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La muerte de los churreros

Cae la tarde y suenan en la playa las cornetas de los últimos churreros. Pensar que podrían
hacerse famosos: si esta noche fuera el fin del mundo, ellos habrían sido los últimos vendedores
de churros ambulantes del planeta. Verdad que quedaría trunca, como tantas otras, nacidas de la
contingencia de un mundo que muere sin parar.

Parece ayer que el día duraba veinticuatro horas y cada mañana se renovaba cuando uno leía el
diario. Ahí caía la ficha y empezaba nuevamente el conteo. Uno iba a la escuela, al trabajo, al club,
por ahí, inocente, ignorante, luego se comía las sobras del puchero del mediodía y se iba a dormir
sin bañarse. Al otro día, con las noticias, uno se enteraba de lo que había pasado en el universo. Es
cierto, de nada hubiera servido en ese hipotético caso de la muerte de los churreros, pues ningún
diario podría titular “PRIMICIA: AYER SE PRODUJO EL FIN DEL MUNDO”.

Pero hoy, chau, el día no dura ni un rato. Cada quince minutos se renuevan los títulos en internet.
Cada quince minutos nos chupamos el mundo. Como los agujeros negros del universo que chupan
toda materia, toda energía y todo tiempo. Se auto-chupan en lo oscuro y quedan como un par de
zoquetes enrollados para adentro.

Nada más pedantes que nosotros, los terrícolas. Émulos de La Creación, todos ostentamos un
agujero negro con nosotros, pero no el pedante, sino otro: el celular. En el móvil llevamos el
universo concentrado: todas las posibilidades del cálculo, todas las alternativas del goce, el
conjunto completo de las posibilidades del devenir multiplicadas por n, aunque nunca ocurran o
nunca nos enteremos. Como la muerte de los churreros.

Las luchas nunca se dieron por el anhelo de un futuro, sino en la contingencia de un presente. No
es nuestro caso, nuestro presente es un anciano cansado y el analgésico que nos dopa es esa
píldora que chupamos cada quince minutos. Nos vuelve indolentes, como langosta que se cuece
despacio. Por ello, el nuestro es un presente licuado, un gigantesco imán de voluntades, como si
fuera un agujero negro.

Alejandro

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