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Lectura 1 - Wehrheim 2015
Lectura 1 - Wehrheim 2015
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nueva providencia (2013):
Los espacios privados de uso público del Plan
“Nueva Providencia” (2013).
Fuente: Elke Schlack Fuhrmann. Proyecto Fondecyt
Nº 11090407.
Dibujo: Neil Turnbull.
jan wehrheim
Sociólogo y politólogo. Doctor en Sociología. Profesor Titular. Profesor Invitado de la
Universidad de Duisburg-Essen. Profesor Adjunto e investigador de la Universidad Carl
von Ossietzky de Oldenburg.
Las discusiones sobre el espacio público son, por lo general, discusiones europeas
que se remiten tanto al mito de la polis griega, donde todas las personas se reunían
libremente en el ágora a discutir de política, como a imágenes de las ciudades del viejo
continente en el siglo xix. Esta ha sido y sigue siendo una imagen idealizada, puesto
que tanto en la antigua Grecia como en la ciudad europea de la modernidad siempre
hubo grupos específicos excluidos de los espacios públicos. Cuáles fueron esos grupos
en uno y otro caso es algo que estuvo determinado por condicionantes históricas y
culturales y dependió de las correspondientes relaciones imperantes de dominación.
El significado social de lo público y las estructuras arquitectónicas encargadas de
encarnar ese significado dependerán de la manera en que la sociedad esté organiza-
da. Las reflexiones que siguen, y que se iniciarán con la pregunta sobre qué debemos
entender por espacio público y, a partir de allí, cómo es determinable empíricamente
el espacio público, son propias de una concepción europea, eurocentrista incluso,
del espacio público, cuyo punto de referencia inmediato es hoy la sociedad burguesa
y cuya marcada referencia a esta forma de sociedad pone de manifiesto la contradic-
ción intrínseca de esta concepción.
[1] Este artículo se basa parcialmente en el proyecto “Control y espacio público”, financiado por la Deutsche
Forschungsgemeinschaft (Comunidad alemana para la investigación) en el que participaron también, entre otros,
Norbert Gestring y Walter Siebel (ver también Wehrheim 2009).
284 | El carácter público de los espacios y de la ciudad
Espacios...
«Dado que los espacios surgen del actuar y se basan en actos constructivos, son
siempre sociales[2]».
Aun cuando siempre se critica que la sociología adolece de una “ceguera espacial”, el
hecho es que ha terminado por transformarse en un lugar común, tanto sociológico como
geográfico, el que el espacio no pueda pensarse independientemente de lo social: el espa-
cio material, físicamente construido, es el resultado de una producción social; y el espacio
material de origen físico natural es el resultado de un modelamiento cultural. Desplazada
a un segundo plano queda la discusión que plantea si el espacio debe entenderse como
contenedor o como espacio relacional (que sólo se constituye como tal a través del «ordena-
miento de seres vivos y bienes sociales[3]»), puesto que la pregunta se refiere a los procesos de
construcción y producción del espacio y es, en consecuencia, una pregunta empírica.
Si en el modelo del espacio como contendor, «el acento está puesto en el rol del cuerpo
condenado a la pasividad, en el concepto relacional del espacio, por el contrario, el acento
está puesto en la participación creativa del individuo en la constitución de las estructuras
espaciales[4]». Es una cuestión de perspectiva, de intenciones y de devenir temporal: los
planificadores urbanos y los arquitectos producen el espacio normalmente a priori, como
contenedor para la sociedad y determinadas actividades sociales (hacer deporte, comprar,
residir, etc.). De la misma manera, el espacio se transforma en cuanto se modifica la
configuración de las relaciones entre los objetos y las personas, y estas configuraciones
se reinterpretan y se usan de manera diferente. El comportamiento de las personas en el
espacio está condicionado por las interpretaciones que ellas hacen de éste. Las personas
modifican, a través de su comportamiento, los espacios que están planeados y construidos
como contenedores.
[2] lÖw, Martina y sturm, Gabriele. “Raumsoziologie”. En kessel, Fabian; reutlinger, Christian; maurer, Susanne
y frey, Oliver (eds.): Handbuch Sozialraum. vs, Wiesbaden, 2005, p. 44 (ver pp. 31-48).
[3] lÖw, Martina. Raumsoziologie. Suhrkamp, Fráncfort 2001, p. 154 (cursivas del original)
[4] schroer, Markus. “Raum als soziologischer Begriff. Programmatische Überlegungen”. En wehrheim, Jan (ed.):
Shopping Malls. Interdisziplinäre Betrachtungen eines neuen Raumtyps. vs, Wiesbaden, 2007, p. 43 (ver pp.35-53).
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2. Estructuras de interacción y acción social o bien la praxis social de las personas invo-
lucradas en la producción, el uso y la apropiación del sustrato espacial, organizadas y
determinadas por relaciones de clase y dominación, tradiciones locales e identidades;
Con esa cuádruple dimensionalidad, Läpple insinúa que el espacio tiene una constitución
doble. La primera y tercera dimensión indican que el espacio urbano (sólo éste nos interesa
ahora) es, por una parte, el resultado del proceso de su producción social y puede ser des-
crito mediante características objetivables. El sustrato material, el espacio construido, es el
producto de un actuar social y expresa relaciones sociales. Estas se manifiestan, por ejemplo,
en cosas como quién construye qué espacios para qué grupos sociales con qué medios y en
qué tiempo; dónde se ubican esos espacios en la ciudad, qué funciones se les asignan y cómo
están concebidos desde un punto de vista arquitectónico. También el sistema de regulación es
expresión de relaciones de dominación que se manifiestan en formas de propiedad, normas
codificadas y lineamientos de planificación, entre otros aspectos.
La segunda y la cuarta dimensión de Läpple aclaran, por otra parte, que el espacio es tam-
bién el resultado de la percepción y el actuar (social) de quienes estén en él. La interpretación
de la simbología del espacio, y con ello la significación/interpretación de los espacios como
expresión de su producción social, depende de los sujetos y de sus relaciones. La interpre-
tación de colores, materiales o características arquitectónicas constituye una significación/
interpretación aprendida y no se desprende automáticamente del sustrato físico material del
[5] lÄpple, Dieter. “Essay über den Raum. Für ein gesellschaftswissenschaftliches Raumkonzept”. En hÄussermann,
Hartmut; ipsen, Detlev; krÄmer-badoni, Thomas; lÄpple, Dieter; rodenstein, Marianne y siebel, Walter (eds.):
Stadt und Raum. Soziologische Analysen. Centaurus, Pfaffenweiler, 1991, pp.196 y ss.
286 | El carácter público de los espacios y de la ciudad
[6] Así, por ejemplo, la rotulación de “drogadicto” puede basarse no sólo en el aspecto o la conducta de una persona
sino también puede fundamentarse en el contexto espacial en el que la persona es percibida. En las grandes ciudades
alemanas de los años ochenta, por ejemplo, esa rotulación se producía probablemente en una estación de trenes,
lugar en que en aquella época era esperable la presencia de consumidores desmesurados de droga, pero no en un
aeropuerto, donde habitualmente no se cuenta con ese tipo de presencias. Así, en ambos casos, la rotulación estará
influenciada por los espacios y las interacciones sociales.
Martina Löw plantea también que los espacios poseen lados invisibles que, sin
embargo, son palpables. Estos son expresión de esa interacción: el aura sacra de un
templo, la tranquila energía de un parque, el lujoso ambiente de un restaurante. Los
espacios disponen de atmósferas y, a la vez, (en la lógica antes señalada) son mode-
lados por éstas. Son atmósferas que «materializan a nivel de la percepción la expresión
externa de la (con)formación espacial de bienes sociales y de la gente. [...] Las atmósfe-
ras vuelven perceptibles el espacio como tal y no sólo a los objetos individuales[9]».
Olores, sonidos, idiomas, mímica, gestos, colores y asociaciones con materialidades,
formas arquitectónicas, etc., dan forma e influencian las atmósferas de los espacios.
De esta manera, ellas constituyen una calidad de espacio determinada o, siendo más
precisos, constituyen situaciones asociadas a espacios, que «no rara vez tienen como
consecuencia la inclusión o exclusión (en el sentido del sentirse acogido o ajeno de
acuerdo a la especificidad de cada grupo)[10]». De esta manera, los espacios también
estructuran comportamientos:
«El espacio condiciona nuestro comportamiento y le coloca su sello. Pero los espacios
también nos ayudan a decidir en qué situación nos encontramos; canalizan a qué
situaciones llegamos y qué expectativas podemos tener; estructuran procesos de in-
teracción, vuelven a algunas situaciones probables y a otras improbables. Los espacios
contribuyen en esa medida a la reducción de la complejidad. Por supuesto [...] nunca es
el espacio en sí el que provoca un determinado comportamiento en forma automática,
pasando por alto la conciencia de los actores: “espacios (edificaciones, lugares, plazas)
que evidentemente ostentan una valencia dominante, otorgan a esa valencia modos
de comportamiento e interacción correspondientes. Es decir, no son las estructuras
físicas de los espacios como tales las que determinan [...] el comportamiento humano,
sino que son las significaciones y valoraciones que las personas le atribuyen a ciertas
estructuras y lugares las que también sugieren el comportamiento que les correspon-
de” (Kruse y Graumann, 1978: 190)[11]. Sin embargo, los significados y valoraciones
que los individuos le atribuyen a determinados lugares y espacios no vuelven a ser
atribuidos en cada nueva situación. Más bien, arreglos espaciales predeterminados
liberan de la necesidad de definir situaciones, precisamente porque en estos arreglos
la significación y la valoración ya están inscritas[12]».
[9] lÖw, Martina. Ob. cit., p. 205 y ss. (cursivas del original).
[11] kruse, Lenelis y graumann Carl F. “Sozialpsychologie des Raumes und der Bewegung”. En hammerich, Kurt y
KLEIN, Michael (eds.): Materialien zu Soziologie des Alltags. Westdeutscher, Opladen, 1978, pp. 177-219.
Parte de las expectativas son normas cuya relevancia dependerá del espacio. Los espacios
reflejan sistemas de regulación institucionalizados y determinantes: «Las marcas físicas no
constituyen en sentido social otra cosa que la representación material de limitaciones simbóli-
cas del ámbito de validez de ciertos estándares normativos[13]». Por su parte, las normas, como
comportamientos esperados en situaciones específicas, pueden ser vistas como el elemento
nuclear de los órdenes; es decir, los espacios estructuran y representan órdenes sociales y los
órdenes sociales se (co)producen a través de los espacios: órdenes sociales entendidos como
una «tipificación y denominación de realidad que se nos ha vuelto obvia[14]».
Dos espacios entendidos de esta forma, dos tipos clásicos de espacio en la sociolo-
gía urbana, son los espacios privados y los espacios públicos. Se le atribuye una rele-
vancia especial a la polaridad espacial de lo público y lo privado porque el individuo,
entendido como sujeto burgués, se constituiría como personalidad entre esas dos
esferas y porque esta polaridad permite definir a la ciudad europea:
… y espacios públicos
[13] werlen, Benno y reutlinger, Christian. “Sozialgeographie”. En kessel, Fabian; reutlinger, Christian; maurer,
Susanne y frey, Oliver (eds.): Handbuch Sozialraum. vs, Wiesbaden, 2005, p. 56 (ver pp. 49-66).
[14] kaufmann, Franz-Xaver. “Normen und Institutionen als Mittel zur Bewältigung von Unsicherheit: Die
Sicht der Soziologie”. En bayerische rÜckversicherung (ed.): Gesellschaft und Unsicherheit. Verlag für
Versicherungswirtschaft, Karlsruhe, 1987, p. 40 (ver pp. 37-48; cursivas del original).
[15] bahrdt, Hans-Paul. Die moderne Großstadt. Soziologische Überlegungen zum Städtebau. Leske + Budrich, Opladen,
1998, pp. 83-84. Texto proveniente de la traducción de Federico Sperber en: bahrdt, Hans-Paul. La moderna metrópoli.
Reflexiones sociológicas sobre la construcción en las ciudades. Editorial Universitaria de Buenos Aires (Colección Ensayos),
Buenos Aires, 1970, pp.50-51.
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[16] habermas, Jürgen. Strukturwandel der Öffentlichkeit. Untersuchungen zu einer Kategorie der bürgerlichen Gesellschaft.
Suhrkamp, Fráncfort, 1990, p. 156.
[17] koenen, Elmar J. “Öffentliche Zwischenräume. Zur Zivilisierung räumlicher Distanzen”. En krÄmer-badoni,
Thomas y kuhm, Klaus (eds.): Die Gesellschaft und ihr Raum. Raum als Gegenstand der Soziologie. Leske + Budrich,
Opladen, 2003, p. 160 (ver pp. 155-172).
[19] siebel, Walter. “Vom Wandel des öffentlichen Raums”. En wehrheim, Jan (ed.): Shopping Malls. Interdisziplinäre
Betrachtungen eines neuen Raumtyps. vs, Wiesbaden, 2007, pp. 80-81 (ver pp. 77-94). «La esfera privada, por el
contrario, es el reino del productor independiente de mercancías como ejemplo sinequanon del burgués autónomo
y de la familia burguesa como promesa de felicidad de amor hasta la muerte y confianza mutua. Ésta simboliza
la esperanza de una subjetividad desplegada en el contexto de la intimidad familiar, por una parte, y la autonomía
económica sobre la base de la propiedad privada, por otra» (ibid, p. 81).
290 | El carácter público de los espacios y de la ciudad
En esta concepción burguesa los espacios públicos pueden ser diferenciados analíti-
camente de los espacios privados en cuatro dimensiones, las cuales a su vez influen-
cian la accesibilidad general de los espacios[20]:
1. Funcional: Mientras al espacio público de calles y plazas se le asignan las funciones de
intercambio y política, a los espacios privados de la actividad económica y habitacional
se le atribuyen las funciones de producción y reproducción. La «podestad privada sobre
los medios de producción, la tierra y las edificaciones[21]» define al ámbito privado.
Aquella esfera pudo ser esquematizada sociológicamente como “esfera privada” de la
misma forma que se pudo esquematizar como tal al ámbito del grupo pequeño y la
familia originado en la antigua ciudad burguesa europea[22].
2. Jurídico: Los espacios públicos están regidos por el derecho público; los privados,
por el derecho de los propietarios, con lo cual queda definido en términos jurídi-
cos el dominio sobre los espacios. La distinción jurídica constituye el marco para
normas codificadas, así como para el sistema de regulación institucionalizado y
vinculante de un espacio que, cuando no es un sistema formal, es precisado en la
dimensión social.
[20] Ver siebel, Walter. “Wesen und Zukunft der europäischen Stadt”. disp n.º 141, 2000, pp. 28-34; y siebel, Walter
y wehrheim, Jan. “Öffentlichkeit und Privatheit in der überwachten Stadt”. disp n.º 153, 2003, pp. 4-12. Berding et
al. (2007) distinguen entre derecho (derecho de propiedad y derecho de uso) y regulación (quién define de facto las
reglas para el uso) así como producción espacial, que debe entenderse como producción, mantenimiento, cuidado y
desarrollo de los espacios físicos (ver también Selle 2002).
[22] Ibíd.
[23] gleichmann, Peter. "Wandel der Wohnverhältnisse". Zeitschrift für Soziologie n.º 5, 1976, pp. 319-329.
[25] goffman, Erving. Wir alle spielen Theater. Die Selbstdarstellung im Alltag. Piper, Múnich, 2000, pp. 99 y ss.
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[26] Ver carr, Stephen; francis, Mark; rivlin, Leanne y stone, Andrew M. Public Space. Cambridge U. Press,
Cambridge / Nueva York / Melbourne, 1992.
[27] ipsen, Detlev. “Babylon in Folge – wie kann der städtische Raum dazu beitragen, kulturelle Komplexität produktiv
zu wenden?” En siebel, Walter (ed.): Die europäische Stadt. Suhrkamp, Fráncfort, 2004, p. 267 (ver pp. 253-269).
292 | El carácter público de los espacios y de la ciudad
Durante largo tiempo, la dimensión legal fue por una parte la dominante, por lo cual
en el cálculo de los metros cuadrados de un espacio público o privado se hablará, a
veces, de una privatización de la ciudad y otras veces de su conversión pública[28]. Por
otra parte, la función política del espacio público representaba el lugar del intercam-
bio donde impera la sensatez y, con ello, la base para el progreso social como centro
de la atención. Pero sociológicamente hablando, la polaridad entre lo público y lo
privado sólo puede ser descrita multidimensionalmente. El estatus jurídico informa
parcialmente sobre los ámbitos de dominación y su estructuración espacial, pero
nada dice sobre las normas allí vigentes, y ni siquiera sobre el cumplimiento de la
norma. La función política no es simplemente la consecuencia de la accesibilidad
para todos. Esta dependerá de las personas presentes, de los acuerdos sociales, de los
otros usos y, eventualmente, también de la estructura arquitectónica del espacio y su
simbología. Y que el resultado tenga algo que ver con los ideales de la democracia, es
algo que está lejos de poder decirse.
Además, el espacio público, en cuanto a las cuatro dimensiones, tiene que ser
entendido como un concepto en transformación[29]: en la dimensión funcional se mo-
difica la dicotomía a causa de la transformación de la ciudad industrial en una ciudad
de servicios orientada al consumo. Esto ocurre cuando los espacios de producción
artesanal son sucesivamente reemplazados, primero por espacios de producción
masiva industrial y luego por los nuevos tipos de espacio de la sociedad de servi-
cios, como los Urban Entertainment Center y Shopping Malls que encontramos en
las ciudades. A nivel empírico, el punto de partida debe ser también la multifun-
cionalidad de los espacios públicos, puesto que una condición negativa para dar
cabida a lo público, o generarlo, es que los usos sólo estén parcialmente preesta-
blecidos o, más aún, que los espacios ofrezcan un uso multifuncional: la vereda,
por ejemplo, no posee ni el menor nivel de especialización[30], y eso también quiere
decir que la permanencia en el espacio público puede no tener más objetivo que la
propia permanencia, sin tener que perseguir otra finalidad. También los estándares
de comportamiento público que deben (re)construir diariamente lo público están
sujetos al cambio. De la misma manera, los significados de los símbolos varían y se
modifican, ejerciendo a su vez un efecto sobre las acciones.
[28] Ver wehrheim, Jan. Die überwachte Stadt: Sicherheit, Segregation und Ausgrenzung. B. Budrich, Opladen/
Farmington Hills, 2006 (2ª edición actualizada), p. 12 y ss.
[30] Ver jacobs, Jane. Tod und Leben großer amerikanischer Städte. Bauweltfundamente 4, Gütersloh, 1963, pp. 27 y ss.
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Así, el espacio público, interpretado como modo específico para la creación del orden
social, debe ser entendido, en primer lugar, en el sentido del tipo ideal de Weber y no
como un ideal normativo: un espacio público típicamente ideal es de acceso general y
de propiedad pública; las funciones centrales que se le asignan son las del mercado y la
política; es el “escenario” social (Goffman) y, con ello, el lugar de comportamiento estili-
zado; es simbólicamente abierto en su diseño y muestra de manera ostentosa su acceso
general y su carácter público.
Las categorías teóricas de “público” y “privado” no se han vuelto obsoletas, siguen
sirviendo para analizar transformaciones en los órdenes espaciales y verificar en qué
medida los espacios urbanos se acercan al tipo ideal, puesto que el espacio público
no sólo se modifica, sino que además, usando como parámetro el tipo ideal y el ideal
normativo, nunca ha existido empíricamente. El concepto liberal de lo público tiene
como condición que el «tránsito de personas privadas en el mercado esté liberado de
violencia social y, en lo público, de coerciones políticas[31]». Pero nunca «las condicio-
nes económicas y sociales [le han ofrecido] a todos las mismas posibilidades[32]» de
participación; el mercado nunca ha estado libre de violencia y lo público, producido
de manera discursiva, nunca ha estado ni está tampoco ahora libre de poder e inte-
reses hegemónicos. El ágora griega sólo estaba abierta a quienes estaban liberados
del trabajo, y en consecuencia, los esclavos y las mujeres quedaban excluidos. En
la ciudad europea del siglo xix, las mujeres y las clases bajas campesinas y urbanas
estaban excluidas del espacio público[33].
De la misma manera, tras una fase de inclusión total de tendencia fordista, las
grandes ciudades europeas vuelven a caracterizarse hoy fuertemente por la exclusión.
El ideal normativo del espacio público burgués ha estado y está limitado a esa bur-
guesía. La tendencial participación de todos, por su parte, evita conflictos y subraya
la heterogeneidad normativa, y, por ello, el asomo de la misma no será interpretado
como una tendencia del espacio a volverse público y valorado positivamente, sino
que, de manera paradojal, se lo connotará negativamente como involución.
[31] habermas, Jürgen. “Öffentlichkeit (ein Lexikonartikel)”. En habermas, Jürgen. Kultur und Kritik: Verstreute
Aufsätze. Suhrkamp, Fráncfort, 1973, p. 65 (ver pp. 61-69).
[33] Ver engels, Friedrich. “Die großen Städte”. Reimpresión de fragmentos de Die Lage der arbeitenden Klasse in
England (1845). En herlyn,Ulfert (ed.). Stadt- und Sozialstruktur. Nymphenburger, Múnich, 1974, pp. 91-106.
Ver breckner, Ingrid y sturm, Gabriele. “Kleiderwechsel – Sackgassen und Perspektiven in patriachalen
Öffentlichkeiten”. En Löw, Martina (ed.): Differenzierungen des Städtischen. Leske + Budrich, Opladen, 2002, pp. 157-186.
294 | El carácter público de los espacios y de la ciudad
[35] N. de la E.: La Santa María es la embarcación en que Cristóbal Colón viajó por primera vez a América.
[37] bourdieu, Pierre. “Physischer, sozialer und angeeigneter physischer Raum”. En wentz, Martin (ed.): Stadt-
Räume. Campus, Fráncfort /Nueva York, 1991, p. 27 (ver pp. 25-34).
[38] chombart de lauwe, Paul-Henry. “Aneignung, Eigentum, Enteignung. Sozialpsychologie der Raumaneignung
und Prozesse gesellschaftlicher Veränderung”. Arch+ n.º 34, 1977, p. 6 (ver pp. 2-6).
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Indicadores
[39] Para estos efectos, no es necesario que todas las asignaciones ópticas realizadas por el investigador sean
individualmente acertadas (éste podría equivocarse, por ejemplo, en la estimación del valor de una prenda,
evaluándola como especialmente cara, y presumiendo con ello que la persona pertenece a una clase social alta,
como podría también darse que la ropa de la persona observada sea sólo prestada y ella nunca pudiera pagarla). Lo
importante es que estas asignaciones permitan un juicio tanto sobre la probabilidad como sobre la presencia regular
de grupos sociales.
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lugares donde descansar, etc.? Es decir, se trata de determinar en qué medida un es-
pacio es un “espacio de posibilidades”, que pude ser utilizado y modificado libremen-
te y en el que los presentes pueden estar cumpliendo diferentes roles sociales: pa-
seantes, trotadores, mendigos, activistas políticos, moradores, etc. Esos usos pueden
ser igualmente evaluados en relación a las típicas funciones de los espacios públicos,
la del mercado y la de la política: ¿qué negocios hay y que mercadería ofrecen (y con
ello, a qué sectores sociales están dirigidos)? Aquí se consideran también los kioscos
estacionales de los balnearios o el comercio informal.
Si bien los lugares de comercio son prototípicos del espacio público, porque
ofrecen la posibilidad de contacto entre personas que no se conocen, la función
del mercado contribuye frecuentemente, a la vez, a legitimar las limitaciones del
carácter público de un lugar. Esto ocurre cuando las superficies dispuestas para esta
función son excesivamente grandes o cuando se justifica la exclusión de grupos
sociales marginales con el argumento de que alteran el clima de consumo, lo que
afecta negativamente las posibilidades de darle al espacio usos alternativos. Tam-
bién la función política puede ser medida: ¿se realizan, al menos eventualmente,
manifestaciones políticas en el lugar? ¿Se reparten volantes o se colocan puestos de
información sobre temas políticos?
Siempre en relación a estos diferentes usos, los lugares pueden ser analizados
también para identificar si sus características arquitectónicas y su equipamiento
posibilitan, apoyan o dificultan los respectivos usos y, dado el caso, de qué manera.
La presencia de puntas metálicas en cantos de jardineras impide que las personas se
sienten o descansen, lo mismo que ocurre si los bancos son incómodos. La exis-
tencia de numerosos lugares de estacionamiento en desmedro de superficies libres
dificulta el juego de los niños. Materiales como vidrios-espejos, mármol, cromo
o granito tienen (como lo señala Monika Wagner[40]) un “doble carácter social”, y esa
es precisamente la idea: deben resultar llamativos y atractivos para los consumidores
pudientes, a la vez que intimidar a las personas que no se sientan parte del nivel
de exigencia social del lugar formulado por esa vía, de manera que no lo penetren
o no le den determinados usos. Estos materiales tienen un carácter tan exclusivo
como excluyente. Precisamente en la dimensión simbólica se evidencian los efectos
[40] wagner, Monika. “Privatisierung von Kunst und Natur im öffentlichen Raum. Die plazas von
Manhattan”. En haussermann,Hartmut y siebel, Walter: New York – Strukturen einer Metropole. Suhrkamp,
Fráncfort, 1993, pp. 286-298.
298 | El carácter público de los espacios y de la ciudad
[41] wehrheim, Jan. Der Fremde und die Ordnung der Räume. B. Budrich, Opladen/ Farmington Hills, 2009.
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tienen son diversas y, por lo mismo, es diferente también lo que esperan de los espacios
públicos. Estas expectativas, sin embargo, así como sus interpretaciones situacionales
según los espacios, determinan de manera relevante las acciones para efectos del uso
y la accesibilidad: «si los hombres definen las situaciones como reales, estas son reales
en sus consecuencias[42]».
¿Pero qué significan los indicadores para el concepto del espacio público? Prime-
ro, el espacio público sólo puede entenderse como tal cuando ofrece posibilidades
de apropiación para sus usuarios. La apropiación y la dominación basadas en una
producción de poder son lo opuesto a lo público. Aquí, por sobre todo son decisivas
las relaciones sociales para determinar si, para efecto de los espacios públicos a nivel
empírico, debe seguirse a Boudieu o a Chombart de Lauwe. Si se le quiere dar una
oportunidad a lo público espacialmente definido, los espacios producidos por medio
de la dominación deberán hacer gala de su carácter público. En segundo lugar, debe
tenerse en cuenta que si bien un lugar así producido y analizable por medio de los
indicadores señalados puede ser descrito como público, e incluso así definido en la
percepción e interpretación social, eventualmente, hasta por todos los usuarios de
una ciudad, esto no permite concluir que este ostente la misma calidad para todos los
usuarios y que estos entiendan lo mismo por “uso de espacios públicos”.
Por muy adecuadas que las categorías de análisis público/privado sigan siendo para des-
cribir relaciones espaciales y sociales y transformaciones de lugares, los indicadores dan
cuenta de que un análisis en esta línea no contribuye mayormente a una comprensión
emancipatoria de la ciudad en su conjunto. Aun cuando las categorías nos permitan (no sin
dificultad) analizar si un lugar específico es más o menos público y en qué dimensión lo es
y para qué grupo social, nos prestan poca utilidad para analizar los niveles de integración
de la ciudad. Describir la ciudad y lo público normativamente a través de estas categorías
en relación a potenciales democráticos, tampoco sirve. Estos potenciales democráticos son
más que la concepción selectiva y limitada de lo público que tiene la burguesía, percepción
que, como señala Habermas, finalmente no tiene nada de pública[43].
[42] thomas,William I. y thomas, Dorothy S. The Child in America. Behavior Problems and Programs. Knopf,
Nueva York, 1928.
[43] N. de la E.: Lo público sólo puede ser nombrado como tal cuando todos los grupos sociales toman parte o, al
menos, tienen la posibilidad de tomar parte. Cuando la burguesía está entre iguales (por ejemplo sin trabajadores) o
cuando lo público se orienta exclusivamente a partir de imaginarios de orden burgués, entonces tampoco debemos
hablar (según Habermas —y el autor concuerda con esto—) de que lo público está limitado, ya que en ese caso ni
siquiera se trata de lo público. La condición de lo público y lo democrático se cumple sólo cuando todos toman parte.
Según el autor uno de los problemas que se producen en el discurso académico sobre lo público en la ciudad es que
en la mayoría de los casos se está pensando en una forma de lo público que se asocia a la burguesía y a modales
ordenados, reglas, etc. Eso el autor lo ve como un error.
300 | El carácter público de los espacios y de la ciudad
La razón que nos movería a dejar atrás esas concepciones antiguas radica en otra
característica del espacio público. Espacio público significa no solo uso múltiple
y acceso libre. Al espacio público están asociadas formas específicas de compor-
tamiento[44]. Entre ellas se cuentan, por ejemplo, si es posible (y en qué contextos
históricos y culturales) gritar, pelear, besarse, orinar o discutir en público. Pero en
términos generales, el comportamiento público es, sobre todo, un comportamiento
distanciado. Lo primero que se transmite es que uno no quiere profundizar en la
comunicación, lo que tiene una buena razón de ser: es el modo de integración cen-
tral en espacios que se caracterizan por la presencia de desconocidos, presencia que
es una consecuencia inevitable cuando un lugar al interior de la ciudad es de acceso
general. «El encuentro con extraños (con personas y cosas desconocidas) es parte de
la cultura de lo público[45]».
[44] Ver simmel, Georg. “Die Großstädte und das Geistesleben”. En simmel, Georg: Aufsätze und Abhandlungen 1901-
1908. Band 1; Gesamtausgabe Band 7. Suhrkamp, Fráncfort, 1995 [1903] pp. 116-131.
Ver goffman, Erving. Das Individuum im öffentlichen Austausch. Mikrostudien zur öffentlichen Ordnung. Suhrkamp,
Fráncfort, 1974.
[45] saldern, Adelheid von. “Stadt und Öffentlichkeit in urbanisierten Gesellschaften. Neu Zugänge zu einem alten
Thema”. Informationen zur modernen Stadtgeschichte 2, 2000, p. 10 (ver pp. 3-15).
[47] Ver bauman, Zygmunt. Flaneure, Spieler und Touristen. Essays zu postmodernen Lebensformen. Hamburger,
Hamburgo, 1997.
Pero la inseguridad y las normas de distancia pública no son lo más adecuado para llevar
adelante discusiones políticas en busca del consenso. «Con “nuestros iguales”, por el contra-
rio, nos relacionamos comparativamente de manera abierta y desinhibida incluso si todavía
no nos conocemos personalmente. Nosotros suponemos que el otro siente, espera y actúa
de manera similar a como lo haríamos nosotros en su lugar[48]». Cuando Bahrdt escribió
que lo público se genera allí «donde, partiendo de una integración incompleta, resultante
de una estilización específica del comportamiento y apoyada por la composición espacial
del medioambiente, igual tiene lugar una comunicación y se producen acuerdos[49]», quiso
decir que el distanciado respeto ante la individualidad del otro es la condición negativa para
ello. Pero, a pesar de que eso ya presupone implícitamente poder lidiar con la ambivalencia
del contacto con la ajenidad, sólo excepcionalmente el furtivo encuentro termina en flirteo
o la interacción casual del mercado contribuye a dar forma a un espacio público político.
Bahrdt señala con optimismo que eso sería hasta "cierto grado posible[50]". Debe acotarse
que la probabilidad es muy baja o que aumenta precisamente en la medida en que el lugar
sea menos un lugar ajeno, es decir, con la homogeneidad de una situación. En el nivel de la
política, del parlamento, de las iniciativas ciudadanas, de los salones y de los cafés la ajeni-
dad desaparece. Los modos de comportamiento son tan reconocidos en términos generales
como familiares son los respectivos roles.
Esto quiere decir que cuando en las grandes ciudades la condición necesaria (accesibilidad
general) se cumple tendencialmente, la ajenidad mutua asociada a ella tiende, por conse-
cuencia, a que el contenido de la condición básica (comunicación y acuerdo) implique antes
que nada mantener la distancia. Y esto juega un rol no menor en el hecho de que el ideal del
espacio público esté limitado a un ideal burgués de lo público que se contradice a sí mismo.
[48] Ibid.
[49] bahrdt, Hans-Paul. “Die Stadtstraße als Kommunikationsfeld”. Die alte Stadt n.º 2-3, 1989, p. 200 (ver
pp. 196-207).
deben cumplirse para concebir un mundo público segregado como un nuevo ideal
formativo; condiciones que, a su vez, plantean nuevas interrogantes:
(a) Para que el espacio público pueda ser concebido como un mosaico fluido que
se transforma en sí mismo, es necesario que las diferentes piezas del mosaico
sean permeables, en el sentido de que, por ejemplo, ni un conjunto habitacio-
nal cerrado pueda simplemente impedir el ingreso a un barrio, ni una galería
comercial se pueda defender frente a grupos de personas indeseadas. Además de
ello, se requiere también que existan posibilidades objetivas de ingresar en esos
espacios y participar de la vida social local. El transporte público aumenta esas
posibilidades. También los equipamientos descentralizados (comercio, actividades
deportivas o culturales, instalaciones públicas, etc.) son necesarios, puesto que
usualmente la movilidad espacial (especialmente entre los sectores sociales bajos)
es limitada. Pero sólo es posible la libertad de los rígidos controles informales (y
con ello la libertad para las conductas no convencionales fuera del ámbito privado)
si también se produce intercambio entre las distintas piezas del mosaico y, con
ello, entre distintas normalidades y normatividades. La descentralización de la
ciudad puede ser una estrategia que conduzca a ello.
(b) Desde la perspectiva política, la segregación sólo rara vez es vista como problema
cuando se trata de la segregación voluntaria de los sectores acomodados (aunque
las diversas pretensiones de un carácter prácticamente separatista ofrecerían
suficientes motivos para ello). La segregación social de los sectores bajos (así con-
cluyen estudios de Europa y ee.uu.) se transforma en un problema en la medida
que es resultado de la discriminación y los imperativos del mercado de la sociedad
capitalista. Se trata de una discriminación involuntaria que obliga a los grupos so-
ciales más vulnerables, que en Europa son altamente heterogéneos, a vivir juntos.
Éstos no pueden optar por vivir en un barrio de su preferencia, que corresponda a
su estilo de vida. Y sin posibilidad de elección, no hay segregación voluntaria. Una
condición necesaria para que pueda existir posibilidad de elección, sería contar
con disponibilidad de recursos económicos o, por lo menos, con una mayor can-
tidad de ofertas no comerciales en el mercado inmobiliario. Para una influencia
política a nivel de toda la ciudad sería necesario, además, que se constituyera un
espacio público barrial. Pero este no será el resultado automático de la cercanía
física y vecinal, sino del intercambio social y la organización política que se pueda
generar a partir de la identificación de intereses comunes: como migrantes, como
trabajadores, como víctimas de la contaminación ambiental, etc.
Entender el espacio público como un mosaico, como una red de lugares, resulta, en este
sentido, sólo secundariamente una cuestión de planificación y configuración del espacio.
Las relaciones de dominación y sus bases materiales minan la posibilidad de tener una
estructura democrática y pluralista a nivel de las grandes ciudades, a la vez que limitan e
influencian discursivamente y violentan los correspondientes márgenes de juego para la
planificación urbana y la arquitectura. De éstas dependen tanto la producción social como
la construcción social del espacio y, con ello, tanto las condiciones para el espacio público
en su concepción tradicional como para la concepción aquí propuesta: entender el espacio
público urbano como segregado.
Jan Wehrheim | 305
bibliografía