos de tiempo muy mode-
rados y a costos razonables , en especial considerando los montos
enormes de las inversiones posteriores y la garantía de que, a tra-
vés de ellos, se eviten costosos e irremediables errores.

Por otro lado, es altamente recomendable que se desarrolle


un estudio de impacto ambiental que debe estar basado en la infor"
mación antes descrita y en el plan de desarrollo rural que se propon-
ga. Este estudio es, en realidad, un contraste del escenario ideal que
se desprende del estudio de factibilidad técnico-económico del pro-
yecto con otros escenarios posibles o probables, en especial uno
tendencia! , creado en bases a lo ocurrido en ecosistemas y situacio-
nes de asentamiento rural comparables. Un escenario normativo
puede ser construido como alternativa posible frente al improbable
ideal y al indeseable tendencia!.

Un criterio de importancia considerable en el desarrollo de


nuevos asentamientos rurales es el enfoque regional o de cu enca.
Es tradición en la amazonía que los planificadores ubiquen un bol-
són de tierra más o menos fértil y que se ocupen sólo de éste, sin
tomar en cuenta las implicaciones de ese desarrollo sobre el entorno
del ecosistema a modificar ni, recíprocamente, del entorno sobre el
asentamiento. Además, la acción de transformación de ecosistemas
siempre se escapa al control de la gestión y termina afectando eco-
sistemas que jamás debieron ser alterados. Eso puede y debe pre-
verse creando, por ejemplo, áreas protegidas de las categorías
adecuadas y estableciendo pautas de manejo de los recursos fores-
tales, faunísticos e hidrobiológicos. También se consigue esto reco-
nociendo los derechos ancestrales de los nativos sobre sus tierras.

Con toda esa información , el equipo de planificadores puede


seleccionar con exactitud las áreas a ocupar y por ende, los ecosis-
temas que serán transformados. Luego también podrán empezar a
diseñar el asentamiento rural. Pero el equipo de planificadores debe
ser pluridisciplinario si realmente pretende interpretar adecuadamen-
te la información previamente acumulada. Requiere de agrónomos,
zootecnistas, forestales, ecólogos, economistas, antropólogos, soció-
logos, ingenieros de caminos, arquitectos y por cierto, también de
especialistas en planificación . Ese equipo debe ser mucho más que
una nómina. Debe, en verdad, funcionar como un cuerpo solidario,
unitario. Su primera acción debe ser visitar detalladamente el lugar,
por avión y por tierra, conversar con los lugareños y, en .buena cuen-

145
ta, formarse una idea de lo que es el ámbito antes o al mismo tiem-
po que se está revisando y procesando la información. Todas estas
recomendaciones parecen fútiles, por obvias, pero rara vez son apli-
cadas.

Finalmente, se desea recalcar que la práctica habitual es que


se hagan sólo parte de los estudios indicados y rara vez al nivel de
detalle apropiado. Pero, además, esos estudios no son aprovecha-
dos o lo son sólo en parte, por el equipo planificador, que para col-
mo suele trabajar únicamente en gabinete. Más aún, lo más común
es que la selección de áreas a ocupar y de ecosistemas a transfor-
mar sea una decisión puramente política, en la que interviene funda-
mentalmente la presión popular orientada por intereses particulares..
Es así como cualquier estudio resulta siendo únicamente justificato~
rio de la decisión política y, esencialmente, para obtener créditos in-
ternacionales para llevarla a cabo. Por otra parte, las agencias que
otorgan esos créditos se prestan al juego.

3.3.2 Características deseables de los centros poblados rurales

Los poblados rurales deben ser instalados en ámbitos o espa-


cios que tienen capacidad de soportar la población que se estima va
a asentarse en un lapso previsible tanto en el centro urbano como
en el medio rural que lo rodea. Esta está dada por la disponibilidad
de tierra con capacidad de uso agrícola anual y perenne, de uso pe-
cuario y también de uso forestal. La existencia de recursos forestales
puede contribuir mucho a facilitar los comienzos del poblado, tanto
por los bienes que proveen como por sus servicios, cuya significa-
ción crece con el tiempo. Un servicio que está adquiriendo importan-
cia creciente es el referido a la generación de energía de biomasa,
aprovechando la madera no rescatada por los madereros después
del desmonte con fines agropecuarios. También, a falta de éstos o
de residuos de la industria forestal vale la pena prever la instalación
de plantas de blogas. Por su lejanía, el costo del petróleo en estos
lugares es frecuentemente prohibitivo.

Un defecto tradicional de los asentamientos urbanos en áreas


de frontera agrícola es el no considerar, en el diseño del poblado,
la reserva de áreas verdes ni una anchura de avenidas y calles sufi-
ciente para el plantío de árboles. Esto, al principio, parece innecesa-
rio pues el monte rodea de cerca todo el pueblo, pero éste muy
pronto queda completamente aislado de la naturaleza.

3.3.3 Tecnología apropiada

En la Selva ya existe una tecnología propia, sea esta tecnolo-


gía de manejo de recursos, a la que se ha hecho tanta referencia,
sea tecnología para cada actividad humana. Ella es una adaptación

146
de tecnologías foráneas combinadas con las nativas. Sus resultados
son muy buenos, a veces insuperables para las realidades locales,
como la construcción de embarcaciones y sus adaptaciones a moto-
res de todo tipo ; la construcción de viviendas y toda clase de ense-
res en base a madera, palmas y otros productos del bosque (López
1987); el procesamiento de alimentos y de otros bienes brindados
por el bosque o por la agricultura, etc.

En los asentamientos rurales deben de incentivarse las tecno-


logías locales y sólo pretender modificarlas si ello es realmente ne-
cesario y, en todo caso, proceder con sumo cuidado. Existen, cierta-
mente, muchas tecnologías de otros lares que se podrían integrar
bien al concierto tecnológico rural en la Selva. Entre ellas las referi-
das a la generación de energía hidroeléctrica a nivel de chacra, la
utilización de biodigestores para producir gas, el uso de la energía
solar y de la dendroenergía, etc. También hay gran necesidad de
tecnología para el abastecimiento de agua potable y el tratamiento
de residuos domésticos. La agroindustria requiere asimismo de mu-
cho desarrollo tecnológico.

Pero, como lo confirma la revisión de las actas de un semina-


rio sobre tecnología apropiada realizado en Pucallpa (CONCYTEC
1984), lo que se viene haciendo es muy poco, excesivamente con-
vencional y, en verdad, no apropiado para la Selva y en especial
para los pobladores rurales pobres de la región. Puede afirmarse,
que en ese campo, todo está por hacer en la Selva.

3.3.4 Comunicación de los asentamientos rurales

Es evidente que los asentamientos deben estar conectados al


resto del territorio nacional , en especial a las partes de éste que
constituyen el mercado para los productos que se van a generar. No
obstante, podría concebirse un asentamiento rural que sólo esté co-
nectado con otros que produzcan bienes suficientemente comple-
mentarios. Pero esta situación sólo sería viable en condiciones ini-
ciales.

La comunicación fluvial es considerablemente exitosa, en tér-


minos de costos y de seguridad y debe tener prioridad . Pero no exis-
te la posibilidad de desarrollarla en la Selva Alta. Después de la pri-
mera guerra mundial, la búsqueda de nuevas tierras y el desarrollo
del transporte automotor con energía barata permitieron usar otra
estrategia de acceso, que hoy es gravitante en el éxito o fracaso de
un asentamiento rural : las carreteras. Su planeamiento, diseño, cali-
dad, costo de construcción y en particular el de operación, son pie-
dras angulares de su utilidad para los asentamientos rurales.

Los gobiernos, al construir infraestructura vial, no suelen tener


bien en cuenta el costo del mantenimiento. Están obviamente mucho
más preocupados en i naugurarla ~ Esto es un importante aspecto a

147
considerar al diseñar carreteras; tanto como su longitud, frecuente-
mente excesiva por la opción seleccionada. También relacionado al
mantenimiento , está la calidad de la construcción que suele ser muy
baja, tanto peor en las carreteras subsidiarias o de servicio a las par-
celas de los agricultores. Lo grave es que asegurar una buena co-
municación de la nueva unidad agropecuaria con el resto del país
puede implicar costos tan exorbitantes que, obviamente, desvirtúan
la viabilidad económica de todo el asentamiento rural. Pero ese án-
gulo de su irracionalidad económica rara vez ha sido óbice para su
ejecución ya que se le compensa, por ejemplo, con criterios geopolí-
ticos. De un modo u otro, la vialidad siempre es la mayor parte del
costo de los asentamientos rurales en la amazonía, del mismo modo
que la infraestructura de irrigación lo es en los desiertos.

En resumen, los requisitos de accesibilidad a considerar de-


berían ser: (1) Que los costos de construcción y de operación ópti-
ma de la infraestructura de caminos sean viables en función de la ra-
cionalidad económica de todo el proyecto de asentamiento y en caso
contrario simplemente des9artar a éste; (2)Que en el diseño del trazo
de las vías se tome en cuenta que atraviesen áreas con los mejores
suelos que sea posible encontrar, en lugar de aplicar a rajatabla el
concepto de que sean lo más cortas posibles y; (3) Que en el dise-
ño del trazo se eviten áreas de alta susceptibilidad a impactos am-
bientales negativos derivados del uso y del abuso previsible de la
carreteta.

3.3.5 Indicadores más obvios para evaluar asentamientos


rurales

Hay muchos y muy eficientes indicadores de deterioro o de-


gradación ambiental relativamente fáciles de obtener en las condicio-
nes mencionadas :

(1) Agricultura (anual y perenne; suelos)

a. Proporción de tierras cultivadas anualmente versus tierras en


descanso o desperdiciadas. Más del 50% y a veces hasta el
80% de la tierra habilitada (deforestada y servida por infraes-
tructuras) no es aprovechada cada año.

b. Correlación entre el uso de la tierra propuesto y el uso de la


tierra real , asumiendo que la propuesta inicial fuera correcta.
Es usual que las metas de cultivos perennes no se alcancen
en 20 años ni nunca, dedicándose las tierras aptas para ellos
a cultivos anuales, que, en esas condiciones, pueden ser alta-
mente erosivos.

c. Productividad . Debe cotejarse la productividad realmente ob-


tenida con la propuesta en los plazos previstos. También

148
debe analizarse la tendencia de la productividad. Se constata-
rá, probablemente, que no aumenta o que disminuye.

d. Expansión no programada del asentamiento. Este es un im-


portante indicador del éxito de un asentamiento. El proyecto
escoge un área, por sus características comparativamente
más favorables y asume, con fines de preservación del am-
biente, que las áreas circundantes no serán afectadas por la
colonización porque allí no se otorgan lotes ni construyen fa-
cilidades. Pero eso rara vez o nunca ocurre. El carácter ines-
table y anárquico de las colonizaciones implica que los asen-
tamientos se extiendan mucho más allá de sus límites previs-
tos. Todas las precauciones ambientales tomadas déjan en-
tonces de tener valor. De allí que la medida en que esto su-
cede sea un buen indicador del éxito o del fracaso.

e. Erosión y pérdida de nutrientes. Hay una serie de métodos


relativamente fáciles de aplicar para medir la importancia del
proceso erosivo. El volumen y las características de éste son
un indicador fundamental de la sustentabilidad del desarrollo
rural propuesto. Parcelas de escorrentía, medición de sedi-
mentos en cursos de agua, entre otras técnicas, brindan da-
tos directos sobre el problema. El porcentaje de deforestación
de laderas de pendientes pronunciadas y en riberas de ríos y
riachuelos, los procesos erosivos violentos, como la frecuen-
cia de aluviones en un valle y la proporción de surcos o cár-
cavas a nivel de parcela, son datos indirectos de la magnitud
del deterioro. Hay mucha evidencia reunida para proyectos de
asentamiento rural antiguos, pero ésta. prácticamente nunca
proviene de una estrategia de monitoreo u evaluación, que re-
troalimente el proceso del desarrollo rural. Se trata por lo ge-
neral , en cambio, de investigaciones fortuitas.

f. Alteraciones del régimen hidrológico. Medir el caudal de los


principales cursos de agua es fácil y en pocos años brinda
una buena referencia sobre el deterioro de la cuenca. Donde
esto se ha hecho se ha demostrado la correlación estrecha
entre los picos de las crecientes y el uso de la tierra en el
asentamiento, así como con la deforestación de tierras inapro-
piadas para el cultivo en limpio.

g. Utilización de la madera de los lotes que son deforestados


con fines agropecuarios. La proporción en que los recursos
forestales de los lotes son aprovechados es án indicador im-
portante de la racionalidad del asentamiento. Mientras más
madera sea rescatada para la construcción de infraestructu-
ras locales, para la industria forestal o para generación de
energía, más ecológicamente sensato es el desarrollo.

h. Proporción de leguminosas, uso de técnicas de policultivo


aprovechamiento de abonos orgánicos, uso de tracción ani-
mal. Todo esto, entre otros aspectos, son indicadores impor-

149
tantes de la adaptación a la realidad ecológica, en condicio- :
nes normales de desarrollo rural amazónico.

i. Contaminación por agrotóxicos, quema de residuos de des-


monte, agroindustrias, etc. La contaminación alcanza niveles
relativamente altos en muchas de las colonizaciones nuevas.
Por ignorancia u otras causas se aplican dosis abusivas de
productos químicos, en especial en los llamados cultivos in-
dustriales como coca, café, té, jebe y cacao. También en arroz
y otros cultivos masivos. En general , en esas áreas, se dan la
mano los cultivos en los que no se hace tratamiento alguno,
con otros en los que se aplica en exceso. La quema de resi-
duos forestales no extraídos de los lotes agropecuarios es un
gravísimo problema ambiental. La "fumasa" o humo de las
quemas, en la Amazonía y en el cerrado brasileño, es tan gra-
ve que obstaculiza cada año más la navegación aérea y apor-·
ta sustancialmente al peligroso incremento del anhidrido car-
bónico en la atmósfera.

(2) Ganadería

a. Capacidad de carga. En todos los bosques tropicales se


anuncia una capacidad de carga animal que prácticamente
nunca se cumple. La magnitud del divorcio entre la realidad y
la práctica es un gran indicador ambiental.
b. Conservación de los pastos. El éxito o fracaso de una espe- ·
culación pecuaria está dado esencialmente por el estado y el
costo de mantenimiento de las pasturas. Es .usual que los ga-
naderos cubran el impacto del mal manejo de sus pasturas y
del sobrepastoreo a que las someten por el simple expediente
de abandonarlas y de abrir nuevas áreas a expensas del bos-
que circundante. Eso debe ser cuantificado.
c. Uso de tierras apropiadas para el pastoreo. Con la ganadería
suelen presentarse dos casos opuestos. O se instala sobre
las tierras más fértiles, que deberían ser destinadas a agricul-
tura en limpio o por lo menos a agricultura perenne; o en
cambio se instala sobre tierras ta,n frágiles que deberían ser
mantenidas bajo protección forestal. En realidad, es raro en-
contrarla sobre tierras apropiadas. La razón estriba en que la
ganadería extensiva, en esos lugares, suele ser una actividad
de patrones relativamente ricos o de latifundistas en proceso
de acaparamiento de tierras que inicialmente sólo buscan
consolidar su derecho a la propiedad o, en cambio, es una
actividad de pastores trashumantes miserables que ocupan lo
que los demás han abandonado después de degradarlo.

(3) Forestería.
a. Agroforestería. El mayor o menor uso de esta tecnología es
un indicador importante de la adaptación a la realidad ecológi-
ca del medio.

150
b. Indicas de deforestación ilegal. Este es, obviamente, uno de
los mejores y más claros indicadores existentes. Además, es
fácil de obtener, por fotointerpretación. Tiene importancia no
sólo como síntoma sino como prueba indiscutible de lo que
está fuera de control en un asentamiento .rural. Además, es
una herramienta para planear medidas correctivas.
c. Rarificación de especies comerciales. Las estadísticas fores-
tales locales, bien analizadas, son una rica ·fuente de informa-
ción sobre la salud de la explotación forestal. Probablemente,
en un lapso de 20 años como el indicado, demostrarán una
drástica disminución de la oferta de especies valiosas como
las de los géneros Cedrela y Swietenia, entre otros. También
se apreciará, sin duda, que la materia prima proviene de luga-
res cada vez más alejados, con costos de transporte menor
cada vez mayores, configurando una clara sobre-explotación
del recurso , por falta de manejo o por destrucción de los bos-
ques productores por agricultura ilegal.
d. Contaminación por industrias forestales. Bastante severa en
los cursos de agua, donde suelen ser arrojados los desperdi-
cios, desperdiciando por ejemplo, posibilidades de generación
de energía barata.

(4) Fauna terrestre y acuática

a. Rarificación de especies utilizadas para el consumo local y


para la exportación. Este es uno de los primeros impactos de
la colonización mal conducida. La desaparición de las espe-
cies más conspicuas es una lógica y aceptable consecuencia
de la modificación del ecosistema. Pero, si la cai:a y la pesca
no son abusivas y se han respetado pautas ambientales míni-
mas, el nuevo ecosistema debe conservar la casi totalidad de
sus . recursos hidrobiológicos y una parte considerable de su
fauna terrestre menor que, como bien se sabe, es la que más
proteínas brinda a las poblaciones rurales.

(5) Areas protegidas

a. Desarrollo de las áreas protegidas planeadas. La forma en


que las áreas protegidas que se programó establecer han
sido, efectivamente, establecidas y desarrolladas es un buen
indicador que' es de muy fácil constatación.
b. Invasión de áreas protegidas. Lo más frecuente es que las
áreas protegidas, aún cuando han sido implementadas, sean
invadidas en un grado u otro. La medida en que lo son cons-
tituye un buen elemento de juicio.

(6) Centros urbanos.

a. Características de localización y planeamiento. Ya se hizo re-


ferencia previa a este tema.

151
b. Areas verdes. También se hizo un comentario a este respec-
to.

c. Salubridad. La incidencia de ciertas enfermedades en los cen-


tros poblados es índice de la salubridad regional y esto, a su
vez, refleja ciertas características ecológicas del asentamien-
to. Debe evitarse que los centros poblados se conviertan en
focos de infección.

4. CONDICIONES PARA EL DESARROLLO

4.1 ¿CONQUISTA Y COLONIZACION ... 0 DESARROLLO?

Hasta ahora la Selva es considerada como tierra virgen que


debe ser conquistada, quitándosela a los nativos y luego avasallada
y explotada (Dourojeanni 1976, 1980, 1981a; Martínez 1977, Chirif
1983). Los neo-colonialistas van a la Selva a hacer fortuna, que dis-
frutarán en otra región . Los vuelos de fin de semana a Lima, llenos
de empresarios y funcionarios que van a pasarlo con sus familias,
son una prueba de esto. Pero la burguesía local, como en toda colo-
nia, la explota aún más despiadadamente (Haring 1986). Bajo las
circunstancias actuales no hay esperanza de desarrollo sostenido en
la región . El petróleo es para la Costa, al igual que la madera, el
arroz, la carne y la castaña. Otros bienes son para el exterior, como
la pasta básica de cocaína, el café o el oro. ¿Qué le dejan a la Sel-
va sus principales producciones? Pues, casi nada. Un poco de traba-
jo mal pagado y un modesto canon petrolero que no compensa ni la
reducción del potencial pesquero causada por la contaminación de
sus ríos ... La coca, la madera, el oro, las pieles y cueros, dejan de-
vastación; miseria y hasta muerte, como un siglo atrás aconteció con
el caucho. Para desarrollar la Selva hay que satisfacer primero los
legítimos intereses de sus pobladores. Sólo después de lograrlo se
puede pensar en los intereses del resto de los peruanos.

4.2 ¿QUE CLASE DE DESARROLLO?

Desarrollo es un concepto discutible, que en muchas de sus


aristas está reñido con utopías más trascendentes, como podría ser
la de alcanzar un alto nivel de ''felicidad social". Si el criterio de cre-
cimiento es el que predomina, como ocurre normalmente, debe de
analizarse en qué forma puede obtenerse éste a partir de los recur-
sos naturales y humanos disponibles. Básicamente hay dos opcio-
nes. La primera, que es la aplicada hasta ·ahora, consiste en "que-
mar las naves", sacando el máximo provecho posible en el plazo
más breve, en beneficio de unas pocas generaciones. Por ejemplo,
la agricultura migratoria no es problema porque cientos de miles de
familias campesinas sobreviven "sin molestar". No interesa el perjui-

152
cio que ocasionan directamente a los bosques protectores ni las con-
secuencias sobre el potencial hidroenergético, pesquero o para la
navegabilidad de los ríos. Tampoco interesa reforestar porque aún
hay bosques naturales ni se hace piscicultura porque quedan peces
en los ríos ... ¿Por cuánto tiempo?

La segunda opción de desarrollo es la que se conoce como


sostenido y que, en una versión original , se conoció como eco-desa-
rrollo. Se trata de vivir bien el presente sin descuidar el futuro (IUCN
1980). Equivale a ahorrar o a tomar en cuenta las pérdidas económi-
cas que se derivarían de no asumir hoy los costos de medidas que
garantizan la producción de bienes y la generación de servicios en
el futuro previsible. Significa, por ejemplo, invertir eri el estableci-
miento de parques nacionales y otras áreas protegidas que conser-
van el patrimonio genético nacional, en reforestar áreas abandona-
das por la agricultura o, simplemente, evitar que agricultores preca-
rios quemen los bosques en las laderas empinadas de las cuencas.

En el fondo, se trata de la bien conocida disyuntiva que plan-


tea la fábula de la cigarra y la hormiga. El primer tipo de desarrollo
sobrevive mientras exista algún recurso al que se puede echar
mano, pero lleva en sí la bomba de tiempo que asegura su fin. Los
aserraderos amazónicos, cuyos dueños jamás sembraron un árbol ,
sobreviven moviendo sus fábricas a la punta de las carreteras nue-
vas. Pero dentro de muy poco ya no tendrán a dónde ir. El desarro-
llo a corto plazo no es desarrollo.

4.3 LA AMAZONIA NO ES UNA ISLA... PAGA LAS


CONSECUENCIAS DE LOS ERRORES GLOBALES DE
POLITICA AGRARIA

El maltrato del territorio amazónico, sometido a una enorme


presión de migrantes, es la consecuencia de políticas nacionales
erradas, especialmente en la Sierra. Durante décadas, la Selva fue
considerada como una válvula de seguridad para evitar hacer una
reforma agraria en el país. Los latifundistas detrás del poder político
siempre propugnaron la colonización como alternativa y a la vez
como negocio para ellos. Simultáneamente, se fue desarrollando el
concepto de la saturación de la capacidad productiva de la Sierra, en
relación a su población, olvidando que la Sierra es la región del país
que posee la mayor aptitud agropecuaria nacional, la que además
está ampliamente subutilizada (Instituto Nacional de Desarrollo 1983,
Dourojeanni 1983) y en la que no obstante se han hecho las meno-
res inversiones en desarrollo agrario (Dourojeanni 1979). El resulta-
do de tratamiento tan discriminatorio ha sido, entre otros, la migra-
ción hacia la Selva, en proporciones tan abrumadoras que todo in-
tento de ordenar el proceso de ocupación del espacio amazónico ha
sido avasallado.

153
También tiene mucho que ver con la situación de la Amazo-
nía peruana la falta de política de población, a nivel nacional. Es
sólo muy recientemente que, rindiéndose ante evidencias abrumado-
ras y ya irremediable, el gobierno empieza a preocuparse aun-
que nada · significativo ha sido hecho. Si la población nacional conti-
núa creciendo al ritmo actual y con las características que se le co-
nocen (Wicht 1986), la Amazonía tendrá pocas oportunidades de al-
canzar un desarrollo sensato.

Igualmente importante es el tema, reiteradamente tratado, de


dar prioridad máxima al aumento de la productividad agropecuaria.
La principal justificación para las agresiones contra la Amazonía es
que debe expanderse la frontera agrícola para poder aumentar la
producción agrícola. Pero como se ha demostrado reiteradamente
(Dourojeanni 1986), la producción puede aumentarse varias veces
sin expansión de frontera agrícola en los desiertos costeros o en la
Selva. Basta con trabajar bien los millones de hectáreas ya habilita-
das para la agricultura y administrar más cuidadosamente el agua de
riego.

4.4 RESPETO POR LAS POTENCIALIDADES DE LOS


RECURSOS, EN ESPECIAL DEL SUELO Y
ZONIFICACION

La Amazonía tiene muchos recursos. Los fracasos del pasado


se han debido casi todos a la flagrante violación de las potencialida-
des de éstos, tanto por el Estado como por los individuos, en espe-
cial los agricultores serranos precarios. La mayor parte de las tierras
malgastadas, con las más graves consecuencias ambientales y eco-
nómicas, son el amargo fruto de asentamientos espontáneos o esta-
tales al margen de la clasificación de tierras, cuya aplicación es le-
galmente obligatoria, pero que es ignorada y a veces fraguada por
los propios gobiernos nacionales y regionales. La clasificación meti-
culosa de tierras, de bosques y de otros recursos es la clave del pla-
neamiento del desarrollo.

Conocida la información sobre los recursos, sus potencialida-


des y distribución, es fundamental proceder a ordenar el territorio o
zonificarlo. La denominada Ceja de Selva, por ejemplo, por sus con-
diciones climáticas inadecuadas para la vida humana (alta precipita-
ción, neblina y frío) , por su topografía abrupta y por ser la zona ge-
neradora de agua para fines energéticos y para todo uso en las
cuencas media y baja de la Selva, debe ser estrictamente protegida,
quedando abierta únicamente al turismo, al manejo de la fauna y a
otras actividades que no impliquen deforestación. No se trata de
prohibir el desarrollo agropecuario sino tan sólo de instalarlo donde
puede tener éxito, es decir en la Selva Alta y en la Selva Baja. En
el ámbito de éstas hay otras precauciones a considerar, pero aún los
errores tendrán consecuencias menos graves que en la Ceja de Sel-
va.

154
En el proceso de zonificación debe tomarse muy en cuenta el
concepto de reserva forestal nacional, es decir las tierras cuyo uso
aún no ha sido definido o que, por falta de acceso y otras considera-
ciones, es recomendable mantener como reserva de recursos para
el desarrollo futuro. Del mismo modo, deben definirse las áreas de
importancia para la conservación del patrimonio genético nacional,
para el turismo, la recreación y la ciencia, así como aquellas que
son esenciales para proveer servicios de protección de cuencas (ca-
lidad del agua, regularidad de flujos hídricos, control de la erosión) .
Una gran superficie, de acuerdo a la clasificación de tierras, deberá
dedicarse a la producción de madera para las industrias forestales,
en forma de bosques nacionales u otros que se decidan. La tierra de
las comunidades nativas debe ser deslindada con carácter prioritario .
La tierra con aptitud agrícola o pecuaria debe ser dedicada a esos
fines y no a otros. ¿Qué porcentaje del área debe dedicarse a cada
uno de estos fines? Pues eso variará de una región a otra y está bá-
sicamente determinado por la clasificación de tierras por capacidad
de uso mayor.

4.5 MEJOR USO DEL POTENCIAL PARA EL TRANSPORTE FLU-


VIAL

Hay una fuerte desviación política y popular en favor del


transporte terrestre, relegando la vocación natural que existe en la
Amazonía para el transporte fluvial. Ya se discutió, en extenso, el
caso de la carretera lquitos-Nauta, que es el ejemplo más patético
aunque no el único. En todo esquema de desarrollo de la Selva
Baja, el transporte fluvial debe recibir preeminencia, por sus costos
reducidos y su inagotable potencial. Pero ello implica un esfuerzo im-
portante en infraestructura portuaria, en señalización fluvial y en
otras bien conocidas técnicas que facilitan la navegación.

4.6 ¿NUEVAS CARRETERAS O MEJORES CARRETERAS?

La tendencia, como en otros aspectos de la vida económica


nacional, es a hacer obras nuevas sin consolidar las existentes. Un
ejemplo patético de esta política es la Carretera Marginal de la Sel-
va, para la que siempre se proponen tramos adicionales sin que nin-
guno de los antiguos esté realmente concluido o plenamente opera-
tivo. Algo parecido sucede con la Carretera Federico Basadre y la
Carretera Central, que desde el punto de vista del mantenimiento,
son una vergüenza nacional. Para alcanzar un desarrollo en serio es
indispensable consolidar el sistema carretero existente, con absoluta
prioridad sobre cualquier propuesta de ampliación de la ya enorme
red actual.

,También es preciso moderar el concepto, aceptado a rajata-


-bla -. que comunicación vial es lo mj smo que desarrollo regional.

155
Haas et al (1983), en un interesante estudio en el Huallaga Central ,
desvirtúan ese criterio.

4.7 UNA POLITICA PARA LAS POBLACIONES NATIVAS

Este es un tema que,. por su importancia ética y también eco-


nómica, merece un libro por sí sólo. Existen unos 200 ,000 nativos en
la Selva, que pertenecen a más de 12 familias etnolingü ísticas que
abarcan por lo menos a 53 grupos claramente diferenciables (Chirif
& Mora 1976). Pero todo indica que hay muchos más. Estos habitan-
tes de la Selva, según se ha demostrado reiteradamente (Banco
Mundial 1984, Posey 1983, 1987), son los guardianes de un inmen-
so .banco de datos, de un valor incalculable para el porvenir de la
humanidad y en especial de los peruanos. Así, lo que los hombres
"civilizados" no han realizado por razones morales, quizás lo hagan
ahora por interés.

Debe existir una decisión política clara que respalde el dere-


cho a la tierra de los pueblos nativos de la Amazonía. La Ley de Co-
munidades Nativas y Desarrollo Agropecuario de la Selva y Ceja de
Selva de 1974 fue un gran paso adelante, que fue limitado en su
nueva versión de 1977 (Chirif 1983). Pero en los gobiernos democrá-
ticos posteriores se volvió a tratar a los nativos tan mal como siem-
pre, quedando relegada su "atención" a una minuta dependencia del
Sector Agrario. Felizmente, los nativos han sabido agruparse y están
empezando a hacer respetar poi íticamente sus derechos, lo que an-
tes sólo podían conseguir mediante luchas armadas, en las que
siempre perdieron (Dávila 1980). No se trata de entregar a los sobre-
vivientes ''toda la Selva", como con mala fe se dice con frecuencia.
Se trata, únicamente, de respetar su patrimonio natural y cultural ,
dándoles la--eportunidad de integrarse a la vida económica nacional
con algo de los bienes que les pertenecieron . En la actualidad es
proverbial la mezquindad con que se les otorgan "derechos" sobre lo
que siempre fue de ellos. Se les trata mucho peor que a los campe-
sinos serranos, los que dicho sea de paso no piden permiso a nadie
para usurpar tierras de otros y en especial de los nativos. La admi-
nistración pública, en esos casos, siempre se inclina a favor de los
·más vociferantes, es decir los invasores.

4.8 ALGO SOBRE GEOPOLITICA

La geopolítica es una ciencia de gran importancia y sus reco-


mendaciones deben ser incorporadas a las estrategias de desarrollo
(Mercado 1979, 1980). Sin embargo, la geopolítica no puede sus-
traerse a la realidad ecológica. Por ejemplo, un asentamiento rural
fronterizo que no tome en cuenta la aptitud de los suelos para la pro-
ducción agropecuaria y el costo del transporte, terminará dando re-
.sultados opuestos a los previstos, salvo que se le subsidie seriamen-

156
te, lo que rara vez es el caso. Tampoco puede asumirse que cual-
quier tramo carretero fronterizo tiene finalidad geopolítica. Cabe pre-·
guntar, por ejemplo, cuál es el objetivo de la carretera Napo-Putuma-
yo, que va de "ninguna parte a ninguna parte" y otras preguntas si-
milares pue€len hacerse en el caso de la carretera Jenaro Herrera-
Puerto Angamos.

Del mismo modo, la interconexión vial con países vecinos,


pero en especial con el Brasil , requiere de una meticulosa evalua-
ción de beneficios y perjuicios en el orden económico social y tam-
bién en cuanto a otros elementos de la seguridad nacional (Douro-
jeanni 1986). Debe escogerse, en función de eso, la oportunidad y
el lugar, amén de las condiciones. La iniciativa al respecto ha sido,
en general, de los países vecinos, cuyos sistemas viales merodean
las fronteras .

Lo arriba anotado no es óbice para reconocer la interdepen-


dencia que caracteriza a todos los territorios amazónicos y la indis-
cutible necesidad de cooperar. En ese sentido, el Pacto Amazónico
debe ser analizado como un elemento importante de la estrategia de
desarrollo de la Selva (Landau 1980).

4.9 PRIORIDADES REGIONALES

Todo indica que la prioridad debe darse a la Selva Alta, don-


de hay que consolidar y organizar el caótico proceso de ocupación
dado en las últimas tres décadas. En ese contexto corresponde alta
prioridad a la Selva Central y a todo el Huallaga. En la Selva Baja
la prioridad debe concentrarse en Ucayali, en la zona cubierta por
las carreteras que unen Pucallpa con von Humboldt, Tournavista y
Nueva Requena. Pero todo ésto es" muy relativo, pues depende de
las prioridades otorgadas localmente a las actividades económicas.
Por ejemplo, Madre de Dios tiene la máxima prioridad para el desa-
rrollo turístico, por las maravillas naturales que contiene (Parque Na-
cional del Manu, Santuario Nacional del Heath y otras en estudio) y
por su proximidad al Cusca.

Desde un ángulo más detallado, debe recordarse que la máxi-


ma prioridad debe otorgarse a la consolidación de los asentamientos
rurales existentes, en lugar de crear nuevos incesantemente. Parte
de ese trabajo es poner coto al acaparamiento de tierras que se pro-
duce en los asentamientos después de algunos años y en general
con fines puramente especulativos.

4.10 OPORTUNIDADES ESPECIALES EN LA AGRICULTURA

Aunque este tema será tratado más adelante, vale la pena re-
cordar que la Amazonia ofrece formidables pero desperdiciadas

157
oportunidades para la agricultura, en especial la de tipo perenne.
Ejemplos, entre muchos otros, son el del jebe y el cacao, cultivos
nativos del Perú a los que jamás se dio la importancia que se mere-
cen. En Brasil, en cambio, se han plantado muchas decenas de mi-
les de hectáreas de esas dos especies tan sólo en la última década.
Otro tanto ocurre con varias especies de palmeras nativas, para pro-
ducción de frutos y de palmito, de las que existen grandes plantacio-
nes en Costa Rica y en el Brasil o, asimismo con la castaña o nuez
del Brasil, que también se cultiva corrientemente en el país vecino,
mientras que aquí apenas hay unas pocas hectáreas experimenta-
les. Otra especie nativa desperdiciada es el cube o barbasco, que
puede suplir una demanda de rotenona que tiende a recuperar sus
niveles de antaño. Desde el punto de vista de los recursos genéticos
de varias de esas especies, el territorio peruano es riquísimo y po-
see, por ejemplo, los jebes silvestres más productivos, el camu caniu
con el más alto tenor de vitamina C, los únicos árboles de la quina
o chinchonas que aún conservan los alcaloides sinergizantes de la
quinina, etc. etc.

Esos recursos genéticos son recolectados en nuestro territorio


y remitidos al mundo entero, para beneficio de otras naciones, ante
la indiferencia de los responsables que desperdician, cuando menos,
la posibilidad de venta o de canje de ese patrimonio natural exclusi-
vo del territorio patrio. En lugar de eso, cabe recordar que muchos
de esos recursos están al borde de la extinción, como en el caso del
árbol nacional del Perú: el árbol de la quina, que como van las co-
sas, casi ningún peruano ha visto ni verá.

4.11 SOBRE LOS RECURSOS FORESTALES

Sobre ese tema se tratará ampliamente en un capítulo poste-


rior. Unicamente se trata aquí de recordar que las posibilidades de
abastecimiento de la industria se presentan en cinco rubros: (1)
Aprovechamiento de la madera proveniente de los desmontes con fi-
nes agropecuarios, mediante su adecuada planificación ; (2) Aprove-
chamiento de la materia prima generada en las "purmas", es decir
los bosques pioneros que se desarrollan sobre las tierras abandona-
das por la agricultura o en rotación por descanso; (3) Manejo de
bosques naturales, que es y será siempre la fuente principal ; (4) Re-
forestación y; (5) Aprovechamiento de los cuantiosos desperdicios
de las industrias forestales . En la actualidad, la única fuente de ma-
teria prima es la explotación anárquica y agotante de los bosques
naturales, con trágicas y bien conocidas consecuencias ambientales
y económicas.

Las industrias que se pueden desarrollar son todas las de


transformación mecánica ya conocidas, incluyendo por cierto la de
casas y muebles prefabricados y, por otra parte, las de transforma-
ción química, que son las que más potencial tienen por aprovechar
biomasa y no especies escogidas. Entre ellas es esencial la de pul-

158
pa y papel pero también importante son las de alimento para gana-
do, plásticos y otros químicos. La industria de energía de biomasa,
empezando por el carbón, los gasógenos y terminando con el al-
cohol, es otra enorme posibilidad que debe ser llevada a nivel de es-
tudios de factibilidad.

El hambre mundial de maderas tropicales y de otros produc-


tos forestales está creciendo, como lo demuestran la reciente crea-
ción de la Organización de la madera Tropical y el Plan de Acción
Forestal en los Trópicos (FAO 1985, WRI 1985}, habiéndose consig-
nado grandes sumas indicativas para el desarrollo forestal tropical en
todas las agencias de desarrollo. Para el Perú ha sido indicada la
suma de 111 millones de dólares, para empezar.

Pero hablar de recursos forestales no es hablar únicamente


de madera. Los extensos aguajales de la Selva Baja, al igual que
otras palmeras silvestres, siguen esperando su oportunidad de servir
a la solución del déficit nacional de grasas y aceites. Los montes es-
tán llenos de plantas capaces de curar las más diversas dolencias
de la humanidad y, en efecto, las grandes empresas farmacéuticas
del mundo rondan desde hace décadas y ya han aprovechado mu-
cho más de lo que se sabe y se cree. ·

4.12 LA RESPONSABILIDAD POR EL PATRIMONIO NATURAL


DE LA HUMANIDAD

Como ya se indicó, la Amazonía peruana posee una parte


muy considerable del patrimonio natural de la humanidad. Precisa-
mente por ello, la UNESCO ha reconocido el Parque Nacional del
Manu como integrante de la privilegiada lista de los sitios que confor-
man la heredad mundial, conjuntamente con Machu Picchu y con el
Parque Nacional del Huascarán. Pero el Manu no conserva toda la
diversidad genética de la Amazonía del Perú . Tampoco se logra esto
con la existencia de la Reserva Nacional de Pacaya-Samiria (Lore-
to), el Parque Nacional Yanachaga-Chemillén (Paseo) , el Parque Na-
cional del Abiseo (San Martín), del Santuario Nacional de Pampas
del Heath (Madre de Dios) y de otros dos pequeños parques nacio-
nales (Cutervo y Tingo María), también localizados en la Selva. Es
pues indispensable establecer más unidades de conservación y ad-
ministrar y proteger mejor las existentes. En total , idealmente, estas
unidades de conservación deberían abarcar no menos de 10 y hasta
15% del territorio de la Selva.

Los parques nacionales y otras unidades de conservación, en


el Perú como en otros países, tienen una definida vocación económi-
ca además de sus funciones ambientales. En efecto, el desarrollo de
la actividad turística tiene su sustentación futura asegurada en esos
sitios privilegiados, tal como ya viene sucediendo en Madre de Dios
y es bien conocido de diversos países, como Estados Unidos, Ken-
ya, Sud Africa o Nepal y como en el sur de Argentina y Chile.

159
4.13 LA CIENCIA Y LA TECNOLOGIA AMAZONICA

No hay duda de que el desarrollo amazónico peruano no será


sustentable sobre la débil base científica y tecnológica actual. Eso
fue reconocido por los legisladores al crear el Instituto de Investiga-
ciones de la Amazonía Peruana mediante disposición expresa de la
Constitución vigente. Pero por diversas circunstancias esa institu-
ción, como todas las demás dedicadas a la investigación amazónica,
carecen de los recursos materiales y humanos que en verdad nece-
sitan para hacer que su trabajo tenga repercusiones significativas en
el desarrollo (Aco-Cataldo 1982). Alguna vez deberá entenderse y
aceptarse que la investigación científica es una inversión como cual-
quier otra, la que demostradamente paga con creces. En el Brasil
esto se ha reconocido hace tiempo, de allí que el INPA, en Manaos
y el Museo Goeldi, en Belem, entre otras muchas instituciones, ha-
gan tanta investigación fundamental. Toda mezquindad en el trato a
la investigación y a los investigadores es un suicidio social, acto en
el que el Perú es reincidente e impenitente.

Sin embargo, la acción no debe ser paralizada por el pretexto


de que no se sabe lo suficiente. En verdad, si se aplicara lo que se
sabe desde hace décadas, podría hacerse un desarrollo varias ve-
ces mejor que el que se practica. De ello se desprende la necesidad
perentoria de organizar mejor los servicios de extensión y de difusión
de resultados obtenidos localmente o en países de ecología similar.

4.14 LA REGIONALIZACION Y LA MUNICIPALIZACION

Ambas posibilidades deben ser aplicadas simultáneamente y


tan pronto como se pueda. La Selva se muere esperando que el
maná llueva por obra de gobernantes que tienen prioridades muy
ajenas a las de ribereños, nativos, madereros o agricultores modes-
tos. El gobierno central debe ser la expresión última de los gobiernos
locales y regionales. La municipalización, en especial, permitirá que
la gente pida menos y haga más. Cuando los pueblos no esperen
nada de fuera, ni siquiera la autorización de hacer, entonces el país
se levantará.

4.15 INDUSTRIAS EN LA AMAZONIA

Si la Amazonía no le otorga valor agregado a la materia prima


que produce , se está asegurando su carácter de colonia interna. Por
lo tanto, la Amazonía debe tener un desarrollo industrial importante,
tanto más considerando su lejanía y los altos fletes que tiene que
pagar para evacuar su producción hacia los mercados internos o ex-
ternos. La disponibilidad de enormes recursos energéticos debe ser
pieza esencial del desarrollo industrial, sin descartar la posibilidad
largamente acariciada de aprovecharla concomitantemente para im-

160
pulsar el transporte ferroviario. La amenaza de la contaminación am-
biental está latente en todo desarrollo industrial, pero su ausencia
también es una amenaza para la naturaleza. En efecto, a falta de
empleo urbano hay mayor presión de deforestación. El desarrollo in-
dustrial debe ser estrechamente supervisado y adecuarse a las pau-
tas establecidas para evitar impactos ambientales inaceptables.

4.16 EMPRESAS, EMPRESARIOS Y AMAZONIA

La Selva es un hermoso lugar para crear, crecer, fructificar y


dejar la semilla que cierre el circuito creciente que lleva al desarrollo.
La Selva se ha desarrollado, sin duda, pero no en la forma deseable
y con poca aproximación a características que aseguren su éxito a
larg'o plazo. En ello, como se explicó antes, ha jugado un papel im-
portante la actitud colonial y el desconocimiento de la realidad de los
empresarios venidos de fuera y la poca preparación, salvo honrosas
excepciones, de los empresarios locales. La imagen de Fitzcarrald y
de Arana, inescrupulosos explotadores del caucho y de los pueblos,
debe desvanecerse para siempre en los anaqueles correspondientes
a un triste episodio histórico a no repetir jamás. Sin embargo, guar-
dando las proporciones, el síndrome del G&ucho aún está presente
en muchas de las actividades económicas de la Amazon ía, en espe-
cial en las extractivas.

La empresa amazónica y los empresarios que las hacen en-


frentan condiciones ecológicas que no pueden desdeñar. Por lo tanto
deben conocerlas y estudiar la forma de superarlas. Para eso lo más
simple, rara vez practicado, es pagar los costos de los profesionales
competentes. Es demasiado común observar empresas, inclusive
grandes, que no cuentan con profesionales competentes en el área
de su actividad , prefiriendo "prácticos" cuya experiencia, en verdad ,
no suple al profesional. Un ejemplo típico de esta afirmación son los
aserraderos y otras empresas forestales que sólo excepcionalmente
emplean ingenieros. El alegato de que no son necesarios no resiste
el menor análisis, cuando se observa el enorme desperdicio de ma-
teria prima y el veloz desgaste de la maquinaria y equipos que pro-
voca la incompetencia. Hay estudios que demuestran que un buen
ingeniero puede costear su sueldo de un año con el ahorro conse-
guido en un mes, sólo en esos dos rubros .

Prob!ema similar es el que se presenta con la calificación del


personal de mando medio y obrero. Las industrias locales se resis-
ten a capacitar a su personal, con el pretexto de que así cobrarán
más o que se irán a trabajar a la competencia. Aunque eso pueda
ser coyunturalmente cierto, el hecho es que aún entrenamientos muy
cortos reditúan obvios beneficios para las empresas. Un ejemplo clá-
sico es el entrenamiento de afiladores de sierra y de motosierristas.
Pero, en estos casos suele suceder que el obrero calificado no pue-

161
de aplicar sus nuevos conocimientos en su empresa porque ésta no
tiene o no repara los equipos accesorios o las herramientas para ha-
cerlo.

De un modo u otro, un obstáculo serio para el desarrollo em-


presarial en la Amazonía es la falta de personal técnico y obrero ca-
lificado, para lo cual deberán tomarse las medidas apropiadas, a tra-
vés de los Institutos Tecnológicos Superiores y del SENATI, entre
otras opciones (Dourojeanni 1987).

Otro tipo de problema que requisre atención se refiere al


monto de la inversión y al lapso de recuperación de ésta. En verdad,
en la Selva las inversiones necesarias suelen ser elevadas y el retor-
no relativamente lento. Muchas de las empresas fracasan porque la
inversión es notoriamente inferior al mínimo requerido. Un ejemplo
son las empresas forestales instaladas sin considerar el manejo y la
extracción, quedando la industria sometida a los caprichos del mer-
cado de trozas y de los pequeños extractores habilitados. La indus-
tria forestal requiere de grandes capitales si se practica en serio y a
largo plazo, como debe ser. La industria forestal química es aún más
exigente en capitales. Definitivamente no se puede intentar abordar
el aprovechamiento de un recurso que potencialmente puede gene-
rar cada año tanto como el monto de la deuda externa del Perú con
unas pocas docenas de miles de dólares.

Lo anterior no significa, por cierto, que no haya cabida para la


empresa pequeña y mediana. Al contrario, multitud de empresas fa-
miliares pueden establecerse a partir de recursos cuyo aprovecha-
miento es menos exigente en capitales o en la periferia de empresas
mayores, por ejemplo aprovechando residuos tal como lo hacen nu-
merosos re-aserraderos y fabricantes de carbón o de muebles. El
empresario pequeño y mediano necesita extremar su ingenio y su
originalidad para suplir sus limitados recursos económicos iniciales.
Por citar oportunidades no aprovechadas están la producción de hor-
talizas para ciudades como !quitos y Pucallpa, que se abastecen en
Lima o la industria de mermeladas o frutas confitadas en base a re-
cursos que suelen malograrse en la chacra.

Algunos de los empresarios que vienen de fuera todavía


creen que la Selva es un lugar para la aventura. Pero, si bien la Sel-
va es un lugar ideal para hacer patria, ha dejado de tener cupo para
la apuesta. La empresa allí, más que en cualquier otro lugar, debe
ser el resultado de una operación altamente profesional, donde los
riesgos de todo tipo se deben reducir al mínimo mediante una tecno-
logía depurada y apropiada. Dicho de otro modo, es un pésimo ne-
gocio el mezquinar recursos al hacer los estudios de pre-factibilidad
y de factibilidad. Peor aún es hacer trampa en esos estudios, pasan-
.do por alto o minimizando los obstáculos.

162
4.17 CRITERIOS ECONOMICOS JUSTOS

El ser una colonia interna implica, en lo ·esencial, relaciones


económicas injustas. Véase, como ejemplo, los casos referidos a la
comercialización de pieles y cueros en Loreto (cuadro 25) y de la
castaña de Madre de Dios (cuadro 26). Pero estas situaciones se re-
producen con cualquier producto, sea producido por nativos, como el
achiote del Pichis (Tello 1980) o por empresarios poderosos, como
el café de Chanchamayo. Todos los productores, pobres o ricos, son
.explotados.

CUADRO 25

PRECIO DE PIELES A DIFERENTES NIVELES DE


COMERCIALIZACION EN !QUITOS Y EN EUROPA, 1970)
(en dólares americanos)

NIVELES DE LOBO DE HUAMBU-


COMERCIALIZACION RIO JAGUAR NUTRIA RUSHO

Precio pagado por


compradores en el río 18-23 69-115 5-8 3-6

Precio pagado por


comerciantes establecidos
en poblados 28-35 80-139 5-11 7-14

Precios de venta de los


comerciantes a los
exportadores · 39-42 115-208 7-13 12-19

"Precios" declarados por


los exportadores
- Precio de compra 16-23 35-92 3-5 2
- Precio de venta 30-40 35-40 5-7 2

Precios pagados por los


importadores europeos al
exportador peruano 90 300 22 ?

Fuente: Hvidberg - Hansen (1970)

La Selva tuvo y tiene, en teoría, una infinidad de exoneracio-


nes tributarias, condiciones crediticias privilegiadas y otras ventajas
económicas. Pero, en la práctica, ellas apenas sirven a los comer-
ciantes y a los más astutos, no habiendo ayudado nunca a quienes
en verdad trabajan o a los estratos sociales que en principio deben
tener prioridad. Es pues indispensable un examen detallado, en el lu-
gar mismo y no desde la avenida Abancay, de la problemática eco-

163
nómica tan peculiar de la Amazonía. Un examen que preste oído
muy crítico a los insistentes pedidos de los comerciantes por hacer,
por ejemplo, zonas francas que no sustituyen una economía sana
basada en el trabajo.

CUADRO 26

PRECIOS Y COSTOS DE LA CASTAÑA A DIFERENTES


NIVELES DE COMERCIALIZACION EN 198;3 (Soles Oro/Kg)

NIVELES DE MERCADO DE MERCADO DE


COMERCIALIZACION Lima Puerto Maldonado

Precio pagado al recolector 622 622

Costo del procesamiento por


acopiadores/mayoristas 465 465

Costo transporte a Lima 142

Precio pagado por el minorista 2,431 2,289

Precio promedio pagado por el


consumidor 4,000 2,700

Fuente: Cuentas (1985)

4.18 ENTRE LA LEGISLACION Y LA LEY DE LA SELVA

La legislación que rige sobre la Amazonía, salvo excepciones,


no ha sido hecha considerando su realidad. Cuando se ha preparado
legislación especial para ella, lo más frecuente es que quienes la
preparan desconozcan todo sobre la región. Así hay tantas disposi-
ciones absurdas e inaplicables, que inclusive el Estado se siente dis-
culpado de respetarlas. Si a eso se le suma que la legislación, en
general, es rara vez cumplida en el país y que para cada ley incum-
plida, el remedio ha sido inventar otras sin derogar claramente la an-
terior, se comprenderá el verdadero caos legal en el que se encuen-
tra el país (Soto 1986}. Obviamente, la conclusión de esa situación
es que cada quien, en la medida en que puede, hace lo que se le
viene en gana.

Ejemplos abundan en lo que toca al sector agrario cuya legis-


lación, dicho sea de paso, es particularmente pisoteada por la del
sector energético y minero. Hay dispositivos legales que premian la
deforestación, calificándola de "mejora", no interesando el lugar en
que se haga. La mera deforestación asegura el derecho de posesión
y facilita el acceso al crédito, con lo que el Estado fomenta y fi nancia

164
la violación de las leyes. La construcción de una choza y la quema
de una parcela de bosque, en la práctica, es un título de propiedad
aún dentro de una propiedad ajena, bien delimitada y con títulos sa-
neados. En cambio, el mantener bosque, de acuerdo a ley, es una
causal de afectación. El reglamento de clasificación de tierras jamás
ha sido cumplido en el Perú, tanto que cabe preguntarse para qué
se sigue clasificándolas. Arce (1987) estudió la aplicación de la ley
forestal de 1975 evaluando su aplicación en una fracción ínfima, ex-
clusivamente en lo formal. Esta prohibido deforestar en laderas de
más de 30% de pendiente, en riberas de ríos y quebradas; esta
prohibido rozar, talar y quemar chacras sin autorización previa; es
obligatorio mantener de 15 a 30% de cada predio bajo cobertura fo-
restal , etc, etc. Es cierto que algunos de éstos dispositivos son de di-
fícil cumplimiento y que podrían reformularse. Sin embargo, en ver-
dad existe una anarquía total que de ninguna manera se resolverá
con más leyes, sino empezando a poner orden en el país.

Quizás la mejor solución con la legislación en el Perú es el


"borrón y cuenta nueva", siempre y cuando existieran legisladores
competentes para emprender tamaña labor. Mientras tanto, sólo pue-
de abogarse por el cumplimiento de la existente, por inadecuada que
sea y por su perfeccionamiento. Lamentablemente, los nuevos dispo-
sitivos legales que atañen a la Selva nunca consiguen la prioridad
necesaria para estar en la agenda parlamentaria ... Otro símbolo de
colonialismo interno.

4.19 ADEMAS ...

Hacer de la Amazonía una región desarrollada, en la mejor


acepción del término, es difícil pero posible. La nación tiene la capa-
cidad para hacerlo, pero para tener éxito debe adoptar una nueva
actitud, tan alejada de los entusiasmos imprudentes como de los pe-·
simismos paralizantes. El conocimiento de la realidad, sus potencia-
lidades y sus obstáculos, debe ser la base del desarrollo. Las accio-
nes, las infraestructuras y las políticas no deben continuar obede-
ciendo a caprichos de los que en algún momento tienen poder de
decisión. Deben ser la consecuencia de un proceso de planificación
meticuloso.

El desarrollo a largo plazo sólo puede lograrse armonizándolo


con las exigencias de la conservación de los recursos naturales y del
ambiente. Haciéndolo, se crean numerosas oportunidades de creci-
miento económico y no, como los ignorantes dicen a veces, barreras
insalvables. El conflicto entre los intereses del corto plazo y del largo
plazo han sido resueltos por muchos pueblos en diferentes etapas
de la historia, en especial en el antiguo Perú. Lo que distancia a los
peruanos de los logros de sus antepasados es la pérdida del sentido
común, la indisciplina social y la falta de fe . Pero todo eso se puede

165
recuperar, en especial si cada ciudadano asume su rol ante la socie-
dad y exige a los gobiernos que administran el Estado cumplir sus
obligaciones. ·

Los peruanos que aman la Amazonía y que quieren verla


prosperar deben recordar, sin embargo, que eso será imposible
mientras se mantenga en el Perú la injusticia que incuba la revuelta
social. La injusticia es la causa de la pobreza y de la ignorancia. La
Selva es la principal válvula de escape de la presión social, después
de Lima, sus barriadas y sus ambulantes. La Selva Alta está invadi-
da por cientos de miles de familias campesinas miserables y sin es-
peranza, que practican esa agricultura migratoria que ya arrasó mi-
llones de hectáreas apenas para no morir. Toda acción de desarrollo
de la Amazonía tiene que considerar a esos desheredados como su
primer cliente. En caso contrario no habrá desarrollo... ni existirá
oportunidad para la Amazo~ía .

5. UNA APLICACION EN EL HUALLAGA CENTRAL

Los recursos naturales renovables del ámbito denominado


Huallaga Central y Bajo Mayo, ostentan características sensiblemen-
te diferentes a los de la Ceja de Selva o de la amazonía peruana en
general, en las que se inserta. Como se verá, estas peculiaridades
se refieren esencialmente a los recursos suelo y agua, dando lugar
a otras diferenciaciones de gran importancia.

5.1 LOS RECURSOS .DISPONIBLES

El ámbito llamado Huallaga Central y Bajo Mayo exhibe, sin


duda alguna, una de las mayores concentraciones de tierras de bue-
na calidad que se da en toda la cuenca amazónica. En el cuadro 27
se muestra una comparación de la clasificación de tierras por capa-
cidad de uso mayor a nivel del Huallaga Central y Bajo Mayo y a ni-
vel nacional, donde resalta el carácter excepcionalmente feraz de las
primeras.

La región que se estudia es una de las pocas en el país que


posee suelos de clase 1 (en proporción 14 veces mayor que a nivel
nacional) y que también posee proporciones varias veces superiores
de suelos de clase 11 a IV que el país en general. Similar es el caso
si se le compara a la amazonía peruana, aunque algunas áreas de
ésta puedan estar relativamente bien dotadas, como lo demuestra un
estudio en la Selva Central, en especial de los valles del Pichis, del
Palcazu, del Pachitea y del Tambo, donde se ha encontrado que
más del 25% de los suelos pueden asimilarse a las clases 11 a IV
(Villachica 1981) pero, en este caso, por tratarse de un estudio de
factibilidad de carreteras se han descartado previamente los sectores
con suelos obviamente inadecuados para la agricultura dando, pues,

166
CUADRO 27

COMPARACION DE LAS CLASES DE SUELO DEL HUALLAGA


CENTRAL Y BAJO MAYO CON LAS DE TODO EL PERU

Huallaga Central y
Bajo Mayo* Perú**
Supeñicie Supeñicie
Clase (ha) % (ha) %

1 12,367 1.4 177,51 o 0.1


11 49,608 5.7 532,529 0.4
111 48,715 5.7 1'065,059 0.8
IV 29,691 3.4 1'775,098 1.4
V 8,441 1.0 329,325 0.3
VI 132,983 15.4 16 ~317 , 300 12.7
VIl 105,324 12.2 58'523,287 45.6
VIII 477,016 55.2 49'801 ,452 . 38.7

Total 869.145 100.00 128,521 ,560 100.0

Fuentes: * FAO/ONERN/ONRA
** Zamora (1971)

un resultado no comparable. Aún así, es de destacar que en dicho


estudio, que abarcó varios millones de hectáreas, de las que se es-
tudiaron en profundidad las 2 millones de hectáreas de mejor cali-
dad, no se encontraron suelos de clase 1 y que la proporción de sue-
los de clase 11 fue muy inferior a la del Huallaga Central y Bajo
Mayo. En cambio, hallaron más del doble de suelos de las clases 111
y IV, es decir, tierras con restricciones significativamente más seve-
ras para su uso intensivo que las de clase 1 y 11.

Es altamente probable, por otro lado, que dadas las tenden-


cias nacionales e internacionales en materia de uso de suelos, el
nuevo estudio de clasificación de las tierras del Huallaga Central y
Bajo Mayo que se viene ejecutando, brinde resultados aún más opti-
mistas, aumentando la proporción de suelos de clases 1 a IV y augu-
rando posibilidades aún mejores para la agricultura en limpio y para
la agricultura intensiva.

El Huallaga Central y el Bajo Mayo están casi por entero en


la zona de vida denominada bosque seco-Tropical, siendo la parte
más seca del mismo, entre Bellavista al sur y Pilluana al norte, bos-
que seco-Premontano Tropical en transición a la anterior, de acuerdo
al sistema desarrollado por Holdridge y aplicado en el país por
ONERN (1976). La presencia de especies de cactáceas y de legumi-

167
nasas como Acacia y Prosopis son testimonio del carácter semiárido
de la zona. Ello explica también la mayor proporción de suelos de
buena calidad.

Es así que, a diferencia de lo que sucede en términos gene-


rales en la amazoní a peruana donde el agua es un . recurso abun-
dante y muchas veces excesivo, en el ámbito estudiado éste es un
recurso relativamente escaso. En efecto, los 850 mm de precipita-
ción pluvial que caen anualmente en el sector sur medio del ámbito
y que llegan hasta unos 1250 mm en Tarapoto y alrededores, al nor-
te, determinan que los suelos estén sometidos a una casi permanen-
te deficiencia de humedad, siendo abril el único mes en que se pre-
senta escorrentía. En las partes altas de las cuencas que se vierten
al Huallaga Central la precipitación alcanza más de 2000 mm anua-
les pero esta condición corresponde precisamente a los suelos de
menor aptitud agropecuaria.

En conclusión, en el ámbito estudiado se da la coincidencia,


rara para la región amazónica, de una alta proporción de suelos ap-
tos para la agricultura intensiva, en limpio, que en su mayoría nece-
sitan de riego para rendir a plenitud.

Los recursos forestales , del mismo modo que la fauna silves-


tre y también la pesca son, en términos generales, menos importan-
tes que en otras partes de la Selva. Esta situación puede explicarse
en parte por la escasez de lluvias pero probablemente se deba más
a la antigüedad y a la intensidad de la ocupación humana de gran
parte del área.

5.2 IMPACTOS DEL USO ACTUAL DE LOS RECURSOS

5.2.1 Agricultura

No existen estudios ni información sobre la intensidad de uso


de las tierras deforestadas directa y exclusivamente referidos al ám-
bito estudiado. La mayor aproximación disponible es la proporciona-
da por el Plan Selva (1980) referida a un área mayor, que engloba
la correspondiente al Proyecto Especial Huallaga Central y Bajo
Mayo y que se brinda en el cuadro 28. De él se desprende que sólo
se viene usando anualmente menos del 25% del área que se ha pre-
parado para fines agropecuarios mediante el desmonte. Dicho de
otro modo, sólo se trabaja 1 hectárea de cada 4 que se han defores-
tado con fines agropecuarios.

Admitiendo que la proporción de tierra usada efectivamente


en agricultura y ganadería sea la misma para el ámbito del Proyecto
Especial que para los sectores más amplios arriba indicados y consi-
derando que existen 100,260 ha. en producción (Dirección Ejecutiva
del Proyecto Especial Huallaga Central y Bajo Mayo 1981 ), puede

168
CUADRO 28

USO ACTUAL DE LA TIERRA EN EL AREA DEL PROYECTO


ESPECIAL HUALLAGA CENTRAL Y BAJO MAYO Y
SECTORES ALEDAÑOS

Are a Are a Are a Area "en


Sectores desmontada sembrada pastos descanso"

Pilluana 140,625 19,950 34,300 86,375


Sisa 171 ,875 9,325 19,250 143,300
Campanilla 156,250 19,150 (12,000) 125,100
Huayabamba 62 ,500 2,340 (4,000) 56 ,160
Alto Biabo (6,000) 1,013 (1 ,600) 3,387
Bajo Mayo 78,125 1,950 (13,000) 63,175

Total 615 ,375 53 ,728 84,150 477,497

Fuente: Proyecto Especial Plan Selva (1980)


Nota : Las cifras entre paréntesis son estimados del autor (Dourojeanni) 1981).

suponerse que están desmontadas unas 401,000 ha, es decir un 46%


del ámbito estudiado. Esta extensión "desmontada" se encuentra ac-
tualmente cubierta por cultivos y pastizales (25% del área) y por ma-
lezas ("chamizales" y "shapumbales") y por "purmas" de diferentes
edades pero aún distinguibles como tales (el 75% restante). Es evi-
dente que una extensión mucho mayor debe haber sido histórica-
mente deforestada y que actualmente está nuevamente cubierta de
bosques, algunos de los cuales pueden ser de carácter climático.

La intensidad del uso agropecuario de la tierra deforestada en


el Huallaga Central y el Bajo Mayo es, a conocimiento del autor, la
más elevada que se da en la amazonía peruana. Así, en la provincia
de Oxapampa es apenas del 0.7%, en Chanchamayo y Satipo del
14% y en otros lugares es, en el mejor de los casos , del 20% (Dou-
rojeanni 1981 ). Este uso eficiente es, sin duda, reflejo de la mejor
calidad de los suelos que no justifican los descansos y mucho me-
nos los de larga duración.

Se desconoce la intensidad de uso de los suelos de acuerdo


a su clase. No se sabe, por ejemplo, si los suelos de clase 1 o 11 se
usan con más intensidad , es decir con menos "descansos" que los
suelos de clase 111 o IV. Aparentemente, la práctica del descanso
responde más a la tradición que a la respuesta específica de cada
suelo. As í es como se aprecia que suelos que son, obviamente, de
la mejor clase se dejan descansar tanto como otros de calidad mar-
cadamente inferior aunque, en términos generales, parece haber una
tendencia a usarlos más cuando, además, están servidos por cami-

169
nos. Aparentemente, de 40 a 50% de las tierras ubicadas a lo largo
de la Carretera Marginal se usarían por lo menos para una cosecha
anual, intensidad que disminuye muy por debajo del promedio regio-
nal de 25% cuando las tierras son más alejadas de los caminos y
que, por lo general, son de menos aptitud agropecuaria.

El "descanso" de suelos de buena calidad puede, como se


dijo, atribuirse a la costumbre, pero también es reflejo de otros facto-
res que poco o nada tienen que ver con la fertilidad. Entre ellos está
la posesión de extensiones de tierras mayores que las que se pue-
den trabajar con la mano de obra fami liar, con la disponible local-
mente o con la que el rendimiento del cultivo puede costear. Tam-
bién está el problema de las malezas que crecen con gran rapidez
en los campos cultivados abandonados y que son de rozado muy la-
borioso, tanto más que cuando se termina esta operación la "chami-
za" ya está nuevamente crecida donde se empezó. Esto explica que
muchos campesinos prefieren desmontar bosques, lo que les resulta
más fácil, pese a los árboles, debido a la ausencia de malezas du-
rante el primer año. Estas causales: la mano de obra y las malezas,
abogan fuertemente por la mecanización, aunque ella no es la única
solución aplicable. Finalmente, debe indicarse que el "descanso" de
las tierras también se debe en gran medida, a razones de índole
completamente diferentes. Por una parte, hay propietarios que retie-
nen la tierra con miras especulativas interesándoles poco trabajarla
y, por otra, el desmonte que se reconoce como una "mejora" inde-
pendientemente de que la tierra esté o no en producción, asegura el
derecho de posesión . Es decir que legislaciones inadecuadas y/o
mal aplicadas estimulan esta situación .

En buena cuenta, pese a la calidad superior de los suelos del


Huallaga Central y Bajo Mayo, se produce allí el mismo fenómeno
de agricultura migratoria que es común a toda la amazonía y aunque
preciso es reconocerlo, asume una forma atenuada tiene menos jus-
tificación que en otros lugares tanto más que, además de suelos fér-
tiles, la región está directamente servida por la Carretera Marginal,
·entre otras infraestructuras comparativamente importantes. Sin em-
bargo, podrá aducirse no sin razón que muchos de los servicios es-
tablecidos son inoperantes por su deficiente planificación y adminis-
tración .

En la campaña agrícola de 1980 se cultivaron 48,560 ha. (Di-


rección Ejecutiva del Proyecto Huallaga Central y Bajo Mayo 1981)
de las que 31 ,320 ha. correspondieron a cultivos anuales y 17,240
ha. a cultivos permanentes. Entre estos últimos está incluido el pláta-
no, con más de 14,000 ha. y cuya inclusión entre los cultivos perma-
nentes es muy discutible, tanto más que en todo caso se trata de un
cultivo en limpio, por lo que difícilmente existen realmente más de
3,000 ha. de cultivos perennes, de los que el café representa más
de la mitad.

Con el fin de facilitar la discusión se ha catalogado la agricul-


tura del ámbito estudiado en tres tipos: (1) agricultura estable, sin

170
descanso , o sea la que usa la tierra sin interrupción y que a su vez
incluye la agricultura perenne (café, frutales arbustivos o arbóreos) y
la agricultura intensiva como el arroz en pozas en las proximidades
de Tarapoto, sobre el Cumbaza, el algodón y el tabaco, entre otros
cultivos, en algunos lugares planos como en el área de Juan Guerra,
sitios éstos donde las tierras se trabajan sin descanso desde hace
más de una década. Lamentablemente, la proporción de tierras así
usadas es muy reducida, abarcando probablemente un 1O% del área
bajo producción agrícola y algo más del 1% del área deforestada;
(2) agricultura estable, con descanso , es decir la que como la ante-
rior, se circunscribe a un lote o predio pero en el cual no se trabaja
año tras año los mismos suelos sino donde se deja "descansar" a
parte de ellos por lapsos variables, cultivando tierras nuevas si las
poseen o tierras "descansadas", ya "empurmadas". La secuencia de
años trabajados y en descanso es muy variable, siendo la más co-
mún de 1 a 3 años de trabajo por 2 a 7 años de descanso. La exten-
sión así trabajada se estima en un 40% del área bajo producción, lo
que equivale probablemente a un 16% del área deforestada; y (3)
agricultura migratoria , cuya definición es la universalmente aceptada,
es decir aquella en que la propiedad o la tenencia de la tierra es del
todo relativa y en la que los campesinos, después de pocas cose-
chas, cambian de lugar, siendo frecuentemente sus "purmas" ocupa-
das por otros. Esta agricultura es la realizada por los habitantes más
pobres y abarca la mayor parte del ámbito, lejos de los servicios pú-
blicos.

Los principales efectos de la agricultura practicada sobre los


recursos naturales renovables se refieren a la pérdida de suelos
(erosión hídrica y eólica, reducción de la fertilidad) y a la destrucción
de habitats que albergan a especies de la flora y la fauna poco o
nada conocidas, muchas de ellas probablemente raras o en extin-
ción, como consecuencia del proceso de expansión de la frontera
agrícola mediante agricultura migratoria. .

La erosión hídrica reviste, en el ámbito estudiado, característi-


cas muchas veces dramáticas. Por una parte, la agricultura en espe-
cial la migratoria, se instala sobre pendientes excesivas y por otra,
prácticamente ningún agricultor traza surcos a nivel haciéndolos
siempre en el sentido de la máxima pendiente. Si a ello se añade
que predominan los cultivos altamente erosivos, como son el maíz
(18.5% del área cultivada), el plátano (16.2%) la piña y algunos más
que abarcan un 40% del área cultivada y que, por lo general , están
instalados en las tierras más susceptibles a la erosión, se podrá te-
ner una idea cabal de lo grave de los procesos erosivos. Además,
como ya se indicó, los cultivos permanentes apenas cubren un 7%
de las tierras en producción . Debe señalarse, sin embargo, que todo
indica que los policultivos tradicionales contribuyen a limitar un poco
la erosión.

La pérdida de nutrientes es también un problema serio. Va


aparejado con la erosión hídrica, como es natural, pero es agravado
por el cultivo de especies agotantes como los ya indicados maíz y

171
plátano y por el escasísimo uso de fertilizantes, siendo absolutamen-
te desconocida toda forma de abonamiento orgánico o verde. Peor
aún, en la región se cultivan muy poco las leguminosas que, en total,
difícilmente abarcan el 4% de las tierras cosechadas cada año.

5.2.2 Ganadería

La ganadería bovina se desarrollaría sobre 51,700 ha. de


pastos, todas cultivadas con especies nativas o con especies intro-
ducidas. Se trata, como la agricultura, de una actividad muy poco
tecnificada y de baja productividad. Sin embargo, aparentemente so-
portan 2.1 UA/ ha' (FAO cit in ONERN 1980), lo que es mucho más
alto que el promedio en condiciones tropicales húmedas que es de
0.5 UNha. Falta averiguar, no obstante, cuál es el ritmo de renova-
ción de pastizales y cuál es la proporción de "purmas" que generan,
aspecto que nunca es considerado en las estadísticas agrarias.

La primera observación a resaltar es que la ganadería bovina


está clara y mayoritariamente instalada sobre tierras de muy buena
calidad, en general de las clases 1 al IV, lo que es un desperdicio
para producir carne en forma extensiva. Aún la granja estatal Bella-
vista responde a esa situación, aunque allí se mantienen 3 UNha.
Otro tanto ocurre con la granja El Porvenir, también del Estado.

La ganadería bovina, pese a estar basada en pastos perma-


nentes, contribuye también al fenómeno erosivo por mal manejo de
las pasturas y por el consecuente sobrepastoreo en ciertos lugares.
Por otro lado, hay zonas del ámbito estudiado, con mucho pasto dis-
ponible y muy poco ganado mientras que en otras ocurre precisa-
mente lo contrario.

La población de porcinos parece mantenerse por encima de la


de vacunos. En 1977 habían 82,000 vacunos y 90,000 porcinos y la
producción de carne de estos últimos superaba ampliamente la de
los primeros (2 ,250 TM versus 1,845 TM). Los porcinos son criados
principalmente "al pastoreo" en "purmas" y "chamizales" y secunda-
riamente aprovechando excedentes y desechos agr ícolas y/o resi-
duos de cocina.

5.2.3 Forestería

Este aspecto será abordado sólo en forma muy global ya que


el objetivo del ejercicio excluye, en cierto modo, la explotación fores-
tal como tal. Sin embargo, no pueden disociarse todos sus efectos
de la agricultura y la ganadería, siendo el principal en el Huallaga
Central y el Bajo Mayo, como en otros lugares, la viabilización de ia
agricultura migratoria. En efecto, los caminos de extracción forestal
son evidentemente el factor coadyuvante más importante para esta

172
devastadora actividad humana que no sólo repercute catastrófica-
mente en la conservación del suelo sino en la de los recursos fores-
tales, echando al traste todo intento de aplicar un plan de manejo
para la producción sostenida de la madera.

El asunto es tanto más grave por cuanto, excluye del ámbito


las 401,000 ha. de bosques devastadas por la agricultura y la gana-
dería, la mayor parte de los bosques restantes cubren suelos de cla-
se VIII (55.2% de la superficie del Proyecto Especial), aptos para fi-
nes de protección. En efecto, en la región no se han delimitado Bos-
ques de Protección, lo que garantizaría su preservación y, de otro
lado, gran parte de los Bosques de Libre Disponibilidad se han esta-
blecido incorrectamente sobre bosques de vocación protectora, pro-
vocando primero una peligrosa explotación por madereros y luego su
destrucción total por los agricultores migratorios, con lo que los sue-
los inevitablemente quedan aniquilados.

Si se tiene en cuenta que la mayor parte de la región es


semi-árida y que la accesibilidad de riego sólo podrá suplirse en
base a la captación de agua proveniente de las partes altas de las
vertientes, donde se ubican los bosques antes citados y que éstos
tienen precisamente la función de almacenarla, fácil es suponer que
la política actual arruinará todo intento de mejorar la agricultura y la
ganadería. Ya son notorios los casos de desbosques de pequeñas
cuencas que han secado por completo a las quebradas que antes
brindaban agua todo el año. La responsabilidad que sobre este
asunto atañe al Ministerio de Agricultura es enorme y en todo caso
éste no debe continuar "lavándose las manos" achacando tan com-
plejo problema únicamente a su desimplementada y menospreciada
administración forestal , que debe lidiar, en primer término, contra el
resto de las reparticiones del Sector que incentivan directa o indirec-
tamente el uso anárquico de la tierra, concediendo certificados de
posesión y aún títulos en tierras de clase VIl y VIII, en los que tam-
bién el Banco Agrario otorga avíos.

La extracción y transformación forestal, en la región , se carac-


teriza por su baja producción y por los bajos volúmenes extraídos
por unidad de superficie, por su selectividad y por el gran desperdi-
cio de madera tanto en el monte como en los precarios aserraderos
existentes. El desperdicio en el bosque, está agravado por el uso
creciente de motosierras para aserrar in situ los troncos de las espe-
cies más valiosas, lo que debe quedar terminantemente prohibido.
La consecuencia principal para la región , al margen de lo ya señala-
do, es el elevado costo de la madera, lo que a su vez repercute en
su escaso uso en la construcción de viviendas.

La activi dad de reforestación es prácticamente inexistente en


la región . Debe explicarse que, bajo ese término, se habla de la
plantación de árboles de interés forestal en tierras que han sido de-
forestadas por la agricu ltura y la ganadería y que luego han sido
abandonadas. El término reforestación no incluye la reposición del
plantel forestal extraído de los bosques ordenados y que es parte de

73
los planes de manejo. Esto último, dicho sea de paso, tampoco se
hace, pero para ello se tiene la buena excusa de la invasión de las
tierras de los contratos de extracción forestal por los agricultores mi-
gratorios.

La región no dispone de viveros forestales, aunque se habla


de uno en Tarapoto y de otro en Moyobamba. Entre ambos no se
produce ni 5,000 plantones, aunque la capacidad de cada uno es
teóricamente del orden de los 25,000. Suponiendo que operaran a
plena capacidad, su producción no alcanzaría ni para 40 has/año, lo
que está absurdamente por debajo de las necesidades mínimas.

Podría parecer que la reforestación no tiene cabida en un ám-


bito amazónico. Sin embargo, el Huallaga Central y el Bajo Mayo ya
padecen de una aguda falta de leña y carbón y de postes de todo
tipo. Prueba de ello son los exorbitantes precios que se pagan en
Tarapoto, por materiales tan esenciales para viviendas rurales , cer-
cos y otras construcciones, así como para la cocina doméstica, para
hornos panaderos, para cocinas y parrillas de restaurantes y para las
ladrilleras y que demuestran la escasez antes mencionada y que no
es, en modo alguno, exclusiva a los centros urbanos. Esta es otra
consecuencia de la imprevisión que permitió la extirpación de más
de 400,000 ha. de bosques sin dejar reservas en las proximidades
de las concentraciones humanas y sin hacer nada por reforestar.

La costumbre de la mayor parte de los campesinos, en espe-


cial los procedentes de la Sierra, es eliminar el 100% de los árboles
tanto en las chacras que abren cómo alrededor de donde construyen
sus viviendas. Los ganaderos, aún los que trabajan para el Estado,
hacen lo mismo, no preocupándoles que, luego, el ganado carezca
de sombra ni que las riberas de los cauces de agua queden des-
guarnecidas con las consecuencias de erosión y de reducción de la
calidad del agua con que se abreva a los animales.

Atendiendo a estas situaciones, así como a la de mantener


un rodal para abastecímiento de productos forestales, entre otras, la
Ley de Comunidades Nativas y Desarrollo Agrario de las Regiones
de Selva y Ceja de Selva (1978) estableció, en su artículo 81 s>, la
obligación de dejar 15% de la superficie de las tierras agrícolas y
30% de las tierras pecuarias bajo cobertura forestal natural o artifi-
cial , indicando que ello debe hacerse, cuando cabe, especialmente
en las riberas de ríos y quebradas y en las laderas. Como era de es-
perarse, este dispositivo es ignorado por los agricultores y ganade-
ros, y lo que es mucho más grave, lo es también por los funcionarios
del propio Ministerio de Agricultura.

En el Huallaga Central y Bajo Mayo no existe, tampoco, la


costumbre de marcar los linderos de las propiedades o de los cam-
pos y potreros con líneas paralelas de árboles que, además de otros
beneficios, actúan como cortavientos, cuya necesidad es evidente en

174
algunos sectores del ámbito estudiado, como en Juanjuí, donde el
viento tumba platanales. Similar problema se presenta con el arroz,
en muchos sitios.

5.2.4 Caza y pesca

Como se señaló precedentemente, tanto la fauna silvestre


como la fauna ictiológica han sido considerablemente mermadas por
la destrucción de habitats y por la larga e intensa ocupación humana
que conlleva una presión de caza y de pesca excesiva. Además,
como en otros lugares de la amazonía peruana, estas actividades se
efectúan sin respeto alguno por la legislación, es decir al margen de
vedas, tamaños mínimos y, además, usando métodos prohibidos,
como la dinamita y los biocidas (entre ellos el .barbasco) para pescar
y las trampas para cazar. Pese a todo aún se observa, sobre la mis-
ma Carretera Marginal, a campesinos portando escopetas, lo que in-
dica que aún hay algo de caza o "mitayo". Igualmente, la pesca si-
gue practicándose con resultados aceptables.

El desarrollo de la agricultura viene generando la especializa-


ción de especies nocivas de la fauna silvestre como son plagas de
aves en especial de las familias lcteridae, Fringillidae y Thraupidae
sobre el arroz y de roedores diversos sobre éste y otros cultivos. En
base a estas plagas viene dándose un aumento importante de la po-
blación de ciertos de sus depredadores, en especial ofidios no pon-
zoñosos o culebras. Lamentablemente, el campesinado proveniente
de otras regiones , que no sabe distinguir las culebras de las serpien-
tes ponzoñosas, las extermina en gran número olvidando que ellas
son su mejor alia~ . para obtener mayores cosechas.

5.3 PARA PRACTICAR DESARROLLO RURAL INTEGRAL


E INTEGRADO

El esquema ideal para el desarrollo rural integral en la amazo-


nía ha sido ampliamente discutido por el autor en diversos artículos
(Dourojeanni 1976, 1979) y, salvo mejor parecer, debe basarse en la
integración de la agricultura, ganadería, forestería, pesquería y, si es
posible, en el manejo de la fauna, de turismo y de otras potencialida-
des, de modo que aproveche todas las oportunidades productivas que
los complejos ecosistemas del trópico húmedo" brindan y que, aisla-
damente, no son todas suficientes ni significativas para un bienestar
estable. Concomitantemente, el esquema contempla la necesidad de
vertebrar con cada actividad productiva, actividades de transforma-
ción , transporte y comercio que contribuyan a quebrar las injustas re-
laciones entre el campo y la ciudad. El esquema en cuestión es pro-
fundamente diferente a lo que existe actualmente en la región , don-
de las especulaciones son agrícolas o son pecuarias o son foresta-
bies, sin complementariedad a nivel de propiedad, de localidad o re-·.

175
gión y donde el productor se ve reducido estrictamente a esa condi-
ción, sin posibilidad de gozar de las ventajas económicas y de las
oportunidades de empleo que aportan la industria, el transporte y el
comercio.

El esquema referido es de plena aplicación en tierras nuevas


pero éste, obviamente, no es el caso para la mayor parte del área
de influencia del Proyecto Especial que está colonizado de antiguo
y donde parte de los recursos a integrarse ya han sido dilapidados,
en especial el bosque y la fauna silvestre. Pero, como se verá opor-
tunamente, algo de ellos puede y debe reconstituirse .

Otro aspecto importante en relación al mencionado esquema


y al ámbito estudiado es que, el primero reviste formas productivas
tanto más complejas cuanto menos fértiles sean los suelos. En tie-
rras marginales la producción agrícola se basará probablemente en
policultivos bajo estratos arbóreos de diferentes niveles o en planta-
ciones permanentes asociadas; en cambio, en tierras de buena cali-
dad probablemente podrá basarse en un monocultivo intensivo. Del
mismo modo, en las primeras será imprescindible asociar la agricul-
tura anual y perenne con la ganadería y con la forestería mientras
que, en las segundas casi toda la superficie disponible podrá dedi-
carse a la especulación más rentable, probablemente la agricultura
de tecnología concentrada. Por ende, en el Huallaga Central y Bajo
Mayo, donde hay muchos suelos de clase 1 a 111 hay cabida para tec-
nologías intensivas convencionales, en las que el esquema de desa-
rrollo rural integral se simplifica mucho. Pero, en sus tierras de clase
IV a VI , por no mencionar las de clase VIl y VIII que idealmente no
deberían nunca dedicarse a agricultura y ganadería, el esquema es
de aplicación en toda su complejidad.
También debe tenerse en cuenta el dimensionamiento de la
propiedad. Hablando de suelos de buena calidad es diferente, sin
duda, el tipo de tecnología a aplicar para la agricultura intensiva en
propiedades de menos de 5 ha. y la que debe aplicarse en propieda-
des medianas, de 6 a 50 ha. y en las mayores. En las primeras, por
ejemplo, la mecanización agrícola no requiere de tracción motoriza-
da siendo la tracción animal más indicada. El uso de bueyes o de
caballos de tiro no implica tecnología "primitiva" ni tampoco agricultu-
ra extensiva. Con ellos también se puede hacer una agricultura típi-
camente intensiva y de alta concentración tecnológica.

Conviene, antes de seguir adelante, definir algunos términos


que son objeto de gran confusión. La tecnología mal llamada primiti-
va y que en realidad debería ser denominada tradicional no es nece-
sariamente de baja intensidad. Muchas veces es la más conveniente
para el lugar en que se practica. Por ello se ha creado el término
tecnología apropiada o intermedia que, tomando su esencia de la
tecnología · tradicional , la perfecciona y actualiza en base a nuevos
elementos de la ciencia y de la tecnología moderna. La tecnología
apropiada es de aplicación particular en los suelos de clases IV a
VIII y en las parcelas pequeñas de suelos 1 a 111. El término tecnolo-

176
gía avanzada, o mejor dicho tecnología convencional o alta tecnolo-
gía puede ilustrarse en el caso de la "Revolución Verde" y es en ge-
neral , el paradigma de la enseñanza agronómica universitaria en el
Perú que actúa esencialmente en torno a mejoramiento genético, fer-
tilización mineral, biocidas, mecanización motorizada, grandes obras
de ingeniería, etc. Aún paquetes tecnológicos como el control bioló-
gico y también el control integrado de plagas se insertan básicamen-
te en este concepto, aunque pueden contribuir al de tecnología apro-
piada. En cambio, el esquema de desarrollo rural integral menciona-
do antes corresponde a las tecnologías apropiadas. Ahora bien, la
tecnología avanzada no es mala como algunas veces se afirma, si
es aplicada juiciosamente y en clases de suelos que respondan a las
inversiones que exige . Tal puede ser el caso, en el Huallaga Central
y Bajo Mayo, de los suelos de clases 1 a 111.

También es importante recordar el carácter relativo de cual-


quier clasificación de tierras. Esto tanto en función de los criterios
que se aplican para realizarla, como de la posibilidad concreta de
cambiar los suelos mejorándolos químicamente o reduciendo sus
pendientes o usándolos mal. Mediante encalado, fertilización o nive-
lación , terraceos y otras mejoras se puede hacer pasar suelos de
clases marginales para la agricultura a otras aptas para ella. En
cambio, la erosión y la pérdida de fertilidad pueden provocar lo con-
trario . Actualmente se dan los dos procesos, aunque predomina el
segundo.

5.3.1 Estrategias en suelos fértiles (clases 1 a 111)

La premisa para el uso de este tipo de suelos en el Huallaga


Central y Bajo Mayo es la eliminación total de la práctica del descan-
so. Estas tierras deben utilizarse para agricultura intensiva, aplicando
tecnología avanzada. Si ha de hacerse ganadería, ésta debe ser de
carácter muy intensivo, probablemente para leche y secundariamen-
te para carne. La forestería sólo tiene cabida en forma de cercos o
barreras rompevientos en las otras formas que indica la legislación
vigente.

Si las propiedades son pequeñas, adquieren mayor importan-


cia alternativas tales como el cultivo de hortalizas y frutales para el
consumo doméstico y de árboles maderables para proveer material
de construcción y combustible que se suman a la producción de tipo
comercial. También encuadra bien la tracción animal , en especial los
bueyes, para halar los implementos agrícolas y carretas. Igualmente,
tienen redoblada importancia los abonos verdes y orgánicos y otras
posibilidades de esa índole.

Para efectos de este informe interesa especialmente el caso


de las parcelas chicas. Al respecto , pueden mencionarse dos ejem-
plos notables de aprovechamiento optimizado de suelos de clase 1 a
111 observados en el Bajo Mayo. El primero se refiere a los cultivares

177
de tabaco y otros en Juan Guerra y el segundo a las plantaciones
de arroz en el valle del Cumbaza, ambos sitios muy próximos a Ta-
rapoto.

El principal caso es el de la producción de tabaco como culti-


vo comercial principal, acompañado de maíz, yuca, plátano, frejoles,
entre otros, año tras año y sin interrupción sobre los mismos suelos,
aunque haciendo rotación de cultivos. Los campos están bien traba-
jados, con surcos bien hechos aunque frecuentemente con pendien-
te excesiva, con buen control de malezas y plagas. Los campos es-
tán frecuentemente cercados con cercos vivos y, cerca de las vivien-
das, mantienen muchas veces un cuadro de hortalizas diversas y
frutales. Si bien el esquema de trabajo puede mejorarse con surcos
a nivel, cortinas rompevientos, abonamiento orgánico, uso de bueyes
para arar, etc., la situación actual es tal que sería altamente desea-
ble verla reproducida por doquier.

El segundo caso, observado en dos chacras diferentes, una


en el Cumbaza y otra en el Cumbasillo, es referido al cultivo de
arroz en pozas, como producción comercial principal. En ambos ca-
sos, las pozas están perfectamente hechas, siguiendo curvas de ni-
vel, brindando un aspecto similar al de los famosos arrozales del su-
deste asiático. En una de las chacras se tienen 4 ha. de arroz en
producción permanente desde hace 14 años con una sola interrup-
ción para producir una cosecha de soya. El agricultor fertil iza mode-
radamente (ahora unos 300 kg/ha) y obtiene entre 2,500 y 4,000 kg/
ha., lo que está por encima del promedio regional que, dicho sea de
paso, se ve deprimido por la falta de semil fa mejorada. En la otra
chacra se cultivan 5 ha. de· arroz enteramente con dos yuntas de
bueyes que ayudan al trabajo del resto del predio (13 ha). Como en
Asia, se aprovechan todos los bordes de las pozas para cultivar aso-
ciaciones de maíz y frejol, zapallo, ají y algodón o tomate. El arrozal
y sus bordes están impecablemente mantenidos habiéndose dejado
inclusive algunas palmeras (shapaja) , que brindan hojas para techa-
do y otros productos. Los canales de riego están todos cuidadosa-
mente empastados con arroz para evitar fugas y aprovechar el espa-
cio. La producción de arroz de este agricultor es aún mejor que la
del anterior, siendo evidente su bonanza económica. El resto de la
chacra está plantada con plátano solo y policultivo de plátano con
frejol y con otras especies en otros lugares (yuca, maíz, etc.) En am-
bos casos mantienen algunos animales y tienen un huerto familiar
con frutales exóticos (cítricos, mango, cocotero, marañón) y nativos
(caimito ciruelo, ocra, guayaba, palta, pijuayo, macambo, etc.) con
hortalizas (berenjenas, pituca, ajíes diversos, finas hierbas, entre
muchas otras especies) y, también forestales para postes y leña
(uchumullaca, sabina, capirona, pucaquiro) .

Los dos arrozales de los que se habla, aún pueden ser mejo-
rados. Por ejemplo, en ambos hay pequeñas pero innecesarias pur-
mas, ninguno usa criterios de fertilización orgánica, tampoco comple-
mentan adecuadamente su agricultura con crianzas apropiadas, sus
viviendas son incómodas e insalubres pese a ser mejores que el

178
promedio, etc. No obstante, estos dos casos son notablemente acer-
tados y, nuevamente, cabe expresar que si todos los agricultores
que ocupan buenas tierras trabajaran así no habría mayores proble-
mas en el ámbito estudiado.

Lo curioso es que, colindando con los agricultores calificados


de Juan Guerra y con los del Cumbaza, hay una inmensa mayoría
de campesinos de origen local o provenientes de la Sierra que trabajan
sus tierras en forma desastrosa. Esto nos da un indicio de la peren-
toria necesidad de organizar la extensión rural en forma horizontal y
no tanto vertical como es ahora. Algunos campesinos tienen más
para dar a los demás campesinos que los funcionarios estatales del
servicio de extensión.

5.3.2 Estrategias en suelos de clase IV a VI

En suelos de clase IV a VI deben aplicarse tecnologías apro-


piadas, las que en mayor o menor grado aceptan el concepto de
descanso. Debe recordarse, por otro lado, que la agricultura típica-
mente migratoria realizada durante milenios por los nativos amazóni-
cos no ha tenido repercusiones ambientales negativas y que procuró
bienestar a quienes la practicaron . Obviamente las condiciones eran
muy diferentes pero no invalidan el principio.

Ahora bien. El primer aspecto a contemplar es la posibilidad


de transformar los suelos de clase IV a VI en suelos de clases más
aptas a la agricultura mediante mejoras y obras no muy complejas
al alcance del campesinado. Las posibilidades en este sentido son
muchas. Desde prácticas de encalado hasta obras modestas de rec-
tificación de pendientes como son plantíos en pozas o en surcos a
curvas de nivel y más ambiciosas como terrazas o andenes, son fac-
tibles técnica y económicamente. No se hacen porque el campesino
tiene plenamente abierta la posibilidad de migrar, lo que aparente-
mente, implica menos esfuerzo para él. Otra razón es que no hay
estímulos para que el campesino haga algo semejante. Ya se indicó,
en efecto, que la inmensa mayoría de los profesionales agrónomos
del área consideran cosa normal el cultivo con surcos a plena pen-
diente en cualquier ladera o que, en todo caso, estiman que evitarlo
no es su responsabilidad. Otras causas son el que acciones de ese
tipo requieren mano de obra, escasa en el área por el sentido de
propiedad de los campesinos, que determina que cada uno quiere
ser su propio patrón y por la falta de cooperación entre ellos.

Todos los factores negativos enunciados tendrían solución si


el Ministerio de Agricultura desempeñara el papel que le correspon-
de, lo cual no ocurre. Pero, suponiendo que hacer terrazas, por
ejemplo, requiere demasiado esfuerzo, subsisten otras formas fáciles
de mejorar las tierras para hacer agricultura en limpio en laderas,
como son entre otras, las franjas forestales. Estas consisten en ba-
rreras de arbustos y árboles de diferentes especies, conformadas

179
por 5 a 1O filas que cortan la pendiente a nivel, cada 50 a 100 m. o
más según el desnivel y que permiten frenar la erosión y acumular
el material sedimentario al pie de las franjas de modo que, poco a
poco , se va produciendo un terraceo natural. Las especies que inte-
gran la franja se seleccionan en función de su enraizado y de la tra-
ma de su ramaje y su plantación no es más laboriosa ni difícil que
cualqu ier otra faena ru ral.
Suponiendo que no se pueda, que no convenga o que no se
quiera mejorar los suelos, subsisten no obstante otras formas de tra-
bajarlos optimizadamente. La modalidad más comúnmente adoptada
es la de los cultivos permanentes, como el cafeto y los frutales arbó-
reos y arbustivos o los pastizales para ganado bovino. Sin embargo,
como lo demuestran los hechos, la simple agricultura perenne o ga-
nadería extensiva no garantizan la conservación del recurso suelo
cuando las pendientes son fuertes , como suele ser en las clases VI ,
Vil u VIII. Por ello existen otras posibilidades como son los sistemas
llamados agro-forestales.

Un excelente ejemplo de agroforestería fue observado en las


proximidc¡¡des de Lamas, en un sector de laderas acentuadas. Se tra-
ta de una chacra de no más de 5 ha. de extensión dedicada parcial-
mente al cultivo de café, a la ganadería y a algunos cultivos anuales.
El cafetal , que es la parte principal de la chacra, está trabajado en
tres estratos. El primero está conformado por el café, el segundo por
frutales arbóreos y arbustivos y el tercero, el más alto, por forestales
maderables. El estrato medio está conformado por algunos bananos,
caimito, shimbiyo o pacae, sapote, uvilla, mango, cocotero, pijuayo y
hasta algunos aguajales . Perteneciente a este estrato medio figuran
también algunos forestales para leña o postes, como incira, pucaqui-
ro, palo balsa o topa y cetico. El estrato superior está conformado
por cedro , ojé y algunas otras especies. A pesar de que la densidad
de los árboles de sombra y del propio café es muy alta, obtienen
una cosecha de 1O qq/ha, sin abonamiento (sólo combaten la roya
y la broca) pero, además producen todas las frutas mencionadas, la
leña, los postes y hojas de palmas para los techados , y, en cada re-
novación del cafetal están en posibil idad de obtener pingües ganan-
cias con la venta de madera fina, la que pagará la renovación del
cafetal y mantendrá a los agricultores hasta las nuevas cosechas.

En tales condiciones , pese a lo empinado de las laderas,


prácticamente .no hay erosión, pues se reproduce la arquitectura del
bosque natural y, por ende, no hay pérdida de nutrientes. Pero, ade-
más, la presencia de leguminosas y de otras especies arbóreas fija-
doras de nitrógeno y la abundante provisión de materia orgánica que
retorna al suelo y que es aprovechada por el cafeto, aseguran la
productividad sostenida del sistema.

El agricultor mencionado está ahora introduciendo cacao, bajo


el mismo sistema. Además, posee 1 ha. de pasto debidamente cer-
cado con una interesante combinación de árboles (cerco vivo) y un
tejido de ramas . Los árboles allí usados para cerco vivo son el pi-

180
ñón, la ingaina, el renaco y una especie de Erythrina. En otros luga-
res, en Tarapoto mismo, se usa la yanabara y la palmera (así llama-
da aunque no es una palma), sobre la que clavan el alambrado , pro-
duciendo cercados perdurables, económ icos, estéticos y muchas ve-
ces alimenti cios para humanos (frutas) o para el ganado (hojas de
Erythrina, por ejemplo; muy apreciadas por bovinos y en especial
para cuyes y conejos) . Además de bovinos, cría cerdos y aves de
corral. Su agricultura en limpio está hecha, correctamente, sobre la
parte más plana de su propiedad y en ella, pese a los surcos hechos
a plena pendiente (co_mo siempre) , hay una inteligente combinación
de ma íz, plátano, yuca y dos especies de frejol, cubriendo bastante
bien el suelo y complementándose los cultivos por sus requerimien-
tos nutricionales (Ríos 1979). Otra hectárea del predio en mención
se encontraba "empurmada".

En los suelos de clase IV a VI o VU ocurre lo mismo que se


explicó para los pequeños predios instalados en tierras de buena ca-
lidad , es decir, que unos pocos propietarios trabajan bien lado a lado
con una inmensa mayoría que trabaja mal o muy mal aunque, en
cada chacra, puedan observarse algunos elementos positivos. Por
ejemplo, en los alrededores de Lamas y también en el área de Taba-
losas es muy frecuente el cultivo de piña a plena pendiente en sue-
los de clase VIl u VIII, extraordinariamente pobres y ya erosionados.
Estos cultivos se instalan sobre antiguos "shapumbales", lo que es
un indicador de la degradación del suelo. Quienes allí trabajan son
los campesinos más pobres, muchas veces lamistos y la precariedad
de sus instalaciones es tal que carecen, como otros más prósperos
y estables, de esos cuadros hortícola-frutal-forestales que rodean las
viviendas y en las que se pueden observar de 40 a más de 100 es-
pecies de plantas útiles. Sin embargo, ellos cultivan o favorecen el
crecimiento de indano , un arbusto de fruto comestible, muy cotizado
para saborizar aguardiente. Si solamente cultivaran piña en surcos a
nivel y establecieran , con el indano y otras especies, las franjas fo-
restales antes mencionadas, podrían proteger el suelo y organizar la
cosecha comercial de frutos de indano cuya demanda es importante
en todos los centros urbanos locales. Además tendrían fuentes de
leña y de material de construcción , de lo cual también carecen. Pero
lo dicho no es más que un ejemplo de lo mucho que se puede hacer
para mejorar la calidad de la vida humana y el ambiente.

En términos generales debe incentivarse, en tierras pobres, la


agricultura perenne siendo el café y el cacao muy promisores, donde
las condiciones ecológicas son favorables . La cobertura arbórea de
estos plant íos permite importantes ganancias económicas además
de sus ventajas ecológicas. Los frutales son particularmente intere-
santes, entre ellos los cítricos, en especial el limonero, el palto y el
mango. Obviamente, para cítricos y mango, al igual que para papa-
yo, maracuyá, cocona y algunos más, es imprescindible un mercado
industrial local. El limón ofrece grandes posibilidades mediante la
preparación de aceite y jugos deshidratados, produciendo como resi-
duo pasta para ganado. El pijuayo, allí donde crece, es extraordina-

181
riamente valioso, pues produce (en sus variedades con y sin espi-
nas) frutos altamente cotizados (y con un seguro mercado en Lima)
y un palmito de buena calidad y, como bien se sabe, es una de las
pocas palmeras que rebrotan, facilitando su explotación con ese fin,
cuya demanda nacional y mundial es enorme e insatisfecha.

La ganadería bovina merece diversos comentarios. Por una


parte, como lo atestiguaba un importante ganadero del Huallaga
Central que había rozado 90 ha. sin dejar un solo árbol, para desa-
rrollar pasto estrella y "cuna del niño" y mantener 96 cabezas aun-
que espera llegar a tener 250, otro ganadero sin tierra habría mante-
nido más de 50 cabezas. en las "purmas" y "chamizales" de sus veci-
nos, consiguiendo producir un ganado "gordo y lustroso". El mismo
ganadero explicaba que, cuando hay sequía, él mete el ganado a las
"purmas". Resulta, pues, inexplicable la política estereotipada y con-
·vencional de establecimiento de pastizales de estos ganaderos frente
a sus propias experiencias de alternativas mejores usando otras
fuentes de alimento. Por otra parte, después de desmontar mecani-
zadamente sus 90 ha. el propio dueño reconocía que debería plan-
tar árboles de sombra como el tahuarí, pirucaspi, árbol del pan, pa-
pel caspi, bolaina o yahuar caspi, muchos de los que precisamente
existían. En estas incongruencias juega un rol muy importante la ex-
tensión agropecuaria, demasiado convencional y desarrollada para
otras regiones y, obviamente, el ejemplo de las granjas estatales.
Debe aclararse, en este punto, que el autor no está proponiendo que
no se siembren pastos. Lo que se propone es que el establecimiento
de pastos y potreros responda a una concepción integral y realista.

Otra experiencia recogida en el área es por demás alecciona-


dora. Una empresa de propiedad social estableció, en el Huallaga
Central, un importante parque porcino. Su estrepitoso fracaso se de-
bió a varias causas, entre ellas principalmente las de carácter admi-
nistrativo y financiero pero, también, a algunos aspectos conceptua-
les. Los cerdos de razas finas se debían criar estabulados con ali-
méntos de primera (maíz principalmente) producidos en la región y
comprados a bajo precio. No se tuvo en cuenta la experiencia local
y de todos los trópicos húmedos de crianza de cerdos "al pastoreo",
precisamente en las "purm·as", "chamizales" y en las chacras en ge-
neral. Los cerdos finos sobrevivientes del Parque Porcino, dicho sea
de paso, se alimentan a base de maíz en granos (cuando hay) y de
ocuera, un arbusto típico del "chamizal"· que tiene un alto contenido
proteico. Otra planta bastante apreciada es la sinchipichina. La crian-
za de cerdos, en la región, debería, pues, estar basada en el pasto-
reo, con complemento de residuos de caña de azúcar, plátano, yuca,
papaya, etc. El cercado para cerdos es cuestión de pocos alambres
más en la parte baja del céreo. La costumbre de hociquear, mala
cuando los cerdos están en campos cultivados, es evitada con ani-
llos o cortando parte del hocico pero es conveniente cuando se pre-·
vé su crianza en chacras abandonadas o en pastizales ad-hoc o en
"purmas".

182
La ganadería del ámbito estudiado se beneficiaría mucho de
la introducción de L eucaena y de especies más productivas de Pro-
sop is, entre otros arbustos y árboles forrajeros.

La combinación, a nivel de chacra, de especulaciones agríco-


las y pecuarias con las forestales es esencial en tierras pobres. No
sólo como se explicó antes, para frenar la erosión y obtener benefi-
cios ambientales sino, esencialmente, para mejorar la rentabilidad
económica del predio. Así, parcelas deben ser dedicadas a la pro-
ducción de leña y carbón, usando especies de rápido crecimiento o
a producción de pestes con especies de fuste recto como el puca-
quiro, (que además rebrota como el eucalipto), espintana y otras,
más lentas pero de mayor valor como quinilla y capirona. En 5 a 7
años, que es el lapso de "descanso" frecuente para las tierras, se
puede producir fácilmente más de 100 m3 /ha de leña y unos 1,500
postes de 1O m., obteniéndose una renta anual muy considerable, en
especial con los postes. Si se prepara carbón, la rentabilidad puede
aumentarse mucho en relación a la leña.

En otras circunstancias, no necesariamente lejanas, las tierras


en descanso pueden aprovecharse para la producción de celulosa,
estimulando el crecimiento de cetico o de otras plantas pioneras o
mediante plantaciones de melinea. Ello implica, naturalmente, la ins-
talación de una fábrica de pulpa pero no reviste mayor dificultad si
se desarrolla un plan que dé uso y rentabilidad a las tierras en des-
canso de un sector de la región. Debe estudiarse, igualmente, las
posibilidades de hacer plantaciones de bambú, tanto para celulosa
como a nivel doméstico, · como material de construcción tal como se
usa tanto en Asia.

En las áreas nuevas, donde la agricultura aún no ha destruido


los bosques naturales, ésta y la ganadería deben integrarse con el
manejo forestal para producción sostenida, de acuerdo a la vocación
de los suelos. Para ello, grupos de campesinos organizados deben
recibir, además de sus predios, contratos de exploración y extracción
forestal. No hay razón alguna para considerar que la explotación del
bosque es una actividad independiente de la agropecuaria y realiza-
ble sólo por madereros. En Villa Rica, Oxapampa y otros lugares ya
se ha superado esta división artificial. En los sitios indicados, por
ejemplo, es precisamente la explotación forestal la que ha permitido
a los cafetaleros sobrellevar los largos años de bajos precios del
café.

La falta de agua para el riego y aún para abrevar el ganado


limita mucho las posibilidades de usar suelq_s de buena calidad de la
parte más seca del ámbito estudiado, como por ejemplo el valle se~
dasisa u Oeste, donde el Proyecto está construyendo una carretera.
Este vallecito, por ejemplo, no tiene posibilidades de irrigación con-
vencional, a menos que exista agua subterránea económicamente
explotable, lo que se desconoce. En cambio, sí hay posibilidades de
hacer una red de micropresas y tajamares que capten agua durante
las lluvias y que la mantengan . gran parte o todo el año, como lo

183
muestran algunas experiencias locales. Además, es probable que
puedan hacerse pozos horizontales y "qanats" o túneles horizontales
en las faldas de las microcuencas, entre tantísimas posibilidades
(National Academy of Sciences 1974). Sin embargo , todas ellas es-
tán basadas en mantener la vegetación natural de las empinadas la-
deras de las cuencas colectoras. En el valle del Sedasisa se da la
ilógica situación de campesinos que no trabajan íntegramente la par-
te plana de sus predios y que ya están, en cambio, destruyendo el
monte de las laderas vecinas. La razón es conocida (mayor facilidad
de desmontar monte alto que "chamizales") pero el daño que ocasio-
nan al futuro uso de las partes agropecuarias es irreversible.

Muchas otras posibilidades quedan abiertas para usar más in-


tensivamente las tierras del Huallaga Central y Bajo Mayo, como son
la crianza de peces y patos en los arrozales; el manejo de la fauna
silvestre y de la pesca, incluido para caza deportiva en el primer
caso ; la piscicultura, la introducción de plantas de biogas, etc., etc.,
pero, por su carácter, quizás correspondan a una segunda etapa de
desarrollo rural.

184
La imágen objetivo para la Selva
deberá definirse entre los dos extremos dramáticamente
representados por la arquitectura forestal amazónica y la de la
ciudad de Toronto, en Canadá. Entre lo absolutamente natural y lo
absolutamente artificial hay muchas opciones apropiadas.
(Foto Dourojeanni)

Los aS'entamientos rurales estatales,


líneales y despreocupados de los componentes
Q forestál y ambiental, no han tenido éxito en el Perú
ni en Brasil. La foto muestra el asentamiento de Urupá en Rondonia.
(Foto Dourojeanni)
Es más importante mantener bien las
carreteras existentes que em.pecinarse en construir nuevas. Uno de
los tantos tramos intransitables de la carretera Marginal.
en el Huallaga Central.
(Foto Dourojeanni)

Tramo de la carretera Marginal de la Selva


en Ucayali, aue se inauguró sin estar terminado y que da acceso a
tierras sin vocación agropecuaria.
(Foto Dourojeanni)
Los ríos son la vialidad natural de la
Amazonia, pero el Estado hace poco o nada por aprovecharlos y
en cambio , construye carreteras paralelas a ellos.
(Foto Dourojeanni)

Los fondos públicos, como el


canon petrolero, con frecuencia se utilizan
mal, como en el caso del asfaltado de las calles de Nauta que no
tiene comunicación vial y que sólo tenía un camión viejo .
Afortunadamente, el pueblo sacó provecho de la obra utilizando las
calles como secaderos para el arroz.
(Foto Dourojeanni)
Las comunidades nativas, como aquella a que pertenecen
estos escolares Amuesha de Chuchurras, en el Palcazu, pueden
contribuir extraordinariamente al desarrollo regional
si se les brinda la oportunidad.
(Foto Dourojeanni)
Niños de Lamas, entre otros cientos de miles que viven en la
Selva, para los que es necesario un nuevo estilo
de desarrollo amazónico.
(Foto Dourojeaani)
La investigación científica es una
condición del desarrollo que, en el Perú, siempre se ha relegado.
Cuencas experimentales y parcelas de escorrentía
en Guayana Francesa.
(Foto Dourojeanni)
TITULO VI

POR UNA ACTIVIDAD


AGROPECUARIA CON SENTIDO
COMUN
VI POR UNA ACTIVIDAD AGROPECUARIA
CON SENTIDO COMUN

El título de este capítulo refleja su espíritu. En él, la discusión


se centrará en las posibilidades de desarrollar una actividad agrícola
y ganadera estable, sostenida e integrada armoniosamente a las de-
más actividades económicas de la región . Como se ha visto en títu-
los previos éste no es, en general, el caso.

1. CONSIDERACIONES GENERALES

No se repetirá, en este contexto, lo ya indicado en cuanto a


la necesidad de respetar la aptitud natural de los suelos, tomar en
cuenta las características ecológicas y la dimensión ambiental o de
adoptar una estrategia de desarrollo rural integral e integrada. Se
asume, en la discusión subsecuente, que todo eso ha antecedido la
decisión de conducir tal o cual especulación agropecuaria. Se trata,
más bien, de revisar algunos aspectos trascendentes de la tecnolo-
gía misma, en los que se suelen cometer errores que originan mu-
chos de los problemas ya descritos.
Sobre las estrategias para desarrollar la agricultura en la Selva
se ha escrito poco. Pero un trabajo reciente, interesante en todo
cuánto se refiere directamente a las opciones agrícolas propiamente
dichas, ha sido hecho por Sánchez & Benites (1983) y es lectura
obligada para quienes se interesan por agricultura en la Amazonía
peruana. Complementario al anterior es el de Villachica (1986). Otro
trabajo importante es, para el caso de la Amazonía brasileña, el de
Nascimento & Homma (1984) y, por cierto, el de Fearnside (1986).
El tema también ha sido abordado en forma global por Romanini
(1976, 1978).

Hay, entre otros, tres aspectos particularmente importantes li-


gados a la transformación misma del ecosistema forestal en agroe-
cosistema: (1) El aprovechamiento de la madera del bosque que va
a ser eliminado; (2) El tema del desmonte mecanizado versus el
manual; y (3) El problema de las quemas.

El aprovechamiento de la madera de los desmontes es muy


raro y en todo caso limitado a unos pocos ejemplares muy valiosos.
El grueso del volumen maderable aprovechable es quemado, per-
diendo el dueño de la tierra una oportunidad de redimir parte del pa-
trimonio que recibió o compró. La causa principal de esta situación
es la falta de una planificación adecuada de los desmontes y de un
servicio de rescate de la madera, bien sea para venta a industrias y
usinas dendroenergéticas locales o para su aprovechamiento en
construcciones rurales. Organizar este apoyo a los campesinos es
una responsabilidad que deben de compartir y coordinar los servicios

187
públicos dedicados a la asistencia técnica agrícola y forestal conjun-
tamente con los encargados del asentamiento rural.

Du rante décadas se propugnó la deforestación mecanizada,


como paradigma. Para ello, obviamente, en condiciones de Selva
sólo cabe utilizar maquinaria pesada. La expresión más extrema de
desmonte mecanizado fue aplicada por Le Tourn eau, en su conce-
si ón del río Pachitea, conocida como Tourn avista, cuya empresa in-
ventó una maqu inaria de aspecto y magnitudes infernales que, lite-
ralmente , hacía pi cadillo al bosque con una velocidad pasmosa.
Pero ese experimento se derrumbó pues el costo del desmonte con
ese equ ipo era varias veces superior al del manual, que por enton-
ces se hac ía únicamente con hacha y machete. Además , la compac-
tación que del suel o alcanzó fue severa, producié ndose profusa pér-
dida de suelo fértil por erosión y nivelaci ón . Cubas (1977) añade
otras constataciones pertinentes sobre los errores de esa operación ,
enfatizando en los aspectos pecuarios .

En Ultisoles, el desmonte manual es superior al que se hace


con tractor de oruga debido a que, éstos , equipados con lámina co-
mún , compactan el suelo y el subsuelo ya que acarrean grandes
porciones de la capa arable fuera del terreno o a que la utilizan para
hacer rellenos en el proceso de nivelación . Además, por cierto, al sa-
car también la vegetación fuera del terreno, los nutrientes contenidos
en la biomasa se desperdician (Seubert et al 1977, Alegre et al
1982). En Yurimaguas , experimentos meticulosos demostraron que
los rendimientos de arroz de secano, maíz, yuca y otros cultivos, su-
frían una merma de 50% en promedio, cuándo se les cu ltivaba en
terrenos desmontados con maquinaria pesada, en relación a los ren-
dimientos que se obten ían con desmonte manual tradicional (Seu-
bert et al 1977). Para colmo, el efecto de la compactación, en el
subsuelo, perdura por más de 7 años (Alegre et al 1982).

Esta evidencia no significa que no se pueda utilizar desmonte


mecanizado. Para cultivar arroz en pozas , por ejemplo , puede resul-
tar conveniente y existen láminas de tipo flotante, que adaptadas al
tractor' de oruga, reducen mucho el impacto negativo antes descrito
(Sánchez & Benites 1983). Además, el tipo de desmonte aplicable
depende mucho del suelo y, por cierto, también de factores económi -
cos y de la disponibilidad de mano de obra.

Otro tema, motivo de mucha discusión , es el referido a la que-


ma de los residuos del desmonte. En un capítulo posterior se le
abordará, manteniéndose la duda sobre su conveniencia o inconve-
niencia ya que, si bien aporta ciertos nutrientes al suelo y reduce
temporalmente su acidez, provoca pérdida de otros nutrientes y re-
duce la actividad microbiológica. Muchos opinan que puede resultar
más positivo favorecer la descomposición de la materia orgánica, en
lugar de quemarla. Este tema está muy ligado , por cierto, al primero
abordado en éste acápite. Si la madera es aprovechada, el resto de
la biomasa no necesita ser quemado pues su descomposición es rá-
pida y total.

188
En relaci ón a la preparación del terreno hay muchas alternati-
vas para cada cultivo, clase de suelo, clima y características topo-
gráficas locales . En la Selva, como en el resto del territorio , debe to-
marse en cuenta que si hay pendientes deben de adoptarse medidas
para frenar la erosión . Pero allí, menos aún que en la Sierra, se apli-
can prácticas de conservación del suelo a nivel de chacra. Al contra-
rio, los cultivos y los surcos, cuando los hacen , están siempre a ple-
na pendiente. En el colmo de la irresponsabilidad , inclusive una guía
oficial para el cultivo del algodonero, destinado a los agricultores del
Huallaga Central y Bajo Mayo, indica que en terrenos ubicados en
laderas, los hoyos deben hacerse "procurando mantener una línea
recta" (INIA 1979).

Es importante insistir en la importancia de la intensificación de


la agricultura versus la expansión de la frontera agropecuaria. Es
verdad que la alta productividad origina problemas ambientales, pero
las consecuencias de la deforestación masiva son mucho peores .
Corresponde a los ambientalistas tomar en cuenta este hecho, cuan-
do critican esa opción .

2. AGRICULTURA EN LIMPIO

La agricultura anual o en limpio es importantísima como fuen-


te de alimentos para consumo local y también para el intercambio
comercial. En la actualidad, gran parte de la agricultura en limpio, se
destina al autoconsumo y esa forma de agricultura, conducida sobre
suelos inapropiados, es la causa principal de los impactos ambienta-
les negativos y de la deforestación, como parte de la tantas veces
comentada agricultura migratoria. Pero la agricultura migratoria tam-
bién se dedica a cultivos cuyo destino es el comercio . Tal es el caso
del maíz, en toda la Selva Alta y del rocoto, en especial en la Selva
Central. Para autosostenimiento están principalmente yuca, arroz de
secano, plátano y frejol.

La agricultura en limpio, cuando se desarrolla sobre suelos


apropiados y con buena tecnología e insumas suficientes es alta-
mente rentable. Los cultivos en limpio que , en algunas localidades,
han alcanzado un nivel de producción sostenida adecuado, son el
arroz en pozas, el algodón y el tabaco. El caso del arroz es intere-
sante , pues el mismo cultivo se hace en tres niveles diferentes: (1)
Arroz de secano, primitivo, con bajo rendimiento y gran impacto am-
biental , debido a la fuerte exposición del suelo en pendientes a la llu-
via ; (2) Arroz de barreales , también primitivo pero de rendim iento
alto gracias a los nutrientes que brindan los sedimentos, de impacto
ambiental no evaluado pero probablemente grande ; y (3) Arroz en
pozas, de tecnología relativamente alta y de muy buenos rendimien-
tos, que es el que tiene probablemente el menor impacto ambiental
si no se exagera en el uso de agroquímicos y se hace buen prove-
cho de las algas azul-verde Azolla, que contribuyen a una fertiliza-
ción nitrogenada gratuita.

189
Entre los cultivos anuales que son particularmente erosivos,
debido a los lugares y a la forma en que se les planta, están el
maíz, el rocoto y la piña. El plátano, pese a podersele considerar un
cultivo semiperenne, no ofrece las ventajas de éstos desde el punto
de vista de freno a la erosión y, además, se trata de un cultivo ago-
tante tle la fertilidad del suelo. Otro tanto puede decirse, en general,
de la 'papaya.

La agricultura en limpio ofrece amplias oportunidades de ele-


var la productividad pues ésta es, en promedio, bajísima incluso en
tierras fértiles, debido al reducido nivel tecnológico que predomina, al
margen de las contadas y localizadas excepciones mencionadas en
el párrafo previo. Por ejemplo, el rend imiento del maíz duro en Lore-
to era de apenas 1,622 K'g/ha cuándo en Lima era de 4,372 kg/ha y
el promedio nacional era de 2,745 kg/ha (Ministerio de Agricultura
1982). En el cuadro 29 se muestra esa realidad para varios departa-
mentos del oriente y para diferentes cultivos. Esto demuestra que en
la Selva también, la elevación de la productividad, por sí sola y sin
hablar además de la intensidad de cultivación , es mejor opción que
la expansión de la frontera agrícola.

CUADRO 29

RENDIMIENTOS (Kg/ha) DE ARROZ, MAIZ DURO Y FRIJOL EN


LA, SELVA COMPARADOS A LOS OBTENIDOS EN 1981
EN EL RESTO DEL PAIS

D
~ Arroz Frijol Maíz duro

Loreto/Ucayali 1,964 1,029 1,622

San Martín 3,999 687 2,072

Madre de Dios 1,500 500 1,724

Departamento con el
mayor rendimiento 8,361 1,299 4 ,372

Rendimiento promedio
nacional 4,757 873 2,745

Fuente : Ministerio de Agricultura/OSE 1982

Un tema de particular interés desde el punto de vista de con-


servación de la fertilidad del suelo es el uso de leguminosas en aso-
ciación o en rotación con los cultivos anuales, tema al que se da
poca importancia. Las leguminosas utilizadas en la Amazonía son
principalmente frejoles , como el frejol común, la zarandaja (Lablab

190
niger) y el frijol de palo (Cajanus cajan). Otros frejoles que ofrecen
buenas posibilidades son los caupis (Vigna unguiculata, V. sinen-
sis, V. sesquipedalis) , el frejol de arroz (Vigna umbellata) y el frijol
alado (Psophocarpus tetragonolobus) . Los frejoles , sin embargo,
cubren un escaso porcentaje del área cultivada (2.5%) , desaprove-
chando una excelente fuente proteínica y una oportunidad de enri-
quecer el suelo. López (Comunicación personal 1987) ha utilizado el
pasto kudzú (Pueraria) en rotaciones, con excelentes resultados en
Jenaro Herrera. Otras leguminosas interesantes para la Amazonía
son, sin duda, la soya y el maní, que están muy relegados.

Otro tema de gran trascendencia es el de las raíces y tubero-


sas feculentas, que no es explotado en la medida de su capacidad
para alimentar a grandes poblaciones (Goering 1979). La yuca es,
en verdad, una planta milagrosa subutilizada. Puede producir hasta
40 TM/ha, si se le cultiva intensivamente, siendo una de las plantas
más eficientes que existe para convertir energía solar en carbohidra-
tos. La yuca, como los frejoles, es bastante resistente a plagas y en-
fermedades. Si bien el contenido proteínico de la raíz es muy bajo,
tiene abundante proteína en sus hojas que, en Africa, son parte de
la dieta de millones de personas. Además, la especie silvestre Ma-
nihot tristis saxicola tiene un elevado contenido proteínico en la
raíz , que puede mejorar el de la yuca domesticada. Por otra parte,
es frecuente el cultivo asociado de yuca con frejoles. La introducción
de la papa en la Selva (Thompson et al 1976), que se pretende ale-
gando que la yuca y los demás tubérculos tienen menos proteína,
carece pues de lógica. Por otra parte, la yuca es un importante pro-
ducto de exportación , previo deshidratado, como alimento para hu-
manos y animales y en forma de harinas finas y gruesas, así como
para fabricación de almidón .

Además hay varios otros tubérculos en la Selva o suscepti-


bles de cultivarse en ella. Entre ellos la pituca o uncucha (Xanthoso-
ma sagittifolium y aliados), que parece ser nativo; el taro (Coloca-·
sia esculenta); los ñames (Dioscorea spp) , del que D. trifida es de
origen sudamericano y; el camote (lpomoea batatas) que también
es neotropical. Todas estas plantas ofrecen un potencial grande,
cuyo rol debe ser revaluado en el marco de un plan estratégico para
el desarrollo de la Amazonía.

Como lo indica Watson (1985), sorprende la escasa diversi-


dad de especies domesticadas en el país y en otros continentes que
se aprovechan comercialmente en la Selva. Como ya fue explicado,
los campesinos amazónicos cultivan muchísimas especies pero úni-
camente para consumo propio, es decir unas pocas plantas de cada
una y no ampl ían como sería deseable su capacidad de intercambio.
Watson (1985) indica que de 157 plantas de interés económico que
él considera se podrían cultivar en la Selva Alta, sólo 5 anuales
(maíz amarillo duro, arroz, tabaco, frijol común y frijol caupís) , 1 bia-
nual (yuca) y 1 semipermanente (plátano) tienen extensiones signifi-
cativas en el Alto Huallaga. Menciona que otras 2 anuales (ají y
soya) y 2 semipermanentes (piña y papaya) están presentes a nivel

191
subeconómico. Finalmente agrega que otras 6 anuales (maní , cúrcu-
ma, jengibre, pituca, cocona y almizclillo) y 1 semipermanente (rici-
no) , estan representadas en forma insignificante en la región. Hay
pues un enorme potencial desaprovechado en cuanto a especies ya
utilizadas comercialmente en otras regiones tropicales y con merca-
do nacional e internacional.

Un cultivo particularmente importante y actualmente relegado


es el del nativo barbasco o cube (Lonchocarpus utilis, L. nicou. L.
urucu) o el de especies similares , como Derris elliptica, que es de
origen asiático. Estas plantas permiten la producción de rotenona, un
eficiente pesticida vegetal, sin efectos traumáticos sobre el agroeco-
sistema, que se aplicó exitosamente en todo el mundo, hasta que las
empresas transnacionales decidieron que ganarían más dinero con
otros productos sintéticos e iniciaron una millonaria campaña difama-
toria contra el producto natural.

Jamás existió evidencia de que la rotenona ya no fuera de uti-


lidad o que fuera más cara .. al contrario . El Alto Ucayali era el prin-
cipal productor de barbasco en el Perú . En 1931, el Perú exportó
apenas 1,392 kg de cube, pero ya exportaba 245,000 kg en 1934 y
393,916 kg en 1937. En 1960 todavía existían 6,700 ha plantadas
(CONESTCAR 1965). Hoy prácticamente ya no existe en forma co-
mercial. Wille et al (1937, 1939) hicieron un estudio magistral sobre
esas especies en el Perú , su cultivo, química y uso en sanidad ve-
getal.

Otros cultivos potencialmente importantes son la caña de azú-


car y los diversos productores de fibra. Sobre la caña de azúcar
cabe recordar que, por ser un cultivo industrial, no debería tener
prioridad en la adjudicación de las tierras más fértiles, en especial
cuando ya hay presión social sobre ellas. Por otro lado, la caña bien
trabajada no es erosiva, aunque sí agotante. Existe, sin duda, un
buen potencial cañero en la Selva, el que está totalmente desapro-
vechado. Pero no es lógico aprovechar las fértiles y codiciadas tie-
rras del valle del Sisa, en el Huallaga Central, para ese cultivo indus-
trial. Para fibra son interesantes el cáñamo (Musa textilis), el ramio
(Boehmeria nivea) y, por cierto, la malva (Urena lobata) y el yute
(Corchorus capsularis) . Este último fue cultivado ampliamente en la
Selva Baja.

Una mención especial merecen las hortalizas, que tan esca-


samente se cultivan en la Amazonía con el pretexto de que las pla-
gas se las acaban, lo que a todas luces es falso, como lo han de-
mostrado los colonos de origen europeo en la Selva Central y otros
también en la Selva Baja. Se trata, simplemente, de un problema
cultural. Por ejemplo, los campesinos selvícolas sí son maestros en
el cultivo de ajíes de toda clase, que dicho sea de paso son muy
susceptibles a plagas. Watson (1985), revisando información sobre
hortalizas que ya se usan en los trópicos de otros continentes o que
él considera adaptables a la Selva Alta, cita a 26 especies y proba-
blemente se queda corto.

192
Finalmente, merecen mención diversos frutales herbáceos im-
portantes como la cocona (Solanum topiro) , lulo (Solanum qui-
toense), maracuyá (Passiflora edulis), granadilla (Passiflora ligula-
ris) tumbo (Passiflora quadrangularis), todas las cuales son nati-
vas de América del Sur. Con excepción del maracuyá, éstas y otras
frutas nativas no son comercializadas, salvo a nivel de mercados lo-
cales.

3. AGRICULTURA PERENNE

Los cultivos perennes más importantes, en la actualidad, son


la coca y el café. Sobre la primera no se tratará aquí ya que se le
ha dedicado todo un capítulo. Siguen, en orden de importancia, té,
cacao, cítricos, palma africana o aceitera, palto, achiote, cocotero,
jebe, mango y marañón. Pero en este caso se repite lo indicado para
los cultivos anuales, en el sentido que sólo 8 de las 12 especies
mencionadas tienen significación económica y que existen por lo me-
nos un centenar de otras especies nativas o no, con posibilidades de
ser cultivadas comercialmente en la Selva.
El cafeto tiene una larga historia en el Perú , siendo hoy el cul-
tivo perenne legal más importante de la Selva. Durante mucho tiem-
po se le cultivó exclusivamen_te bajo sombra de árboles leguminosos
como el pacae (lnga) y la Albizzia, introducida al parecer por la
Peruvian Corporation , en el Perené, a fines del siglo pasado (Manri-
que 1980). Pero a partir de la década de los 60, la introducción a
Satipo de nuevas variedades pro~edentes de Campinas, Brasil deter-
minó que se le sembrara también a pleno sol. Dicho acto, violatorio
de las regulaciones de sanidad vegetal, también propagó la plaga
"broca del café" (Hypothenemus hampei) , que asimismo contribuyó
a cambiar la caficultura peruana (lngunza 1964). Antes de que eso
sucediera, el cultivo del cafeto aunque extendido, no había sido cul-
pable de procesos erosivos severos, gracias a ser un cultivo perenne
establecido además en asociación con especies forestales . Pero,
luego las cosas cambiaron pues, para poder sembrar a pleno sol , es
preciso abonar y, debido a la nueva plaga, hay que poder aplicar
pesticidas, para lo que deben dejarse calles. Si la tecnología está
bien aplicada el riesgo no es muy grande pero si , como ocurrió tan-
tas veces, la tecnología se aplica parcialmente o mal, el daño resulta
grande, en términos de erosión y pérdida de fertilidad. El rendimiento
del cafeto es muy variable, desde un promedio de apenas 8 a 1O qq/
ha/año hasta más de 100 qq/ha/año, cuando se trabaja muy intensa-
mente, como lo hacen algunos agricultores de Villa Rica. Reciénte-
mente se ha venido proponiendo el cultivo de café en la Costa, lo
que es poco sensato, considerando el gran potencial aún existente
para este cultivo en la Selva y la necesidad de usar tierras de Costa
para cultivos que no se desarrollan en la Amazonía.

El cacao es una especie neotropical, probablemente originaria


de la Amazonía, a la que se ha dado poca importancia en el país a

193
pesar de su gran potencial. Se le puede cultivar en plantaciones pu-
ras o mixtas y también bajo sombra de especies forestales, tal como
el cafeto. La erosión es muy limitada en plantaciones de cacao razo-
nablemente bien cultivadas ya que protege bien el suelo y por otra
parte, la caída de follaje restaura en cierta medida el ciclo de nu-
trientes, tanto más si hay cobertura forestal, aunque la cosecha obli-
ga a cierto nivel de fertilización . Los rendimientos varían desde 200
kg/ha hasta 1,200 kg/ha, según la tecnología aplicada. El promedio
en el Alto Huallaga es del orden de 640 kg/ha, pero en realidad gran
parte de la cosecha proviene de plantaciones minúsculas e inclusive
de plantas aisladas (Watson 1985}. Por otro lado, las perspectivas
del mercado de cacao al iguaL que las de café y té, se presentan
sostenidamente favorables (Singh et al 1978).

El té es otro cultivo interesante que tuvo buena adaptación y


desarrollo en el valle de La Convención y en las faldas de la Cordi-
llera Azul, entre Tingo María y Aguaytía. Pero, con la reforma agra-
ria, la intensidad del manejo decayó y, por otra parte, nunca alcanzó
la extensión e importancia que podría haber tenido. Resulta bochor-
noso constatar que, a 45 años de la publicación de un libro que re-
velaba todo el potencial que esa especie ofrecía para el desarrollo
amazónico y que daba los lineamientos ·para alcanzarlo (Liyanage
1942), no se haya hecho prácticamente nada. Dicho sea de paso, en
esa obra se recomendaba la utilización de árboles leguminosos de
sombra para la etapa de crecimiento y, más espaciados, también en
forma permanente.

La palma aceitera africana fue introducida comercialmente al


Huallaga Central a comienzos de la década de los 70, para poder
disminuir el creciente déficit nacional de aceites y grasas. Previa-
mente ya existían algunas plantas aisladas, traídas y difundidas por
la Estación Experimental Agrícola de Tingo María, por curiosos y por
misioneros, por ejemplo las hay desde antiguo en Puerto Inca, en el
jardín de la iglesia. La primera empresa dedicada a su cultivo fue la
estatal ENDEPALMA, en su sede de Tocache. En 1982 ya existían
5,760 ha. en el país, frente a 47,300 ha. en Colombia y 33,800 ha.en
Ecuador. 1 La proyección prevista para el Perú era alcanzar 20,000 ha
en 1989 (Watson 1985}, lo que al parecer no se cumplirá.

La palma aceitera no plantea problemas ambientales particu-


lares. Por el manejo del cultivo y los lugares en que se les planta,
de topografía poco accidentada, los problemas de erosión son míni-
mos. Sus plagas se combaten con pesticidas, pero si existe un míni-
mo de cuidado en su aplicación, no es peor que en cualquier otro
cultivo. La propuesta introducción del curculiónido polinizador africa-
no Elaeibodius requiere, por cierto, de un estudio de impacto am-
biental, aunque al parecer sólo traería beneficios (Wahid et al 1983).
Existe, en cambio, un conflicto evidente en el uso de la tierra entre
las grandes e influyentes empresas dedicadas a su cultivo, que mo-
nopolizan extensiones considerables de tierra fértil bien escogida y
los pequeños agricultores, siempre relegados a las faldas de las

194
montañas, donde provocan los fenómenos erosivos conocidos. Por
eso es recomendable aplicar la modalidad de plantar palma africana
en pequeñas y medianas propiedades asociadas a una fábrica,
como lo indica Watson (1985). Otro reproche que se hace, indirecta-
mente, a la palma aceitera es el que las palmas aceiteras silvestres
nativas, como el aguaje (Mauritia) no hayan recibido ninguna aten-
ción por parte del Estado, pese a las sólidas evidencias sobre su po-
tencial para contribuir, también a resolver el problema nacional de
aceites y grasas. Entre 1970 y 1987, el país no invirtió en estudiar
el aguaje ni siquiera el costo de implantación de una sola de las mi-
les de hectáreas de palma africana. Otra especie neotropical intere-
sante es la llamada palma aceitera americana, que también es un
Elaeis (E. melanococca).

Uno de los cultivos más escandalosamente relegados en el


Perú es el del jebe. Sólo unas pocas plantaciones experimentales, a
lo largo del eje Tingo María-Pucallpa y en Iberia, en Madre de Dios,
fueron hechas todas entre los años 40 y fines de los 50. En los últi-
mos 40 años el Perú no ha dado un solo paso adelante en este cul-
tivo que, sin embargo, se propaga profusamente en el Brasil, no le-
jos de las fronteras de Perú y Bolivia y que vuelve a tener una im-
portancia económica considerable en todo el mundo (World Bank
1982). El Perú dispone de varias especies silvestres de jebe, entre
ellas Hevea pauciflora y H. bethamiana, que los investigadores de
Malasia utilizan para conferir resistencia a enfermedades al jebe do-
mesticado. Un ecotipo silvestre de H. brasiliensis de Madre de Dios
es mucho más productivo que las mejores selecciones asiáticas
(lmle 1978). Pero nada de esto es aprovechado por los peruanos. Es
una lástima, pues el jebe además de su rentabilidad económica, es
otro cultivo cuyo impacto ambiental es limitado y que, además, pue-
de cu ltivarse asociado de muchas formas .

El achiote (Bixa orellana) es un cultivo nativo que cada día


toma mayor importancia, en especial como producto de exportación.
Se obtienen , actualmente, entre 500 y 1,000 kg/ha/año pero, con
cierto nivel tecnológico se puede obtener de 1,500 a 1,800 kg/ha/
año (Watson 1985). Se trata de una especie con una gran diversidad
genética, que amerita un esfuerzo serio y consistente de selección y
mejoramiento, dada la demanda creciente como colorante natural.
En el valle del Pichis, este cultivo forma parte importante de la eco-
nomía de las comunidades Campa.

Otra especie nativa que está tomando auge como planta de


interés comercial en todo el neotrópico es el pijuayo (Guilielma ga-
sipaes), que siempre fue conocido y utilizado por nativos y colonos
en la Selva, de donde es nativo. En América Central, en especial en
Costa Rica, existen plantaciones significativas de esta especie, que
presenta muchas variedades; entre ellas las hay con tallo espinoso
y con tallo glabro. Permite el aprovechamiento del fruto, para diver-
sos usos y del palmito, gracias a variedades que desarrollan hijuelos
fácilmente.

195
En el Brasil, comenzando en la década de los 60, práctica-
mente se ha domesticado la castaña (Bertholletia excelsa), habien-
do reducido su tamaño de más de 60 m. a unos 12 m.; la primera
fructificación que es naturalmente a los 14 años fue lograda, en pro-
medio, a los 6 años; la reducida germinación, de apenas 25%, fue
elevada a 75% a cinco meses de la siembra, etc. (Nascimento &
Homma 1984). Además han obtenido una estructura de la copa que
permite su cultivo asociado como sombra para cacao, guaraná y pi-
mienta. En 1983 habían ya 3,000 ha de plantaciones de castaña con
esa tecnología y otras 2,000 ha se estaban plantando. La produc-
ción, al 92 año, alcanza a 5,000 lt/ha, esto es casi 140 veces más
que la producción de una hectárea de estradas de castaña natural.
Estos logros, asombrosos en tan breve lapso, demuestran el enorme
potencial desperdiciado en cientos de especies útiles de la Amazo-
nía.

Una de las pocas excepciones, en el Perú moderno, de traba-


jo serio y constante para domesticar una especie silvestre de interés
económico ha sid9 el caso del camu camu (Myrciaria paraensis).
En efecto, la especie que crece en el Perú, que no sería la misma
que hay en la Amazonía brasileña, concentra mucho más vitamina C
en sus frutas que cualquier otra planta conocida y varias veces más
que en los camu camu del Brasil (Calzada 1980). En Pucallpa e !qui-
tos, pero principalmente en el primero, se ha desarrollado un trabajo
de unos 1O años para seleccionar el material genético más valioso,
pues la especie presenta una diversidad intraespecífica muy grande;
para adaptar la especie que es naturalmente de orillas a tierras al-
tas; para reproducirla económica y masivamente; para achicar la
planta y aumentar su productividad natural. Ahora hay plantaciones
experimentales de camu camu sobre unas 30 ha, en algunos casos
hasta con 2,500 plantas/ha y una productividad por planta que va de
.5 a 8 y hasta de 8 a 12 kg/año.

El caso de la pimienta, vainilla, clavo de olor, nuez moscada


y canela, entre otras especias exóticas que se cosechan de árboles
o de herbáceas perennes es casi tan dramático como el de las plan-
tas nativas, pues la mayoría de ellas pueden ser ventajosamente
producidas en el Perú que, además, tiene condiciones para exportar-
las.
El rubro de los frutales perennes es todavía más notable,
pues en la Amazonía peruana las únicas frutas de ese tipo que se
producen comercialmente son cítricos, esencialmente naranjas y con
una tecnología que, en general , deja mucho que desear. También
puede mencionarse la palta, el maracuyá y la granadilla. Existen, sin
embargo, muchas docenas de frutales perennes nativos y foráneos
con grandes posibilidades (Calzada 1980, Cavalcante 1974, IICA
1976, NAS 1976, 1982) , que apenas se cultivan a nivel de huerto fa-
miliar. Tal es el caso del mango, guayaba, marañón , guanábana,
anona, zapote, arazá, etc. , entre más de 74 frutales nativos, en su
mayoría perennes, reciéntemente reevaluados (FAO/SIDA 1987) y
_del durión, jaca, carambola, mangostano, ramustán , fruta serpiente y

196
otras muchas, entre las exóticas de origen asiático y africano, varias
de las cuales ni se conocen en el país (FAO/SIDA 1982). En resu-
men, tanto a nivel de plantas anuales, como semiperennes y peren-
nes existe un inadmisible desperdicio de recursos genéticos y hasta
de tecnología ya desarrollada en los países vecinos, en especial en
el Brasil.

4. TECNOLOGIAS AGRICOLAS PROMISORIAS,


ANTIGUAS Y NUEVAS

En los dos capítulos previos se ha hecho una somera revista


de la agricultura anual y perenne, poniendo énfasis en las especies
y no en las tecnologías apropiadas para cultivarlas. En éste se revi-
sarán las principales opciones tecnológicas disponibles.

4.1 LOS CULTIVOS ANUALES ASOCIADOS

· Cada día se acepta más, en los trópicos húmedos, la opción


de hacer cultivos asociados en lugar de los monocultivos clásicos de
las regiones templadas y que también han predominado, por exten-
sión, en la Amazonía. Las alternativas disponibles abarcan desde la
agricultura promiscua o policultivos de algunos nativos y ribereños,
con hasta un centenar de especies entremezcladas, que es muy pro-
ductiva y energéticamente autosustentada, pero de difícil manejo con
fines de producción comercial, hasta versiones en que sólo intervie-
nen dos o tres especies, que resultan más manejables y ventajosas
sobre los monocultivos. La agroforestería o agrosilvicultura es otra
de las posibilidades disponibles, que será discutida en forma espe-
cial más adelante.

Los beneficios esperados del cultivo asociado son varios, apli-


cables en mayor o menor grado, según las especies y los casos: (1)
Mejor cobertura del suelo, para evitar la erosión hídrica así como el
desecamiento y/o recalentamiento del suelo; (2) Aprovechamiento
más intensivo del espacio o terreno y aumento de la productividad ;
(3) Explotación más completa de los nutrientes disponibles en el
suelo, mediante especies con diferente profundidad de raíces y dife-
rentes requerimientos; (4) Captación de nutrientes, en especial de
nitrógeno mediante simbiosis con leguminosas y por reciclaje y; (5)
Reducción de la incidencia de plagas y enfermedades.

Al margen de los cultivos promiscuos de los nativos, muchos


agricultores están utilizando éxitosamente asociaciones de cultivos
anuales, tales como maíz y yuca con frejol común y frejol caupí.
También se han reportado, en Tingo María, asociaciones de maíz
con frejol chiclayo y, en Lamas, de caña de azúcar con frejol chicla-
yo (Ríos 1979); en Tulumayo, aunque a nivel experimental, de soya
asociada con plátano y cacao, arroz con soya, maíz con soya, yuca
197
con soya, etc., en general con óptimos resultados (Flores 1985).
Sánchez & Ríos (1973) y Cárdenas (1978) demostraron, en Tingo
María, la mayor productividad y rentabilidad que se obtiene en aso-
ciaciones de maíz con Trejol. Económicamente, la asociación fue tres
veces superior al maíz sólo y dos veces superior al frejol sólo. Por
otra parte, Ríos (1976) demostró que la misma asociación era capaz
de producir 6.4 TM/ha de biomasa seca por campaña. En Oxapam-
pa, similarmente, se está fomentando una opción de agricultura y ga-
nadería que se ha dado en llamar "chacra integral", que incluye agri-
cultura asociada, agroforestería y ganadería intensiva, basada en re-
ciclaje de nutrientes y otros principios ecológicos que están rindiendo
frutos notables y que recibe creciente acogida por parte de los cam-
pesinos (ECODESC 1986).
Pero estas alternativas no sólo se utilizan en el Perú. Los in-
vestigadores brasileños también están encontrando que muchas de
ellas son ventajosas. Así, Nascimento & Homma (1984) reportan
arroz de secano con yuca, frejol con yuca, yuca con maíz, arroz de
secano con maíz, yute con maíz, etc.

En Yarinacocha, Pucallpa, la Asociación lnterétnica de la Sel-


va Peruana (AIDESEP) ha desarrollado una huerta integral familiar,
con participación de nativos de toda la Selva. Entre otros trabajos de
gran interés, está la instalación de un policultivo sobre tierras muy
degradadas, en base a surcos profundos y a,camellones en laderas
suaves, para retener el agua que es deficitaria parte del año. Allí
han instalado 130 especies de plantas cultivadas, en aparente desor-
den, de las que algunas son arbustos. El experimento incluye todas
las plantas de que dispusieron y que crecen en la Selva Baja, exclu-
ye absolutamente el uso de fuego para preparar el terreno y de fer-
tilizantes y asume, como principio, que todo lo que no es consumido
sirve para retroalimentar el ciclo de nutrientes. En esa forma han co-
sechado 2,000 kg/ha/año, que es lo que necesitaban, habiendo deja-
do en chacra gran parte de la cosecha. La producción aumentó de
año en año. Es realmente asombroso cómo, con una tecnología
aparentemente tan rústica, con semillas traídas por los propios nati-
vos de cada rincón de la Amazonia pero también con hortalizas de
origen templado, han logrado transformar un pastizal degradado y
requemado durante décadas en un vergel.

4.2 ROT ACION INTENSIVA DE CULTIVOS

El monocultivo en limpio, año tras año, es obviamente la peor


política posible prácticamente en cualquier suelo y en cualquier lu-
gar, con la excepción relativa de cultivos como el arroz en pozas. En
los suelos de muy buena calidad, como se discutió en el capítulo so-
bre el Huallaga Central del título previo, no sólo se puede sino que
se debe practicar una agricultura muy intensiva. Ello tendrá, obvia-
mente, repercusiones ambientales negativas en especial por el uso
de agroquímicos pero, en compensación, reducirá la presión sobre

198
tierras menos fértiles o marginales donde los impactos ambientale
serían mucho más graves. Hablar de agricultura intensiva, sin em-
bargo, no está reñido con la práctica de rotaciones.

En los mejores suelos amazónicos, incluidos los Ultisoles en


topografías planas o ligeramente onduladas, rotaciones como arroz
de secano-maíz-soya y arroz de secano-maní-soya se han llevado a
cabo durante una década, con éxito en todos los casos en que la
fertilización es adecuada (Sánchez & Benites 1983). En este punto,
como lo advierten los propios autores, se vuelve a la discusión en
torno a su rentabilidad económica, sobre la que existen serias dudas
a pesar de lo que los autores declaran (ver el capítulo sobre suelos
del título 11). No obstante, no cabe duda de que es mejor la rotación ,
así sea intensiva, a no hacer rotación alguna. Los autores indican
que, lejos de degradarse, el suelo mejoró con el buen manejo.

Sánchez & Benites (1983) refieren varias otras posibilidades


para hacer rotaciones intensivas. Una de ellas, inmediatamente pos-
terior a la roza y quema, es de arroz y frejol caupí, con aplicación
de fertil izante al arroz a partir del segundo turno. En un año de expe-
rimento se cosecharon 2 siembras de arroz y una de caupí, produ-
ciendo 6,500 kg/ha de arroz y 1,900 kg/ha de caupí en un suelo de
PH 4.5, 1.95 meq. Al/100 gr y 53% de saturación de aluminio, medi-
dos después de la quema (Gichuru & Sánchez 1983).

Otra opción desarrollada ha sido establecer una rotación corta


(2 a 3 años) con pasto kudzú (Pueraria phasoloides). En esa forma
consiguieron en tan breve lapso un efecto equivalente al de mante-
ner un barbecho forestal o purma de unos 25 años (Bandy & Sán-
chez 1981 ). Sin embargo, cabe indicar que hay evidencias de que la
fertilidad natural se recupera, en general , con muchos menos años
de barbecho forestal (NAS 1982). Por otra parte, los autores no se
explican bien el mecanismo por el que esto sucede.

4.3 ARROZ BAJO RIEGO EN POZAS

Esta tecnología está siendo aplicada en restingas y otras tie-


rras con suelo de fertilidad moderada a buena, no inundables pero
con agua de riego disponible a bajo costo. En 1982 existían unas
13,000 ha cultivadas bajo este sistema en el Alto Mayo, Huallaga
Central , Alto Huallaga y Yurimaguas y el Estado esperaba poder
abarcar 100,000 ha bajo esta modalidad en un lapso de 5 años
(Sánchez & Benites 1983). Estos autores consideran que existen 4
millones de hectáreas en la Selva que pueden ser ocupadas por
arroz bajo riego, lo que en términos ambientales debe ser evaluado
cuidadosamente. Sin embargo, no cabe duda que la Selva es el lu-
gar del futuro para el arroz y no la Costa, donde su cultivo en pozas,
en una de las zonas más áridas del orbe, es una de las mayores in-
congruencias de la agricultura nacional.

199
En un capítulo anterior se discutió la forma de integrar mejor
la agricultura del arroz en pozas al desarrollo rural.

4.4 LAS POSIBILIDADES DE LA HIDRO-AGRICULTURA

Con base en los descubrimientos sobre la importancia y ca-


racterísticas de la agricultura Maya (Siemens 1980, Gómez-Pompa
1983, Erwin 1987) y sobre hidro-agricultura en general , en las tierras
bajas del trópico húmedo de América (Denevan 1970, 1976, 1982),
sumados a otras posibilidades desarrolladas, por ejemplo, en los lla-
nos de Apure, en Venezuela (Anónimo 1978), se está forjando una
nueva opción para hacer agricultura sostenida en los trópicos húme-
dos.

Denevan (1982) describe la hidro-agricultura como todo ma-


nejo del agua destinado a aumentar la producción agrícola. Refiere,
que cuando se habla de civilizaciones hidráúlicas, se piensa siempre
en las que desarrollaron irrigaciones, como las de la Costa y la Sie-
rra o en aquellas que cultivaron arroz en pozas, como las asiáticas.
Pero que eso deja de lado otros manipuleos del recurso agua que
son igualmente importantes. El reconoce muchos tipos de hidro-agri-
cultura, incluyendo: (1) Los aplicables a jardines y huertas; (2) Te-
rraplenes y puentes angostos; (3) Terraceos especiales para con-
tención de agua; (4) Agricultura de playas y barreales o de crecien-
tes; (5) Irrigaciones no convencionales; (6) Zanjas o fosos; y (7)
chacras o campos elevados. No es del caso detallar cada opción,
sobre la que existe una abundante bibliografía. Pero se mencionarán
algunas que han sido, en cierto modo, experimentadas en el Perú.

El ejemplo de los policultivos desarrollados por la AIDESEP


en Pucallpa, descrito brevemente en el capítulo respectivo, corres-
ponde a una aplicación exitosa de las técnicas de zanjas o pozos y
de terraceo especial para contención de agua. Se expresa en surcos
profundos, en una de sus versiones y en verdaderos pozos que se-
paran camellones anchos, en otra de las aplicaciones desarrolladas.
La primera, al parecer, fue en este caso más exitosa. Los objetivos,
en esta versión , eran: retener agua, obl igarla a infiltrarse, conservar
la humedad para sobrellevar el periodo de déficit hídrico y, además,
evitar que los nutrientes que provienen del reciclaje de materia orgá-
nica sean arrastrados fuera del campo.

Erwin (1987), en Tambopata, ha establecido ensayos que,


con las adaptaciones del caso, reproducen los jardines Maya. Se tra-
ta de zanjas profundas que rodean un área rectangular que puede
ser de dimensiones variables pero no demasiado grande, sobre la
que se acumula la tierra extraída de la zanja que la rodea completa-
mente, como si fuera una fortaleza. Los taludes pueden ser reforza-
dos con tallos de palmas o maderas resistentes a la pudrición . Sobre
la plataforma, en realidad una chacra elevada, se siembra un policul-
tivo de las características que convenga, en el que se hace reincor-

200
poración de materia orgánica. De este modo se logran las siguientes
ventajas: (1) El cultivo se beneficia de un buen drenaje, lo que a la
larga permite mejorar las características físico-químicas del suelo;
(2) Los nutrientes lixiviados son captados en el foso, donde por cier-
to se desarrolla una vegetación acuática o semiacuática importante,
la que periódicamente es lampeada y dispuesta encima de la plata-
forma, enriqueciendo su suelo; y (3) La chacra queda a buen res-
guardo del ataque de algunas plagas importantes, entre ellas las
hormigas Atta . El único inconveniente de la técnica descrita parece
ser el costo de la construcción , que requiere mucha mano de obra.
En cambio, el mantenimiento es relativamente simple. Actualmente ,
el indicado autor está precisamente tratando de resolver esos aspec-
tos.

La gamq d~ alternativas posibles, basadas en los dos casos


opuestos y en la combinación de ellos, esto es que exista un déficit
hídrico o que, en cambio, exista riesgo de anegamiento periódico,
son casi ilimitadas, en especial considerando también variables topo-
gráficas, socio-económicas y los cultivos.

El manejo de las zonas inundables, como restingas , islas, pla-


yas, barriales y tahuampas, presenta aspectos contradictorios. Por
un lado, por los sedimentos que traen los ríos, son en general tierras
fértiles pero, en unos casos por su carácter permanentemente hidro-
mórfico son de cultivo casi imposible y en otros, su aprovechamiento
es altamente riesgoso por el carácter crecientemente imprevisible de
las inundaciones, tanto en cuanto a oportunidad como a magnitud.
Se ha propuesto establecer un sistema de polders, creados paulati-
namente en base a la decantación de los sedimentos en épocas de
creciente en las declividades que bordean los grandes ríos, allí don-
de suelen formarse lo que se ll-aman "tahuampas", pero la ingeniería
de la idea no ha sido desarrollada. Otra opción, ciertamente, es la de
establecer barreras capaces de frenar el avance. violento de aguas
de crecientes imprevistas, en el caso del cultivo de arroz tanto como
de retener humedad en caso de que la creciente sea insuficiente.
Esto es aplicar, en pequeño, el concepto de los módulos del Estado
Apure, en Venezuela, antes mencionado. Toda esta temática es tam-
bién compleja en cuanto a sus impactos sobre la ecología ribereña
y acuática (Denevan 1984). En el Brasil, el denominado Programa
Pro-Várzea, está enfrentando críticas justificadas crecientes, por el
descuido de éste aspecto del uso de las tierras inundables.

5. LA AGROSILVICULTURA

La agrosilvicultura o agroforestería es, en buena cuenta, el


cultivo asociado de plantas anuales y perennes, en especial árboles
y arbustos . También se le ha definido como conjunto de técnicas de
manejo de tierras que implican la combinación de árboles forestales,
bien sea con cultivos o con ganadería o con los dos (Combe & Bu-

201
dowski 1978). Para algunos, ésta alternativa incluye arreglos espa-
ciales tanto como secuenciales (Bene et al 1977, King 1979, 1980).
Los arreglos secuenciales, en la presente obra, se consideran princi-
palmente bajo los rubros de rotaciones con barbechos forestales o
como interfase agropecuario-forestal.

Los objetivos de la agrosilvicultura son múltiples y de gran


aplicación en los trópicos húmedos: (1) Proveer de sombra temporal
o permanente a cultivos que fisiológicamente la requieren; (2) Imitar,
en lo posible, la arquitectura forestal primigenia, para reproducir tam-
bién los ciclos de los nutrientes; (3) Enriquecer el suelo con el apor-
te de nutrientes captados por los árboles en base a relaciones mico-
rríticas; (4) Explotar mejor los nutrientes disponibles en el suelo y en
el subsuelo; (5) Control de la erosión hídrica en laderas y manteni-
miento de un microclima apropiado; (6) Diversificar la producción
para obter:~er una mayor productividad global, para producir todo lo
que requiere el campesino o para paliar coyunturas desfavorables
del mercado; (7) Reducir la incidencia de plagas y enfermedades
mediante la diversificación del agroecosistema; (8) Frenar los emba-
tes del viento; (9) Regulación de los flujos hídricos y mantenimiento
de la calidad del agua, etc.

Por los muchos motivos arriba enunciados, la agroforestería


es tan antigua como la agricultura y se practica, reconocidamente,
en más de 100 países en vía de desarrollo (King 1980). Amplias
descripciones de los métodos agrosilviculturales sofisticados que uti-
lizaban los Mayas han sido preparadas, entre otros, por Barrera et
al (1977), Gómez-Pompa (1987), -Gómez-Pompa et al (1987) y Rico
et al (1985). En el Perú no se han hecho estudios sobre métodos
agrosilvícolas precolombinos, pero se descuenta su existencia. A ni-
vel de Sierra, un reciente estudio de Reynel y Felipe-Morales (1987)
revela decenas de prácticas agroforestales tradicionales, con algu-
nos centenares de especies, cuyos orígenes se pierden en los tiem-
pos. En la Selva son numerosísimas las prácticas agroforestales vi-
gentes practicadas por nativos (Denevan ef al 1984, entre otras refe-
rencias ya citadas) y por campesinos ribereños y otros.

Pese a su antigüedad y amplia aplicación, los agrónomos y


los forestales modernos despreciaron la agroforestería, hasta que la
"redescubrieron" en la década de los 70, cuando inclusive crearon el
Consejo Internacional para la Investigación en Agroforestería
(ICRAF) con sede en Nairobi. Esa institución se ha perdido en un
mar de teorías y ha aportado poco o nada. Pero, a nivel de cada
país y de otras organizaciones internacionales se ha hecho una
consistente labor de reevaluación y catalogación de prácticas agrofo-
restales, que ahora ya están siendo aceptadas hasta por partidarios
de la agricultura intensiva en sus modalidades más extremas, como
en el caso de P. Sánchez, que los ha incorporado en los experimen-
tos de Yurimaguas y a los que, por lo visto (Sánchez & Benites
1983), admite como posibilidad. En el Perú, además, se han desa-

202
rrollado importantes trabajos de compilación y análisis de prácticas
agroforestales en la Selva (Poutanen 1985, INADE 1985, Flachsen-
berg 1985).

5.1 EL SISTEMA "TAUNGYA"

El sistema "taungya" tendría su origen en Burma y ha sido uti-


lizado en todo el trópico para el establecimiento de plantaciones fo-
restales, en convivencia con la agricultura migratoria. En una de sus
versiones ideales consiste en la explotación selectiva de un rodal, el
que luego es rozado, talado y quemado para hacer una plantación
tradicional de cultivos anuales, en general alimenticios. A partir de la
segunda cosecha o al segundo año, según los casos, los agriculto-
res-- reciben plantones forestales que ellos siembran intercalados con
sus cultivos. Al cabo de 1 a 3 años, según los suelos, los agriculto-
res abandonan el lugar para reiniciar el proceso, quedando el nuevo
rodal a cargo de los forestales que continúan con su mantenimiento
hasta que el dosel se cierre y se reduzca la competencia con las
malezas. Este sistema se puede complementar permitiendo que cier-
tas especies del monte circundante se implanten naturalmente, entre
las que fueron sembradas, aumentando la diversidad.

El sistema ha sido aplicado a escala experimental en el Bos-


que Nacional von Humboldt (Orna 1977, Castillo 1985), con resulta-
dos alentadores. Se utilizaron yuca y arroz como cultivos e ishpingo
(Amburana cearensis), Gmelina arborea, dos especies de Chori-
sia y marupá (Simarouba amara) , como especies forestales . Otro
ensayo posterior, utilizó las mismas especies y también maíz, como
cultivo y pumaquiro (Aspidosperma macrocarpon), Parkia, aguano
masha (Huberodendron swetenioides) , entre otros. Las especies
Gmelina, Chorisia, Simarouba, Parkia y Huberodendron dieron
los mejores resultados.

También en von Humboldt se ha hecho otro ensayo, más


complicado, incluyendo arroz, yuca, maíz, plátano, cupuazú, pijuayo
y algodón con bolaina negra (Guazuma ulmifolia), bolaina blanca
(Guazuma crinita), pashaco (Schizolobtum) y melina. La cosecha
por hectárea de los cultivos, asociados en general de dos en dos,
fueron buenas y la melina así como ambas bolainas se comportaron
muy bien, entre otras con desarrollo razonable (Castillo 1985). En
otros lugares se ha hecho "taungya", siempre en escala pequeña,
combinando cedro con maíz, lupuna y melinea con piña, etc. (Pouta-
nen 1985).

La instauración del sistema "taungya" requiere de disciplina y


constancia, virtudes raras en el medio. También necesita de una po-
lítica forestal clara, ya que se realiza normalmente en tierras de ap-
titud para la producción forestal. Pero tiene, sin duda, un buen po-
tencial en el Perú

203
5.2 ARBOLES CON CULTIVOS PERENNES Y ANUALES

Esta práctica es común y abarca toda clase de asociaciones.


Poutanen (1985), entre las asociaciones de árboles maderables con
cultivos anuales que practican los agricultores y las que son experi-
mentales, menciona ishpingo o capirona con arroz, cedro con maíz,
tornillo, lupuna o capinurí con frejol; melina o catahua con plátano;
huamansamana con yuca, etc.

Igualmente se conoce de café asociado con especies foresta-


les maderables, como se describió en un capítulo previo para La-
mas, en San Martín (Dourojeanni 1981 ). También se siembra, con
frecuencia, cacao bajo sombra de especies maderables.

La utilización de árboles frutales en combinación con cultivos


es aún más frecuente que la de árboles maderables. A nivel de cul-
tivos anuales, se asocia, entre otros ejemplos, castaña con arroz,
maíz o frejoles en Madre de Dios; marañón, pijuayo o caimito con
piña; cítricos, pijuayo o arazá con arroz (Poutanen 1985). En reali-
dad, se utilizan unas 20 especies de frutales nativos y exóticos para
ese fin. Las palmeras como pijuayo y coco, son de las más frecuen-
tes. También son comunes el taperibá, umarí, guaba, zapote, caimito
y los cítricos.

Las más altas de esas especies también se aprovechan para


sombra de cultivos arbustivos como café y cacao. Pero, en verdad ,
lo habitual es que los campesinos asocien especies maderables y
frutales para obtener ventajas combinadas, incluida en gran medida
la necesidad de sombra. En este sentido suele darse una combina-
ción, por estratos, de árboles frutales en el medio y de forestales en
el más alto.

El uso de árboles para sombra en cultivos perennes es anti-


guo y referido a especies como café, cacao, té y coca. Para café, en
el país se ha usado el pacae o shimbillo (lnga spp) y también la al-
bizia (Aibizzia molucana) . En plantaciones pequeñas es común en-
contrar, además, un dosel superior con cedro, ajé, tornillo, nogal, cao-
ba, pashacos, etc. Por ejemplo, Brack et al (1985) informan de café
asociado a bosque mixto residual y en otros casos con plátano y pa-
cae. En cacao es más raro el uso del pacae o de la albizia, siendo
aprovechadas una mayor diversidad de especies. Los autores antes
indicados mencionan , por ejemplo, una asociación de cacao con plá-
tano y yuca. En otros casos, tal como en muchos países, el cacao
suele cultivarse con Cordia alliodora . En coca y té ya no se usan
árboles de sombra, aunque la necesidad de disimular los plantíos
ilegales de coca estaría promoviendo que ahora se la siembre bajo
sombra de monte real o de purma convenientemente raleados .

Una especie de gran interés como sombra y fertilizador del


café, que no es utilizada en el Perú pero si en América Central, en
·especial en Costa Rica, es la eritrina (Erythrina poeppigiana). En

204
efecto, la eritrina es podada cada año, produciendo la sombra sólo
cuando es necesaria y brindando hasta 7.6 TM/ha/año de materia or-
gánica seca que revierte al suelo, 174.9 kg/ha/año de nitrógeno,
121.9 kg/ha/año de calcio y 75.4 kg/ha/año de fósforo, entre otros
elementos o que, en cambio, permite alimentar ganado. Esto se ob-
tiene con 5,000 pies/ha de café y 55 pies/ha de eritrina (Pérez &
Suarez 1985).

Otra opción importante es la de aprovechar cultivos para som-


bra de otros cultivos. En el Brasil se usa con frecuencia al jebe, la
castaña o el pijuayo en asociación ordenada con cacao, guaraná y
pimienta. La de cacao con jebe es particularmente interesante (Nas-
cimento & Homma 1984).

A nivel de América Latina se ha producido mucha literatura


sobre este tipo de agroforestería. Merecen mención al respecto , las
compilaciones del IICA (1974) y de Combe et al (1981 ). Hay más
ejemplos contenidos en el documento sobre agricultura de ladera en
América tropical (Novoa & Posner 1981), en la guía de campo de
ensayos del CATIE, en Turrialba (Combe & Gewald 1979} y en la re-
visión de Weaver (1979). Otros trabajos importantes han sido desa-
rrollados por Peck (1977) y Bishop (1978) .

5.3 ARBOLES CON PASTOS CULTIVADOS

Esta modalidad es también muy frecuente y ostenta muchas


variantes. Hay desde palmeras y árboles aislados o agrupados para
brindar sombra al ganado hasta pastoreo debajo de cultivos arbó-
reos o debajo de cultivos arbustivos sombreados por árboles made-
rables o frutales. En medio se encuentran combinaciones ordenadas
de árboles maderables o frutales con pastos.

La encuesta desarrollada por Poutanen (1985) revela unas 30


especies arbóreas que se utilizan en pastizales para sombra o para
producción de frutos y madera y, sin duda, se queda muy corto. La
lista incluye muchos frutales (cocotero, pijuayo, árbol del pan, mara-
ñón , castaña, huito, guaba, pacae, shimbillo, mango, zapote , cítricos,
palta, caimito, umarí, guayaba) y muchos maderables (cedro, caoba,
tornillo, lupuna, requia, marupá) , varios árboles para usos especiales
(atadijo, ojé, shiringa) y otros propiamente para sombra (pashaco,
shebon) . Algunas especies también sirven como forraje (árbol del
pan, cetico, pisonay u oropel). En la Selva Central, Brack et al
(1985) reportan además el uso de nogal (Juglans ne otropica) y de
cordia (Cordia alliodora).

Conviene destacar nuevamente, en este punto, que la mayo-


ría de los predios ganaderos "bien conducidos", en particular los es-
tatales, no suelen aplicar ninguna modalidad agroforestal. Al contra-
rio , se empeñan en el desnudamiento total de cada potrero. La ma-

205
yoría de las muchas modalidades antes mencionadas son practica-
das por campesinos pobres, que supuestamente conducen especula-
ciones ganaderas reñidas con la técnica, pero que en realidad obtie-
nen una productividad mucho mayor que las granjas del Estado, por
ejemplo.

En Tulumayo se ha desarrollado una experiencia combinando,


en el estrato inferior, pastos cultivados (Desmodium ovalifolium y
Pueraria phaseloides) con zapote (Matisia cordata) y guaba (lnga
edulis) , en el estrato medio y con tornillo (Cedrelinga catenaefor-
mis) y pucaquiro (Aspidosperma cilindrocarpum), en el estrato su-
perior forestal. Los resultados han sido muy buenos, demostrándose
las mejores potencialidades de la guaba, seguida del tornillo y de
ambos pastos (Flores 1985). La Universidad Nacional Agraria, en su
predio de San Ramón, considera el pastoreo de ovinos tropicales o
de gansos en pastos establecidos en una plantación de cítricos.

5.4 CERCOS VIVOS, TUTORES Y OTROS USOS

Estos pueden parecer temas secundarios pero, dados los al-


tos costos de instalación y mantenimiento de cercos y tutores en
condiciones tropicales húmedas, resultan ser de la mayor trascen-
dencia. Para cercos vivos en pastizales se utilizan, a veces, barreras
forestales que en el caso de la zona de Oxapampa pueden ser de
Eucalyptus camaldulensis, Cupressus y Juglans neotropica, en-
tre otras especies. Entre los árboles se desarrollan otras especies
arbustivas o herbáceas que interrumpen el paso de los animales o
colocan alambrados. En un fundo donde se estableció un cerco vivo
de eucalipto con grevilea se obtuvo 37 M3/ha en un turno de 21
años (Brack et al 1985).

Cercos vivos que a la vez son forrajeros son relativamente co-


munes en toda la Selva, en especial utilizando Erythrina y también
se reporta de un caso en que un ganadero utilizó Leucaena leuco-
cephala. En el Huallaga Central, también utilizan a veces la bertero-
na (?). En el capítulo dedicado al Huallaga Central se dieron otros
ejemplos de cercos vivos. En América Central se utiliza como cerco
vivo a Gliricidia sepium con gran éxito (Otárola et al 1985). Por
cierto que, en predios grandes, cabe pensar en cercos compuestos
por franjas remanentes de bosque original o de vegetación forestal
secundaria.

En un capítulo posterior se hará referencia más detallada al


uso de huamanzamana (Jacaranda copaia) como tutor de pimienta,
en Pucallpa, con gran éxito económico y técnico, en reemplazo de
los tutores de madera de ley que tienen duración limitada y que, por
cierto, no proveen sombra. En la Selva Central (Brack et al 1985) es
muy común el uso de . lnga o cafetos abandonados como tutores
para la granadilla (Passiflora ligularis).

206
El bambú y otras especies como Macrolobium acaciaeto-
lium, entre otras especies, son a veces conscientemente utilizadas o
protegidas para evitar la erosión ribereña en condiciones de Selva
Alta (Poutanen 1985). Los bambúes, por otra parte, son toda una
promesa para el desarrollo rural.

6. SOBRE LA GANADERIA

6.1 SITUACION: POBLACION, PASTOS Y CAPACIDAD DE


CARGA

En el cuadro 30 se muestra lo que, según las estadísticas,


habría sido la población ganadera de la Selva en 1976 (Maletta et
al 1984). Esto es 352,500 vacunos y 245,700 porcinos y además
unos 43,000 ovinos y caprinos. Oficialmente, se dedican a la gana-
dería unas 170,000 ha (Maletta et al 1984), pero esta cifra está evi-
dentemente subvaluada. De las especulaciones desarrolladas en el
título IV se estima la necesidad, como mínimo, de 400,000 ha efec-
tivar:nente con pastos para soportar, dentro los patrones de capaci-
dad de carga tradicionales en la Amazonía, a esa cantidad de ani-
males.

CUADRO 30

POBLACION GANADERA DE LA SELVA EN 1976

NUMERO DE
ESPECIES ANIMAL(ES SACA

Vacunos 352,500 62,637


Ovinos 27,300 3,122
Caprinos 15,500 5,390
Porcinos 245,700 147,960
Gallinas ponedoras 521,210

Fuente: Estadística Agraria 1976 Ministerio de Agricultura (Maletta et al , 1984)


Nota: Además se produjeron ese año 6,613 TM de carne de pollo y 486 TM de cuy.

Pero el asunto es más complicado. Es posible, en efecto, que


la superficie de pastos cultivados sea aproximadamente la que se
señala, sin mencionar aquellos que están degradados y abandona-
dos, en barbecho. Pero tales barbechos suelen ser pastoreados en
cierta medida y, por otra parte, hay ganado bovino que en Selva
Baja se alimenta en gran parte fuera de los pastizales. Otro aspeCto

207
aún más trascendente es que de la superficie deforestada en la Sel-
va Alta, hay una proporción grande que es quemada cada año para
mantener una vegetación pastoreable de muy baja capacidad de car-
ga. Esto ocurre en la Ceja de Selva, en la interfase entre las punas
y jaleas y el bosque enano o más abajo, hasta 1,000 m.s.n.m. Esa fran-
ja deforestada, que tiene más importancia a lo largo de las carrete-
ras es la que corresponde a sitios como Carpish, en la bajada a Tin-
go María o a la bajada de Tarma a San Ramón. Se estima que por
lo menos 2 y quizás hasta 3 millones de hectáreas se pastorean en
esa forma, con quemas periódicas por único manejo y con una capa-
cidad de carga bajísima.

La ganadería bovina, en la Selva peruana como en el resto


del Perú , se reparte entre escasos extremos de tecnología sofistica-
da que permite que en ciertos lugares, muy pocos, se mantengan
hasta 5 cabezas/ha (Oxapampa) y en otros, la inmensa mayoría,
una ganadería tan primitiva como la antes comentada en la Ceja de
Selva, en que hay apenas de 0.04 a 0.07 cabezas/ha, es decir un
animal por cada 15 a 25 ha. Esta baja intensidad de uso también
ocurre en gran parte del territorio venezolano, donde hay 0.07 cabe-
zas/ha (Venezuela. Ministerio del Ambiente y de los Recursos Natu-
rales Renovables 1978). Asimismo Fearnside (1979) demostró que,
en la Amazonía brasileña, la productividad ganadera es muy inferior
a lo que en general se cree. Allí donde se hablaba de 4 cabezas/ha.
él encontró, en realidad , apenas 0.32 cabezas/ha. en pastos sin ferti-
lizar para los primeros 3 años y 0.21 cabezas/ha. para los siguientes
2 años. El nivel continúa bajando salvo que se les deje empurmar,
extensiones que él no consideró en sus cálculos.

El promedio nacional de capacidad de carga debe de ubicarse


entre 0.29 y 0.34 unidades ganaderas , es decir la conversión de to-
das las demás especies a equivalente bovino, por hectárea (Douro-
jeanni 1982, 1986). Inclusive aceptando sin análisis los datos esta-
dísticos oficiales, que determinan una carga de 0.46 UG/ha, el Perú
tiene una ganadería menos intensa que el promedio de la región an-
dina (0 .59 UG/ha) , que el promedio latinoamericano (0.58 UG/ha) y
mucho menor que la del Caribe (2.11 UG/ha) o Centroamérica (1 .33
UG/ha) . El promedio para la Selva se ubica, como máximo en unas
0.50 UG/ha, considerando las purmas que deja la ganadería más o
menos bien tenida pero, si se toma en cuenta además las enormes
extensiones de Ceja de Selva que se queman y pastorean en forma
super-extensiva, puede ubicarse en tan poco como 0.15 a 0.21 UG/
ha. Sin embargo, las cifras oficiales suelen mencionar 1.5 cabezas/
ha y las más serias confiesan 0.85 cabezas/ha, lo que siendo verdad
en función de la extensión de pastos existente en un momento dado
y en un predio dado, es falso en términos globales por estar basado
en el artificio de ignorar las purmas de origen ganadero y sobre todo
la inmensa parte de la Ceja de Selva deforestada a que se ha hecho
referencia. Así se esconde, aparentemente sin mala fe , la vergonzo-
sa realidad de que el Perú tiene una de las ganaderías más extensi-
vas del continente, que tiene su peor expresión en la Selva.

208
6.2 IMPACTOS DE LA GANADERIA

La ganadería, a nivel nacional, es la actividad que más ha


modificado los ecosistemas, en especial debido a su carácter exten-
sivo. En nombre de ella se han eliminado gran parte de los bosques
de la Sierra, desde épocas prehispánicas y también en su nombre
se ha deforestado mucho de la Selva. Sin embargo, precisamente
por ser tan mal conducida y por ende ser poco rentable, su impacto
como motivación de la deforestación es mucho menor que la agricul-
tura migratoria o que la agricultura en general. Puede ocurrir, eso si,
que se formen ganaderías relativamente extensas como consecuen-
cia de un proceso de acumulación de tierra posterior. Pero dada la
situación de la tenencia de tierras en la Selva, no existen verdaderos
latifundios ganaderos como en otros países, con excepción de Ga-
nadera Amazonas, que es una empresa pública. En realidad, la ma-
yor parte de la tierra bajo uso ganadero en la Selva corresponde a
esos pajonales que, por el fuego, han reemplazado al bosque en la
Ceja de Selva y cuya propiedad es indefinida por ser tan marginal
pero que es reclamada por comunidades campesinas antiguas o
nuevas y por pequeños propietarios individuales de la Sierra. La mo-
tivación inicial de la deforestación de esas áreas no fue, por cierto,
la ganadería sino la agricultura migratoria de décadas atrás.
De todos los perjuicios ambientales bien conocidos de la ga-
nadería extensiva, su contribución a la erosión es el más grave. Pro-
voca directamente erosión ribereña y erosión en los mismos campos
como secuela de la compactación, de la forma de arrancar los pas-
tos o de la remoción de tierra por los cascos. Provoca erosión indi-
rectamente debido a las quemas periódicas de la vegetación, que re-
viste su forma más grave en la Ceja de Selva, donde gran parte de
los huaycos que interrumpen vías de comunicación y embalsan ríos
son secuela de ésta práctica. Ni siquiera el Santuario Nacional de
Machu Picchu se escapa de ella, que arrasa los últimos relictos fo-
restales de su ámbito, afectando las ruinas mismas y sobre todo el
paisaje que las rodea. Goodland & lrwin (1975) y Hecht (1984) ha-
cen un excelente recuento de la largas cadenas de impactos am-
bientales que se generan por y en torno a la actividad ganadera en
la Amazonía.

Sternberg (1973) afirmó que la ganadería extensiva en el tró-


pico es, de todas las actividades económicas del mundo, la más ine-
ficiente. Por otra parte, Goodland (1980) ha clasificado la conversión
de bosques tropicales en pastos como el peor aprovechamiento po-
sible en función de los impactos ambientales. Así economistas y
ecólogos se unen en reconocer lo que es visible a simple vista. En
la Selva Baja es un dicho popular que "lo que se gana con la made-
ra se pierde con la ganadería". En el Brasil, las especulaciones ga-
naderas son tan grandes y tienen tantos animales que ganan dinero
a pesar de su ineficiencia (Denevan 1981) y en ese país, al igual
que en otros, la rentabilidad también se sustenta en la explotación
del peón de hacienda y en el aprovechamiento de créditos, subsidios

209
y otras facilidades que brinda el Estado. La ganadería extensiva en
la Amazonía también se explica por el concepto generalizado de que
"la tierra y los bosques no sirven para nada, siendo mejor poner ga-
nado a no hacer nada" (Denevan 1981 ). Otra motivación es aprove-
charla como justificación legal barata para el acaparamiento de tie-
rras, en espera de condiciones para su lotización, como es común
en el Estado de Rondonia y en toda la Amazonía brasileña (Hecht
1984). Finalmente, porque es la única actividad que se puede desa-
rrollar en. predios grandes donde hay carencia de mano de obra.
Como bien se sabe, en zonas de frontera agrícola todos tienen el
propósito de ser dueños de tierras y no asalariados de otros.

Pero la principal razón de la violenta expansión de la ganade-


ría extensiva en todos los trópicos americanos es la demanda de
EEUU y de otros países ricos, o de las regiones ricas del mismo
país, por carne barata (Shane 1980, Dewalt 1983). En su dimensión
internacional, este tema ha sido bautizado como la "conexión ham-
burger''. En efecto, se ha estimado que unas 14 millones de hectá-
reas de la Amazonía brasileña han sido arrasadas con tractores pe-
sados únicamente para establecer pasturas y que cada año, sólo
para eso, se destruye otro millón de hectáreas (Hecht 1984). Peor
aún, más del 50% de esas pasturas están degradadas o abandona-
das. La situación en Centroamérica es aún más trágica (Shane
1980) y muchos analistas consideran que la ganadería extensiva
está en la base de la explosiva situación política de esa región.

Nada de lo arriba descrito ha ocurrido en el Perú, donde


como se ha dicho la ganadería no es la principal causa de defores-
tación, aunque sea importante y donde la Selva, si bien produce car-
ne para Lima, lo hace en proporciones ínfimas, no estando ni lejana-
mente en condiciones de exportar. Esto no es debido a que los go-
biernos nacionales fueran más prudentes que otros (léáse Cubas
1977). Al contrario, para demostrar que sí hubo intención de hacer
ganadería extensiva están los ineficientes latifundios estatales y al-
gunas otras aventuras como la importación de ganado centroameri-
cano de 1973, que terminó en lo más parecido que existe a un fraca-
so. Se debe, más bien, a la reforma agraria del gobierno de Velasco
que sabiamente, ha impedido la existencia de latifundios y, por enci-
ma de todo, a la ineficiencia estatal , que hace que facilidades tales
como créditos, subsidios o ayuda técnica para instalar una ganade-
ría sean limitadísimas o inexistentes. Así es como en la Amazonía
peruana no existe nada parecido a la ganadería que describen los
autores arriba citados y en especial Shane (1980) , a pesar de la
acendrada y ancestral inclinación de los campesinos ricos o pobres
por ella. ·

Pero la ganadería extensiva, pese a todas las evidencias de


que atenta contra los intereses nacionales a largo plazo, todavía tie-
ne' apologistas que siguen haciéndose la ilusión de que la Selva es
el porvenir para ella. Dicho sea de paso, merece recordarse la inten-
ción frustrada de la Central American Services (aparentemente liga-
da a los intereses de la familia Somoza) por hacerse de una canee-

210
sión de 299,500 ha en Madre de Dios, pisoteando los intereses de
comunidades nativas, ribereños y de otros, en base a presiones de
tipo claramente gangsteriles (Moore 1980). Con una inversión anun-
ciada de 100 millones de dólares, pretendían establecer 140,000 ha
de pastos en 20 años, para colocar 240,000 cabezas de vacuno
cebú Brahman y Nellore (Agronoticias 1980). Esto es unas 24 veces
más grande que la granja Tournavista, que con 4,850 ha de pastos
y 9,000 cabezas, era la mayor de la Selva. ·

6.3 SOBRE GANADO Y PASTOS

El ganado vacuno en la Selva es, principalmente, cebú (Bos


indicus) de la raza Brahman o Brabas, que es un cruce de Brahman
con Gyr y Nellore de Brasil. Los primeros ejemplares de cebú habrían
llegado a Tingo María en 1939 (Cubas 1977). También hay cierta
proporción de ganado criollo de origen europeo (Bos taurus), que
es el más común sobre las tierras degradadas de la Ceja de Selva,
aunque por cierto éste se ha "cebuizado" en mayor o menor grado.
Se ha cruzado al ganado cebú Nellore con el Brown Swiss, como al-
ternativa para producción de carne y leche, habiéndose bautizado
este cruce como ganado Amazonas, al que se atribuyen virtudes
(Cubas 1977) que muchos especialistas no reconocen como exclusi-
vas a ese cruce (Flores 1986), señalando que para doble propósito
el cruce cebú con Holstein es aún superior. También, años atrás, se
le dio cierto crédito al ganado Santa Gertrudis. La importancia de los
cruzamientos para la plena adaptación de los vacunos a las peculia-
ridades de la Amazonía peruana es enfatizada por Cubas (1977) y
Flores (1986).

En 1966 se ha introducido ganado bubalino (Bos bubalis) a


la Selva Baja, con miras a ubicarlo en las zonas inundables (Chacón
1966). Se habló de la existencia de 100,000 ha inundables, propicias
para esa especie, que ha tenido éxito en crianza extensiva en condi-
ciones ecológicas diferentes, en Brasil, como la isla Marajó. Poste-
riormente, en 1983, se hizo una importación grande desde el Brasil
a pesar de que su adaptación a la Selva no estaba demostrada. Los
búfalos, que son intensamente aprovechados en el sudeste asiático
de donde son originarios, tienen varias ventajas sobre los vacunos.
Entre ellas, habilidad para proveerse de forraje natural, mayor capa-
cidad de digerir fibra y forraje seco, mayor peso al nacer y al sacrifi-
cio, mayor productividad lechera y resistencia a parásitos y enferme-
dades. Pero, también hay desventajas, como menor capacidad de
carga, dificultad para su manejo y mayor impacto ecológico. Por otra
parte, en el caso peruano, no existen las grandes superficies que
hay en el Brasil para su crianza extensiva por lo que debe manejar-
se asociado con la agricultura, quizás del arroz en pozas, como en
Asia, donde se le aprovecha inclusive para todo tipo de tracción. En
el Perú, las supuestamente disponibles superficies inundables ya es-
tán siendo aprovechadas por la agricultura. El impacto social de esta
ganadería es considerado negativo por FECADEMNCOPAPMA

211
(1986). Además, el manejo del animal requiere de muphos conoci-
mientos y su leche es de difícil aceptación, dado su sabor diferente
(Toledo & Serrao 1983, Flores 1986, Nascemento et al 1979).

La Selva tiene un buen potencial para la crianza de porcinos


gracias a la posibilidad de producir raíces y tuberosas en cantidades
apreciables y a costos razonables. Al igual que lo que se recomien-
da para bovinos y bubalinos, los porcinos deben ser criados en es-
trecha asociación con la agricultura y no tanto como crianzas espe-
cializadas y aisladas. La mayor parte del ganado porcino es criollo,
de baja productividad pero excelentemente adaptado y que debe ser
considerado en los procesos de mejoramiento. Además se han inten-
tado, con suerte variable, muchas otras razas, entre ellas Duroc Jer-
sey, Hampshire, Yorkshire, Poland Chine, etc., como en todas par-
tes. La crianza tradicional familiar de porcinos, en la Selva Baja, se
hace "debajo del empanado" con restos de cosecha y de comida y
es muy gratificante para la calidad de vida de los campesinos. En un
capítulo previo se hizo referencia a la cría en pastoreo libre en pur-
mas, en el Huallaga Central.

Recientemente se ha hablado mucho de la introducción de


ovinos de pelo, para producción de carne, en la Selva Alta. El Pro-
yecto Especial Pichis-Palcazu ha hecho ensayos y todo parece indi-
car que ésta es otra especie a tomar en cuenta. Sin embargo, su
éxito final dependerá de evitar impactos ambientales negativos gra-
cias a un manejo intensivo y cuidadoso. También hay un poco de
caprinos, los que están entrando sobre todo en la zona de Jaén y
Bagua, que es más seca, donde su crlanza extensiva está haciendo
los mismos impactos ambientales negativos que se conocen de Piu-
ra y Lambayeque. El tema de los caprinos en la Selva es muy deli-
cado.

En cuanto a pasturas, lo más común es un complejo de gra-


míneas dominado por el torourco (Paspallum conjugatum y Axono-
pus compressus), especies nativas que son establecidas dentro del
primer cultivo de arroz o de maíz después de tumbar el bosque (To-
ledo & Morales 1979). Las especies que se han introducido son en
general poco adecuadas para suelos ácidos, como el yaragua (Hy-
parrhenia rufa) o el castilla. (Panicum maximum), a las que por
otra parte no se ha combinado con leguminosas ni abonado. La ma-
yor parte de los pastizales de la Selva están, además, degradados
y parcialmente recubiertos por herbáceas y arbustivas invasoras. El
sobrepastoreo suele provocar la aparición de áreas desnudadas y
compactadas, por donde puede discurrir libremente el agua y provo-
car surcos y grietas, en un proceso de erosión acelerada (Sánchez
& Benites 1983). Sin embargo, una pradera de torourco nueva y bien
n:anejada puede producir hasta 100 kg/ha/año de aumento de peso
VIVO.

Estudios recientes efectuados por el !NIPA y el IVITA confir-


man que hay varias especies de pastos muy promisorios para la Sel-
va (Agreda 1963), entre ellos algunos nativos. Destacan el pasto

212
San Martín (Andropogon gayanus), braquiaria (Brachiara decum-
bens) y kikuyo de la Amazonía (Brachiaria humidicola), entre las
gramíneas, y Stylosanthes guianensis, Desmodium ovalifolium,
Centrosema, Pueraria phaseoloides y Zornia latifolia, entre las le-
guminosas (Ara et al 1981, Schaus et al 1983, López et al 1983).
Toledo & Nares (1 986) también ofrecen opciones.

Asociaciones como Andropogon gayanus - Stylosanthes


guianensis o Brachiaria decumbens - Desmodium ovalifolium,
han dado buenos resultados en cuanto a capacidad de carga y per-
sistencia (Sánchez & Benites 1983).

6.4 IMPORTANCIA Y PERSPECTIVAS DE LA GANADERIA


EN LA SELVA

De lo dicho en el acápite 6.2 podría inferirse que la ganadería


es una actividad que debe erradicarse por peligrosa en términos
ecológicos y sociales y por atentar contra la economía a largo plazo.
Eso, por cierto, no es así y, al contrario, la ganadería tiene un rol
trascendente que jugar al lado de la forestería, la agricultura y la
pesquería. Sucede, eso sí, que la ganadería extensiva es tan nega-
tiva como puede serlo la agricultura migratoria, la explotación forestal
agotante o la pesquería abusiva. En realidad, los propios especialis-
tas, independientemente de sus tendencias (Cubas 1977, Flores
1986), reconocen que la ganadería debe ser mucho más intensiva,
de doble propósito y que debe de respetar pautas ecológicas para
tener éxito.

Los rumiantes, pero en especial los bovinos, tienen la enorme


ventaja de poderse alimentar de fitomasa que el ser humano no pue-
de consumir directamente, como ocurre con porcinos o aves. Es de-
cir que los rumiantes no compiten con el hombre, siempre y cuando
se aproveche esa cualidad . Lamentablemente, la ganadería extensi-
va ignora la ventaja que brindan los animales y utiliza enormes ex-
tensiones de tierras que podrían producir, con ventaja económica,
social y ecológica, alimentos de origen vegetal. Recuérdese que
gran parte de la ganadería extensiva "bien tenida" se desarrolla so-
bre tierras de aptitud para cultivos en limpio o para cultivos perennes
y que, inclusive en las tierras clasificadas como para pastos, se pue-
de producir fitomasa alimenticia, por no decir agricultura, si se usa
tecnología apropiada.

La ganadería en la Selva, por lo tanto, debe ser más bien de


tipo intensivo y estrechamente asociada a la actividad agrícola y fo-
restal. Debe de estar basada en estabulación y pastos de corta y
menos en pastoreo libre; en pastos cultivados, mejorados y asocia-
dos y no sólo en pastos nativos aún sin domesticar o apenas do-
mesticados; en el aprovechamiento intenso de los residuos de cose-
cha; en la mejor explotación de los sistemas silvopastoriles y de
otros recursos del ambiente, como los que utilizan los ribereños; etc.

213
La gama de opciones es enorme y permite orientar la ganadería a
doble propósito y no únicamente a carne, con lo que se elevaría la
calidad de vida del campesino y se diversificaría la producción y la
rentabilidad económica. Ya se mencionó que en Oxapampa, utilizan-
do esos criterios, con crianza semi-estabulada, hay pequeños propie-
tarios que mantienen 5 cabezas/ha. y que consideran llegar pronto a
tener hasta 8 cabezas/ha, aumentando la intensidad de estabulación.
Eso no es de extrañar, Ruiz y Pinheiro (1975) refieren haber obteni-
do, en el Brasil, ganancias experimentales de hasta 267 kg /ha/día
aplicando el método de pastoreo racional Voisin.cuando lo normal en
Brasil es apenas 35 kg/ha/año. En Brasil, los autores citados ya pro-
ducían, comercial y sostenidamente, unos 1,000 kg /ha/año de carne
y 13,000 kg/ha/año de leche, aplicando el método Voisin. Quizás ta-
les resultados no sean reproducibles en su totalidad, pero demues-
tran el enorme potencial existente para una ganadería correctamente
manejada. Obviamente, ese tipo de ganadería será más fácil de con-
ducir en unidades pequeñas o medianas que en grandes.

Por otra parte, no debe descartarse del todo la ganadería en


pastoreo bien conducido, hacía donde apuntan los esfuerzos de ins-
tituciones como el IVITA, en Pucallpa o el INIPA, en Yurimaguas. En
éste último lugar, algunos experimentos simples, con fertilización,
mezclas de gramíneas y de leguminosas tolerantes a suelos ácidos
y a plagas y enfermedades, permitieron hacer saltar la carga animal.
de 0.5 a 1.0 cabezas/ha con el nativo torourco bien manejado a más
de 4 cabezas/ha, mientras que la productividad alcanzó 400 a 700
kg /ha/año, es decir de 4 a 7 veces más que con torourco bien ma-
nejado (Ara et al 1981, Schaus et al 1983). En eiiVITA han obteni-
do también de 10,000 a 14,000 kg de leche con una carga de 4 ca-
bezas/ha, en base a pasturas mejoradas. Agreda (1963) mencionó
haber obtenido una producción experimental de 25 TM/ha. de pasto
elefante híbrido abonado, con lo que se podría mantener hasta 25
cabezas/ha/año (Cubas 1977). Sin embargo, cabe preguntarse por
cuánto tiempo y a qué costo podría mantenerse este nivel de pro-
ductividad, en pastoreo libre.

Otra posibilidad, que se considera muy prometedora, es el


aprovechamiento de madera o de residuos industriales de la misma,
para alimentación de ganado, previo tratamiento. Los bovinos y otros
poligástricos son como gigantescos termitas, capaces de aprovechar
celulosa para hacer carne, en base a simbiosis con microorganis-
mos. La enorme importancia ecológica de los termitas en los bos-
ques tropicales anticipa lo que podría esperarse de los rumiantes.
Este tema se desarrollará en el título VIl de este libro.

Las posibilidades de asociar el bosque a la ganadería no se


limitan, por cierto, a la madera hidrolizada. Bishop (1979), en la
Amazonía de Ecuador, integró la crianza de porcinos con la agricul-
tura y la forestaría. El método consiste en la asociación vertical de
una pastura leguminosa umbrófila (Desmodium ovalifolium), con
caña de azúcar, dos especies de plátano, pacae y pijuayo. Los cer-
dos se alimentan del pasto y, por cierto de plátanos, caña e inclusive

214
pijuayo, mientras que . el pacae sirve como mejorador del -suelo y
como leña en un turno de ocho años. El mismo autor tiene otro es-
tudio (Bishop 1979a) que revela, también para el Ecuador, las venta-
jas de la asociación de pastos leguminosos y gramíneos con árboles
valiosos, como Cordia alliodora, para bovinos. La rentabilidad eco-
nómica de la producción combinada de carne y madera es 200%
más que la que se obtendría sólo con ganado, en ambos casos
manteniendo 2 cabezas/ha en un turno de 20 años. Pero ejemplos
como los descritos, aplicables a la Selva, existen por cientos (CATIE/
UNU 1979, IICA 1974, Combe et al 1981), habiéndose mencionado
varios al tratar de la agroforestería.

En conclusión, la ganadería en la Selva tendrá un futuro tanto


mejor cuanto más se articule a otras actividades económicas, en es-
pecial la agricultura y la forestaría. No se trata, pues, de pretender
inmensas propiedades ganaderas sino de difundir la ganadería inten-
siva en cada predio, pequeño o mediano, haciendo de ella una acti-
vidad rutinaria de cada campesino.

7. LA INTERFASE AGROPECUARIO- FORESTAL

En capítulos previos se há discutido sobre la absoluta necesi-


dad de integrar las actividades forestales y agropecuarias siendo ob-
vio que, inclusive si no se les integra, hay una zona en que ambas
confluyen. Esa zona, más o menos amplia, según el ordenamiento
territorial adoptado es lo que en este capítulo se denomina interfase
agropecuario-forestal. Se trata, típicamente, de un ecotono, en el
que las productividades de los ecosistemas naturales o antrópicos
fronterizos pueden sumarse o complementarse. También, en esa in-
terfase, suelen presentarse conflictos.

La interfase puede ser muy ancha, donde se práctica la agro-


forestaría y los barbechos forestales o muy angosta doride los sue-
los fértiles abarcan grandes extensiones continuas y limitan con tie-
rras forestales también extensas. Pero lo usual es que estén entre-
mezclados y que la interfase sea por lo tanto muy importante.

El estilo de desarrollo que se ha descrito como asentamiento


rural integral e integrado se presenta, en el paisaje, como un mosai-
co de agricultura anual y perenne, agroforestería, praderas, bosques
cultivados, bosques secundarios o barbechos forestales y bosque
natural bajo manejo. Las proporciones de cada actividad varían de
acuerdo a la capacidad de uso de los sUelos y a otros factores, pero
aún donde el suelo es de aptitud forestal es de esperar que habrá
algunas parcelas agrícolas en rotación y viceversa. Este tipo de pai-
saje mixto y disetáneo es el que se observa en casi todo el territorio
europeo y en gran parte de los EEUU y Canadá y es el que mejor
satisface los requerimientos del desarrollo sostenido y de la calidad
de vida de la población. Sin embargo no es lo que el planeamiento
tradicional de las colonizaciones prevé . Al contrario, se planean
21 5
enormes extensiones dedicadas a una sola actividad, cas1 s1empre
excluyente . Sin embargo, el carácter de mosaico del uso de la tierra
en la Selva debería ser tanto más generalizado por cuanto en el
Perú es una obligación legal, como en el Brasil, dejar un porcentaje
del predio sin deforestar.

El paisaje rural en mosaico refleja un aprovechamiento optimi-


zado de los recursos y tiene muchísimas ventajas. Entre las más
evidentes está el tener siempre a mano leña, madera y otros produc-
tos forestales, así como caza. También debe mencionarse la seguri-
dad ambiental, el mejoramiento estético del entorno, las amplias po-
sibilidades para la recreación, el deporte y hasta el turismo. Otras,
también importantes, se refieren a los grandes ciclos naturales, en
especial el del agua. Otras ventajas son referidas a la mayor produc-
tividad de los ecotonos, en que determinadas especies sacan prove-
cho de los dos o más ecosistemas próximos. Por eso la productivi-
dad faunística de los paisajes en mosaico es mayor que en pleno
monte real.

Otra causa por la que el paisaje .en mosaico debe predominar


es que, hasta ahora y probablemente durante mucho tiempo, será
imposible abandonar la práctica de las rotaciones agro-forestales,
pecuario-forestales o agro-pecuario-forestales. Es más, como se dis-
cutirá en el título VIl, quizás los barbechos forestales resulten desea-
bles también en términos de rentabilidad económica, mediante el
aprovechamiento de su productividad en industrias forestales.

Sin embargo, también se preséntan algunos conflictos en esa


interfase (Dourojeanni 1968, OEA 1981 ). Por ejemplo, hay conflicto
cuando la fauna que se refugia en el bosque sale a comer a las cha-
cras. El balance debe quedar definido comparando el valor del daño
a las cosechas con el valor de la carne de monte. Otro tanto ocurre
con la presencia de animales nocivos, que abundan más si el bos-
que está cerca. Este es el caso de los vampiros o del puma y jaguar
en relación al ganado o de animales silvestres que actúan como re-
servorios de enfermedades humanas o del ganado. En el sentido
contrario están las enfermedades del ganado que se propagan a la
fauna silvestre. Pero, considerando la totalidad de las actividades
económicas, los conflictos son s'úmamente numerosos y variados.
Otro, de índole diferente, que es común, es el daño a los caminos
rurales producido por el arrastre ilegal de trozas sobre ellos o por el
paso de los camiones tranqueros. Sin embargo, los conflictos tienen
siempre solución y los beneficios de una amplia interfase agropecua-
rio-forestal son siempre mayores ·qúe ·1os inconvenientes.

216
La agricultura intensiva convencional es apropiada en los
suelos que la soportan, como en el fértil valle de Chanchamayo.
Pero la deforestación de· las laderas empinadas en
ese valle fue un grave error.
(Foto Dourojeanni)

El algodonero, en Juan Guerra, en


el Huallaga Central, se cultiva casi como en la
Costa. Allí los suelos son muy buenos.
(Foto Dourojeanni)
El cultivo de especies Sobre la base de los
tropicales exóticas, como el jengibre, policultivos nativos se pueden desarrollar
es una opción que no debe excelentes alternativas que permiten
desperdiciarse. aprovechar mejor las potencialidades del
(Foto Dourojeanni) suelo. En la vista un policultivo
Amuesha en Oxapampa.
(Foto Dourojeanni)
El cultivo del café bajo sombra en
diversos estratos, como se usa en Lamas, es una excelente
alternativa para laderas fuertes.
(Foto Dourojeanni)

La papaya es una especie nativa que


puede rendir muy bien, pero que si se descuida puede ser muy
erosionante. Vista de un predio en San Ramón.
(Foto Dourojeanni)
La palma aceitera, de origen El cacao es una
africano, se implantó bien en especie nativa relativamente
fananta, Tocache, y en otros lugares de desaprovechada en el Perú, donde se
la Amazonia. Su impacto social sería le cultiva con muy baja tecnología. Es
mejor si se organizara la producción un cultivo perenne apropiado para
~n base a predios medianos y pequeños . muchos suelos amazónicos.
(Foto Dourojeanni) (Foto Dourojeanni)

El jebe, en este caso


cultivado, es una gran oportunidad
para toda la Amazonia de donde proviene. Pero, en
el Perú apenas se le ha cultivado experimentalmente.
El país conserva importantes recursos genéticos de esta especie.
(Foto Dourojeanni)
La asociación de café bajo sombra de
jebe es una de las más prometedoras, siendo
ya frecuentemente utilizada en el Brasil,
en este caso en Rondonia.
(Foto Dourojeanni)
La agrosilvicultura es En el Perú, después de
toda una promesa. En la fotografía perder mucho tiempo, se ha iniciado
se observan árboles de huamanzamana el proceso de domesticación del aguaje,
usados como tutores de pimienta, la palma aceitera nacional. En la vista
en Pucallpa. una plantación en !quitos.
(Foto Dourojeanni) (Foto Dourojeanni)
Estacas vivas de hojas palatables para el ganado, soportando
cercos, que evitan su ingreso a una chacra de café, frutales y
forestales en varios estratos, en Lamas.
(Foto Dourojeanni)
Erosión en un pastizal que se extendió a tierras más inclinadas
que lo recomendable, en Oxapampa.
(Foto Dourojeanni)

Deforestación con fines pecuarios, lJ.echa


con descuido de pautas ecológicas, por ejemplo desnudando las
riberas de la quebrada y en pendiente excesiva.
(Foto Dourojeanni)
(

Instalación de un pastizal nuevo con alta


tecnología.
(Foto Dourojeanni)
TITULO VII

LA FORESTERIA: EL FUTURO
RELEGADO
VIl LA FORESTERIA: EL FUTURO
RELEGADO
,. ' ''•

Toda la Amazonía peruana está cubierta por alguna forma de


vegetación que, en su inmensa mayoría es bosque. Además, como
se ha visto, la mayor parte (86.3%) de las tierras de esa región tie-
nen aptitud forestal. La importancia del potencial forestal de la Ama-
zonía peruana es, pues, evidente. Muchos autores han discutido
este tema, entre ellos David (1971), Bueno (1973) y Malleux (1975).
Estos autores estimaron el volumen total aprovechable entre 6,160 y
11 ,100 millones de metros cúbicos de madera rolliza , según el crite-
rio aplicado (volumen comercial aserrable, el estimado menor y volu-
men comercial aprovechable en esa y otras clases de industrias, el
mayor). Bueno (1973) estimó que sólo la explotación de los incre-
mentos anuales podrían abastecer el 25% de la demanda mundial,
sin tocar el capital bosque. Estos cálculos se han basado sobre la
existencia de unos 45 millones de hectáreas de bosques de produc-
ción. Estimados más recientes han valorizado, en términos muy pre-
liminares, el crecimiento de los bosques de producción en unos
30,000 millones de dólares anuales en forma de madera aserrada.
La madera que es quemada cada año sin provecho por los agriculto-
res representaría unos 10,000 millones de dólares anuales tan sólo
si fuera utilizada como combustible (Oourojeanni 1986). Aunque tam-
bién hay opiniones menos optimistas, ninguna de ellas cambia el he-
cho de que el recurso forestal es por lejos el más importante de la
Amazonía.

La extracción forestal en el país apenas alcanzaba a 1 M 3/ha


en promedio, hasta la década de los 60, en que la extracción meca-
nizada era rudimentaria en la Selva Alta y manual en la Selva Baja.
Actualmente se la estima en 2 a 5 M 3/ha, pese al notable aumento
de la ex!@cción mecanizada. Tratándose de bosques que tienen un
volumen industrial total de 70 a 140 M 3/ha con un promedio su-
perior a 120 M ~/ha (Malleux 1986) y mucho más para otros usos,
el volumen extraído actualmente revela el bajísimo nivel tecnofógico
aplicado y la irracionalidad de la explotación.

La mayoría de las 620 industrias forestales peruanas están lo-


calizadas en la Selva. Son pequeñas, con una capacidad de produc- ·
ción inferior a los 3,000 M 3/año. Sólo el 22% de los aserraderos
son de cinta, en especial los localizados en Pucallpa e !quitos, con
una capacidad de 10,000 M 3/año. Además, en !quitos y Pucallpa,
hay 11 empresas de contrachapados y enlistonados que en 1986
produjeron menos de 45,000 M 3. También hay, en la Selva, uria
empresa que produce chapas decorativas. En total, en 1985, la in-
dustria de transformación mecánica produjo 569,000 M 3, de lo que
525,00 M 3 fueron madera aserrada. Con la desaparición de la fábri-
ca de pulpa y papel de Pucallpa, ya no existe ninguna que utiliza
madera como materia prima en el país.

219
El Perú , pese a su obvia riqueza forestal , es uno de los paí-
ses de América Latina con el más bajo consumo per cápita de ma-
dera y de papel. El consumo peruano de papeles y cartones es de
10.6 1\g/año, es decir apenas el 43% del promedio del consumo de
la región. En 1986 el Perú importó 51 ,000 TM de pulpa de fibra larga
por unos 25 millones de dólares. Además se importa papel de perió-
dico por un valor de 25 millones de dólares al año. En 1985, apenas
exportó unos 5 millones de dólares de productos maderables e im-
portó por 2 millones. El sector forestal peruano aporta menos del 1%
del PBI nacional. En síntesis, una catástrofe. Cabe rescatar, eso sí,
que tan sólo la industria de transformación mecánica genera 20,000
empleos permanentes al año. ·

Pero, como lo confirmó un reciente estudio, hecho en el mar-


co del Plan de Acción Forestal en los Trópicos (Ministerio de Agricul-
tura 1987), dada la situación y las tendencias del mercado peruano
y mundial de madera y productos forestales, el potencial es enorme
y depende esencialmente de una decisión acertada el que el sector
forestal asuma su verdadero rol en el desarrollo nacional y, en espe-
cial amazónico, en ese contexto es importante discutir las opciones
de manejo del recurso .

1. ¿EXISTEN BOSQUES MANEJADOS EN EL


TROPICO HUMEDO Y EN EL PERU?

Para desarrollar este tema se entenderá por manejo forestal a


la producción sostenida de bienes (madera y otros productos foresta-
les) así como al mantenimiento de servicios (como son la regulari-
dad d~ los flujos hídricos y la calidad del agua, entre muchos otros).

Si se practica manejo de los bosques naturales la demostra-


ción más clara de ello es la persistencia, a través de las décadas y
de los siglos, de los macizos forestales . La eliminación de los bos-
ques, para dar lugar a otras actividades económicas es un síntoma
de que no hay manejo . La eliminación de todo o parte de los bos-
ques clasificados como bosques nacionales, reservas forestales o en
otras categorías que de acuerdo a la legislación nacional deben ser
conservados, es una evidencia de que no existe manejo.

Donde se practica manejo forestal debe existir un plan de ma-


nejo , en general escrito, que realmente se aplica y que debe, cuando
menos, asegurar que las cosechas sucesivas no disminuyan y que
los servicios sean constantes. Un buen manejo debería posibilitar
que las cosechas sean cada vez mayores y que los servicios sean
mejores.

Sin embargo, el manejo de los bosques no implica necesaria-


mente la aplicación de tecnologías complejas. En su versión más
simple, manejar un bosque es aprovecharlo dándole la oportunidad

220
de seguir existiendo mediante regeneración natural. La mayoría de
los bosques naturales de América del Norte, y aún de Europa no tie-
nen más manejo que eso .

1.1 LA SITUACION GENERAL

Si se aceptan la definición y las implicaciones del manejo fo-


restal que se han indicado, puede afirmarse categóricamente que, en
el trópico americano, no hay bosques naturales bajo manejo que es-
tén dedicados a la producción de bienes.

En efecto, en la porción de América comprendida entre los


trópicos de Cáncer y Capricornio, la producción global de madera y
otros bienes forestales crece pero esencialmente en base a la explo-
tación de áreas nuevas cada año. El porcentaje del ámbito que es
re-explotado decrece año tras año y en todo caso ello ocurre única-
mente donde la explotación se hace por la vía fluvial. Donde se
construyen carreteras la agricultura siempre sustituye a la forestaría.
En las áreas re-explotadas no suele extraerse madera de las mis-
mas especies que en la explotación previa, salvo lo que no se pudo
aprovechar antes por alguna razón , ya que no se toma ninguna me-
dida para asegurar la regeneración del recurso ni se respetan plazos
ni tamaños mínimos de corta.

Es decir que en áreas servidas por carreteras el bosque es


casi irremediablemente reemplazado por especulaciones agropecua-
rias y que en aquel las donde aún no hay vialidad el bosque es des-
cremado y degradado. Ni las administraciones forestales ni la profu-
sa y bien intencionada legislación vigente en cada país han podido
evitar o siquiera frenar el proceso. En América Latina no se manejan
los bosques naturales accesibles simplemente porque éstos desapa-
recen completamente muy pocos años después de construidos los
caminos que, supuestamente, debían servir para manejarlos.

Un reciente estudio FAO/UNEP (1981) demuestra lo anterior


cuando señala que en 23 países de América tropical .se explotan
unos 50 millones de hectáreas pero no se maneja ninguna. De he-
cho, la situación mundial no es mucho mejor ya que, optimistamente,
ese estudio indica que el 4.4% de los bosques tropicales ·latifoliados
del mundo están manejados. La consecuencia previsible es la defo-
restación, que FAO/UNEP (1981) estima en 4'339 ,000 has. anuales
en América tropical. Pero como bien se sabe, esta información oficial
es considerada muy inferior a la real por muchos otros autores (US
Council on Environmental Quality and the Department of State 1980,
US lnteragency Task Force on Tropical Rain Forests 1980, Myers
1980, 1984). Además, las tendencias son a un rápido crecimiento de
la tasa de deforestación (Dourojeanni 1980), tanto que el escenario
más probable al año 2,000 es que sólo quede un 33% de toda Amé-
rica Latina cubierta por bosques y vegetación similar, sean éstos na-
turales o cultivados.

221
Por sí sola, la explotación forestal sin pautas racionales tiene
como consecuencia la degradación del recurso. Ejemplos de ello
abundan, como ya fue señalado.

Existen, dentro de este panorama desolador, muy pocas ex-


cepciones a la regla. La más notoria es la de algunos bosques natu-
rales de Trinidad y Tobago donde aún subsisten prácticas de manejo
iniciadas en tiempos coloniales. También hay cierto nivel de manejo
en algunos bosques naturales o seminaturales de Cuba y Puerto
Rico, país este último donde la labor de Frank H. Wadsworth ha
dado frutos. Otro ejemplo digno de mención, por ser el único vigente
en América del Sur, es el de la Reserva Forestal de Ticoporo, en
Venezuela (FAO/MARNR 1978). No obstante, sumando el área que
ocupan estas excepciones apenas se logran unos cuantos cientos
de miles de hectáreas, es decir una superficie insignificante.

Sin embargo, se han hecho intentos muy serios para manejar


los bosques naturales en América tropical. Los hay tan antiguos
como los desarrollados en Curua-Una, no lejos de Santarem, en la
amazonía brasileña, más de 30 años atrás o los hechos en lparía,
cerca a Pucallpa, en la amazonía peruana, desde hace más de 20
años y también hay otros más recientes , de los que los principales
son los de los Bosques Nacionales Von Humboldt y Tapajoz, tam-
bién en la amazonía de Perú y Brasil, respectivamente. En estos ca-
sos se han efectuado inventarios forestales detallados, se han elabo-
rado planes de manejo y se han realizado o se están realizando in-
versiones importantes en campamentos, caminos, equipos de extrac-
ción, aserraderos, viveros y otros equipos e infraestructuras. Pese a
.todo ello no puede hablarse realmente de manejo pues, en todos
esos casos, los planes originales han sido abandonados o no com-
pletamente aplicados y gran parte de la superficie de esos bosques
ha sido transformada a usos agropecuarios y el resto ha sido y con-
tinúa siendo explotado sin control. La experiencia de Tapajoz, en
Brasil , es la más reciente y quizás tenga un destino diferente a las
demás aunque nada permite suponerlo cuando se revisa su historial.
También existe cierta experiencia acumulada, al parecer algo más
exitosa, en Surinam debido a que la presión humana por tierras nue-
vas estuvo mejor controlada mientras era colonia holandesa pero en
la actualidad eso está perdiéndose. En Guayana Francesa, el CTFT
recién está comenzando a estudiar la posibilidad de manejo de los
bosques naturales.

Si en vez de discutir la producción sostenida de bienes, como


se ha hecho en los párrafos precedentes, se analiza el manejo de
los bosques en función de la generación de servicios, el resultado es
diferente. Curiosamente, en América tropical los únicos bosques en
cierto modo manejados son los que están incluidos en la red de par-
ques nacionales y otras áreas protegidas que también suelen depen-
der de los servicios forestales pero que, en el seno de éstos, son
considerados como una responsabilidad secundaria o en todo caso
accesoria. Los parques nacionales y áreas protegidas incluyen áreas
significativas del trópico americano. Según Harrison et al (1982) hay

222
67 unidades que abarcan más de 18 millones de hectáreas en el
bosque tropical húmedo neotropical y 99 unidades que abarcan 5.5
millones de hectáreas en el bosque seco tropical y formaciones simi-
lares del neotrópico. A diferencia de los bosques bajo explotación fo-
restal un elevado porcentaje de los parques nacionales y áreas pro-
tegidas tienen infraestructura, equipo y personal y si bien no todos
tienen planes de manejo propios, se aplica en ellos una política uni-
forme.

Es paradójico que los únicos bosques naturales manejados


sean Jos destinados a la producción de servicios, como los parques
nacionales y no los bosques nacionales y otras categorías destina-
das a la producción sostenida de madera. El éxito de los primeros
está demostrado por la permanencia de su cobertura forestal, mien-
tras que los segundos son avasallados.

1.2 LA SITUACION PERUANA

La situación descrita globalmente es confirmada por la reali-


dad peruana. En efecto, aunque con diferentes concepciones , las le-
yes forestales de 1963 (D.L 14552) y de 1975 (D.L 21147) así como
el reglamento de explotación de madera de 1949, establecen la obli-
gatoriedad de manejar los bosques naturales, como requisito para su
aprovechamiento. Los intentos de llevar a cabo estas disposiciones
fueron numerosos pero todos, sin excepción, fueron abandonados.
Las razones, como se verá luego, jamás fueron de índole técnica.

Los dispositivos legales más antiguos hablaban de la obliga-


ción de plantar un cierto número de mudas por cada árbol talado. El
más reciente optó por el otorgamiento de contratos de exploración,
que podrían dar lugar a contratos de extracción, en función de la
aprobación previa de estudios de factibilidad y planes de manejo, ba-
sados en inventarios forestales y otros requisitos. Así fueron otorga-
dos miles de contratos a pequeños extractores (menos de 1,000 ha)
y menos de un centenar a medianos y grandes, con condiciones
más exigentes. La ley prevé que dichos contratos deben ser otorga-
dos en los llamados bosques de libre disponibilidad, de los que se
suponían deberían haberse aperturado únicamente los estrictamente
necesarios para abastecer la industria local. En 1979, debido a que
por razones políticas se excluyó la posibilidad de crear empresas fo-
restales del Estado, también se aperturaron algunos bosques nacio-
nales a los extractores medianos y grandes.

A unos 40 años de la primera legislación sobre el tema y a 12


años de la legislación vigente, aún no se alcanza el propósito de los
legisladores. En efecto, ninguno de los más de 3,300 pequeños ex-
tractores que tenían contratos vigentes en 1985 y que abastecen el
80% de la madera que consume la industria, han manejado sus bos-
ques ni plantado una sola muda. Es más, nadie sabe a ciencia cierta

223
dónde extraen la madera, ya que el contrato es esencialmente una
justificación para la posesión de trozas que en real idad sacan de
donde quieren o pueden o que compran a terceros. Esto se debe en
gran medida a que, debido a la baja intensidad de la extracción , los
madereros han exigido que se aperturen bosques de libre disponibi-
lidad prácticamente en todas partes. De 46 millones de hectáreas
aptas para la producción forestal, están sometidas a aprovechamien-
to nada menos que 42 millones de hectáreas (91 %), en forma de 6
bosques nacionales (5.5 mil lones de hectáreas) y 39 bosques de li-
bre disponibilidad (36.7 millones de hectáreas). En esa forma es im-
posible aplicar orden en la extracción y menos manejar el récurso.

Pero los extractores grandes, en los bosques de libre disponi-


bilidad o en los bosques nacionales, tampoco practican manejo algu-
no. Ellos reciben áreas de más de ,1,QOO ha y hasta 100,000 ha en
los bosques de libre disponibilidad y de 20,000 a 200,000 en los
bosques nacionales. En estos últimos existen actualmente 7 contra-
tos sobre 265,000 ha. En la mayoría de los casos , estos contratistas
fraguan los estudios requeridos y en todo caso se valen de pretextos
u otras malas artes para no reforestar ni cuidar del bosque, el qúe
usualmente no regresa jamás a poder del Estado ya que suele ser
invadido por agricultores migratorios, muchas veces con la anuencia
de los extractores.

Los primeros bosques nacionales del oriente se establecieron


en 1963: Nanay, Pastaza-Morona-Marañón y Tahuayo (Loreto), Bia-
vo-Cordillera Azul (Loreto y San Martín) , Semuya (Huánuco), Oxa-
pampa (Paseo), Huambramayo (Junín), Apurimac (Junín y Cusca),
Manu (Madre de Dios), Kosñipata (Cusca), San Gabán (Puno) , Alto
Mayo y Mariscal Cáceres (San Martín) . En 1965 se estableció tam-
bién van Humboldt (Ucayali y Huánuco); en 1966, Oso Perdido
(Amazonas) e lparía (Ucayali y Huánuco) y en 1973 San Ignacio
(Cajamarca) . A la fecha, de esos 17 bosques nacionales sólo persis-
ten 5 (cuadro 31) y uno que existe aún como zona reservada
·(Manu). Todos los demás debieron ser eliminados, varios de ellos en
1975 porque ya estaban tan invadidos por agricultores que no que-
daba bosque en ellos. Igual suerte corrió dicho año la reserva fores-
tal de Mesapata (Paseo) que se había creado en 1956.

Los dos bosques nacionales en que se hizo más y mejor tra-


bajo fueron , sin duda lparía y van Humboldt. En el primero, entre
1963 y 1966, se hicieron inventarios y un plan de manejo. Luego, en
aplicación del plan , se construyeron instalaciones excelentes, carre-
teras de extracción, viveros. Asimismo se adquirió equipo de extrac-
ción , entre ellos los primeros tractores forestales que llegaron al
Perú y también se instaló un aserradero que durante años fue uno
de los mejores que había. Las acciones de extracción , reforestación
y transformación se desenvolvieron bien , demostrando la viabilidad
técnico-económica del manejo, aunque enfrentando enormes dificul-
tades administrativas. El complejo funcionó entre 1967 y 1977, año
en que fue transferido a una empresa de propiedad social. La expe-
riencia de lparía sólo fue negativa en el aspecto gestionario, ya que

224
CUADRO 31 --

BOSQUES NACIONALES EN LA AMAZONIA PERUANA

Año de
Nombre Superficie Localización establecimiento

Pastaza-Morona-Marañón 375,000 Loreto 1963


Biavo-Cordillera Azul 2'084,500 San Martín
y Loreto 1963
Mariscal Cáceres 337,000 San Martín 1963
Apurimac 2'071 ,700 Junín y
Cusca 1963
A. von Humboldt 645,000 Ucayali y
Huánuco 1965/1974

TOTAL 5'513 ,200

Fuente : DGFF (1977)

dependía directamente de un órgano burocrático, no concebido para


manejar empresas. Transcurrían meses sin poder adquirir sierras u
otros ·repuestos indispensables, con lo que toda la cadena de pro-
ducción se paralizaba o, entre tantos otros problemas, no había fle-
xibilidad para poder contratar con salario adecuado a operarios indis-
pensables. Así es como el Ministerio de Agricultura decidió entregar
!paría a una empresa de propiedad social que se extinguió poco
después .. . dicho sea de paso también por mala gestión administrati-
va.

El caso de von Humboldt es un poco diferente, aunque sus


comienzos fueron muy similares. Se pretendía, como en lparía, de-
mostrar la viabilidad del manejo sostenido del bosque, además de
brindar un ejemplo a los madereros y de participar en el mercado de
madera, introduciendo especies nuevas y regulando precios. Se rea-
lizaron inventarios, estudios de factibilidad y un plan de manejo deta-
llado, con miras a que una nueva empresa estatal pudiera operarla,
para evitar las trabas constatadas en !parí a. Además, se realizaron
numerosos trabajos científicos sobre botánica, crecimiento, extrac-
ción, silvicultura, método "taungya" de asociación con la agricultura
migratoria y hasta se capacitó a obreros forestales. Estas acciones
se desarrollaron , especialmente, entre 1970 y 1979. Fue entonces
cuando, debido a la imposibilidad de crear una nueva empresa públi-
ca, se decidió que la mejor forma de aprovechar el esfuerzo acumu-
lado era abriendo el Bosque Nacional a empresarios privados. Dicha
experiencia resultó una calamidad , ya que los contratistas se com-
portaron allí como en todas partes. Para colmo, el gobierno del Pre-
sidente Belaúnde destruyó gran parte de los experimentos para ha-
cer pasar el tramo von Humboldt- Constitución de laCarretera Margi-
nal y el Proyecto Especial Pichis-Palcazú, en dicho gobierno pero en

225
particular durante el actual, permitió el asentamiento de colonos en
tierras de aptitud forestal, dentro del Bosque Nacional, lo que es ile-
gal, la fórmula conciliatoria de establecer un asentamiento forestal a
lo largo de la Marginal hubiera podido funcionar bien pero, por falta
de supervisión y apoyo, degeneró en una ocupación de tierras sin
aptitud agropecuaria que no difiere de lo que sucede en todas par-
tes. Aún queda algo del Bosque Nacional van Humboldt, pero su fu-
turo es poco promisorio y, por todo lo expuesto, habrá contribuido
aún menos a la causa del manejo forestal que lparía.

Otro caso, similar al de los anteriores, ha sido el de San Igna-


cio; aunque en éste el Estado nunca pasó de estudios ya que, por
razones políticas, el área fue otorgada a las por entonces todopode-
rosas empresas de propiedad social. Estas trataron de aplicar planes
de manejo, pero al enfrentar problemas económicos debido a una
gestión desastrosa, también abandonaron equipos e instalaciones y
el bosque fue totalmente invadido por agricultores migratorios. En
ningún otro bosque nacional se ha intentado obtener una producción
sostenida. Actualmente se están explotando, en su mayor parte ile-
galmente, los bosques nacionales de Apurimac y, en menor grado,
Biavo-Cordillera Azul. El Estado se ha desentendido del manejo de
esos bosques, que no tienen presupuesto, infraestructura o personal,
dependiendo de distritos forestales lejanos e igualmente desimple-
mentados.

Pero hay otras instituciones, además del Ministerio de Agricul-


tura, que han tratado de manejar los bosques naturales. Tal es el
caso, en especial, de la Universidad Nacional Agraria que en 1964
había establecido una Unidad Técnica de Capacitación e Investiga-
ción Forestal en Aucayacu, en el Alto Huallaga, sobre 3,000 ha de
bosque. También se cumplió allí con todos los requisitos de estu-
dios, inventarios y preparación del plan de manejo. Cuando todo es-
taba pronto para aplicarlo, inclusive un aserradero y equipo de ex-
tracción, el gobierno del Presidente Belaúnde decidió expropiar el
predio para hacer "reforma agraria", destruyendo todo lo hecho, que
ahora está reemplazado por cocales. Actualmente, esa universidad
posee unas 5,000 ha. en Dantas, al sur del Bosque Nacional van
Humboldt, donde desde 1984 viene repitiendo lo que ya había reali-
zado 20 años atrás, incluyendo una pequeña unidad experimental de
manejo y producción forestal (Dourojeanni 1987). Es de esperar que
no se repita la historia.

También hay unos pocos particulares que han tratado de ma-


nejar sus bosques. El caso más notorio es el del lng. José Prato
quien, a fines de la década del 50, en su fundo familiar de Luconyo-
pe, cerca a Tingo María, estableció una operación de producción
sostenida para abastecer un aserradero montado en el mismo pre-
dio, que tenía unas 17,000 ha. Todo funcionó bien, en términos téc-
nicos y económicos, pero no pudo resistir al asedio de los agriculto-
res precarios, que se introducían a la propiedad aprovechando de
los caminos forestales y que talaban y quemaban el bosque aún an-
tes de que f1,1~ra explotado. Las continuas tensiones entre el dueño

226
y sus trabajadores, por un lado y los invasores, por el otro, termina-
ron en una tragedia que acabó con la experiencia. Una sociedad
agrícola de interés social, la SAIS Pampa y la empresa de propiedad
social Luchadores de Tierra Roja, ambas cerca de Pucallpa, hicieron
asimismo un intento serio por manejar sus recursos forestales. La
primera abandonó, por cambios en la directiva y la segunda continúa
operando su aserradero, aunque ya no realiza manejo.

En resumen todas las experiencias peruanas de manejo · de


bosques naturales han quedado truncadas. A ninguna interrupción
se le puede achacar ser la consecuencia de un fracaso o siquiera de
dificultades especiales en el manejo. Todas, sin excepción, se inte-
rrumpieron por razones administrativas, políticas o sociales, confir-
mándose en el Perú lo que es la regla en todo el trópico americano.

2. ¿POR QUE NO SE MANEJAN LOS BOSQUES


TROPICALES AMAZONICOS?

Pese a lo explicado en el capítulo previo, siempre se ha dicho


que los bosques naturales del trópico americano no se manejan por-
que se desconoce cómo hacerlo. Se arguye que ni siquiera se cono-
ce la taxonomía de gran parte de las especies maderables y que
poco o nada se sabe de su fenología ni en síntesis, del funciona-
miento del ecosistema forestal. Por eso se ha venido sosteniendo que,
antes de manejar esos bosques, hay que profundizar su conocimien-
to desarrollando investigaciones. Así, en todos los intentos importan-
tes de manejo forestal en América tropical, se ha incluido un costoso
componente de investigación aplicada y se ha reducido los proyectos
de inversión a escala de "proyectos pilotos" o de "proyectos demos-
trativos". Varias veces dichos proyectos fracasaron precisamente por
ese criterio que, a la larga los ha hecho poco atractivos en términos
de rentabilidad económica.

No se pretende negar que los bosques tropicales de América


son poco conocidos y que debe realizarse un urgente y gran esfuer-
zo de investigación científica para resolver esa situación : Sin embar-
go, afirmar que ella es la causa prif1cipal de que éstos no sean ma-
nejados es un error. Con lo que se sabe desde hace mucho tiempo,
por lo menos desde la década de los 40, ya era posible aplicar pau-
tas de manejo sencillos y seguras. Es más, asegurar por lo menos
la sobrevivencia de bosques naturales, aunque fueran degradados
después de varias extracciones selectivas, ya hubiera sido un gran
éxito comparado a lo que realmente sucedió. Para hacer eso no era
necesario ningún plan de manejo. Hubiera bastado con evitar el in-
greso de la agricultura migratoria a los bosques clasificados por el
Estado como de producción permanente.

Es que el manejo de bosques naturales tropicales puede ha-


:cerse por métodos tan extensivos como la simple extracción selecti-

227
'va de cuarteles de corta correspondientes a un turno o rotación lar-
ga, definidos en base a un inventario de baja intensidad. En rigor no
hace falta ningún tipo de intervención silvicultura! ya que los turnos
pueden ser tan largos como sea necesario, dada la enorme exten-
sión que abarcan aún estos bosques. La única restricción a un ma-
nejo tan extensivo es el costo del transporte menor pero hay un pun-
to óptimo ajustable mediante el porcentaje del volumen · de madera
en pie que se extrae por hectárea. Entre esta forma elemental de
manejo y las más sofisticadas e intensivas, como podría ser la tala
rasa y la reforestación hay una infinita gama de variantes aplicables
a cada realidad ecológica y económica.

Hay métodos de manejo cuya bondad ha sido razonablemen-


te bien demostrada como en el caso del Malayan Uniform System o
los que lo están reemplazando en ese país. Se ha hecho y se con-
tinúa haciendo manejo de latifoliadas en la India, Burma y Bangla-
desh desde hacen varias décadas. También se manejaron áreas sig-
nificativas de bosques naturales latifoliados en Ghana y Uganda. En
los países africanos que fueron colonias francesas se desarrollaron
paquetes tecnológicos de gran valor para el manejo de los bosques
(Catinot 1965, 1974) aunque no fueron aplicados en escala significa-
tiva. Otro tanto se hizo más recientemente para los ya mencionados
Bosques Nacionales Tapajoz y von Humboldt, con apoyo de la FAO
o para el bosque clasificado de Deng Deng en el Cameroun, también
con apoyo de la FAO. La FAO (1983) ha publicado un documento
preparado por J.L. Masson sobre el manejo de los bosques tropica-
les mixtos, que demuestra bastante bien que sí se sabe cómo mane-
jarlos.

Si la ciencia y la tecnología no son causa de la falta de apli-


cación de pautas y manejo en los bosques naturales del trópico
americano éstas deben buscarse en otros problemas y éstos, obvia-
mente, son de carácter eminentemente económico y político. A con-
tinuación se tratan los que, actuando en mayor o menor grado según
los países, serían las verdaderas causas de la situación descrita:

(1) Bajo valor, en términos convencionales, de los bosques


tropicales. Los bosques tropicales de América, con sus 4,000 espe-
cies arbóreas o más, en su mayoría de propiedades físico-mecáni-
cas desconocidas, con un bajo volumen total por hectárea del que
una pequeña fracción es comercialmente aprovechable, con una
enorme dispersión territorial de los individuos de cada especie, con
mucho más de la mitad de ellas que son de maderas duras, sin uso
conocido y que además no flotan, no resu ltan aún económicamente
atractivos. Los estudios de factibilidad, en especial los que incluyen
inversiones para manejo, así lo demuestran. Y ese resultado es lógi-
co cuando se analizan las grandes inversiones necesarias, los enor-
mes costos de extracción y transporte y las limitaciones del mercado
actual para maderas de calidad tan heterogénea, la que va mucho
más allá de la especie.

228
La falta de atractivo económico del aprovechamiento racional
de los bosques tropicales americanos es aún mayor en los países
en que tales recursos están alejados de los centros de consumo na-
cionales o que por esa misma razón están en desventaja relativa
para la exportación. Tal es el caso de Bolivia ·y Perú y de grandes
áreas de Brasil, Colombia y Ecuador. Los estados de Rondonia,
Acre y otros del Oeste del Brasil prácticamente no tienen posibilidad
de comercializar sus maderas, salvo las pocas que ya tienen acepta-
ción tradicional y fuerte demanda debido a su escasez en áreas más
próx.imas al mercado. Tal es el caso de Cedrela y Swietenia, por
ejemplo.

Por otra parte, empresas que pretenden racionalizar su explo-


tación aprovechando más especies, es decir espedes nuevas y a la
vez manejando el recurso, tienen costos de producción incompara-
blemente más altos que los que hacen explotación tradicional o sal-
vaje. Además, paradójicamente, los servicios forestales descargan
sobre esas pocas empresas pioneras toda la fuerza de su acción fis-
calizadora y de sus exigencias técnicas, contribuyendo a asfixiarlas
tanto como la competencia desleal que no respeta ninguna regula-
ción.

La baja relación beneficio/costo que muestran los estudios de


factibilidad, lbs reiterados fracasos de los que intentan racionalizar la
explotación forestal (sean privados o estatales), han creado una au-
reola muy desfavorable a esos proyectos tanto en los medios finan-
cieros nacionales como en los internacionales. Los primeros reaccio-
nan prefiriendo proyectos agropecuarios y los segundos también fa-
vorecen a éstos o a proyectos de reforestación.

(2) Políticas agrarias y sus repercusiones sobre los bos-


ques tropicales. No hay duda de que las migraciones campesinas son
causa directa más obvia de la devastación de los bosques naturales
y qtle, muchas veces, han sido también la causa del fracaso de in-
tentos de hacer manejo de bosques. Un ejemplo dramático de ésto
ocurrió en el Perú más de dos décadas atrás cuando un particular,
dueño de varios miles de hectáreas de tierras de aptitud forestal en
Tingo María manejó durante varios años su propiedad para abaste-
cer sostenidamente su aserradero. Construyó infraestructuras perma-
nentes, buenos caminos y puentes, hizo reforestación y aplicó las
mejores pautas de manejo disponibles. Lamentablemente, a medida
que él extraía la madera, respetando diámetros mínimos, dejando
árboles élite y aún reforestando por enriquecimiento, los campesinos
invadían dichas áreas a las cuales rozaban y quemaban. La expe-
riencia terminó en una tragedia, con un saldo numeroso de muertos.

En el caso peruano así como en el de otros países andinos


los migrantes provienen de la propia Cordillera de los Andes, donde
ha existido siempre una alta densidad de población. En el Perú, ·visto
de cerca, el problema no es tanto la densidad de población serrana
como el secular abandono de esta región, a la que los gobiernos no
brindan ningún apoyo, el que restringen a la región de la Costa y

229
más recientemente también a la Selva. La Sierra tiene un gran po-
tencial agropecuario y forestal, casi por entero mal utilizado o sub-
utilizado, que podría dar buenas condiciones de vida a sus habitan-
tes.

En otros países juegan un rol muy importante la falta de refor-


mas ·agrarias que posibiliten un uso más intensivo de la tierra en la
Sierra. En el caso del Brasil, parte considerable de la migración pro-
viene del noreste, por razones en gran medida similares a las indica-
das para el Perú . Actualmente, sin embargo, los migrantes hacia la
amazonía también vienen del centro y sureste donde también hay
gran concentración de la propiedad.

Estos flujos migratorios son incontenibles e incontrolables a


partir del momento en que se construye una carretera. En el Estado
de Rondonia, en Brasil, la población ha crecido a un ritmo de casi
16% anual durante la última década. De 1978 a 1985 el área defo-
restada pasó de 419,000 has. (1.7% del territorio del Estado) a más
de tres millones de hectáreas (12.4%), en gran parte en áreas no
programadas para ser deforestadas, supuestamente protegidas por
la legislación vigente (Dourojeanni 1985).

En resumen, las políticas agrarias nacionales tienen una di-


recta incidencia sobre las posibilidades de manejar bosques natura-
les y, hasta ahora, dichas políticas siempre han sido desfavorables
al desarrollo forestal.
(3) La incapacidad estatal para hacer respetar la legislación.
Se ha dicho que todos los países latinoamericanos tienen una copio-
sa, perfeccionista y bien intencionada legislación forestal y de uso de
la tierra.' Sin excepciones, esas leyes exigen el manejo optimizado de
los bosques naturales de producción, la protección de bosques con
fines de conservar la diversidad genética, los regímenes hídricos y
los suelos. También exigen el aprovechamiento de los suelos en fun-
ción de su capacidad de uso mayor, prohÍben el cultivo en laderas
con más de 30% de pendientes, etc. Igualmente obligan a aprove-
char un alto número de especies maderables por hectárea, a no des-
perdiciar materia prima, a dejar árboles semilleros, a no contaminar,
etc., etc.

Pero todo eso es letra muerta. Los gobiernos no tienen ni la


voluntad ni tampoco la capacidad para hacer cumplir apenas un 20
a 30% de la legislación y ese porcentaje siempre corresponde a lo
que más interesa al gobierno, es decir el cobro de cánones u otros
impuestos y a dar autorizaciones, licencias o contratos, así como al
control de la producción y del transporte de maderas, o a hacer es-
tadísticas, debido a que todo ello también está relacionado a ingre-
sos fiscales (Arce 1987).

Mientras tanto los agricultores brasileños o peruanos jamás


han respetado las reservas forestales intangibles que la ley exige en
sus lotes, los campesinos talan y queman bosques en laderas de

230
cualquier pendiente y, en general, no se cumple nada de lo sustan-
cial para la conservación de los bosques naturales, salvo en cierta
medida lo que corresponde a parques, reservas y santuarios nacio- ·
nales y estatales. Es más, en el Perú los agricultores que destruyen
bosques protectores en laderas para cultivar maíz reciben, con sólo
pedirlo, un certificado de posesión del Ministerio de Agricultura y fi-
nanciación del Banco Agrario, en flagrante violación de la legislación
que esas mismas instituciones han contribuido a dar. Pero eso mis-
mo y mucho más ocurre en todos los países tropicales del continen-
te. Por otra parte, en el Perú como en varios otros países, cualquier
deforestación es considerada una "mejora", por la que hay que pagar
y la que facilita el acceso a la propiedad. Así se legaliza legalmente
lo ilegal. ·

Violaciones sistemáticas de la legislación por particulares, indi-


viduales o grupales o por el propio gobierno así como· contradiccio-
nes entre disposiciones legales inter e intrasectoriales son comunes
a toda actividad humana pero son mucho más acentuadas y graves
en relación a la administración de los recursos naturales renovables.
Ello denota, en el fondo, un profundo desconocimiento de la proble-
mática de esos recursos y de su importancia para el futuro.

(4) Planificación a corto plazo. El manejo forestal es en su


parte teórica esencialmente un ejercicio de planificación a largo pla-
zo, muchas veces a 40 ó 50 años vista y también a un siglo vista ó
más. Desde ese punto de vista, el manejo forestal siempre choca
contra la brevedad de la planificación nacional en los países latinoa-
mericanos donde, en general, nunca se planea por lapsos de más
de 5 años y donde los frecuentes cambios de gobierno no aseguran
el respeto ni siquiera de tales planes, sin mencionar los giros políti-
cos que se producen aún sin cambios gubernamentales.

(5) Indiferencia de la opinión pública por la problemática de


los recursos naturales renovables. La opinión pública latinoamerica-
na, al igual que la prensa hablada y escrita que podría movilizar a
ésta, se mantienen indiferentes a la problemática de conservación y
uso de los recursos renovables. En ese contexto el caso de la fores-
taría es más grave que el de otros temas, como el de la fauna sil-
vestre, por la que las entidades conservacionistas no gubernamenta-
les han hecho una intensa labor de difusión, aunque muy distorsio-
nada hacia el ángulo del extremismo proteccionista.

·La opinión p.ública cree que la destrucción de bosques natura-


les tropicales se debe única y exclusivamente a la industria forestal,
lo que es absurdo. En base a esa creencia, países como Venezuela
adoptaron en el pasado vedas totales de explotación forestal de sus
grandes recursos forestales, autocondenándose a la importación o a
la reforestación para abastecerse de madera. Mientras tanto, en ese
país como en otros, la agricultura migratoria quemaba muchas dece-
nas de miles de hectáreas de bosques al año sin que nadie reparara
en la incongruencia de la medida.

231
Por otra parte, si bien hay conciencia creciente del' valor de la
madera, la opinión pública no tiene ninguna comprensión de la im-
portancia de los bosques naturales como generadores de servicios.
Esto ni siquiera es completamente claro entre los propios profesiona-
les forestales latinoamericanos.

Ante una situación como la descrita es lógicamente poco lo


que puede esperarse de los políticos, sin presión de la opinión públi-
ca a través de la prensa.

(6) Otras causas. Además de lo previamente señalado, la


falta de manejo forestal es provocada por numerosos otros factores
tales como el estilo de desarrollo predominante, las migraciones in-
ternas, los conceptos geopolíticos y varios más, de índole general,
que ya se han discutido en otros capítulos del libro. También cabe
agregar, por cierto, la ya señalada falta de una política de desarrollo
amazónico y la ausencia de una política forestal definida, como parte
de la anterior.

3. EL PORVENIR DE LOS BOSQUES


NATURALES DE LA AMAZONIA PERUANA

De todas las razones por las que actualmente no se manejan


los bosques tropicales húmedos, la única sin solución sería que la
demanda y el valor de los productos que pueden generar continúen
siendo bajos. Pero todas las evidencias apuntan en sentido contra-
rio.

En efecto, los bosques de Europa y América del Norte están


siendo sobreexplotados o están al límite de su capacidad productiva.
Aún en Canadá, la falta de manejo está amenazando la preeminen-
cia de su industria forestal (Science Council of Ganada 1983). En
Europa y América del Norte debe considerarse, además, la compe-
tencia entre los usos productivos y recreativos así como la incidencia
de la precipitación ácida, que afecta los mejores bosques de Europa
occidental, en especial en los países nórdicos y Alemania y que tam-
bién empieza a ser un problema serio en EE.UU y Canadá. Pero hay
más, la extracción forestal de dichos países enfrenta elevados cos-
tos de producción, debido en especial a los salarios y a la falta de
trabajadores en regiones alejadas y de clima extremo, como se da
donde ocurren los bosques canadienses.

Por otra parte, los bosques tropicales húmedos de Asia y de


Africa están siendo sobre-explotados y además, como los de la
Amazonía, están siendo invadidos y destruidos por agricultores mi-
gratorios. La explotación abusiva de los bosques tropicales de Asia
es debida a su proximidad a enormes centros de consumo como Ja-
pón y Corea, pero también a Europa y América del Norte; a la faci-
lidad de transporte por tratarse de bosques rara vez muy alejados

232
del mar; y al hecho de que esos bosques son mucho más ricos en
especies conocidas, como las Dipterocarpaceae, lo que les permite
extraer en muchos casos más de 50 M 3/ha, abaratando costos. La
deforestación por campesinos sin tierra o por esquemas de coloniza-
ción es una consecuencia de la elevada y creciente densidad de po-
blación, habiendo multitudes que, simplemente, buscan donde vivir.
La pérdida de bosques en esas regiones, en especial en Asia, es
dramática y de tendencias prácticamente irremediables (FAO/UNEP
1981, Myers 1980). El estimado más pesimista es que al año 2000
queden apenas 92 millones de hectáreas en Asia y Australia y 168
millones de hectáreas en Africa, mientras que en América Latina
quedarían 283 millones de hectáreas (US lnteragency Task Force on
Tropical Forests 1980). Otros estimados, como el de Dourojeanni
(1980) señalan como probable que, al año 2000, queden unos 524
millones de hectáreas de bosque tropical denso en América Latfna.
Sea como sea, todo indica que durante el próximo siglo, la Amazo-
nía será la principal fuente de madera tropical en el mundo. Perú,
debe recordarse, es el país con la mayor extensión de ese tipo de
bosques en el continente. Concurrentemente, el comercio mundial de
maderas tropicales, que al año 1982 tenía un flujo de 8 millones de
metros cúbicos de madera aserrada y paneles, aumentará a unos 27
millones de metros cúbicos (FAO 1985).

Pero debe pensarse también en la creciente demanda interna.


Ya se mencionó que el Perú importa gran parte de sus necesidades
de productos forestales, por ejemplo de pulpa y papel pero otro tanto
ocurre con el coke metalúrgico, que puede ser ventajosamente
reemplazado con carbón de madera nacional y con otra docena de
productos, entre ellos durmientes de ferrocarril. En total, el Perú
debe importar productos forestales o sustituibles por éstos, por poco
menos de un centenar de millones de dólares anuales. Tal situación
sólo se explica por la incompetencia de la industria nacional. El caso
es similar en México, que importa productos forestales por un valor
de 600 millones de dólares anuales a pesar de que sus bosques
pueden autoabastecerlo sostenidamente (WRI 1985).

Otra circunstancia que favorecerá el desarrollo forestal ama-


zónico y las posibilidades del manejo es el avance de la tecnología
y la crisis energética, que está temporalmente postergada. En efecto,
el mayor obstáculo para el manejo de los bosques tropicales húme-
dos de la Amazonía es su extraordinaria diversidad, que complica
tremendamente la extracción, el manejo y la transformación, si se les
fundamenta en criterios convencionales, es decir trabajando espe-
cies de valor conocido. Pero ahora se están sentando las bases de
una industria forestal de biomasa, para la que la materia prima es
sólo una cuestión de volumen. Así se puede producir pulpa y papel,
plásticos, alcohol, alimentos para ganado y otro centenar de produc-
tos químicos importantes, que ahora se fabrican a partir del petróleo .
El futuro de la Amazonía parece pues, orientarse a la industria fores-
tal química. Esto se realizará sin perjuicio de las industrias forestales
mecánicas, como aserrío, laminado y tableros, aunque quizás se

233
ponga énfasis en estos últimos, sean de fibra o de partículas. Igual-
mente se tenderá la industria de la vivienda y de la mueblería, me-
diante la técnica de los prefabricados.

En este contexto, las posibilidades de hacer manejo forestal


son muy grandes pues son una garantía para las propias industrias.

La experiencia ha conducido a los forestales tropicales a dos


vertientes de opinión opuestas en cuanto a la posibilidad de reme-
diar el problema. Unos, bi.en representados por personalidades des-
tacadas (entre ellas, reciéntemente, también Leslie 1987) demues-
tran opinar que el bosque natural tropical probablemente no podrá
ser económicamente manejado, cuando menos para la producción
de bienes y que por lo tanto el futuro de la forestería tropical se en-
cuentra esencialmente en la reforestación o en la agrosilvicultura y
adicionalmente en el manejo de los bosques pioneros en áreas
abandonadas por la agricultura o en descanso. Ambos reconocen
que es posible, en cambio, el manejo de parte de esos bosques para
la generación de servicios. Para los que se incluyen en esta vertien-
te, la mejor evidencia de que no es viable manejar el bosque tropical
húmedo, por razones tanto técnicas como económicas y sociales, es
el hecho de que hasta ahora no existe manejo en esas condiciones
y que aún donde se han hecho esfuerzos serios, los resultados no
han sido concluyentes. Se indica que inclusive en el caso de Malasia
el éxito real es muy discutible.

La otra vertiente de opinión está representada mayormente


por la FAO y en particular por los propios responsables del desarro-
llo forestal en cada país. Ellos consideran que el manejo de los bos-
ques naturales tropicales es viable técnica, económica y socialmente
y que las causas que hasta ahora han bloqueado su implementación
son subsanables .Explican la falta de interés político por el manejo fo-
restal en América del Sur por la coyuntura del mercado internacional
de maderas tropicales, abastecido esencialmente por Africa y Asia.
Argumentan que después de la segunda guerra mundial, las poten-
cias coloniales no tenían ningún interés en manejar bosques de paí-
ses accediendo a su independencia y que éstos, luego, fueron y
continúan siendo incapaces de enfrentar este efecto del neocolonia-
lismo. Esto último es bastante obvio en Africa, donde en Costa de
Marfil, Gabán o Cameroun, las empresas europeas explotan agota-
doramente y a su antojo los bosques.

En lo que no cabe discusión es que los bosques tropicales de


América Latina, aún siendo de baja densidad económica en términos
de metros cúbicos de madera comercial por unidad de superficie,
constituyen en su conjunto la mayor reserva mundial de madera de
latifoliadas actualmente comercial o potencialmente comercial. Ade-
más, la baja densidad de maderas comerciales, que eleva los costos
de extracción, refleja más condiciones coyunturales del mercado que
una real falta de valor económico de las maderas actualmente no
aprovechadas. Pero, como bien se sabe, los bosques tropicales pue-
den proveer muchísimos otros productos de gran valor además de la

234
madera. Lo lamentable es que los forestales han despreciado mucho
los llamados "productos secundarios del bosque".

De otra parte, ya es visible otro cambio en relación al uso de


los bosques tropicales . Este es el ya mencionado creciente interés
de la industria química y farmaceütica que explota, en este caso, ve-
getación del sotobosque, frecuentemente herbácea o arbustiva, así
como epífitas, parásitas y obviamente, también sustancias que pro-
veen los árboles. El movimiento comercial nacional e internacional
de estos productos siempre fue mucho más considerable que lo que
reconocieron las estadísticas oficiales pero ahora exhibe un creci-
miento violento.

Todas estas tendencias en el uso del bosque tropical húmedo


configuran una solución, a plazo mediato, a la primera causa de la
ausencia de manejo forestal , que se indicó es su bajo valor actual.

3.1 OPCIONES DE ADMINISTRACION DE BOSQUES

Ya se explicó que el régimen actúa! de administración de bos-


ques naturales está basado en concesiones, que en el país se cono-
cen como contratos de extracción forestal. Estos contratos son otor-
gados en bosques de libre disponibilidad y en bosques nacionales,
en ambos casos precedidos por un contrato de exploración forestal,
cuando se trata de áreas que superan las 1,000 ha. Se supone que
los contratistas, grandes o pequeños, ejecuten todas las medidas
que permitan la regeneración del recurso, quedando la supervisión
en manos del Estado. Los que hicieron la ley forestal vigente, habían
planeado que el número de contratos pequeños, otorgados a extrac-
tores individuales, fuera disminuyendo progresivamente en base a la
organización de éstos en cooperativas u otra forma empresarial,
pues se reconocía que es imposible controlar un número tan grande
de miniexplotaciones. En la práctica, el número de pequeños contra-
tistas aumentó y ellos continúan trabajando la mayor parte de los
bosques que son explotados cada año. En vista de que exigirles ac-
ciones de repoblam1ento es imposible, la administración forestal pasó
a cobrar un canon de reforestación , que en teoría pagaría el costo
de esa acción. Pero ese canon no paga dicho costo y, además, por
mala gestión de comités locales encargados de administrar los fon-
dos recaudados, la mayor parte del dinero jamás se utilizó o se utili-
za deficientemente. El hecho es que casi no se ha reforestado. La
situación en los grandes contratos es igual. Ellos tampoco cumplie-
ron con ninguna de las condiciones del contrato.

Parte del problema se debe a la notoria desimplementación


de los distritos forestales, que en principio deben ser las unidades de
planeamiento y supervisión del manejo. Estos distritos, aún los más
importantes, carecen de personal suficiente y competente, de vehí-
culos y naves, de equipo y de fondos de operación, en especial viá-
ticos. Prácticamente no tienen mapas, lo que en parte es una canse-

235
cuencia de la inexistencia de un catastro forestal pero, en gran medi-
da, se debe a que cuando reciben material cartográfico no lo aprove-
chan ni actualizan o lo pierden. Es así como gran parte de los con-
tratos son otorgados en base a croquis sin comprobación de gabine-
te o de campo, existiendo una indescriptible confusión, con inconta-
bles casos de superposición de áreas sobre otros contratos, sobre
tierras de comunidades nativas o sobre tierras de unidades de con-
servación. Por eso proliferan los litigios, ocupando la mayor parte del
tiempo de los funcionarios. Las únicas inspecciones de campo que
realizan se producen en casos de conflictos muy serios y muchas
veces a costo de una de las partes interesadas.

Después de 12 años de aplicación del régimen de contratos


forestales puede afirmarse que es un fracaso y que debe ser modifi-
cado drásticamente si se pretende manejar el recurso forestal. La
primera evidencia es que fue ingenuo confiar en la buena fe de los
extractores particulares para que realicen acciones de manejo fores-
tal. A ellos, grandes o chicos, les interesa el lucro fácil y rápido y no,
como se esperaba, la seguridad de abastecimiento qL1e les brindaría
el manejo. Eso es una consecuencia de la falta de visión empresarial
y del . bajo nivel cultural de extractores e industriales locales, de la
modestia de sus recursos de capital, del pingüe margen de utilidad
que obtienen pillando el recurso y, obviamente, de la absoluta falta
de autoridad del Estado que permite que ocurra cualquier cosa.

3.1.1 , ¿Contratos o subastas?

Debido a la situación descrita, debe estudiarse la convenien-


cia de pasar del régimen de contratos o concesiones al régimen de
subastas, con manejo totalmente a cargo del distrito forestal, tal
como se practica en los bosques domaniales y comunales europeos
o también en todos los bosques de Malasia, entre otros muchos ca-
sos en Asia y Africa. Se puede objetar que, siendo los distritos fores-
tales tan ineficientes, no podrán manejar los bosques. Pero, precisa-
mente, el régimen de subasta tiene éxito en muchas partes porque
permite que los distritos forestales tengan recursos económicos con-
siderables y que, de ese modo, se implementen con personal, in-
fraestructura, equipo y fondos operativos. Se parte del principio, re-
conocido en la Constitución y en la legislación forestal del país, que
los bosques naturales son del dominio público y que su uso debe es-
tar en armonía con el interés social.

Para establecer el régimen de subasta es preciso reformular


la legislación forestal, introduciendo los siguientes cambios:

(1) Crear el concepto de reserva forestal nacional. Todos


los bosques naturales del país constituyen la reserva forestal nacio-
nal y ésta debe ser intangible. Previo estudio, porciones de la reser-
va se pueden destinar a bosques de producción, bosques de protec-
ción, unidades de conservación, comunidades nativas o asentamien-

236
tos rurales. Actualmente, los bosques que no son de libre disponibi-
lidad, bosques nacionales, unidades de conservación o que no están
en el territorio de comunidades nativas, carecen de estatus. Se insis-
te en que aún en los casos en que la tierra tiene aptitud agropecua-
ria, ésta debe ser parte de la reserva nacional forestal mientras está
inaccesible y su aprovechamiento debe someterse al régimen fores-
tal (gráfico 9).

Bosques Nacionales
Bosques Distritoles

Unidades de Conservación

Comunidades Nativas
.Asentamientos Rurales

Gráfico 9. Elementos a considerar para administrar el recurso forestal en la Amazonia del


Perú .

. (2) Los bosques de producción se deberían clasificar en


bosques nacionales y bosques distritales. Los primeros a ser
aprovechados directa y exclusivamente por el Estado, tal como se
previó originalmente en la legislación forestal de 1975, que fue modi-
ficada en 1979, abriendo esos bosques a particulares con resultados
comprobadamente negativos. Los bosques distritales son los que co-
rresponden a cada distrito forestal y que son manejados por éstos,
subastándose públicamente el vuelo de los tramos de corta que el
plan de manejo de cada bosque determine, en concordancia con los
requerimientos de la industria local (gráfico 1O). Se considera apro-
piado que también existan otras categorías de bosques productivos,
por ejemplo provinciales o municipales, que serían administrados por
el servicio forestal en beneficio de la provincia o del municipio, co-
brando los costos. En esa forma se obtiene la simpatía y la com-
prensión de los lug?reños por la problemática forestal.

237
Parque
Nacional

Gráfico 1O. Esquema de un distrito forestal con todas las categorías de bosques a reconocer

238
(3) Manejo y subasta pública, con participación del sec-
tor forestal privado local. En cada distrito forestal existirían varios
bosques distritales, determinados en función del tamaño, localiza-
ción, tipo de bosque y otras características. Los bosques inaccesi-
bles del distrito forestal estarían conformando la reserva forestal na-
cional. Cada bosque distrital delimitado tendría su propio plan de
manejo, concebido en función de las necesidades actuales y previsi-
bles de la industria local y de las premisas del aprovechamiento sos-
tenido. Los cuarteles o tramos de corta anuales deben alcanzar a
producir suficiente materia prima para abastecer la demanda, en
base a una concertación anual entre el ser\ticio forestal, representa-
do por el distrito forestal y los empresarios. Las autoridades del dis-
trito forestal tratarán de imponer precios que correspondan a los cos-
tos reales del manejo y de introducir nuevas especies al mercado.
La subasta se referirá a vuelo en pie, quedando la extracción a car-
go del ganador de la subasta de cada porción, definida ésta en fun-
ción del número de extractores previsible. Las condiciones de la ex-
tracción dependen del plan de manejo.

Por ejemplo, éste definirá las características de los caminos


forestales a construir, las características del equipo de extracción a
emplear, el número de especies y sus dimensiones mínimas.

(4) La reforestación así como otras labores de manejo


pueden ser realizadas por empresas privadas. En efecto, el distri-
to forestal maneja los bosques pero no tiene que asumir la ejecución
de trabajos como la reforestación o los raleas . Para eso puede con-
tratar, mediante licitaciones públicas, los servicios de empresas es-
pecializadas, dando oportunidades al sector privado y reservándose
la supervisión . No se trata de que el estado haga todo.

(5) El precio de la madera debe resarcir el costo del ma-


nejo y ser efectivamente reinvertido en éste, bosque por bos-
que. El precio base de cada subasta debe cubrir el costo del mane-
jo, incluyendo los gastos anuales del distrito forestal , el precio de la
reforestación y de su mantenimiento, el control, el mantenimiento de
caminos y puentes, etc. Además, ese precio base debe cubrir una
parte alícuota de los gastos de iiwestigación y extensión. Cada bos-
que distrital debe tener un presupuesto anual basado en los ingresos
que genera. Los fondos, bajo ningún concepto, deben ser llevados a
Lima o a la sede de región ; su administración debe ser responsabili-
dad exclusiva del distrito respectivo. La única excepción se refiere a
un porcentaje pequeño, a definir, que corresponde ;:ti actual canon
forestal cuyo monto resarce a cada peruano por el aprovechamiento
que otro hace de un patrimonio del que él es dueño de una 22 millo-
nésima parte y que el Estado recibe en su nombre.

(6) La comunidad local debe beneficiarse del manejo fo-


restal. Es importantísimo que los vecinos sientan que el manejo de
los bosques de su provincia les trae beneficios económicos directos,
además de los servicios. La forma más pragmática de hacerlo es
otorgando al municipio una proporción razonable de las utilidades,

239
obtenidas por encima del precio base de la subasta. Así, el servicio
forestal tendrá un aliado importante en su constante lucha contra los
extractores que se resistirán a pagar el precio justo, contra los agri-
cultores precarios que invaden bosques y contra quienes intentan
explotarlos ilegalmente.

No se puda de que la propuesta de pasar al régimen de su-


bastas es difíCil. Pero la situación actual no tiene remedio, garanti-
zando la desaparición de los bosques naturales. La gran ventaja de
la opción propuesta es que el servicio forestal a cargo de ejecutarla,
sea nacional o regional, tendrá los medios económicos para hacerla
realidad. Al fin existirá un servicio forestal e ingenieros forestales que
realmente manejen los recursos del país en lugar de estar desem-
pleados mientras que los bosques se extinguen. O peor aún, verse
obligados a participar en la orgía destructiva debido a que sus úni-
cos empleadores no les dan los medios para hacer su trabajo, en el
caso del Estado o les pagan precisamente para destruir el recurso,
si son los madereros de hoy.

3.1.~, La colonización forestal

Se ha propuesto, en el Perú como en otros lugares, la posibi-


lidad de desarrollar colonizaciones forestales. Estas, de hecho exis-
ten en el territorio de algunas comunidades nativas y empresas aso-
ciativas. En el primer caso, todo indica que con un adecuado aseso-
ramiento pueden tener éxito, tal como lo ilustra Schróder (1980) en
el caso de los Bora de la cuenca del Ampiyacu, entre otros autores.
En el segundo caso, a pesar de los fracasos registrados, se conside-
ra que tiene buenas posibilidades, de haber continuidad en el inten-
to. No obstante su fracaso, las experiencias de SAIS Pampa, antes
referida y sobre la que hay información (SAIS Pampa 1974) y las de
las empresas de propiedad social, parecen demostrar que son una
alternativa viable. La razón que sustenta esta afirmación es que, a
diferencia del caso de los contratos forestales, los comuneros nati-
vos o los socios de las empresas son dueños de la tierra, que es su
principal patrimonio. Por ende, tienen una gran motivación para inte-
resarse en un aprovechamiento sostenido,

Pero hay otras posibilidades de colonización forestal. Entre


ellas las desarrolladas por el Proyecto Especial Pichis Palcazu, con
apoyo del Ministerio de Agricultura en el ámbito del Bosque Nacional
A. von Humboldt, a lo largo de la carretera Marginal. Este intento
consiste en el otorgamiento de 400 ha a cada familia de colonos fo-
restales que, en base a un plan de manejo, deben extraer anualmen-
te la madera de unas 13 ha que sería luego procesada en un nuevo
aserradero, construido para ese fin. La idea incluia el establecimiento
de un servicio de maquinaria forestal y de asistencia técnica. Este
asentamiento, debido a la ineficacia de la administración pública,
tanto en términos de apoyo como de control, degeneró en una forma
más o menos tradicional de asentamiento. En efecto. los colonos

240
procedieron a la venta desordenada de madera en pie a extractores
de Pucallpa y a instalar agricultura convencional, pese a que los
suelos no tienen aptitud agropecuaria.

Otro intento de colonización forestal es el propuesto por el


Centro Científico Tropical (Tosí 1980, Hartshorn 1985, Hartshorn &
Simeone 1986) y que se viene ejecutando en valle del Palcazu, con
una comunidad nativa Amuesha. El plan consiste básicamente en el
aprovechamiento de largas y angostas fajas, cortadas a tala rasa en
el bosque primario. Denominado como un sistema de fajas protecto-
ras, este plan se fundamenta en adelantos en el entendimiento de la
dinámica de los bosques tropicales, en especial los requisitos para
su regeneración natural (Hartshorn 1978). Las fajas, bastante angos-
tas, son rotadas con el bosque primario de tal modo que las semillas
procedan del bosque alto, sin entresaque de lo que bordea cada
faja. Basado en un ciclo de rotación de 40 años, cada familia nece-
sita como máximo 80 ha para obtener ingresos adecuados, sólo en
base a recursos forestales. Pero el método incluye también la pro-
ducción de alimentos para el consumo familiar. Explotando de 1 a 2
ha anuales y obteniendo unos 150 M 3/ha de madera, de todo tipo
y no únicamente las actualmente extraídas, la familia obtiene ingre-
sos más que adecuados. Tanto más si, como está previsto, la uni-
dad comercializa productos elaborados y no materia prima. La ex-
tracción y la transformación local se hará con equipos simples y bien
adaptados, al alcance económico y tecnológico de las comunidades
locales. El ejercicio está en curso y su éxito también dependerá de
la constancia. Requiere, por cierto, de un gran esfuerzo de concerta-
ción para la comercialización de productós forestales actualmente
desconocidos y sin demanda.

3.2,· OPCIONES DE MANEJO FORESTAL.

En el capítulo anterior se na discutido la forma de administrar


el recurso. En este se discutirán las alternativas de manejo, propia-
mente dicho. Para ello se pasará revisté} ~ algunos factores ecológi-
cos que frecuentemente no se han tomaaci en cuenta y que han traí-
do como consecuencia el fracaso de muchos de los intentos de
practicar manejo, a escala experimental, en el Perú. Romero (1986)
revisó el procedimiento de elaboración de planes de manejo forestal
en el Perú, eximiendo al autor entrar en ese tema.

3.2.1 Bases ecológicas del manejo del bosque tropical húmedo

La importancia de las aperturas dentro del bosque, como me-


canismo de regeneración de los bosques tropicales húmedos, conco-
mitante a la de las fajas ribereñas, siempre fue intuida pero apenas
ha sido plenamente reconocida a partir de la década de los 70
(Hartshorn 1975, 1978, 1980, Orians 1982). Ese conocif"!liento, com-

241
binado con los existentes sobre sucesiones y tiempo necesario para
llegar a la madurez, permiten hoy encarar el manejo de un modo dis-
tinto.

Las aperturas se producen por las caídas de árboles, las que


a su turno se producen por numerosas razones, entre ellas obvia-
mente la muerte de los individuos sobremaduros. El tamaño de las
aperturas, que en el caso de la Selva, en Costa Rica, se producen
a razón de una por hectárea por año en promedio, es muy variable.
Ello se debe a la causa de la caída del árbol y al número de árboles
o ramas de otros árboles arrastrados por el que cae (Hartshorn
1978). Pero en caso de rayos o vientos fuertes, pueden caer varios
árboles, lo que no necesariamente ocurre _al mismo momento sino
gradualmente, a medida que intervienen insectos y hongos en los ár-
boles debilitados por la alteración microclimática o por la quemadura
en el caso de rayos. El autor antes citado estima que las aperturas
creadas pueden cubrir más de 0.1 ha y otros autores consideran que
el ritmo de caída de árboles puede superar el 1% anual (Leigh
1975). Hartshorn {1978) estima que el ritmo de reciclaje, es decir el
lapso que transcurre antes que una apertura vuelva a producirse en
el mismo lugar, puede estimarse en 118 años en promedio, en la
Selva. En resumen, los bosques tropicales serían mucho más diná-
micos que los de otras regiones. Esta conclusión contrasta con infor-
mes previos qúe asumían que se producía con gran lentitud, hablán-
dose de rodales que alcanzan el clímax después de varios siglos de
etapas sucesionales. Esto último sólo sería aplicable a deforestacio-
nes agropecuarias sobre enormes superficies, como las producidas
en el Yucatán y quizás también en el Gran Pajatén. Por cierto, ése
será el caso de las deforestaciones modernas.

Las especies arbóreas se pueden clasificar en tolerantes y no


tolerantes a la sombra. Las primeras son las que normalmente se
llaman pioneras, secundarias o sucesionales. Hartshorn {1978) en-
contró que las dos terceras partes de las especies del dosel superior
y del dosel inferior no toleran la sombra. Por eso es que el cetico
(Cecropia) no es común en claros pequeños, apareciendo usual-
mente cuando éstos superan los 400 m2 • Por eso, asimismo, es que
las plantaciones de enriquecimiento que el servicio forestal peruano
ha intentado tantas veces, siempre han fracasado. Siendo apenas
trochas en el monte, sin verdadera apertura del dosel, faltó luz.
Hartshorn {1978, 1980) discute los factores que inciden, entre otras
la proximidad de fuentes de semillas y las características de su dis-
persión , el periodo de ocurrencia de la apertura, su tamaño, las con-
diciones del sustrato y la relación planta - herbívoros. Tosi {1980)
preparó el gráfico 11 que resume sus conclusiones sobre las oportu-
nidades de manejo en relación a lo discutido antes.

Otras consideraciones importantes para el manejo se deducen


de los cuadros 32, 33 y 34. El descremado de los bosques, que
hace ineficientes y antieconómicas las operaciones de extracción fo-
restal , es consecuencia de la baja representación de especies de in-
terés comercial actual. En el cuadro 32 se muestra, en base a 5 in-

242
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o Leyenda: A Madera corriente (li viana y blanda)
a.. 20 B Madera val iosa (densidad media)
C Madera de va lor variable (densas y pesadas)

10

o
200
A Ñ O
1\)
~
w Gráfico 11 . Alaunas características de la sucesión después de tala rasa en el bosque húmedo tropical Fuente: Tosi (1980)
ventarios forestales recientes, que de un volumen total industrial de
121 M3 el volumen comercial actual es apenas de 28 M3, es decir
menos del 23%. Igualmente, se observa en el cuadro 33 que de 265

CUADRO 32

VOLUMENES MADERABLES INDUSTRIAL TOTAL, COMERCIAL


TOTAL Y COMERCIAL ACTUAL (m 3 /ha) EN LA AMAZONIA

Volumen Volumen Volumen


LUGAR industrial total comercial total comercial actual

Contamana 133 53 25

Oxapampa/Villa Rica 109 58 28

Pichis/Palcazu 115 51 34

La Merced/Satipo 123 44 24

Madre de Dios 128 55 29

Promedio 121.6 52.2 27.9

Fuente : Diversas, citadas por Malleux (1986) .

CUADRO 33

NUMERO DE ESPECIES POR LUGAR Y DE EJEMPLARES


POR HECTAREA DE ARBOLES MADERABLES
EN LA AMAZONIA PERUANA

Número ejemplares Número ejemplares


Número por hectárea de las por hectárea de las
Lugar especies ~species más abundan~es especies más raras

Contamana 229 10.2 0.006


Oxapampa/Villa Rica 280 14.0 0.02
Pichis/Palcazu 350 12.5 0 .01
La Merced/Satipo 270 8.1 0.01
Pozuzo 222 10.2 0.015
Madre de Dios 240 5.1 0.01

Promedio 265.2 9.5 0.012

Fuente: Diversas citadas por Malleux (1986)

244
especies existentes en promedio en los bosques inventariados, las
especies más abundantes están representadas por 9.5 ejemplares
por hectárea, mientras que las más raras lo están por apenas 0.012
ejemplares por hectárea. Frecuentemente las especies consideradas
más valiosas son las naturalmente más raras, que se encuentran a
razón de un ejemplar cada 8 a 1O hectáreas, encareciendo extraordi-
nariamente los costos de extracción y manejo, en especial si se les
confronta a la existencia de centenares de ejemplares por hectárea
en los bosques naturales templados. Además, las especies más
abundantes sueien ser las de maderas duras, es decir densas y pe-
sadas, que muchas veces no son flotantes, encareciendo el trans-
porte menor.

Por eso es necesario modificar toda la concepción de la ex-


plotación forestal, orientando la demanda hacia lo que el bosque
ofrece y no al contrario. La utilización de maderas duras es, en efec-
to posibla. De ser así, como lo demuestra el cuadro 34, trabajando
tan sólo las 10 especies más abundantes se podría aprovechar .54
M3/ha, es decir decuplicar la intensidad de explotación actual. Extra-
yendo las 50 especies más abundantes se aprovecharía el 82% del
volumen industrial total (Malleux 1986). Tosi (1980) y Hartshorn
(1985) van más allá, planteando la explotación a tala rasa, con apro-
vechamiento de toda la biomasa forestal y no únicamente del deno-
minado volumen total industrial, que es una parte. De permitirlo el
mercado, eso es lo ideal.

CUADRO 34

VOLUMEN DE MADERA DE LAS ESPECIES MAS ABUNDANTES


Y SU PORCENTAJE DEL VOLUMEN TOTAL INDUSTRIAL

1O especies más 20 especies más 50 especies más


abundantes abundantes abundantes
LUGAR M3 /ha % M3 /ha % M3 /ha %

Contamana 58.0 43 82.4 62 113.0 85


Oxapampa!Villa Rica 48.3 44 68 .5 62 89 .1 81
Pichis/Palcazu 46.0 40 69.0 60 87.4 76
La Merced/Satipo 67.3 54 92.2 75
Pozuzo 60 .7 37 82.6 51 115.4 85
Madre de Dios 44.6 35 68 .0 53 96.0 75

Promedio 54.2 44 77.1 62 100.2 82

Fuente: Diversas, citadas por Malleux (1986)

245
3.2.2· Las amplias alternativas de manejo.

Las oportunidades de hacer manejo de los bosques naturales


son amplísimas. En el gráfico 12 se brinda una perspectiva de las
opciones de manejo, a partir de las variables: tipo de extracción (tala
rasa, tala rasa parcial y tala selectiva) y nivel de intervención. Según
se observa, la intervención es máxima con la tala rasa y la conse-
cuente reforestación y es mínima con la tala selectiva, que en su
versión extrema puede calificarse de "descremado" y la consecuente
regeneración totalmente natural, es decir únicamente dejando que el
tiempo haga su trabajo.
La versión más traumática de manejo es, sin duda, ia tala
rasa y la reforestación, como se le practica en algunos bosques de
los países templados más desarrollados y como se le ha aplicado en
Jari, en el Brasil (Mclntyre 1980). Lo hecho en Jari tiene defensores
(Nordin & Bolduc 1980, Peck 1983, Fraser 1981) y detractores
(Fearnside & Rankin 1980, 1982, Fearnside 1985). Antes de estudiar
los pro y contra de esta alternativa, debe de señalarse enfáticamente
que es de todos modos mejor que la situación actual en que la tierra
_forestal previamente descremada sirve de asiento a agricultura mi-
·gratoria o a ganadería improductiva, precedida por la quema del
bosque remanente. En su favor, esta opción tiene la posibilidad de
producir un volumen por hectárea mucho mayor de especies bien
conocidas, en términos comerciales como Pinus caribaea, .var. hon-
durensis, Gmelina arborea y Eucalyptus deglupta. En su contra
hay el hecho de que, al igual que la agricultura, erradica los ecosis-
temas naturales de un modo total, sobre superficies extensas. Tam-
bién hay grandes dudas sobre su viabilidad económica, en especial
a largo plazo, la que aún no demuestra. En esto inciden, especial-
mente, la necesidad de fertilización relativamente intensa y la apari-
ción de plagas importantes (por ejemplo las hormigas Atta) , entre
otros problemas. En el Perú esta opción nunca fue planteada por el
servicio forestal pero la Sociedad Paramonga Ltda. S.A., en Pucall-
·pa, le ha dado una prioridad que es discutible si, como ahora, se la
·expande sobre tierras aún cubiertas de bosques naturales que se ta-
lan y queman para ese fin . La reforestación, en cambio, es una alter-
nativa perfectamente sensata en tierras ya deforestadas y no utiliza-
das o sub-utilizadas, que tanto abundan.

Si la tala rasa es practicada parcialmente, el impacto ambien-


.tal es menor. Además la tala rasa parcial ofrece un gran número de
posibilidades que van desde la tala de un porcentaje grande a otro
reducido hasta la reforestación con especies exóticas o nativas, en
plantaciones puras o mixtas; la regeneración natural en parte de la
superficie o en todas partes, inclusive combinada con la reforesta-
ción y también con la agricultura, esto último en alguna de las varias
versiones del método "taungya".

El método desarrollado por el Centro Científico Tropical antes


mencionado, que se aplica en el Palcazu, es una de las muchas op-

246
XJ
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o Exóticas <.t
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o o Nativas .,
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Reforestación en
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Regeneración natural
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+ r6leos

Regener6ción natur61
-
cw
o
g,
O•
:::1
sin intervención . o.
cw
ciones que se derivan de talas rasas parciales las cuales, dicho sea
de paso, ya se aplicaban en las antiguas colonias francesas y belgas
de Africa desde antes de la última guerra mundial. Catinot (1965}
hace una interesante descripción de una serie de opciones de mane-
jo basadas total o parcialmente en la regeneración natural y también
en parte en la regeneración artificial. Menciona, entre otras, las técni-
cas "okoumé", "limba", Martineau, enriquecimiento en trochas y par-
celas. La técnica "taungya" así como el "tropical shelterwood sys-
tem", el "irregular shelterwood system" y el sistema uniforme, con su
variante malaya, han tenido un desarrollo mayor en las antiguas co-
lonias británicas (Masson 1983).

No viene al caso explicar cada uno de estos sistemas o tec-


nologías. Pero es verdaderamente sorprendente que, de toda esta
gama de posibilidades probadas en otras latitudes en condiciones
perfectamente equivalentes y en su mayoría con éxito (Wadsworth
1987, Nwoboshi 1987), sólo se haya aplicado extensamente el méto-
do de enriquecimiento en trochas. Además, el método de enriqueci-
miento en trochas ha sido, sin excepción, mal aplicado, al no abrir
suficientemente el dosel, acarreando un lento crecimiento de los ro-
dales. En ellos sólo desarrollan bien las plantas situadas en los ex-
tremos de las trochas, precisamente porque allí hay luz suficiente.
Esa ha sido la experiencia de lparía, von Humboldt y Jenaro Herre-
ra, entre tantas otras. En von Humboldt se ensayó el método "taun-
gya", con éxito pero no se perseveró en él (Orna 1977, Masson
1978). El resto de los ensayos han sido esencialmente tala rasa total
y reforestación.

Por otra parte, en el Perú, sólo la Universidad Nacional Agra-


ria en sus estaciones de Aucayacu y Dantas, ha intentado manejo
con diversas intensidades de regeneración natural. Como se sabe
los trabajos en Aucayacu tuvieron que ser suspendidos por la expro-
piación del predio y los ensayos de Dantas son aún muy recientes.
Es posible que hayan habido o que aún existan otros intentos de ha-
cerlo, por empresarios privados, pero en esos casos los campesinos
invasores siempre se encargan de acabar con ellos.

· 3.2.3 Otras consideraciones sobre el manejo de los


bosques naturales

Wadsworth (1978), Fraser (1978), Dourojeanni (1978) y Tosi


(1978) estudiaron las posibilidades de manejo del Bosque Nacional
de Tapajoz, en el Brasil, encontrando que es económicamente via-
ble, en base a una combinación de opciones. Wadsworth (1978), las
explica mediante un diagrama (gráfico 13). Por otra parte, todos los
expertos coincidieron en algunos requisitos básicos como son la
mantenimiento de franjas boscosas intercaladas entre los tramos de
corta para mantener, manejar y aprovechar recursos genéticos; la
mantenimiento de otros lotes, intangibles, para la conservación de la
fauna silvestre y mantenimiento de la vegetación forestal natural en

248
Bosque maduro 1J sobremaduro

(remplazo)

Fuente: Wadsworth (1978)


Gráfico 13. Esquema para el análisis secuencial de las alternativas silviculturales para el ma-
nejo de bosques naturales .

las márgenes de ríos y riachuelos. No existe regla fija para definir el


porcentaje del área del bosque que debe ser protegido para los tres
fines arriba indicados, tanto más que en muchos casos pueden apor-
tar a ello las porciones boscosas cuyas características corresponden
a protección y no a producción. Sin embargo, a grosso modo, se
puede hablar de un 20% del ámbito sometido a manejo. Para el Bos-
que Nacional von Humboldt también se ha propuesto un plan de ma-
nejo, de características parecidas. Pero, como ya se indicó, ninguno
ha sido aplicado.

El Ministerio de Agricultura (1987), en su plan de acción fores-


tal 1988-2000, estimó el volumen en crecimiento de los bosques que
serían aprovechables en el año 2000 en 285 millones de metros cú-

249
bicos, con un volumen de corta anual entre4.7 y 7.1 millones de me-
tros cúbicos al año 2000, según que el ciclo de corta sea, respecti-
vamente, de 60 y 40 años. Este estimado está basado en la extrac-
ción de 26 M3/ha en 1'100,000 ha. de los bosques nacionales y en
4'320,000 ha. de los de libre disponibilidad que aún no han sido des-
cremados y de 20 m3/ha. en 7'200,000 ha. de los bosques de libre
disponibilidad explotados. Esto no es el potencial productivo de los
bosques sino lo que se puede esperar, razonablemente, para enton-
ces.

4. EL CASO DE LOS BOSQUES SECUNDARIOS

Todo demuestra que los bosques secundarios brindan una


oportunidad excepcional para integrar los intereses de la actividad
agropecuaria con los de la forestería. En un capítulo anterior se evi-
denció la existencia de no menos de 5 millones de hectáreas de bar-
bechos forestales, es decir de purmas o vegetación forestal secun-
daria que es aprovechada únicamente para restaurar la fertilidad na-
tural de los suelos sometidos a alguna forma de agricultura migrato-
ria. Sin embargo, hay evidencias de que la biomasa generada en
gran parte de esas áreas puede sustentar una importante industria
forestal, que podría aportar muchos beneficios al campesino y que
permitiría estabilizar la agricultura migratoria. En este capítulo se dis-
cutirán esas posibilidades.

Pese a que los bosques secundarios más conspicuos son


barbechos forestales, es decir de origen antrópico, debe recordarse
que lo normal es que sean de origen natural, como parte de los pro-
cesos de sucesión que permiten la regeneración del bosque. Ellos
se constituyen en las orillas de los cursos de agua (Foster 1980;
Foster, Arce & Watcher 1986; Salo & Kalliola 1986; Salo et al 1986,
Marraskuuta 1986) y en los claros que se forman en el bosque cada
vez que caen árboles a consecuencia de la edad, decaimiento por
insectos o enfermedades o por acción de rayos, vendavales y otros
fenómenos naturales (Hartshorn 1978, Whitmore 1978, Orians 1982),
inclusive movimientos de la corteza terrestre (Garwood, Janos & Bro-
kaw 1979). Pero este último tipo de bosques secundarios, aunque
omnipresentes en los bosques tropicales húmedos, se encuentran
muy dispersos y tienen una superficie que jamás tiene las enormes
proporciones que alcanzan los barbechos forestales.

4.1 CARACTERISTICAS DE LAS PURMAS DE ORIGEN


AGROPECUARIO

La composición florística de los bosques secundarios en bar-


bechos forestales es, pese a ser mucho más simple que la del bos-
que clrmax, sumamente compleja. Varios centenares de especies ~e

250
árboles, arbustos y hierbas, amén de epífitas y plantas inferiores, se
encuentran en cada uno de los varios tipos de bosques secundarios
que se desarrollan. Sin embargo, el predominio de ciertas especies
arbóreas es tan notorio en algunos tipos de bosques secundarios
que, con frecuencia, los forestales se refieren a ellos como si fueran
bosques homogéneos. En el Perú, es común referirse al cetical o al
topal, indicando asociaciones con predominio de cetico (Cecropia) o
de topa (Ochroma), respectivamente. Los primeros son naturalmen-
te comunes en las orillas de los grandes ríos , como parte del com-
plejo florístico que caracteriza al bosque aluvial clase 111 o bosque ri-
bereño del Mapa Forestal del Perú (Malleux 1975).

En una primera revisión sobre las especies arbóreas y arbus-


tivas más conspicuas de los bosques secundarios de origen agrícola
en el Perú , Reynel (com. pers. 1986) registró más de 100 especies
correspondientes a 61 géneros y a 33 familias (cuadro 35) . Pero
como el propio autor lo indica, existen muchas especies más. Los
géneros más representativos serían : Himátanthus (Apocynaceae),
Jacaranda (Bignonaceae), Bixa (Bixaceae), Cavanillesia, Quarari-
bea, Ochroma (Bombacaceae), Bauhinia, Cassia, Schizolobium
(Caesalpiniaceae), Jacaratia (Caricaceae), Vernonia (Compositae),
'Aichornea , Croton, Sapium (Euphorbiaceae), Laetia (Fiacourtia-
ceae) , Vismia (Guttiferae), Miconia (Melastomaceae), Cécropia,
Coussapoa, Pourouma (Moraceae) , Erythrina (Papilionaceae) , Tri-
plaris (Polygonaceae) , Solanum (Solanaceae), Callycophyllum
(Rubiaceae), Guazuma (Sterculiaceae), Apeiba, Heliocarpus, Mo-
llia (Tiliaceae), Leonia y Rinorea (Violaceae):

Algunos géneros revisten una gran complejidad taxonómica,


en especial el género Cecropia que es quizás el más estudiado
(Berg 1978) y el más importante, por su abundancia. Se conocen
unas 100 especies de Cecropia de las que 15 se han identificado en
la Amazonía de Brasil. La distribución de las especies es muy res-
tringida y muchas de ellas estarían concentradas en la zona de in-
fluencia de los Andes. Por eso se estima que pueden existir unas 40
en el territorio peruano (Reynel op. cit) . Otros géneros de identifica-
ción dífícil en el Perú son: Himatanthus, Quararibea, Bauhinia,
Cassia, Macrolobium, Schizolobium, Sclerolobium, Vernonia, Sa-
pium, Casearia, Vismia, Nectandra, Ocotea, Miconia, Pithecello-
bium, Eugenia, Erythrina, Psychotria, Allophyllus y Rinorea. ·

. Es importante volver, a señalar que no siempre es posible


que la sucesión se des~nvuelva hasta volver a un estadío forestal y,
también, que los estadfos pioneros herbáceos y arbustivos pueden
variar mucho según los antecedentes de uso o la fertilidad del suelo
y otras características. Por ejemplo, el uso reiterado del fuego con-
duce a la aparición del helecho Pteridium aquilinum ("shapumbal").
Si las quemas se prolongan año tras año, el helecho es reemplaza-
do por el pasto lmperata brasiliensis ("pajonal"), como lo demostró
Scott (1974) para el Gran Pajonal. Otras sucesiones, sin uso abusivo
de fuego, son dominadas inicialmente por Vernonia ("chamiza!"), en-
tre otras especies según los c~sos.

251
!\) CUADRO 35
(]1
!\)
LISTA PRELIMINAR DE ESPECIES COMUNES O RELATIVAMENTE COMUNES
EN LAS "PURMAS" DEL PERU

FAMILIA GENERO ESPECIE (S) NOMBRE COMUN

Anacardiaceae Spondias 4/ mombin "Ubos"


Annonaceae Annona "Anonillá'
- --
Apocynaceae Himatanthus 1/,2/,3/ articulatus, sucuuba, tarapotensis "Bellaco caspi"
Bignoniaceae Jacaranda 2/ copaia, glabra "Huamansamana"
Bixaceae Bixa 2/ platycarpa "Achote caspi"
Bombacaceae Cavanillesia 1/,2/ hylogeiton "Lupuna colorada"
Chorisia 1/
---
integrifolia, insignis "Lupuna", "huimba"
Ceiba 1/ pentandra, samauma "Lupuna", "h uimba"
Quararibea 1/, 2/,3/,4/ cordata, bicolor, ochrocalyx "Sapote", "sapotillo"
Ochroma 2/ pyramidale "Topa", "palo balsa"
Caesalpiniaceae Bauhinia 1/,2/,3/ longifolia, tarapotensis "Machete vaina"
Cassia 1/,2/,3/ grandis, cuspidata "Retamilla", "pashaco"
Macrolobium 1/,3/ acaciaefolium "Pashaco"
Schizolobium 1/,3/ amazonicum , excelsum "Pashaco"
Sclerolobium 1/,3/ chrysophyllum, .micranthum "Pashaco"
1

..
NOTAS: 1/ Géneros en los cuales hay muchas más especies, aparte de las mencionadas.
2/ Géneros más representativos de las especies de "purma".
3/ Géneros de alta complejidad taxonómica. ·
• 4/ Especies con frutos comestibles.
FAMILIA GENERO ESPECIE (S) NOMBRE COMUN

Caricaceae Jacaratia 2/ digitata "Papaya caspi"


Chrysobalanaceae Hirtella 1/ triandra, ramossisima "Apacharama"
Licania 1/ elata, intrapetiolaris "Apacharama"
Compositae Oliganthes discolor "Ocuera"
Vernonia 1/, 2/,3/ cordifolia "Ocuera"
-
Cochlospermaceae Cochlospermun orinocense "Huimba"
Euphorbiaceae Alchornea 1/,2/ triplinervia, glandulosa "Zancudo caspi"
Croton 1/,2/ draconoides, palanostigma, tessmanii "Sangre de grado"
Sapium 1/,2/,3/ glandulosum, marmieri, poeppigii "Caucho masha", "Shiringa arana"
Hura crepiians "Catahua"
Flacourtiaceae Gasearía 1/,3/ parvifolia, spinosa "Yutubanco"
Laetia 2/ procera "Purma caspi"
Lunania parviflora "Purma caspi"
Guttiferae Vismia 1/, 2/,3/ cayennensis, floribunda "Pichirina"
Lauraceae Nectandra 1/,3/ "Moena"
Ocotea 1/,3/ "Moena"
Loganiaceae Potalia o mara "Caballo chupa"
Melastomataceae Miconia 1/,2/, 3/ longifolia, parviflora, pteropoda "Rifari" 1

Menispermaceae Abuta .. grandifolia "Achuni caspi"


Mimosaceae lnga 2/,4/ alba, marginata, ruiziana "Shimbillo"
1\)
(Jl
(¡,) ....
Pithecellobium 1/, 3/ pedicellaris, spruceanum "Pashaco"
....
1'\) FAMILIA GENERO ESPECIE (S) NOMBRE COMUN
(Jl
.¡:..
Moraceae Cecropia 1/,2/,3/,4/ latifolia, obtusa, sciadophylla "Cetico"
Coussapoa 1/,2/ grandiceps, tessmannii "Sasha ubilla"
Ficus 1/,4/ gemira, insipida, paraensis , caballima "Oje"
Poulsenia armata "Yanchama"
Pourouma 1/,2/,4/ cecropiaefolia, palmata, substrigosa "Ubilla"
Myrtaceae Eugenia 1/,3/,4/ stipitata, riparia "Guayaba de monte"
Olacaceae Heisteria 1/ cauliflora, desinfrons "Yutubanco"
Papilionaceae Erythrina 1/,2/,3/ esculenta, glauca, ulei "Amasisa", "Oropel"
Polygonaceae Triplaris 1/,2/ pavonii , peruviana "Tangarana"
Rubiaceae Call~coph~llum 2/ spruceanum "Capirona"
Duroia hirsuta "Supai quinilla"
Psychotria 3/ alba, cuspidata "Purma caspi"
Rutaceae Zanthox~lum 1/ ruizianum, sprucei "Hualaja"
Sapindaceae Allophyllus 1/, 3/ divaricatus, floribundus "Cafecillo"
Solanaceae Solanum 1/,2/, 3/ hazenii "Shuca huito"
Sterculiaceae Guazuma 2/ crinita, ulmifolia "Bolaina"
Sterculia 1/ apetala, frondosa, tessmannii "Warmi caspi"
Tiliaceae Apeiba 1/,2/ menbranacea, tibourbou "Peine mono"
Heliocarpus 21 popayanensis "Liausaquiro"
Mollia 2/ gracilis "Bolaina"
Muntingia 4/ calabura "Yumanasa"
Ulmaceae Trema micrantha "Atadijo"
Urticaceae Urera "lshanga"
Violaceae Leonia 2/ glycycarpa "Tamara"
Rinorea 2/,3/ lindeniana, racemosa "Cafecillo"
Algo se ha estudiado la biolog ía de los bosques secundarios.
Sin embargo, su estudio se ha referido esencialmente a los bosques
secundarios naturales, como parte de las sucesiones que rege neran
el bosque. Poco se sabe, en verdad , de las diferencias que sin duda
existen entre los bosques secundarios naturales y los que son una
consecuencia de la actividad humana.

La sucesión es, pues, un proceso de cambio en el ecosiste-


ma, que pasa de un estadía inmaduro a otro maduro, que los ecólo-
gos y los forestales llaman clímax. La sucesión es secundaria cuan-
do se produce sobre un área que ha sido previamente disturbada.
Las áreas afectadas por la agricultura migratoria, que es un factor
alógeno, dan lugar a sucesiones alogénicas por oposición a las que
se producen bajo control de la comunidad, como los claros en el
bosque, que son consecuencia de factores autógenos y que dan lu-
gar a una sucesión autogénica. En general, los ecosistemas jóvenes
tienen una productividad primaria neta más alta, menos diversidad
de especies, ciclos de los nutrientes minerales abiertos y productivi-
dad mayor (US National Research Council 1982).

' Budowski {1963, 1964, 1965), en Costa Rica y Panamá, de-


terminó tres estadías o fases en la sucesión de los bosques secun-
darios, antes de llegar al clímax, que él denominó pionero {1 a 5
años) , secundario temprano (5 a 15 años) y secundario tardío (20 a
50 años) . Luego viene el clímax (más de 100 años). El número de
especies así como la altura del rodal van en aumento de estadía a
estadía. Lo mismo sucede con el número de estratos: uno solo, den-
so y enmarañado, en el pionero; dos bien diferenciados en el secunc
dario temprano; tres, difíciles de diferenciar en el secundario tardío
y cuatro o cinco estraJ:os en el clímax. En el sitio se suceden plantas
herbáceas, matorral, arbustos de n!pido crecimiento, árboles de rápi-
do crecimiento y, finalmente, árboles de crecimiento más lento, mu-
chos de los cuales permanecen en el bosque clímax. Se trata, por
lo menos en los estadías pionero y secundario temprano, de espe-
cies marcadamente heliófilas. Dancé y Kometter {1984) , evaluando
bosques secundarios en la Selva Central del Perú, definen esos mis-
mos cuatro estad íos como: (1) bosque secundario pequeño, donde
emergen plántulas de especies arbóreas y hay árboles hasta con 1O
cm de Dap; (2) bosque secundario joven, conformado por árboles
de menos de 25 cm de Dap, con mayor número de especies que en
el estadía anterior, pero siendo aún pocas; (3) bosque secundario
adulto, cubiertos de vegetación arbórea, que es o empieza a ser ma-
derable, con más especies que en la fase anterior y; (4) bosque clí-
max, que aún posee especies de carácter secundario pero que ya
presenta las definitivas. Contraponiéndose a la terminología común-
mente adoptada en el Perú , estos autores denominan "purma" única-
mente al estadía que precede al que llaman bosque secundario pe-
queño, en · el que predominan las herbáceas y arbustivas sobre las
arbóreas. Budowski denomina a este estadía como pionero. En . el
cuadro 36 se muestra la proporción en que se presentan los esta-
días arriba mencionados en el eje La Merced-Satipo, que se puede
considerar como representativo. Según se observa, el bosque secun-

255
dario adulto, que es explotable por presentar volúmenes de madera
y dimensiones por árbol importantes, es el estadía que predomina
(46%). Sobre este tema, aunque con menor profundidad, también
tratan Malleux (1975) y Schrbder (1980) .

CUADRO 36

AREAS Y PORCENTAJES DE CADA ESTADIO DE BOSQUE


SECUNDARIO EN EL EJE LA MERCED-SATIPO,
SELVA CENTRAL

Estadio Superficie (ha) %

Purma (bosque pionero) 35,970 22.9

Bosque secundario pequeño 32,287 20.6

Bosque secundario joven 16,665 10.6

Bosque secundario adulto 72,189 45.9

TOTALES 157' 111 100.0

Fuente : Dancé y Kometter (1984)

El conocimiento sobre crecimiento es aún muy reducido y


fragmentario, pero revelador de la importan\(ia económica potencial
de los bosques secundarios. En el cuadro 37, una recopilación de
observaciones hechas en el país, muestra registros de volúmenes
por hectárea en rodales de Cecropia que van desde 52 M3/ha a los
8 años de edad (Bazán 1967) hasta 200 M3/ha cuando adultos, con
20 a 25 m de altura (Malleux 1971 ). En el caso de Cecropia nigra,
FAO (1960) indica que en 3 a 5 años se producen hasta 83 M3/ha
y que se han recomendado rotaciones de 5 años. Goitía (1976) re-
vela crecimientos de 16 M3/ha/año para Ochroma pyramidale. De
otros países · hay numerosas informaciones que confirman el rápido
incremento en altura, Dap y volúmenes de rodales o especies de
bosque secundario.

Dancé y Kometter (1984 ), sobre 28 especies principales en


los bosques secundarios, constataron 118 árboles por hectárea en el
estadía bosque secundario adulto y 202 en el clímax. En el primer
caso, 3 especies (Cecropia sp., Alchornea triplinervia e lnga sp.)
tenían 49 ejemplares por hectárea, en promedio, esto es representa-
ban el 42% de la población . Seis especies (Jacaranda copaia, Tre-
ma micrantha y Laetia procera además de las antes citadas) eran
el 51%. En el caso de lo que esos autores denominaron "bosques
clímax" existían 202 ejemplares por hectárea y 6 especies (lnga sp .,
Guarea sp. , una Lauraceae, Virola sp., Trichilia sp. y Virola sp.)

256
constituían el 86% de la población de cada hectárea. Los indicados
autores no aportan información sobre la edad que corresponde a
cada uno de los estadías que describen. Sea como sea, estos datos
demuestran que los bosques secundarios, aún en sus estadías
avanzados son considerablemente homogéneos, lo que facilita su
eventual aprovechamiento.

CUADRO 37

INFORMACION SOBRE CRECIMIENTO DE ESPECIES


FORESTALES SECUNDARIOS EN EL PERU

EDAD ALTURA VOLUMEN INCREMENTO


ESPECIE (años) (m) (M 3 /ha) (M 3 /ha/año) FUENTE

Cecropia spp. 8 52 Bazán (1967)


Cecropia spp. 20 71.9 González y Malleux (1966)
Cecropia spp. adulto 20-25 100-200 Malleux (1971)
Cecropia spp. adulto 10-15 50-100 Malleux (1971)
Cecropia nigra? 3-5 83 FAO (1966)
Cecropia spp. 80 Malleux (1975)
Guazuma crinita 1.4 2.9-4.1 INFOR/JICA (1985)
Guazuma ulmifolia 1.4 1.5-2.4 INFOR/JICA (1985)
Ochroma pyramidale 13-20 16 Goitia (s/f)
Purma (rodal) 5 10-15 Denevan et al (1984)

Nota: La información proporcionada por FAO (1 966) fue obtenida de Barreda (1 950)
y de Forres! y Barbour (1 953) .

Algunos estudios, en el Bosque Nacional von Humboldt, en la


proximidad de Pucallpa, revelan cierta información fenológica sobre
especies de barbecho forestal. Trucios (1986) brinda información
bastante completa sobre 9 de estas especies: Erythrina ulei, Jaca-
randa copaia, Chorisia integrifolia, Ch. insignis, Ceiba pentan-
dra, Spondias mombin, S. radlkoferi. Existen, por cierto, otras ob-
servaciones dispersas, hechas en particular por los dendrólogos. En
otro estudio, sobre flora invasora en plantaciones forestales en ese
Bosque Nacional, Maruyama y Angulo (1986) dan información intere-
sante sobre casi dos centenares de especies pertenecientes a 62 fa-
milias, entre las que predominan las Leguminosae, Graminae y Com-
positae. Entre dichas "malezas" figuran varias especies de bosque
secundario de valor económico potencial, como Cecropia, Trema,
Calycophyllum, Jacaranda, Ceiba, Brosimum, Pithecellobium,
lnga, Ochroma.

También, en el ámbito del Parque Nacional del Manu, Foster


et al (1986) y Kubitzki (1985) han hecho estudios que aportan infor-
mación sobre la dispersión de semillas de algunos géneros y espe-

257
cies de bosques secundarios. De otro lado, Ugamoto y Pineda
(1986, 1987) han ensayado la germinación de semillas de 24 espe-
cies forestales del van Humboldt, entre ellas Bixa platicarpa, Gua-
zuma crinita, G. ulmifolia, Ceiba sp. y han desarrollado técnicas de
producción de plantones de Guazuma, Spondias y de otras espe-
cies de árboles de bosque secundario.

4.2 BARBECHO FORESTAL Y RECUPERACION


DE . LA FERTILIDAD

Esta es, por mucho, la principal razón para el barbecho fores-


tal en el Perú. El descanso de la tierra bajo uso agrícola es una cos-
tumbre .arraigada en los agricultores andinos, que conforman el grue-
so de los agricultores estables o migratorios de la Amazonia y tam-
'bién es una costumbre ancestral de los nativos amazónicos. La pri-
mera y más obvia ventaja de la agricultura migratoria y del conse-
cuente barbecho forestal es que se puede practicar agricultura sin in-
sumos, excepto trabajo y semillas (Poutanen 1985). Se practica a
falta de otra alternativa, dadas las condiciones prevalentes y no ne-
cesariamente como expresión de una aproximación primitiva a la
agricultura. Por eso es que ella se da por igual en nativos tribales
que en colonos.

El tema fue estudiado en el Perú por Seubert et al (1977)


quienes encontraron que la ceniza de un bosque secundario de 17
años, en un Ultisol de Yurimaguas, aportaba el equivalente a 145
kg./ha de úrea, 67 kg ./ha de superfosfato simple, 50 kg./ha de mu-
riato de potasio, 250 kg ./ha de cal dolomítica y cantidades significa-
tivas de micronutrientes como zinc, cobre, manganeso y fierro. Las
cosechas subsiguientes, en tierras habilitadas por roza y quema, son
siempre significativamente superiores a las que se obtienen en tie-
rras deforestadas con maquinaria pesada . .Este efecto puede deber-
se a las cenizas, cuando la topografía y/o la meteorología han sido
favorables a su permanencia en la parcela, tanto como a la compac-
tación y pérdida del horizonte superior del suelo debidos al uso de
maquinaria pesada. La incorporación de ceniza incrementa el Ph del
suelo, decrece la saturación de bases con aluminio y, obviamente,
aumenta la disponibilidad de nutrientes, aunque estos efectos desa-
parecen gradualmente (Sánchez 1979). Pero la quema también pro-
voca grandes pérdidas de nitrógeno y azufre de la biomasa, además
de destruir en parte la biota del suelo. Finalmente, la directa exposi-
ción al sol del suelo en las chacras eleva mucho su temperatura
(Sánchez 1977).

4.2.1 Sistemas nativos

Bajo este título se tratará de algunos de los muchos sistemas


de barbecho forestal, para recuperación de fertilidad, aplicados por

258
las naciones y tribus amazónicas. Varios antropólogos y geógrafos
han estudiado el tema en el Perú. Excelentes descripciones del cul-
tivo de roza y quema han sido hechas para los Campa del Gran Pa-
jonal (Denevan 1971 ), los Urarina del río Chambira (Kramer 1977,
1979), los Aguaruna del Marañón (Berlin & Berlin 1978), los
Amahuaca del este (Carneiro 1979), los Secoya del norte (Casanova
1979), los Secoya del río Yubineto y otros nativos (Gasché 1975,
1980), los Bora de la cuenca del Ampiyacu (Denevan et al 1986),
entre varios más. Aunque hay diferencias, a veces importantes, cada
caso sigue un patrón común que, entre otros, resume Camino
(1984).

Los nativos saben seleccionar las tierras comparativamente


más fértiles de sus territorios, para asentarse. Tienen, en realidad,
sistemas de clasificación de tierras altamente sofisticados, en los
que además de criterios edafológicos consideran muchos otros facto-
res. La apertura de chacras, en bosque clímax. o en bosques secun-
darios maduros, es hecha en varias parcelas pequeñas aunque con-
tiguas y disetáneas. La roza y la tumbada subsecuente no es total ,
como tampoco lo es la quema, dando lugar a una incorporación gra-
dual de la materia orgánica y de los nutrientes. Según la calidad del
suelo, producen cosechas durante dos a cuatro años, asociando cul-
tivos cuidadosamente seleccionados y distribuidos en una forma que
muchos han denominado agricultura promiscua. Varias especies úti-
les se combinan para beneficiarse mutuamente. Por ejemplo, siem-
pre hay alguna leguminosa y también plantas herbáceas de diferente
porte y duración, arbustivas y a veces hasta especies frutales y fo-
restales de más larga o larga maduración, constituyendo legítimos
sistemas "taungya" amazónicos. Esas últimas especies preparan el
terreno al barbecho forestal , que como lo señalan Denevan e~~.fal
(1986) es en verdad una agricultura forestal, al menos durante las
etapas iniciales del barbecho. Este tiene duración variable, según la
presión existente sobre la tierra, con un rango de 5 a 30 años y a
veces muchos más. En el caso de los Bora (cuadro 38) se distin-
guen 9 etapas de sucesión de plantas cosechables, cultivadas o na-
turales, sobre 30 años o más. Para los nativos el barbecho forestal ,
además de restaurar la fertilidad del suelo, tiene uso múltiple. Preci-
samente porque saben sacar provecho del barbecho forestal pueden
esperar lapsos largos, suficientes para restaurar verdaderamente el
suelo.

Una de las muchas variantes del esquema básico arriba des-


crito es el desarrollado por los Urarina para el cultivo del plátano;
Ellos primero rozan la vegetación de sotobosque, plantan los rizo-
mas del plátano, luego talan los árboles, los queman y por último
plantan otros cultivos intercalados con el plátano. Hay pocos pláta-
nos dañados por la caída de los troncos y, de ocurrir, éstos son
reemplazados. La quema, generalmente incompleta, tampoco perju-
dica los plátanos. Después de dos .o tres cosechas de plátanos y de
los otros cultivos, la chacra es abandonada. La cronología de cada
operación, así como el momento para la siembra de cada especie

259
CUADRO 38

ETAPAS SUCESIVAS DE PLANTAS COSECHADAS EN LAS


CHACRAS Y BARBECHOS FORESTALES DE LOS BORA,
LORETO, PERU

ETAPA SEMBRADAS NATURALES

Bosque clímax Varias, spp. de árboles y palmeras para


construcción , artesanía, alimento y medicina.

Chacra recién Policultivo en crecimiento Leña sobrante después de la quemada.


sembrada (3 meses)

Chacra nueva Zea, Oryza, Vigna Varias pioneras tempranas utilizadas.


(9 meses)

Chacra madura Manihot, Xanthosoma, Dios - Pioneras útiles, incluidas enredaderas y hier-
(2 años) corea, lpomoea, Musa,- - bas en bordura de chacra.
Solanum y otros.

Purma transicional Manihot resembrado, Ananas, Madera para postes u otros usos (Cecropia.
(5 años) Arachis. Erythroxylon, ~. Ochroma, Jacaranda) ; medicinales, alimenta-
Persea· , Anacardium , Citrus, rias (~. Pouroma). Fauna silvestre
Lonchocarpus; Pouroma, (captura).
Capsicum y varios tubérculos.

Purma con frutales Bactris, Musa, Pouroma, ~. Mucha madera blanda apta · para construc-
(4-6 años) Pouteria, Erythroxylon, Bixa, ción y leña (Cecropia, Ochroma, Jacaranda,
algunos tubérculos, restos de Schizolobium, Guazuma); palmeras útiles
Ananas. etc.
--
(lriartea, Astrocaryum). Fauna silvestre (cap-
tura y caza).

Purma "de bosque" Bactris, Theobroma bicolor, Theobroma bicolor, Poragueiba; maderas se-
(12-30 años) Pouroma, Artocarpus- - mi-duras (Cedrela, Virola); palmeras (Euterpe,
Astrocaryum , Euterpe, Jessenia) Fauna sil-
vestre (caza).

Purma antigua Theobroma bicolor, Artocar- Como en caso anterior.


~ · Poragueiba, H~ menaea .

Fuente: Denevan et al (1986) ligeramente modificado.

de planta útil que se intercala es resultado de una cuidadosa deci-


sión que evita competencias indeseables (Kramer 1979).

4.2.2 Sistemas de los colonos

Tratándose de ribereños, es decir de descendientes de los


caucheros y de otros colonos antiguos de la Amazonía, el procedi-
miento de apertura de chacras y de barbecho forestal se parece mu-
chísimo al que utilizan los nativos del área en que están asentados.
Por ejemplo, Morán (1977) demostró que los "caboclos" brasileños
reconocen la calidad del suelo mediante plantas indicadoras. Esto es
lógico, teniendo en cuenta que antes y aún ahora, los nativos suelen
ser el grueso de su mano de obra. La principal diferencia es que los
ribereños, como su nombre lo indica, están asentados sobre las más

260
ricas tierras aluviales de la Amazonía, de la que desposeyeron siglos
o décadas atrás a los indios y, por ende, sus barbechos son más
cortos. Los colonos asentados en tierras altas pero planas pueden
usar métodos similares a los indios o deforestar con maquinaria pe-
sada, según su nivel económico y la disponibilidad del equipo. Sin
embargo, salvo excepciones como en el Huallaga Central (Douro-
jeanni 1981 ), los que plantan especies anuales también practican
barbechos forestales tan largos como puedan hacerlos, en función
de la presión sobre la tierra. Los asentados en tierras en, laderas, es
decir los colonos dedicados a la agricultura en limpio más pobres,
actúan igual pero nunca practican desmonte mecanizado. Además,
·por estar las tierras sometidas a procesos erosivos severos, los bar-
bechos deberían durar más Rara reponer la fertilidad, aunque ese no
es siempre el caso debido a que la presión de los campesinos sin
tierra es ejercida en gran parte sobre esas tierras marginales. Los
campesinos pobres no suelen hacer prácticamente ningún uso de la
madera procedente de los desmontes, excepción hecha de la even-
tual venta previa de madera fina a extractores forestales locales. Por
otro lado, a consecuencia del uso del fuego se producen, en esas la-
deras incendios forestales limitados pero que carcomen los bosques
aún no talados ubicados en la parte superior de las chacras.

La forma en que el barbecho forestal contribuye a restaurar la


fertilidad del suelo no ha sido particularmente estudiada en el Perú.
Como en otras partes, se supone que las raíces de los árboles pio-
neros y de los siguientes en la sucesión extraen del subsuelo los nu-
trientes lixiviados durante el periodo de uso agrícola y que, median-
do la descomposición de la materia orgánica, vuelven a quedar a
disposición de las raíces de las plantas herbáceas. Pero Antaine
(com. pers. 1978) constató, en madera de Cecropia recolectada en
los alrededores de Pucallpa, que contenían concentraciones excepcio-
nales de aluminio. Supuso que esa especie pionera actúa como "lim-
piador" del suelo absorbiendo, por un mecanismo no por entero ex-
plicado, cantidades importantes de ese elemento, tóxico a altas con-
centraciones y restaurando un equilibrio en la solución suelo que
permite el funcionamiento del intercambio catiónico. Las estrategias
de las pioneras, para prosperar en suelos acidificados y altamente
saturados de aluminio a consecuencia de cosechas agrícolas sucesi-
vas, es un asunto que merece un estudio profundo.

Sea como fuere, no cabe duda de que el barbecho forestal


posibilita volver a cultivar, con ventaja económica, tierras que de ser
utilizadas sin descanso ni fertilización, se volverían improductivas al
cabo de muy poco tiempo.
Por otra parte, algunas especies de purma son utilizadas en
prácticas agroforestales tanto por nativos, como se indicó, como por
colonos . Como lo mostró Dourojeanni (1981) para el Hu aliaga Cen-
tral son numerosos los casos en que los agricultores, en especial los
pequeños estables, desarrollan prácticas agroforestales que frecuen-
temente involucran especies propias del bosque secundario. El caso
más clásico es la asociación de cafeto con una de las varias espe-

261
CUADRO 39

UTILIZACION DE ESPECIES DE "PURMA" EN TECNICAS


AGROFORESTALES EN LA AMAZONIA PERUANA

l. Sistemas que combinan árboles con cultivos

1) Taungya
Chorisia sp. con plátano '

2) Especies comerciales en cultivos


Chorisia sp. con frejol ·
Hura crepitans con plátano
Jacaranda copaia con yuca
Spondias mombin con frejol
Calycophyllum spruceanum con arroz

3) Especies frutales en cultivos


lnga edulis con frejol
Pourouma cecropiseptifolia con piña

4) Sombra y mejora de suelo


lnga edulis con café o cacao
.lnga sp. con café o cacao
lriga sp. con café o cacao
Ochroma pyramidale con diversos cultivos

5) Barbecho mejorado
Chorisia sp.
Guazuma sp.
Guazuma sp.
lnga sp.
Ochroma sp.
Schizolobium amazonicum

6) Tutores
Jacaranda con pimienta
11. Sistemas que combinan simultáneamente árboles con cultivos y pastos.
Cecropia sp. con cacao y pasto
111. Sistemas que combinan árboles con pasto

1) Pastos con árboles de bosque secundario


Jacaranda copaia con kudzu y/o pastos naturales
Guazuma sp. con kudzu y/o pastos naturales

2) Pastos con árboles de interés comercial o frutales


Chorisia sp. con pastos cultivados o mejorados
Erythrina sp. con pastos cu ltivados o mejorados
Ficus anthelmintica con pastos cultivados o mejorados
Guazuma sp. con pastos cultivados o mejorados
lnga spp. con pastos cultivados o mejorados

3) Pastos vivos de hojas comestibles


Erythrina sp.

Fuentes: Basado en una compilación hecha oor Poutanen (1985).

262
cíes semidomesticada o silvestres de lnga, un género común en las'
purmas. Pero este género es asociado con otros numerosos cultivos
anuales y perennes. Igualmente, otra leguminosa, la Erythrina, es
usada por doquier en forma de cercos vivos, para sombra y alimento
de animales. Lo primero ya había sido reportado en 1955 poJ Bur-
gos. Pero hay docenas de otros ejemplos, muchos de ellos citados
por Poutanen (1985) en base a una encuesta nacional (cuadro 39)
y otros, respectivamente para Selva Alta y Baja, por Brack et al
(1985) y Ríos (1979) y Castillo (1985). Véase también INADE
(1985) .

En la región de Pucallpa, se utiliza Jacaranda, uno de los gé-


neros dominantes en las purmas, como tutores de pimienta, con un
excelente rendimiento. Igualmente, ante la escasez creciente de ma-
dera de obra barata, los agricultores ahora empiezan a asociar la es-
pecie Guazuma crinita, otra dominante en purmas locales pero que
brinda madera de buena calidad, a pastos y a chacras a las que pro-
vee de una sombra tenue. Por otra parte, Masson (1978) realizó por
primera vez en el país un ensayo del sistema taungya, utilizando Ja-
caranda copaia entre otras especies. Otros autores (Schroder 1983)
asumen que la agricultura migratoria puede tener un rol importante
en la reforestación.

4.3 UTILIZACION PASADA Y ACTUAL DE ESPECIES DE


BOSQUE SECUNDARIO

Las especies que se desarrollan en el bosque secundario o


barbecho forestal han sido y son intensamente utilizadas en el Perú.
Entre las formas de uso industrial y tradicional se pueden mencionar
las siguientes: (1) industria forestal (pulpa, aserrío, cajonería); (2)
construcción rural, artesanía y combustible; (3) medicina y plantas
ornamentales y (4) alimento humano y animal.

4.3.1 INDUSTRIA FORESTAL 1

Una sola planta, pequeña y anticuada, localizada en Pucallpa,


producía hasta 5,000 TM/año de pulpa, principalmente de Cecropia
extraída mayormente de los renovales naturales de las riberas de los
ríos Ucayali y Pachitea. En 1977 esa industria produjo 140 TM de
pulpa y 3,500 TM de papel especial de impresión (Perú. Dirección

263
General Forestal y de Fauna 1978). El volumen extraído para esa in-
dustria varió de 10,427 TM en 1969 a un máximo de 54,333 TM en
1972. De 1969 a 1976 se extrajeron 363,861 M3 (Dirección General
Forestal y de Fauna 1977, 1980, 1981 , 1982). La paralización de la
fábrica, en 1983, es atribuible a la sobre-explotación del recurso en
las riberas tanto como a sus altos costos de producción y mala ad-
ministración. Gonzáles y Malleux {1966) y Sánchez {1968) habían
estudiado el potencial de los rodales de esos ríos y habían hecho
recomendaciones para el manejo que, por cierto, no fueron aplicadas
por los extractores contratados por la industria. Previamente, Barre-
da {1950) y Forrest y Barbour (1953) habían señalado que exitía
suficiente Cecropia en las cercanías de Pucallpa para sostener una
producción de 60 TM/día de papel. Bazán (1967) también había cal-
culado que, en las riberas del río Ucayali entre Pucallpa y Atalaya,
existía Cecropia suficiente, siempre y cuando se hiciera una rota-
ción que él estimó en 8 años. Cuando la Cecropia empezó a esca-
sear utilizaron, con relativo éxito, otras especies de "purmas" ribere-
ñas como Ficus y Hura, cuyos volúmenes están considerados en
las cifras indicadas.

Bueno (1970) comparó la aptitud papelera de 21 especies fo-


restales nativas con la de especies de Pinus, entre ellas Pinus cari-
baea, encontrando que Guazuma crinita e lnga alba tienen valores
altos y que Cecropia los tiene intermedios. En 1978, el mismo autor
realizó estudios de pulpa química y semiqu ímica al sulfato y al sulfito
y de pulpa mecánica de 53 especies forestales del Perú , entre ellas
otra vez varias propias de los barbechos forestales , encontrando que
varias tienen pulpas de calidad superior. Bueno {1979) complementó
esos trabajos estudiando las correlaciones entre índice de cloro , ín-
dice Kappa y lignina residual en pulpa química al sulfato. También
trataron el tema de la aptitud papelera de especies de "purma" Mali-
na y Bueno (1979) , Paucar {1981 ). En resumen , hay numerosas es-
pecies prometedoras, en especial las arriba mencionadas y Jacaran-
da copaia, Himathantus sucuuba y Zanthoxylum sp. Pero, bajo
otros criterios, el número de especies interesantes aumenta aún
más. Poca duda cabe, pues, de la importancia de los barbechos fo-
restales para la industria de la pulpa y el papel en el Perú , que es
un importador neto de estos productos.

También se viene utilizando especies de bosque secundario


para la industria del aserrío. Tal es el caso, en estos días, de Gua-
zuma, por la que existe una demanda sorprendente en Pucallpa
para la construcción local, en especial en los barrios populares de la
ciudad. Esta especie brinda una madera blanda, fácilmente trabaja-
ble, pero famosa por su gran durabilidad natural. Tal es el caso tam-
bién , aunque en menor proporción, de Ochroma pyramidale que se
utiliza para revestido y que, obviamente, también tiene demanda
para la construcción de maquetas, entre otros usos especializados.
En Selva Alta se utilizan especies de purma para cajonería. Entre
ellas Shizolobium, lnga y la exótica aclimatada Albizzia.

264
Sendos trabajos de Aróstegui (en especial 1970, 1974, 1982),
Aróstegui y Acevedo (1971-1974), Aróstegui, Gonzales y Sato (1980-
1981 ), Aróstegui y Sato (1970), Aróstegui et al (1980), entre otros,
brindan información sobre las propiedades físicas y mecánicas ·así
como de los usos actuales y potenciales de especies comunes en
las "purmas". En ellos queda evidenciada la enorme gama de formas
de aprovechamiento posibles, ya demostrados para el caso de nu-
merosas especies, entre ellas precisamente las que más abundan .
Por tomar un caso concreto, muchas especies de "purma" son exce-
lentes para la fabricación de lápices, como lo reveló un estudio sobre
161 especies amazónicas (Bueno 1976).

También merece ser comentado que los investigadores perua-


nos han adelantado estudios sobre estructura anatómica (Villegas
1973) y sobre la durabilidad natural de algunas especies de "purma"
(Gonzáles 1970b), los hongos de sus maderas (Bazán de Segura
1970) y su preservación (Gonzáles 1970a, Aróstegui 1968). Guazu-
ma, por ejemplo, se comporta muy bien al tratamiento sin presión
con baños caliente frío ; Jacaranda sp. , Zanthoxylum juniperinum,
entre otras especies de bosque secundario, no tienen resistencia na-
tural pero se impregnan fácilmente por métodos a presión. Otras,
como lnga sp. son naturalmente muy resistentes o son resistentes,
como Erythrina sp.

4.3.2 Construcciones rurales y combustible

Las especies de bosque secundario son intensamente aprove-


chadas en las construcciones rurales tanto provisionales como defini-
tivas. Lao y Flores (1972) , Encarnación (1983) y un gran número de
trabajos antropológicos, entre otros Berlin y Berlin (1978) y Berlin
(1978), describen numerosos usos locales de esas especies por co-
lonos y por nativos. López (1987) , añade evidencias de uso de algu-
nas de esas especies en construcciones rurales. Las flexibles corte-
zas de la topa (Ochroma pyramidale) y del atadijo (Trema micran-
tha) son rutinariamente utilizadas para amarres de todo tipo.

El uso de madera de "pu rma" como combustible es bien cono-


cido de toda la Selva y es coherente con su accesibilidad . En regio-
nes deforestadas sobre enormes extensiones, como en el Huallaga
Central , las "purmas" se convierten en la única fuente de leña, alcan-
zando ésta precios exorbitantes que justifican inversiones en manejo
de bosques secundarios y hasta en reforestación (Dourojeanni
1981 ). Uceda (1984) estudió el poder calórico superior de 20 espe-
cies de la Amazonía, entre ellas tres de "purma", encontrando que
en el caso de Himatanthus sucuuba es apreciable y que, obvia-
mente, en el caso de Jacaranda copaia y Cecropia leucocoma es
bajo, dadas sus densidades reducidas.

265
4.3.3 Uso medicinal y ornamental

Este es un tema sobre el que hay una profusa bibliografía, en


parte resumida en el cuadro 18. Los nativos tribales amazónicos uti-
lizan grandemente las especies de "purma" para medicina y magia
(Berlín y Berlín 1978, Tournon y Reátegui 1984, entre otras decenas
de autores) . Los colonos, basados en el conocimiento de los nativos,
también aprovechan esa vegetación. De todas las especies, las que
actualmente son más explotadas son las del género Croton, en es-
pecial C. draconoides o "sangre de grado", que se comercializa en
todo el Perú y que asimismo se exporta. De uso común también, son
Spondias mombin, Jacaranda copaia, Jacaratia digitata, Hura
crepitans, Vismia sp. y Ficus insípida. Debe de considerarse, ade-
más, que en materia de plantas medicinales las especies leñosas
como las arriba citadas, no son las más importantes ni numerosas.

Las "purmas" también acogen a un número considerable de


especies de valor ornamental, sobre las que ya existe demanda. El
género Heliconia es un ejemplo de ésto.

4.3.4 Uso en la alimentación


Muchos de los géneros que se desarrollan formando bosques
secundarios tienen frutos comestibles por el hombre. Reynel (cuadro
35) indica 8 de estos grupos de plantas pero, obviamente, hay mu-
chos más. Las más conocidas son Spondias mombin, Quararibea
e lnga. Sobre este tema han trabajado Calzada (1980) y Reynel &
Albán (1985), entre otros. En términos de alimentación también debe
de considerarse que en las "purmas" desarrollan poblaciones impor-
tantes de ciertas especies comestibles de la fauna silvestre, como
Dasyprocta aguti, Cuniculus paca, Dasypus novencinctus, cuyo
manejo es demostrablemente viable (Dourojeanni 1978, 1983, 1985,
1986).
El ganado se alimenta frecuentemente de vegetación secun-
daria. Dourojeanni (1981) lo constató una vez más en el Huallaga
Central, donde poblaciones importantes de porcinos se alimentan de
"purmas" dominadas por una especie de Vernonia y donde vacunos
aprovechan de diversas especies. Ya antes se habían registrado
también ganaderías con alimentación suplementada con Erythrina y
con el introducido Artocarpus. El uso de follaje de Cecropia es tam-
bién relativamente frecuente y una tecnificación de su uso ha sido in-
vestigada por Toledo (1968) en Pucallpa.

4.4 POTENCIAL DE LOS BOSQUES SECUNDARIOS

La existencia de más de 5 millones de hectáreas en barbecho


en la Amazonía del Perú, de las que probablemente no menos de 3

266
millones están recubiertos por vegetación forestal, constituye un gran
recurso actualmente desperdiciado o grandemente subutilizado. Tan-
to más por cuanto esos millones de hectáreas están, por lo general,
servidos por infraestructura vial y centros poblados con servicios di-
versos. Por otra parte debe recordarse que las tendencias indican
que hasta el año 2000 se deforestarán otros 4 millones de hectáreas
con el mismo patrón de utilización que hasta el presente. Si bien se
reconoce la necesidad de los barbechos para restaurar la fertilidad
de los suelos, se considera que este objetivo se puede alcanzar con-
comitantemente con el aprovechamiento de parte de la biomasa ge-
nerosamente producida por las "purmas", en particular si éstas son
manejadas.

En efecto, aún estimando un crecimiento anual m1mmo, por


ejemplo 5 M3/ha/año, los barbechos forestales existentes producen
unos 15 millones de metros cúbicos por año de madera, lo que es
casi 13 veces el volumen extraído en todo el Perú para alimentar la
industria forestal en 1985 (Ministerio de Agricultura 1987). Esa mate-
ria prima puede continuar sirviendo industrias forestales de transfor-
mación mecánica o, en especial, abastecer a antiguas y nuevas in-
dustrias químicas, contribuyendo al desarrollo industrial de la región
amazónica y por ende a su crecimiento económico (Dourojeanni
1983). El potencial de las "purmas" para abastecer industrias mecá-
nicas convencionales es muy grande. Por ejemplo, especies del gé-
nero Schizolobium, se utilizan corrientemente en el Brasil para lami-
nados. Pero aún las de más baja densidad y peores características
físico-mecánicas pueden servir para la fabricación de tableros de fi-
bra o de partículas. Otros usos, en aserrío o laminado, dependerán
de la duración de los turnos que se adopten pero, en el enorme
plantel genético existente en los bosques secundarios, hay especies
arbóreas para casi cualquier tipo de industria mecánica.

Se ha dicho que el futuro de la industria forestal en los trópi-


cos está en la transformación química (Liese 1977). Esta, teórica-
mente, permite utilizar toda la biomasa, obviando los problemas que
impone la extrema diversidad biológica. La fabricación de pulpa y pa-
pel es la primera y más obvia de las industrias de biomasa y ya es
conocida en el Perú. Actualmente el país importa gran parte de sus
necesidades de pulpa {51 ,000 TM por un valor de 21 millones de dó-
lares en 1985), debido a que el bagazo de caña ahora tiene un costo
demasiado alto por tener demanda como fuente de energía. Por esa
razón el país está reforestando en la Sierra y también en la Selva,
en éste último caso para reactivar la fábrica de pulpa y papel de Pu-
callpa. La empresa a cargo de la reforestación en Pucallpa trabaja
esencialmente con Gmelina arborea y Pinus caribaea, aunque vie-
ne ensayando otras especies. La posibilidad de que en esa misma
región se puedan manejar "purmas" para abastecer esa nueva fábri-
ca es obvia y quizás resulte más económica que la de reforestar. Es-
pecies como las de los géneros Jacaranda y Guazuma no tienen
nada que envidiar a la Gmelina y ya se demostró que las del género
Cecropia sirven bien . En cualquier caso la posibilidad merece ser in-
vestigada y puede ser coadyuvante.

267
Pero como bien se sabe, la madera no sólo es materia prima
para pulpa y papel. También brinda excelentes perspectivas para la
fabricación de plásticos y fibras en base a polímeros derivados de la
celulosa (Goldstein 1975, Allan & Dutkiewicz 1978) y también de ce-
polímeros madera-plástico (Antoine 1976). La producción de alcohol
y demás combustibles de biomasa es otro tema de creciente actua-
lidad, como lo señalan Thibau (1977), Banco Mundial (1981) y re-
cientemente, Goldemberg (1985). Existen dos estrategias para definir
los costos de transformación de madera en alcohol. La primera con-
siste en hidrolizar la celulosa de la madera y fermentar los azúcares
obtenidos. En este caso el paso clave y problemático es la hidrólisis.
Entre los diversos procesos que existen, solamente el ácido está
operando a escala industrial en el mundo, en especial en la URSS.
La COALBRA, empresa estatal brasileña, produce etanol por este
proceso. Pero la hidrólisis enzimática es otra posibilidad que se está
desarrollando. La segunda estrategia es la gasificación de la madera
para que produzca un gas de síntesis de Btu mediano, acondicionar
el gas y transformarlo catalíticamente en alcohol. El avance actual
de ésta tecnología está limitado a la producción de metanol, pero es-
tán desarrollándose catalizadores para producir alcoholes superiores.

Desde el punto de vista de uso energético de la vegetación


forestal secundaria deben añadirse otras posibilidades como son la
gasificación para producir gas pobre y gas de síntesis, que son ya
prácticamente comerciales y aplicadas a motores de todo tamaño y
la pirólisis que produce aceite pirolítico de carbón. A nivel de inves-
tigación y desarrollo están las tecnologías de hidrogenación y de oxi-
genación para producir petróleo pesado. Obviamente , también debe
tenerse en cuenta la combustión directa para vapor o calor y tam-
bién para electricidad por generación eléctrica o cogeneración (Gol-
demberg 1985). Las posibilidades de utilizar la madera de "purma"
como leña o para carbonificación son evidentes y no por ello menos
importantes.

Las posibilidades técnicas de producir toda suerte de sustan-


cias químicas útiles para la humanidad a partir de la madera es bien
conocida. Allan & Dutkiewicz (1978) se refieren a los derivados poli-
méricos de la celulosa que se pueden obtener a diferentes niveles
de sofisticación tecnológica, concluyendo que para países con difi-
cultades de abastecimiento de petróleo o con abundancia de recursos
forestales , este campo se presenta como alternativa económica. La
producción local de ácido acético viabiliza la instalación de plantas
de fibra de celulosa acetato para industrias nacionales de fibra o de
plásticos. Antoine (1976), en la Universidad de Lovaina, desarrolló
una tecnología relativamente simple para utilizar fibras de madera en
copolímeros madera-sustanci'as plásticas. El producto obtenido es un
material nuevo, que no es ni madera ni plástico, de características
notables.

Una posibilidad particularmente interesante de uso de la ma-


dera de las "purmas" es la preparación de alimento para ganado,
pues permite una integración directa de la forestería y de la ganade-

268
ría. El tema es antiguo (Bender & Bowden 1969) y actualmente hay
tecnologías desarrolladas (Hajny 1981) en pleno uso comercial en
varios países. Los primeros de los autores nombrados demostraron
que se puede aumentar la digestibilidad en vitro de madera de ála-
mo temblón a un nivel comparable con el de heno de grado medio
por simple tratamiento al vapor. Estudios más recientes sobre esta
alternativa han sido publicados por Marx (1982) y Waldern et al
(1980). Pero también se hace el tratamiento por álcalis. Otros trata-
mientos posibles son la hidrólisis-oxidación, el proceso Masonite y la
sacarificación (Sinner, Puls & Dietrichs 1978). En el Perú esta posibi-
lidad fue explorada en la década de los 60 por A. Bacigalupo de la
Universidad Agraria, utilizando broza de algodón, con resultados po-
sitivos. Existen varias empresas privadas que ofrecen procesos (Sta-
keTech, Pro-Cel) que con especies de regiones templadas producen
hasta 58% de nutrientes digeribles totales. J . Tosi , al igual que Dou-
rojeanni (desde 1976) vienen recomendando insistentemente la ex-
perimentación de esta opción en el ámbito de la Amazonía peruana,
pero hasta ahora ninguna planta opera en el país.

La utilización por la industria de materia prima proveniente de


las "purmas" garantizará mejores y más estables ingresos para los
campesinos que, en lugar de quemar la madera al terminar la rota-
ción, la podrán vender puesta en chacra o ya extraída por ellos has-
ta los caminos vecinales donde los camiones de las industrias los
pueden recoger previa cubicación. Por otra parte, el desarrollo indus-
trial que se puede generar es enorme y de trascendencia nacional
más que regional o local.

Desde el punto de vista social, la posibilidad que se ofrece es


la de mejorar el nivel de vida de los campesinos, contribuyendo ade-
más a estabilizar la tenencia de la tierra. A nivel regional se estaría
brindando una oferta de empleo muy considerable en las nuevas in-
dustrias o simplemente a través de asegurar el abastecimiento de
materia prima.

Igualmente importantes son los beneficios ambientales que se


pueden esperar. En efecto, el aprovechamiento de los barbechos fo-
restales reducirá tremendamente la presión sobre los bosques natu-
rales, al ofrecer . una materia prima alternativa abundante, segura y
de bajo costo, aun cuando sea de menor calidad para los usos tradi-
cionales. Al aumentar la rentabilidad de cada predio disminuirá,
como se señaló, la inestabilidad rural que suele transformarse en
agricultura migratoria. También se contribuirá a reducir la contamina-
ción del aire con co2y otros contaminantes que además afectan la
capa de ozono, pues carecerá de sentido quemar lo que se puede
vender. Problemas crónicos como el de la "fumasa" que, por ejem-
plo, invade el valle del Urubamba en la estación seca de cada año
podrían resolverse. Pero también se recibirán todos los servicios que
las "purmas" proveen desde el punto de vista de conservación del
suelo y del agua.

269
Pero, esa información está considerablemente inflada a nivel nacio-
nal y, en el caso de la Selva, incluye las plantaciones de enriqueci-
miento, lo que de acuerdo a la legislación vigente y al sentido común
no debería considerarse. Tomando en cuenta lo dicho puede afir-
marse que, con excepción de algunas plantaciones experimentales,
no existe reforestación en la Selva.

Esto es un grave error pues la Selva Alta ofrece excelentes


perspectivas para la reforestación en todas las áreas que han sido
deforestadas y abandonadas por la agricultura migratoria y que, de-
bido a quemas sucesivas, no son recolonizadas por vegetación se-
cundaria o también en las áreas de barbecho forestal, como alterna-
tiva o complemento a la utilización de bosques secundarios. Esto es
una superficie que se puede estimar entre 1 y más de 3 millones de
hectáreas. La ventaja de esas áreas sobre las de la Sierra es que
están relativamente libres, pues son en su mayoría tierra pública o
pertenecen a pastores que las utilizan apenas para un pastoreo su-
per-extensivo. Además se trata de tierras sin ninguna vocación agro-
pecuaria, pero que están relativamnte bien servidas por carreteras y
cerca de la Sierra, donde está la demanda de leña, carbón y madera
de obra.

Por otra parte es muy importante no confundir la tarea de ma-


nejo forestal de bosques naturales, que puede conllevar la necesidad
de reforestar, con la reforestación propiamente dicha, de la que se
trata aquí. En el primer caso, las estadísticas deben referirse a bos-
ques naturales bajo manejo y no a reforestación.

Las principales experiencias de reforestación se dieron en la


antigua Estación Experimental Agrícola de Tingo María y en los Bos-
ques Nacionales del !paría y van Humboldt, en el Asentamiento Ru-
ral Jenaro Herrera y en un proyecto peruano-alemán en Chanchama-
yo, Villa Rica y Oxapampa. Pero muchísimos otros ensayos también
fueron realizados en casi toda la Selva, aunque prácticamente todos
abortaron por falta de continuidad, habiéndose perdido valiosos re-
sultados y muchísimos años de trabajo por abandono o, simplemen-
te, por no efectuar ningún control de resultados. ·

Todos los esfuerzos hechos con cedro (Cedrela) y caoba


(Swietenia) fracasaron debido a los ataques del barreno de los bro-
tes (Hypsipyla grandella). Aunque las pautas para cultivarlas con
éxito fueron señaladas (Dourojeanni 1963) y reconfirmadas por estu-
dios posteriores, nunca fueron aplicadas y ahora se persiste en van
Humboldt en los mismos procedimientos tradicionales que no han
dado resultado en el Perú ni en ninguna otra parte. Las especies en-
sayadas que mejor comportamiento han tenido en plantaciones a
pleno sol son lupuna (Chorisia), huimba (Chorisia integrifolia), ish-
pingo (Amburana cearensis), huamanzamana (Jacaranda copaia),
bolaina (Guazuma) y pashaco (Schizolobium). Bajo sombra, con
los defectos anotados en un capítulo previo, las especies de mejor
comportamiento han sido marupá (Simarouba amara), tornillo (Ce-
drelinga catenaeformis), quillobordón (Aspidosperma) y algunas

272
de las ya mencionadas en plantaciones abiertas, como lupuna, huim-
ba e ishpingo. También se han ensayado, por ejemplo, el ulcumano
(Podocarpus) con resultados muy pobres.

Entre las especies exóticas, la que mejores resultados viene


dando parece ser Gmelina arborea, en especial en el marco de las
actividades que la Sociedad Paramonga S.R. Ltda. realiza en 12,400
ha cerca a Pucallpa, con miras a abastecer de materia prima a una
nueva fábrica de pulpa y papel a ser instalada en la región , en reem-
plazo de la que procesaba principalmente Cecropia y que fue clau-
surada por sus elevados costos de funcionamiento. Esta empresa
también ensaya Pinus caribaea y bambú. La única objeción,- que
es seria, a este programa es su intención de deforestar más para
hacer plantaciones. En una región donde ya existe tanta tierra defo-
restada sin uso o con poco uso, las plantaciones deben orientarse
prioritariamente a ella. Con el objeto de aprovechar esa tierra des-
perdiciada debe organizarse un sistema de apoyo técnico al agricul-
tor y de incentivos, para que ellos mismos sean quienes planten y
abastescan la futura fábrica. También se ha probado, por cierto, la
teca y diversos eucaliptos, con resultados poco halagüeños.

En resumen, la reforestación ofrece buenas posibilidades para


el desarrollo de la Selva. Tanto más si se utilizan alternativas de ro-
taciones cortas, por ejemplo el método del tallar (Steinbeck 1983),
que han sido muy relegadas en los países tropicales.

5.2 MANEJO DE CUENCAS Y BOSQUES DE PROTECCION

En la Amazonía peruana, el tema del manejo de las cuencas


es desconocido. No existe ninguna que haya sido manejada o que
lo esté actualmente y, peor aún, ni siquiera se menciona la necesi-
dad de hacerlo en algún plan oficial de desarrollo. Lo más que se ha
hecho, es identificar algunas cuencas como prioridades eventuales.
Entre ellas, las del Mantaro y Vilcanota y las del Perené y Satipo,
siendo estas últimas las únicas ubicadas en zonas todavía bosco-
sas. Sin embargo, como se ha visto antes, los problemas derivados
de la falta de manejo de las vertientes amazónicas vienen haciéndo-
se sentir en forma insistente y creciente .

lntimamente ligado a este tema está el de los bosques de


protección . De acuerdo a la ONERN (1982), la Selva posee
18'925,000 ha. de tierras de protección (25% del ámbito de la re-
gión). Según Malleux (1975) , utilizando otros criterios, hay
13'859,000 ha. de bosques de vocación protectora (19% del ámbito
de la Selva) , de las categorías que él describe como 1 y 11. Como
fuere, hay una considerable extensión que no puede ser aprovecha-
da para agricultura, ganadería o forestería convencional. Estas áreas
tienen una vocación eminentemente protectora de las fuentes de
agua, asegurando su calidad y la regularidad de sus flujos así como
evitando las pérdidas insidiosas o violentas de suelo. Concomitante-

273
mente, esas áreas sirven para la conservación de la diversidad ge-
nética y de los recursos genéticos, así como de la fauna silvestre.
Es decir que son áreas que proveen servicios. Pero, asimismo, pue-
den producir bienes tales como recursos forestales no maderables y
fauna silvestre, sin afectar su calidad protectora. Además, en térmi-
nos económicos directos, esas áreas sirven para el desarrollo de ac-
tividades turísticas importantes, dada su riqueza biológica y sus her-
mosos paisajes.

Los bosques con alta representación de especies de ulcuma-


no o romerillo (Podocarpus), el único género de conífera nativo del
territorio peruano, se encuentra en general dentro de las tierras de
protección, debido a las fuertes pendientes en que se localizan. Por
su alto valor económico, se les ha considerado como un rubro apar-
te, indicándose que pueden ser explotados. En 1975 todavía existían
unas 480,000 ha de rodales con Podocarpus (Malleux 1975). En
ellos había unos 20 M 3/ha de esa especie y otro tanto de otras es-
pecies maderables también valiosas.

El artículo 12 de la Ley Forestal y de Fauna Silvestre de 1975


establece que se denominan Bosques de Protección, los que por sus
características y ubicación sirven fundamentalmente para conservar
los suelos y las aguas, con el objeto de proteger tierras agrícolas,
infraestructura vial o de otra índole y centros poblados, así como
para garantizar el aprovisionamiento de agua para consumo huma-
no, agrícola e industrial. La Ley también indica que son intangibles.
Venezuela, por ejemplo, tenía ya en 1978, 26 zonas protectoras y 8
reservas hidráulicas que cubrían casi 13 millones de hectáreas (Ve-
nezuela. MARNR/FAO 1978). En cambio, en el Perú, a 12 años de
dada la legislación vigente, sólo se ha establecido y muy reciente-
mente, tres bosques de protección en la Selva: el de Pui-Pui (60,000
ha), cubriendo parte de las provincias de Chanchamayo, Satipo,
Concepción y Jauja, en la Selva Central; el de San Matías-San Car-
los (146,000 ha), en las cabeceras del valle del Palcazu, también en
la Selva Central y el del Alto Mayo (185,000 ha). Obviamente, esos
bosques de protección no cuentan con personal o presupuesto. El
atraso del país en este campo es abismal y debe ser subsanado con
prontitud si se pretende que las cuencas altas amazónicas cumplan
los objetivos que se le asignan, especialmente desde el punto de
vista hidroenergético.

Debe entenderse, por otra parte, que los bosques de protec-


ción al igual que las unidades de conservación, deben ser estableci-
dos de un modo diferenciado, con límites precisos y nombre propio.
Además, aunque se trate de un manejo extensivo, cada bosque de
protección debe contar con límites demarcados, infraestructura de
control y otros requerimientos que estipule su plan de manejo. Este,
en caso de permitirse alguna forma de aprovechamiento, debe seña-
lar su intensidad y las pautas a que se le somete. Dicho sea de
paso, se considera que los legisladores deben revisar o aclarar el
concepto de intangibilidad aplicable a bosques de protección, pues

274
no hay razón para oponerse a los aprovechamientos que no reduz-
can la capacidad protectora de los rodales.

5.3 PRODUCTOS FORESTALES NO MADERABLES

Los productos forestales diferentes a la madera, deSpectiva-


mente llamados secundarios, son muy considerables e históricamen-
te más importantes que ésta. Dourojeanni {1972), analizando infor-
mación estadística de 1966, encontró que los productos forestales
no maderables en la Selva, representaban el 48% de lo que enton-
ces producía la extracción maderera. Pero, mientras que la produc-
ción maderera estaba relativamente bien valorizada y controlada, la
de productos no maderables estaba abiertamente subvaluada y ade-
más, prácticamente sin control. Especulaba que tanto los productos
forestales no maderables como los de fauna silvestre generaban,
cada uno, un producto bruto superior al de la madera. Todo indica,
en el caso de los primeros, que la situación continúa siendo la mis-
ma. Así, por ejemplo, en 1985 se exportó ese tipo de materia prima
por un valor "controlado" de 3.4 millones de dólares, mientras que la
de productos maderables alcanzó alrededor de 5 millones de dólares
(Ministerio de Agricultura 1987).

Entre los productos forestales no maderables que se explotan


y exportan figuran gomas, resinas, aceites y otros productos como
jebe (Hevea brasiliensis), palo de rosa (Aniba roseadora), leche
caspi (Couma macrocarpa), balata (Manilkara bidentata) , ajé (Fi-
cus anthelmintica), curare (Strychnos y otras) , barbasco (Loncho-
carpus), sangre de grado (Croton draconoides), entre otras que
también fueron citadas en un capítulo precedente. Crecientemente
importantes son las plantas medicinales, que se exportan casi sin
control y que constituyen toda una promesa.

Numerosas frutas, nueces y otros productos comestibles son


explotados tanto para el consumo rural y urbano, cómo para otras
regiones. Entre las principales que se exportan están la castaña
(Bertholletia excelsa), palmito de huasai (Euterpe precatoria),
camu-camu (Myrciaria paraensis). Pero son más de un centenar las
especies frutíferas comestibles que se conocen y se consumen en el
Perú tanto como en otros países amazónicos. Excelentes reseñas
sobre el particular han sido producidos por FAO/SIDA {1982, 1987),
US National Academy of Sciences (1975), IICA (1976) y, en el Perú,
por Calzada (1980) . Cuentas {1984), en un estudio reciente sobre la
castaña en Madre de Dios, indica que en dicho año se produjeron
4, 739 kg y revela que los recolectores reciben apenas el 16% del
precio promedio de venta en Lima y que el margen de utilidad de las
empresas que benefician el producto, descontado el costo de éste,
es 193% mayor que lo pagadO al recolector (cuadro 26) , demostran-
do una vez más la injusta situación para productores y consumido-
res , en beneficio de comerciantes e "industriales" inescrupulosos.

275
Los hongos comestibles, durante tanto tiempo menosprecia-
dos, son al fin objeto de un estudio serio que conduce la Universidad
Nacional Agraria en su estación de Dantas, en la cuenca del Pachi-
tea. El trabajo apunta hacia el cultivo de las especies más promiso-
rias, entre ellas las de los géneros Morchela, Coprinus, Boletus y
Lactarius. Hay unas 30 especies de hongos comestibles ya recono-
cidas.

Un gran número de plantas se explotan como ornamentales.


Destacan los helechos arborescentes y obviamente , las orqu ídeas,
que son saqueadas por doquier. Otras plantas, como la paca (Gua-
dua) , tienen usos variados, hasta en artesanías y construcción. Los
bambúes son muy importantes y desaprovechados (Hidalgo-López
1974).

Otro tema importante, ligado a los productos forestales no


maderables, es la posibilidad que existe en cada caso de domesticar
la especie, con el objeto de aumentar la producción, abaratar costos
y alejar el riesgo permanente de sobre-explotación. Tal ha sido el
caso de la castaña en Brasil, del jebe y de la chinchona, del pijuayo
(Bactris gasipaes) en América Central y de un gran número de
otras especies cuya domesticación aúri está en proceso. Más recién-
temente, como se mencionó antes, el Perú está teniendo éxito con
el camu-camu, en base a un programa de investigaciones emprendi-
do por la Cervecería San Juan . El camu-camu del Perú, tiene un
contenido de vitamina C sorprendentemente alto, que permite fabri-
car píldoras de ese producto directamente. concentrando el zumo.
Otras especies, como la palma aguaje (Mauritia) , aún esperan la
oportunidad de convertirse en un importante abastecedor de aceite
de alta calidad, siendo que es en realidad la verdadera palma aceite-
ra nacional. Pero el Estado no ha invertido nada serio en investigar
la forma de aprovecharla.

El aguaje (Mauritia vinifera, M. flexuosa) crece en rodales


densos sobre más de un millón de hectáreas de la Selva Baja. La
UNA (1973) estudió esta especie conjuntamente con el huasaí, en el
río ltaya, encontrando de 82 a 276 ejemplares por hectárea y una
buena regeneración natural. Ellos diseñaron un plan de manejo, con
miras al aprovechamiento sostenido de ambas especies. Previamen-
te (Salazar 1967) había señalado que cada hectárea de aguajal pue-
de proveer 60 TM de frutos, 13.2 TM cáscara y pulpa (materia seca),
15 TM de semilla (materia seca) y 3.2 TM de aceite. Este es de óp-
tima calidad. Los aguajales son , sin duda, una alternativa al cultivo
de la palma africana, cuyo rendimiento es mayor pero cuyo costo de
implantación y mantenimiento también es alto. Además, la explota-
ción del aguaje puede hacerse en conjunto con la de otras palmeras
y puede servir complementariamente al desarrollo de una industria
de tableros de fibra. Es sólo durante 1987 que , al fin, el Estado ha
otorgado a la Universidad Nacional Agraria los fondos suficientes
para estudiar cómo aprovechar el potencial de más de 40 palmas
valiosas de la Selva. Las palmeras, dicho sea de paso, son un capí-

276
tulo aparte en cuanto a su aporte actual y potencial al desarrollo
amazónico, que en el Perú nunca ha merecido un estudio serio.

Cuando la etnobotánica reveló el conocimiento profundo que


los nativos tienen sobre los miles de usos que tiene la vegetación de
su entorno (Posey 1983), aparecieron posibilidades ilimitadas de
aprovechamiento económico por las sociedades modernas. Berlin &
Berlin (1975) , Tournon & Reátegui (1984) , entre muchos otros , han
trabajado en esa línea en el Perú . Myers (1984) menciona a Richard
Schultes, uno de los más famosos etnobotánicos, quien encontró
1,300 plantas usadas como medicina y fines similares por nativos del
noroeste de la Amazonía. En el sudeste asiático, donde el tema ha
sido más estudiado, ·se han encontrado 6,500 especies de plantas
aprovechadas en medicina, contra enfermedades como malaria, úl-
ceras, sífilis, entre muchísimas más. Myers (1984) continúa diciendo
que los bosques tropicales son el álm·acén de productos farmacéúti-
cos más grande que existe. Tan sólo las plantas ofrecen una miríada
de analgésicos, antibióticos, dentífricos, drogas para tratamiento de
úlceras, disentería y corazón , laxantes, anticoagulantes, diuréticos,
abortivos, antiabortivos, etc. Por ejemplo, unas 1,400 plantas de
América tropical tendrían propiedades anticancerígenas. Pero ape-
nas se han estudiado químicamente unas 10,000 de las 90,000 es-
pecies de plantas de América Latina.

Desde el punto de vista del interés nacional es imprescindible


empezar a tomar en serio ese potencial y a planificar su aprovecha-
miento que, por el momento, es aún más anárquico que el de la ma-
dera. Toda la legislación sobre ese particular debe ser revisada a la
luz de los conocimientos nuevos sobre usos y de las potencialidades
de la taxonomía química y la ingeniería genética. En el Brasil , to-
mando en serio el asunto, se ha creado el concepto de reservas ex-
tractivistas, para posibilitar que los caucheros y otros pobladores sel-
vícolas aprovechen ese tipo de recursos sobre la base del rendi-
miento sostenido. En el país, para ese mismo fin, se pueden aprove-
char las reservas comunales y también los bosques de protección,
aunque bajo ciertas restricciones.

El tema desarrollado en los párrafos previos conduce a men-


cionar el interés creciente, en el Brasil , por establecer reservas ex-
tractivistas (AIIegretti & Schwartzman 1987), que son bosques que
se dedicarían esencialmente al aprovechamiento de recursos fores-
tales no maderables por los propios extractores tradicionales, sean
ellos nativos o no, organizados en cooperativas u otra forma, con su-
pervisión y asesoramiento del Estado. Inicialmente los recursos que
se explotarían son principalmente el jebe.y la castaña, aprovechando
de las "estradas" existentes, pero luego podría aprovecharse flora de
interés químico, medicinai , ornamental e inclusive madera. El tema
es de gran actualidad en Acre y también en Rondonia. Al respecto ,
existe un interés muy similar en Tahuamanu , en Madre de Dios, don-
de los habitantes locales se ven avasallados por migrantes que no
saben obtener provecho del bosque y que destruyen jebales y casta-
ñales naturales. En el Perú , además de que podría considerarse una

277
categoría especial de bosques de producción dedicados a éstos fi-
nes, muchos de los bosques de protección podrían aprovecharse
para éstas actividades.

5.4 CONSIDERACIONES ADICIONALES SOBRE LA


EXTRACCION Y LA INDUSTRIA FORESTAL

Las potencialidades del recurso forestal para la industria son


tan amplias que el tema merece algunas consideraciones adiciona-
les. Entre ellas debe enfatizarse que el volumen de desperdicios que
generan la extracción y la industria, en sus modalidades actuales, es
escandalosamente elevado. En efecto, no menos del 70% de lama-
dera en trozas ~s desperdiciada por los ~serraderos de sierra cinta
-Y circular, a causa del mal uso de los equipos o de la inconveniencia
de éstos, como en el caso de las sierras circulares con dientes pos-
tizos, que poseen el 78% de los aserraderos de la Selva (Schrewe
1981 ). Además, proliferan los extractores que asierran en el monte,
con motosierras, aserraderos circulares portátiles o a mano, provo-
cando desperdicios enormes. Sumando a esto las pérdidas durante
el proceso de extracción, transporte y almacenamiento, en este últi-
mo caso por ataque de insectos y hongos que nadie combate (Dou-
rojeanni 1963, 1964), es posible estimar las pérdidas totales de ma-
teria prima en 80 a 90% de cada árbol talado con fines forestales.
Es sólo en las últimas dos décadas que la industria del reaserrío ha
empezado a abastecerse con residuos de aserradero o desenrrolla-
do y que otros preparan carbón.

Al malgasto del recurso también contribuyen otros factores


como la falta de clasificación de los productos forestales y la ausen-
cia de preservación y secado. Al no preservar la madera de obra, su
duración se reduce a un 20 a 30% de lo que duraría en caso de ser-
lo, contribuyendo a crear una demanda distorsionada, que produce
desabastecimiento especialmente para los sectores populares (Dou-
rojeanni 1964). Además gran parte de la maquinaria industrial fores-
tal es obsoleta e incompleta y está deficientemente instalada y admi-
nistrada. ·

Otro aspecto grave es el referido a la subutilización de la ca-


pacidad instalada de la industria. Por ejemplo, a 1978, la capacidad
instalada de los aserraderos era aprovechada en menos del 50%
(Schrewe 1981 ). Pero este dato corresponde a un solo turno, exis-
tiendo la posibilidad obvia de trabajar a tres turnos, si se planifica
bien el abastecimiento. Este es un aspecto a tomar muy en cuenta
cuando, alegremente, se alega "que faltan puestos de trabajo".

Si bien el futuro parece apuntar más a las industrias quími-


cas, las industrias de transformación mecánica aún tienen grandes
posibilidades prácticamente de . JJrovechadas. La demanda de ma-
dera aserrada, durmientes y parquet, por ejemplo, aumentará gran-
demente y otro tanto puede afirmarse de todas las industrias de la-

278
minado, en forma de laminados encolados o contrachapados, cha-
pas decorativas y otras variantes. Los tableros de fibra y de partícula
son una solución muy aceptable para el aprovechamiento de mez-
clas de especies y así poder aumentar la proporción de especies
aprovechadas. Otro rubro prácticamente intocado es la preparación
de pre-fabricados para vivienda y mueblería. A mediados de los 70,
un estudio de factibilidad hecho por una empresa finlandesa indicaba
poder aprovechar unos 70 M 3/ha para ese fin, en la zona de Yuri-
maguas. Pero el proyecto nunca se ejecutó.

Las construcciqn_es de ladrillo y cemento o de concreto prolife~.


ran en todo el país, aun en plena Amazonía. El problema de la vivien-
da es acuciante en el Perú, de allí que se desarrollara un ambicioso-
programa para la construcción de viviendas populares con madera,
en el marco del Pacto Andino. El proyecto fue un éxito en cuanto a
resolver todos los problemas técnicos (Junta del Acuerdo de Carta-
gana 1980), pero no ha dado lugar a ninguna acción por parte del Mi-
nisterio de Vivienda. L. Takahasi [com. pers.], uno de los artífices de
dicho estudio, señala que con la madera que queman los agriculto-
res migrantes en cada hectárea, se pueden construir unas 1O casas
de 100 M2 cada una. Simultáneamente, las estadísticas y las cuen-
tas nacionales ni toman en cuenta el hecho de que las viviendas ru-
rales en la Amazonía y también en la Sierra, todavía son de madera
o que la utilizan en gran cantidad.

Sobre industrias de transformación química ya se habló al dis-


~utir el aprovechamiento de lé:is · purmas. Esa opción · ofrece desde-.
'energía hasta pulpa y papel, pasando por alimento para ganaaO, ca-
polímeros de madera, plásticos y otros cientos de productos quími-
cos. El . tema de la dendroenergía es amplio y complejo, desde la
leña y el carbón, hasta el alcohol y los gasógenos, entre otras posi-
bilidades. Pero tratándose de la posibilidad de utilizar madera prove-
niente de bosques naturales, el tema de la industria química forestal
es preocupante en cuanto a sus probables implicancias ambientales
(Dourojeanni 1983). Para ilustrar el tema recuérdese que, en 1976,
un empresario europeo sugirió la fabricación de alcohol de madera
en la zona petrolera de Loreto para mezclarlo con el petróleo allí
producido, que es denso, facilitando su bombeo hasta Bayóvar, don-
de los dos productos serían separados. Los estudios indicaban, se-
gún los promotores, que se requeriría explotar a tala rasa un millón
de hectáreas anuales. Es decir que, suponiendo que la propuesta
fuera realizable, todos los bosques productivos del Perú desaparece-
rían en menos de 50 años. Es necesario, pues, al hablar de indus-
trias químicas de la madera, tener redoblada atención a los impactos
ambientales. Antes debe de considerarse, como ya se señaló, el uso
de las tierras en barbecho forestal y de los residuos de las industrias
mecánicas.

279
Bosque aun virgen, en la cuenca alta
del río Manu. Los cedros crecen en manchales
cerca de las orillas del río.
(Foto Dourojeanni)
La exploración forestal es muy anárquica en el Perú.
Son pocas las grandes empresas que operan y ninguna, grande o
pequeña, maneja el recurso que es de todos los peruanos.
(Foto Dourojeanni)

La extracción forestal, en el Perú, está poco


tecnificada, extrae un bajo volumen por hectárea y frecuentemente
la maquinaria es mal utilizada.
(Foto Dourojeanni)

En el Palcazu se está
llevando una experiencia de
Q manejo de bosques naturales con
participación de las comunidades nativas.
(Foto Dourojeanni)
Frecuentemente las trozas son transportadas
sobre distancias muy grandes, elevando demasiado los costos.
(Foto Dourojeanni)

El manejo de las purmas o vegetación forestal secundaria


es una posibilidad concreta para aprovechar la biomasa que
generan, en áreas bien servidas por carreteras y centros urbanos.
Este aprovechamiento podría servir a elevar la renta de los
campesinos más pobres y a fijarlos en la tierra.
(Foto Dourojeanni)
Con la madera de las especies de puma
se puede fabricar pulpa y papel, alcohol, plásticos, alimentos para
ganado y muchos otros productos industriales de alto valor.
(Foto Dourojeanni)
Las palmeras silvestres son plantas sumamente útiles. Entre ellas,
el aguaje, del que hay por lo menos un millón de hectáreas,
ofrece posibilidades para producción de grasas y fibras.
(Foto Dourojeanni)
Aunque la reforestación con especies exóticas no se
justifica para reemplazar bosques naturales, tiene mucha importancia
para dar uso a la tierra abandonada por la agricultura
migratoria. Pino caribe en Pucallpa.
(Foto Dourojeanni)
El pashaco o pino chuncho, en San Ramón, ha dado excelentes
resultados a escala experimental.
(Foto Dourojeanni)
Los pocos ensayos de reforestación con la conífera nativa
ulcumano han tenido resultados variables pero siguen siendo una
alternativa. Foto de un rolda! experimental en Villa Rica.
(Foto Dourojeanni)
/ r

La técnica de viveros aún debe ser perfeccionada en la Selva, en


especial para especies nativas.
(Foto Dourojeanni)

Aserrío de tornillo con motosierra, en pleno monte, una


de las peores formas de .exploración forestal posible debido al
enorme volumen de desperdicios.
(Foto Dourojeanni)
TITULO VIII

PARA APROVECHAR LA FAUNA


VIII PARA APROVECHAR LA FAUNA

De casi tres millares de especies de vertebrados terrestres


que existen en la Amazonía, sólo poco más de un centenar han sido
aprovechadas directamente por el hombre, y, de los cientos de miles
o quizás millones de especies de invertebrados terrestres, la propor-
ción utilizada es ínfima. Sin embargo, el aporte de los relativamente
escasos animales usados ha sido muy significativo para la economía
regional y, en particular, para el bienestar de las poblaciones locales.

En el presente capítulo se pasará revista a las especies de


mamíferos, aves, reptiles y batracios de la Amazonía que son co-
múnmente utilizados por el hombre de esa y otras partes del mundo,
enfatizando las consecuencias de su explotación y las posibilidades
de que sus poblaciones sean manejadas con miras a una producción
sostenida y sin riesgos de extinción.

1. IMPORTANCIA DE LA FAUNA SILVESTRE


AMAZONICA

1.1 · ALIMENTACION HUMANA

El primer uso que tuvo la fauna amazónica, como la de cual-


quier otro lugar, fue servir de alimento al hombre. Este es, aún hoy,
el principal aporte de la fauna a las poblaciones rurales, sean estas
conformadas por nativos o por colonos antiguos o nuevos. En cam-
bio, su importancia ha disminuido mucho para las poblaciones urba-
nas de la amazonía, donde ha pasado a constituir un artículo de lujo
y de comereio ilegal en la mayor parte de los países.

La contribución de la fauna a la alimentación humana tiene


características diferentes de país a país y de lugar a lugar, en fun-
ción del tipo y tamaño de los asentamientos humanos, de su anti-
güedad y densidad, de la confirmación étnica de los mismos, y, ob-
viamente, del impacto de la caza y de otras actividades humanas so-
bre las poblaciones de la fauna. También varía, como es lógico, en
función de las condiciones naturales para el desarrollo de la fauna
silvestre, como son las características climáticas, topográficas, edáfi-
cas, hídricas y ecológicas de las áreas o campos de caza que co-
rresponden a cada asentamiento humano.

Así, en términos generales, la fauna aporta menos proteínas


a los habitantes de las partes altas de la cuenca amazónica que a
aquellos radicados en la parte media o baja de la misma. En efecto,
entre la línea de árboles a aproximadamente 3,700 metros de altura
sobre el nivel del mar en la vertiente oriental de los Andes y IQS 600

283
metros de altura, la fauna de interés por su carne es más rara tanto
en términos de diversidad como de densidad. Además, los bosques
amazónicos de la vertiente oriental de los Andes de Venezuela, Co-
lombia, Ecuador, Perú y Bolivia han sido intensamente degradados
por diversas formas de explotación forestal o han sido completamen-
te eliminados sobre algunas decenas de millones de hectáreas.

CUADRO 40

CONSUMO PROMEDIO DIARIO PER CAPITA DE CARNE FRESCA


(PULPA) DE ANIMALES SILVESTRES EN DIFERENTES
LUGARES DE LA AMAZONIA DE BRASIL Y PERU.

CONSUMO PROMEDIO
PAIS DIARIO PEA AÑO DE LAS
LUGAR CAPITA (Gr.) OBSERVACIONES AUTOR

Brasil
-- Smith (1976)
Nova Fronteira. 25.9 1973-1974
L. da Vinci 42.1 1973-1974 " "
Coco Chato 6.6 1973-1974 " "
F.N. Tapajoz 246.0 1978 Dourojeanni (1978)

Perú
--
Río Pachitea 460.0 1965 Pierret y Dourojeanni
(1966)
Río Ucayali 52.0 1966 Pierret y Dourojeanni
(1967)
J . Herrera 75.8 1971-1972 H íos et al (1973)
R. Pichis 1980 Gaviria (1981)

El único país para el que se dispone de información estadísti-


ca consolidada sobre la producción de carne de animales silvestres
es, precisamente, el Perú que en 1976 la estimó en 13,100 TM (Di-
rección General Forestal y de Fauna 1977). En el cuadro se resu-
men informaciones correspondientes a Brasil y Perú sobre el consu-
mo diario per capita de carne fresca (pulpa) de animales silvestres
en diferentes lugares, años y situaciones. Como bien lo señalan
Smith (1976) y Pierret y Dourojeanni (1967) el menor aporte corres-
ponde a los lugares ocupados desde hace más tiempo y donde la
caza y otras actividades humanas han alejado la fauna. Los aportes
más grandes , como en el río Pachitea en Perú (Pierret y Dourojean-
ni 1966) o en el Bosque Nacional Tapajoz en Brasil (Dourojeanni ,
1978) corresponden a áreas de baja densidad poblacional y de ocu-
pación humana reciente. El estudio de Pierret y Dourojeanni (1967) ,
que es particularmente significativo por la importancia de la muestra
estadística y el de Ríos et al (1973) que se localiza sobre parte del

284
mismo ámbito, deben representar los resultados más aproximados a
una media para gran parte de la amazonía baja no servida por ca-
rreteras. El estudio de Ojasti et al (1981) confirma también esos re-
sultados.

Berlin y Berlin (1979), para los nativos Aguaruna del norte de


la amazonía peruana y Denevan (1971) para los Campa de la ama-
zon ía central de ese mismo país señalan , respectivamente, que las
aves y los mamíferos silvestres representan 19.1 gr. y probablemen-
te unos 1O gr. diarios per capita como promedio . Denevan (1971) in-
dica que, durante tres días de sus observaciones, un hombre adulto
consumió 90.6 gr. diarios de proteína proveniente de un venado pero
que al cuarto día éste sólo comió parte de una paloma y al quinto
no ingirió carne . Las observaciones de Denevan para nativos tribales
fueron constatadas igualmente por Pierret y Dourojeanni (1966,
1967) en el caso de colonos quienes, debido al desconocimiento de
técnicas de conservación de la carne, hacen un enorme consumo de
la misma cuando disponen de ella y luego pueden pasar varios días
sin probarla. Por otra parte, los nativos viven actualmente presiona-
dos por la "civilización" y en condiciones tales que es indudable que
consumen menos carne que los colonos.

Es importante señalar que los diversos estudios hechos sobre


la caza y la pesca en la amazonía demuestran que estas fuentes de
proteína son largamente las principales, aportando más del 85% de
la carne consumida pese a la disponibilidad de vacunos, porcinos y
aves de corral (cuadro 41), como lo han demostrado las encuestas
de Pierret y Dourojeanni (1966, 1967), Ríos et al (1973) y Gaviria
(1981 ). La razón de esto es, esencialmente, el alto precio de la car-
ne de los animales domésticos, en especial vacunos, los que son
producidos exclusivamente para la venta a centros urbanos.

CUADRO 41

CONSUMO DE CARNE DE ANIMALES SILVESTRES Y DE OTRAS


FUENTES DE PROTEINA ANIMAL EN LA AMAZONIA PERUANA
(EN GRAMOS DE CARNE FRESCA PER CAPITA DIARIO)

DE PUCALLPA A NAUTA EN JENARO HERRERA


FUENTES (RIO UCA YALI) (RIO UCA YALI)

Pescado 135.6 158.3


Caza 52 .0 75.8
Aves de Corral 22.1 25.7
Porcinos 12.0 10.2
Vacunos insignificante insignificante

TOTAL 221.7 270.0

Fuentes : Pierret y Dourojeanni (1967) y Ríos et al (1973).

285
La mayor parte de los estudios realizados demuestran que los
animales pequeños o de caza menor constituyen el 50% o más de
la carne de animales salvajes consumida (cuadro 42). Sin embargo,
Smith (1976) en Brasil, Campos (1977) en Perú y Ojasti et al (1983)
en Venezuela, han encontrado resultados notablemente diferentes.
El primero indica que el tapir (Tapirus terrestris), el pecari (Tayas-
su pecari), el venado (Mazama americana), el pecari de collar (Ta-
yassu tajacu) y otras especies de gran tamaño pueden aportar tanto
como 87.8% y 92.7% de la carne consumida. Sin embargo, este au-
tor reconoce que este resultado puede ser reflejo de respuestas ten-
denciosas. De acuerdo a Campos (1977), un grupo tribal Shibipo ha-
bría consumido 74.6% de carne de animales grandes. Estos resulta-
dos son poco lógicos si se tiene en cuenta que las especies peque-
ñas son más abundantes que las grandes y que las carnes preferi-
das y más caras suelen ser la de especies de primates, de aguties
(Dasyprocta y Cuniculus) y de aves. También son muy cotizadas
las de Tayassuy de Mazama. En cambio, la carne de Tapirus te-
rrestris es considerada de segunda clase y la de Hydrochoerus,
salvo en el caso de Venezuela donde se cosume mucho en las ciu-
dades durante la Semana Santa (Ojasti 1971), suele ser abiertamen-

CUADRO 42

PROPORCION DE LA CONTRIBUCION DE CADA .ESPECIE


DE LA FAUNA A LA ALIMENTACION RURAL EN LA
AMAZONIA PERUANA

ESPECIES RIO PACHITEA 11 RIO UCAYALI 2/

Caza mayor
Ta~irus terrestris 6.8 10.1
Tayassu ~ecari 3.1 21 .1
Tayassu tajacu 16.6 12.6
Mazama americana 17.4 8.1
Hydrochoerus hydrochaeris 5.4 -

Caza menor
Dasy~us 2.1 5.1
Dasy~rocta 5.7 5.8
Cuniculus ~aca 16.5 14.8
·Goechelone 17.2 9.9
Monos 6.6 9.3
Aves 2.5 3.1
-
Fuentes : 11 Pierret y Dourojeanni (1966)
2/ Pierret y Dourojeanni (1967).

286
te despreciada. Por otra parte, es evidente que cuando hay escasez,
los habitantes cazan especies que usualmente no consumirían, entre
ellas las más pequeñas, como ocurre con los indios Campa en Perú
(Denevan 1971) y con el más antiguo de los tres poblados estudia-
dos por Smith (1976).

Los primates preferidos son los de los géneros Ateles, y La-


gothrix pero también se consumen numerosos ejemplares de
Alouatta y Pithecia. Como lo demostraron Castro et al (1976) en un
estudio hecho en lquitos, en la amazonía peruana, los pobladores
pueden comer cualquier especie de mono. También encontraron
que, en 1973, el número de ciertos primates consumidos era casi del
mismo orden que los entonces exportados con fines de investigación
biomédica. Sin embargo, los primates eran sólo el 4.8% del mercado
de carne de animales salvajes de lquitos. Las aves más consumidas
suelen pertenecer a los géneros Mitu, Tinamus, Penelope, Ortalis,
Crypturellus, Columbina, Psophia y Odontophorus. El importante
rol que en el Perú y otros países andinos tiene la tortuga terrestre
Geochelone denticulata para la alimentación humana es digno de
ser relievado .
Las tortugas acuáticas (Podocnemis), que tuvieron gran im-
portancia en la alimentación humana tanto en la Amazonía (Brasil,
Ministerio de Agricultura 1973) como en la Orinoquia (Ojasti y Rutkis
1965, 1967), la han perdido debido a los excesos de caza y de reco-
lección de huevos. Diversos cocodrilos, en especial Caiman croco-
dilus, son cazados para alimento por los indios de ciertas tribus y
por algunos colonos.

Los invertebrados terrestres pueden representar un porcentaje


significativo de la proteína animal consumida (de 3 a 7%, según los
casos) tanto por nativos como por colonos. Entre las especies de
mayor consumo, consideradas como golosinas, están las larvas de
ciertos coleópteros de las palmeras (Rynchophorus, Rhinostomus)
y las hormigas reinas de los géneros Atta y Acromyrmex. También
se comen diversos moluscos, como los del género Strophocheilus
(Dourojeanni 1965).

1.2 CUEROS Y PIELES

No se dispone de evaluaciones globales del volumen de cue-


ros y pieles de animales salvajes producidos en la Amazonía y en
la Orinoquia pero algunas estadísticas nacionales dan idea del enor-
me volumen que tuvo y que, sin duda, aún posee a pesar de recien-
tes medidas proteccionistas adoptadas por casi todos los países del
área, que, además, han refrendado la Convención Internacional so-
bre Comercio de Especies Amenazadas de Extinción (CITES) .

En el cuadro 43 se muestran las principales especies cuyos


cueros y pieles fueron exportados de la amazon ía peruana entre

287
1962 y 1966. Estas cifras oficiales, como lo demostró Dourojeanni
(1972) , deben corresponder apenas al 60% de lo que realmente sa-
lió del país. En el lapso 1965-76 se exportaron legalmente 475,000
pieles y más de 5 millones de cueros (Dirección General Forestal y
de Fauna 1977), es decir que pudo haberse matado tanto como el
doble si se consideran los cueros y pieles malogrados, el contraban-
do y las subvaluaciones en las aduanas.

Las estadísticas bolivianas demuestran que, en 1966, sólo de


los departamentos Beni y Santa Cruz se explotaron más de 325,00
cueros y pieles , de los que 223,000 fueron cocodrilos; 50,000 peca-
ries y 39 ,000 Felis pardalis. De 1960 a 1969 ese país exportó, le-
galmente, 919 TM de cueros y pieles secos y salados (Bejarano
1973).

En Paraguay, de 1960 a 1978, se exportaron 2,937 TM de


cueros y pieles secos de animales salvajes (Dourojeanni et al 1979).
El volumen de la exportación tiende a disminuir, como en otros paí-
ses, pero el valor sube mucho. Por otra parte mucho de lo exportado
por Paraguay proviene de Bolivia. Tan solo en el Pantanal del Mato-
grosso, en Brasil, se estima se mata anualmente casi medio millón
9e ejemplares de Caiman crocodilus. Blohm (1973) revela que de
1929 a 1934 se exportaron 2,025 TM de cueros de Crocodylus in-
termedius de Venezuela y que ese tráfico ha continuado después .

Las cifras arriba indicadas revelan pues la extraordinaria im-


portancia que tuvo el tráfico de cueros y pieles de animales amazó-
nicos. Sin embargo, preciso es reconocer que su magnitud ha dismi-
nuido considerablemente, particularmente en el último quinquenio.

En el cuadro 43 se indican las especies amazónicas peruanas


lf'Tlás consumidas en el mercado mundial.

1.3 ANIMALES VIVOS

No menos de 150 especies de animales vivos han sido regu-


larmente exportados de la amazonía y la orinoquia. Del total exporta-
do, sin embargo, no menos del 90% correspondía a aves decorati-
vas (en especial Psittacidae) y a primates que se usaban como mas-
cotas o para investigación biomédica. Las demás especies fueron
exportadas esencialmente a zoológicos y también, en menor grado,
para investigación científica.

De lquitos, Perú , se exportaron legalmente 1'958,000 ejempla-


res entre 1965 y 1973 (Dirección General Forestal y de Fauna 1977),
año en que este comercio fue prohibido definitivamente. En 1964, de
69,533 animales exportados legalmente de lquitos, el 39% fueron
Psittacidae, el 38% exclusivamente Saimiri sciureus, el 4.9% otras
aves decorativas y el 12% otros monos de los géneros Cebus, La-

288
CUADRO 43

ESPECIES DE LA FAUNA SALVAJE PRODUCTORAS DE PIELES


Y CUEROS EN LA AMAZONIA PERUANA
EN EL LAPSO 1962 - 1966

ESPECIES NUMERO %

Pieles
Felis pardalis 61,445 4.4
Lutra amazonica 41,410 3.0
Potos flavus 9,607 0.7
Felis wiedii 9,364 0.7
Panthera onca 4,406 0.3
Pteronura brasiliensis 2,390 0.2

Cueros
Tayassu tajacu 690 ,219 49.5
Tayassu pecari 239,472 17.2
Mazama americana 169,775 12.2
Caiman crocodilus 93 ,015 6.7
Melanosuchus niger 44,251 3.2
Hydrochoerus hydrochaeris 27,126 1.9

TOTAL 1'392,680 100.0

Fuente : Dirección General Forestal , de Caza y Tierras del Perú.

gothrix, Saguinus, Cebuella, Ateles, Aotus, Cacajao, Pithecia y


Callicebus. Hablando exclusivamente de los primates, Soinl (1972)
informa que de 1962 a 1971 se exportaron legalmente 321 }84 mo-
nos de los que el 79% fueron Saimiri, 6% Cebus y Saguinus, res-
pectivamente, y 5% Lagothrix. Este autor y Castro (1975), entre
otros, revelan la considerable mortalidad que se produce tanto en la
captura, como en el acopio y transporte. Tal como para el caso de
pieles y cueros, se ha demostrado que en realidad las indicadas es-
tadísticas oficiales no representan mucho más de la mitad de lo que
realmente salió del país, burlando el pago de impuestos en la adua-
na peruana.

Los datos arriba indicados, referidos a un solo país, dan una


idea cabal del enorme comercio de animales vivos generado en la
amazonía. Hoy en día, por restricciones adoptadas por los gobier-
nos, la mayor parte del tráfico de animales vivos, en especial prima-
tes, se realiza a través de Bolivia y Paraguay.

Los primates son esenciales para el avance de la ciencia bio-


médica aunque ésta, obviamente, jamás ha requerido un número
tan grande como el que salía de los países. Whitney (1976) señala

289
que de 47,345 ejemplares de primates sudamericanos que ingresa-
ron a EE.UU. en 1972 sólo 11 ,300 se dedicaron a ese fin, de los que
la mitad fueron Saimiri sciureus, seguidos de cerca por -Aotus tri-
virgatus y Saguinus mystax. Los Saimiri se usan para investiga-
ción general, prueba de medicinas y ensayos de nutrición y cardio-
vascularidad; los Saguinus son esenciales para investigación en he-
patitis, oncología viral, inmunología y fisiología de la reproducción;
Aotus para quimioterapia de la malaria, inmunología y estudios de
la visión y, en esa forma, cada especie es útil para determinados fi-
nes (PAHO/WHO 1975). De acuerdo a PAHO en el año 2000 se re-
querirán, a nivel mundial, unos 29,000 primates neotropicales para
investigación biomédica, de los que la mayoría seguirán siendo Sai-
miri, Saguinus, Cebuella, Cebus, Callithrix y Aotus (Muckenhirn y
Cohen 1978, U.S. Department of Health, Education and Welfare
1978, Dourojeanni 1980).

1.4 OTROS USOS DIRECTOS DE LA FAUNA

Numerosas especies de aves así como de lepidópteros, entre


otros insectos, se usan, disecados, para ornamento. Se confeccio-
nan cuadros, abanicos y toda clase de objetos, hasta instrumentos
musicales, con las plumas, alas, dientes, huesos, élitros, caparazo-
nes y otras partes del cuerpo de los animales. El volumen del nego-
cio así generado no es nada despreciable y puede tener mucha sig-
nificación local como en el caso de los lepidópteros Morpho, en Bra-
sil y Perú o de los armadillos, en especial en Bolivia.

Otra forma de uso de la fauna amazónica es, evidentemente,


para medicina y magia, lo que cubre una vasta gama de especies
como los bufeos (Sotalia, lnia), Nasua, diversas serpientes, etc.

Tampoco ha sido despreciable la producción de guano y ma-


teria orgánica disponible para la fertilización, generada por la activi-
dad de Steatornis caripensis, ave que además tiene alta demanda
por su carne y grasa (Bordón 1959; Dourojeanni y Tovar 1972).

1.5 APROVECHAMIENTO INDIRECTO DE LA FAUNA .

La caza deportiva no se ha dE)sarrollado en la amazon ía y su


significación actual es mínima. Las razones de esto son tanto la difi-
cultad de localizar las presas como el carácter poco deportivo del tiro
y también la falta de trofeos que valgan la pena. Los pocos cazado-
res deportivos que se aventuran en esta región buscan esencialmen-
te osos de anteojos, en la amazonía alta; jag1..,1ares y pum~s y, en
menor grado, tapires y pecaries, en la amazonía media y baja.

290
Mucho más importante que la caza deportiva es, sin duda, la
atracción que la fauna tiene para el turista nacional o internacional
que visita la ahora importante red de parques nacionales y áreas
protegidas de la amazonía y la orinoquia en las que había, a fines
de 1980, no menos de 24 unidades que cubrían más de 15 millones
de hectáreas (Dourojeanni 1980). Desde entonces, se han creado
nuevas áreas protegidas en el Brasil y se ha ampliado otra en el
Perú . De estos parques nacionales, los más famosos o importantes
son Canaima (Venezuela), Manú y Pacaya-Samiria (Perú), Amazo-
nía y Pico de Neblina (Brasil) y Serranía de la Macarena y El Tupa-
rro (Colombia) , pero muchos de los otros, as í como los recién esta-
blecidos, pueden aportar notables experiencias de observación de la
fauna silvestre y ser la base de un crecientemente importante flujo
turístico.

Otro aspecto digno de mención es que, lamentablemente,


prácticamente todas las pieles y cueros han sido exportados de la
amazonía a otras regiones o países sin ninguna transformación in-
dustrial in situ , desperdiciando oportunidades de crear empleos lo-
cales y de beneficiarse del valor agregado generado.

2. SITUACION Y POTENCIAL DE LA FAUNA


SILVESTRE
Paradójicamente, las especies en mayor peligro de extinción
hasta el año 2000 no son las de mayor importancia económica ac-
tual sino muchas otras, menos conspícuas, cuyos habitats son des-
truidos esencialmente en la periferia de los bosques tropicales húme-
dos de Sud América, en particular en las vertientes orientales de los
Andes y en el este y en el sureste del Brasil , donde la expansión de
la frontera agrícola viene arrasando bosques que cubren áreas de
rico endemismo. Se ha estimado que hasta fines del siglo, podría
desaparecer tanto como un tercio de las especies de los trópicos hú-
medos del continente, principalmente insectos y otros invertebrados
pero también aves, reptiles y batracios.

Las estadísticas de producción o de exportación de las princi-


pales especies usadas para la alimentación y por sus cueros pare-
cen demostrar que las poblaciones, a nivel de los países en que ta-
les informaciones están disponibles, reaccionan bien a la presión de
caza a que se les somete. Tal sería el caso de las especies Maza-
ma americana, Tayassu pecari y P. tajacu , entre muchas otras.
Sin embargo, esta no es la realidad pues refleja, más bien , un au-
mento de la presión de caza y la incursión en áreas nuevas o vírge-
nes. Si bien son escasas las posibilidades de que especies como las
indicadas desaparezcan en los próximos 20 años es seguro que sus
poblaciones disminuirán a niveles que dificultarán los intentos de ma-
nejarlas racionalmente. Por eso, en la reunión CITES de 1987, se
consideró pasar las dos especies de Tayassu al apéndice 11, que
obliga a una comercialización controlada.

291
En el caso de especies peleteras como los diversos Felis, así
como Panthera onca, Lutra amazonica y Pteronura brasiliensis,
las series estadísticas disponibles demuestran que las poblaciones
ya están categóricamente sobre-explotadas, aunque unas lo están
más que otras. Por ejemplo, Felis pardalis parece resistir mejor que
todos los demás carnívoros peleteros. La explotación de los crocodí-
lidos Caiman crocodilus, Crocodylus intermedius, C. acutus y
Melanosuchus niger también parece ser, de acuerdo a las estadís-
ticas de tipo agotante.

A pesar de las frecuentes violaciones a las importantes medi-


das proteccionistas adoptadas esencialmente por Brasil, Colombia,
Perú y Venezuela en la última década, hay evidencias de que han
provocado cierta disminución de la presión de caza sobre especies
no usadas para la alimentación.

En la última edición del IUCN Mammal Red Data Book se


mencionan 44 especies de los bosques tropicales húmedos de Amé-
rica del Sur cuyas poblaciones están amenazadas o son vulnerables,
raras o indeterminadas (Thornback & Jenkins 1982). Dicha lista está
conformada en un 57% por primates de los géneros Callithrix, Sa-
guinus, Leontopithecus, Callimico, Chiropotes, Alouatta, Lago-
thrix, Ateles, Callicebus, Cacajao y Brachyteles, cuya existencia
está más afectada por las alteraciones de sus habitats que por la
caza. Además de los monos, las especies amazónicas de interés
económico más amenazadas hasta el año 2000 son, en opinión del
autor, Trichechus manatus, Tremarctos ornatus, Tapirus pincha-
que, Pteronura brasiliensis y Podocnemis expansa. Entre las es-
pecies amenazadas pese a no tener interés económico alguno, figu-
ran los Canidae Atelocynus microtis y Speothos venaticus cuyas
poblaciones son naturalmente reducidas.

El reciente redescubrimiento del mono Lagothrix flavicauda


en el noreste del Perú , que se creía extinto (Macedo & Mittermeier
1979) así como el del pecari Catagonus wagneri (WE;Jtzel et al
1975) en el Chaco, demuestran bien lo poco que aún se sabe sobre
la realidad de las poblaciones de muchas especies del trópico ame-
.ricano. Sin embargo, estos casos como también el del redescubri-
~ miento de la pava Penelope albipennis (M acedo 1978) en la costa
norte del Perú, no pueden ocultar un panorama que globalmente es
poco optimista. Peor aún si se considera lo poco que se sabe de
aves, reptiles y batracios y lo prácticamente nada que se conoce so-
bre los invertebrados, en especial insectos.

No obstante su mal uso pasado, la fauna silvestre amazónica


aún tiene mucho potencial para contribuir al desarrollo regional. Tan-
to más si se le maneja. A partir de los resultados sobre zoomasa ob-
ten idos por Klinge et al (1975), y tomando en cuenta que ciertos ti-
pos de· bosque poseen una zoomasa de vertebrados mayor que

292
otros (entre 7 y 30 Kg/ha), se puede estimar que ésta podría superar
largamente el millón de toneladas en toda la Amazonía péruana. En
1986, Terborgh et al, en base a datos nuevos tomados en el Manu,
estimaron la zoomasa- de mamíferos en 16 kg/ha, en cuyo caso se
confirma el estimado anterior. Recuerdan esos autores que la zoo-
masa de mamíferos en la Amazonía es muy reducida comparada
con la de los herbívoros salvajes de muchas sabanas africanas y de
otros ecosistemas. Así, por ejemplo, en el Zaire (Virunga y Kiwu)
hay 244 kg/ha y 235 kg/ha, respectivamente y en otras sabanas afri-
canas se encuentra de 132 a 195 kg/ha, únicamente de herbívoros
(Dajoz 1971 ). Pero la biomasa total de vertebrados de la Selva pe-
ruana es comparable a la de herbívoros que se encuentran en mu-
chos otros ecosistemas, en especial en regiones templadas. Ter-
borgh et al (1986), incluyendo aves, estimaron que se podría cose-
char en forma sostenida, hipotéticamente, no más de 1.2 kg/h.~año.
El estimado de esos autores parece muy conservador, pero aún asT
puede significar la cosecha de unas 80,000 TM/año en toda la Selva.
De acuerdo a lo que se sabe, se cosechan apenas unas 13,000 TM/
año, en forma de carne de monte. Brack citado en Ministerio de Agri-
cultura (1987), recuerda que esa cantidad de carne equivale al sacri-
ficio de 65,000 reses anuales, lo que por casualidad corresponde
casi exactamente a la saca anual en la Selva (cuadro 30). Pero, en
términos de potencial económico, debe tenerse en cuenta que el ga-
nado bovino no produce pieles ni cueros finos, entre tantos otros
productos de alto valor que si produce la fauna silvestre. También es
pertinente recordar que el Estado invierte fortunas en fomentar la ga-
nadería de vacunos pero que, literalmente, no invierte un centavo en
el manejo de la fauna silvestre.

Por otra parte, está demostrado que antes de 1973 la explota-


ción de la fauna amazónica peruana generaba un producto bruto in-
terno comparable al de la explotación forestal (Dourojeanni 1972).
Sin embargo, también era evidente que el ritmo de explotación era
agotante y por eso se declaró una veda absoluta de caza comercial.
Hoy, como se ha visto en el texto precedente, hay evidencias de que
la aplicación de un manejo optimizado podría devolver a la fauna sil-
vestre la importancia económica y social que tuvo en el pasado pero,
eliminando los riesgos de extinción que provocaba la caza indiscrimi-
nada.

La importancia económica global de la fauna silvestre de la


amazonía ha sido ilustrada también por otros numerosos autores
(Moro 1972, Ojasti 1970b Terborgh et al 1986) y por otra parte, Dou-
rojeanni (1976, 1978, 1979, 1979a, 1980, 1981) ha analizado las po-
sibilidades concretas de integrar su manejo a planes regionales de
desarrollo y a versiones integrales e integradas de desarrollo rural,
con claras evidencias de la viabilidad técnica y de las ventajas eco-
nómicas de hacerlo.

293
3. USO OPTIMIZADO

3.1 OPCIONES DE MANEJO

Las actividades para aprovechar la fauna silvestre se pueden


resumir, en última instancia, en dos: caza y veda. Sin embargo, tanto
la caza en todas sus modalidades como la veda o prohibición de
caza, que también puede asumir muchas formas, son la expresión fi-
nal de las alternativas de aprovechamiento de la fauna silvestre que
se indican en el cuadro 44. Estas alternativas, si implican manejo,
pueden conducirse a nivel extensivo, intensivo o superintensivo.
FAO/PNUMA (1985) presenta los resultados del análisis de éstas po-
sibilidades para varias especies amazónicas.
CUADRO 44

ACTIVIDADES PARA EL APROVECHAMIENTO DE LA FAUNA


SILVESTRE EN EL TROPICO HUMEDO AMERICANO

Benéticiarios Nivel de Vocación produc-


Actividades principales manejo va principal

1. Explotación o aprovecha- campesinos, caza- ninguno Toda clase


miento sin manejo o irra- dores profesiona-
cional les, comerciantes.
2. Manejo en ecotonos agricultores intensivo carne para consu-
agropecuario-forestales. o extensivo mo local o animales
vivos.
3. Manejo en bosques bajo cazadores profesio- extensivo carne, pieles, cue-
ordenación. nales, madereros, o intensivo ros, animales vivos.
comerciantes.
4. Manejo en bosques bajo cazadores profesio- extensivo carne, pieles, cue-
explotación sin ordena- nales, madereros, ros, animales vivos.
ción. comerciantes.
5. Manejo en bosques de cazadores profesio- extensivo carne, pieles, cue-
protección o sin aprove- nales, comercian- o intensivo ros, animales vivos,
chamiento forestal. tes. trofeos.
6. Manejo en pastales ganaderos intensivo carne para uso in-
dustrial, cueros.
7. Manejo en riberas y es- campesinos, caza- extensivo cueros, pieles,
pejos de agua. dores profesionales, o intensivo huevos.
comerciantes.
8. Manejo en condiciones empresarios espe- super- cueros, animales
artificiales o semi-artifi· cializados, trabaja- intensivo vivos para investi-
ciales. dores. (crianza) gación.
9. Manejo para el turismo empresarios turís- intensivo servicios al turismq,
de vista. ticos, trabajadores. ·a la recreación,a
la estética.

294
El manejo intensivo se refiere a los casos en que se aprove-
cha la fauna sin la aplicación de técnicas censales depuradas. Esta
se evalúa por ejemplo en base a índices o a estadísticas de caza y
la saca o plan de tiro se establece mediante tanteos reajustados sis-
temáticamente. Esta forma sencilla de manejo puede implicar la apli-
cación del concepto de áreas reservadas y de áreas de caza aleda-
ñas que se repueblan a medida que aumenta la densidad de pobla-
ción en la reserva o de rotación de campos de caza. No presupone
manipuleos mayores del ambiente, aunque, cuando se desarrollan
en áreas bajo ordenación forestal, éste puede someterse a condicio-
nes tales que favorezcan mucho el aumento de población de ciertas
especies. Igual puede hacerse a bajo costo, en los bosquetes en
áreas agropecuarias. Tampoco implica el control de depredadores.
El manejo extensivo es de toda aplicación en bosque bajo ordena-
ción forestal o en bosques de protección y tiene posibilidades en
ecotonos agropecuarios-forestales y en riberas y cursos de agua. De
otro lado, este tipo de manejo es frecuentemente el único con posibi-
lidades de éxito en los trópicos húmedos si se tiene en cuenta el
bajo nivel tecnológico prevaleciente a nivel de funcionarios públicos,
agricultores y madereros. El manejo extensivo se traduce a nivel re-
gional o local en cuotas de caza por sexo y por especie, prohibicio-
nes o vedas estacionales y/o permanentes, tamaños mínimos, fe-
chas de apertura y clausura de caza, regulaciones sobre armas y
municiones y sobre uso de trampas y otros métodos de captura o
caza, etc.

El manejo intensivo se dá cuando hay posibilidades prácticas


de medir la población animal con bastante exactitud y que esta ope-
ración, es además, económicamente factible, en su calidad de costo
a restar de los beneficios expectados. Ello sólo ocurre, en bosques
tropicales húmedos, en rodales pequeños y por ende aislados y en
riberas y espejos de agua. El censo, como cualquier otra técnica
avanzada, se justifica como parte de un paquete tecnológico en el
que, en este casb, debe incluirse un manipuleo más o menos impor-
tante del ambiente que incluye control de enemigos naturales, favo-
recimiento del desarrollo de plantas alimenticias o que brindan pro-
tección y cobertura a la fauna, provisión de condiciones especiales
de nidificación, provisión de elementos menores, etc. Mientras que
en el manejo extensivo las cuotas de caza deben ser muy conserva-
doras, en este tipo de manejo ellas se pueden ajustar con mejor
exactitud al potencial biótico de cada especie y por ende son en ge-
_neral mayores.

Se denomina manejo superintensivo a aquel que se practica


con control casi absoluto del ambiente en que se tiene los ejempla-
res. Dicho ambiente puede constituir lo que comúnmente se denomi-
na un zoocriadero. Los hay totalmente artificiales, como son jaulas,
cercos o pozas y semi-artificiales como pueden serlo lagunas natura-
les controladas. Los animales que se manejan en estas condiciones
no son, en modo alguno, domésticos. A lo sumo están amansados.
El autor, así como Terborgh et al (1986), es escéptico sobre el valor
de esta opción, salvo casos excepcionales (primates, insectos).

295
3.1.1 Explotación sin manejo

Esta es la forma más común de aprovechamiento de la fauna


silvestre en los trópicos húmedos americanos y probablemente conti-
nuará siéndolo por décadas, mientras penetren lentamente las alter-
nativas que implican manejo.

La actividad de mera explotación de la fauna no es necesaria-


mente destructiva si es practicada por un reducido número de caza-
dores sobre áreas grandes. Es, en cambio, aniquilante cuando la
densidad de cazadores y la intensidad de saca son elevadas. Sus
efectos son claramente visibles en los alrededores de los caseríos y
villorrios en función de la antigüedad y del número de habitantes de
los mismos. Así, poblados nuevos y con pocos habitantes se procu-
ran su carne con expediciones de caza de pocas horas de duración
mientras que, en poblados mayores, las expediciones de caza deben
durar más de 2 días y aveces hasta una semana y terminan siendo
irrealizables en términos económicos.

Esta clase de problemas no se presentaba con los pobladores


nativos pues, estos, nunca eran muy grandes ni estables y además,
acostumbraban rotar sus campos de caza y respetar vedas o tabúes,
entre otras medidas que configuraban un manejo. Actualmente , los
nativos se han vuelto sedentarios debido a la presión sobre la tierra
y ellos enfrentan las mismas dificultades que los colonos.

3.1.2 En ecotonos agropecuario-forestales

Las áreas bajo uso agrícola y pecuario rara vez están exenta;:;
de áreas boscosas imbricadas en su seno, y, en áreas nuevas, ne-
cesariamente limitan con bosques. Los bosques, según los casos,
pueden ser de tipo secundario ("purmas"), artificiales (plantaciones)
u, originales y, en este último caso, pueden estar desde poco o nada
alterados hasta muy alterados. ·

La legislación del Perú, como la del Brasil, entre otros países,


obliga a conservar porcentajes significativos (15 a 50%) de los pre-
dios) bajo cubierta forestal. Aunque esos dispositivos rara vez son
enteramente cumplidos, contribuyen a la formación de un mosaico
de áreas agrícolas, pecuarias y forestales que es visible por doquier
en las selvas tropicales. Este paisaje se beneficia, desde el punto de
vista biológico, de un notable "efecto de ecotono", que resulta muy
apropiado para la proliferación de ciertas especies útiles de la fauna
silvestre. Por ·ejemplo, roedores como el majáz y el añuje, pueden
comer en las chacras o en las "purmas" jóvenes en que subsisten
plantas domesticadas, como la yuca o el plátano y, encontrar refugio
en el bosque clímax o en las purmas más viejas.

29€
La fauna que puede manejarse en las diversas condiciones
descritas es, en todos los casos, lo que se denomina caza menor,
bien sea de pelo o pluma. Las principales especies útiles, adaptables
a estos habitats y tolerantes a la presencia humana, serían las si-
guientes: Primates (Saimiri, Alouatta), armadillos, (Dasypus), cone-
jos (Sylvilagus), erizos (Coendou), y diversos roedores (Cuniculus,
Myoprocta, Dinomys, Dasyprocta), pequeños predatores como el
ocelote (Felis pardalis) y el achuni (Nasua); diversas especies de
pavas, perdices, palomas, loros y de otras familias de aves decorati-
vas, tortugas terrestres (Geochelone), ranas decorativas, boas diver-
sas, iguanas, etc. Es decir que en estas áreas boscosas se encon-
trarían prácticamente todas las especies de tamaño pequeño que se
usan localmente en la alimentación humana y que aportan como lo
han demostrado diversos estudios, más del 50% de la carne de
monte consumida en la amazonía. En tales condiciones también
prosperarían especies de interés como animales vivos tanto para in-
vestigación biomédica (monos y armadillos) como para mascotas y
ornato (monos, loros y otras aves, ranas), animales peleteros de tan-
to valor como el ocelote y también animales que producen cueros,
como las boas e iguanas.
Las tecnologías a aplicar varían mucho en función de las ca-
racterísticas florísticas del bosque, de su carácter natural o artificial ,
del grado en que está intervenido, de su edad, de su extensión , de
los cultivos o pastos que lo rodean y de la forma en que se condu-
cen, de la disponibilidad de agua y también, obviamente, en función
de las especies de fauna presentes y de sus poblaciones así como
del objetivo del manejo. Este puede orientarse a las especies más
valiosas, como podrían ser los primates para exportación o a la pro-
ducción de carne de monte, en cuyo caso debería favorecerse el de-
sarrollo de las poblaciones de roedores como los Dasyproctidae o de
edentados como los Dasypodidae. En todo caso, las técnicas a apli-
car pueden insertarse bien sea en el criterio de manejo extensivo o
en el manejo intensivo.
Para primates, por ejemplo, resultaría probablemente rentable
aplicar manejo intensivo si se dispone a nivel de un solo colono o de
un grupo de ellos, de una extensión de varias decenas de hectáreas
de bosque. El censo de estos animales es relativamente fácil y, ade-
más, es posible aumentar mucho sus poblaciones si se plantan árbo-
les frutíferos en lugares y proporciones adecuadas. Existe abundante
información al respecto , desarrollada en Loreto (Heltne et al 1980,
entre otros). Para el manejo de especies de consumo humano puede
resultar muy apropiada imbricar porciones de bosque clímax con ve-
getación pionera que se desarrolla en chacras abandonadas donde
se cultivaron tuberosas o raíces comestibles, en especial yuca.

3.1.3 En bosques ordenados

Los bosques que en los trópicos húmedos se dediquen al


aprovechamiento forestal pueden obviamente servir simultáneamente

297
para manejar la fauna silvestre y obtener cosechas sostenidas de
ella o de sus productos. Ello es altamente deseable para maximizar
el uso de la tierra aumentando la rentabilidad económica de las in-
versiones, aprovechando de la compatibilidad y la complementarie-
dad de ambas operaciones. En efecto, contrariamente a lo que suele
creerse, la ordenación forestal puede favorecer el desarrollo de las
poblaciones de determinadas especies de la fauna aunque, también
debe señalarse que puede reducir las de otras. Las más favorecidas
suelen ser las de los grandes herbívoros que también son las más
útiles para el hombre. El tipo de ordenación forestal adoptado deter-
mina el impacto sobre la fauna silvestre.

Si la ordenación que se aplique está, como puede suponerse,


basada en la extracción de no más de un 20 a 30% del volumen de
madera comercial en pie, en rotaciones de unos 50 años y en rege-
neración natural acompañada de una modesta intervención silvicultu-
ral , esencialmente en forma de plantación de especies nativas en
trochas, entonces puede adelantarse que la productividad del mane-
jo de la fauna silvestre será igual o quizás algo mayor que en condi-
ciones naturales. Dada la dificultad de hacer un censo se sugiere
practicar un manejo extensivo, cuyas características se mencionan a
continuación.

En relación a la fauna misma se recomienda iniciar el proceso


con un reconocimiento de las especies y una apreciación comparati-
va de sus poblaciones en función de los cuarteles forestales de
modo a determinar él o los sectores del bosque donde las poblacio-
nes son mayores y que podrían convertirse en zonas reservadas. Se
trata, luego, de calcular en base a encuestas sobre caza y consumo
de carne de monte en las poblaciones locales, el número de piezas
de cada especie importante que se han cobrado tradicionalmente.
Comparando los resultados de estas encuestas con la evaluación
comparativa antes indicada y también en base a la interpretación de
preguntas sobre una eventual disminución del número de piezas co-
bradas año a año, puede deducirse una cuota anual referida a uno
o varios _cuarteles forestales según convenga. Esta primera cuota o
cuota de partida debe ser, obviamente, sumamente conservadora.
La caza, durante el año, debe ser perfectamente controlada y estar
sometida a las vedas permanentes o estacionales, tamaños míni-
mos, sexos, tipos de armas, y a todas las otras regulaciones que
convengan a cada especie, de acuerdo a la experiencia existente . Al
término del año o de la estación de caza, el éxito en cubrir la cuota
determinará la exactitud de la aproximación. Si la cuota ha quedado
muy amplia ella indicará la necesidad de reducirla muy considerable-
mente o quizás de declarar la especie en veda indefinida. Si la cuota
se cubre muy rápidamente, ello indicará que quizás pueda ampliar-
se. Los reajustes deben ser sistemáticos y adecuados a cada zona.
La actividad de caza o el comportamiento de los cazadores debe ser
conocido hasta en sus últimos detalles por el especialista que, sólo
así, podrá interpretar adecuadamente los datos estadísticos.

298
En relación al habitat, es decir al bosque, son muchas las al-
ternativas recomendables. En primer lugar, un porcentaje del bos-
que, idealmente no menos de un 10%, debe ser mantenido intacto,
sin explotación forestal. Es decir que uno o más cuarteles, estratégi-
camente ubicados con disponibilidad de agua y donde ya está de-
mostrado que la fauna silvestre es abundante, deben quedar reser-
vados. Si la rotación prevista es de 50 años, deberían hacerse 52 o
55 cuarteles, dependiendo del tamaño de éstos. No se trata de dejar
reservadas áreas que tienen características de bosques de protec-
ción pues su productividad suele ser menor. La función de estas zo-'
nas reservadas es servir de áreas de multiplicación de la fauna des-
de las cuales se repueblan las circundantes, que son áreas de caza
y también de refugio, si la presión de caza llegara a ser excesiva. En
realidad, otro de sus objetivos es establecer mayores garantías en
caso de errores de cálculo en las cuotas. También se considera per-
tinente mantener franjas boscosas intangibles entre tramos de corta.
Se ha hablado de franjas de 200 m. de ancho cada 2,000 m, pero
éste dato es sólo referencial. La ventaja de esta práctica es asegurar
la conservación de todo el material genético florístico lo que a su vez
asegura la sobrevivencia de todo el patrimonio genético faunístico,
aún de especies que no son objeto del manejo, como los invertebra-
dos y los vertebrados pequeños. Otro aspecto a considerar es el
mantenimiento intangible de los bosques en las riberas de riachuelos
y quebradas para proteger los recursos hidrobiológicos del que de-
penden especies como las nutrias, los lobos de ríos y los lagartos,
entre otros, así como para asegurar puntos de toma de agua a la
fauna terrestre.

En todo caso, desde el punto de vista de productividad fau-


nística, conviene dar preferencia los métodos silviculturales de rege-
neración natural sobre los de reforestación, y en ambos, trabajar con
la más amplia gama posible de especies y en particular de clases de
edad. Cuando especies forestales interesantes también producen
frutos comestibles, ellas deberían ser escogidas. Sin embargo, debe
tenerse en cuenta que la reforestación sobre áreas aprovechables a
tala raza permite el crecimiento de gramíneas silvestres y que ello
permite un mayor desarrollo de venados y otros herbívoros. Este es
un efecto bien conocido en los bosques tropicales húmedos africa-
nos donde no sólo se nota en plantaciones sino también en las ca-
rreteras forestales y en las vías de saca y en los claros que quedan
después de la explotación selectiva de los árboles dominantes. To-
dos estos efectos de la intervención forestal deben ser analizados y
aprovechados.

Es muy importante definir cuidadosamente los términos en


que se llevará a cabo la saca. Si ésta es hecha por los vecinos del
bosque o por los propios trabajadores forestales a título individual, el
control de la caza es muy difícil y el plan de manejo carecería de ri-
gor. Véase, por ejemplo, el impacto de los inventarios forestales en
la fauna (Pacheco 1987). Por ello en primer lugar, los obreros fores-
tales no deben tener autorización de llevar armas ni durante la ope-
ración de "mateo" o inventario, ni durante la extracción o la reforesta-

299
ción. Su abastecimiento de alimentos debe ser a través de la admi-
nistración de la empresa. El manejo de la fauna puede ser asumido:
a) por la empresa maderera, b) por el Ministerio de Agricultura u otra
autoridad gubernamental pertinente, o e) por una empresa dedicada
expresamente a esa actividad. En todos los casos la saca debe ser
hecha preferiblemente por equipos de cazadores especializados
pero, cuando existe una fuerte presión campesina por usar la fauna
puede adoptarse una fórmula mixta. Vale decir que pueden delimitar-
se sectores abiertos a la caza doméstica y otros sólo a la caza co-
mercial, y ello implica que los primeros no pueden cobrar piezas pe-
leteras o hacer captura de animales vivos. Estos tienen como condi-
ción para la renovación de sus licencias atenerse a las reglas y, en
especial , informar detalladamente sobre las piezas que cobren.

3.1.4 En bosques no ordenados

Este caso bien podría darse durante muchos años ya que es


menos costoso y más fácil implantar cierto nivel de manejo de fauna
que practicar ordenación forestal. La actividad del manejo de la fau-
na, en ese caso, sería muy similar a la que puede realizarse en bos-
ques de protección o sin explotación y que se indica más adelante.
La principal diferencia estaría dada por la actividad de extracción fo-
restal que, en este caso, es bastante anárquica e impredecible, lo
que limita las posibilidades de recuperación de la fauna y dificulta
mucho el control de la caza ilegal practicada por los propios madere-
ros .

Por esos motivos, sólo puede conseguirse un manejo de tipo


extensivo y, obviamente, con una productividad menor que la que
podría esperarse en función de las características naturales del eco-
sistema.

3.1.5 En bosques de protección

El establecimiento de bosques de protección no tiene como


objetivo principal el manejo de la fauna silvestre pero éste, obvia-
mente, es perfectamente integrable y, además, es deseable pues
permite evidenciar mejor los beneficios que aportan tales áreas, los
que no se limitan a la conservación del suelo, del agua y de los re-
cu rsos genéticos sino que también pueden brindar rentas a través
del uso no destructivo de la vegetación forestal o de la vegetación
del sotobosque, a través del turismo y, como queda dicho, gracias al
manejo de la fauna.

El manejo de la fauna en bosques de protección difiere poco,


en sus principios generales, del que se puede realizar en bosques
bajo ordenamiento forestal. Las diferencias son impuestas por el im-
portante manipuleo de la vegetación que se produce en bosques or-

300
·denados versus su casi intangibilidad en bosques de protección.
Para las condiciones que se dan en general, el manejo de la fauna
en dichos bosques deberá, también, ser extensivo. Al igual que en
el caso anterior, deberá zonificarse el bosque, aunque, esto tendrá
que hacerse sobre la base de criterios tales como la fisiografía, la
disponibilidad de agua y el tipo de vegetación. No se trata de delimi-
tar zonas con poblaciones equivalentes, sino de correlacionar cada
área del bosque con ciertas características de la fauna y de sus po-
blaciones.

Al hacer este trabajo se evidenciarán las principales diferen-


cias entre la fauna de los bosques de producción y la de los bos-
ques de protección. En estos últimos, por el carácter accidentado de
sus topografías y por la delgada capa de suelo presente por la alta
precipitación pluvial y la humedad mayor, y pese a ello, por la esca-
sez de quebradas de curso permanente, la productividad en términos
de biomasa de vertebrados es considerablemente menor que en los
de producción. De hecho, la mayoría de las presas más importantes
son muy raras o están ausentes de las cordilleras. Tal es el caso de
los pecaries, del ronsoco, del tapir, de varios primates y también del
jaguar. En cambio, puede haber una mayor abundancia y diversidad
de aves. Por estas razones los objetivos del manejo pueden diferir
considerablemente entre bosques de producción y bosques de pro-
tección. La vocación de estos últimos es más el aprovisionamiento
de carne de monte que la producción de cueros y pieles, pero tam-
bién son muy propicios para la captura de animales vivos, entre ellos
ciertos primates y muchas aves decorativas.

La administración forestal debe ser la encargada de la evalua-


ción de la fauna, de la zonificación del área, de la determinación de
las cuotas y de las demás condiciones de la caza, así como del con-
trol de la misma. La actividad de caza comercial puede ser realizada '
por comunidades nativas, propietarios de predios vecinos o por cual-
quier privado, según convenga, sobre la base de los contratos de ex-
tracción · de fauna silvestre a que se refiere la legislación vigente y
que estipula deben otorgarse sobre áreas y por plazos determina-
dos. Los otros tipos de caza (subsistencia, deportiva, sanitaria y
científica) se permiten mediante licencias y preferiblemente no deben
realizarse en áreas otorgadas en contratos de extracción de fauna
silvestre.

3.1.6 En pastizales y ecotonos pecuario-forestales

Los pastizales se establecen para la crianza de ganado, pero


brindan buenas condiciones para el desarrollo de poblaciones de
ciertos animales salvajes bien sea en sus linderos con el bosque,
como en el caso de los venados, como en toda su extensión, como
en el caso de los ronsocos, siempre y cuando exista disponibilidad
de agua.

301
En gran parte de los trópicos húmedos ya se ha dado el pro-
ceso de adaptación de animales salvajes a pastizales, en particular
el caso del ronsoco, y en muchos lugares, los criadores lo conside-
ran un peligroso competidor y procuran eliminarlo.

El ronsoco, sin embargo, ya es manejado en las llanuras ve-


nezolanas en forma conjunta con la ganadería, habiendo sido de-
mostrado que en densidades apropiadas no compite con el ganado
(Ojasti, 1973, Ojasti y Medina, 1972) y que, dado que reúne las ven-
tajas reproductivas de los roedores con la eficiencia alimentaria de
los herbívoros (Ojasti 1973, 1978), es una excelente alternativa eco-
nómica. El cuadro 45 dá una idea de algunas de las ventajas zootéc-
nicas de este animal, calculadas para el Brasil.

CUADRO 45

DATOS COMPARATIVOS HIPOTETICOS PARA EL


APROVECHAMIENTO DE RONSOCOS Y VACUNOS EN LAS
CONDICIONES DEL PANTANAL DEL MATO GROSSO, BRASIL .

Especie Individuos Edad de Peso a Peso medio Peso medio


por cada 3 saca la saca ganado ganado por
has. (años) (kg.) (gr./día) (gr./día)

Vacuno 1 4.5 490 283 283


;
Ron soco 18 1.5 35 63 1,134

Fuente: Negret (1979)

En este texto no se entrará en mayores detalles sobre el ma-


nejo de esta especie, sobre lo que existen numerosas referencias
(op. cit.) . Sólo se indicará que debe hacerse sobre la base de las
propiedades pecuarias, las cuales podrían recibir autorizaciones para
el manejo del ronsoco si aceptan las condiciones que imponga la ad-
ministración forestal. Esta debería ejecutar los censos iniciales, ha-
cer el diagnóstico y diseñar el primer plan de manejo, con participa-
ción del ganadero interesado y de su personal. La aplicación del
plan debe ser supervisada en forma estrecha por la autoridad pero
gradualmente, ésta debe restringirse a una función puramente fisca-
lizadora. Los costos del apoyo técnico inicial del Estado deben ser
solventados por los interesados con sus primeras ganancias.

3.1. 7 En riberas y espejos de agua

Muchas de las especies más valiosas de la fauna silvestre del


trópico húmedo viven en las riberas de los ríos, lagunas y quebradas y

302
en los propios espejos de agua. Ellas son la nutria (Lutra) y el lobo
de río (Pteronura), el ya indicado ronsoco, los cocodrilos (Melano-
suchus, Caiman, Crocodylus), la cuica (Chironectes) y la tortuga
de río (Podocnemis) , entre otras. De allí la importancia de un trata-
miento cuidadoso de estos ambientes.

El principal problema para el manejo de la fauna asociada a


los ambientes acuáticos es el creciente deterioro de la vegetación de
las orillas, la contaminación del agua, el constante disturbio causado
por la navegación y otras actividades humanas ribereñas, la pesca y
también la particular dificultad que reviste el control de la caza furti-
va, dada la facilidad de realizarla contando con embarcaciones. La
mayor ventaja para manejar esta fauna es la viabilidad técnica y eco-
nómiéa de medir con bastante precisión, las poblaciones manejadas.

Aun cuando las quebradas, o cursos de agua menores, atra-


viesen bosques de protección, producción, bosquetes en áreas agro-
pecuarias o pastizales, deberán merecer un tratamiento especial
dentro del contexto del manejo de la fauna correspondiente, pues
sus .especies, como ya se señaló, son más susceptibles. Ello implica
una evaluación especial de las poblaciones de las especies más im-
portantes y la fijación de cuotas más conservadoras pero también el
énfasis en el mantenimiento de la cobertura vegetal de las riberas,
prohibiendo la extracción forestal en los bosques bajo ordenación o
su tala en áreas agropecuarias.

Cuando se trata de ríos o lagunas, el manejo de su fauna


debe ser independiente y requiere por ende, de planes especiales.
Dada la viabilidad de hacer censos, el manejo puede ser de carácter
intensivo, tanto más que otros manipuleos favorables del ambiente
también son posibles. Así por ejemplo, pueden delimitarse playas o
áreas estrictamente protegidas para la oviposición de tortugas o cai-
manes y hacerse un control de los enemigos naturales de sus hue-
vos y estadías juveniles. Amplia experiencia al respecto existe en el
Brasil , en relación a Podocnemis expansa (Brasil. Ministerio de
Agricultura 1973, Alfinito et al 1976, Padua 1981 ). En relación al cai-
mán se han hecho trabajos preliminares en Perú (Vásquez 1981 ),
aparte de la experiencia en otros países amazónicos (Biohm 1973;
Rivero 1973), que sugieren diversas alternativas para su manejo.

Es obvio que no puede pretenderse un manejo simultáneo de


la fauna de todos los ambientes acuáticos de una región, por lo que
deberá ponerse énfasis en los sectores más apropiados, tanto por su
población actual, como por sus características ecológicas. El resto
debería ser mantenido en veda absoluta. Por ser los productos de
las especies de estos ambientes (pieles, cueros o carne y huevos)
de fácil comercialización, conviene que su aprovechamiento se haga
exclusivamente a través de contratos de extracción, más fáciles de
controlar que las licencias de caza de subsistencia.

303
3.1.8 En condiciones artificiales

El manejo bajo condiciones semi-artificiales o artificiales es


una de las alternativas disponibles para aprovechar ciertas especies
de la fauna. Ya se practica, en Perú y Brasil con primates (PAHO/
WHO 1975; Kleiman 1978, Coimbra-Filho 1965; Coimbra-Filho &
Magnanini 1972, Coimbra Filho & Maia 1976, 1977) y se ha indicado
el potencial que ofrecen los crocodilos de esta parte del mundo, al
igual que en otras, para ser manejados en estanques naturales o ar-
tificiales. También se han señalado las posibilidades de criar en cau-
tiverio a numerosas especies de mamíferos y aves (Nogueira Neto
1973) y aun boas (Boa constrictor) (Otero 1978). En esta línea de
actividades se insertan los zoocriaderos experimentales de Manaos
(Brasil) y de Jenaro Herrera e lquitos (Perú).

3.1.9 Para el turismo

La fauna del trópico húmedo puede ser sometido a una moda-


lidad de manejo cuyo objetivo primordial es evidenciar su presencia
para los visitantes de un área dada. Se han formulado algunos pro-
yectos para este fin en el Parque Nacional del Manu (Perú), entre
otros lugares, pero ninguno ha sido ejecutado. La avifauna es objeto
particular de esta posibilidad.

Las acciones a realizar consisten en detectar los lugares de


concentración de la fauna, como son salares y bebederos y acos-
tumbran gradualmente a los ejemplares que los frecuentan a la pre-
sencia humana e, inclusive, a la iluminación artificial que permite la
observación de su actividad nocturna. Otra posibilidad es la de atraer
la fauna, con sales o alimentos, a los lugares donde los visitantes los
puedan ver con facilidad . También se trata de mantener poblaciones
altas en lugares de visitación, lo que por ejemplo se ha logrado en
Cocha Cashu , en el indicado Parque Nacional del Manu, para prima-
tes a pesar del gran número de trochas, relativamente muy frecuen-
tadas por visitantes. Igualmente en ese Parque, es notable la llama-
da "Colpa de los Guacamayos", en la que el visitante puede obser-
var fácilmente cientos de Ara, entre otras aves. Otra "colpa" similar
existe en el río Tambopata. Abrigos y otras precauciones son, sin
embargo necesarias para no espantar las aves.

3.2 EXPERIENCIAS EN MANEJO DE FAUNA AMAZONICA

En América del Sur se han dado algunos de los ejemplos más


exitosos del mundo en materia de manejo de fauna, como son los
notables casos del manejo de las aves guaneras y de la vicuña, am-
bos en el Perú. En la amazonía y en la orinoquia, las experiencias

304
son más recientes y menos espectaculares pero van por muy buen
camino y abren perspectivas auspiciosas para la sobrevivencia de al-
gunas de las especies más valiosas.

Sin embargo, casi nada se ha hecho en cuanto a manejo ex-


tensivo o intensivo de la fauna útil, en su conjunto, en bosques vír-
genes o bajo ordenación forestal. Se han dado regulaciones de caza
que normalmente no se cumplen y eso es todo. Hay experiencia, en
cambio, en cuanto a manejo intensivo de determinadas especies en
bosques naturales y también con ciertas especies que ocurren en
sabanas y pastos naturales y artificiales y en riberas y espejos de
agua. También hay creciente experiencia en materia de zoocrianza.

La especie sobre la que más se ha trabajado es, sin duda, el


ronsoco o capivara (Hydrochoerus hydrochaeris) en Venezuela,
donde desde 1953 se viene tratando de racionalizar su explotación
lo que se ha conseguido desde 1968, después de una veda quinque-
nal (Ojasti y Medina, 1972). Ya desde antes, Ojasti (1968, 1970,
1971 , 1972, 1973) había iniciado investigación básica al respecto,
demostrando la viabilidad técnica y económica de su manejo para
producción de carne y cueros en los llanos de Venezuela. El peso
promedio de los capivara explotables es de 44.2 kg. de lo que el
51.5% es carne. Su tasa de productividad neta es hasta de más de
34%, siendo posible explotar un 30% de las existencias en caso de
poblaciones de densidad moderada y más en caso de alta densidad.
En el cuadro 5 se muestran las indudables ventajas productivas de
las capivaras en comparación a los vacunos. Numerosos otros traba-
jos de Ojasti (1978, 1980, 1980a, 1983), Cordero y Ojasti (1981 ), Es-
cobar (1973), Escobar y González (1976), González (1972, 1974,
1977), González y Parra (1973), entre otros han analizado los diver-
sos aspectos de la producción y el manejo de esta especie en Vene-
zuela, confirmando que tanto en teoría como en la práctica el ronso-
co es manejable. En otros países también hay interés en la capivara
como en Brasil, donde estudios de Schaller y Crawshaw . (1979),
Schaller y Vasconcelos (1978) y Schaller et al (1980) dan indicios de
la posibilidad de manejarlo en el Pantanal del Matogrosso, como lo
discuten también Negret (1979), Dourojeanni (1980) y más reciente-
mente Ojasti (1981 ). Estos últimos trabajos demostraron. sin embar-
go, que no todo lo conocido para los llanos venezolanos es aplicable
en otros lugares. En Perú , tanto Véliz & Chuquichaico (1977) como
Aquino & Ayala (1980) han estudiado el manejo del ronsoco.

El manejo de primates ha tomado gran importancia a media-


dos de la década de 1970 a causa de las drásticas prohibiciones de
exportación de animales vivos, entre ellos primates pará la investiga-
ción biomédica, que adoptaron varios países amazónicos. Desde en-
tonces, los principales logros se efectuaron en el Perú donde, hoy en
día, los primates se manejan a nivel de bosques naturales, en forma
semi-intensiva; a nivel de bosquetes en áreas agrícolas como en la
isla de !quitos, en forma intensiva; y también en un zoocriadero ubi-
cado en la ciudad de !quitos. Los especialistas ·han desarrollado téc-
nicas de censos apropiadas para varias especies (Castro et al 1980,
305
Castro y Soini 1977, Encarnación et al 1977, Neville et al 1976) y
,han iniciado s~ manejo (Castro 1975, 1978, Freese et al 1976, Helt-
ne et al 1980, Kinzey et al 1977, Janson 1980) con excelentes pers-
pectivas. A nivel de zoocrianza se ha avanzado aún más (PAHO/
WHO 1976, Kleiman 1978). En Brasil, igualmente, se ha trabajado
en la crianza de especies de Leontophitecus, Saguinus y Calli-
thrix con apreciable éxito (Coimbra-Filho 1965, Coimbra-Filho &
Magnanini 1972, Coimbra-Filho & Maia 1976, 1977) y también en su
manejo en áreas naturales (Magnanini 1977).

Otro rubro de importante desarrollo actual es el del manejo de


tortugas Podocnemis expansa que ha alcanzado avances notables
en el Brasil, con su programa del río Trombetas a cargo del Instituto
Brasileño de Desarrollo Forestal (IBDF). El método aplicado es sen-
cillo pues consiste básicamente en la protección de las playas que
sirven a la nidificación de las tortugas y en la protección de los hue-
vos y de las tortugas recién eclosionadas de modo a reducir la enor-
me mortalidad propia de tan crítico período. Por otra parte se apro-
vecha de la situación para dispersar adecuadamente la población y
repoblar ríos sobre-explotados (Brasil. Ministerio da Agricultura 1973;
Alfinito et al 1976, Mittermeier 1978). En Venezuela (Ojasti & Rutkis
1965, 1976) se ha llegado a iguales conclusiones aunque el progra-
ma que se inició no ha alcanzado el nivel que en el Brasil. Por otra
parte, la experiencia lograda es valiosa para otras especies como
Podocnemis unifilis, P. sextuberculata, P. erythrocephala y otras
(Mittermeier 1978).

Otras especies que, si bien, aún no son manejadas en ningu-


na parte han motivado gran interés y muchos estudios son los coco-
drilos Caiman crocodilus y Melanosuchus niger y, en menos gra-
do, Crocodylus acutus y C. intermedius. En Venezuela se han he-
cho propuestas concretas para el manejo de Caiman crocodilus y
Crocodylus intermedius y se ha acumulado valiosa experiencia con
diversos ensayos (Rivera 1970, 1973, Blohm, 1973). En el Perú,
·donde varias propuestas comerciales de establecimiento de zoocria-
deros fueron rechazados en la última década por falta de garantías
técnicas, se ha avanzado mucho en información básica con los estu-
dios de Otte (1979) sobre Melanosuchus niger, de Vásquez (1981)
y Verdi et al (1980) sobre Caiman crocodilus y de Hofmann (1968)
sobre ambos. En Colombia son bien conocidos los estudios y pro-
puestas de uso racional de Medem (1960, 1963, 1969) referidas a
las dos especies indicadas para el Perú. Finalmente, en el Brasil se
ha desarrollado interés por el manejo de Caiman crocodilus yacare
en el Pantanai del Matogrosso (Dourojeanni, 1979) sobre la base
de los estudios de Schaller y Crawshaw (1979), Crawshaw y Scha-
ller (1979) y Crawshaw et al (1980) . ·

Una especie de gran trascendencia económica potencial


pues, su reducida población le ha restado interés actual, es el mana-
tí (Trichechus inunguis). Investigaciones para su manejo y utiliza-
.ción realizadas en Guyana (Guyana. National Science Research

306
Cou'ncil 1974) y, recientemente, en Brasil (Brasil, INPA 1979) arrojan
luces para un futuro más promisorio de esta especie.

Hay información suficiente , sin duda, para el manejo de espe-


.cies como Cuniculus paca (Mondolfi 1972) para el que, inclusive, se
han hecho en Colombia cartillas de divulgación para la conservación
y cría (Otero 1980); Tapirus terrestris (Mondolfi 1971) y varias más
que también reseña, entre otras, Nogueira Neto (1973), entre las que
destacan las posibilidades de criar Dasyprocta, Mazama, Tayassu,
etc.

Importantes estudios recientes sobre la biología y ecología de


Pteronura brasiliensis (Duplaix 1980), Panthera onca (Schaller &
Crawshaw, 1979a), Tremarctos ornatus (Peyton 1980) abren posi-
bilidades concretas de manejar especies de gran valor peletero,
como las dos primeras y deportivo, como las dos últimas.

Nogueira-Neto (1973) señala las posibilidades de criar mu-


chas especies de valor económico que no son mamíferos. Se refiere
a diversos reptiles y aves. Uno de los primeros que, por experiencia
local peruana parece promisorio, es la tortuga terrestre Geochelone
denticulata. En Colombia, Otero (1978) ha preparado un importante
documento sobre la crianza de la boa (Boa constrictor) para pro-
ducción de cuero y alimentación humana y en Panamá, Werner &
.~and (1983) estudian asimismo la iguana (Iguana iguanal). Estudios
como los de los autores referidos y los de varios primatólogos se in-
sertan en la corriente de los que consideran que el manejo súperin-
tensivo o zoocrianza es alternativa más viable que el manejo exten-
sivo o intensivo en libertad

4. IMPORTANCIA DE LOS RECURSOS


HIDROBIOLOGICOS

Los recursos biológicos de las aguas de la cuenca amazónica


son muy importantes. El principal, por cierto, es la biomasa de pe-
ces. Pero también merecen mención otros grupos, entre ellos, crus-
táceos y moluscos y los mamíferos que se reproducen en el agua,
como bufeos y manatí. Otros animales que dependen en gran parte
de ríos y lagunas, como caimanes, lobos de río , nutrias, charapas y
motelo, por reproducirse en tierra, dependen legalmente del Ministe-
rio de Agricultura y son considerados fauna silvestre. Además hay
una diversificada flora acuática, incluído el fitoplankton, que en el
país es muy poco conocida.

4.1 APUNTES SOBRE BIOLOGIA ACUATICA

Los recursos pesqueros amazónicos son también muy diver-


sos, con unas 2,000 especies; estimándose existen tan sólo en el

307
Perú, como mínimo, unas 600 especies (Geisler et al 1970), similar-
mente a lo que ocurre con la fauna terrestre y por razones también
parecidas. Esto es la enorme extensión y la antigüedad de la Ama-
zonía, implicando un impacto acumulado de las glaciaciones, la gran
variedad de ecosistemas y nichos acuáticos que ofrece la hidrología
de la región, entre otros factores (Ortega et al 1977). La importancia
de la biomasa y la diversidad son menores en la Selva Alta que en
la Baja e igual ocurre , por lo tanto, con el aporte de la ictiofauna a
la econom ía y al bienestar local.

Como ya señaló, en la Selva existen aguas blancas, claras y


negras, de las que las primeras son obviamente las más ricas en sa-
les y nutrientes (Sioli 1975, 1984). Pero, como lo señalan Fittkau et
al (1975), a pesar de su relativamente elevado nivel nutricional , la
producción primaria de fitoplankton en ellas es poco importante debi-
do a la escasa penetración de luz y gran turbidez, causada por la
carga sedimentaria y la corriente. La producción primaria es alta sólo
cuando esas aguas blancas se decantan , lo que ocurre en algunos
nichos ecológicos. En los otros casos, la disponibilidad de nutrientes
es tan baja que, el disponer de luz no eleva la productividad. Ade-
más de las aguas indicadas, en la Selva se reconocen los siguientes
ambientes, de gran importancia por su productividad : (1) lagunas de
orilla o cochas, (2) bahías de ríos , (3) praderas flotantes y (4) bos-
ques inundables. La productividad de las cochas depende del río ad-
yacente que les da origen y de la conección que mantienen con
éste. Las bahías de río corresponden a ciertos tramos que se com-
portan más como lagunas que como ríos y que, por lo tanto, son
más productivos pues permiten decantación. Las praderas flotantes
("camalones" o "gramalotales", asociados con Pistia, Eichornia,
Lemna y otras acuáticas) son muy productivas . Finalmente, los bos-
ques, que en el parte baja de la Amazonía se inundan cada año,
proveen una gran cantidad de alimento a los peces (Goulding 1980).

Por lo visto, a diferencia de lo que ocurre en el mar y en otros


biomas, los recursos pesqueros de la Amazonía dependen en grado
sumo del bosque que los rodea. Se sabe que una elevada propor-
ción de las especies ictiológicas se alimentan en el monte inundado
o a orillas de él, en especial de frutas y semillas, pero también de
·hojas, flores, polen y otras partes de una gran gama de plantas así
~omo de invertebrados forestales (Goulding 1980 ., 1985). Eso inclu-
ye charácidos (Colossoma, Brycon, Mylossoma, Myleus, Tripor-
theus, Serrasalmus), pimelódidos (Pimelodus, Callophysus) , dorá-
didos (Lithodoras, Megalodoras) , etc. Inclusive, se sabe ahora que
dichos peces cumplen un rol en la distribución de semillas forestales.
La importancia de los bosques inundables para la productividad pes-
quera es tan grande que varios especialistas han sugerido que se le
puede medir por la extensión de bosques inundables que existen.

Otro tema, que debe considerarse, es que las poblaciones de


peces se desplazan continuamente entre el río mismo y los ambien-
tes arriba mencionados. También se dan migraciones río arriba, al

308
inicio de las épocas de creciente, lo que es localmente llamado "mi-
jano;, o "mijanada". Estas tienen fines esencialmente reproductivos y
son particularmente importantes para los géneros Prochilodus, Sal-
minus y Brycon . Se ha demostrado que especies de los dos prime-
ros géneros pueden recorrer de 500 a 600 km (Bayley 1981 ). Los
boquichicos (Prochilodus) son iliófagos, alimentándose de organis-
mos y materia orgánica en el fango, siendo el grupo claramente do-
minante y calificable como "pez forraje" de la Selva. Además, consu-
men elementos bentónicos y aún plankton, explotando bien todas las
ofertas energéticas (Bonetto 1979). La Selva posee, por otro lado, ~
especies de gran tamaño, como el paiche (Arapaima gigas), el zún-
garo (Zungaro) y la doncella (Pseudoplatystoma), que sobrepasan
los dos metros de largo y los 200 kg de peso. Estos peces grandes
no forman cardúmenes.

4.2 LA PESCA PARA ALIMENTACION HUMANA Y


EXPORTACION

La pesca, en la Selva tiene por finalidad principal la alimenta-


Ción y el comercio de peces decorativos. Pero lo primero es, obvia-
mente, lo más importante. Hanek (1982) estudió la pesquería ama-
zónica peruana, estimando la captura total (artesanal y comercial) en
60,777 TM/año. La pesquería artesanal es, por lejos, la más signifi-
cativa en 46,179 TM/año (76%). Pero, un 14% de las capturas arte-
sanai.E:_ls es vendido. Dicho autor explica que unas 43,000 familias se
benefician de esa pesca, proveyéndose de una alimentación que no
es deficitaria en proteínas, como asimismo lo han revelado las en-
cuestas de Pierret y Dourojeanni (1967) y otras (Ríos et al 1973).
Dichas encuestas revelaban un aporte promedio de 136 a 158 gr/
día/habitante de pescado fresco (cuadro 41 ). Al comparar el valor
alimenticio de carne de monte y pescado, debe tenerse en cuenta
los respectivos factores de conversión a proteína y el contenido de
agua. De la pesquería comercial, la mayor parte se consume en la
:misma Selva y sólo una fracción ínfima es exportada a Leticia o a
Lima. La pesquería comercial contaba con una flota de 476 botes,
esencialmente en lquitos (60%), en Pucallpa (31 %) y Yurimaguas.
Las técnicas de pesca artesanal y comercial son, en el país, muy si-
milares a las que describió Smith (1979), para la Amazon ia brasile-
ña.

Las especies más pescadas son el boquichico (48% de los re-


gistros de captura) y las carachamas (Pterygpphlycthys y otros Lo-
ricariidae), gamitana y paco (Colossoma) , sábalo (Brycon) , palome-
ta (Mylossoma), sardina (Triportheus), dorado (Brachiplatystoma) ,
doncella (Pseudoplatystoma), zúngaro (Zungaro) , tucunaré y bujur-
qui '(Cichla), acarahuazú (Astronotus). También se captura mucho
paiche (hasta un 10%), debido a su alto valor y demanda, a pesar
de su rareza. Pero hay de 20 a 25 especies que se mencionan como
frecuentes en los mercados y aún eso es sólo una planificación de
la diversidad de especies que en realidad se consume. '

309
La pescá con fines de exportación de peces decorativos es
otro rubro importante. Alcanza una captura del orden de los 16 millo-
nes de ejemplares y da empleo a unas 3,000 personas (Hanek
1982). Se orienta a cuatro grupos: (1) neon tetra o "piaba" (Hyphes-
sobrycon innesi), que por sí sólo representaba hasta el 45% de las
capturas; (2) grupo de los Callichthydae, con unas 30 especies, en-
tre ellas carachamas, shirues y doras; (3) grupo de Characídae, unas
30 especies; y (4) grupo de peces de alto valor, entre ellos el pez
disco (Synphisodon discus), pez angel (Pterophyllum scalare),
palometas (Metynnis, Myloplus), arahuana (Osteoglossum bicirr-
hosum), peje torre (Phractocephalus hemiliopterus). Según Pa-
zzos & Schulz (1981) hay unas 200 especies, por lo menos, con in-
terés para la exportación y unas 124 especies, pertenecientes a 70
géneros y 24 familias, se han exportado alguna vez. Sin embargo,
sólo 15 e~pecies constituyen el 82% del volumen exportado.

Alguna vez se planteó, pero felizmente no se concret6, Ía pes-


ca con fines industriales. En efecto, un ministro del ramo , decidió lle-
var una bolichera a la Selva e instalar una planta de harina de pes;
cado para poder alimentar a pollos y cerdos en lquitos. . ·'' .

4.3 IMPACTO DE LA PESQUERIA EN EL RECURSO

Este tema es poco conocido y estudiado. Como lo indica


Smith (1979) es demasiado limitado lo que se sabe sobre la produc-
tividad pesquera y lOs ciclos de vida de las especies comercialmente
más importantes. Pero, a la luz de las evidencias recientes sobre
esos temas, la explotación actual ya debe estar bordeando los lími-
tes necesarios para la reposición del recurso. Eso es más notorio al
nivel de las cochas, en que los conflictos entre pescadores artesana-
les y comerciales aumentan día a día, tanto en Brasil (Smith 1979),
como en el Perú, en el Pachitea (Pierret & Dourojeanni 1965) o en
el Utayali (Supaycocha, en Jenaro Herrera), entre los casos docu-
mentados. Los pescadores artesanales sufren, en efecto, las conse-
cuencias de la pesca abusiva, con redes agalleras y otros aparejos
relativamente sofisticados.

Probablemente el problema no sea tanto la productividad


como la forma en que se pesca y los impactos ambientales sobre los
cursos de agua. La pesca es, en efecto, grandemente irracional. No
sólo se utilizan métodos prohibidos como dinamita, barbasco y otros
venenos vegetales, insecticidas, luces, trampas que obturan el paso
a ambientes claves y redes demasiado finas, que destruyen alevi-
nos, sino que además, se pesca todo el año, sin respetar ninguna
veda que por otra parte, la autoridad competente no ha planteado
claramente. La deforestación aparece como uno de los problemas
más trascendentes, por razones antes anotadas (título IV) y reitera-
das en este mismo (Fittkau et al 1975, Goulding 1980) y la contami-
nación, por toda causa, complementan un escenario poco halagüe-
ño.

310
Obviamente, las especies más conspicuas son las primeras
en sufrir las ·consecuencias, siendo obvio que la población del paiche
está particularmente afectada. En el caso de este pez, el Estado ha
previsto zonas reservadas para su reproducción, crianza y explota-
ción racional ; en el lago Rimachi , en la cuenca del río Mazán, en
Quistococlla (donde no hay poblaciones naturales de ese animal) y,
por cierto, en la hoy Reserva Nacional de Pacaya-Samiria. Pero, ni
siquiera en esta última se respetan las vedas y el trabajo realizado
es poco efectivo, por falta de recursos económicos. En todas las de-
más especies grandes, pero en especial en el caso de la gamitana
(Colossoma macropomum), la reducción del tamaño promedio de
ros ejemplares que se comerCializan en los mercados es otro sínto- ·
ma que revela sobrepesca. En el caso de la pesca con fines orna-
mentales el problema es que es altamente selectiva y a veces se re-
fiere a especies naturalmente .raras.

La pesca utilizando venenos es un capítulo especial en la


Amazonía, donde tal práctica ha sido ancestralmente utilizada por
nativos. Tiene defensores, que alegan que los venenos vegetales
son - biodegradables y tiene, también, detractores (Bayley 1981 ),
quien estima que es aún peor que la dinamita, a la cual algunas es-
pecies consiguen escapar. Las plantas más comúnmente utilizadas
son raíces de cube (Lonchocarpus densiflorus, L. spp), barbasco
(Jacquinia armillaris), pero asimismo los nativos saben emplear ho-
jas de Clibadium, Phyllanthus, "ampihuasca" (Cansiana), Hu~a
crepitans, lianas (Paullinia pinnata, Tephrosia toxicaria), "cumani"
(Ciibadium aspersum), entre otras. El principio activo de Loncha- ·
carpus, Tephrosia y otras es la rotenona (Ministerio de Pesquería .
1981, Dourojeanni 1981 ). Este tipo de pesca es, por desgracia, indis-
criminado, eliminando todas las especies de cualquier tamaño, gene-
ralmente concentrados en ríos o brazos de ríos poco profundos, .
construyendo una trampa o simplemente'formando una valla con ca-
noas tripul,adas por arponeros. Pero el veneno continúa viaje. Qui-
zás, la "barbasqueada" sea justificable, como la agricultura migrato-
ria, mientras existan poblaciones humanas pequeñas, que aplican la
tecnología cumpliendo reglas precisas.

En conclusión, · es urgente establecer una política pesquera


que sea coherente con una estrategia de desarrollo sostenido para
la región. · ·

5. PISCICULTURA

La acuicultura tiene poco desarrollo a nivel nacional y menos


aun en la Selva. En ésta, los organismos oficiales han trabajado en
dos frentes: (1) especies nativas y; (2) especies exóticas. El trabajo
con nativas es relativamente antiguo (Ancieta 1960, Sánchez 1960),
tanto en el lago Sauce, en San Martín como en los lagos Rimache y
Quistococha, en Loreto. Se trató, inicialmente, de una versión muy
extensiva de manejo piscícola pero, andando el tiempo, se llegó a

311
opciones más elaboradas. Los primeros paiches fueron llevados al
lago Sauce en 1962, donde se alimentaban de especies nativas
como mojarra, bujurqui y bagres. En 1968 introdujeron tilapias y en
1975 constataron , por primera vez, la reproducción del paiche. Ac-
tualmente, en San Martín existen 22 piscigranjas y 43 embalses,
aunque su grado de operatividad es mediocre o malo (Matos 1981 ).
En lquitos, ahora se trabaja con policultivos de paco y gamitana, de
paiche y bujurqui, de gamitana asociada con sábalo y boquichico, de
gamitana asociada a crianza de cerdos, etc., con alimentación artifi-
cial. Pero en Loreto el interés de los pobladores ha sido menor. En
Ucayali, el IVITA viene trabajando en piscicultura desde 1971 , con
resultados notables en algunos casos.

Los resultados obtenidos con especies nativas son variables


pero, en general , alentadores. Cabe decir que la investigación pare-
ció carecer, en sus inicios, de objetivos claros. Es sólo recientemen-
te que los piscicultores están definiendo políticas y opciones. Un es-
bozo de ésto fue presentado por Guevara et al (1981, 1984), discu-
tiendo las posibilidades de aprovechar ecosistemas abiertos (cachas
y represas artificiales) y cerrados (total o parcialmente controlados)
y revisando prioridades de la demanda así como de crianza (cons-
trucción, manejo y mantenimiento de estanques, siembras, reproduc-
ción artificial) y alimentación (fertilización, reciclaje de desechos
agropecuarios).

Las especies exóticas, en la Amazonía peruana, están reci-


biendo atención como peces "forraje" y para consumo. La Universi-
dad Nacional Agraria viene estudiando las posibilidades de la carpa
plateada, carpa forrajera, carpa común y tilapia del Nilo en su fundo
de Satipo (Moscoso 1981 ), con resultados aparentemente buenos. Al
respecto de la tilapia, el género introducido de mayor potencial, sólo
cabe indicar que tomará años conocer su impacto ecológico, pues lo
tendrá aunque la especie Oreochromia niloticum sea planctívora.
Por otra parte, sabiendo de muchas especies nativas con alto poten-
'cial y de biología equivalente, cabe preguntarse porqué emp~zar por
probar la especie introducida. En todo caso, ambas opciones deben
tener las mismas oportunidades. En el Brasil, durante décadas se
\dió absoluta preferencia a las especies exóticas hasta. que, en la úl-
¡tima década, se empezó a trabajar seriamente con las nativas, des-
,cubriendo que su crianza era fácil y altamente rentable, como ha
~ido el caso en la Compañía Energética de Saó Paulo (Galli et al
11984, Goldemberg & Jorge Padua 1985). Los avances en reproduc-
b ón inducida, inclusive con especies "forraje", como Prochilodus re-

~
·culatus (Solano 1973) abren ampliamente ese camino. También
rindan oportunidades para la acuicultura especies de camarones
ativos como Macrobrachium. "

•312
La caza, para alimentación e inclusive para pieles y
cueros, continúa siendo práctica común. En la fotografía "mitayeros"
regresando del monte en !paría, río Pachitea.
(Foto Dourojeanni).

Si se deforesta menos y se practica manejo, la caza comercial de


especies de cuero y piel podría continuar indefinidamente, sin
atentar contra la supervivencia de las especies. Cuero de sajino en
proceso de secado, en el río Pachitea.
(Foto Dourojeanni)
Algunas especies, como el trompetero se El armadillo es una de las
amansan fácilmente, abriendo varias especies que se mantienen en
posibilidades para la ambientes fuertemente intervenidos,
domesticación. brindando importantes posibilidades
(Foto Dourojeanni) de manejo a nivel de purmas o de
ecotonos agropecuario-forestales.
(Foto Dourojeanni)
Los insectos son un importante rubro comercial en toda la
Amazonía. Centro de acopio en Satipo.
(Foto Dourojeanni)

Las tortugas acuáticas son motivo de una intensa depredación,


pese a que su manejo intensivo es demostradamente fácil.
Un decomiso de charapas vivas en el río Madeira, Rondonia.
(Foto Dourojeanni)
La Reserva Nacional Pacaya-Samiria se estableció originalmente
para el manejo del paiche, el pez más grande de la Selva. Aquí
una operación de secado y salado de paiche en el río Samiria.
(Foto Pierret)

La pesca es parte importante de la actividad de los ribereños.


Pesca con atarraya en Jenaro Herrera, sobre el río Ucayali.
(Foto Vásquez)
TITULO IX

CONSERVANDO EL PATRIMONIO
NATURAL
IX CONSERVANDO EL PATRIMONIO
NATURAL

Los bosques tropicales húmedos (Myers 1984) y en especial


la Amazonía han sido calificados como la mayor reserva genética
del planeta. A lo largo de toda la obra se ha hecho mención reitera-
da a la diversidad genética, a la enorme proporción de recursos ge-
néticos que esa diversidad contiene en la Amazonía peruana y a su
pérdida. En el presente título no se insistirá en aspectos teóricos so-
bre recursos genéticos ni sobre su conservación para lo que hay dis-
ponible mucha información especializada (Prescott-AIIen 1985, Ro-
che & Dourojeanni 1984). Baste recordar que los recursos genéticos
pueden ser conservados en el mismo lugar de donde son originarios,
es decir in situ o en otros lugares, o sea ex situ . En el pasado se
le ha dado más importancia a la conservación ex situ, en particular
en forma de bancos de germoplasma y, en menor grado, en zoológi-
cos, jardines botánicos y otras colecciones vivas, debido a que por
entonces no se consideraba necesario o urgente la protección de re-
cursos genéticos que no fueran los pertenecientes a las relativamen-
te pocas especies que conforman la base de la agricultura, la gana-
dería y la forestaría moderna pero convencional.

En las últimas dos décadas pero sobre todo en la última, los


descubrimientos sobre diversidad y recursos genéticos, sobre inge-
niería genética y sobre la erosión genética, han motivado a los cien-
tíficos y a los políticos a asumir una actitud más dinámica en rela-
ción al asunto. Una de las primeras conclusiones fue que es imposi-
ble conservar los recursos généticos únicamente in situ , habida
cuenta de la enorme dimensión de la tarea, entre otros factores y
por cierto, del elevado costo que tendría. Entonces los genetistas
volvieron los ojos hacia los conservacionistas, que desde un siglo
atrás, se habian dedicado a la misión de preservar el patrimonio ge-
nético en el lugar mismo en que éstos existen y en el marco del eco-
sistema al que pertenecen.

Es precisamente sobre ésta opción para conservar diversidad


·y recursos genéticos de que se trata en este título. No obstante, la
base para realizarla es lo que se conoce en el Perú como el Siste!fla
Nacional de Unidades de Conservación, el que tiene muchos otros
objetivos además del indicado. Entre ellos están la actividad científi-
ca y educativa, la recreación y en especial, el turismo, al que se des-
taca por su impacto económico en el desarrollo regional.

1. CUESTIONES PREVIAS

La erosión genética en la Amazonía peruana es desconocida


en cuánto a cifras concretas. Pero existen cifras globales, por ejem-

315
plo, Lucas & Synge 1978) estimaron que existían más de 25,000
especies de plantas peligrosamente raras o seriamente amenazadas
a nivel mundial pero la mayoría de ellas en los trópicos húmedos.
Myers {1984), a éste respecto, recuerda que las dos terceras partes
de todas las especies viven en los trópicos y que de éstas, otra vez
los dos tercios viven en los bosques. Dicho de otro modo, tanto
como el 40% de las especies del mundo ocurren en un bioma que
cubre apenas el 7% de la superficie terrestre . Como bien se sabe ,
los bosques tropicales húmedos se reducen a un ritmo de por lo me-
nos 11 '000,000 ha/año (WRI 1985), en especial en su periferie . Este
ritmo, que en el Perú es de 280,000 ha/año, ya erradicó el bosque
en 7'500,000 ha, principalmente en la Selva Alta que apenas tiene
unos 9'000,000 ha y que es la parte de la Amazonía que tiene la
mayor diversidad genética y también la mayor proporción de ende-
mismos (Gentry 1977, Terborgh & Winter 1983). Debe recordarse
que, por ejemplo, tanto como el 90% de las especies forestales, el
85% de las aves y el 82% de los mamíferos del neotrópico serían
endémicos y que plantas y animales endémicos, en la Amazonía,
pueden estar circunscritos a espacios muy limitados {Terborgh &
Winter 1983). Por eso, Lovejoy (in US Council for Environmental
Quality 1980) estimó que las pérdidas probables de especies tanto
animales como vegetales, hasta el año 2000, sólo en América Lati-
na, serían del orden del 33 % en caso de un ritmo de deforestación
moderado y de 50% si las previsiones más pesimistas se cumplen .
Síntomas precursores de ésta situación han sido mencionados en un
capítulo previo para el Perú, pero se confirman a escala de toda la
Amazonía (Terborgh 1974, Prance & Elías 1977, Knees & Gardner
1983, Ziswiler 1967, Thornback & Jekins 1982).

Si bien la conservación in situ es una alternativa mejor para


conservar a menor costo grandes proporciones de recursos genéti-
cos, sin alterar la marcha de los procesos evolutivos, tampoco es
una tarea fácil. La diversidad genética se distribuye sobre todo el te-
rritorio de cada país, gran parte del cual la nación requiere para pro-
ducir sus alimentos, eliminando los ecosistemas que la albergan y
sin los cuales sólo puede sobrevivir en condiciones controladas.
Además el mismo hombre saca provecho de las plantas y animales
y, en ese proceso, los puede extinguir o erosionar su diversidad ge-
nética con la selección. Entonces la tarea de la conservación in situ
de la diversidad genética debe conformarse con la porción de los
ecosistemas que escapan a la destrucción o a la transformación
drástica o que, en forma planificada, se le asigna.

Hoy se sabe que la conservación in situ de la diversidad ge-


nética debe hacerse en muchas acciones, referidas a las diferentes
clases de recursos genéticos que se reconocen : (1) Recursos gené-
ticos de plantas y animales domesticados, entre los que deben dis-
tinguirse los que son utilizados con tecnología moderna y los que es-
tán siendo relegados pero que aún se aprovechan con tecnologías
tradicionales; {2) Recursos genéticos silvestres de plantas y anima-
les domesticados y parientes silvestres de los mismos; (3) Recursos
genéticos de especies silvestres de importancia económica actual y;

316
(4) Recursos genéticos de especies silvestres de importancia econó-
mica potencial. Es pertinente ·resaltar que los últimos mencionados,
es decir los recursos genéticos de importancia económica potencial
pueden ser tantos como toda la diversidad genética, dependiendo de
la elasticidad con que se aplica el concepto de "potencial".
Las acciones de conservación a desarrollar son necesaria-
mente diferentes según las clases antes enumeradas y según los
países, pero grosso modo, para el caso del Perú pueden resumirse
como sigue : (1) Sistema de unidades de conservación, como par-
ques, reservas y santuarios nacionales, en los que se conserva el
grueso de la diversidad genética y de los recursos genéticos silves-
tres; (2) Otras categorías que protegen áreas con carácter más o
menos intangible, como los bosques de protección , que pueden te-
ner tanta importancia como las unidades de conservación, en el caso
de la Selva Alta, para la diversidad genética y los recursos genéticos
silvestres; (3) Los bosques naturales bajo ordenación forestal, don-
de el margen para la conservación de la diversidad genética es algo
menor pero también muy importante en el caso particular de la Selva
Baja; (4) Rodales de conservación o bancos genéticos in situ, para
recursos genéticos ausentes en las categorías antes indicadas, las
que en principio serían de tamaño modesto y que, por el momento,
no existen ni son reconocidas en el país salvo bajo la forma de roda-
les semilleros ; y (5) Porciones representativas de los cultivos . y
crianzas tradicionales, en los que se mantienen recursos genéticos
de especies domesticadas.

2. EL SISTEMA NACIONAL DE UNIDADES


DE CONSERVACION EN LA SELVA

En el cuadro 46 se mencionan las unidades de conservación


existentes en la Selva a 1987. Se trata de 5 ·parques nacionales, 1
reserva nacional , 2 santuarios nacionales y 1 santuario histórico que,
en su conjunto, abarcan 4'168,162 ha, lo que es el5.5.% de la su-
perficie de la Selva. Por otra parte, las unidades de conservación de
la Selva conforman el 79.2% del Sistema Nacional. La Selva también
posee las dos unidades de conservación más antiguas del Perú, que
son los parques nacionales de Cutervo (1960) y de Tingo María
(1965) así como uno de los primeros antecedentes de preservación
de áreas naturales, que son las zonas reservadas de Pacaya y Sa-
miria, ~stablecidas respectivamente en 1940 y 1944 para la crianza
y explotación del paiche (Arapaima gigas) , convertidas en 1972 en
una reserva nacional.

2.1 CRITERIOS DE ESTABLECIMIENTO

El establecimiento de las unidades ha respondido a criterios


diferentes según la época en que les propuso. Las dos primeras, Cu-

317
CUADRO N!? 46

AREAS PROTEGIDAS EN EL SISTEMA NACIONAL DE


UNIDADES DE CONSERVACION TOTAL O PARCIALMENTE
UBICADAS EN LA AMAZONIA, EN 1987

UNIDADES DE EXTENSION UBICACION AÑO DE ESTA


CONSERVACION (Has.) (Dptos) BLECIMIENTO

PARQUES NACIONALES
1. Manu 1'532,806 Madre de 1973
Dios-Cuzco
2. Abiseo 274,520 San Martín 1983
3. Yanachaga-Chemillen 122,000 Paseo 1986
4. Tingo María 18,000 Huánuco 1965
5. Cutervo 2,500 Cajamarca 1961
RESERVAS NACIONALES
1. Pacaya-Samiria 2'080,000 Loreto 1972
SANTUARIOS NACIONALES
1. Pampas del Heath 102,109 Madre de Dios 1983
2. Ampay 3,635 Apurimac 1987
SANTUARIOS HISTORICOS
1. Macchu Picchu 32 ,592 Cuzco 1981

TOTAL 4'168,162
FUENTE : Centro de Datos para la Conservación del Perú (CDC-Perú)

tervo y Tingo María, no fueron el fruto ' de decisiones basadas en in-


formación científica sino de la iniciativa de parlamentarios, en res-
puesta a intereses proteccionistas no bien definidos. Es así como
ambas unidades tienen como justificación central la existencia de
cuevas en las que habita el guácharo (Steatornis caripensis), una
especie presumiblemente en vías de extinción . Lo adecuado, para
protegerla, hubiera sido establecer santuarios nacionales y no par-
ques nacionales (Dourojeanni 1968, Dourojeanni y Tovar 1972). En
el caso de Cutervo, la propuesta fue mejor ya que el promotor era
el biólogo Salomón Vílchez, notable precursor de la conservación de
la naturaleza y uno de los pioneros del control de la natalidad en el
Perú, quien por esos días era diputado por Cajamarca (Vílchez
1968, Brack & Vílchez 1974). Pero en el caso de Tingo María el Par-
que fue establecido inclusive abarcando la ciudad del mismo nombre
pero sin indicación de límites concretos, situación que legalmente
perdura (Dourojeanni & Ríos 1982).

A partir de 1964, con la presencia en el Perú del experto bel-


ga Paul Pierret, del Proyecto FAO/PNUD que creó la Facultad de
Ciencias Forestales de la Universidad Nacional Agraria, comenzó
una etapa más profesional, girando en torno a criterios de represen-
tatividad ecológica, en especial el mapa ecológico de Tosi (1960), de
inclusión de especies en proceso de extinción del interés turístico y,

318
también, de viabilidad socio-econom1ca. En esa etapa empezó a
asignarse importancia a los problemas de tamaño y forma así como
de economía del control de las áreas a proteger (Pierret, diversos in-
formes entre 1964 y 1969). En esa etapa Sllrgieron las primeras pro-
puestas formales para establecer el ParqUe Nacional del Manu que
consolidaron Grimwood (1967-1968); Dourojeanni (1967) y Pierret &
Ponce (1968). Con la llegada al Perú del experto FAO alemán R.
Hofmann, quien también se interesó por la Selva y del experto britá- •
nico l. Grimwood, el carácter científico de las propuestas se acentuó
aún más, con participación de contrapartes peruanos como M. Dou-
rojeanni, C. Ponce (1971) y otros. Así se produjeron documentos d~'
síntesis como los informes de Grimwood (1968, 1969). A esa etapa
corresponden también las primeras propuestas de crear la Reserva
Nacional de Pacaya-Samiria (Piazza 1967, Ponce & Hofmann 1968),
el Parque Nacional de Cutibireni (Drewes 1965), el Parque Nacional
del Sira (Pierret & Dourojeanni 1966), entre otros.

El tipo de criterios adoptados para esa etapa ha continuado


siendo aplicado hasta ahora, habiendo dado lugar a otras proposicio-
nes como las de Machu Picchu (Dourojeanni et al 1973), Pampas
del Heath (Hofmann et al 1976), Loreto (Dourojeanni & Ponce 1978),
Yanachaga-Chemillen (Brack 1974, Smith 1974, 1977), Abiseo ('Í/íl-
chez. 1968, Dourojeanni 1981, Leo & Ortiz 1982, Ríos et al 1982),
entre otros.

Lamas (1979) sugirió que. el establecimiento de nuevas unida-


des de conservación en la Selva debería basarse, como en el Brasil
(Wetterberg et al 1976) en la teoría de los refugios del Pleistoceno
(Prance 1973, Haffer 1974, Brown 1977, 1979 y otros). El hecho es
que, confrontando lo ya establecido con dichos refugios y en espe-
cial el lugar de los proyectos nuevos, se encontró una coincidencia
más que apropiada. En efecto, 6 de las 9 áreas que recomendó La-
mas ya estaban protegidas o priorizadas para su protección, según
lo reconocíó el propio autor pero, en realidad, prácticamente todas
estaban consideradas en, un grado u otro, en proyectos que él des-
conocía. Ese resultado no era de sorprender ya que el procedimien-
to de selección de áreas protegidas en el Perú no tenía nada de em-
pírico como Lamas (1979) pretendió demostrar. Además, la teoría
que la sustenta no estaba definida cuando empezaron a establecer-
se las unidades. Sin embargo, el criterio de los refugios del Pleisto-
ceno viene siendo tomado en .cuenta, dadas sus ventajas prácticas
y económicas, al posibilitar proteger en un solo lugar el mayor núme-
ro posible de especies, entr~ otros beneficios (Prance 1977, Ter-
borgh & Winter 1983). Sin embargo, en el caso peruano, entre los
refugios y sus respectivos centros de evolución (Aguilar 1987) se
abarca prácticamente toda la Selva Alta.

Actualmente, el proc~so de selección de áreas a proteger par-


te de una base científica mucho más amplia, gracias a los numero-
sos estudios de taxonomía y biogeografía desarrollados por investi-
gadores extranjeros durante los últimos años, así como debido al es-

319
tablecimiento del Centro de Datos para la Conservación de la Uni-
versidad Nacional Agraria, que sistematiza toda la información dispo-
nible.

2.2. ATRIBUTOS DE LAS UNIDADES DE CONSERVACION

Ño deberían existir, en principio, unidades de conservación


más importantes que otras. Pero, según cómo fueron establecidos o
en función a cómo se las ha manejado, de hecho hay unidades de
menos importancia que otras . Ese es el caso, sin duda, de Cutervo
y Tingo María que por los errores antes anotados tienen poca eficien-
cia hasta para conservar bien al mismo guácharo. Las recomenda-
ciones de Brack & Vílchez (1974) para mejorar y consolidar Cutervo
no fueron implementadas y su situación actual es una incógnita. Ya
entonces, la mayor parte del área estaba invadida o bajo inminente
amenaza de invasión por agricultores informales. Ello es una lástima
porque Cutervo, pese a su tamaño reducido, fue una joyita biológica
y arqueológica, pues tiene petroglifos y otros vestigios valiosos (Víl-
chez 1968). El guácharo, en ambos parques, merece mucha aten-
ción. Su forma de vida, en Tingo María, fue investigada por Douro-
jeanni & Tovar (1972a). Tingo María, igualmente, aún, merecía ser
salvado a comienzos de la década de los 70 (Dourojeanni & Tovar
1972), pero las medidas propuestas tampoco fueron tomadas en
cuenta siendo necesaria una reevaluación antes de tomar una deci-
sión, ya que la invasión por cultivadores de coca ha progresado mu-
cho.

De todos los parques del Perú el más espectacular y valioso


en términos ecológicos, por el momento , es el Manu. Su fama es
mundial y en el año en curso, ha sido declarado Sitio de Patrimonio
Mundial por la UNESCO. Ya antes se le había declarado Reserva de
Biósfera, incluyendo zonas aledañas. La importancia del Manu se
debe a varios factores, entre ellos : (1) Su ubicación en una tierra
virgen , apenas hollada por la nación peruana pero bien conocida por
grupos tribales y al parecer por antiguas culturas; (2) La cu idadosa
elección de sus límites, que permiten conservar toda la cuenca del
río Manu, desde las cumbres hasta su desembocadura en el Madre
de Dios, lo que se ha perfeccionado gracias a un área tampón que
ahora es una zona reservada ; (3) Su extensión relativamente gran-
de que permite asegurar que la erosión genética será mínima como
secuela del aislamiento ; (4) Su representatividad de muchos ecosis-
temas, entre los 4,000 m.s.n .m. y los 300 m.s.n.m. , lo que asegura
una diversidad genética asombrosa .. . por el momento sin parangón
en el mundo ; (5) Estar rodeada de tierras a~n poco pobladas y no
estar, todavía, sometida a presiones "desarrollistas" de considera-
ción .

El Manu ha sido dado, a conocer al mundo especialmente a


través de más de una década de estudios científicos dirigidos por la

320
Universidad de Princeton, en la Estación Biológica de Cacha Cashu,
que fue establecida por la Universidad Nacional Agraria de La Malina
en 1969, para desarrollar investigaciones sobre lagarto negro (Otte
1979). El principal artífice ha sido el Dr. J. Terborgh, acompañado de
botánicos como R. Foster y A. Gentry y de zoólogos como J. Fitzpa-
trick, Ch. Munn; S. Robinson, Ch. Janson, entre muchos otros, inclui-
dos varios peruanos como C. Saavedra, C. Gazzo, B. Torres, J.
Arce, etc. Han publicado ya un centenar de trabajos científicos, va-
rios de los cuales han sido reproducidos en español en el llamado
Reporte Manu (CDC/UNA 1985). Más recientemente han habido
otros grupos de científicos trabajando en el Parque, entre ellos des-
tacó un finlandés (Marraskuuta 1986). Los últimos llegados, en 1987,
pertenecen a la Smithsonian lnstitution, quienes bajo la conducción
del Dr. T. Erwin desarrollarán un ambicioso programa de inventario
biológico, en asociación con entidades científicas nacionales, en es-
pecial la Universidad Nacional Agraria, la Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos y la Universidad Nacional San Antonio Abad del
Cusca.

Otra unidad muy importante es la Reserva Nacional Pacaya-


Samiria, tanto por su tamaño (la mayor en el Perú y una de las más
grandes del mundo), por abarcar igualmente dos cuencas completas
y por su riqueza biológica. El problema, en éste caso, es la presen-
cia de poblaciones humanas importantes asentadas alrededor y en
cierta medida adentro de la Reserva, que usufructuan el área de di-
ferentes maneras, casi siempre reñidas con los propósitos conserva-
cionistas. Pacaya-Samiria es particularmente importante para recur-
sos hidrobiológicos, como el paiche y el manatí y para lagartos ne-
gros y blancos, tortugas y primates. Pero allí hay de todo desde el
punto de vista faunístico y florístico. Los principales estudios lleva-
dos a cabo en la Reserva son los del notable científico autodidacta
P. Soini, a partir de la Estación Biológica Pithecia. Varios de sus tra-
bajos están reseñados en el Plan de Manejo de la Reserva Nacional
Pacaya-Samiria (COREPASA 1986) y se mencionan en el título VIII
de éste libro.

Otra unidad de gran importancia es, sin duda, el Parque Na-


cional del Abiseo. En él se conserva una biota muy interesante, des-
tacando el mono charo de cola amarilla (Lagothrix flavicauda) y el
venado pudu o sacha cabra (Pudu mephistophiles) y los restos ar-
queológicos conocidos como Gran Pajatén, pertenecientes a una cul-
tura de perfiles no bien delineados pero sin duda muy importante por
la magnitud de las ruinas halladas, que son sólo · parte de lo que
debe haber (Leo & Ortiz 1982, Ríos et al 1982). En esta unidad vie-
nen trabajando investigadores peruanos, en especial M. Leo y esta-
dounidenses, a través de la Universidad de Colorado en convenio
con varias instituciones nacionales.

El Parque Nacional Yanachaga-Chemillen, pese a estar tan


cerca de Lima y de valles intensamente explotados, como Oxapam-
pa y Pozuzo, conserva gran parte de sus atributos naturales, con
una gran diversidad de especies de plantas y animales (Aguilar
1986). Esto se debe a su carácter accidentado, que sólo permite ac-
ceso relativamente fácil por el valle del Palcazu. Este Parque consti -
tuye una válvula de seguridad ambiental para los valles aledaños, a
los que protege contra huaycos, aluviones y a los que brinda agua
limpia. Además, ofrece un notable atractivo al turismo.

El Santuario Nacional de las Pampas del Heath, protege una


asociación edáfica peculiar: un gleysol de desarrollo incipiente, muy
ácido, mal dr~nado y casi sin materia orgánica. Las sabanas que lo
recubren , con alta densidad de termiteros e interrumpidas por bos-
ques de galería, se expanden hacia Bolivia y conforman una transi-
ción entre la Amazonía y el Chaco húmedo, al que pertenece el
'Pantanal del Mato Grosso. Es particularmente valioso, en términos
ecológicos, por esa razón. En efecto, este lugar único en el Perú es
el límite de la distribución de especies propias del Chaco húmedo y
de los cerrados brasileños, como el lobo de crín (Chrysocyon bra-
chyurus) y del ciervo pantanero (Biastocerus dichotomus), entre
numerosas otras especies menos conspicuas. El estudio de Hof-
mann et al (1976) fue el primero en revelar que, efectivamente, di-
chas especies ocurrían en territorio peruano, lo que era sistemática-
mente puesto en duda por diversos científicos. La vecindad de las
pampas del Heath con las de Mojos, en Bolivia, hacen presuponer
que el área pueda contar con vestigios de hidro-agricultura preco-
lombina. En términos científicos, las pampas del Heath son tierra
casi desconocida.

Machu Picchu, por su enorme importancia arqueológica y pai-


sajística, también ha sido declarado por la UNESCO como Sitio de
Patrimonio Mundial. Pero, paralelamente, el Santuario también posee
muchos recursos genéticos, tanto de flora como de fauna. Entre los
primeros destaca una extraordinaria diversidad de orquídeas.

La última unidad creada en el Perú, en 1987, también está en


la cuenca amazónica. Se trata del Santuario Nacional de Ampay, en
Apurimac, que protege relictos forestales de Podocarpus, en las fal-
das del nevado Ampay (Herz 1987). La idea de hacer éste Santuario
es antigua, habiendo sido reportada inclusive por Vilchez en 1968 .

.2.3 APROVECHAMIENTO, BIENES Y SERVICIOS

Las unidades de conservación se establecen para cumplir una


serie de objetivos, bien definidos por Miller (1980). Todas las unida-
des de Selva, sin excepción, contribuyen a: (1) Conservar a perpe-
tuidad muestras representativas de los ecosistemas de la Amazonía
peruana ; (2) Conservar, a perpetuidad, la diversidad genética y los
recursos genéticos; (3) participar a mantener, en función de su ex-
tensión, los ciclos naturales y por ende contribuir al equilibrio ecoló-
:gico regional; (4) Resguardar los paisajes naturales más hermosos;
L(b¡ Facilitar la educación, la investigación científica y el monitoreo
~ambiental; (6) Proporcionar opciones de recreación pública, (7) Per-

322
mitir el desarrollo del turismo nacional y receptivo .v; (8) Dar uso eco-
nómico permanente a tierras que muchas veces son marginales.

Unidades como las de Selva Alta, en especial Yanachaga-


Chemillen , Abiseo, la parte alta del Manu, Ampay, Machu Picchu y,
antes de ser tan degradados, también Cutervo y Tingo María, ade-
más contribuyen a : (9) Evitar la erosión del suelo y el acarreo de
sedimentos, es decir limitar los riesgos de huaycos y aluviones y
(1 O) Conservar la calidad del agua y la regularidad de los flujos hí-
dricos, es decir proveer agua limpia y oportuna a los poblados de los
valles y evitar inundaciones. Por otra parte, unidades de conserva-
ción como Abiseo, Machu Picchu, Cutervo y presumiblemente Manu
y Yariachaga-Chemillen, contribuyen a otro objetivo importante: (11)
Proteger, a perpetuidad, lugares y restos del patrimonio cultural, bien
sea arqueológico o histórico, de la nación. Las unidades de conser-
vación Manu, Pacaya-Samiria, Heath y Yanachaga-Chemillen tam-
bién satisfacen otro objetivo : (12) Proteger la cultura y la heredad
natural de los pueblos nativos. En efecto, esas unidades de conser-
vación están relacionadas en forma estable .o esporádica a nativos
fv')achiguengas, Amahuaca, Kugapakori, Huachipaires y Yaminahuas
(Manu), Amoeshas (Yanachaga-Chemillen), Guarayos (Heath) y Ca-
camas y Cocamillas (Pacaya-Samiria).

Finalmente, hay ciertos objetivos que varían de acuerdo a las


4 categorías de unidades de conservación que se reconocen en el
Perú. Los parques y santuarios nacionales son intangibles, en cuan-
to al espacio territorial y al uso de los recursos que este contiene.
Por lo tanto su propiedad debe ser necesariamente del Estado. Ma-
chu Picchu, el único Santuario Histórico en la Selva, también debe
ser intangible pero el Estado, contradictoriamente, no es enteramen-
te dueño de la tierra. Por otra parte, las reservas nacionales no son
intangibles en términos de uso de los recursos que contienen. Es
más, se les establece para el aprovechamiento sostenido de la fauna
de interés económico. Por lo tanto, en el caso de Pacaya-Samiria; se
añade un objetivo adicional a la lista antes iniciada: (12) Aprovecha-
miento sostenido de los recursos naturales renovables, en especial
de la fauna.

Como ya se indicó, esa Reserva fue creada para el manejo


del paiche, entre otras especies asociadas al agua y desde, hace
más de una década, sirve también para el manejo de primates.

Muchos de los bienes y servicios que brindan las unidades de


conservación son generados constantemente y en forma apenas per-
ceptible por la gente que disfruta de ellos: Agua limpia y cristalina,
no tener miedo de recibir un aluvión sobre el poblado, paisajes her-
mosos que se ven a diario, . etc. Por eso es que tales servicios, por
vitales que sean , no suelen ser reconocidos por la ciudadanía hasta
cuando ya no están y entonces, en general, es demasiado tarde. Por
eso, vale la pena expandir un poco éste capítulo.

323
En el cuadro 47 se indican los principales bienes producidos
por las áreas protegidas antes indicadas, en función de las restriccio-
nes al uso de sus recursos, conforme a la legislación peruana y de
muchos otros países americanos y que, de un modo u otro, incluyen
los tres grupos ylas 10 categorías que la Comisión de Parques Na-
cionales y Areas Protegidas de la UICN considera (UICN 1980),
como se indica en el cuadro 2 donde no se mencionan las reservas
de biósfera (IX) y los sitios de patrimonio mundial (X).

CUADRO 47

BIENES PRODUCIDOS POR LAS AREAS PROTEGIDAS 1/


EN EL TROPICO HUMEDO AMERICANO

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Oxígeno MI MI NS NS MI S MI NS
Agua MI MI S NS MI S MI NS
Material genético
vegetal MI 1 1 NS 1 S MI NS
Material genético
·animal MI 1 1 NS 1 1 MI NS
Bienes de la
fauna 2/ MI 1 MI MI
Bienes de la
pesca 2/ 1 S NS MI
Bienes de la
flora no
maderable 3/ MI 1
Bienes de la
flora maderable 2/ S S
Notas: 1/ Los números romanos (I-VIII) indican la equivalencia a las categorías de
manejo adoptadas por la UICN (1978).
21 El detalle de los bienes está ampliamente descrito en los capítulos respectivos.
3/ El detalle de los bienes y servicio$ se enumera en el texto.
4/ MI: muy importante, 1: importante, S: significativo, NS: no significativo. La no men-
ción de un índice indica que este no es aplicable.

No se entrará en mayores detalles sobre· cada uno de estos


bienes pues, de un modo u otro, se describen en otros capítulos y
también porque son, en su mayoría, por demás conocidos. La refe-
rencia al material genético, como un bien, es pertinente pues proveer
ese bien es precisamente uno de los objetivos principales, siempre
importante, de las áreas protegidas. La actitud ortodoxa que en el
pasado ponía dificultades excesiv¡;¡.s al aprovechamiento del material.
genético conservado en los parques nacionales y en otras formas de
reservas estrictas o intangibles ya ha sido ampliamente superada.

Los numerosos y variados bienes que producen la fauna, ia


pesca y la flora maderable ya han sido abordados en capítulos pre-
vios. Sólo se amplia la cita a la flora no maderable cuyo aprovecha-
miento puede ser aceptado en ciertas categorías de manejo de
áreas protegidas, lo que sólo ocurre excepcionalmente con los recur-
sos forestales maderables pues su explotación puede poner en ries-
go los demás objetivos del manejo.

La flora no maderable, que puede aprovecharse en los bos-


ques de protección y/o reservas hidraúlicas, entre otras áreas para
la economía local. Produce, en efecto: gomas, latex, resinas, corte-
zas, fibras de corteza, fibras de hojas (de palmeras, en especial),
frutos, semillas, flores, hojas para construcción, lianas para amarres,
plantas ornamentales, plantas medicinales, plantas de uso mágico,
drogas, forrajes, hongos comestibles, etc. Además, produce bienes
para obtener los cuales es preciso matar plantas que tienen impor-
tancia para evitar procesos erosivos, como es el caso de palmeras
para obtener cogollos de palma o bambues. En esos casos, suele
estar prohibido su aprovechamiento al igual que el de la madera, por
la misma razón. Siempre se tolera, en cambio, la recolección de leña
si es que su producción no es artificialmente inducida.
En los cuadros 47 y 48 se brinda una noción de la importan-
cia o significación de los bienes, servicios o conflictos en función de
la categoría de las áreas protegidas.

Los servicios que se desprenden de las áreas protegidas en


el trópico húmedo son muy numerosos y variados, como se señala
en el cuadro donde se resumen sólo los principales. La significación
de los servicios o su importancia, depende estrechamente de los ob-
jetivos de cada área protegida y muy en especial de su dimensión.
Por eso, los parques nacionales, las reservas nacionales y los bos-
ques de protección, que son las áreas protegidas de mayor tamaño
y las zonas reservadas que, en el caso peruano, pueden ser también
de grandes dimensiones, son las que aportan los servicíds que, glo-
balmente, son los más importantes. Sin embargo, como con excep-
ción de las zonas reservadas todas las demás áreas tienen finalida-

·3 25
CUADRO 48

SERVICIOS QUE BRINDAN LAS AREAS PROTEGIDAS 1/


EN EL TROPICO HUMEDO AMERICANO

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Reciclaje de contaminantes
del aire MI MI S NS MI 1 1 NS
Mantenimiento del régimen
pluvial local MI MI NS NS MI S 1 NS
Influencia moderadora sobre
clima local MI MI NS NS MI S 1 NS
Regulación del régimen hídrico MI MI NS NS MI S 1 NS
Mantenimiento de la calidad
del agua MI MI NS NS MI S 1 S
Conservación de los suelos MI 1 NS NS MI S 1 S
Protección contra aluviones,
inundaciones.y otros fenómenos
derivados de la erosión MI 1 NS NS MI S 1 S
Mantenimiento de la diversidad
genética MI 1 MI NS 1 S 1 NS
Mantenimiento de la diversidad
ecológir.a MI 1 MI NS 1 S 1 NS
Reserva de especies para el
control biológico de plagas MI 1 1 NS 1 1 1 S
Reserva de especies para
la ciencia MI 1 MI NS 1 1 1 NS
Reserva de especies para
la domesticación MI MI S NS 1 1 1 NS
Reserva de genes para el
mejoramiento de las especies
domesticadas MI MI S NS 1 1 1 NS
Belleza paisajística MI S 1 S 1 S 1 NS
Ambientes para la caza MI MI MI MI
Ambientes para la pesca MI 1 MI MI
Ambientes para la recreación MI 1 S 1 MI 1 S S
Ambientes para el turismo MI S 1 1 S 1 S NS
Conservación de escenarios
naturales de hechos y sitios
históricos 1 NS MI NS
Conservación del patrimonio
arqueológico 1 S MI S S S
Notas:11 Los números romanos (I-VIII) indican la equivalencia a las categorías de manejo adoptadas
por la UICN (1978)
21 MI: muy importante, 1: importante, S: significativo, NS: no significativo. La no mención de un índice
indica que este no es aplicable.

326
des muy concretas, cada una de ellas es muy importante por lo me-
nos para alguno de los servicios enumerados .

La importancia de las áreas protegidas, desde el punto de vis-


ta servicios, debe vislumbrarse en la perspectiva, confirmada por las
tendencias, de que dentro de dos .o tres décadas ellas sean las úni-
cas áreas prístinas o no demasiado afectadas por las actividades
humanas que resten en la Selva y en grandes extensiones del trópi-
co húmedo americano. En ese contexto, tales áreas que pueden pa-
recer ahora un estorbo para ciertas formas de encarar el desarrollo
serán incuestionablemente esenciales por sus servicios muchas ve-
ces irreemplazables o por los elevados costos de reemplazarlos.

Una información completa sobre los servicios que brindan las


áreas protegidas pueden encontrarse en Miller (1980)

2.4 SOBRE MANEJO Y ADMINISTRACION

Las unidades de conservación de la Amazon ía peruana con-


frontan graves problemas de manejo y administración , debidos en lo
esencial a la despreocupación del Estado por cumplir sus responsa-
bilidades. La inercia estatal acarrea aún mayor presión sobre los re-
cursos de las áreas protegidas.

2.4.1 Situación del manejo

Sólo el Parque Nacional del Manu (UNNCEPID 1986) y la


Reserva Nacional Pacaya-Samiria (COREPASA 1986) disponen de
planes de manejo bien hechos y debida_mente aprobados. En otros
casos se han hecho estudios que, prácticamente constituyen planes
de manejo, pero que nunca fueron ·aprobados y menos aplicados,
Tal es el caso del Parque Nacional de Cutervo (Vilchez 1968), del
Parque Nacional Tingo María (Dourojeanni & Tovar 1972) y en cierta
medida del Parque Nacional del Abiseo (Ríos et al 1982). Actual-
mente están siendo preparados los planes ·de manejo del Abiseo,
Yanachaga-Chemillen, de Machu Picchu y Pampas del Heath, este
último en forma de tesis de maestrado. Además, en el caso del
Manu, existen numerosas versiones preliminares (La principal fue
preparada con la colaboración de H. Jungius) y otros elementos im-
portantes de un plan de manejo (Hofmann & Ponce 1971, Ruiz 1979,
Vallico 1983) ·

La primera expresión del manejo es la protección efectiva de


la unidad de conservación. Esta sólo se da en el Manu, pese a cier-
tas limitaciones. Le sigue, en un grado notoriamente menor, Pacaya-
Samiria. Ahora se está montando un control .efectivo para Yanacha-
ga-Chemillén, que a partir de 1988 estará tan bien o mejor resguar-
dado que el Manu. En el Abiseo apenas hay un control limitado en

327
parte de la zona alta. En Cutervo, al parecer, hay un control restrin-
gido, al igual que en Tingo María, a las cuevas mismas. En Machu
Pi<::chu hay algunos guardas pero el control es ineficaz. En el recién
creado Ampay, al igual que en Pampas del Heath, no existe control
alguno. Lo indicado para la Selva es, en promedio, notoriamente me-
jor que a nivel nacional donde, como lo señalaron Dourojeanni &
Ríos (1982), la situación es francamente mala.

El manejo se revela en la ejecución de una serie de activida-


pes, como parte de la pol ítica de protección , investigación, uso públi-
t o y administración que sea adoptada y se refleja también en la zo-
nificación de la unidad. La zonificación suele incluir zonas vedadas,
restringidas, primitivas, de recreación, de servicio y de recuperación .
Las descripciones de estas zonas constan en el Reglamento de Uni-
dades de Conservación (D.S. N2 160-77-AG). En ese contexto, ade-
más de la protección, algunas unidades han desarrollado lo concer-
niente al uso público (Manu, Machu Picchu, Tingo María) , a la inves-
tigación (Manu, Pacaya-Samiria, Abiseo), pero rara vez en forma su-
ficiente o del todo adecuada. La demarcación y señalización, el tipo
de construcciones, los senderos y otros elementos del plan de inter-
·pretación ambiental , los centros de visitantes, las maestranzas, etc.
prácticamente no existen , salvo en escala limitadísima en el Manu.

Otro aspecto crucial de todo plan de manejo es la política de


relaciones con la sociedad local, con miras a ganar adhesiones y
evitar enemistades, resolviendo efectivamente los problemas que po-
drían ocasionar presiones indeseables sobre ella. Este tipo de enfo- .
que sólo existe para Manu, Pacaya-Samiria y Yanaéhaga-Chemillen
pero sólo se ha adelantado en el primero, aunque ya está entrando
en . operación también en el último.

2.4.2 Situación de la administración

Sólo existe presupuesto formal para Manu, Pacaya-Samiria y


Yanachaga-Chemillen, si bien para ·este último todavía es muy limita-
do. Algo de fondos públicos hay, también para todas las demás ex-
cepto Ampay, pero a niveles insignificantes y como parte de presu-
puestos operativos dedicados principalmente a otras acciones. Pero
·en todos los casos, aún en el del Manu, el dinero público es clara-
mente insuficiente para mantener y desarrollar las unidades. Las cor-
poraciones departamentales de desarrollo son las que aportan más
al presupuesto, habiendo dejado el gobierno central de interesarse
en contribuir económicamente a esas unidades, pese a que de
acuerdo a ley le corresponde administrarlas. Felizmente existe un
fuerte apoyo económico internacional canalizado a algunas unidades
de conservación por intermedio de organizaciones no gubernamenta-
les peruanas como la Fundación Peruana para la Conservación de
la Naturaleza (FPCN 1987), entre otras, que operan fondos del
WWF-Internacional (Manu), WWF-US (Abiseo, Pacaya-Samiria) ,
TNC/USAID (Yanachaga-Chemillen) , UNESCO (Machu Picchu). Las

328
unidades sin cooperación internacional son Cutervo, Tingo María,
Ampay y Pampas del Heath, aunque se descuenta que esta última
tendrá mucho apoyo dada su trascendencia internacional.

Un tema crucial es el del personal. Si el Perú puede ufanarse


de haber mantenido unidades de conservación tan valiosas como el
Manu, eso se lo debe fundamentalmente a sus guardaparques, que
han demostrado tener más lealtad a la causa ambiental y mejor
comprensión de la misión que les compete que los propios profesio-
nales responsables de dirigirlos. Sin embargo, ese personal desfalle-
ce debido a una estructura salarial injusta y a falta de realización
profesional. Es indispensable y urgente la aprobación de un regla-
mento de guardaparques y guardacazas, que establezca un escala-
fón atractivo y que otorgue carácter técnico al servicio brindado. Ello
implica, además, crear lps centros permanentes de capacitación,
bien sea denro de la estructura de los Institutos Superiores Tecnoló-
gicos o fuera de ellos. Pero no sólo falta dar alicientes y entrenar
mejor al personal. Además falta personal, existiendo apenas unos
160 guardaparques en todo el Perú, casi todos concentrados en
Pampa Galeras y Manu. A nivel de Selva, a lo sumo habrán unos
60, incluyendo motoristas y otros obreros calificados, de los que más
de la mitad están en el Manu. Así hay un guarda por cada 70,000
ha, lo que es un absurdo inclusive si se dispusiera de helicópteros
para el control, lo que por cierto no hay.

También hay mucha confusión entre el rol ejecutivo que asu-


men las autoridades departamentales y el técnico-normativo que co-
.rresponde al gobierno central por tratarse de unidades de conserva-
ción de nivel naCional y por conformar un Sistema. En el Perú, como
en todos los países, es conveniente que los mismos criterios admi-
nistrativos y técnicos básicos sean aplicados en todas las unidades.

2.5 DE CONFLICTOS Y AMENAZAS

2.5.1 Una clasificación de los conflictos

En el cuadro se señalan los principales conflictos que se pre-


sentan entre las áreas protegidas y otras formas de uso de los recur-
sos naturales. Estos conflictos se pueden agrupar en tres tipos : (1)
Los provocados por el propósito de usar el área ocupada (o pro-
puesta) por las áreas protegidas para fines incompatibles con los ob-
jetivos de estas, (2) Los provocados por el propósito de usar el área
ocupada (o propuesta) por las áreas protegidas para fines más o
menos compatilizables con los objetivos de estas y, (3) Los provo-
cados en otras áreas y actividades por la existencia de áreas prote-
gidas.

Los primeros son conflictos que suelen ser radicales. En un


parque nacional no se puéde talar y quemar la vegetación para ha-

329
cer chacras o pastizales. La incompatibilidad es tan absoluta que no
caben compromisos, ni arreglos, ni solución alguna. De allí que pue-
dan ser tan importantes cuando estallan y que la forma de resolver-
los siempre crea nuevos problemas. De allí también que estos con-
flictos simplemente deben ser evitados o prevenidos.

El segundo tipo de conflictos, a diferencia del anterior, puede


tener alguna forma de solución . El conflicto aparece porque la com-
patibilidad entre los objetivos del área protegida y las acciones para
aprovechar otros recursos no es completa. Pero, es posible acomo-
dar otra actividad. Tal es el caso, por ejemplo, cuando una carretera
debe atravesar un parque o una reserva nacional. Si la carretera, en
el tramo correspondiente, se somete a ciertos requisitos , su cons-
trucción no sólo resu lta factible sino que hasta puede ser beneficiosa
para esas unidades.

El tercer tipo de conflictos es el generado por ciertas influen-


cias desfavorables de las áreas protegidas sobre las actividades hu-
manas o la salud. El ejemplo típico es el parque nacional o cualquier
otra área natural en la que ciertas especies de animales que son o
pueden ser plagas de los cultivos, parásitos del ganado o del hom-
bre o reservorio de enfermedades, se mantienen y a partir de donde
pueden iniciar y/o reiterar sus perjuicios. Su impacto y los conflictos
son mayores cuanto mayor es la proximidad del área protegida a las
actividades susceptibles. Los vampiros o los grandes felinos pueden
atacar al ganado y refugiarse en el área protegida aledaña. Este tipo
de conflictos tienen, en general , soluciones técnicas apropiadas.

En el cuadro 49 se da una indicación de la magnitud de los


conflictos creados. Los conflictos muy importantes o importantes lo
son , por igual, debido a la extensión que ocupan las áreas protegi-
das y a la necesidad de mantenerlas intangibles. Tal es el caso de
los parques nacionales que deben ser de gran extensión y que no
toleran la intervención humana, salvo que se violenten sus objetivos;
Más aún, por ser los parques nacionales muestrarios representativos
de los ecosistemas y de la diversidad genética ocupan también , ne-
cesariamente, tierras .con aptitud para la agricultura, la ganadería o
la forestaría, lo que agrava los conflictos. En cambio, aunque los
bosques de protección pueden cubrir vastos territorios, estos no tie-
nen aptitud agropecuaria o forestal y por ende no suelen ser codicia-
dos ni provocan conflictos de interés tan importantes.

Los bosques de protección, por ejemplo, se crean esencial-


mente para conservar las cuencas altas, es decir evitar la erosión y
mantener la calidad y la oportunidad del abastecimiento de agua a
las partes media y baja de la cuenca. Por ende, no es demasiado
grave que en ellos se construyan vías de comunicación o de con-
ducción de energía ni tampoco, que se caze, pesque o recolecte. Si
se asegura que no habrá contaminación del agua o del aire, tampo-
co hay obstáculos mayores para la explotación de sus recursos mi-
neros. En cambio, el conflicto surge fuertemente si pese a no tener
en general aptitud para la explotación forestal , ostentan bosques con

330
CUADRO 49

PRINCIPALES CONFLICTOS QUE GENERAN LAS AREAS


PROTEGIDAS 1/ EN EL TROPICO HUMEDO AMERICANO

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Restricción a la expansión
agropecuaria MI MI NS NS NS S MI NS
Restricción a lá explotación
forestal MI MI NS NS NS S MI NS
Restricción a la caza MI 1 NS MI
Restricción a la pesca S NS 1

Restricción al aprovechamiento
y conducción de energía MI 1 MI MI MI S
Restricción al aprovechamiento
minero MI 1 MI MI 1 S MI S
Restricción al aprovechamiento
de los hidrocarburos MI 1 MI MI NS S MI S
Reservorio de plagas agrícolas,
forestales y de pastos MI MI S NS MI S MI NS
Reservorio de parásitos del
hombre y el ganado MI MI S NS MI 1 MI NS
Reservorio de enfermedades del
hombre y el ganado MI MI S NS MI 1 MI S
Refugio de ejemplares de
especies peligrosas para el
hombre y el ganado MI MI NS NS MI MI MI NS
Restricción a la expansión
urbana MI MI MI MI S S MI S
Restricción al desarrollo vial 1 S MI MI: 1 1 1

Restricción a ciertas formas de


de desarrollo turístico MI 1 MI MI 1 MI
Restricción a ciertas tecnologías
contaminantes fuera de las
áreas protegidas 1 S MI 1 S 1 1 S
Notas: 1/ Los números romanos (I-VIII) indican la equivalencia a las categorías de manejo adoptadas
por la UICN (1978)
2/ MI: muy importante, 1: importante, S: significativo, SN : no significativo. La no mención de un índice
indica que este no es aplicable.

331
especies valiosos (Podocarpus o Juglans) que alguien insiste en
extraer. En efecto, la tala de grandes árboles es incompatible con el
propósito de conservar el suelo y el agua, a menos que se haga con
mucha prudencia, asegurando la regeneración y con extracción por
cables aéreos y no mediante "rodaderos" que después se convierten
en torrenteras, como se hace en la Selva Central.

En muchos casos , el criterio de importancia del conflicto tiene


más de una faceta y el orden de magnitud que se le adjudica se tor-
na muy relativo. Tal es el caso, entre otros de los santuarios nacio-
nales e históricos. Estas áreas son en general de muy pequeñas a
pequeñas, desde cientos de hectáreas hasta pocas decenas de mi-
les de hectáreas, ya que protegen un ecosistema determinado, de-
terminadas especies o determinados fenómenos geológicos en el pri-
mer caso o determinados valores arqueológicos o históricos en el
segundo. Sin embargo, sus territorios deben · ser absolutamente in-
tangibles. Entonces, la importancia de los conflictos que generan es
globalmente poco significativa pues es poco probable que coincidan
intereses de otros sectores en la misma pequeña área. Pero si lle-
gan a coincidir, como en el caso de una central hidroeléctrica en ple-
no corazón del Santuario Histórico de Machu Picchu, en Perú, el
conflicto se torna muy importante y, en general, no tiene solución. En
el caso aludido, la obra de ingeniería se hizo y se amplió, en eviden-
te detrimento del patrimonio cultural y natural que se debía proteger.
Dicho de otro modo, el conflicto se resolvió, como siempre sucede,
pero el costo de la solución fue muy' importante.

El caso del Parque Nacional Sete Quedas ·o Saltos del Guai-


rá, sobre el río Paraná en Brasil y Paraguay respectivamente, el cual
está quedando inundado bajo las aguas represadas por las obras de
ltaipú es otro caso de "solución" de un conflicto sin solución que, en
este caso, implicó la pérdida irremediable de un grandioso fenómeno
natural.

Es preciso tener en cuenta que los conflictos señalados resu-


midamente en el cuadro no se refieren únicamente a los que las
áreas protegidas pueden generar en sus territorios o en territorios
aledaños. También incluye los que las actividades que se realizan en
áreas aledañas ocasionan indirectamente a las áreas protegidas.
Ese es el caso de tecnologías contaminantes como pueden ser la
refinación de metales o las fábricas de cemento o de pulpa y papel
río arriba o a sotavento de un área protegida. Igual ocurre con los
abonos, pesticidas y otros contaminantes agrícolas o con los conta-
minantes urbanos que las aguas o el viento pueden llevar a áreas
protegidas, donde sus daños serán tanto mayores cuanto más pe-
queña sea el área.

Esta clase de influencias negativas sobre las unidades de


conservación y otras áreas protegidas son las que han llevado a de-
sarrollar el concepto de áreas "buffer" o tampón . El caso típico es el

332
de bosques nacionales rodeando o aislando parcialmente un parque,
reserva o santuario nacional de áreas agropecuarias, industriales o
urbanas.

2.5.2 Las amenazas

· Prácticamente todas las unidades de conservación de Selva,


a raíz de los conflictos previamente discutidos, han sido o son vícti-
mas de amenazas contra su integridad o contra su patrimonio, que
en muchos casos se han materializado en perjuicios reales. En todos
los casos estas amenazas han atentado también contra la legislación
vigente e inclusive contra la Constitución. El mayor violador ha sido
y es el propio Estado. Dourojeanni (1982) y Machlis & Tichnell
(1985) han analizado las amenazas en las unidades de conservación
de América Latina. ·

Una de las principales es la construcción de carreteras y la


inevitablemente aparejada ocupación legal o ilegal de las tierras ale-
dañas en todo su recorrido. El ejemplo más patético de este tipo de
amenaza provino del empecinamiento personal del Presidente Be-
laúnde por hacer pasar el tramo sur de la carretera Marginal de la
Selva- a lo largo del río Manu, en pleno Parque Nacional, pese al ca-
rácter ilegal del propósito y a su inconveniencia técnica, por su alto
costo, en tierras bajas húmedas y por la necesidad de construir
enormes puentes, amén de que geopolíticamente ese tramo estaría
mejor más cerca a la frontera con el Brasil. El escándalo en la pren-
sa y la intervención técnica del Ministerio de Transportes y del Insti-
tuto Nacional de Planificación permitieron que, al fin, dicha amenaza
fuera descartada.

Otra carretera, parcialmente construida con fines de explota-


ción maderera y de colonización, afecta al Parque Nacional Yana-
chaga-Chemillen y hay gente empecinada en continuarla, pese a ser
obviamente innecesaria y antitécnica, además de ilegal.

Además de la carretera, el Parque Nacional del Manu fue


amenazado por la intención de hacer una interconexión fluvial entre
las cuencas del Ucayali y del Madre de Dios, siguiendo la ruta de
Fitzcarrald. Felizmente, la idea ha sido abandonada por el momento.
Debe tenerse en cuenta que el Manu y otros ríos menores por don-
de debería de pasar el tráfico fluvial , son apenas navegables con ca-
noas a motor.

La exploración y explotación petrolera es un rubro de grave


impacto en las unidades de conservación en la Selva. Ya afectó, a
comienzos la década de los 70, una porción significativa del Parque
Nacional del Manu y, recientemente, hizo severos daños en la Re-
serva Nacional Pacaya-Samiria, en la que contaminó a varias co-
chas. La actividad petrolera afecta, también, en forma indifecta. Así
la exploración en el río Camisea provocó un flujo migratorio de nati-.

333
vos, en especial Yaminahuas, dentro del Parque Nacional del Manu,
localizado al sur, con graves consecuencias para otros grupos triba-
les y para la conservación del Parque , cuya capacidad de carga hu-
mana es, obviamente, limitada. Existe permanente amenaza de pros-
pección y explotación minera, en especial de oro, dentro del Manu y
de muchas otras unidades de conservación existentes o por crearse.

Invasiones con fines de agricultura y ganadería son otra de


las amenazas comunes en las unidades de Selva. Prácticamente to-
das han sufrido esa agresión en mayor o menor grado. Como ya se
indicó, Cutervo y Tingo María han sido arrasados por la agricultura
migratoria y, el segundo, por el cultivo de la coca. Manu y Abiseo es-
tán afectados crecientemente por la expansión ganadera a partir de
la parte serrana de sus territorios y por agricultores migratorios o ca-
caleros en sus partes bajas, en el Abiseo o medias, en el Manu
(véase el cuadro 21 ). Machu Picchu enfrenta una situación dramática
por pastoreo ilegal y por las quemas periódicas que éste origina
(Peyton 1983). Inclusive Pacaya - Samiria, en plena Selva Baja,
sufre presión para hacer agricultura, en todo su perímetro correspon-
diente a los ríos Ucayali y Marañón . El Estado suele intervenir en fa-
vor de los invasores y contra el parque, como se dió el caso en 1987
en el Abiseo, cuando la oficina local del Sector Agrario otorgó certifi-
cados de posesión dentro del Parque.

La explotación forestal ilegal es otra fuente constante de pro-


blemas en todas las unidades de conservación de Selva. Los made-
reros solicitan contratos en áreas aledañas y luego, pretextando no
conocer los límites, se introducen dentro de las unidades de conser-
vación. Otros discuten legalmente los límites y con la ayuda de auto-
ridades cómplices obtienen fallos a su favor, por no hablar de los
que incentivan la construcción de carreteras de colonización para po-
der ellos sacar la madera.

La caza, la pesca y la recolección son actividades muy fre-


cuentes y difíciles de controlar en las unidades de conservación pero
rara vez constituyen problemas muy graves, salvo que se especiali-
zan en especies raras o amenazadas de extinción .

El turismo puede constituir una amenaza seria cuando es ex-


cesivo, como en Machu Picchu y peor cuando, a eso, se suma su
carácter anárquico por falta de infraestructura de visitación, de con-
trol o de educación ambiental en los visitantes. En Manu se han rea-
lizado intentos serios por asociar conservación y turismo en el mis-
mo Parque (Ruíz 1979) y en la zona reservada conexa (Munn 1985).
En Machu Picchu al problema indicado se suma la construcción de
infraestructuras turísticas inadecuadas e inconsultas.

La construcción de infraestructuras energéticas es un serio


problema en otros pa íses, en especial en el Brasil. Pero en Perú ,
sólo ha afectado a Machu Picchu, donde la central hidroeléctrica del
mismo nombre ha construido una tubería que degrada una porción
del paisaje.

334
Uno de los problemas más graves en varias de las unidades
de conservación de Selva, pero especialmente en el Manu es el que
se deriva de la presencia de nativos dentro de sus límites. En princi -
pio, no hay conflicto entre los intereses de grupos nativos que hacen
vida tradicional y los de un parque nacional. Muy al contrario, existe
posibilidad de establecer una simbiosis mutuamente favorable ya
que el parque garantiza la protección física de los nativos, el mante-
nimiento de los recursos que aprovechan, la persistencia de su cultu-
ra, la preservación de sus lugares sagrados, además de brindar ser-
vicios educativos, médicos u otros, en la medida y en la forma en
que sean requeridos o necesarios. En el Manu se ha establecido,
por ejemplo, un departamento antropológico, con apoyo médico y
todo lo necesario para atender a los nativos. El parque, se beneficia
con el conocimiento de los nativos y, en realidad , cumple con uno de
sus objetivos que es la protección del patrimonio cultural. En muchos
países, los nativos aportan también su trabajo a las áreas protegi-
das, en forma de guardaparques, guías, motoristas u otros empleos
que aprovechen bien sus capacidades. Los resultados siempre han
sido excelentes. Por otra parte está siempre y absolutamente des-
cartada la explotación turística de los nativos. Jungius (1976) hace
una discusión de éste tema en relación al Parque Nacional del
Manu.
Lamel")tablemente, la intervención de misioneros de todo cre-
do, de políticos y también de ciertos científicos, suelen crear situa-
ciones confusas. En el Manu, como lo reporta Stoll (1982) el Instituto
Lingüístico de Verano (ILV), ocasionó serios problemas al armar a
los Machiguengas de Tayakomé y comprarles pieles finas. Cuando
'la administración se opuso, el ILV creó una relación tensa entre na-
tivos y personal del Parque y buscó toda clase de influencias políti-
cas para eliminar el Parque Nacional. Similares situaciones, aunque
menos extremas, se han dado también con misioneros católicos. Ac-
tualmente, el problema principal lo ocasionan ciertos políticos y an-
tropólogos en busca de una causa para sus propios fines. Por ejem-
plo, siempre en el Manu, se está produciendo un aumento conside-
rable de la población nativa por presión de actividades fuera del Par-
que. Este se está convirtiendo, gradualmente, en el único refugio
que queda. En lugar de proponer la adopción de medidas para redu-
cir esa presión y entregar tierras a los nativos en sus propios territo-
rios, algunos de éstos elementos han sugerido eliminar porciones del
Parque para entregarlas a los nativos. Es decir que se propone que
problemas generados fuera del Parque sean resueltos con la des-
trucción del mismo, que sin embargo es la única garantí a para otros
grupos tribales asentados en él desde siempre. Siendo evidente que
el Manu no puede ni podrá albergar a todos los grupos tribales que
quedan en la Selva Sur, es urgente buscar otra solución que sólo
puede ser la titulación de extensas comunidades nativas en lo que
son sus propios territorios antes de que éstos desaparezcan por in-
vasión de agricultores migratorios o cultivadores de coca.

También merece mencionarse, como amenaza constantemen-


te renovada y muchas veces perpetrada, las expediciones "arqueoló-
gicas" dentro de parques nacionales como el Manu y el Abiseo. Se

335
trata de aficionados en búsqueda de fama o de aventuras o, peor,
de cazadores de tesoros. La leyenda de que el Paititi estaría dentro
de la parte alta o media del Manu han sido motor de varias de esas
expediciones que, aprovechando influencias, muchas veces obtienen
permiso oficial y hasta apoyo logístico.

Si las unidades de conservación del Perú y en especial las de


la Selva han de sobrevivir para cumplir su trascendental rol, es indis-
pensable tomar en cuenta esas amenazas y resolverlas urgentemen-
te. Jamás desaparecerán del todo, como lo demuestra la experiencia
de los países más desarrollados, pero no revestirán formas tan bru-
tales y abiertamente violatorias de la ley y del sentido común. Mu-
chos autores nacionales se han ocupado de proponer soluciones a
éstos problemas, por lo que no se insistirá en ello.

2.6 NECESIDADES DE PERFECCIONAMIENTO DEL


SISTEMA EN LA SELVA

Si el Sistema Nacional de Unidades de Conservación preten-


de ser la base para la conservación de la diversidad genética y de _
los recursos genéticos, su representatividad ecológica debe ser ma-
ximizada. Cualquier análisis del Sistema actual, en la Selva, revela
su imperfección. Así, partiendo simplemente del criterio del tamaño,
resulta que 3 de las unidades (Cutervo, Ampay y Tingo María) son
demasiado pequeñas para asegurar la conservación de la diversidad
genética que contienen. Las tres unidades, por otro lado, son repre-
sentativas de ecosistemas importantes correspondientes a la Ceja de
Selva y, hasta donde se sabe en el caso de Cutervo y Tingo María,
están casi completamente arrasados por la agricultura.

2.6.1 Fundamentos

El tema del tamaño y la forma de las unidades de conserva-


ción reviste gran importancia desde los descubrimientos modernos
sobre el efecto del aislamiento (Diamond 1975, 1976, 1980) y en es-
pecial a partir de los estudios de Wilcox (1982) y de Lovejoy (1980),
Lovejoy & Oren (1981) y Lovejoy et al (1983, 1986), en Manaos, so-
bre la dinámica ecológica, el efecto de borde y otras consecuencias
del aislamiento de fragmentos forestales en la Amazon ía. Estos es-
tudios revelan que aun unidades de conservación de gran tamaño
pueden sufrir procesos de cambios ecológicos y erosión genética se-
veros, en el mediano y largo plazo pero que éstos, en las unidades
pequeñas, ocurren más rápido y en mayor escala que todo lo sospe-
chado. La principal lección es procurar que las unidades de conser-
vación tengan el mayor tamaño que sea posible y que estén rodea-
das de áreas de otras categorías que sirvan como zonas de amorti-
guamiento o tampón y que estén ligadas entre sí a modo de corre-
dores. Otra, por cierto es que abarquen cuencas completas y no sólo

336
fracciones de éstas. En . cuanto a formas hay estudios que revelan
las más apropiadas según los casos debiendo, por ejemplo, procu-
rarse descartar las angostas y alargadas.

Una evaluación hecha por Dourojeanni & Ríos (1982) reveló


que se protegía el 4.1% de las denominadas Yungas (Udvardy
1975), es decir mayormente lo que en el país se llama Selva Alta y
3.7% de la región Amazónica (Udvardy 1975) o aproximadamente la
Selva Baja. A la fecha, con la ampliación del Pacaya-Samiria y el es-
tablecimiento de Abiseo, Yanachaga-Chemillen, Pampas del Heath y
Ampay, esos porcentajes han sido re-estimados, respectivamente,
en 4.5% y 5.3% (CDC/UNA 1987). Estos porcentajes deberían ser
elevados hasta no menos de un 10%. La misma fuente ha hecho un
estudio minucioso de la representatividad del Sistema Nacional en
función de las zonas de vida (ONERN 1976), encontrando zonas de
vida bien representadas, como el . bosque muy húmedo Subtropical
(22.5%), la transición bosque muy húmedo Subtropical a bosque plu~
vial Subtropical (16.4%), bosque pluvial Montano Bajo Subtropical
(15.1 %), bosque pluvial Subtropical (15.0%), bosque húmedo Tropi-
cal (12.3%). Pero otras 7 zonas de vida y transiciones, en contraste,
estaban apenas representadas con 0.6. a 0.1 %. Esto indica, pues, la
necesidad de perfeccionamiento que, por otra parte, también debe
tomar en cuenta los refugios del Pleistoceno.

2.6.2 Las principales áreas propuestas

En base a lo antes señalado y a otras consideraciones (Saa-


vedra & Freese 1986) están previstas, con diferentes niveles de
avance, una serie de propuestas de unidades de conservación nue-
vas (cuadro 50) para muchas de las cuales se ha aprovechado ya
de la base informativa del Centro de Datos para la Conservación del
Perú . Según se observa en el cuadro, aún no se ha asignado cate-
goría ni nombre definitivo a cada unidad, lo que es potestad de la
autoridad competente, una vez aprobado el estudio de estableci-
miento.
La principal área propuesta (DGFF 1974, Dourojeanni & Pon-
ce 1978) corresponde al preliminarmente denominado Parque Nacio-
nal de Loreto, que también podría llamarse Napo-Putumayo por el
área en que se ha pensado establecerlo, coincidiendo con dos su-
puestos refugios del Pleistoceno. Esta unidad, además de su impor-:
tancia para la conservación de la diversidad genética, sería la base
del turismo y del desarrollo de una zona fronteriza importante y apar-
tada, por lo que tiene también importancia geopolítica.

Otro proyecto importante, cuyos antecedentes se remontan a


1966, es el de la Cordillera del Sira (Pierret & Dourojeanni 1966), en-
tre los ríos Pachitea y Pichis y el Ucayali, que luego sufrió varias
modificaciones, hasta considerarse que debería incluir también la
cordillera San Carlos (Dourojeanni 1981). Esta propuesta unidad

337
CUADRO N!? 50. '

PROYECTOS DE NUEVAS UNIDADES DE CONSERV ACION


EN LA AMAZONIA PERUANA

Unidades Superficie
(nombres Ubicación tentativa Nivel de
provisionales) (Departamento) (miles ha) estudio
Loreto 1/ Lo reto 2'000,000 Perfil
. Sira-San Carlos 2/ Ucayali y Junín 1'000,000 Perfil
Namballe Cajamarca 70,000 Pre-factibilidad
Este del Marañón 3/ Amazonas 98,000 Pre-factibilidad
Cordillera del Cóndor 3/ Amazonas 85,000 Pre-factibilidad

Tambopata 4/ Madre de Dios 100,000 Perfil


Cutibireni 5/ Junín y Cusco 300,000 Pre-factibilidad

TOTAL 3'653,000

Fuentes: 1/ DGFF, (1974, 1975), Dourojeanni & Ponce (1978)


21 Pierret & Dourojeanni (1966), Dourojeanni (1981) ·
3/ UNA (1982)
4/ Erwin & Ríos (1986)
5/ Drewes (1965), Dourojeanni (1981)

también coincide con un refugio pleistocénico y su área ha sido poco


explorada por científicos, los que sin embargo coinciden en su valor.
De hacerse, sería el primer Parque Nacional parcialmente en el de-
partamento de Ucayali.
El propuesto Parque- Nacional del Cutibireni es el primero en
el Perú cuya propuesta fue precedida de un estudio serio (Drewes
1965). Sin embargo no ha sido establecido hasta el presente por re-
comendación de Grimwood (1967), quien consideró que la presencia
de una población relativamente importante de Campas podría dificul-
tar el proyecto. Cutibireni coincide con otro refugio del Pleistoceno,
posee bellezas escénicas notables y ha sido relanzado recientemen-
te al reconocerse en él al puente natural más grande del mundo. De-
bería incluir, en una o varias categorías toda la cordillera de Vilca-
bamba a la que pertenece el área inicialmente detectada (Dourojean-
ni 1981 ). Hay un grupo no gubernamental recién formado que está
adelantando los estudios de establecimiento.

La Universidad Nacional Agraria (Ríos et al 1982) propuso


tres áreas en el noreste, a las que preliminarmente bautizó como
Namballe, Este del Marañón y Cordillera del Cóndor. En el primero
hay bosques de Podocarpus muy importantes y la rara bestia negra
(Tapirus pinchaque); en el segundo se protegería entre otras espe-
cies, al mono choro cola amarilla (Lagothrix flavicauda) y, en el ter-

338
cero, a otra zona que corresponde con un refugio pleistocénico en el
que existe gran diversidad genética. En los tres casos se ha pro-
puesto la categoría de santuario nacional. La cordillera del Cóndor
tiene características ecológicas que la hacen impropia para activida-
des agropecuarias o forestales, pero su desarrollo turístico y científi-
co aseguraría una presencia humana suficiente. Los bosques nubla-
dos que existen en gran parte de las tres áreas son uno de los eco-
sistemas menos protegidos en el país.

La proposición de hacer una unidad de conservación en el


Tambopata nació de la existencia de una pequeña zona reservada,
con ese nombre, que atrajo a muchos científicos que se percataron
que era insuficiente, en base a sus estudios, como para garantizar
la notable diversidad genética de la cuenca del río Tambopata. La
propuesta formal fue hecha por Erwin & Ríos (1986) y ha merecidO
mucha atención aunque ninguna medida ha sido tomada hasta aho-
ra. El río Tambopata posee algunas "colpas" de guacamayos tan o
más impresionantes que la "colpa" de los guacamayos del Manu.
Además esa área también coincide con otro refugio pleistocénico.

Existen, por cierto, muchas otras proposiciones de unidades


de conservación en la Selva, aunque no tan bien definidas como las
arriba indicadas. Varias corresponden al ámbito de Madre de Dios,
cuya Corporación Departamental de Desarrollo conjuntamente con el
gobierno dél Estado de Acre han discutido la conveniencia de esta-
blecer unidades de conservación fronterizas.

En total, los nuevos proyectos podrían sumar unos 3'653,000


ha, que sumadas al área de las unidades existentes elevarían el ám-
bito protegido de la Amazonía peruana a 7'821, 162 ha, es decir
10.3% de la Selva, como está recomendado en un capítulo previo.

2.7 OTRAS UNIDADES DE CONSERVACION

2.7.1 Sitios de patrimonio mundial y otras categorías

En el cuadro 51 se mencionan otras categorías de unidades


de conservación existentes en la Selva, la mayoría de las cuales es-
tán superpuestas a otras por ser, tres de las cinco, categorías inter-
nacionales. En efecto, la Selva tiene el privilegio de poseer dos Si-
tios de Patrimonio Mundial: Manu y Machu Picchu así como una Re-
serva de Biósfera: Manu. Los Sitios de Patrimonio Mundial son las
joyas más preciadas de la herencia cultural y natural de la humani-
dad, reconocidas por la Asamblea General de la UNESCO, previa
una rigurosa competencia internacional, incluyendo exámenes del
valor intrínseco del área propuesta hasta la calidad de su manejo y
administración. El Perú es signatario de la Convención sobre el Pa-
trimonio Mundial y por lo tanto el reconocimiento de Mami y Machu
Picchu tiene rigor de ley en el país.

339
CUADRO 51 .

OTRAS UNIDADES DE CONSERVACION EN LA


AMAZONIA PERUANA

Ubicación Superficie
.categoría Nombre (Departamento) (miles ha)

Sitio de patrimonio Mundial 11 Manu Madre de Dios


y Cusca 1'532,806

Sitio de patrimonio Mundial 21 Machu


Picchu Cusca 32,352

Reserva de Biósfera 3/ Manu Madre de Dios


y Cusca 1'881 ,200

Zona Reservada Manu Madre de Dios 300,200

Zona Reservada Tambopata Madre de Dios 5,000


-
Notas: 1/ Superpuesto al Parque Nacional del Manu
2/ Superpuesto al .Santuario Histórico de Machu Picchu
3/ Superpuesto al Parque Nacional del Manu , a la Zona Reservada del Manu, más
48,194 ha que corresponden a la zona cultural del Alto Madre de Dios

El concepto de reserva de biósfera también ha sido desarro-


llado en torno a la UNESCO, en su Programa del Hombre y la Biós-
fera, aunque corresponde en lo esencial a criterios aplicados desde
décadas atrás bajo otras denominaciones. Sus fines iniciales eran
esencialmente el monitoreo de alteraciones ecológicas en áreas so-
metidas a diferentes usos, teniendo como testigo un área protegida
estricta, como es un parque nacional. Pero el concepto, movido por
una imaginativa intelectualidad internacional, tiene una evolución tan
dinámica que hoy permite demasiadas interpretaciones. La Reserva
de Biósfera del Manu mereció un estudio reciente (Ruiz 1987)

Esta área incluye a la Zona Reservada del Manu y a la deno-


minada zona cultural del Alto Madre de Dios, que no es sino el ám-
bito bajo uso agropecuario y forestal colindante con el Parque Nacio-
nal del Manu el cual, por cierto, también está incluido. Miller (1981)
efectuó un estudio sobre las reservas de biósfera del Perú. Ponce
(1984) explica su situación .

Finalmente hay otra categoría, denominada zona rese!Vada,


no definida en la legislación y que, en teoría, debería tener carácter
transitorio. En la Selva hay dos zonas reservadas. Una es la de
Tambopata (5,000 ha), que está bajo la administración de Peruvian
Safari's en contrato con el Estado y la otra es la de Manu, que es
la zona tampón principal para el Parque y en la que se viene desa-
rrollando lo esencial del turismo. La zona reservada del Manu
(330,200 ha) tuvo antes la categoría de bosque nacional, la que fue
eliminada cuando se cambió la legislación que sólo permitía que el

340
Estado los aprovechara. Hay proyectos en marcha para hacer de
esta zona reservada una reserva nacional.

2.7.2 El rol de los gobiernos locales

El proyecto de Código del Medio Ambiente y otros dispositivos


legales en preparación (1986-1987) consideran la posibilidad de es-
tablecer categorías de unidades de conservación en áreas que no
revisten carácter nacional, directa y totalmente a cargo de los gobier-
nos regionales o municipales. Se trata de parques, reservas y san-
tuarios regionales, departamentales o municipales, según sea proce-
dente. Esta figura existe en muchos países y contribuye grandemen-
te a la conservación de la diversidad genética y a suplir necesidades
locales de educación, recreación y cultura. Además, por esa vía, de-
sarrolla la conciencia ambiental local y el sentido de la propia res-
ponsabilidad.

Lo más cercano a esta noción es la reserva comunal, que es-


tablece la Ley Forestal y de Fauna vigente. Lamentablemente ningu-
na reserva comunal ha sido aún establecida legalmente, si bien algu-
nas funcionan en la práctica. La proyectada reserva comunal de Su-
pay, en Jenaro Herrera, ha sido la más estudiada (Tovar et al 1975,
Ramírez 1977).

2.8 PARA APROVECHAR RECURSOS GENETICOS EN


UNIDADES DE CONSERVACION

Las unidades de conservación, a excepción de las reservas


nacionales, por ser intangibles, no facilitan el aprovechamiento de
los recursos genéticos que contienen. Roche & Dourojeanni (1984)
proponen una serie de medidas legales y técnicas para que porcio-
nes de los parques y santuarios nacionales sean transformados en
bancos genéticos in situ . Proponen, por ejemplo, que en la zonifica-
ción de las unidades de conservación se mencione específicamente
una destinada a la ordenación de los recursos genéticos, aceptando
un cierto manipuleo de las especies y del ecosistema en dicha zona.
En ellas debe permitirse: (1) Control de ciertas especies vegetales,
que pueden ser perjudiciales para la existencia continuada de las es-
pecies en consideración; (2) Limpieza del sotobosque, para facilitar
la regeneración de las especies cuyos recursos se requieren y poder
recolectar las semillas; (3) Control eventual de sus plagas y enfer-
medades; (4) Exclusión con alambrados u otros métodos de verte-
brados perjudiciales, (5) Prevención o favorecimiento, según sea el
caso, de procesos naturales, tales como el fuego. Por cierto que,
además, debe aceptarse la recolección de material genético. Todo
ello implica establecer un compromiso entre los administradores del
área protegida y los especialistas en recursos genéticos. Los prime-
ros deben incluir esta variable en los planes de maneio y los segun-

341
dos deben tener la oportunidad de participar en su preparación. El
primer paso para aprovechar esos recursos genéticos, en el Perú, es
reformar cuidadosamente la legislación sobre unidades .de conserva-
ción que en éste aspecto es anticuada.

3. OTRAS OPCIONES DE CONSERVACION IN SITU


DE RECURSOS GENETICOS

Ya se dijo que las unidades de conservación, por sí solas, no


permiten garantizar la protección de toda la diversidad genética ni de
todos los recursos genéticos. Muchas otras categorías de áreas na-
turales pueden aportar también a esta enorme tarea: Bosques de
protección, bosques nacionales y otros bosques ordenados con fines
de producción y, para recursos genéticos domesticados, las propias
chacras y praderas: En todos ellos es posible establecer bancos ge-
néticos in situ, reservas genéticas, rodales semilleros o como quiera
denominárseles.
El asunto reviste gran complejidad pues, para establecer es-
tas reservas genéticas cuya función es captar toda la variabilidad de
las especies que quedafuera de las unidades de conservación, ad-
quieren redoblada importancia ·asuntos tales como el tamaño míni-
mo, tanto para plantas como para animales, siendo más complejo el
caso de éstos ultimas (Lovejoy et al 1980, Lovejoy & Oren 1981,
Terborgh 1974, 1975). La pérdida de recursos genéticos es tanto ma-
yor y más rápida cuanto menor sea el tamaño del área protegida. ·
Sin embargo, las reservas genéticas que son accesorias a las unida-
des de conservación no pueden ser grandes, por razones económi-
cas. De allí que algunas de ellas deben ser concebidas a modo de
corredores entre una unidad de conservación y otra, permitiendo el
flujo y el intercambio de recursos genéticos. Dichos corredores, por
cierto, pueden estar constituidos por otras unidades de conservación,
por ejemplo las de tipo regional o municipal.

Otro tema importante es el de la selección de las denomina-


das "especies objetivo" y "especies sombrilla", así como el estimado
de sus poblaciones mínimas autosostenibles y en capacidad de con-
tinuar sus procesos evolutivos (Wilcox 1982, Foster 1980). Aún hay
mucho que hacer para definir pautas prácticas para el establecimien-
to de las reservas genéticas. Mientras tanto, la mejor precaución po-
sible es establecerlas en el mayor número y del mayor tamaño posi-
ble, pudiendo considerarse su reducción posterior si se justifica.

En bosques de protección, el manejo de los recursos genéti-


cos es fácil por cuanto en ellos no existen mayores restricciones le-
gales para la aplicación de la técnica que sea más apropiada. Por
otra parte, dicho manejo no se contrapone a ninguna forma de ex-
plotación ya que, de existir alguna, ella debe someterse a los reque-
rimientos de la conservación in situ . En los bosques nacionales y en
otros bosques de producción bajo ordenación forestal pueden pre-

342
sentarse conflictos, en la medida en que las reservas genéticas esta-
blecidas en ellos obstaculizen la aplicación del plan de manejo. Pero
este tipo de problemas pueden resolverse, como lo demuestra en
gran parte la experiencia de Malasia (Roche & Dourojeanni 1984).

Gran parte de los recursos genéticos más importantes de la


Amazon ía lo constituyen las especies semi-domesticadas o domesti-
cadas que aprovechan los nativos y en menor grado los ribereños .
Para estos recursos también pueden concebirse reservas genéticas
in situ, en los que dichos campesinos reciben subsidios y otros ali-
cientes para mantener sus cultivos y sus prácticas tradicionales sin
alteración, a cambio de autorizar el aprovechamiento del material ge-
nético que mantienen.

La conservación in situ fuera de las unidades de conserva-


ción requiere de estudios profundos, de los que uno sólo ha sido
realizado en el Perú (CDC/UNA 1984), referente a especies foresta-
les. En base a este trabajo) que precisamente permitió escoger "es-
pecies objetivo", se dio inicio a otro dedicado a determinar la locali- .
zación preliminar de áreas para establecer bancos genéticos in situ
de cedro (Cedrela).

El único antecedente a ésta labor, en la Amazonía peruana,


es el establecimiento de rodales semilleros, de los que existieron
muchos aunque pocos sobrevivieron al embate de agricultores y ma-
dereros. Existieron rodales semilleros en la Unidad Técnica de Capa-
citación Forestal de la Universidad Nacional Agraria, en Aucayacu;
en Jenaro Herrera, también establecido por la misma universidad y
ahora existe otro que también le pertenece, en Dantas. La adminis-
tración forestal estableció varios rodales semilleros en los Bosques
Nacionales de !paría y von Humboldt y casi en cada distrito forestal,
en la época de apogeo de éstos. Pero inclusive el rodal semillero de
tornillo (Cedrelinga catenaeformis) del Bosque Nacional von Hum-
boldt ha sido saqueado por madereros furtivos, a escasa distancia
de la administración central. Algunos rodales semilleros han sido es-
tablecidos por dispositivos legales, como el de Rondayacu, cerca de
San Ramón, para Podocarpus, lo que tampoco evitó su saqueo por
madereros y su arrasamiento final por agricultores. La mala expe-
riencia de los rodales semilleros, en cuanto a su protección efectiva,
revela cuán difícil es en la práctica hacer conservación in situ.

Dicho sea de paso, todo lo relacionado al manejo genético fo-


restal y de especies silvestres, está totalmente abandonado en el
país, donde no existe un solo genetista forestal y donde no hay pro-
gramas de mejoramiento genético forestal ni, por cierto, de plantas
no leñosas o de animales salvajes útiles. La genética forestal es
esencial, precisamente para acortar los largos lapsos de crecimiento
de las especies útiles y para evitar la pérdida, por impacto de plagas
o pestes, de ejemplares que acumulan altos costos durante los años
que demoran en desarrollar.

343
4. SOBRE EL POTENCIAL TURISTICO
DE LA AMAZONIA

La Amazonía posee un enorme potencial para el turismo in-


terno y receptivo grandemente desaprovechado y casi siempre mal
utilizado. El error fundamental en la concepción del turismo, hasta
ahora, es el no motivarlo suficientemente en los paisajes, la fauna y
·la flora d.e la región y continuar insistiendo en su desarrollo en cen-
tros urbanos sin atractivos como !quitos y Pucallpa o en esquemas
de visitas sin imagináción, que siguen promoviendo la exhibición de
las miserias de Belem, en !quitos o la de nativos, en todas partes
(Gasché 1986); cuando no se basa abiertamente en la promoción
del contrabando, como en !quitos y en especial en las vecinas Leti-
cia (Colombia) y Manaos (Brasil).

4.1 OPORTUNIDADES PARA EL TURISMO

En todos los países en que los recursos de orden cultural (ar-


queología, arquitectura, museos) son escasos, el desarrollo turístico
se basa en el aprovechamiento de los recursos naturales. Ese es el
caso de la mayoría de los países africanos, donde se aprovechan
las playas, los paisajes y en especial, la fauna silvestre; de los paí-
ses caribeños, que explotan las playas y los paisajes montañosos
del interior de las islas. Inclusive eso es lo que hace EE.UU, para
promover su turismo interno. En todos esos casos, con frecuencia
las playas mismas y con seguridad todo lo demás, forma parte de
los sistemas nacionales de unidades de conservación, en especial
de los parques nacionales. Kenya y Tanzania tienen su turismo ex-
clusivamente basado en sus parques y reservas. Africa del Sur y
otra docena de países africanos tienen una situación similar, consi-
derando que los que no insisten en su rica fauna y los paisajes del
interior, lo hacen en las bondades de su litoral.

La situación de la Amazonía, excepción hecha de Machu Pic-


chu y otras ruinas de la parte alta, no debería diferir grandemente de
Africa. Es poco lo que puede mostrarse en términos culturales, en
especial debido a la problemática ética que rodea la exhibición de
las culturas nativas y porque los demás rasgos culturales no son
más ·que una réplica de lo que existe en el resto del país. !quitos
puede mostrar la casa de fierro de Eiffel y algunas tachadas enloza-
das, Puerto Maldonado tiene la carcaza desvencijada del barco de
Fitzcarrald. Pero esos restos, lejos de representar una época glorio-
sa del pasado nacional y amazónico, son símbolos de una etapa
que debe de avergonzar a los peruanos, en la que todo el país asu-
mió parte de la responsabilidad de masacres y esclavizaciones masi-
vas. No se trata de lo que pueda incentivar turismo.

Pero al lado de las ciudades amazónicas está el ecosistema


natural más extraordinario del planeta, que concerta el interés de to-

344
dos los ciudadanos educados del mundo. Aprovecharlo turísticamen-
te, por cierto, requiere de una estrategia diferente, que aún no ha
hecho su camino en el Perú y, valgan verdades, tampoco en otros
países amazónicos.

La piedra angular del turismo, en la Amazonía, debe ser el


Sistema Nacional de Unidades de Conservación que se describió en
un capítulo previo, tal como lo es en Kenya, Tanzania, Africa del
Sur, EE.UU. Canadá y, sin ir tan lejos, en Costa Rica, Argentina y
Chile. Pero el Perú, sobre todos esos países, tiene la enorme venta-
ja de que la Costa y la Sierra ofrecen inmensos recursos turísticos
convencionales, los que se complementan con los recursos turísticos
naturales de la Amazonía. El Perú, turísticamente, es el país mejor
dotado de América y uno de los más atractivos del orbe.

Munn (1985) recuerda, por ejemplo, que el Parque Nacional


del Manu es el lugar que tiene la mayor diversidad de aves en el
mundo. Refiere que allí se ha batido el record mundial de observa-
ción de aves, con 330 especies/ día. La especialidad turística cono-
cida como ."bird watching" mueve a muchos millones de personas,
potenciales turistas, en los países ricos del mundo. El mismo autor
recuerda que en ese Parque puede observarse con mucha facilidad
al jaguar y al lobo de río , entre numerosas otras especies que pare-
cieran estar aún en el paraíso terrenal y que no huyen ante el visi-
tante. Pero el Manu es sólo uno de los lugares con semejante poten-
cial en la Selva. Igualmente rico es Yanachaga-Chemillen y no muy
lejos va Pacaya-Samiria, entre otras unidades creadas o por crear.
En el Parque Nacional del Manu es famosa la "colpa" de los guaca-
mayos, donde los turistas pueden observar cómodamente a cientos
de esas aves; pero existen otras en el río Tambopata, allí donde se
tiene planificado establecer otra unidad de conservación . La Selva
no sólo ofrece una fauna superior espectacularmente diversificada.
Otra enorme porción de ciudadanos de los países ricos están intere-
sados en el mundo de los invertebrados, especialidad en la que el
Perú es imbatible, con sus millones de especies de insectos. La ofer-
ta, en cuanto a flora, es igualmente pasmosa, siendo el Perú uno de
los países con más especies de orquídeas.

Se cometería un grave error al considerar que la Selva sólo


ofrece fauna y flora al turista. También tiene paisajes asombrosos,
como Tres Cruces, en la parte alta del Manu ; el puente natural más
grande del mundo y miles de cascadas hermosísimas en el proyec-
tado Cutibireni, que lo hacen rivalizar con el famoso Parque Nacional
de la Gran Sabana o Canaima en Venezuela, que posee el salto del
Angel y el que, dicho sea de paso, ha dado lugar a un enorme y
bien aprovechado flujo turístico. Pero, en verdad, cada río de la Sel-
va Alta o Baja ofrece, en cada curva, bellezas escénicas deslum-
brantes que cambian según se les vea al amanecer, al atardecer,
durante la noche (con luna o sin luna) o durante el día; en canoa,a
remo o en bote a motor. Es pues estúpido que la imaginación de las
empresas turísticas no sea capaz de ofrecer más que un paseo en
un enorme lanchón, en pleno día, sobre el río Amazonas que es .el

345
menos atractivo de los ríos amazónicos o pasearlos por la laguna de
Yarinacocha, que hace mucho que perdió todo su encanto por la
destrucción de toda la vegetación que la rodeaba. Hay lugares de
belleza portentosa en cada cacha del Manu o del Pacaya-Samiria,
en cada quebrada y cascada del Yanachaga-Chemillen o del Cutibi-
reni. En el primero, por ejemplo, se han reconocido lugares paradi-
siacos, llenos de vida silvestre en la cuenca del río Pescado. El pro-
yectado Sira-San Carlos también es famoso por sus paisajes y por
su riqueza faunística.

A lo .dicho debe sumarse, por cierto, los restos arqueológicos


incomparables de Machu Picchu, Abiseo y muchos otros que se en-
cuentran en la Selva Alta del Norte y que pertenecen a la cultura de
los Chachapoyas. Machu Picchu, tan conocido como sitio arqueológi-
co, tiene también un enorme valor biológico y gran potencial turístico
desde ese punto de vista, lo que permitiría alargar el lapso de visita
a varios días en lugar de unas pocas horas (Dourojeanni et al 1973;
Dourojeanni 1976). En la década pasada, ese sitio ya recibía más de
80,000 visitantes al año, número que por entonces crecía a un ritmo
de 13~6% al año. Lamentablemente, ese enorme flujo turístico, mal
servido y peor dirigido, está causando graves perjuicios a las ruinas
mismas sin que se haga lo necesario por remediarlo. Tal parece que
Machu Picchu es apenas considerado como una "vaca lechera vieja"
a la que hay que "sacarle el jugo antes de que muera", en lugar de
hacer lo posible por legarlo a las generaciones venideras. Felizmen-
te, el Parque Nacional del Abiseo aún no está abierto al turismo. Allí
deberán tomarse las previsiones necesarias antes de que lleguen los
primeros visitantes.

Por cierto que en los últimos 1O ó 15 años se ha desarrollado


cierto aprovechamiento de esos recursos turísticos por empresarios
jóvenes y más imaginativos. Una de las experiencias más exitosas
ha sido la de Peruvian Safari's que estableció un albergue en pleno
monte, a orillas del Tambopata, en un área poco intervenida de unas
5,000 ha que le fue cedida en contrato por el Estado. Invitaron a
científicos que hicieron el inventario de la flora y de la fauna y que
propalaron por el mundo la importancia biológica del lugar, lo que
fue motivo para que el flujo turístico se incrementara aún más. Los
turistas disfrutan de observar la naturaleza, cada uno lo que prefiere
y de estar en íntimo contacto con ella. Las actividades turísticas se
planifican de tal modo que no interfieran con el ecosistema, es decir
que "no mate a la gallina de los huevos de oro". Antes ya existían
algunos albergues en Pucallpa (Yarinacocha) y en lquitos, pero nin-
guno había captado el interés de los turistas por la observación de
la naturaleza. Todo se resum ía a visitar alguna "tribu" cercana y a
paseos en canoa o a pie. Pese a ser tan poco, ya que en esos al-
bergues nunca se hizo una inversión en investigación que permitiera
revelar lo que realmente podrían ser los atractivos importantes del
lugar, tuvieron éxito económico. En la actualidad ya existen v,arios al-
bergues al estilo del de Peruvian Safari's, uno de los cuales se está
instalando en la Zona Reservada del Manu. al lado de una hermosa

346
cocha bien dotada en aves, lobos de río y otras especies. Cuenta,
como debe ser, con asesoramiento científico y su éxito es seguro.
El aprovechamiento turístico de las áreas naturales, sean és-
tas unidades de conservación o áreas sin categorizar, las que tam-
bién tienen gran potencial, requiere ciertas precauciones. Las princi-
pales son la capacidad de carga turística así como el lugar y carac-
terísticas de las infraestructuras. El primer tema ha sido estudiado
para el Manu (Ruiz 1979, Manu 1985) así como para Tambopata. Es
un asunto complejo ya que existe poca experiencia en las peculiares
condiciones del bosque tropical húmedo. Si bien, en la zonificación
de cada unidad de conservación, está prevista una zona para el tu-
rismo, la conclusión es que, por el momento, aprovechando de que
aún hay espacio, es mejor concentrar el turismo en áreas periféricas
a los parques nacionales, donde se construye la infraestructura y se
hace la mayor parte de las actividades. Andando el tiempo, con la
experiencia ganada, se podrá empezar a aprovechar más intensa-
mente el ámbito de las unidades de conservación. Este es el caso
del Parque Nacional del Manu, el que no necesariamente es repro-
ducible en todas partes. Los planes de manejo de cada unidad con-
tienen las decisiones tomadas en cada caso particular.

Lo que· si es definitivo es que el manejo del turismo dentro de


las unidades de conservación es responsabilidad de los especialistas
y no de las agencias turísticas, las que necesariamente deben so-
meterse a las reglas establecidas. En caso contrario, el turismo se
convierte en el peor enemigo de la conservación en ·lugar de ser un
aliado. En Kenya, como en Costa Rica y EEUU, entre otros países,
esta simbiosis mutualista ha funcionado muy bien. En cambio, en Ar-
gentina, ha habido exceso de concesiones al turismo con graves
consecuencias para la conservación.
Otro tipo de turismo que está empezando a tomar cuerpo en
el Perú es el denominado turismo de aventura. Este, a diferencia de
lo anteriormente discutido, no está siempre o constantemente basa-
do en infraestructuras, como son los albergues. Más bien las evita y
aprovecha desde vehículos y embarcaciones hasta caminatas, en
forma de expediciones, donde el turista se siente un explorador y un
descubridor, para lo cual acepta ciertas penurias. Pueden concebirse
desde cruceros en yates hasta bajadas de ríos en balsas o janga-
das, tanto como marchas por varios días cruzando ríos y escalando
montañas. Lo que la agencia turística debe prever es la seguridad
de los turistas y cierta "comodidad disfrazada de incomodidad". El vi-
sitante debe creer que lo que hace es arriesgado y único, aunque en
real idad cada riesgo esté calculado y reducido al mínimo. Dormirá
en carpas y comerá sencillamente y quizás no tendrá hielo para su
trago, pero en realidad estará en condiciones mucho mejores que las
de cualquiera que transita normalmente en esa región. Hay acciones
y planes para ese tipo de turismo, que tiene incontables adeptos en
los países ricos y,en el Manu, en Cutibireni y en muchos otros sitios.
El famoso "camino de los Incas", entre Cusco y Machu Picchu , fue
una realidad precursora, de la que se pueden sacar muchas leccio-
nes. En especial en cuanto a medidas para evitar la acumulación de

347
basura a todo lo largo de la senda y sobre todo donde los visitantes
levantan sus carpas para pernoctar, entre muchas otras. Las técni-
cas de turismo de aventura están muy desarrolladas en EEUU y Ca-
nadá tanto como en el Nepal, no siendo difícil su adaptación en el
Perú.

Actualmente, el turismo en las unidades de conservación se li-


mita al Santuario Histórico de Machu Picchu, seguido de muy lejos
por el Manu,cuyaparte alta (seCtor Akjanaco) recibe un par de milla-
res de visitantes al año y cuya parte baja; recibe alrededor de un
centenar en ese lapso. La llamada Cueva de las Lechuzas del Par-
que Nacional Tingo María, también es visitada principalmente por
estudiantes. Las demás unidades de conservación de la Selva sólo
reciben visitas esporádicas de científicos y carecen absolutamente
de infraestruct1,1ra, tales como señalizaciones o centros de visitantes.
La Zona Reservada de Tambopata es un caso aparte, por las razo-
nes antes explicadas y pronto le seguirá la Zona: .Reservada del
Manu. Pero todo el resto está esperando desarrollo turístico.

4.2 CONDICIONES PARA EL DESARROLLO TURISTICO

Los requisitos para aprovechar del potencial antes descrito


son bastante convencionales. Debe haber un buen sistema de comu-
nicación aérea, que ligue !quitos y Pucallpa desde el Cusco sin pa-
sar por Lima. Los vuelos deben ser frecuentes y estar en horario,
para lo que también deben mejorarse los áeropuertos. Siendo Ma-
dre de Dios el departamento de Selva con el -mayor potencial turísti-
co, su aeropuerto debe ser mejor equipado y además, deben abrirse
otros, más pequeños, estratégicamente localizados para servir unida-
des de conservación como Manu, Heath y el nuevo Tambopata.
Para los turistas ricos y apurados deben de establecerse helipuertos. ·
Las pistas pequeñas y los helipuertos son necesarios también para
Pacaya-Samiria, Yanachaga-Chemill~n, Abiseo, etc. ya que además
de servir al turismo apoyan las acciones de control y los trabajos
científicos.

Las ciudades a partir de las cuales se distribuye el turismo,


como Puerto Maldonado, Pucallpa, !quitos, Tarapoto, Tingo María,
deben tener hoteles bien manejados y acogedores, aptos para recibir
tanto a turistas adinerados como a aquellos que reservan su dinero
para costear la parte de campo de su visita. En la Selva, ningún ho-
tel citadino es realmente bueno, pero los de costo mediano son infa-
mes. Asimismo deberá ponerse coto a los precios abusivos que las
agencias cargan a los turistas, como ocurre en el Cusco, donde pue-
de resultar más caro ir a Machu Picchu con una agencia, que el pre-
cio del viaje aéreo Lima-Cusco-Lima y del hotel en Cusco.

Es obvio que la permanencia del narcotráfico, del terrorismo y


de la delincuencia son el peor enemigo del turismo en la Selva. Si
perduran, el escaso desarrollo alcanzado desaparecerá y no habrá
progreso alguno.

348
El tema del tamaño mm1mo, la forma y la priorización
de las áreas a ser protegidas es crecientemente importante.
Experimento sobre fragmentos forestales en Manaos, Brasil.
(Foto Dourojeanni)
En la Selva se combinan armoniosamente los valores naturales
con los culturales en la mayoría de las áreas protegidas, como es
el caso en Machu Picchu, que además es un Sitio
de Patrimonio Mundial.
(Foto Dourojeanni)

El río Manú es apenas navegable por canoas durante parte del año.
Pretender utilizarlo para interconexión fuvial carece de
sustento técnico y económico.
(Foto Dourojeanni)
El manejo del Turismo es uno de los más atrasados en las
unidades de conservación de todo el Perú. Turistas
en Machu Picchu.
(Foto Salazar)
La zona reservada del Manú es el único Jugar
donde se ha planificado seriamente la visita por turistas, aunque
falta mucho para que sea como debe ser.
(Foto Dourojeanni)
En la Selva hay una infinidad de paisajes hermosos que
pueden ser aprovechados para el turismo fuera de las unidades
de conservación, inclusive a cargo de comunidades nativas,
municipios y agricultores. Idílico paisaje frente a
Puerto Mairo, en el Palcazu.
(Foto Dourojeanni)
TITULO X

UN RESUMEN EN INGLES
SOBRE POLITICA DE DESARROLLO
DEL TROPICO HUMEDO
X UN RESUMEN EN INGLES
SOBRE POLITICA DE DESARROLLO
EN EL TROPICO HUMEDO

Are tropical forests more endangered or even more important


for mankind's future than other biomes? lt is probably not possible to
demonstrate that. Nevertheless, there are no doubts about their sig-
nificance as one of the last great frontiers for development, and they
are now under enormous pressure. Nor are there any doubts about
their being the world's largest reservoir of mostly unknown biological
diversity and of slightly better recognized genetic resources. Thus,
while maintaining the function of their natural cycles and processes
and conserving their biota, their utilization is becoming one of the
most difficult and stressful issue of our day. The challenge is to prac-
tica sustainable development under present and foreseeable social
and economic conditions.

1. THE PROBLEM

The tropical forest problematique is not new and is essemtially


simple . Millions of landless and poor rural fami lies are occupying, mic
susing and underusing the remaining available lands in an anarchic
manner with assistance from their governments, usually limited to the
opening of precarious roads. Exactly as in the North American Far
West, this race for new lands is promoted or well received by most
policy makers because this action is making the nation's economy
and people greater as well as making the nation more secure in its
territorial integrity. As in the Far West, this march to new agricultura!
land is also providing excellent opportunities for lumber companies,
gold diggers, trappers, collectors of rare vegetal products, as well as
land speculators and bandits of every kind . As until a century ago, in
what were th~n the remaining frontiers of today's developed world,
the natives are paying the cost with their lands, cultures, and lives.

The effective occupation of the humid tropics was not possi-


ble, nor necessary, a century ago, but recent technological advances
in transportation and medicine made it not only feasible but also rela-
tively easy. Sorne millenia ago, on the other hand, large civilizations
had developed in the humid tropics of Asia and America. In Asia,
these ancient settlements still exist in areas where soils' natural fer-
tility is good or better than average.

A majar difference between past settlements in temperate


areas and today's situation in the Amazon and Congo basins or in
Kalimantan, is that a small but important part of mankind is aware of
the consequences of the careless utilization of the world's remaining

351
virgin lands, and especially those of the humid tropics. lt is known
that, because of their unique ecology, the tropical forests probably
will not recover from the destruction underway, as most of the tempe-
rate forests did. Forty percent of the world's tropical forests have
been already cleared . Eleven million hectares a year are presently
being transformad into anthropoid ecosystems, mostly where soils
cannot support stable agricultura. The trends are going up fast. That
is far too much.

2. SOME TRANSCENDING THEMES

1) lnterdependence. Tropical forests are lite rally a kind of safety


belt for the living earth. A broad array of industrial, pharmaceutical
and other indispensable products, as well as many of the most
important food plants for an increasingly hungry mankind, have
their origin there. Any loss of such genetic resources will negati-
vely affect people living in tropical as well as in temperate re-
gions, hence its conservation should be of interest to every na-
tion.

The impact of growing deforestation on biogeochemical cycles,


despite sorne uncertainties about how and how much, is obvious-
ly a very serious threat on a global scale. Evidence is increasingly
showing its crucial impact on the carbon cycle but also in the ni-
trogen, sulphur, phosphorous and water cycles. Nothing that is
going to happen in the humid tropical forest belt will be without
consequences for the rest of the planet.

On the other hand, the location of poor soils in the tropical latitu-
des and of richer soils in the middle latitudes suggests a differen-
tial global policy for agricultura! development, especially food pro-
duction. ·

2) Who is responsible? Much of what is wrong and what is going


wrong in the humid tropics is a direct or indirect consequence of
decisions made in other biomes, mainly, but not only, in the tem-
perate North.

In most tropical countries, humid forest regions are still regarded


as interna! colonias which have to be exploited after their con-
quest, and not developed. The often mentioned "non-profitability"
of managed natural forests is an example of the effect of such po-
licy. The non-profitability stems froin imposed low prices for tim-
ber and from the so-called investor's long term risks which are of-
ten only an excuse for the making of more profitable short term
operations taking no care of the resources.

Many settlements and roads are financed through international


credits without any environmental precautions. The reason given
is that governments do not ask for any. But the real reason is that

352
it makes for a faster and easier recovery of loans and interest.
That is also why most of the scarce good soils of the tropics are
covered with industrial crops and cattle for export.
3) Sustainability. Only a very small part of the present development
in the tropics can be considerad as sustainable. Most of the few
true efforts to make development sustainable have failed for well-
known reasons rooted essentially in political and ecohori1ic issues
rather than in any lack of scientific background or technology.
What is openly lacking is a context of international and social jus-
tice or, maybe, only common sense.
4) Security and environmental risks. The wrong utilization of tropi-
cal forest resources leads to more and more poverty, and social
unrest is growing everywhere as fast as human population. lt is to-'
day accepted that the present situation in Haiti or El Salvador, to.- -
gether with its direct impact on US interna! and externa! security,
could have been avoided if timely and appropriate assistance and
funding had been given to ensure the sustainable development of
both countries.

Moreover, the explosive link between narcotics traffic and "guerrilla


and terrorist movements in South American tropical forests provi-
des further proof of new risks for national and international secu-
rity, and they are a consequence of wrohg development strate-
gie~. ·
Several serious environmental risks are directly linked with the ·
development styles being applied in the humid tropics. The most
obvious and better known risk is the flooding of lowlands as a
consequence of misuse of deforestation and misuse of the upper
watershed. The Himalayan range is the origin of the world 's most
severe watershed problems, but they are increasing dramatically
in the Central American highlands and in the Andean range. The
impacts of tropical mountain deforestation are also very severe in
the form of violent erosiva phenomena such as avalanchas and
landslides. Every year these kili people and animals and destroy
villages, roads and agricultura! land.

3. A FEW POLARIZED CONCEPTS


The common but only recently accepted view that tropical fo- ·
rest soils are, generally speaking, of a comparatively low fertility
is being rejected by a number of soil scientists and agronomists
who strongly support the idea that, actually, any kind of soil could
.be cultivated or grazed if advanced technology were to be ap-
plied. Since their proposals imply a relatively high consumption of
fossil energy as well as an expensive technological dependency,
the right question to ask is whether it is socially and economically
viable to adopt such an alternativa on lands which are, in any
case, much less rich than average lands in the temperate zone.
Day to day experience shows clearly that it is an almost impossi-
ble task.

353
Policy makers tace a very difficult duty when they have to de-
cide on an issue for which the scientists offer such opposed
views. What is even worse is that they can justify any action for
the sake of science. The very different set of criteria applied by
scientists defending both positions must be better known and.un-
derstood by planners.

Another controversia! issue is related to the magnitude of fo-


rest losses. Today, there are no institutions or individuals who do
not fully recognize the fast depletion of the tropical rain forests of
the world. Existing figures, r:nore or less backed by available infor-
mation, are far from being homogeneous. 'At first glance, in fact,
sorne show a very desperate situation while others are much less
dramatic. Looking closely, the differences become more apparent
than real, but many important decisions are made on the basis of
a first impression.

Are existing settlements a success or a failure? The general


point of view of ecologists that settlements in humid tropics are
not successful can usually be well demonstrated if discussing
long-term sustainability, but it is not necessarily true from other
angles. A strong effort must be made to have a better set of crite-
ria to evaluate a settlement after an appropriate time of establish-
ment and the. criteria should not only be acceptable to ecologists.
That will mean a compromise which may facilitate future planning
exercises.

ls it possible to manage natural tropical forests? The manage-


ment of the natural forests could be the less damaging way of uti-
lizing them. There are no violent changes in the ecosystem, nor
great losses of genetic diversity. Even more, there are manage-
ment alternatives which offer security against such risks. 1t is also
clear, from any soil study, that a majar part of the biome could be
devoted to this economic activity.

However, this opportunity is being severely hampered by a


strong current of opinion among several influential foresters who
consider such an alternative as being unrealistic. Primarily, they
argue that it is not economically viable and, sorne also claim, that,
technically, it is too difficult a task. Others, even more pessimistic,
maintain that the tropical rain forests will have the same tate as
the Western European forests which were reduced to minimal im-
portance ánd were rebuilt when theír economic significance beca-
me more obvious.

And finally, what indeed does all that which is beirig said and
written about biological diversity and genetic resources mean for
mankind? Not too long ago, the public was completely unaware of
biological diversity, genetic diversity or genetic resources. An abrupt
change, highlighting tropical rain forests, carne about only during re-
cent years. This strong current is, naturally, causing a reaction facili-
tated by several misunderstandings. The most dangerous misunders-

354
tanding concerns the not so obvious difference between genetic di-
versity and genetic resources. lt is not evident at all , in fact, that the
severa! millions of species which humid tropics may contain are
equally useful, or even useful at all , today or in the future. lt is there-
fore risky to insist too much on the actual or potential economic value
of the genetic diversity forgetting ethical arguments which are no less
important.

4. A DESIRABLE SCENARIO
To bring together efforts and opinions, to unify and coordinate
programmes and actions, it is imperative to reach a compromise on
what is the purpose of the whole effort. In other words, we need to
design a desirable, yet possible, scenario for a predictable future .
What could such a scenario be?

Sorne may consider, openly or in private, that, ideally, one


should not to have any kind of development in the remaining tropical
forests. Whatever the justifications for such a point of view, it is not
a realistic approach . The other extreme, changing the entire humid
tropics into a cultural landscape, like that presently covering most of
the temperate latitudes of the planet, is quite a common view.

The desirable scenario would be a compromise between the


"freezers" and the "developers", but would probably lean on the side
of the latter. Nevertheless, it must differ strongly from "traditional de-
velopment" in many crucial respects:
1) lt must be self-sustaining in the longer-term. Sorne of the require-
ments to rea~h this objective are: to ensure the most appropriate
functioning of the natural cycles and systems; to maintain interde-
pendence and harmony among and within ecosystems and; to
keep its diversity.

2) lt must offer better socio-economic opportunities leading to an


adequate quality of life.

3) lt must ensure the maintenance of the biological diversity even in


its evolutionary perspective.
There is no single design for such a scenario. Each country
and every region in it is a very special case, as fully dependent on
local ecological and social characteristics as on the national political
context. But, in general terms, the design must ideally cons.ist of:

1) A portian of the land (probably not too large in view of the usual
scarcity of high quality soils), devoted to clean tilled or annual
crops. Agriculture could be as intensive here as on any good soil
in the temperate regions.
2) A much larger portian of the land under permanent crops, inclu-
ding industrial crops.

355
3) A portion of the land under intensive management, with cultivated
grasses for livestock, mainly cattle. The livestock must also be fed
on agriculture and forestry processed residues, among other alter-
natives.

4) A portion of the land, especially where soils are of a lower quality,


should be managed for agriculture or livestock in a spatial or se-
quential arrangement with forestry.

5) Most of the land must be under forest management aiming at


goods (of any kind) and/or at services (water quality and regulari-
ty, prevention of soil losses and violent erosion, quality of the air,
maintenance of wildlife, maintenance of genetic resources, re-
creatiorl, etc.)

6) Land under forest management must also be under wildlife mana-


gement.

7) Most water surfaces must be managed for fisheries and available


wildlife.

8) A large percentage of the land, independent of its soil quality and


of the water surface, must be incorporated into a regional or na-
tional system of protected areas, including national parks and ot-
her required categories.

9) Where necessary and compatible, mining and oil exploitation may


exist, as well as energy infrastructures. Obviously, the enviran-
mental requisites for such activities must be even more intensive
than in less fragile temperate ecosystems.
In other words, the land must be utilized to its full natural ca-
pacity and for the long-term needs of the local population and, as a
second priority,as a second priority, for other populations through the
export of goods and services. but in such a way that the long-term
sustainability of the development is not threatened. Nevertheless, the
major portion of the land is tobe kept as natural forests,managed for
the production of goods or services or both. The management could
be intensive or it could be as con- servative as in parks and other-
protected areas.

The developed landscape in the humid tropics could be very


similar to that existing in several parts of Europe which is a gentle
combination of agricultura! fields , grasslands and forests, with the for-
mer being predominant in the valleys and the latter on hillsides,
mountain slopes or away from rivers.

The following chapters elaborate on the necessary tasks to


achieve thé desirable scenario briefly described above. The most im-
portant responsibility lies in the governments and the people of the
tropical countries and among them, especially on the shoulders of
the local authorities and the populations which make their lives in the

356
humid tropics of each country:But for all the previouslyestablished
reasons such responsibilities are to be shared with gover'nments arid
people of the developed countries, with international funding and de-
velopment agencies and with non governmental organizations of tro-
pical and developed countries. For practica! purposes, the presenta-
tion of the programme to realize the desirable scenario will start with
the worldwide, international approach .

5. ELEMENTS OF AN INTERNATIONAL PROGRAMME

1) About regional priorities.- A very common question concerns


regional priority. There is no answer to this dilemma. What could
be said is only that, in general terms, the situation is worse in
Asia and Africa than in Latin America. Therefore, top priority must
be given for international action in the tropical areas of both con-
tinents. Despite human pressure on the forest areas being hea-
vier in Asia than in Africa, the latter requires greater and much
more difficult development assistance. Meanwhile, there are ur-
gencies in sorne regions of Latin America as serious as in other
continents. This is certainly the . case in most of Central America
and in the high Amazon or Yungas. The projects in the field also
depend very much on opportunity (local interest and receptivity,
good projects, ear marked funds) and it is usually not strictly pos-
sible to follow a priority rule. Nevertheless, it is necessary to avoid
such simple approaches as the one giving top priority to Amazo-
nia as a whole. The part of Amazonia which is under very serious
pressure is not its core but its area of contact with other biogeo-
graphical provinces, especially the Yungas between 3,900 meters
and 600 meters above sea level, in the Andean eastern slopes.
Such common errors detract from the seriousness with which the
problem should be regarded.

~} An economy for the future.- In a better world,- sorne evident dif-


ferences in the natural resource potentialities of temperate and tro-
pical regioris of the planet must be the basis for a new, more lo-
gical economic order. The temperate regions have a definite vo-
cation for the próduction of food while the humid and dry tropic
soil resources will scarcely produce enough food for the survival
of their increasing population. lf the rest of the world is not ready
to feed tropical people then it must accept the destruction of the
remnant forests resulting from their vain attempt to do so. In com-
pensation for food offered in equitable conditions, the tropics may
provide several key industrial crops, wood and other forest goods,
as well as a guarantee for the conservation of resources essential
for all mankind. The present situation is far from being any kind
of solution to the problem. This aspect is to be added to the ove-
rall context of the north-south discussions and, while nothing is
going to change in the near future, it is a key aspect for the me-
dium term international aqenda.

357
3) lnternational conventions and other agreements.- An impor-
tant number of international conventions and other agreements
were developed over the last three decades in direct or indirect
relation with the humid tropics. A few are global and many are re-
gional. Among those directly related to humid tropics develop-
ment, the most important is certainly the recently established ln-
ternational Tropical Timber Agreement and its related lnternatio-
nal Timber Organisation. Among those of a regional scope, the
better known is the Amazon Pact. The Convention on lnternatio-
nal Trade of Endangered Species (CITES) is also very related to
tropical issues although its goals are universal. But there are se-
vera! international agreements like the lnternational Commodity
Agreements on cocoa, rubber, coffee, sugar, jute, timber, as well
as hundreds of bi-national agreements dealing with exploitation of
natural resources and trade in tropical products which have very
strong impacts on environment without any provision for the care
of it.

Any evaluation of the agreements which were made for sustaina-


ble development in the tropics will show they were scarcely effec-
tive, if truly applied. Still nothing can be said yet about the tropical
timber agreement whilst CITES is probably the best applied of all,
despite its well known weaknesses. The Amazon Pact is still wai-
ting to become a concrete working entity. The fully applied agree-
ments are precisely those which are directly or indirectly hazar-
dous for environmental and long term interests of tropical coun-
tries. In view of the above situation, it is not easy to recommend
more treaties, conventions or agreements related to the tropics. lf
such are created, as was so often proposed, it must be recogni-
zed that for many years ahead they will have more an educative
and awareness raising value than in bringing the solutions they
were made for what could be of immediate interest is to register
and evaluate the environmental consequences of the application
of the many multi and bilateral trade and exploitation agreements,
severa! of which recall colonial patterns.

4) Better prices and opportunities for humid tropics products.-


A strategy must be · applied to ensure that developed countries
pay a just price for the goods they import from the tropical coun-
tries. Every pound of tea, coffee or cocoa paid below a reasona-
ble price provokes the waste of already scarce agricultura! soils
and the devastation of more forests. A reasonable price must re-
flect the true production costs, including ecological and social
costs. A particular example is the currently low prices for timber
and other forestry products, which by no means compensate for
the costs of management to ensure the long term sustainability of
the resources. ·

lt could be considered that better prices would stimulate the plan-


ting of more industrial crops and therefore the destruction of more
forests as well as inducing a heavier exploitation. But that is a risk
which may be avoided through appropriate arrangements like

358
quotas and conditionalities. The idea of making an organisation of
tropical products exporting countries, already proposed for timber,
may be a way to create a coherent front and permit self imposed
environmentally sound measures. Another set of answers lies in
the development of local industries in the tropical countries. There
is no basic reason for high quality chocolate to be made in Swit-
zerland instead of lvory Coast or Brazil. Most of what tropical
countries export is strictly raw material and represents a loss of
both added value and employment opportunities.

5) Dangerous and endangered prodUcts: A shared responsibili-


ty.- The humid tropics are the source of a number of products
dangerous for human health, like narcotics, which have a growing
demand in the developed countries. The poor peasants growing
such products and the local gangs in charge of its transformation
in drugs and of smuggling them, are fully dependent on internatio-
nal mafias operating from the developed countries. Considering
the enormous economical and therefore growing power of such
groups, it is almost impossible for developing countries to fight
them successfully alone. Even more, most of the market ís local
in developed world while some of the worst consequences, like
the economic link between the narcotics traffic and the guerdllas
and terrorism, is suffered entirely in the tropical countries. New ·
and more imaginativa ways of cooperation must be found to solve
both ends of the narcotics problem which, obviously, lies as much
in the production as in the consumption .

Not very different to the above problem is the traffic of products


of endangered plant or animal species. Almost the only reason for
it is the demand in the richer countries and the lack of govern-
mental action to avoid their traffic and consumption. The already
mentioned CITES convention is not enough, of course, to supply
the lack of interest of both developed and tropical governments to
apply it. Also noticeable is the strong opposition of several go-
vernments against the inclusion of new species under conven-
tion's umbrella.

6) Action plans and funding.- Two very important related initiatives


for the tropical forests were developed in recent years and achie-
ved in 1985: The "Tropical Forestry Action Plan" prepared by the
FAO Committee on Forest Development in the Tropics; and the
"Tropical Forests: A Call for Action", a report of an international
task force convened by the World Resources lnstitute (WRI), the
World Bank and the UNDP. Both are, in essence, a single effort
- the fi.rst being the framework for the second. The major differen-
ces arise from the fact that the WRI work is more oriented to the
international financing or cooperating agencies, whilst that of the
FAO is a more detailed account of the problems and their solu-
tions from a national perspectiva. That is also why they are such
good complements to each other. Five priority areas for action are
identified: fuelwood; forestry's role in land use; forest industrial
development; conservation of tropical forest ecosystems and; ins-.

359
titution strengthening, including research training and extension .
The level of public and prívate investment needed to make an im-
pact on tropical deforestation over the next 5 years is estimated
to be US$ 8 billions, of which two-thirds would be needed for
around 50 very seriously affected countries.

lt is strongly advised that both action plans be adopted together


and vigourously promoted among tropical countries and the inter-
national financia! community. lt is the first time that such well
done and ambitious plans have been drawn up for the tropics and
the opportunity must be fully taken . Small weaknesses of both
plans (not enough attention to the possibilities of wildlife manage-
ment as a source of food, little attention to the management of
natural forests despite its long term importance for the conserva-
tion of the resource, not even a mention of the utilisation of se-
condary growth or fallow forests) are easy to incorporate and do
not reduce the value of the work done.

An aspect to be clearly recognized is that both plans are only, or


at least mainly, forestry oriented. That means they are not dealing
with many key issues in environment and development in the tro-
pics, like conventional agriculture which makes the greatest single
major environmental impact on the forests. But a lot can also be
said about mining, oil exploitation, fishery and other activities.

There are several other initiatives, in the form of action plans, for
the tropics. Among those, the IUCN plan for the conservation and
utilisation of tropical moist forests is the most advanced. In sorne
way, it is an in-depth programmation of the FAO and WRI chap-
ters on conservation and it is being coordinated.

Despite what has been and what is being done, it is important to


make a much greater effort to obtain a response from the tropical
countries' governments. To raise awareness and funds in the de-
. veloped countries is useless if tropical countries do not submit
projects or requests. And that they may well be the situation, as
was already the case with the previous World Bank and lnter
American Bank initiatives of similar character. The world econo-
.mic crisis is making governments very careful in accepting new
loans for investments in areas they do not feel to be key ones.

7) Global monitoring.- Certainly much more and much better can


be done in .relation to the global monitoring of the environmental
changes in the humid tropics. A major problem when dealing with
remote sensing monitoring is that, despite what is said, there is
no clear advantage for the countries, which are usually unable to
profit from the infoimation because of high costs, lack of trained
personnel and infrastructure, or simply because .possessing the
information will not change their capacity to solve the detected
problem. lt is also evident that no sincere effort has been made
to obtain more local oarticioation in such exercises. Global moni-

360
toring will be indeed useful only if it is developed in the context of
building up local institutions.

8) The developed nations' role.- Richer countries may play a cru-


cial role in incorporating environniental considerations into inter-
governmental assistance (bilateral and multilateral development
assistance), promoting monitoring and assessment of enviran-
mental conditions, trends and needs; providing incentives and di-
sincentives for imports and exports and, obviously, in setting
example at home. Those and other ideas were developed for the
USA by the WRI and are of entire validity for any developed coun-
try willing to avoid more destruction· of nature and associated po-
verty in the tropics.

9) Global institutional development.- Today's enormous internatio-


nal interest in tropical humid forests makes it necessary to esta-
blish a better coordination among and within the United Nations
agencies. There are obvious contradictions in the views and pro-
grams of the agencies and this is the case even inside the larger
agencies, such as FAO. While the Forestry Department share the
view that development in the humid tropics must be environmen-
tally careful, severa! other still have very simplistic and dangerous
approaches to the issue. There is also an enormous amount of
overlap and wasteful competition among UN agencies. But these
problems are multiplied when looking at the entire range of inter-
national and bilateral, governmental and non governmental agen-
cies. There is still a lot to do to harmonize current efforts.
Another possibility, which must be explored, is the establishment
of a global network of tropical development and research institu-
tions, including universities, to share experiences on solutions to
common problems and to practice the so-often mentioned hori-
zontal cooperation. The multinational agencies never mounted a
real effort to make possible such networks, obviously because
their role in this venture is only a funding and catalytic one.

6. ELEMENTS OF A NATIONAL PROGRAMME

1) National policies to reduce unjustifiable or unnecessary pres-


sure on virgin tropical forests.- lt is simply not true that in every
case the reason for conversion of virgin lands into agricultura and
animal husbandry is a shortage of land. There are, in fact, many
other causes for it and even if this were not the case, there are
severa! more economical ways to salve the shortage of land. The
causes for the conversion problem can be found much more in
imposed social structures and political constraints than in a true
national scarcity of natural resources for food production.

a) National conservation strategies or equivalent long term


planning.- Planning in tropical countries is usually a short-term

361
exercise. What is worse, it is not even applied. But since IUCN
launched the World Conservation Strategy, a favourable, increa-
sing and consistent response is being given by developing coun-
tries who are preparing such development tools at a national or
local level. Of course, it is not necessary that the document itself
be called a national conservation strategy. What is essential is
that every tropical country have a long term perspective of its de-
velopment and environmental objectives. While IUCN, World Wil-
dlife Fund and a few other agencies are actively promoting and
offering assistance along such lines, it is essential that more be
done. The major element for the success of this exercise is the
full participation of the national system of planning. lt should not
be done only by environmental agencies and even less by con-
servationists alone.

b) Population policy.- The adoption of a reasonable population


policy is an indispensable element in aiming at sustainable deve-
lopment of the humid tropics. This region is facing today the hig-
hest rate of population growth in the world and it is simply impos-
sible to reconcile that situation with any better future.

e) Reforms in the land ownership.- There is no doubt that


many tropical countries could greatly reduce the pressure on their
virgin lands (mostly tropical rain forests) if there were a better dis-
tribution of their agricultura! land. Classical latifundia are still com-
mon in most tropical countries, both in humid and dry as well as
in mountainous regions. Large estates are often scarcely utilized
or are under very extensive pastoral use, regardless of the poten-
tia! of the land. lt is important to remember that very often coloni-
zation projects are only a way to avoid agrarian reforms which, in
any event, would be a much more fruitful first step for the country.

d) lntensification of use of agricultura! land.- There are two


different situations under this heading: 1) each hectare under pro-
duction on the already improved agricultura! land in the tropical
forests or in any other region of the country produces far less
than could be reasonably expected in both crops and livestock
because of lack of appropriate technologies, and 2) a varying but
high percentage of the already improved agricultura! land of each
tropical country is not even cultivated every year.

Both situations may occur in humid tropics or in other biomes pre-


sent in the country. In the first situation, the problem is much
more acute; the productivity is even lower than in other regions
and, in general, only 20 to 30 percent of the agricultura! land is
worked every year, even when the soils are obviously fertile. Ne-
vertheless, governments continue to promote new and onerous
settlements in virgin jungles.

lt is of the greatest importance to reverse the current policy of ab-


solute preference for the expansion of agricultura! boundaries as
a solution for higher production, instead of intensifying productivic

362
ty. Of course, more kilograms of crops per hectare and more
crops per year on hectares already accessible is less attractive to
many politicians than new roads and bridges, new towns and ne-
wly cleared forests. lt must also be stressed that higher producti-
vity will mean, in several cases, more fertilizers and pesticides,
more mechanization and energy consumption and also more ge-
netic improvement. Sorne environmentalists will have to choose
between that or more forest destruction.

e) Regional development outside the humid tropics.- The


destruction of tropical rain forests in many countries is essentially
a direct consequence of human migration from deprived regions
of the same country. Those regions are mainly rural. In the case
of Amazonia, most of the migrants proceed from the Andes or
from the dry Brazilian north-east. Both regions are traditionally
considered "sans espoir", that is, that they do not have the capa-
city to sustain the population even if land tenure reforms were
made.

But the reality is far from supporting this point of view. The Andes
are underused and misused. They have tremendous possibilities
to offer an excellent quality of life for even larger populations. lt
is only a matter of developing this potential: intensive agriculture
under irrigation on already existing but abandoned terraces and in
the valleys, native and exotic livestock on improved and managed
pastures; afforestation for industrial, social and ecological purpo-
ses on the hillsides; wildlife management (vicuna, guanaco and
others) on very high natural grasslands, are among the many al-
ternatives. Even annual agriculture under irrigation is possible on
the high plateau . But almost the entire investment budget for the
agricultura! sector in Peru, as one example, is allocated to irrigate
the coastal deseyt or to build roads in the eastern jungle. The Pe-
ruvian Andes do not receive even 5% of the agricultura! invest-
ment budget despite the fact that they support more than 40% of
the poorest rural population of the country. As a result, there is an
exodus to Lima and to other coastal cities orto the jungle in sear-
ch of a better life.

lt is evident that the rural development of areas with dense and


very poor populations is another key issue to lessen the pressure
on the tropical rain forest lands which, very often are comparati-
vely much less suitable for development.

f) Human settlements and national defence.- Very often the


settlement policy, especially in the proximity of international limits,
is essentially a response to geopolitical criteria of effective occu-
pation of the national territory. The objective is not necessarily to
avoid any military threat but both to control peaceful invasion of
foreign, poor landless peasants and to have a stronger economic
influence in the region. Usually, those colonizations, to achieve
the desired obiective. need to be fully subsidized by the state.

363
lf effective, but less expensive, alternatives (in both economic and
also ecological terms) can be offered to decision makers, such as
development for tourism or some categories of protected areas,
such policies may be changed. lnternational agreements may also
serve this end if both sides recognize the adverse and costly con-
sequences of what they otherwise feel obliged to do, as in the
arms race.

g) Industrial crops with special reference to alcohol produc-


tion.- When industry oriented agriculture covers too high a per-
centage of the best available land of a country, the pressure of
the hungry poor on the tropical forests grows in direct proportion.
In several countries cotton, cocoa, sugar cane, tea, rubber, oil
palm, among other crops, often slated for export, compete seve-
rely with food crops.

The problem becomes even more serious when the objective of


such plantations is to provide alcohol as a replacement for petro-
leum because the market is almost unlimited. lt is urgent to study
the long-term consequences of this energy policy alternative. Ob-
viously, it will be necessary to weigh the nuclear energy option
versus the alcohol programme. As far as it is already possible to
compare both issues, the alcohol programme is considerably
more dangerous in the long-run, even if dealing only with conta-
mination problems.

h) Consolidation of existing settlements.- Governments too


often disregard the need for consolidation of existing settlements
in the humid tropics in favour of creating new ones. Several
examples exist which demonstrate that relatively cheap and easy
improvements are possible in areas apparently saturated in terms
of population and production, and allow both to grow considera-
bly.

Moreover, some World Bank and USAID projects of this nature


have included not only the agricultura! areas and their urban as-
pects but also the entire watershed servicing them, with excellent
results both in economic and in environmental terms.

i) Appropriate legislation.- Legislation on tropical forests is full


of good intentions, but is also frequently contradictory. An exam-
ple of that is the very common perception that forest clearing and
burning is an amelioration per se, even when the land is not cul-
tivated and gives to those responsible a guarantee for further
claims of legal ownership. Another usual mistake in the existing
legislation is the desire to be perfect, overlooking practica! appli-
cation problems. As an example, one could mention the almost
impossible enforcement of the rule which compels landlords to
keep untouched forest vegetation as a high percentage of their
estates.

364
In general, it could be said that the legislation of the tropical coun-
tries needs to be reshaped from a more national (even regional)
perspectiva. That is, with more originality and less northern in-
fluence .

2) Appropriate planning foi' development in humid tropics.-


When the decision is made to enter and develop a tropical rain
forest area, there are key options which must be considerad.
Sorne of the most important ones are mentioned in the following
paragraphs.

a) Conquest and colonization... or development? ;- As pre-


viously indicated, it still common for humid tropics to be conside-
rad as virgen lands to be conquered from the native populations,
colonizad and exploited . Under such circumstances, there is no
hope for establishing sustainable development. The first step in
the occupation of new land must be to ensure a good standard of
life for local people and for early settlers instead of attracting new-
comers. Another usual, very colonialistic situation obtains when
huge estates are offered to large enterprises for the cultivation of
industrial crops or for cattle ranching , almost entirely for export
and making use of governmental economic support which is not
available for small holders. Those latifundia are established over
the scarce, first quality soils, which are more suitable for food
crops for local or na!ional consumption .
b) Zoning and respect for the land potentialities.- lf a zoning
is made on the basis of general studies on geology soil, water,
fauna and flora resources, and taking into account current socio-
economic conditions as well as trends in land demand, it is possi-
ble to rationalize the occupation of the land. A main application of
this zoning will be governmental regional development plans. So
that this tool would not be neglected as in the past, it might be
imposed through legal measures. lt could also be a prerequisite
for international banks in extending loans for development in the.
area. The main result of the utilisation of zoning should be the
possibility of setting aside large portions of land which are clearly
unsuitable for conventional development schemes.

An unsolved question for zoning as well as for general planning


is knowing how large should be the minimum forest covered
areas to maintain their many functions. What could be said is that
at least 5% of the territory must be under strict protection, but.
ideally from 1O to 20% will be a more adequate percentage. Ano-
ther 20 to 50% must be kept under forests, while those may be
exploited under a management plan. The final figure wi ll be simi-
lar to the situation of sorne developed countries which are kee-
ping over 40 to 50% of their land under forests, while a great part
of them are plantations. The distribution of the forest coverage is
as important as its total percentage. In several tropical areas,
over million hectareas of forests were destroyed. But all the abo-
ve information is purely empirical.

365
Zoning at a regional scale is important but it is of equal value at
local level. Many settlement planners enjoy making geometrical
designs. Their plans show straight roads , square plots, equidistant
service centres, etc. In general, the results of detailed soil studies,
drainage, topography or other fundamental criteria at the level of
each paree! of ground are not taken into consideration. lt is then
of great importance that colonization planning be made with agro-
nomic criteria instead of architectural ones.

e) Integral and integrated rural development.- The develop-


ment style usually chosen for the humid tropics is simply an extra-
polation of what is good in the temperate regions. There is no
concern for the very unique characteristics of the environment, its
fragility and its diversified potentialities for development. As a con-
sequence, the proposals for utilization are not properly completad
or adapted . They are commonly limited to a few agricultura items,
cattle raising and, only recently, some forestry components. They
usually give no consideration to local industries, marketing or
transport, which are considerad to be urban tasks not rural, and
thus establish unfavourable conditions for the peasants.

Ari integral and integrated rural development in the humid tropics


must take fully into consideration all the potentialities of the natu-
ral resources as mentioned befare and should also offer the op-
portunity to local communities of handling at least their own pri-
mary industry.

d) Better use of the aquatic transport potential.- There is a


strong bias in favour of terrestial instead of aquatic transportation.
lt is even common to build roads, under very difficult and onerous
conditions, perfectly parallel to navigable rivers.

e) Better road quality and maintenance instead of more


roads.- The bad quality and maintenance of the roads servicing
colonizations is one of the main causes for the economic failure
of the peasants. Notwithstanding, it is common for governments
to prefer to build new roads favouring and, even indirectly, forcing
the settlers to sell their parcels to land hoarders. This problem, as
well as the former, is essentially a consequence of the influence
of the road building enterprises. Much can be done to avoid pres-
sure on virgin forests if these issues are taken into account from
the start by decision makers and financing agencies.

f) Avoiding land hoarding.- There is a tendency in some coun-


tries to permit the ownership of estates in the humid tropics which

366
are far too large, thus reducing the opportunities for people wit-
hout land and pushing them on to new areas. Due to the scarcity
of rural workers (everyone desires his own patch of land), these
estates are transformad into extensiva cattle ranches, wasting the
potential of the soil. Even when the initial size of the parcels is
not excessive, there is a strong tendency to amass land, either le-
gally or unlawfully, very often only for speculative purposes. The-
se problems must be well taken into consideration, both at the
planning and execution stages.

g) A policy for native populations.- There is no doubt that the


rights, even human rights of native populations of tropical forests
are being trampled despite so much talk about it. No imaginativa
solutions have been applied by governments and traditional alter-
nativas, like either too small or too large reservations, proved to
be unsuccessful in preserving native cultures and making them
available for the benefit of the whole of mankind. Therefore, it is
of the greatest importance that new policies be designed on a
pluridisciplinary basis and in closer relation with ecosystems con-
servation networks.

7. ELEMENTS OF A LOCAL PROGRAMME

1) Agriculture.- Part of what must be considerad under this title was


already discussed. The following items are complementary.

a) Priority for permanent crops.- Despite the fact that most


permanent crops are also industrial, it is evident that they usually
are better adapted to moist tropical conditions, especially when
dealing with hillside soils which are highly susceptible to erosion.
This is another reason for producing food crops outside the humid
tropics than within them. To stimulate peasants to cultivate what
is more convenient, it is necessary to build up aggressive policies
of credits at adequate interest rates, market insurance, good pri-
ces, technical assistance and other promotional devices.

b) Favouring multi-cropping or policulture.- Combinations of


crops, including especially legumes, have proven beneficia! in
terms of soil fertility and erosion control.

e) Promoting intensive sníall-scale cattle farming.- Cattle are


a good alternativa for the humid tropics. These animals, in fact,
are like giant termites feeding on products people cannot use di-
rectly. Cattle are competitors only if grazing on lands suitable for
crops or forest, but are complementary if profiting from agricultura
and forestry residues through well-known techriologies which, ho-
wever, are rarely applied in the tropics.

As this form of management of cattle and other ruminants is more


work intensiva. it is advisable to applv it at the level of each par-

367
cel of ground or in very specialized ranches if processed forestry
residues are used as an important part of the diet.

d) Conserving soils.- lnstead of dealing with watershed mana-


gement - too broad a concept which interferes with land-use plan-
ning and many other concepts - it is necessary to emphasize
strongly all aspects of soil conservation. lt is absolutely essential
to use appropriate techniques for land clearing, such as wise use
of bulldozers, avoidance of burning and too much soil removal.
Equally important are aspects such as terracing and other techni-
ques to avoid soil erosion; the use of green manures and an ade-
quate application of synthetic fertilizers; improved nitrbgen fixation
through nodular roots and several other alternativas which may
avoid soil losses, both in quantity and quality.

2) Agriculture and forestry associations.

a) Agro-forestry.- The set of technologies, known as agro-fo-


restry is not especially new and in its "rediscovery" there was pro-
bably far too much enthusiasm for its possibilities. Nevertheless,
agro-forestry is unquestionably very well. Suited for lands with se-
vera restrictions for clean tilled agricultura and must be strongly
promoted, espécially where peasants have to remain on already
degradad laricls.

b) Management of forest fallow.- As has already been stated,


the land which has been cleared produces crops for a few years
and after that may lie fallow for several years. The land is then
covered by an often very dense forest fallow or, more properly, a
second growth forest with a number of very interesting species for
pulpwood, alcohol, food for cattle and other chemical forest indus-
tries; also for fuelwood and even timber for rural construction.
When soils are not too degradad, these natural forests may reach
a productivity which is similar to a plantation in the same condi-
tion.

Often, as in most South American humid tropics, as much as 70%


of the land cleared and served by development infrastructure is in
this condition. Nevertheless, there are no provisions to manage
and utiliza these fallow forests, which represent pure loss when
cleared and burned for the next short period of agricultura! use.

Millions of hectares, already ecologically disturbad, may be profi-


table for peasants in this way, contributing to their economic wel-
fare and their stability; that is, preventing their moving unnecessa-
rily into untouched forests. Foresters have an important responsi-
bility to develop management techniques for such forests and to
improve the market for their products.

e) Full use of the wood in forest areas to be cleared.- This


is an obviously important way to provide material to the lumber in-
dustry, avoiding waste, air contamination (through wood burning)

368
and lowering the pressure (for logging) on natural forests. Hciwe-
ver, it is not an easy task. Up to now, problems such as marke-
ting unknown hardwood species, coordinating planning of clearing
and logging operations, participation and collaboration of the pea-
sants, among others, have not been solved. But none of these
difficulties are without solution. Part of the solution would be the
use of steam devices to generate energy for settlements. This
could be an excellent market for wood not valuable in other
forms. The relation of the peasant to his forest resources will be
better if, from the beginning, he were to make sorne profit.

3) Forestry

a) Forest management.- The management of the natural fo-


rests for the production of goods and generation of services is a
key issue in the desirable scenario because most of the land is
suitable for this kind of use. Although it is true that very little has
been done in this field in the tropics, there is no evidence that the
goal is not realistic. In fact, sorne Asian countries like Peninsular
Malaysia have demonstrated the technical, social and economic
viability of tropical rain forest management.

The range of possibilities varies from almost purely natural rege-


neration to reforestation and from producing only wood up to a
thousand different natural products. lt is recognized that tropical
rain forest management is especially difficult due to its diversity
(thousands of species of trees without known market possibilities)
and the high percentage of very dense timber, but the industry
needs more raw material and the technologies of using mixtures
of wood are also advancing, especially through chemical alternati-
vas. This new way of utilizing wood in the form of "biomass raw
material" is an answer to a more intensiva use of the tropical rain
forests, but also is a potential risk. As a matter of fact, the market
for alcohol or for plastics, among others, is almost unlimited and
if not controlled, the "mining" of the forests could be incomparably
worse than the present "creaming".

There is a very delicate equilibrium to be established in the utili-


zation of tropical rain forests. On one hand, the natural forests
must produce enough to justify their existence and not be trans-
formed into agriculture and, on the other hand, the more intensiva
the use, the larger the possibilities for genetic losses and, as in
the formar case, even the extinction of entire biocenoses is possi-
ble.

b) Reforestation.; Reforestation with nativa or exotic species is


always a good alternative for low-grade lands which are no longar
.suitable for agricultura and animal husbandry, or which have an
excessively low carrying capacity. In this context, sorne environ-
mentalis.ts must recognize that it is far better to have eucalyptus,
melinea or tropical pine plantations rather than nothing at all on
erodable slopes. They must also remember that the timber these

369
forests produce reduces proportionally the pressure on natural fo-
rests. A very different and unjustifiable circumstance is clearing
and burning natural forests to plant other trees. Moreover, plan-
ters must be aware that a great number of native species are
much better suited for reforestation than exotic ones.

e) lmproving the efficiency of logging and forest industries.-


Many studies have shown that most of the timber (over 70%)
which arrives at the sawmills in the form of logs is wasted. Adding
to the losses during logging. operations, the result is that only a
very small percentage of the wood in the forest is indeed transfor-
med into lumber. Another problem is the lack of wood preserva-
tion which shortens the life of the timber. Much can be done in
both fields to reduce the needs for exploiting new forests.

4) Wildlife management.- The management for economic purposes


of the most valuable species of the tropical rain forest fauna is a
necessity as part of the rural development. lt is also the best way
to obtain the required funds for the protection of other species wit-
hout direct economic value and to offer additional justification for
the conservation of the forest habitat.

Management could be achieved through very extensive methods


or very intensive ones, depending on the expected profitability of
the operation. Many of the most interesting species occupy aqua-
tic environments ' (crocodil~tortoises, otters), but several others
must be managed in areas under forestry management, as is
done in temperate countries.

5) Endangered species - plants and animals.- lt is logical to focus


more attention on the species which are more endangered, but in
the tropical rain forests, it is not easy to define the target species
due to the narrow and intricate species interdependency. Nevert-
heless, two cases could be differentiated: a) species of high eco-
nomic value which are being selectively and intensively exploited
and, b) species of any kind occurring in ecosystems or in large
portions of land which are being transformed to agriculture
through clear cutting. In the first case, it is important to give much
more attention to the plants. As a matter of fact, the selective log-
ging of mahogany may provoke a number of unexpected extinc-
tions in the invertebrate fauna or in the microflora depending on
its canopy. Nothing as violent and cataclysmic could happen
when dealing with spectacular mammals or birds, as in the case
of species usually hunted in the humid tropics.

In the case of species of well-known economic value, the best al-


ternative to conserve the species is through management for the
economic purpose for which they are exploited today. Of course,
several protective measures may also be adopted, but protection
must be a step and not a goal. Protection is a tool for conserva-
tion, but it is not conservation. In the case of other species (the
majority), the only alternative is to establish protected areas of the

370
appropriate categories or, even better, to be able to maintain
them as a result of the management of the forest for goods provi-
ded by other species.

6) Fishery.- Fishery is as important as wildlife for the social and


economic welfare of the local populations in tropical rain forests .
lts management could be more or less extensive when dealing
with river systems, but could be very intensive in natural ponds or
lagoons. Another open possibility is the pisciculture, preferably
with native species, instead of giving full preference to the "tilapia-
culture" which is not always the best choice.

7) Network of national parks and other protected areas.- The


term protected areas or conservation units includes a large array
of categories, from the most traditional and untouched national
parks to areas which may be under very heavy utilisation but eit-
her still maintain their natural character, or are accomplishing one
or more ecoligical functions , like national forests, lndian reserves,
hydraulic reserves, communal forests, hunting grounds and even
private forests and forest concessions, if well managed .

a) Ecosystems strict protection: A necessary tool.- lt must


be stressed that national parks as well as other protected areas
are the only way to avoid the worst. lf the desirable scenario is
not attained, the unique sites which can maintain at least part of
the biological diversity and which may insure to a higher degree
the function of the natural cycles, will be the regional, national
and continental network of areas previously set aside. This is a
majar argument for the immediate establishment while it is still
possible, of the largest and most comprehensive system bf parks
and protected areas.

In most tropical countries there is a need for more, larger and


also better linked protected areas in arder to ensure the long-term
survival, the natural fluxes and the evolution of the genetic diver-
sity. To fill the existing gaps, there is an evident need for local
scientific research with planning criteria. lt is simply not accepta-
ble to establish a reserve for each single bird or butterfly, as has
so often been proposed.

A very serious effort must be made to offer a more economical


perspective for the parks and equivalent reserves . This is the only
possible answer to the growing resistance of the decision makers
to establish new areas of this kind. lt must be demonstrated that,
although it may not be the main purpose, these areas may con-
sistently contribute to local development through tourism and re-
creation. lt is also important to demonstrate, in concrete economic
terms, the benefits of the services provided to the surrounding
communities.

A very fruitful tactic is to convince decision makers that new settle-


ment projects in the humid tropics will deal with entir~ regions or

371
watersheds, instead of focusing only on the agricultura! lands in
the bottom of the valleys. Several recent projects of the World
Baf1k and USAID were stablished through this approach, thus of-
ferlng funding for the establishment and management of protec-
ted areas in the required categories.

When protected areas are established , the next crucial step is ef-
fectively to manage and develop them. Priority should be given to
threatened areas in any category and, among the categories, to
national parks.

b) Economically dynamic natural buffer zones.- As important


as strict protected areas, is the establishment of natural or semi-
natural areas whose resources, as previously explained, could be
utilised. Such areas are an absolutely essential complement even
more if, as it is often recommended, their establishment responds
to the concept of buffer zones around strictly protected areas or
any forest areas which are submitted to heavy human pressure.
But there are other functions and advantages of such buffer zo-
nes: to serve as corridors for migratory species, to keep the in-
traspecific genetic variability, to maintain a good balance among
deforested and forest areas, etc. Of course, all that is in addition
to their well known functions, such as wood and other forest
goods production, watershed conservation, hunting, grazing or tri-
bal hereditary uses, among others. The idea of communal reser-
ves and "extractivista" reserves , where local people may exploit
the forest in non-destructive manners, has been frequently propo-
sed but almost never implemented despite the evidence of its
good potentialities.

8) Tourism.- Tourism in the tropical rain forests, as in other biomes


of the developing countries, is handled by urban enterprises,
many of them being non-national. That is logical and not necessa-
rily to be criticized, but it must be considered that tourism in natu-
re, inside or outside protected areas, is an excellent opportunity
for rural development. There is, indeed , an important task ahead
linking the tourism business with local populations. Obviously,
such a venture must be started through the national parks and ot-
her protected area systems.

9) Mining, oil exploitation and energy infrastructure.- Mining, oil


exploitation or energy infrastructure in the tropical rain forests are,
as anywhere, a "necessary evil". The problem today is that, in ge-
neral, the enterprises in charge of such ventures do not even ap-
ply the same precautions which are required in temperate coun-
tries, despite the fact that the ecosystem is more fragile and re-
quires more care. There is much todo in correcting the behaviour
of the enterprises and especially in order to obtain a better appli-
cation of national legislation, which is well written but rarely enfor-
ced .

372
A special problem is the tendency of some tropical governments
to be megalomaniacal when facing energy infrastructures and ot-
her public work. The best example is the over-sized dimension of
some hydroelectric installations in South America, or on the same
continent, the proposed fluvial interconnection among the Plata,
Amazon and Orinoco basins and also the proposal to form gigan-
tic lakes in the Amazon basin. ·

Efforts must be made to make obligatory the preparation of true


environmental impPct studies by independent organizations as a
legal prerequisite to the projecf funding {if governmental) or to the
authorization {if private). The results of such studies must be
made public.

10) lndustry.- lndustry in the tropical rain forest must be viewed by


the environentalists as a development issue and not only as a
source ·of contamination. A reasonable industrial network, as
near as possible to the rural milieu, will contribute to the creation
of employment and better salaries, avoiding poverty which is, in
any event, the main cause of forest destruction.

8. OTHER NECESSARY ELEMENTS

1) lmprovement of administration.- The careful study of the enfor-


cement of any law directly and exclusively dealing with tropical
rain forests will probably show that only a minimal part of it is ap-
plied. The reasons for such situations are not easily explained,
but are surely rooted in the enormous lack of public awareness.
This is responsible for the small budgets and, in part, for the low
salaries of the local or field administration and, as a consequen-
ce, for the lack of civil servants' commitment to their duties. lt is
an obvious cause of corruption. Also, there is an equally impor-
tant element of lack of civic discipline due to the low educational
level, and the ready willingness to ignore rules without any risk of
sanction.

2) Public awareness, education and training.- Thése are key sub-


jects in solving the problem raised in the preceding paragraph.
The first to be focused on is public awareness. lt is the easiest
and fastest to put into practica and through it, it is possible to rai-
se enough funding for education in natural resources (at any le-
vel). This in itself is more fundamental, expensive, and requires
long-term action. Training is also important but its lack, in general,
is not the principal cause of administrativa weakness.

Dealing with professional education, it is necessary to tecognize


that in general , it is not aligned with what humid tropics indeed
requires. lt is not socially orientad enough, there is to much emp-
hasis on traditional industrial agricultura, forestry and fisheries
and none at all in engineering and social professions.

373
3) Research.- Research is an indispensable element of the pro-
gramme in order to achieve a desirable scenario. Most of what is
needed is linked to agricultura, forestry and related soil manage-
ment, but there are questions to be solved in almost every possi-
ble activity. In any case, it is essential better to connect research
with the day-to-day problems of development and to choose care-
fully the research pr:ojects to receive the restricted furids availa-
ble.

From a different point of view, it could be said that the knowledge


available today on the tropical rain forest ecosystems is enough
to conduct development wisely. In any case, people entering the
humid tropics have no time to wait for more accurate scientific re-
sults. A great effort must be made to translate academic results
into practica! answers for the peasants.

A special field ofresearchwhich is being seriously neglected is re-


latad with environmental economics. In this respect it is key that
studies be done on: extend benefit-cost analysis with environmen-
tal cost and benefit; modify the concept of GNP by including
wealth depletion; develop risk analysis in genetic resources, en-
dangered species, soil erosion, siltation, water quality, etc; explo-
re tax system to recuperate funds for watershed management, re-
forestation, forest and protected areas management, land recla-
mation, etc., further develop the concept of carrying capacity; etc.

4) The rol of non governmental organizations.- Non governmental


organizations are taking a very considerable rol at local level, not
only as promotors of ideas and concerns but as efficient execu-
tants of actions which in the recent past were exclusively in go-
vernmental hands. The trends are to an increased activity wich is
changing the tace of the technical cooperation and the extension .
The. most active are those orientad to anthropology, ecology and
social welfare but there are also many working on sustainable de-
velopment at the community or village level. lt is impossible not to
consider them for the future of the humid tropics where they are
already so active.

9. CONCLUSION

There are many possible answers and strategies to confront


the challenge of harmonizing development and environment or deve-
lopment and the long term. But in the humid tropics as elsewhere,
the only unchanging and determinant factor for the success is to rea-
ch a higher stage of social and economic justice. Whilst a few consi-
ders development as a convenience to exploit people or people's
rights on the resources and as long as the majority is kept poor, hun-
@ry and ignorant, there will be no true opportunities for the tropical fo-
rests.

374
Chacra tradicional de maíz en la Selva Baja.
(Foto Dourojeanni)
La agrosilvicultura es antigua pero ha sido recientemente
"redescubierta" y ofrece una alternativa muy importante. Pimienta,
kudzu y huamanzamana en Pucallpa.
(Foto Dourojeanni)
La juventud debe tener acceso a la realidad amazónica
para poder asumir su desarrollo. Jóvenes visitando un bosque
en Dantas, Huánuco .
(Foto Dourojeanni)
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437
INDIC~

Pág.

PROLOGO 7

l. INTRODUCCION 13

l. El ámbito . . . 15
2. Organización del espacio amazónico peruano 16
3. Algo sobre la población de la Selva . . . . . 16
. 4. Significado de la Amazonía para los peruanos 17

11. MARCO ECOLOGICO: UNA BREVE DESCRIPCION 23

l. La Amazonía en el continente . . . . . . 25
2. Clasificación del trópico húmedo peruano 26
3. El tema clave: los suelos amazónicos 27
4. La biota . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
4.1 Los ecosistemas 34
4.2 Diversidad genética 37
4.3 Biomasa . . . . . . 38
4.4 Productividad 39
4.5 Interacción entre especies y sucesión 40
4.6 Los ciclos biogeoquíiJ?-icos en la Amazonía 41

Ill. LAS CICATRICES DE LA HISTORIA 45

l. El hombre en la jungla . . . . . . . 47
l. 1 Ocupación inicial . . . . . . . . . . . . . . 47
l. 2 Civilizaciones en la Amazonía . . . . . . . 47
l . 3 Conquista y primeras explOraciones europeas 50
l. 4 Las misiones . . . . . . 50
l. 5 Después de los jesuitas 51
l. 6 El caucho . . . . . . . 51
l. 7 La depresión . . . . . . 52
l. 8 Inicio de la ocupación masiva y desarrollo agropecuario
temprano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
l. 9 Petróleo, cocaína y terrorismo . . . . . . . . . . 54
1.10 Consolidación de la ocupación masiva y desarrollo
agropecuario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
2. Las huellas humanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
2.1 Impactos globales en los ecosistemas . . . . . . . 55
2.2 Impactos en la flora . . . . . . . • . . . . . . . . . 56
2.2.1 Domesticaciones e introducciones . . . . . 56
2.2.2 El caso de la chinchona o árbol de la quina 57
2.2.3 El caso del caucho . . . . . . . . . 58
2.2.4 La explotación maderera . . . . . . 59
2.2.5 Otras especies explotadas de la flora 60
2.3 Impactos en la fauna . . . . . . . . . . . 62
2.3.1 Animales domesticados . . . . . . . 62
2.3.2 Caza, pesca y alimentación humana 63
2.3.3 Comercio de pieles y cueros 64
2.3.4 Comercio de animales vivos 64
2.3.5 Otros usos de la fauna 65

439
Pág.

IV. LO QUE SUCEDE AHORA Y SUS TENDENCIAS 67

l. Las dimensiones de la actividad agropecuaria


y su impacto ambiental . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
1.1 El asentamiento rural oficial . . . . . . . . . . . . . 71
1.2 El asentamiento rural informal : agricultura migratoria 76
1.3 La deforestación . . . . . . . . . . . . 78
1.4 Sobre la intensidad decultivo . . . . . . . 83
1.5 Las consecuencias de la deforestación 85
1.5.1 Impacto sobre el suelo y el agua y sus
repercusiones . . . . . . . . . . . . . 86
1.5.2 Impactos en la biota . . . . . . . . . 89
2. La forestería y los mil caminos de la extracción 90
3. Caza y pesca . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
4. Energía en la Selva . . . . . . . . . . . . . . 92
4.1 Hidroenergía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
4.2 Petróleo y gas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
5. Explotación minera: oro y otros productos . . . . . 96
6. El ·impacto urbano e industrial . . . . . . . . . . . . . . . 97
7. Estudios de caso sobre lo que ocurre y lo previsible 98
7.1 Coca y cocaína . . . . . . . . . . . . . . . 98
7 .1.1 Superficie cultivada: una gran incógnita 99
7.1.2 Impacto del cultivo de la coca en la
deforestación . . . . . . . . . . . 100
7.1.3 Coca: un cultivo altamente erosivo . 101
7.1.4 Contaminación por agroquímicos . . 104
7 .1.5 Efectos contaminantes de la preparación
de pasta básica . . . . . . . . . . . 106
7.1.6 Coca , cocaína y conservación de los
recursos genéticos . . . . . . . . . 107
7 .l. 7 Otras consideraciones sobre coca y
cocaína . . . . . . . . . . . . . . 110
7.2 El caso de la carretera !quitos-Nauta 111
7.2.1 Los recursos y su aprovechamiento actual 111
7.2.2 Impactos ambientales previsibles 114
7.2.3 Evaluación del proyecto . . . . . . . . . 114
7.3 El caso del transporte en la Selva Central . . . 115
7.3.1 Clasificación ecológica de la Selva Central 116
7.3.2 Impactos ambientales pasados y actuales . 118
7.3.3 Impactos ambientales expectables en función
de los desarrollos propuestos . . . . . . . . 119
7.3.4 Impactos ambientales expectables en función
de la realidad regional 122
7.3.5 Comentarios finales . . . . . . . . . . . . . 125

V. . OPCIONES PARA UN FUTURO MEJOR 127

l. Antecedentes . . . . . . . . . . . . 129
2. Una discusión de la imagen objetivo 132
3. Desarrollo rural integral e integrado 137
3.1 Origen del concepto . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
3.1.1 El ejemplo de los ribereños de la Selva Baja 137
3.1.2 El ejemplo de los agricultores de Villa Rica y
Oxapampa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139

440
Pág.
3.2. El concepto . . . . . . . . . . . . . . . . 140
3.3 Recomendaciones para su aplicación 144
3. 3.1 Instrumentos para la planificación de
asentamientos rurales . . . . . . . . 144
3.3.2 Características deseables de los centros
poblados rurales . . . . . . . . . . . . 146
3.3.3 Tecnología apropiada . . . . . . . . . . ' · 146
3.3.4 Comunicación de los asentamientos rurales 147
3.3.5 Indicadores más obvios para evaluar
asentamientos rurales . . . . . . . . . . . 148
4. Condiciones para el desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . 152
4.1 ¿Conquista y colonización ... o desarrollo? . . . . . . 152
4.2 ¿Qué clase de desarrollo? . . . . . . . . . . . . . . . 152
4.3 La Amazonía no es una isla ... paga las consecuencias
de los errores globales de política agraria . . . . . 153
4.4 Respeto por las potencialidades de los recursos , en
especial del suelo y zonificación . . . . . . . . . 154
4.5 Mejor uso del potencial para el transporte fluvial 155
4.6 ¿Nuevas carreteras o mejores carreteras? 155
4.7 Una política para las poblaciones nativas 156
4.8 Algo sobre geopolítica . . . . . . . . . 156
4.9 Prioridades regionales . . . . . . . . . . 157
4.10 Oportunidades especiales en la agricultura 157
4.11 Sobre los recursos forestales . . . . . . . . 158
4.12 La responsabilidad por el patrimonio natural
de la humanidad . . . . . . . . . . . . 159
4.13 La ciencia y la tecnología amazónica 160
4.14 La regionalización y la municipalización 160
4.15 Industrias en la Amazonía . . . . . 160
4.16 Empresas , empresarios y Amazonía . . 161
4.17 Criterios económicos justos . . . . . . 163
4.18 Entre la legislación y la ley de la ·Selva 164
4.19 Además.. . . . . . . . . . . . . . 165
5. Una aplicación en el Huallaga Central . . . . . . . . . . 166
5.1 Los recursos disponibles . . . . . 166
5.2 Impactos del uso actual de los recursos 168
5.2.1 Agricultura 168
5.2.2 Ganadería 172
5.2.3 Forestería 172
5.2.4 Caza y pesca 175
5.3 Para practicar desarrollo rural integral e integrado 175
5.3.1 Estrategias en suelos fértiles (clases 1 a 111) 177
5.3.2 Estrategias en suelos de clase IV a VI . . 179

VI POR UNA ACTIVIDAD AGROPECUARIA CON


SENTIDO COMUN 185

l. Consideraciones generales 187


2. Agricultura en limpio 189
3. Agricultura perenne 193
4. Tecnologías agrícolas promisorias, antiguas y nuevas 197
4.1 Los cultivos anuales asociados 197
4.2 Rotación intensiva de cultivos . . . . . 198
4.3 Arroz bajo riego en pozas . .... 199
4.4 Las posibilidades de la hidro-agricultura 200

441
Pág.

5. La agrosilvicultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
5.1 El sistema "taungya" . . . . . . . . . . 203
5.2 Arboles con cultivos perennes y anuales 204
5.3 Arboles con pastos cultivados . . . . . 205
5.4 Cercos vivos, tutores y otros usos 206
6. Sobre la ganadería . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . . 207
6.1 Situación: población, pastos y capacidad de carga 207
6.2 Impactos de la ganadería . . . . . . . . . 209
6.3 Sobre ganado y pastos . . . . . . . . . . 211
6.4 Importancia y perspectivas de la ganadería
en la Selva . . . . . . . . . . . . . . . . 213
7 . . La interfase agropecuario-forestal . . . . . . . . 215

VII. LA FORESTERIA: El FUTURO RELEGADO 217

l. ¿Existen bosques manejados en el trópico húmedo


y en el Perú? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220
1.1 La situación general . . . . . . . . . . . . . 221
1.2 La situación peruana . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223
2. ¿Por qué no se manejan los bosques tropicales
amazónicos? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227
3. El porvenir de los bosques naturales de la Amazonía
peruana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232
3.1 Opciones de administración de bosques 235
3.1.1 ¿Contratos o subastas? 236
3.1.2 La colonización forestal . . . . . 240
3.2 Opciones de manejo forestal . . . . . 241
3.2.1 Bases ecológicas del manejo del bosque
tropical húmedo . . . . . . . . . . . . . 241
3.2.2 Las amplias alternativas de manejo 246
3.2.3 Otras consideraciones sobre el manejo de los
bosques naturales . . . . . . . . . . . . . . . 248
4. El caso de los bosques secundarios . . . . . . . . . . . . . 250
4.1 Características de las purmas de origen
agropecuario . . . . . . , . . . . . . . . . . . . 250
4.2 Barbecho forestal y recuperación de la fertilidad 258
· 4.2.1 Sistemas nativos . . . . . . . . . . . 258
4.2.2 Sistemas de los colonos . . . . . . . 260
4.3 Utilización pasada y áctual de especies de
bosque secundario . . . . . . . . . . . . . 263
4.3.1 Industria forestal . . . . . . . . . . 263
4.3.2 Construcciones rurales y combustible 265
4.3.3 Uso medicinal y ornamental 266
4.3.4 Uso en la alünentación 266
4.4 Potencial de los bosques secundarios 266
4.5 Problemas a resolver . . . . . . . 270.

5. Otros temas y posibilidades . . . . . . . . . . . . . . . . 271


5.1 La reforestación eri la Selva . . . . . . . . 271
5.2 Manejo de cuencas y bosques de protección . . . . 273
5.3 Productos forestales no maderables . . . . . . . . 275
5.4 Consideraciones adicionales sobre la extracción y la
industria forestal . . . . . . . . . . . . . . . . . . 278

442
Pág.

VIII . PARA APROVECHAR LA FAUNA 281

l. Importancia de la fauna silvestre amazónica 283


1.1 Alimentación humana 283
1.2 Cueros y pieles . . . . . . . . 287
1.3 Animales vivos . . . . . . . . 288
1.4 Otros usos directos de la fauna 290
1.5 Aprovechamiento indirecto de la fauna 290
2. Situación y potencial de la fauna silvestre . . . . . . . . , . 291
3. U sO optimizadó . . . . . . . • . . . . . . . , . . . . . . . · . 294
3.1 Opciones de manejo . . . . . . . . . . . 294
3.1.1 Explotación sin manejo . . . . . . . 296
3.1.2 En ecotonos agropecuario-forestales 296
3.1.3 En bosques ordenados 297
3.1.4 En bosques no ordenados . . . . . . 300
3.1.5 En bosques de protección . . . . . . 300
3.1.6 En pastizales y ecotonos pecuario-forestales 301
3.1. 7 En riberas y espejos de agua 302
3.1.8 En condiciones artificiales . . . . . . 304
3.1.9 Para el turismo . . . . . . . . . . . . 304
3.2 Experiencias en manejo de fauna amazónica 304
4. Importancia de los recursos hidrobiológicos . . . . . . . . . 307
4 .1 Apuntes sobre biología acuática . . . . . . . . . 307
4 .2 La pesca para alimentación humana y exportación 309
4.3 Impacto de la pesquería en el recurso . . . . . . 310

5. Piscicultura 311

IX. CONSERVANDO EL PATRIMONIO NATURAL 313

l. Cuestiones previas . . . . . . . . . . . . . . . . . 315


2. El Sistema Nacional de Unidades de Conservación
en la Selva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317
2.1 Criterios de establecimiento . . . . . . . 317
2.2 Atributos de las unidades de conservación 320
2.3 Aprovechamiento, bienes y servicios 322
2.4 Sobre manejo y administración . . 327
2.4.1 Situación del manejo 327
2.4.2 Situación de la administración 328
2.5 De conflictos y amenazas . . . . . 329
2.5.1 Una clasificación de los conflictos 329
2.5.2 Las amenazas . . . . . . . . . . 333
2.6 Necesidades de perfeccionamiento del Sistema
en la Selva . . . . . . . . . . . . . 336
2.6.1 Fundamentos . . . . . . . . . 336
2.6.2 Las principales áreas propuestas 337
2.7 Otras unidades de conservación 339
2.7.1 Sitios de patrimonio mundial y otras
categorías . . . . . . . . . . . . . . 339
2.7.2 El rol de los gobiernos locales 341
2.8 Para aprovechar recursos genéticos en unidades de
conservación . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . 341
3. Otras opciones de conservación in situ de recursos

443
Pág.

genéticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 342
4. Sobre el potencial turístico de la Amazonía . . . . . . . 344
4.1 Oportunidades para el turismo . . . . . . . . . . 344
4.2 Condiciones para el desarrollo turístico . . . . . . . . 34R
X. UN RESUMEN EN INGLES SOBRE POLITICA DE
DESARROLLO DEL TROPICO HUMEDO (A summary in
English about development policy in the humid tropics) 349
l. The problem . . . . . . . 351
2. Sorne transcending themes . . . . . . . . 352
3. A few polarized concepts ....... . 353
4. A desirable scenario . . . . . . . . . . . 355
5. Elements of an international programme 357
6. Elements of a national programme 361
7. Elements of a local programme 367
8. Other necessary elements 373
9. Conclusion 374

REFERENCIAS 375

444
ESTE LIBRO SE TERMINO DE IMPRIMIR
EN MARZO DE 1990 EN AUSONIA S.A .
FRANCISCO LAZO 1730 - LINCE
LIMA (PERU)

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